Debilidad en el Desierto

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Con épicas visiones de la experiencia del mar Rojo grabadas en sus mentes, los israelitas viajaron por el desierto hacia el monte Sinaí. Si el poder de Dios es asombroso, ¡también lo es la debilidad de la gente! Incluso con el recuerdo fresco del gran poder de Dios, el pueblo enseguida comenzó a quejarse.

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La palabra “éxodo” significa salida. En el tiempo de Dios, el éxodo de los israelitas de Egipto, marcó el final de un período de opresión para los descendientes de Abraham “El Señor le dijo: —Debes saber que tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años.” (Génesis 15:13), y el principio del cumplimiento del pacto de la promesa hecha a Abraham, de que sus descendientes no sólo habitarían en la Tierra Prometida, sino también se multiplicarían y llegarían a ser una gran nación (Génesis 12:1-3, 7). El propósito del libro puede ser expresado como un seguimiento desde el rápido crecimiento de los descendientes de Jacob en Egipto, hasta el establecimiento de la nación teocrática en su Tierra Prometida. Versos Clave: “Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José” (Éxodo 1:8). “Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios” (Éxodo 2:24-25). “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.” (Éxodo 20:2-3). La provisión de Dios para los israelitas, desde su liberación de la cautividad hasta el maná y las codornices en el desierto, son claras indicaciones de Su provisión por gracia para Su pueblo. Dios ha prometido cubrir todas nuestras necesidades. “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.” (1 Corintios 1:9). Debemos confiar en el Señor, porque Él puede librarnos de todo. Pero Dios no permite que el pecado quede impune para siempre. Como resultado, podemos confiar en Su retribución y justicia. Cuando Dios nos libra de una mala situación, debemos procurar no regresar. Cuando Dios nos demanda algo, Él espera que lo cumplamos, pero al mismo tiempo Él nos da la gracia y misericordia porque Él sabe que por nosotros mismos, jamás podremos ser capaces de obedecer plenamente.

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Con épicas visiones de la experiencia del mar Rojo grabadas en sus mentes,

los israelitas viajaron por el desierto hacia el monte Sinaí. Si el poder de Dios es

asombroso, ¡también lo es la debilidad de la gente! Incluso con el recuerdo fresco

del gran poder de Dios, el pueblo enseguida comenzó a quejarse.

DETALLES DE LA SALIDA DE EGIPTO:

1. El gran grupo de hebreos, compuesto por más de seiscientos mil hombres

más las mujeres y los niños (Éxodo 12.37), se movía lenta pero

metódicamente, siguiendo la dirección del Señor que les guiaba con una

columna de nube de día y una columna de fuego de noche (Éxodo 13.21).

“De día, el Señor iba al frente de ellos en una columna de nube para indicarles

el camino; de noche, los alumbraba con una columna de fuego. De ese modo

podían viajar de día y de noche.” Éxodo 13:21

2. Tenían al ejército de Egipto detrás. Josefo dice que, además de los

seiscientos carros escogidos (Éxodo 14.7), el ejército del Faraón estaba

compuesto por cincuenta mil jinetes y doscientos mil soldados de a pie. Con

el mar Rojo a sus espaldas, el pueblo de Israel comenzó a tener pánico.

“Se llevó consigo seiscientos de los mejores carros y todos los demás carros

de Egipto, cada uno de ellos bajo el mando de un oficial.” Éxodo 14:7

3. El pánico producido por la masa egipcia detrás de ellos, le hicieron olvidarse

de los milagros de Dios durante el tiempo transcurrido por el desierto,

comenzaron a quejarse contra Moisés por haberles sacado de allí, diciendo:

“11 Entonces le reclamaron a Moisés: — ¿Acaso no había sepulcros en

Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con

nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? 12 Ya en Egipto te decíamos:

“¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido

servir a los egipcios que morir en el desierto!” Éxodo 14:11-12 cf Éx. 14:13-14

4. De la forma más inesperada e impredecible, el Señor había convertido el

terror del pueblo en triunfo.

“21 Moisés extendió su brazo sobre el mar, y toda la noche el Señor envió

sobre el mar un recio viento del este que lo hizo retroceder, convirtiéndolo en

tierra seca. Las aguas del mar se dividieron, 22 y los israelitas lo cruzaron

sobre tierra seca. El mar era para ellos una muralla de agua a la derecha y otra

a la izquierda.” Éxodo 14:21-22

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DEBILIDAD EN EL DESIERTO

“Y al ver los israelitas el gran poder que el Señor había desplegado en contra

de los egipcios, temieron al Señor y creyeron en él y en su siervo Moisés.”

Éxodo 14:31

El Señor había rescatado a su pueblo, y cuando se encontraban en la otra

orilla, viendo la destrucción de sus enemigos siendo aplastados y ahogados, los

antiguos esclavos se quedaron anonadados.

Éxodo 14.31 dice que temieron al Señor y creyeron en Él. En base a lo que

acababa de ocurrir, cualquier otra respuesta habría sido apropiada. Moisés les

había dicho anteriormente que el Señor lucharía por ellos mientras lo verían en

silencio (Éxodo 14.14).

Después de todo este drama de liberación ante un ejército masivo que les

perseguía. Ver los distintos milagros de Dios obar a favor de su pueblo, es de

asombrarse y agradecer. Llegan canticos memorables tanto de Moisés como su

hermana Miriam.

LAS AGUAS AMARGAS

“22 Moisés les ordenó a los israelitas que partieran del Mar Rojo y se

internaran en el desierto de Sur. Y los israelitas anduvieron tres días por el

desierto sin hallar agua. 23 Llegaron a Mara, lugar que se llama así porque sus

aguas son amargas, y no pudieron apagar su sed allí. 24 Comenzaron

entonces a murmurar en contra de Moisés, y preguntaban: « ¿Qué vamos a

beber?»” Éxodo 15:22-24

La península del Sinaí es un lugar desértico, pero no es un desierto de arena

como lo muestran las películas con Dunas que se mueven por el viento. Es un lugar

árido pero la tierra es buena, es fértil si usted descubre un pozo y crea un sistema

de irrigación las plantas crecen y dan fruto. Pero por tres días el pueblo marcha y

no encuentra un riachuelo, un ojo de agua no hay nada que beber.

El desierto es parte del camino, y nos habla de aridez, soledad, peligro y

dificultad. Ellos llegaron al desierto de Shur: en hebreo Shur viene de un término

que traduce: “pared”, “muralla” (es figura de algo a superar), además, llevaban “tres

días sin hallar agua”: fácilmente esto produce cuestionamientos y dudas, y nuestras

reacciones son diversas ante las dificultades. Recordemos siempre Dios es

poderoso para hacer milagros en medio de la ruina.

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Murmurar: Producir un sonido suave y apacible, Hablar entre dientes

manifestando queja o disgusto por alguna cosa, Hablar mal de alguien a sus

espaldas, Extenderse un rumor.

“Moisés clamó al Señor, y él le mostró un pedazo de madera, el cual echó

Moisés al agua, y al instante el agua se volvió dulce. En ese lugar el Señor los

puso a prueba y les dio una ley como norma de conducta.” Éxodo 15:25

No sé si ustedes recuerdan la historia del libro de Ruth, Noemí que quiere decir

placentera, y al ella regresar a su pueblo a Belén viuda y sin sus dos hijos que

habían muerto, la van a saludar “Noemí” y ella responde “no me llamen Noemí

llamen me Mara por que Dios me ha dado amargura” y así le ponen a ese lugar.

“19 Entonces las dos mujeres siguieron caminando hasta llegar a Belén.

Apenas llegaron, hubo gran conmoción en todo el pueblo a causa de ellas. —

¿No es ésta Noemí? —se preguntaban las mujeres del pueblo. 20 —Ya no me

llamen Noemí —repuso ella—. Llámenme Mara, porque el Todopoderoso ha

colmado mi vida de amargura.” Rut 1:19-20

El pueblo no se queda en Mara, el pueblo continúa su marcha y poco más adelante

encuentra un lugar “donde había doce fuentes de aguas y setenta palmeras”.

Aquellos que han vivido en la cuenca del caribe saben lo útil que es el árbol de la

palma.

EL MANÁ Y LAS CODORNISES

“1 Toda la comunidad israelita partió de Elim y llegó al desierto de Sin, que

está entre Elim y el Sinaí. Esto ocurrió a los quince días del mes segundo,

contados a partir de su salida de Egipto. 2 Allí, en el desierto, toda la

comunidad murmuró contra Moisés y Aarón: 3 — ¡Cómo quisiéramos que el

Señor nos hubiera quitado la vida en Egipto! — Les decían los israelitas—.

Allá nos sentábamos en torno a las ollas de carne y comíamos pan hasta

saciarnos. ¡Ustedes han traído nuestra comunidad a este desierto para

matarnos de hambre a todos!” Éxodo 16:1-3

En el desierto de Sin el pueblo se quejó porque no tenían comida; como respuesta,

el Señor proveyó el maná y las codornices

Maná: (heb., man; gr., manna). Una comida especial provista para los

hebreos durante el éxodo de Egipto. La palabra heb. man es en realidad una

pregunta y como prefijo de hu sería ¿Qué es ésto? Por el otro lado, puede

ser una adaptación del egipcio mennu, comida. Josefo y otros autores

antiguos atribuyen el nombre a la pregunta ¿Es comida?, que queda bien en

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el contexto del desierto. Venía de noche (Números 11:9). Era blanco, de

sabor delicioso, y se parecía a la semilla de cilantro, una planta del área este

del Mediterráneo que era tanto sabrosa como nutritiva (Éxodo 16:31).

“Los exégetas creen que estas diferencias se deben a que el Éxodo es un

texto yavista, mientras que el de Números es de fuente sacerdotal. El Talmud

babilónico explica que las diferencias en la descripción se debían a que su

gusto variaba según quien lo tomaba, miel para los niños, aceitunas para los

jóvenes, pan para los mayores; la literatura rabínica clásica soluciona la

cuestión de si el maná caía antes o después del rocío explicando que lo hacía

entre dos capas de humedad.” Fuente/Wikipedia.org

Codorniz: Pequeña ave migratoria cuya carne es deliciosa (Éxodo 16:13;

Números 11:31; Salmo 105:40).

El recuerdo de Egipto y sus alimentos ocupaba sus corazones, y olvidando

la rígida esclavitud a la cual estuvieron sometidos allá, miraban con pesar hacia

atrás. ¡Cuán a menudo ocurre lo mismo con los recién convertidos! En el desierto,

el hambre debe sentirse siempre; porque las penas y el cansancio que ofrece no

pueden dar ninguna satisfacción ni placer para los deseos de la carne.

POR BEBER Y PARA PELEAR

“1 Toda la comunidad israelita partió del desierto de Sin por etapas, según lo

había ordenado el Señor. Acamparon en Refidín, pero no había allí agua para

que bebieran, 2 así que altercaron con Moisés. —Danos agua para beber —le

exigieron. — ¿Por qué pelean conmigo? —Se defendió Moisés—. ¿Por qué

provocan al Señor? 3 Pero los israelitas estaban sedientos, y murmuraron

contra Moisés. — ¿Para qué nos sacaste de Egipto? —reclamaban—. ¿Sólo

para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?”

Éxodo 17:1-3

En Refidim cuando de nuevo faltaba el agua, los olvidadizos e incrédulos

israelitas se enojaron. Nuevamente, a pesar de su incredulidad, el Señor proveyó.

Le dijo a Moisés que golpeara una roca con su vara y salió agua para que el pueblo

pudiera beber.

“4 Clamó entonces Moisés al Señor, y le dijo: — ¿Qué voy a hacer con este

pueblo? ¡Sólo falta que me maten a pedradas! 5 —Adelántate al pueblo —le

aconsejó el Señor — y llévate contigo a algunos ancianos de Israel, pero lleva

también la vara con que golpeaste el Nilo. Ponte en marcha, 6 que yo estaré

esperándote junto a la roca que está en Horeb. Aséstale un golpe a la roca, y

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de ella brotará agua para que beba el pueblo. Así lo hizo Moisés, a la vista de

los ancianos de Israel.” Éxodo 17:4-6

Esta "vara de Dios" es la que utilizó Moisés para golpear las aguas del Nilo y

convirtió las aguas en sangre (7:20). La vara era un símbolo de poder.

Sosteniéndola en su mano Moisés demostró dependencia y confianza en Dios. No

había magia en la vara de Moisés. El poder estaba inclinado en la presencia de Dios

con Sus líderes elegidos. Dios proveyó el agua.

Mientras que en el episodio anterior Dios había probado a los israelitas

(Éxodo 16:4), ahora ellos le probaron a él por su falta de confianza (2, 7). Por causa

de sus acciones el lugar fue llamado Masa y Meriba,... altercado... prueba (7; cf. v.

2). Pablo se refiere a este incidente en 1 Corintios 10:3, 4, sugiriendo que el Cristo

preexistente fue el que sustentó al pueblo con comida y agua.

“4 y tomaron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que

los acompañaba, y la roca era Cristo. 5 Sin embargo, la mayoría de ellos no

agradaron a Dios, y sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.” 1

Corintios 10:4-5

“Además, a ese lugar lo llamó Masá, y también Meribá, porque los israelitas

habían altercado con él y provocado al Señor al decir: « ¿Está o no está el

Señor entre nosotros?»” Éxodo 17:7

A pesar de su queja, Dios siguió preservando y protegiendo a su pueblo.

Cuando les atacaron los amalecitas, Dios le dio a Israel la victoria de una manera

extraordinaria. Mientras Josué dirigía las tropas de Israel en la batalla, Moisés

estaba de pie en lo alto de un monte con Aarón y Hur.

“11 Mientras Moisés mantenía los brazos en alto, la batalla se inclinaba en

favor de los israelitas; pero cuando los bajaba, se inclinaba en favor de los

amalecitas. 12 Cuando a Moisés se le cansaron los brazos, tomaron una piedra

y se la pusieron debajo para que se sentara en ella; luego Aarón y Jur le

sostuvieron los brazos, uno el izquierdo y otro el derecho, y así Moisés pudo

mantenerlos firmes hasta la puesta del sol.” Éxodo 17:11-12

Todo eso ocurrió en los primeros dos meses de su viaje tras salir de Egipto,

antes de que los israelitas llegaran al monte Sinaí el primer día del mes tercero

(Éxodo 19.1). El resto del libro de Éxodo detalla su estancia en Sinaí, donde Dios

les dio su ley, incluyendo los Diez Mandamientos, y las instrucciones para la

construcción del tabernáculo.

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DEBILIDAD AL SALIR DE CAMINO

Los israelitas acamparon en Sinaí once meses antes de reemprender su viaje

(Números 10:11-13). Al poco de irse, el pueblo comenzó a gruñir y a quejarse, igual

que hicieron antes de llegar a Sinaí.

“11 El día veinte del segundo mes del año segundo, la nube se levantó del

santuario del pacto. 12 Entonces los israelitas avanzaron desde el desierto de

Sinaí hasta el desierto de Parán, donde la nube se detuvo. 13 A la orden que

el Señor dio por medio de Moisés, los israelitas emprendieron la marcha por

primera vez.” Números 10:11-13

NOTA: “El versículo 11 marca una división definitiva en el libro. Hasta este punto,

el pueblo había acampado en el monte Sinaí. Desde el versículo 11 hasta el 22:1

encontramos registrado el viaje desde el monte de Sinaí hasta los llanos de Moab,

fuera de la tierra prometida. Este viaje cubre un periodo de casi cuarenta años. No

empezaron sino hasta el día veinte, debido a la celebración de la segunda Pascua

(ver Nm. 9:10–11).”

Como respuesta a su murmuración, el Señor les juzgó con fuego y plaga (Números

11.1, 33).

“Un día, el pueblo se quejó de sus penalidades que estaba sufriendo. Al oírlos

el Señor, ardió en ira y su fuego consumió los alrededores del campamento.”

Números 11:1

El fuego de Dios «consumió» en el extremo del campamento, dándole el

nombre de Tabera («incendio») a ese lugar. Algunas versiones dicen que el fuego

consumió algunos de los que se habían quejado. La Biblia de las Américas sólo dice

que el fuego consumió los alrededores del campamento. De cualquier manera, fue

una advertencia misericordiosa al pueblo entero de un juicio que sería severo.

“4 Al populacho que iba con ellos le vino un apetito voraz. Y también los

israelitas volvieron a llorar, y dijeron: « ¡Quién nos diera carne! 5 ¡Cómo

echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! ¡También

comíamos pepinos y melones, y puerros, cebollas y ajos! 6 Pero ahora,

tenemos reseca la garganta; ¡y no vemos nada que no sea este maná!»”

Números 11:4-6

La segunda queja salió en medio del campamento, pero esta vez la razón se

encuentra en la expresión: la gente extranjera o «populacho» (BAS). Algunos que

no eran creyentes habían salido de Egipto con los israelitas, y esta gente extranjera

era fuente de tristeza continua para los israelitas. Su insatisfacción se extendió a los

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israelitas, causándoles vivo deseo por el alimento de Egipto y desprecio por el

maná. Comparar (78:17–33).

HASTA LA FAMILIA DE MOISES SE QUEJÓ

Como miembros de la familia de Moisés, Miriam y Aarón estaban

constantemente expuestos a las quejas de la gente. (En Éxodo 32.22–23, Aarón

incluso culpó a la muchedumbre de presionarle a hacer el becerro de oro.)

Evidentemente, esas voces de protesta comenzaron a tener un efecto venenoso en

su pensamiento. Aunque habían sido testigos del repetido juicio de Dios contra los

que murmuraron, los hermanos de Moisés se unieron de improviso a la disensión y

fueron desleales a su hermano.

“Moisés había tomado por esposa a una egipcia, así que Miriam y Aarón

empezaron a murmurar contra él por causa de ella.” Números 12:1

NOTA: “Se casó con Séfora, hija de Jetro, y trabajó como pastor de los rebaños de

su suegro.”

Aparentemente resentidos con su hermano menor, Miriam y Aarón lo

criticaron por haberse casado con una mujer no judía (v. 1). Pero esa no era la

verdadera razón de su protesta. En el versículo 2, sus ácidas preguntas revelaban

su verdadero motivo: celos: « ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha

hablado también por nosotros?» Por estar muertos de envidia, desafiaron

francamente la autoridad de Moisés.

“Decían: « ¿Acaso no ha hablado el Señor con otro que no sea Moisés? ¿No

nos ha hablado también a nosotros?» Y el Señor oyó sus murmuraciones.”

Números 12:2

Ese tipo de deslealtad se podría haber esperado de las multitudes, pero el

hecho de que tuviera acceso a la mente de Aarón y de Miriam especialmente, hacía

que fuera en verdad tóxica. La respuesta del Señor llegó con prontitud. Tras

convocar a Moisés, Aarón y Miriam a la tienda de reunión, el Señor les dijo: «Oíd

ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré

en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda

mi casa.

“6 el Señor les dijo: «Escuchen lo que voy a decirles: »Cuando un profeta del

se levanta entre ustedes, yo le hablo en visiones y me revelo a él en sueños.

7 Pero esto no ocurre así con mi siervo Moisés, porque en toda mi casa él es

mi hombre de confianza. 8 Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas.

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Él contempla la imagen del Señor. ¿Cómo se atreven a murmurar contra mi

siervo Moisés?»” Números 12:6-8

Cuando el Señor se fue de la tienda, «María estaba leprosa como la nieve; y

miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa» (v. 10). Impactados y

consternados, Aarón reconoció el pecado de ambos y le rogó a Moisés que

intercediera por su hermana. Lo que ocurrió es que Miriam también respondió con

arrepentimiento y pesar.

Aunque María misma era profetisa (Éx. 15:20), el Señor dejó clara la

diferencia entre Su relación con Moisés y con los otros profetas. La única otra cosa

registrada en cuanto a María después de este incidente es su muerte (Nm. 20:1).

Moisés intercedió por su hermana y el Señor misericordiosamente la sanó.

Pero para cumplir las leyes ceremoniales de limpieza, tuvo que vivir fuera del

campamento siete días (v. 15). Durante ese tiempo, los israelitas la esperaron antes

de proseguir su viaje, indicando que toda la nación supo lo que había ocurrido.

ESPIAS DEBILES

En el capítulo siguiente, Números 13, los israelitas enviaron hombres a espiar

la tierra de Canaán. Cuando diez de los espías regresaron con un informe negativo,

el pueblo rehusó confiar en Dios, y como un ejército de hermanos celosos se

rebelaron contra Moisés (Números 14.1–10). Obviamente, no habían aprendido de

la experiencia de Miriam. Como resultado, el Señor les sentenció a cuarenta años

vagando por el desierto. El precio por su deslealtad, contra el Señor y contra su

siervo designado, fue muy alto. Esa generación incrédula no podría entrar en la

tierra prometida, por la cual habían esperado durante tanto tiempo. Su esperanza

moriría con ellos en el desierto. Nunca dejarían los lugares desiertos. La promesa

de Dios se cumpliría solo en sus hijos (Números 14.29).

“Los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto. Ninguno

de los censados mayores de veinte años, que murmuraron contra mí,”

Números 14:29

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