Desaprender lo Aprendido

12

description

Ejercicio literario

Transcript of Desaprender lo Aprendido

Page 1: Desaprender lo Aprendido
Page 2: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

2

Hola Pedro: ¡Por fin! me he matriculado en el curso de narrativa. He conseguido vencer

mis miedos, tenias razón que el ambiente del mismo los disiparía. El grupo lo constituimos doce alumnos, diez mujeres y dos hombres, es ameno y muy heterogéneo. Paradójicamente tenemos en común el deseo de narrar sentimientos y el miedo a hacerlo. En fin, estoy contento de haber seguido tus consejos.

El motivo principal del e-mail no es comunicarte el inicio de mi curso de narrativa, es otro que, por inesperado, seguro te sorprenderá gratamente e incluso me atrevería afirmar que producirá en ti una gran emoción, aguanta y no leas el final.

El día era gris y llovía suavemente, al ser sábado y primera hora de la mañana éramos pocas las personas que caminábamos por la zona próxima al ateneo. Todo invitaba a la melancolía. Después de comprar El País como cada sábado me dirigía ensimismado a la presentación del curso. Al entrar al patio de carruajes, observé sin prestar apenas atención a un grupo de personas que recababan información en los murales que hay expuestos. Me dirigía a la escalinata de piedra centenaria de la entrada principal, cuando escuché una voz que me reclamaba.

− ¿Por favor sería tan amable?

Me giré para atender su ruego y vi a un anciano de unos ochenta años de mediana estatura, de ojos vivos, tez morena y cabello blanco. No me era desconocido.

−Sí, que desea.

¿Sabe si se puede visitar el ateneo?

−No lo sé, pregúntele al conserje, que está ahí en la cabina, él le podrá informar del tema.

−Muchas gracias.

Rápidamente, la mente comenzó a buscar en los recuerdos de mi historia vital para ubicar a aquel hombre. El tono de su voz pausado y melódico, junto a un aroma de colonia fresca, le identificaron en mi memoria. ¡Es! no podía ser otro que Juan, el profesor de literatura del Instituto.

− Perdone ¿No me reconoce?

-No. (Responde sorprendido)

− ¿Es usted profesor?

Page 3: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

3

-Sí, ya jubilado.

-Fui alumno suyo de bachillerato nocturno en el Eugeni d'Ors de Badalona. En la década de los 70.

-¡Aun me recuerdas! Después de tanto tiempo.

-Sí, es difícil olvidar, en su clase descubrí a los poetas de la generación del 27.

-Siento no recordarte, han pasado muchos años, pero guardo un buen recuerdo de aquel tiempo.

- Ha sido una grata sorpresa para mí este encuentro. ¿Sería posible volver a vernos?

-Como no, te doy mi numero de móvil y me llamas cuando quieras.

Después de apuntar los números en las agendas de nuestros móviles. Nos despedimos con un fuerte abrazo, no nos dijimos adiós, si no, hasta pronto.

Pedro, a que es emocionante lo que me ha ocurrido. El próximo lunes cuando nos veamos en el ateneo ya te contaré.

Salud Antonio.

Hoy hace una mañana soleada que invita a caminar y redescubrir territorios ya

explorados. Ante tal invitación de la naturaleza no me resisto y me pongo en camino a Badalona. Bajo a Barcelona como decían antiguamente los antiguos Gracienses, paseando por la calle Mayor para encontrarme con el Passeig de Gracia. Lo transito, con caminar pausado, contemplando como si descubriera por primera vez sus casas modernistas, llego a la Gran Vía y cojo el Metro en dirección a la estación de Sant Roc.

Durante el trayecto, me asaltan sin pretenderlo recuerdos de aquella época. Vienen a mi mente imágenes y sensaciones que yo creía perdidas. El seiscientos de segunda mano (trucado) de color verde botella, con el que cada tarde después del trabajo, Pedro, Vicente y otro compañero del que no recuerdo su nombre, nos trasladábamos a clase. La emoción que suponía el alcanzar con el “seiscientos” más de cien, en la autopista de Mataró. Los comentarios de política que teníamos durante el trayecto, sintiendo la sensación del “peligro”, que en aquel tiempo suponía hablar furtivamente del régimen. Absorto en los recuerdos sin darme cuenta, oigo una voz que anuncia: próxima parada Sant Roc.

Page 4: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

4

Salgo a la plaza President Tarradellas, a unos cincuenta metros encuentro la Av.de la Marisma. Me dirijo en dirección montaña y escasos metros después, superado un Ambulatorio, descubro mi antiguo Instituto. El enclave es el mismo pero el entorno ha cambiado. Obviamente hay más edificios. Indago con la mirada alrededor y busco con afán la granja, donde solíamos cada tarde tomar un cortado antes de entrar y no logro encontrarla. Pero si la memoria no me falla, veo que en su lugar hay una Caixa.

Evocando revivo la emoción, de aquellos partidos de fútbol que disputábamos entre clase y clase en el patio del Instituto. El campo lo recuerdo como un pequeño Maracaná, ya no existe ha sido colonizado por el ladrillo.

Es curioso cómo cambia con el paso del tiempo el sentido de la proporción: la cantina del Instituto donde solíamos hablar tomando algún vino y quien podía una mediana, con los profesores de proyectos e inquietudes, la recuerdo, amplia donde podíamos dialogar con una cierta intimidad. Hoy la sensación que siento es de un lugar pequeño y angosto. He preguntado al bedel −al más veterano− si la habían cambiado de ubicación, me asegura que no. Aún hoy, seguro que es un lugar entrañable para los estudiantes, como lo fue para mí.

Sus alumnos son un fiel reflejo de la realidad social de nuestro tiempo. He podido ver la gran diversidad de etnias y culturas que existen a sus clases, y pienso, cómo será la Catalunya del futuro, me viene a la mente el arquetipo del Renacimiento el uomo

universale.

En el tango “Volver” hay una estrofa de un verso que dice “que veinte años no es nada” yo doy fe de que sí. Ya nada es como fue, sólo queda el espacio, pero cuando cierro mis ojos aún alcanzo a escuchar: pedir a gritos, entre risas y cantos de alegría, a una juventud que reivindica con anhelo, la libertad de un nuevo día. Ya no hay imágenes que me recuerden aquel tiempo, sólo unos versos que flotarán en el aire para ser eternamente recordados.

Hace unos días llame por teléfono a mí antiguo profesor y quedamos en vernos el

próximo domingo, a las once en el jardín del ateneo. Siento una gran curiosidad a la vez un cierto temor. A veces, las vivencias pasadas, es mejor dejarlas para siempre en el recuerdo.

Page 5: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

5

Después de un par de semanas con lluvia, ha amanecido un día radiante e incluso hace calor haciendo honor a Sant Martí, que como dice el refrán. “L'estiuet de san Martí dura tres dies i fi".

Llego al ateneo sobre las diez y me instalo cómodamente en una mesa del jardín. Mientras espero, ojeo la prensa y me tomo mi primer café con leche y cruasán. A pesar de una cierta inquietud por la espera, me dejo envolver por la tranquilidad del entorno relajándome y descubro aspectos del jardín, de los que nunca hasta ahora había sido consciente todo y el tiempo que llevo frecuentando este lugar.

Las palmeras que se elevan portentosas, protegidas por un tupido enjambre de setos de hojas verdes, que se alzan cuan lanzas vigilantes en sus bases. El trinar de los gorriones intrépidos, capaces de comer en nuestra mano. El árbol limonero que el peso de su fruto generoso, le hace humilde. El aroma a jazmín, las enredaderas que juegan con la luz al escondite. La cadencia de la fuente que nos invita a su natural concierto. Ante tal embeleso. Dejó volar mi imaginación, sintiéndome un beduino en medio del oasis, aunque sólo sea por un instante.

De repente un saludo me devuelve a la realidad

−Buenos días Antonio.

Me levanto sorprendido, no he sido consciente de su presencia.

−Buenos días profesor.

−Prefiero que me llames Juan.

−De acuerdo Juan.

Le saludo efusivamente y le invito a sentarse

Viste de forma informal, camisa vaquera, pantalón de color azul y una sarihana de color gris. Su tez morena en contraste con el cabello hace resaltar sus ojos vivos de color almendrado. Va acompañado de su lacayo, un bastón de roble con empuñadura nacarada.

Saca del bolsillo de su sarihana una pipa, la carga con cierta parsimonia y antes de encenderla pregunta.

− ¿Se puede fumar aquí?

−Sí, en el jardín sí.

Page 6: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

6

− ¿Tú fumas?

−No, lo dejé hace años.

−Yo fumo poco, por los bronquios, pero lo poco que fumo me gusta hacerlo en pipa, me encanta el aroma de su tabaco.

−A mí también, es un aroma agradable.

De repente, el camarero interrumpe nuestra charla.

− ¿Que les sirvo? por favor.

−Que deseas tomar.

−Nada, suelo desayunar en casa antes de salir.

−Seguro, que no te apetece nada.

−Bueno, tal vez un té con limón.

−Para mí un café con leche, caliente, por favor.

Nos sirven el té y el café. Lo tomamos a pequeños sorbos y durante unos instantes guardamos silencio. Es como si buscáramos en donde lo dejamos la última vez que hablamos y de ello hace tanto tiempo. Me viene a la mente una cita de Tierno Galván.

−Como decíamos ayer.

−Es cierto, en dónde nos quedamos. Exclama mostrando una sonrisa complaciente

−Esta cita es de Fray Luis de León.

−Yo siempre se la he atribuido a Tierno Galván.

−No, la utilizó al incorporarse, después del exilio, a la facultad de Salamanca en el 74

−Ya ves como decía mi abuela “no te acostarás sin saber una cosa más”

−Cuanta sabiduría… Hay en los dichos populares. Comenta

−Si es verdad…

El paso del tiempo ha enmohecido nuestros mutuos recuerdos y no resulta fácil entablar una conversación fluida. No obstante, el profesor reinicia la conversación

Page 7: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

7

−El encuentro fortuito del otro día, es como si alguien hubiera escuchado mi deseo… Sabes, ahora a menudo suelo pensar en los alumnos, en cómo serán sus vidas, que impronta habré dejado en ellos… Que el otro día me reconocieras, a pesar de los años transcurridos, me emocionó, y sobre todo él porque me recordabas, “Usted nos enseño a

amar la poesía”…

Yo era un revolucionario en aquel tiempo que luchaba por la libertad. Descubriros a los poetas: Alberti, Machado, Lorca, Miguel Hernández, era necesario en nuestra lucha, ellos eran los estandartes. Sin embrago logre sin pretenderlo, al recitar sus versos, que amaras la poesía.

−Es curioso, ahora que me cuentas esto, recuerdo que nunca te consideramos un revolucionario, como a otros profesores. Tú para nosotros eras el profesor de literatura “El poeta”.

− Ya ves, no siempre la realidad es lo que parecen.

− Por suerte, la incertidumbre da emoción a nuestra existencia.

− También nos causa dolor… La vida me ha mostrado que el sendero hacia la sabiduría comienza en “la conciencia de los opuestos” es decir los separados e irreconciliables, resultan ser aspectos complementarios de una misma realidad.

− ¿Qué quieres decir?

−Que al final habrás, de desaprender lo aprendido para dar sosiego al alma.

− ¿Esto que me explicas es una nueva filosofía o experiencia de vida?

−Ambas cosas… Has pensado si nuestro encuentro es fruto de la casualidad o de algo más

−No, pero la verdad es que desde el reencuentro no dejo de pensar en aquel tiempo y su recuerdo me satisface…

Juan mira su reloj de pulsera y exclama. − ¡Ya es casi la una!

−Me gustaría, que vieras la biblioteca entes de irte, merece la pena.

−Sí, es una buena ida, el tiempo vuela y a mi edad nunca se sabe, si habrá una nueva oportunidad.

Después de un breve silencio nos dirigimos al ascensor, que nos sube a la entrada de la biblioteca. Recorremos sus salas modernistas llenas de luz y colorido, hace comentarios

Page 8: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

8

sobre como los restauradores, han sabido conjugar las nuevas tecnologías con la solera de antaño, y queda prendado de sus encantos. Comentamos sobre sus fondos bibliográficos y finalizamos el recorrido con el propósito de volver a visitarla.

Acompaño a mí antiguo profesor de literatura, le cojo del brazo con ternura y bajamos por la escalinata principal como dos actores de Hollywood pisando la mullida alfombra roja, hasta la puerta principal en donde me despido con emoción, no sin antes pedir al viejo profesor, el compromiso de un nuevo encuentro esta vez en Badalona.

Le observo durante unos instantes como se aleja por la calle Canuda en dirección a la

Rambla, desde el umbral de la portalada del patio de carruajes. Camina con un andar cansino, apoyándose en un bastón, del que se sirve para mantener erguida su figura, a la vez que el paso firme.

Esta escena, me recuerda una época de mi infancia, donde de forma similar un día de invierno, también vi partir a una persona de características similares: anciano y culto, al que consideraba sabio.

Se llamaba Manuel, pero en el barrio le conocían con el apodo de Singer, porque además de conductor del tranvía, reparaba maquinas de coser de esta marca alemana. Era soltero por vocación o tal vez fruto de la guerra, que pasó en Madrid. Residía de patrona, en la misma finca en la que mis abuelos tenían una taberna, con los que vivía desde el fallecimiento de mí madre.

Al finalizar su jornada de tranviario, venía a la taberna a cenar. Este momento era esperado por mí con impaciencia, su “Toño” como cariñosamente me llamaba. Esperaba con ilusión el relato de sus nuevas aventuras que habrían sucedido, en su ir y venir por la larga calle Bravo Murillo, desde el barrio de Tetuán a la Glorieta de Quevedo.

Manuel atemperaba mi excitación, diciéndome - Toño, lee el diario Pueblo mientras acabo de

cenar -. Al acabar cogía su petaca de tabaco picado, el librillo de papel de fumar y liaba un pitillo, después de saborear a conciencia la primera calada, se disponía con una cierta solemnidad, ante un público minoritario, pero entregado de antemano, a relatarme las aventuras del día.

¿Todas sus fabulas eran posibles? Nunca dude, en mi imaginación todo era posible, solo debía de cerrar los ojos y escuchar a “Singe” narrarlas. Él estímulo mi imaginación infantil con sus fabulaciones, le debo la afición por la lectura. Pero un día de invierno sin entender

Page 9: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

9

porque, vi partir a mi contador de ensueños. Me dijo que volvería para narrarme sus nuevas aventuras, pero nunca volvió. Años más tarde supe que le habían jubilado.

La tristeza del recuerdo me embarga, unas lágrimas resbalan -cansinamente como el caminar de Juan- por las mejillas. Me enjugo las lágrimas con el pañuelo, con cierto disimulo –reminiscencias de mi infancia− y vuelvo al jardín, mi oasis particular, en el desierto social que es la ciudad.

Ya hace más dos semanas que hable con Juan y le he llamado por teléfono para concretar

un nuevo encuentro, me ha sugerido vernos el día de la Constitución, me ha parecido qué esperaba mi llamada.

Como habíamos acordado, nos encontramos en el Passeig de la Rambla de Badalona el día 6 fiesta de la Constitución. Hacia una agradable mañana de otoño que invitaba a pasear por la rambla junto al mar. Iniciamos el paseo, el profesor se ayudaba de su fiel lacayo, en determinados momento durante el recorrido, hacia un alto, que utilizaba para hacerme consciente del paisaje: De la mar y su horizonte; Las nubes que esculpen imaginativas figuras en el cielo azul; La cálida generosidad del sol que nos envuelve − y todo esto; ¡gratis! – matizaba Juan.

Después de un cierto tiempo de caminar en silencio, emulado a los monjes en actitud contemplativa alrededor de un claustro –con los altos pertinentes− decidimos, sentarnos en una terraza y recuperar fuerzas tomando un refrigerio.

− ¿Te ha gradado el paseo?

−Sí, pero me ha sorprendido, que al hacerme consciente del entorno siempre dijeras “y

todo esto; ¡gratis!”.

−Es un hábito de agradecimiento a “aquel que es lo que no es”. El caminar es salud para el cuerpo, el silencio y la contemplación, lo es para el alma… Prosigue

− El cosmos es un gran cuadro del que formamos parte, en el que todos tenemos un cometido asignado por el pintor de la obra, pero a veces no estamos conformes con el papel asignado, ambicionamos ser el otro, para completarnos… Somos libres de elegir el camino. Buscamos fuera y al hacerlo creamos fronteras invisibles que nos separan, inventando el mundo dual: bueno, malo; alto, bajo; belleza, fealdad; cuerpo, mente;…

Page 10: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

10

− ¿Cómo podremos valorar algo, sin tener un referente con el que compararlo? Comprendo la necesidad de la dualidad.

−Sí, porque tu mirar es con los ojos de la razón y requiere de la lógica.

− ¿Con qué otros ojos puedo mirar?

−Con los del alma… Los ojos del corazón aceptan y no comparan… Solo existe una verdad de la que todos formamos parte, pero nuestra ignorancia nos ciega deslumbrarnos con lo posible, Vanidad de vanidades…

− ¿Dónde te enseñan a mirar con los ojos del alma?

− Aparece el maestro cuando el alumno está preparado, no antes.

− ¿Qué quieres decir?

−Cuando sientas la necesidad de encontrar respuesta a tu existencia y nada calme tu angustia, aparecerá el maestro… Te contaré un pequeño relato que te puede ilustrar: Un

anciano y un joven caminan juntos por el desierto, el anciano ve en la lejanía que existe un pozo a

su derecha, el joven que le acompaña va justo caminado en ese costado. Le advierte del peligro que

corre si continúa en ese lado, pero el joven le pregunta: ¿en dónde, nos hallamos caminando? –En el

desierto− responde el anciano. –Yo no veo ningún pozo, lo que tú ves es un espejismo. El joven cayó

en el pozo…

− ¿Quieres decir que, la lógica de la razón no es correcta?

−No siempre, como observamos en el relato, el entorno puede condicionar lo que vemos. Porque supones que soy quien crees que soy ¿podría ser una persona ajena a tu historia personal? ¿En qué te basas para aceptarme como tu profesor de literatura? ¿Qué te hace estar seguro de que realmente soy Juan? Es acaso la razón o el deseo emocional de retornar al pasado.

− ¿Cómo podrías ser otra persona y conocer mi historia?

−Porque tú me la has contado.

−Es una broma.

−Tú qué crees. Me has identificado desde el primer instante que nos vimos, con Juan, tu corazón sintió la emoción del rencuentro con el pasado. Que importa quién soy, los ojos de tu alma ya me han elegido.

Page 11: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

11

− ¿Si no eres Juan, quien eres?

−Un anciano, que el hado le ha concedido el don de reflejar el deseo de un alma, que busca desandar el camino, para hallar la conciencia de la unidad, donde uno y uno no son dos, sino Uno.

− ¿Realmente quien eres?

− Singer, tu espejo…

Suena el despertador, son las ocho de la mañana de un sábado de octubre.

−Antonio cariño, que llegaras tarde. ¿No tienes que ir al curso de narrativa?

−Sí, ¡Y ya tengo un tema!

Llego antes de hora al ateneo y como en otras ocasiones, mi pasión por la lectura me lleva al escaparate acristalado de su librería, de pronto, por un instante me ha parecido ver a Juan, que me sonreía.

Page 12: Desaprender lo Aprendido

Desaprender lo aprendido 2008

12

Una narración de Antonio Alonso.

Ilustración de Osvaldo Moreno.

Texto: Antonio Alonso

Ilustración: Osvaldo Moreno