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Actitudes imprescindibles para esperar la Navidad - Lucas 1:39-48

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Actitudes en adviento

DEVOCIONALES - 07 DIAS Actitudes en adviento / Caleb Fernandez PérezDiciembre 2013

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Devocionales07DIAS Actitudes en adviento

Lucas ha compuesto una escena conmovedora y lo hizo con la intención de crear la atmós-fera de alegría, gozo profundo y alabanza que ha de acompañar el nacimiento de Jesús.

Todo sucede en una aldea desconocida, en la montaña de Judá. Dos mujeres embaraza-das conversan sobre lo que están viviendo. No están presentes los varones. José y Zacarías, vi-ven esto de manera completamente diferente. Son estas dos mujeres, llenas de fe y del Espíritu de Dios, quienes mejor captan lo que está sucediendo.

La visita de María a Elisabet le permite a Lucas poner en contacto a Juan el Bautista y a Jesús, antes de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Las dos mujeres ocupan toda la escena. ¡Que predilección maravillosa de Dios por las mujeres y los niños!

Esta escena busca de nosotros que intentemos captar también lo que el Señor espera de nosotros en el adviento de Navidad. ¿Qué actitudes espera Dios de nosotros en la espera del Nacimiento de Jesús? Actitudes como la María y su prima Elisabet nos mostrarán esta semana la importancia de estas semanas previas para celebrar el nacimiento de nuestro Salvador.

Oración: “Señor, ayúdame a preparar mi corazón para recibir el nacimiento de tu hijo Jesús, en quien oramos, amén”.

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“39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; 40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.”

DIA01 Una visita que prepara el adviento - Lucas 1:39-40

Uno de los rasgos más característicos del amor cristiano es saber acudir cuando alguien está necesitando de nuestra presencia. Ese es el primer gesto de María después de acoger con fe la mi-sión de ser madre del Salvador. Marcha de prisa a la casa de Elisabeth, que necesita en esos mo-mentos su compañía: “ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril” (v.36).

Hay una manera de amar, que llamaremos aquí “promover la esperanza” en quienes están a nuestro alrededor. Y también a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la depre-sión, atrapado por la enfermedad o, sencillamente, vacío de alegría y esperanza.

Vivimos en una sociedad que está hecha sólo para fuertes, agraciados, jóvenes, sanos, y que posee un claro “segregarismo social”. Juntamos a los niños en las guarderías, instalamos a los en-fermos en los hospitales, guardamos a nuestros ancianos en asilos, encerramos a los delincuentes en las cárceles y ponemos a los drogadictos bajo vigilancia.

Nuestra tendencia es procurar rodearnos de personas sin problemas y por esto, no ofrece-mos nuestra amistad a ese vecino hundido en la soledad, no estamos cerca de ese joven que sufre depresión, no tenemos paciencia con ese anciano que busca ser escuchado, no nos quedamos jun-to a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel. Necesitamos urgentemente promover la esperan-za.

Oración: “Señor, abre mis ojos para ver donde debo promover la esperanza en Ti, en el nombre de Jesús, amén”.

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“39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; 40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet.”

DIA02 Promover la esperanza - Lucas 1:39-40

Estamos viviendo tiempos en que el único modo de creer de verdad es aprender a creer de otra manera. Adviento viene a nuestro encuentro para creer en la encarnación el Hijo de Dios des-de la experiencia y la reflexión.

Por eso, en adviento, no basta creer en lo que otros nos predican de Dios. Cada uno cree, en definitiva, lo que cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a otros. Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil, heredada, a una fe más activa, responsable y personal. Esto fue lo que pasó con Elisabet.

En el encuentro de Juan el Bautista y Jesús, aún en el vientre de sus madres: “Elisabet fue llena del Espíritu Santo”. Y esto se refleja en actitudes concretas en la espiritualidad de Elisabeth. Ser llena del Espíritu Santo trajo a su espiritualidad humildad, gratitud y amor: “¿Por qué se me concede esto a mí?”.

En la fe, lo importante no es afirmar que uno cree en Dios. En la fe lo que vale es una acti-tud viva que nos mantiene atentos a Dios, una actitud práctica que nos mantiene atentos a los de-más, una actitud sobria que nos mantiene atentos a nosotros mismos.

Oración: “Señor, ayúdame a tener la actitud de Elisabet al encontrarme contigo, en el nombre de Jesús, amén”.

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“41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las muje-res, y bendito el fruto de tu vientre. 43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Se-ñor venga a mí? 44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.”

DIA03 Experimentar la fe - Lucas 1:41-44

Son bastantes los que piensan que la religión es un estorbo para vivir la vida, pues dicen que empequeñece a la persona y mata el gozo de vivir. Si ser cristiano es seguir un camino de renuncia y abnegación, ¿no sería eso renunciar a la felicidad?

El problema de esta idea, no es culpa de quienes piensan esto, sino de los mismos cristianos. Somos nosotros los que proyectamos esta idea. Los cristianos no parecen mostrar con su manera de vivir que la fe encierra una fuerza decisiva para enfrentarse a la vida con felicidad y plenitud in-terior.

Muchos nos ven más bien como Nietszche nos veía, como «personas más encadenadas que liberadas por Dios». Mostramos que la fe tiene poco que ver con la felicidad. Y lo que hacemos es ofrecerla como una cuestión futura que queda muy lejos, pero no con esa felicidad concreta que ahora mismo nos interesa y necesitamos. Y creo q ahí está la deuda pendiente del cristianismo. Pas-cal se atrevió a decir “nadie es tan feliz como un cristiano auténtico”.

Elisabet emocionada le dice a María: “Feliz es la que creyó” y esto se extiende a toda perso-na. A pesar de nuestras incoherencias e infidelidades de nuestras vidas, dichoso y feliz el que cree en Jesucristo desde el fondo de su corazón.

Lo que Jesús nos ofrece es un camino por el que podemos descubrir una alegría diferente que puede cambiar de raíz nuestra vida.

Oración: “Señor, mi corazón desea vivir en esta alegría. Gracias por la salvación que hizo posible vivir dichosos, en el nombre de Jesús, amén”.

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“45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.”

DIA04 Vivir la alegría - Lucas 1:45

Oración: “Señor, mi alma desea adorarte hoy y engrandecerte en mi vida, en el nombre de Jesús, amén”.

Este es el comienzo del famoso “himno de alabanza” de María. Su título popular, es El Magnificat, y la razón del nombre es que la primera palabra del himno en la versión latina es “Magníficat anima mea Dominum”, que significa “Magnifica mi alma al Señor”.

Es un poema de adoración. Contiene reverencia y esto es lo caracteriza a la adoración. No todo cántico es una adoración, podemos cantar pero no necesariamente adorar. Sólo la presencia de Dios y nuestra percepción de ella es lo que hace posible adoración.

Adoración es cuando entro al ambiente de Dios. Mi alma engrandece al Señor. Adora-ción no es aplaudir, no es levantar las manos, no es permanecer inmutable. Adoración es cuando salgo del ambiente religioso y entro al ambiente de Dios, es sentimiento que brota en nuestro ser cuando percibimos quien es Dios, es la respuesta de mi ser a aquello que fue revelado acerca del carácter de Dios en mi vida, es la única cosa que el ser humano puede hacer cuando se encuentra en la presencia del Eterno.

La belleza de nuestra relación con Dios se da cuando nos colocamos en la posición de esclavo, pero él no nos ve como esclavos; nos mira como hijos amados, puesto que al creer en Él nos dio potestad de ser llamados hijos suyos.

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“46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor;”

DIA05 Deberíamos adorarle - Lucas 1:46

Oración: “Señor, devuélveme el gozo de tu salvación para que mi espíritu se regocije en ti, en el nombre de Jesús, amén”.

La conciencia de algunas rasgos de nuestro carácter, genera en nosotros ciertas reacciones. Cuando nos concientizamos de nuestra mezquindad, esto genera en nosotros vergüenza. Cuando nos concientizamos de nuestras limitaciones, esto nos genera frustración.

María tuvo conciencia que el hijo que estaba en su vientre era el Salvador de ella y esto gene-ró en ella alegría. Pero, ¿Salvador? ¿De qué nos salva Jesús? Jesús nos salvó de nosotros mismos, pues somos nuestro peor enemigo. Nos salvó de las fuerzas satánicas, de los poderes del infierno que conspiran contra nuestras vidas, nos salvó de vivir alejados para siempre de Dios. Nos salvó del mundo con sus fuerzas opresoras que conspiran contra la vida, que nos deshumanizan, que ac-túan en contra de nosotros y los que nos aman.

Darse cuenta de esto, percibirlo, creerlo, generó en María una profunda y llamativa alegría. En este sentido, ¿los actos de Dios en nuestra vida deberían producir en nosotros alegría o respon-sabilidad religiosa? Debemos resolver esto.

¿Cómo llegamos a fin de año? Al hacer nuestra evaluación ¿Dios produce alegría en nuestro corazón? ¿Su compañía, Su palabra, Sus actos nos producen alegría?

Cuando David estaba perdiendo la alegría le rogó a Dios “devuélveme la alegría de tu salva-ción” (Salmo 51). María es un ejemplo de esto.

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“47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”

DIA06 Deberíamos alegrarnos - Lucas 1:47

Oración: “Señor, ayúdame a recuperar estas actitudes de adviento para celebrar el nacimiento de nuestro salvador, en el nombre de Jesús, amén”.

Dios no nos ve como una masa humana, ve a cada uno especial, específica y particularmen-te, no somos un numero. Somos personas que Dios ve en nuestra individualidad, y es por eso que decimos que la fe cristiana tiene una dimensión particularizada. Esto se refleja cada vez que escu-chamos un sermón y pensamos que el mensaje fue directamente para nosotros. Dios nos habla particularmente y en eso demuestra Su amor.

¿Que vio Dios en María? Él vio una humilde sierva suya, con una pequeñez, sencillez y hu-mildad que sólo puede ser cultivada cada día. María no inventó esa condición aquella semana, es algo que cultivó durante mucho tiempo en su relación con Dios.

María alaba a Dios por lo que él ha hecho por ella, una muchacha de humilde nacimiento. María simplemente ve en su propia experiencia, un ejemplo de la manera en que Dios es. En la hu-millación de María Dios la engrandece, la convierte en la madre del hijo de Dios. Una bendición singular e inimaginable que todas las generaciones desde ese momento han reconocido.

María había escuchado muchas veces a sus padres recitar que “Dios humilla a los soberbios y bendice a los humildes que acuden a él por misericordia”, pero ahora se ha tornado verdad y rea-lidad en su propia experiencia.

La experiencia y canto de María, nos invita al desafío de revisar estas actitudes antes de cele-brar la Navidad: Esperanza, fe, adoración, alegría, humildad.

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“48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva.”

DIA07 Deberíamos humillarnos - Lucas 1:48

© 2013 www.valparaisoipch.cl Caleb Fernández Pérez, Pastor de la 1ra Iglesia Presbiteriana de Valparaíso y profesor del Seminario Teológico Presbiteriano en Santiago, Chile.

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