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ESTUDIO Dialéctica y Ciencia JorgeEstrella* Introducción El marxismo viene reclamando para sí, desde sus orígenes, la denominación de científico. Con fácil ligereza suele aceptar- se esta distinción para la ideología más difundida de todos los tiempos. La ciencia contemporánea es tributaria del mecanicismo moderno. Y uno de los ingredientes de esta filosofía es que concibe al universo sin referencia a valoraciones: ni jerarqui- zado, ni bueno, ni malo, ni bello, ni feo aparece el mundo ante los ojos de la Europa que inicia su revisión de las creencias medievales hacia el siglo XVI. El desarrollo del pensamiento científico debió enfrentar la dura condena de una cultura afe- rrada a la concepción antropocéntrica que concibió al universo como el escenario donde transcurren la historia y el destino humanos. La intención desmitificadora de la nueva ciencia debió pagar un drástico precio antes de imponerse. Nombres como Servet o Galileo nos recuerdan ese tributo que la historia exigió al pensamiento en su aventurada búsqueda de objetivi- dad. En los umbrales del siglo XXI, los dialécticos, llenos de nostalgia mítica, insisten en ver al universo como un progreso, en afirmar que el curso del mundo construye paso a paso un estadio mejor. No otra cosa es la defensa de que el transcurso de la realidad es dialéctico: la tesis, negada por la antítesis, reaparece junto a esta en la síntesis, que retiene lo mejor de ambas y abandona sus defectos respectivos. * Profesor de filosofía de la ciencia de la Universidad de Chile. Autor del libro Ciencia y Filosofía, Santiago: Editorial Universitaria, 1982. Director de la Revista de Filosofía.

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ESTUDIO

Dialéctica y Ciencia

Jorge Estrella *

Introducción

El marxismo viene reclamando para sí, desde sus orígenes,la denominación de científico. Con fácil ligereza suele aceptar-se esta distinción para la ideología más difundida de todos lostiempos.

La ciencia contemporánea es tributaria del mecanicismomoderno. Y uno de los ingredientes de esta filosofía es queconcibe al universo sin referencia a valoraciones: ni jerarqui-zado, ni bueno, ni malo, ni bello, ni feo aparece el mundo antelos ojos de la Europa que inicia su revisión de las creenciasmedievales hacia el siglo XVI. El desarrollo del pensamientocientífico debió enfrentar la dura condena de una cultura afe-rrada a la concepción antropocéntrica que concibió al universocomo el escenario donde transcurren la historia y el destinohumanos. La intención desmitificadora de la nueva cienciadebió pagar un drástico precio antes de imponerse. Nombrescomo Servet o Galileo nos recuerdan ese tributo que la historiaexigió al pensamiento en su aventurada búsqueda de objetivi-dad. En los umbrales del siglo XXI, los dialécticos, llenos denostalgia mítica, insisten en ver al universo como un progreso,en afirmar que el curso del mundo construye paso a paso unestadio mejor. No otra cosa es la defensa de que el transcursode la realidad es dialéctico: la tesis, negada por la antítesis,reaparece junto a esta en la síntesis, que retiene lo mejor deambas y abandona sus defectos respectivos.

* Profesor de filosofía de la ciencia de la Universidad de Chile. Autor dellibro Ciencia y Filosofía, Santiago: Editorial Universitaria, 1982. Directorde la Revista de Filosofía.

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La ciencia actual nada tiene que ver con semejante meta-física. Si algo conjetura en sentido metafísico es precisamenteuna permanencia de las leyes del mundo, no un recambio dia-léctico (nuestro conocimiento de ese mundo es lo que estásometido al recambio histórico). La astrofísica de hoy, porejemplo, no pronostica un mundo "mejor", le interesa más biensaber cuáles son los esquemas en que se mueven los fenómenoscósmicos; su preocupación es conocer mediante descripcionesque le permitan fundar predicciones y explicaciones (y sus pro-nósticos, que no intentan valorar el estado de cosas del uni-verso, no son, precisamente, halagüeños para el hombre). Lomismo podemos decir de la biología, la química o de cualquieraciencia suficientemente constituida.

No trataré de exponer aquí en qué consiste la dialéctica deHegel o de Marx (tarea que ha desanimado a tantos estudio-sos). Tampoco ensayaré un recuento histórico de esta noción.Me limitaré a reseñarla como circula en el ámbito vivo de laideología marxista y a mostrar luego que la ciencia no estácomprometida con la dialéctica en ninguno de sus sentidos (ellector podrá comprobar que los textos de autores dialécticoscitados en este trabajo son suficientemente representativos dela ideología que analizo). Quienquiera esté familiarizado conel lenguaje del marxismo aceptará que la "concepción dialécti-ca" empleada por él involucra al menos estas nociones:

I La realidad transcurre dentro de un sistema de oposicionessucesivas. Un estado de cosas genera su negación. La pugna seresuelve en una síntesis que recoge los rasgos positivos de lasdos realidades enfrentadas (tesis, antítesis) y supera las defi-ciencias de ambas.

II El pensamiento también ha de proceder dialécticamente,advirtiendo cuáles son las realidades confrontadas y sabiendovislumbrar en qué sentido ha de encontrarse la síntesis.

III La contradicción, condenada por la lógica corriente, debeser rescatada por esta nueva lógica superior, dialéctica, quedescansa justamente sobre la vigencia de la contradicción enel orden de los hechos.

Cada una de estas tres ideas puede ser sustentada inde-pendientemente de las restantes. Pero suele defendérselas con-juntamente1. La primera es una afirmación ontológica (refe-

1 Véase, por ej., la pintoresca euforia, la suprema fe en que el t r iángulodialéctico enseñorea el universo todo, en este texto de Lenin "La ló-gica (dialéctica) es la teoría, no de las formas externas del pensamien

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rida al ámbito real). Entiende los hechos del mundo sometidosa un esquema de enfrentamientos que se resuelven en nuevassituaciones de equilibrio logrado por el triunfo parcial de loshechos en pugna. Ejemplo de esa interpretación es esta des-cripción de Hegel, entusiastamente recogida por los marxistas:la simiente es negada por la planta, pero el fruto es la negaciónde la planta, y esta negación de la negación constituye la síntesisdonde los dos términos se conservan y se suprimen a la vez 2.

La segunda es una consigna gnoseológica (alude a un mo-do de operar de nuestro conocimiento). Pretende que para unadecuado conocimiento del mundo nuestra psique recurre a opo-siciones dialécticas, esto es, al reconocimiento de aquellos fenó-menos en pugna cuyo examen nos conduce a anticipar lasíntesis respectiva. Lefebvre, por ejemplo, sostiene que en tanto"para Hegel la dialéctica es un método de construcción a priori,para el materialista es un método para captar el movimientototal, que rompemos para después encontrar su unidad. . . Lametodología transforma el análisis general, así realizado, en unarte de pensar dialécticamente"3.

La tercera es la más grave de todas. Defiende la condiciónintrínsecamente contradictoria de los hechos y procura que esasupuesta contradicción legisle también en el orden de nuestroconocimiento. Este texto de Stalin intenta justificarse en esatentación: "Estamos esperando que se debilite el Estado. Pero almismo tiempo estamos por el fortalecimiento de la dictaduradel proletariado, el poder del Estado más fuerte y poderoso quejamás haya existido. El más elevado desarrollo del poder delEstado como preparación para las condiciones previas al debi-litamiento del poder del Estado, ésta es la fórmula marxista.¿Es esto 'contradictorio'? Sí, es contradictorio. Pero esta con-tradicción es inherente a la vida y refleja por completo la dia-léctica marxista"4. Por si caben dudas sobre la representati-vidad de las opiniones de este práctico de la dialéctica, véaseel siguiente pasaje del teórico Lefebvre: "Pero Hegel no cesóde repetir (Lenin lo subraya) que todo lo que existe es contra-

to, sino de las leyes del desarrollo 'de todas las cosas materiales, natu-rales y espirituales', es decir, del desarrollo de todo el mundo decontenido concreto y de su conocimiento; o sea, el resultado, la suma,la conclusión de la historia del conocimiento del mundo". En Cuader-nos Filosóficos, edición rusa, Moscú, 1947.

2 Acaso un ejemplo menos trivial pueda verse en la dialéctica del señory el siervo, G.W.F. Hegel, Fenomenología del espíritu, IV, 3.

3 ¿Qué es la dialéctica?, Ed. Dédalo, Buenos Aires, 1959.4 J. Stalin, Werke, Vol. XII (East Berlín, 1954), citado por E. Topitsch

en ¿Cuán ilustrada es la razón dialéctica?, Estudios Públicos Nº 8, San-tiago de Chile, 1982.

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dictorio, que la dialéctica es objetiva, que la lógica tradicional,que no confiere existencia más que a lo no contradictorio, esinsuficiente... La contradicción está en las cosas y sólo existeen la conciencia, y en el pensamiento porque está en las co-sas . . . la contradicción es 'insoportable' pero es . . . No es con-tradictorio más que lo que es idéntico; y no es idéntico más quelo que es contradictorio"5.

Los creyentes del marxismo han sostenido que su sistemade convicciones es científico. "La dialéctica está integrada porel marxismo que es, en primer lugar, una ciencia (la cienciadel proletariado)" dice Lefebvre6. Pero han sostenido igual-mente que la dialéctica funda un "saber superior al de la sim-ple lógica habitual". De modo que la dialéctica aparece con laintención simultánea de construir un saber científico y un sa-ber no científico, sino superior. Lo cual prueba o la insensibi-lidad para la contradicción que reina entre los dialécticos o,rnás bien, la voluntad de asumirla como válida: ya que hanpostulado su presencia en el orden de lo real y del pensamien-to, ¿por qué no aceptarla también en el plano del lenguaje?

Discutiremos, en lo que sigue, cada uno de los tres asertosen que formulamos la "concepción dialéctica".

I Dialéctica del Mundo

La ontología que nos ofrece la ciencia está despojada decualquier sentido intrínseco. Cuando la fórmula gravitacionalde Newton sostiene que la atracción es directamente propor-cional a la masa e inversamente proporcional al cuadrado dela distancia, o cuando Einstein señala la equivalencia entreenergía por un lado y masa por velocidad de la luz al cuadra-do, ¿dónde están las oposiciones y dónde la síntesis? ¿qué tie-nen que ver tales leyes con una lucha de términos antagóni-cos? ¿en qué sentido podría defenderse que tales leyes son dia-lécticas? Imagine el lector el pauperismo a que estaría confi-nada la ciencia actual si se hubiese limitado a "descripcionesdialécticas" como la del conocido ejemplo de la semilla nega-da por la planta y de cuya lucha surge el fruto (de paso, ¿ypor qué no ver allí otra tríada como, por ejemplo, semilla-tie-rra-planta u otra más ingeniosa? ¿por qué ver en esa matriztriádica el germen de cambios futuros y no un esquema con-servador? ¿y por qué tres pasos y no los numerosos indicadospor la botánica elemental?).

Aun cualquier ley de desarrollo, cualquier fórmula que in-cluya el tiempo como variable, ¿qué tiene de común con la

5 Op. cit.6 Op. cit. cit.

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pretendida ley dialéctica del "cambio de cantidad en cuali-dad"? La química, la física, la biología, como el más comúnde los sentidos, saben que vemos cambios cualitativos en elmundo. Entre el embrión y el organismo adulto, entre las coor-dinaciones iniciales del niño y la inteligencia formal, entreun estado de compresión y otro de disipación de un gas, es cla-ro que percibimos cambios cualitativos. Pero trátese de imagi-nar dónde estarían rezagadas hoy las ciencias si se hubieranguiado por la máxima "cambios de cantidad en cualidad". Loscientíficos han querido desentrañar el modo de ocurrencia detales cambios, a qué regularidades están sometidos y a quéotras leyes más amplias están vinculados.

Lo central en cualquier teoría científica del mundo es labúsqueda de estructuras estables dentro de las cuales ocurrenlos fenómenos. Tales estructuras son las leyes. Y ante todoellas son múltiples. En cada nivel de la realidad (microfísico,molar, orgánico, psicológico, social, histórico, etc.), los hom-bres de ciencia procuran descubrir y formular esas pautas in-variantes. No hay, pues, la pretensión de hallar o defender su-perleyes válidas para todo ámbito, como serían las "leyes dia-lécticas". Por amplia que sea la cobertura de ciertas leyes fí-sicas, la ciencia tiene la debida precaución de no extrapolar suvalidez a otros dominios. La psicología no puede, por ejemplo,aplicar literalmente la ley de inercia para explicar fenómenospsíquicos. En segundo término, dicha pluralidad de leyes se hamostrado fecunda en las distintas ciencias para cumplir con laaspiración de describir, explicar y predecir fenómenos. Por cier-to que hay una variedad de fenómenos que no han sido sufi-cientemente explicados y por ello es que la ciencia sigue vivaaún: la pretensión de haberlo entendido todo es dogmática ysólo es cultivada en ámbitos extracientíficos.

Las tareas de describir, explicar y predecir sólo puedencumplirse de manera óptima cuando se cuenta con leyes, estoes, con esquemas de ocurrencia regular de los fenómenos tra-tados. Sobre la base del conocimiento de tales leyes en el mundomicrofísico, por ejemplo, la ciencia de hoy está procurandoreconstruir el pasado del universo, desde sus estadios iniciales,y también prever su futuro.

Las afirmaciones científicas se construyen laboriosamen-te, practicando observaciones guiadas por hipótesis, por con-jeturas creadas y cuya verdad se mide en el comportamientoefectivo de los fenómenos observados. A esto se agrega la uti-lización de reglas deductivas, matemáticas y lógicas, para com-binar entre sí los enunciados apoyados por la experiencia einferir otros nuevos, desconocidos. La filosofía sabe desde hacemucho tiempo que cualquier conocimiento legítimo acerca delmundo sólo puede obtenerse por medio de esta dupla razón-experiencia, donde cada uno de los términos está sometido a

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algunas reglas conocidas de funcionamiento: no todo puedeser dicho acerca de lo real, ni todo puede ser deducido sin más.Digo algunas reglas conocidas. Porque sigue sin conocerse (yacaso jamás sea conocido) el modo en que funciona el compo-nente de creatividad en el hallazgo científico. La inventiva pa-ra ver problemas en los hechos, para diseñar experiencias idea-les, para formular hipótesis explicativas y hasta para deducirconsecuencias teóricas de dichas hipótesis, no está sometida aregla alguna (o, al menos, no se conocen tales reglas). Perouna vez conquistadas tales creaciones, son sometidas a contro-les rigurosos por parte de la ciencia, controles empíricos ylógicos.

La efectividad de las teorías científicas está controlada porsu eficiencia para describir, explicar y predecir los fenómenos deldominio que estudian. Basta recordar el estilo en que Pitágo-ras demostró su teorema o el que usó Eratóstenes para medirel perímetro terrestre (hacia el siglo III a.C.) o Arquímedespara enunciar la ley que regula el equilibrio de los cuerpos su-mergidos en los líquidos, para comprender que la ciencia vieneejercitando desde sus orígenes un modo de saber que nada tie-ne en común con el llamado "saber dialéctico". Recordemossolamente dos ejemplos de este supuesto saber. El siguientetexto de Hegel corresponde a un parágrafo denominado Loselementos de la oposición7: "Estos elementos son en primer lu-gar el ser-para-sí, no el elemento indiferente de la rigidez, sinoel elemento puesto como momento en la individualidad, comola agitación existente para-sí de esta individualidad estoes el fuego. El aire es fuego, en sí (como lo revela la compre-sión) y él es fuego, puesto como generalidad negativa o nega-tividad relacionándose a sí. Es el tiempo o el sí materializado(la luz idéntica al calor) lo que está siempre agitado y de-vorador que se manifiesta en consumación de los cuerpos porsí mismo así como, inversamente, destrucción de estos cuer-pos, atacándolos desde el exterior, pero destruyendo otrocuerpo, este elemento se destruye él mismo y pasa así al estadoneutro". Cualquiera sea la estima en que se tenga a esa se-cuencia de palabras, fácil será convenir en que no guarda se-mejanzas de importancia con una teoría científica sobre la luzo el calor, ni proporciona elementos útiles para formular al-guna. Leamos ahora este breve texto de Marx, seguramenteinspirado también en el "método dialéctico": "La historia mun-dial tendría un carácter muy místico si no hubiese en ella lu-gar para el azar. Este mismo azar se convierte, naturalmente,en parte de la línea general de desarrollo y viene compensado

7 Précis de L'encyclopédic des Sciences Philosophiques, 2ème. partie,Physique, A. B. versión francesa de J. Gibelin. Vrin. París. 1970.

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por otras formas de azar. Pero la aceleración y el retraso de-penden de elementos accidentales como éstos, en los que seincluye el carácter 'usual' de los individuos que se encuentranal frente de un movimiento que se inicia"8. Aunque el autorparece protestar inicialmente contra el carácter "místico" deuna historia cuyo curso estuviera prefijado en la naturalezade las cosas humanas, y por ello consiente la presencia del azaren la historia, de inmediato agrega que otro azar compensarálos trastornos ocasionados por el azar anterior a la "línea ge-neral de desarrollo". ¿No es esto suficientemente místico?¿Acaso el espíritu científico arriesgaría una hipótesis semejan-te? Para hablar de una línea general de desarrollo de la his-toria humana, la ciencia se exigiría a sí misma, al menos, elmanejo de estos elementos: a) conocimiento preciso de regu-laridades históricas; b) predicciones eficaces de estadios fu-turos y no fáciles "explicaciones" del pasado. Ahora bien, noexiste un conocimiento semejante. Por tanto cualquier pronós-tico del curso histórico está relegado por ahora a la condiciónde profecía, no de predicción.

El escrutinio del universo, ejercitado por la ciencia con-temporánea, ha patentizado la multiplicidad de niveles que espreciso reconocer en él si se quiere avanzar en su conocimien-to: la multiplicación de especialidades muestra lo artificiosoque resulta reducir la totalidad de cuanto hay al cumplimien-to de un solo esquema legal, sea dialéctico o no. El mundovisto por el conocimiento actual está cada vez más lejos deaparecer como una totalidad homogénea. Y el incremento deios niveles descubiertos, va asociado con el reconocimiento deleyes especiales que rigen cada nivel. Aunque la química sub-yace en los procesos económicos, no tendríamos éxito alguno siintentásemos explicar estos procesos mediante las leyes deaquel nivel. Como tampoco podemos entender la religiosidaddesde la economía en que ella surge, o los productos estéticosde una cultura sobre la base de la alimentación de tal cultura.La epistemología actual desconfía de estos reduccionismos yla ciencia ha terminado por aceptar como hipótesis filosóficaútil la de una cautela máxima al explicar un nivel recurrien-do a otro nivel vecino9. El reduccionismo puede hacerse endos direcciones: hacia arriba (reducir un nivel superior asimi-lándolo a otro inferior) o hacía abajo (entender un nivel in-ferior con categorías propias de otro superior). Ejemplo de loprimero es el fracasado intento de la psicología conductista,

8 Marx y Engels, Obras, edición rusa, XXXVI, citado por E.H. Carr en¿Qué es la historia?, Seix Barral, Barcelona, 1966.

9 Cf. Mario Bunge, La Investigación Científica, 5.9., Ariel, Barcelona,1969.

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que terminó negando la existencia de los hechos psicológicosque debía explicar, porque no los encontró en el nivel fisioló-gico. Ejemplo de lo segundo son las corrientes biológicas espi-ritualistas que atribuyen a los componentes microfísicos de losorganismos poderes psíquicos superiores como voluntad, elec-ción, comprensión de las condiciones del entorno, etc. Se ob-tienen así pseudoexplicaciones que no ayudan a entender efec-tivamente el nivel en cuestión. La aparición de niveles hetero-géneos en la realidad, unos afincados sobre otros pero irreduc-tibles a éstos, constituye un poderoso desafío para el pensamien-to. Este procura, en efecto, recomponer la realidad en una adi-ción de conocimientos que converjan hacia una concepción uni-taria del mundo. Y sin duda hay ocasionalmente puentes im-portantes que unen niveles distintos (la biología molecular,por ej., es tributaria de los avances en microfísica). Sin embar-go está lejos de ser claro que el universo se irá unificando antelos ojos de una ciencia que acentúa día a día su pluralidad. Yla ciencia aprendió a extremar su cautela antes de avasallar unámbito de realidad para reducirlo a la condición de parcela deotro nivel. Ahora bien, la pretensión de que la realidad es dia-léctica es un intento reduccionista: proclama la vigencia de unmecanismo psicológico en el ancho universo, traslada un es-quema de operación mental (y el dialéctico es sólo uno entremuchísimos otros) al orden de lo real.

El viejo prejuicio de que la filosofía construye un saber su-perior, al que la ciencia no puede acceder, ha permitido que unacantidad considerable de afirmaciones filosóficas sobre el mun-do no sean cuestionadas a pesar de su clara falsedad. Sin du-da el enfoque científico de los problemas tiene un importanteingrediente filosófico. Pero en él no figura la "concepción dia-léctica". Son hipótesis filosóficas de la ciencia, por ej., las si-guientes: a) hay un mundo concreto de múltiples niveles; b)hay estructuras de comportamiento recurrente (leyes), dentrode las cuales aparecen los fenómenos; c) tales estructuras pue-den conocerse con ayuda de la razón y de la experiencia; d)la búsqueda y hallazgo de tales leyes están sometidos a un códigoético que privilegia a la verdad como el valor por excelencia.

Filósofos y hombres de ciencia suelen examinar estos yotros supuestos. La ciencia de hecho cuenta con ellos, lo cualno significa que se trate de un compromiso definitivo: la cien-cia está dispuesta a revisarlo todo a partir del momento en quesus conjeturas son contradichas por algún grupo de fenómenoso por un razonamiento consistente.

En el camino hacia el cumplimiento de sus objetivos laciencia ha ido desmantelando los componentes de otras concep-ciones ingenuas del mundo. El cultivo de cualquier ciencia nosmuestra a poco andar el abismo que media entre sus hallazgosy las creencias del sentido común. Por ello es que, antes o des-

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pués, las teorías científicas entran en conflicto con el sentidocomún, las concepciones religiosas del mundo y las filosofíasque se ejercitan a espaldas del saber acopiado por las diversasciencias. La concepción del mundo que surge de las distintasramas de la ciencia actual no presta apoyo a interpretacionesanimistas, es decir a cualquier cosmovisión que aventura unsentido al universo y un destino para el hombre dentro de di-cho universo. En términos dramáticos, el biólogo J. Monod haseñalado que la ciencia contemporánea ha roto la "antiguaalianza" entre hombre y naturaleza. "Es muy cierto —dice—que la ciencia atenta contra los valores. No directamente, yaque no es juez y debe ignorarlos; pero ella arruina todas lasontogenias míticas o filosóficas sobre las que la tradición ani-mista, de los aborígenes australianos a los dialécticos mate-rialistas, hace reposar los valores, la moral, los deberes, losderechos, las prohibiciones" 10.

El sentido del universo pudo albergar a los hombres delpasado. Esos hombres pudieron recurrir confiados al saber desu época pues éste les ofrecía seguridades sobre un orden cós-mico, histórico y personal. El hombre contemporáneo acudiríaen vano al saber actual para exigirle seguridades sobre su des-tino personal, colectivo o mundial. La Tierra pudo ser para elhombre bíblico esa vieja aldea donde "los hombres van y vie-nen", en tanto ella permanece, seguro albergue de la viday también cobijo para nuestros muertos. Quien ingresa hoyen el mundo visto por la ciencia sentirá que va siendo despo-jado de cualquier familiaridad con el entorno, y notará quetodo vínculo sentimental con ese mundo y hasta con su pro-pio cuerpo se oirá como disonancia, como un reclamo fuerade lugar. Quizás jamás aceptemos la ontología que la cienciaactual nos propone, quizás sólo respetemos esa ciencia por suvirtud tecnológica. Ese universo que ya no es visto como unorganismo, ni siquiera como un mecanismo, ese mundo pre-suroso de partículas ciegas no nos satisface, es cierto.

Es tarea nuestra sostenerlo asignándole sentido, incorpo-rando en ese mundo nuestros fines para reorientarlo en la di-rección que hemos elegido. En esta ineludible labor que nos hatocado en suerte, los hombres no podemos contar con el auxi-lio del conocimiento. El saber puede auxiliarnos en la tarea deexterminarnos con el arsenal nuclear, por ejemplo, pero la op-ción de eliminar al adversario no está fundada en un saber,sino en una ética. Para reconocer un sentido en el mundo (sen-tido que el conocimiento científico no puede ofrecer) los hom-bres suelen recurrir a la magia o al dogma, por ejemplo. En-tonces pueden verlo contradictorio y en sucesivas oposiciones

10 El azar y la necesidad. Monte Avila Editores, Barcelona-Caracas, 1971

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marchando hacia la realización del absoluto, de la sociedadsin clases. Acerca de lo que el hombre pueda imaginar y creerno se conocen límites. Pero conjeturar eso y pretender que setrata de verdades científicas es llevar demasiado lejos la igno-rancia sobre lo que hace la ciencia.

II Dialéctica del Conocimiento

Nuestro conocimiento, en cualquiera de sus niveles (per-ceptual, conceptual, representacional), lo mismo que nuestraacción, se hallan comprometidos con el ejercicio de distincio-nes. ¿Y qué es distinguir? Cualquiera sea el objeto conocido,ocurre siempre que con él demarcamos un límite, establecemosun contorno tal que el objeto se identifica con la interioridadde ese ámbito y sólo con él. Percibo mi caballo galopando enel trebolar de la loma. Lo que hace posible esa percepción esla constitución de un límite espacio-temporal que recorta a lafigura en movimiento. Y ese límite permite deslindar dos co-sas: el caballo (que anima la interioridad de ese límite) yaquello que no es caballo (lo que permanece fuera de dicholímite). Esa unidad demarcada en que consiste todo objeto deconocimiento sólo puede emerger cuando se la segrega, se ladistingue de su contorno. ¿Qué ocurre cuando no percibo alcaballo?: únicamente veo el trebolar de la loma. Es inexcusa-ble negar la homogeneidad de ese trebolar para que el caballoinquiete ese verdor. Lo cual significa que el caballo se me apa-rece también como no-trebolar y, recíprocamente, el trebolarcomo no-caballo. Para que la captación de un objeto se esta-blezca han de darse simultáneamente estas dos condiciones:la identificación del objeto con la interioridad del contorno de-marcado; el reconocimiento de que lo exterior a ese límite esajeno al objeto, que éste no pertenece a dicha exterioridad.Bastaría, en efecto, suprimir la línea demarcatoria para queel objeto desaparezca como tal, se esfume, se asimile al entor-no. Esto significa que las propiedades por las cuales un objetoemerge de un ámbito dado, son condiciones necesarias parala constitución de un objeto percibido. Pero no bastan. Es pre-ciso, además, asumir que lo exterior al objeto tiene propieda-des distintas de las suyas y que, por lo mismo, éste es diferentede aquél. Otro modo de decir lo mismo es que para que un ob-jeto sea advertido es indispensable no solamente registrar pro-piedades que tiene, sino, además, otras que no presenta y quesí las tiene el contorno exterior al objeto.

Puede decirse, pues, que el conocimiento se apoya siem-pre en un sistema de oposiciones. Y no veo inconvenientes enllamar dialéctico a este juego de oposiciones en que reposatodo conocimiento (desde la senso-percepción hasta los máscomplejos niveles de formalización). Pero hay al menos tres

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restricciones importantes que suprimen todo parentesco conla "concepción dialéctica". La primera es que la virtud deslin-datoria, que señalamos en el conocimiento, repasa en el prin-cipio de no contradicción. En efecto, es imposible representar-se un objeto como perteneciente a un ámbito acotado y comono perteneciente al mismo ámbito simultáneamente. Inténte-se pensar, a propósito de nuestro ejemplo anterior, un actoque perciba ese caballo (soberbia su presencia llenando ese lí-mite inquieto) y que al mismo tiempo lo perciba como estandoausente en esa unidad demarcada. Propuesta semejante, senotará, es algo extraña. Y sin embargo, es una consecuenciade negar, al modo de los dialécticos, el principio de no con-tradicción, tema que retomaré más adelante en este ensayoEn segundo lugar, dicha categorización binaria con que en-frentamos al mundo para conocerlo no es una propiedad delos hechos, sino del conocimiento que ejercitamos de tales he-chos. En otros términos, se trata de un esquema del pensar,no del ser. Distingo, por ej., en mi llavero esa llave que hacepartir a mi vehículo: la segrego del llavero mediante una cla-sificación donde ella forma una unidad "opuesta" al resto delllavero (que se me aparece como "no llaves de mi auto"). Perosería temerario (e inútil) concebir que esa llave está en "con-flicto", en "lucha" con las restantes llaves del llavero. Pre-tender, como suelen hacer los dialécticos, que un esquema deprocedimiento para conocer los hechos forme parte de los he-chos mismos, es una torpeza epistemológica.

La tercera restricción es que no existe un modo natural(el único legítimo, el dialéctico, por ej.) de percibir o de conceptualizar la realidad. Si así fuera reinaría el más completoacuerdo entre los hombres. Como se sabe, afortunadamenteello no ocurre. Ante cada porción de realidad, ante cada te-ma, los hombres ejercitamos distinciones diferentes. Para po-ner un ejemplo trivial, piénsese de qué distintos modos per-ciben una ejecución el verdugo, la víctima, el juez, el médico,el psicólogo, el sociólogo, el curioso, el sacerdote, etc. La cien-cia no se exceptúa de esta regla. La ideología dialéctica, comotodo absolutismo, pretende en cambio que "hay un solo modocorrecto de entender la realidad" (una "línea de desarrollohistórico", por ej.) Este absolutismo nada tiene que ver conel espíritu científico. Este es un cuestionador implacable desus propias interpretaciones y su historia muestra hasta quépunto pudo desarrollarse por su capacidad para abandonar susconcepciones cuando fueron negadas por los hechos o por argu-mentos sólidos. La ciencia ejercita el pluralismo como una vir-tud. El absolutismo dialéctico lo condena como un vicio.

Sin embargo, todo lo anterior no debe hacernos olvidarque la categoría de tesis-antítesis-síntesis (como estadios su-cesivos de un proceso, esto es, sin compromiso con la contra-

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dicción) puede ser útil para describir algunos procesos. La di-versidad de interpretaciones ante un mismo orden de hechossuele colocarnos ante verdaderos conflictos, donde las hipóte-sis en juego reclaman la derrota de sus adversarias y el triun-fo de su propia interpretación. Copérnico enfrentó su teoríaa las de Aristóteles y Ptolomeo, Darwin reclamó contra la ideabiológica del fijismo de las especies. Si se quiere extender abu-sivamente el ámbito de la lucha al plano del universo se esta-rá de acuerdo con Heráclito cuando dijo que "La guerra es lamadre y reina de todas las cosas"11.

Aunque no haya forzosidad alguna en que los componen-tes sean dos, como proponen los dialécticos (usualmente sonnumerosos los términos en conflicto); aunque tampoco ocu-rra siempre que los conflictos culminen en una razonabletransacción donde los elementos en pugna pactan una "sínte-sis" que mejora ambas posiciones en disputa, los análisis dia-lécticos han mostrado sus escasos éxitos en la descripción deacontecimientos humanos ocasionalmente encajables en el es-quema tesis-antítesis-síntesis. El proceso de autognosis o la ta-rea de creación artística, por ejemplo, pueden recibir una des-cripción sugestiva cuando se los interpreta como confrontaciónde dos realidades (yo-mundo, artista-materia) cuya singulari-dad se perfila en el proceso de esa confrontación. Pero una des-cripción sugestiva de fenómenos humanos no es forzosamentecientífica. Lo que muestra a las claras la distancia entre lasdescripciones dialécticas y las científicas es la distinta suerteque tienen sus predicciones. La predicción es la prueba de fue-go a que están sometidas las teorías científicas. Los hechos deexperiencia son asumidos como el tribunal que decide la suer-te de tales teorías. ¿Qué ocurre, en cambio, con las prediccio-nes dialécticas? Marx hablaba de "la ley natural que determi-na el movimiento de una sociedad", decía que "la lucha declases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado".Este tipo de expresiones ("ley natural", "conduce necesaria-mente") revela la convicción de que el futuro social no encie-rra secretos de importancia para el conocimiento. Algunas desus predicciones más notorias fueron: el empobrecimiento dela clase trabajadora en la sociedad capitalista, la polarizaciónde dicha sociedad en clase capitalista y masa proletaria, el co-mienzo de la revolución social en Alemania e Inglaterra, lacaída inminente del capitalismo, el reemplazo de la anarquíaproductiva burguesa por una asociación de individuos libres.El fracaso de tales predicciones no produjo revisiones de im-portancia en la teoría que las inspiraba. La fuerza de este cre-do reposa en la voluntad de asumirlo como invulnerable a to-

11 Fragmento 4.

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da crítica. Siempre habrá argumentos laterales para desatenderlas discrepancias entre teoría y hechos. Los hechos nada de-ciden, porque hay una decisión ya tomada sobre la validez delsistema interpretativo. La ciencia, en cambio, prefiere sacrifi-car la teoría, no los hechos.

III Dialéctica y Contradicción

Veamos ahora la tercera formulación de la "concepcióndialéctica" que apuntamos antes y de la cual anticipamos quees la más grave de todas. Es difícil establecer hasta qué puntolos dialécticos están comprometidos con la defensa de la con-tradicción como un modo de ser de lo real. Algunos de susejemplos muestran que están pensando en oposiciones no con-tradictorias, sino más bien en términos opuestos sucesiva-mente. Sin embargo, han reiterado con tal insistencia sus crí-ticas al principio lógico de no contradicción, que resulta ine-vitable reconocer que están defendiendo la existencia efectiva dela contradicción en el mundo (el lector no familiarizado conla lógica necesitará un esfuerzo adicional para comprender al-gunos tramos del argumento que expondré en seguida. Lo in-vito a ejercitar paciencia y atención para sobrellevar su lecturahasta el fin).

Comencemos revisando qué dice el viejo principio de nocontradicción para ver si entendemos mejor qué es lo que enél molesta a los dialécticos. Aristóteles enunció de manera di-versa este principio: "No es posible que la misma cosa sea yno sea simultáneamente"; "Es imposible que uno mismo ad-mita simultáneamente que una misma cosa es y no es"; "Dosproposiciones contradictorias no pueden ser verdaderas al mis-mo tiempo".

Se notará que en el primer caso Aristóteles habla de lascosas del mundo: el principio es entendido aquí como un modode ser de los fenómenos. Aristóteles estimó que este principiono puede ser demostrado, pero vio que su rechazo conduce aresultados absurdos. Razonó así: si fuera verdad que una cosapuede ser y no ser simultáneamente, si un ave es ave y no aveal mismo tiempo, por ej., ocurriría que tal ave sería tambiéncielo, nube, árbol, etc. (todo aquello que no es ave, lo cual esmucho decir). Y en tal caso dicho objeto estaría confundido contodo el resto del universo, no habría disociación alguna posi-ble entre las cosas. Ahora bien, como ello no ocurre, como elmundo no es una confusión donde todo está empastado contodo, el principio de no contradicción es verdadero del mundo.La segunda formulación alude a la imposibilidad psicológicade aceptar la contradicción, esto es, la simultánea concepciónde algo que es de cierto modo y no lo es. En forma sucesivaesto es posible y real (con cuánta frecuencia ocurre que hemos

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cambiado de parecer sobre algún asunto). Pero quien haga,por ej., el esfuerzo interior por representarse ese mar que tieneante sí como siendo no mar simultáneamente, notará que seha embarcado en una empresa algo difícil. Cuando pactamoscon alguien un trato que luego, sin que medien motivos vá-lidos, no cumple, no pensamos que esa pobre persona ha caídovíctima de no poder disociar la afirmación y la negación delacuerdo. No se nos ocurre creer (y él mismo jamás usaría eseargumento) que estima igualmente verdaderos el cumplimien-to y el incumplimiento del trato.

Si la contradicción no puede darse en el plano de la rea-lidad, ni en el del pensamiento, tampoco podrá hacerlo en ellenguaje con que pensamos esa realidad. Eso quiere decir Aris-tóteles con la tercera fórmula. Esta vez se niega que dos pro-posiciones contradictorias ("hoy es jueves", "hoy no es jue-ves", por ej.) sean ambas verdaderas simultáneamente.

Adviértase que la contradicción no es la mera falsedad.Estamos ante un juicio falso cuando dice algo que no ocurreen los hechos ("Decir de lo que es que no es, o de lo que noes que es, es falso", declaraba el mismo Aristóteles). La false-dad de la contradicción es más radical: no hay para ella espe-ranza alguna de acceder a la verdad. En cambio, una afirma-ción falsa ("Las dos superpotencias están en guerra", por ej.)puede dejar de serlo y convertirse en verdadera. Para la con-tradicción no existe esa posibilidad. Eso queremos decir cuan-do descartamos una hipótesis contradictoria sin necesidad derecurrir a los hechos para ver si ella se cumple o no: simple-mente al descubrir una contradicción sabemos que en ella lafalsedad es irremediable, que no puede cumplirse en los hechos.

Ahora bien, a los dialécticos les parece deficitaria esa sen-satez aristotélica. Leamos este pasaje de Hegel, donde no pue-de ser más clara su defensa de la contradicción como modode ser de lo real: "Algo se mueve, no cuando en este Ahoraestá aquí y en otro Ahora allí, sino en cuanto en uno y el mismoAhora está aquí y no está aquí" 12.

Y por lo visto, este entusiasmo por lo contradictorio nosólo ha seducido a los dialécticos, sino también a muchos es-pecialistas en filosofía. Nicolai Hartmann, por ej., a propósitodel pasaje citado y de otros semejantes, entiende que "se su-pera el principio de no contradicción. Y puesto que este 'prin-cipio' es la negación de la contradicción (A no es no-A), susuperación será la negación de la negación de la contradicción.Por tanto, será la posición o la realidad de la contradicciónque, expresada como principio, tendría que decir: A es no-A" 13.

12 Citado por N. Hartmann en La Filosofía del Idealismo Alemán, TomoII, cap. III, Sudamericana, Buenos Aires, 1960.

13 Op. cit.

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El abismo de la contradicción puede ser muy profundo.Puede sostenerse, como hacen los dialécticos, que sólo perci-biendo la condición contradictoria del ser puede accederse aél. En verdad todo puede ser dicho. Y esa es una de las mara-villas del lenguaje. Pretender decir con verdad es, por cierto,otra cosa. Me limitaré a señalar por qué la ciencia, más pre-cisamente, su lenguaje, está comprometida con el consejo aris-totélico y nada tiene que ver con el dialéctico.

La filosofía ha reconocido, tempranamente, distintas cla-ses de juicios. Como se sabe, el juicio delimita un espacio con-ceptual donde algo se dice acerca de algo. El juicio es unaunidad que permite la formulación de nuestros conocimien-tos. Su intención es, naturalmente, ser el lugar del conocimien-to verdadero. La lógica ha estudiado en detalle los diversos ti-pos de juicios. Y hay una clasificación particularmente impor-tante. Se trata de la diferenciación entre juicios sintéticos,tautológicos y contradictorios. Si se nos informa que las ga-laxias se alejan de nuestro sistema a una velocidad proporcio-nal a su distancia, o que el papa actual está oficiando de me-diador, por ej., estamos ante juicios que se refieren a un aspectode lo real. Estos juicios son verdaderos o falsos por su acuerdoo desacuerdo con aquello a que aluden. Nos dan informaciónacerca de un orden de hechos y por ello han sido llamadossintéticos. Sin embargo, hay otros juicios que, sin hablar acer-ca de la realidad, son invariablemente verdaderos. Se trata delos juicios tautológicos, cuya etimología nos refiere que es un"decir lo mismo". Afirmar que el papa tendrá éxito en la me-diación o no lo tendrá, no proporciona información algunasobre los hechos en juego. Lo mismo ocurre al decir, que silas galaxias se alejan de nuestro sistema a una velocidad pro-porcional a su distancia, entonces las galaxias se alejan de nues-tro sistema a una velocidad proporcional a su distancia. Qui-zás el lector piense que estoy bromeando, que tales juicios nodeben ser tenidos en cuenta por ningún conocimiento serio.Sin embargo, los capítulos más sólidos de las matemáticas y dela lógica no son otra cosa que sistemas organizados de tauto-logías. Su modelo es la igualdad lógica declarada por otro an-tiguo principio, el principio de identidad: A A. Los teoremasdel cálculo lógico y matemático son tautologías, esto es, ver-dades invariables, pero que nada nos informan acerca del mun-do. Recordemos algunos ejemplos. La regla que nos ayuda aresolver el cuadrado de un binomio, establece una igualdadtautológica: (a + b)2 = (a2 + 2ab + b2). La fórmula quiere de-cirnos que cualesquiera sean los valores de a y b, el valor nu-mérico del primer miembro de la igualdad será el mismo queel del segundo. El conocido teorema de Pitágoras también nosasegura una igualdad entre el cuadrado de la hipotenusa decualquier triángulo rectángulo y la suma de los cuadrados de

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los catetos. Como se notará, estas tautologías no hicieron reír anadie. Todo lo contrario, se trata de fórmulas sumamente útilescuya verdad fue laboriosamente construida, demostrada me-diante razonamientos complejos. Se trata de igualdades tauto-lógicas que no resultan evidentes, sino después de largo entre-namiento. Lo notable es que la verdad de estas fórmulas de-pende de su forma, de su sintaxis, no de su contenido. No im-porta a qué cosa aluda A, la equivalencia A = A será siempreverdadera. Aunque nada dicen acerca del mundo, las fórmulastautológicas se han convertido en herramientas poderosas pa-ra conocer la realidad. Esto puede sonar paradójico, peroquizás un ejemplo ayude a mostrar lo que decimos. Einsteinconjeturó que la masa, lo mismo que el tiempo y el espacio, esrelativa, pues se incrementa con el movimiento. Pero si estemovimiento es energía, el aumento de la masa debe estar aso-ciado al incremento de energía. Es decir que la energía poseemasa. El físico supuso que el valor en energía (E) para una masa

(m) respondería a esta fórmula: donde c es velo-

cidad de la luz. Nótese que la fórmula en cuestión es un juiciosintético, algo dice (y algo muy importante) de lo real. Peropor otro lado se sabe también, viendo la fórmula, que expresa

una división. Ahora bien, la división entre dos números

consiste en encontrar un cociente (c) que, multiplicado por eldivisor (b), dé un resultado igual al dividendo (a). Esto eslo que expresa la conocida tautología algebraica: (a:b = c) =(c.b = a). (Si quiere advertirse mejor la equivalencia estableci-da por este teorema, tómese un ejemplo más concreto:(20:5=4) — (4.5=20)), Einstein aplicó esta tautología a sufórmula conjetural y obtuvo: E = m.c2. Esta fórmula sinté-tica ha sido obtenida de otra mediante el uso de una tautolo-fía, esto es, de una fórmula verdadera, pero vacía de toda in-formación. Sin embargo, merced a ella, puede leerse mejor enE = m.c.2 la portentosa relación que hay entre un trozo cual-quiera de materia y su energía: ésta equivale a multiplicar losgramos de esa masa por una cifra tan alta como el cuadradode la velocidad de la luz en centímetros por segundo. Y a par-tir de allí puede comprenderse, entre otras muchas cosas, porqué el sol, por ejemplo, puede irradiar tanta energía calóricadurante tantos millones de años.

En esto consiste el juego básico de la ciencia, en conjetu-rar hipótesis (juicios sintéticos que procuran describir el modode ser de los fenómenos) y aplicar a ellas las tautologías ma-temáticas y lógicas para deducir nuevos juicios (también sin-téticos, referidos a lo real). Y la experiencia dirá finalmentesi los juicios obtenidos son verdaderos, falsos o aproximados.

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Claro está, es más fácil decirlo que hacerlo. Con frecuencia lashipótesis propuestas son desmentidas (contradichas) por he-chos experimentales y con frecuencia también, al procurardefenderlas, los científicos advierten que las hipótesis los hanconducido a contradicciones. En ambos casos, tales hipótesisson rechazadas. Llegamos así al tercer grupo de juicio queenumeramos: los contradictorios. Se trata de juicios invaria-blemente falsos. Como la tautología ante un espejo, la contra-dicción reproduce invertidas sus virtudes: aquélla es siempreverdadera, ésta siempre falsa; la tautología nada nos informadel mundo, la contradicción pretende decirlo todo; de la tau-tología no puede deducirse más que otra tautología, de la con-tradicción puede deducirse todo; la tautología es irrefutable,la contradicción se refuta a sí misma. Veamos qué significatodo esto.

Un juicio contradictorio es aquel que simultáneamenteafirma y niega algo de algo. Enunciar que las diagonales delrectángulo son iguales y que no lo son; que el papa está cum-pliendo con la mediación y que no lo está haciendo; que hoyes domingo y no lo es; que las masas se atraen y no se atraen;que el asesino es Juan y que Juan jamás asesinó. Enunciar estaclase de juicios compuestos, decía, es incurrir en contradiccio-nes. Así como ante una tautología no hace falta recurrir a loshechos para comprobar si es verdadera o no, ante la contra-dicción tampoco precisamos ese recurso: tan plena es su fal-sedad, que la sola consideración de su forma nos anuncia quelos hechos no podrían cumplir con lo que la contradicciónpropone. La falsedad de la contradicción proviene también desu forma, de su sintaxis, no de su contenido. Tan dóciles a lastautologías son los hechos, como rebeldes a la contradicción.Y así como la identidad es el modelo de la tautología (A es A),el de la contradicción es la negación de tal identidad (A noes A).

Sin embargo, la contradicción juega una importantísimafunción en el largo esfuerzo por conocer: nos permite descar-tar como erróneo cualquier conocimiento que se exprese encontradicciones. Caer en contradicción es mucho más fácil ymás frecuente de lo que se pudiera pensar. La demostración deque un pretendido saber era contradictorio sólo puede hacersecon el concurso de las herramientas tautológicas. Estas má-quinas conceptuales permiten procesar racionalmente (con sussistemas de transformaciones) nuestras hipótesis acerca delmundo: cuando aparecen contradicciones en el proceso, unaluz roja nos indica que estamos ante una falsedad sin remedio.Imaginemos, por ejemplo, una teoría social sometida al trata-miento lógico. Imaginemos que, una vez cumplidas las hipóte-sis propuestas por tal teoría en un grupo social dado, sus jui-cios permitan demostrar que las personas incrementarán sus

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ingresos y los verán disminuir, serán libres y perderán su liber-tad, gozarán de Justicia y padecerán injusticia, el amor será elsentimiento aglutinante y vivirán en la desconfianza mutua,construirán una sociedad vital, creativa, y se sumergirán enuna vida gris y monótona; de allí surgirá un hombre nuevocomo el más primitivo de los hombres. Descartaríamos tal teo-ría por inconsistente, por razones puramente lógicas. La his-toria de la ciencia muestra abundantemente esta útilísimafunción de las contradicciones como criterio de descarte. Me-diante él escogemos el saber no contradictorio y relegamoscomo inútil al que sí lo es. Mediante la reducción por el absur-do (que es un esquema tautológico), más algunos datos empí-ricos, Aristóteles mostró que la tierra no es plana, sino esféri-ca; Oalileo probó que los cuerpos no podían incrementar suvelocidad de caída en proporción al peso (como se creía) y Har-vey rechazó la fisiología de Galeno y describió el ciclo de lacirculación sanguínea.

Simbolicemos a un juicio cualquiera con la letra p y vea-mos estos tres ejemplos de tautología, juicio sintético y juiciocontradictorio, respectivamente:

— (p . —p) (léase: no es verdad que p y no p)' P

(p . —p) (léase p y no p)

Tomemos ahora en consideración las siguientes propieda-des que cabe atribuir a un juicio: verdad, falsedad, informa-ción, refutabilidad, fuerza lógica (o capacidad para deducir, apartir del juicio en cuestión, otros juicios). Se notará que elgrado máximo de verdad corresponde, arriba, a la tautologíay el grado cero a la contradicción. Nótese también que, en elmedio, el juicio sintético no goza ni de la máxima virtud de laverdad invariable, ni del defecto de la falsedad permanente(el juicio p será verdadero o falso por su contenido, por lo quedice de la realidad, no por su forma, como les ocurre a la tau-tología y a la contradicción). Si recordamos que son sintéticoslos juicios con que nos referimos al mundo, se advertirá laprovisionalidad de todo saber de ese tipo.

La falsedad se halla invertida respecto de la verdad: gra-do cero en la tautología, máximo en la contradicción.

Con la información pasa igual: la tautología nada nos dicede la realidad. Negar, por ejemplo, que el azufre se funde a125° y que no se funde a 125° (un ejemplo que tiene la formade la tautología antes mencionada: —(p.—p), es sin duda unanegación verdadera. Pero nada nos dice del comportamientoreal del azufre respecto de la temperatura en que se funde. Losjuicios sintéticos, en cambio, dicen siempre algo de lo real. Elazufre se funde a 125°, es un ejemplo de juicio sintético: los

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hechos (no la pura forma del juicio) mostrarán si es verdaderoo falso. El juicio contradictorio ostenta, por curioso que parez-ca, el grado máximo de información: pretende que tanto laafirmación como la negación de una propiedad correspondena una realidad. Imaginemos verdadero a este juicio: la masa seconserva y no se conserva en las transformaciones químicas.No sólo se afirma y se niega en él a la ley de Lavoisier: se nosinforma todo. Porque la contradicción acepta la totalidad delespectro de lo que puede ser dicho. Cada entidad del ampliouniverso ocurre de un modo preciso. Nuestros juicios sintéticostratan de descifrar ese modo. El juicio contradictorio vituperaesa precisión y sostiene que cada entidad ocurre en todos losmodos posibles al mismo tiempo. Imagínese (procúrese imagi-nar) a la desaforada masa del universo conservándose en cadareacción química y no conservándose (es decir, recorriendo elvastísimo espectro de los distintos modos de no conservarse) almismo tiempo. La ficción literaria (Borges, entre otros) ha ur-dido mundos paralelos de diversos tiempos que transcurren enun mismo lugar: en uno de esos mundos el héroe triunfa ymuere de vejez, en otro fracasa porque es un cobarde y muereen la huida, en otro.. . Cada instante de toda historia se bifur-ca en caminos que conducen a hacer esto o no hacerlo. Laficción a que aludimos consiste en retomar cada cruce de ca-minos y recorrerlo en todas las posibilidades. El novio, porejemplo, que en una historia se desposa, en otra abandona a lanovia en la iglesia, en otra es el sacerdote..., y así sucesiva-mente (sin fin). El juicio contradictorio es mucho más preten-sioso que esa ficción: propone que la realidad no descalificaa ninguno de los posibles, sino que acepta y realiza a todos enun solo tiempo. Cuando Aristóteles desautorizaba al juicio con-tradictorio no estaba, por lo visto, para ficciones de ningún tipo.Veía en él al inicio de la confusión suprema, a cada entidadperdiendo su singularidad y empastándose con un mundo verti-ginosamente plural e indiviso.

Volvamos ahora a los dos últimos rasgos considerados pa-ra juzgar la distinta naturaleza de los tres tipos de juicios quecomentamos: refutabilidad y fuerza lógica. El grado máximode refutabilidad está dado por el juicio contradictorio, el gradocero por la tautología. Como siempre, el juicio sintético se hallaa medio camino de esta virtud y de aquel vicio.

Con la fuerza lógica ocurre al revés: la tautología está casidesprovista de poder implicativo. Esta última noción es algotécnica y no la desarrollaremos aquí sino en el mínimo nece-sario para comprender por qué el lenguaje científico no puedecomprometerse con los juicios contradictorios. Se dice que unjuicio implica a otro cuando establecida la verdad del primero,la verdad del segundo es forzosa. La secuencia verdad-falsedadentre antecedente y consecuente (o premisa y conclusión) está

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proscrita de todo razonamiento válido, de todo juicio compues-to donde uno sea condición de otro. Las tautologías son, pre-cisamente, formas válidas, porque evitan la obtención de fal-sedad (en el consecuente) habiendo partido de verdad (en elantecedente). Es por ello que una tautología sólo puede ser -seguida de otra cuando queremos armar un compuesto dondela primera funcione como antecedente y la segunda como con-secuente: ese será el único modo en que el compuesto resultesiempre verdadero en el consecuente. Ahora bien, entre las nu-merosas tautologías estudiadas por la lógica, hay una muy sin-gular: (p.—p) > q (léase: si p y no p, entonces q). En ella qes cualquier proposición, verdadera o falsa, tautológica, con-tradictoria o sintética. No importa qué tipo de juicio sea q, elhecho de estar precedido por la contradicción (p.—p) hace ala fórmula general (Si p y no p, entonces q) invariablementeverdadera. Parece absurdo, y quizás lo sea. Pero lo cierto es queeste teorema del cálculo lógico sostiene que una contradicciónimplica cualquier juicio. A partir de un juicio contradictorio,pues, podemos derivar cualquier otro juicio, es decir, podemosderivar todo. La demostración de este teorema lógico no esoportuna en el espacio de este ensayo (el lector interesado pue-de recurrir a cualquiera exposición de la lógica contemporá-nea). Lo que sí importa destacar es que esa forma válida derazonar es inútil, porque nos compromete con el juicio antece-dente (contradictorio), para extraer de allí ese todo confusoque condenó Aristóteles. Aceptar una contradicción en las pre-misas de cualquier razonamiento que hagamos, pues, nos per-mite demostrar cualquier juicio, por disparatado que sea.

Agreguemos a lo que antes decíamos que, si bien la cienciaconstruye su lenguaje con el auxilio de juicios sintéticos cuyapretensión es describir los modos de ser de los fenómenos, y dejuicios tautológicos que permiten combinar aquéllos y extraerotros nuevos, la razón científica elude, sistemáticamente, lacontradicción en su lenguaje. No sólo porque ella es indicioclaro de falsedad, sino porque, además, cualquier razonamien-to que involucre contradicción en las premisas permite demos-trar cualquier conclusión. Y la ciencia no pretende eso. Dichode otro modo, si la dialéctica reivindica la validez de las con-tradicciones en el mundo, en el pensamiento y en el lenguajecognoscitivo, nada hay de común entre ciencia y dialéctica.

IV Resumen

Si queremos resumir brevemente lo dicho hasta aquí, re-cordemos que la dialéctica suele entenderse: 1) como un en-frentamiento de realidades antagónicas; 2) como un modo depensar, y 3) como la categoría de la contradicción dominandotoda realidad. La primera versión cualifica al mundo de una

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intencionalidad polémica y de una voluntad de reconciliación,interpretación enteramente contrapuesta a la ontología cien-tífica, que supone un universo neutro, desmitificado, sin inten-cionalidad, y poblado por niveles irreductibles a un solo esque-ma legal. La segunda versión pregona la universal utilidad dela tríada dialéctica como recurso eficaz del pensamiento. Noadvierte que la realidad es demasiado rica para asimilarla aun esquema tan simple; pretende desconocer que el espíritucientífico ensaya toda suerte de creaciones para sondear elmundo y luego es severo en el control de sus imaginerías: losdialécticos no podrán preciarse de esto ni de aquello. Dijimosque la tercera fórmula sostiene la contradicción intrínseca decada aspecto del mundo, lo cual proscribe cualquier interpre-tación coherente de los fenómenos y permite que todo puedaser dicho. La ciencia, más modesta, prefiere enfrentar a unmundo difícil de entender, pero inteligible y se impone el usode un lenguaje adusto donde sólo puede ser dicho lo que noentra en contradicción con los hechos ni consigo mismo.

Si cada una de estas interpretaciones es ajena a la cien-cia, la suma de las tres, que usualmente sostiene la "concep-ción dialéctica", no puede serlo menos.