Dios y Los Números

5
DIOS Y LOS NUMEROS La carrera de Aquiles y la tortuga, ese “pedacito de tiniebla griega”, al decir de Borges, no sólo no empaña nuestro concepto de universo sino que puede ser de importancia a la hora de intentar descifrarlo. El problema de la carrera se reduce a que, de acuerdo a nuestra forma aritmética de ver el mundo —que desconfía de los sentidos y da por inapelables las operaciones matemáticas— entre el número 23,2 y el número 23,3 (es decir entre cualquier número y cualquier otro número) hay millones de millones de infinitos, más exactamente, infinitos infinitos. Si fuera así —y hay que conceder que es así so pena de negar la validez de la matemáticas junto a la validez de los sentidos— nadie puede dar un paso, nadie puede dar un beso, nadie puede llevarse un vaso de agua a la boca sin caer en ese infinito de infinitos del que es absolutamente imposible salir, pues entre un infinito y otro no hay transiciones ni posibilidad de que las haya. En una reducción perfectamente coherente se podría decir que si las matemáticas son reales yo no lo soy. Maliciemos un momento de las matemáticas, aunque sólo sea porque son posteriores a los sentidos. Las gallinas no saben cuántos huevos tienen en el nido y los pollitos nacen igual, y así lo hicieron antes de que apareciera el hombre. Se puede vivir, como la gallina, sin matemáticas pero no sin el auxilio de los sentidos. Si la información que me proporcionan los sentidos fuera radicalmente errónea yo como individuo habría muerto a poco de haber nacido; y las matemáticas, en cambio, las hallé en el camino. Puedo no saber cuántos granos tiene esa mazorca pero no puedo ignorar que es maíz y que convertido en tortilla tiene un sabor delicioso. Pese a lo que digan Descartes y el idealismo, es imposible desconfiar de los sentidos y seguir vivo. Se me dirá: que la gallina no sepa que tiene siete huevos no hace que no haya siete huevos en el nido. Esta posición, la de sostener que los números son algo en ellos mismos, que son independientemente de que alguien los conciba, es platónica, teogónica e idealista. Y por ello contradictoria.

description

Los números sean construcciones metafísicas elaboradas por los mismos procedimientos con los que fabricamos dioses. Dos tipos de condiciones nos imponemos nosotros mismos para la fabricación de un Dios: condiciones ontológicas y lógicas. Un Dios meramente lógico sería una unidad lógica sin dominio del mundo.

Transcript of Dios y Los Números

Page 1: Dios y Los Números

DIOS Y LOS NUMEROS

La carrera de Aquiles y la tortuga, ese “pedacito de tiniebla griega”, al decir de Borges, no sólo no empaña nuestro concepto de universo sino que puede ser de importancia a la hora de intentar descifrarlo. El problema de la carrera se reduce a que, de acuerdo a nuestra forma aritmética de ver el mundo —que desconfía de los sentidos y da por inapelables las operaciones matemáticas— entre el número 23,2 y el número 23,3 (es decir entre cualquier número y cualquier otro número) hay millones de millones de infinitos, más exactamente, infinitos infinitos. Si fuera así —y hay que conceder que es así so pena de negar la validez de la matemáticas junto a la validez de los sentidos— nadie puede dar un paso, nadie puede dar un beso, nadie puede llevarse un vaso de agua a la boca sin caer en ese infinito de infinitos del que es absolutamente imposible salir, pues entre un infinito y otro no hay transiciones ni posibilidad de que las haya. En una reducción perfectamente coherente se podría decir que si las matemáticas son reales yo no lo soy.

Maliciemos un momento de las matemáticas, aunque sólo sea porque son posteriores a los sentidos. Las gallinas no saben cuántos huevos tienen en el nido y los pollitos nacen igual, y así lo hicieron antes de que apareciera el hombre. Se puede vivir, como la gallina, sin matemáticas pero no sin el auxilio de los sentidos. Si la información que me proporcionan los sentidos fuera radicalmente errónea yo como individuo habría muerto a poco de haber nacido; y las matemáticas, en cambio, las hallé en el camino. Puedo no saber cuántos granos tiene esa mazorca pero no puedo ignorar que es maíz y que convertido en tortilla tiene un sabor delicioso. Pese a lo que digan Descartes y el idealismo, es imposible desconfiar de los sentidos y seguir vivo. Se me dirá: que la gallina no sepa que tiene siete huevos no hace que no haya siete huevos en el nido. Esta posición, la de sostener que los números son algo en ellos mismos, que son independientemente de que alguien los conciba, es platónica, teogónica e idealista. Y por ello contradictoria.

La razón por la que Aquiles jamás alcanza a la tortuga es más fácil de decir que de elucidar: las matemáticas no pertenecen al mundo. En primer lugar, la declaración “las matemáticas no pertenecen al mundo” se opone a la tradición filosófica que va desde Pitágoras hasta Russell que confiere a las operaciones matemáticas una confiabilidad ciega, hasta el punto de constituirse ocasionalmente en patrón de verdad, en parámetro de lo que es tenido por real, verdadero, confiable y lo que no. Se llega a decir que una observación que puede ser expresada en números es objetiva, porque los números son objetivos y no se inclinan a las veleidades subjetivistas de los hombres. En segundo lugar, porque la práctica sensorial parece darle la razón a quienes piensan que los números constituyen hechos reales independientes de la subjetividad humana: gracias a los

Page 2: Dios y Los Números

cálculos matemáticos los edificios se sostienen, los aviones cruzan el Pacífico y podemos contar los minutos que dura una canción. Los números, pareciera, son inapelables. Tres no devienen cuatro ni dos, ni siquiera 2,88889. Aviones, embarcaciones, hazañas médicas, inventos, avance de la tecnología, etc., serían imposibles sin el auxilio de las matemáticas. Se diría, por tanto, que si ellas ayudan, existen.

Los argumentos contra la existencia de los números no son baladíes. El primero ya ha sido apuntado. (a)Si los números son reales y tienen una correspondencia natural con el mundo, esto es, si el mundo y el universo han sido ordenados matemáticamente, si el nº pi, si la serie de Fibonacci y la proporción áurea tienen algo que ver con el orden del mundo, si hay un algoritmo en el origen y en el devenir del universo, en su evolución o en su destino, entonces el mundo está poblado de infinitos: no habría continuidad entre un pétalo y otro en la misma flor, entre una y otra ala del pájaro, el niño jamás alcanzaría a la pelota y Aquiles no alcanzará jamás a la tortuga. Además el Ser tendría toda la ontología y el mundo ninguna. Dios, lo Uno, sería único y lo que no sea Dios sería opinión, ficción, metáfora, ilusión, fantasía o lo que se quiera, pero sin ser porque todo el ser lo tendría Dios que, al ser uno, no podría salir de sí mismo y convertirse en dos pues también caería en la infinitud del movimiento. (b) Si nadie sabe cuántos huevos hay en el nido no hay siete ni ocho. Para que hubiera siete, el número siete debería existir antes de que los huevos estuvieran en el nido. Sería, pues, como creía Kant, una categoría a priori, anterior a cualquier movimiento o a cualquier existencia, pues si fuera a posteriori el siete sería un producto devenido como los huevos mismos, o las aves o las bacterias. Y nadie ha visto números protegiéndose del frío, criando números pequeños o buscando alimento. Si el siete es a priori, también es a priori el 7,4376765 y el 7, 43767659, y así infinitamente. Todos esos números residirían platónicamente en un hipotético mundo de los números y los números de la tierra seria correlatos, extensiones o correspondencias de aquéllos. Pero entonces el imaginario mundo platónico de los números también sería infinito, exactamente un infinito de infinitos bizarro, incompresible e innecesario. Por lo demás, un infinito a priori ¿cómo podría caber en los ojos de un niño? ¿En la crin de un caballo? ¿En un grupo de estrellas? La constitución de nuestros ojos no es infinita y discreta, como los números, sino continua y finita. Córnea, retina, cristalino, vasos, todo está comunicado, todo se convierte en otra cosa, todo se mueve. Es inimaginable que el cristalino pueda hacer su papel en un plano numéricamente infinito. Ningún órgano, ningún ser, comienza aquí y termina acá. Todos los seres continúan, incluso cuando mueren. La gasolina que consumismos proviene de sedimentos fósiles que incluyen restos de dinosaurios. Extinguidos hace sesenta y cinco millones de años, hay, sin embargo, dinosaurios en el tanque de combustible de mi automóvil. (c) los números no mueren, no crecen ni decrecen, no cambian; en ellos mismos son absolutos ajenos a la física del mundo. Como Dios, el Ser, la Naturaleza, el infinito, son

Page 3: Dios y Los Números

construcciones lógicas, inducciones necesarias que sirven para explicarse el fin de una serie lógica sin correlato directo con el mundo. Ante preguntas como: si no hay un correlato de los números en el mundo por qué mi casa es la 234-7 en el callejero de la ciudad, por qué si llaman al 76766598 yo respondo, por qué los puentes no se caen y cómo se puede calcular el envío de una sonda espacial a Venus, la respuesta no es extravagante: Dios también es una construcción lógica sin correlato directo en el mundo y ya se ve el fervor con el que se construyen templos para Él, como si los necesitara. Dios, visto desde sus templos, no podria ser conjetural. Los números son siempre un modelo parcial del mundo, una abstracción en cuya generalidad cae el mundo, pero no son mundo, y tanto menos, el mundo.

Los números sean construcciones metafísicas elaboradas por los mismos procedimientos con los que fabricamos dioses. Dos tipos de condiciones nos imponemos nosotros mismos para la fabricación de un Dios: condiciones ontológicas y lógicas. Un Dios meramente lógico sería una unidad lógica sin dominio del mundo. De Dios se espera que tenga poder parcial o total sobre el mundo, esto, una voluntad coercible que incluya su libre albedrío y su capricho. Ontológicamente, Dios debe ser volitivo y poderoso, y esa voluntad debe ser susceptible de modificación desde el mortal que lo invoca. Y desde un punto de vista lógico los dioses o Dios debe ser lo más universal posible, lo más autárquico posible y lo más absoluto que se pueda pensar: el absoluto mismo. La condición lógica de Dios es, como proponía Tomás de Aquino, ser el concepto más universal que se pueda pensar, y esto, como creía San Anselmo, incluye su perfección. Dios debe ser y es el concepto más universal y más perfecto susceptible de ser pensado, y esto equivale a decir que Dios es la unidad absoluta. Esta unidad absoluta como condición lógica de Dios se encuentra en Aristóteles, en Aquino, en San Agustín, y es el corazón de la dialéctica hegeliana y del idealismo alemán postkantiano.

La contradicción que aparece entre la condición lógica y la condición ontológica de Dios es una paradoja de proporciones ciclópeas e irresolubles. Por una parte debe ser generoso, celoso, bondadoso, fuente de toda misericordia, personal, desiderativo y coaccionable —debe tener ser— y por otra debe ser UNO, absoluto, perfecto, omnímodo, sin grietas ni máculas, ni aspiraciones ni deseos. Un deseo en El es una grieta que lo convierte en DOS y que le resta perfección. Esto es, Dios se ve obligado a ser único y plural a la vez, lo cual es contradictorio. En el caso de los cristianos la contradicción va mucho más lejos: Dios es uno y trío, algo posible, tal vez, en un mortal cualquiera pero no en un ser cuya unidad es presumiblemente absoluta. Como creía Plotino, la más substancial comprensión de Dios es que es UNO. Desde un punto de vista lógico, si lográramos elucidar el modo en que construimos la unidad podríamos hacer lo mismo con el modo e que fabricamos a Dios.

Page 4: Dios y Los Números