DogmaCero- 1 Enero-febrero 2013

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DOGMACERO HORIZONTE ALTERNATIVO Número 1 | Enero-Febrero 2013 Scott Creighton Diez hechos que contradicen la teoría de la pirámide-tumba Laird Scranton Cosmología comparativa: en busca de una antigua mitología universal Eduard Pi La Cueva de los Tayos: Entrevista a Francisco Serrat y Ángela de Dalmau Artur Sala La búsqueda del éter y la energía de punto cero (ZPE)

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DOGMACERO HORIZONTE ALTERNATIVO

Número 1 | Enero-Febrero 2013

Scott Creighton

Diez hechos que contradicen lateoría de la pirámide-tumba

Laird Scranton

Cosmología comparativa: en busca de una antigua mitología universal

Eduard Pi

La Cueva de los Tayos: Entrevista a Francisco Serrat y Ángela de Dalmau

Artur Sala

La búsqueda del éter y la energía de punto cero (ZPE)

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DogmaCeroPublicación bimensual

NÚMERO 1 ENERO-FEBRERO 2013

EDITOR

David Álvarez

REDACCIÓN

Xavier BartlettDaniel CrosEduard PiArtur Sala

COLABORADORES

Robert Bauval

Andrew CollinsPhilip CoppensScott Creighton

Graham HancockLaird Scranton

CORRESPONSALES

Scott Corrales (U.S.A.)Raul Nuñez II.EE. (Chile)

CEFORA (Argentina)

Contacto

[email protected]

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ContenidoPortadaPirámide de Kefren en Gizeh (Egipto). Foto Eduard Pi

Editorial

Philip Coppens

Sitchin: Alienígenas y Dioses

Artur Sala

La búsqueda del éter y la energía punto “cero” (ZPE)

Scott Creighton

Diez hechos que contradicen la teoría de la pirámide-tumba

Eduard Pi

La cueva de los Tayos: entrevista a Francisco Serrat y Angela de Dalmau

Xavier Bartlett

La polémica Temple-Sagan sobre los Dogon y Sirio

Laird Scranton

Cosmología comparativa: en busca de una antigua mitología universal

David Álvarez

Los contactados: un intento de aproximación a un fenómeno contradictorio

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Editorial

El ser humano percibe la realidad a través de sus sentidos y en su esfuerzo por entender el mundo que le rodea, formula con frecuencia explicaciones que forzosamente abarcan tan solo una parte de esa reali-dad, aunque se empeñe en elevar a categoría universal lo que son meros retales de una visión sesgada

del mundo y del universo. La Realidad, con mayúscula, es más compleja de lo que nuestros limitados cinco sentidos pueden percibir. Pero admitirlo no es fácil y, sobre todo, es peligroso.

Con frecuencia, nuestra soberbia nos inclina a pensar que conocemos bien esa realidad y no nos permite reconocer que apenas sabemos nada y que elevamos a categoría de incontestable lo que no es más que una aproximación sustentada en un mar de dudas y medias verdades.

Acostumbrados a utilizar esquemas de pensamiento prefabricados y transmitidos a través de generaciones, construimos un paradigma basado en dogmas que en ocasiones no resisten una revisión crítica. Cuando alguien, sea desde el estricto campo de la ciencia académica, sea desde los arrabales del conocimiento, se atreve a cuestionar esos dogmas, inmediatamente es anatemizado y arrojado al arroyo del ostracismo por la corriente oficial dominante, anclada en un cómodo y protector pensamiento único. Así ha sido durante mucho tiempo, un tiempo en el que se mantuvieron los medios de comunicación controlados por las mis-mas élites que elaboraban los dogmas religiosos, económicos, sociales y científicos. La llegada de internet y la democratización del conocimiento marcaron un punto de inflexión que ya no tiene vuelta atrás. Y por primera vez en muchos siglos podemos por fin afirmar que el conocimiento nos hará libres.

Y en este contexto nace DOGMACERO, una publicación independiente que pretende ofrecer una visión alter-nativa de la ciencia, la historia y la sociedad, en paralelo al paradigma imperante pero siempre con un ánimo crítico y riguroso, huyendo de tratamientos superficiales o sensacionalistas. Pretendemos ampliar el conoci-miento, rompiendo viejos esquemas pero construyendo otros, integrando, sumando e incluyendo aquellos hechos que hasta hace poco eran condenados, ayudando, en definitiva, a diseñar un horizonte alternativo.

Conscientes de la amplitud de esta tarea, centraremos nuestro esfuerzo en la historia y la arqueología alter-nativa, la ciencia oculta o no reconocida, el esquivo, sinuoso y conscientemente desacreditado fenómeno ufológico, las maquinaciones organizadas para ocultar la verdad y la tradición esotérica, pero sin caer en el esoterismo de feria.

Ciertamente es una tarea árdua y tal vez se ciernan nubes amenazadoras en el horizonte pero no es menos cierto que sopla el viento de cola y que en DOGMACERO no escatimaremos esfuerzos ni entusiamo. Tene-mos ante nosotros una travesía emocionante y nos gustaría, amigo lector, contar con su compañía.

David Álvarez Planas [email protected]

DogmaCero 3

Desde Dogmacero intentamos ofrecer una visión alternativa de la historia y la sociedad, tanto antigua como contemporánea. La dirección de Dogmacero no se identifica necesariamente ni con el contenido de los artículos publicados ni con la opinión vertida en ellos por sus autores.

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Zecharia Sitchin: alienígenas y diosesPhilip Coppens

Como alguien que aparece con frecuencia en la serie de History Channel “Ancient Aliens”, una de las preguntas más frecuentes que recibo es

la observación de si los extraterrestres mataron a Dios. Mi respuesta es un “no” definitivo, y permítan-me que les explique por qué.

Hay varias versiones de la teoría de los antiguos astro-nautas y creo que los que toman la más literal son los que más a menudo se equivocan, especialmen-te si chupan rueda de una mega-teoría. Tomemos el ejemplo más famoso en este campo: Zecharia Sitchin introdujo la noción de la existencia de un duodéci-mo planeta en nuestro sistema solar, argumentando que los antiguos sumerios tenían este conocimien-to y que la raza que habitaba este planeta, llamado Nibiru, colonizó la Tierra y modificó genéticamente a nuestros ancestros. Y aunque durante cuatro déca-das afirmó que sólo él podía traducir correctamente la lengua sumeria, hoy sabemos que, en el mejor de los casos, tradujo el sumerio de forma equivocada.

Según Sitchin, el planeta Nibiru tenía una órbita elíp-tica, que según los astrónomos —y la lógica común— es poco probable que sea posible, especialmente si ese planeta debiera ser propicio para albergar vida a

lo largo de su órbita de 3600 años a través de nuestro sistema solar. Pero cuanto menor es la evidencia de la existencia de Nibiru, mayor es el número de funda-mentalistas que lo apoyan y creen en él.

Con la llegada del fenómeno 2012, los seguidores de Sitchin decidieron que tal vez era una buena idea vincular el 2012 con la idea de que este era el retor-no de Nibiru. Pero la cuestión es que, si este fuera el caso, este planeta sería ahora claramente visible en nuestros cielos, incluso si hubiese un masivo encu-brimiento científico orientado a “negar la verdad” como dirían algunos. Sin embargo, esto refuerza la idea, muy común, de que si dos misterios se comple-mentan esto es prueba de que ambos tienen razón.

Los seguidores de Sitchin argumentan que los astró-nomos han observado un patrón inusual en la afluen-cia de los cometas que entran en nuestro sistema solar, lo que sugiere que tal vez hay un planeta lejos de allí, en la llamada Gran Nube de Oort. Las ano-malías podrían explicarse si hubiera un planeta entre una y cuatro veces la masa de Júpiter. De hecho, algunos astrónomos sostienen esto aunque no haya ninguna evidencia de este planeta, a pesar de que debería ser fácilmente detectable, sobre todo si se

El escritor Zecharia Sitchin

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espera su llegada cerca de la Tierra en el año 2012. De manera que, en resumen, los promotores del “Planeta X” —como se conoce comúnmente este planeta— no tienen pruebas.

Usted podría preguntarse por qué Sitchin y sus teo-rías no tienen un papel más destacado en la serie de History Channel, “Ancient Aliens”. La respuesta es muy simple: Sitchin tenía una teoría y trató de cons-truir las pruebas que encajasen en ella. Así que, efec-tivamente, mientras se presenta la teoría de Sitchin “los extraterrestres estuvieron aquí”, se pierden los detalles de dicha teoría. Y me atrevería a decir que todo lo que él hizo en este campo le perjudicó, por lo vociferante y cascarrabias que fue en defensa de sus teorías. Sitchin tradujo mal, pero fue, sobre todo, mal interpretado. Incomprendido.

Nibiru es cualquier cosa, es sin duda un lugar de paso: el paso de un mundo a otro. Pero no del pla-neta Tierra al planeta Nibiru, sino del reino terrenal a la tierra de los muertos y los dioses. Esta es una explicación metafísica, y sí, me tomo literalmente la explicación del cruce del alma. No literalmente en un sentido físico, sino literalmente en un sentido meta-físico. Por lo cual estoy convencido de que hay algo más en este universo que el mero universo físico, que hay tanto seres extraterrestres como seres de otros mundos... ambos, sin duda, ajenos a nuestra civilización, pero cuando se estudian temas como la creencia en las hadas de los antiguos celtas, está cla-ro que estas civilizaciones antiguas estaban mucho más familiarizados con estas criaturas que nosotros.

Así, una vez más, vivimos en “un” universo: un univer-so con espacio para criaturas de otro mundo y extra-terrestres. Porque no sólo tenemos un tema que la ciencia ha de explorar, sino varios, que hasta ahora ha rehuido y que sigue rehuyendo. Nosotros no sólo necesitamos preguntarnos si estamos o no solos, sino que también tenemos que hacernos preguntas acer-

ca de otras dimensiones. La historia y la realidad son mucho más complejas que las pulcras teorías de la ciencia, o las de Sitchin. La realidad es compleja. Así es la historia. Pero eso hace que sea aún más hermosa. © Philip Coppens 2012

(Publicado con el permiso del autor. Puede leer el articulo original en inglés en: http://philipcoppens.blogspot.com.es/search?q=sitchin,+aliens+and+gods )

Philip Coppens es escritor y periodista de investiga-ción, que abarca desde el mundo de la política a la his-toria antigua y el misterio. Es co-anfitrión del programa de radio La Revolución espiri-tual junto a su esposa Kathleen McGowan y es colaborador habitual de las revistas NEXUS y Atlantis Rising. Desde 1995 ha dado numerosas conferencias y ha aparecido en varios docu-mentales de televisión. Es autor de nueve libros en inglés, entre los cuales se incluyen: The Stone Puzzle of Rosslyn Chapel, The New Pyramid Age, Servants of the Grail, Killing Kennedy, The Cryptogram of Rennes-le-Cha-teau, The Ancient Alien Question y The Lost Civilization Enigma.

IN MEMORIAM

Al cierre de la edición de este número nos llega la triste noticia de la muerte, el pasado 30 de diciembre de 2012, de Philip Coppens, a los 41 años de edad, tras una penosa enfermedad. Consternados por este hecho, sólo podem-os manifestar nuestro dolor por esta irreparable pérdida.

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Representación de la órbita de Niburu, el supuesto planeta de los annunaki de Sitchin

Philip Coppens

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Desde tiempos inmemorables se ha especulado con la posibilidad de que un fluido energético llenara todo el universo. Los antiguos lo llama-

ban éter. Las escuelas pitagóricas, y posteriormente Platón, lo consideraban el quinto elemento después de la tierra, el aire, el agua y el fuego, haciendo un paralelismo con los cinco cuerpo geométricos per-fectos. Tal sólido era el más sagrado de todos, aquel que daba forma y estructura al universo.

Pero, ¿se puede com-probar la existencia de este fluido o energía? A este respecto, las medicinas orienta-les buscan princi-palmente la sana-ción a través de la movilización de esta energía etéri-ca, conectada en el cuerpo a través de los nadis, y con-centrada en cier-tos puntos llamados chakras. La ciencia alopática occidental asegura que la premisa es falsa porque tal energía “nunca ha sido medible”. Y aquí empieza una seria diatriba. Sin embargo, hay que decir que —en contra de lo que dice la ciencia alo-pática— esta energía sí ha sido medida y no precisamente de pocas formas y maneras.

Dicha energía, ha recibido a lo largo de la historia de las diferentes culturas antiguas diferentes nombres, Ki en Japón, Chi en China, Prana en la India, y para la ciencia oficial sin que ellos lo sepan (o lo admitan que para el caso es lo mismo), sería ese mar de ener-gía y materia oscura que se observa en el univer-so, en el sentido de que no se puede ver en todo el amplio espectro electromagnético, pero sí detectar su presencia de manera indirecta. El actor principal

en esta historia sería la esquiva partícula elemental denominada neutrino.

La existencia o no del éter es un tema fundamental e imprescindible para entender y sobretodo compren-der (verbos que no significan lo mismo y a menudo se confunden), el funcionamiento del Universo. Vamos

a analizar la cuestión fundamental de la que debería partir la ciencia y no lo hace, a

diferencia de la mística: qué es el vacío y qué propiedades tiene.

Me referiré principalmente a la historia de la física para

entender la búsqueda del éter, hasta llegar a ese

factor que desafía con-tinuamente a la cien-cia moderna: la vida.

El nacimiento del electromag-ne-tismoA finales del siglo XVIII, una vez deter-

minadas las propie-dades físicas bási-

cas de la materia (sólido, líquido y gas)

y las leyes de conser-vación de la misma por

parte de Lavoisier, y ante el hecho de que la transmi-

sión del calor de la Tierra al Sol ya se sabía que no podía deberse a

corrientes de convección o conducción que necesariamente necesitan de materia para poder transmitirse, los primeros científicos empe-zaron a lanzar conjeturas sobre qué tipo de medio no material podía ser el responsable de la transmi-sión, dado que en el espacio no existía tal materia.

James Clark Maxwell había previsto la existencia de unas ondas responsables de transmitir la electrici-dad, y lidió con la posibilidad de que fueran trans-versales, longitudinales, o ambas. El descubrimiento de las ondas electromagneticas por Herz en 1888, y

La búsqueda del éter y la energía punto “cero” (ZPE)

Artur Sala

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el hecho de que se descubriera que la luz era un tipo de radiación electromagnética de muy alta frecuencia solucionó la duda; el calor se transmitía por ondas electromagnéticas en el vacío a través del espacio. Así que se especuló que podría existir un éter material que actuara como soporte para tales ondas en el espacio. Con esta premisa, se rea-lizó en 1890 el experimento de Michelson-Morley.

La premisa errónea del experimento Michelson-MorleyEl experimento, tal y como podemos ver en el grá-fico adjunto, consistía en emitir luz sobre un cristal semiopaco que dividía la luz en dos haces que se reflejaban en un cristal y retrocedían, creando con ello unos patrones de interferencia.Se postulaba, que si se medía la velocidad de la luz en el sentido del giro de la Tierra, es decir de este a oeste, la velocidad de rotación debía sumarse a la velocidad de la luz (c + v), al revés en sentido contra-rio oeste a este (c - v), e igual en sentido transversal. Sin embargo, lo que se observó dejó a los científicos perplejos; la velocidad de la luz medida era siempre la misma y no dependía para nada de la velocidad relativa del medio. En otras palabras, era constan-te. Esto creó una paradoja muy importante. Ponga-mos un simple ejemplo: si me pusiese a correr a 10 Km/h en un vagón de tren que circula a 100 Km/h, un observador situado en la estación mediría mi veloci-dad en 110 Km/h. Sin embargo, la luz que emitiera el tren —desde el punto de vista del observador en la estación, de mí mismo o de cualquier otro obser-vador— se desplazaría a idéntica velocidad: 300.000 Km/seg. O sea, de ningún modo se sumaría la veloci-dad relativa del tren.Asimismo, se comprobaba experimentalmente que estas ondas recién descubiertas tenían unas propie-dades que planteaban un problema irresoluble para la mecánica de Newton, pero que Einstein solucionó con el segundo postulado de la teoría de la relativi-

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James Clark Maxwell

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dad, cuando efectivamente comprobó que la veloci-dad de la luz no cambia y es constante con indepen-dencia de la velocidad relativa del observador. Por tanto, el origen de la relatividad lo debemos situar en el electromagnetismo. No hay duda que este hecho significó una revolución científica sin precedentes. El concepto mismo de velocidad de la luz puede de por sí inducir al error, ya que esta se refiere a la velocidad de propagación de cualquier onda electromagnéti-ca, con independencia de su frecuencia; esto es, las ondas de radio —comúnmente llamadas herzianas— se propagan a la misma velocidad que la luz. Esto no era comparable con las ondas mecánicas convencio-nales, cuyas velocidades se sumaban con respecto a un observador estático, y no eran en modo alguno siempre constantes para el observador, como sí lo

eran las nuevas y sorprendentes ondas electromag-néticas.

A la vista de estos resultados, los científicos concluyeron que no existía un éter, al no haber detectado un movi-miento relativo con respecto a esta supuesta substan-cia intangible. Esta conclusión es tan arriesgada como equivocada, y forma parte de los muchos dogmas en los que se basa la ciencia. El hecho sorprendente o no de que la velocidad de la luz sea constante solo quiere decir eso, que es constante. Relacionar eso con el éter es una quimera o un absurdo según como se mire. Y hay más. Estamos haciendo dos suposiciones infunda-das muy importantes. La primera, y más importante, es pensar que el éter es estático y no dinámico. La segun-da, es pensar que el éter es material y no energético.

Nikola Tesla, y sobre todo Wilhelm Reich, demostra-ron que tales corrientes etéricas sí existen, que se mueven, que crean flujos, que estos flujos pueden ser detectados con nuevos y modernos interferómetros y sobre todo probaron la relación que tienen éstas con el gran e irresoluble problema de la cosmología: la energía oscura. En un universo donde todo, abso-lutamente todo, se mueve, considerar el éter como un fluido estático se trata de un error importante.

El efecto fotoeléctrico

La mecánica cuántica nació a partir de dos experi-mentos claves. Uno de ellos fue el descubrimiento del efecto fotoeléctrico, por el que Albert Einstein fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1921.

Al bombardear con fotones una placa de un determi-nado material descubrió que se emitían electrones solamente a partir de una determinada frecuencia, y que estos salían más deprisa conforme más alta era la frecuencia de la radiación con la que se irradiaba a la placa. Así pues, por más cantidad de ondas elec-tromagnéticas (llamadas en lo sucesivo fotones) que se emitiera, si esta no superaba un cierto límite de frecuencia —y por tanto de energía— no había emi-sión de electrón alguno. De este modo, se concluyó que la energía de un fotón era proporcional no a su amplitud (como cualquier onda transversal mecáni-ca) sino a su frecuencia, de manera que cuando más alta era la misma, más energía tenía el fotón. Una vez más, las ondas electromagnéticas o fotones tenían propiedades que superaban la lógica newtoniana.

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El nacimiento de la mecánica cúantica

La explicación que se encontró fue que los estados energéticos de los electrones del material estaban cuantificados. Es como si estuvieran en un pozo de 5 metros de profundidad: por más energía que emplearan en dar saltos de 4 metros y medio (foto-nes incidentes), ni una sola vez conseguirían escapar del mismo, y por tanto, toda la energía sería desper-diciada. Esto, y solo esto, es lo que pretende decir la palabra “cuántica”. Los estados energéticos no pue-den ser cualquiera, sino unos muy concretos que res-ponden a un espectro de emisión; en otras palabras, la materia emite a unas frecuencias concretas, y no a una frecuencia cualquiera.

Pero si necesitamos ver un electrón, lo primero que necesitamos es iluminarlo (con fotones) y medir la energía de estos fotones de vuelta. El problema es que si envío fotones de alta energía —y por tanto de alta frecuencia— mediré con gran precisión la posi-ción del electrón mas no su velocidad, y viceversa. Esto llevó a concluir que no se podía conocer con absoluta precisión y simultáneamente la posición y la velocidad de un electrón, propiedad conocida como el principio de incertidumbre de Heisenberg. Por tan-to, por el mero hecho de que la materia es discreta (átomos) y que precisa de otras partículas también discretas (fotones) para detectarla, necesariamen-te se deduce lo siguiente: primero, que la observa-ción implica modificar las características del sistema; y segundo, que tendremos irremisiblemente una aureola de posibilidad de error. Dicho de otro modo, una incertidumbre o un error inevitable.

La “poco útil” ecuación de Schrödinger

Para encontrar los estados energéticos cuantificados se utiliza la ecuación de Schrödinger. En el gráfico siguiente podemos ver los diferentes niveles cuanti-ficados de energía de nuestro sistema piedra- pozo que salen de la resolución de la ecuación de Schrö-dinger, si tal sistema fuera un electrón atrapado por un campo en forma de pozo.

En el gráfico siguiente podemos ver los diferentes niveles cuantificados de energía de nuestro sistema piedra-pozo que salen de la resolución de la ecua-ción de Schrödinger, si tal sistema fuera un electrón atrapado por un campo en forma “de pozo”.

Como vemos, estas son unas energías concretas, un espectro, de manera que el electrón no puede tomar

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el valor que quiera. El problema de esta ecuación —que los físicos nunca consideran debidamente— es que solo tiene solución para un sistema extremada-mente simple como pueda ser un átomo de helio. Más allá de eso, la ciencia necesita recurrir a la espec-troscopía para encontrar el espectro de emisión de una sustancia por más simple que esta sea. Por tan-to, las medidas energéticas de los diferentes orbita-les de cualquier sustancia o elemento —insisto, por más simple que esta sea— no se pueden determinar analíticamente usando esta ecuación, sino empíri-camente. Por tanto, la ecuación de Schrödinger no es más que un detalle que de poco o nada nos sirve para explicar la naturaleza cuántica de la emisión de energía de la materia. La física solo conoce dos sistemas que tengan solu-ción según la ecuación de Schrödinger: el pozo de potencial y el oscilador armónico. Y usando una com-plejísima jerga matemática llamada electrodinámica cuántica se pretende explicar las propiedades del vacío, concibiendo el espacio no como un continuo sino como un discreto. Físicos como Stephen Haw-king pretenden hacernos creer que la mínima unidad cuantificada de espacio-tiempo se comporta como un oscilador armónico, pero no por que lo crean, sino porque es de las pocas cosas que matemáticamente se pueden lidiar. También hay otro dato importante. Como podemos ver en la ecuación de Schrödinger, la física se escribe en números complejos, aquellos

que cumplen que su cuadrado es un número nega-tivo. Tales números no existen en la realidad, pero usados aparentemente simplifican mucho los cálcu-los. Por ejemplo, en teoría de circuitos se suele usar un número complejo para englobar la reactiva y la inductiva de un circuito en una única expresión defi-nida por el principio de Kirchhoff . Sin embargo esta aproximación es errónea y no describe con precisión el fenómeno eléctrico.

La ecuación de Schrödinger no sirve para describir analíticamente, el estado o la naturaleza de la mate-ria.

Una física incompletaLo cierto es que el electromagnetismo es un fenóme-no complejísimo, y en contra de lo que afirman los

libros de texto, se trata de un tema para nada resuel-to por la ciencia. Las ecuaciones de Maxwell fueron simplificadas enormemente por Oliver Heaviside, con la noble y razonable intención de que los jóvenes ingenieros pudieran introducirse rápida y fácilmen-te en las leyes de inducción descubiertas pocos años antes, pero fue finalmente Hendrik Lorentz el que las redujo a algo incompleto e incoherente.

Allí es donde los físicos nos quedamos solos a la hora de pretender explicar conceptos tan complejos, e intentamos hacernos entender de todas las formas posibles.

El ingeniero Juan Ortigosa García es el director de la empresa Ortronic, que suministra un aparato que demuestra que las leyes del electromagnetismo son erróneas. La potencia útil de un generador depende de un factor Q que es el cociente entre la inductancia y la resistencia del sistema. El gran problema de este sistema —y que no deja de ser el que se explica cada día en miles de universidades— es que el motor per-fecto es aquel que no puede realizar ningún trabajo, lo cual es completamente absurdo.

A todo esto se ha llegado por muchos motivos; por una física reduccionista y por intentar explicar con números complejos y con vectores algo que se esca-pa de nuestra concepción limitada, ya que esta for-ma matemática de tratarlo no describe el fenómeno electromagnético con precisión. Y a todo esto esta-mos hablando de electromagnetismo convencional, de reactiva e inductiva. Faltaría un término que com-plica, y mucho, el fenómeno, pero que termina de explicarlo: la energía escalar. Y es esta y no otra, en la forma conocida comúnmen-te como la energía de punto cero, la que será la clave de la próxima revolución que va a protagonizar el ser humano el día en que —esperemos— esté prepara-do para ello.

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Un mero detalle: la energía de punto cero

Volvamos a nuestro sistema piedra-pozo. La natu-raleza siempre tiende al estado de mínima energía, y por tanto en un sistema así, la piedra residiría en el fondo del pozo. Sin embargo, podemos ver en el gráfico que el primer nivel energético a diferencia de la piedra es diferente de cero. Y lo mismo pasa con cualquier sistema cuántico; el primer nivel de ener-gía es siempre diferente de cero. Este hecho, en el cual no nos extenderemos, es necesario para poder explicar, por ejemplo, cómo funciona el láser, ya que el primer fotón emitido responde a lo que se llama emisión espontánea, que no es otra cosa que una energía emitida por acoplamiento con el vacío cuán-tico (es decir, con el éter).

Otro interesante efecto es el conocido por efecto Casimir, que su descubridor no tomó en excesiva consideración en su momento. Se trata de la atrac-ción que se produce entre dos placas muy juntas por efecto de la formación de una onda estacionaria en el interior, una energía que —aunque prácticamente insignificante— debe necesariamente provenir del vacío.

La física insiste en que los fenómenos de energía de punto cero como el efecto Casimir no pueden consti-tuir en modo alguno una fuente observable de emi-sión de dosis importantes de energía, y los califica

de propiedades meramente anecdóticas1. Pues bien, hay que decirlo alto y claro: están completamente equivocados.

Bien... vamos a especular¿Qué puede ser el éter? Como diría Thomas Hen-ry Moray, un mar de energía en el que flotamos (así se titula su libro). Sin embargo, no lo notamos. ¿Por qué? Bueno, ¿es que acaso notamos la presión atmosférica? Tampoco los peces en el fondo del mar notan la presión. Y si miles de manos me tiran con la misma fuerza en todas y cada una de las direcciones del espacio, el resultado es que no me muevo. Sin embargo, la fuerza de sus manos está allí, y necesa-riamente tienen un efecto en mi persona.

Mi opinión, es que la energía etérica es un mar de energía que habita en una dimensión superior, la cuarta. Pero para nosotros pobres seres humanos habitantes de la tercera dimensión, necesitamos pro-vocar el universo para que todas estas fuerzas se anu-len en una determinada dirección del espacio. Una forma de verlo es con el experimento Casimir, for-zando el universo de manera que las energías etéri-cas que fluyen de izquierda a derecha se manifiesten

1.-Para muestra, véase este artículo: http://www.calphysics.org/zpe.html. Y para muestra de lo contrario, este otro: http://www.panacea-bocaf.org/zeropintenergy.htm.

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menos que las que fluyen de arriba a abajo. He aquí una anisotropía, algo que rompe u ordena la simetría del espacio, y que es muy difícil de conseguir.

Los mal llamados sistemas de energía libre (proba-blemente el término peor acuñado en la historia de la ciencia) aseguran crear las condiciones para poder capturar esta energía etérica, en situaciones de no equilibrio termodinámico, o de rotura de simetría como el efecto Casimir. Como este tema se volvería demasiado complejo, vamos a encontrar pistas en otro campo.

Entra en juego la vidaLa vida parece poner en jaque nuestra concepción de la energía. Nuestro cuerpo es capaz de mantener una temperatura constante de 37 grados, generar un billón de células cada día, mantener una homeostasis perfecta, bombear un montón de litros de sangre... Y eso, que podemos aguantar hasta 40 días sin comer. Entonces, ¿ de donde proviene tal cantidad de ener-gía? ¿ De la simple combustión interna de los alimen-tos que ingerimos? ¿Del complejo ciclo de Krebs o del A.T.P?

La vida parece poner en jaque nuestra concepción de la energía.

Un simple balance energético nos hace ver que esto no puede ser así, porque la vida no se puede explicar con nuestras limitadas leyes del electromagnetismo y la bioquímica convencionales. Esa es la triste rea-lidad que la ciencia no quiere aceptar, porque vive atrapada en sus dogmas. Y es en la concepción de la energía propia de la vida, donde esto se ve más claro. Por ejemplo, hay cada vez más personas que claman vivir sin necesidad de ingerir alimento alguno. La polémica película Vivir de la luz nos hablaba de esto, entrevistando a famosos respiracionistas como Jas-muheen. Con esto no pretendo decir que los ciclos energéticos del cuerpo no sean ciertos, sino que sim-plemente no pueden explicar de qué modo los seres vivos obtienen tales cantidades de energía y, menos aún, las particularidades propias que tiene la vida.

Por tanto, todo parece indicar que la idea provenien-te de la medicina tradicional ayurvédica de que los seres vivos se alimentan de una energía vital llamada prana— y que por tanto solo una parte procede del alimento— adquiere todo el sentido y conecta plena-mente con nuestra idea del éter.

Según Tom Bearden, la cantidad de energía de pun-to cero presente en un cubo de 1 cm3 es de 10127

Julios /cm3, lo cual es 60 órdenes de magnitud mayor que toda la energía de todas las estrellas y galaxias

juntas del universo. Una fuente inagotable, sin duda. ¿Puede ser la vida una máquina inteligente capaz de extraer energía de punto cero? Los escépticos esta-rán con las espadas en todo lo alto por la violación de la famosa segundo principio (¡que no ley!) de la termodinámica. Pero no... nada de esto, por sorpren-dente que parezca, viola tal principio, como veremos en un próximo artículo.

La energía etérica está allí fuera, esperando encon-trar la forma quimérica de extraerla. Y la manera de hacerlo es la que ha sido negada, vilipendiada, des-preciada, o simplemente ignorada por parte de toda la historia de la ingeniería: los sistemas implosivos. Creen las condiciones adecuadas en un punto del universo y la energía etérica del mismo se manifes-tará como un fenómeno implosivo, más allá de los límites donde se aplica la conocida segunda ley de la termodinámica.

De esto hablaremos en un próximo artículo.

© Artur Sala [email protected] en Ciencias Físicas por la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador indepen-diente

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Ancient Mysteries Explained

www.ancient-mysteries-explained.comLa web del investigador Jan Peter de Jong

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Diez hechos que contradicen la teoría de la pirámide-tumba

Scott Creighton

Desde hace ya muchas décadas circulan cier-tas propuestas —que podríamos adscribir a la arqueología alternativa o a la llamada pi-ramidología— que afirman que las pirámides del antiguo Egipto no fueron ideadas original-mente para albergar los restos mortales de los faraones sino que tuvieron otras funcio-nes. La egiptología académica nunca ha nega-do que existieran esas otras funciones ligadas a aspectos rituales o religiosos, pero de nin-gún modo se cuestiona la misión funeraria de estos monumentos, a pesar de que práctica-mente no se han encontrado momias de mo-narcas en su interior, hecho que se atribuye en gran medida a los saqueadores de tumbas.

Precisamente, muchos autores del ámbi-to alternativo han cargado las tintas en esta ausencia de restos claramente identificados como momias de faraones —aunque sí acep-tan que existieran enterramientos intrusivos posteriores— como ejemplo evidente de falta

de pruebas. Además, no suelen dejar de men-cionar algunos episodios paradójicos como el hallazgo en la pirámide de Sejemjet de una cámara (supuestamente) funeraria con un sarcófago intacto que luego resultó estar va-cío.

El investigador británico Scott Creighton da una vuelta de tuerca a esta polémica, y de-jando completamente de lado esta ausencia de momias, propone en este artículo hasta diez hechos que podrían poner en entredicho la teoría de la pirámide como tumba, por lo menos en las pirámides de gran tamaño del Imperio Antiguo. Creighton, si bien no niega categóricamente que las pirámides pudieran haber sido construidas en función funeraria, considera que —a la vista de los argumentos expuestos— la interpretación bien estable-cida de la egiptología está más próxima a la pura especulación que a los hechos demos-trados.

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Durante prácticamente 200 años, las pirámides de Egipto han sido consideradas por los egiptó-logos como las tumbas de los reyes y reinas del

Antiguo Egipto y como instrumento de renacimiento —sólo para el rey— que permitiría la transfiguración del alma en un Akh (un ser real de luz), con el cual pudiera pasar a través del Duat (el Inframundo) con la esperanza de alcanzar el tranquilo y eterno más allá entre los dioses. La idea de que tales estructu-ras se concibieron y construyeron como tumbas está tan extendida en nuestra moderna mentalidad que muchos han llegado a aceptar la idea no ya como una teoría sino como un hecho real.

Así pues, ¿por qué se debería plantear la necesidad de cuestionar lo que muchos consideran un hecho? Lo primero que hay que decir es que las pruebas que apoyan la teoría de la tumba son en reali-dad circunstanciales; no hay ningún tipo de evidencia directa que corrobore la teoría de la pirámide como tumba. Tampoco hay ningún texto egipcio antiguo que nos diga por qué los antiguos egipcios concibieron y constru-yeron sus pirámides. No obstante, incluso en ausencia de pruebas directas, la Egiptología ha elaborado una firme concepción basada en las pruebas circunstanciales que ha descubierto en apoyo de la teoría de la pirámide-tumba. Pero, ¿has-ta qué punto es sólida esta concepción? ¿Qué podría arrojar dudas sobre la interpretación que han hecho los egiptólogos de las pruebas que les han llevado a concluir que todas las pirámides del Antiguo Egipto fueron ideadas y construidas como tumbas?

Este artículo presentará diez hechos que, si bien no desaprueban de modo concluyente la teoría de la tumba, plantean algunas cuestiones incisivas sobre la veracidad de la teoría de la pirámide-tumba. Estos hechos, que no se presentan en un orden particular, se derivan de diversas fuentes físicas, logísticas, prác-ticas, funcionales y míticas. Algunos hechos pueden ajustarse a más de una categoría, pero se han situado en la categoría más apropiada en función del argu-mento específico expresado en cada caso. También se asume que cada uno de ellos es coherente con la cultura y creencias de los antiguos egipcios, de acuer-

do con la información que tenemos disponible, apar-te del recurso a la simple lógica y al sentido común, que es la última comprobación de cualquier teoría. Sin embargo, cabe señalar que de ninguna mane-ra estos diez hechos son exhaustivos y que existen otros muchos elementos que también arrojan dudas o contradicen la teoría de la pirámide-tumba que no han sido presentados aquí.

LOS DIEZ HECHOS

1.- El tamaño de las pirámides

Las primeras pirámides construidas por los antiguos egipcios estaban entre las mayores pirámides eri-gidas en los 3.000 años de su historia. De hecho, la

gran Pirámide de Khufu, cuya construcción se sitúa hacia el 2500 a. C., fue la estructura artificial más alta hasta la construcción de la torre Eiffel en 1889. La cuestión que surge aquí es por qué los antiguos egipcios de repente deja-ron de construir las relati-vamente bajas tumbas de mastaba hechas con ladri-llo de adobe para levan-tar auténticas estructuras monumentales de piedra.

Los egiptólogos apuntan a lo que se percibe como una evolución de la mas-taba a la pirámide, pero

no consiguen explicar adecuadamente por qué tal transición se consideró necesaria; esto es, ¿por qué recurrir de pronto a las pirámides cuando el simple túmulo, la mastaba, la tumba de pozo y la tumba excavada en la roca habían sido la tradición fune-raria de los antiguos egipcios durante cientos, sino miles, de años? ¿Por qué de repente el rey requirió una escalera (una gran pirámide escalonada) sobre la cual ascender a los dioses? ¿Por qué el rey quiso escalar una pirámide de lados suaves que supuesta-mente imitaba los rayos del sol para alcanzar el cielo cuando tal artilugio no había sido necesario antes de la llegada de las pirámides? Esta repentina necesidad de una estructura tan alta para ayudar al alma del rey a ascender al cielo es aun más incomprensible, pues-to que el ba (una parte del alma) del rey tenía alas y podía volar realmente hacia el cielo por sí misma.

Algunos comentaristas han argüido que la pirámide era imponente a fin de reflejar la grandeza del faraón

Los egiptólogos apuntan a lo que se percibe como una evolución de la mas-taba a la pirámide, pero

no consiguen explicar ade-cuadamente por qué tal transición se consideró

necesaria

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o incluso para satifacer su ego. Esto es algo improba-ble, ya que no se ha hallado ni una sola inscripción oficial con el nombre del rey dentro de las primeras enormes pirámides, ni una. Tampoco se han encon-trado estatuas de ningún rey dentro de las pirámides. Sería razonable esperar que, de haber sido construi-

das para satisfacer la vanidad de los reyes, encontrá-semos sus nombres escritos por todas partes junto con una preponderante presencia de grandes esta-tuas con la efigie del faraón, pero no es así. En lo que se refiere al ego, estos monumentos permanecen frustrantemente silenciosos.

Otros comentaristas han sugerido que la pirámide evolucionó de la mastaba para proporcionar una mayor seguridad frente a los ladrones. Pero dado que las pirámides fueron construidas por personas que sabían cortar, mover y apilar enormes bloques de piedra desde una cantera, no se le habría esca-pado al faraón que esas mismas personas podrían hacer el proceso inverso. Ciertamente, las pirámi-des —si fueron verdaderamente tumbas de reyes— habrían tenido guardianes y un culto sacerdotal que las protegiese del saqueo, pero con frecuencia esa misma gente era la que más temía el faraón.

Dada la importancia en la antigua religión egipcia de preservar los restos del rey de profanadores y ladro-nes de tumbas, construir una tumba del tamaño de una gigantesca pirámide solo habría servido para hacer de baliza a muchos kilómetros a la redonda, exponiendo la precisa localización de la tumba. Esta situación parece de lo más desconcertante puesto que sabemos que Khufu entendía el principio básico para proteger una tumba de forma segura y perma-nente: basta no señalar la localización de la tumba. Esto es lo que hizo al enterrar a su propia madre,

Hetepheres I, en una tumba de pozo no marcada de unos 30 metros de profundidad. Esta tumba sólo pudo ser descubierta a causa de un accidente for-tuito en 1925, habiendo estado oculta durante casi 4.500 años. Esto aviva la pregunta de que si Khufu conocía los medios para asegurar una tumba perma-nente con el uso de una tumba de pozo no señalada, ¿por qué entonces construyó para él mismo la tumba más visible que el mundo había visto?

2.- La forma de las pirámides

Sin excepción, la superestructura de las tumbas de mastaba en el antiguo Egipto fue siempre de for-ma rectagular, una tradición que se remontaba a los tiempos más remotos de Egipto. Curiosamente, empero, casi sin excepción las pirámides del antiguo Egipto eran cuadradas. Sólo hay dos excepciones: la pirámide de Menkaure, que es ligeramente rectan-gular, así como la pirámide escalonada de Djoser en Saqqara. No obstante, sabemos que la pirámide escalonada se construyó inicialmente como un cuad-rado y que luego fue rectificada.

¿Por qué los antiguos egipcios abandonaron súbita-mente la tradición de tumbas de estructura rectan-gular —mastabas— en favor de superestructuras cuadradas —pirámides— y por qué luego volvieron a construir mastabas rectangulares para sus enterram-ientos? ¿Es quizás porque el rectángulo expresaba mejor el antiguo concepto egipcio de dualidad (dos cuadrados forman un rectángulo), que a su vez se asocia con el ciclo de la muerte y el renacimiento? En suma, la forma de la pirámide contradice la anti-gua tradición egipcia de enterramiento rectangular. Esto sugiere que, si la forma se deriva de la función, entonces la forma de la pirámide cumplía una función diferente de la que tenía la mastaba.

3.- Pirámides provinciales y cenotafios

Las llamadas pirámides provinciales son un conjun-to de siete pequeñas pirámides escalonadas situa-das a lo largo de la orilla del Nilo, en la mayor parte de su longitud. Estas pequeñas pirámides no tienen cámaras interiores ni exteriores de ningún tipo, ni poseen estructuras anexas como capillas, templos o calzadas. Las pirámides provinciales representan un completo misterio para los egiptólogos, pero si una cosa es totalmente cierta —y los egiptólogos lo admiten— es que no fueron construidas para la función funeraria. Similares a estas pirámides ten-emos las pirámides que los egiptólogos opinan que no fueron erigidas como tumbas reales, sino como cenotafios o “falsas tumbas”. Estos cenotafios se muestran idénticos en cualquier aspecto a las otras pirámides que los egiptólogos sí califican de tumbas,

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La supuesta tumba (que fue hallada vacía) de la Gran Pirámide

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excepto por el hecho de no se destinaron a enterram-iento, sino que se construyeron como meras tumbas simbólicas. Al igual que en las otras pirámides que los egiptólogos consideran tumbas, en ninguna falsa tumba se ha encontrado nunca un cuerpo de faraón o un ajuar funerario.

4.- Múltiples Pirámides

En relación con el tema de los cenotafios, tenemos las pirámides construidas por Sneferu, cuatro en total (incluyendo la pequeña pirámide provincial en Sei-la). ¿Por qué un rey precisaría de cuatro pirámides, tres de las cuales eran auténticamente colosales? La visión convencional asume que Sneferu desea-ba construir una verdadera pirámide, esto es, una pirámide de lados inclinados en contraste con las anteriores pirámides escalonadas. Esta suposición se basa en el simple hecho de que Sneferu no real-izó más pirámides después de la primera pirámide verdadera, la Pirámide Roja de Dashur. Pero nunca sabremos si Sneferu hubiera seguido construyendo pirámides puesto que murió poco después de com-pletarse la Pirámide Roja.

Y luego está el hecho de que el primer fracaso de Sneferu, la pirámide de Meidum, fue luego conver-tida en una auténtica pirámide. Por tanto, ¿por qué necesitó la Pirámide Roja, cuando pudo haber com-pletado la pirámide de Meidum como una verdadera pirámide desde el principio? De hecho, después de la pirámide de Meidum, Sneferu abordó un segun-do fracaso conocido como la Pirámide Inclinada. Después de construir dos tercios de la pirámide, se hizo evidente que su ángulo de inclinación era dema-siado agudo y se tuvo que suavizar a fin de poderla completar con seguridad. Esto resultó en la famosa carena en la parte alta de la pirámide.

Pero he aquí la cuestión: si Sneferu hubiera deseado una verdadera pirámide desde el inicio, como insist-en los egiptólogos, entonces la Pirámide Inclinada no iba a satisfacer sus deseos. ¿Por qué entonces con-tinuar esta pirámide imperfecta e indeseable, más allá de su fracaso? Sneferu simplemente pudo haber parado la construcción, desmontado la pirámide y utilizado la piedra para arrancar un nuevo intento de pirámide perfecta (suponiendo que ese fuera su propósito), y pudo haber actuado así en la seguridad de que ya tenía una pirámide-tumba en Meidum, en el caso de que muriese prematuramente y no pud-iese completar su misión.

Que Sneferu acabase la Pirámide Inclinada más allá de su punto de fracaso sugiere que la construcción de una verdadera pirámide no era probablemente

su único objetivo, sino que también deseaba eri-gir tantas pirámides como fuera posible durante su vida, aunque unas fueran mejores que otras. Todo ello plantea la pregunta obvia: ¿por qué un rey del Antiguo Egipto necesitaba tres o cuatro pirámides? Si asumimos que una de esas estructuras estaba des-tinada a ser su tumba, ¿por qué el faraón requeriría dos o tres tumbas de reserva? ¿Hay algo más fun-damental que no estamos comprendiendo sobre la naturaleza y función de estas estructuras, dado que

tantas pirámides fueron construidas por un solo rey egipcio?

5.- Cámaras anónimas y sarcófagos sin nombre

Según la egiptología académica, relativamente pocas mastabas (o los sarcófagos allí contenidos) del Imper-io Antiguo estaban decoradas o inscritas. Si bien esta observación es cierta en general, no parece haber sido el caso de la familia de Khufu, donde encon-tramos inscripciones en los sarcófagos y mastabas de varios de sus hijos. Esto plantea una interesante cuestión: ¿por qué la pirámide-tumba de Khufu está exenta de tales inscripciones oficiales cuando está claro que era “tradición familiar” poner el nombre del fallecido en la tumba o sobre el sarcófago?El hijo mayor de Khufu, Kawab, murió bastante joven y ciertamente antes de Khufu. Encontramos que tan-to su tumba como su mastaba están inscritas. He aquí una inscripción sobre su sarcófago:

…sacerdote de Selket, Kawab… el hijo del rey de su cuerpo, Kawab… el hijo mayor del rey, oficiante de Anubis, Kawab.

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Pirámide de Sneferu en Meidum

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Del mismo modo, el sarcófago de la hija de Khufu, Meresankh II, también incluye inscripciones con su nombre:

La hija del rey de su cuerpo, Meresankh

Igualmente, en el sarcófago y en cuatro nichos de la mastaba de Minkhaf I, otro hijo de Khufu, hallamos inscripciones que incluyen su nombre y títulos. Vemos aquí claramente un patrón de ritos funerarios en los hijos de Khufu, uno de los cuales al menos murió antes que el propio Khufu. Parece que era costumbre en aquella época realizar inscripciones jeroglíficas —que incluían el nombre y título del fallecido— dentro de la mastaba y sobre el propio sarcófago. A la luz de esa evidencia, parece algo peculiar que no se haya encontrado ni una sola inscripción oficial de los falle-cidos (nombres o títulos) en las grandes pirámides de ese tiempo, incluyendo la de Khufu.

Los antiguos egipcios creían que el alma de una per-sona estaba compuesta de nueve aspectos o compo-nentes diferentes. Si bien todos los aspectos del alma era importantes e interactuaban entre ellos, los más destacados eran el ka (la fuerza vital), el ba (la per-sonalidad del individuo) y el ren (el nombre del indi-viduo). Dado que la vida en el más allá en este peri-odo de la historia egipcia estaba reservada sólo para el rey y que conocemos la relación simbólica entre el ba y el ren, de algún modo parece extraño que —a diferencia de algunas mastabas de aquel tiempo (incluyendo las de los hijos de Khufu, como ya se ha mencionado antes)— no encontremos inscripciones jeroglíficas oficiales de los nombres de los faraones reinantes o sus títulos en ninguna de las primeras

enormes pirámides que supuestamente fueron con-struidas como tumbas eternas para esos faraones.

Mientras que el ka siempre permanecía con el cuer-po del fallecido en la tumba, se creía que el ba vola-ba lejos cada día y retornaba a la tumba cada noche, siempre que, naturalmente, pudiera encontrar su correcta tumba y momia. Si el ba no conseguía volv-er al rey fallecido por cualquier razón, entonces su alma sería condenada al eterno olvido y su dicho-so más allá acabaría. Para ayudar al ba a encontrar la tumba/momia correcta, y en consonancia con el antiguo axioma egipcio “vive aquel cuyo nombre es dicho”, el nombre del muerto se había de escribir sobre las paredes de su tumba y/o sobre el sarcófa-go, lo que daba al nombre permanencia, lo convertía en palabras vivientes. De hecho, se creía que borrar el nombre de una persona, incluso el del rey, conde-naría al alma del fallecido al eterno olvido.

Así pues, en completa ausencia de tales identifica-dores inscritos en las cámaras funerarias de esas pirámides para ayudar al ba del faraón a localizar su tumba y momia, es razonable preguntarnos si las primeras grandes pirámides pudieron haber servido de tumbas eficaces para los reyes de aquel periodo o bien si podrían haber sido ideadas y construidas para cumplir otra función.

6.- Plan unificado predeterminado

El saber convencional afirma que cada pirámide del antiguo Egipto fue diseñada como una entidad sin-gular; un complejo funerario real que tenía poca

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consideración por lo que había antes y por lo que vendría después. O sea, no había ningún gran plan preconcebido y unificado para ninguna de las prin-cipales pirámides. De admitir que tal cosa existió, supondría un considerable golpe para la teoría de la pirámide-tumba y por tanto se entiende perfecta-mente por qué la Egiptología se resiste a estos con-ceptos. Sin embargo, la prueba de que hubo plan-ificación preconcebida y unificada de las pirámides es muy convincente. Las tres grandes pirámides de Guiza son un ejemplo de esto. Se puede demostrar que las proporciones relativas de estas pirámides provienen de la posición de las estrellas del cinturón de Orión1.

Lo que resulta significativo sobre el método de diseño de las principales pirámides de Guiza es que requiere que la menor de ellas (la atribuida a Men-kaure, también denominada G3) fuera diseñada en primer lugar de modo que pudieran determinarse las proporciones de las otras dos pirámides. En otras palabras, el diseño es inverso a la construcción y por tanto constituye un diseño unificado y preconcebido que incluye los dos conjuntos de pequeñas pirámides satélites conocidas como las pirámides de las reinas.

El hecho de que las proporciones relativas de las pirámides de Guiza se deriven del sistema de estrel-las de Orión ha sido calificado por algunos de “mera coincidencia”. Esto es altamente improbable. La con-stelación de Orión, que los egipcios conocían con el nombre de Sah, era la personificación estelar del dios Osiris, dios del renacimiento y regeneración. En 1994, Robert Bauval, en su libro El misterio de Orión demostró que las pirámides de Guiza presentan en su disposición una correlación casi perfecta con las estrellas del cinturón de Orión. Las probabilidades de que tal coincidencia ocurra por azar son de 280 tril-lones contra una.

Aceptando este plan precncebido, es razonable asumir que su creación pudo haber sid plasmada muy rápidamente, en un día incluso, tal vez dibuja-do sobre una hoja de papiro. Dado que los antiguos faraones egipcios no planificaban las tumbas de sus hios o niets, ello supone un notable obstáculo a la visión convenconal de que estas estructuras fueron construídas como tumbas. Y puesto que este plan requería alrededor de 80 años para implementarse

1.- Puede observarse tal disposición en: http://www.scottcreighton.co.uk/Flash/giza-orion-blueprint/GSF-G2-Reloc.html.

si hubiesen sido ideadas como tumbas, ¿de qué for-ma el creador de ese plan unificado y preconcebido podría saber que en 80 años Menkaure sólo pre-cisaría de tres pirámides de reinas? ¿Cómo podría saber que Khafre no necesitaría ninguna pirámide de reina a pesar de que tuvo cinco esposas conocidas? La simple verdad de este asunto es que el creador del plan unificado y preconcebido de Guiza no pudo haber conocido el futuro y no pudo haber diseñado esas pirámides como tumbas de reyes y reinas. Así pues, las estructuras tuvieron que haber servido a otra finalidad.

7.- Seguridad de la pirámide

En el interior de la gran pirámide de Khufu observa-mos una serie de hechos curiosos que nos permiten

cuestionar hasta qué punto habría sido segura tal estructura a la hora de desviar la atención no desea-da. Como ya se ha mencionado, el puro tamaño físico de las primeras pirámides habría atraído la atención de personas mezquinas en kilómetros a la redonda. Cuando estos indeseables llegasen hasta la misma pirámide, parece que los arquitectos, lejos de hacer imposible su profanación, diseñaran la estructura de tal manera que pudiese ser asaltada, cosa que no aprobaría precisamente un rey deseoso de alcanzar el más allá entre los dioses.

a) Los corredores de prueba

Ligeramente al este de la Gran Pirámide de Guiza existe una serie de corredores excavados en la roca que se adentran bajo el suelo. La disposición de estos

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“Como es arriba así es abajo”. Correlación de la constelación de Orión con las piramides de Gizeh

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corredores de prueba replica casi exactamente (a pequeña escala) la disposición interna del sistema de los corredores interiores de la Gran Pirámide en el terreno, incluyendo el corredor ascendente. En efec-to, los corredores de prueba sirvieron de plano del interior de la Gran Pirámide, mostrando el acceso a las más importantes cámaras superiores.

b) El corredor descendente

La entrada original a la Gran Pirámide era a través de un bloque de piedra en un lado de la pirámide, que al pivotar abriría paso al largo corredor descenden-

te, sin bloquear. Para cualquiera que entrase, este estrecho pasadizo le llevaría directamente a la cáma-ra subterránea. A mitad de camino se encuentra la intersección que conduce al corredor ascendente y seguidamente a la Gran Galería, la Antecámara y lue-go la Cámara del Rey. Hemos de preguntarnos por qué razón este corredor descendente debía estar desbloqueado. Cuando consideramos que Khufu rellenó el pozo de la tumba subterránea de su madre con roca y cemento, ¿por qué no se hizo esto con la tumba del faraón? Es simplemente inconcebible que Khufu hubiera permitido un acceso tan fácil.

c) El corredor ascendente, los tapones de granito y la piedra prismática La entrada al corredor ascendente estuvo bloquea-da por una piedra conocida como la piedra prismá-tica (ahora ya desaparecida). Dado el peso estimado de tal piedra, la manipulación de ésta dentro de los estrechos confines del sistema de corredores hubie-ra sido virtualmente imposible. Esto ha llevado a algunos a argumentar que esta piedra tuvo que ser colocada durante la construcción de la pirámide, al igual que el bloque a la entrada del corredor descen-dente. Se ha calculado que la apertura habría tenido unos 45 cm., haciendo así extremadamente difícil el paso de ninguna momia ni cortejo funerario hacia las cámaras superiores.

También se cree que la piedra prismática fue colo-cada allí para camuflar los bloques de granito que

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Los “canales de ventilación” de la Gran Pirámide están perfectamente orientados

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aparentemente fueron deslizados en el corredor ascendente (desde su supuesta ubicación en la Gran Galería) después de que el cortejo funerario hubie-se salido a duras penas a través de la piedra prismá-tica. Tenemos que preguntarnos ahora por qué los constructores de la gran pirámide simplemente no cerraron el pasaje ascendente con grandes bloques de caliza, haciéndolas así menos visibles en un entor-no de piedra caliza. Sobre este asunto, uno de los primeros exploradores de la pirámide, Piazzi Smyth escribe:

Aquí, por tanto, en una específica intención de situar algo oculto, había una señal secreta en el pavimento de la entrada-pasadizo, sólo aprecia-ble para un ojo atento.

¿Por qué los constructores crearían tal señal secre-ta para indicar la entrada al corredor ascendente? ¿Para qué dejarían tales pistas que ayudaban al des-cubrimiento del sistema de corredores? Como tum-ba de Khufu, resulta inconcebible que estas pistas se hubiesen dispuesto allí.

d) Los tapones de granito

Bloqueando el acceso inferior al corredor ascenden-te hay tres tapones de granito, con un peso estima-do de 5 toneladas. La opinión tradicional afirma que estos bloques habrían estado guardados en la Gran Galería y luego desplazados hacia el corredor ascen-dente después de que el cuerpo de Khufu hubiera sido depositado en la Cámara del Rey. Los obreros

que liberaron el mecanismo tenían que haber ganado una salida a través de algún tipo de pasadizo secre-to (actualmente se cree que sería el llamado canal del pozo) que llevaría de la Gran Galería al corre-dor descendente. Desde luego, tal acceso supera e inutiliza los tapones de granito que se supone que aseguraban la tumba. Como ya se ha mencionado, la entrada a la pirámide se pudo haber protegido sim-plemente bloqueando el corredor descendente con rocas y mortero de la misma manera en que Khufu selló la tumba de su madre en Guiza.

En palabras del Dr. Philip Femano2:

…no resulta claro por qué los constructores simple-mente no sellaron la pirámide en su entrada principal

en la cara norte, deslizando tapones desde fuera de la pirámide en el segmento inicial del corredor descend-ente, coronando los tapones con una piedra de reves-timiento y disuadiendo a cualquiera de entrar en la pirámide ya desde el primer acceso.

e) La Antecámara y el rastrillo

Habiendo descubierto el sistema superior de corre-dores (si no por otros medios, ciertamente sí por las pistas dejadas por los constructores), la labor de los intrusos se centraría pues en los bloques de grani-to que bloqueaban el corredor, suponiendo que no

2.- http://www.egyptological.com/2011/09/the-granite-plugs-of-the-greatpyramid-5415/comment-page-1#comment-965

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Plano del interior de la Gran Pirámide

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hubiesen descubierto la salida secreta usada por los obreros. Aun siendo difícil, no hubiese un problema irresoluble para unas personas que podían manejar bloques de entre 5 y 70 toneladas y luego colocar-los en su lugar para construir una pirámide. Si podían hacer esto, es razonable pensar que podían realizar el proceso inverso.

Una vez en la Gran Galería, la única medida de segu-ridad que protegía la Cámara del Rey eran tres blo-ques de granito dispuestos a modo de rastrillo en la Antecámara. Pero, una vez más, como si prestaran ayuda a los intrusos, estas losas hubieran ofrecido poca resistencia dado que los constructores habían dejado en el lugar un cuarto bloque de granito cono-cido como la hoja de granito. Esta piedra podía haber sido empleada fácilmente como contrapeso para ele-var cada una de las tres losas de rastrillo, permitiendo el libre acceso a la Cámara del Rey. Con la eliminación de esta hoja de granito se hubiese hecho muy difícil (aunque no imposible) para cualquier intruso elevar las losas de rastrillo. Y sin embargo, el contrapeso estaba allí, y hemos de preguntarnos el porqué.

En suma, tenemos un mapa del sistema de corre-dores interiores de la gran pirámide en el exterior de la pirámide. Tenemos un fácil acceso al corredor descendente, que nunca fue bloqueado. Tenemos el empalme al pasaje ascendente marcado en el sue-lo del corredor descendente. Y tenemos una hoja de granito que facilita la elevación de las losas de rastril-lo que eran la barrera final a la Cámara del Rey. Visto todo esto, uno debe concluir que la Gran Pirámide y su cámara funeraria, aunque era razonablemente segura, en modo alguno era tan estrictamente segu-ra como los constructores podían haberla hecho.

8.- Enterramientos intrusivos

Los enterramientos intrusivos tuvieron una larga tradición en el antiguo Egipto. Dos de estos enter-ramientos se descubrieron en Guiza, en la pirámide de Menkaure y en la pirámide de una de sus reinas. Cabe preguntarse: ¿Por qué se permitían tales enter-ramientos? Los enterramientos intrusivos implicaban que el enterramiento original era retirado para per-mitir el nuevo enterramiento.

Si bien estos dos actos podían haber estado sepa-rados por un largo periodo de tiempo, sin ninguna relación entre ambos, fue costumbre en el antiguo Egipto colocar una estatua del ka dentro de la tumba para hacer las funciones de la momia real en caso de que el cuerpo del Rey fuese profanado o destru-ido por saquadores. De este modo, el más allá del faraón entre los dioses estaría asegurado. Esta creen-cia religiosa, y el hecho de que no se encontró ningún

enterramiento original —y que tampoco hubo prob-lema por parte de nadie en utilizar la pirámide como tumba mucho más tarde— nos hace pensar que estas pirámides nunca fueron usadas realmente como tumbas en primera instancia.9.- Reinas, barcos y conductos para el alma

Puesto que el más allá en el Egipto dinástico inicial estaba reservado sólo al faraón y que la pirámide era su instrumento de ascensión, ¿por qué motivo se iban a construir pirámides para las reinas de Khufu? Como instrumentos o máquinas de transfiguración del alma en un Akh, las reinas no necesitarían tales construcciones, ya que ellas no tenían acceso al otro mundo. La misma cuestión se puede plantear sobre los fosos para los barcos que rodean algunas de la pirámides de reinas en Guiza. El faraón podría via-jar a través del Duat (inframundo) con un barco solar para alcanzar el más allá, pero no tendría sentido esto mismo para las reinas.

¿Y qué decir de los llamados conductos del alma de la Gran Pirámide? Si el alma del rey iba a atravesar esos conductos para situar su destino estelar y lue-go proyectarse en la dirección correcta hacia el cie-lo estrellado, entonces, ¿para qué iba a necesitar varios barcos desmontados, enterrados al pie de la pirámide? ¿Hay que suponer que el alma del faraón descendería del cielo, tras haber sido proyectada desde los conductos de la pirámide, para embarcar en el barco solar y navegar de vuelta a los cielos? Estas ideas académicas, de algún modo inconsist-entes y con propósitos contradictorios, precisan sin duda de una explicación más coherente.10.- El sarcófago

Una de las pruebas clave que la Egiptología enar-bola como indicador de que las primeras grandes

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Plano de la antecámara previa a la Cámara del Rey

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pirámides fueron utilizadas como tumbas de los antiguos reyes egipcios es la caja de piedra encontra-da dentro de la cámara interna de la pirámide; una caja que se asemeja notablemente a los sarcófagos encontrados en las mastabas conocidas de ese peri-odo. Si no eran sarcófagos, ¿qué otra explicación cul-tural podría haber para esas cajas de piedra?

Sin embargo, las apariencias pueden engañar. Sabe-mos, por las épocas tardías del antiguo Egipto, que durante el Festival de Khoiak los egipcios celebraban la Pasión de Osiris, su nacimiento, muerte y resur-rección. Como parte de este festival, la gente creaba ladrillos de Osiris y lechos de Osiris. Generalmente, se hacían vaciando bloques de piedra (a veces made-ra) con la forma del dios Osiris. En el espacio vaciado, ponían un poco de sedimento del Nilo, repartían algo de grano encima y finalmente añadían agua. Cuando el grano empezaba a brotar (en la forma de Osiris), esto se interpretaba como la resurrección de Osiris.

Los ladrillos y lechos de Osiris se enterraban luego en un pequeño montículo, símbolo del montículo primigenio de la Creación y también símbolo de la pirámide. Si, como los Textos de las Pirámides nos dicen: “...la pirámide es Osiris…”, esto es, el cuerpo de Osiris, entonces la colocación de un lecho de Osi-ris de tierra y grano simbolizaría el alma de Osiris, el ka o fuerza invisble que hace que brote el grano dentro del lecho. Pero si la caja de piedra de la Gran Pirámide representa el arquetipo del “lecho de Osi-

ris” para el ka del alma de Osiris, entonces sería razon-able esperar que se encontrase otro contenedor afín dentro del cuerpo de Osiris, esto es, las pirámides que contendrían el ba del alma. El ba equivale aprox-imadamente a la personalidad del individuo y el ba de Osiris era visto como un toro. Cuando Giovanni Belzoni entró por primera vez en la segunda pirámide de Guiza encontró tierra y huesos dentro de la caja pétrea. Cuando estos fueron enviados a Londres, se descubrió que en realidad eran huesos de toro, el ba de Osiris. Los lechos de Osiris se han encontrado en varias tumbas egipcias, destacando la de Tutankham-on. Simbolizaban el renacimiento de la vida y es posi-ble que su uso se remontase a tiempos muy antigu-os, antes incluso de la época de construcción de las pirámides.

También deberíamos destacar que una leyenda ára-be nos dice que cuando el califa Al-Ma’mun y sus hombres alcanzaron las cámaras superiores de la Gran Pirámide, todo lo que hallaron dentro del con-tenedor de piedra fue una sustancia oscura, parecida a la brea. Esto es precisamente en lo que se convierte la tierra y el grano después de miles de años: una sustancia oscura similar a la brea.

Así pues, es un hecho que los antiguos egipcios vertían tierra y semillas en los contenedores de pie-dra (de varios tamaños), que luego enterraban en montículos. Aquí tenemos una explicación cultural de la cajas de piedra vacías de las pirámides, y de por qué ninguna de ellas estaba inscrita con los nombres de ningún faraón egipcio, como se podía haber espe-rado. En suma, los contenedores de piedra encon-trados en las primeras grandes pirámides puede que de ningún modo fueran sarcófagos, sino más bien “lechos de Osiris”.

Conclusión

Durante prácticamente 200 años, la Egiptología académica ha insistido en que las primeras grandes pirámides fueron concebidas y construidas como el lugar de eterno descanso del faraón y su instrumen-to de ascensión al más allá. Vistos los diez hechos expuestos, es extremadamente difícil reconciliarlos con las nociones simplistas y algo románticas de los egiptólogos. Sencillamente, hay demasiadas anom-alías, demasiadas afrentas al sentido común, dema-siados hechos que no encajan en el paradigma de la tumba. Esto no niega que las pirámides pudieran haber sido usadas como tumbas; desde luego, es posible. No obstante, no parece —según los hechos presentados— que pudieran haberse concebido y construido con tal intención en mente, al menos no en el inicio de la era de construcción de pirámides.

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Representación del dios Osiris

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Esas colosales pirámides parece que fueron erigidas con otro propósito más grandioso en mente.

© Scott Creighton 2012(Traducción: Xavier Bartlett)

Scott Creighton es escritor e investiga-dor alternativo británco especialista en temas del antiguo Egipto. Es co-autor (junto con Gary Osborn) del libro “The Giza Prophecy”. Su sitio web es : www.scottcreighton.co.uk

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En la selva del estado sudamericano de Ecuador se cree que existen alrededor de unas 400 cavi-dades subterráneas, algunas de ellas protegidas

por tribus de la Amazonia, y que en su mayor parte apenas han sido exploradas por los investigadores. Entre todas ellas destaca poderosamente la Cueva de los Tayos, un lugar legendario, que fue la prime-ra en ser estudiada por numerosas expediciones de arqueólogos, exploradores y aventureros. Esta cueva está situada en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, en pleno territorio indígena shuar (tam-bién conocidos como jíbaros). Su nombre se debe a unas aves nocturnas llamadas tayos o guacharos que habitan en esas cuevas.

Según ciertos rumores que se remontan a hace déca-das, en la Cueva de los Tayos, o bien en otra de las cuevas existentes en esta zona de la selva ecuatoria-na, podría hallarse una biblioteca metálica con gra-bados e inscripciones que narrarían la historia de la

Humanidad antigua, y que obligarían a reescribir la historia de pies a cabeza. Ciertamente, esta cueva ha generado mucha controversia en algunos sentidos, al afirmarse que allí fue donde, en la década de los 60, el explorador húngaro-argentino Juan (Janos) Moricz encontró supuestamente una biblioteca metálica con el registro completo de la historia de la Humanidad grabada en láminas de oro.

La historia se remonta al año 1964 cuando Juan Moricz aseguró que en el interior de unas extensas galerías de túneles de cientos de kilómetros de largo y de origen artificial, había encontrado un fabuloso tesoro en forma de láminas metálicas (algunas de ellas de oro) grabadas con unos indescifrables sím-bolos, que él atribuía a una antiquísima civilización, de la que hasta entonces nadie tenía conocimiento, y que el propio Moricz calificó de auténtica bibliote-ca metálica. Moricz llevaba desde 1950 buscando la entrada a un supuesto mundo intraterreno de cuya

Luces y sombras de un enígma pendiente

Dentro de la cueva de los TayosEduard Pi

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Interior de la Cueva de los Tayos

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existencia estaba convencido. Esta convicción le había llevado a recorrer Argentina, Bolivia, Perú y, finalmente, Ecuador, donde entró en contacto con la etnia shuar. Moricz afirmaba que una de las entradas a ese supuesto mundo subterráneo era la conocida como Cueva de los Tayos.

Cinco años después, en 1969, Moricz y el abogado Dr. Gerardo Peña Matheus, organizaron una expedición a los Tayos con el objetivo de localizar y mostrar a la opinión pública esa llamada biblioteca metálica que, siempre según Moricz, relataría la historia de la huma-nidad de los últimos 250.000 años. Des-graciadamente, no lo consiguieron… o, al menos, eso dije-ron públicamente. Asesorado por el Dr. Peña, Moricz pro-tocolizó ante una notaría de Guaya-quil una declara-ción de fecha 21 de julio de 1969 en la que afirmaba haber descubierto en la Cueva de los Tayos “objetos preciosos de gran valor cultu-ral e histórico para la humanidad que consisten en lámi-nas de metal gra-badas con signos y escritura ideográ-fica verda-dera biblioteca metálica, que contiene la rela-ción cronológica de la historia de la humanidad.”

La noticia del descubrimiento llego a oídos del escri-tor suizo Erich Von Däniken, quien viajó a Ecuador y entró en contacto con Moricz. Este le dirigió al padre Paolo Carlo Crespi, misionero italiano de la orden salesiana y afincado en Cuenca, que al parecer había sido obsequiado por los indios shuar con láminas similares a las que Moricz había visto en su prime-ra expedición a los Tayos, hasta el punto de llegar a crear una especie de museo-almacén en las depen-dencias del patio de la Iglesia Maria Auxiliadora de Cuenca. Däniken viajó hasta allí, visitó a Crespi y pudo fotografiar la gran cantidad de placas grabadas

con los extraños símbolos que Moricz le había des-crito. El fruto de este trabajo fue recogido en su libro El oro de los dioses en el que Von Däniken cometió multitud de inexactitudes, por decirlo de una forma amable. La publicación del libro, repleto de datos cuando menos dudosos y de afirmaciones que pos-teriormente se demostraron ser falsas, provocó una controversia importante a nivel mundial que hizo que el autor suizo (y con él buena parte de toda esta historia) cayera en el descrédito, siendo acusado por sus detractores de mentiroso. La obra, sin embargo, atrajo la atención del ingenie-

ro escoces de nombre Stanley Hall, con apoyo del gobierno británico y tras rechazar las con-diciones que Moricz le puso para encabezarla, organizó en 1976 una expedición británico ecuatoriana en la que participaron 126 perso-nas (35 científicos exper-tos en las más variadas disciplinas) con un pre-supuesto supe-rior a los dos millo-nes de dóla-res. El presidente hono-rario de esta expedición fue Neil Amstrong, el primer hombre que pisó la Luna y cuya participa-ción atrajo a los medio de comunicación de todo el mundo. La expe-dición de Hall se desa-

rrolló durante 35 días y en ella participaron, aparte de los científicos citados, militares ecuatorianos (lógico hasta cierto punto dado el carácter de la expedición y el contexto socio-político de la época), militares ingleses y miembros de los servicios de inteligencia británica, lo cual no deja de ser sorprendente.

La conclusión a la que llegó dicha expedición fue la siguiente: “La Cueva de los Tayos no constituye un monumento arqueológico como se ha venido afir-mando sino geológico. Son formaciones milenarias cuya morfología natural no ha sido modificada por el hombre. Se puede calificar la cueva como una de las más importantes en América del Sur.” Esta declara-ción fue un auténtico jarro de agua fría para muchos.

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La Cueva de los Tayos no constituye un monumento

arqueológico como se ha ve-nido afirmando, sino geológi-co. Son formaciones milena-rias cuya morfología natural no ha sido modificada por el hombre. Se puede calificar la cueva como una de las más importantes en América del

Sur.

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Sin embargo, no tardaron en dejarse oír voces que aseguraban que todo era un montaje para encubrir el auténtico alcance de lo que se había encontrado. Y, ciertamente, hay indicios razonables de que en este asunto no se ha dicho toda la verdad. Apo-yaría esta sospecha el hecho de que de la Cueva de los Tayos fueron sacadas por los miembros de la expedición cuatro cajas de madera, cerra-da y selladas, que nadie supo exactamente qué contenían y que provocó enfrentamien-tos con los indígenas shuar.

Para añadir más leña al fuego, el espeleólogo argentino Julio Guillén Aguado —que estuvo presente en esta expe-dición y, al parecer, también en la anterior dirigida por Moricz— sostuvo en su día que la expedición de Stan-ley Hall había sido en realidad financiada por la Iglesia Mormona, dado el extraordinario parecido entre el pre-sunto descubrimiento de unas planchas metálicas (alguna de ellas, al pare-cer, de oro) con misteriosas inscripciones y dibujos y las planchas (también de oro) que recibiera el profeta Joseph Smith, de manos del ángel Moroni y que pro-piciaron la fundación de la iglesia mor-mona. Aguado, que siempre desconfió de las conclusiones oficiales a las que llegó la expedición, destacó la pertenencia de Hall a la francmasone-ría inglesa, así como el hecho de que también Neil Amstrong era masón, de lo cual dedujo el interés y la implicación de estas órdenes discretas en las investigaciones en la Cueva de los Tayos.

Nunca se supo qué hizo Juan Moricz con su descu-brimiento. Se piensa que él mismo lo escondió en

algun lugar secreto antes de morir en 1991 , pero esto no deja de ser una especulación. Otros auto-res afirman que el supuesto tesoro sería un objeti-vo secundario de todos quienes lograron entrar en

los Tayos y que lo realmente destacable de esta cueva es que se trataría de una de las

entradas a la mítica Agartha, el míti-co mundo subterráneo en donde

residirían los auténticos dueños del mundo, herederos de una

antiquísima y evolucionada civilización que, previendo

la proximidad de una cata-clismo a nivel planetario, buscaron refugio en las entrañas de la Tierra, fundando diversas ciu-dades entre las cuales destacaría Shambalah, la capital de Agartha. Mito o realidad, todo indica que Moricz sí creía en la existencia de este mundo para-lelo, al que dedicó buena parte de su vida

intentando localizar una entrada al mismo. ¿Lo

encontró finalmente en Los Tayos? Es algo que nun-

ca sabremos.

Lamentablemente para los investigadores con una menta-

lidad abierta, este episodio de los Tayos contiene muchas más sombras

que luces, con rumores, datos sin corro-borar y un aire de aventura fantástica más que

de investigación científica seria. Con todo, y pese a esta falta de evidencias, no deberíamos restar importancia al estudio de estos mundos subterrá-neos y a la posibilidad de que existiera una civiliza-ción antigua primigenia de la cual no tenemos más que referentes mitológicos.

Eduard Pi y Redacción Dogmacero

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Pasión por la aventura

Francisco Serrat y Ánge-la de Dalmau compar-ten la pasión por las leyendas y los mitos que encierra Sudamé-rica.

Él es fotógrafo y natura-lista, ella es psicóloga. Su espíritu aventurero les ha llevado a recorrer América en una cons-tante búsqueda.

“Buscamos respuestas...”

Entrevista a Francisco Serrat y Ángela de Dalmau

Perú, Ecuador, Bolivia... ¿Qué buscan Vdes. en esos viajes?

Buscamos respuestas. Sudamérica, sobre todo los pueblos de la Amazo-nía, está llena de leyendas acerca de ciudades y civilizaciones perdidas. Nos fascinan las historias que en-cuentras por doquier acerca de una supuesta red de túneles que atra-vesaría todo el continente. Cuando uno viaja por Perú, Ecuador o Bo-livia no es difícil encontrarse con relatos acerca de esos túneles, de supuestas entradas a ese mundo in-terior, de comunidades de hombres sabios que se encontrarían ocultos a la civilización, en lugares remotos de la selva o los Andes.

Lugares como ¿la Cueva de los Ta-yos?Sí, sí. Nosotros tuvimos conocimien-tos de esa cueva a través de una carta que recibió un buen amigo de Andreas Faber-Kaiser, el escri-tor y periodista que dirigió la revis-ta “Mundo Desconocido”. El había estado en esa cueva, en Ecuador, había hablado con Juan Moricz, el investigador que había estado en el interior de la Cueva de los Tayos que nosotros luego pudimos explorar.

Y deciden viajar a Los Tayos…

En efecto, en 1990 bajamos a la Cueva de los Tayos. Queríamos veri-ficar sobre el terreno la información

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Francisco Serrat en el descenso a la cueva de los Tayos

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de la que disponíamos, comprobar la existencia de la mítica biblioteca de metal de la que hablaba Erich Von Daniken en su libro El oro de los Dioses.

¿Y?

Estuvimos allí, recorrimos las galerías, verificamos la existencia de unos lugares ciertamente enigmáticos; de hecho, fotografiamos los mismos lugares que Mo-ricz y Daniken describieron.

Supongo que esta expedición debió llamar la aten-ción de los medios de comunicación de la época

En absoluto. Y no deja de sorprendernos. En julio de 1994 la revista Mas Allá publicó nuestra experiencia. ¡Y eso fue todo! Es como si nuestra información hu-biese desaparecido, siendo nosotros los únicos espa-

ñoles, que sepamos, que han estado en el interior de la Cueva de los Tayos.

En aquella época ¿cuántas personas habían entrado en la Cueva de los Tayos?

Por lo que nosotros conocíamos, en 1990 eran muy pocas: la expedición de Juan Moricz, que había es-tado en la década de los 60 y, la más señalada, la de 1976; una expedición ecuatoriano-británica en la que participaron Neil Amstrong y Stanley Hall.

Imagino que hubo muchas dificultades para conse-guir entrar en la cueva...

Desde luego. Primero llegar hasta ella, luego bajar (y volver a subir) por un pozo de unos 60 metros de caída vertical, junto con cuatro shuaras cargados con el equipo de espeleología, equipo que era la prime-ra vez que veían. Y además, naturalmente, estaba el peligro de que lloviera y entrara agua por la boca del pozo y no pudiéramos salir.

¿Y el acceso a esta cueva no está vigilado?

Estas cuevas están en territorio Shuar (jíbaro). Si alguien las guarda o custodia son ellos mismos, los shuaras. Evidentemente, nosotros tuvimos que pedir permiso y apoyo a los shuaras que habitaban el lugar para poder descender a las cuevas. No tuvimos nin-

guna oposición, contando que nuestro guía era hijo de madre shuar y padre misionero laico. Es más, todo el poblado tuvo mucha curiosidad de ver cómo nos las apañabamos para descender, ya qe el cacique, al ver nuestro equipo de espeleología, decidió que no podríamos baja. Todos nos acompañaron a la boca de la cueva y a indicaciones del cacique cortaron unos troncos que servían de soporte para montar el equipo. Una vez vieron que lo conseguíamos, el cacique se retiró y dejamos de ser curiosidad. No lo volvimos a ver hasta el dá de nuestra partida.

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Ángela de Dalmau

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Han hablado Vdes. de Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna ¿Qué encontraron él y la expedición dirigida por Stanley Hall?

No lo sabemos. Únicamente conseguimos la infor-mación de un libro del padre Porras, conocido ar-queólogo ecuatoriano que participó en la misma expedición, en 1976, con un equipo de arqueólogos ecuatorianos. De hecho, la expedición no era única-mente británica sino en colaboración con Ecuador. Según el padre Porras, encontraron cerámicas y pie-zas ornamentales que databan del 1200 a. C., hallaz-gos arqueológicos que no tenían nada que ver con la actual cerámica Shuar, ni tampoco inca.

En su día, Juan Moricz aseguró haber encontrado unas láminas de oro y piedra, la que algunos denomi-naron biblioteca de metal ¿Dónde creen que podrían hallarse actualmente?

Parece ser que no lo sabe nadie y, si alguien conocía el paradero, ese era su notario y abogado, que guar-daba todos sus secretos.

Si es cierto que dentro de la cueva se encontraba una biblioteca hecha de láminas de oro, que podría con-tener parte de la verdadera historia de la Humani-dad, ¿cuál sería el motivo de que no haya aparecido?Que no fuera la cueva a la que se refiere Juan Moricz, ni Erich von Däniken, ni Andreas Faber-Kaiser. Lo cu-rioso es que, según Faber-Kaiser, Moricz le reveló la verdad. Y nosotros estuvimos en la misma boca de la

cueva que estuvo Andreas, solo que él no descendió y nosotros sí. Lo único que podemos decir es que a nuestro regreso, compartimos nuestra experiencia con Andreas y él únicamente nos dijo: “las entidades que allí habitan no se han puesto en contacto con vosotros”. Esta respuesta nos marcó definitivamente para apartarnos del tema.

¿Y qué papel juega en todo esto el Padre Crespi?

El padre Crespi era un sacerdote salesiano, que se hizo famoso por recopilar todo tipo de objetos que le llevaban los indios. A su muerte, en 1994, su comuni-

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Vista de la entrada a la cueva desde el interior de la misma

La cueva de los Tayos se halla en plena jungla amazónica

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dad en la ciudad ecuatoriana de Cuenca, vendió toda su colección al Museo de Arqueología de la misma ciudad. Al padre Crespi lo hizo famoso Däniken en su libro “El oro de los Dioses”. Según nuestras ave-riguaciones en el Museo, supimos que se hizo una selección descartando casi todas las piezas por estar hechas con materiales modernos sin ningún valor. De todas maneras, según el libro de Däniken, Moricz sólo le dijo que las piezas que coleccionaba el padre Crespi tenían un parecido con las que él había encon-trado en las cuevas.

¿Podría ser que la Cueva de los Tayos fuera solamen-te un anzuelo para los medios de comunicación, a fin de desviar la atención de otra entrada cercana donde supuestamente estaría guardado este preciado teso-ro que encontró Juan Moricz?

Si, hoy en día lo creemos, y si es así, Andreas Fa-ber-Kaiser también nos desvió o fue desviado él tam-bién.

¿Qué opinan acerca de la teoría de Juan Moricz y al-gunos filólogos sobre una lengua madre en América del Sur que pudo ser el origen del húngaro y del jero-glífico egipcio y cuneiforme sumerio? Dicho de otra manera, que una civilización Americana muy antigua y muy avanzada viajara hacia el este, a Europa y Áfri-ca y Asia, e influenciara a sus pobladores, tal y como afirmaba el ya fallecido investigador peruano Alfredo Gamarra.

Esto se escapa de nuestro tipo de investigaciones y por ello no estamos capacitados para responder ade-cuadamente. Pero sí nos parece una teoría intere-sante. Sugerimos leer nuestro artículo de la Cueva de los Tayos, donde Javier Sierra hace unos comentarios muy interesantes sobre el lenguaje grabado que se encuentra en las supuestas láminas de oro halladas en estas cuevas.

¿Creen necesario que las instituciones académicas y universitarias propusieran una revisión en según qué acontecimientos históricos del pasado antiguo, e in-tentar llegar a un acuerdo sobre reescribir la historia antigua de la humanidad?

Sí, lo creemos absolutamente necesario, ya que con el actual y obsoleto sistema se hace imposible avan-zar en cualquier investigación. Lo que más cuesta es

aceptar la antigüedad de según qué lugares, anterio-res a nuestra propia civilización.

Una de las grandes cuestiones íntimamente rela-cionada con la Cueva de los Tayos radica en saber si quienes escondieron esa biblioteca dentro de la cueva fueron los mismos que la fabricaron, o bien si fue escondida allí por una cultura posterior. Dicho de otra forma: ¿Creen que fueron los incas quienes la fabricaron?

No. No las relacionamos en absoluto con los incas. Por lo menos en esa zona del Amazonas de Ecuador, y que sepamos, no se han encontrado indicios incas.

© Eduard [email protected]

Diplomado en Magisterio por la Universitat Autóno-ma de Barcelona. Graduado en Fotografia y Crea-ción Digital por la Universitat Politecnica de Catalun-ya. Investigador de arqueología antigua.

Para saber más:

http://www.goldlibrary.com/ http://tayoscave.wordpress.com/ http://www.napoliunderground.org/files/FNCA/Cueva-DeLosTayos.pdf http://www.rpceiba.com/

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Mapa de situación de la Cueva de los Tayos

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La polémica Temple-Sagan sobre los Dogon y Sirio

Xavier Bartlett

Dentro de la múltiples tendencias de la arqueo-logía actual existe una línea de investigación muy específica llamada arqueoastronomía,

que podríamos definir como la disciplina que tie-ne por objeto la investigación de los conocimientos astronómicos de las comunidades humanas en la Prehistoria y en las primeras civilizaciones. Si bien esta especialidad es relativamente moderna, ha alcanzado ya un alto nivel de madurez científica, y aunque en sus inicios despertó algunas dudas y sus-picacias por parte del estamento académico, hoy en día se considera una vía de investigación del todo válida para la comprensión de muchos restos y yaci-mientos arqueológicos en clave astronómica. Ahora bien, durante mucho tiempo la arqueoastronomía ha estado bastante ligada a la llamada arqueología alternativa, pues no han faltado teorías e interpreta-ciones que han ido mucho más allá de lo que admite el consenso científico académico.

Lo que presentaremos a continuación es precisa-mente el desencuentro entre estas dos visiones de la arqueoastronomía, a partir del famosísimo y polé-mico trabajo de Robert Temple sobre el sistema de Sirio y su conocimiento por parte de la tribu africa-na de los dogon. Robert K. Temple (nacido en 1945) es un investigador norteamericano afincado en Gran

Bretaña, que en 1976 publicó uno de los grandes clá-sicos del género: The Sirius Mystery1. Por supuesto, hay que aclarar que la historia que recoge Temple en su libro está basada en el trabajo previo de Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, dos antropólogos fran-ceses que convivieron cierto tiempo con esta tribu de Mali a mediados del siglo XX. La investigación antro-pológica de estos dos estudiosos sobre la cosmología dogon se plasmó en la publicación en 1951 del artí-culo Un sistema de Sirio sudanés, en el cual se ponían de manifiesto los grandes conocimientos de astro-nomía –y muy en especial del sistema de la estrella Sirio– por parte de los dogon. Así pues, Temple reco-gió el testigo de Griaule y Dieterlen y, tras nueve años de investigación, se propuso dar un paso más allá y desentrañar lo que el denominó el misterio de Sirio, que pasamos a exponer de forma resumida.

Según lo que dedujeron Griaule y Dieterlen de las entrevistas a un hechicero a través de un intér-prete, los dogon tenían unos increíbles conoci-mientos astronómicos —herencia de sus ances-

1.- En honor a la verdad, un investigador francés, Eric Guerrier, se había interesado por el mismo tema y había publicado una extensa obra (L’arche du Nommo) justo un año antes de la aparición de The Sirius mystery. Lamentablemente, hoy casi nadie recuerda a Guerrier.

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tros— para su primitivo contexto cultural. Por ejem-plo, sabían que Júpiter tiene cuatro satélites princi-pales, que Saturno tiene anillos o que los planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas. Pero sobre todo conocían desde tiempos remotos la existencia de una estrella no visible hermana de Sigui Tolo (Sirio A), que es la estrella más brillante de la constelación del Can Mayor. Los dogon llamaban a esta estrella Po Tolo (Sirio B) y la consideraban enormemente densa, ya que estaría compuesta de un metal muy pesado que ellos denominaban sagala. Además, los dogon sabían que realizaba una órbita completa alrededor de su compañera Sigui Tolo cada 50 años, evento que conmemoraban con una fiesta tradicional llamada Sigui. Sin embargo, eso no era todo. Los dogon afir-maban que existía una tercera estrella en el sistema (Sirio C) a la que llamaban Emme Ya, una estrella más grande y más ligera que Po Tolo.Hasta aquí el relato meramente antropológico, pero ¿qué había de cierto en todo ello desde el punto de vista científico? No había ningún misterio en la observación a simple vista de Sirio A, pero lo demás ya no era tan fácilmente explicable. De hecho, has-ta bien entrado el siglo XIX no se descubrió la exis-tencia de Sirio B, que era, en efecto, una pequeña estrella enana blanca, de gran densidad2. Además,

2.- Fueron ciertas alteraciones de Sirio A las que hicieron sospechar al astrónomo alemán Friedrich W. Bessel la presencia de un astro próximo. Finalmente, en 1862 el astrónomo norteamericano Alvan Clarke, gracias a un potente telescopio, pudo ver ese astro, Sirio

los dibujos que realizaron los dogon sobre la órbita de Sirio B alrededor de Sirio A eran muy parecidos al modelo astronómico que hoy conocemos de este sistema. Por si esto fuera poco, en la época en que los antropólogos franceses recogieron el relato no había ninguna constancia de que existiese Emme Ya, la tercera estrella. Es más, incluso en el momento en que Temple escribió su libro no se sabía nada con-creto sobre Sirio C. Hubo que esperar al año 1995 para tener alguna pista al respecto. Los astrónomos Daniel Benest y J.L. Duvent, a partir de las anomalías observadas en las órbitas de Sirio A y Sirio B, sugi-rieron la probable existencia de una tercera estrella, una enana marrón, que giraría alrededor de las dos mayores en un periodo de poco más de seis años.

Sea como fuere, y dado que los dogon no podían haber tenido acceso a ninguna tecnología moderna que facilitase tal conocimiento de Sirio, debía haber algún tipo de explicación para unas afirmaciones tan certeras y detalladas. Lo que los propios dogon dijeron es que tal conocimiento fue transmitido por un ser –o un grupo de seres – de naturaleza anfibia que provenía del cielo (del sistema de Sirio) llamado “nommo”, que ejerció de maestro o instructor. Según

la mitología de los dogon, existía una deidad princi-pal, Amma, que habría creado el Universo y también a estos seres medio pez, medio humano. Los nommos

B. Las investigaciones posteriores, ya en el siglo XX, confirmaron que se trataba de una enana blanca, muy densa y caliente.

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Portada dellbro “El Misterio de Sirio”

Robert Temple

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habrían bajado a la Tierra en una gran arca voladora y habrían dado la civilización a los hombres. Temple remarcaba que esta mitología tenía varios referen-tes próximos en algunos pueblos de la Antigüedad; entre otros, los relatos del historiador babilonio Beroso sobre Oannes, el ser acuático portador de la civilización, o la notable influencia de la estrella Sothis –esto es, Sirio– en la cosmología y en la astro-nomía egipcia (recordemos que el calendario egipcio era sotíaco). Así, el origen de esta historia se situaría posiblemente en Mesopotamia y habría llegado al centro de África vía Egipto.

Después de exponer estos hechos, Robert Temple, al no encontrar otra salida lógica u ortodoxa, termi-naba por proponer que tal vez fuera cierto que una civilización extraterrestre nos hubiera visitado hace miles de años. Y pese a que aseguraba no ser un entusiasta de los platillos volantes, Temple hacía una inequívoca declaración de principios sobre el origen de los extraordinarios conocimientos de los dogon:

Ahora, tanto si uno supone como no que hubo una invasión de Egipto por parte de gente avanzada que llevaron con ellos su cultura, queda el hecho de que si retrocedemos a ese periodo de la historia nos enfrentamos con tantos imponderables que apenas podemos dar nada por cierto. Lo que sabe-mos es que los pueblos primitivos se encontraron de repente viviendo en una floreciente y opulen-ta civilización, y todo ocurrió muy súbitamente. A la luz de las pruebas conectadas a la cuestión

de Sirio, así como a otras pruebas que, o bien han sido abordadas por otros autores o bien deben ser planteadas en el futuro, se debe contemplar como una seria posibilidad que la civilización sobre este planeta deba algo a una visita de avanzados seres extraterrestres.3

Sin embargo, la comunidad académica nunca dio cré-dito a tales conocimientos prodigiosos y menos aún a la presencia de seres extraterrestres. Otros investi-gadores lanzaron diversas hipótesis más o menos for-zadas que explicarían en parte estos supuestos mis-terios; por ejemplo, que en tiempos pretéritos Sirio B habría sido visible a simple vista o que los antiguos egipcios lo habrían detectado gracias a unos primi-tivos telescopios. Por otro lado, los trabajos antro-pológicos con los propios dogon de otros expertos —en especial Walter Van Beek— no confirmaron las afirmaciones de Griaule, y ello dio pie a que se especulara sobre una deficiente labor de traducción por parte del intérprete, lo que habría conducido a conclusiones erróneas. En general, casi todos los críticos de Temple consideraron que la información original había sido malinterpretada o manipulada y que ciertos detalles astronómicos fueron en realidad importados de los europeos y no de seres de otros mundos.

Llegados a este punto, entra en escena Carl Sagan, uno de los más famosos científicos de la segunda mitad del pasado siglo, mundialmente reconocido por su gran labor de divulgación científica y, no en menor medida, por su activo papel protagonista en la lucha contra todo tipo de pseudociencias. Entre estos episodios de defensa de la ortodoxia, cabría destacar el debate cara a cara entre un joven Sagan y un vete-rano Velikovsky en un simposio organizado en 1974 por la AAAS (Asociación Americana para el progreso científico) acerca de las teorías catastrofistas cósmi-cas y el origen del planeta Venus. La discusión fue abierta y constructiva, pero ambos autores mantu-vieron firmemente sus posiciones sin conceder nada a la otra parte. En fin, la figura de Sagan como icono de la ciencia académica merecería un extenso artí-culo por sí solo, pero aquí nos limitaremos a valorar su particular intervención en el enigma de los dogon y en el modo en que trató de desacreditar el trabajo de Robert Temple, según explica el propio Temple en “The Sirius Mystery. Answering the critics”, un docu-mento disponible en su sitio web.

Todo empezó cuando Carl Sagan escribió en 1979 una crítica de la obra de Temple y la publicó como artícu-lo en la revista Omni4, que luego se convertiría en un 3.-TEMPLE, Robert. The Sirius mystery. Sidwick & Jackson. London, 1976. p.12 (traducción de la versión inglesa)4.- Con el título White dwarfs and Green Man. Did

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Carl Sagan

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capítulo de su libro de divulgación científica “El cere-bro de Broca”. En cuanto a su contenido, si bien el artículo se imbrica en un marco propiamente astro-nómico con la inclusión de numerosos datos e his-toria científica del descubrimiento de Sirio B, Sagan optó por cargar las tintas en pruebas de tipo antro-pológico. Así, sus argumentos están centrados fun-damentalmente en la teoría de la contaminación o intrusión cultural que explicaría el aparente misterio sin recurrir a seres de otros planetas. Además, para despejar cualquier posible duda, Sagan deja bien claro que las referencias a extraterrestres o antiguos astronautas (en aquel tiempo todavía eran recientes las obras de Von Däniken) son del todo acientíficas. En suma, se percibe una inequívoca intención de extender el halo pseudocientífico de la ufología a la cuestión de los dogon.

A modo de síntesis de esta visión de Sagan, citamos los siguientes fragmentos de “El cerebro de Broca”:

Veo con los ojos de mi imaginación un visitante galo que a comienzos de este siglo llega a terri-torio dogon, en lo que por entonces era el África Occidental francesa. [...] La conversación comen-zó a girar en torno al tema astronómico. Sirio es la estrella más brillante del cielo. El pueblo dogon obsequió al visitante con su mitología sobre la estrella. Luego, con una educada sonrisa, llenos de expectación, tal vez preguntasen al visitante por su mito sobre Sirio interesándose por la leyen-da de un pueblo extranjero sobre tan importante

ancient astronauts visit the dogon? ( “Enanas blancas y hombrecillos verdes. ¿Visitaron antiguos astronautas a los dogon?”).

estrella. Y es también muy posible que, antes de responder, el viajero consultase un raído libro que llevaba en su equipaje personal. Dado que por entonces la oscura compañera de Sirio era una sensación astronómica de moda, el viajero inter-cambió con los dogones un espectacular mito por una explicación rutinaria. Una vez abandonada la tribu, su explicación permaneció viva en el recuer-do, fue reelaborada y, muy posiblemente, incorpo-rada a su manera en el corpus mitológico dogon, o como mínimo en una de sus ramas colaterales [...].5

Me pregunto si los dogones, tras haber escucha-do de labios de un occidental un extraordinario relato mítico sobre la estrella Sirio -estrella ya importante dentro de su propia mitología-, no tuvieron el más exquisito cuidado en retransmi-tírsela al antropólogo francés tal como se la oye-ron a un hombre blanco. ¿Acaso no es esto mucho más probable y verosímil que la visita de extra-terrestres al antiguo Egipto, que la conservación durante milenios, y sólo en África occidental, de una serie de conocimientos científicos en abierta contradicción con el sentido común?

Sagan sustentaba esta interpretación con otros ejem-plos bien verificados en los que se ha producido una evidente intrusión de las ideas occidentales en el corpus mitológico o tradicional de los indígenas. Por otra parte, en aquellos puntos a donde no llegaba la 5.- SAGAN, Carl. El cerebro de Broca. Grijalbo. Barcelona, 1981. p. 54

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Danza ritual del pueblo dogón

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antropología académica, Sagan ponía de su parte sus propias suposiciones. Por ejemplo, para explicar la presencia de Sirio B en las creencias de los dogon, Sagan recurría a una intepretación de su mitología. De este modo, el mito dogon del creador que pone dos pares de gemelos en un huevo para que final-mente uno de ellos diese origen a la Tierra vendría a ser un claro símbolo de una dualidad cósmica, lo que tal vez se reflejaría en asociar una estrella a Sirio A, dado que “los gemelos juegan un papel central”.

Robert Temple leyó esta crítica en la revista Omni y lógicamente quiso defender su punto de vista res-pondiendo a los argumentos de Sagan, lo que daría origen a lo que propiamente podemos denominar la polémica Temple-Sagan sobre Sirio y los dogon. Lo primero que hizo Temple fue dirigirse a los editores de esta publicación científi-ca para ejercer su derecho de réplica, pero a pesar de sus repetidos intentos, que incluyeron la mediación del escritor Arthur C. Clarke, siempre topó con la negati-va de los editores a darle voz en las páginas de la revista. A efectos ilustrativos, vale la pena comentar brevemente el triste “via crucis” con que se encontró Temple cuan-do se propuso debatir con Sagan.

En una carta de los editores (29 de enero de 1980) le emplazaron a que escribie-se un breve artículo sobre temática OVNI —siempre que fuera objetivo y que estuviera bien documenta-do— pero en todo caso se especificaba claramente que “no queremos vernos involucrados en un ataque personal a Carl Sagan”. Temple contestó a esta carta a los pocos días dejando claro que no había ningún ataque a Sagan ni tampoco ninguna relación direc-ta con el tema OVNI6. Simplemente consideraba que el artículo de Sagan estaba lleno de errores y que él sólo deseaba realizar las oportunas puntualizacio-nes. Las cartas de Temple se sucedieron a lo largo de 1980 sin ningún fruto, hasta que al fin en septiembre los editores parecieron interesados en publicar una versión resumida de sus argumentos. Pero una vez más algo ocurrió. A los pocos días de este acuerdo,

6.- Temple se dio cuenta enseguida de que Sagan había fijado la cuestión en el terreno de la ufología (al igual que los editores de la revista), cuando él en ningún momento había sugerido en el libro que los extraterrestres hubiesen visitado a los dogon.

el editor Harry Lebelson llamó a Temple y le dijo que “en modo alguno querían ofender a Sagan” y que por tanto no iban a publicar la réplica. A pesar de todo, Temple se mostró dispuesto a escribir un artículo corto sobre Sirio, sin mencionar para nada la polémi-ca con Carl Sagan, lo que en principio fue aceptado. El 5 de enero de 1981 Robert Temple envió una car-ta a Omni, con el artículo adjunto, pero no obtuvo respuesta de los editores. Del artículo nunca más se supo; nunca fue publicado ni Temple recibió ninguna compensación por él.

Finalmente, y ante la imposibilidad de conseguir nada de Omni, Temple buscó otras tribunas para difundir su réplica. Así, ya en julio 1981, el autor americano publicó su respuesta –en forma de carta abierta– a

la crítica de Sagan en una revista científica de poco alcance llamada “Zetetic Scholar”7, sin obtener la menor reacción por parte del renombrado astrofísi-co. Los argumentos princi-pales de esta carta abierta se centran en la consta-tación de que la informa-ción precisa sobre Sirio de ningún modo pudo llegar de fuentes occidentales modernas. De entre los 15 puntos que exponía Temple cabe resaltar la siguiente información:

Germaine Dieterlein mostró en documental para la BBC un artefacto de unos 400 años de antigüe-dad que representaba las tres estrellas del siste-ma de Sirio8.

Según las fuentes consultadas por Temple, los misioneros occidentales no tuvieron contacto alguno con los dogon antes de 1949.

Los soldados dogon que lucharon en las trin-cheras europeas en la Primera Guerra Mundial (hecho sin confirmar) no podían saber nada sobre la superdensidad de Sirio B, pues tal dato no se divulgó hasta finales de los años 20.

Es muy forzado suponer que en apenas unos pocos años algunos astrónomos occidentales se

7.- Temple, R. On the Sirius Mystery: an open letter to Carl Sagan. Zetetic Scholar n.º 8 (1981)8.- Curiosamente, Temple hace notar que en la versión de dicho documental para Estados Unidos el fragmento en que la antropóloga mostraba este objeto había sido “editado” (suprimido).

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Germaine Dieterlein mostró en documental para la BBC un artefac-to de unos 400 años de antigüedad que repre-sentaba las tres estre-

llas del sistema de Sirio

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preocuparan en difundir y consolidar estos cono-cimientos antes de la llegada de Griaule a Mali.

Tampoco se explica cómo los dogon pudieron producir el gran número de objetos y símbolos relacionados con el misterio de Sirio en tan poco tiempo.

La orbita elíptica de Sirio B alrededor de Sirio A no era una interpretación de Temple, como afir-maba Sagan, sino de los propios dogon.

La idea de que los gemelos tenían un papel importante en la cultura dogon –y por ello Sirio debía tener un compañero– no explica por qué motivo los dogon insistían en la pre-sencia de una tercera estrella en el sistema.

Hasta aquí una somera visión del misterio dogon, analizada en su doble versión alternativa y ortodoxa. De hecho, la polémica Temple-Sagan nunca llegó a ser tal, pues este último nunca respondió a Temple y aquí se perdió para siempre la oportunidad de expe-rimentar una discusión abierta que hubiera podido arrojar más luz sobre el asunto. Lo más deplorable de todo este episodio fue sin duda la cerrazón al diálogo por parte de la revista Omni y las supuestas presio-nes que pudo recibir por parte de Sagan o de altos estamentos científicos. Como cierre casi esperpénti-co a esta polémica, cabe mencionar una observación que hizo el propio Temple sobre cómo fue utilizado su propio material de forma tendenciosa:

En 1990 Harry Lebelson, por entonces descrito como escritor independiente... antiguo editor de la revista Omni, publicó un extenso artículo en la revista Ancient Skies (de la Ancient Astronaut Society). Se titulaba La búsqueda de antiguos acuanautas y trataba de los Nommos. Me com-

plació ver que ‘Robert Temple, autor de El miste-rio de Sirio, apoya la teoría’. Lamentaría no apo-yar la teoría que yo mismo había originado. Por lo menos, tenía algunas cosas buenas que decir sobre mí y citaba extensamente mi trabajo en apoyo de su visión. Tuvo el excelente sentido del humor de decir: ‘El astrónomo Carl Sagan parece estar de acuerdo...’ y también: ‘Sagan y Temple presentan su información prudentemente en una atmósfera de reservado escepticismo’. Así pues, en 1990 Sagan y yo habíamos acabado por unir-nos. Después de todo, ¿no es esta la ironía más cómica?9

Y hoy en día, ya bien entrado en siglo XXI, seguimos sin tener respuestas definitivas a este insólito caso. Desde que Temple escribió su libro la controversia se ha mantenido más o menos en los mismos términos, si bien algún autor como el norteamericano Laird Scranton ha proporcionado nuevos argumentos en forma de relevantes similitudes entre la cosmología y simbología del antiguo Egipto y la de los dogon. Una vez más nos encontramos en ese desconcertante terreno en que la ciencia y la mitología se encuentran de forma sorprendente. No obstante, el peso de los hechos aportados por Robert Temple nos deberían hacer reflexionar y orientar quizá hacia nuevos pun-tos de vista.

© Xavier Bartlett [email protected]

Licenciado en Historia Antigua y Arqueología por la Universidad de Barcelona.

9.- Del documento The Sirius Mystery. Answering the critics, de la web de Robert Temple.

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Pinturas en un poblado dogón

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Cosmología comparativa: en busca de una antigua mitología

Laird Scranton

Un cosmólogo comparativo es una persona que aspira a aprender más sobre las antiguas tra-diciones de la creación estudiando cada tra-

dición en los términos de las que más se le parecen. Este proceso no es diferente del empleado por los eruditos de la literatura para reconciliar las diver-sas versiones de las obras de Shakespeare, que die-ron origen a las ediciones autorizadas conocidas de esas obras. La suposición subyacente del cosmólogo comparativo es que —al igual que las versiones más tempranas de estas obras, que a menudo eran gara-bateadas a toda prisa por el empleado de un editor durante una representación shakesperiana— estas tradiciones antiguas compartieron una fuente común que pueden ser reconstruida satisfactoriamente mediante una esmerada comparación cruzada.

El enfoque de un cosmólogo comparativo puede parecer ir en contra de algunas otras perspectivas habituales acerca de estas tradiciones antiguas. Por

ejemplo, el célebre psicólogo Carl Jung atribuyó las semejanzas de sus arquetipos a un patrón de pensa-miento innato, o a un inconsciente colectivo que él creyó que compartimos sin saberlo. Por su parte, el catastrofista puede ver estas tradiciones como una especie de artefacto, resucitado de alguna civiliza-ción perdida hace mucho tiempo. A su vez, el histo-riador académico podría ver estas tradiciones como una herencia transmitida de una sociedad primigenia a un linaje detectable de otras culturas posteriores. Pero cuando adoptamos un enfoque alternativo y nos dejamos guiar por las creencias establecidas de las culturas que se esforzaron en conservar estas tra-diciones antiguas, veremos que aparecen una y otra vez, caracterizadas por estar estrechamente vincula-das al concepto de profesores míticos, y a lo que a menudo se describe como un plan de transmisión de la civilización. Si, como defensores del principio de la navaja de Occam, nuestro instinto se queda con la más simple de las posibles soluciones equi-

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valentes para esclarecer un misterio no resuelto, nos inclinaríamos a aceptar la teoría de poligénesis como la mejor explicación para la gran concordancia que encontramos entre las antiguas formas simbó-licas de todo el mundo. Así pues, si dos culturas de desarrollo similar usaban la piedra como material de construcción primario, sólo habría sido cuestión de tiempo que cada una de ellas pensara en apilar unas piedras sobre otras para formar una pirámide. Sin embargo, pronto queda claro que esta teoría sólo sirve para explicar la concordancia de forma. El cosmólogo comparativo observa que, como se ha reconocido asiduamente, las antiguas pirámi-des expresaban un conjunto diverso de significa-dos simbólicos. Por ejemplo, el cuerpo de la pirá-mide era comúnmente asociado con el concepto de “útero”, y así —desde esta perspectiva— la estruc-tura podría ser conceptualizada como una mujer que yace sobre su espalda. En muchas sociedades existía una relación simbólica entre la pirámide y la noción de estrella, así como un mal entendido impe-rativo cultural para situar las pirámides de forma que representaran imágenes sobre la tierra de importan-tes estrellas del cielo. También existían a veces aso-ciaciones simbólicas entre las cuatro caras de una pirámide y ciertos grupos de estrellas, cuyas salidas y puestas se emplearon para regular la sucesión de siembras y cosechas en el calendario agrícola de una cultura. La teoría de poligénesis, que sirve con gran eficacia para explicar la forma de la pirámide, falla a la hora de explicar razonablemente cómo estos com-plejos temas simbólicos podrían derivarse del simple impulso de apilar unas piedras sobre otras.

A pesar de las muchas semejanzas externas que encontramos entre muchas antiguas tradiciones de la creación, parece que hay dos obstáculos insupe-rables en el camino del cosmólogo comparativo. El primero radica en la dificultad de demostrar que, a través de las diversas lenguas y el paso de las genera-ciones, alguna vez se pueda llegar a equiparar dos sis-temas cosmológicos de forma concluyente. El segun-do descansa en cómo demostrar convincentemente que cualquier tradición de la creación —tal como la observamos hoy en día— no se ha visto modificada de manera significativa con el tiempo. Pero resultó que ambos obstáculos fueron superados con efica-cia por la misma, única y fortuita circunstancia: la perspicaz observación que hizo mi hija Hannah, des-pués de una excursión de estudiante con el Hima-

layan Health Exchange en la India en 2005, sobre la semejanza fundamental entre la forma externa de un stupa budista (un santuario ritual orientado que encontramos en la India y Asia) y el granero orienta-do dogon (el símbolo central de la tradición de la cre-ación dogon1). Esta observación fundamental, que de algún modo había eludido a los investigadores de la cultura dogon durante casi sesenta años, señaló el camino para establecer sólidas comparaciones entre el sistema cosmológico dogon y el del stupa budista.

Usando como base para la comparación un estudio llamado El zorro pálido sobre la tradición de la crea-ción dogon a cargo de los antropólogos franceses Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, y El simbolismo del stupa, un libro escrito por Adrian Snodgrass, una destacada autoridad en arquitectura y simbolismo budista, fuimos capaces de correlacionar las dos tra-diciones. En un artículo de abril de 2007, publicado en el Anthropology News, la revista académica de la Universidad de Chicago, argumenté que se da una coincidencia punto por punto entre los conceptos cosmológicos y símbolos de los Dogon y los de la tra-dición budista stupa. Las referencias a la cosmología budista, que tenemos documentada por fuentes que datan de los últimos siglos antes de Cristo, demues-tran que el sistema dogon refleja una auténtica tradi-ción antigua, y prueban que ninguno de los dos siste-mas cosmológicos ha cambiado considerablemente 1.- Los Dogon son una tribu primitiva de nuestros días de Malí, en una remota región del noroeste de África.

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Stupa budista

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con el paso de siglos; de no ser así, no habría tal coin-cidencia entre los sistemas.

Los sistemas dogon y budista se dan en lenguas que son fundamentalmente diferentes entre sí, lo que implica que ninguna de las dos adoptó en conjunto su sistema cosmológico de la otra, ya que los sistemas no están expresados con las mismas palabras. Los términos budistas tienen su origen en el sánscrito, mientras que —según hemos demostrado en nues-tros estudios— los términos dogon reflejan coheren-temente las antiguas pronunciaciones y significados egipcios. Sin embargo, gracias a la forma en que se estructura la tradición de la creación, podemos correlacionar objetivamente los conceptos budistas y dogon. Este proceso de correlación viene facilitado por un rasgo muy importante de los antiguos térmi-nos cosmológicos: cada uno conlleva al menos dos definiciones distintas. Lógicamente, estas definicio-nes están tan distanciadas entre sí que, por el simple hecho de conocer una, no permite normalmente a una persona adivinar las otras. Un ejemplo de estas ambigüedades se encuentra en la palabra dogon Amma, que es el nombre oculto de su dios-creador, y que puede significar “comprender”, “sostener” o “establecer”. Otro ejemplo lo tenemos en el tér-mino po, que es el nombre dado a un componente fundamental de materia, y que también puede refe-rirse al concepto de “tiempo primigenio”. Los valores fonéticos de estas palabras, en combinación con los dos significados lógicamente alejados, nos permiten correlacionar categóricamente estos términos cos-mológicos con las antiguas palabras egipcias Amen y pau, respectivamente.

Los lingüistas nos dicen que la simple coincidencia en dos lenguas diferentes del mismo valor fonético con un significado similar no es prueba suficiente para deducir un origen etimológico común para las dos palabras. Esto es así a causa del relativamente reducido número de valores fonéticos utilizados por la mayor parte de lenguas habladas, lo que permi-te manifiestamente que las posibilidades de coin-cidencia sean muy grandes. Sin embargo, al incluir en nuestras comparaciones una segunda definición —aparentemente sin conexión— en ambas len-guas, las posibilidades estadísticas de relación entre las palabras se hace casi segura. No obstante, en el caso de nuestras cosmologías, esta relación entre palabras no se define por la etimología tradicional de un lingüista, sino que más bien se presenta den-tro del contexto de lo que parece ser una tradición de la creación compartida. El mismo conjunto cohe-rente de pruebas que nos permite correlacionar un símbolo, un ritual, una deidad o una forma arquitec-

tónica entre culturas puede ser aplicado fundamen-tadamente a estas palabras. A menudo estas com-paraciones entre palabras se sustentan en pruebas adicionales, como la conexión de la palabra en cada cultura a un dios mítico que posee un lugar concreto dentro de un panteón mítico, o al que se le atribuye la realización de actos específicos en ambas culturas. Asimismo, algunas veces ambas palabras están aso-ciadas a la misma forma o figura dibujada.

La cosmología dogon se nos presenta con un siste-ma completo de palabras cosmológicas bien defini-das que —como rasgo evidente de la tradición de la creación— muestra este tipo de dobles o múltiples significados. En cada caso, a pesar de que los Dogon no tienen una lengua propia escrita, hemos sido capaces de asignar la palabra dogon a una proba-ble pareja fonética en la lenguaje jeroglífico egipcio. Sin embargo, dado que el núcleo de la tradición de la creación descansa sobre términos conceptuales y no en cómo esos términos se expresan en última ins-tancia en una lengua específica, se puede aplicar un conjunto similar de correlaciones a otras tradiciones similares —como el budismo— a veces independien-

temente de los valores fonéticos utilizados para pro-nunciar esas palabras.

La prueba más rotunda de un antiguo plan de trans-misión de la civilización se remonta a un periodo alre-dedor del 3000 a.C. Cuanto más nos ceñimos a esa fecha en nuestros estudios, mayor es la concordancia de términos, tradiciones, valores fonéticos originales, palabras, y símbolos que encontramos habitualmen-te entre las culturas. De algunas de ellas, incluso, no se tenía la conciencia de que hubieran existido siquie-ra. Una tradición de tal extensión salió a luz como resultado de nuestros esfuerzos para correlacionar

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Relieves dogón

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los términos cosmológicos dogon y egipcios. Es sabi-do que cada cincuenta años los Dogon celebran un gran festival de la estrella Sirio conocido como Sigi o Sigui. Asociamos el término Sigi con la palabra egip-cia skhai, que quiere decir “celebrar un festival”. Las tribus de cazadores que habitaron Egipto antes de la Primera Dinastía (los antepasados de los beréberes de nuestros días) son conocidos en conjunto como los Amazigh. Como muchas palabras antiguas, vemos esto como un término compuesto, que a nuestro parecer combina el nombre de un dios-creador nor-teafricano Ama o Amma con una palabra que quiere decir “celebrar”. Unidos, el término parecería refle-jar el nombre de la antigua deidad que fue reveren-ciada con el mayor respeto por aquel grupo de tribus.

Una convención similar parece aplicarse a la tribu sacerdotal Na-Khi o Na-xi, quienes residen en la remo-ta zona fronteriza entre el Tíbet y China y son los cus-todios de la última lengua jeroglífica que sobrevive en el mundo. Argumentamos en The Cosmological Origins of Myth and Symbol (“Los orígenes cosmológicos del mito y el símbolo”) que el término Na, que puede sig-nificar “madre” en la lengua Na-Khi, se refiere a una diosa madre similar a Neith, y que el fonema complejo que alternativamente se transcribe como Khi o Xi (que significa “celebrar”) refleja nuevamente el sigi/skhai dogon y egipcio. Si es así, entonces el término combinado —una vez más designado como el nombre de la tribu— com-portaría el significado esperado de “celebra a Na”. Encontramos una convención similar en la antigua China conectada a los términos permutables Fu-xi o Pau-xi, que datan aproximadamente de esta misma época, hacia el 3000 a.C.. Los investigadores tradicio-nales de la cosmología china discrepan sobre si estos términos se refieren a un individuo divino, a una serie de emperadores míticos, o a una tribu antigua. El término Fu se refiere al concepto cosmológico de “los cuatro”, que es la base de la mayor parte de la cosmología antigua china, mientras el término Pau representa un componente fundamental de mate-ria que es definida dentro de nuestro antiguo plan cosmológico. Tanto uno como otro término cumplen nuestro requisito simbólico para el nombre de una tribu sacerdotal que preservó aspectos de esta mis-ma tradición de la creación.

Si tales convenciones en los nombres fueran de hec-ho un rasgo común del plan civilizador en tiempos antiguos, sería factible hallar términos similares conectados a otras tribus o grupos contemporáneos. Conforme a esta visión, encontramos el nombre anti-guo de Egipto Mera, que combina el jeroglífico de la palabra egipcia para “amor” (mer) con el nombre de una deidad principal egipcia (el dios del sol Ra), lo que nos conduce al significado “ama a Ra”. Mirado de una perspectiva similar, Yahuda era el antiguo nom-bre atribuido a las tribus hebreas. Yah es un nombre habitual de Dios en el Judaísmo, y la palabra hebrea huda significa “alabar”; tomados juntos, expresan el concepto de “alaba a Yah”. Descubrimos una conven-

ción similar en el nombre de la tribu norteafricana Mande, que, a partir de los significa-dos de las palabras de la pro-pia lengua Mande, nos lleva al sentido de “los hijos de Ma”. Incluso en un lugar tan lejano como Nueva Zelanda encontramos la tribu indíge-na maorí, que conserva una tradición esotérica que, según las detalladas descripciones de Elsdon Best, era bastante simi-lar a la de los Dogon. La anti-gua tradición maorí definía en los mismos términos que los Dogon un componente funda-

mental de materia llamada po. Nuevamente inter-pretamos el término maorí como un compuesto de dos palabras que significan “abraza a Ma”. Una vez que hemos reconocido esta evidente convención, se hace posible identificar las tribus antiguas que pro-bablemente compartieron nuestro mismo antiguo plan cosmológico, basado simplemente en la forma de su nombre.Un concepto central en nuestra tradición antigua es la noción filosófica de cómo, durante los procesos de creación, la unidad crea la multiplicidad. De hecho, la geometría que refleja expresamente este proceso se encuentra en el núcleo del plan de los casi idénticos antiguos santuarios rituales que sirven como magní-ficos símbolos tanto para la tradición de la creación dogon como para la budista: el granero dogon y el stupa budista. Estos santuarios se fundan sobre un plan básico semejante que viene definido por una serie de figuras geométricas. La primera figura geo-métrica que podemos evocar es la representación de una especie de reloj de sol; consiste en un círcu-lo que un iniciado traza alrededor de un palo central o gnomen. La figura resultante permite al iniciado seguir las horas del día y medir la duración del día.

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La antigua tradición maorí definía en los

mismos términos que los Dogon un compo-nente fundamental de materia llamada “po”

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El siguiente paso en la geometría es marcar las dos sombras más largas del día creadas por el gnomen, por la mañana y por la tarde, en los puntos en los que cruzan el círculo. La línea que tracemos entre estos dos puntos automáticamente tomará una ori-entación de este/oeste, y facilitará así la alineación del santuario a los cuatro puntos cardinales. Esta línea pasará por el gnomen dos días del año, en las fechas de los dos equinoccios; desde ese punto se irá alejando progresivamente del gnomen hasta la fecha del siguiente solsticio. El trazado sistemático de esta línea y la observación de su movimiento per-mite al iniciado seguir las estaciones del año, medir la duración total de un año y predecir las fechas de los próximos solsticios y equinoccios. Desde la pers-pectiva de un plan civilizador, estos instrumentos de medición del tiempo pueden considerarse como el prerrequisito para una agricultura eficiente, cuya implantación depende del conocimiento proactivo del agricultor de la progresión de las estaciones, del ritmo de los cambios estacionales de la climatología y de la comprensión correcta de cuándo sembrar y cuándo cosechar.

Visto de este modo, vemos que la base circular de estos santuarios rituales orientados evocan la misma forma que el jeroglífico del sol egipcio, el jeroglífico del sol chino y el jeroglífico del sol tibetano Na-Khi, que vienen a simbolizar el mismo conjunto de concep-tos tradicionalmente asignados a esos jeroglíficos: el sol, el día, y los conceptos simbólicos del tiempo en general. Además, estas asociaciones refuerzan varias nociones importantes: la primera es que los símbolos y los conceptos cosmológicos precedieron considera-blemente al advenimiento de lengua escrita en estas culturas; la segunda es que ciertas formas significa-tivas ya definidas dentro del contexto cosmológico

pudieron haber sido adoptadas como jeroglíficos de las lenguas escritas más tempranas; la tercera es que, al menos en cuanto al jeroglífico del sol en sí mismo, los conceptos asociados con la forma en la cosmolo-gía parecen haberse incorporado al simbolismo del jeroglífico en las lenguas escritas. Otro rasgo curioso de las lenguas escritas más anti-guas es que muchas de ellas —como el antiguo jero-glífico egipcio y el hebreo antiguo— no incluyeron vocales escritas, y por tanto la pronunciación cor-recta de cada una de las palabras puede ser incierta. Aunque muchos investigadores creen que los signos de la lengua egipcia jeroglífica eran principalmente de naturaleza fonética (como las letras de nuestro alfabeto, que conllevan una pronunciación fonética) no parece probable que se hubieran requerido más de 4.000 signos jeroglíficos para representar los cerca de 40 valores fonéticos que encontramos en la mayor parte de lenguas escritas. Y aún parece más sorpren-dente que una lengua, de haber estado basada en la fonética, omitiera la escritura de vocales, que son los valores fonéticos esenciales para la pronunciación correcta de cualquier palabra escrita.

Nuestro ejemplo del jeroglífico del sol sugiere que, al menos en un nivel, los primeros jeroglíficos egip-cios estaban destinados a representar conceptos. Para ilustrar cómo podría haber funcionado una lengua basada principalmente en conceptos, más que en la fonética, examinemos la estructura de la palabra jeroglífica egipcia met, que significa “sema-na”. Estructuralmente es una palabra muy directa, formada solamente por dos jeroglíficos. El primero es el signo jeroglífico del sol, un círculo con un pun-to central, de cuyo simbolismo ya hemos hablado. El segundo se parece a una U invertida y representa el número egipcio 10. Cuando observamos la palabra

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desde una perspectiva conceptual, más que fonéti-ca, se hace evidente que el término conlleva el sig-nificado simbólico de “diez días”, la definición real de la antigua semana egipcia. La forma de la palabra representa una verdad efectiva sobre la vida de los antiguos egipcios que de otra manera no hubiéramos podido entender, la duración real de una semana en días. Asimismo, cuando interpretamos la palabra basada simbólicamente en los conceptos asociados con su signo —esto es, al sustituir conceptos por sig-nos para formar una frase simbólica— nos damos cuenta de que se no requiere ninguna vocal para analizar su significado, y por tanto no se incluye nin-guna explícitamente. Así, la propuesta es que cual-quier lengua escrita que omitió sistemáticamente las vocales pudo haber sido originalmente de naturaleza simbólica o conceptual.

Basándonos en lo que encontramos con la palabra egipcia met, confrontamos nuestra noción de lengua conceptual con otras palabras egipcias cuyos signifi-cados también contenían conceptos de tiempo y que utilizaban el mismo jeroglífico del sol. En cada caso, fuimos capaces de producir una definición razonable para la palabra simplemente substituyendo con-ceptos por signos. La palabra para “mes” se define esencialmente como el período de un “día” lunar, el tiempo de órbita de la luna alrededor de la Tierra. La forma de la palabra “estación” nos informa que los antiguos egipcios observaron tres estaciones, como así fue. En última instancia se hizo claro que el patrón definido por nuestros ejemplos de palabras se repi-te de modo comprensible para prácticamente cada término cosmológico que correlacionemos entre la lengua dogon y la egipcia.

Una vez que comenzamos a estudiar las palabras egipcias desde un punto de vista conceptual, se presentaron nuevas explicaciones para otros rasgos de la lengua. Por ejemplo, los egiptólogos durante mucho tiempo se han preguntado el motivo de incluir signos adjuntos no pronunciados en ciertas palabras jeroglíficas egipcias. Estos jeroglíficos no parecen funcionar realmente como factores determinativos; por ejemplo, la figura adjunta de un dios o una dio-sa que identifica el nombre de una deidad. Desde la perspectiva del egiptólogo tradicional, estos jeroglíf-icos no pronunciados, cuyas imágenes a menudo se relacionan con la palabra en sí misma, son “dibujados en la palabra para dar énfasis”. Pero cuando interpre-tamos el jeroglífico de la palabra conceptualmente, se hace evidente que la frase simbólica formada por los principales jeroglíficos de la palabra parece

definir el concepto simbólico tradicionalmente aso-ciado con el jeroglífico adjunto. Por ejemplo, la pal-abra egipcia “agarrar” incluye el jeroglífico adjunto de un puño apretado. Difícilmente la asociación sim-bólica entre el significado de palabra y el jeroglífico podría ser más próxima. Desde nuestra perspectiva, estas palabras nos ofrecen una definición conceptual para el jeroglífico adjunto. Esta noción, una vez asim-ilada, nos proporciona un mecanismo con el cual establecer definiciones conceptuales para multitud de antiguas formas jeroglíficas egipcias, y podemos alegar que estas definiciones se fundamentan sobre la autoridad de la propia lengua jeroglífica egipcia.

Finalmente, esta visión de la naturaleza conceptual de la lengua jeroglífica egipcia tomó el aspecto de una firma de nuestra tradición de la creación. Lo que queremos expresar con ello es que interpretamos la presencia de un sistema antiguo de escritura en otra cultura que muestra estos mismos atributos como señal de la probable influencia de la misma antigua tradición de la creación. Y así, cuando comenzamos a examinar las tradiciones de la creación de la anti-gua China y encontramos la palabra china “semana” escrita con signo del sol chino y el número 10 chino, podemos proseguir con un alto grado de confianza, sabiendo que probablemente encontraremos otras pruebas patentes del mismo sistema cosmológico que hemos encontrado en otras grandes culturas antiguas que hemos estudiado.

© Laird Scranton [email protected]

Laird Scranton es investigador independiente estadoun-idense, experto en temas de mitología, cosmología y len-guaje, que se interesó espe-cialmente por la mitología y simbología de los Dogon desde inicios de los años 90. Ha sido conferenciante invitado en la Colgate University. Su sitio web es www.lairdscranton.

com. Entre sus publicaciones destacan los siguientes libros: The cosmological origins of myths and sym-bols, Sacred symbols of the Dogon, The science of the Dogon y The Velikovsky heresies.

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Los contactados: un intento de aproximación a un fenómeno contradictorio

David Álvarez

Cuando en 1954, Georges Adamski saltaba a las primeras páginas de los periódicos norteameri-canos anunciando estar en contacto con seres

venidos del planeta Venus, no creo que fuese real-mente consciente del enorme revuelo que sus afir-maciones iban a provocar a nivel mundial. En efecto, Adamski fue el pionero de un movimiento que ame-nazaba con convertir el estudio del fenómeno OVNI en una práctica más cercana a la religión y al ascetis-mo que a la tarea, a menudo callada y resignada que los investigadores honrados están intentando llevar a cabo.

Los contactados son personas aparentemente nor-males y corrientes que afirman estar en contacto con entidades extraterrestres. ¿Se trata de embaucado-res, desequilibrados o, tal vez, auténticos sensitivos capaces de acceder a niveles de consciencia que a la mayoría de los humanos nos está vetado alcanzar? El tema no es pacífico entre los especialistas y lo cierto es que son muchos quienes se inclinan por marginar

esta casuística calificándola de efecto colateral inevi-table del fenómeno ufológico, ya de por sí suficiente-mente complejo. Estaríamos ante la componente psi-cológica del fenómeno Ovni, una componente que, para algunos, cobra un peso creciente en el estudio de la casuística mundial.

Hace unos años tuve la oportunidad de seguir de cer-ca algunos de estos casos y a raíz de esa experiencia me interesé por el tema y estudié con detenimiento buena parte de la bibliografía existente sobre el fenó-meno contactee. Y la conclusión a la que llegué es que existen casos de auténticos sensitivos que están en contacto con algo o alguien de origen desconoci-do. También es cierto que existen vividores, embau-cadores y personas con pocos escrúpulos que, apro-vechando la buena fe de las personas y sus carencias afectivas, intentan obtener provecho de este asunto. Pero esto no implica que todo el fenómeno sea un fraude, ni mucho menos.

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Pese a que estamos ante un fenómeno de fuertes condicionantes subjetivas que hace sumamente difí-cil el establecer un patrón universalmente válido de comportamiento, sí que se dan una serie de circuns-tancias comunes, susceptibles de ser esquematiza-das. A efectos meramente metodológicos, podríamos definir al contactado como aquella persona (sujeto pasivo) que es capaz de intercambiar información, casi siempre de contenido mesiánico, con entida-des supuestamente extraterrestres (sujeto activo), mediante el empleo de un soporte mental, con fre-cuencia de tipo telepático (soporte). Digamos que el pensamiento directo, el intercambio de ideas —que posteriormente es trasladado por el sujeto pasivo a palabras o dibujos— es la forma en que se establece ese intercambio de información que normalmente fluye en una sola dirección y en el que el sensitivo raramente puede ejercer un control ni sobre el con-tenido ni sobre la oportunidad del contacto; de ahí la diferenciación entre sujetos activo y pasivo.

Habría que contemplar, sin embargo, una excepción a esa norma, un caso particularmente interesan-te y sobre el que, pese a la opinión de muchos, no se ha dicho aún la última palabra: el sinuoso affaire UMMO un caso especialmente notable de contacto no mesiánico —al menos en apariencia— en el que el soporte no era telepático sino epistolar (y en ocasio-nes telefónico). Un caso, en fin, sumamente curioso y, justo es decirlo, sospechoso. Espero volver en un futuro trabajo sobre este tema.

En cuanto a la oportunidad del contacto, hay que decir que, aunque aquí tampoco podemos estable-cer un patrón de comportamiento exacto, parece ser que el contacto primigenio es espontáneo y suele surgir a raíz de una particular experiencia del sensi-tivo, subjetivamente impactante para el individuo: el convencimiento de haber sido testigo de un avista-miento, la participación en alguna sesión de contac-tismo o simplemente un sueño especialmente vívido en el que las entidades se presentan al sensitivo. En ocasiones, el contactado procede del campo del espi-ritismo pero en muchos otros casos es totalmente ajeno a ese mundo. Estaríamos en lo que podríamos denominar la primera fase del contacto o fase de ini-cio. Tras esa primera etapa, normalmente breve, de descubrimiento y asimilación de su propia experien-cia (en ocasiones incluso de crisis y negación), el suje-to acaba por aceptarla. Es entonces cuando empieza a oír voces, a tener sueños anormalmente realistas, incluso visiones muy realistas en estado de vigilia. En algunas ocasiones existe cierta resistencia del sujeto pasivo ante la recepción de los mensajes, pero casi siempre su curiosidad es mayor que su temor y aca-

ba aceptando la situación. Finalmente, se produce la avalancha incontrolada de información. Se inicia así la segunda etapa o fase de consolidación.

Es ahí donde el nivel cultural del sujeto pasivo juega un importante papel, dado que el mensaje recibido, que ahora ya es uno e indivisible, será filtrado por su personalidad e interpretado no tan solo sobre la base de los conocimientos aprendidos a lo largo de su vida, sino también sobre la base de su pertenecia a un grupo étnico o religioso determinado. De esta manera, si la religiosidad es la base de esa formación o, simplemente ocupa un lugar preeminente en su esquema de valores, es probable que el sujeto inter-prete las voces que oye como mensajes de Dios, los santos o la virgen. Si la doctrina espiritista influye en la personalidad del contactado, entonces serán los espíritus o hermanos de luz quienes hablen con el sujeto. Si éste, por fin, posee interés en el fenómeno OVNI (interés que en ocasiones suele haber perma-necido oculto en su inconsciente) tenderá a identi-ficar a sus interlocutores con extraterrestres. En el fondo, estamos ante un único fenómeno interpreta-do de forma diferente por el receptor. Sin embargo, habrá que valorar como un factor positivo el hecho de que una persona sin un especial interés en la casuística OVNI reciba mensajes de entidades que se identifican como extraterrestres.

Y es en ese punto donde suele surgir también el “rui-do”. Definiremos el ruido como aquel mensaje, de más o menos intensidad según los casos, confuso

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Georges Adamski

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y, a menudo, en contradicción con el original, al que se yuxtapone, hecho a propósito y con el fin de ter-giversar el mensaje primigenio. Ese ruido obligará al investigador a una comprometida labor de diferen-ciación del mensaje y a discernir lo verdadero de lo falso, lo auténtico de lo ficticio.

El ruido puede ser de dos tipos: el generado por el propio sujeto pasivo (ruido antropológico o cultural, derivado de las creencias y conocimientos del con-tactado) y el generado por la propia fuente primaria, la supuesta entidad extraterrestre (ruido primario). Parece ser que el ruido antropológico es el más fre-cuente, aunque sospechamos que el ruido prima-rio puede darse más a menudo de lo que se creía. El médium pretende adornar o mejorar, de forma consciente o inconsciente, con opiniones persona-les los mensajes recibidos que cree que carecen de sentido para los demás, sencillamente porque él no puede entenderlos. Es a partir de ahí cuando empie-zan a producirse las contradicciones. Y ello no por-que el emisor se contradiga en sus afirmaciones, sino porque el receptor no es todo lo transparente que debiera ser.

Es frecuente que cuando en esa segunda fase, el contactado está recibiendo información abundante y fluida (podríamos decir que “oye alto y claro”) gane una creciente confianza no tan solo en su singulari-dad, sino en el contenido de la información recibida que pasa a ser dogma indiscutible. Es lo que podría-mos denominar síndrome del iluminado, caracte-rizado por un cierto estado alterado de conciencia en el que el contactado no distingue los mensajes del emisor de los suyos propios. Es en ese estadio en el que el contactado, que con frecuencia carece de referentes culturales para este tipo de experiencias, emite ideas de elaboración propia, que impiden la clara recepción del mensaje original e, incluso, lo contradicen. Puede suceder entonces que el sujeto pasivo no sepa distinguir entre el ruido y el mensaje, confundiéndolo todo con éste último y llegando así al autoengaño. En estas circunstancias es fácil que los escépticos constaten contradicciones en el mensaje y desacrediten todo el asunto.

Esto ha sucedido en algunos casos que en el pasado tuvieron gran notoriedad y trajo como consecuencia el hundimiento del contactee en el desprestigio más absoluto. Y es el temor a esta circunstancia lo que ha provocado que los auténticos contactados se encie-rren en círculos muy cerrados, solamente accesibles a familiares y personas de su más estricta confian-za, lo que hace creer falsamente al investigador que el fenómeno contactee es algo reducido y residual,

cuando lo que sucede es que sólo aflora una mínima parte de lo que está pasando, la punta de un enorme iceberg de incalculables consecuencias sociales.

Hay ocasiones en que en esta segunda fase el con-tactado tiene seriamente afectada su capacidad de discernimiento y cree a pies juntillas el contenido del mensaje. No cuestiona nada y él mismo se ve imbui-do de una especie de coraza que lo hace inmune a cualquier peligro exterior. Ellos están con el contac-tado y lo protegen de todo mal. En estas circuns-tancias se hace muy complicado el mantener una conversación coherente, en pie de igualdad, con el sujeto pasivo dado que se siente tocado por el don de la infalibilidad. El contactado ha dejado de ser un médium para convertirse en un iluminado, un fanáti-co que no aceptará otras opiniones que no sean las suyas propias. Poco a poco se hunde en sus propias contradicciones, llegando finalmente a un autoblo-queo para recibir cualquier mensaje y todo lo que pone en boca de sus emisores es únicamente ruido.

Pero si el contactado logra superar todos estos pro-blemas, alcanza lo que podríamos denominar la ter-cera fase o fase de contacto objetivo. Por fin, tras meses o incluso años de recepción, y tras una eta-pa supuestamente de preparación y de superar una gran cantidad de pruebas, entraríamos en esa terce-ra fase del proceso en la que el contactado es con-vocado a un avistamiento con cita previa e, incluso, a un encuentro cercano de tipo tres (EC III según la

clasificación Hynek) en donde, por fin, sus interlocu-tores se darían a conocer. Pero no nos engañemos, a esta fase sólo llegaría un muy reducido número de contactados (lo que podríamos denominar núcleo

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Salvador Freixedo

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duro del contactismo) y su experiencia casi nunca trasciende a la opinión pública. Todo este podría lle-var años e incluso no llegar a producirse jamás.

Hay que insistir en que, como se ha dicho antes, no estamos ante un esquema rígido que se repita en todos los casos pues el temperamento y la persona-lidad del sujeto pasivo condicionan toda la evolución del contacto.

En efecto, hay casos, en los que este procedimien-to no es tan pacífico. A veces, el contactado, tras un período de recepción más o menos prolongado, se desanima y se niega a seguir recibiendo, intentan-do abandonar el contacto. Es entonces cuando com-prueba que no es capaz de hacerlo y que su mente es violentada por entes extraños y ajenos a si mismo. En tales circunstancias, es fácil perder el equilibrio men-tal con unas consecuencias imprevisibles, en ocasio-nes fatales. Es un aspecto del fenómeno interesan-te y que no hay que perder de vista. Recomiendo al lector interesado en el cariz maquiavélico y satánico del tema que revise los interesantes comentarios que al respecto hace Salvador Freixedo, en su libro “La Religión entre la parapsicología y los Ovnis”1 en la que este investigador nos muestra unos aspectos 1.- La Religión entre la parapsicologia y los Ovnis. Ed. Orion. México, 1977

inquietantes del que han de ser tenidos en cuenta por el investigador que intente aproximarse a este fenómeno.

Quisiera destacar que, al referirme a los contactados, no estoy hablando de casos aislados más o menos relevantes, sino de un fenómeno que es universal, que se da en todos los países y culturas. Un fenóme-no que probablemente ha acompañado al hombre desde los primeros días de su historia y que con otra forma y otro aspecto, incorporan todas las creencias y religiones del mundo. En ocasiones, toma la apa-riencia de mensaje telepático, en otras, la de visio-nes o apariciones2. Y como en todo este exasperante fenómeno, aquí también estamos trabajando sólo con los casos conocidos. Creo poder afirmar sin peli-gro a equivocarme que estamos ante un fenómeno universal, que supera las barreras del tiempo, sote-rrado, callado y silencioso pero eficaz en su misión, cuyo fin último nosotros, al igual que los propios con-tactados, desconocemos.

La mayoría de los ufólogos considerados serios se niegan a dar credibilidad a los casos de contactis-mo. Sin embargo, algunos autores disienten. Tal es el caso del citado Salvador Freixedo (para mí, una de las cabezas mejor amuebladas de la ufología mundial) o del norteamericano Brad Steiger que se muestra convencido de la existencia de los hermanos del Cos-mos a los que considera básicamente benevolentes. Incluso en uno de sus libros llega a dedicar un capítu-lo a “Cómo contactar con seres multidimensionales” y llega a afirmar que en el pasado ciertos persona-jes que jugaron un papel clave en la historia mundial pudieron haber sido contactados. Steiger es contun-dente cuando afirma:

Estoy convencido de que existe un tipo sutil de relación simbiótica entre la Humanidad y las inte-ligencias extraterrestres.3

Una persona tan poco sospechosa como el astrofísi-co Allen Hynek afirmó en cierta ocasión:

Algunos de los que han tenido experiencias OVNI afirman haber desarrollado sus capacidades psí-quicas. Incluso hay casos de curaciones en encuen-tros con contacto, así como casos de precognición en los que la gente tuvo conocimiento previo de

2.- Algunos autores han vinculado el contactismo con las apariciones marianas, llegando incluso a defender que son aspectos diferenes de un mismo fenómeno.3.- Contactos con Extraterrestres. Editorial Edaf 1978

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Allen Hynek

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que iban a presenciar algo (...) Resulta harto difícil hablar de algunas cosas pero están ahí y no pode-mos ignorarlas.4

Por su parte, el psicólogo norteamericano Leo Sprinkle, profesor en la Wyoming University, acu-ñó el término Cosmic Consciousness Conditioning para definir el efecto que había tenido sobre diver-sas personas el contacto directo o indirecto con el fenómeno OVNI y que se concretaba en una más amplia visión del mundo y del ser humano. Sprinkle planteaba la cuestión de si estábamos ante la mera consecuencia de mecanismos psíquicos normales o bien frente a un plan sistemático con el propósito de inducir mediante periódicas manifestaciones una toma de conciencia por parte de la humanidad con vistas a favorecer un próximo encuentro. De ser así, el fenómeno contactee se incardinaría dentro de esa segunda opción.

La información que hoy tenemos sobre el fenómeno OVNI es contradictoria y con frecuencia extravagan-te. Todo esto hace que a menudo esas informaciones aparezcan como poco creíbles. Y los contactados no han de ser una excepción. Nos hallamos ante indivi-duos de elevada sensibilidad, con un mundo interior rico en sensaciones y experiencias poco comunes al resto de los mortales, independientemente de su nivel de formación académica. Circunstancias estric-tamente personales han hecho que de algún modo esas personas desarrollaran unas habilidades men-tales que la mayoría de los seres humanos tendrían adormecidas y entre las que se hallaría la telepatía. Esas habilidades, precisamente, serían las que les facilitarían el contacto con ese algo no humano.

Quienes opinan, opinamos, que el fenómeno OVNI interactúa con el testigo, condicionando la forma y el momento en el que aquél se manifiesta, creemos que todo este complicado y contradictorio asunto es merecedor de una sistemática y profunda investi-gación, y que el ufólogo debe abandonar ideas pre-concebidas y acercarse al contactismo con espíritu crítico pero con la mente abierta. Una cosa para mí es cierta: o estamos ante un fraude a escala plane-taria de inmensas proporciones o, por el contrario, estamos ante auténticos casos de comunicación con seres extraterrestres.

Si aceptamos esta última hipótesis, entonces hay que admitir que tenemos ante nosotros el enigma más apasionante de la Era Contemporánea. Los contac-

4.- Lo Inexplicado. Ed. Delta. Pág. 1751

tados y sus seguidores estarían escribiendo una de las páginas más emocionantes de la Historia: el pri-mer contacto de los seres humanos con una civiliza-ción extraterrestre.

Si por el contrario llegamos a la convicción de que todo esto es falso, entonces hay que plantearse por qué una parte creciente de la humanidad oye en un momento dado de su vida unas voces que dicen pro-ceder de seres de otro planeta. Habría que preguntar-se qué impulsa a esas personas a alterar su compor-tamiento, sus costumbres e incluso sus más íntimas convicciones. Deberíamos, en definitiva, plantearnos si no estamos ante los prolegómenos de una locura colectiva preludio tal vez de la definitiva decadencia de esta contradictoria civilización.

Sea como sea, estamos ante un fenómeno digno de ser estudiado, porque, de ser cierto que algunos de nuestros semejantes han iniciado ya el contacto con seres venidos del espacio, lo que estaríamos jugán-donos aquí y ahora sería el futuro de la humanidad.

© David Álvarez [email protected]

Licenciado en Ciencias de la Información por la Uni-versidad Autónoma de Barcelona y diplomado en Derecho y Relaciones Laborales por la Unversidad de Barcelona

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Supuesto mensaje ummita

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Cómo nace un paradigma...Paradigma (parádeigma): Creencias que se aceptan como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis.

Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas

Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos arrojaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo

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Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo golpeaban

Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas

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Entonces los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, sien-do rápidamente bajado por los otros, quienes le acomodaron tremenda paliza. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera, aunque nunca supo el por qué de tales palizas.

Un segundo mono fue sustituido y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado y se repitió el hecho: lo volvieron a golpear. El cuarto y, finalmen-

te, el quinto de los veteranos fue sustituido

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Los científicos quedaron entonces con un grupo de cinco monos que, aun cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.

Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentaba subir por la escalera, con toda certeza la respuesta sería: “No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así” ¿Te suena conoci-do? Quizás todos debamos preguntarnos por qué seguimos �golpeando� y por qué estamos haciendo

las cosas de una manera si, tal vez, las podemos hacer de otra.

Fuente: http://genteconconciencia.es/blog/?p=5603

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Etemenanki, la Torre de Babel en Cusco, Peru?Documental producido por Jesús Gamarra y Jan Peter de Jong.

¿Podría haber sido Cusco Babilonia la Grande? ¿Y Sacsayhuaman la Torre de Babel?

¿Es Cusco, en Peru, conocida como la antigua capital de los incas, la ancestral ciudad de “Babilonia la Grande”? ¿Y podría la estructura más ciclópea de la Tierra, justo por encima y al norte de la ciudad y conocida como Sacsay-huaman, la legendaria “Torre de Babel”? Estas preguntas no son tan extrañas una vez se sabe que la cantera más grande y más avanzada se encuentra en y cerca de Cusco y que no fue obra de los incas sino de una cultura ante-rior, mucho más anti- gua, una cultura que fue capaz de construir los vestgios megalíti-cos alrededor de Cus- co y en el resto del mundo. Hay sorpren- dentes similitudes que se pueden reconocer entre los vestigios y que se explica en detalle en nuestro otro documen-tal “La Cosmogonía de los Tres Mundos”.

No es extraño que esto sea así, si uno supera el viejo paradigma del continente americano como “El Nuevo Mun- do”. Las investigaciones inciadas por Alfredo Gamarra hace más de un siglo y concluídas por su hijo, Jesús Gamarra, confirman la existen- cia real de la Torre de Babel en la Tierra de Sinar. Hasta hoy, la Torre no fue encontra- da en la ubicación que se consideraba el lugar más probable, es decir, Mesopotamia. Para ello, se utilizó infor-mación de los antguos historiadores griegos y romanos así como de investigadores contem-poráneos.

Al cotejar toda la infor- mación, se encon-traronmás de una doce- na de características únicas de la Torre y de la ciudad de Babilonia la Grande. Dichas car- acterísticas se corre-sponden con el parque arqueológico de Sacsay-huamán y la ciudad de Cusco, en un nivel tal que no podemos hablar de mera coincidencia. Por lo tanto, la eviden- cia presentada en este video es rompedora de tal manera que “Ete-menanki” es un docu- mental que presenta una visión fascinante de unos perídos que falta-ban en nuestra historia.

Los estudios de Alfredo Gamarra confirman la importancia de los idiomas quechua y aymara como las lenguas raíz. Existen muchas similitudes con idiomas europeos y asiáticos, lo que indica su importancia y antigüedad. Idi-omas que, de acuerdo con Alfredo, son los restos de la primera lengua de la Tierra, el idioma que la humanidad tuvo que aprender a hablar durante “la confusión de las lenguas”.

Las referencas que Jesús Gamarra ha encontrado acerca de la aparición de la palabra “Sinar” en mapas antiguos como “Sitiu Sinar”, “Statio Sinar” y “Regio Sinar”, confrman que el continente sudamericano tuvo influencias del lado del Oceáno Pacífico. “La Tierra de Sinar”, donde se encuentra la Torre de babel y la ciudad de Babilonia la Grande, la gran ciudad que gobernaba sobre todos los reyes de la Tierra.

Producido pro Jesús Gamarra y Jan Peter de Jong.

El DVD está disponble en inglés y en español. el precio es de 20 US dolares. El envío es gratuíto a todo el mundo

http://www.ancient-mysteries-explained.com/etemenanki-tower-of-babel-in-cusco-peru.html

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