DOSSIER FELIPE IV - BAIXARDOC

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DOSSIER 41 Hace cuatrocientos años nacía en Valladolid Felipe IV, el penúltimo monarca de la Casa de Austria, cuyo reinado está asociado a la fuerte personalidad de su valido, el conde-duque de Olivares. Perezoso y frívolo, Felipe IV vivió la decadencia española: separación de Portugal, revuelta de Cataluña, guerras con Francia y pérdidas de numerosas posesiones. Su último revés fue un heredero incapaz El Imperio acosado FELIPE IV Retrato alegórico de Felipe IV, hacia 1645, Velázquez y taller, Florencia, Galería de los Uffici. 58. El final, el Rey al remo Xavier Gil Pujol 64. El Atlas del marqués de Heliche Rocío Sánchez Rubio, Isabel Testón Núñez y Carlos M. Sánchez Rubio 52. 1640, el año fatídico Manuel Peña Díaz 50. Olivares, el sueño centralista Ricardo García Cárcel 44. Época de reformas Doris Moreno Martínez 42. El integrista frívolo Ricardo García Cárcel LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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DOSSIER

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Hace cuatrocientos años nacía en Valladolid Felipe IV, el penúltimomonarca de la Casa de Austria, cuyo reinado está asociado a la fuertepersonalidad de su valido, el conde-duque de Olivares. Perezoso yfrívolo, Felipe IV vivió la decadencia española: separación dePortugal, revuelta de Cataluña, guerras con Francia y pérdidas denumerosas posesiones. Su último revés fue un heredero incapaz

El Imperio acosadoFELIPE IV

Retrato alegórico de

Felipe IV, hacia1645, Velázquez y

taller, Florencia,Galería de los Uffici.

58. El final, el Rey al remoXavier Gil Pujol

64. El Atlas delmarqués de HelicheRocío Sánchez Rubio,

Isabel Testón Núñez y

Carlos M.Sánchez Rubio

52. 1640, el año fatídicoManuel Peña Díaz

50. Olivares, el sueñocentralistaRicardo García Cárcel

44. Época de reformasDoris Moreno Martínez

42. El integrista frívoloRicardo García Cárcel

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F elipe IV ha sido un rey mal co-nocido. Han merecido biogra-fías múltiples los Austrias ma-yores, pero los menores han si-

do generalmente marginados en el mag-ma de la decadencia y la crisis del si-glo XVII. De ellos, sólo Carlos II ha si-do en los últimos años rescatado del si-lencio, pero ni Felipe III ni Felipe IV hangenerado biografías específicas. Por otraparte, en el caso de Felipe IV, su figuraha quedado asfixiada por la de Olivares,personaje polémico y pluridimensional–de Marañón a Elliott–, bajo cuya som-bra protectora Felipe IV ha eludido losjuicios de los historiadores.

En su tiempo, sobre todo en la prime-ra parte de su reinado, gozó de una ex-celente imagen. Cuando llegó al trono en1621, a los 16 años, la sociedad españo-la depositó su confianza en él, harta dela mediocridad y apatía de su padre yde la sensación de parálisis política enque se encontraba el país. Se había pa-sado de los delirios políticos tremendis-tas, los sobreexcesos carismáticos y elmesianismo del reinado de Felipe II, a labanalidad, ramplonería y ausencia deproyectos del reinado de Felipe III. Delos sueños imposibles a la mediocridadposibilista. Hacía falta una alternativa en-tre Don Quijote y Sancho, una tercera víaentre los héroes integristas y los pícaroscorruptos, entre el puritanismo de la épo-

ca de Felipe II y el relativismo moral deFelipe III, entre el estamentalismo y lacultura del parvenu, entre la legitimidaddel poder y de la opinión pública, entrela guerra ofensiva y la paz defensiva...

Los arbitristas desde finales del XVI sehabían dedicado a sugerir soluciones teó-ricas a la crisis. Había llegado la hora dela praxis concreta para salir del túnel. Lahora del reformismo. La hora de hom-bres como Olivares. Esta generación dereformistas tuvo como rey a Felipe IV.

Sin los complejos del padreFelipe IV tenía de entrada una ventaja.Nunca sufrió la sombra del padre quehabía marcado a Felipe III. Éste había si-do el rey estigmatizado por la ansiedadinsatisfecha del padre Felipe II respectoa sus hijos varones. Le pasó con donCarlos con resultados trágicos y le pa-só con Felipe. Felipe IV no había tenidoese problema. Nació el 8 de abril de1605, hijo de Felipe III y la archiduque-sa Margarita de Austria. Su madre ha-bía tenido ocho hijos, cuatro varones ycuatro hembras. Él fue el tercero, en or-den de nacimiento, seis años después dela boda de sus padres. Sin el síndromede ansiedad que había, en cambio, ge-nerado la llegada al mundo de su padre.

No tuvo Felipe IV las limitaciones in-telectuales de éste ni, desde luego, susrestricciones morales. Indolente comoél, fue mucho más frívolo y su vidaamorosa fue un volcán. Se casó con Isa-bel de Borbón, que murió en 1644 y,

cinco años más tarde, con Mariana deAustria.

A lo largo de los veinticuatro años dematrimonio con Isabel y paralelamente ala producción de una numerosa prole dehijos legítimos (seis hijas y un hijo, Bal-tasar Carlos que no llegó a reinar porquemurió en 1646, a los 17 años), tuvo nu-merosas amantes –la más famosa, la co-medianta María Calderón, La Calderona–y no pocos hijos bastardos (los más fa-mosos Don Juan José de Austria y el do-minico Alfonso de Santo Tomás, que se-ría obispo de Málaga). Con Mariana tuvocinco hijos (tres varones y dos hembras),entre ellos, el futuro Carlos II.

Si no generó ansiedades como las quesu padre había generado en una Cortenecesitada de heredero, él sí que las tu-vo y de dos órdenes. En primer lugar, letocó asumir al hermano brillante que haatormentado a más de un rey en nues-tro país. Le pasó a Felipe II con Juande Austria. Le pasaría a su hijo Carlos IIcon el hermanastro Juan José de Austria.Y le pasó a Felipe IV con su hermanoFernando, cuatro años menor que él yexcelente político y soldado, el Carde-nal-Infante –Paulo V le nombró cardenalel mismo año que nació– murió en 1641,tras victorias militares tan sonadas comola de Nordlingen (1634). Y, en segun-do lugar, debió esperar mucho para con-seguir un heredero que sustituyera al fa-llecido Baltasar Carlos. El futuro CarlosII no nació hasta 1661, cuatro años an-tes de que muriera Felipe IV. Aparte de

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RICARDO GARCÍA CÁRCEL es catedrático

de Historia Moderna en la UAB.

El legado del reinado de Felipe IV fue una cura de humildad para unImperio que, en pocos años, pasó de la cumbre a la derrota en los campos debatalla, la fractura interna y la crisis económica. Ricardo García Cárcel

traza el perfil humano de un monarca que no estuvo a la altura de sus retos

FRÍVOLOEl integrista

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la huella imborrable de aquel BaltasarCarlos, dos niños más, hijos de Marianamurieron antes que Carlos.

Demasiada penitencia para un peca-dor como Felipe IV. No es raro que des-de su pasmosa frivolidad fuera evolu-cionando hacia un catolicismo integristay mórbido, del que fueron buen testi-monio sus singulares relaciones episto-lares con la monja Sor María de Ágre-da. Felipe IV fue un notable holgazán,escasamente viajero, al que España le eracasi completamente desconocida –sólofue a Barcelona y Valencia dos veces, tresa Zaragoza y una vez a la frontera conFrancia, siempre en visitas cortas–. Vivióintensamente los placeres de la Corte –ensus palacios del Alcázar y del Buen Re-tiro, que empezó a construir en 1630, y

las estancias de la Casa de Campo, ElPardo, La Zarzuela o El Escorial– su flu-jo literario y artístico –tenía pasión por elteatro– y sobre todo su estela festiva. Lacaza y los toros fueron sus mejores afi-ciones. Hasta su primera mujer, Isabel,se contagió de aquel mundo tan disipa-do y corrupto, y pasto del chismoso Ma-drid de la época fue el supuesto roman-ce de la reina con el bisexual Juan deTassis, conde de Villamediana, que aca-bó asesinado en 1622, en una reedicióncon variantes, de lo que había pasadocon Escobedo, medio siglo antes.

Si, como defiende Pedro GonzálezTrevijano, los retratos definen bien “lamirada del poder” de los retratados, la deFelipe IV dice mucho del personaje. Ve-lázquez reflejó como nadie la mirada hui-

diza del personaje que parece haber dor-mido poco, el rostro abotargado del noc-támbulo, el rictus irónico del que es per-fectamente consciente del inmenso des-fase entre sus capacidades y la publici-dad oficial. Nunca estuvo Felipe IV a laaltura de lo que de él se necesitaba.

Fracaso absolutoOlivares fue su gran baza política, su va-lido y máximo hombre de confianza y elhombre más poderoso de España hastasu rápida cremación política, de 1640 a1643. Felipe IV todavía gobierna otrosdieciocho años, hasta 1665. Su reinadoduró cuarenta y cuatro años, más que elde Felipe II. Un reinado que empezó conla generación de reformistas de Olivaresy acabó colgado de los consejos de unamonja y de un nuevo valido, Luis de Ha-ro, sobrino de Olivares, un discreto pa-ra tiempos oscuros. En medio, una de lasexperiencias más amargas de la historiade España: la secesión de Portugal y Ca-taluña. El problema de España, en su do-ble vertiente, interior –la gobernabilidadeficaz de una “monarquía compuesta”–y la exterior –la reivindicación del pres-tigio internacional– fue abordado porOlivares con la crudeza que le caracte-rizaba. El fracaso fue absoluto. Un fra-caso que constituye el triste reflejo de losriesgos de la cirugía aplicada con tos-quedad al delicado y complejo proble-ma de España, error repetido demasia-das veces a lo largo de nuestra historia,la evidencia de que las buenas intencio-nes no bastan en política, la constataciónde la escasa distancia de la cumbre deltriunfo (Nordlingen, 1634) al hundi-miento (Rocroi, 1643).

El legado del reinado es la licuacióndel viejo Imperio en Westfalia, la rup-tura del escenario iberista y la sima dela decadencia económica. Una curade humildad salvaje tras el entierro delos grandes principios olivaristas del uni-formismo y el reputacionismo. Sóloquedó un tesoro: la formidable culturadel Siglo de Oro, que fascinó a toda Eu-ropa. Mientras España se hundía en elfango de la crisis total, Luis XIV soña-ba con un imperio a la española, con elviejo modelo de Felipe II por bandera.Para los españoles, en cambio, habíapasado el tiempo de la nostalgia y sehabía consumido el espacio de los sue-ños. Era el tiempo de la penitencia, dela expiación. ■

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Felipe IV en Fraga, porVelázquez, en 1644,Nueva York, FrickCollection.

FELIPE IV, EL IMPERIO ACOSADO

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REFORMASÉpoca deLa recuperación de

Bahía de Brasil, por

Juan Bautista

Maíno, 1635,

celebra una victoria

española sobre los

holandeses en

1625, Madrid,

Museo del Prado.

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L a muerte de Felipe III, en ma-yo de 1621, no sólo supuso uncambio de Rey, sino tambiénde equipo de gobierno. Cam-

bio ampliamente deseado. La concien-cia cada vez mayor del declive en laCastilla de Felipe III había dado lugara un movimiento cada vez más exten-dido a favor de la reforma. Arbitristas,mercaderes, patricios urbanos, Cortesde Castilla… todos clamaban por unareforma de la moral, las costumbres, laadministración, la hacienda… en suma,de la monarquía en general. Estas vo-ces se sumaron a las que en política ex-terior reclamaban la renovación del po-der militar y naval, en un esfuerzo porrestaurar la reputación de España en elmundo.

Reforma y reputación. He aquí los dosejes que guiaron la política de aquelnuevo equipo de gobierno, nombradopor el novel Felipe IV al mes de asu-mir el cetro: Baltasar de Zúñiga, ayo deFelipe III, recibió las llaves y los pape-les de Estado; su sobrino, don Gasparde Guzmán, conde de Olivares y duquede Sanlúcar la Mayor desde 1625, fuenombrado sumiller de corps en 1621 y,un año más tarde, caballerizo mayor,puestos que le aseguraron el accesofranco y continuo a la persona del Rey.Olivares, nacido en Roma en 1587, per-tenecía al linaje de los Guzmanes, delárbol familiar de los Medina Sidonia. Supadre, don Enrique de Guzmán habíasido brillante diplomático al servicio deFelipe II en Roma (1582-91) y despuésvirrey de Sicilia y Nápoles.

Durante los primeros meses delreinado, Zúñiga y Olivares desalojarona la clientela Sandoval de la proximidadreal, colocando a sus deudos, pertene-cientes a las tres familias interrelaciona-das: Zúñiga, Haro y Guzmán. Aquella

“revolución de linajes” liderada por eltándem Zúñiga-Olivares tenía como ob-jetivo programático “resucitar la monar-quía” y restaurar su reputación, retornara los principios y prácticas de los go-biernos del prudente y católico Felipe II.

Olivares, al frenteLa muerte de Zúñiga, en octubre de1622, puso fin a un breve período de go-bierno compartido entre tío y sobrino. Apartir de este momento, Olivares tomólas riendas del poder y aceleró el pro-ceso de nombramientos de sus criaturaspara los principales puestos (presiden-tes y secretarios) en el sistema polisi-nodial de la monarquía. A finales de ladécada de 1620, las hechuras de Oliva-res tenían en sus manos los cargos y lascompetencias más importantes: Medi-na de las Torres estaba en los Consejosde Estado, de Indias y de Aragón; Cas-trillo en la Cámara de Castilla y en losConsejos de Estado e Indias; Monterreyera consejero de Estado y presidente delde Italia; Leganés en los Consejos de Es-tado y de Flandes. Junto a este grupo denobles olivaristas, completaban la “fac-ción valida» un selecto grupo de cola-boradores entre los que se hallaban An-tonio Hurtado de Mendoza, Jerónimo deVillanueva y José González, entre otros.Estos nombramientos no eran la simplesustitución de un grupo de familias porotro. Había detrás una voluntad políti-ca que buscaba un nuevo equilibrio delpoder. Olivares rechazó ser cabeza defacciones nobiliarias y optó por formar“un partido del rey”.

No era suficiente con situar a algunosdeudos en lugares estratégicos. Era, ade-más, imprescindible controlar los re-sortes del poder, las discusiones y laspropuestas, el funcionamiento de las ins-tancias conciliares, cosa nada fácil enel sistema polisinodial de la monarquía,en el que la inercia del funcionamien-to no respondía –creía Olivares– a las

DORIS MORENO MARTÍNEZ es profesora

de Historia Moderna en la UAB.

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La primera parte del reinado de Felipe IV está marcada por su valido, elconde-duque de Olivares, cuyo programa de gobierno proponía simplificarla legislación y centralizar la administración. Los sucesivos desastres a que seenfrentó la Monarquía acabaron con su caída, explica Doris Moreno

FELIPE IV, EL IMPERIO ACOSADO

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necesidades de aquellos tiempos. Des-de los inicios de su régimen y hasta sucaída, Olivares se quejó constantemen-te del permanente obstruccionismo delos Consejos y de sus ancianos conse-jeros. Don Gaspar buscó una fórmula es-tratégica y pragmática, la convocatoriade juntas extraordinarias que, formadaspor sus partidarios, permitían respues-tas rápidas y flexibles a situaciones ex-traordinarias –Junta de la Posada, la Sal,las Coronelías, Comercio, Almirantazgo,Población, Minas, etcétera.

Finalmente, los vientos de reforma seconcretaron en 1622, con la creación deuna Junta Grande de Reformación para“lo tocante al remedio de la monarquía”,que un año más tarde daba a luz losfamosos Artículos de Reformación.

Las propuestas eran múltiples –reduc-ción del número de oficios en la Corte;el traslado de la nobleza cortesana a susseñoríos y estados; edictos contra el lu-jo y gastos suntuarios y prohibición deentrada de un buen número de pro-ductos extranjeros–, pero las más im-portantes fueron la creación de erariosy montes de piedad y la abolición delservicio de millones. La finalidad de unabanca pública (erarios y montes de pie-dad) era múltiple: recaudar los tributosy auxiliar a las necesidades financierasde la Corona y activar con créditos debajo interés (7 por 100) la agricultura, elcomercio y la industria, “porque en fal-tando el dinero falta el crédito, que eslo principal que puede tener una repú-blica para tiempo de paz y guerra”, se-gún Jerónimo de Ceballos.

La propuesta de abolir los millones lle-vaba consigo la recomendación de sus-tituirlos por un reparto de su rédito en-tre todos los núcleos de población. Secalculaba que, con las correcciones ne-cesarias, se podía mantener una fuerzaactiva de 30.000 soldados de infantería.Sin embargo, el rechazo de las ciudadesllevó al fracaso el proyecto. El 30 de

junio de 1625, las ciudades aceptaron unnuevo servicio de doce millones a cam-bio de retirar el decreto de reforma mu-nicipal de 1623 y que la hacienda se hi-ciese cargo de los erarios o, lo que es lomismo, abandonarlos.

La Instrucción SecretaA pesar de estos fracasos iniciales, elconde-duque insistió en la necesidad deimpulsar una política reformista. A fina-les de 1624, Olivares presentó al Rey undocumento en el que se condensabanlas principales ideas de su pensamien-to reformista: el Gran Memorial. Setrataba de una Instrucción Secreta quecontenía un auténtico programa de go-bierno. Las propuestas de Olivares seencaminaban a conseguir: una mayor

aportación de las haciendas del clero pa-ra la defensa de la fe, la promoción delos medianos, no sólo de los servido-res de la monarquía (los letrados), tam-bién de los hidalgos, con el objeto derecabar hombres y recursos económicosante las acuciantes y extendidas guerras,y desarrollar eficazmente su política in-terior, cuyos principales objetivos eranla prosperidad económica y la unión decada una de las partes de la monarquía.Fundamento básico en su gobierno de-bía ser la reforma de la política fiscal,que permitiese reducir los excesivos pri-vilegios de los reinos no castellanos quelimitaban la capacidad recaudatoria dela Corona. Se trataba, en definitiva,de construir una nueva monarquía queno se redujese a la unión dinástica, sinoque fuese una unificación orgánica.

El mismo objetivo presidía un segun-do documento, la Unión de Armas, queproponía la constitución de ejércitos encada uno de los reinos, compuestos,mandados y financiados por naturalesde esos territorios. Como contrapresta-ción al aumento contributivo se abríala puerta a la proporcional participaciónde las elites periféricas en los órganosde gobierno de la monarquía. En defi-nitiva, el objetivo último no era sino au-mentar, movilizar y dirigir los limitadosrecursos de la monarquía para la guerra.

Presentado al Consejo de Estado en no-viembre de 1625, el proyecto estaba ba-sado en un sistema de cuota medianteel cual todos los integrantes de la mo-narquía, desde Flandes a Perú, contri-buirían con un número fijo de hombrespagados, dentro de un total de 140.000,en el caso de que alguno de ellos fue-se atacado. Este programa sólo tuvo éxi-tos significativos en Nápoles y Sicilia; enlas demás provincias suscitó recelos yoposición: las Indias, Flandes; en la Co-rona de Aragón, se vio como una ame-naza a sus fueros y constituciones; enCataluña las tensiones de las Cortes de1626 y 1632, convocadas para obtenerla cooperación catalana, prepararon elcamino de la revuelta de 1640.

El limitado éxito de la Unión de Armas

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Dos soldados alistados en 1641 en la

Compañía de Santa Eulalia de Barcelona, en

una ilustración de los Llibres de Passanties.

En su INSTRUCCIÓN SECRETA a Felipe IV,Olivares defendía una monarquía que nose redujese a la mera unión dinástica

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ponía al descubierto el múltiple fracasode la política olivarista. Sus solucionespolíticas fueron inoperantes ante el fra-caso financiero de las reformas de 1622-25, los decrecientes ingresos de las In-dias y las estructurales dificultades eco-nómicas de la Corona. Entre 1621 y 1626,la situación de la Hacienda se agravó, hi-potecada como estaba por los juros y loscuantiosos préstamos de asentistas ge-noveses; la acuñación de numerario sig-nificó una inflación del 13 por 100 y unadesvalorización de la moneda de cobrerespecto a la de plata (34 por 100). La sa-lida fue una suspensión en enero de1627 que fue acompañada unos mesesmás tarde por el Medio General, la can-celación de los créditos de los asentistasgenoveses por juros aplicados a los

servicios de millones. A partir de enton-ces, Olivares encontró cada vez más di-ficultades para conseguir nuevos présta-mos que desde 1628 llegaron gracias alos asentistas portugueses judeoconver-sos. La situación se agravó hasta límitesdifícilmente sostenibles tras la interven-ción española en la cuestión de la suce-sión en Mantua, en 1628. Esta guerra, de1628-31, se convirtió en un agujero ne-gro que absorbió los recursos de España.

En 1631 la Corona abolió unilateral-mente el servicio de millones, impuso undesmesurado aumento del impuesto so-bre la sal y estableció unas cuotas obli-gatorias región por región; las protestasno se hicieron esperar. La más impor-tante quizá fue la que se produjo en Gui-púzcoa por la introducción del impues-

to de la sal, que sólo pudo ser sofocadaen 1634, tras la ejecución de seis cabe-cillas y el perdón general. Aunque tam-poco hay que olvidar que la presión realsobre las Cortes castellanas en febrero de1632 llevó a un consenso inmediato, quesignificó el pago de un peaje político deindudable valor: la capacidad de decisiónin situ de los procuradores, sin necesi-dad de ratificación por parte de las ciu-dades las hizo aún más vulnerables a lainfluencia de la Corona.

A pesar de todo, los esfuerzos refor-mistas no cesaron para conseguir loscuatro elementos clave: gente, dinero,orden y obediencia. Proyectos que enotro orden incluían la creación de co-lonias de extranjeros para fomentarla población, realización de obras de

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ÉPOCA DE REFORMASFELIPE IV, EL IMPERIO ACOSADO

La rendición de Breda, por Velázquez (Madrid, M. del Prado). Los intentos de Olivares por reformar el sistema de cuotas para el ejército fracasaron.

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canalización para hacer los principalesríos navegables o la supresión de lasaduanas y puertos secos para facilitar elcomercio. El programa, no obstante, ado-lecía de una contradicción profunda: nose podía llevar a la práctica mientras sesometía al país a la inmensa sangría dehombres y recursos materiales que con-llevaban luchas en tantos frentes.

Cuatro frentesEl programa militar de Gaspar de Guz-mán intentó cubrir cuatro necesidadesfundamentales: contar con la participa-ción de una élite dirigente, garantizar uncontingente fijo de soldados, tener unasfuerzas navales poderosas y poder abas-tecer estos ejércitos y armadas con re-cursos permanentes, aportados propor-cionalmente por todos los reinos. Habíaque remilitarizar España, pero con unamayor profesionalidad de los soldados.El proyecto y la concreción bélica su-peraron ampliamente los recursos dis-ponibles por la pésima gestión y la co-rrupción de las autoridades y sobre to-do por la enorme desproporción que

existía entre lo que aportaban unos rei-nos frente a otros. El desequilibrio se cu-bría mediante préstamos; una depen-dencia desmesurada de los banquerosque hizo de la monarquía hispánica ungigante político con pies de barro. Cuan-do se reanudó la guerra con los holan-deses, Hacienda comunicó al Rey que notenía fondos. El frente italiano de 1628,abierto por la lucha en la sucesión deMantua, absorbió todos los ingresos ypréstamos de la Corona de ese año y delos siguientes, viniesen de Indias o de par-ticulares. Nada ni nadie pudo tapar el in-menso agujero que abrieron las agota-doras guerras entre 1621 y 1659.

En cuanto a la recluta de tropas, en1625 Felipe IV alegaba mantener entreunos 300.00 y 500.000 soldados regula-res, unas cifras extraordinarias; aunque,muy posiblemente, nunca se superaronlos 150.000 soldados, repartidos en unmismo momento en las distintas pose-siones y frentes europeos. En contrastecon la evolución de los Estados europe-os de la época, que progresivamente fue-ron monopolizando el poder militar,

España fue la excepción. Si en 1580 la ins-titución militar estaba en manos de la Co-rona, cinco décadas más tarde, como con-secuencia de las dificultades económicasen las que se movía la Hacienda real, lamonarquía se vio obligada a depender delas ciudades y, sobre todo, de particula-res, tanto para el avituallamiento y el re-clutamiento como para la construcción denavíos, armas o fortificaciones. Unas in-versiones insuficientes para mantener unacalidad competitiva en productos comolas armas de fuego que, muy pronto, fue-ron superadas por la mejor y más ligeraartillería francesa; la Batalla de Rocroi, en1643, lo puso de manifiesto.

Guerra de asediosLa idea más extendida entre los estrate-gas militares de la época era que la gue-rra debía ser una cuestión de asedios. Es-ta evolución de las tácticas trajo consi-go la fortificación masiva de las ciudadesde los Países Bajos, cada vez más inex-pugnables. Los asedios eran costosos atodos los efectos, con un desgaste lar-go y constante de recursos militares y hu-manos. El sitio de Breda por las tropasespañolas de 1624-25 se alargó durantenueve meses, hasta la extenuación de lossitiados y de los sitiadores.

Asedios, batallas y tantas otras refrie-gas en tierra eran insuficientes si no sedisponía de una fuerza naval. La gue-rra con Holanda, entre 1621 y 1648, fuela mejor demostración de ello. Al fina-lizar la tregua con los holandeses, Zú-ñiga diseñó la estrategia en el previsibleconflicto que se avecinaba. Se trataba notanto de recuperar el territorio perdidocomo de alcanzar una paz más venta-josa. Se pensó en una guerra en el mar,que permitiese destruir las flotas de losholandeses o al menos hiciese imposi-ble la navegación y aniquilase su co-mercio. Finalizada la tregua, comenzó laguerra económica y los enfrentamientosen el mar, al cerrar todos los puertos pe-ninsulares a los barcos holandeses, inu-tilizar sus flotas de arenque y atacar a losmercaderes. La primera victoria de otrasmuchas fue alcanzada por la flota es-pañola del Atlántico, en agosto de 1621en el estrecho de Gibraltar, frente a unaflota holandesa más numerosa. Estostriunfos propiciaron que Olivares deci-diese impulsar aún más la política de re-construcción naval, mediante la creaciónde una Junta de Armadas en 1622.

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Un cardenal muy guerrero

Tercer hijo de Felipe III y Margari-ta de Austria, Fernando de Austria(1609-1641) fue nombrado carde-

nal al nacer. Siempre se destacó por su opo-sición a la política de Olivares.

Fue uno de los puntales en el gobiernode Felipe IV: virrey de Cataluña en 1632,gobernador de Milán en 1633 y de los

Países Bajos en 1634. Su mayor hazaña pa-ra la Corona española fue la victoria deNordlingen, en septiembre de 1634, en laque al frente de los tercios españoles de-rrotó a los suecos. Éstos bloqueaban el ac-ceso a los Países Bajos por el llamado Ca-

mino español y al derrotarlos inesperada-mente, reabrió el corredor para llegar aFlandes, aunque brevemente.

Los Austrias recobraron gracias a esta ini-ciativa todo lo que habían perdido en laguerra en la Renania y en el Sur de Ale-mania. El cardenal logró llegar sano y sal-vo a Bruselas y Olivares, a pesar de la cri-sis económica en Castilla, aumentó la do-tación del ejército de Flandes. Por un mo-mento, parecía que la ofensiva final espa-ñola contra los rebeldes estaba a punto dellevarse a cabo con éxito.

Sin embargo, la entrada de Francia enla guerra en 1635 interrumpió de nuevolas comunicaciones entre Italia y Flandes.Las provisiones para la campaña de Flan-des hubieron de ser desviadas a la organi-zada contra Francia y las expectativasabiertas en Nordlingen se eclipsaron de-finitivamente.

El cardenal-infante Fernando de Austria, h.

1634, por Van Dyck, Madrid, M. del Prado.

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La creación de la Compañía Holan-desa de las Indias Occidentales, en 1621,con potestad para mantener fuerzas na-vales en el Atlántico vino a complicar lasituación española, ya que se ponía enmarcha una Compañía dedicada a la co-lonización y al pillaje en América. El pri-mer gran ataque llegó en mayo de 1624en Bahía, en el Brasil portugués. La res-puesta de las autoridades españolas fuerápida y eficiente. Una armada de cin-cuenta y seis barcos navegó a Brasil yasestó una dura derrota a la flota y a laguarnición holandesas. En ese año de1625, los vientos eran favorables para elpoder militar y la reputación española,una operación combinada de galeras einfantería socorría a Génova y rechazabael ataque de Saboya. En junio, en Flan-des las tropas de Spínola tomaban Bre-da, sede de la casa de Orange; y en no-viembre se rechazaba el ataque anglo-ho-landés a Cádiz y la Carrera de Indias.

La amenaza mayor para los holande-ses fue el fortalecimiento de la Armadade Flandes, que en 1625 ya tenía docebarcos reales y varios barcos piratas.

Pero los vientos favorables duraronpoco. En 1628, la flota de galeones car-gada de plata cayó en manos del ho-landés Heyn, y se sucedieron otros epi-sodios desastrosos. Los holandeses vol-vieron a Brasil en 1630 y conquistaronPernambuco y Olinda. Los ingleses porlas mismas fechas ya habían ocupadoBarbados, Bermudas, St. Kitt’s y Nevis.La propuesta española que tomó cuer-po fue la de crear una flota en el Cari-be, la Armada de Barlovento; sin em-bargo, ante los riesgos que podían de-rivarse de un estacionamiento perma-nente en aquellas aguas, se optó porqueacompañara a la Flota de Indias. Cuan-do en 1667 se decidió que permanecie-se en Indias, el Caribe ya estaba a mer-ced de los envites de los enemigos eu-ropeos. Los años treinta consolidarían eldesmoronamiento de la supremacía na-val española, tras la estrepitosa derrotaen Las Dunas.

En 1628, los recursos que debían ha-ber sido destinados a continuar la gue-rra marítima contra los holandeses tu-vieron que ser desviados para solventar

la crisis por la sucesión de Mantua. Loque en principio tenía que ser una bre-ve y exitosa lucha sobre la sucesión eneste ducado, en defensa de la de la po-sición española en el Norte de Italia, seconvirtió en una serie de operacionesmilitares, largas y caras.

El corredor español, desmanteladoA la ocupación francesa de Saboya(1630-31), le siguió la de Lorena (1632-33), la de Alsacia (1638) y la de Brisach(1639) por Bernardo de Sajonia. El co-rredor militar español quedaba desman-telado. Para el transporte de tropas y di-nero con destino a Flandes sólo queda-ba un camino: la vía marítima a travésdel canal de La Mancha. Como conse-cuencia de la Guerra de Mantua y, prin-cipalmente, por la irrupción en 1630 delejército sueco en el Norte de Alemania,la situación había cambiado radicalmen-te. En los dos años siguientes, GustavoAdolfo, el rey sueco, logró sendas victo-rias sobre los ejércitos imperiales, que lepermitieron ocupar Renania, Franconia,Suabia y Baviera; Bohemia fue invadi-da y los Países Bajos españoles fueroncercados por suecos y holandeses. En1632, el ejército holandés capturaba lasfortalezas de Venlo, Maastricht y Rhein-berg, en el río Mosa. Ante estos ataqueslos Habsburgo renovaron su colabora-ción, y en 1634 el cardenal-infante Fer-nando fue enviado a los Países Bajos conun ejército de 15.000 hombres, atrave-só los Alpes y se reunió con tropas im-periales del general Gallas, el resultadofue la derrota de las fuerzas suecas enNordlingen, en septiembre de 1634.

En 1635 el cardenal-infante invadía elterritorio ocupado por Holanda y toma-ba varias fortalezas en el Rhin y en el Mo-sa. Pero tan fulgurantes éxitos fueron rá-pidamente eclipsados por la declaraciónde guerra de Francia a España. Se abríaasí el momento más difícil del reinado yde la monarquía: a la guerra con Fran-cia se añadieron la rebelión catalana, larevuelta con Portugal, las conspiracionesaristocráticas, las revueltas populares…“Todos se quejan, chicos y grandes, y na-die sabe de dónde ha de venir el reme-dio”, decía un jesuita en 1641. Lo que pa-recía estar claro a esas alturas es que elremedio ya no vendría de las manos delconde-duque de Olivares. Por lo menos,así lo creyó Felipe IV que destituyó a suministro en enero de 1643. ■

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ÉPOCA DE REFORMASFELIPE IV, EL IMPERIO ACOSADO

Soldados franceses en un tapiz de Jean-Baptiste Martin, del siglo XVII. La declaración de guerra de

Francia a España supuso el momento más difícil del reinado de Felipe IV (París, M. de Versalles).

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Page 10: DOSSIER FELIPE IV - BAIXARDOC

D on Gaspar de Guzmán y Pi-mentel, Ribera y Velasco yde Tovar, conde de Olivarespor herencia y duque de

Sanlúcar la Mayor por gracia del Rey, esel personaje emblemático del reinado deFelipe IV. Nació en 1585, en Roma, don-de su padre, segundo conde de Olivaresresidió diez años (1582-91), como em-bajador de Felipe II cerca de la Santa Se-de. La familia paterna –los Guzmanes–era sevillana; la familia materna –los Pi-mentel– era castellana. Don Gaspar fueel tercero de los hijos del matrimonio deEnrique de Guzmán con doña María dePimentel. Criado en tierras italianas, es-tudió en la Universidad de Salamanca –dedonde sería rector–, consiguiendo unabuena formación. La muerte de sus doshermanos mayores le encaminó hacia lacarrera político-administrativa, siguiendola ruta paterna. Se casó a los 20 años condoña Inés de Zúñiga. El matrimonio deconveniencia a lo largo del tiempo se so-lidificaría en una relación estrecha, enla que doña Inés fue colaboradora y con-fidente de su marido. Tuvieron tres hijos,que murieron pronto. Le afectó mucho lamuerte de su hija María, en 1626. Oliva-res, al menos, tuvo un hijo bastardo, Ju-lián de Guzmán, también llamado Julia-nillo Valcárcel, reconocido con mucho re-traso con el nombre de Enrique Felipez

de Guzmán, marqués de Mairena. Su vo-cación política fue definida expresiva-mente por Marañón como “la pasión demandar”.

Un perfil con muchas aristasNadie mejor lo ha biografiado que JohnElliott, que matiza las muchas aristas deun perfil político y personal ciertamen-te apasionante, por sus muchas contra-dicciones. Noble, cargado de hacienday de títulos, participó, al menos desdeque tuvo poder, del modelo de vida delas grandes familias aristocráticas de suépoca, y desde luego, fue odiado porlos suyos; culto como pocos –su biblio-teca en 1620 tenía 2.700 libros impresosy 1.400 manuscritos–, inquieto e hipe-ractivo como nadie, robusto y achapa-rrado, suplió su espalda cargada conhombros exagerados, con una miradaprofunda que atenazaba a cualquiera,cazador apasionado como Felipe IV, pa-pelero como Felipe II, vitalista y al mis-mo tiempo de pésima salud, ciclotímicocon momentos de euforia y con mo-mentos de depresión, se dejó literal-mente la piel en el servicio a la monar-quía, que identificó con su propio egonarcisista. Nunca fue popular ni en superíodo de máximo poder y desde lue-go sufrió, como los políticos que llegana acumular mucho poder, la terrible pen-diente del fracaso, que en su caso fuede deslizamiento muy rápido (1640-43).

La evolución desde el amor al odio,

aunque se tratara de un personaje tanretorcido como Quevedo, debió de serrepresentativa del proceso de muchosintelectuales de la época. Sólo Francis-co de Rioja se le mantuvo fiel. Posible-mente fue el autor de El Nicandro, el úl-timo defensor de su gestión política, quetranscurre desde el famoso “ahora to-do es mío” de Olivares, de 1621, al nomenos famoso “yo tomo el remo” delRey, en 1643.

Olivares se sentía cómodo en el sis-tema legal castellano, mientras que el ré-gimen constitucional de los otros terri-torios que formaban parte de la “mo-narquía compuesta” nunca lo acabó deasumir. Soñó con una monarquía cen-tralista, que erradicara “esta sequedad yseparación de corazones que hasta aho-ra ha habido” en los diversos territoriosde la Corona y que había llamado laatención de los viajeros italianos y losfranceses, como Joly. En 1625, en mo-mentos de plena euforia sentenciaba:“Dios es español y está de parte de lanación estos días”. En el Gran Memorial

encarecía a Felipe IV “hacerse rey de Es-paña, quiero decir señor, que no se con-tente V.m. con ser rey de Portugal, deAragón, de Valencia, conde de Barce-lona, sino que trabaje y piense con con-sejo moderno y secreto por reducir es-tos reinos de que se compone España alestilo y leyes de Castilla... y poder in-troducir V.m. acá y allá ministros de lasnaciones promiscuamente”.

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RICARDO GARCÍA CÁRCEL es catedrático

de Historia Moderna en la UAB.

Quiso el poder para cambiar España y trató sinceramente de acabar con la“sequedad de los corazones” entre los distintos reinos. Su fracaso ha tenidovarias interpretaciones distintas, pero su personalidad ha sido reconocidapor todos. Ricardo García Cárcel presenta al valido de Felipe IV

Olivares, el sueño CENTRALISTA

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