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Juan José Saer (28-06-1937 # 11-06- 2005) Dossier preparado por Nidia Orbea Álvarez de Fontanini. 2005 Aproximación biográfica........................2 Señales en distintas latitudes...............4 Septiembre de 1973:..........................5 Obras editadas................................10 Cuentos.....................................10 Novelas.....................................10 Poemas......................................11 Ensayos.....................................11 “La voluntad de construir una obra personal”....11 Premios.......................................12 De su mochila invisible.......................12 Su legado literario....................................16 “En la zona”..................................16 Prostitución, juego, asesinatos.............17 El envío de Gregorio Francia................19 1965: “Palo y hueso”..........................20 Entre tango y tango.........................24 1966: “La vuelta completa”...................26 Narraciones...................................27 Por las calles del terruño..................30 “Me llamo Pichón Garay”.....................32 “Cicatrices”..................................32 Entre febrero y junio.......................33 1981: diálogo con el poeta Gérard de Cortanze... ..............................................42 1983: “Nada existe fuera de la forma”.........43 1984 - “Juan José Saer: Rigor formal y expresión poética”......................................43 Noviembre/84: “El entenado” de Saer – Historia y narración ficcional.......................44 1985: ecos en Santa Fe, cerca del Paraná......46 Saer: cuentista de la generación del ’55.... 47

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11-06-2005 ltimo vuelo de Juan Jos Saer (n

Juan Jos Saer (28-06-1937 # 11-06-2005)Dossier preparado por Nidia Orbea lvarez de Fontanini. 2005

2Aproximacin biogrfica.

4Seales en distintas latitudes...

5Septiembre de 1973:

10Obras editadas...

10Cuentos

10Novelas

11Poemas

11Ensayos

11La voluntad de construir una obra personal...

12Premios...

12De su mochila invisible...

16Su legado literario...

16En la zona

17Prostitucin, juego, asesinatos...

19El envo de Gregorio Francia...

201965: Palo y hueso.

24Entre tango y tango...

261966: La vuelta completa.

27Narraciones...

30Por las calles del terruo...

32Me llamo Pichn Garay...

32Cicatrices.

33Entre febrero y junio...

421981: dilogo con el poeta Grard de Cortanze...

431983: Nada existe fuera de la forma...

431984 - Juan Jos Saer: Rigor formal y expresin potica...

44Noviembre/84: El entenado de Saer Historia y narracin ficcional.

461985: ecos en Santa Fe, cerca del Paran...

47Saer: cuentista de la generacin del 55...

47Una literatura sin atributos

48La selva espesa de lo real

49Exilio y Literatura

491986: La ocasin.

50Distincin: Premio Nadal 1987.

50El entenado en francs...

50En torno a la novelstica saeriana...

52Noviembre de 1986: Juan Jos Saer en Santa Fe...

561987: resonancia de Saer cerca del ro Paran...

56Glosa: El supremo goce de la escritura.

59Discursos alrededor de El limonero real...

61Opinin de Graciela Geller.

63Ocaso del siglo XX: ms conclusiones de Saer...

63Saer ante la realidad insoslayable...

661992: Lo imborrable.

671994: La pesquisa

70Retorno desde Pars...

70El nacimiento...

71Saer y sus intenciones en La pesquisa.

71En el laberinto...

721997: El concepto de ficcin

7313-12-1998: Yo escrib Taxi driver...

74Gneros y literatura

74Cine y literatura

75Adaptar es traicionar

77Leer y escribir

781999: La narracin-objeto.

79Lneas del Quijote...

801997: Las nubes.

81Explicaciones de Saer...

8114-11-1999: Saer y Opiniones contundentes...

82Crtica y verdad

83Capitalismo y esquizofrenia

83Epopeya y novela

84Mimesis

84Por dnde empezar?

85Literatura argentina y realidad poltica

86Otoo 2003: ecos de la Feria Internacional del Libro...

8623-11-2003: acerca de hechos polticos en la Argentina...

86Anda con ganas de volverse.

89Saer habl acerca de La tarea del intelectual...

8914-11-2004: Saer desde Pars, para La Nacin.

9221-05-2005: Cierta chifladura muy contagiosa

94Desde Pars, su ltimo Vuelo...

94Noticias desde el diario La Nacin.

95Acerca de sus libros y ediciones...

95La novela inconclusa...

96El da despus...

9612-06-2005: Recuerdos desde Pgina/12...

9812-06-2005: evocacin de Lucio N. Miranda, su amigo...

98Con Juani en Pars

100Juan Jos Saer (1937 - 2005): de la voz al recuerdo

101Una potica

101Poltica, novela, historia

102Una sociedad de personajes

102El acecho de la realidad

105Conclusiones de Martn Caparrs...

105Juan Jos Saer y el culto de la palabra...

108...el mundo haba sido transfigurado.

10902-05-2005: Homenaje a Juan Jos Saer...

110El abuelo

112El tiempo inagotable

Aproximacin biogrfica.

Juan Saer y Mara, su esposa, eran sirios, oriundos de Damasco y se embarcaron hacia la Argentina. Residan en Serodino, pueblo del departamento Iriondo al sur de la provincia de Santa Fe y all naci Juan Jos, el 28 de junio de 1937. En enero de 1949 la familia se traslad a la capital provincial: Santa Fe de la Vera Cruz.

Juan Jos Saer curs el profesorado en Letras. Estuvo vinculado a la Escuela Documental de Santa Fe dependiente de la Universidad Nacional del Litoral dirigida por el pionero, poeta y peregrino Fernando Quique Birri a fines de la dcada del 50 y base experimental previa a la creacin al Instituto de Cinematografa de esa universidad. Estuvo vinculado con poetas y narradores que en la capital santafesina integraron el grupo Adverbio, tambin con integrantes de Poesa Buenos Aires.

Juan Jos Saer fue Profesor de Historia del Cine y de Crtica y Esttica Cinematogrfica. Luego, produjo algunos cortometrajes.

Esta afinidad de Saer con el lenguaje cinematogrfico no slo se har visible en el tratamiento de algunas escenas de su literatura, sino que le hicieron pensar en la posibilidad de dedicarse a filmar: Mi nica y verdadera vocacin siempre fue la de ser escritor. Nunca quise ser pintor, o msico o diplomtico o lo que fuere. Pero en un determinado momento de mi vida, alrededor de los 22 o 23 aos, mi pasin por el cine era tan grande que tuve la tentacin de dedicarme a ser realizador. Dos cosas me disuadieron. Primero, pensar que probablemente no tena la capacidad para hacerlo, porque el cine es un trabajo fsico muy difcil de hacer para una persona perezosa como yo. Y segundo, porque para hacer cine se necesita mucho dinero, y eso obliga al cineasta a bajar al mundo de las finanzas para poder materializar sus sueos.

Entre sus amigos de aquel tiempo suelen nombrar a los intelectuales:

Hugo Gola, Jorge Conti, Roberto Maurer, a quienes ms tarde se sumaran Marylin Contardi, Ral Beceyro y Luis Pramo, entre otros...

Saer tambin era amigo del poeta Francisco Reynaldo Paco Urondo -director General de Cultura durante trece meses a partir de 16 de junio de 1958-; visitaba al casi legendario Juan Laurentino Ortiz, nacido el 11 de junio de 1896 en Puerto Ruiz, provincia de Entre Ros, estudiante y maestro en Gualeguay, empleado en el registro civil y destacado poeta ms conocido como Juanele, desde 1942 residente en Paran hasta su fallecimiento el 2 de septiembre de 1978...

Esas seales estaban en la memoria de Juan Jos Saer y no ha sido por casualidad que a fines del siglo veinte, refirindose al tradicionalismo y a algunos aspectos de la originalidad cultural del Ro de la Plata, Juan Jos Saer aludiera al largo poema narrativo Gualeguay de Juan L. Ortiz, cuyo modo de concebir la poesa modific radicalmente el paisaje de la poesa argentina...

Tampoco fue por casualidad que para entrar en el tema de Responso, a fines del siglo veinte, los editores estacaran:

...hubo una figura poco difundida entonces pero con muchsimos mritos literarios a la que admiraron y que les marc un modo de percibir el mundo y de representarlo a travs de la palabra: el poeta entrerriano Juan L. Ortiz.

Sabido es que desde 1962, Juan Jos Saer vivi en el campo, en Colastin Norte.

Su pago de Colastin, sus miradas desde el puente Colgante en el noreste hasta la Boca del Tigre en el suroeste, mientras caminaba o viajaba en taxi o en mnibus por las calles santafesinas, siguen siendo los lugares donde generalmente sita a sus personajes, en una secuencia de cuentos y relatos que casi constituyen una extensa novela porque aparecen y desaparecen: Carlos Tomatis, Higinio Gmez, Csar Rey, Pichn Garay, el Lalo Lescano; Jorge Washington Noriega que reaparece en la pesquisa, cuando Pichn le ha mostrado a su hijo la casa de rincn en el recodo del Ubajay.

No ha sido por casualidad que Saer en su narrativa necesariamente presente a personajes que en distintas circunstancias mueren y parecen esfumarse, casi olvidados.

As sucede en lo cotidiano, tambin en lo ficcional...

Seales en distintas latitudes...

Juan Jos Saer, en agosto de 1968 es nombrado en el fascculo 55 de Captulo la historia de la literatura argentina estn incluidos algunos autores pertenecientes a las nuevas promociones y entre los nuevos narradores han incluido este comentario:

Juan Jos Saer (1937) es otro descendiente directo de las lneas realistas inauguradas en 1955, aunque sus preocupaciones formales y estructurales son por lo general mayores que las de los integrantes de aquella generacin. Ha publicado un libro de cuentos: En la zona (1960), Palo y hueso (1965), Unidad de lugar(1967), una novela corta Responso (1964) y una novela extensa La vuelta completa (1967). Los cuentos representan acabadamente su primera etapa, abundante en ejercicios de estilo y afinamientos de un instrumental expresivo an no sometido por completo. Una excelente muestra de este perodo es el cuento Los amigos, sostenido por un eficaz lenguaje irnico. Prolonga este momento La vuelta completa, escrita bastante antes de su fecha de publicacin, y que recrea, a la manera de los escritores norteamericanos duros, la vida de una comunidad de jvenes intelectuales provinciales. En responso, finalmente, el escritor analiza, con mauro sutileza de tono, la perplejidad y la decadencia de un pequeo funcionario de tiempos del peronismo y que a la cada del rgimen pierde su puesto y su seguridad moral y vital.

En 1968 la Alianza Francesa le haba otorgado una beca para estudios durante seis meses en Francia.

Su primer hijo: Jernimo y despus la separacin...

All, en Francia, Juan Jos Saer vislumbr otras posibilidades y decidi quedarse cerca del ro Sena convencido de la firmeza de su anclaje en las orillas del caudaloso ro Paran.

Fue designado Profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de Rennes (Francia).

Es necesario tener en cuenta que el 3 de mayo de 1968, se encendi la chispa que ilumin al Mayo Francs durante la crisis generada por sucesivos conflictos sociales. Ese tercer da de mayo, fueron reprimidos los estudiantes de la Facultad de Filosofa de Nanterre que protestaban ante el anuncio del cierre de ese organismo universitario y detuvieron a seiscientos. Desde el 6 hasta el 10 de mayo, las expresiones de diversos grupos expresaban el rechazo a la guerra de Argelia, demandaban el respeto a sus derechos a la libertad de expresin y los estudiantes exigan renovaciones pedaggicas, en un intento de transformar la universidad burguesa en una universidad socialista. La imaginacin al poder! pintaron sobre los muros en las calles parisinas y tambin las consignas: El comienzo de una larga lucha, El derecho a vivir no se mendiga, se toma. Se oponan a los criterios pedaggicos sustentados en la Sorbona. En un documento, expresaron: ...Hoy los estudiantes resisten. Su nico crimen es el de rechazar un sistema social autoritario... Ese nico crimen lo pagan con los garrotazos y la prisin. /.../ En Berln, miles de estudiantes han hecho tambalear un Estado fuerte y reaccionario. En Italia miles de estudiantes impusieron su derecho a cuestionar el sistema social. En Espaa, en Inglaterra, en Brasil, en Mxico, y en Lovaina, por toda Europa y por todo el mundo los estudiantes enfrentan en las calles a las fuerzas del orden burgus... Entre el 10 y el 11 de mayo, la noche de las barricadas, destrozaron doscientos automviles, fueron heridas cuatrocientas personas y cuatrocientas cincuenta, detenidas. El 13 de mayo result evidente la presin generada por la huelga general de diez millones de trabajadores convocados por la CGT. Un milln de obreros y empleados manifestaron sus protestas por las calles de Pars aunque los sindicalistas quedaron desubicados porque no podan enmarcar sus demandas en la legalidad dado que haban ocupado fbricas y hasta se multiplicaba la prctica de autogestin. El presidente General Charles De Gaulle haba viajado a Rumania y debi regresar mientras estaban interrumpidos los servicios de transportes terrestres y areos. El 24 de mayo, De Gaulle ya haba disuelto la Asamblea Nacional y convocaba a un referndum y a elecciones legislativas, con el lema En defensa de la Repblica contra la revolucin comunista. Triunfaron los gaullistas y se serenaron los nimos, mientras De Gaulle insista: ...ya Francia no ser la misma. Entre tanta incertidumbre, los estadounidenses seguan bombardeando las aldeas de Vietnam. Asesinaron a Martn Luther King, Premio Nobel de la Paz y tres meses despus, al senador demcrata Robert F. Kennedy candidato opositor a los republicanos, triunfantes luego con Richard Nixon en la Casa Blanca...

Entre los argentinos, el doctor Miguel Bellizi con su equipo de especialistas, en la Clnica Modelo de Buenos Aires realiz el primer trasplante de corazn a Antonio Enrique Serrano, paciente en epicrisis al cuarto da. El 19 de septiembre de 1968, desde la localidad de Taco Ralo en Tucumn -desde 1816 la cuna de la independencia argentina...-, se expanda otro llamado de atencin generado por el grupo guerrillero dirigido por Envar El Kadre -27 aos-, segn informaciones de aquellos momentos, un grupo de peronistas que integraban la FAP, Fuerzas Armadas Peronistas. Detuvieron a catorce guerrilleros y El Kadre, aos despus durante un reportaje expres: ...nuestro objetivo principal era el de desarrollar la lucha por el retorno de Pern a la Patria y al poder. En noviembre de 1968, fracas el golpe militar organizado por el general Enrique Rauch contra el general Juan Carlos Ongana, acusndolo de no defender la soberana nacional... atacaban tambin a los ladrones pblicos y a la delincuencia econmica. No lograron derrocar a Ongana pero se gener mayor incertidumbre en el vasto territorio argentino...

Septiembre de 1973:

Durante el otoo de 1973, en el hemisferio norte, en el Magazine Littraire de N 151-152, publicaron lo expresado por Saer en un artculo:

No escribo para exhibir mi pretendida argentinidad...

No hablo como argentino sino como escritor.

Ser narrador exige una enorme capacidad de disponibilidad, de incertidumbre y de abandono...

Todos los narradores viven en la misma patria: la espesa selva virgen de lo real.

En la dcada siguiente, el periodista y poeta Grard Cortanze le pregunt: Qu lazos estableces entre el cuerpo y lo escrito?

Saer, una vez ms asombr con otra revelacin:

Escribo a mano. Cuando uso la mquina de escribir tengo la impresin de escribir desde afuera de all la utilidad de la mquina para pasar en limpio un borrador. Pero para el primer flujo la escritura a mano es, en mi caso, esencial. Se me replicar que finalmente la lapicera es una mquina, un objeto extrao cuyo manejo exige un aprendizaje tan largo y especializado como el de la mquina de escribir. Pero conviene notar que si estoy sentado delante de la mquina, mi cuerpo est derecho y rgido y mis dedos se deslizan rpidamente sobre las teclas, mientras que si escribo a mano incorporo el instrumento, tomndolo entre el pulgar y el ndice, hacindolo pasar en el ngulo as formado, apoyndolo en el borde del dedo medio y en el ngulo interdigital, contra el hueso de la mano y al mismo tiempo el tronco y la cabeza que se inclinan sobre el cuaderno, la mano derecha que se desliza sobre la hoja, el antebrazo derecho que se apoya en el borde de la mesa, y el izquierdo que mantiene inmvil el cuaderno abierto sobre su margen superior, forman una especie de esfera donde el cuerpo recibe el til y lo resuelve como en un capullo. La punta de la lapicera sostenida de esa manera deja sobre la pgina blanca trazos de nuestro propio cuerpo (porque en definitiva todo sale de ese cuerpo), ms inclinado, en su intimidad, a librar su secreto. El cuerpo es un paradigma del mundo y por decir as, lo contiene. Cuando levanto la cabeza para echar una mirada alrededor, si quiero describir lo que veo, el paso por el cuerpo de los elementos de mi visin es ineludible, porque es a travs de este pasaje que el cuerpo puede hacerlos descender, transformados por su alquimia, en la pluma. Sin mi cuerpo, el instrumento no es nada; es un objeto inerte, paradigma, a su vez, si se quiere de un pueblo inhumano.

Por otra parte todo el cuero interviene en el acto de la escritura, el cuerpo material, macizo, sentado en la silla, sin cesar en movimiento y acompaado por sus latidos, sus estremecimientos, sus sobresaltos, al trabajo de escritura. Las piernas, all abajo, las nalgas y los muslos que reposan en la silla, los msculos, los nervios, el cerebro, la sangre. La respiracin cambia, se modifica; el hambre y la sed acosan, el humo de los cigarrillos entra y sale de los pulmones. A la menor hesitacin, a la menor duda, la cabeza se mueve, gira hacia la ventana, hacia lo Abierto como dira Rilke; despus, tras una pausa, los talones empiezan a golpear impacientes contra el piso. Al mismo tiempo un cuerpo imaginario, inerte, interno, enturbia continuamente a las imgenes que la escritura trata de dar forma; muchos cuerpos, fragmentarios, fugaces, se presentan a la conciencia, a la memoria o a la imaginacin, sin haber obedecido, aparentemente a ningn llamado y como aparecieron desaparecen. La escritura, en el sentido grafolgico, perfectamente individualizado, lleva las marcas del cuerpo que la ha sembrado en la pgina. Y ese cuerpo, cuyos innumerables signos pueden seguirse en los trazos de lo escrito, se deposita poco a poco, a lo largo de los aos, en la obra que es, segn la vieja denominacin latina, tambin ella, un corpus. Escribir es as una especie de traslado en que lo vivido pasa, a travs del tiempo, de un cuerpo al otro.

Durante su residencia en Francia, sigui escribiendo en castellano. Terminado el perodo del autodenominado proceso de reorganizacin nacional, en la vida de Juan Jos Saer era tiempo de celebracin junto a su esposa Laurence Guguen, porque creca Clara, su hija.

En 1955, Francisco Porra haba puesto en marcha la editorial Minotauro y estaba relacionado con Sudamericana, hasta que el lector secreto decidi cambiar su rumbo y en 1977 parti hacia Barcelona, donde sigui con aquella empresa editorial, incluyendo obras de autores argentinos y entre ellas, de Juan Jos Saer.

Hay en la escritura de Saer, sucesivas seales acerca de los hbitos de bebedores y jugadores, casi en el deslinde entre el ocasional disfrute y los lmites de la adiccin.

Saer dedic a sus dos hijos Jernimo y Clara, el libro Narraciones / 1, volumen editado en Buenos Aires en mayo de 1983: incluye la novela Responso y un conjunto de cuentos, entre ellos Sombra sobre vidrio esmerilado con dedicatoria a Biby Castellaro, a quien dedic tambin Cicatrices, publicado en enero de ese ao en la misma coleccin, Captulo Las nuevas propuestas en enero de 1983.

Tras la lectura de aquellas dedicatorias, en la memoria estn latentes las sealas de Saer en Biografa annima:

Cuando nuestra esposa queda embarazada nos entretenemos, el ltimo mes, en poner el odo sobre su vientre y or lo que se mueve adentro, el rumor de la criatura que empieza a preparar su desprendimiento y su cada hacia el interior de esa maravilla mltiple que es el mundo. Instintivamente, cerramos los ojos, palpitantes, aterrados, porque nos parece que de un momento a otro podremos or, ntido, el estruendo de ese choque formidable.

Ms obras de Saer fueron seleccionadas a principios de la dcada del 80 para integrar la coleccin Captulo Las nuevas propuestas del Crculo Editor de Amrica Latina de Buenos Aires y en Narraciones / 2, reeditaron cuentos de su primer libro En la zona, entre ellos El asesino escrito en 1958 y publicado en 1960.

En tal relato, uno de los personajes es Clara, Clarita... la mujer a quien le saltaron las lgrimas y qued boquiabierta por el relato de Rey, el celoso que haba visto a una muchacha desde el caf mientras seduca a un estudiante y haba pensado seguirlos y asesinarlos hasta que minutos despus, les dijo que se estaba riendo de ellos. Finalmente confes:

Tembl un poco. Lo juro. Despus me pareci ridculo, fuera de mis posibilidades... Lo pens con todas mis fuerzas: ir por detrs de ellos y matarlos. Es un crimen acaso?

Sabido es que Juan Jos Saer realiz viajes por distintos pases, desde mediados de la dcada del 80 estuvo en Buenos Aires en varias Ferias Internacionales del Libro y pasaba por la capital santafesina donde como lo ha reiterado, senta con mayor intensidad cualquiera experiencia cotidiana, tanto al mirar hacia el ro y la llanura como mientras dialogaba con amigos o comparta un asado con pan y vino o la tradicional cerveza...

Sus trabajos fueron publicados y comentados en diarios de distintos pases.

Fue profesor en la Universidad de Rennes y en el 2002 obtuvo la jubilacin en tales funciones. A partir de ese ao, fue colaborador de La Nacin de Buenos Aires.

Como sucede con los europeos y americanos que pueden viajar durante el verano hasta las costas del Mediterrneo, Saer disfrutaba de las vacaciones en Cadaqus, una localidad donde poderosos pobladores disponen de modernas embarcaciones, cercana a Figueras, donde vivieron Salvador Dal y su amada-amante Gala, a treinta y siete kilmetros de Gerona...

El talentoso escritor Gastn Gori durante un dilogo acerca del oficio y compromiso del escritor con el periodista Rogelio Alaniz -diario El Litoral de Santa Fe de la Vera Cruz-, tras una pregunta referida a Saer, contest:

Lo conoc de muchacho. Era una persona de gran empuje, pero su obra trascendi luego. Siempre me impresion como muy talentoso, muy audaz... y muy creador de situaciones espectaculares y falsas (risa)...

A principios de enero de 2003, cuando Gastn estaba declinando en su salud porque padeca un cncer de prstata, dialog en su hogar -bajo la bignonia- con dos jvenes periodistas de ese nico diario en la capital provincial y al ser interrogado acerca de Juan Jos Saer, contest:

-A Saer no lo le bastante, porque yo lo conoc de joven y despus lo perd de vista.

Tras una alusin a su viaje a Francia, Gastn afirm:

-S, se fue con todos los libros de Conrad, Joseph Conrad, con los libros mos, de cuentos... se fue con todos los libros mos (risas).

S (risas). Me dej sin un libro de Conrad... tanto le gustaba? (risas y ms risas).

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(Agrego en los primeros das de julio de dos mil cinco. Hasta lo que le en las publicaciones de Saer, encontr una cita suya referida a la obra del polaco Joseph Conrad; Teodor Josef Konrad Korzeniovski, 1857-1924, Premio Nobel de Literatura en 1949.

En su ensayo elaborado al conmemorarse el centenario del nacimiento de Faulkner (1897, Albany, Estados Unidos), Saer refirindose a errores o deformaciones inexplicables en Gambito de caballo, expres: uno de los personajes principales es calificado vagamente de sudamericano, cuando se trata en realidad de un jinete argentino oficial de caballera y que para colmo se llama Gualdres (Gualdes en la otra versin... En consecuencia, Saer afirm: ...a mi juicio, Faulkner haba ledo Don Segundo Sombra, cuya versin inglesa es de los aos treinta. /.../ En realidad, la aficin de Faulkner por los caballos que abundan en su vida y en su obra, nos permite suponer de su parte una curiosidad lgica por el Ro de la Plata, no solamente a travs de Giraldes, sino tambin de Cunninghame Graham y de Hudson, por la amistad de stos con Conrad que fue, como es sabido, una de las influencias mayores que determin la evolucin de la prosa y de la composicin narrativa en la obra faulkneriana (el relato oral de Absaln, Absaln! Se inspira del mismo procedimiento utilizado por Conrad en varios de sus textos, pero sobre todo en El corazn de las tinieblas.

Y en cuanto a la presencia de Sansn Carrasco en Gambito de caballo, nicamente en apariencia es inesperada, sobre todo para quien recuerda que Faulkner declar alguna vez: Leo el Quijote todos los aos, como otros leen la Biblia. A diferencia de ciertos autores que pretenden idolatrar a Fulano o a Mengano sin que un solo indicio del respeto por esos supuestos maestros aparezca en sus libros, las de Faulkner no son vanas palabras. En ninguna de sus grandes novelas falta un Quijote: el periodista de Piln que toma a su cargo a la familia de aviadores, o Byron Bunch que, en Luz de agosto, igual que el penado alto en Las palmeras salvajes, se transforma en protector de una muchacha embarazada, o Quentn Compson que carga en sus espaldas, tan frgiles como las de Alonso Quijano, la culpa no nicamente de una familia, sino hasta de una clase, una regin, un pas entero...

Saer tras la publicacin de Las nubes ya en el ocaso del siglo veinte, durante un reportaje expres: Hace algunos aos le una biografa de Conrad que deca que ste, al final de su vida, ya no poda inventar ms tramas contemporneas, y que slo volva a los viejos temas y a los viejos ambientes del pasado. Yo no quiero que me pase lo mismo, aunque tengo una profunda admiracin por Conrad. Pero pienso que todos los sacrificios de un artista los aprovecha siempre alguien que viene despus. Yo no quiero encerrarme en lo ya hecho y tengo ganas de hacer algunos esfuerzos suplementarios en estos ltimos aos que me quedan de vida para compenetrarme con la contemporaneidad...

(Sabido es que Conrad narr la historia de un personaje que vivi abismado en su sueo de grandeza, deseando establecerse en Europa, con su hija... mientras paseaba distrado la mirada sobre el ancho ro... hinchado por las lluvias y que se mostraba ante los ojos abstrados de Almyer, encrespado por olas violentas y cenagosas, arrastrando pequeos montones de maderas, enormes troncos muertos, y rboles enteros desarraigados con ramas y follajes, entre los cuales el agua formaba remolinos y ruga con furia...

No fue por casualidad que Almyer siguiera con la vista el recorrido de aquel rbol y pensara hasta qu infinitas lejanas le arrastrara el mar mientras su viva fantasa, se adelant al rbol en su imaginario viaje, y su memoria, retrocediendo unos veinte aos o ms, vio a un joven y delgado Almyer, vestido completamente de blanco, de modesta apariencia...

Tiempo despus se qued como petrificado de asombro y horror al advertir que haba un cuerpo humano recin sacado de entre los troncos y pens que poda ser su hija. Fue entonces cuando estuvo junto a la mujer que cubri ese cuerpo con un velo y cuando decidi apartar a su mujer a un lado... Era el cadver de un extranjero, un malayo muerto.

Luego, un extrao desvaro haba tomado posesin del cerebro de Almyer, perturbado por esta nueva desgracia. Le pareci que durante muchos aos haba estado cayendo en un profundo precipicio. Da tras da, mes tras mes y ao tras ao, haba estado cayendo, cayendo, cayendo...

Almyer necesitaba ganar dinero y venda explosivos. Cuando haba, tomaba vino y ginebra... vociferaba... Ustedes no gobiernan en este pas. Yo he tenido que cuidar de m mismo...

Era un celoso guardin de su hija y de sus bienes, hasta que en la inmortal de La locura de Almyer, ese refugio donde que

Por algo Conrad destacaba: Yo insisto no en los acontecimientos, sino en su efecto sobre las personas del argumento.

Han reiterado que Conrad, trabajaba despacio... compona... sus cuentos y novelas psicolgicas.

Se perciben ahora ms seales que orientan hacia otras confluencias?...)

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Obras editadas...

Cuentos

1960: En la zona. (Santa Fe, Editorial Castellv. Ttulo mencionado en Captulo la historia de la literatura argentina, Los contemporneos, Buenos Aires, fascculo 55, Las nuevas promociones: la narrativa y la poesa; Los nuevos narradores, p. 1303. Reeditado.)

1965: Palo y hueso. (Buenos Aires, Camarda-Juniors Ediciones.)

1967: Unidad de lugar. (Reed. 1996, Seix Barral.

El gran libro de relatos de Juan Jos Saer. Un libro de culto. El libro que cambi la forma del relato despus de Jorge Luis Borges. Una obra maestra del cuento. El nuevo narrador argentino, dijo Ricardo Piglia.1976: La mayor. (Buenos Aires, Planeta, 1976. Reed. CEAL, vol. 169, 1982; Seix-Barral. 1998.)

1983: Narraciones 1 (CEAL, v. 194, Cuentos de Unidad de lugar y reedicin de la novela Responso.)

1983: Narraciones 2. (CEAL; continuacin el anterior.)

Novelas

1964: Responso. (Primera Edicin, Buenos Aires. Reed. en Narraciones 1. (CEAL). Buenos Aires, Seix-Barral, 1998.

Buenos Aires, Planeta, 2000, 2 ed. abril de 2002.)

1966: La vuelta completa. (Rosario, Santa Fe; Ed. Biblioteca Constancio C. Vigil.)

(En Captulo la historia de la literatura argentina, Los contemporneos, Buenos Aires, fascculo 3, agosto de 1967, p. 71, Juan Jos Saer est incluido entre las ltimas promociones (nacidos despus de 1935) y mencionan Responso, 1964; La vuelta completa, 1966; etc.

1969: Cicatrices. (Buenos Aires, Sudamericana. Reedicin: Vol. 179, CEAL, Buenos Aires, 1983.) Traducido al francs con el ttulo Le mai argentin, Pars, Denoel, 1976. Reed. Seix-Barral, 1994.)

1974: El limonero real. (Buenos Aires, Planeta. Reedicin CEAL, 1981; otra editorial en el 2002. Traducido al francs: Les grands paradis, Pars, Flammarion, 1980.)

1980: Nadie nada nunca. (Mxico, Siglo XXI. Traducido al francs, Pars, Flammarion. / Reedit. Seix-Barral 1995.)

1983: El entenado. (Buenos Aires, Editorial Folios. Algunos crticos de arte la reconocieron como su mejor obra. Traducido al francs: Lancetre (Pars, Flammarion.)

1985: Glosa. (Reed. Seix-Barral, 1995.)

1986: La ocasin. Distincin: Premio Nadal. (Barcelona, Editorial Destino. Reed. Seix-Barral, 1997.)

1992: Lo imborrable. (Reed. Buenos Aires, Seix Barral, Biblioteca Breve, 2003.)

1994: La pesquisa. (Buenos Aires, Seix Barral. Edicin del F.E.C.C., presentacin en la Feria del Libro de La Habana, 06-02-2003.)

1997: Las nubes. (Buenos Aires, Seix Barral.)

2000: Lugar. (Buenos Aires, Seix Barral.)

Hay en los relatos, diferentes y sorprendentes lugares. Recorrido placentero confirma lo que Saer expres: hay que reconocer que casi todas las grandes iluminaciones, exaltaciones, conversiones o revelaciones de los tiempos modernos provienen de la lectura...

2001: Cuentos completos. Cuatro relatos inditos, Seix Barral.

Cuentos y ficciones, los primeros textos escritos en 1957 y los ltimos a fines de ese siglo, en el 2000, resultando una vez ms la evidencia de que lo imaginario es grande, multiplicado, diverso, mientras la memoria sigue convocando a conocidos personajes de la zona cercana al Paran, a Colastin...

Poemas

1977: El arte de narrar. (Venezuela, Edicin Fundarte.)

(Poemas, nica edicin de ese gnero, desde su lugar, convencido de que no importa cmo se llame la ciudad en la que est, se est siempre en la tierra natal... Saer parece estar convencido de que los campos de la oscuridad son el lugar / donde mejor se ve y cree que el poeta, el escritor almacena recuerdos falsos / para memorias verdaderas...

Reeditado en la dcada del 90 por Seix Barral, Buenos Aires.)

Ensayos1988: Para una literatura sin atributos. (Conjunto de artculos y conferencias.)

1991: El ro sin orillas (tratado imaginario).

Rememoracin de una parte de la historia de los hombres del ro de la Plata, la historia de los argentinos... segn sus palabras: entresacado de libros, de referencias orales y de experiencias personales...

Durante un reportaje, el 23-11-2003, Saer dijo que fue un libro escrito por encargo, en 1989... En esa circunstancia, explic cmo se desarroll ese proceso de elaboracin que incluye recuerdos de la infancia.

1997: El concepto de ficcin. (Buenos Aires, Editorial Ariel.)

1999: La narracin-objeto.

La voluntad de construir una obra personal...

Mila Can, vinculada con la Universidad Nacional de Mar del Plata y la Universidad Complutense de Madrid, ha expresado algunas de sus conclusiones en torno al casi incontenible mpetu que moviliz a Juan Jos Saer en el proceso de elaboracin de sus obras.

No es por casualidad, que tras la lectura de sucesivas obras de Saer, se advierta una continua coherencia en las formas de expresin y la constante construccin de una potica propia, ya que como l lo ha manifestado, desde sus primeros trabajos supo ser perseverante en la voluntad de construir una obra personal, un discurso nico, retomado sin cesar para ser enriquecido, afinado, individualizado en cuanto al estilo.

Tampoco fue por casualidad lo destacado por Mila Can, evidentemente una de sus tantas alertas lectoras:

La primera produccin de Saer responde a una narrativa breve en la que fundamentalmente se evidencia la tensin en la representacin entre el efecto de realismo (dado por la reunin de amigos, la descripcin y la referencia al contexto geogrfico, e histrico, la jerarquizacin de lo cotidiano...) y la intencin de escenificar el acto de escribir en la escritura misma (como contrapartida de...), acompaada por mltiples mecanismos que en germen fluirn en el resto de sus textos.

Premios...

Juan Jos Saer recibi el Premio France Culture que es otorgado al mejor autor extranjero con ediciones en Francia.

En octubre de 2004, en Pars otorgaron el XV Premio Unin Latina de Literaturas Romnicas -creado en 1990-, a Juan Jos Saer y al rumano Virgil Tanase. Los miembros del Jurado expresaron que haban valorado una obra rica y variada de modo silencioso, alejado de los grandes circuitos de la publicidad literaria.

En ese tiempo ya estaba enfermo (cncer de pulmn) y soportaba los efectos del tratamiento con quimioterapia. Al mes siguiente, no pudo asistir al III Congreso de la Lengua inaugurado en Rosario el 17 de noviembre de 2004 con presencia de los Reyes de Espaa. Envi una extensa carta que fue difundida por distintos medios.

La semana siguiente, el 24 de noviembre, entregaron aquel XV Premio en Roma y tampoco pudo estar para recibirlo.

De su mochila invisible...

Por algo, entre diciembre de 1962 y enero de 1963, Juan Jos Saer haba necesitado escribir su novela Responso, dedicada a Roberto Maurer, destacado periodista en el santafesino diario El Litoral.

En sucesivas ancdotas, Saer describe lo sucedido desde el atardecer hasta el amanecer: otra aproximacin del fabulador Alfredo Barrios a la casa de Concepcin, aunque ya se haban separado...

Describi Saer lo sucedido cuando el reloj de la iglesia de Guadalupe dio las siete:

Era el 5 de diciembre de 1962...

Un perro ladr en la lejana, y Barrios, exactamente como haba sucedido con las campanadas del reloj de la iglesia, continu oyendo el ladrido hasta mucho tiempo despus que se hubo disipado. Qu deleite ese crepsculo! Senta admiracin por ese poder secreto emergido de las cosas que lo rodeaban, un poder capaz de elevarlo de golpe, y a pesar suyo, a una esfera mgica. Aos haca que no experimentaba algo semejante, quizs desde antes de haberse separado de Concepcin; s, desde mucho antes ahora lo recordaba. Haba sido en el ao 51; al pronunciar las palabras Alfredo Barrios, mi general, Secretario General del gremio de los trabajadores de la prensa, mientras le estrechaba la mano a aquel hombre sonriente, picado de viruela, que lo miraba con cierto asombro afectuoso, l haba sentido un estremecimiento extrao, un temblor en la voz, y de golpe, se haba sentido elevado hasta aquel mundo mgico. Once aos haban pasado, pero sin ningn esfuerzo poda recordar, uno tras otro, mil detalles que haba percibido en un instante de duracin infinitesimal, en un relmpago de comprensin; un doblez en el saco del Presidente, las caras de sus compaeros de delegacin, el travesao de madera trabajada de una silla oscura, la luz de invierno penetrando a travs del ventanal del despacho, la larga mesa, la textura del aire, todo, todo. Le resultaba inexplicable esa elevacin sbita y plcida al mismo tiempo, y ante ella el resto de su vida pareca un sueo, una pesadilla. La comprobacin de que esos momentos eran un despertar intenso y fugaz a ese sueo constante, atraves su pensamiento como una estrella fugaz y borrndose enseguida como pensamiento persisti en su interior como una vaga inquietud...

Por algo, Juan Jos Saer escribi aquella historia sobre Alfredo Barrios y Concepcin despus de la separacin, cuando ella se haba animado a decir:

...-Ya por tu orgullo y por tu vanidad no te parecs a nadie. No conozco a nadie que tenga tantos humos en la cabeza. Deberas mirarte al espejo ms seguido. ...Barrios experiment cierto placer al sentirse reprendido y su placer se hizo ms intenso cuando comenz a mentir de un modo descarado:

-Bueno -dijo. Hay gente que no piensa como vos. La gente de La Nacin, por ejemplo. Ayer recib una carta donde me piden una serie de notas sobre el problema de la agricultura en esta zona.

Concepcin alz la cabeza golpe, mostrando un rostro iluminado.

-No digas! -exclam.

-S -dijo Barrios, tan orgullosamente como si se hubiese olvidado de que semejante acontecimiento era pura fbula-. Me ofrecen tres mil pesos por nota. Saben que soy el mejor periodista de la ciudad.

...-Les contestaste? - Hizo la pregunta con un ligero temblor en la voz. /.../

-No -dijo Barrios en medio de su sonrisa- Estoy pensando bien la propuesta. Adems, no tengo mquina de escribir. /.../

-No digas no s -dijo Concepcin-. Tens que contestarles. Tens que hacer ese trabajo aunque sea gratis.

-Gratis? -Barrios emiti otra vez su risa cascada, la risa de un hombre de noventa aos. Sus ojitos grises, inquietos y asustados, redujeron todava ms la alegra casi inexplicable de su rostro-. Nunca trabajara gratis, y menos para La Nacin. Adems, ya te digo: no tengo mquina de escribir. Necesito una porttil para viajar a la campaa.

Concepcin se ech a rer, infantilmente.

-Yo tengo una -dijo.

-Pods prestrmela?

Concepcin vacil un momento.

-Es del Ministerio de Educacin. La tengo en casa por unos das... /.../

-No puedo prestrtela ms que por tres das, Alfredo -dijo-. Tengo que devolverla al ministerio.

Despus, Saer relat porqu Concepcin dej a Barrios:

El 55 no fue un ao bueno para Barrios. En realidad no fue un ao bueno para nadie, en este pas por lo menos, y hasta los que volvieron a estar por fin en el candelero, despus de un parntesis de abroquelada oscuridad, cuando, si es que lo hacen piensan de pasada en el 55, deben sentir una cosa fra por el espinazo y por dentro un estremecimiento intolerable.

Barrios fue uno de esos hombres que sufrieron la cosa en carne propia, no porque la poltica le interesara mucho, sino exactamente por lo contrario; porque hasta antes del 55 haba ido en busca de un mito con toda la fuerza de su corazn, que era propenso a la plenitud y a la magia, y si hubiese sido un poltico habra sido capaz de comprender los hechos que lo destruyeron, sin haber sido destruido por ellos. Por deficiencias de informacin haba amado siempre la lealtad y la justicia, y sus problemas se habran reducido si en vez de periodista hubiese sido, por nacimiento o situacin, chapista, ferroviario o carpintero. El haber sido secretario general del Sindicato de Prensa desde el ao 48, fue una cachetada involuntaria que Barrios les dio a sus semejantes en pleno rostro, una cachetada que sus semejantes se cobraron, lgicamente y con usura, en el 55. La verdad es que ellos se haban herido a s mismos mediante su falta de coraje, su vanidad, y sus intereses, y es sabido que no hay cosa que envenene ms el alma de un hombre que estos tres elementos. Es sabido tambin que si un hombre quiere, puede disimular cualquiera de esas tres particularidades, o todo tipo de miseria moral, fingiendo que alguna otra esfera de su persona ha sido agredida o menoscabada; y que si un grupo de hombres apela al mismo subterfugio para justificar una actitud, el resultado puede ser una accin colectiva cuyas consecuencias hagan dudar con fundamento de la condicin humana.

Juan Jos Saer en el prrafo siguiente, liber evidentemente, las seales que pulsaban en su memoria desde el 16 de setiembre de 1955, cuando grupos militares y civiles -entre ellos radicales y socialistas- pusieron en marcha la autodenominada Revolucin Libertadora y destituyeron al general Juan Domingo Pern presidente electo por amplia mayora desde el 4 de junio de 1946, reelecto y en tales funciones desde el 4 de junio de 1952.

El 16 de junio de 1955 result evidente que aquellos grupos opositores ya estaban operando como impetuosos subversivos del orden constitucional porque al medioda, aviones de la marina bombardearon la zona de la casa de gobierno, en torno a la Plaza de Mayo: murieron 385 personas, entre ellas aproximadamente cuarenta nios que trasladaban en un mnibus y en distintos hospitales fueron atendidos dos mil heridos... Tras ese salvajismo, result evidente otra barbarie como expresin del enfrentamiento entre sectores del gobierno y autoridades eclesisticas: reaccionaron diversos grupos con manifestaciones en las calles e incendiaron iglesias en la ciudad de Buenos Aires.

Al ao siguiente, los libertadores, entre el 9 y 12 de junio de 1956 fusilaron a militares y civiles que intentaron manifestar su defensa de la democracia... y mientras tanto, segua funcionando la Junta Consultiva organizada por ese gobierno provisional y constituida por civiles pertenecientes a diversos partidos polticos, incluso la doctora Alicia Moreau de Justo, militante desde el socialismo.

Por algo, quien haya aprendido la historia de los argentinos interpretar con mayor precisin lo escrito por Saer, igual que sucedi con lo expresado por Ernesto Roque Sbato en El otro rostro:

Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los doctores, hacendados y escritores festejbamos ruidosamente en la sala la cada del tirano, en un rincn de la antecocina vi cmo las dos indias que all trabajaban tenan los ojos empapados de lgrimas...

Muchos millones de desposedos y trabajadores derramaban lgrimas en aquellos instantes, para ellos duros y sombros. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban simbolizadas en aquellas dos muchachas indgenas que lloraban en una cocina de Salta.

Por algo, Saer escribi:

Cuando el 21 de setiembre de 1955 Barrios entr en el Sindicato de Prensa, no se le ocurri pensar que esos quince hombres que lo aguardaban con rostro severo, de pie y en semicrculo, en el patio del edificio, bajo un prstino sol de primavera, pudieran sentirse tan ofendidos; tenan caras iguales, pero no por los rasgos sino por la emocin que los transfiguraba: ms que una emocin que estuviese invadindolos pareca una emocin de la que se estuviesen recuperando. Lo que Barrios esperaba que sucediese era poco, casi nada; pens que iban a decirle que el Sindicato acababa de ser intervenido y que su funcin haba terminado. No fue as, sin embargo. Ninguno de los quince hombres habl; se limitaron a mirarlo fijamente, inmviles, en semicrculo bajo el turbio cielo azul de primavera, en tanto el tumulto de la muchedumbre, una columna llena de mpetu y jolgorio que agitaba banderitas de papel desde las veredas o desde las ventanillas de los automviles que avanzaban a lo largo de la calle San Martn haciendo sonar sin cesar la bocina, recorra la ciudad como un solo hombre, asaltando todos los sitios donde pudiera encontrarse cualquier vestigio de adhesin al peronismo. Tambin ese exceso de barbarie era el resultado de una ntima conviccin de falta de coraje y demasiados melindres para iniciar una accin, porque de los innumerables integrantes de las largas y unnimes manifestaciones, muy pocos haban hecho otra cosa que no fuese haber pasado los ltimos das temblando de incertidumbre y espanto, sentados junto a la radio. Gran parte de los manifestantes hicieron pagar al peronismo la deuda que tenan con su propia conciencia. Si hubiesen sido lo suficientemente honrados como para reconocer el porcentaje de miedo que todo hombre razonable debe experimentar ante un gobierno cualquiera, en vez de tratar de ocultarlo detrs de una ideologa mentirosa, su respuesta humana ante el peronismo habra sido menos salvaje y destructora. Por eso los quince hombres que esperaban a Barrios en el patio del sindicato, tiesamente reunidos en semicrculo, bajo el sol de la maana, permanecieron callados, mirndolo fijamente. De todos ellos, uno solo abri la boca, pasado un momento. Lo hizo para comentar que una hora antes, en la estacin de trenes, un grupo de ferroviarios haba disparado desde los ventanales contra la muchedumbre que trataba de forzar las puertas para echar abajo las efigies del vestbulo. La muchedumbre se haba dispersado desordenada y locamente, y en el medio de la calle, recibiendo la luz solar en la mueca del rostro semiborrado por la muerte, haba quedado un hombre tendido, la sangre manando en borbotones cada vez ms dbiles de su cabeza.

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Por algo, Juan Jos Saer necesit dejar algunas seales en El poeta septuagenario:

Com los alimentos del mundo. Mi mano toc piedras de ciudades famosas. /.../ En mi mente martillean versos frreos, ajenos. Resuenan en m como la primera vez. La belleza que para Platn era reminiscencia, para m, indefenso y libre, no es ms que actualidad. /.../

Lo que nos salva a nosotros, los viejos, es ver arder detrs el mundo, depositado sobre un lecho de ceniza palpitante. /.../

Que otros gocen hoy de la maravilla del nacimiento y del sabor de la primera entrega perfumada del mundo, o de una muchedumbre de fiestas nocturnas. El sol de los ciegos es ms negro que la noche y el nacimiento ms perfecto es la muerte. Mi luz es nica. No la puedo cambiar...

Por algo, Saer necesit escribir sobre el que se llora y termin diciendo:

Para ver el dolor, tenemos que estar en l. Pero lo que sorprende todava ms es que el que se llora, el que ve su cadver o se conduele de su propia muerte, est parado en un punto tan singular de la gran llanura de la pena que su llanto es al mismo tiempo recuerdo y anticipacin. En las grandes llanuras el hombre es siempre circular, idntico, vaco y montono.

De las siestas de otoo, Saer expres:

Pasamos por la plaza de las palomas, vamos a la costanera, nos inclinamos sobre una baranda y miramos el ro. /.../

De golpe, nos quedamos sin hablar. Lo que llamamos el murmullo, el rumor de los aos vividos, el ruido de lo recordado, va pasando, poco a poco, hasta que enmudece por completo. Entonces se empiezan a escuchar los sonidos de afuera, un auto, dejos, el grito de dos chicos que se llaman uno al otro ms all del parque y de la gran rotonda de la costanera...

Me he sorprendido en esos momentos preguntndome con un pavor sbito: Quin soy y qu hago aqu?...

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Su legado literario...

Sabido es que algunas obras de Juan Jos Saer fueron traducidas al alemn, francs, griego, ingls, italiano y portugus.

Sabido es que desde Buenos Aires, han contribuido eficazmente a la difusin de la obra literaria de Juan Jos Saer y que sus libros fueron incluidos en planes de lectura para estudiantes universitarios bonaerenses con impulsos de Beatriz Sarlo, de Mirta Stern... Desde la provincia de Santa Fe, espacio de nacimiento de este perseverante escritor residente en Pars, tambin las Universidades Nacional del Litoral y Universidad de Rosario han desarrollado promociones de la literatura saeriana.

Estarn en las bibliotecas de distintos pases y all estn, en nuestra biblioteca familiar y entre las obras de autores santafesinos, los cuatro volmenes de principios de la dcada del 80: Cicatrices, La mayor, Narraciones 1 y 2 de la coleccin Captulo Las nuevas propuestas del Centro Editor de Amrica Latina en Buenos Aires entre 1981 y 1983.

(Observo que el volumen 194 tena un precio de venta de cien mil pesos que en la nueva moneda circulante durante la presidencia de Alfonsn era equivalente a diez pesos argentinos; cuatro ceros menos, con todo lo que eso significaba como consecuencia de un proceso de inflacin continua y de prdida del poder adquisitivo; insoslayables vaivenes en la laberntica historia de los argentinos...)

En la zona

En la legendaria editorial Castellv de la capital santafesina, el 26 de octubre de 1960 terminaron de imprimir En la Zona, que comienza con lo escrito por Saer en agosto de ese ao: Dos palabras -que en realidad abarcan la quinta y sexta pginas-, que constituyen casi el prlogo de ese conjunto seleccionado:

Estos cuentos han sido escritos entre los aos 1957 y 1960. El mtodo vara del primero al ltimo yendo de la invencin pura, de pretensin simblica, hasta la mera seleccin de hechos cotidianos. He procurado lograr en todos ellos un mnimo nivel rtmico y verbal admisible como literatura. Algunos son inditos y otros han aparecido en diarios argentinos en el transcurso de los ltimos tres aos. /.../ El presente libro puede ser, para cualquier lector agudo, el mero catlogo involuntario de mis preferencias como lector. Curndome en salud, alego que en esa agona incesante por adecuar la realidad a su expresin verbal correspondiente que es la literatura, la bsqueda del escritor riguroso y lcido es dolorosa y permanente, y que si bien su deber es aproximarse lo ms posible a lo que l considera la perfeccin, postergar etapas para publicar en ese instante inalcanzable sera, en nuestro pas y dadas las condiciones de nuestra cultura, un alarde canallesco. / Los argentinos somos realistas, incrdulos. A caballo sobre nuestra indefinicin y nuestra condicin posible, aspirar a la inmortalidad y a la grandeza clsica seran modos triviales de un romanticismo que no nos cuadra. Nuestra ambigedad y nuestro desorden adolescente existen, y nuestra condicin posible no es ms que la posible transformacin de ese desorden por medio de una fuerte conciencia prctica y de una invencible prepotencia de trabajo...

(Fue el escritor argentino Roberto Arlt quien escribi El futuro es nuestro, con prepotencia de trabajo y desde entonces, as o en alusin a que ser nuestro futuro... siguen repitindolo, generalmente sin nombrarlo.)

Juan Jos Saer logra reflejar lo cotidiano tras percepciones subjetivas y sobre la urdimbre del espacio y del tiempo, elabora originales tramas donde se advierten comportamientos semejantes o contradictorios; incoherencias e incongruencias frecuentes en sus personajes que evidentemente, pertenecen al sector que tradicionalmente se ha calificado como la clase media, los millones que en el planeta tierra, necesitan hacer algn trabajo para vivir o sobrevivir.

Prostitucin, juego, asesinatos...

En la zona donde sucede lo narrado por Saer, en la capital santafesina o cerca de Colastin, viven personas de aparentemente slo recorren esos lugares, como la Chola aunque necesita vida fuerte y libertad, quien haba sido vista por Atilio, un tipo rencoroso... derecho y tenaz... que una vez mir la caderita dura y fina de la Chola...

Cerca de ellos andaba el Tucumano Rivarola, un hombre alto, flaco, de unos cuarenta aos, vestido siempre con un traje cruzado y oscuro, algo aniado y que andaba el santo da vendiendo furtivamente cosas que desenterraba nadie sabe de donde (relojes, lapiceras, ropa de nylon), en la zona del puerto, en las estaciones y en las oficinas pblicas...

Era mirado con cierto desprecio violento y vejador por la gente notable del ambiente (las casas pblicas, los rados cabarets provincianos, los lupanares disfrazados de pensiones baratas, cada una de las casas donde la luz permanece encendida hasta densas horas nocturnas en las habitaciones internas, refractada por un pao verde araado de manos vidas y cruzado interminablemente por unos naipes brillosos y lisos...).

El Tucumano no saba que ellos, se solazaran en compaa y a sus espaldas... y no fue por casualidad que termin all abajo estirado y tibio, hmedo sin haber sido mojado, all abajo con diez cosas distintas de su carne en su carne, sin fro ni calor, slo y definido para siempre, sin posible repeticin de su persona por mucho que se estire el desarrollo general, insensible ya adverso de los das. El Tucumano, tampoco imagin que el Negrito, una criatura de veinte aos, ceido por la desdichada influencia de Atilio, de quien haba aprendido sin esfuerzo a ser bicho y compadrn, iba a contribuir con cinco o seis de los diez balazos que lo demolieron...

Tales circunstancias fueron razones suficientes para que Saer titulara Un caso de ignorancia a la primera narracin incluida en el libro editado en 1960.

No fue por casualidad que en slo cuatro pginas, Saer dejara las seales necesarias para esbozar las caractersticas de esos personajes y que al mismo tiempo advirtiera acerca de que Atilio, despus del asesinato del Tucumano se enterar por cul va se enter el comisario de la Sexta de su identidad y alojamiento y por qu Atilio lo madrugara en la preparacin de todas las cosas...

(Los infieles y delatores, hacen en cualquier hueco, su guarida...)

En el relato siguiente Fuego para Rivarola, Saer avanza en aquel relato sobre Atilio, que cedi la muerte o la vida del Tucumano para recibir el inters transitorio de la Chola, que no se casa con nadie, que cada vez ms demuestra que no le interesan los hombres por lo que tienen de fuertes, sino por esa fina lonja de debilidad que siempre, por muy valerosos, por muy aguantadores que sean, permanece latente dentro de ellos y los hace aptos para dominarlos y derrumbarlos en cualquier momento...

Cuenta Saer, cmo la Chola haba amado a Rivarola, entre la blancura hiriente de viejas y lentas siestas de verano, durante quince otoos terrosos y azules, cernidos sobre el tiempo presente como un crimen sobre la deplorable conciencia que lo cometiera en el pasado... Luego aparece en la escena Olga, que estaba sentada sobre la cama, lloraba y contemplaba aquella especie de ruina involuntaria. Inclinndose sobre el cuerpo espant unas moscas hmedas y pesadas y le dijo:

-Viste por atorrante? -le golpe levemente la cara y se ri con un una risita hueca y prfida: -No, querido, se lo digo en broma.

La boca abierta de Rivarola era explorada por una mosca; Olga movi la mano en el aire para alejarla. Sobre el pecho del devastado, cuatro orificios haban vertido abundante sangre que ahora coagulaba en una sola mancha, ya azulada o negruzca o purprea.

Despus, Olga sinti calor, se quit el vestido y qued en enaguas. /.../ Trataba de evitar pensar que tendra que dar parte de la muerte de Rivarola a la polica. /.../

Se sent y llor. Luego sali al patio, tranquila an en medio de ese caos terrible que nos transverbera cuando asumimos el conocimiento de una muerte inesperada. (sic) /.../ -Ven -le dijo a Rivarola. / Lo tom por debajo de los sobacos y lentamente, lentamente, primero el torso y luego las piernas, hasta que los talones quedaron apoyados en el borde de la cama, lo fue trayendo hasta el suelo. De ah lo arrastr, lentamente, lentamente, hasta el cuarto de bao... /.../

Lo desnud y lo ba hablando sin cesar para s y para l... /.../ Luego lo sac, lo envolvi... lo llev hasta el dormitorio, dejndolo caer suavemente sobre la cama, entonces lo visti... Despus que termin de vestirlo lo mir un largo rato, absorta y matriarcal.. Luego lo alz a Rivarola y lo llev hasta el medio del patio, agachndose para dejarlo caer cuidadosamente tratando de evitar que se estropeara... Vaci la botella de nafta sobre el cuerpo; el fluido amarillo cay en un chorro recto, chapoteando, sonoro como un bosque al arbitrio del viento, con el intermitente fluir de un ro inacabable. Olga se senta hondamente sola. Rasp distrada el fsforo sobre la arenilla de la caja, lo mantuvo encendido en el aire exttico y luego lo dej caer, sin mirar, sobre el cuerpo de Rivarola. /.../

La verdad que no se sabe cmo describir el fuego o los cuerpos bajo su influjo, pero lo cierto es que las llamas crecan medias locas y muy voraces, crepitando y ondulndose, y Olga se separ de aquella hecatombe o de ese surgimiento, dando un paso primero hacia atrs y luego otro, y se qued mirndolo desde all con la gravedad abstrada de una contraalto. En su cara se estaba originando el nacimiento de una accin, aunque por la ambigedad del gesto, resultaba imposible determinar su naturaleza. Poda ser la resignacin o la venganza. Por un principio sencillo de contradiccin y de necesidad, slo una de ellas era autntica y valorable.

(En la zona incluye estos relatos de Saer:

Los medios intiles -a Mario Medina-; Bravo -a Hugo Gola-, Tambin bruto, La dosis -aproximacin al drama de la drogadiccin-; Solas -a Oscar Gonzlez-, Los amigos -a Jos Luis Vttori, cuatro vivencias en torno a una mesa de juego-; Al Campo con subttulos: Motivaciones, El otro coche, Llegada, En la costa, Una cosa, Reunidos, Gonzalito, Reunidos, Recitativo junto al agua, Gonzalito de nuevo; Mates, copas, naipes; De nuevo esa cosa; A su alrededor en silencio; El viento, Final...)

No ha sido por casualidad que a fines del siglo veinte, Saer al referirse a las reacciones del individuo que padece su tirana, seale su intento de imponerse impedimentos materiales para no caer en la tentacin de ceder al peligro que lo fascina porque le tiene miedo a su fuerza destructora...

Alude a la situacin de Ulises cuando quiere protegerse del canto del hechicero:

...recuerda la del alcohlico que hace guardar bajo llave las bebidas o la del jugador que exige de los funcionarios del Ministerio del Interior que le impidan mediante una circular entrar en los casinos.

Una vez ms, en la zona, en los lugares donde viven y conviven los personajes presentados por Saer, aparece y desaparece la desconfianza y entre ellos, tanto pueden tolerarse como en un instante insultarse, golpearse y an terminar con otra muerte.

En esos relatos, tales presencias constituyen tambin sutiles armonas o violentos contrastes con el paisaje:

Atilio estaba taciturno, melanclico, y conduca sin atender la conversacin, sin importarles nada. /.../ La Chola pensaba en Ana.

Victoria suspir.

-Todos estamos para el diablo dijo.

Uno detrs del otro, los coches cruzaban ahora el puente colgante, y pasando junto a las luces de la avenida costanera, por sobre el rumor constante del ro, penetraban en la ciudad.

En la pgina siguiente: Paso de baile, un poema... Luego, la segunda parte: Ms al centro y cuatro relatos: El asesino -a Alberto Ncoli-; Transgresin; Tango del viudo; Algo se aproxima, dedicado a Susy, a Quicha, a Fauce.

El envo de Gregorio Francia...

Cont Saer que el mensajero de Correos y Telecomunicaciones... en menos de lo que tarda un tallador de eficiencia media en distribuir una mano de naipes haba entregado la gran caja que Gregorio Francia haba enviado a Atilio, desde Buenos Aires. Cuando el destinatario la recibi, el peso le bast para saber qu cosa contena: una ametralladora que despus, vinieron todos a verla... y despus, se quedaban merodeando sin conversar acerca de nada de importancia por el pequeo bar que en vida haba sido del Tucumano...

1965: Palo y hueso.

Juan Jos Saer logr editar a fines de noviembre de 1965, algunas de sus narraciones: Por la vuelta, Palo y hueso, El balcn y El taximetrista, elaboradas entre 1960 y 1961.

En el primer relato se revela la sensacin que provoca el anochecer en algunas personas y la busca de determinados espacios para encontrarse con quienes estn dispuestos a consumar el rito del dilogo fugaz o de las confidencias:

Resulta en realidad difcil soportar el crepsculo. El da empieza a descender con lentitud, con una minuciosa aplicacin que exaspera. Yo no puedo resistir el encierro a una hora determinada, en especial cuando est prximo el verano. As que salgo de mi casa. A mucha gente le sucede lo mismo: eso explica la presencia de la muchedumbre en las calles, en los bares, en las estaciones, entre las seis y las ocho de la tarde, todos los das, hasta que llega por fin la noche. Los domingos la cosa se vuelve horrible...

Luego Saer describi el momento en que Horacio Barco estaba con Barra mirando la vidriera de una librera y ah fue cuando se enter que Pancho Expsito haba regresado despus de una temporada de descanso a base de insulina, electroshocks y psicoanlisis en un sanatorio para enfermos nerviosos, en Buenos Aires.

Pancho tiene cuatro hermanos y an vive en la casa paterna. Un hermano mayor, est casado, dispone de bastante dinero y paga los gastos de tales tratamientos. El padre dej de ser un agente de seguros y es uno de los tantos jubilados...

Saer comenta despus que Pancho no es un tipo violento, sino todo lo contrario: fue siempre de modales tmidos y dulces, y hasta melanclicos. Cuando sus tratamientos le dejan algn tiempo libre, Pancho ensea literatura argentina en el colegio nacional...

Pancho mientras estaban los tres frente a rubios Claritos en el bar de la galera, les cont:

-Aqu me tienen... Han hecho de mi esquizofrenia una neurosis compulsiva. El mdico me aplicaba todos los das dos inyecciones de objetivacin axiolgica.

Uno le dijo: -Ests mucho ms gordo... y Alfredo Barra, improvis una broma: Bueno... Ahora antes de pegarme tens la obligacin de considerar que por el peso no pertenecemos a la misma categora.

-Lo tendr en cuenta -dice Pancho, tomando un trago de su Claritos. Se qued durante un momento pensativo, diciendo enseguida: -Qu pas al fin de cuentas con el contrabandista desaparecido?

Barra le contest que eso es una historia vieja y su amigo afirm: -Eso fue el verano pasado. Despus, la explicacin de Barra: ...Quin lo mat no se sabe; se sabe que la mujer lo quem. Ella misma confes. Despus se suicid.

Sigue as ese relato: Pancho me mira sonriendo sin atender a Barra.

-Dios mo -dice-. Cmo me voy a aburrir la semana que viene!

-La mujer era camarera en el Copacabana -digo yo. Le ech nafta al cadver y enseguida un fsforo. Dijo que para ocultarlo de la polica porque la haban amenazado. No dijo quin. Se cort las venas en la correccional.

-All en el sur? -dice Pancho.

-S digo yo. Me parece que s. Parece que fue para no batir.

Contina el dilogo hasta que Barra se alej lentamente entre las mesas para llegar al bao y fue entonces cuando Pancho dijo: -Horacio... por qu no nos vamos a Crdoba una temporada?

Horacio recordaba que haban hecho juntos un veraneo en Capilla del Monte, un par de aos antes.

Habamos ido a quedarnos diez das, gastando a cuenta de una retroactividad que Pancho cobrara unos meses despus...

Mientras tanto, Pancho bebi otro sorbo de su Clarito y dice:

-Y cmo se suicid?

-Se cort las venas -le digo.

-No es buen mtodo -dice Pancho.

Hizo silencio.

-Lo mejor es un tiro en la sien, para eliminar inmediatamente el pensamiento concluye diciendo con un suspiro.

-No es el pensamiento -digo yo, medio en broma, medio en serio-. Es el recuerdo.

-Ahora -dice entonces Pancho, quedndose un momento pensativo antes de continuar, tocndose repetidamente la frente con la yema de los dedos- lo que no entiendo es: por qu se suicid antes de denunciar a los asesinos de su propio marido?

-Que s yo -le digo-. Lo ms probable es que haya querido negar el asesinato apropindose del finado.

Despus, en el relato aparece una vez ms Carlos Tomatis y Pancho insiste:

-Al diablo... Y por qu lo quem.

Horacio Barco contest: -Yo no s que habr alegado. Cuando le preguntaron quin lo haba matado ella dijo que ella lo haba quemado. Pero le encontraron cuatro balas en el cuerpo.

Insista Pancho: -Pero, y por qu lo quem? y la respuesta de Horacio: No s que habr dicho ella. Ni qu habr pensado.

-Habr querido purificarlo -salta Tomatis.

Regres el mozo con los cuatro Claritos... y cuando termin de depositarlos cuidadosamente sobre la mesa, Pancho reiter su pregunta: -Y por qu se suicid.

Horacio mientras relata esos hechos, ya ni se acuerda si suspir antes de contestarle: -Para no denunciar a la polica la gente que lo mat. Por qu lo mat esa gente? No s. Alcaloides, me parece

-Pero eso es un pretexto -dice Pancho- Miedo de que la mataran no puede ser, porque ella misma se mat. Si ella hubiera querido, podra haberlos denunciado y despus matarse. No quera denunciarlos.

-Cdigo del hampa -dice Barra.

Contest Horacio Barco:

-Qu cdigo ni qu diablos... No s por qu tiene que ser ms moral el asesinato que la delacin: si un cdigo me permite dejar en libertad a los asesinos de mi marido, hay con toda seguridad algo en ese cdigo que no funciona.

En ese tiempo, Saer ya lograba entusiasmar al lector con historias situadas en el deslinde entre el compaerismo y la simple proximidad, slo por la tensin de los vnculos generados por los intereses creados.

(Saer escriba usando el idioma de los argentinos que tanto difiere del escrito por algunos castellanos.

Es casi imposible imaginar que escribiera tienes la obligacin de considerar...

En aquel tiempo, sus libros eran ledos generalmente en la zona litoral o en Buenos Aires y l anotaba en su cuaderno: Parece que fue para no batir... sin tener en cuenta que al leer esos prrafos algn espaol, podra creer que la mujer estaba en prisin y obligada a batir huevos o preparaciones culinarias como si fuera un trabajo forzado...)

Saer luego relat con el mismo lenguaje, otras evocaciones acerca de la conducta de Pancho antes de la internacin:

Barra se re. Le da a Tomatis unos golpecitos en el pecho con el dorso de la mano.

-Al carajo -le dice.

Tomatis, con las piernas estiradas a un costado de la mesa, hacia mi lado, las manos en los bolsillos del pantaln blanco inmaculado, ronronea rindose, diciendo:

-S, s, buena pia te dio Pancho.

(Y as podra suceder, que al leer pia, quien no hablara en lunfardo, entendera que le dio un jugoso anan...)

Saer luego cont:

...Barra no entra mucho en el cuadro; siempre fue para nosotros un poco sapo de otro pozo. No hay duda de que le falta algo, y no me atrevera a echar de lado la posibilidad de que esa carencia sea slo la consecuencia de una pretensin absurda de nuestra parte, una imperfeccin decretada exclusivamente por nosotros. El primer contacto con la gente nunca es intelectual, ni siquiera emocional o afectivo: es epidrmico, casi de respiracin, y de su resultado depende toda la relacin futura. Adems, la simpata es algo que tiene su origen fuera de nosotros, existe como una secreta coincidencia, no expresada en los primeros momentos de la relacin, que ofrece la tranquilidad y la certeza de que el otro no crear ninguna tensin tratando de lograr la supremaca de sus preferencias. De ah que a lo primero que apela el individuo que se encuentra frente a un tipo antiptico es mirar con fastidio a su alrededor tratando de demostrar que hay algo en el ambiente, no en la persona, que no resulta de su agrado. Trata de lograr la supremaca de sus gustos simulando que han sido merecidos. Con Barra pas desde el principio una cosa parecida. Lgicamente, si hemos andado juntos tanto tiempo quiere decir que esa sensacin original desapareci, pero estoy seguro de que nosotros, digo Tomatis, Pancho y yo, no hicimos jams el menor esfuerzo para que eso sucediera. Fue el mismo Barra el que opt por limar las asperezas. Esto puede comprenderse perfectamente si se tiene en cuenta que Barra est casado desde los veintids aos y ha andado siempre bastante escaso de amigos. Es un tipo afectivamente complicado. Me da la impresin de que ese modo de ser suyo, excesivamente consecuente y al mismo tiempo crtico, vago y remoto, es el resultado de su intuicin de ese rechazo epidrmico, de esa antipata original, y ahora est vinculado a nuestro crculo a travs de una relacin sellada por la culpa.

Tales los protagonistas, las situaciones y las conclusiones de esos personajes que Saer presenta en distintas circunstancias y con curiosas reacciones...

Por la vuelta incluye tambin una descripcin de lo sucedido casi a las dos de la maana, antes de la Nochebuena, cuando la infiel Estela fumaba pensativa; mandndose un largo trago de ginebra de vez en cuando. Tomatis la escuchaba hasta que decidi irse; ella lo insult y en esa noche esplndida, Carlos Tomatis comenz a caminar bajo los quietos rboles.

Estela lo sigui y empez a gritar:

-Se lo voy a contar a mi marido!... Tomatis no se dio vuelta, camin una cuadra y al doblar la esquina Estela segua gritando todava.

Otros fueron los protagonistas durante el da de Epifana, de los Reyes Magos... Despus, Saer cont lo sucedido en el cabaret, en el Copacabana, entre el estruendo de la msica: el variet contaba con cinco nmeros: Un do vocal, centroamericano... una bailarina espaola, Amparo de Sevilla... El cuarto nmero del variet era un bailarn folklrico que zapateaba un malambo...

Solamente cuando se present el nmero central del variet, Pancho y Barra se callaron la boca, cambiaron de posicin sobre sus sillas y se dedicaron a mirar el espectculo, una joven de unos veinticinco aos, graciosa y bien formada, cuya especialidad era el streap-tease...

Mientras tanto, en otra mesa estaba Gorosito, un poco ebrio... Se levant y se acerc a los muchachos, despus de la presentacin y un breve dilogo acerca de cmo pasaron esos tiempos; el hombre dijo:

...antes de que yo naciera tambin, segn saba contarme mi finado padre -mir a su alrededor con gesto de repugnancia-. Antes el tango se bailaba de corazn -dijo- Me puedo sentar un ratito con ustedes muchachos?

Aceptaron, acerc su silla, siguieron hablando acerca de aquellos tiempos diferentes entre gente de otra pasta y la juventud era otra cosa.

-Yo no dorma nunca -dijo-. Haba un patio con una glorieta, en el sur. Se bailaba las veinticuatro horas del da. Dos por tres el baile terminaba con un finado. Ahora? -dijo, con aire de superioridad-. Qu me van a venir a hablar de diversin. Hace por lo menos desde el ao cuarenta que no me divierto en ninguna parte, se lo puedo asegurar.

Y Tomatis, ya estaba bostezando, casi durmindose...

-Apenas suba la orquesta tpica -le prometi el tipo a Tomatis- voy a bailar un tango.

-Perfecto -dijo Tomatis-. Est en su casa.

-Pero como se bailaba en mis tiempos -dijo el tipo.

-Mejor todava -dice entonces Tomatis-. Nos trasladaremos gracias a usted a los limbos de nuestra tradicin.

Despus los muchachos siguieron hablando de la pelirroja, que esa noche no estaba; la que anda siempre con una cantante del Bamb. Viven juntas. Y ella tiene un aire raro. Por supuesto que no jurara que es lesbiana, Ya sabs cmo son las mujeres... Despus de tanto anuncio, el tipo no bail. Los muchachos se quedaron en el Copacabana hasta cerca de las tres, antes de que comenzara la segunda seccin del variet. Como el ato Garcilazo insista en que se quedaran, Tomatis le dijo:

...Es un poco tarde para nosotros, don. -Y agreg entre dientes-: Maana tenemos que madrugar para continuar construyendo el slido edificio de nuestra literatura.

-Al carajo la literatura -dijo Pancho. /.../

Casi todo parece ser penumbra en esos relatos de Saer, aunque l aprendi a ver casi todo con bastante claridad.

Tengo en cuenta las advertencias de Gastn Gori, mientras dialogbamos con Charito bajo la bignonia, porque en torno a lo incierto es conveniente no omitir... casi.

El segundo relato es Palo y hueso -ttulo de aquella edicin- y Saer, aclar:

Esto fue contado en un pueblo de la costa. Estbamos de paso, sentados alrededor de una mesa en la vereda del hotel, y era el final del crepsculo: era el verano pesado y lento, junto al ro hinchndose para reventar en marzo y anegar el incesante y cambiante litoral desde Misiones hasta el Plata.

En esa edicin, incluyeron otras narraciones: El balcn (diez pginas) y finalmente, El taximetrista, dedicado a Frida y Federico Padilla (ochenta pginas).

Una vez ms, encuentros y despedidas, recelos y confianza, voces y silencios cerca del puente Colgante, en la costanera santafesina.

Dora haba llorado mientras contaba una parte de sus historias. Bajaron del auto y en la playa se aproximaron ms y ms... Luego hablaron de embarazos, l dijo que le gustara tener un hijo. Silencio. Despus ella habl de su hermana y de su cuado; necesitaba fumar pero no tena cigarrillos. Era el tiempo de las visitas para saludar por el fin de otro ao y el momento de expresar los mejores deseos para el siguiente...

...Bajo la luz de la luna el agua se agitaba y se quebraba, de modo que el reflejo lunar era un atenuado chisporroteo en su superficie. /.../

l enderez la cabeza contemplando el cielo velado. Oy la voz pesada y trabajosa de un borracho en las cercanas, sobre la barranca; cantaba:

Que el mundo fue y ser

una porquera, ya lo s...

La voz se detena, como si su dueo necesitara tomar impulso para continuar; era como si el acto de cantar absorbiera todas sus energas; su voz era clida, espesa, llena de ecos, y conversaba casi la meloda. l abri los ojos, escuchando:

En el quinientos dos

y en el dos mil tambin...

La voz volvi a detenerse, mucho ms prxima. Ahora la senta casi sobre su cabeza. El hombre se hallara en ese momento pasando sobre la barranca. El silencio se hizo completo. Slo oy el viento, y sbitamente, como si no viniera de ninguna parte, el motor de un automvil rodando sobre la avenida. Estaba con los ojos abiertos, afinando el odo, tratando de escuchar. El agua golpeaba los botes en la orilla. La voz del borracho se reanud tan cerca, de golpe, sobre su propia cabeza, que se incorpor de un salto. Qued sentado con la cabeza vuelta hacia la barranca. La silueta confusa de un hombre con sombrero oscilaba en el borde; cantaba:

Pero que el siglo veinte

es un despliegue de mald insolente

ya no hay quin lo niegue...

El hombre se call. Su silueta se movi, sin desaparecer del borde de la barranca.

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Entre tango y tango...

Juan Jos Saer no pudo evitar que tras un impulso interior, quedaran en su cuaderno las palabras pertinentes a la letra del tango Cambalache, sntesis de algunas valoraciones de Enrique Santos Discpolo en torno a la historia de los argentinos, a la historia que suelen reconocer como universal...

En El taximetrista, entre notas y silencios, Saer fue dejando las seales imprescindibles para elaborar sucesivas claves.

No fue por casualidad que treinta aos despus, en el ocaso del siglo veinte, refirindose a la poesa argentina y a la literatura argentina en general, indicara que vacila entre dos tendencias, dos modelos verbales que constituyen la referencia constante de su exploracin expresiva. Saer afirm que las causas histricas de esa irresolucin no son fciles de desentraar, pero no es tal vez demasiado atrevido imaginar que, en razn de su aparicin reciente, nuestra lengua literaria, a medida que el castellano del Ro de la Plata se separa del de Espaa, est todava construyndose de manera intuitiva, y que su evolucin, en la que domina ese conflicto lingstico, van surgiendo los textos ms originales.

Desde la aparicin o mejor dicho desde el auge de los tangos cantados, porque a pesar de que varios historiadores del tango afirman que el primer tango con letra fue interpretado por Gardel en 1917 en realidad ya existan tangos cantados desde por lo menos 1903 (La morocha, por ejemplo), algunos tericos populistas pretenden que el tango inaugura una nueva corriente potica, verdaderamente popular, que se opondra con su sello de autenticidad a los productos alambicados y minoritarios de la poesa culta...

Juan Jos Saer destac que en su siglo de vida, la evolucin instrumental del tango acompaa la evolucin de la msica culta y popular del mundo entero, y un examen profundo de esa evolucin, as como un estudio minucioso y sin prejuicios, ni estticos, ni de ninguna otra clase, de las letras, tal vez invalidara no pocas inexactitudes proferidas a menudo tanto por sus entusiastas como por sus detractores. Pero como suele suceder con los objetos de culto, los anlisis imparciales rara vez se les aplican y por razones opuestas, pero en definitiva similares, agnsticos y creyentes se dispensan en abocarse a ellos con espritu crtico. En esa influencia mutua y constante de lo local y de lo universal, el Ro de la Plata ha encontrado siempre su ms feliz equilibrio. /.../ En el sentimiento de postergacin, de pertenencia incompleta a las tradiciones mundiales que le sirven de modelo, nuestra vida intelectual y artstica ha sabido encontrar a veces, a pesar de las dudas, los desencantos y ambigedades que esa situacin supone, el provecho inesperado de la distancia crtica. Es sin duda de esa manera -encarando de un modo diferente la tradicin por haberla heredado sin pertenecer totalmente a ella- que cambian, se confunden, se enriquecen, se renuevan las culturas, las civilizaciones...

(Tal como expres Saer, en 1903 se difundi el primer tango cantado y he ledo: El Porteito, letra y msica de ngel Gregorio Villoldo: Soy hijo de Buenos Aires, / por apodo El Porteito, / el criollo ms compadrito / que en esta tierra naci.. Juan ngel Russo, ha reiterado que ese tango, con versos de Antonio Polito fue cantado en 1930 y con letra de Carlos Pesce en 1942.

En 1905, habra sido el msico Enrique Saborido, quien con su tro present el tango La Morocha, tambin con letra de ngel Villoldo, en el legendario Tarana del viejo Palermo. Russo alude a dos versiones, la otra indica que fue su primer intrprete la bailarina y ocasional cantante uruguaya Lola Candales en el Ronchetti de la calle Reconquista. Lo curioso es que ambas versiones fueron declaradas por el mismo autor...)

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Saer en aquel original recorrido analtico, necesit expresar:

En la actualidad nuevos dilemas se presentan, y sin querer parecer demasiado melodramtico como puede serlo aquello mismo que critico, tambin nuevos peligros. El surtidor electrnico que roca incesante el planeta deja flotar sus velos multicolores tambin sobre el Ro de la Plata. Esas fantasmagoras coloreadas sin referente preciso... ersatz de cultura para muchedumbres no menos fantasmagricas, omnipresente y continua, tiende a equivocar nuestras sensaciones con estmulos prefabricados (imgenes y sonidos en conserva), a condicionar nuestro juicio con tcnicas llamadas abusivamente de comunicacin, a obligarnos a slo ver y gustar, a slo or y escuchar, lo que slo desea ver y gustar, or y escuchar, una mayora calculada en trminos de prospeccin financiera, a anteponer la emocin a la crtica y a confundir en todo momento las fronteras entre esa imaginera mecnica y lisa y el mundo imprevisible y rugoso...

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1966: La vuelta completa.

La legendaria Editorial Biblioteca Popular Constancio C. Vigil de Rosario, incluy en la coleccin Prosistas Argentinos, dos novelas elaboradas por Juan Jos Saer en el lapso 1961-1963, publicadas con el ttulo La vuelta completa.

El 20 de septiembre de 1966 terminaron de imprimir el libro, con esta dedicatoria en la undcima pgina:

A mi amigo Mario Medina

Pulsa dignoscere cautus,

quid solidum crepet,

et pcate tectoria linguae

(Persio, Satyra V)

En la primera seccin incluyeron El rastro del guila -ciento diez pginas- y en la segunda, Caminando alrededor, desde la pgina 115 a la pgina 354.

Una vez ms, Saer situ a los personajes cerca de la desaparecida estacin de mnibus de la capital santafesina, frente al edificio del Correo donde dialogaban Csar Rey y Carlos Tomatis... Despus, reaparecieron Marcos Rosemberg y su esposa Clara.

Csar y Clara son amantes, y ella ha decidido dejar a su marido y al hijo, seguir en el camino junto a Rey. Marcos sospecha, soporta y calla.

Como suele suceder, Barco siendo profesor del Colegio Nacional santafesino demuestra su insatisfaccin no slo como docente e insiste en que se ha alejado de Dora porque cree que es incapaz de amar.

Durante la lectura van quedando otras seales manuscritas en los mrgenes, entre ellas, las pertinentes a estas conclusiones que creo oportuno reiterar:

...Se puede vivir con humildad, o con un fantstico sentimiento de omnipotencia, como los grandes hombres. Se pueden entregar setenta aos a cambio de una docena de libros, o como hace la mayora, a cambio de un sitio ms clido, cmodo y agradable que su mero contacto elimine en forma inmediata cualquier atisbo de pensamiento independiente. Yo soy mucho ms ambicioso, porque no soy ni un gran hombre ni un hombre demasiado estpido: pretendo vivir, y que la gente viva a mi alrededor...

(Dijo Csar Rey, mientras se inclin hacia Marcos Rosemberg.)

...La poltica es til. Todos no podemos hacer grandes cosas. La historia de pronto quiere que una generacin, que toda una generacin arde y estalle para nada.

(Murmur Marcos con aire pensativo...)

...Tu estpido nacionalismo te impide ver que la muerte es obra del hombre. Quisiera saber de dnde han sacado los tipos como vos la idea de que la muerte es algo exterior al hombre. Se muere cada hombre, cuando l quiere, porque l quiere. Y cuando no muere porque l quiere, es porque lo mata otro hombre, otro como l, y porque l mismo ha producido las circunstancias. La guerra es una prueba no slo de que la muerte es obra del hombre, sino de que el hombre quiere morir: en el treinta y nueve murieron millones y millones de seres humanos. Quin es el culpable de eso? Dios? Sabemos que Dios no existe. Estamos aislados en nuestra condicin humana: es un circuito cerrado en s mismo y de todo lo que pasa adentro somos responsables. Qu estupidez! Cmo voy a tenerle miedo a la muerte? Los hombres no tienen miedo a la muerte: tienen miedo a s mismos. Yo tengo miedo a m mismo...

...Los hombres no buscan la felicidad, como se ha venido creyendo hasta la fecha; lo que hacen sencillamente es escapar del horror.

-Al diablo con el partido, Marcos. Yo firm tu ficha de afiliacin. se no es el problema. Si alguna vez la humanidad deja de darse la cabeza contra la pared, como ha venido hacindolo hasta ahora, no habr partidos, ni polticos, ni nada. Habr exclusivamente hombres. La poltica padece de una sola plaga: los polticos. De otra manera podra tratarse de una actividad interesante.

(Tales, algunas conclusiones de Rey...)

-De cada mil nios que nacen en el norte del pas, se mueren doscientos debido a las condiciones de sanidad social. /.../

Yo no puedo admitir que se busque a Dios desconociendo el crimen y la injusticia, ni tampoco que se exija a Dios la responsabilidad de las cosas humanas. Si Dios existe, tiene tan poco que ver con todo eso, y es tan diferente a todo lo que se ha venido pretendiendo hasta la fecha que debiera ser, que su sola existencia convierte a muchos de los mejores hombres que ha tenido la humanidad en unos tontos, o lo que es peor, en unos canallas.

Nosotros vivimos en Amrica, en la Argentina, en esta ciudad. Estamos ahora en este bar. Es un sbado del mes de marzo del ao mil novecientos sesenta y uno: se es el terreno real donde deben comenzar todas las preguntas y todas las investigaciones...

Tales han sido algunas observaciones de Marcos Rosemberg...

En estas pginas se reiteran esos fragmentos con el propsito de estimular la lectura de aquellas primeras publicaciones de Saer, durante la dcada del 60.

Narraciones...

Una vez ms rememoro algunos relatos y ya he retirado del anaquel el primer volumen de Narraciones. Releo la dedicatoria impresa:

Para Clara y Jernimo, estas historias juveniles, como pruebas, frgiles, de que hay tal vez una vida antes del nacimiento.

Siento emocin por lo que implica ese testimonio. Me aproximo a Sombras sobre vidrio esmerilado y releo lo escrito por Saer a mediados del siglo veinte:

Qu complejo es el tiempo, y sin embargo, qu sencillo!

En el relato acerca de las vivencias de la poetisa Adelina Flores -de cincuenta y seis aos-, Saer escribi:

Primero recorra el parque del sur, con su lago inmvil, de aguas ptridas, sobre el que se reflejaban las luces sucias del parque; atravesaba los caminos irregulares y despus me diriga hacia el centro por San Martn, penetrando cada vez ms la zona iluminada; de all me iba a dar una vuelta por la estacin de mnibus y despus recorra el parque de juegos que se extenda frente a ella antes de que construyeran el edificio del Correo; iba hasta el palomar, un cilindro de tejido de alambre, con su cpula roja terminada en punta, y escuchaba durante un largo rato el aleteo tenso de las palomas. Nunca me atrev a caminar sola por la avenida del puerto par cortar camino y llegar a pie al puente colgante. Al puente llegaba en mnibus o en tranva. Me bajaba de la parada del tranva y caminaba las dos cuadras cortas hacia el puente, percibiendo contra mi cuerpo y contra mi cara la brisa fra del ro. Me gustaba mirar el agua, que a veces pasa rpida, turbulenta, oscura, pero emite relente fro y un olor salvaje, inolvidable, y es siempre mejor que un milln de cigarras ocultas entre los rboles...

Ese paisaje santafesino donde Saer se senta tan integrado en aquel tiempo, ha sido transformado por la decisin de sucesivos gobiernos aunque todava hay ptridas aguas en el lago del sur... Aquella estacin de mnibus sirvi para instalar oficinas y an est habilitada una playa de estacionamiento con acceso a la avenida de circunvalacin este y que hacia el norte, comunica con la avenida Leandro Nicforo Alem actualmente en proceso de ampliacin e incluyendo la renovacin del arbolado aunque han protestado algunos grupos ecologistas y diversos sectores polticos.

An se destaca el edificio del Correo que est necesitando reparaciones. No es el estatal como en aquel tiempo y hacia el norte, an es posible caminar por el parque Alberdi, lugar de homenaje a las madres frente al monumento que es otra simblica obra de Jos Sedlacek. En esa direccin, hay otro luminoso espacio para recreacin de nios, si las hamacas estn en condiciones para ser usadas y no hay amenazas de mimticos delincuentes caminando por esas calles santafesinas...

Desde 1988, entre el cruce de calles, una glorieta con algunos bancos es el imaginado Paseo de los Enamorados. Enfrente, la enorme pecera rectangular, es un espacio donde un mapa de la provincia dividido en diecinueve departamentos suele ser poco visto porque en el fondo del agua turbia donde intentan seguir nadando los peces, se van acumulando vestigios de diversos elementos. Subiendo unos escalones se llega al nivel donde instalaron el Palomar, en la casi legendaria Plaza Coln y all, el navegante est representado en una escultura del talentoso Jos Sedlacek, mientras en el sector noroeste otra de sus esculturas advierte sobre la trayectoria del doctor Rodolfo Freyre, impulsor de las obras del Puerto de Santa Fe.

Ya no hay csped en todos los canteros, tampoco flores. Hay papeles de diversos envoltorios compitiendo con las hojas secas en sus rasantes desplazamientos tras los impulsos del viento...

Durante tres lustros estuvo Saer viviendo en Europa y tales fueron algunos de los cambios que habr advertido cuando regres tras el fin del autodenominado proceso de reorganizacin nacional; durante los primeros perodos de gobiernos elegidos por los ciudadanos empadronados.

Sigo leyendo sus narraciones y encuentro ms seales:

Lo que desaparece de este mundo, ya no falta. Puede faltar dentro de l, pero no estando ya fuera.

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Odiamos la vida porque no puede vivirse. Y queremos vivir porque sabemos que vamos a morir.

(La elocuencia del silencio impone otra pausa...)

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Decamos ayer, como dijeron en el siglo diecisis el maestro Fray Luis de Len XE "Luis de Len, Fray" y cuatrocientos aos despus el filsofo Miguel de Unamuno y Jugo...

Decamos, en aquel ao de la seca, el sesenta y uno... cuando el de la camioneta amarilla se segua riendo, mientras indicaba:

-Dles a cuenta ma... sacando un montn de billetes del bolsillo.

Y se quedaba con los muchachos hasta bien entrada la noche, tomando naranja Crush mezclada con cerveza...

Durante aquellos encuentros, el hombre de la camioneta se pona a contar historias de oficiales de gendarmera, historias que haban sucedido en la frontera con el Uruguay, y en las que, por el modo como las contaba, se vea que l mismo haba intervenido...

En una momento, el hombre de la camioneta amarilla, se haba ido un minuto antes de que la chata del viejo Blanco se detuviera delante del almacn, y un par de veces haba llegado antes de que la polvareda amarilla que levantaban los pesados caballos... hubiese terminado de evaporarse... Hasta que una tarde, el viejo Blanco lleg con una vara e