Ecología, economía y ética del desarrollo

download Ecología, economía y ética del desarrollo

of 182

Transcript of Ecología, economía y ética del desarrollo

  • Ecologa, Economa y Etica del Desarrollo Sostenible

  • Eduardo Gudynas

    Ecologa, Economa y Etica del Desarrollo Sostenible

    Proyecto RegionalAmazona Sostenible

    EdicionesAbya-Yala

    2003

  • Ecologa, Economa y tica del Desarrollo SostenibleEduardo Gudynas

    1era. Edicin: ILDIS-FES(Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales)Av. Repblica No.500 y Diego de AlmagroCasilla: 17-03-367Telfono: 2 562-103 / 2 563-644Fax: (593-2) 2 504-337E-mail: [email protected]

    Ediciones ABYA-YALA12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla: 17-12-719Telfono: 2506-247/ 2506-251Fax: (593-2) 506-267E-mail: [email protected] Web: www.abyayala.orgQuito-Ecuador

    Impresin DocutechQuito - Ecuador

    ISBN: 9978-22-350-9

    Eduardo Gudynas, CLAES - Centro Latino Americano de Ecologa SocialCasilla Correo 13125, Montevideo 11700, [email protected] - www.ambiental.net/claespara los textos originales.

    Impreso en Quito-Ecuador, 2003

  • NDICE

    Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    Prlogo-El desarrollo como asignatura global, nacional y local . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

    1. Concepciones de la Naturaleza en Amrica Latina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

    2. Naturaleza y estrategias de desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

    3. Una mirada histrica al desarrollo sostenible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

    4. Impactos y condiciones ambientales del crecimiento econmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

    5. Valoracin econmica, capital natural y patrimonio natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    6. Ciencia, incertidumbre y pluralidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

    7. Mercado y poltica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

    8. Comercio internacional, globalizacin y regionalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

    9. Valores y tica ambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

    10. Nueva ciudadana y poltica del desarrollo sostenible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

    Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177

  • Los problemas ambientales estn estrechamente ligados a los modelos de desarrollo y, por cierto, a susestructuras socioeconmicas. Esta vinculacin permanente se ha transformado en un creciente reto. Es ms,uno de los grandes dilemas de nuestra poca es cmo equilibrar la satisfaccin de las necesidades y las aspi-raciones humanas (actuales y futuras) con el mantenimiento de los sistemas biofsicos y sociales, pues sin lasostenibilidad de stos no ser posible la vida misma en el planeta.

    Por este motivo, en los ltimos 30 aos el problema ambiental se ha convertido en una de las preocu-paciones ms constantes de nuestra sociedad. Por ello la comisin Brundtland -establecida por la ONU paraestudiar la interrelacin entre desarrollo econmico y la proteccin al medioambiente-, present el conceptode desarrollo sostenible como una propuesta para compatibilizar la economa y la ecologa, a fin de buscarun crecimiento econmico social, justo, ecolgicamente viable y de respeto a la naturaleza.

    El trmino se difundi rpidamente en los medios de comunicacin. En poco tiempo encontr eco enla sociedad, no slo entre los ecologistas sino tambin en el mundo de la tecnocracia. Sin embargo, los pro-blemas subsisten y se amplan. La realidad nos dice que la economa y la ecologa tienen dos racionalidadesdiferentes, tiempos distintos, y que se necesita ir ms all de los conceptos del desarrollo tradicional, inclusode lo que se considera oficialmente como desarrollo sostenible.

    La necesidad de integrar la dimensin ambiental en los procesos socioeconmicos es indiscutible. Pe-ro para ello es necesaria una conceptualizacin diferente de la vida misma del ser humano, en un esfuerzo decreciente responsabilidad cvica en el marco de una democracia participativa y de una tica de convivenciaarmnica con la naturaleza. De ah resulta que la tica ambiental es la bisagra que se necesita para unir estosdos mbitos, a primera vista, tan alejados en sus medios y sus propsitos.

    Este libro presenta una discusin integral de las diferentes corrientes del pensamiento ambiental yecolgico sobre el desarrollo, particularmente sobre lo que se conoce como desarrollo sostenible, atendiendoa los debates actuales acerca de la sustentabilidad donde se cruzan las dimensiones ambientales, econmicas,sociales, ticas y polticas.

    El desarrollo sostenible se presenta, entones, como un proceso de cambio y transicin hacia nuevasformas de producir y consumir, pero tambin hacia nuevas formas de ser, estar y conocer. El autor sostienela necesidad de considerar el ambiente no en funcin de su utilidad para el ser humano, sino de acuerdo auna postura tica que problematiza sobre los valores que guan nuestra relacin con la naturaleza. As, elverdadero sentido del desarrollo sostenible reside en concebirlo en su dimensin global, una tarea que preo-cupa sobre manera a la propuesta editorial de Abya-Yala y que encuentra una respuesta prctica en los es-fuerzos que despliega el proyecto regional Amazona Sostenible de la Fundacin Friedrich Ebert en todos lospases de la regin.

    Editorial Abya-YalaILDIS-FES

    Noviembre 2003

    PRESENTACIN

  • Eduardo Gudynas, con este libro, nos invita a descubrir la trampa del desarrollo tradicional. Aquellavisin que tiene como su meta el crecimiento econmico, a ser conseguido con la expansin del consumomaterial y energtico. Aquel aumento cuantitativo de las variables econmicas que no se refleja necesaria-mente en mejoras proporcionales de la calidad de vida, sino que, tarde o temprano, choca contra sucesivoslmites ambientales y en ese camino se perder parte de la riqueza bitica del planeta.

    En las actuales condiciones y con las tendencias tecnolgicas y organizativas conocidas, simplementedesde una perspectiva ecolgica, el modelo occidental de desarrollo resulta imposible de repetir y ser has-ta insostenible en poco tiempo en los mismos pases industrializados. El modelo industrialista de progreso ybienestar del mundo occidental, en concreto sus formas de consumo y produccin, sus estilos de vida, noson ni intergeneracional ni internacionalmente generalizables. Es ms, desde una aproximacin ecolgicaglobal, los pases industrializados, con un alto desarrollo tcnico y una gran acumulacin de capital material,aparecen ahora como pases subdesarrollados o mejor se dira maldesarrollados, pues son justamente elloslos que ms ponen en peligro la sostenibilidad del mundo, sea en forma directa o indirecta. Como paracomplicar ms el escenario futuro, el desarrollo desigual se mantiene, y de manera creciente, tambin en lospases industrializados, siendo una constante en el mundo subdesarrollado.

    Desde esta perspectiva, siguiendo las reflexiones de Gudynas, prolfico autor uruguayo, hay que re-plantearse la lgica del desarrollo tradicional. Hay que denunciar el mito del desarrollo, detrs del cual correla mayora de habitantes del planeta.

    A la palabra Naturaleza, que ocupa un lugar muy importante en diversas discusiones y anlisis, hay queenfocarle en su verdadera dimensin. Superada la percepcin de frontera salvaje a ser dominada por el serhumano, se han ido refinando paulatinamente las visiones sobre la Naturaleza. No slo que son insuficientesaquellas lecturas que entienden a la Naturaleza como una canasta de recursos, como un sistema a ser aprove-chado, como capital a ser invertido y explotado, sino que resultan en esencia depredadoras en la medida quepretenden resolver los retos con la simple racionalidad mercantil. Gudynas insiste, desde el comienzo de susrazonamientos, en la necesidad de entender a la categora naturaleza como una creacin social, distinta encada momento histrico, cambiante de acuerdo a cmo los hombres se vinculan con su entorno. Esta aproxi-macin, sustancial para la construccin de las propuestas que se exponen en estas pginas, que no deja de sercompleja, nos aboca a un trabajo de reconocimiento y replanteamiento de muchas de las categoras ontolgi-cas dominantes. Si por un lado es evidente una pluralidad de ideas sobre la Naturaleza, por otro, esta aproxi-macin exige entendimientos dialcticos que permitan reconstruir la idea misma del desarrollo.

    La acumulacin material permanente est en entredicho. Y no cualquier acumulacin material, sinoen especial aquella acumulacin material sustentada en la destruccin de la Naturaleza. Esto implica uncuestionamiento consiente del desarrollo en tanto opcin cuasimgica para la solucin de los problemas delSur, a travs del crecimiento econmico ilimitado. En realidad lo que se ha hecho hasta ahora es insertar en

    EL DESARROLLO COMO ASIGNATURA GLOBAL,NACIONAL Y LOCAL

    Alberto Acosta1

    La aceptacin tranquila de la realidad de la sociedad provee al hombre de un valor indomable y de un vigor necesario para eliminar toda la injusticia y la falta de libertad eliminable. Mientras permanezca fiel a su tarea de crear una libertad ms abundante para todos, no tendr que temer que el poder o la planeacin

    se vuelvan en su contra y destruyan la libertad que est construyendo con sus instrumentos. Este es el significado de la libertad en una sociedad compleja, el que nos da toda la certeza que necesitamos.

    Karl Polanyi, 1944

  • los pases del Sur la lgica muchas veces devastadora de la acumulacin capitalista, que afecta el ambiente ylas culturas, al tiempo que promociona las desigualdades.

    Es cierto que podemos desentraar cada vez de mejor manera las causas del subdesarrollo o del mal-desarrollo, pero no estamos en capacidad de plantear con igual precisin qu significa el desarrollo. Para lo-grarlo hay que dilucidar un punto crucial, desplegado en este texto, que abre las puertas a la comprensin delas interrelaciones existentes entre Naturaleza y estrategias de desarrollo, a partir de la comprensin del pro-greso visto desde la poca de Sir Francis Bacon como un instrumento para dominar la Naturaleza. Progreso(que) pasa a ser elemento clave con atributos ideolgicos, donde es posible reconocer diferentes estrategiasde desarrollo aunque dentro de ese compromiso progresionista. La larga y no menos compleja evolucinhistrica de las diversas teoras y propuestas, que se derivan de esta interrelacin desplegada en extenso porel autor, constituye un debate enriquecedor, propuesto por alguien empeado en romper lanzas contra losmltiples molinos de viento instalados y reinstalados en Amrica Latina a lo largo de su atormentada histo-ria. Una de aquellas visiones duramente criticadas con justeza por este latinoamericano, que batalla incansa-blemente tanto en espacios globales como locales, es la que trat y trata an de explicar los orgenes del sub-desarrollo a partir de un fatalismo tropical: los latinoamericanos seran holgazanes y perezosos por la enor-me disponibilidad de recursos en el trpico, cuyo aprovechamiento sera relativamente fcil. En otras pala-bras, los habitantes de esta parte del mundo seran pobres porque son ricos en recursos naturales.

    Antes de retomar la marcha persiguiendo una entelequia, es hora de preguntarse sobre el significadomismo del desarrollo, que se lo asume -erronemente- como de amplio conocimiento y aceptacin. Algoque no es as. Basta recordar que desde una visin indgena amaznica la idea misma del desarrollo, en lostrminos de la comprensin occidental, es prcticamente desconocida. Por este motivo resulta inapropiadoy altamente peligroso inspirarse en el paradigma de desarrollo occidental, asumiendo como que es un sin-nimo de bienestar.

    Es claro, entonces, que no est en juego simplemente un proceso de acumulacin material, que se al-canzara cumpliendo rigurosamente determinadas recomendaciones de poltica econmica. Del espacio delas cantidades acumuladas destructivamente hay que pasar a otro espacio de calidades adicionadas respetan-do la diversidad de opciones existentes. Se precisan respuestas amplias y complejas, en las cuales los benefi-ciarios deben ser los propios actores para la construccin de sociedades sustentables en trminos de equidadsocial, cultural, de gnero, ecolgica, tnica. Solo as quizs se superen aquellas visiones simplistas que toda-va dominan en la discusin y que han hecho del desarrollo un fantasma.

    Para evitar una marcha continuada detrs de dicho fantasma, el tema debe replantearse a nivel amplioen el marco de instituciones que aseguren la vida en el planeta. Cuando los problemas se tornan globales hayque globalizar la poltica. No se aceptable que slo se globalice el capital financiero y las acciones represivas.Hay que adoptar una responsabilidad global y construir instituciones que posibiliten una accin global am-plia, integral para procesar cambios profundos en los diversos espacios de la vida humana. Ser acaso elmomento para pensar en un gobierno democrtico global, que repiense hasta el tema del monopolio de laviolencia legtima a escala global? Si los problemas afectan a la humanidad en su conjunto, las soluciones de-mandan respuestas que potencien esta visin global. Sin embargo, es preciso decir que no se trata de uncambio en las instituciones mundiales para seguir haciendo lo mismo de una manera ms racional en trmi-nos ambientales y humanos.

    Cuando el deterioro ambiental y las desigualdades en el mundo se extienden aceleradamente -algopropio del capitalismo-, las soluciones impulsan a plantear el desarrollo como una asignatura universal. Estainfluencia global de los problemas exige respuestas globales. Si se pone la vida en el centro de la atencin yno simplemente la reproduccin del capital, la globalizacin se transforma en una responsabilidad global,sin perder de vista el escenario nacional y por cierto el local. Lo global debe enfocarse desde lo local -lo glo-cal- y estos mbitos de accin, a su vez, no pueden marginar lo nacional -lo gloncal-.

    10 EDUARDO GUDYNAS

  • Como punto de partida hay que revitalizar la discusin poltica, oprimida por el economicismo, cadavez ms arraigado, que incluso con la economizacin de lo ambiental ha castrado el debate, como lo de-muestra el aporte de Gudynas. El propio mercado -no solo el Estado- requiere una reconceptualizacin pol-tica, pues no se puede dejar que ste influya en la vida de las sociedades sin regulaciones adecuadas y menosan que mercantilice la Naturaleza. Si el mercado es una construccin social, hay que repensarlo en funcinde las necesidades sociales, sin el cual ni siquiera existiran las economas de escala, ni los beneficios y los sal-tos cuantitativos y cualitativos en la productividad tcnico-econmica, sino simplemente su deficiente orde-nacin poltica, esto es, su falta de concrecin.

    Dicho de otra forma, si se ahonda la consolidacin del capitalismo como la civilizacin de la desigual-dad, ms todava en su versin extrema, la neoliberal, es muy probable que las condiciones existentes en elmundo se asemejen cada vez ms a las de una Edad Media con reducidos grupos humanos que concentranlos avances tecnolgicos manteniendo crecientes exclusiones sociales, en medio de insospechadas tensionespolticas y con un marcado deterioro ecolgico. Esto ser an ms complejo en un ambiente caracterizadopor una violencia globalizada de corte autoritaria con la que se pretende enfrentar el terrorismo internacio-nal y parar los crecientes flujos migratorios.

    De plano se descarta la idea de una aldea global, acuada por primera vez por Herbert MarshallMcLuhan, profesor universitario canadiense, que tuvo alguna influencia hace tiempo atrs. Lo que estara enciernes es una suerte de Edad Media de alta tecnologa, no inspirada en el determinismo tecnolgico de Lu-han, que segn l bastara para modificar las percepciones y transformar las relaciones sociales. De lo que seconoce, la Edad Media en Europa fue para la mayora de personas una etapa de oscuridad e ignorancia, conpocos avances cientficos. La Iglesia era un poder que se hallaba por encima del poder poltico. Haba unpensamiento nico, plasmado en la Biblia, que motivaba las luchas -las cruzadas- contra el terrorismo de lapoca. En el medioevo predominaba el presente y la oferta de la eternidad, la historia haba finalizado y elfuturo no exista o era imposible. El libro, que facilit la transmisin escrita, asumi el papel de medio decomunicacin por excelencia. Como se sabe, estos libros terminaran por derruir la autoridad de la IglesiaCatlica medieval, a travs de reformas formuladas entre otros por Martn Lutero y Juan Calvino desde lapropia lgica del pensamiento religioso dominante, as como de los diversos nacionalismos que enfrentarona los poderes feudales. Y la misma secularizacin de las tierras de la Iglesia, su poder terrenal, fue una de lasbases para el establecimiento de los Estados modernos, que a su vez fueron el eje para el surgimiento de lasociedad de mercado (no slo de la economa de mercado), a travs de mltiples mecanismos como el apo-yo a las expropiaciones forzosas o el establecimiento de los aranceles y los subsidios.

    Muchas de esas realidades, como se ve a diario en la actualidad, parecen volver a estar presentes en elmundo contemporneo. Si antes, durante la Edad Media, la mayora de la poblacin estaba estructuralmentemarginada del progreso, hoy tambin la mayora de habitantes del planeta no participa de los beneficios delprogreso, est excluida. Ya no tiene ni el privilegio de ser explotada. Si en lo ms profundo de la Edad Mediala gente no tena tiempo para reflexionar, estaba demasiado preocupada en sobrevivir a las pestes, a la des-nutricin e incluso al hambre, al trabajo servil y a los abusos de los seores feudales as como a las intermi-nables guerras, en la actualidad muchos de estos pesos, que para ms de la mitad de habitantes del planeta semantienen, parecen haberse incrementado por efecto del consumismo y de la sobrecarga de informacionesalienantes, que perversamente estn minando la capacidad crtica de las personas. La difusin global de cier-tos patrones de consumo, en una pirueta de perversidad absoluta, se infiltra en el imaginario an de aquellosamplios grupos humanos sin capacidad para acceder a ese consumo, mantenindolos presos del deseo per-manente de alcanzarlo. Si entonces la Iglesia era la encargada de preservar el conocimiento para proteger suspropios intereses, de mantener a las masas ignorantes, temerosas de los brbaros y atadas a una visin totali-taria de Dios, hoy son, en primer lugar, el FMI y el Banco Mundial las maquinarias de dominacin economi-cista, contando para ello con el poder de las empresas transnacionales, de los medios de comunicacin glo-bal, de los gobiernos de los pases ricos y por cierto tambin de los pequeos seores feudales elegidos peri-dicamente en los gobiernos de las repblicas fondomonetaristas de inicio del siglo XXI. Recurdese que losgrandes medios de comunicacin, en un paralelismo con las prcticas inquisidoras del medioevo, marginanescolsticamente lo que no debe ser al negar espacios para su publicacin. Igualmente, en la actualidad hay

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 11

  • claros esfuerzos por hacer creer a la humanidad que la historia ha finalizado, tal como se plasma en las refle-xiones derivadas de la visin terminal de Francis Fukuyama. Y como entonces, mientras unos pocos se enri-quecan y disfrutaban de sus inmensos bienes, controlando el mundo conocido, hoy unos cuantos grupostransnacionales, aliados de los gobiernos de los pases industrializados y con el soporte de unos cuantos or-ganismos multilaterales, hacen lo mismo imponiendo en el globo sus condiciones.

    Qu es lo que buscan en la actualidad? Dominio y control de las mayoras. Cmo lo plasman? A tra-vs del miedo y de la inseguridad, con mtodos menos brutales que en la anterior Edad Media, pero sin du-da ms efectivos. Si entonces la Iglesia buscaba controlar el alma ofreciendo el paraso despus de la muerte,hoy se quiere domesticar la mente ofreciendo el desarrollo luego del ajuste estructural. Si entonces la herra-mienta represora era la Inquisicin, hoy para sostener el pensamiento nico, el neoliberal, se recurre abier-tamente al terrorismo econmico, con el que los gobernantes y sus ulicos llevan a que la poblacin adopteposiciones sumisas supuestamente inevitables, como el mismo ajuste estructural de inspiracin neoliberal,por ejemplo. A la ausencia de informacin de aquellos siglos se superpone en la actualidad una avalancha deinformacin, muchas veces manipulada que perversamente elimina las capacidades para informarse en reali-dad y ms todava para desentraar lo que en esa realidad sucede. Esta Edad Media de alta tecnologa recrea-ra un oscurantismo de otro signo, el de la informacin sin conciencia y de la tecnologa digital sin espritu.Se nutre de la escolstica plasmada en el conocido como Consenso de Washington. Y quin sabe si llegar elda en que, a travs de la manipulacin gentica, se pretenda construir una sociedad donde el conformismosea la norma...

    Pero como esa opcin parece lejana y como todava hay personas como Eduardo Gudynas, concientesy crticas, hay como confiar en un futuro humano, hay como seguir bregando para que la humanidad notenga que incursionar a travs de aquella pesadilla tecnolgica. Es ms, parafraseando a Carlos Marx y Fede-rico Engels, las armas de que se sirvi la globalizacin capitalista para derribar al estado-nacin se volvernahora en contra de la propia globalizacin. Esta globalizacin capitalista es la responsable, en definitiva,de la abolicin de la nacionalidad, que a lo mejor nos lleva a otros niveles de organizacin de las sociedadesmundiales. Se podra leer el significado de Seattle o de Cancn, y de todas las protestas globales como mani-festacin de una sociedad civil que, rescatando la ciudadana como elemento transformador, da pelea auna globalizacin que la excluye. No ser acaso que en los encuentros del Foro Social Mundial -en dondeGudynas debate incansablemente- comienza a fraguarse -en plural y democrticamente- otro tipo de con-sensos, los consensos de Porto Alegre o al menos a plantearse nuevas preguntas que hagan imposible la con-figuracin de aquellas certezas que luego se transforman en fanatismos?

    Hay un punto que todava cabra mencionar de una actualidad que empata casi mecnicamente con elpasado. Es cierto que el mundo de las computadoras est ahogado por la avalancha informativa. Pero no esmenos cierto que no todo el mundo accede a las computadoras. Todava la mitad o ms de habitantes delplaneta, al empezar el nuevo milenio, no han tenido contacto con un telfono, no se diga con el internet. Yque, de conformidad con estimaciones de especialistas, al finalizar el siglo XXI apenas una de cada dos per-sonas tendr acceso a la interconexin digital. Una constatacin que, sin minimizar el papel de las tecnolo-gas de punta, nos remite al papel y al lpiz como herramientas de liberacin. Y que, adicionalmente, nos di-ce que muchos de los retos futuros siguen siendo los mismos de antao.

    Entonces, la tarea venidera no pasa por el establecimiento de proyectos ms eficaces de desarrollo yan de mejoramiento de las estructuras macroeconmicas y polticas a nivel nacional, que garanticen por ssolas un desarrollo global sostenible. Son necesarias reformas de las condiciones marco en la economa, lasociedad y la poltica mundiales. Algunos de los cambios planteados ya han sido ampliamente debatidos. Enel campo econmico, por ejemplo, se multiplican las voces que solicitan un nuevo ordenamiento mundialdel comercio, de la competencia, del sistema monetario y financiero, y medioambiental, que debera desem-bocar en una suerte de gran pacto social mundial; ordenamiento que debe priorizar el establecimiento de re-glas para resolver el sobreendeudamiento externo de todos los pases empobrecidos en el marco del estadode derecho a travs de un tribunal internacional de arbitraje de las deudas soberanas. Igualmente hay queincorporar en la discusin el anlisis de diversos mecanismos de control de los flujos de capital a nivel na-

    12 EDUARDO GUDYNAS

  • cional, regional y mundial, como los que se han estructurado en el marco de las campaas de ATTAC. El te-ma del comercio -ALCA y OMC- encuentra tambin cabida en las pginas de este libro, demostrando queeste asunto y otros, como el del comercio internacional e incluso de la misma deuda externa, no estn au-sentes para nada del esfuerzo investigativo de Gudynas.

    Dentro de esta reflexin global, por igual hay que fortalecer el reclamo de la deuda ecolgica, en lacual los pases subdesarrollados son los acreedores; una deuda ecolgica que, en estricto sentido, al decir delautor, es un robo, pues en ningn momento hubo la manifestacin expresa de sus acreedores... esta es unadeuda que no tiene necesariamente que expresarse y pagarse en los trminos convencionales, y que coloca enel centro de la discusin el tema ambiental a nivel global y que anticipa, desde ya, un gran reajuste econmi-co y geopoltico.

    Las consideraciones ambientales, en concreto, abren la puerta para el tratamiento global de una seriede asuntos trascendentales, como son la biogentica y los alimentos transgnicos, la polucin y los tratadosinternacionales en el mbito del clima global, para mencionar apenas un par de puntos clave. Entonces, apartir de la experiencia acumulada en el mundo, hay que impulsar respuestas presentes y particularmenteintergeneracionales, pues las generaciones futuras se encuentran al final de la escala de valoracin y de prio-ridades, en tanto se hallan absolutamente desprovistas de poder, frente a las generaciones actuales. En suma,se requiere plantear respuestas desde la tica, otro de los temas prioritarios en este libro.

    En concreto, la recomendacin de Gudynas de que la perspectiva del desarrollo sustentable respetuo-sa del patrimonio natural requiere acompasar los procesos productivos a los lmites y demandas ambienta-les, confronta la base ideolgica del desarrollo dominante que asume como costos ineludibles los destrozosambientales. Ese es el precio del progreso, se dice. Y que luego ser remediado con los resultados cuantitati-vos y tecnolgicos obtenidos. Si lo ambiental preocupa al autor, tambin lo social genera respuestas concre-tas: Los cambios de orientacin hacia la sustentabilidad no pueden pasar por mantener, o acentuar las desi-gualdades o la pobreza, sino que deben mejorar las condiciones de calidad de vida. Esta doble aproximacinambiental y social conduce al establecimiento de umbrales que normen el proceso de desarrollo. Ni tantoque agobie la capacidad de carga de la Naturaleza y de amortiguacin de los ecosistemas, ni tan poco queimpida tener un nivel de vida superior al lmite de la pobreza, pero siempre por debajo de los actuales nive-les insostenibles y no generalizables de opulencia, es la recomendacin de Gudynas.

    Esta lgica renovadora, como se manifest categricamente, no se agota en lo global, exige respuestaslocales, sin descuidar el mbito nacional. Se requiere una glocalizacin puesta en marcha desde lo local, yno una glocalizacin desde la perspectiva global de los intereses de las empresas transnacionales o de loscentros de poder poltico mundiales, que valoran lo local en funcin de sus racionalidades globales y en al-gunos casos simplemente para pulir su imagen social o ambientalista.

    En este contexto, teniendo presente el patrn histrico de poder, cuando el deterioro ambiental y lasdesigualdades en el mundo se extienden aceleradamente, cuando la burbuja financiera se resquebraja -algopropio de las sucesivas crisis del capitalismo-, urge plantear el desarrollo o mejor an sera decir la forma deorganizar la vida humana en el planeta como una asignatura universal. Por un lado, los pases subdesarro-llados (mejor habra que hablar de los pases empobrecidos y con amplios sectores de su poblacin estruc-turalmente excluida) debern buscar opciones de vida digna y sustentable, que no representen la reedicincaricaturizada del estilo de vida occidental y menos an sostener estructuras signadas por una masiva ine-quidad. Mientras que, por otro lado, los pases considerados como desarrollados tendrn que resolver susdesequilibrios y, en especial, incorporar criterios de suficiencia antes que intentar sostener, a costa del restode la humanidad, la lgica de la eficiencia entendida como la acumulacin material permanente; los pasesricos, en definitiva, deben cambiar su estilo de vida que pone en riesgo el equilibrio ecolgico mundial, puesdesde esta perspectiva, tambin son subdesarrollados o maldesarrollados, y estn minando las bases de supropio bienestar. Gudynas es claro al respecto cuando dice que en las naciones industrializadas, una estrate-gia sustentable, requerir una reduccin del consumo de recursos y de energa, su PBI deber reducirse y elIBES se estabilizar en niveles que aseguren la calidad de vida de la poblacin. Estos pases no solo sobrecar-

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 13

  • gan, distorsionan y agotan los recursos del ecosistema, sino tambin los sistemas de funcionamiento social ypor cierto la propia institucionalidad. Transforman a su sociedad en un riesgo ecolgico, social y polticotanto por los efectos directos, como por los efectos de demostracin global. Riesgo que amplifica las tenden-cias excluyentes y autoritarias en el mundo y an dentro de sus pases. Habr llegado en el Norte la hora deactuar desde la lgica de un egosmo ilustrado?

    Lo que est en juego, en suma, es la bsqueda de un nuevo rgimen social de acumulacin y partici-pacin. Esto conduce a disear una concepcin estratgica de intervencin en el contexto global, como partede un proceso nacional-local de accin. Un enfoque que, teniendo al ser humano como sujeto y objeto de laaccin, exige incorporar y revalorizar consideraciones ecolgicas, as como tambin sociales y culturales, sindescuidar lo econmico, por cierto. Esta debera ser una programacin que gue y ofrezca una serie de crite-rios tanto para el corto plazo como para los mediano y largo plazos.

    Si se pone la vida en el centro de la accin y no solo la reproduccin del capital, impulsar un nuevoproceso de globalizacin es indispensable. No est en juego un mejor sistema de acumulacin material. Nose trata solo de hacer bien las mismas cosas o de buscar unos cuantos consensos para parchar al sistema. Nose niega la economa; sta, como reclama Gudynas, vuelve a estar al servicio de metas sociales, a las que se leagregan objetivos ambientales. Lo que si se precisa es superar aquellas visiones simplistas que convirtieronal economicismo en el eje de la sociedad. Se requiere una apuesta por un futuro diferente, que no se lograrexclusivamente con discursos radicales carentes de propuesta. S, otro mundo ser posible si se parte para suconstruccin desde los derechos humanos polticos, econmicos, sociales, culturales y ambientales.

    El desarrollo sustentable -para concluir estas lneas, resaltando el pensamiento de Eduardo Gudynas-es en realidad un proceso de construccin. No es una postura acadmica precisa, ni una plataforma polticadogmtica. Es ante todo un camino abierto, que se recorre desde diversas preocupaciones y ritmos distintos.En suma, la discusin sobre el desarrollo y el subdesarrollo, como categoras ontolgicas complejas y todavadifciles de definir, sigue planteada. Y el tema sigue siendo poltico.

    Notas

    1 Ecuatoriano. Economista, Universidad de Colonia, Alemania. Profesor universitario. Consultor internacional y delILDIS-FES en Ecuador. Asesor de organizaciones indgenas y sociales. Autor de varias publicaciones. Direccin elec-trnica: [email protected].

    14 EDUARDO GUDYNAS

  • Los pases andinos, y entre ellos Ecuador, cuentan con una Naturaleza privilegiada. All confluyen noslo los ambientes montaosos de los Andes, sino tambin una amplia gama de ecosistemas, desde las selvastropicales a la sierra andina. Esa riqueza ecolgica sufre dramticos impactos, tales como la desaparicin dereas silvestres o la contaminacin, y que de una u otra manera estar relacionados con las estrategias de de-sarrollo que sigue el pas. Esta situacin, que se repite en las dems naciones de la regin, explica las crecien-tes implicancias econmicas y polticas de los temas ambientales. El acervo ecolgico ofrece tanto oportuni-dades para un nuevo tipo de desarrollo como implica obligaciones para no repetir los errores de posturastradicionales, que destruyen el entorno y mantienen la pobreza.

    En circunstancias de ese tipo hace ya muchos aos, surgi la discusin sobre el desarrollo sostenible,un par de palabras que se han popularizado en los ltimos aos, generando rpidamente diversas corrientesy posturas distintas. Hoy por hoy se invoca al desarrollo sostenible de las ms variadas formas, tanto en elplano ambiental como en el econmico, tanto en un barrio como en documentos gubernamentales. Estoofrece varios problemas, pero a la vez muestra la importancia de la temtica. No son discusiones nuevas paraAmrica Latina, y de hecho en Ecuador ya tienen una larga historia.

    En esta obra se analizan varios de los aspectos que se debaten sobre el desarrollo sostenible. Se consi-deran las relaciones entre conceptos que provienen de diferentes campos, como la ecologa y la economa, yla forma en que se relacionan en las discusiones sobre el desarrollo sostenible. En esos debates, como se ver,una y otra vez surge la problemtica de los valores, y es justamente la tica la que ofrece las mejores opcionespara salir del laberinto. Es importante advertir desde un inicio que se usarn indistintamente los trminosdesarrollo sustentable, sostenido o sostenible, ya que las claves estn en las concepciones por detrs de laspalabras.

    Ciertamente que en esta obra no se tratan todos los temas involucrados en la sustentabilidad, sino quese enfatizan algunos de ellos buscando ofrecer informacin bsica sobre las diferentes ideas en juego. De estamanera, el texto que sigue es un manual de introduccin al debate actual sobre la sustentabilidad. Se comen-tan posturas diferentes, a veces contradictorias entre ellas mismas, con la intencin de aclarar los elementosbsicos para que cada lector, en su propia circunstancia ecolgica y social, pueda a su vez generar sus propiasideas referidas a la sustentabilidad.

    Se comienza con un anlisis sobre los diferentes conceptos de la Naturaleza, una breve resea histricasobre el desarrollo sostenible, y desde all se profundiza en las relaciones entre ecologa y economa. Se consi-deran las limitaciones de las posiciones economicistas, en especial las que se atrincheran en el mercado, enintentar asignar precios a la Naturaleza. Frente al concepto de Capital Natural, se postula apelar a la idea dePatrimonio Natural. Asimismo, se advierte sobre las serias limitaciones que tienen los intentos de medir ycuantificar el ambiente. Ese anlisis se profundiza considerando la situacin en Amrica Latina, y cmo vie-ne siendo afectada por los procesos de globalizacin econmica. Frente a ello, las vas alternativas de integra-cin regional pueden brindar mejores posibilidades para construir estrategias en desarrollo sostenible. Laelaboracin de nuevas estrategias que apelan a la sustentabilidad deben reconocer las limitaciones de la cien-cia tradicional, y moverse en un mbito de incertidumbre, de donde ser necesario atender los componentesticos y polticos. Como conclusin se ponen en primer plano los procedimientos que aseguren la expresinde las mltiples valoraciones sobre la Naturaleza y las formas de relacionarse con ella. Esto convierte al desa-rrollo sostenible en una empresa de construccin continua que, desde los valores, debe asegurar una discu-sin abierta y plural, y por lo tanto poltica.

    INTRODUCCIN

  • Esta obra rene artculos publicados en diferentes revistas y libros, especialmente en Amrica Latina;una primera edicin fue originalmente editada en Costa Rica por la Universidad Estatal a Distancia, DEI y laUBLA; ms recientemente se public una segunda versin para Argentina a cargo de CTERA (Confedera-cin de Trabajadores de la Educacin de Argentina) y la Universidad del Comahue, una tercera edicin enencuentra en marcha en Bolivia gracias al apoyo del ICIB, y otras versiones estn en preparacin en otrospases. Algunos de las ideas de la presente obra se discutieron en un cursillo ofrecido en la Universidad Andi-na en Quito (2001), realizado con apoyo de ILDIS Ecuador. La presente edicin ha sido revisada para Ecua-dor, y se concret gracias al apoyo de Alberto Acosta, un amigo y colega que infatigablemente promuevenuevas visiones sobre el desarrollo, tanto en Ecuador como en los dems pases Latinoamericanos.

    16 EDUARDO GUDYNAS

  • La palabra Naturaleza ocupa un lugar central enlas discusiones sobre ambiente y desarrollo en Am-rica Latina. Es invocada desde las ms variadas tien-das con distintos fines. Sea en la preservacin de si-tios silvestres, como en el anhelo por mejores condi-ciones de vida, se hacen continuas referencias a tr-minos como Naturaleza, ecosistema o ambiente. Lascorrientes englobadas bajo el desarrollo sustentableapuntan a diferentes modos de proteger la Naturale-za. Esta se convierte en el sujeto de buena parte delas preocupaciones ambientales. Pero a pesar de es-tas discusiones, no se ha profundizado adecuada-mente en los conceptos, y preconceptos, envueltosen la palabra Naturaleza, y sus implicancias para laconstruccin del desarrollo sostenible.

    La etimologa de la palabra Naturaleza indica queproviene del latn natura, que se refiere al naci-miento (natus participio pasivo de nasci, nacer).Desde ese contexto se explican dos usos comunes:por un lado, naturaleza, como referida a las cuali-dades y propiedades de un objeto o un ser; y porotro, Naturaleza, para los ambientes que no son ar-tificiales, con ciertos atributos fsicos y biolgicos,como especies de flora y fauna nativas. Este captuloenfoca este segundo uso.

    En esa lnea, el concepto ha recibido significadostanto positivos como negativos. La Naturaleza ha si-do invocada como el origen de la riqueza de un pas,pero tambin como un medio salvaje y peligroso,donde lluvias, terremotos u otros desastres deben sercontrolados. Sobre ella se han superpuesto otros tr-minos. A manera de ejemplo se pueden recordar a laMadre Tierra, como proveedora de alimentos; elReino Salvaje de los primeros exploradores del con-tinente; y otros ms recientes, como ecosistema osimplemente ambiente.

    En las lneas que siguen se analiza la conceptuali-zacin de la Naturaleza en su segunda acepcin refe-rida a un ambiente que no es artificial. El estudio es-t delimitado en varios aspectos. Primero, considerael concepto de Naturaleza en particular en AmricaLatina (se elaboran con ms detalle y precisandoideas presentadas en Gudynas, 1995, 1999). En la re-

    visin se ofrecen los puntos ms destacados conejemplos ilustrativos. En segundo lugar, se enfatizanlas ideas contemporneas; existen otros estudios queanalizan el concepto en un sentido histrico, co-menzando por la antigedad clsica (por ejemplo,Collingwood, 1960, o Glacken, 1996). En tercer lu-gar, el anlisis se restringe a los conceptos de la Na-turaleza en sus vinculaciones con las estrategias dedesarrollo. Es una mirada a la pareja Naturaleza-de-sarrollo, con lo cual otros temas quedan por fueradel objeto del estudio. En las lneas que siguen se re-visan los conceptos tradicionales sobre la Naturale-za, se ofrece un breve anlisis sobre cmo se articu-lan con las estrategias de desarrollo comnmente se-guidas en la regin, y desde all se comenta sobre lasnuevas posturas actuales.

    La herencia europea en las concepciones de la Naturaleza

    Las ideas latinoamericanas sobre la Naturalezaderivan directamente de las visiones europeas. Porun lado, los europeos que llegaron a Amrica Latinaimpusieron sus concepciones de la Naturaleza sobrelas culturas originarias. Por otro lado, desde la colo-nia, los principales polticos, empresarios e intelec-tuales de la regin se nutran educativa e informati-vamente de las posturas europeas.

    Diversos estudios sobre la historia ecolgica de laregin, han demostrado que la conquista y coloniza-cin descansaron en una estrategia de apropiacinde las riquezas mineras del Nuevo Mundo (entre losestudios ms destacados se pueden citar a Gligo yMorello, 1980, Vitale, 1983, Tudela, 1990, y Brai-lovsky y Foguelman, 1991). A ella le siguieron unaagricultura extractiva, de alta expoliacin ecolgica,dependiente de la mano de obra esclava, a la que sesum la ganadera extensiva.

    Durante esta etapa inicial se difundi la idea quela Naturaleza ofreca todos los recursos necesarios, yque el ser humano deba controlarla y manipularla.Esta visin se inicia en el Renacimiento con las ideassobre el conocimiento de F. Bacon, R. Descartes ysus seguidores. Estos pensadores rompieron con la

    1. CONCEPCIONES DE LA NATURALEZA EN AMRICA LATINA

  • tradicin medieval que vea a la Naturaleza en for-ma organicista, como un ser vivo, y donde las perso-nas eran un componente ms. A partir de entoncesla Naturaleza qued despojada de esa organicidad ydesde una postura antropocntrica se la vio comoun conjunto de elementos, algunos vivos y otros no,que podan ser manipulados y manejados. La Natu-raleza pas a ser interpretada como el reloj de Des-cartes, constituida por engranajes y tornillos, dondeel conocer todas sus partes, permite entender y con-trolar su funcionamiento (ver entre otros los anlisisde Collingwood, 1960, Williams, 1972, Duerr, 1987,Evernden, 1992, Rothenberg, 1993, y Glacken, 1996).

    Conocidos analistas, sostienen que la visin an-tropocntrica tiene en realidad races ms antiguas,que se colocan sea en la tradicin judeo-cristianacomo en la cultura helnica (Whyte, 1967; Moncrief,1970). Pero ms all de esa discusin, el cambio cla-ve tuvo lugar en el renacimiento, apoyado en parti-cular en la experimentacin, la nueva metodologaspromovida tanto por Descartes como Bacon. All seintroduce el novedoso elemento de la manipulacin;el experimento no es la simple observacin, sino lamodificacin premeditada como va para alcanzarun conocimiento pretendidamente cierto.

    Mientras la visin medieval conceba al ser hu-mano como parte de su entorno, no dejaba de serjerrquica en tanto era un interlocutor privilegiadode Dios. Desde el cambio renancentista esa distin-cin se acenta, y el ser humano cobra un nuevo pa-pel por fuera y por encima de la Naturaleza. La des-cripcin metafrica es reemplazada por la simboli-zacin geomtrica o matemtica, apelando a unaabstraccin creciente. Se manipula y apropia la Na-turaleza como condicin y necesidad para atenderrequerimientos cuya meta era el progreso perpetuo.Consecuentemente, paso a paso, se redefina el en-torno natural, y se acentuaban los medios de su ma-nipulacin y control. La Naturaleza qued tan dis-minuda que fue reducida en los primeros estudiosde economa al factor de produccin tierra. Los re-cursos naturales eran considerados como ilimitados,y tan slo deban encontrarse sus paraderos para en-seguida explotarlos.

    Los primeros economistas, profundamente im-buidos en estas concepciones, promovan tanto elprogreso material, y la apropiacin de la Naturalezapara hacerlo posible. Adam Smith en su texto mo-numental sobre la riqueza de las naciones, publica-do en 1776, alude especficamente a las metas de la

    acumulacin de riqueza, mediante un progreso sos-tenido. Es una situacin de progreso constante laque se considera la ms ptima: El progresivo es, enrealidad, un estado feliz y lisonjero para todas lasclases de la sociedad; el estacionario, triste, y el deca-dente melanclico. El progreso permite avanzar ha-cia ulteriores incrementos de riqueza.

    John Stuart Mill en su influyente obra de econo-ma poltica, publicada desde 1848, tambin seala-ba las ventajas del progreso perpetuo y el dominiode la Naturaleza como su aspecto privilegiado. Lamarcha de las naciones era concebida como un mo-vimiento progresivo que se contina con pocas inte-rrupciones de un ao a otro y de una a otra genera-cin: un progreso de la riqueza, un progreso de loque se llama la prosperidad material. Este movi-miento econmico progresivo es una forma de cre-cimiento perpetuo y es mediado por el dominioilimitado del hombre sobre la naturaleza.

    Smith y Mill no actuaron solos. A sus nombresdeben sumrseles los de Turgot, Condorcet, Saint-Simmon, Comte, Hegel, Marx, y tantos otros, quie-nes ms all de sus conocidas diferencias, mantuvie-ron sin embargo posturas similares sobre cmo rela-cionarse con la Naturaleza. Todos ellos promovieronla idea del progreso, la que de ser una de las ideasimportantes de la civilizacin occidental pas a con-vertirse en la idea dominante, incluso teniendo encuenta la creciente importancia de ideas como las deigualdad, justicia social y soberana popular ... (Nis-bet, 1980).

    En este contexto se desarrollaron diferentes con-cepciones sobre la Naturaleza. Como es de esperarse,en tanto predominaba una visin sobre el desarrolloy el papel del ser humano, muchas de las concepcio-nes sobre la Naturaleza presentan caracteres comu-nes. Estas concepciones del desarrollo y la Naturale-za pueden ser inscriptas dentro de una ideologa. Elconcepto de ideologa se lo maneja aqu en el senti-do de deformacin, legitimacin e integracin, talcomo lo analiza Ricoeur (1989). En este artculo seconsidera que existe una ideologa del progreso, queengloba a las diferentes escuelas sobre el desarrollo,las que en realidad corresponderan a distintos para-digmas. Seguidamente se revisarn las principalesconcepciones de la Naturaleza en referencia a las es-trategias de desarrollo, poniendo el nfasis en lasposturas contemporneas; en el prximo captulo seconsiderarn las ideas sobre el desarrollo.

    18 EDUARDO GUDYNAS

  • La frontera salvaje

    En el inicio de la conquista y colonia, segn la in-formacin disponible, parece haber predominadouna concepcin del entorno como espacios salvajes.La Naturaleza era incontrolable y se impona sobrelos seres humanos, quienes deban sufrir los ritmosde lluvias y sequas, la fertilidad del suelo, la dispo-nibilidad de agua o las plagas de los cultivos. Los es-pacios sin colonizar eran, a su vez, sitios salvajes, po-tencialmente peligrosos por las fieras y enfermeda-des que pudieran cobijar.

    Esta perspectiva era tpicamente europea, prolife-rando en escritos de los siglos XVII a XIX. Un buenejemplo son varias secciones de la enciclopedia delConde Buffon, cuya versin en castellano se distribu-y ampliamente en el continente, con afirmacionescomo La naturaleza salvaje es horrible y letal y el serhumano es el nico que puede convertirla en grata yhabitable (vase el anlisis de Glacken, 1996).

    Esas mismas ideas se repetan en Amrica Latina.

    Desde una fase inicial donde se alternaba la admira-cin con la belleza y riqueza de los paisajes, con eltemor, se pas al control y dominio de las fuerzasnaturales. Las primeras crnicas hacan referencia aanimales fantsticos y sitios con enormes riquezas.Por ejemplo, en los relatos de la expedicin de losnaturalistas Johann von Spix y Carl von Martius(1817-1820) en Brasil se repiten referencias a jardi-nes exuberantes y magnficos; describen un rea enMinas Gerais como un jardn artsticamente plan-tad0, donde alternan romnticos escenarios y pai-sajes de ficcin idlica (Macknow Lisboa, 1997).Pero esos mismos exploradores tambin encuentranun lado salvaje y peligroso; un encantador paisaje depalmeras puede ser un sitio peligroso por las alima-as que encierra, y llegan a describir a la selva comotenebrosa, ruda y salvaje con animales mons-truosos y venenosos, clima insalubre, bosques sofo-cantes y ros lgubres (Macknow Lisboa, 1997).

    Los colonizadores se vuelcan decididamente acontrolar esos ambientes salvajes, promovindose el

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 19

    Fig 1.1 La frontera salvaje: Su, monstruo mtico que supuestamente habitaba la Patagonia, en el sur de Argentina, segnGaspar Schotts en su Physica Curiosa sive Mirabilia Naturae et Artis; 1697 (reproducida en Dance, 1978).

  • cultivo de la tierra, la desecacin de humedales, laconstruccin de canales, la caza intensiva, la tala debosques, la introduccin de especies productivas o ladomesticacin de aquellas salvajes que fueran deutilidad. Siguiendo la imagen de Descartes, dondetodo era en realidad una mquina, la Naturaleza eraanalizada en sus piezas (con el notable ejemplo delesfuerzo de catalogacin taxonmica de la fauna yflora del Nuevo Mundo emprendida por los explo-radores europeos), y desde all se proveen los mediospara la manipulacin y control. Por ejemplo, a ini-cios del siglo XIX, en Brasil Jos Bonifacio conside-raba que la Naturaleza era un gran libro que podaser descifrado por la observacin emprica y racio-nal, no para contemplarla, sino como medio para elprogreso (Pdua, 1987).

    La misin se entendi como una conquista dela Naturaleza, pero adems ser la obra humana laque permite civilizar a la Naturaleza, para queofrezca sus frutos y riquezas. Se buscaba civilizarespacios que se consideraban salvajes, junto a losgrupos indgenas que all vivan, tal como se justifi-caba en buena parte de las campaas de conquista,tanto en la poca de la colonia tarda como en losprimeros aos de las repblicas independientes. Re-tomando el testimonio de Spix y Martius en Brasil,estos exploradores alemanes consideraban que lacultura occidental era superior y deba domesticarlos ambientes salvajes para volverlos habitables;Martius agregaba que los indgenas americanos noeran capaces de dominar a la Naturaleza y ennoble-cerla por medio de la cultura, de donde seran ex-cluidos de ese proceso de civilizacin, que estaraen manos de los occidentales. El destino de losambientes silvestres sera el cambio por el irresisti-ble avance de la historia de los hombres (MacknowLisboa, 1997). En varios pases Latinoamericanos, elavance de la colonizacin sobre nuevas reas se ba-saba en suprimir los indios y las fronteras parapoblar el desierto, nombre que se usaba para refe-rirse a ambientes que no eran desrticos, pero se en-contraban ms all de la dominacin de los occiden-tales (como sucedi por ejemplo en Argentina; Brai-lovsky y Foguelman, 1991).

    La Naturaleza como canasta de recursos

    A medida que avanzaba el control de la Naturale-za, se impona a su vez una visin utilitarista. Que-daban atrs los miedos ante el entorno, convirtin-dolo en una canasta de recursos que pueden serextrados y utilizados. Minerales, animales y plantas

    eran vistos como abundantes y al alcance de la ma-no; las llanuras y bosques eras descriptos como in-mensos y aguardando su explotacin..

    Los elementos de la Naturaleza se los observa co-mo recursos, desvinculados unos de otros (porejemplo, los recursos minerales no eran percibidosen sus conexiones con el suelo que los recubra). Elnfasis apuntaba a la eficiencia y productividad encmo extraer esos recursos, y en cmo se los aprove-cha en las estrategias de desarrollo. Castro Herrera(1996) recuerda que los indgenas del valle de Mxi-co catalogaban los suelos de acuerdo a su producti-vidad, mientras los espaoles pasaron a diferenciar-los por su valor mercantil.

    El dejar recursos sin aprovechar era una formade desperdicio. Dentro de esta misma perspectivase reconocieron especies de animales o plantas ti-les, distinguidas de aquellas inservibles, peligro-sas o dainas. Las primeras englobaron temprana-mente a cultivos utilizables (notablemente el maz,papa, tomate, etc.), las maderas preciosas (caoba, pa-lo-Brasil, etc.) y algunos animales de caza para ali-mentacin o piel (capibara, chinchilla, etc.). Las se-gundas eran una amplia categora que iba desde losgrandes felinos y zorros, a los escorpiones y araas.

    Durante los siglos XVIII y XIX proliferan visio-nes en Amrica Latina donde se insista que la re-gin se mantena atrasada, no por lmites ambienta-les (como disponibilidad de agua o baja fertilidad),sino por trabas esencialmente culturales y polticas.Los indios y criollos eran frenos a un mejor usode la Naturaleza, y por lo tanto se busc atraer nue-vos inmigrantes y civilizar a la poblacin residentepara hacer un uso todava ms eficiente de los recur-sos naturales. El uso de la Naturaleza era parte de lalucha por la civilizacin (Pdua, 1987). El conceptode culturas transplantadas descritas por Darcy Ri-beiro (1972) debe ser expandido, ya que tambin setransplantaban concepciones sobre la Naturaleza.Incluso se intentaba reproducir paisajes europeos,totalmente diferentes a los latinoamericanos, y as serealizaban plantaciones de pinos junto a enjardina-dos que recordaban al Viejo Mundo.

    Dentro de esta perspectiva utilitarista se desarro-llaron algunas ideas conservacionistas. Es importan-te este hecho, en tanto indica que an dentro de unavisin manipuladora y utilitaria de la Naturaleza esposible encontrar una postura conservacionista, conlo que se hecha por tierra la presuncin que cual-

    20 EDUARDO GUDYNAS

  • quier postura de proteccin de la fauna y flora, porella misma, ya indica otra concepcin del ambiente.En efecto, el desarrollo de una proteccin ambientalno es necesariamente incompatible con las posturasprogresionistas del crecimiento perpetuo o con unarazn instrumental. En realidad esas posturas noprotegen la Naturaleza sino los recursos que alimen-tan a la economa (Worster, 1995).

    La conservacin utilitarista se origin en Europa,y se traslad a las Amricas. Es muy conocido el ca-

    so del estadounidense Gifford Pinchot, creador delServicio Forestal de ese pas, quien ampli y copi latendencia europea de no desperdiciar recursos. Con-ceba a la conservacin como el desarrollo y uso dela tierra y todos sus recursos para el permanente be-neficio de los hombres (Worster, 1985). Especial-mente los ingenieros agrnomos y forestales se pre-sentaban como los expertos en manejar las reas na-turales para obtener de ellas el mejor provecho. Estatradicin se difundi en toda Amrica Latina, enparticular en la apertura de distintas reas a la pro-

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 21

    Fig 1.2 La descripcin de la Naturaleza: Tucanes de pecho rojo; redibujado de una litografa coloreada a mano de Mo-nograph of the Ramphastidae or Toucans por J. Gould, 1834 (reproducida en Dance, 1978).

  • duccin agrcola y ganadera, y sus consecuencias sesiguen observando en la actualidad. La Naturaleza sepercibe y valora en lo que resulta til, y de esa ma-nera se fragmenta en varias vertientes: hay una Na-turaleza para el gelogo, otra para el promotor agr-cola, y otra para el promotor de urbanizaciones. Elbrasileo Jos Bonifacio, mencionado arriba, reac-cionaba no en contra de la destruccin de la Natura-leza, sino contra el despilfarro y el desperdicio (P-dua, 1987).

    La Naturaleza como sistema

    En paralelo a estas tendencias, desde fines del si-glo pasado se ha venido desarrollando la ecologacomo ciencia, conjuntamente con otras disciplinasrelacionadas (botnica, zoologa, geologa, etc.) yposturas tericas que le servan de sustento (espe-cialmente la teora darwiniana de la evolucin). Laecologa es tambin hija de la ciencia renacentista, ypor ello qued igualmente atrapada dentro de la vi-sin cartesiana de la mquina, concibiendo de estamanera a la Naturaleza. La tarea del eclogo era des-cribir las partes de ese conjunto, y comprender co-mo funcionaba (sobre la historia de la ecologa vaseWorster, 1985, 1993, y Delage, 1991). Bajo esta vi-sin la Naturaleza posee sus propios mecanismos yfuncionamientos, que se conciben como leyes, yque el hombre no debera violar o alterar. La Natu-raleza posea cierta unidad interna, una dinmicabasada en el equilibrio dinmico y un desarrollotemporal que transitaba desde estadios iniciales aotros maduros.

    Con la irrupcin del concepto de ecosistema, porel ingls A. Tansley en 1935, se aplic la nocin desistema sobre la Naturaleza en el sentido que en esapoca le daban los fsicos. Este concepto era ms queuna forma de descripcin sinttica, tambin corres-ponda a un principio organizador de comprensinde la Naturaleza (Golley, 1993). En muchos casos eltrmino ecosistema reemplaz al de Naturaleza.Desde ese punto de partida se pudo aplicar a la Na-turaleza un lenguaje matemtico, diseccionndola ensus elementos y estudiando sus vinculaciones. Poreso, como indica Golley (1993), el concepto de eco-sistema es manipulativo, en contraste con otro quepudiese ser relacional. Siguiendo con las tradicionesutilitaristas indicadas arriba, el eclogo brindara lainformacin de cmo intervenir en la Naturalezapara conseguir los mejores xitos productivos. Bue-na parte de los primeros estudios de la dinmica depoblaciones de animales derivaron en discernir los

    niveles ptimos y las tasas mximas de explotacinde recursos naturales renovables, en especial en lossectores forestal y pesquero.

    Estas mismas corrientes conceban que los eco-sistemas se encontraban bajo condiciones de equili-brio dinmico, especialmente por fuerzas como lacompetencia. Las comunidades de plantas y anima-les, y los propios ecosistemas, seran entidades realesy no una invencin del observador. Presentaran unorden particular, y una evolucin temporal desdecondiciones de simplicidad a otras de mayor com-plejidad (sucesin ecolgica), que rememoraba lamaduracin de un individuo. Por lo tanto algunoseclogos postularon que representaban cuasi-orga-nismos. Incluso quienes rechazaban esa postura, co-mo el propio Tansley, eran tambin utilitaristas, sos-teniendo que no haba diferencias sustanciales conlos balances naturales logrados por otros medios,como la intervencin humana, con lo cual se desva-necan las objeciones para que las personas contro-laran el entorno (Worster, 1985).

    Este tipo de concepciones dominaron la ecologacomo disciplina cientfica durante gran parte del si-glo XX. Se difundieron en Amrica Latina al amparode los libros de texto, por lo menos desde la dcadade 1940. Sin embargo, a pesar de que el objeto de es-tudio era el mundo natural, la ecologa enseada alos bilogos no implicaba una preocupacin ni porla conservacin ni por el desarrollo. Desde los pri-meros tiempos de esta disciplina se vivi una ten-sin con aquellos que intentaban abandonar esasposturas, volcndose hacia un respeto no instru-mental (Worster, 1985), y que en el da de hoy se ex-presan por las polmicas sobre el cientfico y elmilitante en temas ambientales.

    Aquellos eclogos interesados en los temas am-bientales generaron un vnculo entre el campo cien-tfico y su prctica ambientalista. Los estudios sobrela extincin de especies o los niveles de contamina-cin que proliferaron desde la dcada de 1960, aler-taban sobre una creciente problemtica. La viejaimagen de una Naturaleza agresiva y todopoderosa,poco a poco, dio paso al de una Naturaleza frgil ydelicada. La Naturaleza como salvaje desaparece, y lonatural adquiere mritos de ser la situacin a laque se desea regresar. A ello contribuyeron variosaportes novedosos sobre la Naturaleza, como las pri-meras imgenes satelitales, donde el planeta aparececomo una delicada esfera azul. Se toma concienciade una totalidad, y entonces resurgen conceptos co-

    22 EDUARDO GUDYNAS

  • mo el de biosfera, que apunta a la vez hacia a unaperspectiva holstica y la existencia de lmites.

    La ecologa clsica al presentar una Naturalezacon un orden propio, tambin ofreca un marco dereferencia para proponer medidas de gestin. Estofue realizado por aquellos que s estaban interesadosen la articulacin con la conservacin y el desarro-llo. Ese tipo de concepciones calaron muy hondo enAmrica Latina. Por ejemplo, la CEPAL en 1992mantena la visin del cuasi-organismo con unasucesin ecolgica, sosteniendo que existe un ordenen s mismo en la Naturaleza que brinda referentespara evaluar los impactos humanos. Es importantenotar que esta visin fue cuestionada por otras msrecientes que sostienen que no existen comunidadesni ecosistemas reales en s mismos, y que la dinmi-ca de los ecosistemas no est en equilibrio, sino encontinuo cambio, sin un orden pre-establecido (Bot-kin, 1990). Bajo esta visin la Naturaleza sera ungran desorden, y la ecologa pierde as su capacidadpara determinar parmetros incuestionables sobrecomo volver a un estado natural.

    La Naturaleza como Capital

    Un nuevo giro en las concepciones de la Natura-leza se inicia en la dcada de 1980 con una perspec-tiva originada en la economa. Desde diferentespuntos de partida y opciones conceptuales, variosautores comenzaron a considerar a la Naturaleza co-mo una forma de capital. Economistas provenientesde diversas tiendas, desde posturas liberales, neolibe-rales a otras ancladas en el marxismo, y que estabangenuinamente interesados en los temas ambientales,utilizaban el concepto de Capital Natural. De estamanera, la omisin de haberla reducido al factor deproduccin tierra podra ser subsanada, integrn-dola a las herramientas y conceptos a disposicin delos economistas (vase por ejemplo a Anderson yLeal, 1991). Este intento es una economizacin dela Naturaleza, en el sentido de ampliar el conceptode capital hasta englobarla.

    El hecho notable ha sido la intensidad con queestas posturas se han difundido en Amrica Latina.Sus promotores engloban varios pensadores; inclusola CEPAL en su transformacin productiva conequidad, destaca que ese objetivo debe servir al de-sarrollo sustentable, pero lo entiende como un equi-librio entre formas de capital, entre ellos el capitalnatural (CEPAL, 1991). Al considerar el ambiente

    como una forma de capital es posible promover lainternalizacin de esos recursos a la economa.

    Si bien este aspecto se analizar en un prximocaptulo, es necesario adelantar que estas posturasexpanden la racionalidad econmica manteniendoel mismo propsito de instrumentalizacin y mani-pulacin, as como el antropocentrismo, donde lavaloracin de la Naturaleza est dada por los valoresde uso y cambio asignados por el ser humano. LaNaturaleza se podra contabilizar en dinero, y por lotanto la proteccin del ambiente en realidad serauna forma de inversin. A su vez, los ciclos ecolgi-cos (como del agua o regeneracin del suelo) pasana ser considerados servicios que pueden ser tam-bin ingresados al mercado. Bajo esta postura, laconservacin abandona sus objetivos primarios yqueda al servicio de las posturas de desarrollo tradi-cional. Nuevamente los criterios de eficiencia y be-neficio econmico se imponen, y quedan rezagadoslos valores ecolgicos, culturales o estticos.

    La reduccin de la Naturaleza a un componentems dentro del mercado, termina diluyendo las par-ticularidades del funcionamiento de los ecosistemas.En realidad la conservacin apunta a asegurar tantolos procesos ecolgicos como las especies vivas, y to-do eso depende de una dinmica ecolgica, pero node una econmica. Si concebimos un ambiente na-tural, sin ninguna interferencia humana, ese ecosis-tema se mantendr dentro de su sustentabilidad ba-jo sus patrones ecolgicos por s mismo. Es necesa-rio adelantar desde ya que la presencia humana, anen el caso de que sta sea ambientalmente saludable,no es necesaria ni indispensable para mantener lasustentabilidad ecolgica. Por lo tanto, la dimensinecolgica del desarrollo sustentable es una propie-dad de los ecosistemas y no del ser humano. El re-duccionismo economicista no necesariamente reco-noce esta cuestin ya que al ingresar a la Naturalezadentro del mercado, de alguna manera desarticula yanula el propio concepto de Naturaleza. La reempla-za por trminos como capital, servicios, bienes, pro-ductos, o recursos.

    La Naturaleza fragmentada

    Una consecuencia inevitable de varias posturasanteriores es la erosin y fragmentacin de la propiaNaturaleza. Deja de tener sentido usar ese trminopor que la Naturaleza pierde cohesin, unidad yatributos comunes. Ella es desagregada en distintoscomponentes y referidas a distintos conceptos. Espe-

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 23

  • cialmente la visin economicista, en tanto utilitaris-ta, slo se reconoce aquellos elementos que poseanun valor econmico, sea actual o potencial. Este n-fasis guarda muchas similitudes con las posturas uti-litaristas comunes en los siglos XVIII y XIX.

    Adems, cada uno de esos componentes debe te-ner dueos, proponindose derechos de propiedadsobre las formas de vida y los ecosistemas. En espe-cial las tendencias del ambientalismo neoliberal odel libre mercado bregan por una asignacin de pro-piedad extensa sobre la Naturaleza, lo que permitirauna gestin econmicamente ms eficiente del me-dio ambiente. Tradicionalmente una persona podaser propietaria de una finca o un predio, pero nuncase entendi que era duea de un ecosistema o de to-da una especie. En la nueva versin defendida porneoliberales y neoclsicos, la propiedad puede existirsobre un ecosistema (con ejemplos en la asignacinde propiedades sobre secciones de ecosistemas deros y cursos de agua), y en la forma ms extrema,sobre variedades genticas de especies vivas (paten-tes sobre microorganismos y cultivos). En ese casoni siquiera el ser vivo completo es de inters, sino al-guno de sus atributos genticos, los que pueden sercomercializados, y por lo tanto se los regula por me-dio de patentes y otros derechos de propiedad. Lareduccin de la propiedad y de la gestin a nivel delos genes es un ejemplo de una extrema fragmenta-cin de la vida.

    Las nuevas visiones de la Naturaleza

    A pesar de la impronta de la ideologa del pro-greso y su concepcin antropocntrica de la Natura-leza, en los ltimos aos se han generado nuevasideas. Algunas intentan romper con las visiones tra-dicionales descritas ms arriba, y a veces lo hacenapelando a valores propios en la Naturaleza. Estoscambios son importantes, ya que en las conceptuali-zaciones anteriores la Naturaleza usualmente era unpredicado, y en estas nuevas visiones se intenta con-vertirla en un sujeto. En esta seccin no se analizantodas las nuevas corrientes (algunas escapan a lasposibilidades de anlisis del autor; otras requierenestudios particulares, como pueden ser la eco-teolo-gas o el ecofeminismo).

    Es necesario comenzar por el concepto de biodi-versidad. Originado entre bilogos preocupados portemas ambientales, cobr notoriedad con una publi-cacin de la Academia de Ciencias de los EstadosUnidos, editado por el conocido entomlogo Ed-

    ward O. Wilson (1988). El concepto se populariz yen muchos casos suplant al trmino Naturaleza. Esimportante observar, por ejemplo, que durante laConferencia de las Naciones Unidas sobre Ambientey Desarrollo de 1992 (Rio de Janeiro), se firm untratado internacional que no se denomin Conven-cin sobre la Naturaleza sino Convencin sobre laBiodiversidad.

    El concepto de biodiversidad encierra tres dife-rentes tipos de elementos: por un lado a las distintasespecies de fauna, flora y microorganismos; en se-gundo lugar, a la variabilidad gentica que posee ca-da una de esas especies; y finalmente, a los ecosiste-mas, incluyendo a las especies pero tambin a loselementos fsicos. Es obvio que este concepto est le-jos de describir un nico atributo del ambiente, sinoque es extremadamente amplio. Sin embargo tam-bin ofrece una imagen de unidad y coherencia; ge-nera la ilusin de un todo gestionable. Pero a la vezenfatiza la particularidad de la diversidad, donde elambiente encierra mltiples pluralidades y cada re-presentacin de la vida es singular y debe ser conser-vada. De todas manera no evita una visin fragmen-tada del entorno natural, sea como conjunto de se-res vivos como en sus diferentes atributos genticos.Por esta razn, el concepto de biodiversidad puedeigualmente ser manejado sin problemas por lasperspectivas economicistas, enfatizando sus valoreseconmicos.

    La preocupacin por la extincin de especies defauna y flora y la desaparicin de ecosistemas em-blemticos (especialmente la deforestacin amazni-ca), contribuy al redescubrimiento de la NaturalezaLatinoamericana como espacios silvestres. Esta co-rriente fue promovida por varios cientficos y mili-tantes conservacionistas, buscando mantener intoca-dos distintos sitios que consideraban silvestres yaparentemente intocados por las poblaciones huma-nas. Esta corriente apela a trminos como silvestre osalvaje para referirse a la Naturaleza. Las distincio-nes entre esas dos palabras son importantes. Silves-tre alude a los seres u objetos que ocurren de mane-ra natural, que no son cultivados ni domesticados, yderiva del latn silvestris, que significa originario delbosque (silva = bosque). En cambio, el trmino sal-vaje por mucho tiempo posea un componente ne-gativo, al referirse a aquello que es primitivo, feroz obrutal. El vocablo proviene del latn vulgar salvaticusque deriva de silvaticus, y que tambin se refiere albosque. En los siglos XVIII y XIX lo que se buscabaprecisamente era domear todo lo salvaje que ence-

    24 EDUARDO GUDYNAS

  • rrara la Naturaleza. En este nuevo redescubrimientoel concepto de salvaje dej de tener un sentido nega-tivo, y era buscado como la mejor opcin para laconservacin. Todava ms, algunos apuntaron auna Naturaleza sin personas en ella. Este tipo deposturas han sido promovidas tanto por grupos am-bientales como por algunos crculos acadmicos, ycuenta con un gran apoyo en los Estados Unidos,Canad y otros pases europeos. Sus defensores mez-clan muchos deseos y aspiraciones. Son comunes lasinvocaciones a la Madre Tierra como lugar silves-tre que es violado y mancillado por los seres hu-manos.

    La Naturaleza es puesta adems como un espacioidlico, donde predomina la cooperacin y la sim-biosis entre los seres vivos, y que debera servir co-mo ejemplo a la humanidad. La depredacin, entanto violencia, o la agresin y la competencia, se-ran la excepcin. Precisamente las relaciones coope-rativas que dominaran en la Naturaleza son las quedeberan servir de ejemplo a los seres humanos paraconstruir una nueva sociedad (un buen ejemplo deesta trasposicin desde la Naturaleza al mundo so-cial es Bookchin, 1990).

    Muchas organizaciones de conservacin de la re-gin as como internacionales (especialmente WWF,Conservation International y The Nature Conser-vancy) enfatizaron el trabajo sobre reas silvestres.La presencia de grupos indgenas y campesinos den-tro de los parques nacionales y reas protegidas pa-saron a ser vistas como un problema, ya que no en-cajaban en su visin de una Naturaleza sin personas.Un examen crtico de estas posturas muestra que, enrealidad, las reas llamadas silvestres en AmricaLatina han sido hogar de grupos indgenas desdetiempos ancestrales. Para esas comunidades esos si-tios no son salvajes, sino que son su hogar (Die-gues, 1996). Prcticamente todos los ambientes lati-noamericanos han sido ocupados por el ser huma-no. Los bosques tropicales han sido el habitat de va-rios grupos indgenas por miles de aos; Mesoam-rica y la regin Andina mantuvieron y mantienenextensas poblaciones indgenas que han modificadoesos ambientes de manera intensa y extensa; y otrotanto se observa en las dems regiones del continen-te. Desde tiempos pre-hispnicos se han sucedidodistintas formas de aprovechamiento humano, desdela caza y recoleccin hasta la agricultura intensivaasistida por terrazas y regados. Las poblaciones in-dgenas en la actualidad son estimadas en ms de 45millones de personas; adems el 86% de las reas

    protegidas Latinoamericanas poseen poblacioneshumanas en su interior. A los grupos indgenas se lesdeben sumar mestizos con colonizadores y descen-dientes de portugueses, espaoles y africanos, quedesde hace siglos utilizan reas naturales por mediosque hoy se denominan como tradicionales, comosiringueiros, castanheiros, etc. Todos ellos poseen supropios acervo de conocimientos de enorme valorpara cualquier tarea volcada a la sustentabilidad.

    El nfasis en los sitios silvestres llevaba a conce-birlos como la verdadera Naturaleza, y en ella tan-to las personas, como sus productos (sea un predioganadero o una parcela cultivada), no representabanla verdadera esencia de lo silvestre. Por lo tanto, serechaza la presencia de seres humanos, y la conser-vacin queda acotada hasta restringirla a la preser-vacin. En muchos casos, la adjetivacin de silvestreen realidad correspondera a percepciones de gruposurbanos que viven lejos del contacto con la Natura-leza (Gmez Pompa y Kaus, 1992). A pesar de estedebate, en Amrica Latina la polmica no ha avanza-do ms profundamente, como se observa en el he-misferio norte (por ejemplo, Burk, 1994; Cronon,1995; Sessions, 1997).

    Otras corrientes novedosas sobre la Naturaleza sehan inspirado en las concepciones indgenas y cam-pesinas. En ellas se presta atencin tanto a los con-ceptos sobre el entorno que poseen esos grupos, co-mo a las formas de relacionarse con el ambiente. Enestas aproximaciones el ser humano vuelve a ser unelemento ms dentro de la Naturaleza, y en varias deellas se pone en discusin la dualidad que la separadel ser humano.

    Estas posturas se basan en vivencias de pertenen-cia y empata con el entorno, y la religiosidad haciael ambiente, encontrada en varios de estos grupos.Por ejemplo, en los Lamas, de las ladera andino-amaznicas no hay jerarquas verticales, concibin-dose parte de la Naturaleza. Los Lamas conversancon los rboles o la laguna, y entienden que en esedilogo hay cosas para decirse; los jvenes deben iral bosque para presentarse ante l, y a la laguna se lehabla con sigilo para no despertarla (Rengifo, 1995).Hay reglas de apropiacin que se vinculan a esque-mas religiosos, mitos y sistemas de tabes y prohibi-ciones, que en general determinan niveles reducidosde impacto sobre el entorno (Rengifo, 1995). Este ti-po de informaciones han llevado a poner en primerplano relaciones que se consideran simbiticas yequilibradas con la Naturaleza. La recuperacin de

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 25

  • esos vnculos anulara el antropocentrismo occiden-tal y abrira las puertas a una nueva relacin con elambiente.

    Una revisin crtica de estas posturas muestraque en algunos casos se ha llegado a exageracionesdonde se supona que todos lo grupos indgenas co-rrespondan a la imagen del noble salvaje con unarelacin simbitica con el entorno. Los ejemplos po-sitivos que se descubran en un grupo eran extendi-dos como un atributo cierto a todas las etnias (veradems a Buege, 1996). Consecuentemente se cre elmito que los indgenas y campesinos eran la mejorgua para entender el entorno y gestionarlo, y quelas concepciones occidentales deban ser re-elabora-das siguiendo su ejemplo. La proliferacin a fines delos aos 80 de artculos de divulgacin sobre los Ya-nomami amaznicos, en el sentido de la armona yla coexistencia, constituyen un buen ejemplo.

    Este apego por las posturas idlicas y ednicas deindgenas y campesinos olvida varios hechos. Unosson histricos, y tal como se mencion arriba, enmuchos casos esos grupos realizaron una extensa yprofunda modificacin del entorno. Otras son de-mogrficos, ya que sus reducidas poblaciones deter-minan a su vez presiones menores sobre el ambien-te. Finalmente, hay limitantes tecnolgicas, ya que latecnologa a disposicin de ellos tambin limitabalas alteraciones sobre el entorno.

    Un ejemplo ilustrativo es la repetida invocacinde la Pacha Mama como sinnimo de una relacinequilibrada y simbitica con la Naturaleza. La PachaMama es presentada a veces como el sucedneo a losconceptos occidentales y ejemplo a seguir por todos.Sin embargo un examen atento de la realidad andinademuestra un cuadro mucho ms complejo. Estaconcepcin debe entenderse en la propia cosmovi-sin andina, donde hay diferentes creencias entre losgrupos tnicos, e incluso diferencias a su interior,con distintas influencias del catolicismo resultantede la conquista espaola. Tambin debe atenderseque Pacha Mama es parte de un complejo de deida-des y no puede ser entendida en forma aislada. Porejemplo, en un estudio detallado de una comunidadperuana, Len Carap (1994) describe que en la ac-tualidad este sistema incluye a la Pacha Mama y unahermana gemela, Pacha Tierra, ambas femeninas, ysubordinadas a dos divinidades masculinas: Ausan-gati, el creador del universo, de carcter bondadosoy protector del equilibrio de la Naturaleza, y Qaiq-way, de emociones ambivalentes y responsable de la

    fertilidad. La esposa de Ausangati es la Pacha Tierra,una divinidad de mayor jerarqua que Pacha Mama;preserva la fertilidad de la tierra, y su carcter esbondadoso. La Pacha Mama, de menor jerarqua,posee un carcter ambivalente, en tanto puede seragresiva (Len Capar, 1994). En ese contexto,cuando se hacen las invocaciones a la Pacha Mamaen realidad se pide por una buena cosecha, y en ellova implcita la alteracin y manejo de la Naturalezapara convertirla en un espacio agropecuario.

    El concepto de Pacha Mama est muy lejos de unvnculo de contemplacin de una Naturaleza intoca-da. Por el contrario, en los Andes se enfrenta conti-nuamente el riesgo ambiental, lo que determina laprdida de cultivos, y con ello, la hambruna de la fa-milia y la comuna. Las condiciones ecolgicas andi-nas limitan severamente las opciones productivas(limitaciones en fertilidad del suelo, niveles de ero-sin potenciales altos, variabilidad en la insolacin yen disposicin de agua, fluctuaciones trmicas im-portantes, etc.). Pacha Mama y el sistema del queforma parte apunta a que las intervenciones que rea-liza el grupo aseguren la cosecha. Cuando no se tra-baja adecuadamente la tierra, no slo se pone enriesgo a la propia familia, sino a la comuna, y elloincluso es penado socialmente.

    Posturas que se generan en el hemisferio norte,como la que ilustra elocuentemente Apffel-Marglin(1998) invocando una relacin dialgica y equilibra-da con el ambiente, ejemplifican la reivindicacin deciertos aspectos culturales que sirven a las metas deldiscurso ambientalista, pero que olvida otras mani-festaciones que son contradictorias con esos prop-sitos. Estas posiciones contribuyen a generar lo queSoul (1995) ha denominado el mito de la inferio-ridad moral occidental, donde se presupone que to-das las concepciones originalmente europeas de re-lacin con la Naturaleza son las responsables de ladestruccin ecolgica del Nuevo Mundo, y en con-traste con ellas, los grupos indgenas y campesinos(junto a las culturas orientales) seran ejemplos decoexistencias armoniosas.

    Un anlisis desapasionado muestra situacionesms heterogneas, ya que hay tanto ejemplos de coe-xistencia armoniosa como de altos impactos am-bientales. No puede olvidarse que la cultura andinaapunta a intervenir el entorno y reducir al mnimoel azar. Esto se expresa en el sistema de creencias conla dualidad del mundo entre el mbito del maz (sa-ra) o el espacio de la maleza (cora), uno es el orden

    26 EDUARDO GUDYNAS

  • que asegura el alimento, el otro es el desorden natu-ral que puede llevar al hambre. Es el ser humanoquien intenta forzar los destinos, siempre hacia elespacio del sara (Kusch, 1986). La consecuencia hasido que los ambientes que hoy llamamos silves-tres en muchos sitios de Amrica Latina en realidadson el producto de la accin humana a lo largo demilenios. Por cierto que la apelacin a conceptos co-mo Pacha Mama u otros similares, posee importan-tes valores para ayudar a la bsqueda de alternativas,pero eso no puede justificar caer en reduccionismosdel mismo tipo que se critican en las actitudes occi-dentales. Por lo tanto es importante avanzar por unpunto medio, donde la perspectiva de la sustentabi-lidad no debera caer en el extremo del noble sal-vaje ni en la posicin que rechaza la importanciade las comunidades locales, ya que los seres huma-nos son parte del ambiente (Gmez Pompa y Kaus,1992). Ms all de esas distintas situaciones, en es-pecial las visiones andinas tienen el mrito de enfo-carse bajo la perspectiva de seres humanos en tareasproductivas que son parte del ambiente, y no en-frentados a ste, tal como sucede con las visioneseuropeas.

    En otros casos se ha generado una visin organi-cista de la Naturaleza. Existen varios ejemplos a ni-vel de grupos indgenas, pero tambin en la tradi-cin occidental, tal como lo ilustra la hiptesis deGaia de J. Lovelock (1983). Esta idea sostiene que to-do el planeta constituye un sistema que se auto-re-gula, con propiedades emergentes que recuerdan aun cuasi-organismo de nivel superior. La vida mis-ma, como un conjunto, no slo se adapta a las con-diciones del entorno, sino que es capaz de generarsus propios ambientes. Este concepto posee algunasconvergencias con el de bisfera, y el de cuasi-orga-nismo en la ecologa vegetal de principios de siglo.Ha tenido un reducido impacto en Amrica Latina,a pesar de la gran discusin acadmica que se sucedeen el hemisferio norte. Pero es importante en tantotambin contribuye a reconocer valores intrnsecosen el ambiente.

    Los aportes ms importantes en los ltimos aosrompen con el antropocentrismo y reconocen valo-res propios en la Naturaleza, y por ello son llamadosbiocntricos. Uno de los promotores ms conocidoses el filsofo noruego Arne Naess, animador de lallamada ecologa profunda (por ejemplo, 1989). EnAmrica Latina esta discusin todava es muy re-ciente. Pero as como en el hemisferio norte se harescatado la posicin de pensadores del siglo XIX

    (por ejemplo, H.D. Thoreau) e inicios del siglo XX(por ejemplo Aldo Leopold), otro tanto debera ha-cerse en nuestros pases. En ese sentido es importan-te rescatar la figura del boliviano Man Csped, quese comentar ms adelante. Tambin es importanteel argentino Rodolfo Kusch, cuyas preocupaciones seoriginaron desde la antropologa, pero comprendique toda cultura presupone un ambiente, y por esarazn habla de la geocultura. En sus posturas esageocultura se construye desde los grupos popularesespecialmente grupos indgenas y campesinos (ana-lizando con detalle las tradiciones andinas), y recha-zando los aportes de origen europeo (Kusch, 1986).En el mismo sentido apuntan los actuales progra-mas de recuperacin de cosmovisiones indgenas ycampesinas (un caso ilustrativo es el programaCompas; una revisin se ofrece en Rocha, 2001).

    En las tradiciones nativas de Amrica Latina undestacado ejemplo est representado por las anti-guas creencias de los guaranes sobre el s-mismo(entendido como su concepto de persona). Esta et-nia se distribuye actualmente en bosques subtropi-cales y savanas del sur de Bolivia y Brasil, Paraguay,y norte de Argentina. La evidencia disponible mues-tra que en tiempos pre-hispnicos, este grupo pre-sentaba un concepto del s-mismo y del ambientedonde uno contiene al otro. En efecto, en los guara-nes el s-mismo (teko) era inseparable del ambiente(teko-ha). La autodefinicin de la persona requeraun ambiente. Este es un caso de s-mismo expandi-do en el sentido de alcanzar el ambiente inmediato,lo que era indispensable para la vida. Sin un habitatnatural no podra existir la persona; sin teko-ha nopoda haber un teko. El teko-ha era adems un espa-cio comunal, con corrientes de agua y rboles, yofreca adems el sustento a otros conceptos, comolas normas morales (teko emboroy) o la buena vida(teko bratu). Se ha documentado bastante bien c-mo la colonizacin cultural espaola modific estascreencias, en particular por la imposicin religiosa(vase Meli, 1986).

    Creacin social de la Naturaleza

    La breve revisin de este captulo demuestra quehay muchas concepciones sobre la Naturaleza. Hayquienes la ven como un mero agregado de elemen-tos, otros como un super-organismo; para algunosest al servicio de las personas, mientras que paraotros posee derechos. Esta diversidad adems se co-rrelaciona con matrices culturales (no es la misma lapercepcin y valoracin de un vecino de Sao Paulo,

    ECOLOGA, ECONOMA Y TICA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE 27

  • que la de un indgena miskito). Incluso dentro deuna misma matriz cultural, como es la occidental deorigen europeo, hay una tendencia a que las concep-ciones de la Naturaleza sean espejo de las aprecia-ciones de la sociedad (Worster, 1995). Tambin haydiferencias en cmo un sitio es evaluado por quie-nes viven en l, y por quienes lo observan desde fue-ra (el paralaje cultural de Nabhan, 1995; vase ade-ms la misma intuicin en Porto Gonalves, 1990).

    La categora de Naturaleza es una creacin social,distinta en cada momento histrico, cambiante deacuerdo a cmo los hombres se vinculan con su en-torno. Tambin se determina socialmente qu seconsiderar Naturaleza, y qu deja de serlo cuandoes artificializado (Cronon, 1995). La Naturaleza re-sulta ser una categora propia de los seres humanos.La inversa no existe: el concepto de ser humano noes una subcategora de la Naturaleza. Como apuntaEvernden (1992), el ser humano es el autor de la Na-turaleza, y por consiguiente el responsable del dua-lismo que le permite separarse de ella. Apuntemosadems que especialmente en Amrica Latina, loshumanos han sido tambin los autores ecolgicosde la Naturaleza en muchas reas, al haber interveni-do en la configuracin de los ecosistemas, seleccio-nado variedades de plantas y animales y moldeadoel paisaje.

    El reconocer que hay una Naturaleza conlleva lanocin de que sta es distinta de las personas. Acep-tar que existe la Naturaleza es tambin aceptar unaseparacin entre ella y los seres humanos, lo que

    constituye una forma de dualismo. Es el ser humanoel que se reconoce como distinto y se separa del res-to, al que llama Naturaleza. Es precisamente esa dis-tincin la que es motivo de crtica por varios auto-res, con lo que se pone en cuestin la nocin mismade Naturaleza, al menos en el sentido actual de lapalabra. Autores como Evernden (1992) postulanque ese dualismo es una construccin humana, yque en realidad nunca podr ser resuelto en tantono existe. Segn Evernden, el dualismo slo existepor nuestra propia decisin, con el propsito decrear un concepto contenedor, ya agrega: Unopuede incluso decir que no hay una naturaleza yque nunca la hubo.

    Ms all de esa advertencia, en la actualidad elparadigma de desarrollo tradicional usa el conceptode Naturaleza (y sus asociados, como ambiente, re-cursos naturales, etc.). De esta manera se estableceuna relacin dialctica entre los conceptos de Natu-raleza y los de desarrollo, donde stos se determinanmutuamente. Esto es comprensible en tanto ambasclases de ideas se inscriben en una misma ideologa.Tan humana es la Naturaleza que ella no escapa a lasideologas. Ms all de la diversidad de posturas so-bre la Naturaleza, en muchos casos se pueden obser-var atributos comunes que se relacionan con laideologa del progreso y la razn instrumental ma-nipuladora. Segundo, tambin es evidente una plu-ralidad de ideas sobre la Naturaleza, con una diversi-dad internamente acotada dentro de la ideologa delprogreso, pero con otras que escapan por fuera deesos lmites.

    28 EDUARDO GUDYNAS

  • As como los colonizadores europeos determina-ron las ideas sobre la Naturaleza Latinoamericana,las concepciones sobre el desarrollo siguieron un ca-mino similar. El ambiente debera proveer los recur-sos que aprovecharan los humanos para lograr subienestar. Las ideas de los pensadores europeos so-bre el progreso y el crecimiento se extendan hastaAmrica Latina, y a partir de ellas se justificaba lacontinua apropiacin de los recursos naturales. Eu-ropa era un modelo a seguir.

    El crecimiento material no slo era un objetivo,sino que no se dudaba de su posibilidad. La Natura-leza era el marco que haca posible esos sueos; seinvocaban las riquezas en cada uno de los pases, losespacios vacos a ocupar, y la calidad de la pobla-cin. Para ello se diseaban distintas formas de in-crementar la extraccin minera, descubrir petrleo,acentuar y ampliar la explotacin agropecuaria ypromover el desarrollo industrial.

    Es importante revisar las concepciones sobre eldesarrollo que explican esas estrategias de aprove-chamiento de la Naturaleza desde una ecologa pol-tica. La problemtica socio-ambiental actual respon-de en buena medida a las consecuencias de esas es-trategias, y los conceptos que se defiendan presupo-nen ideas sobre el desarrollo y la Naturaleza que de-ben revisarse para avanzar a un camino alternativovolcado a la sustentabilidad.

    Progreso y desarrollo

    La herencia europea del desarrollo pona el acen-to en el crecimiento econmico como generador delprogreso social y poltico. Esos avances implicabanculturalizar los ambientes (en el sentido de artifi-cializarlos), su control y manipulacin, para aprove-char recursos que alimentaran procesos productivosorientados en un inicio a los bienes materiales. Elcambio expresaba el compromiso con la idea delprogreso, como un avance continuado. El progresopasa a ser un elemento clave con atributos ideolgi-cos, donde es posible reconocer diferentes estrategiasde desarrollo aunque dentro de ese compromisoprogresionista (pueden consultarse las revisiones de

    Nisbet, 1980; Ferrarotti, 1985; Arndt, 1987; Kay,1991; y Esteva, 1992 entre otros).

    Algunos no