ECONOMÍA Y ÉTICA DE LA PROPIEDAD...

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Hans-Hermann Hoppe ECONOMÍA Y ÉTICA DE LA PROPIEDAD PRIVADA Estudios de Economía Política y Filosofía Traductor Jorge Antonio Soler Título original: Economics and Ethics of Private Property

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Hans-Hermann Hoppe

ECONOMÍAY ÉTICADE LA

PROPIEDADPRIVADA

Estudios de Economía Política y Filosofía

TraductorJorge Antonio Soler

Título original:Economics and Ethics of Private Property

CONTENIDOS

Prefacio a la segunda edición americana.......................................Prefacio a la primera edición americana........................................

PARTE UNO - ECONOMÍA

1 Falacias de la Teoría de los Bienes Públicos y la Producción de Seguridad............................................................................................................................................................................................................................................................

2 Aspectos Económicos y Sociológicos de los Impuestos.......3 Banca, Estados Nación y Política Internacional: Una

Reconstrucción Sociológica del Orden Económico Actual.....4 Los Análisis de Clase Marxista y Austriaco.........................1205 Teoría del Empleo, el Dinero, el Interés y del Proceso

Capitalista: El Caso Miseano contra Keynes.......................1386 ¿Cómo se Crea el Dinero Fiduciario?—o, La Devolución

del Dinero y el Crédito.........................................................1747 Contra los Medios Fiduciarios.............................................2068 Socialismo: ¿Un Problema de Propiedad o

de Conocimiento?...............................................................254

PARTE DOS - FILOSOFÍA

9 Sobre la Praxeología y la Fundación Praxeológica de la Epistemología.............................................................................................264

10 ¿Es la Investigación Basada en Principios Científicos Causales Posible en las Ciencias Sociales?.............................................................................................294

11 Desde la Economía del Laissez Faire a la Ética del Libertarismo.............................................................................................304

12 La Justicia de la Eficiencia Económica

33013 Sobre la Justificación Definitiva de la Ética de la

Propiedad Privada.............................................................................................340

14 Racionalismo Austriaco en la Edad del Declive del Positivismo348

15 Ética Rothbardiana382

Apéndice: Cuatro Respuestas Críticas400

Prefacio a la segunda ediciónamericana

La primera edición de Economía y ética de la propiedadprivada, publicada en 1993, lleva ya varios años sinpublicarse. Desde varios frentes, y ya desde hace untiempo, se me ha pedido que prepare una nueva edición yLlewellyn Rockwell se ha ofrecido generosamente al Ludwigvon Mises Institute para publicarla.

Economía y ética de la propiedad privada fuededicada a mi profesor y mentor, Murray N.Rothbard, con quien he estado en contacto durantelos últimos diez años de su vida, primero comoprofesor asociado en el Brooklyn Polytechnic Institutede Nueva York, y después de 1986, comocolaborador en la Universidad de Nevada, LasVegas.

El año 2005 marca el décimo aniversario de la muerte deRothbard, así que parecía un momento apropiado parahonrar a Murray con la segunda edición.

La presente edición de Economía y ética de lapropiedad privada ha sido ampliada. Añade cuatroartículos escritos tras la publicación original del libro,pero relacionados temáticamente con su materiacentral de los aspectos económicos y éticos de lainstitución de la propiedad privada—los capítulos 6,7, 8 y 15. He aprovechado esta nueva edición parahacer mejoras y revisiones editoriales significativas.

Hans Hermann HoppeLas Vegas, Nevada, 2005

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Prefacio a la primera ediciónamericana

El colapso del socialismo en Europa del Este—manifestadode forma tan dramática por los eventos del ya memorable 9de Noviembre de 1989, cuando los Alemanes del Este yOeste se reunieron conmovidos en lo alto del Muro de Berlín—ha añadido más apoyo e importancia a la tesis central deeste volumen de lo que nunca se hubiese podido imaginar.

Aunque los estudios que siguen tratan de temaseconómicos como el empleo, el interés, el dinero, labanca, los ciclos económicos, los impuestos, losbienes públicos o el crecimiento; de problemasfilosóficos en tanto que bases del conocimiento, y delos económicos y filosóficos en particular; o de lareconstrucción y explicación teórica de fenómenoshistóricos y sociológicos como la explotación, el augey la caída de las civilizaciones, la políticainternacional, la guerra, el imperialismo, y el papel delas ideas y movimientos ideológicos en el transcursode la evolución social—todos estos temas llevan a lamisma conclusión: el derecho a la propiedad privadaes un principio absoluto de la ética indiscutiblementeválido y la base de todo progreso económicocontinuado y “sostenible.” Alzarse de entre las ruinasdel socialismo y superar el estancamiento de losestados occidentales del Bienestar sólo será posiblemediante la privatización sin compromisos de todo losocializado, es decir, de toda la propiedad pública, yel establecimiento de una sociedad contractualbasada en el reconocimiento absoluto de losderechos de la propiedad privada.

Al escribir los estudios que siguen recibí ayuda de

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varias personas. Agradecimientos especiales a miesposa Margaret que una vez más se ocupó dedesgermanizar mi inglés, a Llewellyn H. Rockwell, Jr.,presidente del Ludwig von Mises Institute, y a BurtonS. Blumert, presidente del Center for LibertarianStudies, por su continuo apoyo hacia mi trabajo; y ami amigo David Gordon, por sus numerosas yvaliosas sugerencias y comentarios.

Mi deuda más grande es para con Ludwig vonMises y Murray N. Rothbard, los dos economistas yfilósofos de las ciencias sociales más grandes—aunque bastante olvidados—del siglo veinte. Aunquenunca conocí a Ludwig von Mises, y de hecho nuncaoí hablar de él hasta su muerte, tengo la fortuna dehaber estado asociado estrechamente con MurrayRothbard durante los últimos seis años, primero enNueva York, y desde 1986, como colaborador en laUniversidad de Nevada, Las Vegas. Aparte de estaren deuda intelectual con él, las palabras no bastanpara expresar mi gratitud personal. Su sabiduría,comprensión, bondad, entusiasmo y apoyo constantehan sido una inspiración continua para mí. Es, portanto, a él a quien he dedicado este volumen

Hans-Hermann HoppeLas Vegas, Nevada, 1993

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Parte UnoECONOMÍA

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1Falacias de la teoría

de los bienes públicos y la producción de seguridad

En 1849, en una época en la que el liberalismo era aún lafuerza ideológica dominante, y “economista” y “socialista” seconsideraban como antónimos, Gustave de Molinari, unrenombrado economista belga, escribió:

Si hay una verdad bien establecida en laeconomía política, es esta: en todos los casos,para todos aquellos bienes que sirven paracubrir las necesidades tangibles o intangiblesdel consumidor, es conveniente, por propiointerés del consumidor, que el trabajo y elintercambio permanezcan libres, porque lalibertad de trabajo e intercambio tienen comopermanente y necesario resultado la máximareducción del precio. Y el interés delconsumidor en cualquier bien debería siempreprevalecer sobre los intereses del productor.Ahora bien, persiguiendo estos principios, unollega a esta rigurosa conclusión: Que lafinanciación del orden público debería, eninterés de los consumidores de este bienintangible, permanecer sujeta a la ley de la librecompetencia. De ahí se deduce: ningúngobierno debería tener el derecho de impedir

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que otro gobierno compita con él, o exigir a losconsumidores que acudan exclusivamente a élpara financiarlo.1

[Reimpreso del Journal of Libertarian Studies 9,nº1 (Invierno 1989).]

Él comenta sobre el argumento en su conjunto diciendo“O esto es lógico y verdadero, o de lo contrario los principiosen los que se basa la ciencia económica no son válidos.”2

Sólo hay, aparentemente, una salida a esta inquietanteconclusión (es decir, para todos los socialistas): argumentarque hay bienes particulares para los cuales por algunasrazones especiales el razonamiento económico anterior nose aplica. Esto es lo que los llamados teóricos de los bienespúblicos quieren probar.3 No obstante, demostraré que dehecho tales bienes o razones especiales no existen, y que lafinanciación del orden público en particular no plantea un

1 Gustave de Molinari, The Production of Security, trad. J. Huston McCulloch (Nueva York: Center for Libertarian Studies, Occasional Paper Series No. 2, 1977), p. 3. )

2 Ibíd., p.4.

3 Para las vanas aproximaciones de los teóricos de los bienes públicos, consúltese James M. Buchanan y Gordon Tullock, The Calculus of Consent (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1962); James M. Buchanan, The Public Finances (Homewood, Ill.: Richard Irwin, 1970); idem, The Limits of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1975); Gordon Tullock, Private Wants, Public Means (New York: Basic Books, 1970); Mancur Olson, The Logic of Collective Action (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1965); William J. Baumol, Welfare Economics and the Theory of the State (Cambridge: Harvard University Press, 1952).

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problema diferente del de la producción de cualquier otrobien o servicio, sean casas, queso o seguros. A pesar desus muchos seguidores, la teoría de los bienes públicos esdefectuosa en su conjunto, se encuentra repleta deinconsistencias internas, non sequiturs, ésta apela aprejuicios populares y creencias asumidas, pero quecarecen de todo mérito científico.4

¿Y de qué vía de escape se han servido los economistasde izquierda para evitar llegar a la misma conclusión queMolinari? Desde la época de Molinari, la respuesta típicafrente a la pregunta de si hay bienes para los cuales no seaplican los mismos principios económicos y formas derazonar explicitados ahí arriba es que “si.” De hecho, es casiimposible encontrar un solo libro contemporáneo deeconomía que no enfatice la importancia vital de la distinciónentre bienes privados, los cuales se asume generalmenteque deben de ser provistos por el sector privado, y losbienes públicos, para los cuales se deniega lo mismo.5 Sedice que algunos bienes y servicios (incluyendo la seguridadpública) son especiales porque su disfrute no puede serrestringido a aquellas personas que han financiado suproducción. En su lugar, ocurre que personas que no hanparticipado para nada en financiarlos también se suelenbeneficiar de los mismos. Tales bienes se denominan bienes

4 Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (Los Angeles: Nash, 1970), pp. 883ff.; idem, “The Myth of Neutral Taxation,” Cato Journal (1981); Walter Block, “Free Market Transportation: Denationalizing the Roads,” Journal of Libertarian Studies 3, no. 2 (1979); idem, “Public Goods and Externalities: The Case of Roads,” Journal of LibertarianStudies 7, no. 1 (1983).

5 Véase, por ejemplo, William J. Baumol and Alan S. Blinder, Economics, Principles and Policy (New York: Harcourt, Brace, Jovanovich, 1979), cap. 31.

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o servicios públicos (en oposición a los bienes y serviciosprivados, que benefician exclusivamente a la gente que hapagado por ellos). Debido a esta cualidad especial de losbienes públicos, se argumenta que los mercados no puedenproducirlos, o al menos no en la cantidad o calidadnecesaria, y por tanto, se hace necesaria la intervención delEstado.6

Los ejemplos dados por diferentes autores de los supuestos

6Otro criterio frecuentemente usado a favor de los bienes públicos es el del “consumo no rival”. Ambos criterios parecen coincidir de forma general: cuando se dificulta la tarea de excluir a los gorrones (o free riders), el consumo norival se hace posible, y cuando éstos si pueden ser excluidos, el consumo se convierte en rival, o eso parece. No obstante, tal y como defienden los teóricos de los bienes públicos, esta coincidencia no es del todo perfecta. Es decir, estos mantienen que si bien es posible excluir al gorrón, su inclusión no tiene por qué acarrear coste adicional alguno (es decir, el coste marginal de admitir al gorrón es cero), y que este consumo adicional por parte del gorrón no conllevauna substracción del consumo disponible para los demás. Tal bien, también sería un bien público. Y dado que en el libre mercado se practicaría la exclusión y el bien no estaría disponible para el consumo no rival para todo el mundo, esto—aunque no se requiera de coste adicional alguno—según la lógica socialista de estado, probaría una falla de mercado es decir, un nivel que se sitúa por debajo del óptimo de consumo. De aquí se deduce que el Estado tendría que proveer tales bienes. (En un cine medio lleno, por ejemplo, se podría admitir a otros espectadores gratis sin coste adicional alguno, y el hecho de que estos espectadores vean la película no tiene por qué afectar en nada a los que ya han pagado, lo que implica que la películatambién entraría dentro de la categoría de los bienes públicos. Como, no obstante, se supone que el propietario

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bienes públicos varían enormemente. A veces clasifican elmismo bien o servicio de forma diferente, dejando sinaclarar la clasificación de un tipo de bien particular, lo que dauna idea del carácter ilusorio de esta distinción.7 Noobstante, algunos ejemplos bastante populares de bienespúblicos son: los bomberos que apagan el fuego de la casadel vecino, permitiéndole beneficiarse de los bomberos quehe contratado yo, aunque él no haya contribuido en nadapara financiarlos; o la policía que, patrullando alrededor demi propiedad, también mantendrá a raya a los ladrones dela casa del vecino, aunque éste no la financie; o el faro, unejemplo particularmente querido entre los economistas,8 queayudan a un barco a navegar incluso si el propietario delbarco no ha contribuido un céntimo a su construcción omantenimiento.

Antes de continuar con la presentación y examen críticode la teoría de los bienes públicos, trataré de valorar lautilidad de la distinción entre bienes públicos y privados a lahora de ayudar a decidir cuáles deberían ser producidos deforma privada y cuáles debería proveer el Estado ofinanciarse con fondos públicos. Ni siquiera los análisis mássuperficiales se equivocan al señalar que al servirse del yafamiliar criterio de no exclusividad, en vez de presentar una

del cine se dedicaría a excluir en vez de permitir que los gorrones disfruten de una película sin costes, los cines tendrían que ser nacionalizados) Sobre las numerosas falacias involucradas en definir los bienes públicos sobre la base de un consumo no rival, véanse las notas 12 y 17 másabajo.

7Sobre este tema, Walter Block, “Public Goods and Externalities.”

8Véase por ejemplo Buchanan, The Public Finances, p. 23; Paul Samuelson, Economics (Nueva York: McGrawHill, 1976), p. 166.

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solución sensata, uno acaba con graves problemas. Aunquea primera vista parece que alguno de los bienes y serviciosprovistos por el Estado podrían clasificarse como bienespúblicos, en verdad no queda claro cuántos de estos bienesy servicios producidos por los estados podrían considerarsecomo tales. Las vías férreas, los servicios postales, losteléfonos, las carreteras y demás parecen ser bienes cuyouso puede ser restringido en exclusividad a esas personasque los financian, y por tanto parecen ser bienes privados. Ylo mismo se aplica a los múltiples aspectos del bienmultidimensional 'orden público': todo aquello sobre lo quepueda contratarse un seguro debería clasificarse como bienprivado. Pero esto no parece ser suficiente. De la mismamanera en que muchos bienes provistos por el Estadoparecen ser bienes privados, muchos bienes producidos deforma privada parecen encajar en la categoría de bienpúblico. No cabe duda de que mis vecinos podríanbeneficiarse de mi jardín de rosas que yo tanto cuido—aldisfrutar de su vista—sin ayudarme a mantenerlo. Lo mismopasa con el resto de mejoras que puedo hacer en mi casaque también repercuten en el valor de las casas vecinas.Incluso la gente que no da dinero a los músicos de barandase benefician con su actuación. O los pasajeros en elautobús que se benefician con mi desodorante aunque ellosno hayan contribuido a pagarlo. Y todo aquel que meconozca se beneficiaría de mis esfuerzos, llevados a cabosin su apoyo financiero, para convertirme en una personaencantadora. Ahora bien, todos estos bienes—jardines derosas, mejoras en la propiedad, música de baranda, losdesodorantes, las mejoras personales—que claramenteparecen poseer las características de bienes públicos,¿deberían de ser provistos por el Estado o con su ayuda?

Tal y como estos ejemplos de bienes públicos producidosde forma privada indican, hay algo que es del todo erróneoen la tesis general de los teóricos de los bienes públicos quedice que estos no pueden producirse de forma privada, sino

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que su producción requiere de la intervención del Estado.No cabe duda de que estos bienes pueden ser provistos porlos mercados. Además, la evidencia histórica nos muestraque todos los llamados bienes públicos que proveen ahoralos estados han sido provistos en algún momento delpasado por empresarios privados, o lo siguen siendo enalgún país. Por ejemplo, el servicio postal antes era privadoen casi todas partes; incluso los tan queridos faros, quesurgieron por primera vez a partir de la propia iniciativaprivada;9 hoy día se siguen dando las fuerzas de policíaprivada, los detectives y las agencias de arbitraje; y lasayudas para los enfermos, los pobres, los ancianos,huérfanos y viudas siempre han sido una de las principalespreocupaciones de las organizaciones de caridad privada.Decir que estas cosas no pueden ser producidas por unsistema de mercado puro es falsificar la experienciadescaradamente.

Aparte de esto, hay otras dificultades cuando la distinciónprivado—público se usa para decidir qué o no dejarle almercado. Por ejemplo, ¿qué pasa si la producción de losllamados bienes públicos no tiene consecuencias positivassino negativas para otras personas, o si las consecuenciasfuesen positivas para algunos y negativas para otros? ¿Quépasa si el vecino cuya casa fue salvada del incendio graciasa mi brigada de bomberos hubiese deseado (quizá porcobrar las tasas del seguro) que se hubiese quemado; o simis vecinos odian las rosas, o si los pasajeros del autobúsencuentran desagradable el aroma de mi desodorante?Además, cambios en la tecnología pueden cambiar elcarácter de un bien dado. Por ejemplo, con el desarrollo dela televisión por cable, un bien que antes era(aparentemente) público se convierte en privado. Y cambiosen las leyes de propiedad—o apropiación de la propiedad—

9Véase Ronald Coase, “The Lighthouse in Economics,” Journal of Law and Economicas 17 (1974).

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pueden tener el mismo efecto de cambiar el carácter público—privado de un bien. El faro, por ejemplo, es un bienpúblico sólo mientras el mar sea propiedad pública. Pero sise permitiese comprar parcelas de océano, tal y como sedebería poder hacer en un orden social puramentecapitalista, entonces, como el faro sólo da luz sobre unterritorio limitado, podría ser perfectamente posible excluir aaquellos que no paguen para gozar de este servicio.

Dejando ya de lado este nivel de discusión más o menosincompleto, y si nos atenemos a la distinción entre bienespúblicos y privados de un modo más preciso, descubrimosque esta distinción parece ser totalmente ilusoria. No existeuna dicotomía clara entre bienes públicos y privados, y estaes la razón por la que esencialmente se da tantodesacuerdo sobre cómo clasificar un bien dado. Todos losbienes son más o menos privados o públicos, y cambianconstantemente respecto a su grado deprivacidad/publicidad según cambien también los valores,opiniones o incluso la composición de la población. Para verde una vez por todas que no se puede adscribir tales bienesa una sola categoría, debemos recordar qué es lo queconvierte algo en un bien. Para que algo sea un bien debeser reconocido y tratado como escaso por alguien. Algo noes un bien per se, por así decir; los bienes lo son sólo a losojos del individuo. Nada es un bien hasta que al menos unapersona subjetivamente lo evalúe como tal. Pero entonces,si los bienes nunca son bienes en sí mismos—allí dondeningún análisis fisicoquímico del objeto nos puede ayudar asalir de dudas—resulta que carecemos de un criterio fijo yobjetivo que nos permita clasificar los bienes como privadoso públicos. Estos nunca podrán ser bienes privados opúblicos en cuanto tal. Su carácter privado o públicodepende de cuántas personas los consideren bienes, conun grado de privacidad/publicidad que cambia segúnopiniones también cambiantes y que varían según lapersona. Incluso cosas completamente privadas como el

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color de mi apartamento o el color de mi ropa interiorpueden, por tanto, convertirse en bienes públicos en cuantoempiecen a importarle a otra persona10. Y bienesaparentemente públicos como el exterior de mi casa o elcolor de mi ropa pueden convertirse en bienesextremadamente privados si a otras personas dejan deimportarles. Más aún, cada bien puede cambiar decaracterísticas una y otra vez; estos pueden incluso cambiarde bienes públicos o privados a males públicos o privados yviceversa, dependiendo únicamente del interés de losindividuos. Si esto es así, entonces ninguna decisión puedebasarse en la clasificación de bienes como privados opúblicos.11 De hecho, hacerlo sería necesariamentepreguntar virtualmente a todo individuo respecto de cadabien particular si les importan o no—positiva onegativamente y en qué grado—para determinar quiénpodría beneficiarse de qué y quién debería participar en lafinanciación de ese bien (¿Y cómo podríamos saber si estosestán diciendo la verdad?). De seguir esta teoría absurdahasta sus últimas consecuencias, se haría necesarioevaluar continuamente todos los cambios en dichas

10Véase por ejemplo, el caso irónico que plantea Block con los calcetines siendo bienes públicos en “Public Goods and Externalities”.

11Para evitar cualquier malentendido aquí, cada productor individual y cada asociación de productores tomando decisiones conjuntas pueden, en cualquier momento, decidirsi producir o no un bien basado en la evaluación de su privacidad o publicidad. De hecho, las decisiones de si producir o no bienes públicos de forma privada son constantemente tomadas en el marco de una economía de mercado. Lo que es imposible de decidir es si ignorar o no elresultado de una operación de libre mercado que se basa en el grado de privacidad o publicidad de un bien.

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evaluaciones, lo que dificulta en grado la toma de decisionespara producir esto o lo otro, y con ello acabaríamos todosmuertos.12

Pero incluso si uno ignorase todas estas dificultades yestuviese dispuesto a admitir dialécticamente que ladistinción público—privado exista, el argumento no probaríalo que pretende. Éste no da razones conclusivas de por quélos bienes públicos—asumiendo que existan como una

12Por lo tanto, la introducción de la distinción entre bienes privados y públicos representa de hecho una vuelta atrás a la era pre-subjetivista de la economía. Desde el punto de vista de la economía subjetivista, ningún bien puede ser categorizado objetivamente como privado o público. Esta esprecisamente la razón de que el segundo criterio propuesto para los bienes públicos—permitir el consumo no rival (véase la nota 6 arriba)—tampoco se sostenga. Porque ¿cómo podría cualquier observador exterior determinar o nosi admitir a un gorrón adicional sin coste alguno conduciría auna sustracción del consumo de un bien para los demás? Claramente no existe manera alguna de hacer esto de un modo objetivo. De hecho, podría ser que el disfrute personalde una película o de conducir por una carretera se reduzca considerablemente cuantas más personas se hallen en el cine o la carretera. De nuevo, para ver si este es o no el caso, habría que preguntar a cada individuo—y quizá no todos estarían de acuerdo (¿y qué pasa entonces?). Además, dado que incluso un bien que permita el consumo no rival tampoco es gratuito, como consecuencia de admitir a gorrones adicionales con el tiempo se producirían aglomeraciones y, por tanto, habría que preguntar a cada uno acerca del “margen” apropiado. Aparte, mi consumo puede o no verse afectado dependiendo de a quién se le permita entrar gratis, así que también se me tendría que preguntar acerca de esto. Y finalmente, cualquiera podría cambiar de opinión sobre estas cuestiones con el tiempo.

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categoría separada de bienes en general—deberíanproducirse de todas formas, ni por qué el Estado en vez dela empresa privada debería producirlos. Esto es lo que lateoría de los bienes públicos dice, habiendo introducido ladistinción conceptual antes citada: los efectos positivos delos bienes públicos para la gente que no contribuye nada asu producción o financiación prueba que esos bienes sondeseables. Pero evidentemente no serían producidos, o almenos no en cantidad y calidad suficiente, en un mercadolibre y competitivo, ya que no todos aquellos que sebeneficiarían de su producción contribuirían financieramentea hacer posible su producción. Para producir estos bienes(que evidentemente son deseables, pero que no seríanproducidos de otra manera), el Estado debe intervenir yasistir en su producción. Este tipo de razonamiento, quepuede encontrarse en cualquier manual de economía(premios Nobel no excluidos13) es completamente falaz pordos razones.

En primer lugar, para llegar a la conclusión de que elEstado tiene que proporcionar bienes públicos que de otramanera no serían producidos, uno debe introducir unanorma moral en la cadena de razonamientos. Por elcontrario, si sólo se parte del hecho de que por tener ciertascaracterísticas especiales algunos bienes no serían

Es, por tanto, imposible decidir si un bien es candidato para ser producido por el Estado (en lugar de por empresas) basado tanto en el criterio de consumo no rival como en el de no exclusivo (ver nota 17 más abajo)

13Véase Paul Samuelson, “The Pure Theory of Public Expenditure,” Review of Economics and Statistics (1954); idem, Economics, cap. 8; Milton Friedman, Capitalism and Freedom (Chicago: University of Chicago Press, 1962), cap.2; F.A. Hayek, Law, Legislation and Liberty (Chicago: University of Chicago, 1979), vol. 3, cap. 14.

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producidos, es imposible llegar a la conclusión de que estosbienes deberían serlo. Pero al necesitar una norma moralpara justificar su conclusión los teóricos de los bienespúblicos claramente han dejado los límites de la economíacomo ciencia positiva, wertfrei.

En su lugar, se han adentrado en el reino de la moral y laética, y por tanto, cabría esperar una teoría de la ética comodisciplina cognitiva para hacer legítimamente lo que estánhaciendo y llegar a esta conclusión de forma justificada.Pero no puedo sino recordar que no existe en parte alguna

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de la literatura de la teoría de los bienes públicos14 nadaque recuerde, aunque fuera de un modo vago,

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tal teoría cognitiva de la ética. Así que, al final debeseñalarse que los teóricos de los bienes públicos estánusando mal el prestigio que estos pudieran tener comoeconomistas positivos para pronunciarse en materias en lasque, según indican sus propios escritos, no tienen la másmínima autoridad. ¿Pero, a lo mejor, no podría tambiénpasar que estos se hayan encontrado por casualidad conalgo que sea verdadero, y que esta cosa se halle sin

14Recientemente los economistas, particularmente los de la Escuelade Chicago, han empezado a preocuparse por el análisis de losderechos de propiedad. Harold Demsetz, “The Exchange andEnforcement of Property Rights,” Journal of Law and Economics 7(1964); idem, “Toward a Theory of Property Rights,” American EconomicReview (1967); Ronald Coase, “The Problem of Social Cost,” Journal ofLaw and Economics 3 (1960); Armen Alchian, Economic Forces at Work(Indianapolis: Liberty Fund, 1977), part 2; Richard Posner, EconomicAnalysis of the Law (Boston: Brown, 1977). Estos análisis, no obstante,no tienen nada que ver con la ética. Al contrario, representan intentos desustituir consideraciones de eficiencia económica por el establecimientode principios éticos justificables [Para una crítica de estos esfuerzosvéase Murray N. Rothbard, The Ethics of Liberty (Atlantic Highlands,N.J.: Humanities Press, 1982), cap. 26; Walter Block, “Coase andDemsetz on Private Property Rights,” Journal of Libertarian Studies 1, no.2 (1977); Ronald Dworkin, “Is Wealth a Value,” Journal of Legal Studies 9(1980); Murray N. Rothbard, “The Myth of Efficiency,” in Mario Rizzo, ed.,Time Uncertainty and Disequilibrium (Lexington, Mass.: D.C. Heath,1979). Al final, todos los argumentos de eficiencia son irrelevantesporque no existe ninguna manera no arbitraria de medir, ponderar yagregar utilidades individuales que resulten en una asignacióndeterminada de derechos de propiedad. Por tanto, todo intento derecomendar cualquier sistema de asignación de derechos de propiedaden términos de su supuesta maximización del “bienestar social” es unapatraña pseudocientífica. Véase en particular, Murray N. Rothbard,Toward a Reconstruction of Utility and Welfare Economics (Nueva York:Center for Libertarian Studies, Ocassional Paper Series No. 3, 1977); yLionel Robbins, “Economics and Political Economy,” American EconomicReview (1981). El “Principio de Unanimidad,” que Buchanan y Tullock,siguiendo a Knut Wicksell (Finanztheoretische Untersuchungen, Jena:Gustav Fischer, 1896) ha propuesto repetidas veces como guía para lapolítica económica, tampoco debe confundirse con un principio ético

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justificar a partir de una teoría moral elaborada? Es evidenteque nada podría estar más lejos de la realidad, y ello, tanpronto como se formule la norma moral que se necesitapara llegar a la conclusión de que el Estado debe asistir enla provisión de los bienes públicos. La norma requerida parallegar a la conclusión anterior es esta: siempre que unopueda probar de alguna manera que la producción de unbien o servicio concreto tenga un efecto positivo en lasociedad, pero mostrando al mismo tiempo cómo éste nosería producido en forma alguna, o al menos no en lacantidad y calidad suficiente salvo que ciertas personasparticipasen en su financiación, se legitima el uso de laviolencia contra estas personas, tanto directamente, comode forma indirecta a través del Estado, obligando a talespersonas a compartir el peso de la carga. No hace faltaextenderse en comentarios para mostrar el caos queresultaría de implementar esta regla, porque implica quecualquiera puede atacar a cualquier otro siempre y cuandole apetezca. Más aún, como he demostrado en detalle en

propiamente dicho. Según este principio, sólo deberían llevarse a caboaquellas políticas que reciban consentimiento unánime—y estociertamente suena atractivo; pero entonces, mutatis mutandis, éstetambién exige que el status quo sea preservado si no se da un apoyomayoritario en cualquier propuesta de cambio—y esto suena muchomenos atractivo, porque implica que cualquier situación presente relativaa la asignación de derechos de propiedad, o bien como punto de partida,o bien como desarrollo, tiene que ser legítima. No obstante, los teóricosde la elección pública no ofrecen una justificación en términos de unateoría normativa de derechos de propiedad para poder realizar estaaudaz reivindicación tal y como haría falta. De hecho, dado que éstelegitimaría cualquier estatus quo concebible, el principio favorito de losBuchananistas resulta nada menos que absurdo como criterio moral.Véase sobre esto Rothbard, The Ethics of Liberty cap. 26; ídem, “TheMyth of Neutral Taxation,” pp. 549f.

Buchanan y Tullock, siguiendo a Wicksell una vez más, salvan lo quepueden del principio de unanimidad al reducirlo a una unanimidad“relativa” o “cuasi” unanimidad.

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otra parte,15 esta norma nunca podrá ser justificada comouna norma moral justa. Para poder defender esto, de hecho,aunque sólo sea para hablar, a favor o en contra decualquier cosa, ya sea moral, inmoral, empírica o unaposición lógico-analítica, se debe presuponer, en contra delo que la propia norma supone, que la integridad de cadaindividuo como una unidad de toma de decisionesfísicamente independiente es inviolable. Sólo si todo elmundo está libre de agresión física de los demás podríamosempezar a hablar de llegar a un acuerdo o desacuerdosobre cualquier tema. El principio de no agresión es pues laprecondición necesaria que posibilita la argumentación y elacuerdo, y que permite justificar el sentido normativo de laregla de forma argumentativa mediante razonamiento detipo apriorístico.

Pero si la teoría de los bienes públicos se nosdesmorona, no es sólo por este tipo de contradiccionesimplícitas en razonamiento moral. El razonamiento utilitaristacontenido en el argumento arriba citado resulta tambiénerróneo. Como dice la teoría de los bienes públicos, tambiénpodría ser que tener estos bienes públicos sea mejor que notenerlos, aunque no debe olvidarse que no existe una razóna priori para que esto sea una necesidad (lo cual dotaría deun punto final al razonamiento de los teóricos de los bienespúblicos). Es perfectamente posible, y se sabe que dehecho los hay, que existan anarquistas que aborrezcan tantola acción estatal que prefieran renunciar del todo a losllamados bienes públicos antes que tenerlos provistos por elEstado.16 En cualquier caso, incluso si se les concede estaparte del argumento, saltar de la afirmación de que los

15Hans-Hermann Hoppe, “From the Economics of Laissez Faire to the Ethics of Libertarianism,” in Walter Block and Llewellyn H. Rockwell, Jr., eds., Man, Economy, and Liberty:Essays in Honor of Murray N. Rothbard (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988); infra cap. 8.

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bienes públicos son deseables a la afirmación de quedeberían ser provistos por el Estado, no convence del todo,pues ésta no es una elección que le presenten a uno todoslos días. Como no es posible financiar nada sin renunciar alconsumo presente de algo, la única pregunta relevante yapropiada que podemos hacer es si esta desviación decapital hacia lo público compensa o no—o es más urgente—frente a los bienes privados a los que se renuncia (esdecir, los productos que podrían haber sido adquiridos, peroque no pueden ser ya comprados, debido a que el dineroestá siendo usado para financiar otros menesteres). Y larespuesta a esta cuestión se hace del todo clara. Desde elpunto de vista del consumidor, por más exigentes que estossean, el valor de los bienes públicos es relativamente másbajo que el de los bienes privados que con ellos compitenporque si uno le dejase la elección a los consumidores (y nose les hubiese impuesto cierta alternativa), evidentementepreferirían gastar su dinero de forma diferente (si no, noharía falta emplear la fuerza). Eso demuestra sin el másmínimo margen de duda que los recursos usados parafinanciar los bienes públicos son malgastados porqueproveen a los consumidores con bienes o servicios quecomo mucho son de importancia secundaria. Para serbreve, incluso si se asume que existan bienes públicos quepuedan ser distinguidos claramente de los bienes privados,e incluso si se concede que un bien público dado podría serútil, los bienes públicos seguirían compitiendo con losprivados. Y sólo hay un método para ver si son másurgentemente deseados y en qué grado, o mutatis mutandissi, y hasta qué punto, su producción debe tener lugar a

16Véase sobre este argumento a Rothbard “The Myth of Neutral Taxation”, p 533. Incidentalmente, la existencia de un solo anarquista invalida todas las referencias a la optimalidad de Pareto como criterio para la acción legítima del Estado.

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costa de la no producción o producción reducida de bienesprivados más urgentemente necesitados: dejarlo todo enmanos de la competición de libre empresa. Así, al contrariode la conclusión a la que llegan los teóricos de los bienespúblicos, la lógica le fuerza a uno a aceptar el resultado deque sólo un sistema de libre mercado puede salvaguardar laracionalidad, desde el punto de vista de los consumidores,de la toma de decisiones encaminada a determinar siproducir o no un bien público. Y sólo bajo un orden nocoactivo de mercado se puede asegurar que la decisiónsobre qué cantidad de un bien público producir (si es que

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debe ser producido) sea también racional.17 Haría falta unarevolución semántica de dimensiones Orwellianas parallegar a un resultado diferente. Sólo si uno está dispuesto ainterpretar el “no” por el “sí,” el negarse a “comprar algo”como “preferir eso a lo que se renuncia frente a la actividadalternativa derivada de no comprarlo” o “coacción” por“voluntario”, el deseo de “no contratar” por “hacer uncontrato”, es que se podría “probar” el argumento de los

17El mismo razonamiento que lleva a rechazar ese estatismo teórico que se excusa y razona desde el carácter supuestamente único de los bienes públicos, tal y como estos se definen a partir del criterio de la no exclusividad, también vale cuando, en su lugar, tales bienes se definen mediante el criterio de consumo no rival (ver notas 6 y 12 arriba). Para llegar a derivar la afirmación normativa de que deberían ser ofrecidos de la afirmación de que los bienes que permiten el consumo no rival no serían ofrecidos en el mercado libre a tantos consumidores como pueda ser necesario, esta teoría se enfrenta a exactamente el mismo problema de requerir una base ética que así lo justifique. Más aún, el razonamiento utilitarista también es totalmente erróneo. Razonar tal y como hacen los teóricos de los bienes públicos, que la práctica del libre mercado de excluir al gorrón del disfrute de bienes no rivales a un coste marginal cero implica un nivel subóptimo de bienestar social y, por tanto, ello requiere de la acción compensatoria estatal,constituye un error por dos razones. En primer lugar, el coste es una categoría subjetiva y nunca podrá ser medida por ningún observador externo. Por tanto, decir que los gorrones adicionales pueden ser admitidos sin coste adicional alguno es totalmente inadmisible. De hecho, si el valor subjetivo de admitir más consumidores sin entrada fuese cero, el empresario que produce tal bien así lo haría. Que éste no lo haga, revela que los costes para él no son nulos. La razón puede residir en su creencia personal de

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teóricos de los bienes públicos.18 Pero entonces ¿cómopodríamos estar seguros de que realmente quieren decir loque parecen decir cuando dicen lo que dicen, y que eso nosignifique lo contrario, o que no signifique nada en concretoy todo sea mera palabrería? No podríamos. Murray N.Rothbard por tanto está en lo cierto cuando comenta losesfuerzos de los ideólogos de los bienes públicosencaminados a demostrar la existencia de las llamadas

que si así lo hiciera, con ello reduciría la satisfacción disponible para el resto de consumidores y que ello tenderíaa suprimir el precio de su producto; o puede que sólo se deba a su aversión por el gorrón de turno, como por ejemplo, cuando yo decido negarme a que se me llene la sala de gorrones con la excusa de que el consumo no es rival y tal actividad no acarrea coste adicional alguno. En cualquier caso, dado que no existe razón alguna para asumir el coste como nulo, se hace falaz hablar de una falla de mercado cuando ciertos bienes no se dan gratis. Por otrolado, no cabe duda de que la pérdida de bienestar sería inevitable si uno aceptase las recomendaciones de los teóricos de los bienes públicos de permitir que los bienes que supuestamente permitan un consumo no rival sean provistos gratis por el gobierno. Aparte de la enorme tarea de determinar qué cumple este criterio, el Estado, independientemente del las compras voluntarias tal cuales, primero se encontraría con el problema irresoluble de determinar racionalmente cuánto de un bien público proveer.No cabe duda, puesto que ni siquiera el uso de los bienes públicos es del todo libre, sino que éste está sujeto a “saturación” a ciertos niveles de uso, no hay un punto de detención para el intervencionismo de Estado, pues sea cual sea el nivel de suministro, siempre habrá usuarios que habrán de quedar excluidos y que, con un suministro mayor,podrían disfrutar también gratis. Pero incluso en el supuesto de que este problema pudiera resolverse milagrosamente,

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fallas de mercado debido a la no producción, o a unaproducción que se sitúa por debajo de los óptimos, de losbienes públicos. Éste escribe,

Tal opinión representa de un modo pésimo lamanera de concebir la forma en que la acción delibre mercado llega a su óptimo. Ésta tiende alóptimo, no por causa de un principio económico oético externo, sino a partir de las acciones libres y

en cualquier caso el (necesariamente inflado) coste de producción y operación de los bienes públicos distribuidos gratis para un consumo no rival habría de ser financiado condinero público. Y esto prueba, es decir, el hecho de que los consumidores hayan sido coaccionados para disfrutar de unservicio gratuito, una vez más, sin margen para la duda, queestos bienes públicos son de valor inferior desde el punto devista del consumidor a los bienes privados en competencia que estos ya no pueden adquirir.

18Los campeones de la lengua Orwelliana de nuevo cuño másprominentes de hoy día son Buchanan y Tullock (véase sus obrascitadas en la nota 3). Estos defienden que el gobierno está fundado porun “contrato constitucional” en el cual todos “aceptan de formaconceptual” el someterse a los poderes coactivos del gobierno sabiendoque los demás también están sujetos a él. Parece que el gobierno esaparentemente coactivo pero realmente voluntario. Hay variasobjeciones evidentes a este curioso argumento. En primer lugar, no hayevidencia empírica alguna para afirmar que cualquier Constitución hayasido aceptada voluntariamente por todos y cada uno de los afectados porella. Lo que es peor, la misma idea de que todas las personas secoaccionen voluntariamente a sí mismas es simplemente inconcebible,de la misma manera en que es inconcebible denegar la ley decontradicción. Porque si la coacción voluntariamente aceptada esvoluntaria, entonces sería posible revocar el sometimiento de uno a laConstitución, y el Estado no sería más que un club al que te unesvoluntariamente. Si, no obstante, uno no tiene el derecho de “ignorar alEstado”—y el hecho de que no se tenga este derecho es, por supuesto,la diferencia entre un Estado y un club—entonces sería lógicamenteinadmisible afirmar que la aceptación de la coerción estatal sea

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voluntarias de todos los participantes y por satisfacerlas necesidades libremente expresadas de losconsumidores. La interferencia gubernamental, portanto, aleja con necesidad al mercado de talóptimo.19

Ciertamente, los argumentos que supuestamentedemuestran las fallas de mercado son un fraude patente.Despojados de su disfraz de jerga técnica todo lo queprueban es esto: un mercado no es perfecto, tal y cómo éstese caracteriza por el principio de no agresión y la escasezderivada de las condiciones de mercado, por lo que ciertosbienes y servicios que sólo podrían ser producidos yprovistos si se permitiera la agresión, no serían producidos.Digamos que esto sea así, pero ningún teórico del mercadonegaría lo siguiente. A pesar de todo, y esto es decisivo,esta “imperfección” del mercado puede ser defendida moralo económicamente, mientras que la supuesta “perfección”de los mercados sostenida por los teóricos de los bienes

voluntaria. Además, incluso si todo esto fuese posible, el contratoconstitucional no podría pretender aplicarse a todos salvo a los firmantesoriginarios de la Constitución.¿Cómo pueden ocurrírseles a Buchanan yTullock ideas tan absurdas? Gracias a un truco semántico. Lo que es“inconcebible” y “dista del acuerdo” en lenguaje pre-Orwelliano setraduce para ellos en “conceptualmente posible” y “acuerdo conceptual”.Para un breve ejercicio más instructivo en esta clase de razonamientosvéase James Buchanan, “A Contractarian Perspective on Anarchy,” enídem, Freedom in Constitutional Contract (College Station: Texas A&MUniversity Press, 1977). Aquí descubrimos (p. 17) que incluso aceptar ellímite de velocidad de 55 millas por hora posiblemente también seavoluntario (Buchanan no parece seguro sobre esto) dado que al finaltodo depende de que todos aceptemos conceptualmente la Constitución,y que Buchanan no sea en verdad un estatista, sino un anarquista (p.11).

19Rothbard, Man, Economy and State, p. 887.

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públicos no20. También es verdad que terminar con lapráctica estatal de proveer bienes públicos implicaríaalgunos cambios en la estructura social existente y en ladistribución de la riqueza. Tal reconfiguración implicaríaciertamente penurias para algunas personas. De hecho,esto es precisamente por lo que hay una fuerte resistenciaentre el público frente a las políticas de privatización de lasfunciones del Estado, y eso aunque a largo plazo la riquezasocial se viese incrementada por esa misma política. Escierto, no obstante, que este hecho no puede ser aceptadocomo un argumento válido que demuestre falla de mercadoalguna. Si a un hombre se le permite pegar a otras personasen la cabeza y ahora no se le permite seguir haciéndolo, élsale perdiendo. Pero uno difícilmente aceptaría eso comoexcusa válida para mantener las antiguas reglas (quepermiten golpear). Él sale perjudicado, pero perjudicarlesignifica cambiar un orden social en el que cadaconsumidor tiene el mismo derecho a determinar qué ycuánto de cada cosa debe ser producido, en sustitución delantiguo sistema donde algunos consumidores tenían elderecho a determinar el sentido en el que a otrosconsumidores no se les permite comprar voluntariamente loque quieran con los medios que justamente han adquirido yse encuentran a su disposición. Ciertamente, tal sustituciónsería preferible desde el punto de vista de todos los

20Esto, en primer lugar, debe ser tenido en cuenta siempre queuno tenga que comprobar la validez de los argumentos estatista-intervencionistas como el que sigue, de John Maynard Keynes(“The End of Laissez Faire”, en ídem, Collected Writings, London:MacMillan, 1972, vol. IX, p. 291):El Papel más importante del Estadono tiene que ver con esas actividades que los individuos ya estánacometiendo, sino con esas funciones que caen fuera de la esfera deinfluencia del individuo, esas decisiones que no se toman salvo que lohaga el Estado. Lo importante para el gobierno no es hacer cosas que losindividuos ya están haciendo y hacerlas un poco mejor o un poco peor:sino hacer esas cosas que nadie está haciendo.

Este razonamiento no sólo parece una tontería, realmente lo es.

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consumidores como consumidores voluntarios. Por fuerza del razonamiento lógico, uno debe aceptar la

conclusión de Molinari de que por el bien de losconsumidores, todos los bienes y servicios deben serprovistos por el mercado.21 Que existan clases de bienesclaramente distinguibles, que requerirían enmendar la tesisgeneral de la superioridad del capitalismo, no sólo no es unafalsedad, sino que, aunque estos existieran, no se podría

21 Algunos liberales minarquistas objetan que la existencia del mercado presupone el reconocimiento y la protección deun cuerpo común de ley, y por tanto, un gobierno como juez y agencia de protección monopolista. (Véase, por ejemplo, John Hospers, Libertarianism [Los Angeles: Nash, 1971]; Tibor Machan, Human Rights and Human Liberties [Chicago: Nelson-Hall, 1975]). Ahora bien, si bien es del todo cierto que el mercado presupone el reconocimiento y protección de esas reglas que se requiere pare operar., de ahí no se deduce que esta tarea tenga que serle confiada a agencia monopolística alguna. De hecho, un idioma común o un sistema de signos es algo presupuesto por el mercado;pero a uno difícilmente se le ocurriría la idea de decir que el gobierno deba vigilar por el cumplimiento de las reglas del lenguaje. Tal y como pasa con la lengua propia, las reglas del mercado emergen espontáneamente y pueden ser defendidas por la “mano invisible” del interés personal. Sin elrespeto a las normas comunes del habla, la gente no podría beneficiarse de las ventajas de la comunicación, y sin el respeto de códigos de conducta comunes, la gente no podría disfrutar de los beneficios obtenidos a partir de la riqueza producida por una economía basada en la división del trabajo y el libre intercambio. Además, como he indicado más arriba, independientemente de cualquier gobierno, el principio de no agresión subyacente al funcionamiento de los mercados puede ser defendido a priori como justo. Más aún, como argumentaré en la conclusión de este capítulo,

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encontrar ninguna razón en especial por la que estossupuestamente bienes públicos especiales no puedan serproducidos por la libre empresa. De hecho, a pesar de lapropaganda de los teóricos de los bienes públicos, la mayoreficiencia de los mercados en comparación con el estadoestá siendo cada vez más evidente respecto a más y másbienes públicos. Puestos de cara frente a la experienciadiaria, cualquiera que estudie estos temas difícilmentepodría negar que hoy en día los mercados podrían producirservicios postales, vías férreas, electricidad, teléfonos,educación, dinero, carreteras y demás de forma másefectiva que el estado, es decir, más a gusto de losconsumidores. Y sin embargo, la gente es temerosa deaceptar en depende qué sector eso que la lógica les dice: lafinanciación del orden público. Es así que, durante el restode este capítulo explicaré el funcionamiento superior de laeconomía capitalista en este área particular—unasuperioridad cuyas bases ya han sido planteadas, pero queserán más persuasivas, una vez se añada algo del materialempírico al análisis y se analice como problema por derechopropio.22

¿Cómo podría funcionar un sistema de productores nomonopolísticos y competitivos de la seguridad y el ordenpúblico? Está claro desde el principio que para responder aesa pregunta uno deja el reino del análisis puramente lógicoy por tanto las respuestas deben carecer del carácter

es precisamente un sistema competitivo que administre y haga cumplir la ley el que genera la presión más grande posible para elaborar y promulgar normas de conducta que incorporen el grado de consenso más elevado posible. Y por supuesto las reglas que hacen posible esto son las que el razonamiento a priori establece como la presuposición lógicamente necesaria para el diálogo y el acuerdo argumentativo.

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apodíctico presentes en las afirmaciones sobre la validez dela teoría de los bienes públicos. El problema al que nosenfrentamos es precisamente análogo al de preguntarsecómo resolvería el mercado el problema de la producción dehamburgueses, especialmente si hasta ahora lashamburguesas han sido producidas exclusivamente por elEstado y por tanto nadie pudiera contar con experienciapasada. Aquí sólo podemos plantear respuestas tentativas.

22 De forma incidental, la misma lógica que forzaría a uno aaceptar la idea de que la financiación privada del orden público es en verdad la mejor solución económica al problema de la satisfacción del consumidor, también fuerza a otra en el ámbito de lo moral e ideológico: abandonar la teoría política del liberalismo clásico y dar (desde ahí) el pequeño pero decisivo paso hacia la teoría austro-libertaria, o anarquismo de propiedad privada. El liberalismo clásico, con Ludwig von Mises como su principal representante en elsiglo veinte, propugnaban un sistema social basado en el principio de no agresión. Y esto es también lo que el liberalismo anarquista defiende. Pero el liberalismo clásico quiere defender este principio con una agencia monopolística (el Gobierno, el Estado)—una organización que no depende exclusivamente del apoyo contractual y voluntario de los consumidores de estos servicios, sino que tiene el derecho de determinar sus propios ingresos de forma unilateral, es decir, los impuestos que se le imponen alos consumidores para poder financiar las fuerzas de seguridad u orden público. Con esto, aunque suene perfectamente posible, la inconsistencia de este argumento debería hacerse patente. O bien el principio de no agresión es válido, en cuyo caso el Estado como entidad monopolística privilegiada representaría una instancia inmoral, o bien los negocios erigidos por medio de la agresión—el uso de la fuerza y de medios no contractuales para adquirir recursos—son válidos, en cuyo caso uno debe

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Nadie podría saber la estructura de la industria de lahamburguesa—cuántas compañías en competiciónaparecerían, qué importancia tendría la industriacomparativamente hablando, qué pinta tendrían lashamburguesas, cuántos tipos diferentes de hamburguesasaparecerían en el mercado y cuántas desaparecerían porfalta de demanda, y así sucesivamente. Nadie podríaconocer todas las circunstancias y los cambios que podríaninfluenciar la estructura misma de la industria de lahamburguesa—cambios en la demanda de varios grupos deconsumidores, cambios en la tecnología, cambios en losprecios de varios bienes que afectan a la industria directa oindirectamente, etc. Debe hacerse hincapié en que, aunqueaparezcan problemas similares al tratar la producciónprivada de la seguridad civil, esto no significa que nopodamos dar una respuesta definitiva al problema.Asumiendo ciertas condiciones generales de la demanda deservicios de seguridad pública (que son las mismas

desechar la primera noción. Es imposible mantener ambas afirmaciones sin acabar en contradicción, salvo que, por supuesto, uno pudiese proporcionar un principio aún más fundamental que los de no agresión y el derecho de los estados a la violencia, y del cual, ambos puedan ser lógicamente deducidos. Sin embargo, el liberalismo nunca ha dado tal principio y nunca podrá hacerlo, ya que para argumentar a favor de algo se tiene que presuponer el derecho de uno a no ser agredido. Dado el hecho de que el principio de no agresión no puede ser argumentalmente refutado como moralmente válido sin reconocer implícitamente su validez, el peso de la lógica nos debe obligar a abandonar el liberalismo y a aceptar en su lugar a su vástago más radical: el austro-libertarianismo, la filosofía del capitalismo puro, que demanda que la producción del orden público sea llevada a cabo por empresas también privadas.

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condiciones que se dan de forma más o menos realista elmundo presente) habremos de reflexionar sobre cómo losdiferentes órdenes sociales de producción de seguridadcaracterizados por las diferentes restricciones estructuralesbajo las que se opere, responderán de forma diferente frentea este problema.23 Permítaseme analizar primero el casoespecífico de la financiación monopolística y estatal delorden público, ya que tenemos una gran cantidad deevidencia empírica sobre su funcionamiento, y comparemosluego este sistema con el que podría esperarse si sereemplazase por uno no monopolístico.

Incluso si la seguridad se considera un bien público, debecompetir con otros bienes en la asignación de recursosescasos. Lo que se gasta en seguridad ya no puedegastarse en otros bienes que también podrían incrementarla satisfacción del consumidor. Más aún, la seguridad no esun bien único y homogéneo, sino que consiste en diversoscomponentes y aspectos. No sólo se da la prevención delcrimen, la detección de criminales y el hacer cumplir la ley,sino que también es posible protegerse de ladrones,violadores, contaminantes, desastres naturales, y asísucesivamente. Más aún, la seguridad civil no se produceen de forma “indivisible”, sino en unidades marginales.Además, cada persona da diferente importancia a diferentesaspectos de la misma cosa, dependiendo de suscaracterísticas personales, su experiencia pasada con la

23Sobre el problema de la financiación competitiva del orden público, véase Gustave de Molinari, Production of Security; Murray N. Rothbard, Power and Market (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1977), cap.1; idem, For ANew Liberty (New York: Macmillan, 1978), cap. 12; W.C. Woolridge, Uncle Sam the Monopoly Man (New Rochelle, N.Y.: Arlington House, 1970), caps. 5-6; Morris and Linda Tan Nehill, The Market for Liberty (New York: Laissez Faire Books, 1984), part 2.

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inseguridad, y el tiempo y lugar donde vivan.24 Aquí meestoy refiriendo al problema económico fundamental deasignar recursos escasos a usos en competición, ¿Cómopuede el Estado—una organización que no se financia apartir de la inversión privada, sino que depende de formaparcial o total para vender sus productos del dinero público—decidir cuánta seguridad producir, cuánto y cada uno desus incontables aspectos deben darse, a quién y dóndeproveerla, o cuánto? La respuesta es que no hay formaracional de responder a esta cuestión. Desde el punto devista de los consumidores, la respuesta a sus distintasnecesidades de seguridad debe ser considerada arbitraria.¿Necesitamos un policía y un juez o 100.000 de cada?¿Deberían estos cobrar 100 dólares al mes o 10.000?¿Deberían los policías, en función del número que sea,invertir más tiempo en patrullar las calles, perseguir ladronesy recuperar bienes robados, o espiando a los participantesde crímenes sin víctimas como la prostitución, el uso dedrogas o el contrabando? ¿Y deberían esos jueces invertirmás tiempo y energía en atender casos de divorcio,violaciones de leyes de tráfico, robos de tiendas y asesinatoo casos antitrust? Claramente, todas estas cuestionesdeben ser respondidas de alguna manera porque mientrashaya escasez y no vivamos en el Jardín del Edén, el tiempoy el dinero invertidos en una cosa no puede gastarse enotra. El Estado debe responder a estas cuestiones, también,pero haga lo que haga, ocurre que lo hace sin estar sujeto alcriterio de pérdidas y ganancias. Por tanto, su acción esarbitraria y necesariamente implica incontables despilfarrosde recursos desde el punto de vista del consumidor.25

Independientemente de lo que quieran los consumidores,los promotores de la seguridad pública empleados por elEstado hacen en su lugar lo que quieren. Pierden el tiempo

24Véase Manfred Murck, Soziologie der Öffentlichen Sicherheit (Frankfurt: Campus, 1980).

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en vez de hacer algo, y si trabajan prefieren hacer el trabajomás fácil o el trabajo donde estos retengan su poder en vezde servir a los consumidores. Los oficiales de policíaconducen mucho, importunan a los pequeños incumplidoresde las leyes de tráfico, invierten grandes cantidades detiempo en investigar crímenes sin víctimas que disgustan amuchos (es decir, personas que no participan en ellos), peropocos son los que gastarían su dinero en combatirlos, yaque estos no les afecta directamente a ellos. Y sin embargo

25Decir que el proceso de asignación de recursos se convierte enarbitrario en ausencia de un mecanismo efectivo de pérdidas yganancias no significa que las decisiones que se tengan que tomar noestén sujetas a ningún tipo de restricción y sean un capricho. No lo son, ycualquiera de estas decisiones se enfrenta a ciertas restriccionesimpuestas para el que toma las decisiones. Si, por ejemplo, la asignaciónde factores de producción es decidida democráticamente, entonces esevidente que debe gustar a la mayoría. Pero si la decisión estárestringida de esta manera, o si se toma para algo distinto, ésta siguesiendo arbitraria desde el punto de vista de los consumidores quevoluntariamente compran o dejan de hacerlo.Respecto a lasasignaciones controladas democráticamente, hay varias deficiencias queson evidentes. Como por ejemplo, James Buchanan y Richard E.Wagner escribieron (The Consequences of Mr. Keynes [London: Instituteof Economic Affairs, 1978], p. 19):

La competencia en el mercado es continua; en cada compra cada cual escapaz de elegir entre los distintos vendedores en competencia. Lacompetencia política es intermitente; una decisión normalmente esvinculante durante un número fijo de años. La competencia en el mercadopermite que varios competidores sobrevivan simultáneamente... Lacompetencia política lleva a un todo o nada... en el mercado el compradorpuede estar razonablemente seguro de qué recibirá por su compra. En lacompetencia política, el comprador está contratando los servicios de unagente al que éste no puede obligar por contrato... Más aún, debido a lasnecesidades del político de asegurarse la cooperación de la mayoría delos políticos, el significado del voto individual es menor para el político queel que se otorga a una firma privada.

Véase también James M. Buchanan, “Individual Choice in Voting and theMarket,” en idem, Fiscal Theory and Political Economy (capel Hill:University of North Carolina Press, 1962); para un tratamiento másgeneral del problema, Buchanan and Tullock, The Calculus of Consent.

Aquí hay algo que, sin embargo, ha sido pasado por alto—especialmente por parte de aquellos que intentan convertir en una virtud

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respecto a lo que los consumidores quieren másurgentemente—la prevención de crímenes graves (es decir,crímenes con víctimas), la captura y castigo efectivo de lospeores criminales, la recuperación de lo robado y procurar lacompensación a las víctimas por parte de los agresores—lapolicía es notoriamente ineficiente, incluso a pesar dedisponer de un presupuesto cada vez más elevado.

Además, lo que la policía o jueces estatales decidanhacer (que será arbitrario) tenderá a hacerse mal porquesus ingresos son más o menos independientes de lasevaluaciones que sus consumidores hagan de sus servicios.Es así que se explica la arbitrariedad y brutalidad de lapolicía, a la par que la lentitud de los procesos judiciales.Más aún, es de notar cómo ni la policía ni el sistema judicialofrecen a los consumidores nada que se parezca a uncontrato de servicios en el que se especifique, en términosclaros y precisos, qué procedimiento puede esperar elconsumidor que se ponga en marcha en una situaciónespecífica. En vez de eso, ambos operan sobre un vacíocontractual que con el tiempo permite cambiar las normasde actuación de forma arbitraria y que explica el hechoridículo de que la resolución de disputas entre policía yjueces, por un lado, y ciudadanos privados, por el otro, no

el hecho de que una democracia da el mismo poder de votación a todo elmundo, mientras que la soberanía del consumidor permite “votos”desiguales—: Bajo un sistema donde el consumidor es soberano, lagente podrá emitir votos desiguales, pero en cualquier caso, estosejercerían el control sólo sobre cosas que han adquirido mediante laapropiación originaria o el contrato, lo que obligaría a tales personas aactuar moralmente y en consecuencia. Bajo una democracia deproducción, se asume que todo el mundo tiene algo que decir respecto acosas que uno no ha adquirido de manera legítima; cosa esta, que noslleva a vernos continuamente tentados, no sólo a crear inestabilidadlegal, con el efecto negativo que ésta tiene en la creación de capital, sinotambién a actuar inmoralmente. Véase sobre esto Ludwig von Mises,Socialism (Indianapolis: Liberty Fund, 1981), cap. 31.

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se asigna a una entidad independiente, sino a otro policía ojuez que comparte empleadores con una de las partes—elGobierno—en la disputa.

Tercero, cualquiera que haya visto las comisarías yjuzgados del estado, por no decir prisiones, sabe cuán ciertoes que los factores de producción empleados paraproporcionarnos seguridad se encuentran masificados, malmantenidos y en condiciones deplorables. Dado que nadieque use estos factores de producción los posee (pues nadiepuede venderlos y apropiarse de los beneficios de la venta),se socializan tanto las pérdidas como las ganancias y todoel mundo tratará de incrementar sus ingresos privados apartir del uso indebido de los mismos, con las pérdidas decapital que ello conlleva. Por tanto, el coste marginal tenderáa incrementarse hasta exceder el valor del productomarginal, lo que lleva a una sobreutilización del capital. Y si,como caso excepcional, esto no ocurriera así y el sobreusono fuera tan obvio, ello sólo sería posible con un costecomparativo más alto que el que tendría otras empresasprivadas de similares condiciones.26

Sin duda, todos estos problemas inherentes a un sistemamonopolístico de seguridad tenderían a ser resueltosrápidamente una vez que una demanda dada de seguridadfuese cubierta por un mercado competitivo con su diferenteestructura de incentivos para los productores. Esto no es lomismo que decir que se pueda encontrar una solución“perfecta” al problema de la seguridad pública. Siemprehabrá robos y asesinatos, y no siempre se puedenrecuperar todos los bienes robados, ni se puede apresar a

26 Resumiendo a Molinari, Production of Security, pp. 13-14, Si...el consumidor no es libre de comprar la seguridad pública como le plazca,con ello se abre la puerta a una profesión dedicada a la arbitrariedad y ala mala gestión. La justicia se convierte en lenta y costosa, la policía envejatoria, la libertad individual deja de respetarse, el precio de la seguridadse infla de modo abusivo y se reparte mal la justicia, según el poder oinfluencia de esta o aquella clase de consumidores.

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todos los asesinos. Pero en función de las evaluaciones delconsumidor, esta situación mejoraría hasta el punto que lapropia naturaleza humana permita mejorar. Primero, entanto haya un sistema competitivo (es decir, siempre ycuando los productores de seguridad se atengan a comprasvoluntarias, muchas de las cuales tomarían la forma decontratos de servicio y seguros de forma anterior acualquier “evento” de inseguridad o agresión), ningúnproductor podría incrementar sus ingresos sin mejorar losservicios o calidad del producto tal y cómo éste es percibidopor los consumidores. Lo que es más, los productores deseguridad pública no podrían en conjunto aumentar el valorrelativo de su industria particular a no ser que, por la razónque sea, los consumidores empezasen a considerar laseguridad pública como algo mucho más importante queotros bienes, consiguiendo que la producción de seguridadnunca tenga lugar a costa de la no producción o producciónreducida de, digamos, el queso, como un bien privadocompetitivo. En suma, los productores de servicios deseguridad tendrían que diversificar su oferta en un gradoconsiderable debido a una demanda altamente diversa yexistente de productos de seguridad para millones ymillones de consumidores. Dependiendo directamente delapoyo de los consumidores, estas empresas se veríanperjudicadas financieramente si no respondiesenadecuadamente a los deseos varios y cambiantes de losconsumidores. Así, cada consumidor tendría una influenciadirecta, aunque pequeña, en la fabricación de bienes queaparecerán y desaparecerán del mercado en función de losgustos y necesidades que haya. En vez de ofrecer un“paquete de seguridad” uniforme a todo el mundo, unacaracterística de la producción estatal, aparecerían unamultitud de paquetes de servicios en el mercado parasatisfacer a los distintos clientes. Estos paquetes estaríanajustados a las diferentes necesidades de seguridad,diferentes propensiones al riesgo, diferentes necesidades de

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protección y aseguramiento y diferentes localizacionesgeográficas y limitaciones temporales.

Pero aún hay más. Aparte de la diversificación, elcontenido y calidad de los productos mejoraría también. Nosólo los consumidores serían mejor tratados por losempleados de las compañías de seguridad, la actitud del“me importa un bledo,” la arbitrariedad y la brutalidad, lanegligencia y la tardanza de la policía y sistemas judicialesactuales terminarían por desaparecer. Como los policías yjueces serían dependientes del apoyo voluntario de losconsumidores, cualquier caso de maltrato de losconsumidores, de descortesía o ineptitud podría costarles eltrabajo. Además, la peculiaridad de que la resolución dedisputas entre un cliente y su compañero de negocios sedeje normalmente a juicio de este último desaparecería, y elarbitrio de conflictos por parte de entidades independientese convertiría en el estándar ofrecido por los promotores dela seguridad pública. Y lo que es más importante, paraatraer y retener a los consumidores, los productores de talesservicios tendrían que ofrecer contratos que permitiesen alconsumidor conocer qué está comprando y ofrecer víaspara la interposición de querellas si el promotor de estosservicios no cumple con lo especificado en el contrato. Másespecíficamente, como aquí no se trata de contratos deservicio individual donde el pago lo realiza un consumidorpara cubrir sus propios riesgos exclusivamente, sino queson contratos de seguro que requieren agregar los recursospropios con los de otras personas, al contrario de lo quesucede en la práctica estatista presente, estos contratosseguramente no contengan ningún sistema redistributivoque favorezca a un grupo de gente a costas del otro. Si no,si cualquiera sintiese que el contrato que le ofrecenrequiriese de pagos adicionales para cubrir las necesidadesindividuales de otras personas—factores de posibleinseguridad que éste pudiera percibir como no aplicablespara su caso—el cliente podría simplemente rechazar lo

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firmado o dejar de pagar. Y sin embargo, tras lo dicho, surge una pregunta. “¿No se

convertiría un sistema competitivo de la producción deseguridad pública en un permanente conflicto social de caosy anarquía?” Hay varias respuestas frente a esta pregunta.En primer lugar, hay que señalar que tal impresión no seríaacorde con la evidencia empírica histórica. Los sistemas dejuzgados en competición han existido en varios lugares (porejemplo en la antigua Irlanda o en la época de la LigaHanseática) antes de la llegada del estado nación modernoy al parecer funcionaban bastante bien.27 Si lo juzgamos enfunción de la tasa de crimen per cápita, la policía privada enel así llamado Salvaje Oeste (que no era tan salvaje comoalgunas películas dan a entender) tuvo más éxito que elobtenido por la policía de hoy en día en los sistemasestatales de justicia.28 Y si partimos de la experienciacontemporánea, existen miles y miles de contratosinternacionales—de comercio y transportes—y sería unaexageración decir, por ejemplo, que hay más fraude, máscrimen y más incumplimiento de contratos en ese ámbitoque en el doméstico. Y esto, debo señalar, sin que haya ungran productor monopolista de la seguridad y el ordenpúblico. Finalmente, no debemos olvidar que incluso ahorahay en un gran número de países varios productoresprivados de seguridad que actúan paralelos al Estado:investigadores, aseguradoras y entidades de arbitrajeprivadas. Su trabajo parece confirmar la tesis de que estos

27 Véase la literatura citada en la nota 22; también Bruno Leoni, Freedom and the Law (Princeton, N.J.: D. Van Nostrand, 1961); Joseph Peden, “Property Rights in Celtic Irish Law,” Journal of Libertarian Studies 1, no. 2 (1977).

28 Véase Terry L. Anderson and Peter J. Hill, “The AmericanExperiment in Anarcho-Capitalism: The Not So Wild, Wild West,” Journal of Libertarian Studies 3, no. 1 (1980).

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son más, y no menos, efectivos en resolver conflictossociales que sus contrapartidas públicas.

No obstante, la evidencia histórica se presta a la disputa,en particular en el ámbito de la información general que deella pueda extraerse. Y sin embargo hay razonessistemáticas también, por las que el miedo expresado en lapregunta no tiene bases sólidas. Aunque parezcaparadójico, establecer un sistema competitivo depromotores del orden público implica crear una estructura deincentivos institucionalizada para producir un orden legal yde cumplimiento de la ley que involucre el grado más altoposible de consenso a la hora de resolver conflictos. Talestructura tenderá a generar menos en vez de másproblemas sociales y conflictos de los que ocurrirían bajo unmonopolio.29 Para entender esta paradoja, es necesarioacercarnos a la única situación típica que preocupa alescéptico y que le permite creer en la virtud superior de unorden monopolísticamente organizado de producción deseguridad: cuando aparece un conflicto entre A y B, queestán asegurados por compañías diferentes, éstas nopueden llegar a un acuerdo inmediato respecto a la validezde los argumentos que defienden sus respectivos clientes(No habría problema si llegasen a un acuerdo o siestuviesen asegurados por la misma compañía—al menosel problema no sería diferente del que tendríamos con unmonopolio estatista.) ¿No habría tal situación de resolversea tiros? Esto es altamente improbable. En primer lugar,cualquier batalla violenta entre compañías sería costosa yarriesgada, en particular, si es el caso de que esascompañías hayan alcanzado un tamaño respetable (que lessería de importancia para dar una imagen de garantesefectivos de seguridad a sus posibles clientes). Y en un

29 Sobre esto, véase Hans-Hermann Hoppe, Eigentum, Anarchie, und Staat (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1986),cap. 5.

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sistema competitivo donde cada compañía dependa delpago voluntario de cuotas, cualquier batalla tendría que sersufragada por todos y cada uno de los clientes de ambascompañías. Si hubiese una sola persona que dejase depagar por no creer necesaria la batalla en el conflicto delque se trate, habría una presión económica sobre lacompañía por buscar una solución pacífica al problema.30

Así, los distintos promotores de la seguridad y orden públicotendría mucho cuidado a la hora de emplear medidasviolentas para resolver conflictos. En vez de eso, en tanto laresolución pacífica de conflictos sea lo que losconsumidores quieran, todos y cada uno de los productoresde seguridad estarán interesados en proveerla con susclientes y se podrá establecer por adelantado a qué procesode arbitrio se sometería ella misma en los casos dedesacuerdo sobre la evaluación de posturas en conflicto. Ytal sistema podría aparecer funcional a los clientes dediferentes firmas sólo si hay un acuerdo entre ellas respectoa las medidas de arbitrio, un sistema legal que gobierne lasrelaciones entre las compañías que fuese aceptadouniversalmente y al que todos los proveedores privados deseguridad tenderían. Más aún, la presión económica paragenerar reglas consensuadas a la hora de resolverconflictos es mayor para el caso privado que para el sistemaestatista. En un sistema competitivo, las entidades dearbitraje privadas que estén a cargo de encontrar solucionespacíficas a los conflictos dependerían del apoyo continuado

30 Contrástese esto con la política estatal de declarar la guerra sin el consentimiento de la población en su conjunto, pues se supone que el Estado tiene el derecho a imponer impuestos; y pregúntese si el riesgo de ir a la guerra sería más alto o más bajo si uno tuviese el derecho a dejar de pagar impuestos en cuanto a uno dejase de gustarle la forma en la que el Estado maneja sus relaciones internacionales.

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de las dos compañías en disputa, pues éstas podrían elegir,y en verdad elegirían, diferentes jueces si una de las partesno estuviese satisfecha con la labor de arbitraje efectuada.Así, estos jueces estarían presionados a encontrarsoluciones a los problemas que les planteen, de forma tal,que estos sean aceptables para todos los clientes de lascompañías involucradas.31 Si no, una o todas las compañíasimplicadas podrían perder clientes, así que se induce a esasfirmas a acudir a diferentes entidades de arbitraje cuando lonecesiten.32

¿Pero no sería posible bajo un sistema competitivo queuna empresa de seguridad se convierta en una compañíaperversa—una compañía que, apoyada por sus propiosclientes, iniciase la agresión contra otros? No hay manerade negar que esto sea posible, aunque nuevamentedebemos poner énfasis en que estamos aquí en el reino dela ciencia social empírica y que nadie podría saber tal cosa

31 Nótese que las normas que incorporan el grado más alto de consenso son, por supuesto, aquellas que son presupuestas por la argumentación, y cuya aceptación, hace posible el consenso sobre cualquier cosa tal y como seha indicado arriba.

32 Nuevamente, contrástese con los jueces estatales quienes, debido a que se les paga con dinero proveniente de los impuestos, sumado al hecho de que estos sean relativamente independientes de la satisfacción del consumidor, pueden emitir juicios que claramente no sean aceptados como justos por todos; y preguntémonos si el riesgo de no encontrar la verdad en un caso dado sería menor o mayor si se tuviese la posibilidad de ejercer presióneconómica cuando uno tuviese dudas sobre la capacidad del juez para juzgar su propio caso o reunir las pruebas relevantes del mismo; o que uno tema que éste simplemente sea corrupto.

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con certeza. Pero sin embargo, la implicación tácita de laposibilidad de que una empresa de seguridad se conviertaen una compañía perversa no implica deficiencia alguna enla filosofía y aspectos económicos de un orden social quefuera capitalista en su mayor parte.33

En primer lugar, debe recordarse que cualquier sistemasocial, sea estatista-socialista o una economía pura demercado, depende de la opinión pública para existir, y estaopinión pública delimita qué puede o no ocurrir, así comoqué es más o menos probable que ocurra. La opinióncontemporánea en la Alemania del Este, por ejemplo, hacealtamente difícil o incluso imposible que un sistemaestatista-socialista del tipo Soviético les sea impuesto. Lafalta de apoyo popular para tal sistema lo condenaría alfracaso y lo haría colapsar. Es aún más improbable que unintento de imponer un orden de tipo Soviético tuviese éxitoentre los Americanos, dada la opinión pública Americana.Así que, para ver el problema de las compañías perversascorrectamente, la pregunta anterior debe ser expresada dela manera siguiente: ¿Cuán probable es que tales eventossucedan en una sociedad dada con una opinión públicaespecífica? Formulada así, parece claro que la respuestaserá diferente según de qué sociedades se trate. Paraalgunas, esas en las que el socialismo tenga más arraigo,siempre habrá una mayor probabilidad de que surjanempresas agresoras, mientras que otras sociedades tienenmenos probabilidad de seguir el mismo camino. ¿Peroentonces, la idea de un sistema competitivo de empresasprivadas de seguridad, según el caso que sea, es mejor opeor que la continuación del sistema estatista? Pongamospor ejemplo a los EEUU de hoy día. Asumamos que elEstado renuncia a su derecho de promotor de la seguridadpública que toma prestado del erario público y se introduce

33 Véase, para este asunto particular, Rothbard, For A New Liberty, pp. 233ff.

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un sistema competitivo de agencias de seguridad. Dado elestado de la opinión pública, ¿cuál es la probabilidad de queaparezcan empresas agresoras, y qué pasaría si lohicieran? Evidentemente, la respuesta ha de depender delas reacciones del público en esa situación. Así, la mejormanera de obtener una respuesta aquí depende de poderlanzar la pregunta de vuelta al público en general. ¿Y tú quépiensas? ¿Cuál sería tu reacción? ¿Tu miedo a que surjanempresas agresoras te haría hacer la vista gorda frente aesas agencias privadas de seguridad que agrediesen a lagente o atentasen contra la propiedad privada? ¿y si lohicieran, tú les seguirías apoyando? Ciertamente la críticase ve enmudecida por esta contra-réplica. Pero másimportante que esto es el desafío sistemático implícito eneste contraataque personal. Evidentemente, el cambiodescrito en la situación implicaría un cambio en la estructurade coste-beneficio a la que todas las empresas se tendríanque enfrentar a la hora de tomar decisiones. Antes de laintroducción de un sistema competitivo de agenciasprivadas de seguridad, sería del todo legal participar yapoyar la agresión (del Estado). Ahora tal actividad seríailegal. Por tanto, dada la propia consciencia personal decada cual, que es la que valora la rentabilidad de todasnuestras decisiones (las cuales deben hallarse más omenos en armonía con nuestros propios principios), laagencias privadas de seguridad que se dedicaran a obtenerapoyo de una población que no quiere cooperar a través deluso de la fuerza incurrirán en costes adicionales. Así, debeasumirse que el número de personas (incluyendo incluso aesos que de otra manera habrían apoyado al Estado) quegastarían su dinero para mantener a una compañíadedicada a su trabajo y honesta aumentaría siempre que seintentase este experimento social. En contraste, el númerode personas que aún estarían dispuestas a apoyar laspolíticas de explotación—de ganar a costa de otros—caería.Cuán drástico sería este efecto dependería de la naturaleza

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de la opinión pública. En el ejemplo más a mano—losEstados Unidos, país este donde más extendida y aceptadase encuentra la teoría natural de la propiedad en tanto queética privada, siendo la filosofía austro-libertaria la base delpensamiento sobre la cual se fundó el país y condujo a sugrandeza34—el efecto sería particularmente notorio. Deforma similar, esos promotores de la seguridad públicadedicados a la filosofía de proteger y hacer cumplir leyes detipo libertario, son los que atraerán la mayor cantidad deapoyo social y recursos financieros. Y mientras pueda sercierto que algunas personas, y entre ésta especialmenteaquellas que se habrían beneficiado del antiguo orden,pudieran continuar otorgando su apoyo a las políticas deagresión, es muy dudoso que fuesen los suficientes ennúmero y capacidad financiera como para tener éxito. Envez de eso, la consecuencia lógica sería que las compañíashonestas desarrollarían la fuerza necesaria—en solitario ocomo un esfuerzo coordinado apoyado por el consumidor—de vigilar los casos donde se pervierta la justicia,destituyendo así a las instituciones que actuasen de formacontraria a la ley.35

34Véase Bernard Bailyn, The Ideological Origins of the American Revolution (Cambridge, Mass.: Harvard UniversityPress, 1967); Jackson Turner Main, The Anti-Federalists: Critics of the Constitution (capel Hill: University of North Carolina Press, 1961); Murray N. Rothbard, Conceived in Liberty (New Rochelle, N.Y.: Arlington House, 1975-1979).

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2 Aspectos económicos

y sociológicos de los impuestos

Tal y como indica el título de este capítulo, me he puestodos objetivos. En primer lugar, quiero explicar el efectoeconómico general de los impuestos. Esta parte del capítulorepresenta un análisis praxeológico de los impuestos ycomo tal no irá mucho más allá de lo que otros economistas

35Naturalmente las compañías de seguros asumirían un papelimportante a la hora de vigilar la aparición de empresas agresoras.Véase Morris y Linda Tannehill (The Market of Liberty, pp. 110-11).Las compañías de seguros, un sector muy importante de cualquiereconomía de libre mercado, tendrían un incentivo especial paradesasociarse del agresor y, además, de emplear su influencia comercialcontra el mismo. El inicio de la violencia causa pérdidas de valor, y lacompañía de seguros que así obrara incurriría en grandes costes paracontrarrestar esas pérdidas de valor. Un agresor sin ataduras es unproblema andante, y ninguna compañía de seguros, aún olvidando laagresión original efectuada contra ella, querría asumir el riesgo de que sepueda agredir a uno de sus propios clientes a continuación. Además, losagresores, y otros que con ellos se asocian, tienen más posibilidades deverse involucrados en situaciones de violencia, lo que implica queasegurarlos es tremendamente arriesgado. Lo más probable es que lascompañías de seguros se nieguen a asegurar a este tipo de gente si esque ésta quiere minimizar las pérdidas que pudiera causar una futuraagresión. Pero incluso en el caso de que esto no motivase a la compañíade seguros, ésta aún se vería forzada a aumentar de forma drástica susprimas de riesgo, o cancelar del todo la cobertura, para poder protegersefrente el riesgo añadido que conlleva apoyar a estas empresas y suinclinación por la violencia. En una economía competitiva, ningunacompañía de seguros podría permitirse cubrir a agresores externalizandoel coste en los consumidores honestos. De darse esta tendencia, lascompañías no tardarían en perder a este tipo de consumidor, queacabarían yéndose con agencias más reputadas que bajarían sin dudasus cuotas del seguro.

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ya hayan podido decir.Se encontrará más originalidad en la segunda parte,

donde trataré de responder a la pregunta de: ¿Por qué hayimpuestos y por qué hay cada vez más? Responder talespreguntas no es tarea de la teoría económica sino deinterpretaciones o reconstrucciones históricas y sociológicasfundamentadas de forma praxeológica, lo cual ya desde elprincipio nos viene otorgando bastante espacio para laespeculación en este campo de la introspección intelectual.

I.

Admitir que no haya nada nuevo que decir sobre losaspectos económicos de los impuestos no es lo mismo quedecir que lo que hay no resulte novedoso para muchos. Dehecho, después de estudiar los libros de texto de economíamás populares, lo que tengo que decir a los economistas yestudiantes de economía me parece del todo novedoso. Enla medida en que estos textos no tratan de los efectoseconómicos de los impuestos más allá de una presentaciónpuramente descriptiva de los distintos tipos de sistemasimpositivos y su desarrollo histórico,0 estos enmudecenfrente a la cuestión de cuáles son los efectos generales delos impuestos. Más aún, lo que dicen estos textos sobre losefectos económicos de las diferentes formas específicas deimpuestos es totalmente erróneo.

Sin embargo, esto sólo representa un mero proceso dedegeneración intelectual. Casi todo lo que hoy deberíamossaber de los aspectos económicos de los impuestos ya hasido tratado de forma correcta y convincente hace 150 años

0 Pueden encontrarse análisis puramente descriptivos de los impuestos en, por ejemplo, Paul Samuelson, Economics,10th ed. (New York: McGraw Hill, 1976), cap. 9; Roger L. Miller, Economics Today, 6th ed. (New York: Harper and Row, 1988), cap. 6.

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en su Tratado de Economía Política por una figuraprominente de la economía como es Jean Baptiste Say.

En contraste con los autores de libros de texto actuales,que tratan este asunto en lugares arbitrarios dentro delesquema general de sus libros, desde el principio Saycoloca correctamente el fenómeno bajo el epígrafe “Sobre elConsumo de Riqueza.”

Indudablemente, Say identifica y explica los impuestoscomo un ataque sobre, y un castigo frente a, la adquisición yproducción de propiedad, lo que necesariamente conduce auna reducción en la formación de riqueza a partir de talpropiedad y a un empeoramiento de la calidad de vida engeneral.

Dice Say:

Es totalmente absurdo pretender decir que losimpuestos contribuyen a la riqueza nacional, queaumentan la producción nacional y que enriquecen ala nación al consumir parte de su riqueza.0

Los impuestos son una transferencia de una porciónde la producción del producto nacional bruto desdelos individuos hacia el Gobierno que permite el gastoo consumo público. Se llame como se llame, seaimpuesto, contribución, deber, aduana, ayuda,subsidio, concesión o regalo gratuito, es básicamenteuna carga impuesta sobre los individuos, tanto deforma separada como conjunta, por el gobernante deturno, con el propósito de poder sufragar el consumoque se crea conveniente a sus expensas; en pocaspalabras, se trata de un obstáculo en el sentido literaldel término.0

Como parece que estas reflexiones tan fundamentales se

0 Jean Baptiste Say, A Treatise on Political Economy (New York: Augustus M. Kelley, 1964), pp. 446-47.

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han olvidado, o al menos no parecen tan obvias hoy día,permitidme, como mi primera tarea, presentar nuevamentela explicación y desarrollo praxeológico del argumentocentral de Say y su validez, y refutar en el proceso algunos“contraargumentos” populares que pretenden decir que losimpuestos no obstruyen la formación de la propiedad y lariqueza. A la luz de esta explicación general, demostraréentonces la falacia lógica fundamental en el análisisestándar de los libros de texto sobre los efectos de losimpuestos.

El hecho de que los impuestos—en primer lugar y deforma destacada—son y deben ser entendidos comomedios de destrucción de la propiedad y formación de lariqueza, procede de un simple análisis lógico de susignificado.

Los impuestos son una transferencia coercitiva y nocontractual de activos (que se da hoy día, aunque no deforma exclusiva, en la forma del dinero) y el valor que estosrepresentan, desde una persona o grupo de personas quetenían estos activos y que podrían haber obtenido unaganancia al poseerlos, a otro grupo, que pasa a poseerlos ya beneficiarse con ellos. ¿Cómo llegaron estos activos amanos de sus propietarios originales? Descartando quefuese fruto de otro acto impositivo, y teniendo en cuenta quesólo aquellos activos que aún no se han depreciadototalmente mediante actos de consumo (¡un recaudador deimpuestos no se lleva la basura de otro hombre sino susvaliosos activos!) pueden estar sujetos a impuestos, sóloexisten tres y sólo tres posibilidades: éstos llegaron a manosde la persona por haber percibido ésta ciertos bienesnaturales como escasos y haberse apropiado de ellos antesque otra persona; por haber sido estos producidos mediante

0 Ibíd., p. 446; sobre el análisis de los impuestos de Say véase Murray N. Rothbard, “The Myth of Neutral Taxation,” Cato Journal (Fall, 1981), esp. pp. 551-54.

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la labor personal a partir de ciertos bienes adquiridos; o através de una adquisición voluntaria y contractual de unapropiador o productor previo. Sólo a través de este tipo deactividades uno es capaz de adquirir e incrementar el valorde esos activos que puedan estar sujetos a gravamen. Losactos de apropiación original convierten algo que nadiehabía percibido como fuente de ingresos en un activo quelos proporciona; los actos de producción estánencaminados, por su propia naturaleza, a transformar unactivo menos valioso en otro que lo es más; y cadaintercambio contractual concerniente al cambio y redirecciónde ciertos activos de las manos de aquellos que valorabanmenos su posesión a esos que la valoran más.

De aquí se deduce que cualquier forma de impuestoimplica una reducción de los ingresos que una personapuede esperar obtener a partir de la apropiación original, dela producción o contratación, de algo. Dado que estasactividades requieren el empleo de medios escasos—almenos el tiempo y el uso del propio cuerpo—que podríanser usados para el consumo y/o el ocio, el coste deoportunidad de efectuar estas actividades aumenta. Lautilidad marginal de las actividades de apropiación,producción y contratación disminuye, y la del consumo y elocio aumenta. Así pues, habrá una tendencia a pasar arealizar estas últimas actividades en detrimento de lasprimeras.0

Así, al transferir de forma coactiva los activos aún noconsumidos a partir del productor (en el sentido amplio deltérmino incluyendo apropiadores y contratantes) a genteque no los ha producido, los impuestos reducen los ingresospresentes de los productores y su capacidad de consumo.

0 Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (Los Angeles: Nash, 1970), cap. 12.8; idem, Power and Market (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1977), cap. 4, 1-3.

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Más aún, estos reducen los incentivos para producir en elfuturo otros activos, reduciéndose así los ingresos yconsumo futuro de los bienes disponibles. Los impuestos noson sólo un castigo para el consumo que desincentiva losesfuerzos productivos; sino también un asalto contra laproducción misma como único medio de permitir unosingresos y consumo crecientes en el futuro. Al disminuir elvalor presente asociado con los esfuerzos productivosorientados hacia el futuro, los impuestos aumentan de modoefectivo el ritmo de las preferencias temporales, es decir,estos aumentan el ritmo del interés originario, y por tanto,conducen a un acortamiento del periodo de producción yprovisión, estimulando así una economía del día a día quese caracteriza por una vida de carencias y miserias. Si seaumenta lo suficiente los impuestos, es posible reducir a lahumanidad al nivel de bestias salvajes.

Aunque este argumento parezca tan directo, hay unaserie de objeciones populares contra él. Por ejemplo, desdeel lado de los economistas que falsamente conciben laeconomía como una ciencia empírica que produce tan soloexplicaciones hipotéticas que invariablemente deben sercomprobadas a través de la experiencia empírica parapoder ser validadas (análogo a la situación en las cienciasnaturales), se suele oír el siguiente argumento:Empíricamente, se ha comprobado que un aumento en elnivel impositivo normalmente ha venido acompañado de unaumento (y no caída) del PIB u otras medidas de mediciónde la producción; y por tanto, el razonamiento anterior,aunque plausible, debe ser considerado empíricamenteinválido. De hecho, algunos empiristas de este tipo van másallá y llegan a hacer la fuerte afirmación de que algunospaíses que han tenido de forma tradicional unos nivelesimpositivos y de vida más bajos, disfrutan ahora de unamayor riqueza gracias a la subida de los impuestos.

Ambas objeciones representan en verdad una meraconfusión. La experiencia no puede vencer a la lógica, y las

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interpretaciones de la evidencia observable que no estén deacorde con las leyes del razonamiento lógico no son unarefutación de éstas, sino el fruto de una mente confundida.(¿O daríamos por válido que alguien diga haber visto unpájaro que era rojo y no-rojo a la vez como refutación de laley de contradicción en vez de decir que son las palabras deun idiota?)

Respecto a la tesis más fuerte, no es más que una buenejemplo de la siempre atractiva falacia poster hoc ergopropter hoc. A partir de la observación y correlación deimpuestos crecientes y riqueza, se infiere que aumentar losimpuestos genera riqueza. Pero razonar así es tanconvincente como el argumento—justamente ridiculizadopor Say—de que el hecho de que los ricos consuman másque los pobres no implica que la causa de su riqueza sea suconsumo.0 Pero no obstante, dada la definición de consumo,es imposible que la causa de la riqueza resida en un mayorconsumo, sino en el hecho de haberse abstenido de élanteriormente y haberse dedicado a acciones que producíanvalor, así que a partir del significado de los impuestosllegamos a la conclusión de que el hombre no haprosperado debido a los impuestos, sino a pesar de ellos.

La tesis más débil—de que la experiencia refutaríacualquier indicio de que la relación entre impuestos yproducción sea negativa por necesidad—también yerra. Elrazonamiento praxeológico presentado arriba no niega loque los economistas de la vertiente empírica falsamenteinterpretan como una refutación. En esta discusión anterior,la conclusión fue que el efecto de los impuestos sematerializaba en una reducción relativa de activos valiosos—es decir, en una reducción si se compara con el nivel deproducción que se habría logrado si no hubiese habidoimpuesto alguno, o si no se hubieran subido los tiposfiscales. No hemos dicho nada acerca del nivel absoluto de

0 Véase Say, A Treatise on Political Economy, p. 448.

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producción de activos valiosos. De hecho, el crecimientoabsoluto del PIB no sólo es compatible con nuestro análisispraxeológico previo, sino que también puede ser visto comoun fenómeno totalmente normal siempre que los avances enla producción sean posibles y tengan lugar. Si hemos sidocapaces, a través de las mejoras en la tecnología de laproducción, de producir una mayor cantidad de bienesempleando los mismos recursos (en términos de costes), uobtener una misma producción a partir de menoresrecursos, entonces la coincidencia de unos mayoresimpuestos y un aumento en la producción de activosvaliosos no habría de sorprender. No obstante, esto noafecta a la validez de lo que se ha dicho sobre elempobrecimiento relativo causado por los impuestos. Dadoun estado de conocimiento tecnológico, que pueda cambiarcon el tiempo, y siendo los impuestos lo que son (un castigoa los esfuerzos que producen valor), el nivel productivo debeser menor que el que se habría logrado con el mismoconocimiento, o con menos o ningún impuesto. Los estudiosestadísticos son irrelevantes aquí: no pueden ayudar areforzar este argumento, ni ser empleados para debilitarlo.

Otra objeción teórica que disfruta de mucha popularidades que imponer o subir los impuestos conduce a unareducción de los ingresos derivados de los activos sujetos alos mismos; que esta reducción aumenta la utilidad marginalde tales activos en comparación a otras actividades ; y portanto, en vez de disminuirla, los impuestos de hechoincentivan la producción. Para el caso ya conocido de cobrarimpuestos por los activos monetarios, esto es lo mismo quedecir que los impuestos reducen los ingresos, lo cualaumenta la utilidad marginal del dinero, lo que a su vezaumenta el incentivo para obtener mayores rendimientosmonetarios. Este argumento así planteado, es cierto. Noobstante, es un error pensar que invalida la tesis delempobrecimiento relativo que he descrito. En primer lugar,para ser justos, debemos decir que incluso si fuese cierto—

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como el argumento que acabo de presentar parece indicar,aunque falsamente como veremos—que aumentar losimpuestos no conducen a una producción relativamentemenor de activos valiosos sino que da lugar a un incrementoproporcional de fanáticos del trabajo, seguiría siendo el casode que los ingresos de los individuos productivos han caído.Incluso si producen lo mismo que antes, pueden hacerlosólo porque emplean más trabajo en ello. Dado que trabajarmás implica renunciar al ocio o al consumo (que habríandisfrutado junto con la misma producción de activosvaliosos), su nivel de vida en general sería también menor.0

Ahora parece evidente por qué es erróneo asumir que losimpuestos puedan no afectar a la producción de activosvaliosos y atacar únicamente al consumo. Si los impuestosreducen los ingresos personales (que incluyen los derivadosdel consumo presente y ocio), y dado el hecho universal dela preferencia temporal, esto es, que los actores humanosprefieren invariablemente los bienes presentes sobre losbienes futuros (que no pueden vivir sin consumircontinuamente y que pueden involucrarse en procesosproductivos más largos e indirectos sólo si se ha hechoacopio de los bienes de consumo necesarios durante elperiodo de espera correspondiente), entonces se deducecon necesidad que la tasa de preferencia temporal efectivade una persona debe aumentar mediante los impuestos (lano utilidad de esperar debe verse incrementada), y que setendrá que acortar la estructura de producción encomparación a la que se habría preferido escoger.Igualmente, su producción de activos valiosos disponiblesen el futuro tendrá que ser menor de la que habría sido ensu lugar. Si con menores o nulos impuestos sus ingresoshubiesen sido mayores y siendo dada su tasa depreferencia temporal (la que sea en un momento dado),estos se habrían invertido en procesos productivos menos

0 Véase Rothbard, Power and Market, pp. 95f.

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cortoplacistas. Y como consecuencia de ello, la rentabilidadde esos activos habría sido relativamente mayor en elfuturo.0

El error en la tesis de que los impuestos tienen un efectoneutral en la producción radica en el hecho de que no setiene en cuenta las preferencias temporales del individuo. Elargumento que estamos analizando ahora acierta en granmedida al señalar que los impuestos contienen dosaspectos o vertientes: por un lado incitan al ocio y aconsumir y desincentivan el trabajo; y por otro lado, se trata

0Uno puede objetar aquí que los impuestos recaudados llegarán amanos de alguien—a los funcionarios del gobierno o a laspersonas que reciban ingresos del Estado—, que los ingresos deestas personas se verán aumentados, resultando así en unamenor tasa de preferencia temporal efectiva para estas personasy que, por tanto, compensaría el aumento de esta tasa por el ladode los contribuyentes, con lo que se deja la estructura deproducción invariante. Tal razonamiento, no obstante, escategóricamente erróneo: En lo que respecta al gasto público, nopuede considerarse una inversión. En su lugar, sólo se trata deconsumo. Como explica Rothbard,En cualquier tipo de economíabasada en la división del trabajo, los bienes de capital se fabrican, no paradisfrute del inversor, sino para usarlos en la fabricación de bienes demenor orden, y, eventualmente, de bienes de consumo. En breve, unacaracterística del gasto en inversión es que el bien en cuestión no se usapara satisfacer las necesidades del inversor, sino las de otra persona—elconsumidor. Y sin embargo, cuando el Gobierno resta recursos a laeconomía del sector privado, lo hace desafiando los deseos de losconsumidores; y cuando el Gobierno invierte en algún bien, lo hace paraservir los designios del funcionariado, y no el de los consumidores. (Man,Economy and State, pp. 816-17)

Así pues, el gasto gubernamental, por definición, no alarga de hecho laestructura productiva o ayuda a contrarrestar el aumento de la tasa depreferencias temporales en los contribuyentes—Por otro lado,

Es cierto que parte de las transferencias del Gobierno (incluyendo lossalarios de los burócratas y subsidios de grupos privilegiados) seahorrarán e invertirán. Estas inversiones, no obstante, no representarán lavoluntad de los consumidores, sino que serán inversiones en áreas de laproducción que no serán deseadas por los consumidores... Una vez quese elimina el impuesto, …estas inversiones creadas a partir de lasdemandas de los grupos de interés se revelarán a sí mismas como malasinversiones. (Power and Market, p. 98)

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del efecto que estos tienen sobre los ingresos al aumentar lautilidad marginal del activo sometido a impuestos. Noobstante, es erróneo interpretar esto de forma simple ycomo una mezcla de señales contradictorias—una en contray otra a favor—tal que uno no pueda decir nada de formacategórica sobre los efectos de los impuestos en laproducción, lo que obliga a situar la pregunta de si con losimpuestos se consigue producir una cantidad mayor omenor de activos valiosos en un ámbito exclusivamenteempírico.0 Porque de hecho, la señal que lanzan losimpuestos al exterior no es contradictoria en absoluto unavez que se reconoce el hecho de que ésta se envía apersonas que están limitadas de forma invariable por suspropias preferencias temporales. Para tales actores, no sóloexiste la alternativa de trabajar y no trabajar, sino deproducir un activo valioso empleando más o menos tiempoen ello. Invariablemente, deben también elegir entre obtenerun activo rápida y directamente, dedicando poco tiempo,pero a costa de tener que recurrir a métodos menos

Es así que, las transferencias no pueden compensar frente al hecho deque los contribuyentes acorten la estructura productiva. Tales gastos sóloaumentan la estructura de la mala producción. “Se mire como se mire”concluye Rothbard,

la cantidad consumida por el Gobierno asegura que el efecto de losimpuestos sobre la renta será el de aumentar la tasa de preferenciastemporales y reducir el ahorro y la inversión. (Ibíd., p. 98)

0Para tales ejemplos de estudios empíricos—irrelevantes—respecto a la importancia relativa de los efectos sobre los ingresos y la producción, véase George F. Break, “The Incidence and Economic Effects of Taxation,” in The Economics of Public Finance (Washington, D.C.: Brookings, 1974), pp. 180ff.; A.B. Atkinson and Joseph E. Stiglitz, Lectures on Public Economics (New York: McGraw Hill, 1980), pp. 48ff.; Stiglitz, Economics of the Public Sector (New York: Norton, 1986), p. 372.

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eficientes de producción (el famoso pescador que decideusar sus manos desnudas para obtener hoy en lugar derenunciar a este consumo para crear bienes del capital) uobtenerlo a través de métodos de producción másproductivos, pero teniendo que esperar más (el pescadorque, atraído por los ingresos futuros difiere su consumopresente y construye primero una red).

No obstante, dadas estas alternativas, el mensaje quetransmiten los impuestos es totalmente inequívoco, y estáfuera de toda duda que el efecto de sustitución nocompensa frente el efecto que se tiene sobre los ingresos: sino sólo existe la opción de tener algo y no tenerlo, sino quetambién se puede tener algo menos de una cosa ahora omás de ella después, el mensaje doble de los impuestos esfácilmente integrable y traducido en este otro: ¡reducid eltiempo de espera! ¡Acortad los métodos indirectos deproducción! Al hacerlo, los activos valiosos serán obtenidosantes y en línea con su mayor utilidad marginal. De igualmanera, al acortar el periodo de espera, se tiene mástiempo para el ocio. Al reducir la duración de los métodosindirectos de producción, se armonizan ambos efectosaparentemente contradictorios. En contra de cualquierargumento que diga que los efectos de los impuestos sobrela producción son “neutrales”, la consecuencia de cualquieracortamiento de los métodos de producción indirectosredunda en una menor producción. El precio queinvariablemente debe pagarse por los impuestos y por cadaaumento de los mismos es una producción reducidacoercitivamente que a su vez reduce el nivel de vida entérminos de activos valiosos disponibles para consumofuturo. Cada acto impositivo necesariamente incita aabandonar procesos muy productivos y altamentecapitalizados y nos acerca a una situación de miseria.

No es difícil ilustrar la validez de estas conclusiones siuno considera el caso típico de los impuestos sobre losactivos monetarios. Tales activos sólo pueden adquirirse y

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mantenerse debido al hecho de que puedan comprarseotros activos valiosos con ellos en el futuro. Estos no tienenvalor de uso por sí mismos (es el caso del papel monedaFiat), o su valor de uso es insignificante en comparación asu valor de cambio (como es el caso del patrón oro donde eldinero también tiene un—aunque pequeño—valor comorecurso). En vez de esto, el valor que se les da es debido asu poder de compra futura. Y sin embargo, si el valor deldinero consiste en representar otros bienes futurosdisponibles, los efectos de los impuestos sobre la rentaparecen claros. Más importante aún, junto con el aumentode la utilidad marginal del ocio o el consumo, tal impuestoaumenta también la utilidad marginal de dichos bienesfuturos. Este cambio en la constelación de incentivos setraduce para un actor concreto, en más intentos de obtenerdichos bienes más rápido, en procesos de tiempo queconsuman menos tiempo. Los únicos procesos deproducción que son sistemáticamente más cortos que losencaminados a obtener activos futuros de forma indirecta,vía la adquisición intermedia de dinero, son aquellosconsistentes en adquirir activos por medio de intercambiosdirectos. Así, los impuestos implican que el trueque irásustituyendo progresivamente al método indirecto y máslargo de los intercambios con dinero. Pero una vez más,emplear cada vez más el trueque es una regresión alprimitivismo y barbarismo económico. Fue precisamente lapoca producción obtenida a partir de un sistema orientado altrueque lo que hizo que la humanidad saliese de esta etapay pasase a emplear un sistema de producción queestimulaba en su lugar los intercambios indirectos que, sibien requieren de un periodo de espera más largo, tambiénredundan en una mayor cantidad de activos disponibles.Cada acto impositivo significa un paso coactivo hacia atrásen este proceso. Reduce la producción, reduce la extensiónde la división del trabajo, y conduce a una disminución de laintegración social y económica de las personas (la cual,

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dicho sea de paso, no podría haberse extendido por el globode no ser gracias a la institución del dinero que facilita estetipo intercambios monetarios indirectos).

Además, la tendencia general hacia la adopción deintercambios directos en vez de indirectos causados porcada sustracción coactiva de fondos tiene importantesconsecuencias respecto a los métodos de obtener el propiodinero. Igual que con el caso de activos no monetarios, lamayor utilidad marginal del dinero junto con la del ocio yconsumo hacen relativamente más atractivo el obtenerdinero de una forma tal que se consuma menos tiempo. Envez de adquirirlo a cambio de esfuerzos productivos queproduzcan valor, es decir, dentro de un marco deintercambios mutuamente beneficiosos, los impuestosaumentan el incentivo a adquirir más de forma más rápida ydirecta, sin tener que recurrir a largos y tediosos procesosindirectos como son producir y contratar. Por un lado, estosignifica que uno intentará aumentar los activos monetariospropios simplemente escondiéndolos del recaudador. Porotro, surgirá una tendencia a apropiarse del dinero a travésde la confiscación coactiva—sea de la forma ilegal llamada

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robo, o legalmente, participando en el juego llamadopolítica.0

Habiendo completado este análisis económico general delos efectos de los impuestos, de los cuales los redactores delibros de texto de economía de hoy día no dicen casi nada,permitidme ahora ocuparme de lo que dicen sobre losefectos de los impuestos desde el punto de vista de laincidencia de los mismos. A la luz de nuestro análisis previo,será fácil detectar el craso error en que descansan talesargumentos. De hecho, no es una sorpresa caer en el erroral tratar de aspectos específicos si uno no se ha molestadoen estudiar los aspectos básicos del asunto.

La explicación típica sobre la incidencia de los impuestos,que normalmente se ejemplifica como gravámenes que se

0Aquí se hace nuevamente evidente lo que a se ha explicado en la nota 7: por qué es un error fundamental pensar que los impuestos pueden tener un efecto “neutral” en la producción tal que cualquier efecto “negativo” sobre los contribuyentes se vea compensado con un efecto “positivo” sobre los que gastan esos impuestos. Lo que no se tiene en cuenta en este tipo de razonamiento es que los impuestos no sólo favorecen a los no productores a costa de los productores, sino que también cambia, tanto para los productores como para los no productores, el coste asociado a las diferentes formas de obtener ingresos, haciendo relativamente menos costoso obtener ingresos adicionales a través de medios no productivos, es decir no produciendo más bienes sino participando en el proceso de adquisición no contractual de los bienes ya producidos. Si se aplica tal estructura de incentivos a una población dada, entonces la estructura de producción necesariamente se acortará, y se producirá una disminución en la producción de bienes. Véase sobre esto a Hans-Hermann Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1989), cap. 4.

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imponen sobre la venta, es como sigue:0 Imaginémonos quese imponga un impuesto sobre la venta. ¿Quién debesoportar la carga de que se deriva de ello? Se dice—y notengo intención de disputar la validez de esto—que en unsentido no puede haber duda alguna de que losconsumidores deben hacerlo, e invariablemente lo hace.Sean cuales sean las condiciones específicas de talimpuesto, o bien los consumidores tendrán que pagar unprecio más alto por los mismos bienes y su estándar de vidase verá reducido por ello, o bien será el caso de que elimpuesto imponga costes más altos de producción a losproductores, y los consumidores se verán castigados conuna menor producción. No obstante, y aquí es dondemostraremos nuestro desacuerdo, se argumenta que lacuestión de descubrir la manera en la que el impuestoperjudica al consumidor—tanto si es por un mayor coste ouna menor producción—ha de ser empírica, y estarespuesta dependerá de la elasticidad de la demanda de losbienes sujetos a impuestos. Si la demanda es losuficientemente inelástica, los productores cargarán todo elimpuesto a los consumidores subiendo los precios. Si éstaes lo suficientemente elástica, los productores tendrán queabsorber el impuesto en forma de costes de producción másaltos, y si alguna sección de la curva de la demanda esinelástica y otra elástica (supuestamente este es el caso

0Véase por ejemplo William Baumol and Alan Blinder, Economics: Principles and Policy (New York: Harcourt BraceJovanovich, 1979), pp. 636ff.; Daniel R. Fusfeld, Economics:Principles of Political Economy, 3rd ed. (Glenview, Ill.: Scott, Foresman, 1987), pp. 639ff.; Robert Ekelund and Robert Tollison, Microeconomics, 2nd ed. (Glenview, Ill.: Scott, Foresman, 1988), pp. 463ff. And 469f.; Stanley Fisher, Rudiger Dornbusch, and Richard Schmalensee, Microeconomics, 2nd ed. (New York: McGraw Hill, 1988), pp. 385f.

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más común empíricamente) entonces la carga deberá sercompartida, recayendo parte de ella en el productor y parteen el consumidor.

¿Dónde está el error en este tipo de argumento? Si bienestá expresado en términos diferentes de los usados en mianálisis anterior, no es difícil darse cuenta de quesimplemente éste enuncia de forma diferente, a un nivel sicabe aún más específico, lo que ya ha sido demostradocomo falso desde un punto de vista más general: la tesis deque los impuestos pueden o no reducir la producción; queno hay conexión entre los impuestos y la producción; y elhecho de que se deba considerar empíricamente si losimpuestos afectan sólo al consumo pero no a la producción.Asumir, como hacen los libros de texto, que el efecto de losimpuestos descanse total o parcialmente en losconsumidores, es como decir que los impuestos no afectannegativamente a la producción. Pues si fuera posible desviarel efecto que cualquier cantidad pagada de impuestos tienehacia el consumidor, tal suma representaría un “impuestosobre la no-producción,” es decir, un impuesto que sólo seda sobre el consumo.0

Para refutar este típico análisis de los libro de texto, unono tiene más que regresar a nuestra discusión previa yrescatar la conclusión, cualquiera que sea el tipo de cargaque se imponga a los individuos, que a su vez se hayan enparte limitados por sus propias preferencias temporales, deque los impuestos tienen que afectar negativamente a laproducción; por no hablar de las consecuencias negativasque los impuestos puedan tener sobre el consumo. Noobstante, elegiré una ruta argumentativa algo distinta aquípara decir esencialmente lo mismo y, por tanto, establecer latesis más específica que habla de la imposibilidad decosificar el efecto de los impuestos en el consumidor

0Sobre la imposibilidad de un impuesto puro sobre el consumo véase a Rothbard, Power and Market, pp. 108ff

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aislado. Asumir lo contrario es del todo imposible.La absurdez de la doctrina que centra los efectos de los

impuestos en el consumidor se hace patente cuando unointenta aplicarla al caso de un único actor quecontinuamente actuase como productor y consumidor. Paratal productor-consumidor, la doctrina se resume en: si unose enfrentase a un aumento en los costes de obtener algúnbien futuro—es decir, un incremento que se perciba comoun incremento de los costes de producción—el consumidordesviará esos costes adicionales hacia sí mismo pero acosta de otorgar un valor mayor al bien obtenido, restandoasí su anterior margen de beneficios, dejando su rol comoproductor invariante, y requiriendo ajustes restrictivos en supapel de consumidor. O dicho de manera más drástica, enlo que respecta a sus esfuerzos productivos, un impuesto nosignifica nada para un individuo, ya que a éste empieza agustarle más el bien aún por producir.

Un simple razonamiento revela cómo lo que genera estaabsurdez es una confusión conceptual fundamental: ladoctrina de dirigir los efectos del impuesto hacia elconsumidor surge de no reconocer que en el análisis sedebe asumir que la demanda está dada—y esto debe serasumido porque de hecho está dada en cualquier punto deltiempo. Cualquier análisis que olvide esto es defectuoso,porque si asumimos que la demanda ha cambiado,entonces todo es posible: la producción puede crecer,decrecer o no variar. Si soy un productor de té y hay unimpuesto sobre ello, y se asume que la demanda del téaumentará, entonces no cabe duda de que es posible que lagente esté dispuesta a pagar un precio más alto por el téque antes. Pero esto no se debe porque el cliente asuma elefecto de los impuestos, sino por causa de un cambio en lademanda. Presentar esta posibilidad porque se dencorrelaciones con la incidencia de los impuestos es unsinsentido: el análisis refleja más bien cómo los precios seven afectados por los cambios en la demanda y no tiene

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nada que ver con los efectos en los impuestos. La confusiónaquí es tan grande como la que surgiría si alguien tratara derefutar el hecho de que “al añadir una manzana a otramanzana se obtienen dos manzanas” diciendo “mira, heañadido otra manzana, y no hay dos sino tres manzanas”.Este tipo de inconsistencias son difíciles de digerir cuandose trata de matemáticas; pero en economía se considera laortodoxia a algo tan absurdo.

Y sin embargo, si uno asume que la demanda está dadacuando se intenta responder a la pregunta de si un impuestopuede dirigirse en exclusividad al consumidor, cadaimpuesto debe interpretarse como un evento que sólo afectaa la oferta: reduce la oferta a disposición de losdistribuidores.0 Cualquier otra conclusión sería equivalente anegar lo que se ha asumido desde el principio—que losimpuestos se imponen y que este aspecto es percibidocomo tal por los productores. Decir que sólo la curva de laoferta varía cuando se recaude un impuesto (mientras quela curva de la demanda se queda igual) es decir nada más ynada menos que toda la carga impositiva es absorbida enverdad por los fabricantes. Uno puede estar seguro de queun desplazamiento hacia la izquierda de la curva de la ofertacausaría una subida de precios y que los consumidoressaldrían perjudicados al tener que pagar unos precios másaltos por los mismos productos, pudiendo permitirse así unamenor cantidad de bienes a ese precio.0 Pero algo que

0Baumol y Blinder, Economics: Principles and Policy, p. 636,presenta la curva de demanda como variable debido a los impuestos.

0Para evitar cualquier malentendido: hasta ahora los análisis de los libros de texto sobre la incidencia de los impuestos que señalan este hecho están por supuesto en locierto. Es la interpretación que hacen de este fenómeno la que se fundamenta a partir de una confusión!

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debemos recordar es que todo consumidor se verá afectadode forma invariable por los impuestos. No obstante, es unerror pensar que este precio más alto represente unatransferencia de la carga impositiva desde los productoreshacia los consumidores. En su lugar, los consumidoressalen perjudicados “sólo” a través del daño hecho a losproductores quienes, a pesar de los precios más altos de lossuministros que necesitan, deben cargar con ello.0 Unodebe de preguntarse por qué, si es cierto que losempresarios pueden de hecho desviar cualquier cantidad dela carga fiscal hacia los consumidores, estos no lo habríanhecho ya imponiéndose voluntariamente un impuesto a símismos ¡en lugar de esperar a que llegue el impuestoinvoluntario! La respuesta es clara: En todo momento, es lademanda la que determina la actividad de fijación de preciosdel empresario. El precio puesto por un empresario se fijacon la expectativa de que un precio más alto del escogidodé lugar a unos ingresos menores. Pues si el empresariohubiese esperado mayores ingresos subiendo los precios,éste ya lo habría hecho sin lugar a dudas. Mientras unempresario espere que la demanda sea inelástica a pesarde la subida de precios, es lógico pensar que éste seaproveche de ello escogiendo los más altos. El empresariosólo dejara de subir los precios y elegirá uno en concreto sicambian sus expectativas y anticipa que la curva de lademanda es más bien elástica por encima de tales precios.Estas expectativas respecto a las partes elásticas einelásticas de la curva de demanda no cambian para nadacuando el empresario se enfrenta a los impuestos. Lo quese espera ahora es que si sube el precio se produciránpérdidas. Y esto impide defender la idea de que elempresario pueda escapar de la carga de los impuestos. Dehecho, si como consecuencia de la oferta reducida el precioaumenta, este movimiento hacia arriba será relativo a la

0Véase Rothbard, Man, Economy, and State, p. 809.

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parte elástica de la curva de la demanda, por lo que elempresario deberá pagar todos los costes en forma de unosmenores ingresos. Cualquier otra conclusión es errónea.Sólo si el empresario espera que ocurra un cambio en lademanda junto con una subida de impuestos podría éstecambiar su precio sin incurrir en pérdidas. Si el empresarioesperase un aumento de la demanda, por ejemplo, tal queahora habrá una parte inelástica en vez de elástica en lacurva de la demanda por encima del precio actual, éstepodrá subirlo sin castigo. Aquí no se trata de que elempresario esté de hecho pasando el coste adicional de losimpuestos a los consumidores. Esto se debe más bien a unincremento de demanda. Con o sin impuesto, el empresariohabría actuado de la misma manera. El impuesto no tieneque ver con los cambios de precio. En cualquier caso, elimpuesto debe ser pagado exclusivamente y de formacompleta por los fabricantes de productos por los que sepagan impuestos.0

II.

No hay duda de que, entonces, los impuestos siemprereducen la producción, y con ella, el nivel de vida de losconsumidores. No hay forma de huir de la conclusión de quelos impuestos son un medio de obstrucción a la formaciónde la riqueza y que crea, por tanto, un empobrecimiento

0Si un impuesto no afectase a la oferta en absoluto, tal y como puede ocurrir a corto plazo, entonces se deduce del análisis anterior que el precio no cambiará en absoluto, ya que al subirlo en respuesta al impuesto con ello se llevaría alprecio a una región elástica de la curva de la demanda. A largo plazo la oferta tendrá que ser reducida de forma relativa y los precios caerán en esta región. En cualquier caso, aquí no se produce ninguna desviación de las cargas al consumidor. Véase Rothbard, Man, Economy, and State, pp. 807ff.; idem, Power and Market, pp. 88ff.

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relativo.Esto me lleva a mi segundo tema: los aspectos

sociológicos de los impuestos. Si los impuestos son uninstrumento para la destrucción de la formación de capital,entonces surge de forma inmediata la acuciante cuestión decómo explicar que haya impuestos; que cada vez estossean mayores; que hayamos experimentado, en particulardurante los últimos cien años, un incremento progresivo, nosólo absoluto sino, también relativo, de los impuestos; y quelas instituciones que lideran este proceso, los estados-impuesto del Mundo Occidental, hayan asumidosimultáneamente posiciones cada vez más poderosas en elámbito de la política internacional, dominando cada vez másal resto del mundo.

Con estas preguntas uno deja el reino de la teoríaeconómica. La economía responde a la cuestión “¿Cuálesson las consecuencias de introducir un impuesto?” Y deducela respuesta de un entendimiento conjunto del significado dela acción humana y la recaudación de impuestos como untipo particular de acción. ¿Por qué son los impuestos elobjeto de la psicología, la historia o la sociología? LaEconomía, o más bien, la praxeología, reconoce que todaslas acciones están determinadas por ideas, correctas oincorrectas, buenas o malas. Pero no intenta explicar cuálesson estas ideas y cómo la gente llega a ellas o las cambia.En su lugar, asume que están dadas e intenta explicar lasconsecuencias lógicas que surgen de actuar sobre ellas,sean cuales sean. La Historia y la Sociología se preguntancuáles son estas ideas, cómo llega la gente a hacerlas

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suyas y por qué ésta actúa de la manera en la que lo hace.0

En un nivel más abstracto, la respuesta a la pregunta depor qué cada vez hay más impuestos es: la causasubyacente para esto es un lento pero dramático cambio enel ideal de justicia que ha tenido lugar en la opinión pública.

Permitidme explicar esto. Uno puede adquirir propiedadmediante la apropiación originaria, producción ycontratación, o mediante la expropiación y explotación delos productores o contratantes. No hay otra manera.0 Ambosmétodos son consustanciales al hombre. Junto con laproducción y la contratación siempre ha habido un procesode adquisiciones de propiedad no productivo ni contractual.De la misma manera en la que las empresas productivas

0Hacer esta distinción entre economía e historia o sociología no es decir, por supuesto, que la economía no sea importante para estas disciplinas. De hecho, la economía es indispensable para las demás ciencias sociales. Mientras que lo contrario no es el caso, la economía puede ser desarrollada y avanzada sin conocimiento histórico o sociológico. La única consecuencia de hacerlo es que tal economía no sería muy interesante, porque estaría escrita sin considerar ejemplos reales de aplicación (como si uno fuese a escribir sobre los aspectos económicos de los impuestos sin que hubiese habido ningún caso en la historia), y formularía lo que no puede ocurrir en el mundo social, o lo que ocurriría si se cumplen ciertas condiciones. Así, cualquier explicación histórica o sociológica está lógicamente constreñida por las leyes de la teoría económica, y cualquier caso de violación de éstas porparte de un historiador debe ser tratada como una confusión. Sobre la relación entre teoría económica e historia véase Ludwig von Mises, Theory and History (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1985); Hans-Hermann Hoppe, Praxeology and Economic Science (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988).

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pueden convertirse en grandes firmas y corporaciones, elnegocio de expropiar y explotar puede expandirse yconvertirse en gobiernos y estados.0 Que los impuestoscomo tales existan y que haya una tendencia hacia unamayor cantidad de impuestos no deberían ser una sorpresa,ya que el apropiarse de algo de forma no productiva nicontractual es a algo tan antiguo como el conceptos deproducción y todos—el explotador ciertamente no menosque el productor—prefiere unos ingresos más altos y otrosmás bajos.

La pregunta decisiva es esta: ¿Qué controla y restringe eltamaño y crecimiento de dicho negocio?

Debería estar claro que las restricciones al tamaño de lasfirmas en el negocio de expropiar a productores ycontratantes son categóricamente diferentes de aquellasque limitan el tamaño de las firmas involucradas enintercambios productivos. A diferencia de lo enunciado por laescuela de la elección pública, el gobierno y las empresas

0Véase Franz Oppenheimer, The State (New York: Vanguard Press, 1914) esp. pp. 24-27; Rothbard, Power andMarket, cap. 2; Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism, cap. 2.

0Sobre la teoría del estado véase, además de las obras citadas en la nota 17 Herbert Spencer, Social Statics (New York: Schalkenbach Foundation, 1970); Auberon Herbert, The Right and Wrong of Compulsion by the State (Indianapolis: Liberty Fund, 1978); Albert J. Nock, Our Enemy, the State (Tampa, Fla.: Hallberg Publishing, 1983); Murray N. Rothbard, For a New Liberty (New York: Macmillan, 1978); idem, The Ethics of Liberty (Atlantic Highlands, N.J.: Humanities Press, 1982); Hans-Hermann Hoppe, Eigentum, Anarchie und Staat (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1987); Anthony de Jasay, The State (Oxford: Blackwell, 1985).

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privadas no llevan a cabo el mismo negocio. Ambos sehallan involucrados en tipos de operacionescategóricamente diferentes.0

El tamaño de una empresa productiva está limitado, deun lado, por la demanda de los consumidores (que imponeun límite definido a los ingresos totales que se puedenobtener) y por otro lado, por la competición con otrosproductores, que continuamente fuerza a cada firma aoperar con los costes más bajos posibles si quierepermanecer en el negocio. Para que una empresa crezcaen tamaño, debe satisfacer las necesidades del consumidormás urgentes de la forma más eficiente. Sólo las comprasvoluntarias sostienen el tamaño de estas empresas yagrupaciones.

Las limitaciones en otro tipo de firma, el Gobierno o elEstado, son totalmente diferentes. Por un lado, es absurdo

0Esta idea central de la escuela de la elección pública ha sidoexpresada por sus máximos exponentes como sigue:Tanto larelación económica como la política representan la cooperación por partede dos o más individuos. El mercado y el Estado son ambos mecanismosa través de los que la cooperación se hace posible y se organiza. Loshombres cooperan a través del intercambio de bienes y servicios enmercados organizados, y tal cooperación implica una ganancia mutua. Elindividuo entra en una relación de intercambio en la que persigue supropio interés al ofrecer un producto que beneficia directamente alindividuo en el otro lado de la transacción. Básicamente, la acción políticao colectiva desde el punto de vista individualista del Estado es la misma.Dos o más individuos encuentran provechoso unir fuerzas para lograrciertos propósitos comunes. En un sentido real, “intercambian” y dedicanrecursos a la construcción del bien común. (James M. Buchanan andGordon Tullock, The Calculus of Consent [Ann Arbor: University ofMichigan Press], p. 192)

Ciertamente, lo más fascinante de esta “nueva teoría de la política” esque la gente la toma en serio. Citando a Joseph A. Schumpeter:

La teoría que explica los impuestos como analogía de la cuota de un clubo la compra de un servicio, digamos, de un médico, sólo prueba cuánapartada está esta parte de las ciencias sociales de los hábitos mentalescientíficos. (Capitalism, Socialism and Democracy [New York: Harper,1942], p. 198)

Y H.L. Mencken tiene esto que decir respecto a una tesis como la deBuchanan y Tullock:

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decir que su tamaño esté determinado por la demanda en elmismo sentido que el tamaño de una empresa privada estádeterminado por la misma. Uno no puede decir, por másimaginación que uno tenga, que los apropiadores,productores y contratantes que deben desprenderse departe de sus activos en favor de un gobierno hayan pedidosus servicios. En su lugar, deben ser obligados a aceptarlo,y esto es prueba conclusiva del hecho de que este serviciono tiene demanda en absoluto. Así, la demanda no puedeconsiderarse un límite al tamaño del Estado. De hecho, elEstado crece en abierta contradicción con la demanda.

El Estado no está constreñido de la misma manera por lacompetición que las empresas privadas. A diferencia deestas firmas, el Estado no tiene por qué mantener costes deoperación al mínimo, sino que puede operar a mayorescostes al poder transferirlos a sus competidores vía losimpuestos o las regulaciones. Así, el tamaño del Estadotampoco puede considerarse como limitado por lacompetición de los costes. De hecho, el Estado crece apesar del hecho de que no sea rentable.

Esto, no obstante, no implica decir que el tamaño delEstado no tenga límites y que todas las fluctuacioneshistóricas del tamaño de los estados sean aleatorias. Tan

El hombre de a pie, sean cuales sean sus errores, al menos veclaramente que el gobierno es algo situado fuera de la generalidad deotros hombres—que es un poder separado, independiente y a veceshostil, sólo parcialmente bajo su control y capaz de hacerle gran daño...¿Constituyes un hecho irrelevante el que la gente considere que robar algobierno sea un crimen de menos magnitud que robar a un individuo o auna empresa?... Cuando se roba a un ciudadano, un hombre valioso esprivado de los frutos de su labor y sacrificio, cuando es el gobierno quiensufre el robo lo que ocurre es que ciertos bribones y holgazanestienen menos dinero para jugar del que tenían antes. Nunca se alberga lanoción de que ellos han ganado ese dinero. Son simplemente granujasque por accidente tienen un dudoso derecho a una parte de los ingresosde los demás. Cuando esa parte es disminuida por parte de las empresas,tal negocio es, en general, encomiable. (A Mencken Chrestomathy [NewYork: Vintage Books, 1949] pp. 146-47)

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sólo afirmo que las limitaciones de la firma “gobierno” son deotro tipo.

En vez de verse limitado por el coste y la demanda, elcrecimiento de una firma explotadora se haya constreñidopor la opinión pública:0 Este tipo de empresa no recibeapoyo voluntario, sino que por su propia naturaleza empleala coacción. En el otro lado de la misma moneda, lacoacción implica crear víctimas, y las víctimas no sonpartidarias del Estado sino que se resisten activa opasivamente al crecimiento del mismo. Es concebible queesta resistencia pueda ser destruida por la fuerza en el casode que un hombre, o un grupo de hombres, explote a otrohombre, o otro grupo del mismo tamaño. No es concebible,no obstante, imaginar que sólo la fuerza pueda eliminar laresistencia en el caso típico de pequeñas minoríascontrolando sus negocios de expropiar y explotar a unapoblación de decenas, centenas o miles de veces sutamaño.0 Para que esto ocurra, tal firma debe tener apoyopúblico además de poder disponer de su fuerza coactiva.

0Véase Murray N. Rothbard, “The Anatomy of the State” in idem, Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays (Washington, D.C.: Libertarian Review Press, 1974),esp. pp. 37-42.

0Podría pensarse que el Gobierno puede lograr tal hazaña simplemente mejorando su armamento: amenazando con bombas atómicas en vez de pistolas y rifles, por así decirlo. Sin embargo, dado que siendo realistas uno debe asumir que los métodos de fabricación de tal armamento mejorado difícilmente pueden mantenerse en secreto, especialmente si llegan a usarse, entonces el uso estatal de mejoras en el armamento para instigar terror en sus víctimas hará que los medios de los que las víctimas disponen mejoren también. Así pues, tales avances deben ser descartados como una explicación de lo que va a explicarse.

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Una mayoría de la población debe aceptar sus operacionescomo legítimas. Esta aceptación puede variar desde elentusiasmo activo hasta la resignación pasiva. Pero debehaber aceptación en el sentido de que la mayoría debehaber abandonado la idea de resistir activa o pasivamenteante cualquier intento de adquirir propiedades de forma noproductiva o contractual. En vez de indignarse ante talesacciones, de mostrar desprecio por aquellos que seinvolucran en ellas, y no hacer nada para ayudarles a teneréxito (por no hablar de obstruir activamente su labor), debede haber una mayoría que los apoye activa o pasivamente.Sólo desde esta óptica puede explicarse cómo la minoríagobierna a la mayoría. Una opinión pública favorable alEstado debe contrabalancear la resistencia de lospropietarios victimizados hasta el punto de que la resistenciaactiva parezca fútil.

La opinión pública también impone un límite al tamañodel Estado en otro sentido. Cada firma del negocio deexpropiación a gran escala de propiedad debe aspirar demodo natural a establecerse como monopolio en unterritorio definido, ya que uno sólo puede prosperar en talnegocio mientras haya algo que expropiar. No obstante, sise permite la competición en el negocio de expropiar,entonces no habría nada que coger. Así que, parapermanecer en el negocio, uno debe poder establecersecomo monopolio.

Incluso si no hay competición interna, aún existe lacompetición entre gobiernos operando en territoriosdiferentes y esta competición impone severos límites altamaño del Estado. Por otro lado, esto abre la posibilidad deque la gente vote con los pies contra un gobierno yabandone su territorio si percibiese otros territorios comogarantes de condiciones de vida menos explotadoras.Naturalmente, cada Estado debe ver esto como unproblema crucial, ya que literalmente vive a costa de lapoblación, y la pérdida de población es por tanto una

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pérdida de ingresos potenciales para el Estado.0

Nuevamente, el estado de la opinión pública es de granimportancia para mantener el sistema de explotación. Sólosi el Estado tiene éxito en generar la impresión en el públicogeneral de que su propio territorio sale ganando alcompararlo con otros, podrá asegurar y expandir suposición.

La opinión pública también juega un papel decisivo en elcaso de la agresión entre estados. Aunque no es unanecesidad lógica, la naturaleza del Estado hace altamenteprobable (no sólo por el citado problema de movimientos depoblación) el hecho de verse involucrado en agresionescontra un territorio “extranjero,” o que deba defenderse de laagresión ejercida por otros estados.0 Más aún, para emergervictorioso de guerras entre estados o eventos similares, unEstado debe controlar los recursos económicos suficientes(en términos relativos) como para poder sostener suoperaciones. No obstante, estos recursos sólo pueden serprovistos por una población productiva. Así, para asegurarlos medios necesarios para ganar guerras y evitar una caídade la producción durante las mismas, la opinión públicavuelve a ser una variable decisiva para controlar el tamañodel Estado. Sólo si existe apoyo popular para la guerracontra otros estados puede ésta llevarse a cabo y tener másposibilidades de ser ganada.

0No hay más que ver la cantidad de estado que incluso disparan a cualquier sin piedad que haya cometido el pecado de tratar de salir de un territorio e ir a otra parte!

0Sobre la relación íntima entre estado y guerra véase el importante estudio de Ekkehart Krippendorff, Staat und Krieg (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1985); also Charles Tilly, “War Making and State Making as Organized Crime” in Peter Evans et al., eds., Bringing the State Back In (Cambridge: Cambridge University Press, 1985).

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Finalmente, la opinión pública limita el tamaño del Estadode una tercera manera. Mientras que el Estado mantiene suposición vis-à-vis con la población explotada a través de lacoerción y la gestión exitosa de la opinión pública, paramantener éste su orden interno, que regula las relacionesentre las diversas ramas del gobierno y sus empleados, elEstado no tiene nada a su disposición salvo la opiniónpública, ya que claramente no existe nadie fuera del mismoque pueda forzarle a cumplir sus propias reglas internas. Ensu lugar, su respeto debe conseguirse exclusivamente através de una opinión pública favorable entre losfuncionarios públicos que se encuentran en las diversasramas del Estado.0 Esto es, ningún presidente puedecoaccionar a general alguno para que éste vaya a la guerra—de hecho, la fuerza física probablemente esté del lado delgeneral; y el general a su vez no puede coaccionar a sussoldados para que luchen y maten—de hecho, estospodrían aplastarle en cualquier momento. El presidente y el

0Este hecho (Que refuta toda palabrería sobre la imposibilidad delanarquismo al mostrar que las relaciones intergubernamentalesson, de hecho una forma de anarquismo político) ha sidoexplicada en un importante artículo por Alfred G. Cuzán, “Do WeEver Really Get Out of Anarchy,” Journal of Libertarian Studies 3,no. 2 (1979). Donde se establezcan o existan gobiernos, la anarquía seprohíbe oficialmente para todos los miembros de la sociedad,normalmente denominados ciudadanos. Ya no pueden relacionarse entresí según sus propias condiciones.... En su lugar, todos los miembros de lasociedad deben aceptar una “tercera partida” externa—un Gobierno—ensus relaciones; una tercera partida esta con la capacidad coactivasuficiente como para hacer cumplir sus criterios y castigar a losinfractores... No obstante, tal posición de “tercera partida” no existe entreaquellos que ejercen el poder del gobierno. En otras palabras, no hay“tercera partida” para hacer cumplir normas entre los miembrosindividuales que componen esa misma “tercera partida”. Los dirigentesaún permanecen en un estado de anarquía vis-à-vis entre sí. Resuelvensus disputas entre ellos, sin necesidad de un Gobierno (que es unaentidad externa a la relación misma). La anarquía aún existe. Sólo quedonde antes era anarquía natural o de mercado, ahora es anarquíapolítica, dentro del poder. (Cuzán, pp. 152-53)

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general sólo pueden tener éxito gracias a una opiniónpública doméstica favorable, y sólo mientras al menos lamayoría de los trabajadores estatales apoyen sus accionescomo legítimas. Si una gran mayoría de empleadospúblicos, pertenecientes a las distintas ramas del Estado, seopusiesen de forma estricta al cumplimiento de una políticapresidencial concreta, ésta no podría llevarse a cabo deforma adecuada. El general que crea que sus tropasconsideran la guerra como ilegítima, o que piense que elcongreso, el IRS (Recaudadores de impuestos), la granmayoría del profesorado público y los llamados serviciossociales consideran tales acciones como indignantes ymerecedoras de oposición, se enfrentaría a una tareaimposible incluso si él mismo recibiese la ordenpresidencial.0

Con la opinión pública, en vez de condiciones dedemanda y costes, identificada como fuerza que restringe eltamaño del Estado, volveré a mi explicación inicial delfenómeno de la creciente presión fiscal como un “simple”cambio en las ideas predominantes.

Si es la opinión pública la que en última instancia limita el

0Uno de los primeros que expuso esta idea fue David Hume. Ensu ensayo, “De los Primeros Principios de Gobierno,” escribe:Nadaparece más sorprendente a estos, que consideran los asuntos humanoscon ojo filosófico, que la facilidad con la que los muchos son gobernadospor los pocos; y la sumisión implícita, con la que los hombres rinden sussentimientos y pasiones ante sus líderes. Cuando preguntamos cómo selogra tal cosa, encontramos que la FUERZA siempre está del lado de losgobernados, que los gobernantes no tienen nada para apoyarlos sincontar con su opinión. Por tanto, es más bien a partir de la opinión públicaque el gobierno obtiene su poder; y esta máxima se extiende a losgobiernos más despóticos y militaristas, así como a los más libres ypopulares. El sultán de EGIPTO o el emperador de ROMA pueden guiar asus súbditos como si se tratara de animales y en contra de sus propiossentimientos e inclinaciones: pero éste debe, al menos, haberse ganadopreviamente la opinión de sus mamelucos o bandas de pretorianos.(Essays, Moral, Political and Literary [Oxford: Oxford University Press,1971], p. 19)

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tamaño de una firma explotadora, entonces está justificadauna explicación de su crecimiento en términos puramenteideológicos. De hecho, cualquier otra explicación que no seestablezca en función de los cambios ideológicos, sino decambios en condiciones “objetivas”, debe ser consideradaerrónea. El tamaño del Estado no aumenta por cualquiercausa objetiva que las ideas no controlen, y ciertamente nodebido a que haya una demanda por el mismo. El Estadocrece porque las ideas que prevalecen en la opinión públicasobre lo justo y lo que está mal han cambiado. Lo que antesera considerado por la opinión pública como indignante yque debía ser tratado como tal, se ha ido convirtiendoprogresivamente en algo aceptado y del todo legítimo.

¿Qué ha ocurrido con la idea de justicia y la opiniónpública en general?0

Tras la caída del imperio Romano, la Europa Occidentalcayó gradualmente en un sistema altamente anárquico degobierno basado en territorios gobernados por señoresfeudales a pequeña escala. Gracias a esta anarquíainternacional que tendía a reducir el poder individual decada gobierno y facilitar los movimientos de población,0 elinstinto humano (que bebía de la fuente de inspiración quemanaba del derecho y la ley natural, lo cual emergió comouna teoría cada vez más poderosa dentro de la éliteintelectual de la Iglesia Católica) de que sólo la propiedadprivada era compatible con la propia naturaleza racional delhombre comenzó a tomar fuerza por primera vez.0 Sedesarrollaron pequeños centros donde el podergubernamental se hizo retroceder en un grado hastaentonces desconocido: las ciudades del norte de Italia, lasde la Liga Hanseática, como Lübeck o Hamburgo, y las de

0Véase sobre esto en particular Murray N. Rothbard, “Left and Right: The Prospects for Liberty” en idem, Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays.

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Flandes y los Países Bajos, en particular Antwerp yAmsterdam. Allí, las ideas feudales de servidumbre y de unasociedad jerárquicamente estratificada de clases rígidas yseparadas fueron suplantadas por la opinión pública queapoyaba la libertad, la igualdad, los derechos de propiedad ylas relaciones contractuales. Esta opinión pública fueganando impulso con el flujo continuo de población,inspirada ésta en ideas similares y atraída por la inigualable

0La importancia de la anarquía internacional para la erosión delfeudalismo y el auge del capitalismo ha sido enfatizada por JeanBaechler, The Origins of Capitalism (New York: St. Martin’s Press,1976), esp. Cap. 7. Éste escribe: “la constante expansión delmercado, tanto en extensión como en intensidad, es el resultadode la ausencia de un poder político extendiéndose sobre todaEuropa Occidental” (p. 73) “La expansión del capitalismo debe suorigen y raison d'etre al anarquismo político... El colectivismo y laplanificación estatal sólo han tenido éxito en lis libros de textoescolares” (p. 77).Todo poder tiende hacia lo absoluto. Si no esabsoluto, es porque entran en juego ciertas limitaciones... aquellos enposiciones de poder inicialmente trataron de acabar erosionando estaslimitaciones. Estos nunca tuvieron éxito, y ello por una razón que creoligada al sistema internacional: se trata de una limitación del poder paraactuar de forma externa en conjunción con la constante amenaza deataque exterior (las dos características de un sistema multipolar) implicanque el poder está limitado internamente y que debe delegar en centrosautónomos de toma de decisiones y, por lo tanto, usará el poder conmoderación. (p.78)

0La característica central de la tradición moderna de la ley natural(representada por Santo Tomás de Aquino, Luis de Molina,Francisco Suárez y los Escolásticos Españoles de finales del sigloXVI, y el Protestante Hugo Grotius) venía representado en suprofundo racionalismo: la idea de que los principiosuniversalmente válidos, absolutos e inmutables de la conductahumana debían—de forma independiente de la creencia religiosa—ser descubiertos por, y enraizados en, la razón humana. “ElHombre”, escribe Frederick C. Copleston, [Aquinas (London:Penguin Books, 1955), pp. 213-14] no puede leer, digamos, la mentede Dios.. (pero) puede discernir las tendencias fundamentales ynecesidades de su naturaleza y, reflexionando sobre ellas, éste puede

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prosperidad que la libertad estaba demostrando capaz deproducir.0

No obstante, las ideas de la racionalidad humana,libertad y propiedad privada aún no estaban del tododesarrolladas. Localizadas en unas pocas áreas dispersas,los poderes feudales más o menos distantes quenaturalmente reconocían tales enclaves como una amenazapara su propia estabilidad comenzaron a reunir fuerzas. Alconsolidar sus territorios a través de un largo proceso de

llegar a conocer la ley moral natural... Cada hombre posee... la luz de larazón donde éste puede reflexionar... y promulgarse a sí mismo la leynatural, que es la totalidad de los preceptos universales de los dictados dela razón concerniente al bien que debe perseguirse y al mal que debeevitarse.

Sobre el origen y desarrollo de la doctrina del derecho natural y su ideade justicia y propiedad (incluyendo todos los fallos estatistas y deslicesde sus ya mencionados héroes) véase Richard Tuck, Natural RightsTheories (Cambridge: Cambridge University Press, 1979); sobre elcarácter revolucionario de la idea de derecho natural véase Lord (John)Acton, Essays on Freedom and Power (Glencoe, Ill.: Free Press. 1948);como un eminente filósofo del derecho natural contemporáneo véaseHenry Veatch, Human Rights (Baton Rouge: Louisiana State UniversityPress, 1985).

0Sobre el auge de las ciudades véase C.M. Cipolla, Before theIndustrial Revolution: European Society and Economy 1000-1700(New York: Norton, 1980), cap. 4. Europa, alrededor del año 1000,escribe Cipolla,era pobre y primitiva... compuesta de un innumerablemicrocosmos rural—los señoríos... la sociedad estaba dominada por unespíritu de resignación y sospecha, y miedo hacia el mundo exterior... Lasartes, la educación, el intercambio, y la producción y división del trabajofueron reducidos a un nivel mínimo. El uso del dinero casi desapareció. Lapoblación era pequeña, la producción paupérrima y la pobreza, extrema...Las ideas prevalecientes reflejaban una sociedad brutal y supersticiosa—luchar y rezar eran las únicas actividades respetables... Aquellos quetrabajaban eran considerados siervos despreciables... En este mundodeprimido y deprimente, el auge de las ciudades entre los siglos X y XIIIrepresentó un nuevo elemento que cambió el curso de la historia (p. 144).En la base del crecimiento urbano se hallaba un masivo movimientomigratorio (p. 145).

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luchas interfeudales y de guerra a gran escala,concentrando y centralizando sus fuerzas, estos pudierontener éxito al aplastar la idea de libertad que en unos pocoslugares competía con ellos, y reimponer su gobiernoexplotador sobre tales áreas con mayor fuerza. La edad delabsolutismo había comenzado, y con éste, la edad de lasuperpotencia feudal, la monarquía, que centralizó con éxitoel sistema de explotación feudal sobre territorios que porprimera vez alcanzaron el tamaño de los estados naciónmodernos. Con el asentamiento del absolutismo, losterritorios competitivos de las ciudades libres fueron una vezmás forzados al declive y estancamiento económico, que enalgunos casos duró siglos.0

Pero esta victoria no derrotó a las ideas de libertad ypropiedad privada. Al contrario, estas ideas cada vezalcanzaron mayor difusión e inspiración entre la opiniónpública. Influenciados por el continuo avance de la tradicióndel derecho natural, otra tradición intelectual secularizada

La ciudad era para la Europa del XI al XIII lo que América era para loseuropeos en el siglo XIX. La ciudad era la “frontera,” un nuevo y dinámicomundo donde la gente sentía que podía romper sus cadenas con unpasado desafortunado, donde la gente esperaba poder encontraroportunidades para el éxito social y económico, donde las institucionestradicionales y esclerotizadas de siempre, y la discriminación, ya nocontaban, y donde había una amplia recompensa para la iniciativa, laaudacia y la laboriosidad (p. 146). En el mundo feudal, prevalecía unsistema vertical, donde las relaciones entre hombres venían dadas por losconceptos de feudos y servicios, investiduras y pleitesías; señor, vasallo ysiervo. En las ciudades, surgió un trato horizontal, caracterizado por lacooperación entre iguales. (p. 148)

Véase también Henri Pirenne, Medieval Cities (Princeton, N.J.: PrincetonUniversity Press, 1952), cap. 5; Michael Tigar and Madeleine Levy, Lawand the Rise of Capitalism (New York: Monthly Review Press, 1977).

0Véase sobre esto Carolyn Webber and Aaron Wildavsky, AHistory of Taxation and Expenditure in the Western World (New York: Simon and Schuster, 1986), pp. 235-41; Pirenne,Medieval Cities, pp. 179-80, pp. 227f.

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emergió y cautivó las mentes: la tradición de lo que luego seconocería como liberalismo clásico y que se centraba deuna manera más decisiva alrededor de la idea de la libertadindividual y la propiedad privada, y que se trataba de darcuenta de su justificación intelectual.0 Además, estimuladopor las recientes experiencias de prosperidad incomparablelograda en condiciones de libertad y contractualismo, eldesarrollo del pensamiento económico logró grandesavances. Las entonces ortodoxas doctrinas estatistas delmercantilismo, cameralismo y Polizeiwissenschaftfueron intelectualmente demolidas por un creciente númerode economistas políticos de nuevo cuño quesistemáticamente explicaron, en gran profundidad y deforma comprensible, el rol indispensable de la propiedadprivada y el contractualismo en el proceso de producción yformación de riqueza, y que defendían, por supuesto, unapolítica radical de laissez-faire.0

Desde 1700 en adelante, la opinión pública quedócautivada por estas ideas hasta tal punto de queaparecieron síntomas revolucionarios en las monarquíasabsolutistas de Europa Occidental. Inglaterra ya habíaatravesado una serie de revoluciones durante el siglo XVIIque habían acabado con los poderes del estado absolutista.El siglo XVIII terminó con los eventos cataclísmicos de las

0Como el campeón destacable de esta tradición véase a JohnLocke, Two Treatises of Government, ed. Peter Laslett(Cambridge: Cambridge University Press, 1960). Cada hombre tieneuna propiedad en su propia persona. Nadie tiene derecho a ella salvo élmismo. La labor de su cuerpo y el trabajo de sus manos podemos decirque le pertenecen. Éste también hace suyos los bienes de la naturalezaque ha mezclado con su labor para hacer algo propio. Al transformar lanaturaleza, y cambiar el estado natural de las cosas, la labor del hombrese anexa a ello y excluye de su derecho al uso a todos los demás. Estalabor es propiedad incuestionable del trabajador, y ningún hombre, salvoél mismo, puede tener derecho a ese trabajo así incorporado. (p. 305)

Véase también Ernest K. Bramsted and K.J. Melhuish, eds., WesternLiberalism (London: Longman, 1978).

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revoluciones Americana y Francesa. Entonces, hastamediados del XIX, una serie de constantes levantamientosredujeron de forma progresiva la explotación gubernamentalhasta sus mínimos históricos en toda Europa Occidental.

La idea que había conquistado la opinión pública y quehabía hecho posible esta reducción del podergubernamental era que la libertad individual y la propiedadprivada son justas, auto-evidentes, naturales, inviolables, ysagradas, y que cualquier infractor de tales derechos, seaun gobierno o un individuo, debería ser considerado ytratado como un bandido.

Con cada paso exitoso encaminado hacia la liberación, elmovimiento se hacía cada vez más fuerte. Además, lallamada Revolución Industrial que había sido guiada bajo laluz de estos cambios ideológicos, dan así luz a niveles decrecimiento económico desconocidos hasta entonces,sustentando por vez primera una población constantementecreciente y elevando gradualmente el nivel general de vida,

0Véase sobre estos desarrollos de la teoría económica Marjorie Grice- Hutchinson, The School of Salamanca: Readings in Spanish Monetary History (Oxford: Clarendon Press, 1952); Raymond de Roover, Business, Banking, and Economic Thought (Chicago: University of Chicago Press, 1974); Murray N. Rothbard, “New Light on the Prehistory of the Austrian School” in Edwin Dolan, ed., The Foundations of Modern Austrian Economics (Kansas City: Sheed and Ward, 1976); sobre las importantes contribuciones en particular de Richard Cantillon y A.R.J. Turgot véase Journal of Libertarian Studies 7, no. 2 (1985) (que está dedicado al trabajo de Turgot) y Murray N. Rothbard, The Brilliance of Turgot (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute,Occasional Paper Series, 1986); véase también Joseph A. Schumpeter, A History of Economic Analysis (New York: Oxford University Press, 1954).

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creó un optimismo sin límites.0 No nos equivocamos alafirmar que el feudalismo y despotismo absolutista todavíase encontraba bastante extendido en Europa Occidentalincluso durante la primera mitad del XIX cuando la ideologíade la libertad, la propiedad privada y el individualismoalcanzaron su máximo nivel de popularidad, pero elprogreso hacia esta progresiva erosión del poder deexplotación gubernamental y hacia la libertad y laprosperidad económica eran ya imparables.0 Además, ahoraexistía una América independiente, libre del pasado feudal ycon apenas gobierno, que asumía un rol similar al de las

0Sobre la Revolución Industrial y su malinterpretación por parte de la ortodoxia (libros de texto) historiográfica véase F.A. Hayek, ed., Capitalism and the Historians (Chicago: University of Chicago Press, 1963).

0De hecho, aunque el declive del liberalismo comenzó amediados del XIX, el optimismo que éste creó sobrevivió hastaprincipios del siglo XX. Así, John Maynard Keynes pudo escribir[The Economic Consequences of the Peace (London: Macmillan,1919)]: ¡Qué episodio tan extraordinario del progreso económico delhombre fue aquella época que terminó en Agosto de 1914! Es cierto quela mayor parte de la población trabajaba duro y malvivía, pero ésta sehallaba, aparentemente, razonablemente contenta con la situación. Perocualquier hombre capaz o de carácter que sobresaliese de la media,todavía era capaz de superar las barreras sociales y acabar en la clasemedia o alta, donde la vida ofrecía, a bajo coste y sin demasiadoscontratiempos, confort y divertimentos más allá del alcance de losmonarcas más ricos y poderosos de otras eras... Pero lo que es másimportante, el hombre consideraba esta situación como normal, cierta ypermanente, con excepción del progreso mismo, y cualquier desviaciónde este caudal se consideraba como aberrante, escandaloso y evitable.Los proyectos políticos del militarismo y el imperialismo, de las rivalidadesculturales y raciales, de los monopolios, las restricciones y la exclusión,que debían jugar el papel de la serpiente en este paraíso, no eran másque divertimentos para el periódico local, y parecían no ejercer influenciaalguna en el curso ordinario de la vida económica y social, cuyainternacionalización estaba casi completa en la práctica. (pp. 6-7)

Para una crónica similar véase J.P. Taylor, English History 1914-15(Oxford: Clarendon Press, 1965), p. 1.

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ciudades libres: de servir como fuente de inspiraciónideológica y foco de atracción pero a mayor escala.0

Hoy, poco queda de esta ética de la propiedad privada ysu brecha mantenida frente al gobierno. Aunque ahoratienen lugar a mucha mayor escala, las expropiacionesgubernamentales normalmente se consideran comolegítimas. Ya no hay una opinión pública general queconsidere al gobierno como una institución antisocial basadaen la coerción y la adquisición ilegítima de propiedad. Ya nose considera moralmente despreciable propagar, o peoraún, participar activamente en el cumplimiento de actos deexplotación, y la opinión pública ya no mantiene la distanciarespecto de esas personas que incurran en tales actos.

Al contrario, en vez de ser objeto de mofa o ser recibidoscon hostilidad e indignación, tales personas son respetadascomo hombres decentes y honestos. El político que apoyaactivamente la continuación del sistema actual de

0Caracterizando la América del XIX, Robert Higgs (Crisis andLeviathan [New York: Oxford University Press, 1987]) escribe:Hubouna época, hace ya mucho tiempo, en la que el americano medio podíallevar el día a día de su negocio sin contar con el gobierno—especialmente el gobierno federal. Como granjero, mercader omanufacturero, éste podía decidir qué, cómo, cuándo y dónde producir yvender sus bienes, viéndose limitado por poco más que las fuerzas delmercado mismo. Imagina: nada de subsidios agrícolas, fijación de precioso control sobre la tierra; sin una Comisión Federal de Comercio; sin leyescontra la competencia; o sin una Comisión de Comercio Interestatal.Como empleado, empleador, consumidor, inversor, acreedor, deudor,estudiante y o profesor, éste podía proceder de acuerdo con su propioparecer y criterio. Imagina: sin una Junta Nacional de RelacionesLaborales; sin leyes federales de “protección” al consumidor; sin una SEC,sin una Comisión de Igualdad de Oportunidades Laborales y sinDepartamento de Salud y Servicios Humanos. A falta de un banco centralpara emitir papel moneda nacional, la gente usaba monedas de oro parahacer compras con normalidad. Entonces no se daban los impuestossobre el valor añadido, la Seguridad Social o la renta. Aunque los oficialesgubernamentales eran tan corruptos como hoy—quizá más—éstos teníanmucho menos que corromper. Los ciudadanos gastaban unas quinceveces más que todos los gobiernos combinados. (p. IX)

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imposiciones y regulaciones, o que incluso pide suampliación, es tratado en todas partes con respeto en vezde con desdén. El intelectual que justifica los impuestos ycontroles ante el público, recibe el reconocimiento de ungran pensador ante la opinión pública en vez de ser vistocomo un fraude intelectual. El agente del IRS se consideraque hace un trabajo tan legítimo como el tuyo o el mío y nocomo un canalla que nadie quiere como familiar, amigo ovecino.

¿Cómo ha podido el Gobierno lograr tal hazaña y hacercambiar la opinión pública tal que le permitiese eliminar lasrestricciones impuestas a su tamaño y permitirle (y aúnsigue permitiendo) crecer en términos absolutos yrelativos?0

No hay duda de que el elemento clave en este cambio dela opinión pública que empezó a arraigar en la EuropaOccidental a mediados del XIX, y a comienzos del XX en losEEUU, y después en todo el mundo tras la Primera GuerraMundial0 ha sido la aparición—implícita o explícitamente—de nuevas ideologías sobre el Estado que gustan delpúblico.

De hecho, los estados siempre han sido conscientes dela importancia decisiva de las ideologías pro-estado paraestabilizar e incrementar su capacidad de explotación sobre

0Sobre lo siguiente véase en particular A.V. Dicey, Lectureson the Relation Between Law and Public Opinion in England (NewBrunswick, N.J.: Transaction Books, 1981); Elie Halevy, History of theEnglish People in the 19th Century, 2 vols. (London: Benn, 1961); W.H.Greenleaf, The British Political Tradition, 3 vols. (London: Methuen, 1983-87); Arthur E. Ekirch, The Decline of American Liberalism (New York:Atheneum, 1976); Higgs, Crisis and Leviathan.

0Sobre los excesos mundiales del estatismo a partir de la Primera Guerra Mundial véase Paul Johnson, Modern Times: The World from the Twenties to the Eighties (New York: Harper and Row, 1983).

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la población, y al saberlo, éstos siempre han intentadoejercer su control sobre las instituciones educativas. Que lospolíticos den especial importancia a una “correcta”formación ideológica, o que éstos se empeñen con lo queles queda de fuerzas en la destrucción de toda instituciónindependiente de aprendizaje y su subordinación almonopolio del Estado, no es algo que nos deba extrañar.Así, para mantener estos la iniciativa en esta batallaintelectual por las ideas, ya desde mediados del XIX se haproducido un constante proceso de nacionalización osocialización de las escuelas y universidades (con uno delos ejemplos más recientes en el intento fallido del gobiernode Mitterrand de aplastar a las escuelas Católicas deFrancia) que ha ido parejo a un aumento paulatino delperiodo de escolarización obligatoria.0

Y sin embargo, al señalar esto y poner en evidencia larelación, cada vez más estrecha, entre los intelectuales y elEstado,0 con la consiguiente reinterpretación de la historiaen función de esta u otra ideología estatista, se resalta sicabe aún más el problema. Cuando uno oye hablar de latoma estatal del sistema educativo, ¡¿No nos deberíamosde preguntar de inmediato cómo se ha llegado a estasituación si la opinión pública era tan favorable a la ética dela propiedad privada?! Tal poder sobre el sistema educativopresupone un cambio en la opinión pública. ¿Cómo,entonces, se ha logrado esto, especialmente, si tenemos encuenta que tal cambio implica la aceptación de ideas

0Sobre las relaciones entre el Estado y la educación véase Murray N. Rothbard, Education, Free and Compulsory: The Individual’s Education (Wichita, Kans.: Center for Independent Education, 1972).

0Sobre la relación entre el estado y los intelectuales véase Julien Benda, The Treason of the Intellectuals (New York: Norton, 1969).

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manifiestamente erróneas y que difícilmente pueden serexplicadas como un proceso motivado endógenamente deavance intelectual?

La intuición nos parece dar a entender que tal cambiohacia la falsedad requiriere en verdad de la introducción defuerzas exógenas: Una ideología, si es auténtica, es capazde sostenerse a sí misma en función de su valor de verdadsin más. Una que sea falsa necesita del apuntalamientoexterno de otra ideología que tenga un efecto tangible yseñalable sobre la población para poder generar y mantenerun clima de corrupción intelectual constante.

Son precisamente estos factores que sustentan laideología los que uno debe tener en cuenta para entender eldeclive de la ética de la propiedad privada y elcorrespondiente auge del estatismo en los últimos 100 o150 años.0

Paso ahora a señalar cuatro de estos factores y explicarsu función corruptora para la opinión pública. Se trata aquíde cambios en la estructura organizacional del Estado. Elprimero es el ajuste estructural estatal desde un estadopolicial a uno redistributivo (el prototipo del tal cambio es laPrusia de Bismarck). En vez de una estructuragubernamental que está caracterizada por una pequeñaclase dominante que usa sus propios recursos para elconsumo propio o de su gobierno, o para mantener suspropios ejércitos y fuerzas policiales, los estados ahora seinvolucran en políticas que tratan de comprar apoyo fueradel propio aparato gubernamental. A través de un sistemade transferencias, concesión de privilegios a clientesespeciales y la producción estatal de ciertos bienes “civiles”y servicios (como la educación), la población se vuelveprogresivamente dependiente de Estado. La gente que se

0Sobre esto véase en particular Hoppe, Eigentum, Anarchie, und Staat, caps. 1, 5; idem, A Theory of Socialism and Capitalism, cap. 8.

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halla fuera del propio aparato estatal tiene un interésespecífico en que el Estado siga existiendo, y se veríaperjudicada, al menos en el corto plazo, si el Gobiernoperdiese parte de su poder. Naturalmente, esta dependenciatiende a reducir la resistencia frente al Estado e incrementasu apoyo. La explotación puede seguir pareciendocondenable, pero lo parece menos si uno, en algunosámbitos, es el benefactor legal de tales acciones.

Es precisamente gracias a la influencia que los estadostienen sobre la opinión pública, que estos se involucrancada vez más en todo tipo de políticas redistributivas. Laproporción del gasto social comparado con el gasto militar yel consumo interno del gobierno siempre van en aumento.Estos últimos gastos puede que hayan subido en términosabsolutos en los últimos tiempos, y de hecho lo han hechoprácticamente en todas partes, pero pierden importanciacuando se comparan con los gastos dedicados a fomentarmedidas redistributivas.0

Dependiendo de las condiciones particulares de laopinión pública, tales políticas redistributivas normalmentepertenecen a una de dos clases y frecuentemente, como enel caso de Prusia, a ambas: Por un lado, la Sozialpolitik delas llamadas reformas del bienestar, normalmente postulanla redistribución de ingresos desde los que “tienen” (a partirde los productores) hasta los que “no tienen,” y por otrolado, una serie de cartelizaciones empresariales yregulaciones, que normalmente implican la redistribución apartir de las empresas que “no tienen” o “aún no tienen”hacia las ya establecidos que “si tienen.” Con la introducciónde la Sozialpolitik, se apela a los sentimientos igualitaristas,la población puede ser corrompida al aceptar la explotación

0Sobre esta tendencia véase Webber y Wildavsky, A Historyof Taxation and Expenditure in the Western World, pp. 588f.;sobre la redistribución en general véase de Jasay, The State, cap. 4.

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estatal a cambio de los “derechos sociales” que otorga elEstado. Con la introducción de una política de cartelizaciónempresarial y regulaciones uno apela a sentimientosconservadores, particularmente entre el establishmentburgués, y puede lograrse que estos acepten lasexpropiaciones no contractuales del Estado a cambio delmantenimiento de su propio status quo. El socialismoigualitarista y el conservadurismo son pues transformadosen ideologías estatistas. Compiten entre sí en el sentido deque promueven diferentes patrones de redistribución, perosus esfuerzos competitivos convergen y se integran paraapoyar de forma conjunta al estatismo y su sistema deredistribución.

El segundo ajuste estructural que hace retroceder a laética de la propiedad privada es un cambio en lasconstituciones de los estados. En respuesta al desafío de laética de la propiedad privada, los estados cambiaron susconstituciones para dejar de ser autocracias monárquicas uoligarquías aristocráticas y pasar al modelo más familiar dela llamada democracia liberal.0 En vez de ser una instituciónque limita la entrada en el aparato de gobierno a través deun sistema de castas aristocrático, el Estado adopta ahorauna constitución que abre cualquier posición de gobierno acualquiera y que concede los mismos derechos universalesde participación en las políticas de gobierno. Todos—y nosólo la “nobleza”—pueden ahora participar legalmente en elEstado, lo que reduce en consecuencia todo movimientocontestatario de protesta. Si bien es cierto que la explotacióny la expropiación pueden parecer malas a simple vista, locierto es que lo parecen menos, siendo humanos comosomos, una vez que se le da a uno la oportunidad departicipar en este proceso. Allí donde las ambiciones depoder dentro del público general se habían visto antes

0Sobre esta tendencia véase Reinhard Bendix, Kings or People (Berkeley: University of California Press, 1978).

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frustradas, ahora hay un hueco institucional para ellas.Al pagar el precio de democratizar su constitución, el

Estado corrompe partes sustanciales de la opinión pública,que acaba perdiendo de vista el hecho fundamental de queun acto de explotación y expropiación es a todas luces lomismo sin importar cómo y quién lo decida y ejecute. ElEstado engaña al pueblo para que éste acepte la idea deque tales actos son legítimos mientras a uno se le garanticetener cierto poder de decisión sobre ellos y a uno se lepermita participar en la selección del personal estatal.0

Esta función corruptora de la democracia entendida comoestímulo que impulsa el resurgir del poder estatal, ha sidodescrita de forma sobresaliente por Bertrand de Jouvenel:

Desde el siglo XII hasta el XVIII, la autoridadgubernamental creció constantemente. El proceso eraentendido por todos aquellos que lo viesen ocurrir;éste los incitaba a una protesta constante y a unareacción violenta. Posteriormente, su crecimiento hacontinuado a un ritmo acelerado, y su extensión hatraído un correspondiente aumento de la guerra.Ahora ya no entendemos el proceso, ya noprotestamos, ya no reaccionamos. Esta pasividadnuestra es algo nuevo, provocada por la pantalla dehumo con la que el Poder se ha rodeado. Antes podíaverse, manifiesto en la persona del rey, que nonegaba ser el amo que era, y cuyas pasioneshumanas eran discernibles. Ahora, enmascarado enel anonimato, éste afirma no tener ninguna existencia

0Sobre la psicología social de la democracia véase GaetanoMosca, The Ruling Class (New York: McGraw Hill, 1939); H.L. Mencken, Notes on Democracy (New York: Knopf, 1926); sobre la tendencia del gobierno democrático de “degenerar” en un gobierno oligárquico véase Robert Michels, Zur Soziologie des Parteiwesens (Stuttgart: Kroener, 1957).

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de por sí, y ser ni más ni menos que un instrumentoimpersonal que carece de la pasión de la voluntadcolectiva. Pero esto no es más que una ficción... Hoy,como siempre, el Poder está en manos de un grupode hombres que controlan los centros de poder...Todo lo que ha cambiado es que ahora es fácil paralos gobernados cambiar a los que ejercen el Poder.Desde un punto de vista, esto debilita al Poder,porque las voluntades que controlan la vida de unasociedad pueden, a discreción de la sociedad, serreemplazadas por otras voluntades en las que seconfíe más. Pero abriendo el acceso al Poder atalentos más ambiciosos, esta disposición hace laextensión del poder más fácil. Bajo el ancien régime,la gente, que no tenía oportunidad de controlar unaporción del Poder, denunciaba rápidamente susabusos. Ahora, por otro lado, cuando cualquiera espotencialmente un ministro, nadie se preocupa derecortar un cargo al que él mismo aspira algún día, osabotear una máquina que él mismo plantea usarcuando llegue su turno. Así pues resulta que en loscírculos políticos de la sociedad moderna hay unagran complicidad en los hilos del Poder.0

Los otros dos ajustes hechos por el Estado paracompensar su baja popularidad y crecer hasta su tamañoactual tienen que ver con las relaciones interestatales.Como ha explicado Jouvenel, los estados y explotadoresmonopolistas tienden a involucrarse en guerrasinterestatales. Con su poder de explotación interno bajomínimos, su deseo de compensar estas pérdidas mediantela expansión externa también aumenta. Sin embargo, estedeseo se ve frustrado por una falta de apoyo interno. Elapoyo es creado a través de una política de redistribución,regulación industrial y democratización. (De hecho, los

0Bertrand de Jouvenel, On Power (New York: Viking Press, 1949), pp. 9-10.

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estados que no adopten estas medidas ¡están condenadosa perder en cualquier guerra que se prolongue!). Este apoyoes usado como punto de partida para lograr los deseosexpansionistas del Estado.

Este apoyo recién logrado se aprovecha del hecho deque la redistribución, la regulación y la democratizaciónimplican una mayor identificación de la población con unestado en concreto, y por lo tanto, conduceautomáticamente a un incremento de las actitudesantagonistas respecto a los “extranjeros” y se materializa enla actitud hostil de los productores privilegiados por elEstado frente a la competición “extranjera.” Este apoyo estransformado por el Estado y sus defensores intelectualesen la exaltación de los nacionalismos y provee el marcointelectual para la incorporación de sentimientos socialista-igualitaristas, conservadores y democráticos.0

Es con el respaldo de ese nacionalismo que los estadoscomienzan su etapa expansionista. Durante un siglo, unaserie casi ininterrumpida de guerras y expedicionesimperialistas se han dado lugar, cada cual más brutal ydestructiva que la anterior, culminando en la Primera ySegunda Guerra Mundial, pero sin terminar con éstas. Ennombre de la nación socialista, conservadora o democráticay mediante la guerra, los estados han extendido susterritorios hasta lograr tamaños tales que si se los compara

0Sobre el nacionalismo, imperialismo, colonialismo—y su incompatibilidad con el liberalismo clásico—véase Ludwig von Mises, Liberalism (San Francisco: Cobden Press, 1985); idem, Nation, State and Economy (New York: New York University Press, l983); Joseph A. Schumpeter, Imperialism and Social Classes (New York: World Publishing, 1955); Lance E. Davis y Robert A. Huttenback, Mammon and the Pursuit of Empire: The Political Economy of British Imperialism 1860-1912 (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).

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con los del Imperio Romano, éste parecería insignificante; yen su proceso, estos han exterminado o conquistado a uncreciente número de naciones culturalmente diferentes.0

No obstante, no sólo la expansión externa del poderestatal es consecuencia de la ideología nacionalista. Laguerra como consecuencia natural del nacionalismo tambiénconstituye una forma de consolidación de los poderesinternos estatales de explotación y expropiación. Lasguerras también representan una situación de emergenciainterna, y tal emergencia requiere, y parece justificar, laaceptación de un control estatal cada vez mayor sobre supropia población. Tal aumento del control mientras dure laemergencia se reduce en tiempos de paz, pero nunca aniveles anteriores a la guerra. En su lugar, cada guerravictoriosa (y sólo los gobiernos victoriosos puedensobrevivir) es usada por el gobierno y sus intelectuales parapropagar la idea de que sólo gracias a la alerta nacionalistay a los poderes superiores del gobierno es que se ha podidovencer a los “agresores extranjeros” y salvar así a la nación,y que esta receta exitosa debe mantenerse para estarpreparados para la siguiente emergencia. Guiados pornacionalismo “dominante” del momento, el éxito de cadaguerra siempre termina materializándose en la consecuciónde un nuevo sistema de control o gobierno en tiempos depaz, y con ello se refuerza el apetito gubernamental paraimplementar una nueva emergencia internacional que seafácilmente superable.0

Cada nuevo periodo de paz significa un nuevo máximoen la intromisión estatal en comparación al anterior: que sedio de forma interna por medio del aumento de las

0Véase Krippendorff, Staat und Krieg; Johnson, Modern Times.

0Este proceso es el tema central de Higgs, Crisis and Leviathan.

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restricciones en la serie de decisiones que los propietariospueden tomar respecto de su propiedad; y externamente, enlo que a las relaciones externas se refiere, bajo la forma demayores barreras al comercio y severas restricciones de losmovimientos de población (especialmente a la emigración einmigración). Esto último está basado en una mayordiscriminación contra los extranjeros y el comercio exterior,una paz en esas condiciones siempre encierra la semilla delsiguiente conflicto internacional, o a presionar a losgobiernos afectados para negociar tratados bilaterales omultilaterales que cartelizan sus respectivas estructuras depoder y que permiten explotar y expropiar a sus poblacionesde forma conjunta.0

Finalmente, el cuarto ajuste es consecuencia de los otrostres, que de nuevo tiene su raíz en el continuo proceso decompetición interestatal, crisis y guerras. Este proceso esmenos culpa del Estado que las políticas de redistribución,la democratización y el militarismo—de la misma maneraque el hecho de que haya competición interestatal no esalgo causado por el Estado. En su lugar, expresado entérminos eminentemente Hayekianos, se trata aquí de unaconsecuencia imprevista del hecho de que, a falta de que unestado que domine todo el mundo (¡que por supuesto es elsueño de cualquier estado!), la existencia de otros estadosejerce una importante restricción al tamaño y estructura decada uno de los mismos.

Ya sea de forma intencionada o no, este ajusteestructural debe tenerse en cuenta si uno quierecomprender el desarrollo que ha llevado al presente mundode estatismo social. Sólo mencionando este ajuste en

0El más perverso de tales acuerdos es probablemente el derestringir la entrada a personas sin antecedentes que quieran emigrar a un territorio dado—y la oportunidad de losque ahí viven de ofrecerles empleo—y extraditarles a sus países de origen.

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cuestión podemos responder a la pregunta de por qué elestado-impositivo, de forma específica, ha logrado su granextensión.

Es fácil explicar cómo a través de una serie de guerrasnacionalistas durante los siglos XIX y XX los estados deEuropa Occidental y Norteamérica han podido dominar elresto del mundo y dejar su impronta en él. A pesar delcreciente relativismo cultural, la razón para este simplehecho es que esos estados fueron el producto desociedades con una tradición intelectual superior—elracionalismo Occidental—con sus ideas centrales sobre lapropiedad individual y la propiedad privada, y que estatradición sentó las bases para la creación de la riquezaeconómica posterior. Debido a la inspiración obtenida apartir de tales principios, no es sorprendente que estosestados pudiesen batallar contra los todos demás y salirvictoriosos.

También es obvio por qué, con la señalada excepción dealgunos países del Pacífico, muchos de estos estadosderrotados y reconstituidos no-Occidentales han falladoestrepitosamente en mejorar su estatus internacional ocompararse al de los estados Occidentales, y en particularhan fallado en hacerlo tras independizarse políticamente delimperialismo Occidental. Sin una tradición endógena deracionalismo y liberalismo de la que hablar, no cabe duda deque tales estados se sintieron inclinados de forma natural aadoptar las ideologías “victoriosas” del socialismo, elconservadurismo, el democratismo y el nacionalismo, lasmismas ideologías a las que la élite intelectual de estospaíses habían sido expuestos durante sus estudios en lasuniversidades de Oxford y Cambridge, Londres, Berlín,Harvard y Columbia. Como es normal, una mezcla de estasideologías estatistas sin limitar por una tradición significativabasada en la propiedad privada, representa una receta parael desastre económico, y tal hecho descarta la posibilidad de

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tener un rol prominente en la política internacional.0

¿Pero—y la respuesta a esto es menos evidente—y si losestados Occidentales combatiesen unos contra otros? ¿Quédeterminaría la victoria en estos conflictos y qué causaría laderrota?

Naturalmente, la redistribución, democratización y elnacionalismo no pueden volver a citarse aquí, porqueasumimos que estos estados ya han adoptado talespolíticas para mantener estabilidad interna y prepararsepara la guerra interestatal de modo previo. En vez de eso,de la misma manera en la que la tradición relativamentefuerte de la propiedad privada ha sido la responsable deldominio de estos estados sobre el mundo no-Occidental,ceteris paribus, la responsable por su éxito a largo plazo enla lucha por la supervivencia estatal ha tenido su raíz en lapolíticas de tipo más bien liberal. Entre ellos, aquellosestados que han ajustado sus políticas de redistribucióninterna para restar importancia a las políticas fiscalesconservadoras y dársela a las políticas socialistas deimpuestos, han tendido a superar a sus competidores en laarena de la política internacional.

Las regulaciones a través de las cuales los estadosobligan o imponen ciertos intercambios entre dos o máspersonas, así como los actos impositivos, son violaciones delos derechos de propiedad privada. Al perseguir ambos tipos

0Sobre los problemas del llamado Tercer Mundo véase Peter T. Bauer and B.S. Yamey, The Economics of Under-Developed Countries (London: Nisbet and Co., 1957); P.T. Bauer, Dissent on Development (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1972); idem, Equality, The Third World and Economic Delusion (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1981); Stanislav Andreski, The African Predicament (New York: Atherton Press, 1969); idem, Parasitism and Subversion (New York: Pantheon, 1966).

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de políticas de redistribución, los dirigentes estatalesaumentan sus propios ingresos a costa de lacorrespondiente reducción de los ingresos de otraspersonas. No obstante, aunque éstas no sean menosdestructivas para la producción que los impuestos mismos,las regulaciones tienen la peculiar y paradójica característicade requerir el control estatal sobre los recursos económicospara poder hacerlas cumplir, pero sin aumentar al mismotiempo la cantidad de recursos a disposición del Estadomismo. En la práctica, esto quiere decir que las regulacionesrequieren el control estatal sobre el gasto público, y sinembargo, las regulaciones no producen ingresos monetariospara el Estado, sino tan sólo ingresos en forma de saciar suhambre de poder (como cuando A prohíbe a B y Ccomerciar de forma beneficiosa para ambos sin ganar nadaa cambio). Por otro lado, los impuestos y una redistribuciónde los ingresos fiscales según el principio de “desde Pedro aPablo” aumentan los medios económicos a disposición delgobierno al menos gracias a su “cuota de servicio,” pero noproduce más satisfacción (aparte del mayor poderadquisitivo de los Pablos) que la de poseer ciertos recursoseconómicos y poder gastarlos según los propios designios.0

Claramente, los conflictos interestatales y la guerra,requieren de medios económicos, y más cuanto másfrecuentes y largos sean tales eventos. De hecho, aquellosestados que controlen los recursos económicos másabundantes y que más puedan invertir en el esfuerzo bélico,tenderán, ceteris paribus, a salir victoriosos. Así, dado queuna política de impuestos, y de impuestos sin regulaciones,dan unos mayores ingresos monetarios al estado que laspolíticas regulatorias, y de impuestos con regulaciones, los

0Sobre la regulación y los impuestos como formas de agresión diferentes contra la propiedad privada y sus aspectos socioeconómicos véase Rothbard, Power and Market; Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism.

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estados deben, quieran o no, moverse hacia a unaeconomía más desregulada en comparación con otrospaíses, y hacia un estado de meras cargas impositivas, parapoder evitar la derrota internacional.

Es esta ventaja relativa en la política internacional delestado impositivo sobre el estado regulador la que explica elauge de los EEUU al rango de la mayor potencia imperialdel mundo.0 También explica la derrota de estadosaltamente regulatorios como la Alemania nazi y la Italiafascista, la relativa debilidad de la URSS y sus aliados encomparación con la OTAN, y los recientes movimientoshacia la desregulación económica y mayores niveles deagresión imperialista de los gobiernos de Reagan, y enmenor medida, de Thatcher.

Esto concluye mi análisis sociológico basado en lapraxeología de la evolución del presente mundo estatista yel auge, en particular, del moderno estado-impositivo. Sobrelo ya dicho permítaseme acabar con unos brevescomentarios sobre cómo es posible superar este ordenimpositivo.

Decir que este orden de cosas no puede ser combatidocon un simple boicot, tal y como podría hacerse con unaempresa privada, porque una institución dedicada alnegocio de expropiar y explotar nunca respeta el veredictonegativo de los boicots. Tampoco puede ser combatidocontrarrestando la agresión estatal por medio de la fuerza,pues la violencia de estado está apoyada por la opiniónpública. Así que, para poder superarlo, se requiere de uncambio sustancial en la opinión pública. La ética de lapropiedad privada—la idea de que la propiedad privada esuna institución justa y el único medio de crear prosperidadeconómica, y la visión de que el Estado es una institución

0Sobre la política exterior imperialista de, en particular, los EEUU, véase Krippendorff, Staat und Krieg, cap. III, p. 1; and Rothbard, For a New Liberty, cap. 14.

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criminal destructiva para la creación de riqueza—, debe serrevivida y capaz de inspirar con energía renovada loscorazones y mentes de los hombres. Con el auge rampantede las ideologías estatistas del nacionalismo, democratismoy redistribucionismo (sea socialista o conservadora), estobien puede parecer una batalla perdida. Sin embargo, lasideas han cambiado en el pasado y pueden volverlo a haceren el futuro. De hecho, las ideas pueden cambiarinstantáneamente.0 Y lo que es más, la idea de la propiedadprivada tiene un atractivo decisivo: ella, y sólo ella, reflejaverdaderamente la naturaleza humana como ser racional.0

0Véase sobre esto Etienne de la Boétie, The Politics ofObedience: The Discourse of Voluntary Servitude, ed. Murray N.Rothbard (New York: Free Life Editions, 1975). Niégate a servir más,y serás libre de una vez por todas. No pido que derribes al tirano, sino quesimplemente no le apoyes más; entonces le contemplarás, como un grancoloso cuyo pedestal ha sido retirado, caer por su propio peso y hacerseañicos. (pp. 52-53)

0Sobre la justificación racional—apriorística—de la propiedad privadavéase Hans-Hermann Hoppe, “From the Economics of Laissez Faire tothe Ethics of Libertarianism,” in Walter Block and Llewellyn H. Rockwell,Jr., eds., Man, Economy, and Liberty: Essays in Honor of Murray N.Rothbard (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988); idem, “TheJustice of Economic Efficiency,” Austrian Economics Newsletter (Winter,1988); infra caps. 8 and 9.

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3 Banca, estados nación

y política internacional: unareconstrucción sociológica del

orden económico actual

1. DINERO Y BANCA

Para explicar la aparición del trueque, sólo hace faltarescatar una definición de egoísmo bien entendida. Mientrasel hombre siga teniendo otros intereses y desee otrosproductos, éste siempre elegirá el trueque y la división deltrabajo sobre la autosuficiencia.

El surgimiento del dinero puede explicarse a partir de unadefinición precisa de egoísmo, pues todo hombre que sehalle integrado en una economía basada en el trueque yprefiera un mayor nivel de vida, siempre escogerá y apoyaráun medio común de intercambio que sea aceptado portodos. Al elegir el dinero como medio de pago, resultaposible superar una restricción fundamental que toda formade intercambio impone sobre el trueque, es decir, se trata dela doble coincidencia de intereses. Y es que el dinero facilitatodos los intercambios. Mediante su uso, cada bien seconvierte en intercambiable por cualquier otro,independientemente de que se dé o no esta doblecoincidencia de intereses. Y el hecho de que el dinerofacilite el intercambio de productos también aumenta el valorrelativo de los mismos.

Si un hombre está integrado en una economía deintercambios, su propio interés le incita a buscar bienes quesean fácilmente intercambiables y que tengan laspropiedades del dinero, es decir, bienes que sean fácilmente

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divisibles, durables, que sean fáciles de reconocer ytransportar, y que sean escasos, demandando tales bienes,no para consumo propio, sino para emplearlos como mediosde intercambio. Y también por propio interés, al hombre leconviene escoger como su medio de intercambio aquel bienque sea más usado como forma de pago por parte de losdemás. De hecho, una de las funciones del dinero es la defacilitar el comercio y posibilitar el intercambio, y por tanto,incrementar así el valor de los mismos bienes que seintercambian (hasta el punto de llegar estos a ser vistoscomo una parte fundamental e integrada en la propiaeconomía de intercambios). Por tanto, cuanto más se useun bien como dinero, mejor cumplirá éste su funciónmonetaria. Si se parte del egoísmo humano, el hombresiempre preferirá los medios de pago más extendidos frentea los menos generales o universales. Cuanto más comúnsea el uso del dinero, tanto más amplio será el mercadodonde éste se integre, y tanto más racionales serán loscálculos de valor y coste que realice el individuo (si ésterealmente quiere integrarse y maximizar sus ingresos), ymayores los beneficios que uno puede cosechar partiendode la división del trabajo.0

Empíricamente, por supuesto, el bien escogido por loextendido de su uso fue el oro. Sin la coacción estatal, el orovolverá a ser elegido nuevamente en el futuro previsiblecomo el bien que mejor cumple el papel del dinero. Elegoísmo conduciría a todo el mundo a preferir oro—comomedio universal de intercambio—frente a cualquier otraforma del dinero. Al objeto de integrarse a sí mismo y susbienes en una economía de mercado, el hombre siemprepreferirá el oro como unidad de caja frente a cualquier otro

0Sobre el desarrollo en el libre mercado del dinero véase Carl Menger, Principles of Economics (New York: New York University Press, 1976), pp. 257-85; “Geld,” in Carl Menger, Gesammelte Werke, vol. IV (Tübingen: Mohr, 1970).

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medio de pago, ya que la aceptación universal del ororepresenta la más completa expresión de los costes deoportunidad para el individuo, y por tanto, sirve como lamejor guía cuando se trata de incrementar la propia riqueza.Todos los demás medios de cambio acabarían en desuso,porque algo que sea inferior a las formas más extendidas depago como el oro—es decir, las divisas nacionales de cadapaís—sería contradictorio respecto de la razón por la que sedecidió adoptar el dinero como medio de pago en primerlugar. El dinero ha surgido a partir del egoísmo de unhombre que quiso aumentar su riqueza por medio de laintegración en un mercado expansivo y de tendenciauniversal. Guiado el hombre por su propio interés, lasdivisas nacionales serían desplazadas y suplantados por eloro, porque sólo el oro hace posible la completa integracióneconómica y facilita el mercado internacional, cumpliendopor tanto la función última del dinero como medio másaceptado de pago.0

La aparición de un dinero que cada vez es mejor que elanterior, y finalmente, de una forma universal de pago comoel oro, libera las energías productivas que previamentepermanecían frustradas e inactivas debido a lasrestricciones impuestas por la doble coincidencia deintereses en los procesos de mercado (tal y como lo haría laexistencia de varias divisas con tipos de cambio quepudieran fluctuar libremente). Con el trueque, la doblecoincidencia de intereses limita todos los intercambios. Si loprecios se expresaran en oro, los productos de mercadopodrían llegar a los lugares más recónditos, y la demandatendría lugar a un escala global sin las restriccionesimpuestas por la doble coincidencia de intereses. Esta es la

0Sobre el patrón oro, véase Llewellyn H. Rockwell, Jr., ed., The Gold Standard: An Austrian Perspective (Lexington, Mass.: D.C. Heath, 1985), Ron Paul and Lewis Lehrman, The Case for Gold (San Francisco: Cato Institute, 1983).

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razón de que se dinamicen los procesos de mercado—y eloro es el dinero que mejor los facilita. Con una mayorproducción, el valor del dinero también crece; y el mayorpoder adquisitivo del dinero reduce su demanda, la tasa depreferencia temporal del individuo (los tipos de interésoriginarios) y conduce a una mayor formación de capital.Con todo ello se pone en marcha una espiral creciente dedesarrollo económico.

Este proceso sienta las bases para el surgimiento de losbancos como instituciones encargadas de gestionar eldinero. Por un lado, los bancos cubren la demandacreciente por custodios del dinero, su transporte yliquidación de las deudas. Por otro lado, estos tambiéncumplen con una función de vital importancia al facilitar losintercambios entre el capitalista (ahorrador) y el empresario(inversor), lo que también hace posible una división deltrabajo en estos roles. Como instituciones de depósito, y enparticular como instituciones del ahorro y el crédito, losbancos asumen el papel de centros neurálgicos de laeconomía. Gracias a la mediación de los bancos, tiene lugaruna creciente coordinación y asignación espacio-temporalde los recursos económicos; y al facilitar esa coordinación,la aparición de los bancos implica un estímulo más para elcrecimiento económico.0

Aunque todo el mundo tiene como interés launiversalidad de los medios de pago, y la instauración deuna misma unidad de caja, el interés por maximizar la propiariqueza siempre hará que el hombre persiga otro finesulteriores, y la existencia de un banco monopolístico contendencia de expansión universal dificulta ese interésmismo. En su lugar, es más bien el egoísmo el que dicta a

0Sobre la banca, y en particular sobre la diferente función del préstamo y los depósitos, véase Murray N. Rothbard, The Mystery of Banking (New York: Richardson and Snyder, 1983).

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cada banco que use este dinero universal—el oro—,eliminando así la competencia existente entre las distintasdivisas, pero no la que se pudiera dar entre los propiosbancos o sus sistemas. Mientras exista la posibilidad decompetir contra la banca, ésta se rentabilizará y funcionarácomo cualquier otro negocio; y, sin embargo, en la medidaen que esta competición existente entre los distintosservicios ofrecidos se exprese a partir de este dinero únicoque es el oro, la función de la banca libre podrácomplementarse con la del dinero, es decir, la función defacilitar la integración económica en vez de ladesintegración, la de ampliar el mercado y posibilitar ladivisión del trabajo en vez de restringirlo, la de generar valory de llevar una contabilidad de los costes más racional yque, por tanto, sirva en mejor medida para incrementar lariqueza en lugar de disminuirla. La noción de competiciónentre las distintas formas del dinero es en si contradictorio.Estrictamente hablando, con un sistema monetario basadoen distintas divisas y sus tipos de cambio todavía estamosen un sistema de trueque (parcial) que, por lo tanto, partecon la desventaja impuesta por el problema de la doblecoincidencia de intereses, y ello dificulta que (algunos)intercambios tengan lugar. La existencia de tal sistema esdisfuncional para con los intereses mismos del dineromismo.0 Un hombre que persiguiera su propio interésabandonaría inmediatamente un dinero con talescaracterísticas—y el pensar en el libre mercado, no sólocomo una dinámica de bancos en competición continua,sino también de divisas en competición, descansa enverdad en la mala comprensión de la función principal deldinero.0 La competición entre las distintas divisas no tienensu raíz en ninguna dinámica de libre mercado, sino en la

0Véase Murray N. Rothbard, The Case for a 100 Percent Gold Dollar (Meriden, Conn.: Cobden Press, 1984), pp. 32-34.

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coerción y los obstáculos que impone el Gobierno sobre laconducta económica racional.

Con una banca libre en combinación con el usoemergente del oro como unidad de caja, se consigue lograrla solución más rentable a la hora de coordinar y facilitar losintercambios dentro del mercado. Los precios de losservicios de custodia, transporte y liquidación de deuda, asícomo los tipos de interés, caerían por los suelos si fueraposible competir contra la banca. Y como estos preciosestarían expresados a partir de un dinero de mercado, estosreflejarían de una forma más fiel los costes mínimos deproveer servicios integradores de mercado.

Además, la competición bancaria, si se combina con elhecho de que el dinero aparece como un bien—el oro—queademás de su valor como dinero tiene un valor como bienen sí que no puede ser producido de la nada, tambiénprovee la mayor salvaguarda posible contra la bancafraudulenta.

Como instituciones depositarias de fondos, los bancos—como cualquier otra institución depositaria de bienesfungibles, y más aún en el caso de los bancos debido al rolespecial del dinero mercancía—siempre se verán tentados aemitir recibos de almacenaje “falsos”, es decir, billetes dedepósito sin contrapartida alguna, si la gente comienza ausar los billetes como sustitutos del dinero. En estasituación, al emitir billetes Fiat o falsos que físicamente nopueden distinguirse de los verdaderos sustitutos monetarios,un banco—de forma fraudulenta y externalizando el coste—siempre podrá incrementar su propia riqueza. Éste podrácomprar directamente bienes con esos billetes falsos y

0Un ejemplo claro de este equívoco se dá en F.A. Hayek, Denationalization of Money (London: Institute of Economic Affairs, 1976); para una crítica véase Murray N. Rothbard, “Hayek’s Denationalized Money,” Libertarian Forum XV, nos.5-6 (August 1981-January 1982).

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enriquecerse de la misma manera en la que un simplefalsificador lo haría. La riqueza real del banco, y la riquezade los primeros que reciban este dinero, aumentará a travésde estas compras, lo que a su vez, y debido a la mismaacción, también repercutirá, tarde o temprano, en aquellosque reciben este dinero de nuevo cuño que verán decrecersus riquezas debido a las consecuencias inflacionarias deeste proceso. Otra cosa que los bancos pueden hacer esusar este dinero Fiat para expandir su propio crédito y ganarasí intereses sobre el dinero. Aquí también se dan unosingresos fraudulentos para el banco y una redistribución dela riqueza a favor suyo.0 Al operar de esta manera se ponenen marcha los ciclos de auge y recesión: si el precio deldinero se sitúa por debajo de sus tipos de interés, el créditode nueva creación causará un aumento de la inversión queserá inicialmente indistinguible de cualquier expansióneconómica; y, sin embargo, este auge siempre se queda enel intento debido a que la expansión de crédito que loestimuló no se dio sobre la base de ningún ahorro real, sinoque fue creado a partir de la nada. Así, tal y como pasó conla crisis del ladrillo, el problema siempre se resuelve en lafalta de capital resultante que hace sistemáticamenteimposible completar todos los proyectos iniciados deinversión, lo que al final requiere de una contracción yliquidación de todas las malas inversiones anteriores .0

Con un dinero de mercado, cualquier banco o sistemabancario (incluyendo uno monopolista) no sucumbiría atales tentaciones debido a las restricciones que imponendos condiciones esenciales frente a la falsificación de lamoneda. Por un lado, el público no debe sospechar de lacredibilidad del banco—esto es, que su sospecha de fraude

0Sobre el proceso de falsificación véase Rothbard, The Mystery of Banking, cap. IV; also Elgin Groseclose, Money: The Human Conflict (Norman: University of Oklahoma Press, 1934), pp. 178 y 273.

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sea baja, ya que de lo contrario una corrida bancariarevelaría el fraude cometido. Por otro lado, el banco nopuede inflar sus billetes a tal ritmo que el público pierda laconfianza en el poder adquisitivo del papel moneda,reduciendo así su demanda y huyendo hacia valores “mássólidos,” incluyendo el dinero de verdad, lo que conduciría alfalsificador a la bancarrota. Bajo un sistema de banca libre,no obstante, que careciese de leyes de curso forzoso, y quese sirviese del oro como dinero, aparecería una restricciónadicional frente al fraude bancario, pues los bancos nopueden obviar la existencia de los clientes de otros bancos.Si en esta situación un banco introdujera en circulaciónbilletes sin aval alguno, siempre surgiría la duda para elbanco sobre si ese dinero podría acabar en manos distintas,que no las de sus clientes, que podrían demandarinmediatamente su pago en oro, cosa esta que el banco nopodría garantizar sin sufrir como poco una dolorosacontracción crediticia. De hecho, tal contracción sólo podríaser evitada si el dinero Fiat adicional fuese exclusivamente aparar en las reservas de caja de los propios clientes delbanco y sólo fuese usado por éstos para satisfacer lastransacciones que pudieran darse con otros clientes. Perocomo un banco no tiene manera de saber a ciencia cierta sise puede lograr o no tal situación, la amenaza decontracciones crediticias actuaría, de forma consecuente,

0Sobre la teoría Austriaca del ciclo económico véase Ludwigvon Mises, The Theory of Money and Credit (lrvington-on-Hudson, N.Y.: Foundation for Economic Education, 1971); idem, Human Action (Chicago: Regnery, 1966), cap. XX; F.A. Hayek, Monetary Theory and the Trade Cycle (New York: Augustus M. Kelley, 1975); Prices and Production (New York: Augustus M. Kelley, 1967); Richard von Strigl, Kapital und Produktion (Vienna: Julius Springer, 1934); Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (Los Angeles: Nash, 1970), vol. 2, cap. 12.

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como elemento de disuasión frente el fraude bancario.0

II. EL ESTADO Y LA MONOPOLIZACIÓN DEL DINERO Y LA BANCA

El orden económico actual está caracterizado por lasdistintas divisas nacionales en lugar de por un dinero demercado; por un dinero Fiat en vez de un dinero valor comoel oro; por una banca central monopolística en vez de poruna banca libre; y por el permanente fraude bancario, y laredistribución de la riqueza que ello genera, la inflaciónpermanente y los ciclos económicos recurrentes, en vez depor una banca con coeficiente de caja al cien por cien queesté libre de todas estas consecuencias.

0¿Y los cárteles? ¿No podrían los bancos en competencia formar un cartel y ponerse todos de acuerdo para falsificar lamoneda? Nuevamente, bajo la banca libre esto es altamente improbable, ya que un sistema así está caracterizado por una falta absoluta de incentivos económicos para la cartelización. Sin restricciones de entrada, cualquier cartel bancario tendría que estar clasificado como voluntario y sufriría de los mismos problemas que cualquier cartel voluntario: Enfrentado con la amenaza de no-cartelistas y/o nuevos competidores, y reconociendo que como todo acuerdo de cartel, un cartel bancario favorecería a los miembros menos eficientes del cartel a costa de los más eficientes, no hay base económica para que tal acción tenga éxito, y cualquier intento de cartelizar rápidamente fracasaría al ser económicamente ineficiente. Más aún, mientras el dinero falsificado se emplee para expandir el crédito, los bancos actuando en concierto podrían dar lugar a un ciclo y recesión a gran escala. Esto también evitaría la cartelización. Véase sobre lateoría de la banca libre Mises, Human Action, pp. 434-48; Rothbard, The Mystery of Banking, cap. VIII.

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En completa contradicción, pues, con el propio interéshumano de maximizar la riqueza a través de la integracióneconómica, el que prevalezcan diferentes interesesantieconómicos sobre los económicos, se halla connecesidad en la raíz del surgimiento del orden monetariocontemporáneo.

Uno puede adquirir e incrementar su riqueza, o bien através de la apropiación originaria, la producción y losintercambios voluntarios, o bien expropiando y explotando aesos apropiadores originarios, productores y comerciantes.En verdad no existe otra forma. Ambos métodos sonconsustanciales al hombre. Junto con ese interés enproducir y contratar, siempre ha habido un interés enadquirir cosas de forma no productiva o contractual. Y a lolargo del desarrollo económico, de la misma manera que elprimer tipo de interés favorece la formación de empresas ycorporaciones rentables, el segundo conduce a los

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diferentes gobiernos y estados.0

El tamaño y crecimiento de una empresa productiva escontreñido en primer lugar por la demanda voluntaria delconsumidor, y en segundo lugar por la competencia de otrosproductores que continuamente fuerzan a cada firma afuncionar con los menores costes posibles si quieren seguiren el negocio. Para que dicha empresa aumente su tamaño,

0Al contrario de lo afirmado por la escuela de la elección pública, los estados no realizan el miso tipo de negocio que la empresa privada, sino que estos se involucran en dos tipos de operaciones categóricamente diferentes. Ambos tipos de instituciones constituyen el resultado de intereses diferentes y antagónicos. No cabe duda alguna sobre el hecho de que no puede haber ningún interés “político” en explotar y expropiar por parte de los estados si no se presupone la existencia de la riqueza misma o el interés “económico” de alguna persona en producir tal riqueza (partir del supuesto contrario no sería posible). Pero al mismo tiempo, cuanto más pronunciados y exitosos sean los intereses políticos, tanto más letal serán los efectos que se ejerzan sobre la economía y la producción de bienes de consumo. La escuela de la elección pública tiene toda la razón al afirmar que todo el mundo—tanto el funcionario público como el empleado de una empresa privada—habrá de preferir unos ingresos mayores a otros menores, y que este interés explica por qué el gobierno tendrá la misma tendencia a crecer que cualquier empresa. Pero este descubrimiento—de que los políticos y burócratas no son más altruistas o interesados en el bien común que otras personas—no es nada nuevo aunque se haya subestimado en ocasiones. Lo que sí es nuevo en los planteamientos de la elección pública es la inferencia que se saca a partir de esta verdad. La idea de que toda institución deba ser considerada como producto de estos mismos intereses, y

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el consumidor que más prisa tiene debe ser servido de laforma más eficiente. Nada más que las adquisiciones deconsumidores voluntarios apoyan su crecimiento.

Las limitaciones a las que está sometido el otro tipo deinstitución —el Estado— son totalmente diferentes.0 Enverdad es un absurdo decir que su aparición y crecimientoestán determinados por la demanda en el mismo sentidoque lo esté una empresa privada. Resulta del todo imposiblejustificar la idea de que los apropiadores originarios,productores y comerciantes deban entregar (parte de) susactivos a un estado si éste requiriera de tal servicio. En lugarde eso, lo que ocurre es que estos son coaccionados aaceptar estas reglas, lo que despeja todas las dudas sobresi el servicio tiene o no demanda alguna. Por otro lado, elEstado no está restringido por la competición de la mismamanera que una empresa privada. A diferencia de una

que éstas deban ser analizadas de la misma manera, constituye una falsedad que roza el absurdo. Dejando ya de lado las creencias subjetivas que la gente pueda tener, el coordinar las propias acciones con lo establecido por el marco institucional del Estado, o el hacerlo en función de lo requerido por la empresa privada, y perseguir la riqueza propia maximizando el interés en uno u otro ámbito, tiene que producir con necesidad resultados categóricamente distintos. Sobre una explicación representativa de la idea de la escuela de la elección pública que ve al “Estado como empresa,” y sobre el “intercambio político” entendido como intercambio económico, véase James Buchanan y Gordon Tullock, The Calculus of Consent (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1965), p. 19; para una crítica de esta idea y la diferencia fundamental entre medios económicos y políticos véase Franz Oppenheimer, The State (New York: Vanguard Press, 1914), pp. 24-27; Murray N. Rothbard, Power and Market (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1977), cap. 2.

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empresa, el Estado no necesita mantener sus costes deoperación al mínimo, sino que éste los puede aumentarsegún se le antoje, pues siempre es posible externalizar elaumento de los costes entre sus competidores al recaudarimpuestos o regular su comportamiento. Es así que elEstado emerge, pues, a pesar del hecho de que no seademandado ni eficaz o rentable.

En vez de por las condiciones impuestas por los costesde producción y la demanda, el crecimiento de una firmaexplotadora sólo se ve limitado por la opinión pública: lasadquisiciones de propiedad no contractuales y noproductivas requieren del uso de la fuerza, y la coaccióncrea víctimas. Que la resistencia pueda ser doblegada deforma continua en el caso de que la oposición venga de unsólo hombre (o de un grupo de hombres) que explote a otrohombre (o a otro grupo del mismo tamaño), no es algo quesea difícil de concebir. Lo que sí parece menos concebible,no obstante, es imaginar que sólo la fuerza pueda ser laresponsable de apaciguar tales disidencias en el caso, yafamiliar, de que una pequeña minoría explote a poblacionesde decenas, centenas y miles de veces su propio tamaño.Para que esto ocurra, no basta sólo con la fuerza coactivadel Estado, sino que además éste debe contar con el apoyodel público. La mayoría de la población tiene que ser capazde aceptar este tipo de operaciones como legítimas. Estaaceptación puede oscilar entre el entusiasmo activo o laresignación pasiva, y tiene su raíz, en la renuncia por parte

0Sobre la teoría del estado que viene a continuación véase Murray N. Rothbard, For a New Liberty (New York: Macmillan, 1978); The Ethics of Liberty (Atlantic Highlands: Humanities Press, 1982); Hans-Hermann Hoppe, Eigentum,Anarchie und Staat (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1987); A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer, 1989); Anthony de Jasay, The State (Oxford: Blackwell, 1985).

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del público a oponerse, activa o pasivamente, frente acualquier intento de imposición no contractual sobre laproducción de bienes y servicios. En vez de mostrarindignación sobre tales acciones, de desdeñar a los queincurren en ellas, y de no hacer nada para disuadirles (porno hablar de obstaculizar tales actividades de forma activa),la mayoría debe apoyar, ya sea de forma activa o pasiva, alEstado. La opinión pública favorable al Estado ejerce uncontrapeso tal que la resistencia activa por parte de lospropietarios victimizados se torna fútil y vacua. El objetivodel Estado, pues, y el de cada empleado estatal que quieracontribuir a asegurar y mejorar su propia posición dentro delmismo, es y debe ser, el de maximizar su propia riqueza eingresos creando una opinión favorable sobre laexpropiación y el abuso.

Hay dos medidas complementarias disponibles para elEstado que intente hacer esto. Por un lado, está lapropaganda ideológica. Se emplea mucho tiempo yesfuerzo en tratar de persuadir al público de que las cosasno son lo que parecen: La explotación es realmente libertad;los impuestos son realmente voluntarios: las relaciones nocontractuales en verdad son contractuales;0 nadie esgobernado por nadie, sino que todos nos gobernamos atodos; sin el Estado no habría ley u orden público; y lospobres acabarían muriéndose por las esquinas, etc.

Por otro lado, se da el problema de la redistribución de lariqueza. En vez de ser un simple consumidor parásito debienes que otros han producido, el Estado redistribuye partede la riqueza que previamente ha expropiado entre genteque se halla fuera del propio aparato estatal, y ello, con el

0Sobre la confusión semántica acerca del término “acuerdo conceptual” en particular por James Buchanan, véase Hans-Hermann Hoppe, “The Fallacies of the Public Goods Theoryand the Production of Security,” Journal of Libertarian Studies 9, no. 1 (1989); supra, cap. 1.

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objeto de corromperles y que estos asuman una actitudfavorable al mismo.

Ahora bien, no toda forma de redistribución es igual deeficaz. Toda redistribución se da a costa de los recursos y,por tanto, necesita justificación. El Estado no la lleva a cabosimplemente para hacer algo bueno por algunas personas,como, por ejemplo, cuando alguien regala a otro un regalo.Tampoco la lleva a cabo para ganar los máximos ingresosposibles mediante intercambios voluntarios, tal y como haríauna empresa privada normal. Si el Estado redistribuye espara asegurar la futura existencia y expansión de laexplotación y la expropiación misma. La redistribución debeservir a este propósito estratégico. Sus costes deben deestar justificados en términos de unos mayores ingresos yriqueza para el Estado. Los emprendedores políticos acargo del aparato estatal pueden equivocarse en esta tarea,como también pasa con los hombres de negocios, porquesus decisiones sobre qué medida redistributiva es la mejorse tienen que tomar de forma anticipada a la obtención deresultados. Y si ocurre algún error de cálculo empresarial,los ingresos estatales podrían caer en vez de crecer,poniendo posiblemente en peligro su propia existencia. Elobjetivo principal de la política y la función empresarial degobierno es impedir tales situaciones y escoger una políticaque maximice los ingresos del Estado.

Aunque ni las formas particulares de políticasredistributivas o sus consecuencias particulares puedan serpredichas, sino que cambian con las circunstancias tambiéncambiantes, la naturaleza del Estado aún necesita que supolítica redistributiva siga un cierto orden y muestre unacierta regularidad estructural.0

Como firma involucrada en la maximización de riquezaapropiada de forma coactiva, el Estado aplicará medidas

0Véase Hoppe, Eigentum, Anarchie, und Staat, cap. 5.3; A Theory of Socialism and Capitalism, cap. 8.

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redistributivas principalmente en el área del orden público,es decir, de la policía, la defensa y el sistema judicial. Laexistencia del Estado descansa en última instancia en lacoacción y, por tanto, éste no puede existir sin fuerzasarmadas. Cualquier fuerza armada que compita contra elEstado—que surgiría de forma natural en el mercado parasatisfacer la demanda real de los servicios de protección yseguridad pública—es una amenaza a su existencia y debeser eliminada. Hacerlo es arrogarse el trabajo a sí mismo yconvertirse en el proveedor y redistribuidor monopolístico delos servicios de protección y seguridad pública para unterritorio dado. De forma similar, un sistema judicial paraleloque compitiera contra el Estado pondría contra las cuerdassu propia legitimidad. Y, de nuevo, con la intención deproteger su existencia, el sistema judicial debe sermonopolizado y verse favorecido por los planes deredistribución.

La naturaleza del Estado como institución dependiente dela agresión organizada, también explica la importancia delsiguiente campo de actividades redistributivas: lascarreteras y la construcción de vías de comunicación. Laexplotación ordinaria al margen del control monopolístico deríos, costas, vías marítimas, carreteras, vías férreas,aeropuertos, correos y sistemas de telecomunicación, es deltodo imposible.

El campo de la educación tiene una importancia especial.Dependiendo como lo hace de la opinión pública, y laaceptación por parte de ésta de las actividades del Estadocomo legítimas, para éste se hace esencial eliminar lasideologías que no le sean favorables y apoyar esas que sílegitimen su función. El Estado trata de conseguir esto através de la financiación y dotación de los centros deenseñanza pública.

Apoyado por el sistema educativo, el siguiente paso en laredistribución del poder consiste en la distribución del podermismo, es decir, del derecho asumido por el Estado para

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expropiar, explotar y redistribuir bienes apropiados de formano productiva. En vez de permanecer como una instituciónajena que restringe la entrada del público a ciertasposiciones estatales, el Estado, por razones estratégicasobvias, debe promover políticas inclusivas que garanticenlos mismos derechos universales de participación ycompetición en la determinación de las políticas de estado.Todo el mundo—y no sólo una nobleza privilegiada—recibeparte del poder estatal, y ello, al objeto de reducir laresistencia al poder estatal mismo.0

Con la monopolización de la ley y los servicios deseguridad pública, tráfico, comunicación y educación, asícomo con la democratización del poder estatal mismo, seidentifican todas sus características a excepción de una: lamonopolización estatal del dinero y la banca. A excepción deesta característica, aunque haya sido de forma resumida,todas las demás han quedado explicadas como funcionesestratégicas frente al público: hemos explicado cómo y porqué razón no se trata de contribuciones productivasnormales determinadas por las leyes de la oferta y lademanda, o la bondad humana, sino de actividadesredistributivas que sirven al propósito de estabilizar y, si esposible, incrementar la riqueza y ganancias que el Estadoobtiene por medio de la expropiación.

La monopolización del dinero y la banca es el pilar últimoen el que descansa el estado moderno. De hecho, se haconvertido en el instrumento favorito para incrementar losingresos del mismo. Pues no hay mejor lugar para sacarlepartido a la relación entre la redistribución (gasto) y laexplotación (ingresos) de forma más directa, rápida y seguraque monopolizando el dinero y la banca. En ningún otro ladoresulta tan difícil de entender los programas de estado como

0Sobre la democratización como medios de expandir el poder estatal, véase Bertrand de Jouvenel, On Power (New York: Viking Press, 1949), pp. 9-10.

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aquí.El Estado, al preferir (como todo el mundo) unos ingresos

mayores a unos menores, pero, a diferencia de otros, alestar éste en el negocio de la expropiación no productiva ocontractual, patentiza su posición con respecto al dinero y labanca: los objetivos del Estado se ven facilitados por lainstauración de una moneda fiduciaria cuyo monopoliodescansa en manos de esta misma institución. Pues sóloentonces es posible que desaparezcan todas las barrerasfrente a la falsificación del papel moneda (salvo que elsistema entero colapse debido a la hiperinflación) y elEstado pueda incrementar sus propios ingresos y riqueza aexpensas de otros sin prácticamente coste alguno o tenerque temer la bancarrota.0

Sin embargo, el camino que lleva a esta encomiablesituación no se halla exento de obstáculos. Por un lado, estáel hecho inexorable de que el dinero sólo puede emergercomo mercancía (es imposible empezar con una monedafiduciaria).0 Por otro lado, está el problema de que mientrasel enriquecimiento que se da a través de la inflación es sinduda menos evidente que el que ocurre a través de losimpuestos, ésta no deja de ser una medida que antes odespués será detectada por los bancos, particularmente, siocurre de forma regular. Así pues, es imposible para el

0Sobre la tendencia inherentemente estatal de lograr un monopolio ilimitado de la falsificación de moneda, véase Murray N. Rothbard, The Mystery of Banking; idem, What Has Government Done to Our Money? (San Rafael, Calif.: Libertarian Publishers, 1985).

0Sobre la imposibilidad del surgimiento del dinero como papel moneda fiduciario, véase el teorema regresivo: Mises, The Theory of Money and Credit, pp. 97-123; Human Action,pp. 408-10; Rothbard, Man, Economy, and State, vol. I, pp. 231-37.

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Estado aumentar impunemente la masa monetaria salvoque combine esta actividad con medidas redistributivas quesean capaces de cambiar la opinión pública. Este problema,en conjunción con la inclinación natural del Estado,determina el sentido y dirección de sus acciones.

Como resultado de procesos de libre mercado, el Estadose topa con el oro como un dinero de mercado ya dado, yun sistema de banca libre. El objetivo del Estado es ladestrucción de este sistema, y con él, superar toda barreraque impida falsificar la moneda. Técnicamente (ignorandode momento todas las diferencias fundamentalesinvolucradas en esto), la secuencia de pasos que debentomarse para lograrlo es como sigue: en primer lugar, elEstado debe monopolizar la acuñación de la moneda (oro).Esto sirve para desnacionalizar psicológicamente estemetal, pues se pasa de un oro denominado según unsistema universal de pesos y medidas, al oro denominadoen términos nominales y fiduciarios. Con esto se elimina elprimer obstáculo importante a la hora de falsificar lamoneda, pues con las leyes Fiat, se entrega al Estado losmedios institucionales que le van a permitir enriquecerse através de un proceso continuo de devaluación de la misma.

En segundo lugar, el uso del sustituto monetario del orodebe de ser favorecido por sistema, y tal tendencia debe serrespaldada por medio de las leyes de curso legal. A travésde este mecanismo se abarata el proceso de falsificación.En vez de tener que acuñar moneda (oro), lo único quehace falta es imprimir recibos de papel.

Sin embargo, con esto no desaparece el problema al queya hemos apuntado. Mientras siga operando el sistema debanca libre, los billetes falsificados siempre podrán volver ala entidad emisora para ser canjeados por oro, cosa estaque impedirá al banco—al menos no sin una contracción dereajuste—cumplir con sus obligaciones. Para superar esteobstáculo, en el siguiente paso, el Estado debe monopolizarel sistema bancario o forzar a los bancos existentes a

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agruparse en un cartel bajo la tutela de su propio bancocentral. Una vez controle este sistema bancario de cartelesy monopolios, el Estado podrá coordinar la falsificación delsistema bancario entero (apoyado por los bancos mismos) yevitar para sí el riesgo de bancarrota.

En el siguiente paso se debe nacionalizar el oro, es decir,el Estado debe requerir que cada banco deposite su oro enel banco central y negocie sólo con los sustitutos del dinero.De esta manera, el oro desaparece del merado como mediode intercambio y, en su lugar, las transacciones diariaspasan a llevarse a cabo con los billetes del banco central.

Finalmente, con el oro fuera de la vista del público y enposesión exclusiva del Estado, éste debe cortar el últimovínculo con el oro renunciando a sus obligacionescontractuales y decretando la no convertibilidad de susbilletes o recibos bancarios. Sobre las ruinas del oro, queera el dinero de mercado que hizo posible que los billetesde papel adquiriesen en su día su poder adquisitivo, secoloca ahora un sistema fiduciario que carece de obstáculosy barreras, y que otorga al Estado ese poder ilimitado defalsificación que éste siempre había deseado.

Tener como objetivo una total autonomía para falsificarprefigura por otro lado la estrategia a seguir en el frentepsicológico. Obviamente, en la medida en que éste seacerque cada vez más a su objetivo último, el Estado crearámás y más víctimas, lo que obliga a crear una opiniónpública favorable. El ascenso monopolístico de poderabsoluto del Estado debe venir acompañado de medidasredistributivas que generen el apoyo necesario para superarcualquier forma de resistencia. El Estado debe buscaraliados.

Respecto a la monopolización estatal de la ley y el orden,los sistemas de comunicación y carreteras, la educación, yla democratización de su estructura organizacional—teniendo en cuenta que toda medida redistributiva implicafavorecer a unos a costa de otros—se hace difícil, o incluso

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imposible, identificar a los ganadores y perdedores porreferencia a una clase social concreta: los ganadores (operdedores) podrían hallarse distribuidos por varias clasessociales, o darse simultáneamente dentro de cada una deellas; y las formas de redistribución también pueden variarcon el tiempo. En todos estos casos, el vínculo entre elgasto redistributivo del Estado y sus consecuencias es sóloindirecto: saber si cierto gasto en educación, por ejemplo,valdrá la pena en función de un incremento de la rentaestatal sólo podrá saberse a posteriori; e incluso entonces,será difícil de determinar que tal incremento de renta sedebe a una causa concreta. En el caso de lamonopolización del dinero y la banca, por otro lado, quiénesson los que, hallándose fuera del aparato estatal, habrán debeneficiarse a partir de las políticas redistributivas delEstado, o quiénes habrán de ser los perdedores, es algoque salta a la vista; y sociológicamente hablando es fácilidentificar a los benefactores con una clase socialespecífica. En este caso particular, la conexión entre losprivilegios que otorga el Estado y su propio enriquecimientoes directo y circular; y los motivos también se hacenpatentes: El Estado se ve obligado a hacer cómplice delbanquero y su clase social por medio de dejar que ésteparticipe en sus operaciones de falsificación y se enriquezcatambién en el proceso.

Dado el caso, los banqueros serían los primeros en darsecuenta de cualquier intento de falsificar la moneda por partedel Estado. Sin incentivos especiales para lo contrario, losbancos no tendrían motivo alguno para apoyar talesacciones y tratarían de denunciarlas y detenerlas tan prontocomo fuese posible. Y este sí que sería un enemigo a teneren cuenta: los banqueros, debido a su destacada posiciónen la vida económica, y en particular, debido a la magnitud yalcance de las relaciones de poder que resultan de lanaturaleza de su negocio como facilitadores de pagos alcontado o el crédito, serían unos enemigos dignos de

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mención. El incentivo necesario para convertir a talespotenciales enemigos en aliados naturales es que el Estadoles ofrezca parte del pastel en este tipo de operacionesfraudulentas. Los banqueros, que son conscientes delpotencial que tiene la falsificación de la moneda para elenriquecimiento propio, limitados como lo estarían en unsistema de banca libre que operase en base a un dinero demercado, se han de enfrentar con una tentación casiirresistible. Apoyar al Estado en su política monopolísticatambién significa cumplir los sueños de uno por hacerse ricoen dos días. No es sólo el Estado el que se consagracuando se promulgan leyes de curso legal. Si se concede alos bancos el privilegio operar bajo un régimen monetario deexpansión fraccionaria, falsificando así su propia monedajunto a la del Estado, y con el banco central funcionandocomo falsificador de última instancia, es fácil convencer a losbancos que tal sistema ha de ser su objetivo último y lapanacea universal.0

Económicamente, esta coalición entre el Estado—comoparte dominante—y el sistema bancario—su afiliado—conduce a una permanente inflación (limitada sólo por elimperativo de que no sea excesiva y cause una caída detodo el sistema monetario), a la expansión crediticia, a losciclos recurrentes de auge y recesión, y a una constante eininterrumpida transferencia de riqueza que fluirá hacia elEstado y los bancos.

Y, sin embargo, lo más importante de todo esto son lasimplicaciones sociológicas de esta alianza: con su formaciónse establece en la sociedad civil una clase dominante cuyosintereses se hayan ligados a los del Estado. Con este apoyoel Estado puede extender su poder coactivo a prácticamentecualquier área de la sociedad.

0Sobre la participación apasionada de la élite bancaria en lacreación del Sistema de la Reserva Federal, véase Rothbard, Mystery of Banking, caps. XV, XVI.

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Antes del establecimiento de la alianza entre la banca y elEstado, la separación sociológica entre el Estado y lasociedad, es decir, entre una clase dominante explotadora yuna clase de productores explotados, prácticamente secompleta y hace visible. En un lado se halla una sociedadcivil que produce toda la riqueza; y allí está el Estado y susrepresentantes que se apropian parasitariamente de lo queotros producen. La gente es miembro de la sociedad civil odel Estado y ven sus intereses en conjunción con el primeroo el segundo. No cabe duda de que hay actividadesredistributivas en curso que favorecen a partes de lasociedad a costa de otros y que desvía los incentivosencaminados a la cooperación económica hacia laexplotación. Y sin embargo, la corrupción social no se hacesistemática una vez llegados este punto. No se trata de lacorrupción de clases sociales que se hallan conectadas enlo social, sino que es corrupción de grupos dispares eindividuos diversos. Y estos intereses sólo se unen a losestatales de forma indirecta a través de ciertas actividadesredistributivas, y no por medio de pagos concretos enefectivo a los beneficiarios.

Con la formación de la alianza Banca-Estado todo estocambia. El dinero une partes de la sociedad civil y el Estado—y nada une más a la gente que unos intereses financieroscompartidos. Más aún, esta conexión se establece entre elEstado y lo que podría identificarse, no sólo como una clasesocial que posee conexiones íntimas entre sí, sino tambiéncomo una de las más poderosas e influyentes. De hecho, noson sólo los bancos los que se unen al Estado en su políticade explotación. Los principales clientes de los bancos, laclase dirigente empresarial y los líderes de la industriaacaban también sumándose a este complot del Estado.Pues ellos, aparte del Estado y la banca, son los primerosen recibir la mayor parte del dinero falso que se crea deforma regular. Al recibir este dinero antes de que los efectosperniciosos de la inflación se expandan por todo el sistema

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económico, cambiando los precios relativos eincrementando el nivel general de los precios, y al recibircrédito a unos tipos tan bajos y fraudulentos, estos gruposse enriquecen a costa de todos los ahorradores y los últimosen recibir o no este dinero.0

Además, esta coalición financiera entre las élites delpoder industrial, la banca y el Estado tiende a versereforzada por el transcurso del tiempo. La expansióncrediticia conduce a una mayor inversión, pero como éstano está respaldada por un incremento del ahorro real, elproblema siempre se resuelve en una corrección ycontracción de las actividades. Para evitar pérdidas o labancarrota, los clientes de la banca acudirán al sistemabancario con una mayor demanda de liquidez (es decir,dinero). Naturalmente, para evitar sus propias pérdidas, losbancos estarán dispuestos a ayudar a sus clientes—y ellopor orden de importancia. Pero como la banca no puedehacer esto por su cuenta y sin ayuda, ésta siempre acabarecurriendo al Estado y su banco central. Y el Estado,entonces, al ofrecérsele otra oportunidad para enriquecerse,acepta y provee al sistema bancario, y por extensión a laclase empresarial, con la liquidez necesaria mediante unanueva ronda de falsificación. La alianza se ve renovada, y elEstado reafirma su papel dominante al haber salvado a labanca y a la élite industrial del colapso y permitirlespreservar su status quo o incrementar aún más la riquezaque ya se halla concentrada en sus manos. Sobran las

0Sobre la formación de esta coalición estado-banca-empresa véase Gabriel Kolko, The Triumph of Conservatism(Chicago: Free Press, 1967); Railroads and Regulations (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1965); James Weinstein, The Corporate Ideal in the Liberal State (Boston: Beacon Press, 1968); Richard Radosh and Murray N. Rothbard, eds., A New History of Leviathan (New York: Dutton, 1972).

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razones para devolver el apoyo público al Estado y supropaganda con energías renovadas.

No cabe duda de que esta coalición entre el Estado y laélite económica no implica un calco completo de intereses.Las diversas industrias ya establecidas también podríantener distintos intereses, o incluso contrarios; y lo mismopasa con los bancos. De igual manera, los intereses de losbancos y los clientes de otros negocios pueden diferir demuchas maneras. Tampoco los intereses de la éliteindustrial o bancaria coinciden completamente con los delEstado. A fin de cuentas, los bancos y las empresasindustriales participan en el negocio de hacer dinero a travésde la producción de bienes e intercambios que seanrentables—aunque estos tengan otras fuentes de ingresos asu disposición. Y en este punto estos deseos podrían versefrustrados por los deseos del Estado de cobrar impuestos.Sin embargo, el establecimiento de un sistema de dinero ybanca monopolizados aún crea un interés común a todosellos: un interés en preservar el aparato estatal y lainstitución de los medios políticos (explotadores) deapropiación de ingresos en cuanto tal. No sólo podría elEstado y su banco central destruir todo banco comercial, eindirectamente, cualquier empresa industrial; esta amenazaes más grande cuanto más establecido esté un negocio. ElEstado podría ayudar a todos a hacerse más ricos, y conmás razón si ya lo son. Así, cuanto más haya que perdercon la oposición, y más que ganar con la complicidad,mayores serán los deseos de la élite económica porinfiltrarse en el aparato estatal y hacer que los líderes degobierno asuman intereses financieros en el mundo de losnegocios. Los banqueros y los industriales se convierten enpolíticos; y los políticos toman posiciones en la banca y laindustria. Así emerge el característico sistema social delmundo moderno, donde el Estado y una clase de banqueros

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y grandes empresarios explotan a todos los demás.00

III. POLÍTICA INTERNACIONAL Y ORDEN MONETARIO INTERNACIONAL

Los intereses económicos del hombre, es decir, su interésen mejorar sus ingresos y riqueza mediante la producción yel intercambio, conducen al surgimiento de un dinero demercado universalmente empleado—el oro—y a un sistemade banca libre.

Los intereses políticos del hombre (es decir, sus interesesen mejorar sus ingresos y riqueza a través de la explotacióna costa de productores y contratantes) conducen a laformación de estados, la destrucción de este patrón demercado y la monopolización del dinero y la banca.

Pero una vez que el Estado se ha establecido comoentidad monopolista encaminada a la explotación y elfraude, surgen nuevos problemas. Aunque la posiciónmonopolista del Estado esté asegurada dentro de unterritorio dado, sigue habiendo competición entre estadosque operan en diferentes territorios. Es esta competición laque impone unos límites severos a cualquiera de lospoderes de explotación gubernamental. Por un lado, conello se abre la posibilidad de que la gente vote en contra deun gobierno con los pies y se marche de su territorio si éstapercibe que en otros lares es posible vivir menos explotada.Y si se percibe a otros estados como menos represivos,también aumenta la probabilidad de que sus ciudadanoscolaboren con tales competidores extranjeros que pretendenarrebatarle su “poder.” Cualquiera de estas posibilidadesplantea un problema crucial para los estados. Como cadauno de éstos vive literalmente de la población, las pérdidasde la misma, por lo tanto, son vistas como si se tratara deuna pérdida de los ingresos potenciales del Estado. Deforma similar, cualquier interés del Estado en los asuntosinternos de otro Estado debe interpretarse como unaamenaza, sobre todo, si el primero cuenta con el apoyo de

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los ciudadanos del último, pues resulta del todo imposiblemantener actividades explotadoras si no hay nada queexplotar y, obviamente, cualquier apoyo que se otorgue aotro Estado reducirá ese que se otorgue al propio.

Por otro lado, con varios estados en competición, lacapacidad de fraude de cada uno de ellos se ve muylimitada. De hecho, a escala internacional, reaparece unproblema que es análogo al obstáculo que implicaba el

0En la tradición Marxista, esta etapa de desarrollo social se denomina“capitalismo monopolista”, “capitalismo financiero” o “capitalismomonopolístico estatal”. La parte descriptiva de los análisis Marxistas esen general valiosa. Al señalar las relaciones personales y financierasentre Estado y Banca, muestran una imagen más realista del ordeneconómico actual que la mayoría de los “economistas burgueses”.Analíticamente, no obstante, se equivocan en casi todo y le dan la vueltaa la verdad.La visión tradicional y correcta, pre-marxista de la explotaciónera la del liberalismo laissez-faire tal cual fue defendida por ejemplo porCharles Comte y Charles Dunoyer. Según estos autores, no hayintereses antagonistas entre los capitalistas como propietarios de losmedios de producción y los obreros, sino entre, por un lado, losproductores de la sociedad, es decir, apropiadores originales,productores y contratantes, incluyendo a hombres de negocios ytambién a trabajadores, y por otro lado, a aquellos que adquieren riquezade forma no productiva o no contractual, es decir, el Estado y los gruposprivilegiados por éste, como los terratenientes feudales. Esta distinciónfue confundida en primer lugar por Saint-Simon que recibió ciertainfluencia de Comte y Dunoyer, y que clasificaba a los hombres denegocios junto con los señores feudales y otros grupos privilegiados deexplotadores. Marx retomó esta confusión de Saint-Simon y la expandióal decir que sólo los capitalistas son explotadores y que todos lostrabajadores son explotados, justificando esto a través de una teoría delvalor Ricardiana y su teoría de la plusvalía. Esencialmente, esta visión dela explotación ha continuado en el Marxismo a pesar de su refutaciónaplastante por parte de Böhm-Bawerk y su explicación de la diferenciaentre los precios de los factores de entrada y los de salida a través de lapreferencia temporal (interés). A día de hoy, cuando los teóricosMarxistas hablan acerca del carácter explotador del capitalismomonopolístico, ven la causa raíz de esto en la existencia continuada dela propiedad privada de los medios de producción. Incluso si admiten uncierto grado de independencia entre el aparato estatal y la clase de

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sistema de banca libre frente al fraude, y que los estadosresolvieron internamente a través de la monopolización ocartelización de la banca. Esta situación se caracteriza porla coexistencia de diferentes divisas con tipos de cambiovariable, si un Estado falsifica más que los demás, sumoneda se depreciará en relación con el resto, y para elEstado esto significa (independientemente de lo que estoimplique para sus ciudadanos) que sus ingresos habrán

capitalistas monopolistas (como en la versión de “capitalismomonopolístico estatal”), para ellos no es el Estado el que hace posible laexplotación capitalista; sino que el Estado es un agente del capitalismo,una organización que transforma los intereses individuales de loscapitalistas en el interés de un ideal universal capitalista (el ideelleGesamtkapitalist), que explica la existencia de la explotación.

De hecho, como he explicado, la verdad es precisamente todo locontrario: Es el Estado el que por propia naturaleza es una organizaciónexplotadora, y los capitalistas se ven envueltos en la explotación sólo entanto dejan de ser capitalistas y unen fuerzas con el Estado. En vez dehablar de capitalismo monopolístico estatal, deberíamos llamar alpresente sistema “socialismo monopolístico de financiación estatal” o“socialismo burgués”.

Para los estudios marxistas más representativos véase RudolfHilferding, Finance Capital (London: Routledge and Kegan Paul, 1981);V.I. Lenin, Imperialism Last Stage of Capitalism (Moscow: ForeignLanguages Publishing House, 1947); Paul M. Sweezy, The Theory ofCapitalist Development (New York: Monthly Review Press, 1942); Paul A.Baran and Paul M. Sweezy, Monopoly Capital (New York: MonthlyReview Press, 1966); Ernest Mandel, Marxist Economic Theory (London:Merlin, 1962); Late Capitalism (London: New Left Books, 1975); HerbertMeissner, ed., Bürgerliche Ökonomie ohne Perspektive (East Berlin:Dietz, 1976); sobre la perversión del análisis clásico liberal de clasesdebido al Marxismo, véase Murray N. Rothbard, “Left and Right” enEgalitarianism As a Revolt Against Nature and Other Essays(Washington, D.C.: Libertarian Review Press, 1974); sobre la refutaciónde la teoría Marxista de la explotación véase Eugen von Böhm-Bawerk,Karl Marx and the Close of His System, ed. Paul M. Sweezy, (New York:Augustus M. Kelley, 1948).

0Reconocer la profunda integración de los intereses estatales, y los

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caído en relación con los de otros estados. Con estodecrece el poder del Estado frente al resto, haciéndose éstemás vulnerable frente a los ataques perpetrados por otrosestados rivales (ya se trate de ataques militares oeconómicos). Naturalmente, al Estado no le interesa queesto ocurra, luego es lógico que éste se refrene en su deseode falsificar la moneda. El fraude todavía sigue siendo aquíla norma, no cabe duda, pues al Estado le sigueinteresando; pero ahora ningún Estado es lo totalmenteautónomo como para inflar la moneda a su antojo y, en lugarde ello, estos se vigilan entre sí para poder ajustar suspropias políticas inflacionistas en relación con las de losdemás.

de aquellos en la élite económica, debido a la monopolización del dineroy la banca, no es lo mismo que decir que no pueda haber conflictosdentro de esta coalición. Como se ha mencionado antes, el Estadotambién está caracterizado, por ejemplo, por la necesidad dedemocratizar su propia constitución interna. Y de los procesosdemocráticos podrían surgir sentimientos igualitaristas o populistas quese opondrían al trato de favor otorgados a los bancos y grandes empresapor parte del Estado. Sin embargo, es precisamente la naturalezafinanciera de la conexión Estado-empresas lo que hace que tal cosa nosuceda. Esto no sólo supondría una amenaza inmediata para la élite enel poder, sino que también repercutiría en una pérdida severa deingresos para el Estado, aunque con ello no se amenazara la estabilidaddel Estado como tal. Es así que se da un fuerte incentivo para queambos sectores unan fuerzas al objeto de evitar tales sentimientos ydejarlos fuera del proceso político antes de que se extiendan, y asegurarcon todos los medios a su disposición que la gama de alternativaspolíticas admitidas para la discusión pública sea tan restringida comopara excluir sistemáticamente cualquier examen de esta actividadconjunta de falsificación.Véase sobre esto también—a pesar de loserrores característicos de la izquierda—estudios tan informativos comoC. Wright Mills, The Power Elite (New York: 1965); G. William Domhoff,Who Rules America? (New York: 1967); E.E. Schattschneider, The Semi-Sovereign People (New York: Holt 1960); Peter Bachrach and MortonBaratz, Power and Poverty (New York: 1970); C. Offe, Strukturproblemedes Kapitalistischen Staates (Frankfurt/M. Suhrkamp, 1972).

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Para maximizar sus ingresos adquiridos a través de laexplotación, lo que le interesa al Estado es superar ambasrestricciones externas a su poder interno. La cartelizaciónpodría ser una solución. Sin embargo, ésta siempre fracasa—a falta de una agencia que proteja al monopolista—debidoa que los carteles interestatales sólo podrían ser voluntariosse hacen, por lo tanto, menos atractivos frente a los ojos delEstado cuanto más poderoso éste sea y menos inflacionistasea en sus políticas de fraude y falsificación. Al unirse a uncártel que fuera así, el Estado iría así en contra de suspropios intereses para favorecer a estados menospoderosos y más inflacionistas que él mismo. Sólo hay unasolución estable frente a este problema: el Estado debetratar de expandir su territorio, eliminar a sus competidoresy, como objetivo último, establecerse como gobierno global.Y de forma paralela, el Estado debe intentar lograr que sudinero Fiat sea usado en más y más territorios, y seconvierta al fin, en la moneda global al uso bajo el control desu propio banco central mundial. El Estado sólo podrá teneréxito si se logran estos objetivos. Todavía existen muchosobstáculos en este camino, pudiendo estos ser de talmagnitud, que las soluciones de consenso sean menosperfectas de la esperadas. Sin embargo, mientras exista elEstado, tal interés también seguirá existiendo, y éste debeser entendido como tal, si uno quiere interpretarcorrectamente los eventos del pasado y posibles tendenciasfuturas (¡a fin de cuentas, se ha tardado siglos en consolidareste poder del Estado para falsificar la moneda!).

Los medios para lograr el primero de estos dos objetivosrelacionados es la guerra. Guerra y Estado son dos cosas

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que se hallan estrechamente relacionadas.0 Si la falta deoposición entre los propios funcionarios y empleadospúblicos frente a la apropiación indebida y no contractual debienes y servicios por parte del Estado no se hace deextrañar—pues de otro modo estos habrían protestado ya yel Estado se habría disuelto—tampoco debe sorprender queestos no presenten objeción alguna frente a la expansiónterritorial del Estado por medio de la guerra. De hecho, laguerra es el prerrequisito lógico del posterior alto el fuego: ysu propio sistema interno de explotación institucionalizadano es más que un alto el fuego—legitimizado—, es decir, elresultado de conquistas previas por parte del Estado.Además, en tanto que encargados de gobierno, losrepresentantes y funcionarios del Estado también controlanlos medios que más probabilidad tienen de motivar losdeseos más agresivos en el individuo y usarlos a su favor.Gracias al control ejercido sobre los impuestos, o, mejorincluso, debido al poder monopolista del Estado para poderfalsificar la moneda en el propio dominio nacional, éste escapaz de hacer que sean otros los que le financien lostrabajos de la guerra. Y, no cabe duda, de queprotegiéndose a si mismo frente a la posibilidad de tenerque pagar por las consecuencias negativas que se derivande las decisiones que tomamos, las cuales implican unriesgo, externalizándose así el coste de ello en otros, o si sepudiera crear fondos para financiar proyectos a partir de lanada, uno tenderá a asumir mayores riesgos, y se le

0Sobre la relación íntima entre el Estado y la Guerra, véase el importante estudio de Ekkehart Krippendorff, Staat and Krieg (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1985); también Charles Tilly, “War Making and State Making as Organized Crime,” en Peter Evans, et al. eds., Bringing the State Back In (Cambridge: Cambridge University Press, 1985); Robert Higgs, Crisis and Leviathan (New York: Oxford University Press, 1987).

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“escapará más el gatillo,“ que si fuera lo contrario.Si bien es cierto que el Estado surge de forma

independiente a la demanda y que, por lo tanto, éste ha deposeer por naturaleza unas instituciones más agresivas quecualquier otro negocio normal que sólo disponga de capitalprivado para financiar la guerra, y que tenga que enfrentarsecon las repercusiones financieras derivadas de lainsatisfacción de esos de sus clientes que redujesen suscompras en respuesta a las políticas beligerantes de la talcompañía, el Estado no es totalmente libre a la hora deagredir a sus vecinos extranjeros. De la misma manera queaparecen los estados aunque no se les demande, así lasguerras. Pero en la medida en que el surgimiento ycrecimiento de los estados esté limitado por la opiniónpública, las aventuras bélicas estatales también lo estarán.Pues, no cabe duda, de que para salir victorioso de unaguerra interestatal, el Estado tendrá que controlar—relativamente—los suficientes recursos económicos comopara poder mantener sus actividades. No obstante, estosrecursos sólo pueden ser provistos por una poblaciónproductiva. Es así que, en su empresa por asegurarse losmedios necesarios para ganar guerras y evitar enfrentarse auna reducción paulatina de la producción mientras se estéen guerra, la opinión pública puede revelarse de nuevocomo una variable decisiva frente a los deseos expansivosdel Estado. Sólo si la guerra tiene el apoyo popular se podráésta sostener y, posiblemente, ser ganada. El apoyo de labanca y la clase productiva dirigente pueden ganarsefácilmente siempre y cuando la agresión exterior prometa unfinal exitoso y su coste pueda ser establecido con ciertaprecisión. No todos los integrantes de esta clase socialquerrán sumarse a los esfuerzos, por supuesto, puesalgunos también podrían tener intereses en el territorio aconquistar que se verían perjudicados bajo los supuestos deun conflicto interestatal; o se podría desear que se ataque alpaís C en vez de B; o incluso se podría estar en principio en

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contra de la guerra. Generalmente, la expectativa de quecon la victoria de su Estado la élite de bancos y empresariosse establecería como la clase dominante en un territoriomás amplio, que se corresponde con mayores posibilidadesde explotación financiera, es una poderosa razón para quela élite económica—especialmente la banca—tome enconsideración la opción de la guerra.

Pero el apoyo de la élite no es suficiente. En una guerrael Estado depende más que nunca del deseo personal porel trabajo y producir cosas. (El Estado no puede permitir quehaya holgazanes durante la guerra). Para asegurarse elapoyo total, los estados deben ayudar a crear y promoverideologías nacionalistas. Estos tienen que convertirse enestados-nación y representar el papel de portaestandartes yprotectores de los valores superiores de la nación propia,por oposición a la de los demás, al objeto de generar unaidentificación pública con un estado en particular, lo que a suvez es necesario para eliminar la independencia de más ymás naciones, grupos étnicos, lingüísticos y culturales queposeen caracteres propios.

Sin embargo, hace falta algo más sustancial paramantener a la población trabajando y produciendo losrecursos necesarios para la guerra: A fin de cuentas, losdemás estados, podemos asumir, también tienen el apoyode su élite empresarial; y también han creado un espíritunacionalista en sus territorios. Asumiendo además queestados antagonistas controlen inicialmente poblaciones detamaño similar y territorios con similares recursos, lavariable decisiva que determine la victoria y la derrota serála riqueza económica relativa de las sociedadesinvolucradas, y su grado relativo de desarrollo económico yde acumulación de capital. Tales estados con mayor riquezaeconómica tenderán a salir victoriosos en caso de guerracon otros estados. No cabe duda de que, para estar en estaposición, tienen que haberse dado en el origen unascondiciones favorables para la formación de capital y

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riqueza en sus territorios respectivos. Y sin embargo, en lamedida en que la tendencia inherente al Estado sea la de laapropiación indebida de bienes y recursos, la propiaexistencia del Estado es destructiva para la riqueza yacumulación de capital. Pero la contribución también puedeser negativa. La riqueza y el capital sólo surgen mediante laapropiación originaria, la producción y los acuerdosvoluntarios, y un nivel de explotación relativamente bajo delas personas dedicadas a estas actividades implicafavorecer el impulso encaminado a la formación de capital,que en la siguiente ronda de explotación puede dar alEstado los recursos necesarios para salir victorioso frente asus vecinos. Así, lo que también hace falta para ganarguerras es un nivel relativamente alto de liberalismo interno.

Aunque a primera vista podría parecer paradójico, locierto es que cuanto más liberal0 sea un Estado de puertasadentro, más propenso también será éste a la hora de iniciarla violencia contra otros estados. El liberalismo internoenriquece a la sociedad; una sociedad más rica de la queextraer enriquece al Estado, y un Estado con más recursoslleva a más y más guerras de expansión victoriosas. Y estatendencia de los estados más ricos hacia la intervenciónextranjera se ve reforzada aún más, si estos logran crear unnacionalismo “de oposición” en el público, es decir, laideología de que, sobre todas las cosas, la guerra esnecesaria para proteger los intereses internos de lasociedad y su alto nivel de vida.

De hecho, se puede decir algo aún más específico sobreel liberalismo interno como requisito para el éxito delimperialismo. La necesidad que tiene el Estado pormantener una economía productiva es lo que explica,

0El término “liberal” es usado aquí y en lo que sigue en su sentido tradicional Europeo y no en el sentido actual americano como sinónimo de “socialista” o “socialdemócrata”.

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ceteris paribus, su tendencia inherente a la hora de superara aquellos de sus competidores que, en la arena de lapolítica internacional, mejor hayan ajustado sus políticas deredistribución internas para disminuir el peso de las cargasimpositivas sobre las actividades económicas de susciudadanos. Tanto las regulaciones que prohíben o limitanciertos intercambios entre los individuos como los impuestosconllevan la apropiación de ingresos a través de métodos noproductivos y/o contractuales y, por tanto, ambos dañan alos propietarios, productores y contratantes originarios. Noobstante, las regulaciones son tan perniciosas para laproducción como los impuestos, pues aquéllas tienen lapeculiar característica de requerir el control estatal sobrerecursos económicos para hacerlas cumplir pero sinincrementar al mismo tiempo de forma pareja los recursos adisposición del Estado. En la práctica, esto equivale a decirque toda regulación requiere del control estatal sobre losimpuestos, pero que éstas no producen gananciasmonetarias para el Estado (En verdad, lo único quesatisface este tipo de normas es el deseo de poder, comocuando A, que no ve ganancia aluna para sí en ello, prohíbea B y C involucrarse en intercambios beneficiosos paraambos). Haciendo contraste con esto, los impuestos y suredistribución, según el principio “De Pedro a Pablo,”incrementan los medios económicos a disposición delEstado gracias a la “comisión de servicio” derivada del actoredistributivo mismo. Dado que una política de impuestos sinregulación rinde mayores ingresos monetarios al Estado (¡ycon ello más recursos para gastar en la guerra!) que unapolítica de regulación con fuertes cargas impositivas, latendencia del Estado siempre será la de abandonar laregulación económica y favorecer el estado impositivo si es

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que éste quiere evitar la derrota internacional.0

Con estas consideraciones teóricas como trasfondo so-bre la naturaleza del Estado y la política internacional, granparte de la historia comienza a encajar. Los siglos de guerrade los estados entre sí confirman lo que se ha afirmado so-bre la naturaleza inherentemente agresiva del Estado. Deforma similar, la historia ilustra de forma dramática esta ten-dencia de concentración de los estados como resultado detales guerras: El expansionismo agresivo del Estado ha con-ducido al cierre de toda frontera, y a una constante caída enel número de estados junto con un constante incremento enel tamaño territorial de aquellos estados que han logrado so-brevivir. Aún no se ha formado un Estado mundial, pero nocabe duda de que ya existe una tendencia en tal camino. Deforma más específica, la historia nos muestra la importanciavital que el liberalismo interno tiene para el crecimiento delos imperios: primero, podemos explicar el auge de los esta-dos en Europa Occidental hasta lograr la posición interna-cional prominente que estos ocupan. Fue en Europa Occi-dental, construida sobre las antiguas tradiciones intelectua-les de la filosofía Griega y Estoica, así como la ley Romana,donde emergió la ideología de los derechos naturales y el li-beralismo.0 Fue aquí—asociado a nombres como HugoGrotius, Samuel Pufendorf, John Locke, y a los escolásticosde finales del siglo XVI como Santo Tomás de Aquino, Luisde Molina, Francisco Suárez—donde el liberalismo ganó in-fluencia en la opinión pública; y cuando los poderes internosde explotación estatales fueron reducidos. Y su poder se vio

0Un ejemplo altamente característico de esta conexión entreuna política de desregulación interna y un aumento de la agresividad externa fue la administración Reagan.

0Sobre esto véase Hans-Hermann Hoppe, “The Economics and Sociology of Taxation,” in Journal des Economistes et des Etudes Humaines 1, no. 2 (1990); supra cap. 2.

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aún más debilitado por el hecho de que la Europa pre-mo-derna estaba caracterizada por un sistema internacional al-tamente competitivo, casi anárquico, donde había multitudde pequeños estados rivales y principados feudales. Fue enesta situación en la que surgió el capitalismo.0 Debido a quelos estados eran débiles, los propietarios, productores y con-tratantes comenzaron a acumular más y más capital; se re-gistraron tasas de crecimiento nunca antes vistas; por pri-mera vez se pudo sostener a una población creciente; y, conla estabilización de la misma, también aumentó gradualmen-te su nivel de vida, lo que al final condujo a la llamada Revo-lución Industrial. Con esta riqueza superior de las socieda-des capitalistas, los estados antes débiles pero liberales deEuropa Occidental se convirtieron en los estados más ricosdel mundo. Y esta mayor riqueza en manos del Estado con-dujo a su vez a una serie de aventuras imperialistas que si-tuaron a los estados europeos en una posición global de po-der sin precedentes por primera vez en la historia, exten-diendo estos su dominio hegemónico por todos los continen-tes.

Igualmente, podemos explicar el papel de Inglaterradentro de los estados de Europa Occidental. Siendo el paísmás liberal de todos, el gobierno Británico se convirtió en elestado imperialista más exitoso de todos.0 Y el relativodeclive de Inglaterra (y Europa Occidental) y el auge de losEEUU como primera potencia mundial imperialista encajantambién en este esquema teórico. Sin un pasado feudal del

0Sobre la importancia de la “anarquía política” para el surgimiento del capitalismo véase Jean Baechler, The Origins of Capitalism (New York: St. Martin’s, 1976), cap. 7.

0Sobre el imperialismo británico véase Lance E. Davis and Robert A. Huttenback, Mammon and the Pursuit of Empire: The Political Economy of British Imperialism 1860-1912 (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).

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que hablar, y con el imperialismo Británico derrotado, elliberalismo era aún más fuerte en EEUU que en cualquierlugar de Europa. El poder estatal era mínimo, yprácticamente no se sentía en la vida cotidiana delciudadano. Como cabe esperar, el crecimiento económicofue más alto en este país que en el resto; subió el nivel devida; la población aumentó; y tanto los estándares de vidacomo la población fue capaz de superar de forma gradual ala de los países de Europa Occidental. Al mismo tiempo, yadesde finales del siglo XIX, Inglaterra y Europa Occidentalsufrieron brotes internos de estatismo nacidos tras laaparición de la ideología socialista en la escena políticaeuropea. Fue esta mayor riqueza económica—producidapor una sociedad civil poco explotada—lo que permitió aldébil gobierno de los EEUU convertirse lentamente en elEstado más rico y próspero, empleando sus riquezas en laagresión extranjera, y con el tiempo construir bases militarespor todo el globo y dominar directa o indirectamente a granparte del mundo (con la excepción de la Unión Soviética,China, y sus respectivos satélites).0 El siglo XIX ya diomuestras claras del expansionismo agresivo del gobierno—liberal—de los EEUU. Al menos desde 1801, cuando laMarina de los EEUU fue enviada en una misión de castigo aun área remota cerca de Trípoli, no ha habido apenas unaño en el que el gobierno de los EEUU no haya intervenidoen algún lugar del mundo.0 Éste se involucró en tresgrandes guerras: Contra Inglaterra (1812); contra México(1846-48) en la que este país perdió la mitad de su territorio;y contra España (1898), que resultó en la ocupación

0Véase sobre esto E. Krippendorff, Staat and Krieg, pp. 97-116.

0Véase la tabla en Ekkehart Krippendorff, Die amerikanische Strategie (Frankfurt/M. Suhrkamp, 1970), pp. 43ff.

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americana de Cuba y las Filipinas. Contrario a lo que dice elmito popular, la Guerra Civil también fue en esencia unaguerra expansionista librada por los estados relativamentemás liberales del Norte contra sus vecinos Confederados.No obstante, su mayor logro encaminado hacia ladominación mundial no apareció hasta el siglo XX, cuandolos EEUU entraron en la Primera y Segunda GuerrasMundial. Ambas guerras demostraron la superioridad delpoderío de los EEUU sobre los estados Europeos. LosEEUU determinaron a los vencedores y vencidos, y ambasguerras terminaron con la victoria del gobierno liberal de losEEUU—asentado sobre una economía menos regulada yfiscalizada—frente a los estados más socialistas yautoritarios de Europa (incluyendo a la Unión Soviética) consus economías más fiscalizadas y reguladas. Con el final dela Segunda Guerra Mundial, los EEUU lograron lahegemonía sobre Europa y, como heredero de los imperiosextranjeros de los estados Europeos, sobre vastos territoriospor todo el mundo. Desde la Segunda Guerra Mundial, losEEUU han continuado e incluso incrementado suexpansionismo con intervenciones militares a varias escalasen Grecia, Irán, Corea, Guatemala, Indonesia, Líbano, Laos,Cuba, el Congo, la Guayana Británica, la RepúblicaDominicana, Vietnam, Chile, Granada y Nicaragua.0

Finalmente, la historia también nos muestra una vívidailustración del vínculo directo entre los poderes internosestatales de falsificación y su política de agresión externa,así como la conspiración de la banca y la élite empresarialcon el Estado para perseguir sus deseos expansionistas. Elpunto de inflexión que marca el inicio del proceso queculmina con el auge de los EEUU como potencia mundial

0Sobre le política exterior de los EEUU en el siglo XX, véaseLeonard P. Liggio, “American Foreign Policy and National Security Management” in Radosh and Rothbard, A New History of Leviathan; Rothbard, For a New Liberty, cap. 14.

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fue la Primera Guerra Mundial. El gobierno de los EEUU nopodría haber entrado y salido victorioso de esta guerra(inicialmente) europea de naciones sin los poderesabsolutos de falsificación de la moneda que logró en 1913con el establecimiento del Sistema de Reserva Federal, sinla cual, éste no hubiese tenido los recursos necesarios paralograrlo. Una vez instaurado el sistema de banca central,EEUU logró con éxito la transición paulatina a unaeconomía de guerra, lo que hizo posible que el gobierno deeste país pudiera involucrarse mucho más en la guerra yconvertirla en una de las más devastadoras de la historia. Yde la misma manera con la que el Sistema de la ReservaFederal fue recibido con entusiasmo por el sector bancario(en particular por las casas de Rockefeller, Morgan, Kuhn,Loeb y compañía), la política externa de entrar en guerra enel bando Aliado encontró sus más ardientes defensoresentre la élite económica (de forma destacada en la figura deJP Morgan como agente fiscal del Banco de Inglaterra yasegurador monopolístico de bonos británicos y franceses, ycomo importante productor de armamento, y que se hallabarepresentada dentro de la administración Wilson porhombres tan poderosos como W. G. McAdoo, secretario delTesoro y yerno de Wilson; el Coronel PM House, íntimoconsejero de política exterior de Wilson; y B. Strong,gobernador del Banco de la Reserva Federal de NuevaYork).0

Sólo hay un elemento importante que aún nos falta paratener una reconstrucción completa del presente ordeninternacional: el dinero. Parte del interés natural del Estadoconsiste en expandir militarmente su territorio; y por tanto,

0Véase sobre esto Mystery of Banking, pp 230-47; sobre el rol de los Morgan en incitar a la administración Wilson a entrar en guerra véase en particular, Charles Tansill, America Goes to War (Boston: Little, Brown, 1938), caps. II-IV.

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uno debería esperar una tendencia hacia una relativaconcentración de estados. Al Estado también le interesainvolucrarse en el “imperialismo monetario” (es decir,extender su poder de fraude sobre territorios más amplios);y así, podríamos esperar una tendencia hacia la existenciade una moneda Fiat global única. Ambos intereses ytendencias se complementan mutuamente. Por un lado,cualquier paso dado en aras de un cartel internacional defalsificación está condenado al fracaso si no secomplementa con el establecimiento de la dominación yjerarquía militar. Las presiones económicas internas yexternas tenderían a acabar con el cártel. Con superioridadmilitar, no obstante, un cártel inflacionista se hace posible.Por otro lado, una vez que la dominación militar ha hecho talcártel posible, el estado dominante puede expandir su poderde explotación sobre otros territorios sin necesidad deguerras o conquistas. De hecho, la cartelizacióninternacional de la falsificación monetaria permite al estadodominante perseguir mediante medios más sofisticados (esdecir, menos visibles), lo que no se podría conseguir através de la conquista y la guerra.

En un primer momento, el Estado dominante (un estado,esto es, que podría aplastar militarmente a otro, siendo esteúltimo consciente de ello) usará su fuerza superior paraforzar una política de inflación coordinada a escalainternacional. Su propio banco central marca el ritmo delproceso de falsificación de la moneda, y a los bancoscentrales de los estados dominados se les ordena inflar a lapar con el estado dominante. Desde un punto de vistapráctico, el papel moneda del estado dominante esimpuesto como divisa de reserva a los bancos centralesextranjeros, y se les presiona para que lo usen como basede sus propias actividades inflacionistas.

Al no verse limitado por la demanda, sino sólo por laopinión pública, al Estado se le hace relativamente fácil latarea encaminada a lograr este objetivo. La conquista

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territorial directa, o la implementación de monedas Fiat enterritorios extranjeros, pueden verse dificultadas debido a laopinión pública, doméstica o no, en materia de asuntosexteriores. Pero con el poder del Estado de destruircualquier gobierno extranjero en concreto—incluso si nofuese lo suficientemente poderoso como para conquistarlodel todo—el éxito del imperialismo monetario requiere debien poco.

Internamente, lo más probable es que el Estado noencuentre mucha resistencia. Una solución con la que elGobierno por fin estará de acuerdo. Pues tras laimplementación del uso de su propia moneda como divisade reserva por parte de bancos extranjeros que permite laimplementación de su sistema piramidal sobre el papelmoneda nacional, también se hace posible para el estadodominante involucrarse en un tipo de explotaciónprácticamente libre de costes y que permite expropiar apropietarios y productores de ingresos de otros países sintener que temer a una contracción de la masa monetaria.Igualmente, su propia élite bancaria y empresarial estarádispuesta a aceptar tal situación, porque ellos tambiénpueden participar de forma segura en la explotaciónextranjera. Los bancos en particular siempre se apasionan.Y el público en general ignora lo que está ocurriendo, oconsidera de poca importancia la explotación a extranjerosen relación con los problemas internos.

Externamente, el asunto es ligeramente más complicado.El estado dominado pierde recursos frente al estadodominante como consecuencia del régimen monetario. Peroenfrentado con la posibilidad de perder su control interno,éste prefiere de forma natural un sistema que no sólo lepermita permanecer en el poder, sino también continuar conla expropiación fraudulenta de su propia población al inflarsu moneda de forma coordinada con el estado dominante.Por la misma razón, la élite bancaria y empresarial, comoprimeros receptores del dinero falsificado de sus respectivos

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gobiernos, estarán dispuestos a aceptar esta solución. Y elpúblico en general de los territorios dominados, sujetos através de este acuerdo a una doble capa de explotación porparte de la élite de otros estados además de la élitenacional, nuevamente ignora todo esto y no lograidentificarlo como causa importante de su prolongadadependencia económica y relativo estancamiento vis-à-vis lanación dominante.El primer paso, no obstante, no proporciona una situaciónperfecta. El sistema monetario internacional estácaracterizado por un papel moneda dominante y unamultitud de divisas nacionales construidas piramidalmentesobre aquél, con tipos de cambio que fluctúan librementeentre estas divisas. Por un lado, esto es menos satisfactoriopara el estado dominante, ya que bajo estas circunstanciaspuede suceder que su moneda se deprecie respecto a lasdemás, y tal suceso amenazaría su papel como potenciadominante. Los tipos de cambio no son determinadosexclusivamente por las políticas inflacionistas de losdiversos bancos centrales. En última instancia y ceterisparibus, éstas están determinadas por la paridad del poderadquisitivo.0 E incluso si un banco central dominado infla sumoneda de forma conjunta con el estado dominante, otrosfactores (como un menor nivel de impuestos y regulaciones,por ejemplo) aún puede hacer que su moneda se aprecierespecto a la del último.

Por otro lado, la existencia de una multitud de monedasque fluctúen libremente, como se ha explicado antes, es unaperversión del concepto mismo de dinero. Se trata aquí deun sistema de trueque parcial. Éste crea caos informacional,hace que el cálculo económico sea imposible y conduce aineficiencias dentro del mismísimo sistema de producción

0Sobre la teoría de la paridad del poder adquisitivo, véase Mises, Human Action, pp. 452-58; Rothbard, Man, Economy, and State, pp. 715-22.

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sobre el que el estado dominante descansa de formaparasitaria.

Así pues, para asegurar su posición dominante ymaximizar sus ingresos apropiados por medio de laexplotación, en un segundo paso, un estado dominantetratará de instituir una moneda internacional —y universal enúltima instancia— monopolísticamente controlada y emitida,bien por su propio banco central, bien por un bancointernacional o mundial que esté controlado por su propiobanco central.

Hay algunos obstáculos a la hora de lograr esto. Sinembargo, una vez que se ha completado el primer paso,ninguno de ellos parece insuperable. Naturalmente, elestado dominado perdería algo de poder discrecional coneste sistema. Pero esto se vería compensado por el hechode que su propia economía funcionaría de forma máseficiente si se elimina el caos que provocan los tipos decambio para el comercio internacional. Y además, la élitebancaria y empresarial en ambos países estaría totalmentea favor de tal régimen monetario, y se servirían de susvínculos con sus respectivos estados y conexionesinternacionales para promover su adopción. Ya que, a fin decuentas, los bancos y las empresas también forman partedel negocio de hacer dinero a través de la producción y losintercambios de moneda. Los tipos de cambio librementevariables son un impedimento artificial en la búsqueda deeste interés económico. Y estos serán percibidos como másdisfuncionales cuanto más grande sean las empresas,porque para ellas el comercio internacional juega un papelmás importante.

De hecho, la mayor oposición a la adopción de unamoneda internacional debe esperarse no de los estados yélites económicas, sino de la ciudadanía en general. Unamoneda internacional implica desechar una moneda propia,lo que va en contra del mismísimo nacionalismo que todoslos estados han cultivado durante tanto tiempo. Esto sería

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un problema especialmente si se le pidiese a la ciudadaníade los estados dominados que adoptasen la moneda delestado dominante directamente—con su nombre y todo—porque la naturaleza imperialista de tal sistema monetarioresultaría obvia de forma evidente. Y sin embargo, con unpoco de diplomacia y una agenda paciente, este problematambién es resoluble. Se crea una nueva moneda con unnuevo nombre y se define en términos de las divisasnacionales ya existentes para no levantar sentimientosnacionalistas o anti-imperialistas. Esta nueva moneda debeser ligeramente más fuerte que las anteriores divisasnacionales (que serán definidas en términos de la nuevamoneda) para expulsar a todos los dineros nacionales fuerade la circulación (de acuerdo con la ley de Gresham).0 Estodebe venir acompañado de un apoyo constante por partedel Estado y de las élites a la intuición económica popularde que—a pesar de cualquier sentimiento nacionalista—lasmonedas de libre cambio son una institución anacrónica quedificulta el cálculo económico racional y que, además,resulta de interés general el tener una única monedainternacional (y si es posible, universal) emitida por unainstitución controlada por el banco central del estadodominante y que éste estará dispuesto a facilitar.Desplazando cualquier cambio drástico en la opinión públicaen la dirección de una mayor protección de la propiedadprivada y un dinero estable, con la consecuente vigilanciaantiestatista, nada impedirá al estado dominante lograr estaautonomía internacional de falsificación. Y con un dineromundial en circulación y que controla el banco central delestado dominante, se toma un paso decisivo a la hora dealcanzar su objetivo último de establecerse como gobierno aescala mundial que controle de forma global, no sólo la

0Sobre la ley Gresham véase Mises, Theory of Money and Credit, pp. 75, 77; Human Action, pp. 78l-83; Rothbard, Power and Market, pp. 29-31.

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falsificación de la moneda, sino también los impuestos, yregule el mercado.

A la luz de esta explicación del imperialismo monetario ysu función como complemento “natural” (desde el punto devista estatista) del expansionismo militar, las piezasrestantes de la historia de la política internacional encajan.Parejo al auge de Gran Bretaña como principal potenciaimperialista se produjo el imperialismo de la libra esterlina.Controlados por Inglaterra, las colonias fueron obligadas amantener sus reservas en Londres en libras esterlinas,donde el Banco de Inglaterra las convertiría en oro. De estamanera, estos países podían construir piramidalmente susmonedas nacionales sobre la libra, y Gran Bretaña podríainflar los billetes esterlinos sin tener que temer las salidas deoro. Con el declive de Gran Bretaña y el consecuente augede EEUU a la posición de principal potencia militar, elimperialismo esterlino fue gradualmente reemplazado por elimperialismo del dólar. A finales de la Segunda GuerraMundial, con el dominio de EEUU extendido por todo elmundo, y esencialmente ratificado en el acuerdo de BrettonWoods, el dólar se convirtió en la moneda de reservamundial sobre la cual los demás estados han venido infladosus propias monedas nacionales.0 Durante un tiempo, losEEUU mantuvieron de forma oficial la promesa deconvertibilidad de los dólares depositados en bancosextranjeros en oro, y esto limitaba en cierta manera supropio potencial inflacionario. No obstante, este país nuncapuso freno a la constante falsificación del dólar. La posiciónde los EEUU como la potencia militar dominante a escalainternacional (formalizada a través de pactos militares,especialmente la OTAN) permitió a este país limitar elderecho de los países extranjeros a convertir sus dólares en

0Sobre el patrón dólar establecido con el sistema Bretton Woods, véase Henry Hazlitt, From Bretton Woods to World Inflation (Chicago: Regnery, 1984).

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oro, cosa esta que le permitió seguir inflando el dólar encasa sin miedo a contracciones de la masa monetaria. Ycuando su política de falsificación de la moneda incitó agobiernos extranjeros a arriesgarse a la hora de obtener oroa precios de ganga, fue el poderío militar del gobierno de losEEUU lo que le permitió incumplir su promesa y declarar lano convertibilidad de su billetes. Desde entonces, el Sistemade Reserva Federal ha adquirido la posición de falsificadorautónomo de último recurso para el resto sistema bancariointernacional.0

La naturaleza imperialista del patrón dólar se manifiesta através de instrumentos tales como el Fondo MonetarioInternacional (FMI), el Banco Internacional para laReconstrucción y el Desarrollo (IBRD) y el Banco de PagosInternacionales (BIS).0 El dinero y el crédito, creado a golpede botón y sin restricción alguna, es enviado desde estasinstituciones dominadas por los EEUU a gobiernosextranjeros que lo usarán para inflar sus propias monedasnacionales y que, a su vez, acabarán incluyendo en supropio sistema bancario de carteles que, en una rondaulterior de falsificación, se acabará repartiendo entre lasélites industriales preferidas del Estado, y a partir de ahí,encontrará su lugar en las periferias económicas.Paralelamente a este flujo de dinero se presenta un procesoinverso de redistribución de los ingresos y la riqueza desdela periferia a las empresas nacionales y élites bancarias de

0Desde 1971, cuando se suspendió el patrón oro, se ha creado más dinero del que previamente habían acumulado todas las naciones de la Tierra desde el principio de los tiempos.

0Sobre la naturaleza imperialista de estas instituciones, véase Gabriel Kolko, The Politics of War, the World and United States Foreign Policy 1943-1945 (New York: RandomHouse, 1968), pp. 242-340.

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los varios estados nación, así como desde los estadosdominados hacia el gobierno de los EEUU y la élite bancariay empresarial americana como centro último del sectorfinanciero internacional.

Desde un punto de vista sociológico, las consecuenciasson particularmente interesantes si estos dos procesosintegrados se superponen en sociedades pre-modernas yfeudales. Tales países, principalmente en África, Asia yAmérica del Sur y Central están típicamente caracterizadospor una clase de terratenientes feudales, o de terratenientesfeudales convertidos en magnates financieros o industrialescontrolando el aparato estatal y residiendo principalmenteen la capital y sede del gobierno; y por una clase dedesposeídos, campesinos dependientes, dispersos por elcampo que es el que sustenta la capital y el Estado, la élitefeudal, a través del pago de tributos.0 El imperialismo deldólar significa mantener al orden feudal, apoyando yparticipando en la explotación de un campesinadoempobrecido por parte de una casta parasitaria feudal y sucapital, y contribuyendo a la supresión de cualquiermovimiento liberacionista que propugne reformas agrarias.De hecho, el ciclo típico en el Tercer Mundo de brutalopresión gubernamental, movimientos revolucionarios,guerra civil, supresión ulterior y dependencia económicaprolongada y pobreza masiva es en gran parte causado ymantenido por el sistema monetario internacional dominadopor los EEUU.

Desde 1971, en particular, se han hecho esfuerzosencaminados a la consecución del segundo paso de esteproceso de expansionismo monetario. No todas, de las 160divisas de libre cambio aproximadas que se dan en laactualidad, representan el mismo problema, pues se trata demonedas que no están en condiciones, por razones

0Véase Paul A. Baran, Political Economy of Growth (New York: Monthly Review Press, 1957), caps. V-VI.

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internas, de apreciarse contra el dólar en su mayoría yreforzar así el poder de sus estados frente al gobierno de losEEUU, o que juegan un papel tan marginal en el comerciointernacional que el caos de cálculo que introduce suexistencia es como para no tenerse en cuenta. Sinembargo, debido a la fuerza relativa de sus divisas y suimportante papel en el comercio internacional, losprincipales estados de Europa Occidental así como Japónsuponen un problema. Esta es la razón de que el esfuerzode los EEUU por crear una moneda mundial que ayude aracionalizar el cálculo económico y al mismo tiempo protejala dominación americana e incremente sus propios poderesinflacionistas, se haya dirigido contra estos países enparticular. La creación de los Special Drawing Rights(SDRs), que incluía inicialmente a dieciséis países líderesde la exportación, y posteriormente a cinco, y que fuecreada por el FMI, constituyó un intento de creación de unamoneda y banco mundial bajo el dominio americano.0 Otroimportante avance hacia este objetivo ocurrió mediante lasactividades de la Comisión Trilateral, fundada en 1973,como una extensión del Council on Foreign Relations deDavid Rockefeller. Compuesto por unos 300 políticos,banqueros y empresarios altamente influyentes, así comode intelectuales y periodistas provenientes de Norteamérica,Europa Occidental y Japón, la principal prioridad de la TCreside en el establecimiento de una moneda y un bancocentral de alcance global.0 Fervientemente apoyado comopaso intermedio encaminado a la consecución este objetivoúltimo, tanto por la TC, como por asociaciones definancieros e industriales que tienen una presenciasustancial en la misma, como el Comité de Acción paraEuropa, la Asociación para la Unión Monetaria de Europa, laFederación Bancaria de la Comunidad Europea, laAsociación Bancaria ECU, el Comité de Basilea y el Grupo

0Véase Hazlitt, From Bretton Woods to World Inflation.

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Wilton Park, se han hecho grandes esfuerzos a la hora dedefinir el frente monetario Europeo. La Unidad MonetariaEuropea (ECU) emitida bajo el respaldo de la ComunidadEconómica Europea apareció en 1976. Definida como unamedia ponderada de diez divisas Europeas y asistida pororganizaciones como el Sistema Monetario Europeo, elBanco de Inversiones Europeo, la Sociedad para lasTelecomunicaciones Financieras InterbancariasInternacionales, y el Fondo Monetario Europeo deCooperación, el ECU ha asumido un papel cada vez másimportante. Dado que de media es menos volátil que lasvarias divisas nacionales, los bancos multinacionales y lascorporaciones en particular han encontrado cada vez más

0Un ejemplo de miembros americanos prominentes de la Comisión Trilateral: David M. Abshire, consejero presidencial; Frank C. Carlucci, asesor de seguridad nacional; J.C. Whitehead, Secretario de Estado adjunto; Alan Greenspan, ex-Director del Sistema de la Reserva Federal; Winston Lord, Embajador ante China; George Bush, ex-Presidente; Paul A. Volcker, ex-director del Sistema de Reserva Federal; Alexander Haig, ex-Secretario de Estado; Jean Kirkpatrick, ex-Embajador antes la ONU.; David A. Stockman, ex-líder de OMB; Caspar Weinberger, ex-Secretario de Defensa; W. Michael Blumenthal, ex-Secretario del Tesoro; Zbigniew Brzezinski, ex-asesor de seguridad nacional; Harold Brown, ex-Secretario de Defensa; James E. (Jimmy) Carter, ex-Presidente; Richard N. Cooper, ex-Subsecretario de Estado para Asuntos Económicos y Monetarios ; Walter Mondale, ex-vicepresidente; Anthony M. Solomon, ex-Subsecretario del Tesoro para Asuntos Monetarios; Cyrus Vance, ex-Secretario de Estado; Andrew Young,ex-Embajador ante la ONU.; Lane E. Kirkland, líder de AFL-CIO: Flora Lewis, NewYork Times; Thomas Johnson, Los Angeles Times; George Will, ABC television y Newsweek.

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atractivo usar el ECU como unidad de cuenta y medio depago: el cálculo económico es más fácil con sólo tres divisas—el ECU, el yen y el dólar—que con una docena. En 1998,según acuerdos oficiales gubernamentales, se establece elBanco Central Europeo y el ECU se convierte en la monedaeuropea que suplanta a todas las demás.0

Con el caos de cálculo económico europeo resuelto, y en

0Véase sobre esto Jeffrey Tucker, “The Contributions of Menger and Mises to the Foundations of Austrian Monetary Theory Together With One Modern Application,” (manuscrito1988), presentado en la décimotercera conferencia anual dela Asociación por la Educación Empresarial Privada, Cleveland, Ohio; y Ron Paul, “The Coming World Monetary Order,” Un informe especial de la Ron Paul Investment Letter (1988). Europeos prominentes que apoyan explícitamente la idea de un Banco Central Europeo, el ECUy finalmente una moneda única mundial incluyen a : G. Agnelli, director de FIAT, TC; J. Deflassieux, director del BIS,TC; G. FitzGerald, ex-Primer Ministro de Irlanda, TC; L. Solana, Presidente de Telefónica, TC; G. Thorn, Presidente de la Comunidad Europea y ex-Primer Ministro de Luxemburgo , TC; N. Thygesen, Profesor de Economía, Universidad de Copehnagen, TC; U. Agnelli, vicepresidente de FIAT; E. Balladour, Ministro de Finanzas Francés; N. Brady, Dillon Read Investments; J. Callaghan, ex-Primer Ministro Inglés; K. Carstens,ex-Presidente de Alemania del Oeste; P. Coffey, Profesor de Economía, Universidad de Ámsterdam; E. Davignon, ex-Comisario Europeo; J. Delors, ex-Presidente de la Comunidad Europea; W. Dusenberg, Presidente del BIS; L. Fabius, ex-Primer Ministro de Francia;J.R. Fourtou, Presidente de Rhone-Poulence; R. d. La Jemere, ex-Gobernador del Banco de Francia; V. Giscard d’Estaing, ex-Presidente de Francia; Ch. Goodhart, Profesorde Banca, London School of Economics; P. Guimbretiere,

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particular con las monedas europeas más fuertesneutralizadas y debilitadas dentro de un cártel que por supropia naturaleza favorece políticas inflacionistas paraproteger y prolongar la hegemonía americana sobre Europa,en verdad no queda mucho más que hacer. Con poco más omenos que tres bancos centrales, sus divisas y el dominioamericano sobre Europa y Japón, los candidatos másprobables para convertirse en el Banco Central Mundialdominado por los EEUU son el IMP o el BIS: y bajo susauspicios, entonces, formado en sus orígenes a partir deuna cesta de dólares, ECU y yenes, el “fénix” (o como se lequiera llamar) se alzará como moneda de Fiat de alcanceglobal—salvo que la opinión pública que limite el crecimientodel Estado experimente un cambio sustancial y el públicoempiece a entender la lección explicada en este libro: laracionalidad económica así como la justicia y la moralidaddemandan un patrón oro mundial y una banca libre con uncoeficiente de caja del 100 por 100 así como de mercados

Director del proyecto europeo del ECU; W. Guth, Presidentedel Deutsche Bank; E. Heath, fex-Primer Ministro Británico; M. Kohnstamm, ex-Presidente del Instituto Universitario Europeo, Florence; N. Lawson, Canciller Británico del Exchequer; L.M. Leveque, President e del Credit Lyonnais; L. Lucchini, Presidente de Confindustria Italia; F. Maude, Ministro Británico para Asuntos Corporativos y de Consumidores; P. Mentre, Director de Credit National, Francia; H.L. Merkle, Director de Bosch Gmbh, Alemania; F. Mitterand, ex-Presidente de France; J. Monet, fundador de la Comunidad Europea; P.X. Ortoli, Presidente deTotal Oil y ex-Comisario de la Comunidad Europea; D. Rambure, Credit Lyonnais; H. Schmidt, ex-Canciller de Alemania del Oeste y Editor de die ZEIT; P. Sheehy, Director de BAT Industries; J. Solvay, Director de Solvay, Bélgica; H.J. Vogel, Director del Partido Socialdemócrata Alemán; J. Zijlstra, ex-Presidente del Nederlandse Bank.

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libres por todo el mundo; y que un gobierno, un bancocentral y una moneda de alcance global—a pesar de queequívocamente parezcan representar valores universales—de hecho conllevan la universalización de la explotación, elfraude de falsificación de la moneda y la destruccióneconómica.0

0Jeffrey Tucker del Ludwig von Mises Institute tuvo una importante influencia en mi entendimiento de la dinámica delsistema monetario internacional — a través de frecuentes discusiones así como a través de darme acceso a sus investigaciones al respecto. Huelga decir que cualquier deficiencia en este texto es mía por completo.

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4Los análisis de clase marxista y austriaco

Haré lo siguiente en este capítulo: Primero, presentaré unaserie de tesis que constituyen el núcleo de la teoría Marxistade la historia. Afirmo que todas ellas son esencialmentecorrectas. A continuación mostraré cómo estas premisasson derivadas en el Marxismo a partir de un punto de partidaerróneo. Finalmente, quiero demostrar cómo el austrianismode tradición Miseana-Rothbardiana puede dar unaexplicación correcta pero categóricamente diferente en suvalidez.

Permitidme empezar con el núcleo del sistema decreencias Marxista:0

(1) “La historia de la humanidad es la historia de lalucha de clases.”0 Es la historia de la lucha entre una

0[Impreso por primera vez en el Journal of Libertarian Studies 9, no. 2(Fall, 1990). también reimpreso en Requiem for Marx, editado por Yuri N.Maltsev (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1993).] Véase sobreesto Karl Marx and Frederic Engels, The Communist Manifesto (1848);Karl Marx, Das Kapital, 3 vols. (1867; 1885; 1894); como Marxistascontemporáneos, Ernest Mandel, Marx’s Economic Theory (London:Merlin, 1962); idem, Late Capitalism (London: New Left Books, 1975);Paul Baran y Paul Sweezy, Monopoly Capital (New York: Monthly ReviewPress, 1966); desde una perspectiva no Marxista, Leszek Kolakowski,Main Currents of Marxism (Oxford: Clarendon Press, 1995); G. Wetter,Sovietideologie heute (Frankfurt/M.: Fischer, 1962), vol. 1; W. Leonhard,Sovietideologie heute (Frankfurt/M.: Fischer, 1962), vol. 2.

0Marx y Engels, El Manifiesto Comunista (sección 1)

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clase dominante relativamente pequeña y una claseamplia de explotados. La forma principal deexplotación es económica: la clase dominanteexpropia parte de la producción de la explotada, ocomo dicen los marxistas, “es apropiada comoplusvalía y usada para sus propios propósitos”

(2) La clase dominante está unida por su interéscomún de mantener su posición explotadora ymaximizar su plusvalía obtenida mediante laexplotación. Nunca cederá deliberadamente el podero ingreso alguno. En vez de eso, cualquier pérdidade poder o ingresos debe ser obtenida mediante lalucha, cuyo desenlace último dependerá de laconsciencia de clase de los explotados, es decir, desi los explotados son conscientes y hasta qué puntode su propio estatus y se unen conscientemente conotros miembros de clase para oponerseconjuntamente a la explotación

(3) El dominio de una clase se manifiestaprincipalmente en ciertos acuerdos relativos a laasignación de derechos de propiedad, o enterminología marxista, en “relaciones de producción”específicas. Para proteger tales acuerdos orelaciones de producción, la clase dominante forma ycontrola el Estado como aparato de compulsión ycoerción. El Estado mantiene y ayuda a perpetuaruna estructura de clases dada a través de laadministración de un sistema de “justicia de clase”, yasiste en la creación y apoyo de una superestructuraideológica diseñada para legitimar la existencia deldominio de clase.

(4) Internamente, el proceso de competicióndentro de la clase dominante genera una tendenciahacia el aumento de la concentración ycentralización. El sistema multipolar de explotaciónes gradualmente suplantado por uno monopolístico u

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oligárquico. El número de centros de explotaciónoperativos se van reduciendo, y los que persisten sonprogresivamente integrados en un orden jerárquico.Externamente (es decir, respecto al sistemainternacional) este proceso de centralizaciónconducirá (y más fuertemente cuanto más avanzadoesté) a guerras imperialistas entre estados y a laexpansión del territorio explotado.

(5) Finalmente, con la centralización y expansióndel territorio explotado acercándose a su límite últimode la dominación mundial, el dominio de clase sehará incompatible con un mayor desarrollo y mejorade las “fuerzas productivas.” El estancamientoeconómico y las crisis se hacen más y másfrecuentes y crean las “condiciones objetivas” para elsurgimiento de una conciencia de claserevolucionaria en los explotados. La situaciónconducirá al establecimiento de una sociedad sinclases, la “desaparición del Estado” y de laexplotación del hombre por el hombre,0 y comoresultado, se logrará una prosperidad económicanunca vista.

A todas estas tesis se les puede dar unajustificación perfectamente válida, tal y comomostraré a continuación. Desafortunadamente, elmarxismo, que apoya este tipo de ideas, ha hechomás que ninguna otra ideología para desacreditar suvalidez al derivarlas de una teoría de la explotaciónevidentemente absurda.

0The Communist Manifesto (sección 2, últimos dos párrafos); Frederic Engels, Von tier Autorität, en Karl Marx and Frederic Engels, Ausgewählte Schriften, 2 vols. (East Berlin: Dietz, 1953), vol. I, p. 606; idem, Die Entwicklung desSozialismus von der Utopie zur Wissenschaft, Ibíd., vol. 2, p.139.

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¿Cuál es esta teoría Marxista de la explotación?Según Marx, los sistemas sociales pre-capitalistascomo el esclavismo o el feudalismo estáncaracterizados por la explotación. Esto es innegable.Dado que a fin de cuentas, el esclavo no es untrabajador libre, y no puede decirse que éste ganenada a partir de su condición de esclavo. En vez deeso, al ser esclavizado, su utilidad es reducida aexpensas de un aumento de la riqueza expropiadapor el esclavista. El interés del esclavo y delesclavista es ciertamente antagónico. Lo mismo escierto respecto a los intereses del señor feudal queextrae tributos de un campesino que trabaja en lastierras que un día este se apropio (es decir, elcampesino). Las ganancias del señor son laspérdidas del campesino. Es también indiscutible queel esclavismo, al igual que el feudalismo, dificulta eldesarrollo de las fuerzas productivas. Tanto elesclavo como el siervo serían tanto más productivoscuanto más alejados estos se mantuviesen delesclavismo o la servidumbre.

La idea genuinamente nueva del marxismo es quenada ha cambiado de forma esencial respecto a leexplotación que se da bajo el capitalismo (haciendoque el campesino sea libre), o permitiendo que elcampesino decida trabajar la tierra apropiadainicialmente por otro y pague un alquiler a cambio deello. Para estar seguros, Marx, en el famoso capítulo24 del primer volumen de su Capital, titulado “Sobrela Acumulación Originaria”, da una perspectivahistórica del surgimiento del capitalismo que afirmaque mucha o incluso gran parte de la propiedadinicial capitalista constituye en verdad el resultado desaqueos, robos y conquistas. De forma similar, en elcapítulo 25, en la “Teoría Moderna del Colonialismo”,el rol de la fuerza y la violencia en exportar el

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capitalismo al, como diríamos hoy, Tercer Mundo, seve enfatizado. Admitiendo todo esto comogeneralmente correcto, que de hecho lo es, no puedehaber problema alguno con denominar a talcapitalismo como explotador. Pero debemos darnoscuenta del hecho de que Marx está empleando aquíun truco. A través de investigaciones históricas yazuzando la indignación del lector respecto a lasbrutalidades subyacentes a la formación de muchasfortunas capitalistas, éste plantea un tema diferente.Distrae la atención del hecho de que su tesis esrealmente otra: que incluso si uno tuviese uncapitalismo “limpio” por así decirlo (uno en el que laapropiación original del capital fuese el resultadoexclusivo de la apropiación inicial, o homesteading),el capitalista que contratase cualquier fuerza detrabajo para ser empleada con su capital estaríaigualmente practicando explotación. De hecho, Marxconsidera la prueba de esta tesis su contribución másimportante al análisis económico.

¿Cuál es, pues, la prueba del carácter explotadordel capitalismo?

Consiste en la observación de que los precios delos factores de producción, en particular los salariospagados a los trabajadores por el capitalista, soninferiores a los precios finales. Al trabajador, porejemplo, se le paga un salario que representa bienesde consumo que pueden ser producidos en tres días,pero trabaja cinco días por su salario y produce unacantidad de bienes de consumo que supera lo quepercibe como remuneración. La producción de losdos días extra, la plusvalía en terminología Marxista,es apropiada por el capitalista. Así, según Marx, hay

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explotación.0

¿Dónde está el error de este análisis?0 Larespuesta es evidente, una vez nos preguntamos¡por qué aceptaría el trabajador dicho trato! Aceptaporque su salario representa bienes presentes—mientras que sus servicios laborales representan sólobienes futuros—y valora más los bienes presentas. A

0Véase Marx, Das Kapital, vol I: la presentación más breve está en su Lohn, Preis, Profit (1865). De hecho para probar la tesis Marxista más específica de que sólo el propietario de la fuerza de trabajo (el trabajador) es explotado (y no el propietario del otro factor originario de producción: la tierra), se necesitaría otro argumento. Ya que si fuese cierta la afirmación de que la discrepancia entre los precios de los factores de producción y los precios finales de venta suponen una relación de explotación, esto sólo mostraría que el capitalista que alquila la fuerza de trabajo de un propietario de trabajo, o servicios de tierra de un propietario de tierras, explotaría o al propietario de trabajo, o al de la tierra, o a ambos a la vez. Es la teoría del valor trabajo, por supuesto, la que supuestamente proporciona el enlace que falta aquí al establecer el trabajo como única fuente de valor.No me encargaré de refutar aquí tal teoría. Aún quedan pocos hoy, incluso entre aquellos que dicen ser marxistas, que no reconozcan las deficiencias de la teoría del valor trabajo. En vez de eso admitiré dialécticamente la sugerencia del autoproclamado “marxista analítico” John Roemer (A General Theory of Exploitation and Class [Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1982]; idem, Value, Exploitation and Class [London: Harwood Academic Publishers, 1985]) de que la teoría de la explotación puede separarse analíticamente de la teoría del valor; y que puede formularse una “teoría generalizada de la explotación,” justificable independientemente de si la teoría del valor

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fin de cuentas, podrías decidir no vender susservicios laborales al capitalista y quedarse con todoel valor de su trabajo él mismo. Pero esto implicaríapor supuesto que tendría que esperar más paraobtener bienes de consumo. Al vender su fuerza detrabajo, demuestra que prefiere una cantidad debienes de consumo inferior ahora que una cantidadposiblemente más grande en alguna fecha futura.Por otro lado, ¿Por qué habría el empresario dequerer hacer un trato con el trabajador? ¿Por quéhabría éste de querer adelantar bienes presentes(dinero) al trabajador a cambio de servicios que sólodarán su fruto en el futuro? No cabe duda de quenadie querría pagar, por ejemplo, 100 dólares ahoraa cambio de recibir la misma cantidad dentro de unaño. En tal caso, ¿por qué no simplemente mantenerel dinero en el bolsillo durante un año y obtener losbeneficios extra de controlar ese dinero durante todoel tiempo? En vez de eso, el empresario debeesperar recibir una suma mayor de 100 dólares en elfuturo para que éste decida pagar hoy 100 dólares enforma de salarios al trabajador. El empresario debe

trabajo es cierta o no. Quiero demostrar que la teoría Marxista de la explotación no tiene sentido incluso si uno no obliga a sus proponentes a probar la teoría del valor trabajo,o incluso si ésta fuese verdadera. Incluso la teoría generalizada de la explotación no permite escapar del hecho de que la teoría marxista de la explotación lleva a un callejón sin salida.

0Véase sobre lo siguiente Eugen von Böhm-Bawerk, The Exploitation Theory of Socialism-Communism (South Holland, Ill.: Libertarian Press, 1975); idem, Shorter Classicsof Böhm-Bawerk (South Holland, Ill.: Libertarian Press, 1962).

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esperar poder ganar un beneficio, o máscorrectamente, un interés sobre el dinero en el futuro.Él también está limitado por sus preferenciastemporales, es decir, el hecho de que los actoreseconómicos prefieran de forma invariable el consumopresente al futuro. Pues si es verdad que uno puedeobtener una cantidad mayor en el futuro a cambio desacrificar una cantidad menor hoy, ¿Por qué elcapitalista no ahorra más de lo que en verdadahorra? ¿Por qué no contrata más trabajadores sicada uno supone unos ingresos adicionales? Larespuesta es evidente: porque el capitalista tambiénes un consumidor, y no puede evitar serlo. Lacantidad de sus ahorros e inversión está restringidapor su necesidad, al igual que el trabajador, deobtener de bienes de consumo presentes “encantidad suficiente como para asegurar lasatisfacción de todas aquellas necesidades cuyasatisfacción en el tiempo de espera seanconsideradas más urgente que las ventajas que seobtendrían alargando el periodo de producción.”0

El error en el que se halla la teoría marxista de laexplotación consiste, pues, en no entender elfenómeno de la preferencia temporal como categoríauniversal de la acción humana.0 Que el trabajador noreciba el “valor total” no tiene nada que ver con laexplotación, sino que ello simplemente refleja el

0Ludwig von Mises, Human Action (Chicago: Regnery, 1966), p. 407; véase también Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (Los Angeles: Nash, 1970), pp. 300-01.

0Véase sobre la teoría del interés basada en la preferencia temporal, además de las obras citadas en las notas 5 y 6; Frank Fetter, Capital, Interest and Rent (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1977).

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hecho de que es imposible para el hombreintercambiar bienes futuros por bienes presentes, ano ser que éste lo haga a precios de rebajas. Alcontrario que en el caso del esclavo y el esclavistadonde el segundo se beneficia del primero, larelación entre el trabajador y el capitalista esmutuamente beneficiosa. El trabajador entra en elacuerdo porque, dada su preferencia temporal,prefiere una cantidad menor de bienes presentessobre una mayor; y el capitalista entra porque, dadasu preferencia temporal, tiene una preferenciainversa y valora más una mayor cantidad de bienesfuturos que una cantidad menor presente. Susintereses no son antagónicos sino armoniosos. Sin laexpectativa del capitalista de obtener ingresos sobreel dinero, el trabajador saldría peor parado al tenerque esperar más de lo que realmente éste quiere; ysin la preferencia del trabajador por bienespresentes, el capitalista estaría peor parado y tendríaque recurrir a procesos de producción más cortos ymenos eficientes que los que él querría adoptar.Tampoco puede verse el sistema capitalista desalarios como un impedimento a un mayor desarrollode las fuerzas productivas, como Marx afirma. Si altrabajador no se le permitiese vender sus servicioslaborales y al capitalista comprarlos, la producción nosería mayor sino menor, ya que la producción tendríaque tener lugar con niveles relativamente reducidosde acumulación de capital.

Bajo un sistema de producción socializada,contrario a lo que Marx afirma, el desarrollo de lasfuerzas productivas no alcanzaría nuevas cotas, sino

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que se desplomaría de forma brutal.0 Obviamente, laacumulación de capital debe producirse en puntosdefinidos del tiempo y el espacio por parte deindividuos a través de la apropiación original,producción y/o ahorro. En cada caso se actúa con laexpectativa de que ello conducirá a un incremento dela producción de bienes futuros. El valor que un actoreconómico da a su capital refleja el valor que éste daa toda su renta futura que deviene fruto de lacooperación y que se halla descontada por su tasade preferencia temporal. Si, como en el caso de losfactores de producción de propiedad colectiva, no sediese a los actores económicos el control exclusivosobre su propio capital acumulado y, por tanto, sobrelas rentas futuras que se derivan de su uso, y se dael control parcial a apropiadores no originarios, losno-productores y los no-ahorradores, el valor para élde los ingresos esperados, y por tanto, el de losbienes del capital se verá reducido. Su tasa efectivade preferencia temporal aumentará y habrá menosapropiación originaria de recursos escasos, y menosahorro para mantener los recursos existentes o laproducción de nuevos bienes de capital. El periodode producción, la longitud del periodo cíclico deretornos sobre el capital, se acortará, repercutiendoen el empobrecimiento relativo.

Si la teoría de la explotación de Marx y sus ideassobre cómo acabar con la misma y establecer laprosperidad universal son falsas hasta el punto de

0Véase sobre esto Hans-Hermann Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1989); idem, “Why Socialism Must Fail,” Free Market (July 1988); idem, “The Economics and Sociology of Taxation,” Journal des Economistes et des Etudes Humaines (1990); supra cap. 2.

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ser ridículas, está claro que cualquier teoría de lahistoria que pueda derivarse de ella debe ser falsatambién. O siendo precisos, ésta tiene que habersederivado de forma incorrecta. En vez de ocuparmede la laboriosa tarea de explicar todos los errores deargumento en Marx, que parte de su teoría de laexplotación capitalista y termina con la teoría de lahistoria que ya he presentado, tomaré un atajo.Esbozaré de manera breve la teoría correcta amantener—la austríaca, miseana-rothbardiana—sobre la explotación; dando una explicación de cómoesta teoría tiene sentido a la luz de la teoría de clasesde la historia; y señalando por el camino algunasdiferencias clave entre esta teoría de clases y lamarxista. También señalaré algunas afinidadesintelectuales entre el austrianismo y el marxismo quesurgen de su convicción común de que existe algo

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llamado explotación y algo llamado clase dominante.0

El punto de partida para la teoría austriaca de laexplotación es simple, tal y como debe ser. Dehecho, ya se ha planteado a través del análisis de lateoría marxista:lLa explotación caracteriza la relaciónentre el esclavo y el esclavista, entre el siervo y elseñor. Pero no se encuentra explotación alguna enun capitalismo sin trabas. ¿Cuál es la principal

0Las contribuciones de Mises a la teoría de la explotación y de clases no son sistemáticas. No obstante, a través de sus escritos presenta interpretaciones sociológicas e históricas que en verdad constituyen análisis implícitos de clase. De hecho, éste presenta un análisis certero de la colaboración existente entre el gobierno y la élite bancaria para destruir elpatrón oro y, a su vez, incrementar sus poderes inflacionistas como medio de redistribuir la riqueza obtenida de forma fraudulenta y explotadora en beneficio propio. Véase por ejemplo su Monetary Stabilization and Cyclical Policy (1928) in idem, On the Manipulation of Money and Credit, ed. Percy Greaves (Dobbs Ferry, N.Y.: Free Market Books 1978); idem, Socialism (Indianapolis: Liberty Fund, 1981), cap. 20; idem, The Clash of Group Interests and Other Essays (New York: Center for Libertarian Studies, Occasional Paper Series No. 7, 1978). Pero Mises no sistematiza el análisis de clases y la teoría de la explotación porque en última instancia entiende mal la explotación comoun mero error intelectual que un correcto razonamiento económico podría refutar. No logra reconocer del todo que laexplotación es también, a pesar del razonamiento económico, un problema moral. Rothbard expande la estructura miseana de la economía austriaca y hace del análisis de poder y de las élites una parte integral de la teoría económica y de sus explicaciones histórico-sociológicas; y expande sistemáticamente el argumento austriaco contra la explotación para incluir la ética además

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diferencia entre ambos casos? La respuesta resideen el reconocimiento o no del principio deapropiación originaria. El campesino es explotadobajo el feudalismo porque no tiene control exclusivosobre la tierra que él se ha apropiado de formaoriginaria, y el esclavo porque no tiene control sobreotra propiedad más básica, su propio cuerpo. Si, deforma contraria, hubiera que entregar a todo elmundo el control exclusivo sobre sus propios cuerpos(es decir, trabajadores libres) y estos actuasen deacuerdo con el principio de la apropiación originaria,no podrá hablarse de explotación alguna. En verdadconstituye un absurdo lógico el afirmar que unapersona que se apropia de bienes de los que nadie

de la teoría económica, es decir, una teoría de la justicia junto a una teoría de la eficiencia, tal que la clase dominantepueda ser tachada de inmoral. Sobre la teoría de Rothbard del poder, clases y la explotación, véase en particular Powerand Market (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1977); idem, For a New Liberty (New York: Macmillan, 1978); idem, The Mystery of Banking (New York: Richardsonand Snyder, 1983); idem, America’s Great Depression (Kansas City: Sheed and Ward, 1975). Sobre importantes precursores del análisis de clase Austriaco véase Leonard Liggio, “Charles Dunoyer and French Classical Liberalism,” Journal of Libertarian Studies 1, no. 3 (1977); Ralph Raico, “Classical Liberal Exploitation Theory,” Journal of Libertarian Studies 1, no. 3 (1977); Mark Weinburg, “The Social Analysis of Three Early 19th Century French Liberals: Say, Comte, and Dunoyer,” Journal of Libertarian Studies 2, no. 1(1978); Joseph T. Salerno, “Comment on the French Liberal School,” Journal of Libertarian Studies 2, no. 1 (1978); DavidM. Hart, “Gustave de Molinari and the Anti-Statist Liberal Tradition,” 2 parts, Journal of Libertarian Studies 5, nos. 3 and 4 (1981).

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se había apropiado antes, o que emplea tales bienesen la producción de bienes futuros, o que ahorrabienes apropiados de forma originaria o producidospara incrementar el suministro futuro de otros bienes,esté explotando a nadie. En este proceso no se harobado nada a nadie y se han fabricado bienesadicionales. Y sería igualmente absurdo afirmar queun acuerdo entre los diversos apropiadoresoriginarios, ahorradores y productores respecto a susbienes y servicios apropiados sin explotaciónsuponga algún mal, pues, para nadie. La explotacióntiene lugar siempre que haya una desviación delprincipio de la apropiación originaria. Es explotacióncuando una persona logra controlar parcial ototalmente recursos escasos que éste no hayaahorrado o producido ni apropiado de formaoriginaria, y que no haya adquirido contractualmentea partir de un propietario-productor previo. Laexplotación es la expropiación de los apropiadoresoriginarios, productores y ahorradores por parte deindividuos que no son los apropiadores originarios,productores, ahorradores o contratistas; se trata de laexpropiación de la gente cuyos derechos depropiedad provienen del trabajo y los contratosejercida por parte de otra gente cuyos derechossurgen de la nada y que menosprecian el trabajo ycontratos ajenos.0

Sobra decir que la explotación así definida es dehecho una parte integral de la historia humana. Unopuede adquirir e incrementar su riqueza mediante la

0Véase sobre esto Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism; idem, “The Justice of Economic Efficiency,” Austrian Economics Newsletter 1 (1988); infra cap. 9; idem, “The Ultimate Justification of the Private Property Ethics,” Liberty (September 1988): infra cap. 10.

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apropiación originaria, producción, ahorro ocontratación, o expropiando a personas que realicentales actividades. No hay otra manera. Ambosmétodos son consustanciales para la humanidad ysiempre han existido. Y en el transcurso deldesarrollo económico, de igual manera que losproductores y contratantes pueden formar empresasy corporaciones, los explotadores también puedenagruparse en sistemas de explotación a gran escala,gobiernos y estados. La clase dominante (que puedea su vez estar estratificada de forma interna) estáinicialmente compuesta por los miembros de talsistema explotador. Y con la clase dominanteestablecida sobre un territorio dado y dada a laexplotación de recursos económicos de una clase deproductores explotados, el centro de toda la historiade hecho resulta ser la lucha entre explotadores yexplotados. La historia, pues, correctamente contada,es esencialmente por un lado la historia de lasvictorias y derrotas de los dirigentes en sus intentosde maximizar sus ingresos derivados de laexplotación, y por otro, de los intentos de losdominados en sus intentos de resistir y revertir estatendencia. Es esta visión de la Historia con la queaustriacos y marxistas están de acuerdo, y esta es larazón de que haya una notable afinidad intelectualentre las investigaciones históricas que se realizanbajo estos enfoques. Ambas se oponen a unahistoriografía que sólo reconoce la acción, ointeracción, económica, que las dos describen igualdesde un punto de vista moral y económico; y ambasse oponen a una historiografía que en vez de adoptaruna perspectiva libre de juicios de valor, introduce losjuicios de valor arbitrarios que se tengan como hiloconductor de la narrativa histórica. En vez de eso, lahistoria debe contarse sobre un trasfondo de libertad

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y explotación, parasitismo y empobrecimientoeconómico, propiedad privada y su destrucción—deno ser así, lo que se cuenta es falso.0

Mientras las empresas aparecen y desaparecensegún sus bienes y servicios se demanden o no, laclase dominante nunca llega al poder porque tal cosasea demandada, ni abdica cuando el pueblo lodemanda de forma clara y precisa. Uno no puedellegar al extremo de decir que los apropiadoresoriginarios, productores, ahorradores y contratistashayan demandado que se les explote. Estos tienenque haber sido coaccionados para aceptarla, y estoprueba que el sistema de explotación no tienedemanda en absoluto. Tampoco puede nadie decirque una clase dominante puede ser derribadaabsteniéndose de hacer transacciones con ella de lamisma manera en la que uno puede derribar a unaempresa productora. Como la clase dominanteadquiere sus ingresos a través de transacciones noproductivas y no contractuales ésta no se veafectada, por lo tanto, por los boicots. En vez de eso,lo que hace posible el auge de un sistema deexplotación, y lo que por sí mismo puede derribarlo,es una opinión pública específica, o, en terminologíamarxista, un estado específico de conciencia declase.

Un explotador crea víctimas, y las víctimas sonenemigos potenciales. Es posible que estaresistencia se pueda romper de forma duradera

0Véase sobre este tema a Lord (John) Acton, Essays in the History of Liberty (Indianapolis: Liberty Fund, 1985); Franz Oppenheimer, System der Soziologie, vol. II: Der Staat (Stuttgart: G. Fischer, 1964); Alexander Rüstow, Freedom and Domination (Princeton, N.J.: Princeton University Press,1986).

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mediante la fuerza en el caso de un grupo dehombres explotando a otro grupo deaproximadamente el mismo tamaño. No obstante,hace falta más que la fuerza para extender laexplotación sobre una población de varias veces sutamaño. Para que esto ocurra, el sistema debe tenerapoyo público. Una mayoría de la población debeaceptar las acciones explotadoras como legítimas.Esta aceptación puede variar desde el entusiasmoactivo a la resignación pasiva. Pero debe seraceptación en el sentido de que una mayoría debehaber renunciado, de forma activa o pasiva, a la idearesistir cualquier intento de adquisición de propiedadde forma no contractual o productiva. La concienciade clase debe ser baja, no desarrollada y difusa. Sólomientras esta situación perdure puede un sistema deexplotación prosperar incluso si no se le demanda.Sólo si los explotados y expropiados desarrollan unaclara idea de su propia situación y se unen con otrosmiembros de su clase a través de un movimientoideológico que dé expresión a la idea de unasociedad sin clases donde toda explotación seaabolida, es que se podrá destruir al poder de la clasedominante. Sólo si una mayoría de los explotados seintegra de forma consciente en tal movimiento ymuestra, de forma consecuente, indignación antetoda adquisición de propiedad no contractual oproductiva, y frente a toda persona que se involucreen tales actividades, y deliberadamente no contribuyaa hacer que tales actos tengan éxito (o incluso tratede obstruirlos), se podrá atacar y destruir al poderestablecido.

La gradual abolición del gobierno feudal yabsolutista, y el auge de las sociedades cada vezmás capitalistas de Europa Occidental y los EEUU;que posibilitaron un crecimiento de la población y

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prosperidad nunca antes vistos, sólo fue posiblegracias a una creciente conciencia de clase entre losexplotados, que se unieron y sumaron fuerzas através de la doctrina de los derechos naturales y elliberalismo. En esto austriacos y marxistas están deacuerdo.0 No lo están, no obstante, en la siguienteafirmación: la marcha atrás en el proceso deliberalización y el incremento de explotación en estassociedades desde el último tercio del siglo XIX, y enparticular desde la Primera Guerra Mundial, son elresultado de una pérdida de conciencia de clase. Dehecho, desde la perspectiva austriaca, el marxismodebe aceptar gran parte de la culpa por estasituación al redirigir la atención, desde el modelocorrecto de explotación del apropiador originario-productor-ahorrador-contratista versus el no-apropiador-originario-productor-ahorrador-contratista,hasta el modelo falaz del asalariado que lucha contrael capitalista, lo que crea confusión en el asunto.0

El establecimiento de una clase dominante sobreuna explotada de varias veces su tamaño mediantela coerción y la manipulación de la opinión pública(es decir, a través de la baja conciencia de claseexistente entre los explotados) encuentra suexpresión institucional más básica en la creación deun sistema legal público sobreimpuesto sobre la leyprivada. La clase dominante se pone aparte yprotege su posición como clase dominante al adoptaruna constitución para operar en su sistema. Por unlado, al formalizar las operaciones internas del

0Véase sobre esto Murray N. Rothbard, “Left and Right: TheProspects for Liberty,” in idem, Egalitarianism As a Revolt Against Nature and Other Essays (Washington, D.C.: Libertarian Review Press, 1974).

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aparato estatal, así como sus relaciones vis-à-vis conla población explotada, una constitución crea ciertaestabilidad legal. Las nociones más familiares ypopulares de la ley privada son incorporadas en laConstitución y en la Ley Pública para crear unaopinión favorable en la población. Por otro lado,cualquier constitución o ley pública también formalizael estatus ejemplar de la clase dominante respecto al

0A pesar de toda propaganda socialista que diga lo contrario, el error en el que descansa la descripción marxista que hace de los capitalistas y trabajadores clases antagonistas recoge, no obstante, ciertas observaciones empíricas: Lógicamente, la gente puede ser dividida en clases de muchas maneras posibles. De acuerdo con la metodología ortodoxa positivista (que considero falsa, pero estoy dispuesto a aceptar aquí en aras de la argumentación), el mejor sistema de clasificación es aquel que nos ayuda a predecir mejor. Y sin embargo la clasificación de la gente como capitalistas o empleados (o ambas, en distintas proporciones para un solo individuo) es prácticamente inútil a la hora de predecir qué posición tomará una persona en asuntos económicos, políticos y sociales fundamentales. Al contrario que esto, la correcta clasificación de la gente como productores de impuestos y regulados vs consumidores de impuestos y reguladores (o ambas, en distintas proporciones para un solo individuo) posee una poderosa capacidad predictiva. Los sociólogos han subestimado este hecho por compartir en su mayoría preconcepciones marxistas. Pero la experiencia diaria confirma mi tesis de forma abrumadora: si se averigua quiénes empleado público (y su rango y salario), y en qué medidalos ingresos de una persona fuera del sector público están determinados por compras y regulaciones del sector público; la gente tendrá diferentes respuestas para asuntos políticos fundamentales según sean estos clasificados como

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principio de apropiación originaria. Formaliza elderecho de los representantes del Estado ainvolucrarse en tareas de adquisición no productivasni contractuales y acaba con la subordinacióndefinitiva de la ley privada a la pública.

La justicia de clase, es decir, un dualismo entre unjuego de leyes para los dirigentes y otro para losdirigidos, se refleja en este dualismo entre ley privaday pública, y en la dominación e infiltración de la leypública en la ley privada. La justicia de clase no seestablece, como piensan los marxistas, porque losderechos de propiedad privada estén reconocidospor ley. En vez de eso, la justicia de clase aparececuando existe una distinción legal entre una clase depersonas actuando bajo la protección de la leypública y otra clase actuando bajo la protección dealguna ley privada subordinada. De forma másespecífica, la presuposición básica de la teoríamarxista del estado en particular es falsa. El Estadono es explotador porque proteja los derechos depropiedad de los capitalistas, sino porque él mismoestá exento de la restricción de tener que adquirirpropiedad de forma productiva o contractual.0

A pesar de esta confusión, no obstante, elmarxismo, debido a que interpreta correctamente alEstado como explotador (al contrario que, porejemplo, la Escuela de la Elección Pública, que le vecomo una empresa normal)0 apunta ciertas ideasclaves sobre la lógica de funcionamiento del mismo.Reconoce la función estratégica de las políticasredistribucionistas estatales. En tanto que empresaexplotadora, el Estado debe en todo momento estarinteresado en que los gobernados posean una baja

consumidores de impuestos directos o indirectos o como productores de impuestos!

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conciencia de clase. La redistribución de la propiedadprivada y los ingresos—una política de divide etimpera—es el medio estatal por el cual el Estadocrea divisiones en el público y destruye la formaciónde una conciencia de clase unificada entre losexplotados. Además, la redistribución del propiopoder estatal a través de la democratización de laconstitución del Estado y de abrir cada posición degobierno a cualquiera para dar a todos el mismo

0Franz Oppenheimer, System der Soziologie, vol II. pp. 322-23presenta el asunto así:La norma básica del Estado es el poder. Esto es,visto desde el punto de vista de su origen: la violencia transformada enpoder. La violencia es una de las fuerzas más poderosas que moldean lasociedad, pero no es per se una forma de interacción social. Ésta debeconvertirse en ley en el sentido positivo del término, esto eso, sociológicamente hablando, debe permitir el desarrollo de un sistema de“reciprocidad subjetiva”, y esto es sólo posible a través de un sistema derestricciones autoimpuestas sobre el uso de la violencia y la asunción deciertas obligaciones a cambio de los derechos que se arroga; de estamanera la violencia es convertida en poder, y surge una relación dedominación que no sólo es aceptada por los dirigentes, sino (salvo que seden circunstancias de opresión severas) también por los ciudadanos. Apartir de esta norma de base surgen otras secundarias y terciarias:normas de ley privada, de herencia, penales, obligacionales yconstitucionales, todas las cuales, portan la marca de la norma básica delpoder y la dominación, y fueron diseñadas para influenciar la estructuradel Estado de manera que éstas permitan incrementar la explotacióneconómica del Estado hasta lograr un nivel máximo que sea compatiblecon la propia dominación legalmente regulada.La clave fundamental es que “la ley surge a partir de dos raíces

totalmente diferentes.” Por un lado, la ley de asociación entre iguales,que puede ser llamada “derecho natural,” incluso si no es un derechonatural, y por otro lado de la ley de la violencia transformada en poderregulado, la ley de los desiguales.

Sobre la relación entre ley privada y pública, véase F.A. Hayek, Law,Legislation and Liberty, 3 vols. (Chicago: University of Chicago Press,1973-79), esp. vol. I, cap. 6 and vol. II, pp. 85-88.

0Véase James Buchanan and Gordon Tullock, The Calculusof Consent (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1962), p. 19.

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derecho de participación en la determinación delfuncionariado estatal y sus políticas representa unmedio para reducir la resistencia contra laexplotación misma. En segundo lugar, el Estado esde hecho, tal y como lo ven los marxistas, el grancentro de propaganda ideológica y mistificación: laexplotación es en verdad libertad, los impuestos noson más que contribuciones voluntarias; lasrelaciones no contractuales son de hechocontractuales “de forma conceptual;” nadie esgobernado por nadie sino que nos gobernamos anosotros mismos; sin el Estado no habría ley oseguridad; y los pobres morirían, etc. Todo esto esparte de la estructura ideológica diseñada paralegitimar la base subyacente de la explotacióneconómica.0 Y finalmente, los marxistas tambiéntienen razón al señalar la íntima asociación entre elEstado y las empresas, especialmente la élitebancaria—incluso aunque la explicación que aportanpara ello sea errónea. La razón no es que la éliteburguesa vea y apoye al Estado como garante de losderechos de propiedad privada y el contrato. Alcontrario, la élite percibe correctamente al Estadocomo la antítesis de la propiedad privada que es y seinteresa en éste precisamente por esta razón.Cuanto más éxito tenga una empresa, mayor será elpeligro potencial de ser explotada por el Estado, peromayores también son las ganancias potenciales quepueden lograrse si uno logra la protección especialdel Gobierno y se le exime de todo el peso de lacompetición capitalista. Y esto explica por qué lasélites empresariales están interesadas en el Estado y

0Véase Hans-Hermann Hoppe, Eigentum, Anarchie, und Staat (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1987); idem, A Theory of Socialism and Capitalism.

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su infiltración. La élite gobernante, a su vez, estáinteresada en cooperar con la élite empresarialdebido al poder financiero de estos últimos. Enparticular, la élite bancaria es de interés porque comofirma explotadora, el Estado naturalmente desea unacompleta autonomía a la hora de falsificar.

Al ofrecer a la élite bancaria participaciones en elnegocio de falsificación de la moneda, y al permitirlefalsificar su propia moneda a través de un régimen debanca con reserva fraccionaria, el Estado puedefácilmente alcanzar este objetivo y establecer unsistema de dinero estatal monopolizado y bancacartelizada que controla su propio banco central. Y através de esta conexión directa con el sistemabancario y, por extensión, con los principales clientesde los bancos, la clase dominante se extiende muchomás allá el aparato estatal, hasta llegar a los centrosneurálgicos de la sociedad civil—lo que no distamucho, al menos en apariencia, de la imagen quepintan los Marxistas sobre la cooperación entrebanca, élite empresarial y estado.0

La competición dentro de la clase dominante, yentre las distintas clases dominantes, hace surgir unatendencia hacia la concentración progresiva. Elmarxismo tiene razón en esto. No obstante, su teoríadefectuosa de la explotación le conduce nuevamentea localizar la causa que explica esta tendencia en ellugar equivocado. El marxismo ve tal tendenciainherente en la competición capitalista. Pero mientrasla gente participe en un capitalismo sin trabas, lacompetición no es un juego de suma cero. El

0Véase Hans-Hermann Hoppe, “Banking, Nation States andInternational Politics,” Review of Austrian Economics 4 (1990); supra cap. 3; Rothbard, The Mystery of Banking, caps. 15-16.

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apropiador originario, el productor, ahorrador ycontratista no ganan a costa de los demás. Lasganancias de estos, o bien dejan la propiedad delotro intacta, o bien acarrean ganancias para ambaspartes (como es el caso de todo intercambiovoluntario). El capitalismo puede pues producirincrementos en la riqueza absoluta. Pero bajo surégimen no existe una tendencia sistemática haciauna relativa concentración.0 En vez de eso, lasinteracciones de suma cero caracterizan no sólo larelación entre el gobernante y los gobernados, sinotambién entre los distintos gobernantes encompetición. La explotación definida como laadquisición no productiva ni contractual de lapropiedad privada sólo es posible mientras haya algoque pueda ser expropiado. Pero si hubiese librecompetencia en el negocio de la explotación,evidentemente, pronto nos quedaríamos sin cosasque expropiar. Así pues, la explotación exigeestablecer un monopolio sobre un territorio dado y supoblación; y la competición entre explotadores es porpropia naturaleza eliminatoria y debe producir, tantouna tendencia hacia la relativa concentración defirmas explotadoras, como a la centralización dentrode cada una de ellas. El desarrollo de estados en vezde empresas capitalistas ilustra muy bien estatendencia: ahora hay un número significativamentemenor de estados que ejercen un control explotadorsobre territorios más amplios que en siglos pasados.Y dentro de cada aparato estatal ha habido de hechouna tendencia constante hacia el incremento de lospoderes del gobierno central a costa de sus

0Véase sobre esto en particular Rothbard, Man, Economy, and State, cap. 10, esp. la sección “The Problem of One Big Cartel”; también Mises, Socialism, caps. 22-26.

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subdivisiones regionales y locales. Y sin embargo,fuera del aparato estatal, una tendencia similar a laconcentración también se hace evidente,aparentemente, por la misma razón. No, comodebería hacerse claro en ese punto, por causa dealguna característica inherente al capitalismo mismo,sino porque la clase dominante ha expandido sudominio sobre la sociedad civil a través de unaalianza estado-banca-empresa y, en particular, através del establecimiento de su sistema de bancacentral. Si la concentración y centralización del poderestatal tiene lugar, es lógico que esto vengaacompañado de un proceso paralelo deconcentración relativa y cartelización de la banca y laindustria. Junto con unos mayores poderes estatales,los poderes asociados de la banca y la éliteempresarial de eliminar o poner en desventaja a suscompetidores mediante medios no productivos y/o nocontractuales se incrementa. La concentraciónempresarial es el reflejo de la institucionalización dela vida económica.0

El principal medio para la expansión del poderestatal y de eliminación de los centros rivales deexplotación es la guerra y la conquista militar. Lacompetición interestatal implica una tendencia haciala guerra y el imperialismo. Como centros deexplotación, los distintos intereses de los distintos

0Véase sobre esto Gabriel Kolko, The Triumph of Conservatism (Chicago: Free Press, 1967); James Weinstein, The Corporate Ideal in the Liberal State (Boston: Beacon Press, 1968); Ronald Radosh and Murray N. Rothbard, eds., A New History of Leviathan (New York: Dutton, 1972); Leonard Liggio and James J. Martin, eds., Watershed of Empire (Colorado Springs, Colo.: Ralph Myles, 1976).

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estados son antagónicos por naturaleza. Más aún,con cada uno de ellos a cargo—desde dentro—delos impuestos y las herramientas de falsificación de lamoneda, es posible para las clases dominanteshacer que otros paguen por sus guerras.Naturalmente, si uno no tiene que pagar por suspropias venturas y riesgos, sino que puede forzar aotros a hacerlo, uno tenderá a asumir mayoresriesgos y a tener un “gatillo más feliz” que el que deotra manera se tendría.0 El marxismo, al contrarioque otras de las así llamadas ciencias socialesburguesas, va directo al grano: hay de hecho unatendencia hacia el imperialismo operando en lahistoria; y las mayores potencias imperialistas son enverdad las naciones capitalistas más avanzadas. Sinembargo, la explicación sigue siendo errónea. Es elEstado, en tanto que institución exenta de las reglascapitalistas de adquisición de propiedad, el que esagresivo por su propia naturaleza. Pero la evidenciahistórica de la íntima relación entre el capitalismo y elimperialismo parece contradecir esto. La explicaciónes fácil: para que un estado salga victorioso deguerras entre estados, necesita controlar suficientesrecursos económicos en términos relativos. Ceterisparibus, el Estado con más recursos ganará. Comofirma explotadora, el Estado es por naturalezadestructor de la riqueza y la acumulación de capital.La riqueza es producida exclusivamente por la

0Sobre la relación entre el estado y la guerra véase Ekkehart Krippendorff, Staat Und Krieg (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1985); Charles Tilly, “War Making and State Making as Organized Crime,” en Peter Evans et al., eds., Bringing the State Back In (Cambridge: Cambridge University Press, 1985); también Robert Higgs, Crisis and Leviathan (New York: Oxford University Press, 1987).

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sociedad civil; y cuanto menores sean los poderesexplotadores del Estado, más capital y riquezaacumulará la sociedad en su conjunto. Así que, pormás paradójico que pueda parecer, cuanto másliberal o débil sea el Estado de puertas para dentro,tanto más desarrollado se encontrará el capitalismo;una economía capitalista desarrollada de la queextraer recursos hace al Estado más rico, y unestado rico permite más y más guerrasexpansionistas exitosas. Esta relación explica porqué inicialmente los estados de Europa Occidental, yen particular Gran Bretaña, fueron las potenciasimperialistas predominantes y por qué en el siglo XXese papel ha sido asumido por los EEUU.

Existe una explicación igual de directa aunque,una vez más, no-marxista, que da cuenta de laobservación que hacen los marxistas de que la élitebancaria y empresarial siempre suele estar entre losmás ardientes defensores del poderío militar y elexpansionismo imperial. No es porque la expansiónde los mercados capitalistas requiera de explotación,sino porque la expansión de negocios protegidos yprivilegiados por el Estado requiere que talesprotecciones se extiendan a países extranjeros y seperjudique a los competidores de otros países através de adquisiciones no productivas nicontractuales de la riqueza. Específicamente, estossólo apoyan al imperialismo si el Estado les prometea su vez una posición dominante en los territoriosconquistados. Pues sólo desde la fuerza militar esque se hace posible establecer un sistema basado—tal y como alguno dirían—en el imperialismomonetario. El estado dominante usará su fuerzasuperior para imponer una política de inflacióninternacional coordinada, su propio banco centralmarcará el ritmo de falsificación de la moneda, y los

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bancos centrales de los estados dominados recibiránla orden de usar esta moneda como reserva y deinflar a partir de ella. De esta manera, junto con elestado dominante, y como primeros recipientes quereciben la nueva moneda de reserva falsificada, suélite bancaria y empresarial asociada puedededicarse a la expropiación casi gratuita depropietarios y productores de ingresos en elextranjero. Aquí se impone una doble capa deexplotación de un estado y élite extranjera sobre elestado nacional y su élite, causando una prolongadadependencia económica y un relativo estancamientofinanciero vis-à-vis la nación dominante. Es estasituación—tan poco capitalista—la que caracteriza elestatus de los EEUU y el dólar y da lugar a laacusación—correcta—de la explotación económicaamericana y el imperialismo del dólar.0

Finalmente, el incremento de la concentración ycentralización de los poderes de explotaciónconducen al estancamiento económico, lo que crealas condiciones objetivas para su eventual caída y elestablecimiento de una nueva sociedad de clasescapaz de producir una prosperidad económica nuncaantes vista.

Al contrario de lo que afirman los marxistas, estono constituye el resultado de ninguna ley histórica.De hecho, no existen tales cosas como leyesinexorables de la historia tal y como las conciben losmarxistas.0 Ni tampoco representa el resultado de lacaída paulatina de los ingresos cuando se aumentala composición orgánica del capital (un incremento enla proporción de capital constante/capital variable)

0Sobre una versión más elaborada de esta teoría del imperialismo militar y monetario véase Hoppe, Banking, Nation States and International Politics (supra cap. 3)

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como pensaba Marx. Si admitimos que la teoría delvalor es falsa y no tiene solución, la afirmaciónrelativa a la pérdida paulatina de los ingresos debede ser descartada, pues ésta se basa en ella. Elorigen del valor, el interés y el beneficio no reside enel uso del trabajo, sino de la acción, es decir, en eluso de medios escasos por parte de agentes paraperseguir objetivos que se encuentran limitados porla preferencia temporal y la incertidumbre(conocimiento imperfecto).No hay razón parasuponer, pues, que los cambios introducidos en lacomposición orgánica del capital tengan algunarelación sistemática con los cambios relativos alinterés y el beneficio individual de las personas.

En vez de eso, la probabilidad de que acontezcancrisis que estimulen el desarrollo de un mayor gradode conciencia de clase (es decir, las condicionessubjetivas para derrocar a la clase dominante)aumentan debido a—por usar uno de los términosfavoritos de Marx—la dialéctica de la explotación queya he mencionado antes en este capítulo: Laexplotación es destructiva para la formación deriqueza. Por tanto, en la competición entre firmasexplotadoras (los estados), las menos explotadoras ymás liberales tenderán a superar a las másexplotadoras por tener a su disposición másrecursos. Los programas imperialistas tienen alprincipio un efecto relativamente liberador en lassociedades que caen bajo su control. Aquí se exportaun modelo social relativamente más capitalista asociedades relativamente menos capitalistas (y másexplotadoras). El desarrollo de las fuerzas

0Véase sobre esto en particular Ludwig von Mises, Theory and History (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises institute, 1985),esp. part 2.

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productivas se ve así estimulado: se avanza en laintegración económica, se extiende la división deltrabajo y se establece un genuino mercado mundial.La población crece en respuesta y las expectativassobre el crecimiento económico futuro alcanzancotas inimaginables.0 Con la dominación explotadorateniendo lugar, y la competición interestatal reducidao incluso eliminada en un proceso de expansionismoimperialista, no obstante, las limitaciones externas alpoder de dominación interno del Estado desaparecengradualmente. La explotación interna, impuestos yregulaciones, comienzan a incrementarse cuantomás cerca esté la clase dominante de la dominaciónmundial. El estancamiento económico se desata y lasexpectativas—mundiales—de crecimiento futuro seven frustradas. Y esto —unas mayores expectativasy una realidad económica que no está a la altura dedichas expectativas — es la situación clásica para el

0Nótese que Marx y Engels, principalmente en su ManifiestoComunista, expusieron el carácter históricamente progresivo delcapitalismo y colmaron de alabanzas sus logros sin precedentes.De hecho, al repasar los pasajes relevantes del Manifiesto,Joseph A. Schumpeter concluye,Jamás, repito, y me refiero enparticular a los defensores modernos de la civilización burguesa, se habíaescrito algo como esto, un texto que represente a la clase empresarialdesde una comprensión tan amplia y profunda del logro y lo que éstesupone para la humanidad. (“The Communist Manifesto in Sociology andEconomics,” in idem, Essays of Joseph A. Schumpeter, ed. RichardClemence [Port Washington, N.Y.: Kennikat Press, 1951], p. 293) Dada esta visión del capitalismo, Marx llegó incluso a defender la

conquista Británica de la India, por ejemplo, como un progreso histórico.Véanse las contribuciones de Marx en el New York Daily Tribune, del 25de Junio, 1853, 11 de Julio, 1853, 8 de Agosto, 1853 (Marx and Engels,Werke [East Berlin: Dietz, 1960], vol. 9). Como ejemplo de marxistacontemporáneo que adopta una posición similar sobre el imperialismovéase Bill Warren , Imperialism: Pioneer of Capitalism (London: New LeftBooks, 1981).

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surgimiento de revolucionarios en potencia.0 Aparecela necesidad vital de adoptar soluciones ideológicasque eviten las crisis sucesivas, junto con unreconocimiento más amplio de que los impuestos,dominio y regulaciones estatales—lejos de ofreceruna solución—constituyen el mismísimo problema asuperar. Si en esta situación de estancamiento, crisisy desilusión ideológica0 se ofrece una soluciónpositiva en forma de una filosofía libertariasistemática bien detallada bajo la luz de sucontrapartida económica: la economía austriaca; y siesta ideología es propagada por un movimientoactivista, entonces la posibilidad de pasar del estadorevolucionario potencial a la acción se hace real deforma apabullante. La presión antiestatistaaumentará y surgirá una tendencia irresistibleencaminada a desmantelar el poder de la clasedominante y del Estado como su instrumento deexplotación.0

0Sobre la teoría de la revolución en particular véase CharlesTilly, From Mobilization to Revolution (Reading, Mass.: Addison-Wesley, 1978); idem, As Sociology Meets History (New York: Academic Press, 1981).

0Para una visión neo-marxista de la era presente de “capitalismo tardío” caracterizado por “una nueva desorientación ideológica” nacida del permanente estancamiento económico y el agotamiento de los poderes legitimatorios del conservadurismo y la socialdemocracia (esdecir “Liberalism” en terminología Americana) véase Jürgen Habermas, Die Neue Unübersichtlichkeit (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1985); también idem, Legitimation Crisis (Boston: Beacon Press, 1975); C. Offe, Strukurprobleme des kapitalistischen Staates (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1972).

0Para una visión austrolibertaria del carácter en crisis del

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No obstante, si y sólo si esto ocurre, y en lamedida en que suceda, los medios de producción notendrán por qué acabar socializados, al contrario delo que ocurre en el modelo marxista. De hecho, lapropiedad colectiva no sólo es económicamenteineficiente como ya se ha explicado; sino quetambién es incompatible con la idea de que el Estado“desaparezca.”0 Porque si los medios de producciónson propiedad colectiva, y se asume de formarealista que las ideas de todos sobre cómo emplearestos medios de producción no coinciden (tal cosasería un milagro) entonces precisamente los factoresde producción de la propiedad colectiva requerirán laacción continuada del Estado, es decir, unainstitución que imponga coercitivamente los designiosde una persona sobre otra que esté en desacuerdo.En vez de eso, el desvanecimiento del Estado, y conesto el final de la explotación y el inicio de unalibertad y prosperidad económica nunca antes vista,exigen del establecimiento de una sociedad basadaen una propiedad sin trabas que sólo debe regirsepor leyes de tipo privado.

capitalismo tardío y sobre la idea del surgimiento de una conciencia de clase libertaria revolucionaria véase Rothbard,“Left and Right”; idem, For a New Liberty, cap. 15; idem, The Ethics of Liberty (Atlantic Highlands, N.J.: Humanities Press, 1982), part V.

0Sobre las inconsistencias internas de la teoría Marxista del estado véase también Hans Kelsen, Sozialismus und Staat (Vienna, 1965).

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5Teoría del empleo, el dinero, el

interés y el proceso capitalista:el caso miseano contra Keynes

Mi objetivo principal es el de aportar algunas verdadesbásicas respecto del proceso de desarrollo económico y elpapel jugado por el empleo, el dinero y el interés. Talesverdades no son originarias de la Escuela Austríaca deeconomía, ni son parte integral de su tradición depensamiento económico exclusivo. De hecho, muchas deellas vinieron a formar parte de una parcela de lo que hoy sedenomina economía clásica, y era el reconocimiento de suvalidez lo que distinguía a los economistas de los lunáticos.Y, sin embargo, la Escuela Austriaca, en particular Ludwigvon Mises y, posteriormente, Murray N. Rothbard, han sidolos que han presentado de forma más clara y completaestas verdades.0 Más aún, han presentado su defensa másrigurosa al mostrar que éstas se pueden deducir deproposiciones básicas e incontestables (como que elhombre actúa y que éste sabe lo qué significa actuar) paraestablecerlas como verdades cuya negación no sólo seríatotalmente incorrecta, sino que equivaldría también a caer

0[Una versión ligeramente diferente apareció en Dissent on Keynes:A Critical Appraisal of Keynesian Economics, editado por Mark Skousen(New York: Praeger, 1992).] Véase en particular Ludwig von Mises,Human Action (Chicago: Regnery, 1966); Murray N. Rothbard, Man,Economy, and State (Los Angeles: Nash, 1970).

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en contradicciones y absurdos lógico-praxeológicos.0

Primero, reconstruiré sistemáticamente la teoríaaustriaca del desarrollo económico. Luego, analizaréla “nueva” teoría de Keynes que pertenece, como élmismo no puede evitar reconocer, a la tradición de laeconomía “marginal” (como el Mercantilismo) y la delos economistas locos (como Silvio Gesell).0 Mostraréque la nueva economía de Keynes también es otralocura: un tejido de falsedades lógico-praxeológicasalcanzadas a través de una jerga retorcida,definiciones cambiantes e inconsistencias lógicas,intentando crear una mentalidad anticapitalista, en

0Véase sobre las bases de la economía Ludwig von Mises, Epistemological Problems of Economics (New York: New York University Press, 1981); idem, Theory and History (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1985); idem, The Ultimate Foundation of Economic Science (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1978); Murray N. Rothbard, Individualism and the Philosophy of the Social Sciences (San Francisco: Cato Institute, 1979); Hans-Hermann Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung. Untersuchugen zur Grundlegung von Soziologie und Ökonomie (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983); idem, Praxeology and Economic Science (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988). Sobre el enfoque de la economíaque compite con ella, la de la economía positivista, según la cual las leyes económicas son hipótesis sujetas a confirmación empírica y falsación (como las leyes físicas), véase Milton Friedman, “The Methodology of Positive Economics,” in idem, Essays in Positive Economics (Chicago: University of Chicago Press, 1953).

0John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest, and Money (New York: Harcourt, Brace and World, 1964), esp. cap. 23.

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contra de la propiedad privada y la burguesía.

I.1. EL EMPLEO

“El desempleo en el libre mercado es siemprevoluntario.”0 El hombre trabaja porque prefiere susresultados de forma anticipada frente al placerderivado de no trabajar y el ocio. Éste “deja detrabajar en ese punto en el cual comienza a valorar elocio, la ausencia de utilidad del trabajo, másintensamente que el incremento de satisfacciónesperado por trabajar más.”0

No cabe duda, pues, Robinson Crusoe, el productorautosuficiente, sólo puede estar desempleadovoluntariamente (al preferir permanecer en pausa yconsumir bienes presentes en vez de emplear un tiempoadicional de trabajo en la producción de bienes futuros).

La situación tampoco cambia cuando Viernesentre en escena y surge una economía de propiedadprivada basada en el reconocimiento, tanto de losderechos de propiedad de cada persona sobreaquellos recursos que éstas hayan reconocido comoescasos, apropiándose de ellos por medio del trabajo(y de la apropiación originaría) antes que ningún otrolo hiciera, como sobre todos los bienes producidos apartir de los mismos. En esta situación no sólo sehacen posibles los tipos de cambio—precios—quepermiten la compra o alquiler de servicios de trabajo.Habrá empleo siempre que el salario ofrecido seamás valorado por el trabajador que la satisfacciónque se deriva de la autosuficiencia y la ausencia de

0Mises, Human Action, p. 599.

0Ibíd., p. 611.

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trabajo, consumiendo el hombre sus propios recursos(o apropiándose recursos que previamente poseíanuna utilidad marginal inferior). El empleo crecerá, ylos salarios subirán, mientras los empresariosperciban la existencia de sueldos inferiores al valordel producto marginal del trabajo (una vezdescontada la preferencia temporal)0 lo cual seespera producir por medio de un incremento de lafuerza de laboral. Por otro lado, habrá desempleo, yéste será cada vez mayor, mientras haya personasque valoren el valor del producto marginal fruto delauto-empleo más que un salario que refleje laproductividad marginal de su trabajo.

En este modelo no hay lugar para tal cosa como eldesempleo involuntario. Si bien por un lado el empleosiempre es voluntario, también lo es el desempleo(autoempleo).0

El desempleo involuntario sólo es lógicamenteposible una vez la situación cambia de forma radicaly se introduce una persona o institución que puedaejercer un control sobre los recursos que éste nohaya adquirido de un modo originario, o a través deintercambios voluntarios con los apropiadoresoriginarios. Toda institución que sea ajena almercado, al imponer, por ejemplo, un salario mínimomás alto que el valor de la productividad marginal deltrabajo, puede impedir de modo efectivo que ocurranintercambios entre el proveedor de servicioslaborales y el empresario que de otro modo habríantenido lugar si estos hubieran tenido un controlirrestricto sobre sus títulos de propiedad. Eltrabajador en potencia pasa ahora a estardesempleado muy a su pesar, y el posible empleadorse verá forzado a llevar a cabo planes empresariales

0Sobre la preferencia temporal, véase la sección 1.3

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menos productivos. De hecho, una institución ajenaal mercado puede en principio crear cualquiercantidad de desempleo involuntario. Un salariomínimo, de digamos, un millón de dólares por hora,podría poner en el paro a cualquiera además decondenar al autoempleo y a morir de hambre a lamayor parte de la población.

En ausencia de una institución exenta de las

0La afirmación de que el desempleo involuntario es posible en el marco de una economía de propiedad privada viene caracterizada por una confusión lógico-conceptual de fondo:ésta ignora el hecho de que el empleo es un asunto entre dos partes; es decir, un intercambio que, como cualquier otro intercambio voluntario, sólo puede tener lugar si se considera beneficioso mutua y bilateralmente. No tiene más sentido clasificar a alguien como desempleado involuntario por no encontrar a nadie que quiera atender sus demandas de trabajo fijadas de forma unilateral que llamar a una persona que busca esposa, casa, o un Mercedes soltero, sin techo o peatón involuntario porque nadie quiera casarse con él, proveerle de casa o coche en los términos que esa persona haya determinado de forma unilateral. Hacer eso habría de resultar en una contradicción y el absurdo. Si aceptamos esto, también tendremos que aceptar, en tanto que la otra cara de la misma moneda, que el empleador boicoteador, la mujer, o el propietario de la casa o el Mercedes no contraten, se casen o vendan de forma involuntaria porque sus demandas unilaterales no encajen con las del empleado, posible marido o posibles nuevos propietarios de la casa o el Mercedes. Más aún, si se clasifica tanto al posible empresario como al trabajador de involuntario por no haber estos podido llegar a un acuerdo mutuo entre ambos, el crear “empleo voluntario” implicaría coaccionar a una o ambas partes para que acepten un intercambio cuyos términos uno o ambos no logran aceptar.

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reglas del mercado, el desempleo involuntario eslógicamente imposible, y esto producirá una mayorprosperidad en vez de un mayor empobrecimiento.

2. EL DINERO

El Hombre participa en una economía deintercambios (en vez de permanecer en la soledadautosuficiente) mientras sea capaz de reconocer lamayor productividad de los sistemas de división deltrabajo y éste prefiera más bienes a menos. De suparticipación en el mercado surge a su vez el deseohumano de adquirir un medio de pago (el dinero). Dehecho, sólo si asumimos lo humanamente imposible(que el hombre tiene un perfecto conocimiento delfuturo), es que no haría falta del empleo de dinero.Porque con todas las incertidumbres esclarecidas, enun tierra mítica en equilibrio perfecto, uno sabría conprecisión las condiciones, fechas y localizaciones detodo intercambio futuro y todo podría estarpredeterminado de antemano y, por lo tanto, estostomarían la forma de intercambios directos en vez deindirectos.0 Pero si se tienen en cuenta los límites

Por tanto, decir que el desempleo involuntario es posible en el libre mercado es decir que la coerción significa voluntariedad, y la voluntariedad coerción, lo que es un sinsentido.

0Véase Mises, Human Action, pp. 244-50.En un sistema en reposodonde no se registran cambios o incertidumbre alguna sobre el futuro,nadie necesitaría dinero. Aquí cada individuo sabría qué cantidad dedinero necesitaría en cualquier fecha futura. Esto, por lo tanto, pone alhombre en un posición donde éste puede prestar todos los fondos quereciba de tal manera que los préstamos venzan justo cuando éste losnecesite. (p. 249)

Véase también Rothbard, Man, Economy and State, p. 280.

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que constriñen a la naturaleza humana, el hombresiempre estará sujeto a la incertidumbre, lo queimplica que toda acción posee una raíz especulativa,y demandará bienes no sólo por su valor de uso, sinotambién por su valor como medios de pago.

Si se le pone de cara frente a una situación dondela demanda de algunos bienes o servicios sea baja oinexistente, y donde no sea posible un intercambiosatisfactorio debido al problema de la doblecoincidencia de necesidades, el hombre siempreconsiderará la posibilidad de intercambiar bienespropios por bienes que sean más líquidos que losque éste entrega, tal que la posesión de esos bienesfacilite la adquisición de otros bienes y servicios quesean útiles en el futuro.

Más aún, dado que la propia función del dinerocomo medio de cambio es la de facilitar la comprafutura de bienes y servicios, el hombre siemprepreferirá adquirirlos cuantos más líquidos estos sean,y en última instancia, mayor aceptación tengan, de talforma quesiempre habrá una tendencia que hará que, dentrode la serie de bienes empleados como medios decambio, los menos líquidos sean rechazados a favorde los más líquidos hasta llegar a una situacióndonde ya sólo quede un único bien que seauniversalmente aceptado como medio de pago; enuna palabra, el dinero.0

De camino hacia este objetivo último, al elegirseun tipo de dinero que cada vez sea más usado, la

0Ludwig von Mises, The Theory of Money and Credit (Irvington, N.Y.: Foundation for Economic Education, 1971), pp. 32-33; también Carl Menger, Principles of Economics (New York: New York University Press, 1981); idem, Geld, in Carl Menger, Gesammelte Werke, ed. F.A. Hayek (Tübingen: Mohr, 1970), vol. 4.

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división del trabajo se amplifica y la productividad seve incrementada.

No obstante, una vez un bien se ha establecidocomo medio de cambio universal, y los precios detodos los demás bienes se hallen expresados enfunción de este dinero (siendo el precio de la unidadmonetaria su poder adquisitivo para comprar unaserie de bienes no monetarios), el dinero ya noejercerá una influencia sistemática en la división deltrabajo, empleo y producción de los ingresos. Unavez éste se encuentre aceptado por todos, cualquiercantidad de dinero será compatible con cualquiercantidad de empleo e ingresos.0 De hecho, como seexplica más arriba, en la tierra mítica del equilibrioperfecto no habría dinero, pero habría empleo eingresos. Esto demuestra que el dinero, por un lado,y el empleo y los ingresos, por el otro, deben serconsiderados conceptos lógico-praxeológicamenteindependientes. Por ejemplo, si aumenta la cantidadde dinero, permaneciendo todo lo demás igual, lomás probable es que esto tenga efectosredistributivos, dependiendo de cómo y dóndeentrase el dinero en la economía; pero de igualmanera, también es muy probable que esto no tenganingún efecto sistemático en la cantidad de empleo yel tamaño del producto social del trabajo. Los precios

0Véase Rothbard, Man, Economy and State, pp. 669-71.Losbienes son útiles y escasos, y cualquier incremento en la cantidad debienes es un beneficio social. Pero el dinero es útil, no de una formadirecta, sino como medio de pago... Donde hay menos dinero, el valor decambio de la unidad monetaria aumenta; cuando hay más dinero, el valorde cambio de la unidad monetaria cae. Debemos concluir que no existetal cosa como “poco” o “demasiado” dinero, pues sea cual sea el stockmonetario de la sociedad ésta siempre maximizará su uso. (p. 670)

Véase también Murray N. Rothbard The Mystery of Banking(New York: Richardson and Snyder, 1983).

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y los salarios subirán de forma general, y el poderadquisitivo de la unidad monetaria bajará en lamisma medida. No obstante, esto no es cierto en lotocante al empleo y el producto social del trabajo.Estos podrán permanecer igual o registrar cambios.Lo mismo cabe decir en relación a cambios en lademanda de medios de pago. Un incremento de lademanda de dinero (es decir, un mayor valor relativodel dinero adicional en comparación con otros bienesadicionales), cambiaría ciertamente los preciosrelativos; pero no implicaría nada en lo que al empleoy producto social respecta. Para equilibrar una mayordemanda de dinero con un stock dado, el nivelgeneral de precios y salarios debe bajar, y el poderadquisitivo de la moneda debe subir, mutatismutandis. Pero no hay tazón para suponer que estotenga impacto en el empleo o los ingresos. Lossalarios bajarán, pero de forma simultánea el poderadquisitivo del dinero subirá, dejando los salariosreales y el producto social real totalmente invariable.

El resultado no es diferente si se consideran loscambios en el lado no monetario. Permaneciendotodo lo demás constante, un incremento en la ofertade bienes y servicios, por ejemplo, trae consigo unincremento del poder adquisitivo del dinero; losprecios caen. Esto reduce la cantidad de dinerodemandado, porque el coste de atesorar dinero envez de gastarlo en bienes no monetarios ha subido, yesta menor demanda de efectivo representa latendencia opuesta hacia la subida de precios y unamenor capacidad adquisitiva del dinero. Esto deja sintocar al empleo o el producto social. Tampococambian las cosas si consideramos las previsiones.Las expectativas inflacionarias (o deflacionarias)reducen (o incrementan) la demanda de dinero deforma inmediata y, por lo tanto, aceleran el ajuste en

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relación a aquello que se había anticipado; y si se haanticipado mal (es decir, algo que no encaja con larealidad subyacente), entonces el proceso de ajustesauto-correctivos se ve acelerado a través de lasexpectativas. Pero ninguno de estos fenómenosmonetarios tiene ninguna conexión sistemáticapraxeológica con el empleo o la producción engeneral, que pueden permanecer igual durante estetipo de cambios. Invariablemente, el dinero es“neutral” con respecto al empleo y el producto socialdel trabajo.

3. EL INTERÉS

El dinero es “neutro” con respecto al interés. Pero,el interés, a diferencia del dinero, estápraxeológicamente relacionado con el empleo y elproducto social del trabajo.De la misma manera en que el dinero tiene su causa

en la incertidumbre, el interés constituye el resultado de laspreferencias temporales, que son tan esenciales para laacción como la incertidumbre misma (y en un sentido aúnmayor que explicaré en breve). Al actuar, el individuo no sólotrata de sustituir un estado menos satisfactorio por otro mássatisfactorio de forma permanente o demuestra unapreferencia por obtener más en lugar de menos; éste estáobligado a valorar sin reposo el tiempo que tardará en lograrsus metas en el futuro (es decir, el tiempo necesario paralograrlo), así como a tener en cuenta la durabilidad yperiodos de vida de los bienes y servicios que ésteadquiera, y así cada acción pone de manifiesto unapreferencia general por bienes presentes sobre bienesfuturos, y por los más duraderos en detrimento de losmenos duraderos. Cada acción no puede lograr susobjetivos sino es a través del tiempo; y dado que el hombrea veces tiene que consumir y no puede renunciar del todo a

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ello, éste siempre será escaso. Así pues, ceteris paribus, losbienes presentes siempre son, y deben ser, más valoradosque los futuros.0 De hecho, si el hombre no estuvieselimitado por sus preferencias temporales y su únicalimitación operativa fuese la de preferir más sobre menos,éste siempre elegiría aquellos procesos de producción querindiesen los mayores resultados, sin importar el tiempo quese tarde para lograrlo. Por ejemplo, en vez de construir unared para pescar primero, Crusoe empezaría a construir unbarco pesquero, ya que éste es un medio más eficaz parapescar. El hecho de que nadie, incluyendo a Crusoe, actúede esta manera hace evidente que el hombre no puedeevitar “valorar fracciones de tiempo de igual longitud demanera diferente según se hallen éstas más lejos o máscerca del instante en que el individuo tome la decisión”0

Entonces, limitado como está por preferenciastemporales, el hombre sólo intercambiará un bienpresente por un bien futuro si anticipa que con ello

0Sobre la teoría del interés basada en las preferencias temporales véase William Stanley Jevons, Theory of Political Economy (New York: Augustus M. Kelley, 1965); Eugen von Böhm-Bawerk, Capital and Interest, 3 vols. (South Holland, Ill.: Libertarian Press, 1959); Richard von Strigl, Kapital und Produktion (Vienna: Julius Springer, 1934 [Ingl. trad., Ludwig von Mises Institute, 1988]); Frank Fetter, Capital, Interest, and Rent (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1971); Roger Garrison, “In Defense of the Misesian Theory of Interest,” Journal of Libertarian Studies 3, no. 2 (1979); idem, “Professor Rothbard and the Theory ofInterest,” in Walter Block and Llewellyn H. Rockwell, Jr., eds., Man, Economy, and Liberty: Essays in Honor of Murray N. Rothbard (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988).

0Mises, Human Action, p. 483.

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incrementará su cantidad de bienes futuros. La tasade preferencia temporal, que puede variar en funcióndel individuo y el instante, pero que es siemprepositiva para todos, determina de forma simultánea elvalor extra que los bienes presentes tienen sobre losfuturos, así como la cantidad de ahorro y deinversión. El tipo de interés de mercado es la sumaagregada de todas las tasas de preferenciastemporales, y refleja, por así decirlo, la tasa social depreferencia temporal y equilibra el ahorro social (esdecir, la cantidad de bienes presentes ofrecidos parael intercambio por bienes futuros) y la inversión social(es decir, la demanda de bienes presentes capaz deproducir rendimientos futuros).

Es imposible que exista el crédito sin ahorroprevio, es decir, sin la abstención de consumo dealgún bien presente. Además, no puede haberdemanda de crédito si nadie percibiese laoportunidad de emplear bienes presentes de formaproductiva (es decir, invertirlos para producir unariqueza en el futuro que supere a la del presente). Dehecho, si todos los bienes presentes fuesenconsumidos y ninguno fuese invertido en procesosque conllevaran el empleo del tiempo, no existiría niel interés ni la tasa de preferencia temporal, o el tipode interés sería infinitamente alto, cosa que fuera delJardín del Edén equivaldría a condenarnos a unavida primitiva de subsistencia al toparnos con larealidad sólo con las manos desnudas y el deseo degratificación instantánea.

La oferta y la demanda de crédito sólo surge—yesta es la condición humana—a partir delreconocimiento de que los procesos indirectos, máslargos, de producción pueden rendir una mayor omejor cantidad de bienes futuros que los presentes

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obtenidos de forma directa;0 y es posible, a través delahorro, acumular la cantidad de bienes presentesnecesarios para cubrir todas aquellas necesidadescuya satisfacción durante el largo tiempo de esperasea considerada más urgente que el incremento debienestar futuro derivado del empleo de un procesode producción aún más largo.0

Mientras este sea el caso, la formación de capitaly su acumulación se pondrá en marcha y seguirá sucurso. En lugar de involucrarse por entero enprocesos de producción de gratificación inmediata,los factores originarios de producción, la tierra y eltrabajo, son empleados para obtener una producciónmayor que el consumo, y se emplean en laproducción de bienes de capital. Éstos no tienenvalor excepto como productos intermedios en elproceso de obtener bienes de consumo finales. Enotras palabras, su valor yace en el hecho de quecualquiera que los posea puede emplearlos paraproducir otros bienes de capital más eficientemente.El exceso de valor (precio) de un bien de capitalsobre la suma de factores originarios de producciónrequeridos para su producción es debido a estadiferencia temporal y al hecho universal de lapreferencia temporal. Es el precio pagado por

0Para estar seguro, no todos los procesos más largos de producción son más productivos que los más cortos; pero bajo la asunción de que el hombre, limitado por sus preferencias temporales, siempre y en todo momento elegirá los medios de producción más cortos concebibles para producir unos bienes dados, cualquier incremento en laproducción sólo puede lograrse—praxeológicamente—si se alarga la estructura productiva.

0Mises, Human Action. pp. 490ff.

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comprar tiempo; por acercarnos al objetivo último deuno en vez de tener que empezar de cero. Debido ala preferencia temporal, el valor de la producción finaldebe exceder la suma empleada en sus factores deproducción (el precio pagado por el bien de capital ytodo servicio laboral complementario).

Cuanto más baja sea la tasa de preferenciatemporal, antes comenzará el proceso de formaciónde capital y más rápido se alargará la estructura de laproducción. Cualquier incremento en la acumulaciónde bienes de capital y la duración de la estructura dela producción a su vez aumenta la productividadmarginal del trabajo. Esto conduce a un mayorempleo y/o mayores salarios y, en cualquier caso(incluso si la curva de la oferta de trabajo tuviesependiente negativa al subir los salarios), a un mayorsalario total.0 Provistos de una mayor cantidad debienes de capital, una población mejor pagada deasalariados producirá un producto social mayor en elfuturo, aumentando, tras el de sus empleados, losingresos de los propietarios del capital y la tierra.Aunque el interés (preferencia temporal) tiene unarelación praxeológica directa con el empleo y losingresos sociales, éste no tiene nada que ver con eldinero. Para estar seguros, en una economía basadaen el dinero también existe una expresión monetariapara la tasa social de preferencia temporal. Pero estono cambia el hecho de que el interés y el dinero seanindependientes y no tengan la más mínima relaciónentre sí, o que el interés sea un fenómeno “real” y nomonetario. De hecho, en la tierra mítica del equilibrioperfecto no habría lugar para el dinero porque elfuturo por definición estaría dado y sin incertidumbre

0Véase también Rothbard, Man, Economy, and State, pp. 663f

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no haría falta tener un colchón de ahorros (cuyopropósito es, al no poderse consumir el dinero, sólopuede ser el de servir a la hora de hacer frente apagos imprevistos en fechas también imprevistas).La preferencia temporal y el interés, no obstante, nopueden desaparecer ni siquiera en ese caso. Ya queincluso en el equilibro la estructura existente debienes de capital necesita ser mantenida en el tiempo(para evitar que ésta sea consumida en el trascursode las sucesivas operaciones productivas), estemantenimiento no podrá tener lugar sin ahorro yreinversión: y no puede haber tales cosas sin laexpectativa de un tipo de interés positivo. (De hecho,si el interés pagado fuese cero, resultaría en elconsumo de capital y saldríamos del equilibrio).0

El tema se hace si cabe más complicado bajocondiciones de incertidumbre, con un dinero en uso,pero la independencia praxeológica del dinero y elinterés permanece intacta. Bajo estas condiciones, elhombre sólo tiene tres, en lugar de dos, alternativas ala hora de asignar sus ingresos presentes. Éste nosólo debe decidir cuánto asignar a la compra debienes presentes y a la compra de bienes futuros (esdecir, cuánto consumir y cuánto invertir), sinotambién cuánto mantener en metálico. No hay másalternativas. Pero mientras el hombre debe en todomomento hacer ajustes respecto a estos treselementos a la vez, todo siempre estará determinadopor dos factores distintos que carecen de relaciónpraxeológica alguna entre sí. La proporciónconsumo/inversión vendrá dada por las preferenciastemporales. El origen de la demanda de dinero, porotro lado, es la utilidad del dinero (es decir, su

0Véase también Mises, Human Action, pp. 530-32; Rothbard, Man, Economy, and State, pp. 385-86.

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capacidad de permitir compras inmediatas de bienesen un futuro incierto). Ambos factores pueden variarindependientemente uno del otro.

Si la oferta de dinero varía o si la demanda dedinero varía dado un stock social de dinero, el poderadquisitivo de la moneda también cambiará. Noobstante, aparte de causar cambios en los ingresosrelativos, tales cambios en el poder adquisitivo de lamoneda no tendrán efecto alguno en los ingresosreales. Los ingresos, en tanto que dinero, caerían odecrecerían, pero el poder adquisitivo del mismosubiría o bajaría, dejando invariables los ingresosreales. O, con los ingresos sin cambiar, mayorcantidad del mismo será mantenida en metálico(atesorado), pero entonces el poder adquisitivo deldinero bajará o subirá, nuevamente, dejando losingresos reales sin tocar. Son estos ingresos reales,no obstante, no el dinero como tal, los quedeterminan su tasa de preferencia temporal efectiva.Dado que los ingresos reales no cambian con estasfluctuaciones del dinero, no hay razón para creer quela tasa de preferencia temporal sí lo hará. Si, porejemplo, la pesadilla Keynesiana de un mayoratesoramiento se hace realidad y los precios caenmientras el poder adquisitivo de la moneda sube,esto dejará a la proporción real de inversión/consumoinvariable. A no ser que supongamos que laspreferencias temporales hayan cambiado al mismotiempo, el atesoramiento adicional será obtenido apartir de fondos que antes eran empleados para elconsumo, o que hubiesen sido invertidos en la mismaproporción preestablecida, como para resituar alconsumo e inversión real en, precisamente, susniveles anteriores. No obstante, si la preferenciatemporal se asume variable, entonces cualquier cosaes posible. De hecho, si el atesoramiento adicional

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proviene exclusivamente del gasto en consumo, unamayor demanda de dinero puede ir de la manoincluso con una caída del tipo de interés y una mayorinversión. Pero esto no es debido a cambios en lademanda de dinero, sino exclusivamente a uncambio (caída) en la tasa de preferencia temporal.0

4. EL PROCESO CAPITALISTA

Una vez se facilita y extiende la división del trabajoa través del uso de un medio de pago universal, elproceso de desarrollo económico sólo se verádeterminado por las preferencias temporales.

No cabe duda de que también hay otros factoresque son importantes: la calidad y cantidad de lapoblación, la disponibilidad de recursos naturales y elnivel tecnológico. Pero de estos, la calidad de unapoblación está más allá del control de cualquiera ydebe ser tomada como dada: la cantidad depoblación puede o no impulsar el desarrolloeconómico, dependiendo de si la población está pordebajo o por encima del tamaño óptimo para unterritorio de un tamaño dado: y los recursos naturaleso capacidades tecnológicas sólo tienen un impactoeconómico si son descubiertas y utilizadas. Pero parapoder hacerlo, no obstante, debe haber un ahorroprevio e inversión. No es la disponibilidad derecursos y conocimiento técnico o científico lo queimpone límites al avance económico: es lapreferencia temporal la que impone límites a laexplotación de recursos disponibles así como a lautilización del conocimiento existente (y también delprogreso científico, ya que las actividades de

0Véase Murray N. Rothbard, America’s Great Depression (Kansas City: Sheed and Ward, 1975), pp. 39-41.

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investigación deben ser financiadas a partir delahorro).

Así pues, el único camino viable hacia elcrecimiento económico es a través del ahorro y lainversión, determinados como estamos por nuestraspreferencias temporales. En última instancia no hayun camino hacia la prosperidad si no es a través deun incremento del capital invertido per cápita. Esta esla única manera de mejorar la productividad marginaldel trabajador y sólo si esto se hace posible se podráincrementar los ingresos futuros. Con el aumento delos ingresos reales, la tasa efectiva de preferenciatemporal cae (sin llegar a cero o a hacerse negativa),añadiendo mayores dosis de inversión y poniendo enmarcha una espiral positiva de desarrollo económico.

No hay razón para suponer que este procesotenga que detenerse justo antes de llegar al Jardíndel Edén donde ya no existe la escasez—salvo quela gente decida lo contrario y empiece a valorar elocio adicional más que un aumento de sus ingresos.Tampoco hay razón alguna para suponer que elproceso de desarrollo capitalista se dará sincontratiempos y que la economía se ajustaráflexiblemente a todo cambio monetario o de la tasade preferencias temporales. Por supuesto, mientrasel futuro sea incierto, siempre habrán erroresempresariales, pérdidas y bancarrotas. Pero no hayrazón sistemática para pensar que esto causará másque disrupciones temporales, o por qué estasdisrupciones deban exceder, o fluctuar de formadrástica, alrededor de un “ritmo natural” de fallosempresariales.0

El tema planteado sólo se hace diferente si

0Véase también Rothbard, America’s Great Depression, pp.12-17.

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introducimos una institución ajena al mercado talcomo el Gobierno. Éste no sólo hace posible eldesempleo involuntario, como ya se ha explicado: lapropia existencia de una agencia que se arroguederechos de propiedad sobre recursos que no sehaya apropiado de forma originaria, producido oadquirido contractualmente, ya aumenta de por si latasa social de preferencias temporales de losapropiadores originarios, productores y contratistas,creando, por lo tanto, el empobrecimientoinvoluntario, el estancamiento o incluso la regresión.Sólo el Gobierno puede detener el curso natural de lahumanidad hacia una gradual emancipación de laescasez mucho antes de llegar al punto en que éstaelija voluntariamente no producir nada.0 Y esexclusivamente en presencia de un gobierno cuandoel proceso capitalista adopta su patrón cíclico (en vezde linear) de depresión y auge. Exento de las reglasde adquisición para la propiedad privada, el Gobiernodesea de forma natural un monopolio sobre el dineroy la banca y quiere nada menos que involucrarse enuna banca de reserva (depósito) fraccionaria—expresado en términos no técnicos: en la falsificaciónmonopolística de la moneda—para enriquecerse a símismo a costa de otros mediante el fraude, que esmenos sospechoso que la confiscación directa.0 Losciclos de auge y recesión son el resultado de laactividad criminal de la reserva fraccionaria. Si el

0Sobre el papel del gobierno como destructor de formación de riqueza, véase Murray N. Rothbard, Power and Market (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1977); Hans-Hermann Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1989); idem, “The Economics of Sociology and Taxation,” Journal des Economistes et des Etudes Humaines (1990); supra cap. 2.

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dinero falsificado entrase en la economía como unamayor oferta de crédito, los tipos de interés habríande caer por debajo de los niveles que habrían caídosi no hubiese habido fraude. La consecuencia deesto es siempre un abaratamiento del crédito. Pero aun precio más bajo, también se demanda máscrédito, y se invierten más recursos en la producciónde bienes futuros (en vez de emplearse para elconsumo), que de lo que de otra manera hubieseocurrido. Esto alarga toda la estructura productiva.Para poder completar todos los proyectos deinversión que están en curso, hace falta más tiempodel que hubiese hecho falta antes de que comenzarala expansión crediticia. Todo bien que hubiese sidofabricado sin expansión crediticia debe ser producido,además de aquellos que se producen fruto de laexpansión. Para que esto sea posible, no obstante,hace falta más capital. Una mayor cantidad de bienesfuturos sólo puede ser producida si el ahorroadicional permitiera mantener a más trabajadores enel tiempo de espera mientras dure la producción. Ysin embargo se asume que tal incremento en elahorro jamás tuvo lugar. La caída de los tipos deinterés no constituye el resultado de la mayorcantidad de bienes de capital disponibles. La tasasocial de preferencia temporal no ha cambiado enabsoluto. Ésta se debe en exclusividad al dinerofalsificado que entra en la economía a través del

0Véase en particular Rothbard, The Mystery of Banking; Hans-Hermann Hoppe, “Banking, Nation States, and International Politics,” Review of Austrian Economics 4 (1990); supra cap. 3; idem, “Marxist and Austrian Class Analysis,” Journal of Libertarian Studies 9, no. 2 (1990); supra cap. 4; idem, “European Economic Integration and theECU,” Austrian Economics Newsletter (1989).

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mercado de crédito. De ahí que debamos considerarimposible completar con éxito todos los procesos deinversión iniciados tras una expansión crediticiadebido a la falta sistemática de contrapartidas decapital. Llegados a este punto se tendrán que liquidarproyectos para acortar la estructura productiva yreajustarla a la tasa social de preferencia temporalinvariante y correspondiente a la proporción real de

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consumo e inversión.0

Estos movimientos cíclicos no pueden serevitados por el hecho de ser esperados (según ellema “un ciclo anticipado es un ciclo evitado”): son laconsecuencia praxeológicamente necesaria delcrédito de nuevo cuño falsificado que se coloca en elmercado con éxito. Una vez sea éste el caso, el ciclode auge y recesión será inevitable, sin importar lo

0Sobre la teoría del ciclo económico véase la contribución de Mises en su Theory of Money and Credit, parte III, cap. 5;su primera versión elaborada en Geldwertstabilisierung und Konjunkturpolitik (Jena: Gustav Fischer, 1928) , la traduccióninglesa de la cual no apareció hasta 1978 en Ludwig von Mises, On the Manipulation of Money and Credit (Dobbs Ferry, N.Y.: Free Market Books, 1978); F.A. Hayek, Monetary Theory and the Trade Cycle (New York: A.M. Kelley, 1966); idem, Prices and Production (New York: Augustus M. Kelley, 1967); La obra de Hayek fue publicada por primera vez en 1929, resp. 1931; es interesante comentar que Hayek, quien recibió el premio Nobel en 1974,un año después de la muerte de Mises, por sus contribuciones a la teoría Mises-Hayek del ciclo económico obviamente no representa del todo los logros de Mises en loque al desarrollo de su teoría respecta: en sus Precios y Producción de 1931, la primera presentación de la teoría Austriaca del ciclo económico que apareció en inglés, admite el mérito de Mises. Pero aunque también cita a la obra de Mises arriba mencionada de 1928, éste afirma falsamente que las contribuciones de Mises a la teoría estánlimitadas a una serie de aclaraciones en su trabajo original de 1912, véase cap 3 fn. 1 en Prices and Production; Strigl, Kapital und Produktion; Lionel Robbins, The Great Depression (Freeport, N.Y.: Books for Libraries Press, 1971);Rothbard, America’s Great Depression; Ludwig von Mises, et al., The Austrian Theory of the Trade Cycle and Other

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que los actores económicos crean o puedan esperarya sea de forma correcta o incorrecta. El ciclo esinducido por un cambio monetario, pero toma efectoen el reino de los fenómenos “reales” y será un ciclo“real” sin importar lo que la gente crea o piense.0

Tampoco se puede esperar de forma realista quelos movimientos cíclicos inevitables resultantes deuna expansión del crédito se detendrán: mientrasuna institución ajena al Mercado como el Gobiernoesté a cargo del dinero, una serie de movimientoscíclicos permanentes marcarán el proceso deldesarrollo económico. A través de la creación decrédito fraudulento, un gobierno puede engendraruna fuente de ingresos y redistribución de riquezaestable y difícil de detectar a su favor. No hay razón(salvo que asumamos la intervención angelical) parasuponer que el Estado dejará de usar esta varitamágica simplemente porque la expansión crediticiatenga el “desafortunado” efecto secundario del cicloeconómico.

Essays (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1983); Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung, cap. 3; Roger Garrison, “Hayekian Trade Cycle Theory: A Reappraisal,” Cato Journal 6, no. 2 (1986); idem, “The Austrian Theory of the Business Cycle in the Light of ModernMacroeconomics,” Review of Austrian Economics 3 (1988).

0Véase también Roger Garrison, “‘Rational Expectations’ Offers Nothing That’s Both New and True,” Austrian Economics Newsletter 6, no. 1 (1985); idem, “The Austrian Theory of the Business Cycle in Light of Modern Macroeconomics” esp. pp. 19-23. Véase también la crítica de las teorías psicológicas — en contraposición a las praxeológicas — del ciclo económico abajo.

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II.Tras esta reconstrucción de la teoría del empleo, dinero,interés y proceso capitalista clásica y en particular Austriaca,ahora pondré el foco sobre Keynes y su “nueva” teoría. Conel trasfondo de nuestra explicación del modelo clásico, seráfácil reconocer los errores fundamentales de la “nueva”Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero de Keynes,y a revolución Keynesiana, como uno de los mayoresescándalos intelectuales del siglo XX.0

1. EL EMPLEO

Keynes parte de una teoría equivocada delempleo. Al contrario que los clásicos, éste admite quepuede haber desempleo involuntario en el mercadolibre; y además, que un mercado puede alcanzar unestado de equilibrio a pesar de que éste persista. Y ala hora de señalar que tales fallos del mercado sondel todo posibles, también afirma que él haencontrado la justificación definitiva para interferir enlas operaciones del mercado desde el exterior.

Dado que el mercado libre está definido entérminos de una propiedad privada que es apropiadao producida de forma originaria, así como a partir dela voluntariedad de toda interacción entrepropietarios, debe resultar claro que lo que Keynes

0Para literatura pro-Keynesiana véase en particular Seymour P. Harris, ed., The New Economics (New York: Alfred Knopf, 1947); Alvin Hansen, A Guide to Keynes (New York: McGraw-Hill, 1953); para literatura anti-Keynesiana véase en particular Henry Hazlitt, The Failure of the “New Economics” (Princeton, N.J.: D. Van Nostrand, 1959); idem, ed., The Critics of Keynesian Economics (Lanham, Md.: University Press of America, 1983).

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dice demostrar es el equivalente a la cuadratura delcírculo.

Keynes comienza con una falsa afirmación queniega la afirmación clásica de “que no hay tal cosacomo el desempleo involuntario en un sentidoestricto.”0 Pero en verdad no es esto lo que se afirmadesde la teoría clásica. Ésta mantenía que eldesempleo involuntario representaba un imposiblelógico-praxeológico mientras el libre mercado sehallara en funcionamiento. La idea de que eldesempleo involuntario sólo pueda existir, en verdaden cualquier cantidad, en presencia de una instituciónajena al mercado, las leyes de salario mínimo, etc.,nunca se había dudado con seriedad.

Tras esta falsedad, Keynes procede a dar ladefinición de desempleo involuntario:

Los hombres se ven desempleados de formainvoluntaria si, en caso de una pequeña subida delprecio de los bienes salariales [es decir, de los bienesde consumo] en relación al salario, tanto la ofertaagregada de trabajo deseosa de trabajar por esossalarios, como la demanda agregada de trabajo a esenivel salarial, fuese superior a los niveles actuales deempleo.0

Expresado en un castellano más corriente, lo queKeynes está diciendo de una manera tan enrevesaday típica de él es que los hombres se verándesempleados contra su voluntad si el incremento enlos precios relativos a los salarios conduce a unmayor empleo.0

Pero tal cambio en los precios relativos es lógicamente

0Keynes, The General Theory , p. 21; también pp. 6,15.

0Ibíd., p. 15. Keynes en este punto promete una definición alternativa en la p. 26; pero curiosamente tal definición no aparece ahí ni en el resto del libro!

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equivalente a la caída en el salario real; y una caída en lossalarios reales puede suceder en el libre mercado siempreque los asalariados quieran, simplemente aceptando estosunos salarios nominales más bajos en relación a unosprecios de consumo que no varíen. No hay nadainvoluntario en el hecho de que los trabajadores se nieguena hacer esto. Dadas las nuevas reservas que se tienenfrente al trabajo, la cantidad de mano de obra que se proveacoincidirá con la que se demande. La clasificación de estocomo desempleo o empleo voluntario no varía lo másmínimo si en otro punto temporal con unos salarios realesmenores, la cantidad de empleo fuese a crecer. Por virtudde la lógica, tal cosa sólo podría ocurrir si los trabajadoreshubieran incrementado el valor relativo otorgado a un salariodado en relación con las reservas que estos tienen frente altrabajo (de lo contrario, si tal cambio no hubiese ocurrido, elempleo decrecería en vez de crecer). El hecho, no obstante,de que uno pueda cambiar de idea de un punto a otro deltiempo no es lo mismo que decir que la elección anteriorfuese involuntaria, como Keynes diría. No cabe duda de quecualquiera siempre podrá decir lo que quiera, y de unamanera totalmente Orwelliana, llegar incluso a definir lovoluntario como involuntario, y lo involuntario, comovoluntario. Pero, mientras no se muestre nada sustancial,este método no vale para mucho. La manera que tieneKeynes de demostrar la posibilidad de desempleoinvoluntario es una prueba verbal sin sentido que dejatotalmente inalterado el hecho de que tal cosa como eldesempleo involuntario, en el sentido usual del término, nopueda existir en el libre mercado.

Por si esto no fuese suficiente, Keynes terminadiciendo que el desempleo involuntario es concebibleincluso en la tierra mítica del equilibrio perfecto. De

0Véase también Hazlitt, The Failure of the “New Economics,” p. 30.

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hecho, éste critica su anterior Treatise of Moneydiciendo “no logré hacerme entender cuando dijeque, en ciertas condiciones, el sistema puede estaren equilibrio aunque no se dé una situación de plenoempleo.”0 Pero el equilibro por definición es unasituación donde no ocurren cambios de valor,tecnológicos y de los recursos, y donde toda acciónse halla totalmente sincronizada con la miríada finalde datos; y donde todos los factores de producción,incluyendo el trabajo, están empleados al máximoposible (dados estos datos invariantes) y sonrepetidamente empleados en el mismo patrón deproducción constante. Así, como señaló Hazlitt, laconstatación que hace Keynes del equilibrio en uncontexto de desempleo en su Teoría General, escomo el descubrimiento de un triángulo circular. Unacontradicción en términos.0

2. EL DINERO

Tras renunciar al pensamiento racional y lógicocon su tratamiento del empleo y el desempleo,Keynes, en su análisis del dinero, también tira elrazonamiento económico por la ventana afirmandoque el dinero y los cambios monetarios pueden tenerun efecto sistemático en el empleo, la renta y elinterés.

Dado el hecho de que la palabra 'dinero' apareceya en el título de la Teoría General, la teoría positivadel dinero de Keynes es sorprendentemente breve yse encuentra poco desarrollada. La brevedad, porsupuesto, puede ser una virtud. En el caso de

0Keynes, The General Theory, pp. 242-43; también p. 28.

0Véase también Hazlitt, The Failure of the “New Economics”,p. 52.

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Keynes, ofrece la oportunidad de señalar fácilmentesus fallos elementales. Para Keynes, “la importanciadel dinero proviene en mayor medida de ser éste unvínculo entre el presente y el futuro.”0 “El dinero, esesencialmente, y sobre todas las cosas, un medio deenlazar el presente con el futuro”0 Que esto sea falsose deduce del hecho de que en la tierra mítica delequilibrio perfecto no existiría dinero,0 pero bajocondiciones de equilibrio aún habría un presente y unfuturo, y ambos tendrían que seguir estando unidos.En vez de funcionar como enlace de futuro, el dinerosirve como medio de cambio; un papel que estáintrínsecamente ligado a la incertidumbre del futuro.0

La acción, que siempre comienza en el presente yestá orientada a algún objetivo futuro más o menosdistante en el tiempo, constituye el verdadero vínculoentre el presente y el futuro. Y es la preferencia

0Keynes, General Theory, p. 293.

0Ibíd., p. 294.

0Mises explica:Asumamos que sólo el oro sea dinero y sólo haya unbanco central. Con el progreso sucesivo hacia el estado de una economíade giro uniforme, todos los individuos y empresas restringen poco a pocosu atesoramiento de efectivo y las cantidades de oro liberado fluyen haciasu empleo no monetario (es decir, industrial). Cuando el equilibrio de laeconomía de giro uniforme se alcanza, se acaba el atesoramiento; eldinero deja de emplearse para propósitos monetarios. En esta situación,los individuos y empresas poseen deudas contra el banco central quevencerán, en cantidad y fecha, en conformidad con el dinero que senecesite en el futuro. El banco central no necesita reservas, ya que lospagos diarios de sus clientes coincide punto por punto con los fondos quese retiran. Toda transacción se efectúa de hecho a través detransferencias en los libros del banco sin necesidad de usar dineroalguno. Así pues, el “dinero” de este sistema no sería un medio deintercambio; no se trataría de dinero en absoluto, sino de un meronumerario, una unidad de cuenta etérea e indeterminada de carácter vagoe indefinible que muchos economistas y legos atribuyen erróneamente aldinero. (Human Action, p. 249)

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temporal como categoría temporal de la acción laque le da a este vínculo entre el presente y el futurosu forma específica. El dinero, al contrario que elinterés, no está más relacionado con el futuro quecon el presente que otros fenómenos económicos,como los bienes no monetarios. Su valor presente,también, refleja anticipaciones sobre el futuro,exactamente igual que en el caso del dinero.

A partir de este error sobre la naturaleza deldinero, todos los demás errores surgenautomáticamente. Al haber definido al dinero comoese sutil vínculo entre el presente y el futuro, lademanda por el mismo (puesto que su oferta ya estádada), que Keynes, debido a su propensión pormalinterpretar las categorías lógico-praxeológicascomo psicológicas, define como “preferencia por laliquidez” o “propensión a atesorar,”0 se acabavinculando con el tipo de interés (y vice versa).0 “Elinterés”, escribe Keynes, “es la recompensa que seobtiene por no atesorar,”0 “la recompensa que se

0Keynes reconoce que el dinero también tiene algo que ver con la incertidumbre. El error fundamental de su teoría del dinero que se señala aquí, no obstante, reemerge, no cuando éste relaciona el dinero con la incertidumbre, sino con la incertidumbre de los tipos de interés. “La condición necesaria” (para que exista el dinero”, escribe éste, “es la existencia de incertidumbre respecto al futuro tipo de interés” General Theory, p. 168; also p. 169). Véase tambiénla siguiente discusión.

0Ibíd., p. 174.

0Sobre las absurdas implicaciones de la asunción de relaciones funcionales en vez de causales, véase la discusión que sigue.

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obtiene a costa de perder liquidez,”0 lo cual setransforma en una aversión por invertir en activosque renten un interés. Que esto es falso se haceobvio en cuanto uno pregunta la siguiente cuestión“¿Y qué ocurre con los precios?” La cantidad decerveza, por ejemplo, que uno puede comprar conuna cantidad definida de dinero, no representa unamayor recompensa frente a la pérdida de liquidezque los tipos de interés, que harían de la demandade dinero tanto la negación por comprar cervezacomo la aversión frente a la inversión.0 Formulado entérminos generales, la demanda de dinero representala aversión a comprar o alquilar bienes (salvo eldinero mismo), incluyendo los activos que renten uninterés (la tierra, el trabajo y/o bienes de capital, obienes futuros) y activos que no renten interés(bienes presentes o de consumo). Reconocer esto esreconocer que la demanda de dinero no tiene nadaque ver con la inversión o el consumo; comotampoco tiene que ver con el índice del gasto eninversión/consumo, o la diferencia entre los preciosde entrada y salida (el descuento de los bienes demayor orden o futuros versus los presentes, de másbajo orden). Incrementos o decrementos en lademanda de dinero, si todo lo demás permanececonstante, disminuye o aumenta el nivel general deprecios, pero el consumo real y la inversión, así comola proporción consumo/inversión permaneceninvariables; y siendo este el caso, el empleo y losingresos sociales también permanecen invariables.

0Keynes, The General Theory, p. 174.

0Ibíd., p. 167.

0Véase también Hazlitt, The Failure of the “New Economics,” pp. 188f.

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La demanda de dinero determina la proporcióngasto/dinero en metálico. La proporcióninversión/consumo, diga lo que diga Keynes, es unasunto completamente diferente y sin relación. Éstaestá determinado exclusivamente por la preferenciatemporal.0

Se alcanza la misma conclusión al considerar loscambios en la oferta de dinero (estando dada lapreferencia por la liquidez). Keynes afirma que unincremento en la oferta de dinero, permaneciendotodo lo demás constante, puede tener un efectopositivo en el empleo. Éste escribe “mientras hayadesempleo, el empleo variará en la misma proporciónque la cantidad de dinero.”0 Pero esto no es más queuna curiosa afirmación que asume la existencia derecursos desempleados en vez de explicar por quétal cosa sucede—ya que un recurso puede estardesempleado, bien porque no se le otorgue ningúnvalor, o porque su propietario voluntariamente pidapor éste un precio tan algo que nadie lo quieracomprar, lo que implicaría que su desempleoentonces no sería un problema que habría quesolucionar.0

Pero incluso si no se efectuara esta crítica, laafirmación aún sería falaz. Porque con todo lo demásconstante, la puesta en escena de un suministroadicional de dinero simplemente causaría unaumento generalizado de precios y, de formasimultánea, un aumento proporcional de los salarios,

0Véase también Rothbard, America’s Great Depression, pp.40-41; Mises, Human Action, pp. 521-23.

0Keynes, The General Theory, p. 296.

0Véase también W.H. Hutt, The Theory of Idle Resources (Indianapolis: Liberty Fund, 1977).

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sin cambiar nada. Si, por oposición a esto, el empleoaumentase, ello sólo sería posible en el caso de quelos salarios no subieran junto con, y en la mismaproporción que, otros precios. No obstante, ya nopodríamos considerar en este caso que lo demáspermanece constante, pues los salarios realeshabrían bajado en este caso y en esta situación elempleo sólo puede aumentar si la valoración relativadel empleo contra el autoempleo (es decir,desempleo) también cambia. Pero si asumimos esto,no hubiera hecho falta ningún aumento de la ofertamonetaria. El mismo resultado (un mayor empleo)podría haber sido logrado con trabajadores queaceptasen menores salarios nominales.

3. EL INTERÉS

Con la lógica y la teoría económica echadas por laborda, en su discusión del fenómeno del interés,Keynes también abandona la razón y el sentidocomún.

Según Keynes, dado que el dinero tiene un efectosistemático en el empleo, la renta y el interés, esteúltimo, a su vez, debe ser concebido como unfenómeno puramente monetario.0 No necesitoexplicar la falacia elemental que encierra esta idea.Basta decir nuevamente que el dinero desapareceríaen una situación de equilibrio, pero el interés no, loque demuestra que el interés debe ser consideradoun fenómeno real y no monetario.

Más aún, Keynes al hablar de “relaciones

0Keynes The General Theory, p. 173 ; véase sus alabanzaslaudatorias sobre la economía mercantilista, y en particular de Silvio Gesell, como precursores de esta visión en pp. 341, 355.

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funcionales” y de “determinación mutua” de variablesen vez de relaciones causales unidireccionales, seenreda en contradicciones irresolubles en su teoríadel interés.0 Tal y como se ha explicado ya másarriba, por un lado Keynes piensa que la preferenciapor la liquidez (y la oferta monetaria) determinan eltipo de interés, tal que a una mayor demanda dedinero, por ejemplo, aumenta el tipo de interés (y unamayor oferta decrece), y esto significa que con ellose reducirá la inversión, “mientras que unadisminución en el tipo de interés, ceteris paribus,incrementará el volumen de inversión.”0 Por otrolado, al caracterizar los tipos de interés como “larecompensa derivada de renunciar a la liquidez,” ésteafirma que la demanda de dinero está determinadapor el tipo de interés, tal que si el tipo de interés cae,por ejemplo, aumentaría la demanda de efectivo (ytambién, hay que añadir, la propensión a consumir) yse acabaría con una menor inversión. No cabe duda,no obstante, unos tipos de interés más bajosdifícilmente podrán incrementar y reducir la inversiónal mismo tiempo. Aquí tiene que haber algo que nofunciona.

Keynes, no obstante, combina la falsedad y lacontradicción en una de las más fantásticas teoríasde la conspiración jamás vistas.

Dado que el interés, según Keynes, es unfenómeno puramente monetario, es natural asumirque pueda ser manipulado a placer a través depolíticas monetarias (siempre y cuando, no cabeduda, uno no esté limitado por la existencia de un

0Véase sobre esto Rothbard, Man, Economy, and State, pp.687-89.

0Keynes, The General Theory, p. 173.

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patrón monetario de mercado como el patrón oro,con coeficiente de caja del 100 por cien).0 “No hay”,escribe Keynes “el tipo de interés preexistente notiene ningún interés en especial.”0 De hecho, si laoferta monetaria aumenta lo suficiente, se podríahacer que los tipos de interés cayeran hasta cero.Keynes reconoce que esto implicaría unasuperabundancia de bienes del capital, y llegados aeste punto uno podría pensar que esta cuestión lehabría hecho reconsiderar su teoría. ¡Pues no! Alcontrario, con toda seriedad, éste nos dice que:una comunidad debidamente equipada conmodernos recursos técnicos, cuya población noincremente rápidamente, tiene la capacidad dehacer caer la eficiencia marginal del capital enequilibrio al cero aproximado en una solageneración.0

Es “comparativamente fácil fabricar bienes delcapital de una forma tan abundante que la eficienciamarginal del capital sea de cero (y) esta es la formamás inteligente de librarse gradualmente de lascaracterísticas indeseables del capitalismo.”0 “No hayrazones que incidan en la falta de capital.”0 En lugarde eso, es perfectamente “posible mantener, a travésde la agencia del Estado, el ahorro público en unosniveles donde éste deje de ser escaso”0.

0Véase también abajo.

0Keynes, The General Theory, p. 328.

0Ibíd., p. 220.

0Ibíd., p. 221.

0lbid., p. 376.

0lbid., p. 376.

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No nos preocupemos por el hecho de que estoimplicaría que ya no haría más falta delmantenimiento o reemplazo de capital (porque, siesto fuese así, los bienes de capital serían escasos ytendrían un precio), y de que los bienes del capitaltendrían que ser “bienes libres” en el mismo sentidoen el que el aire es “libre”. No nos preocupemos deque si los bienes de capital ya no fuesen escasos,esto implicaría que los bienes de consumo tampocolo serán (porque si lo fuesen, los medios empleadospara producirlos también lo serían). Y nospreocupemos de que en este Jardín del Edén, queKeynes promete establecer en una generación (¿¡porqué tanto tiempo!?), ya no habría ningún uso para eldinero. Pues, tal y como éste nos cuenta, “estoyimpresionado con las grandes ventajas sociales deincrementar el stock de capital hasta que éste dejede ser escaso”0 ¡¿Quién no estaría de acuerdo?!0

0Keynes, The General Theory, p. 325.

0Véase también a Hazlitt, The Failure of the “New Economics,” pp.231-35. Y qué decir de la objeción aparentemente obvia, de que laexpansión de crédito a través de la cual Keynes pretende reducirel tipo de interés a cero no es más que una expansión de papel, yque la reducción del problema de la escasez es un problema debienes “reales”, que sólo pueden ser superados a través de“ahorro de verdad”? Para esto éste tiene una respuesta de risa enen La Teoría General:La noción de que la creación de dinero por partedel sistema bancario permite que tenga lugar un tipo de inversión para lacual no exista una contrapartida de “ahorro sólido”, es decir, la idea de queel ahorro y la inversión pueden diferir uno con respecto del otro, puede serexplicada, creo, por una ilusión óptica (p. 81)Los ahorros resultantes de esta decisión son tan genuinos como cualquierotro ahorro. No se puede obligar a nadie que posea el dinero adicionalcorrespondiente al crédito bancario de nuevo cuño salvo quedeliberadamente se prefiera poseer más dinero en vez de alguna otraforma de riqueza (p. 83) El nuevo dinero no se “fuerza” sobre nadie. (p.328)

Como Henry Hazlitt señala,

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Pero hay más. Porque, como Keynes señala,también existen algunos obstáculos en este caminohacia el paraíso. Por un lado, el patrón oro estorba,porque hace imposible la expansión del crédito (o lodificulta, al menos, en la medida en que la expansióncrediticia sólo podría lograrse a costa de un flujo depérdidas de oro y su contracción económicaposterior). De ahí que Keynes ataque repetidamentea esta institución.0 Además, está el problema que élmismo plantea: que un tipo de interés más bajosupuestamente incrementa y disminuye la inversión ala vez. Y para salirse de este enredo lógico, Keynesrecurre a una teoría de la conspiración: pues, si biense admite que el tipo de interés deba ser reducido acero para eliminar la escasez del dinero, tal y comoéste nos acaba de decir, cuanto más bajo sea elinterés más baja también será la recompensa porrenunciar a la liquidez. Cuanto más bajo sea el tipode interés, menor incentivo habrá para que loscapitalistas inviertan, porque sus beneficios se veránreducidos de forma consecuente. Es así que estosconspiran contra cualquier intento de resucitar elJardín del Edén.

Conducidos por “espíritus animales,”0 ”el instinto

Con el mismo razonamiento, podemos crear cualquier cantidad de“ahorro” que queramos en una noche, simplemente imprimiendo esacantidad de papel moneda y asumiendo que alguien habrá de poseer connecesidad ese papel moneda! (The Failure of the “New Economics,” p.227).

0Véase Keynes, The General Theory, pp. 129ff., 336ff., 348f. Sobre el papel de Keynes en la destrucción del patrón oro véase Henry Hazlitt, From Bretton Woods to World Inflation (Chicago: Regnery, 1984).

0Keynes, The General Theory, p. 161.

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de apuesta”0 y “adictos a la pasión de hacer dinero,”0

lo que cabe esperar es que estos conspiren al objetode “mantener el capital lo suficientemente escaso.”0

“Lo agudo y peculiar de nuestro problemacontemporáneo” escribe Keynes,

surge, por lo tanto, de la posibilidad de que el tipo deinterés medio que permitiría un nivel medio de empleorazonable [e ingresos sociales] sea uno taninaceptable para los poseedores de riqueza que ésteno pueda ser establecido simplemente manipulandola cantidad de dinero.0

De hecho, el elemento más estable y menos cambiante denuestra economía contemporánea han sido, yseguramente así será en el futuro, los tipos mínimosde interés aceptables por todos los poseedores deriqueza en general.0

Afortunadamente, éste nos informa, hay unamanera de evitar esto; a través de la “eutanasia delrentista, y consecuentemente la eutanasia del poderopresivo y acumulativo del capitalista que trata debeneficiarse del valor escaso del dinero”0 Y en

0Ibíd., p. 157.

0Ibíd., p. 374.

0Ibíd., p. 217.

0Keynes, The General Theory, pp. 308-09.

0Ibíd., p. 309, y añade, a pie de página “El dicho del siglo XIX, citado por Bagehot, de que 'John Bull' puede soportar muchas cosas, pero no un dos por ciento” Sobre la teoría conspirativa de Keynes léase Hazlitt, The Failure of the “New Economics,” pp. 3, 16-18.

0Keynes, The General Theory, p. 376, also p. 221.

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verdad estos se merecen esa suerte. Porque el“mundo de los negocios” está gobernado por una“psicología incontrolable y desobediente”0 y losmercados privados de inversión están

bajo la influencia de compradores que son en granmedida ignorantes de lo que están comprando yespeculadores que están más preocupados enpredecir el siguiente cambio de sentimiento delmercado que en estimar razonablemente larentabilidad futura de los bienes del capital.0

De hecho, ¿¡acaso no sabemos ya que “noexisten pruebas claras de que las políticas deinversión más beneficiosas desde un punto de vistasocial coincidan con la más rentable;”0 de hecho, quelas decisiones de los inversores privados dependanprincipalmente de “nervios e histeria, e incluso ladigestión o las reacciones frente al clima”0 en vez delcálculo racional!? Así pues, concluye Keynes, “nocabe duda de que no se puede dejar en manosprivadas el deber de establecer los volúmenes deinversión.”0 En vez de eso, para convertir la pobrezaactual en la abundancia, “el único medio posible es lasocialización necesaria y comprensiva de lainversión”0

El Estado, que está en posición de calcular laeficiencia marginal de los bienes de capital a largo

0Ibíd., p. 317.

0Ibíd., p. 316.

0Ibíd., p. 157.

0Ibíd., p. 162.

0Ibíd., p. 320.

0Ibíd., p. 378.

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plazo sobre la base del beneficio social resultante,debe tener una mayor responsabilidad en organizardirectamente la inversión.0

No creo que esto necesite mayores comentarios.Es demasiado obvio que se trata de los rebuznos dealguien que merece ser llamado de todo, menoseconomista.

4. EL PROCESO CAPITALISTA

Tal veredicto encuentra su mayor soporte cuandoconsideramos la teoría de Keynes del procesocapitalista. Que Keynes no era amigo del capitalismoy los capitalistas es obvio, vistas sus citas. Dehecho, al pedir una “socialización de la inversión,”éste se declara abiertamente socialista.0 ParaKeynes, capitalismo significa crisis.

Keynes identifica dos razones para esto; una deestas razones, la que éste atribuye la naturalezacíclica del proceso capitalista, ya ha sidomencionada. Ciertamente, mientras elfuncionamiento de la economía esté en gran medidadeterminado por capitalistas que, como ya hemosvisto, “la mayor parte de las veces no tienen ni idea

0Ibíd., p. 164.

0El socialismo de Keynes, no obstante, no es la versión igualitaria-proletaria que mantenían los Bolcheviques. Keynes despreciabatal cosa. Su socialismo es de tipo de la Alemania Nazi. En elprefacio de la edición alemana de su General Theory (queapareció a finales de 1936) escribió:La teoría de la producciónagregada que es el objetivo del libro siguiente, puede ser mucho másfácilmente aplicada a las condiciones de un estado totalitario que la teoríade producción y distribución de una producción dada bajo lascondiciones de la libre competencia y un grado considerable de laissez-faire. (citado de Hazlitt, The Failure of the “New Economics,” p.277)

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de lo que compran” y que conspiran “para mantenerla escasez”, ésta será errática. Dependiendo como lohace de gente que basa sus decisiones en “la maladigestión o el clima”, el proceso capitalista debe sererrático. Movidos por los instintos maníaco-depresivos del pesimismo y optimismo empresarial,determinados a su vez por la “incontrolable ydesobediente psicología del mundo de los negocios”,los auges y las crisis son inevitables. Los cicloseconómicos—el mensaje central del capítulo 22 deTeoría General de Keynes, las “Notas sobre el CicloEconómico”—son fenómenos psicológicamentedeterminados. No cabe duda de que esto esincorrecto. Una explicación psicológica del cicloeconómico es estrictamente imposible, y pensar enello como explicación encierra un error categórico:los ciclos económicos son eventos sin lugar a dudastienen lugar en el mundo real, son experimentadospor los individuos, lo cuales experimentan estefenómeno como algo independiente de ellos mismo yque tiene lugar en el mundo de los bienes y lariqueza real. Las creencias, los sentimientos, lasexpectativas, el optimismo y el pesimismo, por otrolado, son fenómenos psicológicos. Uno puedepensar que un fenómeno psicológico afecte oinfluencie a otro, pero es imposible concebir unfenómeno psicológico que tenga un impacto directoen el mundo de las cosas y bienes reales. Sólo através de las acciones puede el curso de los eventosreales ser influenciado; y cualquier explicación delciclo económico debe ser necesariamentepraxeológica (en vez de psicológica). La teoríapsicológica del ciclo económico de Keynes de hechono puede explicar que sucedan fenómenos reales enabsoluto. No obstante, para que las cosas realessucedan, la gente debe actuar y distribuir y asignar

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recursos escasos para lograr fines valiosos. Uno nopuede actuar arbitrariamente, como quisiera Keynes,porque al actuar uno está invariablemente limitadopor una escasez real que no puede verse afectadapor nuestra psicología en absoluto. Tampoco explicaKeynes con su teoría por qué los cambios de ánimoresultarían en un patrón particular de fluctuacionesempresariales—como el ciclo de auge-recesión, quesupuestamente éste quiere explicar—en vez decualquier otro patrón concebible de fluctuaciones.

La segunda razón para la inestabilidad delcapitalismo, y la deseabilidad de una soluciónsocialista, según Keynes, es la tendencia alestancamiento intrínseca al propio sistemacapitalista. Su teoría del estancamiento gira en tornoa nociones que éste toma de Hobson y Mummery, yque apoya diciendo: “en el estado normal de lasmodernas comunidades industriales, el consumolimita la producción y no la producción el consumo.”0

Con esto como uno de sus axiomas, sólo puedederivar sinsentidos.

El estancamiento es debido a la falta de consumo.“Llegados ya a un punto donde se da pleno empleo,”escribe éste, “el crecimiento del capital no dependeen absoluto de una baja propensión a consumir, sino,al contrario, se ve restringido por ella”0 Combinadocon esta tesis del subconsumo, se da una “ley

0Keynes, The General Theory, p. 368. Sobre la teoría keynesiana del estancamiento véase Alvin H. Hanson, Fiscal Policy and Business Cycles (New York: Norton, 1941);para una crítica véase George Terborgh, The Bogey of Economic Maturity (Chicago: Machinery and Allied Products Institute, 1945); también Murray N. Rothbard, “Breaking Out of the Walrasian Box: The Cases of Schumpeter and Hansen,” Review of Austrian Economics 1 (1987).

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psicológica fundamental, en la que podemos confiaren gran medida, tanto como a priori de nuestroconocimiento de la naturaleza humana, como a partirde la experiencia de que los hombres tienden, comonorma general, a incrementar su consumo segúncrezcan sus ingresos, pero no tanto como elincremento en sus ingresos.”0 “Como normageneral... una mayor proporción de los ingresos seráahorrada según crezca la renta real”0.

Por sí sola, esta segunda ley, que es aceptadacomo plausible aquí a efectos de la argumentación(aunque teniendo siempre en cuenta que el consumono puede caer a cero), no parece tener problemaalguno. ¿Y qué? Si el ahorro se incrementa en mayorproporción que los ingresos, mejor para el productosocial.0 Pero Keynes, en su forma característicadesaliñada de razonar, une esta ley a la tesis de quela producción está limitada por el consumo, y no tienedificultad en probar lo que desea.

Si el consumo limita la producción, y si laabstención frente al consumo aumenta con el

0Keynes, The General Theory, pp. 372-73.

0Ibíd., p. 96.

0Ibíd., p. 97; también pp. 27f.

0De hecho, Keynes nos dice que el ahorro es por definición igual a la inversión (p.63), “que el exceso de ingresos una vez se ha consumido, llamado ahorro, no puede diferir de la adición de equipo capital, que llamamos inversión” (p. 64). Entonces, no obstante, una menor proporción de gasto de en consumo irá por definición de la mano de una mayor inversión, y esto llevará a una mayor renta futura, a un consumo e inversión absolutas incluso mayores. ¿Dónde, de hecho, está el problema aquí?

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aumento de los ingresos, entonces parece queincrementar los ingresos implica su propiadestrucción al desalentar éste el consumo, que a suvez limita la producción, etc. Y si esto es así, de aquíparece seguirse que las sociedades más ricas, queson las que más incrementan su no consumo, sonlas que más contribuirían al estancamientoeconómico (a no ser por el “pequeño” detalle de queuno no pueda explicar, según esta teoría, por qué losindividuos o las sociedades son más ricos que otrosen primer lugar!). En cualquier caso, Keynes aceptaestas conclusiones como ciertas.0 Es en esta líneaque éste presenta sus recomendaciones sobre cómosalir del estancamiento. Además de una “adecuadasocialización de la inversión,” Keynes sugieremedidas para estimular el consumo, en particular unaredistribución de la renta de los ricos (personas conbaja propensión a consumir) a los pobres (con unaalta propensión a consumir).

Al desear un nivel socialmente controlado deinversión con vistas a un progresivo declive en la

0Keynes escribe,Si en una comunidad potencialmente rica, losincentivos a invertir son débiles, entonces, a pesar de su riquezapotencial, la acción del principio de la demanda efectiva la obligaráa reducir su producción real, hasta que, a pesar de su riquezapotencial, ésta se haya hecho tan pobre que su ahorro se vea losuficientemente disminuido que quede igualado a la debilidad delincentivo a invertir. (The General Theory, p. 31)

O:Cuanto mayor sea el consumo dado, tanto más difícil será encontrarnuevas unidades dadas de consumo, y mayor será nuestra dependenciaal consumo presente como fuente de la demanda. Pero a mayoresingresos, mayor será también, desgraciadamente, el margen entre losingresos y el consumo. Así que, no hay solución al enigma, excepto quedebe haber suficiente desempleo como para mantenernos tan pobres quenuestro consumo caiga por debajo de nuestros ingresos nada menos queen cantidad equivalente a la provisión física de nuestro consumo futuroque sea rentable producir hoy. (p. 105)

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eficiencia marginal del capital, debo apoyar al mismotiempo todo tipo de políticas que incrementen lapropensión a consumir. Ya que es improbable quepueda mantenerse el pleno empleo, hagamos lo quehagamos con la inversión, a partir de la existentepropensión a consumir. Hay hueco, pues, para queambas políticas operen a la vez;— promover lainversión, y al mismo tiempo, promover el consumo,no meramente al nivel al que nos llevaría la presentepropensión a consumir, sino a un nivel aún más alto.0

¿Cómo es posible promover tal cosa como lainversión y el consumo a la vez para incrementar larenta? De hecho, Keynes nos da sus propiasdefiniciones formales de los términos involucrados:“renta=consumo+inversión; ahorro=renta-consumo;ergo ahorro=inversión.”0 Con estas definiciones, unincremento simultáneo del consumo y la inversión,dada la renta, ¡es conceptualmente imposible!

Pero a Keynes no parecen preocuparle es tipo dede “detalles.” Para conseguir lo que se propone, éstesimplemente cambia, sin que nos demos cuenta, elsignificado de los términos. Desecha las definicionesformales citadas, que harían tal resultado imposible,y adopta un nuevo significado para el término ahorro.En vez de renta no consumida, el ahorro lentamentese convierte en atesoramiento (es decir, el acto de no

0Ibíd., p. 325; o “el remedio estaría en diversas medidas diseñadas para incrementar la propensión a consumir mediante redistribución de la renta o de otras maneras” (p. 324).

0Ibíd., p. 63. Es típico de la filosofía Keynesiana de la abundancia entender las cosas al revés. Las definiciones correctas son producto producido=renta; renta-consumo=ahorro; ahorro=inversión. ¿De dónde viene la renta de Keynes?

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gastar dinero en consumo o bienes del capital)0 Asípues, los resultados le cuadran fácilmente. Porquelos ahorros ya no son iguales a la inversión; y elahorro, estando definido como el acto de no-gastar,automáticamente adquiere una connotación negativa,mientras que la inversión y el consumo adquierenuno positivo. Más aún, uno debe sentirse preocupadode forma natural cuando los ahorros superen a lainversión, o eso parece, pues ello parecería implicarque algo está saliendo de la economía y que la renta(definida como inversión + consumo) se veráreducida. A Keynes ciertamente le preocupa estaposibilidad. Él la llama “una tendencia crónica através de la historia humana por robustecerse através del ahorro en lugar de la inversión.”0 Y estatendencia crónica debe ser particularmentepronunciada si los ingresos son altos, ya que, comoéste nos dice, el ahorro alcanza una proporción delos ingresos particularmente alta. Pero no hay quepreocuparse. Si nos libramos de una cosa, otra podráocupar su lugar. Si los ahorros consisten en dinero nogastado, los ahorros pueden volver a la existencia,simplemente, mediante la creación de dinero porparte del gobierno, para compensar la salida dedinero que tiende a incrementarse con unos ingresosmayores. Está el peligro, claro está, de que estos“ahorros comunitarios” compensatoriosinmediatamente vuelvan a salir de la economía al serañadidos al atesoramiento del sector privado(porque, según Keynes, los ahorros de nuevacreación bajarían el tipo de interés, y esto a su vez

0Véase sobre esto Hazlitt, The Failure of the “New Economics,” pp. 120-23.

0Keynes, The General Theory, p. 347.

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aumentaría la preferencia por la liquidez de loscapitalistas para contrarrestar tal tendencia y“mantener de forma artificial el capital escaso”). Peroesto podría corregirse mediante la “socialización dela inversión,” tal y como hemos visto, y algunas ideasmonetarias Gesellianas (“La idea detrás del dinero-sello es sólida”).0 Y una vez que el ahorro y lainversión estén en manos de la agencia estatal,como Keynes diría—y todo el dinero sea gastado, talque ya no haya motivo para mantener la escasez delas cosas, entonces no habría ningún problema conincrementar el consumo y la inversión a la vez. Dadoque el ahorro es dinero no gastado, y el dinero denueva creación es tan genuino como cualquier otroya que no se “fuerza” a nadie a aceptarlo, el ahorropuede ser creado echando una mera firma en unpapel.0 Y desde que el Estado, contrario a loscapitalistas explotadores de la escasez, puedeasegurarse de que este nuevo ahorro genuino seagastado (en vez de ser atesorado), cualquierincremento en la oferta de dinero y crédito a travésde la falsificación gubernamental incrementa elconsumo y la inversión al mismo tiempo, impulsandola renta por partida doble. La inflación permanente esla panacea de Keynes. Ésta ayuda a superar elestancamiento; y cuanto mayor sea, mejor sesuperan las graves crisis de las sociedadesavanzadas. Y cuando se haya derrotado alestancamiento, incrementar la inflación todavía serála clave para abolir la escasez en una solageneración.0

0Ibíd., p. 357.

0Véase sobre esto la nota 51.

0En su programa de inflación permanente véase también su

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Y sin embargo éste no deja de asombrarnos. ¿Porqué esta fuga, esta prevalencia del ahorro sobre lainversión, constituye un peligro tan grande? Lascosas tienen que filtrarse de un sitio a otro, y jugardistinto papel aquí y allá. Keynes intenta evitar talespensamientos al pedirnos que no apliquemos lalógica a la economía. “El pensamientocontemporáneo,” escribe éste, “aún estáobsesionado con la noción de que si la gente nogasta su dinero de una manera, lo gastará de otra.”0

Es difícil imaginar la manera en este pensamiento dehoy pudiera ser erróneo, pero Keynes cree que esfalso de todas formas. Para él existe una terceraalternativa. Si se entiende que los bienes económicosque no se consumen simplemente desaparecen de laexistencia, esto implica peligro.

Un acto de ahorro individual significa—por así decirlo—una decisión de no cenar hoy. Pero ello no requierede la decisión paralela de ir a cenar o comprar un parde botas dentro de una semana o un año, o deconsumir un bien específico en una fecha específica.De esta manera, el ahorro deprime el negocio depreparar cenas hoy sin estimular el negocio al que sededicará el consumo futuro. No es una sustitución dela demanda futura de consumo por demandapresente de consumo—se trata más bien de unadisminución neta de tal demanda.0

afirmación sobre el ciclo económico: “El remedio correcto para el ciclo económico no ha de encontrarse en abolir los ciclos de auge y mantenernos constantemente en una semi-depresión; sino en abolir las depresiones y mantenernos permanentemente en un quasi-auge” (p. 322). La respuesta a la expansión crediticia, es más expansión crediticia.

0Ibíd., p. 20.

0Ibíd., p. 210; segundo énfasis añadido.

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Y pese a todo, parece que el bote sigue sin haceraguas. ¿Cómo puede darse aquí una disminuciónneta en algo? Lo que no se gasta en bienes deconsumo o de capital deberá ser gastado en otrascosas—concretamente, en efectivo. Esto cubre todaposibilidad. Los ingresos y la riqueza deben serasignados al consumo, inversión o efectivo. Estadisminución en Keynes, la fuga, el exceso del ahorrosobre la inversión, son añadidos al atesoramiento.Pero tal incremento en la demanda de efectivo notiene efecto en los ingresos, consumo o inversión, taly como ya se ha explicado antes. Con el stock socialde dinero ya dado, un incremento general en lademanda de efectivo sólo puede producirse bajandolos precios monetarios de los bienes no monetarios.¿Y qué?0 Los ingresos nominales (es decir, losingresos de efectivo) caerán; pero los ingresos realesy la proporción real consumo-inversión semantendrán invariables. Y la gente logrará lo quequiere: un incremento del valor real de los efectivos,y del poder adquisitivo de la unidad monetaria. Aquíno hay ningún tipo de estancamiento, o fuga, yKeynes no nos ha ofrecido una teoría delestancamiento en absoluto (y con esto, por supuesto,tampoco una teoría de cómo salir delestancamiento). Aquí sólo se ha dado un mal nombrea un fenómeno perfectamente normal como es el delos precios decrecientes (producidos por una mayordemanda de dinero o por una economía productivaen expansión) al llamarlo estancamiento o depresión,

0Al contrario de lo que temía Keynes, la demanda de dinero no puede ser infinita, porque alguien debe obviamente consumir en algún momento (y no pueden retrasar el consumo indefinidamente); y en tales puntos la preferencia por la liquidez es definitivamente finita.

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o el resultado de la falta de una demanda efectiva, alobjeto de encontrar excusas que justifiquen suspropios planes inflacionistas.0

Aquí tenemos a Keynes en todo su esplendor: al“economista” más famoso del siglo XX. De sus falsasteorías del empleo, dinero e interés, ha extraído unateoría del capitalismo del todo incorrecta que justificala existencia de un paraíso socialista construidosobre dinero de papel.

0El segundo elemento de la teoría del estancamiento de Keynes es igualmente erróneo. Puede ser que el ahorro en la definición que lo iguala a la inversión incremente sobreproporcionalmente con mayores ingresos — aunque nunca llegará al 100%.Pero esta situación ciertamente no debería importar a nadie en lo que al producto social respecta. No es cierto, no obstante, que los ahorros en el sentido de atesoramiento incrementen con mayores ingresos, y que la mayor fuga ocurra entre los ricos y en sociedades ricas. Lo contrario es cierto. Si los ingresos reales aumentan porque la economía, sustentada por ahorroadicional, está expandiendo el poder adquisitivo del dinero (estando dado el stock de dinero). Pero con un mayor poderadquisitivo del dinero, la cantidad de dinero demandado de hecho cae (la “curva de demanda” de dinero estando dada). Así, si eso, el no-problema de la fuga debería disminuir en vez de aumentar con incrementos en la renta

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6 ¿Cómo se crea el dinero fiduciario?

—o, la devolución del dinero y el crédito

Dinero fiduciario es un término para definir un tipo de mediode cambio que carece de aval físico, ni depende de algúntítulo sobre tales bienes como puedan ser las mercancías oalgún bien derivado de la producción. Se trata este de undinero de papel irredimible. En contraste, el dineromercancía se refiere a un medio de pago que es o bien unamercancía comercial o un título sobre ella.

No hay duda de que el dinero fiduciario es posible. Esaposibilidad teórica fue reconocida hace tiempo, y desde1971, cuando los últimos restos de un patrón mercancíainternacional (el patrón oro) fueron abolidos, y todo el dineropasó a convertirse en nada más que trozos irredimibles depapel.

La pregunta a responder aquí es cómo se hace posible eldinero fiduciario. Más específicamente, ¿puede el dinerofiduciario surgir como consecuencia natural de lasinteracciones entre individuos que poseen sus propiosintereses; o, es posible introducirlo sin violar los principiosde la justicia y la eficiencia económica?

Afirmaré que la respuesta a esta pregunta debe sernegativa, y que ningún dinero fiduciario puede surgir“inocentemente” o “de forma inmaculada.” Los argumentospara esta tesis serán en gran medida constructivos ysistemáticos. No obstante, dado el hecho de que esta tesisha sido bastante disputada, también criticaré por el caminovarios contraargumentos. De forma más específica, se trata

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de los argumentos de los monetaristas, especialmente IrvingFisher y Milton Friedman y de algunos “free bankers”austriacos, especialmente Lawrence White y George Selgin,que apoyan ética y/o económicamente un dinero fiduciario,tanto con coeficiente de caja del 100 por cien, el primero,como en base a un sistema fraccionario, el segundo, seránrefutados.

EL ORIGEN DEL DINERO

El hombre participa en una economía de intercambios (envez de permanecer en el aislacionismo y la autosuficiencia)siempre y cuando éste prefiera una mayor cantidad debienes a otra menor y sea capaz de reconocer la mayorproductividad de los sistemas de división del trabajo. Estavisión estrecha del mundo junto con el propio interés sonmás que suficientes para explicar el surgimiento del dineromercancía y—en última instancia—de una economíamonetaria global.0 Encontrándose en el mercado comocompradores y vendedores de bienes restringidos por ladoble coincidencia de necesidades (A quiere lo que tiene B yB quiere lo que tiene A), cada persona podrá expandir supropio mercado y beneficiarse aún más de las ventajas de ladivisión del trabajo si uno está dispuesto a aceptar acambio, no sólo bienes que sean útiles de una forma directa,sino bienes con un grado mayor de liquidez que aquellosque se entregan. A pesar de que estos bienes carezcan deun uso directo para los actores económicos, la propiedad debienes que sean relativamente más líquidos implica por

0[Reimpreso del Review of Austrian Economics 7, no. 2 (1994).]Véase sobre esto en particular Carl Menger, Principles of Economics(New York: New York University Press, 1981); idem, Geld, en CarlMenger, Gesammelte Werke, F.A. Hayek, ed. (Tübingen: Mohr, 1970),vol. 4; Ludwig von Mises, The Theory of Money and Credit (Irvington-on-Hudson, N.Y.: Foundation for Economic Education, 1971); idem, HumanAction: A Treatise on Economics (Chicago: Regnery, 1966).

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definición que tales bienes podrán intercambiarse másfácilmente por otros que nos sean de más utilidad enintercambios futuros, y ello permite al propietario lograr deforma indirecta lo que éste no podía lograr mediante elintercambio directo.

Motivado sólo por su propio interés y basado en laobservación de que los bienes que se intercambian deforma directa poseen diferentes grados de liquidez, algunosindividuos empezaron a demandar bienes específicos nosólo para su propio uso, sino para emplearlos como mediosde cambio. Al añadir un nuevo componente a la demandapre-existente (trueque) de estos bienes, su liquidez se veaumentada. Basados en la percepción de este hecho, otrosparticipantes del mercado eligen cada vez más los mismosbienes como medios de cambio, ya que les interesa elegirmedios de cambio que ya sean aceptados por otros.Inicialmente, se demandará una gran variedad de medios decambio. Pero, como los bienes de cambio se demandan—en vez de para su consumo o producción—para facilitarfuturas compras de bienes que presten un servicio directo(es decir, para ayudar a comprar de forma más barata) yampliar de forma simultánea el mercado propio en tanto quevendedor de bienes y servicios de uso directo (es decir,ayudar a uno a vender más caro), cuanto más extendidaesté una mercancía como medio de cambio, mejordesarrollará ésta su función. Debido a que cada participantedel mercado prefiere de forma natural adquirir los bienesmás líquidos frente a otros medios de cambio menosuniversales,

al final se dará una tendencia inevitable hacia elrechazo de los medios de cambio menos líquidoshasta que sólo quede una mercancía que seaempleada como medio de cambio; en una palabra, eldinero.0

Con esto, e históricamente con el establecimiento del

0Mises, The Theory of Money and Credit, pp. 32-33.

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patrón oro internacional en el transcurso del siglo XIX (hasta1914), se cumplió el fin deseado por la demanda de cadaparticipante del mercado por obtener un medio de cambio.Con los precios de todos los bienes de consumo y capitalexpresados en función de la misma moneda de mercado, laoferta y la demanda pueden tener lugar a escala mundial,sin restricciones, debido a la ausencia de la doblecoincidencia de necesidades. Debido a su aceptaciónuniversal, la contabilidad en función de tal dinero contiene laexpresión más completa y precisa de los costes deoportunidad del productor. Al mismo tiempo, con un solodinero universal en uso—en vez de varios de aceptabilidadlimitada—el gasto social de los participantes del mercado(en bienes de uso directo) por medios de cambios que seanútiles de forma indirecta alcanza su óptimo de eficacia; y conla optimización económica de los bienes indirectos, lariqueza real (en forma de bienes de producción y consumo)se verá optimizada también.

De acuerdo con una larga tradición-Española-Francesa-Austríaca-Americana-de teoría monetaria,0 la funciónoriginaria del dinero—surgiendo éste como surge a partir dela existencia de incertidumbres—es la de medio de cambio.El dinero debe emerger como una mercancía al serimposible demandar nada como medio de cambio quecarezca de utilidad o demanda previa en el trueque (dehecho, es el trueque mismo el que debe de haber definidosu liquidez), y la competición entre varios dineros comomedio de cambio conduce de forma inequívoca a latendencia de converger en una sola moneda—como el bien

0Véase “New Light on the Prehistory of the Austrian School,”en The Foundations of Modern Austrian Economics, Edwin G. Dolan, ed. (Kansas City: Sheed and Ward, 1976); JosephT. Salerno, “Two Traditions in Modern Monetary Theory,” Journal des Economistes et des Etudes Humaines 2, nos. 2-3 (1991).

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que más fácilmente resulte vender y más aceptado sea portodos.

A la luz de esto, es fácil ver el error contenido en variasde las nociones populares de la teoría monetaria.

¿Qué decir de la idea de una moneda de reserva que seade mercado? ¿Se puede monetizar toda cesta de bienes ovalores?0 No, porque las cestas de diferentes bienes sonpor definición menos líquidas que el más líquido de susvarios componentes, y por lo tanto, las cestas demercancías no son aptas para desarrollar las funciones demedios de cambio (lo que explica que no existan ejemploshistóricos de tal dinero).

¿Y qué hay de la idea —Friedmaniana—de “dinerosnacionales” de tipo variable o de “áreas monetarias-óptimas”?0 Esta idea es un absurdo si no es como pasointermedio en el desarrollo de un dinero internacional.Hablando de forma estricta, un sistema monetario conmedios de pago rivales y tipos de cambio variables elegidoen libertad sigue siendo un sistema de trueque parcial,

0Sobre propuestas de dinero de reserva mercancía véase Benjamin Graham, Storage and Stability (New York: McGraw Hill, 1937); Frank D. Graham, Social Goals and Economic Institutions (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1942); also F.A. Hayek, “A Commodity Reserve Currency,” Economic Journal 210 (1943); Milton Friedman, “Commodity-Reserve Currency,” Journal of Political Economy (1951).

0Véase Milton Friedman, “The Case for Flexible Exchange Rates,” en Friedman, Essays in Positive Economics (Chicago: University of Chicago Press, 1953); idem, A Program for Monetary Stability (New York: Fordham University Press, 1959); también Policy Implications of Trade and Currency Zones: A Symposium (Kansas City: Federal Reserve Bank of Kansas City, 1991).

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plagado con el problema de requerir la doble coincidenciade necesidades para que se puedan dar los intercambios.La existencia prolongada de tal sistema es disfuncional parael mismísimo propósito del dinero: la de facilitar intercambios(en vez de hacerlos más difíciles) y la de expandir elmercado propio (en vez de restringirlo). En verdad no existeun número mayor de áreas “óptimas” —áreas monetariaslocales, regionales, nacionales o multinacionales—que“áreas óptimas de comercio.” De hecho, mientras se prefieramás riqueza a menos bajo condiciones de incertidumbre, dela misma manera que la único área de comercio “óptima” esel mercado mundial, el único dinero “óptimo” es el dineroúnico, y la única área monetaria “óptima” es el mundoentero.

¿Y qué pasa con la idea, básica para losmonetaristas ya desde Irving Fisher, de la noción de“estabilización” monetaria y de que el dinero es una “medidade valor”?0 Que es una patraña de confusión y falsedades.En primer lugar, mientras haya un motivo, un propósito paraque los actores económicos demanden su propio medio decambio, no podrá ser descubierto motivo, propósito onecesidad alguna para poseer una medida de valor. Laacción y el intercambio son expresiones de preferencias—cada persona valora lo que adquiere más que lo queentrega—no de identidad o equivalencia. Nadie necesitanunca medir el valor. Es fácil de explicar por qué los actoreseconómicos emplean números cardinales—para contar—yconstruyen instrumentos de medida—para medir el espacio,peso, masa y tiempo: En un mundo de determinismo

0Véase Irving Fisher, The Purchasing Power of Money (NewYork: Augustus M. Kelley, 1963); idem, Stabilizing the Dollar (New York: Macmillan, 1920); idem, The Money Illusion (New York: Adelphi, 1929); Milton Friedman, “A Monetary and Fiscal Framework for Economic Stability,” American Economic Review 38 (1948).

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cuantitativo, donde los medios producen efectos limitados,contar y medir son el prerrequisito para una acción exitosa.¿Pero qué medida técnica o económica puede haber paramedir el valor?

En segundo lugar, aunque dejemos esas dificultades a unlado y asumamos que el dinero realmente mide el valor (talque el precio dinerario pagado por un bien representa unamedida cardinal del valor de ese bien) de la misma maneraque una regla mide el espacio, surge otro problema.Aparece la cuestión “¿Cuál es el valor de esta medida devalor?” Ciertamente, ésta debe tener valor del mismo modoen que una vara de medir también pueda tener valor, de locontrario nadie querría tener una. Pero es obviamenteabsurdo responder que el valor de una unidad de dinero—un dólar—sea uno. ¿Un qué? Tal respuesta tendría tan pocosentido como responder a la pregunta sobre el valor de unayarda diciendo “una yarda.” El valor de una medida cardinalno puede expresarse en términos de sí misma. En vez deeso su valor debe expresarse en términos ordinales: Esmejor tener números cardinales y medidas de longitud ypeso que meramente tener medidas ordinales a nuestradisposición. De igual manera, es mejor si, debido a laexistencia de un medio de cambio, uno puede recurrir anúmeros cardinales en la contabilidad propia, en vez detener que recurrir solamente a la contabilidad ordinal, comosería el caso en una economía de trueque. Pero esimposible expresar en términos cardinales cuánto más valortienen las técnicas anteriores en comparación con lasposteriores. Sólo los juicios cardinales son posibles. Esprecisamente en este sentido que, los números cardinales—rankings, preferencias—deben ser considerados másfundamentales que los cardinales y el valor ser consideradoirreductiblemente subjetivo y no cuantificable.

Más aún, si la función del dinero fuese la de servir comomedida de valor, uno podría preguntarse por qué lademanda de tal bien excede sistemáticamente la unidad por

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persona. La demanda de reglas, pesas y relojes, porejemplo, sólo excede la unidad por persona debido adiferencias en la localización (por tenerlos más a mano) o laposibilidad de que éstas se rompan o fallen. A parte de esto,en un punto dado del tiempo, nadie querría tener más de uninstrumento de medida homogéneo, porque un sóloinstrumento de medida puede rendir todos los posiblesservicios de medida. Un segundo instrumento de este tiposería inútil.

En tercer lugar, en cualquier caso, sea cual sea lacharacteristicum specificum que tenga, el dinero es un bien.Pero si éste es un bien, entonces se le puede aplicar lanoción de la ley de la utilidad marginal, y esta ley contradicecualquier noción de bien estable que sea valorado de formaconstante. Esta ley se deduce de la proposición de que todoactor económico, en un punto dado del tiempo, actúa deacuerdo con su escala de valoraciones subjetivas y eligehacer lo que espera—ya sea de forma correcta o incorrecta—que le satisfaga más que menos, y al hacerlo éste debeemplear de forma invariable cantidades cuantitativamentedefinidas (limitadas) de bienes cualitativamente distintoscomo medios, y por tanto, por implicación, debe ser capazde reconocer adiciones y substracciones unitarias en susuministro de medios. De esta proposiciónincontestablemente cierta se deduce que un actoreconómico siempre preferirá un mayor suministro de un biensobre uno menor (éste sitúa la utilidad marginal de unacantidad mayor de un bien por encima de la de una unidadmenor del mismo bien) y cualquier incremento de lacantidad de un bien en una unidad adicional—de cualquierunidad que el actor considere relevante—será menosvalorada que cualquier unidad del mismo tipo ya enposesión del actor, ya que ésta sólo será empleada comomedio para cubrir una necesidad considerada menosurgente que la menos urgente de las hasta ahorasatisfechas por la unidad del mismo tamaño de este bien.

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En otras palabras, la utilidad marginal de una unidad dadade un bien aumenta o disminuye según el suministro detales unidades aumente o disminuya. Cada cambio en elsuministro de un bien lleva pues a un cambio en la utilidadmarginal de este bien. Cualquier cambio en el suministro deun bien A, percibido por un actor X, conduce a una re-evaluación de A por parte de X. X da un diferente valor a Aahora. Así, la búsqueda de bienes de valor constante oestable es obviamente ilusoria desde el principio, al igualque intentar cuadrar el círculo, ya que cada acción implicaintercambio, y cada intercambio altera el suministro de losbienes. Ello resulta bien en una disminución en la oferta delbien (como el consumo puro) o en una disminución de uno yel incremento del otro (como en la producción o elintercambio interpersonal). En ambos casos, como la ofertacambia en el curso de cada acción, también lo hacen losvalores de los bienes involucrados. Actuar es alterar con unpropósito el valor de los bienes. Así, un bien con un valorestable—el dinero u otro—debe ser considerado como unaimposibilidad constructiva o praxeológica.

Finalmente, en lo que respecta a la idea de dinero—undólar—con un poder adquisitivo constante, está el problemafundamental de que el poder adquisitivo de una moneda nopuede medirse y que la construcción de índices de precios—cualquiera que sea—es científicamente arbitraria. (¿Québienes incluir? ¿Qué peso relativo darle a cada uno? ¿Y quéhay del problema de que los actores económicosindividuales valoren las mismas cosas de forma diferente yles importen de forma desigual diferentes cestas demercancías, o que el mismo individuo valore la misma cestade forma diferente en ocasiones diferentes? ¿Qué hacemoscon los cambios en la calidad de los bienes o con productostotalmente nuevos?)0 Más aún, ¿qué tiene de bueno un

0Mises, The Theory of Money and Credit, pp. 187-94; idem, Human Action, pp. 219-23.

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poder adquisitivo “estable” de todas formas (aunque taltérmino esté arbitrariamente definido)? Para estar seguros,no cabe duda de que siempre es preferible tener un dinero“estable” que uno “inflacionario.” Pero no cabe duda de queun dinero que incrementara de forma constante su poderadquisitivo—un dinero “deflacionario”—sería siemprepreferible a uno que fuera “estable”.

¿Y qué hay de la tesis de que en ausencia derestricciones legales el dinero—efectivo que no da intereses—sería totalmente desplazado por activos que sí losdieran?0 Tal desplazamiento es sólo posible en equilibrio,donde no hay incertidumbre y, por lo tanto, nadie puedeganar satisfacción alguna de estar preparado paracontingencias futuras al no existir tales por definición Bajo lacondición humana omnipresente a la que toda incertidumbreaboca, no obstante, si toda restricción legal de entradafuese eliminada, la demanda por efectivos que no ridaninterés—a diferenciar de la demanda por valores o deuda(acciones, bonos o participaciones de fondos)— seguiríaexistiendo, ya que sea cual sea la naturaleza específica deestos activos, estos representan derechos sobre bienes deproducción, o si no, no podrían rendir un interés. Peroincluso el factor de producción más fácilmente reconvertibledebe ser menos vendible que el más vendible de susproductos finales, y por tanto, incluso el valor más líquidonunca podrá prestar el mismo servicio de preparar a supropietario para contingencias futuras que el bien final máslíquido, que no renta intereses alguno: el dinero. Todo esto

0Véase Neil Wallace, “A Legal Restrictions Theory of the Demand for ‘Money’,” Federal Reserve Bank of Minneapolis Quarterly Review (1983); Eugene Fama, “Financial Intermediation and Price Level Control,” Journal of MonetaryEconomics 9, no. 1 (1983); para una crítica véase LawrenceWhite, “Accounting for Non-Interest-Bearing Currency” Journal of Money, Credit, and Banking 19, no. 4 (1987).

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podría ser diferente si pudiéramos asumir—tal y como haceWallace, de acuerdo con las predisposiciones igualitariasque la Escuela de Chicago tácitamente asume—de quetodos los bienes son igual de líquidos. Entonces, pordefinición, no hay diferencia entre la posibilidad de venta deefectivos y valores. Por lo tanto, aquí debe asumirse quetodos los bienes sean iguales, y si este fuese el caso, noexistiría división del trabajo ni mercados.

DEL DINERO DE MERCADO AL DINERO FIDUCIARIO: LA INVOLUCIÓN DEL DINERO

Si el dinero debe surgir como valor, ¿cómo llega éste aconvertirse en dinero fiduciario? Lo hace a través deldesarrollo de sustitutos monetarios (los títulos de papelsobre el aval del dinero)—pero sólo de un modo fraudulentoy a costa de provocar ineficiencias económicas.

Bajo un sistema de dinero mercancía como el patrón orohasta 1914, el dinero “circulaba” por un lado en forma delingotes estandarizados y monedas de variasdenominaciones intercambiables entre sí a tipos fijos segúnsu peso y pureza. Por otra parte, para economizar el costede almacenamiento (custodia) y de transacción(compensación) del dinero, en el marco de un desarrollosimilar al de los títulos transferibles de propiedad—como lasacciones o los bonos—en tanto que medios que facilitan elintercambio espacial y temporal de bienes no dinerarios,junto con el dinero propiamente dicho, y donde se incluyenlos certificados de oro—títulos de propiedad (derechos) quedaban acceso a cantidades específicas de oro almacenadasen ciertas instituciones (bancos), estos servían comomedios de intercambio. La coexistencia del dineropropiamente dicho (oro) y los sustitutos monetarios(derechos sobre el oro) no afectan ni a la oferta total dedinero—ya que cada certificado tiene una cantidadequivalente de oro que es retirado de la circulación(depositado) —ni sobre los ingresos interpersonales o la

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distribución de riqueza. Pero sin duda la coexistencia deldinero con sus sustitutos monetarios y la posibilidad detener dinero a mano en cualquiera de sus formas y encombinaciones variables de tales formas representa unaconveniencia intrínseca añadida para los participantesindividuales del mercado. Así es como trozos de quecarecen de un valor intrínseco pueden adquirir poderadquisitivo. Sólo mientras estos representen un derechoincondicional sobre el dinero, y mientras no se planteendudas sobre su validez y sean redimibles en cualquiermomento, los resguardos de papel serán comprados yvendidos como si se tratara del dinero de verdad—se tratade intercambiados avalados a la par por el dinero. Una vezque estos han adquirido poder adquisitivo pierden sucarácter de derecho sobre el dinero (y se suspende dealguna manera su redimibilidad), pudiendo continuar enfuncionamiento como si se tratara del dinero mismo. Comoescribe Mises:

Antes de que un bien económico comience afuncionar como dinero, éste debe poseer un valorprevio de cambio basado en alguna otra causadiferente de su función monetaria. Pero el dinero queya funcione como tal puede continuar siendo dineroaunque la fuente original de su valor de cambio hayadejado de existir.0

No obstante, ¿Por qué habrían individuos que persiguensu propio interés querer despojar a estos recibos de papelde su carácter redimible sobre el aval del dinero? ¿Habríanestos de querer suspender su redimibilidad y adoptar en sulugar trozos de papel que carecen de valor alguno comosustitutos del dinero? Se trata de los paladines del papelmoneda, como Milton Friedman los llamaba, que seescudan en cuestiones relativas al ahorro para justificar lasustitución de un dinero valor o mercancía por dinero otrofiduciario y de papel. Un patrón oro conlleva el uso de

0Mises, The Theory of Money and Credit, p. 111.

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recursos dedicados a extraer y acuñar oro. Para producirdinero hay que servirse de considerables recursos.0 Con unpapel moneda que carece prácticamente de coste alguno,en lugar del oro, tal se corregirían tales desperdicios, y seliberarían recursos para producir bienes de capital oconsumo que nos fueran útiles de un modo más directo. Espues la mayor eficiencia económica del dinero fiduciario laque explica el abandono universal del dinero mercancía.¿Pero es así? ¿Es el triunfo del dinero fiduciario el resultadofinal de un ahorro inocente y sin peligro alguno? ¿Es estoconcebible? ¿Un individuo que persigue su propio interéshabría de querer ahorrar tal y como asumen los paladinesdel dinero fiduciario?

Un examen más detallado del problema nos revela queesto es imposible, y que la institución del dinero fiduciariorequiere asumir un motivo totalmente diferente—no inocuosino siniestro—: asumamos una economía monetaria con(al menos) un banco y un dinero propiamente dicho (“dineroexterno”) así como sustitutos monetarios (“dinero interno”)en circulación. Si los participantes del mercado realmentequieren ahorrarse los costes de un dinero mercancía (con elobjetivo último de desmonetizar el oro y monetizar el papel),uno podría esperar que primero— para poder aproximarse atal objetivo—estos dejarían de usar el dinero externo (oro).Toda transacción sería llevada a cabo con dinero interno (depapel) y todo dinero externo tendría que ser depositado enun banco y, por lo tanto, sacado de circulación. (De locontrario, mientras haya dinero genuino en circulación,aquellos individuos que hagan uso de monedas de orosiempre demostrarían—a través de sus acciones—que noquieren ahorrarse los costes asociados).

0Véase Friedman, “Essays in Positive Economics, p. 210; idem, A Program for Monetary Stability, pp. 4-8; idem, Capitalism and Freedom (Chicago: University of Chicago Press, 1962), p. 40.

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No obstante, ¿Es posible que los sustitutos monetariospuedan vencer y desplazar al dinero genuino como mediosde cambio? Se dan incluso una gran cantidad de teóricosdel dinero que apuestan por uno fuerte y que han admitidorápidamente tal posibilidad. La razón es que los sustitutosmonetarios son sustitutos y tienen una desventajapermanente y decisiva en comparación con el dineropropiamente dicho. Los billetes (derechos sobre dinero) sonredimibles sólo mientras se haya pagado una cuota dedepósito en la institución bancaria. Proveer servicios decustodia y compensación es un negocio costoso, y unacuota de depósito es el precio pagado por proteger aldinero. Si los billetes son presentados para su redencióndespués de la fecha en la que las cuotas fueron pagadaspor el depositante originario o previo, la institucióndepositaria tendría que imponer una cuota de redención ytales billetes se intercambiarían con descuento contra eldinero genuino. La desventaja de los sustitutos monetarioses que deben ser continuamente redepositados y reemitidospara poder estos mantener su carácter de dinero—que sesitúa a la par con su liquidez—y, por lo tanto, estos sólopueden funcionar como dinero de forma casual oesporádica. Sólo el dinero genuino (monedas de oro) estápermanentemente capacitado para desempeñar lasfunciones de medio de cambio. De igual manera, lejos deque el dinero interno desplace al externo, el uso desustitutos monetarios debe considerarse siempre comolimitado de una forma severa—restringido esencialmente ala transacción de grandes cantidades de dinero y a los tratosque se dan entre comerciantes regulares—mientras que lagran mayoría de la población empleará el dinero genuinopara satisfacer gran parte de sus compras o ventas,demostrando así su preferencia a la hora de no querer

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ahorrar de la forma ya mencionada por Friedman.0

Más aún, incluso si uno asume que sólo circula dinerointerno mientras que todo el dinero genuino estáalmacenado en un banco, las dificultades para losproponentes del dinero fiduciario no terminan aquí. Paraestar seguros, su visión parece simple: todo dinero valor sedeposita en el banco. ¿No sería más eficiente si todo estedinero fuese usado para propósitos de consumo oproducción—ortodoncia o joyería—mientras que la funciónde medio de cambio fuese asumida por un dinero fiduciario—que prácticamente carece de costes asociados? Enabsoluto.

En primer lugar, la desmonetización imaginada del dinerociertamente no significa que un banco asuma la posesión detodo el stock monetario, mientras la gente se queda con losbilletes. ¡Nadie excepto el banquero aceptaría eso! Nadiequerría tales ahorros. De hecho, esto no sería ahorro sinouna expropiación del público por parte del banco. Nadiepodría querer ser expropiado por otros. (Y sin embargo laexpropiación de dinero mercancía de posesión privada por

0De hecho, históricamente así ha sido el caso: Tradicionalmente losbilletes siempre han sido comúnmente aceptados con recelo y suaceptabilidad—en comparación con la del dinero genuino comomonedas de oro o plata— estaba severamente limitada.Para incrementarla popularidad de los sustitutos monetarios hicieron falta dos medidasadicionales: en primer lugar, las instituciones emisoras de billetestuvieron que sobrevalorar los billetes respecto al dinero al no cargarcuota de depósito o incluso pagando un interés sobre los depósitos. Ensegundo lugar, debido a que la custodia de dinero no está exenta decostes y el dinero depositado no puede generar intereses, el banco, paracubrir sus de otras manera inevitables pérdidas, tuvo que dedicarse a labanca de reserva fraccionaria, es decir, tuvo que emitir y hacer circulartickets de depósito adicionales, que, físicamente indistinguibles de losdemás billetes, no estaban de hecho cubiertos por dinero genuino.

Sobre el estatus ético y económico de la práctica de la reservafraccionaria, véase la sección “De la banca de préstamo y depósito a labanca de reserva fraccionaria: La devolución del crédito”, abajo.

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parte de los gobiernos y sus bancos centrales ha sido laúnica manera por la cual el dinero fiduciario ha reemplazadoal primero). En vez de eso, cada depositante querrá retenerla propiedad de sus depósitos y recuperar su oro.

Entonces, no obstante, surge un problema inasumible:sin importar quién—el banco o el público—posea losbilletes, estos no representan nada más que papelirredimible. Antes, el coste asociado con la producción de talpapel no era el de imprimir los billetes, sino el de atraerdepositantes de oro a través de la provisión de servicios decustodia y compensación. Ahora, con el sistema de papelirredimible ya no hay nada valioso que custodiar. El coste deproducción del dinero cae prácticamente a cero, a susmíseros costes de impresión. Previamente, con el papelrepresentando derechos sobre el oro, los billetes habíanadquirido poder adquisitivo. ¿Pero cómo puede el banco ola gente conseguir que los demás los acepten ahora? ¿Secomprarán y venderán estos por bienes no monetarios a losratios de intercambio previamente establecidos?Obviamente no. Al menos no mientras no haya barreraslegales para entrar en el negocio de producción de billetes;ya que bajo condiciones competitivas, si el precio (nomonetario) pagado por los billetes excediese sus costes deproducción, la producción de billetes sería inmediatamenteexpandida hasta el punto en el que el coste del dinero seaproximase a su coste de producción. Esto resultaría enhiperinflación. Nadie aceptaría más dinero de papel, y huiríaa valores reales. La economía monetaria se caería a trozosy la sociedad regresaría a un estado primitivo, con unaeconomía ineficiente basada en el trueque. Del trueque, asu vez, nuevamente volvería a surgir un nuevo dineromercancía (seguramente el oro) (y los productores debilletes una vez más, para ganar aceptación, volverían arespaldar sus billetes con dinero). ¡Qué manera de ahorrar!

Si uno quiere tener éxito reemplazando el dineromercancía por otro fiduciario, entonces, hay un requisito

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adicional que debe cumplirse: la libre entrada en el negociode producción de billetes debe ser restringido, y debeestablecerse un monopolio sobre el dinero de papel. Un soloproductor también es capaz de causar hiperinflación y elapocalipsis monetario. No obstante, mientras estélegalmente protegido frente a la competición, el monopolistapuede restringir la producción de sus billetes paraasegurarse que mantengan su poder adquisitivo. De formapresumible, éste asumiría la tarea de redimir los viejosbilletes por los nuevos, así como la de proveer servicios decustodia y compensación al aceptar depósitos a cambio dela emisión de sustitutos del dinero—depósitos a la vista ydinero bancario—por una cuota de depósito.

A pesar de este escenario, surgen varias cuestiones.Anteriormente, con el dinero mercancía, a cualquier personase le permitía entrar en el negocio de la minería y acuñacióndel oro libremente—de acuerdo con la asunción de laexistencia de actores económicos que persiguen su propiointerés y tratan de maximizar su riqueza. Por contra, paraque el “dividendo del dinero fiduciario” de Friedman seaposible, la competición en el campo de la producción deldinero debe ser prohibida y erigirse como monopolio. ¿Perocómo puede la existencia de un monopolio legal serreconciliada con la asunción del propio interés? ¿Esconcebible que actores que persiguen su propio interéspuedan ponerse de acuerdo en establecer un monopolio dedinero fiduciario de la misma manera que se ponen deacuerdo en participar en la división del trabajo y en usar unsolo bien como medio de cambio? Si no, ¿No demuestraesto que el coste asociado con tal monopolio debe serconsiderado mayor que todo su supuesto ahorro?

Plantear estas preguntas implica ya responderlas. Elmonopolio y el propio interés son incompatibles. Para estarseguros, existen razones para pensar que alguien pudieraquerer establecer un monopolio sobre el dinero. A fin decuentas, al no tener que custodiar, guardar y redimir un bien

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precioso, los costes de producción se veríandramáticamente reducidos y el monopolista podría obtenerun beneficio extra. Al estar legalmente protegido frente atoda competición futura, este beneficio monopolístico se“capitalizaría” inmediatamente (reflejado permanentementeen la valoración creciente de sus activos), y sobre susactivos inflados tendría garantizado entonces una gananciabajo la forma de interés. Pero decir que tal situación seríaventajosa para el monopolista no es decir que sea ventajosapara los demás, o que ésta pueda surgir a partir de unacuerdo voluntario. De hecho, nadie tiene más motivos paraser monopolista que el monopolista mismo y,evidentemente, es difícil llegar a un acuerdo en la selecciónde un monopolista particular. La posición del monopolistasólo puede ser arrogada—protegida contra la voluntad detodos los no-monopolistas excluidos. Por definición, elmonopolio crea una distinción entre dos clases de individuosde diferente igualdad legal: entre esos individuos—privilegiados—a los que se les permite producir dinero, yesos—subordinados—a quienes, para ventaja de losprimeros, se les impide hacer lo mismo. Tal institución nopuede ser apoyada de la misma manera voluntaria en la quese apoyan las instituciones de la división del trabajo y eldinero mercancía. Esto no constituye el resultado “natural”de interacciones mutuamente beneficiosas, sino un actounilateral de expropiación (abrogación). Debidamente, envez de requerir para su existencia continuada del apoyovoluntario y la cooperación, un monopolio necesita usar la

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amenaza de violencia física.0

Más aún, la incompatibilidad del propio interés y elmonopolio no termina una vez que el monopolio ha sidoestablecido, sino que éste continúa mientras el monopoliosiga operando. Éste no puede operar de otra manera que nosea de forma ineficaz y a costa de los no monopolistasexcluidos. Primero, con un régimen de libre competición yentrada, cada productor individual está bajo la presiónconstante de producir lo que produzca al mínimo coste,porque si no lo hace, corre el peligro de ser expulsado delmercado por nuevos participantes que produzcan su

0Podrá argumentarse que un acuerdo monopolista sería posible(concebible), si el banco monopolista fuese propiedad de—y susbeneficios distribuidos—entre todos. ¿No se beneficiarían todos, y nosólo el monopolista del ahorro de sustituir el oro por papel?De hecho, talacuerdo es ilusorio. La propiedad conjunta del banco monopolistaimplicaría que deben emitirse acciones que sean vendibles en elmercado de valores. ¿Pero quién recibiría cuántas acciones? ¿Losclientes del banco, según el tamaño de su depósito? Pero todos losposeedores de billetes ayudan a ahorrar en oro y querrían ser incluidosentre los propietarios del banco según sus tenencias respectivas debilletes. ¿Y qué hay de los compradores y vendedores de bienes nomonetarios? Al mostrarse dispuestos a aceptar billetes en vez de oro,toman parte en el proceso de ahorro. ¿Pero cómo vamos a determinarcuántas acciones darles a ellos cuando su contribución consiste encantidades heterogéneas de bienes de consumo y capital? Aquí quedaclaro que sería imposible llegar a un acuerdo.

Más aún, ¿Por qué querría algún nuevo participante del mercado—undepositante posterior, o propietario de billetes y/o bienes no monetariosno incluidos inicialmente en el accionariado del banco—consentir yapoyar este acuerdo? ¿Por qué tendría éste que pagar por el stockbancario cuando a los propietarios iniciales de riqueza se les hanentregado este dinero gratis, incluso si como es el caso estuviera élmismo involucrado en los mismos procesos de ahorro en los que ellosestuvieron implicados en su día? Tal acuerdo involucraría unaredistribución sistemática de la renta y la riqueza en favor de todosaquellos propietarios del banco a expensas de los posteriores. Pero si seemitiesen nuevas acciones del banco con cada depósito, billete, o bienno monetario, tales acciones no tendrían valor y cualquier banco que lasofreciese no podría venderlas.

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producto a precios más bajos. En contraste, el monopolista,libre de la competencia, no está bajo tal presión. De hecho,dado que el coste de producción del dinero incluye el salariodel propio monopolista así como todas sus recompensas nomonetarias, el interés natural del monopolista esincrementar los costes. Así, cabe esperar que el coste de undinero de papel monopolista exceda pronto, o incluso desdeel principio, los costes asociados con un sistema competitivode dinero mercancía.

Y lo que es más, se puede predecir el incrementoconstante del precio del dinero de papel monopolístico y quesu poder adquisitivo unitario y su calidad caeránconstantemente. Protegidos frente a nuevos competidores,cada monopolista siempre estará tentado a subir el precio ydisminuir la cantidad del producto. Y esto es particularmentecierto en el caso del monopolista del dinero. Mientras otrosmonopolistas deben considerar la posibilidad de que subir elprecio (o bajar la calidad) pueda conducir a unas menoresganancias, el monopolista del dinero siempre tendrá unademanda altamente inelástica para su producto—el mediode cambio. De hecho, aparte de una hiperinflación, cuandola demanda de dinero desaparece por completo, elmonopolista de dinero siempre está en una posición desdela que puede asumir que sus beneficios de la venta dedinero se incrementarán incluso si sube el precio del dineromismo (reduce su poder de compra): equipado con elderecho exclusivo a producir dinero y con la asunción delpropio interés, debemos esperar que el banco monopolistase involucre en un incremento continuo de la ofertamonetaria, ya que mientras que un mayor suministro depapel moneda no añade nada a la riqueza social—la

Además, tal y como será explicado más abajo, sin importar cómo seresuelva el problema de la propiedad, la propia operación del bancotendrá—de hecho debe tener—efectos en la distribución de riqueza eingresos.

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cantidad de bienes de consumo y capital existentes— sinoque meramente causa inflación (minora el poder adquisitivodel dinero), con cada billete adicional que entra encirculación, el monopolista puede incrementar sus ingresosreales (a costa de reducir los de los demás). Éste puedeimprimir billetes a un coste prácticamente inexistente y luegoir y comprar activos reales (bienes de consumo o capital) ousarlos para saldar deudas reales. La riqueza real delpúblico no-bancario se verá reducida —poseen menosbienes y más dinero de menos poder adquisitivo. Noobstante, la riqueza real del monopolista se incrementará —posee más bienes no monetarios (y siempre tiene tantodinero como quiera). ¿Quién, en esta situación, no seinvolucraría una expansión constante de la oferta monetariay por tanto en una depreciación continua de la moneda?

Puede ser instructivo contrastar la teoría del dinerofiduciario tal y como se ha expuesto más arriba con la visiónde Milton Friedman como defensor del dinero fiduciario.

Mientras que el joven Friedman no prestaba atenciónsistemática al asunto del origen del dinero, el Friedmanadulto reconoce que, es un hecho histórico que todo dinerose origina como dinero mercancía (y todo sustituto deldinero surge como recibo de almacenaje del dineromercancía), y muestra cierto escepticismo frente a lapropuesta de Friedrich A. Hayek sobre las monedasfiduciarias competitivas.0 No obstante, cegado por sumetodología positivista, Friedman yerra al no reconocer queel dinero (y los sustitutos monetarios) no puede originarsede otra manera y, por lo tanto, la propuesta de Hayek debefallar.

0Véase Milton Friedman and Anna Schwartz, “Has Government Any Role in Money?” Journal of Monetary Economics (1986); para la propuesta de Hayek véase su Denationalization of Money (London: Institute of Economic Affairs, 1976).

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En contraste con las visiones aquí expuestas, a través detoda su obra, Friedman sostiene que un dinero mercancíasería reemplazado “de forma natural” por un dinero fiduciariomás eficiente y que ahorre recursos. Sorprendentemente,no obstante, éste no ofrece apoyo argumental para su tesis,evade todo problema teórico y cualquier argumento uobservación empírica que éste hace contradice su propiaafirmación. No hay, en primer lugar, indicación alguna deque Friedman supiese de las limitaciones fundamentales dereemplazar el dinero externo con un dinero interno. Pero siel dinero externo no puede desaparecer de circulación,¿Cómo, a no ser que sea mediante la expropiación, puedecortarse el vínculo entre el papel y las monedas mercancía?El uso continuado del dinero externo en circulacióndemuestra que éste no sea percibido como un dinero decalidad inferior; ¡Y el hecho de que la expropiación seanecesaria para la fiduciarización del dinero demostraría queel dinero fiduciario no representa un fenómeno natural!

De un modo interesante, tras evadir el problema deexplicar cómo la supresión de la redimibilidad puede serconsiderada natural o eficiente, Friedman reconocecorrectamente que el dinero fiduciario no puede, por lasrazones citadas arriba, ser provisto competitivamente sinoque éste requiere del monopolio. De ahí que éste procede afirmar que “la producción de la moneda fiduciaria es, comosi fuese, un monopolio natural”0 No obstante, del hecho deque el dinero fiduciario requiera de un monopolio no sededuce que tal monopolio sea “natural” y Friedman noargumenta por qué el monopolio puede ser consideradocomo el resultado natural de la interacción entre individuosque se guían por su propio interés. Más aún, el jovenFriedman en particular parece ignorar la economía política

0Véase Friedman, Essays in Positive Economics, p. 216; también Friedman and Schwartz, “Has Government Any Role in Money?”

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clásica por completo y sus argumentos antimonopolísticos:el axioma de que si das a alguien un privilegio éste hará usode él, y de ahí la conclusión de que cada productormonopolístico será ineficaz (en cuanto al coste, así como elprecio y calidad). A la luz de estos argumentos hay queseñalar que es una ingenuidad por parte de Friedman pedirel establecimiento de un monopolio gubernamental deldinero y esperar que el monopolista no use su poder, sinoque opere con costes mínimos y que apenas infle la ofertamonetaria (A un 3 o 5 por ciento anual). Esto implicaría que,junto al hecho de convertirse éste en monopolista, se daríauna transformación fundamental de la naturalezaautointeresada del ser humano

Al haber tenido una gran experiencia con su propiomundo ideal compuesto de monedas puramente fiduciarias,tal y como éste surgió en 1971, y revisado su propioargumento sobre el ahorro de recursos para apoyar undinero fiduciario monopolístico de cuatro décadas antes, noes sorprendente que el Friedman tardío no pueda sinoaceptar que sus predicciones terminaron por ser totalmentefalsas.0 Desde la abolición de lo que quedaba del patrónoro, éste se da cuenta de que las tendencias inflacionariashan aumentado dramáticamente a escala mundial; lapredictibilidad de precios futuros han caído drásticamente; elmercado de bonos a largo plazo (como los Consols) hansido prácticamente borrados del mapa; el número deconsejeros de inversión y del “dinero fuerte” y los recursosempleados por tales negocios se han incrementadonotoriamente; los fondos de mercados de divisas y losfuturos correspondientes han desarrollado y absorbidocantidades significativas de recursos reales que de otramanera—a falta de una mayor inflación e impredictibilidad—no habrían existido en absoluto o al menos no habrían

0Milton Friedman, “The Resource Cost of Irredeemable Paper Money,” Journal of Political Economy (1986).

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adquirido la misma importancia que tienen hoy; y,finalmente, parece que incluso los costes directos dedicadosa la producción de oro acumulado en manos privadas comoprotección contra la inflación han subido.0

¿Pero qué conclusión extrae Friedman de esta evidenciaempírica? De acuerdo con su propia metodología positivistasegún la cual la ciencia es predicción y falsar laspredicciones significa falsar las teorías, uno podría esperarque Friedman descartase su teoría por sus erroresinsalvables y pidiese un retorno a un dinero de mercado.Pues no. En vez de eso, en un alarde de ignoranciacontinuada (o arrogancia), éste concluye de forma enfáticaque ninguna de estas evidencias debería ser interpretadacomo “una petición para volver al patrón oro. Al contrario, noconsidero el retorno al patrón oro ni deseable ni posible.”0

Ahora y entonces éste se aferra a la idea de que el patrónoro es “no racional y emocional” y que sólo un dinerofiduciario es “técnicamente eficiente.”0 Según Friedman, loque debe hacerse para superar los problemas obvios delactual régimen fiduciario es encontrar

algún ancla para proveer predictibilidad a los precios alargo plazo, algún sustituto de su convertibilidad, oalternativamente, alguna herramienta que haga de la

0Los monetaristas predijeron que, como resultado de la desmonetización del oro y la transición a un sistema puramente fiduciario, el precio del oro caería—desde el niveloficial de los 35$ la onza a un valor estimado no monetario de unos 6$. De hecho, el precio del oro subió. Llegó a alcanzar los 850$ la onza, oscilando éste normalmente entre 300$ y 400$. En el momento de escribir este artículo, ronda los $375.

0Friedman, “The Resource Cost of Irredeemable Paper Money,” p. 648.

0Friedman, Essays in Positive Economics, p. 250.

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predictibilidad algo innecesario. Se han sugeridomuchas anclas y herramientas, desde las reglas delcrecimiento monetario, pasando por los estándarestabulados hasta lograr separar el medio de cambio dela unidad de cuenta. Hasta ahora, no se ha alcanzadoconsenso alguno en este sentido.0

0Friedman, “The Resource Cost of Irredeemable Paper Money,” p.646; also idem, Money Mischief Episodes in Monetary History (New York:Harcourt Brace Jovanovich, 1992), cap. 10. Entre las sugerencias comoalternativa tipo “ancla” frente a la moneda fiduciaria recientementeconsideradas por Friedman, la “regla de congelar la base monetaria”merece cierto comentario (véase Friedman, “Monetary Policy for the1980s” en To Promote Prosperity, John H. Moore, ed. [Stanford: HooverInstitution, 1984]). En cierto sentido esta regla representa un avancerespecto a su regla del crecimiento monetario del 3 o 5 por ciento. Suapoyo a esta regla se basa esencialmente en la errónea noción proto-Keynesiana de que el dinero constituye parte del capital social, tal queuna economía no puede crecer un 5 por ciento salvo que un incrementoproporcional en la oferta monetaria se lo permita. En contraste, la reglade congelar la base monetaria indica un reconocimiento de la antiguaobservación humeana de que cualquier cantidad de dinero es igualmenteóptima, o, en palabras de Friedman, la “utilidad del dinero para lacomunidad como un todo no depende de cuánto dinero haya” (Friedman,Money Mischief, p. 28). Si no, la propuesta no representaría ningúnavance en absoluto, ya que ¿Cómo va un monopolista a seguir una reglade congelar la base monetaria si incumple incluso la más laxa delcrecimiento del 2 o 5 por ciento?

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DE LA BANCA DE DEPÓSITO Y PRÉSTAMO A LA BANCA DE

RESERVA FRACCIONARIA: LA INVOLUCIÓN DEL CRÉDITO

Los bancos desarrollan dos tareas estrictamenteseparadas, sólo una de las cuales se ha considerado hastaahora.0 Por un lado sirven como instituciones depositarias,ofreciendo servicios de custodia y compensación dedeudas. Aceptan depósitos de dinero (mercancía) y emitenderechos de cobro en dinero (recibos de almacén; sustitutosmonetarios). Por cada derecho de cobro emitido por ellos,hay una cantidad equivalente de dinero genuino en sus

Más aún, incluso si este problema fuese resuelto milagrosamente,aún no alteraría el carácter del monopolio como instrumento deexpropiación unilateral y de redistribución de renta y riqueza. Elmonopolista, aparte de ofrecer servicios de depósito y compensación(por los cuales sus clientes le pagan comisiones), tendría también quedesempeñar la función, para clientes y no clientes por igual, dereemplazar billetes viejos y deteriorados — en paridad y sin costes —con billetes nuevos e idénticos (si no, ¿Quién querría reemplazar unamercancía permanente con un dinero fiduciario perecedero?), Noobstante, mientras los costes asociados con esta tarea sean bajos, noson cero. Y para evitar pérdidas y recuperarse de sus gastos, elmonopolista no puede hacer otra cosa que incrementar la basemonetaria — y por tanto volvería a la anterior regla de crecimientomonetario.

0Sobre lo siguiente véase en particular Murray N. Rothbard, The Mystery of Banking (New York: Richardson and Synder, 1983); idem, The Case for a 100 Percent Gold Dollar (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1991); Mises, TheTheory of Money and Credit; idem, Human Action; también Walter Block, “Fractional Reserve Banking: An Interdisciplinary Perspective,” en Man, Economy, and Liberty: Essays in Honor of Murray N. Rothbard, Walter Block and Llewellyn H. Rockwell, Jr., eds. (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988); S. Koch, Fractional Reserve Banking: A Practical Critique (Master’s thesis, University of Nevada, Las Vegas, 1992).

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manos, lista para su redención (banca de reserva 100 porcien). No se paga interés por los depósitos. Al revés, losdepositantes pagan al banco una cuota por proveerlesservicios de custodia y compensación. Bajo condiciones delibre competencia—libertad de entrada en la industriabancaria—la cuota de depósito, que constituye los ingresosdel banco y posible fuente de beneficios, tiende a sermínima; y los beneficios—o más bien, los intereses—ganados en la banca tienden a ser los mismos que los deotras industrias no bancarias.

Por otro lado, separados al principio por completo de lasinstituciones de depósito, los bancos también han servido deintermediarios entre ahorradores e inversores—comobancos de crédito. En esta función, los bancos primerollegan a contratos temporales con los ahorradores, queprestan dinero a éste por un periodo—corto o largo—específico de tiempo a cambio de la obligación contractualdel pago futuro más un interés adicional. Desde el punto devista de los ahorradores, estos intercambian dinero presentepor una promesa de dinero futuro: los intereses constituyensu recompensa por esperar. Habiendo pues adquirido lapropiedad temporal de los ahorros de los ahorradores, elbanco presta ese mismo dinero a inversores (o a sí mismo)a cambio de la obligación por parte de éstos de repagarlo enel futuro, junto con un interés. El diferencial de interés—ladiferencia entre el interés pagado a los ahorradores y el quese cobra a los que piden prestado—representa el precio porintermediar entre ahorradores e inversores y constituye losingresos del banco por el préstamo. De a misma maneraque pasa con la banca de depósito y sus cuotas, bajocondiciones competitivas, el coste de intermediación tiendea ser mínimo, y los beneficios de la banca de préstamoigualmente tienden a ser iguales que los que se puedanganar en otros sitios.

Ni la banca de depósito ni la de préstamo, tal y como hansido aquí caracterizadas, involucran un incremento de la

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oferta monetaria o una redistribución unilateral de la renta oriqueza. Por cada nuevo certificado de depósito emitido, seretira de circulación una cantidad equivalente de dinero (sólocambia la forma del dinero, no su cantidad), y en el cursodel préstamo bancario, la misma suma de dinerosimplemente cambia de manos repetidamente. Todointercambio—entre depositantes y la institución depositariaasí como entre ahorradores, el banco intermediario y losinversores—es mutuamente beneficioso.

En contraste, la banca de reserva fraccionaria involucrauna confusión deliberada entre la función de depósito y la depréstamo. Implica un incremento en la oferta monetaria, yconduce a una redistribución unilateral de ingresos a favordel banco, así como a ineficiencias económicas en forma deciclos de auge y recesión.

La confusión de ambas funciones bancarias se debe alhecho de que con el sistema de reserva fraccionaria, o a losdepositantes se les paga un interés (en vez de tener ellosque pagar una cuota), y/o a los ahorradores se les da elderecho a retirar instantáneamente sus ahorros (en vez detener que esperar hasta la fecha futura indicada).Técnicamente la posibilidad de que el banco lleve a caboestas prácticas surge del hecho de que los poseedores dedepósitos a la vista (derechos de cobro redimibles a la vista,en paridad) típicamente no ejercitan su derechosimultáneamente, tal que todos ellos acudan al banco enmasa a exigir la redención de sus derechos. Así pues, unbanco de depósitos mantendrá de forma típica una cantidadde reservas (de dinero propiamente dicho) que suponen unexceso respecto a las retiradas diarias de efectivo. Así esfactible para el banco prestar estas reservas “extras,”ganando el banco un interés (que el banco puede diferir deforma parcial a sus depositantes en forma de cuentas dedepósito que renten un interés)

Los proponentes de la banca con reserva fraccionariaafirman de forma usual que esta práctica de mantener

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menos del 100 por cien de las reservas representa unamera “economización” inocua del dinero, y no dudan enseñalar que no sólo el banco, sino los depositantes (quereciben interés) y los ahorradores (que reciben derechosinstantáneos de retirada) se benefician de la prácticatambién. De hecho, la reserva fraccionaria sufre de dosfallos fatales interrelacionados y es de todo menos inocua ybeneficiosa. En primer lugar, hay que señalar que cualquiercoeficiente de caja inferior a 100 involucra lo que uno podríallamar una imposibilidad legal, porque al emplear susreservas extra para extender el crédito, el banco transfierede hecho la propiedad de tales reservas a un prestatario deforma temporal, mientras que los depositantes, que tienen elderecho a su redención inmediata, retienen la posesión deesos mismos fondos. No obstante, es imposible que en unmomento dado tanto el depositante como el prestatariotengan derecho al mismo control exclusivo de los recursos.Dos individuos no pueden tener el control exclusivo de lamisma cosa al mismo tiempo. Y según esto, cualquier bancoque pretenda lo contrario—al asumir pasivos por encima desus reservas reales— deberá estar incurriendo en fraude.Sus obligaciones contractuales no pueden ser cumplidas.Desde el principio, el banco deberá ser considerado comoestando en una bancarrota intrínseca al no poder éste, digalo que diga el banco, resistir una posible corrida bancaria.

Segundo, al prestar sus reservas extra a prestatarios, elbanco aumenta la oferta monetaria, sin importar que losprestatarios reciban estas reservas en forma de dinerogenuino o de depósitos a la vista (cuentas corrientes). Si elpréstamo toma la forma de dinero genuino, entonces lacantidad de dinero genuino en circulación aumenta sinretirar una cantidad equivalente de sustitutos monetarios decirculación; y si toma la forma de cuenta corriente, entoncesla cantidad de sustitutos monetarios aumenta sin habertenido lugar una correspondiente reducción de la cantidadde dinero genuino en circulación. En cualquier caso, habrá

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más dinero existiendo ahora que antes, conduciendo a unareducción en el poder adquisitivo del dinero (inflación) y, porsupuesto, a una redistribución sistemática de la renta real afavor del banco y sus clientes prestatarios a costa delpúblico no bancario y todos los demás clientes del banco.EL banco recibe ingresos por intereses adicionales aunqueno haga contribución alguna a la riqueza real del público nobancario (como sería el caso si los intereses fuesen elresultado de un menor gasto del banco, es decir, ahorro); ylos prestatarios adquieren activos reales, no monetarios consus fondos, reduciendo así la riqueza real del resto delpúblico en la misma cuantía.

Más aún, mientras el banco no gaste sus reservas extraen su propio consumo, sino que los presta a un tipo deinterés, invariablemente se pone en marcha un cicloeconómico.0 La cantidad de crédito ofrecida es superior a laanterior. Y como consecuencia, el precio del crédito — elinterés cobrado por los préstamos — caerá por debajo delnivel en el que de no haber ocurrido esto hubiese estado. Aun precio menor, se pide más crédito. Dado que el dinero nopuede criar más dinero, para poder ganar un interés y sacarun beneficio de ello, los prestatarios tendrán que convertirsus fondos prestados en inversiones. Esto es, tendrán quecomprar o alquilar factores de producción—tierra, labor yposiblemente bienes de capital (factores de producción)—capaces de producir bienes futuros cuyo valor (precio)exceda sus costes. Y con un volumen de crédito expandido,se dedican más recursos disponibles en el presente a la

0Sobre la teoría del ciclo económico en particular véase Ludwig von Mises, Geldwertstabilisierung und Konjunkturpolitik (Jena: Gustav Fischer, 1928); idem, Human Action, cap. 20; F.A. Hayek, Prices and Production (London: Routledge and Kegan Paul, 1931); Murray N. Rothbard, America’s Great Depression (Kansas City: Sheed and Ward, 1975).

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producción de bienes futuros (en vez de ser usados para elconsumo presente) de lo que de otra manera hubiese sido;y para completar todos estos proyectos de inversión enmarcha, hace falta más tiempo del que se necesita paracompletar sólo aquellos que hubieran empezado sin laexpansión crediticia. Todos los bienes futuros que hubiesensido creados sin la expansión más aquellos nuevamenteañadidos debido a la expansión deben ser producidos.

No obstante, en contraste con la situación donde el tipode interés cae debido a una caída en la tasa de preferenciatemporal (el grado en el que se prefieren los bienespresentes a los futuros), y por tanto donde el público haahorrado más para poner más bienes presentes adisposición de los inversores a cambio de su promesa poruna mayor cantidad de bienes futuros disponibles, aquí noha tenido lugar tal cambio en la preferencia temporal o, eneste caso, en el ahorro. El público no ha ahorrado más, yconsecuentemente, el ahorro adicional ofrecido por el bancono representa un crédito mercancía avalado por bienes nomonetarios que el público se ha abstenido de consumir),sino que es fiduciario o crédito de circulación (que se hacreado literalmente de la nada—sin el sacrificiocorrespondiente, en forma de bienes no monetarios noconsumidos, por parte del prestamista).0 Si la cantidadadicional de crédito hubiese sido del tipo crédito mercancía,hubiese sido posible un mayor volumen de actividades deinversión sin problema alguno. En este caso se habría dadouna oferta lo suficientemente grande de bienes presentescomo para que estos puedan ser dedicados a la producciónde bienes futuros tal que todos los proyectos de inversión—los viejos y los de nuevo inicio—puedan completarsesatisfactoriamente y se alcance un mayor nivel futuro de

0.Sobre la diferencia fundamental entre crédito mercancía y crédito de circulación véase Mises, The Theory of Money and Credit, pp. 263ff.

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consumo. Si la expansión crediticia es debida a la concesiónde crédito en circulación, no obstante, el volumencorrespondiente de inversión demostrará ser demasiadoambicioso. Mal guiados por los bajos tipos de interés, losinversores actúan como si el ahorro hubiese aumentado.Retiran más fondos presentes para proyectos de inversión,para ser convertidos en bienes futuros de capital, de los quedeberían haber retirado partiendo del ahorro presente.Consecuentemente, el precio de los bienes del capital seincrementará inicialmente en relación a los precios de losbienes de consumo, pero una vez la tasa de preferenciatemporal del público se empiece a hacer patente,acontecerá una carestía sistemática de bienes de consumo.Y el tipo de interés se ajustará al alza, siendo ahora losbienes de consumo los que suban en relación con losbienes del capital, requiriendo la liquidación de parte de lainversión al estar ésta mal direccionada. El auge previo setornará en recesión, reduciendo el estándar de vida futuropor debajo de lo que de otra manera pudiera haberselogrado.

Entre los proponentes de la reserva fraccionaria, loscasos de Lawrence White y George Selgin0 merecen unospocos comentarios críticos, dado que ambos critican elmonetarismo de Friedman que, en su lugar, hunde susraíces en la tradición Austriaca y en la teoría monetaria deMises.0 El ideal monetario de estos es un dinero mercancíauniversal como el patrón oro internacional y, a partir de aquí,un sistema de banca competitiva que, afirman estos, podría—y debería permitirse por razones de justicia y eficienciaeconómica—involucrarse en prácticas de reservafraccionaria y concesión de crédito fiduciario.

0Véase Lawrece White, Competition and Currency (New York: New York University Press, 1989); George Selgin, TheTheory of Free Banking (Totowa, N.J.: Rowman and Littlefield, 1988).

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En cuanto a la cuestión de la justicia, White y Selginofrecen un solo argumento para mostrar el supuestocarácter no fraudulento de la reserva fraccionaria: prohibir talpráctica supondría una violación de la libertad de contrato alprevenir a los “bancos y sus clientes entrar en cualesquieraacuerdos contractuales mutuamente aceptados”0 Pero estees un argumento ingenuo. En primer lugar, es un hechohistórico que los bancos de reserva fraccionaria nuncahayan informado a los depositantes de qué parte de susdepósitos serán prestados y, por lo tanto, no estarándisponibles para su redención en cualquier momento(incluso si se asume que el banco tenga que pagarintereses por las cuentas de depósito, lo que implica queéste debería haber hecho claro desde el principio qué partede sus depósitos serán prestados, esto no quiere decir quelos depositarios sean conscientes de este hecho. En sulugar, se puede afirmar con prácticamente toda la seguridadque de hecho pocos los saben, y ello aunque no se trate deincultos en economía). Los bancos de reserva fraccionariatampoco dicen a sus prestatarios que todo el crédito quereciben, o parte del mismo, ha sido creado de la nada y que

0Para una crítica de White y Selgin por su malinterpretación de los conceptos fundamentales de la teoría de Mises de la banca y el dinero véase Joseph Salerno, “The Concept of Coordination in Austrian Macroeconomics,” in Austrian Economics: Perspectives on the Past and Prospects for the Future, Richard Ebeling, ed. (Hillsdale, Mich.: Hillsdale College Press, 1991); idem, “Mises and Hayek Dehomogenized,” Review of Austrian Economics 6, no. 2 (1993): 113-46.

0White, Competition and Currency, p. 156, also pp. 55-56; George Selgin, “Short-Changed in Chile: The Truth about theFree-Banking Episode,” Austrian Economics Newsletter (Winter/Spring, 1990): 5.

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puede pedirse de vuelta en cualquier momento. ¡Cómopodemos llamar a esta práctica otra cosa sino fraude ydesfalco!

En segundo lugar, y mucho más decisivo, creer que labanca de reserva fraccionaria entra dentro y está protegidapor el principio de libertad de contrato involucra unacompleta malinterpretación del mismísimo significado deeste principio. La libertad de contrato no implica que todocontrato mutuamente beneficioso deba permitirse. No cabeduda de que si A y B aceptaran robar a C de forma conjunta,ello habría de atentar contra tal principio. La libertad decontrato significa que A y B tienen derecho para hacercualquier contrato que afecte a sus propiedades, pero lareserva fraccionaria involucra hacer contratos conpropiedades de terceros. Cuando el banco presta susreservas extra a un prestatario, tal acuerdo bilateral afecta ala propiedad de terceros de tres maneras diferentes.Primero, al incrementar la oferta monetaria, el poder decompra de todos los demás propietarios de dinero se vereducida; en segundo lugar, todo depositante se ve dañadoal verse reducida la probabilidad de que éste puedarecuperar sus posesiones; y tercero, todos los demásprestatarios—prestatarios de crédito mercancía—se venperjudicados porque la inyección de crédito fiduciario atentacontra la seguridad de toda la estructura crediticia yaumenta el riesgo de fallo empresarial de cada inversor decrédito mercancía.

Para superar estas objeciones frente la afirmación de quela reserva fraccionaria es acorde con el principio de libertadde contrato, White y Selgin, como última línea de defensa,se retiran a la posición de que los bancos puedan añadiruna “cláusula opcional” a sus billetes, informando a losdepositantes de que el banco puede en cualquier momentosuspender o diferir la redención, y hacer saber a losprestatarios que sus préstamos pueden ser exigidos

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inmediatamente de vuelta.0 Mientras que tal práctica evitaríala acusación de fraude, ésta está sujeta a otro criticismomás fundamental, porque tales billetes no serían dinero,sino una forma peculiar de tickets de lotería.0 Es función deldinero la de servir como el tipo de bien más comúnmenteaceptado y líquido, al objeto de poder preparar a supropietario frente a las compras instantáneas de bienes deconsumo o capital que rindan servicios directos o indirectosen fechas futuras no conocidas aún; y por lo tanto, cualquiercosa que sea dinero debe ser instantáneamente revendibleen cualquier momento futuro y algo que represente un títuloabsoluto e incondicional de propiedad. En vez de eso, de lamisma manera que el portador de un “ticket de parking dereserva fraccionaria” (donde se venden más tickets queplazas de aparcamiento disponibles, y se asignan plazassegún el principio “el primero en llegar, el primero en serservido”), los poseedores de billetes fiduciarios simplementetienen derecho a participar en la lotería de obtener ciertospremios, consistiendo en la posesión o alquiler temporal debienes específicos según ciertas reglas. Pero comoderechos de giro—y no como títulos incondicionales depropiedad—sólo poseen valor temporal y condicional hastael momento de la retirada de fondos, y pueden perder todosu valor tan pronto como los premios se hayan asignado alos portadores de los tickets; así pues, estos no serviríancomo medio de cambio.

En cuanto al segundo punto: que la reserva fraccionariaes económicamente eficiente, debemos señalar que White,aunque está indudablemente familiarizado con la afirmaciónaustriaco-miseana de que cualquier inyección de crédito

0White, Currency and Competition, p. 157; Selgin, The Theory of Free Banking, p. 137.

0Véase Block, “Fractional Reserve Banking: An Interdisciplinary Perspective,” p. 30.

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fiduciario debe resultar en un ciclo de auge y recesión, ésteno menciona por ningún lado el problema de los cicloseconómicos. Sólo Selgin trata este problema. En su intentode mostrar que la reserva fraccionaria no causa cicloseconómicos, no obstante, Selgin cae en el error Keynesianofundamental de confundir la demanda de dinero(determinada por la utilidad del dinero) con el ahorro(determinado por la preferencia temporal)0

Según Selgin, “atesorar dinero interno es ahorrar deforma voluntaria;” y “un incremento en la demanda de dinerosupone un incremento en préstamos bancarios e inversión”porque

cuando un banco expande su pasivo en el proceso dehacer nuevos préstamos e inversiones, son losposeedores de sus pasivos los que son losprestamistas en última instancia, y lo que prestan sonlos recursos reales que podrían adquirir si, en vez deatesorar el dinero, lo gastasen.0

Según esta visión de que atesorar dinerorepresenta ahorro y que una mayor demanda dedinero es lo mismo que un mayor ahorro, Selgin criticapues la afirmación de Mises de que cualquier emisiónde medios fiduciarios, al reducir el tipo de interés bajosu nivel “natural” debe causar un ciclo económico. “Nohay consecuencia perjudicial alguna en le emisión demedios fiduciarios en respuesta a una mayor demanda

0Para una crítica de este error véase Rothbard, America’s Great Depression, pp. 39-43; Hans-Hermann Hoppe, “Theory of Employment, Money Interest, and the Capitalist Process: The Misesian Case Against Keynes,” in The Economics and Ethics of Private Property, Hoppe, ed. (Boston: Kluwer, 1993), pp. 119-20, 137-38.

0Selgin, The Theory of Free Banking, p. 55.

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por balances en dinero interno”.0

Pero la confusión es de Selgin. En primer lugar, es falsodecir que atesorar dinero (el acto de no gastarlo) esequivalente al ahorro. Uno podría decir — y estaría igual deequivocado — que el no-gasto de dinero es equivalente ano ahorrar. De hecho, ahorrar es no-consumir y la demandade dinero no tiene que ver con el ahorro o el no-ahorro. Lademanda de dinero es la falta de propensión a comprar oalquilar bienes no monetarios, y estos incluyen bienes deconsumo (bienes presentes) y de capital (bienes futuros).No-gastar dinero es comprar ni bienes de consumo nibienes de inversión. Al contrario que dice Selgin, el asuntoes como sigue: los individuos pueden emplear sus activosmonetarios de tres maneras. Pueden gastarlos en bienes deconsumo; pueden gastarlos en inversión; o puedenmantenerlos en forma de efectivo. No hay otras alternativas.Mientras una persona debe en todo momento hacerdecisiones respecto a tres márgenes a la vez,invariablemente el resultado está determinado por dosfactores distintos y praxeológicamente no relacionados. Laproporción consumo/inversión (la decisión de cuánto dinerogastar en consumo y cuánto en inversión) está determinadapor la preferencia temporal de la persona (el grado en el queprefiere el consumo presente al futuro). Por otro lado, lafuente de su demanda de dinero es la utilidad que le da aldinero (la satisfacción personal derivada del dinero espermitirle compras inmediatas de bienes directa oindirectamente útiles de consumo o capital en fechas futurasinciertas).

En consecuencia, si la demanda de dinero aumentaestando el stock social del dinero dado, la demandaadicional sólo podrá verse satisfecha pujando a la baja elvalor de los bienes no monetarios. El poder de compra del

0 Ibíd., pp. 61-62.

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dinero aumentará, y el valor real de los balances en efectivoaumentará, y a un mayor poder adquisitivo por unidad, laoferta y la demanda de dinero volverán a equilibrarse. Elprecio relativo entre el dinero y el no-dinero habrá cambiado.Pero salvo que asumamos que la preferencia temporal hayacambiado también, el consumo real y la inversión realpermanecerán iguales que antes: la demanda de dineroadicional será satisfecha reduciendo el consumo nominal yla inversión de acuerdo con la misma proporciónconsumo/inversión pre-existente, empujando los precios debienes de consumo y de capital hacia abajo y dejando elconsumo y la inversión real en sus niveles anteriores. Si lapreferencia temporal se asume como variable con unamayor demanda de dinero, no obstante, entonces todo esposible. De hecho, si el gasto se redujese exclusivamente abienes de inversión, una mayor demanda de dinero podríaincluso ir de la mano con un incremento en el tipo de interésy un menor ahorro e inversión. No obstante, esto, o laposibilidad contraria igualmente posible, no sería debido aun cambio en la demanda de dinero, sino sólo a un cambio(un alza o baja) en la preferencia temporal. En cualquiercaso, si el sistema bancario siguiese el consejo de Selgin yacomodase una mayor demanda de efectivo emitiendocrédito fiduciario, la tasa social de preferencia temporalquedaría falsificada, se produciría una inversión excesiva yse pondría en marcha un ciclo de auge y recesión, haciendode la práctica de la reserva fraccionaria algo fraudulento yeconómicamente ineficaz.

La propuesta de White y Selgin de un sistema de reservafraccionaria basado en un dinero mercancía—donde partedel dinero es fiduciario—ni es justo (y por tanto el término“banca libre” sería inapropiado) ni no produce estabilidadeconómica alguna. Éste no representa una mejorafundamental en comparación con la realidad monetarista delas monedas fiduciarias monopolísticamente emitidas. Dehecho, en cierto sentido, la propuesta de Friedman sobre el

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dinero fiduciario contiene un análisis más realista y correctoque el de Selgin y White al reconocer Friedman “lo que élsolía llamar la 'inestabilidad inherente' a la reservafraccionaria” y entender que esta inestabilidad inherente alsistema competitivo de reserva fraccionaria antes o despuésacabaría colapsando en una “crisis de liquidez” ydesembocando en su sistema favorito—el de un dineropuramente fiduciario provisto por el Estado—después detodo.0

Sólo un sistema de dinero mercancía universal (el oro)apoyado en una banca competitiva y con una reserva decaja del cien por cien para la banca de depósitos y suestricta separación funcional entre la banca de préstamo yde depósito constituye un sistema monetario que asegure laestabilidad económica y presente una respuesta genuinafrente el actual fiasco monetarista.

0Véase Friedman and Schwartz, “Has Government Any Role in Money?”

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7 Contra los medios fiduciarios

Casi todos los economistas Austriacos contemporáneosestán unidos en su oposición a la banca central y en supetición de un sistema de banca libre competitiva. Sinembargo, también ha surgido un debate vigoroso sobre ladefinición precisa de “banca libre competitiva.” ¿Requiere la“banca libre” de un coeficiente de caja del cien por cien? ¿Opermite ésta, o incluso requiere, de una banca de reservafraccionaria? En un reciente artículo que apareció en elReview of Austrian Economics, George A. Selgin yLawrence White, los dos proponentes austriacoscontemporáneos más prominentes de la “banca libre” comobanca de reserva fraccionaria han desarrollado un intentosistemático de responder a las críticas de la comunidadaustriaca y demás defensores de la banca del cien por ciende caja.0

0[Artículo escrito con la asistencia de Jörg Guido Hülsmann y WalterBlock y reimpreso del Quarterly Journal of Austrian Economics 1, no. 1(Spring, 1998).] George Selgin and Lawrence White, “In Defense ofFiduciary Media—or, We are Not Devo(lutionists), We are Misesians!”Review of Austrian Economics 9 no. 2 (1996): 83-107.

Curiosamente, en respuesta a sus varios críticos, Selgin y Whiteescogieron como objetivo central un artículo de Hans-Hermann Hoppe,“How is Fiat Money Possible? —or, The Devolution of Money and Credit,”Review of Austrian Economics 7, no. 2 (1994): 49-74, que trata sólo porencima su posición. Otros críticos Austriacos de la reserva fraccionariaque el artículo de Selgin y White trata explícitamente incluyen a WalterBlock, “Fractional Reserve Banking: An Interdisciplinary Perspective,” inMan, Economy, and Liberty: Essays in Honor of Murray N. Rothbard,Walter Block and Llewellyn H. Rockwell, Jr., eds. (Auburn, Ala.: Ludwigvon Mises Institute, 1988) y Jesús Huerta de Soto, “A Critical Analysis ofCentral Banks and Fractional-Reserve Free Banking from the AustrianPerspective,” Review of Austrian Economics 8, no. 2 (1995): 25-36.

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Contra las acusaciones hechas por sus críticos,Selgin y White tratan de establecer dos tesis.Primero, estos afirman poder probar que la prácticade la banca de reserva fraccionaria, esto es, laemisión de medios fiduciarios, no constituye unfraude, sino que está justificada por el principio delibertad de contrato, y en particular afirman que lareserva fraccionaria es acorde con la teoría decontratos de transferencia de títulos desarrollada porMurray N. Rothbard (así que Rothbard, que mantuvoque la reserva fraccionaria era fraudulenta, no debióde haber entendido su propia teoría). En segundolugar, estos intentan mostrar que la creación demedios fiduciarios no conduce necesariamente aineficiencias y descoordinaciones económicas, sinoque pueden ayudar a prevenir crisis que de otramanera serían inevitables y, por lo tanto, ayudar a

Murray N. Rothbard, el crítico más prominente de la reserva fraccionaria,es sólo tratado indirectamente; y aunque varias de sus obras sonmencionadas en su bibliografía, los últimos escritos de Rothbard sobre eltema (“The Myth of Free Banking in Scotland,” Review of AustrianEconomics 2 [1988]: 229-57; idem, “Aurophobia: or, Free Banking onWhat Standard?” Review of Austrian Economics, 6, no. 1 [1992]: 97-108;idem, “The Present State of Austrian Economics,” Journal desEconomistes et des Etudes Humaines 6, no. 2 [1995]) no sonmencionados. Igualmente se ignoran las críticas de Joseph T. Salerno(“Two Traditions in Modern Monetary Theory: John Law and A.R.J.Turgot,” Journal des Economistes et des Etudes Humaines 2, no. 2/3[1991]; idem, “The Concept of Coordination in Austrian Macroeconomics,”en Austrian Economics: Perspectives on the Past and Prospects for theFuture, Richard Ebeling, ed. [Hillsdale, Mich.: Hillsdale College Press,1991]; e idem, “Mises and Hayek Dehomogenized,” Review of AustrianEconomics 6, no. 2 [1993]: 113-46). Selgin y White tampoco tratan, y eneste caso no podrían haberlo hecho, con la crítica más extensa yreciente a su trabajo por parte de Jörg Guido Hülsmann (“Free Bankingand the Free Bankers,” Review of Austrian Economics 9, no. 1 [1996]: 3-53).

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mejorar el rendimiento económico. En lo que sigue,demostraremos que ni su afirmación centralnormativa ni la segunda afirmación positiva soncorrectas.0

EL PROBLEMA DEL FRAUDE I:DINERO, SUSTITUTOS MONETARIOS, MEDIOS FIDUCIARIOS, Y LA

TEORÍA DE CONTRATOS BASADOS EN LA TRANSFERENCIA DE

TÍTULOS

Para resolver la cuestión de si la reserva fraccionariaconstituye un fraude o no, desde el principio tenemos quehacer unas cuantas asunciones de hecho y clarificar ciertosproblemas terminológicos. Por suerte, hay casi completoacuerdo sobre estos temas en ambos lados del debate y portanto podemos ser breves. El dinero no puede originarse

0Como asunto doctrinal, Selgin y White también sugieren que suvisión de la reserva fraccionaria coincide con la de Ludwig vonMises, y por tanto se hacen llamar Miseanos y afirman que son losdefensores de la banca 100 por cien los que son desviacionistas.Esta afirmación puede ser refutada. De hecho, Selgin (The Theoryof Free Banking: Money Supply under Competitive Note Issue[Totowa, N.J.: Rowman and Littlefield, 1988], pp. 60-63) . haadmitido que Mises y sus propias ideas sobre los mediosfiduciarios son contradictorias y el intento de White de afirmar queMises era un proponente de la banca de reserva fraccionaria hasido contestado por Salerno (“Mises and Hayek Dehomogenized,”Review of Austrian Economics 6, no. 2 [1993]: 113-46) . Aquí valecon dar una cita de Mises:Lo principal es que el gobierno no deberíaser capaz de incrementar la cantidad de dinero en circulación y lacantidad de dinero-cheque no cubierto totalmente —es decir, 100 por cien— por depósitos de público... No debe permitirse a ningún banco expandirla cantidad total de sus depósitos sujetos a cheque o el balance talesdepósitos de ningún cliente individual... salvo recibiendo depósitos enefectivo … o recibiendo un cheque pagadero por otro banco sujeto a

lasmismas limitaciones. Esto significa un coeficiente 100 por cienpara todo depósito futuro, es decir, todo depósito que no exista el primerdía de la reforma. (The Theory of Money and Credit [Irvington-on-Hudson,N.Y.: Foundation for Economic Education, 1978], pp. 438 and 48)

Ver notas 11,25,37 y 48 más abajo.

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sino como mercancía, como el oro. El oro, entonces, comodinero definido como “medio de cambio generalmenteaceptado”, y como tal está únicamente caracterizado por su“vendibilidad suprema en comparación con todos los demásbienes” (Tal que “su posesión ponga a uno en la posición depoder hacer cualquier compra potencial con mínimosinconvenientes).0 Los sustitutos monetarios, a su vez, estándefinidos como derechos o títulos sobre ciertas cantidadesde oro. Si los sustitutos monetarios (billetes de papel) estántotalmente cubiertos reservas de dinero (oro), Mises losdenomina “certificados de dinero” y nos referiremos a ellosaquí como sustitutos monetarios, simplemente. Si lossustitutos monetarios (billetes) no están cubiertos por dinero(oro), serán por su parte considerados medios fiduciarios.0

Basándonos en estas asunciones y definiciones,

0Lawrence H. White, Competition and Currency (New York: New York University Press, 1989).

0Véase Salerno, “Ludwig von Mises’s Monetary Theory in Light ofModern Monetary Thought,” Review of Austrian Economics 8, no. 1(1994): 71-115. Selgin y White señalan el hecho de que Hoppe se refierea ellos como proponentes del “dinero fiduciario parcial”, pero en últimainstancia se ven obligados a admitir que tal etiqueta no les pareceerrónea dada su condición de defensores de la reserva fraccionariabasada en un patrón oro subyacente. Sus quejas no dejan de ser undebate semántico. Lo trataremos aquí como tal, y nos concentraremosexclusivamente en desacuerdos sustanciales. Haymás en la acusación de que Selgin y White sean proponentes del dinerofiduciario en el artículo bajo escrutinio. Ya que “en el sistema de librebanca maduro”, según Selgin y White (pero en contraste con el análisisde la operación de tal sistema dado por Mises), una situación debe surgirtal que:

En el límite, si los tratos entre cámaras decompensación se hiciesen totalmente con otros activos (quizá derechossobre una súper-cámara de compensación que apenas posee dineromercancía), y si el público dejase de usar el dinero mercancía, lademanda activa del antiguo dinero mercancía sería totalmente nomonetaria. (Lawrence White, Competition and Currency [New York: NewYork University Press, 1989], p. 235)

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podemos ahora tratar la cuestión de si la emisión demedios fiduciarios constituye o no un fraude. Porsuerte, la discusión de este problema es sencilla porel hecho de que Selgin y White aceptanexplícitamente la teoría Rothbardiana de contratosbasados en transferencias de títulos. Pero contra laafirmación de que la emisión de medios fiduciarios esinherentemente fraudulenta, como dicen Rothbard yHoppe, Selgin y White encuentran

imposible reconciliar esta postura con la teoría decontratos basados en transferencias de títulos deRothbard, y que Rothbard usa en otros casos paradefender una libertad individual de individuos queacuerdan de forma conjunta y voluntaria involucrarseen actos capitalistas haciendo uso de su (legítima)propiedad. Rothbard define el fraude como el“incumplimiento que deviene de no completar unatransferencia de propiedad que había sidovoluntariamente acordada.” Esto impide que la

Así, dice Salerno (“Ludwig von Mises’s Monetary Theory in Lightof Modern Monetary Thought,” Review of Austrian Economics 8, no. 1[1994]: 71-115, p. 76, n. 7) respecto al objetivo último de Selgin y White,“el público al final se vería liberado de las cadenas del oro para disfrutarlas virtudes de un dinero fiduciario privado generado por la manoinvisible”. Pero más allá de innovaciones semánticas y desviaciones dela terminología Miseana ortodoxa, y por tanto en lo que a fuentes deconfusión respecta, tenemos que considerar los propios estilos deescritura de Selgin y White. Porque al referirse al dinero y a los sustitutosmonetarios como dinero “externo” e “interno” respectivamente, y al hablarde “dinero base”, “dinero básico”, “dinero bancario”, “dinero de altapotencia” y dinero “de baja potencia” y sí, al dólar de oro “como sustitutopara los depósitos bancarios”, muestran un grado inusual de creatividadsemántica. Más aún, al sugerir, por su selección de términos, que todasestas cosas son de alguna manera, igualmente dinero, sus estilos deescritura se han convertido de hecho en una fuente de ofuscación.Véase, acerca de esto, Hülsmann, “Free Banking and the Free Bankers,”pp. 5ff.

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reserva fraccionaria se fraudulenta de una formainherente o ineludible. Si un banco particular estácometiendo fraude al practicar la reserva fraccionariaello depende de los términos de los acuerdos de lastransferencias de títulos entre el banco y sus clientes.0

(…)

El que mantener reservas fraccionarias contra unpasivo del banco sea fraude o no, no depende per sedel hecho de que éste sea un pasivo a la vista o aplazo, sino de si el banco se ha publicitado como unbanco de reserva cien por cien. La demandabilidad deun derecho de cobro particular emitido por el banco,es decir, la opción contractual de poder ser ésteredimido en todo momento, no es per se unarepresentación de que el banco mantenga reservasdel cien por cien para todos sus derechos de cobro.Rothbard argumenta otra cosa, basándose en lavisión de que los depósitos a la vista y billetes sonnecesariamente “recibos de almacenaje” y no deudas.No vemos por qué el banco y el cliente no puedenacordar voluntariamente hacerlos deudas y no recibosde almacén y creemos que históricamente así se haacordado.0

Si bien esto puede resultar plausible a primeravista, no aguanta un análisis serio. De hecho, el textocitado revela que la lección más básica en lo que apropiedad y contrato respecta no se ha tenido encuenta. Como Hoppe formuló, “dos individuos nopueden ser los propietarios exclusivos de la mismacosa al mismo tiempo”0 Este es un principio

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” pp. 86-87.

0Ibíd., p. 87, n. 8.

0También es “imposible que en un punto temporal el

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inmutable; es una ley de acción y de la naturalezaque ningún contrato puede cambiar o invalidar. Envez de eso, cualquier acuerdo contractual queinvolucre situar a dos individuos diferentes comopropietarios simultáneos de la misma cosa (oalternativamente, la misma cosa como poseídasimultáneamente por más de una persona) esobjetivamente falso y, por lo tanto, fraudulento.0 Peroesto es precisamente lo que un acuerdo de reservafraccionaria entre banco y clientes requiere.

Al emitir y aceptar un billete fiduciario (a un precioobligado de descuento), tanto el banco como elcliente han acordado de facto, sin importar lo queestos piensen o crean sobre la transacción,declararse ambos como propietarios del mismoobjeto a la vez—de un modo fraudulento. Estos hanacordado de hecho crear títulos y derechosadicionales sobre la misma cantidad de propiedad. Alemitir billetes fiduciarios, estos no crean nuevapropiedad. De hecho, ningún contrato puedeincrementar la cantidad de propiedad existente, sólotransferir (redistribuir) la propiedad existente de unapersona a otra. La cantidad de propiedad existente

depositante y el prestamista tengan derecho al control exclusivo sobre los mismos recursos” (Hoppe, “How is Fiat Money Possible?”, p. 67).

0Incluso una pareja no pueden poseer simultáneamente la misma cosa. A y B pueden poseer la mitad de la casa, o la mitad de las 'acciones' sobre ella, pero cada uno posee diferentes 50 por cientos. Es lógicamente imposible para ellos poseer la misma mitad de la misma manera que lo es para dos personas ocupar el mismo espacio. Sí, A y B pueden ambos estar en Nueva York a la vez, pero en sólo en lugares diferentes.

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sólo puede verse incrementada a través de laapropiación y producción adicional (y por tanto unamayor cantidad de propiedad conduce a uncorrespondiente incremento en el número de títulosde propiedad). Pero la reserva fraccionaria y laemisión de medios fiduciarios, aunque no aumenta lacantidad total de propiedades en existencia, tambiéninvolucran (como todo contrato) una transferencia depropiedad o títulos de propiedad de una parte a otra.Ni la emisión y aceptación de un billete fiduciariosignifica una transferencia de propiedad del banco alcliente ni viceversa. No cabe duda de que, comoresultado de la emisión fiduciaria, la distribución deactivos y pasivos en las cuentas del banco y elcliente se verán alteradas. Pero aquí no se transfiereninguna cantidad existente de propiedad del banco alcliente, o vice versa, y la cantidad total de propiedaden existencia sigue permaneciendo invariable. Envez de eso, los medios fiduciarios representan ahoranuevos títulos de propiedad adicional o derechossobre un stock existente e invariable de propiedad.Éstos no constituyen el resultado de una mayoroferta de propiedad por parte del banco o el cliente.Por contra, representan un suministro adicional detítulos de propiedad, mientras que el suministro depropiedad ha permanecido constante. Esprecisamente en este sentido en el que se dice quelos medios fiduciarios se crean de la nada. Sontítulos de propiedad (pero sin propiedad) en busca depropiedad. Esto, per se, estos constituyen un fraude,ya sea según la definición de Rothbard del términocomo “incumplimiento a la hora de completar unatransferencia de propiedad mutuamente acordada” ysegún la propia definición de Selgin y White de ellocomo “un engaño deliberado cuya causa reside en elbeneficio.” Cada emisor y comprador de un medio

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fiduciario (un título sobre dinero no avalado pordinero), sin importar lo que cada uno crea, está dehecho—objetivamente—involucrado en una tramaque persigue el beneficio personal. El banco y elcliente han aceptado representarse mutuamente deforma equivocada como propietarios de una cantidadde propiedad que no poseen y que simplemente noexiste; y cada vez que compran una cantidadexistente de propiedad a cambio de títulos sobre unacantidad inexistente de propiedad, se haceninvariable e ineludiblemente culpables de un acto de

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apropiación indebida.0

Selgin y White no logran reconocer esto, y sucreencia en la inocencia ética de la reservafraccionaria se debe a dos confusiones. Por un lado,como ya se ha indicado, estos no reconocen queningún objeto—y ninguna cantidad de dinero (oro)—pueda ser poseída por más de una persona a la vezy que ningún contrato puede posiblementeincrementar la cantidad de propiedad en existencia, ypor lo tanto, cualquier pretensión de lo contrario esinherentemente fraudulenta. Por otro lado, eíntimamente relacionado, está el tema de que Selginy White no reconocen la diferencia praxeológicafundamental entre la propiedad y los títulos depropiedad. En vez de eso, al subsumir el dinero (oro)y sustitutos dinerarios (billetes bancarios) bajo elmismo nombre de “dinero” continuamente ofuscanesta misma distinción. Porque si el dinero (oro) y lostítulos sobre dinero (billetes) se definen por igualcomo “dinero,” entonces parece deducirse que nohay problema en que la oferta de dinero o billetesaumente. Ambos son “dinero” y, por lo tanto, pordefinición, en ambos casos el mismo evento—unincremento en la oferta de dinero—ha tenido lugar.Pero esto no sólo altera los hechos; los define fuerade la existencia.

Por supuesto, como Selgin y White señalan deforma correcta, cualquiera es libre de adoptarcualquier definición y de hacer cualquier distinciónque quiera. Pero las definiciones no creandistinciones reales aunque, no obstante, puedanhacerlas desaparecer. Éstas sólo pueden reflejartales distinciones o ignorarlas o enturbiarlas; yclaramente, al referirse al dinero y los sustitutosmonetarios indiscriminadamente como dinero, estososcurecen la diferencia entre dos fenómenos

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categóricamente-praxeológicamente-diferentes. Untítulo sobre el dinero y los incrementos de títulos depropiedad no es lo mismo que el dinero y unaumento del dinero. En vez de eso, a diferencia deun incremento en la cantidad de dinero (oro) o unincremento en títulos respaldados por una cantidadcorrespondiente de dinero, cualquier incremento enla cantidad de títulos sobre el dinero que no vayan

0Jesús Huerta de Soto (“A Critical Analysis of Central Banks,” p. 33)correctamente relaciona el efecto de la banca de reserva fraccionaria alde la llamada tragedia de los bienes comunales. Selgin y White (“InDefense of Fiduciary Media,” pp. 92-93, n. 12) objetan a la analogía dede Soto sobre la base de que la tragedia de los bienes comunales serefiere a un “particular tipo de externalidad tecnológica”, que segúnSelgin y White requiere “una interferencia física o de alguna otra maneraindirecta con el consumo o producción de alguien” y representa “unainteracción fuera del mercado”. En contraste, escriben Selgin y White, “laexternalidad de los medios fiduciarios es un efecto pecuniario inocuo“sobre la riqueza de alguien transmitida vía el sistema de precios”, estoes, a través de cambios en el sistema de precios relativos y representauna “interdependencia a través del mercado”. Selgin y White yerran: unobjeto y un título sobre un objeto no son la misma cosa. Al agrupardinero y sustitutos dinerarios juntos bajo el título de “dinero”, como sifuesen la misma cosa, Selgin y White no logran comprender que laemisión de medios fiduciarios —un incremento de títulos de propiedad—no es lo mismo que una mayor oferta de propiedad y que los cambios enlos precios relativos efectuados a través de la emisión de mediosfiduciarios son una “externalidad” totalmente diferente de los cambios deprecios efectuados a través de un incremento en la oferta de propiedad.Con esta fundamental distinción entre propiedad y título de propiedadtenida en cuenta, la analogía de de Soto entre la reserva fraccionaria y latragedia de los bienes comunales tiene mucho sentido. Como en elescenario de la tragedia de los bienes comunales, cada emisión dedinero fiduciario — de títulos en busca de propiedad — pone en marchaincentivos, que empiezan con el banco y su cliente, para llenar estostickets vacíos con propiedad existente; y en el transcurso del proceso,invariablemente los que lleguen primero se enriquecerán físicamente (através de la apropiación de cantidades existentes de propiedad) a costadel empobrecimiento correspondiente de los que lleguen más tarde, cuyacantidad de propiedad existente se ve físicamente disminuida mientras

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acompañados de un incremento en la cantidad dedinero implica de modo necesario que la mismacantidad de dinero sea poseída por más de unapersona a la vez; y como tal cosa es físicamenteimposible—la cantidad de dinero es invariable y tododinero existente debe estar bajo la propiedad dealguien— cualquier redención de un título fiduciarioya sea por dinero o por alguna otra forma depropiedad, conlleva un acto de apropiación ilícita.

Asumamos que existan tanto la propiedad per secomo los títulos de propiedad (billetes). Aparte de lapropiedad sobre bienes de consumo, capital y dinero,se asume que existen títulos sobre bienes deconsumo, capital y dinero. El sentido de los títulos depropiedad junto a la propiedad en sí promueve lacertidumbre legal y reduce y facilita las disputaslegales, y por lo tanto, no cabe duda de querepresenta un desarrollo beneficioso y natural. Másaún, permite dos innovaciones. Por un lado, permiteseparar el acto de transferir la posesión de propiedaddel acto de transferir su tenencia. Esto es, se haceposible entregar o adquirir propiedad sobre objetossin simultáneamente entregar o adquirir posesión,disposición y control de esos mismos objetos.Aplicado al dinero, es posible que, mientras laposesión de cantidades existentes de dinero (oro)pueda cambiar constantemente de una persona aotra, la cantidad de dinero puede permanecer—sinmoverse—en manos de un mismo banco (en tantoque gestor del dinero poseído por otros). Por otrolado, con el desarrollo de los títulos de propiedad, losintercambios intertemporales se vensistemáticamente facilitados. La propiedad existente

se quedan con un gran número de tickets de propiedad.

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en el presente, o los títulos que ésta representan,puede ser transferida a cambio de títulos depropiedad futura (deuda); y por lo tanto, puedeasumirse que junto a los títulos sobre la propiedadexistente (bienes de consumo, capital y dinero),existan los títulos (derechos de cobro de deuda)sobre bienes futuros de consumo, capital y dinero, yque también se empleen.

A la luz de estos desarrollos, las siguientestransacciones (contratos) entre dos partes A (clientedel banco) y B (banco) son posibles. A puededepositar su dinero (oro) en B y o bien (1) no cedersu propiedad sobre el oro, o (2) cederla. No hay unatercera posibilidad. Si (1), entonces A mantiene eltítulo sobre la suma de dinero transferida a B; B notiene un título sobre ella, pero actúa como uncustodio de dinero (depositario) de A (comodepositante de dinero). No hay tercera posibilidad. Si(2) entonces B adquiere el título sobre la cantidad dedinero puesto a su disposición por A; A recibe de B acambio o bien (1) una cantidad de bienes presentesexistentes de consumo o capital previamenteposeídos por B; o (b) un título sobre una cantidad debienes presentes existentes de consumo o capitalque B posee (pero poseídos ahora por A) (Unaacción); o (c) un título sobre una cantidad futura debienes de consumo y/o bienes de capital y/o dinero(un título de deuda). Nuevamente, no hay terceraposibilidad. Esto es, A no puede mantener a la vez supropiedad y transferírsela a B.

Entre todas las posibles transacciones, ningunaresultaría en la emisión de un billete fiduciario. Losmedios fiduciarios, según Selgin y White son “laporción de sustitutos de dinero redimible que estánrespaldados por otros activos que no son el dinero

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base.”0 Hay dinero (oro) y sustitutos monetarios(títulos sobre dinero) en existencia y hay títulos sobrebienes no monetarios (acciones) y títulos sobrebienes aún no existentes (títulos de deuda).Aparentemente, no obstante, tal cosa como los“sustitutos monetarios respaldados por activosdiferentes del dinero base” no surgirían de formanatural en ninguna de estas transacciones. Selgin yWhite asumen la existencia de medios fiduciarios (ysimplemente asumen que la ausencia de mediosfiduciarios debe ser el resultado de restriccioneslegales), pero no dan una explicación praxeológica yuna reconstrucción del origen de tal entidad y elestado actual de las cosas. En vez de eso, sólo sepreguntan ¿Por qué no? “No vemos por qué el bancoy el cliente no puedan contractualmente acordarhacerlos [esto es, depósitos a la vista y billetes]deudas y no recibos de almacén” ¿Por qué es queno puede haber sustitutos monetarios respaldadospor otros activos que no sean dinero? Por la mismacuestión que no puede o no debería haber ningúntítulo sobre un coche o casa respaldado por otrosactivos que no sean coches o casas, o porque nopuede o debería haber títulos de acciones que noestén respaldados por fondos propios, y porque nodebería haber ningún activo—dinero, acciones odeuda—poseído por más de una persona a la vez.Los títulos sobre dinero están—y deberían estar—respaldados por dinero de la misma manera en laque los títulos sobre coches están y deberían estarrespaldados por coches. Esto es lo que los definecomo títulos de propiedad. Ello se encuentra deforma acorde con el reflejo de la naturaleza de lapropiedad y títulos que la representan. En directo

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” p. 85.

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contraste, un título sobre un dinero respaldado porotros activos diferentes representa una contradicciónen los términos, y su emisión y uso implica el mismotipo de malversación que la emisión de un títulosobre un coche respaldado por activos diferentes(partes de avión y bicicletas, por ejemplo).0

La respuesta dada frente a la pregunta de por quélos argumentos a favor de la reserva fraccionaria sonéticamente impermisibles, y por qué no puede habercontratos que conviertan recibos de almacén endeuda, es que tales acuerdos y contratos contradicen(niegan) la naturaleza de las cosas. Tales contratosson desde el principio—a priori—inválidos. Selgin yWhite intentan escapar de esta realidad ineludibleintentando adoptar, conscientemente o no, una visión

0Hay similares confusiones lógico-semánticas cuando Selgin yWhite intentan reducir las diferencias entre pasivos a la vista y aplazo a una de grado en vez de clase. (“In Defense of FiduciaryMedia,” p.90). Explica Selgin: Los poseedores de pasivos a la vistaconceden crédito de la misma manera que los poseedores de pasivos aplazo. La única diferencia es que en el primer caso la duración de lospréstamos individuales no está especificada; estos son “préstamos a lavista” que pueden cobrarse en cualquier momento;

y “Mises” que mantiene la visión contraria, “confunde una diferenciade grado con una de sustancia” (Selgin, The Theory of Free Banking,p. 62) De hecho, es Selgin quien está confundido.

No cabe duda de que uno podría decir que es sólo un asunto degrado el hecho de que un préstamo (de un coche, o dinero) madure enuna hora, un día, una semana o un mes. De igual manera, no obstante,esto no cambia la distinción categórica entre bienes presentes queexisten y bienes futuros que aún no. En cualquier momento, un coche ouna suma de dinero (oro) existen o no existen. Esto no altera el hechopraxeológico de que nadie pueda jamás actuar con nada salvo que setrate de bienes presentes. Los bienes futuros son el objetivo de la acción,pero para obtenerlos, cada actor debe emplear de forma constante losbienes de capital presentes. Ni la observación de Selgin respecto a losgrados de tiempo afectan lo más mínimo a la condición humana de laescasez. La oferta de bienes presentes está en todo momento limitada yla cantidad limitada de bienes presentes limita a su vez la cantidadposible de bienes futuros.

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ultra subjetivista de los contratos y acuerdos. Segúnesta visión, el hecho mismo de que se llegue a unacuerdo voluntario demuestra que debe ser unacuerdo o contrato válido—cierto o permisible. Peroesta idea no es sólo falsa, sino que también se haceincompatible con la teoría rothbardiana de contratosbasada en la transferencia de títulos de mútuaaceptación. Los acuerdos y los contratos per se noimplican nada con respecto a su validez por la razónfundamental de que estos no crean la realidad, sinoque la presuponen. Más específicamente, loscontratos no pueden hacer que propiedad surga de lanada, sino que reconocen y transfieren la propiedadya existente. Por eso, en el sistema ético de

Mientras Mises reconoce la distinción entre bienes presentes yfuturos como una categoría praxeológica universal, el intento de Selginde mezclar los depósitos a la vista y a plazo (distinguiéndosefundamentalmente de Mises) implica negar que no existe una diferenciafundamental entre los bienes presentes (y existentes) y los bienes futuros(e inexistentes) (o que su diferencia sólo sea de grado). Al contrario queSelgin, no es un asunto de grado sino de sustancia el que un coche osuma de dinero existan en el presente o no, o de si una persona u otralos poseen. O existen estos o no, y o A los posee u otra persona lo hace.Y si un título de propiedad (billete de depósito a la vista) dice que unapersona es el propietario de un coche presente o dinero presente y noexiste coche o dinero, o el coche o dinero pertenecen a otro en esemomento, esto no representa un grado de verdad, sino de falsedad.Explica Mises:

Un depositante de una suma de dinero que adquiere a cambio underecho convertible en dinero en cualquier momento y queprestará los mismos servicios que la suma de dinero depositadano ha intercambiado un bien presente por un bien futuro. Elderecho que ha adquirido por su depósito es un bien presentepara él. El depositar dinero no significa que se haya renunciado ala inmediata disposición sobre la utilidad de lo que se posee. (TheTheory of Money and Credit, p. 268)

Véanse las dos notas siguientes.

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Rothbard, la teoría sobre la propiedad debe precederal tratamiento de los contratos. Los contratos y lateoría de contratos presuponen y están limitados porla propiedad y la teoría de la propiedad. Esto es, elnúmero de contratos posibles y válidos está limitadoy restringido por la cantidad existente de propiedad yla naturaleza de las cosas, en vez de al revés. Así,los acuerdos sobre elefantes voladores, centauros,círculos cuadrados, móviles perpetuos, por ejemplo,son contratos inválidos. No pueden—por virtud deleyes biológicas, físicas o matemáticas—sercompletados y son desde el principio falsos yfraudulentos.

Mientras Selgin y White reconocen esto, yerran alreconocer que una banca de reserva fraccionaria noimplica menos imposibilidad y fraude que el acuerdoque involucre elefantes voladores o círculoscuadrados. De hecho, la imposibilidad involucrada enla banca de reserva fraccionaria es aún mayor.Porque mientras la imposibilidad de contratosrespecto a elefantes voladores, por ejemplo, esmeramente contingente y empírica (no esinconcebible que en otro posible mundo, en algúnmomento y en algún lugar, puedan existir elefantesvoladores, haciendo tales contratos posibles), laimposibilidad de la banca de reserva fraccionaria esuna necesidad categórica. Es decir, que esinconcebible—praxeológicamente imposible—que unbanco y un cliente puedan acordar hacer que lossustitutos monetarios (billetes y depósitos a la vista)sean deuda y no recibos de almacén. Estos podrándecir o certificar lo contrario, claro, como uno puededecir que los triángulos son cuadrados. Pero decireso es objetivamente falso. Los triángulos serántriángulos y serán diferentes de los cuadrados, asíque los sustitutos monetarios serán sustitutos

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monetarios (títulos sobre dinero presente) y serándistintos de los derechos de cobro de deuda (títulossobre bienes futuros aún no existentes) y lasacciones (títulos sobre propiedad existente que nosea dinero). Decir lo contrario no cambia la realidad,sino que la representa mal objetivamente.

Al hacer lo que Selgin y White creen que losclientes y los bancos hacen—acordar emplear deudaen vez de recibos de almacén—el depositante Arecibe del banco B un derecho sobre un dineropresente, en vez de un título de deuda. Esto es, A nopierde la propiedad del dinero depositado (comosería el caso si éste hubiese recibido un título dedeuda por parte de B). Mientras A retiene el títulosobre el depósito de dinero, no obstante, B no trata eldepósito de A como un depósito, sino como unpréstamo y lo introduce como un activo en su propia(la de B) hoja de balance (con su correspondientecontrapartida en pasivos a la vista). Aunque estopueda parecer una práctica contable inocua,involucra desde el principio una malinterpretación dela realidad.0 Dado que tanto B como A tienen lamisma cantidad de dinero en sus activos, han dehecho conspirado para mostrarse en sus cuentasfinancieras como propietarios de una cantidad de

0Véase sobre este punto. “Cómo,” se pregunta Rothbard,¿Es queestas transacciones de recibos de almacén tienen que ver con las hojasde balance de los bancos de depósito? De hecho, no. Cuando guardo unmueble que vale 5000 dólares en un almacén, según la ley y la justicia, elmueble no aparece como activo del almacén mientras lo tenga ahí. Elalmacén no añade 5000 dólares a su activo y pasivo al no poseer elmueble; tampoco podemos decir que yo le haya prestado al almacén elmueble por algún tiempo indefinido. El mueble es mío y lo sigue siendo;sólo lo estoy manteniendo ahí depositado y por lo tanto tengo el derecho arecuperarlo cuando quiera. Yo no soy pues el prestamista del banco; ésteno me debe un dinero que algún día podré cobrar. Por lo tanto, no haydeuda en el lado Fondos Propios+Pasivos del balance. Legalmente, latransacción entera no es un préstamo sino un depósito. (The Mystery ofBanking [New York: Richardson and Snyder, 1983], pp. 88-89).

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propiedad mayor de la que realmente poseen: estoes, se han convertido en impostores financieros.0

Aunque fraudulento, esto no importaría si las cosasacabasen aquí. No obstante, en cuanto B actúecomo si las cosas fuesen tal, como él las representaen su balance—como si el banco fuese propietariodel dinero depositado y sólo tuviese la obligación deredimir certificados de almacenaje a la vista—la meramala representación de la realidad se convierte en

Es interesante que mientras Selgin y White manifiestan una fuertetendencia positivista (la reserva fraccionaria está reconocida por la ley,luego ésta debe ser correcta; sobre esta tendencia véase “The Issue ofFraud III” abajo), no se reconcilian con la realidad legal. Porque si losdepósitos de dinero son deuda, ¿por qué no aplican los juzgados elmismo razonamiento a todo otro bien fungible como el grano? ¿Por quélos juzgados reconocen los recibos de almacenaje de grano no comodeuda sino un depósito? ¿Por qué este tratamiento especial otorgado aldinero y los negocios bancarios? Más aún, ¿por qué es que losjuzgados, incluso si falsamente consideran los depósitos como deudas,aún insisten en que son más que una deuda ordinaria y que la relacióndel depositante con el banco no es idéntica con la de un acreedorordinario? Véase Rothbard, Mystery of Banking, p. 275.

0Véase también William Stanley Jevons (Money and the Mechanism of Exchange [London: Kegan Paul, 1905], pp. 206-12, 221), quien lamentaba la existencia de depósitos generales porque “hacen posibles la creación de un suministro ficticio de un bien, esto es, hacer creer a la gente que existe una oferta que realmente no existe”. Por otro lado, los depósitos especiales como “conocimiento de embarque, ticket de empeño, derecho de atraque, o certificados que establezcan propiedad sobre un objeto definido” son superiores porque “no pueden ser emitidos en cantidad superior al bien actualmente depositado, salvo por fraude flagrante”. Y Jevons concluye que “solía ser un principio general de la ley, el que una asignación de bienes que no existan no tenga lugar.”

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apropiación indebida. Si B, según esta malarepresentación, presta dinero, o más seguramente,emita más certificados de almacenaje de dinero y selos preste a una tercera parte C, esperando que se lepague junto con un interés, el banco se involucra enapropiación indebida, porque lo que le presta a C—títulos o dinero—de hecho no es su (la de B)propiedad, sino la de otra persona (A). Es este hecho—que el título transferido de B a C concerniente apropiedad que B no posee—lo que convierte a lareserva fraccionaria en fraudulenta.

No es el caso, como se afirma, de que el fraude(incumplimiento de contrato) sea sólo cometido encaso de que B, el banco de reserva fraccional, no seacapaz de cumplir con las peticiones de redención quele vayan llegando. En vez de eso, se comete fraudecada vez que B cumple sus obligaciones deredención. Porque cuando B redima un billetecubierto fraccionariamente en dinero (oro) (cuandoun propietario de un billete se apropie de supropiedad), lo hace con el dinero de otros: Si Bredime el billete de C, lo hace con dinero poseído porA, y si A quiere su dinero también, B le paga condinero del cual es propietario D, y así sucesivamente.Como defensores de los medios fiduciarios y lareserva fraccionaria, Selgin y White tendrían quemantener que no hay ruptura de contrato mientras Bpueda cumplir sus obligaciones contractuales con lapropiedad de otros (dinero).

Pero esto es evidentemente erróneo, ya que escontrario a la teoría de Rothbard de contratos basadaen la transferencia de títulos que Selgin y Whiteafirman haber aceptado. De acuerdo con la teoría decontratos de Rothbard, los individuos sólo puedenhacer contratos que transfieran su propia propiedad.Por contra, la banca de reserva fraccionaria, por su

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propia naturaleza (incluso si se practica con éxito)involucra contratos referidos a la propiedad de otraspersonas. Por eso esta práctica—la emisión demedios fiduciarios es en principio (inherentemente)incompatible con la teoría de contratos basada en latransferencia de títulos—y al final parece que, lo queno sorprende, es que sea Rothbard, y no sus dosintérpretes quien finalmente demuestra una mejorcomprensión de su propia teoría de contratos.

EL PROBLEMA DEL FRAUDE II: BANCA DE RESERVA

FRACCIONARIA Y LIBERTAD DE CONTRATO

La clasificación de Murray Rothbard de la banca de reservafraccionaria como fraude fue el resultado de un largo eintensivo estudio de la ética y la teoría de los derechos depropiedad en particular. Selgin y White consideran de formacorrecta la economía como algo intelectualmenteindependiente y separado de la ética. Ésta puede serestudiada sin conocimiento previo alguno sobre la teoría delos derechos de propiedad. Sin embargo estos no dudan enrealizar juicios éticos de gran alcance. En su defensa moralde la reserva fraccionaria, Selgin y White rara vezmencionan la propiedad, y ya ni hablemos de esbozar unateoría de la propiedad. Esto resulta en una serie de erroresfundamentales y problemas: confusión sobre la distinciónentre propiedad y títulos de propiedad; confusión como la(im-)posibilidad de que algo (la propiedad) sea poseído a lavez por más de un propietario; confusión sobre la prioridadlógica de la propiedad y la teoría de la propiedad vis-à-vis lateoría de contratos; y la confusión sobre la necesidad decumplir las obligaciones contractuales propias con lapropiedad de uno mismo (no la de los demás)

Estas dificultades son tratadas en la discusión deestos autores bajo el tema de “la libertad decontrato.” Su argumento es inmediato.

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Si los bancos no se obligan a sí mismos de formaexpresa a mantener reservas del 100 por cien,entonces la reserva fraccionaria no viola el acuerdocontractual entre el banco y su cliente... Prohibiracuerdos voluntarios contractuales que permitan lareserva fraccionaria es pues una intervención en elmercado, una restricción sobre la libertad de contratoque es un aspecto esencial de los derechos depropiedad.0

Este pasaje revela nuevamente el citadoultrasubjetivismo de Selgin y White. Según estavisión, los acuerdos voluntarios constituyen y definenun contrato válido. No obstante, los contratos válidosson acuerdos sobre la transferencia de propiedadreal; por lo tanto, la gama de contratos válidos estárestringida desde el principio por la propia naturalezade las cosas y la propiedad (y sólo entonces poracuerdo). Es pues Hoppe (p. 70) quien explica que

La libertad de contrato no implica que cada contratomutuamente beneficioso deba permitirse... La libertadde contrato significa que A y B deberían poder hacercualquier contrato respecto a sus respectivaspropiedades, pero la reserva fraccionaria implicacontratos con respecto a la propiedad privada deterceros.0

Selgin y White se refieren a esta acusación deforma un tanto engañosa como “efectos a terceros” ylo contrarrestan al acusar a Hoppe a su vez de unaconfusión elemental respecto a la naturaleza de lapropiedad y los derechos de propiedad. Estosprimero afirman que

Las externalidades de las acciones de otros sobre elvalor de la propiedad de C representan un fenómenoincuestionable del merado y no una violación de los

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” p. 87.

0Hoppe, “How is Fiat Money Possible?” p. 70.

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derechos de propiedad de C, mientras que lasviolaciones físicas de la propiedad de C son porsupuesto inconsistentes con la protección de losderechos de propiedad de C. Debería ser obvio que siprohibimos a A y B realizar cualquier tipo detransacción que afecte al mero valor de mercado delas posesiones de C, sin la necesidad de que se hayadado ninguna agresión física o amenaza contra C osu propiedad, los principios de propiedad privada,libertad, contrato y competición de libre mercado severán entonces destruidos. ¿Debemos prohibir a Bvender discos compactos a A, simplemente porque silo hace reduce el valor de mercado del inventario deC de discos de vinilo?0

En segundo lugar, estos afirman que la reduccióndel poder adquisitivo del dinero, que admiten deberesultar de cada emisión de medios fiduciarios es taninocua que “no provee justificación legal para prohibirla acción del banco.” Por lo tanto, estos concluyenque el argumento de Hoppe es “inválido” (eincompatible con la teoría de contratos de Rothbard).

El contraargumento de Selgin y White contienedos errores. En primer lugar, mientras que la premisaprincipal es correcta, es falso que Hoppe estéequivocado al respecto. Hoppe ha escritoampliamente sobre la teoría de los derechos depropiedad y no sólo está al tanto de la distinciónmencionada por Selgin y White sino que tambiénproporciona una defensa praxeológica de ello; por lotanto, en este sentido no hay diferencia de juicioposible entre Rothbard y Hoppe.0

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” pp. 92-93.

0Por ejemplo, Hans-Hermann Hoppe (“From the Economics of Laissez- Faire to the Ethics of Libertarianism,” en Man, Economy, and Liberty: Essays in Honor of Murray N.

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En segundo lugar, la premisa secundaria es falsa(y por tanto su conclusión). Selgin y White afirmanque la caída del poder adquisitivo del dineroresultante de la emisión de dinero fiduciario es elmismo tipo de evento inocuo que el resultante de lacaída en el precio del resto de cosas (causadas porcambios en la oferta y la demanda). El que lospropietarios de dinero pierdan poder adquisitivo comoresultado de la banca de reserva fraccionaria,afirman, no es diferente de la situación en la que lospropietarios de patatas o coches pierden valor debidoa una mayor oferta o a una menor demanda depatatas o coches.

Aquí nuevamente, Selgin y White juntan el dinero(oro)—esto es, propiedad—y sustitutos monetarios(billetes)—esto es, títulos de propiedad. Para estarseguros, la emisión de medios fiduciarios no conducea un daño físico en la propiedad real. A fin decuentas, un billete es sólo un trozo de papel, y elpapel no ejerce ningún efecto físico relevante en elmundo externo. Pero lo mismo puede decirse sobrela emisión de títulos fiduciarios sobre patatas ocoches (títulos respaldados por activos diferentes depatatas o coches). Estos también son meros trozosde papel sin el más mínimo impacto en el mundoreal. Pero hay una importante diferencia entre loscambios en la riqueza de un propietario de un cocheo una patata debidos a cambios en la oferta ydemanda de patatas por un lado, y los cambios

Rothbard, Walter Block and Llewellyn H. Rockwell, Jr., eds. [Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988], pp. 69ff.); y White’s review of Hoppe (Lawrence White, “Review of Man, Economy, and Liberty: Essays in Honor of Murray N. Rothbard,” Journal of Economic Literature [June 1990]: 664-65).

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provocados por cambios en la oferta y demanda detítulos de cantidades no existentes de patatas ocoches por otro lado.

Ciertamente, los propietarios de patatas o coches se veránafectados de forma diferente en ambos casos. En el primercaso, si el precio de las patatas o los coches cae debido auna mayor oferta de patatas o coches, todos los propietariosde coches y patatas actuales seguirán estando (no varían)en posesión de la misma cantidad de propiedad (patatas ocoches). Aquí no disminuye la propiedad de nadie. De igualmanera, si el precio cae porque los compradores de cocheso patatas estos pasan a ofrecer cantidades menores deotros bienes a cambio de patatas o coches, esto per se notiene efecto alguno en la cantidad física de coches opatatas que poseen sus propietarios. Es distinto el segundocaso, la emisión y venta de un título adicional sobre unacantidad invariante de patatas o coches sí conduce a unadisminución cuantitativa de la propiedad física de algúnpropietario de coches o patatas presente. Esto no sólo tieneun efecto sobre el valor: el poder adquisitivo de la patata o elcoche caerá. Tiene un efecto físico: el emisor y vendedor detítulos de patatas o coches fiduciarios se apropia de laspatatas o coches de otras personas. Se apropia depropiedad ajena sin entregar su propia propiedad a cambio(un intercambio por un título de propiedad vacío)0

EL PROBLEMA DEL FRAUDE III: LA “PRUEBA A PARTIR DE LA

EXISTENCIA” DE LA BANCA DE RESERVA FRACCIONAL Y LA

FORMACIÓN DEL ESTADO

0Véase también la nota 7 más arriba. Mostraremos que el significado que estos autores dan a demanda de (y oferta de) dinero es erróneo. Una mayor demanda de dinero (o patatas o coches) no es sólo desear tener más dinero (o patatas) sino una mayor demanda efectiva.

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Ni la teoría de contratos basada en la transferencia de títulosni el principio de libertad de contrato apoya la afirmación deque la emisión de medios fiduciarios y la reservafraccionaria esté éticamente justificada. Al contrario, sóloqueda un argumento que apoye la afirmación de que labanca de reserva fraccionaria represente una forma legítimade negocio.

El argumento se reduce a una prueba que seobtiene a partir de la existencia: X, Y o Z existen; noexistirían si no fuesen beneficiosos; por lo tanto estosdeben existir (y prohibirlos sería perjudicial ymoralmente erróneo). Por lo tanto, escriben Selgin yWhite:

el grupo [de gente] cuya libertad de contrato nospreocupa aquí no es una pequeña panda deexcéntricos, sino la gran mayoría de gente que handemostrado que prefieren bancos que operan conreserva fraccionaria... Los depositantes continúanacudiendo a estos bancos, demostrando supreferencia por ellos.0

… A partir del principio de preferencia demostrada,debemos asumir que los depositantes se beneficiandel paquete que han decidido aceptar, con su riesgocorrespondiente.0

[Consecuentemente, si] cualquier persona asabiendas prefiere poner dinero en una cuenta (querente intereses) fraccionaria en vez de una cuenta(con cuota de almacenaje) de reserva 100 por cien,entonces una prohibición absoluta de la reservafraccionaria por fuerza de ley representaría unarestricción legal sobre la libertad de contrato en el

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” p. 95.

0Ibíd., p. 93.

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mercado de servicios bancarios.0

[Más aún] Tanto el banco como los depositantes yposeedores de billetes salen beneficiados, al recibirintereses y servicios pagados por los ingresos extradel banco generados mediante el préstamo de partede sus pasivos. Los beneficios llegan también a losprestatarios, que disfrutan de una mayor oferta decrédito, y a cualquiera que trabaje con elconsecuentemente mayor stock de equipo de capital.Y los beneficios deben beneficiar también a losaccionistas del banco, que podrían elegir que elbanco no emita pasivos a la vista si creen que losriesgos no valen la pena.0

Selgin y White han construido la casa empezandopor el tejado. La existencia de una práctica, aunqueesté extendida, no tiene que ver con la cuestión de sies justificable o no. Consideremos primero, pormotivos ilustrativos, la siguiente analogíaconcerniente a la permisibilidad ética de un estado,esto es, de un ente monopolístico y territorial de la leyy el orden (o de la justicia y la protección).0

En palabras de Selgin y White (aplicadas aquí enun contexto diferente y de forma parafraseada), elgrupo de gente cuya libertad de contrato nos interesano es una pequeña panda de excéntricos, sino la

0Ibíd., p. 88.

0Ibíd., p. 94.

0Para evita cualquier malentendido, el término monopolio seemplea aquí en su definición rothbardiana como privilegio exclusivo (o la ausencia de libre entrada). Un monopolio de la ley significa que uno puede emplear los servicios de sólo un proveedor, el Estado, y que este proveedor determina el contenido de la justicia y protección.

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gran mayoría de gente que han demostrado queprefieren estados (jueces y protectores) quefuncionen de manera monopolística. Los habitantesde cada territorio continúan eligiendo a estosestados, demostrando su preferencia por ellos. Por elprincipio de preferencia demostrada, debemosasumir que los habitantes de cada territorio sebenefician del paquete que han aceptado, con riesgoincluido. Consecuentemente, si una persona asabiendas prefiere poner dinero en una cuentaestatal que cobre impuestos en vez de en una cuentade una agencia de protección que cobre cuotas,entonces una prohibición absoluta sobre la formaciónde estados por fuerza de ley es una restricción legala la libertad de contrato en el mercado de justicia yservicios de protección. Más aún, los depositantes yposeedores de billetes salen beneficiados al recibirintereses y servicios pagados por los ingresosestatales extra obtenidos de emplear parte de losdepósitos para recaudar impuestos. Los prestatariosdel Estado también salen beneficiados al disponer deuna mayor oferta de crédito, y todos los que trabajencon el consecuentemente mayor stock de capital dela economía. Y los accionistas también salenbeneficiados, que pueden decidir que el Estado nocobre impuestos si creen que el riesgo no vale lapena.

Dadas sus credenciales libertarias, Selgin y Whiteseguramente rechazarían esta analogía como falsa einapropiada. Pero de ser así, ¿por qué? ¿Quéinvalida esta segunda prueba pero no la primera?¿Qué es lo que hace que una prohibición categórica(o su permisividad) de la reserva fraccionaria seacategóricamente diferente de una prohibicióncategórica (o su permisividad) de la formación yfunciones de los estados?

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La respuesta—que no existe tal diferencia y queambas pruebas son igualmente inválidas—podemosencontrarla en el principio rothbardiano de lapreferencia demostrada. Mientras que Selgin y Whiteinvocan este principio para apoyar su conclusiónrespecto a la permisividad ética de la reservafraccionaria, estos no alcanzan a ver susimplicaciones. El principio de preferenciademostrada, explicado por Rothbard en su célebre“Toward a Reconstruction of Utility and WelfareEconomics,” presupone los derechos de propiedad.No toda preferencia demostrada es éticamentepermisible o socialmente beneficiosa. En vez de eso,sólo aquellas preferencias que son permisibles ybeneficiosas son aquellas que son expresadasmediante la propiedad de uno mismo y nada más.Cada demostración de preferencia por medio de lapropiedad ajena es impermisible y no beneficiosa.

En cuanto a la preferencia demostrada por losestados, va en contra del principio de Rothbard. En elanálisis de Rothbard, que presumiblemente aceptanambos lados en este debate, la violación puede serrápidamente detectada. La propiedad privada comoresultado de actos de apropiación original y/oproducción, implica el derecho exclusivo delpropietario con respecto a la jurisdicción exclusivaque éste tiene sobre su propiedad, incluyendo elderecho a emplear esta propiedad en defensa contraposibles invasiones e invasores. De hecho, no puedehaber propiedad si se anula el derecho de lospropietarios a defenderse, y la función de lapropiedad privada es la de establecer dominiosseparados de jurisdicción exclusiva. Ningúnpropietario puede ceder su derecho abosoluto dejurisdicción sobre su propiedad a nadie más que a élmismo—salvo que éste venda o transfiera su

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propiedad a otro— (en cuyo caso alguien más tendrájurisdicción exclusiva sobre ella). Esto es, mientrasalgo (un bien) no haya sido abandonado, debemospresumir que su propietario retiene esos derechos; yen lo que a sus relaciones con otros respecta, cadapropietario puede sólo entonces participar en lasventajas de la división del trabajo y buscar mejorprotección para sus derechos de propiedad a travésde la cooperación con otros propietarios. Cadapropietario puede comprar de, vender a, o contratarcon cualquier servicio extra que ofrezca protección yseguridad. Pero cada propietario puede también encualquier momento dejar de contratar tales servicioscon los demás. Por contra, un monopolio territorial deprotección y jurisdicción—el Estado—implica la ideade que cada propietario no puede dejar de cooperarcon su protector y que nadie (salvo el monopolista)puede ejercer jurisdicción última sobre su propiapropiedad. En vez de eso, todos excepto elmonopolista han perdido su derecho a la defensapersonal y se ven, por lo tanto, indefensos frente a supropio protector. Obviamente, tal institucióncontradice la preferencia demostrada de todopropietario de no entregar su propiedad. Al contrariode su preferencia demostrada, el monopolistaprohíbe a la gente usar su propiedad en defensafísica contra posibles invasiones por sí mismo y susagentes. Un monopolio de protección y jurisdiccióndescansa desde el principio en un acto impermisiblede expropiación (impuestos) y provee al monopolistay sus agentes con una licencia para seguirexpropiando y cobrando impuestos. La cantidad deacciones posibles de respecto a su propiedad se vedisminuida, mientras que el rango de control y accióndel monopolista se ve acrecentado y su privilegioexclusivo se ve reflejado en un incremento del valor

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de su propiedad (capitalización de los beneficios delmonopolio).

Actualmente, los estados existen en todas partes,y casi todos residen bajo la protección estatal. Sinimportar esta demostración de preferencia, noobstante, no hay nada erróneo, ética oeconómicamente, con prohibir categóricamente laformación de estados. Nadie debe formar un estadopor la misma razón por la que nadie debe expropiar orobar a nadie. En un juzgado, sólo haría falta que unúnico propietario objetara la existencia del monopoliopara que éste tuviera que cesar sus operacionescomo agencia de protección que cobra impuestos yser reemplazado por agencias de ley y seguridadque cobren cuotas (una firma normal especializada).Una empresa de protección que cobre impuestos esuna contradicción en los términos—un protectorinvasivo—y debe ser prohibido, sin importar losbeneficios de los depositantes del estado,prestamistas del estado y propietarios del estado.Hacerlo no representa una restricción legal sobre lalibertad de contrato en el mercado de la justicia y losservicios de protección, sino que constituye más bienla expresión del propio ejercicio de la libertadpresupuesta en la libertad de contrato y justiciamisma. Todo aquel que pone un dinero o cualquierotro recurso en una cuenta de una institución deprotección que cobre impuestos se verá involucradoen acciones ilícitas que deberían estar penadas porley.

De la misma manera en la que existen estados entodas partes, también los bancos de reservafraccionaria y hoy en día prácticamente todo elmundo se sirve de la banca de reserva fraccionaria.¿Cuál es, si es que la hay, la diferencia entre elestatus legal de un estado y el de un banco de

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reserva fraccionaria? ¿Por qué deberían los bancosde reserva fraccionaria no ser prohibidos de la mismamanera en la que los estados prohíben las agenciasde protección? Para estar seguros, aquí no puedehaber duda respecto a la demanda de servicios deprotección, y tampoco puede haberla respecto a lademanda de servicios bancarios. Pero la demandade servicios de protección que los propietariospueden demostrar no incluye una demanda porservicios de protección que se financien conimpuestos, como hemos visto. Ésta sólo permite laexistencia de agencias que cobren una cuota. ¿Porqué no vale la misma analogía para los serviciosbancarios? ¿Por qué una demanda por cuentas dedepósito que rindan intereses no es tan permisiblecomo la demanda de cuentas de protección quecobren impuestos, dado que ambas son unacontradicción en los términos? ¿Por qué no son lasfunciones de custodio de dinero e institución decompensación (banca de reserva 100 por cien) eintermediario de crédito (banca de ahorro ypréstamo) las únicas legítimas de la misma maneraen la que las agencias de protección que cobrancuotas son la única forma legítima de protección?

La respuesta depende de si la preferenciademostrada por servicios de banca de reservafraccionaria, esto es, la emisión y aceptación demedios fiduciarios, repercuten única yexclusivamente sobre la propiedad de dos partescontratantes. En un punto dado de tiempo, lacantidad de propiedad—sea bienes de consumo,capital o dinero—está dada. La banca de reservafraccionaria no incrementa la cantidad de propiedadexistente (dinero u otros), ni transfiere la propiedadde una parte a otra. En vez de eso, ésta involucra laproducción y venta de una cantidad incrementada de

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títulos sobre un stock constante de dinero (oro); estoes, el suministro y la demanda de dinero falsificado yde apropiación ilegítima. Tal y como pasa con todoslos casos de falsificación—de certificados sobreacciones y bienes, billetes, títulos de tierras, arteoriginal, etc.—la emisión y venta de copias de dinero(billetes) no cubiertas por los avales (del dinero)repercutirá en la depreciación de estos avales—acciones, bienes, tierra o arte—que poseían lospropietarios. Pero un falsificador de dinero esparticularmente peligroso e invasivo debido a lacaracterística que posee el dinero de ser el bien máslíquido y aceptado; esto es, porque la falsificación deldinero permite a su emisor comprar la mayor gamaposibles de objetos mediante apropiación indebida(empezando por el dinero hasta llegar a cualquierotra forma de propiedad real).

Por lo tanto, no es de extrañar que de entre todoslos tipos de falsificación, la del dinero haya sidosiempre la que más atención haya recibido. Mientrasexista dinero habrá también una demandapersistente de dinero falso. Ya al margen de estaatracción y demanda, no hay nada malo con unaprohibición categórica contra la banca de reservafraccionaria. Nadie puede operar un banco dereserva fraccionaria por la misma razón que nadie,en cualquier otro negocio, puede darse a lafalsificación, esto es, la producción y venta de títuloso copias de propiedad inexistentes. En un juzgado,sólo haría falta que un único propietario de dinero uotra propiedad demandara a un banco de reservafraccionaria por falsificación de dinero, para que elbanco dejara de operar y se viera reducido a sus dosfunciones originales: depósitos y préstamos. Undepósito que rinda intereses (en vez de cobrarcuotas) es una contradicción en los términos: se trata

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de un almacenaje de dinero falso que debe serilegalizado, sin importar los beneficios para losdepositantes, prestatarios y propietarios de losbancos. Hacerlo no es una restricción sobre lalibertad de contrato en el mercado de serviciosbancarios, sino el requerimiento de la existencia deuna banca y dinero legales. Todo el mundo queponga dinero u otros recursos en cuentas dedepósitos que rindan interés está involucrado enapropiación indebida e ilegal.0

La relación entre estados y bancos de reservafraccionaria es algo más íntima, y bastante másdistante, de lo que sugieren Selgin y White. Éstosafirman que prohibir la banca de reserva fraccionariarepresenta una interferencia en la actividad de libremercado. Pero de hecho, la banca de reservafraccionaria es el resultado de una interferenciailegítima del Estado con el mercado y prohibirla sólorepararía su intervención anterior. Selgin y Whitereconocen que en la evolución de un sistema debanca libre, la banca de reserva 100 por cien, y labanca funcionalmente separada de préstamosdeben (praxeológicamente) preceder a la banca dereserva fraccionaria. Desde su punto de vista, la

0Explica Rothbard: Los paladines de la libre competencia en lafalsificación argumentan que esto es simplemente producto del mercado,que el mercado registra una “demanda” de más crédito expandido, y quelos banqueros privados, esos empresarios Kirznerianos, estánsimplemente “alerta” a esas demandas del mercado. Bien, por supuesto,siempre hay una “demanda” de fraude y engaño en el mercado, y siemprehabrá muchos timadores “alerta” que estarán deseosos de proveer estosservicios. Pero si definimos “el mercado” no simplemente como una ofertade bienes y servicios deseados, sino como una oferta de tales bienesdentro de un marco de derechos de propiedad inviolables, entoncestenemos una imagen bastante diferente. (“The Present State ofAustrian Economics,” Journal des Economistes et des EtudesHumaines 6, no. 2, [1995]: 77)

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banca de reserva fraccionaria es el desarrollo naturaldel sistema anterior de reserva 100 por 100. Noobstante, estos no ofrecen una explicación para estatransición como solución para un problema que nopuede ser resuelto bajo el sistema anterior dereserva 100 por 100 (en la manera en la que losaustriacos conciben el dinero como la soluciónnatural al problema expresado por la falta de la doblecoincidencia de necesidades de los sistemas detrueque). Estos simplemente afirman que taltransición ocurrió.

Si bien uno puede ver fácilmente por qué y cómoun banquero podría haberse aprovechado de estaoportunidad de falsificar la moneda, resulta claro quecualquier intento tal no se prolongaría en el tiemposin ser constantemente desafiado por todo el mundo.No cabe duda de que los escritores y miles deteóricos económicos y legales del momento hubiesenacusado a la banca de reserva fraccionaria de fraudey la habrían denunciado. El transcurso de laevolución bancaria parecería depender, pues, de ladecisión de un juzgado. Si el juzgado decide que laemisión de medios fiduciarios como contrapartidasde un dinero que carece de aval alguno constituyefalsificación, los bancos de reserva fraccionaria nosurgirían en el mercado; y sólo si estos decidiesenque no, entonces aparecerían. Nada en estaevolución es natural; todo parece bastantedeliberado. Y el resultado de tales juicios tampocosería de agrado para Selgin y White. Al contrario, siuno asume que los banqueros de reservafraccionaria hubiesen sido juzgados por falsificaciónante un jurado compuesto por sus propioscompañeros de oficio (otros hombres de negocios),nos atrevemos a decir, la mayoría de tales casosacabaría en prisión (sin importar el testimonio de

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Selgin y White). ¿Por qué, pues, el dominio casiabsoluto de la banca de reserva fraccionaria?

La respuesta es que los juzgados que decidenestos asuntos son juzgados estatales. Sólo si unúnico juzgado posee el monopolio territorial dejurisdicción se hace posible que la disputa encuestión termine de una vez por todas. Y que esto seha permitido de manera uniforme del modo en que seha hecho, es decir, permitiendo la reservafraccionaria, se ve claro en el interés de cadajuzgado y juez qua juzgado y juez estatal. Lospropietarios y agentes del Estado reconocencompletamente, tanto como los banqueros, elpotencial de la falsificación del dinero como fuente deingresos. Al permitir a los banqueros emitir mediosfiduciarios (en vez de prohibir tal falsificación), losbancos se hacen esencialmente dependientes delEstado. Éstos sólo pueden operar porque el Estado,debido a su monopolio jurisdiccional sobre elterritorio, les blinda frente a las demandas efectuadaspor falsificación; y el Estado lo hace sólo bajo lacondición de que los bancos compartirán con él partede sus beneficios extra y crédito derivado de lafalsificación legalizada. Por lo tanto, al permitir labanca de reserva fraccionaria, el Estado de hechocrea la primera forma preliminar de un cártel estado-banca de falsificación que en última instancia seencuentra bajo su propio dominio.

Una vez que la reserva fraccionaria recibeprotección total por parte del Estado, se deduce deforma natural que los bancos de reserva fraccionariavencerán a los de reserva 100 por 100. No, comoSelgin y White afirman,0 porque estos sean mejores o

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” pp. 97-98.

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más eficientes, sino por la razón de que, una vez sepermite la falsificación del dinero, los bancos que seinvolucren en ello tenderán a vencer a los bancosque no hagan lo mismo. Esto es, por la misma razónque, una vez que se permite la polución industrial delaire a un fabricante de acero que contamina, talfabricante tenderá a vencer en competición a losfabricantes de acero que no contaminen, ocurre queuna agencia de protección con el poder legal decobrar impuestos, el Estado, siempre tenderá avencer en competición a esas agencias de protecciónque no posean el mismo poder para cobrarlos. Dichode diferente manera, no siempre lo bueno se libra delo malo. Esto sólo será el caso mientras los derechosde propiedad sean inviolables. Si estos no lo son, yse da la existencia de agentes privilegiados oagencias, que estén exentas de seguir reglas de tipouniversal respecto a la apropiación, producción ytransferencia de propiedad, no cabe duda de queéstas tenderán a vencer a otras agencias normalesque no posean la misma protección. En tal caso, lomalo se libra de lo bueno. Es pues un errorinterpretar la victoria empírica de la reservafraccionaria como prueba de su mayor eficienciaeconómica. Su éxito sobre la reserva 100 por 100 noes más fenómeno de mercado que el éxito de lasagencias de protección que cobran impuestos, losestados, sobre las agencias de seguridad que no loscobran. Es falso sugerir, como hacen Selgin y White,que la banca de reserva fraccionaria ha aguantado laprueba del mercado y que ésta representa laselecciones voluntarias de los consumidores. A fin decuentas, la banca de reserva del 100 por 100 no estáprohibida y los consumidores pueden contratar conellos en vez de con los bancos de reservafraccionaria si así lo prefieren. ¿Argumentarían estos

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también que el productor de acero que contamina haresistido la prueba del mercado porque, a fin decuentas, los consumidores son libres de comprar suacero de productores no contaminantes, o que losestados hayan demostrado su valía en el mercadoporque, a fin de cuentas, los consumidores puedencomprar su seguridad también en agencias privadasque no cobran ningún impuesto o que carecen depoder jurisdiccional?0

Más aún, mientras que la reserva del 100 por 100es a prueba de crisis, la banca de reservafraccionaria, como incluso Selgin y White admiten, no

0Una confusión similar caracteriza la visión de Selgin y Whitesobre la relación entre el dinero (oro) y los billetes. Estos critican aHoppe por afirmar que, en un orden genuino de mercado libre, lamayoría de la gente elegiría usar el dinero per se en vez debilletes (sin mencionar la razón teórica de Hoppe). “Los hechos,”afirman, “son otros” (“In Defense of Fiduciary Media,” p. 99) Peroestos hechos—la victoria histórica de los billetes sobre el dinerogenuino—son el resultado de una interferencia estatal anterior conlos derechos de propiedad (la legalización de la banca de reservafraccionaria). Como afirmó Ludwig von Mises,la verdad es que, aexcepción de esos pequeños grupos de hombres de negocios que sabíandistinguir entre bancos buenos y malos, los billete siempre se vieron condesconfianza. Fueron las concesiones especiales que los gobiernosotorgaron a bancos privilegiados los que hicieron que estas sospechasdesapareciesen. (p. 438) A ojos del Gobierno la principal tarea de los bancos es prestar dinero alTesoro. Los sustitutos monetarios fueron favorablemente consideradorcomo marcapasos para el dinero fiduciario emitido por el Estado. El billeteconvertible era meramente un primer paso en el camino hacia el billeteirredimible. Con el avance de la estatolatría y la política deintervencionismo, estas ideas se han generalizado tanto que ya nadie lascuestiona (p. 442)Los gobiernos no apoyaron el uso de billetes bancarios para evitar a lasseñoritas inconveniencias en sus compras. Su idea era bajar el tipo deinterés y abrir una fuente de crédito barato para sus tesoros. A sus ojos elincremento de medios fiduciarios era un medio de incrementar elbienestar. Los billetes no son indispensables. Todos los logroseconómicos del capitalismo se hubiesen logrado si estos nunca hubiesenexistido. (Human Action: A Treatise on Economics, 3rd rev. ed. [Chicago:Contemporary Books, 1966], p. 447)

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lo es, como hemos indicado brevemente aquí. Unsistema de banca libre con reserva fraccionaria,según la teoría de Mises del intervencionismo,conducirá incluso a una mayor intervención estatal yel sucesivo deterioramiento del dinero. La librepráctica de la reserva fraccionaria entendida comocompetición en el ámbito de la falsificación protegidapor el Estado impulsará a los bancos a explotar laviabilidad de unos fondos de reserva siempredecrecientes. Y esto conducirá a crisis bancarias, quea su vez serán usadas por el gobierno como excusapara introducir su banca central. La banca centralconduce a un número incluso mayor defalsificaciones y a la abolición del dinero mercancía yla adopción de monedas fiduciarias nacionales.Finalmente, la competición internacional entrebancos centrales en falsificar dinero fiduciarioconducirá a bancarrotas estatales, y su insolvenciafinanciera será usada por los estos más poderososque sobrevivan para el establecimiento de ungobierno, banco central y moneda global y única.

Por tanto, la solución propuesta por Selgin y Whitepara el actual desorden monetario, esto es, unsistema bancario libre—de reserva fraccionaria—basada en el oro representa de hecho el mismo

Las ideas de Mises sobre el dinero son totalmente diferentes de las deSelgin y White. Mientras que éstos piensan que el orodesaparecería—o debería— desaparecer de circulación en últimainstancia (véase la nota 3 más arriba), Mises considera que uno de losrequerimientos de todo sistema monetario sólido

es que el oro deba estar en manos de todo el mundo como reservas enefectivo. Todo el mundo debería poder ver monedas de oro cambiando demanos y estar acostumbrados a tener monedas de oro en sus bolsillos, arecibir monedas de oro cuando cobren sus salarios y a gastar monedasde oro cuando compren en una tienda. (The Theory of Money and Credit,pp. 450-51)

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intervencionismo inicial de partida que se halla en labase de prácticamente todo problema monetariocontemporáneo.0

LA ECONOMÍA POSITIVA DE LOS MEDIOS FIDUCIARIOS: BALANCE MONETARIO, PRECIO,

AJUSTE, AHORRO E INVERSIÓN

De la naturaleza de los medios fiduciarios—como títulossobre cantidades inexistentes de propiedad monetaria (oro),los títulos sobre el dinero avalados por otras cosas, odirectamente dinero falsificado—parece ser que la banca dereserva fraccionaria no tiene efecto alguno salvo unacontinua redistribución de riqueza e ingresos. Como eldinero sin aval se extiende por la economíae, e incrementade forma sucesiva el precio de cada vez más bienes, lariqueza real (propiedad) es transferida y redistribuida a favorde los bancos y los que primero reciban y empleen sudinero, a costa de los que lo hagan después. ExplicaRothbard,

0Sobre la relación entre dinero estatal y centralización bancaria ypolítica véase Hans-Hermann Hoppe, “Banking, Nation States,and International Politics,” Review of Austrian Economics 4 (1990):55-87; and Jörg Guido Hülsmann, “Banking and PoliticalCentralization,” Journal of Libertarian Studies 13, no. 1 (1997).Selgin y White argumentan:También rechazamos la noción… de quelos bancos competitivos emitiendo pasivos redimibles puedan crearcrédito “de la nada.” Por la naturaleza de la hoja de balance, todopréstamo debe estar respaldado por pasivos o fondos propios. Ningunafuente de fondos puede conjurarse de la nada. A nadie se le obliga a tenerpasivos redimibles de un banco competitivo o comprar sus acciones;cualquiera puede tener derechos sobre otros bancos o sobre ninguno. Unbanco competitivo debe entonces gastar recursos reales para atraer unaclientela mediante la provisión del interés y sus servicios. La noción deque un banco puede extender crédito... gratuitamente es sólo válida conrespecto a los créditos inframarginales de un banco monopolístico o alemisor de una moneda de curso legal; esto no se aplica a los bancos enun sistema competitivo (p. 94, n. 13).La competencia reducirá los retornos sobre el capital invertido en losbancos de reserva fraccionaria hasta que el banco marginal esté ganandotan sólo una rentabilidad normal. (“In Defense of Fiduciary Media,” p. 97)

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Los que primero reciben el dinero de nuvo cuño sonlos que más ganan, los siguientes ganan algo menos,etc., hasta que se alcance un punto medio, yentonces cada receptor pierde más y más mientras seespera por más cantidades del mismo. Para losprimeros individuos, los precios de venta aumentanmientras que los de compra se mantienen casiiguales; pero después verán que los precios decompra han subido mientras que los de venta

Aunque no tenemos dificultad para aceptar la distinción hecha aquíentre bancos competitivos y monopolísticos, nada de esto tiene relacióncon el tema que tratamos, esto es, la validez de la analogía entreestados y bancos de reserva fraccionaria como bandas de organizacióncriminal. Ya que los estados deben competir por los clientes (residentes).De hecho, la competencia entre los estados (o bancos) por los clientessólo se detiene con el establecimiento de un único estado mundial (obanco central). Y la competencia intra-estatal entre bancos de reservafraccionaria es, como se ha explicado, competencia dentro de unaindustria privilegiada por el Estado; esto es, competencia monopolística(de igual manera que la competencia entre estados es un ejemplo decompetencia monopolística). En segundo lugar y más importante, ladiferencia entre los bancos competitivos y los monopolísticos (o losestados), por interesante que pueda parecer, no afecta lo más mínimo asu característica común de bancos de reserva fraccionaria (o losestados). La falsificación y el cobro de impuestos no cambian denaturaleza porque sean llevados a cabo de forma competitiva.

El error puede ser revelado por analogía. Selgin y White sonparafraseados aquí: rechazamos la noción de que los estadoscompetitivos que emiten pasivos impositivos puedan crear impuestos dela nada. Por la naturaleza de los presupuestos estatales, todo gasto debesufragarse mediante la conquista o el robo. Ninguna de estas fuentes deingresos puede conjurarse de la nada. A nadie se le obliga a tener ningúnpasivo de ningún estado o comprar sus acciones. Cualquiera puedemudarse y pagar impuestos a otro estado o a ninguno. Un estadocompetitivo debe, por lo tanto, gastar recursos reales para atraer a unaclientela mediante la provisión de protección y servicios. La noción deque un Estado pueda incrementar impuestos gratuitamente es válidasólo con respecto a los impuestos inframarginales de un estadomonopolístico; no se aplica a un estado en un sistema competitivo. Por lotanto, la competencia reducirá los retornos de capital invertidos en losdiferentes estados hasta que el estado marginal esté ganando sólo la

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permanecen constantes.0

Según Selgin y White, no obstante, los mediosfiduciarios pueden lograr mucho más. En vez de tansólo redistribuir la propiedad existente, la emisión demedios fiduciarios puede, bajo ciertas circunstancias,conducir a un incremento de la riqueza real(propiedad). Ya les hemos citado afirmando que “losprestatarios salen beneficiados al disponer de unamayor cantidad de crédito, y que todos los quetrabajen con el ahora mayor stock de equipo decapital de la economía también.” No quieren decirlodirectamente, pero lo que estos afirman es que bajocondiciones específicas, un incremento de títulossobre una cantidad invariable de bienes de algunamanera hará que estos fondos crezcan o se evite sudisminución.

¿Cuándo y cómo puede lograrse tal milagro?Según Selgin y White, los cambios (no anticipados)en la demanda de dinero conducen a “desequilibriosmonetarios a corto plazo” o “temporales” que lleva a“una nefasta mala asignación de los recursos”—estoes salvo que tales cambios sean acomodadosmediante prácticas de reserva fraccionaria. Estosescriben:

A largo plazo, los precios nominales se ajustarán paraigualar la oferta y demanda de balances monetarios,sea cual sea la cantidad nominal de dinero. De aquí no

rentabilidad normal.Según Selgin y White, parece que no debemos considerar los

impuestos (así como la falsificación del dinero) como un problema hastala llegada de un único banco monopolístico mundial. Hasta entonces, encondiciones competitivas, los impuestos no representarían otra cosa queunos ingresos normales de mercado.

0Murray N. Rothbard, Man , Economy, and State (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1993), p. 851.

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se deduce, no obstante, que cada cambio en la oferta odemanda de dinero conducirá de una vez a un nuevoequilibrio a largo plazo, porque los ajustes de preciosnecesarios requieren de un tiempo. Estos requierentiempo porque no todos los agentes son conscientes deforma perfecta e instantánea de los cambios en el stocko demanda de dinero, y ya que algunos precios sondifíciles de ajustar se hacen pues “pegajosos.” De aquíse deduce que, a corto plazo (empíricamente,pensamos “durante unos meses”), los cambios en laoferta o demanda de dinero no anticipados pueden darlugar a un desequilibrio monetario… Es pues unacaracterística atractiva de la banca libre con reservafraccional el que la cantidad nominal de dinero emitidopor los bancos tienda a ajustarse para equilibrarcambios en la velocidad del dinero.0

Si el sistema bancario no logra incrementar lacantidad de dinero bancario emitido y el nivel de preciono cae, habrá un exceso de demanda de dinero(asumiendo que la cantidad de dinero base no aumenteinmediatamente). Un exceso correspondiente de ofertade bienes entonces acontece: los bienes de consumono vendidos se acumularán en las estanterías de losvendedores (esto es, por supuesto, lo que ejercerá unapresión a la baja sobre los precios, hasta que al final losprecios de los bienes hayan caído lo suficiente). Aquí laactividad económica se ve deprimida hasta que elpoder adquisitivo del dinero vuelve al equilibrio.0

Desde el principio, uno debe preguntarse acerca delproblema del desequilibrio monetario (por no hablar aún dela solución). En esta cita, uno puede sustituir cualquier bienpor dinero: televisiones, acero, cerveza o pretzels. Lasdiferentes cantidades de bienes como estos se encuentrandeterminadas de una forma rígida (como la cantidad de oro)

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” pp. 100-01.

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y sin embargo cambios no anticipados en la demanda detelevisiones, acero, cerveza o pretzels no conducen adesequilibrios temporales que impliquen malas asignacionesde recursos. O, en cualquier caso, no causan problemasque requieran de la invención de ningún mecanismoespecial (como la televisión o cerveza fraccional).

No queda claro por qué debemos creer que “seaimportante distinguir entre las implicaciones a corto ylargo plazo de los cambios en la demanda de dineroo en su stock”0 o, en cualquier caso, por qué estadistinción debería tener otro tipo de importanciacuando se trata del dinero y no en los demás casos.No cabe duda, de que lleva un tiempo para que elincremento inesperado en la demanda detelevisiones y cerveza, por ejemplo, agote todos sus

0Ibíd., p. 105. Como Roger Garrison otro defensor de la bancalibre con reserva fraccionaria ha dicho, “en términos de laecuación de intercambio MV=PQ, podemos decir que la bancalibre ajusta M a cambios en V; pero permite que los cambios en Qsean acomodados por los cambios en P”. Garrison describe el“desequilibrio monetario” a corto plazo de forma similar:Un aumentoen la demanda de dinero impone una presión a la baja sobre los preciosde los productos y factores en general. Si no hubiese una respuesta porparte de la oferta monetaria, se produciría una caída de la actividadeconómica en general, ya que los precios y salarios no se ajustaríaninstantáneamente a las nuevas condiciones de mercado. Los bienes engeneral se quedarían sin vender; la producción caería; se despediríantrabajadores.. Con un sistema imperfecto de precios, las presionesgenerales deflacionarias empujarían la economía por debajo de supotencial durante el periodo en en el que los precios se ajustan a unamayor demanda monetaria. Y el hecho de que algunos precios y salariossean más flexibles que otros implica que el periodo de ajuste conllevarácambios en los precios relativos que no reflejan cambios en las escasecesrelativas. Estos son el tipo de problemas… que la actuación de la bancalibre evita ante los incrementos de la demanda de dinero (“CentralBanking, Free Banking, and Financial Crises,” Review of AustrianEconomics 9, no. 2 [1996]: 117).

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” p. 100.

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efectos en el sistema de precios relativos y seestablezca una nueva estructura de producción. Peroesto no significa que los ajustes de precios lleventiempo (causando mientras tanto problemas a cortoplazo). Al contrario, los ajustes de precios ocurreninmediatamente y sin demora. Cada cambio en laoferta o demanda de algo afecta a los preciosinstantáneamente. Este hecho no suele tenerse encuenta debido a preocupaciones no-austriacassobre artefactos macroeconómicos como el nivelgeneral de precios, el equilibrio a largo plazo y lavelocidad del dinero. No obstante, viéndolo desde laadecuada perspectiva individualista, no hay dudasobre la rapidez de los ajustes de precios y laintegración praxeológica del corto y largo plazo.

En términos individualistas, una mayor demandade dinero constituye el resultado de las acciones deindividuos; esto es, la gente intenta incrementar susbalances individuales de efectivo. Para hacerlo, unapersona debe restringir sus compras y/o incrementarsus ventas. En cualquier caso, el resultado es lacaída inmediata de algunos precios. Como resultadode restringir las compras de uno mismo de x, y, z, elprecio monetario de x, y o z caerá inmediatamente(en comparación a lo que de otra manera hubiesesido), y de igual manera, al incrementar las ventaspropias de a, b o c, sus precios caeráninstantáneamente. A nadie le importa el nivel generalde precios o el poder adquisitivo generalizado deldinero. En vez de eso, todos están siemprepreocupados por precios específicos y el poder decompra del dinero sobre ciertos ítems concretos (ytodos están interesados en su propio y específicoconjunto de precios y/o poderes adquisitivos). ALrestringir sus compras específicas, y/o incrementarsus ventas específicas, cada actor logra exacta e

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inmediatamente lo que quería: ciertos precios quecreía altos caen, el poder de una unidad monetariaaumenta, el valor real de su efectivo aumenta, y sudemanda de dinero y la oferta de éste vuelven alequilibrio (y no quiere tener ni más ni menos dinerodel que tiene).0

El ajuste del nivel de precios, que carece de significadopraxeológico, requerido por una mayor demanda de dinerono es nada más que la suma de una serie de numerososajustes inmediatos, deliberados e individuales en losbalances de efectivo. Si la mayor demanda de dinero seacomoda mediante la emisión de medios fiduciarios, comopiden Selgin y White, este ajuste no será facilitado, sino quese retrasará.0 La velocidad del ajuste de precios depende delas expectativas de los participantes del mercado respecto ala cantidad dada de dinero. Si es razonable asumir que losbancos de reserva fraccionaria incrementarán susemisiones fiduciarias en respuesta a un incremento noanticipado en la demanda de dinero, entonces el ajustellevará más tiempo. La producción se ajustará y comenzaráantes sin la influencia adicional de la inflación.0

Más aún, la solución propuesta para el supuestoproblema del desequilibrio monetario a corto plazo muestrauna confusión fundamental sobre el concepto de demanda(y oferta), y la relación entre demanda de dinero, ahorro e

0Por lo tanto, escribe Mises:Los compradores y vendedores en elmercado nunca se preocupan de los elementos en la ecuación deintercambio, dos de los cuales—la velocidad de circulación y el nivel deprecios—ni siquiera existen antes de que los participantes del mercadoactúen, y los otros dos—la cantidad de dinero (en toda la economía) y elnúmero de transacciones—no pueden ser conocidos por los participantesdel mercado. Sólo la importancia que los varios actores del mercado den,por un lado, a mantener cierta cantidad de efectivo, y por otro, a poseerlos bienes en cuestión es la que determina la formación de la relación delintercambio entre el dinero y los bienes. (“The Position of Money AmongEconomic Goods,” in Money, Method, and the Market Process, RichardEbeling, ed. [Boston: Kluwer, 1990], p. 61)

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inversión en particular. En primer lugar, una mayor demandade dinero (o de televisiones, cerveza o pretzels) norepresenta sólo un deseo de tener más dinero (otelevisiones, cerveza, etc.), sino una demanda efectiva. Estoes, una mayor demanda de dinero (o lo que sea) sólo puedeser satisfecha si el demandante está dispuesto aincrementar su oferta de bienes y/o reducir su demanda deotras cosas. De igual manera el proveedor (vendedor) dedinero sólo puede incrementar su oferta de dinero si reduce

0Más aún, desde una perspectiva individualista, la mayordemanda de dinero ocurre con ciertos actores en momentosespacio-temporales concretos. Para los bancos no es suficientecon acomodar una demanda abstracta mayor de dinero; en vez deeso, la acomodación debe ocurrir precisamente con la gente yubicaciones correctas. Si este no fuera el caso, uno no podríahablar de acomodación, sino de una distorsión adicional. Estadificultad fue reconocida por Hayek:para eliminar toda influenciamonetaria en la formación de precios, y la estructura de producción, nosería suficiente adaptar cuantitativamente la oferta de dinero a estoscambios en la demanda, haría falta ver también que éste llegue a manosde ese que realmente lo necesite; esto es, a aquella parte del sistemadonde el cambio en la organización del negocio o en los hábitos de pagohaya ocurrido. (Prices and Production [London: Routledge, 1935], p. 124)

Con el Hayek tardío, uno se pregunta de dónde sacan los bancos elconocimiento necesario para hacer esto.

0En lo que respecta a la pegajosidad de los precios, y los efectos redistributivos de una mayor demanda de dinero vis-à-vis una serie de precios de diversos grados de pegajosidad, que Selgin y White y también Garrison plantean como problema, es importante reconocer que los precios son el resultado de acciones deliberadas—y, por lo tanto, su pegajosidad también. Esto es, la flexibilidad o inflexibilidad de los precios de varios productos y servicios no es accidental, sino una parte deliberada de estos productos y servicios. Al contrario de lo que afirma Garrison, la pegajosidad de los precios afecta, y está relacionada con,escaseces reales relativas. Si los precios más pegajosos

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simultáneamente la oferta (o su demanda futura de) otrascosas. Los autores no han tenido en cuenta la ley de Say:todo bien (propiedad) se compra con otros bienes, nadiepuede demandar nada sin ofrecer otra cosa a cambio, ynadie puede demandar u ofrecer más de nada salvo quedemande o provea menos de otra cosa. Pero este no es elcaso cuando se emite y demanda un billete fiduciario. Lamayor demanda de dinero se ve satisfecha sin que eldemandante demande nada, y sin que el proveedor proveamenos de otras cosas. Mediante la emisión y venta demedios fiduciarios, se acomodan deseos, no la demandaefectiva. Aquí se trata de un apropiarse de propiedad(demandarla efectivamente) sin proveer otra propiedad acambio. Ésta no representa un intercambio de mercado—gobernado por la ley de Say—sino un acto de apropiaciónindebida. ¿O acaso sería una solución eficiente frente alproblema de la escasez no prevista a corto plazo decerveza, televisiones o pretzels si los productores detelevisores, cerveza o pretzels acomodasen tal demandaincrementada “temporalmente” emitiendo y vendiendotítulos adicionales sobre televisiones, cerveza y pretzelspero sin incrementar estos bienes per se?

En segundo lugar, Selgin y White malinterpretan lanaturaleza del dinero y la demanda de dinero al afirmar deforma extraordinaria que la emisión de dinero fiduciario“respaldada por una mayor demanda de medios fiduciarios”no sólo no desequilibra, sino que permitirá que la economíadisponga de “un mayor stock de bienes del capital” porque

el acto de tener dinero emitido por bancos de reservafraccionaria no sólo (como en el caso del dinero base)difiere el consumo en un periodo mayor o menor, sino

sufren más, por así decirlo, que así sea; eso les enseñará a ser menos pegajosos en el futuro—si los propietarios de la propiedad en cuestión actúan de una manera compatible con este fin.

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que también presta fondos de forma temporal albanco de emisión al hacerlo. El periodo del préstamono está especificado… pero si el banco puede estimarcon precisión los plazos en los que sus billetesestarán en circulación… éste podrá invertir conseguridad en proyectos relativos al plazocorrespondiente.0

Siguiendo a Rothbard, Hoppe criticó esta visiónesencialmente Keynesiana sobre la relación entre lademanda de dinero y ahorros (fondos prestables)0 al afirmar

0Selgin y White, “In Defense of Fiduciary Media,” p. 103. El error de confundir propiedad y títulos de propiedad yace también en la base de los intentos de Selgin y White de separar analíticamente la demanda de dinero externo de la de dinero interno, como si fuesen dos tipos diferentes de dinero con dos demandas diferentes e independientes.

0Selgin afirmó lo mismo, es decir:Cuando un banco expanda suspasivos en el proceso de hacer nuevos préstamos e inversiones, son losposeedores de pasivos los que son los prestamistas de última instancia, ylo que prestan son los recursos reales que podrían adquirir si, en vez demantener el dinero en mano, lo gastasen. Cuando la expansión ocontracción de pasivos bancarios procede de manera tal que en todomomento esté acorde a las cambiantes demandas de dinero interno, lacantidad de fondos reales provistos a prestamista por los bancos es iguala la cantidad voluntariamente ofrecida a los bancos por el público. Bajoestas condiciones, los bancos son meros intermediarios de fondosprestables. (The Theory of Free Banking: Money Supply underCompetitive Note Issue, p. 55) En cuanto a John Maynard Keynes (The General Theory of

Employment, Interest, and Money [New York: Harcourt, Brace, 1936], p.82), había escrito que la noción de que la creación de crédito por partedel sistema bancario permite que tenga lugar inversión a la cual nocorresponda “ahorro genuino”; esto es, “la idea de que el ahorro y lainversión... pueden diferir uno del otro, puede ser explicado, creo,mediante una ilusión óptica” (p. 81).

El ahorro resultante de esta decisión es tan genuino como cualquier otro.Nadie puede verse obligado a poseer el dinero adicional correspondienteal nuevo crédito bancario, salvo que deliberadamente prefiera tener dineroa alguna otra forma de riqueza. (p. 83)

De hecho Selgin reconoce que

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queno gastar dinero es abstenerse de comprar tantobienes de consumo como de capital... los individuospueden emplear sus activos monetarios en una detres maneras. Estos pueden gastarlos en bienes deconsumo; en inversión; o pueden mantenerlos enforma de efectivo. No hay otras alternativas... Laproporción consumo/inversión, es decir, la decisión decuánto… gastar en consumo y cuánto gastar eninversión, está determinada por la preferenciatemporal de una persona; es decir, el grado en el queprefiere el consumo presente sobre el futuro. Por otrolado, la fuente de esta demanda de efectivo es lautilidad del dinero; esto es, la satisfacción personalderivada del dinero al permitirle compras inmediatasde bienes de consumo o capital en momentosinciertos del futuro.

De forma consecuente, si la demanda de dineroaumenta mientras que el stock de dinero está dado,esta demanda adicional sólo podrá verse satisfecha alpujar a la baja los precios monetarios de los bienes nomonetarios. El poder de compra del dineroaumentará, el valor real de los balances individualesde efectivo se verá incrementado, y a un mayor poderadquisitivo por unidad monetaria, la demanda y ofertade dinero se verán nuevamente equilibradas. Losprecios relativos del dinero versus el no-dinero habráncambiado. Pero salvo que la preferencia temporal

muchos Keynesianos deberían aceptar la prescripción del equilibriomonetario ofrecido [por él]. Aquellos que no consideren la trampa deliquidez como una posibilidad factual importante probablemente laaceptarían como totalmente correcta. (The Theory of Free Banking, p. 59)

Henry Hazlitt afirmó sobre esta idea Keynesiana quecon el mismo razonamiento podemos crear cualquier cantidad de nuevos“ahorros” que queramos en una instante, simplemente imprimiendo esacantidad de dinero, porque ¡alguien necesariamente tendrá que tener esepapel moneda! (The Failure of the “New Economics”: An Analysis of theKeynesian Fallacies [Lanham, Maryland: University Press of America,1983], p. 227)

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haya cambiado a la vez, el consumo e inversiónreales serán los mismos que antes: la demandaadicional de dinero es satisfecha al reducir elconsumo nominal y el gasto en inversión de acuerdocon la proporción consumo/inversión preexistente,reduciendo los precios de bienes de consumo ycapital y dejando el consumo y la inversión enprecisamente sus niveles iniciales.0

De esta manera, concluye Hoppe, nunca se debeacomodar una mayor demanda de dinero mediante laemisión de crédito fiduciario.0 De hecho, hacer esto haráque, o bien—en la medida en la que el incremento demedios fiduciarios para acomodar no sea anticipado y el tipode interés de mercado caiga por debajo del tipo natural deinterés—se acabe con un ciclo de auge-recesión; o bien—siempre y cuando el cambio monetario que surge delsistema bancario se pueda anticipar y el tipo de interés demercado se vea empujado hacia el alza (en expectativa deunos mayores precios de venta) según el nivel del tiponatural—logrará nada más que una simple redistribución deingresos y riqueza entre varios miembros de la sociedadtenga lugar. Es praxeológicamente imposible, no obstante,que la emisión de dinero fiduciario pueda conducir a un“mayor stock de equipo de capital”.

En su intento de refutar este argumento, Selgin y Whiteprimero aceptan el punto teórico central: “estamos deacuerdo en que la preferencia temporal y la demanda de

0Hoppe, “How is Fiat Money Possible?” pp. 72-73.

0Véase también Hoppe, “The Theory of Employment, Money, Interest,and the Capitalist Process: The Misesian Case against Keynes,” in TheEconomics and Ethics of Private Property (Norwell, Mass.: Kluwer, 1993),and Rothbard, Man, Economy, and State (Auburn, Ala.: Ludwig vonMises Institute, 1993), pp. 167ff., 667ff.; idem, America’s GreatDepression (New York: Richardson and Snyder, 1983), pp. 39ff. Encuanto a la afirmación de Selgin y White de ser Miseanos, es interesantecitar al propio Mises

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dinero son distintas, y que un cambio en una no implica uncambio en la otra.”0 De igual manera:

que atesorar dinero sea una forma de ahorrar noimplica que un incremento en la demanda de dinerose corresponda punto por punto con un incrementodel ahorro total. Una mayor demanda de dinero puedeacompañar a una demanda reducida de otros activos,y no en una reducción del consumo; esto puedereflejar un cambio en la manera de ahorrar quecarece de repercusiones en cuanto al ahorro total.0

el papel que juega el efectivo en el proceso de ahorro y acumulación decapital... si un individuo emplea una cantidad de dinero no para consumosino para la compra de factores de producción, el ahorro es directamenteconvertido en acumulación de capital. Si el ahorrador individual empleasus ahorros adicionales para incrementar su tenencia de efectivo porqueesto es a sus ojos el modo más beneficioso de usarlos, se iniciará unatendencia hacia la caída de los precios de las mercancías y a un aumentoen el poder adquisitivo de la unidad monetaria. Si asumimos que la ofertamonetaria en el mercado no cambia, esta conducta por parte de ahorradorno influenciará directamente la acumulación de capital y su empleo para laexpansión de la producción. El efecto del ahorro de nuestro ahorrador, esdecir, el excedente de bienes producidos que no se consumen, nodesaparece porque los atesore. El precio de los bienes de capital noaumente a las cotas a las que lo haría en ausencia de tal atesoramiento.Pero el hecho de que haya más bienes de capital disponibles no se veafectado por la decisión de un cierto número de personas de aumentarsus tenencias de efectivo. Si nadie emplea los bienes—el no consumo delcual proviene el ahorro adicional —para la expansión de su gasto enconsumo, permanecen como un incremento en la cantidad de bienes decapital disponibles, sean cuales sean los precios. Los dos procesos —mayor tenencia de efectivo por parte de cierta gente y una mayoracumulación de capital—tienen lugar a la par. Una caída en el precio delas mercancías, ceteris paribus, causa una caída en el equivalentemonetario del capital de los diversos individuos. Pero esto no esequivalente a una reducción en la oferta de bienes de capital y no requiereun ajuste de las actividades productivas que provoque un supuestoempobrecimiento. Simplemente altera los ítems monetarios que seaplicarán en el cálculo económico. (Mises, Human Action, pp. 521-22)

0Selgin and White, “In Defense of Fiduciary Media,” p. 102.

0Ibíd., p. 103

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No obstante, si la mayor demanda de dinero no resultaequivalente a un mayor aumento en el ahorro total,entonces es imposible mantener que éste provea unamayor cantidad de fondos prestables y una mayor formaciónde capital (un alargamiento de la estructura de producción).Es así pues que, para salvar su tesis del crecimientoeconómico tras hacer esta concesión, Selgin y White tratende recuperarla al argumentar que:

Sin embargo, [a pesar de la no igualdad de lapreferencia temporal y la demanda de dinero] atesorardinero es atesorarlo para su posterior gasto, aunqueno se haya decidido cuándo todavía. Atesorar dineropara posterior gasto, en vez de gastarlo en consumoahora, difiere el consumo al futuro. Como el propioHoppe señala, la demanda de efectivo surge de laconveniencia que le permite a uno comprar “bienesde consumo o capital en fechas futuras inciertas.” Asíque, quizá nuestro desacuerdo se deba meramente aluso de las palabras.0

Desafortunadamente, esta sugerencia no tiene base. Envez de tratarse de una cuestión de palabras, el desacuerdomantenido es uno sustancial sobre la naturaleza del dinero.

Es difícil no interpretar ambos pronunciamientosanteriores como contradictorios. Selgin y White intentanescapar esta conclusión por medio de un cambio semánticoad hoc, esto es, caracterizando al dinero como un bienfuturo. Esencialmente, su argumento es que mientras unamayor demanda de dinero no implica un mayor ahorro, éstaprovee no obstante de mayores fondos prestables, porqueel dinero se posee sólo para ser gastado “en fechas futuras”(la cursiva es suya), tal que una mayor demanda de dineroes siempre y al mismo tiempo un incremento en la demandade bienes futuros.0 Pero es fácil demostrar que el dinero noes un bien futuro. De hecho, cuando se gasta el dinero—en

0Ibíd., p. 102.

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el futuro—pierde toda utilidad para su actual propietario.Sólo tiene utilidad mientras no se haya gastado y sucarácter como bien presente surge de la condición humanaomnipresente de la incertidumbre.0

El error de clasificar el dinero como un bien futuro puedeser revelado de dos maneras. Por un lado, negativamente,puede mostrarse que su asunción aún nos lleva a unacontradicción. En apoyo de su tesis, Selgin y White afirmanque “atesorar dinero para el consumo futuro, en vez degastarlo para su consumo ahora, difiere de hecho elconsumo al futuro,” implicando que el atesoramiento dedinero implica el intercambio de un bien futuro (satisfacción)por uno presente. En la siguiente frase estos admiten que eldinero atesorado no se gasta ni en bienes de consumo ni decapital. Pero no se dan cuenta de que esto implica también,como consecuencia, que atesorar dinero para su posteriorgasto en vez de gastarlo hoy, difiere de hecho la producción(y por tanto el consumo futuro) al futuro. Si el atesoramientode dinero difiere el consumo y la producción, no obstante,es imposible mantener que el atesorador de dinero ha, porlo tanto, invertido en un bien futuro, porque no hay bienesfuturos—sean de consumo o capital— que resulten del acto

0La visión de Selgin y White aquí es parecida a la de Keynes (The General Theory, pp. 293-94), cuando enfatiza que “la importancia del dinero esencialmente proviene de ser un vínculo entre el presente y el futuro”, y caracterizó al dinero como “por encima de todo, un mecanismo sutil para enlazar el presente con el futuro.”

0Dicho diferente: en vez de, como Selgin y White (“In Defense of Fiduciary Media,” p. 102) dicen, que “la demandade dinero surge de la conveniencia que da el permitir a uno comprar… bienes en fechas futuras incierta,” la demanda dedinero surge de la conveniencia que da el permitir a uno comprar bienes en fechas futura inciertas.

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de atesorar dinero y a los cuales el atesorador tengaderecho. Pero como derechos que no demandan ningúnbien futuro, el dinero no tendría valor. Por implicación, si eldinero vale algo, (y nadie querría atesorar dinero si novaliese nada), entones su valor debe ser el de un bienpresente.

Por otro lado, positivamente, la naturaleza del dinerocomo un bien paradigmáticamente presente puede serestablecida mediante una prueba praxeológica. ComoMises y Rothbard explican, en equilibrio general, o de formamás apropiada, dentro de la construcción imaginaria de unaeconomía de giro uniforme, no existiría dinero. Con todaincertidumbre por asunción eliminada, todos sabríanexactamente los términos, fechas y localizaciones de todoslos futuros intercambios, y todo intercambio estaría pactadode antemano y tendría la forma de un intercambio directo envez de indirecto.

En un sistema sin cambios en el que no hubieseincertidumbre sobre el futuro, nadie necesitaríaatesorar dinero. Cada individuo sabría precisamentequé cantidad de dinero necesitará en cualquier fechafutura. Todo el mundo, por tanto, estará en posiciónde prestar todos los fondos que reciba da manera talque todos los préstamos venzan en la fecha que selos necesite.0

Si bien no hay lugar para el dinero en la construcción deuna economía de giro uniforme, no obstante, éste existedentro de su marco presente y futuro, del ahora y eldespués, el comienzo de una acción y su posterior término,de bienes de consumo de servicio inmediato (bienespresentes) y bienes de capital de servicio indirecto (bienesfuturos), una estructura de producción, ahorro e inversión,esto es, intercambio de bienes presentes contra bienesfuturos, gobernada por la preferencia temporal. Si acaso,eso demuestra nuevamente que el dinero y la demanda de

0Mises, Human Action, p. 249.

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dinero no tienen la más mínima relación con el consumo, laproducción o la preferencia temporal, y que la fuente de lautilidad del dinero debe ser categóricamente diferente de lade los bienes de consumo y capital. La fuente de utilidad deun bien de consumo reside en su capacidad directa ypresente de dar servicio y ser fuente de utilidad, mientrasque la de los bienes del capital reside en su rendimientofuturo. El dinero, por contraste, no es consumido niempleado en la producción. No da servicios directos (adiferencia de los bienes de consumo) ni de forma indirectapara lograr bienes de consumo futuros (a diferencia de losbienes del capital). En vez de eso, la utilidad del dinero debeser la de un bien útil de forma indirecta pero presente.

Al margen de la construcción imaginaria de la economíade giro uniforme, bajo la condición humana inescapable dela incertidumbre, cuando los términos, plazos ylocalizaciones de todo intercambio futuro no pueden serpredichos con precisión, y cuando la acción es pornaturaleza especulativa y sujeta a error, el hombre sólopuede demandar bienes no en base a su valor de uso(presente o futuro), sino también por su valor como mediode intercambio (con un propósito de reventa). Enfrentadoscon situaciones donde, debido a la ausencia de la doblecoincidencia de necesidades, un intercambio directo seaimposible, el hombre también puede evaluar determinadosbienes en base a su grado de 'vendibilidad,' y decidir vendercuando el bien a adquirir sea más vendible (líquido) que elque se entrega, tal que su posesión facilite la adquisición debienes y servicios útiles directa o indirectamente. Más aún,dado que la única función de los medios de cambio es la defacilitar compras de bienes útiles directa o indirectamente, elhombre preferirá de forma natural la adquisición de un bienmás líquido, y puestos al límite, un medio de cambioabsolutamente líquido y universal a uno menos universal olíquido, tal que

se dé una tendencia inevitable para que los menos

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líquidos de una serie de bienes usados como mediosde cambio sean rechazados uno a uno hasta que sóloquede un bien, que será aceptado como medio decambio universal; en una palabra, el dinero.0

No cabe duda de que Selgin y White se encuentranfamiliarizados con esta reconstrucción mengariana-miseanade la evolución monetaria. Aparentemente, estos seequivocaron al reconocer, no obstante, que estacaracterística del dinero como el más líquido de los bienes,lejos de convertirlo en un bien futuro, califica al mismotiempo al dinero como el mejor bien para aliviar laincertidumbre presente, cosa ésta que hace del dinero elbien presente más universal de entre todos los bienes.0

Aunque éste sólo es útil de una forma indirecta—de lamisma forma en que lo son los bienes de capital, y distintode los demás bienes de consumo—el dinero esprecisamente, por su absoluta liquidez, un bien presenteúnico—en este sentido es como los bienes de consumo, ydistinto de los del capital. Debido a que el dinero puedeemplearse para la eliminación inmediata de el mayor rangode necesidades posibles (o la satisfacción de la mayorcantidad de necesidades posibles), éste provee a supropietario con la mejor protección humanamente posible(seguro) contra la incertidumbre; esto es, contra suincomodidad por no poder predecir—o no estar seguro de—todas sus futuras necesidades y deseos. Al tener dinero, suposeedor gana la satisfacción de ser capaz de cubrir, según

0Mises, The Theory of Money and Credit, pp. 32-33.

0De hecho, uno puede sólo preguntarse cómo Selgin y White han podido no tener en cuenta el carácter del dinero como un bien únicamente presente. Después de todo, el tipo de interés como la manifestación más visible del fenómeno de la preferencia temporal está expresado en términos de dinero.

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surjan de forma impredecible, el mayor número posible decontingencias.

Mantener efectivo requiere sacrificios. Mientras unhombre mantenga dinero en sus bolsillos o en sucuenta bancaria, éste rechaza la adquisicióninstantánea de bienes que podría consumir o emplearpara la producción.0

De esta manera, a no ser que tenga una certeza absolutasobre el futuro, el hombre querrá invertir en bienes de

0Mises, Human Action, p. 430. El término incertidumbre es empleado aquí en su significado técnico definido por Frank H. Knight (Risk, Uncertainty, and Profit [Chicago: University of Chicago Press, 1971], esp. cap. 7) y Mises (Human Action, esp. Cap. 6); esto es, como categóricamente distinto de los casos de probabilidad de clase; también Hoppe (“On Certainty and Uncertainty, Or: How Rational Can Our Expectations Be?” Review of Austrian Economics 10, no. 1 [1979]: 49-78). Mientras un hombre se enfrente a un futuro con riesgos, no necesita tener efectivo. Para satisfacer su deseo de estar protegido contra riesgos, puede en vez comprar o producir seguros. Un comprador de seguros demuestra al comprar que tiene cierta certeza sobre ciertos eventos futuros. Por tanto, al pagar un premium, sacrifica un bien presente por un bien futuro (pago en el caso de que ocurra un evento dañino) y por tanto contribuye e invierte enla estructura de producción física. Específicamente, su premium se integra en la estructura de producción mantenida por su agencia aseguradora. EN contraste: mientras el hombre se enfrente a incertidumbre, literalmenteno sabe con certeza qué le deparará el futuro, esto es, qué le ocurrirá y cuándo. Por tanto, para protegerse contra la incertidumbre, no puede invertir en cualquier bien futuro. Sólo los bienes presentes pueden asegurar contra eventos que surjan de la nada—impredecibles. Tampoco puede invertir en bienes de consumo (presentes) (porque esto significaría que tiene cierta certeza sobre la naturaleza de

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consumo y capital. En caso de que no las tenga, querráhacer el sacrificio citado por Mises; esto es, posiblementequerrá invertir en aliviar cualquier incomodidad relativa a laincertidumbre de su futuro patrón de consumo-producción(ingresos-gastos). Por lo tanto, en vez de indicar su mayordisposición a sacrificar una satisfacción presente por otrafutura, una mayor demanda de dinero sólo pone enevidencia la mayor incertidumbre sentida por el hombre enrelación con su futuro; y en vez de ser una inversión defuturo, cualquier incremento en su balance de efectivorepresenta una inversión cuyo objetivo es protegerse de laincertidumbre presente (protección) por oposición a unfuturo que se percibe como menos seguro.0

A la luz de esta reconstrucción praxeológica del dinerocomo un bien singularmente presente, el caso de Selgin yWhite a favor de la banca de reserva fraccionaria salta a laluz por sus fallos. Si los bancos acomodan una mayordemanda (no esperada) de dinero a través de la emisióntemporal de medios fiduciarios adicionales (crédito), comoproponen Selgin y White, esto sólo puede tener efectosdisruptivos y desequilibrantes. Si no se anticipa la respuestaacomodaticia de los bancos, el tipo de interés se verátemporalmente reducido situándose por debajo de su nivelde mercado, la inversión aumentará y la estructura de laproducción se verá alargada. Pero esto va en contra de laspreferencias que el público manifiesta. El público percibe elfuturo como más incierto y, en consecuencia, quiereaumentar la cantidad de efectivo en sus manos y, por lo

sus contingencias). Sólo un medio de cambio, debido a su liquidez suprema, puede asegurarle contra contingencias denaturaleza incierta. Por tanto, de la misma manera en la queel seguro es el precio a pagar por la protección contra riesgos, la tenencia de efectivo es el precio a pagar por la protección contra la incertidumbre. Véase la nota final más abajo.

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tanto, al pujar éste el precio de los bienes no monetarios ala baja e incrementar de forma correspondiente el poderadquisitivo de la unidad monetaria, éste está intentandoaumentar su protección presente contra la incertidumbre.Dedicar más recursos al futuro es la expresión de unamenor incertidumbre pública (en vez de una mayor), y, porlo tanto, se halla en contradicción con los deseos del públicoe implica una sistemática mala asignación de los recursos(que se expresará en un ciclo de auge y recesión). Y, encualquier caso, incluso en el caso de que los bancospudieran anticipar la oferta monetaria de forma perfecta,cualquier intento que se realice en esta línea seguiría siendodisruptivo, pues—aparte de sus ineludibles consecuenciasredistributivas—éste sólo puede retrasar la llegada delobjetivo deseado. Para estar mejor protegidos contra laincertidumbre percibida, los precios deben caer y el poderadquisitivo de la moneda debe subir. Pero con una mayorcantidad de dinero circulación, no cabe duda de que este

0Selgin y White nunca tocan la cuestión de por qué cambios en lademanda de dinero ocurren, y por tanto nunca penetran en lasfuentes últimas —microeconómicas —; esto es, cambios en lasvaloraciones subjetivas de los individuos sobre la incertidumbrepersonal percibida. En contraste, mientras que caracterizan loscambios en la demanda de dinero como aparentemente sinmotivo e inexplicables, Mises es explícito y enfático acerca delcarácter irracional:Las ventajas y desventajas derivadas de la tenenciade efectivo no son factores objetivos que puedan influencias directamentela cantidad de efectivo mantenida. Son colocadas en balanzas por cadaindividuo y juzgadas entre sí. El resultado es un juicio subjetivo de valor,coloreado por la personalidad del individuo. Diferentes personas y lamisma persona en momentos diferentes del tiempo valoran los mismoshechos objetivos de manera diferente. De la misma manera en la que elconocimiento de la riqueza de un hombre y su condición física no nos dicecuánto estaría dispuesto a gastar por comida de cierto poder nutritivo, elconocimiento de la situación material de un hombre no nos permite hacerafirmaciones definitivas sobre la cantidad de efectivo que poseerá. (Mises,Human Action, p. 430)

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objetivo se retrasa y se tarda más en conseguirlo.0

UNA NOTA FINAL:ALGUNAS ANALOGÍAS ERRÓNEAS

A la luz de la distinción fundamental entre la propiedad(dinero) y los títulos de propiedad (sustitutos monetarios)explicada en las secciones anteriores de este artículo, y a lafundamental caracterización del dinero como bien presente,varias analogías popularmente empleadas en el intento dejustificar la banca de reserva fraccionaria resultan sererradas. Incluso si se distingue de froma correcta entretítulos de propiedad (resguardos) y la propiedad en sí, todaanalogía propuesta—entre la reserva fraccionaria por unlado y el overbooking de una aerolínea, aparcamientos,loterías o seguros por otro de tipo fraccionario—fracasa a la

0Mises resume: Los servicios que provee el dinero estáncondicionados por su poder adquisitivo. Nadie quiere tener como efectivouna cantidad definida de dinero o un peso definido de dinero; quieremantener efectivo con una cantidad definida de poder adquisitivo. Comola operación del mercado tiende a determinar el estado final del poderadquisitivo del dinero en un punto en el que la oferta y la demande dedinero coinciden, nunca puede haber exceso o deficiencia de dinero.Cada individuo y todos los individuos juntos pueden disfrutar las ventajasque deseen a partir del intercambio indirecto y el uso del dinero, sinimportar si la cantidad total de dinero es grande o pequeña. Cambios en elpoder de compra del dinero generan cambios en la disposición de riquezaentre los varios miembros de la sociedad. Desde el punto de vista de lagente deseosa de verse enriquecida por tales cambios, la oferta de dineropuede ser insuficiente o excesiva, y el apetito por tales ganancias puederesultar en políticas diseñadas para traer alteraciones en el poderadquisitivo. No obstante, los servicios que el dinero provee no son nimejorados ni reparados al cambiar la oferta monetaria. Puede aparecerun exceso o falta de dinero en el balance de efectivo de un individuo. Perotal condición puede ser remediada al incrementar o disminuir el consumoo la inversión (Por supuesto, uno no debe caer víctima de la confusiónpopular entre la demanda de dinero en efectivo y el apetito por mayorriqueza) La cantidad de dinero disponible en toda la economía siempre essuficiente para asegurar para todos lo que el dinero hace y puede hacer.(Mises, Human Action, p. 421)

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hora de reconocer la distinción fundamental existente entrelos bienes presentes y futuros.

El propietario de un título sobre el dinero posee un bienpresente (propiedad sobre el dinero)—un bien indirecto peroinmediatamente útil. El banquero de reserva fraccionalincurre en fraude; emite y vende títulos adicionales sobreuna cantidad invariable de dinero. En contraste, elpropietario de un ticket de una aerolínea posee un bienfuturo. Por lo tanto, al vender más billetes que asientosahora (hoy) para un vuelo futuro (mañana), una aerolíneano puede haber cometido fraude aún (hoy). Este fraude nopuede ocurrir hasta mañana, cuando los tickets puedan serredimidos, y sólo en la medida en que la aerolínea seaentonces incapaz de satisfacer todos y cada uno de losderechos de los portadores de billetes. De hecho, lasaerolíneas normalmente cumplen con su obligacióncontractual: cada posedor de los tickets tiene derecho a unasiento en el vuelo en cuestión debido a la predisposiciónde las mismas a pagar todo ticket en exceso, esto es, arecomprar el ticket a un precio (intercambiarlo por otro bien)que el portador considera más valioso que su ticket de vuelopresente. Y, sin lugar a dudas, ninguna aerolínea venderátickets ahora (títulos sobre asientos o bienes presentes) yasignar a dos personas el mismo asiento, que esesencialmente lo que la reserva fraccionaria hace.

De forma similar, el propietario de un permiso deaparcamiento fraccionario (con más personas con derechoa aparcar que plazas) no posee un bien presente. Posee elderecho a participar durante un periodo específico detiempo en una búsqueda repetida de espacio para aparcar.El propietario del parking no puede cometer fraude alvender sus tickets, salvo que niegue la entrada a alguienque disponga de un ticket válido cuando haya sitio libre, o siha cambiado las reglas contractualmente acordadas; estoes, si ha acordado imprimir un máximo de 200 permisos, porejemplo, pero imprime 300. Sólo el propietario de un ticket

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de aparcamiento presente o el propietario de un sitio deaparcamiento reservado son los únicos propietarios de unbien presente; y no hay, por supuesto, sobreventa de plazasde aparcamiento reservadas o presentes.

El mismo razonamiento se aplica en el caso de lasloterías. El propietario de un ticket de lotería no poseeningún bien presente. Posee el derecho a participar en elsorteo de ciertos premios, donde comprador y vendedorsaben—como parte de la naturaleza inherente de la lotería—que hay y debe haber más tickets que premios. Eloperador de la lotería no puede haber cometido ningúncrimen salvo que no redima los tickets ganadores con lospremios prometidos o cambie subrepticiamente las reglasdel juego. Si este es el caso, rara vez se ha oído hablar deuna lotería que imprima más de un ticket ganador para elmismo premio (bien presente), lo cual sería fraudulento, porsupuesto, y que es lo que los banqueros de reservafraccionaria hacen.

Finalmente, la analogía propuesta entre la banca dereserva fraccionaria y las aseguradoras ya ha sido refutadaimplícitamente en la nota 46 más arriba, concerniente a larelación entre riesgo y seguro por un lado e incertidumbre ydinero por otro. A diferencia del propietario de dinero, elpropietario de una póliza de seguros no posee un bienpresente sino futuro. Una compañía de seguros puede noser capaz de cumplir sus obligaciones contractuales enalgún momento futuro, y uno puede entonces llegar a laconclusión de que ha sobrevendido sus tickets. Noobstante, es imposible decir que se haya cometido uncrimen ahora, en el momento en el que la póliza se hayavendido, porque el bien vendido por la agencia aseguradoraes un bien futuro. En contraste, el propietario de un ticketsobre el dinero es propietario de un bien presente, y todasobreemisión de tickets sobre bienes presentes es desde elprincipio—instantánea y inmediatamente—fraudulenta, y, de forma consecuente, contraria a la ética de

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mercado.

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8Socialismo: ¿un problema de

propiedad o de conocimiento?

IEn una serie de artículos recietes publicados en el Reviewof Austrian Economics, Joseph Salerno empezó adeshomogeneizar las ocasionalmente parecidas teoríaseconómicas y sociales de Ludwig von Mises y Friedrich A.Hayek. En particular, éste ha mostrado que sus visionessobre el socialismo son diferentes, y argumenta que elargumento original de Mises en el llamado debate delcálculo económico socialista ha sido siempre correcto,mientras que la contribución de Hayek al debate fue falazdesde el principio y sólo añadió confusión. La siguiente notaproporcionará apoyo a la tesis de Salerno.

El famoso argumento del cálculo de Mises diceasí: si no hay propiedad privada sobre la tierra ymedios de producción, entonces no puede haberprecios de mercado para estos bienes. Por lo tanto,el cálculo económico, es decir, la comparación deingresos anticipados y coste esperado expresado entérminos de un medio común de cambio (que permiteoperaciones con tablas cardinales), es literalmenteimposible. El error fatal del socialismo es la ausenciade propiedad privada sobre la tierra y medios deproducción, y por implicación, la ausencia del cálculoeconómico.

Para Hayek, el problema del socialismo no resideen su falta de propiedad sino que depende de su

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falta de conocimiento. Su tesis es totalmentediferente de la de Mises.0 Para Hayek, el error fataldel socialismo es el hecho de que el conocimiento,en particular “el conocimiento de las circunstanciasparticulares de tiempo y lugar,” sólo existen dispersocomo posesión personal entre varios individuos, porlo tanto, es prácticamente imposible reunir y procesartoda la información existente en la mente de un soloplanificador central. La solución de Hayek no es lapropiedad privada, sino la descentralización en el usodel conocimiento.

Pero esta es una tesis absurda. En primer lugar, siel uso centralizado del conocimiento es el problema,es difícil explicar por qué hay familias, clubs y firmas,y por qué estos no afrontan los mismos problemasque el socialismo. Las familias y firmas tambiénimplican planificación central. El cabeza de familia yel propietario de la firma también hacen planes quelimitan el uso que otras personas pueden hacer de suconocimiento, pero las familias y firmas no parecentener los problemas del socialismo. Para Mises, estaobservación no plantea dificultad: bajo el socialismo,la propiedad privada está ausente, pero en el casode las familias y firmas privadas, están basadas en lamismísima institución de la propiedad privada. Noobstante, para Hayek el correcto funcionamiento delas familias y firmas es inquietante, porque su idea deuna sociedad totalmente descentralizada donde cadacual toma sus propias decisiones basándose en supropio conocimiento de las circunstancias, sinlimitaciones de ningún plan central o norma social

0[Reimpreso del Review of Austrian Economics 9, no. 1 (1992).]Véase en particular el aclamado artículo de 1945, “The Use ofKnowledge in Society,” reimpreso en F.A. Hayek, Individualism andEconomic Order (Chicago: University of Chicago Press, 1948).

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supraindividual (como la institución de la propiedadprivada).

Segundo, si el desideratum es meramente el usodescentralizado del conocimiento en la sociedad,entonces es difícil explicar por qué los problemas delsocialismo son fundamentalmente diferentes de losencontrados por alguna otra forma de organizaciónsocial. Toda organización humana, compuesta comoestá de individuos varios, constante yinevitablemente hace uso del conocimientodescentralizado. En el socialismo, el conocimientodescentralizado se emplea tanto como en una familiao en una firma privada, un plan central en elsocialismo, y dentro de los límites de ese plan, lostrabajadores socialistas y los empleados de la firmaemplean su propio conocimiento descentralizado delas circunstancias de tiempo y lugar paraimplementar y ejecutar el plan. Para Mises, todo estoes errar el tiro. Dentro del marco analítico de Hayek,no hay diferencia entre el socialismo y una empresaprivada. Por tanto, el socialismo no puede ser peorque una empresa privada.

Claramente, la tesis de Hayek sobre el problemacentral del socialismo es carente de sentido. Lo quecategóricamente distingue al socialismo de las firmasy familias no es la existencia de conocimientocentralizado o la falta de uso del conocimientodescentralizado, sino la ausencia de propiedadprivada, y por tanto, de precios. De hecho, enocasionales referencias a Mises y su argumentooriginal del cálculo, Hayek a veces parece darsecuenta de esto también. Pero su intento de integrarsu propia tesis con la de Mises y por tanto crear unasíntesis teórica superior falla.

La síntesis Hayekiana consiste en la siguienteconjunción proposicional: “Fundamentalmente, en un

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sistema donde el conocimiento de los hechosrelevantes está disperso entre mucha gente, losprecios pueden actuar para coordinar las accionesseparadas de gente diferente” y “el sistema deprecios” puede servir como “mecanismo para lacomunicación de información.”0 Mientras que lasegunda parte de esta proposición suena vagamenteMiseana, es del todo menos claro cómo serelaciones lógicamente con la primera, salvo a travésde la elusiva asociación que hace Hayek de “precios”con “información” y “conocimiento.” No obstante, estaasociación es más un truco semántico que unaargumentación rigurosa. Por un lado, es inocentehablar de que los precios transmiten información.Informan sobre ratios pasados de intercambio, peroes un non-sequitur concluir que el problema centraldel socialismo es una falta de conocimiento. Estosólo seguiría si los precios fuesen información. Noobstante no es el caso. Los precios transmiteninformación, pero son los ratios de intercambio devarios bienes, que resultan de las interaccionesvoluntarias de distintos individuos basadas en lainstitución de la propiedad privada. Sin la instituciónde la propiedad privada, la información transmitidapor los precios simplemente no existiría. Lapropiedad privada es la condición necesaria—dieBedingung der Möglichkeit—del conocimientocomunicado a través de los precios. Pero entoncessólo es correcto concluir, como hace Mises, que es laausencia de la institución de la propiedad privada laque constituye el problema del socialismo. Afirmarque el problema es de falta de conocimiento, comohace Hayek, es confundir causa y efecto, o premisa yconsecuencia.

0Ibíd., pp. 85-86.

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Por el contrario, la identificación de Hayek de“precios” y “conocimiento” involucra una equivocaciónilusoria. No sólo yerra Hayek al distinguir entre lo queuno podría llamar conocimiento institucional—información que requiere para su existencia unainstitución (como el conocimiento de precios requierepropiedad privada)—y conocimiento puro oextrainstitucional—como esto es un roble, me gustanlos cacahuetes o los pájaros pueden volar. Más aún,Hayek no se da cuenta de que el conocimiento de losprecios no es en absoluto el mismo tipo deconocimiento cuya existencia cree responsable de la“imposibilidad práctica” del socialismo y laplanificación central. Lo que hace a la planificacióncentral imposible, según Hayek, es el hecho de queparte del conocimiento humano existe sólo comoinormación esencialmente privada:

prácticamente cada individuo tiene alguna ventajasobre los demás porque posee información única dela cual puede hacerse un uso beneficioso, pero talbeneficio sólo puede lograrse si las decisionesdependientes de ello se le dejan a su antojo o sehacen con su cooperación activa.0

Aunque es cierto que tal conocimiento existe, ymientras que también es verdad que el conocimientoprivado nunca podrá ser centralizado (sin pérdidas deinformación), no es cierto que el conocimiento deprecios cae en esta categoría de informaciónúnicamente privada. No cabe duda, los precios son“precios pagados en momentos y tiemposespecíficos”, pero esto no los hace informaciónprivada en el sentido Hayekiano. Al contrario, lainformación transmitida por los precios es

0 Ibíd, p. 80.

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información pública, porque los precios—en tantoque tipos objetivos de intercambio—son eventosreales. Conocer todos los precios pagados en unafecha y localización concretas puede ser difícil, comodifícil puede ser también el saber la localización físicade cada persona en cualquier momento dado. Perono quiere decir que sea imposible saber alguno deestos datos, y con la tecnología actual decomputación la tarea probablemente sea fácil. Encualquier caso, aunque yo nunca sepa todo lo que túsabes y vice versa, no es más problemático asumirque ambos poseamos la misma información sobrelos precios y que ambos podamos saber de formasimultanea los mismos resultados del béisbol. Por lotanto, el conocimiento expresado en los precios dehecho puede centralizarse. No obstante, si lainformación de los precios es información pública ypor tanto puede ser centralizada, entonces, según latesis de Hayek, de que el problema del socialismosurge de la ineficiencia de intentar centralizar lainformación privada genuinamente no centralizable,se seguiría que la ausencia de precios, y por lo tanto,de la propiedad privada no tiene que ver con elproblema del socialismo. De otra manera, si unoinsiste con Mises en que la ausencia de propiedadprivada y los precios tienen algo que ver con elproblema del socialismo, la contribución de Hayek aldebate del cálculo socialista debe ser descartadacomo falsa, confusa e irrelevante.

La mala interpretación de Hayek de la naturalezadel socialismo es sintomática del error fundamentalque se encuentra presente en su pensamiento,encontrándose éstno sólo en su economía, sino ensu filosofía política: su ultra-subjetivismo. Hayek,citado ad nauseam por sus muchos seguidores,estaba convencido de que probablemente “no sea

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una exageración decir que cada avance importanteen teoría económica de los últimos cien años hayansido pasos en la consistente aplicación delsubjetivismo.”0 Aunque esto pueda ser verdad, no sededuce lógicamente que todo avance hacia elsubjetivismo deba también conducir a avances en lateoría económica. No obstante, Hayek parece haberllegado a esta conclusión y, por lo tanto, se haconvertido en un ejemplo ilustrativo de su falsedad.

Mises, y siguiendo sus pasos, Murray N.Rothbard, conciben la economía como la ciencia dela acción humana. La acción tiene dos elementosinseparables: una parte subjetiva (la acción esracional e inteligible) y un aspecto objetivo (actuar essiempre actuar con cosas reales y objetos físicos).De forma acorde, la economía y filosofía de Mises yRothbard es siempre robusta, y sus categorías yteorías siempre poseen un significado real yoperacional: la propiedad privada, división del trabajobasado en la propiedad privada, la producción, losintercambios directos e indirectos, y la interferenciacompulsoria con la propiedad privada e intercambiosentendidos como impuestos, la falsificación, lalegislación y la regulación.

En contraste con esto, Hayek—y mal guiadosporél en cierta medida también Israel Kirzner y LudwigLachmann—ve la economía como una clase deciencia del conocimiento humano. De formaconsecuente, las categorías y teorías de Hayek serefieren a fenómenos puramente subjetivos y soninvariablemente elusivas o incluso ilusorias. No lepreocupan la acción física, sino el conocimiento y laignorancia, la división, dispersión y difusión del

0F.A. Hayek, The Counterrevolution of Science (New York: Free Press, 1955), p. 21.

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conocimiento, el estado de alerta, descubrimiento, elaprendizaje y la coordinación y divergencia dediferentes planes y expectativas. Los eventos delmundo externo (físico) y del real (material) handesaparecido casi por completo de su enfoque. Lascategorías de Hayek se refieren a estados yrelaciones mentales, completamente separados eincompatibles con cualquier estado o evento físico.

Más notable e inquietante es el giro ultra-subjetivista en la filosofía política de Hayek. Segúnuna larga tradición de filosofía política compartida porMises y Rothbard, la libertad está definida comolibertad para poseer y controlar propiedad real, y lacoerción es la iniciación de violencia física sobre lapropiedad privada de otros. En contraste, Hayekdefine libertad como “un estado donde cada cualpuede usar su propio conocimiento para sus propiospropósitos”0 y la coerción significa “aquel control delmedio o circunstancias de una persona por otra talque para evitar un mal mayor, se ve forzada a actuarno acorde a un plan coherente propio sino a servir losfines de otro,”0 o alternativamente, “ocurre coercióncuando las acciones de un hombre sirven a lavoluntad de otro hombre, no por un propósito propio,sino a partir del de otra persona”0 (las cursivas sonmías). Claramente, la definición de Hayek nocontiene referencia a los bienes escasos y lapropiedad tangible y real y no da un criterio físicopara la existencia o inexistencia de una u otra

0F.A. Hayek, Law, Legislation, and Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1973), vol. 1, pp. 55-56.

0F.A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: Universityof Chicago Press, 1960), pp. 20-21.

0Ibíd., p. 133.

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circunstancia. En lugar de eso, la coerción y lalibertad se refieren a configuraciones específicas devoluntades subjetivas, planes, pensamientos oexpectativas. Como predicados mentales, lasdefiniciones de Hayek de libertad y coerción soncompatibles con cualquier circunstancia física real.0

Ofrecer una crítica detallada y refutación del ultra-subjetivismo de Hayek está más allá de la intenciónde este artículo. No obstante, además de la cuestiónfundamental de si una ciencia del conocimiento talcual la concibe Hayek es siquiera posible (es decir, sipuede haber alguna otra ciencia del conocimientoaparte de la lógica y la epistemología por un lado y lahistoria de las ideas por otro),0 hay dos conclusionesdolorosamente claras. Incluso si la ciencia delconocimiento de Hayek es posible, parece ser comomucho irrelevante porque praxeológicamente notiene sentido. En el peor de los casos esintelectualmente perniciosa al promover elrelativismo.

En cuanto al mundo real de las acciones conpropiedades físicas, de producción e intercambio, dedinero y mercados, de ganancias y pérdidas, deacumulación de capital y pérdidas, no puede haberduda sobre la existencia de leyes y la existencia deuna tendencia hacia el equilibrio general (acción-coordinación). De igual manera, no puede haberduda acerca de la existencia de leyes y tendencias

0Véase también Hans-Hermann Hoppe “Hayek on Government and Social Evolution,” Review of Austrian Economics 7, no. 1 (1994): esp. 70ff.

0Para algunas dudas importantes sobre esto véase Hans-Hermann Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983).

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desequilibradoras en el mundo actual de losimpuestos, falsificación, legislación y regulación. Dehecho, sería extremadamente costoso, inclusoprohibitivo, no reconocer tales leyes y tendencias yadoptar una visión relativista. En contraste, al desviarsubrepticiamente la atención del mundo físico ytangible de la acción y la propiedad al mundo etéreodel conocimiento, ideas, planes y expectativas, lasvisiones relativistas se convierten en atractivas yasequibles. No hay regularidades y tendenciasaparentes en el mundo del conocimiento de Hayek.De hecho, es difícil incluso imaginar qué podríansignificar “ley” y “equilibrio” en un contexto defenómenos puramente subjetivos. En vez de eso noparece existir nada sino un constante cambiocaleidoscópico.

No es sorprendente pues que Hayek y susseguidores proclamen tales eslóganes relativistascomo que no podemos hacer cualquier cosa paramejorar nuestra condición sino confiar en la evoluciónespontánea, que nuestro futuro es incognoscible, oque no podemos sino participar en una conversacióneterna y de final abierto. En lo que al reino de losfenómenos puramente subjetivos respecta y para unser espiritual incorpóreo, este puede ser un buenaviso. No obstante, ¿Por qué iba alguien corpóreo apreocuparse por esto? Aplicado al mundo de laacción corpórea y la propiedad, tales consejos sonsinsentidos autodestructivos.

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Parte DosFILOSOFÍA

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9Sobre la praxeología y

la base praxeológica de laepistemología

I.

Del mismo modo que la gran mayoría de las más grandes einnovadoras figuras del pensamiento económico, Ludwigvon Mises ha analizado intensa y repetidamente elproblema del estatuto lógico de las proposicioneseconómicas (es decir, cómo llegamos a conocerlas y cómolas validamos). De hecho, Mises ocupa un lugarpreeminente entre aquellos que mantienen que talpreocupación es indispensable para alcanzar un progresosistemático en economía, ya que cualquier error derespuesta frente alguna de las preguntas fundamentalesefectuadas puede conducir al error intelectual, es decir, afalsas doctrinas económicas. De forma acorde, tres de loslibros de Mises están dedicados a clarificar las baseslógicas de la economía: su temprano EpistemologicalProblems of Economics, publicado en Alemán en 1933; suTheory and History en 1957; y su Ultimate Foundation ofEconomic Science en 1962, siendo este el último libro deMises, que apareció cuando éste ya había pasado suoctagésimo cumpleaños. Su trabajo en el campo de laeconomía siempre muestra la importancia que daba Misesal análisis de problemas epistemológicos. Su obra maestra,Human Action, dedica sus primeras cien páginasexclusivamente a tales problemas, y las restantes 800 estánpermeadas con consideraciones epistemológicas.

En línea con la tradición de Mises, las bases de laeconomía son también objeto de este capítulo. Yo mismo

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me he puesto un doble objetivo. Primero, explicaré lasolución que Mises avanza respecto al problema de la baseúltima de la ciencia económica (es decir, su idea de unateoría pura de la acción, o praxeología, como él ladenomina). En segundo lugar, demostraré por qué lasolución de Mises es mucho más que una visión justa eincontestable de la naturaleza de la economía y lasproposiciones económicas.

Mises profundiza en el tema, y nos permite entender labase sobre la que la epistemología descansa en últimainstancia. De hecho, como sugiere el título de este capítulo,mostraré que es la praxeología la que debe considerarse labase de la epistemología, y que Mises, además de susgrandes logros como economista, también contribuyó demanera importante a avanzar la empresa sobre lajustificación de la filosofía racionalista.0

II.

Empecemos con la solución de Mises. ¿Cuál es el estatutológico de una proposición económica típica como la ley dela utilidad marginal (que dice que cuando la oferta de unbien cuyas unidades se consideran igual de útiles por parte

0[Impreso por primera vez en Meaning of Ludwig von Mises:Contributions in Economics, Epistemology, Sociology, and PoliticalPhilosophy, edited by Jeffrey M. Herbener (Auburn, Ala.: Ludwig vonMises Institute, 1993).También reimpreso en Hans-Hermann Hoppe,Economic Science and the Austrian Method (Auburn, Ala.: Ludwig vonMises Institute, 1995).] Véase sobre esto Hans-Hermann Hoppe, Kritikder kausalwissenschnftlichen Sozialforschung. Untersuchungen zurGrundlegung von Soziologie und Ökonomie (Opladen: WestdeutscherVerlag, 1983); idem, “Is Research Based on Causal Scientific PrinciplesPossible in the Social Sciences?” Ratio

(1983): infra cap. 7; idem, Praxeology and Economic Science(Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988); idem, in “Defense ofExtreme Rationalism,” Review of Austrian Economics 3 (1988).

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de un individuo, se ve incrementada en una unidad, el valorque se le da a esta unidad debe decrecer ya que sólo puedeemplearse como medio para satisfacer un objetivoconsiderado como menos valioso que el último objetivo devalor ya satisfecho con la unidad anterior de ese bien) o dela teoría cuantitativa del dinero (que mantiene que con elaumento de la masa monetaria, permaneciendo constantela demanda de dinero en efectivo, cae el poder adquisitivode la moneda)?

Al formular su respuesta, Mises se enfrentaba a un dobledesafío. Por un lado, está la respuesta ofrecida por elempirismo moderno. La Viena que Ludwig von Misesconocía constituyó de hecho uno de los primeros centrosdel empirismo moderno: un movimiento que estaba a puntode establecerse como academia filosófica dominante en elmundo Occidental durante varias décadas, y que hasta eldía de hoy ha influido en la imagen que la mayoría de los

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economistas tienen de su propia disciplina.0

El empirismo considera que la naturaleza y las cienciasnaturales son su modelo. Según el empirismo, losmencionados ejemplos de proposiciones económicas tienenel mismo estado lógico que las leyes de la naturaleza. Y aligual que las leyes de la naturaleza, éstas trazan relacioneshipotéticas entre dos o más eventos, de forma esencial bajola forma de afirmaciones del tipo si-entonces. Y como lashipótesis de las ciencias naturales, las proposiciones de laeconomía requieren ser constantemente comprobadas decara a la experiencia. Una proposición sobre la relaciónentre eventos económicos nunca podrá ser validada de unavez por todas. En vez de eso, ésta siempre estará sujeta al

0Sobre el Círculo de Viena véase Viktor Kraft, Der Wiener Kreis (Wien: Springer, 1968); para interpretaciones empiristas-positivistas de la economía véanse los trabajos representativos de Terrence W. Hutchison, The Significance and Basic Postulates of Economic Theory (London: Macmillan, 1938). Hutchison, adherente de la variante Popperiana del empirismo, es ahora menos entusiasta con la idea de una economía Popperizada—véase por ejemplo su Knowledge and Ignorance in Economics (Chicago: University of Chicago Press, 1977)—pero aún no ve alternativa al falsacionismo de Popper. Véase también Milton Friedman, “The Methodology of Positive Economics” in idem, Essays in Positive Economics (Chicago: University of Chicago Press, 1953); Mark Blaug, The Methodology of Economics (Cambridge: Cambridge University Press, 1980);una visión positivista de un participante en el seminario de Mises en Viena es Felix Kaufmann, Methodology of the Social Sciences (New York: Humanities Press, 1958); el dominio del empirismo en la economía está documentado por el hecho de que probablemente no haya un sólo libro detexto que no clasifique la economía como una ciencia empírica (a posteriori).

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resultado de experiencias futuras contingentes. Talexperiencia podrá confirmar la hipótesis. Pero esto noprobará que la hipótesis sea cierta, pues al expresarse lasproposiciones económicas en términos generales (enterminología filosófica, universales) que describen eventosrelacionados, ésta podrían aplicarse a un número infinito decasos, dejando siempre sitio para futuras experienciasfalsadoras. Todo lo que probaría una confirmación es que lahipótesis aún no se ha demostrado falsa. Por otro lado, laexperiencia puede falsar la hipótesis. Esto seguramenteprobaría que la hipótesis era errónea, pero no probaría quela relación hipotetizada entre los eventos especificados nopueda ser observada. Ésta indicaría meramente que, al sólopoderse considerar y controlar lo que hasta ahora hasucedido en la observación, la tal relación todavía no se hamostrado. No puede descartarse, no obstante, que éstapueda aparecer cuando se puedan controlar otrascircunstancias.

La actitud que esta filosofía apoya y que se ha hechocaracterística en la mayoría de los economistascontemporáneos y su manera de hacer ciencia es la unescepticismo que sigue el lema de “nada se puede tacharde imposible con certeza en el reino de los fenómenoseconómicos.”

De forma más precisa, dado que el empirismo concibelos fenómenos económicos como datos objetivos,extendiéndose en el espacio y sujetos a una medidacuantitativa—en estricta analogía con los fenómenos de lasciencias naturales—el escepticismo particular deleconomista empirista puede ser considerado el de un

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ingeniero social que no garantiza nada. 0

El otro desafío viene de la Escuela Historicista. De hecho,durante la vida de Mises en Austria y Suiza, la filosofíahistoricista era la ideología dominante en las universidadesde habla alemana y su élite. Con el surgimiento delempirismo, su prominencia se vio reducidaconsiderablemente. No obstante, durante la última décadael historicismo ha recuperado fuerza dentro de la academiadel mundo Occidental. Hoy está presente bajo el nombre dehermenéutica, retórica, deconstructivismo y anarquismoepistemológico.0

Para el historicismo, y más conspicuamente para susversiones contemporáneas, el modelo no es la naturalezasino un texto literario. Según la doctrina historicista, los

0 Sobre las consecuencias relativistas del empirismo-posititivmo véase Hans- Hermann Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1989), cap. 6; idem, “The Intellectual Cover for Socialism,” Free Market (February 1988); véase también infra cap. 11.

0Véase Ludwig von Mises, The Historical Setting of the AustrianSchool of Economics (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1984);idem, Erinnerungen (Stuttgart: Gustav Fischer, 1978); idem, Theory andHistory: An Interpretation of Social and Economic Evolution (Auburn, Ala.:Ludwig von Mises Institute, 1985), cap. 10; Murray N. Rothbard, Ludwigvon Mises: Scholar, Creator, Hero (Auburn, Ala.: Ludwig vonMises Institute, 1988); para un análisis crítico de las ideas historicistasvéase Karl R. Popper, The Poverty of Historicism (London: Routledgeand Kegan Paul, 1957); para un representante de la vieja versiónhistoricista de la economía véase Werner Sombart, Die dreiNationalökonomien (Munich: Duncker and Humblot, 1930); para suvariante moderna y hermenéutica Donald McCloskey, The Rhetoric ofEconomics (Madison: University of Wisconsin Press, 1985); LudwigLachmann, “From Mises to Shackle: An Essay on Austrian Economicsand the Kaleidic Society,” Journal of Economic Literature 14, no. 1(1976).

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fenómenos económicos no son magnitudes objetivas quepuedan ser medidas. En vez de eso son expresionessubjetiva e interpretaciones que se desarrollan en la historiapara ser entendidas e interpretadas por el economista de lamisma manera que un texto literario transcurre y esinterpretado por su lector. Como creaciones subjetivas, lasecuencia de sus eventos no sigue una ley objetiva. Nadaen el texto literario y nada en la secuencia de expresiones einterpretaciones históricas está gobernado por relacionesconstantes. Por supuesto, existen ciertos textos literarios ytambién existen ciertas secuencias de hechos históricos.Pero esto no implica que nada tenga que suceder en elorden en el que lo hizo. Lo que pasa es que ocurrió así. Dela misma manera en que uno puede inventar diferenteshistorias literarias, la historia y la secuencia de eventoshistóricos también podrían haber transcurrido de maneradiferente. Más aún, según el historicismo, y en particular suversión moderna, la hermenéutica, la formación einterpretación de las siempre contingentes expresioneshumanas no se encuentran limitada por ninguna leyobjetiva. En la producción literaria cualquier cosa puedeexpresarse de muchas maneras, y en la misma línea, loseventos históricos y económicos son lo que uno exprese ointerprete que son, y su descripción por parte del historiadory economista es pues la interpretación que éste dé a estoshechos pasados subjetivos.

La actitud que esta filosofía historicista genera es la delrelativismo. Su lema es “todo es posible.” Sin estar limitadapor ninguna ley objetiva, la historia, la economía y la críticaliteraria son asuntos de estética para el historicista-hermenéutico. Y así, su producción escrita toma la forma dedisquisiciones sobre lo que otros creen que otros han dicho.Esta es una forma literaria con la que estamos demasiadofamiliarizados, en particular en campos como la sociología y

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la ciencia política.0

De manera intuitiva, uno ya es capaz de ver el grave erroren el que descansan las filosofías empirista e historicista.Sus ideas epistemológicas no parecen encajar en suspropios modelos: la naturaleza por un lado y los textosliterarios por el otro. En cualquier caso, con respecto aproposiciones económicas como la ley de la utilidadmarginal o la teoría cuantitativa del dinero, sus ideas sontotalmente erróneas. La ley de la utilidad marginal no pareceser una ley hipotética sujeta a validación constantemediante experiencias que surjan aquí o allá. Y concebir elfenómeno al que se refiere la ley como una magnitudcuantificable es cuanto menos ridículo. Y la interpretaciónhistoricista tampoco parece aportar nada mejor. Pensar quela relación entre los eventos a los que se refiere la teoríacuantitativa del dinero pueden ser deshechos si uno así lodesea es absurda. Esta idea no es menos absurda queconsiderar que conceptos como el dinero, demanda dedinero y poder adquisitivo están formados sin limitaciónobjetiva alguna y se refieren meramente a meras creaciones

0Sobre el extremo relativismo del historicismo-hermenéutica, véase Hans-Hermann Hoppe, “In Defense of Extreme Rationalism”; Murray N. Rothbard, “The Hermeneutical Invasion of Philosophy and Economics,” Review of Austrian Economics 3 (1988); Henry Veatch, “Deconstruction in Philosophy: Has Rorty Made it the Denouement of Contemporary Analytical Philosophy,” Review of Metaphysics (1985); Steven Horwitz and Peter Boettke, “Misesian Integrity: A Comment on Barnes,” Austrian Economics Newsletter (Fall, 1987); David Gordon, Hermeneutics vs. Austrian Economics (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, Occasional Paper Series, 1987); para una crítica brillante de la sociología contemporánea véase Stanislav Andreski, Social Science as Sorcery (New York: St.Martin’s Press, 1973).

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subjetivas. En vez de eso, al contrario que la doctrinaempirista, ambos ejemplos de proposiciones económicasparecen ser lógicamente correctas y se refieren a eventosque son subjetivos en su naturaleza. Al contrario que elhistoricismo, parece que lo que dicen estas proposicionesno podría ser deshecho en toda la historia y que contienendistinciones conceptuales que, si bien se refieren a hechossubjetivos, no dejan de estar objetivamente limitadas eincorporan conocimiento universalmente válido.

Al igual que la mayoría de los economistas conocidosantes que él, Mises comparte estas intuiciones.0 Pero en subúsqueda de las bases de la economía, Mises va más alláde la intuición. Acepta el desafío propuesto por el empirismoy el historicismo para reconstruir las bases sobre las cualesesas intuiciones se pueden entender como correctas yjustificarlas sistemáticamente. Éste no quiere pues dar a luza una nueva disciplina económica, pero al explicar lo queanteriormente sólo se había comprendido intuitivamente,Mises va mucho más allá de lo que se había hecho hastaentonces. Al reconstruir las bases racionales de lasintuiciones de los economistas, éste nos asegura el caminoadecuado para cualquier desarrollo futuro en la economía ynos protege de cualquier error sistemático intelectual.

El empirismo y el historicismo, como apunta Mises alprincipio de su reconstrucción, son doctrinas

0Sobre la visión epistemológica de sus predecesores como Jean Baptiste Say, Nassau W. Senior, John E. Cairnes, JohnStuart Mill, Carl Menger, and Friedrich Wieser, vease Ludwigvon Mises, Epistemological Problems of Economics (New York: New York University Press, 1981), pp. 17-2; también Murray N. Rothbard, “Praxeology: The Methodology of Austrian Economics,” en Edwin Dolan, ed., The Foundationsof Modern Austrian Economics (Kansas City: Sheed and Ward, 1976); Hoppe, Praxeology and Economic Science.

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autocontradictorias. La noción empirista0 de que todos loseventos, naturales o económicos, sólo estánhipotéticamente relacionados, se ve contradicha ya departida por esta misma proposición de base del empirismo,ya que si esta proposición fuese considerada verdaderasólo desde un punto de vista hipotético (es decir, unaproposición hipotéticamente verdadera sobre proposicioneshipotéticamente verdaderas), no llegaría a ser unpronunciamiento epistemológico. Ésta no proveejustificación alguna para negar que las proposicioneseconómicas son y pueden ser verdades categóricas, o apriori, tal y como nuestra intuición nos dice que son. Si, noobstante, se asume que la premisa básica empirista escategóricamente verdadera (es decir, si asumimos que unopuede decir algo a priori sobre la manera en la que loseventos están relacionados), entonces esto torpedearía supropia tesis de que el conocimiento empírico siempre debeser hipotético, dejando hueco para una disciplina como laeconomía que afirme producir conocimiento empírico apriori válido. Además, la tesis empirista de que losfenómenos económicos deben ser concebidos como

0Además de las obras de Mises citadas al principio de este capítulo y la literatura mencionada en la nota 1, véase Murray N. Rothbard, Individualism and the Philosophy of theSocial Sciences (San Francisco: Cato Institute, 1979); para una crítica filosófica esplendida a los economistas empiristas, véase Martin Hollis and Edward Nell, Rational Economic Man (Cambridge: Cambridge University Press, 1975); para defensas particularmente valiosas del racionalismo contra el empirismo y el relativismo—sin referencia a la economía—véase Brand Blanshard, Reason and Analysis (La Salle, Ill.: Open Court, 1964); Friedrich Kambartel, Erfahrung und Struktur. Bausteine zu einer Kritik des Empirismus und Formalismus (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1968).

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magnitudes observables y mensurables—como los de lasciencias naturales—termina siendo inconclusa, ya que elempirismo nos provee con un conocimiento empíricosignificativo cuando nos informa de que nuestros conceptoseconómicos están basados en observaciones. No obstante,los conceptos de observación y medida, que el empirismodebe emplear al afirmar lo que afirma, no están derivadosevidentemente de experiencias observacionales en elsentido en el que lo puedan estar conceptos como los degallinas y huevos o peras y manzanas. Uno no puedeobservar a alguien haciendo una medida o una observación.En vez de eso, uno debe primero entender qué son lasobservaciones y las medidas para entonces interpretarciertos fenómenos observables como la realización de unaobservación o la toma de una medida. Así pues, al contrarioque su propia doctrina, el empirismo se ve obligado aadmitir que hay conocimiento empírico basado en elentendimiento—de igual manera que las intuiciones sobrelas que nuestras proposiciones económicas están basadas—en vez de en observaciones.0

Sobre el historicismo, sus autocontradicciones no sonmenos manifiestas. Si, como el historicismo afirma, lossucesos históricos y económicos, que éste concibe comosecuencias de eventos subjetivamente entendidos en vezde observados, no están gobernados por relacionesconstantes e invariables en el tiempo, entonces esta mismaproposición tampoco puede afirmar decir nada que seaverdadero de modo constante sobre la historia y laeconomía. En vez de eso, ésta sería una proposición conuna verdad variable: podría ser verdad ahora, si queremos,

0Par una defensa elaborada del dualismo epistemológico, véase K.O. Apel, Transformation der Philosophie, 2 vols. (Frankfurt/M: Suhrkamp, 1973); Jürgen Habermas, Zur Logik der Sozialwissenschaften (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1970).

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pero posiblemente falsa en otro momento, en caso de queno queramos que lo sea, y nadie nunca sabrá si la creemosfalsa o verdadera. No obstante, si este fuese el estatutobásico de la premisa historicista, evidentemente no setrataría de una disciplina epistemológica. El historicismo nonos da razón alguna para creer en nada de lo que afirma.Si, no obstante, la proposición básica del historicismo seasume como verdadera de un modo invariable, entonces talproposición acerca de la naturaleza constante de losfenómenos históricos y económicos contradiría su propiadoctrina al denegar tales constantes. Además, la afirmaciónhistoricista (y en mayor medida su moderna heredera, lahermenéutica) de que los eventos históricos y económicosson meras creaciones subjetivas, que no se encuentranlimitadas por ningún factor objetivo, se torna falsa por elmero hecho de afirmar lo que dice. Evidentemente, unhistoricista debe asumir que esta afirmación sea verdaderay significativa; éste debe presumir que dice algo específicosobre algo cuando la enuncia, en vez de emitir sonidoscarentes de sentido como abracadabra. No obstante, si estees el caso, claramente debemos asumir que su afirmaciónestá limitada por algo que se sitúa fuera del reino de lascreaciones meramente subjetivas. Por supuesto, yo puedodecir lo que el historicista dice en inglés, alemán, chino o encualquier idioma que se quiera, y en lo que a lasinterpretaciones y expresiones históricas y económicasrespecta, éstas podrán ser consideradas meras creacionessubjetivas. Pero debemos asumir que eso que se diga en elidioma que se elija siempre estará limitado por algúnsignificado proposicional presente en mi afirmación, queserá el mismo para cualquier idioma, e independientementede la lingüística particular que se emplee para expresarlo. Alcontrario de lo que creen los historicistas, la existencia de tallimitación no es algo de lo que uno pueda librarse sin más.En vez de eso, ésta representa un hecho objetivo en elsentido de que, a partir de ahí, nos resulta posible entender

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el tipo de supuestos lógicos que se requieren para decircualquier cosa que pueda tener algún sentido en vez desonidos carentes de significado. El historicista no podríadecir afirmar nada si no fuese por el hecho de que susexpresiones e interpretaciones se encuentran limitadas porlas leyes lógicas, que representan la condición de fondopara poder decir algo con sentido en cuanto tal.0

Con tal refutación del empirismo y el historicismo, Miseshace notar que las demandas de la filosofía racionalistaquedan restablecidas, y defiende la posibilidad deestablecer enunciados verdaderos a priori, tal y como los dela economía parecen ser. De hecho, Mises considera demodo explícito sus propias investigaciones epistemológicasen línea con el trabajo de la filosofía racionalista occidental.Con Leibniz y Kant, éste se encuentra en oposición a latradición de Locke y Hume.0 Mises se pone de parte deLeibniz cuando responde a su famoso dictum “nada seencuentra en el intelecto que no haya estado previamenteen los sentidos” con su igualmente famosa “excepto elintelecto mismo.” Y reconoce su tarea como filósofo de laeconomía como estrictamente análoga a la de Kant comofilósofo de la razón pura (es decir, de la epistemología).Como Kant, Mises quiere demostrar la existencia deproposiciones sintéticas a priori, o proposiciones cuyosvalores de verdad puedan ser establecidos definitivamente,incluso aunque para hacer esto los medios de la lógicaformal sean insuficientes y las observaciones seaninnecesarias.

Este criticismo del empirismo y el historicismo ha venido

0Véase sobre esto en particular Hoppe, “In Defense of Extreme Rationalism.”

0Véase Ludwig von Mises, The Ultimate Foundation of Economic Science (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1978), p. 12.

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a probar la afirmación racionalista general. Éste ha probadoque poseemos conocimiento que no se deriva de laobservación pero que se encuentra limitado por leyesobjetivas. De hecho, nuestra refutación del empirismo y elhistoricismo contiene tal conocimiento sintético a priori.Pero, ¿y qué hay acerca de la tarea constructiva de mostrarque las proposiciones de la economía—como la ley de lautilidad marginal y la teoría cuantitativa del dinero—soncompatibles con este tipo de conocimiento? Para hacerlo,Mises se da cuenta, de acuerdo con los filósofosracionalistas, de que las proposiciones económicas debencumplir dos requisitos. Primero, debe ser posible demostrarque éstas no se derivan a partir de la evidenciaobservacional, ya que ésta sólo puede revelar que las cosassuceden pero no por qué son como son. En vez de eso, lasproposiciones económicas deben fundamentarse a partir dela introspección racional y el entendimiento de nosotrosmismos como sujetos conscientes y capaces de razón. Ensegundo lugar, este entendimiento reflexivo debe considerarciertas proposiciones como axiomas materialesautoevidentes, no debido a que estos axiomas deban serconsiderados como tales en un sentido psicológico, esto es,que uno tenga que intuirlos por necesidad o que su verdaddependa de un sentimiento psicológico de convicción. Alcontrario, tal y como Kant hizo antes que él, Mises hacehincapié en el hecho de que es mucho más difícil encontraresos axiomas que descubrir verdades observacionalescomo que las hojas de los árboles son verdes o que unomide 6 pies y dos pulgadas de altura.0 En vez de eso, lo quelos hace axiomas materiales autoevidentes es que nadie

0Véase Immanuel Kant, Kritik der reinin Vernunft, in idem, Werke, 12 vols., ed. W. Weischedel (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1968), vol. 3, p. 45; Ludwig von Mises, Human Action: A Treatise on Economics (Chicago: Regnery, l966), p. 38.

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puede denegar su validez sin caer en contradicciones, pueses imposible tratar de negarlos sin presuponer primero suvalidez.

Mises apunta que ambos requisitos se cumplen con loque él denomina el axioma de la acción (es decir, laproposición de que los seres humano actúan, que estosmuestran un comportamiento intencional).0 Obviamenteeste axioma no está derivado de la observación—sólopodemos observar movimientos corporales pero noacciones—sino que surge del entendimiento reflexivo. Yeste entendimiento expresa en sí una proposiciónautoevidente, ya que su verdad no puede ser negada,puesto que su negación tendría que ser categorizada comouna acción. ¿Pero no es esto trivial? ¿Y todo esto qué tieneque ver con la economía? Por supuesto, ya se ha dicho queconceptos económicos tales como los precios, los costes, laproducción, el dinero y el crédito tienen algo que ver con elhecho de que haya personas actuando. Pero cómo puede laeconomía en su conjunto basarse y reconstruirse sobre unaproposición tan trivial es de todo menos claro. Uno de loslogros más grandes de Mises es el haber mostradoprecisamente cómo se dan implicaciones en este axiomapsicológico trivial de la acción que no eran tanautoevidentes; y que es a partir de estas implicaciones quese puede cimentar la base de los teoremas económicoscomo proposiciones sintéticas verdaderas a priori.

Psicológicamente hablando no queda claro si con cadaacción, un actor persigue un objetivo, y que sea cual sea elobjetivo, el hecho de que éste haya sido perseguido por unactor económico revela que éste debe de haber otorgado almismo un valor relativamente mayor que a los demásobjetivos que se le hubieran ocurrido al inicio de la acción.

0Sobre esto en particular véase Mises, Human Action, cap. IV; Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (Los Angeles: Nash, 1962), cap. 1.

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No es evidente que para lograr su meta más valorada elactor económico deba interferir o decidir no interferir (que estambién una interferencia intencional) en un punto anteriorde tiempo para producir un resultado posterior, ni es obvioque tales interferencias siempre impliquen el empleo derecursos escasos—al menos los del cuerpo del actor, elespacio que ocupa, y el tiempo empleado en la acción. Noes evidente que estos medios también deban tener valorpara el actor—un valor derivado del de la acción—ya queéste debe considerar su empleo como necesario para lograrsu objetivo de una forma eficaz; y que las acciones sólopueden ser llevadas a cabo secuencialmente y siempreinvolucran la elección de elegir un curso de acción que aveces promete los mejores resultados para el actor yexcluyen al mismo tiempo otras metas menos valoradas. Noes autoevidente que una consecuencia de tener que elegir ydar preferencia a un objetivo sobre otro—de no ser capazde lograr todas las metas a la vez—es que cada acciónimplica incurrir en costes (perder el valor dado a la metaalternativa más valorada que no puede lograrse o cuyarealización debe postergarse) porque los medios necesariospara lograrla están empleados en la producción de otrameta incluso más valiosa. Finalmente, no es evidente a primera vista que toda metaperseguida por una acción deba ser considerada másvaliosa para un actor que su coste y su capacidad de dar unbeneficio (un resultado cuyo valor sea mayor que el costede oportunidad incurrido), y que cada acción se encuentresiempre amenazada por la posibilidad de incurrir enpérdidas si el actor encuentra, en retrospectiva, que deforma contraria a sus expectativas, el resultado logradotiene un valor menor que la alternativa a la que serenunciaba.

Todas estas categorías que sabemos en las entrañas dela economía misma—valores, fines, medios, elección,preferencia, coste, beneficio y pérdida—son implicaciones

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del axioma de la acción. Como el propio axioma, éstas nose derivan de la observación. En vez de eso, que uno puedeinterpretar observaciones en función de diferentescategorías requiere que uno ya sepa lo que significa actuar.Nadie que no sea un actor podrá entenderlas, puesto queéstas no están “dadas,” listas para ser observadas, sino quela experiencia observacional se genera a partir de loscomponentes con los que la construye el actor. Además,aunque sus interrelaciones no sean implicaciones obvias delaxioma de la acción, una vez éstas se han hecho explícitasy se ve cómo se han deducido, uno ya no tiene dificultadalguna en reconocerlas como ciertas a priori de la mismamanera que el axioma mismo. Cualquier intento de refutar lavalidez de lo que Mises ha reconstruido a partir del axiomade la acción habrá de perseguir un objetivo que requeriráasí mismo de medios, excluyendo otros cursos de acción eincurriendo en costes, y se verá sujeto a la posibilidad deque el actor no logre pese a todo la meta deseada,conduciendo tanto al beneficio como a una posible pérdida.Así pues, es del todo imposible disputar o falsear la validezde las conclusiones de Mises. De hecho, una situación en laque las categorías de acción dejarían de tener unaexistencia real nunca puede ser observada o concebida, yaque hacer tal observación sería una acción.

Todas las proposiciones económicas verdaderas, y sobreesto trata la praxeología y las aportaciones de Mises,pueden ser deducidas mediante la lógica formal desde estesaber material verdadero a priori sobre la acción y suscategorías. De forma más precisa, todo teorema económicocorrecto consiste de (a) el entendimiento de lo que significala palabra "acción," (b) una situación o cambio de situación—asumida como dada—y descrita a partir de las categoríasde la acción y (c) una deducción lógica de lasconsecuencias—expresadas una vez más a partir de dichascategorías—que resultarán para un actor de este cambio

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situacional. Por ejemplo, la ley de la utilidad marginal0 sededuce de nuestro conocimiento incuestionable de que elhecho de que cada actor siempre prefiera lo que le satisfacemás a lo que le satisface menos, más la asunción de que aéste se le presenta un incremento en la oferta de un bien(un medio escaso) cuyas unidades considera de utilidadequivalente al incrementarse una unidad. De aquí sededuce con necesidad lógica que esa unidad adicional sólopuede ser empleada para eliminar un malestar que seconsidere menos urgente que la menos valiosa de lasmetas ya satisfechas por la unidad anterior de ese bien.Mientras no haya error en el proceso de deducción, lasconclusiones a las que llega la teoría económica deben serciertas a priori. La validez de estas proposiciones en últimainstancia se retrotrae al axioma incuestionable de la acción.Pensar, como hace el empirismo, que estas proposicionesrequieren de constantes pruebas empíricas para suvalidación es absurdo y un signo de la más completaconfusión intelectual. Y no es menos absurdo y errado creer,como hace el historicismo, que la economía no tenga nadaque decir sobre relaciones constantes e invariables sino quemeramente trata con eventos históricos accidentales. Decireso es mostrar tal afirmación como errónea, ya que deciralgo coherente presupone la acción y un conocimiento delas categorías de acción.

III.

Esto bastará como explicación sobre la respuesta de Misesen relación con la búsqueda de la base fundacional deledificio económico. Ahora atenderé a mi segundo objetivo:la explicación de por qué y cómo la praxeología también

0Sobre la ley de la utilidad marginal véase Mises, Human Action, pp. 119-27; Rothbard, Man, Economy, and State, pp.268-71.

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provee las bases de la epistemología. Mises estaba al tantode esto y estaba convencido de la gran importancia de estaobservación para la filosofía racionalista. Pero no la trató demanera sistemática. No hay más que algunos comentariossobre este problema dispersos a lo largo de su vastaproducción literaria.0 Así que inicialmente tendré que abrirun nuevo campo de conocimiento.

Comenzaré mi explicación introduciendo un segundoaxioma a priori y clarificando su relación con el axioma de laacción. Tal entendimiento es clave para resolver nuestroproblema. El segundo axioma es el llamado “a priori de laargumentación,” que dice que los seres humanos soncapaces de argumentar y, por lo tanto, estos conocen elsignificado de 'verdad' y 'validez.'0 Tal y como pasa con elaxioma de la acción, este conocimiento no se deriva de laobservación: lo único que existe es un comportamientoverbal observable que requiere de una introspección previapara poder interpretar tal comportamiento como un

0Mises escribe:El conocimiento es una herramienta de la acción, sufunción es aconsejar al hombre sobre cómo proceder en sus empresaspara eliminar incomodidades... La categoría de la acción es la categoríafundamental del conocimiento humano. Ésta implica todas las categoríasde la lógica y la categoría de la regularidad y la causalidad; la categoríade tiempo y la del valor... Al actuar, la mente del individuo se percibe a símisma como diferente de su entorno, el mundo exterior, e intenta estudiareste entorno para influenciar el curso de los acontecimientos quetranscurren en él. (The Ultimate Foundation of Economic Science, pp. 35-36)O:Tanto el razonamiento a priori por un lado y la acción humana por otro sonmanifestaciones de la mente. La razón y la acción son congéneres yhomogéneas, se trata de dos aspectos del mismo fenómeno. (Ibíd., p. 42).

Pero éste deja el asunto más o menos aquí y concluye que “no entradentro del campo de la praxeología investigar la relación entrepensamiento y acción” (Human Action, p. 25).

0Sobre el a priori de la argumentación véase también Apel, Transformation der Philosophie, vol. 2.

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argumento con significado. La validez del axioma, como elde la acción, es indisputable. Es imposible negar que unopueda argumentar, y negar esto mismo ya sería argumentar.De hecho, nadie puede querer decirse a sí mismo “nopuedo argumentar” sin contradecirse. Uno no puede afirmarque no afirma nada. Y nadie puede disputar saber lo quesignifica hacer una afirmación verdadera o válida sin estarconsiderando implícitamente como cierta la negación de esaproposición.

No es difícil detectar que ambos axiomas a priori—el dela acción y la argumentación—están íntimamenterelacionados. Por un lado, las acciones son másfundamentales que la argumentación misma, pues la ideade la validez emerge precisamente a partir suya al sólo serargumentación es una subclase de la acción. Por otro lado,reconocer esto respecto a la acción y la argumentación y surelación entre sí requiere de argumentación. Por lo tanto, eneste sentido, la argumentación debe considerarse másfundamental que la acción, ya que sin la argumentaciónnada puede decirse de la acción. No obstante, laargumentación por sí misma revela la posibilidad de que laargumentación presuponga la acción porque lasafirmaciones de validez pueden sólo ser discutidasexplícitamente en el curso de una argumentación si losindividuos que la mantienen ya saben lo que significa actuary tienen un conocimiento implícito de la acción. Por lo tanto,tanto el significado de acción en general como el deargumentación en particular deben considerase como dosramas necesariamente interconectadas de un saber lógico apriori.

Lo que esta observación sobre la interrelación entre el apriori de la acción y el a priori de la argumentación sugierees lo siguiente: tradicionalmente, la tarea de laepistemología ha sido concebida como la tarea encaminadaa formular lo que puede ser conocido a priori y eso quepodemos saber a priori que no puede ser sujeto de un

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conocimiento a priori. Reconociendo, como hemos hecho,que las afirmaciones del conocimiento se deciden y realizanen el curso de la argumentación y que esto no se puedenegar, uno puede ahora reconstruir la tarea de laepistemología de forma más precisa como esa tarea deformular proposiciones que sean argumentativamenteincuestionables en el sentido de que su verdad estéimplícita en el propio hecho de hacer el argumento encuestión y, por lo tanto, éstas no puedan negarseargumentativamente; y separar el rango de tal conocimientoa priori del reino de las proposiciones cuya validez no puedaestablecerse de esta manera al requerir de informaciónadicional y contingente para su validación, o que no puedanser validadas en absoluto y se trate de meras afirmacionesmetafísicas en el sentido peyorativo del término.

¿Pero qué es lo que queda implícito en el mero hecho deargumentar? Es a esta pregunta a la que nuestraobservación sobre la relación estrecha entre el a priori de laargumentación y la acción quiere dar respuesta. A un nivelmuy general, no puede negarse de forma argumentativaque la argumentación presuponga la acción misma y quelos argumentos, y el saber que estos expresan, sean los delos actores. Más específicamente, lo que no puede negarsees que el conocimiento sea en sí mismo una categoría de laacción; que la estructura del conocimiento deba estarlimitada por la peculiar función que el conocimiento cumpledentro del marco de las categorías de la acción misma; yque la existencia de tales limitaciones estructurales nuncapodrá ser refutada por cualquier conocimiento que nos seaimaginable.

Es en este sentido en el que las observacionescontenidas en la praxeología deben ser consideradas comolas bases de la epistemología. El conocimiento es unacategoría diferente de las que hemos explicado antes—como fines y medios. Los fines que tratamos de lograr através de nuestras acciones y los medios que empleamos

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para hacerlo son ambos valores escasos. Los valores quedamos a nuestros objetivos están sujetos al consumo ycomienzan y terminan con el consumo mismo, asi quesiempre deben ser producidos de nuevo. Esto implica quelos medios deben ser economizados también. No pasa asícon el conocimiento, sin importar si lo consideramos unmedio o un fin en sí mismo. Por supuesto, la adquisición deconocimiento requiere medios escasos, al menos el propiocuerpo y el tiempo. Y sin embargo una vez se adquiere elconocimiento, ya no es escaso. Éste no puede serconsumido, ni los servicios que rinde como medio estarsujetos a depreciación. Una vez se ha adquirido, ésterepresenta un recurso inagotable e incorpora un valorduradero (siempre que no se olvide).0 Pero el conocimientono es un bien libre en el mismo sentido que el aire, encondiciones normales. En vez de eso, es una categoría dela acción. No se trata sólo de un ingrediente mental de todasy cada una de nuestras acciones, bastante diferente delaire, que a diferencia suya debe de ser validado en todomomento, lo que implica que éste debe poder cumplir unafunción positiva para el actor dentro de las limitacionesconstantes impuestas por el marco categórico que limita laacción misma. Es tarea de la epistemología clarificar cuálesson esas limitaciones y determinar qué podemos sabersobre la estructura del conocimiento como tal.

Aunque tal reconocimiento de las limitacionespraxeológicas presentes en la estructura del conocimientopodría no parecer de interés a primera vista, éste tiene dehecho implicaciones muy importantes. Con estaobservación, se elimina una dificultad recurrente de lafilosofía racionalista. Se trata aquí de esa disputa comúncon el racionalismo de la tradición Leibniz-Kant que parecía

0Sobre esta diferencia fundamental entre bienes económicos (escasos) y conocimiento véase Mises, HumanAction, pp. 128, 661.

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implicar alguna clase de idealismo. Al notar que lasproposiciones verdaderas a priori no pueden ser derivadasde la observación, el racionalismo explica cómo elconocimiento a priori se hace posible al adoptar el modelode una mente activa, en oposición al modelo empirista deuna mente pasiva y especular en la tradición de Locle yHume. Según la filosofía racionalista, las proposicionesverdaderas a priori tienen su base en la forma y principiospropios de operar del pensamiento y que uno no puedeconcebir como diferentes de los que son; éstos se hallaninscritos en las categorías mismas de la mente activa.

No obstante, tal y como los empiristas se han apresuradoa señalar, la crítica más obvia que se puede hacer de talposición es que si así fuera el caso, no podría explicarse porqué tales categorías mentales habrían de encajar en larealidad. En vez de eso, uno se vería forzado a aceptar laabsurda asunción idealista de que la realidad tendría queser concebida como una creación de la mente para afirmarque el conocimiento a priori pueda incorporar algunainformación sobre la estructura de la realidad. No cabeduda, tal afirmación parece justificarse cuando se laenfrenta con las afirmaciones programáticas de los filósofosracionalistas como esta de Kant: “hasta ahora se haasumido que nuestro conocimiento tenía que ser conformecon la realidad” en vez de eso, deberíamos asumir que esmás bien “la realidad observacional la que debería serconforme a nuestra mente”0

Al comprender que el conocimiento se encuentra limitado

0Kant, Kritik der reinen Vernunft, p. 25. Si esa interpretación de la epistemología de Kant es correcta o no es un asunto diferente. Clarificar este problema no es de interés aquí. Para una interpretación activista o constructivista de la filosofía Kantiana, véase Kambartel, Erfahrung und Struktur, cap. 3; also Hans-Hermann Hoppe, Handeln und Erkennen (Bern: Lang, 1976).

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estructuralmente por el papel que éste desempeña en elmarco de la acción, éste se nos presenta como soluciónfrente a tal queja, ya que cuando tenemos esto en cuenta,toda sugestión idealista de la filosofía racionalistadesaparece, y la epistemología que afirma que lasproposiciones verdaderas a priori existen pasa a convertirseen una epistemología realística en su lugar. Al verlo comolimitado por las categorías de la acción, el abismoaparentemente insalvable entre lo mental por un lado y loreal por otro, se ve salvado. Constreñido de esta manera, elconocimiento a priori debe ser tanto un hecho mental comoun reflejo de la estructura de la realidad ya que la mentesólo entra en contacto con la realidad a través de la acción,por así decirlo. Actuar representa la adaptación cognitiva deun cuerpo físico en una realidad física. Así pues, no puedehaber duda de que el conocimiento a priori, concebido comouna observación de los límites estructurales impuestossobre el conocimiento en tanto que conocimiento de losactores debe corresponder a la naturaleza de las cosas. Elcarácter realista de este conocimiento no sólo semanifestaría en el hecho de que uno no piense que ello nopudiera ser de otra forma, sino en el hecho de que uno nopuede deshacer su verdad.

Pero hay otras implicaciones más específicas derivadasdel reconocimiento de las bases praxeológicas de laepistemología, aparte de la más general de que al sustituirel modelo mental basado en el actor que actúa a través deun cuerpo físico por el modelo tradicional racionalista de unamente activa, el conocimiento a priori se convierte deinmediato en un conocimiento realista (tan realista que nopuede ser deshecho). Más específicamente, a la luz de estadecisiva observación, se obtiene apoyo a favor de aquellospocos filósofos racionalistas que—contra el empiristaZeitgeist—mantuvieron incansablemente en varios frentesfilosóficos que las proposiciones verdaderas a priori sobre el

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mundo real son posibles.0 Más aún, con el reconocimientode las limitaciones praxeológicas sobre la estructura delconocimiento, estas empresas racionalistas se vensistemáticamente integradas en el cuerpo unificado de lafilosofía racionalista.

Cuando uno entiende que el conocimiento tal cual semuestra en la argumentación es una categoría peculiar dela acción, la validez de la afirmación racionalista perenne deque las leyes de la lógica—empezando por la más básicade la lógica proposicional (“y,” “o,” “si-entonces,” “no,” “hay,”“todo,” “algún”)—son proposiciones a priori sobre la realidady no meras estipulaciones verbales sobre las reglas detransformación de ciertos signos arbitrariamente escogidos,tal y como afirman los empiristas-formalistas, se haceevidente. Hay tanto leyes sobre pensamiento como leyessobre la realidad porque son leyes que tienen su baseúltima en la acción y no pueden ser desechas por ningúnactor. En todas y cada una de las acciones, el actoridentifica alguna situación específica y la categoriza de unamanera y no de otra para poder elegir algo. Es esto lo queen última instancia explica la estructura de incluso las máselementales proposiciones económicas (como “Sócrates es

0Además de los trabajos mencionados en la nota 7, véase BrandBlanshard, The Nature of Thought (London: Allen and Unwin, 1921);Morris Cohen, Reason and Nature (New York: Harcourt, Brace, 1931);idem, Preface to Logic (New York: Holt, 1944); A. Pap, Semantics andNecessary Truth (New Haven, Conn.: Yale University Press, 1958); SaulKripke, “Naming and Necessity,” em Donald Davidson y Gilbert Harman,eds., Semantics of Natural Language (New York: Reidel, 1972); HugoDingler, Die Ergreifung des Wirklichen (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1969);idem Aufbau der exakten Fundamentalwissenschaft (Munich: Eidos,1964); Wilhelm Kamlah and Paul Lorenzen, Logische Propädeutik(Mannheim: Bibliographisches Institut, 1968); Paul Lorenzen,Methodisches Denken (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1968); idem, NormativeLogic and Ethics (Mannheim: Bibliographisches Institut, 1969); Apel,Transformation der Philosophie.

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un hombre”) como consistentes de un nombre propio oalguna expresión identificativa para nombrar o identificaralgo y un predicado para afirmar o denegar algunapropiedad específica del objeto nombrado o identificado. Esesto lo que explica las bases de la lógica: las leyes deidentidad y no contradicción. Y es esta característicauniversal de la acción y la elección la que también explicanuestro entendimiento de las categorías “hay,” “todo,”“alguno,” “y,” “o,” “si-entonces” y “no.”0 Uno puede, por

0Sobre las interpretaciones racionalistas de la lógica véaseBlanshard, Reason and Analysis, caps. VI, X; Paul Lorenzen, Einführungin die operative Logik und Mathematik (Frankfurt/M.: AkademischeVerlagsgesellschaft, 1970); Kuno Lorenz, Elemente der Sprachkritik(Frankfurt/M Suhrkamp, 1970); idem, “Die dialogische Rechtfertigung dereffektiven Logik,” in Friedrich Kambartel and Jürgen Mittelstrass, eds.,Zum normativen Fundament der Wissenschaft (Frankfurt/M.: Athenaum,1973).Sobre el carácter proposicional del lenguaje y la experiencia, enparticular, véase Kamlah y Lorenzen, Logische Propädeutik, cap. 1;Lorenzen, Normative Logic and Ethics, cap. 1. Lorenzen escribe:

Llamo a un uso una convención si sé de otro uso que podría aceptarse ensu lugar. No obstante, no conozco otro comportamiento que puedareemplazar el uso de frases elementales. Si yo no aceptase los nombres ylos predicados, no sabría cómo hablar en absoluto... Cada nombre es unaconvención... pero usar nombres no lo es: es un patrón único decomportamiento lingüístico.Por tanto, voy a llamarlo “lógico.” Lo mismo es cierto con los predicados.Cada uno es una convención. Esto se ve mediante la existencia de másde un lenguaje natural. Pero todos los lenguajes emplea predicados.(Ibíd., p. 16)

Véase también J. Mittelstrass, “Die Wiederkehr des Gleichen,” Ratio,1966.

Sobre la ley de identidad y contradicción véase Blanshard, Reasonand Analysis, pp. 276ff., 423ff.

Para una evaluación crítica de las lógicas con 3 o más valores entanto que formalismos simbólicos carentes de significado o comopresuponiendo lógicamente el entendimiento de la lógica tradicional dedos valores véase Wolfgang Stegmüller, Hauptströmungen derGegenwartsphilosophie (Stuttgart: Kröner, 1975), vol. 2, pp. 182-91;Blanshard, Reason and Analysis, pp. 269-75. Sobre la lógicamultivariable y de textura abierta propuesta por Friedrich Waismann,Blanshard dice:

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supuesto, decir que algo puede ser “A” y “no A” a la vez oque “y” significa esto en vez de aquello. Pero uno no puededeshacer la ley de contradicción y uno no puede deshacerla definición real de “y.” Por el mero hecho de actuar con uncuerpo físico en un espacio físico, afirmamos con necesidadla ley de no contradicción y mostramos de forma invariablenuestro verdadero conocimiento constructivo del significadode “y” y “o.”

De forma similar, la razón última de que la aritmética seaun a priori a la par que una categoría empírica, como losracionalistas siempre la han entendido, ahora resulta serevidente. La ortodoxia empirista-formalista concibe laaritmética como la manipulación de signos arbitrariamentedefinidos con reglas de transformación arbitrariamenteestipuladas y, por lo tanto, vacías de cualquier significadoempírico. Para esta visión, que evidentemente convierte a laaritmética en poco más que un juego, por más habilidosoque éste sea, la aplicación con éxito de la aritmética en lafísica es motivo de vergüenza intelectual. De hecho, losempirista-formalistas tendrían que explicar este hecho comoun evento milagroso. El que éste no sea un milagro, noobstante, se hace evidente una vez se entiende el carácterpraxeológico o (por usar aquí la terminología del másnotable filósofo matemático racionalista, Paul Lorenzen y su

Podemos sólo estar de acuerdo con el Dr. Waissman—y con Hegel. Enque las distinciones de blanco/negro de la lógica formal son inadecuadaspara el pensamiento vivo. ¿Pero por qué debería uno decir, como hace elDr. Waissmann, que al adoptar una lógica más de detalle uno estáadoptando un sistema alternativo que es incompatible con la lógica delblanco/negro? Lo éste que ha hecho es reconocer un número degradaciones dentro del significado antiguo de la palabra “no.” No dudamosque tal gradación está ahí, y de hecho hay más de las que él se preocupade distinguir. Pero un refinamiento de la lógica antigua no es lo mismo queabandonarla. Aquí todavía sigue siendo cierto que el color que yo vi ayerera un determinado tono de amarillo o no, incluso si el “no” cubre unnúmero múltiple de aproximaciones, o si nunca sabré que tono fue el quevi. (Ibíd., pp. 273-74)

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escuela operativa) constructivista u operativo de laaritmética. La aritmética, y su carácter de disciplinaintelectual a priori sintética, está enraizada en nuestroentendimiento de la repetición—la repetición de una acción.Más precisamente, éste descansa en nuestro entendimientodel significado de “haz esto—y vuélvelo a hacer,empezando a partir del último resultado obtenido.” También,la aritmética trata con cosas reales: con unidadesconstruidas o constructivamente identificadas de algo. Éstademuestra qué relaciones hay entre esas unidades por elhecho de que están construidas según la regla derepetición. Como Paul Lorenzen ha demostrado en detalle,no todo de lo que hoy se presenta como matemáticaspuede fundamentarse de un modo constructivo—y esaspartes pues deberían ser reconocidas como lo que son:juegos simbólicos vacíos de todo valor epistemológico. Perotodas las herramientas matemáticas que se usan en la física(es decir, las herramientas del análisis clásico), puedenderivarse de un modo constructivo. No se trata deformalismos empíricamente vacíos, sino de proposicionesciertas sobre la realidad. Se aplican a todo mientras éstasse compongan a partir de una o más unidades distintas, ymientras esas unidades estén construidas o identificadascomo unidades mediante un procedimiento de “hazlo otravez, construye o identifica otra unidad repitiendo la

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operación anterior”0 Una vez más, uno sólo puede decir que2 más 2 es a veces 4 pero a veces es 2 o 5, y en la realidadobservacional, cuando se suman leones con corderos oconejos, esto puede ser verdad,0 pero en la realidad de laacción, al identificar o construir esas unidades enoperaciones repetitivas, la verdad es que 2 más 2 es 4 y esonunca podrá deshacerse.

Además, las antiguas afirmaciones racionalistas de que

0Para una interpretación racionalista de la aritmética, véase Blanshard, Reason and Analysis, pp. 427-31; sobre las bases constructivistas de la aritmética, en particular, véase Lorenzen, Einführung in die operative Logik and Mathematik; idem, Methodisches Denken, caps. 6, 7; idem, Normative Logic and Ethics, cap. 4; sobre las bases constructivistas del análisis clásico véase Paul Lorenzen, Differential und Integral—Eine konstruktive Einführung in die klassische Analysis (Frankfurt/M.: Akademische Verlagsgesellschaft, 1965); para una crítica general brillante del formalismo matemático véase Kambartel, Erfahrung undStruktur, cap. 6, esp. pp. 236-42; sobre la irrelevancia del famoso teorema de Gödel para una aritmética constructivamente basada, véase Paul Lorenzen, Metamathematik (Mannheim: Bibliographisches Institut, 1962); también Charles Thiel, “Das Begründungsproblem der Mathematic und die Philosophie,” in Kambartel and Mittelstrass, eds., Zum normativen Fundament der Wissenschaft, esp. pp. 99-101. La demostración de Kurt Gödel, que incidentalmente apoya en vez de atacar la afirmación racionalista sobre la posibilidad del conocimiento a priori, sólo demuestra que el temprano programa formalista de Hilbert no podía ser llevado a cabo con éxito porque para demostrar la consistencia de ciertas teorías axiomáticas uno debe tener una metateoría con un significado más fuerte que aquél formalizado en la teoría-objeto per se. Es interesante que, muchos años después de

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la geometría euclidea es a priori y que incorpora al mismotiempo un conocimiento empírico sobre el espacio vieneapoyada también, a la luz de nuestras observaciones, porlas limitaciones praxeológicas del conocimiento. Desde eldescubrimiento de la geometría no euclidea y, en particular,desde la teoría relativista gravitatoria de Einstein, la posiciónprevaleciente respecto a la geometría se hace de nuevoempirista y formalista. Ésta concibe la geometría, bien comoparte de la física empírica a posteriori, o bien comocompuesta de formalismos empíricamente vacíos. El que lageometría sea mero juego o se encuentre siempre sujeta acomprobaciones empíricas parece ser irreconciliable con elhecho de que la geometría euclidea sea la base de laingeniería y la construcción y nadie en esos camposentienda que tales proposiciones sólo sean hipotéticamenteverdaderas.0 Reconocer que el conocimiento se encuentrapraxeológicamente limitado explica por qué la visiónempirista-formalista es incorrecta y por qué el éxito empíricode la geometría euclídea no es un mero accidente. Elconocimiento espacial está incluido también en el

la demostración de Gödel de 1931, las dificultades del programa formalista llevaron al Hilbert tardío a reconocer la necesidad de reintroducir una interpretación substantiva de las matemáticas à la Kant, que daría a sus axiomas unas bases y justificación completamente independientes de cualquier prueba formal de consistencia. Véase Kambartel, Erfahrung and Struktur, pp. 185-87.

0Ejemplos de este tipo son usados por Popper para “refutar”la idea racionalista de que las reglas de la aritmética son leyes de la realidad. Véase Karl Popper, Conjectures and Refutations (London: Routledge and Kegan Paul, 1969), p. 211.

0Véase también sobre esto Mises, The Ultimate Foundationof Economic Science, pp. 12-14.

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significado de acción. La acción es el empleo de un cuerpofísico en el espacio. Sin actuar no hay conocimiento de lasrelaciones espaciales ni su medida. Medir relaciona algocon un patrón estándar. Sin estándares, no hay medida,como tampoco se da medida alguna que pueda falsar alpatrón estándar. Evidentemente, el estándar definitivo debeconstruirse a partir de las normas subyacentes almovimiento de los cuerpos en el espacio y los instrumentosde medida que se crean a partir del propio cuerpo y deforma acorde con los principios de las relaciones espacialesque éste personifica. La geometría euclídea, tal y como PaulLorenzen explica en particular, es nada más y nada menosque la reconstrucción de las normas ideales subyacentes anuestra construcción de tales formas homogéneas como lospuntos, las líneas, los planos y las distancias que ya seincorporan o se tienen en cuenta de una manera más omenos perfecta, aunque mejorable, incluso en nuestros másprimitivos elementos de medida como la vara de medir.Naturalmente, estas normas e implicaciones normativas nopueden ser falsadas por el resultado de ninguna medidaempírica. Al contrario, su validez cognitiva está sustanciadapor el hecho de que éstas son las que hacen posible lasmedidas físicas en el espacios. Cualquier medida debepresuponer de forma inicial la validez de las normasconducentes a la construcción de los estándares de medidaque se tenga. Es en este sentido en el que la geometría esuna ciencia a priori y debe ser simultáneamente tratadacomo empíricamente significativa, pues no sólo constituyeésta la precondición para poder realizar cualquierdescripción espacial empírica, sino que también es la

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precondición para poder orientarse en el espacio.0

A la luz del reconocimiento del carácter praxeológico delconocimiento, estas observaciones sobre la naturaleza de lalógica, aritmética y geometría se ven integradas en unsistema de dualismo epistemológico.0 La justificación últimapara esta posición dualista (la afirmación de que puedehaber dos reinos del conocimiento intelectual que puedenser entendidos a priori como necesitados de métodoscategóricamente diferentes de tratamiento y análisis),

0Sobre el carácter apriorista de la geometría euclídea, véaseLorenzen, Methodisches Denken, caps. 8 and 9; idem, Normative Logicand Ethics, cap. 5; Hugo Dingler, Die Grundlagen der Geometrie(Stuttgart: Enke, 1933); sobre la geometría euclídea como presuposiciónnecesaria de medidas objetivas, intersubjetivamente comunicables y enparticular de cualquier verificación empírica de geometrías no euclídeas(a fin de cuentas, las lentes de los telescopios que uno usa paraconfirmar la teoría de Einstein sobre la teoría no-euclídea del espaciofísico deben ser construidas según principios euclídeos) véaseKambartel, Erfahrung und Struktur, pp. 132-33; Peter Janich, DieProtophysik der Zeit (Mannhein: Bibliographisches Institut, 1969), pp. 45-50; idem, “Eindeutigkeit, Konsistenz und methodische Ordnung,” inKambartel and Mittelstrass, eds., Zum normativen Fundament derWissenschaft.Siguiendo el camino de Hugo Dingler, Paul Lorenzen yotros miembros de la llamada Escuela de Erlangen han construido unsistema de protofísicas, que contiene una serie de presuposicionesapriorísticas de la física empírica, incluyendo, aparte de la geometría, lacronometría y la hilometría (ie., mecánica clásica sin gravitación, omecánica racional).

La geometría, cronometría o hilometría son teorías a priori que hacenposible tomar medidas empíricas del espacio, tiempo y material “posibles.”Éstas tienen, por lo tanto, que ser establecidas antes que la física, en elsentido moderno de una ciencia empírica con campos de fuerzahipotéticos, pueda comenzar. Por lo tanto, llamaré a estas disciplinas conun nombre común: protofísica (Lorenzen, Normative Logic and Ethics, p.60)

0Sobre la naturaleza fundamental del dualismo epistemológico véase también Mises, Theory and History, pp. 1-2.

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también yace en la naturaleza praxeológica delconocimiento. Ésta explica por qué debemos diferenciarentre un reino de objetos que está categorizado a partir deun modelo causal y un reino que se caracteriza de formateleológica.

Ya he indicado brevemente durante mi discusión de lapraxeología que la causalidad es una categoría de laacción. La idea de la causalidad—que hay causasconstantes e invariables en el tiempo que le permiten a unoproyectar observaciones pasadas sobre relaciones entreeventos futuros—es algo (que el empirismo desde Hume hanotado) que no tiene base observacional alguna. Esimposible observar el vínculo existente entre lasobservaciones mismas. Incluso si esto se pudiera, talobservación no prueba que se trate de una conexióninvariable en el tiempo. En vez de eso, el principio decausalidad debe ser entendido como algo que se encuentraimplícito en nuestro entendimiento de la acción misma,entendida ésta, como esa interferencia que se realiza en elmundo observacional con el propósito de alterar el cursonatural de los acontecimientos al objeto de producir unnuevo orden de cosas que supere al anterior (de hacer queocurran cosas que no hubiesen ocurrido) y, por lo tanto, ésteya presupone la noción de que los eventos estánrelacionados entre sí a través de causas invariantes en eltiempo. Un actor puede errar con respecto a sus asuncionesparticulares sobre qué interferencia anterior produjo quéresultado posterior. Pero sea ésta exitosa o no, cada acción,tanto si se trata de la misma como si no a la luz de suanterior fracaso o éxito, presupone que hay eventos que seencuentran conectados de forma constante como tal,incluso si el actor no conoce de antemano la causaparticular que explique el evento en concreto. Sin talasunción sería imposible saber si dos o más experimentosobservacionales se falsan o confirman mutuamente en vezde interpretarlos como eventos lógicamente

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inconmensurables. Sólo si se asume la existencia decausas constantes en el tiempo en cuanto tal existirá laposibilidad de poder encontrar instancias observacionalesconcretas que confirmen o invaliden algo, o que puedahaber un actor que aprenda algo de la experiencia pasadaal clasificar sus acciones como exitosas o contatar quealgún conocimiento previo que se descarta era errado. Essólo en función de este actuar y distinguir entre el éxito y elerror que la validez a priori del principio de causalidad se veestablecida; algo cuya validez no se podría refutar con éxitoaunque se intentara.0

Entender la causalidad como un supuesto necesario de laacción, implica inmediatamente que su rango de

0Sobre el carácter apriorístico de la categoría de causalidad véase Mises, Human Action, cap. 5; Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung; idem, “Is Research Based on Causal Scientific Principles Possible in the Social Sciences?” (infra cap. 7); sobre el principio de causalidad como presuposición necesaria y en particular también sobre el principio de incertidumbre de la física cuántica y el equívoco fundamental involucrado en interpretar el principio de Heisenberg como invalidante del principio de causalidad, véase Kambartel, Erfahrung and Struktur, pp. 138-40; también Hoppe, “In Defense of Extreme Rationalism,” nota a pie 36. De hecho, es precisamente el hecho indispensablemente praxeológico de que los actos de medida sólo pueden ser realizados secuencialmente lo que explica la posibilidad misma de predicciones irreduciblemente probabilísticas — en vez de deterministas — que con características de la física cuántica; no obstante, para llevar a cabo cualquier experimento en el campo de la mecánica cuántica, y en particular para repetir dos o más experimentos y decir que ese es el caso, la validez del principio de causalidad debe evidentemente haberse presupuesto.

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aplicabilidad debe estar delineado a priori a partir decategorías teleológicas. De hecho, ambas categorías sonestrictamente exclusivas y complementarias. La acciónpresupone una realidad observacional causalmenteestructurada, pero la realidad de la acción que entendemosrequiere de esa estructura, no está causalmenteestructurada. En vez de eso, es una realidad que debe sercategorizada teleológicamente, como un comportamientosignificativo encaminado a metas. De hecho, uno no puedenegar ni deshacer la idea de que existan dos reinosfenoménicos categóricamente diferentes, ya que talesintentos tendrán que presuponer eventos causalmenterelacionados en tanto que acciones que tienen lugar dentrode la realidad observacional, así como la existencia defenómenos intencionales, en lugar de causalmenterelacionados, para poder interpretar tales eventosobservacionales como intentos de negar algo. Es imposiblejustificar el monismo causal o el teleológico sin caer en unaabierta contradicción: al tratar de afirmar cualquiera de estasposiciones y decir algo con sentido de las mismas, ya seestaría argumentando implícitamente a favor de laindisputable complementariedad de los reinos causal yteleológico.0

0Sobre la necesaria complementariedad de las categorías de causalidad y teleología véase Mises, Human Action, p. 25; idem, The Ultimate Foundation of Economic Science, pp. 6-8; Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung; idem, “Is Research Based on Causal Scientific Principles Possible in the Social Sciences?” (infra cap. 7); also Georg Henrik von Wright, Norm and Action (London: Routledge and Kegan Paul, 1963); idem, Explanation and Understanding (Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1971); K.O. Apel, Die Erklären: Verstehen Kontroverse in transzendental-pragmatischer Sicht (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1979).

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Todo lo que no sea una acción debe de sernecesariamente categorizado de forma causal. No hay nadaque se pueda conocer a priori sobre este rango defenómenos excepto que se encuentra estructuradocausalmente y en conformidad con las categorías de lalógica proposicional, la aritmética y la geometría.0 Todo lodemás que pueda conocerse a partir de este rango defenómenos debe ser derivado de observacionescontingentes y, por lo tanto, representaría un conocimiento aposteriori. En particular, todo conocimiento sobre la relaciónentre dos o más eventos observacionales específicos es unconocimiento a posteriori. Obviamente, este orden defenómenos descritos de esta manera coincide (más omenos) con eso que se considera correcto en el campopropio de las ciencias naturales empíricas.

En contraste, todo lo que se considere como acción debeser categorizado teleológicamente. El reino de losfenómenos también se encuentra limitado por las leyes dela lógica y la aritmética. Pero no por las leyes de lageometría que empleamos en nuestros instrumentos demedida espacial, ya que las acciones no existen más allá delas interpretaciones subjetivas que hacemos sobre cosasobservables. Por lo tanto, éstas deben ser identificadasmediante la reflexión introspectiva y no a partir de medidasde tipo espacial. Las acciones tampoco son eventoscausalmente relacionados, sino que se trata de eventosconectados significativamente dentro de un marcocategórico de medios y fines.

Uno no puede saber a priori cuáles son o serán losvalores específicos, elecciones y costes de un actor. Estocaería dentro de las competencias propias del conocimientoempírico a posteriori. De hecho, la acción particular que un

0De forma más precisa, está estructurada según las categorías de la lógica, aritmética y protofísica (incluyendo lageometría) Véase nota 23 arriba.

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actor va a llevar a cabo dependerá de su conocimientosobre la realidad observacional y/o la realidad de lasacciones de los demás. Sería del todo imposible concebirtales estados del saber como predecibles sobre la base decausas operantes invariables en el tiempo. Ningún actor queposea un saber podrá predecir de forma anticipada suconocimiento futuro antes de que éste lo haya adquirido:éste sólo muestra, a partir de su capacidad para distinguirentre buenas y malas predicciones, que debe saberse a símismo como capaz de aprender de tales experienciasdesconocidas de una forma también desconocida. Por lotanto, el conocimiento sobre un curso particular de acción essólo a posteriori. Debido al hecho de que tal conocimientodeba incluir el saber del actor mismo—como ingredientenecesario de toda acción cuyos cambios pudieran influir enla elección de una acción particular—el conocimientoteleológico también debe ser un conocimiento reconstructivoo histórico con necesidad. Éste sólo proveería explicacionesex post que podrían no tener una capacidad sistemática depredecir acciones futuras, ya que los futuros estados deconocimiento nunca podrán ser predichos sobre la base decausas que operen a un nivel empírico. Obviamente, taldelineación de una rama de una ciencia a posteriori yreconstructiva de la acción encaja con la descripción usualde tales disciplinas como la historia y la sociología.0

Lo que sabemos es cierto a priori sobre el campo de laacción y lo que tendría que limitar pues cualquierexplicación sociológica o histórica es esto: por un lado,cualquier explicación tal, que esencialmente tendría quereconstruir el conocimiento del actor, siempre tendría querealizarse a partir del conocimiento de los fines y los

0Sobre la lógica de la historia y la sociología como disciplinas reconstructivas véase, en adición a los trabajos de Mises mencionados al principio de este capítulo, Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung, cap. 2.

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medios, de las elecciones y los costes, de las ganancias ylas pérdidas, y así sucesivamente. En segundo lugar, dadoque no cabe duda de que éstas son las categorías de lapraxeología tal y como las concibe Mises, toda explicaciónque se dé debe encontrarse limitada por las leyes de lapraxeología. Dado que tales leyes son a priori, éstastambién deben de operar como limitaciones lógicas sobrecualquier curso futuro de la acción. Éstas también sonválidas de forma independiente a cualquier saber específicoque el actor haya podido adquirir, pues sea cuál sea elestado de cosas, éste debe estar descrito a partir de lascategorías de la acción. Y al referirse a las acciones encuanto tal, las leyes de la praxeología deben ser puescoextensivas con todo el conocimiento predictivo que puedadarse en el campo de la ciencia de la acción humana. Dehecho, ignorando por el momento que el estatuto de lageometría como ciencia a priori está cimentado en últimainstancia a partir de nuestro entendimiento sobre la acciónmisma y que la praxeología debe ser reconocida como ladisciplina cognitiva más fundamental, el papel peculiar de lapraxeología dentro del campo epistemológico puede serentendido como análogo al de la geometría. La praxeologíaes al campo de la acción lo que la geometría euclídea es alcampo de la observación (no de las acciones). Al igual quela geometría incorporada en nuestros instrumentos demedida limita la estructura espacial de la realidadobservacional, la praxeología limita el rango de cosas quepueden ser experimentadas en el campo de la acción.0

0Sobre las distinción categórica de la teoría praxeológica e historia (Sociología) y las limitaciones lógicas que la praxeología impone sobre la investigación histórica y sociológica así como sobre predicciones sociales y económicas véase Mises, Human Action, pp. 51-59, 117-18;Hoppe, “In Defense of Extreme Rational-ism”; idem, Praxeology and Economic Science.

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IV.

Al establecer el lugar de la praxeología, he regresado allugar de partida al fundamentar en última instancia elsistema de la filosofía racionalista a partir del axioma de laacción. Mi objetivo aquí ha sido el de corroborar laafirmación de Mises de que la economía es praxeología;que la defensa de la praxeología es indiscutible; que lasinterpretaciones empirista o historicista-hermenéutica de laeconomía son autocontradictorias. También ha sido miobjetivo el indicar que la observación miseana sobre lanaturaleza de la praxeología nos da la base misma departida sobre la que reconstruir con éxito, e integrarsistemáticamente, la filosofía racionalista tradicional.

Para el filósofo racionalista, esto parecería implicar queéste debe tener en cuenta la praxeología, ya que esprecisamente el conocimiento de las limitacionespraxeológicas sobre la estructura del conocimiento lo queproporciona el enlace que faltaba en la defensa intelectualrealizada contra el escepticismo y el relativismo. Para eleconomista inserto en la tradición de Mises esto implica elreconocimiento explícito del lugar que Mises ocupa en elamplio marco del racionalismo Occidental; y la incorporaciónde las observaciones provistas por esta tradición al objetode poder desarrollar una defensa más precisa y profunda dela praxeología y la economía austriaca que la que hizo elgran Mises en su día.

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10 ¿Es la investigación basada enprincipios científicos causales

posible en las ciencias sociales?

I.

El uso de las técnicas matemáticas y estadísticas se estáconvirtiendo cada vez más en la norma dentro de lasciencias sociales. Se hace pues importante, por lo tanto,demostrar mediante una detallada descripción de estastécnicas que hay razones para dudar de su aplicabilidad alcampo de las ciencias sociales.

El objetivo de este artículo es ofrecer taldemostración con referencia específica a las técnicasque nos permiten tomar un conjunto dado de datos ydeterminar los valores de las constantes por mediode las cuales una variable, interpretada comodependiente, puede ser enlazada con otras medianteuna relación gobernada por leyes. Es irrelevante siesta relación es lineal o no lineal, o si hay una o másvariables independientes, o si—como en el análisisde series temporales—las variables dependientestambién funcionan (cambiadas en el tiempo) comovariables independientes, y si la relación es recursivao no recursiva, determinista o estadística. La críticase aplica a toda técnica, desde la simple regresiónlineal al comparativamente complejo procedimientodel análisis de series temporales, en tanto estastécnicas se empleen para determinar el valor deconstantes (incluyendo aquellas cuyos valores varían

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según algún patrón consistente) No hace faltaseñalar el hecho evidente de que tales técnicas seusan con cada vez más frecuencia. En el campo dela economía, la econometría se está estableciendoprogresivamente como la base de estas técnicas,0 apesar de la crítica de los proponentes de la economíapura.0 En sociología, también, la introducciónsistemática de técnicas econométricas se ve comouna panacea universal, una tendencia impulsadasobre todo por los trabajos de Blalock.0

II.

0[Reimpreso de Ratio 25, no. 1 (1983).]Véase Mordecai Ezekiel andKarl Fox, Methods of Correlation and Regression Analysis (New York:John Wiley and Sons, 1966); P. Rao and R.L. Miller, AppliedEconometrics (Belmont, Calif.: Wadsworth, 1971); Robert Pindyck andDaniel Rubinfeld, Econometric Models and Economic Forecasts (NewYork: McGraw-Hill 1976).

0Véase Lionel Robbins, The Nature and Significance of Economic Science (London: Macmillan, 1935); Ludwig von Mises, Theory and History (New Haven, Conn.: Yale University Press, 1957); idem, The Ultimate Foundation of Economic Science (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel, 1978); idem, Human Action: A Treatise on Economics (Chicago: Regnery, 1966).

0Hubert Blalock, Causal Inferences in Non-Experimental Research (capel Hill: University of North Carolina Press, 1964); idem, Theory Construction (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice Hall, 1969); N. Krishnan Namboodiri, F. Carter, and Hubert Blalock, Applied Multivariate Analysis and Experimental Designs (New York: McGraw-Hill, 1975); ver también David Heise, Causal Analysis (New York: McGraw-Hill, 1975).

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Para ilustrar el siguiente argumento, asumamos que losvalores de las constantes b1 y b2 en la siguiente ecuación deregresión múltiple

Y = a + b1X1 + b2X2 + e

han sido determinados en base a unos datos dados. Y—lavariable dependiente—es interpretada como una funciónlineal de las variables independientes X1 y X2 y unamagnitud de error con un valor medio de 0.

Las constantes b de esta ecuación pueden serinterpretadas de dos maneras diferentes. A éstas seles puede dar una interpretación inocua, perototalmente inusual, o se les puede dar suinterpretación normal. Esta segunda interpretación,no obstante, ya no es inocua. Involucra asuncionesque, como se mostrará, son inapropiadas en elmarco de las ciencias sociales.

Según esta primera interpretación inocua, loscoeficientes parciales de regresión no representannada más que un una afirmación verificable de cómoes mejor predecir los valores de Y sobre la bases delos valores X1 y X2 (asumiendo linealidad ysuperposición). Las constantes son hechos histórico-matemáticos. No tienen significado más allá de losdatos históricos respecto a los cuales sus valoreshan sido calculados.

Frente a esta interpretación no hay objeciónposible. Sin embargo, si tiene la consecuencia deque plantear ecuaciones del tipo arriba indicado sevea reducida en importancia. Con ello, uno no estaríaestableciendo un principio teórico sino simplementedando una descripción de los hechos, y lo que esmás, una descripción tal que puede generarse aplacer a partir de cualquier conjunto de datos sólocon un ordenador y modificando los supuestos

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realizados sobre los tipos de funciones.Es improbable que nadie haya nunca realizado

una regresión lineal para llegar sólo a lo que implicaesta interpretación inocua. El acto de plantear laecuación de arriba normalmente se interpreta comola formulación de una hipótesis general que puedeser falsada a partir de otros datos que demuestrenque la relación entre Y, X1 y X2 determinada por lasconstantes de la ecuación sea universalmente válida.

III.

Los supuestos implícitos que esta interpretación conllevapueden ser reconstruidos al considerar la siguientesituación. Usando nuevos datos, se hace un intento porreproducir los resultados obtenidos analizando el conjuntoinicial de datos y formalizados en la ecuación de arribausando constantes con valores precisamente determinados.Asumamos que el resultado de este intento es que elanálisis de regresión múltiple para las variables Y, X1 y X2

produce constantes b que divergen significativamente de lasobtenidas en el primer conjunto de datos. Según lainterpretación inocua de estas ecuaciones, este resultado notendría ninguna consecuencia particular. Con el primerconjunto de datos se establece un cierto hecho histórico-matemático, y con el segundo, otro tipo de hecho. Se tratade dos cosas diferentes y punto. Según su interpretaciónnormal, no obstante, es el fallo al reproducir los resultados loque falsa la hipótesis.

El prerrequisito para poder decir “falsado” es el“principio de constancia,” la convicción de que losfenómenos observables están en principiodeterminados por causas que son constantes einvariables en el tiempo en su manera de operar yque, en principio, la contingencia no juega papelalguno en la manera en la que las causas operan.

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Sólo si se asume como válido el principio deconstancia, se deduce que cualquier fallo al intentarreproducir un resultado implica que la hipótesis inicialcontiene algún error.

Obviamente, el principio de constancia no se basasólo a partir de la experiencia. Tal y como yasabemos desde Hume, no hay vínculos observablesentre los eventos, y si tales vínculos existieran, laexperiencia no podría mostrar si son invariables en eltiempo o no. Este principio tampoco puede serrefutado por la experiencia, porque una vezaceptado, cualquier evento que parezca refutarlo(como un fallo en la duplicación de resultados) puedeser interpretado desde el principio como si laexperiencia sólo mostrara que la variable particularno es la causa de otra variable que requiere deexplicación (de lo contrario el resultado habría sidocorrectamente duplicado). Aquí no se puede llegar aconclusión alguna sobre si podemos encontraralguna otra variable que resulte ser invariable en eltiempo en su forma de operar con respecto a lavariable dependiente en la que estamos interesados.En la medida en la que la experiencia no puedeexcluir esta posibilidad, la validez del principio deconstancia no puede ser refutada.

Si bien éste no puede derivarse a partir de, ni serrefutado por, la experiencia, el principio de constanciaes, no obstante, una condición necesaria para laexistencia de experiencias que puedan confirmarse ofalsarse mútuamente (en contraste con experienciasaisladas y conectadas sólo con hechos históricos).0

0Sobre esto véase Friedrich Kambartel, Erfahrung and Struktur (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1968)cap. 3 en particular pp. 91ff.;también Hans-Hermann Hoppe, Handeln und Erkennen (Bern: Lang, 1976), pp. 85ff., y cap 4.

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El error al duplicar resultados podría interpretarsecomo la falsación de la hipótesis inicial de acuerdocon la interpretación más común que se hace de laecuación de regresión, lo que nos permitiría, deforma consecuente, sentirnos impulsado a explicarlos diferentes valores de las constantes b afirmandoque en una muestra, uno o más factores F estabanimplícitamente involucrados en causar Y que noestaban presentes en ninguna otra muestra o que nooperaban de la misma manera. Finalmente, unopodría sentir la necesidad de explicar estos factoresF hipotéticamente e incorporarlos a las hipótesisiniciales que sólo incluían la operación sistemática deX1 y X2, reemplazando una hipótesis por otra. Peroesto es sólo posible mientras uno haya asumido lavalidez del principio de constancia para Y junto atodos los factores causantes de Y.

IV.

Hemos afirmado aquí que hay una esfera de realidadsubjetiva que no puede ser considerada como determinadapor leyes y que, por lo tanto, no puede haber ningunaecuación que describa su comportamiento (como hace laecuación de regresión dada más arriba) puede serformulada de manera que luego dé lugar a su interpretaciónnormal.

Debido al hecho de que la validez del principio deconstancia no pueda ser dudada a partir de laexperiencia externa y sensorial, su aplicabilidad o noa la esfera particular de que se trate sólo podrádeterminarse desde una base lógica.

El principio de constancia es un esquemaoperacional, un método. Uno no experimenta yaprende que hay causas que siempre operan de lamisma manera, sino que establece que los

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fenómenos tienen causas particulares al seguir untipo particular de procedimiento de investigación,negándose a aceptar en principio ninguna excepción(ejemplos de inconstancia), y estando dispuestos atratar con ellos produciendo nuevas hipótesis cadavez que haga falta. El mundo por sí mismo no essuficiente para establecer el principio de constancia.Éste requiere de la existencia de un sujeto activo yperceptivo. Por su parte, el sujeto activo—elprerrequisito para un mundo determinado por causasgobernadas por efectos constantes—no puede, porrazones lógicas, asumir la validez del principio deconstancia con respecto a los estados de suconocimiento (y a las acciones intencionales quepuedan servirse de tal conocimiento). Para garantizarla valides incondicional del principio de constancia, elsujeto debe ser capaz de aprender. Éste debe partirdel supuesto de que pueda asimilar experienciasfalsadoras y reemplazar las hipótesis viejas con lasnuevas. Si por un lado uno tuviese que entender elestado del conocimiento propio como causado, y si(absurdamente) uno fuese a tratar todo aquello noconocido como predecible en principio, uno estaríaperdiendo toda posibilidad de usar la habilidad deaprender, esto es, de formar nuevas hipótesispreviamente desconocidas, como medio demantener la naturaleza gobernada por las leyes deesa esfera de la realidad, que no está constituida porconocimiento o acciones que partan de talconocimiento.

El resultado de este análisis lógico de principio deconstancia como el principio de un esquemaoperacional no basado en lo empírico subyacente ala investigación causal es que el principio sólo puedeser válido en una esfera objetiva que no se construyaa partir del conocimiento propio o acciones que

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manifiesten tal conocimiento. (En esta esfera, lacuestión de si hay o no constantes gobernadas porleyes en las que nos podamos basar para hacerpredicciones ex ante está positivamente determinadade forma independiente a la experiencia, y losfactores empíricos sólo juegan un papel en relacióncon qué variables concretas están causalmenteunidas a qué variables-efecto en particular y cuálesno) En la esfera del conocimiento y la acción, por otraparte, éste no puede ser válido. (En esta esfera, lacuestión de si hay constantes es en sí mismaempírica en su naturaleza y sólo puede decidirsepara una variable dada en base a una experienciapasada, ex post).

V.

Para cualquiera que sea capaz de aprender, suconocimiento y sus acciones no pueden ser consideradascomo determinadas por una serie de causas operando demanera constante (sea estadísticamente o de formadeterminista). Sólo puede haber constantes en relación a lascausas de eventos cuando uno trata con un mundo deobjetos inertes que no aprenden, o más correctamente,cuando uno concibe una esfera objetiva de la realidad comoun mundo de objetos incapaces de aprender nada. Lo quees imposible, no obstante, es considerarse uno a sí mismocomo incapaz de aprender. Un intelecto funcionando deforma acorde con principio de constancia no sólo es unintelecto que aprende con necesidad (aprendemos sobre elcomportamiento de objetos que sabemos incapaces deaprender), sino que la afirmación “Yo aprendo” también semuestra verdadera en otros ámbitos Ésta no es en principiofalsable, ya que para hacerlo uno tendría que poder sercapaz de aprender. Y desde otro punto de vista, uno nopuede argumentar de forma justificada en contra de esta

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afirmación porque, en tanto que argumento, debe haberposibles réplicas contra él, y como la validez de unargumento (en oposición a un estímulo) debería serindependiente de la naturaleza de la respuesta, talesposibles respuestas deben ser consideradas reaccionescontingentes, lo que implica que debe ser posible aprender.

Ningún avance científico podrá nunca alterar elhecho de que uno debe considerar el conocimiento ylas acciones propias como incausados. Uno podríaconsiderar esta concepción de “libertad” como unailusión, y desde el punto de vista de un “científico”con poderes cognitivos sustancialmente superiores acualquier humano, esto es, desde el punto de vistade Dios, tal descripción podría ser correcta. Noobstante, no somos Dios, e incluso si la libertad esilusoria desde Su punto de vista, para nosotros losseres humanos es una ilusión necesaria.0 Nopodemos predecir por adelantado los estados futurosde nuestro conocimiento y las acciones quemanifiestan ese conocimiento en base a ningúnestado previo; sólo podemos reconstruirlos tras elevento.0

VI.

0La misma ilusión surgiría en relación a Dios, su uno asumeque Él también puede aprender.

0Karl R. Popper, Das Elend des Historizismus (Tübingen: Morh,1971), p. xii, afirma en esta conexión que esimposible para ningúncientífico predictor — sea un ser humano o un ordenador —predecir sus propios resultados futuros, sin importar los métodosusados. Cualquier intento de hacerlo sólo logrará su objetivopost festum.

Sobre la importancia metodológica de esta afirmación véase K.O. Apel,Die Erklären: Verstehen Kontroverse in transzendental-pragmatischerSicht (Frankfurt/ M.: Suhrkamp, 1979), nota 19, pp. 44ff.

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Volvamos a la ecuación de regresión dada al principio de ladiscusión:

Y = a + b1X1 + b2X2 + e

y cerremos el argumento. Sea la variable Y en la ecuacióncualquier acción intencional (una acción que intenta poralgún medio lograr un objetivo preferido al punto de partida yotras alternativas, y que manifiesta conocimiento de variasmaneras).

Al plantear esta ecuación o al determinar losvalores de las constantes para un conjunto dado dedatos, si asumimos la interpretación normal, estamoshaciendo la siguiente afirmación:

Existe un número de causas operando de maneraconstante que causan Y, y es posible sobre la basede nuestro conocimiento de estas causas y lamanera en la que éstas operan (el tipo de función),predecir la ocurrencia o no ocurrencia del actointencional Y (concebido como una variabledicotómica 0/1). Sobre la base de la experiencia enconexión con un conjunto particular de datos, larelación causal que explica Y está descrita por unahipótesis provisional representada por la ecuación dearriba (con los valores de las constantesdeterminados con respecto a su magnitud). Nuevasexperiencias pueden hacer que se tengan querevisar asunciones concretas sobre la variable causaly tipos de función. La ecuación puede tener que serremplazada por otras incorporando otros supuestos.Algunos ejemplos podrían ser:

(1) Y = a + b1X1 + b2X2 + b3X3 + e (2) Y = a + b1Z + b1X1 + e

(3) Y = a + b1 log X1 + b2X2 + e

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(4) Y = a + b1X1 + b2X2 + b3X1X2+ e

En la ecuación (1) se asume que X3 es unavariable causal al igual que X2. La ecuación (2)asume que la variable Z (correlacionada con X1) es lacausa de Y y no X1 como se pensaba inicialmente.La ecuación (3) ya no asume una relación lineal conel efecto de X1. Por último, la ecuación (4) asumeuna interacción así como un efecto aditivo con dosvariables, X1 y X2. Sin importar qué ecuación seasustituida por la original, no obstante, o si la originalresulta ser válida repetidamente, sigue siendo el casode que Y puede ser predicha, no obstante, muchosdudarán sobre los detalles precisos de la ecuación.

Nuestra discusión previa demuestra que estaafirmación es insostenible. Y, en tanto que actointencional, ésta no puede ser en principio determinada de antemano. Esta conclusión se deducedel argumento que podemos resumir aquí:

(1) Yo y otras personas—como posibles oponentes enuna discusión—somos capaces de aprender.0 (Estaafirmación no puede ser atacada sin admitirimplícitamente que es correcta. Por encima de todo,ésta debe ser asumida por cualquiera que investigue

0La transición de una persona a las demás presupone laindefensibilidad del solipsismo. No puede haber disputa alguna de quees posible discutir con otros que el solipsismo no puede defenderse, yaque querer argumentar en su defensa es tirarlo por la borda. Véasesobre este argumento. Karl R. Popper, Conjectures and Refutations(London: Routledge and Kegan Paul, 1969), pp. 293ff.; idem, ObjectiveKnowledge (Oxford: Oxford University Press, 1972), pp. 119ff., 235ff.Véase también K.O. Apel, Transformation der Philosophie (Frankfurt/M.:Suhrkamp, 1973), vol. 2, parte II, y Jürgen Habermas,Legitimationsprobleme in Spätkapitalismus (Frankfurt/M.: Suhrkamp,1973), nota 160, p. 1521.

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causas. Hasta este punto, la proposición (1) es válidaa priori.)(2) Si es posible aprender, uno no puede en cualquiermomento saber lo que sabrá en un momentoposterior o cómo actuará en base a esteconocimiento. (Si uno supiese en un momento dadolo que va a hacer en el futuro, le sería imposibleaprender en absoluto—pero véase la proposición (1)(3)La afirmación de que es posible predecir el estadofuturo del conocimiento propio o de otra persona y lascorrespondientes acciones que se realizan a partir deese conocimiento (es decir, encontrar las variablesque puedan interpretarse como causas) implica unacontradicción. Si el sujeto de un estado deconocimiento o de un acto intencional dado puedeaprender, éste carece de causa; pero si las hay,entonces el sujeto no puede aprender—véasenuevamente la proposición (1).

Las causas putativas de Y como acto intencional ylas constantes putativas por medio de las cuales Y yestas causas son entrelazadas en una relación enverdad no son más significativas que las variablesque se han encontrado en relaciones contingentes ycovariantes con Y en momentos particulares deltiempo. También sería un hecho histórico-matemáticopuramente contingente (¡pero no una confirmaciónde la hipótesis!) si estas relaciones covariantes sereprodujesen de forma exacta o incluso meramenteaproximada con nuevos datos. En principio es sólouna coincidencia el que gente en la misma situacióndefinida por el mismo set de variables actúe de lamisma manera (actúe según el mismo conocimiento).Porque si uno puede aprender es obviamenteimposible predecir si una persona aprenderá o no deun punto de tiempo al siguiente. Esto sólo puedeesclarecerse post festum, como un hecho yaestablecido. En última instancia, cualquier cambio en

400

este tipo de relaciones covariantes debe ser vistocomo un hecho contingente (¡y no como la falsaciónde una hipótesis!) Porque si uno puede aprender, nosólo es imposible predecir si uno aprenderá en unasituación dada, sino que es igual de imposiblepredecir qué se aprenderá, o si uno aprenderá algo.

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11 Desde la economía

del laissez faire hasta la ética del libertarismo.

I.

Ludwig von Mises, sin duda alguna uno de los más estrictosdefensores del laissez faire en tanto que sistema social noadulterado por intervención estatal alguna en la historia delpensamiento económico, admite dos y sólo dos deficienciasen un sistema de mercado puro. Mientras que, según Mises,normalmente se admite como cierto que una economía demercado producirá el mayor estándar de vida posible, estono ocurrirá si una empresa tiene éxito al asegurarse preciosde monopolio para sus productos y el mercado se veimposibilitado para producir por sí mismo los bienes de ley yorden. La ley y el orden, o la protección del marco legalsubyacente al orden de mercado, son considerador porMises, en terminología presente, “bienes públicos,” cuyaproducción debe acometer el Estado, que no está sujeto a ladisciplina del mercado, sino que depende de la coerción, yen concreto, de los impuestos obligatorios.

Cuando Murray N. Rothbard entró en escena en1962 con su obra El Hombre, la Economía y elEstado, no sólo se convirtió en el alumno privilegiadode su estimado profesor Ludwig von Mises, sino queaupado a hombros de este gigante, él mismo seestableció como un gigante de propio derecho a laedad de 36 años, logrando expandir éste el

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pensamiento miseano, más allá del propio Mises.Rothbard reconoció la posición de Mises sobre alcarácter excepcional de los precios en situación demonopolio y los bienes públicos como incompatiblescon el mismísimo edificio de teoría económicasubjetivista construido en Human Action, y presentópor vez primera una defensa completa y totalmenteconsistente del sistema de mercado puro.

Sobre el problema de los precios de monopolio,Rothbard demostró que en el libre mercado, ningúnprecio puede ser identificado como monopolístico ocompetitivo, ni por el propio “monopolista” o por algúnobservador externo “neutral.” La ortodoxiaeconómica, donde se incluye la economía Austriacamiseana, enseña cómo se logran unos preciossuperiores de monopolio al restringir la producción,obteniéndose así un mayor beneficio que el logradoal vender esa misma cantidad en un marcocompetitivo con una tendencia bajista de los precios.Y, tal y como se cuenta la historia, dado que talesmedidas restrictivas que la expectativa de una mayorbeneficio obliga al monopolista a adoptar implica quelos consumidores estarían dispuestos a pagar máspor menos, la existencia de precios de monopolioabre la posibilidad a que existan fallas de mercado.0

Como señala Rothbard, hay dos falaciasrelacionadas con este razonamiento.0

En primer lugar, debemos decir que toda acciónrestrictiva debe, por definición, tener un efecto

0Véase Mises, Human Action: A Treatise on Economics, 3rdrev. ed. (Chicago: Regnery, 1966), pp. 357ff.; idem, “Profit and Loss,”en Planning for Freedom (South Holland, Ill.: Libertarian Press, 1974), esp. p. 116. En este ensayo, Misestoma una posición algo diferente, podríamos decir que incluso proto-Rothbardiana.

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expansionista complementario. Los factores deproducción que el monopolista no emplea en unalínea de producción A no desaparecen. En vez deeso, estos deben ser usados de otra manera: o en laproducción de otros bienes de intercambio o en unaexpansión en la producción de un bien de ocio paraun propietario de un factor de trabajo. Ahorasupongamos que el monopolista restringe laproducción en la línea A en un tiempo k. Encomparación con el instante inicial t1, los precios ybeneficios habrán subido. Siguiendo a la ortodoxia,esto haría de t2 un precio de monopolio y losconsumidores saldrían peor parados. ¿Pero es esteealmente el caso? ¿Puede esta situación serdistinguida de una situación donde la demanda delproducto en cuestión cambie de t1 a t2 (la curva de lademanda se desplaza a la derecha)? La respuesta,por supuesto, es que no, ya que las curvas de lademanda nunca están “dadas” para ningún bien.Debido al cambio en la demanda del bien encuestión, el precio competitivo en t1 se ha convertidoen subcompetitivo en t2, y el mayor precio en t2simplemente refleja la transición desde un preciosubcompetitivo a otro competitivo. El movimientorestrictivo del monopolista tampoco implica unempeoramiento de la situación de los consumidoresya que, por necesidad, éste debe venir acompañadode un movimiento complementario expansivo enotras líneas de producción. La acción restrictiva delmonopolista no podría ser distinguida de un cambio“normal” en la estructura de producción causada porcambios relativos en la demanda de losconsumidores de ciertos bienes, incluyendo el ocio.

0Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (LosAngeles: Nash, 1972), cap. 10, esp. pp. 604-14.

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“No hay manera”, escribe Rothbard,

de distinguir tal “restricción” y la corolaria expansiónde una supuesta situación de “precios de monopolio.”0

Pero si un concepto no tiene base en la realidad,entonces es vacío e ilusorio, carente de significado.En el libre mercado no hay manera de distinguir un“precio de monopolio” de un “precio competitivo” o un“precio subcompetitivo” o de establecer cualquiercambio como movimientos entre ambos. No puedeencontrarse ningún criterio para hacer talesdistinciones. El concepto, es por tanto, insostenible.Sólo podemos hablar del precio de mercado. 0

Sobre la segunda supuesta imperfección de losmercados, el problema de los bienes públicos y enparticular el de los bienes de ley y orden, Rothbarddemuestra que los proponentes de esta posición nologran establecer su afirmación de que existen dosbienes económicos categóricamente diferentes—públicos y privados —para los que se pueden aplicardiferentes tipos de análisis económico. Incluso si estadistinción tuviese sentido, no daría pie a ningunarazón económica que explique por qué tales bienespúblicos tendría que proveerlos el Estado.0 La

0Ibíd., p. 607; cursivas añadidas.

0Ibíd., p. 614. Véase también Walter Block, “Austrian Monopoly Theory: A Critique,” Journal of Libertarian Studies 1, no. 4 (1977); Hans-Hermann Hoppe, Eigentum, Anarchie,und Staat (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1987), cap. 5; idem, A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1989), cap. 9.

0Véase Rothbard, Man, Economy, and State, pp. 883-90; idem, “The Myth of Neutral Taxation,” Cato Journal (Fall, 1981).

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ortodoxia afirma que ciertos bienes y servicios, de loscuales la ley y el orden se consideran prototipos,tienen la característica especial de que su disfrute nopuede ser restringido a aquellas personas quefinancian su provisión. Tales bienes se denominanbienes públicos. Como no pueden ser provistos porel mercado (al menos no en cantidad suficiente ycalidad) debido al problema del “gorrón,” y se trata debienes valiosos, el Estado debe intervenir para

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asegurar su producción, dice el argumento.0 En surefutación de este razonamiento, Rothbard nos haceconscientes de lo siguiente: para que algo sea unbien económico debe ser escaso y debe serconsiderado como tal por alguien. En otras palabras,algo no es un bien per se, sino que los bienes sonbienes sólo ante los ojos de algún observador. Perosi bien los bienes nunca son bienes per se, allí donde

0En absoluto puede considerarse a Mises como un teórico ortodoxo de los bienes públicos. Éste no comparte la idea inocente de que el gobierno sea una especie de organización voluntaria con los teóricos de los bienes públicos. En vez de eso, y claramente, dice “la característicaesencial del gobierno es hacer valer sus decretos castigando, matando y aprisionando.” Aquellos que pidan más interferencia del gobierno están pidiendo en última instancia más compulsión y menos libertad” (Human Action, p. 719). Sobre esto, véase lo que dice Joseph Schumpeter (Capitalism, Socialism and Democracy [New York: Harper and Bros., 1942], p. 198), “la teoría que asimila los impuestos con las cuotas de un club o con la compra de un servicio de, digamos, un médico sólo demuestra cuán alejada está esta parte de la ciencia social de los hábitos científicos.” Tampoco Mises cae, como suelen hacer los teóricos de los bienes públicos, en la multitud de falacias involucradas en la literatura contemporánea de las “externalidades” (Human Action, pp. 654-61). Cuando la posición de Mises se clasifica de ortodoxa aquí, es debido alhecho de que él, en este sentido y a diferencia del resto de teóricos de los bienes públicos, dogmáticamente asume queciertos bienes (ley y orden, en su caso) no pueden ser provistos por empresas competitivas; y él también, al menoscon respecto a la ley y el orden, “prueba” la necesidad del gobierno mediante un non sequitur. En su “refutación” del anarquismo, escribe: “la sociedad no puede existir si la

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ningún análisis físico-químico puede establecer algocomo un bien económico, entonces tampoco hayningún criterio objetivo para clasificar los bienescomo públicos o privados. Es imposible clasificar losbienes como públicos o privados en cuanto tal; sucarácter privado o público depende de cuánta gentelos considere bienes (o males), variando el grado enel que se los considere públicos o privados segúncambien estas evaluaciones y oscilando entre 1 einfinito. Incluso cosas que podrían ser aparentementeprivadas como el interior de mi apartamento o el colorde mi ropa interior pueden convertirse en bienespúblicos en cuanto empiecen a importarle a alguien.Y bienes aparentemente públicos como el exterior demi casa o el color de mi mono de trabajo puedenconvertirse en privados en cuanto dejen de importara otras personas. Más aún, cada bien puede cambiarsus características una y otra vez; estos puedenincluso cambiar de bien público a privado o deprivado a público y viceversa, dependiendoexclusivamente de los cambios que se vayan dandoen estas preocupaciones e indiferencias. Noobstante, si esto es así, no puede tomarse decisiónalguna sobre la clasificación de los bienes comoprivados o públicos: de hecho, si se tratara derealizar tal clasificación, no sólo haría falta preguntar

mayoría no está dispuesta a evitar, por aplicación o amenaza de acción violenta, que las minorías destruyan el orden social. Este poder es otorgado al Estado o al Gobierno” (Human Action, p. 149). Pero claramente, desde la primera afirmación, no se deduce la segunda. ¿Por qué no pueden las empresas privadas de protección hacer el trabajo? ¿Y por qué el gobierno va a poder hacer mejor el trabajo que tales agencias? Es aquí donde el lector busca en vano las respuestas.

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a cada individuo con respecto a cada bien, le intereseo no, y en qué medida, para poder averiguar quién seestá beneficiando de qué y debería, por lo tanto,participar en su financiación. También se haríanecesario supervisar de forma continuada todocambio en estas evaluaciones, lo que nos lleva a unasituación dónde es imposible tomar decisión algunasobre qué producir, y todos moriríamos por culpa deuna teoría absurda y carente de sentido.

En segundo lugar, incluso si se obviaran todasestas dificultades, la conclusión alcanzada por losteóricos de los bienes públicos representa un claronon sequitur, como muestra Rothbard. Para llegar ala conclusión de que el Estado debe proveer bienespúblicos que de otra manera no se producirían, debecolarse una norma en la cadena propia derazonamientos. De no ser así, si se parte de laafirmación de que debido a las característicasespeciales de ciertos bienes estos no seríanproducidos, uno nunca podría alcanzar la conclusiónde que estos bienes deberían ser producidos. Conuna norma requerida para justificar su conclusión, losteóricos de los bienes públicos claramente handejado las fronteras de la economía como cienciapositiva y han entrado en el campo de la ética. Y, sinembargo, ninguno de ellos ofrece algo que se leparezca a un sistema ético claro y preciso. Más aún,incluso el razonamiento utilitario empleado por elloses evidentemente erróneo. Podría ser que fuesemejor tener esos bienes públicos que no tenerlos,aunque no debe ignorarse el hecho de que no existaninguna razón a priori para que esto sea así, y es deltodo posible, siendo un hecho real, que exista unanarquista que aborrezca cualquier acción estatal ypreferiría no tener los llamados bienes públicos si laalternativa pasa por que los provea el Estado. Pero

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incluso si se admitiera este argumento en este punto,la conclusión a la que se llega sigue siendo inválida.Como para financiar esos bienes supuestamentedeseables deben tomarse recursos de otros usosalternativos, la única cuestión relevante es si esosusos alternativos son más valiosos o no que el valordado a los bienes públicos. La respuesta a estapregunta es del todo clara: en relación con lasevaluaciones de los consumidores, el valor de losbienes públicos es relativamente inferior al de losbienes privados en competición porque si uno dejasela elección a los consumidores, estos evidentementepreferirán gastarse el dinero de otra manera. (Si no,no haría falta coerción desde un principio). Estoprueba que los recursos usados para proveer bienespúblicos se ven malgastados en proveer a losconsumidores con bienes y servicios que son comomucho de importancia secundaria. En breve, inclusosi uno asume que los bienes públicos existen, estosno podrán evitar competir con los privados. Paraaveriguar si son más urgentemente deseados o no yhasta qué punto, sólo hay un método: analizar lascuentas de pérdidas y ganancias de empresaslibremente competitivas. Por tanto, sobre la provisiónde ley y orden, la conclusión alcanzada es queincluso en el caso de que se trate de un bien público,la única manera de asegurarnos de que suproducción no tenga lugar a costa de bienes privadosmás valiosos y que el tipo de ley y ordensuministrados sean de hecho los que se considerenmás valiosos, estos bienes, como el resto, deben serprovistos por un mercado de empresas libremente

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competitivas.0 Rothbard lo resume de la siguientemanera:

La idea [de que la acción de libre mercado debedevolverse al óptimo mediante la acción coercitiva delEstado] malinterpreta totalmente la manera en la quela ciencia económica afirma que la acción del libremercado es siempre óptima. Ésta es óptima, nodesde el punto de vista de la ética personal de uneconomista, sino desde el punto de vista de lasacciones libres y voluntarias de todos los participantesal satisfacer las necesidades libremente expresadasde los consumidores. La interferencia gubernamental,por tanto, siempre alejará de forma necesaria almercado de tal óptimo.0

II.

Pero Rothbard no está contento con haber desarrollado unadefensa económica completa de su sistema de mercadopuro. Culminada en 1982 como su segunda magnum opus,La Ética de la Libertad, procede a darnos un sistema

0Sobre el problema específico de una provisión en libre mercado de ley y orden véase Murray N. Rothbard, For A New Liberty, rev. ed. (New York: Macmillan, 1978), cap. 12; idem, Power and Market (Kansas City: Sheed Andrews and McMeel,1977), cap. 1; también Gustave de Molinari, “The Production of Security,” Occasional Paper No. 2 (1849; reimpreso, New York: Center for Libertarian Studies, 1977).

0Rothbard, Man, Economy, and State, p. 887; véase también Walter Block, “Public Goods and Externalities: The Case of Roads,” Journal of Libertarian Studies 7, no. 1 (1983); Hoppe, Eigentum, Anarchie, und Staat, cap. 1; idem,A Theory of Socialism and Capitalism, cap. 10.

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comprensivo de ética para complementar y completar latarea de justificar el laissez faire.

Mises, junto con muchos científicos sociales,acepta el veredicto Humeano de que la razón es y nopuede ser de otra manera, esclava de las pasiones.Esto es decir que la razón o la ciencia sólo puedeninformarnos de si ciertos medios son apropiados o nopara lograr ciertos fines. Está más allá del poder dela razón, no obstante, decir qué fines deberíamoselegir o qué fines pueden o no pueden serjustificados. En última instancia, qué fines se elijan esarbitrario desde un punto de vista científico; se tratade asuntos emocionales. No cabe duda de queMises, como el resto de economistas, apoya ciertoutilitarismo. Éste favorece la vida sobre la muerte, lasalud sobre la enfermedad, la abundancia sobre lapobreza. Y mientras que tales fines, en particular elobjetivo de lograr la mayor calidad de vida posiblepara todos, sean compartidos por otras personas, taly como éste asume que ocurre, como científicoeconomista Mises recomienda que el curso de accióncorrecto es el de elegir una política tipo laissez faire.0

E indudablemente, en lo que a la economía respecta,la defensa efectuada por el laissez faire es un asuntoimportante. Pero, ¿Y si la gente no considera laprosperidad como su objetivo último? Como señalaRothbard, el análisis económico sólo establece que ellaissez faire conducirá a mayores niveles de vida alargo plazo. A largo plazo, no obstante, uno estarámuerto. ¿Por qué entonces no sería razonable parauna persona argumentar que si bien uno puede estarde acuerdo con lo que dice la economía, también sepuede estar más preocupado por el bienestarpresente y a corto plazo, y que en este caso lo mejor

0Sobre esto véase Mises, Human Action, pp. 153-55.

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sería establecer un sistema de subsidios yprivilegios? Más aún ¿Por qué debería el bienestarsocial a largo plazo ser la principal preocupación?¿No podría la gente desear ser pobre, sea comovalor en sí mismo o como medio de lograr otro valorcomo la igualdad? La respuesta es, por supuesto,que tales propuestas se han dado. No obstante,cuando sea que éstas se den, no sólo la economíano tiene nada que decir, sino que según Mises yotros utilitaristas no hay nada más que decir enabsoluto, ya que no existe manera alguna de elegirentre los distintos valores en pugna o conflicto quesea razonable o científica, pues en última instanciatodos estos valores arbitrarios.0

Frente a esta posición, Rothbard se alinea con latradición filosófica de la ética racional afirmando quela razón es capaz de dar afirmaciones cognitivas devalor sobre los fines correctos de cada hombre.0 Másespecíficamente, éste se alinea con la tradición

0Para la crítica de Rothbard sobre Mises véase Murray N. Rothbard, The Ethics of Liberty (Atlantic Highlands, N.J.: Humanities Press, 1982), pp. 205-12.

0Para el estudio de varias aproximaciones cognitivistas de la ética véase Kurt Baier, The Moral Point of View: A Rational Basis of Ethics (Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1961); Marcus Singer, Generalization in Ethics (New York: A. Knopf, 1961); Paul Lorenzen, Normative Logic and Ethics (Mannheim: Bibliographisches Institut, 1969); Stephen Toulmin, The Place of Reason in Ethics (Cambridge: Cambridge University Press, 1970); Friedrich Kambartel, ed., Praktische Philosophie and konstruktive Wissenschaftstheorie (Frankfurt/M: Athenäum, 1974); Alan Gewirth, Reason and Morality (Chicago: University of Chicago Press, 1978).

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filosófica de la ley o los derechos naturales quemantiene que pueden discernirse normasuniversalmente válidas mediante la razón, basadasen la naturaleza del hombre.0 En La Ética de laLibertad afirma que las normas de propiedadlibertarias son tales normas naturales.

De forma acorde con la posición de Rothbardsobre la posibilidad de una ética racional, y másespecíficamente, partiendo del hecho de que sólouna ética libertaria puede estar justificadamoralmente, propongo una aproximación diferente nobasada en los derechos naturales para establecerestas dos afirmaciones relacionadas. El concepto denaturaleza humana ha sido una disputa común conlos proponentes de los derechos naturales, inclusocon los lectores más atentos, al ser éste demasiado“difuso y variado como para proveer un conjuntodeterminado de contenidos para la ley natural.”0

Además, su descripción de la racionalidad esigualmente ambigua en el sentido de que nodistingue entre el papel de la razón en elestablecimiento de las leyes empíricas de lanaturaleza por un lado y las leyes normativas de la

0Sobre la tradición de los derechos naturales véase John Wild,Plato’s Modern Enemies and the Theory of Natural Law (Chicago:University of Chicago Press, 1953); Henry Veatch, Rational Man: AModern Interpretation of Aristotelian Ethics (Bloomington, Ind.: IndianaUniversity Press, 1962); idem, For An Ontology of Morals: A Critique ofContemporary Ethical Theory (Evanston, Ill.: Northwestern

University Press, 1971); idem, Human Rights: Fact or Fancy?(Baton Rouge: Louisiana State University Press, 1985).

0Alan Gewirth, Law, Action, and Morality, en Rocco Porreco,ed., Georgetown Symposium on Ethics: Essays in Honor of Henry B. Veatch (New York: University Press of America, 1984), p. 73.

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conducta humana por el otro.0 Para evitar esasdificultades desde el principio, afirmo que la siguienteaproximación es más directa y más rigurosa tanto ensu punto de partida como en su método de derivarsus conclusiones. Además, como explicaré después,mi aproximación también parece estar más en lalínea de Rothbard a la hora de justificar las normasespecíficas del libertarismo en vez de lasprescripciones poco claras de los teóricos delderecho natural.0

Empecemos preguntando por el error en laposición de Mises y muchos otros que afirman que laelección entre valores es en última instanciaarbitraria. En primer lugar, debemos notar que talposición asume al menos la pregunta sobre si losjuicios de valor o afirmaciones normativas pueden serjustificados como problemas cognitivos. Si noasumimos esto, Mises no podría decir lo queevidentemente dice que sea el caso. Su posición noexistiría como una posición intelectualmentedefendible.

0Véase la discusión en Veatch, Human Rights, pp. 620-67.

0Disociarme de la tradición de los derechos naturales no quiere decir que no esté de acuerdo con su análisis crítico de la mayoría de la teoría ética contemporánea — de hecho estoy de acuerdo con la refutación complementaria de Veatch de todo deseo — sea ética (teleológica, utilitaria) o sea ética deontológica (Ibíd., cap. 1). Tampoco afirmo que sea imposible interpretar mi aproximación como dentro de una tradición de los derechos naturales “correctamente concebidos” a fin de cuentas (véase la nota 17 abajo). Lo que se afirma, no obstante, es que la siguiente aproximaciónestá claramente en la línea del análisis de los derechos naturales, y que no debe nada a esta tradición.

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A primera vista esto no parece llevarnos a ningúnsitio. De hecho, aún parece estar demasiado lejos dela prueba de que las afirmaciones normativas puedenjustificarse y que sólo la ética libertaria puede serdefendida. Esta impresión es incorrecta, no obstante,y con esto ya se gana más de lo que podríasospecharse. El argumento nos dice que cualquierafirmación de una verdad, afirmación conectada concualquier proposición que sea cierta, objetiva o válida(siendo estos términos aquí sinónimos), es y debeser pronunciada y discutida en el transcurso de unaargumentación. Ya que no puede disputarse que seaasí (uno no puede comunicar y argumentar que nocomunica o argumenta), y dado que debe asumirseque todo el mundo sabe lo que significa afirmar quealgo es verdad (uno no puede negar esta afirmaciónsin afirmar que su negación sea cierta), se hadenominado este hecho como “el a priori de lacomunicación y la argumentación”0

Argumentar nunca consiste en proposicionessueltas que afirmen ser verdaderas. Laargumentación es siempre una actividad. Noobstante, dado que las afirmaciones de verdad sonplanteadas y discutidas en una argumentación y quela argumentación, aparte de lo que se diga en sutranscurso, es un asunto práctico, se deduce quedeben existir normas intersubjetivas significativas—

0Véase K.O. Apel, “Das Apriori der Kommunikationsgemeinschaft unddie Grundlagen der Ethik,” en idem, Transformation der Philosophie(Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1973), vol. 2; también Jürgen Habermas,“Wahrheitstheorien,” en Helmut Fahrenbach, ed., Wirklichkeit undReflexion (Pfullingen: Neske, 1974); idem, Theorie deskommunikativen Handelns (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1981), vol. 1, pp.44ff.; idem, Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln(Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1983).

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precisamente esas que hacen de una acción unaargumentación—que posean un estatuto cognitivoespecial en el sentido de que son las precondicionesprácticas de la objetividad y la verdad.

Así, uno alcanza la conclusión de que se puedavalidar la justificación de la norma. Es simplementeimposible argumentar de otra manera, porque lahabilidad para argumentar presupondría de hecho lavalidez de estas normas que subyacen a toda formade argumentación. En clara contradicción con losteóricos de los derechos naturales, no obstante, unove que la respuesta a la cuestión de qué finespueden o no pueden ser justificados no debe serdeducida del concepto amplio de naturaleza humanasino del específico de la argumentación.0 Con esto,pues, el papel particular de la razón en ladeterminación del contenido de la ética puedeestablecerse con precisión. De forma contraria alpapel de la razón en el establecimiento de las leyesempíricas de la naturaleza, al determinar leyesmorales la razón puede afirmar dar resultados quepueden mostrarse válidos a priori. Ésta sólo haceexplícito lo que ya quedaba implicado en el conceptode argumentación, y al analizar cualquier normapropuesta, su tarea se reduce meramente adeterminar si es o no lógicamente consistente con laética que el defensor de tal enfoque asume comoválida al objeto de poder realizar su propuesta.0

0Por supuesto, dado que la capacidad de argumentación esuna característica esencial de la naturaleza humana — uno no podría decir nada sobre esto segundo sin lo primero — podría argumentarse también que las normas que no puedan ser defendidas en el curso de la argumentación son también incompatibles con la naturaleza humana.

0Metodológicamente, esta aproximación exhibe una cercanía con lo

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¿Pero cuáles son las restricciones de la éticaimplícita en la argumentación cuya validez no puedeser disputada porque hacerlo implicaría supresuposición? Normalmente se observa que laargumentación implica que una proposición debaafirmar aceptabilidad universal, o si se trata de unapropuesta sobre la norma, que ésta sea“universalizable.” En relación con las propuestas de

que Gewirth ha descrito como el “método dialécticamente necesario”(Reason and Morality, pp. 42-47)—un método basado en razonamientosa priori modelado a partir de la idea kantiana de deduccionestranscendentales. Por desgracia, en su importante estudio Gewirth eligeel punto de partida erróneo para su análisis. Intenta derivar un sistemaético no desde el concepto de argumentación sino desde el de acción.No obstante, es imposible que esto funcione, ya que del hecho correctode que el agente deba presuponer en la acción, por necesidad, laexistencia de ciertos valores o bienes, no se deduce que tales bienessean universalizables y, por lo tanto, estos deban de ser respetados porotros como los bienes legítimos del agente por derecho propio. Gewirthpodría haberse dado cuenta de la “neutralidad” ética de la acción sihubiese sabido de la existencia de la bien establecida “ciencia pura de laacción” o “praxeología” en el sentido que la entendía Mises. Elconocimiento de la praxeología le habría evitado de forma incidental caeren muchos errores que derivan de su errónea distinción entre bienes“básicos,” ”aditivos” y “no sustractivos” (Ibíd., pp. 53-58). En su lugar, laidea de verdad o de derechos o bienes universalizables sólo emergencon la argumentación como subclase especial de la acción, y no ya tantocon la acción en cuanto tal, cosa ésta que se revela por el hecho de queGewirth no se encuentre simplemente actuando, sino argumentando deforma específica al querer convencernos de la necesaria verdad de susistema ético. Pero si se reconoce que la argumentación es el únicopunto de partida válido para un método dialécticamente necesario, de ahíse sigue una ética libertaria (es decir, no-Gewirthiana), tal y comoveremos.Sobre los infructuosos intentos de Gewirth de tratar de derivarlos derechos universales de la noción de acción véase los comentariosde Alasdair MacIntyre, After Virtue: A Study in Moral Theory (London:Duckworth, 1981), pp. 64-65; Habermas, Moralbewusstsein undkommunikatives Handeln, pp. 110-11; and Veatch, Human Rights, pp.159-60.

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normas, tal y como éstas se formulan en la Regla deOro de la ética o en el Imperativo Categórico de Kant,sólo pueden justificarse aquéllas que puedan serformuladas como principios generales de validezuniversal.0 De hecho, como queda implícito en laargumentación que todo el mundo que entienda unargumento debe en principio ser capaz de serconvencido por el mismo simplemente debido a sufuerza argumentativa, el principio de universalizaciónde la ética pude ahora ser entendido y explicadocomo algo implícito en el campo mayor del a priori dela comunicación y la argumentación.0 Pero elprincipio de universalización sólo nos da un criteriopuramente formal de moralidad. Para estar seguros,si se parte de este criterio de validación, puededemostrarse que toda propuesta válida sobre lasnormas que proponga diferentes reglas paradiferentes clases de personas carece de legitimidadpara ser universalmente aceptable como normajusta, salvo que la distinción entre diferentes clasesde personas sea tal que no implique taldiscriminación sino que ésta sea aceptada por todo elmundo como modelo de la naturaleza misma de lascosas. No obstante, aunque algunas normas puedanno pasar el test de universalización, si se prestara lasuficiente atención a su formulación, las normas másridículas posibles (y lo que es más relevante, inclusonormas abiertamente incompatibles) podrían tambiénpasarlo. Por ejemplo, “todo el mundo debeemborracharse los domingos o será multado” o“cualquier que beba alcohol será castigado” sonambas reglas que no permiten discriminación entre

0Véase las obras citadas en los pies de página 11 y 12.

0Véase las obras citadas en el pie de página 16.

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grupos de gente y por tanto podrían afirmar satisfacerla condición de universalización.

No cabe duda, pues, de que el principio deuniversalización por sí sólo no nos daría un conjuntopositivo de normas que podamos demostrar justas.No obstante, hay otras normas positivas implícitas enla argumentación aparte del principio deuniversalización. Para reconocerlas, sólo esnecesario tener en mente tres hechosinterrelacionados. Primero, que la argumentación noes sólo un asunto cognitivo sino práctico. Segundo,que la argumentación, como forma de acción, implicael uso de un recurso escaso como es el propiocuerpo. Y tercero, que la argumentación es unaforma de interactuar libre de conflictos—no en elsentido de que siempre haya acuerdo en lo que sediga, sino que mientras se dé la argumentación,siempre será posible estar de acuerdo al menos en elhecho de que se da un desacuerdo sobre la validezde lo que se ha dicho. Esto es sólo para resaltar elhecho de que haya que asumir un reconocimientomutuo del control exclusivo de cada persona sobresu cuerpo en el curso de la argumentación (nótesede nuevo cómo es imposible negar esto y afirmar quesu negación sea verdadera sin tener que admitir demodo implícito que ello sea verdad).

Por tanto, uno tendría que concluir que la normaimplícita en la argumentación es que todo el mundotiene derecho al control exclusivo de su propiocuerpo como instrumento de acción y cognición. Sino se da al menos este reconocimiento implícito delderecho de propiedad sobre el propio cuerpo, nunca

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podrá tener lugar la argumentación.0 Sólo si sereconoce este derecho se hará posible para alguienel estar o no de acuerdo con lo que se haya dicho enun argumento y validar lo que se ha dicho, o se haráposible decir no y estar de acuerdo sólo en el hechode que existe un desacuerdo. Cualquiera que intentejustificar cualquier norma tendría que presuponer elderecho de propiedad del propio cuerpo como normaválida, aunque sólo sea para decir que esto queafirmo es verdad y objetivo. Cualquier persona queintente disputar el derecho de propiedad sobre supropio cuerpo caería en una contradicción.

Así pues podemos decir que cuando una personaafirma la validez de justificación de una sentencia,con ello se asume, al menos implícitamente, lajustificación de la siguiente norma: “nadie tienederecho a agredir sin permiso el cuerpo de otrapersona y, por lo tanto, ello delimita o restringe elcontrol ajeno sobre el propio cuerpo.” Esta norma seencuentra implícita en el concepto de justificaciónargumentativa misma. Justificar significa justificar sin

0Puede decirse aquí que sólo debido a la existencia de la escasez seda un problema al formular leyes de tipo moral; si los bienes sonsuperabundantes (bienes libres), no habrá conflicto sobre el uso de losmismos y no hará falta de acción-coordinación alguna. Por lo tanto, deaquí se deduce que cualquier ética, correctamente concebida, deba deser formulada como una teoría de la propiedad, es decir, una teoría de laasignación de derechos de control exclusivo sobre recursos escasos, yaque sólo así se hace posible escapar de conflictos que de otra maneraserían irresolubles. Desafortunadamente, los filósofos morales, debido asu gran ignorancia sobre temas económicos, rara vez han visto esto conclaridad. En su lugar, siguiendo a Veatch (Human Rights, p. 170), estosparecen creer poder desarrollar su teoría sin partir de una definiciónprecisa de propiedad y derechos de propiedad, y eso les lleva connecesidad a un mar de vaguedades y argumentos adhoc.Sobre losderechos humanos como derechos de propiedad véase tambiénRothbard, The Ethics of Liberty, cap. 15.

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tener que emplear la coerción. De hecho, si unoformula el opuesto de esta norma (es decir,cualquiera tiene el derecho a agredir sin permiso aotras personas [¡una regla que por cierto pasaríaformalmente el test de universalización!]), se haráfácil de ver por qué esta regla nunca podrá serdefendida en una argumentación. Hacerlo presuponela validez de precisamente su opuesto (es decir, elmencionado principio de no agresión).

Podría parecer que con esta justificación de lanorma de propiedad sobre el cuerpo no se lograramucho, ya que el conflicto sobre el cuerpo, para elcual se formula el principio de no agresión como unasolución universalmente justificable, sólo forma unapequeña parte de todos tipos de conflicto posibles.No obstante, esta impresión no es correcta. No cabeduda de que no existe nadie que sólo viva del aire ydel amor. Todo el mundo necesita de un númeromayor o menor de cosas sólo para sobrevivir—y sóloel que sobreviva puede argumentar, por no decirllevar una vida confortable. Con respecto a todosestos bienes también hacen falta normas, ya quesiempre puede haber evaluaciones conflictivas sobresu uso. De hecho, cualquier otra norma que sepresente debe ser ahora lógicamente compatible conel principio de no agresión para poder versejustificada, y mutatis mutandis, cada norma quepueda mostrarse como incompatible con esteprincipio tendrá que ser considerada inválida.Además, como las cosas para las cuales hay queformular normas son bienes escasos—de la mismamanera que el cuerpo de una persona es un bienescaso—y como sólo es necesario formular normasen la medida en que los bienes sean escasos y noporque sean tipos particulares de bienes escasos, loespecífico del principio de no agresión, concebido

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éste como una norma de propiedad particular que serefiere a un tipo de bienes específicos, debemodelarse a partir de una teoría general de lapropiedad.

Primero plantearé esta teoría general de lapropiedad como un conjunto de reglas aplicables atodos los bienes, con el objetivo de tratar de evitartodo posible conflicto mediante el uso de principiosuniformes, e intentaré entonces demostrar cómo estateoría general está implícita en el principio de noagresión. Según el principio de no agresión unapersona puede hacer con su cuerpo lo que quieramientras no inicie la agresión contra otras personas.Por lo tanto, esa persona también podrá hacer usode otros medios escasos, al igual que hace uso de supropio cuerpo, siempre y cuando esas otras cosas nose le quiten a nadie, sino que se encuentren en suestado natural y sin dueño. Siempre y cuando seaprecie algo como escaso—tan pronto como alguien“mezcle su trabajo” con ello, como dijo John Locke,0 yhaya hechos objetivos que así lo certifiquen—entonces la propiedad (el derecho al controlexclusivo), sólo podrá ser adquirida mediante unatransferencia contractual de títulos de propiedaddesde un propietario anterior a otro posterior, ycualquier intento de restringir de forma unilateral estecontrol exclusivo de los propietarios anteriores ocualquier transformación no solicitada sobre lascaracterísticas físicas de los medios escasos encuestión representa, en estricta analogía con laagresión ejercida contra el cuerpo de otras personas,

0John Locke, Two Treatises on Government, ed. Peter Laslett (Cambridge: Cambridge University Press, 1970), esp. vols. II, V.

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una acción injustificable.0

La compatibilidad de este principio con el de noagresión puede demostrarse mediante unargumentum a contrario. Primero, debemos tener encuenta que si nadie tuviese derecho a adquirir ycontrolar algo aparte de su propio cuerpo (una reglaque pasaría el test de universalización), entoncestodos dejaríamos de existir y el problema de lajustificación de las afirmaciones normativas noexistiría tampoco. La existencia de este problemasólo es posible porque estamos vivos, y nuestraexistencia se debe al hecho de que no podamosaceptar una norma que prohíba la propiedad sobreotros bienes escasos además del propio cuerpofísico. Por lo tanto, debemos asumir que exista estederecho a adquirir tales bienes. Ahora bien, si esto esasí y si se admite que uno no tiene derecho aadquirir tales derechos de control exclusivo sobrecosas que vienen dadas por la naturaleza y que noson fruto del propio trabajo de nadie (al hacer algocon ellas que nadie había hecho antes), y si decimosque otra gente tiene el derecho a desestimar lasdemandas de propiedad de alguien sobre cosas quese encuentran en desuso y nadie haya trabajadoantes, entonces habrá que admitir que esto sólo sehace posible si uno adquiere títulos de propiedad, noa través del trabajo (es decir, estableciendo algúnvínculo objetivo que sea controlable de formaintersubjetiva entre una persona particular y unrecurso escaso dado), sino mediante una declaraciónverbal, por decreto.0 No obstante, la posición de quelos derechos de propiedad sean adquiridos por

0Sobre el principio de no agresión y el principio de apropiación original véase Rothbard, For A New Liberty, cap. 2; idem, The Ethics of Liberty, caps. 6-8.

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declaración es incompatible con el principio de noagresión justificado más arriba. Si uno pudieseapropiarse de cosas por decreto, esto implicaría quepodríamos simplemente declarar que el cuerpo deotra persona nos pertenece. Claramente, esto estaríaen conflicto con el principio de no agresión que haceuna clara distinción entre nuestro cuerpo y el de otraspersonas. Además, esta distinción sólo puedehacerse de una manera tan poco ambigua y claraporque en el caso de los cuerpos, como para otrascosas, la separación entre “mío y tuyo” no estábasada en declaraciones verbales, sino en la acción.La observación parte de la apropiación de algúnmedio escaso—que todo el mundo puede ver ycomprobar debido a la existencia de indicadoresobjetivos en su día—que constituye la expresión omaterialización de la propia voluntad, o llegado elcaso, de la voluntad de otra persona. Más importanteaún, decir que la propiedad puede ser adquirida, no

0Esta es la posición que toma Jean-Jacques Rousseau, cuando nos pide resistir intentos de privatizar recursos naturales dados al, por ejemplo, vallarlos. Dice en su famoso dictum; “Cuidado con escuchar a este impostor, estás perdido una vez que olvides que los frutos de la tierra nos pertenecen a todos, y que la propia tierra no pertenece a nadie” (“Discourse upon the Origin and Foundation of Inequality Among Mankind,” in Jean-Jacques Rousseau, The Social Contract and Discourses, ed. G.D.H. Cole [New York: 1950], p. 235). No obstante, argumentar esto sólo es posible si se asume que los títulos de propiedad pueden ser justificados por decreto. ¿Cómo si no podrían “todos” (incluso aquellos que nunca hicieron nada con los recursos en cuestión) o “nadie” (no incluso los que hicieron uso de ello) poseer algo salvo si los derechos de propiedad estuviesen basados en un mero decreto?

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mediante la acción, sino mediante una declaración,implicaría una obvia contradicción práctica porquenadie podría decir y declarar tal cosa salvo que sepresuponga su derecho previo de control exclusivosobre su cuerpo como herramienta para poder deciralgo, independientemente de lo que se haya dicho.

Como ya he dicho antes, esta es a grandes rasgosla defensa de la propiedad privada que haceRothbard. A pesar de su afiliación formal con latradición de los derechos naturales, Rothbard, en loque considero es su argumento más crucial de ladefensa de la ética de la propiedad privada, no sóloelige esencialmente el mismo punto de partida—laargumentación—sino que también da unajustificación mediante un razonamiento a priori casiidéntico al que acabo de desarrollar. Parademostrarlo, simplemente basta con citar:

Ahora bien, cualquier persona que participe encualquier tipo de discusión, incluyendo una sobre losvalores, se encuentra, por virtud de su propiaparticipación, viva y afirmando la vida. Si ésta seopusiera realmente a la vida, no tendría sentido quecontinuase viviendo. Por lo tanto, el supuesto opositorde la vida está realmente afirmándola en el propioproceso de diálogo, y por lo tanto, ello hace que lapreservación de la propia vida adquiera el estatuto de

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axioma incontestable.0

III.

Hasta ahora hemos demostrado que el derecho deapropiación originaria a través de la acción es compatiblecon, e implicado por, el principio de no agresión comosupuesto lógicamente necesario de la argumentación.Indirectamente, por supuesto, también se ha demostradoque cualquier regla que especifique derechos diferentes nopuede justificarse. Antes de entrar en un análisis detalladosobre el porqué es imposible defender otras éticasalternativas, una discusión del tema debería arrojar algo deluz sobre la importancia de algunas estipulaciones de lateoría libertaria de la propiedad, y deben hacerse algunoscomentarios sobre las implicaciones que podemos sacar ono al clasificar estas normas como válidas.

Al realizar este argumento, no hace falta poderafirmar haber derivado el “debería ser” del “es”. Dehecho, uno puede fácilmente apuntarse a la opinióngeneralmente aceptada de que el abismo entre el“debería” y el “es” es lógicamente insalvable.0 En sulugar, clasificar las reglas de la teoría libertaria de la

0Rothbard, The Ethics of Liberty, p. 32; sobre el método de razonamiento a priori empleado en el argumento anterior véase también, idem, Individualism and the Philosophy of the Social Sciences (San Francisco: Cato Institute, 1979); Hans- Hermann Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen sozialforschung. Untersuchungen zur Grundlegung von Soziologie und Ökonomie (Opladen: Westdeutscher Verlag 1983); idem, “Is Research Based on Causal Scientific Principles Possible in the Social Sciences? Ratio (1983); supra cap. 7; idem, A Theory of Socialism and Capitalism, cap. 6.

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propiedad de esta manera es un asunto puramentecognitivo. No se deduce de la clasificación de la éticalibertaria como “justa” que uno debiera actuar deforma acorde con ella de igual manera que elconcepto de validez o verdad no implica tener quebuscarla. Decir que ésta es justa no elimina laposibilidad de que la gente proponga o incluso hagavaler normas que sean incompatibles con esteprincipio. De hecho, la situación con respecto a lasnormas es muy similar a la de otras disciplinascientíficas. El hecho, por ejemplo, de que ciertasafirmaciones empíricas estén justificadas o seanjustificables y otras no, no implica que todo el mundotenga que defender afirmaciones que sean objetivasy válidas. Al contrario, la gente puede estarequivocada incluso adrede. Pero la distinción entreobjetivo y subjetivo, entre verdadero falso, no pierdesignificado alguno debido a esto. En vez de eso, lagente que tratase de hacerlo tendría que serclasificada como mal informada o intencionalmentementirosa. Lo mismo pasa con respecto a lasnormas. Claro que hay gente, mucha, que nopropaga o impone normas que pueden serclasificadas como válidas según el significado dejustificación que he dado arriba. No obstante, ladistinción entre normas justificables y no justificablesno se disuelve debido a esto, de igual manera que ladiferencia entre la objetividad y la subjetividad no sederrumba por la existencia de gente mal informada omentirosa. En su lugar, aquellas personas quepropaguen e impongan tales normas diferentes einválidas tendrían que ser clasificadas como mal

0Sobre el problema de derivar “debería” de “es” véase W.D. Hudson, ed., The Is-Ought Question (London: Macmillan 1969).

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informadas o deshonestas, en tanto uno les hayaclarificado que sus propuestas alternativas denormas nunca podrán ser justificables en laargumentación. Hay incluso una mayor justificaciónpara hacer esto en el ámbito moral que en elempírico, ya que la validez del principio de noagresión, o el de apropiación originaria mediante laacción en tanto que corolario suyo, debe de serconsiderado como el más básico de entre la clase deenunciados válidos o verdaderos. Lo que es válido overdadero debe definirse de manera tal quecualquiera—actuando según este principio—puedaestar de acuerdo con el mismo. Como acabo demostrar, la aceptación implícita de estas normasconstituye el prerrequisito necesario para poder viviry argumentar.

¿Por qué es imposible justificar racionalmenteninguna teoría sobre la propiedad que no sealibertaria? En primer lugar, debemos tener en cuenta,tal y como ya aclararemos, que todas las alternativasal libertarismo puestas en práctica, y muchas de laséticas no libertarias teóricamente propuestas, ¡nopasarían siquiera el primer test de formalizaciónuniversal y fallarían sólo por este hecho! Todas estasversiones contienen normas dentro de su marco denormas legales que tienen la forma “unas personaspueden, y otras no.” No obstante, tales normas queespecifican diferentes derechos u obligaciones paradiferentes clases de personas no tendríanoportunidad alguna de ser aceptadas como justaspor ninguno de los participantes potenciales de ladiscusión por una cuestión de tipo formal. A no serque la distinción hecha entre diferentes clases depersonas resulte ser una que sea aceptable paraambas partes, tales reglas no serían aceptablesporque implicarían la concesión de privilegios legales

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a un grupo a costa de negárselos a otros. Algunaspersonas, sean aquellas esas a las que se le hapermitido hacer algo o a aquellas a las que no, nopodrían estar de acuerdo en que estas son reglasjustas.0 Esto se debe a que muchas de laspropuestas sobre éticas alternativas, tal y cómo éstasse practican o teorizan, necesitan la imposición dereglas del tipo “algunas personas tienen la obligaciónde pagar impuestos, y otros tienen el derecho aconsumirlos,” o “algunas personas saben qué es loque más te conviene y se les permite ayudarte aconseguir lo que ellos consideran lo mejor para tiaunque de hecho tú no lo quieras, pero sin permitirteal mismo tiempo saber qué es bueno para ellos y asípoder ayudarles de la misma manera,” o “algunaspersonas tienen derecho a determinar quién tienemucho y quién tiene poco, y otros tienen la obligaciónde aceptarlo” o incluso más simplemente “la industriade los ordenadores debe pagar para subsidiar a losgranjeros, los empleados a los desempleados, losque no tienen niños a los que los tienen” o vice versa.Todas ellas pueden ser descartadas comocontendientes en esta pugna por la validez normativade teorías en tanto que normas de propiedad, puestodas ellas indican en su propia formulación que noson universalizables.

¿Qué habría de malo con una ética no libertariaque resuelva esto y que de hecho se formuleexclusivamente a partir de normas universalizablesdel tipo “a nadie le está permitido” o “todo el mundopuede?” Ni siquiera en este caso se podría probar lavalidez de tales propuestas—no por razonesformales sino por especificaciones materiales. Dehecho, si bien es posible llevar a la práctica

0Véase Rothbard, The Ethics of Liberty, p. 45.

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alternativas que puedan ser refutadas fácilmente enbase a criterios formales, la aplicación de estasversiones más sofisticadas que pasan el test deuniversalización probaría ser fatal por razonesmateriales: aunque se intentase, éstas nunca podríanser implementadas.

Se dan dos especificaciones relacionadas en lateoría de la propiedad libertaria con las que, al menosuna de las cuales, cualquier teoría alternativas habráde entrar en conflicto. Según la ética libertaria, laprimera especificación tal es que la agresión estédefinida como una invasión sobre la integridad físicade la propiedad ajena.0 Hay intentos populares dedefinirla también como una invasión sobre el valor ointegridad psíquica relativa a la propiedad de otraspersonas. El conservadurismo, por ejemplo, persigueun modelo de distribución de riqueza y unos valoresdados, e intenta controlar aquellas fuerzas quepuedan cambiar la situación mediante controles deprecios, normativas y el control de la conducta.Claramente, para poder justificar de esta manera losderechos de propiedad, se debe poder justificar elvalor de las cosas, y toda invasión de valores,mutatis mutandis, como una agresión injustificable.No sólo el conservadurismo usa la idea de lapropiedad y agresión; el socialismo redistributivotambién lo hace. Los derechos de propiedad sobrevalores deben ser asumidos como legítimos cuandoel socialismo redistributivo me permite, por ejemplo,exigir compensación por parte de personas cuyasoportunidades afecten negativamente a las mías. Lo

0Sobre la importancia de la definición de la agresión como agresión física véase Rothbard, Ibíd., caps. 8-9; idem, “Law, Property Rights and Air Pollution,” Cato Journal (Spring, 1982).

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mismo es cierto cuando se pide compensación porcometer violencia psicológica o “estructural.”0 Parapoder pedir tal compensación, eso que uno haga, yase trate de daños efectuados sobre la oporunidad, laintegridad psíquica de la persona o debido respeto,tendría que ser clasificado como un acto de agresión.

¿Por qué resulta del todo injustificable la idea deproteger el valor relativo de la propiedad? En primer

0Sobre la idea de violencia estructural como distinta de la física véase Dieter Senghass, ed., Imperialismus und strukturelle Gewalt (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1972). La idea de definir la agresión como una invasión sobre el valor de lapropiedad también subyace a las teorías de John Rawls y Robert Nozick, por diferentes que estos autores puedan parecer a diferentes comentaristas. ¿Pues, cómo podría justificar Rawls su llamado principio de diferencia (“las desigualdades sociales y económicas tienen que disponersede manera tal que pueda esperarse razonablemente que todos—incluso los menos aventajados—se vean beneficiados” John Rawls, A Theory of Justice [Cambridge, Mass.: Harvard University Press 1971], pp. 60-83, 75ff.)salvo que éste crea que las personas afortunadas cometen una agresión por el mero hecho de incrementar su riqueza relativa y que las personas menos afortunadas tengan pues derechos sobre la persona más afortunada sólo porque la riqueza de esta segunda se haya deteriorado relativamente!? ¿Y cómo puede Robert Nozick afirmar que abolir la competencia, sin importar la legitimidad de sus acciones, se encuentra justificado en el caso de una “agencia de protección dominante”? (Robert Nozick, Anarchy, State, and Utopia [New York: Basic Books, 1974], pp. 55f.) O ¿Cómo puede creer éste que sea moralmente correcto prohibir los denominados intercambios no productivos, es decir, intercambios donde una parte sale mejor si la otra no existiese o al menos no tuviese relación

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lugar, si bien por un lado cada persona, al menos enprincipio, es capaz de ejercer un control total sobre elpoder de sus acciones para hacer cambiar o no lascaracterísticas físicas de las cosas, lo que implicaque se les puede pedir cuenta sobre la justificabilidadde sus acciones, el control sobre esas otras accionesque afecten al valor de la propiedad ajena nodescansa sobre la persona que actúa, sino sobre losdemás y sus evaluaciones subjetivas. Por lo tanto,resulta del todo imposible determinar ex ante si susacciones serían justificables o no. Llegados al caso,habría que interrogar a toda la población paraasegurarse de que las acciones que uno planeaefectuar no cambien las evaluaciones que otraspersonas tienen sobre la propiedad de los demás.Incluso entonces, nadie podría actuar hasta que selograse un acuerdo universal sobre quién se suponeque debe hacer qué con quién y en qué momento.Claramente, debido a todos los problemas prácticosinvolucrados, todos llevaríamos ya un tiempomuertos y ya nadie podría argumentar más de formaanticipada a la consecución de un acuerdo.0 Incluso

con ella (como por ejemplo el chantajeado y el chantajista), sin importar si tal intercambio involucra o no una invasión física de cualquier tipo (Ibíd., pp. 83-86) salvo si pensase que el derecho a preservar la integridad del valor de propiedad (en vez de su integridad física) existiese? Para una crítica devastadora de la teoría de Nozick en particular véase Rothbard, The Ethics of Liberty, cap. 29; sobre el uso falaz del análisis de curva de indiferencia empleado por Rawls y Nozick, idem Toward a Reconstruction of Utility andWelfare Economics (New York: Center for Libertarian Studies, Occasional Paper Series, No. 3, 1977).

0Véase Rothbard, The Ethics of Liberty, p. 46.

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de forma más decisiva, esta posición sobre lapropiedad y la agresión no puede ser argumentadade modo efectivo, pues argumentar a favor de unanorma implica que hay un conflicto sobre el uso deun mismo recurso escaso; de lo contrario no haríafalta tal discusión. No obstante, para argumentar quehaya maneras de evitar tales conflictos debepresuponerse que se permitan determinado tipo deacciones antes de cualquier eventual acuerdo odesacuerdo, pues si no fuese así, uno no podríadefender tal postura. Pero si uno puede hacer esto, yen la medida en que ésta exista como una posiciónintelectual argumentada, la posición bajo escrutiniodebe asumir que de hecho se puede, lo que sólo esposible debido a la existencia de límites objetivossobre la propiedad—bordes que todos puedenreconocer como tales por su cuenta sin tener queconsultar con otras personas y su sistema devaloraciones. Tal ética protectora de valores, también,a pesar de lo que dice, debe de hecho presuponer laexistencia de límites objetivos en la propiedad en vezde otros determinados por evaluaciones subjetivas,aunque sólo sea para permitir que algunossobrevivan y puedan realizar sus propias propuestasmorales.

La idea de proteger el valor en lugar de laintegridad física también falla por una segunda razónrelacionada. Evidentemente, el valor de uno, porejemplo en el mercado de trabajo o matrimonio,puede verse y de hecho se ve afectado por laintegridad física de otras personas o el grado de lamisma. Por lo tanto, si uno quisiera que los valoresde la propiedad fueran protegidos, se tendría quepermitir la agresión física contra otras personas. Noobstante, esto es sólo debido al hecho de que loslímites de una persona—es decir, el perímetro que

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define los derechos de propiedad que una personatiene sobre su propio cuerpo en tanto que dominioparticular de control exclusivo y que otra persona nopuede cruzar salvo que quiera convertirse en agresor—son límites físicos (intersubjetivamente discerniblesy no tan sólo bordes observados de una formasubjetiva) con los que todos pueden estar de acuerdoindependientemente (¡y acuerdo significa acuerdoentre unidades de decisión independientes entre sí!).Sólo porque los límites protegidos de propiedad sonobjetivos (es decir, fijos y reconocibles como fijosantes de cualquier acuerdo convencional), se puededar la argumentación y el posible acuerdo entreunidades de decisión independiente. Nadie puedeargumentar a favor de un sistema de propiedad quedefina los límites de la propiedad en términossubjetivos y evaluativos porque para poder decir esose tiene que presuponer que, al contrario de lo quedice la teoría, uno sea de hecho una unidadfísicamente independiente que diga tal cosa.

La situación no mejora con las propuestas éticasalternativas cuando uno atiende a la segundaespecificación esencial de las reglas de la teoríalibertaria sobre la propiedad. Las normas básicas dellibertarismo no sólo se caracterizan por el hecho deque la propiedad y la agresión estén definidas entérminos físicos; sino también por el hecho, nomenos importante, de que la propiedad esté definidacomo privada e individualizada y que el significado deapropiación originaria, que evidentemente implicahacer una distinción entre el antes y el después, sehaya especificado también. Es con estaespecificación adicional con la que las éticas nolibertarias entran en conflicto. En vez de reconocer laimportancia vital de la distinción antes-después a lahora de decidir entre reivindicaciones sobre la

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propiedad que sean conflictivas, éstas proponennormas que de hecho afirman la irrelevancia de lapropiedad para tomar tal decisión y admiten que losque vengan después tienen tanto derecho depropiedad como los que llegaron antes. Claramente,esta idea se encuentra presente cuando elsocialismo redistributivo hace que los propietariosnaturales de riqueza y/o sus herederos paguen unimpuesto para que los desafortunados que llegarontarde puedan participar en su consumo. O cuando elpropietario de un recurso natural se ve forzado areducir (o incrementar) su presente explotación eninterés de la posteridad. En ambos casos sólo tienesentido hacer lo que se hace cuando se asume quela primera persona en acumular riquezas, o servirsede un recurso natural, ha cometido una agresióncontra los que llegan después. Si no hubiesen hechonada malo, entonces los que llegan después notendrían tal acusación contra ellos.0

¿Dónde se encuentra el error en esta idea deconsiderar irrelevante la distinción antes-después?Primero, si los que llegan después (aquellos que nohicieron nada con los bienes escasos), tienen tantoderecho como los que llegaron primero (aquellos quehicieron algo con los bienes escasos), entoncesnadie podría hacer nada con nadie, ya que se tendríaque tener el consentimiento de todos los que lleguendespués para hacer eso que se quiera hacer. Dehecho, como la posteridad incluiría a los hijos de los

0Para un extraño intento filosófico de justificar una ética de los que llegan después véase James P. Sterba, The Demands of Justice (Notre Dame, Ind.: Notre Dame University Press, 1980), esp. pp. 58ff., 137ff.; sobre la absurdez de tal ética véase Rothbard, Man, Economy, and State, p. 427.

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hijos—gente que llega tan tarde que uno no puedepreguntarles—apoyar un sistema legal que no hagauso de la distinción antes-después como parte de suteoría de propiedad subyacente es simplementeabsurdo porque implica defender la muerte allí dondese debe presuponer la vida para poder argumentar afavor de algo. Ni nosotros ni nuestros ancestros ninuestra progenie pudimos, podemos o podremossobrevivir y decir o argumentar algo si uno siguieseesta regla. Para que una persona—pasada, presenteo futura—argumente algo debe ser posible quesobreviva ahora. Nadie puede esperar y dejar deactuar hasta que alguien de una clase indeterminadade gente que llega después aparezca y esté deacuerdo con lo que uno quiere hacer. En vez de eso,mientras una persona se encuentre sola, debe sercapaz de actuar, usar, producir y consumir bienesdirectamente, sin necesidad de desarrollarargumento alguno frente a gente que no seencuentra presente (y quizás nunca lo esté). Mientrasuna persona se encuentre en compañía de otros yhaya un conflicto sobre cómo usar un recurso escasodado, éste debe poder resolverse en un puntodefinido del tiempo y con un número definido depersonas en vez de tener que esperar periodos noespecificados de tiempo y estar de acuerdo con unnúmero indefinido de personas. Sólo por sobrevivir,pues, que es un prerrequisito para poder argumentara favor o en contra de algo, los derechos depropiedad no pueden ser concebidos comoatemporales o verse indeterminados en relación alnúmero de personas involucradas. En vez de eso, suorigen debe situarse mediante la actuación en puntosdefinidos del tiempo por parte de individuos

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concretos.0

Además, la idea de abandonar la distinción antes-después sería incompatible con el principio de noagresión en tanto que base práctica de laargumentación. Discutir y posiblemente estar deacuerdo con alguien (aunque sea sólo en el hecho deque existe un desacuerdo) significa reconocer elderecho anterior de ejercicio exclusivo sobre elcontrol del propio cuerpo. Si no, sería imposible quenadie pudiera decir nada en un punto definido deltiempo y que alguien pudiera responder, ya que ni elprimer ni el segundo orador serían unidades de tomade decisiones físicamente independientes. Eliminar ladistinción antes-después, entonces, es eliminar laposibilidad de debatir y alcanzar un acuerdo. Noobstante, como uno no puede argumentar que noexista posibilidad de diálogo sin el reconocimiento yaceptación del control previo de cada persona sobresu propio cuerpo, una ética de los que llegandespués que no haga esta distinción nunca podríaser aceptada por todos. Simplemente decir quepodría serlo implica una contradicción, ya que paradecirlo uno tendría que presuponer la existencia

0Debe mencionarse aquí que sólo si los derechos de propiedad son conceptualizados como derechos de propiedad privados que se originan en el tiempo es posible hacer contratos. Claramente, los contratos son acuerdos entre unidades numerables físicamente independientes que están basados en el reconocimiento mutuo de las reivindicaciones sobre la propiedad de cada contratista en relación con cosas adquiridas en un tiempo anterior al acuerdo. La propiedad de estas cosas es entonces transferible de un propietario inicial a otro posterior. ¡Los contratos no podrían existir en un marco de ética de los que llegan después!

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propia como una unidad de toma de decisionesindependiente en un momento definido del tiempo.

Por lo tanto, uno se ve forzado a concluir que laética libertaria no sólo puede ser justificada medianteel razonamiento a priori, sino que no se puededefender una ética alternativa argumentativamente.

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12La justicia de la

eficiencia económica

El problema central de la economía política es cómoorganizar la sociedad para promover la producción deriqueza. El problema central de la filosofía política es cómoorganizar la sociedad para hacerla un orden social justo.

La primera pregunta trata de asuntos de eficiencia:¿Qué medios son los apropiados para lograr unresultado dado, en este caso, riqueza?

La segunda cuestión cae fuera del reino de lasllamadas ciencias positivas. Ésta se pregunta si elobjetivo que la economía política asume como dadopuede ser justificado como tal y si, entonces, sepuede considerar que los medios que la economíapolítica recomienda son los más eficientes paralograr fines justos.

A continuación, presento una justificación a prioripara la tesis de que aquellos medios recomendadospor la economía política son de hecho medioseficientes para la consecución de fines justos.

Comenzaré describiendo los mediosrecomendados por la economía política y explicandolas razones sistemáticas por las que la producción deriqueza resultante al adoptarlos es mayor que la quese produce al elegir otros medios. Dado que mi tareaprincipal es demostrar la justicia de estos medios deproducir riqueza, mi descripción y explicación de la

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eficiencia económica será breve.La economía política comienza con el

reconocimiento de la escasez. El que no vivamos enel Jardín del Edén es la razón por la que nospreocupa el problema de la eficiencia económica.Según la economía política, el medio más eficientepara aliviar, o incluso superar la escasez es lainstitución de la propiedad privada. Las reglas quesubyacen a esta institución han sido correctamenteidentificadas mayormente por John Locke. Éstas soncomo siguen:

Cada persona posee su propio cuerpo así comotodos los bienes escasos a los que da uso con ayudadel mismo antes de que nadie más lo haga. Estapropiedad implica el derecho a emplear estos bienesescasos cuando éste lo vea apropiado siempre queal hacerlo no agreda la propiedad de otras personas,es decir, mientras no cambie sin pedir permiso laintegridad física de la propiedad ajena o delimite elcontrol ajeno sobre ella sin su consentimiento. Enparticular, una vez un bien ha sido apropiadooriginariamente al mezclar la labor propia con elmismo (frase de Locke) la propiedad sobre mismasólo podrá ser adquirida por medio de unatransferencia contractual del título de propiedad deun propietario anterior a otro posterior.

La razón por la que esta institución conduce a laproducción de riqueza más grande posible esevidente. Cualquier desviación de este conjunto dereglas implica, por definición, una redistribución detítulos de propiedad (y por lo tanto de los ingresos)desde los usuarios-productores y contratantes debienes hacia los no-usuarios-productores y nocontratantes. Como consecuencia, cualquierdesviación tal implica que habrá relativamente menosapropiación originaria de recursos cuya escasez sea

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conocida, y habrá menos producción de nuevosbienes, menos mantenimiento de los bienesexistentes, y menos contratos y comercio que seamutuamente beneficioso. Esto naturalmente implicaun menor estándar de vida en en relación con losbienes y servicios que pasan de mano. Además, laprovisión de que sólo el primer usuario (no el último)de un bien adquiere el derecho de propiedad sobre elmismo nos asegura que los esfuerzos productivosserán tan altos como sea posible en todo momento.Además, la provisión de que sólo la integridad físicade la propiedad (no el valor de la propiedad) debe serprotegido garantiza que todo propietario llevará acabo los mayores esfuerzos productivos de valor, esdecir, esfuerzos para promover cambios favorables elel valor de la propiedad y para prevenir ocontrarrestar cualquier cambio no favorable en elvalor de la misma (tal y como podría suceder a partirde las acciones de otra persona sobre su propiedad).Por lo tanto, cualquier desviación de estas dos reglastambién implica una reducción de los esfuerzosproductivos en todo momento.

Ahora, paso a mi tarea principal de demostrar quela institución de la propiedad privada que acabo decaracterizar es justa—de hecho, el que sólo estainstitución sea justa y que cualquier desviación deella no sólo sea económicamente ineficiente, sinoantiética, también lo es.

En primer lugar, no obstante, permitidme clarificaruna similitud esencial entre el problema al que seenfrenta la economía política y el problema al que seenfrenta la filosofía política—una similitud que losfilósofos políticos en su amplia ignorancia de laeconomía normalmente ignoran para terminar dandovueltas sobre argumentos ad hoc. El reconocimientode la escasez no es sólo el punto de inicio para la

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economía política; éste también representa el puntode inicio de la filosofía política. Obviamente, sihubiese una superabundancia de bienes, no habríaproblemas económicos en absoluto. Con unasuperabundancia de bienes tal que mi uso presentede los mismos ni reduzca mi propio suministro futuroni el suministro presente o futuro de otra persona, losproblemas éticos sobre el bien o el mal, lo justo o loinjusto no surgirían al no darse un conflicto sobre eluso de tales bienes escasos. Sólo mientras losbienes sean escasos es que se hacen necesarias laeconomía y la ética. De la misma manera, de igualforma en que la respuesta al problema de laeconomía política debe ser formulada en términos dereglas que limiten los posibles usos de recursos entanto que recursos escasos, la filosofía política deberesponder a partir de los derechos de propiedad.Para evitar conflictos ineludibles, ésta debe formularun conjunto de reglas que asignen derechos decontrol exclusivo sobre bienes escasos (nótese queen el Jardín del Edén, tanto el cuerpo de unapersona, como el espacio ocupado por el mismo o eltiempo también serían escasos, y en esta medida, laeconomía política y la filosofía aún tendrían unatarea, aunque limitada, que cumplir)

Ahora, vamos a tratar de probar la tesis de quedentro del número infinitamente concebible demaneras de asignar derechos exclusivos depropiedad a la gente, sólo las reglas arriba descritasson de hecho justificables. Presentaré mi argumentopaso a paso.

Primero, si bien la escasez es una condiciónnecesaria para la emergencia del problema de lafilosofía política, ésta no es suficiente. Obviamente,podríamos tener conflictos sobre el uso de recursosescasos con, digamos, un elefante o un mosquito,

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pero no consideraremos posible resolver talesconflictos proponiendo normas sobre la propiedad.En tales casos, evitar posibles conflictos se resuelveen un mero problema tecnológico, no ético. Para quese convierta en un problema ético, hace falta que losactores en conflicto sean capaces, en principio, depoder argumentar. De hecho, no cabe duda de queesto es así por el hecho de estar nosostros tambiénaquí involucrados en la argumentación. Negar que lafilosofía política presuponga la argumentación escontradictorio, ya que su propia negación sería unargumento. Sólo mediante la argumentaciónemergen las ideas de validez y verdad, y no sólo laidea de verdad en asuntos éticos, sino la verdad engeneral. Sólo con la argumentación podemos hacerafirmaciones verdaderas de cualquier tipo, y sólodurante la argumentación la veracidad de talesafirmaciones es decidida. Esta proposición resultaser innegablemente verdadera: uno no puedeargumentar que uno no puede argumentar, y uno nopuede disputar conocer lo que significa hacer unaafirmación de verdad sin implícitamente afirmar quela negación de esa proposición sea verdadera. Miprimer paso en la siguiente cadena derazonamientos, pues, ha sido llamado el “a priori dela argumentación” por filósofos como JürgenHabermas y K.O. Apel.0

De la misma manera en que es innegablemente

0[Reimpreso del Austrian Economics Newsletter (Invierno, 1988).También reimpreso en el volumen 3de Austrian Economics, editada porStephen Littlechild (London: Edward Elgar, 1990).]K.O. Apel, “Das Apriorider Kommunikationsgemeinschaft und die Grundlagen der Ethik,” enidem, Transformation der Philosophie (Frankfurt/M., 1973), vol. II; JürgenHabermas, Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln(Frankfurt/M. 1983).

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cierto que la ética requiere de argumentación, estambién innegablemente verdadero que cualquierargumento requiere de una persona que argumente.Argumentar no consiste en dar proposicionessueltas. Se trata de una actividad. Si al margen ya delo que se diga en el curso de la misma, no obstante,la argumentación también se revela como un asuntopráctico, y si la argumentación depemde de lapresuposición de enunciados que afirmen ser ciertoso que posiblemente lo sean, entonces se deduce quedeben existir normas intersubjetivamentesignificativas—aquellas que hacen de una acción unaargumentación—que deben tener un estatutocognitivo especial tal que éstas constituyan unaprecondición práctica de la verdad. Una vez más,esto es cierto a priori de una forma tal que nadie, tal ycomo pasaba con el empirista-positivista-emotivistaque negaba la posibilidad de una ética racional y quedeclaraba la aceptación o negación de normas comoun asunto arbitrario, podrá argumentar de ese modosin acabar en una contradicción práctica. Porque alcontrario de lo que se quisiera decir, éste tendría dehecho que presuponer las normas que subyacen atal argumentación como válidas simplemente parapoder decir algo.

Con este paso pierdo, de una vez por todas, lacompañía de filósofos como Habermas y Apel.0 Pero,tal y como se hará evidente en unos instantes, eso

0Apel y Habermas se muestran esencialmente silenciosos en la cuestión decisiva de qué prescripción ética se deduce del reconocimiento del “a priori de la argumentación”. No obstante, hay comentarios que indican que ambos parecen creer que algún tipo de social democracia participativa está implícita en esto a priori. Lo que sigue explica por qué esto no es así.

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quedaba expresamente implicado en el paso anterior.Que Habermas y Apel no pudiesen dar este paso sedebe, creo, al hecho de que ellos también sufren,como muchos otros filósofos, de una ignoranciacompleta sobre la economía, y una correspondienteceguera hacia el hecho de la escasez. El paso essimplemente este: reconocer que la argumentaciónes una forma de acción y que el hecho de que éstano consista en sonidos aleatorios implica elreconocimiento de que una persona tenga controlexclusivo sobre un recurso tan escaso como el de supropio cuerpo. Mientras haya argumentación, existeun reconocimiento mutuo sobre la propiedad ajenadel propio cuerpo. Es este reconocimiento del controlexclusivo sobre el propio cuerpo, que se presuponeen toda argumentación, lo que explica unacaracterística única de la comunicación verbal; sibien es del todo posible decir que uno no está deacuerdo con algo, aún es posible estar de acuerdosobre el hecho de que no se esté de acuerdo.Nuevamente, tal derecho de propiedad sobre elpropio cuerpo debe estar justificado a priori, puescualquiera que trate de justificar norma alguna tendráque presuponer el derecho exclusivo a controlar supropio cuerpo como norma válida simplemente parapoder decir “propongo tal y tal cosa.” Además,cualquier persona que trate de disputar el derecho depropiedad sobre su cuerpo entraría en unacontradicción práctica, pues argumentar de estamanera implicaría la aceptación de la propia normaen disputa. Éste siquiera podría abrir la boca situviese razón.

El argumento final amplia la idea de la propiedadprivada como justificación, y justificación a priori,desde el mismísimo prototipo de bien escaso (elcuerpo de una persona) a otros bienes. Éste consiste

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en dos partes. Primero demostraré que laargumentación, y la justificación argumentativa de loque sea, presupone no sólo el derecho al controlexclusivo del propio cuerpo sino también el derecho acontrolar otros recursos escasos, porque si nadiepudiese controlar nada más que su cuerpo,dejaríamos de existir y el problema de justificarnormas—así como otros problemas humanos —simplemente no existirían. No vivimos sólo del aire;luego, sólo en virtud de este estar vivos, los derechosde propiedad sobre otras cosas deben presuponersetambién válidos. Nadie que esté vivo podráargumentar lo contrario.

La segunda parte del argumento demuestra quesólo la idea lockeana de establecer reivindicacionesde propiedad a través de la apropiación originariarepresenta un principio justo de adquisición depropiedad. La prueba emplea un simple argumentuma contrario: Si una persona no adquiere el derecho alcontrol exclusivo sobre otros bienes dados por lanaturaleza mediante su propio trabajo, esto es, siotras personas, que no habían usado previamenteesos bienes, tuviesen el derecho de disputar lareivindicación de propiedad del apropiador original,entonces esto sólo sería posible si uno adquiriesederechos de propiedad no a través del trabajo, esdecir, estableciendo algún vínculo objetivo entre unapersona particular y un recurso escaso en particular,sino mediante una declaración verbal. Esta solución—aparte del hecho obvio de que ni siquierarepresentaría solución alguna en un sentidopuramente técnico al no proveer una base que nospermita decidir entre reivindicaciones rivales—esincompatible con el enfoque ya justificado relativo alos derechos de propiedad que toda persona tienesobre su propio cuerpo. Ya que si uno pudiese

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apropiarse de la propiedad de otros por decreto, estoimplicaría que también sería posible simplementedeclarar el cuerpo de otra persona como propio. Noobstante, como hemos visto, decir que la propiedadse adquiere, no a través de la apropiación originaria,sino mediante una declaración implica unacontradicción práctica: nadie puede decir y declararnada salvo que éste asuma la validez de su derechoa usar su cuerpo simplemente por el mero hecho deque sin importar lo que diga, es él y nadie más quiense lo ha apropiado originariamente como suinstrumento de decir cosas.

Con esto, mi justificación a priori de la instituciónde la propiedad privada está esencialmentecompleta. Sólo pueden hacen falta dos argumentossuplementarios para señalar por qué y dónde todaslas demás propuestas éticas (permitidme llamarlassocialistas) son argumentativamente indefendibles.

Según la ética de la propiedad privada, losrecursos escasos bajo el control exclusivo de suspropietarios están definidos en términos físicos, ymutatis mutandis, la agresión está definida como unainvasión contra la integridad física de la propiedad deotra persona. Como se ha indicado, el efectoeconómico de esta provisión es el de maximizar losesfuerzos productivos relativos al valor. Unadesviación popular de esto es la idea de definir laagresión como una invasión del valor o la integridadpsíquica de la propiedad de otra persona. Esta idease encuentra sobre la base del “principio dediferencia” de John Rawls que dice que todadesigualdad que exista debe de ser ventajosa paratodos sin importar cómo se haya llegado a esas

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desigualdades,0 detrás de la afirmación de RobertNozick de que una “agencia de proteccióndominante” tiene el derecho de limitar la competenciasin importar el hecho de que ésta actúe bien o mal, ytras su afirmación relacionada de que los“intercambios no productivos” donde una partesaldría mejor parada si la otra no existiese podríanser prohibidos, otra vez, sin importar si eseintercambio involucra alguna agresión física o no.0

Tales propuestas son absurdas e indefensibles.Mientras que cada persona si puede tener un controlsobre si sus acciones causan o no cambios en laintegridad física de algo, el control sobre si nuestrasacciones afectan o no al valor de la propiedad dealguien descansa en otras personas y susevaluaciones. Uno tendría que poder interrogar yllegar a un acuerdo con la población mundial paraasegurarse de que las acciones planeadas por unono cambien las evaluaciones personales de otrosrespecto a sus respectivas propiedades. Todo elmundo estaría muerto antes de que esto pudieselograrse. Más aún, la idea de que el valor de lapropiedad pueda ser defendido es argumentalmenteindefendible, ya que para poder uno argumentar,debe presuponerse que tales acciones deban estarpermitidas antes de llegar a algún acuerdo, pues sino fuera así, uno nunca podría argumentar tal cosa.Pero si uno pudiese, ello sólo sería posible debido alos límites objetivos inherentes a la propiedad, esdecir, las fronteras que toda persona puede

0John Rawls, A Theory of Justice (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1971), p. 60, pp. 75f., 83.

0Robert Nozick, Anarchy, State, and Utopia (New York: Basic Books, 1974), pp. 55f., 83-86.

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reconocer como tales por cuenta propia sin tener queacordar nada con nadie o consultar su sistema devalores o evaluaciones. Rawls y Nozick no podríansiquiera abrir la boca si ello fuese de otra manera. Elmismísimo hecho de que la abran prueba que estánequivocados.

La segunda desviación popular, igualmenteabsurda e indefendible, es esta: en vez de reconocerla importancia vital de la distinción antes-después alobjeto de decidir entre reivindicaciones en disputasobre la propiedad—tal y como hace la ética de lapropiedad privada, asegurando que los esfuerzosproductivos sean los mayores posibles en todomomento—se afirma que, en esencia, la propiedades irrelevante y que los que llegan después tienentanto derecho como los que llegaron primero. Unavez más, con su idea de que los derechos depropiedad ya se encuentran presentes en lasgeneraciones todavía por venir, unos tipos de interésjustos sobre el ahorro y demás cosas por el estilo,Rawls también puede citarse como ejemplo. Noobstante, si los que llegan después también tienenreivindicaciones legítimas de propiedad sobre lascosas, entonces, literalmente, nadie podría hacernada con nada, ya que uno tendría que tener elconsentimiento de todos los que vengan despuéspara hacer lo que se quería hacer. Ni nosotros, ninuestros ancestros, ni nuestra progenie pudimos,podemos o podremos sobrevivir si uno siguiese estaregla. No obstante, para que cualquier persona—pasada, presente o futura—pueda argumentar algono cabe duda de que debe ser posible sobrevivir hoy.Más aún, para poder justificar esto—que conste queesos que se encuentren tras el “velo de ignorancia”rawlsiano tendrían que ser capaces de sobrevivir—los derechos de propiedad no pueden ser concebidos

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como atemporales y sin especificar de formaindependiente al número de personas a quien lesafecte. En vez de eso, estos deben considerarse deforma obligada como originados a partir de unaacción realizada en un momento dado del tiempo porindividuos específicos que actúan. Si esto no fueraasí, sería del todo imposible que nadie pudiera deciralgo en ese momento del tiempo y que otra personaresponda. Simplemente decir, pues, que la distinciónantes-después pueda ser ignorada implica unacontradicción, ya que el hecho de que uno puedadecir tal cosa presupone la existencia de uno comounidad de toma de decisiones independiente en unmomento dado del tiempo.

Por lo tanto, concluyo que toda ética socialistarepresenta un fracaso absoluto. Sólo la institución dela propiedad privada, que también permite la máximaproducción posible de riqueza, puede serargumentativamente justificada, pues se trata de laprecondición misma de la argumentación.

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13 Sobre la justificación definitiva

de la ética de la propiedadprivada

Ludwig von Mises, en su obra maestra Human Action,presenta y explica el corpus entero de la teoría económicasegún éste se encuentra implícito y es deducible delentendimiento conceptual del significado de acción (ademásde ciertas asunciones generales explícitamente introducidassobre la realidad empírica en la que la acción tiene lugar).Éste llama a este conocimiento conceptual el “axioma de laacción,” y demuestra el sentido del que parte el significadode acción en la teoría económica, es decir, los valores, fines,medios, preferencias, beneficios, pérdidas y costes, debenser considerados como a prioris del conocimiento. Estos nose derivan de las impresiones sensoriales sino de lareflexión (¡uno no ve acciones sino que interpreta ciertosfenómenos físicos como acciones!). Más importante aún, elaxioma de la acción no puede ser invalidado en formaalguna por la experiencia, pues cualquier intento de hacerlopresupondrá la existencia de la acción misma y lacompresión por parte del actor de las categorías de laacción (¡experimentar algo es, a fin de cuentas, una acciónintencional!).

Por lo tanto, al haber asentado la economía sobreuna proposición cierta a priori, Mises puede afirmarhaber provisto la base definitiva de la cienciaeconómica. Éste llama “praxeología” a una economía

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así formada a partir de la lógica de la acción con elobjetivo de enfatizar el hecho de que susproposiciones pueden probarse por virtud delindisputable axioma de la acción y de las igualmenteindisputables leyes del razonamiento lógico (como lade identidad o la de no contradicción)—que soncompletamente independiente, esto es, de cualquierprueba empírica (según el uso que se hace de éstas,por ejemplo, en física). No obstante, aunque su ideay constrición del edificio praxeológico le colocan entrelos grandes de la tradición moderna occidental delracionalismo en su búsqueda por una base firme delsaber, Mises no piensa que sea posible validar otrade las afirmaciones de esta tradición: la afirmación deque exista una base para la ética. Según Mises nohay justificación definitiva para las proposicioneséticas en el mismo sentido que las hay para laseconómicas. La economía puede informarnos de siciertos medios son o no apropiados para lograrciertos fines, si bien esta clasificación de tales finescomo justos o injustos no puede ser decidida por laeconomía o alguna otra ciencia. No hay justificaciónpara elegir un fin u otro. En última instancia, qué finse escoge es arbitrario desde un punto de vistacientífico y es un asunto meramente subjetivo,incapaz de justificación alguna más allá del hecho deque simplemente éste era deseado.

Muchos libertarios han seguido a Mises en estepunto. Y como Mises, estos han abandonado la ideade una base racional para la ética. Tal y como hace élmismo, estos tratan de salvar todo lo posible de laproposición económica de que la ética libertaria de lapropiedad privada produce un mayor estándar devida general que cualquier otro; que la mayoría de lagente prefiere un mayor a un menor nivel de vida; yque por lo tanto, el libertarismo debería ser altamente

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popular. Pero en última instancia, tal y como Misessabía, tales consideraciones sólo convencen aalguien de la idea libertaria si se acepta antes la meta“utilitaria” de la maximización general sobre lariqueza. Para aquellos que no compartan esteobjetivo, ésta carece de fuerza alguna. Por lo tanto,en el análisis final, el libertarismo se basa en pocomás que un acto arbitrario de fe.

A continuación propondré un argumento quedemuestra por qué esta posición es indefendible ypor qué la ética de la propiedad privada dellibertarismo de tendencia lockeana puede justificarsede una vez por todas. En efecto, este argumentoapoya la posición de los derechos naturales dellibertarismo defendida por ese otro maestro pensadordel movimiento libertario moderno, Murray N.Rothbard—sobre todo en su Ética de la Libertad. Noobstante, el argumento que establece la justificacióndefinitiva de la propiedad privada es diferente del quetípicamente ofrece la tradición de los derechosnaturales. En vez de esta tradición, es Mises y suidea de praxeología y prueba praxeológica quien nosda el modelo.

Demostraré que sólo la ética libertaria de lapropiedad privada se puede justificarargumentativamente al depender ésta de lapresuposición praxeológica de la argumentación ensi; y que es fácil demostrar cómo cualquierdesviación ética no libertaria de este patrón atentacontra esta preferencia ya demostrada. Tal propuestapuede hacerse, por supuesto, pero su contenidoproposicional contradiría la ética para la cual unoestaría demostrando su preferencia por virtud delmismo acto comunicativo proposicional, es decir, alquedar ésta implicada en la argumentación como tal.Por ejemplo, uno puede decir “la gente es y siempre

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se mostrará indiferente en lo que repecta a tomar uncamino y otro” pero esta proposición se veríarefutada por el mero acto de enunciarla, que dehecho demuestra una preferencia subjetiva (de deciresto en vez de decir otra cosa o no decir nada enabsoluto). De igual manera, las propuestas de laséticas no libertarias se ven falsadas por el merohecho de proponerlas como tal.

Para alcanzar esta conclusión y para entenderadecuadamente su importancia y fuerza lógica,hacen falta dos observaciones.

En primer lugar, debemos tener en cuenta que lapregunta de qué es justo o injusto—o incluso lacuestión de qué es una proposición válida y qué no loes—sólo surge mientras yo sea, y otros sean,capaces de intercambios proposicionales, es decir,de argumentación. La cuestión no surge alencararnos con una piedra o un pez porque sonincapaces de involucrarse en tales intercambios o deproducir proposiciones que afirmen su validez. Perosi esto es así—y uno no puede negar que así sea sincontradecirse a sí mismo, uno no puede argumentarque no argumenta—luego toda propuesta ética, ocualquier otra que se haga, debe considerarse comoafirmando su capacidad de ser validada mediantemedios proposicionales o argumentativos. (Misestambién, mientras formula proposicioneseconómicas, debemos asumir que afirma esto). Dehecho, al producir cualquier proposición,abiertamente o como pensamiento interno, unodemuestra su preferencia por la necesidad deemplear medios argumentativos para convencerse así mismo o a otros de algo. Esto implica que no hay,por trivial que parezca, manera alguna de justificarnada salvo que la justificación se dé por medio deintercambios proposicionales y argumentos. Sin

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embargo, debe considerarse una derrota definitivapara la ética si uno pudiera demostrar que sucontenido fuera lógicamente incompatible con laafirmación de que su validez sólo pueda establecersepor medios argumentativos. Demostrar talincompatibilidad se traduciría en una prueba deimposibilidad, y tal prueba constituiría la derrota másletal posible en el reino intelectual.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta quela argumentación no consiste de proposicionessueltas sino que es una forma de acción que requieredel empleo de recursos escasos; y que los mediosque una persona demuestra preferir para establecerintercambios proposicionales son los mismos que losde la propiedad privada. Uno no podría proponernada, y nadie podría ser convencido de ningunaproposición por medios argumentativos si no sepresuponiese el derecho de una persona a hacer usoexclusivo de su cuerpo físico. Es este reconocimientomutuo del control exclusivo sobre el cuerporespectivo de cada cual el que explica el carácterdistintivo de los intercambios proposicionales de que,aunque uno pueda no estar de acuerdo con lo que seha dicho, es aún posible estar de acuerdo en que seda un desacuerdo. También es obvio que tal derechode propiedad sobre el propio cuerpo debe poderestar justificado a priori, ya que cualquiera queintente justificar cualquier norma ya estaríapresuponiendo el control exclusivo sobre su cuerpocomo norma válida para poder decir, “propongo tal ytal cosa.” Cualquiera que dispute tal derecho entraríaen una contradicción práctica ya que argumentar talcosa implicaría la aceptación de la misma norma quese estaba disputando.

Además, sería igualmente imposible sostener laargumentación durante un periodo de tiempo dado y

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confiar en la fuerza proposicional de los argumentospropios si a uno no se le permitiese apropiarse,además de su propio cuerpo, de otros recursosescasos mediante apropiación originaria (usándolosantes de que nadie más lo haga), y si tales medios, ylos derechos exclusivos de control sobre los mismos,no estuviesen definidos en términos físicos yobjetivos. Pues si nadie tuviese el derecho acontrolar nada en absoluto salvo su propio cuerpo,todos dejaríamos de existir y el problema de justificarnormas simplemente dejaría de estar presente. Porlo tanto, ya por el mero hecho de estar vivos, losderechos de propiedad sobre otras cosas debenpresuponerse como válidos. Nadie que esté vivopodría argumentar lo contrario.

Más aún, si una persona no ha adquirido elderecho al control exclusivo de tales bienes medianteapropiación originaria, es decir, al establecer unvínculo objetivo entre una persona particular y unrecurso escaso antes de que nadie más lo hayahecho, sino que en su lugar asumiésemos que losque llegan después tienen derechos de propiedadsobre los bienes, entonces nadie podría hacer nadacon nada ya que uno tendría que pedir elconsentimiento a todos los que lleguen después parahacer lo que se quería hacer. Ni nosotros, ni nuestrosancestros ni nuestra progenie pudieron, pueden opodrán sobrevivir si uno siguiera esta regla. Para quecualquier persona—pasada, presente o futura—pueda argumentar algo debe ser posible sobrevivirentonces y ahora, y para poder hacer esto, losderechos de propiedad no pueden ser consideradoscomo algo atemporal y sin especificar con respectodel número de personas involucradas. En vez deeso, los derechos de propiedad deben considerarsecomo un resultado original en individuos específicos

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que actúan en momentos específicos del tiempo. Siello no fuera así, sería imposible para nadie deciralgo en un momento dado y que otro responda.Simplemente decir que la regla primer-usuario-primer-propietario propuesta por la ética libertariapueda ser ignorada o que ésta se encuentreinjustificada implica una contradicción, ya que paraque uno sea capaz de decir eso, uno debepresuponer la existencia propia como una unidadindependiente de toma de decisiones en un puntodado del tiempo.

Finalmente, actuar y hacer proposiciones tambiénsería imposible si las cosas adquiridas a través de laapropiación originaria no estuviesen definidas a partirde términos físicos y objetivos (y si, de formacorrespondiente, la agresión no estuviese definidacomo una invasión de la integridad física de lapropiedad de otra persona), sino a partir de valores yevaluaciones subjetivas. Aunque todo el mundo tieneun control sobre si sus acciones modifican o no laintegridad física de las cosas, el control sobre si lasacciones propias afectan al valor de la propiedad dealguien descansa en otras personas y susevaluaciones. Uno tendría que interrogar y llegar a unacuerdo con la población mundial para asegurarsede que las acciones que uno pretende llevar a cabono modifiquen las evaluaciones ajenas que se tienenrespecto de su propiedad. No cabe duda de queacabaríamos todos muertos antes de que esto puedalograrse. Más aún, la idea de que los valores de lapropiedad deban protegerse es argumentalmenteindefendible, ya que para argumentar tal cosa debepresuponerse que las acciones estén permitidas deforma anterior a cualquier acuerdo (Si no, nadiepodría realizar esta proposición). Si éstas sepermiten, no obstante, esto sólo es posible porque

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hay límites objetivos que definen la propiedad, esdecir, un perímetro que toda persona puedereconocer como tal por cuenta propia sin tener queacordar nada con nadie y su sistema de valores yevaluación personal.

Al estar vivo y formular cualquier proposición, unodemuestra que toda ética, salvo la ética libertaria dela propiedad privada, es inválida. Si esto no fuese asíy los que lleguen después tuviesen derechoslegítimos sobre cosas o si las cosas estuviesendefinidas en términos subjetivos, nadie podríasobrevivir como una entidad independiente de tomade decisiones en un momento dado del tiempo. Porlo tanto, nadie podría realizar proposición alguna.

Esto concluye mi justificación sobre el a priori de laética de la propiedad privada. Unos cuantoscomentarios sobre el tema tratado antes, la relaciónque este resultado “praxeológico” del libertarismotiene con la posición utilitarista y los derechosnaturales, completarán esta discusión.

Sobre la posición utilitarista, esta prueba contienesu refutación definitiva. Demostraré que simplementepara poder proponer la posición utilitarista, laafirmación de que se requiere un control exclusivosobre el cuerpo propio y los bienes por unoapropiados debe presuponerse como válida. Másespecíficamente, sobre el aspecto consecuencialistadel libertarismo, esta prueba da cuenta de suimposibilidad praxeológica: la asignación dederechos de control exclusivo no puede depender deciertas consecuencias. Uno nunca podría actuar yproponer nada salvo si los derechos de propiedadexistiesen antes de sus consecuencias posteriores.Cualquier ética debe ser o “apriorística” o instantáneapara poder hacer posible que uno pueda actuar aquíy ahora y proponer esto o aquello en vez de tener

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que dejar de actuar hasta después. Nadie que apoyeuna ética que espere por las consecuencias estaríavivo para decir nada si se tomase su consejo enserio. Además, dado que aún hay proponentes delutilitarismo, esto demuestra a través de sus accionesque su doctrina consecuencialista es y debe serconsiderada como falsa. Actuar y hacerproposiciones requiere derechos de propiedad ahoray no esperar a que se asignen sólo después.

Sobre la posición de los derechos naturales, laprueba praxeológica, generalmente aceptada alcompartir con ellos la posibilidad de una éticaracional y totalmente acorde con las conclusionesalcanzadas por esta tradición (específicamente, porMurray N. Rothbard), tiene al menos dos ventajasdistintivas. Una cosa que ha supuesto una disputacon la tradición de los derechos naturales, es que elconcepto de naturaleza humana es demasiado difusopara permitir derivar un conjunto determinado denormas de conducta. La aproximación praxeológicaresuelve este problema al reconocer que no es elconcepto amplio de naturaleza humana sino el másespecífico de los intercambios proposicionales y laargumentación el que debe servir como punto departida para derivar una ética. Más aún, existe unajustificación a priori para esta elección en tanto elproblema de verdadero y falso, del bien y del mal, nosurja de forma independientemente a estosintercambios proposicionales. Nadie, pues, podríaatacar tal punto de partida sin acabar en unacontradicción. Finalmente, es la argumentación laque requiere del reconocimiento de la propiedadprivada, lo que imposibilita la tarea praxeológica detratar de poner en cuestión la validez formal de lapropiedad privada.

En segundo lugar, está el salto lógico entre

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afirmaciones tipo “es” y “debería ser” que losproponentes de los derechos naturales no hanlogrado salvar correctamente—tan sólo hanavanzado algunas críticas generales sobre la validezúltima de la dicotomía hecho-valor. Aquí la pruebapraxeológica del libertarismo tiene la ventaja deofrecer una justificación libre de valores sobre lapropiedad privada. Permanece en el reino de lasafirmaciones de “es” y nunca intenta derivar un“debería” de un “es.” La estructura del argumento esesta: (a) toda justificación es justificaciónproposicional—un enunciado cierto a priori del tipo"es;" (b) la argumentación presupone la propiedadsobre el cuerpo de uno y el principio de apropiaciónoriginaria— un enunciado cierto a priori del tipo "es;"y (c) entonces, ninguna desviación de esta éticapuede ser argumentativamente justificada— unenunciado cierto a priori del tipo "es." La pruebatambién ofrece la clave para entender la naturalezade la dicotomía hecho-valor: las afirmaciones tipo“debería” no pueden derivarse de afirmaciones deltipo “es.” Éstas pertenecen a diferentes reinoslógicos. También queda claro, no obstante, que unono puede afirmar que haya hechos y valores si noexistiesen intercambios proposicionales, y que estapráctica de intercambios proposicionales por turnospresupone la aceptación de la ética de la propiedadprivada como válida. En otras palabras, la cognicióny la búsqueda de la verdad como tal tienen una basenormativa, y la base normativa en la que la cognicióny la verdad descansan reside en el reconocimientode los derechos de propiedad privada.

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14 Racionalismo austriaco en la era del declive del

positivismo

I. RACIONALISMO Y RELATIVISMO EN LAS CIENCIAS

NATURALES Y SOCIALES

El racionalismo filosófico afirma que el hombre es capaz dereconocer las bases últimas y principios del conocimiento.Éste admite que toda forma de conocimiento que sepresuponga en los demás en lo tocante a toda demanda deconocimiento que se haga (que es lo que impide que éstapueda ser disputada al tratarse de la precondición quepermite disputar algo) se justifica o valida de una forma apriori. La ley de no contradicción es un ejemplo de talconocimiento. Más aún, el racionalismo filosófico afirma quebasándonos en el reconocimiento de tales verdadesdefinitivas, el hombre es capaz de desarrollar un progresocientífico sistemático.

El relativismo niega la existencia de basesabsolutas del conocimiento y la posibilidad delprogreso científico.

Parece haber poca o ninguna evidencia queapoye al relativismo en las ciencias naturales. Esinnegable que la historia de las ciencias naturales hasido una de progreso continuo, y que el hombre halogrado un dominio sobre la naturaleza que superacon creces al de épocas pasadas. Más aún,

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disciplinas tales como la lógica proposicional, laaritmética, la geometría euclídea, la mecánicaracional (mecánica clásica sin gravitación) y lacronometría, todas ellas denominadas “protofísica,”sirven como perfectos ejemplos de la idearacionalista sobre la fundamentación última del saber.La lógica y la protofísica se deben suponer si unoquiere decir algo con sentido, o si uno quiere hacercualquier medida empírica del espacio, tiempo omaterial alguno y, por lo tanto, no pueden serinvalidadas por experiencias o medidas humanas.(La geometría euclídea, por ejemplo, no puededecirse que haya sido falsada por la teoría de larelatividad porque el establecimiento de la teoría dela relatividad presupone la validez de la geometríaeuclídea en la construcción de los instrumentos demedida.)

Al contrario, de forma acorde a las demandas delracionalismo, parece que es precisamente el estatutode la lógica y la protofísica como teorías totalmentejustificadas a priori el que hace posible el progresocientífico sistemático en las ciencias naturales.0

Esta visión de las ciencias naturales y su

0[Reimpreso del volumen 17 de Austrian Economics: Perspectives onthe Past and Prospects for the Future, editado por Richard M. Ebeling(Hillsdale, Mich.: Hillsdale College Press, 1991).]Sobre esto en particularPaul Lorenzen, Methodisches Denken (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1968);idem, Normative Logic and Ethics (Mannheim: Bibliographisches Institut,1969),

La geometría, cronometría e hilometría [mecánica racional] son teorías apriori que hacen posibles las medidas empíricas del espacio tiempo y elmaterial. Han sido establecidas antes de que la física en el sentidomoderno de toda ciencia empírica, con sus campos hipotéticos de fuerzaspueda comenzar. Por tanto, me gustaría llamar a estas tres disciplinas porel nombre común: protofísica. Las afirmaciones ciertas de la protofísicason aquellas defendibles sobre la base de la lógica, la aritmética y elanálisis, definiciones y las normas ideales que hacen las medidasposibles. (p. 60)

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desarrollo ha sido criticada con la llegada del célebrelibro de Thomas Kuhn, La estructura de lasrevoluciones científicas.0 Al hilo de un análisisdetallado realizado sobre ciertos episodios centralesen la historia de las ciencias naturales empíricas,Kuhn desafía la idea de que el progreso en eldesarrollo científico pueda ser descrito como unavance gradual hacia la verdad a través de una seriede conjeturas hipotéticas, experimentos cruciales y laeliminación de teorías que han sido falsadas deforma experimental, y que son asumidas por lassucesivas generaciones que acaban sabiendo másque la anterior. En vez de eso, según Kuhn todo elloha surgido al amparo de un proceso no acumulativo,no teleológico. Diferentes “paradigmas” o visionesfundamentales de la esencia de la naturaleza se hanvenido siguiendo y suplantado unos a otros comoortodoxias temporales, siendo cada paradigmainmune a, e irrefutable por, la experiencia, ydiferentes paradigmas eran inconmensurables entresí. Los cambios de paradigmas no estabanmotivados por experiencias incontrovertibles sino queeran parecidos a conversiones religiosas. Los viejosparadigmas morían cuando los científicos que lospromovían morían; y los nuevos tomaban su lugarsegún las nuevas generaciones de científicos,infectados por la fiebre de la conversión, crecían con

Véase también Peter Janich, Die Protophysik der Zeit (Mannheim:Bibliographisches Institut, 1969); Friedrich Kambartel, Erfahrung undStruktur [Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1968]).

0Chicago: University of Chicago Press, 1970; también Imre Lakatos and Alan Musgrave, eds., Criticism and the Growth of Knowledge (Cambridge: Cambridge University Press, 1970).

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cada generación ganando conocimiento de laadopción de un nuevo credo así como perdiéndolo alhaber abandonado el paradigma de generacionespasadas.

¿Exige el trabajo de Kuhn, pues, de una revisiónde la interpretación racionalista de las cienciasnaturales a la par que representa una defensa delrelativismo? Mientras que Kuhn parece inclinado adecirlo, y mientras otros, entre ellos PaulFeyerabend, han incluso radicalizado lasaspiraciones relativistas de Kuhn en un “anarquismometodológico” que parte del grito de batalla “todovale,”0 no puede haber demasiadas dudas de que niKuhn, Fayerabend o algún otro haya persuadido conéxito al público general al margen de esos que serefugian en torres de marfil para que acepten unmodelo relativista de las ciencias naturales. Tantoahora como antes, el público general estáconvencido de la visión racionalista, y por buenasrazones.

Esto no es decir que no haya cierta verdad parcialcontenida en las, en ocasiones fascinantes,investigaciones de Kuhn y Feyerabend. Esciertamente verdad, y notorio, que las pérdidas deconocimiento pueden ocurrir incluso en las cienciasnaturales, y que es, por lo tanto, provechoso estudiarno sólo las publicaciones más recientes de nuestrocampo sino también los escritos de autores pasadosy olvidados. También es cierto que motivos como elpoder, el prestigio, el dinero, la animosidad y laamistad no desaparecen cuando la gente se da al

0Véase Paul Feyerabend, Against Method (London: New Left Books, 1975); idem, Science in a Free Society (London:New Left Books, 1978); idem, Wissenschaftals Kunst (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1984).

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estudio de la naturaleza (¿Quién, por ejemplo,abandonaría una teoría a cuyo desarrollo hadedicado el trabajo de toda su vida tan sólo porque elmundo está cambiando en función de otro paradigmaincompatible?) De hecho, como economista unopuede ir más allá y admitir la posibilidad de que se déuna regresión científica: un proceso de consumo decapital, seguido de patrones de vida cada vez másbajos, la población se reduzca, y se acabe con ladesintegración de los mercados y la división deltrabajo, como ha ocurrido en ocasiones en la historiahumana, resultaría de forma inevitable en unadisminución del conocimiento del hombre sobre lanaturaleza.

Pero incluso con todo esto dicho, ello no afecta enlo más mínimo a las afirmaciones del racionalismo. Elrelativismo de Kuhn y Feyerabend no puedeextenderse a la lógica y la protofísica. Si uno quiererealizar una proposición con significado o hacer unamedida, “todo” vale no vale. Tales disciplinas, que deforma incidental han permanecido fuera de lasconsideraciones de Kuhn y Feyerabend, sonabsolutamente indispensables para cualquier cienciaempírica natural (y no sólo meros paradigmasirrefutables capaces de ser sustituidos por otros quesean inconmensurables). No obstante, una veztenemos esto en cuenta, y tras haber asumido que lacapacidad de realizar proposiciones, contar, construirde instrumentos de medida, y de medir en si(funciones todas ellas que hacen posible las cienciasempíricas), son actividades que persiguen un fin, sehace evidente que los paradigmas de las cienciasnaturales deben ser concebidos como medios haciaun fin humano universal e indispensable, y que estosdeben ser conmensurables en lo que a su eficiencia

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para lograr este fin respecta.0

La impresión relativista del desarrollo de lasciencias empíricas naturales que Kuhn y Feyerabendintentan transmitir puede retrotraerse al hecho de queambos malinterpretan las teorías científicas comomeros sistemas de proposiciones verbales y suignorancia sistemática sobre la forma que éstastienen de surgir a partir de la acción. Al considerar lasteorías como algo totalmente ajeno a la acción, nosólo se inmuniza a las mismas, sino que dos teoríasrivales cualesquiera cuyos términos respectivos nopuedan ser reducidos y definidos entre si, serán losuficientemente inconmensurables como para excluircualquier elección racional posible entre ellas. Noobstante, esto no afecta a la refutabilidad decualquiera de las teorías, o a la conmensurabilidadde paradigmas rivales, si se las sitúa en el niveltotalmente diferente de aplicarlas a la realidad de laacción, de usarlas como instrumentos para lograr unpropósito práctico. En tanto que meras palabras, losparadigmas podrán ser irrefutables einconmensurables, pero en la práctica no puedenserlo. De hecho, uno no puede afirmar que cualquierparadigma dado sea irrefutable o que dosparadigmas dados sean inconmensurables, y en quémedida, salvo si uno presupone un marco categóricocomún que pueda servir como base para talcomparación. Es esta refutabilidad práctica yconmensurabilidad de los paradigmas de las cienciasempíricas naturales la que explica la posibilidad del

0Véase también sobre esto Hans-Hermann Hoppe, “On Praxeology and the Praxeological Foundation of Epistemology and Ethics,” en Jeffrey Herbener, ed., The Meaning of Ludwig von Mises (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1991).

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progreso tecnológico.Al ignorar sistemáticamente el hecho de que las

teorías y las observaciones teóricamenteinterpretadas son las de un actor, construidas ydiseñadas para actuar con éxito, Kuhn y Feyerabendse han desprovisto del mismísimo criterio contra elque todo conocimiento concerniente a la naturalezase pone a prueba y sopesa de forma continuada: elcriterio de lograr un fin con éxito al aplicar elconocimiento en una situación dada, o no lograrlo.Sin el criterio del éxito instrumental, el relativismosería inevitable. Pero en cada una de nuestrasacciones de cara a la naturaleza, confirmamos laafirmación racionalista de que uno puede identificarun rango de aplicaciones para un cierto conocimientoteórico y probarlo para ver si es exitoso en ese rango,y por lo tanto, las teorías rivales deben serconsideradas conmensurables en lo que a rangos deaplicación y éxito se refiere. No es concebible unasituación en la que sea racional desechar unaherramienta intelectual que se haya probado exitosauna vez en un rango de aplicaciones si no hay unaherramienta mejor. Pero si hay una herramientasuperior, por ejemplo, una teoría o paradigma quepermita a uno alcanzar un fin que no podría seralcanzado con igual éxito al aplicar otra teoríaincompatible, sería racional para el actor noadoptarla. No cabe duda de que tal comportamientoirracional es empíricamente posible. No obstante,quien lo eligiese tendría que pagar un precio porhacerlo. Perdería la habilidad de lograr objetivos quede otra manera podría haber logrado, y se habríaaislado de todo contexto social que pudiera ofrecerrazones socio-psicológicas para no adoptarla. Nadiecapaz de distinguir entre acciones exitosas yfracasadas elegiría jamás pagar tal precio. Es esto lo

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que explica la inaceptabilidad de una visión relativistade las ciencias sociales y la posibilidad del progresocontinuo y observable — aunque a veces porrazones sociopsicológicas, algo errático — delhombre en su dominio de la naturaleza, que Kuhn yFeyerabend declararían inexistente, aunque ellomientras parezca estar enfrente de sus ojos.0

La situación es muy diferente si uno pasa de lasciencias naturales a las sociales. Aquí lasafirmaciones racionalistas parecen encontrar muchomenos apoyo, y el relativismo ha ganado granaceptación.0

De entre todos los indicadores citados en apoyodel relativismo, hay que señalar la observación deque no hay nada en el desarrollo de las cienciassociales que se parezca al progreso que se halogrado en las ciencias naturales. Aunque nuestrospoderes predictivos e instrumentales de control sobrela naturaleza se han incrementado drásticamentedesde los tiempos de Platón y Aristóteles, eldesarrollo de las ciencias sociales empíricas haestado caracterizado por su inmovilismo. A pesar dela disponibilidad de todo tipo de equipamientostécnicos, como los ordenadores de alta velocidad,parece que no estamos hoy en mejor disposición depredecir eventos sociales o planear cambios socialesque Platón o Aristóteles en sus días. (Uno podría

0Véase también Hans-Hermann Hoppe, “In Defense of Extreme Rationalism,” Review of Austrian Economics 3 (1989): esp. 190-92; Wolfgang Stegmüller, Hauptströmungen der Gegenartsphilosophie (Stuttgart: Kröner, 1975), vol. 2, cap. 5, esp. pp. 523ff.

0Véase Martin Hollis and Steven Lukes, eds., Rationality and Relativism (Oxford: Basil Blackwell, 1982).

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decir que incluso admitiendo la validez de estasobservaciones, la conclusión relativista a la quesupuestamente nos conduce no se deducedirectamente. Ésta sólo se deduce si se presuponeque los criterios para el progreso en las cienciasnaturales son idénticos a los de las cienciasnaturales. Los proponentes del relativismo social danesto por sentado, pero no es obvio el por qué deberíaser así. Al contrario, en las ciencias naturales, elobjeto de conocimiento [naturaleza] y el sujeto deeste conocimiento [el actor] son entidadesseparadas. En las ciencias sociales, por otro lado, losobjetos de conocimiento e investigación son tambiénconocedores e investigadores. A la luz de estadiferencia categórica, parece de todo menos claropor qué la metodología apropiada para las cienciasnaturales y sociales pueda posiblemente ser lamisma. De hecho, no es sorprendente que cuandointentamos predecir futuros indicadores depredicción, o se trate de controlar instrumentalmentelos controladores instrumentales, ¡no pueda haberningún progreso sistemático del tipo observado enlas ciencias naturales!0)

Más aún, como los proponentes del relativismo

0Véase Hans-Hermann Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung. Untersuchungen zur Grundlegung von Soziologie und Ökonomie (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983), esp. pp. 30-32 sobre el dualismo metodológico véase Ludwig von Mises, Human Action: A Treatise on Economics (Chicago: Regnery, 1966), p. 18; idem, Theory and History: An Interpretation of Social and Economic Evolution (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1985), pp. 1-2, 38-41; y, K.O. Apel, Die Erklären: Verstehen Kontroverse in transzendental-pragmatischer Sicht (Frankfurt/M.: Suhrkamp, 1979).

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normalmente señalan, aparentemente no hayanálogo en las ciencias sociales con respecto al roljugado por la lógica y la protofísica como basesapriorísticas de las ciencias empíricas naturales. Laafirmación racionalista, asociada en particular con latradición de la “ley natural,” de que tal análogo puedeser provisto por la economía y la ética,0 ha sido, obien olvidada y desaparecida de la concienciapública, o directamente rechazada: la economía, sedice, es una ciencia empírica como la física, con elobjetivo de producir un conocimiento de tipopredictivo, pero a diferencia de la física ésta no logralos objetivos prometidos. En lo que a la observaciónde que existen sociedades prósperas y pobresrespecta, que parece que da pie a explicacioneseconómicas—aunque no para las explicaciones deltipo que dan los físicos—los proponentes delrelativismo social mantienen que tales diferencias notienen una razón económica de ser sino que sondebidas a los diferentes grados del conocimientotecnológico. Las sociedades ricas son ricas debido asu avanzado estado tecnológico; la pobreza esdebida a una falta de saber hacer de tipo científico-natural. Dos objeciones a esta idea parecen obvias:(1) La descripción de los hechos es falsa. ¿No envíanlos países pobres a sus futuros ingenieros ycientíficos en grandes cantidades a las universidadesde los países avanzados, y no ganan estos puesacceso al mismo conocimiento a su vuelta? (2) Aúnmás importante, el saber hacer tecnológico sólopuede tener un impacto material si se utiliza. Noobstante, para hacer esto, debe haber ahorro einversión. No es la disponibilidad de conocimientotécnico o científico el que impone límites a la

0Véase Mises, Theory and History, pp. 44ff.

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prosperidad de una sociedad; en vez de eso, es lacantidad de ahorro e inversión la que impone límitesen la explotación del conocimiento disponible, y elprogreso científico, como cualquier otra actividad deinvestigación, debe ser sustentado por el ahorro. Porlo tanto, al contrario de lo que las ideas relativistasdicen, ¡la economía sí que parece tener que ver conla prosperidad y la pobreza a fin de cuentas!0

La ética, se afirma, no ofrece más que apoyo alrelativismo, pues ¿No prueba el hecho de queexistan diferencias de opinión en el campo de lapolítica contemporánea el caso de la ética relativistade forma conclusiva? ¿No añade la antropologíasocial, el estudio de sociedades como los isleños deFiyi o los nativos de Nueva Guinea, por ejemplo, másevidencia en apoyo de las conclusiones relativistas?Hay instituciones como el canibalismo o la esclavitudque un relativista podría verse forzado a defender. Noobstante, según los relativistas éticos, considerartales prácticas como contra-evidencia es el resultadode un equívoco. El problema con estas institucionesno es que invaliden el relativismo sino que lassociedades que los adoptan están aún bajo elhechizo del racionalismo social. Es decir, estos aúncreen de forma equivocada en la fundamentaciónúltima de la ética. El relativismo ético, susproponentes afirman, elimina este tipo de prácticasintolerables e implica una pluralidad de valores.(¿Pero no es obvio que esta doctrina es falaz? Sinuna base absoluta, a priori, el pluralismo de valoresper se es otra ideología sin fundamento, y por lotanto, se carece de base para elegirla por encima deotras. Sólo podremos aceptar el pluralismo de

0Véase Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State (LosAngeles: Nash, 1970), p. 749.

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valores si se dan razones a priori válidas queaseguren que el pluralismo protegerá la tolerancia yque rechazará el canibalismo y la esclavitud en tantoque prácticas sociales aceptables.0)

II. EL POSITIVISMO Y LA DESTRUCCIÓN DE LA ÉTICA Y LA ECONOMÍA

Ninguna otra doctrina filosófica en tiempos modernos hacontribuido más a la expansión del relativismo que elpositivismo. Anclado en la tradición del empirismo clásico deLocke y Hume, emergió primero en Viena con el cambio desiglo y se estableció después, en particular con laemigración de sus líderes intelectuales a los EEUU durantelos años 30, como el credo filosófico dominante del mundoOccidental.0

Aunque los postulados básicos del positivismoconllevan una negación de las afirmaciones delracionalismo en lo que respecta a su aplicación enlos ámbitos social y natural, su impacto hay sidoparticularmente más fuerte en el segundo. No puedehaber la más mínima duda de que las cienciasnaturales, e incluso la lógica y la protofísica, hansufrido también la influencia del positivismo.0 No

0Véase Henry Veatch, Rational Man: A Modern Interpretation of Aristotelian Ethics (Bloomington: Indiana University Press, 1962), esp. pp. 37-46; Hoppe, “In Defense of Extreme Rationalism,” pp. 84-85.

0Véase Viktor Kraft, Der Wiener Kreis (Vienna: Springer, 1968); Stegmüller, Hauptströmungen der Gegenwartsphilosophie (Stuttgart: Kroner, 1965), vol. 1, caps. IX-X.

0Véase Kambartel, Erfahrung und Struktur, esp. cap. 6;

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obstante, por las razones ya mencionadas, expulsaral racionalismo de este campo sería extremadamentedifícil. Adoptar un punto de vista relativista sería enúltima instancia como abandonar los mediosintelectuales que nos permiten lidiar exitosamentecon la naturaleza, y nadie capaz de distinguir entre eléxito y el error posee un interés en especial porpagar tal precio. En las ciencias sociales es diferente.Aunque hasta ahora una defensa puramenteintelectual del relativismo social apenas ha aparecidotan sólida como la de las ciencias naturales, yaunque demostraré en lo que sigue que éste carecede toda base, adoptar y promover el relativismo enlas ciencias sociales carece del sentido derrotista queposee en las ciencias naturales. Si uno fuese a negarla existencia de leyes absolutas de la economía y/oéticas y la posibilidad del progreso social, con ellotambién habrá que pagar un precio. No obstante,este precio no tendría por qué pagarse de una formadirecta, y no por la persona que adoptó y actuó apartir de este enfoque. En vez de eso, el que loadopte podría externalizar los costes de sus ideas enotros; en la medida en que el relativismo pueda servircomo medio para incrementar el bienestar propio acosta de reducir el de los demás, los individualistaspodrían tener un interés en promover el relativismosocial.0

Es esto lo que explica por qué la influencia delpositivismo se ha hecho sentir en las cienciassociales en particular. Independientemente de si estoha sido intención de los positivistas o no, su mensajefilosófico fue rápidamente reconocido por los poderes

véase también nota18 abajo.

0Véase Mises, Human Action, cap. III.

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fácticos como una poderosa arma ideológica en labúsqueda de su propio objetivo de incrementar sucontrol sobre los demás y de enriquecerse a costa deotros. De esta manera, se apoyó desde el elogio almovimiento positivista, que por turno devolvió el favordestruyendo la economía, y la ética en particular, entanto que bastiones tradicionales del racionalismosocial y erradicando de la conciencia pública un vastocampo de conocimiento que una vez constituía unaparte aparentemente permanente del legado culturaldel pensamiento y civilización occidental.0

El más básico y fundamental de todos lospincipios del positivismo es este: el conocimientosobre la realidad, o empírico, debe ser verificable o almenos falsable por la experiencia; que la idea deexperiencia es modificable, o, expresado de otromodo, que no hay nada en la realidad que sea ciertoa priori; que toda proposición cierta a priori norepresenta más que un enunciado analítico sin máscontenido empírico que el de tratarse de verdadesconvencionales que sólo dan una informacióntautológica sobre el uso de símbolos y sus reglas detransformación; que toda afirmación es o empírica oanalítica, pero nunca ambas; y por tanto, lasafirmaciones normativas, porque no son ni empíricasni analíticas, no pueden legítimamente pretender serverdad, sino que deben ser consideradas meras

0Véase Mises, Human Action, parte 7; idem, The UltimateFoundation of Economic Science (Kansas City: Sheed Andrewsand McMeel, 1978), esp. Caps. 5-8, que concluye con laafirmación:En tanto el principio empirist del positivismo lógico se refiere alos métodos experimentales de las ciencias naturales, simplementeafirma lo que nadie cuestiona. En tanto rechaza los principiosepistemológicos de las ciencias de la acción humana, no sólo estotalmente erróneo. También socava intencionadamente las basesintelectuales de la civilización Occidental (p. 133)

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expresiones de emociones, diciendo, en efecto, nomás que “uf” o “brrr.”0

El segundo principio del positivismo formula laextensión o aplicación del primero al problema de laexplicación científica. Según el positivismo, paraexplicar un fenómeno real debemos formular unaafirmación del tipo “si A, entonces B,” o si lasvariables permiten una medida cuantitativa, “si unincremento (o decremento) en A, entonces unincremento (o decremento) en B)”. En tanto queafirmación que se refiere a la realidad (con A y Bsiendo fenómenos reales, esto es), su validez nuncapodrá ser establecida con certeza examinando sólola proposición o cualquier otra proposición desde lacual se pueda deducir lógicamente la que secuestiona, sino que ésta siempre tendrá un carácterhipotético y será dependiente del resultado deexperiencias futuras que no pueden conocerse deantemano. Si la experiencia confirma una explicaciónhipotética, es decir, si uno observa una instanciadonde B se deduce de A como se predijo, esto noprobaría que la hipótesis sea verdadera, dado que Ay B son términos generales y abstractos(“universales, en oposición a nombres propios”) quese refieren a fenómenos o eventos de los que hay (opodría haber, en principio) un número indefinido deinstancias, y por tanto experiencias posteriorespodrían falsarlo. Y si una experiencia falsa unahipótesis, es decir, si uno observa una instancia de Aen donde no se sigue B, esto tampoco sería decisivo,ya que sería posible que los fenómenoshipotéticamente relacionados estuviesen de hechoconectados y que alguna otra circunstancia o variable

0Véase en particular Alfred J. Ayer, Language, Truth, and Logic (New York: Dover, 1946).

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que no se ha tenido en cuenta o podido controlarhaya evitado que la relación hipotetizada se observe.Una falsación sólo probaría que la hipótesis particularbajo análisis no era completamente correcta tal cualse planteó y que necesita refinamiento, algunaespecificación de variables adicionales que unotendría que controlar para poder observar la relaciónhipotetizada entre A y B. No obstante, una falsaciónnunca probará de una vez por todas que una relaciónentre algunos fenómenos dados no existe.0

Finalmente, el positivismo afirma que estos dosprincipios relacionados se aplican universalmente atodo campo de conocimiento (la tesis de “la unidadde la ciencia”): no existe un conocimiento a priori nide la naturaleza ni de la realidad social de lasacciones humanas; y la estructura general de lasexplicaciones científicas es la misma sin importar eltema bajo estudio.0

Asumiendo por el momento que esta doctrina escorrecta, es fácil reconocer sus implicacionesrelativistas. La ética no es una disciplina cognitiva.Cualquier afirmación normativa tiene la misma baseque las demás: ninguna. Pero entonces ¿Qué hay demalo en que todo el mundo trate de imponer a los

0Véase Karl R. Popper, The Logic of Scientific Discovery (New York: Basic Books, 1959); idem, Conjectures and Refutations (London: Routledge and Kegan Paul, 1969); Carl G. Hempel, Aspects of Scientific Explanations (New York: Free Press, 1970); Ernest Nagel, The Structure of Science (New York: Harcourt, Brace and World, 1961).

0Véase Paul Oppenheim and Hilary Putnam, “Unity of Science as a Working Hypothesis,” in H. Feigl, ed., Minnesota Studies in the Philosophy of Science (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1967), vol. 2.

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demás lo que uno desee? Ciertamente nada. Todoestá permitido. La ética se reduce a la cuestión“¿Qué puedo hacer sin represalias?” ¡Qué mejormensaje podría haber para aquellos en el poder:para el rey caníbal, para el esclavista, o para lospresidentes! Se trata de lo que todos quieren oír: laverdad está siempre del lado del más fuerte.

De forma similar, sus proponentes deben estarencantados con el mensaje del positivismo sobre lasciencias positivas. En las ciencias naturales, ladoctrina positivista es relativamente inocua.Disciplinas como la lógica y la protofísica, cuyasproposiciones son generalmente consideradas comoverdades a priori (no falsables por la experiencia),son interpretadas por los positivistas como carentesde todo conocimiento “real,” como merosformalismos sin valor empírico. Esta visión haayudado a legitimar y ahondar en la degeneración departes de la lógica y la matemática en juegossimbólicos carentes de significado, de los que elpúblico en general ha permanecido la mayor parteignorante debido a la naturaleza arcana del asunto.0

0Véase Kambartel, Erfahrung und Struktur, esp. pp. 236-42. Laconcepción racionalista de la lógica y las matemáticas está resumida enel dictum de Gottlob Frege de que “se deduce de la verdad de losaxiomas, que no se contradicen entre sí.” La interpretación positivista-formalista, por otro lado, fue formulada por el joven D. Hilbert “Si losaxiomas arbitrariamente asumidos no llevan a condicionescontradictorias, entonces son ciertos, y los objetos definidos por losaxiomas existen” (citado de Kambertel, p. 239).El avance del formalismo,entonces, explica Kambertel, tiene grandes consecuencias

La retirada de las matemáticas de toda justificación práctica, y de lacorrespondiente justificación epistemológica del formalismo, es per se unadecisión práctica de gran importancia. Es el abandono de la justificaciónpráctica y, ya que los sistemas formales sin interpretación con significadode su punto de partida no pueden justificar nada, en última instancia lajustificación de las proposiciones como tales. (p. 241)En consecuencia,

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Sin embargo, ello no ha cambiado ni podría haberlohecho, el hecho de que al menos algunasproposiciones de la lógica y las matemáticas sirvande base para las ciencias naturales empíricas, y portanto, sean tratadas como posedoras de informaciónempírica, aunque de un tipo no hipotético.0 Tampocohace daño la visión positivista de las cienciasempíricas naturales, como la física. Su metodología,según la cual uno nunca puede establecer que unarelación hipotetizada entre dos o más variables existeo no, ofrece la posibilidad de que uno se aferre a sushipótesis a pesar de incontables experiencias falsas,ya que uno siempre podrá culpar una variablepreviamente no tenida en cuenta de los fallos propiosde predicción. No obstante, como se ha explicadoarriba, nadie que intente producir un evento físicopreferiría encontrar excusas para no lograr esteobjetivo en vez de alcanzarlo realmente porque éltendría que pagar el precio por su obstinación.

En el reino de las ciencias sociales, no obstante,donde los costes de las acciones de uno pueden serexternalizados a los demás, la posibilidad deinmunizarse frente a la falsación ofreceoportunidades a aquellos que están en el poder.

Consideremos algunas proposiciones económicastípicas: Cuando un intercambio no es voluntario sino

muchos análisis formales se convierten en un juego para unos pocosinteresados, aunque sin que el público se de cuenta de ello, por suinhabilidad para lograr el nivel de discusión requerido para determinar lafrontera entre teoría y juego. (p. 238).

0Véase Hans Lenk, “Logikbegründung und Rationaler Kritizismus,” Zeitschrift für Philosophische Forschung 24 (1970); K.O. Apel, Transformation der Philosophie, vol. II, pp.406-10.

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coercitivo, como un robo o los impuestos, una partese beneficia a expensas de la otra. O: Cuando seimpone leyes de salario mínimo que requieren quelos salarios sean mayores que los salarios existentesde mercado, resultará desempleo involuntario. O:Cuando aumenta la masa monetaria siendo lademanda de dinero constante, se depreciará el poderadquisitivo de la moneda. O: Cualquier oferta dedinero es “óptima” tal que ningún incremento de lamasa monetaria puede mejorar las condicionesgenerales de vida (aunque puede tener efectosredistributivos). O: La propiedad pública de todos losmedios de producción dificulta la contabilidad sobrelos costes, y por lo tanto, conduce a una menorproducción en cuanto a las expectativas delconsumidor. O: Los impuestos sobre los productoresde ingresos aumentan su tasa de preferenciatemporal efectiva y por tanto conducen a una menorproducción de bienes. Aparentemente estasproposiciones contienen conocimiento sobre larealidad, pero no parecen ser falsables sino ciertaspor definición.0 No obstante, según el positivismoesto no puede ser así. Si dicen ser afirmacionesempíricamente significativas, deben ser hipótesissujetas a confirmación empírica o falsación. Unopuede formular el opuesto de las proposicionescitadas sin afirmar que puedan ser reconocidasdesde el principio, a priori, como falsas (y carentesde sentido). La experiencia tendría que decidir elasunto. Por lo tanto, al asumir la doctrina positivista,el ladrón, recaudador, sindicalista o la Junta de laReserva Federal actuarían legítimamente, desde un

0Véase sobre esto dos de los tratados de economía más importantes de nuestra era: Human Action de Mises y Man, Economy and State de Rothbard.

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punto de vista científico, al afirmar que los impuestosbenefician a los contribuyentes y aumentan laproducción, que las leyes de salario mínimoaumentan el empleo y que la creación de papelmoneda genera prosperidad. Como buen positivista,uno tendría que admitir que éstas también son merashipótesis. Estimando que los efectos serán positivos,no obstante, ciertamente se deberían intentar yprobar. A fin de cuentas, siempre se puede pedir deuno que no cierre los ojos frente a nuevasexperiencias y que se mantenga lo suficientementeflexible como para modificar sus propias opinionescuando los resultados desmientan tales posturas. Noobstante, si el resultado no es el hipotetizado, y losrobados o contribuyentes no parecen beneficiarse, elempleo realmente decrece u ocurren cicloseconómicos en vez de prosperidad generalizada, laposibilidad de inmunizar las hipótesis de uno seconvierten en una opción irresistiblemente tentadora.¿Por qué habría el ladrón, el recaudador o la Juntade la Reserva Federal de renunciar a decir que lascontradicciones aparentes observadas en la realidadsurgen a partir del efecto negativo por parte devariables no observadas y que éstas desapareceráncon el tiempo una vez se puedan controlar todas lascircunstancias, lo cual acabará demostrando comoverdadero el caso contrario, revelando así laverdadera relación entre impuestos, leyes de salariomínimo, la creación de dinero y prosperidad engeneral?

De hecho, de forma independiente al tipo deevidencia empírica que uno quiera presentar a favorde estas hipótesis, en cuanto uno adopta elpositivismo y rechaza la idea de formular su defensapartiendo de principios a favor o en contra de algunade ellas, el argumento del ladrón o el recaudador se

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libra del peso implacabe de la crítica, pues cualquierfallo puede adscribirse a una variable aún nocontrolada. Ni siquiera la situación másperfectamente controlada podría cambiar estasituación. Porque nunca sería posible controlar todaslas variables que pudieran concebiblementeinfluenciar la variable a ser explicada o el resultado aser producido. En la práctica, esto implicaría controlartodo el universo, y en teoría nadie sabe siquieracuáles son todas las variables que componen esteuniverso. Da igual qué acusaciones se monten contrael ladrón, el recaudador o la Junta de la ReservaFederal, dentro de los límites de la metodologíapositivista siempre podrán preservar y rescatar el“nudo central” de su “programa de investigación” tal ycomo el neo-Popperiano positivista Lakatos diría. Laexperiencia sólo nos dice que un experimentoparticular no alcanzó su objetivo, pero nunca nos dirási uno ligeramente diferente producirá resultadosdiferentes, o si es posible alcanzar el objetivo degenerar prosperidad generalizada mediante el robo,los impuestos o la creación de papel moneda.

La actitud hacia la economía positivista que elpositivismo alimenta y que se ha convertido encaracterística de las élites del poder contemporáneoy sus guardaespaldas intelectuales es la delingeniero social relativista cuyo lema es “Nopodemos saber con certeza que algo sea imposibleen el mundo social y no existe experimento algunoque no sea digno de ser probado mientras unomantenga una mente abierta.”0

0Véase Hans-Hermann Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism (Boston: Kluwer Academic Publishers, 1989), cap. 6; idem, “The Intellectual Cover for Socialism,” Free Market (Febrero 1988).

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El hecho de que el positivismo apoye la forma depensar del relativismo social no implica que éste seaerróneo. No obstante, resulta apropiado sospecharde su validez. El hecho de que no existan patroneséticos o racionales en absoluto, o que literalmente“todo valga,.” no es algo que resulte de por síevidente. Tampoco parece muy plausible que laeconomía sólo sea un juego simbólico que carece detodo valor empírico (un sistema de proposicionesanalíticas), o que sea un conjunto de prediccioneshipotéticas, empíricamente falsables a partir de laacción y las interacciones humanas. En el primercaso, la economía no vendría a ser más que unapérdida de tiempo, y en el segundo, ésta se veríaimpotente y, por lo tanto, irrelevante (como mucho,eso implicaría que un panadero de la antigua Atenaspudo haber predicho el comportamiento de susiguales ¡mejor y con un mayor grado de confianzaque el de su homólogo moderno!). No obstante, lasproposiciones económicas como las mencionadasmás arriba no parecen ser carentes de significado oirrelevantes. De hecho, a la luz de las implicacionesútiles del positivismo para aquellos en el poder,podemos sospechar que el positivismo puedaaceptarse incluso en el caso de que fuera falso, yque continuará siéndolo incluso si sus falsedades seexponen — como ciertamente se ha hecho.

Es fácil demostrar la falsedad de todas y cada unade las tres premisas interrelacionadas del

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positivismo.0

Sobre la supuestamente exhaustiva clasificaciónpositivista de proposiciones analíticas, empíricas yemotivas uno debe se preguntar: ¿Cuál, entonces, esel estatuto de este mismo axioma? O bien se trata deuna proposición analítica o empírica, o bien se tratade una expresión que expresa emociones. Si setoma como analítica, entonces es mera palabreríaverbal, y no dice nada sobre la realidad, sino quesólo define sonidos. Por lo tanto, uno tendríasimplemente que encogerse de hombros yresponder “¿Y qué?” La misma respuesta seríaapropiada si el argumento positivista se tomara comouna proposición empírica. Si este fuera el caso,tendríamos que admitir la posibilidad de que elenunciado mismo fuera erróneo y saber el criterio aemplear para decidir su valor de verdad. Másdecisivamente, en tanto que proposición empíricaésta sólo puede relatar un hecho histórico y, por lotanto, ser totalmente irrelevante para determinar sisería o no posible producir proposiciones empíricas yno falsables, o normativas, pero no emotivas.Finalmente, si se asume que la línea derazonamiento positivista descansa en las emociones,entonces según su propia doctrina es cognitivamentecarente de significado, no contendría ninguna verdad

0Véase Mises, The Ultimate Foundation of Economic Science; Murray N. Rothbard, Individualism and the Philosophy of the Social Sciences (San Francisco: Cato, 1979); Hans-Hermann Hoppe, Praxeology and Economic Science (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988); idem, “On Praxeology and the Praxeological Foundations of Epistemology and Ethics”; también Martin Hollis y Edward Nell, Rational Economic Man (Cambridge: Cambridge University Press, 1975), Introduction.

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en absoluto, y uno no tendría que prestarle másatención que a un perro ladrando.

Por tanto, uno debe concluir desde el principio queel positivismo es un fracaso absoluto. Éste no pruebaque no pueda haber una ética racional.

Tampoco puede ser considerado una epistemología, unateoría justificable del conocimiento. Porque si lo fuera,entonces la premisa más básica del positivismo tendría queser una afirmación sintética a priori (empírica, peroinfalsable), cuya existencia el positivismo niega. Por tanto,uno habría aterrizado en el campo del racionalismo social.

De igual manera, la afirmación positivista de quetoda explicación científica es hipotética escontraproducente. (¿Ya que cuál es el estatuto deesta explicación?)0 Para ver esto, asumamos queuna explicación sobre dos o más eventos se haencontrado válida para uno de los rangos, y queentonces se aplica a un segundo rango de eventoscon el objeto de someterla a más pruebas empíricas.Ahora uno debe preguntarse: ¿Cuál es lapresuposición que debe hacerse para relacionar lasegunda experiencia con la primera y decir que lacorrobora o que la falsea? Si en el segundo rango deaplicación las observaciones de la primera se repiten,esto parecería ser una confirmación, y si no, unafalsación. Claramente, la metodología positivistaasume que esto es obvio. Pero esto no es verdad.Este tipo de experiencias sólo nos permiten clasificardos o más observaciones sobre una secuenciatemporal de dos o más tipos de eventos de forma"neutral" como una “repetición” o una “no repetición”.Una repetición neutral sólo se convierte en una

0Véase sobre esto Hoppe, Kritik der kausalwissenschaftlichen Sozialforschung; véase también supra cap. 7.

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confirmación “positiva” y una no repetición en unafalsación “negativa” si de forma independiente de loque se haya descubierto mediante la experiencia, seasume que hay causas constantes e invariantes en eltiempo. Si, por el contrario, uno asume que lascausas en el curso del tiempo unas veces puedanoperar de una manera y otras veces de otra,entonces esas ocurrencias repetitivas o no repetitivassimplemente son y seguirán siendo experienciasneutralmente registradas sin relación mutua. Éstasno se encontrarán relacionadas de manera lógica yno podrán falsarse entre sí. Aquí se da un tipo y otrode experiencia, pero de ahí no se puede deducir quese trate de la misma o que ésta sea diferente.

Por lo tanto, la presuposición para poder decir“queda falsado” o “confirmado” descansa en principiode constancia: la convicción de que los fenómenosobservables están en principio determinados porcausas que son constantes e invariantes en el tiempopor su manera de operar. Sólo si se asume elprincipio de constancia como válido se podrá decirque hay algo erróneo con la hipótesis original cuandono se logre reproducir con éxito un experimentodado; y sólo entonces puede una reproducciónexitosa ser interpretada como confirmación de algo.Obviamente, el principio de constancia no está en símismo basado o derivado de la experiencia. No sólono hay un vínculo observable que conecte eventos,sino que incluso si existiese tal vínculo, la experienciano podría revelar si es o no invariante en el tiempo.Este principio tampoco puede ser refutado por laexperiencia, ya que cualquier evento que puedaparecer refutarlo (como un error al duplicar algúnresultado) puede ser interpretado desde el principiocomo si la experiencia hubiese mostrado meramenteque un tipo particular de evento no era la causa de

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otro. No obstante, en la medida en que la experienciano excluye la posibilidad de se descubra otroconjunto de eventos que en verdad sean invariablespor su manera de operar en el tiempo, la validez delprincipio de constancia no puede ser refutada.

No obstante, aunque no se haya derivado de, nisea refutable por, la experiencia, el principio deconstancia no representa más que la presuposiciónlógicamente necesaria para que las experienciaspuedan considerarse confirmantes o falsantes entresí (en contraste con experiencias aisladaslógicamente inconexas). Por lo tanto, ya que elpositivismo asume la existencia de tales experienciaslógicamente relacionadas, debe concluirse quetambién asume la existencia de un conocimiento nohipotético sobre la realidad. Éste debe asumir quehaya de hecho causas invariantes operando, y debeasumir que este es el caso aunque la experiencia nopueda probarlo o refutarlo de forma alguna. Una vezmás, el positivismo resulta ser una filosofíainconsistente y contradictoria. Existen explicacionesno hipotéticas de cosas reales.

Finalmente (llegados a este punto, y no de formasorprendentemente), la tesis positivista de la unidadde la ciencia resulta ser contradictoria. Lospositivistas afirman que las acciones, como cualquierotro fenómeno, pueden y deben ser explicadasmediante hipótesis que pueden ser confirmadas orefutadas por la experiencia. Si este fuese el caso,entonces — al contrario de su propia doctrina de queno puede haber conocimiento a priori sobre larealidad — el positivismo se vería forzado a asumirque con respecto a las acciones existen causasinvariantes operando en el tiempo. Para procedercomo el positivismo quiere que procedamos —relacionar diferentes experiencias sobre secuencias

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de eventos que se confirman y falsan entre sí— debepresuponerse una constancia en las causas queoperan en el tiempo (tal y como se ha explicado). Noobstante, si esto fuese cierto y las acciones pudiesenconcebirse como gobernadas por causas invariantesen el tiempo, ¿Cómo explicar la actividad de explicarcosas, es decir, el mismísimo proceso de creación dehipótesis, de la verificación y la falsación; es decir, detodos nosotros que actuamos de la manera en quelos positivistas quieren que actuemos?Evidentemente, para hacer todo esto—asimilarexperiencias confirmantes o falsantes, reemplazarhipótesis viejas con nuevas — uno debe asumirsecapaz de aprender. No obstante, si uno aprende dela experiencia, y el positivista se ve obligado a admitiresto, entonces uno no puede saber en un punto dadolo que sabrá en tiempos futuros y cómo uno actuarábasado en tal conocimiento. En vez de eso, sólopuede reconstruir las causas de las acciones propiasdespués del evento, ya que uno sólo puede explicarel conocimiento propio después de poseerlo. Portanto, la metodología positivista aplicada al campodel conocimiento y la acción, que contiene al sabercomo un ingrediente necesario, es una simplecontradicción—un absurdo lógico.

El principio de constancia puede y debe serasumido dentro de la esfera de los objetos naturales,es decir, para fenómenos que no están constituidospor el conocimiento propio o el tipo de acciones quemanifiesten ese conocimiento (en esta esfera, lapregunta de si hay constantes gobernadas por leyesque sirvan de base para hacer predicciones ex antese determina de forma independiente a laexperiencia, y los factores empíricos juegan un papelsólo al determinar qué variables concretas estáncausalmente vinculadas a qué variables efecto

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concretas y cuáles no). Con respecto al conocimientoy la acción, por otro lado, el principio de constanciano puede ser válido (en esta esfera de fenómenos, lacuestión de si hay o no constantes es en sí misma denaturaleza empírica y sólo puede ser decidida parauna variable dada sobre la base de experienciaspasadas, esto es, ex post). Y todo esto, que endefinitiva se trata de conocimiento sobre algo real,puede conocerse apodícticamente. Por lo tanto, sedebe aceptar y admitir el dualismo metodológico envez del monismo positivista como una verdad a prioriabsoluta.

III. LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA Y LA POSIBLE RECONSTRUCCIÓN RACIONALISTA

DE LA ËTICA Y LA ECONOMÍA

El hecho de que el positivismo haya sido rápidamenterefutado como un sistema filosófico autocontradictorio noayudó de forma natural a su causa. No obstante, debido a lanaturaleza útil de la doctrina positivista para aquellos enposiciones de poder gubernamental, se hizo poco parareducir su popularidad. Se necesita mucho más paraderrotar al positivismo que para demostrarlo lógicamentefalso: se ha tardado décadas de experimentación social, deintentar a una escala cada vez mayor probar en todo elmundo y dentro de cada nación estado que no hay leyeseconómicas o éticas, que nada es tabú y que todo esposible. Esto llevó al estancamiento de las democraciasoccidentales del bienestar a finales de los 60 y principios delos 70; el progresivo empobrecimiento del Tercer Mundo trassu descolonización, y desde finales de los 80 — tras más de70 años de experimentación—el rápido colapso de los

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países socialistas del Bloque del Este.0 Fuera del mundoreal, es decir, en la academia, esto conllevó la desaparicióntemporal de la ética y la teoría política y su sustitución por elanálisis lingüístico, palabrería operacionalmente carente designificado, o política de grupos de interés y teorías delregateo.0 Requirió la degeneración de la economía en, obien ejercicios simbólicos empíricamente vacíos, sinparecido alguno con lo que una vez había sido la materia deanálisis del pensamiento económico clásico (excepto poralgún ocasional término que suena económico,0 producidocomo mucho por matemáticos de segunda para ningunaaudiencia en absoluto, sino para coger polvo en bibliotecaspúblicas); o bien requirió su degeneración en la poderosaindustria de la predicción econométrica, cuya futilidad eradolorosamente obvia para todos, incluyendo los políticos yburócratas que la subsidiaron para emplearla con propósitos

0Para una interpretación del siglo XX como el apogeo de la filosofía de la ingeniería social y el relativismo véase el magnífico Modern Times (New York: Harper and Row, 1983)de Paul Johnson.

0Véase también Veatch, Rational Man; idem, For an Ontology of Morals: A Critique of Contemporary Ethical Theory (Evanston, Ill.: Northwestern University Press, 1971);idem, Human Rights: Facts or Fancy? (Baton Rouge: Louisiana State University Press, 1985).

0Por ejemplo, Gary North sugiere uno échale un vistazo a cualquierpágina del libro del ganador del Nobel de economía de 1982, GeraldDebreu Theory of Value: An Axiomatic Analysis of Economic Equilibrium,cuya octava edición se imprimió en 1979 — un testimonio a los honoresde los estudios de postgrado en economía. La única pizca de realidad enel libro aparece en la p. 29, las palabras “No. 2 Red Winter Wheat.” (GaryNorth, “Why Murray Rothbard Will Never Win the Nobel Prize!,” in WalterBlock and Llewellyn H. Rockwell, Jr., eds., Man, Economy, and Liberty,Essays in Honor of Murray N. Rothbard [Auburn, Ala.: Ludwig von MisesInstitute, 1988], pp. 89-90)

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de “legitimación científica.”0 Ello requirió el incumplimientodel sistema keynesiano, con el advenimiento del fenómenosupuestamente imposible de la estanflación a mediados delos 70; el hundimiento del paradigma monetarista, tras unalarga serie de predicciones patentemente falsas desdefinales de los 70 hasta los 80; y la completa y globalbancarrota de la economía marxista.0

Aun así, el positivismo no está muerto. Noobstante, desde mediados de los 70 los costes dedécadas de relativismo social e ingeniería se hanvuelto demasiado altos como para ser ignorados oexplicados con facilidad. Gradualmente, ha surgidouna situación de crisis filosófica. No es sorprendenteque, con el positivismo finalmente perdiendo terreno,otras variantes del relativismo, que habían estadosumergidas durante el reino positivista, hayanresurgido y estén intentando llenar el vacíointelectual. Asociados con nombres comohermenéutica, retórica, ultra-subjetivismo ydeconstruccionismo, un movimiento académico de

0Sobre la degeneración de las ciencias sociales en particular véanse las brillantes observaciones de Stanislav Andreski, Social Science as Sorcery (New York: St. Martin’s Press, 1972); Charles Sykes, ProfScam: Professors and theDemise of Higher Education (Washington, D.C.: Regnery, 1988).

0Véase también Murray N. Rothbard, For a New Liberty (New York: Macmillan, 1978), cap. 9; idem, “The Hermeneutical Invasion of Philosophy and Economics,” Review of Austrian Economics 3 (1989): 54-55; idem, “Is There Life After Reaganomics,” en Llewellyn H. Rockwell, Jr., ed., The Free Market Reader (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1988), esp. p. 378; idem, “Ronald Reagan; An Autopsy,” Liberty II, no. 4 (March 1989).

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algún tipo está tratando de revivir el antiguo mensajedel nihilismo — que no hay tal cosa como la verdad—y que adscribe el fallo del positivismo no a surelativismo, sino al hecho de que no erasuficientemente relativista al permitir verdadesempíricas (hipotéticas) en vez de no admitir verdadalguna.0

Pero la crisis ha traído también de vuelta la filosofía delracionalismo social que ya había demostrado la falsedad delpositivismo pero que cayó en el olvido durante las décadasde supremacía positivista. Puesta bajo el punto de miratras el premio Nobel concedido a Friedrich August vonHayek en 1974, la Escuela Austriaca de Economía, quese sitúa en la tradición del racionalismo extremo defiguras como Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk y,sobre todo, Ludwig von Mises, que fue profesor de Hayek,y Murray N. Rothbard, ha experimentado un auge sinprecedentes. De menor difusión debido a la falta de fondosdisfrutados por el resto del mundo académico a causa desus implicaciones difíciles de aceptar por parte de aquellosen el poder, y relegada a una existencia sin importancia enlos inframundos no universitarios que componen losintelectuales del mundo real, la Escuela Austriaca halogrado ganar inercia y se ha consolidado en un movimientogenuino de masas que disfruta de un número creciente decentros académicos de difusión y un apoyo tambiéncreciente por parte de movimientos de base local. De hecho,

0Para una evaluación crítica del nuevo nihilismo véase Henry Veatch, ‘”Deconstruction in Philosophy: Has Rorty Made It the Denouement of Contemporary Analytical Philosophy?,” Review of Metaphysics 39 (1985); Jonathan Barnes, “A Kind of Integrity,” London Review of Books (November 6, 1986); Rothbard, “The Hermeneutical Invasionof Philosophy and Economics”; Hoppe, “In Defense of Extreme Rationalism.”

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liderado por el Instituto Mises, que fue fundado a mediadosde los 80, el movimiento ha tomado una dimensióninternacional junto al renacimiento miseano que también sehalla en fuerte expansión entre los círculos intelectuales delos países de Europa del Este. Enfrentados con el colapsototal del socialismo y el final de toda autoridad y legitimidad,y enfrentados con la tarea inmediata y radical de tener quereconstruir sus países, los consejos de que la economíamatemática o econometría, empíricamente carente designificado, pueden derivarse del keynesianismo,monetarismo, la expectativa racional, o peor aún, de lahermenéutica, les ha tenido que parecer de lo más absurdoe inapropiado. Debido a su situación de emergencia, sólo laEscuela Austriaca ofrece una respuesta no ambigua, radicaly constructiva: no sólo existen verdades en las cienciassociales, sino que existen verdades a priori y no hipotéticasimposibles de deshacer. La verdad es tan simple comofundamental: la propiedad privada y los derechos depropiedad privada son válidos de forma indisputable entanto que principios absolutos de la ética y como base de undesarrollo económico “óptimo” y continuado; y que pararesurgir de las ruinas del socialismo, será necesaria unaprivatización sin compromisos de toda la propiedad yretornar a una sociedad contractual basada en elreconocimiento de los derechos absolutos de propiedad.0

De hecho, la Escuela Austriaca representa laforma más ambiciosa de todo el racionalismo socialcon su inquebrantable defensa de que existe unconocimiento no-hipotético empírico a priori dentro

0Para una reseña crítica de la revolución en Europa del Este véase Hans- Hermann Hoppe, “The Collapse of Socialism and the Future of Eastern Europe,” Kwasny Economics II, no. 6 (October 30, 1989); idem, Desocialization in a United Germany (Auburn, Ala.: Ludwig von Mises Institute, 1991).

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del campo de las ciencias sociales, y que la ética y laeconomía (que contienen este conocimiento) sonanálogas a la lógica y la protofísica en tanto quebases indispensables de toda investigación socialempírica. Además, la Escuela Austriaca hasustanciado estas afirmaciones al ofrecer una teoríapositiva completamente desarrollada, consistente yque realiza un tratamiento totalmente exhaustivo dela ética y la economía.0

Indirectamente, la demanda base del austrianismoya ha sido establecida. Durante la refutación anteriordel positivismo se ha demostrado que mientras elconocimiento y las acciones no pueden serconcebidas como causadas (es decir, predeciblessobre la base de variables cuyo efecto es invariableen el tiempo), cualquier acción, por virtud de tratar delograr algún objetivo, presupone una realidad físicaque posee una estructura causal. Obviamente, estaobservación representa un perfecto ejemplo sobre laposibilidad del conocimiento social no-hipotético:postula un saber sobre la acción del que ningún actorpude dudar o descubrir su falsedad, pues taldescubrimiento presupondría en verdad su validez.De hecho, el austrianismo sólo pone en evidencia ladificultad de falsar todo ese conocimiento que hemosadquirido de modo reflexivo sobre lo que implicaactuar o no actuar.

La teoría Austriaca parte de dos axiomassistemáticamente interrelacionados que no sonhipotéticamente verdaderos. El primero es el “axiomade la acción:” la proposición de que los humanosactúan, o más precisamente, de que estoy actuando

0Véase en particular Mises, Human Action; Rothbard, Man, Economy, and State; idem, The Ethics of Liberty (Atlantic Highlands: Humanities Press, 1982).

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ahora. Es imposible negar que esta proposición seacierta, ya que su negación sería una acción. Nadiepuede intencionalmente no actuar, porque estotambién sería una acción. Por lo tanto, y de formaliteral, se trata de una verdad que no puede serdesechada.0

El segundo axioma es el “a priori de laargumentación.” Lo que hemos hecho hasta ahora —yo escribiendo este estudio y el lector al leerlo — esinvolucrarnos en la argumentación. Si yo noargumentase, no habría debate sobre la verdad ofalsedad del relativismo social o el racionalismo y elestatuto de la ética y la economía. En ese caso sólohabría silencio o ruido sin sentido. Es sólo mediantela argumentación que la verdad adquiere su validezformal. Decir que algo está justificado, que es verdad,falso o indecible, o determinar lo que se necesitapara justificarlo, son cosas que se deciden en elcurso de la argumentación y el intercambioproposicional. Esta proposición también es verdaderade forma a priori al no poder ser negada sin afirmarlaen el acto de negarla. Uno no puede argumentar queno argumenta, y uno no puede disputar saber lo quesignifica reivindicar la validez formal de algo sinimplícitamente afirmar al menos que la negación deesa proposición es verdad. Este es el a priori de laargumentación,0 y ambos axiomas se encuentranlógicamente interrelacionados en la base de nuestrosaber a priori. Por un lado, las acciones son másfundamentales que la argumentación porque laargumentación es sólo una subclase de la acción.

0Véase Mises, Human Action, part 1.

0Véase en particular Apel, Transformation der Philosophie, vol II.

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Por otro lado, afirmar lo que se ha dicho hasta ahorasobre la acción y la argumentación y su relaciónmutua requiere de por sí la argumentación, luego laargumentación debe considerarse como másfundamental que la acción no argumentativa desdeun punto de vista epistemológico.

La ética, o más específicamente, la ética austriacade la propiedad privada, se deriva del a priori de laargumentación, y es de esta naturaleza que poseecomo axioma verdadero no hipotético de donde laética deriva su estatuto de verdad.0

Con el a priori de la argumentación establecidocomo punto epistemológico de partida, se deduceque cualquier cosa que se presuponga en el acto dehacer proposiciones no puede serproposicionalmente disputado de nuevo. No tendríasentido pedir que se justifiquen los supuestos quepermiten decir cosas con sentido para empezar. Envez de eso, se debe considerar que es el emisor deenunciados el que los justifica en última instancia.Cualquier contenido proposicional específico quedispute su validez debe ser verse como implicandouna contradicción práctica.

Además, de la misma manera en la que no sepuede dudar de que uno no puede argumentar noargumentar, y que debe asumirse que todoparticipante en la argumentación debe conocer loque significa afirmar que algo sea verdad, también escierto que cualquier argumentación requiere unapersona que argumente, un actor. Argumentar nuncaconsiste en soltar enunciados sueltos e inconexos,sino que se trata también de una actividad. Dado quese hacen afirmaciones de verdad que han de

0Véase sobre esto Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism, caps. 2, 7.

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decidirse en el curso de la argumentación, y que laargumentación, aparte de lo que se haya dicho en sucurso es también un asunto práctico, se deduce queexisten normas intersubjetivamente significativas.Estas normas son precisamente aquellas que nospermiten identificar ciertas acciones como unaactividad argumentativa, y tienen un estatutocognitivo especial al tratarse de las precondicionesprácticas de la verdad. De hecho, ni la dicotomíahechos-empíricos/valor-emotivo tan estimada por lospositivistas, ni su distinción entre afirmacionesempíricas y analíticas, podrán ser afirmadas comoválidas salvo que las normas subyacentes a laargumentación (en cuyo curso se hacen estasdistinciones) se consideren también válidas. Essimplemente imposible argumentar de otra maneraporque al hacerlo uno presupondría la validez delargumento en sí.

Ahora, como un asunto necesariamente práctico,cualquier intercambio proposicional requiere elcontrol exclusivo (propiedad) el emisor deenunciados sobre algunos recursos escasos. Nadiepodría proponer nada en absoluto, ni habría manerade convencerse de la verdad de ningún enunciado, siel derecho de uno a hacer uso exclusivo si no sepresupusiera de antemano la propiedad de uno sobresu propio cuerpo. Es el reconocimiento propio de lapropiedad de otros sobre su cuerpo lo que explica lacaracterística distintiva de los intercambiosproposicionales: que mientras uno puede estar endesacuerdo sobre lo que se ha dicho, aún es posibleestar de acuerdo en que hay desacuerdo. Es obvio,también, que tal derecho de propiedad sobre elpropio cuerpo debe decirse que está justificado apriori, ya que cualquiera que intente justificarcualquier norma debe presuponer un control

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exclusivo sobre su cuerpo simplemente para decir“propongo tal y tal cosa.” Cualquiera que dispute talderecho se vería involucrado en una contradicciónpráctica, ya que al argumentar tal cosa uno ya habríaaceptado implícitamente la norma que estabadisputando.

Finalmente, sería igualmente imposibleargumentar, si uno no pudiese apropiarse, ademásdel propio cuerpo, de otros recursos escasos a travésde la apropiación originaria, es decir, usándolos antesde que nadie lo haga, o si tales medios no estuviesendefinidos desde un punto de vista físico y objetivo.

Pues, si nadie tuviese derecho a controlar nada enabsoluto, excepto su propio cuerpo, entoncesdejaríamos de existir y el problema de justificar lasnormas—así como todo otro problema humano—simplemente no existiría. El hecho de que uno estévivo presupone la validez de los derechos depropiedad sobre otras cosas. Nadie que esté vivopodrá argumentar lo contrario.

Y si una persona no ha adquirido el derecho alcontrol exclusivo sobre tales bienes por apropiaciónoriginaria, al establecer algún vínculo objetivo entreuna persona en particular y un recurso físico concretoantes de que nadie más lo haga, sino que se asumeque los que llegan después tienen los mismosderechos sobre las cosas, entonces, literalmente,nadie podría hacer nada con nada en ningúnmomento salvo que tuviese el consentimiento previode todos los que vengan después. Ni nosotros ninuestros antecesores o nuestra progenie pudosobrevivir o sobrevivirá si siguiésemos esta regla.Pero para que cualquier persona—presente, pasadao futura—argumente algo, se tiene que hacer patentela posibilidad de sobrevivir. Y para hacer esto, nopodemos concebir derechos de propiedad

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atemporales y no específicos sobre el número depersonas involucradas en ellos. En vez de eso, losderechos de propiedad deben originarse de modonecesario a partir de la acción desarrollada enlugares y tiempos definidos por individuos concretosque actúan. Si no, nadie podría decir nada en unmomento y lugar dados o que alguien responda.Decir que la regla primer-usuario-primer-propietariode la propiedad privada puede ser ignorada o queestá injustificada implica una contradicción. Laafirmación propia de esta proposición presupone laexistencia de uno como una unidad físicamenteindependiente de toma de decisiones en un puntodado del tiempo, y la validez del principio deapropiación originaria en tanto que principio absolutode adquisición.

La economía, o en términos de Mises lapraxeología, y su estatuto como ciencia social a prioricierta y no hipotética está derivada del axioma de laacción.0

Con cada acción un actor persigue un objetivo, ysea el que sea su objetivo, el hecho de que seaperseguido por un actor revela que lo valorarelativamente más que cualquier otro objetivo quepudo haber concebido al empezar su acción.

Para lograr objetivos un actor tiene que decidirentre intervenir o no intervenir (que también es una

0Véase sobre esto Mises, Human Action, cap. IV; Rothbard,Man Economy, and State, cap. 1; idem, “Praxeology: The Methodology of Austrian Economics,” en Edwin Dolan, ed., The Foundations of Modern Austrian Economics (Kansas City: Sheed and Ward, 1976); Hoppe, Praxeology and Economic Science; también Lionel Robbins, The Nature andSignificance of Economic Science (New York: New York University Press, 1982).

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intervención) en un punto anterior del tiempo paraproducir un resultado posterior, y esta interferenciaimplica el uso de algunos medios escasos (al menosaquellos del cuerpo del actor, la sala en la que éstese encuentre y el tiempo empleado durante el cursode la acción).

Estos medios deben también tener un valor parael actor—un valor derivado del objetivo—porque elactor debe considerar su uso como necesario paralograr su propósito de forma efectiva. Además, lasacciones sólo pueden ser llevadas a cabosecuencialmente y siempre involucran la toma dedecisiones, es decir, elegir un curso de acción que enalgún punto dado del tiempo prometa el resultadomás valorado para el actor y que excluye al mismotiempo la búsqueda de otros objetivos menosvaliosos.

Además, al actuar un actor no sólo persigue demodo invariable sustituir un estado de las cosasmenos satisfactorio por otro que lo sea más ydemuestra una preferencia por lo que más valorasobre aquello que valora menos; sino que valoratambién cuándo se lograran esos objetivos en eltiempo y demuestra una preferencia universal porobtener los resultados más pronto que tarde. Ya quecada acción requiere tiempo y el hombre debeconsumir algo de cuando en cuando, el tiempo essiempre escaso. Por lo tanto, los resultadospresentes o anteriores son, no puede ser de otromodo, valorados más que los futuros o posteriores, yun hombre sólo intercambiará un valor presente poruno futuro si anticipa que eso incrementará su futurobienestar.

Además, como consecuencia de tener que elegir ydar preferencia a un objetivo sobre otro, de no poderlograr toda meta simultáneamente, y de estar limitado

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por sus propia preferencias temporales, cada acciónimplica incurrir en costes, es decir, perder el valorconectado con la meta alternativa más valorada queno pueda ser llevada a cabo o cuya realización debeposponerse porque los medios para lograrla estánsiendo empleados en la producción de otro objetivoaún más valorado.

Finalmente, queda implícito en nuestroconocimiento sobre el actuar que en su punto departida todo objetivo que persiga la acción debeconsiderarse más valioso para el actor que su coste yser capaz de generar beneficios, es decir, lograr unresultado cuyo valor sea superior al de lasoportunidades desechadas. No obstante, toda acciónse ve también siempre amenazada por la posibilidadde una pérdida si en retrospectiva un actor encuentraque al contrario de sus expectativas el resultadologrado tiene un menor valor que el que la alternativadesechada hubiese tenido.

Todas estas categorías que sabemos se sitúan enla base de la economía—valores, medios, elección,preferencia, preferencia temporal, coste, ganancia ypérdida—están implícitos en el axioma de la acción.Como el propio axioma, incorporan conocimientoverdadero no hipotético. Cualquier intento de refutareste conocimiento sería una acción, con un objetivo,que requeriría medios, excluyendo otros cursos deacción, y que incurriría en costes, sometiendo alactor a la posibilidad de lograr o no el objetivodeseado, y conduciendo a un beneficio o pérdida.

Toda proposición económica verdadera, y esto esde lo que trata el enfoque económico austriaco,puede deducirse de un modo formal a partir de estesaber material incontestablemente cierto sobre elsignificado de la acción y sus categorías. Másprecisamente, todo teorema económico verdadero

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consiste de : (a) un entendimiento del significado deacción; (b) una situación o cambio situacional—asumido como dado o identificado como dado—ydescrito en términos de categorías de la acción; y (c)una deducción lógica de las consecuencias—nuevamente en términos de tales categoría—queresultan para un actor de este cambio situacional.Por ejemplo, la ley de la utilidad marginal, que es unode los enunciados más elementales de la economía,se deduce de nuestro conocimiento indisputable delhecho de que cada actor siempre prefiere lo que lesatisface más sobre lo que le satisface menos,además de la asunción adicional de que el actor seenfrenta con un aumento de los bienes (que sonmedios escasos) cuyas unidades adicionales seránconsideradas de forma similar al resto de unidadesen función del servicio prestado. De esto se deducecon necesidad lógica que esta unidad adicionalpuede sólo ser empleada como medio para eliminaruna incomodidad que se consideraba menos urgenteque el objetivo menos valorado previamentesatisfecho por la primera unidad de tal bien.

La combinación de la ética implícita en el axiomade la argumentación y de la economía implícita en elde la acción nos da lo que podría llamarse laeconomía austriaca del bienestar.0

0Véase también Murray N. Rothbard, Toward a Reconstruction of Utility and Welfare Economics (New York: Center for Libertarian Studies, Occasional Paper Series no. 3, 1977); idem, Power and Market (Kansas City: Sheed, Andrews and McMeel, 1977); idem, “The Myth of Neutral Taxation,” Cato Journal 1, no. 2 (1981); Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism; idem, “Man, Economy, and Liberty: Review Essay,” Review of Austrian Economics 4 (1990).

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Mientras los actores elijan actuar de forma acordecon el principio indisputable de la ética de lapropiedad privada, el bienestar social—definida comoun óptimo de Pareto—mejorará considerablemente:La apropiación originaria de recursos sin propietario,tal y como pone en evidencia la acción misma,aumenta su utilidad o bienestar (al menos ex ante).Al mismo tiempo, no empeora la situación de otrosporque al apropiarse de esos recursos no le quitanada a nadie. Obviamente, otros podrían haberseapropiado de esos recursos inicialmente también silos hubiesen percibido como escasos, y por lo tanto,valiosos. No obstante, estos no lo hicieron, lo quedemuestra que no valoraban lo suficiente talesbienes, y por lo tanto, no podemos decir que hayanperdido utilidad debido a este acto. Procediendodesde aquí, cualquier acto posterior de producciónempleando recursos apropiados originariamenterepresenta del mismo modo un óptimo de Paretosobre la base de la preferencia demostrada, siempreque tal acto no viole la integridad física de recursosapropiados originariamente o producidos a partir deahí por otros. Finalmente, cada intercambiovoluntario que parta de este punto debe serconsiderado como un cambio Pareto-óptimo porquesólo tiene lugar si ambas partes esperan beneficiarsede él.

Operar según las reglas descritas siempreconduce, de manera ineludible, a la máximaproducción posible de riqueza, ya que cadadesviación de este conjunto de reglas implica, pordefinición, una redistribución de títulos de propiedad,y por lo tanto, de ingresos, desde los usuarios-productores y contratantes de bienes hacia los nousuarios-productores y no contratantes.Consecuentemente, cualquier desviación de este

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modelo implica que se dará una menor apropiaciónrelativa de recursos cuya escasez esté reconocida,habrá menos producción de nuevos bienes, sereducirá el mantenimiento de los bienes existentes, yhabrá menos contratos e intercambios mutuamenteventajosos. Esto a su vez implica un menor estándarde vida en cuanto a bienes y serviciosintercambiables se refiere. Además, la demanda deque sólo se respete el derecho de propiedad delprimer usuario de un bien asegura que los esfuerzosproductivos serán tan altos como sea posible entodo momento. La exigencia de que sólo se proteja laintegridad física de la propiedad (no su valor relativo)garantiza que cada propietario llevará a cabo losmayores esfuerzos productivos para promovercambios favorables en el valor de la propiedad ocontrarrestar los efectos negativos que pudieranresultar de la actividad de otras personas en relacióncon la misma. Por lo tanto, cualquier desviación deestas reglas también implica unos niveles menoresde esfuerzos productivos en todo momento.

La simplicidad radical de la teoría austriaca de laética y la economía, de hecho el que haya sidototalmente elaborada—principalmente en la granAcción humana de Ludwig von Mises, y en Elhombre, la economía y el estado y La ética de lalibertad, de Murray N. Rothbard—para acabar en unmodelo riguroso y consistente, así comoestructuralmente bello, sobre el pensamiento ético yeconómico, explica por qué el racionalismo social dela Escuela austriaca pudo ser apartado de la escenaacadémica durante el apogeo del positivismo peronunca pudo ser totalmente erradicado. Su verdad esdemasiado obvia para ser consistentemente ignoradaentre los hombres de curiosidad intelectual y sentidocomún, porque ¿no es natural que cada persona

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debiera poseer su propio cuerpo así como todos losbienes escasos que usa con ayuda de su cuerpoantes de que nadie más lo haya hecho? ¿No esobvio que cada propietario debería tener el derecho aemplear estos bienes como vea oportuno mientrasno viole la integridad física de la propiedad de otrapersona? ¿No es obvio que una vez que un bien hasido apropiado o producido con medios apropiadosoriginariamente, la propiedad sólo podrá adquirirsepor medio de la transferencia contractual y voluntariade un título de propiedad de un propietario anterior aotro posterior? ¿Y no es intuitivamente claro que sólosi se siguen estas reglas se logrará la mayorproducción posible de riqueza social y bienestar?0

Esta teoría que se presenta tan clara de una formatan obvia posee grandes implicaciones prácticas ypolíticas. Refuta como éticamente injustificable yeconómicamente contraproducente actos como larecaudación de impuestos, la redistribuciónlegislativa de los derechos de propiedad, la creaciónde dinero fiduciario, la banca de reserva fraccional, yen última instancia, la mismísima institución delgobierno estatal. Pide en su lugar una sociedadpuramente basada en la propiedad privada, unaanarquía de propietarios, regulada exclusivamentepor la ley de propiedad privada.0 En virtud de esto, laEscuela Austriaca se sitúa en una oposiciónfundamental ante cualquier ejercicio del poder delEstado. Reconociéndola como su natural y máspeligrosa enemiga natural, aquellos en el poder hanhecho todo lo que estaba en sus manos para

0Véase sobre la idea de un sentido de la justicia natural a Gustave de Molinari, The Production of Security (Burlingame, Calif.: Center for Libertarian Studies, Occasional Paper Series No. 2, 1977).

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provocar su olvido y sustituir la ética y la economíapor estatolatría. Como escribe Mises:

Los déspotas y las mayorías democráticas estánborrachos de poder. Estos deben admitir aregañadientes que están sujetos a las leyes de lanaturaleza. Pero rechazan la mismísima noción de leyeconómica. ¿O no se trata de los supremoslegisladores?… Es imposible entender la historia delpensamiento económico si uno no presta atención alhecho de que la economía es un desafío para laarrogancia de aquellos en el poder. Un economistanunca podrá ser el favorito entre autócratas ydemagogos. Para ellos éste representa un causadorde problemas, y cuanto más estén convencidos deque sus objeciones están bien fundadas, más leodian.0

En la situación presente de crisis mundial porparte de la legitimidad gubernamental, del colapsodel Socialismo del Bloque del Este y delestancamiento de los Estados del BienestarOccidentales, el racionalismo austriaco tiene unaexcelente oportunidad de llenar el vacío filosófico queha aparecido con la retirada del positivismo yconvertirse en el paradigma del futuro.0 Ahora al igualque antes se requiere de cierto coraje moral, asícomo de integridad intelectual, para pregonar lateoría social Austriaca—los batallones estatistas quese le oponen aún representan una formidable

0Sobre esto también Rothbard, Man, Economy, and State; idem, Power and Market, idem, For A New Liberty; idem, The Ethics of Liberty; Hans-Hermann Hoppe, Eigentum, Anarchie, und Staat (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1987);idem, A Theory of Socialism and Capitalism.

0Mises, Human Action, p. 67.

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mayoría y están en control de una cantidad mayor derecursos. Sin embargo, con la total caída delsocialismo y del concepto de propiedad social aúnpresentes, la antitética teoría Austriaca de lapropiedad privada, el libre mercado y el laissez faireno puede sino ganar en atractivo y apoyo. Losaustriacos tienen razones para creer que ha llegadoel momento en el que puedan tener éxito a la horalograr un cambio fundamental en la opinión pública,reclamando la ética y la economía de las manos delos positivistas y los ingenieros sociales yrestaurando el reconocimiento público de losderechos de propiedad privada y mercados libresbasados en tales principios definitivos y absolutos dela ética y la economía.

0Para un análisis estratégico de la era presente desde una perspectiva Austriaca véase Murray N. Rothbard, “Left and Right: The Prospects for Liberty,” y “Ludwig von Mises and the Paradigm of Our Age,” en idem, Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays (Washington, D.C.: Libertarian Review Press, 1974).

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15 Ética rothbardiana

EL PROBLEMA DEL ORDEN SOCIAL

Robinson Crusoe, solo en su isla, puede hacer lo quequiera. Para él, la cuestión concerniente a las reglas sobrela conducta humana—cooperación social—simplementecarece de sentido. Naturalmente, esta cuestión sólo puedesurgir una vez una segunda persona, Viernes, llega a la isla,pero incluso entonces, la cuestión sigue siendo mayormenteirrelevante mientras no se dé escasez. Supongamos que laisla es el Jardín del Edén. Todos los bienes externos estándisponibles en superabundancia. Se trata de “bienes libres,”tal y como el aire que respiramos que normalmente seconsidera un bien “libre.” Da igual lo que Crusoe haga conestos bienes, sus acciones no tendrán repercusiones ni conrespecto al suministro futuro de tales bienes ni con respectoal suministro presente o futuro de los bienes de Viernes (yviceversa). Por lo tanto, es imposible que pueda haber unconflicto entre Crusoe y Viernes sobre el uso de talesbienes. El conflicto sólo se hace posible si los bienes sonescasos, y sólo entonces, surge el problema de formularreglas que ordenen la cooperación social liberándola detodo conflicto posible.

En el Jardín del Edén sólo hay dos recursosescasos: el cuerpo físico de una persona y el espacioque éste ocupa. Crusoe y Viernes tienen cada unoun cuerpo y pueden estar sólo en un lugar a la vez.

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Por lo tanto, incluso en el Jardín del Edén es posibleque surjan conflictos entre Crusoe y Viernes: Crusoey Viernes no pueden ocupar a la vez el mismoespacio sin entrar en conflicto físico el uno con elotro. Y por ello, incluso en el Jardín del Edén existenreglas de conducta social ordenad—reglas sobre lacorrecta localización y movimiento de cuerposhumanos. Fuera del Jardín del Edén, en el reino de laescasez, debe haber reglas que regulen no sólo eluso de del propio cuerpo sino de todo lo que seaescaso al objeto de que todo conflicto puedaresolverse. Este es el problema del orden social.

LA SOLUCIÓN: LA IDEA DE APROPIACIÓN ORIGINARIA Y PROPIEDAD PRIVADA

En la historia del pensamiento social y político se han hechomuchas propuestas de solución frente el problema del ordensocial, y esta variedad de propuestas mutuamenteinconsistentes ha contribuido al hecho de que hoy labúsqueda de una sola solución “correcta” se considerefrecuentemente ilusoria. Pero, como demostraré, unasolución correcta existe; por lo tanto, no hay razón parasucumbir al relativismo moral. Yo no descubrí la solución, nitampoco Murray Rothbard. Realmente, la solución esconocida desde hace cientos de años o incluso mucho más.La fama de Murray Rothbard es “meramente” debida alhecho de que redescubrió esta vieja y simple solución y laformuló de una forma más clara y convincente que lasformulaciones que le antecedieron.

Empecemos por formular la solución—primeropara el caso especial representado por el Jardín delEdén y subsecuentemente para el caso generalrepresentado por el mundo “real” de escasez general—y proceder luego a la explicación de por qué ésta

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solución, y no otra, es la correcta.En el Jardín del Edén, la solución la provee la

simple regla que estipula que todos pueden colocar omover su propio cuerpo donde quieran siempre quenadie más esté ya ocupando ese mismo espacio.Fuera del Jardín del Edén, en el reino de la escasez,la solución la da esta regla: Todo el mundo es ellegítimo propietario de su cuerpo físico así como detodo lugar y bienes naturales que haya ocupado yusado a través de su cuerpo, siempre que nadie máslos haya ocupado o usado previamente antes que él.La propiedad de los lugares o bienes“originariamente apropiados” por una persona implicaque ésta tiene derecho a usar y transformar esoslugares y bienes como crea oportuno, siempre queno cambie la integridad física de los lugares o bienesoriginariamente apropiados por otra persona. Enparticular, una vez que un lugar o bien ha sidoapropiado por vez primera al (como dijo John Locke)“mezclar la labor propia” con el mismo, la propiedadde tales lugares o bienes puede ser adquirida sólomediante la transferencia contractual del título depropiedad de un propietario previo a uno posterior.

A la luz del amplio relativismo moral, esinteresante señalar que esta idea relativa a laapropiación originaria y la propiedad privada comosolución al problema del orden social está en totalacuerdo con nuestras “intuiciones” morales. ¿No esabsurdo afirmar que una persona no debería ser ellegítimo propietario de su cuerpo y los lugares ybienes que él originariamente, es decir, antes quenadie más, se haya apropiado, use y/o produzca pormedio del trabajo? ¿Quién más, si no el mismo,debería ser su propietario? ¿No es también obvioque la absoluta mayoría de la gente, incluso los niñosy los hombres primitivos, actúan acordes a estas

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reglas, y lo hacen incuestionablemente y de formageneral?

Por importante que sea, una intuición moral norepresenta prueba alguna. Pero existe prueba de quenuestra intuición moral es correcta.

La prueba puede darse de dos maneras. Por unlado, tal prueba puede darse al imaginar lasconsecuencias que se seguirían si uno negase lavalidez de la institución de la apropiación originaria yla propiedad privada: Si una persona A no fuese elpropietario de su propio cuerpo y los lugares y bienesoriginariamente apropiados y/o producidos por mediodel trabajo así como los bienes voluntariamente(contractualmente) adquiridos a partir de otrospropietarios, entonces sólo hay dos alternativasposibles. U otra persona B debe ser reconocidacomo legítima propietaria del cuerpo de A así comolos lugares y bienes apropiados, producidos oadquiridos por A, o que todas las personas, A y B, seconsideren co-propietarios de todos los cuerpos,lugares y bienes.

En el primer caso, A se vería reducido al rango deesclavo de B y objeto de explotación. B es elpropietario del cuerpo de A, y los lugares y bienesapropiados, producidos y adquiridos por A, pero A, asu vez, no es el propietario del cuerpo de B y loslugares y bienes apropiados, producidos y adquiridospor B. Por lo tanto, con esta regla, aparecen doscategorías de personas—Untermenschen como A yÜbermenschen como B—a los cuales se les aplicandiferentes “leyes.” De forma acorde, tal regla deberáser descartada en tanto que ética humanaigualmente aplicable a todos qua seres humanos(animal racional). Desde el principio, es obvio que latal regla no puede ser aceptada de forma universal yello impide que se la acepte como ley. Para que una

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norma pueda aspirar al rango de ley—una normajusta—es necesario que tal norma se aplique igual yuniversalmente a todos.

Alternativamente, en el segundo caso decopropiedad universal e igualitaria, el requerimientode la misma ley para todos se cumple. No obstante,esta alternativa sufre de otra deficiencia aún mássevera, porque si se aplicase, toda la humanidadperecería instantáneamente. (Y dado que toda éticahumana debe permitir la supervivencia de lahumanidad, esta alternativa debe rechazarse.) Cadaacción de una persona requiere el uso de algunosrecursos escasos (al menos el cuerpo de la personay el lugar que ocupa), pero si todos los bienes fuesenco-poseídos por alguien, entonces nadie, en ningúnmomento y lugar, tendría permitido hacer nada salvoque hubiese logrado el permiso de todos los demásco-propietarios para hacerlo. No obstante, ¿Cómo vaalguien a dar tal consentimiento si no fuese elpropietario exclusivo de su propio cuerpo (incluyendosus cuerdas vocales), con el que puede expresar suconsentimiento? De hecho, éste necesitaría elconsentimiento de los demás para poder expresar elsuyo propio, pero los demás tampoco pueden dar suconsentimiento sin tener antes el consentimiento delprimero, etc.

Esta observación sobre la imposibilidadpraxeológica del “comunismo universal,” que escomo Rothbard se refirió a esta propuesta, nos llevainmediatamente a una manera alternativa dedemostrar la idea de apropiación originaria ypropiedad privada en tanto que única solución viablefrente el problema del orden social. Si las personastienen o no derechos y, si es así, cuáles, es algo quesólo puede determinarse en el curso de laargumentación (intercambio proposicional). La

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justificación—prueba, conjetura, refutación—esjustificación argumentativa. Cualquiera que niegueesta proposición estaría entrando en unacontradicción de facto debido a que su negaciónconstituiría un argumento en sí. Incluso un relativistaético debe aceptar esta primera proposición, que seha venido a llamar el a priori de la argumentación.

De la innegable aceptación—el estatutoaxiomático—de este a priori de la argumentación, sededucen dos conclusiones igualmente necesarias.Primero, se deduce bajo qué circunstancias no existeuna solución racional frente a problemas y conflictosque surgen a partir de la escasez. Supongamos queen mi escenario anterior sobre Crusoe y Viernes,Viernes no sea el nombre de un hombre sino de ungorila. Obviamente, de igual manera que Crusoepuede entrar en conflicto a partir del lugar que ocupasu propio cuerpo con respecto al de Viernes elhombre, también puede pasarle lo mismo conViernes el gorila. El gorila podría querer ocupar elmismo espacio que ocupa Crusoe. En este caso, almenos si el gorila hace honor a su propia naturaleza,entonces de hecho no hay solución racional alconflicto. O el gorila gana, devora y aplasta o empujaa Crusoe a un lado (la solución del gorila alproblema), o Crusoe gana, mata, golpea, ahuyenta odomestica al gorila (la solución de Crusoe). En estasituación, de hecho se puede hablar de relativismomoral. Aquí es posible ponerse de acuerdo conAlasdair MacIntyre, un prominente filósofo relativista,que pregunta como título de uno de sus libros, ¿LaJusticia de quién? ¿Qué racionalidad?—¿La deCrusoe o la del gorila? Dependiendo del lado en elque nos posicionemos, la respuesta será diferente.No obstante, es más apropiado referirnos a estasituación como una en la que la cuestión de justicia y

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racionalidad simplemente no surge: se trata de unasituación extra-moral. La existencia de Viernes elgorila es para Crusoe un problema técnico, no unomoral. Crusoe no tiene otra opción más que aprendera controlar los movimientos del gorila con éxito deigual manera que aprende a manejar y controlar losobjetos inanimados de su entorno.

Por implicación, sólo si dos partes de un conflictoson capaces de entrar en mutua argumentaciónpodrá uno hablar del problema moral frente a lapregunta de si existe o no una solución con sentido.Sólo si Viernes, sin importar su aspecto físico (esdecir, si parece un hombre o si parece un gorila), escapaz de argumentar (aunque sólo se haya mostradocapaz de ello una vez), puede entonces serconsiderado racional y la pregunta de si existe o nouna solución correcta al problema del orden socialtiene sentido. No podemos esperar dar unarespuesta a alguien que nunca ha preguntado, o másprecisamente, a alguien que nunca ha enunciado supropio punto de vista relativista en forma deargumento. En tal caso, este “otro” no puede sinomás que ser considerado y tratado como un animal oplanta, es decir, una entidad extra-moral. Sólo si esaotra entidad es en principio capaz de pausar suactividad, sea la que sea, dar un paso atrás parahablar y decir “sí” o “no” a algo que otro ha dicho, esque se le debe una respuesta, y conforme a esto,podremos afirmar que nuestra respuesta es lacorrecta para ambas partes involucradas en unconflicto.

En segundo lugar, se deduce del a priori de laargumentación que todo lo que se presuponga en elcurso de una argumentación—como precondiciónlógica y praxeológica de la argumentación misma—no puede ser argumentativamente disputado sin

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entrar en una contradicción interna (por el uso). Losintercambios proposicionales no están compuestosde proposiciones sueltas sino que constituyen unaactividad humana concreta. La argumentación entreCrusoe y Viernes requiere que ambos posean, ymutuamente se reconozcan como propietarios ycontroladores exclusivos de sus respectivos cuerpos(cerebro, cuerdas vocales, etc.) así como del lugarque ocupan sus cuerpos. Nadie podría proponernada y esperar que la otra parte se convenza de lavalidez de tal proposición, o que la niegue yproponga otra cosa diferente, salvo que sepresuponga de antemano la validez de los derechospropios en conjunción con los del otro por el controlexclusivo de sus propios cuerpos y lugaresrespectivos que ocupan. De hecho, es precisamenteeste reconocimiento mutuo de la propiedad sobre elcuerpo lo que constituye la characteristicumspecifigum de toda disputa proposicional: mientrasque uno puede estar o no de acuerdo sobre lavalidez de alguna proposición específica, no sepuede, sin embargo, no estar de acuerdo sobre elhecho de que no hay acuerdo.

Más aún, el derecho a la propiedad sobre el propiocuerpo y el lugar que éste ocupa debe serconsiderado a priori (o indisputablemente) justificadouno y otro por igual. Todo el que quiera afirmar laproposición que sea como válida vis-à-vis unadversario ya habrá tenido que presuponer su propiocontrol exclusivo junto al de su oponente sobre susrespectivos cuerpos y lugares que ocupan parapoder decir “afirmo que tal y tal es verdad, y te reto a

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que me refutes.”0

Además, sería igualmente imposible iniciar unaargumentación y confiar en la fuerza proposicional delos argumentos propios si uno no pudiese poseer(controlar exclusivamente) otros medios escasos(aparte del cuerpo propio y el lugar que ocupa). Siuno no tuviese tal derecho, todos moriríamosinmediatamente y el problema de justificar reglassimplemente no existiría. Así pues, por virtud delhecho de estar vivos, los derechos de propiedadsobre otras cosas deben presuponerse como válidostambién. Nadie que esté vivo puede argumentar locontrario.

Y si una persona no pudiese adquirir propiedad enestos bienes y espacios mediante un acto deapropiación originaria, es decir, estableciendo unvínculo objetivo (intersubjetivamente discernible)entre sí mismo y un bien o espacio particular antesque nadie más, sino que en vez de eso la propiedadsobre tales bienes o espacios fuese otorgada a losque vengan después, entonces nadie podríaempezar a usar ningún bien salvo que tuviese elconsenso de los que llegasen después. ¿Pero cómopuede alguien que venga después estar de acuerdocon las acciones de alguien que haya llegado antes?

0[Reimpreso de www.LewRockwell.com.]La afirmación de JohnRawls, en su aclamado Theory of Justice, de que no podemos sino“reconocer como el primer principio de justicia aquel que requiera unaigual distribución (de todos los recursos)” y su comentario de que “esteprincipio es tan obvio que cabe esperar que se le ocurra a cualquierainmediatamente.” Lo que he demostrado aquí es que cualquier éticaigualitaria como la que propone Rawls no sólo no es obvia sino que debeser considerada como absurda, es decir Un sinsentido auto-contradictorio. Si Rawls tuviese razón y todos los recursos estuviesenigualmente distribuidos, entonces literalmente no tendría base parajustificarse y sostenerle al proponer los sinsentidos que pronuncia.

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Más aún, cada persona que llegue después tendríaque pedir permiso a los que vengan aún más tarde, yasí sucesivamente. Esto es, ni nosotros, ni nuestrosancestros ni nuestra progenie podrían habersobrevivido si uno siguiese esta regla. No obstante,para que una persona—pasada, presente o futura—argumente algo debe ser posible sobrevivir entoncesy ahora, y para hacer esto los derechos de propiedadno pueden ser concebidos como atemporales y sinespecificar con respecto del número de personas queconciernen.

En vez de eso, los derechos de propiedad debenconcebirse como resultado de individuos concretosque actúan en puntos definidos del tiempo y delespacio. De otra manera, sería imposible para nadiedecir nada en un momento dado o que otro puedaresponderle. Simplemente decir que la regla primer-usuario-primer-propietario de la ética de la propiedadprivada pueda ser ignorada, o que no está justificada,implica una contradicción de uso, ya que para queuno pueda decir eso se debe presuponer laexistencia propia en tanto que unidad independientede toma de decisiones en un punto dado del tiempo yel espacio.

SOLUCIÓN SIMPLE, CONCLUSIONES RADICALES: ANARQUÍA Y ESTADO

Aunque la solución al problema del orden social nosparezca simple, y por más que la gente actúe en suquehacer cotidiando de forma intuitiva en conformidad conla ética de la propiedad privada ya explicada, esta simplesolución implica algunas conclusiones sorprendentementeradicales. Aparte de tachar de injustificada tales actividadescomo el asesinato, el homicidio, la violación, la violación de

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la propiedad privada, el robo, el atraco, el carterismo o elfraude, la ética de la propiedad privada es tambiénincompatible con la existencia de un estado definido comoagencia que posee un derecho territorial y coactivoexclusivo sobre la toma de decisiones (jurisdicción) y/o elderecho a recaudar impuestos.

La teoría política clásica, al menos desde Hobbesen adelante, ha visto al Estado como la instituciónresponsable de hacer cumplir la ética de la propiedadprivada. Al considerar al Estado como injusto—dehecho, se trata de una “gran organización criminal”—y llegando a conclusiones anarquistas en su lugar,Rothbard no niega la necesidad de hacer valer laética de la propiedad privada. No comparte la visiónde esos otros anarquistas, que ya fueronridiculizados por su profesor y mentor Mises, quecreían que toda la gente, si se les dejaban solos,serían buenos y amantes de la paz.

Al contrario, Rothbard está de acuerdo con Misesen que siempre habrá asesinos, ladrones, matones,estafadores, etc., y que la vida en sociedad seríaimposible si no fuesen castigados por medio de lafuerza física. En vez de eso, lo que Rothbard niegacategóricamente es la afirmación que seguía delderecho y necesidad a la protección de la persona yla propiedad de que la protección debería serprovista por un monopolista jurisdiccional y laimposición. Al hacer esta afirmación, la teoría políticaclásica tenía que presentar el Estado como resultadode un acuerdo contractual entre propietarios.Rothbard argumentó que esto es falso e imposible.Un estado no puede surgir contractualmente; y así,puede demostrarse que ningún estado es compatiblecon la protección justa y efectiva de la propiedadprivada.

La propiedad privada, en tanto que resultado

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derivado de actos de apropiación originaria,producción o intercambios voluntarios entrepropietarios, implica el derecho de los mismos aldominio exclusivo de su propiedad; y ningúnpropietario de propiedad privada puede delegar enmodo alguno su derecho de defensa y dominioexclusivo en otra persona salvo que haya vendido otransferido su propiedad (en cuyo caso sería otro elque tuviera ese dominio exclusivo sobre la misma).No cabe duda de que todo propietario puedebeneficiarse de las ventajas inherentes a la divisióndel trabajo y buscar una mejor protección para supropiedad mediante la cooperación con otrospropietarios y sus posesiones. Es decir, cadapropietario puede comprar, vender o contratar conotros al objeto de prestar o recibir una mejorprotección de lo propio, y cada propietario puede encualquier momento desistir en tal cooperación conotros o cambiar sus afiliaciones respectivas. Por lotanto, para cubrir la demanda de protección, seríaposible y económicamente probable que aparezcanindividuos y agencias especializadas que proveanprotección, seguros y servicios de arbitraje a cambiode una cuota a clientes que paguen por ellos.

Si bien es fácil concebir un origen contractual paraun sistema de proveedores que compiten entre sípara dotar de seguridad a los diferentes propietarios,un sistema donde los propietarios son obligados aacordar con otros agentes a los que se concede deforma irrevocable el poder exclusivo de decisiónúltima sobre uno mismo y su propiedad, y/o el poderde cobrar impuestos, es del todo inconcebible. Estoes, resulta inconcebible pensar en las razones quepudiera tener alguien para estar de acuerdo con uncontrato que permita a otros determinar de modopermanente lo que él puede o no puede hacer con su

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propiedad, porque al hacerlo, la persona se vuelveindefensa frente a tal tomador último de decisiones.De igual manera, es inconcebible que nadie quieraaceptar un contrato que permita a ese que nosprotege determinar unilateralmente, sinconsentimiento del protegido, la suma que debepagársele por su protección.

Los teóricos políticos ortodoxos, es decir, losestatistas, desde John Locke a James Buchanan yJohn Rawls, han intentado resolver esta dificultad através de acuerdos “tácitos,” “implícitos,” o“conceptuales,” contratos o constituciones estatales.Todos estos tortuosos y confusos intentos tancaracterísticos, no obstante, no han logrado superarla conclusión insuperable a la que llegó Rothbard:Que es del todo imposible derivar justificación algunade gobierno partiendo de contratos implícitos entrelos distintos propietarios, y por lo tanto, que lainstitución del estado debe ser considerada injusta,es decir, el resultado de un error moral.

LA CONSECUENCIA DEL ERROR MORAL: EL ESTATISMO Y LA DESTRUCCIÓN DE LA LIBERTAD Y LA PROPIEDAD

Los errores tienen costes. Esto es obvio con los erroresconcernientes a las leyes de la naturaleza. Si una personayerra sobre las leyes de la naturaleza esa persona no serácapaz de alcanzar sus propios objetivos. No obstante,debido a que las consecuencias del error recaen sobre cadaindividuo que yerra, siempre prevalece en este reino undeseo universal por aprender y corregir los errores propios.Los errores morales son costosos también. A diferencia delprimer caso, no obstante, su coste no debe, al menos nonecesariamente, ser pagado por cada una de las personasque cometan el error. De hecho, este sería el caso sólo si el

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error involucrado fuese el de creer que todo el mundo tieneel derecho a cobrar impuestos y el derecho de toma dedecisiones último sobre la persona y su propiedad de todoslos demás. Una sociedad cuyos miembros crean estoestaría abocada al desastre. El precio a pagar por este errorsería la muerte universal y la extinción. No obstante, elasunto es diferente cuando el error involucrado es que unocrea que sólo una agencia—el Estado—tiene derecho acobrar impuestos y el derecho a la toma última dedecisiones (en lugar de todos, o para ser más exactos,nadie). Una sociedad cuyos miembros crean esto—esto es,que debe haber diferentes leyes que se apliquen de distintamanera a siervos y señores, contribuyentes y recaudadores,legisladores y legislados—puede existir y perdurar. Esteerror también debe pagarse. Pero no todos los quemantengan esta creencia errónea tienen por qué pagar porello de forma similar. En vez de eso, algunas personaspagarán por ello, mientras otras—los agentes del estado—se beneficiarán del mismo error. Así, en este caso sería unerror asumir un deseo universal de aprender y corregir lospropios errores. Al contrario, en este caso debe asumirseque en vez de aprender y promover la verdad, algunaspersonas tienen un motivo constante para mentir, es decir,mantener y promover falsedades aunque éstas sereconozcan como tal.

En cualquier caso, ¿Cuáles son las consecuencias“mixtas” de, y cuál es el precio desigual a pagar por,el error y/o mentira de creer en la justicia de lainstitución del estado?

Una vez el principio de gobierno—el monopoliojudicial y el poder de cobrar impuestos—se admite deforma errónea como justo, cualquier noción derestringir el poder gubernamental y salvaguardar lalibertad individual y la propiedad es ilusoria. En vezde eso, bajo auspicios monopolísticos el precio de lajusticia y la protección crecerá continuamente y la

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calidad de la justicia y la protección caerán. Unaagencia de protección financiada con impuestos esuna contradicción en los términos—una agenciaexpropiadora protectora de la propiedad privada—einevitablemente conducirá a más impuestos y menosprotección. Incluso si, como algunos estatistasliberales clásicos han propuesto, un gobierno limitasesus actividades exclusivamente a la protección dederechos de propiedad pre-existentes, la preguntarelativa a cuánta seguridad producir seguiría estandoahí. Motivados (como todos) por el propio interés y lano utilidad del trabajo pero en posesión del poderúnico de cobrar impuestos, la respuesta de unagente gubernamental será siempre la misma:maximizar el gasto en protección—y prácticamentetoda la riqueza de una nación puede concebirsecomo consumida por el coste de la protección—y almismo tiempo minimizar la producción de protección.Cuanto más dinero uno puede gastar y menos tengaque trabajar para conseguirlo, mejor que mejor.

Más aún, un monopolio judicial conducirá de formaineludible a un deterioro continuo de la calidad de lajusticia y la protección. Si nadie puede apelar a lajusticia salvo el gobierno, la justicia se pervertirá afavor del gobierno, constituciones y tribunalessupremos incluidos. Las constituciones y tribunalessupremos son instituciones y agencias estatales, ytoda limitación a la acción estatal que puedancontener o encontrar siempre se deciden por agentesde la misma institución bajo consideración. Podemosprever que la definición de propiedad y protecciónserá alterada y el rango de jurisdicción expandido enbeneficio del gobierno hasta que en última instancia,la noción de derechos humanos inalienables—y enparticular los derechos de propiedad—desapareceráy serán sustituidos por los de ley en tanto que

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legislación que pasa el gobierno, y los derechospasarán a ser concesiones gubernamentales.

Todos estos resultados, que fueron predichos porRothbard, están ante nuestros ojos, cualquiera puedeverlos. La carga impositiva de los propietarios yproductores ha crecido continuamente, haciendo lacarga económica de los esclavos y siervos, encomparación, moderada. La deuda gubernamental—y por lo tanto, las futuras obligaciones impositivas—ha crecido a cotas abrumadoras. Cada detalle de lavida privada, la propiedad, el comercio y el contratoestá regulado por montañas crecientes de papeleolegal. No obstante, la única tarea que se supone quetenía que asumir el gobierno—la de proteger nuestravida y la propiedad—no la cumple. Al contrario,cuanto más aumentan los gastos en lo social, lopúblico y la seguridad nacional, una mayor parte denuestra propiedad es expropiada, confiscada,destruida y depreciada. Cuanto más papeleo legal seproduce, mayor incertidumbre legal y riesgo moral secrea, y el desorden ha desplazado a la ley y el orden.En vez de protegernos del crimen doméstico y laagresión extranjera, nuestro gobierno, equipado conenormes arsenales de armas de destrucción masiva,agrede a cualquier supuesto nuevo Hitler de turno ysus simpatizantes fuera de su “propio” territorio. Enpocas palabras, aunque nos hemos vuelto máspobres, amenazados e inseguros, nuestrosgobernantes estatales se han convertido en máscorruptos, arrogantes y están peligrosamentearmados.

LA RESTAURACIÓN DE LA MORALIDAD: SOBRE LA LIBERACIÓN

¿Qué hacer, pues? Rothbard no sólo ha reconstruido la

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ética de la libertad y explicado el cenagal en el que nosencontramos como resultado del estatismo; también nos hamostrado el camino hacia la reconstrucción de la moral.

En primer lugar y más importante, éste haexplicado que los estados, tan poderosos einvencibles como puedan parecer, en última instanciadeben su existencia a las ideas, y dado que las ideasen principio pueden cambiar instantáneamente, losestados pueden ser derribados y caer de la noche ala mañana.

Los representantes del estado en todas partes sonsiempre una pequeña minoría de la población sobrela que gobiernan. La razón de ello es tan simplecomo fundamental: cien parásitos pueden vivir vidasconfortables si chupan la sangre vital de miles dehuéspedes productivos, pero miles de parásitos nopueden vivir confortablemente de una población dehuéspedes de sólo un centenar. Pero si los agentesdel gobierno son sólo una minoría de la población,¿Cómo es que siempre pueden imponer su voluntady salirse con la suya? La respuesta dada porRothbard, así como de la Boétie, Hume y Misesantes que él es sólo por virtud de la cooperaciónvoluntaria de la mayoría de la población sujeta alestado. ¿Pero cómo puede el estado lograr estacooperación? La respuesta es que esto es así sóloen tanto en cuanto la mayoría de la población crea enla legitimidad del gobierno estatal. Esto no es decirque la mayoría de la población deba estar deacuerdo con cada medida estatal. De hecho, sepuede pensar que muchas políticas estatales seanerróneas o incluso despreciables. No obstante, lamayoría de la población debe creer en la justicia dela institución del estado como tal y, por lo tanto, si ungobierno en particular lo hace mal, sus errores sonmeros accidentes que deben ser aceptados y

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tolerados a la luz de algún bien mayor provisto por lainstitución del gobierno.

¿Pero cómo se puede conseguir que la mayoríade la población se crea esto? La respuesta es con laayuda de los intelectuales. En los viejos tiempos estosignificaba pactar una alianza entre el estado y laiglesia. En tiempos modernos y de forma másefectiva, esto significa nacionalizar (socializar) laeducación: a través de universidades o escuelasestatales o subsidiadas por el estado. La demandadel mercado de servicios intelectuales, en particularen el área de humanidades y ciencias sociales, no esexactamente alta y tampoco demasiado estable ysegura. Los intelectuales estarían a merced de losvalores y elecciones de las masas, y las masasgeneralmente no están interesadas en asuntosintelectuales o filosóficos. El estado, por otro lado,dice Rothbard, acomoda su habitual ego hiperinfladoy “está dispuesto a ofrecer a los intelectuales unlugar acogedor, seguro y permanente en su aparato,unos ingresos estables y la panoplia del prestigio.”De hecho, el moderno estado democrático enparticular, ha creado una masiva sobreoferta deintelectuales.

Esta acomodación no garantiza un “correcto”pensamiento—estatista—, por supupuesto; y aunquese les pague tanto como se les paga, losintelectuales seguirán quejándose de cuán poco elestado valora su tan importantísimo trabajo. Peroayuda a la hora de alcanzar conclusiones “correctas”cuando nos damos cuenta de que sin estado—esainstitución coactiva y legisladora—uno podría estaren el paro y quizá tendría que dedicarse a trabajosmecánicos como operar bombas de gas en vez depreocuparse de problemas tan acuciantes como laalienación, la igualdad, la explotación, la

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deconstrucción del género y los roles de sexo, o lacultura de los Esquimales, los Hopis y los Zulúes.Además, incluso si uno se siente poco apreciado poreste o aquel gobierno, uno aún se da cuenta de quela ayuda puede venir sólo de otro gobierno, yciertamente no de un asalto intelectual contra lalegitimidad de la institución del gobierno como tal.Por lo tanto, no es sorprendente que, como hechoempírico, la mayoría de los intelectualescontemporáneos sean izquierdistas y que incluso lamayoría de los intelectuales conservadores ofavorables al libre mercado como Friedman o Hayek,por ejemplo, sean fundamental y filosóficamenteestatistas.

A partir de esta observación sobre la importanciade las ideas y el rol de los intelectuales comoguardaespaldas del estado y el estatismo, se deduceque el rol más decisivo en el proceso de liberación—la restauración de la justicia y la moralidad—deberecaer sobre los hombros de los que podríamosllamar intelectuales anti-intelectuales. ¿Pero cómopueden estos intelectuales anti-intelectuales teneréxito en su labor de deslegitimar al estado en laopinión pública, especialmente si la gran mayoría desus colegas son estatistas y harán lo que esté en supoder para aislarles y desacreditarles comoextremistas y dementes? El tiempo permite sólo unosbreves comentarios sobre esta preguntafundamental.

En primer lugar, uno debe enfrentarse a la viciosaoposición de los propios colegas. Para soportarla, esimportante basar el caso propio no en la economía yen el utilitarismo, sino en la ética y los argumentosmorales, ya que sólo las convicciones moralesproveen a uno con el coraje y la fuerza necesaria enla batalla intelectual. Pocos están inspirados y

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dispuestos a aceptar sacrificios si se enfrentan ameros errores y despilfarros. Se puede sacar másinspiración y coraje del saber que uno está inmersoen una batalla contra el mal y las mentiras (Volverésobre esto en breve.)

En segundo lugar, es importante reconocer queuno no necesita convertir a sus propios colegas, esdecir, persuadir a los intelectuales mainstream. ComoThomas Kuhn ha mostrado, esto es raro incluso enlas ciencias naturales. En las ciencias sociales,conversiones entre intelectuales establecidos desdevisiones anteriores son hechos muy raros. En vez deeso, uno debería concentrar sus esfuerzos en lajuventud aún no comprometida intelectualmente cuyoidealismo les hace particularmente receptivos aargumentos morales y el rigorismo moral. De igualmanera, uno debería circunvalar la academia yalcanzar al público general (es decir, al hombre de apie educado), que alberga algunos sanos prejuiciosanti-intelectuales de los que uno puedeaprovecharse.

En tercer lugar, volviendo a la importancia delataque moral contra el Estado, es esencial reconocerque no puede haber compromiso a nivel teórico. Paraestar seguros, uno no debería negarse a cooperarcon gente cuyas ideas sean erróneas o esténequivocadas, siempre que sus objetivos puedan serclasificados de forma clara y sin ambigüedades comoun paso en la correcta dirección de ladesestatalización de la sociedad. Por ejemplo, unono querría negarse a cooperar con gente que busqueun tipo impositivo fijo sobre los ingresos del 10 porciento (aunque uno no debería querer cooperar conaquellos que quieran combinar esta medida con unmayor impuesto sobre las ventas para alcanzarneutralidad en los ingresos, por ejemplo). No

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obstante, bajo ninguna circunstancia esacooperación debería lograrse sacrificando losprincipios propios. O los impuestos son justos o no loson. Una vez que se aceptan como justos, ¿Cómo vaa alguien a oponerse a que se incrementen? ¡Larespuesta es por supuesto que no puede!

Dicho de forma diferente, el compromiso a nivelteórico, que encontramos, por ejemplo, entre losmoderados libremercadistas como Hayek o Friedmano incluso entre los llamados minarquistas no es sólofilosóficamente erróneo sino prácticamente inefectivoy de hecho contraproducente. Sus ideas pueden ser—y de hecho son—fácilmente escogidas eincorporadas por los dirigentes estatales y laideología estatista. De hecho, cuántas vecesescuchamos hoy a los estatistas decir en su defensade la agenda estatal cosas como “¡incluso Hayek(Friedman) dice,” o “ni siquiera Hayek (o Friedman)niegan que tal y tal cosa deba ser hecha por elestado!” Personalmente puede que estos no seencontraran muy satisfechos con este resultado, perolo cierto es que que su trabajo se presta a estainterpretación, y por ello, han terminadocontribuyendo al continuado e incontestablecrecimiento del poder estatal.

En otras palabras, el compromiso teórico o elgradualismo sólo conducirá a la perpetuación de lafalsedad, males y mentiras del estatismo, y sólo elpurismo teórico, el radicalismo y la intransigenciapueden y podrán conducir primero a una reformagradual y mejora general para luego, quizás, abrazarla victoria final. De forma acorde, en tanto queintelectual anti-intelectual en el sentido rothbardiano,a uno se le hace díficil resistirse a criticar lasmaquinaciones varias de los gobiernos aunque lomás probable es que este sea el lugar por donde se

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deba empezar, pero desde ahí uno siempre debeproceder al ataque frontal de la institución del Estadoy sus representantes como fraudes morales yeconómicos, así como mentirosos e impostores—como emperadores sin traje.

De forma específica, uno nunca debe dudar a lahora de atacar el mismísimo nudo central sobre elque descansa la legitimidad del estado: su rolsupuestamente indispensable como productor deprotección privada y seguridad. He mostrado cuánridícula es esta afirmación sobre bases teóricas:¿Cómo puede una agencia con capacidadexpropiadora afirmar ser la protectora de lapropiedad privada? Si cabe, no menos importante esla tarea de atacar la legitimidad del estado en estepunto sobre bases empíricas señalando e insistiendoen el hecho de que los estados, que se supone quenos protegen, representan las mismas institucionesresponsables de unas 170 millones de muertes sóloen el siglo XX—¡que representa un número mayor devíctimas que las proporcionadas por el crimenprivado en toda la historia de la humanidad! ¡Y estenúmero de víctimas de crímenes privados, de los queel gobierno no nos ha protegido, habría sido muchomenor si los gobiernos de todo el mundo no sehubiese empeñado, con empecinado esfuerzo, endesarmar a sus propios ciudadanos dando así máspoder a aquellos cuyo fin es el crimen y el asesinato!

En vez de tratar a los políticos con respeto,nuestro criticismo contra ellos debería pasar alsiguiente nivel de forma significativa. Cualquiera quelos juzgue ha de concluir que se trata de ladrones yasesinos en masa. ¿Pero cómo se atreven ademandar nuestro respeto y lealtad?

Pero ¿Logrará una radicalización ideológica losresultados deseados? No tengo ninguna duda. De

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hecho, sólo las ideas radicales y radicalmentesimples pueden tocar las emociones de las masasindolentes y embotadas y deslegitimar el gobiernoante sus ojos.

Permitidme citar a Hayek a tal efecto (y al hacerlo,no quisiera dar a entender que mi más o menos durocriticismo contra éste implique que no se puedaaprender nada de autores que estánfundamentalmente equivocados o confundidos):

Debemos hacer de la construcción de una sociedad libreuna vez más una aventura intelectual, una prueba decoraje. Lo que nos falta es una Utopía liberal, un programaque no parezca ni una defensa de las cosas como son ni untipo de socialismo diluido, sino un verdadero radicalismoliberal que ataque los puntos flacos del poder … que no seademasiado práctico y que no se confine a lo que parece hoycomo políticamente posible. Necesitamos líderesintelectuales que estén preparados para resistir lastentaciones del poder y la influencia y que estén dispuestosa trabajar por un ideal, aunque las posibilidades de lograrlosean pequeñas. Deben ser hombres que estén dispuestos amantener sus principios y luchar por su consecución, porremota que pueda parecer… El libre comercio y la libertadde oportunidades son ideas que aún resuenan en elimaginario colectivo, pero una mera “libertad de comerciorazonable” o una mera “relajación de controles” no esintelectualmente respetable ni es probable que inspireentusiasmo alguno... Salvo que hagamos de las basesfilosóficas de una sociedad libre una vez más un problemaintelectual de actualidad, y su implementación una tareaque desafíe el ingenio y la imaginación de nuestras másbrillantes mentes, el futuro de la libertad es de hechooscuro. Pero si recuperamos el creer en el poder de lasideas que ha sido una de las mejores señas del liberalismo,

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la batalla no está perdida. 0

Hayek no siguió su propio consejo y no nos diouna teoría consistente e inspiradora. Su Utopía, talcual éste desarrolla en su Constitution of Liberty,viene representada por la visión poco inspiradora delestado del bienestar Sueco. En vez de eso, esRothbard el que ha hecho lo que Hayek reconociócomo necesario para la renovación del liberalismoclásico; y si hay algo que puede revertir laaparentemente imparable marea estatista y restaurarla justicia y la libertad, es el ejemplo personalmarcado por Murray Rothbard y su filosofía.

0 Hayek, F.A., “The Intellectuals and Socialism,” in idem, Studies in Philosophy, Politics, and Economics (New York: Simon and Schuster,1969), p. 194.

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Apéndice: cuatro respuestas críticas

I. PREFERENCIA DEMOSTRADA Y PROPIEDAD PRIVADA0

El Profesor Osterfeld, tras reconocer de manera tangenerosa la naturaleza “rompedora” de mi defensa a prioride la ética de la propiedad privada, se concentra en cuatroobjeciones a mis argumentos.Comentaré las cuatro objeciones que el Profesor Osterfeldtrata. No obstante, dado que éstas dependen de un correctoentendimiento de mi argumento central y su fuerza lógica,reafirmaré mi caso de la manera más breve posible.

Como afirma correctamente Osterfeld, doy unaprueba praxeológica de la validez de la éticaesencialmente Lockeana de la propiedad privada. Deforma precisa, demuestro que sólo esta ética puedejustificarse argumentativamente, porque es lapresuposición praxeológica de la argumentación, ycualquier propuesta ética que se desvíe de esto sepuede probar que constituye una violación de lapreferencia demostrada. Tal propuesta puedeafirmarse, pero su contenido proposicional contradiríala ética para la cual uno demuestra una preferenciapor virtud del propio acto de emitir enunciados, esdecir, por el mismo acto de participar activamente enla argumentación. De la misma manera en la que unodice “Soy y siempre será indiferente respecto a hacer

0Respuesta a David Osterfeld, “Comment on Hoppe,” Austrian Economics Newsletter (Spring/Summer, 1988).

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cosas” aunque esta proposición contradice el acto dehacer proposiciones, que revela preferenciassubjetivas (decir esto en vez de decir otra cosa onada en absoluto), las propuestas éticasdesviacionistas se ven falsadas por la realidad deproponerlas.

Para alcanzar esta conclusión y entendercorrectamente su importancia, hacen falta dosobservaciones.

En primer lugar, la pregunta de qué es justo o quées injusto (o qué es válido y qué no lo es) sólo surgeen tanto yo y otros seamos capaces de intercambiosproposicionales—de argumentación. La pregunta nosurge para una piedra o un pez porque sonincapaces de producir proposiciones que clamen suvalidez. Pero si esto es así—y uno no puede negarque lo es sin contradecirse, ya que no se puedeargumentar la renuncia a argumentar—entoncescualquier propuesta ética, o de hecho cualquierproposición, debe asumirse que afirma que puedeser validada por medios proposicionales oargumentativos. Al producir una proposición, demanera abierta o como pensamiento interno, unodemuestra su preferencia por el querer hacer uso demedios argumentativos para convencerse a sí mismoo a otros de algo. No hay manera de justificar nada siésta no se da por medio de intercambiosproposicionales y argumentos. Se debe considerarcomo una derrota definitiva para una propuesta éticael hecho de que uno pueda demostrar cómo sucontenido es lógicamente incompatible con laexigencia de que su validez sea discernible mediantemedios argumentativos. Demostrar talincompatibilidad se traduce en una prueba deimposibilidad, y tal prueba es letal en el reino de lainvestigación intelectual.

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En segundo lugar, los medios con los que unapersona demuestra preferencia al entrar en unaargumentación son los de la propiedad privada.Obviamente, nadie podría proponer nada o serconvencido de ninguna proposición por mediosargumentativos si el derecho de una persona a haceruso exclusivo de su cuerpo físico no sepresupusiese. Además, sería igualmente imposiblesostener una argumentación y confiar en la fuerzaproposicional de los argumentos propios si uno nopudiese apropiarse de otros bienes escasosmediante apropiación originaria al usarlos antes deque nadie los use, o si tales bienes y el derecho alcontrol exclusivo sobre ellos no estuviese definido entérminos físicos objetivos. Si tal derecho no sepresupone, o si los que llegan después tienen losmismos derechos legítimos sobre las cosas, o si lascosas poseídas estuviesen definidas en términosevaluativos subjetivos, nadie podría sobrevivir comouna entidad independiente de toma de decisiones;por lo tanto, nadie podría afirmar nunca unaproposición que clame su validez.

Por lo tanto, por el mero hecho de estar vivo yemitir enunciados, uno demuestra la invalidez detoda ética salvo la de la propiedad privada.

La cuarta objeción de Osterfeld afirma que miargumento es una instancia de naturalismo ético,pero que caigo en la falacia naturalista de derivar un“debería” de un “es.” La primera parte de suproposición es aceptable, pero no la segunda. Lo queofrezco es un sistema ético libre de valores.Permanezco exclusivamente en el reino de lasafirmaciones-ser y nunca trato de derivar un“debería” de un “es.” La estructura de mi argumentoes esta: (a) la justificación es proposicional oargumentativa (una afirmación-ser verdadera a

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priori); (b) la argumentación presupone elreconocimiento de la ética de la propiedad privada(una afirmación verdadera a priori); (c) lasdesviaciones de la ética de la propiedad privada nopueden justificarse argumentativamente (unaafirmación verdadera a priori). Por lo tanto, mirefutación de toda ética socialista es una puramentecognitiva. Que Rawls u otros socialistas aúndefiendan tales éticas es un tema aparte. Que unomás uno sean dos no elimina la posibilidad de quealguien diga que es tres, o de que uno intente hacerde uno más uno igual a tres la ley aritmética delmundo. No obstante, esto no afecta al hecho de queuno más uno sigue siendo dos. En estricta analogíacon esto, yo “sólo” afirmo probar que lo que Rawls yotros intelectuales dicen es falso y puede serentendido como tal por todo hombre intelectualmentecompetente y honesto. Y esto no lo cambia el hechode que la incompetencia o la deshonestidad y el malpuedan aun existir y prevalecer sobre la verdad y lajusticia.

La segunda objeción sufre del mismomalentendido de la naturaleza libre de valores de midefensa de la propiedad privada. Osterfeld está deacuerdo con que la argumentación presupone elreconocimiento de la propiedad privada. Pero sepregunta sobre la fuente de este derecho. ¿Perocómo puede hacer tal pregunta? Sólo porque él,también, es capaz de argumentar. Sin laargumentación no habría más que silencio o ruido sinsentido. La respuesta es que la fuente de losderechos humanos es y debe ser la argumentacióncomo manifestación de nuestra racionalidad. Esimposible afirmar que otra cosa sea el punto departida para la derivación de un sistema ético porqueafirmar tal cosa tendría que presuponer la capacidad

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argumentativa de uno. ¿Pueden los derechos serderivados desde un contrato bajo un “velo deignorancia” pregunta Osterfeld? Sí y no. Porsupuesto, hay derechos derivados de contratos, peropara que un contrato sea posible, ya debe haberpropietarios y propiedad privada; si no, no habríacontratantes físicamente independientes y nadasobre lo que hacer acuerdos contractuales. Y “no”: nose pueden derivar derechos “bajo un velo deignorancia” porque nadie vive bajo tal cosa exceptozombis epistemológicos y sólo una ética zombiRawlsiana podría derivarse bajo él. ¿Pueden losderechos emerger de la tradición a lo Hume o Burke?Por supuesto, siempre lo hacen. Pero la cuestión dela emergencia factual de los derechos no tiene nadaque ver con la cuestión de si lo que existe puede o noser justificado.

En su tercera objeción, Osterfeld afirma queconstruyo una alternativa entre o bien propiedadindividual o bien propiedad de la comunidad mundialpero que tal alternativa no es exhaustiva. No estádebidamente representada. En ningún lugar digoalgo así. En la sección a la que se refiere Osterfeld,trato de explicar las alternativas totalmente diferentesentre propiedad en tanto definida en términos físicosy originada en puntos definidos del tiempo paraindividuos definidos en contraste con la propiedaddefinida en términos de valor y no específica conrespecto a su tiempo de origen, y la refutación de lasegunda como absurda y autocontradictoria. Noniego la posibilidad de la propiedad de “comunidadesintermedias”. No obstante, tal propiedad presupone lapropiedad privada individual. La propiedad colectivarequiere contratos, y los contratos sólo son posiblessi ya hay derechos de propiedad no contractualmenteadquiridos. Los contratos son acuerdos entre

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entidades físicamente independientes basados en elreconocimiento mutuo del derecho de propiedad decada contratante sobre cosas adquiridas antes delacuerdo y que conciernen a la transferencia de esostítulos de propiedad desde un propietario específicoanterior a un propietario o propietarios específicosposteriores.

Sobre la primera objeción de Osterfeld, no heescrito que los objetivos fundamentales de laeconomía y filosofía política sean “complementarios”.Lo que he dicho es que son diferentes. Nadie queintente responder a '¿Qué es justo?' estálógicamente obligado a insistir que su respuesta debetambién contribuir a la mayor producción posible deriqueza (al menos, ¡no digo en ningún sitio que existatal deber lógico!). Por tanto, no es una objeción válidaa mis comentarios sobre la relación entre laeconomía política y la economía que Hobbes,Rousseau, y otros sugieren que los sistemas políticosno incrementan la riqueza sino la escasez. Suafirmación de que tales sistemas son justos no puedehacerse buena, porque como resulta, la única éticaque puede justificarse de hecho ayuda a maximizarla producción de riqueza. Por suerte, esto es así. Nocambia lo más mínimo el hecho de que la economíay filosofía política estén preocupadas de asuntostotalmente diferentes.

Esta y sólo esta ha sido mi tesis: mientras losfilósofos políticas como tales no necesitanpreocuparse con el problema de aliviar la escasez, laeconomía y filosofía política tienen en común elhecho de que sin escasez ninguna de las dosdisciplinas tendría sentido alguno. ¡No habríaconflicto interpersonal sobre nada, y no seplantearían preguntas sobre qué normas debenaceptarse como justas para evitar tales posibles

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conflictos! No es descabellado decir que los filósofospolíticos han estado invariablemente preocupadoscon la asignación de derechos de control exclusivosobre bienes escasos. Tal es el caso cuando unLockeano propone aceptar la ética de la propiedadprivada, y no es menos cuando un Hobbesianosugiere, en vez de eso, hacer a alguna persona elFührer supremo, cuyas órdenes deben ser seguidaspor todos los demás.

II. UTILITARISTAS Y RANDIANOS VS. LA RAZÓN0

No es posible ni vale la pena responder a todos los puntosya mencionados en la discusión anterior. Me concentraré enaquellos críticos que atacan más vehementemente miargumento—todos ellos utilitarios de algún tipo. Comentaréentonces brevemente sobre el tipo de reacción Randiana.

Sorprendentemente, Friedman, Yeager, Steel,Water, Virkkala y Jones creen que no he tenido encuenta el hecho de que todas las sociedadesexistentes son mucho menos que libertarias (que hayesclavitud, gulags, o que los maridos poseen a susesposas, etc.) y que esto de alguna manera invalidami argumento. Obviamente, difícilmente hubieseescrito este artículo si mi opinión fuese que ellibertarismo ya prevaleciese en el mundo. Por tanto,debería haber sido claro que es precisamente estecarácter no libertario de la realidad el que me motivaa mostrar algo un tanto diferente: por qué tal estadode las cosas no puede justificarse. Citar hechoscomo la esclavitud como contraejemplo está a la parde refutar la prueba de que 1+1=2 al señalar que

0 Respuesta a “Symposium on Hoppe’s Argumentation Ethic,”Liberty (Noviembre, 1988).

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alguien considera que 3 es una respuesta — igual deridículo.

Para reafirmarme: El que algo sea o no verdadero,falso o indecidible; el que algo esté o no justificado; loque se requiere para justificarlo; si yo, misoponentes, o ninguno tiene razón — todo ello debedecidirse en el curso de la argumentación. Estaproposición es cierta a priori, porque no puedenegarse sin afirmarla en el acto de negarla. Uno nopuede argumentar que no argumenta, y uno nopuede disputar saber lo que significa plantear quealgo sea cierto sin implícitamente afirmar al menosque la negación de esta proposición es cierta.

Esto ha sido denominado “el a priori de laargumentación”, y es por el estado axiomático deesta proposición, análogo al “axioma de la acción” dela praxeología, por lo que he invocado a Mises en miartículo. (La indignación de Virkkala con esto ledescalifica porque explícitamente digo que el propioMises pensaba que lo que yo estaba intentandohacer era imposible. Más aún, es su entendimientode Mises el que es gracioso. Aunque es cierto que lapraxeología habla sobre marginalismo, no esobviamente el caso de que la praxeología comocuerpo de proposiciones esté afectada porelecciones marginales. La praxeología contieneproposiciones universalmente verdaderas, y sidecidimos o no aceptarlas no les afecta en absoluto.Y obviamente no es diferente cuando se trata deproposiciones éticas. Virkkala podría también atacara Mises por una “retirada del marginalismo” porafirmar que la praxeología es cierta.)

Con el a priori de la argumentación establecidocomo un punto de partida axiomático, se deduce quecualquier cosa que se presuponga en el acto dehacer proposiciones no puede disputarse

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proposicionalmente de nuevo. No tendría sentidopedir una justificación de las presuposiciones quehacen posible la producción de proposiciones consentido. En vez de eso, deben considerarse comodefinitivamente justificadas por todo hacedor deproposiciones. Cualquier contenido proposicionalespecífico que dispute su validez incurre en unacontradicción performativa (en el sentido explicadopor David Gordon), y por tanto, también se vefalsado.

La ley de contradicción es una proposición así.Uno no puede negar esta ley sin presuponer suvalidez en el acto de negarla. Pero hay otrapresuposición así. Las proposiciones no sonentidades sueltas. Requieren de un hacedor deproposiciones que para producir cualquierproposición que clame ser cierta necesita tenercontrol exclusivo (propiedad) sobre algún medioescaso definido en términos objetivos y apropiados(puestos bajo control) en puntos definidos del tiempoa través de acción de apropiación original. Por tanto,cualquier proposición que dispute la validez delprincipio de apropiación original o que afirme lavalidez de algún principio diferente incompatible seríafalsada por la ley de contradicción de la mismamanera que la proposición “la ley de contradicción esfalsa” se vería contradicha por el propio hecho deafirmarla. Como presuposición praxeológica delhacer proposiciones, la validez del principio deapropiación original no puede serargumentativamente disputada sin caer en unacontradicción performativa. Cualquier otro principiode adquisición de propiedad puede entonces serentendido — reflectivamente — por cada hacedor deproposiciones como en última instancia incapaz dejustificación proposicional (Nótese, en particular, que

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esto incluye toda propuesta que afirme que estájustificado restringir el rango de objetos que puedanser apropiados originalmente. Yerra porque una vezse admite como justo el control exclusivo sobrealgunos bienes apropiados originalmente, se haceimposible justificar cualquier restricción al proceso deapropiación original — excepto uno autoimpuesto —sin caer en una contradicción. Porque si elproponente de tal proposición fuese consistente,tendría control justificado sólo sobre algunos mediosfísicos que no podría emplear para posteriorapropiación original. Obviamente, no podría interferircon el proceso de apropiación original de otrossimplemente por su propia falta de medios físicospara hacer algo al respecto de forma justificada. Perosi interfiriese, estaría entonces inconsistentementeextendiendo sus derechos de propiedad más allá desus medios apropiados originalmente de forma justa.Más aún, para justificar esta extensión tendría queinvocar un principio de adquisición de propiedadcompatible con el principio de apropiación originalcuya validez ya habría tenido que admitir.)

Mi argumento, pues, afirma ser una prueba deimposibilidad. No es, como los mencionados críticosparecen pensar, una prueba que pretende mostrar laimposibilidad de ciertos eventos empíricos tal quepueda ser refutada por experiencia empírica. En vezde eso, es una prueba de que es imposible justificarprincipios de propiedad no libertariosproposicionalmente sin caer en contradicciones. Sinimportar el valor que tal cosa pueda tener (y volverésobre esto en breve), debería ser claro que laevidencia empírica no tiene nada que ver con ello. ¿Yqué si hay esclavitud, gulag o impuestos? La pruebaconcierne al problema de afirmar que talesinstituciones pueden ser justificadas involucra una

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contradicción performativa. Es puramente intelectualen su naturaleza, como las pruebas lógicas,matemáticas o praxeológicas. Su validez, como la deéstas, puede establecerse independientemente decualquier experiencia contingente. Tampoco suvalidez se ve afectada, como varios críticos — comoWaters — parecen pensar, por lo que la genteprefiera, favorezca, entienda o consensúe sobre ello,o si están o no involucrados en una argumentación.

Dado que consideraciones como estas sonirrelevantes a la hora de juzgar la validez de unaprueba matemática, por ejemplo, también sobranaquí. De la misma manera que la validez de unaprueba matemática no está restringida al momentoen el que se prueba, la validez de la teoría libertariade propiedad no está limitada a instancias deargumentación. Si es correcta, el argumentodemuestra su justificación universal (De todas lascríticas utilitarias, sólo Steele acepta el desafío queles había planteado: que la asignación de derechosde propiedad no puede ser independiente decualquier consecuencia posterior porque en estecaso nadie podría saber antes de la consecuencia sisu acción está justificada o no; y que al apoyar unaposición consecuencialista, el utilitarismo no es[estrictamente hablando] ético y no logra responder lapregunta decisiva “¿Qué tengo justificado hacer?”Steele resuelve este problema de la misma maneraen la que procede a lo largo de su comentario:malinterpretando lo que es. Entiende erróneamentemi argumento como sujeto a pruebas empíricas ydice erróneamente que afirma mostrar que“Favorezco una ética libertaria” se deduce de “Estoydiciendo algo”, mientras que de hecho afirma que deforma totalmente independiente de lo que la gentefavorezca o aborrezca, “la ética libertaria tendrá una

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justificación proposicional definitiva” se deduce de“Afirmo tal y tal como válido, es decir, capaz dejustificación proposicional.” Su respuesta al problemaconsecuencialista es otra “genialidad”: No, diceSteele, el consecuencialismo no debe involucrar unaética praxeológicamente absurda de esperar-al-resultado. Su ejemplo: Algunas reglas se apoyaninicialmente, luego se implementan y luego seajustan dependiendo de los resultados. Aunque estoes de hecho un ejemplo de consecuencialismo, nologro ver cómo da una respuesta a “¿Qué tenemosjustificado hacer ahora?” y escapar por tanto de losabsurdos de la ética de esperar-al-resultado. El puntode partida no está justificado [¿Qué regla? ¡No sóloel resultado depende de esto!]; y el procedimientoconsecuencialista tampoco está justificado. [¿Por quéno adoptar reglas y aferrarse a ellas sin importar elresultado?] La respuesta de Steele a la pregunta“¿Qué tengo justificado hacer?” es “depende de conqué reglas empieces, luego del resultado al que estolleve, y finalmente de si te importa o no tal resultado.”Lo que sea esto, no es ética.)

La reacción desde el otro lado Randiano,representada por Rasmussen, es diferente. Tienemenos dificultades para reconocer la naturaleza demi argumento pero me pregunta a su vez “¿Y qué?¿Por qué debería una prueba a priori de la teoríalibertaria de propiedad marcar alguna diferencia?¿Por qué no agredir de todas formas?” ¡¿Que porqué?! Pero entonces, ¿Por qué marca algunadiferencia la prueba de que 1+1=2? Uno puedeciertamente actuar sobre la creencia de que 1+1=3.La respuesta obvia es “porque la justificaciónproposicional exista para hacer una cosa, pero nopara otra”. Pero por qué deberíamos ser razonableses la siguiente pregunta. Y nuevamente, la respuesta

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es obvia. A fin de cuentas, porque sería imposibleargumentar contra ella; y además, porque elproponente que plantee esta pregunta estaríaafirmando el uso de razón en su acto de cuestionarla.Esto puede que no sea suficiente y todos sabemosque no lo es, ya que incluso si la ética libertaria y elrazonamiento argumentativo deben ser consideradoscomo definitivamente justificados, esto no impide quela gente actúe basándose en creencias injustificadasen su lugar porque no saben, no les importa, oprefieren no saber. No logro ver por qué esto deberíaser sorprendente o que esto haga la prueba dealguna manera defectuosa. Más que esto no puedehacerse mediante el argumento proposicional.

Rasmussen parece pensar que si puedoconseguir derivar un “debería” de algún sitio (algoque Yeager afirma que estoy intentando haceraunque explícitamente lo niego), entonces las cosasmejorarían. Pero esto es simplemente una esperanzailusoria. Incluso si Rasmussen hubiese probado laproposición de que uno debería ser razonable ydebería actuar acorde a la ética de la propiedadlibertaria, esto sería otro argumento proposicionalmás. No te asegura que la gente hará lo que debierahacer de la misma manera que mi prueba nogarantiza que lo harán esté justificado. ¿Dónde estála diferencia, y por qué todo este escándalo? Hayuna diferencia entre establecer una afirmación deverdad e infundir un deseo de actuar según la verdad— con “debería” o sin él. Es genial ciertamente si laprueba puede infundir este deseo. Pero incluso si nolo hace, este hecho no puede usarse contra ella.Tampoco le quita nada de mérito si en algunos omuchos casos unas cuentas afirmaciones utilitariastienen más éxito a la hora de persuadir a alguien delas ideas libertarias que mi prueba. Una prueba sigue

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siendo una prueba y la psicología social sigue siendopsicología social.

III. ¿INTIMIDACIÓN POR ARGUMENTAR?

Loren Lomasky se vio intimidado y enfurecido por mi libro ATheory of Socialism and Capitalism. Empezando porque ellibro es más ambicioso de lo que su libro indica. “Es”, selamenta, “nada menos que un manifiesto para unanarquismo sin límites”. Sea. ¿Y qué? Como explico en ellibro, aunque convenientemente Lomasky no lo mencione, elanarquismo sin límites no es nada más que el nombre paraun orden social de derechos de propiedad sin límites, esdecir, del derecho absoluto a la autopropiedad y el derechoabsoluto a apropiarse de recursos no previamente poseídos,de emplearlos para cualquier propósito uno crea necesarioen tanto esto no afecte a la integridad física de los recursosapropiados por otros de igual manera, y de entrar encualquier acuerdo contractual con otros propietarios que seconsidere mutuamente beneficioso. ¿Qué tiene de horribleesta idea? Empíricamente hablando, la teoría de propiedadconstituye el núcleo duro del sentido intuitivo de justicia de lamayoría de la gente y por tanto es difícil llamarlarevolucionaria. Sólo alguien que apoye la limitación de losderechos de propiedad se ofendería, como hace Lomasky,con mi intento de justificar una economía puramente basadaen la propiedad privada.

Lomasky no sólo está enfurecido con misconclusiones, no obstante. Su ira se ve agravadaporque no sólo intento dar prueba empírica de ellas,sino una prueba rigurosa, dice Lomasky, “validadapor la razón pura y libre de la contaminación decualquier observación empírica.” No es sorprendenteque un oponente de los derechos de propiedad sinlímites, como Lomasky, encuentre este hechodoblemente ofensivo. ¿Pero qué hay de malo en la

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idea de teorizar a priori en la economía y la ética?Lomasky señala que existen intentos fallidos deconstruir teorías a priori. ¿Pero y qué? Eso hablasólo de esas teorías. Más aún, presupone laexistencia de un razonamiento a priori en que larefutación de una teoría a priori debe ser también unaprueba. Para Lomasky, no obstante, nada salvo lahipérbole intelectual puede ser posiblementeresponsable de “desechar la carretera del empirismo,volando con Kant y von Mises por el reino de lasnecesidades a priori.” Un libro sobre economía ofilosofía política, pues, nunca debería llevar aconclusiones no ambiguas sobre lo que hacer o quénormas seguir. Todo debería dejarse vago y en unaetapa no operacional del desarrollo conceptual, ynadie debería nunca intentar probar nada sino seguirel siempre abierto de mente método empirista deprueba y error, de conjeturas tentativas, derefutaciones y de confirmaciones. Tal, para Lomasky,es el camino correcto, la carretera humilde por la queuno debe viajar. Ciertamente, muchos filósofospolíticos contemporáneos parecen haber seguido sinreservas este consejo en su camino hacia la fama.Yendo por la carretera elevada en su lugar, presentouna tesis no ambigua, afirmada en términosoperacionales e intento demostrarla medianteargumentos axiomático-deductivos. Si esto hace demi libro el insulto definitivo en algunos círculosfilosóficos, mucho mejor. Aparte de otras ventajas,como que este podría ser el único método apropiadode investigación, al menos fuerza a uno a decir algoespecífico y a abrirse al criticismo lógico-praxeológicoen vez de producir, como Lomasky y otros viajerosde la carretera humilde, palabrería carente designificado y no operacional.

Además de tener un problema con la arrogancia

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de uno que escribe un libro que presenta una tesispraxeológicamente significada y fácilmenteentendible sobre los problemas centrales de laeconomía y filosofía política, y que defiendevigorosamente hasta el punto de excluir otrasrespuestas como falsas, Lomasky tiene otros puntosque atacar. Como pudiera esperarse de unintimidado conductor de la carretera humilde, soncríticas o no sistemáticas y baratas o que muestranuna total falta de comprensión del problema.

Se me critica por no prestar suficiente atención aQuine, Nozick y a cuerpos enteros de pensamientofilosófico. Quizá sea así, aunque Nozick, si bien enun pie de foto como Lomasky dice indignado, es dehecho sistemáticamente refutado. No obstante, a unole gustaría saber por qué eso marca diferenciaalguna para mi argumento. Es fácil que a uno se leocurran sugerencias de lectura estos días. Se mecritica por malinterpretar a Locke al no mencionar sufamosa condición, pero no me ocupo de unainterpretación de Locke. Construyo una teoríapositiva y al hacerlo empleo ideas Lockeanas; yasumiendo mi teoría correcta por motivos dialécticos,no hay duda sobre mi veredicto respeto a sucondición. Es falso, y es incompatible con el principiode apropiación original como pilar central de la teoríade Locke. Lomasky no demuestra que no es así. Lemolesta mi disolución del problema de los bienespúblicos como un pseudo-problema sin mencionar mipunto central sobre el asunto, es decir, que la nociónde clases objetivamente distintas de bienes privadosvs. Públicos es incompatible con la economíasubjetivista y por tanto debe ser desechada junto contodas las distinciones en ello basadas. Encuentra miargumento en apoyo de la tesis de la siempre-optimalidad de los mercados libres escaso porque

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deben confiar en la asunción de “la universaloptimalidad de las transacciones voluntarias” Debende hecho. Nunca he afirmado lo contrario. Pero estaafirmación resulta ser verdad — de hecho, comoargumento, indiscutiblemente cierta, ¿Entoncesqué?, ¿¡O va Lomasky a emprender la tarea dedemostrarla su falsedad?! Cómo me atrevo — enuna nota a pie de página — a criticar a Buchanan yTullock por emplear la neolengua Orwelliana, sequeja Lomasky. Sólo que olvida mencionar que doyrazones bastante específicas de esta caracterización:entre otras, el uso de la noción de acuerdos“conceptuales” y contratos en su intento de justificarun estado cuando acorde al habla ordinaria talesacuerdos y contratos son no acuerdos y no contratos.¡No contratar significa contratar! Similarmente, pormis oh-tan-faltos-de-respeto comentarios sobre lasteorías de propiedad estilo Chicago, doy razones (suasunción de la mensurabilidad de la utilidad, porejemplo), que Lomasky simplemente suprime. Elresto, sobre mi teoría de la justicia, es o malacomprensión o una deliberada mala representación.Da la lectura de la reconstrucción que hace Lomaskyde mi argumento central, que reveladoramente noemplea citas directas, nadie podría apreciar suprincipal punto fuerte y estructura. Sin escasez nohay conflicto interpersonal y por tanto tampococuestiones éticas (¿Qué tengo justificado hacer y quéno?). Los conflictos son el resultado de derechosincompatibles sobre recursos escasos, y sólo hayuna manera posible de escapar de tales problemas:a través de la formulación de reglas que asignenderechos de propiedad mutuamente excluyentessobre recursos escasos y físicos tal que sea posiblepara los diferentes actores actuar simultáneamentesin generar conflictos. (Como muchos filósofos

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contemporáneos, Lomasky no da indicación de quehaya comprendido el punto elemental aunquefundamental de que cualquier filosofía política que noesté construida como una teoría de derechos depropiedad yerra enteramente en su objetivo y quedebe ser descartada desde el principio comopalabrería praxeológicamente carente de sentido.)

No obstante, la escasez y la posibilidad deconflictos no son suficientes para la emergencia deproblemas éticos. Obviamente, uno podría tenerconflictos sobre recursos escasos con un animal,pero nadie consideraría resolver tales problemasmediante la proposición de normas de propiedad. Entales casos evitar esos conflictos es meramente unproblema técnico, no ético. Para que se convierta enético, es necesario que los actores en conflicto seancapaces, en principio, de argumentar. (El ejemplo delmosquito de Lomasky es absurdo entonces: Losanimales no son agentes morales, porque sonincapaces de argumentar. ¡Mi teoría de la justicianiega explícitamente su aplicabilidad a los animales,y de hecho implica que no tienen derechos!)

Además, el que no pueda haber problemas deética sin argumentación es indisputable. No sólo heestado argumentando todo este tiempo, sino que esimposible, sin caer en contradicción, negar que el siuno tiene derechos o no, o de cuáles sean, es algoque debe decidirse en el curso de la argumentación.Por tanto, no hay justificación ética de nada, salvo sies argumentativa. Esto es lo que se ha venido allamar “el a priori de la argumentación.” (¡Lomasky noha entendido nada de esto, y no parece estar al tantodel estatus axiomático de esta proposición, es decir,del hecho de que la argumentación a priori da unpunto absoluto de partida no requiere de mayorjustificación!)

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Argumentar es una actividad y requiere el controlexclusivo de una persona sobre recursos escasos (elcerebro de uno, cuerdas vocales, etc.). De formamás específica, mientras haya argumentación, hayreconocimiento mutuo del control exclusivo sobretales recursos. Es esto lo que explica lacaracterística clave de la comunicación: que aunqueuno pueda no estar de acuerdo con lo dicho, siemprepodrá estar de acuerdo en que hay desacuerdo.(Lomasky no parece disputar esto. Afirma, noobstante, que meramente prueba el hecho dedominios múltiples de control exclusivos, no elderecho a la auto-propiedad. Yerra. Lo que [la ley decontradicción, por ejemplo] debe presuponerse entanto uno esté argumentando no puede serválidamente disputado porque es la propiaprecondición de la duda válida; por tanto, debeconsiderarse indisputable o válida a priori. De igualmanera, el hecho de la autopropiedad es laprecondición praxeológica de la argumentación.Cualquiera que intente probar o refutar algo debe serun autopropietario. Es una autocontradicción pediruna justificación más profunda para este hecho.Requerida, por necesidad, para toda argumentacióncon significado, la autopropiedad es un hechoabsoluta y en última instancia definitivamentejustificado.)

Finalmente, si los actores no tuviesen derecho aposeer recursos físicos aparte de sus cuerpos, y siellos como agentes morales —categóricamentediferentes de los mosquitos de Lomasky — siguiesenesta prescripción, estarían muertos y no habríaproblemas en absoluto. Para que los problemaséticos existan, la propiedad sobre otras cosas debeestar justificada. Además, si uno no puede apropiarsede otros recursos a través de apropiación original, es

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decir, Usándolos antes de que nadie más lo haga, osi el rango de objetos apropiables originalmentefuese de alguna manera limitado, esto sólo seríaposible si la propiedad se pudiese adquirir por merodecreto en vez de por acción. No obstante, esto novale como solución al problema de la ética, es decir,de evitar conflictos, incluso en términos puramentetécnicos, ya que no permitiría a uno a decidir quéhacer si tales afirmaciones declarativas resultasenser incompatibles. Más decisivo aún, seríaincompatible con la ya justificada autopropiedad, yaque si uno pudiese apropiarse de recursos pordecreto, implicaría que puede decretar que el cuerpode otra persona es suyo. Por tanto, cualquier queniegue la validez del principio de apropiación original— cuyo reconocimiento está implícito cuando dospersonas argumentan y respetan mutuamente elcontrol exclusivo sobre sus cuerpos — contradiría elcontenido de su proposición a través del propio actode enunciarla. (En un ataque de genialidad, Lomaskyencuentra un error en el hecho de que la primeraparte de este argumento no de justificación para laapropiación original ilimitada. Cierto. Pero tampocoafirma hacer tal cosa. La segunda parte — elargumentum a contrario — lo hace. Sobre miargumento en su totalidad, Lomasky afirma que sólohe mostrado la validez del principio de no agresiónpara la argumentación en sí y no más allá… no seextiende al objeto de discusión. Como mucho, estaobjeción indica un fallo total a la hora de entender lanaturaleza de las contradicciones performativas: Si lajustificación de algo es justificación argumentativa, ysi lo que debe presuponerse en cualquierargumentación debe ser considerado comodefinitivamente justificado, entonces cualquierproposición que afirme su validez cuyo contenido sea

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incompatible con tales hechos definitivamentejustificados se ve en última instancia falsada alinvolucrar una contradicción performativa. Y eso esasí.)

El teorizar económico y filosófico es de hecho untrabajo serio.

IV. SOBRE LA INDEFENDIBILIDAD DE LOS DERECHOS DEL BIENESTAR0

David Conway afirma que mi argumento que pretendemostrar la ilimitada validez del principio de apropiaciónoriginal, es decir, La regla del primer-uso-primer-propietariosobre recursos no poseídos, dados por la naturaleza eserrónea, y que puede demostrar la posible defensa de losderechos del bienestar. No me ha convencido y afirmo quees su contraargumentación la que es errónea.

Aunque no tengo problema con su presentaciónde mi argumento, reiteraré brevemente mi prueba.En segundo lugar, señalaré los principales errores ensu respuesta. En tercer lugar, me gustaría ofreceruna explicación para el rechazo de Conway a miargumento como resultado de un malentendido muycomún sobre la lógica del razonamiento ético.

El hecho de que uno tenga o no derechos, y en elcaso de tenerlos, cuáles, sólo puede decidirse en laargumentación. Es imposible negar esto sin caer enuna contradicción. Argumentar requiere el controlexclusivo de una persona (propiedad) sobre recursosescasos (cerebro, cuerdas vocales, etc.). Negar estomeramente probaría este punto. Además, una

0Respuesta a David Conway, “A Theory of Socialism and Capitalism,” Austrian Economics Newsletter (Winter/Spring, 1990).

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persona debe haber adquirido esta propiedadsimplemente por virtud del hecho de que empezó ausar estos recursos antes de que nadie lo hiciera; sino, nunca podría decir o argumentar nada, paraempezar. Por tanto, cualquiera que niegue la validezdel principio de apropiación originaria al menos conrespecto a algunos recursos contradiría el contenidode su proposición a través del propio acto de hacerla.Por tanto, parece, hasta aquí estaría de acuerdoConway. Pero él impondría limitaciones sobre elrango de objetos que pueden ser legítimamenteapropiados originalmente. Desafortunadamente parael caso de Conway, una vez el control exclusivo dealgunos medios apropiados originalmente quedajustificado, se hace imposible justificar cualquierrestricción al proceso—excepto una autoimpuesta yvoluntaria—sin caer en contradicciones. Porque si elproponente de tal restricción fuese consistente,podría tener justificado el control sólo sobre algunos,aunque limitados, recursos escasos, que obviamenteno podría emplear para apropiación original adicional.Pero obviamente, no podría interferir con lasactividades apropiadoras de otros simplemente porsu propia falta de medios para hacer algo al respecto.Y si interfiriese, estaría (inconsistentemente)extendiendo sus reivindicaciones de propiedad másallá de sus recursos justamente apropiados. Másaún, para justificar su interferencia tendría queinvocar un principio de adquisición de propiedadincompatible con el principio de apropiación original:Tendría que afirmar (inconsistentemente) que unapersona que extienda su proceso de apropiaciónoriginal, y que lo haga acorde a un principio que nopuede ser considerado generalmente inválido, es, oal menos puede ser, un agresor (aunque al haceresto no podríamos decir que esta persona le haya

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quitado nada a la primera, ya que simplemente se haapropiado de recursos previamente sin propietario,es decir, cosas que nadie hasta ese punto habíareconocido como escasas y que cualquier podríahaberse apropiado si hubiese reconocido su escasezantes, incluyendo a cualquiera como Conway, aquien le importaba el destino de los que vengandespués y quiera preservar tales recursos para suposterior beneficio). Además, que una persona queinterfiere con tal acción y lo hace acorde a unprincipio que nadie puede considerar generalmenteválido está, o al menos puede estar, actuandolegítimamente (incluso aunque siempre le quitasealgo a aquellos cuyas apropiaciones habían ocurridoa costa de nadie).

El error central en el rechazo de Conway a esteargumento es que se niega a reconocer laincompatibilidad lógica de su idea de derechos delbienestar por un lado — la noción de que uno puedetener derechos sobre los recursos apropiados porotros — y del principio de apropiación original porotro. O la primera es correcta o lo es la segunda. Noobstante, la primera no puede ser correcta porquepara que alguien diga tal cosa debe presuponer lasegunda como válida. No puede haber tal cosa comoun derecho a la vida, entonces, en el sentido deConway de derecho a que otros mantengan la vidade uno. Sólo pueden existir el derecho a la propiedadde cada persona sobre su cuerpo y todo lo apropiadocon su ayuda, y a realizar intercambios mutuamentebeneficiosos con otros. Supongamos, por ejemplo,que soy un enfermo terminal y que la única maneraen la que puedo sobrevivir es conectando mi cerebroal de Conway. ¿Tiene el derecho a negarse? Creoque sí, y creo que él también. Pero él no tendría estederecho según el derecho del bienestar (asumiendo

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que su vida no se viese amenazada por taloperación), pero sólo sobre la base del principio deno agresión como precondición de la existencia deuno como un ser independiente físico capaz derazonar. Además, su afirmación de que los derechosdel bienestar son “tan objetivos” como aquellosimplícitos al mezclar la labor propia con recursosescasos (al contrario que mi tesis de que losanteriores son subjetivos, arbitrarios, verbales yderivados de la nada) es falaz. A través de laapropiación original, se crea un vínculo objetivo entreuna persona particular y un recurso particular. ¡¿Perocómo puede uno decir que mi necesidad puede darpie a un derecho sobre un recurso específico o sobreun propietario específico X en vez de Y o Z, si no mehe apropiado originalmente de ninguno ni los heproducido!? No sólo es la necesidad incapaz de seridentificada objetivamente o medida: ¿Quiéndetermina quién está o no necesitado? ¿Cada unopor sí mismo? ¿Y qué ocurre si no estoy de acuerdocon la consideración de otro sobre sí mismo? Lagente ha muerto de amor. ¿Tienen derecho a unamante-conscripto? La gente ha sobrevividocomiendo yerbas, ratas, cucarachas o la basura deotros. ¿No hay gente necesitada mientras hayasuficiente yerba o basura que comer? ¿Si no, porqué no? ¿Durante cuánto tiempo tiene que durar laayuda a los necesitados? ¿Para siempre? ¿Y quéhay de los derechos de los sosposeedores de todoesto, que quedarían permanentemente esclavizadospor los necesitados? ¿O qué ocurre si mi apoyo a losnecesitados ha hecho que yo caiga en la necesidad,o de alguna manera incremente mis necesidadesfuturas? ¿Aún tendría que sostenerles? ¿Y cuántotrabajo puedo esperar que los necesitados realicen acambio de mi soporte, dado el hecho de que nadie

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está tratando aquí de un empleo mutuamentebeneficioso o una relación voluntaria de caridad paraempezar? ¿Tanto como el necesitado considereapropiada?

Más aún, incluso si se superasen todas estasdificultades, quedarían otras porque la necesidad noconecta al necesitado con ningún recurso opropietario en particular, pero invariablemente debenser recursos concretos los que alivien susnecesidades. Los necesitados pueden estarnecesitados sin que sea culpa suya, pero los no-necesitados pueden estar no-necesitados sin quesea culpa suya también. ¿Entonces cómo pueden losnecesitados exigir sustento de mí en vez de ti?¡Ciertamente eso sería injusto conmigo en particular!De hecho, o el necesitado tiene un derecho contranadie en particular, que es lo mismo que decir que nolo tiene; o su derecho tendrá que tener como objetivoa todos los no-necesitados del mundo por igual.

¿Pero cómo pueden los necesitados hacer valereste derecho? A fin de cuentas, no tienen recursos.Para que esto sea posible, haría falta una agenciacon muchos recursos, que opere a escala mundial.Los propietarios de tal agencia tendrían que serclasificados como no-necesitados y por tanto notendrían un derecho directo sobre nadie.Supuestamente, sólo la necesitad crea talesderechos. De hecho, esta agencia tendría que serconsiderada uno de los principales deudores de losnecesitados, y podría solamente actuar contra otrosno-necesitados si hubiese pagado previamente suparte de deudas de bienestar y si los necesitados lehubiesen confiado contractualmente con tal tarea dedefender sus derechos. Por tanto, al problema delbienestar tendrá que esperar a que esta instituciónllegue para ser solucionado. Aún no ha llegado, y no

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hay nada que indique que vaya a hacerlo en unfuturo. Incluso si lo hiciera, los derechos del bienestarseguirían siendo incompatibles con el principio deapropiación original en tanto principioindisputablemente válido y axiomático.

La explicación para la negativa de Conway aaceptar la ética de la apropiación originria yace enuna concepción errónea de la naturaleza de la teoríaética. En vez de reconocer la ética como una teoríalógica, deductivamente derivada desde axiomasincontestables (como la praxeología), Conwayimplícitamente comparte un acercamiento popular,empirista-intuicionista (o instintivo) sobre la ética.Según él, una teoría ética es probada contraexperiencias morales tales que si la teoría daconclusiones que no encajen con las intuicionesmorales de uno, deberá ser descartada como falsa.No obstante, esta visión es totalmente errónea, ycomo ocurre en economía, el papel de la teoría y laexperiencia en la ética es casi precisamente loopuesto: Es la mismísima función de la teoría éticaproveer una justificación racional para nuestrasintuiciones morales, o mostrarnos por qué no tienental base y hacernos reconsiderar y revisar nuestrasreacciones instintivas. Por no decir que lasintuiciones nunca podrán jugar un rol en la tarea deconstruir la teoría ética. De hecho, conclusionesteóricas contraintuitivas pueden indicar un errorteórico. Pero si después de reexaminar la teoría y nose encuentran errores en los axiomas ni en lasdeducciones, son entonces las intuiciones propias lasque deben ser erróneas, no la teoría.

De hecho, lo que Conway señala como unaimplicación contraintuitiva de la ética de laapropiación original, y le conduce a rechazarla,puede ser interpretado de manera algo diferente. Es

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cierto, como dice Conway, que esta ética permitiríaque todo el mundo sea colonizado. ¿Y qué hay delos que vengan al mundo e esta situación que noposean nada más que sus cuerpos físicos? ¿Nopueden los apropiadores originales restringir accesoa su propiedad a estos recién llegados, y no seríaesto intolerable? No logro ver por qué.(Empíricamente, por supuesto, el problema no existe:¡Si no fuese por los gobiernos restringiendo el accesoa tierra no apropiada, aún habría mucha tierra vacíadisponible!)

Estos recién llegados normalmente comienzan a existir enalgún sitio como hijos de padres que son propietarios orentistas de tierras (si viniesen de Marte, y nadie les quisieseaquí, ¿qué problema hay?; asumen un riesgo al venir y siahora tienen que volver, ¡buena suerte!). Si los padres noproveen a los recién llegados, son libros de buscar por elmundo a empleadores, vendedores o contribuyentescaritativos, y una sociedad gobernada por la ética de laapropiación original sería, como admite Conway, la máspróspera posible! Si aún no pudiesen encontrar a nadie quequiera emplearles, apoyarles o comerciar con ellos, por quéno preguntar qué están haciendo mal, en vez de sentirsemal por ellos como hace Conway? Aparentemente ellosdeben ser personas intolerablemente desagradables ydeberían recapacitar o no merecerán otro tratamiento. Tal,de hecho, sería mi propia reacción instintiva.

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