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    F l o r e n t M a r c e l l e s i

    Ecologa poltica:gnesis, teora y praxis

    de la ideologa verde

    F l o r e n t M a r c e l l e s i

    Ecologa poltica:gnesis, teora y praxis

    de la ideologa verdeFlorent Marcellesi ([email protected]) es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos del Instituto Nacional de Ciencias

    Aplicadas de Lyn (Francia) y urbanista por el Instituto de Ciencias Polticas de Pars. Especialista en cooperacininternacional (postgrado en el Instituto Hegoa, Bilbao), conjuga su trabajo en temas de sostenibilidad y participacin

    ciudadana con una intensa actividad en el movimiento verde vasco, espaol, francs y europeo. Socio de Bakeaz, miembro delcomit de redaccin de la revista francesa de ecologa poltica EcoRevy coordinador del centro EcoPoltica, escribe artculos

    para diferentes peridicos y revistas sobre temas relacionados con la ecologa poltica, el medio ambiente, cuestiones europeas einternacionales, etc. Entre otros, ha publicado Andr Gorz vive, la lucha ecologista sigue (Ecologa Poltica, 2007),

    Desarrollo, decrecimiento y economa verde (The Ecologist para Espaa y Latinoamrica, 2007) o Nicholas Georgescu-

    Roegen, padre de la bioeconoma (Ecologa Poltica, 2008). En el marco de su labor en Bakeaz, investiga sobre laincorporacin terica y prctica de la sostenibilidad en la cooperacin internacional.

    Frente a la aguda crisis ecolgica, hasta qu punto estamos presenciando, con la ecologa poltica, el nacimiento de una nuevaideologa? A esta pregunta intenta contestar este cuaderno a travs del anlisis de la gnesis, teora y praxis de la ideologa

    verde, entendida como un sistema de pensamiento poltico global. Tras situar sus races y mitos fundacionales en la dcada delos aos sesenta, pone en su contexto histrico una visin del mundo que ha dado a luz, entre otras organizaciones, a los

    partidos verdes, y que gira principalmente en torno a la dialctica productivista/antiproductivista. Segn el autor, este ejeal convertirse en central y estructurante implica reconsiderar el panorama sociopoltico heredado de la divisin binaria

    izquierda/derecha. De este modo, si el medio ambiente pasa a ser uno de los factores ms determinantes de las luchas yconflictos sociales actuales y futuros, la ecologa poltica adquiere autonoma como modelo ideolgico y poltico y podra

    convertirse en un nuevo referente de los movimientos transformadores.

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    CUADERNOS

    BAKEAZ

    bakeari buruzko dokumentazio eta ikerkuntzarako zentroacentro de documentacin y estudios para la paz

    MOVIMIENTOS

    SOCIALES

    Introduccin

    En el mundo entero, el movimiento ecologista rene a muydiversos movimientos sociales, como asociaciones, organi-

    zaciones no gubernamentales, plataformas ciudadanas oactivistas, etc. Pero tambin, desde los aos setenta, hansurgido partidos polticos que se afirman como la correa detransmisin del movimiento social ecologista. Estos parti-dos as como la parte del movimiento social que se iden-

    NDICE

    1. Introduccin 1

    2. La gnesis ecologista 2

    3. La ecologa poltica: una ideologa global

    y transformadora 4

    4. Los partidos verdes en la arena poltica: de la teora

    a la prctica 7

    5. A modo de conclusin: es la ecologa poltica de

    izquierdas? 10Notas 13

    Bibliografa 14

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    tifica con ellos se refieren a la ecologa poltica para defi-nir su ideologa comn. Mucho se ha debatido acerca de sila ecologa poltica se puede definir como ideologa o sirepresenta un conjunto de valores que, adems, se puedenincorporar a es decir, pueden reverdecer y actualizarotras ideologas reconocidas y asentadas. En este estudio,siguiendo los pasos de Andrew Dobson, se establece la

    hiptesis de que se puede describir y evaluar la ecologapoltica como un conjunto de ideas con respecto al medioambiente, las cuales pueden ser consideradas propiamentecomo una ideologa: la ideologa del ecologismo (1997: 21).Como se intentar demostrar, la ecologa poltica conformauna ideologa global que responde a las tres caractersticasque plantea Dobson:

    En primer lugar, [las ideologas] deben promover unadescripcin analtica de la sociedad: un mapacompuesto por puntos de referencia que permita a sususuarios orientarse en el mundo poltico. Comosegunda caracterstica, deben prescribir una formaparticular de sociedad empleando creenciasacerca de la condicin humana que sostiene y

    reproducen opiniones acerca de la naturaleza de lasociedad prescrita. Finalmente, deben proporcionar unprograma de accin poltica, o mostrar cmo llegar,desde la sociedad en que vivimos actualmente, a laprescrita por la ideologa en cuestin. (1997: 23)

    Adems, se deja claro desde el principio que el eco-logismo poltico no se puede resumir en consideracionesde medio ambiente, y menos an confundirse con el me-dioambientalismo . Mientras que este segundo trmino sevislumbra como soluble en otras ideologas o como meroacompaamiento de otros enfoques ideolgicos, las apor-taciones tericas de Illich, Gorz, etc., manifiestan que laecologa poltica es una herramienta radical y holstica detransformacin social. Por lo tanto, a pesar de ser todava

    muy desconocida en Espaa, y a menudo reducida a unode sus componentes como es el ecosocialismo, la ecologapoltica se entiende como un sistema de pensamiento pol ticoglobal y autnomo que responde a unas necesidades histricasconcretas.

    En el segundo apartado, tras esta breve introduccin,se explora el camino recorrido por la ideologa verde, suscuestionamientos existenciales y sus mitos fundacionales.Se hace especial hincapi en la inflexin fundamental queconoce en los aos sesenta el movimiento ecologista y queconlleva una apertura y ampliacin de sus reivindicacio-nes hacia aspectos sociales, culturales, econmicos y tecno-lgicos, es decir, hacia una cosmovisin ecologista. A conti-nuacin se aborda el marco terico y conceptual de laecologa poltica para entender sus pautas ideolgicas

    bsicas. Se presenta la ecologa poltica como una crticatransformadora de la sociedad productivista y comoaccin poltica en busca de sentido y radicalidad democr-tica. Se trata de definir su visin global de la sociedad y desu futuro as como sus planteamientos sobre las relacionesentre seres humanos, de las relaciones entre stos y suentorno natural y de las actividades productivas humanas.En el cuarto apartado se examina el crecimiento de los pri-meros partidos verdes y su anclaje en el mbito polticoglocal, para lo cual se analiza la propagacin del ecologis-mo poltico en el mundo y su paulatina institucionaliza-cin y contradicciones a travs de su participacin enlos gobiernos. A modo de conclusin se cuestiona el posi-cionamiento de la ecologa poltica en el tablero polticoheredado de la oposicin clsica entre izquierda y derecha,

    teniendo en cuenta un escenario donde el eje productivis-mo/antiproductivismo implica repensar las divisiones tra-dicionales del panorama poltico. El trabajo concluye conuna discusin acerca de las relaciones entre la ecologapoltica y el (eco)socialismo.

    La gnesis ecologista

    Un movimiento en el cual la poltica signifique el poder

    de amar y el poder de sentirnos unidosen la nave espacial Tierra

    Petra Kelly

    En comparacin con las ideologas dominantes de los siglosXIX y XX, se puede considerar la ecologa poltica como unaideologa joven. Como veremos en este apartado, a pesar deuna larga trayectoria de movimientos de defensa de la natu-raleza desde la primera revolucin industrial, el nacimientodel ecologismo como ideologa se ubica ms bien en la dca-da de los sesenta, con un punto de inflexin fundamental enlos acontecimientos de 1968. Porque mientras que los defen-sores de la naturaleza del siglo XIX se quedaron principal-mente en consideraciones estticas sin criticar el trasfondoestructural de la crisis ecolgica que se avecinaba, el ecolo-gismo se interroga sobre el progresismo, como postuladono criticado y como legitimacin, casi tautolgica, de la con-ducta de las sociedades industriales modernas. Al introducirel concepto de supervivencia humana, la ecologa poltica desa-rrolla un anlisis crtico del funcionamiento y de los valoresde nuestras sociedades industriales y de la cultura occiden-tal. Para que nazca un conjunto ideolgico holstico y cohe-rente, esta crtica del industrialismo y de la modernidadprecisa superar la visin romntica de la naturaleza y lacosmovisin cartesiana y determinista. Adems, para con-vertirse en un movimiento aglutinador, necesita unos mitosfundacionales cuyas referencias y valores permitan que lasdiferentes corrientes de la familia ecologista se sientan iden-tificadas con un sustrato comn.

    De la esttica a la supervivencia

    Las primeras huellas de movimientos organizados en pro dela conservacin de la naturaleza se pueden encontrar en lasegunda mitad del siglo XIX en Inglaterra, y por extensin entodo el Imperio britnico. No es de extraar que la explota-cin abusiva de la naturaleza por parte de la incipienteindustrializacin creara entonces un espacio favorable parael desarrollo de las ciencias naturales. Sin embargo, mientrasque el movimiento ecologista se caracterizar a partir de losaos sesenta por su carcter social transformador, el concep-to deproteccin de la naturaleza hace referencia entonces sobretodo a valores estticos y romnticos. Por ejemplo, durantelos aos 1840-1850 varios centenares de sociedades de histo-

    ria natural se dedican a la prctica y contemplacin delcampo, y se legisla para proteger la esttica de los paisajes.La conservacin del paisaje se caracteriza as por la creacinde parques naturales como el de Yellowstone, en los EstadosUnidos (1872), seguido de numerosos ejemplos en el Imperiobritnico,1 de la instauracin del primer parque nacional deEuropa en Suiza en 1914, y de la declaracin del ParqueNacional de la Montaa de Covadonga en Espaa en 1917. Elfinal del siglo XIX est marcado tambin por el fuerte papeldesempeado por la lucha conservacionista contra el maltra-to animal y en particular contra las masacres de aves parausar sus plumas en la moda femenina.

    En poco tiempo estas reivindicaciones se vuelcan en con-tra de la sociedad moderna, de sus valores intrnsecos y de susustrato industrial. Si excluimos las aportaciones de socialis-tas minoritarios como John Stuart Mill o William Morris, lasdiferentes crisis vividas encuentran respuestas en herramien-tas socioeconmicas basadas en la bsqueda del crecimientoy el dominio continuo de la naturaleza. Es el caso del DustBowl, que se convierte en los Estados Unidos de la Gran

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    Depresin en uno de los mayores desastres ecolgicos desu historia. Adems de provocar la migracin de ms dedos millones de personas, estas tormentas de polvo eviden-cian que las malas prcticas agrcolas (como la sobreexplota-cin, la quema de campos, etc.), que slo buscan la rentabili-dad y la competicin sin freno, influyen en los equilibriosecolgicos. Para restablecer el balance ecolgico de la zona, el

    Gobierno federal realiza algunos ajustes medioambientales,

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    pero al mismo tiempo embarca al pas en su poltica delNew Deal, que fundamentalmente apuesta por fomentar elempleo, la produccin y el consumo a travs de una polticakeynesiana de inversiones pblicas, grandes infraestructurasy dominio de los recursos naturales. De igual manera, el finde la segunda guerra mundial abre las puertas al Plan Mar-shall, que busca favorecer la reconstruccin material y laentrada de Europa en la segunda revolucin industrial a tra-vs de una visinfordista caracterizada por una produccin yconsumo de masa (Viveret, 2002: 17). Enmarcado en una dia-lctica desarrollista y una competencia geopoltica a ultranzaentre el bloque capitalista y el comunista, este plan se suma aun esfuerzo mundial sin precedentes al servicio de la idea deprogreso. En su obra Las etapas del crecimiento y con un enfo-

    que determinista sin fisuras, Rostow distingue las fases porlas cuales tendra que pasar cualquier economa: a la sociedadtradicional no le queda ms remedio que despegar paraadentrarse en el camino del progreso hacia la madurez yentrar por fin en la era del consumo de masa (1961).

    En este contexto donde la racionalidad econmica delOccidente se erige en creencia cuasi-religiosa (Grinevald,1996: 30), la proteccin de la naturaleza se plantea comoun ajuste al margen de la ideologa dominante que ensalza lamodernidad y como una cruzada moral a favor de la estticay la conservacin del entorno natural y de la vida salvaje. Entorno a los aos sesenta, el ecologismo incipiente da un girocoperniano para centrarse en el entorno humano con untema radicalmente nuevo: la supervivencia de la especiehumana. A diferencia de los enfoques conservacionistas, el

    trmino supervivencia introduce el sentimiento de crisis, detemporalidad, y la concepcin del ser humano como parteintegrante de la biosfera. En su polmica obra Primaverasilenciosa, Rachel Carson considera que el ser humano est eninteraccin permanente con su medio ambiente. Utilizandoun discurso cientfico, recuerda que no puede extraerse de lni siquiera garantizar una supremaca sobre la naturale-za sin sufrir las consecuencias inmediatas y a largo plazo(Villalba, 2005). Nicholas Georgescu-Roegen, el padre de labioeconoma, lo resume de manera an ms cruda y polmi-ca: Cada vez que producimos un automvil lo hacemos acosta de una reduccin del nmero de vidas futuras (1996).

    Justamente la bioeconoma ataca las bases de la racionali-dad moderna, caracterizada por el papel de la ciencia econ-mica moderna y forjada en el paradigma mecanicista, el de

    Newton y Laplace. En otras palabras, nuestro mundo des-cansa en teoras y fenmenos atemporales, que no tienen encuenta los descubrimientos cientficos de Carnot, Clausius yDarwin que introducen un concepto central: la irrevocabilidad(Georgescu-Roegen, 1996: 352-353). La teora econmica noha incorporado la revolucin de la termodinmica y de labiologa y sigue viviendo en los principios del siglo XIX.3 Estosignifica que las actividades humanas se desarrollan alimen-tndose y a costa de la disipacin irrevocable de baja entro-pa, lo cual marca el lmite fsico de las sociedades industria-les y, por el carcter exosomtico4 de nuestra existencia, de laespecie humana en su conjunto (Marcellesi, 2008). En el terre-no tico y ante la crisis ecolgica, Xabier Etxeberria apela adistanciarse del antropocentrismo tecnocrtico nacidoen la edad moderna occidental con el papel destacado de

    Descartes, donde la naturaleza es sobre todo el objeto pro-puesto para nuestro dominio, para nuestro provecho, graciasa la tecnociencia, fuente de la felicidad de los seres humanos(1994: 2). Frente a una visin determinista del progreso y dela tcnica, se trata de superar la dialctica y oposicin clsica

    entre cultura y naturaleza a travs de una nueva alianzaentre seres humanos y naturaleza, segn la cual las socieda-des humanas no viven fuera de los ecosistemas sino que per-tenecen al mundo natural con el cual mantienen una relacinviva, retroactiva y dinmica (Prigogine y Stengers, 1983).

    No slo el hombre es un lobo para el hombre, sino tam-bin para la naturaleza y su biodiversidad, sustrato imprescin-dible de su reproduccin en el corto y largo plazo. Retomandoel concepto de Vladimir Vernadsky,5 el ser humano se ha con-vertido en una fuerza geolgica planetaria que, segn unosprincipios intocables de modernidad y progreso, es capaz deprovocar su propia extincin, lo que llevaba a Georgescu-Roe-gen a un pesimismo impactante: Tal vez el destino del serhumano sea una vida breve, ms febril, excitante y extrava-gante en lugar de una vida larga, vegetativa y montona(1996). Aunque este estilo catastrofista pertenece a la liturgia yretrica ecologista, las enseanzas de Carlson, Illich, Georges-cu-Roegen, Dumont, etc., se convertirn en el fundamento deun movimiento lleno de esperanzas, de fe en un futuro mejor,y cuyo paradigma encontramos en el ao 1968.

    1968 y otros mitos fundacionales

    del ecologismo

    En la lucha ecologista, el ao 1968 marca un punto de infle-xin o utilizando la terminologa de la teora del caos, msadecuada al estudio de la biosfera que el paradigma mecani-cista un punto crtico. En diferentes partes del planeta, lasrevueltas juveniles se componen de una masa heterogneade perfiles sociolgicos donde conviven pacifistas, feminis-tas, artistas, libertarios, medioambientalistas o autogestiona-rios en contra de la cultura del progreso ilimitado, consumis-ta, jerrquico y patriarcal. En el abanico de los movimientospor la autonoma destacan tambin los militantes que redes-cubren el mundo rural, que vinculan los trminos ecologa ycomunidad e inician un retorno a la tierra con prcticas y tc-nicas alternativas. Esta revolucin mundial de 1968, en lalnea del concepto de Wallerstein, marca una ruptura profun-da con los movimientos de la izquierda tradicional y la apa-ricin de nuevas aspiraciones transformadoras. Mientrassurge la represin, especialmente sangrienta en Mxico oPraga, el movimiento obrero principalmente masculino yde funcionamiento vertical desconoce en un primermomento estas revueltas hacia la emancipacin para luegosumarse a las protestas una vez iniciadas las huelgas en lasfbricas. Por ello, Gorz explica que el socialismo no tendrmejores resultados que el capitalismo si no favorece almismo tiempo la autonoma de las comunidades y de laspersonas: La expansin de esta autonoma est en el centrode la exigencia ecologista. Supone una subversin de la rela-cin de los individuos con sus herramientas, con su consu-mo, con su cuerpo, con la naturaleza (1982).

    Segn Daniel Cohn-Bendit, ayer lder del mayo de 1968 yhoy cabeza visible del movimiento verde europeo, la revolu-cin de 1968 no se puede definir como un movimiento ecolo-gista sino que porta las semillas y valores que posibilitarn elfuturo crecimiento del ecologismo. Siguiendo este anlisis, laecologa poltica surge como la prolongacin de las ideas de1968 (Gorz, 2008a: 93) y constituye uno de los principalesrecipientes de la revolucin de las conciencias polticas, delcuestionamiento existencial de esta poca (Cohn-Bendit,2008). Este cuestionamiento existencial nos recuerda, a travsde lemas como No trabajis nunca! o Vivir sin tiempomuerto, gozar sin trabas, la importancia del disfrute y delplacer frente a sociedades conservadoras y ahogadas en el tra-bajo-empleo alienante. De la misma manera, siguiendo lospasos de Keynes, que pensaba que el arte y la cultura debanprimar in fine, Georgescu-Roegen plasma que el verdaderoproducto del proceso [econmico] es un flujo inmaterial: elplacer de la vida (1996), mientras que Cohn-Bendit teorizael cambio poltico a travs del placer de participar en unmomento histrico pero crucial (2000: 60).

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    Florent Marcellesi Ecologa poltica: gnesis, teora y praxis de la ideologa verde

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    As, 1968 marca uno de los mitos fundacionales de la eco-loga poltica, condicin sine qua non de la construccin delimaginario colectivo ecologista. Este imaginario se plasmaen varios documentos fundadores del movimiento verdepoltico. Por ejemplo, Los Verdes mundiales insisten en lanecesidad de hacer partido con amistad, optimismo y buenhumor, sin olvidarnos nosotros mismos de disfrutar en elproceso (Carta de Camberra, 2001: punto 10.11). Mientrastanto, en los principios directores, el Partido Verde europeoestablece sus orgenes en la suma heterognea de movimien-tos medioambientalistas y antinucleares, de los activistas noviolentos, feministas, a favor de los derechos humanos, delmbito Norte-Sur y de la lucha contra la pobreza.

    Despus de 1968, la conciencia ecolgica se reforzar anms a travs de varios acontecimientos que entrarn a formarparte de lo que podramos denominar la mitologa ecologista.Adems de una serie de catstrofes ecolgicas difundidas porlos nuevos medios de comunicacin de masas como la televi-sin6 y tras los choques petroleros de octubre de 1973 y 1979,el hundimiento en 1985 por los servicios secretos francesesdel barco de Greenpeace, el Rainbow Warrior, conmocionafuertemente al mundo, y al ecologista en particular. Este aten-tado perpetrado por un Estado para evitar que se llevaran a

    cabo protestas en contra de las pruebas nucleares en el atolnde Mururoa (ocano Pacfico) pone de relieve, adems de laimpunidad de los criminales, la falta total de democracia ytransparencia en la imposicin tecnocrtica de la energanuclear tanto civil como militar. Apenas un ao ms tarde, enabril de 1986, ocurre la catstrofe de Chernbil, que marcatambin profundamente las mentes y refuerza an ms elimaginario colectivo ecologista, al evidenciar la globalizaciny la ausencia de fronteras para los problemas ecolgicos y susrepercusiones sociales. Ms que nunca la lucha contra la ener-ga nuclear, que comenz en los aos setenta, aparece comoun estmulo continuo para el movimiento verde y se posicio-na en el centro de sus reivindicaciones e historial activista, taly como lo resume Joaqun Fernndez:

    Ninguna otra ha conseguido rechazos tan unnimes ycontribuido tan decisivamente a la identidad ideolgica ya la cohesin organizativa del ecologismo espaol, cuyahistoria es, en buena parte, la historia de la protestanuclear. (1999: 99)

    Percibida como ejemplo del carcter transnacional de lacrisis ecolgica, como generadora de pobreza e inseguridady como paradigma de una sociedad autoritaria basada en unprogreso tecnolgico ciego, la lucha contra la energa nuclearse ha mantenido hasta la fecha como factor de identificacin yseal de identidad de la ecologa poltica. En su estudio de msde cincuenta programas de partidos verdes en el mundo,Garton resalta que el no a la energa nuclear es una cons-tante prioritaria consenso nico en el panorama polticoeuropeo y mundial y que ningn programa [verde] nisiquiera insina de manera encubierta que la energa nuclearpodra ser aceptable como un reemplazo para los combusti-bles fsiles (2008: 109).

    La ecologa poltica:una ideologa globaly transformadora

    Quien crea que el crecimiento exponencialpuede durar eternamente en un mundo finito,

    o es un loco o es un economista.Kenneth Boulding

    Basado en una literatura abundante y en acontecimientosque marcan puntos de referencia imprescindibles para el

    imaginario colectivo, la ecologa poltica se marca como obje-tivo convertirse, tanto en la teora como en la prctica, en unaalternativa global a la sociedad industrial, es decir, en unpensamiento crtico, global y transformador. Con la cada delmuro de Berln en 1989, qued patente si haca falta des-pus de Chernbil y dems escndalos en el bloque soviti-co la incapacidad del socialismo realmente existente de pro-

    veer democracia, justicia social y sostenibilidad ecolgica.Por otro lado, las miradas se concentran en el sistema socioe-conmico hegemnico actual, el sistema capitalista, que, apesar de su victoria geopoltica (aunque prrica en muchosaspectos vase Wallerstein, 2002), se muestra incapaz deresolver el incremento de las destrucciones medioambienta-les y las desigualdades sociales. Peor an: las polticas decorte neoliberal aplicadas a partir de principios de los aosochenta profundizan las crisis ecolgicas y sociales y no per-miten vislumbrar con facilidad una posibilidad de capitalismoverde. Frente a los dos sistemas dominantes y antagnicos delos ltimos siglos y ambos motor de la sociedad industrial, seafirma una tercera va ecologista basada en el rechazo al pro-ductivismo fuera de la dicotoma capitalista-comunista, esdecir, una nueva ideologa diferenciada y no subordinada a

    ninguno de los dos bloques, con un objetivo claro: cambiarprofundamente la sociedad.

    La ecologa poltica comoantiproductivismo

    A travs de sus crticas al crecimiento, al economicismo y ala tecnocracia, los ecologistas van poco a poco asentando lasbases de su descripcin analtica de la sociedad (Dobson,1997: 23) e hilando su teora poltica en contra de un sistemaque ha adquirido su lgica propia: el productivismo. Pode-mos definir el productivismo como un sistema evolutivo ycoherente que nace de la interpenetracin de tres lgicasprincipales: la bsqueda prioritaria del crecimiento, la efica-

    cia econmica y la racionalidad instrumental que tienen efec-tos mltiples sobre las estructuras sociales y las vidas coti-dianas (Degans, 1984: 17).

    En este marco, la bsqueda prioritaria del crecimientocomo pilar de los sistemas productivistas es una de las dia-nas constantes de la ecologa poltica. sta se opone al postu-lado que convierte el crecimiento caracterizado por unaumento de la produccin y consumo en un periodo dadoen el motor del bienestar y en un objetivo intrnsicamentebueno:

    En el pasado la produccin se consider un beneficio ens misma. Pero la produccin tambin acarrea costes queslo recientemente se han hecho visibles. La produccinnecesariamente merma nuestras reservas finitas de

    materias primas y energa, mientras que satura lacapacidad igualmente limitada de los ecosistemas con losdesperdicios que resultan de sus procesos. [] Laproduccin presente sigue creciendo en perjuicio de laproduccin futura, y en perjuicio de un medio ambientefrgil y cada vez ms amenazado. (Georgescu-Roegen,Boulding y Daly, en Riechmann, 1995: 11)

    Al igual que estos autores, podemos recordar que la tozu-da realidad hace que nuestro sistema sea finito (ibdem).Como planteaba en 1972 el primer informe del Club deRoma, nos arriesgamos a un colapso del sistema mundialdebido a los lmites del crecimiento. Dicho de otra manera,el culto de la abundancia no es compatible con la finitud de lanave Tierra. A pesar de que las corrientes ortodoxas clsi-

    cas y neoclsicas consideran el crecimiento cero como unahereja contra el progreso, la Tierra tiene unos lmites que leimpiden soportar un desarrollo econmico que destruya labiodiversidad, provoque el cambio climtico, agote los recur-sos naturales, etc., por encima del umbral crtico de regenera-

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    cin y capacidad de carga del planeta.7 Por lo tanto, el pro-ductivismo se construye como una paradoja entre un creci-miento econmico infinito y un planeta finito donde losrecursos y las capacidades son por definicin limitados.8 Ladestruccin de la Tierra y de las bases de la vida se debenentender por tanto como consecuencias de un modelo deproduccin que exige la sobreacumulacin, la maximizacin

    de la rentabilidad a corto plazo y la utilizacin de una tcnicaque viola los equilibrios ecolgicos (Gorz, 1982).Por otro lado, la lgica de crecimiento extensiva y acu-

    mulativa est ligada a la bsqueda prioritaria de la eficaciaeconmica. Esta lgica busca ante todo la previsin, la meca-nizacin, la racionalizacin, lo que llama a ms divisin tc-nica del trabajo, ms concentraciones, ms jerarqua en elsaber y el poder, ms institucionalizacin de todos los aspec-tos de la vida. As, si en el sistema productivista todo seconvierte en objeto de competicin, de consumo, de institu-cionalizacin [], es porque reducimos los seres y las cosas afunciones asignadas, a instrumentos vinculados a un fin con-creto (Degans, 1984: 17). Sin embargo, a juicio de Ivn Illich,esta bsqueda de la racionalidad instrumental conlleva latransformacin de la herramienta en un aparato esclavizante,

    alienante y contraproducente: al traspasar un umbral, la herra-mienta pasa de ser servidor a dspota, y las grandes institucionesde nuestras sociedades industriales se convierten en el obs-tculo de su propio funcionamiento. Ms an: para el tericoecologista, la funcin de estas instituciones es legitimar elcontrol de los hombres, su esclavizacin a los imperativos dela diferencia entre una masa siempre creciente de pobres yuna elite cada vez ms rica. Ni la enseanza ni la medicina nila produccin industrial estn dadas ya a escala de la convi-vencialidad humana (Villalba, 2005). Es lo que Jacques Ellul,precursor del antiproductivismo, ya plasmaba a travs delsystme technicien, es decir, la tcnica convertida en siste-ma como especificidad dominante de nuestras sociedades yla principal clave de interpretacin de la modernidad: El serhumano que hoy se sirve de la tcnica es de hecho el que la

    sirve (Ellul, 1977: 360). Para Gorz, esta crtica de la tcnica,fundamento de la ecologa poltica y smbolo de la domina-cin de los hombres y de la naturaleza, pasa a ser unadimensin esencial de la tica de la liberacin (2006).

    A pesar de basarse en el crecimiento econmico y la efica-cia econmica y tecnolgica, el sistema productivista provocaun aumento de la presin sobre los ecosistemas y el consumoenergtico. Desde un punto de vista ecologista, este factordebilita la teora que afirma que la cantidad de recursosnaturales requerida por unidad de producto disminuye conel progreso tcnico y la eficacia econmica. Adems, elaumento general de la brecha entre pobres y ricos contradicetambin la teora segn la cual el crecimiento econmico escapaz de reducir las desigualdades y de reforzar la cohesinsocial. Estos errores tericos se materializan en el clculo

    actual de la riqueza de la nacin a travs del producto inte-rior bruto: se trata de una herramienta parcial que slo sumalas riquezas llamadas productivas a travs del trabajoproductivo y, adems de pasar por alto tanto la degrada-cin como el agotamiento de los recursos naturales, no tieneen cuenta el conjunto de las riquezas sociales y ecolgicas(Marcellesi, 2007a). Desde la perspectiva del ecologismo seafirma la necesidad de una modificacin de las herramien-tas que los economistas empleaban para medir el xito y elbienestar econmico de una nacin (Carpintero, 1999: 158) yla imprescindible renovacin terica de los conceptos deriqueza, utilidad y valor heredados del siglo XIX.9

    Como lo resume Illich, la organizacin de la economaentera hacia la consecucin del mejor-estar es el mayor obs-tculo al bienestar (2006). El productivismo como sobreva-

    lorizacin de la acumulacin y la idea de que un aumento delos bienes materiales aumenta la felicidad representa portanto para los ecologistas una concepcin del ser humanopeligrosa para su propia supervivencia. En un mundo ecolo-gista, un subsistema no puede regular un sistema que lo

    engloba (vase la escuela de la bioeconoma: Georgescu-Roe-gen en los Estados Unidos, Jos Manuel Naredo y Joan Mar-tnez Alier en Espaa o Ren Passet en Francia). Dicho deotra manera, la regulacin del sistema vivo no se puede reali-zar a partir de un nivel de organizacin inferior como es laeconoma, que acta con sus propias finalidades. La econo-ma es parte integrante de la sociedad, ella misma parte de la

    biosfera. Por lo tanto, el mercado que no es ms que unaparte de la economa no puede imponer su modo de fun-cionamiento al resto de los niveles. Slo una organizacincontrolada por finalidades globales tiene legitimidad en unsistema ecologista.

    La ecologa poltica como bsquedade sentido

    Frente al sistema productivista descrito anteriormente, laecologa como ideologa prescribe su forma particular desociedad, donde la cuestin de la orientacin y de los finesde la produccin y del consumo (es decir, en el fondo, la cues-tin existencial de 1968) se erige como uno de sus ncleos cen-

    trales. As, mientras que en su origen la ecologa era una dis-ciplina cientfica,10 la ecologa de la especie humana difierede la ecologa de las dems especies animales, puesto quelos seres humanos al contrario del resto de las especiesson animales no solamente sociales sino tambin polticos(Lipietz, 2000a). El paso de la ecologa como ciencia a la eco-loga como pensamiento poltico introduce entonces la cues-tin del sentido de lo que hacemos, lo cual implica una seriede interrogaciones: en qu medida nuestra organizacinsocial, la manera en que producimos, en que consumimos,modifican nuestro medio ambiente? Cmo entender la com-binacin, la interpenetracin de estos factores en su accinsobre el medio ambiente? Favorecen o no a los individuosestas modificaciones? (ibdem). Dicho de otra manera, la eco-loga poltica, adems del oikos (casa) y del logos (estudio), es

    la polis, es decir, el lugar donde los ciudadanos discuten ytoman las decisiones. Por lo tanto, la ecologa poltica es ellugar donde se delibera sobre el sentido de lo que hacemosen casa (Lipietz, 2000b).

    Siguiendo esta definicin, la ecologa poltica plantea pre-guntas de gran calado para las sociedades industriales, tantolas (post)fordistas como las de economa de planificacincentralizada para qu?, por qu?, cmo estamos produ-ciendo?, lo que Roustang resume de la manera siguiente:

    La oposicin capitalistas/trabajadores ya no esdeterminante. De hecho, incluso suponiendo que laproduccin se reparta igualmente entre el capital y eltrabajo, la cuestin de la orientacin de la produccin seplanteara de manera crucial. (2003: 125)

    Para contestar a la cuestin de la orientacin de la pro-duccin, la ecologa poltica debe por consiguiente proponeruna visin global de la sociedad, de su futuro, de las relacio-nes entre seres humanos, de las relaciones entre stos y suentorno natural y de las actividades productivas humanas.Desde la perspectiva del ecologismo, no se puede hoy pensarun modelo de produccin y de consumo que no sea al mismotiempo humano (justo) y sostenible. Como apuntan las vocescrticas al ecologismo, de qu sirve la sostenibilidad ecolgi-ca si mientras tanto las riquezas naturales y productivas sequedan en manos de una elite, provocando desigualdades,hambrunas, guerras, injusticia, etc.? Pero, a la vez, podemosdarle la vuelta a la pregunta: qu valor tiene el bienestar deuna sociedad y de sus miembros si ese mundo no ofrece la

    viabilidad a largo plazo para las generaciones futuras y si noasegura la supervivencia de la especie humana en condicio-nes decentes? Sin duda, al introducir los conceptos de solida-ridad planetaria, intergeneracional y tambin interespecies, laecologa plantea preguntas polmicas, sobre todo para los

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    movimientos sociales y polticos catalogados como progre-sistas. Ms all de las etiquetas que cada cual se otorgue,se puede llamar progresista una ideologa que no incorporalos nuevos conceptos de solidaridad y cuyas lgicas ideolgi-cas descansan en postulados productivistas?

    Por otro lado, una ecologa poltica que lucha en contrade un sistema coherente el productivismo y que preten-

    de cambiar sus hbitos, valores y cdigos no puede enten-derse como el apndice medioambiental de otra ideologa.Afecta directamente al corazn y a todos los aspectos de lassociedades humanas, puesto que vincula la sostenibilidadecolgica con la justicia social, tanto a escala local comomundial. Contiene la idea fundamental de transformacinsocial que la aparta de cualquier medioambientalismo. As,mientras que Lipietz en referencia a Karl Polyani descri-be la ecologa poltica como la gran transformacin del sigloXXI (2002), Dobson diferencia el ecologismo del medioam-bientalismo basndose en esta reflexin:

    El medioambientalismo aboga por una aproximacinadministrativa a los problemas ambientales, convencidode que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales

    en los actuales valores o modelos de produccin yconsumo, mientras que el ecologismo mantiene que unaexistencia sustentable y satisfactoria presupone cambiosradicales en nuestra relacin con el mundo natural nohumano y en nuestra forma de vida social y poltica.(1997: 22)

    Desde esta perspectiva, la ecologa poltica pasa a propo-ner un abanico completo de ideas y actuaciones, siempreteniendo en cuenta las relaciones ntimas que unen los eco-sistemas con las organizaciones sociales. En ningn momen-to puede considerarse que la ecologa poltica sea una ideo-loga parcial, ni que se reduzca a otro pensamiento poltico(capitalista, comunista o socialdemcrata cada uno con susnumerosas variantes). Surge en un momento histrico pre-

    ciso y responde a una determinada crisis social, ecolgica yeconmica que los otros pensamientos mencionados no slono haban previsto sino que incluso haban provocado.Segn los textos fundacionales de los verdes franceses, tantoel socialismo como el capitalismo privilegian la produccin ydescansan sobre la esclavitud del trabajo asalariado comofuente de la riqueza y como valor de referencia tico. Ambostienden a un economismo reductor donde se olvida ladimensin humana, el deseo, la afectividad, no cuantifica-bles. Adems, estos dos modelos no se pudieron disociar delos dos imperialismos dominantes que arrastraron al restodel mundo a una competicin a muerte por la hegemonamundial. Ni en el plano econmico, ni en el plano de la orga-nizacin poltica y social, pueden servir de referencia niaportar soluciones (Les Verts, 1984: 14). Por lo tanto, porque

    han sido incapaces de pensar lo ecolgico y de no tenerrealmente en cuenta los factores no econmicos (Viveret, 2002:15), no se trata simplemente de reformar estas ideologas sinode proponer un nuevo camino, una nueva esperanza; enotras palabras, de realizar un nuevo proyecto civilizador.

    La ecologa poltica como radicalidaddemocrtica

    La consecucin de la sociedad convivencial, donde laherramienta moderna se pone al servicio de la persona inte-grada en la colectividad (Illich, 2006) y donde prima la bio-mmesis y la autocontencin (Riechmann, 2008), implica rea-lizar cambios profundos de estilo de vida, de relaciones

    sociales, in fine de civilizacin, etc. que cuestionan lasbases de nuestras democracias representativas. Apoyndo-nos en el ltimo texto de Gorz, podemos plantear que unaincorporacin fallida de los conceptos de solidaridad interge-neracional y solidaridad planetaria y el no tomar en conside-

    racin el imperativo de supervivencia pueden llevar a lasociedad a un fascismo verde:

    Sin estas premisas, slo se podr evitar el colapso a travsde restricciones, racionamientos, repartos autoritarios derecursos caractersticos de una economa de guerra. Por lotanto, la salida del capitalismo tendr lugar s o s, de forma

    civilizada o brbara. Slo se plantea la cuestin del tipode salida y el ritmo al que va a tener lugar. (2008b)

    Por otro lado, la nocin de sostenibilidad cuestiona radical-mente la visin occidental tradicional de inters general alampliar las preocupaciones polticas en el tiempo largo (alreferirse a las generaciones futuras) y en el espacio (al revelarla pertenencia de la humanidad a un espacio comn sugi-riendo una interdependencia ecolgica entre los pueblos)(Boutaud, 2007). Sin embargo, se constata la incapacidad delsistema poltico y democrtico actual para pensar el largoplazo y los intereses de los no representados, privilegiando losintereses a corto plazo (Jonas, 1995) y limitando adems elinters general al Estado-nacin.

    Esta situacin de partida empuja a la ecologa poltica a

    esbozar una reflexin sobre los caminos que posibilitan elcambio y, por tanto, sobre la democracia como herramientapara deliberar sobre el sentido de lo que hacemos en casa,desde el punto de vista econmico, social y poltico. Por opo-sicin a enfoques medioambientalistas y/o conservadores, laecologa poltica por el cambio radical de rumbo que pro-pone a largo plazo adquiere una dimensin profundamen-te transformadora y revolucionaria. Sin embargo, al mismotiempo, si bien rechaza los planteamientos antisistema omaximalistas de la Gran revolucin, no rechaza el reformismodel da a da ni la poltica de los pequeos pasos, ya queconsidera que queda un margen de transformacin dentrodel sistema capitalista (Lipietz, 2008). Este camino, que unifi-ca acciones reformistas a corto plazo y objetivos radicales alargo plazo con el fin de desbordar al propio sistema, es

    denominado por los ecologistas y algunas corrientes socialis-tas como reformismo radical, aunque tambin se concep-tualiz en el mbito del movimiento juvenil ecologista comorevolucin lenta (Chiche!, 1996). En palabras de Lipietz,esta visin, heredada de filsofos como Michel Foucault, serefleja en el sueo de una multitud de microrrupturas, unarevolucin molecular nunca acabada (2000c: 185).

    Para llevar a cabo este planteamiento, la ecologa polticaescoge por definicin el camino del ecopacifismo y de lademocracia definida de manera preferente como de base oparticipativa. Por ejemplo, desde el prisma de la bioecono-ma, cuestiona el modelo democrtico representativo vigentepor estar poco adaptado a una produccin y un consumosostenibles. Frente a los sistemas centralizados, elitistas y confuertes jerarquas excluyentes, un modelo descentralizado y

    participativo es la forma ms eficiente de satisfacer las nece-sidades vitales de la poblacin (Bermejo, 2007: 64). En estesentido, incluso el muy moderado Informe Brundtland, queplasm la definicin actual de desarrollo sostenible, defiendeque la mejor manera para alcanzarlo es la descentralizacindel control de los recursos y la transmisin del derecho devoz y voto a las comunidades locales (CMMAD, 1988: 90). Enel mbito social, la aceptacin de cambios radicales en losmodos de vida y la predominancia del inters general local yplanetario, presente y futuro, requieren una sociedad muycohesionada y comprometida en la gestin de las polticaspblicas. Garantizar la estabilidad y la permanencia de lasgrandes decisiones se convierte pues en la clave de una tran-sicin exitosa hacia una sociedad duradera. Por lo tanto, paraobtener consensos fuertes a largo plazo, el proceso democr-

    tico en el ecologismo se basa en la interrelacin y participa-cin activa de los ciudadanos y de las comunidades en lasdecisiones pblicas diarias y plurianuales. En este sentido,Murray Bookchin y la ecologa social plantean la necesidadde un compromiso social en las temticas ambientales a travs

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    de nuevas formas de democracia directa, al igual que lainterdependencia y la cooperacin rigen de forma eficientelos ecosistemas y las relaciones entre especies (1999).

    Por supuesto, la ecologa poltica no idealiza la democra-cia local y participativa como transformadora o buena per separa el medio ambiente y la sociedad en su conjunto. Si losprocesos participativos no se vinculan a otras iniciativas

    como la concienciacin y la educacin o no integran en cadamomento una visin global y una gobernanza transnacio-nal y mundial, nada apunta a que se pueda alcanzar unamejora automtica del sistema vigente. Sin embargo, frente avisiones minoritarias en el conjunto vivo de la ecologa pol-tica como la de John Barry, quien afirma que desde el puntode vista puramente ecocntrico la democracia es superflua o,en el peor de los casos, un complemento opcional (Dobson,1997: 49), entenderemos tambin por ecologa poltica unafilosofa y un pensamiento de la accin que pretende aumentar almximo la autonoma de los seres humanos y no humanos:

    La conexin entre ecologa y democracia deja de ser dbil[] el autoritarismo queda excluido en el nivel delprincipio verde (y no por razones puramente

    instrumentales), del mismo modo que es excluido segnel principio liberal: viola de forma fundamental losderechos de los humanos a decidir su propio destino.(Eckersley, en Dobson, 1997: 49)

    Debera existir por tanto una conexin entre ecologapoltica y democracia: la democracia preferentemente par-ticipativa es para la ecologa poltica una condicin necesa-ria, aunque no suficiente, para un proyecto emancipadorbasado tanto en el respeto de los ecosistemas como en la jus-ticia social y la liberacin del ser humano. Podramos con-cluir con Lipietz que la ecologa poltica nos dice qu efectostienen nuestros comportamientos y prcticas, pero no es ellasino los seres humanos los que deben escoger el modo dedesarrollo que desean, en funcin de la evolucin de los

    valores en el debate pblico y democrtico (2000a).

    Los partidos verdes en laarena poltica: de la teoraa la prctica

    Llegar el da en que una sola zanahoria,con slo verla, desencadenar una revolucin.

    Paul Czanne

    Tras el intenso debate de ideas surgido de los aos sesenta yla crtica antiproductivista de la sociedad industrial, la emer-gencia de una conciencia colectiva y una ideologa ecologis-tas es decir, unos valores, unos referentes y una utopacompartidos permite dar cabida a la opcin verde organi-zada en el espacio poltico. As, durante los aos setenta,junto con el nacimiento de organizaciones ecologistas en elseno del movimiento social como Amigos de la Tierra (1969)o Greenpeace (1971), vislumbramos una ebullicin activistaen torno a la construccin de la nica familia poltica inter-nacional aparecida desde la segunda guerra mundial (LosVerdes mundiales, 1992). Como veremos principalmente atravs de los textos fundacionales de los partidos verdes ale-mn, espaol y francs y de Los Verdes mundiales y euro-peos, los partidos verdes comparten o ponen de relieve

    diferentes caractersticas, entre otras la de ser los principalesherederos de los valores de 1968, su gran heterogeneidad encuanto a sus orgenes, el sentimiento de desempear unpapel histrico a favor de la supervivencia de la especiehumana y unas grandes lneas programticas semejantes.

    Sobre todo, en sus principios comparten una desconfianzadescomunal hacia los llamados partidos polticos tradiciona-les y las instituciones en general, as como el sentimiento dehacer poltica de manera diferente (apoyndose en lemascomo el Sonstige politische Vereinigung en Alemania o Lapolitique autrement en Francia). Esta ambigedad respectoal formato de partido conocer una seria evolucin y reeva-

    luacin con la articulacin global del movimiento verde, sullegada al poder y su consiguiente paulatina institucionaliza-cin. Implica hoy en da fuertes contradicciones en el senodel espacio verde y una interrogacin legtima y necesariasobre la capacidad de los partidos verdes de mantener vivassus ansias de reformismo radical.

    Los primeros partidos verdes:entre la radicalidad y la renovacin

    Se considera que el primer partido que promueve en elmundo una renovacin social vinculada al respeto a la natu-raleza es el Values Party de Nueva Zelanda, constituido en1972.11 Dos aos despus, Ren Dumont, ingeniero agrnomoy considerado el padre de la ecologa poltica en Francia, sepresenta a las elecciones presidenciales francesas apoyadopor varias personalidades y asociaciones ecologistas, comoLes Amis de la Terre. Proveniente del sector tercer-mundis-ta y medioambientalista, su candidatura muestra una fuerteinterpenetracin inicial entre el movimiento social y asociati-vo ecologista y su incipiente traduccin poltica a travs deestructuras electorales puntuales y biodegradables. Apro-vechando el auge de la televisin y de los medios de masas,Ren Dumont se presenta como un candidato limpio ypobre y no duda en escenificar la escasez del agua y de losalimentos bebiendo un vaso de agua y comiendo una manza-na en directo.12 Aunque cosecha un tmido resultado, marcaun hito simblico en la construccin poltica de lo verdeabriendo puertas a una estructuracin mayor y permanente

    de la ecologa en la poltica.En 1980, en Karlsruhe (Alemania), se funda Die Grnen,el partido verde alemn, convertido desde entonces en el par-tido verde madre, no por su antigedad sino por haber sidouno de los principales motores polticos e ideolgicos del eco-logismo en Europa y el mundo.13 Nacidos del caos14 aplican-do as la teora schumpeteriana de la destruccin creativa,Die Grnen, suma heterognea de ecologistas radicales(Fundis), ecosocialistas, ecologistas reformistas (Realos) y eco-feministas (Riechmann, 1994: 189-211), se presentan como elanti-parteien-partei (el partido antipartido) y la alternativa eco-pacifi sta a los partidos tradicionales. Convencidos de supapel histrico para luchar en contra del no respeto de losderechos humanos, el hambre y la pobreza en el TercerMundo [], la crisis climtica y la confrontacin militar se

    presentan como el cambio fundamental tanto dentro comofuera de las instituciones polticas:

    Los Verdes sabemos que esta movilizacin por parte delas fuerzas ecologistas y democrticas a nivelparlamentario y extraparlamentario, que debera habersellevado a cabo hace tiempo, es totalmente necesaria.(Verabschiedete Satzungsprambel, 1980)

    Por su parte, Les Verts franceses van an ms all en lanecesidad de competir por la hegemona sociopoltica. Ensus textos fundacionales establecen como objetivo no slo laconquista democrtica del poder poltico sino tambin deleconmico frente a los dos imperialismos dominantescapitalista y socialista:

    No podemos escapar, nos guste o no, a la conquista delpoder, no slo poltico sino, sobre todo, y ser an msdifcil, del poder econmico. Tendremos que arrancar alos que los poseen, sociedades capitalistas, Estados

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    capitalistas o Estados socialistas, no slo los mandospolticos, sino sobre todo los medios de produccin y deintercambio. (Textes fondateurs des Verts, 1984)

    En Espaa, la creacin del partido verde sigue el mismodiscurso que sus homlogos europeos, ya que el impulsoviene directamente de la mano de una de las principales diri-

    gentes de Los Verdes alemanes, Petra Kelly, que en los aossiguientes se convierte en el icono del movimiento verdeespaol (hurfano desde entonces de figuras locales). El 29de mayo de 1983 y aprovechando su visita, diecisis activis-tas ecologistas de todo el pas firman el Manifiesto de Teneri-fe, donde, a pesar de mostrar un cierto recelo hacia las insti-tuciones, plantean la fundacin de un partido poltico comoalgo imprescindible:

    Aunque somos plenamente conscientes de que loscanales institucionales suponen un riesgo objetivo deahogar el movimiento social, consideramos indispensablela existencia de una formacin poltica comprometida connuestra concepcin global de la vida y de las relacionesdel hombre con su entorno. (Manifiesto de Tenerife, 1983,

    punto III)La creacin de partidos polticos verdes corresponde pues

    a la necesidad de los y las militantes ecologistas, quienes, alhaber perdido la confianza en los partidos productivistas cl-sicos tanto de izquierdas como de derechas, quieren contarcon un movimiento que autogestionen y que los represente enla teora y en la praxis. Frente a las prcticas polticas vigentes,los primeros partidos verdes muestran posturas muy crticasheredadas de la contracultura de 1968 y acompaadas de uncompromiso radical con la democracia participativa. Tanto enla pennsula ibrica como en el resto de Europa, se construyela idea de un partido verde a partir de un rechazo a las orga-nizaciones jerrquicas, verticales y machistas. Bajo la influen-cia de los movimientos medioambientalistas, feministas,

    regionalistas y libertarios y con la aportacin de las corrientesmarxistas renovadoras, se intenta construir la opcin verdedesde la perspectiva de la horizontalidad, la igualdad degnero y la participacin activa de sus integrantes.

    Asimismo, en opinin de Die Grnen, el cambio no slodebe hacerse desde el punto de vista de la ecologa sino tam-bin desde el de la democracia de base, la no violencia y laautodeterminacin de los seres humanos (1980). En cuantoa Los Verdes espaoles, en su manifiesto fundacional expo-nen que los partidos polticos actualmente existentes ennuestro pas no cubren la necesidad de dar respuesta a lasaspiraciones de nuestro pueblo por conseguir cotas crecien-tes de calidad de vida y de disfrute adecuado de los recursosnaturales. Por lo tanto, se hace imprescindible estar entodas cuantas instancias consultivas, deliberantes y deciso-

    rias intervienen en el campo del Medio Ambiente, sin olvi-dar nunca el ejercicio irrenunciable de la presin social. Enotras palabras: una organizacin bpeda con un pie en losmovimientos sociales y otro pie en las instituciones.

    Como es el caso para Die Grnen y como constante parala mayora de los ecologistas en poltica, esta aplicacin con-creta del concepto de reformismo radical conduce a una rela-cin ambigua con el sistema poltico vigente y su herramien-ta central, el partido poltico. A la vez que se critica a esteltimo por su inadecuacin a los nuevos retos socioecolgi-cos y por sus prcticas internas, aparece como una necesi-dad, un mal menor para tomar las riendas del cambio. Gartonexplica que la mayora de los partidos verdes en el mundo, apesar de una insatisfaccin profunda con la democracia re-presentativa, aceptan las reglas de juego de la democraciaparlamentaria (vase el posible margen de actuacin dentrodel sistema). Sin embargo, se aceptan a menudo estas reglasde forma transitoria, oscilando entre propuestas de reformasde lo existente y medidas de desobediencia civil, siempreteniendo como teln de fondo la democracia participativa y

    directa, sealada por Garton como uno de los catorce princi-pios bsicos de un partido verde (2008: 111).

    La glocalizacin verde

    Tras esta primera fase marcada por una voluntad mezcladade radicalidad y renovacin, el movimiento verde intenta

    dar pasos de organizacin a escala global. En vsperas de laConferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambientey el Desarrollo de 1992 tiene lugar el primer encuentro mun-dial verde. Denunciando una situacin global de emergen-cia y pidiendo un nuevo modelo de desarrollo, los repre-sentantes de los partidos verdes recuerdan que ha llegado lahora de ir ms all del pensar global, actuar local y quetambin es necesario actuar globalmente. Se comprometenas a dar mpetu a la ecologa poltica y a la poltica verdetanto en el Norte como en el Sur. Aunque la declaracin de1992 da a entender que la ecologa poltica tiene que desem-pear un papel histrico, la estructuracin del movimientoverde mundial est todava en paales tericos y prcticos.Adems de una dbil presencia de los pases del Sur inclu-so recordando que la ecologa no es un lujo del Norte,

    este primer encuentro tiene ms bien un carcter coyunturaly de alcance parcial. Aprovechando el impulso y la proyec-cin poltica de la Cumbre de la Tierra, se orienta ms bien ala crtica de polticas concretas y todava peca por su pocacapacidad de aportar una visin global.

    El primer congreso de Los Verdes mundiales en Australiaen el ao 2001 trata de remediar esta situacin y profundizaren la globalidad de lo verde. Tras definirse en la Carta deCamberra hoy referencia para el mbito poltico ecologis-ta como la red internacional de los partidos y movimien-tos polticos verdes, Los Verdes mundiales afirman el carc-ter transformador de la ecologa poltica a travs de lanecesidad de cambios fundamentales en las actitudes de lagente, en sus valores y sus formas de producir y vivir. Ade-ms, al no coincidir con ningn acto de la agenda poltica

    como en 1992, refuerzan el carcter permanente y holsticode la lucha ecologista y proponen principios estructurales eideolgicos que se fundamentan en la sabidura ecolgica, lajusticia social, la democracia participativa, la no violencia, lasostenibilidad y el respeto de la diversidad. En mayo del2008 en Sao Paulo (Brasil), el segundo congreso de Los Ver-des mundiales intenta dar un paso ms en la concrecin deaspectos polticos y organizativos15 al apostar por una estruc-tura capaz de asegurar no slo su presencia comn en actosmundiales (como las cumbres de la ONU, de la OrganizacinMundial de Comercio, etc.) sino tambin su capacidad dehablar con una sola voz en dichos acontecimientos. De estemodo se trata de reforzar la unidad ecologista y su capaci-dad de influencia de lo local en lo global, as como de vincu-lar mejor el trabajo de base de los grupos ecologistas con la

    creciente presencia de miembros de los verdes en cargos deresponsabilidad polticos.A pesar de este empujn y de la extensin del movimien-

    to verde en nuevas zonas de influencia como Asia o fricadonde existe una fuerte competencia entre movimientosms o menos serios por apadrinar la marca verde, cabeconstatar que el desarrollo de la opcin verde fuera de susfocos de mayor crecimiento incluso en Norteamrica, pio-nera en las luchas y reflexiones ecologistas en los aossesenta sigue estructuralmente dbil.16 Sin embargo, vistoel amplio espectro de situaciones del panorama verde tantoen el Norte como en el Sur, es complicado concluir, en lalnea de la tesis postmaterialista de Ronald Inglehart (1991),que la preocupacin por el medio ambiente se vincula oaumenta con un nivel de bienestar material consolidado. Lasafinidades entre ciertos movimientos ecofeministas yambientalistas en el Sur con el proyecto poltico verde(vase por ejemplo el Green Belt Movement y Wangari Maa-thai en Kenia) muestran que el ecologismo de los pobres(Martnez Alier, 2005) puede a veces corresponder a la cons-

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    truccin de un espacio en torno a la ecologa poltica. Porotro lado, como muchos actores de conflictos ecolgicos enel Sur parecen reticentes a llamarse ambientalistas o ecolo-gistas (y dado el descrdito de algunos partidos autoprocla-mados verdes), existe una dificultad real a la hora de vincu-lar movimientos de base con clara orientacin ecologista conla ideologa verde y su traduccin en poltica. Ahora s, el

    paraguas de una organizacin mundial, impulsada porncleos bien consolidados como Europa u Oceana, da pie auna dinmica centrpeta que convierte lo verde en un puntofocal de atraccin y de inters tanto para movimientosambientalistas deseosos de dar un paso ms en su luchacomo para otros ms oportunistas en busca de una franqui-cia o de una reconversin poltica.

    En Europa la organizacin y estructuracin de la ecologaen poltica ha llegado a un refinamiento mucho mayor queen el resto del mundo. Sustentndose en partidos con fuerteimplantacin en sus pases respectivos (como en Alemania,Blgica, Francia, Finlandia, Luxemburgo, Pases Bajos,Suecia, Suiza, etc.), el movimiento verde ha sido la primerafuerza capaz de poner en marcha el primer partido de mbi-to europeo: European Greens (Partido Verde europeo).17

    Haciendo suyos as el carcter transnacional por tanto fuer-temente europesta y las enseanzas de la ecologa poltica,y gracias a un fuerte sentimiento de pertenencia comn, elPartido Verde europeo afirma su especificidad y establecesus fundamentos:

    Los Verdes europeos hemos venido juntos con el fin deconformar nuestra propia familia poltica. Luchamos poruna Europa libre, democrtica y social en un mundopacfico, justo y ecolgicamente sostenible. Defendemosvalores como la justicia, los derechos humanos y civiles,la sostenibilidad y el derecho de cada individuo a llevarsin miedo su propia vida. (The Charter of the EuropeanGreens, 2004)

    De la misma manera, el mbito juvenil verde sigue agrandes rasgos las pautas de desarrollo del movimientoverde. Por un lado, no parece sorprendente que la mayorimplantacin de organizaciones juveniles vinculadas deforma orgnica o no a un partido verde se encuentre en lospases donde mayor implantacin de la opcin verde en pol-tica encontramos (Alemania, Finlandia, Suecia, etc.). Por otrolado, la fuerte capacidad de agrupacin y organizacin en elmbito europeo a travs de la Federacin de Jvenes Verdeseuropeos integrada en el 2008 por unas treinta organiza-ciones juveniles u ONG ecologistas18 contrasta con la difi-cultad de organizacin a escala continental en Latinoamrica,Asia o frica. A pesar de esta debilidad estructural en estasregiones, la juventud verde tambin dio un paso hacia laglobalizacin de su compromiso en vsperas del sptimo

    Foro Social Mundial en Nairobi en el 2007 con la creacin deGlobal Young Greens, autodefinida como una red mundialde jvenes activistas y organizaciones juveniles verdes.Cabe destacar que en Espaa la traduccin de este espaciojuvenil se construye al revs de lo global a lo local, esdecir, sin apoyarse en el fragmentado y dbil eslabn nacio-nal verde, sino marcando sus referencias directamente a esca-la europea y mundial: Aunque autnomos e independien-tes, asumimos con orgullo la utopa del Partido Verdeeuropeo y de la carta de los verdes mundiales firmada enCamberra en el 2001, y planteamos nuestro deseo de actuaral lado de todas las organizaciones juveniles ecologistas deEuropa (Manifiesto fundacional de Jvenes Verdes, 2005). Apesar de ser una iniciativa de base de jvenes ecologistasespaoles, revela la creciente capacidad de atraccin que

    ejerce el movimiento verde europeo en una dinmica arriba-abajo. Es la misma dinmica que obra en los pases de Euro-pa del Este y del Cucaso, donde el impulso ideolgico y elesfuerzo organizativo ya no vienen slo del motor alemnsino tambin y cada vez ms directamente del Partido Verde

    europeo, lo que podramos asemejar por su influencia a lanueva organizacin madre verde.19

    Los Verdes ante el reto del poder:historia de una desilusin o germendel cambio?

    En paralelo a su glocalizacin, la ecologa poltica se adentraen los arcanos del poder, donde pone y sigue poniendo aprueba sus planteamientos tericos y prcticos. De hecho,muchos partidos verdes han llegado a cuotas de poder bas-tante importantes primero a nivel local y regional y luego anivel nacional y continental, asumiendo cada vez ms cargosde responsabilidad, y eso no siempre con personas y uncolectivo detrs lo suficientemente preparadas. Por su-puesto, asumir esos cargos de responsabilidad conlleva lasinevitables contradicciones inherentes a la prctica del poder,sobre todo para un movimiento nacido al calor de la radicali-dad y de las utopas revolucionarias. Despus de haber deja-do de ser pequeos partidos movilizadores de conflictos,los verdes se han transformado en la dcada de los noventa

    en partidos dentro del sistema poltico. Su participacin engobiernos ha provocado profundas transformaciones, comoel reforzamiento de los liderazgos y una estructura internasimilar a los partidos tradicionales, y ha supeditado suslogros polticos en coaliciones gubernamentales a su capaci-dad de chantaje sobre sus socios (Valencia, 2006: 212-213).

    Las decisiones tomadas por Joschka Fischer, activista des-tacado en varios grupos revolucionarios y anarquistas en losaos sesenta y setenta, como ministro de Asuntos Exterioresde Alemania son un ejemplo de la dificultad para el movi-miento verde y, por extensin, para cualquier movimientotransformador de conservar su autenticidad ideolgicauna vez dentro y en interaccin con el sistema vigente.20 Almandar tropas alemanas a Afganistn con el beneplcito deDie Grnen, incumpli Fischer los fundamentos pacifistas

    de la ecologa poltica o, al contrario, permiti mantener lapaz en la regin? Esta concesin en la poltica extranjera hapodido abrir a cambio la puerta a avances ecolgicos en otrossectores, como por ejemplo la salida de la energa nuclear?Fue ticamente aceptable y responsable este compromiso?

    Podramos extender esta reflexin a otro debate ecopaci-fista parecido y no resuelto en el seno del ecologismo polticoeuropeo: frente a la opcin de rechazo rotundo de cualquierorganizacin militar, debera aceptar el ecologismo polticoque la Unin Europea se dotase de un ejrcito federal capazde asegurar la defensa del territorio europeo y de ser fuerzade paz en el mundo? Adems de mostrar concepcionesopuestas de la naturaleza humana (que van desde Rousseauhasta Hobbes), esta confrontacin del ideario verde con lainercia y los mrgenes de actuacin dentro del propio siste-

    ma capitalista es fuente de fuertes conflictos internos yestructurales dentro del movimiento verde. En el fondo, esuna consecuencia casi ineluctable del rasgo fundacionalbasado en el oxmoron partido antipartido. Conllev en losaos ochenta la lucha entre los Realos y los Fundis, que resal-taba la tensin dialctica entre los posibilistas y defensoresde la Realpolitik y los guardianes de los Fundamentos y de lasorganizaciones de base. Hasta dnde tiene que aceptar elmovimiento verde, tal y como lo preconiza el Realo DanielCohn-Bendit, el riesgo del compromiso donde se pierde lapureza ideolgica para afrontar lo real de la accin y de laeficacia? (Cohn-Bendit y Mendiluce, 2000: 46). Sin duda,adems de su transformacin en un partido ms dentro delsistema poltico tradicional y sin la perspectiva de convertir-se en socio mayoritario a corto o medio plazo, la dificultad

    de compatibilizar el reformismo de los pequeos pasos y laradicalidad transformadora del largo plazo es una de lasmayores contradicciones actuales del movimiento verde. Almismo tiempo, considero que es tambin el germen y motorde una fecundidad innovadora e ideolgica que queda sin

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    Florent Marcellesi Ecologa poltica: gnesis, teora y praxis de la ideologa verde

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    embargo supeditada a la capacidad de mantener una cohe-sin y una coherencia internas en torno a unos valores fun-dacionales, so pena de dejar la ecologa poltica hurfana derepresentacin poltica.

    A modo de conclusin:

    es la ecologa poltica deizquierdas?

    Desde la aparicin del movimiento ecologista en la escenameditica, numerosas voces de pensadores y tericos discu-ten su posicionamiento en el tablero poltico heredado de laoposicin entre izquierda y derecha, entre capital y trabajo.Frente a este panorama binario, Los Verdes alemanes en sufundacin en 1984 hicieron famoso el lema la ecologa noest ni a la izquierda ni a la derecha, sino que va hacia delan-te, mientras que el ecologismo poltico francs estableca el

    ni-ni: ni de izquierda, ni de derecha. A pesar de estasintenciones iniciales, tras casi veinticinco aos de la funda-cin de estos dos partidos, los hechos nos recuerdan que laecologa se ha acoplado mejor en el lado izquierdo del table-ro poltico. Pareca haberse zanjado el tema tras el gobiernorojiverde alemn de 1998 al 2005, la voluntad de Los Verdesfranceses a partir de 1994 de pactar slo con partidos deizquierdas y su aplicacin concreta en la gauche plurielleentre 1997 y el 2002, las experiencias vascas y andaluzas deLos Verdes con Izquierda Unida y/o el PSOE,21 o el dominioideolgico y poltico en el conjunto ecologista espaol delecosocialismo. Por ello, Valencia postula que podemos hablarde un modelo de izquierda verde, orientado hacia unsocialismo sostenible (2006: 214). Sin embargo, a la hora dela europeizacin ms intensa del espacio ideolgico y polti-

    co, considero que una serie de evoluciones deben hacernosreflexionar sobre la existencia de un modelo autnomo de ecolo-ga poltica. As, la fuerte evolucin del ecologismo poltico enlos pases del Este,22 las coaliciones de centro-derecha a escalanacional en Irlanda, Finlandia o la Repblica Checa, la din-mica de unin de los ecologistas en Francia, la persistenciade una dinmica en el Estado espaol en busca de un espaciopropio y el amplio debate ideolgico que agita el movimien-to verde europeo acerca del liberalismo o del margen deactuacin dentro del sistema capitalista23 nos incitan a reabrirel debate en torno a las relaciones entre ecologismo, socialis-mo e izquierdas y pensar en sus implicaciones prcticas.

    La ecologa poltica en el nuevo escenario

    de la complejidadPrimero, sin que pretendamos redefinir aqu las nociones dederecha e izquierda, parece relevante plantear un modelobsico de anlisis. Mientras que en Espaa se siguen clasifi-cando las teoras y fuerzas polticas segn un eje tradicionaly unidimensional (derechas/izquierdas),24 los anglosajonesutilizan a menudo un esquema bidimensional basado en eleje clsico de corte econmico izquierda/derecha y otroeje de corte social autoritario/libertario. Como se puedeobservar en la figura 1, esta primera distincin permite resal-tar unos matices o semejanzas relevantes sobre orientacionesideolgicas que se suelen confundir o alejar de forma abusi-va en el eje unidimensional. Principalmente, en tales anlisis,observamos por un lado la confluencia entre sistemas totali-tarios, ya que el autoritarismo (vase Pol Pot o Stalin) no esnicamente una consecuencia de ideologas de derechas, ypor otro lado la creciente cercana entre ideologas de losprincipales partidos en el poder en las sociedades occidenta-les. Ms all de los discursos y etiquetas de cada cual, las

    comparaciones (por ejemplo, entre los diferentes partidos deizquierdas en el mundo)25 podran dar un resultado sorpren-dente. Seguramente la Izquierda (y por tanto el eje izquier-da/derecha), ms que un concepto bien definido hoy en da,se sustenta en un imaginario colectivo histrico que no refle-ja la diversidad del panorama ideolgico.26

    Es necesario superar por tanto el anlisis unidimensional,pero tambin el bidimensional, y evolucionar hacia unesquema tridimensional. De hecho, con la llegada del ecolo-gismo en el terreno sociopoltico y la necesidad de tener encuenta tambin los aspectos medioambientales, este tercer ejecorresponde a la dialctica fundamental planteada por laecologa poltica entre productivismo y antiproductivismo.Dada la magnitud de la crisis ecolgica y si se considera quela oposicin entre capital y trabajo ya no es determinantesino que lo crucial es la cuestin de la orientacin de la pro-duccin, postulo que el eje productivista/antiproductivista seconvierta en un eje estructurante y autnomo. De hecho, desdeuna perspectiva ecologista fuerte, no supone diferencia apre-ciable quin posea los medios de produccin, si el procesode produccin en s se basa en suprimir los presupuestos desu misma existencia (Dobson, 1997: 55). Este prisma contra-dice en parte el anlisis de Gom y Rius, que utilizan el ejeecolgico emergente para hacer una nueva lectura de losdos ejes tradicionales, quedndose en una visin binaria delpanorama ideolgico y poltico en torno a los conceptosdominantes de izquierda y derecha (2006: 259-260). Aunqueeste debate puede parecer a primera vista nominalista, tiene

    sus consecuencias a la hora de definir el lugar y las estrate-gias de la ideologa verde en el tablero poltico y sobre todotrasladarla a la praxis poltica diaria, tal y como lo expresaLipietz:

    Superar la nica crtica del cunto cuesta?, cuntoganan? y plantearse el para qu sirve?, cul es elsentido de este trabajo? extiende de maneraconsiderable la crtica del desorden existente, perotambin el alcance de las posibles coaliciones socialespara combatirlo. (2006)

    Por lo tanto, como primer acercamiento, llegamos a unnuevo mapa tridimensional que supongo ms adaptado a lacomplejidad de nuestras sociedades y los nuevos retossocioecolgicos (vase la figura 2).

    Ahora bien, tratemos de ubicar en este escenario tridimen-sional de la complejidad la ecologa poltica (vase a modo deresumen la figura 3). Frente a estas fracturas sobre el eje unidi-mensional izquierda/derecha, esta ideologa tal y como ha

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    Cuaderno 85

    Principales lderes polticos enun esquema ideolgicobidimensional

    Figura 1

    Colectivista

    Neoliberal

    Autoritario Libertario

    R. Mugabe

    M. Abbas

    J. M. Aznar

    G. W. BushN. Sarkozy

    R. ProdiJ. L. R. Zapatero

    N. Mandela

    M. Gandhi55

    .Fuente

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    sido definida en este estudio aporta una visin crtica, trans-formadora y global que tiene en cuenta y vincula permanente-mente los aspectos ecolgicos y sociales. Primero, al lucharpor una sostenibilidad fuerte su identidad fundadora yfederadora, la ecologa poltica se sita en el lado antipro-ductivista del eje productivismo/antiproductivismo. Segundo,tal y como hemos visto, la tica de la liberacin, la lucha por laemancipacin y las referencias continuas a la autonoma y libreproduccin individual estn en el corazn de la ecologa pol-tica. Al defender la participacin de base y la libertad y al criti-car el papel de las autoridades jerrquicas o burocrticas delEstado y su injerencia en la vida de sus ciudadanos y delas instituciones esclavizantes denunciadas por Illich, tiende ainclinarse por tanto hacia el eje libertario. En este contexto,donde se entremezclan races anarquistas (Bookchin, 1988),

    existen puntos de conexin tanto con la izquierda libertariacomo con la matriz liberal y la consiguiente importancia delos derechos individuales, siempre contrarrestado sinembargo por la nocin de solidaridad.

    En cuanto al eje econmico izquierda/derecha, no sepuede llegar a una conclusin tajante, dado el amplio abani-co de posturas actuales en la familia ecologista. Si se admiteque el ecologismo en Europa, y por tanto sus propuestas eco-nmicas, puede variar desde el ecoliberalismo hasta el ecoso-cialismo, puede considerarse a menudo la economa ecolgi-ca como un objeto difcil de identificar y ubicar para los

    economistas. Se podra avanzar que la economa desde unpunto de vista ecologista tiende a rechazar al mismo tiempolas tesis neoliberales y el marxismo ortodoxo, sin descartarpor dogma y principios cualquiera de sus aportaciones ocualidades. As, adems de plantear la imprescindible necesi-dad de regulacin de la economa y del mercado y una pla-nificacin descentralizada, Ren Passet suele escribir que elmercado posee dos virtudes: por un lado, su cualidad deliberador y catalizador extraordinario de iniciativas indivi-duales, y, por otro, una impresionante aptitud para multi-plicar los centros de decisin que le confiere una gran capa-cidad de adaptacin (2001). La bsqueda de una tercera vaentre colectivismo y liberalismo es constante. Y por lo menosse asienta en un principio de la bioeconoma: un subsistemano puede regular un sistema que lo engloba (vase el aparta-

    do La ecologa poltica como antiproductivismo). En estemarco se plantean varias propuestas, que van desde el decre-cimiento y la descolonizacin del imaginario colectivo(Latouche, 2008) hasta la economa plural con mercado (y node mercado) que apuesta por el decrecimiento de la huellaecolgica sin rechazar el crecimiento all donde sea posible ydeseable. En todos los casos, los postulados ecologistas lle-gan tambin a apostar por iniciativas y sectores, como la lla-mada economa de la gratuidad (Gorz, 1997) o la econo-ma solidaria y social, que escapa tanto a la lgica delmercado como a la lgica pblico-estatal (Lipietz, 2002). Porltimo, al criticar la sociedad industrial del trabajo asalariadoy la huida hacia delante del productivismo a travs del trin-gulo produccin, empleo, consumo (Roustang, 2003), elecologismo aunque no de forma unnime27 cuestiona la

    meta del pleno empleo en clara contradiccin no slo con elcapitalismo dominante sino tambin con la gran mayora delos planteamientos de los sindicatos y los movimientos deizquierdas. Esta crtica a la sociedad del trabajo subyace tam-

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    Florent Marcellesi Ecologa poltica: gnesis, teora y praxis de la ideologa verde

    Los tres ejes del panoramaideolgico actual

    Figura 2

    Elaboracin propia.Fuente

    La ecologa poltica en el escenario tridimensionalFigura 3

    Elaboracin propia.Fuente

    Antiproductivista

    Colectivista

    Libertario

    ProductivistaLiberal

    Autoritario

    Antiproductivista

    Colectivista

    Libertario

    ProductivistaLiberal

    Autoritario

    Antiproductivista

    Colectivista

    Libertario

    ProductivistaLiberal

    Autoritario

    Corte en el plano bidimensionaleconmico/social

    Corte en el plano bidimensionalmedioambiental/econmico

    Ecologa poltica

    Corriente mayoritariade la izquierda

    alternativa espaola

    Corriente mayoritariade la socialdemocracia

    espaola

    Corriente mayoritariade la izquierda

    alternativa espaola

    Corriente mayoritariade la socialdemocracia

    espaola

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    bin en la voluntad de desconectar de manera ms o menosradical la renta y la contribucin productiva para, entre otrasrazones, frenar el crecimiento y disminuir el consumo. Deesta manera se puede explicar que las formaciones ecologis-tas estn en la primera fila de las fuerzas polticas que hanmostrado en los pases industrializados un inters manifiestolo que no significa consenso interno por la renta bsica

    de ciudadana (Parijs y Vanderborght, 2006: 115-118).

    28

    Estasdiferentes brechas abiertas por el ecologismo son estructural-mente un ataque al sistema capitalista basado en la acumula-cin, el fetichismo de las mercancas y la explotacin del tra-bajo asalariado, lo que lo aleja de las teoras neoclsicasdominantes. Sin embargo, y a pesar de su apuesta por laregulacin, afirmar esto no significa que el ecologismo sepueda asimilar a teoras marxistas o keynesianas: las tresteoras pueden converger en herramientas de anlisis e ins-trumentos prcticos, pero planteo que existe una rupturaepistemolgica y conceptual profunda que se analiza a conti-nuacin.

    Ecologa poltica y (eco)socialismo

    Puesto que se ha profundizado poco en la ruptura entre eco-logismo y socialismo pero s bastante en la incompatibili-dad entre capitalismo y ecologa, nos adentraremos aquen las relaciones ambiguas que mantienen ambas ideologasen el campo ideolgico y poltico. Esto es especialmentenecesario en Espaa, dada la fuerte influencia del ecosocialis-mo, con aportaciones de gran calado, como las de ManuelSacristn o Jorge Riechmann. A primera vista, el mapa ecolo-gista parece asemejarse bastante a un encuentro de sumapositiva entre dos mundos de trayectoria social e histrica apriori distinta. Sin embargo, por las razones esgrimidas msarriba, es preciso estudiar de forma ms detenida aunqueno exhaustiva las relaciones tericas que mantienen ambasideologas.

    Por supuesto, como recuerda Dobson, la cuestin de si elsocialismo y la ecologa poltica son o no compatiblesdepende de una pregunta preliminar: de qu clase de socia-lismo estamos hablando? (1997). De antemano descartare-mos cualquier relacin entre el marxismo ortodoxo y la eco-loga poltica. A lo largo de este estudio, hemos definido unecologismo opuesto al colectivismo, a cualquier forma deviolencia y de dictadura (del Estado, del Partido, del pro-letariado, etc.), y, sobre todo, al productivismo, ya sea capi-talista o socialista. Por estas razones Gorz apuesta en sulibro Adis al proletariado (Gorz y Gil, 1981) por una fuerteruptura con este marxismo dominante. Pero, y sin renunciarnunca a su anticapitalismo, Gorz trata de superar el marxis-mo y profundizar en la relacin entre la emancipacin de losindividuos y la crtica radical del productivismo y el consu-

    mismo. Afirma que hay que luchar ms all del socialis-mo y de la revolucin industrial y manifiesta con claridadque el capitalismo puede vivir, sobrevivir y convivir con suscontradicciones. Adems, dirige una dura crtica al culto pri-mitivo del proletariado mtico (1981), as como a la glorifi-cacin del trabajo asalariado, cuando pregunta: nos atreve-remos a emprender el xodo fuera de la sociedad deltrabajo? (Gorz, 1997). Frente a la idea de que la lucha de laclase obrera como ncleo del materialismo histricopermitir la emancipacin de toda la sociedad, Lipietz cons-tata que existe una diversidad profunda de situaciones, inte-reses y aspiraciones sociales que dificultan los enfoquesmarxistas de la unidad popular en torno al proletario-asalariado-obrero. Al contrario, llama a construir la ecolo-ga poltica a partir de una base social plural y que no deriva

    directamente de los intereses inmediatos, ni siquiera histri-cos, de unos u otros (2000c: 194). Por otro lado, el filsofoViveret considera que el socialismo comparte con el libera-lismo a pesar de la violencia de sus conflictos sociales ypolticos una misma base cultural: para ambos lo esencial,

    la infraestructura, descansa en la economa que a travs delllamado trabajo productivo es la base de cualquier rique-za posible. Las races del socialismo conllevan por tanto unaincapacidad de pensar lo ecolgico (al ser la naturaleza y losbienes abundantes puros factores de produccin) y un deter-minismo antropolgico donde el homo economicus desempe-a un papel central en la Historia (Viveret, 2002).

    Si no existe relacin ideolgica con el socialismo domi-nante, qu relacin existe entre ecologismo y ecosocialismo?Para ello, demos primero la palabra al primer manifiesto eco-socialista para contestar a la pregunta arriba planteada deDobson de qu socialismo estamos hablando?:

    Entendemos por socialismo no las expresionesparticulares que le han dado los partidos que lo utilizancomo referencia, sino ese vasto movimiento histrico quesurgi hacia 1830 y cristaliz en varias corrientes antes deencarnarse primordialmente en la obra de Marx y en laselaboraciones que la desarrollaron, y que constituyvarias Internacionales. Todas estas manifestacionesfracasaron histricamente. (Antunes y otros, 1993: 57)

    En otro manifiesto ecosocialista, Lowy y Kovel confirmaneste enfoque:

    Vemos el ecosocialismo no como la negacin sino como larealizacin de los socialismos de primera poca del sigloXX, en el contexto de la crisis ecolgica. (2002)

    Como vemos, al inspirarse en filosofas como el socialis-mo descentralizador y no autoritario o el socialismo utpico,en Rosa Luxemburgo y en algunas corrientes anarquistas ylibertarias, el ecosocialismo, al igual que la ecologa poltica,se opone claramente al marxismo-leninismo y el estalinismo.Adems, al rechazar tanto el productivismo capitalista comolas cadenas productivistas, patriarcales y estatalistas dealgunas formas de socialismo (Antunes y otros, 1993: 58) o

    las estructuras productivistas de las variantes burocrticasdel socialismo (Lowy y Kovel, 2002), comparte tambin conla ecologa poltica una crtica de los productivismos domi-nantes.

    Por lo tanto, qu diferencia ambas visiones del mundo?Son ideologas distintas o pertenecen al mismo ideario? Enel fondo, nos podramos preguntar, como en el manifiesto deLowy y Kovel: Por qu el socialismo, por qu revivir estapalabra en apariencia destinada al basurero de la historiadebido a los fracasos de sus interpretaciones en el siglo XX?.Mientras que para unos la ecologa poltica incita a conside-rar el movimiento por el socialismo de una manera msamplia, ms abierta y [] ms realista (Antunes y otros,1993: 58) y que para otros la nocin de socialismo sigueexpresando la superacin del capital (Lowy y Kovel, 2002),

    Lipietz teoriza la necesaria evolucin de lo rojo a lo verde,llegando a utilizar el provocador trmino de postsocialis-mo para la ecologa poltica (1999). En un polmico artculosobre ecologa poltica y el futuro del marxismo, 29 Lipietz(2000c) plantea que el marxismo est agotado como sistemade pensamiento prctico y como gua para la accin transfor-madora de la sociedad, en resumen, como paradigma. Apesar de compartir la visin materialista, dialctica e histori-cista del marxismo, cree que la ecologa poltica se opone aste en el punto capital del progreso de las fuerzas produc-tivas. El paradigma verde no es un progresismo, ya que noconcibe la Historia como la historia de un progreso, y elmaterialismo histrico y dialctico verde no es teleolgico yms bien pesimista (2000c: 183-184). Sobre todo el problemadel marxismo reside en su programa y eje estructural basado

    en el papel central de la produccin. La reduccin de la his-toria natural del gnero humano a la actividad de transfor-macin de la naturaleza por los productores consiste en lamayor contradiccin respecto a la ecologa poltica, lo quelleva a Lipietz a afirmar lo siguiente:

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    Marx ve la historia como una artificializacin progresivadel mundo []. Es totalmente partcipe de la ideologabblico-cartesiana de la conquista de la Naturaleza.(Ibdem: 186-187)

    Ante las propuestas de ecomejoras del ncleo duro delmarxismo, Lipietz propone por tanto una sustitucin radi-

    cal de paradigma: reconstruir el materialismo en torno a otrotronco comn [la ecologa poltica], con elementos recicladoscogidos de las ruinas del antiguo paradigma marxista (ib-dem: 188).

    As, mientras que Lowy y Kovel opinan que, por muygolpeado que est, el ideal socialista sigue pendiente de rea-lizacin, autores como Lipietz nos incitan a preguntarnos sila idea de socialismo sigue siendo capaz tanto tericacomo prcticamente de movilizar las conciencias y de ser lareferencia utpica, incluso basndose en el socialismo ideal-mente existente. El propio Marx escriba que nuestro modode interpretacin debe adaptarse al mundo social contempo-rneo y, por lo tanto, debe cambiar con la Historia (1973).Dicho de otra manera, sin que se tenga que renunciar a algu-nos aspectos econmicos y sociolgicos desarrollados por

    Marx (fuente inmortal, segn Lipietz [2000c: 181]) y lossocialistas minoritarios, la ecologa poltica postula que exis-te la necesidad histrica de superar estos pensamientos teri-cos y prcticos. Frente a la crisis ecolgica y de civilizacin,se autodefine como la nueva matriz transformadora para quela especie humana se proteja de s misma y sobreviva en con-diciones decentes para todos hoy y maana. Segn Lipietz,se convierte as en la nueva esperanza para el siglo XXI, loque conlleva asumir sin complejos la ecologa poltica parareferirse a la complejidad del mundo y a las nuevas fuerzastransformadoras (2002).

    En este marco, puesto que es una crtica principalmenteno marxista de una superideologa productivista, planteo que laecologa poltica no es reductible o asimilable al ecosocialismo. Sinembargo, tampoco se trata de llegar al otro extremo y negar

    que la ecologa poltica y el ecosocialismo comparten puntosde encuentro en torno a la crisis ecolgica la lectura delmanifiesto ecosocialista de 1989 deja patente la amplitud deacuerdos. Al contrario, considero que el ecosocialismocomparte suficientes fundamentos antiproductivistas con laecologa poltica para que, si se lleva a sus ltimas conse-cuencias la crtica del marxismo, se aleje paulatinamente desu matriz socialista y se produzca un acercamiento cada vezmayor a la matriz ecologista. Las evoluciones recientes, vis-tas desde una perspectiva europea,30 avalaran esta tesis: elecosocialismo tiende a transformarse en una corriente inter-na del movimiento verde, donde representa una interpreta-cin marxista, hoy en da minoritaria en Europa, de la ecolo-ga poltica. Aunque seguramente dar lugar a alguna queotra polmica, se constata en trminos prcticos que en el

    seno del Partido Verde europeo la corriente ecosocialista con-vive de facto con las corrientes ecopacifistas, ecofeministas,ecologistas sociales, ecoliberales, medioambientalistas, etc., ytodas parecen tener futuro conjunto bajo el paraguas del eco-logismo en la poltica. En el plano terico se puede explicaresta evolucin por la conversin del eje productivista/anti-productivista en el eje estructurante y determinante donde elecosocialismo y las dems corrientes tienden a tener ms encomn que el ecosocialismo y el socialismo productivista.

    En el caso espaol, la hegemona ecosocialista correspon-de ms bien a factores histricos y locales, como la llegadatarda de la democracia y el papel de los partidos comunistasen la lucha antifranquista y la transicin, as como en la pos-terior estructuracin de los movimientos transformadores.Estos factores desembocaron en una debilidad orgnica del

    movimiento verde reforzada por las cuestiones nacionales,una fuerte divisin interna y la dificultad de representar lacorrea de transmisin poltica del movimiento social ecolo-gista y en el desarrollo de una potente escuela ecosocialis-ta. Aunque la izquierda verde haya sido el modelo ms desa-

    rrollado en Espaa, considero que al entender y definir laecologa poltica como una ideologa global es necesario pro-fundizar la reflexin sobre un modelo de ecologa poltica aut-nomo, que al mismo tiempo sea incluyente, aglutinador ypermeable y se encuentre en interaccin con otras experien-cias y modelos cercanos. A la hora de una crecienteglocaliza-cin y europeizacin de lo verde, cuya influencia es cada vez

    mayor en nuestro propio tejido sociopoltico, la teorizacindel nuevo paradigma ecologista y su praxis poltica quedantodava en gran parte por escribir.

    Agradecimientos. Quiero dar las gracias a Jess Casquete,Lara Prez Dueas y Fernando M. Prez Herranz por su

    revisin atenta y crtica, as como a otros lectores cuyasaportaciones han permitido una mejora sustancial de los

    contenidos de este cuaderno e implican un cuestionamientopersonal continuo y dinmico. Un especial agradecimiento a

    Lara por su dominio del espacio tridimensional.

    1. En Canad (1886 y 1887), Australia (1886), Nueva Zelanda(1894), Sudfrica (1898), Argentina (1901), etc.

    2. El Gobierno federal crea la agencia Erosion Soil Service.

    3. Estas observaciones llevan a Georgescu-Roegen a establecer unacuarta ley de la termodinmica que afirma que la materia, aligual que la energa, est sujeta a la entropa: Matter matterstoo. Segn esta ley, la materia tambin se degrada de manerairreversible y no es totalmente reciclable.

    4. Estadstico, matemtico y terico americano de la ecologa (1880-1949), Alfred Lotka fue pionero en el enfoque biofsico de la eco-noma y es padre de los conceptos endosomtico y exosomtico.Lotka propone el trmino exosomtico para designar la evolucintcnica acelerada de la especie humana que es parte integrantede la biosfera. Vase por ejemplo Elements of Mathematical Biology(1926; reed. 1956).

    5. Minerlogo y geoqumico ruso-ucraniano (1863-194