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FACULTAD DE COMUNICACIÓN
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
CURSO 2010-2011
ECONOMÍA FINANCIERA Y PENSAMIENTO ÚNICO
Un análisis crítico del papel de los medios de comunicación social en la actual crisis
económica
Autor: Juan Pedro Masdemont Romero
Tutora: Aurora María Labio Bernal
Trabajo Fin de Máster
Máster universitario en Comunicación y Cultura
3
ÍNDICE.
I. INTRODUCCIÓN. 5
- Hipótesis. 9
- Objetivos. 10
II. MARCO EPISTEMOLÓGICO: LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA
COMUNICACIÓN. 12
- Fundamentos de la Economía Política. 16
- La ruptura con el paradigma clásico. 19
- Corrientes teóricas de la Economía Política. 23
- Economía Política de la Comunicación. 28
III. MARCO TEÓRICO: LA CRISIS Y LA REDISTRIBUCIÓN DE ABAJO
ARRIBA. 39
- Los Estados del Bienestar. 41
- Globalización neoliberal del Mercado y las finanzas. 45
- Desregulación, liberalización y privatización. 48
- La financierización económica. 55
- La crisis de las hipotecas basura. 68
- El caso español. 77
IV. MEDIOS DE COMUNICACIÓN FINANCIERIZADOS: SU PAPEL EN LA
CRISIS ECONÓMICA. 81
- Un modelo de propaganda. 83
- Pensamiento único. 95
- El papel de los medios en la crisis. 98
- Conclusiones. 101
V. BIBLIOGRAFÍA. 104
5
I. INTRODUCCIÓN.
La importancia de la crisis económica y financiera en la que estamos inmersos
oficialmente desde septiembre del año 2008, momento de la quiebra del banco de
inversión estadounidense Lehman Brothers, la convierte en un hecho histórico con
mayúsculas. Ya ha sido comparada con la crisis de 1929, hasta ahora considerada la
mayor crisis económica de la historia. Pero las soluciones políticas que hasta ahora se
han puesto en práctica para salir de esta recesión económica son totalmente opuestas a
las que se implementaron para solucionar la otra crisis mencionada. Lo que fue llamado
entonces pacto keynesiano, y que originó los Estados del Bienestar occidentales, supone
lo diametralmente opuesto a las políticas que se están implantando ahora, que van en la
dirección de desmontarlos.
La crisis ha provocado la destrucción de decenas de millones de puestos de trabajo y un
aumento de la pobreza en el mundo como consecuencia directa de la crisis calculado en
cerca de 60 millones de personas por el Banco Mundial (Torres y Garzón, 2010), debido
a la paralización de la actividad financiera, necesaria para la economía productiva que
necesita créditos y préstamos para su actividad diaria. El sistema financiero habría
quebrado de no ser por la intervención de los gobiernos, ya que estaba en situación de
insolvencia (Navarro, Torres y Garzón, 2011). El coste total a nivel mundial de esta
intervención se estima a finales de 2010 en 11’9 billones de dólares (trillones en la
cuantificación norteamericana), un dato escalofriante cuando es contextualizado y
comparado con otros datos macroeconómicos, por ejemplo con la deuda externa que los
países de África tienen con los países occidentales, un total de 112.000 millones de
dólares, menos del 1% del dato anterior1. Esta deuda no es condonada, pero no se ha
dudado en inyectar al sistema financiero esos cerca de 12 billones para evitar la quiebra
de numerosos bancos y entidades financieras. Aunque lo más sorprendente de todo es lo
que ha pasado después de ese gigantesco “rescate financiero”, lo que ha ocurrido tras
ese gasto astronómico pagado con dinero público y que ha provocado un evidente
aumento de la deuda pública de nuestros países. Sobre todo tras comprobar en todos los
1 El siguiente enlace muestra una visualización de datos macroeconómicos entre los que se encuentra el
mencionado coste global de la intervención para salvar el sistema financiero, y que ayuda de manera brillante a entender la magnitud del dato. Realizada por los responsables de infografía del diario británico The Guardian. http://www.attac.tv/altermedia/2011/01/1235
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trabajos y artículos revisados que la principal causa del desplome fue el comportamiento
especulativo, irresponsable y en la mayoría de las ocasiones fraudulento de la banca y
de los operadores del sistema financiero.
Tampoco se les ha exigido ningún tipo de obligación ni cumplimiento de
responsabilidades profesionales o penales tras el rescate. Es más, si nos centramos en
nuestro contexto político, la Unión Europea, nos encontramos con que el aumento de la
deuda pública provocado por las inyecciones billonarias de dinero público debe seguir
financiándose, como ocurre desde la desaparición de la banca pública, en los
“mercados”. Siguiendo a diferentes autores, dichos mercados son los mismos que
provocaron la crisis, los operadores del sistema financiero, principalmente los bancos,
también las grandes sociedades de inversión especulativa y grandes corporaciones, en
definitiva los grandes capitales (Garzón Espinosa, 2011a; Castells, 2011). En lugar de
responder por lo que hicieron, se colocan en situación de “chantajear” a los gobiernos
que les salvaron con el control de la deuda pública (Torres y Garzón, 2010; Garzón
Espinosa, 2011b), que siguen manteniendo a pesar de todo lo sucedido, como otro
mercado con el que poder especular. Si los gobiernos quieren financiación, tendrán que
cumplir con los deseos de los mercados financieros. En caso contrario, tendrán que
pagar intereses desorbitados por financiar su deuda, esto es, en lugar de pagar entre un
4-5% de intereses tendrán que pagar un 9-10%. España es uno de los países que más ha
sufrido este “chantaje”, junto con Irlanda, Grecia, Portugal e Italia en los últimos meses;
y su caso es escandaloso sabiendo que, como apunta Vicenç Navarro (2011a), la
mayoría de esa deuda (55%) está en manos de bancos y entidades financieras españolas.
Así pues, estos grandes capitales aprovechan su situación de poder forzando un nuevo
“ajuste estructural”, la denominación que se da a las políticas económicas neoliberales
que triunfan en todo el mundo desde los años setenta del siglo pasado (Martin y
Schumann, 1996; Anisi, 1997; Torres y Garzón, 2010). Con el beneplácito de los
organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), y de la
propia Unión Europea, establecieron que los países debían controlar su gasto público
(“ser austeros”) para no aumentar su deuda, y facilitar las condiciones más favorables
para la inversión de los mercados financieros. Lo primero significa privatizar servicios
públicos y recortar el gasto; lo segundo, bajar los salarios y dañar derechos sociales de
los trabajadores (Torres y Garzón, 2010; Navarro, 2011b). Nos recuerda
inevitablemente a la tesis de Naomi Klein, expuesta en su libro La doctrina del shock:
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el auge del capitalismo del desastre (2007) y en la película homónima de Mat
Whitecross y Michael Winterbottom (2009), que señala cómo han solido coincidir a lo
largo del planeta los grandes recortes de derechos sociales y de los Estados del
Bienestar con grandes crisis, no sólo económicas, también políticas o humanitarias. En
este caso se vuelve a cumplir la ecuación.
Esta situación es la que permite entender los mensajes que hemos encontrado en los
medios durante estos años, sobre todo los dos últimos, 2010 y lo que llevamos de 2011,
en los que políticos y dirigentes de instancias como el mencionado FMI o los bancos
centrales justifican estas medidas coincidiendo siempre, en última instancia, en la causa
final subyacente a las mismas: se toman para “calmar”, “tranquilizar”, “aplacar” a los
mercados. El significado implícito de estos mensajes es claro, los mercados son los que
mandan, y debemos cumplir con sus deseos si no queremos que la situación empeore
aún más. Es una construcción mítica (Moreno, 2002), en la que los mercados son una
especie de dios por encima de todo, fuera de todo control (de hecho son los que tienen el
control), al que hay que calmar y aplacar a toda costa haciendo los sacrificios humanos
necesarios para lograrlo, que son los derechos sociales y el bienestar de las clases
populares (Castells, 2011). Se demuestra así la condición de estos “mercados”, lo que
hemos llamado los grandes capitales, es decir, los bancos, los grandes inversores y las
grandes corporaciones, como grupos de un poder tal que no sólo son capaces de salir
airosos de la enorme crisis que han provocado, sino que dictan las medidas que la clase
política debe tomar.
Ante todo lo expuesto, parece fundamental examinar el papel de los medios de
comunicación en el desarrollo de todo el proceso. Sobre todo de los grandes medios y
prensa de referencia, pues son en gran medida creadores de opinión en la mayoría de la
población. A pesar de la aparición en los últimos tiempos de medios alternativos y de la
facilidad que da internet para acceder a ellos, la mayoría de la gente sigue informándose
a través de los medios de referencia. La forma de contar lo que ha ocurrido durante esta
crisis y las valoraciones que aparezcan en ellos sobre sus causas, efectos y soluciones,
determinarán en buena medida las opiniones de la mayoría de la ciudadanía. Según el
postulado democrático (Chomsky y Herman, 1990) los medios de comunicación son
independientes y se basan en criterios objetivos e imparciales, lo que asegura la
pluralidad del sistema mediático. Sin embargo, en la mayor parte de autoras y autores
con una perspectiva de análisis crítica con las realidades sociales, encontramos
8
valoraciones muy negativas sobre los grandes medios. Es más, han desarrollado
numerosas denominaciones alternativas para mostrar su punto de vista: medios de
propaganda (Moreno, 2002), medios de persuasión neoliberal (Navarro, 2010)…
Nos planteamos si existen esas dos características, independencia y pluralidad, en los
medios de referencia. En el ámbito académico, desde el pensamiento crítico en general,
y desarrollos teóricos como la teoría de la propaganda o la Economía Política de la
Comunicación en particular, se ha planteado esta cuestión en muchos trabajos y sus
respuestas nos indican una situación diferente. Los medios de comunicación tienen
dueños. La economía política se ha preocupado especialmente en mostrarnos las
estructuras de propiedad de los medios, su evolución, y sus consecuencias en la
actividad mediática o periodística. Hoy en día, atendiendo al contexto socioeconómico y
a la dinámica que ha seguido durante las últimas décadas, sabemos que los medios
pertenecen a empresas de comunicación que a su vez pertenecen a otras empresas,
corporaciones, bancos y/o grupos financieros; y viceversa, que los grupos de
comunicación invierten en negocios ajenos a su labor (Chomsky y Hermann, 1990;
Labio Bernal, 2006; Reig, 2011). En la dinámica de la “Nueva Economía” (Moreno,
2002; Reig, 2010a) el capital tiende a convertirse en red, a diversificarse y a la vez a
concentrarse, formando un entramado o tela de araña que envuelve todo el planeta y
todos los sectores socioeconómicos. Si además se indaga en ese entramado difícil de
seguir y de clarificar vemos que medios con orientación e intereses políticos
aparentemente distintos comparten propietarios en muchas ocasiones. Es decir, no es
sólo que tengan el mismo tipo de propietarios (grandes corporaciones internacionales,
bancos, fondos de inversión…), es que son los mismos propietarios.
Entonces debemos atender al siguiente hecho, siguiendo nuestra argumentación: los
grupos que provocaron la crisis controlan los grandes medios de comunicación. Por
tanto, la lógica nos dice que las informaciones y las líneas editoriales de los medios en
relación con la crisis y las medidas políticas y económicas que se han tomado hasta
ahora para solucionarla deben coincidir en favorecer los intereses de estos grupos. Más
teniendo en cuenta la gravedad del fenómeno, que alude al mismo epicentro de la
estructura de poder socioeconómico. Respondía Ignacio Ramonet en una entrevista
reciente que el poder mediático es el acompañante del poder financiero, es el aparato
9
ideológico de la globalización2. El fin de este trabajo es comprobar si esta situación se
cumple y cómo lo hace.
Hipótesis.
Nuestras hipótesis de partida son las siguientes:
Los discursos de los medios mayoritarios en España sobre la crisis financiera,
sus causas, y las soluciones políticas adoptadas para superarla, son en realidad
un discurso único, que silencia los discursos alternativos y críticos, o los
deslegitima.
Siguiendo los trabajos enmarcados en la Economía Política de la Comunicación, que es
la escuela teórica que nos sirve de referencia básica en nuestra investigación, los medios
de comunicación mayoritarios tienden a decir lo mismo cuando se trata de asuntos
especialmente sensibles para la seguridad del orden establecido, y fundamentalmente
los relacionados con el orden económico. En el caso de la actual crisis económica este
hecho debe manifestarse claramente, pues alude directamente al funcionamiento del
sistema económico y financiero, en el que operan y del que se benefician las
corporaciones de todo tipo que controlan dichos medios. Su discurso se uniformiza y
aparta otras perspectivas alternativas, que en este caso versarían sobre la regulación
financiera y la tasación de las actividades financieras especulativas (Ramonet, 2011), la
vuelta de la banca pública y el establecimiento de un sistema fiscal progresivo (Navarro,
2011a), la exigencia de responsabilidades (incluidas las penales) a las personas y
entidades responsables de la crisis (Ferguson, 2010), y otras que iremos viendo
posteriormente.
La siguiente cita de Ignacio Ramonet plasma con sencillez esta tendencia mediática:
“…si todos los medios de comunicación afirman que algo es cierto, entonces ¡es cierto!
Si la prensa, la radio o la televisión dicen que algo es cierto, pues es cierto, aunque sea
falso. Evidentemente, los conceptos de verdad y mentira han variado. El receptor no tiene
2 En Público.es, 05-06-2011. http://www.publico.es/televisionygente/380186/el-gobierno-debe-oir-al-
15-m-en-vez-de-a-los-banqueros
10
más criterios de apreciación, pues sólo puede orientarse comparando las informaciones de
los diferentes medios de comunicación. Y si todos dicen lo mismo, está obligado a
admitir que es verdad.” (citado en Aparici y Rivas, 2011:2)
El discurso único generado por dichos medios se presenta como científico
cuando en realidad es un discurso ideológico que proviene de la doctrina
neoliberal y que responde a los intereses de determinados grupos de poder.
Los argumentos planteados para justificar la intervención de los gobiernos occidentales
tras el estallido de la crisis se han presentado como verdades irrefutables basadas en
datos y razones supuestamente científicas. Pero también han surgido desde la economía
crítica y otros ámbitos de las ciencias sociales voces que refutan con rigor estos
argumentos. En realidad esto viene ocurriendo desde los años setenta del siglo pasado,
en los que el discurso económico neoliberal se impuso a nivel mundial, tanto en la
teoría económica que se imparte en las universidades como en la política económica.
Autores pertenecientes a la economía crítica insisten en que los datos y las realidades
socioeconómicas muestran una y otra vez la equivocación de los supuestos neoliberales,
convertidos en dogmas de seguimiento obligado sea cual sea el contexto y el problema a
resolver. Casi todos sus argumentos descansan en última instancia sobre una idea: el
libre mercado y la desregulación económica favorecen el bien común. Pues todos los
datos apuntan a que desde los años setenta las desigualdades económicas y sociales han
aumentado de forma intensa, y las crisis económicas se han repetido en los países que
adoptaron este tipo de políticas económicas. Nosotros trataremos de comprobar si los
medios de comunicación social participan de ese pensamiento único.
Objetivos.
Para el desarrollo de todo lo que se ha expuesto hasta este momento, hemos marcado los
siguientes objetivos de investigación:
Analizar teóricamente la actual crisis económica y financiera, sus orígenes,
causas y consecuencias, desde la perspectiva de la Economía Política.
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Realizaremos una investigación documental y teórica que explique los orígenes
históricos de la crisis, hasta llegar a las causas inmediatas de su aparición,
características, y a las consecuencias económicas, sociales y culturales que ha tenido
hasta ahora y que se prevé que tenga en el futuro.
Estudiar el papel de los grandes conglomerados mediáticos en el contexto
socioeconómico en el que se inscriben y en la crisis económica, y los trabajos
realizados hasta el momento que analizan el discurso elaborado por los medios
de comunicación en relación a la crisis.
Pretendemos analizar críticamente la naturaleza de los actuales medios de comunicación
de masas, en relación con el rol que están ejerciendo durante esta crisis y el discurso que
están presentando al resto de la sociedad. Buscamos comprobar si es un discurso único
que no da cabida a los discursos críticos con la actuación política y que proponen
visiones alternativas. Además, también queremos estudiar las características de ese
discurso único, sus argumentos y principios.
12
II. MARCO EPISTEMOLÓGICO: LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA
COMUNICACIÓN.
Desde nuestro punto de vista, la Economía Política de la Comunicación (EPC) es la
perspectiva de investigación en comunicación que mejor puede abordar los asuntos
relacionados con la actual situación de crisis económica y su relación con los medios de
comunicación masivos. Esto se debe a que la EPC combina ciertas características que la
convierten en una aproximación multidisciplinar, única para comprender de manera
global estos procesos. Combina la perspectiva histórica, las relaciones de poder, el
análisis estructural, y una componente ética indispensable. Afirma Núria Almiron
(2009:2), “… Probablemente se trata de la única aproximación que proporciona los
instrumentos críticos necesarios para profundizar en las acciones de los agentes sociales
hegemónicos en la actual esfera de la comunicación y la información”, en nuestro caso,
como ya hemos introducido, su influencia en los mensajes de los medios de referencia
españoles.
Pero la EPC ha sido por regla general un enfoque minoritario dentro de las ciencias de
la comunicación. Un motivo puede ser la dificultad implícita de su aparato
multidisciplinar de análisis, que requiere del investigador un dominio de varios campos
de conocimiento, entre ellos la filosofía, la historia, la economía, la sociología, o la
antropología. Pero el motivo fundamental, probablemente, es su carácter
intrínsecamente crítico, lo que limita la financiación de investigaciones bajo este
enfoque. A pesar de ello, nos sentimos cómodos en esta aproximación epistemológica,
primero porque propone un enfoque holístico, atento a todas las instancias que
intervienen en la realidad social y a su interrelación, de manera comparable a lo habitual
dentro de la Antropología Social; y segundo, porque se propone abordar el porqué.
Citamos de nuevo a Almiron:
“… los análisis culturalistas críticos se centran en el qué se dice en los medios de
comunicación; los estudios críticos de políticas de comunicación abordan el cómo
organizar mejor la estructura comunicativa; los estudios críticos sobre audiencias y
efectos nos informan del quién, pero nadie, excepto la Economía Política de la
Comunicación y la Cultura, busca el porqué suceden y se organizan las cosas como
suceden y se organizan” (2009: 2).
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Antes de comenzar a exponer sus bases epistemológicas, conviene hacer ciertas
precisiones de este orden, que nos ayuden a introducirnos en la materia y aclarar nuestra
posición. Para empezar, aunque parezca una cuestión menor, los lectores observadores
habrán notado que hemos denominado a la disciplina “Economía Política de la
Comunicación”, mientras que la profesora Almiron la llama “Economía Política de la
Comunicación y la Cultura”. En otros lugares se la denomina añadiendo la palabra
información, es decir, Economía Política de la Información, la Comunicación y la
Cultura. No es algo a lo que demos especial importancia, aunque nosotros usaremos la
primera opción por una cuestión conceptual. El concepto de cultura en ciencias
sociales tiene dos sentidos, uno más restringido y que suele usarse en Sociología, y otro
más amplio y omnicomprensivo que es el utilizado en Antropología (Kahn, 1975;
Godelier, 1990).
La Sociología suele distinguir claramente entre sociedad y cultura, incluyendo en la
primera el conjunto de estructuras, instituciones, y la acción social en todas sus
realizaciones materiales y prácticas; mientras que restringe la segunda a lo que los
historiadores llaman las mentalidades, a creencias, valores e ideologías. Pero la
Antropología reúne todo en su concepto de cultura. León Olivé recoge varias
definiciones y hace una propuesta que sirve para entenderlo:
“… el concepto de cultura que utilizaremos alude a una comunidad que tiene una
tradición cultivada a lo largo de varias generaciones y que comparte una lengua, una
historia, valores, creencias, instituciones y prácticas (educativas, religiosas, tecnológicas,
etc.): mantiene expectativas comunes y se propone desarrollar un proyecto común”
(1999: 42).
Los productos materiales de una cultura, como pueden ser edificios, utensilios o
maquinaria, están incluidos, como los sistemas de relación y de comunicación, y las
instituciones como la ciencia. Un motivo es que la Antropología analiza todo tipo de
sociedades, no únicamente las occidentales modernas, y en muchas de ellas todas estas
realidades no están separadas del modo tan tajante en que lo hacen nuestras culturas
occidentales. Otro motivo es el enfoque holístico que mencionábamos antes, la
convicción de que para entender la realidad hay que tener en cuenta la interrelación de
todas las instancias que la constituyen, compartida con la Economía Política (EP) y su
preocupación por la totalidad social, que veremos posteriormente. Por lo tanto nos
parece más adecuado hablar de EPC, para referirnos a la aproximación realizada desde
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los presupuestos de la EP al ámbito de la Comunicación, en el que van incluidos los
procesos informacionales.
La siguiente cuestión que queríamos abordar es la de los dualismos en ciencias
sociales, que históricamente han producido debates en los que sus participantes se
posicionaban en uno u otro lado. Por ejemplo, las distinciones entre sujeto y objeto,
concreto y abstracto, base y superestructura, empírico y teórico, nomotético e
ideográfico, estructura y acción… En torno a ellas se han construido posiciones
epistemológicas que en muchos casos definían la identidad de las diferentes disciplinas,
al hacerse de manera excluyente, como estructuralismo vs. constructivismo, o
materialismo vs. idealismo, o ciencias explicativas vs. ciencias interpretativas.
Compartimos la opinión de Vincent Mosco (2009) que observa esta tendencia en
cuestiones epistemológicas como “no particularmente fructífera”. Se basa además en la
crítica que desde el feminismo se ha hecho a los modos epistemológicos tradicionales.
Según esta crítica, el pensamiento dual está relacionado con la distinción radical entre
géneros propia de nuestras sociedades, con las características asignadas a cada uno de
ellos, y con las relaciones de poder existentes entre ellos.
Si hay que elegir entre presencia y ausencia, o entre ‘A’ y ‘no-A’, dice Mosco que la
realidad suele sugerirnos que elijamos la frontera. Además de conducirnos hacia un tipo
de pensamiento excluyente, los dualismos eliminan las terceras posibilidades o
alternativas; la única alternativa a la dualidad sería el caos. Con todo esto lo que
queremos decir es que somos inclusivos, abiertos a diferentes formas de pensamiento.
Este trabajo es estructuralista en tanto que se centra en el efecto de las estructuras de
poder y económicas sobre determinados actos comunicativos, pero no excluye a las
posiciones constructivistas, ni niega la capacidad de resistencia y respuesta (de acción
social, diría Max Weber) de personas y grupos sociales ante estas presiones.
Algo parecido pensamos en relación a las determinaciones. Preferimos no reducir los
hechos que refieren a personas y circunstancias históricas a un núcleo esencial; o sea,
afirmar que la única causa de que se produzcan los eventos y los cambios sociales está
en la esfera económica, o en la esfera simbólica. Autores como Antonio Gramsci, Georg
Lukács o Raymond Williams, de filiación marxista, defienden la múltiple determinación
de lo social (Mosco,2009): la existencia de los individuos, las instituciones sociales, o
las ideas está determinada por todas las esferas constitutivas de la vida social. Se puede
15
dar más importancia a una u otra, pero no podemos negar que las esferas económica,
social, política y simbólica se interrelacionan como dimensiones de un mismo proceso
histórico. Tenemos que estar atentos a la naturaleza de esas relaciones si queremos
comprender los procesos.
El tema que nos ocupa parece diseñado para reivindicar las teorías marxistas. Todo lo
que está ocurriendo actualmente alrededor de la crisis puede entenderse desde un marco
de análisis de capital económico, dinero y lucha de clases, como iremos viendo, y Marx
nos dará varias claves. Además su teoría ha demostrado ampliamente su capacidad de
reelaboración y renovación, como en el caso de los autores recién mencionados o de los
teóricos de la escuela de Frankfurt (Hottois, 1999; Mattelart, 2003). Pero no negamos la
importancia y los logros que pueden obtenerse del trabajo de referentes como Max
Weber, el primero que propuso una sociología de los medios de comunicación (Herrera
Huérfano, 2006), que influyó de manera decisiva en el trabajo de los post-
estructuralistas, de autores como Michel Foucault o Pierre Bourdieu.
Nos parece interesante en concreto el trabajo de Pierre Bourdieu en su intento de
superar esa fuerte distinción entre estructuralismo y constructivismo, tratando de
conciliar a los dos grandes scholars mencionados (aunque nunca haya reconocido su
deuda con Weber). En El sentido práctico (1991) desarrolla su concepción teórica,
donde defiende la multidimensionalidad de la estratificación social, una idea tomada
de Weber, estableciendo la existencia de diferentes tipos de capital, no sólo el
económico, también político, o simbólico. Para hablar de las estructuras sociales utiliza
una metáfora en la que las compara con campos de juego, en los que los diferentes
actores sociales ponen en liza sus diferentes capitales y juegan (se enfrentan, se alían…)
por la obtención de los recursos que ofrecen los distintos campos. También son capaces
de intercambiar y transformar capitales de diverso tipo. Un ejemplo perfecto que está
relacionado con nuestra investigación, y que trataremos con mayor profundidad, es el
del trasvase política-empresa, el de altos cargos políticos que pasan a trabajar como
directivos o asesores de grandes empresas, y viceversa.
Evidentemente hay grupos mucho mejor situados que otros en esa pugna, porque tienen
mucho más capital y por tanto más poder. Estos grupos son capaces de imponer las
reglas del juego, de establecer estructuras que determinan la acción individual,
entendiendo determinación en un sentido amplio, de fijación de límites, ejercicio de
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presiones y clausura de opciones, como lo hacían Peter Golding y Graham Murdock
(Reig, 2010a:72). Pero la acción individual y social también puede resistir, luchar y, a
veces, incluso traspasar límites. En definitiva puede tener cierta autonomía, y no verse
abocada de manera mecánica a la sumisión. Tenemos el ejemplo de los movimientos
sociales críticos surgidos en estos últimos años (anti-globalización, altermundismo, y la
actual indignación); también podemos mencionar a intelectuales del ámbito de la
universidad o de las humanidades en general que con sus trabajos analizan y denuncian
la situación actual, apoyan y se relacionan con dichos movimientos. Varios de ellos y
ellas serán referencias básicas para este trabajo.
Fundamentos de la Economía Política.
Pasamos ya a exponer los fundamentos de la EPC, para lo que el trabajo de referencia
de Vincent Mosco (2009) nos servirá de guía principal. Al tratar esta cuestión
inicialmente tendremos que hablar de qué es la Economía Política, pues el ámbito de la
la comunicación no deja de ser un campo de estudio al que aplicar los conocimientos de
esta disciplina. Es bien conocido el significado etimológico de ambas palabras de origen
griego, y Raymond Williams lo interpretó apuntando que ambas aluden a la idea de
gestión, la primera del hogar, la casa, y la segunda de la comunidad, por aquel entonces
organizada en las ciudades-estado. Se observa que desde el mismo principio la
economía política combina los sentidos descriptivo y prescriptivo, tratando de presentar
cómo deben hacerse y gestionarse las cosas, lo que ya introduce un carácter moral que
veremos es básico en la disciplina.
Mosco aporta dos definiciones, la primera es más concreta, la segunda es más general y
ambiciosa. Primero, la economía política puede entenderse como “el estudio de las
relaciones sociales, particularmente las relaciones de poder, que constituyen
mutuamente la producción, distribución, y el consumo de recursos”3 (2009:24). La
disciplina tiende a concentrarse en las relaciones organizadas a partir del poder, o la
capacidad de controlar a otras personas, eventos y procesos. Una muestra en el ámbito
3 Cita original en inglés: “… the study of the social relations, particularly the power relations, that
mutually constitute the production, distribution, and consumption of resources”.
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de la comunicación puede ser el análisis del reforzamiento del poder de las empresas
internacionales de marketing en el negocio de los medios, habiéndose convertido en
productoras primarias de información valiosa sobre consumidores; un proceso
documentado entre otros por Armand Mattelart en La internacional publicitaria (1990).
Esta definición es un buen punto de partida, aunque tenga sus limitaciones, por ejemplo,
asume que podemos reconocer y distinguir entre productores, distribuidores y
consumidores con facilidad, lo que no siempre ocurre. La otra definición, más general,
la entiende como “el estudio del control y la supervivencia en la vida social”4 (2009:25).
Con ella la disciplina se abre a realidades diferentes a las sociedades capitalistas
contemporáneas, incluyendo otras especies y el medio ambiente en sentido amplio; lo
que permite que entendamos la vida humana como parte de un largo proceso histórico y
de una totalidad mucho más amplia.
Otra forma de describir la EP es centrar la atención en sus características principales. La
mayoría de autores coincide en señalar cuatro ideas o preocupaciones como
características centrales: la perspectiva histórica y el cambio social, la totalidad social,
la filosofía moral y la praxis. Estas cuatro preocupaciones estaban presentes en el
trabajo de los economistas clásicos (que de hecho bautizaron el campo de estudio que
estaban creando como “economía política”), los filósofos morales ingleses y escoceses
del siglo XVIII, principalmente Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John
Stuart Mill. En su aproximación epistemológica a los orígenes de la disciplina, Núria
Almiron (2009) realiza una interesante defensa de estos autores, que han sido por una
parte sobresimplificados por la economía neoclásica, y por otra atacados por la mayoría
de perspectivas críticas al haber sido reclamados por el liberalismo económico como
referentes teóricos. Siguiendo otro trabajo de Matthew Watson, Almiron comenta cómo
el pensamiento de aquellos filósofos morales estaba cargado de postulados críticos y
exigencias éticas, y que hay una ausencia de vínculos reales entre ellos y las corrientes
neoliberales actuales a pesar de la constante reivindicación que hacen estos últimos de
dichos vínculos.
Vamos a presentar brevemente estas cuatro preocupaciones, siguiendo a Mosco y
Almiron:
4 Cita original en inglés: “… the study of control and survival in social life”.
18
1) La EP ha dado prioridad tradicionalmente a la comprensión de las transformaciones
históricas y los cambios sociales. Para los teóricos clásicos de la disciplina como Adam
Smith o David Ricardo esto significó comprender la gran revolución capitalista que
transformó sociedades basadas en el trabajo agrícola en sociedades industriales basadas
en la manufactura y el comercio. Para Karl Marx fue examinar las fuerzas dinámicas en
el capitalismo responsables de su crecimiento y cambio. En relación a la perspectiva
histórica es importante definir cuál es su posición con respecto a la reproducción de las
estructuras sociales. La EP ha tendido a concentrarse en la producción y reproducción
de estructuras invariables. Podemos observar esta tendencia en el trabajo de Ramón
Reig: “Siempre nos ha llamado la atención este aparente inmovilismo de índole esencial
-subrayamos, esencial- de la estructura, es decir, su permanencia” (2010:61). Es muy
comprensible considerando el enorme poder de estructuras como las grandes
corporaciones multinacionales. Pero esto implica considerar la historia como un bucle
de reproducción estructural. Otros autores defienden la perspectiva histórica como un
proceso constitutivo. En palabras de Rob Connell: “Los grupos que tienen el poder
intentan reproducir la estructura que les otorga sus privilegios. Pero es siempre una
pregunta abierta si lo lograrán, y cómo”5 (citado en Mosco, 2009:27).
2) Su propuesta es analizar la totalidad social, con un enfoque holístico que abarca
cuestiones situadas habitualmente en los compartimentos de distintas disciplinas
académicas, donde las relacionadas con clases sociales van a la sociología, las
interesadas en el gobierno van a las ciencias políticas, las de mercado a economía…
John Stuart Mill consideró la necesidad de aproximarse de manera amplia a la vida
social, pues no se podían entender las cuestiones prácticas sólo a partir de premisas
económicas. Desde entonces, todas las corrientes pertenecientes a la disciplina a pesar
de sus diferencias han mantenido este enfoque.
3) La filosofía moral refiere a valores sociales y concepciones sobre lo apropiado de las
prácticas sociales. Peter Golding y Graham Murdock afirmaron que lo que distingue a la
EP en su carácter crítico es, principalmente, ir más allá de cuestiones técnicas y de
eficiencia para tratar cuestiones morales básicas sobre justicia, igualdad y el bien
público. Posteriormente volveremos a ello, pero apuntaremos aquí que esta cuestión
supuso una de las principales rupturas entre la EP y la economía: por ejemplo, la opción
5 Cita original en inglés: “Groups that hold power do try to reproduce the structure that gives them their
privilege. But it is always an open question whether, and how, they will succeed”.
19
tomada por la economía de definir el trabajo como un factor más de producción, igual
que la tecnología o la materia prima, contiene una determinada visión moral implícita,
en la que las personas son intercambiables con los demás factores, son piezas o
herramientas para los propósitos económicos. Esta crítica es básica en la teoría marxista
y en la teoría crítica de la escuela de Frankfurt (Hottois, 1999).
4) La cuarta característica es la praxis, una idea con raíces en la historia de la filosofía,
que encuentra su mayor traslación a los estudios de comunicación en el trabajo de la
escuela de Frankfurt, sobre todo en Marcuse y Habermas. En la forma más general
refiere a la actividad humana, específicamente a la actividad libre y creativa por la cual
la gente produce y cambia el mundo y a ellos mismos. La praxis ocupó un lugar central
en el trabajo de Kant, Hegel y Marx (para éste último suponía la alternativa al trabajo
alienante).
El concepto de praxis nos lleva a una visión del conocimiento como resultado conjunto
de la teoría y la práctica, de concepción y ejecución. Para la tradición marxista ha
significado explícitamente la unión de los roles de intelectual y activista, cuyo caso más
célebre es probablemente el de Antonio Gramsci, que creó la idea de intelectual
orgánico, educado tanto en las herramientas teóricas de análisis como en la práctica
política de lucha y resistencia. En la mayoría de casos los economistas políticos
comparten esta vocación de activismo y lo han demostrado; en el ámbito de la
comunicación fue muy conocida su participación en el intento de los años 70 del siglo
pasado por crear un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación
(Mattelart, 2003).
La ruptura con el paradigma clásico.
Para entender las diversas derivas que ha tomado la disciplina hay que hablar de la
ruptura con su paradigma clásico. A finales del siglo XIX se produjo una reacción a la
economía clásica, en forma de dos teorías económicas alternativas al clasicismo
(Almiron, 2009): la de los neoclásicos, que llegará a cambiar la denominación del
campo de estudio por el de simplemente “economía” o economics; y la de aquellos
autores que conservarán las preocupaciones de los economistas políticos, y con ello no
20
tendrán inconveniente en mantener la denominación de “economía política”, aunque
romperán epistemológicamente con ellos. O sea, una división entre aquellos que
eliminaron la política (esto es, la dimensión moral) de su campo de estudio y aquellos
que la conservaron en su análisis de lo económico.
- Los economistas neoclásicos basaron su doctrina en una serie de postulados:
el énfasis en el individuo como unidad primaria de análisis (su atomización);
el mercado como estructura principal de organización;
la sustitución de la dimensión política por la búsqueda de la objetividad;
la investigación empírica del mercado como base de la construcción teórica;
la matemática como el lenguaje de conceptualización principal;
la restricción del trabajo a uno más de los factores de producción, no siendo
considerado como el único ni el más importante;
y la eliminación de las cuatro preocupaciones clásicas, de la historia, el análisis
global de la sociedad, la filosofía moral, y la praxis o compromiso del análisis
con la sociedad.
Su intención es considerar a la economía como una ciencia matemática, para lo que
abandonaron los vínculos con disciplinas de las ciencias sociales (para ellos disciplinas
no científicas) como la sociología, la ciencia política o la historia. Bajo este paradigma
los economistas deberían estudiar deseos expresados a través de preferencias en el
mercado, y no necesidades determinadas por la filosofía moral.
Como señala Almiron, es evidente que esta visión se ha impuesto hasta nuestros días,
aunque hayan surgido diferentes ramas de pensamiento dentro de ella. La distinción
principal es la que se produce entre los keynesianistas (el propio John Maynard Keynes,
Arthur Cecil Pigou, Joan Robinson), menos proclives a aceptar la supremacía del
individualismo y del mercado, también conocidos como socialdemócratas; y los
monetaristas (Friedrich Von Hayek, Milton Friedman), asesores y defensores de las
políticas practicadas y promovidas por los gobiernos más conservadores de Estados
Unidos y el Reino Unido durante la segunda mitad del siglo XX, y rebautizados en los
21
últimos años como neoliberales6. Pero ambas ramas representan lo que hoy en día viene
en denominarse visión ortodoxa de la economía o economía ortodoxa.
- Frente a los neoclásicos, la corriente de pensadores que mantuvo las preocupaciones
de los clásicos a pesar de su ruptura epistemológica con ellos es muy plural. Hay
quienes consideran a Marx y los autores marxistas o neomarxistas como los principales
miembros de esta corriente, pero para otros la teoría marxista es sólo una más de las
herederas de las preocupaciones clásicas. También encontramos a los institucionalistas,
los que creen que las instituciones pueden modelar el mercado, y que de hecho lo están
haciendo a favor de las grandes corporaciones; los movimientos sociales, especialmente
el movimiento feminista y medioambientalista; e incluso autores conservadores no
neoliberales, que priman en su análisis el objetivo de expandir la libertad individual
pero manteniendo los postulados clásicos. Más adelante trazaremos las líneas básicas de
estas corrientes, ahora vamos a apuntar en qué consistió esa ruptura con los clásicos,
que tomó dos direcciones: una basada en una crítica radical a su paradigma, y otra que
parte de una crítica conservadora (Mosco, 2009).
Los dos pilares de la crítica radical fueron el socialismo utópico y el socialismo
marxista. Los críticos utópicos (Godwin, Paine, Owen, Saint-Simon…) atacaron la
posición clásica por no aplicar su supuesta racionalidad contra uno de los cimientos del
capitalismo, la propiedad privada. Consideraban que no podía haber un sistema más
irracional que éste, que defiende la exclusión de masas de población de los frutos de su
propio trabajo. Marx partió del trabajo como el más importante factor de producción (al
igual que los economistas políticos clásicos) situándolo en su marco de análisis de la
historia, dialéctico y materialista (Hottois, 1999). Para él la historia significaba sobre
todo cómo la gente se hacía a sí misma a través del trabajo. Pero a partir de sus ideas
sobre la divergencia entre el valor de uso y el valor de cambio desarrolló su teoría de la
explotación; esa diferencia es la plusvalía del trabajo, que se apropia el capital de dos
formas, incrementando el tiempo de trabajo (explotación absoluta) o intensificando el
proceso de trabajo (explotación relativa).
6 En La doctrina del shock, libro y película (2007, 2009), se relata el importante papel de Milton
Friedman y la Escuela de Economía de Chicago en la promoción de estas políticas económicas por todo el mundo.
22
En Contribución a la crítica de la economía política (2009) se encuentra el desarrollo
de su crítica. La escuela clásica se interesó por la transición histórica desde el
feudalismo hacia el capitalismo, pero cuando se trataba de examinar el propio
capitalismo nunca llegó a cuestionarse su esencia, si contenía una tendencia inherente y
natural a la desigualdad y la miseria de la mayoría de la población. En este sentido la
teoría clásica identificó las fuerzas que dinamizaban el capitalismo (capital y trabajo)
pero las naturalizó; Marx reveló las relaciones sociales que subyacen en este sistema,
con su teoría de las clases sociales en la que la clase trabajadora vende su fuerza de
trabajo sin controlar los medios de producción y es explotada por los propietarios,
organizados en diferentes empresas que compiten en los mercados. La competencia
dirige a las empresas a maximizar la plusvalía para incrementar la acumulación de
capital. Otras ideas de máxima vigencia hoy son el crecimiento constante de la
mecanización del trabajo, la concentración del capital, y la periodicidad de las crisis
económicas capitalistas.
Hay que decir que a pesar de lo expuesto sobre la naturalización del capitalismo por
parte de la economía clásica, Marx heredó varias de estas ideas de allí, sobre todo de
David Ricardo (Mosco, 2009; Almiron, 2009), como la sociedad dividida en clases, la
denuncia de una clase que obtiene más beneficios de la economía que otra, y la
convicción de que es el poder político que ostentan las clases más privilegiadas el que
les permite mantenerse en esa posición.
Por último, debemos mencionar una ruptura de raíz conservadora (Mosco, 2009).
Representada por los autores Edmund Burke y Thomas Carlyle, se basa en una crítica a
la idea de que el desarrollo económico surge del interés propio de los individuos, que
buscan de manera racional maximizar su riqueza. Tomando un célebre ejemplo de
Adam Smith, Carlyle dijo que el interés propio del carnicero, el cervecero y el panadero
también puede conducirles a destruirse uno al otro. Para estos conservadores la riqueza
surge de un orden orgánico que respeta las tradiciones y ofrece a la gente un sentido
claro de su rol social y una base moral que los motiva a cumplirlo.
- A pesar de esta ruptura, también hubo un tercer grupo que mantuvo el vínculo con la
EP clásica en el siglo XX, y que tuvo gran influencia en la EPC. Núria Almiron (2009)
cita en particular a dos economistas políticos anglosajones, John Kells Ingram y Robert
23
A. Brady, por su enorme influencia entre los primeros economistas políticos de la
comunicación, como Dallas Smythe, Herbert Schiller o Thomas Guback.
Ingram fue seguidor de Auguste Comte y su positivismo, creía en la mejora de la
sociedad a través de la investigación científica; pero pensaba que esta mejora sólo podía
alcanzarse subordinando la economía a la moral, dotando de dimensión moral al
capitalismo. De aquí derivan sus cuatro grandes críticas a la economía ortodoxa: el
estudio de la economía no puede realizarse al margen del análisis de los aspectos
sociales; debería revisarse la tendencia excesiva a la abstracción y a las simplificaciones
carentes de realismo de los economistas; el método deductivo, usado prioritariamente,
debía ser sustituido por el método histórico; y las leyes económicas y prescripciones
prácticas debían formularse y expresarse de forma menos absoluta, pues no son
verdades absolutas. Para él la economía era una rama de la sociología y tenía que
atender a más dimensiones que la puramente matemática. Su influencia en Dallas
Smythe fue fundamental.
Brady desarrolló principalmente dos líneas de investigación. Estudió el crecimiento
continuo de las grandes corporaciones así como el modelo de racionalización que las
impulsaba; y demostró que la formación de estas grandes organizaciones y de sus
lógicas de crecimiento había construido una base estructural antidemocrática en la
sociedad. Dan Schiller reivindicó la importancia de Brady para los primeros
economistas políticos norteamericanos, por su análisis sobre las prácticas simbólicas y
económicas autoritarias que habían emergido y el marco de explotación económica en el
que se encontraba la sociedad. De este modo conectaba con la corriente marxista, más
influyente en Europa, sin beber de ella directamente.
Corrientes teóricas de la Economía Política.
Tal y como hemos prometido, nos disponemos a presentar las escuelas de pensamiento
que han mantenido las preocupaciones clásicas y por tanto son críticas con los
postulados de la economía ortodoxa. Todas ellas han aportado interesantes reflexiones a
la EP en general y a la EPC en particular.
24
- En la EP de origen marxista podemos distinguir entre corrientes y autores que siguen
de manera fiel la construcción teórica de Marx, y otras que han realizado relecturas
críticas de sus planteamientos, a las que llamaremos corrientes neomarxistas (Mosco,
2009).
En el primer grupo se encuentran autores como Paul Baran y Paul Sweezy, o Michael
Mandel, que partieron directamente de El capital para criticar al neoclasicismo,
tomando las teorías del valor del trabajo, la explotación y la lucha de clases, la
concentración del poder económico, el imperialismo y las crisis. Estos marxistas
tradicionales han dado un lugar central en su trabajo al análisis tanto moral como
técnico de la irracionalidad (en un mercado que da principal importancia a los
beneficios en perjuicio de la educación o el bienestar) y la explotación (absoluta en el
tercer mundo y relativa en el primero).
Entre los neomarxistas se encuentran construcciones como el marxismo analítico de
Cohen, que estando de acuerdo con las críticas a las desigualdades del capitalismo y a
su negativa a asegurar el bienestar de la mayoría, ataca a la economía neoclásica en sus
propios valores: cuando el capitalismo puede reducir el tiempo de trabajo, elige a pesar
de ello el aumentarlo, negando sus supuestos principios al no garantizar un mayor
tiempo libre para perseguir la libertad. También se encuentra el socialismo de mercado,
que acepta la existencia de principios positivos en la actividad de mercado sin aceptar el
capitalismo, con autores como Alec Nove y David Miller.
Una posición que establece un puente entre la perspectiva tradicional y la neomarxista
es la teoría de los sistemas-mundo. Combinando el análisis de la escuela historiográfica
francesa de los ‘Annales’ y la sociología global del norteamericano Immanuel
Wallerstein, sus teóricos tratan de desarrollar una comprensión mundial de la totalidad
social, a través de la economía global, las relaciones internacionales de clase, las
relaciones entre estados y la jerarquía centro-periferia.
- En la perspectiva institucionalista es la estructura organizacional de la economía, no
el mercado, la que establece la producción, distribución e intercambio de bienes y
servicios (Mosco, 2009; Almiron, 2009). El análisis de la estructura organizacional
25
incorpora la historia de las instituciones, la sociología de la burocracia, la evaluación de
las oportunidades y las restricciones tecnológicas, y la influencia de las costumbres, las
leyes y los aspectos ideales en la construcción social del valor. Su epistemología
combina el pensamiento historicista alemán (donde podemos incluir a Max Weber) y el
pragmatismo anglo-americano (representado principalmente por John Dewey).
Entre los primeros institucionalistas destacó Thorstein Veblen. Describían un mundo en
el que las excepciones a la teoría clásica eran en realidad la regla; hablamos de finales
del XIX y principios del XX, con la actuación de grandes corporaciones y monopolios
que negaban el contenido de los modelos de mercados competitivos propios del
neoclasicismo. En La teoría de la clase ociosa, publicada en 1899, Veblen negó que la
racionalidad o el sentido común rigieran las elecciones del consumidor. Para él decidían
en base a irracionalidades, como por ejemplo el consumo para tratar de emular a grupos
con alto nivel de riqueza o estatus (lo que aquí conocemos como “aparentar”).
Entre los institucionalistas contemporáneos John Kenneth Galbraith es el más conocido.
Su trabajo continúa el análisis del consumo de Veblen, introduciendo a la industria de la
publicidad por su enorme influencia en la construcción social de los deseos. En El
nuevo estado industrial de 1967 volvió al interés tradicional de la teoría institucionalista
por la estructura y la tecnología para examinar lo que él llamó la tecnoestructura
corporativa, la combinación de fuerza técnica y organizacional que permitió a las
grandes corporaciones concentrar el tamaño y el poder necesarios para controlar los
mercados libres.
Para Vincent Mosco todos los institucionalistas comparten una característica que los
separa de las perspectivas marxistas: ellos ven, para bien y para mal, la maximización
del poder en las estructuras burocráticas como más importante y decisiva que la
maximización del beneficio.
- Dentro de la perspectiva conservadora crítica con el mainstream económico (Mosco,
2009), surge una escuela corporativista representada por trabajos como los de Robert
Nisbet, que ataca el rechazo de la política llevado a cabo por la economía neoclásica,
aduciendo además que de este modo lo político es capturado por los pensamientos
liberal y socialista. También ataca la teoría de las expectativas racionales, afirmando
26
que los individuos actúan en base a la costumbre social, incluyendo costumbres y
prácticas desviadas, que no siguen ninguna lógica económica.
Por otro lado, otra rama neoconservadora critica la economía ortodoxa por ser
demasiado tímida, y cree que sus preceptos fundamentales sobre el comportamiento del
mercado pueden aplicarse a cualquier otro ámbito de la conducta humana.
- Las aportaciones de los movimientos feministas y ecologistas, los dos más
importantes movimientos sociales de las últimas décadas, a la EP han sido
fundamentales. Tienen grandes afinidades con la tradición marxista pero son
suficientemente diferentes como para tratarlos por separado (Mosco, 2009).
Autoras como Mary O’Brien y Marilyn Waring en los años 80 abogaron por el
desarrollo de una EP que incluyera por fin, más de doscientos años después, a las
principales responsables del trabajo doméstico. En este sentido, el problema con la EP
no era que resultara demasiado económica, sino al contrario, que no era lo
suficientemente económica pues no contabilizaba el trabajo de la inmensa mayoría de
mujeres en el mundo (Narotzky, 1995). Por otra parte, y ya se ha podido intuir en
muchas de las características de la economía ortodoxa que hemos ido presentando, la
perspectiva feminista ha atacado la visión económica neoclásica como típicamente
masculina; y no es una crítica reciente, Mosco cita a Charlotte Perkins Gilman, que
escribió en 1889: “Ellos asumen como incuestionable que ‘el hombre económico’ nunca
hará nada a menos que tenga que hacerlo; que sólo lo hará para escapar del dolor o
alcanzar el placer; y que inevitablemente tomará todo lo que pueda tomar y hará todo lo
que pueda para burlar, superar, y si es necesario destruir a sus adversarios”7 (2009:58).
La economía feminista pretende destapar las dimensiones ideológicas de la economía
ortodoxa que presentan la organización patriarcal del trabajo, es decir, un determinado
sistema de trabajo controlado por hombres, como natural. Todavía hoy el trabajo de
ocho horas diarias de los hombres es considerado como productivo, mientras que el de
sus mujeres de alrededor de once horas en la casa no lo es (Narotzky, 1988).
7 Cita original en inglés: “They assume as unquestionable that ‘the economic man’ will never do anything
unless he has to; will only do it to escape pain or attain pleasure; and will, inevitably, take all he can get and do all he can to outwit, overcome, and, if necessary destroy his antagonist”.
27
La preocupación medioambiental ya estaba presente en la EP clásica, particularmente en
David Ricardo y Thomas Malthus, interesados en la capacidad de carga del planeta
frente al enorme crecimiento de las poblaciones humanas (Almiron, 2009). Los
ecologistas de todas las tendencias vienen advirtiéndonos del daño irreparable que el
modelo de producción capitalista y las grandes corporaciones han provocado y siguen
provocando al planeta. Diversas perspectivas dentro del ecologismo comparten una
posición llamada ecología socialista (Mosco, 2009), que afirma que sólo la toma de
decisiones participativa y colectivista puede producir una ecología saludable y
sostenible. Esta posición reclama la unión de la EP con la biología y las ciencias
ambientales para que utilice ideas habituales en la ecología o la geografía, que ponen el
foco en los espacios y los intercambios materiales entre naturaleza y sociedad.
Otro movimiento nacido en este ámbito, y que está adquiriendo en la actualidad gran
vigencia y generando muchas adhesiones, es el decrecimiento, que cuestiona una de las
ideas-fuerza del modelo capitalista y que está en el centro del discurso político y
económico dominante: el crecimiento económico (Taibo, 2009). Por una parte, el
crecimiento ilimitado es imposible, pues los recursos son limitados; por otra, tiene poco
de positivo, pues no es necesariamente sinónimo de cohesión social, se produce a costa
del expolio de los recursos de los países pobres, se traduce generalmente en agresiones
medioambientales irreversibles, y se asienta en un “modo de vida esclavo” que hace
equivaler la felicidad al aumento de las horas de trabajo, del dinero ganado y del
consumo de bienes. Todo ello exige una reducción drástica de los niveles de producción
y consumo, sobre todo de los países ricos (el Norte opulento), pero aún más importante,
exige una reorganización en profundidad de nuestros modelos socioculturales y reglas
de juego.
La preocupación medioambiental se añade coherentemente a los intereses de la EP, pues
su idea de analizar la totalidad social debe incorporar el medio en que las sociedades se
mueven, y su filosofía moral exige expandir la visión más allá de la vida humana actual,
sobre las generaciones futuras y sobre todos los procesos vitales.
28
Economía Política de la Comunicación.
Tras hablar de la EP en general, pasamos a presentar el desarrollo que esta disciplina ha
tenido en el ámbito de la información y la comunicación, continuando con la guía de
Vincent Mosco (2009). Uno de los procesos sociales y económicos que influyó
principalmente para que se abriera esta aproximación fue la transformación de la prensa,
los medios electrónicos y las telecomunicaciones, de empresas modestas y generalmente
familiares, en grandes negocios del orden industrial propio del siglo XX8. Las prácticas
de gestión industriales y corporativas propias de los negocios modernos (en producción,
marketing, finanzas, etc.) se extendieron a los negocios mediáticos. Los primeros
trabajos de EPC tomaron la tarea de describir la estructura y las prácticas de las grandes
empresas de comunicación, mostrando su preocupación sobre el uso del poder en tales
gigantes empresariales. Podemos encontrar ya en 1939 un trabajo como el de N. R.
Danielian, The AT&T, que ejemplifica esta tendencia, y que como veremos ha
continuado en generaciones posteriores, que han reflejado la dinámica de integración
corporativa a través de las divisiones de la industria mediática y también del resto de
sectores económicos.
Otro fenómeno que impulsó los estudios de EPC fue la expansión del estado como
productor, distribuidor, consumidor, y regulador de la comunicación, en respuesta a las
presiones para que gestionara las demandas y conflictos relativos al crecimiento del
negocio de la comunicación. Con ello se desarrollan los sistemas gubernamentales de
inteligencia, recogida de información, propaganda, difusión, y telecomunicaciones. En
particular han interesado a los economistas políticos las relaciones entre el ámbito
militar y los medios, telecomunicaciones e informática9. Ya en las últimas décadas han
analizado las presiones y los procesos globales de liberalización y privatización de
dichos sistemas. La tendencia de estos procesos de crear desigualdades en el acceso a
los medios y cambios en los mensajes y contenidos ha preocupado a los investigadores,
que se han interesado en explorar sistemas alternativos, tanto en el ámbito público como
en el de la sociedad civil.
8 Un proceso común a todos los sectores económicos. En Inside job (2010) se relata el proceso
equivalente en el ámbito de la banca y las finanzas. 9 Internet nació de un proyecto militar estadounidense. ElPaís.com, 29-10-2009:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Internet/proyecto/militar/fracasado/elpepisupcib/20091029elpcibpor_8/Tes
29
Los trabajos que realizan un recorrido histórico por la disciplina han venido
coincidiendo en distinguir las aproximaciones realizadas desde Estados Unidos y
Europa (Quirós, 2001; Reig, 2010a), mostrando los debates y discusiones entre
investigadores de uno y otro lado y las diferencias entre ambas perspectivas. Mosco
(1996) añade al análisis los trabajos de investigadores del resto del mundo y en
particular de los países más pobres, por su aportación suficientemente importante como
para ser considerados al mismo nivel que los otros. Almiron (2009) considera necesario
aparcar ya debates y controversias entre norteamericanos y europeos. Nosotros
expondremos resumidamente los desarrollos de la disciplina en las tres regiones como
un medio para conocer a los autores y autoras más destacados, y presentar las temáticas
y conclusiones más importantes que ha aportado la EPC al campo de la comunicación.
- En Estados Unidos es ampliamente reconocida la influencia de dos figuras
fundadoras de la EPC, Dallas Smythe y Herbert Schiller. Su aproximación a los estudios
sobre comunicación se beneficia tanto de la tradición institucionalista como de la
marxista, y su trabajo partía sobre todo de la evidencia de que la industria de la
comunicación se había convertido en parte integral de un orden corporativo más amplio,
a la vez explotador y antidemocrático, y de que el poder y la influencia de las
compañías mediáticas transnacionales había aumentado formidablemente.
Dallas Smythe pensaba que en el marxismo occidental existía un “punto ciego”
(blindspot) en lo que se refiere al estudio de la función que cumplen los medios para el
capital. Como hemos ya mencionado, reconoció la influencia de economistas como
Ingram. Smythe no se identificaba con ninguna de las teorizaciones marxistas europeas,
con los trabajos de Adorno, Gramsci o Althusser. Su intención principal era hacer un
análisis económico de los medios. Para él, “la función primaria de los medios es crear
bloques compactos de audiencias para venderlas a los anunciantes del capitalismo
monopolista. De este modo se asegura la propensión al consumo que, a su vez, completa
el circuito de producción” (citado en Quirós, 2001:26). Esta tesis ya aparecía en su
primer trabajo, de 1957, The structure and policy of electronic communications.
En 1977 publicó Communications: blindspot of western marxism, donde expone con
detalle sus ideas sobre el “punto ciego”. Tuvo entonces un debate o polémica con los
principales economistas políticos británicos, Golding, Murdock y Garnham, que
30
rechazaron su trabajo por economicista y por su insistencia en colocar la reproducción
ideológica en segundo plano.
Herbert Schiller recibe influencias de autores como Baran y Sweezy o Charles Wright
Mills, y su posición teórica es más flexible que la de Smythe (Quirós, 2001). Su trabajo
hizo especial hincapié en la relación entre el estado norteamericano, las grandes
empresas de comunicación y las corporaciones industriales y financieras. Su primer
libro, Mass communication and american empire, apareció en 1969. Su definición de
“imperialismo cultural” ha influenciado mucha investigación y acción: “El conjunto de
procesos por los que una sociedad es introducida en el seno del sistema moderno
mundial y la manera en que su capa dirigente es llevada, por la fascinación, la presión,
la fuerza o la corrupción, a moldear las instituciones sociales para que correspondan con
los valores y las estructuras del centro dominante del sistema o para hacerse su
promotor” (citado en Mattelart, 2003: 80). Volveremos a esto cuando hablemos de la
teoría de la dependencia.
Schiller trabajó en Europa tras la II Guerra Mundial. En Alemania fue testigo directo de
la reconstrucción económica del país, en la que tuvieron un protagonismo principal los
mismos estamentos dominantes (banca y empresas) que significaron un factor clave
para el ascenso del nazismo10
(Reig, 2010a). Esta experiencia fue clave para su trabajo
teórico. Otros trabajos suyos son Communication and cultural domination de 1976 y
Hope and folly de 1989. En éste último documenta el fracaso de la iniciativa por el
NOMIC. De hecho era en principio un informe para la UNESCO, en un momento en
que ésta todavía apoyaba las preocupaciones de los que proponían el Nuevo Orden. Pero
las presiones de las fuerzas conservadoras lideradas por Estados Unidos cambiaron la
opinión de la UNESCO, que se negó a publicar el trabajo de Schiller (Mosco, 2009).
Pasemos a recorrer los temas y autores norteamericanos que siguieron a Smythe y
Schiller (Mosco, 2009). Un tema central en la EPC estadounidense ha sido la relación
entre los centros de poder político y los de poder mediático. Smythe y Schiller ya
trabajaron en estos asuntos, y generaciones posteriores han continuado con esta línea,
enfatizando las relaciones entre gobierno y poder corporativo. Autores como Dan
10
La película La question humaine (Nicolas Klotz, 2007), en español La cuestión humana, realiza una crítica demoledora al mundo empresarial, denunciando la deshumanización del trabajo existente implícitamente en el lenguaje económico y empresarial (por ejemplo, “recursos humanos”). En ella también se establece una conexión entre el mundo empresarial y el nazismo.
31
Schiller y Marc Raboy desafían la idea según la cual la radiodifusión pública contribuye
necesariamente a la democracia documentando maneras en las que el control estatal de
un sistema público ha silenciado las voces de grupos de la comunidad y de la sociedad
civil.
La concentración de la propiedad es una preocupación general en la EP, y en la
investigación norteamericana. Tiene un doble sentido: la integración vertical de
compañías que controlan cada vez mayor parte del proceso de producción en un sector
industrial específico; y la integración horizontal a través de sectores dentro y fuera de la
industria de la comunicación. Centrándose en la prensa, Ben Bagdikian hizo un análisis
de la concentración en El monopolio de los medios de difusión de 1983 (actualizada en
una segunda edición de 2004), incluyendo la integración de las industrias de noticias y
entretenimiento, y muestra cómo este proceso difumina la diferencia entre información
y contenido comercial. Bagdikian forma parte de un amplio grupo de periodistas que
han escrito sobre cómo han experimentado directamente los efectos de la
comercialización en su profesión.
Las divisiones tradicionales dentro de los negocios mediáticos se han ido integrando.
Las investigaciones han seguido este fenómeno, en el que los conglomerados
mediáticos iban reuniendo el control de negocios que antes eran relativamente
independientes, como la prensa, la radiofusión, el cine o las telecomunicaciones. Esta
integración forma parte de un proceso más general de transformación estructural: junto
a ella, las grandes compañías también se desprenden de ciertas unidades, y nuevas
compañías tratan de acceder a viejos y nuevos nichos de mercado. Los economistas
políticos han mostrado cómo las grandes compañías se benefician de estos procesos de
reestructuración, descentralizando operaciones y pasando con ello el riesgo a compañías
más pequeñas; en realidad es un nivel más profundo de concentración en los
conglomerados mediáticos, que son lo suficientemente poderosos como para controlar
los circuitos de acumulación sin tener que correr el riesgo de poseer todas las estructuras
que conforman esos circuitos. En cuanto a comunicación política, también se han
realizado muchos estudios sobre el rol de la comunicación en las campañas políticas y
sobre propaganda.
Los estudios norteamericanos han relatado la transición desde la hegemonía mundial en
el ámbito de la comunicación que disfrutaba Estados Unidos tras el fin de la Segunda
32
Guerra Mundial, hacia un orden mundial liderado por los negocios transnacionales.
Varios autores han tratado las dificultades para crear y gestionar políticas globales sobre
comunicación sin la existencia de un estado mundial. También fue importante dentro de
la investigación internacional el movimiento NOMIC (Labio Bernal, 2006), el intento
que se produjo a finales de la década de los setenta de configurar un Nuevo Orden
Mundial de la Información y la Comunicación. Surgió de las demandas de gran parte
del Tercer Mundo para revisar el sistema económico y mediático:
“… se basaba en la eliminación de los desequilibrios y desigualdades, así como en el fin
de los efectos negativos de algunos monopolios, públicos o privados, y de las excesivas
concentraciones. También se abogaba por la pluralidad y la libertad de prensa e
información, y por el respeto a las identidades culturales de los pueblos. Si vamos un
poco más allá, nos daremos además cuenta de que los principios a los que aspiraba el
NOMIC poco tenían que ver con los que el sistema capitalista pretendía desarrollar”
(Labio Bernal, 2006:34)
No había entonces, como no la hay ahora, voluntad en los países dominantes de
democratizar el sistema. Naciones Unidas respaldó inicialmente la iniciativa, pero ésta
quedó congelada tras el sometimiento de la UNESCO a las presiones occidentales.
- La investigación en Europa ha estado menos vinculada a figuras fundadoras
específicas, aunque existen autores de referencia que se inscriben en otros enfoques
teóricos, como la sociología crítica o la ciencia política crítica, pero que contribuyeron
al desarrollo en Europa de la EPC (Quirós, 2001; Mosco, 2009). En Gran Bretaña
resultó influyente la figura de James Halloran, como reconocen los propios Golding y
Murdock. Otras influencias se encuentran en Dieter Prokop, que realizó estudios sobre
economía política de los medios desde las posiciones teóricas de la Escuela de
Frankfurt; Hans Magnus Enzensberger, que publicó un trabajo de referencia, La
industria de la conciencia en 1974, y que enfatizó las relaciones de clase y las
características contradictorias y subversivas de los medios de masas; y Kaarle
Nordenstreng, que jugó un papel principal en el desarrollo de estudios sobre
comunicación internacional y un fuerte activismo político en temas importantes como el
NOMIC.
33
Como en Norteamérica, la investigación ha estado por momentos conectada a
movimientos por el cambio social, en especial por la defensa de sistemas de medios
públicos. La mayor parte de sus trabajos se ha enmarcado en tradiciones teóricas
marxistas, tomando dos direcciones principales (Mosco, 2009). Una de ellas, reflejada
en el trabajo de los británicos Garnham, Golding y Murdock, ha enfatizado el poder de
clase; construida sobre la tradición de la Escuela de Frankfurt y la obra de Raymond
Williams, documenta la integración de las instituciones del ámbito comunicativo, tanto
de los negocios como autoridades estatales, en la economía capitalista, así como la
resistencia de las clases populares y movimientos sociales opuestos a las políticas
neoconservadoras que promueven la liberalización, comercialización y privatización de
las industrias de la comunicación. La segunda dirección ha hecho hincapié en la lucha
de clases, y sobresale entre sus miembros Armand Mattelart, que ha seguido varios
desarrollos marxistas como la teoría de la dependencia o los movimientos de liberación
nacional, para entender la comunicación como una de las principales fuentes de
resistencia al poder.
Peter Golding y Graham Murdock han analizado los procesos de concentración a partir
de los medios británicos, en los campos de la publicidad, edición, prensa, radio,
televisión, cine e industria discográfica; y sus implicaciones, entre ellas la restricción de
las opciones de información y ocio. Ya hemos comentado que para ellos el
determinismo económico debe ser entendido como el planteamiento de los límites
dentro de los cuales se desarrolla la cultura mediada. Consideran que la producción
cultural conserva una autonomía real, derivada de la tolerancia habitual en la ideología
liberal (Quirós, 2001). Reconocen la influencia del análisis de la industria cultural
realizado por la escuela de Frankfurt, como una de las primeras vías que conectan el
legado marxista con el estudio de la comunicación masiva, en particular las ideas de
Theodor Adorno, que situaba las raíces de la dominación cultural en las dinámicas
económicas de la industria cultural. Aunque esto es un punto de partida, y no están de
acuerdo con los estudios ‘frankfurtianos’ que consideran todos los productos culturales
como instrumentos de la ideología dominante. Destacamos entre su obra el trabajo de
1979 Capitalism, communication, and class relations.
Nicholas Garnham también aplaude la teoría de Frankfurt de los inicios, y su forma de
relacionar la base y la superestructura en el capitalismo de las industrias culturales,
donde los monopolios provocan que la superestructura se vea invadida por la base, es
34
decir, que la superestructura se industrialice y con ello se borre la separación entre
ambas (Quirós, 2001). Para él los medios de masas son en primera instancia entidades
económicas con un papel económico directo (creadores de plusvalía a través de la
producción de mercancías culturales) e indirecto (creadores de plusvalía en otros
sectores de producción mediante la publicidad). Pero al igual que sus compatriotas
critica a los seguidores de la escuela que no tienen en cuenta la naturaleza contradictoria
de estos procesos; aunque el capital controle la producción cultural, no se puede
concluir que las mercancías culturales apoyen necesariamente la ideología capitalista.
Estos productos pueden llegar a ser profundamente subversivos, y deben ser vistos
como el resultado de luchas entre formaciones sociales capitalistas y no-capitalistas
(Mosco, 2009).
Garnham pone como ejemplo la producción artesanal de libros y películas. Por una
parte puede ser vista como coherente con la lógica capitalista, pues el capital controla su
reproducción y distribución masiva, se beneficia de su aporte a la diversidad de
productos, y le traspasa riesgos. Pero por otra parte la producción artesanal ha sido lugar
de resistencias contra la lógica capitalista y defensas de la esfera pública y la ciudadanía
frente a la esfera de las corporaciones y el consumismo.11
Mencionaremos como
importante su obra Contribution to a political economy of mass communication de
1979.
En Armand Mattelart es menor la influencia de Frankfurt, y mayor la de Edgar Morin.
Sus introducciones para un trabajo de dos volúmenes que editó junto a Seth Siegelaub,
Communication and class struggle, en 1979 y 1983, tienen el tamaño de un libro y se
consideran como referencia para la EPC (Mosco, 2009). Basándose en El capital de
Marx, Mattelart delimita las dimensiones del modo de producción de comunicación
capitalista: producción de instrumentos (máquinas utilizadas para transmitir
información); métodos de trabajo (los géneros y sus prácticas específicas, códigos, etc.);
y relaciones de producción (relaciones de propiedad, relaciones transmisor-receptor,
división del trabajo, y formas y prácticas organizacionales). En cuanto a la posibilidad
de resistencia, está de acuerdo con Pierre Bourdieu en que el conocimiento es una forma 11
En la película Wal-Mart: el alto coste de los bajos precios (Greenwald, 2005) podemos ver un ejemplo de producto cultural artesanal y subversivo, y también ejemplos de este fenómeno de resistencia frente al mundo de las corporaciones. Otros filmes que ejemplifican esta tendencia son Corporaciones, ¿instituciones o psicópatas? (Achbar y Abbott, 2003), o El mundo según Monsanto (Robin, 2008). Incluso en películas facturadas desde el mainstream se pueden encontrar mensajes que cuestionan la lógica capitalista (Capitalismo, una historia de amor, Moore, 2009; o Inside job, Ferguson, 2010).
35
de ‘autodefensa’, un instrumento de libre pensamiento que permite a la ciudadanía
protegerse contra abusos de poder simbólico, tomen estos la forma de publicidad o de
propaganda política o religiosa.
Veamos ahora algunas corrientes y temáticas mayoritarias en la tradición europea de
EPC (Mosco, 2009). Una tendencia que ha mantenido un fuerte interés para la
investigación ha sido el análisis histórico. Esto destaca en la tradición británica, con una
gran preocupación por la historiografía, y dentro de ella la historia de la prensa; también
en Francia, por ejemplo en la escuela de los Annales. Por supuesto, los procesos de
concentración también han sido centrales en la investigación europea. Asu Aksoy y
Kevin Robins realizaron una lectura en clave de EPC de la industria de cine y video que
documenta estos procesos estructurales. La antigua industria de Hollywood, ejemplo de
organización fordista con su sistema vertical de estudios, se ha transformado; las
grandes empresas de Hollywood se han convertido en grandes conglomerados
mediáticos globales, como Time Warner, Sony y News Corp. De nuevo se constata el
aumento del número de compañías pequeñas e ‘independientes’, que absorben los
riesgos de determinados productos y los costes laborales, mientras los gigantes
mantienen el control sobre las áreas fundamentales de las finanzas y la distribución.
Mucha literatura surgida de la EP toma una perspectiva crítica y negativa de las nuevas
tecnologías. Muchos autores han producido un enorme cuerpo de investigación sobre
las formas en que las TIC han sido utilizadas para ampliar el poder y el control de las
empresas transnacionales y para profundizar las desigualdades sociales. Pero también
hay quienes advierten de sus posibilidades para promover los intereses democráticos, y
tenemos ejemplos muy recientes de uso de las nuevas tecnologías para promover
movimientos sociales horizontales, sin concentración de autoridad, que producen
alternativas públicas fuera del aparato estatal (movimiento altermundista, movimiento
15-M); incluso de grupos que aprovechan sus habilidades excepcionales usando dichas
tecnologías (el colectivo Anonymous).
- La investigación en el Tercer Mundo12
(Mosco, 2009) ha cubierto un amplio abanico
de intereses, pero la corriente más extensa surgió en respuesta al paradigma
12
Aclaremos, como hizo Mosco, el término ‘Tercer Mundo’, pues puede dar lugar a discusiones. Se creó para englobar a los países menos desarrollados que no formaban parte del ‘Segundo Mundo’ de
36
modernizador o desarrollista que originó en Occidente los intentos por incorporar la
comunicación a un paradigma explicativo en consonancia con los intereses dominantes.
Según esta tesis los medios eran recursos, que junto a la urbanización, la educación y
otros ámbitos sociales estimulaban la modernización y el progreso económico, social y
cultural. El crecimiento de los medios es visto bajo este paradigma como un índice de
desarrollo.
Los economistas políticos de estos países desafiaron las premisas fundamentales de ese
modelo, en particular su determinismo tecnológico y su omisión de cualquier interés en
las relaciones de poder y de clase que conforman los intercambios económicos y
sociales entre las naciones del Primer y del Tercer Mundo (Moreno, 2002; Ziegler,
2003). Para ello partieron de la teoría de la dependencia, de la teoría de los sistemas-
mundo y otras corrientes de la EP neomarxista.
La teoría de la dependencia surgió en contraposición a la teoría de la modernización
(Mosco, 2009). Esta aparece en el contexto post-segunda guerra mundial, en el cual los
países occidentales encaraban problemas importantes, como los movimientos
descolonizadores o las convulsiones políticas en América latina; se presentaban muchos
países recién independizados en escena, a los que Occidente pretendía introducir en la
jerarquía de los circuitos del capitalismo. Armand y Michéle Mattelart consideraron la
teoría de la modernización como una lectura simplista del modelo sociológico clásico de
Ferdinand Tönnies que distinguía lo tradicional de lo moderno, lo rural de lo urbano.
Uno de sus elementos fue la ‘construcción nacional’, proceso de creación de élites
nacionales que pudieran apartar a los movimientos de liberación nacional del modelo
socialista que ejemplificaban la Unión Soviética y algo después China, e introdujeran a
estos países en la economía de mercado. Los teóricos de la modernización señalaron a
los medios de comunicación como un vehículo para conseguir estos objetivos. Una
buena aceptación de las tecnologías y de los mensajes mediáticos era vital para muchas
cosas, incluyendo la necesidad de cambiar las estructuras familiares extensas, de crear
una economía de mercado, y de construir una clase de líderes locales y nacionales que
apoyaran estos procesos y la entrada paulatina del modo de vida occidental.
naciones alineadas con la antigua Unión Soviética. Tras su desaparición no sería necesario distinguir un segundo y tercer mundo, pero sigue siendo útil para identificar a los países que no forman parte del núcleo de países desarrollados, que serían Estados Unidos, Europa occidental, Japón, Australia y Nueva Zelanda, y los recientes ‘BRICS’ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), estados que han pasado a ser considerados como actores internacionales de importancia análoga a los anteriores.
37
La evidencia de que la ‘modernización’ hizo bastante poco para mejorar las condiciones
económicas reales de la gente del Tercer Mundo llevó a la aparición de numerosos
críticos con la tesis modernizadora. Estos tuvieron un anclaje teórico fuerte en la
emergencia de la teoría de la dependencia, cimentada en el trabajo de muchos autores,
como Samir Amin, Paul Baran o André Gunder Frank; para ellos las empresas
transnacionales originarias de los países ‘centrales’ (los que forman el núcleo
desarrollado), con el apoyo de sus estados, ejercían el control sobre los países
‘periféricos’ estableciendo unilateralmente los términos para las transacciones, la
producción y el trabajo. Como apunta Mattelart (2003), es un esquema de relaciones
basado en el intercambio desigual. Controlando los términos de intercambio y la
estructura de los mercados, el capital transnacional establecía las condiciones de la
actividad económica, incluyendo el grado de desarrollo. En el mejor de los casos, el
resultado era un desarrollo dependiente; en el peor, el subdesarrollo.
En América latina (Mattelart, 2003; Mosco, 2009) la EP ha sido muy aplicada en el
estudio de las estructuras y prácticas de los medios. Otro asunto importante que ha
tratado ha sido el de las nuevas tecnologías de la información, mostrando cómo tienen
un papel central en la integración global del mundo de los negocios. Podemos destacar
el trabajo de Omar Souki Oliveira en Brasil durante la década de los 90. A partir de sus
estudios concluyó que los sistemas de medios en estos países están controlados por
élites nacionales ligadas fuertemente con el capital occidental, del que depende
tecnológicamente, y al que apoya promoviendo ampliamente los valores consumistas
necesarios y un estilo de vida al que la inmensa mayoría de la población no puede
acceder. Para él las mayores amenazas estaban en Estados Unidos y en el Fondo
Monetario Internacional, situación que requería alianzas y acuerdos comerciales entre
los propios países de Latinoamérica. Durante la última década hemos visto cómo han
florecido estos acuerdos tras las repetidas crisis económicas afrontadas por estos países
y el consiguiente desprestigio en el que cayó el Fondo Monetario Internacional (Torres
y Garzón, 2010). En el siguiente capítulo trataremos más profundamente estas
cuestiones.
Aunque Latinoamérica haya liderado el desarrollo de la perspectiva económica política,
hay importantes ejemplos en África y Asia (Mosco, 1996). Una de las figuras
destacadas en África es la de S.T. Kwame Boafo, que describió el presente de la
mayoría de sus países de forma sencilla: una lucha de liberación contra un suministro
38
inadecuado de comida, agua, asilo y ropa, una tasa de crecimiento de la población que
sigue aumentando, una baja esperanza de vida, alta mortalidad infantil, y continuos
conflictos políticos y económicos que crean millones de refugiados. Con él, F.O.
Ugboajah y Luke Uke Uche, entre otros, han aplicado la EP a la comunicación,
versando sobre cultura popular, nuevas tecnologías e industrias de medios, y han
producido afiladas críticas a las consecuencias del colonialismo, los sistemas de medios
neo-coloniales, y la necesidad de desarrollar formas populares de resistencia e
intervención en la arena política.
Si hablamos de Asia (Mosco, 1996), los trabajos se han enfocado principalmente en las
nuevas TIC. Los defensores de la modernización citaron a los nuevos países
industrializados asiáticos (Singapur, Corea del Sur, Taiwan y Hong-Kong) como el
ejemplo del triunfo desarrollista, entrando en una nueva división internacional del
trabajo organizándose alrededor de la informática. Desde la EP investigadores como
Tessa Morris-Suzuki y Jeong-Taik Lee han atacado esta visión, mostrando cómo esos
niveles de crecimiento económico dependían de las economías de los países centrales,
en especial de Estados Unidos y Japón y su demanda de productos tecnológicos
avanzados. Además requerían medidas de control sobre la fuerza de trabajo para
asegurar bajos salarios y largas jornadas de trabajo en condiciones penosas, y una
absoluta falta de respeto a la protección ambiental. Y cuando comenzaron las demandas
por mejores salarios y condiciones laborales, y la formación de sindicatos, las
corporaciones transnacionales buscaron nuevos lugares donde producir a bajo coste. La
crisis económica que sufrieron estos países a finales de los noventa demostró la falsedad
del desarrollismo.
Aquí terminamos nuestro recorrido epistemológico por la Economía Política de la
Comunicación. En el siguiente capítulo vamos a enmarcar teóricamente el contexto
histórico, político y económico que ha llevado a la actual crisis económica y financiera,
así como a las políticas que se están implantando para solucionarla. Tras él,
analizaremos cuál es el papel de los medios de comunicación dentro de dicho contexto,
y en estos años de crisis.
39
III. MARCO TEÓRICO: LA CRISIS Y LA REDISTRIBUCIÓN DE ABAJO
ARRIBA.
“Cuando sucede algo tan grave tendemos a pensar que nos encontramos en un hecho
novedoso y nunca antes visto, pero no es así. En realidad, las crisis, es decir, esos
momentos en que toda la economía se viene abajo, son algo muy antiguo y podríamos
decir que consustancial al capitalismo” (Torres y Garzón, 2010:28). Los economistas
críticos Juan Torres y Alberto Garzón argumentan que todas las economías sufren crisis
más tarde o más temprano, porque el capitalismo se guía por la búsqueda del beneficio
individual, lo que obstaculiza (cuando no lo impide) la existencia de mecanismos que
regulen el sistema económico de manera armónica, conjugando los intereses de todos
los sujetos. Hemos hablado de cómo el liberalismo clásico pensaba que de esta forma
también se conseguía el beneficio general. Pero esta visión olvida la dimensión del
poder: todas las personas no tienen el mismo poder, las mismas posibilidades, la misma
capacidad de control y de decisión, por lo que la búsqueda individual del beneficio
termina imponiendo soluciones muy desiguales.
Torres y Garzón dan un ejemplo: cuando un empresario busca únicamente su beneficio
individual trata de imponer costes más bajos a su producción, por lo que bajará los
salarios de sus trabajadores lo máximo posible. Si todos los empresarios hacen lo
mismo la capacidad de compra del conjunto de los trabajadores disminuye, y entonces
los empresarios venderán menos. Así, la búsqueda individual de beneficio afecta
negativamente a los beneficios globales. La estrategia sólo conviene a los más
poderosos, a los que disfrutan de condiciones privilegiadas, con lo que dicha búsqueda
individual termina favoreciendo los comportamientos orientados a conseguir esa
condición privilegiada. Esto explica básicamente la tendencia constante a la
concentración de capital, cuyo objetivo es precisamente disfrutar del poder y sus
privilegios.
Entonces, cuando se generaliza la búsqueda del beneficio individual bajan las ventas,
disminuyen las ganancias generales, se pierden puestos de trabajo, y las crisis terminan
llegando tarde o temprano. La intervención de los estados permitió durante los años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial que la tendencia cíclica del capitalismo hacia
la crisis se suavizara. No es que desaparecieran los problemas propios de la economía
40
capitalista, como las desigualdades o la tendencia a la concentración, pero sí que existió
un periodo más largo de estabilidad económica y crecimiento de la producción. Hasta
que en los años setenta el triunfo de las políticas neoliberales llevó a la progresiva
disminución de la intervención estatal, lo que ha producido entre otras cosas la
multiplicación del número y la amplitud de las crisis por todo el mundo, desembocando
en la actual y última crisis, la más importante de estos últimos cuarenta años.
Además, todas estas crisis recientes han tenido que ver con asuntos financieros, con el
incremento de las actividades de naturaleza especulativa que llevan a cabo en los
mercados financieros los poseedores de dinero. Y esto ha sido posible precisamente por
la desregulación económica general promovida por las mencionadas políticas
neoliberales por todo el mundo, incluyendo la desregulación de los mercados
financieros (Martin y Schumann, 1998; Torres y Garzón, 2010). Eso no significa que las
crisis financieras no existieran antes. Son un fenómeno muy antiguo, por ejemplo, en
el siglo XVII hubo una en Holanda: se la llamó “tulipamanía”, los tulipanes llegados
desde Oriente se compraban y vendían revalorizándose hasta tal punto que las familias
hipotecaban su casa para comprarlos y revenderlos (Torres y Garzón, 2010:30-31).
Es un antiguo ejemplo de especulación financiera. La especulación es una forma de
obtención de beneficios económicos que realizan los inversores, distinta a la que tiene
que ver con la actividad productiva, que consiste en comprar algo para después venderlo
por más dinero. Cuando esta acción se extiende suelen aparecer las llamadas burbujas
especulativas, situaciones en las que los inversores creen que una subida momentánea
en el precio de algo va a ser permanente (Torres y Garzón, 2010). Entonces se vuelcan
en comprar ese bien para venderlo poco después, y su precio continúa subiendo.
Mientras la burbuja crece se puede ganar mucho dinero con facilidad. Por ello,
volviendo al asunto del poder, a veces los inversores más poderosos e influyentes crean
las burbujas. Pero éstas siempre terminan estallando; los precios bajan, los beneficios se
convierten en pérdidas para los inversores, y los que dependen de esos beneficios para
llevar a cabo su actividad económica (empresarios, trabajadores…) caen junto a los
inversores. Es imposible que una burbuja se mantenga eternamente, porque no hay nada
real que provoque la subida del precio, sólo la expectativa de los inversores en que lo
hará constantemente.
41
La crisis de 1929, considerada hasta el momento la más grave de la historia, fue una de
estas crisis. Los altos niveles de producción industrial y beneficios empresariales que
tenía la economía de Estados Unidos durante los años veinte generaron expectativas
muy positivas en los inversores financieros, que se volcaron en la compra de acciones
de la bolsa del país, cuyas cotizaciones crecieron y crecieron incluso cuando en los años
inmediatamente anteriores a 1929 los indicadores económicos comenzaban a revelar un
agotamiento en la economía norteamericana. La subida en las cotizaciones de las
empresas ya no tenía relación con su actividad real, sino con los movimientos
especulativos de los inversores. Cuando la burbuja estalló y se produjo el conocido
como “crack del 29”, el país entero entró en una profunda depresión económica; tanto
bancos como empresas, sociedades de inversión y muchísimos ciudadanos compraron
acciones llevados por la burbuja. Todo terminó con el cierre de 9.000 bancos y
arrastrando a una crisis general a toda la economía mundial.
Los Estados del Bienestar.
Al principio el país siguió las ideas liberales dominantes en aquel momento y no se
actuó políticamente para resolver la crisis; pensaban que los mercados se auto-
regularían y resolverían por sí solos el problema. Pero no fue así y la crisis se fue
agudizando. Finalmente el presidente demócrata Franklin Roosevelt, elegido por
primera vez en 1933, y su gobierno decidieron actuar para salir de la crisis, y lo hicieron
siguiendo las ideas del keynesianismo, que como ya hemos visto defiende la
intervención del estado en la economía y la regulación de ciertos ámbitos de la misma.
Pocos años después estalló la Segunda Guerra Mundial. Cuando terminó el poder
occidental tuvo necesariamente que reflexionar (Anisi, 1997). La Unión Soviética
suponía un referente muy incómodo, proporcionaba un cierto nivel de bienestar a su
población y aseguraba el pleno empleo (a costa de las libertades democráticas); media
Europa se adscribió al comunismo tras la guerra. Mientras que en Occidente se había
generalizado la crisis económica surgida en Estados Unidos y se demostraba que su
sistema era incapaz de proporcionar bienestar a la mayoría y generaba poco y mal
empleo. Una empresa capitalista por definición despedirá y contratará a su libre antojo
42
con la única limitación de las leyes que deba cumplir y tratará de pagar el menor salario
posible, porque su objetivo es maximizar los beneficios, no maximizar la masa salarial.
Como ya hemos visto, el capital posee la empresa, la propiedad de lo producido
pertenece sólo al capital, y la finalidad de la empresa estará en función exclusiva de los
deseos del capital. En Occidente, “masas de individuos sin otra valía para el mercado
que su capacidad de trabajar se afanaban en conseguir ‘un trabajo’ remunerado
miserablemente y en unas condiciones denigrantes” (Anisi, 1997:36). La miseria, la
ignorancia y el hambre eran lacras sociales muy reales, y sólo estaba la caridad privada
para intentar solucionarlas.
Pero el New Deal de Roosevelt estaba funcionando. También logró cierto nivel de
bienestar y pleno empleo, siendo compatible con el capital y con las libertades políticas.
Así que se produjo un acuerdo social que permitió la construcción en Occidente del
Estado del Bienestar (Martin y Schumann, 1998; Chomsky, 2003), y que fue llamado
pacto keynesiano. “De acuerdo con su diseño se permitiría el crecimiento de los
salarios reales y del tipo de beneficio, de la masa salarial global y de los beneficios
totales en un marco general de seguridad, y sobre todo de pleno empleo, sin cuestionar
las libertades y afianzando, profundizando y extendiendo la democracia” (Anisi,
1997:40).
El núcleo del pacto era el pleno empleo. Exigía muchas veces a los trabajadores el
cambio funcional o la movilidad geográfica, o incluso la emigración, pero estaba
asegurado. Éste y unos salarios relativamente elevados aseguraban la demanda de
consumo. El sector público intervenía activamente en la economía como demandante a
las empresas privadas de bienes y servicios, la educación pasó a ser gratuita o
fuertemente subvencionada (lo que además proporcionaba a las empresas la mano de
obra formada y cualificada necesaria, sin tener que pagar ellas mismas su educación), al
igual que la sanidad. Se estableció un seguro público de desempleo para cubrir los
periodos en los que alguien era despedido y todavía no había encontrado otro empleo, y
también pensiones públicas de jubilación que no hacían necesario un gran ahorro para
hacerla frente. Toda esta intervención requería una fuerte inversión pública13
, para lo
13
Actualmente se suele llamar gasto público al dinero que invierte el estado en este tipo de cosas (educación, salud, pensiones…), mientras que el dinero usado en otras cosas como infraestructuras sí es inversión, y el dinero que gastan las empresas es ineludiblemente inversión privada. Estamos de acuerdo con Ignacio Escolar (2011) en que es un ejemplo de manipulación del lenguaje y de propaganda. http://www.escolar.net/MT/archives/2011/07/el-uso-perverso-de-las-palabras.html
43
cual hacía falta un sistema fiscal progresivo, con mayores impuestos para las rentas más
altas y menores para las más bajas, es decir, una redistribución de la riqueza “de arriba
abajo”, que atenuaba las diferencias de clase y permitía una cierta igualación de
oportunidades, además de aportar a los estados los fondos necesarios para su actuación
reguladora. El comercio exterior también era importante, en un contexto de
relanzamiento conjunto de las economías (se estimulaban las importaciones, que son
siempre exportaciones para los demás), bajo unas condiciones de tipos de cambio fijo y
estables. Y junto a todo ello, convivían unos tipos de beneficio empresarial muy
elevados.
El pacto keynesiano se mantuvo hasta los años setenta. Anisi resume en dos los motivos
de su final. El primero fue la caída del tipo de beneficio, relacionada con otros dos
factores. Empecemos con el aumento de los salarios. Las elevaciones de la
productividad del trabajo fueron grandes durante las décadas posteriores a la segunda
guerra mundial, al incorporar las empresas tecnologías derivadas de buena parte de las
invenciones elaboradas durante el conflicto. Tales aumentos de la productividad, en
forma de productos de consumo de masas, exigían el crecimiento de los salarios para
que los trabajadores pudieran comprarlos. Y crecieron hasta un punto que dejó de
satisfacer a los empresarios. La renta de un país se distribuye en rentas del trabajo y
rentas del capital, o sea, los salarios de los trabajadores más los beneficios de los
empresarios. En el pacto ambos debían crecer a la par, pero el aumento de los salarios
empezó a producirse a costa del tipo de beneficio, es decir, que los beneficios bajaron
(el asunto de la distribución de la renta entre trabajo y capital es clave en la actual crisis,
y lo desarrollaremos cuando lleguemos a ella). Además, está la cuestión del poder, de la
que también hablan Torres y Garzón: el pleno empleo y los buenos salarios
empoderaron a la clase trabajadora, que dejó de temer por sus puestos de trabajo y
aumentó su capacidad de organización y presión.
El segundo factor relacionado con la caída de los beneficios fue el comportamiento del
sector público. Ya hemos hablado de que el mercado por sí mismo no puede solucionar
la pobreza (sólo satisface necesidades respaldadas con dinero) ni gestionar bienes
públicos (los beneficiarios de los bienes públicos no pagan individualmente por ellos, es
decir, no revelan sus preferencias en un mercado). Por eso en el pacto se estableció la
función del estado como organización de intermediación, que canalizaba estas
necesidades públicas hacia el mercado. Pero los estados empezaron a dejar de
44
comportarse como organizaciones de intermediación y a dedicarse a la producción
estatal y funcionarial de esos bienes públicos demandados por la sociedad. Con ello las
empresas se veían excluidas de esos sectores, perdiendo así beneficios, además de
perder también poder (ya no eran el único agente capaz de producir bienes y servicios).
Pero hubo otro importante motivo que llevó a la ruptura del pacto, al que Anisi
denomina el deterioro del “clima social”, o el cambio paulatino en la sociedad hacia
un sistema de valores anti-mercado. En la década de los sesenta el mercado y el
capitalismo entraron en un periodo de descrédito social y cultural importante. “… Para
la mayor parte de la juventud occidental, en aquellos años, la palabra empresario era
poco menos que seudónimo de cerdo” (1997:63). Aparecían muchos intelectuales
críticos con el sistema que tenían fuerte eco sobre todo en la juventud, se cuestionaba al
capitalismo y todo lo relacionado con él (el individualismo, la ideología del triunfo, el
ansia de lucro, el amor al dinero…), se criticaba al sistema en muchísimas películas,
canciones, novelas, obras de teatro… El Mayo del 68 plasmó toda esta corriente en un
movimiento social, político y cultural. El “clima social” se tornó en muy desfavorable
para los intereses del capital.
Como decíamos los años setenta fueron el principio del fin de los Estados del Bienestar.
En 1973 dio comienzo una crisis económica que marca este principio. Pero no fue éste
el caso de una crisis financiera. La explicación oficial de la crisis habló de un “shock de
oferta”, un problema de costes de producción debido a un aumento sustancial del precio
del petróleo decidido por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Cuando aumenta el precio de las materias primas importadas lo normal es que se
produzca a corto plazo una elevación general de los precios y una reducción de la
producción, dicho de otro modo, el resultado a corto plazo es inflación más desempleo.
Explica David Anisi que esto sucede a corto plazo, ya que es imposible creer que el
problema de desempleo que azota a Occidente desde entonces sea una herencia de la
subida del petróleo del 73. De hecho posteriormente los precios bajaron, y siguieron una
tendencia de altas y bajas sucesivas, pero el desempleo seguía ahí. Además los Estados
del Bienestar ya habían tenido que afrontar situaciones similares para mantener el pleno
empleo y sabían cómo hacerlo.
La pregunta entonces es cuál puede ser la explicación de esta crisis. Según Anisi,
podemos llamar a ésta una crisis de oferta o problema de costes, pero no precisamente
45
los del petróleo. Fue una crisis de oferta en el sentido más profundo del término: una
ruptura del pacto por parte del capital, que se negó a continuar produciendo bajo las
circunstancias que hemos explicado antes. “El pleno empleo y la seguridad habían
actuado como caldo de cultivo para la explosión de los movimientos sociales. Había
llegado el momento de disciplinar a los trabajadores” (1997:70). En palabras de Torres
y Garzón, “… recomponer la lógica de rentabilidad que le es consustancial y, al mismo
tiempo, frenar el creciente poder de los grupos y movimientos sociales que aspiraban a
establecer un nuevo orden social y económico” (2010:45). O de Hans-Peter Martin y
Harald Schumann: “Lo que hacen los reformadores que operan bajo el signo de la
globalización es más bien denunciar el contrato social no escrito … que mantiene la
desigualdad social dentro de unos límites mediante la distribución de arriba abajo”
(1998:13). Se utilizó el desempleo para restaurar el tipo de beneficio, y para moderar los
salarios. El objetivo era una redistribución de la renta en contra de los salarios.
El pleno empleo había dejado de ser el principal objetivo de la política económica. Y
como el pleno empleo era el núcleo del Estado del Bienestar, se puede decir que éste
murió en aquel momento, aunque permanecieran sistemas de educación, sanidad o
pensiones públicos (en Europa, pues en Estados Unidos ni siquiera). En realidad, la
política económica que empezaron entonces a realizar los gobiernos occidentales,
independientemente de con qué siglas llegaron al poder, no tendía a corregir el
desempleo, sino más bien a agravarlo.
Globalización neoliberal del Mercado y las finanzas.
La mayoría de la gente identifica globalización con un proceso reciente, conformado
durante los últimos cuarenta años, en el que las distintas economías de cada país se han
conectado hasta crear un sistema económico global, gracias al desarrollo de las nuevas
Tecnologías de la Información y la Comunicación. Además, muchos de los autores que
critican los procesos económicos y políticos a los que nos vamos a referir, junto con los
movimientos sociales que han hecho lo mismo (como el movimiento altermundista),
han venido a identificarlos con esta denominación, la globalización. Pero en realidad no
es cierto que sea un fenómeno reciente. Esta referencia a la dimensión mundial de las
46
relaciones sociales y económicas ya tenía un nombre, mundialización (Moreno, 2002;
Ziegler, 2003), un proceso que ha caracterizado a los últimos quinientos años, y al que
hay que añadir el matiz de la desigualdad: es un proceso de interdependencia
desigualitaria creciente, en el que se han ido conformando las enormes desigualdades
entre Norte y Sur.
Pero sí se puede afirmar que en los últimos cuarenta años estamos asistiendo a una fase
de profundización en este proceso, una oleada globalizadora que, efectivamente, ha sido
facilitada por las nuevas tecnologías de la información, que han permitido una
reconversión del modelo productivo (Torres y Garzón, 2010). Las nuevas formas de
almacenamiento y procesamiento de la información permitieron aumentar la eficacia en
la producción, crear nuevos modelos de organización relacionados con el uso de internet
y con la creación de redes, crear nuevas industrias (como las relacionadas con la
informática), y sobre todo tener comunicación instantánea con cualquier lugar del
mundo, lo que ha permitido que las relaciones comerciales y financieras se produzcan
on-line y a escala planetaria.
Pero lo más importante es la forma que ha tomado esa profundización en el proceso de
mundialización económica, y las consecuencias que ha tenido. Además, en ella varios
autores ven características que les llevan a hablar de algo más que un proceso
económico, algo que traspasa todas las dimensiones sociales. Isidoro Moreno (2002) y
Tzvetan Todorov (2010) hablan de un proyecto totalitario, y Torres y Garzón de un
proyecto “civilizatorio”. Comienza justo donde estábamos, en el cambio de política
económica tras la crisis de 1973. La nueva política económica, que desde entonces ha
dominado en todo el mundo, es conocida como neoliberalismo.
Esta corriente económica fue llamada inicialmente monetarismo, y su principal
impulsor intelectual fue el economista Milton Friedman, surgido de la Universidad de
Chicago, donde también se formaron la mayoría de los políticos neoconservadores
norteamericanos. También fue importante el economista austriaco Friedrich von Hayek,
mentor de Friedman en la Mont Pelerin Society (Whitecross y Winterbottom, 2009).
Básicamente es una relectura del liberalismo muy simplista (Torres y Garzón, 2010:45).
Parte de la mencionada búsqueda del beneficio individual como mejor forma de
alcanzar el bienestar general, pero renovada y radicalizada. Dos factores se conjugaron
para ello: la obsesión por la ciencia de la economía, y la paranoia propia de la Guerra
47
Fría. Estos dos factores llevan a Hayek y Friedman a colocar en la base de su doctrina
las teorías matemáticas desarrolladas en ese contexto por científicos como John Nash:
teoría de juegos, pensamiento estratégico… (Curtis, 2007) Estas teorías supuestamente
demostraban de manera matemática que la acción egoísta, estratégica y manipuladora de
los seres humanos, que siempre buscan el interés personal, si no es controlada, termina
produciendo un equilibrio social. Esta idea, junto con la pretendida libertad individual
como justificación moral, aporta la excusa para atacar con virulencia la intervención
reguladora de los estados y defender el libre mercado. Junto a eso, Friedman desarrolló
una analogía entre la economía y la medicina: los economistas eran como médicos que
prescribían “recetas” a los gobiernos. Sin tener en cuenta los procesos históricos y las
circunstancias peculiares de cada país, las recetas siempre son las mismas (Whitecross y
Winterbottom, 2009).
Bajo el manto del neoliberalismo los gobiernos occidentales, liderados por Estados
Unidos14
(Ziegler, 2003; Labio Bernal, 2006), desarrollaron una política económica que
permitió la recuperación del beneficio empresarial y del clima social favorable a los
intereses del capital. Para el primer objetivo, comenzaron a desmantelar
progresivamente los Estados del Bienestar y a desregular la actividad económica en
todas sus facetas. La preocupación de los gobiernos pasaba ahora a ser únicamente el
control de la inflación, dejando de lado la preocupación por el empleo o los salarios
(Anisi, 1997). Es más, según las tesis neoliberales, los buenos salarios son una de las
causas de la inflación, por lo que su moderación se convertía en un objetivo. De esta
actuación surgió también otro fenómeno fundamental: la desregulación de todos los
sectores económicos incluyó al sector financiero, lo que provocó la denominada
financierización de las economías, un proceso esencial para entender la multiplicación
de las crisis financieras durante los últimos años.
Para el segundo objetivo, había que desarrollar una estrategia que recuperara a nivel
social y cultural los valores propios del capitalismo, el individualismo, la competencia,
el ánimo de lucro… En un entorno así los problemas como el paro, la desigualdad, la
14
No podemos resistirnos a mencionar aquí las palabras de Thomas Friedman, que fue consejero de la administración de Bill Clinton: “Para que la mundialización funcione, Estados Unidos no debe tener miedo a actuar como la invencible superpotencia que es en realidad… La mano invisible del mercado no funcionará nunca sin un puño bien visible. La McDonald’s no puede extenderse sin la McDonnel Douglas, el fabricante del F-15. Y el puño invisible que garantiza la seguridad mundial de la tecnología de Silicon Valley es el ejército, la fuerza aérea, la marina y el cuerpo de marines de Estados Unidos” (citado en Ziegler, 2003: 44).
48
pobreza y la exclusión social son de responsabilidad únicamente individual, dejando de
ser vistos como problemas colectivos o estructurales, y por tanto su superación
dependerá exclusivamente de la propia persona afectada (Torres y Garzón, 2010). Se
está produciendo en los últimos cuarenta años “un intento de mercantilizar el mundo y
la vida social” (Moreno, 2002:17). A esto es a lo que se refieren los autores que hablan
del neoliberalismo como un proyecto totalitario, pues se convierte en una ideología que
traspasa todas las dimensiones de la sociedad y se convierte en pensamiento único. El
papel de los medios de comunicación ha sido y es esencial en este proceso.
Comencemos con todo lo que tiene que ver con la política económica, por lo que
hablaremos primero del desmantelamiento de los Estados del Bienestar y del empleo.
Seguidamente analizaremos la desregulación financiera y sus consecuencias.
Desregulación, liberalización y privatización.
El primer lugar del mundo donde se puso en práctica la política neoliberal fue en Chile,
tras el golpe de estado, apoyado por Estados Unidos, que acabó con el gobierno y la
vida del socialista Salvador Allende. Friedman y sus discípulos de Chicago asesoraron
al dictador Pinochet, que implementó esta política económica de forma pionera y
experimental. También lo hicieron sus discípulos con otros países de América del Sur,
como Brasil, Uruguay y Argentina tras el golpe de estado del dictador Videla (Klein,
2007). A finales de la década llega a Gran Bretaña y Estados Unidos de la mano de los
electos gobiernos conservadores de Margaret Thatcher (1979), que reconoce a Hayek
como su mentor en materia económica, y de Ronald Reagan (1980), que tiene como
asesor a Friedman (Martin y Schumann, 1998). Con ellos el estado pierde todas las
funciones que tenía en los Estados del Bienestar. Su discurso afirma que cuanto más
libres sean las empresas privadas a la hora de invertir y emplear, mayor será el
crecimiento y el bienestar. Siguiendo a Estados Unidos y Gran Bretaña los demás
gobiernos occidentales desarrollaron en los años ochenta una carrera por la libertad del
capital. Eliminaron controles al comercio y posibilidades de intervención del estado y
forzaron a sus países asociados no dispuestos a ello a seguir el mismo camino mediante
49
sanciones comerciales u otros medios de presión. Las consignas eran siempre tres:
desregulación, liberalización y privatización.
Los productos o servicios pasaron a negociarse libremente por encima de todas las
fronteras. Esto, visto desde el lado del empleo, significó que las empresas de todos los
tamaños se vieron enfrentadas a la competencia de los países que pagaban bajos
salarios. Cada vez más personas dejaron de encontrar un trabajo bien remunerado. El
trabajo se vio reducido a un número más en los costes: lo que cuenta es la absoluta
ventaja en todos los mercados y países al mismo tiempo. Se impuso la deslocalización:
las empresas transnacionales hacen fabricar sus productos allá donde los sueldos son
más bajos y los gastos sociales o de protección medioambiental ni siquiera existen. Así
el valor absoluto de sus costes desciende. Pero no sólo desciende el precio de las
mercancías, también el precio de la fuerza de trabajo. En ocasiones ni siquiera se abren
centros propios; por ejemplo, en la industria de baja tecnología de vestido, calzado,
juguetes y aparatos eléctricos, corporaciones como Nike o Mattel ya no tienen fábricas
bajo su propia dirección, simplemente hacen encargos de producción a fabricantes
diversos, de Indonesia a México pasando por Polonia, donde sean más bajos los costes:
es decir, sueldos míseros sin prestaciones sociales (Ziegler, 2003).
La relación de fuerzas entre capital y trabajo fue modificada radicalmente. El
internacionalismo ya no es obrero. A los trabajadores, organizados casi exclusivamente
a nivel nacional, se les opone una internacional de los consorcios que asfixia cualquier
reivindicación esgrimiendo el triunfo del desplazamiento más allá de las fronteras.
“Cuanto mejor se puede disponer sin fronteras de producción y capital, tanto más
poderosas e ingobernables se vuelven esas organizaciones, en parte gigantescas, que
hoy atemorizan y privan de poder a los gobiernos y a sus electores por igual: los
consorcios transnacionales” (Martin y Schumann, 1998:141). Las corporaciones
transnacionales, que ya tenían un poder considerable, lo aumentaron aún más en esta
nueva fase de la mundialización. Actualmente se disputan más de dos tercios del
comercio mundial.
A principios de los noventa esta tendencia era ya muy evidente. Pero los gobiernos
occidentales siguieron y aceleraron la tendencia. Desde la fundación en 1994 de la
organización sucesora del GATT, la OMC (Organización Mundial del Comercio), los
50
gobiernos ya no disputan por las aduanas15
, sino por la eliminación de otras barreras al
comercio, por ejemplo, los monopolios estatales o las normas técnicas sobre salud o
medio-ambiente. Continuó la construcción de la Unión Europea, se firmó la NAFTA
(zona de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México), China se adhirió al
tratado mundial de comercio, los monopolios nacionales como el de telecomunicaciones
fueron desapareciendo, los países de la OMC unificaron las normas estatales para las
inversiones de empresas extranjeras al nivel más bajo para que los consorcios pudieran
actuar con mayor libertad aún… Y paralelamente a todo esto las cifras de parados
fueron creciendo.
De la mano de la deslocalización vino el modelo seguido con los trabajadores y
sindicatos americanos; de nuevo Estados Unidos marcó la pauta a seguir. Un ejemplo
paradigmático del modelo estuvo en la corporación Caterpillar, fabricante mundial de
máquinas agrícolas y bulldozers (Martin y Schumann, 1998). A principios de los
noventa la firma tenía volúmenes récord de negocio y beneficios, pero declaró la guerra
a la plantilla. Los salarios tenían que bajar hasta un 20%, las jornadas de trabajo debían
prolongarse… La dirección del consorcio ni siquiera ofreció negociaciones. Adujo que
en Japón y México se pagaban sueldos menores a los de Estados Unidos. Cuando el
sindicato llamó a la huelga, entre otras cosas, amenazó con sustituir a todos los
huelguistas por nuevos empleados, y despidió a todos los funcionarios sindicales de sus
empresas. Tras años de conflicto, la dirección se salió con la suya. Las huelgas, aunque
duren años y estén acompañadas de campañas y manifestaciones en todo el país, ya no
pueden acabar con esta estrategia.
En todos los sectores, los directivos diseñaron estrategias para impedir toda
representación de intereses de sus trabajadores y acabar con los sindicatos. El propio
presidente Reagan dio el pistoletazo de salida, cuando en 1980 expulsó de golpe a todos
los sindicalistas de la red pública de control aéreo. Su gobierno redujo varias veces las
“rigideces” del derecho laboral, es decir, recortó los derechos laborales, de forma que
los dirigentes de las corporaciones pudieron radicalizar las relaciones laborales. Lester
Thurow, economista del MIT, afirmó que los capitalistas de América “declararon la
guerra de clases a sus trabajadores… y la han ganado” (citado en Martin y Schumann,
15
El GATT, General Agreement on Trade and Tariffs (Acuerdo General de Aranceles y Comercio) fue creado en 1948 por Estados Unidos y Europa. Funcionaba mediante rondas internacionales de negociaciones. En todas sus reuniones iban acordando un continuo descenso de los aranceles (Martin y Schumann, 1998).
51
1998:150). Algo casi idéntico dijo hace muy poco un miembro de esa clase capitalista,
Warren Buffet: “esto es la lucha de clases, y la mía, la de los ricos, la está ganando”
(citado en Pisarello y Asens, 2011). Más tarde hablaremos un poco más de él.
Lo mismo fue impuesto por la mayoría de las otras grandes empresas norteamericanas.
Para aumentar la productividad y reducir los costes, medidas de racionalización y
descenso salarial. Se convirtió en el mayor país de bajos salarios de la economía
mundial. Desde principios de los años ochenta hasta hoy, los salarios en Estados Unidos
se han estancado; el 90% de su población cobra hoy sólo 280 dólares más que cuando
Reagan inició su mandato, un incremento de menos de un 1%. Y su riqueza, medida
como su Producto Interior Bruto (PIB) per cápita, ha aumentado en este tiempo, por lo
que ha tenido que ir a parar a otro lado: a su población más rica, el 1% que tiene mayor
renta, y que en este periodo la ha doblado (de un 9% del total de la renta nacional han
pasado a poseer el 20% de la renta nacional). Una impresionante concentración de la
renta (Navarro, 2011c).
En esa clase alta se encuentran los altos directivos de las grandes empresas: en el año
2001 cobraban 411 veces más que el trabajador norteamericano medio16
. Sin duda, se
les paga por rebajar por todos los medios los costes laborales. Otro ejemplo en IBM:
entre 1991 y 1995 sus cinco CEOs (Chief Executive Officers, presidentes ejecutivos)
redujeron la décima parte del sueldo de los empleados y despidieron a 122.000
personas. El consejo de administración de IBM les premió por su acción con el pago de
bonificaciones al margen de salario de 5’8 millones de dólares por cabeza. Lo único que
cuenta como medida del éxito de una empresa es el shareholder value, el beneficio de
los accionistas. Esta lógica explica por qué los trabajadores de las empresas que tienen
beneficios también cuentan con la posibilidad de su despido. Otro ejemplo: cuando la
corporación alimentaria ConAgra hizo público en 1996 que despediría a 6.500
trabajadores y cerraría 29 fábricas, se disparó la cotización de sus acciones y su valor en
bolsa subió 500 millones de dólares en 24 horas. La conexión entre el mercado
16
Datos de Business Week. Véase una sencilla pero elocuente visualización de esta comparación entre los salarios de CEOs y de trabajadores medios estadounidenses, desde los años sesenta hasta el año 2001. http://processing.org/exhibition/works/inequality/index_link.html
52
financiero y los directivos es inmediata gracias a las nuevas tecnologías, y así prosigue
la carrera por abaratar el trabajo17
.
Otras medidas de “racionalización” son, por ejemplo, la externalización de servicios a
subempresas (con salarios más bajos, sin seguro de enfermedad, ni pensión, y con la
condición de no organizarse sindicalmente), la transformación de empleados en
autónomos o la creación de trabajo a tiempo parcial, de forma parecida a los jornaleros,
empleados que vienen cuando se les llama. Los mayores empleadores privados de
América no son corporaciones como General Motors, IBM o AT&T, sino empresas de
trabajo temporal como Manpower.
La transnacional de los consorcios también puso en marcha este modelo en los otros
países industrializados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE). Europa y Japón también siguieron el modelo del american way of
capitalism, y la espiral descendente de empleos y salarios continuó (Martin y
Schumann, 1998). En Gran Bretaña ocurrió desde los años ochenta, y en los años de
Thatcher los salarios y condiciones de trabajo cayeron de forma masiva. Y los otros dos
países más poderosos de Europa, Francia y Alemania, resistieron hasta los noventa. En
Alemania podemos poner el ejemplo del sector industrial con mayores ingresos del país,
la industria química. En 1995 los tres gigantes del sector entonces, Hoechst, Bayer y
BASF presentaron los mayores beneficios de su historia empresarial. Sin embargo al
mismo tiempo anunciaron otra reducción de personal, después de haber eliminado
150.000 empleos en los años precedentes.
Aunque ya sólo se les puede llamar empresas alemanas por tradición y por la sede
central de la empresa. Los países donde tienen mayores ventas no son Alemania, y sus
accionistas mayoritarios tampoco son alemanes. Lo mismo ocurre con Daimler-Benz,
Deutsche Bank… Los que compran acciones de empresas son principalmente bancos,
fondos de inversión, de seguros y de pensiones. Y para los mercados financieros “son
ineficaces aquellas empresas en las que algunas partes del consorcio aportan menos de
un 10% de beneficios al capital invertido” (Martin y Schumann, 1998:163). Sólo valen
los beneficios de dos cifras como mínimo. Las presiones de los accionistas a las
17
Este año 2011 hemos vivido un buen ejemplo en España con Telefónica: tras obtener beneficios récord en 2010, 10.167 millones, anunció un Expediente de Regulación de Empleo en el que despide al 20% de su plantilla. Cotizalia.com, 14-07-2011: http://www.cotizalia.com/noticias/2011/trabajo-autoriza-telefonica-cargo-coste-desempleo-20110714-71297.html
53
empresas son enormes, y la falta de reparos para despedir junto con la mano dura contra
los sindicatos promueve las carreras de los directivos. Los sindicatos pierden casi
siempre en los conflictos, siempre existe la amenaza de deslocalización, para los
trabajadores occidentales y para los de los países donde se deslocaliza; también
consiguen los empresarios enfrentar entre sí a sus plantillas, fábrica contra fábrica. Las
patronales han ido activando una ofensiva tras otra: poco a poco, de forma más o menos
rápida según los países, van consiguiendo recortar los derechos laborales. Horas de
trabajo, vacaciones, remuneración en caso de enfermedad, facilidad del despido, salario
mínimo, revocación del derecho de huelga…
Si hablamos de España, el salario medio era prácticamente el mismo en 2008 que en
1995 (Navarro, 2011c). En este periodo el PIB nacional creció un 69%, mientras que el
valor de las acciones y el patrimonio empresarial creció un 468%, y el de los activos
financieros un 210%.18
Los Estados del Bienestar controlaban hasta cierto punto la dinámica propia del
capitalismo. Desde los años setenta se está produciendo un viaje hacia atrás en el
tiempo, hacia la época del capitalismo primitivo. Lo que ocurre desde entonces es
exactamente lo que ocurría en la época de Karl Marx: “La tendencia general de la
producción capitalista es no elevar el nivel medio de los salarios, sino rebajarlo o
presionar el valor del trabajo hasta su límite mínimo” (citado en Martin y Schumann,
1998:15).
No debemos culpar de la caída del empleo y los salarios únicamente a las corporaciones
y al mercado financiero (que trataremos en profundidad inmediatamente). Como
estamos viendo, los gobiernos nacionales continúan favoreciendo esta dinámica (Martin
y Schumann, 1998). La mayoría de ministros y partidos de gobierno de los países de la
OCDE está de acuerdo en reducir cada vez más la influencia del estado en la economía
para que la prosperidad y los empleos surjan por sí mismos. En todo Occidente se han
ido eliminando todos los monopolios u oligopolios controlados por el estado y
sometidos a límites nacionales. La privatización y liberalización de correos, teléfonos,
electricidad, agua, transporte, etc., demuestra que los gobiernos agravan la situación que
para combatir fueron elegidos.
18
Periódico Diagonal, 08-04-2011. http://www.diagonalperiodico.net/El-crecimiento-exponencial-de-las.html
54
En todos los casos se demuestra que las compañías públicas eran rentables y
proporcionaban a sus trabajadores empleo bueno e indefinido (Garzón Espinosa,
2011a). Por seguir con Estados Unidos (Martin y Schumann, 1998), el ejemplo de la
liberalización del transporte aéreo americano por parte de la administración Reagan fue
el modelo clásico. Es cierto que bajaron los precios, pero con ellos cayeron también
numerosas empresas. Tanto el transporte aéreo como la industria aeronáutica se
convirtieron en sectores altamente inestables. De nuevo despidos masivos, además de
situaciones de caos en los aeropuertos. En 1996 sólo quedaban seis compañías aéreas.
En cuanto a Europa, quitando a Gran Bretaña, durante los años ochenta los gobiernos
nacionales no se mostraron muy favorables a las privatizaciones. Hasta que llegó la
Unión Europea. Los funcionarios de la Comisión Europea configuraron la mayor parte
de la legislación en íntima colaboración con empresas de consulting y organizaciones de
lobbies de la industria. La privatización y desregulación de todos los sectores dirigidos
o protegidos por el estado fueron parte integrante del gran plan del mercado europeo.
Aquí también fue el transporte aéreo el primero: mismos resultados. Después vinieron
las telecomunicaciones, un mercado multimillonario con ingentes beneficios. Un
ejemplo nos puede permitir entender la lógica, una comparación entre la alemana
Deutsche Telekom y la americana AT&T. En 1995, ambas con un volumen de negocio
casi idéntico, la Telekom empleaba a 210.000 trabajadores, y tuvo beneficios de sólo
3.500 millones de dólares; AT&T empleaba a 77.000 personas y obtuvo 5.490 millones
de beneficios. Hasta el año 2000 la empresa alemana despidió a unos 100.000
empleados y empleadas. Y después fueron llegando los demás sectores.
Hay que decir sin dudar que los políticos occidentales mienten cuando afirman
constantemente que el paro es su mayor preocupación (Martin y Schumann, 1998:171).
Sus acciones lo demuestran desde la década de los noventa. Tanto ellos como los
empresarios y dueños del capital repiten que estas decisiones no se basan en cuestiones
ideológicas. Un ex-comisario europeo, Karel van Miert, dijo: “La decisión de liberalizar
determinados sectores en los que se ofrecen servicios públicos no es en modo alguno de
naturaleza ideológica, sino expresión de una disponibilidad natural a adaptarse a la
evolución económica y tecnológica” (citado en Martin y Schumann, 1998:171). Sus
palabras ya revelan esa ideología: evolución natural, darwinismo aplicado a lo humano
y lo social. Se explica la crisis de empleo como una especie de proceso regido por las
leyes de la naturaleza. La globalización es la excusa: la masiva destrucción de puestos
55
de trabajo es consecuencia de un inevitable “cambio estructural”, se dijo y se sigue
diciendo a los empleados, electores, etc. Rezaba un editorial del Wall Street Journal en
1993: “La competencia en una economía global brutal crea un mercado de trabajo
global. Ningún empleo está seguro” (Martin y Schumann, 1998:132). Pero esto no es
cierto, no sigue en modo alguno una ley natural, inevitable, sin alternativas. Es el
resultado de una política gubernamental de los países occidentales llevada a cabo
conscientemente (Navarro, Torres y Garzón, 2011). Los expertos de los gobiernos,
apelando a la fe en la teoría neoliberal, prometieron que el descenso en los costes
empresariales ayudaría a crear nuevo y mejor trabajo. Pero eso nunca ha llegado.
La financierización económica.
Dentro de la estrategia de desregulación económica general, también se reformó el
sector financiero. El objetivo fue facilitar el movimiento de capital por los mercados
financieros de todo el mundo. “En nombre de la doctrina económica del libre mercado
ilimitado, desde principios de los años setenta han derribado sistemáticamente todas las
barreras que antes hacían gobernable y controlable el tráfico internacional de capitales y
dinero” (Martin y Schumann, 1998:63). La liberación del dinero de las limitaciones
prescritas por el estado empezó con la revocación de los tipos fijos de cambio entre las
divisas de los grandes países industriales en el año 1973, las normas del sistema de
Bretton Woods. Poco a poco Estados Unidos, la República Federal de Alemania,
Canadá, Suiza, Gran Bretaña y Japón abandonaron los controles a la circulación de
capital. Del resto se encargaron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la
Comunidad Europea para aplicarlo al resto del mundo. Los créditos concedidos por el
FMI eran vinculados al mandato de hacer convertible la divisa correspondiente y abrir
el país al tráfico internacional de capitales19
. Poco después, el gigantesco aumento de la
industria financiera y de la especulación hizo que los productos que eran
tradicionalmente objeto de actividades especulativas (acciones y divisas) se quedaran en
19
Los estados miembros del FMI votan según su poder financiero respectivo, es decir, “One dollar-One vote”, lo que convierte a Estados Unidos en el dominador de la institución (Ziegler, 2003). Junto al FMI, la OMC y el Banco Mundial (BM) forman el trío de organismos internacionales, controlados por las naciones más ricas, que articula la extensión del neoliberalismo por todo el mundo (Labio Bernal, 2006).
56
pocos. Dicha industria desarrolló una serie innumerable de nuevos productos
financieros, los llamados derivados.
Por su parte, los gobiernos delegaron parte de su capacidad para ordenar la política
monetaria, que pasó a manos de los bancos centrales. El establecimiento de los tipos de
interés, un mecanismo básico para controlar el ritmo de la actividad económica, sería
desde entonces una decisión de estas instituciones, que se declaraban independientes del
poder político (Torres y Garzón, 2010). También siguieron la consigna de la
privatización en este ámbito, y los bancos y empresas financieras públicas asistieron a
su paulatina privatización, de nuevo en condiciones muy ventajosas para el capital
privado que los adquiría. Los estados perdieron un instrumento fundamental para
enfrentarse a las crisis económicas y garantizar el crédito a la actividad productiva.
La consecuencia de este proceso de desregulación es lo que algunos autores han
denominado financierización económica, un clarísimo predominio del capital que se
mueve por el sistema financiero con un fin meramente especulativo, sobre aquel que se
mueve en las actividades productivas. Se ha calculado que 9/10 partes del capital
mundial circulante se reproducen en el sistema financiero (Moreno, 2002:39). Así
aparece “una especie de universo aparte porque los medios de pago, el dinero, se han
divorciado del intercambio y se han convertido en el objeto del propio intercambio”
(Torres y Garzón, 2010:50). Los avances tecnológicos han tenido mucha importancia
también aquí, pues posibilitaron la realización de operaciones financieras instantáneas
entre los mercados financieros de todo el mundo, al ritmo del click de un ratón. Se abrió
la posibilidad de poder operar las 24 horas del día, con lo que el sueño de cualquier
especulador se hizo realidad: poder rentabilizar su capital de forma continua y sin
interrupciones. Han encontrado la forma de obtener más dinero sin necesidad de
explotar a las clases trabajadoras mediante la actividad productiva.
Con la financierización económica hemos asistido según varios autores a un cambio en
la estructura de poder del mundo (Martin y Schumann, 1998; Ziegler, 2003). La
naturaleza que han tomado los mercados financieros, libres de controles estatales, ha
provocado que sus operadores se hayan convertido en lo que Jean Ziegler ha llamado
nuevos amos del mundo. Son llamados inversores institucionales, y son los grupos que
tienen mucho dinero, los “oligarcas del capital mundializado” (Ziegler, 2003).
Hablamos de los bancos, las compañías de seguros, los fondos de inversión y de
57
pensiones, y las grandes empresas (Garzón Espinosa, 2011b; Castells, 2011); estos
grupos poseen más de las tres cuartas partes del total de activos financieros. Realmente
no son nuevos; salvo los fondos institucionales de inversión, los otros, las grandes
empresas (porque los bancos y las aseguradoras no dejan de ser empresas, y se mueven
por el mismo objetivo, la maximización del beneficio), ya tenían mucho dinero y poder.
Pero en el proceso de financierización lo han aumentado de manera notoria, además de
encontrar una forma rápida de aumentar sus beneficios. Veamos cómo se ha producido
todo este fenómeno.
Decíamos que el proceso empezó con las divisas. Hans-Peter Martin y Harald
Schumann hicieron un visionario análisis del funcionamiento de la industria financiera,
porque todo lo que ha ido pasando desde entonces, incluyendo la actual crisis, estaba
pronosticado en él.
“En su trabajo, los cazadores de beneficios se mueven a la velocidad de la luz por una red
de datos con múltiples ramificaciones a escala mundial… una utopía electrónica cuya
complejidad es mucho más inabarcable que la complicada matemática que subyace a las
distintas transacciones. Del dólar al yen, después a francos suizos, luego una recompra de
dólares… en pocos minutos, los traficantes de divisas pueden saltar de un mercado al
siguiente, de un socio comercial en Nueva York a otro en Londres o Hong-Kong, y
concluir contratos por sumas que ascienden a cientos de millones” (1998: 66).
Con la misma velocidad de la luz se trafica ahora con acciones, o con títulos de deuda
pública. Al desaparecer la banca pública, los estados se vieron obligados a financiarse
en los mercados financieros, por un módico tipo de interés.
Para el operador de divisas sólo cuenta el ahora. Los que trabajan el negocio de
derivados trafican con el futuro, con los valores que la mayoría de los participantes en el
mercado espera que las acciones, empréstitos o divisas tengan dentro de tres o doce
meses, uno o cinco años. Por eso se llaman derivados, porque su valor deriva de otros
productos anteriores, que son llamados productos subyacentes. Los derivados reciben
nombres como Swaps, Collars, Futures, Options, Dingos o Zebras. Esta actividad es un
gambling, un juego de apuestas. Por ejemplo, para apostar, los clientes de un banco
pueden firmar un contrato de futuros sobre el índice accionarial alemán que promete el
pago de un diferencial si el índice sube por encima del valor acordado. A su vez el
banco tiene que asegurarse para este caso mediante contra-contratos o mediante una
58
cartera de acciones propia. Si el cliente quiere, puede asegurarse al mismo tiempo por
medio de otra opción con un Swap.
Antiguamente estas operaciones a plazo y con riesgo servían tan sólo como una especie
de seguro para la economía real. Los exportadores, por ejemplo, podían asegurarse con
ellas contra las oscilaciones en la cotización de la divisa de sus socios comerciales.
Desde que la capacidad de los ordenadores se ha hecho prácticamente ilimitada, el
negocio de derivados se ha independizado por completo. Sólo entre el dos y tres por
ciento de ese tráfico sirve directamente para asegurar la industria y el comercio. Todos
los demás contratos son apuestas organizadas de los “jugadores” del mercado financiero
entre sí, según el modelo: “Apuesto a que en un año el Dow Jones estará 250 puntos por
encima del valor actual. De lo contrario pagaré…” (Martin y Schumann, 1998:70). Con
el negocio de derivados, el mundo financiero se ha emancipado de la esfera real. Lo que
cuenta es la expectativa de lo que harán los otros. Y esto lo aprovechan los jugadores
más grandes y con más dinero para provocar ellos mismos la dinámica que seguirán las
cotizaciones. Por ejemplo, los bancos suelen reducir artificialmente la oferta de
viviendas al no poner en venta muchas de las que poseen, para mantener los precios
altos (Garzón Espinosa, 2011b). Otro ejemplo es clásico, el del multimillonario George
Soros con la divisa británica en 1994: provocó una bajada espectacular de su cotización
al poner gran cantidad de libras esterlinas de golpe en el mercado, lo que los demás
jugadores interpretaron como problemas en la economía británica, lo que era falso.
Entonces compró muchas, esperó que su cotización volviera a la normalidad, y las
vendió. Obtuvo unos 1.000 millones de dólares de beneficio, además de provocar una
crisis financiera en Europa20
.
Otro tipo de productos derivados, básicos en la actual crisis, provienen de lo que se
llama securitization, o titulización en castellano. Consiste en convertir en activos
financieros títulos que no lo son, por ejemplo los créditos y préstamos bancarios. Para
obtener rentabilidad y liquidez a corto plazo de esos contratos, los bancos convierten los
contratos (el papel) en activos, y los venden a otros bancos u otros inversores, los cuales
harán seguramente lo mismo, con lo que estos “activos” se van vendiendo y comprando
indefinidamente. Con estas operaciones se levanta una pirámide invertida de
20
Aquí se puede ver un breve extracto de una conferencia del economista Arcadi Oliveres, donde explica con claridad esta operación financiera especulativa. http://www.youtube.com/watch?v=uhF-5Utf638
59
proporciones inverosímiles21
. “A partir de muy poco dinero real, es decir, vinculado a
actividades de producción o distribución de bienes y servicios, se deriva una masa
inmensa de productos financieros de altísima rentabilidad y que se mueven a velocidad
vertiginosa entre las carteras de los especuladores internacionales” (Torres y Garzón,
2010:58).
La amplitud de oscilación de todas las cotizaciones, llamada en el argot financiero
“volatilidad”, ha aumentado de forma drástica. Es más, la inestabilidad es un requisito
de la industria financiera, es el origen de la ganancia, ésta se origina en los diferenciales
de precios. Sin volatilidad no podrían darse esos niveles de rentabilidad tan grandes.
Aunque está la otra cara de la moneda: el riesgo es por tanto muy elevado. La
frecuencia con la que se producen crisis bursátiles y financieras en el actual escenario es
escandalosa. Científicos han contabilizado, entre los años 1970 y 2003, 117 crisis
bancarias en 93 países, y 113 episodios de “stress” financiero en 17 países (Torres y
Garzón, 2010). Las crisis más conocidas de estos años fueron las de Japón en los años
80 (burbujas inmobiliaria y accionarial a la vez); países latinoamericanos como México,
Brasil y Venezuela en los 90, lo que se llamó allí la década perdida, producto de las
políticas impuestas por el FMI; los “tigres asiáticos” (Tailandia, Filipinas, Indonesia y
Corea del Sur) también en los 90; y la de Argentina en 2001 (el corralito financiero).
Ya sabemos que todas estas crisis se trasladan a la economía real en forma de
desempleo y recesión económica. La creación de todo este mundo se la debemos a
matemáticos contratados por bancos y firmas financieras de Wall Street (Ferguson,
2010). Estos desarrollaron modelos y ecuaciones matemáticas que, de nuevo,
supuestamente, demostraban que todo ese riesgo no era tal, que el sistema financiero
siempre terminaría equilibrándose. Pero se comprueba cómo estos modelos son
totalmente falsos, su función es justificar el juego de casino en el que participan los
ricos del planeta.
Y recordemos brevemente algo que ya hemos apuntado en el apartado anterior: las
finanzas dominan el devenir de las empresas productivas, vía acciones de las empresas.
21
Esta es una visualización del esquema financiero de pirámide invertida, realizada por la sección digital del diario The Guardian. Como apunta su autor, es muy similar al esquema Ponzi, por el que el conocido gestor de fondos Bernard Madoff está en prisión. También permite intuir cómo las inyecciones de dinero público realizadas hasta ahora para salvar a los actores financieros se siguen quedando cortas. http://www.guardian.co.uk/business/dan-roberts-on-business-blog/interactive/2009/jan/29/financial-pyramid
60
El mundo financiero es el propietario del mundo productivo, y por tanto presiona a sus
directivos para que su actividad produzca los mayores beneficios en bolsa (Martin y
Schumann, 1998). Ello exige el descenso de los costes laborales, las estrategias
únicamente orientadas al corto plazo, o el uso de fraudes contables para incrementar
artificialmente el valor de las empresas.22
Alberto Garzón Espinosa hace una afirmación clarividente (2011b): no hay inversores
financieros buenos ni malos, son todos iguales, operan bajo la misma lógica, la
obtención de la mayor rentabilidad posible, que es inmoral y antisocial porque no tiene
ninguna preocupación por las consecuencias que provoca su actuación. Todos los
inversores son especuladores, cuando ven una oportunidad de rentabilidad van a por ella
sin importarles las posibles crisis y desigualdades resultantes.
Repasemos a continuación quiénes son los jugadores del sistema financiero.
Empezamos retomando a las grandes empresas. Hace mucho que numerosas
corporaciones son su propio banco. La rentabilidad de los mercados financieros era
mayor y más rápida que la que podían tener en la base productiva, por lo cual sus
beneficios fueron destinándose cada vez en mayor proporción al universo financiero
(Torres y Garzón, 2010). El caso de las compañías de seguros es peculiar, la deriva que
tomaron hacia los mercados financieros fue espectacular, debido a la necesidad de los
operadores financieros de asegurarse contra inversiones equivocadas (Martin y
Schumann, 1998). Tanto, que su papel en la explosión de la actual crisis fue clave,
como comprobaremos cuando lleguemos a ella. Por otro lado, siempre están interesadas
en la privatización de los servicios públicos propios del Estado del Bienestar, como las
pensiones y la sanidad, ámbitos donde pueden entrar con sus productos y beneficiarse
enormemente. Y su relación con la banca es estrecha, de hecho trabajan
coordinadamente a través de lo que se conoce como canal bancaseguros, ofreciendo a
sus clientes los productos del otro23
.
22
La quiebra de la multinacional norteamericana Enron destapó un pedagógico ejemplo del uso de fraudes contables, asesorado por grandes bancos norteamericanos (Ferguson, 2010). Se pueden conocer viendo el documental Enron: los tipos que estafaron a América (Gibney, 2005). 23
Expansión.com, 01-05-2011: http://www.expansion.com/2011/05/01/opinion/editorialyllaves/1304283537.html?a=eaa99aa526d2d923b42861cf8bec1deb&t=1323828032
61
Luego encontramos a los fondos de inversión y de pensiones, que se han convertido en
centros de recopilación de capital del mundo. Los fondos de pensiones pueden tener una
desagradable consecuencia: si la inversión financiera realizada por ellos sale mal,
desaparece la pensión. Destacan los hedge funds, firmas especiales que procuran
rendimientos de dos cifras, a veces incluso de tres, a sus inversores mediante
inversiones muy arriesgadas (Martin y Schumann, 1998). No apuestan solamente el
capital de sus clientes, sino que multiplican la apuesta con créditos a corto plazo. El
riesgo es alto, pero si la estimación acierta, se pueden obtener con rapidez los ingentes
beneficios mencionados para los inversores, y el director del fondo puede apuntarse en
pocas semanas el sueldo extra de un año. Finalmente, se consigue un golpe de miles de
millones si otros fondos y bancos se adhieren a la misma estrategia inversora y de esta
forma provocan ellos mismos la evolución de las cotizaciones que prevén. Así obtienen
beneficios que jamás serían posibles en la economía material.
Y dejamos para el final a los bancos, que son los actores más importantes del sistema
financiero. No en vano son el centro neurálgico de todo este universo. Se especializaron
en actividades especulativas, y además de gestionar y asesorar gran parte de la
especulación financiera a través de sus propios fondos de inversión y de las salidas de
acciones a bolsa, ellos mismos compran y venden con su capital. También evaden
impuestos utilizando los paraísos fiscales, y asesoran a los millonarios que quieren
hacer lo mismo. Los delitos y casos de fraude en los grandes bancos han sido una
constante (Ferguson, 2010). Y tuvieron un rol especialmente importante durante estos
cuarenta años: en el proceso de continuo descenso de las rentas del trabajo, sus créditos
mantuvieron el consumo de las clases medias y populares (Navarro, Torres y Garzón,
2011). Se ha llamado a este fenómeno “ilusión de riqueza”, que en realidad no era más
que un impresionante auge de la deuda privada. Siendo el negocio de los bancos el
control de la deuda, han conseguido que casi todo el mundo esté endeudado con ellos.
Esto ha llevado a que aparezca un término que define la actual estructura de poder:
deudocracia24
.
Entre las leyes y regulaciones relacionadas con el sector bancario que se eliminaron o
“relajaron”, estaban las que obligaban a los bancos privados a mantener un nivel de
reserva de liquidez, con el fin de que pudieran aumentar su capacidad de dar créditos y
24
Así se llama una reciente película documental griega, Deudocracia (Hatzistefanou y Kitidi, 2011).
62
sus actividades en general. Y se eliminaron muchas de las formas de supervisión de la
actividad bancaria y financiera, a lo que se unió su ocultación sistemática y deliberada
del riesgo inherente a las actividades especulativas (Torres y Garzón, 2010).
El caso más paradigmático de desregulación y probablemente el más decisivo, teniendo
en cuenta que de nuevo provino de Estados Unidos, fue la derogación de la ley Glass-
Steagall, aprobada en 1933 curiosamente como una forma de evitar que volvieran a
suceder crisis como la de 1929. Entre otros procedimientos relativos a la supervisión de
las entidades bancarias, dicha ley separaba las actividades que podían realizar los
bancos de inversión y los bancos comerciales, para que los primeros no pudieran
realizar actividades propias de los segundos, como aceptar depósitos, dar préstamos y
gestionar cuentas corrientes. (Ferguson, 2010; Torres y Garzón, 2010:48). Ya que las
actividades de inversión son muy arriesgadas, así no se perdía el dinero de los clientes
en caso de fuertes pérdidas o quiebras. Además, de este modo los bancos de inversión
no podrían prestar dinero a aquellas mismas empresas cuyas acciones emitían, situación
de claro conflicto de interés. Pues bien, el gobierno de Bill Clinton derogó esta ley en
1999. Los bancos comerciales comenzaron a introducirse en el negocio de la inversión
financiera. La cuestión era aumentar la cantidad de negocio y de beneficio a corto plazo.
Las consecuencias de la supresión de la mencionada ley fueron determinantes para el
estallido de la crisis de las hipotecas basura y la actual crisis sistémica: se produjo una
gran acumulación de riesgo al dedicarse cada vez más dinero a la inversión
especulativa, y aumentó la concentración bancaria. El economista jefe del banco
Citigroup (resultado de la fusión de dos enormes bancos americanos) Willem Buiter
reconoce que los bancos quieren ser cada vez más grandes porque disfrutan del
monopolio; les permite ejercer presión y hacer lobbying, además de obligar al estado a
rescatarlos en caso de quiebra, porque al ser tan grandes provocarían la caída del
sistema entero si quebraran (Ferguson, 2010).
Se ha publicado muy recientemente en la revista New Scientist un estudio de
investigadores de la universidad de Zurich que explica y demuestra la configuración del
sistema capitalista en estos momentos, tal y como estamos relatando aquí. Aplica
modelos matemáticos a los datos sobre propiedad de las más importantes empresas
multinacionales, aclarando esa intrincada red de acciones y capitales cruzados para dar
luz a la concentración de capital. De las 43.000 transnacionales más importantes,
filtraron hasta quedar con 1.318 que son propietarias de dos o más conglomerados
63
empresariales. Y de estas, volvieron a procesar hasta llegar a una lista de “súper-
entidades”, 147 empresas que controlan el 40% de la riqueza total en el mundo, y que
son menos del 1% del total de empresas. Se han dado a conocer las 50 primeras al
público, y de ellas, sólo dos son empresas de base productiva (Wal-Mart y China
Petrochemical Group). El resto son bancos, firmas financieras y compañías de seguros.
La mayoría son bancos, y la mayoría norteamericanos.25
Hasta ahora hemos tratado la cuestión desde un punto de vista institucional. Pero
también queremos hacer algunos apuntes desde un punto de vista individual, porque
detrás del poder de las instituciones también hay personas. Empezando por cuántas
personas ricas están detrás del mercado financiero, Daniel Raventós (2010) nos lo
aclara. En 2009 había unas 10 millones de personas ricas en el mundo, cuya riqueza
conjunta alcanzaba los 39 billones de dólares. De ellas, 3 millones son estadounidenses.
Dentro de los ricos, hay una categoría, los “ultra-ricos”, que superan los 30 millones de
dólares de fortuna en activos: 93.100 personas, que concentran el 35% de toda esa
riqueza.26
En España encontramos que unas 1.400 personas, que son el 0’0035% de la población
española, controlan una riqueza equivalente al 80% del PIB nacional (Navarro, Torres y
Garzón, 2011:39). Muchos de ellos son, evidentemente, los altos directivos de las
grandes empresas: los de las empresas del IBEX-35 superan el millón de euros anuales,
113 veces el salario mínimo. De estas 35 grandes empresas españolas, 19 están en
manos de diez familias históricas y cerca de una veintena de empresarios.
Los gobiernos dependen totalmente de los inversores financieros. Voluntariamente han
perdido su capacidad de controlar la marcha de la economía, y su nuevo papel es el de
plegarse a las exigencias de los propietarios de capital económico (Martin y Schumann,
1998). Y los intereses de estos son siempre los mismos: fiscalidad lo más baja posible
de sus ingresos. Bajo la presión de la industria financiera siguen en casi todo el mundo
el mismo camino: descenso de los impuestos sobre el patrimonio y los depósitos de
25
Un artículo que informa de este estudio: http://alt1040.com/2011/10/cientificos-revelan-el-1-que-domina-la-economia-global 26
Aquí no se han contabilizado los activos que se supone no forman parte del ahorro, es decir, la primera residencia, los bienes consumibles, los bienes coleccionables y los bienes de consumo duradero. Es decir, la riqueza efectiva de estas personas es aún mayor.
64
capital, desregulación de todos los servicios financieros, y ahorro en los gastos de los
servicios públicos y servicios sociales. Se premia a los gobiernos que crean las mejores
condiciones para el fuerte en términos de capital (Martin y Schumann, 1998). De este
modo procedieron a acometer reformas radicales de los sistemas impositivos, rebajando
la carga fiscal a todos los estratos pero en especial a los más ricos. A pesar de que se
justifica dicha medida como necesaria para atraer la inversión productiva, la realidad ha
mostrado que todas esas cantidades no recaudadas se destinan a los mercados
financieros para revalorizarse a través de la especulación (Torres y Garzón, 2010).
Y no es cosa únicamente de “malvados” inversores extranjeros, también los propietarios
nacionales de patrimonio “chantajean” a sus gobiernos; al fin y al cabo, también ellos
pueden invertir su dinero en otra parte. En Europa fue Suecia, país conocido por su
modélica política social, un gran ejemplo. Desde finales de los ochenta empresas y
propietarios de patrimonios desplazaron cada vez más puestos de trabajo y capital
ahorrado al extranjero. A pesar del descenso de los ingresos fiscales, el gobierno redujo
los impuestos sobre las rentas más altas. El déficit presupuestario explotó y forzó a
limitar numerosos programas sociales.
Pondremos el caso de España en la actualidad para enseñar esta enorme paradoja: los
que tienen más aportan menos en los impuestos. Las rentas del trabajo están más
fiscalizadas que las rentas del capital (un 45% frente a un 21%, en los casos máximos);
los ricos pueden crear una Sicav (sociedades de inversión de capital variable) para poder
tributar únicamente un 1%; también utilizan la forma jurídica de las fundaciones para
ocultar los patrimonios, o las sociedades patrimoniales para esquivar el tributo sobre
bienes inmuebles.27
El sistema fiscal español es uno de los más regresivos de la Unión
Europea (Navarro, 2011b). Añadamos que, según los Técnicos del Ministerio de
Hacienda (Gestha), las grandes fortunas y grandes empresas evadieron al fisco 42.711
millones de euros en 2.010, un 71% del total del fraude en España28
.
Para ello utilizan los paraísos fiscales. Las plazas financieras off-shore son más de cien
lugares desperdigados por el globo, del Caribe hasta Singapur pasando por
27
Este es un buen artículo sobre la fiscalidad en España, y contiene además una visualización que facilita su comprensión. En Público.es, 18-09-2011. http://www.publico.es/dinero/396933/vias-de-escape-para-que-los-ricos-no-paguen-impuestos 28
LaVanguardia.com, 09-08-2011. http://www.lavanguardia.com/economia/20110809/54198249312/tecnicos-de-hacienda-calculan-que-las-grandes-empresas-defraudan-mas-de-42-700-millones-al-ano.html
65
Liechtenstein, desde los que bancos, compañías de seguros y fondos de inversión
administran el dinero de sus clientes pudientes y se sustraen de forma planificada al
alcance de sus estados de origen (Martin y Schumann, 1998). Prometen una fiscalidad
baja o nula a los depósitos realizados por extranjeros y sancionan toda revelación de la
identidad de los titulares de las cuentas, incluso si es a petición de las autoridades
estatales. En las islas Caimán, por ejemplo, encontramos que su isla principal, de 14
kilómetros cuadrados y 14.000 habitantes, contiene registrados a más de 500 bancos.
El daño causado por el sistema off-shore no puede ser medido con exactitud. Es el
mejor suelo para la criminalidad organizada internacional. El rastreo de sus patrimonios,
adquiridos de forma ilegal, es prácticamente imposible. No hay modo de saber cuántos
beneficios producto de delitos de todo tipo han sido insertados en la circulación
monetaria legal a través de los paraísos fiscales. Pero este daño palidece, no obstante,
ante las devastadoras pérdidas que la evasión de capital legalmente organizada inflige a
las arcas públicas. Martin y Schumann hablan del ejemplo alemán, donde los
poseedores alemanes de patrimonio rehúyen al ministerio de hacienda ingresos de
decenas de miles de millones cada año, sólo en las sucursales luxemburguesas y fondos
de inversión del gremio financiero alemán. Los administradores de los fondos vuelven a
invertir la mayor parte del dinero evadido en Alemania, en muchos casos incluso en
deuda pública. Con ello el estado se vuelve deudor de aquellos que le estafan en sus
impuestos.
Otro instrumento de poder son las agencias de evaluación de inversiones de capital.
Sus juicios cuestan a los países afectados miles de millones de carga suplementaria en
concepto de intereses. En febrero de 1995, en una crisis de fuga de capitales en Canadá,
el gobierno intentó detenerla con un nuevo plan presupuestario y recortes de los gastos.
Pero antes de que el plan fuera discutido en el parlamento la agencia Moody’s calificó
los recortes de insuficientes y anunció un posible descenso de la calificación del bono
canadiense. Le costó las elecciones al partido gobernante. Lo mismo pasó en Australia
en 1996. Lo mismo que está pasando ahora en la periferia de la Unión Europea. El papel
de estas agencias en la actual crisis ha sido clave.
No en vano los propietarios de las agencias de calificación forman parte del mismo
entramado de poder que estamos denunciando. Uno de los principales propietarios de la
agencia Moody’s es Berkshire Hathaway, conglomerado económico presidido por el
66
multimillonario Warren Buffet, asesor económico de Barack Obama. Standard & Poors
está controlada por la compañía Mc Graw Hill, principalmente de servicios financieros,
aunque también es un conglomerado, y su presidente es secretario general de un
poderoso lobby patronal norteamericano. Y la agencia Fitch se debe sobre todo a un
grupo francés, Fimalac, también conglomerado, también dedicado principalmente a los
servicios financieros; su presidente es CEO de L’Oreal y Renault, y asesor del Banco de
Francia (Pisarello y Asens, 2011).
Esto nos sirve para ir terminando con la mención a las personas que tienen poder. Si
constatamos cómo hay personas que están simultáneamente en puestos de decisión
financieros, empresariales y políticos, se puede entender por qué la connivencia de los
gobiernos con los poderes económicos ha sido absoluta. Similar telaraña a la de los
capitales financieros puede encontrarse en el ámbito de los altos cargos políticos y
empresariales. Las opacas interrelaciones entre la economía y la política son intensas.
Jeremy Rifkin llama a este fenómeno puertas giratorias (Robin, 2008): las personas que
han ocupado cargos públicos pasan a ser altos cargos en empresas privadas, y luego
vuelven a la política. Y viceversa. El capital económico se transforma en capital
político, y al revés. En Norteamérica, podríamos remontarnos al gobierno de Reagan
para comprobar que se eligió como secretario del tesoro al CEO del banco de inversión
Merrill Lynch, Donald Regan; y otro economista que trabajaba para la banca, Alan
Greenspan, fue nombrado director de la Reserva Federal (el Banco Central de Estados
Unidos). Bill Clinton nombró a Robert Rubin, CEO de Goldman Sachs (probablemente
el banco de inversión estadounidense más poderoso) secretario del tesoro; siguió en la
administración con Bush Jr. y Obama, alternando con su puesto de CEO en el banco
Citigroup. Como dice el economista Nouriel Roubini, el poder de Wall Street fue
capturando durante estos años el sistema político (Ferguson, 2010). Mientras que los
principales dirigentes neoconservadores de la administración de Bush Jr. han salido de
los medios petroleros tejanos: el propio Bush Jr., Dick Cheney, Donald Rumsfeld,
Condoleezza Rice… (Ziegler, 2003; Moore, 2004)29
.
Veamos algunos casos españoles. Pedro Solbes ha sido ministro, comisario europeo,
asesor del FMI, y consejero de empresas como Enel y Barclays Bank. José María
29
La web http://www.theyrule.net demuestra cómo los miembros de los consejos de administración de las empresas de Estados Unidos (entre ellas las empresas de medios) repiten en muchos otros consejos, y también en cargos políticos.
67
Aznar, tras su presidencia española, es consejero de Endesa, y Felipe González lo es de
Gas Natural. Eduardo Zaplana tras ser ministro pasó a Telefónica. Rodrigo Rato fue
ministro, presidente del FMI (cuando estalló la crisis de las hipotecas basura), y ahora
es el presidente de Bankia. David Taguas fue directivo de BBVA, luego asesor del
gobierno de Zapatero, y terminó como presidente del lobby de las grandes empresas
constructoras españolas. Y muchos más: Narcís Serra, Josep Piqué, Jordi Sevilla… Un
10% de los consejeros de empresas del IBEX-35 han desempeñado cargos políticos
relevantes (Moriche, 2011).
El último ejemplo que pondremos es muy reciente, y es de ámbito europeo. Mario
Draghi fue vicepresidente de Goldman Sachs. Su equipo ideó las técnicas fraudulentas
de contabilidad que escondieron la deuda pública griega durante años. Y acaba de ser
nombrado presidente del Banco Central Europeo30
. Compartimos la opinión de
Jónatham F. Moriche:
“… precisamente es la plena legalidad de esta íntima relación entre servicio público y
enriquecimiento privado la que demuestra hasta qué punto nuestro sistema político está
profundamente corrompido por el poder, nunca democrático ni solidario, del gran dinero
y las corporaciones y élites que lo manejan. Y explica porqué, a pesar de la profunda
gravedad de la crisis y el comportamiento avaricioso e insolente de los actores
corporativos, jamás se toman medidas como la intervención pública de empresas
estratégicas, un mayor control de las actividades especulativas o más impuestos para las
rentas del capital: ¿cómo podría la clase política gobernar contra la mano que tan
generosamente está dispuesta a enriquecerles cuando salen de las instituciones?”
(Moriche, 2011).
Prácticamente todos los autores y autoras referidos coinciden en definir el sistema
político-económico en el que vivimos como una dictadura del mercado mundial. Pero la
anti-estatal mentalidad de quienes dirigen el flujo del dinero se transforma en su
contrario siempre que se trata de resolver los accidentes causados por ellos. Son una
dictadura con responsabilidad limitada (Martin y Schumann, 1998). De las crisis se
sigue encargando la comunidad internacional de estados. Los beneficios son privados,
pero las pérdidas se socializan. No hay mejor ejemplo de esta realidad que la actual
crisis económica.
30
ElMundo.es, 24-06-2011. http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/24/economia/1308905958.html
68
La crisis de las hipotecas basura.
Para comprender la actual crisis había que conocer las condiciones estructurales que
promovieron su aparición. También es importante señalar que hubo dos crisis
financieras inmediatamente anteriores en Estados Unidos, muy relacionadas con la
crisis de las hipotecas basura, y que como bien dicen Juan Torres y Alberto Garzón
deben ser consideradas como parte de un mismo proceso crítico.
La primera tuvo como núcleo las nuevas TIC. La aplicación de estas innovaciones a los
procesos productivos generó altas expectativas de beneficio, produciéndose grandes
entradas de capital en bolsa para especular con acciones de las nuevas empresas de base
tecnológica, conocidas entonces como empresas punto-com; ya sabemos, buscando la
rentabilidad a corto plazo, comprando acciones y vendiendo inmediatamente
aprovechando las constantes subidas en el precio de las mismas. Durante los últimos
años de la década de los noventa fue formándose así una burbuja especulativa. Además
de los grandes inversores muchas familias de clase media participaron de la misma. En
el año 2000 estalló la burbuja y el país entró en crisis.
Para incentivar el consumo y ayudar a la recuperación económica la Reserva Federal
rebajó los tipos de interés hasta un mínimo histórico de un 1%, y los mantuvo así
bastante tiempo. La recesión se dio por superada en 2003, pero los problemas no
acabarían ahí. Efectivamente se incentivó el consumo, pero también se incentivó la
creación de otra nueva burbuja, una burbuja inmobiliaria. Con los tipos de interés tan
bajos creció la demanda de préstamos hipotecarios, y creció aún más la especulación en
este terreno. Entre 1997 y 2006 los precios de las viviendas aumentaron en un 130%. Y
también aumentó el endeudamiento familiar, conforme los tipos de interés volvían a
subir: a principios de década ya llegaba al 100% de los ingresos, mientras que en 2007
alcanzó el 130%. Comprobamos que se vivía una ilusión de riqueza, que no era más que
endeudamiento (Torres y Garzón, 2010).
La naturaleza especulativa se demuestra por ejemplo en el hecho de que en el año 2005
el 40% de las viviendas que se compraron no eran “primera vivienda”, sino que se
compraban para especular con ellas. En cuanto a quién especula, otro dato significativo:
se calcula que el 1% de las familias posee un tercio de todo el patrimonio inmobiliario
69
estadounidense, mientras que el 50% de familias sólo tiene un 3% de ese patrimonio.
Nos encontramos otra vez con ese 1% que lo acapara todo.
Ahora podemos entrar en detalle a analizar la crisis de las hipotecas basura. En este
contexto de crecimiento de la burbuja a los bancos estadounidenses les iba bastante
bien, daban muchos préstamos hipotecarios y hacían mucho negocio. Pero no era
suficiente para ellos, siguieron buscando fórmulas de aumentar sus ya de por sí enormes
beneficios, y a ser posible a corto plazo (los créditos se suelen devolver a plazos largos).
Decidieron multiplicar el número de préstamos hipotecarios a partir de concederlos a
personas y familias con pocos recursos económicos. A cambio, los tipos de interés de
esas hipotecas son muy elevados. Así se extendieron estos créditos, conocidos allí como
hipotecas subprime31
. Ya existían antes, pero su número aumentó durante estos años de
forma espectacular, llegando a representar el 20% del total de hipotecas en 2006.
Como acabamos de apuntar, los intereses de estos préstamos son mucho más altos de lo
normal. Había que convencer a los prestatarios para que aceptaran. Los bancos
recurrieron a todo tipo de procedimientos fraudulentos para venderlos. El economista
Joseph Stiglitz los ha relatado con claridad (Torres y Garzón, 2010:73). Ofertas y
publicidad falsas, ocultación de tipos de interés reales, “letra pequeña”… Los bancos
suelen contratar a mediadores o brokers para captar clientes, y los remunera por
comisión, es decir, sus honorarios dependen del número de hipotecas contratadas
gracias a ellos, por lo que éstos también engañaron y estafaron masivamente.
Aunque puede ser peor. Los bancos forzaron a muchos prestatarios a contratar hipotecas
subprime a pesar de que sus recursos económicos les permitían acceder a hipotecas
mejores, por tanto con menores intereses que pagar. En 2006 el Wall Street Journal
informaba de que un 61% de los prestatarios subprime tenía recursos suficientes para
haber suscrito préstamos con mejores condiciones. Y más: muchos bancos
discriminaron en función del sexo o la raza a la hora de dar hipotecas. A las mujeres, los
negros o los hispanos les negaban las hipotecas de mejor calidad y les concedían
préstamos subprime (Torres y Garzón, 2010).
Hay otro motivo para que la banca aumentara de esa manera su volumen de hipotecas,
que como se comprenderá es muy arriesgada porque es más que probable que los
31
También hubo cientos de miles de casos más extremos que los de éstas hipotecas subprime, los llamados préstamos NINJA, No Income No Job and Asset (sin ingresos, sin trabajo y sin patrimonio).
70
prestatarios dejen de pagarlas. Y es el funcionamiento del sistema financiero, con lo que
volvemos al mundo de los derivados. Hemos hablado ya de la titulización: mediante
este sistema los bancos comerciales venden el contrato hipotecario a los bancos de
inversión, con lo que consiguen beneficio a corto plazo de sus hipotecas. A muchos
bancos les daba igual que la gente no pudiera pagar la hipoteca, ya obtenían beneficios
inmediatos vendiéndolas, y con ello traspasaban el riesgo al comprador (Ferguson,
2010). Y los bancos de inversión vendían a su vez a otros bancos, a fondos de inversión
y pensiones… En 2006 se titulizaba el 75% de las hipotecas concedidas. Los inversores
institucionales se volcaron en estos derivados para especular con ellos; la
interdependencia financiera y las nuevas TIC hicieron que se distribuyeran por todo el
mundo.
Pero los activos subyacentes de estos derivados eran hipotecas con gran riesgo de
impago. Así que los bancos trataron de disimular y ocultar el peligro de comprar estos
productos. Para ello inventaron unos “paquetes” de inversión en los que se juntaban
varias hipotecas, algunas de buena calidad (prime) y otras de mala calidad (subprime).
En paquetes más “innovadores” mezclaron activos de diferente tipo: hipotecas,
préstamos para coches, préstamos para estudiantes… Creando así unos productos
llamados CDO, Collateralized Debt Obligations (algo así como Obligaciones de Deuda
Colateralizada). Estos productos son prácticamente opacos, es realmente imposible
conocer su contenido, su verdadero valor y riesgo.
“Los bancos centrales e internacionales aceptaron la existencia de estos paquetes aún a
sabiendas de que se estaba poniendo en los mercados un producto de gran riesgo que en
su interior mezclaba lo bueno con lo malo de manera disimulada y fraudulenta. La
connivencia y complicidad de las autoridades fue total. Si hubieran actuado de otro modo
hubieran evitado lo que vino después, mientras que permitiendo estas operaciones se
convirtieron en cómplices de los causantes directos de la debacle” (Torres y Garzón,
2010:80).
Aquí jugaron un papel esencial las agencias de calificación de riesgo. Su negocio es
precisamente asesorar a los inversores financieros mediante una evaluación,
supuestamente veraz y rigurosa, de las posibles inversiones y de los productos
financieros para que puedan tener una buena información sobre lo que compran y dónde
invierten. Y éstas no dudaron en darle la máxima calificación a la gran mayoría de los
CDO y demás productos. Posiblemente se deba a que les pagan los propietarios de los
71
productos que tienen que calificar, los mismos bancos y fondos que venden CDOs
pagan a las agencias para que los califiquen. Hay un evidente conflicto de intereses.
Y añadamos la importancia de los paraísos fiscales. El 80% de la negociación de los
productos financieros derivados tiene lugar en ellos. Y el 60% de los hedge funds tiene
su sede en algún paraíso fiscal. Las plazas off-shore son un instrumento fundamental
que ha permitido lo que ha ocurrido en las finanzas internacionales durante estos años.
Jean Ziegler las ha definido de forma muy elocuente: son las encubridoras del sistema
capitalista mundial (Ziegler, 2003).
Debemos mencionar otro producto financiero derivado de gran influencia en la crisis.
Tiene que ver con las compañías de seguros, y es el CDS, Credit Default Swap (Seguro
de Impago de Crédito). Los introdujo en el sistema la mayor aseguradora del mundo,
AIG (Ferguson, 2010). Funcionan como un seguro para los inversores que tienen CDOs;
si el CDO pierde valor, la aseguradora paga las pérdidas. Pero el asunto no queda ahí:
otros especuladores también pueden comprar CDSs, en este caso para apostar contra
CDOs que no poseen. Al no estar regulados estos productos, AIG no tuvo que apartar
dinero para cubrir posibles pérdidas; lo que hacía era pagar bonificaciones gigantescas a
sus agentes por vender este producto. Y si los CDOs llegaban a perder su valor, como
así ocurriría, AIG tendría que pagar a todo el mundo, a los que aseguraban sus CDOs y a
los que apostaban contra ellos.
Entonces nos encontramos con que a partir de una burbuja inmobiliaria norteamericana
se produjo una crisis financiera a nivel mundial. Cuando la primera estalló, poco
después lo hizo la segunda. Veamos cómo fue el proceso. Los precios de las viviendas
comenzaron a bajar, el sector inmobiliario se paró en seco y se perdieron millones de
puestos de trabajo. Paralelamente la subida de tipos de interés unida a la dureza de los
intereses de las subprime (que recordemos, la mayoría de los prestatarios no era
consciente de ella) hizo imposible que se pudieran seguir pagando las hipotecas.
Comenzaron los impagos y las ejecuciones hipotecarias masivas, con lo que los títulos
financieros derivados de las hipotecas perdieron rápidamente su valor, y sus tenedores
comenzaron a sufrir pérdidas multimillonarias.
En el año 2007 comenzaron las quiebras. Los primeros que se hundieron fueron los
bancos comerciales, los que otorgan los créditos hipotecarios. Tras el estallido de la
burbuja inmobiliaria docenas de estos bancos cayeron. Inmediatamente empezaron los
72
problemas en la industria financiera, que en Estados Unidos tenía ya un nivel de
concentración y poder desorbitado (Ferguson, 2010): dominaban la industria cinco
bancos de inversión (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers
y Bear Stearns), dos conglomerados financieros (Citigroup y JP Morgan), y tres
compañías de seguros (AIG, MBIA y AMBAC). Los espectaculares beneficios a corto
plazo de estas entidades en los años anteriores se convirtieron en pérdidas masivas
(Torres y Garzón, 2010). Citigroup perdió hasta mediados de 2008 más de 55.000
millones de dólares, Merrill Lynch casi 52.000 millones, y Morgan Stanley unos 14.400
millones. Otros bancos gravemente afectados fueron por ejemplo Wachovia (22.500
millones) y Bank of America (21.200 millones).
Pero no sólo entidades estadounidenses se vieron afectadas por estas pérdidas, siendo un
mercado globalizado como hemos visto: bancos franceses (Crédit Agricole, BNP
Paribas…), ingleses (HSBC, Barclays Capital…), suizos (UBS, Credit Suisse…),
alemanes (Deutsche Bank…), canadienses, japoneses, belgas, chinos, indios… La banca
mundial ha registrado más de 2 billones de dólares en depreciaciones y pérdidas como
consecuencia de la crisis (Torres y Garzón, 2010:86), pero este dato se nos antoja que se
queda bastante corto, viendo el esquema piramidal que configura el sistema, y la
cantidad de dinero público que se ha dado a la banca mundial hasta el momento para
rescatarla (la última cifra del FMI habla de 11’9 billones de dólares a finales de 2010,
en el 2011 ha aumentado). Es muy posible que el motivo esté en que las autoridades han
modificado normas y reglamentaciones contables para disimular la pérdida de valor de
los activos y evitar que los bancos reflejen su verdadero deterioro patrimonial (Navarro,
Torres y Garzón, 2011).
A pesar de toda esta situación no se reconoció la gravedad de la misma oficialmente
hasta septiembre de 2008. En ese año cayeron entidades como el gran banco hipotecario
American Home Mortgage, y en marzo se hundió uno de los grandes bancos de
inversión, Bear Stearns, finalmente adquirido por JP Morgan. En septiembre quebraron
Lehman Brothers, pasando a manos de Goldman Sachs; Merrill Lynch, absorbido por
Bank of America; y la aseguradora AIG, que tuvo que ser nacionalizada inmediatamente
(la quiebra de la aseguradora más grande del mundo hubiera tenido efectos
impresionantes, como por ejemplo que muchos aviones hubieran tenido que dejar de
volar). Ya sólo quedaban dos grandes bancos de inversión, y su situación era también
dramática. Ya no pudo seguir ocultándose la gravedad de la crisis; ese mismo mes el ex-
73
presidente de la Reserva Federal Paul Volcker afirmaba que el sistema bancario de
Estados Unidos y el Reino Unido estaba en quiebra32
.
En medio de esta vorágine los bancos dejaron de prestarse entre sí. Nadie se fiaba de la
solvencia de nadie. Y no es de extrañar: uno de los cables publicados por Wikileaks,
fechado en 2007 (lo que demuestra que ya había crisis mucho antes de la caída de
Lehman Brothers, y que se conocía en las altas esferas), relata una reunión elitista en la
que estaban presentes varios altos cargos financieros, junto con un diplomático
estadounidense. En ella el gobernador del Banco de Inglaterra reconocía que el
problema no era de liquidez, sino que el sistema financiero global estaba en situación de
insolvencia33
. Y no sólo hicieron eso, sino que cerraron la financiación de modo
generalizado. Empresas y consumidores empezaron a sufrir una insostenible falta de
financiación externa, sin la cual no pueden funcionar los negocios hoy en día.
Enseguida la crisis financiera afectó a la economía real: a la inversión productiva de las
empresas, a la creación de empleo, a la producción de bienes y servicios… Los bancos
no prestaban a las empresas, y los consumidores no obtenían créditos. Aquí también
llegaron las pérdidas masivas, y por supuesto los despidos. La gravedad de la crisis,
ahora también económica, alcanzó el grado que tuvo la Gran Depresión, la crisis de
1929.
Otra prueba de que las autoridades conocían la gravedad de lo que estaba ocurriendo ya
en 2007 es que en agosto de dicho año comenzaron las multimillonarias inyecciones de
dinero público a las entidades financieras por parte de los bancos centrales. Empezó a
mostrarse lo que comentamos con anterioridad, la dictadura con responsabilidad
limitada. El predicamento neoliberal sobre la retirada del estado desapareció. Como
dicen Torres y Garzón, había que salvar a los banqueros y a los ricos; no se podía
permitir la caída de la banca mundial porque con ella todo se vendría abajo, incluidos
los ahorros de los clientes. Algo que no es cierto: como veremos, en estos casos siempre
se presenta la realidad de forma que no existan alternativas a los intereses dominantes.
Se podría haber dejado caer a los bancos mientras los estados aseguraban dichos
ahorros, por ejemplo con la vuelta de la banca pública (Garzón, 2011a). Hubiera sido
32
Además de Wall Street, gran parte de la extensión de productos derivados por el mundo proviene de la City londinense (Vidal-Folch, 2011). 33
Se puede consultar el cable en la web de Wikileaks: http://www.wikileaks.ch/cable/2008/03/08LONDON797.html
74
mucho menos costoso para las arcas públicas, pues no se habrían salvado las
inversiones financieras especulativas de los bancos y los inversores institucionales. Y
hubiera sido lo correcto, pues no es justo salvar a los que decidieron apostar en el casino
financiero. Sencillamente, apostaron llevados por su extrema avaricia, y perdieron34
.
Había que dar dinero a los bancos para que volvieran a prestarse entre ellos, y a los
consumidores y las empresas. En 2008 el Banco Central Europeo anunció que prestaría
todo el dinero que fuese necesario a las entidades que lo solicitasen por un tipo de
interés del 1% o menos, prácticamente regalado. Y en Estados Unidos el gobierno
republicano de Bush Jr. propuso un plan de rescate consistente en comprar a los bancos
sus activos “tóxicos” (los derivados de las hipotecas “basura”), permitiéndoles seguir su
negocio como si no hubiera pasado nada, lo que el propio Congreso de Estados Unidos
rechazó. El gobierno americano llegó a nacionalizar varias entidades bancarias, algo que
nadie hubiera pensado que pudiera ocurrir en ese país. En todo caso, las
nacionalizaciones, que se han llevado a cabo en más países, se han hecho siempre con la
promesa de revender al capital privado una vez saneados sus balances con cargo a las
cuentas públicas. Es el caso de las cajas de ahorro españolas. “… Los neoliberales se
quitaron el disfraz y no dudaron en emplear el poder regulador del Estado para poner a
salvo sus negocios. A sus órdenes, los gobiernos actuaron rápidamente, interviniendo
sobre la marcha con todos los medios a su alcance” (Torres y Garzón, 2010:129).
Pero el agujero es demasiado grande. Todavía hoy, finales de 2011, la banca mundial no
está saneada. Y no han utilizado el dinero para restituir la financiación a la economía.
Lo han destinado a compensar sus pérdidas, lavar sus balances bancarios, e incluso a
repartir beneficios entre sus accionistas y directivos, tal y como denunció el propio
presidente Barack Obama sobre varias entidades de Wall Street. Hoy seguimos
sufriendo la falta de financiación en la economía real. Y el gigantesco rescate aumentó
34
Sólo un país en todo Occidente, Islandia, hizo algo diferente. La protesta continuada de la práctica totalidad de su población forzó la dimisión de su gabinete de gobierno, y en referéndum se negaron a rescatar a los tres grandes bancos que dominaban el país y a pagar la deuda de cientos de miles de millones de dólares que mantenían con bancos de países como Inglaterra y Holanda. Además abrieron procesos penales contra directivos de estas entidades sobre los que existe sospecha de actuación delictiva, incluso contra el primer ministro en aquel momento. ElPaís.com, 07-06-2011: http://www.elpais.com/articulo/economia/Islandia/lleva/juicio/anterior/primer/ministro/crisis/elpepueco/20110607elpepueco_1/Tes
75
de manera evidente la deuda pública de los gobiernos occidentales; muchos de ellos,
como el español, tenían superávit presupuestario antes de 200735
.
Ya hemos explicado que los bancos públicos desaparecieron hace años por la aplicación
de las políticas neoliberales de privatización. Ahora para financiar la deuda no queda
más remedio que recurrir a los bancos centrales o a los “mercados”. Los bancos
centrales de Estados Unidos (Reserva Federal), Inglaterra (Banco de Inglaterra) o Japón
(Banco de Japón) financiaron una buena parte de esa deuda. Pero el Banco Central
Europeo (BCE) no lo hizo; la Unión Europea (UE) en general, y su Banco Central en
particular, son las instituciones más neoliberales del mundo. Sólo muy a última hora
(hace escasos meses) y en un volumen escaso ha comprado deuda pública el BCE.
Mientras el BCE presta dinero regalado a los bancos privados, al 1% o menos, los
estados deben acudir a financiarse a los “mercados”, a subastas donde los mismos que
provocaron la crisis, principalmente esos bancos privados, son los que prestan el dinero
a los estados, a tipos de interés de entre 4-5%. Se observa que el BCE es una institución
diseñada para servir los intereses de la banca privada europea; Navarro no duda en
llamarle lobby de la banca privada (Navarro, 2011a).
Pero ocurre una vuelta de tuerca más. Los fondos y los banqueros que prestan de este
modo dinero a los estados empezaron a especular con este mercado (Torres y Garzón,
2010; Garzón Espinosa, 2011b). Los propios inversores y los economistas neoliberales a
su servicio comenzaron a difundir dudas sobre la capacidad de pago de los países
periféricos de la UE, como Grecia, Irlanda, Portugal o España, y sobre su posible
bancarrota. Haciendo esto suben los intereses que tienen que pagar los estados en las
subastas. Las agencias de rating, que pese a sufrir amagos de enjuiciamiento por su
papel en la crisis siguen haciendo su negocio igual que antes (Pisarello y Asens, 2011),
apoyaron y apoyan estas dudas, bajando la calificación de esas inversiones de deuda.
Los estados “chantajeados” de esta forma deben cumplir con las condiciones que los
“mercados” les exigen para que los intereses de la deuda no suban aún más, y que el
35
Aportamos otra esclarecedora visualización de datos, en este caso sobre la deuda en los principales países occidentales. Queda muy claro que el principal problema es la deuda privada, el endeudamiento generalizado; además de servir para desmontar algunos mitos, como el de la deuda pública española: Alemania y Francia tienen más deuda pública que España. Realizada por la BBC. http://www.bbc.co.uk/news/business-15748696
76
FMI les exige para darles sus préstamos financieros36
. Dichas condiciones son las
mismas medidas de ajuste estructural que se han venido aplicando desde los años
ochenta en todo el mundo, medidas neoliberales. Reducción del gasto público, reformas
en los sistemas públicos de pensiones tendentes a su progresiva privatización, reformas
laborales para disminuir el poder de negociación de trabajadores y sindicatos, nuevas
privatizaciones… Son las condiciones que favorecen el aumento de los beneficios
empresariales y de las inversiones financieras. El chantaje no se ha quedado en los
PIGS37
, después vino Italia, y en los últimos días empiezan a sufrirlo otros países
europeos como Bélgica38
.
Este trabajo se redacta in media res, por lo cual es difícil situar un punto y seguido.
Tanto España como los otros países periféricos, a los que sumamos Italia, dejándolo
aquí por el momento, han obedecido los dictados de los “mercados” y aplicado las
políticas de recortes y privatizaciones, encaminándonos hacia la definitiva desaparición
de lo que fue un día el Estado del Bienestar. De hecho el nivel de bienestar de estos
países ha caído de forma impresionante. Porque estas políticas, en contra de lo que
repiten políticos y economistas neoliberales, no van a acabar con la crisis, sino que la
empeoran (Navarro, Torres y Garzón, 2011). En realidad la base de todo está en la
pérdida de capacidad económica de las clases medias y trabajadoras, la constante
disminución de las rentas del trabajo, de los salarios. Esto fue lo que generó el
endeudamiento generalizado. Y las políticas de ajuste inciden en la misma desigualdad.
Mientras la gente no aumente su capacidad adquisitiva no crecerá la demanda, y la
economía productiva no podrá recuperarse. Y mientras los “mercados”, es decir, la
banca, las grandes empresas y los inversores institucionales, sigan derivando sus
beneficios al sistema financiero y no pagando impuestos, no habrá financiación para la
economía productiva. Asistimos a disminuciones salariales, despidos en la función
pública y el sector privado, recortes de pensiones, sanidad y educación… Y las cosas
sólo empeoran.
36
Ziegler tiene claro que el FMI tiene la función de velar por que ningún especulador internacional pierda su baza inicial. Está de acuerdo con los que acusan a los gobiernos de los países ricos de usar el FMI para evitar las pérdidas a los bancos occidentales cuando se producen las crisis (Ziegler, 2003). 37
Este acrónimo (PIGS, Portugal, Irlanda, Grecia y Spain-España) nos muestra la mentalidad de los que lo crearon, los propios inversores financieros. Los países periféricos de la UE somos los “cerdos”. 38
DiariodeNavarra.es, 16-11-2011: http://www.diariodenavarra.es/noticias/mas_actualidad/economia/la_desconfianza_los_mercados_extiende_francia_belgica_austria_51952_1033.html
77
El caso español.
La crisis que está viviendo la economía de España es consecuencia directa de la crisis
financiera internacional, como ya hemos explicado. Pero también es cierto que en
nuestro país había unas circunstancias económicas previas singulares, que han
provocado que el efecto de la crisis haya sido especialmente grave. Queremos terminar
esta exposición haciendo referencia a esas circunstancias, para poder entender
adecuadamente la actual situación del país. La tendencia macroeconómica ha quedado
clara, pero es importante reconocer las peculiaridades de cada sociedad si queremos
hacer un análisis preciso y adecuado.
Curiosamente, los llamados PIGS comparten una característica muy importante: todos
estos países fueron gobernados por dictaduras o gobiernos autoritarios de ultraderecha
en la mayoría del periodo que va desde los años cuarenta hasta los años ochenta del
siglo pasado. La aplicación de las políticas neoliberales se ha producido en sociedades
en plena transición de dictaduras a sociedades democráticas (Navarro, 2011d). En el
caso español la herencia del franquismo ha sido muy influyente para su economía
(Navarro, Torres y Garzón, 2011). Vicenç Navarro suele repetir que nuestra transición
no fue ni mucho menos modélica. Las fuerzas conservadoras que controlaban el estado
franquista mantuvieron gran parte de su poder tras el proceso de transición. Por ello
fuerzas de izquierda como los sindicatos han tenido poca influencia en el estado,
además de su tradicional división en corrientes políticas diversas (comunismo,
anarquismo, socialdemocracia…) frente a una derecha muy consciente de sus intereses
de clase y por tanto unida. El gran empresariado y la banca en España han mantenido en
gran medida su posición tras la transición. Ya hemos apuntado el dato sobre el 0’0035%
de la población española que controla el 80% del PIB del país. Es una sociedad muy
oligarquizada.
Consecuencia de ello es la dureza en las propuestas de las patronales empresariales
sobre el mercado laboral. Temas aceptados en otros mercados laborales europeos como,
por ejemplo, la cogestión empresarial, han sido siempre desechados aquí como
imposibles. Y sus soluciones al elevado desempleo siempre han sido las mismas: bajar
salarios y facilitar el despido. Durante estos años de crisis nos hemos encontrado de
nuevo con la misma estrategia por su parte. Otra consecuencia es que nuestro sistema
78
fiscal es especialmente regresivo, en comparación con otros países europeos; y
directamente relacionada con ello está la escasa dotación de recursos para la protección
social, el subdesarrollo del Estado del Bienestar español. España tiene el gasto público
social por habitante más bajo de la UE-15. Su PIB per cápita es ya el 94% del promedio
de la UE-15, pero su gasto público social es sólo el 74% del promedio de la UE-15
(Navarro, 2011e). Además la entrada en la UE perjudicó aún más en ese sentido;
entonces ya pasó algo parecido a lo que está pasando ahora, es decir, para entrar en la
UE España tuvo que reducir su déficit y cumplir con las normas de déficit que se
establecían. Y esto se realizó primordialmente a base de utilizar los fondos que deberían
haber ido a financiar el gasto social (Navarro, Torres y Garzón, 2011).
Y la especialización de nuestro modelo productivo también tiene mucho que ver con el
franquismo. El turismo y, sobre todo, las finanzas y la construcción, que dominan
nuestra actividad económica, se deben a la estrecha vinculación entre el poder político,
la banca y los constructores y promotores inmobiliarios, que viene de los años
inmediatamente posteriores a la Guerra Civil. Este modelo productivo es el que está
estallando coincidiendo con la crisis financiera mundial. Casi todo el trabajo generado
aquí se concentra en la construcción y el turismo, actividades de escaso valor añadido, y
que han producido grandes daños medioambientales. La inversión en I+D está muy
atrasada. Y nuestros salarios son excepcionalmente bajos: el 60% de la población
española es menos que mileurista39
. También la temporalidad laboral es altísima,
superior al 30% durante largos periodos.
Nuestro mercado interno es, debido a esta realidad, muy débil. Cuando los salarios son
tan bajos los siguientes en resentirse son las pequeñas y medianas empresas, que sufren
la falta de capacidad adquisitiva de sus potenciales clientes (las grandes empresas
siempre pueden acudir a otros países a vender). Por tanto, como ya hemos explicado,
necesariamente aumenta el endeudamiento privado, de lo que se benefician mucho los
bancos, pero que afecta muy negativamente a la economía. En España el endeudamiento
privado ha llegado a representar el 150% de la renta disponible neta; en los diez años
anteriores al estallido de la crisis el endeudamiento de familias y empresas casi se ha
triplicado. “Y hay que dejar claro que este endeudamiento no se debe, como a veces se
dice, a que los españoles hayamos vivido ‘por encima de nuestras posibilidades’ sino a
39
ElConfidencial.com, 23-11-2011. http://www.elconfidencial.com/economia/2011/11/23/el-60-de-los-asalariados-ya-cobra-menos-de-1000-euros-al-mes-88190/
79
que los salarios han estado por debajo de nuestras necesidades” (Navarro, Torres y
Garzón, 2011:49).
A ello sumemos que el 75% de nuestro endeudamiento privado se ha concentrado en la
adquisición o rehabilitación de viviendas, mientras que un 12% se debe al consumo, y
sólo un 6% se ha originado en la actividad productiva. España cultivó su propia
burbuja inmobiliaria durante los primeros años del siglo XXI, disparándose los
precios de las viviendas. Desde antes de que estallara la crisis de las hipotecas basura la
economía española ya daba señales de peligro, como demuestra el que la oferta de
crédito empezara a caer ya en 2006; y varios autores alertaban de lo que se venía encima
(Labio Bernal, 2006). Pero los gobiernos de Aznar y Rodríguez Zapatero no hicieron
nada para detener este insostenible modelo basado en el ladrillo; más bien le dieron alas
con sus medidas legales y fiscales, como con la aprobación de la Ley del Suelo de 1998,
que marcó el principio de la apoteosis especulativa inmobiliaria. El gran poder del que
disponen los bancos en España les ha permitido multiplicar el negocio, sin limitaciones
efectivas por parte del Banco de España. En 2008 el crédito a la construcción y a las
actividades inmobiliarias representaba el 47% del total.
Para financiar tamaña burbuja la banca española ha tenido que recurrir a la financiación
interbancaria internacional, o sea, pedir prestado a bancos de otros países,
principalmente europeos, por un total estimado por el FMI en 428.000 millones de
euros. “Y eso es lo que hace que ahora esos bancos acreedores de los españoles,
principalmente franceses y sobre todo alemanes, tengan tanto interés en provocar el
‘rescate’ de España; es decir, de ellos mismos, como ya han hecho en Grecia, Irlanda o
Portugal” (Navarro, Torres y Garzón, 2011:55).
España hizo lo mismo que el resto de países afectados por la crisis, un gran esfuerzo
presupuestario para apoyar a los bancos. Y junto a éste, la disminución de los ingresos
públicos propia de la crisis provocó el aumento de la deuda del estado. Si al tradicional
problema de desempleo español le añadimos el estallido de la burbuja inmobiliaria y la
pérdida de empleos en dicho sector, que como hemos visto convocó gran parte del
empleo generado durante estos años, nos encontramos con la actual tasa de desempleo
del 20-25%. Y las respuestas a la crisis ya hemos visto de qué tipo son. En España el
ajuste ha incluido hasta el momento el recorte de los presupuestos públicos, reducciones
de plantilla y bajada de los salarios de los funcionarios públicos, la privatización de las
80
cajas de ahorro y de servicios como el transporte aéreo, dos reformas laborales que
facilitan el despido a los empresarios y premian la temporalidad laboral, y una reforma
de las pensiones públicas que supone otro gran recorte a su cuantía media además de
alargar la edad legal de jubilación. Dejamos para el final la medida más llamativa, una
reforma de la constitución española, que con el pretexto de pretender limitar el tope de
deuda pública, enmascara su verdadero objetivo: dar prioridad absoluta al pago de la
deuda soberana (Torres López, 2011).
Como vemos la prioridad está clara, pagar a los bancos alemanes y franceses. Ninguna
de estas reformas tiene relación con el origen de la crisis. Y como ya hemos comentado,
no mejoran la situación económica, sino todo lo contrario. Finalizando, es difícil
considerar cuál fue la causa inicial de los problemas en España, si lo fue la crisis
financiera internacional, o el estallido de la propia burbuja inmobiliaria, o la
combinación de ambas. Lo que sí parece totalmente cierto es que hubiéramos tenido una
grave crisis tarde o temprano, con independencia de que la crisis de las hipotecas basura
hubiese estallado o no (Torres y Garzón, 2010). Y que es imposible salir de la crisis sin
abordar los males estructurales de nuestra economía.
81
IV. MEDIOS DE COMUNICACIÓN FINANCIERIZADOS: SU PAPEL EN LA
CRISIS ECONÓMICA.
Raymond Williams sostuvo que el desarrollo de los medios de comunicación en
Occidente estaba fuertemente ligado a las revoluciones de los siglos XVII y XVIII: la
revolución democrática, con la introducción de sistemas democráticos en muchas
naciones; la revolución cultural o ilustrada, con la extensión de la alfabetización y la
educación; y la revolución industrial, con el aumento de la prosperidad40
. Juntas
conformaron una “larga revolución” de avance social, en la que se vieron realizadas
nuevas potencialidades humanas y sociales (Curran, 2005). Pero Williams afirmó que
ese proceso de desarrollo se detuvo cuando se desperdició la tradición popular de los
medios, y el periodismo “radical” (2005:34) fue incorporado en la prensa comercial.
Con ello se acercó a las ideas sobre el tema propias de la escuela de Frankfurt, en las
que los modernos medios de comunicación, bajo la influencia de las relaciones públicas,
la publicidad y las grandes empresas, buscaban dirigir al público en lugar de expresar su
voluntad, fomentando la apatía y presentando la política como un espectáculo (Hottois,
1999).
James Curran explica por qué los medios de comunicación “libres” quedaron sujetos al
control de la élite. Buena parte de la explicación “…es que el mismo libre mercado era
más un sistema de control que un motor de libertad” (2005:35). El paso de la
producción artesana de periódicos a la producción industrial, el aumento de la
dependencia de la publicidad y el desarrollo del oligopolio llevaron a la distorsión
sistemática del periodismo. En varios trabajos, Curran ha descrito la existencia de una
prensa disidente orientada a la clase obrera en el Reino Unido, surgida en la primera
mitad del siglo XIX, y con mucha capacidad de recepción. Por ello fue vista por la élite
dirigente como una amenaza, y perseguida por el gobierno mediante leyes, fianzas o
impuestos, que no tuvieron éxito. Hasta que a partir de la segunda mitad del XIX, “… el
mercado logró lo que la intervención del Estado no había podido conseguir” (Chomsky
y Herman, 1990:24). La expansión del mercado libre vino acompañada por una
industrialización de la prensa, un aumento de escala de la empresa periodística, con el
40
Esta última revolución, en gran medida, se produjo a costa del expolio del Nuevo Mundo y de las colonias desde finales del siglo XV (Ziegler, 2003).
82
consiguiente e ininterrumpido incremento de los costes de capital, a causa de los
adelantos tecnológicos y la creciente presión de los propietarios de dichas empresas por
lograr una mayor audiencia. Lo mismo sucedió en Estados Unidos (Chomsky y
Herman, 1990; Mosco, 2009). A ello hay que añadir la importancia creciente de la
publicidad, que adquirió una autoridad notoria: sin su apoyo los periódicos dejaron de
ser económicamente viables. Con el auge de la publicidad los periódicos con
anunciantes podían permitirse un precio por ejemplar muy por debajo de los costes de
producción, una enorme desventaja para los periódicos sin anunciantes.
Peter Bailey consideró que de este modo se dio entrada a un control no representativo
de los medios de comunicación, un control basado en el dinero (Curran, 2005). Con ello
se privilegiaron los puntos de vista de la derecha política. Y los empresarios en busca de
beneficios estaban mejor adaptados a las exigencias del mercado que las organizaciones
políticas “radicales”. Los primeros utilizaban estrategias para maximizar las ventas que
condujeron a la parcial incorporación de la cultura popular alternativa, y a su desgaste
progresivo. De nuevo Williams, entre otros, argumentó que el modelo de periodismo
popular moderno combinaba la tradición del entretenimiento moralista con la retórica de
la prensa alternativa, pero despojada de todo contenido real. Así se formaba un tono
superficialmente alternativo, diseñado para gustar por igual al lector crítico y al no
crítico. Lo mismo afirmó Williams que ocurrió con la aparición de los entretenimientos
deportivos de masas, gracias a la fusión de la tradición de la solidaridad de clase con los
valores del dinero y del estrellato.
Algunos historiadores sostienen también que los medios fueron domesticados por el
Estado antes, durante y después de la introducción de la democracia de masas (Curran,
2005). Centrándonos en Gran Bretaña, aunque podamos aplicar esto a la mayoría de
países occidentales, el enfoque coercitivo del XVIII (leyes represivas y apoyos
económicos) cedió el paso durante el XIX a un enfoque más sutil. Se buscaron
relaciones amistosas con la prensa mediante la satisfacción de sus necesidades
comerciales de información. El moderno aparato estatal de relaciones públicas llegó en
el siglo XX, con las oficinas de prensa gubernamentales, una de las principales fuentes
de noticias para los medios. La maquinaria publicitaria del Estado creció rápidamente
durante el siglo, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa, para diseñar una
publicidad que favoreciera una comunicación eficaz para los intereses estatales. Con
83
ello hablamos de un sistema dual de control, por parte del mercado y la gestión
gubernamental de las noticias.
Philip Schlesinger hizo un celebrado estudio sobre la BBC en los setenta, en el que
defendió que su imparcialidad se daba dentro de unos términos definidos por el estado,
un marco del cual no podía salirse. Para él las limitaciones no suelen realizarse
mediante censura abierta, más bien mediante una intervención mediada, sobre todo con
el estrechamiento de los controles editoriales internos: una autocensura institucional
(Curran, 2005). Noam Chomsky y Edward S. Herman (1990) afirman la misma idea,
ampliándola. Es autocensura, por un lado, de periodistas y comentaristas que se ajustan
a la realidad de los requerimientos de las fuentes y de los medios de comunicación; y
por otro lado, de los responsables de alto nivel de dichos medios, “… que fueron
elegidos para poner en práctica las constricciones –que en muchos casos han
interiorizado- impuestas por los propietarios y por otros centros de poder, tanto del
mercado como gubernamentales” (1990:14).
Un modelo de propaganda
En Los guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y consenso en los
medios de comunicación de masas (1990), Chomsky y Herman definen con gran detalle
su modelo de Economía Política41
. Examinando el tratamiento de la prensa
norteamericana sobre noticias internacionales, muestran la existencia de un sistema de
propaganda en los medios que funciona sistemáticamente, otra de las principales
aportaciones de este trabajo. La mayoría de trabajos sobre propaganda se centran en
eventos puntuales (las campañas para unas elecciones, por ejemplo), mientras que ellos
ven la función de propaganda como una actividad constante, diaria. Es lo que llaman
“fabricación del consenso”. No afirman que los medios se ocupen solamente de la
propaganda, pero sí que la actividad propagandística es uno de los aspectos más
relevantes de su contenido, sirviendo de este modo para movilizar el apoyo en favor de
los intereses que dominan la actividad estatal y privada. Así pueden entenderse mucho
41
También existe una película documental que traduce las ideas de este trabajo, Manufacturing consent. Noam Chomsky and the media (Achbar y Wintonick, 1992).
84
mejor sus opciones, énfasis, omisiones, sesgos, prejuicios, y la selección de noticias que
se deriva de todo ello.
Los dos autores consideran que los medios de comunicación de masas son un sistema de
transmisión de mensajes y símbolos para el ciudadano medio. Su función es entretener e
informar, pero también, y más importante, educar, inculcar a los individuos los valores,
creencias y códigos de comportamiento que les harán integrarse en las estructuras
institucionales de la sociedad (Ramonet, 2005; Reig, 2010a). Y “… en un mundo en el
que la riqueza está concentrada y en el que existen grandes conflictos de intereses de
clase, el cumplimiento de tal papel requiere una propaganda sistemática” (Chomsky y
Herman, 1990:21).
Chomsky y Herman hacen un análisis de libre mercado. Hay personas importantes que
toman iniciativas reales para definir y dar forma a las noticias, y para conectar a los
diferentes medios; estas personas forman parte o representan a los gobiernos, a los
líderes de la comunidad, a los propietarios y ejecutivos de los principales medios, a las
grandes empresas, y a otros grupos que defiendan los mismos intereses. El número de
estos promotores es lo suficientemente reducido como para que actúen al unísono si la
ocasión lo requiere, tal y como hacen los vendedores en mercados con una fuerte
competencia. Pero en la mayoría de los casos los dirigentes de los medios hacen cosas
parecidas porque tienen la misma perspectiva del mundo, y están sometidos a similares
limitaciones e incentivos. Por ello suelen presentar historias o guardar silencio todos a
una, en una acción colectiva. Es un proceso “natural”, por el que los hechos
inconvenientes apenas aparecen o, cuando lo hacen, se someten convenientemente a las
asunciones del marco establecido.
Los mencionados autores organizan su modelo de propaganda a partir de una serie de
“filtros”, características propias de los medios de masas que interactúan y se refuerzan
entre sí, filtrando la materia prima de las noticias, imponiendo el marco y los límites
necesarios para los intereses dominantes. Veamos cuáles son esos filtros.
1) La publicidad. Ya hemos mencionado la importancia que tuvo el auge de la
publicidad en la prensa. Con la publicidad, “… el mercado libre no ofrece un sistema
neutral en el que finalmente decide el comprador. Las elecciones de los anunciantes son
85
las que influyen en la prosperidad y la supervivencia de los medios” (Chomsky y
Herman, 1990:43). Además ha tenido un papel importante en el aumento de la
concentración, influyendo decisivamente en la competencia entre medios. Sumemos que
los medios están interesados en atraer audiencias con poder adquisitivo; los anunciantes
valoran a la audiencia en virtud del consumo efectivo que haga de sus productos. La
idea de que la consecución de grandes audiencias hace a los medios más democráticos
es falsa: su equivalente político sería un sistema de voto ponderado por la renta
(Chomsky y Herman, 1990:45-46).
Comentábamos brevemente en otro capítulo la perspectiva de Dallas Smythe sobre los
medios. Para él su función es crear bloques de audiencias para venderlas a los
anunciantes, asegurando la propensión al consumo. Como vemos, en su pensamiento es
la audiencia la que define a los medios de comunicación de masas. La audiencia no está
formada por grupos sociales en el mismo sentido que lo son las asociaciones
voluntarias; las audiencias casi nunca se reúnen. Pero tampoco son simples estadísticas,
se manifiestan con rapidez para comprar los productos publicitados en los medios,
cuyos mensajes serían así incitaciones al consumo, en medio de las cuales se sirve
comida gratis (free lunch), o la parte no comercial (Quirós, 2001).
Otro asunto es el de la discriminación política de los anunciantes. Lo lógico es que
rechacen patrocinar a medios ideológicamente enfrentados y a los que considere
perjudiciales para sus intereses. Patrocinan programas de televisión, salvo raras
excepciones, cultural y políticamente conservadores: es muy extraño que paguen por
programas que aborden serias críticas a las actividades empresariales que comportan
daños medioambientales, cuestiones militares o apoyo a gobiernos tiranos del Tercer
Mundo y los beneficios que obtienen del mismo (Chomsky y Herman, 1990). Sin duda
prefieren los programas deportivos: no hay más que ver un partido de fútbol cualquiera,
o las ruedas de prensa de sus entrenadores, para notar la impresionante concentración de
publicidad que se produce en cada imagen. Su poder sobre la programación televisiva es
evidente: para una cadena de televisión, ganar o perder un punto de audiencia se traduce
en cientos de millones de dólares anuales.
Antes hemos mencionado el trabajo de Armand Mattelart sobre la industria de la
publicidad, La internacional publicitaria (1990), que nos muestra el último paso: la
integración de esta industria dentro de todos los demás sectores mediáticos, a través de
86
fusiones, consorcios, joint ventures, alianzas estratégicas y otras formas. El autor belga
llama la atención sobre la transformación de la publicidad de una breve pausa comercial
en el flujo mediático a un medio fundamental de comunicación y un actor esencial en el
espacio público. Se ha producido un enorme crecimiento del propio significado de la
publicidad: actualmente significa estudios de mercado, estudios de opinión, ratings de
audiencia, consultoría, diseño, promoción de ventas, marketing directo, producción
audiovisual, patrocinio, y relaciones públicas. Con ello se convierte en un sistema de
persuasión invisible (Ramonet, 2005). “Con los medios más refinados y con ayuda de
investigadores de todas las disciplinas (psicólogos, psiquiatras, sociólogos, semióticos,
lingüistas, estadísticos, etc.), la publicidad intenta desentrañar nuestros más profundos
deseos” (2005:69). Estudian a los consumidores hasta en el más mínimo detalle,
utilizando todas las tecnologías posibles, para conocer sus hábitos de compra y
preferencias, incluso sus perfiles personales y sociales. Entonces pueden, por ejemplo,
asesorar a hipermercados y grandes almacenes sobre cómo organizar sus espacios para
maximizar las compras de sus consumidores42
, para que además de lo imprescindible,
compren lo superfluo (Ramonet, 2005:71). Los sondeos de opinión diseñan el perfil del
consumidor medio, y además suponen una forma de condicionamiento: nos recuerdan
continuamente el deseo de la mayoría. Y los indecisos tienden a alinearse con la opinión
de la mayoría.
2) El suministro de noticias. Chomsky y Herman hablan de una relación simbiótica
entre medios de comunicación de masas y fuentes de información poderosas, tanto por
necesidad económica como por reciprocidad de intereses. Los medios necesitan un flujo
constante de información, y la economía les obliga a que se centren en los lugares donde
se suelen producir las noticias importantes. Las instituciones gubernamentales y sus
oficinas de prensa son núcleos centrales; también, en el ámbito local, los ayuntamientos
o las comisarías de policía. Junto a ellos son asimismo proveedores regulares de
historias las empresas comerciales y los grupos industriales (patronales, cámaras de
comercio, asociaciones industriales…). Estas burocracias son capaces de hacer circular
un gran volumen de material que satisface las necesidades mediáticas, y además se les
42
Un ejemplo de esto: el electrodoméstico suele estar situado a la entrada de los grandes almacenes, por dos motivos: son embalajes grandes que requieren que el carrito esté vacío; y su precio sirve de referencia, todo lo demás parecerá menos caro (Ramonet, 2005:71).
87
presupone la veracidad del material, por su status y prestigio. En parte hablan también
de una cuestión de costes: tomando la información de fuentes presuntamente creíbles se
reducen los gastos, porque fuentes que no son fiables inicialmente o que despertarán
críticas requieren una cuidadosa verificación y una costosa investigación.
La magnitud de estos servicios burocráticos, con varios miles de empleados y
presupuestos enormes, hace palidecer “… no sólo los recursos de información pública
de cualquier individuo o grupo disidente, sino los del conjunto de dichos grupos”
(Chomsky y Herman, 1990:52). El sector empresarial dispone de recursos para producir
información al mismo nivel que el sector público. Se esfuerzan en facilitar las cosas a
los medios, proporcionando instalaciones, programando conferencias de prensa,
aportando comunicados de prensa… Con todo ello obtienen un acceso especial a los
mismos, y lógicamente un poder evidente. Estas fuentes pueden ofenderse y amenazar a
los medios si se hacen eco de informaciones aportadas por fuentes críticas. Y además
aprovechan esta rutina para gestionar la información, para crear un orden del día
específico, una agenda.
Es muy interesante dentro de este apartado la cuestión de los “expertos”. Siempre
existen fuentes no oficiales muy respetables que proporcionan puntos de vista diferentes
con la autoridad que les da su status (escritores importantes, catedráticos y profesores
universitarios…). La mayoría de referencias de este trabajo son un ejemplo. Este
problema para los intereses dominantes se mitiga con la “captación de expertos”
(Chomsky y Herman, 1990:58), es decir, incluyéndolos en nómina, financiando sus
investigaciones, u organizando fundaciones intelectuales para que provean de expertos a
los medios y difundan los mensajes pertinentes (Ramonet, 2005:52). De este modo se
puede organizar el suministro de expertos en la forma deseada por el gobierno y el
mercado, y se mantiene el debate dentro del marco correcto.
De esta manera, Vicenç Navarro (2011f) observa cómo el centro financiero de Estados
Unidos, Wall Street, ha ido configurando el conocimiento económico universitario en
los centros académicos más prestigiosos de aquel país, un tema también tratado en el
documental Inside Job (Ferguson, 2010). “La banca, a través de la financiación de
congresos, de revistas supuestamente científicas de gran renombre, de financiación de
centros de investigación económica, de pagos a famosos economistas que directamente
o indirectamente están a su servicio y del establecimiento de cátedras universitarias…”
88
(Navarro, 2011f), ha configurado la ortodoxia neoliberal dominante en el pensamiento
económico. Lo mismo ocurre en España, donde Navarro aporta el ejemplo de FEDEA
(Fundación de Estudios De Economía Aplicada), fundación financiada por la banca que
reproduce el mismo pensamiento neoliberal y que aparece continuamente en los medios
españoles a través de manifiestos firmados por sus miembros, en los que apoya las
políticas de bajada de salarios, despido más fácil, reducción de las pensiones… Y nunca
incluyen en sus análisis el comportamiento especulativo de la banca o la necesidad de
una reforma fiscal que devuelva la progresividad.
Vincent Mosco (2009) da en el clavo cuando repasa esta misma conexión entre el
neoliberalismo y los sistemas de poder político y económico. Esta corriente triunfa en el
pensamiento económico convencional porque “… sirve al poder proporcionándole
información, consejo, y soluciones políticas que refuerzan al capitalismo”43
(2009: 64).
3) La réplica. Si a pesar de toda la organización descrita en el punto anterior, aparecen
informaciones o puntos de vista disidentes e incómodos para el statu quo, los grupos de
poder suelen realizar réplicas, a gran escala, que resultan costosas para los medios pues
deben defenderse de ellas, en ocasiones ante los tribunales. Según Chomsky y Herman
estas respuestas aumentaron durante los años setenta y ochenta debido al creciente
resentimiento empresarial con diversas críticas aparecidas en los medios, lo que conecta
directamente con la recuperación del “clima” social de la que hablaba David Anisi. La
réplica de los poderosos puede ser directa o indirecta: en las primeras podemos incluir
solicitudes a los medios de la documentación utilizada para elaborar una determinada
noticia o programa por parte de organismos gubernamentales o agencias de regulación
de las comunicaciones, o solicitudes de espacio en los medios para poder replicar por
parte de empresas o agencias de publicidad; en las segundas podemos mencionar
publicidad institucional para quejarse de los medios, o financiación de acciones de corte
intelectual para atacarles. La comunidad empresarial norteamericana patrocinó en las
décadas indicadas el desarrollo de instituciones creadas específicamente para producir
réplicas, como el Media Institute, el Accuracy In Media o la Freedom House.
43
Cita original en inglés: “… it serves power by providing information, advice, and policies to strengthen capitalism”.
89
4) Magnitud, propiedad, y orientación hacia el beneficio. Para que un medio de
comunicación tenga una magnitud y una difusión significativas hay que realizar una
gran inversión económica, como ya hemos comentado cuando hablábamos de la
industrialización de la prensa hace más de un siglo. Los medios son en primera instancia
empresas que se mueven en un sistema capitalista, y por tanto han participado de los
mismos procesos de concentración y diversificación que el resto de empresas y sectores
económicos (Labio Bernal, 2006; Almirón, 2008; Reig, 2011). Aunque haya un gran
número de periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión, editoriales, etc., la
mayoría pertenece a un grupo muy reducido de empresas de comunicación, y las que no
lo hacen son de ámbito local y escasa tirada, por lo que dependen de las grandes
compañías y las agencias que suministran información para todo lo que no sea local. En
su análisis Chomsky y Herman hablaban de 24 grandes empresas de medios de
comunicación, pero su libro data de 1988. La concentración ha seguido su curso hasta
hoy, donde encontramos a seis conglomerados mediáticos dominantes (Reig, 2011).
Parafraseando el titular de un gran artículo de la revista española La clave (2005), seis
imperios de medios son el mensaje.
Las empresas de comunicación son gigantescas. Son corporaciones con ánimo de lucro,
y pertenecen a los “mercados”. Sus acciones se valoran mucho, pues generan enormes
ingresos; cualquiera de los seis grandes conglomerados está valorado en cientos de
miles de millones de dólares (La clave, 2005). Dentro de la financierización económica,
los bancos, inversores institucionales, grandes empresas y grandes fortunas se han ido
haciendo con la propiedad de los grupos de comunicación. Al igual que en los demás
sectores la tradición familiar en estos grupos se ha acabado. La consigna es, como
hemos visto, centrarse intensivamente en la rentabilidad. La integración de los grandes
medios en el sistema de mercado es total, tras la desaparición de las normas que
limitaban la concentración (Labio Bernal, 2006), y el control por parte de compañías
ajenas a la comunicación. Es más, los grandes medios, como compañías que son, se
diversifican e invierten en otros sectores económicos (Reig, 2011), participando del
entramado de capital que hemos descrito en el anterior capítulo. E igualmente ocurre a
nivel personal con los miembros de sus consejos de administración, ejecutivos
empresariales y bancarios que repiten en otros consejos. Además de estas vinculaciones,
las grandes empresas de medios negocian con banqueros e inversionistas para obtener
90
créditos o recibir asesoría (Chomsky y Herman, 1990). Y los bancos y corporaciones
son sus mayores anunciantes.
Definir con exhaustividad la telaraña de capitales y accionariado cruzado de los grupos
de comunicación excede a este trabajo, aunque es una tarea fundamental que vienen
realizando con cierta periodicidad diversas investigadoras e investigadores. Nos
basamos en el último trabajo de Ramón Reig (2011) para dar ciertos apuntes sobre los
seis grandes conglomerados mediáticos del momento. Cinco de ellos tienen base
principal en Estados Unidos (ya sabemos que la nacionalidad de los conglomerados
multinacionales sólo puede afirmarse en cuanto a la localización de su sede), y uno en
Alemania.
- Time-Warner-TBS. Hasta 2008 había que incluir a EMI, pero fue comprada por un
fondo de inversión; y hasta 2009 había que incluir a America On-Line (AOL), cuya
fusión a este conglomerado en el 2000 fue considerada la mayor de la historia (La clave,
2005), pero se desprendió de ella. Posee al canal planetario CNN y las revistas Time,
Fortune o People. Tiene presencia en España a través de PRISA, Warner Lusomundo y
otros.
-Viacom. Se fusionó con CBS en 1995, pero se separaron en 2006. Comparte la
propiedad de diferentes medios con otros conglomerados: los estudios de cine
Paramount, con News Corporation; el canal Nickelodeon con Time-Warner-TBS…
Presencia en España con Nickelodeon o MTV; tiene un acuerdo con el grupo Vocento
para distribuir programas.
- News Corporation. Es propiedad del magnate Rupert Murdoch, aunque sabemos que
su poder de decisión es limitado atendiendo a su accionariado, que se manifiesta en su
consejo de administración, con predominio de la banca. Predomina en su actividad la
televisión por satélite: DirectTV, FOX… También posee el Wall Street Journal, y
MySpace. Tiene un acuerdo con Unidad Editorial para impulsar sus publicaciones por
América Latina.
-NBC-Comcast. NBC era y es propiedad de General Electric, por lo que la importancia
de esta corporación en el grupo es alta. La NBC es la cadena de televisión más
importante de Estados Unidos; también posee los estudios de cine Universal, o Comedy
Channel (junto a otros conglomerados). Tiene presencia en España a través de PRISA, y
91
relaciones con Fomento de Construcciones y Contratas (FCC). Vivendi formaba parte
del conglomerado hasta este mismo año.
- ABC-Disney. Sus canales de referencia son Disney Channel y ABC News, además de
Walt Disney Studios. Gran peso de su merchandising, por su cine y por poseer varios
equipos deportivos de Estados Unidos; también posee Marvel Entertainment. Tiene un
acuerdo de promoción mutua con McDonald’s. También fundó una productora
audiovisual junto a Telefónica. Conexiones ejecutivas con, entre otros, Halliburton y la
española Inditex.
-Bertelsmann. De origen alemán. Es propietario de la cadena audiovisual RTL, y de
editoriales norteamericanas como Random House. En España, por ejemplo, es
accionista de Antena3 TV, junto con Planeta, y otros como Banco Santander Central
Hispano (BSCH), y propietario de Círculo de Lectores, Mía o Muy Interesante.
Chomsky y Herman hablan de estratificación de los medios (1990:26). Los seis
conglomerados forman el estrato superior; un escalón más abajo se encuentran grandes
e importantes conglomerados, como el británico Pearson, el italiano Fiat-Rizzoli
Corriere della Sera (RCS), o el japonés Sony. También aquí pueden situarse varios
grupos españoles. Haremos un apunte parecido al anterior sobre algunos de estos
grupos, siguiendo a la profesora Aurora Labio (2011a).
- PRISA. Desde finales de 2010 el fondo de inversión Liberty Adquisition Holdings
posee más de la mitad de su accionariado. Tiene relación directa con Mediaset-
Fininvest, el conglomerado de Silvio Berlusconi, tras la fusión de las cadenas Cuatro y
Telecinco, y en el accionariado de Digital Plus (donde también se significa Telefónica).
Tiene contactos accionariales con BSCH, BBVA, Bankia, Banesto…
- Unidad Editorial. Proviene de la fusión en 2007 de Recoletos y Unedisa, auspiciada
por Fiat-RCS, dueña mayoritaria de esta sociedad. Posee los periódicos El Mundo,
Marca y Expansión, y la cadena VeoTV. Además de Fiat, Mediobanca y Pirelli están
detrás del gran grupo italiano.
- Vocento. Propietaria del periódico ABC e IntereconomíaTV. Se relaciona así con
ABC-Disney, pues Disney participa de este canal de TV. En su accionariado se
encuentra a BBVA y Mercapital (fondo de inversión), junto con varias familias
92
históricas españolas, como la familia Luca de Tena, la familia Ybarra y la familia
Urrutia.
- Planeta. Un poderoso grupo transnacional, con penetración en América Latina. Entre
otros ostenta el periódico La Razón, Antena3 TV, la emisora Onda Cero, y la enorme
editorial de nombre homónimo. Vínculos accionariales con BSCH e Iberdrola.
- Imagina-Mediapro. Este grupo sigue siendo hoy un tanto complicado de rastrear.
Una filial suya, Mediapubli, edita el periódico Público. Mediapro es propietario del
canal LaSexta y de GolTV. En su entramado se encuentran empresas del sector
inmobiliario como Mentaema o Multiax.44
Algo que ha quedado claro tras estos apuntes, aunque merece la pena subrayarlo, es que
la banca española presenta un protagonismo muy grande en la estructura de los grupos
mediáticos españoles (Reig, 2011), como en general en toda la economía española, lo
que ya explicamos en el anterior capítulo. Otro hecho destacable es la negación evidente
de la pretendida diversidad ideológica en los medios de masas. PRISA es supuestamente
socialdemócrata, pero no duda en hacer negocios y colaborar con el conglomerado de
Berlusconi. Planeta no tuvo problemas en compartir accionariado con el grupo Godó en
el periódico Avui, de orientación nacionalista catalana (Labio Bernal, 2011a). En los
medios sólo hay una ideología, el capitalismo de libre mercado, o también, el
pensamiento único. En breves momentos hablaremos de ella.
Debemos notar otra importante relación estructural a tener en cuenta en este tema, que
es la dependencia de las empresas de medios con los gobiernos. Las primeras necesitan
autorizaciones y concesiones del gobierno, por lo que potencialmente están sometidas al
control de éste. “Esta dependencia técnica legal ha sido utilizada como herramienta para
disciplinar a los medios, ya que si sus políticas se apartan con demasiada frecuencia de
la orientación del establishment pueden activar esta amenaza” (Chomsky y Herman,
1990:40-41). Ante esta potencial eventualidad los medios se protegen mediante grupos
de presión y otros procedimientos, y con la estrategia y la cautela en sus relaciones
políticas. Muy recientemente, en el verano de este 2.011, hemos presenciado un ejemplo
de este tipo de vinculaciones, con el escándalo de las escuchas ilegales del periódico
44
En esta web aparece una infografía que explica a modo de “mapa” la estructura accionarial de los grupos de comunicación españoles. http://esmola.wordpress.com/2010/11/18/los-duenos-de-la-informacion/
93
británico News of the World, propiedad de News Corporation (Labio Bernal, 2011b).
Los medios británicos de Rupert Murdoch han ido cambiando desde los años ochenta su
apoyo a los dos partidos mayoritarios, en orden a establecer buenas relaciones con el
partido gobernante en cada momento, y a facilitar la concesión de licencias oficiales o
evitar legislaciones anti-concentración. El trasfondo del mencionado escándalo era la
intención de Murdoch de poseer la totalidad de la plataforma audiovisual por satélite
dominante en Gran Bretaña. En este caso fue el partido en la oposición (los laboristas)
el que decidió “disciplinarle” mediante el desprestigio de sus medios sensacionalistas
(el escándalo salió a la luz en el diario The Guardian, periódico de referencia para los
laboristas), obligándole incluso a comparecer en el Parlamento y pedir disculpas
públicamente.
Añadamos que como empresas que son, los grandes medios también están interesados
en otro tipo de políticas, como los impuestos comerciales, los tipos de interés o las
políticas de empleo. Sus trabajadores también han sufrido el empeoramiento de las
condiciones laborales y los salarios45
(Martin y Schumann, 1998; Reig, 2011). En
definitiva, son grandes negocios cuyos propietarios y anunciantes forman parte de lo
que ahora conocemos como “mercados”, del entramado empresarial-financiero que ha
contribuido a desencadenar la actual crisis.
5) El anti-izquierdismo. El último filtro de Chomsky y Herman es el más discutible, y
pensamos que requiere debate y reelaboración, aunque sigue teniendo total vigencia.
Ellos lo denominaron el “anticomunismo”; tengamos en cuenta que aún existía el
bloque soviético cuando publicaron su trabajo. También que se centran en Estados
Unidos, donde sabemos que la política exterior estaba marcada por la Guerra Fría.
Entonces el comunismo era para Occidente el gran enemigo. Cuando cayó el muro de
Berlín Estados Unidos buscó un nuevo enemigo oficial, y lo encontró en el terrorismo
islámico en los noventa, antes del 11 de Septiembre de 2.001 (Curtis, 2004).
Pero lo esencial de este filtro no ha cambiado. Cualquier persona, grupo o gobierno que
propugne una política que amenace los intereses de la propiedad privada o discuta el
45
Este artículo nos muestra la sistemática reducción de plantillas y salarios en los medios españoles durante los últimos años, centrándose en el último ERE de PRISA (2.500 personas), que además ha obtenido beneficios impresionantes en el último año. DiagonalWeb, 07-09-2011: http://www.diagonalperiodico.net/Prisa-confirma-el-ERE-de-2-500.html
94
sistema de libre mercado neoliberal es un problema para los grupos que controlan los
medios. En la actualidad podemos encontrar ejemplos en varios países de América
Latina, como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Brasil, que están emprendiendo procesos
políticos de izquierda, con acciones como la nacionalización de recursos estratégicos, el
fortalecimiento de los servicios públicos, la vuelta de la banca pública o mecanismos de
redistribución de la riqueza en su sentido original, de arriba abajo (Martínez, 2011).
Argentina es un ejemplo de país que ha reelaborado recientemente su política sobre los
medios de comunicación, con mecanismos que impiden o dificultan la concentración
mediática y tratan de asegurar la participación de todos los grupos sociales en los
mismos. Todos estos asuntos tienden a ser esquematizados por los medios en términos
de un mundo capitalista que es el único posible, donde se encuentran pequeños
gobiernos con ideas desfasadas e imposibles, que precisamente coinciden con los
gobiernos más o menos izquierdistas. Cuando no son directamente silenciados. Ramón
Reig (2010a) nos muestra ejemplos de todo esto en la prensa española, sobre Venezuela
y Brasil con sus respectivos presidentes, o Argentina y su ley sobre los medios.
Chomsky y Herman reconocen que no siempre hay unanimidad en los medios, lo que
ambos autores explican con la idea de que tampoco hay siempre unanimidad en los que
ostentan el poder. También tienen “desacuerdos tácticos” (1990:17), diversidad de
juicios acerca de cómo lograr los objetivos buscados, que sí suelen compartir. Esto se
refleja en debates entre los medios; por ejemplo, el periodismo de batalla, sobre las
diatribas entre los dos partidos mayoritarios en España (Reig, 2010). Pero aún cuando
estas controversias de las élites están en su mayor nivel, “… quedan excluidas de los
medios de comunicación las opiniones que ponen en cuestión las premisas
fundamentales o sugieren que los modos de ejercicio del poder del Estado al uso están
basados en factores sistémicos” (Chomsky y Herman, 1990:15). Se excluye cualquier
disidencia fundamental, permitiéndose en todo caso en la prensa marginal46
. De este
modo el sistema de propaganda es mucho más efectivo que otros basados en la censura
oficial. Mencionemos el ejemplo aportado por los autores de la guerra de Vietnam.
Entre todos los norteamericanos que criticaron la actuación de Estados Unidos había
46
En la prensa española e internet se encuentran varios medios españoles que se pueden considerar dentro de esta “prensa marginal”, medios pequeños que cuestionan las premisas fundamentales. Por ejemplo, Periodismo Humano, El Confidencial, La Información, y Diagonal.
95
elementos de la élite, y algunos medios se hicieron eco de las críticas. Pero de todas
formas era excepcional encontrar noticias y comentarios en los medios que no se
ajustaran al marco establecido, que postulaba los buenos propósitos de Estados Unidos,
cuya conducta respondía a la agresión y al terror.
Pensamiento único.
Volvamos a la recuperación del clima social favorable a los intereses del capital. Hacía
falta una gran estrategia que recuperara a nivel social y cultural los valores propios del
capitalismo. Para ello se requería que la ideología económica neoliberal traspasara todas
las dimensiones de la vida social y se convirtiera en la ideología dominante en todo el
mundo, en pensamiento único (Moreno, 2002; Ramonet, 2005). Es “la traducción a
términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas
económicas, en especial, las del capital internacional” (Ramonet, 2005:52). Hemos ido
repasando durante todo nuestro trabajo los principios de esta ideología: el predominio
de lo económico sobre lo político, la mano invisible del mercado, la competencia y la
competitividad, el individualismo, el libre intercambio sin límites, la mundialización, la
división internacional del trabajo, la moderación salarial, la desregulación, la
privatización… En definitiva, “… un arbitraje constante en favor de los ingresos del
capital en detrimento de los del trabajo” (Ramonet, 2005:54), sin ninguna atención a los
costes sociales, culturales y ecológicos.
Es el intento de mercantilizar el mundo y la vida social. El único modelo posible es el
mercado libre (Moreno, 2002), su lógica es la conversión de cualquier bien, material o
inmaterial, en mercancía para su venta en el mercado sin reglas ni fronteras. Todo debe
funcionar como capital, y todas las formas de responder a las necesidades humanas, no
sólo económicas, sino de salud, educación o cualquier otra, deben estar también en el
mercado. Servicios y actividades que eran considerados hasta ahora como
indiscutiblemente públicos por referir a necesidades básicas, a vivienda, educación,
agua, transporte, energía, destrucción de residuos o seguridad, deben convertirse en
mercancía. El pensamiento único afirma, para poder legitimarse, que este proceso es
inevitable, porque se autorregula, porque es independiente de la voluntad humana y de
96
la acción política. Las leyes del mercado están supuestamente en un nivel
extrasocietario, fuera de la voluntad de los seres humanos, por tanto son inexorables y
es preciso adaptarse a ellas. Para paliar sus efectos negativos y colaterales, la solución
sería profundizar en todas sus dimensiones, porque serían los obstáculos al mercado los
que producirían los conflictos. No se puede controlar al mercado ni confrontarlo. Se
convierte entonces, como piensan entre otros Isidoro Moreno (2002) y Tzvetan Todorov
(2010), en un proyecto totalitario.
El Mercado se ha convertido de este modo en el sacro central dominante (Moreno,
2002:33), sus supuestas leyes son incontrovertibles, se han sacralizado, asumen el
mismo papel que tuvieron las leyes de otros sacros: la ley de Dios, las razones de
Estado, las leyes de la Razón... Como estamos viendo es una posición que constituye
una verdadera ideología, una construcción apriorística que no descansa sobre un análisis
válido de la realidad.
“… posee también, al igual que aquellos, sus propios mitos y ritos legitimadores, sus
espacios sagrados y sus pontífices y funcionarios (a quienes se aplican denominaciones
modernas y laicas, como la de expertos, pero que no por ello dejan de ser servidores de la
sacralidad y mediadores entre ésta y el común de los humanos). Esto es real, aunque la
generalizada confusión que hace equivaler lo sagrado y lo religioso, por una parte, y lo
secular y lo laico, por otra, dificulte la visión”. (Moreno, 2002:33)
Curiosamente no todo lo que se encuentra en el mercado responde al principio de libre
circulación a escala mundial. Un factor económico tan central como la fuerza de trabajo
queda fuera de esto (Moreno, 2002:40), en un proceso inverso de multiplicación de
barreras a su circulación, como se puede comprobar en la Unión Europea, Estados
Unidos o Japón frente a los inmigrantes del Sur. Una contradicción como muchas más
de esta lógica, en definitiva todo depende de lo que convenga a los intereses
dominantes.
Cualquier gobierno, sea supuestamente socialista o de izquierda, sea conservador o de
derecha, realiza las mismas políticas, las reformas estructurales. El sistema político se
ha autodeslegitimado al aceptar dejar de ser realmente político para convertirse en
ámbito de gestión administrativa de las decisiones tomadas en las instancias económicas
de la mundialización, que son ahora las verdaderamente políticas (FMI, Banco Mundial,
97
OMC, Comisión Europea, bancos centrales…), sin que los ciudadanos puedan ejercer
control o censura alguna sobre ellas (Moreno, 2002).
Por tanto el problema principal de los partidos políticos no es la corrupción, aunque
exista, o el modelo organizativo, aunque esté obsoleto, sino su contenido y funciones.
Siguen siendo partidos (facciones) pero no son realmente políticos, dinamizadores de la
acción para la defensa de distintos modelos de sociedad o “formas de hacer” (Moreno,
2002:44). Al igual que su publicidad electoral es intercambiable tanto en formas como
en contenidos y está dirigida por especialistas en marketing (Ramonet, 2005), del
mismo modo son intercambiables los partidos en el gobierno. Todo ello es la base de la
actual crisis de la democracia.
La información, siguiendo la doctrina, es ante todo considerada una mercancía
(Ramonet, 2005). El informativo de televisión está hecho para distraer. Una sucesión
rápida de noticias breves y fragmentadas, que produce un doble efecto de
sobreinformación y desinformación. Es el medio más consumido. La prensa escrita
adopta las características de la televisión: longitud reducida de los artículos, prioridad a
lo sensacional, práctica sistemática del olvido con las informaciones que han perdido
actualidad… (Ramonet, 2005:81) La prensa ha simplificado el discurso. Ya no puede
distinguirse de los demás medios de información, estos y sus periodistas se repiten,
imitan, copian… Son un solo sistema de información.
El papel de los medios de comunicación de masas en la estrategia es la repetición
constante de este catecismo. Esto “… le confiere una fuerza de intimidación tan grande
que ahoga toda tentativa de reflexión libre y hace muy difícil la resistencia contra este
nuevo oscurantismo” (Ramonet, 2005:54). Los medios de comunicación social están
controlados por los intereses que sirven de base al pensamiento único. Ignacio Ramonet
respondió en una entrevista reciente que el poder mediático es el acompañante del poder
financiero. Como dijo Herbert Schiller, es una parte del sistema de poder, los “brazos
ejecutores” del sistema (Labio Bernal, 2006:14). Ramonet (2005) no duda en llamar al
poder político el tercer poder; primero está el poder económico, y luego el poder
mediático.
98
El papel de los medios en la crisis.
El vínculo entre el sistema mediático y el sistema financiero impide que los principales
medios reflejen lo que está ocurriendo en estos tiempos de crisis. Las secciones de
información económica y financiera construyen una realidad ajena y parcial. Según la
profesora Núria Almiron (2008) el déficit en la cobertura de los medios es mayor ahora
que antes, en el momento de supuesta abundancia económica. Centrada en España y en
el estallido de nuestra burbuja inmobiliaria, nos enseña cómo los medios “toman la
consecuencia por la causa”. Como ejemplo, la noticia sobre la compra a principios de
2.007 de Ferrovial Inmobiliaria por parte de la promotora inmobiliaria catalana
Habitat, cuatro veces menor que la adquirida, por lo que tuvo que endeudarse
desorbitadamente, fundamentalmente con La Caixa. Los principales medios de
comunicación hablaron entonces de un gran paso por parte de esta empresa, y sus
expertos afirmaban que era una compra muy recomendable para una empresa familiar,
dando por sentado que multiplicaría sus ventas anuales de viviendas. Casi nada se pudo
leer o escuchar sobre el riesgo de la operación, en un momento que mostraba ya signos
evidentes de desinflamiento del sector, más el riesgo financiero que suponía tal
endeudamiento. Dos años después, tras el hundimiento del inmobiliario español, todos
los grandes medios acusaban a la crisis de ser la causante de que Habitat se ahogara en
una deuda de 2.300 millones de euros.
Como dice Almiron, la realidad es justo lo contrario. La crisis del sector inmobiliario no
es la causante de la crisis de los actores de este mercado, es al revés, fue causada por
ellos, por sus estrategias de crecimiento especulativo y financiación bancaria. La
interpretación crítica de este sistema de funcionamiento no aparece en los grandes
medios. Tampoco se observa análisis crítico alguno en las informaciones sobre los
rescates de las entidades financieras y las inyecciones de dinero público, o sobre la
relación de estas entidades con los paraísos fiscales. En la gran mayoría de los casos las
plazas off-shore son tratadas como algo ajeno y abstracto, como países que albergan el
dinero evadido a Hacienda o que blanquean el dinero ilegal de gente como los
narcotraficantes. Pero en las escasas informaciones que los medios dedican a este asunto
se olvida que la banca es la que alimenta a estos enclaves, la que los mantiene y explota
para beneficio de sus clientes y del suyo propio. Algo más: tras los sucesivos rescates
sin condiciones ni contrapartidas con dinero público, los grandes medios siempre pasan
página, en esa práctica del olvido de lo que no está de actualidad que hemos comentado.
99
Núria Almiron no quiere dejar pasar que la ciudadanía colabora con todo esto, lo que
conecta con el pensamiento único. Para ella la desorientación de ciudadanos y
ciudadanas se debe a su educación en los valores del individualismo acérrimo, de la
búsqueda de la máxima rentabilidad para su patrimonio y sus ahorros, sin plantearse
ninguna cuestión ética al respecto. El papel de los medios en esta educación es, como
hemos visto, clave.
Otro hecho que apunta la profesora brevemente es el eco que se hacen los grandes
medios de las teorías pseudo-psicológicas que la economía neoliberal utiliza para
explicar las convulsiones financieras. Ignacio Ramonet lo expresa así: “Efectivamente,
los ‘mercados’ funcionan a ciegas, integrando parámetros tomados casi prestados de la
brujería o de la psicología barata, como: la economía del rumor, el análisis de
comportamientos gregarios, o el estudio de los contagios miméticos.” (Ramonet,
2005:54) De este modo las explicaciones que aparecen en los titulares sobre algo que,
como hemos explicado, obedece a la volatilidad del sistema financiero, a que sus
beneficios se producen por las variaciones continuas de precios, y a las estrategias de
especulación, hablan siempre de “nerviosismo”, “miedo”, “pánico” de los inversores.
Lo que ha permitido reforzar la divinización del libre mercado. Tal y como anotan
autores como Manuel Castells (2011) estas teorías conducen a la conclusión de que los
“mercados” (utilizado como eufemismo que no aclara quién está detrás de ellos) son
una especie de dios, fuera de todo control, al que hay que calmar y aplacar a toda costa
haciendo los sacrificios humanos necesarios para lograrlo, que son los derechos sociales
y el bienestar de las clases populares (Castells, 2011). Las justificaciones a las medidas
de ajuste coinciden siempre en la causa final subyacente a las mismas: se toman para
“calmar”, “tranquilizar”, “aplacar” a los mercados. El significado implícito de estos
mensajes es claro, los mercados son los que mandan, debemos cumplir con sus deseos.
Ramón Reig (2010b) también se apoya en algunos ejemplos y en el análisis de
contenido para analizar el papel de los medios en esta crisis económica, con el foco
puesto sobre todo en el receptor de los mensajes mediáticos. En su línea actual de
pensamiento complejo, considera que los medios, como herederos actuales de los
sacerdotes antiguos que controlaban los mensajes y creaban una realidad acorde a los
intereses de la élite, han creado un mito irrefutable, la economía de mercado (es otra
interpretación de la ideología del pensamiento único), tras el cual sólo habría caos e
inseguridad. La crisis del mito produce miedo, o más bien angustia. Lo propio de los
100
medios es jugar con esa angustia, para que nadie termine planteándose la eliminación
del sistema de libre mercado. Aportan una lluvia de datos, que además se acompañan de
titulares catastróficos (“el pánico hunde las bolsas”, “semana negra”, “desplome
histórico”…), sin la contextualización adecuada, que permita la comprensión de lo que
está ocurriendo. Al final la culpa no cae en el sistema de mercado, sino en algunos
individuos avariciosos y aislados, que son la excepción que confirma la regla de la
validez del sistema. Y nos recuerda la contradicción total que supone la intervención
pública para salvar a los que precisamente defienden la ausencia de esa intervención.
Por último, los investigadores Roberto Aparici y Carmen Rivas (2010) profundizan en
un evento concreto para su aproximación al asunto. Realizan un estudio comparativo del
tratamiento que las principales cabeceras españolas realizaron de la jornada de huelga
general en España, el 29 de septiembre de 2010, cuya convocatoria respondió a las
medidas que el gobierno español estaba aplicando para solucionar la crisis, a las
medidas de ajuste, protestando sobre todo por la reforma laboral que facilitaba el
despido a las empresas, pero también por otras medidas como la reforma de las
pensiones, que aumentó la edad legal de jubilación de 65 a 67 años, y supuso un recorte
medio en la cuantía de las pensiones públicas de un 20%47
. En este caso el objetivo a
atacar y silenciar era el sindicalismo. Prensa, radio y televisión fueron ocupadas por
políticos, economistas neoliberales y representantes de lobbies empresariales para
explicar el alcance de la reforma laboral, con la ausencia manifiesta de los
representantes sindicales.
Las palabras que se asociaban a la palabra “huelga” con mayor frecuencia eran
“piquetes”, “liberados”, “privilegios”, “financiación pública”… Muy pocos la asociaron
a “derecho constitucional”. Otras “palabras y frases de choque” eran “violencia”, “están
desfasados”, “subvencionados”, “liberados igual privilegios”… Incluso “terrorismo”. O
frases hechas, tópicos que se repiten machaconamente y la audiencia termina por
aceptar: “la huelga es una ruina para el país”, “no es el momento de convocar una
huelga sino de arrimar el hombro”, “los sindicatos defienden privilegios”, “los piquetes
impedirán el derecho al trabajo”, etc. Los liberados sindicales fueron demonizados y
silenciados, se hablaba constantemente de ellos negativamente sin que estuvieran
presentes. Las opiniones disidentes desaparecieron de los medios escritos y
47
ElConfidencial.com, 28-01-2011. http://www.elconfidencial.com/en-exclusiva/2011/pensiones-recortaran-sindicatos-20110128-74140.html
101
audiovisuales. Los investigadores observan la omisión de elementos significativos en
las informaciones sobre qué suponía la reforma laboral, sobre la ampliación de las
causas para despedir, la subvención de despidos con fondos públicos, la afectación
mayor en los trabajadores fijos con mayor antigüedad, el despido express sin causa y
con indemnización rebajada… Y cuestiones relacionadas con la negociación colectiva y
el empleo público.
Los autores están de acuerdo en que se produjo una “fabricación de consenso”, según
sus palabras un consenso intramedios sobre lo que significaba unirse a la huelga, desde
varios días antes de la misma. Terminan comparando las portadas de los principales
periódicos el día después del evento. Los medios más supuestamente conservadores
utilizaron sin paliativos el calificativo de “fracaso” (ABC, El Mundo, La Razón),
mientras que El País habló de “impacto moderado”, y sólo el diario Público ofreció una
representación positiva y masiva de la huelga. Ninguno diferenció el seguimiento en las
distintas comunidades autónomas y ciudades, en una construcción nacional centralizada.
Conclusiones.
Hemos repasado tres trabajos de análisis sobre el tratamiento que los grandes medios
españoles han hecho y siguen haciendo de la crisis financiera y económica que
confirman la hipótesis planteada en nuestro trabajo y la exposición teórica seguida. En
un nivel más general, como las propuestas de Núria Almiron y Ramón Reig, o más
particular, como el análisis de Roberto Aparici y Carmen Rivas, coinciden en señalar
que los principales medios de comunicación social elaboran un discurso único, en la
línea del pensamiento único, que no permite a sus receptores comprender los orígenes y
las causas de la crisis financiera declarada oficialmente en septiembre de 2008, y la
crisis económica global derivada de la anterior que todavía sufrimos. Tampoco realizan
ningún análisis crítico sobre las respuestas que los gobiernos occidentales, siguiendo los
dictados de los mismos grupos de poder que provocaron el desastre y de las
instituciones internacionales que representan sus intereses y que no han sido elegidas
por los ciudadanos ni pueden sancionar de ninguna manera (Fondo Monetario
Internacional, Organización Mundial de Comercio, Banco Mundial, Unión Europea),
102
han puesto en práctica para la supuesta superación de la crisis, que no tienen nada que
ver con el origen de la misma, y que simplemente son una forma de hacer pagar a la
mayoría de la ciudadanía los platos rotos, salvando a los culpables de hacerse cargo de
sus acciones y manteniéndolos en la misma posición de dominio. Algo que nos
preocupa aún más comprobando, como hemos hecho, que el hundimiento del sistema
financiero es mucho más grave de lo que la mayoría, nosotros incluidos, puede
imaginar, y que la pirámide invertida probablemente requiera para mantenerse en pie
años, más bien décadas, de esta estrategia de distribución de abajo arriba.
Las alternativas existen, aunque los medios no las presenten, ni den entrada a personas y
grupos que las pueden presentar y defender con rigor, salvo casos excepcionales que son
utilizados como instrumento de legitimación y que sirven para hacer pensar a su
audiencia que son muy pocos y aislados, lo que les lleva a pensar que el discurso
omnipresente en todos los medios es por tanto necesariamente el correcto. Pero en
realidad no son muy pocos y aislados, de hecho hay bastantes expertos, intelectuales,
incluso ciudadanos (como los del movimiento 15-M) que claman por la injusticia de lo
que está sucediendo. La práctica totalidad de las autoras y autores de referencia de este
trabajo forman parte de ellas y ellos. Nos hablan de regulación financiera, de acabar con
las prácticas especulativas o fiscalizarlas, de retomar el control público de la actividad
bancaria, de recuperar la progresividad en los sistemas fiscales, de acabar con las plazas
off-shore, de exigir responsabilidades civiles y en su caso penales a los causantes de la
crisis, incluso de replantearnos la viabilidad de un sistema como el de libre mercado.
Pero esto sólo puede ser silenciado o deslegitimado por unos medios que están
controlados por los mismos grupos de poder denunciados, por la banca, por las grandes
empresas, por los fondos de inversión especulativos, a través de su propiedad, de sus
ingresos como anunciantes, del suministro de la información y de los “expertos”
financiados por ellos. Como ha apuntado el profesor Reig, nadie tira piedras contra su
propio tejado.
Por todo ello nos parece de una importancia fundamental continuar el análisis del
tratamiento mediático de esta formidable crisis. Es imprescindible demostrar con datos
y con hechos contrastados la situación que hemos relatado. Consideramos que hay que
estudiar a los medios en todas sus manifestaciones, en prensa, televisión, radio, cine,
internet; analizarlos tanto en forma como en contenido, en individual o de manera
comparativa, buscando las claves que expliquen el por qué, como pretende la Economía
103
Política, sobre las que Noam Chomsky y Edward S. Herman, pensamos, nos ofrecieron
una guía de valor incalculable. Sería importante el análisis en todos los ámbitos, aunque
desde nuestro ámbito español y europeo habría que empezar con lo que tenemos más
cerca, con los medios que nos rodean de forma visible e invisible. Daremos un pequeño
apunte que no queremos dejar pasar: en los tres trabajos desde España repasados, se
insinúa que el diario Público es algo diferente a los demás diarios, que ha levantado la
voz contra las intervenciones públicas realizadas, que ha realizado análisis plurales
sobre ciertos aspectos de la crisis, que apoyó la última huelga general. Es por tanto
básico colocar la lupa sobre este diario, comprobar si realmente opera de manera
diferente. Y si es así, el motivo, si es una auténtica defensa del servicio público que
deberían realizar los medios, o se trata de una estrategia para asegurarse un determinado
nicho de mercado, formado por personas de una determinada orientación política.
Es solo un pequeño ejemplo. Por nuestra parte, pretendemos continuar el camino
trazado en este estudio, pues es más necesario que nunca el desarrollo de un análisis
crítico y riguroso. Tal vez ayudemos a colocar en el centro del debate, entre otras
muchas cosas relacionadas con el sistema económico totalitario de libre mercado, la
cuestión mediática. Nos haremos eco de las palabras de la profesora Almiron: “En este
contexto, los medios de comunicación, los actores con mayor potencial para impulsar el
cambio, deberían ser de los primeros en ser liberados de la dictadura del mercado, del
yugo del ánimo de lucro, que proporciona satisfacciones efímeras a unos pocos e
infelicidad permanente a todos”.
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