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MUJER Y EDUCACIÓN UNA VISIÓN CRONOLÓGICA DIEGO LÓPEZ, VERÓNICA FERNÁNDEZ, ANA BELÉN DÍAZ, ANA RODRÍGUEZ.

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MUJER Y EDUCACIÓN

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MUJER Y EDUCACIÓN

UNA VISIÓN CRONOLÓGICA

DIEGO LÓPEZ, VERÓNICA FERNÁNDEZ, ANA BELÉN DÍAZ, ANA RODRÍGUEZ.

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TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 2

LOS SIGLOS XVIII Y XIX: UNA EDUCACIÓN FEMENINA

PARA UN MUNDO MASCULINO ........................................................................... 2

LA LABOR DE LA REPÚBLICA ................................................................................ 3

LA ESCUELA FRANQUISTA: UN PASO ATRÁS .................................................... 5

ACTUALIDAD………………………………..……………………………………...6

CONCLUSIONES……………..………………………………..…………………….9

TRABAJOS CITADOS………………………………………………………...........10

INTRODUCCIÓN

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3

Si hacemos un repaso cronológico en la historia de la mujer dentro del mundo

educativo, vemos cómo su introducción y su peso han ido ganando terreno

paulatinamente. Desde las primeras alumnas del siglo XIX, hasta las profesoras

universitarias de hoy, vemos un proceso evolutivo que mucho tiene que ver con la

revolución social que el género femenino lleva realizando más de cien años. Hoy, la

labor de esas mujeres que lucharon por ser escuchadas tiene su recompensa: la mujer ha

alcanzado un porcentaje que supera el masculino dentro de las aulas universitarias, se

han roto las barreras.

LOS SIGLOS XVIII Y XIX: UNA EDUCACIÓN FEMENINA PARA UN

MUNDO MASCULINO

Las proposiciones educativas del siglo XVIII dieron los valores que promulgaba

la Ilustración tan sólo a los hombres, considerando a la mujer el “segundo sexo”1,

aunque tuvieron que enfrentarse a ciertas damas más o menos cultivadas que se oponían

a lo que estos hombres ilustres llamaban el “abandono de la aguja por el cultivo de la

pluma”2. De hecho, los textos de la época, se refieren a estas mujeres en términos de

“marisabidillas”, “politocómanas”, “bachilleras” o “petimetras”, además de aparecer en

novela costumbrista de la siguiente manera:

“Su educación es completa. Habla francés, dibuja, toca el piano, canta… y no sabe

coser. Es decir, que sabe todo lo inútil para el hogar doméstico y todo lo útil para

hacer desgraciado a un hombre”3.

Esta aplicación de “enseñanzas útiles”4 propuso un pequeño impulso en la

educación con ayuda de instituciones como las Sociedades Económicas de Amigos del

País. Más adelante, los Liberales también intentaron propulsar la educación como un

modelo que ayudara a forjar ciudadanos y mejorar el desarrollo económico, sin

embargo, diversas teorías dentro del campo científico, intentaron demostrar que la

mujer era inferior al hombre tanto de forma intelectual como física, no sin ello pretender

que tuvieran éstas una instrucción mínima.5

La Constitución de 1812 y luego el Informe Quintana de 1813, promovían un

modelo universal de educación pública, gratuita y libre, pero de nuevo, dirigida

exclusivamente a los hombres. Las niñas aprendían en base a sus obligaciones acotadas

en la casa: tareas hogareñas de atención a la familia6 que le prohibía (legalmente) el

acceso a la Universidad7. Hasta la ley Moyano de 1857 no se empieza la escolarización

de ambos sexos de forma obligatoria (entre los 6 y los 9 años), eso sí, continuando con

las diferencias: para las niñas se crea un modelo de enseñanza “doméstico”8 centrado en

1 Díaz, 2014, P.11

2 Ibíd.

3 Ibíd.

4 Amo, 2009, P. 10

5 Ibíd.

6 Ibíd.

7 Díaz, 2014, Óp. Cit. P.11

8 Amo, 2009, Óp. Cit. P.11

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la realización de las tareas del hogar, aunque se añaden las “labores de adorno” entre las

clases más acomodadas, a saber: música, pintura, bordado, etc.

Don Fernando de Castro, cabeza de los intelectuales durante el Sexenio

Democrático (1868-1874) es el único que conciencia sobre la necesidad de instruir a la

mujer, hecho reflejado en las Conferencias Dominicales para la educación de la mujer,

pero, de nuevo, esta educación necesaria se restringía al ámbito privado, al

asesoramiento adecuado del esposo, la educación de los hijos y la regeneración de la

sociedad.

Llegamos a 1910, momento en el cual una Real Orden del 8 de marzo consigue

que la mujer entre en la universidad.9 En los albores del siglo XX la alfabetización de

los niños subió seis puntos; la de las niñas bajo ocho. El setenta por ciento de las

mujeres eran analfabetas y las pocas que optaban por estudios lo hacían en comercio

para señoras, institutrices, correos, telégrafos o mecanógrafas,10

todo esto debido a la

creación en 1911 de la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer, que tan sólo

impartía clases de enseñanzas generales, enseñanzas del hogar y de institutriz y

Taquigrafía-Mecanografía11

.

No fue hasta la década de los 20 que se desarrollan centros dirigidos

especialmente a la mujer, como el Liceo Femenino de Madrid (para clases de

Bachillerato y Magisterio) y la aprobación del alumnado femenino universitario, que en

el curso 1927-28 superaba el 4% del total12

.

LA LABOR DE LA II REPÚBLICA

La llamada de la mujer al voto, la involucra de lleno en la sociedad. Este hecho

supone la eliminación de las diferencias en cuanto a derechos sociales. Cambio que se

ve definido en la educación con la implantación del modelo de escuela mixta. Esto

supone el paso de una educación dirigida al hombre a una educación equitativa,

igualitaria. Es la llamada coeducación. Una integración de la mujer que no sólo se lleva

a cabo en las aulas, sino en el claustro de profesores también, creando claustros mixtos

que, si bien es cierto, causaron ciertos problemas para aquéllos que seguían aferrándose

a un modelo masculino13

. Muchos maestros no aceptaban la supremacía de la mujer

dentro del claustro escolar. Era, no obstante, la primera vez en la historia que la mujer

mandaba sobre el hombre, por ejemplo como directoras de escuela14

. De hecho, la mujer

se involucra por primera vez en los sindicatos, tras la formación del Sindicato de

maestros (UGT). Aunque la mujer no va a tener un papel muy relevante, se vieron

represaliadas tras la guerra aquéllas que se afiliaron antes del año 1936.

9 Ibíd. P. 14

10 Díaz, 2014, Óp. Cit. P. 11

11 Amo, 2009, Óp. Cit. P. 15

12 Ibíd.

13 Pérez, 2013

14 Ibíd.

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La formación del profesorado mejora notablemente a partir del “Plan

profesional” de 193115

que supuso una reforma notable en las Escuelas Normales. Pero

también hubo un cambio en los textos escolares. Como indica Virginia Risueño16

también en estos textos las mujeres eran maltratadas: las mujeres son objeto de

invisibilidad en el contenido iconográfico de los manuales escolares, a excepción de

ciertos casos en los que la autora es femenina, en los que se encuentra una equidad

significativa17

.

La República quiere acabar con estas diferencias; quiere crear mujeres de

provecho, libres, decididas, modernas. Clara Campoamor llama a la mujer “la mitad

necesaria”, aquélla que no aparecía en ninguna parte en las anteriores políticas, más que

como un mero objeto decorativo al lado del hombre. La República crea una enseñanza

pública y de calidad, algo que ya se había intuido con la Ley Moyano, pero que no se

había conseguido. Se introducen nuevos manuales, la igualdad de derechos para ambos

sexos, la igualdad jurídica como base de igualdad social y laboral, pero no es todo,

también culmina en esta etapa la introducción de la mujer en la universidad, aceptando

sus títulos como un paso adelante al ejercicio profesional18

. Pero no sólo eso, la labor de

estas maestras se ve sobre todo en el mundo rural, donde junto a la labor de las

Misiones Pedagógicas19

, las maestras entraron sin tapujos para salvar del analfabetismo

y la ignorancia a miles de mujeres y hombres que todavía vivían con las leyes

decimonónicas. En estos casos, la educación de adultos es incluso más importante que

la de los niños, porque ha de ser liberada de un sistema machista y caciquista que, en

algunos casos, se resistían a abandonar20

.

Las profesoras pudieron abrir fronteras gracias a la Junta de Ampliación de

Estudios, que les permitía salir al extranjero a conocer otros planes educativos21

(María

Moliner, pionera en la fundación y uso de las bibliotecas en los pueblos, y Rosa Sensat,

pedagoga creadora de la escuela que lleva su nombre, destacaron entre ellas)22

. Las

maestras de la República fueron unas verdaderas revolucionarias: compartían los

valores que la ley de educación republicana había puesto sobre la mesa, la NUEVA

MAESTRA quiere educar en valores, quiere preparar a las niñas para “la convivencia,

para la igualdad, para que no se pierda ningún talento”23

.

A pesar de que la guerra truncó todos sus planes, siguieron un modelo digno de

admiración manteniendo abiertas las escuelas durante la contienda para ayudar a

mantener la normalidad, y no privar a los niños de su educación y sobre todo, de su

derecho a la infancia. Del mismo modo, se mantuvieron las llamadas Colonias

15

Amo, 2009, Óp. Cit. P. 16 16

Risueño, 2009, P. 817 17

Ibíd. P. 816 18

Amo, 2009, Óp. Cit. P. 16 19

Díaz, 2014 P.12 20

Pérez, 2013, Óp. Cit. 21

Ibídem 22

Díaz, 2014, Óp. Cit. P.12 23

Pérez, 2013, Óp. Cit.

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Infantiles, que surgen antes de la república pero que tuvieron un papel decisivo durante

la Guerra para alejar a los niños de ésta.

Todos los logros de la República quedaron enterrados tras la Guerra Civil. Los

maestros republicanos, especialmente las mujeres, fueron víctimas de una represión

desmedida, tanto por su ideología, como por su elevado nivel cultural, que suponía una

doble amenaza para el nuevo régimen24

. Se han documentado acusaciones por

pertenencia a la Institución Libre de Enseñanza, por “descristianizar la escuela”, incluso

por “no tener mantilla en su casa”, lo que las convertía en ateas. Se llevó a cabo un

proceso depurativo con todos aquellos profesionales de la enseñanza que quisieran

volver a ejercer su profesión tras la contienda. Para ello, debían enviar una solicitud que

debía pasar por manos de varias instituciones con “solvencia moral”, a saber, el cura del

lugar, el alcalde, la Guardia Civil… para constatar que esa persona estaba limpia de

ideas revolucionarias25

. La mayoría de estos maestros de la revolución tuvo que

exiliarse a Sudamérica o Francia o aceptar su encarcelación. Una minoría fue readmitida

hacia los años sesenta.

LA ESCUELA FRANQUISTA: UN PASO ATRÁS

Con la llegada de la imposición del régimen franquista, se produce una ruptura

con la época anterior. Se rechaza así la renovación metodológica y la mejora del nivel

intelectual de la enseñanza.

En una primera etapa franquista (1938 - 1953), se pone en marcha el desarrollo

de una nueva pedagogía para la formación del “Nuevo hombre español”, bajo los

valores de autoridad, jerarquía, disciplina y elitismo. La enseñanza quedó bajo el control

del clero y la Sección Femenina. La Sección Femenina era una institución que vuelve a

transmitir los valores del papel secundario de la mujer en la sociedad[1]. Su máxima es

“liberar a la mujer del taller y la fábrica”, para lo que ponen énfasis en lo doméstico y la

religión. [2].Tuvo gran influencia en la formación de la mujer a través de sus propios

centros de enseñanza y de sus propios manuales. Uno de los manuales de la Sección

Femenina rezaba así:

“No hay que ser nunca una niña empachada de libros, que no sabe hablar de otra

cosa… No hay que ser intelectual.[3]

Se convierte en una educación doctrinaria y “politizada”. La enseñanza queda

entonces, reducida a una enseñanza confesional católica con los siguientes rasgos:

contenidos de educación moral y dogmas católicos, la religión como materia obligatoria

y la inspección de la enseñanza por parte de la Iglesia.

Se prohíbe la coeducación; se vuelve a la separación de sexos en el aula y se

imparte una educación con programas distintos para chicos y chicas (“enseñarlas

religión y labores”)

24

Pérez, 2013, Óp. Cit. 25

Ibíd.

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En 1938, se produce el nacimiento del Bachillerato (con una duración de 7

cursos). Pero la escasez de recursos, conlleva a un descenso en la enseñanza estatal.

Esto trae como consecuencia el florecimiento de la enseñanza privada (impartida por las

órdenes religiosas).

En la segunda etapa franquista (1953 - 1970), se aprecia una cierta apertura,

tanto en el escenario internacional como en la enseñanza. Los planes de desarrollo de

los años sesenta, la industrialización y la apertura al exterior favorecieron el cambio

social en España. Varios grupos de intelectuales y profesionales de ambos sexos

cuestionan el sistema educativo.

En 1957, se regula el Bachillerato Laboral Femenino. Socialmente, surge la

inquietud por formarse ya que la mujer es necesaria como mano de obra, y ésta quiere

incorporarse al mundo laboral. En 1969, el Libro Blanco denunciaba el escaso

protagonismo y participación que tenía la mujer en todo el proceso educacional.

Un año más tarde, se promulga la Ley de Educación (Villar Palasí)[4]

. En el

ámbito educativo, gracias a la paulatina apertura y a esta ley, hay un aumento en el

número de chicas con estudios secundarios y universitarios. Se consigue la igualdad de

oportunidades, la vuelta a la escuela mixta y se generaliza la escolaridad hasta los 14

años. Asimismo se lleva a cabo la división del bachillerato y se promueve la

construcción de escuelas y de institutos laborales.

[1] Álamo, P.17

[2] Ibíd.

[3] Libro de las Margaritas. Sección Femenina, 1940, en Díaz, Óp. Cit. P. 13

[4] Ibíd.

ACTUALIDAD

El siglo XX ha sido definido por muchos autores como el siglo de las mujeres y en

lo que se refiere al avance de la educación en nuestro país la definición es bastante

certera. En los albores del siglo, los defensores de la educación femenina se fijaban

entre sus principales objetivos ampliar el número de mujeres con derecho a instruirse,

potenciar la enseñanza femenina secundaria y terminar con las trabas legales que

dificultaban el acceso de las mujeres a los estudios superiores. Durante los años 80 se

consolida la presencia femenina en todas las etapas y niveles, superando en muchos

casos a los varones.

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Los gráfi cos I y II permiten apreciar la evolución de la escolarización

femenina en el largo plazo: desde 1976 las mujeres jóvenes son mayoría como

estudiantes

de bachillerato. En los años 80 son el 50% del alumnado de todos los niveles

educativos,

con la excepción de las escuelas técnicas superiores. En el curso 2006-2007 las mujeres

eran mayoría –51,5%– en la enseñanza secundaria postobligatoria y en los estudios

universitarios –54,7%– y eran muchas más que los chicos de su misma edad las jóvenes

de 18 años que cursaban algún tipo de estudios –la tasa neta de escolarización entre

las mujeres de 18 años alcanza el 68,1% frente al 56,7% de los hombres– y son más

las mujeres adultas que reciben algún tipo de formación permanente.

A pesar de estos datos, se mantiene una diferencia fundamental entre las chicas y

los chicos en la elección de estudios, condicionada por el género. Las alumnas se

dirigen a determinados tipos de estudio, optando de forma minoritaria por los estudios

técnicos, más valorados en el mercado de trabajo que los que eligen las mujeres. Existe

una relación directa entre el tipo de educación que reciben las mujeres y las ocupaciones

a las que tienen acceso: la feminización de determinados estudios se corresponde con la

de determinados empleos. Ante los evidentes avances de la educación femenina en las

últimas décadas cabe preguntarse si estos significan que la igualdad efectiva entre

hombres y mujeres es una realidad en el ámbito escolar y en el conjunto social.

La escuela mixta no ha sido siempre sinónimo de coeducación. Así, durante los

años ochenta algunas investigaciones sobre la práctica educativa desde la óptica

feminista evidenciaron que la escuela mixta no había logrado eliminar las desigualdades

de origen porque si bien la escuela no era la creadora de la desigualdad, contribuía a

legitimarla en la medida en que la presentaba como natural y aceptable por la

persistencia del sexismo del lenguaje y del androcentrismo científico: el orden

masculino es dominante, mientras que el modelo femenino tradicional no tiene cabida.

Se mantiene el estereotipo de la diferencia.

En 1990 la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo

(LOGSE), reconocía la discriminación por sexos en el sistema educativo y establecía

que era necesario reconsiderar la actividad educativa a la luz de los principios de

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igualdad de oportunidades. Se pretendió ir más allá de la escolarización –si bien en este

aspecto su impacto también fue notable al ampliar la enseñanza obligatoria hasta los 16

años– y procuró introducir la igualdad en todos los aspectos de la vida escolar. Estos

principios se recogieron en los currículos y se incorporaron metodologías para potenciar

la coeducación que debería abordarse de manera transversal. Durante los años 90 se

produjeron abundantes investigaciones y materiales didácticos, fruto de la colaboración

institucional entre el Ministerio de Educación y el Instituto de la Mujer, que recogieron

el entusiasmo de un sector del profesorado por materializar la coeducación en los

centros escolares en paralelo con el reconocimiento académico que experimentaron

durante estos años los Estudios de Mujeres en los departamentos de las distintas

universidades españolas. Sin embargo, el esfuerzo por promover una mayor igualdad en

el ámbito escolar entre alumnos y alumnas a través de contenidos transversales no

alcanzó el éxito esperado.

La LOGSE (1990) amplía hasta los dieciséis años la escolarización obligatoria.

Exige la igualdad en todos los aspectos y hace bandera de la coeducación. Se fomenta la

cooperación entre sexos. Los niños participan en idénticas tareas y actividades que las

niñas. El lenguaje sexista se elimina en los materiales didácticos. La identidad sexual e

individual de cada escolar se respeta con sumo cuidado. La coeducación está en marcha.

En pocos años hemos conseguido lo que antes eran conquistas de varios siglos. El

camino para recorrer dentro y fuera de las aulas no es fácil. Se trabaja mucho y bien.

Abundantes estudios en universidades, entre ellas la UMA, profundizan en estas

materias. Existen intercambios profesionales y científicos con colectivos femeninos de

universidades extranjeras. A nivel político se han creado Institutos para la

Mujer en todos los ámbitos (local, provincial, autonómico y estatal) que a veces dan la

impresión de actuar de cara a la galería. El asociacionismo femenino ha nacido en todos

los rincones y los clubes de lectura, fomentados por las bibliotecas públicas, son

espacios de formación y diálogo en los que apenas participan hombres.

El tesón y éxito educativo de la mujer es cierto. Pero estudios recientes

demuestran que, dentro y fuera del aula, persisten las desigualdades, a pesar del enorme

esfuerzo e inversión que se ha hecho en renovar la enseñanza. Los cursos de

empoderamiento para la mujer han despertado en ellas mayor confianza en sus propios

méritos y capacidades para ocupar cargos de responsabilidad. Pero… en los consejos de

administración de las grandes empresas su representación es minoritaria.

En el espacio del poder político aumenta el número de féminas. Han presidido

Congreso y Senado; son ministras, presidentas de comunidades autónomas, delegadas

del gobierno, alcaldesas y hasta defensoras del pueblo. Pero… han tenido que pasar

doscientos años para que una mujer ocupe un cargo en el Tribunal Supremo.

Las chicas son mayoría en primer y segundo ciclo de carreras universitarias (45’9% de

hombres y 55’65 de mujeres). Terminan el doctorado más mujeres que hombres. Pero…

¿es mayor su representación en cátedras y cargos directivos?

Sin embargo la presencia femenina dobla a la masculina en todas las ONG, incluyendo

cargos de responsabilidad, en los que ocupa el 60%. ¿Será que los valores considerados

tradicionalmente femeninos (compasión, concordia, ternura, sensibilidad, tolerancia,

etc.) siguen interiorizados en ellas y no se produce el intercambio tan deseado entre uno

y otro sexo? ¿Por qué la mujer, en muchos casos, renuncia a su propia promoción?

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¿Será que los tabúes del pasado no le dejan conciliar con libertad trabajo y familia?

Quizás no sea tan fácil encontrar la respuesta ¿o sí?.

El éxito educativo de las mujeres es indudable pero tiene límites: hay que

trabajar mucho para que la coeducación sea efectiva en los centros educativos y no

existe paridad en los puestos de mayor prestigio ni dentro del propio sistema educativo

ni en investigación y ciencia. La actividad laboral de las mujeres depende en buena

medida de su formación, pero sigue condicionada por su responsabilidad en el cuidado

de las personas dependientes. Lo que sí se puede afirmar sin riesgo de equivocarse es

que en estos años las chicas han tenido claro que estudiar merecía la pena porque las

mujeres con mayor nivel de estudios tienen muchas más posibilidades de integrase en el

empleo.

El trabajo doméstico no remunerado todavía recae fundamentalmente sobre los

hombros de las mujeres alas que, además, la sociedad sigue otorgando la función de

atender a la población que no puede cuidarse a sí misma –niños, enfermos y ancianos–

hecho que condiciona notablemente su posición y su rendimiento en el trabajo

remunerado y prolonga hasta el agotamiento su jornada de trabajo10. Por ello hay que

saludar las políticas públicas que busquen favorecer la conciliación de la vida laboral y

familiar porque la modificación de la situación que viven las mujeres en el ámbito

privado es condición indispensable para que puedan rentabilizar en el ámbito laboral la

formación adquirida.

- La desigualdad es también patente fuera de la escuela, en el mercado laboral y,

sobre todo, en el reparto del trabajo doméstico no remunerado.

- Nuevas tendencias en educación

Desde hace tiempo, quizá demasiado, seguimos enseñando y repitiendo el

pensamiento heredado del racionalismo de los siglos XVIII y XIX, que nos impide

hacer un vacío para acoger lo nuevo que traen las alumnas y los alumnos a comienzo de

curso escolar, hacer significativa la diferencia sexual en la educación y en la historia, y

reconocer la autoridad femenina, que no es otra cosa que reconocer a nuestra madre, la

de cada cual, como la primera maestra magistral. Esto significa reconocer en el aula a la

madre real y concreta como la primera maestra, cuidando que el pensamiento y la

palabra no se separen del cuerpo y la vida e inventando maneras de enseñar para

continuar la obra materna. Poner en juego el orden simbólico de la madre significa

también cuidar la relación educativa y reconocer el sentido libre de la diferencia sexual

para enseñar a las niñas no a ser iguales a los niños, sino a aprender y crear desde su

diferencia femenina; y enseñar a los niños a distinguir y acoger lo que sigue siendo

valioso desde la diferencia libre de ser hombre y a transformar lo que no lo es para

hacer que la convivencia entre los sexos sea política, o sea, no violenta.

CONCLUSIONES

En estas circunstancias, ¿Qué puede hacer la escuela para convertirse en factor

de igualdad? Parece imprescindible revisar el sistema de valores y actitudes que se

transmiten, repensar los contenidos educativos, evitando los estereotipos y la

invisibilidad de las mujeres en los materiales escolares, reintroduciendo pautas, saberes

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y puntos de vista tradicionalmente elaborados por las mujeres y aprovechar el carácter

privilegiado del espacio escolar para construir una nueva ciudadanía democrática basada

en una educación en igualdad que reconozca las discriminaciones históricas. Debemos

apostar porque todos, chicos y chicas, reciban la mejor formación que les permita

convertirse en personas libres y autónomas para lograr la igualdad en la vida laboral,

compartir y corresponsabilizarse en la vida familiar y alcanzar una ciudadanía y una

vida plenas en las que puedan desarrollar sus múltiples capacidades.

Estamos en una nueva civilización, la del orden simbólico de la madre, que se

ha hecho visible en el último tercio del siglo XX con la única revolución que ha

triunfado en el siglo pasado: la revolución de las mujeres. Una revolución que ha hecho

significativa la diferencia de ser hombre y de ser mujer y el reconocimiento de la madre,

como nuestra primera maestra magistral. Es una revolución simbólica, hecha con

palabras verdaderas y que no necesita cubrir etapas ni preparar estrategias, sino que se

abre sin violencia en cada cual.

También es una contradicción seguir repitiendo unos conocimientos masculinos

con pretensiones de ser universales y enseñar repitiendo los mismos métodos con los

que aprendimos, propios de una escuela jerárquica donde la relación educativa no se

tiene en cuenta; solo se atiende al objeto del conocimiento no al sujeto, las y los

alumnos, que son el centro de la autoridad docente.

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TRABAJOS CITADOS

Amo, M. C. (2009). La educación de las mujeres en España. De la amiga a la

Universidad. CEE Participación educativa, 8-22.

Díaz, N. (2014). Mujer y educación. BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE AMIGOS DE

LA CULTURA DE VÉLEZ-MÁLAGA, 11-14.

Flecha, C. (2004). Las mujeres en la historia de la educación. XXI, REVISTA DE

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Grañeras, M., Boix, M., Savall, J., & Vaillo, M. (2009). Las mujeres en el sistema

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Montoya, M. M. (2011). Alumbrar el presente: Educar teniendo en cuenta a la madre.

BROCAR, N. 35, 207-226.

Pérez, P. (Dirección). (2013). Las maestras de la República [Película].

Risueño, V. (2009). Las imágenes como fuente de exclusión: los personajes femeninos

de otras etnias en los manuales escolares. El largo camino hacia una educación

inclusiva: la educación especial y social del siglo XIX a nuestros días : XV

Coloquio de Historia de la Educación, coord. por María Reyes Berruezo

Albéniz, (págs. 815-826). Pamplona-Iruñea.