Edmundo O Gorman, Fantasma de Rey, Andrés Lira

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Cuando me invitaron a participar en el homenaje a nuestro inolvidable maestro Edmundo O’Gorman, lo que mucho agradezco, recordé una frase de Lucas Ala- mán que se halla en su Examen imparcial de la adminis- tración del General Vicepresidente Anastasio Bustamante. Con observaciones sobre el estado presente de la República y consecuencias que éste debe producir, texto que situamos en 1835 y en el que se advierte al Alamán pesimista —salía del fracaso del gobierno de Bustamante, llamado “Admi- nistración Alamán” por sus detractores, y del escondite al que le había llevado la enconada persecución que le hicieron por la muerte de Vicente Guerrero. En ese escrito más que el centralismo, ya en ciernes, proponía Alamán un ejecutivo fuerte y el predominio de los propietarios en la representación nacional —a tono con ideas de Edmund Burke, con cuya obra estaba ya familiarizado— para contrarrestar la tiranía irresponsable del Congreso, debida al régimen federal de 1824 y su complicado sis- tema electoral, en el que siguiendo en apariencia al nor- teamericano se había implantado una asamblea a la fran- cesa tomada a través de la Constitución gaditana de 1812. Alamán advertía que la debilidad del poder ejecutivo procedía “... de las restricciones y ligaduras con las que los sombríos y desconfiados legisladores de Cádiz suje- taron al fantasma de Rey que crearon en su Constitu- ción”. Esta frase de Alamán, personaje central en La supervivencia política novohispana, de la que nos habla O’Gorman, venía como anillo al dedo para tratar la per- vivencia o’gormaniana que hoy nos convoca. Ese trabajo de don Edmundo apareció originalmente en el libro conmemorativo A cien años del triunfo de la República, editado por la Secretaría de Hacienda y Crédi- to Público en 1967; se llamó entonces “Epílogo. El triunfo de la República en el horizonte de su historia”. Dos años después, en 1969, la Fundación Cultural CONDUMEX nos lo entregó en la sobria y bien cuidada edición de noventa y tres páginas, que pese a su escaso volumen no llama- mos “folleto”. Es, como otros de don Edmundo, un libro breve, sin aparato erudito que distraiga del argumento, modelo de ensayo que tanto gustaba a nuestro autor, quien solía decir que así deberían ser los libros en los que se quiere decir algo. Como en otros ensayos de O’Gorman, hallamos en ese libro el desarrollo de ideas enunciadas antes y la simiente de posteriores empresas del entendimiento. Es clara la relación del “Epílogo” o de La supervivencia política novohispana, como se quiera decir, con ese otro gran ensayo conmemorativo, “Precedentes y sentido de la Revolución de Ayutla”, de 1954, y con México, el trau- ma de su historia, de 1977, obras en las que puede seguirse su preocupación por el ser de México como nación, esclarecido por el reclamo “Del amor del historiador a su patria”, 1974, para traer a cuento otro título, vigencia clara en la obra de nuestro inolvidable maestro. Ahí está la obsesión ontológica de O’Gorman, mani- fiesta en corte más académico en una obra de mayor volu- men, como es la que se refiere al ser de América. Este tema se anuncia en páginas tempranas, como son las del “Pró- logo” a la Historia natural y moral de las Indias del padre Joseph de Acosta (1940) y las de Fundamentos de historia de América (1942), para alcanzar entidad propia en La idea del descubrimiento de América (1949, publicada como libro en 1951), pasando por “Pedro Mártir de Anglería y el proceso de América” de 1951 y que apareció como estudio preliminar a las Décadas del Nuevo Mundo en 1964, para culminar en La invención de América (1958), cuyas ideas resumió y reelaboró en “América” (1963) y en páginas polémicas como las que escribió a propósito de la celebración del V Centenario del “Encuentro de Dos Mundos”. Estudios todos en los que se manifiesta esa “con- ciencia harto filosófica de su actividad, el historiar”, que destacó José Gaos en el estudio “Historia y On- tología”, escrito con motivo de los sesenta años de O’Gorman y de su merecido emeritazgo en la Univer- sidad Nacional, y en el cual hizo ver aquella tendencia a “ontologizar la historia” (expresión de Fernando Salme- rón en un comentario que me hizo del texto de Gaos). Fue una suerte de reclamo historicista —así lo veo ahora— a la preferencia existencialista de O’Gorman, quien le había dedicado su primer libro de alcance filosófico, Crisis y porvenir de la ciencia histórica, en 1947, con estas palabras: “A José Gaos, maestro de siempre y siempre amigo”. 18 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Fantasma de Rey En torno a La supervivencia política novohispana Andrés Lira

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Ensayo sobre Edmundo O Gorman

Transcript of Edmundo O Gorman, Fantasma de Rey, Andrés Lira

  • Cuando me invitaron a participar en el homenaje anuestro inolvidable maestro Edmundo OGorman, loque mucho agradezco, record una frase de Lucas Ala-mn que se halla en su Examen imparcial de la adminis-tracin del General Vicepresidente Anastasio Bustamante.Con observaciones sobre el estado presente de la Repblica yconsecuencias que ste debe producir, texto que situamos en1835 y en el que se advierte al Alamn pesimista saladel fracaso del gobierno de Bustamante, llamado Admi-nistracin Alamn por sus detractores, y del esconditeal que le haba llevado la enconada persecucin que lehicieron por la muerte de Vicente Guerrero. En ese escritoms que el centralismo, ya en ciernes, propona Alamnun ejecutivo fuerte y el predominio de los propietariosen la representacin nacional a tono con ideas deEdmund Burke, con cuya obra estaba ya familiarizadopara contrarrestar la tirana irresponsable del Congreso,debida al rgimen federal de 1824 y su complicado sis-tema electoral, en el que siguiendo en apariencia al nor-teamericano se haba implantado una asamblea a la fran-cesa tomada a travs de la Constitucin gaditana de 1812.Alamn adverta que la debilidad del poder ejecutivoproceda ... de las restricciones y ligaduras con las quelos sombros y desconfiados legisladores de Cdiz suje-taron al fantasma de Rey que crearon en su Constitu-cin. Esta frase de Alamn, personaje central en Lasupervivencia poltica novohispana, de la que nos hablaOGorman, vena como anillo al dedo para tratar la per-vivencia ogormaniana que hoy nos convoca.

    Ese trabajo de don Edmundo apareci originalmenteen el libro conmemorativo A cien aos del triunfo de laRepblica, editado por la Secretara de Hacienda y Crdi-to Pblico en 1967; se llam entonces Eplogo. El triunfode la Repblica en el horizonte de su historia. Dos aosdespus, en 1969, la Fundacin Cultural CONDUMEX noslo entreg en la sobria y bien cuidada edicin de noventay tres pginas, que pese a su escaso volumen no llama-mos folleto. Es, como otros de don Edmundo, un librobreve, sin aparato erudito que distraiga del argumento,modelo de ensayo que tanto gustaba a nuestro autor,quien sola decir que as deberan ser los libros en los quese quiere decir algo.

    Como en otros ensayos de OGorman, hallamosen ese libro el desarrollo de ideas enunciadas antes y lasimiente de posteriores empresas del entendimiento.Es clara la relacin del Eplogo o de La supervivenciapoltica novohispana, como se quiera decir, con ese otrogran ensayo conmemorativo, Precedentes y sentido dela Revolucin de Ayutla, de 1954, y con Mxico, el trau-ma de su historia, de 1977, obras en las que puede seguirsesu preocupacin por el ser de Mxico como nacin,esclarecido por el reclamo Del amor del historiador asu patria, 1974, para traer a cuento otro ttulo, vigenciaclara en la obra de nuestro inolvidable maestro.

    Ah est la obsesin ontolgica de OGorman, mani-fiesta en corte ms acadmico en una obra de mayor volu-men, como es la que se refiere al ser de Amrica. Este temase anuncia en pginas tempranas, como son las del Pr-logo a la Historia natural y moral de las Indias del padreJoseph de Acosta (1940) y las de Fundamentos de historiade Amrica (1942), para alcanzar entidad propia en Laidea del descubrimiento de Amrica (1949, publicada comolibro en 1951), pasando por Pedro Mrtir de Angleray el proceso de Amrica de 1951 y que apareci comoestudio preliminar a las Dcadas del Nuevo Mundo en1964, para culminar en La invencin de Amrica (1958),cuyas ideas resumi y reelabor en Amrica (1963) yen pginas polmicas como las que escribi a propsitode la celebracin del V Centenario del Encuentro deDos Mundos.

    Estudios todos en los que se manifiesta esa con-ciencia harto filosfica de su actividad, el historiar,que destac Jos Gaos en el estudio Historia y On-tologa, escrito con motivo de los sesenta aos deOGorman y de su merecido emeritazgo en la Univer-sidad Nacional, y en el cual hizo ver aquella tendenciaa ontologizar la historia (expresin de Fernando Salme-rn en un comentario que me hizo del texto de Gaos).Fue una suerte de reclamo historicista as lo veoahora a la preferencia existencialista de OGorman,quien le haba dedicado su primer libro de alcancefilosfico, Crisis y porvenir de la ciencia histrica, en1947, con estas palabras: A Jos Gaos, maestro desiempre y siempre amigo.

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    Fantasma de ReyEn torno a La supervivenciapoltica novohispana

    Andrs Lira

  • Habra para rato en la apreciacin de esa amistadque se trasluce en muchos escritos de uno y otro amigo.Baste recordar que uno de los motivos que decidi a Gaosa permanecer en Mxico, pues pens seriamente entrasladarse a Argentina donde le llamaba un colega dela talla de Francisco Romero y donde tena familiares,fue la aparicin de personalidades como la de OGorman,quien al lado de Justino Fernndez, Antonio GmezRobledo, entre otros, asistieron a sus seminarios, ha-ciendo ms interesante el dilogo que el profesor espa-ol haba iniciado con quienes fueron, propiamente, susdiscpulos. Discpulos como Leopoldo Zea, el primero,que lo llevaron a indagar la historia del pensamientomexicano. Gaos hablaba de OGorman y de quienes nofueron sus alumnos en esos aos llamndoles allega-dos, poseedores de una formacin propia manifiesta ycontinuada en la relacin de colegas.

    Dejemos ah esta digresin, pues urge pasar al fan-tasma de Rey en La supervivencia poltica novohispana,objeto de nuestro texto.

    Monarqua y repblica son las alternativas, posiblesformas de ser en torno a las cuales discurre OGorman

    al ver El triunfo de la Repblica en el horizonte de suhistoria, es decir, a la repblica como parte y resultadode un proceso del que se hace cargo destacando opcio-nes, obstculos y oportunidades que aparecen en testi-monios de la poca. Esfuerzos, triunfos y derrotas de susprotagonistas en que se pone de manifiesto la dificul-tad de esas opciones, por ms que en algunos momentosse enuncien con claridad, como ocurre con la repblicaen versiones tan tempranas como son el Decreto deApatzingn de 1814 y el Acta y la Constitucin federalde 1824, mientras que la monarqua estaba ah comoconsecuencia del pasado y de la realidad inmediata dela Nueva Espaa, que habra de manifestarse como pro-yecto en los Tratados de Crdoba y precipitarse, malo-grndose, con la elevacin de Agustn Primero y lti-mo en los anales del efmero Imperio. Por ms que ocurratodo eso y tengamos presentes las opciones que podemosdiscernir hacindonos cargo del proceso, precisamentepor eso advertimos que la Monarqua y la Repblica (ascon maysculas, en tanto nombres propios de situacio-nes histricas) no estn ah como un ser ntegro salidocomo Venus del mar al consumarse la Independencia,

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    CENTENARIO DE OGORMAN

  • dice OGorman en esa forma tan de su gusto para re-cordarnos que la historia, por ms que tenga que hacer-se cargo de la mitologa y de la exaltacin triunfal, nopuede reducirse a figuras intemporales ni a la celebra-cin de destinos incuestionables. En el horizonte his-trico se advierten claros y sombras, supervivenciasinevitables y novedades insoslayables, afirmaciones eindecisiones que habr que asumir valindose de unadialctica capaz de ponderarlos. As, el horizonte hist-rico revelar precedentes y sentido, diramos apelando alttulo del estudio de OGorman ms cercano en poca yasunto al que ahora nos ocupa. Tambin ms a prop-sito para preguntarnos qu tanto de supervivencia novo-hispana haba en el proyecto autoritario enunciado porLucas Alamn en los aos cuarenta tardos de su siglo y,sobre todo, en 1852, al concluir su Historia de Mjico,y en 1853, cuando abri paso a la instalacin de AntonioLpez de Santa Anna en la presidencia de la Repblica.Eso que don Edmundo llam La dictadura conserva-dora y la monarqua de prncipe mexicano con inter-vencin no armada, en las pginas de La supervivencianovohispana, se parece a la presidencia de Luis NapolenBonaparte instalada en 1852. OGorman lo adviertecon claridad, dejando, sin embargo, de considerar queAlamn trat de evitar a todo trance el paso al imperioque vea venir en la Francia de aquellos das, como seadvierte en las ltimas pginas del tomo V de su Historiade Mjico.

    S que don Edmundo hubiera desarmado mis argu-mentos, reclamando, probablemente, la cuestin onto-lgica, a la que no pretendo entrar, pero, de cualquiermanera, me hubiera gustado discutir con l las conside-raciones que ahora hago trayendo a cuento la frase deAlamn para advertir qu tanto de supervivencia novo-hispana haba en la parte operativa y prctica nicaque, como decisin, contaba ya al fin y al cabo en la vidade aquel estadista indudable y poltico frustrado que fueel gran historiador de la insurgencia y de los primerosaos del Mxico independiente.

    Me parece que don Edmundo vio ms monarqua dela que haba en realidad, si es que la hubo, en un mo-mento republicano como fue el rgimen de las sieteleyes, cuando nos dice:

    Hemos de ver en el centralismo de 1836 una bastarda y

    curiossima actualizacin de la posibilidad tradicionalista

    de Mxico, puesto que se trata de una monarqua disfra-

    zada con mscara republicana, de una mscara republi-

    cana, de una repblica monrquica, valga la expresin,

    o, si se prefiere, de una monarqua sin prncipe que con

    un soberano colegiado (el Supremo Poder Conserva-dor): ingenioso modo de soslayar el grande e indiscu-

    tible problema inherente al establecimiento en Mxico

    de ese tipo de gobierno.

    (Lo que muestra la incomprensin del senado con-servador, cuerpo sin soberana o poder de iniciativadeturpado por Emilio Rabasa, maestro de EdmundoOGorman en la Escuela Libre de Derecho.) Si lo to-mamos as como lo propone don Edmundo, tal pareceque el fantasma de Rey que los sombros y desconfiadoslegisladores de Cdiz crearon en su Constitucin de1812 y que segn Alamn haba pasado a la desafor-tunada figura presidencial y a la del vicepresidente, ensu oportunidad, del rgimen federal de 1824, parecerapues, que ese fantasma de Rey se conjuraba en 1835para hacerlo aparecer en 1836 y luego en 1852 y 1853,segn la parte final de la Historia de Mjico y la cartaque el 23 de marzo del ltimo ao dirigi Alamn a SantaAnna y lo establecido en las Bases del 22 de abril, en quese dispuso el orden dictatorial del general instalado enel poder por obra y gracia del desorden y del descon-cierto que imperaban en el pas.

    Advierto en el fantasma de Rey de Alamn unafigura negativa empleada para destacar la monstruosi-dad de las Cortes espaolas, rgano multitudinario eirresponsable, que tan bien conoci cuando fue dipu-tado en 1821, y del Congreso mexicano de 1823-1835,al que hubo de enfrentarse y tolerar cuando fue secretariode Estado encargado de Relaciones Exteriores e Interiores(1823-1825 y 1830-1832); un rgano sino omnipoten-te, pues no fue capaz de controlar su desorganizacin ydesorden interno, s omnipresente por la beligerancia queen l cobraron los partidos, esa suerte de grupos extra-constitucionales de los que habl y que tan bien conociy tanto utiliz Lorenzo de Zavala. As, al cabo de desen-gaos y esfuerzos frustrados para cohonestar y hacersecon el dominio de ese monstruo de la democracia, la pro-puesta de Alamn como cabeza de lo que vino a ser elpartido conservador monarquista de los aos cuarentafue, con monarquismo o sin l, una poltica anticongreso,antielectoral, dictatorial, en una palabra. Creo que elAlamn monarquista indeciso de los aos cuarenta fueas no slo por el talante personal o el carcter y la anti-pata que le provocaban personajes de aqu y de all,como el plenipotenciario espaol Salvador Bermdezde Castro y Dez y lo que ste representaba, sino que lofue tambin por desconfianza a la persona fantasmasi se quiere de Rey que vea en su pasada y presenteexperiencia. Desconfi antes, y ms en 1853 ante la po-sibilidad de entronizacin de un militar, nica carta dis-ponible en ese momento, como Antonio Lpez de SantaAnna. Basta ver las cartas al duque de Terranova yMonteleone y lo que nos dice en su Historia de Mjicosobre Santa Anna para darnos cuenta del pesimismotan grande que inspir la opcin por este personaje alconsiderarlo indispensable, pues no tena otro en aquelsombro horizonte, en la instrumentacin de un mo-delo de su siglo como era el del cesarismo demaggico

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  • que resurga en Francia nutrido por el bonapartismo,tradicin inaugurada en el siglo XIX y, por un conjuntode situaciones recientes, como la revolucin de 1848,la presidencia absoluta de 1852 y luego, en diciembredel mismo ao, la exaltacin de otro emperador de losfranceses de Francia era imposible pues como na-cin era la soberana en virtud de lo cual se conjurabael fantasma de Napolen, el conocido y temido agitadorde desventuras del mundo de la Nueva Espaa, de lasque se haba ocupado Alamn en su Historia.

    Recordemos las palabras de Manuel Abad y Queipoen su Representacin a la Primera Regencia del 30 de mayode 1810. El electo nunca confirmado obispo deMichoacn trataba de aportar los medios para evitar elestallido de violencia que anunciara una dcada antesen otra representacin escrita por orden de su antecesor,hacindose cargo de la desigualdad, la injusticia y el ma-lestar de la sociedad. Ahora agregaba el momento pol-tico, los acontecimientos que sacudan al mundo europeoy al americano, con estas palabras que nos pareceninsustituibles:

    El fuego elctrico de la Revolucin Francesa, hiriendo

    simultneamente todas las dems naciones, destruyendo

    las unas y agitando y conmoviendo las otras, puso en

    movimiento y reuni en estos pases (hispanoamericanos)

    los primeros elementos de la divisin y el deseo ardiente

    de la independencia. La fuerza revolucionaria de aquella

    numerosa nacin, organizada por un sistema militar, el

    ms perfecto, y concentrada ltimamente en las manos de

    un tirano emprendedor y astuto, le proporcion los

    grandes sucesos que sabemos; a los que concurri tal vez

    la mayor ceguera de los dems gobiernos. Ceguera in-

    concebible, pues que ninguno de ellos ha abierto todava

    los ojos por escarmientos propios ni ajenos y que slo puede

    ser producto de un despotismo inveterado y de una

    corrupcin general.

    La magnitud y brillantez de estos sucesos, que tanto

    deslumbran a los hombres, granjearon al tirano en todas

    partes del globo una turba inmensa de idlatras admira-

    dores, que lo contemplan, el hroe ms famoso de la his-

    toria, el regenerador del mundo, omnipotente e irresisti-

    ble en sus empresas, como se preconiza con impudicia

    inaudita...

    Tal es la impresin de aquella potencia imperialemanada de una gran revolucin y que desemboc enel cesarismo demaggico que ensombreci el siglo XIX,a mediados del cual se situaba Alamn cuando refren-daba los diagnsticos pesimistas que le conocemos desde

    CENTENARIO DE OGORMAN

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  • el texto de 1835, Examen imparcial de la administra-cin del General Vicepresidente Anastasio Bustamante, yque le vemos rehacer con ms negros colores puesno en balde haban pasado la guerra de Texas y la inva-sin norteamericana con sus terribles consecuenciasen la Historia de Mxico, escrita entre 1846 y 1852.Alamn no quera aquel cesarismo, evidentemente, peromenos deseaba la tirana de una corporacin irrespon-sable como el Congreso, surgida del perpetuo vaivn delas elecciones; de ah su rechazo manifiesto a cualquiertipo de eleccin popular, por pequeo y lejano que fuerael mbito en el que se realizara; de ah tambin el rechazoa las jurisdicciones territoriales amplias que pudieranreclamar autonoma poltica, contra las que propusoen poca temprana y refrend en 1852 la creacin dedepartamentos reducidos (no menos de cincuenta parala Repblica Mexicana, mientras que en la Francia de susdas eran ochenta y seis), regidos por un sistema uni-forme y armnico desde el centro, sin dejar de tomaren cuenta diferencias y distancias regionales. En suma,lo que esboz en 1852 al concluir su Historia y lo quepropuso en 1853 en la carta a Santa Anna y en las Basespara la administracin de la Repblica..., fue un rgimende repblica central nada democrtico: menos polticay ms administracin, haba dicho mile de Girardincuando se gestaba el rgimen de Luis Napolen Bona-parte y, querindolo o no, sera el lema de quienes postu-laban el orden como posibilidad de la actividad poltica.

    Pero un sistema central o unitario como el que pro-puso Alamn a fines de su vida tena que valerse de fac-tores reales de poder y de modelos que ofrecieran larealidad probada en lo que se perciba como historiapropia. Factores formados de elementos monrquicoscomo los de la presidencia cortada para Luis Napolenen la Constitucin del 14 de enero de 1852, presiden-cia en la que advirti Alamn el peligroso trance deconvertirse en imperio, le pareci impracticable. Deah que hubiera pensado en la recuperacin de ciertasinstituciones de la Nueva Espaa para moderar el rgi-men dictatorial que esbozaba en las ltimas pginas deltomo V de su Historia: juicio de residencia al lado de laresponsabilidad del presidente, no slo de los minis-

    tros, por sus actos de gobierno; distritos poltico admi-nistrativos reducidos como los de las antiguas alcaldasmayores y de los corregimientos, para deshacer extensio-nes como las de las intendencias y los estados de la fede-racin, que segn Alamn haban resultado de la ltimareorganizacin colonial; ni qu decir de la exclusividaddel culto catlico, pues aun suponiendo que la religincatlica no fuera la nica verdadera, era en los hechosel nico lazo que una a los mexicanos, mientras que lasnovedades los desunan; tambin un ejrcito regido comotal, como fuerza regular, nada de milicias, nada de fuer-zas populares locales y menos, por supuesto, eleccionesde autoridades, nada, en suma, que tendiera a la desar-ticulacin del sistema central; usar diseos recientes,como el de aquella presidencia pro imperial de la Franciade sus das, incorporando los elementos tradicionales quecohesionaran a la sociedad para marchar por el caminode la racionalidad modernizadora con sus derechos in-dividuales, industria y comercio nacional e internacio-nal; es decir, el diseo adecuado a la economa polticaera el fin que persegua Alamn al proponer, siguiendoel ejemplo de Francia, la eliminacin del Congreso paradar paso a comisiones como aquellas de las que se valiel tirano Napolen para elaborar los cdigos y la legisla-cin con los que defini el orden y afirm su poder. Prue-ba de ello era la vigencia de esos cdigos y de esos prin-cipios en los regmenes de la restauracin y ahora en lapresidencia que, contra lo que Alamn deseaba, se ibaconvirtiendo en monarqua hereditaria.

    Para evitar que eso pasara en Mxico hizo las pro-puestas que vemos al final de su Historia y adelant loque estuvo en sus manos en las Bases del 22 de abril de1853. Su muerte, ocurrida el 2 de junio, a menos de dosmeses del arribo de Santa Anna a la presidencia, hizoimposible cualquier control desde el llamado partidoconservador, control que, por otra parte, se antoja im-pensable pues ni la situacin ni el temperamento delcaudillo militar estaban para contemporizaciones ni con-sejos. Sin embargo, puede advertirse la calidad moder-nizante de muchos proyectos, cuando leemos las dis-posiciones dictadas por Antonio Lpez de Santa Anna,benemrito de la patria, general de divisin, gran maestre

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    Advierte OGorman en Mxico, el trauma de su historia, los conservadores queran la modernidad sin

    modernizarse, queran las ventajas del cambio sin cambiar.

  • de la nacional y distinguida orden de Guadalupe, caba-llero gran Cruz de la real y distinguida orden de Carlos IIIy presidente de la repblica mejicana... (as, con esas ma-ysculas y minsculas), pues bajo el encabezado oro-pelesco y en virtud de las facultades otorgadas vemosdisposiciones admirables como el Cdigo de comercio,la ley y reglamento del Contencioso administrativo de1853, y la Ley de Instruccin Pblica del 19 de diciem-bre de 1854 y sus reglamentos, referentes a la Primaria,Secundaria o Preparatoria, Superior de Facultades yEstudios Especiales, y otras que dan idea de las metaspropuestas en la reorganizacin del pas por aquel grupode personas afn a Lucas Alamn.

    Como haya sido, el que hubiera tomado en cuentaciertas instituciones tradicionales para nutrir el decimo-nnico aparato de una dictadura presidencial, o si sequiere, una repblica monrquica sin prncipe heredi-tario, le gan a Alamn el prestigio de retrgrado novo-hispanizante, digamos, y hasta de antiindependentista(nada ms lejos de lo que fue, como se advierte en suactuacin como Secretario de Estado). El temor a laabsorcin por los Estados Unidos, a la ocupacin y alpredominio de la raza anglosajona, lo hizo inclinarsea la Europa latina, lo que le gan tambin la seal detradicionalista a ultranza. Como advierte OGormanen Mxico, el trauma de su historia, los conservadoresqueran la modernidad sin modernizarse, queran lasventajas del cambio sin cambiar, lo cual era imposibleaqu y all; es decir, en el lugar del que se trajo el mode-lo dictatorial modernizante, pues si bien, vemos que aNapolen III se le fue convirtiendo el Imperio en rep-blica; el senado consulta con los que gobern, fueroncada vez ms leyes elaboradas por un rgano legislativorepublicano moderado. Cuando en 1870 el Imperiosucumbi, la repblica estaba organizada ya, los polti-cos que se hicieron cargo de la situacin, advierte enalgn lugar Justo Sierra autor tan estudiado y recono-cido por OGorman eran monarquistas pero optaronpor la repblica mostrando que antes que monarquistaseran buenos franceses. (La Tercera Repblica, recor-demos, no tuvo propiamente una Constitucin. Seorganiz sobre la base de las Leyes constitucionales de1875 relativas a los poderes pblicos, conservando elaparato administrativo construido por los regmenesanteriores.)

    Bueno, pues en Mxico, antes que republicano omonrquico haba que ser buen mexicano puesto quela existencia de Mxico como nacin no admita retrasosen el cambio. ste tena que hacerse, ya que la moder-nidad se impona con o sin monarqua o sistema dicta-torial y es lo que, siguiendo el apunte trazado desdePrecedentes y sentido del Plan de Ayutla, viene amostrar OGorman en El triunfo de la Repblica enel horizonte de su historia, cuando nos hace ver que ni

    la supervivencia novohispana era ya posible en el senode una monarqua paternalista, que el rechazo a la dic-tadura no poda instrumentarse con la restauracin delrgimen de 1824 complementado con las reformas de1847, sino que la Reforma era el punto de partida parahacer posible la nacin en su siglo. As, con el rechazode la dictadura, un nuevo congreso convocado comoextraordinario se integra como revisor de los actos delrgimen de Santa Anna y como constituyente.

    Del desenlace de los hechos se ocupa brevementepara llegar a lo definitivo: el Presidente Benito Jurez,el otro personaje central de la historia, en plena guerracivil asume en Veracruz, el 7 de julio de 1859, la Reformacomo nica posibilidad cuando declar que era indis-pensable eliminar las indecisiones y las contemplacio-nes que impedan el camino a la libertad, sustento delorden republicano, pues los principios de ese orden, diceel Presidente Jurez, no han podido arraigarse en lanacin mientras que en su modo de ser social y adminis-trativo se conserven diversos elementos de despotismo,de hipocresa, de inmoralidad y de desorden que loscontraran. Cita que hace OGorman con gusto y subra-yando modo de ser social y administrativo, que tan bienviene a su visin ontolgica. Advierte as, en plena armo-na con la tradicin historiogrfica del liberalismo triun-fante que tanto critic, dicho sea de paso, como visinsustancialista que aquella guerra civil era verdaderaGuerra de Reforma conscientemente asumida y enca-

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    CENTENARIO DE OGORMAN

  • bezada no por Jurez el impasible, pues ello suponaun hombre inmvil, indolente ante el drama, sino Jurezel intransigente, empeado contra sus enemigos y par-tidarios indecisos en una opcin: la del cambio radicalde la sociedad, no slo del diseo poltico.

    Algo insoslayable, pues era vigencia y actualidadpoltica de aquellos das, como habran de reconocerlo,muy a su pesar, los partidarios de la monarqua tradi-cional con prncipe europeo e intervencin extranjera,pues el prncipe extranjero, Maximiliano de Habsburgopersonaje ms de cuento de hadas que de Maquia-velo, nos dice Luis Gonzlez y Gonzlez result par-tidario del cambio social y administrativo. Comenz porreconocer las reformas realizadas por los gobiernos re-publicanos de Ignacio Comonfort y de Jurez y puso enjuego ciertos mecanismos conciliadores en la delicadacuestin de la desamortizacin de tierras de las comu-nidades de los pueblos de indios, que luego, en ocasiones,aprovech el gobierno de la Repblica para dar fin a en-conadas cuestiones.

    La repblica se impona en el horizonte de su historia.Haca tiempo que era su historia y en sta no haba lugarpara la Nueva Espaa, como lo muestra el ltimo cap-tulo de La supervivencia poltica ..., Significado ameri-canista de El triunfo de la Repblica: la muerte de laNueva Espaa, en el que se hace acopio de los enun-ciados que aparecen en documentos claves y se muestralo difcil que fue la adopcin de la voz repblica paradefinir el ser de la nacin mexicana.

    Por lo que hemos dicho al comentar lo referente a ladictadura de Santa Anna, nos parece que la Nueva Espa-a como opcin en el horizonte de la historia estabamuerta haca tiempo, con o sin monarqua, la dictadurapropuesta era otra cosa, un ser de su siglo en el que nohaba sino un fantasma de Rey. Lo cual no implicadesconocer el significado de la Reforma como afirma-cin de la Repblica en la conformacin de Mxico, enla concepcin de su ser como ente histrico. Enseanzaclara de la obra de OGorman que me lleva a expresar

    dos consideraciones con las que terminar este recuerdoque quisiera ser conversacin con l.

    Es evidente la coincidencia con las ideas de JustoSierra, cuya obra OGorman ponder y expuso con di-versos motivos, reconociendo el valor de haber logradouna visin benvola, comprensiva y responsable de la his-toria de Mxico. Salta a la vista la forma en la que Sierraadvirti los mritos de Jurez como reformador y lo quesignific la Reforma para Mxico. El ltimo libro deSierra, Jurez, su obra y su tiempo (1906) fue la reaccinante la negacin de los mritos de reformista hecha porFrancisco Bulnes. Sierra mostr entonces el difcil caminoque recorrieron los hombres de varias generaciones paraafirmar la Repblica como posibilidad de Mxico.OGorman nos ha dado una visin lcida del curso ysignificado de esa lucha. Sin duda la obra de Sierra abonastas y otras de sus pginas y no tendra empacho en re-conocerlo como lo expres en 1974 cuando, al recibirel Premio Nacional de Ciencias y Artes, nos habl Delamor del historiador a su patria.

    Finalmente, si al hablar de La supervivencia polticanovohispana he trado a cuento la figura de un fantasmade Rey, mentado por Lucas Alamn, se me ocurrehablar ahora de un fantasma de presidente de la Rep-blica creado y animado por todo eso que se ha invocadocomo presidencialismo y alegado como antipresiden-cialismo. Prueba de ello es que en este momento tene-mos, gracias a la irresponsabilidad de una partidocraciasubsidiada con recursos pblicos, a altsimo costo no sloeconmico sino tambin social y poltico, tres personajesque aparecen bajo el nombre de presidente: uno cons-titucional, todava en funciones; otro electo, y un terce-ro que se hizo proclamar, despus de su derrota el da delas elecciones, presidente legtimo. Eso s es fantasmade presidente o presidencialismo afectado, porque elpresidencialismo real, la figura y autoridad del presi-dente, ha venido derrumbndose desde hace tiempo yen este derrumbe han participado activamente quienesahora se llaman presidente.

    24 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO

    Monarqua y repblica son las alternativas,posibles formas de ser en torno a las cuales discurre

    OGorman al ver El triunfo de la Repblica en el horizonte de su historia.