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1 El acoso sexual a mujeres migrantes y autóctonas en el sector de la prostitución y los servicios domésticos Cristina Cuenca Piqueras [email protected] Pilar Rodríguez Martínez [email protected] Resumen En esta comunicación se analiza el acoso sexual dentro de dos sectores de trabajo ocupados mayoritariamente por mujeres migrantes en España: los servicios domésticos y sexuales. Se realiza una comparativa para conocer si hay o no diferencias entre la violencia sufrida en ambos sectores y se analiza si la condición de migrante añade un plus de vulnerabilidad frente al acoso sexual. Se parte de las hipótesis del modelo multidimensional del acoso sexual, que explica por qué el fenómeno incide más en las mujeres pertenecientes a las minorías. Para comprobar esta teoría, se realiza un trabajo de campo que consiste en un análisis de 32 entrevistas a mujeres españolas y extranjeras, que trabajan en el servicio doméstico y en la prostitución. Palabras clave: acoso sexual, migrantes, servicio doméstico, prostitución.

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El acoso sexual a mujeres migrantes y autóctonas en el sector de la prostitución y

los servicios domésticos

Cristina Cuenca Piqueras [email protected]

Pilar Rodríguez Martínez

[email protected]

Resumen

En esta comunicación se analiza el acoso sexual dentro de dos sectores de

trabajo ocupados mayoritariamente por mujeres migrantes en España: los servicios

domésticos y sexuales. Se realiza una comparativa para conocer si hay o no diferencias

entre la violencia sufrida en ambos sectores y se analiza si la condición de migrante

añade un plus de vulnerabilidad frente al acoso sexual. Se parte de las hipótesis del

modelo multidimensional del acoso sexual, que explica por qué el fenómeno incide más

en las mujeres pertenecientes a las minorías. Para comprobar esta teoría, se realiza un

trabajo de campo que consiste en un análisis de 32 entrevistas a mujeres españolas y

extranjeras, que trabajan en el servicio doméstico y en la prostitución.

Palabras clave: acoso sexual, migrantes, servicio doméstico, prostitución.

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Introducción

El acoso sexual laboral, como tipo de violencia en el trabajo, supone una forma

de comportamiento que atenta contra derechos fundamentales del trabajador como su

intimidad, dignidad y libertad sexual. En España se ha estudiado muy poco este

fenómeno desde una perspectiva sociológica y mucho menos limitando su alcance a

sectores laborales en concreto. En el presente trabajo se realiza una doble comparativa.

De un lado se observan las diferencias entre la violencia sufrida en los sectores del

servicio doméstico y sexuales. De otro se pretende conocer si hay diferencias en las

experiencias de acoso sexual entre las mujeres españolas y migrantes. Si se tiene en

cuenta que los últimos estudios apuntan que el acoso sexual en el trabajo afecta más a

las mujeres extranjeras, este trabajo tiene un interés añadido, ya que no se han realizado

apenas estudios sobre este tipo de violencia en migrantes.

Los sectores laborales que analizamos son escogidos teniendo en cuenta la alta

proporción de mujeres migrantes que se insertan en los mismos. En España, los trabajos

domésticos son realizados casi en exclusiva por mujeres y en una alta proporción -

aproximadamente un 60% - por migrantes. La mayoría de estas mujeres proceden de

países latinoamericanos (INSTRAW, 2009:80). En tanto a los servicios sexuales, se

señala que más del 90% de las mujeres que trabajan en la prostitución son extranjeras.

Concretamente se destaca que el 60% procedería del continente americano, el 30% son

europeas de los países del este -principalmente rumanas y rusas- y el resto africanas -

especialmente marroquíes y nigerianas-, sin que apenas se encuentren mujeres asiáticas

ni españolas (Unidad técnica de Policía Judicial de la guardia Civil, 2005:26).

Como punto de partida concretamos que cuando hablamos de acoso sexual nos

referimos al concepto legal en España, en concreto a “cualquier comportamiento,

verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de

atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno

intimidatorio, degradante u ofensivo”1. Atendiendo a esta definición, el fenómeno aúna

conductas de muy diversa naturaleza. Por esto, se ha decidido utilizar una tipología que

divide las conductas en dos tipos de acoso sexual, denominados “chantaje sexual” y

1 Conforme al artículo 7 de La Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de Mujeres y Hombres, que incorpora la definición de acoso sexual y también la definición de acoso por razón del sexo.

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“acoso sexual ambiental”2. El “chantaje sexual” -también nombrado como “acoso quid

pro quo” o “acoso de intercambio”- será el producido por un superior jerárquico o por

alguna persona que pueda incidir sobre el empleo y las condiciones de trabajo de la

persona acosada. Este tipo de acoso consiste en un chantaje por el que se obliga a un

trabajador a elegir entre someterse a los requerimientos sexuales o perder algún

beneficio laboral o incluso el propio empleo. De otro lado, el “acoso sexual ambiental”

será aquella conducta que crea un entorno laboral intimidatorio, hostil o humillante para

la persona que es objeto de la misma. Entre los comportamientos que podrían llegar a

crear este “ambiente hostil” se encuentran los chistes o insultos, coqueteos, comentarios

acerca del cuerpo o vida sexual de una persona, comentarios sexualmente degradantes,

solicitudes repetidas de citas, gestos sexualmente vulgares, insinuaciones, contactos

físicos indeseados, entre otros (Sánchez de Lara y Chicano, 2010:63). En este caso

pueden realizar el acoso los compañeros de trabajo, sean o no superiores jerárquicos.

También podrían realizar las conductas los terceros relacionados de algún modo con la

empresa.

Marco teórico

El modelo teórico del que partimos es la teoría multidimensional3, puesto que

consideramos que da luz sobre aspectos clave en el entendimiento del acoso sexual en

colectivos minoritarios. Estos modelos comparten las premisas iniciales de los

feminismos periféricos, que se insertarían en el marco de los feminismos de la tercera

ola, feminismos post-coloniales o feminismos del Tercer Mundo. Estos feminismos se

caracterizan por detectar múltiples divisiones sociales, considerando que “las mujeres”

no son una categoría social homogénea (Rodríguez, 2011). Respecto al acoso sexual, se

denuncia que los estudios que han conducido al desarrollo de teorías están, en gran

medida, basados en las experiencias de las mujeres blancas, pasando por alto, e incluso

excluyendo, aquellas experiencias de mujeres que pertenecen a las minorías. 2 Si bien pueden establecerse diferentes tipologías, la más común es la que utilizamos en el presente trabajo. La clasificación trae causa de las perspectivas legales. En concreto, se incorpora a la legislación estadounidense en 1980, cuando la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo de Estados Unidos -en adelante EE.UU.- estableció un estándar legal que definió el acoso sexual. La Unión Europea ha importado esta clasificación, teniéndola presente en la Resolución del Consejo de Ministros de las Comunidades Europeas 29 de mayo de 1990 sobre la protección de la dignidad de la mujer y del hombre en el trabajo y la Recomendación de la Comisión, de 27 de noviembre de 1991 (92/131/CEE). Esta clasificación también es utilizada en la actualidad por la Organización Internacional del Trabajo (2007). 3 Pese a que estos modelos teóricos no son denominados por la comunidad científica con un término concreto, siguiendo a Fitzgerald y Buchanan (2008:138) hemos decidido denominar este conjunto de teorías como “modelos multidimensionales” del acoso sexual.

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Dentro de los modelos multidimensionales han cobrado gran importancia los

estudios realizados en EEUU, fundamentalmente aquellos basados en afroamericanas e

hispanas. Para el colectivo de afroamericanas en EEUU se ha demostrado que

experimentan más acoso físico y los tipos más graves de acoso sexual en comparación

con las mujeres blancas (Woods et al. 2009: 68). Como motivos se señalan la sobre

representación de este colectivo en determinadas categorías que aumentan la

vulnerabilidad de la víctima, como su precariedad económica, que le afecten los

estereotipos sobre la disponibilidad sexual, el estar sola o divorciada y ser joven

(Buchanan y Omerod, 2002:107-108).

De otro lado, en el caso de las hispanas, los autores han destacado que es más

complicado detectar el acoso en este colectivo, – y sobre todo en las mujeres más

tradicionales-, porque, para ellas, muchos de esos comportamientos ofensivos no

constituirían acoso, sino que son “normales”. Se considera que las normas de conducta,

incluyendo los comportamientos de género y sexuales, varían significativamente a

través de las culturas, por lo que es posible que el acoso sexual sea experimentado de

manera diferente en las mujeres hispanas que en las angloamericanas. Además, se

señalan otras circunstancias que marcarían diferencias con respecto a las autóctonas.

Así, las mujeres hispanas acosadas se sentían muy incomodas a la hora de hablar con

amigos, compañeros de trabajo o familiares sobre su experiencia, y ellos podrían no

apoyarles en la decisión de denunciar estos hechos a la autoridad. Otras cuestiones a

considerar son que las hispanas suelen tener peores trabajos, con menos sueldo, más

posibilidad de desempleo y tienden a mantener familias extensas (Shupe et al. 2002).

Los estudios más recientes dentro de este modelo multidimensional señalan la

posibilidad de que en las mujeres de las minorías se produzca un tipo de acoso sexual

que combinaría experiencias simultáneas de racismo y sexismo, al que denominan

“acoso sexual por la raza” o “acoso sexual racial”, en el que tanto el acoso sexual como

el racial se encuentran presentes y no son fácilmente distinguibles. Así, aunque un

compañero de trabajo pueda referirse a una mujer blanca como “puta” o “guarra”, a una

mujer afroamericana la llamarán “puta negra”, creándose así una experiencia que

combina los aspectos tanto de raza como de opresión sexual (Buchanan y Ormerod

2002:109). También se señala como ejemplo de acoso sexual racial el ser llamada por

un nombre étnico sexualizado como “geisha” (Fitzgerald y Buchanan, 2008:148).

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Respecto a la incidencia del acoso sexual en los servicios domésticos, los

estudios que se han realizado se centran en la modalidad de trabajo denominada en

España como “interna”. Así, DeSouza y Cerqueira (2009), afirman que un indicador

importante con respecto a la violencia en este sector es si las trabajadoras viven o no en

casa de sus empleadores. En las trabajadoras internas se produce una mayor

dependencia económica hacia la familia de acogida y una mayor interacción y

proximidad con los miembros de la misma. Estas trabajadoras están más aisladas de sus

propias familias, que pueden vivir muy lejos. Por lo tanto, estas mujeres pueden tener

un menor apoyo social para evitar el acoso sexual que las trabajadoras domésticas que

residen en sus propias casas. Desde un punto de vista legal, Vellos afirma que las

trabajadoras domésticas, al trabajar en domicilios privados, no disponen de personas

que testifiquen sobre la veracidad de sus denuncias de acoso. También señala que en

EEUU se han detectado casos de empleadores que explotaban laboralmente y

solicitaban favores sexuales a sus empleadas domésticas ofreciendo a cambio ayuda

para obtener la “green card”-tarjeta de residencia y trabajo permanente en EEUU-

(Vellos, 1997: 424-428).

Es más, estos autores observan que casi la mitad de las encuestadas informaron

de que el acoso sexual se produjo en sus habitaciones –refiriéndose a su espacio privado

en la residencia del empleador-, y cuando ya había terminado su jornada laboral. Otro

aspecto que destacan es que, si bien las trabajadoras domésticas se sentían cómodas

compartiendo sus experiencias con el personal de los sindicatos, se suelen negar a

presentar quejas formales ante la policía, por el temor a ser ridiculizadas por los

funcionarios y a no encontrar nuevos puestos de trabajo. De hecho, la presentación de

una queja formal rara vez parecía dar algún fruto (DeSouza y Cerqueira, 2009:1278-79).

De otro lado, son escasos los trabajos que analizan la incidencia del acoso sexual

en las prostitutas4. Es posible que sea debido al peso institucional del movimiento

abolicionista, que considera la prostitución como una forma de violencia contra las

mujeres5. Si se parte de este planteamiento, poco interés tiene el análisis del acoso

sexual que puedan sufrir las prostitutas, ya que el propio ejercicio de esta actividad

4 En el presente trabajo, cuando nos referimos a prostitución la definimos como “prestación voluntaria y negociada de servicios sexuales remunerados” (Maqueda, 2009: 61). 5 Conforme a Heim (2006:447), en España la gran mayoría de las entidades públicas o privadas que desarrollan programas para la prostitución lo hacen desde una perspectiva abolicionista.

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laboral supone una violencia más intensa. Por nuestra parte consideramos que se puede

producir acoso sexual en el sector de los servicios sexuales, aunque presenta algunos

matices específicos si se compara con el acoso sexual en otros sectores laborales6.

Además, otro problema añadido a la hora de hablar de acoso sexual en este colectivo es

la importante presencia del denominado “hostigamiento o acoso en los espacios

públicos7”. La posibilidad de que se produzcan casos en los que se fusiona el acoso

sexual laboral y el hostigamiento en espacios públicos es muy alta en las prostitutas que

ejercen en la calle, -por ser este su lugar de trabajo-, lo que dificulta todavía más el

análisis de sus experiencias.

Para entender la manera en que el acoso incide en las trabajadoras sexuales, es

necesario tener en cuenta sus condiciones de trabajo y entorno laboral. En España, el

estigma en las trabajadoras sexuales y el rechazo a la prostitución suponen una mayor

vulnerabilidad de las mujeres que trabajan en la industria del sexo. A las prostitutas se

las sitúa en muchas ocasiones en barrios marginales o en los extrarradios de las ciudades

y en zonas con escasa iluminación. Además, la falta de regulación de la prostitución

como trabajo las sitúa al margen de la legalidad, y actúa reforzando la vulnerabilidad

social de las mujeres, haciendo imposible la demanda de condiciones de seguridad en su

trabajo y de protección policial (Serra, 2006: 39-43). Es más, la combinación de

prostituta e inmigrante, en muchos casos irregular, dificulta la denuncia de cualquier

agresión, por miedo a ser expulsadas del país (ASKABIDE, 2009:3).

Por tanto, la exposición de las prostitutas a las situaciones de peligro es evidente,

reflejándose en los estudios que las prostitutas presentan altas posibilidades de sufrir

violencia verbal, amenazas, robos y palizas. En concreto, aquellas que ejercen en la

calle sufren más violencia debido a la dureza de las condiciones para el ejercicio de la

actividad y a la precariedad (ASKABIDE, 2009:6). Además, no debemos olvidar el

6Si recordamos la clasificación que se propone en la introducción, es perfectamente posible que una mujer trabajando en la prostitución sufra un “chantaje sexual”. No obstante, respecto al “acoso ambiental” se debe precisar que la detección es especialmente complicada. Por ejemplo, determinadas conductas que en otros ámbitos laborales se incluirían dentro de esta categoría -tales como los chistes de contenido sexual, los coqueteos, los acercamientos excesivos, entre otros-, se pueden producir durante la negociación previa a la realización del servicio, y esto implica que estos comportamientos, en este momento concreto, queden excluidos del acoso sexual laboral. Por esto, se debe ser especialmente cuidadoso a la hora de determinar qué es y que no es acoso sexual en la prostitución. 7 El “hostigamiento en la calle” incluye comportamientos como el contacto físico no deseado, comentarios sexuales, “comer con los ojos” y el acecho a la víctima. Los estudios destacan que el hecho de que la víctima no conoce al autor, hace tal experiencia en particular difícil de esperar y por lo tanto de evitar (Macmillan et al. 2000:307).

7

fuerte estigma que sufren las prostitutas por realizar esta actividad, que las sitúa entre lo

marginal y lo socialmente no aceptado. El término “puta” funciona como estigmatizador

y, se utiliza por los clientes, traficantes y empresarios en su trato con las trabajadoras

sexuales garantizando su impunidad en caso de conflicto (Serra, 2006:37).

Las prostitutas son particularmente vulnerables a ser convertidas en víctimas por

su estilo de vida: trabajar de noche en lugares públicos, llevar dinero en efectivo y estar

socialmente aisladas, siendo abusadas en ocasiones en sus relaciones con los

proxenetas. En este sentido, Gülçür e Ilkkaracan (2002:416) afirman que algunas

prostitutas migrantes en Turquía se encuentran forzadas a trabajar con proxenetas para

poder conseguir clientes y, en algunos casos, llegaron a mantener relaciones sexuales

con sus proxenetas bajo presiones. Pese a las afirmaciones de estos autores, como

norma general, los estudios no muestran que se produzca frecuentemente la violencia

por parte de los proxenetas o de los clientes, sino que la violencia sí se puede producir

de forma puntual. En otras palabras, debido al peligro constante al que las prostitutas se

enfrentan, la posibilidad potencial de violencia por parte de un cliente siempre está ahí.

No obstante, en ocasiones el vínculo con algunos clientes constituye para ellas un

recurso emocional o financiero (Andrijasevic, 2010: 84).

Metodología

El trabajo de campo que se presenta consiste en un análisis sobre 32 entrevistas8.

Los criterios para seleccionar a las mujeres entrevistadas fueron ocupación,

nacionalidad, nivel de estudios, edad y tener o no hijos. En cuanto a la ocupación, se

tuvieron en cuenta dos nichos de trabajo en los que se insertan con frecuencia las

mujeres migrantes, el trabajo doméstico y la prostitución. Como segundo criterio de

selección se ha establecido la nacionalidad, introduciendo dentro de las extranjeras una

diferencia entre las mujeres que provienen de Latinoamérica, África y Europa del Este.

Se han excluido en este caso a las que provienen de otros países de la Comunidad

Europea. En la muestra se buscaban principalmente mujeres que hubiesen sufrido

violencia en el trabajo, aunque finalmente se amplió con algunos casos que hubiesen

sufrido trata con fines de explotación sexual.

8 El trabajo de campo se encuadra dentro del proyecto de investigación “Violencia de género en poblaciones autóctonas y migrantes en el sureste español (Almería – Murcia). Un análisis comparativo”, dirigido por Pilar Rodríguez Martínez, que se desarrolló en el Centro de Estudios para la Migraciones y las Relaciones Interculturales CEMyRI (Secretaria de Estado e Inmigración – Universidad de Almería).

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Tabla 1: Resumen de los perfiles de las mujeres entrevistadas.

Nacionalidad Ocupación en España Nivel de estudios Edad Tiene hijos

Española servicio doméstico Graduado Escolar 23 0 Española servicio doméstico - 54 2 Española cuidado de niños Grado Superior de

Información Turística 21 0

Española servicio doméstico COU 50 2 Española Prostitución/servicio

doméstico EGB 30 0

Española prostitución / servicio doméstico

Básicos 43 2

Española prostitución / servicio doméstico

Trabajo Social 28 0

Española Prostitución Formación Profesional 45 4 Ecuatoriana servicio doméstico Básicos 33 2 Brasileña servicio doméstico - 65 4 Boliviana servicio doméstico Magisterio en Bolivia (no

lo terminó) 26 0

Argentina servicio doméstico Grado Superior de Administración

31 1

Marroquí servicio doméstico Primaria 36 1 Marroquí servicio doméstico título de costurera 35 2 Nigeriana servicio doméstico /

prostitución Secundaria 35 0

guineo Ecuatoriana auxiliar de ayuda a domicilio

Auxiliar de Enfermería 38 2

Rusa servicio doméstico Formación Profesional 39 2 Rumana servicio doméstico estudiante de Derecho 30 0 Rusa servicio doméstico academia de policía 52 3 Argentina servicio doméstico - 38 3 Brasileña prostitución / servicio

doméstico cocinera profesional 35 1

Rusa prostitución / servicio doméstico

- 37 1

Rumana prostitución / servicio doméstico

primer curso de Derecho 30 1

Rumana servicio doméstico - 38 2 Guatemalteca prostitución / servicio

doméstico segundo curso de Ciencias de la Información

38 1

Nigeriana prostitución Secundaria 22 0 Marroquí prostitución sin estudios 42 1 Nigeriana prostitución Secundaria 33 2 Nigeriana prostitución Secundaria 45 5 Rumana prostitución / servicio

doméstico Secundaria 21 1

Rumana prostitución / servicio doméstico

sin estudios 37 4

Rumana prostitución Secundaria 25 0

Fuente: Elaboración propia.

9

Las españolas actúan en la investigación como grupo de control, pues lo que

interesa estudiar es, precisamente, si existen diferencias entre las españolas y el resto de

las mujeres que tienen que ver específicamente con el hecho de ser migrantes. Se trata

de ver si el contexto en el que se sufre la violencia varía, así como el tipo de violencia.

En cuanto al resto de criterios, es decir, nivel de estudios, edad, y el hecho de tener

hijos, se han realizado cuatro grupos: las que tienen un nivel de estudios bajo, jóvenes y

sin hijos frente a las que tienen un nivel de estudios alto, jóvenes y sin hijos. Por otro

lado tenemos a las que tienen un nivel de estudios bajo, mayores y con hijos y las que

tienen un nivel de estudios alto, mayores y con hijos. Como nivel de estudios bajo se

considera menos de educación primaria o primaria. En nivel de estudios alto se incluyen

aquellas mujeres que tienen secundaria terminada, aunque se prefiere a aquellas que han

cursado estudios universitarios. Debido a la dificultad de encontrar algunos perfiles

concretos se ha necesitado prescindir de algunos de los requisitos que establecíamos en

principio.

El análisis de las entrevistas semi-estructuradas se ha realizado con el programa

NUDIST N-Vivo. Para facilitar nuestro análisis, las categorías analizadas aluden

principalmente a datos sociodemográficos de la mujer entrevistada y su agresor. Por su

parte, los nodos se refieren a cuestiones relacionadas con la violencia en el trabajo y con

las experiencias de acoso sexual que han sufrido las entrevistadas.

Como hipótesis principal, consideramos que en el colectivo de migrantes se

producirá más acoso y los tipos de acoso más graves. Realizamos esta afirmación

considerando que los modelos multidimensionales afirman que las mujeres de las

minorías étnicas son más vulnerables a este tipo de violencia. Es más, los estudios sobre

acoso apuntan que determinadas condiciones laborales relacionadas con la precariedad

pueden aumentar las posibilidades de sufrir acoso sexual. En las mujeres migrantes en

España se reflejaría esta circunstancia puesto que, por razón de la nacionalidad, se

insertan en los trabajos con peores condiciones. Además, posiblemente las experiencias

de acoso sexual en las migrantes se combinaran con experiencias de acoso racial, dando

lugar a una forma de acoso fusionada.

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Resultados

En primer lugar, debemos precisar que en la muestra se encuentran diez casos -

tres mujeres españolas y siete mujeres migrantes- en los que las mujeres entrevistadas

han trabajado tanto en el servicio doméstico como en la prostitución. Esto es así porque,

tal y como manifiesta Juliano (2004), la mayoría de mujeres migrantes que se dedica a

la prostitución lo hace por necesidad propia y familiar. Es más, se considera que la

actividad de la prostitución puede entenderse como un indicador social, ya que muestra

la vulnerabilidad de muchas mujeres y la fragilidad en la que se encuentran. La

necesidad producirá que consideren entre sus opciones de vida la prostitución como una

elección interesante (Serra, 2006:40). Pues bien, el proyecto migratorio de las mujeres

que trabajan en prostitución que hemos entrevistado incluía otros trabajos. No obstante,

la dificultad para encontrar alternativas y la situación de irregularidad administrativa

hacen que terminen ejerciendo la prostitución. En el caso de las trabajadoras sexuales

españolas, se destaca que es muy frecuente que pasen largas temporadas trabajando en

hostelería, servicios domésticos y cuidado de niños y vuelvan a ejercer la prostitución

cuando las demás opciones fallen (Juliano, 2004:4). Nuestros resultados corroboran

estas afirmaciones, puesto que casi la mitad de las españolas de nuestra muestra ha

realizado ambos trabajos.

Hemos utilizado la clasificación del acoso sexual en dos tipos –chantaje sexual y

acoso ambiental- con el objeto de simplificar el análisis. No obstante, al tratarse de

categorías teóricas, en la realidad no suelen presentarse de forma exclusiva, sino que se

combinan. De hecho, en muchos casos podemos apreciar conductas de un tipo y otro.

En estos supuestos, nos referimos a su experiencia en varias ocasiones, tratando de

clasificar las diferentes violencias que sufren en una u otra categoría cuando

corresponda.

En ambos sectores laborales la violencia, –tanto laboral como el acoso sexual-,

se encuentra muy presente. De hecho, en nuestro análisis encontramos supuestos en los

que las entrevistadas sufren acoso en múltiples ocasiones, -por ejemplo, encontramos el

caso de una trabajadora de limpieza por horas marroquí, que ha sufrido acoso sexual en

tres trabajos diferentes-. Entendemos que estos resultados pueden deberse a que hemos

entrevistado a mujeres que se insertan en trabajos con condiciones muy precarias.

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Comenzando con el acoso sexual ambiental, hemos diferenciado entre aquellas

situaciones que implicaban un contacto físico indeseado, -como tocamientos y

agresiones- y las que no suponían un contacto físico, que consisten en proposiciones e

insinuaciones. Encontramos más frecuentes las insinuaciones, tal y como se muestra a

continuación:

“limpiar la cocina y cuando estoy en la cocina él va a la ducha y llama mi:

¡Ven, ven, ven! y digo ¿qué quieres?, Ven aquí al cuarto para limpiarme mi espalda…

y dice: ¡ya está! Cómo ¡tengo miedo! Yo muy nerviosa, yo habla esto con Naima y digo

yo una mujer y tengo dos niños y casada y tengo a mi marido en Marruecos, yo no de

estas cosas… Y dice: aquí, cuando viene una mujer, cuando termina de limpiar de la

casa, después a la cama

P: ¿Ah, sí?

R: Digo yo cojo mis cosas, tengo miedo y dice, me voy y dice, no, no, mira, te

lo juro no tocarte, tú tranquila, yo no tocarte, perdóname, las mujeres no iguales, él

dice, las mujeres no iguales, tú la primera mujer no quiere”. (Marroquí. 35 años.

Servicio doméstico)

“...tú ya sabes a lo que llega, porque cuando uno te dice hola qué tal, ¿cómo

te va con mi madre? Pero cuando empiezan por ahí por la cocina, o por el pasillo, oye

qué guapa estás y qué no se qué, ya sé por dónde va y me pasó varias veces con varios

hijos o nietos de las señoras que yo he cuidado; y eso a mi no me ha gustado nada.”

(Rumana. 21 años. Cuidado de ancianos).

El segundo caso que destacamos muestra claramente la ambigüedad de algunas

conductas de acoso sexual. Normalmente el acoso comienza con piropos y comentarios

hasta que gradualmente las acciones son más directas. Las trabajadoras tratan de evitar

enfrentamientos y hacen caso omiso a los comentarios esperando que el acosador

potencial desista en su propósito. Cuando les preguntamos por qué piensan que estas

situaciones suceden, inciden en que el principal motivo es la falta de valoración del su

trabajo, que propiciaría un trato inadecuado por parte de sus jefes:

“Sí, porque yo ¿qué quieres que te diga? Si tú eres la… si tú trabajas para

una persona que le limpien te están… date cuenta que te consideran una persona

inferior a él y entonces es lo que te digo que… esta al ser inferior puede maltratarle

cuando quiera, aunque no físicamente, verbalmente, que es lo que suelen hacer. En vez

de darle gracias, que te den las gracias a ti, que te… que… que te agradezca lo que

hagas, porque no es fácil limpiarle la basura a alguien, ¿me entiendes? Entonces te ve

inferior y… es mi escoba, puedo pisarle cuando quiero.” (Guinea ecuatorial. 38 años.

Auxiliar de ayuda a domicilio)

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Los discursos de nuestras entrevistadas parecen corroborar las ideas de Pernas et

al. (2001), que afirman que las tareas relacionadas con el mundo privado, -del hogar y

del amor-, son desvalorizadas al ser femeninas y al ser vistas como naturales. Este tipo

de trabajos hasta hace poco tiempo se consideraba una tarea propia de mujeres y

gratuita, lo que disminuye el respeto por las trabajadoras de este sector. Otra de las

causas que las mujeres del servicio doméstico aducen como motivo principal de que se

produzca el acoso es el hecho de que es un trabajo en el que ellas se desplazan solas a

los domicilios y en muchas ocasiones se encuentran solas con el empleador. Esta

situación se agrava cuando trabajan como internas, es decir, viviendo en la casa del

empleador.

“Lo que pasa es que claro, trabajando en servicio doméstico quizá vayas

sola a trabajar en una casa, y por ahí sí puede tener una desventaja. Si un hombre

quiere… abusar de ella o una mujer se pone agresiva digamos, en una casa, pues

quizás si porque vaya sola. Normalmente van solas a trabajar en casas.” (Argentina.

31 años. Limpieza por horas)

“P: tú te crees que por el hecho de trabajar en el ámbito doméstico ¿no?

puedes estar un punto digamos más…

R: Ser más débil.

P: …más débil… más débil o… un mejor blanco para los contratadores y

demás que usen la violencia porque como estas ahí en el domicilio y vamos y todas esas

cosas.

R: Sí porque se piensan que no saben hacer otra cosa que lo hacen por

mucha necesidad, eh… y cogen poderes.” (Española. 50 años. Limpieza por horas).

En los discursos de las trabajadoras domésticas la precariedad aparece como

factor precipitante de la violencia. No obstante, no se trata tan sólo de precariedad

económica, sino también laboral, puesto que la mayoría de nuestras entrevistadas

trabajaban sin contrato ni alta en la Seguridad Social. La vulnerabilidad económica

causaría que las trabajadoras “aguantasen más” las conductas ofensivas por el miedo a

perder el trabajo. Además, el hecho de trabajar sin contrato supondría un problema

añadido. Para el caso de España, los trabajos de CCOO destacan que el acoso se suele

producir con mayor frecuencia en la máxima precariedad laboral, que es trabajar sin

contrato. En su estudio, más de una cuarta parte de las trabajadoras que no tienen

contrato laboral (27,1%) sufrieron alguna forma de acoso, (CCOO, 2002:36). Para el

caso concreto de las trabajadoras domésticas, se apunta que los acosadores escogen a

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estas mujeres por su falta de poder y porque son percibidas como pasivas e incapaces de

denunciar (Vellos, 1997:426). De otro lado, en el sector de los servicios sexuales,

únicamente se refieren a estas insinuaciones en muy pocas ocasiones, aunque sí

mencionan con mayor frecuencia comentarios o insultos que han sufrido mientras

trabajaban y por los que se han sentido especialmente ofendidas.

“Como lo que me ha dicho uno: “hueles a puta barata” ¿Sabes? Me dolió

mucho. Digo, “pero por qué me dices eso, ¿yo te he hecho algún daño? No… que todas

sois iguales…no sé qué… hablaba muy mal” (Rumana. 30 años. Prostituta, servicio

doméstico).

Como se ha comentado con anterioridad, el acoso sexual ambiental en el

colectivo de las mujeres que trabajan en los servicios sexuales es de más difícil

localización. Las mujeres que trabajan en el sector de la prostitución mayoritariamente

consideran que su trabajo favorece la violencia en general. Los motivos que más

frecuentemente señalan son el estigma de la profesión y la falta de respeto. En un caso,

una entrevistada nos señala que el objeto del trabajo, es decir, la realización de servicios

sexuales en sí, es uno de los motivos de que se produzca la violencia con los clientes, ya

que en ese contexto se sienten con más derecho a ejercitarla. Pero además, el estigma

asociado a la prostitución hace que las trabajadoras sexuales, pese a que sean

conscientes de que han sufrido un abuso verbal, lo consideran en muchos casos como

“parte de su trabajo”. Así, teniendo en cuenta que estas conductas supondrían

sentimientos ambiguos en las mujeres que las sufren, consideramos pertinente

detenernos en el hecho de que las mujeres entrevistadas pueden tener un concepto de

acoso sexual diferente al establecido a nivel teórico.

“...sexual no he llegado a tener acoso pero laboral si he tenido. Ya te he

explicado antes pues de gente que se cree con la prepotencia que pueden pero…

¡vamos! Con el jefe ese de lo del lavadero ahí no hubo acercamiento ¿sabes lo que te

digo? Que intentara así… ese era más bien, intentaba con la palabra a ver si tú

entrabas en un juego de que te diera más dinero, de que te pusieras con la braga salida

para afuera… ¡un rollo! Pero el acoso directo pues sí lo viví con el indio” (española.

28 años. Trabajadora sexual, limpieza9)

Las líneas anteriores dan luz respecto a esta cuestión. En nuestro análisis, se

muestra como hay unanimidad a la hora de etiquetar las conductas de acoso ambiental 9 La entrevistada se encontraba trabajando en un lavadero de coches cuando sucedieron los hechos.

14

que implican contacto físico como acoso, -por ejemplo, las entrevistadas reconocen

como acoso los tocamientos indeseados o las agresiones físicas-. No obstante, la

mayoría de mujeres no clasifica como acoso sexual los comportamientos verbales, pese

a que les produzcan malestar e incomodidad. Por esto, cuando la entrevistada se refiere

a que sí vivió “acoso directo”, se refiere a acoso ambiental que suponía un

acercamiento físico (en concreto narra en su entrevista un acorralamiento por parte de

su jefe entre otras conductas, todas físicas o chantajes sexuales). Posiblemente no

considere las insinuaciones y proposiciones de su jefe como acoso por pensar que esa

conducta no tiene la suficiente importancia como para entrar en esta categoría. También

es posible que la frecuente ambigüedad de las insinuaciones haga sentirse a las mujeres

inseguras con respecto a si se está produciendo o no el acoso. A nuestro juicio, muchas

de las insinuaciones a las que las trabajadoras restan importancia sí supondrían un

acoso ambiental sobre las empleadas. No obstante, localizar el acoso sexual ambiental

en el sector de la prostitución es todavía más complejo, como en el supuesto que sigue:

“Acosada directamente no, pero a mi, mi jefe donde yo he trabajado en el

club, me propuso, ¿no? Es más una proposición, no acoso, pero muchas veces me

decía, mira, te pago una noche 500 euros, es todo a lo que puedo llegar, 500 euros pa

que pases una hora conmigo. Eso fue una proposición indecente, ¿no? Pero acoso,

así… lo he vivido, pero en mi país, pero aquí no” (rumana. 25 años. Prostitución).

En este caso, no disponemos de suficiente información como para catalogar este

comportamiento como acoso sexual, ya que, no se trata de un chantaje sexual porque el

dueño del club no la amenaza para conseguir mantener relaciones sexuales con ella.

Tampoco sabemos si se trata de una acoso ambiental porque la entrevistada no

manifiesta que estas solicitudes fuesen tan reiteradas que produjesen un “ambiente de

trabajo hostil”, que consideramos un requisito necesario para suponer que se ha

producido el acoso ambiental. Además, si situamos la conducta en el contexto laboral,

podría interpretarse como que el dueño del club estaba negociando unos servicios

sexuales como cliente.

De otro lado, dentro de la misma categoría, -“acoso sexual ambiental”- se han

localizado algunos casos en los que la conducta consiste en un contacto físico

indeseado. Cuando se producen estos comportamientos, las entrevistadas sí que los

califican como propios del acoso sexual. La conducta más frecuentemente denunciada

15

es que les han tocado las nalgas, siendo menos común un forcejeo, aunque también

encontramos ocasiones en las que sucede.

“él porque toca a mi el…

P: ¿Culo?

R: Sí, y yo cuando toca a mi, yo con la mano aquí

P: ¿Tú le quitabas la mano cuando te tocaba…?

R: ¡Claro!” (Marroquí. 35 años. Servicio doméstico)

“subía arriba y me cogía (hace el gesto de que la agarraba por detrás) hasta

que un día yo ¿sabes lo que te digo? Hice así (hace el gesto de girar la cabeza hacia un

lado) y como estaba todo lleno de bidones de estos de cerveza, hice así como que me

daba y empecé “ay, ay, ay, ay” como que me había hecho mucho daño, pero yo me

acuerdo y lo dejé, el trabajo...” (Española. 28 años. Trabajadora sexual, limpieza)

“El de la peluquería le gustaba mucho tocarme el culo, y le decía “Alfredo,

por favor”, eso es un abuso, acoso sexual” (española. 45 años. Prostitución, servicio

doméstico.)

Si bien en los supuestos anteriores las trabajadoras no hablaban de acoso sexual

de forma tan evidente, en el momento en el que se produce una conducta de naturaleza

física, la interpretación ya no es ambigua y los discursos cambian, considerándola una

situación abusiva. En el caso de los servicios sexuales se producen también los

acorralamientos, tocamientos o besos indeseados. Además, cinco de las entrevistadas

que han trabajado en los servicios sexuales han sufrido un intento de violación o esa

violación ha sido consumada. Si bien, los casos de acoso ambiental físico como

tocamientos y besos no son denunciados por las prostitutas, si lo son las agresiones

sexuales.

“Uf, pues muchas cosas, (risas) cuando termina el masaje, ¿no? Y tienes que

masturbar al cliente, ahí no me gusta, lo paso mal, porque muchas veces te dice, ay

mira, que quiero que…, te dice de la forma que quiere que lo hagas, ¿no? Y, pues ahí

sale un poquito el animal que lleva dentro y te quiere manosear, meterte mano y todo

eso, y con una mano le estás masturbando y con la otra mano tienes que empujarlo”.

(Rumana. 25 años. Prostitución, masaje erótico).

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La segunda categoría que se analiza es el chantaje sexual. El chantaje sexual o

acoso “quid pro quo” supone una amenaza por parte un superior o por alguien que tenga

poder sobre tus condiciones de trabajo. Se suele dar a elegir a la víctima entre someterse

a los requerimientos sexuales o ver perjudicada una mejora en las condiciones de

trabajo, o incluso se le puede amenazar con el despido. Este tipo de acoso se produce

tanto en los servicios sexuales como en los domésticos, presentándose en algunas

entrevistadas varias veces.

“…encima sentirme presionada por la persona que me da el trabajo, con el

riesgo de lo tomas o lo dejas, ¿no?, y te pones a pensar que lo tomo pero ir en contra

de tu voluntad, aceptar cosas en contra de tu voluntad, proposiciones que no te

gustan… que te digan si tu quieres seguir trabajando, que te digan es que me gustas,

me gustaría salir contigo, le voy a seguir dando trabajo pero la situación es esta,

podemos ver tanto tiempo a la semana, sales como que vas a trabajar pero estas

conmigo, te pago tu horas normales de trabajo y nadie se entera. Claro para la persona

es muy fácil decirlo pero para uno, entonces si yo trabajo es por mis hijos, tengo 3 hijos

y necesito mantener a mis hijos, sacarlos adelante.

…ese señor me propuso salir conmigo y la verdad que no sabía qué hacer, yo

sabía que si decía que no perdía el trabajo y si decía que si, es que no lo iba a poder

hacer, no iba a poder cumplir. Entonces le dije que me deje tiempo para pensarlo, que

me cogía de sorpresa y bueno cuando pasaba el tiempo, me preguntaba que quería la

respuesta, luego me dijo que así le responda no, si o no, no iba haber ningún problema,

que no iba a involucrar el trabajo, siempre me iba a dar trabajo, le dije “voy a ser

sincera, no puedo salir con usted” y entonces ese fue el motivo por el que me empezó a

dar menos trabajo paulatinamente, poco a poco, hasta que ya no me dio más trabajo”.

(Ecuatoriana. 33 años. Servicio doméstico).

En el caso que se acaba de describir, de nuevo nos encontramos con la

precariedad económica, factor que conoce el acosador y que aprovecha en su beneficio.

La entrevistada se encuentra en una situación muy complicada puesto que ella y su

familia dependen de ese trabajo. Pese a que no hay una amenaza clara, sí que hay

presiones constantes para que la entrevistada ceda a sus deseos y más cuando se observa

que finalmente, el no cubrir los requerimientos sexuales supone la pérdida del trabajo.

En el caso de las prostitutas, el chantaje sexual más similar al que se produce en otros

sectores laborales se realizaría principalmente por los proxenetas, porque son aquellos

que tienen capacidad de modificar sus condiciones de trabajo.

17

“si a mí, ese hombre se llama Miguel, cuando…es de León es de León,

porque yo estuve en un club que se llama 041 en Valladolid y este es la dueño de este

club, y me ha pasado a mi así, “que me gustas a mí”, entonces yo no quiero yo no que

me vaya a echar a mí, entonces yo acepto, yo aceptar pero no me gustaba ¿sabes?

Claro… No me gustaba…” (Nigeriana.35 años. Prostitución)

“un día, el jefe, era un turco y me dice, mira Ana, vente conmigo, vamos a

coger del depósito… era como un almacén, un trastero, ¿no? Dice, vamos a coger del

trastero la mercancía que nos hace falta para la tienda. Y yo qué he hecho, que sí,

vamos allá, pero él quería abusar de mi, ahí… me cogió así los brazos, me quería besar

y yo le empujé, digo, ¿qué pasa? Si tú quieres ganar más, tú tienes que acostarte

conmigo, no sé qué. Entonces, eso sí, yo me he sentido acosada. Porque lo he

rechazado me despidió” (rumana.25 años. Prostitución, masaje erótico).

No obstante, además del chantaje realizado por los proxenetas, observamos otro

tipo de conductas que las prostitutas interpretan como un chantaje y que serían ejercidas

por los clientes. En este tipo, la peculiaridad es que lo que se busca no es obtener un

servicio sexual en sí, sino que se pretende que este se realice de una forma determinada.

Sabiendo que la trabajadora no está interesada en realizar ese servicio por diferentes

motivos, el cliente trata de conseguirlo ofreciéndole más dinero. Ejemplos de estas

prácticas serían la insistencia en solicitar servicios sexuales sin preservativo y con

consumo de droga.

“…los más difíciles son los que se drogan, vienen muchos y se drogan frente

a ti. Y dicen mira, te doy 30 euros, ¡drógate conmigo! Digo, ¡estás loco!” (Rumanía. 21

años. Prostitución, cuidado de ancianos).

“si tú quieres ganar dinero también debes aceptar esto: sin condones”.

(Nigeriana. 45 años. Prostitución).

Este último caso es el de una mujer nigeriana que se prostituye ocasionalmente.

Al tener 45 años, sus clientes la chantajean para que realice sus servicios sin protección.

Ella nos explica que usa condones femeninos cuando los clientes no lo notan, pero que

si le insisten, cede a realizar el servicio sin preservativo, porque sino los clientes buscan

a chicas más jóvenes. Las conductas que destacamos no son aisladas. Así, en el estudio

realizado por ASKABIDE (2009:6) se muestra que los clientes suelen insistir en

mantener relaciones sexuales sin preservativo así como en el consumo de drogas

18

durante el servicio. Otra situación que las trabajadoras sexuales interpretan como

chantaje es el tratar de obtener un tipo de servicio diferente al que oferta la trabajadora:

“Aquí como trabajas un día sí, un día no, hay días que no trabajas nada, y

que dicen, uf, pues me da 50 euros más y te empuja a hacer lo que tú no quieres, y para

mí, no sé, eso es maltrato, porque tenemos que ser iguales. Por ejemplo, cobras un

masaje 50 euros una hora, y te dice, mira, te doy 50 euros más, me dejas que te haga un

griego, un francés, penetración, te propone de todo, guarrerías, guarrerías grandes,

con perdón, que, una lluvia dorada, que es orinarte encima de él, y hacer muchas

cosas, que para mí eso es maltratar a una mujer, ponerlas en situaciones muy límites,

en situaciones que no lo habrías hecho ni si te murieses de hambre y cuando ves el

dinero, lo haces, ¿no?” (Rumana. 25 años. Masaje erótico, prostitución).

Como se puede apreciar, el factor clave en la incidencia del acoso sería la

precariedad económica. La inestabilidad de empleo e ingresos aumentaría la

vulnerabilidad de estas trabajadoras, que se plantearían ceder a los requerimientos

sexuales no deseados cuando su situación es más difícil económicamente.

A la hora de tratar de contrastar nuestra primera hipótesis nos encontramos que

nuestros resultados contradicen lo manifestado por las teorías multidimensionales. Pese

a que pudiese esperarse una intensidad mayor del acoso sexual en las migrantes, no

encontramos importantes diferencias en comparación con las autóctonas, puesto que la

mayoría de las españolas entrevistadas han sufrido acoso sexual en el trabajo y en sus

relatos observamos que la intensidad del acoso es similar al sufrido por las extranjeras.

No obstante, una posible diferencia entre ambos colectivos sería la presencia de lo que

Fitzgerald y Buchanan (2008:138-148) denominan “acoso sexual por la raza”, que sería

una conducta en la que tanto el acoso sexual como el racismo se encuentran presentes.

“…te ven algo exótico, dicen: “carne trémula”. Es que las negras son muy

calientes, en seguida (…) me dicen cuando quiero, como quiero y donde quiero. Porque

el cuerpo es mío, me lo cuido. (…) tiene que ser cuando yo quiero. Entonces el joven no

sabía cómo hacerme ver… me decía, “pero mujer si tú estás mutilada, hay otras formas

del cuerpo que se puede, yo sé que cuando a una mujer le hacen eso es frígida y tal”.

Le digo “Mira, yo te lo puedo enseñar, estoy bien servida, no estoy mutilada”. (…) digo

venga apuesta. (…) Es que no a todas las mujeres de África les hacen eso. Me sentí

violenta así de… tuve ganas de cruzarle la cara de… es que tú… porque yo no quiero

tener sexo rápido contigo no quiere decir que esté mutilada.” (Guinea Ecuatorial, 38

años. Auxiliar de ayuda a domicilio).

19

En el caso anterior, la entrevistada ha sufrió discriminación en el trabajo por

motivos racistas. Nos trata de explicar cómo se ve afectada por los estereotipos sobre la

sexualidad en las mujeres negras. Acerca de esta cuestión se ha trabajado mucho en

EEUU, reflejando que a las mujeres de color se les suele representar como sexualmente

promiscuas y apasionadas (Buchanan y Omerod, 2002:107-108). En estas conductas el

racismo y el sexismo se funden juntos en la mente del acosador, por lo que sus

comentarios y acciones contra las mujeres migrantes reflejan estereotipos raciales sobre

la sexualidad (Vellos, 1997:426).

“Como él quiere tocar mí, es lo peor me quiere tocar mi… esto, para la

comida, yo hacer la comida y después guarda con la novia en su cuarto, coger el pan,

yo comprar el pan y coger para la basura… eh, tiene un perro de la novia, y después

coger al perro y le pone el pañuelo, como yo, y dice mira el perro como yo

P: No me lo puedo creer

R: Con el pañuelo, y el otro riendo mucho él ríe de mi.” (Marroquí, 35 años.

Empleada de hogar)

En el anterior caso, la entrevistada comenta que había sido acosada por el hijo de

la mujer que estaba cuidando. Durante el tiempo que estuvo trabajando en esta casa

como interna sufrió tocamientos e insultos, algunos con claros matices racistas. Entre

las prostitutas también se detecta esta forma fusionada de acoso sexual y racial. Por

ejemplo, la siguiente entrevistada cuenta que ha sufrido los siguientes insultos por parte

de un cliente. En este último caso encontramos tintes xenófobos al remarcar la

nacionalidad de origen de la trabajadora sexual.

“P: ¿Te trataban mal?

R: Sí: rumana puta, rumana así, por qué no te vas conmigo… así o cuando

mirar marroquino ahora, yo no subir, está borracho…te, pelear con él en la habitación,

si no quiere una cosa quiere otra… yo me entiende otra cosa con él en la barra y dentro

quieren otra cosa… hacemos pelear ¿no?

P: En la habitación ¿quieren otra cosa diferente?

R: Sí

P: Pero ¿te hablan mal? O también ¿te han pegado alguna vez?

R: No te pega, que está el portero, te hablan mal… te dice tantas cosas…”

(Rumanía, 37 años. Prostituta, trabajadora doméstica).

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Conclusiones

En términos generales, nuestra primera hipótesis no puede ser confirmada puesto

que no se ha apreciado ni que el acoso se produzca más en las migrantes ni que sufran

las formas de acoso más graves. No obstante, pese a que no se han detectado

importantes diferencias en el acoso sufrido en ambos colectivos,-lo que contradice las

hipótesis de los modelos multidimensionales-, la diferencia la supondrían las

experiencias de acoso sexual racial, que suponen la unión de conductas sexistas y

racistas. Este tipo de acoso es sufrido en exclusiva por las mujeres extranjeras, lo que si

confirmaría las hipótesis de otros trabajos en la línea de los modelos multidimensionales

centrados en el acoso interracial.

Si bien aparecen en los discursos múltiples causas que favorecerían el acoso

dependiendo del sector de trabajo analizado, ambos sectores tienen en común dos

factores que se consideran claves: la precariedad laboral y la valoración del trabajo.

Aquellas que trabajaban el sector del servicio doméstico, parecen inclinarse por no

considerarlo un trabajo que favorezca la violencia. No obstante, cuando estas conductas

se producen las explicaciones que ofrecen a esa vulnerabilidad es el hecho de que se

encuentran solas con los empleadores, así como la falta de valoración social de su

trabajo. En el sector de los servicios sexuales las respuestas son bastante diferentes,

puesto que mayoritariamente consideran que su trabajo favorece la violencia por

múltiples causas. Entre ellas destacan el estigma de la profesión, la falta de respeto

hacia ellas, las condiciones laborales, la peligrosidad en los lugares de trabajo y la falta

de regulación de su trabajo.

La tipología establecida nos ha permitido observar de manera más clara las

diferencias entre sectores. Respecto al acoso ambiental se presentan menos diferencias.

Las trabajadoras domésticas mencionan más las insinuaciones, frente a las trabajadoras

sexuales que denuncian los insultos. Pese a que estas conductas son sentidas como

agresiones no se suelen calificar por las entrevistadas como acoso. Por esto

consideramos que en nuestra muestra, las entrevistadas encuentran dificultades para

detectar el acoso ambiental, fundamentalmente cuando este se corresponde con una

conducta de carácter verbal. No obstante, si se califican como parte del acoso aquellas

conductas que suponen un contacto físico, aunque no suelen denunciarse salvo que se

trate de una agresión sexual.

21

En el chantaje sexual también se localizan diferencias entre los sectores objeto

de estudio. A las trabajadoras domésticas, sus empleadores les solicitan citas o favores

sexuales a cambio de ventajas laborales. En las trabajadoras sexuales se produce el

chantaje sexual en términos similares a los sufridos por las domésticas generalmente

cuando la conducta es realizada por los proxenetas. No obstante, las prostitutas sufren

con mayor frecuencia otro tipo de chantaje que no se relaciona en absoluto con el

chantaje sexual en otros sectores laborales y que se comete por parte de los clientes. En

este tipo de chantaje la diferencia se encuentra en que no se solicita sólo sexo, sino que

se presiona para obtener el sexo de una forma concreta, solicitando relaciones sin

preservativo, con consumo de drogas u otros tipos de servicios que la trabajadora no

oferta.

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