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EL ALMA DE LA TOGA DEAFÍO Y APLICACIÓN DE NORMAS DE CONDUCTA
Los niños son como esponjas que todo lo asimilan, es por eso que los valores
morales son inculcados en el individuo desde pequeños, ya sea en la familia o
en la escuela, de tal modo que aprendan a conducirse en la vida.
El libro escrito por Ángel Ossorio “EL ALMA DE LA TOGA”, amplia mucho la
mentalidad de los estudiantes en formación del Derecho, brindando los
parámetros de conducción necesarios al hacer uso de su conciencia frente a una
problemática, escogiendo el camino correcto, justo y equitativo en la vida.
Desafortunadamente la actuación de algunos Abogado corruptos, ha enlodado
la imagen de rectitud que la sociedad concebía del profesional del derecho.
Ossorio mediante su libro insta a crear conciencia, a usar la ética profesional,
para corregir todos los errores que manchan la reputación del Abogado. Además
el autor nos habla de una fuerza interior, que envuelve la capacidad del ser
humano para identificar las cualidades, debilidades al afrontar los sucesos de
forma más madura sólo entonces se obtendrán resultado favorable, puesto que
es la clave del triunfo.
El autor nos describe de forma gráfica como LA HIPERBOLE ó
exageración de la verdad, tan común entre los abogados, debe ser evitada. “El
buen gusto suele correr parejas con la dignidad y el pudor. Quien sepa guardar
su recato y ocupar su puesto, de fijo no fraternizará con sus clientes en lo
criminal ni los divinizará en lo civil”1.
Además, el particular debe ser libre para defenderse por sí mismo, salvo en los
casos en que esa libertad puede dañar al derecho de las otras partes o al
interés público. El pretorio debería tener sus puertas abiertas a todo el mundo,
sin atender a otro ritualismo que al clamor de quien solicita lo que ha de
1 OSSORIO Y GALLARDO. Ángel. El Alma de la toga. Colombia. Pág. 179
menester.
“Con ello los abogados ganaríamos en prestigio sin perder sensiblemente en
provecho. Lo primero, porque al no ser nuestro ministerio forzoso, sino rogado,
se acrecentaría nuestra autoridad. Lo segundo, porque serían pocos los casos
en que se prescindiera de nuestra tutela. Pero se trata de una cuestión de
principios, y aunque hubiera de desaparecer por inútil nuestra profesión, esto
sería preferible a mantenerla cohibiendo a la sociedad entera y permitiendo que,
en vez de buscarnos, nos soporte”2.
En cuanto a los Pasantes, el autor describe que no son muchos los pasantes que
continúan ejerciendo la profesión de la abogacía, después de haber visto cómo
funciona el bufete. Ya que hay abogados que le solicitan al pasante su opinión
con respecto a un caso y como procederían; mientras otros limitan la capacidad
del pasante al defender a quien lo necesita.
Según Ossorio, para la generalidad de los licenciados, las obligaciones del
pasante aparecen establecidas en este orden:
Leer los periódicos, Liar cigarrillos y fumarlos en abundancia cuidando mucho de
tirar las cerillas, la ceniza y las colillas fuera de los ceniceros, comentar las
gracias, merecimientos y condescendencias de las actrices y cupletistas de
moda, disputar - siempre a gritos - sobre política, sobre deportes y sobre el
crimen de actualidad, ingerir a la salida del despacho cantidades fabulosas de
patatas fritas a la francesa, pasteles, cerveza y vermouth, leer distraídamente
autos, saltándose indefectiblemente los fundamentos de derecho en todos los
escritos y, en su integridad el escrito de conclusiones3.
La enseñanza del bufete no tiene otra asignatura sino la de mostrarse al
Abogado tal cual es y facilitar que le vean sus pasantes. No hay lecciones
orales, ni tácticas de dómine, ni obligaciones exigibles, ni sanción. Si bien se
mira, existe una fiscalización del pasante hacia su maestro, pues, en puridad,
2 Ibid. Ossorio. Pág. 195 3 Ibid. Ossorio. Pág. 202
este se limita a decir al otro. "entérese usted de lo que hago yo, y si lo
encuentra bien, haga usted lo mismo". Por eso el procedimiento de la singular
enseñanza consiste en establecer una comunicación tan frecuente y cordial
cuanto sea posible.
La carrera de Derecho no es como otras profesiones, requiere solvencia moral,
ética, valores y sobre todo sentimiento de perseguir justicia. ¿Se puede ejercer
correctamente esta profesión mientras tiene divididos sus intereses?. Si alguien
ingresa a esta carrera solo por la remuneración económica, está demostrando
indolencia, falta de honor y moralidad, además más no tendrá paz con su
conciencia, ni imagen ante la sociedad, y por si fuera poco, no es apto para ser
llamado, ni reconocido como “Abogado.
En su trayecto de Abogado, deberá resolver muchos litigios, no sólo en las
Cortes, ni en los Juzgados sino de orden moral. Deberá decidir entre lo correcto
según los libros y lo correcto según su conciencia, y es en base a esta última
que deberá decidir. El cliente, quien deposita su confianza en el abogado espera
que este lo defienda con todos los recursos que tenga a su alcance, pero si en
el transcurrir del proceso el abogado intuye que su cliente le miente, o que no le
acompaña la razón ni la justicia, entonces deberá desistir.
¿Podemos confiar en nuestra conciencia? ¿Qué nos capacitará para tomar las
mejores decisiones?, Ossorio responde: “El organismo del derecho responde a
una moral, para no ser juguete de los vientos; y cuando se halle orientado
moralmente, su propia conciencia le dirá lo qué debe aceptar o rechazar, sin
obligarle a compulsas legales, ni a investigaciones científicas”4.
Esta obra nos otorga herramientas valiosas para defendernos en el ejercicio de
la carrera, nos introduce de una forma fácil, en casos reales y cuáles son las
mejores formas de resolverlos basándonos en una conciencia bien entrenada,
nuestra óptica profesional se profundiza a medida que ponemos en práctica
cada consejo, puesto que no es solamente capturar información, implica usarla
de la mejor manera.
4 Ibid. Ossorio. Pág. 36