El Arquitecto y El Emperador de - Joan Manuel Gisbert

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  • Un emperador buscar al mejorarquitecto de su tiempo paramandarle construir una obragrandiosa. Sin embargo, hay unatrampa en el encargo y en laprometida recompensa. Podrn losamigos del artista ayudarle para queno caiga en ella?

  • Joan Manuel Gisbert

    El arquitecto y elemperador de

    ArabiaAla Delta (1987-1990) 41

  • ePub r1.0Hoshiko 05.10.13

  • Ttulo original: El arquitecto y elemperador de ArabiaJoan Manuel Gisbert, 1988Diseo de portada: Jos Antonio VelascoIlustradora: Alberto Urdiales

    Editor digital: HoshikoePub base r1.0

  • A los poetas rabes medievales quecantaron

    las ciudades soadas e imaginarias.

  • Primera parte

    IAl-Iksir, el Ms Alto, Rey de los

    reyes de Arabia y uno de los cuatro msgrandes soberanos de la Tierra en unapoca lejana, escrutaba el horizontedesde el alminar principal de su alczar-palacio.

    Esperaba con ansiedad la llegadadel elegido. Miles de emisarios lohaban buscado por tierras de tres

  • continentes, desplegndose por todo elorbe conocido. Pocas eran las jornadasque podan faltar, si alguna quedaba,para tener ante s a Iskandar, en palacio.Entonces empezara un camino de gloriapara ambos.

    Un tiempo atrs, el Seor de Arabia,aunque an de media edad, habaempezado a sentir con fuerza lanostalgia de la posteridad. Forzado aadmitir, tras numerosas tentativas concatorce distintas esposas, que no podratener hijos, supo que su dinasta iba aextinguirse con l mismo. Su sangre nopasara la barrera de la muerte.Entonces dese encontrar otra manera de

  • prolongarse en el futuro sin que fueraobstculo la sepultura. Y record:

    Dnde estn los reyes quepoblaron estas regiones, misantecesores, los reyes de Arabia, dndeestn? Dnde est Adn, fundador de laHumanidad? Dnde est No con todasu progenie? Dnde se encuentran losreyes de la India y de los llanos delIrak? Dnde y cmo estn los antiguosSeores de la Tierra? Muertos yolvidados.

    Al-Iksir no poda confiar en hazaasguerreras ni en glorias de conquista. SuImperio abarcaba lo preciso pararesultar estable. Por otra parte, los

  • equilibrios de fuerzas entre ejrcitosaseguraban la permanencia inalterada delas fronteras por tiempo indefinido.

    As pues, como monarca amante delas artes y exaltador de los placeressensuales, concibi la idea por la queesperaba alcanzar gloria futuraimpulsara la construccin de un JardnMonumental que fuera encanto de lossentidos y refugio de arte y bellezaextraordinario.

    Para ello necesitaba tener a suservicio, al frente de la obra, al mscapacitado de los arquitectos y artficesde parques ornamentales que viviese enel mundo.

  • Envi embajadas, observadores yemisarios por todos los senderos. Cadauno de aquellos hombres tena la misinde nombrarle, tras haber comparado susobras y las de los dems, al ms dotadode los creadores de parasos en laTierra que existiese.

    Muchos aos anduvieron por lasnaciones sus enviados. Al fin, un mismonombre resplandeci en boca de todos:Iskandar, el arquitecto aptrida, depersas descendiente lejano. Tambin demediana edad, como el Emperador deArabia, haba sembrado todo el Orientede obras admirables. Los que las habancontemplado no podan olvidarlas.

  • Pareca tener un don divino para lograrla ms conmovedora hermosura con todaclase de formas y materiales. Eramaestro en muy diversas artes ytcnicas, entre las que destacaban,adems de la arquitectura, la hidrulica,la botnica, la zoologa, la orfebrera, laescultura, la acstica y otras diversasramas de la ingeniera.

  • La unnime coincidencia deopiniones no dej lugar a dudas.Iskandar era el hombre que Al-Iksirnecesitaba. Orden que fuera llevado asu palacio desde all donde estuviese,con la indicacin de que el Emperadorde Arabia quera ofrecerle un fabulosocontrato.

    Debido a que nadie pudo dar raznexacta de dnde se encontraba elarquitecto en aquellos momentos,empez una bsqueda prolongada yardua. El nmero de emisarios enviadosa su encuentro fue diez veces mayor queel de los observadores que habanaconsejado su eleccin.

  • Pero no fue hasta pasado un ao,cuando Al-Iksir ya desesperaba de quepudieran encontrarlo, que le fueanunciado que Iskandar, procedente deEgipto, estaba ya en Arabia, camino dela capital del Imperio.

    Desde aquel momento, todas lashoras de Al-Iksir se consagraron a laespera del designado.

    Cuando aquel da divis enlontananza los estandartes del cortejo,lanz a su halcn al aire, dicindole:

    Vuela, ave, a lo ms alto a quepuedas elevarte y deja una estela en elaire con tus alas: en un da como stehan de engalanarse los espacios.

  • II

    A su llegada a las puertas delalczar-palacio, Iskandar fue invitadopor un chambeln a sentarse en unpalanqun cubierto de sedas y brocados.Cuatro esclavos lo llevaban: uno eraturco, otro indio, el tercero griego y elltimo abisinio. Lo condujeron en andaspor largos pasillos y amplias estancias.Los pajes, soldados y cortesanos seinclinaban a su paso, saludndolo comopersonaje singular.

    Al fin, tras un largo trayecto, fueintroducido en el saln del trono bajo el

  • protocolo ms solemne.Los dignatarios, de pie, a ambos

    lados, vestan sedas verdes, rojas yamarillas y se tocaban con turbantesblancos. Al fondo se elevaba el sitialdel Emperador de Arabia. El soberanopermaneca sentado, con un cojn deescamas doradas a sus pies. Sus visireslo flanqueaban.

    La sala entera refulga en suenlosado de rojo mrmol y en suscolumnas de nice del Yemen, con vetasrojas y negras, dibujando figuras sobreel blanco. Maderas de sndalo y de loeen astillas ardan lentamente en losbraseros, esparciendo suaves fragancias.

  • Iskandar, en acusado contraste con elesplendor que lo rodeaba, iba vestidocon una sencilla tnica de piel de cabray unas toscas sandalias. Pero no tenaaspecto de estar intimidado. Su porte erasereno y sus movimientos exactos. Entodo se lo vea seguro de s mismo yconocedor del protocolo. Con la miradabaja avanz hacia el trono y, a ciertadistancia, se prostern ante Al-Iksir,bes el suelo y esper a que el soberanohablara.

    Por qu compareces ante mvestido con tal pobreza? pregunt elEmperador de Arabia, aadiendo luego: Puedes levantarte.

  • Seor de los Seores empez adecir el arquitecto incorporndose, noposeo ms nobleza o rango que los demi ingenio y arte, ni ms fortuna que laque stos puedan procurarme.

    Comprendo lo que dices repusoel egregio personaje, pero ello nodiluye mi extraeza, puesto que, sinduda, las obras que hasta hoy realizastete valieron generosas recompensas.

    As fue, mi Seor. Pero todo lodediqu a los muchos viajes que mepermitieron conocer antiguos templos yjardines, y ruinas de ciudadesprodigiosas. En todos esos lugarescontempl formas que estimularon mi

  • deseo de crear recintos nuevos. Unhombre de mi oficio necesita conocercuanto hicieron los grandes arquitectosdel pasado. Este conocimiento es lamayor y nica riqueza que heacumulado, y la causa de la pobrezamaterial que me acompaa.

    No te acompaar por muchotiempo si entras a mi servicio ydemuestras ser el ms grande de losartfices que viven bajo el sol, comotodos aseguran.

    Cmo podr demostrarlo,altsimo soberano?

    Quiero que construyas para m ymis sbditos ms amados un jardn

  • prodigioso en el que los sentidos vueleny la fantasa sea exaltada. Quiero quehagas surgir de un cenagal el vergelornamentado ms hermoso que nuncahaya existido en la faz del mundo.Quiero que ese recinto sin igual seaasombro y maravilla, en grado mximo,de cuantos tengan el privilegio devisitarlo. Quiero que su hermosura seatanta que nunca en el tiempo por venir sepueda erigir otro que lo iguale. Tesientes con fuerzas para aceptar eldesafo?

    Sin un parpadeo, Iskandar repuso:Aunque me queda mucho que

    aprender en el desempeo de mis artes,

  • creo que el magno desafo me elevarpor encima de mis posibilidadesactuales y lograr disear algo que seaexcepcional. Llevaba ya tiempo soandocon una propuesta semejante. Muchas delas ideas que ltimamente he maduradopodrn tomar cuerpo en la gran obra, acondicin de que los medios seanamplios.

    Por ello no debes inquietarte.Dispondrs de todo lo necesario enhombres y materiales. Los mejoresartesanos de Arabia, y aun de otrastierras si fuese necesario, estarn a tusrdenes. Y para la adquisicin de cuantohaga falta, mis enviados recorrern la

  • pennsula y los mercados extranjeros. Lacmara de mi tesoro estar abierta parael mximo esplendor del JardnMonumental. No habr impedimentomaterial que dificulte la excelencia de laobra, puedo asegurrtelo, ni la rapidezde su ejecucin. Quiero gozar del Jardnpor largos aos.

    Si depositis en m vuestraconfianza, tened por seguro que no habrde defraudaros.

    Ponindose en pie y llenando con suvoz toda la sala, el Emperador deArabia dijo entonces:

    Y si as es, como espero, ten porseguro t tambin, arquitecto, y empeo

  • en ello todo el honor de mi palabra, quela recompensa que de m alcanzars teigualar en riqueza a muchos prncipes yte har nadar en la abundancia por elresto de tu vida.

    Cuando la obra est acabada, mesometer a vuestra generosa estimacin.Aceptar de buen grado lo que creisconveniente otorgarme como pago pormi trabajo. Entretanto me sentir lobastante afortunado con crear el msbello recinto que nunca haya visto ojohumano.

    El magno cometido est en tusmanos. Te encuentras en situacin deempezar la elaboracin de tu proyecto?

  • Lo estoy, mi Seor. Nada me atani me reclama en otra parte. Puedoentrar a vuestro servicio en este mismoinstante.

    Todo lo que tenamos que tratarest hablado. Quiero que inicies cuantoantes tu trabajo.

    Ya lo he iniciado. Desde elmomento en que o vuestro deseo, mimente se puso en marcha. Hasta el finalde los trabajos, mi tiempo y miexperiencia sern vuestros.

    Que lo sean para gloria de ambos.Un gran clamor de trompetas y

    timbales rubric la solemnidad delpacto.

  • III

    Iskandar fue instalado con todapompa en dos grandes estanciascomunicadas entre s que se encontrabanen el sector sur de palacio. Desde susventanales divisaba el enorme cenagalque haba de convertir en recintoprodigioso.

    Una de las estancias fue destinada aldescanso, y la otra, la ms grande, seconvirti en su gabinete de trabajo.Sobre grandes mesas fueron dispuestos,en abundancia, todos los materialesnecesarios: papeles de Bagdad y

  • Damasco, pergaminos grandes,escuadras, cartabones, reglas, compases,pantgrafos, grafitos, carboncillos,piezas de bamb afiladas, tintas negras yde color y otros preciosos tiles detrazado, dibujo y escritura.

    El arquitecto empez enseguida ainspeccionar los terrenos elegidos yefectu en ellos pruebas hidrulicas yobservaciones topogrficas. Con unaprimera dotacin de hombresexperimentados, estudi las arcillas, lasvenas de agua y los manantialessubterrneos. De hora en hora midi lasbrisas, la evolucin de la humedadambiente, los ngulos de incidencia de

  • la luz, la proyeccin de las sombras, lastemperaturas. Se inform con detalle delos cambios atmosfricos a lo largo delas estaciones del ao e hizo muchaspreguntas acerca de vientos y lluvias.

    Entregado por completo a su trabajo,hizo previsiones y traz numerososplanos, esbozos y bocetos, de los querealiz sucesivas versiones, siempremejoradas, acompaadas de clculos ylistas de las herramientas necesarias.

    Cada da, al anochecer, despus dela frugal cena que ingera sin salir delgabinete, se haca preparar una infusinde catorce hierbas de la baja cuenca delNilo que haba trado consigo. Con

  • aquella bebida consegua que lacreacin del recinto ajardinado fuesetambin el tema de sus sueos cuandodorma. As su mente segua trabajando,con mayor libertad y audacia que en lashoras de vigilia, en el gran proyecto quelo apasionaba y lo absorba.

    Al despertar, plasmaba en susdibujos y escritos lo ms bello y til decuanto haba soado. Las primeras horasde la maana estaban siempre dedicadasa aquella tarea singular.

    Iskandar, a toda hora sumido en sutrabajo, llevaba una existencia aislada ysolitaria. Slo tena trato con losobreros y esclavos que lo ayudaban en

  • las prospecciones del cenagal. Por lodems, se reclua en sus aposentos ynada ms que en raras ocasionesdisfrutaba de las veladas musicales depalacio, que se celebraban a diario.

    El Emperador de Arabia respetabala concentracin de su labor y velabapor que no fuese molestado. l mismoslo lo visitaba de tarde en tarde,siempre con brevedad, para infundirlenimos y renovarle su confianza.

    El dilogo entre ambos transcurracada vez de modo anlogo. Al ver entraral soberano en su gabinete de trabajo,Iskandar se inclinaba, diciendo:

    El proyecto avanza con enorme

  • fluidez, mi Seor; pero no ha llegadoan la hora de mostrroslo. Su bellezaser mucho mayor que la que tiene eneste instante. Dadme algn tiempo ms,os lo suplico.

    Al-Iksir diriga una mirada desoslayo a los planos y dibujosesparcidos por las mesas, pero seabstena de mirarlos con mayoratencin, para respetar la voluntad delarquitecto. Despus, invariablemente,responda:

    Tmate todo el tiempo que te seanecesario, pero ni una hora ms. Llegacon tu ingenio hasta la cumbre, ms sinperder ni un solo da. No olvides que la

  • impaciencia me consume, aunque s queser fructfera la espera.

  • La respuesta del arquitecto era:No habr hora que yo no dedique

    al crecimiento de los diseos y clculos.Hasta que el proyecto est ultimado noconocer descanso.

    Y, finalmente, Al-Iksir proclamaba:La recompensa que tendrs

    alcanzar a tu vida entera, lo reitero.En cuanto el Emperador se retiraba,

    Iskandar reemprenda su trabajo. A lospocos minutos haba olvidado la visita.No necesitaba ms estmulos que los queya corran por su sangre y su cerebro.

    * * *

  • Pasados siete meses casi exactosdesde la primera audiencia, el arquitectoexpres sus deseos de presentar el granproyecto a la solemne aprobacin delEmperador de Arabia.

    A pesar de que tuvo que interrumpiruna reunin de Estado, el soberano lorecibi inmediatamente. Sus ojosbrillaban como si estuviesen inundadosde colirio.

    El proyecto constaba decuatrocientos catorce pliegos,cuidadosamente doblados, que fueronintroducidos en el saln por ocho pajes.En ellos todo estaba expuesto condetalle, con dibujos, textos y clculos,

  • desde la remocin y traslado de tierrashasta los pormenores de decoracin decpulas y artesonados. El recintoajardinado constara de treinta distintospabellones singulares, a cul ms dotadode hermosura; de sesenta diferentesestanques, con sus artsticos surtidores yestatuas proveedoras de agua; de setentatempletes, como sueos cristalizados: decien glorietas diversas, parasustentacin de plantas colgantes; dedoscientas grandes pajareras, todas dedistinta forma, para el alojamiento de unsinnmero de especies de aves, ascomo de zonas reservadas para la libreproliferacin de ejemplares de paso.

  • Las clases de rboles que el parquecontendra eran ms de trescientas,desde el mtico drago, de savia rojacomo la sangre, que llegara de las islasAfortunadas, hasta el evocador ciprs deesbelta figura, que sera transportadodesde la pennsula de Grecia.

    El estudio de Iskandar incluatambin una estimacin del nmero totalde hombres que seran necesarios,distribuidos por especialidades, y de lacantidad de cada uno de los materialesque iban a emplearse, desde las simplespiedras y gravas hasta las gemas deorfebrera.

    A las varias horas de estar

  • examinando los planos y dibujos, cuyacomprensin haca an ms amplia laspalabras que aada el arquitecto, elEmperador de Arabia qued convencidode que el proyecto superaba con creces,en variedad, belleza y armona, a cuantol haba imaginado. Gozosamenteabrumado por la excelencia del plan dela obra, y sin esperar al examencompleto de los diseos, anunci:

    Tu creacin me complace engrado mximo. Has demostrado ser, enefecto, el ms grande y preclaro de losarquitectos. No es necesario que sigasmostrando. Tanta belleza ya clama porhacerse realidad. Dime tan slo, como

  • aclaracin final: qu has previsto parael espacio central del parque?

    En el ltimo pliego est descritodijo Iskandar, deslizndolo de la basede un montn de planos y desplegndoloante los ojos del monarca, para decirenseguida: un gran tmulo de mrmolblanco, salpicado de incrustaciones deoro que representan las constelaciones.

    Hermoso parece ser dijo Al-Iksir, dubitativo. Qu significa?

    Con l, mi Seor, rindo homenajea mis antecesores, los arquitectos persasantiguos. Ellos crean que en el centrodel Universo haba una montaa mgica.Por ello, cuando trazaban un jardn de

  • arte, siempre disponan en el centro algoque simbolizaba la csmica montaa. Asiglos de distancia, yo he queridorespetar aquella antigua tradicin paraenriquecer el proyecto.

    Brillante idea es, y, sinembargo

    Decidme, Seor de Arabia:deseis que en el centro del parque seubique algo distinto? Si lo expuesto noos complace, dadme a conocer vuestrosdesignios y adaptar esta parte delproyecto a vuestra voluntad.

    Por el momento quiero tan sloque dejes libre esa zona central. En suda te revelar mis intenciones al

  • respecto. Por lo dems, con jbilo loproclamo, tu proyecto est enteramenteaprobado. Pero considrate con lalibertad de modificar todo lo que anpueda mejorarlo durante el tiempo enque se construya. Mi orden es que lasobras comiencen cuanto antes y acabenen el menor nmero de aos posible.

    Podrn comenzar maana sidisponis lo necesario.

    El tiempo de su ejecucin no pasarde cinco aos.

    Pues maana comenzarn. Khaled,mi tercer visir, que aqu nos acompaa,queda nombrado en este mismo instanteintendente general de la obra. A l

  • transmitirs todo lo que sea necesario yl se encargar de que se cumpla:reclutamiento de hombres, adquisicinde materiales, transportes,administracin de los fondos. l estar atu servicio y ser mi representante en laobra hasta que est concluida. Hasta esemomento an lejano, yo no pondr lospies en el recinto. No quiero descubrirloda a da, a travs del lento y trabajosoavance, sino de una sola vez, radiante yentero, culminado, como una revelacinque asombre mis sentidos y asegure porsiempre la fama de mi nombre y mireinado.

    Una pausa solemne sigui a aquellas

  • palabras. Nadie os decir nada, nisiquiera el arquitecto. Todas las figurasse inmovilizaron en espera de que elEmperador pronunciara sus ltimaspalabras:

    Ve, pues, Iskandar. Descansa estanoche y empieza maana tu camino haciala gloria.

    Or es obedecer dijo elarquitecto, inclinndose y saliendo luegode la estancia, seguidoceremoniosamente por los pajes quellevaban los pliegos del trazado.

    De regreso a sus aposentos, la dichalo desbordaba. Iba a iniciar la direccindel mayor proyecto que nunca haba

  • imaginado. Su aliento era alegra; supulso, esperanza; y su mirada, plenitud.

    Sin embargo, las nubes delcrepsculo, en las que ni siquierarepar, parecan anunciarle un destinoaciago con sus sombros tonos crdenos.

  • IV

    Al da siguiente, al rayar el alba,Iskandar se dirigi hacia el cenagal a lacabeza de un contingente de veintecapataces y trescientos peonesreclutados durante la noche por Khaled,el intendente imperial. En nmerosuperior, bueyes y camellos,acostumbrados a rudas tareas delabranza, los acompaaban.

    Llegados al lugar, los animalesfueron enganchados por parejas agrandes arados modificados de maneraque sirvieran para la remocin y el

  • arrastre de tierras.El primer objetivo del artfice era

    vaciar la gran cuenca del lodazal, cuyocontorno anticipaba el emplazamiento delas futuras murallas del jardn. Iban alevantar los barros milenarios hastadejar al descubierto el gran lecho deroca que sustentaba el paraje a casi diezmetros por debajo del nivel de lasarcillas, que seran materia prima parala coccin de ladrillos de carga. Laingente operacin de vaciado, acometidade sol a sol, sin descansos, bajo laatenta mirada de Iskandar, consumi msde veintids semanas.

    Khaled, entretanto, para cumplir las

  • peticiones del arquitecto, hizo partirochenta largas caravanas en busca demateriales, mientras que los emisariosde Al-Iksir reclutaban por toda Arabiaun gran nmero de operarios yartesanos, tras someterlos a difcilespruebas para que acreditaran su pericia.

    Cuando al fin el vasto lecho depiedra qued al descubierto, Iskandarhorad la roca con la ayuda depicapedreros y zahores recinincorporados. En poco tiempolocalizaron todos los manantialessubterrneos. Despus, los plomeros,llevados por Iskandar a innovar en suoficio, iniciaron el sistema de

  • conducciones hidrulicas mientras que,en la superficie, los albailespreparaban el trazado del extensosistema de zanjas, canales y acequiaspor las que el agua llegara a lo ms altodel terreno para ser distribuida despusa los estanques monumentales y a todo elparque.

    Asegurado el suministro delprecioso elemento, Iskandar hizo cubrirla plataforma rocosa con gravassustentadoras y tierras frtiles de muydiversas clases, segn el destino decada zona en el proyecto.

    Al-Iksir, desde su alminar ms alto,observaba a distancia con su vista de

  • guila los avances de los trabajos: lacreciente transformacin de los terrenosdesecados, el hormigueo incesante delos operarios, la brega de los animales yla continua llegada de caravanas conaprovisionamiento de materiales.

    Iskandar, que a las pocas semanasdel inicio de las obras habaabandonado sus aposentos de palacio,ocupaba una jaima de piel de camello,apenas ms grande que las de susayudantes y capataces, en elcampamento que se haba levantado paraalbergar a todos los que trabajaban en lagran empresa.

    As lo haba l querido para estar

  • siempre en contacto con los hombrespuestos a sus rdenes y con el espacioque se iba transformando, a la vez quemodificaba sin cesar, hacindolos cadavez ms preciosos y depurados, losdibujos de pabellones, estanques,surtidores y templetes.

    Cuando se cumplan cincuentasemanas de trabajos y los cimientos delos primeros pabellones ya se asomabanal aire, acert a pasar por all, como unoms de los muchos curiosos que lasobras atraan, un anciano ciego, deorigen turco, que responda alenigmtico nombre de Zoz. Pero no erasta su nica singularidad, ni la mayor

  • de ellas. Al decir de algunos de losrabes que trabajaban con Iskandar, eratenido por adivino en muchos lugares deOriente y, en ocasiones, sus consejoseran odos por gobernadores yprncipes.

    Zoz viajaba a lomos de un camellodecrpito, en compaa de un jovenlazarillo, casi un nio, del que se decaprotector. Al or el gran estrpito de laslabores de cantera y el mar de vocesque sobrevolaba el recinto, pidi serconducido ante el director de todoaquello.

    Aunque Iskandar nunca entablabaconversacin con curiosos o

  • desconocidos, e incluso procuraba quefuesen alejados por la guardia, hizo unaexcepcin con Zoz, ganado por elaspecto del personaje y la aureola de suprestigio. Lo recibi en su tienda,concedindose un fugaz descanso. Eljoven lazarillo, cuyo nombre era Hasib,entr con el ciego, fue presentado por lcomo mudo y escaso de luces, y qued aun lado.

    Decidme, ilustre ingeniero dijoZoz en cuanto estuvo sentado anteIskandar, cul es la causa del ruido ydel polvo que percibo en este lugar?

    Aqu se est empezando a levantarlo que ser una maravilla del mundo

  • inform el arquitecto sin altanera. Ungran Jardn Monumental para deleite delos sentidos, como nunca lo ha habido.

    Sois Vos el creador de esamaravilla en ciernes?

    Yo lo soy, por voluntad de miSeor, el Emperador de Arabia explic Iskandar protocolariamente.

    El ciego levant la cabeza como sihubiese percibido una amenaza en elaire y pregunt:

    Es l vuestro Seor?Aunque soy aptrida, l lo ser

    hasta que la obra se culmine. Mi Seores siempre aquel que patrocina mitrabajo. Otros tuve antes que Al-Iksir y

  • otros tendr en el futuro. Es condicinde mi oficio. Ahora el Seor de Arabiaes mi soberano. Nunca tuve otro tangeneroso y magnnimo. Su confianza enmi trabajo es mi fortuna.

    El anciano turco permaneci calladounos momentos, con su mirada nublaperdida en un ngulo indefinido de lajaima. Despus, con voz ms oscura,dijo de pronto:

    La suerte esconde a veces ladesgracia.

    Qu queris decir con esteaforismo? pregunt Iskandar, ms porcortesa que por sentirse realmenteinteresado.

  • Habis recibido un encargo quecasi excede de lo humano. No osasusta?

    Los grandes encargos sonverdaderos desafos. Ante ellos elarquitecto no tiene ms opcin quesuperarse, si no quiere ver destruido suprestigio o verse destruido l mismo.

    Una cosa es el arte y otra lapropia vida dijo el ciego, levantandolos brazos, como si algo colgado deltecho de la jaima lo molestara.

    Para m ambas cosas son lamisma.

    Al or aquellas palabras, las manosalzadas de Zoz cayeron como pjaros

  • muertos en pleno vuelo y su rostro secontrajo diciendo:

    Hermosa consigna la vuestra,aunque pueda ser funesta un da.

    Iskandar recel entonces de las artesdel adivino y se dijo:

    Ese modo de hablar y esos gestosenigmticos pertenecen, sin duda, a lostrucos y habilidades de su oficio: sugerirde modo ambiguo, insinuar augurios,especular con lo impreciso. Debhaberme dado cuenta antes.

    El anciano aadi entonces,tutendolo:

    Por tu bien, no olvides lo que tehe dicho.

  • Deseoso de poner fin a los airesmisteriosos del ciego, que le parecande impostura, Iskandar le pregunt convelada irona:

    Os tenis por adivino?Por tal me tuvieron gentes que

    conoc en el mundo.Decidme, pues, os lo ruego:

    cunto tiempo pasar hasta que elJardn Monumental est totalmenteconstruido?

    Contando desde hoy, cuatro aos ycien das.

    Iskandar qued sorprendido. Segnsus ltimas estimaciones, que a nadiehaba comunicado, seran tres aos y

  • cien das, dejando los cien das comoreserva para ultimar lo que Al-Iksirquisiera ver alzado en el centro delparque. Aunque extraado por la exactadiferencia de un ao, dijo:

    Vuestro pronstico es equivocado.Mis clculos son ya muy precisos.

    En tus clculos no est loimprevisto: fallarn. Y no slo en esto.Temo por ti, arquitecto.

    Iskandar apenas prest atencin a loltimo, por considerarlo un alarde msdel adivino. Y con respecto a ladiscrepancia de tiempos pens:

    Qu puede saber de una materiatan ajena a su experiencia de caminante

  • ciego? En qu puede basarse paravaticinar un tiempo que es suma de milfactores diversos? Qu idea exactapuede hacerse si ni siquiera puede ver elespacio que el Jardn ocupar? Hahablado por hablar. La diferencia de unao es una simple coincidencia. Qupuede ser, si no?

    Como adivinando el escepticismo deIskandar y su creciente desagrado, Zozdijo, levantndose:

    Aunque me queda ya pococamino, he de marcharme enseguida.

    Adnde os encaminis? pregunt con alivio el arquitecto al verque el encuentro conclua.

  • A ninguna parte. Es decir, a dar unpequeo rodeo para volver casi almismo sitio. Hasib, guame. Salgamos.

    Iskandar levant el teln de laentrada para franquearles el paso.Pensaba:

    Su ltima entrega: un acertijo. Nopuede olvidar los vicios que le han dadofama entre los crdulos. Pero esta vez seha referido a l mismo. Mejor as.

    Al pasar junto al arquitecto, Zoz sedetuvo y, como si pudiera verlo, le dijo:

    Gurdate de Al-Iksir cuandollegue aquel da, hijo, y salva, si puedes,lo ms valioso que hay en ti. Adis.

    Ciego y lazarillo se alejaron en

  • busca de su camello viejo.Iskandar respir con hondura y

    observ sus sombras en el suelo: ya erams de medioda. Resueltamente sedirigi a supervisar la labor de loscanteros. Los golpes de cincel leayudaran a sepultar en su memoria elencuentro con el adivino ciego.

    El cielo era tan azul que extasiaba lamirada. Todo en el aire estaba en calma.El arquitecto volvi a s y recuperpronto la fiebre de su dicha.

  • VTras un rato de penosa marcha, Zozdetuvo su montura y le dijo tristementeal muchacho:

    Para luego retroceder, no merecela pena seguir avanzando.

    Retroceder? Por qu vamos ahacerlo?

    Pronto lo sabrs. Esperemos. Yten muy presente esto: hasta que vuelvasa los pramos, fingirs ms que nuncaser mudo y corto de entendimiento. Teva en ello la vida. Comprendido?

    Comprendido, s, pero

  • No pudo continuar. Una columna dejinetes lleg galopando furiosamentehasta donde estaban. Eran soldados dela caballera de Al-Iksir. El quecomandaba el grupo anunciescuetamente:

    El Emperador de Arabia, nuestroSeor, ordena que os llevemos apalacio.

  • Por qu causa? preguntserenamente Zoz.

    Su deseo es ley. Vamos.Sin mediar otra palabra fueron

    conducidos secretamente al alczar.Ya caa la tarde cuando Khaled le

    susurr a Al-Iksir:Ya tenemos al ciego en el cuerpo

    de guardia, mi Seor.Repteme exactamente lo

    sucedido.Cuando vi que el arquitecto lo

    reciba, tem que el turco actuarasolapadamente en nombre de algnproveedor extranjero. A otros hemosdescubierto que intentaban parlamentar

  • con Iskandar para inducirle a adquirirmateriales que no eran necesarios, acambio de sobornos considerables.

    Alguna vez Iskandar se haprestado a tales corrupciones? Mesorprendera.

    Nunca, mi Seor. Ni siquieraquiso hablar con esos mercaderes y mepidi que fueran expulsados, puedo darfe de ello. Su proceder es intachable.Pero en cumplimiento de mis deberes deintendente, me apost junto a la jaima alver que, contra su costumbre, Iskandaracceda a recibir en privado al turcodisfrazado de mendigo.

    Qu escuchaste?

  • La conversacin fue breve yhablaron en voz muy baja. Pero operfectamente que, al final, pretendiendoactuar como adivino, el visitante dijo:Gurdate de Al-Iksir cuando llegueaquel da, hijo, y salva, si puedes, loms valioso que hay en ti.

    A qu da se refera el impostor?No pude deducirlo. Pero en

    cualquier caso, su delito es grave: usde vuestro nombre para sugerircalamidades.

    Tradmelo aqu. Lo interrogar enpersona.

    Oigo y obedezco. En laantecmara, Khaled orden que Zoz

  • fuese nuevamente registrado para tenerla certeza absoluta de que no llevabaarmas. A continuacin, con un gesto muyrpido, el intendente extrajo su daga deltahal y, empundola, la hizo avanzarpor el aire hasta detenerla ante los ojosdel prisionero que, abiertos y opacos,parecan mirar hacia adelante.

    A pesar del acercamientovertiginoso de la daga, Zoz no se movi.Acus tan slo, con una leve contraccinde los msculos de la cara, el airecausado por la accin de Khaled, quiendijo:

    Tal vez sea cierto que eres ciego.Vamos. Responders por tus insidias

  • ante el Emperador.En decisin inesperada, Al-Iksir

    quiso celebrar a solas su encuentro conel adivino. Cuando quedaron sintestigos, le pregunt:

    T, infeliz, quienquiera que seas,previniste al arquitecto contra m. Porqu? Acaso l no me servir como yoquiero?

    Al contrario. l cumplir vuestrosdeseos en medida an mayor de la queesperis.

    Quisiste entonces darle aentender que yo no cumplir mi palabra,que no colmar toda su vida de lujos yriquezas como premio?

  • No. El arquitecto tendr esoslujos y riquezas, pero l no sabe en quconsistirn. Por ello le hice laadvertencia.

    Y qu importa en qu consistan sial tenerlas se convierte en uno de loshombres ms acomodados de la Tierra,como yo le promet si me serva?

    Eso el Emperador de Arabia losabe mejor que yo. No necesitaescucharlo de mis labios.

    Con creciente clera, Al-Iksirexigi:

    Explcate mejor, insensato, si noquieres que te considere un embaucadorque lanza al azar sus vaticinios. Te

  • prevengo: yo castigo severamente todoengao hecho a mi persona, as comopremio con largueza la veracidad.

    Ni con el triple de las riquezasque Iskandar tendr a su alcance podrael Seor de Arabia tentarme. Mi cienciade adivino es un don que no se compra.Slo lo utilizo con quienes lo necesitande verdad. El arquitecto est en esecaso: por ello quise hablarle. Pero elgran Al-Iksir ya sabe lo que har. No esmenester que se lo diga nadie.

    Tus palabras engaosas atraernsobre ti una pena grave. Es mi ltimaadvertencia.

    Sin hacer caso de la amenaza, Zoz

  • continu:Algo por ltimo dir: el

    Emperador de Arabia nunca conoci aalguien como Iskandar. No puede niimaginar cmo es por dentro esehombre. No reaccionar como Al-Iksirespera cuando empiece la tragedia. Lacrueldad no dar fruto. Con estotermino. Mi hora ha llegado, como yasaba.

    Slo con el ltimo pronstico hasacertado. De tus afrentas y fraudespagars el precio en sangre. Maana alalba perecer el adivino falso, cubiertode ignominia.

    Tena pronosticado que la noche

  • que ahora empieza sera para m laltima. Acepto el cumplimiento deldestino.

    No hay mrito alguno en tuvaticinio: cmo podas confiar enseguir con vida tras conspirar contra my tratar de calumniarme?

    El pronstico del fin de mi vidano tiene nada que ver con Al-Iksir,aunque l sea su instrumento.

    Al soberano de Arabia le costabacreer que Zoz tuviese tanta audacia. Consus palabras lo haba rebajado a simplecomparsa del destino. Simulando noestar exasperado, le pregunt al ciego:

    Con qu tiene que ver entonces?

  • Acaso esperabas morir de viejo,apaciblemente, la prxima madrugada?

    Yo saba que iba a morir despusde conocer a alguien que ser recordadopor los siglos. Y se no es otro queIskandar, a quien hoy he conocido.

    Al-Iksir rompi su composturamayesttica y estall:

    No ser l el recordado por lossiglos, sino el impulsor de la obra quedirige, quien ahora te habla y tecondena, el Emperador de Arabia!

    Conserva esta ilusin mientraspuedas, que no ser mucho tiempo sentenci Zoz con menosprecio, tuteandoal monarca para degradarlo.

  • La guardia! clam Al-Iksir, yocho soldado entraron inmediatamente. Llevoslo: la ley exige que alamanecer pierda la vida.

    Zoz muri al alba, como habaprevisto. Los verdugos de Al-Iksiractuaron con presteza: el noble ciegoapenas not el momento en que ya no fuesuya su cabeza.

    Hasib, el lazarillo, corri distintasuerte. Gracias a ser considerado mudoy dbil mental, es decir, incapaz decomprender lo sucedido y de explicarlo,los verdugos ni se tomaron la molestiade matarlo.

    En plena noche, descalzo, fue

  • arrojado a los caminos y olvidado.

  • VI

    Despus de aquellos hechos, Khaledprest una atencin muy especial a laconducta de Iskandar. Estuvo alerta antecualquier indicio que revelara que lasadvertencias del adivino haban hechomella en l.

    Pero nada pudo percibir, ni el menoratisbo. El arquitecto continu entregadoa la direccin de los trabajos,incansable, con el bro y la pasinacostumbrados.

    Adems, en aquellos das seiniciaron nuevas actividades en la

  • ingente obra. Se preparaban loscimientos para la ereccin de lasmurallas de mrmol que haban deproteger el recinto y aislarlo como unparaso vedado a ojos profanos. Unaparte de la red hidrulica, con sus noriasde impulsin y sus cauces principales ysecundarios, estaba ya totalmenteconstruida y era sometida a pruebas decirculacin de aguas a todo caudal paradetectar el menor fallo o la ms pequeagrieta. Se empezaba tambin laimplantacin en el terreno de los rbolesms grandes y de aquellos quenecesitaban de un perodo deaclimatacin ms largo. Y en zonas

  • umbras se diseminaron fertilizantesespeciales para intentar los primeroscruces florales.

    Aquel incremento de operacionesestuvo acompaado por la llegada denuevos tcnicos y operarios procedentesde toda Arabia y de pases extranjeros.

    En su conjunto ya eran ms de milquinientos los hombres que tomabanparte en los trabajos.

    Entre tanto incremento de personas ytantas lneas de actividad simultneas,pareca obvio que la atencin y lasenergas de Iskandar estuvieranconsagradas por entero al parque.

    Todo haca pensar, sin asomo de

  • duda, que no recordaba haber tenido unencuentro con Zoz, el adivino turco.

    * * *

    Tras ser expulsado del alczar-palacio, Hasib, el lazarillo, anduvo tresdas y tres noches descalzo por lospramos sin apenas dormir ni descansar.Haba podido llevarse consigo elcayado de su protector, al que nadie diovalor ni importancia, y con l se ayuden la marcha.

    Falto de otras esperanzas, suobjetivo era el de alejarse tanto como lefuera posible de la capital del Imperio.

  • Tema que los soldados cambiaran deopinin y salieran a matarlo. Cuanto mslejos llegara, ms a salvo estara,pensaba.

    Al ir pasando nuevos das sin versedescubierto, fue adquiriendo algo deconfianza y soseg el paso. Poco a pocose aventur a entrar en los poblados. Suaspecto, que inspiraba lstima, le ayuda procurarse alimento, calzado ydistintos harapos. Pero siempre andabacon el nimo sobresaltado, por temor aser denunciado por los espas delEmperador que, segn se deca, estabanen todas partes.

    Una tarde, muerto de cansancio,

  • entr en un palmeral que estaba algoalejado de los caminos principales.Pronto el sueo y la fatiga lo vencieron.Qued profundamente dormido.

    Al poco rato se despertsobresaltado. Cerca de l estaba,sentado, un hombre maduro de rostrosereno y ojos grandes. Al ver que elmuchacho se reanimaba, le dijo:

    No te asustes. Me detuve aqu alver que estaba contigo el cayado de Zoz,el adivino turco. Lo conoc en Damascohace aos. Un hombre extraordinario.Dnde est ahora el ciego sabio?

    Hasib desconfiaba. Aunque elaspecto del desconocido no lo daba a

  • entender, poda ser un sicario de Al-Iksir. Minti para desorientarlo:

    No s de quin me estishablando. El cayado lo encontr tiradoen un camino. Pero ya que conocis a sudueo, os lo doy para que se lodevolvis.

    El hombre tom el bculo y loexamin detenidamente.

    Es el suyo, no hay duda. Entre millo reconocera por el ojo con dospupilas que tiene grabado.

    No me haba fijado aadiHasib, evasivo.

    Por qu ests asustado? No loestoy minti Hasib, sin poder ocultar

  • la rigidez que lo envaraba.Ms preocupado, el desconocido

    pregunt:Ha sufrido Zoz algn dao?Quin era ese Zoz del que tanto

    hablis?Era, dices? exclam el hombre

    con alarma. Ha muerto y t lo sabes?Cmo puedo yo saberlo si no s

    de quin se trata?El desconocido se propuso

    apaciguarlo:No debes temer nada de m,

    muchacho. Soy Dalhabad, el poeta deSiria.

    Al or aquel nombre, Hasib crey

  • estar soando. Zoz le haba habladoalgunas veces de Dalhabad, con grandeselogios. Deca que era el ms grande delos poetas rabes vivos, el cantorinigualable de las ciudades soadas eimaginarias. El adivino, en ocasiones,haba recitado algunos de sus versos.Hasib los recordaba. Enseguida levinieron a los labios:

    Enciende mi mirada el lucientemrmol

    que protege los restos de miamada

    Al instante, el hombre prosigui:

  • Y al jarrn de plata quesostiene

    fulgor de luz lo abraza en formade aura.

    Conoces de memoria unos versostan difciles? Me asombra. Pertenecen alcanto que dediqu a Istis, mi esposa,muerta en plena juventud.

    Hasib ya no dudaba. Por la forma enque haba pronunciado las palabras,sacndolas del alma, aquel hombre nopoda ser otro que Dalhabad. Laresistencia del chico se venci. Ya nopoda fingir ms. Zoz le haba dicho quelos hombres tambin lloraban. Por sus

  • ojos afloraron lgrimas.Dalhabad respet su breve llanto y

    luego le pregunt:Por qu tienes t el cayado de

    Zoz?Hasib le refiri lo acontecido en el

    campamento y en el alczar de Al-Iksir.Despus le habl de su larga huida.Dalhabad lo escuch todo atentamente yal final concluy con tristeza, evocandoen su memoria al adivino:

    Podemos dar a Zoz por muerto. Lededicar un poema de homenaje.Hubiese debido hacerlo estando l convida, pero con mayor motivo lo hardespus de muerto.

  • El poeta permaneci unos momentosabstrado y luego pregunt:

    Te dijo cul es el peligro queacecha a Iskandar?

    No. Slo le o murmurar,hablando solo, que el arquitecto estabademasiado embrujado por su trabajopara darse cuenta y que, cuando loadivinara, sera, quiz, demasiado tarde.

    A m tambin me ocurre a veces,comprendo su situacin; para l slotiene realidad el jardn que estforjando. Y por lo que me has dicho, anle llevar mucho tiempo. Cuando estprximo a acabarlo, ir a ese lugar.Creo que no le conviene quedarse all

  • hasta las ltimas jornadas. Tratar dehablarle antes.

    Tras una pausa reflexiva, de la quesali con distinto tono y expresin,Dalhabad anunci:

    Creo, muchacho, que nuestroencuentro no ser baldo. Escucha lo quevoy a proponerte.

    Sin decir nada, Hasib abri mucholos ojos, como si en ellos fueran a entrarlas palabras del poeta de Damasco.

    Llevo ya demasiado tiempoviajando sin compaa. Tu fuiste elegidopor Zoz para ser su lazarillo. Conmotivo lo hara; algo percibi en ti quelo decidi a adoptarte. Me fo de su

  • criterio. Oye bien: si no tienes adonde irni a nadie que te espere, puedes venirconmigo.

  • A Hasib le pareca imposible haberodo aquello. Ser aceptado porDalhabad, el cantor de Siria, el msfamoso de los poetas rabes! Temahaber entendido mal la propuesta. Perolas siguientes palabras del poetadisiparon toda duda:

    Y si tienes aptitudes y aficin, irsaprendiendo conmigo los recursos de lalrica. Quin sabe si Zoz haba previstoque encontrara en ti a un buendiscpulo? Pero no especulemos con loshechos del maana. Slo se trata ahorade que digas si aceptas mi ofrecimiento.

    Lo acepto, claro, s, gracias balbuce Hasib pisndose las palabras.

  • Tienes hambre?S.Aqu tienes dtiles, pan de higos,

    queso seco y el mendrugo de pan que mequedaba. Calma primero tu apetito,luego nos pondremos en marcha.Recorreremos Arabia y al final, cuandollegue el momento preciso, iremos alJardn Monumental. Sin duda loencontrars muy transformado, y tambina Iskandar, que ser protagonista de unode mis cantos de Arabia.

  • Segunda parte

    VIICasi cuatro aos pasaron con el

    cortejo de sus das y sus horas.Iskandar, ebrio de ideas, haba

    multiplicado su actividad hasta loindecible. Estuvo presente en todos losfrentes de los trabajos, y supervis hastael menor de los detalles.

    Otros mil doscientos hombres sehaban incorporado a las diversas lneas

  • de avance de las obras. Algunos deellos, llegados de lejanas tierras, desdela India hasta el Mediterrneooccidental, eran consumados maestrosen alguna de las artes que se requeran.Llegaron, progresivamente, arquitectosayudantes, jardineros ornamentales,floricultores persas, cuidadores de aves,forjadores de metales, criadores depeces raros, pintores de frescos,labradores de artesonados, mecnicosde autmatas, escultores, tapiceros ymuchos otros especialistas.

    rboles gigantescos y arbustosaromticos arraigaron en las tierraspreparadas con perfectos drenajes. Aves

  • de plumaje deslumbrante fueronaclimatadas en el recinto, as comopequeos pjaros, y salamandras ylagartos. Cientos de nuevas flores,algunas inauditas, se obtuvieron a travsde la paciente labor de hbiles artficesque efectuaron miles de tentativas.

    En hornos instalados bajo tierra, losfundidores dieron forma a los metalescon arreglo exacto a los dibujos delproyecto, mientras los joyeros tallabanlas piedras preciosas, preparndolaspara ser incrustadas o engastadas encolumnas, bvedas y arcos.

    Los hidrulicos, bajo la muy directasupervisin de Iskandar, ajustaron las

  • velocidades de los saltos de agua y lapresin del lquido en los surtidorespara que la gran sinfona acutica searmonizara, a la vez que los pulidoresde nice, mrmol y alabastro arrancabandestellos de las cisternas de albercas yestanques.

    Las joyas arquitectnicas que iban aser cada uno de los pabellones ytempletes, cuyo nmero se habamultiplicado en el proyecto hasta llegara ms de trescientos, fueron objeto deespeciales esfuerzos y cuidados. Sobresus cimientos de ladrillos, yeso, piedrasy grava se construyeron subterrneosabovedados que eran como aljibes

  • donde todos los sonidos se propagaban,encantando al odo. Ms tarde se alzaronsus estructuras, todas distintas, conempleo de materiales nobilsimos ypreciosos recubrimientos.

    Por las noches, Iskandar soaba yaada nuevos prodigios y detalles.Entregado a su pasin, se le vea el msdichoso de los hombres. El encuentrocon Zoz pareca yacer olvidado en loms profundo de su memoria. El placerde ver crecer hora a hora todo lo quehaba imaginado lo colmaba como nohubiese podido colmarlo cosa alguna.

    Al-Iksir goz tambin intensamentedurante aquellos aos. Desde lo alto de

  • su alczar, siempre a distancia, vea elparque como un gran organismo vivoque creca para darle gloria perpetua.

    Sin pisar nunca el terrenotransformado, estaba al corriente en todoinstante de las menores minucias de laobra. Adems de la vigilante presenciade Khaled, el intendente, contaba entrelos alarifes y artesanos con no menos decien espas a los que no poda pasar poralto cualquier desnimo o vacilacin deIskandar o toda otra anomala quehubiese habido en la ejecucin de sumandato.

    El Emperador de Arabia, libre detoda preocupacin, pensaba a menudo:

  • Cmo fluye a mi favor el Tiempo,deslizndose hacia el da en que tomarposesin de la maravilla que estoypatrocinando! Mi nombre, por miles deaos, quedar unido al recinto fabulosoy ser ensalzado como el hacedor de unaantesala del paraso en tierra demortales.

    * * *

    Para Dalhabad y Hasib, aquellosaos tambin fueron fructferos. El poetade Damasco, tras entrar en relacin conmuy diversas gentes de la pennsula deArabia, desde nmadas y beduinos hasta

  • gobernadores y emires, vasallos de Al-Iksir, inmortaliz en versos suscostumbres, sus amores y sus sueos, ydescribi, con palabras que fluan a losojos, las asombrosas ruinas de lasantiqusimas ciudades y los ensueos yespejismos que los caminantes percibanen los desiertos. Se convirti en el granpoeta de Arabia, como lo era ya deSiria.

    Sin embargo, tanto l como Hasib,que se haba ido iniciando en el arte deconmover con las palabras y dar cuerpolrico a toda clase de encantos, tenanmuy presente la cita aplazada. Porconfidencias de caminantes haban

  • sabido del esplendoroso avance de lasobras. Consideraban cada vez mscercano el da en que podran llegar alJardn Monumental, casi acabado, parapedirle a Iskandar que se alejara delpeligro.

    * * *

    Mas cuando ya las cpulas de lospabellones relucan; cuando eran yamiles las aves que tenan su morada enel recinto; cuando cientos de floresnuevas, nunca vistas en otro lugar delmundo, abran sus ptalos bajo el cielode Arabia; cuando el agua ya cantaba en

  • estanques y surtidores; cuando la bellezadel recinto, casi culminada, embriagabaa sus mismos operarios, Iskandardesapareci misteriosamente.

  • VIII

    La noticia le fue comunicada a Al-Iksir al comienzo de una maana. Alinstante, su rostro se demud, mientrassujetaba algo invisible con las manos.Cuatrocientas patrullas montadassalieron inmediatamente con la orden deencontrar al arquitecto.

    Iskandar haba sido visto alejndosedel campamento a medianoche. Pero lossoldados que rodeaban el recinto, y laspanteras negras que estaban con ellos, ledejaron paso franco.

    Saban que, de un tiempo a aquella

  • parte, Iskandar haba adquirido el hbitode caminar cada noche una hora por lasproximidades del campamento paraapaciguar su nimo exaltado yprepararse para un sueo lleno deimgenes.

    Cualquier otro, alarife, maestro deobras, artesano, criado, obrero oesclavo, habra sido interceptado sinmiramientos y sometido a exhaustivosregistros para comprobar si con suaccin pretenda sacar del recintopiedras preciosas robadas. La vigilanciase haba extremado en los ltimos das.

    Pero Iskandar estaba por encima detodas las sospechas. Nadie poda pensar

  • que cometiese la simpleza de sustraerunas pocas gemas, por valiosas quefuesen, cuando tan cerca estaba el da enque, segn lo anunciado, el Emperadoriba a colmarlo de riquezas. Lossoldados se inclinaron, saludndole, ylas panteras respetaron al que habanaprendido a ver pasar sin moverse dellugar en donde estaban.

    Khaled, el intendente, cuando seconvenci de que la desaparicin delarquitecto era un hecho consumado,comprendi que su largo perodo deeficacia iba a quedar reducido a polvo aojos del Emperador. Su influyenteposicin se haba resquebrajado y

  • amenazaba con sepultarlo.Confuso, turbado y lleno de temor,

    someti el resultado de susaveriguaciones a un Al-Iksir que habaenvejecido varios aos en pocosminutos:

    Mi Seor: no es posible encontrarexplicacin alguna para un hecho taninesperado. Ni la menor palabra, ni elmenor gesto o indicio podan hacerpensar lo que ha ocurrido. Yo lovigilaba noche y da sin l notarlo: eraun fantico de su trabajo, ninguna otracosa le importaba. No puedo creer quelo haya abandonado. No, al menos, porsu propia voluntad.

  • Alguien puede haberle forzado ahacerlo? inquiri el Emperador, cuyorostro pareca estar cubierto de cenizas.

    Imposible bajo el cielo, Seor delos Seores. Puedo daros fe de que notuvo contacto alguno con extraos.Desde que ocurri el incidente con eladivino ajusticiado, reforc an ms lasprevenciones. Ni un slo intruso hubiesepodido entrar en el recinto.

    Olvidas sus paseos nocturnosfuera de los muros, guardindesprevenido?

    Nunca quedaba fuera del alcancede nuestras miradas, y estaba siempretan solo como lo estar en la sepultura.

  • Toda la zona cercana, en un amplioradio, es recorrida por las patrullasexteriores. Iskandar nunca tuvo laposibilidad de encontrar merodeadoreso forneos. Pero la noche pasada, latierra pareci tragrselo y desapareci.

    A ti tambin se te tragar pronto lafosa si el arquitecto no es encontrado;tenlo por cierto.

    Tratando de demorar su perdicin,Khaled, con la poca sangre fra que lequedaba, arguy:

    Ser encontrado, os lo aseguro: nopuede estar muy lejos. Pero, entretanto,la ausencia de Iskandar puede serobviada.

  • No, no puede serlo! rugi Al-Iksir. Lo necesitaba aqu hasta elltimo da! l deba ser quien meentregara el Jardn Monumental una vezacabado!

    Yo quera decir, mi Seor y Gua,que las obras pueden continuar si Vos lodeseis, aunque el arquitecto falte.

    Cmo pueden proseguir sin estarl al frente?

    Me comprometo solemnementeante Vos a asumir la directa supervisinde los trabajos.

    Cmo puedes atreverte, perro, areemplazar a un hombre de un talento tanextraordinario?

  • Midiendo cada una de sus palabras,como si cualquiera de ellas pudierasalvarle la vida, Khaled expuso:

    No pretendo reemplazarlo comocreador, sino tan slo asegurar laejecucin de lo que l dej trazado. Enlas ltimas semanas, Iskandar ultimdefinitivamente el plan de decoracin delos pabellones y los ltimos ajusteshidrulicos. Tenemos los planos dondetodo est indicado. Por lo dems, losalarifes, maestros de obras, capataces yjardineros conocen a la perfeccin sucometido hasta el final. El arquitecto diotodas las instrucciones necesarias, sinomitir ni una sola.

  • Y eso no haca presagiar quepensaba marcharse? Cmo no losospechaste, ciego?

    No, Prncipe de los creyentes.ste fue desde el primer da su sistemade trabajo. Todos los capatacesconocan siempre a la perfeccin lo quetena que ser realizado en muchos daspor delante. l lo supervisaba todo,pero las instrucciones estaban siempredadas de antemano. Nada tena deextrao que actuase as tambin estandotan cerca el fin de las obras. Insisto, miSeor: su ausencia es inexplicable. Peropronto reaparecer y se aclarar losucedido. Nada en el mundo le hara

  • renunciar a las riquezas que leprometisteis y que ya casi tiene ganadaspor entero.

    El Emperador de Arabia parecimeditar acerca de aquellas ltimaspalabras sin llegar a convencerse. Trasun silencio muy tenso y largo lecomunic a Khaled:

    Que las obras no se demoren ni uninstante ms. Si es verdad lo que me hasdicho, tu vida estar a salvo mientras teocupes de impulsarlas y de velar por elexacto cumplimiento de los ltimosplanes de Iskandar. El curso de loshechos decidir finalmente tu destino.

    Oigo y obedezco. As se har

  • dijo Khaled, aprovechando aquelrespiro para retirarse, mientras Al-Iksirquedaba sumido en oscuras reflexiones.

    * * *

    Al da siguiente, el Emperador supoque, gracias al ritmo impuesto porKhaled, ya se haban recuperado lashoras perdidas a causa del desconciertocausado por la desaparicin de Iskandar.

    Pero la noticia apenas calm suprofunda desazn. La marcha delarquitecto, que segua sin serencontrado, comprometa de modo muygrave el cumplimiento de sus ms

  • secretos designios.Aquella misma noche, Al-Iksir tuvo

    un sueo inquietante. Vio el JardnMonumental, ya inaugurado, al completode sus elementos. Pero al mirar con msfijeza para deleitarse con sushermosuras, vio lleno de horror quehaba sido devastado por una misteriosadecadencia. Las aguas no corran ni seelevaban al cielo: estaban ptridas yestancadas, con peces muertos yhojarasca flotando en su superficie. Losestanques, agrietados, perdan poco apoco las aguas corrompidas, queencharcaban el suelo, impregnndolocon un hedor insoportable. Las

  • prodigiosas flores estaban marchitas ypisoteadas, y los rboles agonizaban. Niun solo canto de ave se oa en todo elrecinto: los pjaros, en gran nmero,yacan sobre la hojarasca, sin vida, conlas plumas manchadas de barro; y lasenormes pajareras no contenan ms queaves muertas. Las cpulas de lospabellones y templetes se habandesplomado, creando en su interior unaprofusin de escombros. Las piedraspreciosas ornamentales haban sidorobadas: en su lugar aparecan vidriostoscamente coloreados. El cielo, oscuroy plomizo, contribua a la enormedesolacin del parque. El Jardn

  • Monumental se haba convertido en unlugar infausto que oprima el corazndel Emperador de Arabia.

    Al-Iksir despert entre sudores, conlas sienes ardiendo. Luch pordesvanecer la angustiosa visin y, conesfuerzo, pudo sobreponerse. Entoncesse dijo:

    No es sta la amenaza que meacecha si el arquitecto no regresa. Pormiles de aos los cuidadoresmantendrn el esplendor del parquehasta el fin de los tiempos. PeroIskandar ha dado un golpe de muerte amis deseos. Si el golpe se consuma,maldita sea mil veces su alma ingrata y

  • malditos sean los que ayuden a escaparal fugitivo!

  • IX

    Dalhabad, que en el tiempotranscurrido haba alcanzado tal fama entoda la pennsula que todos lo llamabanel Cantor de Arabia, conoci la noticiade la desaparicin de Iskandar cuarentadas despus de producirse.

    Se la comunic Hasib, que la habarecogido de labios de un porteador queretornaba del Jardn Monumentaldespus de haber entregado all semillasdel Irak. El Emperador haba procuradomantener lo ms secretamente posible laausencia del arquitecto, pero los

  • proveedores que acudan a la obraacababan por enterarse. Al confidentede Hasib se lo haba dicho un maestrojardinero, tras hacerle prometerintilmente que no divulgara el secreto.

    Desapareci una noche sin dejarrastro le explic Hasib a Dalhabad,y nada se ha vuelto a saber de l, aunqueAl-Iksir lo hizo buscar por todas partes.Las obras prosiguen, lo dej todoprevisto, pero nadie comprende por quno esper a cobrar la recompensa.

    Nosotros s podemoscomprenderlo, Hasib.

    El aviso de Zoz surti al finefecto.

  • O comprendi por s mismo queun gran peligro se cerna sobre l.

    O ambas cosas a la vez.Acaso decidi salvar algo ms

    precioso que todas las riquezasprometidas: su vida, que seguramentevio amenazada. Y, a pesar de todo, lostrabajos han continuado?

    Dej planos e instrucciones contodo lo preciso.

    Su inteligencia ha sido doble:salvarse a s mismo y salvar laterminacin de su obra. Pongmonos enmarcha, Hasib!

    En direccin adnde? preguntel muchacho, sorprendido por su sbito

  • entusiasmo.No lo s an, pero tenemos que

    movernos. Si Iskandar se oculta en algnlugar de Arabia, nosotros, en secreto, loencontraremos. Si ha huido a tierras mslejanas, tambin daremos con l, aunquenos lleve ms tiempo. Ya puedoconcebir el momento singular queviviremos

    El de nuestro encuentro secreto?No, el que vendr ms tarde: los

    tres, disfrazados, de incgnito, sin serreconocidos, entrando en el JardnMonumental como visitantes annimos.Iskandar, su creador, el mejor gua entretodos los posibles, mostrndonos cada

  • una de sus delicias. Ya lo estoy viendo,como si fuese ahora.

    Ser maravilloso, es cierto.Despus de la visita podr

    componer el gran canto de homenaje alas bellezas del Jardn y al genio de suartfice. La esperanza no me abandonarhasta que viva ese da sin igual. Enmarcha, Hasib! Iskandar nos espera enalgn lugar sin l saberlo. El buen Azarguiar nuestros pasos hasta quelleguemos a su encuentro.

    Como viajeros avezados, almomento se pusieron en ruta a lomos desus camellos, que eran tres: los dos quemontaban y un tercero que llevaba, en

  • grandes bolsas de cuero, los cientos depliegos en los que haban escrito suspoemas de Arabia. El bculo de Zoz, delque Hasib nunca haba queridosepararse, comparta con ellos elcamino.

    ***Pero los hechos iban a desarrollarse

    de bien distinta manera a comoDalhabad haba imaginado.

    En aquel mismo da, sin que ellospudieran an saberlo. Iskandar,regresando del misterio, solo y sereno,se acercaba caminando al lugar quehaba abandonado cuarenta das antes:su Jardn Monumental.

  • Los guardias del exterior primero, alverlo acercarse, y luego los miles deobreros y artesanos, cuando apareci enlo alto de las murallas, quedaronparalizados al darse cuenta de que habaregresado.

    Iskandar est aqu, ha vuelto! fue el clamor que sali de sus gargantas.

    El arquitecto resplandeca entre lasalmenas de mrmol. Los soldados de laguardia le haban entregado una tnicablanca para sustituir a sus andrajos. Labrisa de la tarde agitaba suavemente suscabellos largos. Su mirada se perdi uncierto tiempo. Miraba el recinto como siviera en l su propia vida.

  • Despus, con un gran movimiento delos brazos, salud a los hombres que loobservaban desde todos los confines delparque.

    Pero muy pocos pudieron ver que sugesto iba acompaado por una sonrisatriste y enigmtica, mientras el blanco desus ojos reflejaba los incendios que elocaso tea en el horizonte ilimitado.

  • XCuando Iskandar se prostern ante elEmperador, Al-Iksir permaneci con elrostro inexpresivo, como si lo hubieseconvertido en mscara. Sin decirpalabra esper a que el arquitecto seexplicara.

    A una seal del primer visir,Iskandar se incorpor. Su semblanteestaba tranquilo, pero parecaencontrarse muy lejos de todo lo que lerodeaba. Con voz clara, como recitandoun texto aprendido, expuso:

    Os ruego, gran Seor, que no

  • consideris mi larga ausencia undesacato. Un extravo devastador seadue de mi nimo y me vi perdido enplena noche. Nunca haba trabajado contanta intensidad, ni por un tiempo tanprolongado, sin descanso, como lo hehecho en el Jardn Monumental. Elcansancio acumulado cay de prontosobre m, como un rayo demoledor, ydej mi mente oscura y agotada. Caminsin rumbo fijo hasta que, de madrugada,divis el monte de Arfoz. Por susinnumerables cavernas he estadovagando todo este tiempo,alimentndome de races y reptiles, yluchando por recuperar mi cordura y mi

  • memoria extraviada. Lo consegu al fin,y as puedo estar ante Vos con plenaclaridad de nimo.

    Cuando todos los visires ydignatarios esperaban que el Emperadorhiciera caer todo el peso de su clerasobre Iskandar, tras haber odo susextraas explicaciones, Al-Iksir, comoun protector slo preocupado por lasalud de su artista predilecto, lepregunt:

    Te encuentras de verdadrecuperado? Puedo volver a confiar enti como antes?

    Como si ste fuese el primer da.Los cortesanos vieron que los dos

  • personajes actuaban segn un planpreconcebido, como actores de dosdramas distintos que se encontraran enun escenario neutral, fingiendoentenderse, pero sin renunciar a susocultos planes y motivos.

    Entonces, en esta hora voy a dartea conocer lo que deseo que erijas en elcentro del parque. Pero tendrs quedemostrar tu buena forma llevndolo acabo de manera muy rpida. No quieroque la apertura del Jardn se demore niun da por esta causa: recupera eltiempo perdido.

    Con voz tan firme que parecacontagiada de arrogancia, Iskandar

  • asegur:La apertura no se demorar. Hay

    un contingente de hombres que hanconcluido sus trabajos, y noblesmateriales reservados en cantidadadecuada. Sern dedicados a esa obrafinal. Todo terminar en el mismo da.

    Espero que as ser. Levantarsen el centro del parque un pabelln dehonor de singular magnificencia. Ser miretiro ocasional cuando quiera disfrutarde soledad completa, y tambin laresidencia de los grandes de la Tierraque vengan a visitarme. Ha de sermxima su belleza, tanto la exteriorcomo la interna, dotada de todas las

  • comodidades. Tendrs acceso al recintosecreto de la cmara del tesoro para queen l elijas las gemas y joyas que mejorpuedan adornar ese pabelln central, elms grande de todos.

    Seor, tendris un edificio queparecer girar con la luz del sol. En suinterior ser posible experimentar lafelicidad completa.

    Si lo logras, olvidar tus das deausencia, proclamar que eres el mayorde los artfices vivientes y, finalmente,te coronar con una recompensa quealcanzar a tu vida entera.

    Iskandar se retir y, en lugar dedirigirse a su tienda del campamento,

  • volvi a ocupar por una noche, laltima, las estancias de palacio en quepermaneciera los primeros das. Habancontinuado reservadas para l en todomomento.

    Antes del amanecer ya habaconcebido, en parte despierto y en parteen sueos, el pabelln central. Laprodigiosa rapidez de su trabajo nodisminuy la perfeccin inaudita deaquella residencia para reyes. Parecacierto que los cuarenta das de ausencialo haban devuelto con la mejordisposicin de nimo para seguircreando.

    A primera hora de la maana,

  • acompaado por Khaled y una frreaguardia, eligi de la cmara del tesorolos jacintos, perlas, topacios,esmeraldas, rubes, diamantes, gatas,palos y amatistas que estimnecesarios, as como gran cantidad deriqusimos damasquinados y lingotes deoro y plata que se fundiran para darleslas formas diseadas.

    Enseguida, Iskandar hizo excavar elcentro del parque, hasta el lecho depiedra, para que las rocas, directamente,sustentaran el nuevo pabelln. Sobreellas construy un aljibe enorme, lugarde inauditas resonancias, que ms tardepensaba recubrir con mrmoles labrados

  • de arabescos.Los que trabajaban codo a codo con

    l, y lo vean hora a hora, notaron prontoque, aun siendo el mismo, estaba muycambiado. Su entrega al trabajo eratotal, su energa la acostumbrada, suinspiracin fluyente y rpida, comosiempre, pero tambin percibieron queestaba posedo por una obstinacinmisteriosa y desesperada.

    Slo dedicaba unos momentos al daa revisar el postrer avance del resto delos trabajos. Por lo dems, seconsagraba enteramente al palacete quelevantaba a marchas forzadas, aunquesin la vital alegra que antes lo

  • caracterizaba. Su aire era sombro, y susnoches, antes silenciosas, transcurranagitadas. A travs de la jaima, escuchasy soldados podan or su voz hablandoen sueos.

    Nunca pudieron comprender lo quedeca, pero tenan la certeza de que sualma estaba atormentada por oscurossufrimientos.

    * * *

    Cuando les llegaron los rumores delregreso de Iskandar, Dalhabad y Hasibestaban lejos del Jardn Monumental,buscndolo. Interrumpieron

  • investigaciones como si un fro vientodel norte hubiese borrado los caminos.

    Por qu lo habr hecho, por quha vuelto al lugar donde le espera ladesgracia? se preguntaba Hasib,desconcertado.

    No podemos saber a quequilibrio habrn llegado su razn y susimpulsos. Acaso haya decidido afrontarsu destino para vencerlo, aunque tengapocas posibilidades de xito. Deseemosque no tenga que lamentar su regreso.

    Qu haremos ahora, Dalhabad?No abandonaremos nuestra idea,

    pero la estrategia ser distinta. Nosiremos acercando al Jardn Monumental

  • y entraremos en accin en el momentooportuno. De un modo u otro,cantaremos la gloria del arquitectoaptrida y su destino incierto.

  • XI

    Cuando se cumplan cuatro aos ycien das de la muerte de Zoz. Khaled sepresent ante el Emperador paracomunicarle oficialmente que el JardnMonumental estaba enteramenteconcluido. Al-Iksir dispuso al momentolo siguiente:

    Maana, una hora despus delamanecer, llegar al recinto amurallado.Iskandar me esperar junto a la entrada.Los dos solos, yo y el arquitecto,recorreremos el recinto. Conviene, pues,que, sin humillarlo, te asegures de que

  • no va armado. Hay que tomar esaprecaucin aunque parezca innecesaria:estuvo trastornado y podra volver aestarlo.

    Oigo y obedezco. La luz zodiacalya haca presagiar el amanecer delnuevo da. Los soldados, instalados enlas murallas circundantes, ocupabangaritas y minaretes de vigilancia. Lassombras de la noche empezaban aretirarse y el inmenso Jardn desprendalos primeros cantos de sus avesmatutinas y los efluvios aromticos detemprana hora.

    Iskandar se hallaba ya dispuesto antela puerta, esperando. Por primera vez

  • desde que llegara a Arabia, lucaropajes de gala. Khaled haba procuradoque as fuera, para agradar alEmperador. Con gran astucia, l mismohaba ayudado al arquitecto a vestirse,comprobando de este modo que noocultaba ningn arma bajo las prendas.Despus ya no se haba separado de sulado. Cerca de ambos, cien hombressilenciosos tambin aguardaban.

    A la hora anunciada, Al-Iksir llegcon su squito y su guardia, entreclamores de trompetas. Iskandar seadelant a recibirlo, se inclinescuetamente ante l y le dijo:

    Seor de los Seores: de entre

  • todos los hombres que han concluido laconstruccin y decoracin del granrecinto que vens a inaugurar, he elegidoa los cien mejores, que aqu estn,cubriendo todo el arco de oficios yartes. Ellos cuidarn del mantenimientoy conservacin del parque, para que suestado y frondosidad sean siempre losptimos, en todos los aspectos. Ellosensearn sus artes a sus hijos, y stos alos suyos, y as de generacin engeneracin estar asegurada la periciade los cuidadores. De este modo, elesplendor del Jardn Monumentalperdurar hasta el fin de los tiempos.

    Queda encomendada a esos

  • hombres la misin. Apruebo complacidotus ltimas previsiones, tan oportunascomo las anteriores.

    Continu Iskandar:En este recinto de naturaleza y

    arte, aunque no es su trazado unlaberinto, pueden efectuarse trescientossesenta y cinco itinerarios distintos,tantos como das tiene el ao. En esteplano estn todos indicados.

    El primer visir tom el pliegomientras el arquitecto prosegua:

    Para Vos, en este da, he elegidoel ms privilegiado, aquel que permiteapreciar un mayor nmero de bellezasen una jornada y llegar ante cada una de

  • ellas en el momento en que la luz le esms favorable y son ms visibles loscontrastes. Si me dais vuestroconsentimiento, os guiar por eseitinerario.

    Vayamos adentro sin demora orden Al-Iksir.

    Iskandar se hizo a un lado paracederle preferencia de paso, aunque laamplitud de la entrada no lo hacanecesario. Despus entr tras l. Todoslos dems, visires, gobernadores,notables, dignatarios, cuidadores,soldados, y el propio Khaled, quedaronfuera, esperando.

    Tras pasar bajo un extenso palio de

  • vegetacin que ocultaba el cielo, y en elque despuntaban yemas incontables, losdos visitantes llegaron al Pabelln delas plantas colgantes. La profusin delas variedades en cascada era tan grandeque la estructura del edificio, de maderade teca, resultaba invisible bajo elesplendor de los largos tallossuspendidos.

    Al-Iksir manifest su aprobacin alprodigio.

    Llegaron luego a un estanquecubierto de nenfares rojos, azules yamarillos, cuya cisterna de nice, conamatistas incrustadas, tena la forma dela pennsula de Arabia. El Emperador se

  • conmovi profundamente.Arribaron despus, atravesando

    zonas umbras e iluminadas, donde lavariedad de plantas y rboles eraadmirable y abundaban los macizos dearrayn, al Pabelln del rbol Mgico.

    Era un pequeo edificio decoradocon imgenes botnicas en vivsimoscolores. Al pasar al interior, los ojos deAl-Iksir quedaron deslumbrados alcontemplar un prodigio de rutilanteorfebrera. Haba all un rbol de oro,cargado a rebosar de piedras preciosastalladas como frutos. Las blancas eranperlas gigantes; las azules, turquesasveteadas; las violetas, amatistas; las

  • rojas, rubes y jacintos; las amarillas,zafiros; las verdes, esmeraldas; lasbermejas, granates; las rosas, berilos; ylas incoloras, con luz comparable a ladel sol, diamantes.

    Iskandar accion entonces unmecanismo, oculto en la base del rbol,y de sus ramas brotaron pjarosmecnicos de plata que llenaron con laresonancia de sus cantos el pabellnentero.

    El Emperador de Arabia tena laspupilas dilatadas y sus labiosentreabiertos eran clara expresin delasombro que senta.

    A continuacin pasaron entre

  • parterres de narcisos para dirigirse alPabelln de los Astros. En su interior,sobre columnas de prfido, jaspe ygata, se alzaban arcos como lunascrecientes que sostenan una bveda azulultramar. En ella figuraban, entresimbolismos astrales color plata, losplanetas en sus casas zodiacales, y en elcentro, la exacta reproduccin delfirmamento estrellado de Arabia en lanoche en que Al-Iksir haba nacido. Esteexclam, maravillado:

    Ningn ser viviente haba visto elcielo de su cuna as inmortalizado.

    Atravesaron despus una zona derboles sabiamente dispuestos donde, en

  • armnica combinacin de formas ytamaos, haba sauces, cedros, tilos,araucanas, olmos, zumaques, eucaliptosy lamos. En aquel espacio, grandespajareras de marfil albergaban cientosde especies de aves, junto a palomares ytorretas habitables para especiesmigratorias. En libertad pasaban junto aellos faisanes, pavos reales, gallinas deAbisinia y aves del paraso.

    Sobre todo aquel lugar, por debajodel nivel de las torretas, se extenda unagran red de hilo de oro que caa encascada en sus extremos. Estabadestinada a impedir que los pjarossueltos, de los que haba miles, se

  • alejaran en su vuelo, al tiempo que losprotega de las rapaces exteriores.

    En su andadura llegaron a una granalberca de estao pulido como platacegadora. Sobre ella pasaba un puentede madera de teca labrada, conincrustaciones de sndalo, marfil ybano, desde el que se poda admirar, atravs de la cristalina transparencia delas aguas, el relumbrar metlico ypolicromo de los peces, los preciososdibujos de sus escamas y los mosaicosbizantinos que brillaban en el fondo.

    Su camino los llev despus a unazona floral donde estallaban enprofusin de primaveras, por todas

  • partes, rosas, alheles, amarantos,violetas, lirios blancos, pensamientos,begonias, crisantemos y gladiolos,adems de muchas otras especies que notenan an nombre porque haban sidoobtenidas all por vez primera. El aireesparca las fragancias y lograbamezclas de perfumes que encantaban elolfato. Dijo el Emperador, con los ojoscerrados:

    Mi cuerpo, como en alas dearomas, casi vuela.

  • A poca distancia, el luciente mrmolblanco del Pabelln de los Autmatasatraa la mirada. En l haba diversasfiguras que Iskandar puso enmovimiento. Un guerrero a caballo,cubierto con un yelmo dorado, alz unaespada india damasquinada y, a la vez,giraron sobre s mismos jinete y caballo,en sentido inverso, creando unsobrecogedor efecto. Un toro de ororojo elev su impresionante testuz,lanzando una cornada al aire, mientrasque de su lomo brotaban manos humanasde bronce, en misterioso contraste. Unavestruz mecnico, adornado con plumasde faisn, recogi una moneda de oro de

  • la mano del Emperador, tragndosela acontinuacin. Un guila chapada en plataatraves volando la estancia, de lado alado, guiada por los jacintos amarillosque eran sus ojos incrustados.

    Avanzaron despus entre doscientosarbustos portentosos, cuyas flores tenanel color del fuego, Al-Iksir no losreconoci porque no los haba vistonunca antes.

    Les sali al paso un gran estanque denice blanco, con vetas negras y rojasserpenteantes, en cuyo permetro habafiguras de animales de mbar negro quearrojaban agua por sus bocas: leones,gacelas, guilas y panteras. El

  • Emperador escuch la cancin del aguay dijo:

    Que el cielo me confunda si estono es la antesala del paraso.

    Por entre loes de Sumatra llegarona una zona muy surtida de agua dondelos helechos mostraban sus variadsimosencajes entre templetes de cristal deroca y mrmol rojo. El Emperador, cadavez ms extasiado, reconoci:

    Por tu talento, Iskandar, este lugardel Jardn parece haber sido bordadopor el roco.

    Poco despus avistaron el Pabellndel Mercurio. Sobre una base de mrmolamarillo se alzaba un palacete revestido

  • de alabastro, con dos esferas demalaquita a ambos lados de la entrada.Cuando estuvo dentro, Al-Iksir vio unestanque lleno de mercurio. La luzincida en su superficie desde lasmltiples lucernas de que estaba dotadoel edificio. El fro lago de metal lquidoreflejaba la claridad en todasdirecciones, haciendo que todo brillasecon intensidad que deslumbraba.

    Cuando el egregio visitante an nose haba recobrado del asombro queaquella visin causaba, Iskandarremovi el mercurio con una larga varade plata que estaba all dispuesta. Alinstante, el prodigio de las reflexiones

  • se centuplic. Relmpagos de luzatravesaron el saln llenando todo elaire. La bveda pareca girar entredestellos, impulsada por la luzcegadora. El saln entero pareca volarmientras el mercurio se mova.

    Ya ansi gozar de las visionesque aqu se tendrn en ciertas nochescuando la enigmtica luz de la luna seale con el mercurio, luz misteriosatambin, pero destilada por la Tierra! exclam Al-Iksir, mientras el arquitectocontinuaba en silencio y con semblanteinexpresivo.

    Contemplaron despus surtidores decornalina y jade con figuras de animales

  • mticos, como esfinges y centauros. Elagua, volando a gran altura, creaba arcoiris con la ayuda de la luz querefractaba. El Emperador, con lossentidos exaltados, murmur:

    Aqu el aire es agua; el agua, luz;y la luz, ensalmo.

    Las lgrimas de bienestar quederramaba se agregaban a la humedadque su cara recoga del ambiente. Losojos de Iskandar, por el contrario,estaban secos y fros, y sus labioscontrados en una mueca amarga.

    El siguiente objetivo, al que llegaronpor una avenida de columnas decalcedonia, cubiertas de plantas

  • trepadoras y coronadas por estalagmitasde cuarzo africano, fue el pabelln delAgua.

    Tena poca altura y amplia base, yestaba revestido de mbar rubio queluca como oro puro. Su cubierta laformaban claraboyas de cristal. Encuanto entr, el Emperador se detuvo,creyendo que el agua corra por el sueloornado con piedras preciosas. Pensque, si daba un paso ms, resbalara.Instintivamente alz los bajos de sutnica para evitar que se mojaran. Juntoa l, Iskandar no hizo movimientoalguno. Esperaba a que Al-Iksirdescubriera por s mismo la naturaleza

  • del prodigio. Al Seor de Arabia lellev un tiempo darse cuenta de laverdad. Cuando lo hizo, proclam:

    Iskandar: eres un mago que juegacon los sentidos con pasmosa habilidad!

    El pavimento de mrmol haba sidopulimentado de manera tan perfecta quedaba la sensacin de que el agua lorecorra, aunque no haba ni una gota entodo el pabelln. Las gemas incrustadasen las losas parecan ser vistas a travsde aguas deslizantes que fluan sin cesarhasta perderse en ocultos sumideros.

    Continuaron, incansables, durantehoras visitando pabellones, desde losque albergaban prodigios visuales,

  • acsticos o aromticos, hasta losdestinados a proteger flores y plantasdelicadas, animales raros de la faunamundial o bellsimas estatuas conpedestales llenos de inscripcioneslricas. Contemplaron cascadas quecaan en cisternas de coral y arroyuelosy canales que sonaban como cmbalos.Oyeron los rugidos de leones dealabastro, con ojos bermejos como elsndalo: el aire, al pasar por sus fauces,produca los sonidos. Admiraron elquieto mar de cpulas y terrazassalpicadas de pedrera. Y aspiraronoleadas de fragancias que le hicieronexclamar al Emperador, en el momento

  • en que una lluvia breve e inesperadaintensific los perfumes del aire:

    Aqu la tierra es almizcle; el aire,mbar; las nubes, incienso; y la lluvia,agua de rosas blancas. Hasta el alientoparece exhalar aromas delicados dealcanfor.

    Se detuvieron bajo cpulas en lasque el menor sonido produca ecosgratos como arrullos. Caminaron junto aacequias donde el agua pareca imitarcon sus murmullos el zurear de laspalomas. Visitaron palafitos sobrealbercas. Se cansaron con el cansanciodel xtasis.

    Cuando ya la tarde empezaba a

  • declinar, surgi ante sus miradas laimponente figura del Pabelln Central.En su fachada se daban cita todos loscolores de mrmoles, alabastros ynices, en inverosmil armona. Subelleza era tanta que los ojos casi dolanal mirarlo.

    Tras permanecer unos minutosentregado a su contemplacin, elEmperador de Arabia dijo:

    Proclamar que Iskandar halogrado la maravilla ms grande de lostiempos. Lo visto me es bastante paraafirmar que eres el digno sucesor queSalomn, el arquitecto divino, haencontrado despus de los siglos. El

  • Jardn Monumental es una prolongacindel paraso.

    El arquitecto, iluminado por losoblicuos rayos del sol crepuscular, seinclin levemente y, hablando por vezprimera desde la maana, murmur unafra frmula de gratitud. En su rostropoda leerse la certeza de un infortunioprximo.

    Las flores del asfdelo, como ojosdotados de ptalos, parecan mirar a losdos hombres que estaban solos, frente afrente, en aquella hora decisiva.

    Al-Iksir. sin mirar al arquitecto,dijo:

    Lo que te promet, la fastuosa

  • recompensa que alcanzar a tu vidaentera, te pertenece ya, es tuya, delmodo ms legtimo. Muy prontoempezars a disfrutarla por todos losaos que vivas.

    Una sbita rfaga de aire llev loscabellos de Iskandar a su rostro. Se losapartaba con la mano, cuando elEmperador le dijo:

    Sobre la mesa de jaspe sanguneoy lapislzuli que t creaste para elvestbulo de este Pabelln Central, hehecho situar una copa de honor enprevisin de este momento. Es nica enel mundo, tallada en un solo rub de grantamao. En ella te espera el supremo

  • nctar que en mi imperio est reservadoa los ms grandes en sus momentos degloria. Entremos, pues, a cumplir con elceremonial y brinda t por tu talento y tufortuna.

    Ambos entraron en silencio.Iskandar tom el rub tallado en formade copa. Al-Iksir se detuvo a ciertadistancia, sin mirarlo. Habaenmudecido la algaraba de los pjaros.

    El arquitecto, inundado de tristeza,alz la copa, vio al trasluz el lquidoque contena, mir al Emperador, queestaba con la vista baja, y bebi de untrago tan rpido que el licor le abras lagarganta sin dejarle ni notar el sabor que

  • tena.Con ojos sorprendidos, Iskandar vio

    que Al-Iksir, con un gesto tambin muyrpido, extraa un pual oculto bajo susbrocados y se lo clavaba l mismo en e)costado izquierdo, gritando:

    Ya lo ves, Iskandar: por tiderrama su sangre el Emperador deArabia! Ningn otro hombre recibirnunca un honor tan alto!

    El arquitecto an pudo ver el rojo dela sangre de Al-Iksir empapando susvestiduras, mientras el herido secontraa a causa del dolor. Despus,todo el Pabelln empez a dar vueltasen torno a Iskandar, mientras las piernas

  • le temblaban. A los pocos momentosnot en las mejillas la frialdad delpavimento. Se haba desplomado.

    Enseguida, una nube negra que slol vea lo envolvi. Su cuerpo quedinerte. Ya slo pudo or los vacilantespasos del Emperador saliendo delPabelln Central, cada vez ms lejanos.Su mente se qued pronto sinpercepcin, sin Tiempo, sin espacio.

    Iskandar haba entrado en la Nada delos narcotizados. Por primera vez enmuchos aos dormira sin soarsublimes formas. Privado de imgenes,entr en su noche ms larga.

  • XII

    Cuando Iskandar volvi en s, el solde una nueva jornada ya avanzaba haciael cenit del medioda.

    Enseguida se dio cuenta de que en elPabelln se haban producido cambiosimportantes. La puerta, antes abierta yfranqueable, estaba tapiada con ladrillosde oro rojo, as como las ventanas, conslo algunas rendijas que dejaban pasarla luz, los sonidos, el aire y la mirada,pero en modo alguno un cuerpo humano.

    Iskandar, an aturdido y confuso, seacerc a la puerta condenada y mir por

  • una de las pequeas aberturas quehaban sido dejadas. Vio fuera alEmperador, solo, esperando. En sucostado izquierdo llevaba un aparatosovendaje. Al darse cuenta de que elarquitecto se haba recobrado, se acerclentamente al edificio y le dijo:

    Me has servido con eficaciamemorable, nunca lo negar. Te prometuna recompensa que alcanzara a tu vidaentera: voy a cumplir mi palabra. EstePabelln que creaste para reyes yprncipes ser tu morada para siempre.De sus cuantiosas riquezas, de valorincalculable, sers, mientras vivas, elabsoluto y nico usuario. Los ms

  • sabrosos y exticos manjares te sernservidos varias veces al da, y los vinosy licores ms aromticos regarn tugarganta en todo momento que lo desees.En las estancias superiores encontrarsun lujoso vestuario, abundante en sedasy brocados, cortado a tu medida, paratodas las circunstancias del da. Y paracalmar tu soledad, cada noche te serdescolgada, por una trampilla que hehecho abrir en una de las terrazas, unamujer joven y hermosa para que con ellapuedas intercambiar caricias y amorhasta el alba, momento en que te serretirada. Ningn hombre sin linaje harecibido antes que t, estimado Iskandar,

  • tan fastuoso y duradero homenaje, nihabr disfrutado de tantas riquezas ycomodidades. Puedes sentirteafortunado. Pero nunca saldrs de aqu.No te atormentes con la falsa esperanzade una huida que ser imposible. Aceptatu destino privilegiado y goza de lcuanto puedas. Aunque creas locontrario, yo deseo tu felicidad.

    Concluida la comunicacin de laterrible sentencia, Iskandar pregunt, sinevidenciar emocin alguna:

    Por qu a cambio de lujos yplaceres me privas de lo ms preciosoque tengo: la libertad?

    Con afectuosa crueldad, el

  • Emperador repuso:Si te dejara marchar, no pasara

    mucho tiempo antes de que crearas paraotro de los grandes soberanos de laTierra un recinto an ms prodigiosoque ste. Y yo quiero que el mo est enlo ms alto para siempre: para eso te loencargu, recuerdas? Podra habertehecho matar para conseguir el mismopropsito. Pero mi palabra es sagrada:tena que cumplir lo que te promet. Yalo he hecho. Es para m un gran placerpremiar tu inmenso talento con elbienestar que te concedo.

    Los ojos del arquitecto eranglaciales cuando dijo:

  • Y esperas que tu nombre seaensalzado y reverenciado por esto?Cuando se sepa que tienes preso en unamazmorra de pedrera al arquitecto quete sirvi, todos vern en ti a un soberanosin entraas.

    El Emperador hizo una mueca dedesagrado, pero mantuvo la calma.Despus, con voz cansada, como si lerepresentara mucho esfuerzo aclararalgo tan obvio, explic:

    Como en tus admirablesproyectos, todo est previsto. A todos hedicho que t, en un arrebato de locura,quisiste asesinarme con mi propia daga.Todos han visto la herida que yo mismo

  • me caus para dar apariencia de verdada la mentira. Por fortuna, he dicho, logrgolpearte y dejarte sin sentido antes deque pudieras asestarme una segundaestocada que hubiese sido definitiva. Laley castiga con la muerte un acto comoel tuyo. Pero yo, gobernante magnnimoy agradecido, decid conmutrtela poruna cadena perpetua atenuada con lujosy placeres. Mi corazn indulgente haquerido as perdonar la vida al creadorde las maravillas del JardnMonumental. Es intil que trates degritar lo contrario: nadie te oir. Y,aunque alguien te oyese, no te creera.Se te conoce ya como el arquitecto

  • loco. Y de un loco, todo puedeesperarse. No te sorprendas: yo no hicems que aprovechar la extraaexplicacin que diste a tu regreso. Tumente se oscureci, dijiste. Pues bien:otra vez se ha oscurecido. sta es laversin oficial de los hechos. Pero nopermitas que te aflija: a ti qu ms teda, si de este modo tienes la vidaresuelta? Disfruta de la paz en el centrodel paraso que creaste y recuerdasiempre que el Emperador de Arabia teadmira y te respeta.

    Con aquellas palabras Al-Iksir diopor terminado el revelador encuentro yse alej, mientras Iskandar desgarraba

  • sus vestiduras de gala y dibujaba en suslabios una sonrisa indescifrable.

  • Tercera parte

    XIIICiento veinte das pasaron. En su

    magnificente encierro, Iskandar llevabauna existencia de mendigo.

    De los manjares y bebidas que leeran servidos, slo tomaba la porcinindispensable para subsistir, ydespreciaba siempre los platos mejoresy ms adornados y toda bebida que nofuese agua. No haba ni tocado las regias

  • vestiduras cortadas a su medida.Llevaba una tnica de saco, improvisadacon una de las fundas del mobiliario. Niuna sola noche se haba acostado en lagran cama de cedro del Lbano conincrustaciones de marfil, sobre la quecolgaban sedas chinas desde unbaldaquino ricamente trabajado. A pesarde haberla diseado l mismo, comotodo lo que el Pabelln contena, dormasiempre en el mirador del aljibe, dondeel silencio era absoluto y el frescorinvariable.

    Recibi algunas noches a lasmujeres jvenes que el Emperador leenviaba. Eran todas muy hermosas, con

  • senos altos como lunas, vientres lisos ycaderas onduladas. Pero al darse cuentade que llegaban a l asustadas, porcreerle loco, pronto se cans de susabrazos temblorosos. Adems, no podahablar con ellas: procedan de lejanospases y sus lenguas le erandesconocidas. Despus de la nochesptima renunci a ser el causante delsuplicio de aquellas desdichadas que seentregaban a l temerosas de perder lavida entre sus brazos.

    Su nica felicidad inmediataconsista en mirar el Jardn a travs delas rendijas, aspirar los aromas que elaire le enviaba y contemplar el vuelo de

  • las aves en el cielo a travs del techo definsimo alabastro contiguo a la cpulacentral.

    Por las noches, a veces, encendalmparas de aceite y caminaba con ellasen la mano. Los soldados, desde lasmurallas, vean as, a travs de paredesde alabastro tan delgadas como el techode los pjaros, relmpagos de luz en losaltos del Pabelln. Iskandar, caminandocon las lmparas, los produca. Lossoldados dedicados a su custodia, queeran a la vez sus servidores, haban sidoelegidos en funcin de su total sordera.As, las nicas personas con las quetena contacto, a travs de las aberturas,

  • no podan or ninguna de sus palabrascuando las pronunciaba. Lacomunicacin se estableca con gestos yse limitaba a lo ms exiguo y perentorio.Esos hombres, por orden de Al-Iksir, seesforzaban en ofrecerle nuevascomodidades al arquitecto cautivo; peroIskandar, invariablemente, todas lasrechazaba.

    * * *

    Cuando los visires instaron alEmperador a que castigara la ingratituddel condenado, pues consideraban quesu desprecio a los favores del soberano

  • era una afrenta grave que aadir a sudelito. Al-Iksir los acall diciendo:

    Quiero dar ocasin a que su mentetrastornada se apacige. El Tiempoasentar su nimo y le ayudar a aceptarsu destino inevitable. Entonces podrgozar de las excelencias que se ponen asu alcance, como yo deseo que haga.Nunca se dir que el Emperador deArabia no cumpli con su palabra.

    Pero, mi Seor objet Khaled,que segua vinculado al JardnMonumental en calidad de supervisor delos trabajos de mantenimiento: elprisionero atrae aves silvestres alinterior del Pabelln imitando sus

  • gorjeos y cantos. Ya viven all con lms de doscientos ejemplares. Estnensuciando las estancias y destrozandocon picos y garras los tapices. Por noreferirme a los lagartos y salamandrasque alimenta con los desechos de suspropias comidas. El interior quedararruinado en poco tiempo si no entramosa impedirlo.

    Al-Iksir le respondi con crispacine impaciencia:

    Por mi voluntad, Iskandar es,mientras exista, el legtimo ocupante delPabelln Central. Que viva all como lquiera, aunque sea entre cuervos yreptiles. Nadie limitar su libertad

  • dentro del edificio. Lo nico que le estprohibido a perpetuidad es salir de l. Yno olvidemos que est enfermo: perdila razn a causa del esfuerzosobrehumano con que cre el JardnMonumental. Seamos comprensivos consu estado y el Tiempo pondr fin a susextravagancias. Entonces, al fin,agradecer estar vivo.

    * * *

    En el mismo momento en que elEmperador pronunciaba aquellaspalabras, Dalhabad y Hasib, comoannimos caminantes, llegaban a la

  • capital del Imperio de Arabia.Conoc