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EL ARTE DE LA GUERRA
Sun Tzu
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ISBN: 978-84-16564-10-1
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El arte de la guerra – Sun Tzu
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INDICE
PROLOGO A LA EDICIÓN DIGITAL ............................................................... 4
EL ARTE DE LA GUERRA .............................................................................. 5
Capítulo I - Sobre la evaluación .............................................................. 6
Capítulo II - Sobre la iniciación de las acciones ...................................... 9
Capítulo III - Sobre las proposiciones de la victoria y la derrota .......... 12
Capítulo IV - Sobre la medida en la disposición de los medios ............ 16
Capítulo V - Sobre la firmeza ................................................................ 20
Capítulo VI - Sobre lo lleno y lo vacío ................................................... 24
Capítulo VII - Sobre el enfrentamiento directo e indirecto .................. 30
Capítulo VIII - Sobre los nueve cambios ............................................... 37
Capítulo IX - Sobre la distribución de los medios ................................. 40
Capítulo X - Sobre la topología ............................................................. 47
Capítulo XI - Sobre las nueve clases de terreno ................................... 51
Capítulo XII - Sobre el arte de atacar por el fuego ............................... 61
Capítulo XIII - Sobre la concordia y la discordia .................................... 64
El arte de la guerra – Sun Tzu
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PROLOGO A LA EDICIÓN DIGITAL
Sun Tzu vive en el período de Primaveras y Otoños de china (722aC -
481aC), durante la Dinastía Zhou (1045aC - 221aC).
Gran parte de su vida estuvo dedicada a las confrontaciones y debido a
sus innumerables triunfos se lo considera un experto estratega y militar.
Sun Wo, uno de los discípulos de Sun Tzu, compila en trece tomos los
conocimientos de su maestro, y Sun Pin los publica como "El arte de la
guerra".
Sun Tzu fue el primer estratega y teórico militar de China y ha sido
aclamado como el "sabio militar".
El arte de la guerra es el primer tratado castrense del mundo y su
influencia ha superado las fronteras militares llegando a la política, la
diplomacia, la cultura y la economía.
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El arte de la guerra – Sun Tzu
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EL ARTE DE LA GUERRA
“Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás
peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una
batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo,
correrás peligro en cada batalla.”
Sun Tzu
El arte de la guerra – Sun Tzu
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Capítulo I - Sobre la evaluación
Sun Tzu dice:
La guerra es de vital importancia para el Estado; es el dominio de la vida
o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del
Imperio: es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre
todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo
que respecta a la conservación o pérdida de lo que nos es más querido; y
ello no debe ocurrir entre nosotros.
Hay que valorarla en términos de cinco factores fundamentales, y hacer
comparaciones entre diversas condiciones de los bandos rivales, con
vistas a determinar el resultado de la guerra.
El primero de estos factores es la doctrina; el segundo, el tiempo; el
tercero, el terreno; el cuarto, el mando; y el quinto, la disciplina.
La doctrina significa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con
su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas
ni a correr cualquier peligro.
El tiempo significa el Ying y el Yang, la noche y el día, el frío y el calor,
días despejados o lluviosos, y el cambio de las estaciones.
El terreno implica las distancias, y hace referencia a donde es fácil o
difícil desplazarse, y si es campo abierto o lugares estrechos, y esto
influencia las posibilidades de supervivencia.
El mando ha de tener como cualidades: sabiduría, sinceridad,
benevolencia, coraje y disciplina.
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Por último, la disciplina ha de ser comprendida como la organización del
ejército, las graduaciones y rangos entre los oficiales, la regulación de las
rutas de suministros, y la provisión de material militar al ejército.
Estos cinco factores fundamentales han de ser conocidos por cada
general. Aquel que los domina, vence; aquel que no, sale derrotado. Por
lo tanto, al trazar los planes, han de compararse los siguiente siete
factores, valorando cada uno con el mayor cuidado:
¿Qué dirigente es más sabio y capaz?
¿Qué comandante posee el mayor talento?
¿Qué ejército obtiene ventajas de la naturaleza y el terreno?
¿En qué ejército se observan mejor las regulaciones y las instrucciones?
¿Qué tropas son más fuertes?
¿Qué ejército tiene oficiales y tropas mejor entrenadas?
¿Qué ejército administra recompensas y castigos de forma más justa?
Mediante el estudio de estos siete factores, seré capaz de adivinar cuál
de los dos bandos saldrá victorioso y cual será derrotado.
El general que siga mi consejo, es seguro que vencerá. Ese general ha de
ser mantenido al mando. Aquel que ignore mi consejo, ciertamente será
derrotado. Ese debe ser destituido.
Tras prestar atención a mi consejo y planes, el general debe crear una
situación que contribuya a su cumplimiento. Por situación quiero decir
que debe tomar en consideración la situación del campo, y actuar de
acuerdo con lo que le es ventajoso.
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El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz
de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven,
aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que
está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. Poner cebos para
atraer al enemigo.
Golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él
cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando
es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta
irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo.
Si las tropas enemigas se hallan bien preparadas tras una reorganización,
intenta desordenarlas. Si están unidas, siembra la disensión entre sus
filas. Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no
te espera. Estas son las claves de la victoria para el estratega.
Ahora, si las estimaciones realizadas antes de la batalla indican victoria,
es porque los cálculos cuidadosamente realizados muestran que tus
condiciones son más favorables que las condiciones del enemigo; si
indican derrota, es porque muestran que las condiciones favorables para
la batalla son menores. Con una evaluación cuidadosa, uno puede
vencer; sin ella, no puede. Muchas menos oportunidades de victoria
tendrá aquel que no realiza cálculos en absoluto.
Gracias a este método, se puede examinar la situación, y el resultado
aparece claramente.
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Capítulo II - Sobre la iniciación de las acciones
Una vez comenzada la batalla, aunque estés ganando, de continuar por
mucho tiempo, desanimará a tus tropas y embotará tu espada. Si estás
sitiando una ciudad, agotarás tus fuerzas. Si mantienes a tu ejército
durante mucho tiempo en campaña, tus suministros se agotarán.
Las armas son instrumentos de mala suerte; emplearlas por mucho
tiempo producirá calamidades. Como se ha dicho: "Los que a hierro
matan, a hierro mueren". Cuando tus tropas están desanimadas, tu
espada embotada, agotadas tus fuerzas y tus suministros son escasos,
hasta los tuyos se aprovecharán de tu debilidad para sublevarse.
Entonces, aunque tengas consejeros sabios, al final no podrás hacer que
las cosas salgan bien.
Por esta causa, he oído hablar de operaciones militares que han sido
torpes y repentinas, pero nunca he visto a ningún experto en el arte de
la guerra que mantuviese la campaña por mucho tiempo. Nunca es
beneficioso para un país dejar que una operación militar se prolongue
por mucho tiempo.
Como se dice comúnmente, sé rápido como el trueno que retumba
antes de que hayas podido taparte los oídos, veloz como el relámpago
que relumbra antes de haber podido pestañear.
Por lo tanto, los que no son totalmente conscientes de la desventaja de
servirse de las armas no pueden ser totalmente conscientes de las
ventajas de utilizarlas.
Los que utilizan los medios militares con pericia no activan a sus tropas
dos veces, ni proporcionan alimentos en tres ocasiones, con un mismo
objetivo.
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Esto quiere decir que no se debe movilizar al pueblo más de una vez por
campaña, y que inmediatamente después de alcanzar la victoria no se
debe regresar al propio país para hacer una segunda movilización. Al
principio esto significa proporcionar alimentos (para las propias tropas),
pero después se quitan los alimentos al enemigo.
Si tomas los suministros de armas de tu propio país, pero quitas los
alimentos al enemigo, puedes estar bien abastecido de armamento y de
provisiones.
Cuando un país se empobrece a causa de las operaciones militares, se
debe al transporte de provisiones desde un lugar distante. Si las
transportas desde un lugar distante, el pueblo se empobrecerá.
Los que habitan cerca de donde está el ejército pueden vender sus
cosechas a precios elevados, pero se acaba de este modo el bienestar de
la mayoría de la población.
Cuando se transportan las provisiones muy lejos, la gente se arruina a
causa del alto costo. En los mercados cercanos al ejército, los precios de
las mercancías se aumentan. Por lo tanto, las largas campañas militares
constituyen una lacra para el país.
Cuando se agotan los recursos, los impuestos se recaudan bajo presión.
Cuando el poder y los recursos se han agotado, se arruina el propio país.
Se priva al pueblo de gran parte de su presupuesto, mientras que los
gastos del gobierno para armamentos se elevan.
Los habitantes constituyen la base de un país, los alimentos son la
felicidad del pueblo. El príncipe debe respetar este hecho y ser sobrio y
austero en sus gastos públicos.
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En consecuencia, un general inteligente lucha por desproveer al
enemigo de sus alimentos. Cada porción de alimentos tomados al
enemigo equivale a veinte que te suministras a ti mismo.
Así pues, lo que arrasa al enemigo es la imprudencia, y la motivación de
los tuyos en asumir los beneficios de los adversarios.
Cuando recompenses a tus hombres con los beneficios que ostentaban
los adversarios los harás luchar por propia iniciativa, y así podrás tomar
el poder y la influencia que tenía el enemigo. Es por esto par lo que se
dice que donde hay grandes recompensas hay hombres valientes.
Por consiguiente, en una batalla de carros, recompensa primero al que
tome al menos diez carros.
Si recompensas a todo el mundo, no habrá suficiente para todos, así
pues, ofrece una recompensa a un soldado para animar a todos los
demás. Cambia sus colores (de los soldados enemigos hechos
prisioneros), utilízalos mezclados con los tuyos. Trata bien a los soldados
y préstales atención. Los soldados prisioneros deben ser bien tratados,
para conseguir que en el futuro luchen para ti. A esto se llama vencer al
adversario e incrementar por añadidura tus propias fuerzas.
Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en
cualquier lugar a donde vayas.
Así pues, lo más importante en una operación militar es la victoria y no
la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un ejército es como el
fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo.
Por lo tanto, sabemos que el que está a la cabeza del ejército está a
cargo de las vidas de los habitantes y de la seguridad de la nación.
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Capítulo III - Sobre las proposiciones de la victoria y la derrota
Como regla general, es mejor conservar a un enemigo intacto que
destruirlo. Capturar a sus soldados para conquistarlos y dominas a sus
jefes.
Un General decía: "Practica las artes marciales, calcula la fuerza de tus
adversarios, haz que pierdan su ánimo y dirección, de manera que
aunque el ejército enemigo esté intacto sea inservible: esto es ganar sin
violencia. Si destruyes al ejército enemigo y matas a sus generales,
asaltas sus defensas disparando, reúnes a una muchedumbre y usurpas
un territorio, todo esto es ganar por la fuerza".
Por esto, los que ganan todas las batallas no son realmente
profesionales; los que consiguen que se rindan impotentes los ejércitos
ajenos sin luchar son los mejores maestros del Arte de la Guerra.
Los guerreros superiores atacan mientras los enemigos están
proyectando sus planes. Luego deshacen sus alianzas.
Por eso, un gran emperador decía: "El que lucha por la victoria frente a
espadas desnudas no es un buen general". La peor táctica es atacar a
una ciudad. Asediar, acorralar a una ciudad sólo se lleva a cabo como
último recurso.
Emplea no menos de tres meses en preparar tus artefactos y otros tres
para coordinar los recursos para tu asedio. Nunca se debe atacar por
cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y
coordinación del plan.
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Por lo tanto, un verdadero maestro de las artes marciales vence a otras
fuerzas enemigas sin batalla, conquista otras ciudades sin asediarlas y
destruye a otros ejércitos sin emplear mucho tiempo.
Un maestro experto en las artes marciales deshace los planes de los
enemigos, estropea sus relaciones y alianzas, le corta los suministros o
bloquea su camino, venciendo mediante estas tácticas sin necesidad de
luchar.
Es imprescindible luchar contra todas las facciones enemigas para
obtener una victoria completa, de manera que su ejército no quede
acuartelado y el beneficio sea total. Esta es la ley del asedio estratégico.
La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no
es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en
cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia.
Así pues, la regla de la utilización de la fuerza es la siguiente: si tus
fuerzas son diez veces superiores a las del adversario, rodéalo; si son
cinco veces superiores, atácalo; si son dos veces superiores, divídelo.
Si tus fuerzas son iguales en número, lucha si te es posible. Si tus fuerzas
son inferiores, mantente continuamente en guardia, pues el más
pequeño fallo te acarrearía las peores consecuencias. Trata de
mantenerte al abrigo y evita en lo posible un enfrentamiento abierto
con él; la prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas
pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos.
Este consejo se aplica en los casos en que todos los factores son
equivalentes. Si tus fuerzas están en orden mientras que las suyas están
inmersas en el caos, si tú y tus fuerzas están con ánimo y ellos
desmoralizados, entonces, aunque sean más numerosos, puedes entrar
en batalla. Si tus soldados, tus fuerzas, tu estrategia y tu valor son
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menores que las de tu adversario, entonces debes retirarte y buscar una
salida.
En consecuencia, si el bando más pequeño es obstinado, cae prisionero
del bando más grande.
Esto quiere decir que si un pequeño ejército no hace una valoración
adecuada de su poder y se atreve a enemistarse con una gran potencia,
por mucho que su defensa sea firme, inevitablemente se convertirá en
conquistado. "Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil,
serás derrotado". Los generales son servidores del Pueblo. Cuando su
servicio es completo, el Pueblo es fuerte. Cuando su servicio es
defectuoso, el Pueblo es débil.
Así pues, existen tres maneras en las que un Príncipe lleva al ejército al
desastre. Cuando un Príncipe, ignorando los hechos, ordena avanzar a
sus ejércitos o retirarse cuando no deben hacerlo; a esto se le llama
inmovilizar al ejército. Cuando un Príncipe ignora los asuntos militares,
pero comparte en pie de igualdad el mando del ejército, los soldados
acaban confusos. Cuando el Príncipe ignora cómo llevar a cabo las
maniobras militares, pero comparte por igual su dirección, los soldados
están vacilantes. Una vez que los ejércitos están confusos y vacilantes,
empiezan los problemas procedentes de los adversarios. A esto se le
llama perder la victoria por trastornar el aspecto militar.
Si intentas utilizar los métodos de un gobierno civil para dirigir una
operación militar, la operación será confusa.
Triunfan aquellos que:
1. Saben cuándo luchar y cuándo no.
2. Saben discernir cuándo utilizar muchas o pocas tropas.
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3. Tienen tropas cuyos rangos superiores e inferiores tienen el mismo
objetivo.
4. Se enfrentan con preparativos a enemigos desprevenidos.
5. Tienen generales competentes y no limitados por sus gobiernos
civiles.
Estas cinco son las maneras de conocer al futuro vencedor.
Hablar de que el Príncipe sea el que da las órdenes en todo es como el
General solicitarle permiso al Príncipe para poder apagar un fuego: para
cuando sea autorizado, ya no quedan sino cenizas.
Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas
correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo,
perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te
conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.
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Capítulo IV - Sobre la medida en la disposición de los medios
Antiguamente, los guerreros expertos se hacían a sí mismos invencibles
en primer lugar, y después aguardaban para descubrir la vulnerabilidad
de sus adversarios.
Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo; aguardar para
descubrir la vulnerabilidad del adversario significa conocer a los demás.
La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario.
Por esto, los guerreros expertos pueden ser invencibles, pero no pueden
hacer que sus adversarios sean vulnerables.
Si los adversarios no tienen orden de batalla sobre el que informarse, ni
negligencias o fallos de los que aprovecharse, ¿cómo puedes vencerlos
aunque estén bien pertrechados? Por esto es por lo que se dice que la
victoria puede ser percibida, pero no fabricada.
La invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad, una
cuestión de ataque.
Mientras no hayas observado vulnerabilidades en el orden de batalla de
los adversarios, oculta tu propia formación de ataque, y prepárate para
ser invencible, con la finalidad de preservarte. Cuando los adversarios
tienen órdenes de batalla vulnerables, es el momento de salir a
atacarlos.
La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de
abundancia.
Los expertos en defensa se esconden en las profundidades de la tierra;
los expertos en maniobras de ataque se esconden en las más elevadas
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alturas del cielo. De esta manera pueden protegerse y lograr la victoria
total.
En situaciones de defensa, acalláis las voces y borráis las huellas,
escondidos como fantasmas y espíritus bajo tierra, invisibles para todo
el mundo. En vuestro grito fulgurante, veloz como el trueno y el
relámpago, para los que no se puede uno preparar, aunque vengan del
cielo.
Prever la victoria cuando cualquiera la puede conocer no constituye
verdadera destreza. Todo el mundo elogia la victoria ganada en batalla,
pero esa victoria no es realmente tan buena.
Todo el mundo elogia la victoria en la batalla, pero lo verdaderamente
deseable es poder ver el mundo de lo sutil y darte cuenta del mundo de
lo oculto, hasta el punto de ser capaz de alcanzar la victoria donde no
existe forma.
No se requiere mucha fuerza para levantar un cabello, no es necesario
tener una vista aguda para ver el sol y la luna, ni se necesita tener
mucho oído para escuchar el retumbar del trueno.
Lo que todo el mundo conoce no se llama sabiduría; la victoria sobre los
demás obtenida por medio de la batalla no se considera una buena
victoria.
En la antigüedad, los que eran conocidos como buenos guerreros
vencían cuando era fácil vencer.
Si sólo eres capaz de asegurar la victoria tras enfrentarte a un adversario
en un conflicto armado, esa victoria es una dura victoria. Si eres capaz
de ver lo sutil y de darte cuenta de lo oculto, irrumpiendo antes del
orden de batalla, la victoria así obtenida es una victoria fácil.
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En consecuencia, las victorias de los buenos guerreros no destacan por
su inteligencia o su bravura. Así pues, las victorias que ganan en batalla
no son debidas a la suerte. Sus victorias no son casualidades, sino que
son debidas a haberse situado previamente en posición de poder ganar
con seguridad, imponiéndose sobre los que ya han perdido de
antemano.
La gran sabiduría no es algo obvio, el mérito grande no se anuncia.
Cuando eres capaz de ver lo sutil, es fácil ganar; ¿qué tiene esto que ver
con la inteligencia o la bravura? Cuando se resuelven los problemas
antes de que surjan, ¿quién llama a esto inteligencia? Cuando hay
victoria sin batalla, ¿quién habla de bravura?
Así pues, los buenos guerreros toman posición en un terreno en el que
no pueden perder, y no pasan por alto las condiciones que hacen a su
adversario proclive a la derrota.
En consecuencia, un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla
después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la
victoria después.
Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen
planes premeditados.
Los que utilizan bien las armas cultivan el Camino y observan las leyes.
Así pueden gobernar prevaleciendo sobre los corruptos.
Servirse de la armonía para desvanecer la oposición, no atacar un
ejército inocente, no hacer prisioneros o tomar botín par donde pasa el
ejército, no cortar los árboles ni contaminar los pozos, limpiar y purificar
los templos de las ciudades y montañas del camino que atraviesas, no
repetir los errores de una civilización decadente, a todo esto se llama el
Camino y sus leyes.
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Cuando el ejército está estrictamente disciplinado, hasta el punto en que
los soldados morirían antes que desobedecer las órdenes, y las
recompensas y los castigos merecen confianza y están bien establecidos,
cuando los jefes y oficiales son capaces de actuar de esta forma, pueden
vencer a un Príncipe enemigo corrupto.
Las reglas militares son cinco: medición, valoración, cálculo,
comparación y victoria. El terreno da lugar a las mediciones, éstas dan
lugar a las valoraciones, las valoraciones a los cálculos, éstos a las
comparaciones, y las comparaciones dan lugar a las victorias.
Mediante las comparaciones de las dimensiones puedes conocer dónde
se haya la victoria o la derrota.
En consecuencia, un ejército victorioso es como un kilo comparado con
un gramo; un ejército derrotado es como un gramo comparado con un
kilo.
Cuando el que gana consigue que su pueblo vaya a la batalla como si
estuviera dirigiendo una gran corriente de agua hacia un cañón
profundo, esto es una cuestión de orden de batalla.
Cuando el agua se acumula en un cañón profundo, nadie puede medir su
cantidad, lo mismo que nuestra defensa no muestra su forma. Cuando
se suelta el agua, se precipita hacia abajo como un torrente, de manera
tan irresistible como nuestro propio ataque.
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Capítulo V - Sobre la firmeza
La fuerza es la energía acumulada o la que se percibe. Esto es muy
cambiante. Los expertos son capaces de vencer al enemigo creando una
percepción favorable en ellos, así obtener la victoria sin necesidad de
ejercer su fuerza.
Gobernar sobre muchas personas como si fueran poco es una cuestión
de dividirlas en grupos o sectores: es organización. Batallar contra un
gran número de tropas como si fueran pocas es una cuestión de
demostrar la fuerza, símbolos y señales.
Se refiere a lograr una percepción de fuerza y poder en la oposición. En
el campo de batalla se refiere a las formaciones y banderas utilizadas
para desplegar las tropas y coordinar sus movimientos.
Lograr que el ejército sea capaz de combatir contra el adversario sin ser
derrotado es una cuestión de emplear métodos ortodoxos o
heterodoxos.
La ortodoxia y la heterodoxia no es algo fijo, sino que se utilizan como
un ciclo. Un emperador que fue un famoso guerrero y administrador,
hablaba de manipular las percepciones de los adversarios sobre lo que
es ortodoxo y heterodoxo, y después atacar inesperadamente,
combinando ambos métodos hasta convertirlo en uno, volviéndose así
indefinible para el enemigo.
Que el efecto de las fuerzas sea como el de piedras arrojadas sobre
huevos, es una cuestión de lleno y vacío.
Cuando induces a los adversarios a atacarte en tu territorio, su fuerza
siempre está vacía (en desventaja); mientras que no compitas en lo que