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102 — HISTORIA DEL ARTE VASCO I

5.El arte vasco se

cristianiza

CONTEXTOMARCO POLÍTICO Y RELIGIOSO

EL REINO DE PAMPLONA

A principios del siglo IX en la antigua Vasconiase producen hechos cuya confluencia va a cam-biar profundamente el rumbo de su historia: la ex-pansión musulmana en la península ibérica, la des-integración del imperio carolingio, la formación ycrecimiento de la monarquía astur-leonesa y lacristianización masiva del pueblo vasco. El resul-tado va a constituir para los antiguos Vascones unarealidad trascendental: el nacimiento del Reinode Pamplona.

ENTRE LA TUTELA CAROLINGIA Y LA ALIANZACON LOS BANU-QASI. En esos años en Pamplonahabía dos grupos rivales: los unos partidarios deaceptar la tutela carolingia; los otros, de respetarlos pactos acordados con el emir de Córdoba,para lo cual contaban con el apoyo y la amistad,reforzada con lazos matrimoniales, de los Ba-nu-Qasi, asentados en el valle del Ebro.

Aunque el emperador Ludovico Pío había pro-clamado la unidad de su Imperio, a su muerte, ladivisión del gobierno entre sus hijos –Lotario, Pipi-no y Luis, y luego Carlos, el hermanastro de ellos–marcó el comienzo de la desintegración.

La Vasconia septentrional se regía entoncespor un príncipe (Sancho Lupo) designado por elemperador, cuya autoridad se extendía teórica-mente hasta las riberas del Ebro y prácticamente,al menos en la parte norpirenaica, se ejercía me-diante Condados feudales Comminges, Bigorre,Béarn, etc.1 Pero hay noticias de que la sumisióna Carlomagno había sido puramente formal y que,durante el reinado de su hijo Ludovico Pío, habíacontinuado la resistencia vascona en forma de in-surreciones periódicas.

Por lo que se refiere a Vasconia subpirenaica,se sabe también que los musulmanes atacaron ytomaron Pamplona varias veces durante el sigloVIII, pero acabaron reconociendo, mediante pac-tos y tributos, la soberanía de los cristianos de la«Frontera Superior».

Ya en el siglo IX, los vascos de Pamplona pre-tenden emanciparse de la tutela carolingia va-

rias veces: en 812 Ludovico Pío envía una expedi-ción punitiva; en 816, a la muerte del DuqueSancho-Lupo, fracasa una nueva tentativa; y unatercera en 819 es sofocada por Pipino, el hijo delemperador. Sólo en 824 parece cambiar la suer-te. Según fuentes árabes, aunque no muy fiables,dos condes francos, Eblo y Aznar, se dirigen a Pam-plona, «con tropas vasconas» (posiblemente dela Gascuña), para imponer su autoridad. Pero sonvencidos por los seguidores de un tal Iñigo Arista,un príncipe cristiano que contaba con el apoyode los Banu-Qasi, con los que estaba emparenta-do.

Los Banu-Qasi eran una familia muladí (here-dera de un visigodo renegado, Casius), que go-bernaba un estado independiente del emirato.Musa II, yerno de Iñigo Arista, era señor de Zara-goza, de Tudela y de Huesca, se había ganado elrespeto y la amistad de otros reyes, incluso deCarlos el Calvo, y osaba denominarse «el tercerrey de España».

La alianza de los Banu-Qasi con los Arista obli-gaba a éstos a seguir la suerte de la fidelidad os-cilante de aquéllos, y por tanto a soportar fuertesembestidas de las fuerzas del emir, cuando aque-lla se rompía. Pero «en ningún momento estuvoen disputa –observa Lacarra– la legitimidad deldominio sobre sus tierras, del que nunca llegaronlos emires a desposeerles». En la carta que SanEulogio envió desde Córdoba, el año 851, al obis-po Willesindo de Pamplona, contrapone su situa-ción en las mazmorras de Córdoba con la del obis-po navarro colocado bajo la protección de unpríncipe cristiano («Christicolae Principis»).

LOS REYES NAVARROS

De la documentación de la época no es posi-ble deducir cuáles eran las fronteras o límites deese Reino de Pamplona que luego se llamaría Rei-no de Navarra. Más difícil aún es aclararse en ellaberinto de noticias dispares sobre los primerosreyes navarros. Según las genealogías del códicede Roda, hay dos dinastías navarras, la familia Iñi-ga y la Jimena.

En el siglo IX el primer rey (en 824) es Iñigo Aris-ta; le sucede su hijo García Iñíguez, y luego FortúnGarcés. Los emires de Córdoba reconocían el ca-

1. Según Jean de Jaurgain, la poblaciónvasca estaba al principio del siglo IXdividida en cuatro estados: Al norte delos Pirineos, el Ducado de Vasconia; enla parte meridional, el pequeño reinode Pamplona, recién nacido; el Ducadode los Navarros, entre Álava y el Arga,que en seguida quedará englobado enel reino de Pamplona; y el condado deÁlava, que comprendía también Bizkaiay Gipuzkoa, y que todavía se regía bajola dependencia del reino asturleonés(La Vasconie, 1879, t. II, p. V)

2. J.M. LACARRA, Estudios de Historia deNavarra. Pamplona 1971, 44. Es difícilestar de acuerdo con GregorioBalparda cuando pretende que, porsentirse los reyes asturianos continuado-res de los reyes godos, hay que suponerque reinaron desde el principio sobreBizkaia, Álava, Ordizia y las tierrasnavarras. Lacarra anota que «no haytestimonio alguno que acredite eldominio asturiano sobre esas tierras. Enla Crónica de Alfonso III se dice queAlfonso I extendió sus dominios hastaparte de la Rioja y de localidades de lasEncartaciones, Sopuerta y Carranza».Hay que pensar, por tanto, que loslímites del reino asturiano no llegaron nia Gipuzkoa ni a Navarra ni a la mayorparte de Álava y Bizkaia. Véasetambién F. de ZAVALA, «Guipúzcoa entreNavarra y Castilla». En Historia delPueblo Vasco. (Donostia-San Sebastián1978) t. I, 176.

Apocalipsis de St Sever. Biblioteque National. París.

El reino de Pamplona de 925 a 1029Ref. gráfica: Hª de Navarra. Temas de Navarra.

Edit. Gobierno de Navarra.

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rácter soberano del rey de Pamplona a cambiodel pago de tributos. No era el rechazo de esasoberanía sino la negativa a pagar el tributo laque, durante el siglo IX, provocó que varias veceslas tierras vascas y las de los Banu-Qasi fueran de-vastadas por los ejércitos del emirato cordobés.Ello no impedía que se reconociese el dominio delrey cristiano en Pamplona ni que se anudasen in-cluso relaciones de parentesco entre navarros ycordobeses, pues la hija de Fortún Garcés, cauti-va en Córdoba durante 20 años, será madre delcalifa Abd-el-Ramán III.

En el año 905 la situación cambia. En Pamplo-na, como consecuencia de una crisis dinásticacuyas causas no se conocen, se instala una nue-va dinastía con Garcia Jiménez, su hijo SanchoGarcés (905-925) y sus sucesores hasta Sancho elMayor (1004-1035). Esta dinastía contó desde elprimer momento con el apoyo de la monarquíaasturleonesa, entrando en los planes de la recon-quista cristiana. Desligada ya de los Banu-Qasi,cuya autoridad va eclipsándose, la monarquíanavarra tendrá que aguantar directamente la pre-sión creciente de los ejércitos cordobeses, lo queunirá más estrechamente a asturianos y navarros.

Sancho Garcés I padeció las incursiones deAbd-el-Ramán III en las campañas de Muez, conel desastre de Valdejunquera (920) y de Pamplo-na (924); pero logró ensanchar las fronteras de sureino anexionando Nájera, Tudela, Valtierra y Vi-guera. A García Sánchez (925-970) le correspon-dió la anexión de Aragón como dote de su mujer.Su sucesor Sancho Garcés II (970-994) tuvo quesufrir las algaras devastadoras de Alhakan II y Al-manzor, pero se mantuvo fiel al ideal de la recon-quista.

Y es al finalizar el siglo cuando con Sancho IIIel Mayor (1004-1035) el reino de Navarra conocesu apogeo. Por herencia o por conquista Sanchoel Mayor reúne bajo su cetro los territorios de Na-varra, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza por el este,Álava, Vizcaya y Castilla por el oeste, impone elvasallaje a los condados de Gascuña y Barcelo-na, y se convierte así en el rey cristiano más pode-roso de la península.

ÁLAVA, BIZKAIA, GIPUZKOA

En este período seguimos sin saber gran cosade los habitantes de las tierras actuales de Bizkaiay mucho menos de Gipuzkoa, y de sus modos devida y de gobierno, salvo que, según la «Crónicade Alfonso III», el rey leonés Alfonso I con las gen-tes arrancadas a la cuenca del Duero repobló susdominios desde Asturias hasta Carranza, pero nolas tierras de Álava y Vizcaya, «que siempre ha-bían sido poseídas por sus habitantes».

Con las tierras de Álava los reyes de León cons-tituyeron, bajo la autoridad de Condes, una es-pecie de bastión contra las algaras de los musul-manes, que se repitieron periódicamente duran-te el siglo IX hasta que hacia 912 Álava (que en-tonces dejaba fuera la Rioja alavesa y, en cam-bio, comprendía Bizkaia hasta el mar y Gipuzkoahasta la cuenca del Deva) fue quedando en re-taguardia de la Reconquista. En 932, Álava entra,bajo el Conde Fernán González, en la órbita deCastilla; y al comienzo del siglo siguiente cae bajoel protectorado del rey navarro, Sancho el Mayor.

La primera mención de Bizkaia (en la citadaCrónica de Alfonso III) muestra que en el siglo IX lazona más occidental debió de depender del reyasturiano, mediante algún sistema de caudillajesobre territorios que acabarían formando un úni-co Señorío. En el siglo X se tiene noticia del CondeMomo. Más tarde aparecerán los nombres de losCondes Iñigo López (1053) y Diego López de Haro(s. XIII). Y entonces Bizkaia queda, con Álava, den-tro del marco de influencias de los reyes de Nava-rra. En lo eclesiástico las tierras vizcaínas queda-rían enclavadas en dos obispados de Álava y laRioja, con sedes en Armentia y Valpuesta.

Sobre Gipuzkoa hasta el siglo XI reina el silen-cio absoluto. No entra en la historia hasta 1025(documento de donación de San Salvador de Ola-zábal, Alzo, al monasterio de San Juan de la Peña).Debió de estar dependiendo por un sistema de«seniores» y «tenentes» de los reyes de Pamplona,y eclesiásticamente, de su obispo.2

FUENTES DOCUMENTALES

Todo lo que de los territorios vascos sabemosde la época altomedieval proviene de documen-tación de los siglos IX-X referida casi siempre a do-naciones de iglesias, con sus respectivos bienes,hechas por particulares a los grandes monaste-rios: San Salvador de Leyre, Santa María de Náje-ra, San Salvador de Oña, San Juan de la Peña ySan Millán de la Cogolla. El historiador que quieradecir algo pertinente del arte y la cultura del PaísVasco en el Alto Medievo se ve obligado a docu-mentarse en los cartularios de esos monasterios.

* * *La gran expansión de autoridad y poder en el

reinado de Sancho el Mayor (1002-1035) va a per-mitir a la vieja Vasconia participar en la eclosión ydesarrollo de la cultura y del arte cristianos del si-glo XII. Pero antes de tales esplendores del romá-nico monumental, los artistas vascos habrán teni-do que balbucear, durante dos centurias, buscan-do la expresión de su nuevo credo cristiano en for-mas rudimentarias, más sugestivas por su ingenui-dad que por su belleza y perfección formal. ■

1.n La cristianización

del pueblo vasco

Planteamiento de un debate

Tratando aquí de hacer la historia de unaactividad artística que en el País Vasco lo mis-mo que en casi todo el Occidente, ha tenidoen el dogma cristiano y en la historia bíblica yevangélica sus principales fuentes de inspira-ción y su temática preponderante, no pode-mos menos de abordar el tema de los orígenesde la cristianización de Vasconia. Se trata de

un asunto sobre el que los historiadores hanadoptado las posturas más diversas y aun con-trarias; desde los que tempranizan la evangeli-zación de Euskal Herria situándola en los pri-meros siglos de nuestra era, hasta los que laretrasan hasta la Baja Edad Media.

Como piensan los historiadores de la Igle-sia Católica, las rutas del Imperio Romano fue-ron el medio providencial para la difusión delEvangelio. Pero, dada la evidente separacióncultural, lingüística y social entre romanos yvascos hasta el siglo V, no es extraño que losromanos cristianizados no pudieran ejercer unaeficaz acción apostólica sobre ellos. En aquel

El reino de Pamplona durante elreinado de Sancho III el Mayor.

Ref. gráfica: Hª de Navarra. Temas de Navarra.Edit. Gobierno de Navarra.

Sancho Garcés II. Códice Vigilano.

El asedio de Pamplona por losFrancos representado en bajorrelieve

en el Arca de Carlomagno. Aquisgran. Alemania.

Ref. gráfica: Hª de Navarra. Temas de Navarra.Edit. Gobierno de Navarra.

Juan Plazaola

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entonces la comunidad cristiana más próximaera seguramente la de Calahorra.

Los que retrasan la introducción del cris-tianismo hasta bien entrada la Edad Media seapoyan en varios argumentos. El primero es elsilencio de las fuentes arqueológicas e histó-ricas. No se han encontrado inscripciones cris-tianas de época romana en las excavaciones devillas de Navarra y Álava (aunque esta afirma-ción habría que moderarla ante los «crismonesgrafitados hallados en cerámicas de Iruña/Ve-leia», como advierte Eusebio Gil Zubillaga):ni nos han llegado (fuera de las conocidas le-yendas de San Marcial en Aquitania o San Fer-mín en Navarra) noticias literarias e históricasde culto cristiano en zona vasca de esa épocaromana.

Lacarra, que subraya esta ausencia, Caro Ba-roja y otros historiadores piensan que, además,en el siglo V se produjo en el País Vasco unretroceso cultural provocado por las invasio-nes germánicas. Lo que éstas trajeron fue el ani-quilamiento de la vida urbana, el predominiode la vida rural, y el aislamiento de los vascoscon el consiguiente retroceso cultural, y un es-tado general de anarquía (el de los bagaudasen el que se cree que con toda probabilidadparticiparon los vascos); un conjunto de cir-cunstancias paralizadoras sin duda de la mi-sión evangelizadora si es que se había iniciadoantes.3 Lacarra sospecha que, a principios dels. VI, se volvió a un régimen tribal, y que lainstauración de plazas fuertes como Vitoria(581) y Olite (625) podría estar motivada porel empeño de los godos cristianos de contenera los paganos vascones.

Con todo, no se puede olvidar que ya en elsiglo V hay testimonios de comunidades cris-tianas en Calahorra y Cascante, ciudades vas-conas,4 y que en el siglo siguiente hay ya enPamplona un obispo, Liliolo, que asiste al IIIConcilio de Toledo (589).

Otros argumentos en apoyo de la mismatesis se resumen en dos: Los apelativos de «re-beldes y feroces» con los que describen a losvascos los cronistas cristianos de la época, y eltexto relativo a la predicación de San Aman-do, un monje que vivió en el siglo VII.

La Vita Amandi es el único texto que habladel paganismo de los vascones. Los cronistas ehistoriadores medievales han repetido la mis-ma idea siempre que han hablado de SanAmando. Pero se ha demostrado que esa Vidano fue escrita por uno de sus discípulos, sinomucho más tarde. Por ello y por otras razonesde crítica interna, algunos historiadores no con-ceden ningún rigor histórico a esa biografía,aunque otros consideran que algún valor hayque darle.

A propósito de la ferocidad anticristiana delos Vascones en la época visigoda se aporta eltestimonio de una carta de Tajón, obispo deZaragoza, al obispo de Barcelona, Quirico, enla que se narra la devastación causada por losvascos contra los cristianos y sus lugares de cultocon motivo del apoyo que aquellos prestaronal conde Froya en su insurrección contra Re-cesvinto. Es verdad que en esa carta Tajón nun-ca dice que los vascos no fueran cristianos.

Por otra parte, arguye Andrés Mañaricúacon citas en su apoyo, Tajón parece que fue unhombre irascible y poco moderado y sincero, yescribía en el estilo ponderativo y exageradopropio de los escritores de la época.5

Sobre el tema de la ferocidad y prolongadabarbarie de los vascos (tan expresamente des-crita por Aymeric Picaud en el famoso Guidedu Pélerin y lugar común entre los cronistasde la Alta Edad Media) tengamos presente, deuna vez por todas, una observación sumamen-te juiciosa que formula Lacarra: los Vascos dela antigüedad y de la Alta Edad Media son pue-blos que no nos han dejado ninguna noticiahistórica sobre si mismos; todo lo que de ellossabemos nos ha llegado por cronistas de pue-blos que fueron enemigos suyos y guerrearoncontra ellos.

La tesis de Mañaricúa

TEMPRANA CRISTIANIZACIÓN. En apoyo de latesis de una temprana cristianización, Mañari-cúa observa que las rutas de evangelización nosiempre coincidieron con las del Imperio ro-mano, como puede constatarse en África don-de algunas regiones bereberes fueron cristiani-zadas antes de ser sometidas a la romanización.Es natural que, desde Tarragona, donde tradi-cionalmente se acepta que predicó el mismoSan Pablo, siguiendo la calzada romana se di-fundió el cristianismo en Zaragoza al menos amediados del siglo III y en Calahorra dondeya en los primeros años del siglo IV hay noti-cia del martirio de los santos Emeterio y Cele-donio. En el siglo V el poeta Prudencio canta-ba la gloria martirial de los dos patronos deCalahorra aludiendo a la «antigua» gentilidadde los vascos («Iamne credis bruta quondam Vas-conum gentilitas...»).

Por otra parte, no se puede marginar el he-cho de que existía otra vía de comunicaciónromana por el Norte: desde Burdeos hasta As-torga, que atravesaba el País Vasco y tenía unramal hasta Calahorra que, desde el siglo II eraciudad vascona.

Quizá el argumento más sólido para hablarde una temprana penetración del cristianismoen tierra vasca nos lo suministra la arqueolo-gía, concretamente las cuevas visigóticas quehemos descrito en el capítulo anterior, y tal vezalgunos vestigios dados por recientes excava-ciones en San Pedro de Abrisketa (Arrigorria-ga). El estudio de las cuevas alavesas demues-tra que en ellas se practicaba un culto cristianoal menos en el siglo VII.

El historiador Mañaricúa que apenas se de-tiene a valorar el argumento de los eremitoriosvisigóticos, atribuye, en cambio, una fuerzadecisiva al hecho de la constitución de obispa-dos en las ciudades vascas transpirenaicas, al-gunas de las cuales se integraban administrati-vamente durante el Imperio en la Novempo-pulania (en realidad, desde Teodosio no erannueve sino doce las ciudades reunidas bajo esadenominación). Mañaricúa anota que, de lasdoce ciudades de la Aquitania englobadas enla Novempopulania, once de ellas (Dax, Ba-zas, Auch, Oloron, Couserans, Eauzes, etc.)«tienen ya obispo a partir de comienzos del si-

3. J.M. LACARRA, «La cristianización del PaísVasco». En Estudios de Historia de Navarra,Pamplona 1971, p. 5 ss; J. GOÑIGAZTAMBIDE, Historia de los Obispos dePamplona. Pamplona 1979, I, 31-56.

4. Se trata de cartas escritas al papa Hilario(461-468) con motivo de un conflictosuscitado por Silvano, obispo deCalahorra. Hay que recordar, además,que recientemente los arqueólogos hanquedado sorprendidos por el descubri-miento en el yacimiento de Iruña/Veleiade varios fragmentos de sigillata tardíadecorada con el crismón cristiano enrelieve, extraidos de un ambientedoméstico-artesanal que se ha datadoen el siglo V. E. GIL ZUBILLAGA,«Iconografía cristiana sobre sigillatatardía de Iruña/Veleia». En PrimerColoquio Intern. sobre la Romanizaciónde Euskal Herria. En Isturitz 9, 1997,817-821.

5. A. MAÑARICUA, «La cristianización delPaís Vasco». En VV, Historia del PuebloVasco. Donostia-San Sebastián 1978, I,59-61; «Cristianización del País Vasco.Vías de penetración» En «Congreso deEstudios Históricos: Vizcaya en la EdadMedia». (Bilbao 1986), 41-48.

Santuario de San Miguel de Aralar.

Torre militar más antigua de Navarra.Castillo de Javier.

Monasterio de Leyre a pie de la sierra.

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glo VI. Esto nos indica no una Iglesia incipientesino una Iglesia plenamente establecida».6

Para entonces habían desaparecido los nom-bres de las tribus anotadas por Estrabón (Vár-dulos, Caristios, Autrigones y Vascones) y to-dos formaban un pueblo unificado: el de losVascones. Pues bien, concluye Mañaricúa «so-bre ese pueblo unificado se había ya iniciado lapenetración del cristianismo, probablementepor el Sur, hacia el siglo III según el testimo-nio citado de Prudencio. Y esa penetración ha-bía llegado a todos los rincones a principiosdel siglo VI».

Aunque no se puede negar la fuerza de es-tas afirmaciones de Mañaricúa en cuanto sos-tenidas por documentación fidedigna, creemosque el problema seguirá sin resolverse si no sele formula sobre definiciones semánticas pre-cisas, concretamente si no se plantea y se in-tenta esclarecer, en nuestro caso concreto, ladiferencia que hay entre penetración y difu-sión del cristianismo. La Iglesia cristiana pue-de estar bien establecida administrativamente–como ocurre ahora mismo en algunos paísesasiáticos– sin que ello nos permita hablar denaciones cristianas.

Que en el siglo VI la penetración del cris-tianismo hubiera llegado «a todos los rinconesdel País Vasco» es precisamente lo que resultadifícil de aceptar, pues esa difusión masiva queno queda suficientemente probada con los ar-gumentos expuestos por Mañaricúa, resulta aúnmás improbable cuando se piensa en el obstá-culo que a la acción misionera ofrecía el vas-cuence, una lengua a la que se mantuvo férrea-mente fiel el habitante de la montaña vasca. Lafalta de romanización cultural y lingüísticaarrastraba como concomitante la falta de ro-manización religiosa. Resulta más aceptablepensar que «frente a la proliferación de comu-nidades cristianas en el Ager, los vascones delSaltus seguían aferrados a prácticas paganas».7

La tesis de Lacarra

TARDÍA CRISTIANIZACIÓN. Para acercarnos aformulaciones precisas en este asunto, el pro-fesor Lacarra procedió acertadamente distin-guiendo las diversas zonas de Vasconia penin-sular, según las fuentes árabes.

Había, primeramente, la zona central máspropiamente vascona, la de Pamplona hacia elNorte.

En otra zona, al Este de Pamplona, estaba lazona lindante con Aragón, que Levy-Provençalllamó de los «gascones», donde encontramoslas más antiguas menciones de centros religio-sos. Son los monasterios de Leyre, Cillas, Igal,Urdaspal, San Zacarías o de Siresa que visitósan Eulogio en 848. Estos monasterios –escri-be Lacarra– «no creo que respondan a una emi-gración del Sur, de monjes que huyen de losmusulmanes, sino lo más probable es que pro-cedan del Norte, del Imperio Carolingio».

Finalmente queda por el Oeste la zona fron-teriza con el Islam, que forma como una avan-zada del reino asturiano. Es la zona en que muypronto aparece el obispado de Veleia o de Álava.

Al ritmo en que cada una de estas áreas fueasimilando influencias de cristiandades antiguas

perfectamente establecidas (carolingia oastur-leonesa) se iría propagando el cristianis-mo organizado, quedando en estado más rudoy salvaje la zona más aislada, la parte monta-ñosa al Norte de Pamplona.

En todo caso, tanto en las áreas más pron-tamente cristianizadas como en las más tardías,quedamos sin saber con precisión cuándo des-aparecieron los residuos del paganismo. Laca-rra opina que «entre la introducción del cris-tianismo y la extirpación de la gentilidad hanpodido transcurrir muchos siglos.8

La falta de documentación nos impide to-mar posiciones firmes sobre esta cuestión. Aello contribuye también la vaguedad del len-guaje, supuesto que muchas veces los historia-dores se limitan a hablar de «penetración delcristianismo». Se hace difícil resolver el pro-blema cuando se piensa en naciones actualescomo Brasil, Haití y otros países americanos,donde una cristianización masiva y organizadapuede darse, al mismo tiempo que gran partede sus gentes mantienen ritos y prácticas su-persticiosas heredadas del paganismo.

Y, por otra parte, no podemos hablar dedifusión total del cristianismo ni calificar depaíses cristianos por el simple hecho de que laIglesia y su jerarquía se halle en ellos perfecta-mente establecida, como hoy mismo ocurre enla India o en el Japón, en los que el Evangelio«penetró» hace varios siglos. A este propósitoRoldán Jimeno recuerda acertadamente que,en regiones hispánicas que consideramos muycristianizadas ya en el siglo VI, los obispos seesforzaban en combatir la idolatría. «Así el obis-po de Astorga, Polemio, tras asistir al Conciliode Braga (572)... pidió a San Martín de Bragaque compusiera un Catecismo contra la idola-tría».

La fundación de monasterios es quizá elsigno manifestativo más elocuente de una di-fusión de la fe y la vida cristiana. En el siglo Xla cristianización del País Vasco meridional –escribe Lacarra– se propaga por iniciativa pri-vada; gentes que se retiran a hacer vida religio-sa creando monasterios de un solo clérigo o devarios por el sistema pactual de tradición visi-goda, que sustraía a la jurisdicción del obispolos bienes dotales de la basílica en cuestión ypermitía disponer libremente de los mismos;un sistema que se mantendrá vigente varios si-glos bajo el nombre del ius patronatus.

En el siglo XI el cristianismo sigue hacien-do progresos en la masa rural y muchos de esosmonasterios de iniciativa privada entran bajola regla de una gran abadía. Entre los siglosX-XI esa especie de colonización eclesiástica seva produciendo en Bizkaia (iglesias de Mun-daka, Alboniga, Axpe de Busturia, Luno, Ugar-te, Gernika, y Iurreta y Abadiño en el Duran-guesado, Bermeo, Gaztelugatxe, Barrika y San-turtzi en la costa). En Gipuzkoa son fundacio-nes monasteriales la de Donostia-San Sebas-tián, dependiente de Leyre, y las de Olazabal ySan Andrés de Astigarribia donadas a San Juande la Peña.

Mientras tanto se reorganizan las sedes y lajerarquía episcopal, de acuerdo con Roma. Delsiglo XI al XIII la autoridad monástica irá ce-

PEDRO DE SIRESA

6. O. c., p. 70. El argumento de Mañaricúaquedaría algo debilitado si se aceptara,con J.J. Sayas, que los dos mártires deCalahorra, Emeterio y Celedonio, noparecen originarios del país, y si se piensa,con K. Larrañaga y A. AzkárateGaray-Olaun, que en todo el proceso decristianización de un país debeobservarse con cuidado si unos hechosindividuales que son significativos en simismos, lo son como factores queafectan a toda una colectividad. Véasetambién Roldán JIMENO, «Red viaria ycristianización». EnRed viaria y cristianiza-ción. En H.S., n. 104, (Pamplona 1999), p.725.

7. Véase un buen resumen de losargumentos pro y contra una tempranacristianización de Vasconia con elapoyo de las correspondientes fuentesgrecolatinas y su traducción castellana,en Santiago SEGURA, Mil años deHistoria Vasca a través de la literaturagrecolatina. De Aníbal a Carlomagno.Ed. Univ. de Deusto (Bilbao 1977).

8. J.M. LACARRA, O. c., 27.

Juan Plazaola

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Iglesia y capilla interior según P. Thomas de Burgi.

Nártex.

San Miguel de Aralar.Ref. gráfica; Gran Enciclopedia Navarra IX

Planta del Santuario de San Miguel de Aralar.

Ref gráfica: las fotos de detalle, la planta y el corte transversal han sido tomados de El arte en Navarra.Edit. Diario de Navarra.

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San miguel de aralar

Imagen de San Miguel enla portada de la iglesia de

Berrioplano (N).

Ábside

Juan Plazaola

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diendo el paso a la autoridad episcopal y sonlos obispos los que van tomando a su cargo elcuidado espiritual de la grey rural.

Después de diseñar este esquema del desa-rrollo de la Iglesia cristiana en Vasconia, el pro-fesor Lacarra saca como conclusión que tuvoque haber «una larga coexistencia de vasco-cris-tianos y vasco-paganos hasta una fecha relati-vamente próxima, difícil de determinar».9

Otras posturas

Por su parte, Julio Caro Baroja es más ex-plícito, y después de sopesar datos históricos ylegendarios (éstos últimos en cuanto revelado-res de un cierto contexto), llega a la siguienteconclusión: «En suma, hasta el siglo IX no haydatos que permitan pensar que hubiera cristia-nos en partes de Guipúzcoa, Vizcaya y el ex-tremo norte de Navarra. En el siglo X puedeser que empezara la cristianización sistemáti-ca».10

Igualmente Barbero y Vigil, argumentandosobre la falta de una vida urbana, la inexisten-cia de sedes episcopales y otros datos sacadosde la documentación histórica, opinan que losvascones debieron de conservar su paganismodurante mucho tiempo; y que «su evangeliza-ción debió de comenzar desde Francia a partirdel siglo VII, sobre todo debido a la acción deSan Amando».11

Con todo, como hemos dicho, los resulta-dos de algunas recientes excavaciones en Bi-zkaia no excluyen una penetración cristiana porla parte occidental y por el sur a base de facto-res mozárabes y aun visigóticos.

2.n La influencia

del arte carolingioLa falta absoluta de documentación con-

temporánea (siglos VI-VIII) y la desapariciónde casi toda la arquitectura vasca altomedievalde superficie puede hacernos pensar en suinexistencia. Sin embargo, la arqueología va re-velando que hubo construcciones de piedra enesa época, incluso en zonas septentrionales enlas que siempre se ha supuesto una implanta-ción cristiana muy tardía.

Templos

Las excavaciones realizadas en la ermita San-ta Elena de Irun han mostrado que, sobre lasruinas de una necrópolis pagana del siglo I yde un pequeño templo romano del siglo si-guiente, se edificó siglos después una iglesitacristiana.

Aprovechando los escombros de lienzo depared y techumbre para rellenar parcialmenteel interior del recinto, se levantaron los muros(en menor espesor que los originarios), se echóun pavimento uniforme de lajas delgadas depiedra y se construyó un altar macizo o «debloque» (de 1,25 x 0,90 m) adosado a la paredSur. En Aquitania se conocen casos parecidosde aprovechamiento de templetes paganos paraconvertirlos en iglesias cristianas de la Alta EdadMedia.

El hallazgo en el mismo yacimiento de nu-merosas monedas, algunas del tiempo de Gui-llermo Sancho, Conde de Burdeos y Duquede Gascuña, ha permitido una datación aproxi-mada: finales del siglo X. Esto hace del tem-plete de Santa Elena «el resto arqueológico (has-ta ahora conocido) más antiguo del Cristianis-mo en Gipuzkoa».12

* * *Es obvio, asimismo, que la existencia de

templos cristianos del siglo IX se nos revele hoyen ruinas y vestigios situados en las áreas mássusceptibles de influjos carolingios y asturleo-neses. Pocos datos arqueológicos tenemos paraimaginar cómo pudieron ser las antiguas igle-sias en regiones que eran periódicamente de-vastadas por las incursiones musulmanas.

Hay dos iglesias, Leyre y San Miguel de Ara-lar, que son notables por sus dimensiones si secomparan con otras coetáneas del prerrománi-co hispánico (a excepción de San Pedro deRoda, Gerona).

EL MONASTERIO DE LEYRE. Ni siquiera po-demos aspirar a un conocimiento preciso deaquel baluarte que, por su situación geográfi-ca, debió de ser el monasterio de Leyre, dondemonarcas y obispos se refugiaban durante losataques árabes, ni siquiera cuando Eulogio deCórdoba visitó el monasterio el año 848. Aun-que no fuera verdad (como se ha escrito) quede Leyre salían elegidos los obispos de Pam-plona,13 consta al menos que en el monasteriose recibieron gran cantidad de donaciones enel curso del siglo X.

La primitiva iglesia. Las excavaciones rea-lizadas en Leyre, bajo la gran nave gótica delsiglo XIV, han demostrado que hubo una pri-mera iglesia, anterior a la románica.

Tenía nave y ábside únicos, con departa-mentos laterales, con porche a los pies y tribu-na encima de éste; un conjunto que pudo serdel siglo IX, probablemente mozárabe.

En la cabecera de esa iglesia se añadieronen el siglo X dos ábsides. Los tres ábsides erande plan ultrasemicircular en el interior y poli-gonal en el exterior.

Su estructura general fue probablemente detipo centrado al estilo de los templos que seiban alzando en regiones carolingias (Germig-ny-des-Près, por ejemplo), y posiblemente ten-dría cubierta de madera.

Todo debió de ser destruido en las campa-ñas de Almanzor (995 y 999) contra Pamplo-na o en las de Abd-al-Malik (1006) contra losbaluartes pirenaicos.

EL SANTUARIO DE ARALAR. Igualmente comorefugio contra la incursiones agarenas, muchomás seguro que el de Leyre si se atiende a su«excelsitud» geográfica (1.200 m sobre el niveldel mar), y a su ocultamiento a miradas ene-migas por los densos hayedos que lo rodeaban,el santuario de San Miguel in Excelsis en Ara-lar debió de ir creciendo en el siglo X, al calorde varias leyendas, entre ellas la de Teodosio deGoñi, que recogen cronistas, historiadores y no-velistas. En el curso del siglo siguiente era yaobjeto de donaciones por parte de monarcasnavarros y de personajes nobles, y se consagra-ba su altar (1074).Ref. gráfica: El arte en Navarra. Tudela.

TIPOS DE CAPITELES. MEZQUITA DE TUDELA

5. El arte vasco se cristianiza

HISTORIA DEL ARTE VASCO I — 109

La primitiva iglesia de San Miguel «in Ex-celsis» del monte Aralar, dedicada al príncipede las milicias celestes (como tantos otros tem-plos de la Cristiandad en aquella atormemtaday amedrentada época) fue, como el de Leyre,según han revelado los últimos trabajos de res-tauración, de nave única con ábside ultrasemi-circular en el interior y poligonal en el exteriory porche delantero.

De los pocos vestigios que han quedado enla parte inferior del ábside, se ha pensado quedebió de ser un pequeño templo, armado conpequeño sillarejo casi cuadrado, de dura y ne-gruzca caliza, en hiladas seguidas, alternandoquizá con tendeles de piedra delgada, en lugarde los ladrillos utilizados en iglesias del grupocarolingio, como las de Tarrasa.

Este primitivo templo fue destruido en elmismo siglo X, por las incursiones de Abd--al-Rahman en 924 o quizá más tarde. Prontodebieron de ser reconstruidos su ábside y subóveda, y se le abrieron tres vanos con arco deherradura. Pero, de nuevo destruido por in-cendio, se procedió a la gran reforma del ro-mánico en el siglo XI, y debió de ser entoncescuando se añadieron los otros dos ábsides y lasnaves menores.

Monasterios

De los monasterios visitados por san Eulo-gio en 848 solo han quedado partes mínimasen dos de ellos: Usún y San Zacarías.

SAN PEDRO DE USÚN fue importante mo-nasterio en la Foz de Arbayún, luego titular deun arcedianato pamplonés, consagrado por elobispo Opilano el 28 de octubre de 829. Sureconstrucción de fines del siglo XI respetó unbello crismón antiguo, y en los gastados silla-res de su aparejo aún ha quedado algún recuer-do mozárabe.

SAN PEDRO DE SIRESA. La planta de SanZacarías, hoy San Pedro de Siresa (Huesca)fue rehecha en el siglo XI, todavía con el por-che y la tribuna en alto.

De Cillán y Urdaspal no ha quedado nada.Y de Igal queda una iglesia románica tardía,con cañón apuntado sobre arcos fajones.

Castillos

Templos y castillos fueron siempre, en estatierra vasca batida por guerras seculares, expo-nente perenne del arte de la construcción y ob-jetivo constante para actos de depredación ylatrocinio en épocas de odios devastadores.

No nos vamos a detener en señalar que hayuna toponimia militar en euskera que demues-tra, según Manuel de Lekuona, que en tiem-pos prerrománicos, la costa cantábrica y zonasdel interior de la Vasconia profunda estabansembrados de baluartes defensivos.14 Tampo-co vamos a enumerar los numerosos castillosya desaparecidos, que puntearon cimas y alto-zanos en Navarra y Álava, y que como van-guardia cristiana de los siglos IX-X, sufrieronlos destructores embates de las aceifas sarrace-nas.

Bástenos recordar, a modo de histórico pa-radigma, la «torraza» del castillo de Javier, pris-ma rectangular que con sus basamentos cicló-

peos es hoy, según Recondo, «la torre militarmás antigua de Navarra».

3.n La impronta musulmana

y mozárabeLa proximidad de las regiones sometidas al

califato cordobés y la vinculación casi amisto-sa, al menos durante el siglo IX, con los domi-nios de los Banu-Qasi, influyó en la adopciónde esquemas y modelos del arte musulmán ymozárabe tanto en la arquitectura como en suornamentación. Vestigios del arte mozárabe15

nos han quedado en ventanas de castillos y tem-plos dispersos por al antiguo reino de Navarra.

l En Tudela. Edificios musulmanes

Tal vez lo más notable, de lo estrictamentemusulmán, haya que buscarlo en Tudela, quecon su muralla y su alcazaba llegó a ser prontouna de las a principales ciudades mahometa-nas de la península.

Su edificio más soberbio fue la MezquitaMayor, construida muy probablemente porMuza II (841-862). Restos de ella aparecieronal realizar las obras de la catedral. De tales ves-tigios lo más agradable de ver son unos cuan-tos capiteles y canecillos que hoy se hallan enel Museo de Navarra.

De los capiteles se han conservado variosmodelos algo diferentes:- Unos, esbeltos, siguen de cerca el modelo

corintio, con hojas espigadas de acantos di-gitados.

- Otros de aspecto arcaico, de estructura máscúbica, caliza marmórea, con palmetas labra-das a bisel.

- Un tercer tipo es esbeltísimo, pues su alturade 0,40 m casi duplica su anchura, de aspec-to visigótico y epígrafe en caracteres árabes.

Finalmente, hay una pieza de menor tama-ño que quizá perteneció a una ventana de arcogeminado, de aspecto arcaico con rizos o cau-lículos abiselados y collarino incorporado al ces-to.

Queda también una ventana con arquitosde herradura en una sola piedra.16

De la misma mezquita tudelana provienenunos modillones de alabastro bellamente de-corados, que corresponden a aleros de los pór-ticos del patio. Por su variedad formal IñiguezAlmech prefirió dividirlos en tres series.- Una serie, ancha de 0,35 m por una altura de

0,38, es de rollos tangentes a la curva de na-cela tienen por el frente un nervio centralcomo atadura de los rollos y éstos al costadose adornan con hojas de tulipán.

- Otra serie arma los rollos con tallos brotadosdel trazado contorneando la curva de nace-la, que forma la parte saliente del modillón.

- Un tercer grupo alinea los rollos en línea rec-ta, formado por tallos según sistemas capri-chosos muy variados. Podrían atribuirse alarte islámico de la época de Abd-al-Rhaman;pero hay rasgos que sugieren tiempos poste-riores.

9. Ibid., 30.10. J. CARO BAROJA, Los pueblos del

Norte. (Donostia-San Sebastián, 2ª ed.1973) p. 137.

11. A. BARBERO y M. VIGIL, Sobre losorígenes sociales de la Reconquista.(México 1979), 94.

12. I. BARANDIARAN, «Novedades sobre laAlta Edad Media en Guipúzcoa». EnEstudios de Edad Media de la Coronade Aragón, X, 1975, 549-80.

13. El hecho de que del monasterio deLeyre salieran elegidos los obispos dePamplona no ocurrirá hasta bienentrado el siglo XI. (J. GOÑI GAZTAMBI-DE, Historia de los Obispos de Pamplo-na. (Pamplona 1979) 119 y 155).

14. M. de LEKUONA, «Arquitecturamedieval castrense». En V.V., ArteVasco. Donostia-San Sebastián s/d, p.68.

15. Los historiadores se han sentido tanperplejos e inseguros cuando hanbuscado la denominación más propiapara este estilo (¿mozárabe?, ¿derepoblación?, ¿fronterizo?), comocuando han intentado definirlo por suscaracteres formales. Jacques Fontaineconsidera que el verdadero factorcomún de las estructuras del artemozárabe reside en la distribucióninterior de los espacios, fraccionadosmucho más netamente que en laarquitectura visigoda. En el exterior sedistingue por cuatro elementoscomunes con lo cordobés: losmodillones de rollos, la moldura del alfiz,el ajimez de las ventanas geminadas, yel arco de herradura muy sobrepasado.Estos elementos se combinan conbóvedas de piedra en los ábsides ybrazos del crucero, anunciando ya elrománico (Lo mozárabe, 52-54).

16. B. PAVON MALDONADO, «La MezquitaMayor de Tudela». En El Arte en Navarra.Ed. «Diario de Navarra», (Pamplona1994) nº 2, pp. 17-32.

MODILLONES. MEZQUITA DE TUDELA

Ref. gráfica: El arte en Navarra. Tudela.