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1 EL CAJÓN DE DESCARTES LUIS CARLOS H. DELGADO

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EL CAJÓN DE DESCARTES

LUIS CARLOS H. DELGADO

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Contenido Juegos florales .......................................................................................................................... 4

Psicología de la totalidad ........................................................................................................... 6

Walt Whitman y nuestro “Canto a mí mismo” ............................................................................23

Conferencias locales .................................................................................................................31

“La imagen de la madre a través de una fantasía grupal” 1962. ...................................................31

Reflexiones sobre la vida, la muerte y la violencia ......................................................................35

La mujer ..................................................................................................................................40

Reflexiones sobre la Ética – 2 de abril de 1982 ...........................................................................47

Los Hijos, Imagen Literaria ........................................................................................................51

La novela adolescente ..............................................................................................................62

José Amadeo............................................................................................................................67

A modo de epílogo ...................................................................................................................84

Problemas emocionales, vinculares y conflictos propios de las personas de la tercera edad..........91

De la etapa nasal .................................................................................................................... 107

Asesor de Tesis y Monografías ................................................................................................ 125

1 - ASESOR DE TESIS DEL DOCTORADO ............................................................................... 125

2 - ASESOR DE MONOGRAFIAS DE LICENCIATURA ................................................ 126

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Juegos florales

A fines de 1975 el Cuerpo de Voluntarias del Hospital San Bernardino organizó,

a beneficio, un ciclo de conferencias a con gran repercusión en la comunidad por la

importancia de los expositores convocados, entre los cuales allí estaba yo con un tema

que había impactado anteriormente en otra ocasión y que se supuso sería bien recibido

por el auditorio, sobre todo por el concurso musical de Margarita, mi joven sobrina y

ahijada, hija de Chichita, que tenía una voz maravillosa, y me acompañaba

excelentemente con su guitarra con canciones de Serrat afines a la charla, sumando una

composición de mi padre, realmente bien compuesta. El programa fue el siguiente:

21 – XI: El impacto de la radio fusión en las poblaciones más apartadas de

Latinoamérica. Sra. Lida von Schey. Representante de la B.B.C. de Londres en

Latinoamérica,

28 – XI: Dr. Carlos H. Delgado. Médico Psiquiatra. “Antonio Machado”

ilustraciones musicales Srta. Margarita Lado. (Como ha ocurrido siempre surgen

dificultades al recordar y ordenar mis tres nombres)

5 – XII Sra. Siria Poletti. Escritora. “Los valores positivos de la vida a través de

mis personajes Literarios”.

12 - XII Coloquio. Sr. Jorge Luis Borges. Escritor.

Borges no estaría presente en mi disertación, por suerte también para él, aunque

hubiera disfrutado de la voz de Margarita. Sin embargo, como era entonces el Director

Interino del Hospital, fui invitado por Claudina de Acevedo, su amiga, a compartir una

cena íntima que le ofreciera posterior al coloquio, reunión exclusiva que me resultó

excelente e inolvidable. Tuve además el placer de conducirlo de vuelta a su domicilio,

para lo cual nos acompañó Mabel, quien también gozó la oportunidad de conocerlo y

compartir sus dichos.

Debo hablar de esto en algún momento, pero ahora mi intención es introducir el

trabajo sobre Antonio Machado y otro posterior, que también celebré en un segundo

ciclo de conferencias.

En viejas hojas romaní manuscritas, que tras cuarenta años de permanecer

encarpetadas reunieron millones de alérgenos que interfieren en mi trabajo de archivis ta,

reencuentro palabras olvidadas de Ricardo Orozco que ayudaron en la presentación del

tema:

“Hay libros que lleva uno consigo toda la vida, que le acompañan siempre allí

donde va… Hasta el último instante, libros que van amarillando entre los dedos, día a

día, tanto que se los lee y acaricia… Si entre ellos sólo pudiera salvar uno, en un

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momento dado, cada cual apenas dudaríamos en elegirlo. Yo sé que muchos españoles

pondríamos a salvo este tomo de las Poesías Completas de Antonio Machado que antes

de la guerra de España, en ella y después de ella, ha estado con nosotros siempre.”

Sin ser español, desde mis lecturas de Antonio Machado, no sólo con sus poesías,

sino su prosa y poemas herméticos y apócrifos, aconsejadas por nuestro profesor de

literatura Señor Pinto (lo he narrado en Parra…), me apegué a él definitivamente. Soy

Machadiano. Sus palabras bullen en mí y acuden reiteradamente durante mi trabajo. Que

fue un ser que vivió en amor, bondad y sabiduría, no cabe la menor duda. Un hombre

cabal que elevó desde las raíces nacionales su sensibilidad y preocupación hacia lo que

debiera ser esencial para todos los hombres: amar, reflexionar y orientar la vida en

autenticidad.

Muy temprano, en el libro de lectura de los primeros grados, me deparó el goce

del hallazgo de sus caballitos de madera, transportándome a esa alegría de dar vueltas y

vueltas en un corcel colorado en una noche de fiesta… experiencia fabulosa que él nos

la hacía posible intimidando a su vez a nuestros mayores, en esta sociedad donde todo

tiene su precio, que aún el padre o la madre más humilde podían ofrecérnosla con una

simple moneda de cobre.

Acentuó Machado, que también mostrábase severo, con:

“Todo necio confunde valor y precio.”

Su libro puede abrirse en cualquier página y nunca nos frustrará, transformándose

en un libro infinito, como aquel libro de arena que soñó Borges.

El acompañamiento de Margarita Lado en aquella primera conferencia, con la

diafanidad de su adolescencia y su voz, testimoniaba como otra juventud descubría a

Antonio, no tal vez por la orientación de un profesor como en mi caso, sino por las

canciones de dos trovadores. José Manuel Serrat y Alberto Cortez. Esa juventud pudiera

pasar de la canción al libro y volver a gustar en amplitud la obra:

“Bueno es recordar

las palabras viejas

que han de volver a sonar…

Como aquella conferencia figura en internet y ha sido publicada en la revista

Tiempo, no la incluyo aquí, entre mis descartes, pudiendo invitar a visitar mi blog1.

1 http://lchdelgado.wordpress.com

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Psicología de la totalidad

SINOPSIS

Las diferentes direcciones psicológicas hoy existentes presentan un núcleo

principal de su diversidad, considerando importante y significativo el fragmento de los

fenómenos psíquicos que destacan, aunque no caigan en la falta de considerar que todo

lo psíquico no fuera otra cosa que aquello que enfatizan. El psicólogo suizo Paul Moor

pergeña en su “Pedagogía Terapéutica” una Psicología de la Totalidad que integra

las diferentes facetas de la psique humana individual abarcando todo movimiento

psíquico y comprendiendo la interacción recíproca con los mundos que habita. Este

artículo pretende una introducción y síntesis a la obra de ese autor.

Mi encuentro con Paul Moor2 ocurrió al asumir la cátedra de Pedagogía

Terapéutica en la Universidad del Museo Social Argentino. Buscando elementos

biográficos sobre este psicólogo tropiezo con la oferta de su texto en mercado libre:

$400. Indudablemente, a pesar de los años trascurridos para quien lo ofrece sigue siendo

una joya, sin embargo. su obra es prácticamente ignorada por los educadores y

psicólogos que he conocido. Desde aquellos tiempos sostuve el proyecto de redactar una

“Introducción a Paul Moor”, considerando que la preocupación constante de la

psicología debiera ser la elaboración de una teoría de la personalidad que englobe y

explique la conducta humana integrando sus múltiples paradigmas. De igual manera,

una teoría de la personalidad potencialmente sana y la de sus componentes permitir ía

establecer qué obstáculos representa la enfermedad para la realización de sí mismo y el

desarrollo de la plenitud de la vida. Trataríase de vislumbrar una idea previa de las

características de esas potencialidades y del dispositivo de maduración interior que

constituye en el sujeto la posibilidad de llegar a ser persona. Paul Moor lo llamó a este

dispositivo “estabilidad interna” definiéndolo de la siguiente manera:

“Es la disposición interior de un hombre que le permite continuamente la

búsqueda de su realización, de cómo debe vivir para hallar la tarea vital que le es posible.

Desarrollándose simultáneamente en ella, y como no perder el contenido de su vida.”

La estabilidad no es nada petrificado, no es un estado ni un lugar de anclaje al que

uno se ata, sino que significa: estar en movimiento, hallarse en camino. Cada elemento

de la estabilidad importa entonces en su conexión dinámica con los otros. Por lo tanto,

la concepción de una psicología de la personalidad debe integrar aquellos elementos que

conforman tal dispositivo.

En el curso de las ideas, cada sistema de psicología o corriente de pensamiento

tuvo influencia positiva sobre el desenvolvimiento general de la disciplina a la vez que

presentaron programas de acción y principios de moral. Distintos pensadores y

2 Paul Moor: Psicopedagogía Terapéutica. Editorial Morata.1962, 1963. Dos tomos.

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científicos acentuaron la observación de ciertos hechos psicológicos sobre otros,

ubicando en el centro de su atención temas que en otras escuelas serían periféricos. Tal

estado de cosas no hizo fácil el acuerdo entre ellas. Actualmente, algunas gozan de

popularidad e interés en la interpretación del acontecer humano, la sociedad y la cultura,

por incluir más variables o por su consistencia. Con todo suelen dejar fuera de su

consideración otros aspectos fundamentales de la vida humana, más cercanos a la

indagación filosófica y ética, que resultan imprescindibles en el momento de contar con

una psicología de la totalidad. Entre los que intentaron subsanar esta situación, por vía

de la integración, se destaca el psicólogo suizo Paul Moor, quien concilió en su obra

autores varios como: William Stern, Alfred Adler, Ivan P. Pavlov, John Watson,

Wolfang Koehler, John Dewey, Sigmund Freud, Fritz Kunkel, Paul Haeberlin, Eduard

Spranger, Nicolai Hartmann, Kart Jaspers, Karl G. Jung, Ludwig Klages, Martín

Heidegger, Ludwig Binswanger; señalando que “…ni aun así, todas las teorías de la

comprensión totalista y del principio de totalidad abarcaron el ser del hombre y a la

vocación y destino que lo hacen madurar: lo que le ha sido dado en su naturale za y lo

que puede percibir como tarea y promesa…”. Todos ellos, a su entender, revelan

aspectos parciales de la estabilidad interna y metas de las tareas educativas, terapéuticas

y rehabilitadoras.

El terapeuta necesita conocer no sólo el sufrimiento que constituye para la psique

de su paciente el obstáculo de un trastorno, sino saber de la psique misma para trabajar

con ella y superar las amenazas que se presenta a su realización. Habrá de preverse por

tanto de un diseño del proceso mismo del desarrollo, sus estructuras y funciones básicas.

Su tarea ha de ser solidaria con esta concepción.

Ha de tener en cuenta que:

“Por lo regular sólo un hombre sano y bien dotado en un ambiente

favorable es capaz de una completa maduración. La mayor parte son

desmoralizados o malogrados por el sufrimiento.”

En tanto la estabilidad interna madure o se reoriente, el terapeuta representa la

“estabilidad externa” de ese sujeto, la que siempre será mayor cuánto más afectada o

indigente sea la estabilidad interna. Para su labor resume la técnica disponible, los

conceptos de vida y salud, la calidez con que debe asumir una tarea asistencial, por lo

cual además de un profesional será una buena persona y una persona madura que

adquirió la comprensión de las perturbaciones creadas en su paciente. Ser una persona

educada y madura constituye una aspiración. No se tiene la garantía de serlo. No bastan

soluciones patentadas, instrucciones mecanizadas, inserciones vocacionales

simplemente autorizadas. El rehabilitador que aspira a la madurez necesita identificarse

con el que padece, junto a la objetividad distanciada que le exige el conocimiento

científico.

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“Cuando me identifico para comprender, junto con el comenzar a comprender,

estoy realizando algo decisivo, estoy aceptando al que sufre como es y

proporcionándole seguridad. Sólo con este apoyo comprensivo es posible el

esclarecimiento realista de lo que se ha perdido y lo que se ha conservado con

capacidad de rendimiento y de vida. La comprobación de estas posibilidades no

pertenece sólo a la esfera de lo que nos ha sido dado, sino que les son encomendadas,

que no sólo han quedado conservadas sino que deben realizarse, que exigen un

esfuerzo, requieren de una voluntad, y para que esta voluntad se ponga en acción será

redescubrirle o descubrirle las promesas vitales aún existentes. Se trata de encenderle

una estrella y esto sólo lo logrará el educador cuando conozca esta estrella y se

encuentre dispuesto a buscarla junto a él”

El cuadro siguiente sintetiza las corrientes psicológicas y filosóficas que considera

Paul Moor para integrar su Psicología de la Totalidad. Destaca en su ordenamiento la

mayor correspondencia de la escuela a un determinismo biológico o, por el contrario,

espiritual, así como su orientación causalista o finalista, comprensivo funcional o del

sentido del valor. Por último, la suscripción de las tendencias a aspectos de la

intervención o la abstención pedagógica.

PARA UNA PSICOLOGÍA DE LA TOTALIDAD

WIILIAM STERN → La disposición natural como impulso y aptitud para un

desarrollo

ALFRED ADLER → El sentimiento de inferioridad y la necesidad de

compensación.

IVAN P. PAVLOV → La doctrina de los reflejos condicionados

WOLFANG KOEHLER → La teoría de la Gestalt o de la forma

JOHN DEWEY → Hábitos y usos como causas de costumbres individuales

SIGNUND FREUD → Creador del psicoanálisis con su concepción del

inconsciente y del determinismo psíquico

FRITZ KÜNKEL → La psicología del nosotros y las crisis del carácter

PAUL HAEBERLIN → Posición ante la vida y actitud ante la vida

EDUARD SPRANGER → Formas de vida según los valores personales

NICOLAI HARTMANN → Espíritu personal y el espíritu objetivo

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KARL JASPERS → El tipo espiritual y la estabilidad interna

KARL G. JUNG → El inconsciente colectivo, el sí mismo y la función

trascendente

LUDWIG KLAGES → La contemplación, la fuerza de de configuración y

realidad de las imágenes

MARTIN HEIDEGGER → El ser en el mundo como preocupación

LUDWIG BISNSWANGER → El ser en casa como amor

ASPECTOS ACTIVOS DE LA PERSONA HUMANA: (EL INTERVENIR)

El aspecto explicativo finalista (Stern, Adler)

El aspecto explicativo causalista (Pavlov, Watson, Koehler, Dewey)

El aspecto comprensivo funcional (Künkel, Haeberlin)

El aspecto comprensivo del sentido (Spranger, Hartmann, Jaspers)

ASPECTOS RECEPTIVOS DE LA PERSONA HUMANA (LA ABSTENCIÓN)

(Jung, Klages, Haeberlin, Heidegger, Binswanger)

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Esquema de una psicología de la totalidad

En primera instancia justo es aclarar, que el desarrollo de los conceptos que aquí

sintetizo y la presentación de los sistemas, ocupaba en la facultad casi la totalidad del

curso anual. Todos los autores nombrados eran estudiados a lo largo de las clases,

poniendo el acento en sus aportes esenciales para la construcción de una pedagogía

terapéutica sobre la cual basamentar las rehabilitaciones pertinentes. Quisiera evitarle al

lector recurrir a la bibliografía ad látere, en este ámbito universitario ya conocida,

residiendo la novedad en enlazar los conceptos y alcanzar la simultaneidad comprensiva

de la asociación sistémica, porque de eso se trata. En Paul Moor la asociación

terminológica constituye una dinámica interactiva que pretende la construcción de la

psicología de la totalidad anunciada, por lo que se incluirá al final del artículo una

colección de términos y significados establecidos por el autor. Desarrollaré a

continuación el tema, que ilustraré con transparencias utilizadas en otros cursos, en los

cuales su aplicación me ha sido útil.

Con “lo dado” nos referimos a lo que el sujeto humano recibe por su condición

de tal: sus características psicobiológicas heredadas y el entorno al cual emerge o sea

las circunstancias dadas por el medio en el cual desarrollará su infancia.

En aquello que es dado a su vida mora “el poder” y el “el ser estimulado”:

El poder es el dispositivo para la acción, sustentado por los impulsos y las

aptitudes. El ser estimulado es el componente de la no acción, la capacidad de

responder emocionalmente a los estímulos que le llegan; corresponde al primer grado

del percibir y recibir de la afectividad.

En cuanto al contexto de su existencia individual, está constituido por:

1. El ambiente del niño o su hogar”, lugar no físico donde se

produce el encuentro con los otros y se da el amor como un hallarse ligado. El

hogar es el espacio ilimitado que se proporcionan mutuamente los que se aman.

2. La técnica vital del mundo en torno, modo y manera cómo los

que le rodean conciben la existencia y sostienen valores y creencias. Es el

ámbito de la totalidad de los fines que se enfrentan a la disposición del

individuo, el espacio objetivo en sentido geométrico y físico, como así también

la uniformidad social, los usos y las costumbres, las situaciones sociales y

nacionales que actúan constantemente, convirtiéndose a veces en verdaderas

tutelas donde todavía falta la posibilidad de una norma propia.

3- “El mundo personal”, modo y manera de cómo es concebido el

mundo exterior a su nacimiento, lo que le rodean viven ese mundo, que lo es de

un modo selectivo en cada sujeto y depende del sistema de tendencias finalista

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de cada individuo. Cada uno posee un modo vital especial, un mundo personal,

resultando que en el mismo ambiente cada uno vive un mundo distinto.

En estos tres diversos mundos se inscriben el nacimiento del recién llegado;

dependerá, por tanto de estas circunstancias que enmarcan la acción de una estabilidad

externa previa al desarrollo de su propia estabilidad interior.

Hasta que esto ocurra, se sujetará a las obligaciones, tendencias y sentimientos

que surgen de esas condiciones provisionales. La estabilidad externa, que estos mundos

regulan para él, será la complementación que recibirá desde afuera la estabilidad interior

aún indigente que se halla en desarrollo. Entendamos que la estabilidad externa al niño

es la estabilidad interna de quienes le rodean.

Paul Moor inicia la descripción de los componentes de la estabilidad interna, con

el estudio de “lo dado”, donde el impulso aparece como fuerza psíquica dirigida a un

fin, designando un fenómeno psíquico de carácter dinámico. Se lo puede considerar

cuantitativa e intensivamente en cuanto empuje o pulsión hacia ciertas metas, como una

tendencia finalista. Estímulos impulsores de la conducta que aparecen y desaparecen

por sí mismos; fuerzas naturales interpretadas como necesidades, intereses, deseos,

aspiraciones. Supone también que cada impulso tiene su correspondiente estado de

ánimo, por lo que se manifiesta acompañado de una vivencia.

El impulso con su vivencia determina el acontecer inicial de la vida activa. Más

adelante será despertado por vivencias externas que actúan como estímulo. En la

actividad se libera la tensión del impulso excitado y esta liberación prepara el desarrollo

de un conocimiento:

1. conocimiento del objeto perturbador

2. conocimiento del equilibrio existente entre su incitación y la actuación que

despierta

3. de la toma de posición del sentimiento frente a la estimulación

4. de la adecuación de la respuesta

Finalmente el conocimiento del accionar propio y de su sentido adaptativo o

desadecuado, porque los impulsos no se incluyen por sí mismo con sus metas en la

dirección vital, obedecen a estímulos que a veces le alejan de ello, obstaculizan por su

presencia lo adecuado para el sujeto y primariamente elegido por él desde la receptivida d

comprensiva de un valor. Sin embargo son fuerzas sin las cuales no hay una dirección

vital y no existe la posibilidad de desarrollar habilidades. Necesitan, por tanto, de una

configuración para que sea posible la estabilidad interna. Deben aprender a someterse a

la ordenación vital mediante la decisión del querer, someterse a una norma impuesta por

la voluntad.

Cuando el impulso se fija por el acostumbramiento, se convierte en costumbre.

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De manera semejante, las aptitudes, también llamadas dotes o talento, no sólo

intelectuales sino de los sentimientos y de la voluntad, necesitan del entrenamiento para

convertirse en habilidad. Sin esa convergencia podrían atrofiarse o perderse. Estas

dotes constituyen en su totalidad el capital, sustancia o materia del carácter, con el cual

se puede trabajar o que se puede malgastar. Revisten el sentido de una potencialidad, de

un hallarse equipado para un rendimiento.

La aptitud es el elemento de la esfera del poder que a su vez es componente de la

estabilidad interior en la vida activa. Si han de contribuir a la estabilidad han tenido que

aprender cómo posibilidad de rendimientos a servir a las tareas vitales y no meramente

a la satisfacción de los impulsos naturales. De esta manera harán posible la ejecución

de lo que la voluntad ha decidido.

Para la estructuración de la voluntad corresponden el ordenarse y el obedecerse.

De allí la necesidad de una obediencia interior. La posibilidad de obedecerse a sí

mismo depende de un tiempo previo donde se desarrolla la obediencia a la dirección de

otro que ya está maduro para esta dirección. Aprender a obedecer es el primer paso de

toda educación de la voluntad.

Lo que obedece a la decisión son siempre impulsos totales y no meras

intensidades que han sido separadas totalmente de la meta impulsiva. De ser así, se

destruiría la vida. La obediencia no tiene el mero carácter de renuncia, sumisión o

subordinación de los impulsos, aunque cabe preguntarse cómo es posible que los

impulsos naturales obedezcan a las decisiones de un querer si éstos tienen sus propias

metas. La respuesta a este cuestionamiento incluye los aspectos de la receptividad. El

ser estimulado mueve a la acción, al servicio o a la entrega desde su condición

emocionada por aquella estimulación singular que le ha salido al paso y que es capaz de

justipreciar en su importancia y trascendencia. Desde esa conmoción y justipreciac ión

orienta los impulsos y las aptitudes hacia nuevas metas. Se ha producido esta manera un

ordenamiento interior que privilegia a unas conductas sobre otras. La obediencia de la

vitalidad a la moralidad y a la norma, lleva a que los impulsos se acomoden a un orden

y las aptitudes se entrenen para convertirse en habilidades o cualidades que serán puestas

al servicio del querer, de lo encargado.

Lo encargado está representado por un querer que actuaría como portador de la

dirección vital, moral y espiritual; se conforma, al principio a partir del mundo personal

como ambiente del niño pero ha de concluir en la convicción y comprensión intelectua l

que de ello resulta. Los componentes de lo encargado estarían dados por la convicción

que conduce a la decisión que involucra al ideal. Lo encargado no sólo debe ser visto,

sino que, una vez visto, debe ser aceptado como obligación. La tarea ha de ser aceptada

y debe ser resuelta mediante el propio esfuerzo. Para ello es necesario el dominio de sí

mismo.

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Resumiendo: El poder tiene que obedecer al querer; el querer ordenar al poder.

El querer ha de servir a la receptividad. La receptividad proporcionar metas al querer.

El querer necesita para la realización de aquello por lo que se ha decidido, un

poder estructurado y entrenado solamente puede madurar en tal realización. En el

querer se trata de que a nuestra vida le sea encargado algo. Se desarrolla, entonces, la

estabilidad en la vida activa a partir de su norma interna. Son sus componentes

El percibir las tareas con disposición alegre, con responsabilidad de los ideales

reconocidos libremente, contar con autodominio para no dejarse distraer con otros

impulsos y costumbres apartados de la norma.

La actitud de servicio del querer, su disposición a aprender y a madurar mediante

la experiencia interior y la recepción de la tarea mediante la excitabilidad de la

afectividad. Todo esto unido constituye la receptividad.

Si en el querer se trata de lo encargado, y en el poder se trata de lo dado, en la

receptividad se trata de lo prometido: de la realización prometida a nuestra vida con un

contenido auténtico.

Existe receptividad donde mediante un no hacer, mediante la represión de la

actividad, mediante el silenciar del querer y del desear, nos es dado algo merced a lo

cual obtenemos un contenido, un contenido que dará sus metas al querer. La

receptividad da sus metas al querer y hace necesario una acción recíproca entre ambos.

La relación entre receptividad y querer es lo más importante para la estabilidad interna.

La voluntad, para poder convertirse en estabilidad, no sólo necesita un poder sino

también de la receptividad de la afectividad. En la receptividad de la afectividad vemos

cómo puede completarse la voluntad en sus puntos más débiles, incluso realmente

mantenerla.

La capacidad de poner en la balanza la palabra decisiva es dada mediante la

libertad.

Únicamente un ser libre es responsable. La libertad moral es un profundo misterio

metafísico: no puede negarse ni demostrarse inequívocamente. La libertad junto a la

previsión, más la actividad finalista y el sentimiento de valor, forman los cuatro

factores fundamentales de la persona espiritual. La libertad como intrepidez estaría

constituida por el valor para la ejecución. Es la fuerza de la decisión autónoma; es la

toma de posición por la aceptación o por el rechazo, por una intervención o abstención

frente a una actitud valorativa o decididora.

La sensatez seria la sinceridad de la decisión o sea una condición necesaria para

que la voluntad pueda contribuir a la estabilidad interior. Componente de la

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autenticidad, comprende la sinceridad ante el propio fracaso y el no perder la valentía

para la acción arriesgada.

Completemos con más detenimiento los conceptos expresados hasta aquí:

En tanto nos hallamos en situación de recibir un contenido que llena la afectividad

mediante la vivencia, mediante los estados de ánimo, hablamos de ser estimulado. Es

estar lleno de un contenido, ser uno mismo y el contenido como unidad.

En lugar que en mí me mueva un deseo, un capricho o un apetito, dejo que sea

transformado interiormente y permanezco en esta transformación interior que me ocurre

y como consecuencia me abandono al estado de ánimo.

El nuevo contenido que me ha estimulado despierta los contenidos existentes en

mí, se añade a lo que hasta entonces llenaba mi estado de ánimo y se convierte en

imagen y comparación. Así, del ser estimulado resulta una plenitud en la que la nueva

imagen comprende todo mi contenido vital o lo que es lo mismo en que me fusiono y

descanso totalmente.

Lo nuevo que ha surgido en mí se trasforma en norma o en promesa. Como

norma moderará los impulsos naturales y las aptitudes y orientará el desarrollo de l

poder. Si han de servir a la estabilidad interior debieron aprender como posibilidades de

rendimiento a servir a las tareas vitales y no meramente a la satisfacción de los impulsos

naturales. La norma, junto con la plenitud, es determinada por lo que se halla por

encima de ellos, por la tarea vital y el contenido vital.

La norma está por sobre el querer y la afectividad pero está alimentada por la

voluntad y la afectividad.

Las imágenes, como conmoción interior, es sentirse interiormente comprendido

en su peculiaridad cualitativa, o sea, en lo que soy sustancialmente y en lo que he

objetivado cuando atiendo a cómo soy o cómo me siento. Es una determinac ión

cualitativa de mi ser.

El calor de las imágenes es un componente de la estabilidad, nos referimos a su

vivir en nosotros que nos impregna y nos llena de contenido, a nuestro ser penetrado por

ella.

Tiene un efecto de ligazón interior y se constituye entre la estimulación de los

estados de ánimo periféricos y la plenitud de la profundidad. Cuando somos estimulados

nos referimos a algo más vale epidérmico, en ese nivel la vivencia se da en un aquí y

ahora. Pero la personalidad tiene un centro de atención y es la afectividad la que se

irradia hacia adentro comportándose como un articulador de todos esos estímulos.

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Mediante la acción ligadora de los contenidos se desarrolla la plenitud, a ella le

corresponden tanto los estados de ánimo como el calor de las imágenes. Es un grado del

ser penetrado por el contenido.

La Filosofía griega y la sabiduría del Oriente conocen como punto de partida de

la sabiduría la admiración en lugar de la interrogación y la conmoción interior en lugar

de la duda. Llegamos al conocimiento porque nos es dado, nos aparece súbitamente y

modifica nuestro interior más profundo.

La entrega motivada por estos sentimientos no debe comprenderse como

sacrificio, ni como resultante de una auto-superación, no como acción. Es un ser

obsequiado, no la aceptación de un contenido sino un ser poseído por su contenido, no

un comprender intencional sino un ser emocionado.

La energía, es una magnitud intensiva que no es capaz de crear ni de apropiarse

de contenido. Su carácter especial es el de surgir por un esfuerzo interior poniendo las

fuerza que nos son dadas al servicio de lo que nos es encargado. Esta energía puede ser

energía vital o energía de la decisión.

La nostalgia sabe que la posesión interior no es perfecta. De allí nace la

disposición a buscar la confirmación por el deseo de depuración. Se origina en la certeza

interior de la infinitud, en la inagotabilidad de lo prometido. Como estabilidad es la

exigencia de lo prometido. La certeza de una mayor emoción. No se imagina en posesión

de lo definitivamente liberador sino que siente que lo mejor de lo que le es dado es la

promesa de una plenitud todavía mayor.

La interacción mutua que se realiza entre lo encargado y lo prometido, entre la

tarea y lo que se vivencia como regalo de la vida, abre las posibilidades del entusiasmo:

el, prodigarse del corazón al querer y el servir del querer frente al corazón. Entusiasmo

es la reunión, acción recíproca, incremento mutuo y maduración común de la voluntad,

dispuesta a servir y del estado de ánimo capaz de la entrega.

Toda emoción proporciona estabilidad, pero no cualquier emoción responde a

nuestras esperanzas. Por eso es adecuada aquella emoción —y garantiza la maduración

óptima- aquella emoción en la que se contiene la certeza de una mayor promesa, que

no se imagina en la posesión de lo definitivamente liberador sino que siente que lo mejor

que le es dado es la promesa de una plenitud todavía mayor. Así, esta seguridad de la

espera, de la esperanza de lo prometido, convierte a la promesa en inagotable. No

rehúye la necesidad de confirmación, no se deja desalentar por el fracaso o de intentar

nuevamente el dejar-suceder.

Fe, es la seguridad de recibir, la fe es al mismo tiempo alegría, asombro y amor.

Es una conmoción interior que no necesita ninguna decisión ni ningún impulso natural,

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ninguna voluntad, ni deseo, ni necesidad; está uno allí a favor de ella porque se está

poseído por ella. Es el ser afectado por una profunda verdad o sabiduría, así como el ser

conmovido por la revelación religiosa.

Es la fidelidad frente a lo que a uno le ha ocurrido en la emoción de esa vivenc ia.

Serenidad, felicidad, alegría, son otros varios términos que se incluyen en un

intento de componer una psicología de la totalidad, y que no todo sistema de psicología

incluye en su visión. La psicología es no toda, es menos aún el logro de la

neurofisiología por explicar el todo. Todo lo que puede racionalizarse puede

transformarse en máquina. Pero el robot más perfeccionado no alcanza a traducir la

irracionalidad de los sentimientos más sublimes. No hay máquina que ame por mayor

servicio que nos preste.

¿Cómo definir el amor? ¿Conmoción interior que aparece como un impulso

natural, que es autodominio ético a favor de otro ser humano, que es conmoción interior

ante el milagro del encuentro con el tú?

¿Es aquello que hace que el que ama posea un hogar, que se encuentre en el hogar

junto a los que ama? ¿Amor como un hallarse ligado, que suele ser en el niño más

espontáneo e inquebrantable que en el adulto?

¿Amor como contemplación teórica en tanto puede elevarse sobre la realidad?

¿Afirmación sin reservas de la verdad; forma de la pura fe y objeto de esta pura fe?

¿Móvil de la emancipación espiritual? ¿Creciente entrega de sí mismo; ser para

otro?

También todos sus matices impuros: la forma inauténtica, aparente y sentimenta l

que en el fondo sirve a la propia satisfacción; la moral, dictada por el deber.

Y al fin la realización. Completa lo que empieza cuando partiendo del mero ser

estimulado puede profundizarse hasta el estar lleno, hasta la plenitud de la afectividad

y esta plenitud se extiende y abarca todo lo que hay en mí hasta el querer.

Es más que la creación; es el ser que puede soportar una creación. Es más que la

cultura o la totalidad de los productos creados, es lo que la cultura obtiene de la vida sin

la cual sus obras son tan solo testigos muertos.

El esquema expuesto, desafía todo intento reduccionista. Hay que reconocer que

la discordia es una estructura fundamental de la relación interhumana, por tanto estamos

obligados a elaborar modelos, mediante la argumentación colectiva, que garanticen el

respeto a las libertades individuales y la dignidad de la persona.

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Términos relativos a la estabilidad interna

Impulso: fuerza psíquica dirigida a un fin.

Aptitud: una dote o talento natural.

Moderación de los impulsos: Una forma de pacificación.

Costumbre: un hábito, una práctica fijada por el acostumbramiento

Habilidad: Una destreza. Una capacidad desarrollada por el entrenamiento.

Poder: Tener facultad, capacidad, autoridad para hacer o ejercer algo.

Obedecer: Hacer lo que otro manda. Ceder con docilidad a la dirección de otro.

Obediencia: Acción o habito de obedecer.

Obediencia interior: La posibilidad de obedecerse a sí mismo.

Receptividad: La capacidad de ser estimulado.

Conmoción interior: El ser afectado íntimamente.

Estado de ánimo: La consecuencia de la estimulación. La imagen afectiva.

Riqueza de los estados de ánimo: Variedad de los sentimientos, de las vivencias y las

imágenes afectivas.

Abundancia de imágenes: Variedad de las imágenes afectivas.

Ligazón interior: Una forma de penetración de los estados de ánimo que liga a la

afectividad superficial y profunda.

Norma: Modelo o regla que se debe seguir.

Convicción: Convencimiento, creencias propias.

Decisión: Acción de decidir, determinación.

Voluntad: Intención firme de realizar algo.

Intrepidez: Valor para la ejecución.

Sensatez: Buen sentido, cordura.

Valentía: Valor para la acción arriesgada.

Autenticidad: Calidad de cierto, sincero, positivo.

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Promesa: Expresión de la voluntad de dar a uno o hacer por uno una cosa.

Entrega de uno mismo: ser poseído por un contenido emocional.

Energía: una magnitud que surge de un esfuerzo interior.

Nostalgia: Sentir que lo mejor falta todavía.

Entusiasmo: Excitación que impulsa a actuar. Fervor, ardor.

BIBLIOGRAFÍA

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ESTABILIDAD EXTERNA

SER ESTIMULADO

a través de la pacificación y

Normatividad LO ENCARGADO la discriminación de lo que

estimula

Obediencia justiprecia

y desarrolla conocimientos, sentimientos,

valoraciones, convicciones, el sentido de sus

conductas, lo que va desenvolviendo su propia

estabilidad

LO ENCARGADO LA CONMOCIÓN INTERIOR

NORMA Obediencia AFECTIVIDAD

QUERER OBEDIENCIA RIQUEZA DE LOS

INTERIOR ESTADOS DE ÁNIMO

Y EL CALOR DE LAS

IMÁGENES

VOLUNTAD

Intrepidez LIGAZÓN DE LOS

Valentía ESTADOS DE ÁNIMO

Sensatez

Autenticidad

PLENITUD

Nostalgia de una mayor perfección

LO PROMETIDO

ESTABILIDAD INTERNA Disposición interior de un hombre que le permite continuamente la

búsqueda de su realización, de cómo debe vivir para hallar la tarea

vital que le es posible, desarrollándose simultáneamente en ella sin

perder el contenido mismo de la vida

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LO PROMETIDO

LA ENTREGA A LO QUE ESTIMULA LA DECISIÓN POR EL IDEAL

Ser uno mismo con el contenido que nos llena

Un ser obsequiado por el contenido ENERGÍA para la acción

ENTUSIASMO: El prodigarse del corazón al querer

EL SERVIR del querer frente al corazón

PASIÓN

Esperanza de lo prometido No desalentarse por los fracasos

FE: Seguridad de recibir FIDELIDAD

DEVOCIÓN: Hallarse abierto para el encuentro

SERENIDAD en la espera ALEGRÍA

EUFORIA

FELICIDAD: Sentimiento de un ser obsequiado

AMOR: Creciente entrega de sí mismo

LA ESFERA RECEPTIVA

LA ESFERA ACTIVA

REALIZACIÓN

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Psicología de la totalidad

Otro esquema

LIBERTAD (Intrepidez) FELICIDAD (Alegría)

Valor para la ejecución Creciente entrega de sí mismo VALENTÍA FE AMOR DEVOCIÓN

Seguridad de recibir Hallarse abierto para el encuentro

Servir

QUERER ENTUSIASMO RECEPTIVIDAD entrega REALIZACIÓN PLENITUD Autenticidad Serenidad Sinceridad de la decisión (sensatez) Emoción como Nostalgia como Moderación de los ideales (humildad) seguridad de la infinita exigencia espera de lo prometido de lo (Euforia) prometido (Esperanza)

ENCARGADO PROMETIDO

DADO DADO Obediencia interior Ligazón Riqueza interior Calor de las imágenes

Abundancia de los estados de ánimo Conmoción interior

PODER convicción

SER ESTIMULADO Vivencias Aptitudes Acostumbramiento COSTUMBRES

MODERACIÓN Impulsos Obediencia Entrenamiento CUALIDADES

ESTABILIDAD EXTERNA NORMA

MUNDO

PERSONAL

HOGAR

ENERGÍA PASIÓN

MUNDO EN TORNO

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Walt Whitman y nuestro “Canto a mí mismo”

Si como afirma Jorge Luis Borges hay dos Whitman: -"el amistoso y elocuente salvaje

de Hojas de Hierba y… el pobre literato que lo inventó-“cedo a la seducción del primero y a

su leyenda de héroe andariego, con la mochila repleta del seminal de sus versos poblando

aquel libro de gran formato y cubiertas verdes, hornadas por el dibujo vegetal, que dio a luz

el 4 de julio de 1855, coincidiendo con el aniversario de la independencia de los Estados

Unidos. Efusivo y orgiástico, erigiendo en la portada sin nombre de autor, su imagen, mezcla

de obrero y vagabundo, holgazán, libertino e indiferente.

Las 95 páginas de su libro tenían sobrada amplitud como para permitir la lectura de un

caudaloso fluir de versos evitando al máximo la interrupción para pasar a la siguiente. En el

prefacio, que abarcaba diez páginas sobre dos columnas, podía leerse frases como éstas: "

América aguarda la aparición de un poeta que exprese a América la democracia, un poeta

más amplio y más profundo "… "El gran poeta es el sacerdote del futuro, el hombre en el

cual los otros hombres encontrarán y reconocerán su propio corazón"

Entre los doce poemas, uno, el más extenso, de 52 estrofas, constituía la parte esencial.

No había recibido todavía título, su verso era libre, sin rima métrica y recordaba la estructura

primigenia de los textos bíblicos.

Parece ser que sólo se vendió un ejemplar. Fue duramente criticado por aquéllos que

recibieron su obra, rescatado por el infinito consuelo de una carta del famoso ensayista y

filósofo Ralph Waldo Emerson, donde opinaba que "Hojas de hierba", así se llamaba el libro,

era la más extraordinaria obra de intuición y de sabiduría que América había producido hasta

el presente.

Conocí realmente a Whitman en 1975, en la versión de León Felipe. Uno puede pasar

al lado de un gigante, sin verlo. Fue un matrimonio amigo quienes me instaron a su lectura,

facilitándome el libro. Lo habían conservado con veneración, amarillenta sus páginas,

marcadas en los márgenes y con anotaciones vinculadas a sus vidas, aprisionando recortes de

periódicos más amarillentos todavía. La emoción por la confianza de su intimidad, el prólogo

de León Felipe transbordado en las consignas poéticas de Walt, los temas que trataba -

totalidad, unidad, persona, representación, naturaleza, democracia- sus versos omnívoros, su

lenguaje fresco, centelleante, inevitable; hicieron de esta experiencia mi primera vez.

Transcribo, a continuación, su texto:

I celebrate myself, and sing my self

And what I assume you shall assume 3

3Me celebro y de mí mismo canto Y lo que yo me atriuyo tú debes aatribuírtelo.

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El poeta ha tomado conciencia de que todos los hombres somos suficiente motivo de

celebración y exaltación. "Celebrar" quiere decir alabar, aplaudir, venerar, con culto público,

fundamentalmente con emoción religiosa. Es como si el yo se hubiera despertado y animado

en la fiesta del mundo y alcanzado el significado espiritual y divino de estar allí, el sentido de

estar vivo, encarnado, ver y oír, de saborear y sentir, de dejar afluir toda la energía originar ia.

Nos invita a vagar, liberarnos espiritual y físicamente, tendernos sobre la tierra y descubrir en

la simple hierba el milagro de la vida. Allí, al alcance de nuestra mano, en lo común y familia r,

está la hierba del estío que crece renovadamente y se extiende por todo el globo, testimoniando

vida, mostrándonos en la singularidad de cada hojita el fenómeno de la individualidad y, en

un manojo, la unidad y la totalidad.

Una brizna de hierba es también como su lengua, nacida de la tierra y el viento como su

voz y como su canto. Hijo de una genealogía adámica, que se pierde en los elementos de la

creación y deviene encarnando el espíritu del universo, patentizándose de pronto en el poeta

o héroe el poema, un hombre de 37 años, sano, puro, abriendo su corazón y su canto para que

fluyan sus versos indómitos, sin restricción alguna, al libre encauzamiento de su energía.

Desde esta fusión original, inodora, esencial con la naturaleza, asciende

progresivamente el espíritu no a través de la mortificación de la carne sino de su glorificación.

Proceso de ascenso a través de sensaciones cada vez más intensas, hasta alcanzar el sorpresivo

y rotundo contraste de la voz. De allí en más, besar, abrazar, amar a todos los hombres

Luego el poeta, instalado en la tierra, nos invita a repetir con él su experienc ia

descubrimiento:

Stop this day and night with me and you shall possess the origin of all poems

You shall possess the good of the earth and sun (there are millions of suns left,)

You shall no longer take thing at second or third hand, nor look through the eyes of

the dead, nor feed on the specters in books

You shall not look through my eyes either, nor take thing from me

You shall listen to all side and filter them from your self 4

(Traducción de Leandro Wolson)

Me celebro y me canto a mó mismo Y lo que yo di gaAaahora de mí, lo digo de ti. (Traducción de León Felipe)

) 4 Quédate conmigo este día y esta noche y poseerá sel origen de todos los poemas, Poseerás todo lo bueno de la Tierra y del Sol (hay millones de soles más). Ya no tomarás las cosas de segunda o de tercera mano.

Ni mirarás por los ojos de los muertos, ni te nutrirás De los espectros de los l ibros Tampoco mirarás por mis ojos ni tomarás las cosas de mí,

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Al lector le corresponde una participación activa en la experiencia poética. Introducido

en la atmósfera del poema debe ser algo eminentemente vivo y levantar su propio vuelo. Hoy

diríamos que el que lee ha de tener criterio, que leer es sentir y pensar. El libro es sólo el

registro de un acto de creación que en nuestras manos debe transformarse en un segundo acto

de creación por la fuerza de nuestro propio espíritu.

Emerson, autor ligado a Whitman, advierte contra la tendencia perezosa y pervertida de

hacer del libro un pedestal: "Así, en vez del hombre pensante, tenemos la rata de biblioteca"…

"por mi parte hubiera preferido no ver jamás un solo libro que ser arrastrado por su atracción

fuera de mi propia órbita, convirtiéndome en un satélite en vez de un sistema"… "La única

cosa de valor en el mundo es el alma activa".

Si bien Whitman tenía una confianza casi ilimitada en la literatura en cuanto su

capacidad para producir cambios, crecimientos y supresiones; pensaba que la realización del

gran poeta no resulta de una formulación directa. El poeta no dice al lector, sino que lo mueve

a un mutuo descubrimiento de verdades sumergidas desde largo tiempo, a una mutua creación

de la verdadera experiencia poética. Su lección se enseña y se aprende casi inconscientemente.

El efecto de la poesía no es un fin sino un principio:

"Un volumen de poemas no llega a ninguna conclusión y no satisface al lector. Deja

a éste, ciertamente, lo que la serpiente dejó a la mujer y al hombre, el sabor del árbol

paradisíaco del conocimiento del bien y del mal y que nunca más se borrará".

También escribió:

Escucharás todas las opiniones y las fi ltrarás en tu propio ser. (Traducción de León Wolfson) Quédate hoy conmigo Vive conmigo un día y una noche

Y te mostraré el orígen de todos los poemas. Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y el Sol (existen además millones de soles allá)

Y nada tomarás ya nunca de segunda o tercera mano, Ni mirarás más de los ojos de los muertos, Ni te nutrirás con el espectro de los l ibros.

Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos Ni tomarás las cosas de mis manos. Aprenderás a escuchar en todas las direcciones Y dejarás que la esencia del Universo se fi ltre por tu ser.

(Versión de León Felipe)

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"Los maestros y los críticos comunes están preguntando siempre ¿qué quiere decir

esto? La sinfonía de un buen músico, el ocaso y las olas del mar rodando por la playa ¿qué

quieren decir? Indudablemente en el sentido más sutil y elusivo quieren decir algo... como

algo quiere decir el amor, la religión o el mejor poema, pero ¿quién sondeará y definirá

estos significados?"

Deslizo una estrofa de equívocas interpretaciones, que bajo esta perspectiva asume su

sentido.

As the hugging and living bed-fellow sleeps at my side trough the night, and

withdraws at the peep of the day with stealthy tread.

Leaving me baskets cover´d with white towels swelling the house with their plenty,

Shall I postpone my acceptation and realization and scream at my eyes,

That they turn from gazing after and down the road

And forthwith cipher and show me to a cent,

Exactly the value of one and exactly the value of two, and which is ahead? 5

¡Cuántas noches nos hemos dormido con un libro en las manos despertando por la

mañana, enriquecidos y agradecidos! El alma ha intimado con el poeta, lo ha transfigurado,

infundiéndole espiritualidad, dotándolo de una más alta percepción a partir de la cual puede

ver que la paz y la sabiduría están en la creación del amor y de la fraternidad del amor.

El éxtasis místico, profundo encuentro de alma y cuerpo, ambos de valor similar, son

conjugados por el poeta en una alegoría amorosa.

I believe in you my soul, the other I am must not abase itself to you,

And you must my not be abased to the other 6

5 Mientras mi amante compañero de lecho duerme abrazado a mí toda la noche, y se va Con paso furtivo al despuntar el día, Dejándome cestas cubiertas de lienzos blancos que colman con su profusión la casa

¿He de postergar mi aceptación y realización, y gritar a mis ojos Que cesen de contemplar el camino que tienen delante. Y de inmediato descifren y me muestren el centavo El exacto valor de uno y el exacto valor de dos, ¿y cuál vale más?

(Traducción Leonardo Wolfson) Cuando mi mante y fervoroso camarada, que ha dormido a mi lado toda la noche, Se levanta y se va sigilosamente al amanecer.

Dejándome canastas tapadas con blancos l ienzos, que llenan y alegran mi casa con su abundancia, las acepto sin remilgos, sin preguntar de donde vienen Y sin ponerme a calcular lo que valen. (Versión de León Felipe) 6 Creo en tí, alma mía, pero el otro que soy no debe humillarse ante ti. Ni tú debes humillarte ante él. (Versión de León Felipe)

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De la potencia del instinto surge la creación humana, la malla de las identidades y las

diferencias. Del valor similar del cuerpo y del alma, la correspondencia exacta y la

ecuanimidad de las cosas contra prejuicios de lo que es bueno y de lo que es malo.

El yo se lanza a andar, navegar, cazar, pescar, nos dice de la presión cotidiana de las

cosas, del espectáculo multiforme de la vida y el trabajo, todo lo observa sin enajenarse. De

sus andanzas nos trae el relato de espectáculos del camino: la boda de un armador de trampas,

el contraste de su libre andar con el andar fugitivo de un esclavo al que le responde

fraternalmente; las ansias de amor que también pueden permanecer enclaustradas a pesar del

deseo intenso de liberación:

Twenty-eight young men bathe by the shore,

Twenty-eight young men and all so friendly;

Twenty-eight years of womanly life and all do lonesome.

She owns the fine house by the rise of the bank,

She hides handsome and richly drest aft the blinds of the window.7

Sigue el poeta su camino, es el gran catador de la vida, la gusta y caricia incansab le

donde quiera que se mueva. Esta identificación amorosa con toda las cosas, animales,

hombres, labores, va dando por resultado innumerable acopio de imágenes, concretas y

fugaces, que con una mínima fracción dan la escena precisa para inmediatamente dejar lugar

a otra, limitándose frecuentemente a la sola mención de la cosa. Surgen entonces largas

enumeraciones y catálogos que sorprenden y fatigan al lector, a través de las cuales se

despliega la gran sinfonía de la existencia, donde no falta ningún instrumento, ninguna voz,

ningún paisaje. "Todos quieren venir hacia mí y yo quiero ir hacia ellos”.

Todo es absorbido para su sangre y su canción, pasa de la vasta extensión de su identidad

a la penetrante igualdad de todos.

7 Veintiochos muchachos se bañan en la oril la, Veintiocho muchachos y todos tal alegres y cordiales;

Veintiocho años de vida de mujer tan solitarios. Ella es dueña de la mansión que se levanta junto al barranco. Se oculta elegante y distinguida tras los postigos de la ventana.

(Traducción Leandro Woflson) Veintiocho mocetones se bañan en el río. Veintiocho mocetones en cordial camaradería, se bañan en el río, Y una mujer de veintiocho años, virgen y hermosa, vive solitaria.

Suya es la suntuosa mansión que se alza en la ribera. Y espléndida y ricamente vestida, espía oculta tras los cortinajes del balcón. )Versión de León Felipe)

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Escribe el poeta: "Conozco perfectamente bien ni egotismo, conozco mis versos

omnívoros y no por eso debo escribir menos". Omnívoros, la palabra con la cual califica sus

versos, significa: que todo lo devora. Es una expresión que connota apremio, lucha por su

inclusión total, el escribir impulsado por una obsesión que une a la maravilla de la

sobreabundancia una sensación de terror, ya que estos versos devoran su energía, su carne, su

misma alma; así su obra se convierte en la bestia a la que se entrega en sacrificio, a la que

somete su personalidad, su propia identidad.

This is the meal equally set, this the meat for natural hunger

Éste es el alimento equitativamente distribuido, ésta es la carne para el apetito natural.

Que se sienten todos. La mesa está puesta para el hombre, sin distinción. No habrá diferenc ias

ni privilegios para nadie.

El poema va derivando a una suerte de identificaciones más lúgubres ya que lo va

haciendo, masivamente, con los enfermos, los heridos, los desposeídos, los rechazados, los

odiados y los despreciados. Y cuando está así encarnado y escarnecido prorrumpe con un

¡basta ya! que lo representa como un Cristo milagrosamente resucitado que vuelve a destacar

la fuerza infinita del amor y de la fe.

Se recarga entonces de energía y certeza absoluta y vuelve a recorrer el mundo

resplandeciente de gloria.

A punto de considerarlo un exaltado omnipotente es bueno rescatar su acción como

voluntario durante la guerra civil norteamericana. Su gran espíritu dio sobradas muestras de

energía constituyéndose él solamente en una verdadera Cruz Roja, logrando milagros en el

cuidado de los enfermos. En la versión de León Felipe:

Cojo entre mis manos al moribundo

y lo levanto con mi voluntad irresistible.

Aquí está mi cuello, no desesperes.

Por Dios te juro que no morirás;

cuélgate de mí.

Yo te infundo mi aliento terrible,

yo te sostengo

y te saco a flote como a un náufrago,

no te ahogarás.

Toda esta habitación la lleno yo de una fuerza poderosa,

de un ejército invencible,

de elementos que me aman,

de genios destructores de sepulcros…

¡Duerme!

Ellos y yo

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te velaremos hasta el alba.

La enfermedad y el miedo no osarán poner un dedo sobre ti.

Te he abrazado y hecho mío…

Cuando mañana despiertes, verás que todo cuanto te he dicho es verdad,

Al aproximarnos al final del poema su energía se transforma en una penetración

profunda de las cuestiones fundamentales de la existencia: Tiempo, Espacio, Dios, Muerte.

De todo sabe el poeta y va cantando su saber con vívidas frases rapsódicas en lugar de ofrecer

una visión intelectual o una revelación concreta.

El más grande poeta, dirá Whitman, no moraliza ni aplica la moral; conoce el alma. Y

el alma tiene de inconmensurables aquello que consiste en no reconocer nunca otras lecciones

que las propias. Por eso se llama a sí mismo, "el maestro de los gimnas tas" y no de las masas.

"El ejercicio de la lectura es, en el más alto sentido de la palabra, un ejercicio, una

gimnasia del espíritu, una lucha; siempre y cuando el lector quiera sacar provecho de lo que

lee deberá estar alerta para crear por sus propios medios el poema, el argumento, trátese de

un ensayo metafísico o histórico, debiendo el texto servirle únicamente de guía, de

insinuación, de base para todo el armazón. No es el libro que precisa ser un todo completo,

sino el lector. Ello nos daría una Nación de ágiles y robustas inteligencias, diestras, intuitivas,

acostumbradas a adaptarse a sí mismas y no unas cuantas camarillas de escritores."

Sobre el fin del poema se produce la salida del estado místico. Agotado física y

espiritualmente por su experiencia, primero cae en un profundo sueño y luego busca a tientas

el camino de regreso a la conciencia del mundo ordinario, incapaz de incorporar al lenguaje,

el sentido total de lo que ha aprendido.

There is that in me –I do not know what it is – but I know it in me8

Something it swings on more than the earth. Y swing on,

To it the creation is the friend whose embracing awakes me-

Perhaps I might tell more. Outlines! I plead for my brothers and sisters.

Do you see? O my brothers and sisters?

It is not chaos or death-it is form, union, plan –it is eternal life .It is Hapinness.9

8 Está en mí… no sé qué es. Pero está en mí. 9 Pende sobre lgo mayor que la tierra sobre la que yo pendo, La creación es como el amigo cuyo abrazo me despierta.

Quizá pudiera decir algo m ás ¡Nociones! Imploro por mis hermanos y hermanas. ¿Lo veis, oh hermanos y hermanas? No es el caos ni la muerte- … es forma, unión, plan…

Es vida eterna… es la Felicidad (Traducción Leandro Wolfson) Todo está en mí.

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Las dos últimas estrofas contienen el adiós y el testamento del poeta. Dice que se da al

barro para crecer en la hierba que ama y que si lo necesitamos aún, lo busquemos bajo la suela

de nuestros zapatos:

Quizás no sepamos quien es ni lo que significa. Pero, de todas maneras, será saludable

para nosotros y fortalecerá nuestra sangre.

Si no lo encontráramos en seguida, no desanimarnos, si no está en aquel sitio, lo

buscaremos en otro. Ha hecho alto en alguna parte para esperarnos.

Trabajo también publicado en la revista Tiempo

No sé lo que es, pero sé que está en mí- …

Es algo que gira más que la Tierra en que yo giro Y que me anuncia que la creación es el abrazo del amante que nos despierta, Tal vez pudiera decir más

Acaso este poema no es sino el expediente en que he abogado por todos En que he dicho por ti y por mí Que la muerte n o existe. Que el mundo no es un caos

Que es forma, Unidad, plan... Vida Eterna... ¡Alegría! (Versión de León Felipe)

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Conferencias locales

Guardo de esta trayectoria copias dispersas, rescataré en mi Cajón de Descartes algunas

que puedan tener a utilidad conservar y fragmentos o recortes como testimonios de haber

vivido, trabajando y cumpliendo con mi comunidad. Intentaré organizar sus contenidos para

hacerlas más atractivas y ágiles. A continuación transcribo el conjunto curricular de aquellas

emisiones.

Movimiento familiar cristiano: La familia.

Discurso de despedida a la primera promoción de maestros del Instituto

Presidente Sarmiento: 30 de noviembre de 1964

Hiroshima mon amour. Conducción del debate realizado por Cine Imagen en la

Escuela Secundaria Nº1 Esteban Echeverría. 17 de noviembre de 1965.

Discurso de homenaje al Dr. Delfor Díaz en su 40º aniversario profesional:

Hurlingham Club. 19 de mayo de 1967

Charla en el Rotary Club: “Aspectos psiquiátricos y psicológicos de una

campaña contra los ruidos molestos. 1966

Escuela Yuyito: “El niño y la sociedad”. 1971

Centro y claustro de profesores de la Escuela Técnica N3 “Tres de Febrero”:

“Síntesis aplicativa de las corrientes psicológicas modernas a la educación”

Inauguración de la Biblioteca Pública de Parque Johnson: El libro.

Liga de madres de familia

“La imagen de la madre a través de una fantasía grupal” 1962.

“El niño de ocho a doce años” 1969.

“La pareja” 1972.

“El filicidio” 1972

“Reflexiones sobre la vida y la violencia” 1974.

“Psicología de las relaciones humanas” 1974.

“Los hijos, imagen literaria” 1979.

“Psicoanálisis de los cuentos de hadas” 1979

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“La novela adolescente” 1980

“La mujer” 1981.

“Reflexiones sobre la ética” 1982.

“Relación temprana madre – hijo” 1983

Grupo de Alcohólicos Anónimos. Hurlingham. “Alcoholismo”. 1988

El Estudio: San Miguel.La Etapa nasal. 1993

“El espíritu del Voluntariado”. Jornada “30 Años de Labor Voluntaria”. Hospital

San Bernardino de Siena. 1996.

Asociación de docentes jubilados de Hurlingham: “Emociones, sentimientos y

actividades en la tercera edad” 1998

Asociación de docentes jubilados de Hurlingham. “La elaboración del duelo en la obra

de Antonio Machado” 1999. Club El Retiro, martes 10 de agosto de 1999.

Eventos públicos durante mis funciones en la Asociación de Médicos de Hurlingham.

Primer presidente electo:

Mesa Redonda y Debate: “Amor y adolescencia” Club El Retiro, Hurlingham. 6 de

octubre de 1963.

Mesa Redonda y Debate: “Planificación de la familia y control de la natalidad”. Club

El Retiro de Hurlingham. 22 de julio de 1967.

Mesa Redonda y Debate: “Problemas de conducta en la juventud”. Club El Retiro,

Hurlingham 1968.

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Homenaje

DISCURSO DE HOMENAJE AL DR. DÉLFOR DÍAZ EN SU 40º

ANIVERSARIO DE EJERCICIO PROFESIONAL

Hurlingham, mayo 18 de 1965.

Hace exactamente dos años. Los médicos de Hurlingham recibimos una

esquela similar a ésta que voy a leer:

Estimado colega:

A fin de conocernos todos los médicos de Hurlingham, invito a Ud. a un vino

y empanaditas el día 28 de mayo a las 21,30 hs. En la Sociedad Cosmopolita de

Socorros Mutuos, calle Güemes nº 1627; donde espero contar con su presencia.

Le estaré agradecido tenga la gentileza de invitar en mi nombre a cualquier

otro colega de la localidad para que participe en la reunión. Agradecer también un

R.S.V.P. telefónico (655-0221) al solo fin de estimar la cantidad de asistentes.

Rogándole interpretar mi deseo, que estimo es también el suyo, lo saluda

afectuosamente: Dr. Délfor Díaz.”

La conservé instintivamente. Sentía que era algo muy valioso. Y por supuesto

estuve allí. Y estaban todos los otros; dentro de lo humanamente posible, nadie había

faltado.

La reunión fue gratísima. Ustedes me dirán si es cierto que había en nosotros

una extraña agitación, la vivencia de algo trascedente, consecuencia de la unánime

e idéntica respuesta a ese llamado afectuoso del colega proverbial de la localidad.

Los que llegamos temprano tuvimos la oportunidad de ver aparecer de rato en

rato, por la puerta del piso alto de la Cosmopolita, rostros totalmente nuevos y en

todos un signo de seguridad en la cita, un estar de acuerdo consigo mismo en este

movimiento del espíritu de ir al encuentro de sus pares.

Eran los mismos rostros que hoy asisten a este homenaje, enriquecidos ahora

por una experiencia de amistad.

Aquella noche Díaz nos habló –afable, humilde, paternalmente- de la vieja

usanza por la cual un profesional nuevo en una localidad presentaba saludos al

más antiguo; de su desazón ante tanto aislamiento injustificado.

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Mientras lo hacía esa agitación nuestra interna creció y supimos que era

responsabilidad y afecto contenido, modos maduros de la relación del yo con los

otros, y bajo su presión, por determinación común, se dio allí el primer paso hacia

la creación de la Asociación Médica de Hurlingham.

No sé si Díaz quería tanto como lo que vino después; estatutos, comisiones,

trabajos. Pero estuvo siempre en ello alentándonos desde adentro, tal el sentido de

su participar.

El espíritu que había movilizado adquiría la fisonomía de nuestros propios

caracteres y él los dejaba desarrollarse con plena libertad, sin encauzarlo ni

utilizarlo. Era un regalo que nos había hecho: romper la inercia para la toma de

conciencia de nuestro noble parentesco y como un buen padre sabía darle autonomía

a sus hijos.

Hasta aquí no se trata todavía de sus cuarenta años de profesión. Lo dicho

hasta ahora basta para justificar ampliamente este homenaje y el acuerdo unánime

de la Asociación de solicitar acepte el título de Presidente Honorario de la misma

que deja expreso este Diploma.

Pero también están sus cuarenta años de profesión.

Un período tal cubre con exceso la cuarta parte de la historia libre de nuestra

Nación. Período de tremendas variaciones, cuya perspectiva, hoy, dese aquí, no es

fácil, pero en cuanto a vivirlo es continua ocasión para alimentar esperanzas y

anticipaciones tantas veces fallidas. Y cuando en un período así el hombre confirma

su proyecto de misión y de servicio, y lo hace con la hidalguía con que supo hacerlo

nuestro querido Dr. Díaz, con su sacrificio, su honradez su ética, la figura se recorta

de los condicionamientos históricos y se explica tan sólo por la excelencia de su

espíritu.

Y este testimonio se lo agradecemos profundamente Dr. Díaz.

Acepte este pergamino como la expresión de nuestro agradecimiento,

admiración y respeto por el hombre de bien y excelente médico que Ud. es; y

permítanos con él, homenajearlo en el arquetipo en que Ud. se ha constituido, a la

heráldica de “ser médico” que es nuestro orgullo: “pues sobre este arquetipo, ese

designio ha tejido la imagen de todo aquello que quiso fuera su sentido recóndito.”

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Reflexiones sobre la vida, la muerte y la violencia

Hace treinta y cinco años presenté la conferencia de este título y dado el tiempo

transcurrido y los acontecimientos actuales que conmueven la sociedad, sufre

desorientada, demanda seguridad y una razón valedera que explique las raíces de la

violencia y sirva para el hallazgo de soluciones; sería justo que, en lugar de una

reedición de aquella charla del año 1974, época tampoco sencilla por no decir

ferozmente polarizada, intentara una remoción de mis conceptos. De todas maneras

este cajón trata del pasado, así que recuperaré ideas expuestas en aquella

circunstancia. Partiré de lo que fue el cierre de la charla, para lo cual invoqué el “Auto

sacramental” “Vía Crucis”, de Helvio I. Botana, síntesis y misterio de la agresión

infligida, padecida y perdonada. El hombre, primer personaje de la obra, eje humano

que, al decir del autor en nuestro nombre y representación, enfrenta a Dios a su

manera.

YO SOY EL HOMBRE… capaz de robar a un ciego, de matar a un hijo porque

llora en la cuna, de robar a un viejo su único sustento, de desencadenar guerras

para valorizar un paquete de acciones, de juzgar por temor condenando a un

inocente, de estafar a un amigo confiado. Yo soy el hombre que vanidoso creo que

prescindiendo de Ti puedo arreglar el mundo: suprimiendo el capital o suprimiendo

al pobre, o psicoanalizándome, o suprimiendo al rico, o cambiando la oferta y la

demanda por un expediente fiscal, o repartiendo vitaminas, ignorando que el hombre

saciado o hambriento es cruel por igual.

¿Para qué has vuelto?

¿Por qué me hostigas?

Colgado en la cruz, guiñapo de hombre sin p piel, rana sangrante galvanizada,

con tus ojos hinchados por mis golpes, con tus labios desgajados por mi puño

Sonríes, me sonríes…

Sonríes al hombre pues por nimios signos le adivinas capaz de caridad.

No es por mí, es por otro que sabes que si bien tu semilla no cayó en tierra

negra, tampoco lo hizo en roca estéril.

Sonríes, tus ojos brillan clarificados por la esperanza.

Entre la destrucción, aún ves amor; entre la traición, amistad; entre la estafa,

generosidad; entre prevaricadores, vergüenza; entre prostitutas, pudor.

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Algo hay, algo hay que justifica tu vuelta; algo hay que explica tu agonía en la

cruz.

¡Oye! ¡Cristo resucitado!

Traduce las convulsiones de mi cuerpo.

¡Soy el ser por quien te interesas, júzgame Tú, que eres misericordioso! No me

obligues a juzgarme a mí mismo, que sólo conozco la justicia de los hombres.

No es fácil interpretar, desde la fe en Cristo y el orden de la Creación, las

respuestas prácticas a las urgencias de la demanda. Pero es indudable que hay

quienes desde la fe lo han hecho y siguen haciéndolo. Intentaré examinar esta

cuestión, aunque anticipo posicionándome como un hombre que se mueve en la

inmanencia y que si tiene fe, no es en la trascendencia sino en la seguridad de la

muerte, certidumbre que a la larga sirve a la forja de la existencia. No soy ateo porque

negar a Dios es un a priori, ni me designo agnóstico, porque estoy muy lejos de la

soberbia de suponer que mi cerebro pueda elaborar lo desconocido aunque el Señor

depositara los datos en él. Estallaría mi cabeza al intentarlo, a menos que me lo

facilitara con algo así como la ciencia infusa. Pero creo en la fe de los otros.

Marta Delia Miras, evangelista y literaria, tuvo la deferencia de acercarme

unos versos suyos, de certera inspiración cristiana. Me atrevo hacerlos conocer al

lector con profundo respeto a su persona, teniendo casi la seguridad que ya los ha

compartido, aunque no sé si publicado. Por otra parte son absolutamente acordes con

los feligreses de su parroquia y para los que no lo son, pueden movilizar la fe.

Ha dicho algún escéptico: “el rezo desciende con el miedo y con la noche”,

pero no siempre es así, como lo testimonian millones de creyentes que oran por amor.

Duerme Jesús

Duerme Jesús mientras el viento atiza

las aguas con furor intimidante.

Su barca vira en rumbo delirante,

parece que el oleaje la destriza.

De su sueño lo arrancan, vuela a prisa

el pánico, siniestro tripulante,

la tempestad se deshilacha en brisa.

“… ¿Dónde está vuestra fe? _ “Grave reproche

que me conturba el alma alguna noche

cuando rindo el timón a mi locura.

¿Qué borrasca ha de hacerme zozobrar

si navego Contigo en el mar

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y he confiado a tu Amor mi singladura?

En la década del 70 fue común ligar agresión y violencia. En realidad estos

términos no son sinónimos. La raíz etimológica de agredir es “andar”, “dirigirse a

alguno para atacarle, matarlo, herirlo, hacerle algún daño” pero también, en forma

más suave y lícita, dirigirse con resolución, salirle al paso.

La raíz etimológica de violencia significa fuerza, poder. El diccionario nos

habla a su vez de fuerza, como ímpetu aplicado contra resistencias, es decir, de la

violencia ejercida por uno contra lo que se le opone; también nos define violenc ia

como lo que uno hace obligado, contra su gusto, respeto y consideración. Acepción

de violar o quebrantar el derecho de otro, maltratándole o atacándolo de alguna

manera. De este modo se asocia violencia con represión.

Estas razones terminológicas eran lo que en la lucha ideológica permitía hablar

de violencia de arriba y de la violencia de abajo, solapando la idea de agresión y

sirviéndose de justificación. Concluyó tras muchas vicisitudes con las consecuencias

de la agresión del más fuerte.

En cuanto a las teorías psicoanalíticas de la agresión desarrollé lo más claro

que pude cada uno de los puntos que siguen:

1. Agresión como vicisitud del instinto sexual. (Freud)

2. Agresión como proyección del instinto de muerte. (Freud – M- Klein)

3. Agresión como impulso instintivo per se. (Psicología del Yo)

4. Agresión como respuesta a la frustración. (Hesnard. Dollard)

5. Agresión como identificación con un objeto frustrador. (Fairbairn)

No creo necesario volver a hacerlo en esta revisión, no porque no sea útil o

interesante el repaso, sino porque está bibliográficamente al alcance del lector actual.

En aquella ocasión cuidaba una asepsia que me permitiera trabajar con los

adolescentes que se reunían por diversas inquietudes los sábados por la tarde en el

Hospital, en la que había titulado durante mi interinato como Director, Casa de la

Juventud, muchos de ellos movilizados por las ideologías políticas en boga. Una

actitud semejante habría de sostener frente al auditorio de aquella tarde,

contentándome con suscitar reflexiones y una discusión controlable.

En esa década sufrimos el asesinato del Dr. Gardón, hemoterapeuta, a su salida

del Hospital de San Miguel, colega entrañable que no ofrecía otra razón para morir

violentamente que la de ostentar grado Militar. De los muchos acontecimientos

sangrientos que continuaron viví de cerca el del joven Román. Era el hijo varón de

un matrimonio español radicado en nuestro suelo, estudiante de arquitectura a quien

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le tocó cumplir con el servicio militar asignándosele ser el chofer de un coronel. Su

hermana Ángeles colaboraba en nuestro equipo y trabajaba en mi consultorio como

testista y psicóloga infantil. Totalmente ajenos a toda actividad política, una noche

en que el muchacho estaba de licencia en su casa, un comando irrumpió volando la

puerta con la descarga de una granada y lo arrancó por la fuerza de su familia.

Ángeles continuó con sus horarios en mi consultorio. Actuaba además

como observadora silenciosa en el grupo terapéutico donde el tema de la actualidad

inevitablemente surgía y ella, callada, seguía tomando disciplinadamente sus notas

sin hacer ningún comentario. Al terminar la tarea, sus padres pasaban a buscarla

después de recorrer los lugares posibles para saber algo sobre el secuestro de su hijo.

La acompañaba y subía al auto con ellos, que me relataban la frustración de sus

búsquedas. De este desaparecido por causa inexplicable sólo me quedó la angustia y

el recuerdo de su habilidad para la técnica del batik. “Nada malo había hecho”.

Conservo un artículo de La Opinión Cultural del domingo 9 de enero de 1977.

“Reflexiones de un sacerdote argentino Vicente Pellegrini. Los amargos frutos de la

violencia” Tempranamente este escrito me despejó de toda duda y reveló los

acontecimientos que sobrevendrían. Supongo que es inhallable, Conocemos lo que

ocurrió con este periódico y con su director Jacobo Timerman. Recuerdo que el

distribuidor local me hizo el siguiente comentario: “La última “Opinión” que llegó a

Hurlingham fue a su domicilio”. Posiblemente gozara de una cierta inmunidad, a

pesar de mi aproximación a la zona de riesgo, por la supuesta información de la S.I.E.

tras mi largo desempeño en Campo de Mayo como personal civil. De todas maneras,

una relativa paranoia me hizo cauteloso con documentos y libros que poseía o me

entregaron para su destrucción; pero no cobarde. También conservaba publicada por

la Opinión el 26 de diciembre de 1976 la invocación del Papa Pablo VI a favor de la

paz, al fin del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Del artículo del padre Pellegrini transcribo solamente el encabezamiento de

algunos parágrafos que hacen elocuentes sus contenidos

• La violación de los derechos humanos por parte del poder civil.

• La tortura como camino hacia la victoria.

• Las formas de la tortura.

• La peor tortura: la muerte.

• La privación de la libertad.

• La advertencia del Papa Pablo VI: “Si quieres la paz defiende la vida.”

Hoy el problema de la violencia aparenta haber tomado otra forma, pero ha de

estar indudablemente conectado con la decadencia y distorsión que sufrieron las

fuerzas de seguridad, además de razones económicas, culturales y sociales. Siento

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más vale impotencia para discernir la cuestión y establecer soluciones, o tal vez el

dolor por un duelo irreparable. “El señor Parra y el normalista” ,que acabo de

publicar hace un par de meses, con mi itinerario por el Siglo XIX, significó un

esfuerzo por comprender las repeticiones en nuestra Argentina y lamentar, en la gran

masa de mis contemporáneos y dirigentes, la orfandad de las ideas y el patriotismo

de un Manuel Belgrano y un Domingo Faustino Sarmiento. Remito al lector a sus

Vía Crucis

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La mujer

Si tuviera, hoy, que preparar una charla sobre “La mujer” no podría dejar de

considerar el trabajo para la Licenciatura en Psicología de mi hijo Carlos Joaquín. La

comunidad psicoanalítica merece la difusión de sus fecundas hipótesis origina les,

trabajo de deconstrucción y vaciamiento de teorías contemporáneas que empantanan

la comprensión de su estructura psíquica y diferenciación. Pero ahora debo

circunscribirme a aquella conferencia del 22 de junio de 1981 y desear que los lectores

puedan llegar a contar con textos derivados de aquella tesis, cuyas publicaciones a él

le corresponde iniciar.

Comencé el coloquio traveseando con interpretaciones terminológicas,

inspiradas en el libro de Julián Marías “La mujer en el Siglo XX”. Él opinaba que hay

dos actitudes frecuentes cuando se estudia su realidad. O se insiste en su condición

femenina y entonces se la deshumaniza, o se insiste en la condición humana y entonces

se la defiminiza.

“Toda mujer es un hombre si la palabra hombre designa a la persona humana.

Pero a ningún hombre puede llamárselo mujer sin suscitar un problema, Con la

palabra mujer se designa a la condición femenina, mientras que a la condición

masculina se la designa con la palabra varón. La referencia a la condición sexuada o

género es inmediata apenas se pronuncia la palabra mujer. Distinto a lo que ocurre

cuando se dice hombre, palabra que nos hace pensar primero en la especie humana.

Así están las cosas. Desde el vamos la palabra mujer designa la dimensión

amorosa de la vida, a un ser para ser amado y capaz de amar, Un ser sexuado antes

que una persona.

Desde su designación la palabra mujer implica una humanidad sui generis, una

organización sexuada que responde al programa que simbolizan las tres gotas de

sangre que preanuncian a la reina del cuento la llegada de Blanca Nieves: menarca,

desfloración y parto. Circunstancias que vertebran la vida en ineludibles exigencias

particulares, diferenciada, distintas, que pesan simultáneamente sobre ella y el

hombre como seres humanos: existir, subsistir y morir. Bíblicamente: “creced y

multiplicaos” es el mandato común. Al hombre: ganar el pan con el sudor de su frente.

A la mujer: dar a luz con dolor.

Al elegir el título “La mujer” todos comprendieron que hablaríamos de la

condición femenina. Se piensa en la madre del niño, la compañera del hombre, quizá

en un ser humano en lucha por la reivindicación de su género. Al decir mujer, la mujer

se pregunta por sí misma, sabe que de ella se trata.

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Aquí radica un problema, al decir mujer puede romperse el lazo de fusión que

nos hermana, la complementariedad que une la mujer al hombre en sus condición

humana.

El poeta Rilke escribió

“quizás los sexos están más relacionados de lo que creemos, quizá la gran

renovación del mundo consiste en esto, en que el hombre y la mujer liberados de falsos

sentimientos e inhibiciones se busquen el uno al otro, no como opuestos sino como

hermanos y hermana, como amigos, y se reúnen como seres humanos para sencilla y

seriamente soportara el sexo difícil que ha sido depositado en ellos.”

Martín Buber: “No existe la palabra Tú y la palabra Yo, existe la palabra

primordial Yo-Tú” y unía el Yo y el Tú, sin distinción de géneros, con un guion

simbolizando una especie de lazo.

En la elección o aceptación del tema, no recuerdo cómo surgió, supuse mi

idoneidad por mi trabajo constante con hombres, mujeres, parejas, familias, donde

surge de continuo la necesidad de examinar la crisis de una disyuntiva en la condición

dual de los seres humanos.

No hay nada en lo humano, decía Julián Marías, que se simplemente humano,

indiferenciado, neutro. Se es varón o se es mujer de arriba abajo.

Repaso en mis apuntes que hasta cierto punto estaban de acuerdo con el filósofo.

Yo opinaba que cuando se habla de la condición de persona se lo hace

independientemente del ser varón o mujer. Además, señalaba que la cuestión de la

igualdad incluye, junto a la figura jurídica, el de su realización como tal, que no es

empresa fácil. Marías decía cosas con mucho gancho, por ejemplo

“que cuando no se ve a la mujer como tal mujer, no es que no se la vea como

tal persona, sino que no se la ve.”

Y agregaba:

“Algunas mujeres tienen la pretensión de ser tratadas como personas, no como

mujeres y esto, no puede ser. No se puede olvidar frente a una mujer que lo es y que

así ocurra no es deficiencia ni de uno ni de ellas. Al revés, si se olvida, es que se ha

olvidado su condición personal, es que se la está tratando de una manera abstracta,

como una cosa y no como persona.”

Observé entonces:

Yo creo que Julián Marías tiene razón a medias y que es importante aclarar este

concepto. Pero para poder discutirlo hay que vencer la fascinación que nos produce.

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Porque Julián Marías es u caballero y al acentuar la singularidad de lo femenino

exalta su propia condición masculina. Hace un poco el bonito. Y esta pizca de

narcisismo y gentileza confunde la otra mitad de las cosas.

Un buen atolladero significaba para mí el meterme a discutir al filósofo galante.

De su lado, en ciertos trabajos o profesiones que hasta hacía poco habían sido

exclusivos de los hombres, se admitía la introducción de las mujeres a condición que

dejaran de lado su carácter de tal; que procedieran igual que el hombre. La teníamos

entonces con ellos fumando, bebiendo, diciendo palabrotas, poniendo los pies sobre la

mesa. Allí la tesis de Marías, porque si era un igual al hombre, si no era femenina,

tampoco era persona y tampoco, por supuesto, mujer. Con la pretendida igualdad se

había deshumanizado, degradado, transformado en una cosa abstracta.

Mi contra-argumento en la ocasión fue:

Pero veamos que está ocurriendo en una situación tal. La igualdad de la que

aquí se habla nada tiene que ver con la igualdad intrínseca de los seres humanos. No

se ha dado igualdad según “persona” sino según un modelo masculino por el cual la

mujer ha sido constreñida a actuar o sentir como un hombre. El concepto de persona

en estas conductas está ausente, tanto para el hombre como para la mujer. El

problema se reduce a que es ser realmente persona. Y el problema de ser persona se

refiere a cómo orientar y desarrollar la masculinidad y la femineidad por lo que, a lo

mejor descubrimos que las pautas no son tan exclusivas de cada sexo.

Si tuviéramos una conciencia natural de nuestra existencia en articulación no

conflictiva con nuestro semejante, una inserción común en el medio y la cultura, una

intuición clara de nuestras posibilidades de desarrollo, no habría mucho que discutir

sobre las diferencias de género en cuanto a lo esencial de la vida humana. Y nuestro

coincidir sería una exaltación, una fiesta, un goce de compartir y comprendernos.

Escribe Pedro Salinas en su “Razón de amor”

No canta el mirlo en la rama,

ni salta la espuma en el agua:

lo que salta, lo que canta

es el proyecto del alma.

Las promesas tienen hoy

rubor de haber prometido

tan poco por ser tan cortas; se escapan de su más

todas trémulas de alas.

Perfección casi imposible

de la perfección hallada.

En el beso que se da

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se estremece de impaciencia

el beso que se prepara.

El mundo se nos acerca

a pedirnos que le hagamos

felices con nuestra dicha.

Horizontes y paisajes

vienen a vernos, nos miran,

se achican para caberte

en los ojos; las montañas

se truecan en piedrecillas

por si las coge tu mano,

y pierden su vida fría

en la vida de tu palma.

Desgraciadamente, no parece ser que hombre y mujer conformen esta lírica

visión y en esto puede radicar el sentido de crisis de nuestro tiempo.

Crisis es desorientación y hoy la crisis es verdadera. Es difícil responder a la

pregunta sobre quiénes somos, desconflictuar nuestros vínculos, encontrar el camino

de muestras posibilidades. Es difícil vivir en comunidad, en pareja, en familia. En una

buena relación con nosotros mismos.

A la distancia no encuentro muy acertado el modo en que estaba tratando el tema.

Hay algo inalienable en los géneros que se me escapaba.

En sucesivas reuniones nos habían convocado las cuestiones de la agresividad

y la violencia, el filicidio, problemas de vínculos generacionales, el itinerar io

existencial de un poeta, etcétera, y esa tarde, frente al nutrido grupo de la Liga de

Madres de Familia, me había comprometido a exponer mis conceptos sobre el género

femenino, cumplidamente satisfecho en ellas, por ser madres del hombre, honra del

hogar, guardianas de la fe y hasta de un respetuoso recato frente a mis ínfulas de

sabelotodo, anticipado deconstructor de convenciones.

Hay muchas cosas que dejaremos de lado. Por ejemplo las tonterías misóginas.

(Misoginia significa el desprecio morboso hacia el género femenino.) Todos los

grandes detractores de las mujeres fueron hombres no correspondidos o despechados.

Nietzsche, Schopenhauer, Wininger. Schopenhauer rechazado por una bella mocita

veneciana que prefirió a Byron, Niestzsche no pudo conquistar a Lue Salomé, aunque

la persiguió por medio continente, Wininger por una criada vienesa. Ni vamos a

perder tiempo en demostrar que las mujeres tienen alma.

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Tampoco voy a intentar una historia social de la mujer, aunque una mirada

previa a la época victoriana puede hacernos más claros los cambios sociales. En 1901

muere la reina Victoria. En su época se suponía que las mujeres, en materia política

ya estaban automáticamente representadas por sus padres, maridos o hermanos, en

general por los varones. Y a su vez, en materia religiosa los hombres tenían con

frecuencia la impresión de que las mujeres creían por ellos. Bastaba con que ellas

fueran a la iglesia.

A esta altura me había deslizado fuera de curso.

Aunque ellas no estaban muy contentas de cómo les iba nadie cuestionaba su

condición de mujer. Guillermo II les asignaba tres K: Kinder, Küche, Kirche (niños,

cocina, Iglesia). Este viejo deseo masculino ya no era cierto. Como elementos de

trabajo durante la revolución industrial las mujeres resultaban más trabajadoras que

los hombres, además de ser menos belicosas y más baratas. Los manufactureros del

Siglo XIX estaban destruyendo los hogares, no empleaban hombres sino mujeres,

provocando la decadencia de la vida doméstica y de la estructura edilicia del hogar.

En 1882 la legislación de Gran Bretaña les dio el derecho de ser dueñas del

dinero que ganaban. Surgió a fines del siglo un movimiento colectivo por la liberación

de La mujer que aspiraba al voto…

Ya definitivamente enajenado en la cuestión sufragista, los movimientos

radicales de 1967 contra la guerra del Vietnam, el movimiento hippie donde

expresaron otro estilo cultural y sexual de la vida, concluía con el feminismo liberal,

cultural y socialista. Compruebo que mencioné la NOW organizada por Betty Friedan,

los grupos que derivaron de ella, las Witch grupo revolucionario que consideraba a las

brujas como las primeras guerrilleras, mujeres que se han atrevido a ser atractivas,

valientes, agresivas, no conformistas, sexualmente liberadas; hasta las Medias Rojas y

la SCUM (Sociedad para eliminar a los hombres organizado por Valeria Solanas quien

en 1969 intentó matar a Andy Warhol para poner de manifiesto que el mundo del

hombre estaba corrompido y debía ser derrocado, capturado y colonizado

Cierto que el feminismo impulsó las exigencias relacionadas con la natalidad,

cuidados ginecológicos gratuitos, guarderías infantiles permanentes, igual salario,

control de la natalidad, educación gratuita en todos los niveles, derecho de la esposa a

utilizar el apellido de soltera y apellidar a los niños como ellas, contrato matrimon ia l

con especificaciones detalladas, y la polémica del aborto legal, etc. etc. peticiones del

mundo actual, formas de vida, criterios, transformaciones, matrimonio de doble

carrera, matrimonio de hecho, matrimonio abierto, vida comunal, matrimonio en

grupo, pero ya estaba como conferencista indudablemente extraviado. Fui cerrando la

charla irónicamente con escritos recogidos del conservadorismo:

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“… comenzaron a hablar de libertad y otros fetiches, de igualdad y otros

absurdos, rompieron vidrieras, destrozaron buzones, desfilaron en manifestaciones

y se desgañitaron en arengas gloriosas, Ahora ya no podemos pegarles, ni nos harán

la comida, ni quizá se queden en el hogar por la noche con nosotros. En vez de

preocuparse por nuestro pecados están ahora demasiado entretenidas con los suyos,

han adquirido a la vez alma y voto, precisamente cuando el hombre se olvidó de una

y se dejo quitar el otro. Ya fuman y dicen palabrotas, beben y piensan, mientras que

nosotros, que antes monopolizábamos tales artes, debemos quedarnos en casa

cuidando a los chiquillos”

Hay que considerar también a las mujeres más tradicionales frente a las

presiones del cambio, el problema de las madres frente al mundo de sus hijas. Ellas

podrán decir: bueno, ahora es tu época, tu tiempo, tenéis en derecho de vivirlo como

mejor te plazca, y quizá sospeche que en realidad la está abandonando.

En cuanto a una misma, el problema de ser anticuada o moderna, ser o no una

mujer del Siglo XX.

La antropóloga Margaret Mead afirmaba que para un pueblo primitivo es

mucho más difícil absorber unos cuantos fragmentos de cultura tecnológica

occidental que adoptar de pronto todo un nuevo sistema de vida, Así que proponía que

si los individuos o grupos de personas tiene que cambiar, conviene que cambien del

todo de un modelo a otro.

Pero hay quienes no quieren modificarse así. Desean preservar cierta

estabilidad, ciertos resguardos, mantener un cierto control y dominio sobre su propio

destino en la situación de cambio.

Hay gente que se cuestiona si es que se va perdiendo la capacidad de amar.

Volviendo a Julián Marías el amor, según él, no es un sentimiento, por supuesto

existen sentimientos amorosos, pero el amor es idea biográfica.

El hombre y la mujer enamorados se necesitan mutuamente para ser cada uno

quién es. Mi proyecto de vida incluye a la mujer de quien estoy enamorado. Quien

ama, ama desde su realidad de siempre y para siempre.

Por momentos parece cierto que no hay abundancia de sentimientos, riqueza y

calor de las imágenes afectivas; que los estados de ánimo están reducidos a emociones

elementales: la palma, el cope, la mufa, la bronca, la pálida. ¿Qué fue del roce de

unas manos, del sonrojo, del pudor, del beso robado, del beso conquistado?

La pasión, gratitud, lealtad, compañerismo ¿son rara gemas?

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Puede que muchos sentimientos y sensaciones se pierdan en los cortocircuitos

del apetito y de la saciedad. Que no haya tiempo para sublimar. Los atajos nos dejan

sin saber y sentir muchas cosas importantes. Quizá la ventaja esté en que se idealiza

menos.

Otros lamentarán la pérdida del lenguaje, la del buen decir. Pueda que tenga

de bueno contar con un modo franco, directo. Quizá decirle a la novia como haría

Pedro Salinas: “No se escribe tu nombre donde se escribe, con lo que se escribe” sea

bastante embrollado. “Gorda” es más fácil

Expresiones como “patearse” producen bastante escalofrío, Y la gente se patea

con poca atención a los sentimientos. Aunque puede que se trate de una cuestión de

prestigio donde gana el que patea primero.

De lo femenino se ha dicho un montón de cosas tratando de determinar su

esencia: que si el eterno femenino, la intuición, la irracionalidad, la belleza, la

coquetería, la pasividad, pero nada alcanza a plasmar su caracterización Cabe

reconocerlo y aceptarlo. Lleva en su ser cierta fatalidad, ella es la madre del hombre:

lo alojará en su cuerpo, lo amamantará, cuidará, le dará su hálito vital, su amor, su

estímulo, la alegría de vivir y todo insumirá largos años, casi un cuarto de su vida

total sobre la tierra.

Al repasar esta charla me pregunto cuáles habrán sido los comentarios

posteriores y si me habrán perdonado. Asumo que fue una tarde desafortunada.

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Reflexiones sobre la Ética – 2 de abril de 1982

Un mes antes había comenzado a preparar esta charla. En lo esencial estaba ya

diseñada porque había sido tema de una presentación anterior en CIVA, cuerpo que

nuclea al Voluntariado Argentino. La sorpresa es que hoy estamos virtualmente en

guerra con Gran Bretaña. A partir de estos acontecimientos inesperados es inevitab le

que esta mañana debiera replantearme el contenido de la conferencia. Son otros

tiempos.

No obstante, el protagonista de la ética sigue siendo el hombre, de él depende

la interpretación de los valores y la conducta en el tiempo nuevo. Y, precisamente,

porque había sido invitado en tiempo de paz a desarrollar esta temática, me sentí

obligado a volver sobre mis pasos y examinar la posibilidad de un cambio en el

enfoque que había adoptado.

La paz es nuestro quehacer cotidiano, lo realizamos con vocación real. De tal

manera: ¿qué nos trae la guerra? La guerra es el fracaso de ese quehacer. Disputas

familiares, incomprensión, mala relación el hombre con el hombre, agresión

económica, agresión política, terrorismo, persecución estatal, trastornos en la pareja

educativa, choques generacionales, hipocresía, deshonestidad, explotación, etc.

Mi ética en tiempo de paz, obviamente, piensa en el individuo como prójimo,

trata de salvar al extraviado, apunta al valor, piensa constructivamente el mundo y se

empeña y contribuye a realizarlo.

La guerra no es nuestro quehacer habitual, aunque el hombre sea muchas veces

responsable de generarla, aunque se adhiera a ella porque la cree justa, aunque

comience con la defensa de lo propio amenazado o despojado.

En tiempos de guerra el individuo antagonista es el enemigo, ya no se trata de

salvar al prójimo, sino dominarlo, vencerlo, eliminarlo.

Si ustedes y yo hemos cumplido con la cita de esta tarde es porque, pese a la

prioridad de lo acontecido, desean escucharme y opinar. Asumimos el compromiso

de tratar el tema que nos convoca: “Reflexiones sobre la ética”. Hoy es por la misma

razón: la conducta moral de los hombres, o la ética del hombre en situación.

La primera cuestión será si son hoy otros los valores en juego, otras las virtudes

que invocaremos, distintos los conflictos y la relatividad de la conciencia.

Por ejemplo: las virtudes.

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Las virtudes pueden definirse como las cualidades positivas del hombre. El ser

humano puede tener muchas cualidades, entendiendo por “cualidad” un adjetivo y un

sustantivo abstracto:

Hombre bueno – bondad

Hombre laborioso – laboriosidad

Hombre insincero – insinceridad

Apreciamos entonces que las cualidades pueden ser positivas o negativas. Si

son positivas se consideran virtudes. Si son negativas, vicios.

Por ejemplo: el patriotismo. Si es considerado positivo, será una virtud.

Entonces el cosmopolitismo y el pacifismo, que parecen ser su inverso ¿son un vicio?

¿Entrañan posturas negativas?

Puede argumentarse que la paz es lo que desea el hombre que lucha. Por lo cual

la razón de su batalla implica una virtud o valor más alto. ¿Y qué, cuando hay que

armar a los jóvenes, a los propios hijos, e impulsarlos a la lucha y quedarnos en casa?

Dijimos que en tiempo de paz pensamos un mundo y tratamos de ser solidarios

para su perfectibilidad. El tiempo de guerra la razón puede ser más intensa cuando se

trata de la defensa de ese mundo ideal o de la liberación frente a opresores e

invasores. Y aún, desde casa, de alguna fona ser solidarios y servir a la protección de

los que luchan.

Estratégicamente, para abreviar el tiempo del conflicto, se intentará una

participación enérgica, alianzas, intentos de políticas internacionales acuerdos, un

embanderamiento que fortifique el sentido de lucha en nombre de aquellos ideales,

elevando un grito de Patria y sacrificio… Y, de pronto, éste es el supremo valor en

tiempos de guerra: el sacrificio… aunque luego pueda ocurrir el “Retorno sin gloria”

Tenemos esta tarde la opción al diálogo, aunque sepamos que nuestras

conclusiones no evitarán lo que ya se ha despeñado. La opinión pública se ha

polarizado hacia una actitud soberana y combativa.

Aquí, me corresponde cumplir con lo pactado y promover reflexiones que

desembocarán en conclusiones grupales o individuales, coincidentes o

contradictorias pero necesarias para sostener nuestro discernimiento. Cierto que antes

de dialogar con ustedes, esta mañana dialogué con mis libros.

Recurrí a Antoine Sait Exupery, el autor del Principito, porque fue un poeta y

un hombre valiente, porque siendo un humanista tuvo una idea heroica del hombre

moderno, su ardiente amor a la aviación lo alejó de la carrera de arquitectura y lo

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condujo a revistar como correo aéreo, corresponsal, piloto de guerra y aún ya

desmovilizado, se reunió en 1943, con 43 años, con el grupo combativo. Teniendo

permiso para cinco misiones realizó ocho, siendo la del 31 de julio de 1944 su última

partida, de la cual no regresó, probablemente abatido por un avión alemán.

Saint Exupery, que emocionó a nuestra generación con El Principito, también

escribió “La ciudadela”, publicada tras su muerte como un mensaje espiritual que

desciende del espacio celeste destinado a la tierra de los hombres.

Era un hombre que llevaba siempre consigo una delgada libreta de cuero, en

las cuales volcaba al azar reflexiones sobre los temas que solicitaban su atención y

que luego podría desarrollar en sus escritos. Sus últimos pensamientos están reunidos

bajo el título de “Carnets”

Esta mañana repasé algunos de estos apuntes que me orientaron en esta

situación extraordinaria. Apenas los he articulado. Recuerdo cuando nos llegaba a la

guardia algún paciente difícil y acudíamos a nuestro manual de urgencias. Lo leíamos

rápida y ávidamente y tras esa lectura arriesgábamos la acción. Traje algunos párrafos

recogidos con esa premura.

“Es absurdo luchar siempre en contra. ¿Y si de una vez por todas hiciéramos el

balance de todas las cosas, una por una? … ¿Hacia qué fin tienden los medios qué se

proponen?”

“La pasta humana de la cual tan poco se ha extraído: allí reside el verdadero

drama. Pero una vez que se ha conseguido de ella un cierta perfección, es igualmente

dramático tener que volver a las posiciones primitivas y negar la persona humana.”

“En la democracia, salvo al miserable individuo, pero en la verdadera

civilización occidental, salvo a Dios; no los derechos de los hombres sino, a través

del hombre, los derechos de Dios. Y respeto a Dios en el hombre en tanto su imagen,

pero no en tanto individuo.”

“He definido un cierto número de conceptos estrictamente religiosos: La

caridad; El amor; Los tesoros invisibles; El sacrificio; Lo universal”

“Comenzar por este juego que cambia el sentido de la vida. “Aquí no se

denuncia nada. Aquí uno se apoya…Aquí uno se calla Y la atmósfera de esta casa

se modifica de cabo a rabo. No hay ninguna utopía que esperar.”

“La polémica tan solo agria las relaciones ya agriadas, pues cada uno cree en

su propia nobleza. Nadie tiene el sentido (sin embargo tan simple) de la multiplic idad

de los sistemas de concepción.”

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“¡Qué abominable odio, que proyecta imágenes tan falsas!”

“Asombrosa emisión radial que comienza con la bajeza más clásica, para

exaltarse luego con la Marsellesa que contiene “las semillas y la cosecha”

“El Presidente de la República es un estúpido; es la deificación de la

mediocridad”

(Confieso que esta última frase evité leerla, ¡pero qué adecuada era!)

“¿Dónde me conducís, vosotros que creéis que el hombre se perpetúa

alimentándose y reproduciéndose, cuando vosotros no sentís nada de importancia de

la superestructura espiritual?

“Los hombres se comunican unos a otros a través del sacrificio gratuito.

Entiendo por gratuito que la parte útil sea inútil.”

“¿Es que las ideas se discuten simplemente a la luz de las masacres que

provocan?”

“La única operación humana es reconciliar. Pero sólo se puede reconciliar con

ayuda de un sistema conceptual nuevo.”

“No admiro a los hombres porque sirvan al correo, pero me apego al mito del

correo porque forma tales hombres. Y admiro a esos hombres por lo que son.”

Lo curioso fue que aquella tarde y a pesar de estas reflexiones preliminares,

mi conferencia no fue muy distinta a la que había preparado anteriormente en época

de paz. A Joaquín le había tocado el servicio militar obligatorio en Aviación Naval.

Le propuse desertar, me respondió que no, que con él se habían incorporado sus

compañeros y con ellos debía estar. No llegó a combatir, sirviendo en Base Espora,

pero en su pasaje de instrucción en Punta Indio, casi lo mata un dragoneante abusivo ,

por pura ostentación y capricho disciplinario.

Hoy por hoy, de lo que estoy absolutamente convencido, es que la especie

humana no porta garantía alguna de salud, conciencia moral, bondad, felicidad.

Puede producir lo más abyecto o lo más sublime y, entre ambos, formas polifacéticas,

inacabadas, imperfectas. Hay más previsibilidad y garantía en las especies animales.

Podemos confiar de un buen ovejero el cuidado del rebaño, del olfato y actitud de un

perro de caza, de la fidelidad de un potro, del instinto de una fiera. Pero no del hombre

simplemente porque sea humano.

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Los Hijos, Imagen Literaria

1979, cursaba el Año Internacional del Niño y la Liga de Madres de Familia me

invitó a disertar el 26 de junio; la charla fue considerada de interés por lo que me

propusieron repetirla ante un mayor número de asistentes, lo que ocurrió dos meses

después. Había advertido que en la primera oportunidad esperaron de mí aportes

propios de un psiquiatra, psicólogo o consejero familiar y no fue del todo así. Por esa

razón me preocupé remarcar en el segundo encuentro el subtítulo para orientar las

expectativas.

En aquella época, este modo mío de aproximarme al tema de los hijos, nos

permitiría adentrarnos en su conflictiva y relación familiar de un modo íntimo, franco,

personal, porque en la literatura se trata de hijos con nombres propios, en situaciones

concretas que posibilitan identificaciones en lugar de las generalizaciones a veces

fallidas de la especulación psicológica.

El famoso historiador Will Durant, en su libro “Filosofía Cultura y Vida”

frondoso y rico en temas humanísticos, desarrolla también un capítulo sobre los hijos

y en lugar de intentar formulaciones teóricas o científicas, habla allí de su propia hija

Ethel, de sí mismo, la esposa, su hogar.

Nos cuenta del amor por ella, la preocupación por su educación y desarrollo,

nos habla del modo que ha encarado el cultivo de su cuerpo, de su mente, su moral, y

espíritu, brindando observaciones profundas que ayudan a esclarecernos como padres.

Sin embargo, pese a la sinceridad de sus páginas, no está allí totalmente Ethel, sino

una serie de consideraciones alrededor de su personita que hacen a la tarea de

transformar, como dice el autor, “¡a los cachorritos humanos, en damas y caballeros!”

Asocio que Francis Bacon, tres siglos y medio atrás escribía:

“Tanto las alegría como las penas y temores paternos son secretos. Los padres

no pueden exteriorizar de palabras aquéllas, no dirán una palabra de éstos. Los hijos

endulzan el trabajo, pero hacen los infortunios más amargos. Aumentan las

preocupaciones de la vida, pero mitigan la memoria de la muerte. Perpetuarse por

generación es algo común a hombres y bestias; más el recuerdo, el mérito y las obras

son propias del hombre.”

Con estas palabras compuse mi introducción.

Las obras literarias son obras nobles, recuerdo y mérito. Casi siempre,

testimonio profundo y sentido, ya sean escritas por el padre o por el hijo, y aun escritas

por la infancia de la historia, como los mitos, revelado la naturaleza humana

desarrollada en el tiempo.

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Antígona, Enrique Bottini, Kafka, Pelo de Zanahoria, Eugenia Grandet, autores

y personajes, son hijos de la literatura que nos llegan plenos, veraces, confesiona les,

movilizando nuestros propios conflictos para concordar o diferir con ellos.

De todas las cosas que los hijos brindan a sus padres, destaqué dos en especial:

la ocasión de ver desde dentro el proceso de la vida: aparición de la vida, crecimiento,

evolución, etapas, dificultades propias de cada una; y la ocasión de comprender desde

dentro su sentido. Decía que desde siempre el hombre ha podido observar el proceso

de la vida en las semillas que ha sembrado, en las cosechas que ha recogido, en los

animales que domesticó y, por supuesto, en la abundante progenie que ha traído al

mundo; pero que hoy una pareja de la ciudad, en donde hasta un perrito puede

significar un estorbo, de pronto sólo en la experiencia del nacimiento y crianza del hijo

encuentra la posibilidad de ver desde dentro estos proceso y hacerlos motivos de

reflexión consciente. Por supuesto que para aprender de un niño y recordar nuestra

propia infancia es necesario acercase a él de una manera receptiva: ni excesivamente

libidinizado, ni muy activo, dispuestos a dejarnos impresionar y conducir desde su

espontaneidad para la participación en su mundo.

En cuanto al sentido de la vida que nos descubren, enfaticé que los padres somos

depositarios temporales de la vida. No hay nada más funesto en la relación padres-

hijos que querer poseer obstinadamente las cosas para nosotros mismos, creer y

pretender ser el bastión último de la energía, el valor, el poder. Los hijos nos enseñan

que en realidad, en sentido amplio, jamás poseemos nada, pues todo aquello que es

susceptible de posesión pertenece al tiempo. Aún guardamos fresca la actitud del

General San Martín cuando su nieta quería jugar con sus medallas: de que valen todas

las medallas de la tierra si no sirven para causar la alegría de un niño.

Ángel Asturias llamó a los niños “ladrones de horas” porque nos obligan,

tomando nuestro rostro con su mano, fijar la mirada cuando nos hablan.

En cuanto a lo funesto del egoísmo, del celo, del miedo del padre a ser

desplazado por el hijo, mi cercanía a la obra de Otto Rank me permitió ilustrar la

novela familiar y el mito del héroe, así como con Rascovsky, los conceptos sobre el

filicidio y formas derivadas desarrolladas en “La matanza de los hijos”, a los que sumé

las leyendas de Urano, Cronos Tántalo y Pélope y de aquel rey de Suecia que sacrificó

a Odín nueve de sus hijos con el objeto que se hiciera gracia a su vida,

Recordamos la matanza que ordenó Herodes y nos sumergimos al fin en los

cuentos de hadas infantiles y la existencia de brujas y ogros envidiosos, codiciosos, y

devoradores de la inocencia y, por amor del autor, el antídoto de la astucia infantil.

Más acá en la historia, recordé la situación del niño en la Inglaterra del Siglo

XVIII durante la Revolución Industrial, que trajo miseria para algunos y gran riqueza

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para relativamente pocos, dando una fisonomía especial a la vida social y a la suerte

de la infancia. Fue interesante informar que para las capas sociales más altas de aquella

época elevaron el valor de la niñez, los vocativos señor y señora cedieron el paso a

papá y mamá; y se pintaron retratos infantiles, algunos a precios altos.

Sin embargo, en las clases más rústicas e ignorantes la crueldad subsistía, incluso

en las escuelas. Muchos padres eran severos y desabridos. Se pegaba por capricho, por

tropezar al subir las escaleras o caerse. Hubo quienes enseñaron a sus bebés a llorar

bajito por temor a la vara, padres que apenas se alteraban por la muerte de sus hijos.

Recordamos con emoción las desventuras de Jane Eyre y los relatos de Charles

Dickens.

La mortalidad infantil era tremenda, los chicos entraban a trabajar desde muy

temprano en molinos y minas y luego en la industria textil. Las jornadas de trabajo

eran de catorce y dieciséis horas. En el siglo XIX el sistema de aprendices continuó

funcionando en gran escala, pretexto para la explotación de la criatura. En cuanto al

estado legal, podían ser encarcelados y ahorcados por infracciones por las que hoy se

concede libertad condicional a un adulto. En contraste con la severidad de aquellos

castigos aplicados a los niños, un tribunal condenó a una tal Ana Martín a solo dos

años de prisión por haberle sacado los ojos a los críos que la acompañaban a mendigar.

Mis datos se remontaron muy atrás en la historia y no es necesario repetirlos

aquí, para lo cual me instruyó “La sociología del desarrollo infantil” de Bossard y

Stocker Boll publicada por Aguilar.

Otra fuente a la que recurrí fueron las canciones de cuna, producciones literar ias

de transmisión oral que enriquecieron mi conocimiento de las actitudes maternas hacia

los hijos.

Este tema fue excelentemente estudiado por el gran poeta Federico García Lorca

en una conferencia titulada “Las nanas infantiles” (Obras completas, Aguilar, pág.

1947 y siguiente).

Desgraciadamente no conocía las melodías pero valió la pena examinar ese

escrito y resumirlo para los presentes. Lo hago ahora:

“Las canciones de cuna, nos dice García Lorca, son a veces inventadas por las

pobres mujeres cuyos hijos son para ellas una carga, una cruz pesada y aunque no

dejan de cantarle con amor, introducen en el canto su desgana de la v ida.

Así le canta la madre al niño que aunque ella lo quiso le vino cuando no tenía

que llegar

Este neñín que teño del collo

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E dún amor que se tyama Vitorio

Dice el poeta: son las pobres mjeres las que dan a loshijos este pan melancólico

y son ellas las que los llevan a las casas ricas. El niño rico tiene la nana de la mujer

pobre, que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del país.

Hay canciones para el momento en que el niño tiene ganas de jugar

Duérmete mi niño

Que tengo que hacer

Lavarte la ropa

Ponerme a coser.

Y a veces la madre realiza una verdadera batalla que termina en azotes, llantos

y sueño al fin

Nótese como al niño recién nacido no se le canta la nana casi nunca. Al niño

recién nacido se lo entretiene con el esbozo melódico entre dientes, y en cambio, se da

mucha importancia al ritmo físico, al balanceo.

El niño al que se canta ya habla, empieza a andar, conoce el significado de las

palabras y muchas veces canta él también. Hay una relación delicadísima entre el

niño y la madre en el momento silencioso del canto. El niño permanece alerta para

protestar el texto o avivar el ritmo demasiado monótono.

Muchas veces la madre construye ella una canción con la escena de un paisaje

abstracto, casi siempre nocturno. Como si llevara al niño lejos y le hiciera volver

luego a su regazo hasta que cansado descanse.

A la nana, nana, nana

A la nanita de aquél

Que llevó el caballo al agua

Y lo dejó sin beber…

El niño, dice Lorca, tiene un juego lírico de belleza pura antes de entregarse al

sueño. Es aquél y su caballo que se alejan por el camino de ramas oscuras del río

para volver a marcharse por donde empieza el canto, una y otra vez, siempre de

manera silenciosa y renovada. Nunca el niño lo verá de frente. Siempre imaginará en

la penumbra el traje oscuro del hombre y la grupa brillante del caballo.

Los personajes se alejan hacia la más simple quietud.

Y queda enigmático el hecho insólito de no darle agua al caballo, una rara

angustia misteriosa.

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Oigan otra nana que parece hecha para cantarles a los niños que no tienen

madre

Duérmete mi niño, duérmete

Que tu madre no está casa,

Que se la llevó la Virgen

De compañera en casa.

Y esta que se oye en Sevilla y que viene de Granada

Este galapaguito

No tiene madre

Lo parió una gitana

Lo echo a la calle

En Béjar se canta una nana muy melancólica

Duérmete, mi pequeño

Duérmete, que te velo yo

Dios te dé mucha ventura

En este mudo engañador

Morena de las morenas

La Virgen del Castañar;

En la hora de la muerte

Ella nos amparará.

En Asturias se canta esta otra nana, en la cual la madre se queja de su marido

para que el hijo la oiga.

El marido viene golpeando la puerta rodeado de hombres borrachos. La mujer

mece al niño con una herida en los pies, con una herida que tiñe de sangre las

cruelísimas aromas de los barcos.

Todos los trabajos son

Para las pobres mujeres,

Aguardando por las noches

Que los maridos vinieren.

Unos venían borrachos,

Otros venían alegres,

Otros decían: “Muchachos,

Vamos matar las muyeres.

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Ellos piden de cenar,

Ellas que darles no tienen.

“¿Qué hiciste con dos riales?

mujer ¡qué gobierno tienes!

Lorca presenta luego un tipo de canción de cuna verdaderamente

extraordinario. Es la canción de cuna de la mujer adúltera que cantando a un niño se

entiende con su amante.

El que está en la puerta

Que non entre agora

Que está el padre en casa

Del neñu que llora.

Ea, mi neñín, agora non

Ea mi neñín, que está el papón.

El que está en la puerrta

Que vuelva mañana

Que el padre deln eñu

Está en la montaña.

Ea mi neñí, agora non

Ea mi neñín, que está el papón

La variante de Burgos

Que majo que eres

Que mal que lo entiendes,

Que está el padre en casa

Y el niño no duerme.

Al mu mu,

Al mu mu del alma,

Que te vayas tú

Y dice Lorca:

Es una hermosa mujer la que canta estas canciones. Diosa Flora, de pecho

insomne, apto para la cabeza de la víbora. Ávida de frutos y limpia de melancolía.

Esta es la única nana en la cual el niño no tiene importancia de ninguna clase. Es un

pretexto nada más. No quiero decir, sin embargo, que todas las mujeres que la cantan

sean adúlteras, pero sí que, sin darse cuenta, entran en el ámbito del adulterio.

Después de todo, ese hombre misterioso que está en la puerta y no debe entrar es el

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hombre que lleva la cara oculta por el gran sombrero, con quien sueña toda mujer

verdadera y desligada.

Mis charlas eran largas, he visto a veces a alguna buena señora cabecear,

favorecida por la hora de las reuniones, habitualmente las de la siesta. Me tomaba un

mes prepararlas y trabajaba mucho en ellas reuniendo información y acompañándome

con textos. No me llama la atención cuánto trabajaba para cumplir con la invitac ión

pues hoy sigo siendo tan dispuesto como antes.

En esta charla sobre los hijos hablé de Antígona, símbolo de amor filial y

fraternal, de Edipo en Colona, donde aparece sirviendo de lazarillo a su padre anciano,

ciego, andrajoso y débil, dándole su brazo de apoyo en el camino. Hija ideal que sirve

de compañía y consuelo, consciente de la tragedia pero pese a ello transformada en

piadosa compañera del padre en su destierro y desesperación. Pensemos en cuántos

padres esperan con ilusión de sus hijos, de una hija dilecta, el perdón y la comprensión

de sus pecados y errores en la vida. Rascovsky nos decía en clase. “No crean que esos

viejos que están solos tienen malos hijos, es posible que hayan sido malos padres.”

Un hijo agradecido siempre es hijo. Si no ha sido así puede que por deber se transforme

en padre de su padre, afirmando los derechos de la esperanza de una comprensión que

sirva para redimirlo. La ética nos inclina hacia la asistencia del más débil, pero sólo el

amor le da su raíz profunda.

Recordé también la parábola del hijo pródigo y remonté el tema como lo trata

León Felipe en su “Antología rota”, escritor que se llama a sí mismo “el poeta

prometeico”. ¡Cuánto hay en la literatura para gozar y compartir! Nunca me

interesaron, en mi profesión, los libros de autoayuda; aunque he leído los más

destacados. Cuando cultivamos la Biblioterapia acudíamos a la auténtica literatura o

me animaba ofrecer algunos de mis cuentos. De esto he hablado en “Fonoaudiología

Psicodinámica” y remito a esos capítulos.

Evoqué luego el libro de Edmundo de Amicis, “Corazón”; un libro donde se

exalta el sentimiento, la elevación moral, el amor patrio, a los humildes, a los

desdichados. El respeto a la madre, al padre, la ternura de la amistad, los compañeros,

maestros, la escuela. Allí el hijo es Enrico Botini. Pero a propósito de esta obra, en la

conferencia fui crítico, por lo implacable que es a veces su autor contra todo aquello

que rompe su esquema tradicional de vida.

Allí está el caso de Franti, el malvado que siempre sonreía en el momento de

dolor y para quién sólo cabe la expulsión, sin posibilidad de apoyo alguno para

alcanzar y resolver el secreto profundo del drama que indudablemente padece. Los

tipos humanos que desfilan por el libro son distintos y estilizados: Derossi, el primero

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de la clase, más que ser bueno es el símbolo de la bondad; Garrone, de la generosidad;

Sardi, de la testarudez; Votini, de la envidia; Nobis, de la soberbia.

Y sin embargo, frente a estas estructuras rígidas, sentimentalismos e

intransigencias que fueron frecuentes en los padres de nuestra infancia, hay en

“Corazón” actitudes que impactan profundamente y cuya valoración y orientación es

bueno considerar. Valores propios de la sociedad italiana de fines del siglo pasado que

debían constituir un tipo de hombre y mujer virtuosos, leales, probos, a quienes la

bondad les conmueve y complace y que también se horrorizan ante la maldad. Razón

por la cual se vuelven intensamente afectados, implacables, trocándose el amor en

exigencia absolutamente moralizante, sin salida o perdón para aquellos seres externa

o aparentemente perversos o díscolos.

He aquí un fenómeno bastante complejo que merece ser analizado, sufrido por

la generación posterior que tras haber sido educados en la vieja usanza sentimental y

moralista, luego, como padres, desembocan en una actitud opuesta en la que se nota

un silenciamiento de los valores, un miedo a moralizar y educar.

“… Convengamos que la generación de la gente de mi edad tuvo la

característica de vivir en un mundo de adultos, con amor donde hubo comprensión,

pero con atención relativa a las necesidades específicas del niño y del adolescente.

Hoy quizá, hechos hombres, desarrollamos una situación inversa, un tiempo que ha

hecho del niño el rey.”

El examen de esta cuestión se intentó luego considerando la obra de Carlo

Collodi, “Pinocho” relato constituido, podemos reconocerlo hoy, como una serie

ininterrumpida de desdichas.

Pinocho es tremendo: le quita la peluca al pobre Gepetto y le da un puntapié en

la nariz apenas terminado, vende el abecedario para ver a los títeres, golpea con una

maza al grillo parlante ,se deja engañar continuamente; pero ¿qué pensar de todos

esos personajes que como asesinos, gendarmes, jueces, amos de corazón duro,

moralistas implacables ,parecen haberse conjurado para hacerle imposible la vida al

pobre Pinocho, Hay en los adultos tras sus actitudes moralizantes verdaderos rasgos

de maldad.

Si bien la moraleja del libro es “de los muchachos de buen corazón, por muy

traviesos y malcriados que sean, siempre puede espetarse algo bueno,” Pinocho no es

un libro iluminado por la esperanza sino apenas por la Paciencia que siempre surge

como único remedio para sus desventuras.”

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Relacioné a continuación “Pelirrojo, Rosso Malpelo, personaje de Giovanni

Verga que trae el recuerdo de Franti el chico malo de “Corazón” el que en los

momentos más desdichados sonreía, como si su sonrisa fuera expresión de su maldad

y no de su desdicha:

“Sabiendo que era de mal pelo se esforzaba en serlo lo más que podía.”

Voluntario ahondar en la crueldad como una venganza ante la malignidad de la

suerte, como si a causa de esa desdicha se cerrara el horizonte de la bondad.

Pelirrojo es la figura del vencido por el desamor, con una nostalgia profunda,

ignota e inconfesable de dulzuras familiares.

Y así también Pelo de Zanahoria, de Jules Renard. El color rojo del cabello ha

representado en la ignorancia de las gentes un estigma. Pelo de Zanahoria es también

torpe, cazurro, mentiroso. Hijo de una madre desgraciada, de triste maldad, de un padre

grave y abstraído, resignado, que sólo en un raro abandono aporta a su hijo u poco de

afecto, que él goza intensament,. Pelo de Zanahoria parece haber sido el drama

autobiográfico de su autor que logró vencer la congoja y la situación suicida. Para ese

tríscate tuvo la influencia salvadora de un destello el afecto del padre brindado casi

inconscientemente. Hay grandes administradores del poco visible amor paterno. Pero

muchos o podrán exteriorizar sus necesidades afectivas encerrándose todavía más

dolorosamente aún, detrrás de la mueca de una sonrisa.”

Distinto de Pinocho, pelele que debe devenir humano, reflexivo, educado, gentil,

respetuoso: un muchacho bien; es Peter Pan.

Pan es como el hijo del hijo. Nacido de la propia infancia, del roce mutuo de

cinco pequeños amigos como la llama que los salvajes obtienen de los maderos. A

veces es parecido a Puck, el gnomo de “Sueño de una noche de verano”, espíritu alegre

y travieso que se ríe de los hombres.

Otras se parece a Jim Hawkins, el joven héroe de “La isla del tesoro”, inocente,

honesto, justo, con una candor natural y una fuerza invencible que brota de su misma

pureza.

Pero lo esencial de Peter Pan es que siempre retoza y manda.

Peter Pan es una obra de principios del novecientos en plena era simbolista.

Gustó tanto a las gentes de esa época porque ya podían identificarse con esas ansias

de evasión y fantasía. En gratitud le erigieron una estatua en los jardines de Kesington,

donde según la fábula Peter Pan había vivido.

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Pero en aquel muy siglo XX de mi charla, Eqqus, de Peter Schaffer nos

presentaba la cuestión de la evasión de un modo muy distinto.

Equus es la fábula de nuestra época, escrita a partir de la crónica policial: un

adolescente psicótico ciega a seis caballos con un punzón y a partir de ese hecho

verídico se construye la obra.

Propone que el caballo es para el muchacho un símbolo sexual y metafísico, el

mito, la exaltación sagrada, la embriaguez de las pulsiones primitivas, y que todo el

acto tiene el sentido de un ritual trágico pero grandioso.

El psiquiatra que debe curarlo es un conflictuado y adaptado hombre de

provincia que desarrolla el problema de conciencia de sentir que al curar a su paciente

matará, en nombre de la salud mental, las secretas expansiones del cuerpo y del

espíritu; que habrá arrancado al joven de las fueras primitivas de la vida y de la muerte,

privándole de su ser inconsciente místico sin ofrecerle a cambio más que una

normalidad mediocre, limitada, inhibitoria.

El conflicto que presenta Schaffer y lo planteó de un modo más auténtico Antoin

Artaud al reeditar en la relación de Vivente van Goth con su psiquiatra el Dr. Gouchet,

su propio drama con la institución que lo imputó de alienado. Escribió Artaud en “Van

Goth, el suicidado por la sociedad”

“En el alienado hay un genio incomprendido que cobija en la mente una idea

que produce pavor, y que sólo puede encontrar en el delirio un escape a las

estrangulaciones que le prepara la vida.”

El cinematógrafo nos dio también el gran éxito de “Atrapado sin salida” alegoría

de la represión matriarcal, y no necesariamente de la institución psiquiátrica. Y

siguiendo por este camino desembocaremos en el movimiento bautizado

“atipsiquiatría” que sostiene que la sociedad y la familia represiva y ambigua pueden

ser la fuente de la enfermedad esquizofrénica.

Muchas cosas hacemos los padres en nombre del amor y la educación pero el

amor es muy difícil de discernir.

Me extendí entonces en los modos que llamamos amor, sus muchas formas, la

conformidad consigo mismo que inspira la conducta educativa, el temor a los demás,

los valores convencionales de clase, etc. La charla no había concluido. No pude omitir

la “Carta al padre” de Franz Kafka que nunca envió y que por lo tanto su padre no

llegó a leer. Kafka tenía entonces 37 años, lo que resulta impresionante cómo siendo

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un hombre de profundo talento viviera a su edad, de modo intenso y negativo la figura

de su progenitor y fuera limitado por su influencia.

La carta constaba de cerca de 100 páginas manuscritas y aunque confiesa que

está llena de trucos de abogado, exalta la situación interior de un hombre angustiado,

afanoso en probar su inocencia contra un mundo contradictorio, indiferente, inestable,

sofocado por el equívoco o la maldad. El hijo excepcional e incomprendido que no

tuvo la gracia o posibilidad de ser mejor, padecedor de infiernos propios, enfermizo e

intuitivo, vaticinador de futuros de aniquilación humana y salvaciones utópicas.

Así como asistimos al hijo que increpa resentido al padre está también el que

canta loas a su memoria, y en cuanto a esto ninguna elegía tan recordada como la

Manrique, aquella que comienza

Recuerde al alma dormida,

Avive el seso y despierte

Contemplando

Como se pasa la vida

Como se viene la muerte

Tan callando;

Jorge Manrique compuso estas coplas a la muerte de su padre Rodrigo, gran

maestre de la Orden de Santiago, que mereció, con posterioridad a la elegía, ser uno

de los retrato del historiador Hernando del Pulgar en sus “Claros varones de Castilla”

Manrique fue también, como su padre, un soldado valiente y murió a los 38 años

por una herida de batalla...”

Me satisfacía leer los poemas, tenía entonces buena voz y perfecta dicción, salvo

un inevitable estremecimiento emocional que hoy con la edad se ha exacerbado y

vuelto

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La novela adolescente

El tema de esta conferencia tiene antecedentes biográficos como ya lo expuse en

capítulos anteriores, en relación a mi “José Amadeo”. Joaquín, mi hijo, con su talento

temprano para la escritura, actualizó mi interés. La dedicación creció al considerar la

obra de autores adolescentes como Rimbaud, Isidore Ducasse, Ana Frank, la obra

juvenil de Herman Hesse, James Joyce, Francoise Sagan y por supuesto, la intuición de

aquella otra inmensa, inexplorada, constituida por poemas, diarios íntimos, ensayos,

novelas, cuentos inéditos, escritos por jóvenes de todas las épocas que designo, pese a

la diferencia de géneros y estilos, con el nombre de “novela adolescente”.

No será sin embargo ésta la oportunidad para realizar mi abandonado proyecto

sobre el tema, sino tan solo repasar y resumir la información que transmití por el año

1980 a un auditorio

La licencia de reducir toda esa producción al género a novela es discutible. Novela

familiar del neurótico llamaba Sigmund Freud y Otto Rank a las creaciones imaginar ias

del pre púber traducidas en juegos y fantasías, cuando se inicia la desidealización de los

padres; novela sería por extensión toda construcción imaginaria en la situación

adolescente, ya sea desarrollada en la confidencia del diario íntimo, en la realizac ión

utópica de un mundo perfecto, o en la crítica desenfadada a los sistemas sociales

mediante ensayo, cuentos, poemas…

Observadores despectivos hablaron de “novelería adolescente”. Recuerdo el

adjetivo de “novelero” que aplicaban los mayores a nuestros rezongos y lamentos por

sucesos desafortunados.

Dije en aquella charla

“… no suelen ser más benignos los psicólogos y psicoanalistas: el autor Debesse

había insistido ya, sobre la pobreza de ideas, la escasa claridad literaria de la mayor

parte de estos trabajos, afirmando que pecan por sus ambiciones pretenciosas y abortan

rápidamente. Peter Blos, psicoanalista de adolescentes, reduce esta labor creativa al

término de producción verbal y señala un denominador común, la existencia de

conflictos instintivos acompañados de humor depresivo, una aflicción melancólica

cósmica, una ansiedad difusa de la vida.

El estudio de las producciones literarias adolescentes ha sido objeto de la

psicología evolutiva, como manifestaciones de etapas donde se revelan pautas

esperadas: sentimientos por los cambios corporales, vivencias eróticas, el

descubrimiento del amor, rebeldías, refugio en el mundo interno, fantasías de

desprendimiento y liberación, viajes y ansias de aventuras.

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Recordé a los oyentes la propia experiencia de mi José Amadeo, conforme a una

disposición habitual a abrir mi intimidad aventuré una hipótesis personal: la del

concepto de verdad adolescente y el sobrecogimiento que produce en los adultos.

“Frente a las grandes mentiras o “las verdades disponibles”, huérfanos de

conducción, que por otro lado tienden a rechazar, sus escritos son impredecibles,

sinceros, profundos y dolorosos como la verdad que intuyen. Poseen sinceridad para

la verdad, profundidad de la verdad, valor para ella. En eso consiste su heroísmo.

Creo que este profundo y remoto sentimiento de la verdad es lo que sobrecoge

frente a la presencia del adolescente. Por eso nos empeñamos en educarlo,

transformarlo, apaciguarlo, confundirlo, engañarlo, preservarlo, protegerlo, tan

contradictorios como diversamente movilizados por la intuición de la verdad que los

inquieta.

¿En qué consiste esa verdad?

Intento una respuesta. Es un recóndito sentimiento de preocupación, hasta de

angustia y desesperación, que surge al descubrimiento de lo temporal en el mundo.

¿Y qué es lo que se descubre cuándo se descubre el tiempo?

Muchas cosas:

Se hace consciente la existencia de la vida y de la muerte, la sucesión, la

transformación de la alegría en dolor, la esperanza en desesperanza, del anhelo a la

frustración. Emociones que ya pueden vivirse en germen en la infancia, pero en una

especie de tiempo detenido e infinito, un tiempo sin tiempo. Ahora el tiempo se conoce

en su dimensión total. Se reconoce el pasado y lo perdido en el pasado, la infancia que

germinó, la confianza total en los padres, aún la inocencia de esa confianza. Se conoce

el presente como el peso de una espera, la de la madurez. El presente es vívido como

un tiempo vacío que distancia de la plenitud del adulto. Se conoce el tiempo de la

historia. Se descubre que esa historia que pertenece a los hombres también pertenece a

uno mismo, que uno se está incluido o debe incluirse en ella. Pero a la vez que esa

historia tiene muchos sentidos posibles, valores y sesgos distintos, que es polivalente y

por lo tanto lo implanta en el ámbito de la posibilidad o relatividad, implicando el

riesgo del error en la elección. Se descubre que es necesario elegir.

Pero en tanto esta experiencia es dolorosa y confusa se le hace difícil al joven

elegir, mucho más comprender. En ese vacío de identidad, que es su presente, el

compromiso a asumir para la alcanzar su función de hombre, parece ser el de un futuro

interminable.

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Lo más lógico es que se demore todavía o que en lugar de aquella

responsabilidad con su mañana, responda con un compromiso con su presente, alguna

decisión heroica para que éste ahora adquiera significado o se transforme en algo

aceptable para él, independiente de un concepto de valor.

Reconocemos el heroísmo juvenil en el empeño puesto en el deporte y en la

competencia, en la velocidad, las proezas del baile, la imitación de personajes

idealizados y aún en su resolución por actitudes negativas.

Es cierto que también es posible rehuir el encuentro con el problema. Hay

hombres que han perdido esa oportunidad y ahora deberán esperar otra crisis de

existencia. Estos tendrán más dificultad para entender al adolescente que vive su crisis,

quien a su vez experimentará una verdadera impaciencia frente a ese adulto.

El distanciamiento de la crisis entraña un proceso de enajenación. La conciencia

enajenada se proyecta de un modo natural hacia afuera y comienza a ocuparse de cosas

externas distintas a sí misma, dejándose condicionar y configurarse, resultando poseída

por lo exterior apetitoso y fascinante, sin advertir que en la diversidad se pierde

realmente la capacidad de percepción

El adolescente que ha madurado su crisis no sucumbe a la diversificación y a los

innumerables “hay que”. De la relación de su conciencia consigo misma surge su

quehacer literario, Si elige el diario ha de ser íntimo y secreto, prueba indubitable de

su vida interior.

Allí palpita su verdad: la nada, que se opone a todos lo objetos artificiales de la

existencia; lo sueños, que alimentan sus grandes ideales; su desorientación, que

estremece hasta las entrañas; la perplejidad de existir, de ser, de transformarse a

empellones instintivos y biológicos; el caos imperado en su interior.

Para redactar “El Sr. Parra y el normalista” debí convocar al adolescente, nunca

extinguido en mi fuero interno; logré que acompañara sin traicionarse las

investigaciones del adulto septuagenario que retornaba a contemplar la historia del Siglo

XIX y la figura de Domingo Faustino Sarmiento. No mermé en absoluto su candor o

su sorpresa al considerar la información que le acercaba. Era él antes que yo quien

tomaba posiciones y me reprochara haber andado por el mudo inadvertido.

No fue tan así. Los jóvenes tampoco acaban de conocer a sus padres y no pueden

ni deben ellos contarles todo ni justificarse. No han de pretender hacer de ellos un clon.

Los hijos cierran en algún momento el aporte familiar y consolidan su personalidad.

Habitualmente se alejan o exilian a sus padres.

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Quizá, muy cerca de mi exilio, este nuevo intento literario sea una compensación

parental o un rescate de mí mismo, depositando el cogito en un cajón de Descartes, que

también se transformará en cenizas.

Pero cuando brindaba yo aquella conferencia era un padre joven, con cuatro hijos,

aun gozando de la claridad de mis ideas y con el atrevimiento de hablar sobre ellos.

“Esta verdad asusta al adulto y no podrá enfrentarla sabiamente si es que en su

propia juventud la eludió, endureciendo sun conciencia con la coraza de las cosas

externas. Es posible que caiga en una actitud displicente reduciéndola a cosa de chicos,

inquietudes pasajeras y, lo que es más grave, formulando severos juicios sobre la

presunta maldad o ingratitud del muchacho.

Se confunde la conciencia de crisis con meras manifestaciones evolutivas. Se la

despoja de su profundidad esencial. Se pierde de vista el sentido de experiencia

fundamental y decisiva para la comprensión del existir y elaboración de una madurez

responsable.

En última instancia: la elaboración de nuestro destino mortal.

Ésta era en las culturas primitivas una prueba de iniciación. El joven tenía que

penetrar en un laberinto, ya sea los subterráneos del templo o las amenazas de un

bosque frecuentado por demonios y las almas de los antepasados, podía simplemente

ser cubierto por cueros de animales muertos, símbolos todos del otro mundo, del cual

debía emerger hecho hombre.

Memorizo: “El gran miedo que paraliza al candidato de la iniciación cuando es

engullido por el monstruo, se encuentra en las tinieblas de su vientre o cuando se siente

cortado en trozos y digerido al fin de renacer como hombre nuevo.”

Mi hijo Joaquín, precozmente compuso la siguiente poesía que tituló “El gusano

devorador”

Sabrá de mundos

Y sabrá de estepas

Rezará en la noche

Cuando me muera.

Sabrá de letras

Y sabrá de vida

Luchará por mí

Cuando me despida.

Yo sabré de él

Y él sabrá de mí

Será mi hijo

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Y mi fiel amigo

Y será el gusano devorador.

Así educo al gusano

Que me comerá.

El sólo lo hará

Sólo él que me ama.

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José Amadeo

(Extracto de mi novela juvenil)

En el patio había dos macetas con malvones. Era pequeño, con un blanco juego

de sillones construido con maderas gruesas laqueadas de blanco, una jaula de pie y

pocas plantas que acaso pudieran renovar el aire. Lo ansiaba. La noche había

transcurrido lenta, cargándome de cansancio y dolor, dormitando entre los vestidos

negros, recordando, rodeado de rostros desconocidos.

Había muerto mi profesor pero pensé siempre en aquella noche que me tocó velar

a mi padre; quizá por eso había prolongado mi permanencia allí; me dije, no ha de dar

el instante lo que de él se espera y que así se mueve la vida, la rara, gustando de un

desequilibrio entre el proceder y la circunstancia… Una vez más el misterio de la

muerte me consternaba. Mi profesor había prometido convertirse en libro pero había

muerto al resbalarse en la bañera. La ironía de este accidente insustancial y el que la

luz de posteridad anunciada fuera a ser sustituida por la de los cirios -que quizá pudiera

conservar por un tiempo algún pariente piadoso hasta que esa llama con él mismo se

consumiera- sordamente me desesperaba.

Volví a entrar y fui a dar frente a su biblioteca. Entre sus libros estaba el Fígaro

de Larra, como si confirmara mi razón. Larra tiene su lugar en el Parnaso por

convertirse en libro, una forma de eternidad gracias a la cual acceder a ser cita en la

vida de otros, habitante de muchas casas, inspiración de ciertos hombres o perdurable

testimonio de ideales que se derrumban o la amargura por la derrota, aquella desazón

romántica de su Fígaro y del Siglo XIX que me habían señalado, por la cual intuir la

trágica muerte del escritor. Pero Larra aún vive, aunque haya encontrado en su

conciencia el espejo donde su existencia y la vida merecieran un pistoletazo que las

hicieran añicos.

Mis pensamientos fueron interceptados por la voz fantasmal:

“Criterios ¿sabes? suposiciones ante lo desconocido. Así como el joven, cuando

el amor, sexo, vocación se mueven turbulentos en el alma, se pregunta qué futuro le

espera; y se esfuerza por formarse un criterio que le sirva para aguardar lo desconocido

sin temor. El tuyo parece suponer la necesidad de una obra imperecedera, única forma

de inmortalidad que concibes.”

Pero el libro prometido por el difunto existía; fue al dejar el velatorio cuando lo

supe. Lo recibí sorpresivamente de manos de un desconocido a quien el profesor se lo

había entregado previamente. El hombre, confundido por el deceso, sintió premura en

deshacerse del texto expresando el desconcierto por habérsele confiado. Me decía que

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él no había conocido mayormente al profesor y no era un sujeto para merecer dar una

opinión, que no era un hombre leído y no comprendía esa narración desordenada con

la cual lo habían involucrado, sin ilación, y que aparentemente trataba de un José

Amadeo distinto de capítulo en capítulo.

Asumí la devolución del libro y me acomodé en el bar cercano donde inicié su

lectura…

“José Amadeo vivía su drama como entre sueños, parecía indiferente a lo que

ocurría a su alrededor. Quizá porque fuera un niño, pero eso nunca podrá afirmarse.

El hecho que vuelva la niñez a la mente del adulto y pueda turbarla obliga a

pensar que aquello que no se consideró importante puede llegar a ser la médula de

nuestra existencia…

Acaso así sufría la ausencia de su madre. Habría de volver algún día el frío de

aquella sala, con su ventana a un jardín olvidado, mientras jugaba distraídamente

oyendo el tiempo que pasaba en un quejido de sillón, en el cual el padre se balanceaba

interminablemente, con una manta sobre sus rodillas, perdida la mirada en una lejanía,

más allá de la última luz, más allá de las últimas sombras, sólo dos años atrás que por

ser atrás es ya perdido.

El silencio de un hombre está hecho de recuerdos.

El tiempo y lo importante construyen su paradoja en la mente del sujeto. Me

pregunto por qué lo que ya no debe importar, por pasado, por muerto, se torna en lo

esencial de nuestros días. Por qué se suele vivir en glorias lejanas, en un amor lejano,

en una muerte lejana, en una ausencia cargada de dolor.

El quejido del sillón hablaba de la profundidad de sus recuerdos y de un presente

que no tiene valor cuando no promete hacerse recuerdo.

Así acunado, José Amadeo crecía.

Cuando descubrió que los otros tenían una madre que los hacía dichosos,

preguntó por la suya. Se le dijo que había partido.

¿Hacia dónde? ¿Hacia le región azul de los buenos y de los puros? ¿Hacia la

estrella encendida que acaso lo guiara?

¡No! ¡No se le quiso edificar un altar inmerecido; el padre agonizaba de dolor

por culpa de ella, había que enseñársele a odiar su recuerdo: su madre abandonó el

hogar sin importarle de él ni de la vida que destrozara!”.

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La novela continuaba con un José Amadeo pre adolescente, ingresado como

pupilo en un instituto a cuyos docentes se le informa la historia familiar. Entre los

profesores hay uno que descubre las dotes del muchacho para la pintura y concibe

rescatar al colegial de la melancolía, despertando el sentido de la belleza, más allá del

bien o del mal.

“No le costó enseñarle que ciertas tardes el aire se ve, que es simpático a los

ojos. Después de la lluvia lo llevaba al campo y le descubría los colores estremecidos;

develaron el espíritu de las luces. Llegó a extraer de la realidad total un sentido

maravilloso, todo matiz y formas. La belleza se trasformó en su credo…”

Con la vuelta a casa moviliza el sopor de su padre quien advierte que ha pasado

un año más, pero para José Amadeo la pesadumbre del ambiente se resuelve en suave

gozo cuando comienza a pintar la tristeza del jardín…

Un día, vagando por las habitaciones llega al desván y revolviendo viejos

trastos y trapos descoloridos halla lo inesperado. Un pequeño portarretratos con una

imagen de mujer.

“Aquel rostro era maravillosamente bello, en su frente había una inquietud de

pájaro y una atracción de mar en sus ojos, quizá en el fondo tormentas y perlas. En

ese momento quiso ahondar su misterio, quiso besarla, la amó; en ese momento se

dijo que aquella mujer era su madre. Tomó el cuadro y lo ocultó entre sus ropas,

seguramente era lo único que se había salvado a la destrucción.

¡Qué ironía! Los viejos criados, el mismo amo, habían arrojado de la casa toda

cosa material que repitiese su nombre, vano intento, por cuanto quedó grabado en la

mente del hombre y se hizo obsesión y locura.

Bajó lentamente golpeado por la emoción, sus dedos acariciaban en su bolsillo

esa adquisición sorprendente. Buscó su cuarto y se encerró en él.”

Un nuevo salto en la narración describía a un José Amadeo, no aparentemente el

mismo, en su cuarto:

“¿Cómo se llama el instinto de encerrarnos en nuestro cuarto cuando la

emoción nos estremece?”

“Es el escenario de nuestras soledades, y en ese encierro y apartamiento el yo

se manifiesta totalmente. En él se escriben las confidencias, sabe de las que no se

escriben, sabe de oraciones y ruegos. De morir y ser juzgado el cuarto tendría la

última palabra. ¿Acaso no juzgarán a los hombres los cuartos dónde vivieron?”

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“Por esta idea interrumpió sus escritos. Clavó su vista en la pared y luego en el

ojo mudo de un ángulo. Vuelto a la hoja todavía fresca de tinta, repitió: “Es cierto”

¿Quién más que su cuarto conocía la vivisección que acababa de hacer?”

“Releyó”

“Cuando miro esas estampas antiguas en que reunidos en el salón, padres e

hijos gozan del calor físico de los leños y espiritual de santa y estrecha unión, mientras

tras los cristales el invierno estruja las calles, disloca los árboles y ennegrece el cielo,

pienso en los míos, en aquella niñez perfecta”.

“Hoy, en busca del ovillo de un hilo que llevo tirando y se me enreda los pies,

Me fuerzo continuar caminando hasta llegar al objeto del retroceso: Isabel, la

chiquilla rubia de ojos, ya lo sabes, claros; pero no pienso en ella por conjuro de mis

nostalgias, sino tratando de relacionar aquello con lo que hoy me pasa, borrada la

palabra destino de mi diccionario íntimo.”

“Y otra vez está allí, girando alrededor del arbolito nuevo, promesa aún sin

sombra, dócil a su manito de seis años que acompaña el contorno de su juego y de su

gracia. No siento apocamiento en decirlo si es que se me ve enfrente, sentado en mi

umbral, apenas unos meses mayor, mudo y paralizado por un amor intenso y secreto”.

“También fue callada mi admiración por Reyna, y por Yvón, mi divina primera

profesora de música.”

“Amores en lo que intervenía sólo yo, como en una partida de ajedrez donde

moviera las blancas y las negras, inventando inmaduras historias románticas, mil

veces más felices que mis escasas incursiones por la realidad.”

“Recuerdo que Isabel me llenó de vergüenza por cuestiones de pueri l

información religiosa: yo sabía tan solo el Ángel de la Guarda, dulce oración que

recitaba todas las noches, bello hábito inculcado por mi madre y que recitaba en alta

voz para que me oyese desde su lecho. Pero la bella rubiecita conocía el Padre

Nuestro y el Ave María y para colmo desconocía la mía, tan simple”.

“Reyna era la hermana de mi mejor amigo, un fantástico creador de aventuras

de salvajes, aviadores, pistoleros, detectives. Aunque mayor que nosotros sabía

compartir nuestros juegos asumiendo siempre personajes exóticos y enigmáticos: la

princesa amarilla, la bella marquesa que ofrecía su mano al beso haciendo en verdad

temblar mis labios; mi primer beso también callado de amor.”

“Y de Yvón, sus perfectas rodillas que nunca lograba cubrir y que me hicieron

entrever, aún sin conocer su existencia, el secreto de la mujer”

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“Mi historia de amor, la que contaba a mis amigos, idéntica, lógica, sencilla,

era inventada. No había en el relato hechos extraordinarios o vuelos insospechados,

mi fantasía era premeditadamente pobre para hacerla creíble, pero en ella estaba la

joven hermosa soñada y el beso de amor que no conocía.

Me engañaba a mí mismo y vivía al fin lo que mi corazón merecía: un romance

como yo. Muchas veces habría de gustar a una muchacha, ya me querían entonces,

pero entre todas esas realidades yo prefería el amor de Graciela, la inexistente y ese

adiós triste que nos habíamos dado. En mi soledad aquella historia era sí perfecta y

maravillosa, sin lugares comunes, sin otra gente, sin tiempo.”

Páginas abajo, José Amadeo convive ahora con el matrimonio Lemos, padres

de Irene, Alicia y Marcelo… con ellos se inician sus cuitas juveniles y las ansiedades

de su elección vocacional.

“Alicia:

Sus labios siempre estaban húmedos. Con frases cortas le sonreían y al

callar modelaban fugazmente una mueca deliciosa. Atinaba en ella el significado

de una palabra de moda “sex appeal”.

Era su espontaneidad encantadora lo que lo enloquecía.

Aunque los otros cayeran presos de su encanto se atrevían a juzgarla

presumida. Pero la juzgaban mal. Lo suyo era algo incontrolable, que surgía de

su seno, en la alegría, o por tristeza, tan natural como las ondas de un lago al

caer los pétalos o las piedras. Por eso José Amadeo la adoraba. Por eso la

adoraban todos sin comprenderlo. Y cuando su negativa dañaba a alguno se

sentía como una traición, como si todo lo otorgado por su extraño temperamento

hubiese sido una maligna coquetería.

Porque temía ese final jamás le hubiera confesado su amor, además se sentía el

menos indicado para esperanzarse con su cariño. Su amistad, no obstante, le alegraba

y le reconfortaba su proximidad, como un fuego enorme que templa a la distancia. No

quería más, si se adelantaba lo abrasaría.

Que Alicia lo prefería era una realidad demasiado hermosa para que lo

apreciara cabalmente y la opinión de los demás, celos y envidia, no despertaban en él

ninguna ilusión. Además lo atribulaba al sentimiento fraterno. “Ustedes serán sus

hermanos” les había encomendado el señor Lemos. ¿Qué podría haberle dicho a

Alicia sin estropearlo todo? Temía hasta que al mirarla fuese capaz de leer en sus

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ojos, por lo que evitaba los suyos y sólo al saberla distraída reparaba en su cuerpo

armonioso y sensual.

-José Amadeo… así comenzaba sus conversaciones. Acostumbraba a nombrarlo

a cada instante y sonaba tan bello su nombre en sus labios que su corazón se estremecía

de dicha y de pena. No había nada más. Lo otro eran proyectos de bailes, juegos,

excursiones, raudal adolescente de sonrisas y música. Pero a él le bastaba aquello para

prenderse a sus palabras y aguardarse en su voz. En esta aventura de amor su felicidad

se reducía a su nombre en labios de una mujer.

Manfredo la deseaba. ¿Cómo a todas? ¿Más que a todas? Se preguntaba a sí

mismo, amante celoso, queriendo anteponer al deseo de su amigo la excelencia del

único amor.

Y cuando le contaba de sus aventuras y la nombraba entre tantas, su angustia se

acrecentaba al imaginar que la conquistaría como conquistaba siempre sin

merecimiento

Su único amigo y confidente era él, pero en este asunto le había hecho creer que

ella era no más que una amiga, la hija de su protector, y que tampoco le pertenecía su

intimidad, su debilidad y su caída si él la provocaba.

Junto a ella, camino al tenis, no resistió preguntarle

-¿Te gusta Manfredo?

Lo dijo en voz baja, procurando ocultar un leve temblor en su voz.

-¡Por favor!- Respondió sorprendida - ¡Tremendo vanidoso!

-¿Vanidoso?

-Cree que puede tener a todas las mujeres que se le antojan en sus brazos, que es

irresistible. Que no hay en nadie un asomo de decencia.

Y continuó

-¡Vamos, José Amadeo! ¿Me crees de tan mal gusto?

Y diciendo esto le clavó sonriente sus bellos ojos.

Se habían detenido. Notó de pronto que aquella arboleda era extraordinaria, que

el sol se filtraba por el follaje interceptando las imponderables partículas de una tarde

que se hacía visible a la vista. Él también sonreía porque estaba alegre y agradecido.

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En su impulso Alicia le tomó la mano, dulcificando aún más su sonrisa y así

reanudaron el camino, en cuyo transcurso José Amadeo gozó la suavidad y tibieza de

esos dedos entre los suyos.

Llegaron al fin y transpusieron el portal abierto. Al verlos, desde lejos los

saludaron, agitaron en respuesta sus raquetas. Alicia retenía su mano, una ola de rubor

y triunfo ardía en el rostro del muchacho a quien no se le escapaba el gesto inquisidor

con que los contemplaban.

Alicia reía gozosa y despreocupada, diciendo a toda voz sus vacuidades, pero

José Amadeo de pronto se puso triste al ver en el grupo a Irene que observaba esas

manos unidas tiernamente. Aquello le importó tanto que se sintió sorpresivamente

incómodo y debió desprenderse casi con brusquedad.

Muchas cosas comenzaron a cambiar desde esa tarde. Mejor dicho, algo había

cambiado que le hacía redescubrir cosas viejas que antes no veía, entre ellas la soledad

y melancolía que envolvía a esa niña de doce años, destellos en sus miradas, la mujer

que comenzaba a vislumbrarse tras las ropas infantiles.

Acababan de apagar el farol del jardín.

Desde la cama vio extinguirse el cielo raso que le hacía de pantalla, donde hasta

esemomento se distrajera buscando en las sombras proyectadas por las ranuras de las

celosías similitudes de rostros y objetos.

Apagada la última luz de la casa el matrimonio subiría camino a la alcoba, esperó

escuchar sus pasos cruzando el pasillo, último acontecimiento del día, Marcelo ya

dormía con sueño profundo e imperturbable. Añoró entonces la luz de la luna para que

bosquejara alguna nueva silueta a la cual dedicar su insomnio. Pero aquella era una

noche cerrada y a poco había perdido la noción de en qué lugar estaba, si en la casa

de su padre, el dormitorio de la escuela o el hogar de los Lemos. Su confusión era la

antesala del sueño.

…pero no fue reparador ni agradable. ¿Qué cosa era aquella gran mancha roja?

Se había roto el velador y al arrodillarse experimentó el corte en la rodilla. Se tocó,

manchó la sábana, se extendió una gran mancha fresca de sangre. El niño se desmayó,

no sólo por un tajito, pero nunca la había visto derramarse...

-Flojito el chico, dijo el señor Lemos – ¿y quieres ir al anfiteatro?

Se sentó en una grada, era el único allí, las demás cabezas no se apoyaban en un

cuello sino que estaban sostenidas en el aire por los cabellos y miraban atentas lo que

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hacía el hombre de guardapolvo. José Amadeo no podía hacerlo, sangre otra vez, a

montones, y putridez. Se descomponía sin dejar de oír que las cabezas reían.

Oh, sí, es más hermoso pintar.

Allí sobre la fuente una luz blanca...

-Muy bello tu cuadro, dijo el señor Lemos –Seguirás perfeccionándote, ¿cierto?

-Oh, sí. Estudiaré medicina.

¿No ha visto como tose el viejo al lado de la ventanilla? ¿Y qué afiebrado está el

niño que va a su lado? ¿Y cómo llora la madre?

¡Qué ancha es la calle, cuántos andan por ella y pasan a mi lado, no me ven, no

me reconocen! Aguarden. Quiero acompañarlos. Cuando me necesiten ¿me aceptarán?

-José Amadeo, dame la mano, yo llevo guardapolvo, confía. Avanzaremos juntos.

Por esa calle caminaban ahora solos, desde las ventanas se oía música, risas y

besos. Llegaron a lo que parecía ser un puerto. El mar era rojo; el hombre levantó el

brazo y le señaló una isla.

-Es por allí- le explicó –debes ir nadando.

Irene

Tenía las manos unidas atrás, suavemente recostada contra la pared, la mirada

dirigida más alta, a sus ojos. Su actitud le recordaba el abandono de una vertiente y,

en efecto, su vestido azul caía fresco y lógico como el agua. Tuvo la tentación de tocar

su cabellera enmarañada pero tranquila, de besar los labios y los ojos expresivos.

Apoyó la mano contra el muro cerca de su cabeza y la miró sin decir palabra.

Por un instante suspendieron la conversación aunque sus espíritus prolongaran

la verdad de aquel segundo haciéndolo elocuente, eterno, infinito. Nadie habría

notado ese silenciar repentino, desierto mudo e intenso. Pero en ese lapso, ella vio

que el sol le daba en la cara y José Amadeo sintió que ardía en su rostro, contempló

el fulgor de Irene y ella supo que quería besarla. Más aquel arrobo era poca

justificación para quebrar una norma elemental. Ella era muy niña, y él demasiado

respetuoso para confiarle su repentino sobresalto con un beso. Así que recomenzaron

el diálogo internándose en la selva de palabras sin sentido, con añoranzas del

desierto.

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Los acontecimientos fueron sucediéndose por el mismo cauce; iba perdiendo su

atracción por Alicia e Irene lo ganaba más y más con su secreta ternura.

Todos sus encuentros, por pequeños que fueran, tenían un algo maravilloso. Las

calladas miradas en el comedor sobre el ruido de los cubiertos y entre las voces que

los rodeaban, sus” hasta mañana” pudorosos y luego, los insomnios o el soñar un

mismo sueño.

¿La amaba? ¿Eso era el amor?

Buscó respuestas en su corta experiencia, se enfrentó a rostros de femenil

encanto, a las pasiones secretas que albergaba, a la mujer extranjera de un sueño

sórdido, y descubrió que lo que sentía era algo nuevo. Menos desesperado, hasta

menos sincero; era extraño ¿eso era el amor? Buscaba su presencia, le hacía feliz,

gozaba de su turbación creciente que decía a las claras que ella sí lo amaba como

había soñado alguna vez que lo amasen. Y volvía a saborear ese gusto inefable que lo

hacía dichoso y despertaba ternura en su corazón.

Alicia lo adivinaba e interponía sus formas y al hacerlo ofrecía en la más fresca

de sus sonrisas sus labios húmedos y una mirada plena de entrega.

Irene se agitaba ante su presencia y escabullía para saborear algunas lágrimas

que José Amadeo no descubrió en su rostro. Alicia era capaz de borronear ensueños

con su figura que clamaba por otra realidad. ¿Era aún la hoguera de su juventud?

Por fin llegó a saberlo.

Fue en una mañana espléndida de ocio veraniego. La Sra. Lemos les había

servido el desayuno bajo la glorieta saturada del aroma de las glicinas.

También las abejas asistían a la fiesta de la flor zumbando cerca de ellos y

dorando a ratos las alas en el sol que se colaba entre las ramas. Marcelo tenía un

apetito feroz y no dejaba de untar y engullir tostadas; Alicia había atado su cabello

con una cinta azul y los sacudía en charla alegre e interminable mientras Irene cedía

a su entusiasmo toda expresión.

-¡Qué día! ¿Jugamos al tenis?- exclamó Alicia clavándole sus ojos y su sonrisa.

¡Vamos José Amadeo!

-Vamos- aceptó

La taza de Irene no hizo ruido al posarse sobre el plato. Le sobresaltó su

silencio.

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-¿Vienes tú también?

-¿Nos acompañas?- dijo a su vez Alicia

Irene los miró sacudiendo su cabecita negativamente.

-¡Oh! ¡Qué tonta eres! ¡Es un día espléndido! - amonestó a su hermana.

-No, no tengo ganas.

Otra vez quería escabullirse, insignificante ante la presencia soberbia de Alicia.

Partieron sin ella, los miró alejarse hasta que sus voces se perdieron y se esfumó

la risa de su hermana persistiendo el fugaz recuerdo de sus cabellos sacudiéndose en

el aire.

José Amadeo quedó preocupado reprochándose su debilidad ingrata y cuando

volvió a hablar fue una inoportuna protesta.

-Nosotros estamos divirtiéndonos mientras Irene quedó sola en la casa.

-¡Es una tonta!- respondió Alicia y sin más, ágil y alegre dio un brinco y desafió

– ¡Te gano!

Corrió unos metros. José Amadeo la miró indeciso, ella se detuvo y volviéndose,

insistió -¡Corre!

La vacilación molestó a Alicia. Más tarde se lo dijo

-Me gustaría saber quién es el verdadero aburrido

-Perdóname

-Ven conmigo. Marcelo está entretenido con sus amigos

Comenzaron caminar. Sabía a dónde se conducían, al estanque, a la sombra de

aquel roble que se alzaba en la orilla. No hablaron más ni se miraban. Recordó a la

mujer del sueño, aquella mujer desconocida…

Al llegar se detuvieron como en un acuerdo. Alicia se inclinó lentamente y se

hundió en la hierba. Lo miró ansiosa, quizá sonrió. Pero José Amadeo permaneció

erguido, mirándola sin luz.

-¿En qué piensas?- preguntó ella acomodando su cuerpo

-No sé…

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Tenía que hincarse a su lado. Para eso lo había traído a ese lugar, para eso

había crecido ese roble y por ello el estanque estaba tan quieto. Allí estaba ella, con

su cuello, sus hombritos blancos, esperando, saboreando su triunfo erótico y su

derrota. Porque no había amor, lo supo entonces, sólo deseo, sangre, fuego,

desesperación. Esa fuerza que es debilidad, un afán de goce que es crudo tormento.

Amor, no.

Y sin amor… ¿Qué hubiera sido lo que no se dio? ¿Qué lazo habría tendido su

abrazo entre ellos? ¿Cómo hubiera sido el uno para el otro después de estrujar su

pecho contra el suyo?

Naturalmente que ella no lo vio así y jamás se lo perdonó. José tuvo la seguridad

que a sus ojos sólo fue desde entonces un cobarde.

No había muchacha que en esa noche de fiesta no estrenara un vestido. Irene

tenía el suyo, blanco como una azucena. La madre lo apoyó sobre la cama abriendo

su falda como si estuviese bailando el vals. Ella lo contempló con tristeza pensando

que de nada valdría vestirse de ilusión si la de su corazón se marchitaba como la

última rosa del otoño.

-No iré

-¿Y qué harás sola en la casa?

-¿Y qué haré sola en el baile?

-¿Por qué sola? Todos querrán bailar contigo cuando te vean tan bella.

-Soy muy chica

-¿No sabes que las niñas crecen en su primer noche de baile?

Alicia entró al cuarto, dio unos giros en torno a ellos luciendo su bello vestido

rosa.

La madre le comentó la negativa caprichosa de Irene.

A la hora de la siesta Irene y José Amadeo se encontraron en el jardín

-¿Por qué no quieres ir al baile?

-¿Para qué?- respondió desencantada

-¿No va tu amor?

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Irene lo miró interrogativamente. ¡Si él comprendiera! Pero de nada valdría, él

amaba a su hermana y ella era tan solo una niña.

-Sí, él va

-¿Y no bailará contigo?

-No, no lo creo

-Pues entonces te propongo una cosa. Ve al baile y yo trataré que estés contenta.

Bailaremos cuántas piezas podamos juntos. ¿No quieres sacrificarte?

Quizá así yo aprenda a bailar una vez por todas.

-¿Bailarás conmigo? Preguntó Irene con su candor amoroso.

-Sí, si aceptas a un compañero tan poco hábil

-¡Haré el sacrificio!- exclamó ella con alegría.

Castidad

“El amor de Irene puso un bálsamo en su herida porque fue el verdadero amor.

Con ella comprendió que lo platónico dura hasta el primer beso y después se

unen ternura y deseo, cariño y goce, sublimando el uno al otro. José Amadeo le

confesó:

-Puedo ver tres etapas en mi vida. En la primera fui preso de espirituales ansias,

rechazando todo lo carnal que consideraba prosaico y tosco. En la segunda se

despertó mi afán sexual como una intensa necesidad biológica que no podía satisfacer

porque había perdido el amor. Fue el más terrible período.

Ahora, amor y deseo se han conjugado y siento que te quiero con infinita pasión

y apego. Gozo al tocar tu piel, besar tu cuello, tenerte a mi lado, adormecerme en tus

brazos y soñar en nuestra unión por siempre.

Irene lo escuchaba quizá sin comprenderlo. Ella sabía muy poco de aquellas

ansias y aquella lucha, desde el comienzo había amado y podía ahora expresarlo

plenamente. A veces cuando los besos y las caricias los conducían febrilmente a la

cumbre del deseo, veía con sorpresa como José Amadeo se detenía y lo ahogaba en

sus entrañas. Entonces le agradecía su cuidado, por el cual encontraba un motivo más

de amor. José Amadeo encontraba razón de su actitud en el respeto reconquistado a

Dios y a su pequeña novia, pero no podía evitar el acoso de su conflicto.

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-¿Dudas de mi hombría?

_ ¿Cómo voy a dudar si me haces temblar de deseo, llorar de amor, sufrir, reír?

Únicamente puedo ser de un hombre y ¡me siento tan tuya! Has llenado mis

horas y mis ilusiones.

-¿Y cuándo nos deseamos tanto y me detengo?

-¡Oh! ¡Yo sé que eres bueno qué nunca me harás daño!

Era un daño entonces. Una afrenta a sus padres, un atropello a su pubertad,

pisotear sus sueños. Luego no. Cristianamente, en el hogar nuevo, bajo la brisa

apacible de una noche estival que colándose por la ventana entreabierta agitara el

velo nupcial, instantes antes desprendido de la graciosa frente, y llegara al fin al lecho

apenas iluminado por la luna y bendecido por Dios.

Mientras tanto, cuando en la soledad de la noche casi se disipaba el aroma de

su piel, sufría, en el hueco del lecho, por no recuperarlo y no tener al alcance de sus

labios, los suyos, de la mano la tersura de su pierna.

Anfiteatro

Por fin se produjo el encontronazo esperado y temido con la muerte desnuda

sobre las mesas de disecciones. Allí estaba inmóvil el cuerpo humano desprovisto de

toda belleza. Los miembros contraídos, ojos velados y fijos en la nada. Hería esa

insensibilidad de mármol mientras el disector hurgaba bajo la piel. ¿Qué más que una

inutilizada maquinaria podía encontrarse? ¿Habría allí existido un alma que

mereciese ahora una oración?

Percibía algo inexplicable en las sin formas del espíritu que superaba

expectativas y aprensiones. Era la reverencia a la muerte tan misteriosa como el

futuro, e inmediatamente trazó una única línea posible: nada, vida y muerte;

desprendió de toda la humanidad a un solo hombre y los ciclos dejaron de serlo las

tres secuencias revelaban en un solo trazo que jamás encontraría sus extremos. Nada,

vida y muerte.

Los anteriores temores habían perdido sentido. Podía manejar el flamante

instrumental de acero inoxidable sin ataduras de cobardía. Sentía en cambio una

amargura infinita, una tristeza desbordante. La idea que hasta esa tristeza podía morir

en el momento más inesperado no tenía formas todavía.

José Amadeo sufría al presentir lo que aquellos seres habrían vivido y

penado para terminar allí, sobre las mesas de disección, privados de una tumba.

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Cuando dejaron la facultad Adalberto Forti y él continuaban golpeados por una

misma emoción. Tenían honda necesidad de decirse cosas, íntimas palabras que no

habían dado en pensar. José Amadeo, su anhelo de dolor fructífero, el propósito de

hallar una filosofía que contemplara sus inquietudes, el camino al alma por el

conocimiento del cuerpo, de hacerle parte de los que luchan contra la muerte, de

ayudar a los desesperados que ven su vida extinguirse, de merecer a los que se

entregan con valor a su destino, hasta con amor, sin doblar la cabeza, Parte de ese

espacio entre dos mundos.

Se lo confesó vaya a saber con cuáles palabra. Su amigo le respondió

-…corres el peligro de ser lanzado a cualquiera de los dos extremos: místico o

ateo.

Reacomodamiento

¿De qué vale saber de qué estamos hechos?

Un compañero quiso persuadirlo de que el carácter está en relación con redes

corticales desarrolladas por factores múltiples a lo largo de la vida; aludió también

a los trastornos de riesgo sanguíneo causantes de maniáticos celos en los viejos, tras

años de comprensión matrimonial, o la avaricia, la irritabilidad, y cuánta sujeción

material existía en los sentimientos que se le ocurrieran.

José Amadeo renegaba de esas afirmaciones que desembocarían en la negación

de la autonomía espiritual e imaginó la caída del ángel y la propia caída por soberbia.

-No querido amigo. Reduce todo a cuanta anatomía y fisiopatología te plazca,

goza de tu ciencia, de tu teoría, pero no esperes que crea jamás en esa idea que

envenena el pensamiento. Sin la asistencia de Dios no habrá vida sobre la tierra,

aunque logres reunir las sustancias que nos componen o reproducir el sustrato hístico

con una perfección inimaginable. Tu torta no vivirá, no lograrás romper la inercia de

lo no viviente, no habrá recurso capaz de alcanzar lo que pudo la mano de Dios al

modelar al hombre o la voz de Cristo al resucitar a Lázaro.”

Absorbido por estos escritos juveniles iba corriendo el tiempo. Me detuve un

instante a interpretar el sentido latente del nombre que escogiera el profesor para su

protagonista: José Ama-deo.

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“… a pesar de todo, siendo cierta la relación entre anatomía y espíritu,

reduciendo todo lo que vive, piensa, sufre y ama a circunvoluciones, centros corticales

y asociaciones nerviosas: ¿De qué nos vale saberlo?

¿Dejarás de mirar a tu madre con amor? ¿Podrán no emocionarte los ojos de

tu amada? ¿No seguirá siendo la vida el mismo problema, el carácter y las palabras

de los otros la causa de nuestros disgustos, alegrías y entusiasmos?

Nada cambiaría.”

Coincidentemente el relato presenta el recuerdo de alguna rencilla donde el

discurso amoroso asume la forma del cinismo y la agresión gratuita:

-No me impresiona tu mirada por más que trates de endulzarla. José Amadeo

estaba fastidiado y orgulloso se defendía del juvenil encanto conciliador. Su mirada

era divina, “no peleemos más” le decía “¿acaso no prefieres besarme?” Pero él

quería vencerla aún a costa de los besos ofrecidos que hubieran sido deliciosos.

-Si quiero destruir el encanto de tu mirada lo hago fácilmente. Pienso que al fin

de cuentas tus ojos no son más que dos esferas impresionantes, como las que disequé

el otro día, compuestas de túnicas y líquidos, surcada de vasos y nervios desnudos…

Y mientras así decía vio que se empañaban, que una lágrima escapaba de ellos

rodando por su mejilla. Ya no pudo referirla a alguna glándula lagrimal posible. En

ese instante se sintió el mayor cretino del mundo, el hombre más desalmado por haber

destruido en esa niña ilusión tan preciosa, el que los ojos no eran más que el espejo

del alma.

José Amadeo sintió que ella tenía absolutamente la razón. Sus ojos no eran otra

cosa que su espíritu, su hermoso espíritu, y su lágrima, su bendita lágrima, la causa

de un arrepentimiento infinito que lo redimía.”

Al volver las páginas, los siguientes fragmentos exteriorizaban el ir y venir de

las disputas que hacen a la inestabilidad de los amantes.

“También Irene, como sucedió con José Amadeo, pudo ser la antítesis de sí

misma. Fuese producto de un enojo, de esa ira injusta que ciega sin medir el alcance

de las palabras; lo cierto que le había proferido que” era poco hombre.

No pudo encontrar nada tan refinadamente hiriente, ya que la conducta del

muchacho se apoyaba en una fe endeble, que otros se encargaban en mostrársela

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insólita. Irene había sido la única que le había dado sustento y de pronto también ella

la desvirtuaba. Claro que después lloró al comprender el significado de su insulto,

venganza insensata y egoísta por un capricho insatisfecho.

José Amadeo la perdonó, pero la ponzoña ganó el terreno favorable.

También Manfredo encontró campo predispuesto para acuciarlo con su

ideología.

-Ahora que hay amor y deseo ¿por qué renuncias a la conquista total de la

amada? Nadie se detiene ante ella; algún día te arrepentirás de tus renunciamientos.

Será la misma Irene la que te arrostre tu cobardía.

Fue como si Manfredo supiera de aquel incidente, por esa razón no pudo

defenderse dejándolo hablar, trayéndole su memoria amores infecundos como una

corona caída en su juventud, la de su fuerza y de su ardor. Pasaron por su mente las

figuras de un ramillete de mujeres a las que no había sabido ofrecerles más que su

espíritu apasionado, incomprensible, fantasma que no aprisiona, que no impera. ¿Y si

este amor del presente acabara dejando un vacío doloroso?

José Amadeo demostró, como era habitual, entereza y confianza, nada de ello

poseía pero era una forma de huir de su amigo y de su conciencia.

Con todo ella era la única capaz de dar una respuesta, pero no en charlas

fatigosas, los argumentos del corazón y del cerebro no eran fiables, la verdad

pertenecía a la intensidad de la pasión. ¿Qué camino elegiría bajo la presión del

deseo: la satisfacción sexual o su honra de virgen?

Aunque siguiera anhelando la realización del hogar y la concepción de los hijos,

la pureza que depararía un futuro sin culpas, no podía ya evitar el vaticinio de un

desenlace doloroso. No sabía ya que esperar de Irene, de la mujer al fin que nunca

había conocido en profundidad. ¿De qué está hecha el alma de las mujeres, qué espera

su ser que le signifique amor?

En cuanto a él. ¿Qué es un hombre verdadero? ¿Todos los santos tienen mucha

edad?

No le quedaba otra alternativa; ella únicamente podía darle la respuesta, ella,

que en su calidad de mujer guardaba escondido el secreto de la otra mitad del

universo.

Esperó pacientemente el momento que no tardó en llegar en esa casa enorme de

rincones solitarios. Tras un verdadero cálculo de tibiezas encadenadas Irene se volvía

torpe, débil, temblorosa entre sus brazos, ya adormecida y encendida.

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Aventuró su última actitud ante la cual sólo restaba la entrega total o la reacción

de rechazo.

Irene no reaccionó; sus ojos se habían eclipsado, era una niña rendida a su

antojo. Pero lo curioso, lo que no pudo explicarse José Amadeo, es que a pesar de

haber actuado fría y calculadamente, con el único fin de conocer la actitud última de

la muchacha y no de gozarla, se encontró también vencido por esa fuerza irresistible

que generara.

Y ocurrió…”

Arribaba a los últimos capítulos de “José Amadeo” con innegable pudor por el

exceso del relato y su melodramatismo. Podría referirlo al desconcierto juvenil y a los

prejuicios educativos de aquellos jóvenes discípulos de mi profesor, probablemente un

sentido trágico por la angustia que les embargara, sus insatisfacciones, deseos y culpas,

con los que de alguna manera me identificaba. Retomé el escrito hasta su conclusión.

“Aún duraba el sopor. Se habían separado casi inconscientes, tambaleantes,

heridos por una congoja repentina. José Amadeo no podía pensar nada definido,

tampoco dormía, o quizá sí, puede que aquella legión de recuerdos y futuros no

hubiese sido más que un sueño. En él se veía ir y venir, con rostros distintos, con almas

distintas, ideas de amor y sexo contradictorias, diversas, incompletas, no saciadas por

la verdad. Y al fin de un camino donde florecían rosales y se balanceaban los trigales,

una perspectiva borrosa y confusa, aguardándolo con su veredicto.

Entonces voces agitadas llamaron a su puerta y anunciaron con sollozos que

Irene se había suicidado. Se quedó un rato quieto, pensando que era parte de su

entresueño, una más entre las visiones que le guiñaba la vida.”

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A modo de epílogo

Cerré el libro. La vida me había aclarado muchas dudas que turbaron mi juventud.

La vocación, una vez satisfecha, fue motivo de felicidad hallando en el trabajo reposo y

serenidad. Mis ideas morales, aunque las hubiese tenido a montones y severas, no

parecían tener que ver con la inmortalidad ni asociarse con un premio o un castigo; sólo

la tranquilidad de la conciencia. Mi problema sexual ya plenamente satisfecho, se había

transformado en la espera de los hijos que colmarían la vida adulta.

De la calle llegó el ruido de coches y pasos. Me santigüé. Desde un rincón un

parroquiano arrimado al ventanal contemplaba el cortejo rumoroso.

“José Amadeo” sobre mi mesa. Repensé los símbolos del libro: el problema del

joven frente a la vida similar al de un hombre frente a la muerte. Dejé un billete y salí.

Unido a los otros me sumé a sus pasos. La juventud era un diálogo frente al tiempo

que ya había dialogado. Mi maestro había finalizado otro diálogo.

Me avergonzaron las anteriores lucubraciones sobre la inmortalidad. Estaba claro

que no era verdadera esa inmortalidad en un mundo de mortales y que al espíritu que

abandona el cuerpo de nada le vale prolongar su nombre.

No quedaba otra posibilidad que asimilar la inmortalidad al misterio, sin renegar

de Dios, la más excelsa y cuestionable de mis vivencias.

Podía dejarlo estar.

Quizá supiese cuando me fuera. Abocado a la inmanente mortalidad la primit iva

ansiedad se desvanecía yendo sereno por el camino. Me empeñaba en ser contemplat ivo

y aspiraba aceptar el estado de las cosa; cada hombre podía ofrecerme su ideario,

accesible como un cuento para niños, mientras el mundo iba despoblándose a mi lado y

la vida pareciese poner su pie sobre nosotros otorgándonos a su paso la única y breve

posibilidad de existir. Pienso a veces que no somos la vida sino que la vida vive en

nosotros. Me significo entonces como simple apoyo circunstancial de su largo transitar.

Me siento como un animalillo, un vegetal, como el prodigio de una aparición en su ruta,

razón fundamental por la que he acontecido

Así confundido en el séquito, pleno de imágenes diurnas y nocturnas, llegué al

cementerio. Rezaron una oración. Las almas se hablan y no se escuchan, asienten,

congenian, se agradan, pero en realidad pocas veces comulgan. Existe un juego o

compromiso de apoyo mutuo y tolerancia que ofrece una apariencia de similitud, más

las distancias pueden ser inmensas; las verdades individuales, los oídos del espíritu

totalmente sordos.

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Tras recoger un puñado de tierra la gente, como una forma del adiós, lo echaba al

foso. Miré la mano que aprisionaba el libro y vi con sorpresa que en ella no había más

que otro puñado de tierra. Recordé que los entendidos afirman que en unos segundos se

desarrollan esos sueños que nos resultan tan largos por la mañana. Mi sueño era

demasiado largo, demasiado comprensible, para tomarlo como tal. Más real, fácil y

conveniente era pensar que aquel puñado de tierra que mi mano tenía era el “José

Amadeo” de mi maestro.

Y lo arrojé a la tumba.

¿Para no descubrir mi propio engaño? ¿Por no sentirme dueño de mi fantasía?

Hoy todo eso está lejos y esta maldita memoria me desencanta mostrándome los

hilos falaces de la imaginación. Pero aquel día era “José Amadeo” lo que arrojaba a su

silencio, más allá de la frontera que marca el gusano y el germen pudriendo y devorando

la carne. Era el libro anónimo, el suyo, el mío, el tuyo, el que no se escribe y no prolonga

tu nombre en esta vida sin respuestas. El libro sin palabras que vio en tus ojos la madre

que te ha engendrado, la mujer que te ha querido, el niño que durmió en tus brazos. Los

libros silenciosos, el tuyo, el mío, el suyo, que son los únicos que eventualmente llegarán

a saber que hay tras la frontera.

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La abuela cuenta un cuento

Fue una cumplida conferencia para satisfacción de todos, sin embargo sólo

transcribiré algunos fragmentos, pues el mérito corresponde a la bibliografía que utilicé

para su preparación, textos al alcance del lector que recomiendo:

“Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de Bruno Bettelheim, “Tres siglos de

literatura infantil europea” de Bettina Hürlimann, “Las raíces históricas del cuento” de

Vladimir Propp, “Lógica del sentido” de Gilles Deleuze y, por supuesto, las

traducciones de las versiones originales de “Cuentos de hadas” de Perraul, los relatos

de los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, su autobiografía “El cuento de mi

vida”, “Alicia en el país de las maravillas”, “A través de espejo” en fin, textos que

están en este momento a mi lado y otros más, en algún lugar de la casa, a los que por

pereza no voy a buscar. Fue una larga y prolija elaboración para entretener a un grupo

de damas muy apreciado, por años invitándome y sosteniendo su atención, deparándome

halagos. Esta misma tarde conversé con una de aquellas señoras, Dolores César, poeta

multipremiada, y evocamos encuentros de cuarenta años atrás. Del manuscrito que he

recuperado faltan las hojas iniciales, leo en la numerada -3- una frase de Gustav Jung:

“¿Por qué dejamos que se desmorone la casa que nuestros padres construyeron?

Luego, continúa lo que fueron mis palabras:

…la vida contemporánea es cada día más racionalista, más científica, más

utilitaria. El cuento de hadas como objeto de consumo suele ser una adaptación

bastante sosa y casi sin significado, bien ilustrada, en buen formato, pero híbrida…

He consultado muchas librerías buscando textos originales y lo poco bueno que

encontré fueron ediciones antiguas perdidas en bibliotecas de viejos o ediciones para

estudio de adultos. Los más, son adaptaciones. Pero por suerte todavía están las

abuelas, ellas suelen recordar aquellos pasajes importantes de los primitivos cuentos

de hadas y los recrean en los relatos a sus nietos.

Y ya que invocamos a la abuela vamos a detenernos momentáneamente en su

figura, digamos, en su figura arquetípica. La rescato del mismo Hesíodo:

“El Ponto procreó al ingenuo y veraz Nereo, su hijo mayor, quien es sincero y

apacible, y no se olvida de las leyes, además de saber dar consejos, inspirados en la

justicia y en la benevolencia…”

Llaman a Nereo el Viejo Caballero, porque es digno de confianza y apacible,

nunca olvida lo que es correcto, sus pensamientos son benignos y rectos, se lo

representa como un anciano llevando un bastón.

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Era una bella descripción con la cual introducir la imagen de la abuela. Sincera y

apacible, la que no olvida, la que aconseja y es justa y benevolente, la que sabe contarnos

cuentos que fascinan, que permiten externalizar en ellos profundos y difíciles problemas

del desarrollo.

Tenía allí, para mi felicidad, un libro de cuentos que me regalara mi abuelita, y

que aún conservo, y otro que mi hermana me había facilitado para la ocasión, también

obsequiado por ella. Pude mostrarlos y leer las dedicatorias que había estampado en las

páginas vacías. Asombrosamente recuerdo la que dedicó a Chichita

Por un camino ameno

todo lleno de fulgores

con sus colores más bellos

van desfilando las flores

y les pregunto al pasar

cuando voy al lado de ellas:

- ¿En honor de quién Margarita

se realiza este desfile?”

- Pues en honor de Chichita

que hoy cumple sus … … abriles.

En la portada del que me obsequiara, “Cascanueces y los ratones”, escribió

Cuántos cuentos

yo leí en mi infancia

con ojos muy grandes

suspenso el aliento.

Unos llenaron mi mente de negras visiones,

otros de gratas visiones,

celestes y blancas…

Este lindo cuento

se lo obsequio a Carlitos

en el día de su cumpleaños 14 de octubre de 1941

Carlitos es el niño héroe de la familia Delgado.

No había cumplido ochos ños

cuando de un salto espectacular cruzó el

Lago Titicaca… Carlitos es:

inteligentísimo- lindo. - simpático y

¡queridísimo de la Lita!!

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Allí registraba de modo natural y mágico mi condición de héroe. Lo recuerdo

perfectamente: “¡Mirá Lita, que salto que doy!” Y allí voy, volando sobre un pozo para

mí enorme donde los obreros prepararon la cal, ahora apagada y con agua de lluvia.

Mi madre se asusta y ella lo festeja.

En la última página el agradecimiento por alguna esquelita mía.

¡Yo soy una flor marchita!!

Y qué caricia de sol,

y frescura de rocío,

Tu cartita, mi Carlitos

20 de agosto de 1941

Y en la página posterior del mismo libro de cuentos, un hecho preciso de mi

historia, el de mi nacimiento, escrito para mi padre.

¡Han pasado ocho años!

y aún me parece verte como

aquella mañana en la azotea,

agitando en la mano un sobre azul

anunciando con alegría

indescriptible!

¡es un varón! ¡Es un varón!!

14 – oct – 1933,

No sé cómo trasmitir el curioso efecto que me producía esta nota que no llegaba

a indagar, relativa a un sobre misterioso agitado en una azotea y la fuerza de mi sexo:

“es un varón” como sentencia clave de identificación definitiva, cerrada con un doble

signo de admiración.

La siguiente anécdota que transmití a la audiencia concernía a mi madre: era el

recuerdo de las innumerables mañanas en que me contaba, mientras me vestía, las

historias de “Los misterios de París” de una manera que hubiera fascinado a los mismos

Eugene Sue y Víctor Hugo.

Trataba de una pobre niña a quien, en lugar de una muñeca para jugar, le daban

un cuchillo envuelto en trapo, y del amor inalterable y protector de un misterioso

Rodolfo, a quien al fin confundiría o integraría con Jean Valyam, de Los Miserables,

perseguido, aunque inmensamente justo y bondadoso, y de quién después sabría que

era además extremadamente fuerte.

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No estoy muy seguro si estas transcripciones finales de la charla corresponden a

párrafos de los textos señalados al comienzo o son elaboraciones personales, de todas

maneras las incluyo en este capítulo:

“Aclaremos que es un cuento de hadas. Un cuento de hadas es un relato que se

diferencia de otras narraciones porque en él se emplean medios irreales como la magia,

el milagro, las transformaciones. Pero todo cuento de hadas contiene una verdad

íntima aunque el curso del relato sea inverosímil. El cuento de hadas siempre incluye

situaciones que son verdaderas: abandono, hambre, frío, pruebas difíciles,

enfrentamientos con dificultades, anhelos, y estas situaciones se resuelven de un modo

maravillo, con fuerzas extraterrestres o mágicas, como la bota de las siete leguas, la

astucia y sabiduría clarividente, el recurso de la invisibilidad o el apoyo de espíritus

protectores tales como gomos, elfos, gigantes.

En el cuento de hadas ocurre lo imposible por medio de encantamientos y

maravillas. Los peligros también resultan incrementados por la participación de brujas,

ogros, madrastras malvadas; pero lo que es fundamental, el cuento de hadas ofrece

siempre una solución para todos estos peligros.

Este conjunto de fantasías los hace sospechoso a los ojos de pedagogos y

psicólogos, pero destaquemos que sus temas se relacionan con aspectos psicológicos

de la existencia del niño, y por medios mágicos o no, le aportan un final feliz, una

solución a sus problemas.

Precisamente, porque solucionan sus ansiedades es que Lewis Carrol los llamó

“regalos de amor”. Esta es una característica clave para saber si estamos frente a un

cuento de hadas: un final feliz que aporte seguridad, confianza, esperanza contra todos

los temores; se debe sentir que se lo brindamos al niño con amor y que él lo recibe en

esa forma.

De esta manera podemos diferenciar los cuentos de hadas de otras narrativas que

se les parecen pero no cumplen estas condiciones. El mito, por ejemplo.

El mito presenta el tema en forma majestuosa, lleva consigo una fuerza espiritual

y divina, pero sus personajes están muy distantes de nosotros y no podemos

identificarnos con ellos. Son héroes sobrehumanos, muy distintos por supuesto a

Pulgarcito, Hansel y Gretel, la Cenicienta, el patito feo, y por lo tanto lo que les ocurre

nada tiene que ver con nosotros; sólo podemos admirarlos sintiéndonos inferiores. En

el cuento de hadas, en cambio, el niño siempre se identifica non el héroe, con la

voracidad de Hansel y Gretel comiendo la casita de turrón y chocolate, las desventuras

de Cenicienta frente a la humillación de sus hermanas, la astucia de Pulgarcito, la

fanfarronería del Gato con Botas. Todo eso le resulta posible así como las soluciones

felices. Al horno con esa bruja, la zapatilla de cristal era de la niña, y el volar sobre el

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lago Titicaca, el mayor del mundo, como si calzara las botas de las siete leguas o gozase

de una habilidad espectacular. Esos son regalos de amor.

Adenda

En virtud de haber remitido el análisis minucioso de los Cuentos de Hadas a la

lectura de Bruno Bethelheim, quien los ordena en función de las etapas evolutivas, he

privado al lector actual de aquella información que transmití en la conferencia para

complacencia del auditorio. Sin embargo, quiero incluir la referencia que hice de mis

hijos. Me resulta seductor concordarlas con su realidad adulta. El marco de aquellos

apuntes era la comunidad del amor que nos deparaba el hogar. Expresé allí, por 1979,

lo siguiente correlativamente de Martín, Santiago, Inés y Joaquín.

Uno de ellos me habla del hermoso bruto de sus afanes, el caballo, me revela

sus amplios conocimientos técnicos sobre la materia, adhesión de su espíritu

investigativo y afectivo, al viejo amor del hombre de campo, que remonta en gestas,

heroísmos, en la tradición de nuestra nacionalidad. El otro pinta y sueña, se ríe fuerte

desde el televisor y me contagia a la distancia al oírlo, y me río yo también. Su humor

ya ha comenzado a descifrar el mundo. Su luz lo llena de fulgores por encima de

pequeñeces y estrechez. Saluda a la existencia. La niña protege su intimidad, sacraliza

su espacio. Justiprecia con claridad la realidad circundante y vive gozosa y leal sus

relaciones de camaradería. Su alma seria y caritativa se inclina sin mojigaterías a la

asistencia de los más desvalidos. Y el último, el primogénito, me lee sus escritos, su

novela adolescente, que me conmueve la sangre, porque ella al fin es la novela de

vivir.

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Problemas emocionales, vinculares y conflictos propios de las personas de la tercera

edad10

Una primera cuestión es responder en qué difieren sentimientos, emociones y

actividades en los grupos etarios, suponiendo que en definitiva se trata de sujetos

humanos a los cuales le han ocurrido transformaciones físicas, sociológicas y afectivas

sujetas al tiempo vivido, lo que implica evolutivamente el tránsito a través de etapas o

edades. Lógico es pensar que para la continuidad del individuo cada uno de esos

períodos deberá guardar relación con los otros conformando un proceso vital

integrado. De ese logro depende la apertura a nuevas adquisiciones o el alcanzar al fin

la clave de la propia existencia.

La vida de todo individuo cursa a través de alternativas y desafíos signados por

el tiempo que generan crisis o desorientaciones, ya que la necesidad de adaptación y

cambio son en sí mismos conflictivos porque cuestionan la posición a la cual estaba

uno acomodado. Resuelta la integración de lo nuevo y distinto, estabilizada la etapa,

un tiempo después llegarán otras exigencias, nuevas crisis, otra vez la estabilidad y así

sucesivamente.

Muchos son los autores que intentaron ordenar y caracterizar estas etapas. (1)

Por supuesto caben diferencias teóricas. Estas diferencias están vinculadas a la

concepción que tiene cada autor de lo que constituye el núcleo evolutivo de la

personalidad. Los hay que establecen como fundamental la idea del conflicto (2), otros

enfatizan la realización (3) y por último están los que podríamos llamar teóricos de la

consecuencia. (4)

Cada hombre vive de manera diferente y con distinta suerte los pasajes de su

existencia. En los primeros estadios confluyen las disposiciones constitucionales con

los aspectos del entorno, las experiencias vitales se van sucediendo en tanto que la

evolución de la personalidad se complica de tal manera de sujeto a sujeto que ocurre

un verdadero "fenómeno de dispersión". Lógico corolario es evitar generalizaciones

sobre las características del hombre de edad. El criterio de dispersión señala que a

medida que pasa el tiempo es mayor la disparidad de comportamientos o de rasgos

entre las personas. Por lo tanto en más pasible computar estadísticamente las conductas

de los niños que la de los de 70 años, ya que en esa edad la variabilidad será mayor.

No sería adecuado entonces caracterizar a una persona en su tercera edad con

un patrón genérico, cada uno será en su vejez un poco como ha vivido y aprendido: "el

envejecimiento como todo lo humano siempre lleva el sello de lo singular, de lo único,

10 Trabajo Monográfico para el Curso Virtual “Educación para el Envejecimiento” dirigido por la Dra. Virginia G de

Vigueras: “noviembre del 2001. Nominada para su publicación en la Revista Tiempo, en la sección Monografías y en su número 9.

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de lo individual". Por otra parte, y complicando aún más las cosas, algunos estudios

han demostrado que los rasgos de la personalidad no necesariamente se mantienen

estables en la edad adulta. Es muy posible que con el avance de la vida muchos se

liberen también de los condicionamientos negativos y se abran a una mayor

comprensión de la vida y a sentimientos que trascienden los rasgos estereotipados de

la personalidad.

Convengamos entonces que la tercera edad no presenta un tipo caracterológico

único. Sus integrantes no constituyen grupo homogéneo, sino más bien depende de la

caracterología individual y el desarrollo espiritual la posición que cada uno tome frente

a las problemáticas con que lo enfrentan los años. El grado de conflicto que representa

para cada uno llegar a viejo y las conductas defensivas que se adopten para evitarlo

estarán determinadas por la historia personal, el sedimento de experiencias, fantasías

y represiones que, aunque permanezcan inconscientes, condicionan habitualmente la

ideología y la forma de reacción.

Siempre ha existido la tendencia a adjudicar a todo un grupo las características

que llaman la atención en algunos de sus miembros, actitud generadora de prejuicios

sobre la tipología de un grupo etario. (3)

La mediana edad nos ayuda a comprender mejor la transición hacia las

problemáticas psicológicas de la tercera, que son entre otras las problemáticas del

envejecimiento. Con "mediana edad" nos referimos a la etapa entre los 45 y los 65 años.

Esta es la época en que la gente debiera haber encontrado el modo de subsistencia y

completado la crianza de los hijos aunque aún se los apoye iniciándose, al mismo

tiempo, la función de abuelos. Ocupa también un lugar importante el cuidado y la

preocupación por los propios padres.

Con respecto a lo social una gran parte de esta población constituye las fuerzas

vivas. Soportan o gozan la responsabilidad del poder, la toma de decisiones, el manejo

de temas relacionados con la educación, la salud, la juventud, la vejez. Otros ocupan

su lugar en fábricas, sindicatos, organizaciones barriales, clubes, parroquias. Un

enorme número de seres se habrán adaptado o no a un entorno limitado y rutinario.

Quien más, quien menos requieren recursos y fortaleza, confianza en sí mismos,

paciencia o defensas contra la ansiedad y los sentimientos de inseguridad.

Al mismo tiempo, para todos ellos, esta es la época que marca el paso hacia la

tercera edad, sentida por muchos como vejez. Los propios padres van muriendo y eso

coloca al individuo ante la sensación de un final que se aproxima y genera la idea de

deambular por un campo minado. Sentimiento depresivo de raigambre evolutiva que si

bien aporta un sentido justo de fragilidad, puede impedir un buen envejecimiento.

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Sus consecuencias implican reacciones de rechazo y actitudes inapropiadas que

van de envidia a la juventud a posiciones de intolerancia, autoritarismo o crítica. La

hipocondría no es extraña así como tampoco la angustia frente al espejo, cruel delator

de los cambios corporales. Hay quienes ceden a una predisposición alcohólica,

tabaquismo u otras adicciones medicamentosas. Curiosamente la promiscuidad sexual

puede ser un intento de salida o negación al paso del tiempo, como caer en

intempestivas tormentas y rupturas matrimoniales. La contrapartida es el peligro de

transformar la vida de la pareja en una insatisfacción permanente, aburrimiento o

rutina.

Por el lado no conflictivo están los sujetos que aceptan la idea de un ciclo vital

normal y esperable y se atienen a hacer lo que corresponde a su edad. Al fin de cuentas,

la identidad se sostiene en la capacidad de elaborar los duelos y dar respuesta positiva

a renunciamientos impuestos por el curso de la vida. Ayer fue tener que dejar la casa

paterna, circunscribir los proyectos juveniles en atención al trabajo y cuidado de los

hijos, y ahora será asumir la disminución de las energías y despuntar del climaterio y

la estrechez de la jubilación. Si el sujeto piensa y actúa con criterio pasará en lugar de

una crisis que desorienta, a una comprensión de la psicología del tiempo para la cual

ya está medianamente preparado. Sabe que pronto habrá de alcanzar la tercera edad y

se trata entonces de ir preparándose.

La idea del tiempo que corre o nos alcanza no es un mero fenómeno del viejazo.

Aún en plena juventud esta conciencia se hace temible y dolorosa. El joven

Siddhartha abandonó sin pensarlo el suntuoso palacio donde moraba, cuando

inesperadamente contempló la vejez, la enfermedad y la muerte en sus súbditos. No

olvido tampoco aquellas canciones de los Beatles al margen de las pasiones y ritmos

juveniles que de pronto nos embargaban con su melancólico sentido:

When I get older

Losing my hair

Many years from now…

Su título es "When I'm sixty four", es decir: "Cuando tenga 64 años". Su

traducción dice más o menos:

Cuando sea viejo, pierda mi cabello

dentro de muchos años

¿Me seguirás mandando una postal por San Valentín,

Felicitaciones de cumpleaños

Una botella de vino?

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Si hubiera estado afuera hasta las tres menos cuarto

¿Me cerrarías la puerta con llave?

¿Seguirás necesitándome, seguirías alimentándome

Cuando tenga sesenta y cuatro años?

Tú serás vieja también

Y si dices la palabra

podría quedarme contigo.

Yo sería habilidoso cambiando los fusibles

cuando se fundiera la luz

Tú puedes hacer un suéter junto al hogar

El domingo por la mañana dar una vuelta

cuidando el jardín, arrancando las hierbas

¿Quién podría pedir más?

Todos los veranos podemos alquilar una casita

en la Isla de Wigth, si no es demasiado cara,

podemos reducir gastos y ahorrar

los nietos en tu rodilla

Veram Chuck y Dave.

Mándame una postal, ponme dos líneas

Diciéndome tu punto de vista

Indica exactamente lo que quieres decir

Tu seguro servidor que se consume

Dame tu respuesta, rubrícala:

Mía para siempre.

Will you still needme

Will you still feed me

When I'm sixty four.

Curioso. También la tercera edad tuvo su lugar entre las canciones de estos

fenomenales músicos, y de una manera encantadora.

Veamos cómo se nos muestra la vida: Hoy, a 35 años de esta canción de John

Lennon y Paul McCartney sabemos que:

• John murió asesinado, no llegó a viejo, sus hijos son músicos como él;

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• a Paul lo trató de otra manera el tiempo: aunque él sigue siendo un compositor

exitoso y sus hijos son jóvenes realizados, tuvo que sufrir la muerte de su esposa Linda

por cáncer de mama.

• A George Harryson que es productor de cine, le extirparon un neo de laringe.

• Ringo continúa en lo suyo y con su familia sin demasiada estridencia. Han

sobrepasado los 64 años que anticipa la canción.

Hay otra composición de ellos: Eleanor Rigby. Dice:

Mira a toda la gente solitaria

¿De dónde vienen?

¿A dónde pertenecen?

Eleanor Rigby murió en la Iglesia

Y fue enterrada junto a su nombre

Nadie vino

El Padre McKenzie se limpió el barro de las manos

mientras se aleja de la sepultura

Nadie se salvó

Toda esa gente solitaria

¿De dónde viene?

¿A dónde pertenece?

Ambas canciones cubren un espectro interesante: por un lado nos describen la

calidez de un invierno compartido junto a los leños, el sol de los veranos a gozar

todavía, la seguridad de contar con asistencia. El sabernos necesarios y el importarle

a alguien, aspectos fundamentales de la autoestima Y del otro lado: la soledad como

tragedia. No la soledad accidental. O la consciente y asumida, que es buena para el

hombre, sino la del abandono o del marasmo social.

Después del gran despliegue de la juventud el hombre deberá lograr la calma.

Los cuestionamientos adquieren una tonalidad más severa y se insinúa la necesidad del

autocuidado. Será conveniente conocer algunas cosas sobre la vejez pero también

superar unos cuantos prejuicios para mejor abordarla.

Surge la pregunta inevitable: ¿cuánto viviré?

Hay un par de términos relativos a esta cuestión: "expectativa de vida" y

"esperanza de vida".

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Cuando se habla de expectativa de vida se está haciendo referencia al número de

años que le resta a una población de una edad determinada. Este número ha variado a

través de los siglos y se calcula actualmente para una sociedad tecnológicamente

desarrollada en 78 años. Frente a esta cifra que puede impresionar a quien la está

alcanzando oponemos otra pretendidamente tranquilizadora: surge de la esperanza de

vida, basada en el concepto de "término de vida". Esta última señala el tiempo total de

vida teórico calculado para una especie, que para el ser humano ausente de patología

y de condiciones ambientales adversas, se calcula que puede llegar a los 112 o 114

años. Se aclara entonces que, por ejemplo, a un sujeto de 55 años, libre de incapacidad

en un país desarrollado, le corresponde como expectativa de vida 13 años, lo que no

significa que va a fallecer a los 68. Esto es simplemente un cálculo estadístico sobre

poblaciones. En cambio, el término de vida está programado genéticamente y el sujeto

puede responder a esta programación mucho más allá de lo establecido como

expectativa. Por supuesto, tiene un límite: hay un reloj biológico que es el programa

genético que marca el lapso establecido para los individuos de la especie. Con este

recurso optimista de moratoria queda por enfrentar los otros prejuicios, basados en la

enfermedad y la fragilidad del anciano.

En principio, es fundamental saber que el envejecimiento no es una enfermedad.

Debemos considerar que existen enfermedades propias del envejecimiento, de la misma

manera en que hablamos de enfermedades propias de la infancia, adolescencia o de la

vida adulta. Pero el envejecimiento no es patológico. El envejecimiento normal es un

concepto estadístico según el cual se admiten una o dos patologías crónicas: artrosis,

cataratas, trastornos sensoriales auditivos, hipertensión arterial, osteoporosis, todos

estos trastornos son prevalentes en las personas mayores. Teniendo en cuenta que el

concepto de salud de la Organización Mundial de la Salud implica un completo estado

de bienestar psicofísico y social en ausencia de enfermedad, en teoría nunca podríamos

aplicarlo a las personas mayores.

Las enfermedades más importante de la vejez son: cardiopatías, cáncer,

accidentes cerebrovasculares, demencias. Esta última es padecida por un 4% de

individuos mayores de 60 años y alrededor del 20 al 24% en individuos que sobrepasan

los 80 años. Por ello, otra cuestión muy importante, vinculada a esta diferencia entre

enfermedad y envejecimiento, es que: si bien la demencia es la gran preocupación de

la vejez, no debe considerarse una parte del envejecimiento.

Es cierto que existe un trastorno de la memoria asociado a la edad, también

llamado olvido benigno de la senescencia. Se presenta en el 38% de la población contra

un 37% que no lo manifiesta. Como estas cifras son semejantes es justo pensar que

podríamos distinguir entre un envejecimiento exitoso y otro que no lo es. Pero en todo

caso, estas dificultades de la memoria son propias de una declinación y no de un

deterioro. La declinación pasiva es un proceso esencialmente cronológico, no

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patológico, que tiene su peso en la consideración de un envejecimiento no exitoso, mas

no tiene el mismo significado de la palabra deterioro, que es la que se aplica a lo que

ocurre en la enfermedad llamada demencia.

Por lo tanto puede dividirse la senescencia como: la esperable o habitual, la

senescencia exitosa o la que no lo es, y por último la senescencia con minusvalía, que

es la de los individuos que envejecen con enfermedades incapacitantes.

Los cambios relacionados con la edad son modificaciones en piel y faneras,

alteraciones óseas y articulares, fallas en la termorregulación, defectos visuales,

olfatorios, gustativos y auditivos; a lo que se suma a nivel del sistema nervioso,

disminución del volumen cerebral, más evidente en el hombre que en la mujer. Del

cerebro de 80 años se dice que pierde volumen total y peso. Pierde neuronas en forma

selectiva, se ha investigado que esta disminución no está exclusivamente relacionada

con la pérdida neuronal sino con una disminución de su tamaño. Alrededor de un 50%

de disminución de las neuronas es la sustancia negra, sin que estemos hablando de

enfermedad de Parkinson, hasta un 25% de disminución en las neuronas de la corteza

del lóbulo temporal.

Consideremos por último un tema importante que es el de la frustración y las

reacciones típicas frente a la misma.

En todas las etapas de la vida, la frustración puede producir regresiones como

una forma de defensa. Así, como ocurriría con un niño de cuatro o cinco años que viene

evolucionando bien y que se frustra de pronto con la llegada de un hermanito, iniciando

en consecuencia un retroceso a épocas en la que contaba con mayores seguridades

afectivas, volviendo a mojar la cama y adoptando conductas más infantiles y

dependientes de las que ya había logrado; así también puede ocurrir en posteriores

edades cuando ante una frustración se retorna a conductas compensatorias primitivas.

Un adolescente frustrado se exterioriza, por ejemplo, con un desarrollo sorpresivo de

agresividad, obstinación o un accionar obsesivo, para lo cual cuenta con la fuerza

expresiva de su cuerpo, camarillas, la calle, símbolos de poder como la indumentaria,

la música, la droga o el alcohol. Un adulto frustrado puede apelar a la racionalización

sosteniendo conceptos falseados con gran intensidad afectiva. Para ello cuenta la

potencia de su voz y un área de influencia donde encontrar apoyo a sus excusas. Pero

cuando nos hacemos viejos, el intento de regresión se dificulta porque ya no se cuenta

con los recursos equívocos y los respaldos de tiempos pasados. Toda regresión

infantilizada es descubierta y reprochada como argucias de viejo o sencillamente

senilidad, las áreas de influencias se han estrechado o desaparecido, no se posee ya un

mundo compartido, uno ya ha sido reemplazado o excluido y no se dispone de poder.

Al no compensar la frustración se produce entonces una herida narcisista, es decir una

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herida en el amor propio. Y esta herida motiva de inmediato una reacción afectiva que

denominamos depresión.

La reacción depresiva puede ocurrirle a cualquier persona que frente a la

frustración no encuentra al menos compensaciones regresivas; el anciano le imprime

un sello particular a sus trastornos los que pueden alcanzar no sólo la inhibición de

funciones motoras, temblores, acciones inadecuadas, movimientos inútiles; sino

paralización, negativismo la enfermedad y hasta la muerte por paros

cardiorrespiratorios. Si en cambio, cuenta con experiencias positivas cercanas y

recursos que permiten enfrentar con éxito la situación frustrante, la depresión no dura

y se cura la herida narcisista.

Para el hombre que envejece se trata, en primer lugar, de no permitir que se

diluya su personalidad en el modelo estereotipado que se le ofrece de lo que es un

anciano. La gente puede creer sinceramente que corresponde ubicarlo en un museo. Sin

malicia, esperar que cumpla con la significación arquetípica de la declinación y

aproximación a la muerte. Aquí pesan los prejuicios de considerarlos enfermos o

discapacitados, pobres de coordinación motora y expuestos a accidentes, que debieran

estar hospitalizados o internados en instituciones especiales.

Los que le rodean con cariño sincero no debieran creer que solamente han de

servir para cuidar una supervivencia, sino que les corresponde ser interlocutores

auténticos para la expresión del sentido mismo que el viejo porta de la existencia.

Otras veces la actitud no es tan inocente y desde la sociedad quiere venderse la

ideología de que el hombre anciano va a pesar improductivamente en la economía, de

que con él se trata de un individuo enfermo o incapacitado que sólo dará gastos y

trabajo, o de un jubilado necesariamente carente de recursos y obligado a una magra

retribución por el cual el estado o la misma familia no pueden hacer mucho más sin

empobrecerse. No sería extraño que, como lo imaginó Bioy Casares, llegaran a

declarar "La guerra del chancho".

Todo viejo tiene cosas sencillas e importantes para dar: atender, saber escuchar

con tolerancia, sonreír alegre o pensativamente, dar consejos aunque sólo sea en forma

de opiniones, ayudar a los otros recordando escenas agradables de su pasado, aceptar

que los jóvenes también pueden dar consejos sobre aspectos actuales de la existencia,

comprender que sean como fueren, los hijos y los nietos son la continuidad de su

plasma, una forma de continuar en la vida aunque tenga uno que dejarla.

Una manera especial de evitar las heridas narcisistas son las reminiscencias. Esta

actividad está facilitada por la memoria remota que se conserva intacta. La

reminiscencia se produce en cualquier edad de la vida. Su objetivo general es

experimentar el deleite que conlleva comunicar información acerca del mundo y

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experiencias significativas. Generalmente tienen una finalidad narcisística íntima que

es la de conseguir reafirmación. Acercan los tiempos del pasado y el presente, dan una

cierta continuidad y nexo entre las generaciones. Por eso requieren audiencia de otra

generación al reminiscente. Los jóvenes suelen ser buenos escuchas, a veces pacientes,

otras, interesados; los niños gozan con ellas cuando la dispensa un abuelo que se hace

amar.

Y si vemos bien, donde hubo amor, los ancianos no suelen estar aislados de sus

familias. Hay quienes deploran la ausencia de una abuela en casa así como de la

colaboración que puede prestar en la compañía y el cuidado de los niños.

Está también la cuestión de la independencia: cuando no están imposibilitados,

aparentemente son frecuentes las veces en que ambas partes prefieren hogares

separados. Los hijos de los ancianos tienden a vivir cerca de la casa de sus padres, los

visitan con frecuencia y le brindan mucho apoyo. El teléfono es otra manera de

mantenerse en contacto. Existe además la situación contraria, cuando la posición de

los abuelos es buena y sus hijos aún no están acomodados. Y aún la del hijo soltero o

del separado o separada que vuelve a casa, a veces con todos los niños.

Aunque en nuestra época de avances tecnológicos, la senescencia exitosa no es

equivalente a la sabiduría o la suma del saber que coleccionaban los ancianos de la

antigüedad. Aunque el viejo de hoy no puede enseñar mucho a nivel tecnológico;

conservando en todo caso la artesanía y el saber tradicional; aún con todo esto a cuesta,

sigue siendo un ser humano significativo, porque él es el resultado de la vida. Le queda

la tarea de saber transmitirlo, hacer su experiencia comunicativa. De allí que la gran

profilaxis contra la soledad, el abandono y la desesperanza sea la integración por los

otros gracias a la escucha, junto al respeto por su independencia.

Por otra parte: cuidado con la creencia del progreso tecnológico. Salvo en lo

operativo, el progreso tecnológico es un mito. Los antiguos problemas de la sociedad

no los ha resuelto, siguen siendo los mismos. En las relaciones humanas no hacen falta

las medidas y precisiones de la técnica, la mensura no sirve demasiado. Con el

desarrollo tecnológico uno se puede quedar atrás, pero no todo es tecnología. Entonces,

de alguna manera, el viejo tiene su encanto. No es un decrépito que necesariamente

queda fuera de carrera; ingresa a un ámbito estacionario pero no está fuera de la

existencia.

Pero aunque al fin, si bien no necesariamente, tengamos que aceptar la

decadencia no nos olvidemos que la persona humana, no importa cuánto tenga, siempre

intenta integrar su personalidad con lo que le queda.

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Cierro con un suceso personal y sus derivaciones literarias. Desperté una noche

por irritación laríngea con tos molesta, así que acomodé unas almohadas, me senté en

la cama y encendí el televisor, cosa que mi buena Mabel me ha dicho muchas veces que

lo haga tranquilo porque no la desvela. Desde siempre me han dado un poco de trabajo

las noches, quizá por el hábito prolongado de las guardias y asistencias nocturnas;

podríamos pensar entonces que no se trata de cosas de la edad.

Haciendo zapping me detengo en una película que no conocía pero identifiqué

rápidamente como una versión de la obra teatral "La loca de Chaillot" de Jean

Giraudoux.

Me atrajo y olvidé la tos y el volver a dormir.

Hay un pasaje en el cual la anciana protagonista persuade del valor de la vida a

un joven desesperanzado. No pude menos que asociarlo con esa capacidad de locura

que es la ilusión poética. Por la mañana fui al texto y repasé la escena que ahora

transcribo. Dice así:

"Todos los vivos tienen suerte…Evidentemente, el despertar no es siempre muy

alegre. Eligiendo en el cofre hindú el cabello del día, sacáis la dentadura postiza del

único vaso que ha quedado del juego después de la mudanza de la calle Bienfaissance,

y podéis evidentemente, sentiros un poco decepcionado de este bajo mundo, sobre todo

si acabáis de soñar que erais una niña y que ibais a recoger frambuesas montada en un

burrito. Pero para sentiros atraídos por la vida, basta encontrar en vuestro buzón una

carta con el programa del día. Esta carta la escribe uno mismo la noche anterior; es lo

más razonable: recoser mis enaguas con hilo rojo, planchar mis plumas de avestruz,

escribir la famosa carta atrasada, la carta a mi abuelita, etc. etc. ….Después, cuando

os habéis lavado la cara con agua de rosas, secándolas, no con este polvo de arroz que

no alimenta la piel, sino con un poco de almidón puro; cuando os habéis puesto, para

controlarlas, todas vuestras joyas, todos vuestros broches, incluso los botones en

miniatura de las favoritas, y los pendientes persas con sus pedantifs haciendo juego; en

una palabra, cuando vuestra toilette para el desayuno está terminada y os miráis, no

en el espejo que no dice la verdad que es falso, sino en la parte inferior del gong de

cobre que perteneció al almirante Courbet, entonces Fabricio, estáis adornado, estáis

fuerte, podéis marchar.

Después todo resulta alegre y fácil. La lectura del diario primero. Del mismo

diario, naturalmente, no crea que vaya a leer esos impresos actuales que propagan la

mentira y la vulgaridad. Yo leo Le Gaulois y no me amargo la vida con sus novedades,

sino que leo siempre el mismo número: el del 7 de octubre de 1896. Es el mejor. El

artículo sobre los hombres de la condesa Diana está completo…con el post scriptum

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sobre el talle a la Bressant. Y anuncia como última noticia la muerte de Leonor Leblanc.

Habitaba en mi misma calle, pobre mujer, cada día tengo un sobresalto…

Y más adelante:

Mi paseo, Fabricio. Voy a vigilar a las malas gentes de Chaillot: los que fruncen

los labios, los que golpean a hurtadillas las paredes de las casas, los enemigos de los

árboles, de los animales. Dudan si matar al plátano del museo Gallera o dar comida

envenenada al perro del carnicero de la calle Bizet. Cito a estos dos protegidos porque

los conozco desde pequeñitos. Para que estos bandidos pierdan todo su poder, es

necesario que yo pase a su altura. Por la izquierda. Es duro, porque el crimen marcha

rápido, pero tengo el paso largo; ¿no es verdad amigos? ¡Nunca el plátano ha dado

tantas vainas y tanta borrilla! ¡Nunca el perro del carnicero de la calle Bizet se ha

paseado más alegre!

No es mi intento reivindicar la locura, indudablemente siempre respetable; pero

aún en ella podemos encontrar algo sabio y sagrado. Cuántos extravagantes, como la

loca de Chaillot, portan al borde de la ridiculez el estandarte de la vida. En vano será

que el personaje del trapero, de buena fe, trate desalentarla diciéndole:

Usted vive en un sueño. Cuando decide a la mañana que los hombres sean

hermosos, las dos arrugas que el portero de su casa lleva en la cara se tornan tiernas

mejillas para besar. A nosotros, ese poder nos falta. Desde hace diez años, los vemos

salir de sus cuevas, deambular cada vez más feos, más malos.

…Somos los últimos hombres libres, la época de la esclavitud llega y no tardará

mucho.

Estas advertencias son para nosotros un motivo más para que, disponiendo

todavía de lucidez y energía, prolonguemos esta monografía iluminando el tema que

aún no se desarrolló: emociones, sentimientos y actividades de la tercera edad. Tema

que está vivo en la intención pero que no puede ser compendiado ni reducido, sino que

en cambio le cabe exteriorizarse a través de una intimidad abierta y permitida, con

palabras plenas a intercambiar, como lo ha sido el encuentro al que Virginia V de

Vigueras ha convocado.

Muchas gracias.

Notas:

(1) - Erik Erikson, continuamente citado cada vez que se abordan las edades del hombre,

diferenció ocho etapas o estadíos, a cada uno de los cuales le corresponden pulsiones

esenciales, vínculos específicos y crisis psicosociales que según como se resuelvan tendrá

consecuencias trascendentales en la evolución de la personalidad.

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En la primera etapa del desarrollo (oral) el niño está indefenso y corresponde a otras

personas alimentarlo, protegerlo y tranquilizarlo. Si se satisfacen estas necesidades, el niño

concebirá al mundo y su participación en él con una actitud generalmente confiada; en cambio

si se lo carencia gravemente se instalará en su psiquismo una inseguridad básica

Pasamos luego a la segunda etapa, que coincide con la anal freudiana del segundo año

de vida. Para el psicoanálisis las pulsiones anales engendran un conflicto entre el retener o dar,

frente a la presión externa que quiere regular estas funciones. Por eso se considera que la

educación esfinteriana es el primer tránsito por la ley y el orden. Su feliz cumplimiento determina

rasgos ulteriores que indican autonomía y en cambio el fracaso conduce a expresiones

posteriores de vergüenza y duda. Si el medio social alienta gradualmente al niño a controlarse

por sí mismo cuidando al mismo tiempo de respetar sus indecisiones entre el dar o el retener,

se depositan las simientes de la autonomía ulterior. Caso contrario, se desarrollará la

vergüenza y la duda.

(Erikson piensa que la vergüenza es la cólera vuelta hacia uno mismo, que siente el

individuo frente a quien lo castiga por haber intentado desempeñarse con autonomía. El sujeto

pensaría algo así como: no están errados los que me castigan; el equivocado soy yo por mi

ineptitud y falta de mérito. Por eso, este sentimiento de vergüenza va de la mano con la duda

acerca de uno mismo. De adultos dudarán constantemente y procurarán ocultarse, no sea que

el escrutinio de los otros los avergüence).

La tercera etapa, se asemeja a la etapa fálica de Freud, abarca aproximadamente de los

tres a los cinco años. El chico juega sus roles entre los miembros de su familia básica. Es el

tiempo de las ganas de hacer, de un modo inmediato y posesivo. El hacer sugiere placer en el

ataque y la conquista. En el varón se destacan los modos intrusivos o penetrativos; en las niña,

el apropiarse con una posesión perversa, o en la forma más amable de lograr haciéndose

atractiva o seductora.

La culpa está allí cerca, reforzada porque con sus conductas a veces atraen una censura

enérgica. Si los padres regulan los deseos intrusivos con amor y sin sanciones excesivas se

habrá alcanzado la base de la iniciativa y la responsabilidad. En caso contrario se inhibirá el

deseo y la acción desarrollando resignación y culpa, de lo que surge el sometimiento, la

sensación de falta de valía e incluso la irresponsabilidad.

En la cuarta etapa el niño ingresa en la escolaridad, comienza a ser un trabajador y un

posible proveedor. Aprende a conquistar reconocimientos haciendo cosas. Ya no es el hacer

mediante un ataque directo o convirtiéndose apresuradamente en papá o mamá, como en la

situación edípica. Ha experimentado un sentimiento de finalidad en sus nuevos medios en

relación con el hecho de que no hay un futuro viable para sus deseos posesivos dentro del

seno de la familia. Está preparándose para ir más allá a realizar su destino. Desarrolla

industriosidad. Se adapta a las herramientas, puede convertirse en entusiasta productor.

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Lo amenaza el peligro de la falta de aptitud y de inferioridad.

Se ingresa a las etapas siguientes con el legado de las anteriores. Tomemos en cuenta

que importante es esto. La vida adolescente y adulta depende en gran parte de los éxitos o

fijaciones sufridos hasta entonces.

En la quinta etapa, aparece la identidad o la difusión de roles. Esto depende de la

creación de relaciones adecuadas con el mundo exterior. Intentan integrar asociaciones,

identificaciones con sus pares, confiados en el valor de la semejanzas grupales y discriminando

opuestos. La tarea de cristalizar una identidad es muy dura y saturada de ansiedad por lo que

muchos se identifican excesivamente, con fines de protección, con camarillas y multitudes,

hasta el extremo paradójico de una pérdida de identidad También pueden interpretarse de este

modo muchos casos de enamoramiento juvenil.

La sexta etapa comienza cuando concluye la adolescencia. Se cumplen los procesos de

individuación y desprendimiento. Se orienta hacia la intimidad. Más para tener la posibilidad de

conquistarla, la persona debe ofrecerse libremente en situaciones que exijan un mínimo de

autoprotección. Si el desarrollo previo no ha sido feliz es posible que la persona no esté

dispuesta a correr el riesgo del sufrimiento que acompaña a los fracasos momentáneos en la

búsqueda de la intimidad. En este caso se retraerá para sumergirse en un profundo sentimiento

de aislamiento y en la consiguiente absorción de su propio yo.

A medida que avanza la edad adulta se inicia la séptima etapa. El eje principal es la

generatividad en oposición al estancamiento. Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un

libro…ese viejo adaggio es la expresión del impulso a la generatividad. Los temas de la

intimidad o del aislamiento de la etapa anterior cobran aquí mayor importancia.

Por lo que al iniciarse la octava etapa la persona se ve en la problemática de alcanzar

un sentimiento de integridad del yo o caer en la vivencia del fracaso y la desesperación por

haber perdido su vida.

Esta etapa permite la más acentuada certeza del yo respecto de su propia inclinación al

orden y al sentido de la vida. Un amor postnarcisista del yo humano -no de la persona individual -

como expresión de un cierto orden mundial y un sentido espiritual.

Para quien alcanza esta integridad del ciclo vital -que como sugiere el término es una

forma de sentirse ÍNTEGRO- se acepta un tipo de vida como el definitivo, el que corresponde

preservar, mantener, inspirar. La desesperación, en cambio, se expresa en el sentimiento de

que la vida es corta, excesivamente corta para el esfuerzo de reorientarla, iniciar otra vida e

intentar diferentes caminos que nos lleven a la integridad. El disgusto oculta la desesperación.

(2) - MODELO DE CONFLICTO: Se supone que la persona sufre permanentemente e

inevitablemente el choque de dos grandes fuerzas contrarias. La vida es un compromiso que

en el mejor de los casos implica un equilibrio dinámico de las dos fuerzas, y en el peor un inútil

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intento de negar la existencia de una de ellas. Tiene dos versiones: Psicosocial, la fuente de

una gran fuerza se encuentra en la persona como individuo pero la fuente de la otra está en los

grupos o las sociedades. Intrapsíquica, las dos grandes fuerzas se originan en la persona.

(3) - MODELO DE REALIZACIÓN: Supone la existencia de una gran fuerza y la sitúa en

la persona. Concibe la vida como la expresión cada vez más definida de dicha fuerza. Aunque

el conflicto sea siempre posible, no es necesario ni permanente. También tiene dos versiones:

Versión de ejecución, la gran fuerza adopta la forma de un plan genético que determina las

cualidades especiales de la persona; por lo tanto la vida fecunda es el proceso de realización

de las cualidades. Versión de perfección, no destaca las cualidades determinadas

genéticamente tanto como los ideales de los que es bueno, excelente e importante en la vida;

la gran fuerza representa el movimiento hacia esos ideales de perfección.

(4) - EL MODELO DE CONSECUENCIA: No se destacan mucho las grandes fuerzas,

singulares o duales, en conflicto o no. Más bien se atribuye importancia a la influencia

formadora de la realimentación originada en el mundo exterior. Si ésta concuerda con lo que

se esperaba, o con lo que era corriente, hay reposo. En caso contrario, se desarrolla cierta

tensión. Pero lo importante a destacar es que en este modelo los contenidos de la personalidad

están constituidos sobre todos por elementos aprendidos en la interacción con el mundo

Me decía una señora que esto de las etapas no es más que una consecuencia de la

desintegración y discriminación de la sociedad actual. Que en sus tiempos había simplemente

niños, jóvenes, adultos y abuelos. Que los muchachos no necesitaban una "disco" ni los

abuelos un "club geriátrico". A los bailes o reuniones festivas concurrían tanto los jóvenes como

los niños, padres, familiares, amigos, abuelos, y todos la pasaban bien. Que los viejos no

necesitaba ir a juntarse con otros a ninguna parte, porque las familias todo lo compartían y no

excluía a sus miembros salvo en situaciones dramáticas como las rupturas o la sanción.

BIBLIOGRAFÍA

La totalidad de las clases del Curso Virtual Educación para el

Envejecimiento.

Un desafío al tiempo: educación permanente - Graciela Petris, Virginia V.

de Viguera

Vivir la vejez positivamente - José L. Conde Salas

Reflexiones sobre el envejecer - Virginia V. de Viguera

Cuerpo y envejecimiento - David Slavsky

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Prejuicios, mitos e ideas erróneas acerca del envejecimiento y la vejez -

Virginia V. de Viguera

Pasajeros del tiempo - Virginia V. de Viguera

10 años después ¿el mismo desafío? - Graciela Petriz

Duelo y salud mental en la vejez - Colin Murray Parkes

Reminiscencia - Virginia V. de Viguera

Revista de psicogerontología: Tiempo.

Revista Argentina de gerontología y Geriatría

Revista Medicine N° 45 – 46 Geriatría I – II Agosto y Setiembre 2000

Erikson, Eric H.: El ciclo vital completado. Paidós 1985

Fiske, Marjorie: Edad Madura ¿Lo mejor de la vida? Harper & Row

Latinoamericana 1980

Folino, J.O.: "Delirium y demencias" en Introducción a la psiquiatría.

Editado por Manuel Suárez Richards, Editorial Salerno 2000

García Pintos, Claudio: No todo tiempo pasado fue mejor. Almagesto 1993

Giraudoux Jean : « La loca de Chaillot » Editorial Capítulo

Kastenbaum, Robert: Vejez, años de plenitud. Harper & Row

Latinoamericana 1979

Maddi, Salvatore: Teorías de la personalidad. ElAteneo 1972

Ostrov, León: De senectute. Diario La Nación 10 de marzo 1985

Rapoport, Rhona.- Rapoport Robert: Enriquezca su vida. Harper & Row

Latinoamericana 1980

Reichel, William: Aspectos clínicos del envejecimiento. Ateneo1981

Rolla, Edgardo: Senescencia. Ensayos psicoanalíticos sobre la tecera edad.

Galerna 1991

Salvarezza, Leopoldo: Psicogeriatría, teoría y clínica. Paidós 1996

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Universidad de Morón. 13 de octubre de 2009.

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De la etapa nasal

Salutación

Agradezco la invitación del profesor doctor Luis Mazzocco con quien nos unen

muchos años de amistad, estudio, compañerismo profesional y docente; razón por la cual

me encuentro muy cómodo y familiarmente animado para compartir con Uds.

investigaciones e hipótesis de trabajo desarrollados con la licenciada Graciela Verónica

García.

Con ella, todo comenzó hace aproximadamente veinte años, al surgir nuestro interés

la olfacción. Cuando Graciela me interesó por 1990 a trabajar sobre este tema estaba bien

predispuesto, ya que casual y coincidentemente acababa de ver un documental donde unos

espeleólogos se introducían con un equipo especial en cuevas donde moraban murciélagos

en número tan inmenso, que con sus vuelos vespertinos ensombrecían el cielo.11

Informaba el documental, lo que me dejó muy impresionado, que la cría del

murciélago se amamanta desde el primer momento luego del parto, y queda pendiente del

cuerpo de la madre por un período de tres a cinco semanas. En su hábitat, esta única cría,

inicia un aprendizaje progresivo abandonando transitoriamente el pecho de la hembra,

para revolotear entre millares de individuos de su especie hasta que esté preparado para

procurarse por sí mismo su alimento, pero durante esos alejamiento preparatorios, debe

todavía volver al pecho de su madre para mamar, reconociéndola por medio del olfato

entre todas las hembras colgadas en la gruta, con absoluta precisión, tal, que de no

hacerlo, otra no lo acogería, pues cada madre reconoce y acepta sólo a su vástago de la

misma manera que la cría, por su olor exclusivo. Los individuos que caen de vuelos

fallidos, son devorados por otras especies animales oportunistas que viven en el piso de

las cavernas.

Puestos a investigar bibliografía, nos causó sorpresa constatar que la cuestión

olfativa había sido descuidada en los textos de psicología, psicopatología, y aún de

fisiología humana, con atribución, de la importancia de esta función a las especies

animales y olvido de nuestra propia condición de mamíferos.

Tal desestimación e indiferencia por la olfacción natural en humanos nos llevó a

suponer que existía una represión de esta sensorialidad, manifestada también en la

11 Una de ellas es la caverna Bracken En San Antonio, Texas uno de los lugares más llamativos

del mundo. No es vistoso por sí mismo, en realidad si lo observamos sin conocer su contenido solo veremos un pozo. No obstante, ese pozo, que es en realidad la entrada a la caverna Bracken, es la

caverna de murciélagos con mayor cantidad de estos animales del mundo. De hecho, es considerada como el lugar con la mayor concentración de mamíferos del mundo.

Aproximadamente 20 a 40 millones de murciélagos viven en esta caverna, amontonados la mayor

concentración de mamíferos del planeta. Una masa de cuerpos tan grandes que, durante el día cuando la caverna está llena, la temperatura en la misma aumenta unos 20 grados.

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desodorización cultural, presumiblemente por el criterio de que los olores son ofensivos al

denunciar nuestra naturaleza animal, sudorosa y secretante. Esta represión quedaba

revelada además por la sublimación de los aromas, que adoptaba las formas del arte de

la perfumería, la floricultura, la del gourmet y gastronomía, y la utilización de plantas

aromáticas en los cultos religiosos.

Sigmund Freud hace coincidir el cambio de intensidades cuantitativo y cualitativo de

la función olfatoria como percepto, con el asumir el homínido la posición erecta. El

predominio neo-cortical, el de la percepción visual y el perfeccionamiento de la mano como

instrumento táctil, de exploración y transformación del medio, van disminuyendo la

importancia relativa del olfato para el reconocimiento, dando paso al precepto auditivo

junto a los sistemas glóticos y de fonación. El alejamiento del suelo, el uso de vestimentas

y pinturas ornamentales para cubrir las excreciones, las alteraciones de los ciclos sexuales

de reproducción, habrían restado primacía a lo olfativo.

Al respecto Sigmund Freud ha escrito textos definitivos como éstos:

"La adopción de la postura bípeda y la desvalorización de las

sensaciones olfatorias habrían amenazado con hacer víctimas de la represión

orgánica a la sexualidad entera y no sólo al erotismo anal, de manera que

desde entonces la función sexual es acompañada por una resistencia

inexplicable que impide su satisfacción plena y la impulsa, lejos de su f in

sexual, hacia sublimaciones y desplazamientos de la libido. A todos los

neuróticos -y a muchos que no lo son- les choca el hecho innegable que de

inter urinas et faeces nascimur. Los órganos genitales también provocan

fuertes sensaciones olfatorias que son insoportables para muchos seres

humanos y les malogra las relaciones sexuales. Confirmaríase así que la raíz

más profunda de la represión sexual, paralelamente progresiva con la cultura,

residiría en los mecanismos de defensa orgánica que la nueva forma de vida,

adquirida con la bipedestación, dirige contra la precedente existencia animal.

Las cosas excrementales están demasiado íntima e inseparablemente

ligadas a las cosas sexuales; la posición de los órganos genitales -inter urinas

et faeces- permanece como el factor decisivo e invariable, Los órganos

genitales mismos no han pasado por el desarrollo del resto de la forma humana

hacia la belleza; han conservado su aspecto animal; y así inclusive hoy el amor

es, también en esencia, tan animal como siempre lo fue".12

Nosotros consideramos que en un sentido general el psicoanálisis fijó esta visión y

no alcanzó a hipotetizar sobre la trascendencia psicológica de la función olfativa, por esa

misma razón erró con su concepción falocéntrica y desestimación de la vagina y estuvo

12 Freud, S. El malestar de la cultura

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falto de modelos para la compresión cabal y el abordaje terapéutico de diversas

patologías.

En 1963, un equipo de investigadores había destacado en recién nacidos la existencia

de una memoria olfativa que permite al neonato diferenciar fragancias. Afirmaron que

las características funcionales de detección y discriminación tenían una manifestación muy

precoz en la vida del ser humano, hecho que se relacionaba con la adquisición de

preferencias olfativas.13

Ubicamos en Scientific American, de 1971 a una pediatra Macfarlane, que había

confirmado aquellos hallazgos, utilizando los olores naturales de la relación con el cuerpo

y alimento de la madre 14

Esto se terminó de corroborar, a mediados de la década del setenta, a partir de

interesantes observaciones que interrelacionaron la actividad del reconocimiento olfatorio

del recién nacido y el afianzamiento del vínculo maternal. En otros términos, un neonato

al que se le acercan prendas o torundas impregnadas de olores corporales de distintas

personas, es capaz de reconocer, entre todos los olores, el de su madre. Esta identificación

puede verificarse cuando se ensaya con bebés alimentados a pecho y artificialmente. En el

primer caso, la criatura reconoce el olor familiar del pecho lactante y, en el segundo, el

del cuello de su madre.

Había escrito Macfarlane:

"Me había dado cuenta de que a veces, cuando a un niño se le pone a mamar,

vuelve la cara hacia el pecho aún antes de haberlo mirado, o de que el pezón haya

tocado su mejilla. Esto podría deberse a que siente el calor que irradia el pecho, y

efectivamente, las fotografías de infrarrojos demuestran que las zonas de más alta

temperatura en la mujer son sus labios y sus mamas. También puede ser que el niño

aprenda en seguida que cuando su cuerpo se estrecha junto al de su madre, tiene que

volver la cabeza a ese lado para tomar su alimento. Sin embargo puede ser que el

niño huela el pecho porque, cada vez que mama, su nariz esté en contacto con él, de

forma que la comida y el olor quedan rápidamente asociados15

13 -. Scientific American, 1991. (Medical Mag, 1991 .5 Servimed, Bs. As.)

14 Olfaction in the development of social preferences in the human neonate, en Parent -Infant

Interaccion; (Ámsterdam: CIBA Foundation Symposium 33, nueva serie, ASP, 1975.)

15 ." Macfarlane, A. Psicología del nacimiento, Madrid, Morata, 1978. (The psychology of childbirth,

Open Books Publishing Ltd, Londres, 1977.)

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"... el pequeño puede distinguir a su madre" (de cualquier otra) "por el olor a

sólo seis días de su nacimiento. Pero con demasiada frecuencia se dio el caso de que

cuando decía a una madre que quería hacer una prueba para ver si su hijo podía

reconocerla por su olor, desaparecía para ponerse un desodorante. Yo no podía

hacer nada para disuadirlas"

Actualmente la investigación genómica descubrió la acción de genes tempranos

inmediatos, como el grupo c-fos, que son responsables de este comportamiento.

Hemos dispuesto para la presentación de esta noche arrancar yo sumariamente con

los aspectos más duros de nuestra hipótesis de trabajo, para luego Invitar a la licenciada

Graciela García que los desarrolle de la manera más coloquial posible. Trataré de ser

claro en la síntesis, de no lograrlo Graciela lo mejorará después.

Comencemos con la hipótesis básica:

1. La olfacción es una función autónoma del Yo post fetal, con

antecedentes prenatales y un componente instintivo comparable al oral, anal, fálico

y genital postulados por la teoría psicoanalítica, correspondiéndole una misma

jerarquía y el ocupar el lugar de la primera fase psicosexual del desarrollo

posterior al nacimiento.

2. Su zona erógena es la pituitaria olfativa o mucosa olfativa que como

toda zona erógena predomina en su doble función sexual y de conservación,

estableciendo un modo esencial de relación de objeto y cumpliendo un papel

estructurante y normativo en la organización de la vida psíquica.

3. Con ello proponemos además el cuerpo materno y la vagina materna

como los primeros perceptos de identificación e identidad.

Tales son las hipótesis básicas que resumen el cuerpo teórico que venimos

desarrollando, con constataciones y hallazgos en las entrevistas, el psicodiagnóstico y las

terapias y que nos han motivado a intentar un reconocimiento definitivo por la comunidad

psicoanalítica de la trascendencia metapsicológica, clínica y psicoterapéutica de la

inclusión de esta etapa.

Justo es admitir que la aceptación de este cuerpo teórico implicaría replanteos y

acomodamientos psicoanalíticos tales como los que formularé a continuación:

1. La madre es la que en la primera infancia aporta los objetos de necesidad, placer y

goce que aseguran el desarrollo desde el inicio de la vida. De esta etapa depende la

condición básica de fortaleza y seguridad frente al mundo, al cual el individuo deberá

adaptarse pasiva y activamente, aceptándolo y transformándolo, en el curso de su

existencia.

2. Desde la indefensión original del recién nacido no hay desarrollo posible si no hay

un Otro que lo sostenga e individualice. El placer de oler a la madre eleva a la

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mucosa olfativa, a la categoría de zona erótica, potencializándose como tal, en la

nutrición.

3. La vista, en el momento de nacer, recorre los 20 cm suficientes para una conexión en

la lactancia, con el rostro de la madre, pero antes y primitivamente, es el olfato quien

lo conecta con el cuerpo oloroso.

4. Antes que se abra al olor del padre, en la defusión de la triangularidad, y luego al

mundo, más allá de esa cápsula cuasi ciega de la fusión primitiva, permanecerá en

esa burbuja olorosa.

5. De fallar estas etapas el sujeto queda inconstituido en sus núcleos primeros de

identificación e identidad, subsistiendo en él los restos de una posibilidad de ser que

fue interrumpida.

6. De allí las condiciones de constitución de núcleos tempranos en la conformación

femenino-masculino, que hacen al género; de las que hacen a la función sexual y a

la vinculación sexual, y de las conductas futuras materno-paternas, ligadas a las

primeras experiencias olfativas.

7. La inclusión de la etapa nasal, como la hemos denominado, implica también la

revisión de la teoría falocéntrica, ya que el primer órgano significado desde nuestra

construcción es la vagina, antes que el pene. Y con ello la modificación de la teoría

de la represión anal, ya que lo realmente reprimido no sería lo fecal sino el olor

materno vaginal.

8. Otro replanteo es la prematurización del complejo de Edipo ya que postulamos tras

una primera fase pasiva de fusión niño-madre, una siguiente de triangularidad con

la introducción del olor del padre.

9. Vimos también que desde la posibilidad de oler, había un qué oler adecuado.

Concebimos entonces el Superyó olfativo en su modalidad más benigna, que es la de

“catador”, que instruye cómo oler y sobre aromas perfectibles.

10. Al introducirnos en la patología, asignamos a este Superyó, la calidad más grave

acechadora y persecutoria de “cazador”.

11. La regresión a puntos de fijación antiguos, es el proceso patológico característico de

toda conflictiva neurótica o psicótica, más profunda y primitiva en su vinculación en

con la etapa nasal y la fusión olfativa con la madre.

12. Nuestra hipótesis vincula a la etapa nasal con las toxicomanías en general y

trastornos alimentario, patognomónicamente son las adicciones por inhalantes,

13. De sus vicisitudes negativas el ser ha quedado inconstituido; a cuyo recupero de

fragmentos de sí, se encamina el adicto con el auxilio de la droga, o al menos, para

encontrar refugio en esa forma de limbo protector y engañoso que lo libre del

desamparo o de la impotencia para enfrentar las condiciones y exigencias de la

realidad.

14. Esta teoría de la regresión a una etapa nasal también sirve para explicar los

desarrollos paranoicos, melancólicos y maníacos así como el de las crisis evolutivas.

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En las últimas décadas estudios modernos revalorizaron la función olfativa y

resolvieron problemas complejos sobre los receptores olfativos, la inmensa gama de

sensaciones que este sentido recepta gracias a la rica dotación de su analizador periférico,

capaz de discriminar entre más de diez mil olores diferentes, aseveración que confirmaron

las investigaciones de Richard Axel y Linda Buck, premios Nobel de Medicina y Fisiología

en el año 2004. Se confirmaron las funciones adaptativas y orientativas de la olfacción, del

registro sensorial y su relación con la memoria y el aprendizaje.

Nuestro constructo psicoanalítico de aquel entonces dio origen al libro que

publicáramos por la editorial Galerna en 1992, “La etapa nasal”, porque entendíamos que

nuestro aporte merecía difundirse. A este texto le siguió otra publicación titulada “El amor

ciego, raíces profundas de la adicción” que reeditan nuestro primitivo trabajo y lo

actualiza, orientándolo a la construcción de una teoría sobre las adicciones,

fundamentalmente por inhalantes.

La composición de portada del libro reproduce el rostro el ciego Homero preso del

efluvio oloroso que se desprende del cuerpo de la mujer esencial.

El personaje no es circunstancial. Homero, cuyo significado etimológico es “rehén”,

bien puede simbolizar al prisionero de la regresión tóxica. El nombre se originó según el

mito, de una sociedad de poetas llamada “homeridae”, que literalmente significa hijos de

rehenes o descendientes de prisioneros de guerra, hombres que no fueron enviados a la

lucha pues su lealtad en el campo de batalla era motivo de sospechas, como lo son los

propósitos y promesas de enmienda del adicto. Fueron en lugar de ello comisionados para

conmemorar batallas, recordar con la poesía épica eventos pasados, hasta que la

instrucción viniera al círculo de los nuevos poetas. Poetas, estos últimos, de un tiempo

nuevo, que surgiría en nuestra metáfora al abrir los ojos, al amar objetualmente y no

ciegamente, y al asumir la existencia con todas sus penas e implicaciones.

En esta última etapa Graciela y yo seguimos trabajando en la detección de los

indicadores olfativos en el proceso psicodiagnóstico.

Antes de invitarla a que desarrolle las hipótesis que he enunciado, me agradaría

nombrar, entre los trabajos que hemos recogido de autores interesados sobre la función

olfativa, el de dos profesores de esta casa de estudios, los doctores Jorge Affani, profesor

de Fisiología Humana Universidad de Morón y director del Instituto de Neurociencias del

Conicet y el Dr. Claudio Cervino. Ambos propusieron una investigación sistemática de lo

que ocurre en el cerebro cuando se suprimen las neuronas olfatorias. De sus

investigaciones transmito una de las conclusiones del Dr. Affani.

“Estamos convencidos de que el olfato tiene funciones que trascienden la mera

discriminación y sensación olfatoria. Alrededor del sentido del olfato se modeló

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filogenéticamente el cerebro y esas conexiones son muy antiguas, no desaparecieron

jamás.”16

Y ahora sí, escucharemos a la Licenciada Graciela Verónica García.

Otros tema comentados durante la presentación

Entre los primeros síntomas por los cuales una mujer toma conciencia de su

embarazo figuran la amenorrea, la turgencia de sus pechos, la poliuria, la pérdida o el

aumento del apetito, la hipersomnia y al fin, su aversión por determinados alimentos u

olores. La mujer comienza a sufrir náuseas y sensibilizarse hasta el asco ante los olores

fuertes o característicos: los de la carne, huevos, frituras, perfumes, etc. Vinculado a ello

aparecen los vómitos del primer trimestre. A esta sintomatología corresponde la

16 Con la idea de investigar a fondo cuáles son las funciones no olfatorias del olfato, los científicos

comenzaron un programa de destrucción de distintas partes del aparato olfatorio en un modelo animal, la zarigüeya, para ver qué cambios se producían en el cerebro.

“Comenzamos con la periferia, un punto privilegiado del sis tema nervioso, porque la mucosa de la

nariz, donde se encuentran las neuronas olfatorias, es prácticamente el único lugar del organismo adulto donde las neuronas se regeneran constantemente, explica Affani.

En primer lugar, los investigadores observaron que la extirpación de los bulbos olfatorios tenía una

repercusión muy importante sobre los patrones electrofisiológicos del sueño, tanto del sueño lento, como del sueño paradójico, aquél que tiene que ver con la actividad onírica.

“Luego observamos que si se eliminan las neuronas olfatorias la respuesta evocada desaparecía,

cosa que era una verdad de Perogrullo. Pero también comprobamos que cuando el animal se ponía a dormir, volvía a aparecer una actividad similar a la que era evocada desde la periferia. Y

era imposible porque las neuronas habían sido destruidas”,

Sospecharon entonces que el cerebro trataba de recrear una actividad eléctrica en la zona que era

prácticamente idéntica a la evocada desde el exterior. “Nos resultó un tema impresionante, porq ue

sospechamos una relación con una serie de fenómenos, como las fantosmias (cuando las personas sienten que siguen teniendo un miembro tras su corte o ablación). En la esquizofrenia, por ejemplo, también aparecen alucinaciones de tipo olfatorio en ausencia de un objeto externo. Lo curioso es

que esto aparece solamente cuando el animal está soñando. Esto me llevó a pensar que hay animales que sueñan con imágenes (en lugar de imágenes). Es bastante lógico, por otra parte”, dice Affani.

Si bien los resultados obtenidos por este equipo de investigación son sorprendentes, según los

científicos las alteraciones observadas en los animales privados de neuronas olfatorias dejan más preguntas que respuestas. “Por ejemplo, esto hace pensar que al no respirar por la nariz, algo que

ocurre en los niños respiradores bucales, debe tener consecuencias muy importantes para el cerebro. Hay observaciones clínicas bastante antiguas que indicaban que estos chicos solían tener dificultades de aprendizaje. Nuestros experimentos están demostrando claramente que en estos

casos, como en los de apnea del sueño, la inhibición del sistema olfatorio puede tener repercusiones en otras zonas del cerebro.”

Otro cabo suelto y todavía sin explicación, que puede tener relación con la fisiología del olfato y su

repercusión en las zonas alejadas del cerebro, es el hecho de que la enfermedad de Alzheimer va acompañada de cambios en el sistema olfatorio. “Cuando disminuyen las neuronas olfatorias hay cambios muy profundos en el cerebro. Entonces, es probable que en algunos enfermos, varios

años antes de que se declaren los signos de la enfermedad, como la pérdida de la memoria, la desorientación, haya una pérdida del olfato”.

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interpretación psicoanalítica de la ambivalencia de la mujer por su situación de

embarazada.17 Se ha señalado el conflicto entre la tendencia maternal y el contradeseo, la

ansiedad y la incertidumbre. Náuseas y vómitos simbolizan muchas veces rechazo y

fantasías abortivas; la situación inversa también puede constatarse en la clínica, en esos

casos los síntomas satisfacerían la necesidad de confirmar su estado a falta de otras

señales claras que le informen de la presencia del bebé en su seno, cuando aún no se han

presentado los movimientos fetales. Las náuseas y los vómitos, como los desmayos en

escenas cinematográficas, servirían a la esposa para comunicar al medio su gravidez.

“Los vómitos del embarazo son el precio y la lucha contra la regresión necesaria

para recibir al bebé en el nivel olfativo. La adaptación para la maternidad implica la

movilización de un cúmulo de elementos de la historia personal interactuando en el

psiquismo con los datos de la ontofilogenia. La relación con la madre, los miedos al dolor

físico, el sentimiento de capacidad o incapacidad para responder a las demandas del hijo,

en conjunción con el peso de mitos, tabúes y represiones. Esta ingente tarea está en última

instancia encaminada a regresar a una conexión instintiva de hembra cuidando a su

cachorro. Importa aquí establecer con certeza lo fundacional del olfato en el comienzo de

esta relación.”

El tema de los corderos:

El cordero recién nacido, dada su incompetencia inmunológica, depende de la

ingestión de calostro para adquirir la inmunidad pasiva y prevenir una posible hipotermia.

Los corderos cuando nacen se encuentran cubiertos de membranas fetales y líquido

amniótico. En condiciones normales, la madre limpia al cordero mediante el lamido y

favorece que se seque cuanto antes, al mismo tiempo, le proporciona calor y le previene de

una posible hipotermia, estimulando a su vez la respiración de éste. El olor del líquido

amniótico es específico de cada animal y de esta forma la madre reconocerá a su cordero

mientras dure la lactancia.

La transferencia de la inmunidad pasiva tiene lugar exclusivamente a través del

calostro ya que la placenta de las ovejas no permite el paso de anticuerpos. En los corderos

la toma de calostro debe tener lugar en las primeras horas de vida ya que entre las 24 y 48

horas después del nacimiento la mucosa intestinal del recién nacido deja de ser permeable

al paso de anticuerpos.

En los partos múltiples de dos o más corderos, la madre suele prestar más atención

al primero en nacer y en ocasiones abandonan a los otro corderos impidiendo que estos

animales tomen calostro; este hecho suele ser más frecuente en ovejas primíparas.

17 Soifer, Raquel, Psicología del embarazo, parto y puerperio. Kargieman, Bs. As., 1973.

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Comportamiento maternal de la oveja: el hecho de que los corderos sean

abandonados por sus madres ocurre sobre todo en ovejas primíparas y en los partos

gemelares en los que la oveja suele prestar mayor atención al cordero que nace en primer

lugar. En los partos prolongados la oveja está cansada y presta menor atención al cordero;

al mismo tiempo éstos suelen estar más débiles por lo que el encalostramiento es peor.

Para comprobar si un cordero ha tomado calostro basta con medir por

refractometría la concentración de proteínas totales en suero que debe ser superior a 4,3

g/dl. No obstante, aunque la concentración de proteínas totales en suero nos indica si el

animal ha ingerido calostro, el nivel mínimo por el que podemos asegurar que la inmunidad

pasiva ha tenido lugar se sitúa en 5,5 g/dl, siempre que tomemos la muestra de suero entre

las 24 y 48 horas después del nacimiento.

Por otra parte, un calostro se considera que es de buena calidad cuando la

concentración de proteínas totales es mayor de 9 g/dl, el peso específico mayor de 1.050 y

la concentración de inmunoglobulinas superior a 50 mg/ml.

Los problemas derivados de la falta de ingestión de calostro son el síndrome de boca

mojada y la muerte por hipotermia.

El síndrome de boca mojada aparece en corderos entre las 12 y 72 horas de vida. En

el inicio, los animales muestran depresión e inapetencia. Unas horas más tarde los

corderos muestran una intensa salivación que humedece el contorno de la boca y que

ocasionalmente llega a gotear de forma continua desde los labios. Normalmente los

corderos aparecen con el abdomen distendido debido al timpanismo y ocasionalmente

pueden desarrollar diarrea. La mayoría mueren a las pocas horas de haber desarrollado

los síntomas. En cuanto al tratamiento se puede intentar la recuperación del animal con

fluidoterapia oral y parenteral, antibióticos de amplio espectro, enemas y corticoides para

prevenir la aparición del shock.

La muerte por hipotermia es debida a la falta de producción de calor como

consecuencia de la hipoxia que sufren los corderos durante el parto junto con la inmadurez

y el ayuno. Va asociada a corderos con bajo peso al nacimiento, con escasas reservas

corporales, con una falta total o inadecuada ingestión de calostro. Estos hechos suelen ir

ligados a gestaciones múltiples, baja condición corporal de las madres, corderos que son

abandonados por sus madres. En cuando al tratamiento, debemos alojar a los animales en

un local con una temperatura ambiente de 40ºC y administrarles una inyección

intraperitoneal de glucosa al 20 % a razón de 10 ml/kg peso vivo.

(Temas afines desarrollados en la UCES en la presentación de “El amor ciego”. 21 de

mayo de 2008.)

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El porqué utilizamos los mitos y cuál es el concepto de fantasía específica.

La palabra “fantasía” designa al mundo imaginario, sus contenidos y la actividad

creadora que lo anima, el concepto agregado de "específico”, hace referencia a una

función biológica o zona erógena en relación a la cual se estructura esa fantasía. Su

núcleo de actividad, organiza aspectos esenciales de la vida fantasmática inconsciente,

que por vía de la producción de un relato o un mito, se manifiestan.

En el caso de la función olfatoria, como desde nuestra hipótesis de investigación

los procesos psíquicos que le corresponden son evolutivamente muy primitivos y

profundos en la organización mental, la penetración en el seno de la interioridad

enfrentaba grandes dificultades. Sin embargo, el investigador psicoanalítico, puede

intentar el camino orientándose hacia las producciones culturales, con la convicción de

encontrar allí señales o marcas de las influencias de esas fantasías específicas.

En este sentido nos han servido los mitos de Psique y Eros, el de Mirra y Adonis,

su hijo oloroso, el de Narciso, y otras fuentes que hemos examinado y registrado en el

texto con minuciosidad.

La zona erógena

Progresivamente fueron desarrollándose nuestras deducciones que nos llevaron a

formular que la pituitaria olfativa, junto con el bulbo olfatorio constituían una zona

erógena primigenia. Como tal, punto de elección para iniciar intercambios con el

ambiente, a cuyos códigos se adosa la madre sensibilizada por las mismas estimulaciones.

La vida principia con la fusión madre-hijo; la función olfatoria, se inicia en los

últimos tiempos del embarazo. Estimulado por el olor de la madre, exultante de aromas en

la circunstancia del alumbramiento -uterinos, vaginales, epidérmicos, reforzados por el

mantenimiento del contacto con ella en el reencuentro post fetal, se constituye lo que

denominamos la “etapa nasal”, que es preoral tomando en cuenta la sucesión de las etapas

libidinales establecidas por el psicoanálisis; etapa que resulta fundamental en las

primeras experiencias del infante, ya que organiza el centro de comunión para el

desarrollo de los núcleos tempranos de identificación e identidad del individuo en

formación. Los primeros intercambios significativos para la vida afectiva del bebé se dan

en ese mundo de olores maternales. Esta madre olorosa es el primer eslabón de

conocimiento, la primera forma de incorporar al mundo con un mínimo criterio de

realidad. Si al momento de nacer se le brinda al niño la oportunidad de que lo acerquen al

cuerpo de la madre, podrá tranquilizarse, serenarse, organizarse.

La madre es la que en la primera infancia aporta los objetos de necesidad, placer y

goce que aseguran el desarrollo desde el inicio de la vida. De esta etapa depende la

condición básica de fortaleza y seguridad frente al mundo, al cual el individuo deberá

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adaptarse pasiva y activamente, aceptándolo y transformándolo, en el curso de su

existencia.

Desde la indefensión original del recién nacido no hay desarrollo posible si no hay

un Otro que lo sostenga e individualice. El placer de oler a la madre eleva a la mucosa

olfativa, como hemos dicho, a la categoría de zona erótica, potencializándose como tal, en

la nutrición. De fallar esta etapa el sujeto queda inconstituido en sus núcleos primeros de

identificación e identidad, subsistiendo en él los restos de una posibilidad de ser que fue

interrumpida.

La vista, en el momento de nacer, recorre los 20 cm suficientes para una conexión,

en la lactancia, con el rostro de la madre y su cuerpo oloroso; antes que se abra al mundo

más allá de esa cápsula cuasi ciega de la fusión primitiva en la burbuja olorosa.

Nuestro constructo psicoanalítico de aquel entonces dio origen al libro que

publicáramos por la editorial Galerna en 1992, “La etapa nasal”, porque suponíamos

que nuestro aporte merecía difundirse.

Introducción al tema de la adicción

La drogadicción puede ser pensada, válidamente, como una producción cultural.

Asumimos sin discusión esta concepción que implica la multidimensionalidad de los

factores de riesgo. Frente a este acierto, nuestro trabajo intenta formular una teoría que

tome en cuenta las raíces más profundas de la adicción, raíces que a nuestro ver coinciden

con esa primera etapa nasal del desarrollo psicolibidinal que habíamos descrito.

Lenguaje y olfato

El olfato, en las especies dotadas de receptores olfativos, es un sentido de aparición

precoz, cuyas informaciones son vitales para la supervivencia. Su papel es crucial en el

establecimiento de territorios y medios circundantes en donde el animal ha de habitar;

esto significa capacidad para descubrir refugios, lugar para criar la descendencia, lograr

abrigo y otras actividades relacionadas con el reconocimiento de señales olfativas y actos

instintivos para la supervivencia del individuo y de la especie, ligados a la alimentación,

la fuga, el ataque, y el sexo.

El cerebro humano conserva formaciones cerebrales filogenéticamente muy

antiguas, como el tronco cerebral, el cerebelo, los bulbos olfatorios, ya existentes en los

reptiles, a las que luego se sumaron evolutivamente las del cerebro de los mamíferos

superiores, con la aparición del sistema límbico emocional, donde precisamente ingresan

de manera directa y temprana, las impresiones olfativas. Es el primer paso hacia la

conciencia de sí mismo y de los engramas de la memoria.

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En los seres humanos estas informaciones han precedido al lenguaje, cuya

maduración llegará más tarde.

Abreviando, la pregunta es: ¿puede el lenguaje una vez constituido, expresar el

olfato, o es el olfato el que impregna la memoria y al lenguaje?

Estamos acostumbrados a considerar al lenguaje como una función desarrollada

para la adaptación gracias al servicio de la comunicación de informaciones.

Desde la experiencia olfativa, comprobamos que esta afirmación no es tan segura, o

simplemente, que el lenguaje no alcanza para modelar la adaptación.

Estoy tratando de decir que el lenguaje, por sí mismo, no es totalmente apto para la

adaptación, comprensión y ajuste de nuestras sensaciones y conductas.

No todos los olores percibidos son nombrados, muchos, en efecto, quedan a un nivel

infra verbal, En primer lugar porque en general las capacidades sensoriales humanas

registran muchas más informaciones de las que pueden tratar las capacidades lingüísticas

conceptuales, Dar el nombre a un olor implica la capacidad de abstraerlo de una

experiencia puramente sensorial y esta abstracción no es posible si los útiles conceptuales

de los cuales disponemos son imprecisos o inexistentes. Mientras tanto, estas pregnancias

perceptivas inefables, influyen sobre nuestro accionar.

Permítanme traer para ilustrar y simplificar la comprensión del tema, una reflexión

de Marcel Proust sobre la capacidad de evocación del olor a partir de la de un bizcocho

mojado en un té de azahar:

“Cuando ya nada queda del pasado, después que las personas han muerto,

luego que las cosas se han roto y desparramado.... su perfume y su sabor permanecen

en equilibrio mucho tiempo, como almas... resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi

impalpables gotas de su esencia, el inmenso edificio de la memoria”.

La capacidad verbal de Proust nos hace comprender, con una referencia al

aroma de un bizcocho, una pequeña masa, una magdalena, mojada en un té de

azahar, como puede despertar un mundo de sensaciones y recuerdos soterrados;

pero, a pesar de la excelencia de la expresión literaria, no nos recupera o aporta las

características sensoriales de esa pregnancia que, sin embargo obró en la vida del

autor y estimuló inesperadamente su memoria.

Al igual que Proust, cualquiera de nosotros, al percibir de pronto un

determinado olor, un aroma inexpresable, podemos retrotraernos al recuerdo de algo

sepultado profundamente en el psiquismo y basta ese olor para recrear todo un

mundo de vivencias asociadas.

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Hasta aquí he tratado introducir sucintamente la importancia del sentido del

olfato en la formación del psiquismo.

Ocupémonos ahora de la importancia social del problema de las adicciones.

Que el tema que nos convoca es importante se desprende de la mera consideración

de una estadística del SEDRONAR, sigla que corresponde a la Secretaría de

programación para la prevención de la drogadicción y lucha contra el narcotráfico,

Según esta encuesta, realizada entre jóvenes escolares de trece y diecisiete años, el uso

de sustancias se incrementó desde los años 2001 al 2006 en un

67 % para la marihuana

120%, para la cocaína

200%, para el paco y

380%, para los pegamentos

Observemos que ya no se trata, como se suponía antes, del peligro de una escalada

progresiva que iba del uso al abuso de las drogas, mal llamadas menores, y de allí al

pasaje adictivo a las consideradas mayores; sino que el consumo se inicia hoy, de un modo

directo, con la elección de entrada de las sustancias más peligrosas, y además desde muy

temprano en la vida de los adolescentes.

La etiología, explicada comúnmente desde la razón cultural, no solamente estaría

ligada a los factores más desfavorables de las condiciones socio-económicas. Observemos

que esta estadística está basada en una investigación sobre escolares de escuelas medias,

sin tomar en cuenta las deserciones escolares, ni a los jóvenes que no concurren a

establecimientos de educación.

Por otra parte, y para complicar la razón etiológica, aún entre los jóvenes

pertenecientes a estratos más altos, hay también hoy una forma de “emocionalidad

producida” intencionalmente mediante sustancias o alcohol, que es la previa a una fiesta

o “pre-boliche”, entre los cuales su entorno social no tiene necesariamente una dimensión

deplorable.

Esta “emocionalidad producida”, como la denomina Hugo Adolfo Míguez,

investigador del Conicet, obedece según él, al ponerse en onda, como una instancia para

alcanzar el estado requerido que se resume en la tríada diversión- desinhibición-

descontrol, que es una condición de vínculo juvenil, una representación colectiva

normatizada por el alcohol y otras sustancias, como alternativa a otras emociones y

desempeños, todo en aras de un encaje social.

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El tema no es nuevo. Nuestros ya desaparecidos profesores de psiquiatría, allá por

1958, nos decían, tomando al alcoholismo como ejemplo, que en su adicción jugaban tres

factores: 1º un factor circunstancial -abordar a las muchachas en una fiesta- 2º la

personalidad del sujeto –inhibida tal vez- y 3º la posibilidad de beber -gracias a la cual

en lugar de acercarse a las chicas el candidato se encaminaba a la mesa donde se servían

las bebidas y allí se quedaba anclado con otro bebedores o lograba la desinhibición para

intentar el contacto.

En estos tiempos, en que el consumo se da por igual en ambos sexos, surge la

pregunta: ¿Si hoy se trata de un placer concurrente y participativo, en qué consiste

entonces la debilidad de la personalidad?

Como respuesta a esta cuestión, formula Hugo Adolfo Míguez, que posiblemente

esta predisposición responde “al compromiso de enfrentamiento y sobrevivencia en un

mundo donde la competencia extrema juega sus premios y castigos entre las ansias de una

presentación exitosa y el temor fóbico de ser condenado a la humillación o al ridículo.”

“También es verosímil que la vulnerabilidad frente a la presión grupal muestre

estilos de vida que tienen como eje la exaltación individual y la limitación de la experiencia

del adolescente.”

Creo, en última instancia, que todos coincidimos que el abuso de drogas es un

régimen sustitutivo como práctica existente en los excesos de la sociedad actual.

La adicción afecta a toda la sociedad en su conjunto, y en general se coincide en que

el uso de drogas corresponde a un afán de huir de la realidad: una vía de escape, un alivio

temporal a los problemas personales, familiares o sociales. También se habla de una

puerta de salida frente al vacío existencial presente en el interior de la persona, el cual

lleva a volcarse en la búsqueda de escapatorias ilusorias.

Estrategias para la prevención de las adicciones

Un interesante trabajo de Karina Cecilia Casal, investigadora del SEDRONAR, al

plantear una serie de principios estratégicos para la prevención de las adicciones, destaca

la importancia que asume el modelo teórico a la hora de desarrollar programas de

acciones preventivas; señalando, a la vez, que la selección de un modelo teórico no es

sencilla porque en el campo de la drogodependencia nos encontramos con que se dispone

de un gran número de teorías para explicar un mismo fenómeno; algunas contrapuestas,

otras complementarias; y que los programas de los cuales se dispone no se han detenido

en una ajustada y minuciosa elaboración de las bases teóricas que los sustentan.

En general, nos dice, se focaliza en el buen funcionamiento del programa y se

descuida el interés en la base teórica de la cual depende la adicción y los resultados.

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La investigadora concluye opinando que probablemente la solución está en el punto

medio: es decir, tener buenos programas preventivos que se puedan explicar desde

modelos teóricos adecuados.

Karina Casal resume muy bien; que cuando se habla de consumo de drogas,

comúnmente no se habla de “causas” sino de “factores de riesgo”.

El concepto de “factor de riesgo” está ligado a un planteamiento multideterminista,

donde los fenómenos surgen de un campo muy amplio de variables, [Permisividad,

búsqueda de placer, de mayor creatividad, ceremonias religiosas, superar problemas

personales, problemas familiares, eliminar el dolor de una enfermedad, modo de

conectarse con los demás, una actitud de rebelión, amistades malsanas, presión grupal,

personalidad dependiente, deseo de experimentar, trastornos de ansiedad, depresión, etc.]

El concepto de causa, en cambio, hace referencia a explicaciones lineales y

necesarias y está ligado a un efecto.

Nuestra propia conclusión es que no existe todavía, una teoría de la drogadicción

que integre en su marco conceptual, medidas concretas. Precisamente la importancia que

concedemos a nuestro aporte es la de proveer al especialista de una teoría sustentable, no

simplemente dirigida a la protección ante los factores de riesgo, sino a la prevención de

las adicciones mediante un esclarecimiento de sus raíces profundas.

Doble intención al titular el libro.

Cuando concebí el título de “El amor ciego” pensaba que era bastante sugestivo

para presentar nuestro trabajo, pero mi compañera me indujo, que para evitar

malentendidos, precisáramos su focalización en la drogadicción por inhalantes.

Confieso que me preocupé cuando Jorge Bucay y Silvia Salinas publicaron “Amarse

con los ojos abiertos”, y cuando se estrenó más tarde el film de los hermanos Farrelly

“Amor ciego” con Gwyneth Paltrow y Jack Black.

Más allá de las “raíces de la adicción” que es la razón clínica del texto, insisto en

advertir a los lectores que tomen en cuenta y develen el tema del “amor ciego” en la

dimensión más exclusiva que pretendía darle al titularlo de esta manera. El amor ciego y

la drogadicción son dos tramas que se intrincan pero a la vez tienen cierta autonomía.

Ambas tienen que ver con evolucionar, crecer, madurar, una más con el fracaso, la otra

con el amor y la aventura de vivir.

Graciela y yo, somos ambos, terapeutas que sin especializarse en drogadicción, por

inferencia, hemos desarrollado una hipótesis que suponemos original y que puede ser

fecunda en manos de nuestros colegas especializados. Pero no sólo a ellos está dedicado

este pequeño libro, sino, al sentido de renovación de la vida desde sus propias raíces. Por

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esta razón y no estará demás que traiga algunas palabras de Antonio Machado, que

compaginan la doble temática a la cual aludo.

“¿Quién duda que el árbol humano comienza a renovarse por la raíz, y de que

una nueva oleada de vida camina hacia la luz...?

...La vida no se restaura ni se compone como los productos de la industria,

sino que se renueva o perece...

Y concluye aseverando:

Sólo lo eterno, lo que nunca dejó de ser, será revelado, y la fuente homérica volverá

a fluir...

Coincidentemente con estas palabras, el ciego Homero que ilustra la portada del

libro, en el diseño de Joaquín Delgado, se muestra allí preso del efluvio oloroso que se

desprende de la mujer esencial.

Homero, cuyo significado etimológico es “rehén”, bien puede simbolizar al

prisionero de la regresión tóxica.

La regresión a puntos de fijación antiguos, es el proceso patológico característico

de toda conflictiva neurótica o psicótica, más regresiva en las adicciones, que en nuestra

teoría se vincula con la etapa nasal y la fusión olfativa con la madre, etapa donde por

vicisitudes negativas, ha quedado el ser inconstituido; a cuyo recupero de fragmentos de

sí, se encamina el adicto con el auxilio de la droga, o al menos, para encontrar refugio

en esa forma de limbo protector y engañoso que lo libre del desamparo o de la impotencia

para enfrentar las condiciones y exigencias de la realidad.

El adicto busca el rescate de aquella precaria identidad y resguardo, con la ilusión

inconsciente de revivir el eslabón perdido de la relación con la madre, podríamos decir

de manera lacaniana, con el Otro. La drogadicción podría ser, desde la mirada de la

clínica psicoanalítica, una salida histérica para evocar las reminiscencias de los

recuerdos de la primera infancia, actualizando aquellos lazos iniciales. Nosotros

afirmamos, en cambio, que en realidad el adicto no es ni un histérico, ni un psicópata ni,

un esquizofrénico sino que es un sujeto inconstituido. Simula el parecer, por la falta de

ser. Y como no puede, como el esquizofrénico, desarrollar una regresión alucinatoria y

delirante espontánea, acude a la sustancia que le provea el delirio y la alucinación de

manera artificial, la ilusión regresiva de existir en el ámbito de la madre olorosa. Es por

esto que la droga se transforma en la verdadera vida psíquica fuera de la cual ningún

pensamiento, ninguna imaginación, ninguna otra sensación, ningún lenguaje existe.

Al revivir la etapa nasal, gracias a la droga, el adicto logra un efecto de plenitud:

Nada le falta, desaparece como sujeto, funciona solamente con las sensaciones particulares

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de la fusión olfativa. Por la fusión la droga rompe la discontinuidad entre el sujeto y el

Otro en forma tan total, tan simbiótica, que se ignora la alteridad. No hay frustración, por

eso se habla de sustitución y de un sentimiento de invulnerabilidad. Pero el intento fracasa,

porque la droga pasa a ser, en lugar de un objeto perfecto para el goce, un objeto de

necesidad, en que los efectos de esta necesidad y de la sustancia misma, van de lo patético

a la tragedia.

El problema terapéutico es:

¿Cómo podrá asumir el sujeto, frente a los objetos internos fusionantes, que debe

prepararse para oler situaciones nuevas, riesgosas, y manejarlas?

¿Cómo imponer la autonomía, sin producir su rechazo, frente a la madre interna que

fusiona?

¿Cuál será el precio que debe pagar por la defusión y la ruptura?

¿Cómo poder ser uno mismo, separarse, alcanzar la propia identidad, si la madre

interna autoengaña pensando que la fusión es lo mejor para ambos?

¿Y hasta qué punto puede rechazar esta precaria identidad, recuperada malamente

con la adicción, sin fantasear la muerte, por la separación o defusión?

Las oscilaciones entre la fusión y la defusión no pueden ser resueltas fácilmente

porque en sus vaivenes se reactivan ansiedades de muerte.

El poema de Leopoldo Marechal.

Tengo para cerrar mi charla, un poema que me envió vía e-mail mi condiscípulo de

la escuela normal, Coriolano Fernández, filósofo aquí presente, en esos intercambios

amistosos tipo “la poesía no muerde” y otras humoradas y lindezas, que prolongan la

diafanidad del compañerismo a través de decenas de años. El poema pertenece a Leopoldo

Marechal, de su libro Sonetos a Sophía y se titula “Del amor navegante”.

Lo traigo no solamente por afecto a él y a mis compañeros, algunos aquí presentes,

y mi cariño por todos los jóvenes estudiantes y noveles profesionales que he conocido en

esta casa de estudio en la que ejerzo desde el inicio de la licenciatura, y que mantendrán

sus lazos de compañerismo a través de los años. Traigo este poema, porque en forma clara,

o por lo menos no muy oscura, se presta para simbolizar la tendencia regresiva del adicto,

las dificultades y el costo para superar la regresión incestuosa.

Dice así:

“Porque no está el Amado en el Amante

ni el Amante reposa en el Amado

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tiende Amor su velamen castigado

y afronta el ceño de la mar tonante.

Llora el Amor en su navío errante

y a la tormenta libra su cuidado,

porque son dos: Amante desterrado

y Amado con perfil de navegante.

Si fuesen uno, Amor, no existiría

ni llanto ni bajel ni lejanía,

sino la beatitud de la azucena.

¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa!

¡Oh círculo apretado de la rosa!

Con el número Dos nace la pena.”

Traído a nuestro propósito, este poema representa, rota la fusión olfativa, la burbuja

y la simbiosis regresiva -con toda la connotación olorosa que tiene en el poema la azucena

y la rosa- abiertos los ojos y superado el amor ciego; nos queda, desterrados, la aventura

necesaria y suficiente de vivir. Arrojados al mundo y a la vida, no hay otra suerte que la

de desplegar las velas y afrontar la mar tonante, atronadora, inquietante, con nuestros

deseos a cuesta, gozando logros y soportando frustraciones. Saber vivir, amar y saber

morir, tres cosas, que tristemente no puede ni sabe hacer, el adicto, hasta que no logre la

defusión.

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Asesor de Tesis y Monografías

Durante años he conservado afectuosa y respetuosamente copias de los trabajos

de alumnos y alumnas a quienes asesoré y apadriné en la culminación de sus

Licenciaturas y Doctorados durante mi desempeño en tres Universidades. Se acerca el

momento de aligerar mi mochila, por lo que debo desprenderme de estos valiosos

recuerdos. Deseo al menos dejar registro de los temas de sus elaboraciones y los

nombres de todos ellos, cuya actividad profesional se ha esparcido -deseo con éxito y

satisfacción- por la República y allende sus límites. Si llegara esta evocación al

conocimiento de alguno, acompaño mi abrazo y afecto fraternal, pues si alguna vez fui

uno de sus maestros, hoy soy uno más en esta hermandad.

1 - ASESOR DE TESIS DEL DOCTORADO

UNIVERSIDAD DEL MUSEO SOCIAL ARGENTINO -

Doctorado en Psicología.

“Educación diferencial en la República Argentina!’

Alicia B. CIMINIERI. 1966.

“El niño problema en la escuela.”

Maria SILVA. 1966.

“La psicología a través del tiempo en la medicina.”

Lilia LAGORIO. 1966.

“Educación diferencial del oligofrénico por lesión cerebral.”

Inés ZARMOGLIO. 1966.

“Itinerario existencial.”

Jorge SERGIO. 1968.

“Desorganización de la conducta: delincuencia juvenil.”

Clementina GABIATI. 1968.

“Adolescencia.”

Teresa PILAT. 1968.

“Está el hombre argentino desarraigado?”

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Lucrecia BALLERI. 1970.

“Psicología clínica.”

Alberto VERA. 1971.

“Labor psicoterapéutica en un jardín de infantes.”

Stella MARTINEZ. 1977.

2 - ASESOR DE MONOGRAFIAS DE LICENCIATURA

UNIVERSIDAD DEL MUSEO SOCIAL ARGENTINO-

Licenciatura en Psicología.

“Adolescencia.”

Lidia ROZENDORF. 1966.

“Problemas de conducta en niños de 6 a 12 años.”

Susana SIMONETTI. 1967.

“Adolescencia.”

Teresa PILAT. 1967.

“El niño en edad escolar. Diversos aspectos del problema de adaptación.”

Amanda CAVO. 1967.

“Oligofrenia y pseudo-oligofrenia.”

Berta PILAT de MAKAROFF. 1967.

“Las epilepsias en la infancia y adolescencia.”

Maria GONZALEZ. 1967.

“El niño asmático.”

Guillermo FIGLIUOLO. 1966.

“La sordera congénita desde el punto de vista psicopedagógico.”

Maria del Pilar LEOZ. 1967.

“Panorama psicológico de la rehabilitación del lesionado cerebral.”

Edmundo VAAMONDE. 1968.

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“La familia, el niño, la escuela.”

Maria de VARSI de AGUIRRE. 1968.

“Qué son los sueños?”

Jorge SERGIO. 1968.

“Los mundos del niño en edad escolar.”

Ana IGEL. 1968.

“El control de la natalidad.”

Josefa CIAPUTA. 1968.

“Psicología y medicina: estudio psicosomático de la úlcera gastroduodenal.”

Ester COSCIA de FERNANDEZ SOLER. 1969.

“Psicoterapia de grupo.”

Adela LOVERO. 1970.

“La adolescencia en el mundo moderno.”

Sara FRAGNE. 1971.

“Homosexualidad.”

María del Carmen RODRIGUEZ RENDO. 1971.

“El juego.”

Silvia FEITEL, 1971.

“El niño en la experiencia estética.”

Margarita AGUAS. 1971.

“La psicología social como ciencia.”

Héctor SOLARI. 1972.

“El replanteo actual del psicoanálisis.”

Adolfo CARBALLO.

“El proceso del aprendizaje en la enseñanza diferenciada.”

Osvaldo BOBBIO. 1972.

“Transferencia Y contratransferencia.”

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María ABONALDO. 1972.

“Enfermedades psicosomáticas frecuentes en la niñez.”

Ana CRISTIANO. 1973.

“Alfred Adler.”

Maria CANOSA de JONES. 1972.

“La disociación en la enfermedad psicosomática.”

Beatriz STEINBERG. 1973.

“Estudio psicosomático de la obesidad.”

Alicia BARDELLI. 1973.

“Aproximación a la teoría de la psicoprofilaxis obstétrica.”

Luz NUÑEZ MONASTERIO de GUIAR. 1973

.

“El dolor de cabeza.”

Julio IERTELLI. 1973.

“Adolescencia.”

Hilda PICCIANI. 1973.

“Obesidad.”

Adriana LOPEZ. 1974.

“Aportes psicosomáticos al campo ginecológico.”

Maria MIRANDA. 1973.

“Estudio sobre la hipnosis.”

Gustavo MINUTO. 1974.

“Aspectos psicosomáticos en la práctica pediátrica.”

Elsa SOLARI. 1973.

“La cuestión metodológica en la investigación psicosomática.”

Adelaida REVERE. 1973.

“El concepto de conversión.”

Adela JORDA. 1974.

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“Aborto, estudio psicoanalítico.”

Mirta SEGALLE. 1974.

“Asma bronquial.”

Marta CRAVENNA. 1975.

“Criterios psicosomáticos de la práctica pediátrica.”

Mario GIACONE. 1975.

“Criterios de curación.”

Roberto BEDOYA.

“Psicodinámica de la maternidad.”

Pura GOMEZ de NITSCHE. 1975.

“La imaginación.”

Maria Ana BUONO. 1975.

“El problema de la elección de órgano en psicosomática.”

Ana ASTUDILLO de REDDIG. 1975.

“Estudios sobre el cáncer.”

Marta ROSANO de HERNANDEZ. 1976.

“Obesidad.”

Samuel ZUKERFELD. 1975.

“Psicoterapia breve.”

Emilce MSCHKAIR. 1975.

“El niño y la familia.”

Marta BERTOZZI. 1975.

“Psicodinamia de la maternidad.”

Jorgelina GIAMMICHELLI. 1976.

“Regresión.”

Elsa GRILLO. 1976.

“Psicología del niño lesionado cerebral.”

María del Carmen PEREZ. 1976.

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“¿Cómo es un enfermo sifilítico?”

Maria ACOSSE. 1976.

“Alcances del dibujo infantil en el psicodiagnóstico y en la psicoterapia.”

Marta SCARLATTO. 1976.

“Aspectos de la vejez.”

María Cristina LOPEZ DANTAS. 1976.

“Luis Güemes, un precursor argentino de la Medicina Psicosomática”

Patricia CANDIOTTI. 1977

“Asma bronquial en la infancia.”

Silvia Susana NIETO. 1977.

“La inteligencia.” Leonor ANGRESS de HIRSCHLER. 1977.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA.

Licenciatura en Psicología.

“Afecciones psicosomáticas del aparato digestivo.”

Nelly SASKY. 1978.

“Clivaje, cuerpo, spaltung.”

Hipólito MICONE. 1978.

“Edipo Layo.”

Irma PERITORE. 1978.

“Adolescencia y drogadicción.”

Adriana ZALAZAR. 1978.

“La vejez.”

Patricia ORSINI. 1978.

“Desarrollos y perspectivas de la aplicación de las técnicas grupales en la

psicoterapia de las psicosis.”

Fernando CEROLI. 1978.

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“Asma bronquial”

Griselda TORRES. 1978.

“Análisis de una obra de H.Hesse a través de la psicología compleja de Carl

Jung.”

Adriana FAVIERES. 1979.

“Familia y comunicación.”

Fabiana RUBERTIS. 1980.

“Sobre sexualidad femenina”

Sara MAYORANO.1980.

“Enfermedades psicosomáticas: úlceras.”

Olga TROBA.

“La transferencia. En busca de un modelo de sus antepasados y

antecedentes.”

Daniel VILLARREAL. 1981.

“Valoración psicológica en cirugía plástica estética.”

Olga JORGE. 1981.

“Funciones básicas para el aprendizaje.”

Adela MARAZZI. 1980.

“Asma bronquial infantil:”

Sara GOMEZ. 1980.

UNIVERSIDAD DEL SALVADOR

Licenciatura en Fonoaudiologia:

“Un posible acercamiento a las relaciones entre la voz, constitución y carácter.”

Mabel COLOMBO. 1987.

“Incidencia de la alergia en la voz.”

Inés GRESLEBIN. 1989.

“Importancia del vinculo madre hijo en el normal desarrollo del niño.”

María Angela IAMUNDO. 1990.

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“Estimulación temprana.”

Emilce LARRIEU. 1991.

“Análisis estructural de dibujos libres en pacientes fonoaudiológicos”

Myriam Gladis Videtta. 2001.