El Canto de La Cigarra

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EL CANTO DE LA CIGARRA Onelio Jorge Cardozo Había sido un acuerdo de todos los peue!os "abitantes del #onte$ "allar un lugar donde no %iniera a plantar sus pezu!as un bue&' o donde los continuados pasos de un "o#bre no "icieran trillos desnudos en la tierra( Era pre)erible alg*n pe!+n alto de la #onta!a adonde no treparan los grandes ani#ales, o tal %ez una ra-adura entre las piedras' bastante bien soleada' para establecer la aldea( . así se "izo( /ino %olando una abe-a desde le-os & di-o$ 0Ha& un recodo espl1ndido' un %allecito con tres "ilos de agua & una cantidad de ro#erillo 2orecido ue es una gloria( 3. est4 cerca del paso de los "o#bres5 0pregunt+ una "er#osa bibi-agua negra( 0Le-os 0di-o la abe-a0( Tanto' ue desde all4 arriba se los %e co#o pulga saltando detr4s de sus ganados( 06ues %4#onos all4 0di-eron todos( . all4 se )ueron a )or#ar el pueblecito )eliz de los peue!os "abitantes del #onte( Acarreaban las "or#igas sus ali#entos en una larga cordillera laboriosa ue subía desde el pie de la #onta!a "asta lo alto del pueblo( /olaban las abe-as en busca de polen & n1ctar para )or#ar en los palos "uecos del #onte sus ricos & "er#osos panales( De noc"e prendían sus luces los cocu&os para alu#brar con sua%e luz la plaza del pueblo( 6ero de todo auel concierto de paz' & abundancia se ele%aba de %ez en cuando un canto especial( Era una -o%en cigarra ue no "acía otra cosa #4s ue cantar alegre#ente para todos( Los grillos' ue son #u& buenos #*sicos' alababan #uc"o a la cigarra' & todos en general se "acían lenguas de su #*sica( 7in e#bargo' desde el peue!o a&unta#iento' un par de o-os torcidos #iraban "acia su casa( Era el alcalde' un grueso escaraba-o de bo#bín & bast+n ue a#bicionaba ser #*sico a toda costa sin conseguirlo -a#4s' a pesar de pasar "oras & "oras' a puertas cerradas' con su arco de %iolín' ue "acía resbalar sobre sus patas lustrosas & dentadas( 7e cansaba' pues' de intentarlo & corría a la %entana para ec"ar una #irada de en%idia a la -o%en cigarra' ue a %eces con la luna ta#bi1n cantaba & otras %eces no( Desde luego' la en%idia es co#o una oscura se#illita ue' si no se saca pronto del coraz+n de uno (crece & crece "asta ue "ace al coraz+n #al%ado( . en esto )ue lo ue %ino a parar auel #irar de en%idia & auella #ala #*sica ue ni el #is#o escaraba-o alcalde podía oír( 03Es -usto ue todos traba-e#os & ella no5 0ter#in+ el alcalde pregunt4ndole al pueblo0( La %ida entera se la pasa cantando' #ientras

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EL CANTO DE LA CIGARRAOnelio Jorge CardozoHaba sido un acuerdo de todos los pequeos habitantes del monte: hallar un lugar donde no viniera a plantar sus pezuas un buey, o donde los continuados pasos de un hombre no hicieran trillos desnudos en la tierra.Era preferible algn pen alto de la montaa adonde no treparan los grandes animales; o tal vez una rajadura entre las piedras, bastante bien soleada, para establecer la aldea.Y as se hizo.Vino volando una abeja desde lejos y dijo:-Hay un recodo esplndido, un vallecito con tres hilos de agua y una cantidad de romerillo florecido que es una gloria.Y est cerca del paso de los hombres? -pregunt una hermosa bibijagua negra.-Lejos -dijo la abeja-. Tanto, que desde all arriba se los ve como pulgas saltando detrs de sus ganados.-Pues vmonos all -dijeron todos.Y all se fueron a formar el pueblecito feliz de los pequeos habitantes del monte.Acarreaban las hormigas sus alimentos en una larga cordillera laboriosa que suba desde el pie de la montaa hasta lo alto del pueblo. Volaban las abejas en busca de polen y nctar para formar en los palos huecos del monte sus ricos y hermosos panales. De noche prendan sus luces los cocuyos para alumbrar con suave luz la plaza del pueblo.Pero de todo aquel concierto de paz, y abundancia se elevaba de vez en cuando un canto especial. Era una joven cigarra que no haca otra cosa ms que cantar alegremente para todos.Los grillos, que son muy buenos msicos, alababan mucho a la cigarra, y todos en general se hacan lenguas de su msica.Sin embargo, desde el pequeo ayuntamiento, un par de ojos torcidos miraban hacia su casa. Era el alcalde, un grueso escarabajo de bombn y bastn que ambicionaba ser msico a toda costa sin conseguirlo jams, a pesar de pasar horas y horas, a puertas cerradas, con su arco de violn, que haca resbalar sobre sus patas lustrosas y dentadas.

Se cansaba, pues, de intentarlo y corra a la ventana para echar una mirada de envidia a la joven cigarra, que a veces con la luna tambin cantaba y otras veces no. Desde luego, la envidia es como una oscura semillita que, si no se saca pronto del corazn de uno .crece y crece hasta que hace al corazn malvado. Y en esto fue lo que vino a parar aquel mirar de envidia y aquella mala msica que ni el mismo escarabajo alcalde poda or.

-Es justo que todos trabajemos y ella no? -termin el alcalde preguntndole al pueblo-. La vida entera se la pasa cantando, mientras que una hermana abeja recorre kilmetros de aire para traer su miel. En tanto, nuestra seora la cigarra canta y se divierte.-Canta y nos divierte, querr usted decir, seor alcalde -respondi una abeja misma a quien, particularmente, le encantaba la msica-; pues no me negar usted que la meloda est en el aire, y lo que en el aire est a todo el mundo toca.-S, pero t tambin ests en el aire cuando vuelas y, sin embargo, ests trabajando. De tu vuelo sale la miel.-Cierto, mas mi vuelo es para mi panal, y la meloda es para todos!-Eso es verdad, mucha verdad! -dijeron las hormigas, y los grillos dijeron:-Justo, justo, justo!Entonces una cotorrita", de rojo brillante y moteada de negro, dijo:-Hay ms, hay ms todava; por ejemplo, ayer mismo yo levantaba la mano para pegarle a uno de mis muchachos cuando o el canto de nuestra compaera la cigarra y se me qued la mano en el aire, detenida, sin poderla bajar. Por qu pasan estas cosas?, pregunto yo.-Porque ha encontrado usted mucho qu comer este ao -interrumpi riendo inesperadamente la cigarra.-Quizs, pero tambin porque hay algo en su msica que hace mejor el corazn de una compaera.-S, algo paralizante -se burl el alcalde.

-Paralizante o no -volvi a la carga la cotorrita-, el caso es que no llegu a pegarle a mi hijo, y mucho que me hubiera pesado despus, porque un nio puede ser majadero, pero nunca malo.

-Bueno, por lo que sea! Pregunto si es justo que todos trabajemos cuando ella no lo hace.-Su trabajo es el canto, seor alcalde -dijo un hermoso cocuyo de luz fra.Y se levant entonces un buen coro de voces apoyando al cocuyo, que modestamente, apag sus luces enseguida.Entonces el alcalde, sintindose perdido, pens que quizs la cigarra no sabra defenderse con palabras y dijo:-Que diga ella misma por qu no trabaja; que explique su culpa.Y todos callaron para orla.-Yo -empez tranquilamente la cigarra- creo que nac para cantar, y si eso es culpa, culpa ma no es.-Pero cierto sabio entre los hombres -interrumpi el alcalde-, cierto sabio dijo que una antepasada tuya se pas el verano entero cantando, y adis! la comida en el invierno.A callar!- grit la abeja esta vez, y de tal modo lo dijo y con tal fuerza, que el mismo alcalde guard silencio a pesar de su bastn y su bombn.-Deje usted que ella termine, seor.-Justo, justo, justo! -comenzaron a chillar los grillos, y as termin aquella animada reunin.Esa misma noche, sin embargo, desde la ventana de la joven cigarra, brot el canto ms dulce de todos y el que ms agradeci el pueblo, menos el torcido alcalde.Por supuesto que no por eso se dio por vencido. La oscura semilla creca y creca en su corazn, y apenas cayeron los primeros aguaceros del ao y empezaron los catarros, el alcalde aprovech la ocasin.-Ay, seor alcalde, vaya dolor de odos que padezco! -se lamentaba una linda mariposa.-Esa es la trompa de Eustaquio, hija. Es un rgano muy delicado que tenemos en el odo y se estropea con la msica.-Ah, no saba!-Prcticamente la destruye, hermana. Pero tendras que irte de aqu para no or ese maldito canto.-Entonces, es ella la culpable, la cigarra?-Y quin ms canta aqu, hija ma, quin ms puede hacerlo? -le faltaba decir bellacamente, pero eso no lo deca aunque se le secaran las cuatro patas dentadas.Otra fue con los humildes caracoles, que van siempre pintando de plata los caminos. -Cmo te va, hermano caracol?-Pues ya puede ver, seor alcalde.-Y qu tal con la casa nueva que te has hecho?-A la medida, seor.-Bien; entonces con la lluvia no te ir mal.-Cierto, el agua resbala y no cuela una sola gota. Pero, en cambio, tengo que pasarme das y das encerrado en la casa. Es que anda un catarro muy malo por ah.-Y te llega bien el sonido all dentro?-Perfecto. Lo tenemos en cuenta cuando hacemos nuestras casas.-Contra! Qu peligro!-Peligro, seor alcalde?-Morirs reventado, hijo mo!-Cmo, qu dice usted!-La msica, hijo, la msica! Se trata de la repeticin de los sonidos de alta frecuencia.

-Frecuencia!-S, y tu pobre casa es un laberinto que multiplica la frecuencia de los altos sonidos! -Sonidos!-Ah, pero ella no cesa, no cesa! Ella siempre canta y canta hasta matar.-La cigarra, seor!-Ella si, ella. Acabar con nosotros tambin. Pero t ni siquiera saldrs de tu casa para morir al sol. Nadie lo sabr y estars helado all adentro.Y el pobre caracol, horrorizado, de un tirn de puertas se cerraba en su casa, mientras el malvado escarabajo sonrea seguro del callado veneno que estaba depositando en la gente.Tanto fue as que un tiempo despus casi todos, disimulando, escapaban para no or a la cigarra.Una maana, cuando lo crey oportuno, el seor alcalde, con cuatro gusanitos de su bando, y armados, se present en la casa de la cigarra:-Dse presa, joven, en nombre de la ley.-Qu ley? -pregunt ella, y el alcalde, desenvolviendo un largo papelucho de muchos sellos y cuos, dijo:-En nombre de la ley de odos.De mas est decir que aquella noche, ni ninguna otra, se encendi la ventana de la joven cigarra.Y as pas casi todo el invierno. La gente no escuchaba el canto y bajaban sus manos con fuerza contra los fondillos de sus hijos, quienes lloraban a ms no poder, sin entender por qu se les pegaba. As lleg otra primavera ms, y una tarde, una tremenda tarde de agua, sucedi algo en el pueblecito que nadie fue capaz de imaginar. De pronto, una horrorosa carcajada que derrib tres casas, reson en el aire y en el cielo.-Ja, ja! Aqu estoy yo!Sobre la colina, en lo ms alto del pueblo, asomaba su cabeza un sapo enorme que revoleaba en el aire .su lengua como un ltigo.-A entregarse todos ahora mismo!Al principio quedaron paralizados de miedo, pero al fin se reuni una comisin de vecinos que empez a agitar un ptalo blanco, de romerillo. Al frente de la comisin, temblando de la cabeza a las patas dentadas, estaba, naturalmente, el alcalde:-Seor, en qu podemos servir a su Excelencia?-En alimento variado y nutritivo -contest el sapo.-Pero si no somos tantos, Excelencia, ni para medio plato! -y el alcalde se inclinaba hecho una miseria de miedo.Sin embarg las abejas no temblaban, y es porque las abejas trabajan mucho y conocen el valor de la lucha. Por eso una se adelant y habl sin miedo:- Oye, t, sapo; ests parado sobre la montaa de un pueblo libre.- El sapo call un instante y luego dijo:- Bueno y eso qu?- Que lo que no est bien no puede durar mucho tiempo.- Eso lo veremos! -y se adelant amenazante.Pero los pequeos habitantes de la aldea corrieron a sus escondites y nada pudo hacer el sapo. Entonces, hinchndose de rabia, tron:-Dos horas para que se entreguen o destruyo el pueblo.Y naturalmente, empez a pasar el tiempo. Vino una tarde larga de vivos colores que pareca la ltima, y al cabo se encendieron las estrellas.-Tenemos que hacer algo y pronto -gritaba nervioso el alcalde, hasta que la abeja le sali al paso:-Usted no tiene nada que hacer!-Soy el alcalde no?-Era -cort ella-: porque desde que le llam excelencia a esa bestia, dej de serlo para nosotros.-Justo, justo, justo! -chillaron los grillos, y el alcalde baj la cabeza y ya el bombn le quedaba demasiado alto y el bastn demasiado cono.-Alguien tiene alguna idea, algn pan?-Tenemos que luchar -sigui diciendo la abeja.Entonces se adelant una bibijagua:-Compaeros, el monstruo est sobre la colina y, detrs de l, el abismo. Si nosotros logramos socavarle la tierra por el otro lado, se va de espaldas al precipicio sin remedio.Bravo, excelente, acertado! -dijeron todos.Pero la abeja segua pensativa y al cabo dijo:-Es imposible, nos ver darle la vuelta a la colina.-Cierto -admiti la propia bibijagua, y una hormiga se pas un pauelo por la frente fra y sudorosa.-Entonces, qu hacer -musit un grillito que todava estaba blanco por haber vivido todo el tiempo bajo una piedra.Y era una pregunta dura, porque no haba otro camino para vencer al monstruo que su propia cada.As pues, en un largo silencio pas el tiempo, hasta que se vio al cocuyo encender las luces otra vez, y todos se volvieron esperanzados hacia l.-Hermanos, la cigarra -dijo el cocuyo.-Qu!-Su msica hace mejor a la gente, paraliza al enemigo.-A esa bestia no -contest la mariposa.Pero el cocuyo, que siempre lo piensa todo antes de encender las luces, no se dej vencer:-Slo necesitamos que se adormezca un poco, slo que se tire un pestaazo, para que vayamos todos a la colina y socavemos la tierra.-Eso s es posible -dijo la abejita y, animndose, pregunt enseguida-: Dnde est la comadre cigarra?Ya nadie se acordaba de ella. Pero el alcalde meti la mano en el bolsillo de su traje negro y sac, temblando, la llave de la crcel.-Hasta eso has hecho! -dijo la abejita. Y al tiempo que le quitaba la llave, parti volando para la crcel.Cuando la abejita abri la puerta de la celda, la cigarra estaba escribiendo en un papel pautado.-Si ests haciendo tu testamento olvida eso, hermana.-Testamento? Quin dijo?. Estoy escribiendo msica, aign da se cantar.Y a la abeja se le cay una lgrima de sentimiento. Mas habl enseguida, porque la cosa no estaba para sentimientos.-Hermana, necesitamos tu msica hoy ms que nunca! Podras ayudamos a salvar a tu pueblo?

-Vamos -dijo simplemente la cigarra, y tom su violn.Estaba empezando a amanecer cuando ella subi a su casa y abri de par en par sus ventanas, casi ante la misma nariz del sapo.En tanto, abajo las hormigas, las bibijaguas, los grillos, las mariposas y los caracoles, esperaban en formacin militar.Poco a poco una fina msica fue ascendiendo desde el pueblo, desde la ventana de la cigarra; y expresaba la msica la fuerza de la gente cuando se unen el dolor de uno solo por todos y los de todos por uno solo.Al principio la enorme bestia empez a sonrer burlonamente, pero poco a poco fue sintiendo que se paralizaba su cuerpo, y al fin, como dos enormes toldos corrugados, bajaron sus prpados. Las gentes del pueblo abandonaron entonces sus escondites, dieron un rodeo por detrs de la colina y se pusieron a trabajar ms bravamente que nunca, socavando la tierra, hasta que. a una sola voz.se apartaron todos y la tierra cedi y el sapo cay de espaldas, rodando hasta el abismo y su muerte.Desde entonces casi no hay da que no se cante trabajando y noche que no se baile cantando. La joven cigarra hace mucho tiempo que muri, pero en el centro de la plaza del pueblo hay una estatua de ella reclinada sobre su dulce violn y cantando las inagotables canciones .de su pueblo.

ONELIO JORGE CARDOSOOnelio jorge Cardso (Cuba, 1914), es un escritor dedicado a crear literatura para nios y jvenes. El escribe principalmente relatos, que se hallan reunidos en libros tales como el libro titulado "Caballito blanco.De uno de estos libros hemos extrado el cuento que presentamos.PARA COMENTARIO ORAL1. La cigarra del cuento era admirada por todos, menos por el escarabajo, que haba llegado a odiarla. Explica cules fueron las causas del odio que senta el escarabajo.2. En una reunin convocada por el alcalde se comenz a criticar a la cigarra. En esta reunin la "cotorrita" y el cocuyo la defendieron. Cules fueron los argumentos que ambos amigos expusieron en favor de la cigarra?3. Como el escarabajo no pudo convencer a los habitantes del pueblo diciendo que la cigarra no trabajaba, comenz a usar otro argumento. Cul fue el nuevo argumento usado por e! alcalde?4. Los jardineros y agricultores saben que el sapo es un animal muy til para el hombre, a pesar de su fealdad. En efecto, el sapo ayuda a exterminar los insectos que hacen dao a las plantas, pues se alimente de ellos. Cmo se presenta al sapo en el relato? Ests de acuerdo con esa forme de presentarlo? Por qu?