Seminario: Economía social y solidaria y racionalidades de ...
El comportamiento del productor rural bajo la premisa de racionalidades
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El comportamiento del productor rural bajo la premisa de
racionalidades Carill Garay Valenza
Centro de Desarrollo Territorial
El presente ensayo constituye un intento por hacer comprender a los agentes de desarrollo
que las intervenciones que vienen realizando en las zonas rurales, deben hacerse
con modelos que reconozcan la heterogeneidad rural [1] pero no desde un punto de vista
ambiental o territorial sino más bien marcado la diferencia existente entre los productores
con racionalidad de subsistencia y los productores con racionalidad de mercado. Entonces,
el punto de partida de este ensayo son los comportamientos de los productores agrícolas,
explicados bajo la premisa de la racionalidad; es decir, bajo el supuesto de que de entre
todas las acciones viables, los productores toman las que mejor permiten aproximarse a los
fines por ellos perseguidos.
Desde una explicación especializada, la racionalidad es una cualidad humana, una forma
de ser, de pensar y de actuar. Se puede definir como el uso apropiado de la razón [2] a fin
de elegir de la mejor forma posible. Ser racional significa, pues, comportarse según “buenas
razones”. Es decir, pensar, evaluar y actuar siguiendo criterios bien fundados. Pero eso no
siempre se da en el comportamiento humano.
La racionalidad puede aplicarse a nuestras creencias, a nuestras evaluaciones y a nuestras
acciones. Pero no siempre creemos racionalmente, no siempre evaluamos racionalmente
y no siempre actuamos de manera racional. La causa es que el ser humano no es sólo
razón e inteligencia; también es sentimiento, pasión, emotividad, imaginación y creatividad.
Y, sobre todo, es voluntad de vivir. Por ese motivo no todas nuestras creencias responden
a las exigencias de la racionalidad, ni tampoco nuestras intenciones a la hora de actuar, ni
la forma como lo hacemos. La racionalidad es, desde este punto de vista, una aspiración
humana, más que una realidad.
En ese entender, el destino final de la producción agrícola no estaría sujeto a la cantidad
de tierra que poseen los productores, sino que estaría orientada por su racionalidad. Para
unos su “buena razón” les indicaría que deben producir para subsistir y para otros que
deben producir para el mercado. Ahora bien, si comprendemos que las creencias, las
evaluaciones y acciones de los productores no siempre son racionales, entonces debemos
proveerles del conocimiento necesario para que sus decisiones sean objetivas y no se
dejen llevar por factores puramente emocionales.
Jorge Miguel Streb [3] en su libro titulado: “El Significado de la Racionalidad en
Economía” señala que la hipótesis de racionalidad es central en teoría económica actual,
y sirve de hilo unificador en la historia del análisis económico. Asimismo indica que ésta
hipótesis se ha extendido a otras ciencias sociales bajo el enfoque de decisión racional y
que se puede distinguir entre racionalidad en sentido limitado (maximización de beneficio),
y racionalidad en sentido amplio (optimización). Para el autor, el significado de la
racionalidad individual se reexamina explorando las implicancias psicológicas de la
racionalidad: la racionalidad se puede ver como inteligencia analítica más madurez
emocional.
Por ello, la racionalidad es un principio a nivel individual, que no coincide necesariamente
con la racionalidad colectiva. Las fallas de racionalidad se pueden ligar con problemas de
racionalidad acotada y con inconsistencias en nuestras preferencias.
Un productor con racionalidad de subsistencia, según los antropólogos, es aquel cuyo
comportamiento económico se explica por sus actitudes, valores y sistemas cognoscitivos.
Por ello, éste tipo de productor desde el enfoque antropológico es considerado inserto en
una cultura tradicional, donde los contenidos culturales y los valores se trasmiten en forma
verbal.
Asimismo, los antropólogos consideran que los procesos de producción y distribución de
las tierras incivilizadas donde habita un productor de subsistencia, no se gobiernan
necesariamente por intereses económicos sino más bien con determinantes no
económicos como el parentesco, la mitología, la ayuda mutua, etc.
Por otra parte, los antropólogos contemporáneos señalan que los productores con
racionalidad de subsistencia son personas cuyo estilo de vida muestra entre sí ciertas
similitudes estructurales, económicas, sociales o de personalidad. Dicho de otra manera,
estas personas tienen similitudes de comportamiento.
Para comprender mejor lo escrito anteriormente, recurriremos a Redfiel quien propuso una
tipología de las comunidades aisladas – el peasant y el farmer -, caracterizando como
peasant a quienes tienen un “control sobre la tierra” que les permite llevar adelante en
común un modo de vida tradicional que la agricultura integra íntimamente pero no como
una inversión económica para obtener una ganancia. Mientras quienes ejercen la
agricultura como comercio y consideran a la tierra como capital y mercancía, no son peasant
sino farmers. Entonces, desde el enfoque antropológico esa sería la diferencia principal
entre productor con racionalidad de subsistencia (peasant) y productor con racionalidad de
mercado (farmers).
Por otro lado, las teorías modernizantes formuladas por los neoclásicos dan a entender que
los productores con racionalidad de subsistencia constituyen un sector agrícola estancado,
con escasos excedentes para la comercialización, con una significativa preferencia por una
vida ociosa y que tienen un escaso interés por obtener ganancias. Mientras que los
productores con racionalidad de mercado constituyen el sector receptivo al cambio y cuyo
comportamiento persiguen el maximizar ganancias.
Entonces, es necesario entender que los productores con racionalidad de subsistencia se
rigen por las necesidades de consumo del núcleo familiar y los criterios productivos que
ellos tienen. Estos productores no siempre cultivan el producto más rentable sino el más
necesario para su consumo. En definitiva, en su racionalidad económica, lo primero es
“asegurar en forma directa el consumo familiar” en vez de “maximizar sus ganancias” y que
la recurrencia al mercado por parte de los productores con racionalidad de subsistencia
proviene del deseo de satisfacer de mejor forma sus necesidades. Parte de su producción
(sobrante o no sobrante) debe ser intercambiada en el mercado local para intercambiarlos
por manufacturas o alimentos que no pueden elaborar (azúcar, productos de almacén,
vestuario, etc.) Por lo tanto, la producción que va al mercado no es necesariamente
excedente. Si así lo fuera, las relaciones de mercado serían mucho menores que lo que
son en realidad.
En conclusión, si los agentes de desarrollo siguen tratando éste tema con modelos
homogéneos sin diferenciar quienes son productores con racionalidad de subsistencia y
quienes productores con racionalidad de mercado no solo fracasaran en el intento por lograr
sus objetivos sino también estarían contribuyendo al aumento de la apatía[4] en las zonas
rurales.
El trabajar con modelos que reconozcan la heterogeneidad de racionalidades entre los
productores, da posibilidad de intervenir de acuerdo a las demandas de éstas personas.
[1] Germán Escobar señala que actualmente existen varios modelos que tienen presente la heterogeneidad de
los grupos humanos y los ambientes en que ocurre la producción. Escobar indica por ejemplo, que el servicio
de asistencia técnica del INDAP en Chile, cuya población objetivo es definido en la ley de creación de la
institución, sigue un esquema tercerizado que ha reconocido la diferencia entre productores desde principios de
la década de los 90. Esta institución, según Escobar, se inició con planes de asistencia técnica diferenciada
según programas regionales de mediano plazo a nivel de zonas geográficas de trabajo y atención por etapas
de duración diferenciada (en un esfuerzo por flexibilizar el sistema), entre los cuales se destaca un modelo
cofinanciado por parte de las municipalidades rurales.
[2] La razón es la facultad o capacidad humana que permite buscar la verdad y resolver problemas, aprender
una lengua y ejercerla, juzgar y actuar según principios. Ésta sería la característica específica del ser humano,
aquella que lo distingue de los otros animales.
[3] Docente la Universidad del CEMA de Buenos Aires, Argentina.
[4] Para los estoicos la apatía es la insensibilidad o la ausencia de emociones, sentimientos y pasiones. También
es definida como un estado de indiferencia.