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PACO MONCAYO GALLEGOSAlcalde Metropolitano de Quito

CARLOS PALLARES SEVILLADirector Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito, FONSAL

EL DERECHO Y EL REVÉS DE LA MEMORIAQuito tradicional y legendario

Autores:© Édgar Freire Rubio© María del Carmen Fernández

© FONSAL,2005, para la presente edición

Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de QuitoVenezuela 9-14 y Chile / teléfonos (593-2) 2584-961 / 2484-963

Editor general:Alfonso Ortiz CrespoAsistencia editorial: Sofía Luzuriaga Jaramillo

BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO VOLUMEN 5

ISBN-9978-300-27-9

Dirección de Arte: Rómulo Moya Peralta / TRAMADiseño: Meliza Martínez de Naranjo / TRAMAPreprensa: Juan Moya Peralta / TRAMAImpresión: Imprenta Mariscal

Realización:TRAMA:Eloy Alfaro N34-85, edificio Marinoar, planta bajaTeléfonos (593-2) 2246-315 / 2246-317Quito – Ecuador www.trama.com.ec / e-mail: [email protected]

Impreso en Quito-Ecuador, 1500 ejemplares, noviembre 2005

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Édgar Freire RubioCOMPILADOR

Introducción y notas de María del Carmen Fernández Delgado

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DEDICATORIA 

AMaría del Carmen Fernández y a mis hermanas:Violeta,

Mercedes,Marthita, Dolores y Janneth,mis semejantes.

H ay una soledad en la pobreza, pero una soledad que da su valor a cada cosa. Es un determinado grado de riqueza, el mismo cielo

y la noche llena de estrellas parecen bienes naturales, pero en la parte bajade la escala, el cielo recobra todo su sentido: una gracia sin precio. ¡Nochesde verano, misterios que crepitan las estrellas! 

(El revés y el derecho,Albert Camus)

os hombres no son mis semejantes. Son los que me contemplan yme juzgan; mis semejantes son aquellos que me aman y no me 

contemplan, que me aman contra todo, que me aman contra la decadencia,contra la bajeza, contra la traición; yo y no lo que hice o haré, que me ama-rían tanto que me amaría a mí mismo, incluso hasta el suicidio.

(Carnets, Albert Camus)

 Y también a mi madre:

C ristal feliz de mi niñez huraña,

La muerte,madre mía, a ti me una,agua en tu agua, arena en tu arena.

(Gerardo Diego)

mi clásica y romántica bahía…

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Carlos Pallares Sevilla 

PRESENTACION

Carlos Pallares Sevilla

El Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural – FONSAL tiene

 bajo su responsabilidad la conservación, restauración, recupe-ración y preservación de los bienes patrimoniales de arquitec-

tura, urbanismo y arte, es decir todo aquello que conforma esta herencia cul-tural material que ha llegado a nosotros, no como un regalo del cual podamosdisponer arbitrariamente, para disfrutarlo, sí, pero no para destruirlo, degra-

darlo o hacerlo desaparecer. Lo hemos recibido como un encargo que debemostrasladarlo a las futuras generaciones en iguales o mejores condiciones de lasque recibimos; somos sus depositarios, no sus propietarios. Pero estos bienespatrimoniales materiales son solamente parte de las expresiones culturalesque conforman ese importante legado. Los valores inmateriales, intangibles,son la esencia, el espíritu de ese patrimonio, constituyen la memoria de nues-tra sociedad. La historia, las leyendas, las tradiciones, la literatura, la músi-ca y otras son parte de ese legado. Salvaguardar y difundir estas manifesta-ciones que nos precedieron es consustancial a nuestra responsabilidad.

En cumplimiento de esa obligación el FONSAL ha editado y auspiciado diversas publicaciones que

tienen como propósito rescatar y difundir las expresiones culturales que contienen las claves de nues-tras raíces, impidiendo de esa manera que caigan en el olvido. El Alcalde Paco Moncayo dispuso quedentro del programa editorial, se establezca la Biblioteca Básica de Quito que es una colección de tí-tulos que representan a las más importantes publicaciones antiguas o nuevas referentes a Quito y queen su conjunto conforman una completa presentación del patrimonio cultural. El derecho y el revés de la memoria. Quito tradicional y legendario, que ponemos a disposición de los lectores, es el séptimo volu-men de la Biblioteca Básica.

Conforman la presente obra ochenta y dos trabajos de más de 40 autores, por su diversidad y complemen-tariedad permiten al lector tener una percepción completa de los valores patrimoniales de la ciudad y dela ciudad misma. Sin embargo es necesario señalar que esa diversidad, no cae en un amontonamiento ecléc-tico del recuerdo;los diversos temas que conforman la compilación se entrelazan y se complementan,gene-rando de esa manera una especie de estructura en donde nada falta, nada sobra y la que permite, a pesar 

de su diversidad, considerar a la compilación como una totalidad. Esta es la razón por la cual no hemosquerido suprimir de esta publicación leyendas o artículos que forman parte de otras obras de la BBQ.

La obra aporta con una comprensión de la ciudad que toca hitos históricos estructurales (eventos indepen-dentistas, por ejemplo), símbolos formales de identidad (historia del escudo,el estandarte), pero que palpala vivencia de la urbe mediante personajes anónimos que eran conocidos en períodos determinados, y queel olvido podría enterrar , de esta manera esta obra cubre aspectos de la ciudad tanto en su forma y comoen el espíritu que lo anima. Pero además esta visión se ve enriquecida por la dimensión del tiempo,pues-to que al ser un compendio que trabaja con autores de múltiples períodos históricos, se puede recorrer unasuerte de historia de las mentalidades, ya que cada autor plasma en su texto la concepción de su entorno y laconfiguración cultural de su tiempo. Justamente mediante el rescate de estas voces del día a día de los qui-teños,o de sus acciones cotidianas (el Carbonero o el Mapapelotas), se accede a un dinamismo y a una rea-lidad variopinta que traspasa lo estructural y simbólico para volverse vivo.

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Adicionalmente este compendio permite un acercamiento al lenguaje de quiteñismos, presente entodos los textos, y en el trabajo de Jorge Fegan en particular que enlista los localismos que se han man-tenido, perdido o transformado. La mutación no sólo toca a las costumbres idiomáticas, sino a las lú-dicas, especialmente en el texto Juegos de mi niñez.

Muchos autores destacados de amplia trayectoria en la cultura de esta ciudad, aunque no todos seanquiteños de nacimiento, avalizan la calidad de esta obra.La participación de dos autores sudamericanosde dimensión universal aporta una referencia diferente e importante en la percepción de nuestros valo-res culturales. Escribir sobre los méritos y trayectoria de cada unos de los 38 autores ecuatorianos seríauna tarea inacabable, sin embargo deseo señalar algunos aspectos referidos al compilador Edgar FreireRubio quien además es autor de nueve de los trabajos de la obra.

Difícil hallar alguien más calificado para ensamblar en un libro escritos diversos sobre Quito, una per-sona que ama a su ciudad, la admira, la defiende y quien con igual persistencia y entusiasmo ha dedi-cado la mayor parte de su vida a la noble actividad de LIBRERO, así con mayúsculas. No hace faltaque yo abunde en pruebas ni en argumentos para trasmitir al lector la importancia y la profundidad deestas dos condiciones del autor; María del Carmen Fernández realiza en la Introducción una brillantedescripción al respecto, lo que me releva de tan grata tarea. Solamente debo consignar mi testimoniode cuando por los años setenta muchos jóvenes profesores de la Facultad de Arquitectura acudíamosde manera permanente a la librería Cima en busca de libros de diversa naturaleza, no solamente vin-culados a nuestra profesión. Recibíamos un trato cordial, familiar, cariñoso tanto de Don Luis Carreraun hombre bondadoso,como de Édgar Freile.Édgar menor que nosotros era un verdadero tutor en laslecturas de filosofía, literatura y otros temas diferentes a la arquitectura. El nos recomendaba las obrasque debíamos leer. Con inagotable paciencia y decidido entusiasmo buscaba cualquier libro que no-sotros deseábamos, por perdido que estuviere. Se convertía en nuestro cómplice cuando nos reservabaejemplares que le habían llegado a la librería y que por su gran acogida corrían el riesgo de agotarse.¡Que gran amigo teníamos en esa librería!

Pero El derecho y el revés de la memoria. Quito tradicional y legendario, contiene además un estudio intro-ductorio de la filóloga española María del Carmen Fernández Delgado, cuyo aporte es indiscutible para

la comprensión y el conocimiento del significado del libro. En efecto,su trabajo permite al lector acer-carse al compilador, de larga trayectoria en la recuperación de historias cotidianas y de la memoria dela ciudad de Quito, mediante descripciones y análisis de la trayectoria vital del autor así como del tra-bajo de compilación, tanto a nivel técnico como a nivel teórico,mediante el cual logra contextualizar la labor de la compilación dentro de un universo del libro, la palabra, la vivencia y sus corresponden-cias con la tradición.

Gracias a este aporte el lector accede a una conceptualización de las temáticas tratadas en los artículos.María del Carmen Fernández, divide con flexibilidad las temáticas en la historia, la evocación literaria y la crónica periodística y los textos poéticos. Se encuentra entonces una propuesta de lectura querefleja la coherencia estructural del compendio, y una posible intencionalidad que busca lo diverso enla memoria de Quito.

Finalmente la obra contiene notas explicativas y aclaratorias de María del Carmen Fernández, anexasa cada artículo. Por esto, el lector puede profundizar sobre la información que aportan los textos. Setrata de un afán de contexto, tanto de los personajes como de los temas que abordan los diferentes auto-res. Ella completa su aporte con la inclusión de una bibliografía de obras sobre Quito y notas bio-bibliográficas de los autores de los ochenta y dos artículos. El lector puede entonces situar al artículodentro de un marco más informado.

Estamos seguros que esta obra será de gran importancia para quienes deseen recordar a la ciudad y paraaquellos que quieren conocerla en lo profundo.

Carlos Pallares SevillaDirector Ejecutivo del FONSAL

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EPÍGRAFES

Si mi alma recibiera una leve condena,

si estuviera obligada a quedarse a vagar  por este mundo, pienso que escogería, en lugar de la casade una noble en decadencia o de un prócer sin mancha-ni siquiera en su espada-,alguna de esas calles altas y retorcidas,no con la idea de espantar del lechoa la hembra asustadiza y al amante,la de agitar el ruedo del mantón o la enaguacolgados en un patioel miedo es el faldón suelto de la camisa-,entre aquellas personas que velan hasta el alba

(helada como mano de una santa de yesoo como una botella vacía de aguardiente),sino con el afán de recoger memorias,las de la infancia, las de la leyenda,las de la gloria, las de la miseria,las de la historia de la muy antiguaciudad de Quito y de la patria incierta, para llevarlas, cuando llegue el díasupremo del perdón, al Cielo.“Quito”, Bruno Sáenz A.

Otra vez vuelvo a verte ciudad de mi infancia, pavorosamente perdida…Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…¿Yo? Pero ¿soy yo el mismo que viví y aquí viví?

Y aquí volví a volver,¿Y aquí de nuevo vuelvo a volver?¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somosuna serie de cuentas-entes ensartados en un hilo-memoria,una serie de suelos de mí por alguien que está fuera de mí?Fernando Pessoa

El pasado es lo más real de nuestras vidas. El pasado existe. Existiócuando fue presente, pero sigue vivo, sigue siendo en cada uno de losmomentos del presente, porque nos ha generado.Aunque sea pararechazarlo, para liberarnos de él, el pasado existe.Y es vital para saber quiénes somos.Y para protegernos y acompañarnos. Son los ‘fantasmas buenos’…

 Extracto de una carta personal dirigida por Maríadel Carmen Fernández a Édgar Freire Rubio,9 de octubre de 2004.

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ÍNDICE

Presentación Carlos Pallares Sevilla

Estudio Introductorio María del Carmen Fernández Delgado

El hombre, la ciudad y los cóndores Mario Vargas Llosa

Retrato de una ciudad:Quito, c apital de las nubes Jorge Carrera Andrade

Fundación de San Francisco de Quito y el nombre de su fundador Ricardo Descalzi

Escudo de Quito Pedro Pablo Traversari

La bandera y el estandarte de la ciudad Pedro Pablo Traversari

Himno a Quito Fray Bernandino Echeverría O.F.M. (letra)

Fray Agustín de Azcúnaga O.F.M. (música)

Las Quilagos (La reina Quilago) Piedad y Alfredo Costales

Lugar de nacimiento, fecha y ascendencia familiar de Atahualpa Fernando Jurado NoboaDiscurso dirigido por Espejo, desde Bogotá, a la ciudad de Quito Eugenio Espejo

Agosto Rebelde Segundo E. Moreno Yánez

El dos de Agosto de 1810 Pedro Fermín Cevallos

Plaza Mayor Bruno Sáenz

Las Libertadoras Bruno Sáenz

El rollo o la picota colonial de Quito Luciano Andrade Marín

Las primeras calles y los primeros puentes sobre las quebradas Luciano Andrade Marín

Hospital Eugenio Espejo Fabián Guarderas Jijón

 Yavirac-Panecillo Javier Cevallos

Viva la gallina con su pepita Cristóbal de Gangotena y Jijón

La Virgen de la Empanada Cristóbal de Gangotena y Jijón

El Cristo de la Agonía (1673) Ricardo Palma

La leyenda de la cruz pétrea del atr io de la Catedral Guillermo Noboa

La leyenda de la cruz de la muralla de San Francisco Guillermo Noboa

La esquina de las almas Alfredo Fuentes Roldán

El arco de la reina Alfredo Fuentes Roldán

Quito eterno Édgar Freire García

Endecha de Guápulo Jorge Reyes

El antiguo beaterio Luciano Andrade Marín

San Roque de los quiteños Byron Rodríguez Vásconez

Los artículos de la fe Cristóbal de Gangotena y JijónUn hidalgo a carta cabal Cristóbal de Gangotena y Jijón

La leyenda de la puerta clausurada del Carmen Bajo Guillermo Noboa

La tradición del arco de la Virgen del Rosario Guillermo Noboa

 Juego del sapo Alfredo Fuentes Roldán

Toctiuco Alfredo Fuentes Roldán

Historia del cementerio de San Diego Luciano Andrade Marín

El poncho de San Roque Jorge Reyes

El Machángara José Modesto Espinosa

Más pobre que Cristo Cristóbal de Gangotena y Jijón

Sacrilegio Cristóbal de Gangotena y Jijón¿Terror...? ¿Esperanza...? Cristóbal de Gangotena y Jijón

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La esquina de la Virgen Alfredo Fuentes Roldán

La Virgen de Quito Alfredo Fuentes Roldán

Coplas populares de Quito Bolívar Bravo (comp.)

La contadora de cuentos Édgar Freire Rubio

La Caja Ronca: una leyenda recogida en el barrio de San Diego Guillermo NoboaLa canilla del difunto Guillermo Noboa

La calavera del convento de San Francisco Guillermo Noboa

Dulce Jesús mío, mi niño adorado Alfredo Fuentes Roldán

El sapo de agua Alfredo Fuentes Roldán

Epístola Arturo Borja

La leyenda del pogyo de los ratones Guillermo Noboa

La tradición de la casa nº 1028 Guillermo Noboa

La Virgen del Quinche es alfarista Laura Pérez de Oleas

Alfaro Eduardo Galeano

Limen Hugo Alemán

La ciudad de los recuerdos Nicolás Kingman

Ciudad de los portales Eduardo Villacís Meythaler  

Los cafés quiteños Henry Nick (Enrique Terán)

El centro histórico Simón Espinosa Cordero

Apagones y ceniza Segundo E. Moreno Yáñez

El paisaje quiteño Juan Manuel Carrión

Una casa fantasmal Édgar Freire Rubio

Pelota de tabla y guante Alfredo Fuentes Roldán

Aucas, Marañón o la guerra Jaime Vega Salas

Cuarenta Alfredo Fuentes Roldán

Carnaval Édgar Freire RubioEvocación de los juegos de la niñez Bolívar Bravo

Un propagador de cultura: El Mapapelotas Alejandro Andrade Coello

Los pungas quiteños Jorge Ribadeneira

Cajoneras Ulises Estrella

Colores Ulises Estrella

Casa 1161 Édgar Freire Rubio

Subimos y bajamos calles Rafael Larrea

Cinco canciones de Quito Rafael Larrea

La Alameda Édgar Freire Rubio

Cinco centavos en Santa Catalina Édgar Freire RubioQuito, la horrible Fabián Corral B.

Esquitofrenia 1 Ramiro Oviedo

La Amazonas: de fantasmas y fantoches Édgar Freire Rubio

La plaza grande en sepia Édgar Freire Rubio

Glosario de quiteñismos (Extracto) Jorge Fegan

Soy Édgar Freire Rubio

Fichas Bio-Bibliográficas de los Autores de los textos

Bibliografía

Referencias de las Ilustraciones

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En 1994, la Editorial Libresa publicaba en su colección Antares Quito, tradi-

ciones, leyendas y memoria, un con- junto de cuarenta y siete títulos con que ÉdgarFreire Rubio nos invitaba a internarnos, por cuarta 

 vez, en los vericuetos de su ciudad natal. En ese

 volumen se nos ofrecía una selección de 40 textoselegidos de entre aquellos que el compilador había ido reuniendo en los tres tomos, ya editados, deQuito, tradiciones, testimonio y nostalgia, a los queentonces se sumaban siete perspectivas más acerca de la ciudad.

Han transcurrido once años desde entonces y el libro haalcanzado su décima reimpresión siguiendo,así, la misma suerte que sus antecesores, que fueron adqui-ridos y degustados con una rapidez asombrosa en el país.Y es que la presentación múltiple, caleidos-cópica, de Quito fascinó a los lectores desde el primer momento,desde que Édgar tuvo la feliz idea debarajar el misterio de las leyendas con el rigor de los hechos históricos, la chispa de la crónica perio-dística con la seriedad del ensayo interpretativo, la nostalgia de las costumbres tradicionales con las crí-ticas reivindicaciones del presente, la prosa con la poesía, la evocación subjetiva con la objetividad dela investigación, los autores de antaño con los de ahora, los ecuatorianos con los extranjeros.

Multiplicidad de enfoques que se plasmó por primera vez en 1987, año en que salió a la luzQuito: tradiciones, testimonio y nostalgia. Fue entonces cuando se creó el encanto. La obra gustó tanto queagotó seis ediciones en cinco años y Freire,estimulado por esta acogida y por su deseo de seguir cono-ciendo y dando a conocer a su ciudad, continuó escudriñando viejas y nuevas publicaciones y pudo,así, elaborar cuatro sugerentes mosaicos más de Quito bautizados con el mismo título:el segundo tomode la obra, nacido en 1990, ha agotado hace tiempo su tercera edición; del tercero, aparecido en 1993, ya no se encuentra ningún ejemplar; el cuarto salió, tras larga espera, en 2002, el mismo año en que sereimprimía, por séptima vez, el tomo I de la ‘saga’; y el quinto acaba de ver la luz en mayo de 2005.

Quito: más tradiciones, leyendas y memoria hereda el espíritu de las páginas alumbradas por lacolección Antares. Sin embargo,son algunas las novedades que lo enriquecen y lo diferencian de aque-

llas. En primer lugar, ahora el índice se ha incrementado de manera considerable y se les ha dado unpeso mayor a las leyendas y tradiciones. Por otra parte, aquí se recogen solamente nueve textos de lascinco compilaciones previas que mantienen el título originario.A ellos se les han sumado algunas cola-boraciones dedicadas específicamente a este trabajo,varios artículos salvados de la caducidad de la pren-sa periódica y un número significativo de aportaciones de notable interés para la bibliografía ecuato-riana y que son, así, rescatadas del olvido al que la falta de reediciones las viene condenando injusta-mente.Además, Édgar nos regala ocho visiones suyas sobre ciertos lugares quiteños en que se refleja suíntimo sentir sobre la ciudad;de ellas, tres han permanecido inéditas hasta ahora,y otras tres provienende esas entrañables “Memorias de un niño” que conforman El barrio de los prodigios (1998).

Nos hallamos, pues, ante otro brillante itinerario para seguir descubriendo, desde múltiplesflancos, una ciudad inagotable, un organismo vivo que hoy, en los tiempos de las conquistas tecnoló-gicas y globalizadoras, que son también los de la inseguridad, la angustia, la emigración y, en muchos –demasiados- casos, los de la desesperanza, necesita reconocerse en una identidad,en una forma de ser 

 y de estar. En una cultura que, indisociable del ejercicio de la memoria, le permita erguirse y buscar una salida al laberinto.

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María del Carmen F.

ESTUDIO INTRODUCTORIO

María del Carmen Fernández Delgado

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El Compilador 

U n h o m b r e j o v e n

Cuando, hace once años, Édgar Freire tenía cuarenta y siete y yoescribía el estudio introductorio del volumen publicado porLibresa en Antares, titulé este epígrafe con las mismas pala-

 bras con las que lo hago hoy. Y es que quien imagine que el compilador, a sus58 años, es un anciano que, a falta de otras ocupaciones, se halla anclado enla obsesiva tarea de mirar con nostalgia su pasado y el de su ciudad, sin duda se equivoca tanto como quienes entonces se sorprendían de que el compiladorde tradiciones fuera un hombre joven. Lo sigue siendo, aún con mayor viru-lencia que entonces, aunque los rigores cronológicos lo incluyan en el marcode una consolidada madurez. En condiciones menos gratas que antes, conti-núa ejerciendo con pasión y responsabilidad su labor de librero, esta vez trasel mostrador de la Librería Española; elabora los ficheros bibliográficos men-

suales con puntualidad y con un sentido crítico que ha ido creciendo y afinán-dose con el tiempo; no ha dejado de caminar a diario por las calles quiteñas,subiendo y bajando de más buses y troles que nunca en sus necesarios viajesa las tiendas que la Española tiene frente al parque de El Ejido y en el centrocomercial El Bosque; y en esas idas y venidas, en sus largos paseos sabatinospor el centro de la ciudad, Édgar sigue fijándose con atención en sus paisajes,en sus edificios y en los rostros, andares y decires de sus gentes. Lector con-tumaz, se informa con avidez de cuanto sucede a su alrededor; observadorpaciente, sabe mirar a los ojos de las personas y escuchar sus palabras.

 Y este Quito que el caminante ve y oye, que disfruta y padece; este Quito que, más allá deldeslumbramiento de los centros comerciales bien surtidos, las urbanizaciones de lujo y las luces de

colores de sus edificios más emblemáticos, sumerge a la mayoría de sus habitantes en la humillación yen la atonía, en la impotencia cotidiana, no ha hundido al librero en la resignación de lo que, a fuerzade repetido, parece inevitable.Antes bien, tanta incuria, tanto atropello, le han hecho más combativo,más rebelde,más vigoroso.Y es este interés vital por su entorno que, lejos de mitigarse, se ha acentua-do con los años, lo que le hace seguir batallando enérgicamente tras su mostrador, en la prensa y en surastreo de testimonios sobre la capital, para reivindicar una dignidad que se ha ido desmoronando antela creciente pobreza de muchos y la irresponsable negligencia de unos pocos.

Esta búsqueda de unos valores y de un espír itu que parecen haber desaparecido y que Édgar  juzga necesarios, le llevó a trasegar libros y revistas, así como sus propios recuerdos, cuando todavía nohabía cumplido los 40 años. Llamaba la atención entonces esta mirada al pasado en una época marca-da por los apremios y las superficialidades que habían llevado a muchos a asociar la sensibilidad, lamemoria y el interés por los semejantes con la inactividad, el afeminamiento, la vejez, e incluso lainutilidad.1 Pero ahora, cuando el deterioro de la economía y la vulgaridad de la política van arrasan-

do los sueños de los ciudadanos y Quito se ha convertido en una ciudad agresiva y peligrosa,han sur-gido algunos proyectos volcados en el cultivo de la memoria histórica como paso imprescindible parareforzar la identidad de los quiteños.Así, a través del FONSAL, el Municipio ha limpiado y rehabili-tado una buena parte del Centro Histórico, también el Fondo de Salvamento inauguró la BibliotecaBásica de Quito en diciembre de 2003 con la publicación de dos clásicos: Al margen de la historia, deC. Gangotena y Jijón, y La lagartija que abrió la calle Mejía, de Luciano Andrade Marín; el equipo deQuito Eterno programa sus rutas por el centro histórico recuperando a los personajes que marcaronel ser de la capital; y Ulises Estrella lidera el Proyecto Quitológico que quiere “invitar a la reflexión delos quiteños a través de seminarios, conferencias y foros”y a “entender y descubrir la ciudad”.Valgasubrayar que en estas actividades está comprometida gente muy joven pues, como afirma UlisesEstrella, “la quitología no tiene que ver con la nostalgia, es una cosa actual que se remonta al pasadopero que vuelve al presente”.2

 Jóvenes son también los integrantes de Quito Eterno, entre cuyos miembros se encuentra – por cierto- el hijo del compilador, Édgar Freire García, quien está realizando una labor meritoria mostrando

1 A propósito, el historiador Luis Andrade Reimerstitulaba “Por fin algotrascendente”, una reseñadedicada al tomo II de Quito[…] en El Comercio, Quito,11-IX-1993.

2 Ulises Estrella,“Las fiestas

son un artificio”, en DiarioHoy, Quito, 4-XII-2004.

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a los estudiantes de los colegios la personalidad del chulla quiteño, el pensamiento inconformista deEugenio Espejo y el papel de los antiguos pregoneros.3

Precursor de estos empeños,Édgar Freire Rubio mantiene viva la ilusión de la juventud. Másallá de las evidencias del calendario, ha sabido mantener vivo al niño que habita en él y que nunca hadejado de interpelarle. Por eso, el hombre conserva vigente el hábito de preguntar el porqué de las cosas,

fresca la capacidad de asombrarse y deleitarse con los pequeños milagros cotidianos, brillante la mirada deojos siempre alertas, y renovada la costumbre de elevar cometas en la esperanza de que los buenos sue-ños se cumplan.Y sigue, como él mismo afirma, reconociéndose en ese ‘guambra de barrio’ cuya infan-cia transcurre indisociable del céntrico San Roque, el barrio en el que nació el 3 de junio de 1947.

L a i n f a n c i a  

Cuando Édgar Freire declara que en los años de su niñez y adoles-cencia “cada barrio era un microcosmos de la ciudad: una comuni-dad de gente pobre donde todos se conocían”,4 no sólo nos revela 

cuán estrechamente vinculadas residen en él su visión de aquel Quito y su pro-pia experiencia del sector capitalino en el que creció. Además, está confiriendo

al barrio una personalidad específica que hace de él un universo definido, bien ensamblado, casi autónomo frente a cuanto sobrepasa sus linderos. Pero,lejos de segregarlo del territorio más amplio en que se inserta, esa peculiaridiosincrasia viene a constituir una suerte de lente de valoración para abor-dar e interpretar dicho entorno, así como para apropiárselo. Si esta obligada mediación del barrio para sentir la ciudad y, en definitiva, el mundo, se perfi-la insoslayable para el niño que se crió en él, no es menos cierto que continúa siéndolo en la actualidad para el hombre que hoy afirma “estar agarrado porun cordón umbilical a San Roque”.5

Tan determinante llega a ser para Édgar, que el compilador no duda en caminar por suscalles, ya muy deterioradas, a sabiendas de que en sus ruinas siempre encontrará la fuente y causa de su

identidad y de sus intereses vitales. Saludable ejercicio de la memoria en que se cimienta el conoci-miento, pues en palabras del sociólogo Carlos Gurméndez,

“la afanosa búsqueda de retrotraer lo vivido constituye la arqueología del saber.De cuanto estáen el espacio en continuo movimiento, solamente los lugares que han penetrado en nuestraintimidad despiertan el deseo cognoscitivo. Retornamos al terreno que hemos pisado,porquevolver a sentirlo nos sitúa en el mundo con lo que está ahí ahora, y despierta la curiosidad dellegar a un saber total”.6

En consecuencia, Édgar se decidió un día a poner por escrito sus recuerdos en un anhelode buscarse en sus orígenes, sí, pero también de recuperar y comprender el espíritu vivo de una ciu-dad demasiado extendida y dispersa. Nació, así, en 1990,“El barrio de las ventanas curiosas”,7 prime-ra cala autobiográfica en el ambiente sanroqueño que culminaría en El barrio de los prodigios. En este

libro, publicado en 1998 y compuesto de 44 entrañables “medallones”, se despliega la cotidianidad deSan Roque y se van ensamblando en ella las experiencias del niño que han marcado al hombre.

 Y es que “el barrio de los prodigios” lo supone todo para el niño: la seguridad de las callesconocidas y la aventura de espiar esas casas,zaguanes, rincones y personajes misteriosos, nunca suficien-temente explorados; la fea responsabilidad de las tareas escolares y, a veces,domésticas, y la ansiada liber-tad de los mil juegos infantiles; la cruel realidad de la pobreza, que acarrea marginación y desprecio, yla solidaridad comprensiva de los que nada tienen; el temor a la disciplina férrea que imponen losmayores y la seducción de la anárquica fantasía que participa gozosa en las fiestas populares (véase“Carnaval”) y descubre duendes en cualquier esquina.Vivencias que, dentro de los límites sanroque-ños, se concretan en dos ámbitos inseparables: la familia y la casa; los amigos y las calles.

Son muchas las ocasiones en que Édgar Freire se ha referido con fervor a las huellas quedejara en él su modesto lugar de origen:

3 Quito Eterno es un proyectoeducativo de la Corporación

del Centro Histórico. Lo aus-pician el Hotel Real Audien-cia y la Embajada de EstadosUnidos, y mantiene conve-nios con iglesias y conventosde la ciudad. Su director esPablo Boada y lo integranunos dieciocho guías queilustran,en forma de drama, alos colegiales sobre personajes

 y hechos históricos y legen-darios de la historia quiteña.

4 En “Que vuelvan losduendes” (entrevista), RevistaDomingo, Quito, 5-XII-1993,p.3.

5 En “Sigo creyendo, más queen los chips, en las neuronas”,en Revista Rayuela Tintají,Quito,1ª quincena de octu-bre de 2004, p. 12.

6 En “Los recuerdos y lamemoria”, Diario El País,Madrid, 11-V-1996.

7 El texto se publicó por pri-mera vez en Centro Históricode Quito. Sociedad y EspacioUrbano, una coedición delMunicipio de Quito y la

 Junta de Andalucía, Quito,1990,pp. 171-176.

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“Mi padre fue un zapatero, mi madre una costurera dedicada a los quehaceres domésticos.Quizás esta minicomunidad que era mi familia, más nueve hermanos, haya impregnado enmí una cantidad de emociones, sensaciones que perduran hasta hoy”.8

Emociones y sensaciones que Édgar nos permite vislumbrar cuando, abundando en la sen-

cillez de aquel hogar, nos describe como una “colmena” la casa de un solo patio donde vivió durantequince años. Ubicada en la calle Chimborazo, al lado de la cervecería “La Campana”, hoy inexistente,la casa 1161, cuya elegía se incluye en este volumen, reparte sus cuartos entre varias familias tan humil-des como numerosas.Y en ella la estrechez de las pequeñas piezas, la escasez de recursos económicos,el constante esfuerzo de los padres por alimentar y educar a los hijos, el contacto permanente con losvecinos, le enseñan al niño el significado de la pobreza, pero también la dimensión de la solidaridad:

“En mi infancia agrupé pobreza, pero no esa pobreza que después degenera en resentimien-to social, sino aquella que te da un sentimiento de comunidad, porque esos barrios quite-ños nos dieron siempre ese sabor inmenso de la solidaridad... Parece que a mí me quedótoda esa resaca muy linda, todo ese sedimento precioso”.9

Seguramente esta conciencia social que se fragua en un barrio popular y que se traduce enla calidez y generosidad de Édgar Freire no hubiera quedado impresa en él para siempre de no haber sido por el empeño de sus padres: don Carlos Alberto y doña Dolores.

El padre,conocedor de la dificultad del pobre para ganarse el sustento,es exigente con sus hijos.Temeroso de que estos caigan en la delincuencia o en el desistimiento, los somete a una disciplina que hoyse juzgaría demasiado severa.10 Inculcaría así en Édgar el sentido de la dignidad, el amor al trabajo bienhecho y el afán de superación. Le enseñaría a respetar a los demás y a agradecer los gestos buenos de laspersonas, a caminar alerta y hasta a trazar los primeros garabatos, como nos recuerda el autor en El libronacional, ese desconocido, dedicado a don Carlos. Por todo ello, la imagen de este hombre valeroso, fallecidoen 1987, pervive en el tercero de sus diez hijos como ejemplo de honestidad y de nobleza.

La madre es la maga de la casa: se da modos para cuidar de todo y de todos con cariño y paraque lo poco a todos alcance.Pero es maga,además, porque en las noches crea un espacio de fantasía paralos hijos: las leyendas y las historias tradicionales reveladas por “la contadora de cuentos” dibujan, de

este modo, un mundo nuevo e insinuante para Édgar Freire:

“Yo soy producto de mi madre. Mientras esperábamos a mi padre, ella nos contaba de laMaría Angula, de la canilla del muerto, la caja ronca y todas esas tradiciones”.11

La madre, que con su pericia para descubrir a sus hijos un barrio encantado,envuelto en unsinfín de aventuras misteriosas, protagoniza “El barrio de los aparecidos”,narración memoriosa con queel librero acaba de obtener, en 2005, el tercer premio en el Concurso Alicia Yáñez Cossío, convocadopor el Gobierno de la Provincia de Pichincha.

Esta afición temprana por los relatos, que le iría llevando a su amor por los libros, le fueinculcada también por don Segundo Sandoval Jiménez,su profesor de primer grado en la escuela Chile ,quien las tardes de los viernes hacía que sus alumnos formaran un círculo en el suelo del aula. ComoÉdgar ha contado en varias ocasiones, de pie en el centro de ese círculo, don Segundo sacaba de un

‘carril’ un libro viejo con muchas láminas de colores y comenzaba el embrujo de la lectura.En voz altaasumía el papel de cada uno de los personajes de Caperucita Roja, Hansel y Gretel , El gato con botas ymuchos otros cuentos clásicos infantiles.

El paso del relato oral al disfrute de la lectura vendría de la mano de las revisterías del barrio,donde por diez centavos podía alquilar,y luego intercambiar con los amigos, los ‘cómics’ de Tarzán, El Llanero Solitario, Tom y Jerry o La Pequeña Lulú. O de una vetusta biblioteca infantil que moraba en elcasi desaparecido parque de El Tejar, donde le permitían tenderse en el suelo y leer cuentos incomple-tos.Y, ya en la adolescencia, sería su padre quien le regalaría los primeros ejemplares de su luego biennutrida biblioteca. Como invitándole a una especie de salvación por la lectura, don Carlos le entregótres libros con un imperativo expreso y acuciante:“Toma, lee”.12

Afirma Paco Umbral que no se debería escribir sino de la propia infancia, ya que en esta sefragua todo lo que uno llega a ser. Édgar sabe que en ella, en su familia, en el riquísimo escenario desu barrio, en las historias escuchadas y leídas, yacen los fundamentos, las claves y las riquezas del hom-bre que hoy es; de quien, sin duda, compartirá con Marguerite Yourcenar la certeza de que

8 En “Un libro abierto”, Ser Familia 127,Quito,noviem-bre de 1992, p. 18.

9 En “La ciudad, un senti-miento”, Diario El Comercio,11- I-1994, p.B-3.

10 Así lo juzga el mismoFreire en “Un libro abierto”,p.18.

11 En “Que vuelvan los duen-des” (entrevista),Revista

Domingo, Quito, noviembre1992, p.18.

12 En “Mi propia confesión”,Los libros de mi vida, Quito,Círculo de Lectores, 1995,pp. 13-14.También en “Fíatede quien ama la lectura”,Diario El Comercio, Quito,15-IV-2001. Los tres libros encuestión son Los cuentos del lunes, de Alphonse Daudet ydos compilaciones teatrales:una de Schiller (MaríaEstuardo, La doncella de Orleans

 y Guillermo Tell) y otra deIbsen (Casa de muñecas, Pato

Salvaje  y El enemigo del pue-blo).

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“Cuando se habla del amor por el pasado se debe tener cuidado, ya que se trata del amor por la vida: la vida está mucho más en el pasado que en el presente. El presente siempre esun momento corto, aunque su plenitud lo haga parecer eterno. Cuando se ama la vida seama el pasado porque es el presente tal como ha sobrevivido en la memoria humana”. 13

E l l i b r e r o y e l b i b l i ó g r a f o

Si San Roque es el lugar en que se gestan y configuran las actitu-des vitales de Édgar Freire frente al mundo, la librería Cima constituye el cauce propicio en que aquellas se enriquecen, se

desarrollan y encuentran expresión a través de un ejercicio profesional crea-tivo, responsable y comprometido.

Es en diciembre de 1965, año y medio después de su nacimiento, cuando la nueva libreríacomienza a sustituir al popular barrio colonial como centro de aprendizaje y fuente de estímulos parael joven quiteño. Hace ya tres años que los Freire Rubio se han mudado a Toctiuco en busca de espa-cios más amplios en que albergar a la extensa familia. Édgar acaba de graduarse de bachiller en Cienciasde la Educación en el Nomal Juan Montalvo y, en la necesidad de apoyar económicamente a los suyos,

busca trabajo.Lejos está entonces de pensar este flamante maestro sin alumnos que al entrar en la libre-ría Cima iba a ingresar en la más alta universidad y a tener en don Luis Carrera, su empleador,no sóloal mejor de los maestros, sino a un gran amigo.

Para entonces, el Sr. Carrera, que llevaba 25 años conviviendo con los libros, le ofreció tra-bajo a don Carlos Freire.Pero este, que acababa de encontrar otro empleo en Briz Sánchez y que temíaque su hijo se muriera de hambre ejerciendo el magisterio lejos de la ciudad, propuso a Édgar paracubrir ese puesto. Receloso de aquel muchacho inexperto, don Luis accedió a contratarlo a regaña-dientes y sólo con la condición de que pasara con éxito tres meses de prueba. No tardó en percibir lavalía de ese joven que hurgaba con curiosidad en los anaqueles, que aprendía con rapidez títulos yautores y que, fascinado por la letra impresa, era un buen lector. Por eso, pronto empezó a instruirlesobre los aspectos administrativos y comerciales del negocio, pero antes – y sobre todo - logró trans-mitirle su amor por una profesión que siempre ha concebido como servicio a la comunidad.

A los dieciocho años,contratado ya en firme con un sueldo de 350 sucres, Édgar se encon-tró asistiendo a diario a una librería-escuela. Él mismo ha contado que cuando se atrevió a pedirle unhorario especial para cursar periodismo en la universidad, recibió del Sr. Carrera una respuesta contun-dente: “la librería es la mejor universidad. Usted lea, lea mucho y aprenderá a escribir”.14 En efecto,devoró los numerosos libros que le recomendaba su maestro y, además, fue mucho lo que aprendió dela valiosa conversación con los clientes cultivados que solían visitar la librería Cima:

“Yo he tenido una formación superior a la universitaria, porque creo que muy pocas per-sonas pueden ser tan privilegiadas que tengan verdaderos maestros a domicilio como es micaso.Aquí me visitan el sociólogo, el político, el poeta, el novelista, el narrador.Y el cúmu-lo de experiencias que trae todo este tipo de clientes a uno le va dejando en su alma y ensu memoria una cantidad de hermosos conocimientos”.15

Librero de formación y vocación, Édgar sabe que lo que hace de una librería un lugar espe-cial no consiste sino en poner en práctica la máxima que heredó de su maestro ejemplar:“hay que amar  y respetar a quien llega a una librería”.Actitud que él sigue ejercitando aún cuando “el famoso mar-keting ha devorado el negocio librero, hoy negocio y no servicio”16 Y así, a través de don Luis, quesupo imprimirlo en su empresa, Édgar es heredero de ese espíritu de servicio y entrega que él mismoreconoce y revaloriza en los ya, casi todos, antiguos libreros quiteños. De ahí que su misión trasciendaa la de mero vendedor de libros y alcance la cualidad que Luis A. Luna Tobar denomina de “conduc-tor literario y, a través de la literatura, conductor humano”17, que Eulalia Barrera identificó con la del“bibliotecario”, por encarnar al “lector que ofrece a cada persona lo que sabe necesario a cada uno”,18

 y que Juan Montaño Escobar ha elevado a la de facilitador de “visas para Babelia”19.Tareas que desempeña con gusto este hombre responsable,eterno curioso,contumaz observa-

dor,presto a servir a los demás desde su mostrador aun en las condiciones, tristemente, cada vez más des-favorables. Mediada la década de los 90 y retirado ya don Luis Carrera, la librería Cima pasaba a formar 

parte del Grupo Científica. Édgar continuó entonces recomendando con tino y amabilidad una obra paracada lector y emprendiendo,así, una nueva batalla contra la ceguera de quienes pretenden modernizar las

13 Marguer ite Yourcenar, Conlos ojos abiertos (entrevista conMatthieu Galey),Buenos Ai-res,Emecé, 1984.

14 En “recor dando al viejomaestro”, Diario La Hora, 2-XI, 1997.

15 En Edgar Freire Rubio“Unlibro abierto”, p. 19.

16 En “El viejo librero sigueen la CIMA”, Diario La hora,18-VI-2000.

17 En “Compilador”, DiarioHoy, Quito, 7-I-1989.

18 En “Mi crónica paraÉdgar”, Diario El Comercio,Quito,19-I-1994.

19 En “Imprescindibles”,

Diario Hoy, Quito, 23-VIII-2003.

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empresas sustituyendo por chips las neuronas en la convicción de que una computadora basta y sobra paradesempeñar la labor de un buen librero. Cuando, el 7 de enero de 2001, firmó un contrato con FaustoCoba para trabajar en Librería Española,donde labora desde esa fecha, lo hizo con la condición de poder entrar a las siete de la mañana y disponer de una máquina de escribir para hacer sus trabajos.¿Librero cha-pado a la antigua? Más bien,profesional consciente de que los artilugios electrónicos,sin hombres y muje-

res preparados que los manejen y que puedan conversar con los lectores, son máquinas frías, ajenas a lafunción social y cultural inherentes a su trabajo. Librero en la línea de Jorge Icaza y de Augusto SacotoArias, a él lo que le gusta es ser un vendedor de mostrador.Freire, que llegó a ser gerente encargado dela vieja librería Cima, se prometió a sí mismo “nunca más volver a ocupar cargos directivos”,pues

“a mí los títulos me quedan un poquito grandes. El mundo del librero es multifacético,donde está el autor, el editor, el lector, y ahí hace de eslabón el librero.Además la charla esel alma de una librería. Las verdaderas librerías son sitios de conversación, de cruces de expe-riencias, de provocar a nuevos lectores; es ante todo una relación humana”.20

Consecuente con su apreciación de lo que debe ser un librero, hace muchos años que Édgar no se conforma con vender libros.También los promociona y divulga en los medios de comunicacióne, informado de cuanto acontece en su entorno, adopta en sus comentarios de prensa una postura crí-tica sobre todo asunto relacionado con el mundo de las publicaciones escritas. Inicia, así, el cultivo deun terreno virgen en el Ecuador: el periodismo librero.

Esta última faceta comenzó a definirse en junio de 1983, cuando el diario capitalino Hoy lebrindaba por primera vez un espacio en la prensa nacional. El librero aprovechó la ocasión para denunciar una de las mayores deficiencias del sistema educativo ecuatoriano: la obsolescencia de los programasescolares y la escasa preparación de muchos profesores de literatura explicarían el desinterés del alum-nado por dicha materia y, más aun, por la lectura. Para formular este problema Édgar partía de unaanécdota que,observada muy a menudo desde su mostrador, le daba pie para reflexionar y opinar sobreun hecho cultural determinado, para señalar responsabilidades, sugerir vías de solución y, desde luego,para recordarnos la riqueza que, en cualquier circunstancia, encierran las páginas de un buen libro.21 Sia ello le sumamos un sutil sentido del humor, a veces rayano en la ironía, tenemos ya el modelo gene-ral según el cual se articula buena parte de los numerosos comentarios periodísticos que Édgar Freire

nos viene ofreciendo desde entonces. Y es que el librero, animado entonces por amigos que, como Eulalia Barrera o ElsieAndrade, comprendieron enseguida la importante contribución que suponían sus criterios, no rehuyóel compromiso. Por eso, durante más de 20 años no ha dejado de informarnos sobre la a veces triste, aveces esperanzadora realidad del libro ecuatoriano, de cuestionar la capacidad intelectual de políticos ypersonajes de “alto rango” y de reclamar un mayor interés por los asuntos culturales.Antes al contra-rio, desde 1986 se impone la tarea suplementaria de cubrir el gran vacío bibliográfico que desde hacíadécadas venía sufriendo el país.22

Para ello elabora cada mes un fichero en que reseña y clasifica por temas cuanta publicaciónecuatoriana pasa por la librería. Mas, no contento con facilitarnos puntualmente esta rica información, lacomplementa con periódicos balances mensuales y anuales donde el experto recomienda, interroga, esti-mula,ensalza méritos o reconviene a escritores, editoriales, libreros,políticos y lectores.Gracias al apoyo deRodrigo Villacís, que fue editor de la página cultural de El Comercio, Edgar dio a conocer estos trabajos en

dicho diario desde 1986 hasta marzo de 1989, en que el espacio que ocupaban fue eliminado a favor deotros contenidos tal vez más rentables. Fue entonces cuando el Hoy acogió la aportación del librero,perosólo hasta junio de 1993, en que volvió a El Comercio, también por un tiempo limitado, pues desde 1996es en La Hora donde podemos encontrar cada mes la única información bibliográfica actualizada.

No está de más subrayar el esfuerzo que supone haber venido realizando este trabajo duran-te tantos años en un medio que no lo reconoce económicamente y que cada vez es más cicatero a lahora de ofrecer espacios para su divulgación.Antes eran varias las revistas que abrían sus páginas a unmaterial tan valioso; así, podía accederse a él en las guayaquileñas Semana,Crónica del Río y Revista de laUniversidad de Guayaquil ; en El guacamayo y la serpiente , de Cuenca, y en las capitalinas Nariz del Diablo,Letras del Ecuador  y Libroteca.Ahora,en cambio, sólo Procesos, revista trimestral de la Corporación EditoraNacional y la Universidad Andina Simón Bolívar,publica reseñas basadas en los ficheros mensuales.Másclamoroso aún resulta que,desde 1996 ningún organismo público ni privado haya auspiciado la ediciónde un libro que entregue lo registrado desde ese año al acervo cultural de la nación. Porque con ante-rioridad a estas fechas parte de esa información sí vio la luz, primero en los boletines de la Fundación

20 En “Sigo creyendo,másque en los chips, en las neu-ronas”, en Revista RayuelaTintají., Quito, 1ª semana deoctubre de 2004, p. 12.

21 El artículo en cuestión setitula “Es muy grande el des-concierto del alumno frente alibro”, publicado el 13 de

 junio de 1983.

22 En efecto, han corridomuchos años desde queCarlos A. Rolando, GonzálezSuárez o Nicolás Espinozaelaboraban bibliografías. Hoylos padres jesuitas del museo

 y biblioteca Aurelio EspinosaPólit llevan a cabo un com-pletísimo trabajo bibliográficoque arranca de la Coloniapero al que aún le queda paraalcanzar la época actual.Otros intentos de cataloga-ción se han quedado en elcamino, como el de la

Universidad Central o elBanco Central del Ecuador.

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Sánchez Ruipérez, de Salamanca (España), y del CERLALC (Centro Editor del Libro de AméricaLatina y el Caribe), con sede en Bogotá. Organismo de la UNESCO, este último, que puso a nuestradisposición la producción bibliográfica registrada en la librería Cima durante tres años: de 1985 a 1987.Más tarde, para que todos estos datos no quedaran dispersos, algunas instituciones hicieron posible surecopilación en varios volúmenes.El primero se debió al interés del suscitador cultural Carlos Calderón

 y al Vicerrectorado académico de la Universidad de Guayaquil;y reúne bajo el título El libro nacional:ese desconocido las fichas correspondientes a 1986 y al primer semestre de 1987.El segundo,Desde el mostra-dor del librero, lleva el sello de Imprenta Mariscal y Grijalbo Ecuatoriana; recoge lo catalogado desde juliode 1987 a diciembre de 1990 e incorpora todos los artículos de prensa escritos por Freire hasta la últi-ma de esas fechas. FESO y Abya-Yala propiciaron la aparición de Desde el mostrador del librero II , que abar-ca todo lo editado en 1991 e incluye algunas colaboraciones periodísticas del bibliógrafo quiteño.Finalmente,el SINAB (Sistema Nacional de Bibliotecas) dio a la luz lo que el Ecuador editó desde enerode 1992 hasta diciembre de 1995. Desde entonces diez años de trabajo sostenido y más de ciento vein-te análisis bibliográficos andan regados, perdidos, en las efímeras páginas de los periódicos.

Es una pena, porque a pesar del desinterés y falta de respeto crecientes que muchos agentespolíticos vienen mostrando por la cultura, o tal vez acicateado por los continuos atropellos, Édgar Freireha ido enriqueciendo sus balances con muestras de buen ejercicio periodístico, con páginas de combate y pensamiento,de información y crítica,de ironía y educación.Así, pone en su sitio la tan cacareada eclo-sión de la literatura infantil, cuestiona la validez de las listas de los libros más vendidos, reclama la necesi-dad de bibliotecas, denuncia el excesivo consumo de papel y tinta en el país, pone en solfa la alegría falsade las fiestas, que abundan en alienación y agresividad; reviste,en fin, los datos bibliográficos, de humani-dad, insertándolos en el amplio marco de un Ecuador profundo que está “en vías de embrutecimiento”,que se enorgullece de la alta demanda de carros de lujo,en tanto crecen los índices de pobreza, de enfer-medad,de niños sin escolarizar,de suicidio, entre sus habitantes. En un país en que algunos miman a susmascotas en tanto se humilla a las gentes con aceras rotas, transporte insuficiente, sanidad en quiebra ysalarios mínimos vitales que no sobrepasan los 150 dólares mensuales. En medio de esta náusea diaria, ellibrero continúa ofreciendo lectura como paliativo ante el cinismo y la indignidad.23

Profesional militante, Freire ha incursionado, además, en otros terrenos lamentablementedescuidados en la práctica cultural ecuatoriana. Es el caso de la historia de las librerías de su ciudad.Hapreguntado a quiteñólogos, como Fernando Jurado Noboa, a libreros memoriosos, como don Luis

Carrera, y ha indagado en antiguas y polvorientas publicaciones para alumbrar un pequeño volumen,pionero y único en la materia, que la Cámara de Libro (núcleo del Pichincha) editó en 1993. Se tratade ¡Esas viejas librerías de Quito! Atractiva recuperación histórica que se completa con la breve pero jugosa investigación:“Los libros más vendidos de los últimos 35 años”.24 En este campo nos ha regala-do también el estudio “Librería Científica en la vida cultural de Quito”,25 un repaso por la trayectoriadel Círculo de Lectores en el Ecuador,26 y acaba de redactar una ampliación de la historia de las empre-sas libreras capitalinas que publicará El Comercio con ocasión de su próximo centenario, en 2006.

Por otra parte, al bibliógrafo quiteño le interesa conocer qué piensan los lectores acerca de loslibros,cuáles prefieren y por qué,cómo influyen en sus vidas,en qué consiste su utilidad, qué opinan sobresu futuro y su capacidad para cambiar el mundo.En consecuencia,no ha dudado en inquirirles al respec-to ni en compartir las respuestas obtenidas, pues sabe que con ello nos invita a todos a reflexionar sobrela función y el poder de la lectura en nuestros actos y en nuestros sueños.Los primeros frutos de este son-deo aparecieron con el título Los libros en mi vida, en el nº 63 de la revista Diners, correspondiente a agos-

to de 1987.Testimonios que constan,muy ampliados,en Los libros en mi vida (la historia que nunca se contó) ,un bonito volumen que el Círculo de Lectores editó en 1995.En él 102 personalidades destacadas en losmás diversos ámbitos del devenir nacional contestan con detalle a las ocho preguntas que Freire les for-mula, y pergeñan, así, un revelador retrato cultural del Ecuador.Como en diez años son algunos los inte-lectuales que han tomado la posta de los anteriores y otros no recibieron entonces el cuestionario o nollegaron a enviar las respuestas, el librero tiene en mente ofrecernos una nueva indagación más completa.

A esta ya muy enjundiosa labor profesional Édgar ha venido sumando aún otras tareas rele-vantes a lo largo de su carrera. Cabe recordar su presencia como delegado por la Cámara de Libro en lasferias internacionales de Frankfurt y LIBER (Barcelona) en 1984,su participación en la comisión encar-gada de elaborar la Ley del Libro y su reglamento en 1987, y su asistencia a la I ConferenciaIberoamericana del Libro en Granada en 1992 como delegado del Gobierno.Además, realizó un buentrabajo de avaluación en la biblioteca de Benjamín Carrión,colaboró en la redacción del Índice de la narra-tiva ecuatoriana,27 formó parte del jurado del Concurso “Julio C. Coba”de literatura infantil, patrocinadopor LIBRESA, en sus dos primeras ediciones; fue miembro de DINEDICIONES y ha prestado sus

23 Ningún balance mensualdel librero tiene desperdicioen cuanto a sus valores críti-cos y entusiastas a la vez.Pueden verse al respecto “Ellibro como paliativo entre elcinismo y la indignidad” (27de junio de 2994),“Bajo lalupa del librero” (9 de enerode 2005),“El libro ecuatoria-no, entre la farsa y la come-dia” (6 de febrero de 2005).

24 Este artículo fue publicadopor primera vez en Panorama,nº 3, Quito, julio de 1992,pp.73-75.

25 En Caspicara, nº 10, Quito,1996, pp. 30-32.

26 Se trata de un ensayo

inédito “Un homenaje allibro ecuatoriano”, leído en lapresentación de Joyas de laliteratura ecuatoriana,delCírculo de Lectores, el 9 deenero de 1994.

27 En esta obra publicada enQuito en 1992 por Corpora-ción Editora Nacional, Freireaporta los capítulos destina-dos a Horacio Hidrovo,Carlos Villacís Endara yCristóbal González Hidalgo,escritor este último sobre elcual no se disponía de ningúndato bibliográfico hastaentonces.

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servicios en los consejos editoriales de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y de Editorial Libresa durantevarios años. Por otra parte,hay que destacar sus reseñas sobre los libros más diversos publicadas en revistascomo Vistazo y Gestión, sus prólogos cálidos, en que transita por las páginas comentadas sin pretensionescríticas, con la sencillez de un lector entusiasta que comparte con nosotros las emociones, los recuerdos yexpectativas que le ha suscitado la lectura e invitándonos, así, a disfrutarla.28 ¿Cómo no aludir a sus fre-

cuentes cartas al director? En ellas el “peatón de Quito” tiene el acierto de poner siempre el dedo en lallaga y denunciar los olvidos, las estafas, los múltiples atropellos que detecta su mirada avizor, además dereivindicar la memoria y mérito de tantas personas cuyo trabajo honrado y silencioso les ha relegado a lasoledad.Y ahí es donde leemos al Freire más auténtico y solidario, al hombre que recuerda y reconoce elarrojo de hombres y mujeres, a veces anónimos, siempre dignos. Finalmente, conviene señalar que en laactualidad Édgar Freire es asesor del Círculo de Lectores y que su voz puede oírse todos los jueves,dandoun espaldarazo más al libro ecuatoriano, en el espacio “El libro de la semana”, emitido por Radio Quito.

Trayectoria que justifica muy sobradamente la condecoración al Mérito Laboral que le otor-gó el Ministerio de Trabajo en 1992 y el Premio Nacional al Libro,con el que el 22 de Septiembre de2000 el entonces Ministro de Educación, Roberto Hauze, le reconocía como el mejor librero del país.Título que nadie puede negarle y que, teniendo en cuenta la fuerza del “virus de la bibliofobia” enautoridades y escolares, parecería que debiera acompañarse con el calificativo “último”.No seremos tanagoreros como Juan Montaño, que le define como “el último y mejor librero del Ecuador” y le pro-nostica, previo análisis lúcido del panorama cultural, que “se va a morir de soledad”.29 Más bien hayque desear que el librero siga reconciliando a los lectores remisos con la lectura, en la seguridad de queesta supone una reserva de humanidad, un modo de resistencia ante el olvido y la mentira.

E l a n t ó l o g o

 Y a nos hemos referido a la intensa relación afectiva que Freireha mantenido con su ciudad, pues para él Quito es mucho másque el lugar donde nació y ha vivido hasta ahora. Constituye,

sobre todo, una forma peculiar de concebir y experimentar el mundo.Significa saberse dueño y participante de una identidad, de una cultura deter-minadas.

Esta conciencia de ser miembro de un espacio vital con una personalidad específica y laconvicción de que sólo quien sabe lo que fue puede saber lo que es, le han animado a asumir la res-ponsabilidad de intentar salvaguardar el pasado del deterioro y de la muerte.Tarea a la que Édgar Freirecomenzó a entregarse cuando se percató de que cada día le iba resultando más difícil reconocer lo pro-pio, y empezaron a tomar cuerpo el inconformismo y la nostalgia.Actitudes inevitables para quien,caminante atento y sensible como es,ha venido presenciando las profundas transformaciones que desdelos últimos años 60 han llevado a Quito a un peligroso alejamiento de sí misma.

El súbito desarrollismo generado por la explotación del petróleo trajo consigo un crecimien-to desordenado de la ciudad,más permeabilidad a las influencias foráneas, un notable incremento de lainmigración interna y un acusado afán de modernización que volvió la espalda a lo tradicional.Así, enpocos años, el centro histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por su riqueza arqui-tectónica, quedó convertido en un mercado callejero, en una especie de tugurio ocupado por el inmi-

grante campesino, el mendigo, el tarado; en el reducto, en fin, del desecho, de lo que se desprecia y semargina.Se fue tejiendo el espejismo:la creciente clase media adoptó las apariencias de un modo de vidaimportado que creyó poder mantener para siempre y se trasladó al norte o a los valles, mientras losdemás, que soñaban con imitarles, fueron agrupando frustración e impotencia. Escapando de sí misma,Quito olvidó que es en la historia de sus calles y sus casas,de sus iglesias y sus quebradas, donde se hallael origen de una identidad que,por ignorar sus raíces y contenidos, hoy muchos desconocen.

Este proceso de cambio influyó poderosamente en el florecimiento de una narrativa urbanaque, sobre todo en los años setenta y ochenta, sí pensó a la ciudad. Una ciudad que se desplegaba ante ellector desde varias perspectivas, incluida la histórica, con el centro colonial como marco frecuente, en oca-siones protagónico. En este contexto de incertidumbre ante la eclosión de un caos difícilmente asimilable,Édgar Freire, que nunca ha dejado de caminar por el viejo Quito, quiso rescatar lo que de pronto corríaprisa por olvidar, y ofrecérnoslo en la seguridad de que “sólo lo que se conoce se ama”y, añadimos, se res-peta.Actitud, esta última,que el librero ha reclamado siempre a través de los medios de comunicación para

una ciudad que sigue siendo objeto de continuos ultrajes por parte de todos: ricos y pobres, políticos y

28 Merecen destacarse, entreotros, los prólogos a LasQuiteñas, de Fernando JuradoNoboa;a Biografía y antología.Médicos y poetas del Ecuador (siglos XI X-XX ), de EdisonCalvachi; a Desafíos. Entre ver-dades y burladeros, de MauricioRiofrío; a Hospitales de Quito,de Fabián Guarderas; a Juegos

 populares de antaño, deOswaldo Mantilla; y aFormación de valores, dePatricio Bermúdez.

29

En “No lea esto”,DiarioHoy, Quito, 26-II-2005.

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viandantes. Para una ciudad a la cual la efímera bonanza no hizo mejor y las sucesivas crisis posteriores lehan ido “cortando sus alas, la van entonteciendo y ha caído en la atonía”, aturdida por una fanfarria auto-complaciente que sólo consigue maquillar sus miserias:“nadie dice nada de la indignidad de su transpor-te, del veneno que tragamos a diario,del asalto en plena calle, de las aceras que rompen tobillos”.30

De este modo, no es extraño que en Quito quede pendiente la formulación de cuál es su

identidad, de en qué mismo consiste la quiteñidad, sentir que para el librero “es un estado de ánimo,una querencia íntima con el entorno físico [...] un mirarse a sí mismo y reconocerse como mestizo[...] un ejercicio de memoria, pues sin memoria el pueblo no camina hacia adelante”.31

Como es habitual, el bibliógrafo sanroqueño no se limita a las críticas ni a las declaracionesde principios. Él mismo pone manos a la obra y no deja de consultar obras escritas ni de indagar en lamemoria. Lector de libros, Édgar extrae de ellos los documentos más ilustrativos, los más hermosos olos más inéditos sobre Quito. Buen conversador con sus clientes, los anima a evocar sus conocimien-tos, vivencias y recuerdos citadinos.Así, cuando se le presentó la oportunidad de regalarnos el legadoobtenido en forma de libro, se percató de que este estaba prácticamente hecho; su nacimiento se pro-dujo, como el mismo antólogo ha afirmado,“casi por casualidad”:

“Un día el Municipio de Quito quería hacer la revisión de Cristóbal Gangotena. Los encar-gados conversaron conmigo y les dije que tenía en mi imaginación un libro, producto deuna cantidad de lecturas recogidas en bibliotecas, más el aporte de testimonios y leyendastraídas por amigos; les propuse, entonces, hacer un libro”.32

Antes fue don Luis Carrera quien había sugerido a D. Patricio Falconí, responsable de cultu-ra del Ayuntamiento, la conveniencia de encargarle este trabajo a su empleado. El libro en cuestión es eltomo I de Quito: tradiciones, testimonio y nostalgia, editado en 1987 por el Municipio capitalino.Tuvo tantoéxito que las ediciones se sucedieron con rapidez. En 1988, lo publicó Abya-Yala y la Cima volvió ahacerlo en 1989,dos veces en 1990, y finalmente en 1992.Tras un larguísimo interregno,Libresa lo ree-ditó en el 2002.Pero, conciente de que su ciudad está muy lejos de agotarse en los 54 títulos que com-ponen la recopilación, siguió revisando libros, boletines, revistas y recuerdos propios y ajenos para brin-darnos dos volúmenes más en que Quito aparece de nuevo con los múltiples y contradictorios perfilesde lo humano. En cuando al tomo II, fue otra vez el Municipio quien se hizo cargo de la primera edi-

ción, realizada en 1991 e, igualmente,Librería Cima puso su sello a las dos ediciones posteriores, corres-pondientes a 1992 y 1993.Es en este último año cuando la empresa librera y Abrapalabra propicia el tomoIII, que incorpora tres ilustraciones de Eduardo Almeida y dos novedades más en relación con las ante-riores: una sección de hojas volantes y una miscelánea de ordenanzas del Cabildo de Quito;capítulos conlos que, indudablemente, se acentúa uno de los valores más relevantes de estas compilaciones:el de reem-plazar el injustificado olvido editorial que nos impide acceder, tanto desde las librerías como desde lamayoría de las bibliotecas, a las publicaciones en que se encuentra buena parte de los textos antologados.Hubo que esperar hasta el 2002 para que alguien se decidiera a editar el tomo IV, que llevaba muchotiempo preparado y al 2005 para poder disfrutar del V.Ambos se los debemos a Libresa que, como seña-lamos anteriormente, dedicó en 1994 el nº 104 de su colección Antares a una parte representativa delmaterial divulgado en los tres primeros libros, acompañada de siete títulos más.

Pero, más allá de la recreación literaria y de la atención a los hitos históricos, legendarios yanécdoticos citadinos, Édgar sabe mirar ese Quito real y profundo en que se desenvuelve.Su vista alcan-

za a esos muchos “parias”,ya tan imbricados en sus calles, rincones, parques y plazas,que se dirían partede un mobiliario urbano entre folklórico y por desgracia inevitable.Al librero no le pasan inadvertidoslos viejos, los locos, los más míseros, los olvidados. Por eso,al alimón con Manuel Espinosa Apolo, les hadedicado las páginas de un libro en que cobran vida los más “ilustres” personajes de la calle. Se trata deParias, perdedores y otros antihéroes. En este volumen,publicado en 1999 por el Taller de Estudios Andinos,los dos compiladores reúnen 37 títulos, casi todos crónicas, firmados por diversos autores y extraídos, lamayoría, de diferentes periódicos y revistas nacionales.Pero no faltan las colaboraciones redactadas espe-cialmente para esta miscelánea; entre ellas encontramos dos firmadas por Édgar Freire:“La soledad y ter-nura de algunos locos y vagabundos” y “un pintor apodado Toulouse”. No son los únicos textos en queel compilador enfoca a los fracasados, a esos hombres y mujeres cotidianos que tan bien perfilan y reve-lan las fisuras de la ciudad. En este libro que el lector tiene en sus manos podrá reconocer a los derrota-dos de la Amazonas y la Alameda, en “La Amazonas,de fantasmas y fantoches” y “La Alameda”, respecti-vamente; verá a los mendigos que peregrinan los sábados por las iglesias del centro en “Cinco centavosen Santa Catalina”; y en “La Plaza Grande en sepia” obtendrá de este lugar emblemático un retrato muy

30 En “Diciembre: el libroluego de una resaca fiestera”,Diario La Hora, Quito, 26 dediciembre de 2004.

31 En “sentir a Quito”,DiarioEl Comercio, Quito, 27-XI-2003.

32 En “La ciudad, un senti-

miento”, en El Comercio,Quito, 11-I-1994,p.B-3.

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diferente del que facilitan las oficinas de turismo.Édgar Freire seguirá caminando, mirando y pensando Quito; y nos ayudará a apreciarla

mejor y a quererla más a través de sus escritos y de sus comentarios Y como aún es mucho el materialde varia procedencia del que dispone, serán más las sorpresas bibliográficas que compartirá con elamante de la tradición y la leyenda, con el curioso ávido de información sobre la capital y con cuan-

tos quiteños deseen acercarse a sus orígenes para conocerse mejor a sí mismos.Esta enjundiosa aportación a la cultura le ha merecido al compilador los apelativos de “qui-

teñista”, “quiteñólogo” y “quitólogo”, que él siempre ha rechazado. Édgar Freire se reconoce comolibrero y como paseante de Quito, ciudad a la que ama. Por eso, el título que tal vez logre definirlomejor sea el de “caballero de la quiteñidad”, otorgado por Guillermo Noboa,33 él sí célebre quiteñó-logo y autor de ese libro insoslayable en el terreno del tradicionalismo ecuatoriano que es Tradicionesquiteñas.Y es que este servicio a la comunidad que constituye toda la obra del librero de San Roqueha estado motivada por un amoroso acto de gratitud hacia Quito que él mismo expresa con palabrasclaras:“devolver a la ciudad todo lo que esta me ha dado”.34

La Compilación

Uno de los mayores atractivos de Quito: más tradiciones, leyen-das y memoria es, sin duda, la marcada heterogeneidad de lostextos que la conforman. Como en sus otras recopilaciones,

Édgar Freire ha sabido combinar con acierto escritores, épocas, géneros y tonos diversos para ofrecernos una ciudad tan múltiple, contradictoria einaprehensible como se revela todo lo humano. Así, Quito, la única protagonis-ta del volumen, nos va desvelando su personalidad sorprendente a través delo plural. Los numerosos puntos de vista con que se aborda su ser logran sedu-cirnos con la expectativa de lo imprevisto, del detalle que no conocíamos o enel que no habíamos reparado todavía y nos animan a querer seguir descu-

 briendo otras facetas, otras perspectivas de una ciudad que sabemos, así,

inagotable en su riqueza.A los 82 títulos que configuran este sutil engranaje de identidad los unen, eso sí, una clara

vinculación emotiva, un acusado interés entusiasta por lo que cuentan,que se nutre básicamente de laobservación y de la memoria: un buen número de ellos son el resultado de miradas evocadoras haciaun pasado más o menos lejano; y todos, también las estampas más inmediatas para quienes las escriben,nos instan no sólo a fijar nuestra atención, sino también a implicarnos en las numerosas caras de la qui-teñidad. Por otra parte, en muchas de sus páginas se filtra, inevitable, la presencia de lo tradicional, deese conjunto de costumbres y creencias, hoy en retirada, que se han venido transmitiendo de padres ahijos durante generaciones y que han configurado la personalidad de la capital andina. Medular enalgunos títulos, ambientadora en otros, a menudo ensalzada, a veces cuestionada, la tradición suele apa-recer adherida a los muchos perfiles que nos muestra la ciudad.

El lector asiste, de este modo, a una inesperada sucesión de escenas citadinas diferenciadas

según el enfoque desde el cual fueron captadas y el interés que las motivó. Desde luego, el punto devista es necesariamente personal; de ahí que la aparición de las firmas no sea intrascendente. Pero laforma en que cada autor decide plasmar su objeto traspasa los límites de lo meramente individual paraentrar en el terreno de lo genérico: el escritor adopta ciertos procedimientos más o menos reglamen-tados como los más idóneos para expresar sus intereses e intenciones.

Así, impulsados e impulsores de la memoria y traspasados por lo tradicional, los textos deque consta este libro bien podrían clasificarse según el género al que pertenecen o al que se hallan máscercanos. Por una parte, contamos con leyendas o tradiciones cuyo contrapunto viene dado por algu-nas aportaciones documentales, estudios históricos, o biográficos. Por otro lado, abundan las crónicasperiodísticas, que oscilan entre la interpretación sociológica, el costumbrismo y la evocación personal. Y finalmente, entre unos y otros se sitúan los poemas que nos revelan un rincón, una costumbre, unacrítica o una nostalgia quiteña.

Naturalmente, al clasificar no sólo violentamos el orden impuesto por el compilador: esa diná-

mica combinación de visiones diversas que imprime en Quito el hechizo y la riqueza imprevisible de lo

33 En carta personal a Édgar Freire, fechada el 2 de agostode 1992.

34 En “La ciudad, un senti-miento”, en El Comercio,

Quito, 11-I-1994,p. B-3.

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vital.También corremos el peligro de falsear la especificidad de los propios textos, que en ocasiones dis-tan de ser genéricamente puros: siendo crónicas histórico-informativas, brindan espacio a la leyenda,como “San Roque de los Quiteños” o “La virgen de Quito”, o bien destilan una patente subjetividadpoética, como “Alfaro”; siendo poemas actuales, se cimientan en símbolos épico-legendarios, como“Quito Eterno”y “Yavirac-Panecillo”;siendo ensayos periodísticos,como “Los cafés quiteños”o “El cen-

tro histórico”, conjugan a la perfección el dato fehaciente con la gracia del apunte u opinión personal.Así pues, sólo cabe esbozar las siguientes páginas como un intento de ayudar a comprender 

 y a valorar las impresiones quiteñas que nos brinda esta recopilación. Lo humano, lo seductor de lamisma sólo lo obtendremos mediante su lectura.

La Leyenda y la Tradición

H a c i a u n a d e f i n i c i ó n

U

n buen número de los títulos que integran este volumen puedeagruparse bajo el membrete genérico de leyendas. Se trata de

aquellos que narran acontecimientos pasados cuyo fundamentohistórico, no siempre verificable, aparece desarrollado e interpretado por la imaginación popular. Esta, lejos de difuminar la raigambre local de los hechosrelatados, ensalza el orden espacio-temporal de los mismos, así como el protago-nism de quienes los llevaron a cabo. La leyenda viene a constituirse, de estemodo, en la versión que una comunidad ha ido forjándose sobre su propio deve-nir a base de los tantos sucesos y personajes que permanecen en su memoria y que por su aparente pequeñez e insignificancia están ausentes de las crónicasque cuentan la historia de un lugar. Entraría, más bien, en el terreno queUnamuno asignó a lo intrahistórico: a la cotidianidad compartida por un exten-so grupo humano.35

La índole popular y comunitaria inherente a la génesis de las leyendas se proyecta, además, enla forma en que estas se transmiten: a través del lenguaje hablado y en el ámbito de lo hogareño;normal-mente, durante las sabrosas tertulias de sobremesa que seguían a las ‘meriendas’ y que hoy algunos ecua-torianos recuerdan con nostalgia,36 o en la charla amena con conocidos o visitas.A diferencia del docu-mento histórico, inalterable en el papel escrito, la narración legendaria se recrea y se transforma constan-temente con las aportaciones espontáneas de cada relator, ese familiar, allegado o amigo que asume la res-ponsabilidad de comunicar de manera convincente una visión del mundo y unas pautas de conductadeterminadas. Iniciación en la moral, como lo es, resulta lógico que la leyenda escoja el momento del díamás relajado y caluroso en afectos para alcanzar su dimensión esencial de objeto de fe.37 Anónima, depo-sitaria de los valores morales de toda una comunidad, formada, enriquecida y difundida mediante la con-versación, se encuentra hasta tal punto identificada con las costumbres tradicionales del pueblo, que en elEcuador los términos leyenda y tradición han llegado a emplearse indistintamente.

Como se desprende de su propia definición, las leyendas o tradiciones son hechos eminen-

temente sociales: para desempeñar su función ejemplificadora de comportamientos que deben emular-se o ser evitados, requieren el concurso de una colectividad tanto como la facultad de improvisación, lagracia y la pericia narrativas de aquellos de sus miembros que las comparten con los demás. Entendidoscomo tales, de todos es sabido que tan enraizados hábitos comunitarios han desaparecido ya en nuestrassociedades occidentales. En Ecuador, lo señalamos en páginas anteriores, hace siquiera cuatro décadasque el súbito desarrollismo económico fue matando la costumbre de reunirse para escuchar historiaspasadas y propició, en cambio, actividades más prácticas, encauzadas a lograr la modernidad social.Así,actualmente, cuando cunden las prisas, sólo contamos con dos formas de acercarnos a las leyendas ecua-torianas: la charla cordial con las ya escasísimas personas que recuerdan su contenido y saben relatarlocon vivacidad, recurso que emplea Byron Rodríguez,por ejemplo, para conocer la historia de la VirgenBorradora en “San Roque de los quiteños”;y la consulta a las publicaciones en que se hallan recogidas,único procedimiento posible en un futuro próximo y, gracias a libros como este, el más asequible paratodo lector interesado en el tema.Pero siendo orales, anónimas y alterables por antonomasia, ¿cuándo y

por qué empiezan las tradiciones a ser fijadas e incluso firmadas en textos escritos?

35

Unamuno, Miguel de:Entorno al casticismo, en EnsayosII, Madrid,Aguilar, 1945, p134.

36 Vid. Las citadas entrevistasa Édgar Freire y,entre otrostestimonios, la introducciónde Hernán RodríguezCastelo a LeyendasEcuatorianas, Quito-Guayaquil, Publicaciones E-ducativas Ariel nº 14, p. 3.

37 Van Gennep,Arnold: La for-mación de las leyendas,Barcelona,Alta Fulla, 1982 (1ªed. en castellano, de 1914).

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E l t r a d i c i o n a l i s m o

E

n 1902, Carlos M. Tobar y Borgoño lamenta que sean “muy pocos”los escritores ecuatorianos dispuestos a cultivar el “nuevo géne-ro literario” nacido en 1872, cuando Ricardo Palma da a conocer

la primera serie de sus famosas Tradiciones peruanas. A la sazón, sólo mencio-na al polígrafo D. Pablo Herrera, que dedicó toda su vida a la “adquisición deleyendas y conocimientos antiguos”, tristemente disipados y perdidos tras sumuerte, acaecida en 1896, por el desinterés de sus deudos, que no encontraronsu labor interesante ni valiosa.38 Restringiendo el terreno a las tradiciones detema histórico, Tobar se muestra aún más tajante, pues afirma que si bien pose-emos abundante material, este no ha sido elaborado todavía por ningún autor.La razón de tal descuido la atribuye a “que la politiquería o los desfogues de la envidia o la malevolencia ocupan las plumas, más bien que asuntos útiles y ame-nos”.39

Efectivamente,en el Ecuador de los años finales del siglo XIX y los primeros del XX transcu-

rren marcados por la virulencia de las luchas políticas que no sólo enfrentan a conservadores contra libe-rales, sino también a estos últimos entre sí luego de su tr iunfo en la revolución liberal de 1895.Tras las pri-meras efusiones de entusiasmo,pronto se deja sentir la decepción popular ante unas medidas que, si bientienden a liberalizar la sociedad,no transforman las estructuras económicas del país.Además, el desconten-to no tarda en producirse en la facción más radical del liberalismo, que no ve realizados sus ideales ni, por supuesto,en el clero,que desconfía ante una legislación de corte laico.Todo ello propicia un clima de insa-tisfacción y de enfrentamiento permanente que algunos intelectuales querrán paliar mediante la literatura.No en vano el artículo de Tobar aparece en el primer número de la célebre Revista de la Sociedad JurídicoLiteraria, órgano de expresión de las élites dominantes,que se inicia con el siguiente razonamiento:

“Aquí, donde el clarín guerrero repercute con frecuencia de uno a otro extremo de laRepública; aquí donde el furioso hervir de las pasiones tiene en constante agitación a los

pueblos; aquí donde la turbia corriente del partidarismo ahoga los mejores ingenios, no sellevará a mala parte el que un grupo de jóvenes entusiastas y patriotas aspire al engrandeci-miento del foro ecuatoriano y al brillo de las letras... ¿No hemos de querer que la destem-plada grita de las pasiones calle alguna vez para que resuenen la serena y majestuosa voz dela ciencia, la arrobadora armonía de la literatura?”40

Nótese que es serenidad y armonía lo que se espera de las disciplinas científicas y literarias.Se desea plasmar un orden que el accidentado acontecer de principios de siglo está poniendo en entre-dicho.El primer paso para reflejarlo pasa por la evasión de la realidad ‘vulgar’ con la intención de recu-perar un pasado glorioso indígena cuya pureza convenía ensalzar.Así, una vertiente del Romanticismoecuatoriano vuelve su mirada a los tiempos precolombinos que la Historia del Reino de Quito, del jesui-ta Juan de Velasco, se había encargado de recrear basándose en las numerosas leyendas que, recogidaspor los misioneros durante los años de conquista y rescatadas por él de sus escritos, jalonan toda su

obra. Esta, concluida en 1789, comienza a difundirse en el país a partir de 1841, cuando se edita su pri-mer tomo en Quito. Da así a conocer el legendario reino de Quito, supuestamente emparentado conel poderoso imperio inca y poseedor, antes del dominio cuzqueño, de un nivel apreciable de organi-zación sociopolítica y de una cultura compleja y elevada.Con esta revalorización Velasco se alza con-tra ciertas teorías que proliferan en la Europa del siglo XVIII y que sostienen la inferioridad ingénitadel hombre de América.Y elabora, además, una memoria nacional que sobrepasa al indígena e impli-ca al criollo aristócrata, a ese “español americano”que precisa sentirse arraigado en el lugar donde habi-ta. Es este quien, en palabras de Arturo Andrés Roig,“se ve reflejado en una historia que no es la suya,la índígena, pero que Velasco intenta asumirla como propia”.41

Relatadas en castellano e impresas en un libro, las leyendas indígenas fueron,así, utilizadas por un intelectual americano de la Real Audiencia y luego por muchos de sus lectores en tiempos republi-canos para fundamentar una valiosa raíz histórica que le justificara como parte de una identidad-otra conrespecto de la española,detentadora del poder político.Naturalmente, esta tendencia temática no supone

un acercamiento real a los relatos orales, a las tradiciones vivas del pueblo indio; está, por eso, muy lejos

38 C.M.Tobar y Borgoño,“Latradición y los tradicionalis-tas”, en Revista de la sociedad 

 jurídico literaria, nº 1, Quito,mayo de 1902,p. 53. De los“muy pocos escritores”quehabían incursionado en elgénero, hay que mencionar alguayaquileño Nicolás A.González. Exiliado en el Perúde 1888 a 1907 y amigo de

Palma, González publicó tra-diciones en El Rímac , deLima, entre 1889 y 1890 conel seudónimo de “El proscri-to”.

39 Ibíd.

40 “Introducción”, en la Revistade la Sociedad Jurídico Literaria,nº 1, Quito, mayo de 1902,p. 2.

41 Arturo A. Roig, Huma-nismo en la segunda mitad del S. XVIII, t. I, Quito, BancoCentral del Ecuador, 1984,p. 246.

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de reflejar no sólo la identidad nacional, sino también la de aquel grupo humano. En el siglo XIX, algu-nos románticos ecuatorianos siguen el camino iniciado por el Padre Velasco y rescatan las leyendas queaquel reseñó para someterlas a unos esquemas argumentales claramente tendenciosos:elaboran castas his-torias de amor truncadas por la irrupción del conquistador blanco que,mostrando el camino de la salva-ción divina, ofrece la paz eterna a unos personajes idealizados que nada tienen que ver con las “mesna-

das de indios pobres, sucios y abyectos”de la realidad del país.42 Es el caso, entre otros, de “Nina Yacu”,de Miguel Riofrío,“La virgen del sol”, de Juan León Mera o “La hija del Schyri”, de Quitiliano Sánchez.Narraciones que se han servido del acervo legendario prehispánico para distorsionar la imagen real deuna raza oprimida a la que, privada de voz,había que incorporar a la ‘cultura nacional’.

La brecha entre estas composiciones escritas en español por blanco-mestizos y la vitalidadde las leyendas producidas y transmitidas en sus idiomas por las diversas comunidades indígenas esdemasiado amplia. Sólo comienza a estrecharse, avanzado el siglo XX, desde los campos del folklore yla antropología, en la que ocupan un lugar de primera línea tanto el profesor Reinaldo Murgueytocomo Alfredo y Piedad Costales, y Segundo Moreno Yáñez. Aún así, puede afirmarse, con HernánRodríguez Castelo y el especialista en folklore, Carvalho Neto, que “resulta cantera casi intacta la dela leyenda, cuento y mito precolombino”.43

Lejos de centrarse en el mundo indígena,hay otra vertiente del Romanticismo, mucho másprolífica en el cultivo de la ‘tradición’, que reconocerá el orden anhelado en un pasado regido por losvalores morales y religiosos que el catolicismo impuso durante la Colonia y que aún prevalecen en elsentir del pueblo ecuatoriano, en sus hábitos y creencias seculares.Ahora se quiere traspasar al mundode las letras lo que ha quedado en la memoria colectiva como experiencia y sabiduría extraídas desucesos anecdóticos, tenidos por extraordinarios o curiosos y que siguen dando pábulo a la imagina-ción popular.

Este giro del interés hacia el hombre común, muy emparentado con el costumbrismo de raízespañola cultivado en la prensa, se produce paralelamente a la explotación del tema indiano, pero se pro-longa mucho más en el tiempo.Con el objetivo de descubrir lo que la propia nación, lo que el terruñotienen de particular, son señeras las contribuciones de José Modesto Espinosa y de Pedro Fermín Cevallos,que se sitúan en la línea de los españoles José María de Larra y Mesonero Romanos, ya que en sus cua-dros esbozan escenas cotidianas con dosis generosas de ironía que van de lo anecdótico picaresco a la burlaabierta. Un buen ejemplo de lo que venimos explicando lo encontrará el lector en “El Machángara”,

donde el autor aprovecha un paseo por el río para ensartar a base de observaciones chispeantes un par dehistorias salpimentadas de guiños crítico-burlescos hacia ciertos comportamientos de dos mujeres no por comunes y corrientes exentas de picardía.Ya como relatista, es Juan León Mera uno de los escritores queinaugura en el Ecuador el llamado costumbrismo literario con “Los novios de una aldea ecuatoriana” y“Novelitas ecuatorianas” (1909), dadas a conocer en los periódicos a fines del siglo XIX.Le siguen CarlosR.Tobar,A Baquerizo Moreno y Eduardo Mera fundamentalmente.

En todas estas producciones encontramos el color local, las notas pintorescas, lo peculiar delos ambientes, los giros lingüísticos coloquiales, el humor y hasta el valor moral que, con mayor omenor intensidad, están presentes en las tradiciones quiteñas. Pero a estas,mediatizadas por la influen-cia decisiva de Ricardo Palma, creador del género, las caracterizan, ante todo, dos rasgos: la mezcla dehistoria y ficción, e intentar transcribir lo que las gentes se cuentan de boca en boca:

“Se construyen con ingredientes diversos, provenientes tanto de la fuente culta como de lapopular, de lo vivido y de lo imaginado. Es siempre narración corta, evocativa de tiempos pasados, con

asuntos tomados del documento escrito o de los meramente oídos de otros labios, pero aderezados conelementos de ficción, con apuntes de costumbrismo local, con ingenio, gracia y humor”.44

Sin embargo, como bien matiza Ventura García Calderón, no todas las tradiciones encajanperfectamente en una misma definición, ya que son relatos ‘ingeniosos’ y ‘volátiles’ que cambian deforma con el humor veleidoso del narrador.45 Cabe añadir que, aunque una de las cualidades específi-cas sea la reproducción de lo leído o lo sabido, se trata de piezas literarias firmadas por escritores cuyasactitudes ante lo contado no tienen por qué coincidir; variarán, necesariamente, con su pensamiento ysus convicciones, así como con el contexto histórico-cultural en que se desenvuelven. Así, pues, los“ingredientes” mencionados más arriba aparecerán en ellas en proporciones diversas. Unos u otrosserán unas veces dominantes, otras veces atenuados o inexistentes.

Con todo, no hay duda de que los mayores narradores de leyendas quiteñas, representadosen este libro,nos han legado recopilaciones en que resulta fácil detectar las características señaladas másarriba, si bien con notable retraso cronólogico con respecto del maestro Palma.Si en los primeros años

42 Así lo señala Ángel F. Rojasen La novela ecuatoriana,Guayaquil-Quito,Publicacio-nes Educativas Ariel, ClásicosAriel nº 29, p. 54.Véase, ade-más, sobre el concepto de‘poesía nacional’ aplicado alas “ producciones indianas” elresumen de la polémica entre

 J. L. Mera y G. Zaldumbide,en Isacc J. Barrera, Historia de la literatura ecuatoriana, Quito,Libresa, 1979, pp. 783-786.

43 Hernán Rodríguez Castelo,Leyendas ecuatorianas, Guaya-quil-Quito, Publicacioneseducativas Ariel, ClásicosAriel nº 14,p. 4; P.Carvalho-Neto,Diccionario de 

 folklore ecuatoriano, Quito,Casa de la CulturaEcuatoriana, 1964,p. 41.

44 Estuardo Núñez, prólogo aTradiciones hispanoamericanas,Caracas, Biblioteca Ayacuchonº 67,1979.

45 V. García Calderón, Del 

Romanticismo al Modernismo,París, s / e, 1912.

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del siglo autores como C. M.Tobar y Borgoño comienzan a reproducir relatos legendarios en las revis-tas, habrá que esperar a 1924, cuando se publica Al margen de la historia, de Cristóbal de Gangotena y Jijón,46 para contar, superado el cuadro de costumbres, con un auténtico cultivador de la tradicióncomo género literario. Le seguirán, ya sobrepasada la mitad del siglo XX, Laura Pérez de Oleas conHistorias, leyendas y tradiciones ecuatorianas (1962), Guillermo Noboa con Tradiciones quiteñas (1963) y,

mucho más recientemente,Alfredo Fuentes Roldán con Quito.Tradiciones (1995 y 1999).

E l m u n d o r e p r e s e n t a d o e n l a s t r a d i c i o n e s

Excepto en “La leyenda del pogyo de los ratones”, protagonizada por personajes indígenas y situada en los tiempos de la derrota de Atahualpa en Cajamarca, en “La tradición del arco de la 

 Virgen del Rosario”, fechada en 1880, en “La virgen del Quinche es alfarista”y en “¿Terro... Esperanza?”, ambas en el umbral del siglo XX, en el resto de lastradiciones seleccionadas en esta compilación los hechos aparecen ubicados enla época de la Colonia. En el siglo XVII, “con su calma en la opresión, con sugobierno impolítico, ignorante, despreciable, con su sociedad siempre alegre einsustancial”,47 suceden “El Cristo de la Agonía”, “Más pobre que Cristo” Viva la g allina con su pepita”. Bastantes se sitúan, de manera difusa, entre el setecien-tos y el ochocientos, “en aquellos tiempos en que las comunidades religiosasposeían grandes haciendas y se hacía visible la relajación del clero” (“La Caja Ronca”), “en aquel tiempo borrascoso, tiempo de relajación” (“La calavera delconvento de San Francisco”), cuando “el diablo andaba suelto” (“La leyenda dela cruz de la muralla de San Francisco”). Otras facilitan fechas exactas, inclui-dos día y mes, ya que estos datos son trascendentales en el desarrollo de la his-toria. Así, por ejemplo, en “Un hidalgo a carta cabal”, en que el tema de los pla-zos es troncal, y en “La Virgen de la Empanada”, en que se le saca un buen par-tido a la coincidencia del nombre del fraile protagonista con la festividad de San

Cristóbal, que es cuando suceden los hechos contados.En cualquier caso,todas ellas rezuman la fuerza del espíritu religioso popular -que desde la lle-

gada de los españoles- el catolicismo se encargaría de imprimir en todos los ámbitos de la vida quiteña,donde se quedaría instalado apenas sin fisuras durante un largo trecho de la vida republicana.Impregnadosde superstición, los comportamientos devotos se confunden e identifican con los aspectos formales yritualistas de la religiosidad, abrumadores en una ciudad plagada de iglesias y amenazada por los sermo-nes vertidos desde sus púlpitos.Así, las misteriosas señales del más allá, el pecado y su consiguiente casti-go, el milagro piadoso,nutren con diversa importancia y gravedad todas las tradiciones de este libro.

Son numerosos los títulos que nos presentan una imagen amable del clero, aun cuando seansus hábitos relajados los desencadenantes de apariciones pavorosas, castigos de diversa gravedad, mila-gros y arrepentimientos que dejaron su huella en los lugares citadinos donde tuvieron lugar. Se tratade curas jóvenes e indisciplinados que caen fácilmente en la tentación de entregarse a la jarana noctur-

na. Así, el “simpático” don José Albuja, amonestado con insistencia por su temible superior, ante cuyasexcomuniones “nadie se resistía”, olvida pronto sus promesas de reforma y recae una y otra vez en elvicio de la guitarra, hasta que un día decide hacer ejercicios espirituales y reformarse en serio. Sinembargo,no dura mucho su cambio de vida.Pronto se da de nuevo al baile y, ante la reconvención delgobernador de la Diócesis, su respuesta ingeniosa gana nuestra complicidad y nuestra sonrisa:

“- ¡Pero Doctor Albuja! ¡Esto es para nunca acabar! ¡Esto es la vida perdurable! Y él, mohíno y cabizbajo, le contesta:- No señor, esto es... ¡la resurección de la carne!”.(“Los artículos de la fe”, de C. de Gangotena y Jijón).

Iluso, ignorante y glotón,casi como un fantoche que provoca la hilaridad del lector, se per-fila el clérigo que cree reconocer la imagen de la Virgen en una grasienta empanada, hecho que se apre-

sura a juzgar de milagroso, en “La virgen de la empanada”. Pero otros religiosos que participan de lasmismas o parecidas faltas que los anteriores no salen indemnes de sus travesuras, sino que reciben un

46 Nota del editor: esta obrafue re-editada por Fondo deSalvamento del PatrimonioCultural de Quito (FON-SAL) en el año 2003.Remitirse a Al margen de laHistoria. Leyendas de pícaros,

 frailes y caballeros, ColecciónBiblioteca Básica de Quito, t.I,Alfonso Ortiz Crespo, edit.,Quito,FONSAL, 2003.

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C.M.Tobar y Borgoño,“La tradición y lostradicionalistas”,p.49.

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castigo de las fuerzas del más allá. El hermano Polibio, de “La canilla del difunto”peca de curioso y suinsistencia en observar a la hora fatídica de las 12 de la noche la señal de una canilla en el patio delconvento de San Francisco le pasa factura. La canilla es un alma en pena que le pide ayuda para encon-trar su salvación. Pero el despreocupado Polibio sólo comienza a inquietarse por su descuido cuandoel plazo impuesto está a punto de expirar. Entonces, temeroso de lo que pueda pasarle, se arrepiente

de no haber cumplido con lo encomendado y recurre a la oración.Hecho piadoso que le salva la vidapero que no le exime de recibir un canillazo, cuyas huellas quedan impresas en la piedra. Mayor es elsusto que padecen los jugadores tramposos de “La cruz pétrea del atrio de la Catedral”, erigida comoseñal de su arrepentimiento.En este caso, lo que les hace enfilar por el buen camino resulta más mun-dano: después de una pelea de juego, parece que uno mata a otro y, al trasladar a este, se descubre quebajo sus ropas se esconde un clérigo aún vivo.La vergüenza,el hecho de haber sido descubiertos deter-mina su posterior reclusión conventual y la ofrenda de la cruz.

De índole sobrenatural es la aparición de “encapuchados cubiertos con oscuro ropaje, sinponer pie en tierra” ante la invocación a las ánimas de los difuntos elevada por dos jóvenes curas, quecantan serenatas a sus antiguas novias sanroqueñas, cuando son acosados por los muchachos del barrio.Salvados por este milagro, que les conduce a la vida de obediencia, la madre de uno de los juerguistasmanda pintar un cuadro de las almas y lo coloca en la esquina de su casa, a la vista de todos (“La esqui-na de las almas”). Pero donde el miedo desempeña una función primordial es en “La Caja Ronca” yen “la Calavera del convento de San Francisco”.En estas historias los clér igos disolutos, espantados antemacabras advertencias de ultratumba,gemidos profundos, sonidos roncos y ruidos de cadenas, llegan amorir, embargados de pavor.

Naturalmente, estos desenlaces obedecen a la intervención de la justicia divina, y tienen elpropósito de servir de ejemplo y aviso para futuros transgresores. El miedo incontrolado es el armadisuasoria y es proporcional a la gravedad del delito. De ahí que los hechos se desarrollen durante lanoche, ese espacio de oscuridad y confusión que los clérigos eligen para escapar y entregarse a susdiversiones y en el que las fuerzas ignotas ejercen su castigo. De ahí, asimismo, que cuando media elengaño calculado o la grosería en la expresión (como en “La calavera.de San Roque”), el final sea trá-gico.En todas las historias se percibe, desde luego, una actitud crítica ante un clero relajado, pero no esmenos cierto que sus faltas no pasan de ser debilidades de juventud, de una alegre e inexperta inma-durez, picardías veniales en que no se enseñorea la maldad premeditada y que nacen del instinto natu-

ral de procurarse alguna diversión en un medio estrecho y monótono en que casi todo es pecado.De esta especie de feliz e ingenua osadía participan también las monjitas de “¿Terror?...¿Esperanza?”, cuyas actitudes son de una candidez rayana en la simpleza. Las vemos aquí agitadas antela inminente llegada de los “feroces” y “bárbaros tauras” que van a entrar en Quito con el liberalUrbina. Picadas por la curiosidad ante una masculinidad demonizada que sin embargo las atrae, se adi-vina en ellas la esperanza de que aquellos saqueen el convento.Así, “tentada por el diablo”, una monja joven se atreve a subir a la torre de Santa Catalina y, al divisar a esos soldados “enormes, musculados,fornidos”, lanza la pregunta: “Señor soldadito, señor soldadito, ¿a qué hora es el saqueo?”.Lamentablemente para estas jóvenes sometidas al aburrido encierro del claustro, aquel día no sufrieronagresión alguna.

La ignorancia, la crédula superstición, campan también a sus anchas en “La virgen delQuinche es alfarista”, en “Viva la gallina con su pepita” y en “Sacrilegio”. En esta última, Gangotena y Jijón ridiculiza a esas pobres monjas condenadas a repetir con sus “vocecillas gangosas” y misa tras

misa la antipática letanía:“¿Quién se robó los copones?”, en la esperanza de que la sabiduría divina lesrevele el paradero de estos bienes que alguien había sustraído de la capilla. En cambio, lo que recibenes la respuesta del “infeliz” sacristán que, harto de escuchar lo mismo, se decide a responder con lógi-ca elemental: “¡Los Ladrones!”. Igualmente queda en evidencia Juan Pérez, de “Viva la gallina con supepita”. Hombre de escasas luces, en un alarde desmesurado de fe se aplica en su ojo enfermo el acei-te de las lámparas que rodean al milagroso Cristo de la Portería, en San Agustín. Lejos de curarse, susconstantes lágrimas le dañan el ojo sano, que será el único que finalmente se componga tras sus insis-tentes rezos.Pero es en “La virgen del Quinche es alfarista” donde la superstición popular queda al des-cubierto de manera más explícita.En esta historia, asistimos a un supuesto duelo entre la imagen sacra,traída a Quito por los creyentes que, influidos por los discursos clericales, ven en Alfaro la encarnaciónde todos los males, y los seguidores de don Eloy, adalid del liberalismo que, como sabemos, hizo dellaicismo una de sus banderas más emblemáticas. No interviene aquí poder divino alguno, pues la pro-tagonista de la narración es la Carifo, una mujer aguerrida y liberal que se las ingenia para maquinar el milagro: convence a un niño para que se esconda debajo del manto de la virgen y grite desde

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allí:”¡Viva Alfaro!”Lo más llamativo es que el propio general quedó tan seducido por aquel gr ito ‘mila-groso’, que en adelante fue uno de los fieles más devotos de la virgen.

La Carifo es,pues,un personaje atrevido,inteligente y libre,una mujer que ha superado la con-dición impuesta para el sexo femenino y que por eso se nos presenta con atributos muy cercanos a losvaroniles.Ella sabe que los hechos se producen por causas ‘razonables’ y que son provocados por los seres

humanos. Sabe también que en una sociedad dominada por el clero y dada a ver en los acontecimientosla mano punitiva de la divinidad,resulta fácil el engaño.Utiliza las armas esgrimidas por el ‘enemigo’comolas más seguras para convencerle y salir, así, triunfante. Laura Pérez de Oleas presenta a la Carifo como unpersonaje rudo, ajeno a esa imagen,ya pura, ya casi diabólica, pero siempre de rasgos físicos delicados conque se ha venido dibujando a la mujer hasta bien entrado el siglo XX.Y es que esta tradición es ya de laépoca republicana,cuando los liberales han puesto su contribución en la construcción de la modernidad.

A la sazón,conviene comparar la fuerza arrolladora, perceptiblemente física, de la Carifo conel perfil femenino que nos ofrecen otras leyendas protagonizadas por mujeres y enraizadas en un Quitoconventual.A diferencia de las tradiciones en las que los curas jóvenes agotaban el palmarés de sus gra-ciosas liviandades en la música,el canto y el juego,en estas se cuela el poder destructor del sexo, lo quemotiva que sean historias mucho más ricas en misterio, con una inquietante presencia de poderes dia-bólicos. En ellas reconocemos una suerte de mundo ideal, un orden que viene a quebrarse con la pre-sencia de lo extraño. Así, en “Casa 1028”, en que un toro se prenda de una joven hasta el punto deseguirla a su casa, donde la embiste de muerte para quedar luego estampado en una pared.Abierta ensu interpretación, es fácil relacionar al toro con la masculinidad;48 y más aún, con ese símbolo román-tico que en España aparece enamorado de la luna, es decir, de lo que le resulta imposible obtener. Eltoro representa un poder incontrolable que ya se había anunciado a Bella Aurora en sueños y del queella sabe que no podrá escapar, por lo que la joven “delataba alguna tristeza por ignorados motivos”.Tristeza que viene a quebrar la felicidad de los suyos, que son ricos y descendientes “de nobles fami-lias quiteñas”.

La ambigua intervención de lo inexplicable que remite a los instintos de la carne desenca-dena también los acontecimientos en “La leyenda de la puerta clausurada del Carmen Bajo” y en “Latradición del arco de la Virgen del Rosario”. En la primera Elena es bella, virtuosa y devota de la Virgendel Carmen. Sus padres son “pobres pero felices” y viven con ella en una casa “blanca y humilde conflores” La joven va todas las tardes a recoger flores para la Virgen, y en una de ellas conoce a un hom-

bre inquietante de cuya atracción no se puede zafar.Tanto es así que un día de tormenta feroz, lejos deregresar a su casa,“siente “que debe esperar la llegada de ese hombre siniestro, rico pero cuya vida dis-curre en “angustiosa soledad”.Y este aparece en medio de los espantosos signos del aguacero transfor-mado en alguien fiero y diabólico que la persigue con saña.Como no podía ser menos Elena, que lograllegar ante la imagen de la Virgen, muere a sus pies, en tanto su torturador queda yerto en la calle, antela puerta del convento, milagrosamente clausurada.Tejida con complejos hilos simbólicos, esta leyendava más allá de la atracción fatal que desemboca en la muerte. La pureza de la joven, la fuerza de suamor, se erigen como salvadoras cuando los amantes, resucitados por un momento, celebran su bodareligiosa el viernes santo,esa jornada en que Cristo murió para redimir todos los pecados del ser huma-no. Se proyecta, de este modo, cierta luz sobre los hechos sorprendentes: todo obedece a la necesidaddel arrepentimiento y se ordena hacia el brillo de la bondad y justicia divinas.

De manera parecida, la Virgen del Rosario salva a la pecadora Margarita que, joven y bella,lo tiene todo para ser feliz, pero que por las noches se ve ganada por el dominio del maligno, que la

impulsa a una vida de diversiones.Llevada de sus remordimientos, la joven va a rezarle a la Virgen todaslas noches a las 12, hasta que el peso de su pecado la lleva a la muerte.El sueño le da la clave de su sal-vación ejemplarizante: la Virgen se le aparece, no en el lienzo donde hasta entonces estaba, sino bruñi-da en piedra.Margarita lo interpreta como un signo inequívoco de perdón. Lega sus pertenencias a lospobres e indica a su confesor la voluntad divina, que los quiteños se apresuran a llevar a cabo, impre-sionados por la muerte y conversión de “la bella pretenciosa”.Y es que los sueños son vías de comu-nicación con el más allá, modos en que el otro mundo impone su voluntad en este. Rasgo que tam-bién apreciamos en “La Virgen de Quito”, donde a través de este medio la Virgen le dicta a Legarda laforma en que debe esculpirla.Y, hasta cierto punto, en ese rapto de inspiración que sufre Miguel deSantiago para dar forma pictórica a su “Cristo de la Agonía”.

El mundo de las tradiciones evidencia, pues, un orden vigilado y controlado por la inter-vención justiciera de la voluntad divina. Las transgresiones que nos ofrecen son faltas de piedad, tantomás graves cuanto mayor sea la intervención de “oscuros” instintos diabólicos.Gracias al milagro opor-tuno y a la presencia que deja en forma de cruces, huellas o imágenes variadas, gracias al misterio con

48 Nota del editor: explicar elmovimiento tzánsico. En laNueva Historia del Ecuador,artículo de Fernando Tinajero.

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que se manifiestan los desenlaces, siempre nocturnos, se fomenta una superstición popular que vigilalos principios ideológico-religiosos impuestos en la Colonia. Estos son ensalzados, si bien con marca-da dosis de ironía,como superiores a los tiempos del desorden republicano, inoculado por el virus libe-ral.Así, en “Un hidalgo a carta cabal”,se insiste en que en aquellos tiempos la palabra tenía valor, inclu-so si venía de un reo que esperaba su ejecución. Naturalmente, el reo en cuestión no había cometido

un crimen cualquiera, sino que “había lavado en la sangre del seductor la honra mancillada de su her-mana”, acto al fin y al cabo moral y legalmente disculpable, dada la importancia del honor en unasociedad en que las leyes habrían de castigar el adulterio femenino y amparar a los vengadores de lahonra de la mujer seducida nada menos que hasta bien entrado el siglo XX.

Finalmente, no podemos dejar de referirnos a la única leyenda de raigambre indígena quese incluye en esta selección. Se trata de la que nos revela el origen de “El pogyo de los ratones”, fuen-te del Machángara visitada por blancos roedores y usada como popular lavandería.En esta historia tam-bién se dibuja un universo ordenado, sometido a la vigilancia de los dioses, en este caso del Sol y de laLuna, protectores del Reino de Quito y de sus gobernantes. Situada en la época de la derrota impe-rial por parte de los españoles, la trama la protagonizan las vírgenes Cora y Chasca, consagradas alTemplo del Sol y encargadas de tejer los vestidos de Atahualpa con la ayuda de unos ratoncillos blan-cos, propiciada por la divinidad.Ante la inminente tragedia, los dioses quiteños responden a las súpli-cas de las dos jóvenes, que a la manera de tantas metamorfosis ovidianas, son convertidas en una fuen-te cavada por los fieles animalitos, que permanecen siempre velando por ellas en el lugar. De nuevo,pues, se recompensa la piedad y quedan señales de ello, como huella ejemplar de identidad, en el tra-zado citadino.

L a s t é c n i c a s d e l a s t r a d i c i o n e s

Como hemos señalado ya, los tradicionalistas se definen comorecopiladores de relatos orales contados por el pueblo. Mas nopor eso dejan de contribuir a su factura final con puntuales ras-

gos de estilo, e incluso con su velada interpretación de los hechos. Dada la diferente personalidad de cada escritor y la variedad de temas abordados, escomprensible que no en todos se adopten idénticas formas de narrar. Sinembargo, conviene concretar las que consideramos más significativas.

En tanto que fieles transmisores de lo escuchado, a muchos autores les interesa dejar cons-tancia de las fuentes de donde han recogido sus tradiciones.Así proceden Gangotena cuando anuncia:“dice la tradición”,“cuentan” o “se dice”, y Guillermo Noboa cuando apunta a propósito de “La puer-ta clausurada del Carmen Bajo”:

“Son varias las leyendas que cuentan sobre este cuasi misterio, pero encuentra mayor acep-tación entre los octogenarios del pueblo, que saben de estos asuntos, ésta que vamos a rela-tarla ligeramente”.

Empeñado en proporcionarle al lector mayor sensación de verosimilitud, es este autor quienadopta la técnica de enmarcar los relatos reproduciendo la forma en que se los ha transmitido un narrador 

ideal. Se trata de prólogos de ficción recolectora en que Noboa parece actuar como simple retransmisor ocronista de historias escuchadas. En “La calavera del convento de San Francisco”, Fray Benjamín GentoSanz, investigador del arte colonial quiteño,ejerce de guía en el convento y relata la leyenda.En “La leyen-da de la cruz pétrea del atrio de la catedral”, en la de “La cruz de San Francisco”y en “La caja ronca”estafunción la desempeña un personaje de barrio,de edad avanzada, y que aprovecha para hacer aclaracioneso comentarios al hilo del argumento. En las dos primeras es el octogenario don Panchito Andino,vecinode la Tola, quien asume la tarea de contar.Y lo hace “en el mejor momento para la charla”: a las 10 de lamañana.,mientras toma el sol en el patio de su casa y se fuma un cigarrillo con su interlocutor.Entoncesda rienda suelta a su nostalgia de los tiempos idos (“y haber tenido que vivir para ver lo de este míserotiempo!”,anota) y, una vez concluida la leyenda,que es “verídica”, la remata con su experto veredicto.Así,sobre la presencia de la “cruz pétrea”,asevera que “fue cabalmente obra del religioso herido que milagro-samente salvó su vida”.Un marco parecido precede a la “Caja Ronca”.Aquí una anciana, que proporcio-na cobijo a Noboa una tarde de aguacero,es quien le da cuenta de la tradición mientras prepara la merien-da para su hijo y establece un chispeante diálogo sobre su cotidianidad con el ilustre visitante.

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Estos relatores, personajes a su vez, se expresan con la frescura del lenguaje coloquial entanto conversan con el recopilador de leyendas, es decir, en ese prólogo que enmarca a las mismas,como forma de imprimirles veracidad y captar la atención de los lectores. De este modo, leemos fra-ses salpicadas de quiteñismos, exclamaciones, diminutivos y frases entrecortadas características del len-guaje oral: “elé, señor, allí se pasa todita la tarde “, “Y con lo que por aquí no pasan ni los carros ...

Vamos al centro por alguna comprita y regresamos hecho sopa!”, “Ya ha sido tardecito”. Pero cuandose centran en la narración de las historias, se deslizan en su discurso una serie de expresiones propiasdel registro culto y que sabemos que pertenecen al autor. Lo percibimos,por ejemplo, en “los ojos conuna languidez atrayente, la boca y los blanquísimos dientes formaban una sonrisa inspiradora de afec-to, y el rostro, en fin, presentaba una visión subyugante” (“La caja ronca”).

Noboa separa, así, claramente el preludio a la leyenda -que nos habla del presente, de luga-res y personas que podemos localizar- de la leyenda en sí, para cuya reproducción estorban las distrac-ciones cotidianas y se adopta un tono más sublime.

Pero independientemente de quién asuma la narración de los relatos, cuando se trata de des-enlaces misteriosos o macabros aquellos demostrarán su filiación oral en la eficacia con que logran des-pertar sugestiones en el lector:

“Y en un momento en que el aullido de un lobo se sobrepuso en el desconcierto de espan-tosos ruidos, Elena creyó que eran salvajes carcajadas que festejaban su perdición y ruina.Ycuando una montaña de angustias rodeaban y constreñían a la niña, sintió detrás de su cue-llo el aliento caliente de algún fantasma que por raro designio de la Providencia se habíaescapado de un olvidado sepulcro.Y luego, oyó una voz jadeante y ronca que le decía: -¡Elena, espera, Elena! Te he buscado en toda esta terrible tempestad. Pero hoy ...será la últi-ma cita nuestra... porque te llevaré conmigo! ¡Espera, Elena, no corras más!” (“La leyendade la puerta clausurada del Carmen Bajo”).

Las aliteraciones de la /r/ (“sobrepuso”,“desconcierto”, “ruidos”, “creyó carcajadas perdi-ción”, “ruina”...), de la /t/ (“toda esta terrible tempestad”) y de la /l/ (“aliento caliente”); las rimasinternas (“cuello”,“aliento”,“carcajadas” ...“festejaban”,“constreñían”...”niña”,“escapado”...“olvida-do”,“Elena, espera, Elena”); las reticencias; los adjetivos antepuestos (“espantosos”ruidos,“salvajes”car-

cajadas, “raro” designio, “olvidado” sepulcro, “terrible” tempestad, “última” cita nuestra); la variedadtonal; el empleo de la metáfora (“una montaña de angustias rodeaban y constreñían a la niña”); el efec-to de lo misterioso (el aullido de un lobo, el fantasma y el sepulcro, la irrupción de la voz “jadeante yronca”); la repetición del polisíndeton (la conjunción “y”) suscitan el interés del lector, le atrapan enmomentos de clímax y le obligan a continuar, atemorizado, hasta el final de la historia.

Con vistas a ganarse la complicidad del receptor, e incluso su deslumbramiento ante lomaravilloso, las tradiciones cuidan la descripción de los ambientes y de los personajes, aspecto en quesuelen ser prolijas.Así, por ejemplo, en “La tradición del arco de la Virgen del Rosario” y en “La casa1028” no se ahorran adjetivos, algunos en grado superlativo, para ensalzar la belleza de las protagonis-tas y la riqueza de sus casas, y para establecer de esta manera el contraste de una situación envidiablecon esa intervención inexplicable que causará la tragedia:

“No faltaba el salón de piso cubierto de regias alfombras, con techo decorado de oro y pen-

dientes enormes arañas de finísimo cristal; y las paredes adornadas de costosos tapices y ara-bescos dibujos; y los muebles de brillante caoba con incrustados de artísticos efectos; óleostrabajados por los más renombrados pintores [...] y las vidrieras con valiosísimas porcelanas,transparentes cristalerías y deslumbrantes servicios de plata” (“La tradición del arco de laVirgen del Rosario”).

Otras veces la adjetivación marca contrastes cromáticos con el valor simbólico de realzar el futu-ro enfrentamiento entre el bien y el mal, como podemos ver en el encuentro de Elena con el hombre des-conocido que se la lleva. Mientras ella es un alma “ingenua y buena”, sus manos son “blanquísimas”y surostro “alabastrino”, él es un “extraño” personaje y va ataviado con “obscura” capa y sombrero “negro”.

Hay aún otras formas de desatar los mecanismos de atención. Entre ellas podemos destacar el comienzo in media res, la sintaxis entrecortada y el empleo de alguna oración nominal con que seabre la narración en “La virgen de Quito”, de Alfredo Fuentes Roldán:

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“Despertó sobresaltado.Transpiraba y estaba tembloroso, inquieto.No atinaba a encontrar-se a sí mismo en la equívoca dimensión de lo que es o no es realidad.Alrededor,negrura ysilencio.Todavía no era noche cerrada. Buscó a tientas una vela”.

Procedimientos a los que se suma el suspense,pues no sabemos de quién nos habla el narra-

dor hasta el final de la historia:“Este fue don Bernardo de Legarda y del Arco, que en Paz descanse”.El uso del presente histórico en los momentos álgidos es otro medio eficaz para lograr la

implicación emotiva del lector en los hechos. Así puede comprobarse, por ejemplo, en “La Virgen delQuinche es alfarista” y en “La Virgen de la Empanada” que, escritas en pasado, recurren al presentecuando se trata de describir algo puntual que exalta los ánimos de la concurrencia:

“Cantos de triunfo resuenan desde las márgenes del río Guayas [...]. El Ecuador entero seconvulsiona ante el Himno [...] que entonan los partidarios de un Caudillo, que se aprestaa entrar en Quito [...].Nuevamente se agita el manto, cuya punta caso llega al rostro de la Virgen, y la misma vozrepite: ¡Viva Alfaro!” (“La Virgen del Quinche es alfarista”);“¡Milagro!- gritan todos al unísono. Unos caen de rodillas, otros dan voces que se oyendesde la calle […]” (“La Virgen de la Empanada”).

Para acentuar el carácter de verosimilitud legendaria, los tradicionalistas se sirven tambiénde la diferente dosificación en la cantidad de los datos que nos proporcionan acerca de la identidad desus protagonistas. Así, mientras en algunos casos se nos facilitan con todo detalle nombres y apellidostanto de rancia como de ‘vulgar’ prosapia, en otros -tenidos por más actuales o más verídicos y por lotanto comprobables- se nos escamotean con la excusa de que “no es necesario determinarlos para elobjeto de este relato”,como leemos en “La casa 1028”a tenor de los propietarios de la vivienda.Razóna la que don Panchito Andino añade, a propósito del cura pecador de “La leyenda de la cruz de la mura-lla de San Francisco”, que este es “todavía mentado”. Estas incógnitas contrastan con la exacta proliji-dad con que se nos da cuenta de los años, lugares y nombres de gobernadores, oidores y personajes,con ascendencia incluida, que suele preceder y enmarcar a las historias.

Con vistas a potenciar los efectos sugestivos, algunas leyendas prolongan su vigencia en el

presente del lector. De este modo, la realidad quiteña aparece enriquecida con esa dimensión mágicaque le siguen otorgando ciertos sucesos cruciales ocurridos alguna vez en la ciudad. Mediante esterecurso queda sembrada en el receptor una inquietud que dará vía libre a su imaginación. En este sen-tido resultan ilustrativos, entre otros, los siguientes comentarios finales:

“Desde entonces el mechapuco asoma con frecuencia en las noches oscuras en el sitiomismo del fúnebre acontecimiento” (“La Caja Ronca”);“Desde entonces quedaron grabadas en la piedra las huellas del canillazo” (“La canilla deldifunto”);“Dicen que en las noches de conjunción se oyen aún pasos lentos que arrastran cadenas;gemidos prolongados como de seres agobiados por agudas dolencias; inclusive el bufidosordo y hueco como de un toro agónico, y otros ruidos extraños venidos de ultratumba”(“La casa 1028”);

Por otra parte,nos hemos referido ya a la incorporación del lenguaje popular en los discur-sos dialogados de los personajes que facilitan la leyenda al recopilador Noboa; lenguaje que volvemosa encontrar en las expresiones de la vivaz Carifo, de “La Virgen del Quinche es alfarista”, donde lee-mos “curuchupas”,“chapa”, o “charoles”. Pero en algunas tradiciones, la gracia chispeante del lengua- je popular se despliega en el habla de quienes las cuentan y luce especialmente en las firmadas por Cristóbal de Gangotena y Jijón. En ellas encontramos una serie de recursos cuya funcionalidad tras-ciende el afán de verosimilitud a la hora de mostrar personajes y situaciones, para concretar una mane-ra especial de tratar las historias, que quedan envueltas en un tono crítico e irónico. La personalidaddel narrador juzga, comenta y se divierte con lo que cuenta, lo desmitifica y lo priva de misterio; noslo acerca al terreno de lo real y descubre, así, la ignorancia, la superstición y la picardía sociales.

A esta intencionalidad, así como a dotar de amenidad a los relatos,obedece el uso de abun-dantes expresiones coloquiales, como “liar el petate”, “cualquier pelagatos”, “sacarle al prójimo loscuartos de la faltriquera”,“no le llegaba la camisa al cuerpo, no hubo títere con faldas”,“estaban que

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no cabían de gente”,“meterse entre pecho y espalda, tenerle metido en un zapato” o “le salían canasverdes”, entre otras muchas.Expresiones que también aprovecha para titular sus textos y que implican ya una determinada interpretación de los mismos, una visión que ejemplificará a esas palabras prove-nientes del refranero o de las percepciones del más castizo acervo popular. Es el caso de “Más pobreque Cristo”, “Un hidalgo a carta cabal” y “Viva la gallina con su pepita”; y de “Sacrilegio” y

“”¿Terror?... ¿Esperanza?”, que invitan a una lectura irónica de los hechos.La impronta de lo popular, heredada del costumbrismo, se plasma también en la presencia

de los versos romanceados que salpican los textos y que les dan un gracejo jocoso. Entre los variosejemplos que se pueden mencionar, cabe detenerse en el fragmento que cierra “Viva la gallina con supepita”. En él, a los versos reproducidos les sucede esta ‘coda’ ilustrativa que viene a vincular el mila-gro con una obra literaria española, con lo que su veracidad parece quedar en entredicho:

“Como en toda tierra de cristianos se cuecen habas, esto mismo cuenta Montalbán delCristo de Zalamea en No hay vida como la honra”.

Más contundente es la opinión del narrador cuando intercala sus comentarios al hilo de lanarración.A veces basta con adjetivar para ejercer la crítica:“la ridícula manía del magistrado”,“el vulga-rísimo nombre de Juan Pérez”,“el demasiado católico monarca”, “el simpático clérigo“,“La Inquisición,

ese tribunal espantoso”...); otras veces se atreve a juzgar directamente los sucesos referidos, como cuandoante la propuesta de un párroco de que el mísero español Pedro de Alderete haga de crucificado enSemana Santa para ganarse algunos pesos, sentencia:“tres horas de crucifixión por veinte pesos,mal paga-do era: Dios Nuestro Señor sacó mayor provecho, pues que nos ganó a todos para el Cielo”. O cuandoremata con una expresión coloquial lo relatado en “Un hidalgo a carta cabal”:“Si esto no es nobleza ehidalguía, ¡que venga Cristo y lo diga!”. Especialmente reveladora resulta la conclusión de “Sacrilegio”:

“¿Y los ladrones? ¿aparecieron al fin? Sí: los cogieron en Conocoto, los trajeron a Quito, losahorcaron, y ¿qué más? Pues nada, simplemente los descuartizaron”,

donde el adverbio “simplemente” viene a enfatizar la crueldad de una sociedad religiosa,pero vengativa y falta de piedad. Comportamiento que desprestigia a esas monjas frenéticas en suempeño por invocar la ayuda divina para encontrar lo robado y que ya habían sido ridiculizadas debi-do a sus “gangosas vocecillas”.

Reconocemos asimismo la voz irónica del narrador cuando interrumpe el relato para rea-lizar un comentario gracioso:“En una casita de la plazoleta se oía el rasgar de una guitarra que,de estar allí San Pascual, deseguro que se ponía a bailar, aunque fuera en la corona del obispo” (“Los artículos de la fe”).

O para comparar el mundo de las tradiciones con el ya contaminado del siglo XIX ycomienzos del XX.Así, cuando asevera:“¡Cuánta falta nos hace hoy un Fiel Ejecutor! Hay tantas leyesque son ahora... la carabina de Ambrosio!”. O bien cuando suspira:

“¡Esos sí que eran tiempos maravillosos! ¡Qué de apariciones,qué de prodigios,qué de cosasestupendas!La Virgen, los Santos, las ánimas benditas eran tan familiares entonces en Quito, que se losencontraba al voltear de una esquina, que se presentaban en una reunión agradable defamilia, en fin, en cualquier parte. [...]Las empanadas [...] potaje suculento que hoy para verlo en el plato hemos de calzar lentes,pero que en la época en que me refiero alcanzaban proporciones homéricas” (“La virgen dela Empanada”).

Resulta inevitable ver en estas interpolaciones el enfoque irónico que se proyecta sobre lamuchas veces calificada como “la muy noble y muy leal ciudad”, cuyas supersticiones y felices episo-dios quedan privados de trascendencia misteriosa y son ubicados en un marco de inocente ingenuidadabierta a los temores y prejuicios. El punto de vista que adopta el narrador, con su indisimulada pre-sencia en cada paso de su discurso, facilita esta apreciación,que es incuestionable cuando, haciendo usodel estilo indirecto libre, pasa desde sus propias palabras a brindarnos los pensamientos de sus persona- jes, sin fórmula de transición alguna.Oímos,así, a esas monjas atemorizadas ante la llegada de los Tauras:

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“Ellas, a pesar de estar encerradas y bien protegidas por las terribles censuras eclesiásticas (...)no se creían aún bastante seguras ¡Urbina era tan liberalote! ¿Ysus Tauras? ¡San José Bendito!Esos eran unos bárbaros que no le tenían miedo ni a Dios ni al Diablo”.

 Y, siempre con marcada ironía, Gangotena se las arregla para que los milagros queden des-

enmascarados, vacíos de sustancia. Jugando con el nombre “Ladrón de Guevara”, véase cómo se des-acraliza el prodigio de la “La Virgen de la empanada” hasta provocar una abierta sonr isa en el lector:

“[...] el señor Ladrón de Guevara, verdadero iconoclasta, con escándalo público, quemó aNuestra Señora de la Empanada, y nos quitó, así, a una gloria nacional, privando a tortille-ras, tamaleras, buñoleras, etc..., de la patrona que netamente les correspondía. Es fama quedesde esta profanación se han vuelto indigestas las empanadas de morocho”.

Finalmente, hay que señalar cómo en “La Virgen del Quinche es alfarista” Laura Pérez deOleas pone todo su empeño en desvelar el engaño que entraña un milagro.Aquí el mecanismo quedaclaramente al descubierto, por lo que no hace falta recurrir a la ironía, y la narradora no abandona enningún momento su posición omnisciente Sí queda en suspenso la reacción del líder anticlerical, EloyAlfaro, ante unos hechos cuyas causas no sabemos si llegó a conocer, pues

“Lo más original de todo esto es que Don Eloy conservó toda su vida una gran devocióna la Virgen del Quinche [...] ¿Sugestión, acaso? ¿Dudas, tal vez, si la Carifo no le reveló latreta del milagro? ¿O un afán de que el pueblo creyera que él fue un predestinado y amadohijo de María y a la cual no podía mostrarse ingrato?”

Más preguntas que nos toca responder a los lectores, que en estas leyendas contamos conencubrimientos y desvelamientos; con misterios irresolubles y prodigios que no lo son. Revés y envésde una moneda que los tradicionalistas han sabido transmitirnos para que conozcamos más de nosotrosmismos y, cuanto menos, hagamos un ejercicio de relajamiento frente a las preocupaciones cotidianas.

La Historia

En contraposición con las leyendas y las tradiciones, en este

 volumen encontramos textos que abordan distintos episodios y personajes quiteños desde una perspectiva histórica Su objeti-

 vo primordial no consiste en evocar alguna anécdota dudosa de un pasadomás o menos ficticio; radica en suministrarnos información precisa sobreciertas realidades, lugares y figuras señeras en el devenir de la ciudad. Frentea las fuentes populares de carácter oral de que aquellas se nutren, estos seapoyan en la investigación y en la consulta de archivos y documentos escri-tos, característica que Ricardo Descalzi establece, como punto de partida, en“Fundación de S. Francisco de Quito y el nombre de su fundador”, en que

demuestra que este mérito no le corresponde a Sebastián de Benalcázar,como se ha venido creyendo:

“Nada más lejos de la verdad histórica si la analizamos con la fría observación y análisis deldocumento, lejanos al paternalismo, la concesión generosa o el agrado o la simple invenciónde alguien que lanzó la idea con orquestación de parranda y fiesta e instaló la falsedad, difí-cil de eliminarla porque ha hecho conciencia aun en espíritus estudiosos e intelectuales devalía. Sin embargo, nuestra calidad de investigadores nos obliga a luchar contra estos moli-nos de viento, por ver si alguna vez la razón de nuestro empeño logra calmar la euforia yencauzar los hechos históricos por el camino justo de la verdad”.

Empeñados, pues, en brindar datos ciertos y comprobables para establecer tesis interpretati-

vas cimentadas en ellos, no resulta extraño que los autores dejen constancia de la bibliografía que hanconsultado e incluso reproduzcan textualmente fragmentos extraídos de las mismas.Así, son numerosas

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las menciones a las fuentes documentales, de las que se reseñan todos los datos posibles y que van desdelos trabajos de otros estudiosos y los testimonios escritos de ilustres viajeros, a las actas notariales, fun-dacionales y de los cabildos, diccionarios, planos, mapas, padrones municipales e incluso referenciasmitológicas; y son muchas las citas entrecomilladas a las que se recurre con frecuencia bien para mos-trar sus falacias o para basar en ellas las aportaciones propias. Frases como “Siguiendo a Oviedo”,

“Sebastián de Benalcázar [...] ordenó dar tormento a cerca de cuatro mil indios, según Luis Bossano”,“El acta de fundación (de la ciudad) se inicia con estas palabras” y otras muchas que recogen asercio-nes de diferentes firmas de prestigio llevan a Descalzi a la conclusión, bien documentada, de que:

“Ante esta abrumadora testificación de historiadores serios, investigadores tenaces y hom-bres probos, no se puede hablar más de un 6 de diciembre como fecha de la fundación deun Quito español, sino como el día en que se inscribieron los soldados y civiles para ave-cindarse en la Villa [...]”.

Consecuentemente, cuando el historiador no halla datos fehacientes para emitir afirmacio-nes sobre ciertos hechos opta por la cautela:“Acaso por esto”,“posiblemente porque” (“Las Quilago”),“probablemente en el S. XVIII”,“según se cree” (“El antiguo beaterio”), y se cuida muy bien de seña-lar que está expresando su parecer: “según nuestra personal opinión” (“El 2 de agosto de 1810”).

 Y es que los ensayos históricos suelen buscar la certidumbre de lo que puede ser comproba-do porque quedó escrito y fijado para la posteridad. Suponen un freno a la imaginación desbordada dela leyenda y de la literatura y pretenden,por tanto, el valor de la objetividad, necesario para comprender la magnitud de los hechos y personas que marcaron la identidad de un país. No obstante, estos textos noson impermeables a la subjetividad. Los escritores expresan su admiración o su animadversión hacia lospersonajes y acontecimientos que investigan a través de varios procedimientos.Así, por ejemplo,Descalzino duda en calificar a Benalcázar de “feroz e inhumano”y de “injusta” a la matanza de Cajamarca, entanto que valora como “heroísmo sin límites” al hacer de los indios quiteños al mando de Rumiñahui;los esposos Costales nos hablan de las Quilago como de “mujeres valerosas y heroicas”; y Galeano serefiere a las que participaron en el arrastre de Eloy Alfaro como a “viejas comesantos, tragahostias y cuen-tachismes” (“Alfaro”).Aparte de la adjetivación, el pensamiento personal del autor se trasluce en los jui-cios que introduce al hilo de la redacción textual, como puede comprobarse en reflexiones como las

siguientes, en que se desprecian sendos caminos de acercamiento a la disciplina historiográfica:

“La historia india, hoy llamada etnohistoria caprichosamente por los que manejan con cier-ta habilidad la artesanía de la paleografía o llegaron a especializarse teutónicamente enAlemania” (“Las Quilago”);

“Tengamos por lo menos lógica histórica y respetemos al Padre Velasco como un exce-lente botánico y un buen antropólogo. Pero historiador, cero” (“Lugar de nacimiento, fecha y ascendencia familiar de Atahualpa”).

 Y en estas palabras vehementes en que, por el contrario, Descalzi aplaude a Jacinto Jijón yCaamaño por haber festejado en 1934 el aniversario de la fundación de Quito atribuyéndosela a Diegode Almagro:“¡Honor a quien supo respetar la historia y mantener su Verdad!”.

Empeñados en facilitar explicaciones, los textos históricos se adaptan a los moldes del ensa- yo y emplean, fundamentalmente, la exposición y la argumentación como formas del discurso; de undiscurso que suele presentar una estructura analítica en que se establece una tesis de partida que el autor se dedica a demostrar y a cuyo enunciado suele volver a veces cuando cierra el texto. Este es el esque-ma al que se ajustan los títulos de Segundo Moreno Yáñez, Fernando Jurado Noboa, los espososCostales, Ricardo Descalzi y Pedro Fermín Cevallos. Naturalmente, no se descartan otras formas deelocución cuando las exige la progresión temática. De este modo, cabe comparar la ortodoxia exposi-tivo-argumentativa de “Lugar de nacimiento [...] de Atahualpa” que, lejos de desbordar los caucesestructurales señalados se sostiene en una alternancia clara de preguntas y respuestas argumentadas, conel cariz más emotivo de “El 2 de Agosto de 1810”.Aquí, Cevallos se ve obligado a recurrir a la narra-ción en los fragmentos en que reproduce la lucha popular de aquella memorable jornada.Y lo hacecon la intención de que el lector la vea y participe emocionalmente en ella.Por eso, en los momentosde mayor agitación abandona el tiempo verbal pasado y redacta en presente, imprimiendo rapidez a lasacciones a través de la enumeración asindética:

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“Llegados el día y hora en que los conspiradores acababan de fijarse, suenan las campanadas[...], embisten contra el presidio, matan al centinela [...] hieren dispersan y se apoderan […]”.

A idéntica intención de implicar a los lectores obedece la presencia de interrogaciones retó-ricas, como,en este mismo texto de Cevallos:

“¿Quién no querría haber participado de su triste destino, a cambio de haber sido tambiénuno de los primeros que en América española ejercieron sus derechos soberanos?”

Figura retórica que también emplean Descalzi:

“¿Y es a este conquistador al que personas desconocedoras de la historia por fuerza, quie-ren endilgarle la fundación de San Francisco de Quito?”,

 y Luciano Andrade Marín:

“¿Podían los meticulosamente católicos españoles haber levantado esa Picota de ignominia y afrenta macabra junto a la primera iglesia de la cr istiandad o a un sitio donde dicen quese celebró la primera misa de la conquista?”(“El rollo o la picota colonial de Quito”).

La descripción será dominante en numerosos fragmentos de aquellos textos que se centran,no ya en un suceso o personaje, sino en un lugar,ya sea un barrio (“Toctiuco”), un volcán (“Apagones y ceniza”),un paraje citadino (“El rollo o la picota colonial de Quito”,“El antiguo beaterio”,“Las pri-meras calles y los primeros puentes sobre las quebradas”, “Historia del cementerio de San Diego”,todos ellos de Luciano A. Marín,“La Esquina de la virgen”,“El sapo de agua”,“el Arco de la Reina”,de A. Fuentes Roldán,“El hospital Eugenio Espejo”,de F. Guarderas), o una vista general del entornonatural quiteño (“El paisaje quiteño”, de J. Manuel Carrión).

En ellos observamos constantes alusiones a lugares que el lector puede reconocer en la actua-lidad y que delinean un útil recorrido por los diferentes trazados urbanos de la capital andina. Se nos

ayuda, así, a realizar el trayecto imaginario al que muchos de los títulos anteriores nos invitan y que que-dan amenizados a través de varios procedimientos: el anuncio de “cosas muy curiosas que ahora ya nadielas sabe” (“Historia del Cementerio de San Diego”), los avisos reivindicativos de Fabián Guarderas y de J.Manuel Carrión acerca de cuestiones tan candentes como el estado de los hospitales y la necesidad decuidar la Naturaleza, respectivamente, y el sutil lirismo que se desliza en las páginas de A. Fuentes Roldánal lado de ágiles coloquialismos (“a más no poder”,“el rato menos pensado”,“cuantas veces les viene engana”,“así como así”,“en un santiamén”), y sonoros quichuismos o voces quichuas.

Dado el carácter divulgativo de estos textos, es lógico que se caractericen por su claridadexpresiva, lo que no significa que su factura sintáctica esté exenta de complejidad.Al contrario, la nece-sidad de desplegar informaciones y de relacionarlas de manera lógica genera una sintaxis fundamental-mente explicativa, de forma que abundan las aclaraciones y las oraciones compuestas, especialmente lassubordinadas.Aparecen, pues, abundantes aposiciones:“el primer viernes de Cuaresma, día 9 de marzode 1565”,“D.Hernando de Santillán, primer presidente de la Real Audiencia de Quito”,“Hermanos

del Belén, rama franciscana fundada por el Venerable Pedro de Bethancourt” (“El arco de la reina”);numerosas construcciones adversativas, propias de la contraposición de argumentos:“se puede argüir que. [...] pero” (“Las Quilagos”); de relativo:“asesinato a sangre fría que ordenó [...]” (“Fundación deS. Francisco de Quito...”); y adverbiales de todo tipo.

Resulta ilustrativo señalar que tan sólo un texto de tema histórico está elaborado a base deuna sintaxis concisa, de oraciones breves y simples, a manera de brochazos. En “Alfaro”, EduardoGaleano nos regala una estampa de altos quilates líricos en que dicha configuración gramatical da piea las sugerencias y connotaciones más propias de la literatura que de la historia, por lo que se trata deunas páginas en que ambos géneros se cruzan. En tres párrafos cortos, el escritor ha dibujado una esce-na sangrienta en presente de indicativo, nos ha enumerado las acciones de Alfaro en pasado y ha vuel-to al presente para describir una escena densa en significados:

“Cae la noche. Huele a carne quemada en el aire de Quito. La banda militar toca valses y

pasillos en la retreta de la Plaza Grande, como todos los domingos”.

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Un lirismo de otra clase es el que se desprende de los textos de Fuentes Roldán.Ajustadasa la especifidad del ensayo histórico, sus páginas rezuman voluntad de estilo.Vemos en ellas a un escri-tor que informa y explica sin renunciar a la belleza de la metáfora:“la frondosa pradera daba al viaje-ro la bienvenida a la capital de los pueblos de la comarca” (“La esquina de la virgen”), ni a la perspec-tiva de una parte de los protagonistas de la historia, a la de los indígenas, cuya presencia queda en

Toctiuco “sostenida por la vitalidad profunda y sonora de la lengua aborigen”. Perspectiva que, comoconcesión a la subjetividad, elige el ensayista que narra para contar la evolución de ese sector quiteño:

“Palacios y templos desaparecieron. En su lugar asoman casas e iglesias extrañas pregonan-do una lengua extraña difícil de entender y más difícil de aceptar, pero en el centro de lacalle queda para siempre el alma india en el chaquiñán y en el tropel de agua [...]”(“Toctiuco”).

Finalmente, en este apartado dedicado a la historiografía incluimos, por su carácter docu-mental,“Escudo de Quito”,“La bandera y el estandarte de la ciudad”y “Discurso dirigido por Espejodesde Bogotá a la ciudad de Quito”. Los dos primeros se sitúan en el polo opuesto a los últimos quehemos comentado, ya que en ellos no hay rastro del autor. Se trata de páginas asépticas en su estilo,redactadas según los patrones establecidos para esta clase de escritos jurídicos. “Escudo de Quito” se

ajusta al código de la disciplina heráldica:una descripción general del escudo seguida de la de cada unode sus componentes y de la explicación de su significado simbólico. Esquema que se repite con el bla-són, los colores y el esmalte. Como es preceptivo en esta clase de escritos, inmóviles en su estilo a lolargo de los siglos, se facilitan entre paréntesis las denominaciones latinas de los términos castellanos.En cuanto a “La bandera y el estandarte de la ciudad”, reconocemos en él el molde, igualmente fijo,del lenguaje administrativo, con su estructura inamovible: su Considerando seguido de las oracionesnecesarias precedidas por la conjunción “que”, y su Decreta, al que sigue la enumeración de artícu-los y la firma de las autoridades en la fecha del momento.

El “Discurso”pronunciado por Espejo es,en cambio, una clara pieza de oratoria clásica,muycultivada en el siglo XVIII. Como corresponde a este tipo de textos, se riegan en él todos los recursosretóricos de r igor. Así, en primer lugar, el orador hace gala de su modestia, pues se califica como “unhijo de Quito destituido de los hechizos de la elocuencia”. Sin embargo, abundan las fórmulas litera-rias que hacen que su mensaje sea elocuente. Por ejemplo, Espejo apela a la atención de sus oyentescon los vocativos “Señores” y “Quiteños”, que a veces intercala en interrogaciones retóricas o en fra-ses de tono imperativo: “¿Veis, señores, aquellos infelices artesanos?”,“Acordaos, señores”,“Quiteños,sed felices; quiteños, lograd vuestra suerte a vuestro turno; quiteños, sed los dispensadores del buengusto [...], juzgad [...], contemplaos [...], no desmayéis [...]”.Con el objeto de ennoblecer sus palabrasalude a la mitología (“los luminosos laureles de Apolo”), menciona nombres de pensadores ilustres,tanto de la antigüedad como contemporáneos (Quintiliano, Homero, Demóstenes, Sócrates, Apeles,Peralta, Figueroa, Hobbes, Paw...), utiliza algún cultismo (“omnicio”) y emplea el futuro de subjunti-vo por el presente de este mismo modo verbal (“os inclinare el gusto os arrastrare”).

Pero lo que más potencia y enaltece la fuerza de su lenguaje, la eficacia de sus razones,es elritmo elevado de su prosa, logrado con la variedad tonal y la reiteración de términos y de estructurassintácticas. Alternan las frases afirmativas con las imperativas, las interrogaciones retóricas y las excla-maciones (“¡Oh, y cómo deben corresponder las producciones felices y animadas de sus ingenios!”).

Mas el rasgo dominante de este discurso es el paralelismo, que da lugar a oraciones largas pero carga-das de vehemencia. Una de las formas que adopta este procedimiento es el del emparejamiento:“lasciencias y las artes, la agricultura y el comercio, la economía y la política [...]”,“Pues allí, el pintor y elfarolero, el herrero y el sombrerero, el franjero y el escultor, el latonero y el zapatero, el omnicio y uni-versal artista [...]”. Otra es el paralelismo de uno de los miembros oracionales: “El genio quiteño loabraza todo, todo lo penetra, a todo lo alcanza”.Y la que más se repite es aquella que acaba o interca-la una expresión explicativa y aclaradora de las precedentes:“Todos y cada uno de ellos, sin lápiz, sinburil, sin compás, en una palabra, sin sus respectivos instrumentos [...]”, “vosotros, señores, le oís eldicho agudo, la palabra picante, el apodo irónico, la sentencia grave, el adagio festivo, todas las bellezasen fin de un hermoso y fecundo intelecto”.

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De la Evocación Literaria a la Crónica Periodística

E

ntre la historia y la leyenda se encuentra hábilmente barajada una serie de ensayos que se centran en diversos aspectos

característicos de la vida quiteña. Por una parte, contamos conaquellos que esbozan un cuadro general de la ciudad a través de un enfoqueliterario de la misma; por otro lado, hay escritos que evocan hábitos, expe-riencias, personajes ya pasados pero vivos en el recuerdo de sus autores y que, por eso, están teñidos de su personal subjetividad. Y, finalmente, estánesos textos breves que se ciñen al espacio del periódico y que pergeñan conclara intención crítica una estampa citadina actual, si bien no desvinculada de los tiempos idos.

En el primer grupo se sitúan “El hombre, la ciudad y los cóndores”, de Mario Vargas Llosa;“Retrato de una ciudad: Quito, capital de las nubes”, de Jorge Carrera Andrade; y “Limen”, de HugoAlemán. De todos ellos se desprende una interpretación poética de Quito, que se nos presenta comoun ser dotado de vida y dueño de atractivas e inquietantes sorpresas. Literarios, como son, sus líneas se

construyen a base de connotaciones y medidas figuras poéticas,en que domina el tiempo presente, conla intención de proporcionarle a la capital andina una idiosincrasia misteriosa y permanente, productode su paisaje y de su historia, a la que el lector debe enfrentarse como abordaría a un ser humano: concuriosidad y con cuidado, con todos los sentidos alertas. Así, el narrador peruano se sirve de la figuradel cóndor para mostrarnos una ciudad fascinante por su duplicidad,una ciudad a la que le arrebata lamáscara de su aparente apacibilidad para advertirnos sobre la agresividad que, como el ave menciona-da, siempre al acecho, encierra y oculta:

“No hay que fiarse de paisajes tan idílicos y suntuosos como éste, porque allá en el fondo,maciza e intangible, la montaña de nieves eternas se mantiene siempre al acecho, en actitudbeligerante”.

Para llegar a esta conclusión, el escritor se sirve de una técnica expositiva en que las frasesse suceden con fluidez.A las interrogaciones retóricas que plantean la pregunta sobre los ignotos orí-genes (“¿Quiénes osaron subir hasta semejantes alturas? ¿Quiénes construyeron sus refugios [...]?”), lessuceden oraciones afirmativas que nos hablan con contundencia de su personal entendimiento de laciudad. Estas vienen aderezadas con alguna metáfora:“ese manto de luciérnagas que se vuelve Quitode noche [...]”, con algún símil:“se precipitan como bólidos”,“ciudades [...] que parecen nidos de esasgrandes y orgullosas aves” y con las valoraciones que aporta el adjetivo: “algo indómito e incontrola-ble”,“estas ciclópeas montañas”. Recursos que ponen en Quito el acento de la amenaza, ante la queconviene interponer el recelo.

 Jorge Carrera Andrade ubica el misterio, no ya en el entorno físico, sino en la arquitecturade la urbe.En su ensayo, la perspectiva se orienta hacia lo histórico y es la piedra quien, personificada,nos desvela el ser de la ciudad.Asistimos, pues, a una ruta por calles, plazas, patios e iglesias que cobranvida para contarnos los secretos que han venido guardando durante años.Y, como en los párrafos refle-

xivos de Vargas Llosa, en ese paseo los viajeros también nos sentimos intimidados (“rodeados de testi-gos”), esta vez por las voces e imágenes que el poeta rescata del pasado y exhibe para que las presen-ciemos, desde luego, pero asimismo para que nos detengan, para que nos acosen y sorprendan, pararevelarnos un escenario prodigioso. Por eso, la voz poética se emociona al transitar por ciertos parajes,derramándose en brochazos descriptivos carentes de verbos, apoyados en la metáfora:

“¡La Ronda, con sus zaguanes claveteados de menudos huesos dorados y sus cantinas humo-sas, estremecidas de guitarras!¡Maravillosas fábricas de la fe y del arte y del sueño! ¡Imponentes gritos de piedra hacia laeternidad!”

La ciudad nos asombra con imágenes y sonidos cuyos efectos evocadores vienen dados por el uso de un lenguaje literario en que se sortean la musicalidad de la aliteración y la plasticidad de com-

paraciones y sinestesias.Así, cuando leemos “leve rumor de labios que murmuran” oímos ya ese mur-mullo en la sucesión de la /r/ y de la /m/, y sentimos su levedad en la repetición de la /l/. Nótense,

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además, la sonoridad del oxímoron “sinfonía pétrea” y de la metáfora “sílabas de agua”; y el valor pic-tórico y musical a la vez en estos símiles que llenan de ritmo la prosa del poeta:

“El colibrí, clavado en el aire como un fúlgido y breve dardo vibrador”;La marea de celestes campanadas que descienden, en oleadas sucesivas, desde las torres seve-

ras, encapuchadas de melancolía;Los vestidos indígenas, espesos y multicolores, animan las grises pilastras y corredoresmonásticos como una alucinación fantástica de la piedra”.

 Y esta riqueza descriptiva, esta r itmicidad de la palabra se acentúan con el dinamismo delepisodio histórico que casi nos atropella en el camino:

“De pronto, hay un movimiento de pavor entre los apiñados personajes de esta cándida yviviente tapicería: ¡el cañón va a disparar! ¡El cañón dispara con gran estruendo [...]!”

Si Carrera Andrade nos regala un recorrido por las entrañas de la ciudad y, con él, un retra-to de la misma, Hugo Alemán restringe su campo de interés a los primeros lustros del siglo XX, antesde que a raíz de la Primera Guerra Mundial se abriera un nuevo período en el devenir de la nación ycomenzara a reclamar su espacio la modernidad. En “Limen”,pórtico del libro dedicado a varios escri-tores significativos de aquel momento,Alemán hace gala de una elevada expresión poética en conso-nancia con la sensibilidad melancólica de esos años. Enfoca el Quito de la llamada “Generación de losDecapitados”, en que todo aparece tocado por una gasa de nostalgia, por la añoranza de algo ambiguo,abstracto, indefinible. De ahí que este ensayo avance desde los cuatro primeros párrafos, escritos enpasado y de talante explicativo e interpretativo, pues nos hablan de la ruptura que trajo consigo la gue-rra, de las novedades que impuso, hasta una sucesión de párrafos brevísimos,que son un intento de evo-car aquella época pasada, para concluir en la enunciación de sus propósitos como redactor de su libro:

“Voy a hurgar, con tímida mano devota, el cofre de sándalo que guarda los vestigios de lasprimaveras ausentes (...) Quiero arrancar al Pasado (...) Voy a extraer del Olvido- cuyo poder nunca llegó a mis dominios interiores- la túnica espaciosa del recuerdo [...]”.

Con esta intención, el poeta, íntimamente vinculado con aquella sensibilidad, elabora unaspáginas en que abundan las metáforas y se yuxtaponen frases nominales a modo de pinceladas impre-sionistas; enunciaciones que dan idea de un modo de ser y de sentir:

“Siniestra e implacable se desgalgaba sobre la atormentada superficie de la tierra la errátilsombra de unos fantasmas aéreos. Ruidosos emisarios de la catástrofe y de la muerte [...];Florilegio galante de las estaciones. Ininterrumpido desfile de panoramas. Música alada enel viento. La vida a flor de palabras y hondura de emoción.Síntesis de canción en el grito amoroso y cordial. Plegaria de amor diluida en los efluviossangrantes del crepúsculo [...];Acuarela enfermiza. Exultante oblación de paradojas [...] Almas abiertas a todas las emana-ciones del cansancio. Éxtasis de infinito.Vértigo de eternidad”.

Pródiga en sugerencias líricas, la prosa de Alemán supone un adelanto de los versos de suscontemporáneos que él mismo ha seleccionado.Y, son, por eso, una visión de la “ciudad antigua”, delQuito de principios del siglo XX que tan bien supieron reflejar los poetas posmodernistas en su obra.

Frente a estos títulos, que constituyen una percepción global de la ciudad, aparecen, másnumerosos, aquellos que acotan su contenido en un aspecto concreto de la vida quiteña. Se trata deensayos escritos desde la experiencia personal de sus autores, que dan cuenta de ambientes actuales oañoran costumbres que se han perdido ya o están en peligro de desaparecer.En ellos la dimensión poé-tica no es imprescindible. Interesa captar la atención de los lectores haciendo atractivo aquello que seevoca y por eso suelen ser escritos claros en su redacción, atractivos por su gracia y frescura expresivas.Narrativos y descriptivos, fundamentalmente, con frecuencia dejan espacio a las anécdotas y a las digre-siones en que el narrador juzga u opina.

En este grupo se encuentran “El Machángara”,de José Modesto Espinosa,“Aucas, Marañóno la guerra”, de Jaime Vega, algunos títulos de Alfredo Fuentes Roldán,“el Mapapelotas”,de A.Andrade

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Coello,“La ciudad de los recuerdos”, de Nicolás Kingman, y los firmados por Édgar Freire, compila-dor de esta antología.Además, podrían incluirse en este apartado las aportaciones de Jorge Fegán y deBolívar Bravo, aunque con alguna reticencia, ya que en ellas domina el interés por explicar el uso deciertas expresiones lingüísticas y por reproducir coplas e informar sobre los juegos de antaño, respecti-vamente. No obstante, en “Glosario de quiteñismos” el autor no renuncia a recrearse en la definición

de los términos, en algunos casos marcadamente subjetiva y de tintes humorísticos; y en “Evocación delos juegos de la niñez” se desliza una interpretación un tanto idealizada, y por lo tanto subjetiva, de lainfancia:

“Ronda infantiles, conjunto mágico de palabras que, como una sonatina salen a los labios,aún balbuceantes de los niños de tez aterciopelada, de mejillas sonrosadas como cerezas, derisa cantarina, sin nada que los opaque ni lleve escondido el sello de la angustia”.

“El Machángara” es un artículo de costumbres en la línea de los escritos por el español JoséMaría de Larra. El autor se instala en la primera persona narrativa y nos va contando historias cotidia-nas a su paso por los lugares por donde camina.Adopta un punto de vista confidencial con el lector yderrocha espontaneidad, de modo que da la sensación de que escribe al hilo de lo que le sucede, sinahorrarse comentarios ni expresiones coloquiales:

“¿Pero a quién lo cuento?, ¿será leído este borrón fuera de Quito y por personas que noconozcan el Machángara? No lo presumo; mas por si mi escrito alcance una ventura en quemi humildad no se atreve a poner los ojos,diré sólo que el río de mi cuento, como muchosotros, forma de trecho en trecho vistosos remansos que dicen al cuerpo: ‘ven y sabrás quées bueno”.

Testigo de la cita amorosa de una joven “decente ” y envuelto en una historia galante con unaviuda a la que sorprende acompañada por un visitante varón -todo ello a la vera del río-, aprovecharápara ejercer de crítico de unos usos que le disgustan y que presenta de forma chusca, hasta hacerloscaer en el desprestigio y la ridiculización.

Los textos de Jaime Vega y de Fuentes Roldán tienen como cometido facilitarnos datos

acerca de sendos temas clave relacionados con el modo de ser de vida del quiteño. Más ceñido a supropósito informativo está “Aucas, Marañón.o la guerra”, pero debido a su dimensión popular y a laafectividad que desencadena en su autor, no está exento de comentarios personales y episódicos(“Recuerdo que [...]”,“Recuerdo que en una ocasión recorrimos [...]”, “vienen a mi memoria”), decoloquialismos (“hace fuuu”,“tanqueándose con las bielas”,“se sacó una puchuela”,“con unas cuan-tas cervezas entre el pecho y la espalda”), ni de recomendaciones sutilmente irónicas:

“Les sugerimos (a los hinchas del Aucas) que mantengan la esperanza (que es lo último quese pierde) en su equipo [...] y que el grito de ‘Aucas, Marañón o la Guerra’ se lo oiga másfuerte aunque sea únicamente en su reducto de la ‘caldera’ del Chillogallo... donde siemprecantó el gallo!”

Más ricas en evocaciones son las páginas de “Cuarenta”, “Pelota de tabla y guante”, “El

 juego del sapo”, y “Dulce Jesús mío,mi niño adorado”, de Fuentes Roldán. En ellas alternan la ironía y el protagonismo de ciertos personajes populares con las descripciones técnicas, detalladas con preci-sión, de cómo se ejecutan los juegos que dan título a los tres primeros y de los actos que se llevan acabo con ocasión de la novena, en el último.Así, vemos a Juan Antonio Quishpe Ñacato, experto zapa-tero y jugador de “tabla y guante”, al maestro artesano Leoncio Mendieta y a los dos magníficos juga-dores de “Cuarenta”ejercer sus oficios con desenvoltura, además de reconocer en ellos a esos persona- jes que imprimen vitalidad y un tono propio a la ciudad.Tanto es así, que cuando nos los presenta elautor reproduce fielmente el lenguaje oral del quiteño:

“[...] el maestro Leoncio Mendieta, muy famoso en esos tiempos, que tenía su taller de laesquina para arribita, como quien va para el mercado, en la casa de doña Dorotea Andrade,la viuda del Coronel Secundino Calleja, tan buenmozote y recto como una figura de esasde los libros de estampas de la guerra, quien educó al guambra Leoncio dándole escuela yoficio para que se hiciera hombre de bien” (“El juego del sapo”).

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 Y la inevitable claridad al exponer las reglas del juego convive con los abundantes y opor-tunos dichos coloquiales, empleados tanto por el narrador como por sus ingeniosos personajes (“pue-blerío”,“a salto de mata”,“pasaba a mejor vida”,“así como así”,“en un santiamén”,“cuantas veces leviene en gana”,“más sabidos que cualquierita”, “para qué se mete, si no sabe ni la A”,“para qué invi-ta, si no tiene cómo”), los adjetivos sufijados (“coloradotes”,“sencillota”,“francotes”) y la abierta iro-

nía desplegada por el cronista:

“A comienzos de siglo la furibunda revolución liberal estaba en su empeño de destruir material y espir itualmente el país y quiso acabar con las buenas costumbres y las tradicionesque ya eran sólido patrimonio acumulado a través de largo tiempo” (“Cuarenta”).

Andrade Coello dedica su evocación a un librero de Quito cuyo apodo considera “injusto”.Como es habitual en este tipo de textos, se detiene en la anécdota amena (“el Comandante Aristizábal,que le decían Aristinsarna”) y no escatima sus opiniones personales (“aquel hombrecito bondadoso ysencillo”), que a veces adoptan la forma de la descripción metafórica con toques hiperbólicos:

“Era la providencia de los estudiantes,el arsenal donde se surtían de devocionarios, eucolo-gios, áncoras de salvación, novenas, etc... las beatas”. Y efectos humorísticos:“En su larga vida de retroventa de libros manoseó montañas de ellos: un Chimborazo depapel”.

Todos estos rasgos aparecen también en “La ciudad de los recuerdos”, donde NicolásKingman recuerda sus años jóvenes y nos cuenta cómo experimentó él,que es lojano,la vida de la bohe-mia en el Quito de los años 20 y 30.Sonreímos, así, con el episodio de las fechorías de “La Comisión”,con los juegos del día de Inocentes y las travesuras del chulla. Reconocemos el tono burlesco hacia unasociedad “decadente y gazmoña”,“entre engolada y parroquial” que era el objeto de los desplantes deesa nueva generación parricida y que por eso es merecedora de comentarios despectivos. Sus miembros“bailan cadenciosos tangos al compás de desafinados pianos y gimoteantes violines” y el cine “ofrecía laocasión a damiselas y empingorotados señoritos para exhibir lo mejor de su guardarropa”.Pero Kingman

va más allá de la memoria y ensaya una interpretación de aquello que ya no está:

“¿Era acaso el clown una alegoría de la angustia popular caricaturizada, o la más hirientemanera de ridiculizar la hipocresía ambiental predominante?”;al tiempo que da testimonio de su nostalgia y constata, con un dejo de amargura, que“Hoy queda muy poco de la ciudad de antaño. Los aluviones intermigratorios han conver-tido en tugurio aquello que fue su verdadera imagen. Los añosos caserones coloniales [...]se transformaron en conventillos donde se hacinan en promiscuidad y tristeza innumerablesproles.Ahora es una ciudad de todos y de nadie, sin huellas ni tradición testimoniales”.

La nostalgia es la cantera de la que se nutren algunas de las estampas citadinas de Édgar Freire, concretamente “La contadora de cuentos”,“Carnaval” y “Casa 1161”, en las que el autor vuel-ve a su infancia y nos confía varias de sus vivencias de entonces. Lo hace a través de una redacción grá-

fica elaborada a base de trazos sintácticos claros y concisos, atentos a la impresión que el detalle ha dedejar en el lector.Rápido nos situamos en el escenario envolvente sin el cual nada tendría sentido, puesreflexiones y experiencias nos vienen dadas por la fuerza de una mirada intensa que se nos invita acompartir. Esa mirada es la del niño curioso, temeroso de que los juegos, las historias maternas y la casaen que se crió lleguen a su fin.Y es que hay en estas evocaciones una diáfana conciencia de lo efíme-ro, una lúcida oscilación entre los sucesos gozosos, siempre transitorios, y la palmaria presencia de unarealidad dura, ríspida, que tarde o temprano dará al traste con la alegría.Así, frente al hechizo provoca-do por las narraciones de su madre,se agazapa la certeza de que el encantamiento protector puede rom-perse:

“Los hijos pedíamos a Dios que ningún silbido anunciara la llegada de nuestro padre, puestemíamos que al salir a recibirle los fantasmas de la María Angula nos sorprendieran en lasgradas o en una esquina de la calle” (“La contadora de cuentos”).

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Tras los juegos desbocados del Carnaval acecha la temida escuela.Y después de los entrete-nimientos de la vida llega, sin remedio, la muerte:

“Entre tanto los guambras hacíamos cuentas. Las utilidades serán buenas. Mañana se repeti-rá la batalla, pero nosotros sabíamos ya que toda alegría es efímera. El miércoles madruga-

remos a la escuela y en el camino entraremos en alguna iglesia en donde el cura nos recor-dará que “somos polvo y en polvo nos convertiremos” (“Carnaval”).

Todos estos títulos comienzan in media res, con una parca revelación que luego van iluminan-do imágenes y voces,planos cada vez más amplios que nos hacen sentir el paso del tiempo.Muy revela-dor en este sentido es “Casa 1161”, que parte del enfoque actual de una casa desvencijada para retroce-der,en una especie de flash-back, a un pasado floreciente que coincide con la niñez del narrador:

“Parece una viejita desdentada.A la decrépita casa le faltan las puertas, las ventanas El tiem-po la ha dejado ciega y sorda [...]. Cuando supero el umbral, veo invariablemente a mispadres; entonces siento una calidez extraña y me inundan los infaltables olores [...]”.

Si en estos títulos alternan la mirada distanciada del adulto con la del niño, que le toma laposta en los fragmentos centrados en las acciones pasadas, en los demás textos del compilador quienobserva es el hombre que camina por las calles de su ciudad.Y es que “La Amazonas: de fantasmas yfantoches”, “La Plaza Grande en sepia”, “La Alameda”, “Una casa fantasmal” y “Cinco centavos enSanta Catalina” son instantáneas del presente. Fotografías de un paisaje humano en cuyas peculiarida-des se detiene la cámara para mostrarnos lo que se desprecia, los desechos de la ciudad.De ahí la impor-tancia de los primeros planos, centrados en el detalle: en unas manos huesudas, en una bolsa sucia ygrasienta, en un racimo de bocas desdentadas (“Cinco centavos en Santa Catalina”); en “unas botas,una bufanda gruesa bien atada al cuello y unos guantes de lana negros” (“La Alameda”); en objetosabandonados, tristes, que suscitan el comentario valorativo del autor:

“retazos de miembros renegridos y enmarañados, enroscados y recogidos sobre sí mismos,atizados y amoratados por el frío hostil de la madrugada. Eso, y rosas desvaídas; desprecio

sobre desprecio, muerte sobre agonía [...]” (“La Amazonas”).

Se justifican, así, sus apreciaciones asertivas, producto de ese ejercicio de observación, que lellevan a privar de grandeza a esos enclaves tenidos por atractivos. La Amazonas es, de este modo, “ellugar en que se enseñorean, reinantes y orondas, la liviandad y la apariencia”, y la Plaza Grande es “laplaza de la pobreza, de la soledad,del engaño, de la tristeza”.La ciudad queda desenmascarada; las apa-riencias, vacías de contenido. En La Amazonas la supuesta “gente bien”, que porta “maletines con fic-ciones de negocios dentro”y “celulares exentos de llamadas” inspira tanta lástima como los miserables,esos “bultos como tumbas al aire” que yacen en sus aceras. En “Cinco Centavos en Santa Catalina”Freire se expone a la mirada de los pordioseros, se mezcla con ellos y descubre que aquéllos le tienenpor uno más.Y en “Una casa fantasmal” es la contemplación de esa construcción agonizante la queimposibilita todo envanecimiento y brinda a la lucidez del viandante una lección de vida:

“Pienso que esta casa será mi imagen un día, la mía y la de cualquiera.Nos abandonarán cuan-do el tiempo haya hecho su parte, cuando ya no podamos dar cobijo ni protección,Y tal vezalguien estará pendiente de que un día nos derrumbemos definitivamente.O tal vez, al igualque en esta casa, habrá quien, sin miedo y con mucha fe, se atreverá a posarse un día en susinteriores y prenderá esa luz que,muy adentro, la ilumina;ese foquito que será su corazón”.

Por último,“San Roque de los quiteños”, de Byron Rodríguez, “Los Cafés quiteños”, deEnrique Terán,“Los pungas quiteños”, de Jorge Rivadeneira,“Quito la horrible”, de Fabián Corral y“El centro histórico”, de Simón Espinosa, están pensados para su publicación en la prensa periódica yquedan sometidos por eso a sus límites espaciales y a los requerimientos de la actualidad. En ellos secombina el interés de la noticia o del tema candente con la referencia a hechos de un pasado cercano y con la opinión, siempre crítica, del autor.

A diferencia de los demás,que encajan en el género de la crónica,el texto de Byron Rodríguezadopta la forma del reportaje. El periodista va desgranando datos sobre San Roque en breves párrafos

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expositivos y descriptivos, hasta llegar a la iglesia del barr io, donde se desarrolla una entrevista con elpárroco y es este quien toma la palabra para contarnos leyendas y comentar los cambios que ha sufri-do el sector.Como cabe esperar en esta modalidad periodística, el narrador sazona la conversación conapuntes acerca del ambiente que le rodea y que contribuyen a fijar la personalidad de ese lugar que haelegido para su investigación:

“Voces de los vendedores ambulantes y el ruido de parlantes que ofrecen toda clase de pro-ductos llegan a la habitación de la curia [...];A través de la ventana ubicada en el despacho de Monseñor Saavedra se distinguen un árbolde capulí y unos rosales del huerto de la curia. Los pájaros buscan refugio de la ligera llo-vizna en la fría mañana quiteña”.

Al resto de los títulos señalados los une un mismo fin: manifestar el desacuerdo, incluso eldisgusto del cronista con respecto a una situación negativa para la vida de la ciudad. Para ello cada unoopta por diversos procedimientos estructurales y expresivos: la reproducción de discursos reales o fic-ticios (“Los pungas quiteños” y “El Centro histórico”), la enumeración agobiante de oraciones enun-ciativas en presente (“Quito la horrible”) o el desparpajo de la ironía y el humor, con continuas ape-laciones al receptor (“Los cafés quiteños”).

Efectivamente, los textos de Rivadeneira y de Espinosa se abren con las palabras exhortati-vas de sendos personajes. En el caso de “Los pungas quiteños” el Carbonero, un célebre punguista, sedirige al autor para pedirle:

“Usté sabe, don Jorgito,nunca fui violento.Ahora, por mala pata y por unos traguitos, tuveuna pelea con este tipo y (llanto) se me murió. Ponga usté en el periódico que no soy ase-sino. Sea justo”.

A partir de estas líneas el periodista nos cuenta la historia de el Carbonero y aprovecha parareferirnos cómo eran los delitos en años 60 y cómo son ahora, con lo que nos brinda dos imágenesdistintas de la ciudad: la tranquila y “sanfranciscana”, amenazada por “sapos vivos, [...] estruchantes ycuentistas”, y la “ex-apacible”de los “ladrones armados y las bandas”. Llega, así, a emitir una denuncia

 y una reclamación:

“La seguridad es un anhelo instintivo para supervivir en Quito. El sueño es que todos losque tengan algo que ver –Policía,Ministro de Gobierno,Alcalde, soldados, guardias, comu-nidad- cooperen para evitar que los amigos de lo ajeno –algunos de ellos unas bestias, antí-podas humanas de los pungas de ayer- hagan de las suyas [...]. SOS”.

“El Centro Histórico” es, básicamente, un entrelazamiento de discursos. Por una parte, eltexto se enmarca con las palabras de quien firma lo que se nos presenta como un correo electrónico,firmado por “Pepino”y dirigido a Rosita, en quien es fácil vislumbrar a una esposa que ha emigradocon el hijo de ambos, un tal Johnsito. El remitente traza otro marco reproduciendo las palabras delpadre Pitti, que primero prepara y luego comenta el mensaje de “un geniecillo” hipnotizador.Y es enéste donde encontramos una disquisición en que se demuestra cómo el centro histórico de Quito es

el “corazón de una identidad” que resulta incomprensible sin el mestizaje.Es el pueblo, mestizo,quienha protagonizado episodios clave en el devenir histórico nacional precisamente en las calles céntricasde la ciudad. El peso crítico de este artículo radica en la ironía que destilan sus primeras y últimas fra-ses, las escritas por “Pepino”: de la recomendación: “Rosita: Enseñarásle al Johnsito a gritar ¡VivaQuito!”, no puede quedar más que una sonrisa amarga al final, cuando completa:

“Tal vez,Rosita, se muera (el corazón de Quito, el centro histórico) de asfixia”.

“Quito, la horrible”,viene a concretar el significado de esta última palabra a través de la enu-meración de los inconvenientes que ha de sortear cualquier habitante de la ciudad durante un día labo-ral. La sucesión de oraciones cortas, en presente, crea la sensación de agobio y desesperación; la sintaxisse va amontonando, cayendo sobre el lector al modo en que lo hacen tantos problemas y desorden. Elnarrador mira y escribe lo que ve, sin pausa:“Los conductores tratan de cruzar [...]. El nudo se prolon-ga [...]. Pasan los minutos [...] La gente lucha [...] siente [...]”.Y eso, siempre, sin posibilidad de escape:

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“Amanece sobre Quito. La mañana parece anunciar un día pacífico. Hay sol tras la cordille-ra. Pájaros sobrevivientes pían escondidos entre las ramas de un árbol.Quito se apresta a otrodía de tumulto. Quito, la horrible”.

“Los cafés quiteños” se publica en una revista de humor en la segunda década del siglo XX.

No tan constreñido por el espacio como las crónicas de los diarios, Enrique Terán puede explayarse,en fingida interlocución con el lector y hasta con el café, sobre algunas carencias de la ciudad que danidea de su provincianismo, descuido,atraso e incluso incultura. Lo hace a partir de un tema ‘menor’: lacostumbre de tomar café y un comentario sobre las cafeterías quiteñas.

Desde el principio Terán justifica la elección de la materia que va a tratar aludiendo a supropia historia y estableciendo una comunicación directa, a veces con visos de confidencialidad, conquienes se disponen a leerla:

“¡Vaya un tema! Exclamarán mis amables lectores, y creo que no les falta razón [...].Os voy,que-rido lector,a probar que también tengo razón y buen gusto.Una taza de chocolate,ante mis ojos,me hace un efecto retrospectivo.Mis recuerdos evocan el andavete y con él,mis abuelos [...]”.

Se crea,así,un clima de confianza,de soltura expresiva que se consolida con el empleo de colo-quialismos (“mis buenos viejos”,“el come y bebe de la época”),neologismos de moda (“snobs”,“sprit”,“high life”,“toilette”,“fracs”,“meeting”,“rol”) y graciosas ironías, recurso este último de marcada efecti-vidad crítica con el que se despoja de grandeza a algo previamente ensalzado, como por ejemplo,al té:

“El mundo elegante sólo piensa y vive pendiente de los tés que tendrá en el mes [...] la bebi-da aristocrática la presentan con tan brillantes atavíos, cual si fuera la hostia consagrada. Elté es ceremonioso y no produce más efecto que incorporar el estómago,en los lluviosos díasde invierno”.

 Y, por supuesto, a la garantía ‘democrática’del café.Siendo esta la bebida más popular,el cro-nista se ubica en el “Café Democrático”y descubre la mediocridad del quiteño:“Quito tiene de todo,

pero todo malo, atrofiado y distintamente comprendido”. Pésimos imitadores de los europeos,

“Aquí los cafés son tugurios donde campea el microbio como el mejor cliente, y donde atoda orquesta ronca la servidumbre, cual montón de carne y harapos en los ángulos másoscuros de la fonda”.

La crítica se agudiza cuando Terán se la lanza directamente al café, en segunda persona:“¡Ohcafé! Tus templos han degenerado, tu música son rugidos, tus muñecas son descalzas”. Hábil cuestio-namiento de la capacidad asimiladora del quiteño,en estas páginas se evidencian las poses de una bohe-mia vulgar de la que, sin embargo, muchos presumen.

Los Textos Poéticos

Para terminar, debemos detenernos en los trece poemas quereflejan las actitudes y sentimientos que provoca la ciudad ensus autores. Con estas composiciones el lector podrá conocer

algunas de las expresiones más íntimas a que Quito ha dado lugar.A modo de estampa, Ulises Estrella firma unos versos breves, ricos en ritmicidad, en los que

vemos a las “Cajoneras” empeñadas en “entregar/la naturaleza de las cosas/a los paseantes” y unos“Colores” simbólicos (son “muñecas”), preñados de mitos, de utopías que han de volverse cotidianas,lejos del exclusivismo de las banderas. La palabra se nos ofrece sonora, con ocasionales asonancias(“generosos”-“trozos”;“entregamos”-“aros”,“diablos”-“trapo”) y enumeraciones que crean un efectode acusada plasticidad visual (“sus mínimos tesoros: /cintas, pañuelos, aros, /mullos, cordones,bolas/catapultas, diablos/y las eternas muñecas de trapo”).

Otros poemas son más discursivos.En ellos cobra un mayor espacio la explicación que inter-preta ciertas presencias citadinas. Es el caso de “Plaza Mayor “y de “Libertadoras”, donde Bruno Sáenz

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emplea versos largos que avanzan por una sintaxis compleja, abundante en nexos lógicos, en prolijassuposiciones y detalles.Y ello para intentar acercarnos a las inaprehensibles, “desvaídas” libertadoras,descarnadas criaturas de la noche, cuando “aliviadas del peso del laurel y del oro”, conservan una “gra-cia y cordura” que el deslumbramiento del alba, con sus estatuas y vacuos elogios desvirtúan.Y parareivindicar al gallito de la Catedral,“juicioso y cabal”, tenaz observador de esa “señora” que es “la ciu-

dad colonial”, y amante de la verdad, por lo que

“Su sitio no está al lado de las beatasni de los transeúntes a los pies de la sobria majestad de la nave,sino afuera, en la cúpula, por si alguno lo nota(tal vez un pasajero que no ha perdido el hábito de contemplar las nubes y uno [o dos serafines.”

Más amplio es el universo oculto que sustenta a la capital andina en “Quito Eterno”. En élasistimos al despertar legendario de las raíces identitarias de la ciudad.Así, el poeta adopta un intenso tonode emoción épica que se inicia con una primera estrofa narrativa de tintes apocalípticos, se intensifica enla segunda con los reclamos de las sagradas voces precolombinas,unidas a las “de la Independencia”;y cul-mina en una enumeración de exhortaciones en que se marcan pautas de conducta relacionadas con lasleyendas más tradicionales.Comportamientos que han de desembocar en la difusión de la “buena nueva”:

“Por último, corre, ve y dile a la chusma, a los longos y a laquinta esencia de la crème, que los espíritus del pasado hanvuelto y andan metiendo cizaña en los ardientes corazonesquiteños, recorriendo el Tejar, San Roque, La Ronda, San Juan, y expandiéndose por todo el Reino de Quito,pregonando el retorno, la hora del reencuentro, el despertar [...]en este magno sacrotemplo, que por siglos y siglos ha sido Quito Eterno”,

El carácter emotivo de esta composición, su factura imperativa ante la inminencia de loinevitable se afianza con el ritmo rápido que imprimen en ella los múltiples paralelismos (“¡Clama el

 Yavirac venerar [...]/¡Clama el Huanacauri recibir [...]”; ¡Claman Libertad las voces[...]/ ¡Claman losvientos, los valles y montañas [...]”; “No profanes [...] /No camines [...]/No mues-tres.../persígnate.../confiésate”), las ágiles enumeraciones (“corre, ve y dile a la chusma, a los longos[...]”), y los encabalgamientos abruptos (“La mitad del/Mundo”, “sacro/templo”,“corazones/quite-ños”), entre otros mecanismos poéticos.

“Yavirac-Panecillo”coincide con “Quito Eterno” en su tono elocuente y en la presencia delo legendario. En este caso,Cevallos invoca a una deidad mestiza, a la Virgen de Quito, que aplasta consus pies a la serpiente prehispánica. Los versos se suceden en forma de plegaria y, lejos de la epicidaddel texto de Freire, en éste se vislumbra la fuerza de la rabia ante una ciudad “entumecida”,“atiborra-da de mugre y escándalo/ lujuriosamente casta”, la impotencia frente al mismo hecho de rezar (“Y nomás aleluyas,Virgen velada, /no más aleluyas”), frente a la duplicidad de esa imagen sagrada que, comolos dioses de la tierra, requiere “inmolados”.

Muy distintos son los poemas que nos cuentan una historia personal vinculada con un lugar,

con un objeto o con un recorrido por las calles quiteñas, como el de Rafael Larrea y los de JorgeReyes. En “Subimos y bajamos calles”, el poeta camina por el centro (“Quito/corazón”) y se va topan-do con los personajes legendarios y con las imágenes asociadas desde siempre a ese sector:

“El Arco de la Reina se traga a lospaseantes:espaldas mojadas,mejillas,coloretes,guitarristas, violinistas”.

Pero cuando se le ocurre pintar dos grafitis que insertan motivos de la realidad (buscar habita-ción,proclamar la hermandad con América Latina) el encanto se rompe.Huye antes de que hable “el gallode la catedral”.

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Este trazo humorístico está ausente de los versos de Reyes, que son más densos en intimi-dad. Si en “El Poncho de San Roque” nos evoca su compañerismo con esta prenda, confidente de susamores, en “Endecha de Guápulo” se duele por la pérdida de un amor que se desarrolló en ese lugar. Y, como es preceptivo en las endechas, Reyes dibuja un panorama sombrío, apto para la lamentación y la nostalgia, e identifica a Guápulo con la profundidad de su amor:

Guápulo era una quimera,una hondura en el almaun pensamiento torpepor la cañada.

“Ciudad de los portales”,“Soy“y “Epístola” alcanzan un mayor grado aún de lirismo, ya queen ellos se vuelca la personalidad del poeta más allá de un episodio determinado. Es todo el yo el quepodemos ver reflejado en la voz poética.Un yo que en “Soy” se identifica con todos los parias de la ciu-dad, como muestran las numerosas afirmaciones paralelísticas en que el texto se vertebra: (“Soy el quedeambula [...] /Soy el que toma [...] /el que vende [...]; El viejo que duerme [...] /El loco que habla [...]/la vieja que carga [...] /el mendigo que muestra...”). Un yo inquietante, el de “Ciudad de los portales”,apesadumbrado de íntimo desasosiego debido a la relación problemática que ha establecido con Quito:

“Taller de la Nostalgiadonde he dejado en prendalos huesos de mis padrespara volver creyendo en ti,otra vez,haciendo las paces con tu historiade mujer negociadaadmitiendo que tus hijosson hermanos de madre [...]”.

En “Epístola”Arturo Borja se dirige al poeta Noboa y Caamaño, su compañero de oficio y

generación, para quejarse del ambiente “municipal y espeso” que ahoga a la ciudad y, por lo tanto, a símismo, hasta el punto de que sólo le es posible sobrevivir refugiándose en el pasado, y “en nuestrasorgullosas capillas/hostiles a la sorda labor de las cuchillas”. Escrito en versos de arte mayor, con rimaconsonante, salpicados de oportunos símiles, los trazos descriptivos resuenan altos y contundentes,dibujando un lugar que aterroriza a su delicada sensibilidad y atenta contra su oficio de poeta:

“Los militares son una sucia canallaque vive sin honor y sin honor batalla.Luego después la fieras de los acreedoresque andan por esas calles como estranguladoresenvenenando nuestra vida con malolientesintrigas, jueces, leyes y miles de expedientes [...]”.

Muy posterior en el tiempo y ajeno a la especifidad del posmodernismo, Ramiro Oviedono pretende encerrarse en una torre de cristal, ni busca la protección de grupo alguno, sino que bajaa la calle, toma un taxi y se encuentra con una ciudad tan enferma como la que pergeñan los versosanteriores. En “Esquitofrenia 1”, Quito adolece de “abscesos”, de “tumores”, de barr ios r icos y pobres“irreconciliables”,pero cuyos habitantes sufren de idéntica enajenación: la producida por un lugar caó-tico que no ofrece más salvación que la música “rocolera” y las borracheras a que suele conducir:

“Truena y suela un diluvio de botellascomo anunciando la quitoterapia”.

Con mirada lúcida y distanciada estos versos, que tan bien complementan el retrato queFabián Corral esboza en “Quito,la horrible”, apuntan, como tantos otros títulos incluidos en este libro,a una ciudad con problemas acuciantes, con necesidades imperiosas; a una ciudad que precisa conocer-se para ser mejor y para respetarse más.

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El dererev

memo

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ho y elés de la ia. Quito

radicionale endario

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En los Andes, el ser humano tiene vocación de cóndor: subir, tre-par las escaleras del aire, volar por encima de las nubes, divi-sar la tierra allá abajo, a los pies. Que lo digan, si no, esas ciu-

dades que como Quito, La Paz y Cusco son tan altas que, más que aglomeracio-nes humanas, parecen nidos de esas grandes y orgullosas aves que, desde losaltísimos picachos andinos, avizoran el paisaje en busca de presas sobre las

que, una vez que las descubren, se precipitan como bólidos. No es imposibleque ahora mismo, en este crepúsculo azul que se está volviendo noche, haya una hilera de cóndores encaramados en una de las cumbres que rodean a Quito, contemplando, entre enfurecidos y asustados, el soberbio espectáculo.¿Quiénes osaron subir hasta semejantes alturas? ¿Quiénes construyeron susrefugios en estos ventisqueros y altiplanicies donde, por siglos de siglos, sólose aventuraban los cóndores?

Las ciudades andinas atestiguan,cada una de ellas, la aventura heroica de muchas generacio-nes para, venciendo los enormes obstáculos que una geografía endemoniada les oponía, levantar vivien-das, amansar la tierra, aclimatar los animales y hacer la vida vivible para los pobladores. Ese manto deluciérnagas que se vuelve Quito cada noche, prueba que aquella empresa audaz, la conquista de losAndes por la civilización humana, no ha terminado todavía ni, sin duda, terminará nunca. Porque lanaturaleza andina nunca ha sido dominada del todo, humanizada por el comercio con el hombre, comoocurre con otras geografías, en Europa o América del Norte.Todavía conservan algo indómito e incon-trolable estas ciclópeas montañas, que, a veces, desatan su cólera en forma de terremoto o aludes, esos“huaycos”1 que sepultan pueblos enteros y siembran a su paso el terror y la muerte.

Por eso, no hay que fiarse de paisajes tan idílicos y suntuosos como éste, el de la miríada deluces de la altiva Quito, titilando en la noche.Porque allá, al fondo, maciza e intangible, la montaña denieves eternas se mantiene siempre al acecho, en actitud beligerante.

 En Mario Vargas Llosa (textos) y Pablo Corral (fotografía): Andes, Barcelona,

Océano/National Geographic, 2001.

1 Huaycos: voz quichua. Susignificado es “barranco” o“quebrada”.Por extensión,enel texto adquiere la acepciónde “gran masa de peñasarrancada de los Andes por laslluvias torrenciales que,

cayendo sobre los ríos, causasu desbordamiento”.

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Mario Vargas Llosa 

EL HOMBRE, LA CIUDAD Y LOS CÓNDORES

Mario Vargas Llosa

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Jorge Carrera Andrade

RETRATO DE UNA CIUDAD:QUITO, CAPITAL DE LAS NUBES

 Jorge Carrera Andrade

La piedra no olvida nunca: ya sea que hable al viandante, en voz

 baja y confidencial, con sus inscripciones y relieves, o ya que seenvuelva en una parda mudez, su polvo gris tiene la sutil

melancolía del recuerdo. La piedra rememora hasta los menores detalles, y espor eso una fiel aliada de la historia. La piedra está allí para que la historia nose equivoque, y anota oportunamente fechas, nombres y lugares. Hay una 

especie de inteligencia de la piedra, una probidad de la piedra que da fe, de la piedra cronista y escribana de una misteriosa e inmortal notaría.

De allí esa impresión inquietante que el viajero experimenta en Quito, como si se hallararodeado de testigos. En los atrios de los templos, en los patios y en las fachadas de las casas solariegasse escucha un leve rumor de labios que murmuran. Por las aceras desiertas, en la noche, se pierde unruido de pasos y unas extrañas siluetas de embozados se estampan sobre los muros. Son las piedras querecuerdan y evocan sus fantasmas de otras Edades. Es la ciudad pétrea que sueña y reza, en medio desus torres solemnes como monjes encapuchados. Quito tiene mucho que recordar, y por eso parecepensativa y absorta aun en las horas del día.

Recorrer los templos quiteños es hacer un viaje a la Edad Media y al Renacimiento, a unmismo tiempo. Las arquitecturas coloniales se animan con una vida sobrenatural, en la que palpita laemoción mística, unida al más extraordinario y delirante fervor artístico. Delirante y febril es, en efec-

to, la sinfonía pétrea de San Francisco, la Iglesia de la Compañía, San Agustín, La Catedral, SantoDomingo, Santa Catalina, el Carmen, la Basílica, Mercedaria, y otros santuarios, iglesias y capillas, des-parramados por toda la extensión de la ciudad.Las pomposas columnas retorcidas, los artesonados y cú-pulas de indudable linaje árabe, los arcos,molduras y arquivoltas mudéjares, los retablos barrocos, la azu-lejería andaluza, evocan la grandeza de otros siglos y el formidable aporte de Quito al arte universal.

En Quito encontró su realización más esplendorosa la arquitectura mudéjar 2 y se fundó,por pri-mera vez, el barroco arábigo andaluz con la técnica escultórica de los indios,originándose un arte ameri-cano de proporciones excelsas.Los arquitectos,escultores, artífices,pintores y alarifes3 coloniales unieron susesfuerzos y sus manos para hacer florecer entre los riscos de los Andes un jardín de cúpulas y torres, hastaparecer irreales.Bajo esas cúpulas resonaron los coros religiosos y los himnos de los días memorables, y deesas torres partieron las campanadas –y a veces los disparos- en las horas supremas de la vida de la ciudad.

La influencia del barroco andaluz y del arte oriental no sólo se hace palpable en los tem-plos sino también en la arquitectura civil. Las fachadas austeras ocultan a los ojos del pasajero los delei-

tosos patios moriscos, grandes y repletos de sombra y de sosiego, como vastos depósitos de cielo, conpórticos y columnas, rodeados de corredores y galerías. Una antigua y regocijada historia cuenta queun colono quiteño le dijo al arquitecto que le iba a construir su casa:“Hacedme un gran patio y, siqueda sitio, las habitaciones…”.

“Caracteriza a las casas quiteñas –dice José Gabriel Navarro en su documentado y valiosolibro Artes Plásticas Ecuatorianas – una composición muy uniforme en sus fachadas: arriba destácanselas ventanas con balaustradas de madera, de ascendencia persa, bajo un gran alero sostenido por caneci-llos, entre dos fajas verticales que forman el recuadro y, abajo, una puerta como postigo; composicióngenuina de todas las fachadas mudéjares, que solo se diferencian como en lo morisco, por su mayor omenor riqueza.Nada más moruno que los aleros: son elementos característicos de la arquitectura árabe-española del Magreb… Y luego, ¿qué cosa más árabe que el blanqueado y policromía de nuestras casas,los pilares de madera con sus zapatas, el uso del ladrillo vidriado verde en sus azoteas, las puertas pinta-das, las alacenas en los muros de las habitaciones y las paredes interiores falsas llamadas “de bajareque”?4

2 La arquitectura mudéjar fue

la que desarrolló la poblaciónmusulmana que permanecióen el territorio reconquistadopor los cristianos en Españadurante los siglos XI al XV.Se trata de un arte esencial-mente decorativo y, al emple-ar materiales baratos (ladrillo,

 yeso, barro vidriado), creóuna arquitectura de albañile-ría.

3 Alarifes: maestros de obras.

4 “de bajareque”: hechas depalos entretejidos con cañas ybarro.

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Mas, a esta justa evocación hay que añadir también el sello español medioeval en los escudosde piedra sobre los grandes portales y en los pretiles señoriales, y cierto primor ornamental indígenaque se extiende y desenvuelve sobre la madera y la piedra, asomando ya en forma de una greca mara-villosa o ya de un ave estilizada, o del ojo melancólico de algún animalillo inocente.

Sombras de Caballeros y Frailes

¡Monasterio de San Francisco! En sus patios y jardines rena-centistas, las fuentes de piedra, enguirnaldadas de flores,dejan caer plácidamente sus sílabas de agua que escucha 

en éxtasis el colibrí, clavado en el aire como un fúlgido y breve dardo vibrador.Los siglos XVI y XVII viven aún y parecen vagar por las galerías y los claustros,suspirando entre las columnas dóricas que se alinean hasta perderse de vista.

En las huertas del convento va a morir la marea celeste de las campanadas que descienden,en oleadas sucesivas, desde las torres severas, encapuchadas de melancolía.

El atrio medioeval se anima. Las rejas de hierro de la portería se abren y en la sala de pie-

dra aparece la sombra contrecha de Rodrigo de Salazar, caballero toledano, cuya espada está teñida aúncon la sangre del Gobernador Puellés, amigo de Francisco Pizarro. ¡Desventurado Salazar! Su hijo vis-tió el hábito franciscano; sus encomiendas resultaron confiscadas por la Audiencia de Quito; sus tierrasfueron cubiertas de sal y se echó ceniza sobre su memoria. El caballero baja cojeando por el pretil.Asu lado camina la sombra de Fray Jodoco Rique,fundador del Monasterio y antiguo capellán de CarlosV. En sus manos se ve una redoma de barro, llena de las primeras semillas de trigo que se sembraronen tierra americana. Los pájaros se acercan a picotear las semillas y luego vuelan hacia un extremo dela plaza donde se bambolea chirriando una jaula de hierro que contiene una extraña ave gris. Mirandode cerca se descubre la superchería: lo que está dentro de la jaula es una cabeza humana, cortada por orden del poderoso señor Don Gonzalo Pizarro, Gobernador del reino de Quito.

Las campanadas se expanden con una misteriosa resonancia bélica, semejante al galope delhierro sobre una armadura. ¿Qué campanadas son éstas? Son las de la Iglesia del Belén, que anuncianun magno acontecimiento:el gran capitán Gonzalo Pizarro, rodeado de sus hombres de armas y segui-do de un séquito de tres mil indios y de varios centenares de acémilas, se apresta a salir de la muy noble y muy leal ciudad con el firme propósito de descubrir el País de la Canela y de las Amazonas.Mesesdespués, unos fantasmas andrajosos y macilentos –los sobrevivientes de la expedición heroica- vendrána arrodillarse ante el mismo altar parpadeante de cirios lagrimosos donde se dijo un día del siglo XVIla primera misa, celebrada ante el asombro de los aborígenes adoradores del sol.

Por el atrio de la Catedral resuenan unos disparos de arcabuz mientras las campanas tocan arebato. En la Plaza Mayor se congregan los vecinos armados, dando gritos contra la Real Audiencia.Hacen rodar sobre las piedras un cañón desvencijado. Les salen al encuentro los nobles jovenzuelos delColegio de San Luis con sus capas cortas y sus espadines. De pronto, hay un movimiento de pavor entrelos apiñados personajes de esta cándida y viviente tapicería: ¡el cañón va a disparar! El cañón disparacon gran estruendo… En el silencio impresionante se oyen unos gemidos que conmueven hasta laspiedras. Dos soldados heridos de muerte se retuercen en el atrio… La causa del pueblo ha triunfado y

al día siguiente habrá una misa de acción de gracias en la Catedral y, en la noche, iluminación de can-dilejas en las adustas y pardas fachadas de las principales iglesias, capillas y santuarios de la ciudad.5

Caballeros y frailes… En el Arco de la Reina, el eco repite aún la voz y las pisadas graves deHernando de Santillán,6 fundador del Hospital y de la capilla. San Sebastián, San Blas, San Roque: lasfiguras entecas de estos santos cubiertos de brocados relucen en los retablos de sus propios templos.Enla Capilla de San Juan de Letrán –dicen las buenas gentes que saben de las cosas ultraterrenas- habitala sombra del noble capitán don Diego de Sandoval, el piadoso, que en la vida contó tantas y sabrosasanécdotas de sus campañas en México y Guatemala.A veces, el agua que corre hasta el Monasterio deSanta Catalina, detiene su paso y se queda como viendo visiones: no hay duda que allí ha flameado por un momento la capa de Don Lorenzo de Cepeda, el alcalde-poeta que regaló sus dineros a la ilustrehermana, Santa Teresa de Jesús, para sus fundaciones en la ciudad de Ávila.

Desde que empieza a obscurecer,un rumor de sillas arrastradas sobre el sonoro piso de made-ra interrumpe la calma de las naves de la Iglesia de San Agustín.Los transeúntes que suben por las calles

de las Escribanías apresuran el paso medrosamente pues saben que el “Cucurucho”, o sea el fantasma del

5Alusión a la Revolución del10 de Agosto de 1809, consi-derado el primer grito deindependencia lanzado en laAmérica española.

6 Hernando de Santillán: ver “El Arco de la Reina”, de A.Fuentes Roldán, incluido en

este libro.

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monje encapuchado,está haciendo de las suyas. ¡Y qué hermosas esas sillas espectrales entre las que sueleesconderse el Encapuchado! “Pocas veces la elegante y rica ornamentación renacentista –dice Navarro-ha logrado adquirir en América mayor encanto que en estos muebles, íntegramente calados a manera deencaje. La perfecta ejecución de sus admirables motivos decorativos florales se deja notar en esta sillería,aún más que en otros objetos de talla, porque dicho mobiliario no se halla estucado ni dorado, lo que

permite apreciar los más delicados detalles revelados por la gubia hábil e inteligentemente conducida”.Durante siglos, en el Arco de Santo Domingo, delante de la hornacina de piedra, arde la

misma lamparilla de aceite que abrió su pupila en el amanecer de la Colonia. La devoción de los fielesno la ha dejado apagarse nunca. Junto a ella –un día- se marcó la mano ensangrentada de un caballe-ro, atravesado de parte a parte por la espada de su rival. Otro día, resonaron bajo la adusta bóveda lostumultos populares que presagiaban la Independencia. ¡Rebelión de los Estancos,7 Revolución de lasAlcabalas!8 Se puede afirmar que el corazón del pueblo de Quito, latía en esos tiempos,bajo el seno depiedra de los Mesones de Santo Domingo y la obscura garganta de la calle de La Ronda, misteriosa,como un túnel y escoltada de casonas con patios espaciosos. ¡La Ronda con sus zaguanes claveteadosde menudos huesos dorados y sus cantinas humosas, estremecidas de guitarras! Mas ese aliento mun-danal no llega al presbiterio dominicano, donde, entre una floración de preciosas pinturas quiteñas, ita-lianas y españolas, sonríe levemente en su nicho de madera, la sevillana Virgen del Rosario, regalada por Carlos V a la ciudad de Quito.

Los nueve Cardenales de la Compañía de Jesús miran a la muchedumbre pecadora desde lacúpula de la iglesia edificada por los jesuitas en el siglo XVIII.En la nave central, a su turno,se alimen-tan los famosos lienzos de los Profetas, pintados por Gorívar.“Las lacerías persas y árabes que decoranmagníficamente las bóvedas están inspiradas –según la autorizada opinión de Navarro- en la escrituracúfica9 de la antigüedad clásica de los mahometanos; pudiendo decirse que esos trazos decorativosrecuerdan las poesías, aleluyas y auras del Corán, impresos en las mezquitas musulmanas, o los elogiosa la magnificencia de los sultanes en los palacios de la Alhambra”. 10

¡Esplendorosa Basílica de la Merced,Iglesia del Carmen, austero y sepulcral convento de SanDiego,Recoleta del Tejar –refugio meditativo y azul de la Cuaresma-, templo de Santa Clara, Capilladel Sagrario, Capilla de Santa Bárbara…! ¡Maravillosas fábricas de la fe, del arte y del sueño!¡Imponentes gritos de piedra hacia la eternidad! En sus maderas y piedras esculpidas se retuerce laangustia humana, buscando algo más allá de la tierra y de la muerte.

Lluvia y Sol en los Patios

Mientras toda la sombra se acumula en las iglesias y claustros,el sol reina gloriosamente en los patios quiteños. Estospatios, a veces con flores y árboles, con algo de jardín y de

huerta, recuerdan la arquitectura conventual; pero su luminosidad evoca también la alegre y soleada atmósfera de los patios andaluces. Desde la callese ven esos inmensos estanques de luz solar y de aire tonificante y azul, pro-

 veniente de la Cordillera.En el zaguán empedrado resuenan las pisadas de caballos y de mulas que resoplan bajo su

pesada carga de mazorcas de maíz, frutas y legumbres, raspaduras y quesos envueltos en hojas.Es el pro-ducto de las haciendas. Su llegada turba la quietud de los moradores de la casa. Indios e indias pene-tran al patio conduciendo las caballerías y, una vez acomodada la carga en la repleta despensa, se sien-tan sobre las frías piedras a descansar de la penosa caminata. Los vestidos indígenas, espesos y multico-lores, animan las grises pilastras y corredores monásticos como una alucinación fantástica de la piedra…Mas esta anacrónica visión de servidumbre no es un sueño: es la realidad de la ciudad de los Templos,que es, al mismo tiempo, la Ciudad de los Pies Desnudos.

Quito, la “ciudad de los pies desnudos”–como la ha llamado con certera metáfora una inte-ligente dama venezolana- ha hecho todo lo posible por calzarse, en cien tentativas que se han califica-do de “revoluciones”. Dos de estas últimas tentativas se efectuaron en 1925 y en 1944: La Revoluciónde Julio y la Revolución de Mayo, las dos traicionadas al poco tiempo.11 Los indios se quedaron sin cal-zado; mas los patios de las quiteñas siguieron recibiendo el tributo generoso de la tierra, las cosechasde las haciendas trabajadas por sus manos.

7 Rebelión de los Estancos:

sucedió en 1765.A propósito,ver la nota acerca de lamisma en “El CentroHistórico”, de SimónEspinosa, texto incluido eneste libro.

8 Revolución de las Alcabalas:levantamiento del puebloquiteño en 1592 ante elanuncio de la implantaciónde un nuevo impuesto por parte de la Corona.Aquelconsistía en el recargo de un2% sobre la mayoría de losproductos que se vendieran

en las tiendas.El pueblo atacóel palacio del Presidente de laAudiencia y las Casas Reales,hasta que vino elComisionado Regio desdeMadrid y las nuevas autorida-des eliminaron a los cabecillasde la rebelión.

9 Cúfica: tipo de escrituraárabe antigua, de caracteresangulosos, a diferencia de losde forma cursiva.

10 La Alhambra: palacio-forta-leza de los soberanos nazaríesque gobernaron el reino de

Granada de 1238 a 1492. Esel único palacio islámico quese conserva en Occidente.

11 “al poco tiempo”: se tratade la Revolución Juliana y deLa Gloriosa, respectivamente.La primera tuvo lugar el 9 de

 julio de 1925, como culmina-ción de una situación deextrema crisis económica,con una sublevación militar pacífica en Guayaquil que diopaso a una Junta de GobiernoCivil.Aunque con ella seabrió el paso a la moderniza-

ción del país, fracasó prontoen cuanto a realizacionesconcretas de mejora.LaGloriosa estalló en mayo de1944, también en Guayaquil,como rechazo al gobierno deArroyo del Río y a la situa-ción de crisis agravada con lamutilación territorial quepadeció el país tras la guerracon Perú. José María VelascoIbarra subió al poder yemprendió reformas impor-tantes, pero en 1946 dio ungolpe de Estado y el Ecuador se vio envuelto nuevamenteen el desorden.

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Hay patios mudos y silenciosos como tumbas, patios suntuosos y soñadores, patios que detie-nen con su gran grito de luz al viandante. De estos últimos es el de la Casa del Toro,12 en cuyo zaguánrelumbran unos hermosos frescos murales donde el color de la sangre se junta al del oro de Indias. En elpatio de la Casa de la Inquisición,13 desmantelado y melancólico, el polvo parece haber tomado posesiónfinal de todas las cosas. Es un polvo pardo y oliente a vejez, como escapado de los expedientes apolilla-

dos y de las cenizas de los herejes,condenados por el Santo Oficio.Ahora sólo unos cuantos jumentos serevuelven entre las pilastras o parecen meditar sobre la dureza y aridez de la vida terrenal.

Hay el patio del Palacio del Arzobispo, el patio de la Casa de los Marqueses de Maenza,14 elde la Casa donde se hospedó Humboldt,15 el de la lujosa morada del Barón Carondelet, 16 fundador deNew Orleans. Patios donde soñaron gobernantes, santos,potentados y filósofos...El patio donde los geo-désicos franceses17 contemplaron en todo su esplendor el sol ecuatorial; el patio donde el doctor Espejo18

solía cavilar acerca de la libertad de su pueblo;el patio donde el Padre Aguirre19 atrapaba los alados insec-tos de oro de sus metáforas –que hubiera amado Góngora- o donde Juan Montalvo departía con JulioZaldumbide20 acerca del Clasicismo y el arte barroco.

Patios que se ensombrecen y adquieren la adustez de un rostro monacal detrás de los visi-llos de la lluvia. Los patios y los templos dialogan cuando llueve y los pararrayos de las torres protegena las casas del contorno. Los patios, que triunfan con el sol, se baten en retirada bajo el aguacero y lasiglesias ganan la batalla. Los relámpagos despiertan a algunas campanas que empiezan a doblar a muer-to. Santa Bárbara sale, quemando romero, a luchar contra el rayo. La Catedral, la Basílica, las iglesias,capillas y santuarios enderezan su gran cuerpo gris en medio de las inmensas sábanas pardas y ondu-lantes de la lluvia y tratan de convencer a los habitantes de Quito de que la fe religiosa es la sola víade salvación para alcanzar la vida eterna. Con las últimas gotas de agua, empieza a sonar tímidamenteuna campanita lejana en alguna capilla de barrio y todos los vecinos se apresuran a acudir a ese llama-do ultraterreno...Mas, al día siguiente, otra vez vuelve a lucir el sol en los patios

 En Letras del Ecuador  nº 41, Quito, enero de 1949.

12 Casa del Toro: El solar queocupa esta casa fue propiedadde Sebastián de Benalcázar.

13 Casa de la Inquisición: esta-ba situada en la intersecciónde las calles Bolívar yVenezuela y funcionó desde1569 hasta 1834.

14 Marqueses de Maenza: sucasa estaba en la esquina deSanta Catalina (entre las callesEspejo y Montúfar). Tenía 21cuartos, una sala con 6 arañasde cristal, 36 vidrieras muyfinas,3 relojes y 4 espejos, amás de varias láminas deChina.

15

Alexander von Humboldt:naturalista alemán que explo-ró, junto con el botánicofrancés Aimé Bonpland, lasislas Canarias,Venezuela,Cuba,Colombia, México yEcuador. En Quito,dondeestuvo en 1802, se alojó encasa de unos antepasados delSr.Carlos Manuel Larrea: losMontúfar y Larrea. Cuenta latradición que Humboldt pasóunos días en La Casa de laVirgen (Maldonado yRocafuerte) en compañía deMaría Pazmiño, quien residíaen ella, y que tuvieron un

hijo como fruto de esta con-vivencia.

16 Barón de Carondelet: donLuis Francisco Héctor,maris-cal de campo y experimenta-do administrador colonialespañol nombrado Presidentede la Audiencia de Quito en1797. Durante su gobiernoemprendió la reconstruccióndel palacio de gobierno de laReal Audiencia, actual palacionacional.

17 Geodésicos franceses: los

académicos franceses Godin,Bourguer y La Condamineformaron parte de la MisiónGeodésica franco-españolaque llegó a Quito en 1736para determinar la medicióndel arco del meridiano terres-tre. La casa en la que perma-necieron ha sido destruida yera un ejemplar único deconstrucción colonial con suspatios superpuestos. Estaba enla calle Manabí y Benalcázar 

 y en su lugar se levanta hoyun edificio que desentonacon el entorno y donde fun-ciona un dispensario del IESS(Instituto de la SeguridadSocial).

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18 Espejo: Espejo vivió en casade su padre, en la calleMaldonado.

19 Padre Aguirre Juan Bautista(1725-1786): jesuita nacidoen Daule, fue poeta, orador yprofesor de filosofía en laUniversidad quiteña de SanGregorio Magno durante 11años, hasta que la Compañía

de Jesús fue expulsada de losterritorios hispánicos y salióexiliado a Italia. Fue imitador de clásicos y barrocos,especialmente de estos últi-mos, con sus juegos léxicos yconceptuales.

20 Julio Zaldumbide (1833-1887): célebre poeta quiteño y amigo de Juan Montalvo.En su casa, provista de unaamplia biblioteca surtida conlas últimas novedades de sutiempo, se reunía asiduamentela juventud estudiosa.Primero dichas tertulias secelebraban en casa de suspadres, situada en SanAgustín, y luego en la suyapropia, en la Merced, quecobijó durante años alConservatorio Nacional deMúsica.

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Se ha hecho costumbre en nuestra ciudad de Quito el celebrar el6 de diciembre de cada año como un aniversario de su funda-ción, entregándole graciosamente a Sebastián Moyano, a quien

lo citaremos como Sebastián de Benalcázar, nombre usado por él, como sufundador. Nada más lejos de la verdad histórica, si a ella la analizamos con la fría observación y análisis del documento, lejanos al paternalismo, la conce-

sión generosa o el agrado o la simple invención de alguien que lanzó la idea con orquestación de parranda y fiesta e instaló una falsedad, difícil de elimi-narla, porque ha hecho conciencia aún en espíritus estudiosos e intelectualesde valía. Sin embargo, nuestra calidad de investigadores nos obliga a lucharcontra estos molinos de viento, por ver si alguna vez la razón de nuestroempeño logre calmar la euforia y encauzar los hechos históricos por el cami-no justo de la verdad.

Sebastián de Belalcázar y no Benalcázar, como solemos nombrarlo siguiendo a Oviedo,21

nació en la Villa de Belalcázar en la provincia de Córdoba, partido judicial de Hinojosa del Duque, en1495. Huérfanos a corta edad él y su hermano gemelo, quedaron bajo la protección de un hermanomayor de quien sufrían numerosos maltratos. Un día, sin duda sin desearlo, mató al asno atascado enuna zanja en el que traía la leña para su casa, y temeroso de la cólera de su hermano, abandonó el pue-blo y deambulando sin rumbo mayor llegó a Sevilla donde halló a Pedrarias Dávila,22 que reclutabagente para las Indias. Fue Pedrarias Dávila, al incluirlo entre sus hombres, quien le cambió de nombre,apodándolo Belalcázar, al conocer el pueblo de su nacimiento, cuando el mozo no quiso revelarle supropio apellido, por temor a ser devuelto a casa de su hermano.

Llegado a Panamá bajo el gobierno de Pedrarias Dávila, trabó amistad con dos españoles,prósperos encomenderos de Tierra Firme: Francisco Pizarro y Diego de Almagro,en tal forma,que esteúltimo los hizo padrinos de un hijo suyo habido en una india:Diego de Almagro, el mozo, con cuyonombre entraría a la historia.

Algunos años permaneció en Panamá, hasta el día en que Pedrarias Dávila partió a la con-quista de Nicaragua, llevando consigo a Sebastián de Benalcázar, al que consideraba un hombre esfor-zado y valiente, quien allá, una vez fundada la ciudad de León, fue elegido en ella Alcalde de Primer Voto de su Cabildo, Justicia y Regimiento.

Iniciada la empresa para la conquista del Imperio de los Incas, es llamado Sebastián deBenalcázar por los dos amigos de Panamá,Pizarro y Almagro,y vendiendo cuanto poseía, acudió al lla-mamiento equipando un barco y acogiendo bajo sus órdenes a treinta soldados y seis caballos. Con estecontingente se hizo a la vela para arribar a las playas de Atacames, donde reunido con sus amigos,emprendió el viaje hacia el sur.

Presenció la fundación de San Miguel de Tangarara, la Piura de nuestros tiempos, primeraciudad castellana en territorio inca, y estuvo presente en la injusta matanza de Cajamarca23 y más aún,en el reparto de los tesoros y asesinato del último Emperador:Atahuallpa.

Dos noticias corrían afiebrando la mente de los conquistadores,no satisfechos con las rique-zas del rescate: los tesoros acumulados en el Cuzco y los guardados en Quito, ciudad con fama de opu-lenta, con mucho más oro que el recolectado en Cajamarca. Por ello, para ir con tiento, FranciscoPizarro avanzó primero al Cuzco y dejó, sin duda, para después, la conquista de Quito, nombrandoentre tanto,como Teniente de Gobernador de San Miguel de Tangarara a Sebastián de Benalcázar. Pero

la noticia de los fabulosos tesoros entregados por Atahuallpa se había regado en los pueblos habitados

21 Oviedo: GonzaloFernández de Oviedo fueuno de los más famosos cro-nistas de Indias, adonde viajóen 1513. Su obra más célebre,que se erigió como un textoclásico en el tema, es HistoriaGeneral y Natural de las Indias,publicada en tres partes(1526, 1851 y 1855).

22 Pedrarias Dávila: sobre-nombre de Pedro AriasDávila (1440-1531), conquis-tador español nombradogobernador del Darién en1513, cargo en que destacópor la dureza con que trató alos indios. Organizó variasexpediciones a Nicaragua yCosta Rica e inició las pri-meras exploraciones hacia elsur, que facilitaron el acceso

al Perú. Fundó Panamá en1519 y fue gobernador deNicaragua hasta su muerte.

23 Cajamarca: en esta localidadsituada al norte del PerúAtahualpa fue tomado presopor Francisco Pizarro a fina-les de 1532 ante la negativade aquel de ceder su imperioa los conquistadores españo-les.Al tiempo que se apresabaal rey inca, nada más expresar este su intención de conser-var su poder en el Tahuantin-suyo, las tropas de Pizarro selanzaron al ataque causando,así, una gran matanza.

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Ricardo Descalzi

FUNDACIÓN DE SAN FRANCISCODE QUITO Y EL NOMBRE

DE SU FUNDADOR

Ricardo Descalzi

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por castellanos y como ellos sólo buscaban enriquecerse para adquirir poder y honores, abandonaronlas villas, ciudades y asientos, convergiendo en oleadas a San Miguel de Tangarara. Ente ellos habíamuchos venidos de Nicaragua, antiguos compañeros de Sebastián de Benalcázar, quienes traían la noti-cia del aprestamiento de una flota armada por el Adelantado Pedro de Alvarado, Gobernador deGuatemala, para la conquista de las tierras de Quito, que no caían, según su entender, bajo la jurisdic-

ción de Francisco Pizarro. Si a ello se añadía la embajada recibida de los indios cañaris, enemigos delos quiteños, pidiendo alianza para luchar contra ellos, había suficientes razones válidas, como en efec-to lo fueron para disculparse más adelante, llegadas a sus manos, para emprender la conquista de estenuevo territorio. Juntó doscientos ochenta hombres, de los cuales los ochenta eran de caballería y selanzó resuelto a apoderarse de Quito.

No vamos a detenernos en los hechos, muy conocidos, de su lucha contra el heroísmo sinlímites de los indios quiteños al mando de Rumiñahui,24 en esa su defensa de tierra arrasada, ni sobre lacasi derrota española,salvada por la traición de los dioses tutelares de la raza aborigen,el Tungurahua, consu erupción en aquella noche memorable, y no el Cotopaxi como lo señala Juan de Velasco,25 erupciónque aterró con fatalismo categórico a las huestes indias desbandadas de espanto y más de superstición,porque el dios de fuego así lo ordenaba.Y aquí permítaseme una breve digresión, indicando cómo elPadre Juan de Velasco, nuestro primer histor iador, no sospechaba ni por asomo que el Tungurahua fueseun volcán, por eso atribuyó la erupción al Cotopaxi,muy alejado del sitio de la batalla,y al que sí cono-cía como tal, porque hizo su noviciado en el Asiento de Latacunga, al pie de dicho cerro volcánico.

Luego de varias batallas y escaramuzas, llegaron los conquistadores a la laguna de Colta, apoca distancia de la cual se levantaba la capital de los puruguayes, tendida en unas amplias llanurasdonde se alzaban sesenta mil chozas y que Juan de Velasco las señala de la siguiente manera: Liribamba,capital, según él,de los Régulos de Puruguay, que nosotros creemos,con todo el respeto que nos mere-ce el sabio historiador,debió llamarse Tiribamba, la actual llanura de Gatazo, de clima extremadamen-te frío, y tanto es esto verdad, que los vecinos y moradores de la antigua Riobamba, destruida por elterremoto de 1797, no quisieron trasladarse a ella por su clima gélido. No olvidemos que en quichuala voz “tiri” significa frío, y creemos que la llanura, por estos considerandos, debió llamarse Tiribamba y no Lir ibamba, sin duda error de fonética muy común en los primeros años de la conquista.

La segunda llanura, parte de la ciudad aborigen, la denomina Juan de Velasco comoCajabamba, que significa “llano entre dos estrechos o puertas”, que hoy corresponde propiamente al

sector de la estación de ferrocarril de la actual población de este nombre, y por último, la tercera lla-nura, actual ejido de la Villa, así como el lugar donde ella se asienta con sus dos parroquias deCajabamba y Cicalpa viniendo desde la laguna de Colta, la llama Riobamba, que significa “llano por donde se va o se sale fuera”, nombre quichua que los españoles de inmediato lo transformaron en lavoz Riobamba, por no entenderlo bien, primera palabra mestiza, oficialmente reconocida, conforma-da del término “río”, castellano, y el de “bamba” quichua, con el cual los conquistadores se conforma-ron, porque en realidad un río cruza la llanura, y la palabra significaría: río en el llano.

Continuó Sebastián de Benalcázar en su empeño de llegar a Quito y al fin pudo contem-plar la ciudad Inca desde el remanso que forma el Pichincha con el cerro Yavirac, hoy llamadoPanecillo, excrecencia volcánica, como lo es el cerro de Callo al pie del Cotopaxi, pero aún humean-te por el incendio de ella, ejecutado bajo el mandato de Rumiñahui, en su desesperada lucha de nodejar nada al invasor.

Desengañado Sebastián de Benalcázar al saber que los tesoros de Quito habían sido escon-

didos, ordenó dar tormento a cerca de cuatro mil indios según Luis Bossano,26 en busca de conocer dónde guardaron el oro apetecido, actitud que resiente su imagen, ya desfigurada por el mismo hechode ser conquistador y haber asesinado en Cajamarca a indios desarmados que defendían su gobierno,su hogar y su patria. Pero lo que en verdad mancha su nombre,destilando sangre inocente de sus manosbárbaras, lo imperdonable e injustificable, fue el asesinato a sangre fría de inocentes mujeres y niños,ordenado por Sebastián de Benalcázar, cuando en el Quinche salieron a recibirle,y él, feroz e inhuma-no, decretó la masacre al ver cómo los hombres, temerosos del tormento y la muerte, habían huido alas montañas. Sólo este hecho sería más que suficiente para borrar el homenaje a su nombre y honrar una plazuela de Quito con su estatua, pues con menos fiereza Hernán Cortés conquistó a los aztecas y el pueblo de México jamás, hasta ahora, le ha levantado un monumento, con el sólo recuerdo de sucalidad de conquistador. El cronista Herrera27 expresa que fue un gesto de crueldad indigno del hom-bre castellano y Monseñor González Suárez28 nos dice:“fue un crimen feroz, impropio de un cristia-no”. ¿Y es a este conquistador al que personas desconocedoras de la historia por fuerza, quieren endil-garle la fundación de San Francisco de Quito?

24 Rumiñahui: general delejército de Atahualpa que,asesinado este, había marcha-do a Quito,en donde ordenóesconder los tesoros del Inca,matar a las vírgenes del sol ydestruir la ciudad. Mantuvosu lucha rebelde en contra deBenalcázar hasta que estelogró apresarlo en Píllaro yllevarlo a Quito, en dondefue atormentado y quemadovivo junto con otros de sus

generales.25 Juan de Velasco (1727-1859): religioso jesuita rio-bambeño y fundador de lahistoria ecuatoriana conHistoria del Reino de Quito,publicada póstumamente yescrita en Roma, donde viviócuando se produjo la primeraexpulsión de los jesuitas delos territorios hispánicos(1767).

26 Luis Bossano: historiador,sociólogo y profesor universi-tario que se ha ocupado,

sobre todo, de los asuntosrelacionados con la nacionali-dad ecuatoriana. Entre susobras, que comienza a publi-car a finales de los años de1920,destacan Apuntes acercadel regionalismo en el Ecuador ,Notas sobre el campesinado ecua-toriano, Los problemas de lasociología y Tres panoramasnacionales, entre otras. Nacióen 1905 y murió en 1997.

27 Pablo Herrera: erudito ycronista ecuatoriano, cuyostrabajos datan de la segunda

mitad del siglo XIX. La opi-nión reproducida aquí seencuentra en su obra Apuntes

 para la historia del Reino de Quito.

28 Federico González Suárez(1844-1917): acaso sea el másalto historiador del Ecuador.Obispo de Ibarra y Arzobispode Quito, fue un eminentearqueólogo, orador, polígrafoe historiador. Entre sus obrasdestaca la monumentalHistoria General de la Repúblicadel Ecuador , en siete tomos, detono opuesto a la ideología

conservadora y eclesiástica.

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En su viaje hacia el norte Sebastián de Benalcázar encontraba los cántaros de oro y plata enCayambe y despojaba de láminas de plata el templo de Caranqui, despellejándolo como a SanBartolomé,29 según el cronista, mientras llegaba a Quito, en su seguimiento, su compadre Diego deAlmagro, para llamarlo al orden y defenestrar sus esperanzas de una Gobernación independiente delterritorio de Francisco Pizarro.Este encuentro tiene lugar en el mes de junio de 1534 y su gran impor-

tancia radica en un documento dictado por Diego de Almagro, el día 13 de este mes, al escribano quelo acompañaba, primer testimonio castellano en nuestro territorio.

Retornados a Riobamba, la Riobamba según ellos, conocieron la presencia en el callejóninterandino, entre Ambato y Molleambato, hoy cantón Salcedo, de los hombres del Adelantado Pedrode Alvarado, quienes transmontando la cordillera occidental, venían a la conquista de Quito. Diego deAlmagro,conocedor de los derechos que daba la conquista y enterado de los trámites a seguir en estoscasos, fundó de inmediato en la llanura de Riobamba, el 15 de agosto, día sábado de la Asunción, laciudad de Santiago de Quito.El acta de fundación se inicia con estas palabras:“En el pueblo de rrio-bamba, a quince días del mes de agosto….Año de 1534 funda el Mariscal Diego de Almagro la ciu-dad de Santiago de Quito, la cual dicha fundación dijo que la hacía e hizo en este pueblo de Riobambadonde al presente está… a que pareciéndole a su Señoría se pueda mudar a otra parte con él en sunombre…”, pues hasta entonces desconocían aun la tierra y no sabían si aquel era buen sitio para supermanencia.

El término fundación lo define la Academia Española de la Lengua como “principio, erec-ción, establecimiento y origen de una cosa” y el acta habla de fundación de una ciudad, por tanto, dela erección y establecimiento de la misma. El lunes 17 nombra los Regidores de Santiago de Quito yel miércoles 19 se instala el Primer Cabildo, Justicia y Regimiento en nuestro país, para considerar lasmedidas a tomar con el Adelantado Pedro de Alvarado.

Luego de numerosas comisiones y parlamentos, en definitiva hechas las paces entre los dosconquistadores que no es del caso relatar sus pormenores, el mismo Mariscal Diego de Almagro, antesetecientos castellanos, la fundación más concurrida en las Indias de una ciudad, fundaba el 28 de agos-to, de este año de 1534, en la ciudad de Santiago de Quito, la Villa de San Francisco de Quito, un díaviernes, honrando con este nombre a su socio el Gobernador Francisco Pizarro. El mismo día nom-bró Regidores y Alcaldes Ordinarios, tomándoles el juramento respectivo y designó a Sebastián deBenalcázar como Adelantado de estas provincias.

Monseñor González Suárez dice al respecto, en la página 1.059 de su Historia del Ecuador ,editada por la Casa de la Cultura:“De todos estos documentos, se deduce que los conquistadores fun-daron dos pueblos, el uno llamado la ciudad de Santiago de Quito y el otro la Villa de San Franciscode Quito”.Y continúa:“la fundación de esta nuestra ciudad de Quito se hizo, pues, el día en que secumplía un año cabal de la muerte de Atahuallpa”.

Suele decirse que fue una fundación de “jure”, porque la fundación de “facto” no se habíarealizado.Ya veremos cómo esta fundación de “facto” no se cumplió nunca, porque no existe acta quela testifique.La fundación estaba cumplida, el Acta suscrita el 28 de agosto era definitiva,más aún, por-que en ella nombraron Cabildo, Justicia y Regimiento que daba a una villa o ciudad el carácter real deexistencia, no queda pues resquicio alguno para dubitar sobre la existencia oficial y cívica de SanFrancisco de Quito, en el sitio de dicha fundación.

Con estos hechos verídicos, creemos que ningún giro inteligente o talentoso puede torcer la calidad del suceso real de esta fundación, testificada en el Acta, con Cabildo elegido. No importaba

no estar en el sitio señalado para la “instalación” de la Villa, ella ya existía en forma oficial y cumplía, acabalidad, el concepto de fundación que nos trae el Diccionario de la Academia de la Lengua Española.

Tres meses demoró Sebastián de Benalcázar en ir desde Santiago de Quito a la Quito-Inca,pues su lenta marcha traía como pretexto el ir profanando los cementerios aborígenes y dando tor-mento a caciques, nobles y plebeyos indios, para conocer dónde guardaban los tesoros. Era el saqueosistemático de la tierra por obra y gracia de la espada, el caballo y el arcabuz, contra la maza, la flecha y la lanza. El poder de la civilización de siglos embebida en las contiendas de guerras y matanzas, con-tra un pueblo que defendía su hogar asentado en su habitual horizonte y que tuvo el pecado capitalde poseer el oro en abundancia,obsequio de la naturaleza, para la confección de sus vasijas y adornos.

El 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, entró Sebastián de Benalcázar en el ejido llamado deTurubamba, donde acampó en busca de descanso, y el día domingo 6, avanzó con sus hombres hacia laciudad inca, reconstruida por Juan de Ampudia, ordenando de inmediato al escribano convocase al Ca-bildo para que administrase justicia. El acta famosa del 6 de diciembre empieza de esta manera:“En laVilla de San Francisco de Quito”.Este encabezamiento significa que la Villa está de hecho fundada, por 

29 San Bartolomé:uno de losdoce apóstoles de Jesucristo, aquien se atribuye la evangeli-zación de Asia Menor. Segúnla tradición, murió desollado.

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lo que señala el lugar en donde se escribe el Acta,pues de otro modo, al igual que para Santiago de Quitoo la Villa de San Francisco, hubiera comenzado indicando:“En la Quito-Inca…” o cosa por el estilo.

Recordemos que al fundar Santiago de Quito se inicia el Acta con las siguientes frases:“Enel pueblo de Riobamba…”Y para San Francisco de Quito encabeza la siguiente: “En la ciudad deSantiago….”Al iniciar la del 6 de diciembre:“En la Villa de San Francisco “, señala la existencia jurí-

dica de dicha población, y sólo se encamina a recordar al Cabildo la obligación que tiene de instalar-se para cumplir sus funciones administrativas, pues el escribano Gonzalo Díaz de Pineda, escribe losiguiente:“…notifique a los Alcaldes y Regidores de esta dicha Villa que residiesen y administrasen enella la justicia”, con lo cual deja por sentado la existencia de ella, ordenando a los miembros de dichoCabildo, taxativamente, a considerarse como vecinos obligados de la población.

Más aún, el Acta continúa con estas palabras:“… conforme a la fundación y elección quehizo el Magnífico señor Don Diego de Almagro, Mariscal de estos dichos Reinos de Castilla”, pala-bras que expresan sin dubitación alguna el reconocimiento que el mismo Sebastián de Benalcázar tienede cómo la Villa de San Francisco de Quito fue fundada por Diego de Almagro. En ninguna parte deesta acta, que ha hecho famosa la fecha del 6 de diciembre, el Adelantado se abroga ser el fundador dela misma, porque sabe que no lo es, y conoce las penas que le traería el usurpar un derecho conferidopor los Soberanos sólo a Francisco Pizarro y éste otorgado a Diego de Almagro, las dos cabezas de laconquista, según las estipulaciones suscritas.

Se deduce, por lo tanto, que la primera sesión del Cabildo, ya en el sitio designado para quefuncione la Villa, era un hecho de rigor, que Sebastián de Benalcázar sólo recuerda al Cabildo, comoGobernador que es de este nuevo territorio, en un acta que tiene un fin: conformar el vecindario quehabitaría la población. Pero esta primera reunión ni siquiera tiene lugar el día 6 de diciembre, sino diez y seis días más tarde, el martes 22 de dicho mes, cuando Sebastián de Benalcázar llama a los Regidorespara designar a dos substitutos cuyos principales fueron enviados en plan de conquista a la costa, acta quesólo firma Sebastián de Benalcázar y no la testifica el escribano. En realidad la primera sesión legal delCabildo, Justicia y Regimiento, tuvo lugar el día sábado, 26 de diciembre.Todos los historiadores seriosestán de acuerdo con estos planteamientos, porque no se pueden tergiversar los hechos al capricho degentes iletradas, conocedoras epidérmicas de la historia, que en un momento de euforia y tropicalismo,para dar jolgorio al espíritu y a sus sentidos, se inventaron el 6 de Diciembre como fecha de la funda-ción de Quito, y lo que es peor aun, le obsequiaron a Sebastián de Benalcázar esta fundación. Es hora

de entrar en el cauce veraz de la historia y darle al Adelantado los valores justos de su actuación, tantoque ni él mismo se declara fundador, sino un mero conductor de una Villa puesta a su amparo.Monseñor González Suárez expone al respecto:“… la fundación de Quito se hizo el 28 de

agosto…” Y luego:“Esta es la verdadera fundación de Quito,y por lo tanto, su verdadero fundador fueel Mariscal Diego de Almagro, quien dio a la nueva población el nombre de Villa de San Francisco”.

El doctor Remigio Astudillo nos dice:“Sebastiánde Benalcázar tomó posesión de Quito; inaugurala población, no la funda: varios meses antes laconquista”. Wilfrido Loor expresa: “Almagro…fundó la Villa de San Francisco de Quito para ser-vicio de su Majestad”. Fray Agustín Moreno,publica: “…no podemos menos de restituir alMariscal Diego de Almagro la gloria de ser el

fundador de la Villa de San Francisco de Quito”.Carlos Manuel Larrea, refiriéndose al 28 de agos-to de 1534, expone: “Aquella fecha señala… lafundación definitiva de San Francisco de Quito”.Fray Alonso Jerves nos dice:“Benalcázar, el con-quistador de ella y luego Instalador de la Villa deSan Francisco de Quito, más no su Fundador”.Ylo propio nos aseguran el doctor Luis Bossano yCristóbal de Gangotena y Jijón.

Ante esta abrumadora testificación dehistoriadores serios, investigadores tenaces y hom-bres probos, no se puede hablar más de un 6 dediciembre como fecha de la fundación de Quitoespañol, sino como el día en que se inscribieron

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los soldados y civiles para avecinarse en la Villa, llamando al Cabildo, ya nombrado en Santiago deQuito, para que comenzara sus sesiones en su calidad de Justicia y Regimiento, las que se iniciaron el22 de diciembre.

Verdad es que el día 6 se acomodaron en las casas preparadas por Juan de Ampudia en laQuito-Inca, todos quienes llegaron como tropa y autoridad, pues la traza de la Villa, aquella que podría

llamarse la conformación material de la misma, tuvo lugar quince días después, el domingo 20 dediciembre, fecha en la que se señalaron los solares y se marcaron las calles y las plazas, sobre el planoaborigen de la población. Esta sería la instalación de facto de San Francisco de Quito,cuya acta no exis-te para darle testificación.

Ni siquiera estas moradas fueron definitivas, pues el frío de la piedra con la que estaban cons-truidas, la ambición de buscar tesoros ocultos, hizo que la población aborigen sea casi arrasada,para conel tiempo ir los conquistadores construyendo sus habitaciones de adobón, bahareque, o bajareque ypaja, más acogedoras dado el clima frío del ambiente, porque aun en esos tiempos los dos Pichinchamostraban nieves en sus cumbres.

Si a todo ello añadimos cómo el sábado 26 de diciembre, en el primer Cabildo firmado por los Capitulares, uno de los Regidores expresa:“por cuanto el señor Mariscal Don Diego de Almagrofundó esta Villa…”, lo que prueba, una vez más, que quienes vieron y fueron actores de los aconteci-mientos afirman un hecho y confieren a un personaje la fundación de la Villa de San Francisco deQuito.Pero, en los años, se presentan ciertos “eruditos” que niegan todo lo afirmado por quienes fue-ron testigos de dichos hechos.

No deseo concluir este acápite sobre la fundación de Quito, sin recordar cómo hace cin-cuenta años,el 28 de agosto de 1934, al cumplirse cuatro siglos de existencia de la ciudad, el Presidenteque fuera en ese entonces del Ilustre Municipio quiteño, Jacinto Jijón y Caamaño, insigne historiador,discípulo de Monseñor González Suárez, rindió homenaje a la Capital con una sesión solemne con-memorativa de los cuatrocientos años de la fundación de la Villa de Quito por el Mariscal Diego deAlmagro. ¡Honor a quien supo respetar la Historia y mantener su Verdad!

 En Ricardo Descalzi, Cinco errores históricos de Quito, Quito,

Departamento de Artes Gráficas del Consejo Provincial de Pichincha, 1986.

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E s c u d o : representa la armadura defensiva de un guerrero y su figura ha sido extraída de la coraza.Varias son las formas que se dan a los escudos y cada una de ellas indica una raza o una

época.Ateniéndonos a la forma del escudo que ilustra la cédula original, esta es de figura combinada,muy usada en el siglo XVI, la que ha sido compuesta del escudo sanítico francés, y por la parte supe-

rior zagmada, del alemán.

C a m p o : espacio principal donde se ostentan las figuras culminantes del blasón, y campamentosagrado donde se representan las nobles acciones.

B a n d e r a o B o r d a d u r a   (circulus sentumgentilitum interius antebiens): es una piezahonorable de primera orden compuesta de una faja o borde que circunda completamente el ámbitodel escudo, ocupando generalmente de la 3ª a la 4ª parte extrema del campo. Representa una distin-ción especial y significa la mayor recomendación de nobleza y honorabilidad.

O r l a   (senti limbus): Es una pieza honorabilísima como la bordura,pero no es confundible con ésta,ni por su significado ni por su forma y colocación. La orla forma en sí una greca que rodea interna-

mente el escudo equidistante y sin tocar a sus extremos. Simboliza un hecho memorable, un recuer-do, una promesa o un emblema.Así pues, en este caso, el Cordón de San Francisco por orla (singulum

Descripción

Un Escudo sanítico30 zagmado31 en la parte superior. Su campo esde gules con bordadura azur y sobre esta lleva por orla un cor-dón de oro de San Francisco. Al centro del campo va un Castillo

de plata almenado a la güelfa y fortificado con tres torres; una de ellas álzase

a manera de atalaya flanqueada por las otras dos; todo guarnecido de puertas y ventanas abiertas. Fúndase el castillo metido en la cumbre de dos cerros desu color, con una cava verde central al pie de cada uno de ellos; dichos cerroshacen recíprocamente de los cuartos inferiores del escudo. El homenaje delcastillo va coronado con los siguientes atributos: una cruz latina de oro con supie verde de donde la sostienen en sus garras dos águilas negras grietadas deoro, afrontadas y en actitud azorada. El escudo va timbrado por un yelmo denoble todo de oro cerrado a canceles también de oro con la cimera formada deplumas de gules y azur. Por guarnición lleva el escudo un recorte encartucha-do y ornamentado con una pluma de gules en cada uno de los dos extremossuperiores, y un cuatrifolio32 en cada uno de los costados centrales de donde

pende un racimo de frutas.

Significado del Blasón

Las piezas, figuras y esmaltes que componen dicho escudo tienenel siguiente significado heráldico:

30 Sanítico: sin particiones quedividan su campo, en queaparecen sólo figuras y cuyocentro acaba en punta en laparte inferior.

31 Zagmado: levantado enpunta en la parte superior central.

32 Cuatrifolio: figura heráldicacon forma de flor de cuatro

pétalos iguales situados entorno a su corola.

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Pedro Pablo Traversari

ESCUDO DE QUITO

Pedro Pablo Traversari

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zona) viene a ser una figura parlante, emblema que representa el nombre de la ciudad, su santo patro-no; recuerda a su fundador y a sus memorables hazañas.

C a s t i l l o (castellum,ars,castrum): divisa solariega superior. Insignia de soberanía. Significa noble-za y lealtad exquisitas. Representa la magnitud de la fuerza, del poder y del valor. Simboliza la eleva-

ción y la grandeza de las acciones en la defensa de los amigos y aliados como para contener a los ene-migos y perturbadores de la paz. Demuestra haber sido defendidos y ganadores.Y como lo hemosdicho, el castillo representa además de entre lo bueno lo mejor, razón por la cual campea en las armasde España como emblema de los triunfos y glorias alcanzadas por las ciudades de Castilla.

Las torres que fortifican el castillo y principalmente la central, llamada del Homenaje, eranel reducto de seguridad que simboliza el enaltecimiento del poder.

Las puertas y ventanas abiertas significan generosidad y esplendor.

C e r r o s : simbolizan la grandiosidad de la naturaleza, y significan la magnificencia de las tierrasllenas de color, vida y de riquezas naturales. Demuestran la ciudad edificada sobre la más alta Cordille-ra y ser cabeza de provincia y asiento de gobierno.

La fundación del castillo (supra collis instructum) sobre cerros (en vez de peñas) simboliza ellugar mejor elegido y elevado por los merecimientos y condiciones especiales; y señala el sitio que esprivilegiado para la ciencia de la astrología.

C a v a s : representa una riqueza ilimitada:dones especiales de la naturaleza. Significa el trabajo y laabundancia de productos exuberantes, especialmente en los mineralógicos; y por su color simboliza elvigor, la fertilidad y la esperanza.

C r u z l a t i n a   (crux, stemma gentilitium): pieza de altísimo honor, y atributo de hechos favo-recidos por la religión cristiana e indica que sus castillos son auxiliados por la Santa Cruz. Insigniasagrada que la llevaban por timbre en sus banderas y estandartes, con la que lograron tan maravillosostriunfos, confiados a la Mano Todopoderosa.

Presagio feliz de victorias con el que alcanzaron milagros como el de que los dardos y sae-tas lanzadas por los enemigos, dando en las peñas, volviesen con el mismo ímpetu a los mismos que

disparaban ya cegados por los resplandores que salían de las cavas en las peñas.Testimonio de haber dado ministros evangélicos que llevaban la fe en la insignia del salva-dor, y de los muchos prodigios que allí se experimentaron.

E l p i e v e r d e : simboliza la base solidificada sobre la cual descansan los sentimientos cris-tianos; y con su esmalte repetido en otras piezas, confirma hasta la evidencia el vigor, la fertilidad, laesperanza y la caridad, confiadas a la fe de la cruz que sustenta.

 Á g u i l a  (crysaetus): el águila y el león son las dos figuras más nobles del blasón.El águila la tuvie-ron por divisa real las más poderosas legiones de los primitivos pueblos. Los troyanos como descen-dientes de Dárdano, hijo de Júpiter, la ostentaron antes que otros en su escudo, para representar la fi-gura del dios Júpiter con el dominio y poder de su imperio. Los Medos y Lacedemonios también lausaron, como así mismo los Griegos y , de un modo especialísmo, los Romanos, que la tenían como

dispensadora de la luz,de la fertilidad y de la dicha; como anunciadora de la voluntad del Ser Supremo y como símbolo de la majestad y de la victoria.

Emperatriz de las aves y, como tal, la más fuerte y animosa por elevarse con superioridad alas vecindades del mayor planeta, siendo de perspicacísima vista y, por consiguiente, símbolo de gene-rosidad del ánimo a empresas grandes y lúcidas;elevándose sobre alas de nerviosas operaciones,porquesea el vuelo de bizarría del espíritu y que en la mayor altura no deja de mirar atentamente las obliga-ciones de su ministerio. Significa la intelectualidad,la fuerza,la perspicacia, la veracidad, el poder supre-mo,el valor, la ventura y la felicidad.Representa el Sol y su cercanía; la guardia de los tesoros y la exqui-sitez de las hazañas.

No se concedía esta insignia en América sino por un grande heroísmo, señalado en valor,generosidad y conducta; como asimismo la daban los Emperadores, sólo por servicios particulares y enproporción a los méritos.

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Algunos obtenían sólo la cabeza, otros naciendo, otros entera, y la más importante era conlas alas desplegadas, en actitud rampante y volante. El encontrarse en vuelo al pie de la cruz afrontadasmostrando el pecho y la cola con las plumas dispuestas en abanico, indican la magnificencia, la valentía y religiosidad con que guardan el sagrado atr ibuto que sostienen como también todas las figuras delblasón que cubren y protegen.

Las grietas de oro demuestran prosapia real. Por último, el águila, atributo mitológico deZeus que personifica a Júpiter Amnón,es distintivo de divinidad y símbolo de la inmortalidad del almahumana y de las artes.

El color sable (negro) simboliza una jerarquía elevada. Representa la tierra y, de las virtudescardinales, la prudencia.Y entre otras cualidades, la devoción.

 Y e l m o : celada, casco o morrión de nobleza y ciudadanía. Insignia honorífica militar. Simbolizala distinción especial con la que se timbran los escudos de los caballeros, de los guerreros, de las casasnobles y de las ciudades privilegiadas.

Puesto enteramente de perfil, mirando al lado derecho, en señal de su legitimidad, con reji-llas claveteadas de oro, con la bordadura de este mismo metal y forrado de gules; es la pieza más hono-rable concedida en América.

Según su forma, metal y posición, significa, pues, el grado de mérito, el título de nobleza yla dignidad del propietario del escudo.

Los yelmos que ciman33 los escudos de ciudades tituladas son por lo general puestos de plenoperfil. Los que son lisos, de plata, bordados de oro y cerrados como los que usaron en los siglos XV yXVI, representan simplemente el título de noble. Los de oro, abiertos, a canceles del mismo metal,representan el título de muy noble, como lo es el concedido a la ciudad de Quito.

No era permitido, y las leyes de la heráldica lo prohíben, el timbrar con cascos los escudosde ciudades y comunas, sino por concesión especial o por título reconocido.

C i m e r a  : Bureletes: penacho ornamental. Figura blasónica que generalmente se compone deplumas y coronan la cima del casco. Significa nobleza elevada y es el distintivo con que se representaalguna empresa ilustre. Gentilitia insignia super galeam depieta.

Los colores del plumaje son los de los dos esmaltes principales del escudo; de gules las cen-

trales y azur las de los extremos. Denotan los varios pensamientos que proyecta la cabeza y ejecuta elbrazo.

L a m b r e q u í n o g u a r n i c i ó n : pieza ilustre.Atavío formado de recortes volan-tes y ondas alternadas que circundan el escudo.

Esta pieza se compone de dibujos variados y caprichosos, pero siempre en relación a laépoca que representa y al escudo que guarnece.

Las guarniciones son comúnmente formadas de hojas y a veces de plumas, como los buru-letes34, pero siempre significan las cualidades y las prendas morales que hacen más recomendables yhacen aumentar el lustre. Representan las armas defensivas que resguardan al guerrero.

Simboliza las ramas de olivo o laurel con que los antiguos caballeros eran coronados sobresu yelmo en señal de victoria.

Esta guarnición va ornamentada por dos plumas rojas que significan superior nobleza y

mayor distinción.El racimo de frutas que tienen los costados, pendientes de un cuatrifolio simboliza la ferti-

lidad mayor, la abundancia, la riqueza y exquisitez de productos de una tierra privilegiada que la hacenbajo especiales aspectos aun más recomendable.

Colores, Esmaltes

G u l e s (esmalte rojo, colorado, encarnado, encendido): el color que tiene más vida,siendo el primero del espectro solar y por esto es consagrado al sol. Uno de los colores más preciadosde los cinco principales usados por el blasón; según el autor inglés Spillman representa al planeta Marte.Este color por su semejanza con el fuego simboliza la guerra, el valor, el amor ardoroso y activo y laplenitud del amor divino. Por esta última razón la fe católica ha consagrado el color rojo a Jesucristo

33 “ciman”: el verbo ‘cimar’,no existe en español.Aquí loemplea el autor en vez de“que están encima de”.

34 Bureletes: especie de cor-

dones con que se suelen atar los penachos y lambrequines.

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35 Orden española de Carlos

III: orden militar fundada por Carlos III el 19 de septiembrede 1771 como acción de gra-cias por el nacimiento de sunieto, el infante CarlosClemente,hijo del Príncipede Asturias. Su objeto fuepremiar a los que se significa-ran por su mérito personal oadhesión al Rey.

36 Taaroa: divinidad tahitiana.Creó el mundo pero, enfure-cido contra la humanidad,sepultó a la tierra en el mar ytan sólo permitió que emer-giesen algunas de las cumbres

más elevadas, que serían lasislas actuales.

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salvador de la humanidad, como hijo del Padre Eterno, de quien procede el divino amor.Con este finse representó en las inscripciones y mosaicos de los monumentos de los cristianos antiguos, que aún seconservan en Roma.

 A z u r : color del cielo sin nubes y del antiguo añil (blao, zafiro, celeste, turquí). Es el

quinto color del espectro solar y el más noble de los cinco esmaltes principales usados en el blasón.Representa, según unos, al planeta Júpiter; según otros, a Venus; a los signos zodiacales Tauro y Libra, alaire, al zafiro, a los meses de abril y septiembre, al día viernes, al acero, al álamo, a la violeta, al pavo yal camaleón. Simboliza la piedad, la templanza, la lealtad, la dulzura, la perseverancia, la majestad, larecompensa, la fidelidad y la buena reputación.Significa alabanza, justicia, hermosura, nobleza, vigilan-cia, celo y recreación.

Fue color adoptado por la mayor parte de los pueblos como el más conocido y preciado enla antigüedad.“Obliga a los que lo tienen en sus armas a prestar socorro a cuantos, siendo fieles servi-dores de los príncipes, se encuentren sin remuneración por sus servicios”. Campea en el escudo, insig-nias y trajes de la orden española de Carlos III.35

Además, este color posee las mismas cualidades de los metales oro y plata.

 V e r d e (sinople). Esmalte color de hierba fresca y de las plantas.Representa al planetaVenus, al agua, a la Naturaleza con sus elementos verdeantes; entre las piedras preciosas, la esmeralda yentre las frutas la manzana. Símbolo de la primavera en su vigor. Significa de las virtudes teologales, laesperanza; y de las cualidades, el honor, la civilización, el vigor, la edad más vigorosa de la vida, la cor-tesía, la alegría y la amistad. Demuestra la Victoria y el Comercio.

O r o (metal amarillo, rubio): el más caracterizado y preciado de todos los conocidos. Enheráldica es considerado como el primero y más noble de los cuerpos metálicos. Representa al Sol y,según las tradiciones mitológicas, lo suponen hijo de Taaroa.36 Simboliza la luz, la riqueza, la herencia,la inalterabilidad, la diligencia, el poder, la abundancia y el esplendor. Significa el triunfo y el trabajo,la recompensa y la excelencia de costumbres.

La ley heráldica observada en esos reinos determina que nadie puede usar metales de oro yde plata en su escudo, no siendo caballeros armados en órdenes militares.

P l a t a   (metal blanco y sonoro): el más precioso después del oro y platino. Es uno delos más usados en el blasón, el primeramente conocido y el que más representaciones ha tenido desdelos tiempos antiguos.Representa a la Luna y fue consagrado a esta por los pueblos primitivos,a la estre-lla sin manchas y a la perla, todo en atención a su maravillosa blancura.

Simboliza las virtudes cristianas, tales como la fe, la castidad, la humildad, la santidad, la vir-ginidad y la temperancia.Significa la verdad, la libertad, la integridad de costumbres, la pureza, el celo,obediencia, firmeza, vigilancia, gratitud, la elocuencia de un ciudadano, la habilidad y la ilustre proce-dencia.

Versión tomada de Quito,150 años de capital de la República,

Quito, Municipio de Quito, 1980.

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E L C O N C E J O M U N I C I P A L D E Q U I T OC O N S I D E R A N D O :

Que por Cédula de 14 de Marzo de 1541, el Rey Carlos V de España honró a la Ciudad de Quitocon la concesión de un escudo de Armas;Que el estandarte de la Ciudad fue usado por el Cabildo desde remotos tiempos en todos sus actos

públicos;Que según informes de la Academia Nacional de Historia y de los Peritos nombrados al efecto, dichoEstandarte estuvo constituido por las Piezas Honorables del Escudo de Armas; yQue es deber de la Municipalidad conservar los símbolos que informaron nuestra ciudadanía,

D E C R E T A :Art. 1.- El Estandarte que portarán las dependencias del Concejo estará formado por un rectángulovertical, cuya relación entre la longitud y la anchura será de cuatro a dos.Art. 2.- El campo vertical del Estandarte se dividirá en seis partes, correspondiendo las cuatro centra-les a los gules37 y las dos laterales al azur.Art. 3.- Un Castillo plateado de cinco proporciones de largo por tres de ancho irá al centro de losgules, siendo su ancho máximo la mitad de los gules.Art. 4.- La parte baja del Estandarte formará un corte triangular interno, en proporciones simétricas,

cuyo vértice estará en el límite superior del último cuarto.Art. 5.- Al Estandarte sostendrá un asta en forma de cruz, de cuyo punto de cruce colgará el Cordónde San Francisco en color de oro bajado en dos partes hasta la mitad del Estandarte, por el centro delas franjas del azur.Art. 6.- El Pabellón que se izará en el Palacio Municipal y en las festividades de índole local estará for-mado por un rectángulo horizontal, cuya relación entre la longitud y la anchura será de tres a dos, divi-dido verticalmente en seis partes, correspondiendo las cuatro centrales a los gules y las dos laterales alazur: al centro de los gules irá una figura honorable de Primer Orden, el Castillo, símbolo de la forta-leza, nobleza y lealtad de Quito.Art. 7.- El Castillo en la Bandera tendrá un ancho igual al de la cuarta parte de la longitud de los gules y sus proporciones entre la longitud y la anchura será de cinco a tres.Art. 8.- Del extremo superior de un asta blanca penderá el Cordón de San Francisco en color del mesde Mayo de mil novecientos cuarenta y cuatro.

EL PRESIDENTE DEL CONCEJO EL SECRETARIO MUNICIPAL(f). Humberto Albornoz (f) César Bahamonde

 JEFATURA POLÍTICA DEL CANTÓN, a 20 de mayo de 1944.

EL JEFE POLÍTICO EL SECRETARIO(f) Cadena C. (f) Eduardo Sáenz

Versión tomada de Quito, 150 años de capital de la República, Quito, Municipio de Quito, 1980.

37 Gules / Azur: para aclarar su significado, léase “Escudo

de Quito”, reproducido enpáginas precedentes.

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Pedro Pablo Traversari

LA BANDERA  Y EL ESTANDARTE

DE LA CIUDAD

Pedro Pablo Traversari

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C O R O

Nuestros pechos, en férvido grito,te saludan, Ciudad inmortal;

gloria a ti, San Francisco de Quito,en tu historia “muy noble y leal”.

IEn las faldas inmensas de un monte

tu grandeza buscó un pedestalpara henchir tu ambición de horizonte

 y colmar tu ansiedad de ideal.

IIOh Ciudad española en el Ande,oh Ciudad que el Incario soñó,

porque te hizo Atahualpa eres grande y también porque España te amó.

IIICuando América toda dormía,oh muy Noble Ciudad, fuiste Tú,la que en nueva y triunfal rebeldía

fue de toda la América luz.

IVCon la audacia triunfal que blasonas

 ya tus hijos lucharon ayer, y trajeron al grande Amazonascual trofeo de reina a tus pies.

V

Aunque el tiempo veloz siempre rueda y se esfuma en su noche el ayer,siempre intacta tu gloria se queda y es la misma en los siglos tu fe.

Letra de Fray Bernardino Echeverría R. o.f.m. y música de Fray Agustín de Azcúnaga, o.f.m.

Tomado de Quito, 150 años de capital de la República, Quito, Municipio de Quito, 1980.

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Fr. B. Echeverría. (letra)

Fr. A. de Azcúnaga (música)

HIMNO A QUITO

Fr. B. Echeverría (letra). Fr.A. de Azcúnaga (música)

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El caso de la Reina Quilago no es una rareza de la organizaciónsocial y política de los pueblos llactayos,38 sino una realidad viva de cómo el americano reconoció iguales méritos al gobierno de

las mujeres. No fue como entre los cuzqueños, que la mujer sólo hacía el oficio demadre, tal es el caso de las Coyas, mujeres nobles de los Incas, grandes señoras y no más. En el Reino de Quito fueron reinas-gobernadoras en todo el sentido

de la palabra y con todas las connotaciones políticas. La Quilago fue una reina-gobernadora con mando [...].

En igual forma, en el trópico o yunga baja, no falta el gobierno femenino que, del mismomodo, sólo con diferencia de tiempo, jugó un papel importantísimo en el desenvolvimiento histórico-político de los pueblos.

En Santa Clara de Daule, San Agustín de Chanduy y Colonche, aparece como señor natu-ral doña María Cayche, hija de don Alonso Chauna Chasi, cuyos abuelos sirvieron en diferentesempleos políticos y militares, con aprobación “especialmente en las conquistas que en la dicha provin-cia de Guayaquil se ofrecieron”. De esta señora salió un extraordinario mestizaje en algunas ciudades y pueblos de la costa; y sus descendientes, como don Tomás Caiche, Juan Teodoro Caiche y JoséCaiche, se distinguieron por sus servicios en todo lo que es la provincia del Guayas. No hay que olvi-dar que don Tomás Caiche fue Alcalde Mayor de Naturales de la jurisdicción de la ciudad de Guayaquil

 y doña María, su antecesora, la curaga o cacica más distinguida que ha tenido el gobierno femeninode la costa.Por lo dicho y expresado, con la debida claridad y utilizando la nomenclatura de mando de

los llactayos, no es preciso caracterizar a estas mujeres valerosas y heroicas con los calificativos demamacuraca o callapayoc huarmi, mama sonco o mamalla guarmi, que tan comedidamenteofrece en su estudio Espinosa Soriano, refiriéndose a Quilago. Los Quitu-Caras denominaron a susmujeres guerreras zona-mantas o mujeres con mando, tal es el caso de las amazonas madres y muje-res que entraron a la leyenda.

Al decir en la primera parte de este párrafo que Cochesquí (Cochesquí, deformación delprimitivo cuchá: lago, laguna, mas qui: mitad, refiriéndose a la mitad del mundo, esto es, lago de lamitad) tenía una dependencia horizontal con Cayambe y sus señoríos,nos referíamos a que una mismageografía y demografía les unían; y, por lo mismo, una común cultura como prerrogativa del valle deCayambe y la meseta de Tabacundo.Agregábamos la dependencia vertical con los angos, tulcanes y

taques, con quienes mantenían iguales relaciones de parentesco y de cultura.Si sólo miramos el gobier-no de ese bulu,39 observamos que se alterna entre las mujeres (las quilagos) y los hombres (los puen-tos), angos y tulcanes.

Con esto queremos manifestar que Cochasquí, en un momento de la protohistoria, igualque Hatun-Sigchos, adquiere relieve por sus singulares mujeres de guerra: la Reina Quilago con elapoyo de sus angos, puentos, muenangos y tulcanes a fin de enfrentar al César de América, HuaynaCápac, y la Caxana Unayssa en Hatun Sigchos.40

No hay razón válida, como ya dijimos,para destacar a Cohasquí como un Reino o un Estadoindependiente de los puentos o angos; es simple y llanamente un bulu extraordinario que se destacó delos demás en la defensa de su territorio. La mama Quilago de Espinosa Soriano no es otra que la zonaQuilago de los quitu-caras. Esa dependencia vertical y horizontal en la que venimos insistiendo desdeel comienzo del trabajo, la confirmó Carlos Emilio Grijalva en su Toponimia; este autor advierte que“el territorio de Cayambe debió haberse constituido en uno de los centros de población más impor-tantes entre los cacicazgos de Caranqui,Cochasquí y Perucho,bajo la dinastía de los puentos”.*

38 Llactayos: patrios, autócto-nos, aborígenes.

39 Bulu: familia social o ayllu.

40 Caxana Unayssa en HatunSigchos: reina indígena de laregión de los Yumbos colora-dos.

* Carlos Emilio Grijalva:Toponimia, 1947, p. 132.Nota del editor: Los asteris-cos señalan las notas al pie

insertas en la versión originaldel texto.

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Piedad y Alfredo Costales

LAS QUILAGOS (LA REINA QUILAGO)

Piedad y Alfredo Costales

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Las Quilagos. Hacia 1445, año en el que según las cronologías el Inca Túpac-Yupanqui, ala cabeza de su ejército, se propuso conquistar las tierras del Norte, el entonces Reino de Quito habíalogrado consolidarse después de la fusión entre Quitus y Caras. Los pequeños estados confederados delnorte: Imbas (Quitus) y Angos (Caras), diversificados en muchas familias, logran concentrar su demo-grafía en una buena porción de territor ios del norte, apareciendo los señoríos que luego habrían de

ofrecer resistencia los cuzqueños.Al rastrear el origen totémico de aquellos pueblos, sabemos que A-Shimbu y A-Rucu (los

padres antiguos que nacieron de las profundidades del mar por obra y gracia de un abrazo entre el sol y la luna), cuando trasmontan la cordillera desde la selva (selva baja) vienen guiados por un tigre, deno-minado en lenguas quitenses Quela. En homenaje de gratitud, desde entonces, inmortalizaron a esteguía llamando a sus reinas Quelagos o Quelacos; mujeres guías, especie de norte de los pueblos quehabían llegado desde el mar.

El problema de las nomenclaturas en los pueblos quitu-caras es que aún no han sido iden-tificadas y restituidas adecuadamente; por eso, en base de una proverbial pereza histórica, se han reco-gido, sin esfuerzo crítico alguno, aquellas empleadas por los cuzqueños conquistadores.

Hablando de los cuzqueños, el propio Garcilaso,41 en su Historia de los Incas, en el capítuloXXVI, bajo el título de “nombres reales y la significación de ellos”, advierte sobre los nombres y ape-llidos de las mujeres de la sangre real: “a la Reina, mujer legítima del Rei, llaman Coya, que quieredecir reina o emperatriz” (p. 116) o, más efectivamente, la denominan Mamachic, que quiere decir:nuestra madre.

En igual forma, los Quitu-Caras, con el mismo significado que daban los cuzqueños a susreinas, las denominaron Quelago o Quelaco: Reina, Señora,madre de todos,con un significado muyvasto.

La Quilago o guía tigre de un pueblo que buscaba tierra habitable para sus gentes, se hizocomún en todos los pueblos quitu-caras de la región interandina, casi desde las vertientes del norte delnudo del Azuay hasta el río Carchi o Tulcán [...].

El nombre totémico del Quela no sólo se hizo común entre las reinas, sino que formó partemuy importante del apelativo de los Duchicelas, famoso en la dinastía de los puruguayes. Igualmentelas Quilago,y en menor proporción las Pillapaña, nombres aplicables sólo a las mujeres, formaron partede los símbolos regios de las diferentes casas y fundaciones quitu-caras, regadas en todo el territorio.

La lingüística nos ayuda a entender el significado de los términos Quilago y Pillapaña, iguales o muysemejantes al Coya de las jerarquías cuzqueñas.Ahora bien, el antropónimo Quelago o Quelaco, pasa a la historia escrita fonetizado por los

cronistas; así, Cabello y Balboa, Montesinos y otros autores mencionan a la Reina Quilago deCochasquí la gran Reina quitu-cara.

Después de la conquista del Reino de Quito, cuando la fusión entre cuzqueños y quitus fueirremediable, aparece el antropónimo Quilago aplicado a la madre de Atahualpa. El propio Cieza deLeón trae este significativo y hermoso dato etnográfico, asegurando que Atahualpa nació en Quito yque su madre fue una india Quilaco llamada Tupac Palla; luego hizo suya esta tesis Jijón y Caamaño,con poca o ninguna fortuna.

Tanto Cieza de León como Jijón y Caamaño están en lo cierto en este punto:Atabalipa fuehijo de una Reina quiteña, es decir, una Quilago. Velasco reafirma la tesis agregando, al hablar deCaranqui, que existía “la antigua ciudad de los indianos, célebre por su magnífico palacio real donde

nació el inca Atahualpa”. Cieza de León, conocido por acucioso, preciso y serio, cuando habla de laQuilago madre de Atahualpa, quichuiza el antropónimo con Tupac-Palla, porque según las leyes de lasucesión la palla era una concubina de sangre real, a la cual podría haberse llamado a la vez Mamacuna,extranjera noble. No hay duda respecto de que la madre de Atabalipa fue una Quilaco o ReinaQuiteña, en este caso muy particular, Paccha Duchicela.42

La descendencia de las Quilagos quedó en Caranqui de modo permanente; así lo confirmala etnografía del lugar:“Coya-quilago se llamaba la reina de Imbaya (Quitu) a la llegada de los Carasen el siglo VII”.*

“Quilago,nombre de la tradicional princesa heredera del Reino de Imbaya con la que por ambición política se dice casó el conquistador Carán Shyri Quitumbe,dejando abandonada la isla Puná y en ella a su esposa Lira”.** Los interesantes datos de Coba Robalino mezclan en el antropónimo elquichua con el quitu. Coya-Quilago será dos veces reina. En las dos versiones se está diciendo de ellaque es la reina del bulu de los imbayas, advirtiéndose con claridad que es Quitu, antes de fusionarsecon los Caras, época en la que Caranqui fue el centro de su expansión cultural.

41 Garcilaso: Garcilaso de laVega, el Inca. Historiador delas Indias nacido en Perú en1539. Descendiente de lasnoblezas incaica y españolapor línea materna y paternarespectivamente, llevó conorgullo su condición de mes-tizo.A los 21 años marchó aEspaña definitivamente y allípublicó su Historia de los Incas(1605) y los Comentarios reales(1609-1617), su obra másfamosa.

42 Nótese la divergencia entreeste dato, que Fernando

 Jurado Noboa califica de“absurdo histórico”, y la con-clusión a la que llega el men-cionado historiador en eltexto que sigue a este:“Lugar de nacimiento, fecha y ascenden-cia familiar de Atahualpa”.

* Coba Robalino, José María:“Orígenes del quichua”,Gaceta Municipal nº 122, p.221.

** Coba Robalino: ibíd : nª126,p.233.

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En el mismo pueblo de Caranqui, Caranque, hacia 1650 aparecen estos datos: “DoñaPetronila Puraquilago hija legítima de Doña Juana de Carvajal, hija que lo fue de D. Gabriel CarvajalAngo y de Dña. Francisca Chapinta mis abuelos caciques y señores principales que fueron del pueblode Caranque de la Real Corona”.*

Doña Juana Carvajal, su madre, casó con don Francisco Salvador, indio cantor y ella se unió

en matrimonio con Lázaro Imbas-Imbas, del pueblo de Puembo. Su madre, a más de las tierras quele dejara en Ambuquí,vendió a los padres jesuitas en el sitio y valle de Yambo Yachechiquil de la juris-dicción de Pimampiro, veinte caballerías de tierras.43 Por el testamento de doña Juana de Carvajal sesabe que “fue natural del pueblo de Caranque hija legítima de don Gabriel Carvajal”,** tuvo ademásde la Puraquilago a su hijo Juan Carvajal que testó en Puembo el 10 de diciembre de 1625.

En la misma población de Caranqui figuran en la etnografía del lugar doña María AtabalipaParaquilago, nieta del Inga Atabalipa,quien luego casara con el cacique de Tontaquí, don Luis Carvajal, y que fuera a la vez hija de doña María Atabalipa de Puruguay grande [...].

Los señores de Cayambe, como los de Caranque, los Puentos, se unieron igualmente enmatrimonio con las Quilagos [...].

En el propio Caranque y por la misma época doña Isabel Ango Quilago casaba con LuisGuzmán [...]. En todos los apellidos femeninos de Caranqui, creemos que las bases antepuestas aQuilago (Imba-Quilago,Arra-Quilago...) son cualidades personales de las reinas y manifiestan la pro-cedencia geográfica de los bulus. El apellido Quilaco de Quela podría proceder del Chafiquí (cayapa)Qui-Laacanu: la asoleada de la mitad, la mujer luminosa, la solar; prerrogativa, como se ve, del señoríoo mando [...]. La base Imba, del cayapa In: mío posesivo y balla: trenzado, equivaldría a decir los pose-edores de la trenza. Aba, en cayapa, diría: larga, ancha, queriendo significar el amplio espacio de sugobierno o mando. Arra o Anrran, de Arau: regado, sembrado, calificativos de las quilagos comocabezas de los pueblos agricultores.

En Quito, como asiento de los reyes e igualmente en Guayllabamba, la presencia de lasQuilagos es evidente, especialmente en los barrios de San Roque,Santa Bárbara y San Blas. El propiodon Pedro de Zambiza Zimbaña, alcalde mayor de los naturales llactayos, casó en primeras nupcias condoña Beatriz Sillin-Paso (Shilli-Panu:idioma de los Shillis) hija natural de don Alonso Collaguazo, caci-que principal de los indios quitos, la segunda vez lo hace con doña Inés Imba-Quilago, del bulu de esenombre [...].

El área de difusión del antropónimo de las Quilagos, según supone aventuradamenteEspinosa Soriano, se concreta escasamente a un pedazo de la geografía imbabureña [...].No cabe dudaque se puede argüir que la posterior difusión del antropónimo, luego convertido en apelativo, obede-ció a desplazamientos, a movimientos internos de población o también a enlaces matrimoniales entreseñores de las diferentes regiones. Pero por lo que sabemos no fueron estas las razones de su difusióno las que llevaron a la dispersión por la tierra india de aquellas coronas de mando entre los quitus.Podría decirse que el área Imba de los Quitus se estableció desde muy antiguo en lo que luego se llamólas cinco leguas de la jurisdicción de la ciudad.

La difusión de la nobleza a través de este nombre totémico pudo, en algunos casos, obede-cer a desplazamientos; pero en la totalidad partió más bien de un patrón de asentamiento muy anti-guo.Ni siquiera la tributación, la mita o cualquier otra actividad pudo ocasionar su desplazamiento, yaque la mayoría,mejor dicho, la totalidad, pertenecía a las jerarquías y éstas cuando eran de cacicazgostenían ciertos privilegios (como aquel de no hacer mita y no tributar por mandato de la Ley).Las ubi-

caciones que encontramos en la Colonia son las mismas que debieron existir en prehistoria y proto-historia; de ahí que el área de difusión va mucho más lejos de lo que supone Espinosa Soriano, comoveremos a continuación.Hacia 1715, en la sub-área Puruguay de los Hambatos (en la Encomienda deReal Corona), aparece la cacica doña Francisca Anrra-Quilago y luego su hija doña Gertrudis Anrra-Quilago, quien casó con el cacique principal del pueblo de Pasa, don Gerónimo Carlos Amanta.

Los grupos quitu-caras eran unidades sociales completamente desarrolladas en aquella leja-na época; por lo mismo, sus componentes políticos obedecían a los señoríos vertical y horizontalmen-te establecidos, conforme a las necesidades de los pueblos que habían logrado llegar a la jerarquiza-ción. Por ello es que cuando llegan los cuzqueños, éstos tienen que batallar de igual a igual con loshabitantes del Reino de Quito. Acaso por esto Cabello y Balboa llama a los naturales de QuitoQuilacos; posiblemente porque el mando de estas reinas trascendió a las fronteras y en el entendi-miento mismo dejaron constancia de su valor y heroísmo. La tierra de las quilacos o mujeres quegobernaban y mandaban dio su nombre al Reino todo y no porque quilacos se hayan denominadosus habitantes.

* ANH/PQ. Sec,. Indig. Caja23 “Doña PetronilaParaquilago, por tierras enIbarra”,1650.Fol. 5.

43 Caballerías de tierras: lacaballería de tierra era unamedida agraria, ya en desuso,equivalente a 38,63 hectáreas.

** ANH/PQ, ibíd , fols. 5 y5v.

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Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales deja una nota discordante respecto de este nobi-lísimo antropónimo, al decir que la nación Quilaco estaba compuesta por “ gente vilísima, tan mísera yapocada” que vivía en la provincia de Laussi en un valle templado y frío y que esto disgustó tanto alInca que le obligó a un castigo infamante. El dato de Garcilaso resulta malévolo y tendencioso: bienpudo ser que una persona, inclusive un bulu hubiera tenido estas características y que por ello fueran

denominados Quillacuna o quillas; esto es, ociosos, perezosos, en la lengua del inca o runa shimi, quedista años luz del Quilaco o Quilago quitu-cara como nombre para Reinas.Podría haber sido, además,una alusión a los adoradores de la luna porque quilla es luna en runa-shimi o porque llevaban algunosgrupos aborígenes narigueras en forma de luna. Estas quichuizaciones, las más de las veces estudiadasa la ligera, dan lugar a imperdonables errores.

Quilaco no significa avaro o mezquino, como asevera Espinosa Soriano, sino simplementeocioso.Nada creíble es la imposición de tributo de la que informa Garcilaso, aunque González Suárez,admitiendo la misma peregrina tesis, llama a los naturales de Alausí y Guasuntos “abyectos quillacos”.Quépoco enterados estaban los historiadores antiguos y aun los auto-titulados etno-historiadores moder-nos, en el uso y manejo del quichua y de los dialectos quiteños; esa ignorancia, desgraciadamente, leslleva a decir estupideces mayúsculas [...].

El área de difusión de Quilago rebasó Puruguay, apareciendo en los cacicatos de Alausí oLusí.Así, en 1642,“Don Juan Llangarí, cacique del pueblo de Pomallacta” disputaba una cuadra de tie-rras a doña Juana Quilago y Elvira Quilago, madre e hija respectivamente, que la habían poseído por más de sesenta años. Las Quilagos aparecen en toda la región con mucha frecuencia, no así entre losChimbus de Bolívar por haber sido copados estos por mitmas.44 En el mismo pueblo de San Jacintode Pomallacta, en los libros bautismales, se encuentra un buen número de apellidos femeninos con labase o el final quilaco, testimonio de estos bravos adoradores de la luna o dependientes de sus gobier-nos femeninos.

Desde la vertiente sur del Nudo del Azuay, la denominación Quilaco desaparece por com-pleto, lo que lleva a pensar que esos bulus, perteneciendo como pertenecían al Reino de Quito, en lanomenclatura lingüística de las jerarquías no contaban con aquel vocablo para denominar a sus Reinas.Por falta de testimonios escritos creemos que esto es así; posiblemente la difusión llegó más lejos toda-vía, cosa que habría que probar posteriormente.

Lo que confirma nuestro criterio es que después de más de sesenta años de la conquista de

los cuzqueños, y a partir de esa fecha, durante los cuatrocientos cincuenta años de la conquista espa-ñola (y a pesar de la superposición lingüística del runa-shimi y del español), la voz Quilago o Quilacoha permanecido victoriosa en la antroponimia, como un testimonio más de la existencia de estas rei-nas que supieron vencer al tiempo. Hoy todavía, al finalizar el siglo veinte, si sólo nos fijamos en lospadrones electorales para la elección de 1984, encontramos más de un centenar de nombres conQuilago, en lo que es Quito y su provincia.

La Quilaco de Cochasquí, reina triunfadora, sigue de pie sobre sus pirámides para sentir cómo el corazón solidario de su gente sigue palpitando con el mismo valor que demostró frente aHuayna-Cápac, el conquistador.

Para concluir, este párrafo lo hemos denominado Las Quilacos para recordar con amor lahistoria india, hoy llamada etnohistoria caprichosamente por los que manejan con cierta habilidad laartesanía de la paleografía o llegaron a especializarse teutónicamente en Alemania. En la presencia delos señoríos étnicos, llamados cacicazgos o curacazgos, hay que recordar que el Auqui don Francisco

Atabalipa, con igual suerte que su abuelo Huayna-Cápac, estuvo casado don doña Beatriz Ango,deno-minada también en una infinidad de documentos como Co-Quilago Ango, por ser de la misma cepade los caranquis. Es de admirar que doña Beatriz nunca se antepuso el coya, ñusta o la palla, comola mayoría de los descendientes cuzqueños, quienes seguramente lo hacían para distinguirse de las llac-tayas.Doña Beatriz prefirió llamarse, con marcado acento de orgullo, Co-Quilago, esto es,Reina delos Quitu Caras.Título suficiente de nobleza para inmortalizarse.

 En Alfredo y Piedad Costales, Historia india de Cochasquí,

Quito, Consejo Provincial de Pichincha, 1991.44 Mitmas (también mitimas omitimáes): en el imperio Incaera un sistema de deportaciónen masa hacia las poblacionesrecién conquistadas con el

objeto de asimilarlas conrapidez.

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Quito, Cuzco y Caranqui45 pasan por ser la cuna de Atahualpa. El75% de los cronistas españoles que escribieron sus obras en elsiglo XVI afirman la quiteñidad de Atahualpa y de su madre, sin

embargo dos de los más doctos cronistas de su tiempo: Pedro Cieza de León y Juan de Esquivel, mantienen posturas ambivalentes.

Hoy a la luz de las más modernas investigaciones puede decirse que Atahualpa nació en

Caranqui, pues a la época de su nacimiento su padre estuvo totalmente ocupado en la conquista de losCaranques (1487-1497) sin haber vuelto al Cuzco en esos años. La madre del Inca era una Quilago,apellido que significa exclusivamente “mujer noble”en lengua caranque, según los eruditos trabajos deEspinosa Soriano.Que una señora o Reyna del gran Estado Caranque haya viajado a dar a luz en Quitoo en el Cuzco es un contrasentido.

¿Cuándo nació nuestro último Inca?

Se ha mantenido que lo fue en 1498 por el hecho evidente de que loscronistas le calculan 35 años al momento de su muerte.

Nosotros calculamos tal fecha para 1494 ó 1495 y decimos esto porque hoy se conoce queen 1533 un hijo de Atahualpa marchó al frente de tropas desde Quito hacia Cajamarca en defensa de

su padre.Ese hijo no pudo tener menos de 17 ó 18 años, de tal manera que debió nacer en 1514 o en1515, y a partir de esto, hay que calcular que su padre –Atahualpa- no pudo tenerle sino de 18 ó 20años, pues se conoce que los Incas se casaban a los 18 años. Si suponemos,pues, que Atahualpa se casópara 1513, debió nacer para 1495.

Este dato del hijo del Inca lo trae el cronista Pedro Sancho de la Hoz en el capítulo XV desu obra y lo ha actualizado José Antonio del Busto en el Tomo 2 de su excelente biografía de Pizarro(Lima, 2002, pág. 240).

No sabemos si es el mismo Aticoc, nacido en Quito por 1515 y quien iba a ser proclamadoInca por Pizarro a fines de 1532, luego de la muerte de su padre.

L o s o r í g e n e s : Atahualpa fue hijo de Huayna Cápac cuando soltero –pues recién casóen el Cuzco en 1502 con la madre de Ninan Cuyuchi- y de la viuda Tocllo Ocllo Coca, nacida por 

1470 en Caranqui y unos 20 años menor que Huayna Cápac. A b u e l o s p a t e r n o s : del gran Inca fueron:el Inca Tupac Yupanqui,nacido en el Cuzcopor 1390 a 1410 y de Caya Rava Ocllo, nacida en el Cuzco por 1426, seguramente su hermana entera.

 A b u e l o s m a t e r n o s : lo fueron el Orejón Llapcho, nacido en el Cuzco por 1430,quien acompañó a su primo hermano Tupac Yupanqui a la conquista de Quito por 1455 y más y una prin-cesa Quilago,nacida en Caranqui por 1445, del mismo grupo de los Puento de Cayambe y Tabacundo.

Lo de Paccha o Paccha Duchicela es un absurdo histórico. Que una Duchicela, miembro delseñorío de Cacha en el Estado Puruhá, haya procreado hijos con Huayna Cápac hacia 1490 es posible.Pero que esa Duchicela haya sido al mismo tiempo Señora del Estado Caranque y que allí haya procre-ado a Atahualpa, no tiene ni pies ni cabeza.Tengamos por lo menos lógica con la historia y respetemosal Padre Velasco como un excelente botánico y un buen antropólogo.Pero historiador, cero; estamos así

plenamente de acuerdo con historiador tan eminente como Segundo Moreno Yáñez.Texto especialmente dedicado para este libro, Quito, 11 de febrero de 2002.

45 Caranqui: pueblo situado al

noreste del monte Imbabura,cantón de Ibarra.

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Fernando Jurado Noboa 

LUGAR DE NACIMIENTO,FECHA Y ASCENDENCIA FAMILIAR

DE ATAHUALPA 

Fernando Jurado Noboa

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Dirigido a la muy ilustre y muy leal ciudad de Quito, representada por su ilustrísimo cabildo, justicia y regimiento. Y a todos losseñores socios provistos a la erección de una sociedad patriótica,

sobre la necesidad de establecerla luego con el título de Escuela de la Concordia.46

S e ñ o r e s :

Al hablar de un establecimiento que tanto dignifica a la razón, no será mi lánguida voz la quese oiga. Será aquella majestuosa, la vuestra digo, articulada con los acentos de la humanidad. Si es así,señores, permitid que hoy hable yo: que sin manifestar mi nombre, coloque el vuestro en los fastos dela gloria quitense, y le consagre a la inmortalidad; que sea yo el órgano por donde fluyan al común denuestros patricios la noticias preciosas de su próxima felicidad.Sí, señores, este mismo permiso hará ver todo lo que el resto del mundo no se atreve todavía a creer de vosotros; esto es, que haya sublimidaden vuestros genios,nobleza en vuestros talentos, sentimientos en vuestro corazón y heroicidad en vues-tros hechos. Pero la paciencia con que toleráis que un hijo de Quito, destituido de los hechizos de laelocuencia, tome osado la palabra, y quiera ser el intérprete de vuestros designios, acabará no sólo depersuadir, sino de afrentar a aquellas almas limitadas que nos daban en parte la indolencia y nos adscri-bían por carácter la barbarie.

Vais, señores, a formar desde luego una sociedad literaria y económica.Vais a reunir en unsolo punto las luces y los talentos.Vais a contribuir al bien de la patria con los socorros del espíritu ydel corazón; en una palabra, vais a sacrificar a la grandeza del Estado, al servicio del Rey, a la utilidadpública y vuestra, aquellas facultades con que, en todos sentidos, os enriqueció la Providencia.Vuestrasociedad admite varios objetos: quiero decir, señores, que vosotros por diversos caminos, sois capacesde llenar aquellas funciones a que os inclinare el gusto u os arrastrare el talento. Las ciencias y las artes,la agricultura y el comercio, la economía y la política, no han de estar lejos de la esfera de vuestrosconocimientos; al contrario, cada una, dirélo así, de estas provincias ha de ser la que sirva de materia avuestras indagaciones y cada una de ellas exige su mejor constitución del esmero con que os apliquéisa su prosperidad y aumento. El genio quiteño lo abraza todo, todo lo penetra, a todo lo alcanza. ¿Veis,señores, aquellos infelices artesanos, que agobiados con el peso de su miseria, se congregan las tardesen las cuatro esquinas47 a vender los efectos de su industria y su labor? Pues allí el pintor y el farolero,

el herrero y el sombrerero, el franjero48

 y el escultor, el latonero y el zapatero, el omnicio49

 y universalartista presentan a vuestros ojos preciosidades que la frecuencia de verlas nos induce a la injusticia deno admirarlas. Familiarizados con la hermosura y delicadeza de sus artefactos, no nos dignamos siquie-ra a prestar un tibio elogio a la energía de sus manos, al numen de invención, que preside en sus espí-ritus, a la abundancia del genio que enciende y anima su fantasía.Todos y cada uno de ellos, sin lápiz,sin buril, sin compás;en una palabra, sin sus respectivos instrumentos, iguala sin saberlo,y a veces aven-taja al europeo industrioso de Roma, Milán, Bruselas, Dublín, Amsterdam,Venecia, París y Londres.Lejos del aparato, en su línea magnífico,de un taller bien equipado, de una oficina bien provista, de unobrador ostentoso, que mantiene el flamenco, el francés y el italiano; el quiteño, en el ángulo estrecho y casi negado a la luz, de una mala tienda, perfecciona sus obras en el silencio; y como el formarlas hacostado poco a la valentía de su imaginación y a la docilidad y destreza de sus manos, no hace vanidadde haberlas hecho, concibiendo alguna de producirse con ingenio y con el influjo de las musas, a cuyacuenta vosotros, señores, le oís el dicho agudo, la palabra picante, el apodo irónico, la sentencia grave,

el adagio festivo, todas las bellezas en fin de un hermoso y fecundo espíritu. Este, este es el quiteño

46 Escuela de la Concordia:esta ‘Escuela’ fue fundada el30 de noviembre de 1791con el nombre de “Sociedad Patriótica de Amigos del País”, aimitación de las creadas por Carlos III en España. Su pre-sidente fue Muñoz deGuzmán, su director fue elObispo Calama y su secreta-rio,Espejo.La Sociedad tuvogran repercusión en la vidade la Colonia.Uno de susmejores frutos fue la publica-ción del primer periódico

ecuatoriano Primicias de la cul-tura de Quito. La prisión deEspejo, a comienzos de 1795,supuso el fin de la Sociedad.

47 Las cuatro esquinas: lugar de mercado público.

48 Franjero: artesano que ela-boraba la guarnición de pasa-manería con franjas paraadornar especialmente losvestidos.

49 Omnicio: cultismo en des-uso. Significa lo mismo queuniversal, que puede encon-

trarse en todas partes.

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Eugenio Espejo

DISCURSO DIRIGIDO PORESPEJO, DESDE BOGOTÁ, A LA 

CIUDAD DE QUITO

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nacido en la oscuridad, educado en la desdicha y destinado a vivir de su trabajo. ¿Qué será el quiteñode nacimiento, de comodidad, de educación,de costumbres y de letras? Aquí me paro;porque a la ver-dad la sorpresa posee en este punto mi imaginación. La copia de luz, que parece veo despedir de sí elentendimiento de un quiteño que lo cultivó, me deslumbra; porque el quiteño de luces, para definir-le bien, es el verdadero talento universal. En este momento, me parece, señores, que tengo dentro de

mis manos a todo el globo: y yo lo examino, yo lo revuelvo por todas partes, yo observo sus innume-rables posiciones, y en todo él no encuentro horizonte más risueño, clima más benigno, campos másverdes y fecundos,cielo más claro y sereno que el de Quito.A la igualdad de su delicioso temperamen-to ¡oh y cómo deben corresponder las producciones felices y animadas de sus ingenios! En efecto: sila diversa situación de la tierra, si el aspecto del planeta rector del universo, si la influencia de los astrostienen parte en la formación orgánica de esos cuerpos bien dispuestos para domicilios de almas ilus-tres, acordaos, señores, de que en Quito, su suelo es el más eminente, y que descollando sobre la ele-vación famosa del pico de Tenerife,50 domina y tiene a sus pies esas célebres ciudades, esos reinos civi-lizados, esas regiones sabias y jactanciosas a un tiempo, que hacen vanidad de despreciarnos, y que afuerza de degradar nuestra razón sólo ostentan la limitación del entendimiento humano.Estas, y quizávosotros mismos juzgaréis que el entusiasmo poético se señorea ya de mi pluma; mucho más cuandoos inculque,señores,y os haga notar muchas veces,que vosotros en cada paso que dais,corréis una líneadesde el extremo austral al opuesto término boreal, y dividís en dos mitades iguales todo el globo,haciéndoos, en cierto modo,árbitros de poner a la diestra o a la siniestra alguno de los dos hemisferiosque recortáis. Después de esto,vosotros mismos llegáis a ver que sobre las faldas del inmenso Pichincha,entre Nono y San Antonio, forma un crucero con la meridiana, la línea del Ecuador; pero todo esto,que parece ficción alegoría, es una verdad innegable; y cuando os la recuerdo hacéos la consideraciónde que todos los pueblos de la Europa culta fijan en vosotros la vista, para conocer y confesar que elsol os envía directo sus rayos; que los luminosos laureles de Apolo, cayendo verticales sobre vuestrascabezas, coronan y ciñen eterna nieve de las grandes cordilleras, desciende amigable y reducido al sua-vísimo grado de una dulce y perpetua primavera, a fomentar vuestros campos, a vivificar vuestras plan-tas, a fecundar y hacer reír vuestras dehesas; que la claridad del día exactamente partida por el autor dela naturaleza con las tinieblas de la noche, no mengua ni crece, atenta a alternar invariablemente conel imperio de las sombras. Con tan raras y benéficas disposiciones físicas que concurren a la delicadí-sima estructura de un quiteño, puede concebir cualquiera cúal sea la nobleza de sus talentos y cuál la

vasta extensión de sus conocimientos, si los dedica al cultivo de las ciencias. Pero éste es el que faltapor desgracia en nuestra patria, y éste es el objeto esencial en que pondrá todas sus miras la sociedad.Para decir la verdad, señores, nosotros estamos destituidos de educación; nos faltan los

medios de prosperar: no nos mueven los estímulos del honor, y el buen gusto anda muy lejos de nos-otros: ¡molestas y humillantes verdades por cierto! Pero dignas de que un filósofo las descubra y las hagaescuchar, porque su oficio es decir con sencillez y generosidad los males que llevan a los umbrales dela muerte la República. Si yo hubiese de proferir palabras de un traidor agrado, me las ministraríacopiosamente esa venenosa destructora del universo: la adulación; y esta misma me inspirara el seduc-tor lenguaje de llamaros, ahora mismo, con vil lisonja, ilustrados, sabios, ricos, felices.No lo sois; hable-mos con el idioma de la escritura santa: vivimos en la más grosera ignorancia, y la miseria más deplo-rable.Ya lo he dicho a pesar mío,pero, señores, vosotros lo conocéis ya de más a más sin que yo os repi-ta más tenaz y frecuentemente proposiciones tan desagradables. Mas ¡oh, qué ignominia será la vues-tra,si conocida la enfermedad,dejáis que a su rigor pierda las fuerzas,se enerve y perezca la triste patria!

¿Qué importa que vosotros seais superiores en racionalidad a una multitud innumerable de gentes yde pueblos, si sólo podéis representar en el gran teatro del universo el papel del idiotismo y la pobre-za? Tantos siglos que pasan desde que el Dios eterno formó el planeta que habitamos, han ido a sumer-girse en nuevo caos de confusión y oscuridad. Las edades de los Incas, que algunos llaman políticas,cultas e ilustradas, se absorbieron en un mar de sangre y se han vuelto problemáticas; pero aunquehubiesen siempre y sucesivamente mantenido en su mano la balanza de la felicidad, ya pasaron y nonos tocan de alguna suerte sus dichas. Los días de la razón, de la monarquía y del evangelio, han veni-do a rayar en este horizonte, desde que un atrevido genovés extendió su curiosidad, su ambición y susdeseos al conocimiento de tierras vírgenes y cerradas a la profanación de otras naciones; pero toda suluz fue y es aun crepuscular, bastante para ver y adorar y tener rendimientos en el santuario; bastantepara ver, venerar y obedecer al soberano Augusto, a quien se dobla la rodilla en el trono; pero defec-tuosa, tímida y muy débil para llegar a ver y gozar del suave sudor de la agricultura, del vivífico esfuer-zo de la industria, de la amable fatiga del comercio, de la interesante labor de las minas y de los frutosdeliciosos de tantos inexhaustos tesoros que nos cercan y que en cierto modo nos oprimen con su

50 El pico de Tenerife: alusiónal Teide, volcán situado en laisla de Tenerife, la mayor altu-ra del archipiélago canario yde España (3.718 metrossobre el nivel del mar).

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abundancia y con los que la tierra misma nos exhorta a su posesión con un clamor perenne, como ele-vado, gritándonos de esta manera:Quiteños, sed felices; quiteños, lograd vuestra suerte a vues-tro turno; quiteños, sed los dispensadores del buen gusto, de las artes y las ciencias.

Por lo que a mí toca, creo señores,con evidencia, que vosotros escucháis muy distintamente estaspalabras; porque en la presente coyuntura de vuestro abatimiento y vuestra ruina, ellas son las voces de

la naturaleza. Ha llegado el momento en que estáis tocando con la mano la rebaja de vuestras mieses,la esterilidad de vuestras tierras y la consunción de la moneda.Aun no os atrevéis a adivinar por cuálgénero comenzaréis a hacer los canjes; y si el maíz o la papa será la que, en cierto modo, reemplace conmás generalidad a la representación del dinero, que ya echáis de menos. En los años de 36, 37 y 40 deeste siglo, os hallabais opulentos.Vuestras fábricas de Riobamba,Latacunga y las interiores de Quito, osacarrearon desde Lima el oro y la plata. Desde el tiempo de la conquista, los fondos que sirvieron a suestablecimiento, sin duda fueron muy pingües; pues que las casas de campo de Chillo, Pomasqui,Cotocollao,Añaquito, Puembo, Pifo,Tumbaco y todos los alrededores, los edificios de la Capital, suscalles, sus fuentes están respirando magnificencia y denotando que la riqueza de aquellos tiempos habíatraído y puesto en ejercicio el gusto de la arquitectura y la inteligencia del artífice perito; las ricas pre-seas que hasta hoy se conservan en las arcas de algunas casas ilustres,muestran la pasada opulencia; final-mente, la extracción de dinero por la vía de Guayaquil, Lima y Cartagena tan continuada y verificadasin ingreso seguro ni conocido, hace ver que Quito era un manantial oculto y casi inagotable de lospreciosos metales. Pero el conducto va a cegarse; el quilo51 o sangre que alimenta a los pueblos ya seestanca. ¡Falta la plata! ¡Qué enorme diferencia de tiempos a tiempos! Pero ¿qué pensáis, señores, queel último despecho, el caimiento y la debilidad de entregarse a la muerte, será el medio de no sentirla,o que solo este medio os obliga a escoger la necesidad calamitosa de vuestra suerte? No, señores, estanecesidad ha sido en otros siglos, en otras regiones, en otros climas y pueblos, ya cultos y ya bárbaros,el instante en que por una feliz evolución ha hecho crisis la máquina, y ha obtenido gloriosa victoriasobre el mal que la oprimía. Contemplaos ya, señores, en este caso en que la necesidad os debe volver inevitablemente industriosos. Por un momento, juzgad que sois quiteños, a quienes en el más violentoapuro, siempre se les ofrecen recursos y arbitrios poderosos. No desmayéis: la primera fuente de vues-tra salud, sea la concordia, la paz doméstica, la reunión de personas y de dictámenes.Cuando se trata deuna sociedad,no ha de haber diferencia entre el europeo y el español americano.Deben proscribirse yestar fuera de vosotros aquellos celos secretos, aquella preocupación, aquel capricho de nacionalidad,

que enajenan felizmente las voluntades. La sociedad sea la época de la reconciliación, si acaso se oyóalguna vez el eco de la discordia en nuestros ánimos. Un Dios, que de una masa formó la naturaleza,nos ostenta su unidad y la establece. Una religión que prohibe que el cristiano se llame de Cefas,52 nide Apolo,Bárbaro o Griego, nos predica su inalterable uniformidad y nos la recomienda.Un soberano,que atiende a todos sus vasallos como a hijos; que con su real manto abraza dos hemisferios y los feli-cita; que con su augusta mano sostiene dos vastos mundos y los reúne,nos manifiesta su individua sobe-ranía, su clemencia uniforme, su amor imparcial y nos obliga a profesarle.Finalmente, un Dios,una reli-gión, un soberano harán los vínculos más estrechos en vuestras almas y en vuestra sociedad; sobre todo,la felicidad común será el blanco a donde se encaminarán vuestros deseos.

 Yo sé que cierta emulación, como característica de nuestro pueblo, podrá intentar esparcir,o el veneno de la discordia o el mal olor del desprecio sobre los que sensibles a su mejor estableci-miento, tratasen del de la sociedad patriótica; pero ella cederá a la generosidad del mayor número deindividuos, que quieren ahogar con sus acciones los conatos de aquella hidra.

Aun puede ser mayor y más funesto otro escollo que puede sobrevenir. Los genios prontos,los espíritus de fuego, las almas nobles, suelen rehusar sujetarse a opiniones y proyectos que ha dictadootro individuo.Las felices ocurrencias que no vinieron a su mente por más meritorias que sean,no sólopierden alguna parte de su valor, sino que de positivo arrastran tras sí la desgracia de no ponerse enplanta. Si esta suele ser la común y desdichada resulta del orgullo, yo querría, señores, no os admiréisque el orgullo nacional fuese la segunda fuente de la pública felicidad.Sí, señores, el orgullo es una vir-tud social: ella nace de aquella llama vital nobilísima, que distingue al indolente del hombre sensible,al generoso del abatido, al ilustre del plebeyo; es ella un efecto de brío nacional, que Quintiliano, granretórico y gran conocedor del corazón humano,halló que era la pasión de las almas de mejor temple.Si por ella no quisiéramos que otros nos aventajasen en conocimientos,por ella querríamos ser los pri-meros que corriésemos a abrir a nuestros compatriotas nuevas sendas a su felicidad.Ved aquí, señores,vencida la dificultad, deshecho el encanto y convertido, a influjo de aquella prodigiosa metamorfosisque obra el amor de los semejantes, un vicio en virtud; y ved aquí que ya todo quiteño supone, nocomo un pensamiento nuevo,el proyecto de sociedad, sino como una idea mil veces imaginada y otras

51 Quilo: término usadometafór icamente en el texto,

 ya que el quilo es la sustancialíquida que constituye elresultado de la digestión yque se deposita en el intesti-no delgado.

52 Cefas: nombre arameo que Jesucristo dio al apóstolPedro. Se refiere, así, a SanPedro.

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tantas abrazada prácticamente en la Europa; pero como una idea útil, necesaria y digna de seguirse enQuito.A la verdad, en la misma Europa, no fue España la primera que en este siglo la renovase. Loscantones suizos la resucitaron;y España, atenta a su bien, más que a la pueril vanidad de no ser imita-dora, la adoptó, reconociendo cada día más y más las ventajas de este sistema político ¿O qué sobra paraimpedir entre nosotros su secuela y ejecución? Nada; y lo que importa es aprovechar las consecuencias

útiles de esta noble pasión,digo,del quiteño orgullo,hacerle imaginar a cada uno, que en la lista de lossocios, por un error de la pluma, ocupa el último lugar; pero al mismo tiempo representarle seriamen-te,que el ánimo de quien la manejó,no fue ni es deprimir al uno y distinguir al otro,anteponer a aquél y posponer a ese otro. No quiera el cielo que el orgullo insensato posea al quiteño generoso, hasta obli-garle a que repare con celo o con desagrado, si se le guardó en la nomenclatura el puesto de referen-cia. La escrupulosa intención del que la dirigió es no sólo hacer ver, sino suplicar reverentemente acada uno, que entienda que es el primero en los méritos del gusto, del talento y del patriotismo; queuna mano manca y defectuosa no pudo acertar ni determinar debidamente la colocación de los suje-tos, por haberse sujetado al rápido desorden con que la atropellaba la tumultuaria memoria; pero quecada uno de los socios con sus estímulos, con sus producciones, con sus esmeros al adelantamiento dela sociedad y sus dignos objetos, será el que pregone su importante habilidad, y el que con sus actosheroicos señale el lugar que le corresponde; y sin envilecerse ni abochornarse, diga, con el modestosilencio que guarde: este es el puesto que yo merezco.

De otra, manera incurriríais, señores... pero callo.Vosotros sabéis mejor que yo el juicio quede vosotros formaría el mundo literario; y yo, que vengo a admirar vuestras cualidades honoríficas a ladignidad del hombre,a pronunciar en alta voz vuestro carácter sensibilísimo de humanidad, sólo puedodeciros que, desde tres siglos ha, no se contenta la Europa de llamarnos rústicos y feroces, montaracese indolentes, estúpidos y negados a la cultura. ¿Qué os parece, señores, de este concepto? Centenaresde esos hombres cultos no dudan repetirlo y estamparlo en sus escritos. Si un astrónomo sabio, comoMr de la Condamine, alaba los ingenios de vuestra nobleza criolla, como testigo instrumental de vues-tras prendas mentales,no falta algún temerario extranjero que publique que se engañó y que juzgó pre-ocupado de pasión el ilustre Académico.Y Mr Paw se atreve a decir que son los americanos incapacesde las ciencias, aduciendo por prueba, que desde dos siglos acá la Universidad de San Marcos de Lima,la más célebre de todas las americanas, no ha producido hasta ahora un hombre sabio. ¿Creeréis, seño-res, que estos Robertson, Raynal y Paw53 digan lo que sienten? ¿Que hablen de buena fe? ¿Que sea

añadiendo a los monumentos de la Historia las luces de su filosofía? ¡Ah, que esta suya característica lesobliga a adelantar especies con que quieren justificar su irracionalidad! Su filosofía los conduce a que-rer esparcir sobre la faz del universo el espíritu de impiedad; y con esta dura porfía,quieren hallar bajodel círculo polar del Equinoccio y de las regiones australes, salvajes, a quienes no se hace perceptiblela idea de que existe un Ser Supremo.El objeto de otros que nos humillan es diverso, y dejando de ser impío, no se excusa de ser cruel. Pero todos afectan olvidar en las regiones del Perú la profunda sabi-duría de Peralta,54 la universal erudición de Figueroa,55 la elocuencia y bello espíritu de...

Pero vengamos, señores, más inmediatamente a nuestro suelo.Aquí se presenta un alma deesas raras y sublimes, que tiene en la una mano el compás, y en la otra mano el pincel; quiero decir, unsabio,profundamente inteligente en la geografía y geometría y diestro escritor de la historia. Un sabioignorado en la Península, no bien conocido en Quito, olvidado en las Américas y aplaudido con elo-gios sublimes en aquellas dos Cortes rivales en donde por opuestos extremos, la una tiene en parte laseveridad del juicio, y la otra por patrimonio el resplandor del ingenio.Londres y París celebran a com-

petencia al insigne don Pedro Maldonado; y su mérito singular le concilió el aplauso y admiración delas naciones extranjeras; sus obras de gran precio, que contienen las mejores observaciones sobre laHistoria Natural y la Geografía, las reserva Francia como fondos preciosos de que Quito ha querido,teniendo el Patronato, hacerle la justicia de que goce el usufructo. La Sociedad, a su tiempo, deberádestinar un socio que pronuncie un día el elogio fúnebre del señor don Pedro Maldonado, gentil-hom-bre de Cámara de S.M.C. y a cuya no bien llorada pérdida el famoso señor Martín Folkes, Presidentede la Sociedad Real de Londres, tributó las generosas lágrimas de su dolor. Habiendo hecho yo memo-ria de un tan raro genio quiteño que vale por mil, excuso nombrar los Dávalos, Chiribogas,Argandoñas,Villarroeles, Zuritas y Onagoytias. Hoy mismo, el intrépido don Mariano Villalobos des-cubre la canela, la beneficia, la acopia, la hace conocer y estimar. Penetra las montañas de Canelos, ysin los aplausos de un Fontenelle,56 logra ser, en su línea, superior a Tournefort,57 porque su invención,más ventajosa al estado, hará memoria sempiterna.

Según la condición y temperamento (si se puede decir así) de las almas quiteñas, mucho hasido, señores, que en el seno de vuestra patria no saliesen los Homeros, los Demóstenes, los Sócrates,

53 Robertson, Raynal y Paw:Raynal fue un historiador yfilósofo francés del siglo

XVIII que abandonó elsacerdocio para dedicarse asus estudios. Sus ataques con-tra la colonización de lasIndias y el clero le llevaron aprisión, por lo que se exilió.Como él, Robertson y Paw,así como Marmentel yBuffon, hicieron aseveracio-nes acerca de la incapacidadde los americanos para elaprendizaje de las ciencias yde su ineptitud para asimilar los principios civilizados delmundo occidental. El padreVelasco expresó su intenciónde “refutar las calumnias, fal-

sedades y errores” de estos“escritores modernos” en elprefacio a su Historia del reinode Quito.

54 Peralta: Pedro PeraltaBarnuevo fue un escritor yerudito peruano (1663-1743)de amplísimos conocimien-tos. Fue rector de laUniversidad de San Marcos ysocio de la Academia deCiencias de París, y dominabaocho idiomas.Además cuentacon una extensa producciónliteraria, en especial en teatro

 y poesía épica.

55 Francisco de Figueroa(1536-1617): destacado poetarenacentista español que,entre otros lugares, visitóPerú a finales del siglo XVI.

56 Bernard le Bovier deFontenelle: fue un celebérri-mo escritor francés cuya vidatranscurrió de 1657 a 1757.Fue una figura representativadel espíritu filosófico munda-no de la primera mitad elsiglo XVIII, exaltó la prima-cía de la razón y de las cien-

cias experimentales, que vul-garizó en un estilo claro.Agudeza e ingenio son lasnotas características de suproducción satírica y moral.Fue miembro de la AcademiaFrancesa y SecretarioPerpetuo de la de Ciencias.

57Tournefort: botánico fran-cés (1656-1708) a quien seconsidera como precursor deLinneo.Fue profesor de botá-nica en el jardín botánico deParís y de medicina en elColegio de Francia,y realizóvarias misiones científicas enAsia Menor y Europa.

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los Platones, los Sófocles,Apeles y Praxíteles, porque Quito ha ministrado la proporción feliz para quesus hijos, no solamente adelantasen en las letras humanas, la moral, la política, las ciencias útiles y lasartes de puro agrado, sino aún para que fuesen sus inventores. Recorred, señores, por un momentolos días alegres, serenos y pacíficos del siglo pasado, observaréis, que cuando estaba negado todocomercio con la Europa, y que apenas después de muchos años se recibía con repiques de campanas

el anuncio interesante de la salud de nuestros soberanos, en el que bárbaramente se llamaba Cajónde España, entonces, estampaba las luces y las sombras, los colores y las líneas de perspectiva, en susprimorosos cuadros, el diestro tino de Miguel de Santiago, pintor celebérrimo. Entonces mismo, elpadre Carlos con el cincel y martillo, llevado de su espíritu y de su noble emulación, quería superar en los troncos, las vivas expresiones del pincel de Miguel de Santiago; y en efecto, puede concebirse,a qué grado habían llegado las dos hermanas, la escultura y la pintura, en la mano de estos dos artis-tas, por sólo la Negación de S. Pedro, la Oración del huerto y el Señor de la columna, delpadre Carlos. ¡Buen Dios! En esa era, y en esa región, a donde no se tenía siquiera la idea de lo queera la anatomía, el diseño, las proporciones, y en una palabra los elementos de su arte,miráis, señores,¡con qué asombro,qué musculación,qué pasiones, qué propiedad,qué acción,y,finalmente, qué seme- janza o identidad del entusiasmo creador de la mano,con el impulso e invisible mecanismo de la natu-raleza! Esto es, señores, mostraros superficialmente el genio inventor de vuestros paisanos en los díasmás remotos y tenebrosos de nuestra patria. Podemos decir que hoy no se han conocido tampoco losprincipios y las reglas; pero hoy mismo veis cuánto afina, pule y se acerca a la perfecta imitación, elfamoso Caspicara sobre la tabla y el lienzo.Estos son acreedores a vuestra celebridad, a vuestros pre-mios, a vuestro elogio y protección. Diremos mejor: nosotros todos estamos interesados en su alivio,prosperidad y conservación. Nuestra utilidad va a decir en la vida de estos artistas; porque decidme,señores, ¿cuál en este tiempo calamitoso es el único más conocido recurso que ha tenido nuestra capi-tal para atraerse los dineros de las otras provincias vecinas? Sin duda que no otro que el ramo de lasfelices producciones de las dos artes más expresivas y elocuentes, la escultura y la pintura. Oh ¡cuán-ta necesidad entonces de que al momento elevándoles a maestros directores a Cortez y Caspicara,los empeñe la sociedad al conocimiento más íntimo de su arte, al amor noble de querer inspirarle asus discípulos, y al de la perpetuidad de su nombre! Paréceme que la sociedad debía pensar que aca-bados estos dos maestros tan beneméritos, no dejaban discípulos de igual destreza; y que en ello per-día la patria muchísima utilidad; por tanto su principal mira debía ser destinar algunos socios de bas-

tante gusto, que estableciesen una academia respectiva de las dos artes. Este solo pensamiento puestoen práctica, pronostico, señores, que será el principio y el progreso conocido de nuestras ventajas entodas líneas.

El quiteño, cualquiera que sea, es amigo de la gloria. (¿Cuál alma noble no es sensible a estareluciente corona del mérito?) Así se elevará sobre sus fuerzas naturales.Deseará aventajarse a los demás,inflamará el suave fuego de la verdadera emulación, engrandecerá su espíritu, y todo será aspirar a laperfección, correr a la fatiga meritoria y morir en medio de las tareas, esto es, en el lecho del honor.Pero ya cuando una chispa eléctrica, difundida en todos los corazones de mis patricios, esparcida en susangre y puesta en acción en toda su máquina, encendiese sus espíritus animales, agitase sus músculos y violentase a las ejecuciones bien concertadas y nada convulsivas a todos sus miembros, ya me figuro,señores, (y creo que vosotros ya os representáis vivamente), que el agricultor toma el arado, abre másprofundos los surcos, beneficia de mejor manera el terreno, siembra más dilatadas campiñas, aumentasus desvelos y coge un millón más de mieses y frutos; que el artista toma con ardor todos los instru-

mentos de su labor, se inicia en los principios de su oficio, obra por reglas en sus trabajos, levanta elprecio a sus efectos y hace estimar con el aplauso y el premio la hechura de su sudor y de su habili-dad. Que el joven destinado a las letras, recorre las lenguas, aprende a hablar científicamente, toma elgusto a las antigüedades, busca y conoce los verdaderos elementos de las ciencias, las sondea y se hacedueño de su fondo, de sus misterios y de su extensión muy vasta, retratándonos después en su modes-tia y amor a la humanidad el filósofo y el hombre sabio; que el hombre público y el hombre privado,el rico de hacienda y el rico de talentos, que todo quiteño, en una palabra, corre el diseño,prepara losarreos, arbitra los medios, vence las dificultades, facilita los trabajos, economiza los gastos, y calculandocon el amor patriótico el buen éxito, emprende la apertura de los caminos y en especial hacia el norte,el de Malbucho,* para facilitarse desde muy poca distancia navegar en el mar del Sur y quiere inter-nar al puerto de Cartagena en muy pocos días. ¡Oh qué espectáculo tan brillante y feliz! Lo de menoses lograr el vino y aceite en abundancia, tener el pescado fresco, vario y delicado, todos los frutos delPerú y aún de Europa con comodidad; lo más es, señores (y ya lo estoy viendo) resucitar Ibarra, poblar-se Cotacachi, formarse colonias en Lita y Malbucho, aprestarse embarcaciones en Limones y Tumaco,

* En otro de nuestros perió-dicos haremos la descripciónde la apertura de este camino.Por ahora se hace necesariodecir que está casi entera-mente verificada y próxima atocar con el embarcadero queofrece el río de Santiago.Parece que no percibimostodavía las ventajas quevamos a sacar de la comuni-cación con el mar y sus costasferacísimas; porque no nosatrevemos a creer se haya

abierto el camino hasta lomás íntimo de los bosquesimpenetrables que era precisovencer. Pero a pesar de estosobstáculos que se juzgabaninsuperables, en especial si seatendía a la miseria y pobrezaque experimentamos, don

 José Pardo, actual Corregidor de Ibarra, va a poner gloriosofin a esta empresa. Su genioinfatigable, su constancia,celo

 y honor,han constituido elmanantial y fondo de rique-zas, que ha gastado en las dis-tribuciones diarias de los tra-bajadores. Con tan preciosas

virtudes se ha hecho acreedor a la gratitud de la Patria. Ellalevantará a su tiempo su vozenérgica para aceptar sus ser-vicios; y ella misma entoncessellará los labios de la malig-nidad insensata, que ha pro-pendido unas veces a difundir el mérito de don José Pose,otras veces a esparcir noticiasfunestas de la imposibilidadde la apertura, siempre aimpedir que se verifique ésta;porque las almas bajas ponensu gloria en las desdichas desu Patria, y quieren sacar sustriunfos del abatimiento yruina de sus semejantes.

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llenarse,en fin,todo un continente de innume-rables brazos para las ciencias útiles, de almaspara Dios.

¡Oh Jijón, oh generoso y humanísi-mo Jijón! Cuando digo estas dulces palabras

me enternezco y lloro de gusto, al ver hastaqué raya de heroísmo hiciste llegar tu amor patriótico. Dejas la Patria, abandonas a Madrid,olvidas la Europa toda y todo el globo, paraque de todo esto provenga la felicidad deQuito. Eres un héroe y para serlo te basta ser quiteño. No digo otra cosa, porque el queconoce un poco el mundo y el que haya pene-trado un poco tu mérito, dirá que hablo conmoderación.Las manufacturas llevadas hasta sumayor delicadeza; fomentado el algodón hastasus últimas operaciones; refinada, en fin, laindustria hasta el último ápice; ved aquí, seño-res, los fondos para mantener un mundo ente-ro, y para que este mundo, con recíproca reac-ción, reanime la universalidad de los trabajospúblicos.Ved aquí los pensamientos más bené-ficos a la humanidad; los proyectos más útiles,más sencillos, más adoptables a la constitución

política de Quito; las ideas profundas del gran Jijón, la práctica feliz a que volará una nación espiri-tuosa y sensible como la quiteña.Pero (¡oh Dios inmortal, si oyes propicio mis votos!) la sociedad queen la Escuela de la Concordia hará estos milagros, renovará efectivamente la faz de toda la tierra, y hará florecer los matrimonios y la población, la economía y la libertad, las ciencias y la religión, elhonor y la paz, la obediencia y las leyes y la subordinación fidelísima a Carlos IV. Verá entoncesEuropa, pues que hasta ahora no lo ha visto o ha fingido que no lo ve,que la más copiosa ilustración

de los espíritus, que el más acendrado cultivo de los entendimientos, que la entera proscripción de labarbarie de estos pueblos, es la más segura condena del vasallaje. Desmentirá a los Hobbes, Grocios yMontesquieus,58 y hará ver que una nación pulida y culta, siendo americana, esto es, dulce, suave,manejable y dócil, amiga de ser conducida por la mansedumbre, la justicia y la bondad, es el seno delrendimiento y de la sujeción más fiel;esto es, de aquella obediencia nacida del conocimiento y la cor-dialidad. Por lo menos, desde hoy sabrá la Europa esta verdad:pues desde hoy sabe ya lo que sois ¡ohquiteños! En las luces de vuestra razón natural. el Lord Chatán,59 aquel Demóstenes de la GranBretaña, ese ángel tutelar de la nación inglesa, decía,hablando de sus colonos americanos, que enton-ces estos romperían los enlaces de unión con la Metrópoli, cuando supiesen hacer un clavo.Axiomapolítico, mil veces, y desde los primeros días de la conquista, desmentido por los quiteños, según loque quería decir el elocuente inglés, porque vosotros, señores, sabéis fabricar desde el clavo hasta lamuestra, desde la jerga60 hasta el paño fino, desde el rengo61 hasta el terciopelo, desde la lana hasta laseda y más adelante; con todo esto, vuestros mismos conocimientos, vuestra misma habilidad, vuestra

misma penetración profunda, os ha unido con vuestros jefes y os ha hecho amar y respetar a vuestrosreyes.Así, ahora nada implora la sociedad, para su confirmación y sus progresos, sino la real aproba-ción y protección de su augusto soberano. Ella va entonces (señores, lo pronostico con confianza) anacer en el seno de la felicidad,va a ser la primera de las Américas, va a servir de modelo a las provin-cias convecinas, va a producirse, en una palabra, como emanación de luz, de humanidad y del quite-ñismo. ¡Feliz yo si con mi celo ardiente soy capaz de sacrificarle mis débiles esfuerzos! ¡Si el órgano demis labios es el precursor de sus obras! Si mi Patria recibe mis ansias, si acepta mis ruegos, si premia elaliento de mi palabra, con las operaciones de sus manos industriosas. Si respira el aura vital de la gene-rosidad y el honor...¡Oh! pero, señores, yo estoy a enorme distancia de vuestro suelo, una cadena deinmensas cordilleras me separa de vuestra vista. Habito, señores, aunque de paso, un clima frío, térmi-no boreal y distante 3 grados 58 minutos de la línea equinoccial, bajo la que tuve la dicha de nacer yasí me contento con pediros; de otra manera, estando en Quito, la influencia feliz de vuestro clima mehabría fecundado de aquellas palabras luminosas que hacen ver los objetos como son en sí; me habríallenado de expresiones patéticas que hacen sentir los afectos; me habría proveído de pensamientos,

58 “Hobbes”,“Grocios” y“Montesquieus”: Hobbes(1588-1679) fue un filósofoinglés cuya obra se sitúa entreel racionalismo y el nacienteempirismo. Sostuvo una teo-ría mecanicista del mundo,según la cual lo único exis-tente son cuerpos en movi-miento.Sus ideas políticasparten de una valoraciónnegativa del ser humano, por lo que ha de haber un con-trato social, un pacto por elque se da el poder absoluto alsoberano para garantizar la

paz y seguridad de todos.Grocio (1583-1645) fue un

 jurista y diplomático neerlan-dés que combatió la esclavi-tud e intentó prevenir yreglamentar las guerras. Esconsiderado el padre delDerecho Internacional juntocon F. de Vitori por De jure belli ac pacis.Montesquieu (1689-1755)fue un filósofo y escritor francés en cuya obra El espíri-tu de las leyes propugna unasociedad en que la ley coartea la autoridad y propone ladivisión del poder en ejecuti-vo, legislativo y judicial.

59 Lord Chatán: se trata deLord Chatham, título de Sir William Pitt, político británi-co conocido como Pitt El viejo. Nació en Londres en1708 y murió en Kent en1778. Fue miembro del parti-do whig (liberal) y diputadoen la Cámara de losComunes desde 1735.Dirigió la Guerra de los 7años, y en 1768 encabezó unaoposición contra su anterior gabinete, en defensa de la dis-

minución de impuestos en lascolonias americanas. Espejo lellama “Demóstenes de laGran Bretaña”, aludiendo alpolítico griego del siglo IVA. C., debido a la grandezaoratoria de ambos personajes.

60 Jerga: tela de lana gruesa ytosca cuyo tejido forma rayasdiagonales.

61 Rengo: voz peyorativa conque se nombra al cojo por lesión en las caderas. Por extensión aquí adquiere elsignificado de tejido de malacalidad y de aspecto basto.

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reflexiones y discursos animados,que os manifestasen en su propio carácter la vergüenza, la concordia,el honor y la gloria; en fin, el cielo quiteño me daría aquella elocuencia victoriosa con la que no sóloos persuadiría sino os obligaría poderosamente a decir: ya somos consocios, somos quiteños,entramos ya en la escuela de la concordia, de nosotros renace la Patria, nosotros somoslos árbitros de la felicidad.

 En Eugenio Espejo, Escritos médicos Comentarios e iconografía, Quito,

Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1952.

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En su Narración histórica y descriptiva de 20 años de residen-

cia en Sudamérica (Quito, 1994), el secretario particular delconde Ruiz de Castilla, William Bennet Stevenson, rememora los

sucesos del agosto rebelde: “Muy temprano en la mañana del día 10 de Agostode 1809, dos quiteños de apellidos Ante y Aguirre, visitaron al presidente tra- yendo consigo una carta. El ordenanza que estaba en la puerta de la antesala se

negó a llevar carta o mensaje alguno a Su Excelencia a una hora tan poco apro-piada; pero Ante insistió en la necesidad de su entrega inmediata, diciendo quecontenía asuntos de importancia de la Junta Soberana”. El ordenanza despertóal presidente y le entregó la carta. Después de leer la inesperada misiva, en la que se le anunciaba que las funciones de los miembros del antiguo gobierno habí-an cesado, Ruiz de Castilla se dirigió a los mensajeros, quienes le preguntaron sihabía recibido la nota; “al ser contestados que sí, hicieron la venia, se dieron la  vuelta y se retiraron. El conde los siguió hacia la puerta exterior e intentópasarla, pero fue impedido por el centinela. Entonces envió a su ordenanza a quellamara al oficial de la guardia, quien contestó amablemente que no podía, deacuerdo a las órdenes que había recibido, hablar con el conde, poniendo bastan-

te énfasis en la pronunciación de la última palabra”.Mucho se ha escrito sobre las razones de la iniciativa primigenia de 1809. Se ha hecho hin-

capié en que el movimiento de agosto se identificaba con la ideología tradicional que, como diceDemetrio Ramos (Entre el Plata y Bogotá, Madrid, 1978),“en nada se altera –sino que se exacerba, enla defensa del rey cautivo62 y de la religión-, al mismo tiempo que se hace solidaria con un férvidopatriotismo quiteño, e impulso de un anhelo irreprimible por alcanzar una felicidad y prosperidad queles pertenece”. El siglo XVIII, para los quiteños había consistido en un continuo repliegue económi-co y en una sucesión de esfuerzos para salir de aquella situación, agudizada por una escasez de dinerotan grande que, según una noticia epistolar,“en lugar de moneda corren las papas y otras especies seme- jantes”. Los quiteños conscientes de esta situación buscaron un “restablecimiento” económico, con lailusión de explotar yacimientos mineros y exportar cascarilla, canela y textiles elaborados en sus obra- jes.63 No obstante, en el movimiento rebelde de agosto de 1809 es ya perceptible un afán independen-

tista, que se expresa en la carta del presidente de la Junta al cabildo de Popayán, en la que se invoca ladoctrina de devolver al pueblo el poder soberano de los reyes si este era privado de sus derechos, puesel pueblo de Quito está “no solo temeroso de ser entregado a la inicua dominación francesa, sino con-vencido de que ha llegado el caso de corresponderle la reasunción del poder soberano”.Algunos acto-res, incluso “marqueses”, sí estaban conscientes de la necesidad de una definitiva emancipación.

 En Diario Hoy, Quito, 11 de Agosto de 2004.

62 “cautivo”: se trata deFernando VII, que permane-ció en tal estado en el castillode Valençay, en Francia, rete-

nido por Napoleón, durantela Guerra de la Indepen-dencia española (de 1808 a1814).

63 Obrajes: sistema de presta-ción de trabajo que se impo-nía a los indios en la Américacolonial. Se dedicaban, sobretodo, a la elaboración de teji-dos y se trabajaba, incluso losniños, con normas carcelarias.Sus frutos dieron grandes for-tunas a sus dueños.A propó-sito léase el comentario quese hace al respecto en “Elrollo o la picota colonial de

Quito”, de Luciano AndradeMarín, en este libro.

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Segundo E. Moreno Yánez

 AGOSTO REBELDE

Segundo E. Moreno Yánez

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Nunca han menester los gobiernos de más tino y discreción para no irse a más de lo que es su potestad, ni venir a menos de lo quedeben para conservar el orden y el imperio de las leyes, que en

los tiempos de agitación y revuelta de los pueblos. Saliéndose a más de lo que leses permitido, desaparecen los vínculos que unen a los gobernantes con los

gobernados, y quedan éstos sacrificados. Si, por el contrario, pierde el gobiernosu pujanza, siquiera se enflaquece, entonces los sacrificados son los otros, y enambos casos, por exceso o por defecto, las consecuencias son terribles. Apenascabe salir de estos escollos no empleando a tiempo y con la mayor cordura, bienla pujanza, bien la suavidad; y el gobierno de entonces, si por demás vigoroso alprincipio sacrificó a los pueblos, por flaco poco después vino también a quedarsacrificado.

Echada a volar la voz de que se pensaba asesinar a los presos,64 se exaltaron los odios del pue-blo ya tan declarados desde bien atrás, y ora por orgullo, ora por piedad,ora por venganza, los pueblospensaron a su vez en libertar a los amenazados y castigar a los amenazadores. Los perseguidos eranmuchos, los más de ellos hombres de séquito y cuantía, quien por su talento y saber, quien por suhacienda, quien por la alcurnia, llenos de conexiones y de conocida influencia; y no era posible que el

pueblo, acostumbrado a vivir bajo la protección de esos hombres, viera con indolencia, cuanto máspacientemente, las angustias en que se hallaban tales protectores. Si en 1809 se vio al pueblo apocado y vacilante, más bien resuelto a quedarse simple espectador que en disposición de tener parte en losnegocios públicos, el año siguiente las persecuciones vinieron a sacarle de su indiferencia y a excitar lacompasión de los más extraños en favor de los perseguidos y la rabia contra los gobernantes.Al traslu-cir la orden dada por Barrantes,el encono subió de término,el pueblo se resolvió a acometer una osadaempresa.

Reuniéronse unos cuantos de los más entendidos en tales y cuales casas, se hablaron, se ani-maron y quedaron concertados en asaltar los cuarteles en hora y día señalados.Tan cruda y poco refle-xionada fue su resolución, que ni siquiera pensaron en el caudillo que debía dirigirlos ni en la unidadque debían tener sus operaciones.Unos debían atacar el real de Lima (el edificio que hoy sirve de cole-gio), en el cual estaban los presos; otros el cuartel de Santafé, contiguo al anterior, pared en medio, y

que hoy es el de artillería; y otros el presidio, ahora propiedad de los herederos del doctor Juan Corral,donde estaban presos los del pueblo.La mayor parte de los conspiradores debían conservarse esparcidos por la plaza y sus cerca-

nías, y entre los atrios de la capilla del Sagrario y de la Catedral, puntos los más adecuados para acudir oportunamente a uno u otro de los cuarteles inmediatos, según lo demandasen las necesidades.Circunstancias que diremos luego hicieron precipitar estos arreglos mal preparados, y casi repentina-mente se fijaron en el día jueves, 2 de agosto, a las 2 de la tarde. La consigna fue la campana de rebatoque debía darse en la torre de la Catedral.

La empresa, atendiendo a las fuerzas con que contaba el gobierno, era más aventurada, loca, y con mayor razón cuando la vigilancia había llegado a ser incesante desde que mucho antes de pen-sarse en el asalto se tenía éste por las autoridades como seguro.

“Por datos fidedignos cuyos apuntes nos han mostrado personas de buen crédito, dice eldoctor Salazar en sus Recuerdos, ascendieron a tres mil hombres bien preparados los que tenía el gobier-

no, incluso los cuerpos de Panamá y Cali que, aunque no estuvieron presentes el día de la novedad,

64

Presos: se trata de quienesfueron encarcelados a raíz dela sublevación del 10 deAgosto de 1809, que asumie-ron el poder en nombre deFernando VII y lograron larendición de las tropas acan-tonadas en Quito. Son losprotagonistas de la primera

 jornada de Independencia enel país.Al no contar conapoyo en otras ciudades,pronto se firmaron las capitu-laciones con el Presidente dela Audiencia, Conde Ruiz deCastilla, que se apresuró aapresar a algunos de los

implicados.

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Pedro Fermín Cevallos

EL DOS DE AGOSTO DE 1810

Pedro Fermín Cevallos

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sino que el segundo replegó al siguiente, y el primero pocos días después importaba lo mismo cuan-do se hallaban apostados guardando las entradas, el uno a 2 leguas de distancia, y el otro por la partedel camino a Latacunga”.

Llegados el día y la hora en que los conspiradores acababan de fijarse, suenan las campana-das de alarma, y los llamados Pereira, Silva y Rodríguez, capitaneados por José Jerés,* embisten contra

el presidio, matan al centinela de una puñalada, hieren al oficial de servicio, dispersan a la guardia y seapoderan de sus armas. Como en esta cárcel había solo una escolta de seis hombres con el oficial y elcabo respectivos, logran fácilmente libertar a los presos, se visten, en junta de seis de éstos, de los uni-formes que encuentran a mano, y salen hechos soldados y con armas, con dirección a los cuarteles enauxilio de sus compañeros a quienes suponían combatiendo todavía conforme a los arreglos concerta-dos. De los demás de los presos huyeron la mayor parte,y cinco de ellos,dándolas de honrados, se que-daron en el presidio para recibir poco después una muerte inmerecida.

Al mismo tañido de las campanas, quince minutos antes de la hora acordada, Landáburo ala cabeza, y los dos hermanos Pazmiños, Godoy, Albán, Mideros, Mosquera y Morales, armados depuñales, fuerzan y vencen la guardia del real de Lima, y quedan dueños del cuartel. Hácense de lasarmas de ésta, y amedrentando a los soldados que encuentran dispersos por los corredores bajos y patio,se van al hilo a los calabozos para libertar a los presos que, a juicio de ellos, era lo más necesario yurgente para el buen éxito de su arrojo.

El capitán Galup, al oír tan alarmante alboroto, comprendió lo que podía ser, como era enrealidad, desenvaina su espada y bajando precipitadamente de los corredores altos al patio, grita: “Fuegocontra los presos”. Uno de los ocho atletas que primero oye las voces de Galup, y luego le ve acercar-se espada en mano, se precipita a su encuentro con la bayoneta armada en el fusil que había tomado,le atraviesa con ella y tiende en tierra. El triunfo está por los conjurados, pero se pierde el tiempo quesigue gastándolo en desaherrojar a los presos.

Mientras esos valientes de memoria imperecedera admiran por el denuedo y presteza en eldesempeño de su proyecto, los que debían acometer el cuartel de Santa Fe quedan estáticos a vista delpeligro, y dejan a sus ocho compañeros sacrificados en medio de quinientos enemigos. Ora que, ade-lantada la señal, no se hubiesen reunido todos los conjurados, ora por el espanto en que entraron losque ya estaban listos, faltó el tercer movimiento de combinación, y a esta causa padecieron los patrio-tas un desastre de esos cuya memoria, aun pasados largos años, arranca lágrimas de dolor.

Angulo, comandante de las tropas de Popayán, que había partido a su cuartel al primer movimiento percibió de parte de los asaltadores al presidio, y de los soldados heridos que huían delfuego que los primeros les hacían avanzando hacia la plaza mayor.El comandante Villaespesa que,advir-tiendo estos mismos movimientos y ruido, salía precipitadamente de su casa a ocupar el puesto que lecorrespondía en el cuartel, fue detenido en la calle por un hombre del pueblo que le echó por tierrade una puñalada, a pesar de la lucha que sostuvo el otro con su espada.

Entrando ya Angulo en el cuartel, manda a abrir de un cañonazo un horado en la pared quesepara el suyo del de Lima para que pasaran por él las tropas que ya estaban sobre las armas, y pasanefectivamente por el agujero. Su primer paso se encamina a ocupar las puertas del cuartel vencido,donde los asaltadores habían colocado un cañón, creyendo no poder ser acometidos sino por el ladode afuera, sin hacer caso de los enemigos que tenían adentro.Advierten los asaltadores y presos de loscalabozos bajos que ya estaban libres que una columna cerrada les acomete por las espaldas, y en talesconflictos, palpando la imposibilidad de resistir, procuran huir para salvarse. Los más alcanzaron efecti-

vamente a vencer el peligro, incluso Albán, que estaba herido, pero Mideros y Godoy cayeron muer-tos al salir. Luego dispuso Angulo que se cerraran las puertas y se conservara el cañón con la boca haciala entrada del cuartel.

En estos momentos llegan los vencedores en el presidio.Unidos con otros que se les incor-poraron en el tránsito, y principalmente en las cercanías de los cuarteles, se dirigen al de Lima para for-zar las puertas que encuentran cerradas; mas un fuego doble de mosquetería que llueve del palacio delpresidente y de las ventanas altas del mismo cuartel, los obliga a cejar, y queda así rendida y castigadala temeridad de aquel puñado de valientes. Los que se retiraron por San Francisco aún tuvieron querecibir una nueva descarga que les cayó de los balcones de la casa del comandante Dupret.

Libre la tropa del pueblo que se había apoderado del cuartel de Lima, se esparce por pelo-tones entre los calabozos altos en que yacían los presos. Estos desgraciados, sobre quienes pesaba unasentencia de muerte y llevaban expuesta la vida desde que asomara cualquier movimiento popular,comprenden que es llegada su última hora, y se esfuerzan cuanto pueden para atrincherar las puertas desus aposentos. La precaución fue inútil, porque los soldados las hacen pedazos, y de seguida descargan

* Jerés murió años despuésen la batalla del Tambo cuan-do ya era jefe de un escua-drón de caballería. Había sidotambién, antes de esta batalla,desterrado a Panamá en juntadel coronel don CarlosMontúfar, según consta de lacorrespondencia oficial delgeneral Montes.

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sus fusiles a manos lavadas y de montón sobre los presos.El que todavía no ha muerto de las balas,muerea sablazos o bayonetazos; y los victimarios, pasando de un calabozo a otro, obran en todos como en elprimero, y se derrama la sangre a borbotones.

Las hijas de Quiroga, llevadas por desgracia a visitar a su padre en tan funesto día, presen-cian con el corazón palpitante las escenas sangrientas de las que ellas mismas han escapado de mila-

gro, sin que les tocara una sola bala de cuantas llovían sobre sus cabezas. Pasado ese primer instintode terror que, en circunstancias semejantes, se concentra enteramente en el individuo, les sobrevienela memoria de su padre a quien desean salvar. Se dirigen al oficial de guardia, y le ruegan fervorosa yhumildemente que le salve la vida, y sorprendido éste de que aún estuviera vivo un enemigo de tantasuposición, se acompaña del cadete Jaramillo y entra en el rincón en que yacía Quiroga oculto:“Decid, le gritan,“¡Vivan los limeños!”Quiroga responde:“¡Viva la religión!”. Jaramillo, en réplica ledescarga el primer sablazo, y luego los soldados otros y otros,hasta que cae muerto a las plantas de sushijas.

Mariano Castillo, joven de gallardo parecer, valiente y de lucido entendimiento, había sidosólo herido de una bala en las espaldas, y mientras cuenta con que va a morir a bayonetazos, comomurieran otros,aventura recurrir a un arbitrio que puede salvarle.Desgarra sus vestidos,los ensucia conla sangre que está arrojando su cuerpo y se tiende como uno de tantos cadáveres. Los soldados queandan rebuscando a los que pudieran estar ocultos, pasan punzando los cadáveres con las bayonetas,punzando también a Castillo una y otra vez, y Castillo recibe impasible y yerto diez puntazos sin dar la menor señal de vida. Por la noche, cuando estaba ya velándose en San Agustín entre los cadáveresrecogidos por los religiosos de este convento, se dejó conocer como vivo, y los reverendos se lo lleva-ron con entusiasmo a una celda muy segura.Castillo salvó así después de tres o cuatro meses que duróla curación de sus heridas.*

El coronel Salinas, Morales, Quiroga,Arenas, tío de Rocafuerte,65 el que llegó a regir supatria como Presidente de la República, el presbítero Riofrío, el teniente coronel don Francisco Javier Ascásubi, los de igual graduación con Nicolás Aguilera y don Antonio Peña, el capitán don JoséVinuesa, el teniente don Juan Larrea y Guerrero, el alférez don Manuel Cajías, el gobernador deCanelos don Mariano Villalobos, el escribano don Anastasio Olea, don Vicente Melo, uno de apellidoTovar y una esclava de Quiroga que estaba encinta; fueron las víctimas impíamente sacrificadas en elcuartel el 2 de Agosto. Parece que toda revolución demanda estas ofrendas sangrientas para alimentar-

se, y que la del 9 de Agosto, por demás pacífica y pura, reservó el sacrificio para el tiempo de su ani-versario.Harto dolorosamente castigado quedó aquel gobierno perfunctorio,66 cuya organización

desacertada, insustancial y hasta pueril debía por fuerza enflaquecerle y hacerle morir.Y no obstantesus heráldicas pretensiones ¿quién no querría haber participado de su tr iste destino,a cambio de haber sido también de los primeros que en América española ejercieron sus derechos soberanos? Ha más decuarenta años que esas víctimas pasaron a la eternidad, y sin embargo ¡las lágrimas que arranca sumemoria se derraman de año en año, y de seguro que se derramarán de generación en generación! Elansia de obtener un bien lo más pronto posible, es, a veces, la que dificulta el logro, y esto parece loaplicable a la prematura revolución de 1809.

Don Pedro Montúfar, don Nicolás Vélez, el presbítero Castelo, don Manuel Angulo y el joven Castillo, de quien hablamos, fueron los únicos presos que,de los que ocupaban los calabozos altos,lograron escapar. Montúfar se hallaba muy enfermo, y había conseguido a grandes esfuerzos salir del

cuartel tres días antes del funesto día;Vélez se había fingido loco al remate,y con tanta naturalidad que,burlando la inspección y examen de los facultativos, tuvo que ser arrojado a empujones del cuartelcomo intolerable demente; y Castelo y Angulo consiguieron fugar en junta de los asaltadores al cuar-tel, porque probablemente no estuvieron aherrojados como los otros presos, o estuvieron ya desengri-llados.

De los que ocupaban los calabozos bajos solo fue asesinado don Vicente Melo; los demásescaparon, bien uniéndose a Landáburo y los Pazmiños, bien huyendo por los agujeros que caían a laquebrada que atraviesa bajo el cuartel.

Consumada la carnicería en el real de Lima, salen gruesas partidas de soldados haciendofuego contra el pueblo que se mantenía al ruedo y cercanías de los cuarteles. Los comprometidos enla conjuración, que a lo menos tienen algunos fusiles y escopetas, se arriman a las paredes de las callesde la Universidad , de Araujo y del Correo, y se sostienen contestando los fuegos enemigos; mas otros,ociosos y noveleros, conceptuándose inocentes, se quedan donde estaban, movidos de curiosidad. Laparte medio armada que seguía haciendo fuego por lo largo de la calle de la Universidad, recibe de

* Castillo, hijo de Ambato,que en el año de 1818 partió

para el Perú de cadete en elbatallón Numancia, en juntade otros jóvenes, hizo conBoltijeros, en que se convirtióaquél, todas las campañas yguerra de la independenciacon el denuedo que debía alcielo sin desmentirlo en nin-guna de cuantas acciones seencontró. Su valor se elevómuy pronto hasta el grado deteniente coronel, y muriósuicidado en Piura, desertadode las filas de Colombia, en1829, a consecuencia de laderrota que sufrieron en

Tarqui las armas peruanas;porque Castillo fue uno deesos republicanos exageradosque llegaron a desconfiar deBolívar, a quien vino a abo-rrecer de muerte.

65 Vicente Rocafuerte: sería,en efecto, el segundoPresidente del Ecuador. Sumandato abarcó de 1835 a1839.

66 Perfunctorio: latinismo quealude a algo, en este caso algobierno,que se ha organiza-do con negligencia, de mane-ra precipitada.

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súbito por las espaldas una descarga de fusilería que le dirigen los soldados desde lo alto del arco de laReina de los Ángeles; eran los de la guardia del Hospital que habían montado sobre el arco para poner-la entre dos fuegos. Entonces tuvo que partir al escape tomando una calle transversal, como lo verifica-ron también otras partidas del pueblo con ánimo de replegar a los barrios de San Roque,San Sebastián y San Blas.

Fortificáronse unos en el primero, otros en la columna llamada Fama y otros en la alameda, y las tropas que antes los llevaran de calle desalojándolos de esquina en esquina, ahora detienen suspasos respetando las tan mal improvisadas fortificaciones. Pero si les falta arrojo para asaltarlos, discu-rren acertadamente que tampoco podrán ser acometidos, y retroceden para esparcirse por el centro dela población y ahuyentar al pueblo inerme y curioso.

Insertamos algunos trozos de los apuntes de nuestros cronistas, testigos presenciales de lossucesos de Agosto.Acaso sean exagerados, acaso obra de las vivas impresiones del momento; pero haytanta conformidad entre sí y tanto ajuste con lo que sostiene la tradición,que no hay cómo desconfiar de la verdad de cuanto refieren.“Uno de los presos que salieron del presidio, dice el doctor Caicedo,se colocó en el pretil de la catedral, y desde allí arrolló a los mulatos, hasta que acabados los cartuchosle acertaron un balazo. Quedó caído y medio muerto, y fueron a rematarlo con las culatas de los fusi-les, como lo verificaron. Lo mismo hicieron con una india que estaba en la plaza, con un covachero ycon un músico que iba para el Carmen de la nueva fundación.Todo esto pasó por mi vista”.*

“En la calle del marqués de Solanda desarmaron cuatro mozos a seis fusileros que llevabansus arcabuces cargados y armandos de bayonetas; pero allí mismo murió un pordiosero. En la calle delCorreo tres solos paisanos hicieron huir a una patrulla, la desafiaron y silbaron; pero allí mismo abale-aron a un indefenso, a quien remataron porque quedó medio vivo, haciendo pasar la caballería por encima una y otra vez.Por la calle de la Platería corrieron los mulatos que guardaban el presidio; peroallí mismo dieron un balazo a un músico, y porque no murió del todo le destaparon los sesos con lasculatas de los fusiles. En la calle de Sanbuenaventura hicieron fuego los santafereños; pero allí murióuno que hizo frente, a manos de un mozo desarmado, quitándole el fusil y pasándole con la bayone-ta. ¡Oh, si pudiera yo referir los prodigios de valor que se vieron en esa poca gente que sólo concuchillos se esforzó a liberar a su patria del yugo de la tiranía...! Bastará reflexionar acerca de un pasa- je asombroso y original. Luego que escampó algo la tempestad entró en la plaza mayor un mozodesarmado, a quien sin duda llevó la curiosidad al mayor peligro.Tiró por la esquina de la grada larga

de la catedral, cuando reparó en un limeño que le apuntaba. Se paró el mozo, y al ver la acción derastrillar, se agachó y evitó el golpe. En la contingencia de ser muerto por la espalda o por delante,por su indefensión, eligió el segundo extremo, y mientras se cargaba por segunda vez el fusil, avanzóhacia el soldado. Distaría unos veinte pasos cuando se le apuntó de nuevo.Volvió a pararse y gritó deeste modo: Apunta bien, zambo, porque si yerras otra vez, te mato. El susto o la borrachera del tirador, osea la viveza del mozo lo escapó de este segundo riesgo; pero no pasó el tercero, pues como un hal-cón se echó sobre él, y lo cogió de los cabezones y lo estrelló contra el pretil, dejando en las piedrasregados los sesos.A vista de esto lo embistió una patrulla, pero él encontró la vida en la velocidad desu carrera”.

“Pasó una patrulla armada hacia el puente de la Merced y la vieron unas pocas mujeres queno pasaban de seis. Se encargaron de la empresa de perseguirla y asesinarla, y con solo piedras lograronponerla en fuga vergonzosa. No fue el privilegio del sexo el que obró esta maravilla, puesto que yahabían muerto a algunas en las calles, y en su balcón a una señora,Monje de apellido...”.

El presbítero de Roa, en su crónica citada se explica de este modo:“la orden del señor pre-sidente, a más de ser tan rigurosa por lo ya dicho, también dispuso se incendiara la ciudad, a lo que seopuso el oidor supernumerario, doctor Tenorio (que a la sazón se halló) y a su alegato se suspendióesta segunda orden. Mas la primera se verificó, pues salieron todos los soldados en patrulla por todaslas calles matando a fuego y acero a cuantos encontraban en el camino, a cuantos veían en los balco-nes y cuantos se paraban en las tiendas y zaguanes, como si todos fueran gallinazos, tórtolas o perros;no escapándose de este rigor niños ni mujeres, de los cuales se sabe que fueron hasta trece, y de lasmujeres tres”.

“No paró en esto solo, sino que los facinerosos hicieron de una vía dos mandados, y fue quecon las mismas armas reales, abusando del impío mandamiento, entraron en las casas que más noticiastenían de acaudaladas, y saquearon cuantos doblones, moneda blanca, alhajas, plata labrada y ropasencontraron.Entre varias, la de don Luis Cifuentes, al que le quitaron más de siete mil pesos en doblo-nes, cincuenta y siete mil en dinero blanco... No contentos con robarse lo dicho,despedazaron muchosespejos de cuerpo entero,arañas de cristal y relojes de mucho aprecio, saliendo con los baúles a la calle

* Téngase en cuenta que elgranadino señor Caicedo sehallaba entonces de provisor 

 y vicario general del obispa-do.Téngase presente, asimis-mo, que gozaba de una muymerecida reputación por susvirtudes, y así no cabe quehubiese aventurado una solapalabra que no estuviera con-forme con la verdad. Caicedofue desterrado en 1813 a lasislas Filipinas en junta deldoctor don Miguel AntonioRodríguez y de otros varios.Su destierro se alzó por 

Fernando VII a mediados de1820.

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que hace esquina de San Agustín a repartirse entre ellos todo lo que habían saqueado; de modo queno tenían otra medida para su división que la copa de un sombrero, por lo que toca a dinero,y lo demása lo que más podía cada uno”.

“Por la noche rompieron muchísimas puertas de tienda, y covachuelas del comercio y lasdejaron en esqueleto, y prosiguen aún hasta hoy haciendo muchísimas extorsiones,hir iendo y lastiman-

do a los que procuran defensa”.El continuador de las Memorias de Ascarai : *“Volviendo a los que murieron en aquel día (2

de Agosto), a más de los que mataron por las calles, la nueva guardia que fue al presidio encontró enél cinco presos que habían sido soldados de los de Salinas, quienes por manifestar honradez no quisie-ron fugar, aprovechando de la ocasión, y fueron bárbaramente pasados a cuchillo. La ciudad toda secubrió de luto, llanto y amargura; nadie se atrevía a asomar ni aun a los balcones, porque era muertoen el acto, hasta que al otro día el ilustrísimo señor obispo y los sacerdotes de más respetabilidad, conCristos en las manos, pasaron a implorar del perjuro presidente la cesación de los excesos que se come-tían en un pueblo indefenso”.

Parreño, en sus Casos raros acaecidos en esta capital :“Luego que la tropa de Lima hizo este ase-sinato (el de los presos del cuartel), salió por todas las calles matando a cuantos se encontraban en ellas,sin distinguir personas, calidad ni edad, pues no se escaparon ni los niños tiernos. Hecha esta inhuma-na matanza,que pasan de doscientos los que se han podido enumerar, y no llegaron a más porque pro-curaron huir unos y esconderse otros. Salió la tropa a son de caja, y robó las casas más ricas, tiendas demercancías, vinos y mistelas; luego las pulperías y estancos, rompiendo las puertas a pulsos y con lasarmas, sin haber magistrado que lo impida, porque miraron con indiferencia que se hagan los asesina-tos y robos cometidos con nombre de saqueo. Se asegura que pasaron de doscientos mil pesos, puessolo de la casa de don Luis Cifuentes se sacaron entalegados, entre doblones y dinero, ochenta y cincomil pesos, fuera de muchas alhajas de oro, plata y piedras preciosas”.

Hemos aglomerado aposta los pormenores que van insertos, talvez escritos en la noche delmismo 2 de Agosto, como lo demuestra lo desaliñado del lenguaje, para corregir las apasionadas rela-ciones del historiador español Torrente que, hablando de los horrores y confusión de tan infausto día,da a entender que el triunfo de las armas de Castilla fue obtenido en combate formal con el pueblode Quito, cuando los más de los asesinados pertenecían al número de los inocentes, y casi con autori-zación de los mismos gobernantes. El 2 de Agosto de 1810 no fue sino una imagen del 2 de Mayo de

1808 en Madrid,67

donde allá como aquí, el pueblo indefenso quedó sacrificado. Las armas de Castillahabrían triunfado, es por demás seguro, de las partidas mal armadas y peor fortificadas que se mantu-vieron firmes hasta la entrada de la noche en la Cruz de piedra en la Fama, y en la Alameda; pero las tro-pas de Arredondo no eran tropas de arrojarse por donde había peligros, y sus lauros fueron sólo resul-tados de los asesinatos y robos.

En esa lucha desigual de algunos hombres del pueblo, en que la mayor parte, no más quearmados de cuchillos, palos y piedras, se sostuvieron por tres horas contra soldados provistos de cuan-to era necesario para contar con la seguridad del triunfo, hubo sin embargo peores resultados para éstos.Los realistas mismo, interesados en menguar el número de muertos de uno y otro partido, tanto por no hacer aparecer sus pérdidas, como para atenuar la enormidad de los asesinatos, confesaban que lossuyos habían subido a ciento, y no más que a ochenta los del pueblo aun con la inclusión de los ase-sinados en el cuartel. El comandante Dupret confesó que le faltaban como doscientos de su cuerpo, yaunque esta baja pudo proceder de alguna deserción, lo cierto es que las tropas reales consumieron

veinte mil tiros esa tarde.Así como así, y aun cuando no hubieran sido asesinados los presos del cuartel, fue siempre

una agostada horrible que vino a reflejar en miniatura la setiembrada de París de 1792.68 Si va algunadiferencia, es que allá el actor fue el pueblo desenfrenado, sediento de sangre, porque hasta había tras-pasado los límites de la más furiosa anarquía,y acá fueron las autoridades, protectoras de la vida, las quedecretaron los asesinatos, y las tropas regladas las que los ejecutaron.

Fortuna y muy tamaña, fue para Quito que preponderase a la ferocidad la codicia de los sol-dados de Arredondo, pues merced a las vilezas de esta pasión dejó de morir mayor número de inocen-tes. Las casas y tiendas de los pacíficos y acaudalados don Luis Cifuentes y don Manuel Bonilla,en quelas cebaron a sus anchas, redimieron a buen tiempo la sangre del pueblo.El total monto del saqueo pasóde medio millón de pesos.

* El finado señor donBartolomé Donoso.

67 2 de mayo de 1808 enMadrid: episodio inicial de laGuerra de la Independenciaespañola contra los franceses.Lo originaron los tumultosque protagonizó el pueblomadrileño frente al Palaciopara impedir el traslado aBayona de varios miembrosde la familia real, ordenadopor Napoleón.La represiónfrancesa contra el pueblo deMadrid culminó con el fusi-lamiento de los rebeldes esemismo día en diferentes luga-

res de la ciudad.Este aconte-cimiento fue reflejado por Goya en su lienzo Los fusila-mientos de la Moncloa.

68 Setiembrada de París de1792: Conocido episodio dela Revolución Francesa.Enseptiembre de 1792 los sans-culottes protagonizaron múlti-ples matanzas en París tras lacaída de la monarquía y elencarcelamiento de Luis XV,hechos que habían venidoexigiendo ante el desconten-to con la política de laAsamblea Constituyente y la

situación de guerra que vivíael país.

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II

C

orridos, asesinados y robados los del pueblo, y luego perseguidoscon tenacidad y expuestos a caer en manos de quienes no habían

de perdonarles la vida, era natural, cuando no justo, que pensa-ran tomar venganza. Las violencias del 2 de Agosto se habían echado a volar porlos pueblos inmediatos, acaso con exageración, y los pueblos comenzaron a con-certarse y reunirse para caer sobre sus enemigos.

El digno prelado de la diócesis, testigo de los excesos cometidos en la ciudad, lastimado delas desgracias de su rebaño y teniendo como segura una nueva lucha, si no adoptaba el gobierno untemperamento conciliador, se presentó en el palacio y, ayudado del provisor señor Caicedo y del ora-dor don Miguel Antonio Rodríguez, eclesiástico muy distinguido por su elocuencia,ofreció calmar lasagitaciones de los pueblos, siempre que los gobernantes se resolvieran a hacerles algunas concesiones.El presidente, los oidores, los jefes militares y más altos empleados meditaron debidamente y discutie-ron con serenidad acerca de las providencias que convenía dictarse, y celebrada la junta que convocóel primero, se dio el acuerdo del 4 de Agosto que se publicó el día siguiente.A juzgarse por lo conte-nido en sus artículos, el gobierno recibió la ley que le impuso la revolución, y Quito,aunque vencido,sostuvo sus derechos y quedaron abatidos los vencedores.

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Obtener que se corriese un velo a la transformación hecha en 1809 y se cortase la causaremitida al virrey, de la cual no se sabía aún cosa ninguna, pudiendo en consecuencia volver a sus hoga-res todos los conjurados que andaban ocultos; obtener que se corriese otro velo al origen y autores delasalto a los cuarteles el día 2; que las tropas de Arredondo, sobre las cuales pesaba el rencor del pueblo,salieran de la ciudad y la provincia dentro de breves términos; que el nuevo cuerpo que debía levan-

tarse en reemplazo, se compusiera de vecinos de la ciudad; que se ofreciera recibir al comisionadoMontúfar con la estimación y honores que le eran debidos; y que los incidentes o dudas que ocurrie-ran sobre las causas o procesos reservados, habían de tratarse en real acuerdo; fue obtener del gobier-no la justificación de los actos mirados como revoltosos hasta entonces;fue imponer,hasta cierto punto,condiciones al vencedor.

En cuanto al origen y responsabilidad de los acontecimientos del 2; fueron recíprocas lasinculpaciones que se hicieron el pueblo y el gobierno; y los historiadores mismos,dejándose llevar desus pasiones, hablan en sentido contradictorio. Píntalos Torrente como resultados y castigo de unasegunda conjuración tramada por los mismos presos desde los calabozos, y nuestros cronistas comoconsecuencias de un lazo tendido por los mismos gobernantes.Acaso unos y otros tengan razón, por-que en la complicación de los sucesos que se cruzaron, no faltan de cierto, datos en pro y en contraque dejan vacilante el ánimo para poder resolver la duda con acierto. La visita de las hijas de Quiroga,hecha desde muy antes que sonara la campana de arrebato; las visitas de las esposas de Larrea,Berrazuetas y Olea (quienes naturalmente no habrían querido exponerse a un riesgo manifiesto, casode pertenecer ellos a la conjuración); la circunstancia de que los cinco presos del presidio se negaron asalir; y el corto número de asaltadores, hacen discurrir que en efecto, no estaban complicados en laconspiración que se concertaba para libertarlos de las prisiones. No obstante lo dicho, el tiempo havenido a revelar que Salinas,Morales,Quiroga y otros de su partido,sabedores del piadoso deseo de susconciudadanos para libertarlos, y celosos de la popularidad e influencia del comisionado regio quevenía a robustecer al de su familia, y a defraudar en cierto modo las glorias del 9 de Agosto,no fueronsino los agentes principales de la revolución del 2, los que la precipitaron para no deber sino a ellosmismos y no a Montúfar, a cuya familia imputaban los errores de la junta, la salvación de la vida,el res-tablecimiento de los principios proclamados en el año de nueve y la pujanza de su causa. La lógica delos partidos que han llegado a encelarse y a exaltarse, ha sido y será siempre así, desatentada, vanidosa,intolerante, irracional, y desdeñarán los abanderados hasta su propia salvación, hasta la de su propia

causa por no recibirla de parte de sus enemigos.

 En Resumen de la historia del Ecuador , Lima, 1870.

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El gallito de la catedral69 tiene plumas de hierro.

La vida a la intemperie le ha robado la voz:

ha visto levantarse no pocas madrugadas.

¡Ha llegado tan alto! No me desilusiona

cuando mira el paisaje por encima del hombro.Ha de ser para él largo el tortuoso camino que sigue la memoria:

los vientos le han gastado la punta de la espuela

 y es como una señora la ciudad colonial

recargada de siglos y de piedras preciosas.

 Yo no sabría tomarlo igual a una veleta o por ave de paso.

Es juicioso y cabal.

Si la herrumbre aflojara su lengua de campana,

saludaría al reloj con más puntualidad que un visitante inglés.

De ese modo debió comportarse otro gallo,

aquel que le cantó, la verdad a San Pedro.

Su sitio no está al lado del llanto de las beatas,

ni de los transeúntes a los pies de la sobria majestad de la nave,

sino afuera, en la cúpula, por si alguno lo nota

(tal vez un pasajero que no ha perdido el hábito de contemplar las nubes y uno o dos serafines)

Texto dedicado especialmente para este libro.

69 Gallito de la catedral: Elgallo que figura como veletaen la cúpula de la catedral esuna presencia emblemática enla ciudad. Con él como pro-tagonista hay una famosísimaleyenda,“La venganza delgallito de la catedral”, recogi-da por Guillermo Noboa,que puede leerse en Édgar Freire, Quito: tradiciones, leyen-das y memoria, Quito,Libresa,colección Antares, 1994; y enla recopilación realizada por 

el mismo autor Quito: tradicio-nes, testimonio y nostalgia, t. I.

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PLAZA MAYOR

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Deambulan a lo largo de los desvencijados corredores,

aliviadas del peso del laurel y del oro.

Aunque la noche muestra un semblante sereno

 y se aquieta la brisa-no quieren ahuyentarlas-,

los sueltos camisones tiemblan discretamenteen torno de los levísimos andares.

No hay modo de aislar un rasgo de esas caras,

un detalle igualmente glorioso de los cuerpos,

pese a la fascinante herida del escote,

a los pliegues astutos de un encaje o un velo.

La luna las desnuda del ser y de la forma,

transfigura, descarna, las cambia en pesadilla, en dulce escalofrío.

Como los combatientes de proclamas, de lanzas,

de augustos ideales, de austeras decisiones,

de empeños visionarios se han ido para siempre

(sus manos bajo tierra, atesoran un rizo de color desvaído, un puñadito de ceniza o sombra),

sin remedio abolidas, suspirando,mordiéndose

los labios de despecho,

vuelven a las estancias de la muerte,

al sudario o al lecho de mustios regocijos,

a través de los muros.

Dejan atrás un hábito de espectrales violetas,

sin mancillar el polvo con la huella de un paso,

sin desatar memorias,

solamente el delirio del noctámbulo amante

de los patios ruinosos, del pálido aguardiente,

privado del descanso hasta el fin de sus años;

al menos, hasta el alba,

en las horas tempranas de atroz deslumbramiento

que aún no pueden quitarle la gracia y la cordura.

Texto dedicado especialmente para este libro.

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LAS LIBERTADORAS

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 A una corta distancia de cosa de doscientos o más metros algo aloriente de la pequeña iglesia de El Belén y en el sitio precisodonde ahora, en 1965, está levantado el moderno Palacio

Legislativo, allí, en la eminencia del terreno llano en que termina la superiorplanicie de La Alameda, se destacaba todavía firme hasta hace poco una gruesa  y solitaria columna de piedra, duro y funesto vestigio colonial, delante de un

 vasto panorama que tenía a su pie el resto de la extensa llanura de Añaquito oIñaquito, ejido público que legalmente comenzaba desde la Plazuela de San Blas.Esta columna, rematada por un copete y tres brazos salientes también pétreos y ya desastillados, sin duda por el uso, era el Rollo o Picota que los españoles dela Colonia levantaron en Quito siglos atrás para los ajusticiamientos más espec-taculares de su vindicta pública.

Significado Español de el rollo o picota

Según el más antiguo diccionario enciclopédico castellano,

“rollo”, es “la picota hecha de piedra y en forma redonda o decolumna, y era insignia de la jurisdicción de “villa”; y, por “pico-ta” define, “el rollo u horca de piedra que suele haber a las entradas de loslugares, donde ponían las cabezas de los ajusticiados o los reos a la vergüen-za”.

En cuanto a la palabra jurisdicción, en este caso no es en el sentido de “término de algúnlugar o provincia, ni de territorio en que un juez ejerce sus facultades de tal” sino en la acepción de“poder o autoridad que tiene alguno, persona o entidad, para gobernar y poner en ejecución lasleyes”.

Por tanto, el sitio extramuros donde los españoles levantaron este Rollo o Picota de pie-dra, no fue para significar el lindero o término de la villa o ciudad de Quito, sino para alejar consi-derablemente de la inmediata vista pública este pilar ignominioso de su justicia a un lugar donde

desde los primeros tiempos de la población española de la ciudad, ya se lo había señalado, sin duda,como el de arrojar allá a distancia los cadáveres de los animales o de los hombres que, a juicio de laépoca, no debían recibir sepultura, sino ser abandonados a la corrupción libre, a las aves del cielo y alos perros del campo; cosa que se perpetuó en ese mismo sitio consuetudinariamente, hasta bienentrados los tiempos de la República.

Porque los españoles, tan pronto como fue poblada o asentada (no fundada) la villa de SanFrancisco de Quito, ya levantaron su infaltable, aunque provisional, Picota de palo en la “plaza de lavilla” (que hemos venido llamando “plazuela de la fundación”,porque la “plaza de la ciudad” fue paraellos, en su traza original, la que hoy llamamos “Plaza Grande”). En esa improvisada picota de la plazade la villa fue colocada la cabeza del infeliz Virrey Núñez de Vela, luego después de la Batalla deIñaquito,70 y colgada una buena mujer que mandó a ahorcar a Puelles71 no en el Rollo o Picota depiedra cercana al Belén, porque al tiempo de dicha batalla y asesinato no hubo todavía ni Rollo niBelén.

Es sumamente curioso, como designios del destino, que,con exactitud,donde después se seña-ló para arrojadero de animales muertos y de cadáveres humanos insepultables, y para sitio definitivo del

70 Núñez de Vela: adminis-trador español que fue el pri-mer virrey del Perú.La apli-cación de las nuevas leyes de1542 le atrajo la enemistad delos conquistadores y oidores

de la Audiencia.Así, depuesto y desterrado por aquella, quenombró a Gonzalo Pizarrogobernador del Perú, seenfrentó a este en Iñaquito,donde murió.

71 Puelles: Pedro de Puellesfue un aventurero sevillanodel siglo XVI célebre por sucrueldad con los indios y suvolubilidad política. Marchó aPerú con Pedro de Alvaradoen 1534. En 1546, se unió aPizarro contra Núñez de Vela;luego se pasó al bando delRey y finalmente sus anti-

guos compañeros lo mataronen 1547.

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Luciano Andrade Marín

EL ROLLO O LA PICOTA COLONIAL DE QUITO

Luciano Andrade Marín

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gran Rollo o Picota de piedra, allí tuvo lugar el combate honrosamente reñido de las caballerías deGonzalo Pizarro con las del Virrey, donde en esa pendiente (que hoy mira al Estadio del Ejido) roda-ron envueltos en una sola masa de hombres y caballos, heridos y muertos, los adversarios hasta amon-tonarse en el descanso horizontal del pie (hoy calle Tarqui), y donde siglos después fue fusiladero delos republicanos y enterradero de protestantes fallecidos en Quito. Quien lea con cuidado los relatos

de testigos presenciales de la Batalla de Iñaquito, que los hay muy buenos, podrá comprobar la prime-ra aseveración que aquí hacemos.

Cuándo y por qué fue levantado el rollo o picota

Ninguna de las documentaciones antiguas trae noticia alguna sobre cómo y cuándo fue levantado el Rollo o Picota. Si de sólodocumentos de papel dependiera la historia, sería de creer que

la formidable Picota pétrea de Quito es una mera fábula. Pero allí, donde hemosseñalado, estuvo, en un terreno de propiedad particular despojado al públicoEjido, y ahora está implantada en el patio del Museo Municipal de Historia de

Quito, después de haber sido rescatada de poder de un particular que, a título dedueño del terreno, la desmontó de su lugar original y se la llevó a una residen-cia suya, terreno que, a la vez, sirvió más tarde (no hace mucho) para asentarla construcción del moderno Palacio Legislativo.

Únicamente es el Padre Juan de Velasco en su célebre Historia del Reino de Quito, quien nosda la siguiente referencia acerca de este Rollo o Picota:“Hubo, dice, un Octavo Tribunal de la RealCasa de Moneda, compuesto de Tesorero, Contador y demás oficiales. Se extinguió en el siglo pasa-do y se demolió la casa, que era contigua al monasterio de la Concepción, no tanto por haber cesadoel trabajo de las minas de plata, que era la única que se acuñaba, cuanto por los monederos falsos, loscuales fueron ajusticiados en una columna que se levantó para el efecto en el ejido, y subsiste con elnombre de La Picota”.

Esto quiere decir que la Picota de El Belén fue levantada el siglo XVI a raíz de la primera

tremenda crisis económica de la moneda que padeció Quito, según nuestra personal opinión, por ago-tamiento de la “cosecha”(que los españoles llamaron “rescate”) del oro y plata existentes en manos delos indios desde antes de la Conquista española, conforme lo tenemos prolijamente discutido en unpequeño librito nuestro intitulado El Ecuador Minero. Pues, cuanto oro y plata labrados hallaron losespañoles en Quito y lograron en Cajamarca, se lo llevaron a España, dejándolo muy poco aquí enforma de monedas toscamente acuñadas; y, así el país quedó desmonetizado. Los monederos falsos selevantaron entonces,y, burlando el conocido tributo de los “quintos reales”,se dieron a la tarea de suplir subrepticiamente la falta de circulante con sus monedas que aunque de buen metal, porque no eran nide plomo o estaño,habían perjudicado a la Corona;pero, que, en el fondo –cosa irónica- beneficiabana la comunidad. Las autoridades reales que tenían por los peores delitos el de los monederos falsos y elde los excomulgados, levantaron un corpulento Rollo o Picota de Piedra para colgar allí a unos y aotros, dejándolos de pasto de los gusanos y de las bestias carnívoras como el castigo más infamante eignominioso, y creyendo así resolver la crisis económica que provenía de otras causas inimaginadas,entonces, para los gobernantes españoles.

Así fue, conforme lo dejamos estudiado en nuestro referido librito, que el siglo siguientese repitió otra crisis económica quizás peor al agotarse el otro filón de la insensata y cruel explota-ción española: el de los obrajes, instituciones éstas que, al decir de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, ensu formidable libro Noticias Secretas de América, eran mil veces peores que las galeras porque jamás lle-gaban a ningún puerto que no sea el de la muerte segura de sus indios ocupantes; inclusive las de susfamilias desocupadas afuera, hambrientas y aterrorizadas de la tiranía combinada de corregidores,hacendados y curas. Con este sistema de extirpación colectiva, sin duda ya quedó sin mucho uso lasingular Picota, nombre fatídico que se ha perpetuado hasta hoy en el dicho vulgar:“ponerle a unoen la picota”.

Testimonios adicionales de la existencia del Rollo o Picota del Belén de Quito, constan enlos planos más antiguos de la ciudad. En el de Dionisio de Alsedo y Herrera, probablemente del año

de 1729; en el de La Condamine, probablemente del año de 1740; en el de Jorge Juan y Antonio de

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Ulloa, quizás del mismo tiempo; y, en el Gazzetiere Americano de 1763, en todos ellos consta hastadibujado con sus actuales formas de dicho Rollo o Picota.

Una última pregunta: ¿Podían los meticulosamente católicos españoles haber levantado esaPicota de ignominia y afrenta macabra junto a una primera iglesia de la cristiandad o a un sitio endonde dicen que se celebró la primera misa de la Conquista? Si hay quien pueda responderlo afirma-

tivamente quemaremos nuestras naves.

 En Luciano Andrade Marín, Historietas de Quito,

Quito, Grupo Cinco Editores, 2000.

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La primera “calle real” y la que por ordenanza debía ser la másancha, fue sarcásticamente, la actual Calle Angosta, es decir, entérminos Municipales sigloventinos, la calle Pichincha. Al hacer

la traza de la ciudad, se determinó expresamente que esta calle tuviese 35 piesde ancho. La razón para que ésta fuese la primera “calle real”, obedeció a queella arrancaba desde la primera plaza pública (delante de la Casa del Toro) e iba 

derechamente hacia el Sur, hasta un paso cómodo que habían tenido los indiospara atravesar la quebrada que fue de Jerusalem. El camino de los indios pasa- ba a la ribera opuesta, llegaba a la base del Panecillo (Cerro Gordo de los prime-ros españoles, y Nahuira de los Incas) y lo circundaba por la falda Oeste, avan-zando al “gran monte” (gran bosque) de Pantzaleo (Tambillo-Machachi). Estecamino había sido el más favorito de los indios, porque, como carecían de caba-llos para vadear mayores ríos, se evitaban así el paso del Machángara y lospeñascos y breñas de Chimbacalle. Los indios antiguos para atravesar la quebra-da de Jerusalem, habían construido uno de sus famosos socavones, a fin de for-mar un puente de éstos, en los que eran formidables maestros. Ejemplos de esta clase de puentes son los falsamente llamados puentes naturales de Rumichaca 

en Carchi, el Socavón de Ambato y el Socavón de Cumbayá-Tumbaco, obras abso-lutamente artificiales de los Incas para dar francos pasos en sus geniales cami-nos. Vestigios de este Socavón fueron hallados allí por mi padre, el Dr. Francisco Andrade Marín, cuando él canalizó y rellenó, contra todas las voluntades priva-das y públicas, la gran quebrada de Jerusalem a principios del Siglo XX. En estesocavón también se inspiró y aprendió el Dr. Andrade Marín para socavar la quebrada de la Plaza de Armas y formar la primera y curiosa placeta de esta estructura, que el pueblo la consagró después, y hasta hoy, con el nombre de“Plaza Marín”, a fines del Siglo XIX.

Para habilitar rectamente en este rumbo la primera “calle real”, los españoles tuvieron quetender un primer puente de ocho vigas cubiertas de tierra sobre la quebrada de la actual Calle

Angosta, o de los Jesuitas. Solamente mucho después, los españoles construyeron un puente de arcode ladrillo sobre la quebrada de Jerusalem,en La Cruz de Piedra, con el cual se hizo accesible la faldaNorte.-Este de el Panecillo, y dio nacimiento a la “Calle de la Vinculada”, o “Calle Larga de SanSebastián”.

Asimismo, hicieron puentes de ocho vigas,recubiertas de tierra, sobre la quebrada del ActualTeatro Sucre, el cual le llamaron en esos días “Puente de Otavalo”, poniendo delante de él, en lo quees hoy placeta, una gran cruz de madera. El río de Machángara les dio particulares dificultades, perotambién le pusieron puente de madera.A los que construían estos puentes de madera con tierra, se lespuso como condición de que pudiese pasar sobre ellos, sin peligro, un caballo a la carrera, con jinete.Hicieron, asimismo, un puente para pasar a la estancia de Juan de Ampudia y al tejar o barrero públi-co.A través de la quebrada de El Tejar, en el sitio después llamado de la Cruz Verde de la Merced.Posteriormente, este paso provisional fue sustituido por un puente de sólida arquería, que hasta hoyperdura, y del cual sacó hace poco la Municipalidad, al rellenar la quebrada, una lápida conmemorati-

va de la inauguración de dicho puente.

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Luciano Andrade Marín

LAS PRIMERAS CALLES Y LOS PRIMEROS

PUENTES SOBRE LAS QUEBRADAS

Luciano Andrade Marín

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La calle llamada vulgarmente hoy de La Compañía y toda la actual calle García Moreno,llegó un tanto después a formarse, cuando también se puso uno de estos puentes de madera sobre laquebrada que pasa debajo de la Universidad, sobre todo, cuando se hizo el puente sólido y estable dela Cruz de Piedra. Cosa semejante pasó con la moderna calle del Correo o de Venezuela, pues era enlos primeros días vía tan despreciada, que un lote de terreno que reservaron allí para la eventualidad de

una Casa de Cabildo, éste acabó por venderlo sin ninguna estima, a fin de comprar el lote de la casaque hoy tiene, míseramente todavía, en la esquina de la Plaza Mayor, y para edificar su primera casu-cha pobre y mezquina en una ciudad opulenta en palacios religiosos.

Las demás calles circundantes de la primera plaza pública, fueron poco a poco bosqueján-dose, de acuerdo con la traza hecha por el Capitán Juan Díaz de Hidalgo, el inmediato sucesor deBenalcázar, y el encargado por éste para continuar la urbanización de la ciudad.Esta traza de la ciudad,la formularon gráficamente en un plano adicional a las actas del Cabildo; pero ha desaparecido desdehace siglos, sin duda, en manos de interesados en destruir testimonios para apoderarse de las calles,pueslos propios Libros antiguos del Cabildo dan a saber que especialmente los frailes franciscanos y las mon- jas conceptas dieron mucho que hacer por su pertinacia en cortar calles apropiándose de ellas paraensanchar sus conventos.

Fue, por tanto, la actual Calle Angosta, la que sirvió de calle-cuerda o calle maestra paratrazar paralelamente y verticalmente las demás calles, debido a la circunstancia que anotamos, dehaber partido en línea rectísima desde el único paso hábil de la quebrada de Jerusalem, hacia laprimera plaza pública, mejor dicho, hacia la loma de San Juan, donde estaban los edificios indíge-nas, y sin duda, los corrales de corderos de Huanacauri. Esa calle comunicaría, así, simultáneamen-te, también el templo de Ñahuira (Panecillo), las casas reales (San Francisco), los aposentos indí-genas (Ministerio de Guerra) y Huanacauri. Sobre este evidente patrón aborigen tiene que haber-se ajustado la traza de la nueva ciudad por los españoles, en un sitio de topografía tan difícil e inva-riable.

No es posible ingeniar otro trazado que éste, en la topografía de Quito, admitiendo que laúnica entrada obligada a ella era por un paso que había sobre la quebrada de Jerusalem, cerca delMercado Sur actual. Porque, si imaginariamente devolviéramos al sitio de Quito su topografía primi-tiva y natural, veríamos que los peatones no podrían pasar impunemente el Machángara, y luego lahondísima quebrada de los Gallinazos.Es curiosísimo y muy comprobante el hecho reciente de la bata-

lla de los cuatro días de Quito, en que obstruido el paso por Machángara las tropas tuvieron que entrar a la ciudad, exactamente por la misma entrada de los primeros aborígenes de Quito, o sea por la rutaque se vieron forzados a usar también los españoles para entrar en ella y aun para el trazo urbano comociudad.

Las primeras plazas formadas por los fundadores de Quito

 A demás de la plaza central, es decir, de la plaza cívica que forma-ron los fundadores en el cuadrilátero ya indicado de las callesOlmedo, Mejía, Cuenca y Pichincha, adecuaron dos lotes de

terreno de cuatro solares cada uno, que formaban una manzana, para plaza de

feria o mercado; una, que llamaban tianguez,72

 y estaba situada al Norte, en loque hoy es placeta del Teatro Sucre. Otra la situaron en lo que hoy es plaza delMercado Sur, antes Santa Clara, y la destinaron a ser la primera carnicería.Semejante disposición es correctísima, y se ajusta a las condiciones naturalesdel país. En efecto todos los valles inmediatos al Norte de Quito, son climatérica-mente aptos para agricultura intensiva y no para ganadería, y, todos los vallesinmediatos al Sur de Quito, son climatéricamente aptos para ganadería y para agricultura extensiva. De tal manera que por la entrada Norte entrará a Quitosiempre la gran miscelánea de la despensa, mientras que por la entrada Sur, vendrá sólo la leche, la carne y productos de gran volumen. El “carretero Norte”

fue, es y seguirá siendo una interminable feria móvil; en tanto que el del Sur, sir-

 vió, sirve y seguirá sirviendo sólo de vía de acarreto.

72 Tianguez: palabra proce-dente del náhualt tianquixtli , ydifundida como mexicanismocon la forma de tianguis.Designa la contratación

pública de géneros, así comoel lugar en que ésta se realiza.

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La Plaza Mayor, hoy Plaza de la Independencia, vino después, por ello es que la Catedraltuvo que resultar un apéndice de la primera iglesia parroquial, ahora capilla Mayor.

 En Eliécer Enríquez (recopilación, prólogo y notas), Quito a través de los siglos, t. II Quito,

Imprenta del Ministerio de Gobierno, 1941.

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Fabián Guarderas Jijón

HOSPITAL EUGENIO ESPEJO

Fabián Guarderas Jijón

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16P

or lo menos un siglo antes de la inauguración del nuevo hospi-tal Eugenio Espejo, ya se hacía elocuente la necesidad en Quitode construir un hospital que preste sus servicios a los vecinos

de la ciudad y que ayude al hospital San Juan de Dios. Solamente existíanhospitales en Quito, Guayaquil, Cuenca, Loja, Riobamba, Manabí y Babahoyo;administrados por civiles y en su gran mayoría la atención no la realizaban

médicos sino barchilones.73 No existía una Escuela de Enfermería bien prepa-rada ni organizada, siendo las Hermanas de la Caridad las que cumplían esta función. Recordemos que Eugenio Espejo en sus  Reflexiones  ya indicaba quese debía edificar un hospital en el Batán atendido por mujeres que no seanreligiosas para que suplan a los padres belermos a quienes Espejo calificó degroseros e inhumanos. Así, podemos mencionar a Espejo como un adelantado.Fue él quien también avanzó con la idea de la Enfermería Civil en Ecuador.

Los hospitales del Estado y principalmente en Quito el hospital San Juan de Dios y el hos-picio de San Lázaro estuvieron siempre relegados en lo que respecta a una atención adecuada por partedel Gobierno. El descuido administrativo fue grandioso, las actas al respecto relatan que la comida y elaseo eran pésimos, existía una convivencia entre hombres y mujeres y existían privilegios para ciertosenfermos. En la segunda mitad del siglo pasado el sueldo anual promedio de un médico era de apro-ximadamente cuatrocientos pesos.

Durante las dos últimas décadas del siglo XIX Quito fue visitada por diferentes científicos y todos coincidían en tres puntos opuestos entre sí, pero reveladores de nuestra realidad:belleza y opu-lencia de la tierra; afabilidad de sus habitantes y su espíritu abierto a la cultura; abandono de las prác-ticas de higiene pública e incipiente preocupación por los problemas sanitarios. Los testimonios deEdmond André, Edward Wimper, Karl Wiener y Hans Meyer, entre otros destacados personajes, sontristemente elocuentes, especialmente en el último punto.

Quito a principios del siglo XIX contaba aproximadamente con treinta mil habitantes. Susedificaciones, entre las cuales existían casas de dos pisos, cubrían el espacio entre el hospital San Juande Dios y la Plaza del Teatro. Se seguían sepultando los cadáveres en los templos (algo que fue dura-mente combatido por Eugenio Espejo). Espejo indicó también que “hay un solo hospital en la ciudad – el San Juan de Dios- y se desearía que abundaran éstos dentro de cualquier población, pues son los

asilos donde va a salvar su vida la gente pobre y desamparada de parientes y benefactores”.Los cabildos tuvieron a cargo la asistencia médica de los pacientes pobres, pero no se enten-dieron, ni en la marcha de los hospitales ni en su sostenimiento. Los hospitales se encontraban en lamisma pobreza que en el coloniaje. El San Juan de Dios74 se encontraba casi abandonado, por lo que elMunicipio se vio en la necesidad de ayudar a esta Casa de Salud, los médicos de dicho hospital le hacensaber al gobernador de Pichincha el estado deplorable en que se encontraba esta casa asistencial, el des-greño,el desaseo, la miseria no tenían límites.Un médico indicaba:“hace tres días que los tristes pacien-tes a mi cargo han dejado de curarse por falta de hilas, esto es, por falta de humanidad, de anhelo, ysobra de indiferencia para con los desgraciados”. En el hospital se hacían las hilas hasta comienzos deeste siglo con trozos de telas usadas y lavadas que se encargaban a los pacientes que las deshilen y guar-den los hilos en cajas de cartón para que usen los cirujanos los apósitos.

Mucho podría agregar respecto a cómo se encontraba el venerable hospital San Juan de Dios,debido a dos razones fundamentales: la primera, el descuido administrativo; y la segunda, un desfase o

una no congruencia entre los mandatos médicos de la época y el ya en ese entonces caduco hospital,

73 Barchilones: en Ecuador seha usado siempre esta palabracon el significado de “enfer-meros de hospital”. El térmi-no viene de Pedro FermínBarchilón, famoso peruanoque ejerció en Lima muchasobras de caridad, por lo que

se difundió la pa labra “barchi-lón”,como peruanismo, conel significado de enfermerosin título.

74 San Juan de Dios: primer hospital de Quito, fundado en1565 con el nombre deHospital de la Santa Miseri-cordia de Nuestro Señor 

 Jesucristo.Funcionó de formaininterrumpida hasta 1974,año en que cerró sus puertas.Vid “El hospital San Juan deDios”, en Los hospitales de Quito, 1ª parte,de F. Guarderas

 Jijón, también autor del pre-

sente texto.

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por lo que la creación de un nuevo hospital debía ser, como lo dijo el presidente Alfaro en 1908, unaprioridad nacional.

Desde finales de siglo pasado ya se comenzó a gestar en Quito la idea de construir unanueva casa de salud. De los datos que he podido recabar, las primeras ideas ya concretas de construir un nuevo hospital que reemplace al antiguo San Juan de Dios aparecen hacia 1890. En ese entonces

el San Juan de Dios se encontraba deteriorado, desprovisto de ciertos adelantos de infraestructura hos-pitalaria para la época y ya no daba cabida adecuada y suficiente a la demanda de pacientes. Se pro-cedió a solicitar a la Facultad de Medicina que presente un proyecto acerca de la nueva edificación:planos, lugar, etc. La Facultad delegó al eminente médico Manuel María Casares (quien fue Decanode la misma) para que realice esta labor. Él presentó una comparación entre los hospitales franceses ynorteamericanos, las ventajas y desventajas de cada uno;además señalaba ciertas modificaciones o ade-cuaciones que se requerían para tal obra, basándose en los hospitales de Montpellier, señalaba los deta-lles de las instalaciones de agua, canalización y la adquisición de un sifón hidráulico que aún no se loconocía en Quito; además, que por la falta de canalización en la ciudad, sugería la creación de letri-nas especiales. Indica la forma de construir la sala de operaciones y el uso de la estufa de Poupinel.Vale la pena mencionar que la legislación progresista de 1892 fue pródiga en ayuda a las necesidadesde los hospitales estatales.

Lamentablemente el proyecto del Dr. Casares no fue aceptado por el presidente LuisCordero, especialmente en lo que significaba la ubicación del mismo: al norte, calle Salinas; al oeste,Plaza de la Recoleta; y al sur-este por el río Machángara. Por este motivo Cordero nomina a los doc-tores Miguel Egas y Rafael Arjona Silva para que propongan otro lugar donde edificar este hospital(fruto de la ilusión de García Moreno y Eloy Alfaro). Los doctores Egas y Arjona proponen que elnuevo hospital se lo construya al sur-oeste del Itchimbía, y que el agua que no existía en el mencio-nado sitio se la traiga de la Alameda o de la Plaza de San Blas. Como es costumbre en nuestro país,hubo gente que aún sin ni siquiera conocer el sitio propuesto ya sea por Casares o por Egas, se opo-nía a los lugares indicados por ellos. De todos modos primó la razón y se aprobó construir el nuevohospital en el segundo sitio, es decir, en el propuesto por los doctores Egas y Arjona Silva.

En 1901 la Junta de Beneficencia de Quito vuelve a interesarse por la construcción de estacasa de salud y emprende una campaña altruista para esta digna y necesaria obra, consigue apoyo dealgunos filántropos de indiscutido interés por la causa social (como Mariano Aguilera, Alejandro

Mosquera,Abel Guarderas, entre otros) y también de la municipalidad quiteña.Y es así que un memo-rable 23 de mayo de 1901 la salud en el Ecuador inicia un nuevo derrotero al colocarse la pr imera pie-dra para la construcción del nuevo hospital; sin embargo, y anecdóticamente, como frecuentementesucede en nuestro país, se coloca la primera piedra sin existir el terreno debidamente concedido parala obra ni el presupuesto para la construcción del que sería el Eugenio Espejo; en los dos meses subsi-guientes se adquiere el terreno a los señores Benjamín Carrión Piedra y Francisco Andrade, gracias ala influencia e interés de la Junta de Beneficencia.

Es incuestionable el interés del presidente Eloy Alfaro por mejorar las paupérrimas escalasen lo que se refiere a salud y educación que existían en nuestro país. Recordemos que una de las fra-ses que se hicieron populares en la “Alfareada” fue “hospitales para los pobres, asilos para los ancia-nos...”; quizá y sin temor a equivocarme, considero que quien más hizo por la educación y salud ennuestro país fue el presidente Alfaro. Sus enunciados no se quedaron sólo en ello.A pesar de la oposi-ción que tuvo, de las trabas que enfrentó el régimen alfarista durante sus varios períodos, fue el que

más construyó y aportó con escuelas, colegios, colegios técnicos, normales y militares, hospitales,maternidades, etc., continuando en cierta medida y aunque parezca paradójico por sus contrapuestasideologías, lo iniciado en parte por García Moreno,aunque debe quedar claro y sin lugar a malas inter-pretaciones que Alfaro cualitativa y cuantitativamente fue más, influyendo el hecho de que no contócon el apoyo de la iglesia y de su líder máximo, González Suárez, quien ha quedado para la historiacomo un sacerdote de ambivalente actuación y que pudo haber evitado el salvaje asesinato del ViejoLuchador y no lo hizo. El presidente Alfaro, en 1908, en su mensaje a la nación se refirió profunda yconmovidamente a la pobreza de las instituciones hospitalarias y a la necesidad imperiosa de que sedispongan fondos para su funcionamiento; propuso que se utilicen los fondos de los bienes llamadosde Manos Muertas75 para ayudar al desvalido y a la beneficencia. La cooperación de José Peralta76 entodos estos empeños fue de gran eficacia.

Sin embargo, el inicio de la construcción del nuevo hospital no se plasmó en hechos hasta1911. Como había indicado inicialmente, el San Juan de Dios ya no daba abasto a la demanda actual ypor lo tanto la creación de un nuevo hospital se volvía imperiosa, por lo que ese año y finalizando la

75 Manos Muertas: denomi-nación que se aplicaba a losposeedores de bienes raícesque constituyen una dotaciónpermanente y de la que, por tanto,no se les puede enaje-nar.

76 José Peralta (1855-1937):pensador, polemista y comba-tiente liberal, firme defensor e ideólogo de Alfaro, fue, trasMontalvo, el gran contradic-tor de la cosmovisión conser-vadora de su tiempo.

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última presidencia constitucional del General Eloy Alfaro Delgado (1 de enero de 1907- 11 de agostode 1911) se autoriza que la Junta de Beneficencia venda ciertos bienes de su propiedad para que el pro-ducto de esta venta se la utilice en la construcción de un nuevo hospital y maternidad. En el año 1912a la edificación del hospital que se llamaría Eugenio Espejo se lo declara como obra nacional por partedel gobierno.

El nuevo hospital edificado sobre dos plantas estaría conformado por varias salas o pabello-nes (seis pabellones) separados entre sí, como lo eran a principios de siglo los hospitales franceses y nor-teamericanos. Los pabellones se dividirían en los que se dedicaban a la atención de clínicas y a los decirugía.

Como no podía ser de otra manera, en un gobierno liberal, el de Juan de Dios MartínezMera (activo partícipe de la revolución liberal del 5 de junio de 1895, quien además participó en eltriunfo de Gatazo),77 se inaugura el Hospital Policlínico Eugenio Espejo en 1933, con una capacidadmáxima de internamiento de quinientas camas. Luego de aproximadamente cuatrocientos años dedepender la salud de los quiteños del recordado y venerable hospital San Juan de Dios, la capital delEcuador cuenta con un hospital de arquitectura horizontal y tecnología que se prestó para el buen usode la ciencia y la docencia por parte de los valiosos médicos que allí comenzaron a laborar y de la facul-tad de Ciencias Médicas de la Universidad Central que tuvo un espacio moderno donde ejercer ladocencia, formando a los nuevos galenos.

Al hospital San Juan de Dios, también conocido como hospital de la Misericordia, el másantiguo hospital de América del Sur,78 se le dedicó para el tratamiento de las enfermedades infectocon-tagiosas, sus pacientes se caracterizaban por ser de muy bajos recursos económicos y en su gran mayo-ría de procedencia rural.Ya a finales del S.XX este hospital dejó de prestar sus servicios médicos y acer-tadamente se construyó un museo, para que las nuevas generaciones conozcan dónde se formaron losmédicos que hicieron la Escuela Médica Quiteña, desde la época de la Colonia, dónde se sanaron loshéroes de la lucha por la Independencia, dónde se trataron los sobrevivientes de la batalla de Pichincha79

 y otras gestas históricas, dónde se formaron los médicos padres de la medicina moderna, etc.¿Por qué Eugenio Espejo? Antiguamente existía la costumbre de designar a todo lo que se

podía con el nombre de santos o personajes destacados en la religión católica, época en que la mismainfluía directamente en las decisiones y obras de los gobiernos del mundo entero. Como alguien lodijo, fue la etapa histórica en que la cruz se sentaba junto a la espada y en que no se enseñaba a temer 

a Dios sino al Papa, a los Obispos y a los sacerdotes. Sin embargo las características de la época, loshombres que imprimieron su huella y la presión justa de los médicos porque se reconozca al quemuchos señalan como el pionero de la medicina ecuatoriana, hizo que se designe como Eugenio Espejoal nuevo hospital; cabe recordar que dicha costumbre ya se la utilizaba en otros países y no únicamen-te en los hospitales, sino también en sus pabellones y en las salas de docencia de las facultades de medi-cina, algo que en parte aquí se ha hecho aunque valiosos docentes aún no han recibido el justo reco-nocimiento en la ciudad de Quito (Eduardo Estrella, Fausto Villamar, Nicolás Espinosa, entre otros).

Eugenio Espejo, o mejor dicho, Luis Chusig o quizá Luis Benítez, fue escritor por vocación y médico por profesión. Criado y educado en el viejo hospital de la Misericordia de Nuestro Señor  Jesucristo (Hospital San Juan de Dios), guiado por un médico y boticario de fama y mucha experien-cia como fue el betlemita José de Rosario. Gran aficionado a la lectura, autodidacta perseverante queabandona las alegrías de vivir para dedicar todo su tiempo a observar y aprender las disciplinas a las queobliga el arte de curar, le sirvieron siempre para moderar un tanto su pasión y darle serenidad.Se carac-

terizó siempre, desde su juventud, por ser un amante inefable del estudio, siempre decía que “primerohay que medicar y curar el alma”, fue un héroe civil en las luchas libertarias de la corona española, sedestacó como bibliotecario, periodista de gran lustre y una de las mentes privilegiadas en este género,se desempeñó como higienista. Esto lo reconocemos al leer sus Reflexiones médicas, en que demuestraser un verdadero adelantado a la época; trabajó por la independencia de América con harta perseve-rancia. Este motivo le produjo varios encarcelamientos y en especial el último donde morirá lleno dequebrantos físicos y sicológicos. Condenó los sistemas monárquicos e indicó que “América debe ser solamente de los americanos”; Eugenio Espejo fue ante todo un reformador en la facultad de medici-na, en la salud pública, etc. Dicen que escribía como duende con tintas secretas a diferentes lugares,siempre conspirando contra España, que cuando murió hubo un desfile de duendes por las calles deQuito. Pronto se perdieron sus huesos...

Primer director del hospital Policlínico Eugenio Espejo fue designado Manuel de Guzmán, elacta de inauguración del mismo tiene como fecha el día 24 de mayo; el reglamento del hospital, el 14de julio,y se abre al público el primero de agosto de 1933.Otros personajes que asumieron la dirección

77 Gatazo: batalla que sella eltriunfo liberal, al mando deEloy Alfaro, en 1895.Ver laprimera nota a pie de páginade “La virgen del Quinche esalfarista”, de L.Pérez deOleas, en este libro.

78 “el más antiguo hospital deAmérica del Sur”: no fue elhospital San Juan de Dios elmás antiguo de América delSur, ya que antes se habíanfundado hospitales en otrasciudades del continente,como en Santo Domingo(1504), en Panamá (1520),enMéxico (1532), en Cuzco(1556) o en Arequipa (1559),

entre otras. El de Quito no sefundó hasta 1565, comopodemos leer en “El hospitalSan Juan de Dios”, de CelínAstudillo, recogido en Loshospitales de Quito, del Dr.Guarderas Jijón,autor delpresente texto.

79 Batalla de Pichincha: batallalibrada en el Pichincha entrelas tropas independentistas deSucre y las realistas deAymerich, presidente de laAudiencia de Quito, el 24 demayo de 1822. Esta batalladeterminó la liberación espa-ñola del Ecuador.

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del hospital en sus primeros años fueron Alfonso Romo Dávila,Abel Alvear, Manuel Arroyo Naranjo,Marco Armando Zambrano y Enrique Aray Cedeño.

En 1935 se constituye en Quito la Asociación médica Eugenio Espejo en el hospital delmismo nombre.Mucho tuvo que ver esta asociación médica con lo que hoy en día conocemos comoColegio Médico, aunque lamentablemente en los últimos años harto es lo que deja de hacer en bene-

ficio de los médicos este cuerpo colegiado.En 1947, con ocasión de conmemorarse el bicentenario del nacimiento de su patrono, el

hospital Eugenio Espejo es solemnemente celebrado y se procede a colocar el busto de Eugenio Espejoen la entrada del hospital. Este homenaje estuvo a cargo en gran parte del eminente médico, ex deca-no de la Facultad de Ciencias Médicas, Dr. Enrique Garcés.

El hospital Policlínico Eugenio Espejo y la Facultad de Ciencias Médicas de la UniversidadCentral del Ecuador están estrechamente vinculados entre sí. Las dos instituciones han juntado accio-nes, esfuerzos, sacrificios, logros y tropiezos por el sendero de hacer salud y para el beneficio de loshabitantes del Ecuador. Podemos afirmar sin equivocarnos que ambas instituciones se han juntadoumbilicalmente, ambas han sido formadoras de los nuevos médicos, enfermeras, profesionales en salud;sin el apoyo del Eugenio Espejo mucho más hubiese tenido que realizar la Facultad de Medicina,por loque al hospital se lo ha llamado “la segunda Facultad”; sus salas, laboratorios, quirófanos, pasillos, hansido testigos del trajinar de miles de estudiantes que en su interior recibieron y continúan recibiendolas lecciones más formadoras, en su fin de configurarse como galenos. Destacará aquí el hecho de queen los últimos años dos prestigiosos y destacados médicos de esta institución han sido elegidos comoDecanos de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central del Ecuador, a su tiempo: el Dr.Luis Riofrío Mora, jefe del servicio de siquiatría, y el Dr. Ricardo Carrasco Andrade, jefe del serviciode cirugía.

El hospital Eugenio Espejo, símbolo permanente de la desatención de los gobiernos de turnoa la salud, de la pobreza y las limitaciones, ha cumplido con el país, ha cumplido con la historia. Sucompromiso permanente con el desarrollo de la medicina nacional es incuestionable; nadie se atreve-ría a negar que es el principal hospital de país.A pesar de vivir momentos difíciles, una pobreza ago-biante, nada ni nadie puede detener el influjo de esta querida Casa de Salud en la medicina ecuatoria-na y en muchos casos latinoamericana.Por aquí pasaron, sólo para nombrar rápida y no completamen-te, en los últimos años: José Mª Urbina,Arsenio de la Torre, Maximiliano Ontaneda, Nicolás Espinosa,

Carlos Sánchez, Julio Enrique Paredes, Jaime Ricaurte, Galo Alava, César Jácome Moscoso, JoséArellano,Augusto Estupiñán, Fausto Villamar y muchos otros destacados apóstoles de la medicina ecua-toriana y quiteña especialmente.

 Ya a fines de la década de los cuarenta y en la década de los cincuenta se aprecia que estehospital ya no se alcanza para atender a los pacientes de una ciudad que crece desordenadamente y queademás es punto de referencia nacional en muchos derroteros, también en la salud, igualmente las nue-vas aportaciones técnico-médicas ya no son las mismas que en 1911, por lo que apremia construir unhospital que técnicamente se encuentre acorde con los mandatos contemporáneos. Para estas fechascomienzan a primar con mayor profundidad e influencia ciertas ideas o criterios “políticos” oportu-nistas, mezquinos y equivocados, respecto a la concepción de lo que significa un pueblo educado ysano.Las actuales corrientes de pensamiento político, esas que no se interesan por el pobre y enfermo,consideran un peligro que el pueblo pobre y amenazado en salud se eduque y esté sano, es una para-doja que en pleno S. XX y a puertas del S. XXI existan estos criterios de orígenes de la división de la

sociedad en clases, en que el hombre es el peor enemigo del hombre.Conforme pasan los años, las necesidades médicas se incrementan en nuestro país y sin

embargo de existir otras casas de salud en la ciudad de Quito, se vuelve urgente el construir un nuevohospital que reemplace al anterior, debido también a la influencia médica del Eugenio Espejo. Este se haconvertido en un hospital sin paralelo en consulta médica y cada día se tornan más obsoletas sus ins-talaciones. Por tal motivo durante el gobierno del presidente Jaime Roldós, en 1980, se contrata la edi-ficación de un nuevo hospital Eugenio Espejo, más confortable y de acuerdo a las técnicas hospitalariasmodernas. Se adjudica la construcción a la compañía “Solel Bonch”.La primera piedra del nuevo hos-pital es colocada por el propio Roldós un 24 de mayo de 1980.Pasarán doce años para que esta nuevaedificación entre en funcionamiento parcialmente y trece o catorce años para que funcione casi en sutotalidad. En el año de 1992 al finalizar el Gobierno de Rodrigo Borja, se procede a inaugurar las pri-meras instalaciones del hospital siendo director del mismo el Dr. Jorge Andrade Gaibor y subdirector elDr.Fausto Villamar.Aquí se comienza a atender en los servicios de Consulta Externa, Laboratorio,RayosX, la Planta Administrativa y el Salón Auditorium.Ya se encontraba funcionando con anterioridad el

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nuevo comedor del hospital. Sin embargo el hospital nuevo entrará en funcionamiento de una mane-ra más completa entre finales de diciembre de 1992 y principios de enero de 1993 siendo director delmismo el Dr. Miguel Serrano Vega y subdirectores los doctores Fernando Hidalgo y Juan Proaño, nosin antes entregar la fuerte erogación de un millón de dólares a la compañía constructora por el hechode que la misma exigía el pago de diez millones de dólares por contratos firmados por gobiernos ante-

riores y no cumplidos, solamente así la “Solel Bonch”entrega las llaves del nuevo hospital, lamentable-mente no existían ascensores y se comienzan a hacer las gestiones para obtener la cantidad de dos milmillones de sucres para la adquisición de los mismos. Como dato anecdótico, menciono que al finali-zar la construcción del nuevo hospital y recibir las llaves de éste por parte del Dr. Miguel Serrano,director del mismo, se comprobó que no existía un lugar donde funcione la dirección de esta Casa deSalud, por lo que se tuvo que aprovechar el amplio Hall de la primera planta y así construir esta impor-tante oficina.

Las posteriores administraciones del hospital, hasta la actualidad, se han preocupado perma-nentemente de implementar servicios, adquirir equipos, con el fin de mantener una atención de pri-mer orden y con tecnología de avanzada en beneficio de los usuarios del querido hospital EugenioEspejo.

Actualmente el Eugenio Espejo cuenta con un edificio de doce pisos altos, dos subsuelos,capacidad para atender a seiscientos pacientes hospitalizados, se presta atención en más de treinta y seisespecialidades médicas y varias de ellas con sub especialidades, un servicio de emergencias moderno.Farmacia para pacientes internados y público en general, así mismo el mejor auditorium médico delpaís y modernos sistemas electrónicos de informática. Continúa formando a los estudiantes de laFacultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central, tanto en el pre como en el post grado, lasescuelas que mayormente se benefician son las de Medicina,postgrados, enfermería y tecnología médi-ca. También presta sus servicios para la formación de los estudiantes de la Facultad de CienciasPsicológicas de la Universidad Central y de la Escuela de Trabajo Social.

Considero, para terminar este breve resumen histórico, que el Eugenio Espejo y en generallos hospitales estatales ecuatorianos para poder continuar con el nivel alcanzado y superarlo, lamenta-blemente no pueden esperar que el Estado todo lo provea.De una manera racional,muy bien estudia-da y elaborada se deberán crear e implementar sistemas de financiamiento como la cogestión,venta deservicios, etc., en todos los niveles de atención.Quien puede debe colaborar, aunque sea simbólica su

contribución, ayudará a la autogestión hospitalaria e indirectamente se permitirá tratar a los meneste-rosos,quienes por la división de nuestra sociedad no están en capacidad de pagar por un servicio comoel de salud, que es obligación del Estado aportarle gratuitamente y de primer nivel.Ya es hora que dejende morir pacientes en los hospitales estatales por falta de insumos, ya es hora de que en los hospitalesestatales los pacientes dejen de empeorar por causa de su nivel económico, ya es hora de que el Estadose preocupe por la salud del pueblo de una manera activa y responsable. Este compromiso social delEstado es ineludible.

El hospital Eugenio Espejo, definitivamente, continuará sirviendo a la comunidad con losmejores especialistas y formando a los nuevos servidores de la salud con sutileza, con arte, con ciencia,con sentido y con espíritu solidario. Esas han sido sus características desde su fundación y esas serán sushuellas que deje en el tiempo, que jamás podrán ser borradas.

 En Fabián Guarderas Jijón, Los hospitales de Quito, Quito, Propumed, 2000.

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Virgen de altar desmembrado, mostrar las manos con indulgencia no hará de

ti lo que fuiste.

Aleluya,

aleluya,

 y que nos dejen en paz.

Ave María de los Siete Patios,

que en tus zaguanes se recree el dolor, los oscuros designios del corazón

ambiguo, sufrimiento entre sufrimientos.

Escúchanos, Madre de la Desolación; tú, La Que Pisas Serpientes, arcángel de

mirada lúbrica y entendimiento espeso,

tronos,

dominaciones,entumecimiento espiritual de esta ciudad atiborrada de mugre y escándalo,

lujuriosamente casta.

Tus ojos miran con misericordia, pero tu cuerpo es verdugo.

Salve María de la Calle Tortuosa de la covacha miserable, miseria tan cierta

como tus alas plateadas. Que tu bendición se quede con nosotros.

 Y no más aleluyas, virgen velada.

No más aleluyas. Que el silencio de las calles sea tu palabra indefectible, la

punta de lanza, el sortilegio místico; en la hora de la hora...No podrás detener aquello con lo que te arrastras, la seducción de los mantos

orlados de oro, atrayentes, vertiginosos.

 Ya son visibles a los ojos de los inmolados.

 En Javier Cevallos, La ciudad que se devoró a sí misma, Quito,

Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2001.

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Javier Cevallos

 YAVIRAC – PANECILLO

 Javier Cevallos

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El convento de Agustinos de Quito fue el cuarto de frailes que sefundó en la ciudad, en donde ya, por aquella época, principia-

 ban a levantarse las suntuosas fábricas de San Francisco, La Merced, y Santo Domingo.

Gracias a la real munificencia y a la caridad de los vecinos, a mediados del siglo XVII, elconvento que ahora conocemos estaba ya en pie, si no alhajado y decorado enteramente, y los

Agustinos de Quito, que primero dependieron del Provincial de Lima, se habían erigido en Provinciaaparte.

Mayor estimación de la grande que ya gozaba en el pueblo religioso la Orden del GranPadre de la Iglesia, que, en sus comienzos aquí, había contado entre sus hijos a varones eminentes envirtud, vino a darle la milagrosa llegada al convento de Quito del Señor de la Buena Esperanza.

Un buen día vieron los quiteños atravesar las calles de la ciudad a una mula torda que, car-gada de un gran cajón, se dirigió, sin que ningún arriero la guiara, a San Agustín.

Llegaba al pretil de la Iglesia, en que se abría la puerta de la santa casa, la mula, al parecer agobiada con su carga, allí se echó.Como embarazara la entrada, el lego portero y los fámulos del con-vento trataron de levantarla, mas todos sus esfuerzos fueron vanos.Vanas fueron también las tentativasde los pasantes que se juntaron para ayudar al lego y a algunos religiosos: la mula era insensible a losgolpes que le daban.

Desembarazáronla de su carga, y, apenas libre de ella, se levantó el animal y echó a correr 

calle abajo sin que nadie pudiera seguirla...Allí quedara en el pretil el gran cajón, si caritativamente no lo entraran en la portería del

convento para que pudiera encontrarlo en buenas condiciones quien lo reclamara.Avisados de la novedad Provincial y Prior, juzgaron que sería bueno abrir el misterioso bulto

para saber su contenido: de esta manera, tal vez, se averiguaría el dueño.Grande fue el asombro de los religiosos al ver lo que la mula les había traído: el cajón con-

tenía una hermosísima imagen de Cristo, de tamaño casi natural, sentado en una silla y en la actituddolorosa el Redentor del Mundo cuando fue expuesto a la burla de los judíos, a las voces del prego-nero que decía desde el pretorio de Pilatos: ¡Ecce homo!80

Entusiasmados con suceso tan extraño, los frailes daban voces, y a ellas acudían los vecinos.La nueva de la milagrosa llegada del Señor se esparció volando por la ciudad y pronto se vio llena degente la portería del convento.

Los circunstantes, para tributar la debida veneración al Señor, pedían que la imagen fuerallevada a la iglesia, y así lo deciden los religiosos, felices de adornar su templo con joya tan preciada,que sin duda, Dios mismo les enviaba de manera tan fuera de lo común.

Pero otro prodigio les esperaba: Era tal el peso de la sagrada escultura, que las fuerzas uni-das de todos los frailes del convento, de los circunstantes todos, no fueron poderosas para levantarla.

En esto se vio, dice la tradición, la voluntad que demostraba el Señor de quedarse allí adon-de se había hecho conducir.Ante el prodigio, resolvióse que la escultura quedara allí, y desde enton-ces en Quito se le llamó El Señor de la Portería.

 Ya en otra de estas leyendas, -“Ir por lana”- conté los gatuperios del viejo verde del Doctor Vega, Oidor de la Real Audiencia que,por su Majestad, residía en esta Muy Noble y Muy Leal Ciudadde San Francisco de Quito.

Pero no dije que uno de los corchetes que a su merced el Alcalde Don Pedro Buendíaacompañaban en la ronda que perseguía el pecado público, al recibir el portazo que ciertos bultos le

dieran, al escurrirse en una casita del barrio del Beaterio, quedara herido en un ojo. Llamábase el talcorchete con el vulgarísimo nombre de Juan Pérez.

80 ¡Ecce homo!: palabras lati-nas que se traducen como:¡He ahí el hombre! Se cono-ce por Ecce homo la represen-tación de Cristo coronado de

espinas y con una caña comocetro.

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Cristóbal de Gangotena y Jijón

 VIVA LA GALLINA CON SU PEPITA 

Cristóbal de Gangotena y Jijón

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Cuantos remedios le aplicaran físicos, curanderos y comadres resultaron vanos. Médicohubo, de los poseedores de secretos, que al experimentar uno en el infeliz, le hubo de hacer recordar el viejo refrán:“Dios me libre de físico experimentador y de asno bramador”... La herida se infectó, y Juan Pérez perdió su ojo.

Desesperado de hallar remedio en la medicina terrestre, puso su esperanza en Dios, fuente

de todo bien,y en su Hijo divino, que, con un poco de lodo amasado con saliva, había devuelto la vistaal ciego de nacimiento.

Venerábase, como ya dije, entonces, en la portería del convento de San Agustín de Quito,como hoy en su iglesia, al Señor de la Buena Esperanza.Ante la portentosa imagen ardían constante-mente dos lámparas,por medio de cuyo aceite había obrado Dios grandes prodigios en todas las dolen-cias de este miserable barro en que encerró su soplo divino, cuando hizo al hombre.

En su miseria y desolación Juan Pérez ocurrió a la piedad del Cristo que dijo:“venid a mílos que lloráis, que os consolaré; los que estáis cargados, que yo os aliviaré”.

Deshecho de lágrimas ante la imagen hierática, trasunto de todos los dolores humanos queNuestro Salvador tomó sobre sí, el corchete clamábale ferviente, a la par que se frotaba los ojos con elbálsamo de salud.

Los días se le pasaban al pobre Juan Pérez en oración fervorosa en la portería de San Agustín,mas Dios, sin duda,quería probar a su siervo,porque su ojo enfermo cada día se irritaba más y más, yaún el otro, el sano, principiaba a inflamársele...

Lleno de fe, sin embargo, continuaba sus clamores y plegarias y continuaba las unciones delaceite milagroso.

 Y llegó día en que tal fue la prueba a que Nuestro Señor sujetó la paciencia del devoto, queel ojo que había estado sano, se puso en estado tal de irritación, sin duda por las quemantes lágrimasderramadas, que Juan Pérez ya no pudo ver la faz dolorosa y hermosísima de la imagen del Señor.

En este punto y en trance tal, el desolado corchete comprendió que había tentado a Dios,pidiéndole un milagro, en su criterio utilísimo para él, pero inútil, tal vez en los inescrutables designiosde la Divina Sabiduría.

Arrepentido de su temeridad, ya no se untó más el aceite milagroso,y, reprimiendo las lágri-mas que le irritarían más los ojos, cesó de llorar, y mas, a grandes voces decía:

- ¡Señor, a quien me consagro! Ya no quiero más milagro, si no el que yo me traía.

Habiendo, en su profunda humildad, reconocido que no se debe tentar a Dios pidiéndolecosas extraordinarias, y cesando en la aplicación del prodigioso bálsamo, la irritación del ojo que habíasido sano cesó, y Juan Pérez pudo volver a contemplar siquiera de lado, la imagen del Señor.Y

Contento de hallar su ojo,se volvió sin más antojode milagro...

Como en toda tierra de cristianos se cuecen habas,esto mismo cuenta Montalbán del Cristode Zalamea,81 en No hay vida como la honra.

 En Cristóbal de Gangotena y Jijón, Al margen de la historia, Quito,

Casa de la Cultura Ecuatoriana, 4tª. ed., 1969.

81 Montalbán: Juan Pérez deMontalbán (1602-1638) fueun dramaturgo español, autor de más de 60 comedias

influidas por Lope de Vega, dequien fue amigo y biógrafo.

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