El Diablo Propone Un Brindis y - C. S. Lewis

7/25/2019 El Diablo Propone Un Brindis y - C. S. Lewis

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«Más de una vez me han pedido o

aconsejado que continuara la

primitivas Cartas del diablo a s

sobrino.

Sin embargo, durante muchos año

no he sentido la menor inclinación a

hacerlo. A pesar de no haber escrito

nunca nada más fácilmente, jamá

hice algo con menor placer (…Aunque fue fácil retorcer la propi

mente para penetrar en la actitud

diabólica, no supuso diversióhacerlo, o al menos no durant

mucho tiempo. El esfuerzo producí

una especie de calambre espiritua



El mundo en el que debía

proyectarme mientras hablaba a

ravés del diablo era basura

cascajo, sed y sarna. Fue preciso

excluir todo vestigio de belleza

rescura y genialidad.

Casi llegó a ahogarme antes de

haberlo hecho, y hubiera ahogado a

mis lectores si lo hubiera

prolongado».El diablo propone un brindis es una

obra escrita por el autor tras la

nsistencia de muchos editores paraque hiciera una segunda parte de

Cartas del diablo a su sobrino. E

ella muestra además s



extraordinaria claridad como

apologista.



C. S. Lewis

El diablo proponeun brindis y otros

ensayosePUB v1.1

jlmarte 08.07.12



Título original: Screwtape proposes a

oast and other pieces

C. S. Lewis, 1965.

Traducción: José Luis del Barco

Editor original: jlmarte (v1.1)ePub base v2.0



Prólogo

Clive Staples Lewis nació el 29 dnoviembre de 1898 en los suburbios dBelfast (Irlanda del Norte). Su padre

Albert Lewis, abogado, se casó coFlora Hamilton, hija de un pastoprotestante anglicano. La pareja tuv

otro hijo, Warren, tres años mayor quClive, y los primeros años de la familifueron muy dichosos. Albert y Floreran ávidos lectores y coleccionadorede libros. Clive —o «Jack», comcomenzó a llamarse a sí mismo—compartía su inclinación literaria. Segú



decía, «encontrar un libro desconociden mi casa era como ir a un campo saber que siempre podría hallar hoja dhierba nueva». Jack manifestó tambiédesde temprana edad una extraordinarifacilidad para escribir, y cerca de lo

seis años creó un mundo imaginarisobre el que escribir historias.

Otra cosa notable en su infancia e

que ya entonces daba muestras de lclaridad y racionalidad que tanto lcaracterizarían. Sin embargo, existía a

mismo tiempo otro aspecto de su vidque contrastaba con esta mente racionaDesde los seis años aproximadamentuvo reiteradas experiencias de algo qu



no podía nombrar, pero que más tarddescribiría en su autobiografíaCautivado por la alegría (1955), coma «experiencia central» de su vida. Srataba de una experiencia agridulce, d

un «anhelo inconsolable» o de u

«deseo insatisfecho», que le resultab«más deseable que ninguna otrsatisfacción». A veces se presentaba co

una intensidad tal que apenas sdiferenciaba de la congoja. Hasta qupudo comprenderlo mejor, creyó qu

esta «alegría», como él la llamabaconstituía un fin en sí mismo. «Volver sentirla» se convirtió para él en udeseo supremo. ¿Pero qué era lo qu



anhelaba? Siempre que volvía a lopoemas, al paisaje o a cualquier otrcosa que hubiese actuado commediación de aquella alegría, ésta shabía desplazado y parecía estalamándolo desde algún otro sitio. N

había nada en que pudiese identificarla decir: «Es esto».

La infancia, que había sido tan feliz

erminó abruptamente con la muerte dsu madre en 1908, teniendo él apenanueve años. Después de esto Jack sigui

a Warren por varias escuelas dnglaterra, sin ninguna satisfacción. Siembargo, la situación cambió pocompleto cuando comenzó estudio



particulares con el antiguo director de spadre, W. T. Kirkpatrick. Al cumpliLewis dieciséis años, el señoKirkpatrick pudo afirmar de él que «erel traductor de teatro griego mábrillante que jamás había conocido»

Leyendo a los autores paganos Jack spercató de que los eruditoconsideraban a las mitologías antigua

como un puro error. Consecuentementeél consideró también al cristianismcomo otra «mitología», tan falsa com

as demás, y se hizo ateo. Entre tantohabía llegado a la conclusión de que lalegría no era un fin en sí mismo, sino undicador de otra cosa. ¿Pero qué otr



cosa? ¿Hacia dónde apuntaba la alegríaAsí cometía una equivocación tras otral tratar de identificar el objeto de sanhelo.

En 1917 Lewis ganó una beca parr a Oxford, pero antes de proseguir su

estudios se alistó en la infantería marchó al extranjero. Luchó en la batallde Arrás y cayó herido en 1918

Después de su regreso a Oxford e1919, Lewis obtuvo su licenciatura, eFilología clásica e inglesa, co

excelentes calificaciones. En 1925 funombrado Tutor y Profesor de Lengua Literatura inglesa en el MagdaleCollege, en Oxford, donde enseñarí



hasta 1954. J. R. R. Tolkien —autor, máarde, de El Señor de los anillos- fu

uno de sus amigos en la universidadTolkien era católico y ayudó a Lewis comprender que mientras las «historiapaganas no eran más que la expresión d

Dios a través de la mente de lopoetas», el mito cristiano era algo qu«ocurrió realmente», «una verda

convertida en hecho». Ambos dedicaríamucha atención al tema del mito, pero lconsecuencia más importante de est

amistad fue la conversión de Lewis acristianismo en 1931. En sautobiografía, Cautivado por la alegrí

1955), Lewis se autodescribe como e



«converso más reacio de Inglaterra»«con tantos deseos de formar parte de lglesia como del zoológico». Aceptó l

fe por la clara y simple razón de creeen su verdad. Y con esta creencia eDios se disipó por fin el viejo misteri

de la alegría. Lewis comprendió que lalegría había apuntado siempre haciDios. Durante un tiempo pensó que l

alegría podía ser un sustituto del sexoAhora lo veía al revés: es el sexo lo qufrecuentemente sustituye a la alegría.

Hasta aquel momento Lewis habísido un hombre con dotes literariaspero sin nada que decir. Con sconversión todo lo que le había frenad



desapareció, y los libros llovieron de spluma. En 1936 publicó La alegoría de

amor , obra magistral que le valió erenombre de historiador literarierudito, con un estilo refinado y dagradable lectura. La siguieron otra

obras críticas, entre las que se encuentr Preface to Paradise Lost , de 1942

Con todo, es su faceta de apologist

cristiano la que le proporcionó mayofama.

Su habilidad para expresar la

verdades del cristianismo conaturalidad le hace único comapologista, tanto en las obras de ficciócomo en las estrictamente apologéticas



Antes de convertirse, Lewis concebía a razón como el «órgano de la verdad a la imaginación como el «órgano de

sentido». Es decir, veía a la imaginaciócomo una productora de sentido, umedio a través del cual se operab

nuestra recepción de la verdad. Lrelación entre la razón y la imaginacióe resultaba incomprensible antes d

convertirse al cristianismo, pero con sconversión llegó a ver claro que podíaoperar juntas y que a menudo lo hacían

Este hecho tendría enormeconsecuencias, ya que su «ficcióeológica», si se puede llamar así, es e

gran parte resultado de su manera d



entender la imaginación comconfiguradora de sentido y condiciónecesaria para la verdad. Al captar estconexión y acercarse al lector unaveces con relatos y otras mediante lapologética, Lewis conseguía complace

a un tiempo al corazón y a la cabeza.Un ejemplo temprano de ello es l

primera de las tres novelas de s

Trilogía de Ransom, Lejos del planetsilencioso (1938). En ella se narra uviaje a Malacandra (Marte), y a travé

de esta aventura Lewis construye umito sobre las acciones de Dios eaquel planeta. El autor se muestreológicamente coherente en toda s



ficción. La acusada originalidad de surelatos reside en sus «suposicioneseológicas: «¿Y si en Marte hubier

habitantes que hubiesen caído?», «¿Quocurriría si Cristo se encarnara en ueón en una tierra de animale

parlantes?». Con estas suposicioneLewis no contradice la doctrina de lglesia; antes bien, él tenía la esperanz

de que sus ficciones aportaran claridaal sentido de aquélla. En el primero destos «libros teológicos de aventuras»

ejos del planeta silencioso, ElwiRansom, un filólogo cristiano, esecuestrado y conducido a Malacandren una nave espacial por un científico, e



Dr. Weston. Este cree equivocadamentque sus habitantes practican sacrificiohumanos. Ransom aprende pronto e«antiguo solar», lenguaje que se hablabantes del Pecado Original, y descubrque, a diferencia del nuestro, est

planeta nunca pecó, ni necesitó lEncarnación. Maleldil —para nosotrosDios— rige el planeta mediante u

arcángel. Lewis logra describirnos eambiente como si se tratara de un lugareal, pero su mayor logro es imagina

una raza de criaturas racionales simácula.El segundo libro de la trilogía s

itula Perelandra (1943).



Ransom realiza otro nuevo viajespacial a Perelandra, que conocemocomo Venus. Perelandra se halla aún esu infancia, y sus «Adán» y «Eva» —To Tinidril— son todavía perfectos. E

Dr. Weston, el científico que habí

levado a Ransom a Malacandraaparece aquí de nuevo. Pronto scomprende que Weston (portavoz de

nfierno) tiene la intención de provocaque la perelandresa «Eva» desobedezca Maleldil y experimente así una caíd

similar a la de nuestra Eva. Ransom sda cuenta de que su misión allí es ayudaa Tinidril a resistir. Ninguna síntesipuede hacer justicia a la obra d



concepción tan perfecta y taexcelentemente realizada como ésta

erelandra es una obra hermosaapasiona, pero más importante aún eque Lewis excede incluso a Milton amaginar una humanidad sin mácula. A

este libro le sigue una tercera novela daventuras, Esa horrible fortalez

1945), ambientada en la Tierra. Lo

relatos pueden resultar por sí mismoentretenidos como relatos de aventurade primera línea, mas la ventaj

adicional es que en estas fantasías leología se halla de tal forma imbricadque muchos lectores terminaadentrándose en el Evangelio si



saberlo.Otra forma ingeniosa en que Lewi

ogró superar muchos prejuicios contrel Evangelio fue su agudo libro Carta

del diablo a su sobrino (1942). En ellaun viejo demonio, Screwtape, instruye

otro más joven, Wormwood, sobre emodo de tentar a un muchacho en lTierra. Para Screwtape, Dios es «e

Enemigo», mientras que Satán, por lmismo, es «nuestro Padre allá abajo»Esta inversión de las cosas supuso par

Lewis un trabajo «monótono e irritante»o obstante, para el lector es a la vedivertido e instructivo ver sus pecados debilidades desde un ángulo ta



desacostumbrado. Por ejemplo, aescribir sobre la humildad, Screwtape ldice a Wormwood: «Al sujeto debeocultarle el verdadero fin de lhumildad. Hazle pensar en ella no comen el olvido de sí mismo, sino como e

una cierta forma de opinión (a saber, unopinión desfavorable) sobre sus propioalentos y carácter… Por este método s

ha logrado que miles de humanopiensen que la humildad consiste en quas mujeres bonitas crean que son feas

os hombres inteligentes crean que soontos. Como es posible que en algunocasos lo que intentan creer sea unsolemne tontería, entonces admitirlo le



resulta inconcebible y nosotroconseguimos que sus mentes giren sicesar sobre sí mismos en un empeñvano».

Quizá la mayor ventaja al empleaeste ángulo de visión sea la luz que s

proyecta sobre Dios. Hablando de nuevsobre la humildad, Screwtape dice:

«El Enemigo quiere conducir al hombre a un estado de ánimoen el que diseñe la mejor

catedral del mundo, sabiendoque es la mejor y regocijándose por el hecho, pero sin que su

alegría por haberla construido



resulte mayor (o menor), odiferente de la que habríasentido si el constructor hubierasido otro hombre. El Enemigoquiere al hombre tan libre decualquier inclinación a su favor,

que pueda regocijarse de sus propios talentos con la mismasinceridad y gratitud con que se

regocija de los del vecino —o por la alegría de ver unamanecer, un elefante o una

cascada.»

La labor apologética de C. S. Lewi

mprimió un aire nuevo a la realizad



por la mayoría de los teólogoanglicanos, siendo del todo ortodoxoAceptó el carácter sobrenatural de lglesia en todo su rigor y nunca trató d

ser «original». En realidad, tenía unopinión bastante negativa de l

originalidad como tal, y sostenía que «loriginalidad en el Nuevo Testamento eclaramente una prerrogativa exclusiv

de Dios… Nuestro destino parechallarse por entero encaminado en ldirección opuesta… en convertirnos e

claros espejos de la imagen de uRostro que no es el nuestro». Adescribir su impulso por escribir libroeológicos, Lewis decía que, cuand



comenzó, «el cristianismo se presentabante la gran masa de mis compatriotano creyentes bajo una formextremadamente emocional ofrecida poos evangelistas, o a través del lenguajninteligible de pastores eruditos

inguna de estas dos representacionelegaba hasta aquellos hombres. Marea fue, por tanto, la de un simpl

raductor , alguien que formulaba ladoctrinas cristianas, o lo que creía queran éstas, en lenguaje vulgar, en u

enguaje que la gente sin educaciópudiera seguir y entender». A muchoes podrá parecer irónico que C. S

Lewis, que no tenía la menor intenció



de ser «original», sino que spreocupaba desesperadamente popreservar y transmitir la fe, sea por estmisma razón uno de los teólogos máoriginales del siglo XX.

De todos los libros teológicos d

Lewis, el más representativo, ciertamente uno de los mejores, eCristianismo esencial . Es un

recopilación de cuatro series de charlasobre teología que Lewis impartió petición de la BBC. Lewis aclara s

propósito en el Prefacio: «Desde emomento en que me convertí acristianismo he pensado que el mejor —quizás el único— servicio que podí



prestar a mis vecinos ateos era explica defender las creencias que ha

compartido los cristianos de todos loiempos… No exponía algo así com

“mi religión”, sino el cristianism“esencial”, que es y ha sido así much

antes de que yo naciera, tanto si mgusta como si no».

La primera serie de charlas d

Cristianismo esencial versa sobre «EBien y el Mal», y nos permite formarnouna idea de la claridad con que Lewis s

expresaba. Después de distinguir entra ley que gobierna a la naturaleza (unde cuyos casos es la gravitación) y ley que gobierna al hombre, Lewis dice



«Siempre que encontréis a un hombrque afirme no creer en la realidad debien y del mal, lo veréis desdecirse dello un momento más tarde… Unnación puede decir que los tratados nienen importancia; y quizá un minut

después se vuelven atrás diciendo que eratado en particular que querían rompe

era un tratado injusto. Mas si lo

ratados no tienen importancia, y si nexisten cosas tales como el bien y el ma—en otras palabras, si no existe ningun

ey de la naturaleza—, ¿cuál es ldiferencia entre un tratado justo y otrnjusto? ¿Acaso no se engañan a s

mismos al evidenciar que, digan lo qu



digan, realmente conocen la ley de lnaturaleza, lo mismo que cualquier otrpersona?».

Otro ejemplo de la notable habilidade Lewis para «traducir» un concepteológico muy difícil en el lenguaj

popular aparece en un capítulo sobre lEncarnación. Hablando sobre lsempiterna cuestión de si Jesús fu

realmente «Dios o un hombre bueno»Lewis dice:

«Intento impedir que alguiendiga esta solemne tontería, aveces tan frecuente, sobre

Cristo: “No tengo inconveniente



en aceptar a Jesús como un granmaestro moral, pero no acepto su pretensión de ser Dios”. Esto es precisamente lo que no debemosdecir. Un hombre que fuesesimplemente un hombre y dijese

la clase de cosas que Jesús dijono sería un gran maestro demoral. Sería, o bien un lunático

—igual que el hombre que diceser Napoleón—, o, en casocontrario, el demonio del

infierno. Es preciso escoger. Oeste hombre fue, y es, el Hijo deDios: o fue un loco, o quizá algo peor. Podéis encerrarlo por loco,



podéis escupirle a la cara ymatarlo como a un demonio; o podéis caer a sus pies y llamarloSeñor y Dios. Pero no caigamosen la simpleza de decir que fueun gran maestro. El no quiso

dejar este problema sinresolver.»

Una de las cosas más renovadoradel capítulo sobre «Conducta cristianaen Cristianismo esencial es que, au

cuando Lewis abogaba por principiomorales estrictos, nunca consideró a lmoralidad como un fin en sí mismo. «L

moralidad», decía, «existe para se



rascendida. Actuamos por deber con lesperanza de que algún día realizaremoos mismos actos espontáneamente y co

placer». En Cristianismo esencia

encontramos uno de los mejoreejemplos de la forma en que «traducía

su experiencia de la alegría en términocristianos. Aparece en un capítulo sobr«La esperanza», donde Lewis contrast

os diferentes modos en que la gentmoderna se conduce frente a los anhelode inmortalidad. Lewis expone lo que é

lama el «modelo cristiano»:

«El cristiano dice: “las

criaturas no habrían nacido con



deseos, a menos que lasatisfacción para estos deseosexistiese. Un bebé tiene hambrees porque existe la comida. Un patito quiere nadar; pues bien,existe una cosa que es el agua.

De la misma manera los hombressienten deseo sexual porqueexiste el sexo. Si yo descubro en

mí un deseo que ningunaexperiencia de este mundo puedesatisfacer, la explicación más

probable es que yo no pertenezcaa este mundo. Si ninguno de mis placeres terrenales lo satisface,no significa que el universo sea



un fraude. Probablemente los placeres terrenales no hayantenido nunca la función desatisfacerlo, sino sólo dedespertarlo, de sugerir suverdadero fin. Si esto es así,

debo cuidar, por una parte, de noser ingrato ni despreciar nuncaestas bendiciones terrenales, y,

por la otra, de no confundirlas jamás con aquella otra cosa de lacual éstas son sólo una copia, un

eco o un espejismo. Debomantener vivo en mí mismo eldeseo por mi verdadero país, eseque no encontraré hasta después



de mi muerte; nunca debo permitir que quede sepultado odesplazado; debo hacer que el principal objetivo de la vida seconvierta en hacer presente eseotro destino y en ayudar a los

otros a que hagan lo mismo.»

Otro libro de ficción siguió a la

emisiones que dieron nacimiento Cristianismo esencial : El gran divorci

1945). Durante mucho tiempo Lewis s

había interesado por la idea, recogida ePrudencio, acerca de un «refrigerium» «asueto» que a veces se concedía a lo

que estaban en el infierno. «Aun lo



espíritus culpables tienen a menudvacaciones de sus castigos bajo lEstigia», decía Prudencio. En ePrefacio de su libro, Lewis comenta loconstantes intentos de «casar» el cielcon el infierno. Esta idea, según dice

«se basa en la creencia de que lrealidad nunca nos enfrenta a unalternativa absolutamente inevitable de

ipo “o esto-o lo otro”; con habilidad paciencia, y (sobre todo) con tiempsuficiente, siempre puede encontrars

algún modo de abrazar ambaalternativas; el mero desarrollo de lasituaciones, su ajuste o su depuracióransformará de algún modo el mal e



bien sin que se nos exija al final urechazo total de algo a lo que nquisiéramos renunciar. Para mí estcreencia es un terrible error».

Lewis le da a su relato la forma dun sueño en el que a un grupo d

hombres y mujeres que están en enfierno se les concede permiso par

hacer un viaje hasta las cercanías de

cielo. Lewis se incluye en este grupo, en el momento en que se enfrentan cara cara con la realidad del cielo se da

cuenta de lo insustanciales que sonFrente a los árboles y la hierba durcomo el diamante del cielo, locondenados parecen «mancha



hominiformes en la brillantez del aire»Algunos de los bienaventurados que haconocido en la Tierra salen a sencuentro. Están allí para urgir a loespíritus condenados a que se queden, es prometen que a su debido tiempo «s

harán más fuertes» y podrán soportarloLewis oye sin querer una serie dconversaciones entre los condenados

os bienaventurados, que no dejan dudde que los condenados eligen realmentel infierno antes que el cielo, de qu

cada uno de ellos se ha fabricado spropia prisión y ha echado el cerrojo da puerta por dentro. Su guía le dice

«En última instancia, sólo hay do



clases de personas: las que le dicen Dios: “hágase Tu voluntad”, y aquellas quienes Dios dice, en el último instante“hágase tu voluntad”. Todos los questán en el infierno lo han decidido asSin esta autoelección no podría existir e

nfierno. Ningún alma que desee lfelicidad seria y constantemente lperderá».

No pasó mucho tiempo antes de quLewis fuese saludado comncuestionable sucesor de G. K

Chesterton. Pero como ChestertonLewis intentó cumplir la voluntad dDios empleando también otros medioaparte de la literatura. Durante los año



de la guerra comenzó a prodigarse poentero al servicio de otros cristianosAdemás de las emisiones para la BBCa Fuerza Aérea Real lo reclutó para qu

recorriera todas las bases del paímpartiendo charlas sobre teología

Hubo también otras muchas invitacionepara predicar, escribir, dar conferencias él las aceptó todas como parte de s

«compromiso en la guerra». Mientrasen casa le esperaba un trabajo aún máduro, que crecía con los años: el corre

diario. Recibía cartas de todas lapartes del mundo, y solía responder odas de su puño y letra a vuelta d

correo. Nunca sabremos cómo se la



arregló para poder hacerlo. La relaciócompleta de sus actos precisa revelaalgo que sólo se supo después de smuerte: desde que obtuvo los primerongresos por sus escritos, dos tercios d

sus derechos se destinaban a un

nstitución benéfica en la que intervenísu abogado. La mayor parte se donaba viudas y huérfanos que vivían, según s

sabe, en un estado deplorable.Se cree a veces que Lewis reserv

sus mejores libros para el final. M

refiero, naturalmente, a sus sietCrónicas de Narnia, que según parecse ha convertido en una de las obrapara niños más populares del mundo. E



el primero de estos cuentos de hadas, Eeón, la bruja y el armario, Lewintroduce a sus lectores en el paímaginario de Narnia. Es ante todo u

mundo de animales parlantes y estgobernado por un rey león llamad

Asían. Es un león de gran sabiduríaseveridad y ternura, el más querido dodos los personajes de estos libros. A

explicar lo que había detrás de este actde audacia extraordinaria haciendo dAsían un personaje singular de esto

ibros, Lewis dijo que Asían era lrespuesta a esta cuestión: «Suponed quhubiese un mundo como Narnia y quuviese necesidad de ser salvado, y qu



el Hijo de Dios fuese a redimirlo, demismo modo que vino a redimir enuestro, ¿cómo podría haber ocurridodo en aquel mundo?» Audaz o no, l

aventura es muy acertada. Algunoectores reconocen instantáneamente

Cristo en Asían, y según parece esto leayuda a amar en Cristo lo que aman eAsían. Parece que los niños que n

ogran ver la relación desde el principiobtienen el mismo provecho. De unmanera completamente libre e imparcia

podrán descubrir un buen día que lacosas que les gustan y que admiran eAsían son en realidad propias de CristoCiertamente Lewis esperaba que s



estableciera esta relación. Al final de E

viaje del «Amanecer», los niños lconfían a Asían que temen regresar a smundo porque allí no podráencontrarle. «Sí que me encontraréis»dice Asían. «Mas allí mi nombre e

otro. Debéis aprender a conocerme poese nombre. Esta fue la verdadera razópor la cual se os trajo a Narnia, para qu

conociéndome aquí un poquito, podáiconocerme mejor allá.»

Cuando todos los cuentos estuviero

a la venta, Lewis explicó el motivo que había empujado a escribirlos. «Crecomprender que las historias de estipo podían acabar con cierto



prejuicios que habían paralizado en mnfancia la vida religiosa.» «¿Por qu

era tan difícil tener hacia Dios y hacia lPasión de Cristo los sentimientos qunos enseñaban? Pensé que la razóprincipal de esa dificultad es que tale

sentimientos se nos imponían como unobligación. Y la obligación puedcongelar los sentimientos… S

ográsemos proyectar todas estaenseñanzas en un mundo imaginario, siverlas a través de un vidrio coloreado

sin asociarlas con la predicaciódominical ¿podríamos entonces lograque apareciera por primera vez con todsu fuerza? ¿Acaso no sería éste el mod



de vencer aquellos prejuicios quacechan como atentos dragones? Pensque sí.»

A pesar del hecho de que Lewis fuuno de los conferenciantes de Oxformás populares y de que sus éxitos com

iterato fueron enormes, nunca recibió lrecompensa de una cátedra profesionaen su propia universidad. E

resentimiento que despertaba spopularidad como apologista cristianfue, sin duda, el culpable. Con todo, e

error de Oxford fue compensado e1955 por la Universidad de Cambridgcuando ésta creó, pensando en Lewis, lcátedra de Literatura inglesa medieval



renacentista. Lewis aceptó el puesto e1955, convirtiéndose al mismo tiempen miembro del Magdalen College, eCambridge. Lewis conservó su casa dOxford, adonde volvía los fines dsemana y en vacaciones.

En esta misma época Lewis conocia la poeta americana Joy DavidmaGresham. En 1954 Joy estab

divorciada y vivía en Oxford con sudos hijos. En 1956, cuando empezaron estrechar su amistad, a Joy se l

diagnosticó un cáncer muy avanzado grave. Un pastor protestante anglicanos casó en el hospital al año siguientenesperadamente, Joy se repuso y ella



Lewis vivieron juntos varios años dgran felicidad. De este período es eibro Los cuatro amores (1960). A

morir Joy en 1960, Lewis quiso reflejaos sentimientos de esta doloros

pérdida en un breve y conmovedor libroUna pena observada.

Para entonces Lewis se habíganado el respeto de toda la comunida

cristiana —católicos y protestantes—por su adhesión a ese «enorme terrencomún» de creencias cristiana

esenciales y por su negativa mplicarse en disputas sectarias y «riñaeológicas». Pero Lewis habí

descuidado su propia salud desde s



matrimonio. Poco después de terminasu último libro, Letters on Malcolm

Chiefly on Prayer , sufrió un ataque acorazón en julio de 1963 y estuvo ecoma durante veinticuatro horas. Unvez recobrado, pasó los pocos mese

que le quedaban escribiendo a unoviejos amigos. «No puedo dejar dsentir lástima al haber vuelto a la vida»

e dijo a uno de ellos. «Después dhaber sido conducido tan suavemente sin ningún dolor hasta la Puerta, result

duro ver que se cierra ante las propianarices, sabiendo que habré de pasaotra vez por el mismo proceso algún díay quizás de una forma mucho meno



placentera! ¡Pobre Lázaro! Pero Diosabe lo que hace.» Lewis muripacíficamente en su casa, en Oxford, e22 de noviembre de 1963. Pocohombres estuvieron tan bien preparados



Sobre El diablo

propone un brindis y

otros ensayos

Esta recopilación de obras cortas dC. S. Lewis contiene algunos de sumejores escritos. Después del enorm

éxito obtenido con Cartas del diablo su sobrino en 1942, Lewis recibió menudo insistentes pedidos de quescribiese más Cartas. Mas él no estabmuy dispuesto a ello. Tener que retorcesu mente para ponerse en la «actitudiabólica» le había resultado extenuante



Sin embargo, tuvo a veces la vaga idede escribir un «discurso» al estilo dScrewtape. Una petición de la revistamericana The Saturday Evening Pos

«inclinó la balanza» y escribió E

diablo propone un brindis. Apareció e

19 de diciembre de 1959 en Th

Saturday Evening Post , luego en Carta

del diablo a su sobrino y el diabl

ropone un brindis (1961), y finalmenten esta recopilación que Lewis estabrabajando cuando falleció.

El editor inglés decidió no utilizar ePrefacio que Lewis había escritoriginalmente para esta recopilación o sustituyó por otro. La razón de est



decisión estriba en que Lewis admitíque la «tendencia en la educación» quél deploraba en el «Brindis» había idmás lejos en los Estados Unidos que ecualquier otra parte. En realidad, lo quScrewtape describía era la educació

americana, aunque con el paso de loaños las ideas de Screwtape sobre leducación «democrática» se había

generalizado y eran pocas las nacioneoccidentales en las que no hubiesefructificado. Refiriéndose a este tipo d

educación en su Prefacio original, Lewidecía:«A mi modo de ver, la educació

debería ser democrática en un sentido,



no debería serlo en otro. Debería sedemocrática en su accesibilidad —sidistinción alguna de sexo, color, claseraza o religión—, para todos los qupuedan —y quieran— aceptarldiligentemente. Pero una vez que lo

óvenes están dentro de la escuela no sdebe hacer ningún intento parestablecer un igualitarismo fáctico entr

os holgazanes y torpes de un lado, y lonteligentes e industriosos del otro. Un

nación moderna necesita una clase mu

numerosa de gente genuinamenteducada, y formarla es la función básicde escuelas y universidades. Bajar enivel o enmascarar las desigualdades e



fatal.»«El círculo cerrado» sirvió d

discurso conmemorativo anual en eKing’s College de la Universidad dLondres, el 14 de diciembre de 1944Aquellos que deseen conocer má

acerca de «círculos cerrados» lohallarán bellamente ilustrados en lnovela de Lewis Esa horrible fortaleza

aunque él creía que no era preciso ir taejos para encontrarlos.

«¿Es poesía la teología?» y «L

perseverancia en la fe» fueron trabajoque Lewis leyó en el Club Socrático da Universidad de Oxford. El Clu

Socrático fue fundado en 1941 como u



foro para la discusión, entre creyentes no creyentes, de los pros y los contrade la religión cristiana. C. S. Lewis fusu primer Presidente y durante muchoaños el orador más popular de estmportante club de Oxford. El clu

atrajo multitudes enormes que acudíaprincipalmente para presenciar ldiscusión sobre la fe entablada po

Lewis con los ateos. «¿Es teología lpoesía?» fue leído en el club el 6 dnoviembre de 1944, y se publicó po

primera vez en The Socratic Digesvol. 3 (1945). «La perseverancia en lfe» fue leído en una reunión del club e30 de abril de 1953, y se publicó po



primera vez en The Sewanee Review

vol. LXIII (otoño de 1955).«Transposición» se leyó en e

sermón del día de Pentecostés en lcapilla de Mansfield College, eOxford, en 1944. Se publicó por primer

vez en Transposición y otros discurso

1949). Era muy raro que Lewivolviera sobre lo escrito par

modificarlo. Sin embargo, era tal lmportancia que asignaba a la idea qu

ocultaba este término, que jamás cejó e

el intento de clarificarlo todavía más. E1961 su editor comenzó a preparar uvolumen con sus ensayos y Lewideterminó que «Transposición» ocupas



un lugar de preferencia. Según scostumbre, pensó que sería útil para lexplicación combinar la apologética coel relato. La «fábula» de la madre y ehijo es parte de la modificación añadida «Transposición» en 1961. Esta versió

más larga del ensayo se publicprimeramente en la obra de Lewis They

sked for a Paper (1962).

«El peso de la gloria» es un sermópronunciado en Vísperas Solemnes en lglesia de Santa María Virgen (sigl

XII) el 8 de junio de 1941. Santa Maríes la iglesia de la Universidad dOxford, y en la época en que Lewipredicó allí ya era tan conocida qu



atrajo a una de las congregaciones mánumerosas de los tiempos modernos.

«La obra bien hecha y las buenaobras» fue escrito para la AsociacióCatólica de Arte y apareció en spublicación trimestral Good Work , vo

XXIII, n.° 1 (1959). Más tarde fupublicado en The World’s Last Nigh

and Other Essays.

«Un lapsus linguae» fue el últimsermón pronunciado por Lewis. Lo leyen Vísperas en el Magdalen College, e

Cambridge, el 29 de enero de 1956.WALTER HOOPE



Prefacio

C. S. Lewis terminó de reunir loensayos de este libro poco antes de smuerte, ocurrida el 22 de noviembre d

1963. Está dedicado casi por completo a religión, y los trabajos de que const

proceden de diversas fuentes. Alguno

de ellos aparecieron en They Asked foa Paper (Geoffrey Bles, Londres 196221s.), una colección entre cuyos temase incluía la literatura, la ética y leología. El diablo propone un brindi

fue publicado por vez primera en GraBretaña como parte de un libro llamad



Cartas del diablo y el diablo propon

un brindis (Geoffrey Bles, Londre1961,12s. 6d), que constaba de laoriginales Cartas del diablo, el Brindi

un nuevo prefacio de LewisEntretanto, El diablo propone u

brindis había aparecido ya en EstadoUnidos, primero en forma de artículo eThe Saturday Evening Post , y después

en 1960, en la colección The Worldast Night (Harcourt Brace and Worldueva York).

En el nuevo prefacio para Cartadel diablo y el diablo propone u

brindis, que reimprimimos en este libroLewis explica el proyecto y nacimient



del Brindis. Sería completamenterróneo llamar a esta arenga NuevaCartas del Diablo. Lo que Lewidescribe como técnica de «ventriloquidiabólica» continúa presente en estobra: las luces del diablo son nuestra

sombras, es decir, debemos temer todo que él acoge complacientemente. Si

embargo, a pesar de que la forma sig

siendo en buena medida la mismadesaparece la afinidad con las Carta

originales. Estas se ocupa

fundamentalmente de la vida moral dendividuo, mientras que el núcleo de lapesquisas del Brindis es más bierespetar y fomentar la inteligencia de lo



óvenes y las jóvenes.Al final del prefacio escrito par

They Asked for a Paper escribe Lewio siguiente: «Dado que estos artículo

fueron compuestos en diferentes épocaa lo largo de los últimos veinte años

ciertos pasajes suyos, en los que algunoectores pueden encontra

reminiscencias de mi última obra, tiene

en realidad un carácter anticipatorio embrionario. He terminado poconvencerme de que esas coincidencia

parciales no son objeciones definitivacontra la reimpresión». Nosotros noalegramos también de que sconvenciera de la conveniencia de l



presente publicación de su colección densayos sobre temas religiosos.

J.E.G



Nota preliminar

C. S. Lewis: Entre la belleza, la

verdad y el bien

La complejidad de El diablo proponun brindis —un conjunto de ensayosobre asuntos diversos compuestos poel autor en épocas diferentes y coobjetivos distintos— puede inducir aector a considerar la obra carente d

unidad. La lectura detenida de su

páginas, en las que sobresalen por iguaa belleza del estilo y el rigor de ladeas, permite descubrir, no obstante



una unidad superior a la diversidaaparente. La pluralidad temática nsignifica necesariamente dispersión dcontenido. Ni la indagación de objetodiferentes supone invocar en cada casprincipios contradictorios entre sí. La

grandes ideas sobre el hombre y emundo pueden iluminarconvenientemente moduladas para cad

caso, distintas zonas oscuras de lo reaLa coherencia de la obra se ha dbuscar, pues, en la recurrencia de la

mismas nociones, no en el desarrollmonótono del mismo asunto.Cada uno de los ensayos, tanto lo

de mayores pretensiones teóricas — ¿E



oesía la teología ?, La perseveranci

en la fe o El peso de la gloria — comos más específicamente literarios — E

círculo cerrado —, se levanta sobre esuelo firme de una concepción unitaridel hombre. A continuación trataré d

exponer brevemente sus rasgoesenciales. El atributo peculiar de lpersona es su condición de noveda

radical. «La vieja sabiduría… “nada enuevo bajo el sol ni en los subsoles”…sería verdad si el hombre no fuer

persona… sería propia de una sabiduríen que todavía la persona no se hpuesto en marcha, en que la persona estimitada o reducida en su ser u obturad



en su libertad, no está salvada…». User así, irrepetible e insustituiblenexplicable de forma satisfactoria coa noción de invariancia reproductiva —

es decir, sin tener en cuenta la idea dcreación —, se caracteriza por s

capacidad de innovar, de dar de sí, dañadir: por no limitarse a mantener uequilibrio homeostático con el medio.

Para referirse a la índole personadel hombre, C. S. Lewis se sirvhabitualmente de las nociones d

ndividuo e individualidad. Pondividuo no entiende el escritorlandés el hombre desligado d

vínculos y reducido a la condición d



átomo social para el que cualquieforma de comunidad —familia, amistadEstado— significa una superestructurextraña impuesta desde fuera. Frente a lvieja concepción liberal, lndividualidad es para Lewis un mod

de expresar la índole personal dehombre. Con ella se alude especialmenta su irrepetibilidad, novedad

nsustituibilidad. La tarea del diablo, tacomo queda expuesta en el ensayo quda título a la obra, consiste precisament

en despersonalizar al hombre, rebajarla la condición de elementndiferenciado de una humanida

masificada. «Sólo los individuos, afirm



el diablo en su discurso, se puedesalvar o condenar, llegar a ser hijos deEnemigo o alimento nuestro.» Por esrecomienda a los jóvenes tentadores lnecesidad de propagar ideas como la dodio a la libertad, o la de que «e

destino de las naciones es mámportante que el de las almandividuales». Ambas se opone

frontalmente a la persona como fin en smismo.

El ser personal se halla instalado e

a realidad de un modo peculiarLiberado de la necesidad de respondemecánicamente a las solicitaciones demedio, está dotado de libertad par



adoptar una actitud lúcida y responsablante el entorno. Ello le permite abrirsal mundo y descubrir horizontes dncondicionalidad, es decir, dimensione

absolutas de lo real, cuya validez nestá sujeta a condiciones. Como s

vigencia no depende de requisito algunoson realidades de las que no se pueddisponer. Constituyen, pues, la fronter

de los pactos posibles. Los tres ámbitofundamentales de incondicionalidad soa verdad, la belleza y el bien.

La intrínseca pertenencia del hombra la verdad aparece de un modo o dotro en la mayoría de los ensayos. Unaveces como afirmación resuelta de l



anterioridad temporal y ontológica depensamiento sobre la materia. La razóno es, como afirma el evolucionismo, usubproducto imprevisto e involuntaride la materia no inteligente en un estadide su infinito y ciego devenir. Est

doctrina, que se debe distinguicuidadosamente de la teoría de levolución, incurre en flagrant

contradicción, pues, de un ladosubordina la razón a la materia —o lconsidera un derivado suyo— y, de otro

mantiene que el funcionamiento devenir del universo material sigudesde el principio leyes estrictamentracionales. «Sólo si podemos esta



seguros de que, en la más remotnebulosa o en el lugar más alejado, lrealidad obedece las leyes depensamiento humano tal como ecientífico las ejerce aquí y ahora en saboratorio —en otros términos

únicamente si existe una Razón absolut—, cabrá evitar el hundimiento de esconcepción». En otras ocasiones com

rechazo de la identidad entre mente cerebro. Si el pensamiento sdentificara con el funcionamiento de

cerebro, o fuera una especie dsecreción suya, no habría modo dexplicar la diferencia entre la verdad el error. «Si la mente depende po



completo del cerebro, el cerebro de lbioquímica y la bioquímica (a la largadel flujo sin sentido de los átomos, mresulta imposible entender cómo puedener el pensamiento un significad

distinto del sonido del viento entre lo

árboles». Otras veces, en fin, comreivindicación del carácter hegemónicde la razón, de su condición de guí

uminosa capaz de aprehender ldimensión absoluta de las cosas llamadverdad. Ni siquiera la Teología se pued

construir sin la contribución de la razóal descubrimiento de la verdad«Quienes aceptan la teología no se guíanecesariamente por el gusto, sino por l



razón.» Eso no supone reducirla a usaber meramente natural al margen de lfe. Una cosa así significaría, ante todoprivarla de su fundamento. Peroademás, supondría desconocer que lpropia fe permite percibir má

nítidamente la verdad de las cosas acceder a la Verdad. «Creo en ecristianismo como creo que ha salido e

sol: no sólo porque lo veo, sino porqugracias a él veo todo lo demás».

Con parecida claridad pone d

manifiesto Lewis la índolncondicional de la belleza y la esenciarelación del hombre con ella. Tampoca belleza es una realidad de la que s



pueda disponer a capricho, sino uámbito de incondicionalidauniversalmente válido. La concepciókantiana de lo bello como «lo que placsin interés» recoge magníficamente escualidad. Lewis la descubre en s

condición de símbolo del anhelo humande eternidad. «La naturaleza es morta

osotros sobreviviremos a ella». «N

hay gente vulgar. Nunca hemos habladcon un mero mortal. Mortales son lanaciones, culturas, corrientes artísticas

civilizaciones. Su vida se parece a lnuestra como la de un mosquito. Loseres con quienes bromeamosrabajamos, nos casamos, a quiene



desairamos y explotamos sonmortales…». El deseo humano d

alcanzar la gloria, de merecer laprobación de Dios, ser acogido conocido por El, se manifiestfrecuentemente como afán de belleza

«No queremos meramente ver lbelleza… Queremos algo más, algdifícil de expresar con palabras

reunimos con la belleza contempladafundirnos con ella, recibirla en nosotrosbañarnos en ella, ser parte suya».

En ocasiones se ha pretendidreducir la vinculación del hombre con ereino de lo bello a una cuestiómeramente accidental. Por eso se h



nsistido en la posibilidad de suprimirlaCiertos acontecimientos históricoespecialmente crueles entrañarían, aparecer, un alejamiento definitivo de lbelleza. De ahí que Adorno consideraruna actitud bárbara seguir escribiend

poesía después de Auschwitz. Siembargo, identificar la reparación dnjusticias históricas o aberracione

políticas del pasado con la prohibicióde crear belleza supone desconocer qu«el hombre es un animal poético

embellece todo lo que toca». En su tratcon la realidad a través de los tiempo—«el mundo se te ofrecerá para que ldescubras» (F. Kafka)—, el hombre h



do dejando vestigios de su vinculacióesencial con lo bello. «El cazadosalvaje hace un arma de piedra o dhueso… Su mujer fabrica un recipientde barro para traer agua… Ninguno dos dos tardará mucho tiempo, si es qu

no lo han hecho desde el principio, edecorar los objetos fabricados. Amboquieren, como Dogberry, que “sea

hermosas todas las cosas a salrededor”».

Tan estrecha como la relación de

hombre con la verdad y la belleza es lque mantiene con el bien. El caráctencondicional de la bondad se manifiest

en el uso absoluto del término «bueno»



en la validez universal de los principiomorales. Condenar al inocente, someteal hombre a tortura, quitarle la vida privarlo de sus derechos inalienableque le pertenecen como persona soejemplos de acciones reprobables d

suyo. Ninguna situación históricapeculiaridad cultural o razón políticpuede suprimir su irrestricta validez

Lewis descubre la incondicionalidad debien en la superioridad moral del amosobre el mero desinterés. Frente a l

ética kantiana y estoica, el autor irlandésitúa el fundamento de la moralidad eel amor. La razón fundamental para ellse halla en que el amor, además de n



ser un principio meramente negativcomo el interés, significa promover ebien del otro. De ahí que la actividahumana se haya de realizar siemprdentro de los límites de la bondad. Nsólo es preciso, pues, hacer bien la

cosas, sino hacer lo que es bueno.La verdad, la belleza y el bie

constituyen, como acabamos de ver

horizontes de incondicionalidad en loque el hombre se halla instalado. Eshace de él un «ser lleno de méritos qu

habita poéticamente sobre la tierra» (FHólderlin). Esa soberbia concepcióconstituye el hilo conductor de loexcelentes ensayos de C. S. Lewis qu



ahora se ofrecen al lector español.

JOSÉ LUIS DEL BARCO



El diablo propone un

brindis

Más de una vez me han pedido aconsejado que continuara las primitivaCartas del diablo a su sobrino. Siembargo, durante muchos años no hsentido la menor inclinación a hacerlo

A pesar de no haber escrito nunca nadmás fácilmente, jamás hice algo comenos placer. La facilidad derivaba, si

duda alguna, de que el recurso de lacartas al diablo explotespontáneamente después de haberl

pensado, como los grandes y pequeño



hombres de Swift, la filosofía éticomédica de «Erewhon» y la PiedrGaruda de Anstey. Si damos riendsuelta a ese ardid, nos arrebatará a largo de cientos de páginas. Aunque fu

fácil retorcer la propia mente par

penetrar en la actitud diabólica, nsupuso diversión hacerlo, o al menos ndurante mucho tiempo. El esfuerz

producía una especie de calambrespiritual. El mundo en el que debíproyectarme mientras hablaba a travé

del diablo era basura, cascajo, sed sarna. Fue preciso excluir todo vestigide belleza, frescura y genialidad. Caslegó a ahogarme antes de haberl



hecho, y hubiera ahogado a mis lectoresi lo hubiera prolongado.

Además de todo ello, guardabcierto rencor contra mi libro por no seuna obra tan diferente que nadie pudierescribir. Idealmente, el consejo de

diablo a Wormwood podría haber sidequilibrado por la sugerenciarcangélica al ángel custodio de

paciente. Sin ello, la imagen de la vidhumana resulta desproporcionada. Mas¿quién podría suplir la deficiencia

ncluso si algún hombre —y debería semucho mejor que yo— pudiera trepar as alturas espirituales requeridas, ¿qu

«estilo responsable» podría usar? E



estilo formaría parte realmente decontenido. El mero consejo no seríbueno. Cada una de las frases deberíener el aroma del cielo. Pero hoy día n

se permitiría una cosa así aunque sescribiera una prosa como la d

Trahernes, pues el canon de«funcionalismo» ha incapacitado a literatura para la mitad de sus funciones

En el fondo, cualquier ideal de estilno establece exclusivamente cómdeberíamos decir las cosas, sin

ambién qué cosas deberíamos decir.)Posteriormente, conforme fueropasando los años y la sofocantexperiencia literaria de las Cartas s



fue tornando un débil recuerdoempezaron a ocurrírseme ideas sobrdiferentes cuestiones que parecían exigide algún modo un tratamiento como ede las cartas del diablo. Con todoestaba resuelto a no escribir otra Carta

La idea de algo así como unconferencia o un «discurso» rondabvagamente alrededor de mi cabeza. A

veces me olvidaba de ella, otras la traía la memoria, pero nunca me puse escribirla. Entonces llegó una invitació

de The Saturday Evening Post y apretel gatillo.

C. S. L



La escena tiene lugar en el infierndurante el banquete anual de l

Academia de Entrenamiento dTentadores para jóvenes Diablos. Erector, Doctor Slubgob, acaba d

brindar a la salud de los convidadosScrewtape, el invitado de honor, se ponen pie para responder:

«Señor rector, su inminencia, sudesgracias, espinas, sombríos gentilesdiablos míos: En ocasione

como ésta, el orador se suele dirigiprincipalmente a aquellos de ustederecientemente graduados que serádestinados muy pronto a Tentaduría



Oficiales en la Tierra. Sigo escostumbre gustosamente. Recuerdo mubien con qué inquietud aguardaba yo mprimer destino. Espero y creo que caduno de ustedes sentirá esta noche emismo desasosiego. Tienen delante d

ustedes toda una carrera. El infiernespera y exige que sea, como fue la míauna serie ininterrumpida de éxitos. E

caso contrario, ya saben lo que leaguarda.

No tengo la menor intención d

reducir el saludable y realista elementde terror ni la incesante ansiedad, quharán de látigo y aguijón de suesfuerzos. ¡Cuántas veces envidiarán



os humanos su capacidad de dormir! Apropio tiempo desearía ofrecerles, siembargo, una visión moderadamenthalagüeña de la situación estratégica esu conjunto.

En un discurso lleno d

advertencias, su temido rector hncluido una especie de apología de

banquete preparado por nosotros. Bien

gentilesdiablos, nadie se lo reprochaSería vano, empero, negar que las almahumanas con cuya congoja nos hemo

regalado esta noche eran de bastantmala calidad. Ni siquiera el hábil artculinario de nuestros atormentadorepodría mejorar su insulsez.



¡Ay! ¡Quién pudiera hincarle dnuevo el diente a un Farinara, uEnrique VIII o incluso un Hitler! Eodos ellos había algo crujiente, alg

que masticar. Todos tenían una furia, uegoísmo y una crueldad sólo superada

por la nuestra propia. Cualquiera desas cualidades ofrecía una deliciosresistencia a ser devorada. Alegraba

as entrañas cuando nos las tragábamos.En lugar de ello, ¿qué hemos tenid

esta noche? Ha habido una autorida

municipal con salsa de corrupción. Pesa todo, personalmente no he podiddescubrir en ella el sabor de la avariciverdaderamente apasionada y crue



característica de los grandes magnatedel siglo pasado, fuente de deleite parnosotros. ¿Acaso no ernequívocamente un hombrnsignificante, un producto de esa

despreciables tajadas incautadas e

privado con un chiste vulgar y negadaen público con los lugares comunes mágastados, un sucio y pequeño cero a l

zquierda llevado a la corrupción cassin darse cuenta, más que nada porquos demás lo eran? Después ha habid

una tibia cacerola de adúlteros. ¿Hapodido encontrar en ella la menor huellde lujuria realmente inflamadaprovocadora rebelde e insaciable? Y



no. A mí me supieron todos a imbécilehambrientos de sexo caídos ntroducidos en camas ajenas com

respuesta automática a anuncioncitantes, o para sentirse modernos iberados, reafirmar su virilidad

«normalidad», o simplemente porque nenían nada mejor que hacer. A mí, qu

he saboreado a Messalina y Casandra

me resultaban francamentnauseabundos. El sindicalista aderezadcon Faramalla estuvo tal vez un poquit

mejor. Al menos él había hechverdadero daño y contribuido de formno completamente involuntaria a quhubiera derramamientos de sangre, a



hambre y la supresión de la libertad. Ecierto modo sí. ¡Pero en qué modo! Esindicalista estimaba muy poco estoobjetivos finales. Acatar la línea departido, darse importancia yespecialmente, la mera rutina dominaro

realmente su vida.Lo importante viene ahora. Tod

esto es gastronómicamente deplorable

Espero, no obstante, que la gastronomíno sea lo primero para ninguno dnosotros. En cambio, ¿no e

esperanzador y prometedor en otrsentido mucho más serio?Consideremos en principio la mer

cantidad. La calidad puede ser ínfima



Sin embargo, nunca hemos tenido almasni siquiera de tan baja calidad, en mayoabundancia.

Y luego el triunfo. Estamos tentadoa decir que esas almas —o esos charcoresiduales de lo que una vez fuero

almas- difícilmente son dignos dcondenarse. Sí, pero el enemigo (poalguna razón inescrutable y perversa) la

consideraba dignas de salvarseCréanme, las estimaba así. Los máóvenes de ustedes, aquellos que no ha

entrado todavía en servicio activo, nienen idea del esfuerzo y la exquisitdestreza empleados para capturafinalmente a cada una de esta



miserables criaturas.La dificultad estriba en s

nsignificancia y debilidad. Eraparásitos con una mente tan confundidacon unas reacciones tan pasivas frente aentorno, que resultaba muy difíci

elevarlos al nivel de claridad deliberación que puede alcanzar epecado mortal. Era preciso levantarlo

o suficiente, pero no ese milímetro fatade «demasiado», pues después dhaberlo hecho se hubiera echado

perder probablemente todo. Podríahaberse dado cuenta o habersarrepentido. Por otro lado, si lohubiéramos elevado muy poco, com



criaturas no idóneas ni para el cielo npara el infierno, muy probablementhubieran merecido el limbo. Hubierasido cosas a las que, habiendo fracasaden vencer los obstáculos, se les permithundirse para siempre en un

nfrahumanidad más o menos satisfecha.Es muy difícil, por no deci

mposible, que las criaturas en cuestió

sean plenamente responsables desde epunto de vista espiritual de cadelección individual de lo que e

Enemigo podría llamar el «mal» caminoo entienden ni el motivo ni everdadero carácter de las prohibicioneque están quebrantando. Su concienci



apenas existe aparte de la atmósfersocial que los rodea. Y, naturalmentenosotros hemos logrado que su lenguajsea confuso y borroso. Un soborno en lprofesión de otra persona es un

ropina o un regalo en la suya. L

primera tarea de sus tentadores consistíen convertir mediante repeticionecontinuas la elección del camino de

nfierno en un hábito. Pero luego (y estera lo verdaderamente importante) fupreciso transformar el hábito en u

principio que la criatura estuvierdispuesta a defender. Después de estodo iría bien. La conformidad con e

entorno social, meramente mecánica



nstintiva al principio —¿cómo podríno conformarse una gelatina?-, se tornun credo no reconocido o un ideal dsolidaridad, de ser como los demás. Lmera ignorancia de la ley violada sconvierte ahora en una vaga teoría sobr

ella —recuerden que no saben nada dhistoria—, en una doctrina expresadcon los términos «moralidad

convencional, puritana o burguesa. Ascomienza a existir gradualmente en ecentro de la criatura un núcleo sólido

compacto y arraigado, una firmresolución a continuar siendo lo que ese, incluso, a hacer frente a estados dánimo que podrían alterarlo. Es u



núcleo insignificante, no reflexivo eabsoluto (son demasiado ignorantes) nprovocador (lo excluye su pobrezemocional e imaginativa), remilgado solemne a su modo, como un guijarro un cáncer incipiente. Pero será útil par

nuestro propósito. Finalmente sproducirá un rechazo real y deliberadoaunque no completamente articulado, d

o que el Enemigo llama gracia.Se trata, pues, de dos fenómeno

beneficiosos. En primer lugar, l

abundancia de capturas por nuestrparte. Aunque la comida sea insípida, ncorremos peligro de pasar hambre. Esegundo lugar, el triunfo. La habilida



de nuestros tentadores no ha sido nuncan grande. La tercera moraleja, quodavía no he extraído, es, no obstantea más importante de todas.

El tipo de almas con cuydesesperación y ruina nos hemos… n

diré regalado, pero por lo menos nutridesta noche, está aumentando en número continuará haciéndolo. Los informes de

Mando Inferior así lo aseguran, nuestras directrices nos advierten quorientemos nuestras tácticas de acuerd

con esa situación. Los grandepecadores, que dedicaron una inmensenergía de la voluntad a objetoaborrecidos por el Enemigo y cuya



ntensas y geniales pasiones fuerofomentadas más allá de todo límite, ndesaparecerán. Pero disminuiráconsiderablemente. Nuestras capturaserán cada vez más numerosas. Siembargo, consistirán en desperdicio

que en otro tiempo hubiéramos arrojada Cerbero y a los perros de presa denfierno como no aptas para el consum

diabólico. Quiero que entiendan docosas al respecto. En primer lugar queaun cuando pueda parecer deprimente

es realmente un cambio a mejor. Esegundo lugar, quisiera dirigir satención hacia los medios empleadopara conseguirlo.



Es un cambio a mejor. Los grandey suculentos) pecadores están hecho

de la misma sustancia que esos horriblehombres llamados santos egregios. Ldesaparición virtual de un material aspuede significar comida insípida par

nosotros. Ahora bien, ¿no es absolutfrustración y hambre para el EnemigoEl no creó a los humanos —no se hiz

uno de ellos ni murió torturado en medide los hombres— para producicandidatos para el limbo, humano

«malogrados». El quería hacer santosdioses, cosas semejantes a El. ¿No es lnsulsez de nuestra comida actual u

precio muy pequeño por el delicios



conocimiento de que Su graexperimento no está dando resultado? Yno sólo eso. Conforme disminuyan lograndes pecadores y la mayoría pierdoda individualidad, los primeros s

convertirán en agentes mucho má

eficaces para nosotros. Cada dictador demagogo —la mayoría de las estrellade cine y de cantantes— podrá arrastra

ahora consigo decenas de miles dovejas del rebaño humano. Sentregarán (lo que hay de ellos) a él, y

ravés de él a nosotros. Vendrá uiempo seguramente en que, salvo paresa minoría selecta, no tendremonecesidad de preocuparnos en absolut



de la tentación individual . Si atrapamoel cabestro, el rebaño entero vendrá traél.

¿Entienden cómo hemos conseguidreducir buena parte de la raza humana anivel de los números? No ha sucedid

accidentalmente. Ha sido nuestrrespuesta —¡una magnífica respuesta!—a uno de los más serios desafíos qu

hayamos tenido que afrontar jamás.Permítanme recordarles cuál era l

situación humana en la segunda mita

del siglo XIX, la época en que dejé dser tentador activo y fui recompensadcon un cargo administrativo. El gramovimiento hacia la libertad y l



gualdad entre los hombres habíproducido por entonces sólidos frutosEn aquel tiempo ya había madurado. Lesclavitud había sido abolida. La Guerrde la Independencia Americana habíriunfado. La Revolución Francesa s

había impuesto. La tolerancia religioscrecía por doquier. En este movimienthubo originariamente muchos elemento

a nuestro favor. En él se mezclaban eateísmo, el anticlericalismo, la envidia sed de venganza e incluso alguno

ntentos (bastante absurdos) de reavivael paganismo. No era fácil determinacuál debía ser nuestra propia actitudPor un lado, fue un golpe duro par



nosotros —todavía lo es— ver cómo lohombres antes hambrientos estabaahora alimentados, o los que habíalevado cadenas durante mucho tiemp

se habían liberado de ellas. Por otrado, sin embargo, en el movimient

hubo un gran rechazo de la fe, muchmaterialismo, secularismo y odio, cuyfomento sentíamos como obligació

nuestra.A finales de siglo la situación er

mucho más simple y tambié

considerablemente más amenazadora. Eel sector inglés, donde presté la mayoparte de mis servicios de primera líneahabía ocurrido algo horrible. E



Enemigo se había apropiado con Shabitual destreza de gran parte de estmovimiento progresista o liberador y lhabía pervertido para Sus propios finesQuedaba muy poco de su viejanticristianismo. Cundía el peligros

fenómeno llamado socialismo cristianoLos propietarios de fábricas de lobuenos tiempos pasados, que s

enriquecieron a costa del sudor de lorabajadores, eran desaprobados por s

propia clase en lugar de ser asesinado

por los obreros —eso podía habernosido útil—. Los ricos renunciabaprogresivamente a su podeobedeciendo a sus conciencias, no com



consecuencia de la resolución o lfuerza. Los pobres, beneficiarios de estsituación, se comportaban de modo casdecepcionante. En lugar de utilizar sunuevas libertades, como nosotroesperábamos y suponíamo

razonablemente, para la masacre, lviolación, el pillaje o incluso paremborracharse continuamente, s

entregaron perversamente a hacerse máimpios, ordenados, frugales, educados ncluso virtuosos. Creedme

gentilesdiablos, la amenaza de algsemejante a una situación sociarealmente saludable parecía entoncemuy grave.



La amenaza fue conjurada gracias nuestro Padre de las Profundidades

uestro contraataque se llevó a cabo edos niveles. En el más profundonuestros dirigentes lograron poneplenamente en actividad un element

mplícito en el movimiento desde suprimeros días. Oculto en el corazón da lucha por la libertad había también u

profundo odio a la libertad personal. Uhombre inestimable, Rousseau, fue eprimero en ponerlo de manifiesto. En s

democracia perfecta sólo está permitidocomo recordarán, la religión del Estadose restaura la esclavitud y al individuse le dice que quiere realmente (aunqu



no lo sepa) todo lo que el Gobierno ldice que haga. Desde el punto de partidvía Hegel, otro imprescindiblpropagandista de nuestra causa, urdimofácilmente el estado nazi y el comunistancluso en Inglaterra tuvimos bastant

éxito. Hace unos días oí que en ese paíun hombre no podía cortar sin permisun árbol de su propiedad con su propi

hacha, ni hacer tablones con éutilizando su propia sierra, ni utilizarlopara construir en su propio jardín u

cobertizo para guardar las herramientasEse fue nuestro contraataque en udeterminado nivel. A ustedes, que someros principiantes, no se les confiar



rabajos de ese tipo. Se les destinarcomo tentadores de personaparticulares. Nuestro ataque adoptcontra ellas, o a través de ellas, unforma diferente.

La palabra con que deben tenerlo

agarrados por las narices edemocracia. El buen trabajo realizada por nuestros expertos filólogos en l

corrupción del lenguaje humano hacnnecesario advertirles que no se le

deberá permitir nunca dar a esta palabr

un significado claro y definible. Lverdad es que no lo harán. Nunca se leocurrirá pensar que democracia es erealidad el nombre de un sistem



político, incluso de un sistema dvotación, cuya conexión con lo que estántentando venderles es muy remota

Tampoco se les deberá permitir nuncplantear la pregunta de Aristóteleacerca de si «el comportamient

democrático» significa ecomportamiento que gusta a lodemócratas o el que preserva l

democracia, pues si lo hicieran serídifícil evitar que se les ocurriese pensaque ambas cosas no coincide

necesariamente.Deben utilizar la palabra puramentcomo un conjuro, o, si prefieren, por spoder de venta exclusivamente. Es u



nombre que veneran, y está conectadopor supuesto, con el ideal político dque los hombres debieran ser tratadode forma igualitaria. Después deberáhacer una sigilosa transición en sumentes desde este ideal político a l

creencia efectiva de que todos lohombres son iguales, especialmentaquel del que se están ocupando. Puede

usar la palabra democracia, pues, parsancionar en su pensamiento el más viy también el menos deleitable) de todo

os sentimientos humanos. No les serdifícil conseguir que adopte, sivergüenza y con una sensacióagradable de autoaprobación, un



conducta que sería ridiculizaduniversalmente si no estuviera protegidpor la palabra mágica.

El sentimiento a que me refiero esnaturalmente, aquel que induce a uhombre a decir soy tan bueno como tú

La primera y más evidente ventaja dese sentimiento es inducirle a entronizaen el centro de su vida una útil, sólida

clamorosa falsedad. No quiero decisimplemente que la afirmación indicadsea falsa de hecho, que su bondad

honestidad y sentido común sean tadistintos de los de los demás como sestatura o la medida de su cinturaQuiero decir que ni él mismo la cree



adie que dice soy tan bueno como t

se lo cree. Si lo hiciera, no lo diría. ESan Bernardo no se lo dice nunca aperro de juguete, ni el escolar azopenco, el trabajador al holgazán o lmujer hermosa a la carente de atractivo

Fuera del campo estrictamente políticoa declaración de igualdad es hech

exclusivamente por quienes s

consideran a sí mismos inferiores dalgún modo. La afirmación expresaprecisamente, la lacerante, hiriente

atormentadora conciencia de unnferioridad que se niega a aceptar eque la padece. Precisamente por eso sagravia. Por lo mismo, sient



resentimiento ante cualquier género dsuperioridad de los demás, ldesacredita y desea su aniquilaciónSospecha, incluso, que las meradiferencias son exigencias dsuperioridad. Nadie debe ser diferent

de él ni por su voz, vestidos, modalesdistracciones o gustos culinarios«Alguien habla español más clara

eufónicamente que yo. Debe tratarse duna afectación vil, altanera y cursi. Estipo dice que no le gustan los perrito

calientes. Sin duda se cree demasiadbueno para comerlos. Un hombre no hpuesto el tocadiscos. Debe ser uno desos intelectuales, y lo hace par



presumir. Si fueran tipos como debeser, serían como yo. No tienen derecho ser diferentes. Es antidemocrático.»

Este útil fenómeno no es nuevo emodo alguno. Los humanos lo haconocido desde hace siglos bajo e

nombre de envidia. Mas hasta ahora lhabían considerado siempre el máodioso y ridículo de los vicios. Quiene

eran conscientes de sentirla lo hacíacon vergüenza. Quienes no lo eran ldetestaban en los demás. La delicios

novedad de la situación actual consisten la posibilidad de sancionarlaconvertirla en actitud respetable —encluso, encomiable— merced al us



hipnotizador de la palabra democrático

Bajo la influencia de estencantamiento, quienes son inferiores ealgún sentido —o en todos— puederabajar con más entusiasmo y mayo

éxito que en ninguna otra época par

rebajar a los demás a su mismo nivelPero esto no es todo. Bajo el mismnflujo, quienes se aproximan —

podrían aproximarse— a una humanidaplena retroceden de hecho ante ella poemor a ser antidemocráticos. H

recibido información fidedigna de quos jóvenes humanos reprimen un gustncipiente por la música clásica o l

buena literatura porque eso podrí



mpedirles ser como todo el mundoPersonas que desearían realmente sehonestas, castas o templadas —y a laque se les ha brindado la gracia que lepermitiría serlo— lo rehúsan. Aceptarlpodría hacerlas diferentes, ofender e

estilo de vida, excluirlos de lsolidaridad, dificultar su integración eel grupo. Podrían —¡horror de lo

horrores!— convertirse en individuos.Todo ello queda resumido en l

oración elevada a Dios, según se dice

por una joven humana: «¡Oh Señor! ¡Hade mí una muchacha normal del siglXX!». Gracias a su trabajo estsignificará cada vez más «haz de mí un



descarada, una imbécil y un parásito».Mientras tanto, como un magnífic

subproducto, la minoría (más exigucada vez) que se niegue a ser normal corriente, como todo el mundontegrada tiende a convertirse poco

poco en un grupo de presumidos extravagantes. La chusma los hubiesconsiderado así en cualquier caso, pue

a sospecha crea a menudo el objeto da sospecha. («De igual modo que, hago que haga, los vecinos me van

considerar una bruja o un agentcomunista, también podría ser tildado doveja, y llegar a serlo en realidad, pesar de ser cordero».) Com



consecuencia, ahora tenemos unntelectualidad que, a pesar de s

reducido número, es muy útil para lcausa del infierno.

Esto es, pese a todo, exclusivamentun subproducto. Quiero que fijen s

atención en el vasto movimiento generahacia el descrédito y, en últimnstancia, la eliminación de cualquie

género de excelencia humana: moracultural, social e intelectual. ¿No ehermoso observar cómo la democraci

en el sentido encantador) está haciendahora para nosotros el mismo trabajo — con los mismos métodos— realizad

en otro tiempo por las dictaduras má



antiguas? Recordarán que uno de lodictadores griegos, que entoncelamaban «tiranos», envió un emisario

otro dictador para pedirle consejo sobros principios de gobierno. El segund

dictador condujo al mensajero a u

campo de maíz, y allí cortó con sbastón la copa de los tallos qusobresalían un par de centímetros po

encima del nivel general. La moralejera evidente: no tolerar preeminencialguna entre los súbditos, no permiti

que viva nadie más sabio, mejor, máfamoso y ni siquiera más hermoso que lmasa, cortarlos todos por el mismnivel, todos esclavos, todos ceros a l



zquierda, todos «don nadies», todoguales. Así podría el tirano ejercer l

«democracia» en cierto sentido.Pero ahora la «democracia» pued

hacer el mismo trabajo, sin otra tiraníque la suya propia. Nadie necesita en l

actualidad penetrar en el campo de maícon un bastón. Los propios tallopequeños cortarán las copas de lo

grandes. Incluso los grandes estácomenzando a cortar las suyas movidopor el deseo de ser como todos lo

allos.He dicho que conseguir lcondenación de estas mezquinas almasde criaturas que prácticamente ha



dejado de ser individuos, es un trabajaborioso y difícil. Pero si se emplean l

habilidad y esfuerzo convenientespueden tener absoluta confianza en eresultado. Los grandes pecadore

arecen más fáciles de atrapar. Per

uego son imprevisibles. Después dhaberlos dirigido durante setenta añosel Enemigo puede arrebatárnoslos de la

garras en el septuagésimo primero. Lograndes pecadores son capacescréanme, de auténtico arrepentimiento

pues son conscientes de su verdaderculpabilidad. Si las cosas se tuercenestán dispuestos a desafiar la presiósocial del entorno por amor al Enemig



como antes estuvieron a desafiarla ponosotros. En cierto sentido es más difíciseguir la huella y aplastar una avisphuidiza que pegarle un tiro a un elefantsalvaje situado a corta distancia. Pero eelefante es más peligroso si fallan.

Mi propia experiencia procedbásicamente, como ya he dicho, desector inglés. Todavía recibo má

noticias de él que de ningún otro. Eposible que lo que voy a decir ahora nse pueda aplicar completamente a lo

sectores en que puedan estar actuandalgunos de ustedes. Siempre podrán, nobstante, hacer los ajustes necesariocuando lleguen allí. Es prácticament



seguro que tendrá alguna aplicación. Ses muy escasa, deberán esforzarse parhacer que el país del que se estéocupando se parezca a lo que ya englaterra.

En ese prometedor país el espírit

expresado en la fórmula <<so}' tabueno como tú» se ha convertido ya ealgo más que una influencia de índol

generalmente social. Comienza a abrirscamino en el sistema educativo. Npodría decir con seguridad hasta dónd

han llegado sus efectos en el momentpresente. Tampoco importa. Tan prontcomo se hayan percatado de lendencia, podrán predecir fácilmente s



evolución futura, especialmente si siene en cuenta que nosotros mismougaremos un importante papel en ella

El principio básico de la nueveducación ha de ser evitar que lozopencos y gandules se sienta

nferiores a los alumnos inteligentes rabajadores. Eso serí

«antidemocrático». Las diferencias entr

os alumnos se deben disimular, pueson obvia y claramente diferenciandividuales. Conviene hacerlo en lo

diferentes niveles educativos. En launiversidades, los exámenes se debeplantear de modo que la mayoría de loestudiantes consiga buenas notas. Lo



exámenes de admisión deben seorganizados de manera que todos o casodos los ciudadanos puedan ir a l

universidad, tanto si tieneposibilidades (o ganas) de beneficiarsde la educación superior como si no. E

as escuelas, los niños torpes perezosos para aprender lenguasmatemáticas o ciencias elementale

pueden dedicarse a hacer las cosas quos niños acostumbran a realizar en su

ratos libres. Dejémosles que haga

pasteles de barro, por ejemplo, lamémosle modelar. En ningúmomento debe haber, no obstante, emenor indicio de que son inferiores



os niños que están trabajando. Sea cuasea la tontería que los mantengocupados, debe gozar —creo que eespañol se usa ya la expresión— d«paridad de estima». No es imposiblurdir un plan aún más drástico. Lo

niños capacitados para pasar a la classuperior pueden ser retenidoartificialmente en la anterior, pues, de n

hacerlo, los demás podrían sufrir urauma —¡qué utilísima palabra, po

Belcebú— al quedar rezagados. As

pues, el alumno brillante permanecdemocráticamente encadenado a sgrupo de edad durante todo el períodescolar. Un chico capaz de acometer l



ectura de Esquilo o Dante permanecsentado escuchando los intentos de sucoetáneos de deletrear EL GATOSENTADO EN EL FELPUDO.

En resumen, podemos esperarazonablemente la abolición virtual d

a educación cuando el lema soy ta

bueno como tú se haya impuestdefinitivamente. Los incentivos par

aprender y los castigos por no hacerldesaparecerán. A la minoría que pudierdesear aprender se le impedirá hacerlo

¿Quiénes son ellos para descollar sobrsus compañeros? De cualquier modoos profesores —¿debería decir acas

niñeras?— estarán muy ocupado



alentando a los zopencos y dándolepalmaditas en la espalda para no perdeel tiempo en la verdadera enseñanza. Yno será preciso hacer planes ni fatigarspara propagar entre los hombres lpresunción imperturbable y l

gnorancia incurable. Los pequeñogusanos lo harán por nosotros.

Nada de esto sucederá, por supuesto

a menos que toda la educación llegue ser estatal. Pero todo llegará. Es partdel mismo movimiento. Impuesto

durísimos, ideados con ese propósitoestán liquidando la clase media, questaba dispuesta a ahorrar, gastar hacer sacrificios para educar a sus hijo



en instituciones privadas. La supresióde esta clase, además de beneficiar labolición de la educación, eafortunadamente un efecto inevitable deespíritu que afirma soy tan bueno com

ú. Esa clase fue, a la postre, el grup

social que dio a los humanos la mayoríabrumadora de sus científicos, médicosfilósofos, teólogos, poetas, artistas

compositores, arquitectos, juristas administradores. Si alguna vez hhabido un manojo de tallos elevado

cuyas cabezas fuera preciso cortar, hsido sin duda alguna ese. Comobservaba no hace mucho un políticnglés: «La democracia no quier



grandes hombres».Sería ocioso preguntar a una criatur

así si por querer entiende «necesitar» «gustar». Sería conveniente que ustedeo tuvieran claro, pues aquí surge d

nuevo la pregunta de Aristóteles.

En el infierno veríamos con gusto ldesaparición de la democracia en esentido estricto de esa palabra: e

sistema político llamado de ese modoComo todas las formas de gobierno, ldemocracia trabaja a menudo e

beneficio nuestro. Pero, por lo generalcon menos frecuencia que las demás.Debemos tener en cuenta qu

«democracia» en sentido diabólico ( soy



an bueno como tú, ser como todo emundo, solidaridad) es el más refinadnstrumento de que podríamos dispone

para extirpar las democracias políticade la faz de la Tierra.

La razón está en que l

«democracia» o el «espíritdemocrático» (en sentido diabólico) dugar a una nación sin grandes hombres

ntegrada básicamente por iletradosfláccida moralmente por falta ddisciplina entre los jóvenes, llena de l

petulancia que la adulación engendra ea ignorancia y blanda por los mimorecibidos durante toda la vida. Enfierno desea que sean así los pueblo



democráticos, pues cuando una naciócomo esa entra en conflicto con otra ea que se ha enseñado a los niños rabajar en la escuela, el talento ocupos puestos elevados y a la masgnorante no le está permitido opina

sobre los asuntos públicos, sólo cabe uresultado.

Cierta democracia se sorprendí

recientemente al descubrir que Rusia lhabía adelantado en el terreno de lciencia. ¡Qué delicioso ejemplo d

ceguera humana! ¿Cómo esperar qusobresalgan sus científicos cuando lendencia general de la sociedad s

opone a cualquier género de excelencia



Nuestra función consiste en alentaa conducta, las costumbres, la actituntelectual general de la que gozan

disfrutan las democracias, pues esacosas son verdaderamente las que ldestruirán si no les ponemos freno

Seguramente se admirarán de que lopropios humanos no se den cuenta dello. Aun cuando no lean a Aristótele

eso sería antidemocrático), sería lógicpensar que la Revolución Francesa lehubiera enseñado que la conduct

preferida por los aristócratas no es lque preserva la aristocracia. Podríamohaber aplicado, pues, el mismprincipio a todas las formas d



gobierno.Pero no quisiera acabar en este tono

o desearía fomentar en sus mentes —no lo permita el infierno!— el engañ

que ustedes deben promovecuidadosamente en la de sus víctima

humanas. Me refiero a la ilusoria idede que el destino de las naciones es e

sí mismo más importante que el de la

almas individuales. El derrocamiento dos pueblos libres y la multiplicación d

estados esclavizados son solament

medios para nosotros (además, posupuesto, de ser divertido). Everdadero fin es la destrucción de londividuos. Sólo los individuos s



pueden salvar o condenar, llegar a sehijos del Enemigo o alimento nuestroPara nosotros el valor último de larevoluciones, las guerras o el hambrconsiste en la angustia, traición, odiorabia y desesperación individuales qu

puedan originar. Soy tan bueno como t

es un medio útil para la destrucción das sociedades democráticas. Si

embargo, tiene un valor mucho máprofundo como fin en sí mismo, comestado de ánimo que, al exclui

necesariamente la humildad, la caridada satisfacción y los placeres de lgratitud o la admiración, aparta andividuo de la senda que podrí



conducirlo finalmente al cielo.Ahora viene la parte más agradabl

de mi misión. Me ha caído en suertproponer un brindis en nombre de lonvitados a la salud del rector Slubgob

de la Academia de Entrenamiento d

Tentadores. Llenen sus copas. ¿Qué es lque veo? ¿Qué es este delicioso aromque aspiro? ¿Es posible? Me desdigo

señor rector, de mis duras palabrasobre la cena. Veo y huelo que la bodegde la Academia tiene todavía, inclus

bajo condiciones bélicas, algunadocenas de excelente Fariseo añejoBien, bien, bien. Todo esto es como eos viejos tiempos. Manténgalo u



momento bajo sus narices, gentilediablos. Álcenlo a la luz. Contempleas ardientes venas retorcidas de dolor

enredadas en su negro corazón como sestuvieran luchando. Y efectivamente lestán. ¿Saben cómo se elabora est

vino? Para conseguir su delicado saborha sido necesario cosechar, pisar fermentar conjuntamente diferentes tipo

de Fariseo. Todos ellos fuerocompletamente antagónicos en la TierraUnos fueron todo normas, reliquias

rosarios. Otros trajes amarillentos, caraargas y mezquinas abstinenciaradicionales. Ambos coincidían en s

común santurronería y en la distanci



casi infinita que establecían entre sverdadera actitud y lo que es o manda eEnemigo. La maldad de las demáreligiones era la doctrinverdaderamente viva de la suya. Sevangelio era la calumnia, y l

denigración su letanía. ¡Cómo sodiaban unos a otros allí arriba dondbrilla el sol! ¡Cuánto más se odiará

ahora que están unidos —pero nreconciliados— para siempre! Sasombro, resentimiento por la mezcla, e

enconamiento de su rencor eternamentmpenitente obrará como el fuego apasar a nuestra digestión espiritual. Serun mal día para nosotros, amigos míos



si lo que la mayoría de los humanoentiende por religión llega desaparecer alguna vez de la TierraTodavía puede enviarnos los mádeliciosos pecados. La delicada flor da atrocidad sólo puede crecer cerca d

a santidad. En ningún lugar tentamocon tanto éxito como en los mismopeldaños del altar.

Su inminencia, sus desgraciasespinas, sombríos y gentilesdiablomíos: ¡Brindo por el rector Slubgob y l

Academia!»



El círculo cerrado

Permítanme que les lea unas líneade Guerra y Paz , de Tolstoi.

«Cuando Boris entró en lahabitación, el Príncipe Andreyescuchaba a un viejo general,

cargado de condecoraciones, quele relataba algo con unaexpresión de servilismo

soldadesco asomando a sumorado rostro. “Está bien.Espere por favor”, dijo algeneral, al que habló en ruso con



el acento francés queacostumbraba a emplear cuandohablaba con desprecio. En elmomento de percibir la presencia de Boris dejó deescuchar al general, que le

seguía implorando y pidiéndoleque le escuchara. Pero elPríncipe Andrey se dirigió a

Boris moviendo la cabeza conuna alegre sonrisa. En esemomento Boris comprendió

claramente algo que ya habíaimaginado previamente, a saber,que junto al sistema dedisciplina y subordinación



establecido en el ReglamentoMilitar existía otro diferentemucho más real, un sistema queimpulsaba a un general bienataviado de cara morada aesperar respetuosamente su turno

mientras un simple capitán comoel Príncipe Andrey charlaba conun simple alférez como Boris.

Boris decidió inmediatamente noguiarse por el sistema oficial,sino por el no escrito»[1] .

Al invitar a un moralista de medianedad a hablar ante ustedes, parec

nevitable concluir, por improbable qu



sea la deducción, la existencia eustedes de un gusto por la moralizaciómadura. Haré cuanto pueda parcomplacerlo. Les aconsejaré sobre emundo en que van a vivir. No es mntención, sin embargo, hablar sobre lo

denominados asuntos de actualidadUstedes saben de eso, seguramentemucho más que yo. Tampoco voy

decirles, excepto de un modextremadamente general difícil dreconocer, el papel que debe

representar en la reconstrucción de lpostguerra. No es muy probable que eos próximos diez años puedan hace

alguna contribución directa a la paz



prosperidad de Europa. Seguramentestarán ocupados buscando trabajoatareados en casarse o en obtener datosVoy a hacer algo más pasado de moda do que tal vez esperaran: darles consejo

hacerles determinadas advertencia

sobre cosas tan perennes que no eposible llamarlas «asuntos dactualidad».

Todo el mundo sabe contra qupreviene a sus alumnos un moralistmaduro como yo. Los pone en guardi

contra el mundo, el demonio y la carneUn solo elemento de este trío bastarpara las reflexiones de hoy. Dejarcompletamente de lado al demonio. L



asociación entre él y yo en la conciencipública es más estrecha de lo que deseoEn algunos cuarteles se ha producido yuna confusión, cuando no identificaciónentre ambos. Ahora empiezo comprender la verdad del viejo refrá

«quien cena con un huésped formidablprecisa una larga cuchara». En relaciócon la carne, jóvenes muy anormale

deben ser ustedes si no saben de ellmucho más que yo. Sin embargo, tal vepueda decirles algo —así al menos l

creo- sobre el mundo.En el pasaje de Tolstoi que acabo deerles el joven alférez Boris Dubretsko

descubre la existencia en el ejército d



dos sistemas o jerarquías diferentesUno de ellos está escrito en pequeñoibros rojos, puede leerlo cualquiera si

dificultades, permanece siemprnalterable. Un general es superior a u

coronel, y un coronel a un capitán. E

otro no está impreso en ningún sitioTampoco es una sociedad secretorganizada formalmente con oficiales

reglas sobre las que se nos informdespués de haber sido admitidos. Eninguno de ellos somos admitidos nunc

formal y explícitamente. Descubrimos sexistencia y nos damos cuenta de questamos fuera de ellos gradualmente, dmodo casi imperceptible. Tal vez má



arde percibamos también que estamodentro. Existe algo semejante a un sant seña espontáneo e informal. Su

distintivos son una particular jerga, euso de apodos especiales, un tipalusivo de conversación. Sin embargo

este sistema no es constante. Edeterminados momentos no es fácil deciquién está dentro y quién fuera. Alguno

están claramente dentro, otros sencuentran sin duda alguna fuera. Persiempre hay alguno cuya situación e

ncierta. Si regresan a los mismocuarteles generales, de división o dbrigada, al mismo regimiento o a lmisma compañía tras seis semanas d



ausencia, hallarán la segunda jerarquícompletamente alterada. No existeadmisiones ni expulsiones formales. Lgente cree estar dentro después de habesido excluida o antes de haber sidadmitida. Esta circunstanci

proporciona gran regocijo a los ddentro. No hay nombres establecidos. Lúnica regla segura es el diferente mod

de nombrarlo según se trate dmiembros o de desplazados. Desddentro se puede designar, en el caso má

sencillo, mediante una simplenumeración. Se puede llamar, pues«Tony, tú y yo». Cuando es muy seguro con un número de miembro



relativamente estable, se llama a smismo «nosotros». Cuando se vobligado a dilatarse súbitamente parhacer frente a una particular emergenciase designa como «la gente sensible deste lugar». Desde fuera, sobre todo s

hemos perdido la esperanza de entrar eél, lo llamamos «esa cuadrilla» «ellos» o «fulano y su pandilla»

«camarilla política» o «círculcerrado». Si somos candidatos a ladmisión no lo llamaremos de ningun

manera. Hablar de él con otrodesplazados nos haría sentirnos fueraMencionarlo al hablar con alguien ddentro, que puede ayudarte a ingresar s



a presente conversación discurre biensería una locura.

Todos habrán reconocido, a pesar da pobreza de mi descripción, l

realidad a que me estoy refiriendo. Nhablo naturalmente de que hayan estad

en el ejército ruso o acaso en algún otrejército. Sin embargo, todos ustedes shan topado con el fenómeno del círcul

cerrado. Seguramente descubrirían unen su clase antes de terminar el primerimestre. Al final del segundo año

después de haber trepado hasta situarscerca de él, tal vez descubrieran dentrdel primer círculo otro todavía másecreto, que a su vez era el extremo d



un gran círculo escolar del que locorrillos de la clase eraexclusivamente satélites. Es posiblencluso, que el círculo cerrado estuvier

en contacto con el de profesores. Habíaempezado a penetrar a través de la pie

de la cebolla. ¿Me equivoco al suponea existencia en la universidad, aquí y e

este preciso momento, de diversa

agrupaciones —sistemas independienteo concéntricos— invisibles para mpero presentes en esta sala? Pued

asegurarles que en cualquier hospitacolegio de abogados, diócesis, escuelaempresa o colegio universitario al quleguen después de haberse hundid



encontrarán las asociaciones llamadapor Tolstoi sistemas segundos o sistemano escritos.

Todo ello es bastante obvio. Mpregunto si dirán lo mismo del siguientpaso. Uno de los elementos dominante

de la vida del hombre en determinadomomentos —en muchas personaninterrumpidamente desde la infancia

a más avanzada edad— es, a mi juicioel deseo de estar dentro del círculocal y el terror a ser alejado de él. L

iteratura ha hecho bastante justicia una de las formas del deseo en cuestiónel esnobismo. Las novelas victorianaestán llenas de personajes atormentado



por el deseo de ingresar en esparticular círculo llamado antes y ahorsociedad. Utilizada de este modo, lpalabra «sociedad» se debe entendecomo uno más de los numerosocírculos, y el esnobismo tan sólo com

una de las manifestaciones del anhelo destar dentro. Quienes se creen libres desnobismo —o lo están realmente—

quienes leen sátiras sobre él coranquila superioridad, pueden se

devorados por otra manifestación de

deseo. En algunos casos se tratará tavez de la misma intensidad del empeñen formar parte de un círculcompletamente diferente, que pued



hacerlos inmunes a la fascinación de lvida de sociedad. La invitación de uduque podría ser un pobre consuelo parun hombre resentido por el sentimientde exclusión de un grupo artístico o uncamarilla comunista. ¡Pobre hombre

ada quiere ya. Ni grandes e iluminadahabitaciones ni champaña. Ni siquieranhela escándalos de nobles o d

miembros del gabinete. Tan sólo deseel pequeño y sagrado ático o estudio, lacabezas inclinadas una al lado de l

otra, la niebla del humo del tabaco y edelicioso conocimiento de ser —juntcon otros cuatro o cinco apretados junta la estufa— el que sabe. El deseo s



disimula a veces tan bien que resultdifícil reconocer los placeres dfruición. Los hombres se lamentan antsus mujeres, y también ante sí mismosde la desgracia que supone la obligacióde permanecer tan tarde en la oficina

a escuela para hacer un importantrabajo extra, encomendado a él por serunto con fulano y algún otro más, la

únicas personas del lugar capaces dlevarlo a cabo. Sin embargo, la quej

no es completamente sincera. Es un

molestia terrible que la vieja FattSmithson nos aparte a un lado y nosusurre al oído: «¡Oye!, hemos logradque entres después de algún tipo d



examen». «Charles y yo vimos eseguida la necesidad de que estuvieraen el comité.» Una molestia terrible…Pero ¡ay!, ¡cuánto más terrible no formaparte de él! Es molesto y poco saludablperder la tarde del sábado. Pero e

mucho peor tenerlas libres por no seenido en cuenta.

Freud consideraría todo esto, si

duda alguna, como un subterfugio dempulso sexual. Me pregunto si no estar

puesto el zapato en el pie contrario, s

no se habrá perdido en tiempos dpromiscuidad más veces la virginidapor obedecer el señuelo de la camarillpolítica que por someterse a Venus



Cuando está de moda la promiscuidados castos quedan desplazados. Sognorantes de cosas conocidas por lo

demás, es decir, son no iniciados. Enúmero de los que fumaron o semborracharon por primera ve

apoyándose en razones similares, poreferirnos a asuntos menos graves, eseguramente muy grande.

En este momento debo hacer undistinción. No pretendo decir que lexistencia de círculos cerrados se

mala. En realidad es un fenómennevitable. Debe haber discusioneconfidenciales. No es mala cosa, sinalgo bueno en sí mismo, que crezca l



amistad personal entre quienes trabajauntos. Tal vez sea imposible l

completa coincidencia de la jerarquíoficial de una organización con suoperarios actuales. Deberían coincidirciertamente, si las personas má

prudentes y enérgicas ocuparan siempros puestos más elevados. Sin embargo

como las cosas son frecuentemente d

otro modo, normalmente hay personaocupando posiciones destacadas a pesade ser pesos muertos, y hombres e

puestos bajos a pesar de ser mámportantes de lo que su rango experiencia permitiría suponer. Así ecomo el segundo sistema —el no escrit



— puede crecer con absoluta seguridadEs algo inevitable, y tal vez no senecesariamente un mal. El deseo que noarrastra a ingresar en un círculo cerrades, no obstante, algo enteramentdistinto. Una cosa puede ser moralment

neutra y, sin embargo, el afán dposeerla puede ser peligroso. Byron lha expresado con toda claridad:

Dulce es una herencia, y muydulce

la muerte inesperada de unavieja dama.

La muerte sin dolor de un parient



piadoso de avanzada edad no supone ugran mal. Pese a todo, el deseo ardientde sus familiares de verlo morir no sconsidera un sentimiento decente. La ledesaprueba, por su parte, cualquientento, incluso el más dulce, de acelera

su pérdida. Admitamos que los círculocerrados sean un rasgo inevitable nocente —aunque en modo alguno bell

— de la vida. Mas ¿qué decir de nuestranhelo de entrar en ellos, de la congojque nos invade cuando somos excluido

del placer que experimentamos cuandngresamos en ellos? No tengo derecho alguno a supone

nada sobre el grado actual d



compromiso de algunos de ustedes, ndebo dar por sentado que, para buscar lamistad de personas consideradas mámportantes y enigmáticas, se haya

desentendido alguna vez y dadfinalmente esquinazo a amigos realment

queridos que podrían haber conservaddurante toda la vida. Tampoco debpreguntarles si les ha producido place

alguna vez la soledad y humillación dos desplazados después de esta

ustedes dentro, si han hablado de

círculo a miembros amigos delante dos desplazados para que sintieraenvidia, si en los días en que estaban prueba emplearon siempre medio



admirables para conquistar el círculsecreto. Sólo quisiera hacerles unpregunta. Se trata naturalmente de unpregunta retórica que no esperrespuesta. ¿Les ha movido alguna vez esu vida —tal como la recuerdan ahora—

el deseo de estar en el lado correcto da línea invisible a realizar acciones

pronunciar palabras contemplada

retrospectivamente con satisfacción eas altas horas frías de una noch

desvelada? Si es así, son má

afortunados que la mayoría.Mi intención era, como les decíaaconsejarles. Cualquier orientaciódebe referirse al futuro, no al pasado



He aludido al pretérito con el únicpropósito de ponerles al corriente sobrcómo entiendo yo la naturaleza real da vida humana. Los motivo

económicos y eróticos[2] no explican, mi juicio, todo cuanto pasa en lo que lo

moralistas llaman mundo.Incluso si le añadimos la ambició

queda incompleto el cuadro. El gust

por lo esotérico, el ansia de estar dentradopta formas muy diferentes que ncabe identificar fácilmente con l

ambición. Esperamos indudablementbeneficios tangibles del círculo cerraden el que ingresamos: poder, dinero

ibertad para quebrantar las reglas



posibilidad de soslayar los debererutinarios y de eludir la disciplina. Nadde esto nos satisfaría, empero, si nuviéramos además la delicios

sensación de la secreta intimidad. Euna gran comodidad, sin lugar a dudas

saber que no debemos temer reprimendoficial alguna de nuestro decano, pues srata del viejo Percy, un amigo

miembro de nuestro círculo. Siembargo, no valoramos la intimidaexclusivamente por conveniencia

También estimamos la conveniencicomo prueba de intimidad.El principal propósito de est

discurso es, sencillamente, convencerle



de que este deseo es uno de los grande permanentes impulsos de la acció

humana. Se trata de uno de los factoreque contribuyen a conformar el mundal como lo conocemos: una amalgam

de lucha, competencia, confusión

corrupción, decepción y publicidadComo se trata de un estímulpermanente, pueden estar completament

seguros de él. A menos que tomemedidas para evitarlo, será uno de loprincipales móviles de su vida desde e

día en que empiezan su actividaprofesional hasta el momento en qusean demasiado viejos para seguideseando. Será algo natural la vida qu



se presentará espontáneamente antustedes. Cualquier otro género de vidserá, si es dirigida por ustedes, eresultado de un esfuerzo consciente continuo. Si no hacemos nada arespecto, si viven sin rumbo, serán d

hecho un «círculo cerrado». No digo quno tengan éxito siéndolo, pero tampoco excluyo. Ahora bien, de un modo o d

otro, consumiéndose y abatiéndose fuerde los círculos en que no pueden entrao adentrándose más y más en ellos

serán hombres de ese tipo.Ya he expuesto claramente mopinión al respecto. Estimo máconveniente para ustedes que no sea



hombres así. Ustedes pueden tener, nobstante, un espíritu abierto sobre easunto. Les sugeriré, pues, dos razonepara pensar como yo.

Sería cortés y caritativo —ademáde razonable si tenemos en cuenta s

edad— suponer que ninguno de ustedees todavía un canalla. Por otro ladosegún la ley del término medio —dej

de lado por ahora la libre voluntad— emuy probable que al menos dos o tres dustedes se conviertan antes de morir e

algo semejante a un bribón. En esthabitación debe haber los elementonecesarios para el número indicado degotistas despiadados, traidores y si



escrúpulos. La elección depende todavíde ustedes. Espero que no estimen miduras palabras sobre su posiblcondición futura como señal ddesconsideración hacia su actuacarácter. Me atrevo a hacer la siguient

profecía: a nueve de cada diez dustedes la elección capaz de conducirlea la villanía se les presentará en s

momento con colores no mudramáticos. Muy probablemente naparecerán hombres absolutament

malos, amenazantes y corruptores. Lndicación se producirá tomando uncopa o una taza de café. Vendrdisfrazada de trivialidad e intercalad



entre dos chistes de labios de un hombro una mujer recientemente conocidos y os que esperamos conocer todaví

mejor, y ocurrirá en el preciso momenten que desean fervientemente naparecer groseros, ingenuos

presumidos. Será una indicación nconforme del todo con las reglaécnicas del juego limpio: alg

ncomprensible para el públicgnorante y romántico capaz de provocanquietud en los intrusos en su propi

profesión, pero que, según dice su nuevamigo, «nosotros» —e intentan nsonrojarse de placer al oír esa palabr— «hacemos siempre». Y será



arrastrados adentro, caso de serlo, npor deseo de provecho o comodidadsino sencillamente porque en esmomento, cuando la copa está tan cercde sus labios, no pueden tolerar searrojados de nuevo al frío mund

exterior. Sería horrible ver cómo erostro del otro hombre —ese rostrgenial, íntimo, deliciosament

sofisticado— se vuelve súbitamente frí desdeñoso. Sería una desgracia sabe

que han tratado de ingresar en el círcul

cerrado y han sido rechazados. Si soaceptados, a la mañana siguiente estaráun poco más alejados de las reglas, y aaño siguiente todavía más, pero siempr



dentro del más jovial y amigablespíritu. Todo ello puede terminar efracaso, en escándalo o en trabajoforzados, pero también en millones, eun título nobiliario y en la concesión dpremios en su antigua escuela. Con todo

ustedes seguirán siendo unos canallas.Esta es mi primera razón. De toda

as pasiones, el entusiasmo por e

círculo cerrado es la más hábil parnducir a un hombre no envilecidodavía a hacer cosas muy nocivas.

La segunda se puede exponer comsigue. La tortura aplicada a los Danaidaen el infierno clásico, consistente elenar de agua diferentes cedazos, no e



símbolo de un único vicio, sino de todoellos. Es el rasgo característico de udeseo perverso empeñado en buscaalgo imposible de poseer. El ansia destar dentro de la línea invisible ilustresta regla. Mientras sean gobernado

por ella, serán incapaces de alcanzar lque quieren. Están intentando pelar uncebolla: cuando lo consigan, no le

quedará nada. Seguirán siendo unodesplazados mientras no venzan el temode serlo.

Todo esto les parecerá muy clarcuando decidan ponerse a pensar eello. Si quieren librarse de un ciertcírculo por alguna razón saludable —e



decir, si desean ingresar en una sociedamusical porque les gusta realmente lmúsica—, tendrán alguna posibilidad dhallar satisfacción. Tal vez se encuentreocando en un cuarteto y acaso goce

con ello. Pero si todo cuanto desean s

reduce a estar dentro, su placer serefímero. El círculo no puede tener desddentro el mismo encanto que tenía desd

fuera. Pierde su magia en el momentmismo de ser admitidos. Desaparecida novedad primera, los miembros de

círculo dejarán de ser más interesanteque los viejos amigos. ¿Por qué habríade seguir siéndolo? Ustedes no buscabavirtud, bondad, lealtad, buen humor



saber, ingenio o cualquier otra coscapaz de ser realmente objeto de gozo.

Querían tan sólo estar «dentro»Pero un placer así no puede durar. Tapronto como la costumbre haga perder ebrillo de los nuevos compañeros

comenzarán a buscar otro círculo. El fidel arco iris estará siempre delante dustedes. El viejo círculo será ahor

exclusivamente el fondo gris del empeñen ingresar en uno nuevo.

Por una razón sobradament

conocida por ustedes, les será difícisiempre entrar en ellos. Una vez dentroquerrán ponérselo espinoso al próximprincipiante, como quienes eran y



miembros se lo pusieron a ustedesaturalmente. En cualquier grup

saludable de personas unidas por upropósito bueno, las exclusiones sohasta cierto punto accidentales. Tres cuatro personas reunidas por un ciert

rabajo excluyen a las demás porqusólo hay faena para ellas, o porque lademás no pueden hacerlo. El pequeñ

grupo musical limita el número de sumiembros porque los lugares en que sreúnen no tienen una capacidad mayor

Sin embargo, el genuino círculo cerradexiste merced a las exclusiones. Nendría ninguna gracia si no hubier

desplazados. La línea invisibl



carecería de sentido si la mayoría de lgente no estuviera situada en el ladequivocado. La exclusión no es uaccidente, sino la esencia.

La búsqueda del círculo cerradromperá sus corazones si ustedes no l

rompen a él. Si lo hacen, obtendrán uresultado sorprendente. Si en las horade trabajo convierten su quehacer en fin

se encontrarán dentro del único círculprofesional realmente importante. Seráartesanos dignos de confianza, y lo

demás trabajadores leales lo sabráninguno de ellos querrá coincidir emodo alguno con el círculo cerrado, lgente importante o la gente enterada



Tampoco harán la clase de políticprofesional ni ejercerán el tipo dnfluencia gremial que lucha por l

profesión en su conjunto contra epúblico. No conducirá, a la postre, a loescándalos y crisis periódica

producidos por el círculo cerrado. Ecambio, hará las cosas para cuyrealización existe la profesión, y ser

responsable a la larga del respeto dque goza, incapaz de mantenersmediante discursos o acto

propagandísticos. Si en los ratos librese asocian sencillamente con lapersonas que les agradan, descubriráde nuevo que han topado súbitament



con un ámbito realmente interior, questán verdaderamente cómodos seguros en medio de una realidad qudesde fuera podría parecer exactamentun círculo cerrado. La diferencia resideno obstante, en el carácter accidental d

su hermetismo, en que su exclusivismes un subproducto. Por lo demás, nadies llevado allá por el señuelo de l

esotérico: se limita a reunir a cuatro cinco personas semejantes entre sí parhacer lo que les gusta. Eso es la amistad

Aristóteles la situó entre las virtudesElla produce seguramente la mitad de lfelicidad del mundo, algo que ningúcírculo cerrado podrá tener jamás.



En las Escrituras se nos dice que quienes pidan se les dará. Esto es cierten un sentido que no puedo examinaahora. En otro sentido, sin embargo, eprincipio del escolar «contra el vicio dpedir la virtud de no dar» encierra un

gran verdad. A una persona joven, quacaba de entrar en la vida adulta, emundo le parece lleno d

«interioridades», de confidencias ntimidades deliciosas, y deseará entra

en él. Si secunda ese deseo, n

alcanzará, empero, ningun«interioridad» que merezca la penograr. El verdadero camino sigue un

dirección completamente distinta. E



como la casa en Alice Through Lookin

Glass.



¿Es poesía la teología?

El problema que me han pedido qudesarrolle esta noche —¿es poesía leología?— no ha sido elegido por mí

Yo mismo me encuentro en la situacióde un opositor ante el examen, y debobedecer el consejo de mi preceptor d

asegurarme ante todo de que conozco esignificado de la pregunta.Se entiende por teología el conjunt

sistemático de proposiciones sobre Dio las relaciones del hombre con E

enunciado por los creyentes en unreligión. Por lo demás, tratándose de un



conferencia solicitada por este clubpuedo suponer sin temor a errar queología significa principalmenteología cristiana. Me atrevo a pensaal cosa, porque a lo largo de est

exposición aparecerán algunas de mi

deas sobre otras religiones. Es precisrecordar, además, que sólo un númerreducido de religiones del mundo tien

eología. Entre los griegos no existía uconjunto sistemático de proposicionesobre Zeus compartido por todos.

El segundo término, «poesía», emucho más difícil de definir. Con todocreo que puedo hacerme una idea deproblema que tenían en mente mi



examinadores sin necesidad ddefinición. Hay cosas de las que, cooda seguridad, no me van a preguntaro me van a interrogar, por ejemplo

acerca de si la teología está escrita everso, ni sobre si la mayoría de lo

eólogos posee un estilo «sencillosensual y apasionado». El sentido de lpregunta se puede expresar, a mi juicio

de este modo: ¿Es la teologímeramente poesía? De forma todavímás explícita cabe formular e

nterrogante en estos términos: ¿Nproporciona la teología, en el mejor dos casos, exclusivamente el tipo d

verdad que, según ciertos críticos



suministra la poesía? La primerdificultad para responder la preguntplanteada de este modo consiste en lfalta de acuerdo sobre el significado d«verdad poética», y acerca de si existrealmente algo semejante. Po

consiguiente, lo mejor será utilizar para ponencia una noción de poesía mu

vaga y sin pretensiones, concebirl

sencillamente como un escrito que excita imaginación y la satisface en parte

Supondré, pues, que el interrogante a

que debo responder es el siguiente: ¿Sdebe el atractivo de la teología cristiana su poder de excitar y satisfacer lmaginación? ¿Confunden los que cree



en ella el goce estético con easentimiento intelectual? ¿Asienteporque gozan?

Planteada de este modo la cuestióncomenzaré examinando al creyente qumejor conozco: yo mismo. Lo primer

que descubro, o creo descubrir, es que sa teología es poesía, carece de valoreíricos elevados. Considerada com

poesía, la doctrina de la Trinidaermina por no ser ni lo uno ni lo otroo tiene la grandeza de la

concepciones estrictamente unitarias na riqueza del politeísmo. Lomnipotencia de Dios no supone, a mparecer, una ventaja poética. En luch



con unos enemigos que no son criaturasuyas y que terminarán venciéndoloOdín posee un atractivo heroico que npuede tener el Dios de los cristianos. Ldescripción cristiana del universo tienuna cierta sobriedad. Se afirma l

existencia de un estado futuro y derarquías de criaturas superiores a

hombre, pero sólo se ofrece un

evísima indicación sobre su naturalezaLo peor de todo es, no obstante, lmposibilidad de que la historia cósmic

en su conjunto, a pesar de sunnumerables elementos trágicosermine en tragedia. El cristianismo n

brinda el atractivo del escepticismo n



el del pesimismo. Representa la vida deuniverso con caracteres similares a lode la existencia mortal del hombre sobrel planeta —«un entramado confuso eque conviven el bien y el mal»—. Lamajestuosas simplificaciones de

panteísmo y el bosque enmarañado deanimismo pagano tienen, cada uno a smodo, más atractivo. El cristianism

carece de la pulcritud de aquél y de lexquisita variedad de éste. Lmaginación desea hace

fundamentalmente dos cosas. La primerconsiste en abarcar completamente sobjeto, comprenderlo de un vistazoverlo como algo armonioso, simétrico



claro. Así procede la imaginacióclásica. El Partenón fue construidsiguiendo sus reglas. La segunda estriben perderse en medio de un laberintoentregarse a lo inextricable. Así es lmaginación romántica. De ella salió e

Orlando furioso. Pues bien, la teologícristiana no nutre demasiado bien ni a luna ni a la otra.

Si el cristianismo es exclusivamentmitología, no es, a pesar de creer eella, la que más me gusta. Apreci

mucho más la griega, y más aún lrlandesa.Después de haberme examinado a m

mismo, trataré de averiguar si mi cas



es peculiar. No parece el míociertamente, un caso único. Tampocparece existir la menor evidencia de quel deleite mayor de la imaginacióhumana proceda siempre de contemplael cuadro de nuestras creencia

sobrenaturales. Europa parece habeexperimentado entre los siglos doce diecisiete un gozo inagotable con l

mitología clásica. Si el número y egusto de cuadros y poemas fuera ecriterio de la creencia, nos veríamo

obligados a considerar esas centuriacomo una época pagana. Es bien sabidosin embargo, que no lo fue.

La confusión entre gozo imaginativ



asentimiento intelectual, habitual aparecer entre los cristianos, no es tacomún ni frecuente como algunos creen

i siquiera los niños padecen, salvraras excepciones, un desconcierto asA la imaginación infantil le gusta fingi

que los pequeños son osos o caballoso recuerdo, sin embargo, que ningú

niño haya sido engañado jamás a

respecto. ¿No podría haber en lcreencia, acaso, algo hostil al gozmaginativo perfecto? El ateo sensible

cultivado parece deleitarse a veces coos adornos del cristianismo de un modverdaderamente envidiable para ecreyente. Los poetas modernos, po



ejemplo, se regocijan con los diosegriegos de una manera desconocida en literatura helénica. ¿Qué escen

mitológica de la literatura antigua spuede comparar por un momento con e yperion de Keats? Al creer en l

mitología, la echamos a perder de algúmodo para fines imaginativos. Las hadason populares en Inglaterra porque n

creemos en ellas. Pero no son eabsoluto cosa de broma en Arran Connemara.

He de procurar no ir demasiadejos. Tal como acabo de indicar, lcreencia deja inservible «el sistempara los fines de la imaginación». Per



sólo «de algún modo», no en todos losentidos. Si yo creyera en las hadasdejaría de sentir seguramente el peculiaplacer que me producen cuando leo E

sueño de una noche de verano. Tal veposteriormente, cuando las hadas en qu

creo se instalaran como habitantes de muniverso real y se asociaracompletamente con otros elementos d

mi pensamiento, surgiría un placenuevo. La contemplación de lo quconsideramos real va acompañada e

os espíritus medianamente sensibles dun cierto género de satisfacción estéticaa cual depende precisamente de s

presumible realidad. El mero hecho d



que exista una cosa entraña una elevaddignidad y grandeza. Existen multitud dhechos históricos, como ha indicadBalfour en Teísmo y humanismo (uibro apenas leído), que n

aplaudiríamos, aun cuando poseyeran u

alto grado de comicidad o de patetismosi fueran invenciones. En cambiocuando creemos en su realidad, la ide

de esos acontecimientos nos procura udeleite estético añadido a la satisfaccióntelectual. La narración de la Guerra d

Troya y la historia de las Guerraapoleónicas producen un efectestético sobre nosotros. Pero cada unde ellos es distinto. La desemejanza n



depende exclusivamente de los rasgoque podrían distinguirlas como historiasi no creyéramos en ellas. El placecaracterístico de las Guerra

apoleónicas procede sencillamente dehecho de creer en ellas. Cuando creemo

en una idea, experimentamos u

sentimiento distinto del que tenemocuando no lo hacemos. El gusto peculia

de lo creído va acompañado siempresegún mi propia experiencia, por ugénero peculiar de gozo imaginativo. E

cierto, pues, que los cristianos gozaestéticamente de su imagen del munddespués de aceptarla como verdaderaTodos los hombres se complacen, cre



o, en la imagen del mundo consideradauténtica. La gravedad y finalidad deuniverso actual es un estímulo estéticen sí mismo. En este sentido, ecristianismo, el culto a la fuerza de lvida, el marxismo o la filosofía d

Freud son «poesías» para los creyenteen ellos. Eso no significa, empero, qusus partidarios hayan elegido uno u otr

por esa razón. La realidad es más biea contraria. El género de poesía a qu

nos estamos refiriendo es resultado de l

creencia, no la causa. La teología epoesía para mí porque creo en ella, perno creo en ella porque sea poesía. Lacusación de que la teología es mer



poesía, considerada como recriminacióa los cristianos por entenderlsupuestamente como la concepciópoética más atractiva del mundo antencluso de creer en ella, es en m

opinión completamente inaceptable. Ta

vez haya pruebas desconocidas por mpara una imputación semejante. Ahorbien, hasta donde mi conocimient

alcanza, los testimonios son contrarios ella.

Yo no sostengo en modo alguno qu

a teología carezca completamente dvalor estético antes de creer en ellaPero eso no le concede, a mi juiciosuperioridad alguna sobre la mayoría d



as doctrinas rivales. Consideren por umomento el enorme atractivo estético dsu principal adversario contemporáneoa perspectiva científica[3] com

podemos llamarla, de la doctrinsostenida por Mr. Wells y otro

científicos. Si le atribuimos un caráctemitológico, ¿no es uno de los mitos mábellos producidos jamás por l

maginación humana? La obra estprecedida por el preludio más austerposible: el vacío infinito y la materi

moviéndose sin descanso para producialgo desconocido. Tras millones millones de casualidades azarosas —

qué trágica ironía!—, surgen en un luga



del espacio y en un momento del tiempas condiciones necesarias para l

aparición de una fermentación diminutaque es el comienzo de la vida. Todparece estar contra el héroe infantil dnuestro drama, de modo parecido

como se disponen los acontecimientocontra el hijo menor o la hijastrmaltratada al comienzo de los cuento

de hadas. Pero la vida se las arreglpara triunfar. Con sufrimiento infinitosuperando todo tipo de obstáculo

nvencibles, se propaga, reproduce complica: de la ameba a la planta, de lplanta al reptil y del reptil al mamíferoEchemos un vistazo breve a la era de lo



grandes monstruos. Los dragones vagapor la Tierra, se devoran unos a otros mueren. Reaparece ahora una vez más eema del hijo pequeño y del patito feo

Como cuando comenzó la débil menuda chispa de la vida entre la

hostilidades inmensas de lo inanimadoavanza ahora de nuevo, entre bestiamás grandes y más fuertes, una pequeñ

criatura desnuda, temblorosa amedrentada, que no ha alcanzadodavía la posición erecta y parece n

prometer nada. Tan sólo es un productde millones y millones de casualidadeazarosas. A pesar de su debilidad logrflorecer. La desamparada criatura s



convierte en hombre de las cavernas cosu cayada y su piedra de pedernal, qumurmura i y gruñe sobre los huesos dos enemigos, arrastra por el pelo a s

cónyuge (nunca he entendido del todpor qué) dando gritos, desgarra a su

hijos en pedazos ofuscado por celoferoces hasta que uno de ellos crecida lo destruya a él y se estremece d

miedo ante los horribles dioses creadopor él a su propia imagen.

Hasta aquí hemos presenciad

únicamente sufrimiento. Esperemos esiguiente acto. El hombre de lacavernas se está transformando everdadero hombre. Aprende a domina



a naturaleza. Aparece la ciencia disipa las supersticiones de su infanciaPoco a poco se convierte en dueño de spropio destino. Pasemos por alto epresente —algo insignificante en lescala del tiempo que estamos utilizand

— y sigámoslo hacia el futuroVeámoslo en el acto postrero —aunquno en la última escena— de este gra

misterio. Ahora gobierna el planeta —al vez otras regiones del espacio— un

raza de semidioses. La eugenesia h

determinado que nazcan únicamentsemidioses, el psicoanálisis hasegurado que ninguno de ellos perdero mancillará su divinidad y e



comunismo garantiza la existencia dodo cuanto la deidad requiera. E

hombre ha subido a su trono. A partir dahora su única misión será practicar lvirtud, incrementar la sabiduría y sefeliz. Y ahora el decisivo rasgo d

ngenio. Si el mito terminara en estpunto, sería un poco ridículo. Le faltaría impresionante grandeza de que e

capaz la imaginación humana. La escenfinal lo trastoca todo. Nos encontramoante el crepúsculo de los dioses

Durante todo este tiempo, la naturalezael viejo enemigo, ha sido perturbadninterrumpidamente de forma silencios

e incesante, sin que el poder human



haya sido capaz de evitarlo. El Sol senfriará —todos los soles se helarán—el universo entero se consumirá. La viden cualquiera de sus formas serdesterrada sin esperanza de retorno das regiones del espacio infinito. Tod

erminará en la nada, y la «oscuridauniversal lo cubrirá todo». El modeldel mito se torna de este modo uno d

os más sublimes que podamos concebirEs el paradigma de muchas tragedias da época isabelina. En todas ellas l

carrera del protagonista se puedrepresentar mediante una curva, quasciende lentamente para caer de formrápida tras alcanzar el punto má



elevado en el acto IV. Pueden verlsubir más y más, encenderse en emeridiano luminoso y finalmentarruinarse.

Un drama cósmico así posee upoderoso atractivo para las diferente

dimensiones del hombre. La luchprimitiva del héroe (un tema deliciosdesarrollado dos veces: primero por l

vida y luego por el hombre) atranuestra generosidad. Su futura exaltacióabre la posibilidad de un razonabl

optimismo, pues la lejanía del trágicfinal —trabajamos con millones de año— permite pensar sólo ocasionalmenten él. El propio desenlace desventurad



entraña una ironía y grandeza capaz ddespertar resistencia por nuestra partesin la cual todo lo demás podría llegar empalagar. La belleza de este mitmerece un tratamiento poético máexcelso del recibido hasta ahora. ¡Ojal

sea capaz de hacerlo algún gran geniantes de que lo arrastre la corrientncesante del cambio filosófico! M

estoy refiriendo naturalmente a lbelleza intrínseca del relato, tanto screen en él como si no lo hacen. De tod

ello puedo hablar por experiencipropia. A pesar de no creer ni la mitade lo que se me cuenta sobre el pasado nada de lo que se me dice sobre e



futuro, me siento profundamentconmovido por él cuando lo contemploEl único relato —en realidad se trata dotra personificación de la mismhistoria— capaz de emocionarme dmodo semejante es el Anillo de lo

ibelungos (Veía el mundo ir hacia s

ocaso)[4] .Así pues, no podemos rehusar l

eología por el hecho de que senecesariamente poética. Todas laconcepciones del mundo proporciona

poesía a quienes las aceptaprecisamente por creer en ellas. Lmayoría tiene valores poético

específicos al margen de que se le



conceda asentimiento o no. No puede sede otro modo. El hombre es un animapoético y embellece todo lo que toca.

Hay otras dos líneas de pensamientque podrían inducirnos a calificar leología de mera poesía. A continuació

me ocuparé de ellas. La teologícontiene ciertamente algunos elementosemejantes a los que se descubren e

muchas religiones primitivas y salvajesEn este momento tal vez nos parezcabellos esos factores. Se trata, n

obstante, de un asunto extremadamentcomplicado. Actualmente consideramoa muerte y el regreso de Balder com

una idea poética, como un mito. Es



circunstancia nos invita a inferir que lmuerte y resurrección de Cristo son algsemejante. Ahora bien, nosotros npartimos del datum «ambos sopoéticos» para concluir de él «los doson falsos». Buena parte de la fraganci

poética que envuelve a Balder se debea mi juicio, al hecho de haber dejado dcreer en él. La incredulidad, no l

experiencia poética, es el punto dpartida real del argumento. Tal vez todesto sea tan sólo una exquisita sutileza,

por lo menos un rasgo de ingenio. Lmejor será, pues, dejarlo a un lado.¿Arroja alguna luz sobre la verdad

falsedad de la teología cristiana l



existencia de ideas similares en lreligión pagana? El señor Brown dihace quince días una respuestmagnífica a esta pregunta. Supongamopor razones puramente argumentativaque el cristianismo es verdadero. En es

caso, el único modo de evitacoincidencias con otras religiones seríadmitir que todas ellas so

completamente erróneas. A ellresponde el profesor Price, comrecordarán, con una afirmació

semejante a la del señor Brown: «de lasemejanzas no se concluye “nadadverso para los cristianos”, sino “algfavorable para los paganos”». La



semejanzas no dicen, ciertamente, nada favor o en contra de la verdad de leología cristiana. Si comenzamo

presuponiendo que es falsa, lasemejanzas serán totalmente consistentecon esa conjetura. Criaturas iguale

enfrentadas al mismo universo harásiempre, como es de esperar, las mismafalsas hipótesis. Pero si partimos de

supuesto de que es verdadera, lasemejanzas cuadrarán con ella de formgualmente magnífica.

Al poner de manifiesto la especialuminación otorgada a los cristianos — antes a los judíos—, nos referimoambién a cierta inspiración divin



concedida a todos los hombres. La ludivina, se nos asegura, «alumbra a todaas criaturas». Es natural, pues

encontrar en la imaginación de lograndes maestros y mitógrafos paganoalgún vislumbre de los tema

constitutivos, según nuestra fe, de lrama auténtica de la historia cósmic

entera: encarnación, muerte

resurrección. Las diferencias entre locristos paganos (Balder, Osiris, etc.) el verdadero Cristo son las esperadas

Las historias paganas versan todas sobralguien que muere y vuelve a nacer. Lmuerte y el nacimiento ocurren unaveces todos los años, otras en u



momento y lugar desconocidos por lohombres. La historia cristiana se refiera un personaje histórico, cuya ejecuciónacaecida bajo un renombradmagistrado romano, se puede fechar cobastante precisión, y con el que l

sociedad por El fundada se hmantenido en contactninterrumpidamente hasta el día de hoy

La diferencia entre ambos no es la qusepara la verdad de la falsedad, sino lque hay entre un acontecimiento real, d

un lado, y los sueños o premonicioneconfusos del mismo, de otro. Es comobservar una realidad y percibirla cadvez con mayor nitidez. Al principio e



quimérica como el mito y el ritual, vast vaga. Luego se condensa, se afirma

solidifica y reduce en cierto sentido, smanifiesta como acontecimienthistórico ocurrido en Palestina en esiglo primero. Este enfoque gradua

continúa dentro de la tradición cristianaEl estrato más antiguo del ViejTestamento contiene numerosa

verdades cuya forma consideregendaria, e, incluso, mítica o ilusoria

Sin embargo, se van condensando poc

a poco, se tornan progresivamente máhistóricas. De acontecimientos como eArca de Noé o el Sol detenido sobrAjalon pasamos a las memoria



palaciegas del rey David. Finalmentlegamos al Nuevo Testamento. L

historia impera ahora de formeminente, y la Verdad se encarna«Encarnarse» no es ya metáfora alguna

o es una semejanza accidental que e

enunciado real expresado en la form«Dios se hizo hombre» implique ldeclaración cognoscitiva «el mito s

ornó realidad».El significado esencial de las cosa

bajó del «cielo» del mito a la «tierra

de la historia. Al hacerlo así se vaciparcialmente de su grandeza, comCristo se despojó de su gloria al hacershombre. Esta es la explicación real d



que la teología, lejos de superar a surivales por una mayor sublimidapoética, sea de algún modo, en usentido superficial pero completamentreal, menos poética que ellos. Eambién la razón de que el Nuev

Testamento sea menos poético en esentido indicado que el AntiguTestamento. ¿No han sentido a veces e

a Iglesia, especialmente cuando lprimera lectura procede de algún pasajgrandioso, que la segunda e

comparativamente pequeña, casmonótona, si me permiten la expresiónAsí es y así debe ser. Ese fenómenpuede manifestar la humillación del mit



en los hechos, el rebajamiento de Dioen el hombre. La realidad sin par eodo tiempo y lugar, adecuada tan sól

para ser vislumbrada en el sueño, esímbolo y la poesía conmemorativa, svuelve pequeña y maciza: ta

nsignificante como un hombre capaz ddormirse en un bote de remos en el Made Galilea. ¿No es a la postre todo ello

dirán ustedes, una forma aún más hondde poesía? No les digo que no. Lhumillación conduce a una gloria má

alta. Pero no por eso deja de ser real erebajamiento de Dios y el menoscabo condensación del mito al convertirse eun hecho.



Acabo de mencionar el símbolo. Esme lleva a examinar desde una nuevperspectiva la acusación de «merpoesía». La teología compartefectivamente con la poesía el uso de uenguaje metafórico o simbólico. L

Primera Persona de la Trinidad no es ePadre de la Segunda en un sentidfísico. La Segunda Persona no bajó a l

ierra como lo hace un paracaidista, nascendió al cielo como un globo, ni ssentó literalmente a la derecha de

Padre. ¿Por qué habla el cristianismopues, como si todas esas cosas hubieraocurrido de ese modo? El agnósticpiensa que lo hace así porque quienes l



nstauraron eran ignorantecompletamente ingenuos y creían esaafirmaciones literalmente. Después, locristianos hemos seguido usando emismo lenguaje por indecisión conservadurismo. Con frecuencia se no

nvita, en palabras del profesor Price, desprendernos de la cáscara quedarnos con la almendra.

Todo ello encierra dos cuestionemportantes.

1. ¿Qué creían los primero

cristianos? ¿Creían o no que Dios tienrealmente un palacio material en el ciel que recibió a su Hijo en un tron

decorado con las mejores galas situad



a Su derecha? La respuesta a estonterrogantes es muy clara: los primero

cristianos no pensaron seguramentnunca en esa alternativa. De cualquieforma, caso de que lo hicieran, sabemoperfectamente sus respuestas. E

antropomorfismo fue condenado cuanda Iglesia tomó conciencia explícita de

problema, según creo en el sigl

segundo. La Iglesia sabía la respuestDios no tiene cuerpo y, e

consecuencia, no puede sentarse en un

silla) en el instante mismo de conocer lpregunta. Antes de que surgiera lcuestión, la gente no creía ni unrespuesta ni la otra. El error má



molesto de la historia del pensamientes el intento de clasificar a nuestroantepasados de acuerdo codeterminadas características en las quellos no habían pensado en absoluto

uestro interrogante es, pues, un

pregunta sin respuesta. Es muy probablque la mayoría de los miembros de lprimera generación de cristianos —n

odos seguramente— pensara siempre esu fe con ayuda de imágeneantropomórficas. Seguramente ningun

de ellos era realmente consciente, compodría serlo un moderno, de que eapoyo era puramente metafórico. Eso nsignifica en modo alguno, sin embargo



que la esencia de su fe se interesara podetalles sobre el aposento del troncelestial. Nada de eso tenía valor parellos, ni eran esas las cosas por las questaban dispuestos a morir. Cualquierque hubiera ido a Alejandría y adquirid

formación filosófica podría apreciar lamágenes en su exacto valor y serí

capaz de percibir que no alteraba s

creencia en lo más mínimo.Mi representación de un colegi

universitario de Oxford antes de habe

visto alguno era muy diferente en sudetalles físicos de la realidad. Eso nsignifica, empero, que al llegar a Oxforencontrara errónea mi concepció



general de colegio universitario descubriera engañoso su significadoLas imágenes físicas habíaacompañado inevitablemente a mpensamiento, pero nunca fueron lverdaderamente interesantes para m

Por lo demás, la mayor parte de mirepresentaciones era correcta a pesar dodo ello. Lo pensado es una cosa, y l

maginado al pensar otra muy distintaLos primeros cristianos no eran hombreque confundieran la cáscara con l

almendra, sino personas que llevabauna nuez todavía no cascada. En emomento de abrirla reconocían la partque debían arrojar. Mientras tant



persistían en la nuez, y ello no por seontos, sino por no serlo.

2. Frecuentemente se nos invita exponer nuestras creencias sin recurrir metáforas ni símbolos. La única razópara negarnos a hacerlo es que result

mposible. Podemos decir, si quieren«Dios entró en la historia» en vez d«Dios bajó a la tierra». «Entró» es, n

obstante, un término tan metafóriccomo «bajó». Al utilizar éste en vez daquél, nos hemos limitado a sustituir u

movimiento horizontal e indefinido pootro vertical. Cabe convertir el lenguajen una realidad deslustrada, pero no eposible suprimir su carácter metafórico



Podemos hacer imágenes más prosaicaspero nos es imposible ser menográficos. Tampoco somos los cristianoos únicos aquejados de estncapacidad. La siguiente sentenci

procede de un celebrado escritor n

cristiano, el Dr. I. A. Richards[5]: «Sólcabe decir legítimamente que se conocde ese modo la parte del curso de u

suceso mental que actúa mediantmpulsos (sensibles) aferentes o po

efecto de impulsos sensibles pasados

La reserva acarrea, sin dudacomplicación». El Dr. Richards nquiere decir que la parte del curs

mencionada actúe en el sentido literal d



a palabra «actuar», ni que lo hagaravés de un impulso sensible en e

sentido de la expresión «coger upaquete a través de una puerta». Con lsegunda afirmación, «la reserva acarrecomplicación», el Dr. Richards n

quiere decir que un acto de defensa, uasiento reservado en el tren o un parquamericano se ponga realmente a liar

doblar o enrollar un juego plegable o drodadera. En otras palabras: todenguaje sobre cosas que no sea

objetos físicos es necesariamentmetafórico.Por estas razones considero —au

cuando conocíamos antes de Freud cuá



engañoso es el corazón— que quieneaceptan la teología no se guíanecesariamente por el gusto, sino por lrazón. La descripción tan frecuente dcristianos apretados en una faja de playcada vez más estrecha mientras sub

más y más la marea ascendente de l«Ciencia» no se corresponde coninguna de mis experiencias. E

espléndido mito que hace poco les pedque admiraran no es para mí unnovedad hostil capaz de romper mi

creencias tradicionales. Todo lcontrario. Yo partí de esa cosmologíaMi conversión al cristianismo estuvprecedida por una profund



desconfianza hacia ella y por eabandono definitivo de la misma. Antede creer que la teología era verdaderahabía decidido que la imagen popular da ciencia era indudablemente falsa. Unnconsistencia esencial, a la qu

aludíamos hace quince días, es la causde su ruina. La imagen global derivsupuestamente de inferencias obtenida

de la observación de los hechos. Amenos que sea válida, desaparece pocompleto. Sólo si podemos estar seguro

de que, en la más remota nebulosa o eel lugar más alejado, esa realidaobedece las leyes del pensamienthumano tal como el científico las ejerc



aquí y ahora en su laboratorio —eotros términos, únicamente si existe unRazón absoluta—, cabrá evitar ehundimiento de esa concepción. Siembargo, quienes piden mi asentimienta esta imagen del mundo me pide

simultáneamente que considere la razósimplemente como subproductmprevisto e involuntario de la materi

no inteligente en un estadio de su infinit ciego devenir. En todo ello hay un

contradicción flagrante. Me pide

simultáneamente que acepte unconclusión y que no crea en el únicestimonio capaz de proporcionarle u

fundamento. Eso entraña, a mi juicio



una dificultad insalvable. Ahora biencuando se la plantean a los científicosmuchos de ellos, lejos de tenerespuesta, no parecen ni siquierentenderla. Ese desconcierto es lgarantía de que no he encontrado u

hallazgo ilusorio, sino una enfermedaradical que afecta desde el principio su modo de pensar. Quien logra entende

a situación se siente movido en lsucesivo a considerar la cosmologícientífica como un mito, aun cuand

contenga, sin duda alguna, un granúmero de elementos verdaderos.[6]

Después de cuanto llevamos dicho

casi no merece la pena detenerse e



dificultades menores, aunque somuchas e importantes. La críticbergsoniana al darwinismo ortodoxo nes fácil de refutar. Más inquietantodavía es la defensa del profesor D. M

S. Watson. «La propia evolución

escribe, no es aceptada por los zoólogoporque haya sido observada o… porquse pueda demostrar su verdad mediant

evidencia lógicamente coherente, sinporque la única alternativa, la creaciónes manifiestamente increíble»[7] ¿Cóm

es posible decir esto? ¿Acaso ndepende ya la estructura del naturalismmoderno de evidencias positivas, sin

exclusivamente de un prejuici



metafísico a priori? ¿Cuál es sobjetivo, recoger datos o excluir Dios?

Aunque la evolución en sentidestrictamente biológico posea mejorefundamentos que los presentados por e

profesor Watson —yo, por mi parte, npuedo evitar pensar que los tenga—conviene distinguir entre la genuin

evolución y el llamado evolucionismuniversal característico del pensamientmoderno. Entiendo por evolucionism

universal la creencia en que el procescósmico va siempre de lo imperfecto o perfecto, de un comienzo pequeño

un resultado grandioso, de l



rudimentario a lo elaborado. Uncreencia así induce a la gente considerar normal la idea de que lmoralidad procede de tabúes salvajesel sentimiento adulto de desajustesexuales infantiles, el pensamiento de

nstinto, la mente de la materia, lorgánico de lo inorgánico, el cosmos decaos. Este modo de pensar e

seguramente el hábito mental máarraigado en el mundo contemporáneoYo lo considero completament

naceptable, pues obliga a concebir ecurso general de la naturaleza edesacuerdo con aquellas partes suyaaccesibles a la observación. Recuerde



el viejo problema de si la gallina eanterior al huevo o el huevo a la gallinaLa aquiescencia moderna evolucionismo universal es una especide ilusión óptica producida por atendeexclusivamente a la emergencia de l

gallina a partir del huevo. Desde lnfancia se nos ha enseñado a observa

cómo crece el roble frondoso de l

bellota, y a pasar por alto que la bellotcae de un roble robusto. Se nos recuerdcon insistencia que el ser humano adult

fue previamente un embrión, pero no qua vida del embrión tuviera su origen edos seres humanos adultos. Nos gustreparar en que la locomotora rápida d



nuestros días es el descendiente de«cohete», pero no recordamos con iguasolicitud que el origen del «cohete» nes una máquina más rudimentaria, sinotra mucho más perfecta y complicada, saber, un hombre de genio. L

consideración general de la idea devolucionismo emergente comfenómeno obvio parece ser una pur

alucinación.Estas razones y otras semejantes no

nducen a pensar que, aun cuando ha

otras muchas cosas verdaderas, lcosmología científica no se halla emodo alguno entre ellas. Yo nabandoné ese barco obedeciendo l



lamada de la poesía, sino por entendeque no podría mantenerse a flote. Edealismo filosófico o el deísmo n

podían ser, en el peor de los casos, tafalsos como la cosmología científica. Edealismo resultaba ser, cuando s

omaba en serio, teísmo disfrazado. Peruna vez aceptado el teísmo, ermposible ignorar las demandas d

Cristo. Después de examinarlas, no erposible, a mi juicio, adoptar unposición intermedia. Cristo fue u

unático o Dios. Es indudable, emperoque no fue un lunático.En la escuela me enseñaron

«comprobar la respuesta» de la sum



previamente hecha. La prueba verificación de mi respuesta cristiana a suma cósmica es la siguiente. Cuand

acepto la teología, puedo encontradificultades en un momento u otro pararmonizarla con determinadas verdade

particulares inculcadas por lcosmología mítica derivada de lciencia. Sin embargo, puedo entrar en l

ciencia o tomarla en consideraciócomo un todo. Dado que la razón eanterior a la materia y que la luz de l

razón originaria ilumina las mentefinitas, puedo entender cómo llegan lohombres a saber mediante observación nferencia muchas cosas sobre e



universo en que viven. Por otro lado, sacepto la cosmología como un todo, nsólo me resulta imposible encajarla eel cristianismo, sino incluso en lciencia. Si la mente depende pocompleto del cerebro, el cerebro de l

bioquímica y la bioquímica (a la largadel flujo sin sentido de los átomos, mresulta imposible entender cómo pued

ener el pensamiento un significaddistinto del sonido del viento entre loárboles. Eso significa una prueb

definitiva para mí. Así es como distingel sueño de la vigilia. Cuando estodespierto, puedo estudiar mi sueño explicarlo de algún modo. El dragón qu



me perseguía la pasada noche se puedencajar en el mundo despierto: sé quexisten los sueños, que he cenado uncomida difícil de digerir y que no seríextraño que un hombre de mis lecturasoñara con dragones. Sin embargo

durante la pesadilla no habría podidarticularlo con la experiencia lúcida. Emundo despierto se considera más rea

porque puede contener el soñado. El desueño se considera menos real porquno puede contener el despierto. Por l

misma razón estoy seguro de que, apasar del punto de vista científico aeológico, he pasado del sueño a l

vigilia. La teología cristiana se pued



compatibilizar con la ciencia, el arte, lmoralidad y las religiones no cristianasEl punto de vista científico, en cambiono se puede armonizar con ninguna destas cosas, ni siquiera con la propiciencia. Creo en el cristianismo com

creo que ha salido el sol: no sólo porquo veo, sino porque gracias a él veo todo demás.



La perseverancia en la

fe

En más de una ponencia presentaden el Círculo Socrático de Oxford se hestablecido una oposición entre lactitud supuestamente cristiana ante la f la pretendidamente científica. En ella

se nos indicaba la convicción decientífico de considerar un deber eproporcionar a sus creencias una fuerz

exactamente igual a la de la evidenciacreer menos cuando la certidumbre emenor y suprimirla completament

cuando aparecen testimonios adverso



dignos de confianza. Por otro lado, snos decía también que la actitud decristiano consiste en considerapositivamente loable creer sin evidencio con exceso de ella, en mantenenalterada la fe aun en el caso d

evidencia creciente en su contra. Salaba, pues, «la fe firme», cuyo sentidparece consistir en mantenerse inmune

os asaltos de la realidad.Si todo ello fuera una doctrin

razonable sobre el asunto, l

coexistencia dentro de la misma especide científicos y cristianos sería ufenómeno extraordinariamentasombroso. La coincidencia de las do



clases, frecuente por lo demás en lrealidad, sería completamentnexplicable. La discusión entr

criaturas tan diferentes sería imposibleEl propósito de este ensayo es mostraque las cosas no son tan desalentadoras

El significado de proporcionalidad entrcreencia y evidencia manejado por ecientífico y el de falta d

correspondencia entre las dos defendidal parecer por el cristiano requieren undefinición más precisa. Confío en que

después de hacerlo, dejen de mirarsambas partes con una actitud dncomprensión completamente estúpid desesperada, aun cuando persista e



desacuerdo entre ellas.Ante todo conviene decir alguna

palabras sobre la creencia en generalLa situación de «proporcionalidad entrcreencia y evidencia» no es, a mi juicioan frecuente en la vida científica com

se pretende. El interés preferente de locientíficos no es creer en las cosas, sinlegar a saberlas. Que yo sepa, nadie us

a palabra «fe» para referirse a cosasabidas. El médico dice «“creo” queste hombre ha sido envenenado» ante

de haber examinado su cuerpo. Despuéde hacerlo, declara «ha sidenvenenado». Nadie afirma «creo labla de multiplicación». Quien coge



un ladrón con las manos en la masa ndice tampoco «“creo” que estabrobando». Durante su trabajo, es decircuando actúa como hombre de cienciael científico se afana por eludir lcreencia y la incredulidad y por alcanza

el conocimiento. Para ello utilizanaturalmente, hipótesis o supuestos. Naquéllas ni éstos son, a mi juici

creencias. No debemos buscar, pues, lactitud del científico sobre ellas en svida científica, sino en las horas d

ocio.En el lenguaje moderno, el verb«creer» expresa generalmente, salvo edos casos especiales, un grado mu



débil de opinión. «¿Dónde está Tom?«Creo que se ha ido a Londres». Ehablante no se sorprendería apenas sTom no se hubiera ido a Londres. «¿Quaño ocurrió?» «Creo que el 430 antes dCristo». El hablante quiere decir que n

está seguro en absoluto de la respuestaLo mismo ocurre con la fórmulnegativa «no creo». («¿Se va

matricular Jones este trimestre?» «Ncreo».)

Sin embargo, expresada de otr

forma, la frase negativa se transforma euno de los usos especiales mencionadohace un momento. Este es el caso deenunciado «no lo creo» y de l



proposición, más fuerte todavía, «no tcreo». La versión negativa «no lo creoes más enérgica que la positiva «creo»«¿Dónde está la señora Jones?» «Creque se ha largado con el mayordomo»«No lo creo». La última expresión

especialmente cuando es pronunciadcon ira, puede implicar una convicciócuya certeza subjetiva resulta difíci

distinguir del conocimiento empírico.El otro uso especial es la afirmació

«creo» tal como es pronunciada por u

cristiano. No es demasiado difícil hacecomprender al materialista endurecidopor más que sea incapaz de aprobarloel carácter esencial de la actitu



expresada con el término «creo». Bastcon que se imagine a sí mismrepitiendo «no lo creo» ante el relato dun milagro, y conceda semejante gradde convicción a la parte contraria. El econsciente de su incapacidad par

refutar el milagro con la certeza de ldemostración matemática. Con todo, lposibilidad formal de que haya ocurrid

no le produce realmente más inquietuque el temor de que el agua no estcompuesta por oxígeno e hidrógeno. E

cristiano tampoco pretendnecesariamente tener pruebademostrativas. Sin embargo, lposibilidad formal de que Dios no exist



no entraña el menor atisbo de dudsobre su existencia. Algunos cristianosostienen que hay pruebas demostrativade la existencia de Dios. Tal vez hayambién materialistas dispuestos

afirmar que hay refutacione

demostrativas. Cualquiera de los dopodría estar en lo cierto (caso de que lesté alguno), siempre que se limitara

afirmar que la demostración o refutacióes conocimiento, no creencia ncredulidad. Estamos hablando d

creencia e incredulidad en su más altgrado. En cambio, al referirnos aconocimiento, no aludimos a su formmás elevada. En este sentido, l



creencia es, a mi juicio, asentimiento una proposición cuya elevadprobabilidad lleva a la exclusiópsicológica de la duda, pero no a leliminación lógica de la disputa.

Cabe preguntar si este género d

creencia (y, por supuesto, dncredulidad) es adecuado para la

proposiciones no teológicas. A m

uicio, muchas convicciones provocaun tipo de asentimiento semejanteCiertas posibilidades nos parecen ta

grandes, que la ausencia de certezógica no provoca en nosotros la menosombra de duda. Las creenciacientíficas de los no científicos tiene



con frecuencia ese carácterespecialmente entre personas de escasformación. La mayor parte de nuestracreencias sobre los demás son demismo tipo. El propio científico, cualquiera que haya trabajado como ta

en un laboratorio, tiene determinadaconvicciones sobre su esposa y suamigos. Ninguna de ellas carece, a s

uicio, de evidencia. Más aún, poseeuna certeza superior a la que puedproporcionar la evidencia d

aboratorio. La mayoría de las personade mi generación tiene una creencia ea realidad del mundo y de los demá

hombres muy superior a la de lo



argumentos más convincentes, o, si lprefieren, no creen en el solipsismo. Tavez sea cierto, como se dice ahora, quodo fuera fruto de errores básicos, qu

se tratara de un pseudo-problema. Maen los años veinte no lo sabíamos. A

pesar de todo, nos las arreglábamopara no creer en el solipsismo.

No consideraremos, como es natural

el problema de la fe sin evidenciaDebemos evitar la confusión entre emodo genuinamente cristiano de asenti

a ciertas proposiciones y la forma dcumplirlas posteriormente. Es precisdistinguir cuidadosamente ambas cosasPor otro lado, la afirmación de que lo



cristianos recomiendan un ciertmenosprecio de las evidenciaaparentemente contrarias es cierta dalgún modo. Más tarde intentarexplicar por qué. Sin embargo, sievidencia o algo semejante a ella, no s

puede esperar, a mi juicio, easentimiento inmediato del hombre esas proposiciones. En cualquier caso

si algunas personas esperan algsemejante, yo no me encuentro entrellas. Quien acepta el cristianism

considera siempre que tiene evidencisuficiente. En ocasiones, como en ecaso de Dante, se trata de fisici

metafisici argomenti; en otras, d



evidencia histórica, de testimonioderivados de la experiencia religiosade argumentos de autoridad o de todello a la vez. La autoridad, por más quhabitualmente la estimemos sólo en esto aquel caso particular, es también u

ipo de evidencia. Todas las creenciahistóricas, la mayoría de las geográfica buena parte de las referidas a lo

asuntos de la vida cotidiana, soaceptadas por la autoridad de otroseres humanos, tanto si somos cristiano

como si somos ateos, científicoshombres de la calle. No es propósito de este ensay

considerar la evidencia de uno u otr



ipo en la que el cristiano funda su feHacerlo exigiría escribir una apologí

de gala. En este momento sólo necesitndicar que, en el peor de los casos, l

evidencia no puede ser demasiado débipues de lo contrario podría dar pábulo

a opinión de que los que se dejaconvencer por ella son indiferentes a ldemostración. La historia de

pensamiento parece aclararlmagníficamente. De hecho, los creyenteno se distinguen, como es sabido, de lo

no creyentes por una manifiestnferioridad intelectual ni por rechazaperversamente el pensar. Muchos dellos han sido personas dotadas de un



nteligencia poderosa. Otros han sidgrandes científicos. Tal vez podamosuponer que estaban equivocados. Eese caso hemos de admitir, sin embargoque su error era cuando menoplausible. Podríamos concluir, en últim

nstancia, que derivaba de la multitud diversidad de argumentos. Contra lreligión no se ha presentad

exclusivamente una respuesta, sinmuchas. Hay quienes sostienen, comCapaneus in Statius, que es un

proyección de nuestros temoreprimitivos: primus in orbe deos feci

imor . Otros afirman con Euhemerus ques una «estratagema» urdida por reyes



sacerdotes o capitalistas inicuosAlgunos, Taylor entre ellos, dicen quderiva de los sueños sobre los muertosPara Frazer se trata de un subproductde la agricultura. Freud la considercomo un complejo, y los modernos com

un error fundamental. Nunca podrconsiderar completamente exento dplausibilidad un error contra el qu

desde el principio ha parecido necesariemplear tantas y tan variadas armadefensivas. Esta «precipitación de

correo, esta agitación en el paísmplica, obviamente, un enemigrespetable.

La doctrina del deseo encubierto h



alterado, a juicio de algunocontemporáneos, la situación enteraTodos ellos sostienen que determinadohombres, aparentemente racionales poo demás, han sido engañados por lo

argumentos en favor de la religión

Primero fueron traicionados, aseguranpor sus propios deseos, posteriormente urdieron silogismo

como un modo de racionalización. Suargumentos no han sido nunca, siguediciendo, ni siquiera razone

ntrínsecamente plausibles, aun cuandparecieran serlo merced a la estimaciósecreta por parte de nuestros deseos. Tavez puedan ocurrir cosas así a



reflexionar sobre la religión o sobrotras cuestiones. Sin embargo, mparece completamente inservible comexplicación general del asentimientreligioso. Nuestros deseos puedeapoyar en este asunto a cualquiera d

ambos lados, o incluso a los dos. Ldea de que todo hombre quedarí

complacido —meramente complacido—

si pudiera establecer que el cristianismes verdadero me parece sencillamentridícula. Si Freud estuviera en lo ciert

acerca del complejo de Edipo, lpresión universal del deseo contra lexistencia de Dios sería enorme, y eateísmo constituiría una admirabl



gratificación para uno de nuestrompulsos reprimidos más fuertes. Est

argumento podría ser utilizado, dhecho, por parte de los teístas. Yo nengo, empero, la menor intención d

hacerlo. Ese género de razonamiento n

ayudará realmente a ninguna de lapartes. Es fatalmente ambivalente. Loeístas y los no teístas desean por igua

Por lo demás, existe tanto ecumplimiento del temor como el dedeseo, y los temperamento

hipocondríacos tenderán a consideraverdadero lo que desean vivamente qusea falso. Así pues, en lugar de unsituación difícil, sobre la que nuestro



oponentes centran ocasionalmente latención, hay realmente cuatro. Uhombre puede ser cristiano por quereque el cristianismo sea verdadero, atepor el deseo de que lo sea el ateísmocristiano por pretender que sea cierto e

ateísmo y ateo por anhelar que lo sea ecristianismo. ¿Se oponen entre sí estaposibilidades? Tal vez no carezca d

utilidad analizar un ejemplo particulade creencia o incredulidad cuya historinos sea conocida. Sin embargo, no no

servirá de ayuda como explicaciógeneral de cualquiera de las doactitudes. No servirá, a mi juicio, pardestruir la idea de que hay evidencia



favor y en contra de las proposicionecristianas susceptibles de ser valoradade modo diferente por espírituracionales honestos.

Les pido que sustituyan, pues, ucuadro diferente y menos ordenado po

el mencionado al principio. En él senfrentan entre sí, como recordarán, doipos diferentes de hombre separado

por un abismo: los científicos, questablecían una correspondencia entrcreencia y evidencia, y los cristianos

que no lo hacían así. La imagepreferida por mí es semejante a ella. Lohombres tratan de huir cuando les eposible de la región de la creencia par



adentrarse en la del conocimiento, y sconsiguen el saber no vuelven a decique creen. Los problemas interesantepara el matemático se pueden resolvesiguiendo una técnica estricta particularmente clara. Los del científic

ienen la suya propia, enteramentdistinta. Los del historiador y el juezpor su parte, son también distintos de lo

anteriores. Hasta donde los legopodemos conjeturar, la fórmula dematemático utiliza el razonamiento, l

del científico el experimento, la dehistoriador el documento, la del juez eestimonio concurrente declarado bajuramento. Como hombres, todos ello



ienen determinadas creencias sobrcuestiones ajenas a sus disciplinas a laque no aplican normalmente los métodoadecuados para ellas. Si lo hicieranevantarían cierta sospecha de morbide

e incluso de locura. La fuerza de l

creencia varía desde la opinión débil a completa certidumbre subjetiva. Entras formas fuertes de creencia s

encuentra la fórmula «creo» pronunciadpor el cristiano y la expresión «no creni una palabra» proferida por el ateo. E

ema genuino de discrepancia entrambos no implica necesariamente unfuerza semejante de creencia ncredulidad. Hay quienes cree



moderadamente en la existencia o nexistencia de Dios. En cambio, lcreencia o incredulidad de otros carecabsolutamente de dudas. Toda creenciaas débiles y las fuertes, se asienta

según los que la tienen, en evidencias

Pero los creyentes firmes y loncrédulos decididos consideran suestimonios particularment

ncontrovertibles. No es preciso suponecompleta insensatez en ninguno de ellosBasta con considerarlos equivocados

Uno de ellos ha estimado erróneamenta evidencia. Ni siquiera así se puedsuponer, sin embargo, que el error sede naturaleza escandalosa. De otr



modo no podría continuar el debate.Todo cuanto llevamos dicho e

suficiente para explicar el modespecíficamente cristiano de asentir determinadas proposiciones. Ahordebemos examinar un problem

enteramente diferente: la observancia das creencias previamente formadas. L

acusación de irracionalidad

resistencia al testimonio evidente sransforma ahora en algo realmentmportante. Es preciso admitir d

entrada que los cristianos ensalzan eacatamiento referido como una actitudigna de mérito. En cierto sentido, mámeritoria cuanto más fuertes sean lo



alegatos aparentes contra su creenciaLos cristianos son conscientes de lposibilidad de que surjan evidenciasupuestamente contrarias —«pruebapuestas a la fe» o «tentaciones parnducir a la duda»—, y deciden d

antemano ofrecerle resistencia. Un modsemejante de proceder, a diferencia da conducta exigida al científico o e

historiador en sus respectivadisciplinas, es ciertamente chocantePara ambos es necio y vergonzos

ocultar o ignorar el menor testimonicontra una hipótesis preferente. Losupuestos se deben someter a todas lacomprobaciones necesarias, y se deb



promover la duda. Hecho todo ello, lahipótesis dejan de ser creencias. Por ldemás, si no consideramos al científicocupado con sus hipótesis daboratorio, sino en medio de su

creencias sobre la vida ordinaria, s

debilita el contraste entre él y ecristiano. ¿Considera el científico udeber, cuando le asalta por primera ve

a duda sobre la fidelidad de su esposaexaminar la sospecha con absolutmparcialidad, desarrollar una serie d

experimentos para verificarla y expresael resultado con pura neutralidad dánimo? Al final podrá llegar, tal vez, algo semejante. Hay esposas infieles



maridos experimentales. Ahora bien, ¿lrecomendarían sus hermanos científico—todos menos uno, pongamos por cas— proceder así como primera medidacomo única forma de obrar coherentcon su honor de científico? ¿No l

acusarían, como hacemos nosotros, dmperfección moral, en lugar de alabarl

por su virtud intelectual, si procediera

de ese modo?La reflexión anterior ha sid

propuesta exclusivamente com

prevención contra la tendencia exagerar la diferencia entre la tenacidadel cristiano en asuntos de fe y lconducta de la gente corriente acerca d



sus creencias no teológicas. Lejos de mpretender que el caso supuesto secompletamente paralelo al tesón decristiano. La evidencia sobre lnfidelidad de la esposa podría aumenta alcanzar posteriormente una fuerza ta

que haría del científico un hombre dignde compasión si no le prestara créditoEn cambio, los cristianos parecen alaba

una adhesión a la creencia originacapaz de resistir cualquier evidenciantentaré explicar por qué la conclusió

ógica de la creencia original esefectivamente, el elogio.El mejor modo de hacerlo e

reflexionar por un momento sobr



situaciones en que las cosas son arevés. El cristianismo exige de nosotrouna fe como la referida. Pero nosotroambién la solicitamos de los demás e

algunas ocasiones. En determinadacircunstancias, el único modo de hace

o que nuestros semejantes necesitaconsiste en que confíen en nosotros. Uobstáculo insuperable para liberar a u

perro de la trampa, extraer una espindel dedo a un niño, enseñar a umuchacho a nadar, salvar a otro que n

sabe o rescatar a un principiantasustado de un lugar peligroso en lmontaña, es la desconfianza. A quienese encuentran en esas circunstancias le



pedimos confianza en nosotros cascontra sus sentidos, imaginación nteligencia. Les exigimos que crean quo doloroso aliviará su dolor y l

aparentemente peligroso les ofrecerseguridad. Les rogamos asentimiento

aparentes imposibilidades como éstasntroducir la pata en la trampa par

sacarla de ella, dañar todavía más e

dedo para suprimir el dolor, atribuir aagua, realidad manifiestamentpermeable, capacidad de aguantar

sostener el cuerpo, no agarrarse al únicapoyo a nuestro alcance para nhundirse ni ascender hasta un saledizdescubierto para no despeñarse. E



único apoyo de estos incredibilia es lconfianza depositada en nosotros. Srata de un crédito no fundado e

demostraciones, sino surgido de lemoción. Si somos extranjeros, el únicapoyo de la confianza tal vez sea l

seguridad ofrecida por el aspecto dnuestro rostro o el tono de nuestra vo—o nuestro olor si se trata del perr

atrapado en la trampa—. Lncredulidad de los demás nos impide e

ocasiones llevar a cabo obra

grandiosas. Y, a la inversa, si acertamoa realizarlas, deberemos buscar la causen la fe mantenida contra la evidenciaparentemente contraria. Nadie no



culpará por pedir una fe así ni censurara los demás por brindárnosla. Nadidirá más tarde que sólo un perro sinteligencia, un niño o un muchach

especiales podrían confiar en nosotrosSi el joven montañero fuera u

científico, no se podría argumentacontra él al solicitar una beca que ecierta ocasión se apartara de la regla d

evidencia de Clifford y considerara uncreencia con más fuerza de la que estabobligado lógicamente a concederle.

Aceptar las proposiciones decristianismo es ipso facto consideranuestra situación respecto a Dios, coas modificaciones adecuadas al caso



como la del perro, el niño, el bañista el alpinista en relación con nosotros. Lconclusión estrictamente lógica de elles juzgar apropiada para nosotros, peren un sentido mucho más eminente, lconducta estimada adecuada para ellos

o estoy diciendo —repárese bien eello— que la fuerza de nuestra creencioriginal deba producir una conducta as

por necesidad psicológica, sino que scontenido incluye lógicamente lproposición de que ese comportamient

es correcto. Si la vida humana estordenada de hecho por un Ser Benéficocuyo conocimiento de nuestranecesidades reales y del modo d



satisfacerlas excede infinitamente anuestro propio, debemos esperar

riori que sus operaciones nos parezcaa menudo muy alejadas de la prudenci la sabiduría. En esas ocasiones la má

alta cordura consistirá en darle nuestr

confianza pese a todo. Esta expectativaumenta por el hecho de que al aceptael cristianismo se nos advierte de l

eventual aparición de evidenciasupuestas contra él con una fuerza capade «engañar al verdadero elegido s

fuera posible».Dos hechos hacen tolerable nuestrsituación. El primero consiste en nuestrcapacidad para descubrir evidencia



favorables junto a testimonioaparentemente adversos. La evidenciadopta a veces la forma de uacontecimiento externo. Así ocurrcuando, movidos por un impulsexperimentado como un capricho, vamo

a ver a un hombre y descubrimos que hestado orando para que viniéramos a scasa ese día. En otras ocasiones e

semejante a la certidumbre que induce amontañero o al perro a confiar en srescatador —su voz, aspecto u olor—

Los cristianos tenemos un conocimient—los no creyentes deben considerarnosde acuerdo con sus creencias, ilusos poello— de la Persona en que creemo



derivado de la familiaridad con ella, aucuando se trate de un conocimientmperfecto e intermitente. No tenemo

confianza porque exista «un dios», sinporque existe este Dios. Y si nosotrono nos atrevemos a afirmar que l

«conocemos», la cristiandad sí, confiamos en algunos de surepresentantes gracias al mismo motivo

por la clase de personas que son. Esegundo hecho podemos expresarlcomo sigue. Ahora estamos e

condiciones de entender por qué se nopuede exigir una confianza superior a levidencia o contra los testimonios más menos aparentes, si nuestra creenci



original es verdadera. El problema nconsiste en recibir ayuda para salir duna trampa o alcanzar un lugar difícil ea escalada. Creemos que su designio e

crear una cierta relación personal conosotros, una relación verdaderamentsui generis, pero susceptible de sedescrita en términos de amor filial amor erótico[8]. Un ingrediente de est

relación es la confianza completa. Unamistad así no tiene posibilidad dcrecer cuando hay lugar para la duda

Amar implica confiar en el amado máallá de la evidencia, e incluso contrella. Quien sólo crea en nuestras buena

ntenciones después de haberla



verificado no puede ser amigo nuestroTampoco puede serlo quien se apresura aceptar cualquier evidencia contrellas. La confianza entre un hombre otro es ensalzada casi universalmentcomo belleza moral, no demostrad

como error lógico. Por su parte, esospechoso suele ser más acusado pomezquindad de carácter que admirad

por la excelencia de su lógica.Como fácilmente puede

comprender, no existe un paralelism

real entre la tenacidad cristiana y eesón de un mal científico dispuesto mantener una hipótesis aun cuando levidencia se haya vuelto contra ella. Lo



no creyentes tienen la impresión de qua adhesión a nuestra fe es semejante

pues conocen el cristianismo, cuando lconocen, fundamentalmente a través dobras apologéticas. En ellas lexistencia y bondad de Dios debe

aparecer como una cuestión especulativunto a las demás. En realidad es u

problema teórico en la medida en qu

sea considerado de un modo u otro comal. Ahora bien, una vez resuelto d

manera afirmativa, alcanzamos un

situación enteramente distinta. Creer ea existencia de Dios —al menos en lde este Dios— es creer que compersonas nos hallamos también ahora e



presencia de un Dios personal. Lanterior diversidad de opiniones sorna ahora divergencia de actitude

personales hacia Dios. Ya no noenfrentamos a un argumento que exignuestro asentimiento, sino a una Person

que pide nuestra confianza. Una débianalogía de todo ello podría ser lsiguiente. Una cosa es discutir in vacu

acerca de si fulano se reunirá conosotros esta noche, y otra distinthacerlo cuando ha empeñado su hono

en venir y cuando de su llegada dependun asunto importante. En el primer casosería razonable ir perdiendprogresivamente la confianza en s



legada una vez que el reloj señalara lhora convenida. En el segundo, cuandhemos depositado nuestra confianza eel amigo, deberíamos atribuir a scarácter la espera ininterrumpida hastbien entrada la noche. ¿Quién no s

sentiría avergonzado si, después dhaber perdido la esperanza en slegada, se presentara con un

explicación convincente del retraso¿No tendríamos la sensación de qudeberíamos haberlo conocido mejor?

Ahora vemos tan claramente comustedes que todo ello tiene un doble filoecesitamos obviamente, sobre todo s

es cierta, una fe así. Carecer de ella e



nfinitamente ruinoso. Sin embargopuede existir también una fe semejanten casos en que no haya fundamento parello. El perro puede lamer el rostro dehombre que se acerca a sacarlo de lrampa, aun cuando éste se propong

acaso practicarle la vivisección eSouth Park Road después de haberliberado. Las gallinas, que acuden a l

lamada «pitas, pitas, comed y engordapara morir», tienen confianza en lesposa del granjero. Pero ella le

retuerce el pescuezo por los trabajoque le han acarreado. En una famoshistoria francesa se narra un incendio eel teatro. El pánico se extiende, lo



espectadores dejan de ser auditorio y sconvierten en gentío. En ese momento ucorpulento hombre barbudo se dirige aescenario saltando a través de lorquesta, extiende los brazos con uademán lleno de nobleza y grita: Qu

chacun regagne sa place. Es tal el portdel hombre y la autoridad de su voz, quos espectadores le obedecen. Com

consecuencia mueren todos abrasadopor el fuego. Entre tanto, el hombrbarbudo se dirige tranquilamente

ravés de los bastidores hasta la puertdel teatro, toma un taxi que esperaba alguien y se dirige a su casa a dormir.

La demanda de confianza por part



de un verdadero amigo no se distingude la de alguien que hubiera abusado della. La negativa a concederla, que euna actitud sensata ante quien abusa dnuestra franqueza, es poco generosa nnoble como respuesta al amigo,

enormemente dañina para nuestrrelación con él. Si nuestra fe everdadera, es extraordinariament

razonable tomar precauciones protegerse de los testimonioaparentemente adversos. En cambio, s

es ilusoria, ambas cosas seráobviamente el método adecuado parconvertir el engaño en incurable. Seconsciente de estas posibilidades y, si



embargo, rechazarlas es evidentementel modo adecuado —el único posible—de responder personalmente a Dios. Lambigüedad no es, en este sentido, algen pugna con la fe, sino una condicióque la hace posible. Cuando alguie

pide nuestra confianza, podemos dárselo negársela. Pero carece de sentiddecir que la otorgaremos cuando se no

ofrezcan certezas susceptibles ddemostración. Si se dierademostraciones, no habría lugar para l

confianza. Después de la demostracióqueda sencillamente la relación, anterioa ella, derivada de la confianza o la faltde confianza.



La afirmación «bienaventurados loque no han visto y han creído» no tiennada que ver con nuestro asentimientoriginal a las proposiciones cristianasLa sentencia no iba dirigida al filósofque pregunta si Dios existe. S

destinatario era el hombre que ya creíen ella, que conocía desde hacía tiempa una Persona particular, y poseí

evidencia de Su poder de hacer cosamaravillosas y rehusaba creer cualquieotra maravilla nueva, predecida

menudo por esa Persona y confirmadpor sus amigos íntimos. No es, pues, ureproche al escepticismo filosófico, sina la índole psicológica de



«sospechoso». Por eso se dice tambiénefectivamente, «deberías habermconocido mejor». Entre los hombres hacasos que deberían movernos bendecir, cada cual a su modo, aquellos que no han visto y han creído

La relación con quienes confían enosotros después de ser declaradonocentes por el juez no puede ser com

el vínculo con quienes los hicierodesde el principio.

Nuestros adversarios tienen perfect

derecho, pues, a discutir con nosotrosobre los fundamentos de nuestrasentimiento original. Pero no debeacusarnos de completa locura s



después de haber dado nuestraprobación, la adhesión a ella no guardrelación con las fluctuaciones de levidencia aparente. No se puedesperar, como es natural, que conozcade qué se nutre nuestra confianza n

cómo renace y surge continuamente dsus cenizas. Tampoco es legítimsuponer que entiendan cómo la cualida

del objeto, del que ahora empezamos ograr, según creemos, un ciert

conocimiento, nos lleva a sostener que

si fuera un engaño, nos veríamoobligados a afirmar que el universo nha producido nada real de valocomparable. Las explicaciones de l



farsa parecerían triviales comparadacon la realidad explicada. Se trata de uconocimiento imposible de comunicarPese a todo, pueden entender cómo easentimiento nos trasladnecesariamente desde la lógica de

pensamiento especulativo a algo que spodría llamar tal vez lógica de larelaciones personales. Lo que hasta es

momento habían sido sencillamentcambios de opinión se transforman evariaciones de conducta de una person

hacia otra Persona. Credere Deum essse torna Credere in Deum. Y Deu

significa aquí Dios, el Señor cada vemás cognoscible.



Transposición

La Iglesia católica reserva un dípara conmemorar la venida del EspíritSanto sobre los primeros cristiano

poco después de la Ascensión. Quierexaminar uno de los fenómenos que lacompañaron o siguieron: el prodigi

raducido a nuestro idioma con lexpresión «hablar en lenguas» designado por los eruditos con eérmino glossolalia. No vayan a cree

que considero este acontecimiento easpecto más importante de PentecostésPero tengo dos razones para elegirlo. E



primer lugar, sería ridículo que yratara de hablar de la naturaleza de

Espíritu Santo o de Su modo de obrarEso significaría un intento de enseñapor parte de quien debe aprenderlo casodo. En segundo lugar, la glossolalia h

sido frecuentemente una dificultad parmí. Se trata, para ser franco, de ufenómeno desconcertante. Al propio Sa

Pablo, como se aprecia en la primerEpístola a los Corintios, parece haberlsorprendido grandemente. De ahí que s

afane por dirigir los deseos y la atencióde la Iglesia hacia dones más claramentedificantes. Pero no sigue hacia delanteEl apóstol añade casi entre paréntesis l



declaración de que él mismo habló eenguas más que ningún otro. Por l

demás, no pone en duda el origeespiritual o sobrenatural del fenómeno.

Trataré de explicar la dificultad tacomo yo la veo. Por un lado, l

lossolalia ha permanecido hasta el díde hoy como una «forma ocasional dexperiencia religiosa». Más de una ve

hemos oído cómo en ciertas reunionede animación religiosa algunos de lopresentes prorrumpían en un torrente d

palabras semejante a un galimatías. Lcosa no parece ser edificante, y todaas opiniones no cristianas l

considerarían como una forma d



histeria, una descarga involuntaria dexcitación nerviosa. Un buen número dopiniones cristianas explicaría lmayoría de los ejemplos de esfenómeno exactamente igual. Por mparte, debo confesar la dificultad d

creer que el Espíritu Santo esté actuanden todos los casos. Sospecho, aucuando no estoy seguro, qu

habitualmente es cosa de nervios. Ese euno de los extremos del dilema. Por otrado, como cristianos no podemo

menospreciar el relato de Pentecostés nnegar que hablar en lenguas fue ufenómeno milagroso en todos losentidos. Los Apóstoles no decían frase



ncoherentes, sino que hablaban eenguas desconocidas por ellos per

conocidas por otras personas presentesPor lo demás, el acontecimientcompleto, del que el fenómeno de hablaen lenguas constituye tan sólo una parte

está introducido en el tejido de lnarración del origen de la Iglesia. Ese eel verdadero acontecimiento que, segú

as propias palabras del Señoresucitado —casi las últimapronunciadas antes de Su ascensión—

debe esperar la Iglesia. Parece, puescomo si el mismo fenómeno fuera unaveces un suceso natural e incluspatológico, y otras —al menos en un



ocasión— el órgano del Espíritu SantoTodo ello parece de entrada realmentsorprendente y expuesto con facilidad cualquier género de ataque. El escépticno dejará escapar esta oportunidad parhablarnos sobre la navaja de Occam

acusarnos de multiplicar las hipótesisSi la mayoría de ejemplos de l

lossolalia son casos de histeria, ¿no e

extraordinariamente probablepreguntará, que los demás se expliquedel mismo modo?

Trataré gustosamente de allanar esdificultad hasta donde pueda. Empezarponiendo de manifiesto que pertenece una clase especial de problemas. L



semejanza más estrecha con ella nos lofrecen el lenguaje erótico y lamágenes de los místicos. En ello

encontramos una gama completa dexpresiones —y, como consecuenciaposiblemente de emociones— familiare

para nosotros en otro contexto, en el quienen una significación clarament

natural. Sin embargo, en los escrito

místicos esos elementos tienen, según safirma, una causa diferente. De nuevpreguntará el escéptico por qué la caus

aceptada gustosamente para explicanoventa y nueve ejemplos de esenguaje no se debería invocar tambié

para incluir el número cien. La hipótesi



de que el misticismo es un fenómenerótico le parece más probable quninguna otra.

Planteado en los términos mágenerales, el problema atañe a la obvicontinuidad entre casos considerado

naturales y realidades estimadaespirituales. Concierne, pues, a lreaparición en la dimensión sobrenatura

de nuestra vida de los mismos viejoelementos constitutivos de la vidnatural (y, al parecer, de ningún otro). S

alguna vez hemos recibido unrevelación de allende la naturaleza, ¿nes extraño que el Apocalipsis tan sólpueda proveer al cielo de un repertori



de experiencias terrestres —coronasronos y música—, que la devoción sencapaz de encontrar un lenguaj

diferente al de los amantes humanos que el rito de los cristianos parrepresentar la unión mística haya de se

a la postre el viejo acto familiar dcomer y beber? El mismo problemreaparece, pueden añadir ustedes, en u

nivel más bajo, es decir, no sólo entre lvida espiritual y la natural, sino tambiéentre los niveles inferior y superior d

a última. Por eso rechazará el cínicprobablemente nuestra civilizadconcepción de la diferencia entre amor placer. Dirá que ambos terminan a l



postre en un acto físico idéntico. Dmanera semejante desdeñará ldiferencia entre justicia y venganzaapoyándose en que el destino final decriminal puede ser el mismo en ambaformas de obrar. Debemos admitir qu

el cínico y el escéptico tienen en los docasos un argumento prima facie buenoEn la justicia y en la venganza s

presentan los mismos actos. Lconsumación del amor conyugapersonalizado es fisiológicament

déntica a la del placer meramentbiológico. El lenguaje y las imágenereligiosas —y probablemente también lemoción religiosa— no contienen nad



que no se haya pedido en préstamo a lnaturaleza.

El único modo de refutar esta críticconsiste, a mi juicio, en mostrar que uargumento prima facie idéntico egualmente plausible en ciertos ejemplo

cuya falsedad no se conoce mediante lfe o la lógica, sino empíricamente. ¿Eposible encontrar algún ejemplo d

realidades elevadas y bajas en que lelevado esté al alcance de lexperiencia general? Yo creo que s

Consideremos el siguiente texto deepy’s Diary:

«He ido a King’s House con mesposa para ver The Virgin Martyr , y h



sido muy grato… Lo más delicioso dodo, más que ninguna otra cosa en e

mundo, fue la música de lonstrumentos de viento cuando desciend

el ángel. Tan dulce melodía membelesó y cautivó mi alma, por decirl

brevemente, hasta hacerme enfermarFue una sensación semejante a lexperimentada previamente cuando m

enamoré de mi esposa… y me hizdecidirme a practicar la música dviento y a hacer que la cultivara tambié

mi esposa (27 de febrero de 1688)».En este texto hay varios aspectodignos de atención. En primer lugar, lsensación interna que acompaña a



ntenso gozo estético es indiscernible da que sigue a otras dos experiencias

estar enamorado y, pongamos por casocruzar un canal tempestuoso. En segundugar, una de las dos experiencia

anteriores es el auténtico reverso de l

isonjero. Nadie disfruta de la náuseaEn tercer lugar, Pepy estaba ansioso, siembargo, por sentir de nuevo l

experiencia, a pesar de ir acompañadde sensaciones idénticas a laemociones realmente desagradables d

a enfermedad. Por esa razón decididedicarse a la música de vientoSeguramente muy pocos de nosotros hacompartido completamente l



experiencia de Pepy, pero todos hemoexperimentado ese género de cosas. Nes difícil percibir que si intentamovolver sobre nosotros mismos durantun instante de arrobamiento estéticntenso y tratamos de aprehende

ntrospectivamente nuestros sentimientoen ese momento, no podremos echamano de cosa alguna a no ser de un

sensación física. En mi caso se trata dcierta emoción o agitación en ediafragma. Tal vez algo semejante quier

decir Pepy con la expresión «realmentenfermo». Pero lo más importante es quesa emoción o agitación no se distinguen absoluto de una cierta sensació



acompañada, al menos en mi caso, pouna gran congoja repentina. Lntrospección no es capaz de descubri

diferencia alguna entre la respuestneuronal dada a las malas noticias y lofrecida a la obertura de La flaut

mágica. Si yo hubiera de juzgaexclusivamente por mis sensacionesdebería llegar a la absurda conclusió

de que regocijo y congoja son la mismcosa; que lo más temido es idéntico a lmás deseado. La introspección n

descubre nada nuevo ni diferente en luno o en lo otro. Supongo que lmayoría de ustedes diraproximadamente lo mismo si no está



habituados a fijarse en esas cosas.Demos un paso hacia delante. La

sensaciones referidas —la enfermedade Pepy y la agitación en mi diafragm— no se limitan a acompañar experiencias diferentes como un añadid

rrelevante o neutro. Podemos estacompletamente seguros de que Pepodiaría esa afección si se convirtier

realmente en enfermedad. Por supropias palabras sabemos, no obstanteque le gustaba cuando era producida po

a música de viento, pues tomó medidapara asegurarse hasta donde fuerposible la oportunidad dexperimentarla de nuevo. Yo tambié



amo a veces esta agitación interna y llamo «placer». Pero otras la odio y l

denomino «miseria». No es un merndicio de alegría y regocijo: llega a seo que significa. El derramamiento de

gozo por los nervios, su desbordamient

es la consumación del júbilo. El síntomfísico del rebosamiento de la congoja eel supremo horror. Lo mismo qu

ocasiona una gota dulcísima en una tazdulce produce la más acibarada en erecipiente amargo.

Aquí encontramos, me parece a mo que buscamos. La vida emocional esa mi juicio, «más elevada» —no máalta moralmente, sino más rica, variad



sutil— que la de las sensaciones. Srata de una elevación conocida por l

mayoría de nosotros. Si alguien observcuidadosamente la relación entre estaemociones y sus sensaciones descubriros siguientes hechos: 1) los nervios s

reaccionan a las emociones y en ciertsentido más adecuada y exquisitamente2) sus recursos son mucho más limitado

las variaciones posibles de lsensación mucho menores que las de lemoción; 3) la sensación compensa est

carencia utilizando la misma afecciópara expresar más de una emoción encluso, como hemos tenido ocasión d

ver, para reflejar emociones opuestas.



Al dar por sentado que lcorrespondencia entre dos sistemas, eel caso de que efectivamente debhaberla, ha de ser biunívoca, corremoel peligro de extraviarnos. Podemodesorientarnos al asumir que A en u

sistema debe estar representada por a eel otro, y así sucesivamente. Lcorrespondencia entre emoción

sensación es así. Nunca podría darsuna relación semejante si un sistemfuera realmente más rico que el otro. E

único modo de representarse, al menoparcialmente, el sistema más rico en emás pobre es dar a los elementos de éstmás de un significado. El traslado de l



más rico a lo más pobre debe ser, poasí decir, algebraico, no aritmético. Sraducimos de una lengua con un ric

vocabulario a otra con un léxico máreducido, nos veremos obligados a usaalgunas palabras en más de un sentido

Si escribimos una lengua con veintidósonidos vocálicos en un alfabeto cocinco caracteres vocálico

exclusivamente, será preciso dar más dun valor a cada uno de ellos. Si hacemouna versión para piano de una piez

compuesta originalmente para orquestaas notas de piano que representan laflautas en un pasaje deberán simbolizaos violines en otro.



Como ponen de manifiesto estoejemplos, estamos completamentfamiliarizados con ese género dransposición o adaptación de un medi

más rico a otro más pobre. El caso mácomún nos lo proporciona el arte de

dibujo. El problema del dibujo consisten representar un mundo tridimensionaen una hoja de papel plana. La solució

es la perspectiva. Perspectiva significdar más de un valor a una figurbidimensional. Así pues, al dibujar u

cubo nos servimos del ángulo agudpara representar un ángulo recto en emundo real. Otras veces, el ángulagudo del papel puede representar u



ángulo agudo también en el mundo reapor ejemplo, la punta de una lanza o eaguilón de una casa. La figura dibujadpara producir la ilusión de un caminrecto que se aleja del espectador es lmisma que hace falta para dibujar l

gorra de un zopenco. Las observacioneacerca de las líneas valen también parel sombreado. Reducida a su facticidad

a luz más brillante en el cuadro eexclusivamente papel blanco. A él lcorresponde hacer las veces del sol, u

ago a la luz del atardecer, la nieve o lcarne humana.A continuación haré dos comentario

sobre los anteriores ejemplos d



Transposición.1. En los dos casos hace falt

obviamente conocer el medio superiopara entender lo que ocurre en enferior. El mejor ejemplo para percibia ausencia de ese conocimiento nos l

ofrece la música. En la versión parpiano, el músico que conoce la partituroriginal, escrita para orquesta, descubr

un significado distinto del que la oyexclusivamente como pieza para pianoEste último se encontraría en un

situación de más clara desventaja ssolamente hubiera oído músicnterpretada al piano, o dudara inclus

de la existencia de otros instrumentos



Más aún, entendemos la pintura única exclusivamente porque conocemos habitamos el mundo tridimensional. Smagináramos una criatura capaz d

percibir únicamente dos dimensionespero no incapacitada pese a ello par

darse cuenta de algún modo de las línearazadas sobre el papel, veríamos si

dificultad cuán difícil le resultarí

entender. En principio debería sepreparado para aceptar, por razones dautoridad, nuestra declaración de qu

existe un mundo de tres dimensiones. Siembargo, cuando señaláramos las líneaen el papel e intentáramos explicarl«esto es una carretera», pongamos po



caso, no sería un buen procedimientpara lograrlo decirle que la figura cuyaceptación le pedimos, como si sratara de una revelación de nuestr

diferente y misterioso mundo, eexactamente la misma utilizada otra

ocasiones en nuestras representacionepara dibujar un triángulo. Pronto nodiría, creo yo, algo así: «Se niegan

hablarme de ese otro mundo y sufiguras inimaginables llamadas sólidos¿No es extremadamente sospechoso qu

as figuras que me presentan commágenes o reflejos de los sólidos sconviertan, al inspeccionarladetenidamente, en las viejas figura



bidimensionales de mi propio mundo tacomo lo he conocido siempre? ¿No eevidente que su tan cacareado mundoejos de ser el arquetipo, es un sueñ

cuyos elementos le han sido prestadopor este otro?»

2. Conviene darse cuenta de que eérmino simbolismo no es adecuado eodos los casos para expresar l

relación entre el medio más elevado y sransposición en el más bajo. Sirv

magníficamente para unos casos, pero n

para todos. La relación entre el habla a escritura es simbólica. Los caractereescritos existen exclusivamente para eojo, las palabras habladas para el oído



Entre ambos existe discontinuidacompleta. Ninguno de ellos se parece aotro ni es causa suya. El uno esimplemente un signo del otro significado convencional suyo. Lrelación entre el cuadro y el mund

visible no es del mismo tipo. Locuadros son en sí mismos partes demundo sensible y lo representa

precisamente por ser parte suya. Svisibilidad tiene el mismo origen. Losoles y lámparas del cuadro parece

brillar porque lo hacen los soles ámparas reales, es decir, parecerefulgir porque lucen de algún modo areflejar sus arquetipos. La luz solar d



un cuadro no mantiene con la luz real lmisma relación, pues, que las palabraescritas con las habladas. Es ciertamentsigno, pero también algo más. Erealidad es signo por ser también máque signo, por estar realmente present

de algún modo en la cosa significada. Shubiera de dar un nombre a estrelación, no la llamaría simbólica, sin

sacramental. En el caso que nos sirvide punto de partida —el de la emoción a sensación— nos hallamos más all

del mero simbolismo, pues, como hemoenido ocasión de ver, una mismsensación no se limita a acompañar significar diversas y opuesta



emociones, sino que se torna parte dellas. La emoción desciendcorporalmente, si se me permite lexpresión, hasta la sensación y ldigiere, transforma y transubstancia, dsuerte que la misma sensación nervioses gozo o agonía.

No pretendo establecer que lo qulamo Transposición sea el único mod

en que un medio pobre responde a otrrico. Pero afirmo que es muy difícimaginar algún otro. Es probable a

menos que la Transposición sucedsiempre que el superior se reproduce eel inferior. Si me permiten una pequeñdigresión, considero verosímil que l



relación entre la mente y el cuerpo sede Transposición. No hay duda de que epensamiento está íntimamentconectado, al menos en esta vida, con ecerebro. La doctrina de que epensamiento es exclusivamente u

movimiento del cerebro carece, a muicio, de sentido. En caso contrario, leoría misma sería meramente u

movimiento, un acontecimiento entre loátomos con velocidad y direcciódeterminadas, pero para cuy

descripción sería insensato emplear loérminos «verdadero» o «falso». Cuandhacemos uso de ellos, nos vemoforzados a establecer algún tipo d



correspondencia. Ahora bien, ssuponemos una correspondencibiunívoca, deberemos atribuir a loacontecimientos cerebrales uncomplejidad y variedad casi increíbleMe permito decir, no obstante, que un

relación así es totalmente innecesariaTodos nuestros ejemplos sugieren que ecerebro puede reaccionar —hasta ciert

punto corresponder adecuada exquisitamente— a la variedaaparentemente infinita de conocimiento

sin proporcionar una única modificaciófísica para cada alteración particular da conciencia.

Todo esto es una digresión



Volvamos a nuestra pregunta originaacerca del Espíritu y la Naturaleza, dDios y el Hombre. El problemconsistía en la repetición en la vidlamada espiritual de todos lo

elementos de la natural. Más aún,

primera vista no se descubre lpresencia de ningún otro elementoAhora entendemos fácilmente que si l

espiritual es más rico que lo naturacomo afirmará todo el que crea en sexistencia, deberíamos espera

exactamente eso. La conclusión deescéptico de que lo supuestamentespiritual deriva realmente de lo naturade que es un espejismo, proyección



extensión imaginativa de lo natural, ndebe sorprendernos en absoluto. Comhemos tenido ocasión de ver, ése seríel error en que incurriría necesariamentun observador que conociera únicamentel medio inferior al considerar cualquie

caso de Transposición. El análisis dehombre embrutecido no encontrarnunca en el amor otra cosa que placer

El habitante de la llanura tan sóldescubrirá figuras planas en el cuadroLa fisiología, en fin, no hallará jamás e

el pensamiento otra cosa qucontracciones de la materia gris. Ecrítico que aborda una Transposiciódesde abajo encontrará difícil persuadi



a los demás. Su conclusión es la únicposible con la evidencia de que dispone

La situación cambia radicalmentcuando nos aproximamos a ella desdarriba, como hacemos en el caso de lemoción y la sensación, o en el de

mundo bidimensional y el cuadro. Asprocede también el hombre espiritual eel caso que consideramos. Quiene

hablan en lenguas, como hizo San Pablopueden entender sin dificultad la enormdiferencia entre ese acontecimient

sagrado y los fenómenos histéricos, aucuando en cierto sentido, recordémosloambos fueran exactamente iguales, dmodo semejante a como Pep



experimentó la misma sensación en eamor, en el gozo musical y lenfermedad. Las realidades espiritualese perciben espiritualmente. El hombrespiritual juzga todas las cosas, pero éno es juzgado por ninguna.

¿Mas quién se atreve a afirmar ques un hombre espiritual? En sentidpleno no lo es nadie. Con todo, tenemo

conciencia de abordar desde arriba desde dentro algunas de laTransposiciones que personifican l

vida cristiana en este mundo. Pondignos que seamos de hacerlo, pomás osadía que entrañe, debemoafirmar que conocemos parcialmente e



sistema superior objeto dTransposición. En cierto sentido, estafirmación no debe sorprendernodemasiado. En última instancia reclaman sólo un saber auténtico sobre l

devoción manifiesta. Dejando de lad

por ahora su auténtica naturaleza, niegque sea simplemente erótica, rechazque nuestro manifiesto deseo de alcanza

el cielo, sea cual sea su índole, seexclusivamente un anhelo de longevidadoyas o esplendor social. Tal vez n

hayamos llegado todavía a entenderealmente la vida espiritual tal como edescrita por San Pablo. Pero al menoconocemos de un modo débil y confus



nuestro empeño en dar a las accionesmágenes y lenguajes naturales un valo

nuevo, tenemos conciencia de nuestrdeseo de arrepentimiento auténtico, nmeramente prudencial, y de nuestranhelo de amor no egocéntrico. En e

peor de los casos, poseemos uconocimiento suficiente de lo espirituapara saber que no lo hemos alcanzado

como si el cuadro tuviera un sabeadecuado del mundo tridimensional pardarse cuenta de que es plano.

La necesidad de acentuar ldebilidad de nuestro conocimiento no esólo un deber de humildad, aunquambién lo sea. Salvo por una acció



milagrosa realizada directamente poDios, la experiencia espiritual no spuede conformar con la introspecciónEso no es posible ni siquiera en el casde las emociones, pues el intento daveriguar nuestro actual sentimient

produce tan sólo una sensación físicaPero lo es todavía menos en el de laoperaciones del Espíritu Santo. E

ntento de descubrir por análisintrospectivo nuestra propia condició

espiritual es, a mi juicio, algo horribl

ncapaz de revelar los secretos deespíritu de Dios y del nuestro. A lo sumpodrá poner de manifiesto sTransposición en el intelecto, emoción



maginación. Pretender otra cosa puedser el camino más rápido hacia lpresunción o la desesperanza.

Esta doctrina de Transposicióproporciona a la mayoría de nosotros ufundamento absolutamente necesario d

a virtud teologal de la esperanza. Sólpodemos esperar lo que podemodesear. La dificultad estriba en qu

cualquier noción madura filosóficamente respetable del cielo sve obligada a eliminar de él la mayorí

de las cosas deseadas por nuestrnaturaleza. Existe, desde luego, una fbienaventuradamente ingenua, exenta pocompleto de dificultades, como la de u



niño o un salvaje, que acepta sinterrogantes embarazosos las arpas, la

calles áureas y las reuniones familiarepintadas por los escritores de himnosEsa fe se equivoca en cierto sentidopero acierta en una dimensión má

honda. Yerra al confundir el símbolo coel hecho, pero atina al aprehender ecielo como gozo, plenitud y amor. Par

a mayoría de nosotros no es posible unfe así. Tampoco debemos intentaartificialmente ser más ingenuos de l

que realmente seamos. El hombre no shace «uno de estos pequeños» por imitaa niñez. Por eso entraña perpetua

negaciones nuestra noción del cielo: n



alimento, ni bebida o sexo, nmovimiento y regocijo, nacontecimientos temporales o arte.

A esta idea oponemos nosotros unperspectiva positiva: la visión y goce dDios. Como todo eso es un bien infinito

uzgamos (acertadamente) que vale máque todas las demás cosas. La realidade la Visión Beatífica tendrá un valo

nfinitamente más grande que la de lanegaciones. Ahora bien, ¿puede nuestrnoción actual de aquélla superar nuestr

dea presente de éstas? Esta es unpregunta enteramente distinta. Para lmayor parte de nosotros la respuesta emuy a menudo «No». No puedo deci



cuál pueda ser la de los grandes santos místicos. Para otros, en cambio, lconcepción de la Visión es una difíciprecaria y fugitiva extrapolación dalgunos momentos infrecuentes equívocos de nuestra experienci

errena. La idea de bienes naturaleanulados es, por el contrario, vivida persistente, llena de recuerdos de l

vida, incrustada en los nerviosmúsculos y, a la postre, en lmaginación.

Lo negativo tiene, por así decir, unnjusta ventaja en la competencia con lpositivo. Y lo que es peor, su presencivicia, tanto más resueltamente cuant



más empeño pongamos en suprimirlo gnorarlo, la débil y espiritual noción do positivo que hayamos podid

formarnos. La exclusión de los bienenferiores comienza a parecer l

característica esencial de los superiores

Sentimos, aunque no lo digamos, que lvisión de Dios no culminará nuestrnaturaleza, sino que la destruirá. Est

perspectiva nada prometedora sirvfrecuentemente de base al uso quhacemos de palabras como «santo»

«puro» o «espiritual».Debemos evitar que ocurra algsemejante y poner todos los medioposibles para soslayarlo. Debemo



creer —e imaginar de algún modo— qua negación es exclusivamente el revers

de la consumación, entendiendo por tacosa precisamente el acabamiento dnuestra humanidad, no nuestrransformación en ángeles o l

disolución de nuestro ser en la deidadAun cuando hayamos de ser «como loángeles» y «semejantes» a nuestr

Maestro, lo seremos, a mi juicio, «coa semejanza adecuada al hombre»

como los diferentes instrumentos, qu

ocan cada uno a su modo el mismo sonDesconocemos en qué medida sersensible la vida del hombre resucitadoEn cualquier caso diferirá, supongo yo



de la vida sensible conocida en la tierraPero no como lo vacío se distingue de lleno o el agua del vino, sino como l

flor se diferencia del bulbo o la catedradel diseño del arquitecto. Para estprecisamente nos sirve de ayuda l

Transposición.Construyamos una fábula

maginemos una mujer arrojada en un

mazmorra. En ella pare un hijo y en ello cría. El muchacho crece sin ver otr

cosa que las paredes de la prisión, l

paja esparcida por el suelo y upequeño trozo de cielo que se divisa ravés de la reja, colocada demasiad

alta para permitirle ver otra cosa que e



empíreo. Esta desgraciada mujer erartista, y al ser encerrada en la prisióse les arregló para llevar consigo ubloc de dibujo y una caja de lápicesComo no ha perdido en ningún momenta esperanza en la liberación, trata si

cesar de enseñar a su hijo la existencidel mundo exterior jamás visto por éPara ello recurre generalmente a l

pintura. Con su lápiz intenta mostrarlcómo son los campos, ríos, montañasciudades o las olas sobre la playa. E

muchacho, obediente y respetuoso, haccuanto puede para creer a su madrcuando le dice que el mundo exterior enfinitamente más interesante



magnífico que las cosas del calabozo. Aveces lo consigue. En general no lresulta demasiado difícil dar crédito cuanto se le dice. Un día expresa algque hace vacilar a la madre. Sus idease cruzan durante unos instantes

Finalmente la madre cae en la cuenta dque el hijo ha vivido durante largos añobajo una errónea concepción. «¿N

creerías, pregunta entrecortadamenteque el mundo real está formado poíneas pintadas a lápiz?» «¿Qué?, dice e

muchacho». «¿No hay trazos de lápiz?»Su entera noción del mundo exterior sorna súbitamente un inmenso vacío. Laíneas, único medio que le permití



maginarlo, han sido suprimidas de éAhora no tiene la menor idea de qué lasustituye y ocupará su lugar, desconoca realidad de la que las líneas eran ta

sólo transposición. Las copas ondulantede los árboles, la luz meciéndose sobr

el estanque, las irisadas realidaderidimensionales: nada de eso est

formado por líneas. Todas esas cosa

definen su propia figura en cadmomento con una delicadeza y variedamposible de lograr con el dibujo. A

partir de ahora, el muchacho tiene ldea de que el mundo real es en ciertmodo menos visible que los cuadros dsu madre. Pero en realidad carece d



íneas porque es incomparablementmás visible. Así nos pasa a nosotros«No sabemos lo que seremos». Maenemos completa seguridad de qu

seremos más, no menos, de lo que somosobre la tierra. Las experiencia

cotidianas (sensibles, imaginativasemotivas) se parecen al dibujo, a laíneas trazadas con el lápiz sobre l

superficie del papel. Si desaparecen ea vida glorificada, lo harán de mod

semejante a como se borran los trazo

del lápiz del paisaje real, es decir, ncomo se extingue la llama de la vela aser apagada, sino como se tornnvisible la claridad cuando alguie



rompe la celosía, abre la ventana y dejentrar el resplandor situado en lo alto.

Pueden expresarlo como quieranPueden decir que nuestra humanidad —nuestros sentidos y todo lo demás— spuede convertir por Transposición e

vehículo de la beatitud, o que gracias ella las mercedes celestiales sencarnan durante esta vida en nuestr

experiencia temporal. Pero el segundmodo es todavía mejor. La vida presentsupone disminución, tiene carácter d

símbolo. Es, por así decir, el sustitut«vegetariano». Si la carne y la sangre npueden heredar el reino, no es porqusean demasiado sólidas, espesas



distintas y estén en posesión de un «selustre». En realidad so

extraordinariamente endeblesransitorias y fantasmales.

Con esto mi pleito, como dicen louristas, ha llegado a su fin. He d

añadir, sin embargo, cuatrobservaciones.

1. Espero que quede completament

claro que el concepto de Transposicióal como yo lo entiendo es distinto d

otras nociones empleadas habitualment

con el mismo propósito. Me refierespecialmente a la idea de desarrolloEl defensor de esta doctrina explica lcontinuidad entre cosas supuestament



espirituales y objetos indudablementnaturales estableciendo que éstos sransforman lentamente en aquéllos. Est

modo de ver las cosas explica algunohechos, pero sus virtualidades han sidexageradas, a mi juicio, con frecuencia

En cualquier caso, no es la doctrinpropuesta por mí. No estoy diciendo quel acto natural de comer se conviert

ras millones de años en sacramentcristiano. Yo sostengo, más bien, que lrealidad espiritual, cuya existencia e

anterior a la de las criaturas cocapacidad de comer, da al acto naturaun nuevo significado. En determinadocontextos se transforma incluso en alg



enteramente distinto. En una palabra, ycreo que el paisaje real forma parte decuadro, no que la pintura se transformalgún día en hierba y árboles reales.

2. Al pensar en lo que llamTransposición, no he podido evita

preguntarme a mí mismo sobre si puedayudarme a concebir la Encarnación. Sa Transposición fuera exclusivament

una forma de simbolismo, no noproporcionaría la menor ayuda sobre eparticular. Todo lo contrario, no

extraviaría, nos conduciría a un nuevdocetismo (¿o acaso al mismo dsiempre?), o nos alejaría completamentde la concreta realidad histórica que e



el centro de nuestras esperanzas, nuestrfe y nuestro amor. Sin embargo, como yhe indicado, la Transposición no esiempre simbolismo. La realidanferior puede ser atraída en diferente

grados hacia la superior y convertirse e

parte suya. La sensación que acompañal gozo se torna ella misma gozo: npodemos por menos de decir «goz

encarnado». Si es así, me aventuro afirmar, lleno de dudas y de modenteramente provisional, que e

concepto de Transposición puede hacealguna contribución a la teología —o amenos a la filosofía— de lEncarnación. En una de las formas de



Credo se dice efectivamente que lEncarnación no se realizó «mediante lconversión de la divinidad en carnmortal, sino elevando la humanidad divinidad». A mi juicio, existe unanalogía real entre esto y lo que h

lamado Transposición. El que lhumanidad, sin dejar de ser ella mismano sea declarada meramente com

deidad, sino arrastrada verdaderamentdentro de ella, me parece semejante a lque ocurre cuando una sensación (que n

es en sí misma un placer) es incluiddentro del gozo que la acompaña. Aratar de estas cosas camino i

mirabilibus supra me, y lo someto tod



al veredicto de los verdaderos teólogos3. He intentado insistir de principi

a fin en la imposibilidad de eludir eerror en que incurrimos cuandabordamos la Transposición desde emedio inferior exclusivamente. La fuerz

de una crítica semejante reside en loérminos «meramente» o «nada má

que». Quien la afronta de ese modo v

os hechos pero no el significadoAfirma que ha visto efectivamente todoos hechos. Fuera de ellos no hay

nada… excepto el significado. Erelación con el asunto que nos ocupa, shalla en una situación semejante a la deanimal. Habrán observado que l



mayoría de los perros no puede entendeo que significa señalar . Cuando le

señalan un trozo de comida en el sueloel perro husmea el dedo en lugar dmirar hacia él. Para el animal el dedo eexclusivamente dedo y nada más. S

mundo consta de hechos sin significadoEn una época dominada por el realismde los hechos, descubrimos a much

gente provocando en nosotrodeliberadamente esta mentalidaperruna. Según ese modo de pensar

quien experimenta el amor desde dentrse ocupará a propósito dnspeccionarlo analíticamente desd

fuera y considerar el resultado de



análisis más fiel que su experiencia. Eímite extremo de esta ceguer

voluntaria se halla en quienes, aueniendo, como todos nosotros

conciencia, acometen el estudio deorganismo humano como si no supiera

que es consciente. Mientras persistan enegarse deliberadamente a comprendeas cosas desde arriba, incluso cuand

sea perfectamente posible hacerlo, servano hablar de victoria final sobre ematerialismo. La crítica de tod

experiencia desde abajo, la ignorancidel sentido y la concentración en lohechos tendrá siempre la mismplausibilidad. Siempre habr



argumentos —evidencias nuevas— parmostrar que la religión eexclusivamente un fenómenpsicológico, la justicia merautoprotección, la política tan sóleconomía, el amor meramente placer

el pensamiento bioquímica cerebral.4. Cuanto llevamos dicho sobre l

Transposición arroja, a mi juicio, un

uz nueva sobre la doctrina de lresurrección del cuerpo. En ciertsentido, la Transposición puede supone

alguna contribución al respecto. Pogrande que sea la diferencia entrespíritu y naturaleza, entre gozo estétic agitación del diafragma, entre realida



copia, la Transposición puede seadecuada a su manera. Antes hndicado que en el dibujo el lugar de

sol, las nubes, la nieve, el agua y lcarne humana lo ocupa el papel blanco plano. ¡Qué miserablemente inadecuad

para cumplir esa función sustitutoriaPero también ¡qué magníficamentdotado para ella! Si las sombras está

realizadas adecuadamente, el trozo dpapel se parecerá de un modverdaderamente extraordinario a l

resplandeciente luz del sol. ¡Sentiremofrío al contemplar la nieve en el papel el fuego dibujado calentará nuestramanos! ¿No podemos suponer asimismo



recurriendo a una razonable analogíaque no existe experiencia alguna deespíritu tan trascendental y supranaturaninguna visión de la misma deidad tantima y alejada de cualquier género dmagen y emoción que carezca d

correspondencia apropiada en el nivesensible? ¿Para qué invocar un nuevsentido? ¿No bastará con la increíbl

abundancia de nuestras sensacioneactuales, si bien con un sentido y uvalor de los que aquí no tenemos ni l

más débil sospecha?



El peso de la gloria

Si preguntaran a veinte hombrebuenos de nuestros días su opinión sobra más alta de las virtudes, diecinuev

de ellos responderían: el desinterés. Shubieran hecho la misma pregunta a lograndes cristianos del pasado, l

mayoría de ellos habría dado estrespuesta: el amor. ¿Perciben ldiferencia entre ambas contestacionesConsiste en la sustitución de un términpositivo por otro negativo. El cambio niene un interés meramente filológico. L

noción negativa de desinterés no sugier



de entrada la idea de procurar bienes os demás, sino la de privarnos

nosotros mismos de ellos, como si lmportante fuera nuestra abstinencia, n

su felicidad. Esa no es, a mi juicio, lvirtud cristiana del amor. El Nuev

Testamento tiene mucho que decir sobra abnegación, pero muy poco sobre l

renuncia como fin en sí misma. Se no

dice que nos neguemos a nosotromismos y carguemos con nuestra crupara poder seguir a Cristo. Casi toda

as imágenes de las consecuencias argo plazo de ese modo de obracontienen una apelación al deseo. Parbuena parte de las mentes modernas, tra



descripciones semejantes se oculta ldea de que desear el propio bien

esperar ardientemente gozar de él ealgo malo. Permítanme decir frente ello que esa noción procede de Kant de los estoicos, no forma parte de la f

cristiana. Si recordamos las clarapromesas de recompensa y sasombrosa naturaleza tal como está

expuestas en el Evangelio, parece quuestro Señor no considera muy fuerte

nuestros deseos, sin

extraordinariamente débiles. Somocriaturas endebles. Nos divertimos coa bebida, el sexo y la ambición, gnoramos el goce infinito que se no



ofrece, como niños ignoranteempeñados en seguir haciendo pastelede barro en un lodazal por sncapacidad para imaginar lo qu

significa el ofrecimiento de pasar un díde fiesta en el mar. Somos muy fácile

de contentar. No nos deben turbar la

afirmaciones de los no creyentes acerc

de que la promesa de recompensa hacde la vida cristiana un asuntmercenario. Existen diversos tipos d

recompensa. Algunas no tienen la menovinculación natural con las accionerealizadas para adquirirlas, soabsolutamente extrañas al deseo d



poseerlas. El dinero no es el galardónatural del amor. Por eso llamamomercenario al hombre que se casa podinero. En cambio, el matrimonio es epremio apropiado para el verdaderamante, y el enamorado no es u

mercenario por desearlo. El general quucha para conseguir un título nobiliari

es un mercenario, pero el que combat

por la victoria no lo es, pues la victories el laurel adecuado de la batallacomo el matrimonio es la merce

genuina del amor. Las recompensaconvenientes no están simplementañadidas a las actividades merecedorade ellas. En sentido estricto son s



consumación.Existe un tercer caso má

complicado todavía. El gozo de lpoesía griega es, ciertamente, ebeneficio merecido, no mercenario deestudio de la lengua griega. Ahora bien

sólo quienes alcanzan un conocimientsuficiente para deleitarse con ellpueden confirmarlo por propi

experiencia. El escolar que empieza estudiar la gramática griega no puedanticipar su gozo posterior de Sófocle

como el enamorado esperlusionadamente el matrimonio o egeneral la victoria. Ha de empezaesforzándose en conseguir buenas notas



eludir el castigo, agradar a sus padreso, en el mejor de los casos, esperar ubuen futuro que ahora no puede imaginani desear. Su situación tiene ciertsemejanza con la del mercenario. Lsatisfacción futura es ciertamente u

premio natural y apropiado, pero no lsabrá hasta el momento de conseguirloSe trata de un galardón conquistad

gradualmente. El gozo sustituypaulatinamente al trabajo penoso. Nadipuede indicar el día y la hora en qu

ermina éste y comienza aquél. Siembargo, el cambio va teniendo lugaconforme se acerca a la recompensaque ya empieza a desear por sí misma



Esa capacidad de desear es en sí mismun beneficio preliminar.

La relación del cristiano con el cieles semejante a la del colegial. Quienehan alcanzado la vida perdurable gozan de la visión de Dios sabe

perfectamente que esa recompensa no emero soborno, sino la verdaderconsumación de su discipulado terrena

Quienes no la han alcanzado todavía npueden saberlo como lobienaventurados, ni siquiera les cab

una sabiduría incipiente de ello, salvpersistiendo en la obediencia descubriendo la primera recompensa da sumisión en el poder, más grand



cada vez, de desear el definitivgalardón. El temor a que el deseo seuna ambición mercenaria desaparecconforme crece el afán. Al finaerminará convirtiéndose en un mied

absurdo. Ese cambio no se producir

seguramente en un día. La poesísustituye a la gramática y el Evangelio a ley gradualmente, el anhel

ransforma la obediencia poco a pococomo la marea eleva la barca varada.

Hay otra semejanza importante entr

a situación del colegial y la nuestra. Ses un muchacho con imaginación, podrdeleitarse seguramente con los poetas novelistas ingleses adecuados a su eda



antes de empezar a sospechar que lgramática griega lo conducirá a un gozsemejante más grande cada vez. Puedencluso, descuidar el griego para leer e

secreto a Shelley y Swinburne. En otrapalabras, el deseo que satisfará e

griego en su momento existe ya, y srefiere a objetos completamentseparados, a su juicio, de Jenofonte

os verbos en μι. De igual modo, sestamos hechos para el cielo, el anhelde alcanzar el lugar adecuado a nuestr

ser debe estar ya en nosotros, aucuando no corresponda todavía al objetapropiado. Aparecerá, incluso, comrival suyo. Así ocurre efectivamente. E



un punto se rompe, no obstante, lanalogía con el colegial. La poesínglesa que lee en lugar de dedicarse

hacer sus ejercicios de griego puede sean bella como la griega, a la que l

conducirá su esfuerzo. Al elegir

Milton en vez de viajar hacia Esquilosu deseo no abraza un falso objeto

uestro caso es completament

diferente. Si nuestro verdadero destines un bien transtemporal y transfinitocualquier otro que pueda elegir el dese

debe ser falaz de algún modo, debe teneen el mejor de los casos una relaciósimbólica con lo que verdaderamente lsatisface.



Siento cierto pudor al hablar deansia, presente en nosotros ya en estmomento, de llegar a nuestro lejanpaís. Estoy cometiendo casi unndecencia. Estoy intentando rasgar ensondable secreto oculto en cada un

de nosotros, el misterio cuya heridprofunda nos induce a vengarnos de édándole nombres como nostalgia

romanticismo y adolescencia. La dulzurde su aguijón es tal que, cuando resultmprescindible mencionarlo en l

conversación íntima, nos volvemoorpes y aparentamos reírnos dnosotros mismos. No podemos ocultarlni revelarlo, aun cuando deseemos hace



ambas cosas. No cabe revelarlo porques el deseo de algo no aparecido nuncen nuestra experiencia. No es posiblacallarlo porque nuestra experienciestá sugiriéndolo continuamente, y nodelatamos como se descubren lo

amantes al mencionar el nombre deamado. El recurso más habitual consisten llamarlo «belleza» y en actuar com

si eso resolviera el asunto. Esubterfugio de Wordsworth se reduce dentificarlo con ciertos momentos de s

propio pasado. Todo ello es una trampaSi Wordsworth hubiera regresado a esomomentos del pasado, no habríencontrado el objeto deseado, sino sól



un recordatorio suyo.Lo recordado resultaría ser u

recuerdo en sí mismo. Los libros o lmúsica en que creíamos que se ocultaba belleza nos traicionarán si confiamo

en ellos. Pero realmente no está ni e

aquéllos ni en ésta, tan sólo se revelaravés de ellos. En realidad, los libros a música aumentan el deseo d

poseerla.Estas cosas —la belleza, el recuerd

de nuestro pasado— son buena

mágenes de lo realmente deseado. Si sconfunden con la cosa misma, sransforman, no obstante, en ídolo

mudos que rompen los corazones d



quienes los adoran. No son, pues, lcosa misma, sino el perfume de una flono hallada, el eco de una armonía jamáoída, la noticia dé un país desconocido¿Creen que estoy tramando un hechizoTal vez. Recuerden, no obstante, lo

cuentos de hadas de la infancia. Lohechizos se usaban para embrujar y pardeshacer encantamientos. Ustedes y y

hemos necesitado el mayor conjurmaginable para despertarnos deerrible sortilegio de mundaneida

mperante desde hace aproximadamentcien años. Buena parte de la educaciórecibida ha ido dirigida a silenciar estímida y persistente voz interior. L



mayoría de las corrientes filosóficamodernas han sido urdidas parconvencernos de que el bien del hombrse halla en esta tierra.

Es sorprendente que doctrinafilosóficas como la del progreso o l

evolución creadora sean a pesar suyestimonios de que nuestro verdadero fi

está en otra parte. Observen cóm

arremeten contra la tierra cuandquieren convencernos de que es nuestrmorada. Comienzan tratando d

persuadirnos de que la tierra se puedransformar en el cielo. Al hacerlo asquieren compensar nuestro sentimientde exilio en un mundo terrenal com



éste. A continuación nos aseguran que efeliz acontecimiento ocurrirá en ufuturo todavía muy lejano. Quieredesagraviar así el conocimiento de qua patria no es ésta de aquí y ahora

Finalmente, para no despertar el anhel

de lo transtemporal y echarlo todo perder, recurren a cualquier retóricdisponible para expulsar de nuestra

mentes el recuerdo de que, si lfelicidad por ellos prometida pudieralcanzarla el hombre en la tierra, l

muerte haría que la perdieran lasucesivas generaciones, incluida lúltima de todas. La historia entera seríapues, nada para siempre. Ni siquier



sería historia. De ahí el sinsentido dediscurso final de Lilith en la obra dShaw. Esa es también la causa de lobservación de Bergson acerca de quel élan vital es capaz de superar todoos obstáculos, quizás hasta la propi

muerte, como si fuera posible creer quel desarrollo social o biológico sobre eplaneta será capaz de retrasar e

envejecimiento del sol o trastocar lsegunda ley de la termodinámica.

Si atendemos sus exigencias

omaremos conciencia de un deseo quninguna felicidad natural puedsatisfacer. ¿Hay alguna razón, emperopara suponer que la realidad será capa



de complacerlo? «El hambre no pruebque vayamos a tener pan». Estafirmación es, a mi juicio, básicamenterrónea. El hambre física de un hombrno garantiza que sea capaz de conseguipan. Un hambriento puede morir d

nanición en una balsa a la deriva sobrel Atlántico. Sin embargo, el hambrhumana demuestra de modo inequívoc

a pertenencia del hombre a una raza qunecesita comer para reponer sus fuerzafísicas, su condición de habitante de u

mundo en el que existen sustanciacomestibles. De igual modo, aun cuandno creo que mi deseo de alcanzar eParaíso pruebe que habré de gozar de é



aunque sí desearía hacerlo), considerese anhelo una indicación bastante buende su existencia y de la esperanza dalgunos seres humanos de merecerlo. Uhombre puede amar a una mujer y nograrla. Sería muy extraño, empero, qu

el fenómeno denominado «enamorarseocurriera en un mundo asexuado.

En la tierra el deseo es todaví

errante, inseguro de su objeto e incapaen gran medida de descubrirlo dondrealmente se encuentra. Los Libro

Sagrados nos dan noticias de él. Srata, naturalmente, de una indicaciósimbólica. El cielo se halla por smisma definición fuera de nuestr



experiencia. Cualquier descripciónteligible debe versar, sin embargo

sobre objetos accesibles a lobservación sensible. La imagen decielo de las Escrituras es, pues, tasimbólica como la ideada supuestament

por el deseo sin ayuda alguna. El cielno está realmente lleno de joyas, ni eampoco la belleza de la naturaleza

una primorosa pieza musical. Ldiferencia reside en que las imágenes das Escrituras tienen autoridad. Ha

legado a nosotros a través de escritoremuy cercanos a Dios, y han superado eexamen de la experiencia cristiana a largo de los siglos. En principio



encuentro muy pequeño el atractivnatural de estas autorizadarepresentaciones. A primera vistdebilita mis deseos en lugar ddespertarlos. Eso es precisamente lo qudebo esperar. Si el cristianismo no m

dijera más sobre el lejano país de lo qumi propio temperamento me induce suponer, no sería más excelso que yo. S

iene más que ofrecerme, debo esperaque sea inmediatamente menos atractivque «mi propia materia». Al muchach

que sólo ha leído a Shelley, Sófocles lparecerá en principio frío e insensibleSi nuestra religión es una realidaobjetiva, no debemos apartar nuestro



ojos nunca de aquellos elementos suyoaparentemente enigmáticos desagradables, pues lo enigmático y ldesagradable ocultan realidades que npodemos conocer todavía y necesitamoconocer.

Las promesas de las Escrituras spueden reducir grosso modo a cinco. Lprimera asegura que estaremos co

Cristo. La segunda, que seremosemejantes a El. La tercera, expuestcon gran riqueza de imágenes, qu

endremos la «gloria». La cuarta, quseremos alimentados, homenajeados agasajados de algún modo. La quintaque ocuparemos cierta posición oficia



en el universo —gobernando ciudadesuzgando ángeles, siendo pilares deemplo de Dios— La primera cuestió

suscitada por estas promesas es lsiguiente: «¿Para qué hacen falta lacuatro últimas si existe la primera?

¿Puede añadirse algo al hecho de estacon Cristo? Quien tiene a Dios y todo ldemás no tiene más, com

acertadamente dice un escritor antiguoque quien tiene solamente a Dios. Lrespuesta versa de nuevo, en mi opinión

sobre la naturaleza de los símbolos. Aucuando seamos incapaces de percibirla primera vista, no hay duda de qucualquier idea que podamos formarno



ahora de lo que supone estar con Cristno será menos simbólica que las demápromesas. Todas ellas pasan dcontrabando nociones de proximidaespacial y conversación amorosa tacomo las entendemos ahora. Por l

demás, es muy probable que acentúen lhumanidad de Cristo y excluyan sdivinidad. De hecho, los cristianos qu

prestan atención exclusivamente a lprimera promesa la llenan siempre dmágenes terrenales, con frecuencia d

metáforas nupciales o eróticas. No es mntención en modo alguno condenar esgénero de representaciones. Desearía dodo corazón penetrar en ellas má



profundamente de lo que lo hago, y rezpara poder hacerlo. A mi juicio, todello es exclusivamente símbolosemejante a la realidad en unos aspecto distinto en otros. Por eso necesita l

corrección de los diferentes símbolos d

as demás promesas. La variedad dpromesas no significa que nuestrbienaventuranza última no sea Dios

Ahora bien, como Dios es más que unPersona, y para que no pensemos el gozde su presencia recurriend

exclusivamente a nuestra pobrexperiencia actual del amor personacon su estrechez, tirantez y monotoníase nos provee de una docena d



mágenes cambiantes que se corrigen relevan unas a otras.

Vuelvo nuevamente a la idea dgloria. No se trata de negar el hechevidente de que esta noción ocupa uugar muy destacado en el Nuev

Testamento y en los escritos cristianoprimitivos. La salvación está asociadconstantemente con palmas, coronas

únicas blancas, tronos y esplendocomo el del sol y las estrellas. Nada dello me atrae en absoluto. En ese sentid

parezco un moderno típico. La gloria msugiere dos ideas, una aparentementnicua y otra ridícula. Gloria significa,

mi parecer, fama o luminosidad. E



relación con lo primero, el deseo dfama me sugiere una pasión competitivaconsecuentemente algo más propio denfierno que del cielo, pues ser famos

significa ser más conocido que la demágente. A propósito de lo segundo, ¿quié

desea llegar a ser una especie dbombilla eléctrica viviente?

Cuando comencé a investigar est

asunto, me sorprendió descubrir qucristianos tan diferentes como MiltonJohnson y Tomás de Aquin

consideraban sinceramente la gloricelestial como fama o buena reputacióno se trata naturalmente de notorieda

otorgada por nuestros semejantes, sin



de reputación concedida por Dios, de saprobación o «aprecio», si me permitea expresión. Cuando posteriorment

medité sobre ello, me di cuenta de questa opinión es la de las Escrituras

ada puede eliminar de la parábola eaccolade[9] divino: «Bien hecho, siervbueno y fiel». Con ello se derrumbcomo un castillo de naipes gran parte d

o que había pensado durante toda mvida. Recordé súbitamente que quien nsea como un niño no entrará en el cielo

Y nada más propio de los pequeños —de los buenos, no de los engreídos—que el enorme y franco placer de se

encomiado. Se trata de una actitu



característica no sólo de los niños, sinambién de ciertos animales, como lo

perros y los caballos.Mi errónea concepción de l

verdadera humildad me ha impediddurante estos años entender realment

cuál es el placer más humilde, el mápropio de los niños, el verdaderamentcaracterístico de una criatura, la fruició

específica del inferior: el júbilo de lbestia ante el hombre, del niño ante spadre, del alumno ante el maestro, de l

criatura ante el Creador. No olvido cuáaterradoramente imitan las ambicionehumanas este inocente deseo, ni con qurapidez se transforma, según experienci



propia, el legítimo deseo de ser alabadpor aquellos a quienes estamoobligados a agradar en el veneno mortade la admiración de sí mismo. Pese odo, podría percibir un momento —unstante muy corto— antes de producirs

el cambio durante el que la satisfaccióde haber complacido a las personaverdaderamente amadas y temidas er

pura. Eso basta para elevar nuestropensamientos a lo que habrá de ocurricuando el alma redimida, por encima d

oda esperanza y casi allende la feconozca al fin que ha complacido Aquel para el que fue creada. Ahora nhabrá lugar para la vanidad. El alm



estará libre de la miserable ilusión dcreer que es mérito suyo. Sin el menorastro de mancha de lo que ahorpodríamos llamar autocomplacencia, salegrará inocentemente de que Dios lhaya dado el ser, curará para siempre s

viejo complejo de inferioridad cuandentierre su orgullo más profundamentque el libro de Próspero. La humilda

perfecta prescinde de la modestia. SDios está satisfecho con la obra, la obrpuede estar satisfecha consigo misma

«No es propia de ella intercambiacumplidos con su Soberano.» No es difícil imaginar a alguien

quien disguste mi idea del cielo com



ugar en que recibiremos palmadas en lespalda. Detrás de esa versión se hallano obstante, una orgullosa equivocaciónEl rostro que es deleite o terror deuniverso se volverá al final sobre caduno de nosotros con una expresión o co

otra: para otorgarnos una glorindescriptible o llenarnos de un

vergüenza incurable e imposible d

ocultar. Hace unos días leía en uperiódico que lo verdaderamentmportante es lo que pensemos de Dios

No, por Dios! Es mucho más esencianfinitamente más trascendental lo quDios piense de nosotros. Lo qunosotros pensamos de El carece d



mportancia, salvo en la medida en questé relacionado con lo que El piense dnosotros. Está escrito que «estaremodelante de El», compareceremos ante Spresencia y seremos examinados por ELa promesa de la gloria, do

extraordinario posible tan sólo por lobra de Cristo, significa que algunos dnosotros, aquellos que El elija, pasará

el examen, recibirán aprobaciónagradarán a Dios. Agradar a Dios… seun ingrediente real de la felicida

divina… ser amado por Dios, nimitarse a ser un objeto de Su piedadsino de Su gozo, de modo semejante como el artista se deleita en su obra o e



padre en su hijo. ¡Parece imposible! ¡Upeso o carga de la gloria difícil dsoportar por nuestros pensamientos! Siembargo, así es.

Ahora observen lo que ocurre. Si yhubiera rechazado la autorizad

descripción de las Escrituras sobre lgloria, si me hubiera aferradercamente al viejo deseo que constituí

al principio mi único indicador decielo, no habría percibido en absoluto lconexión entre ese anhelo y la promes

cristiana. En cambio ahora, tras habelevado hasta el fin el contenidaparentemente enigmático y desdeñablde los libros sagrados, encuentr



sorprendentemente al mirar hacia atráque el enlace referido emeridianamente claro. Tal como ecristianismo me enseña a esperar eella, la gloria resulta adecuada parsatisfacer mi deseo original y par

revelar uno de los elementos que mhabía pasado inadvertido. Al dejar dconsiderar por un momento mis propia

necesidades, comencé a enterarme mejode mi verdadera escasez. Cuando hacunos momentos intentaba describi

nuestras ansias espirituales, estabomitiendo uno de sus rasgos mácuriosos. Generalmente la percibimode modo semejante a como desaparec



un instante de visión, termina la músico pierde el paisaje la luz celestial. Losentimientos experimentados en esmomento han sido descritos por Keatcomo «viaje hacia la patria, hacia enterior familiar de nuestro yo». Ustede

saben lo que quiero decir. Durante unominutos hemos tenido la ilusión dpertenecer a ese mundo. Ahor

despertamos para descubrir que no easí. Hemos sido meros espectadores. Lbelleza ha sonreído, pero no para darno

a bienvenida. Ha vuelto su rostro hacinosotros, pero no para vernos. Nhemos sido aceptados, acogidos recibidos en el baile. Podemos irno



cuando nos plazca, quedarnos squeremos: «nadie se fija en nosotros»Como la mayoría de las cosas llamadabellas son inanimadas, podría respondeel científico, no es extraño que nreparen en nosotros. Esto e

ndudablemente cierto. Pero yo no estohablando de objetos físicos, sino de esalgo indescriptible del que los objeto

físicos son mensajeros durante unstante. Parte de la amargura añadida a dulzura del mensaje se debe a qu

muy pocas veces parece ser deseado ponosotros. Con frecuencia es tan sólalgo oído casualmente. Por amargurentiendo dolor, no resentimiento



Difícilmente nos atreveríamos a pedique se advirtiera nuestra presencia. Siembargo, lo anhelamos. La sensación dser tratados como extranjeros en euniverso, la esperanza de ser acogidosde encontrar respuesta, de tender u

puente sobre el abismo que se abre entrnosotros y la realidad es parte dnuestro inconsolable secreto. Desde est

punto de vista, la promesa de la glorial como la hemos descrito se torn

pertinente en grado sumo para nuestr

deseo más profundo, pues glorisignifica merecer la aprobación de Diosser acogido por El, respuestareconocimiento y recibimiento feliz e



el corazón de las cosas. La puerta a lque hemos estado llamando durante toda vida se abrirá finalmente.

Tal vez parezca torpe describir lgloria como «ser “conocidos” realmentpor Dios». Sin embargo, éste es e

enguaje del Nuevo Testamento. SaPablo no promete a los que aman a Dioscomo cabría esperar, que conocerán a

Señor, sino que serán conocidos por E1 Corintios 8,3). Extraña promesa. ¿N

conoce Dios todas las cosas en todos lo

iempos? La misma idea resuena de umodo terrible en otro pasaje del NuevTestamento. En él se nos advierte de lposibilidad de presentarnos finalment



frente a Dios para oír únicamente estadesalentadoras palabras: «No tconozco. Apártate de mí». En ciertsentido, de un modo tan enigmático parel intelecto como insufrible para esentimiento, podemos ser desterrados d

a presencia de Aquel que está presenten todas partes y borrados deconocimiento del Ser que lo conoc

odo. Podemos ser abandonados fuerotal y absolutamente: rechazados

exiliados, apartados y finalment

gnorados del modo más horrible. Perambién podemos ser llamadosacogidos, recibidos, reconocidosDiariamente andamos sobre el filo d



estas dos increíbles posibilidades. Lnostalgia sentida durante toda la vida, eanhelo de reunimos en el universo coalgo de lo que ahora nos sentimoseparados, de estar tras la puerta vistsiempre desde fuera no es, pues, mer

fantasía neurótica, sino el más fieexponente de nuestra situación real. Selamados a entrar supondría una gloria

un honor muy superiores a nuestroméritos y, consecuentemente, la curacióde ese viejo dolor.

Estas consideraciones me llevan asegundo sentido de gloria, entendidcomo claridad, esplender, luminosidadEstamos destinados a brillar como e



sol, a recibir como obsequio el lucerdel alba. Ahora empiezo a entender esignificado de todo ello. Dios nos hdado ya de algún modo el lucero dealba. Podemos ir y disfrutar de ese docualquier mañana hermosa qu

decidamos levantarnos temprano. ¿Qumás queremos?, podemos preguntarQueremos, ¡ay!, mucho más, algo en l

que apenas reparan los libros destética. Pero los poetas y mitólogos lsaben todo sobre ello. No queremos ta

sólo ver la belleza, aun cuando eso sea —¡bien lo sabe Dios!— una gramerced. Queremos algo más, algo difícide expresar con palabras: reunimos co



a belleza contemplada, fundirnos coella, recibirla en nosotros, bañarnos eella, ser parte suya. Por esa razón hemopoblado el aire, la tierra y el agua ddioses y diosas, ninfas y duendes. Adiferencia de nosotros, esa

proyecciones pueden gozar en sí mismaa belleza, gracia y poder de los que l

naturaleza es solamente una imagen. Po

esa razón nos narran los poetas tabellas mentiras. Nos hablan como si eviento del oeste pudiera barre

realmente el interior del alma humanaPero no puede. Nos dicen que l«belleza nacida del sonido murmuradorse alojará en el rostro humano. Pero n



o hará, o al menos no lo hará todavíaSi tomamos en serio las imágenes de laEscrituras, si creemos que Dios nodará un día el lucero del alba y hará qunos revistamos del esplendor del solpodemos suponer que los viejos mitos

a moderna poesía, tan falsos comhistorias, pueden estar muy próximos a verdad como profecías. Ahora no

hallamos fuera del mundo, en el laderrado de la puerta. Apreciamos efrescor y la fuerza de la mañana, pero n

aquél nos refresca ni ésta nos purificao podemos fundirnos con el esplendocontemplado. Las hojas del NuevTestamento crujen, empero, con el rumo



de que no siempre será así. Algún día —Dios lo quiera!— se nos permitir

entrar. Cuando la obediencia voluntaridel alma humana se torne tan perfectcomo la sumisión insensible de lcreación inanimada, las almas s

revestirán de gloria, de una gloriexcelsa de la cual la naturaleza esolamente un primer esbozo. No crea

que estoy presentando la imagen pagande la disolución en el seno de lnaturaleza. La naturaleza es morta

osotros sobreviviremos a ella. Cuandos soles y nebulosas se hayaextinguido, cada uno de nosotros seguirviviendo. La naturaleza es únicament



magen, símbolo. Pero es lrepresentación que las Escrituras mnvitan a utilizar. Se nos invita

penetrar en la naturaleza, a ir más allde ella hasta alcanzar el esplendor quan magníficamente refleja.

En ese lugar, más allá de lnaturaleza, comeremos del árbol de lvida. Por ahora, el espíritu en nosotro

seguirá viviendo en Dios si renacemoen Cristo. La mente, y aún más ecuerpo, recibe la vida de El de mu

diferentes modos: a través de nuestroprogenitores, el alimento o las ideasLos débiles y lejanos resultados de laenergías implantadas en la materia po



el éxtasis creador de Dios al hacer lomundos, son llamados ahora placerefísicos. Todos ellos constituyen, inclusfiltrados de este modo, una carga pesadpara nuestra conducta presente. ¿Qusignificaría gustar en su origen un arroy

cuyos recodos inferiores resultan taputrefactos? Eso es, no obstante, lo quenemos ante nosotros. El hombre enter

está llamado a beber júbilo de la fuentdel regocijo. El éxtasis del almredimida «desembocará», como dic

San Agustín, en el cuerpo glorioso. A luz de nuestros extraordinarios depravados apetitos actuales, emposible imaginar este torren



voluptatis, y yo les advierto museriamente que no lo intenten. Es precismencionarlo, sin embargo, para apartanuestros engañosos pensamientos de quo salvado es únicamente un mer

espíritu, de que el cuerpo resucitad

vive en una insensibilidad yerta. Ecuerpo fue hecho para el Señor. Por esestas sombrías imágenes están lejos d

dar en el blanco.Entretanto, la cruz precede a l

corona y el día venidero es una mañan

de domingo. Ha abierto una grieta en lomuros implacables del mundo, y se nonvita a seguir adentro a nuestro excels

Capitán. Seguirlo es, desde luego, l



cuestión esencial. Siendo así, podemopreguntar: ¿cuál es la utilidad prácticde mis especulaciones? Se me ocurrque hay al menos una finalidad. Tal vea partir de ahora pueda pensar cada cuaacerca de su propia gloria. Difícilment

podremos pensar cada uno de nosotros menudo sobre la del prójimo. La cargael peso o la fatiga de la gloria de m

prójimo se colocaría diariamente sobrmi espalda. Se trata de un lastre tapesado que sólo la humildad pued

soportar. Las espaldas del orgullo squebrarán bajo su peso. Es muy serivivir en una sociedad de posibles diose diosas, recordar que la persona má



estúpida y sin interés con la qupodamos hablar puede ser algún día uncriatura ante cuya presencia nosintamos movidos a adorarla, o unnaturaleza horrorosa y corruptsemejante a la de una pesadilla. Día tra

día nos ayudamos de algún modo lounos a los otros a encaminarnos haciuno de esos dos destinos. A la luz d

esas aplastantes posibilidades, el temoreverencial y la circunspección antambas deberían dirigir nuestra conduct

trato con los demás, nuestra amistadamor, los momentos de juego y lactividad política. No hay gente vulgar

unca hemos hablado con un mer



mortal. Mortales son las nacionesculturas, corrientes artísticas civilizaciones. Su vida se parece a lnuestra como la de un mosquito. Loseres con quienes bromeamosrabajamos, nos casamos, a quiene

desairamos y explotamos son inmortale—horrores inmortales o esplendorenacabables.

Eso no significa que debamoadoptar siempre una actitud solemneTenemos que divertirnos. Ahora bien

nuestro alborozo debe ser el propio dpersonas que se han tomadrecíprocamente en serio. Esa es dhecho la más alta alegría. No pued



consistir, pues, en frivolidadsuperioridad o presunción. Nuestrcaridad debe ser un verdadero venturoso amor, que sientprofundamente los pecados sin mermdel amor al pecador, no mera toleranci

o indulgencia, que suponen una parodidel amor como la ligereza del regocijoDespués del Santísimo Sacramento, e

prójimo es el objeto más sagradofrecido a nuestros sentidos. Si se tratde un prójimo cristiano, es sagrado cas

en el mismo sentido, pues en él sesconde realmente — vere latitat

Cristo: el Redentor y el Glorificado, lGloria misma.



La obra bien hecha y

las buenas obras

La expresión en plural «buenaobras» es más familiar a la cristiandamoderna que la fórmula «obra biehecha». Buenas obras son, por ejemplodar limosna o «ayudar» en la parroquia

Todas ellas se distinguen claramente depropio «trabajo». Las buenas obras nienen por qué ser obras bien hechas

como puede apreciar cualquierexaminando algunos objetos fabricadopara ser vendidos en los bazares co

fines caritativos. Esto no es mu



ejemplar. Cuando nuestro Señosuministró un vaso extra de buen vino ea fiesta de una boda pobre, estab

haciendo buenas obras, pero tambiéuna obra bien hecha, pues se trataba dun vino realmente exquisito

Desentenderse de la bondad de nuestr«trabajo», de nuestro quehacer, no eampoco ejemplar. El apóstol no dic

solamente que debamos trabajar, sinambién que debemos hacerlo par

producir lo que es «bueno».

La idea de obra bien hecha no hdesaparecido completamente dnosotros. Me temo, sin embargo, que nes característica de las persona



religiosas. Yo la he podido encontraentre los ebanistas, zapateros marineros. Es completamente inútiratar de impresionar a los marinero

con un nuevo vapor porque sea el barcmás grande y más costoso navegand

por los mares. Los marineros buscan lque llaman sus «formas». Sólo ellapermiten predecir cómo se comportar

a nave cuando haya mar gruesa. Loartistas también hablan de obra biehecha, si bien cada vez con meno

frecuencia. Ahora empiezan a preferiadjetivos como «significativo»«importante», «contemporáneo» «atrevido». Nada de esto es, a mi juicio



un buen síntoma.La mayoría de los hombres de la

sociedades industrializadas son víctimade una situación que excluyprácticamente desde el principio la idede obra bien hecha. «Construir cosa

nútiles» se ha convertido en unnecesidad económica. A menos que loartículos se fabriquen para que dure

uno o dos años y para ser reemplazadopor otros, será imposible conseguir umovimiento de mercancías suficiente

Hace cien años, el hombrsuficientemente rico se construía acasarse un carruaje en el que esperabviajar el resto de su vida. Ahora s



compra un coche que espera vendedentro de dos años. Hoy día la obra ndebe estar bien hecha.

La cremallera tiene para econsumidor una ventaja sobre el botónmientras dure, le ahorrará gran cantida

de tiempo y le evitará muchadificultades. Para el productor tiene umérito aún mayor: no funciona

correctamente durante mucho tiempo. Edesideratum es la obra mal hecha.

No es conveniente extraer de l

situación descrita una conclusión moraapresurada. Ese estado de cosas no eresultado del pecado original actuaexclusivamente, y nos ha cautivado d



modo imprevisto e involuntario. Ecomercialismo degradado de nuestrespíritu es su resultado más que scausa. Por lo demás, esta actitud no spuede modificar, a mi juicio, mediantesfuerzos meramente morales.

Antiguamente los objetos se hacíapara usarlos, gozar de ellos o ambacosas. El cazador salvaje hace un arm

de piedra o de hueso. La fabrica demejor modo posible, pues si no estafilada o es frágil no servirá para mata

a ningún animal. Su mujer fabrica urecipiente de barro para traer aguaTambién ella lo hace lo mejor qupuede, pues deberá servirse de la vasija



inguno de los dos tardará muchiempo, si no lo han hecho desde e

principio, en decorar los objetofabricados. Ambos quieren, comDogberry, que «sean hermosas todas lacosas a su alrededor». Por lo demás

podemos estar seguros que mientrarabajan cantan, silban o al menoararean. Tal vez cuenten tambié

historias.En esta situación, discreta como l

serpiente del Edén y tan inocente a

principio como lo fuera ella una vez, sntroducirá antes o después algúcambio. Las familias dejarán de fabricaodo lo que necesitan. Habrá u



especialista, un alfarero que hacvasijas para toda la aldea, un herrerque fabrica armas para todos, un bardpoeta y músico a la vez) que canta

cuenta historias para todos. Esignificativo que, en las obras d

Homero, el herrero de los dioses secojo, y el poeta entre los hombresciego. Tal vez sea así como comenzó l

cosa. Los lisiados, inútiles comcazadores o guerreros, se dedicarán procurar recreo y demás cosa

necesarias a los aptos para aquellomenesteres.La importancia de este cambi

consiste en que ahora hay quienes s



dedican a hacer cosas (vasijas, espadasrovas) no para uso y goce propios, sin

para los de los demás. Como es naturaldeben ser recompensados de uno u otrmodo por ello. Un cambio así enecesario. En caso contrario, l

sociedad y las artes no permaneceríaen un estado de simplicidad paradisíacasino de simpleza débil, desatinada

empobrecedora. Dos hechocontribuirán a favorecer unransformación así. En primer lugar

porque los nuevos especialistas harásus productos lo mejor que puedan. Shacen malas vasijas, tendrán a todas lamujeres de la aldea detrás suyo. S



cantan una trova estúpida, los mandarácallar. Si hacen malas espadas, loguerreros, en el mejor de los casosregresarán y les golpearán con ellas. Eel peor, tal vez ni siquiera regresen. Eenemigo los habrá aniquilado, la ciuda

arrasada por el fuego y ellos hechoesclavos. En segundo lugar, porquharán lo mejor que puedan cosa

ndiscutiblemente dignas de ser hechas gozarán con su trabajo. No debemodealizar. No todo será deleite. E

herrero puede estar agobiado de trabajoEl bardo se puede sentir frustrado anta insistencia de la aldea en oír una

otra vez su última trova (o una nuev



exactamente igual a ella), mientras quél anhela tener audiencia para algunnnovación maravillosa. Sin embargo

de un modo general, los especialistaienen una vida digna del hombre

utilidad, una cantidad razonable d

honores y la alegría de ejercer sdestreza.

Me falta espacio, y por supuest

conocimientos, para seguir la huella deproceso entero desde el estado descrithasta la situación actual. Con todo

considero que ahora podemodesentendemos de la esencia decambio. Habida cuenta de que ecomienzo consiste en una situació



primitiva en que cada uno hace cosapara sí mismo, al que sigue un estadio eque unos trabajan para otros (los cualepagan por ello), habrá todavía dos tipode tareas. En relación con el primer tipde actividad, un hombre puede deci

efectivamente: «yo hago cosas dignas dser hechas incluso si nadie pagara poellas. Pero como no soy un hombr

especial y necesito comida, casa vestido, deben pagarme por hacerlas»El segundo tipo de actividad es aquel e

que la gente hace cosas con el exclusivpropósito de ganar dinero. Se trata dcosas que no tendría ni debería hacenadie en el mundo —y que de hecho n



haría— si no se pagara por ellas.Debemos dar gracias a Dios porqu

haya multitud de quehaceres de lprimera categoría. El labriego, epolicía, el médico, el artista, eprofesor, el sacerdote y muchos otro

hacen algo digno de hacerse: algo que ubuen número de gente haría —y hace—sin sueldo, que toda familia trataría d

hacer desinteresadamente para sí mismsi viviera en una situación daislamiento como la primitiva

Menesteres como éstos no sonecesariamente agradables. Atender uneprosería es un buen ejemplo de ello.

El extremo opuesto se pued



representar con dos ejemplos. No los considero necesariament

equivalentes desde el punto de vistmoral, pero son semejantes segúnuestra presente clasificación. Uno es erabajo de la prostituta profesional. L

peculiar ignominia de ese trabajo (antede decir que no debería llamar trabajo su actividad, piénsenlo dos veces), l

que lo hace mucho más horrible que lfornicación normal, consiste en scarácter de ejemplo extremo de un

actividad que no persigue ningún otro fiposible salvo el dinero. No es posible imás lejos en esa dirección: intercambisexual no sólo al margen del matrimoni



o sin amor, sino incluso sin placer. Esegundo ejemplo es el siguiente. Amenudo veo una valla con un anunciocuyo propósito consiste en que cientode personas miren hacia el lugar. Por sparte, la firma anunciadora deb

alquilarlo para anunciar sus mercancíasConsideren cuán alejado está todo estde la idea expresada en la fórmul

«hacer lo que es bueno». Un carpinterha hecho la valla anunciadora, inútil esí misma. Los impresores y fabricante

de papel han trabajado para exhibir eanuncio, sin valor hasta que alguiealquila el espacio. La valla carece dutilidad para el que la alquila hasta qu



pega en ella el cartel. Después dhacerlo, seguirá siendo inútil a menoque persuada a los demás de comprasus bienes. Las mercancías pueden sefeas, inútiles y perniciosas, es decirartículos que ningún mortal compraría s

os ensalmos incitantes o exóticos deanuncio no hubieran despertado el deseartificial de conseguirlos. En todas la

etapas de este proceso se están haciendcosas cuyo único valor reside en edinero que producen.

Ese debería ser el resultado de unsociedad que dependpredominantemente de la compraventaEn un mundo racional las cosas s



deberían hacer porque fueranecesarias. En el mundo actual epreciso crear la necesidad para que lgente pueda cobrar dinero por hacer lacosas. Ésa es la razón por la que ndeberíamos tildar muy rápidamente d

pedantería la desconfianza o el desdépor el comercio característica de lasociedades primitivas. Cuanto má

mportante es el comercio, tanto mágente es condenada y, lo que es peoraprende a preferir lo que he llamad

segundo tipo de quehacer. Las cosadignas de ser hechas al margen desalario, el trabajo deleitable y la obrbien hecha son privilegio de una minorí



afortunada. La búsqueda competitiva decliente domina la situaciónternacional.

Durante toda mi vida se hrecaudado dinero en Inglaterra (dforma correcta) para comprar camisas

entregárselas a personas desempleadasEl trabajo del que habían siddespedidos era la fabricación d

camisas. No es difícil prever que un estado d

cosas así no puede ser permanente. Si

embargo, es muy probabledesgraciadamente, que desaparezca posus propias contradicciones internacausando un sufrimiento inmenso. Sól



puede terminar sin dolor si encontramoel modo de agotarlo voluntariamente. Nhace falta decir que yo no tengo un plapara conseguirlo. En cualquier caso, so tuviera, ninguno de nuestros grande

hombres —los grandes hombres de l

política y la industria— haría caso dél. El único signo esperanzador en estmomento es la «carrera espacial» entr

Rusia y América. Dado que hemoentrado en una situación en que eprincipal problema no es procurar a l

gente lo que necesitan o les gusta, sinmantenerlas ocupadas haciendo cosano importa cuáles), difícilment

podrían ocuparse en algo mejor que e



fabricar objetos costosos susceptiblede ser arrojados posteriormente por lborda. Ese proceso mantiene el dineren circulación y las fábricas eactividad. Nada de eso hará muchdaño, o no durante demasiado tiempo. E

alivio es, no obstante, parcial emporal. La principal tarea práctica da mayoría de nosotros no consiste e

proporcionar consejo a los grandehombres acerca de cómo terminar conuestra fatal economía —no tenemo

ninguno que darle y ellos no lescucharían—, sino en examinar cómpodemos vivir dentro de ella con emenor daño y degradación posible.



Es preciso poner de manifiestodavía algo fatal e insensato. Así coma ventaja de los cristianos sobre lo

demás hombres no se debe a que seaseres menos caídos ni menocondenados que ellos a vivir en u

mundo caído, sino al hecho de saber quson seres caídos en un mundo caídonosotros estaremos mejor si recordamo

en cada momento lo que es el trabajbien hecho y cuán difícil se ha vueltahora para la mayoría. Tal vez debamo

ganarnos la vida tomando parte en lproducción de objetos de pésimcalidad e indignos de ser producidoaun cuando fueran de buena clase. L



demanda o la «compra» de productoasí se logra exclusivamentanunciándolos. Junto a las aguas dBabilonia —o el cinturón de montaje—diremos, sin embargo, interiormente «sme olvido de ti, ¡oh Jerusalén!, que m

mano derecha olvide mi astucia» (lhará).

Y naturalmente mantendremo

nuestros ojos abiertos para cualquieoportunidad de fuga. Si tenemos lposibilidad de «elegir una carrera

¿tiene un hombre de cada cien una cosasí?), perseguiremos los trabajosensatos como galgos y nos pegaremos ellos como lapas. Si tenemo



oportunidad, trataremos de ganarnos lvida haciendo bien aquellas cosas qumerecía la pena hacer aun cuando nuviéramos que ganarnos la vida. Tal ve

sea necesario mortificaconsiderablemente nuestra avaricia. Lo

rabajos insensatos producen por lgeneral grandes sumas de dineroTambién son habitualmente los meno

aboriosos.Fuera de todos ellos hay, n

obstante, algo más sutil. Debemos pone

mucho cuidado en preservar nuestrohábitos intelectuales libres del contagide quienes han sido educados en essituación. Una infección de ese tipo h



corrompido profundamente, en mopinión, a nuestros artistas.

Hasta muy recientemente —hasta lsegunda mitad del siglo pasado— sdaba por supuesto que la ocupación deartista consistía en deleitar e instruir

su público. Había, naturalmentediferentes públicos. Las cancionecallejeras y los oratorios no iba

dirigidos a la misma audiencia (aunquea mi juicio, a una gran cantidad de gentes gustaban las dos). El artista podí

ncitar a su público a apreciar cosas mábellas de las que había querido aprincipio. Ahora bien, sólo podía haceuna cosa así si resultaba entretenid



desde el comienzo —aun cuando no simitara a entretener—, ofreciendo un

obra básicamente inteligible —aunquno se entendiera completamente—. Todesto ha cambiado. En los círculoestéticos más elevados no se oye hoy dí

nada acerca del deber del artista hacinosotros. Todo gira acerca de nuestrobligación hacia él. El no nos deb

nada. Nosotros, en cambio, le debemo«reconocimiento», aun cuando no hayprestado la menor atención a nuestro

gustos, intereses o hábitos. Si no se ldamos, nuestro nombre servilipendiado. En esta tienda el clientestá equivocado siempre.



Un cambio así es parte, seguramentede nuestra nueva actitud hacia toda obraComo «dar empleo» es más importantque hacer cosas necesarias o agradablepara los hombres, hay una tendencia considerar que la causa de la existenci

de cualquier industria reside en quieneejercen la profesión en ella. El herrerno trabaja para que los guerreros pueda

uchar. Los guerreros existen y luchapara que el herrero pueda estar ocupadoEl bardo no existe para deleitar a l

aldea: la aldea existe para ensalzar abardo.Detrás de este cambio de actitud e

a industria se esconden razone



estimables y cierta insensatez. El avancreal de la caridad nos prohíbe hablar d«población sobrante». En su lugacomenzamos a hablar de «desempleo»El peligro del cambio reside en qupodría conducirnos a olvidar que e

empleo no es un fin en sí mismoQueremos que la gente tenga empleporque es un medio para conseguir e

sustento, pues creemos —quién sabe sacertadamente— que es mejoalimentarlos por hacer cosas mal que

cambio de no hacer nada.Sin embargo, aunque tenemos edeber de dar de comer al hambrientodudo que tengamos obligación d



«estimar» al ambicioso. Esta actituhacia el arte es fatal para la obra biehecha. Muchos cuadros, poemas novelas modernos que hemoconseguido «estimar» no son obras biehechas en absoluto, pues no son s

siquiera obras. Son meros charcos dsensibilidad o reflexión derramadasCuando un artista está trabajando e

sentido estricto, tiene en mente, posupuesto, el gusto existente, los interese la capacidad de su audiencia. Esto e

parte de su materia prima, como eenguaje, el mármol o la pintura. Epreciso usarlo, domesticarlosublimarlo, no ignorarlo ni oponerse



ello. La indiferencia altanera no es urasgo de genio, ni prueba de integridadsino pereza e incompetencia. Significno haber aprendido el oficio. De ahí qua obra realmente honesta para Dio

aparezca ahora, en lo que atañe al arte

de un modo nada intelectual: en el cineas historias de detectives o los cuento

de niños. Todos ellos son a menud

estructuras razonables, instrumentoemplados, cuidadosamente ajustados

con todos los acentos calculados, en lo

que la habilidad y el esfuerzo semplean con éxito para producir lo quse pretende. No me malinterpreten. Laproducciones intelectuales puede



revelar, como es lógico, unsensibilidad más fina y un pensamientmás profundo. Pero un charco no es unobra excelsa, por exquisitos que seaos vinos, aceites o medicinas qu

contenga.

Las grandes obras (de arte) y la«buenas obras» (de caridad) deberíaser también obras bien hechas. Hagamo

que los coros canten bien o que scallen. De otro modo ratificaremos lconciencia mayoritaria de que el mund

de los negocios, que fabrica con enormeficiencia cosas que no sería precisrealmente fabricar, es el verdadermundo práctico de los adultos, mientra



que la «cultura» y la «religiónhorrendas palabras ambas) so

actividades esencialmente marginalespropias de aficionados y de personaalgo afeminadas.



Un lapsus linguae

Cuando un laico debe pronunciar usermón, le será muy útil e interesante, mi juicio, hacerlo desde su posición. N

presumirá tanto de instruir cuanto dcotejar apuntes.

No hace mucho tiempo, cuand

utilizaba en mis oraciones privadas lcolecta para el cuarto domingo despuéde la Trinidad, descubrí que habícometido un lapsus linguae. Habípensado pedir fuerza para pasar por lacosas temporales de un modo que no mhiciera perder finalmente las eternas



Pero me di cuenta de que había pedidfuerza para pasar por las cosas eternade una forma que no me hiciera perdeas temporales. No considero

naturalmente, que un lapsus linguae sepecado. Dudo de que sea un freudian

suficientemente estricto para creer qucualquier desliz de ese tipo tiene, siexcepción, un significado profundo

Estimo, no obstante, que algunos sí lienen, y consideré que éste era uno d

ellos. Pensé que lo que había dich

nadvertidamente expresabaproximadamente lo que había deseadrealmente.

Como es natural, la semejanza er



aproximada, no exacta. Nunca he sidan estúpido como para pensar que l

eterno se pueda «dejar atrás» en sentidestricto. Lo que yo había queridposponer sin perjuicio para mis asuntoemporales eran las horas o momento

en que prestaba atención a lo eternoaquellos en los que me comprometía coello.

A continuación indicaré lo ququiero decir. Yo rezo, leo un libro doraciones, me preparo para la Comunió

la recibo. Pero mientras hago estacosas hay, por así decir, una voz dentrde mí que me pide cautela. Me dice quenga cuidado, que sea dueño de m



mismo, que no vaya demasiado lejos nqueme mis naves. Me pongo epresencia de Dios con el temor de qudurante esos momentos me puedsuceder algo que pudiera ser perjudiciaal regresar de nuevo a la vid

«ordinaria». No quiero ser llevado omar alguna resolución que despué

haya de lamentar, pues sé que despué

del desayuno veré las cosas de un modcompletamente distinto. No quiero qume ocurra nada ante el altar que m

leve a contraer una deuda demasiadgrande para poder pagarla despuésSería muy desagradable, por ejemploomar tan en serio el deber de la carida



cuando estoy ante el altar) que mobligara después del desayuno a rompea respuesta realmente bárbara escrit

ayer a un cronista y que pensaba enviahoy al correo. Sería fastidioscomprometerme a cumplir un program

de abstinencia que suprimiera ecigarrillo tras el desayuno (o mpermitiera, en el mejor de los casos

cambiarlo por otro que podría fumamás tarde). Incluso el arrepentimiento dactos pasados deberá ser provechoso

Al arrepentimos, reconocemos que loactos pasados son pecados y que, poanto, no se deberán repetir. Será mejo

dejar este asunto sin resolver.



El principio fundamental de todaestas precauciones es el mismoproteger las cosas temporales. Ebastante claro que esta tentación no masalta solamente a mí. Un excelentautor (cuyo nombre he olvidado

pregunta en algún lugar: «¿No nos hemopuesto a veces apresuradamente de pial considerar que el temor de Dio

podría manifestarse de modabsolutamente inconfundible scontinuáramos orando?». La siguient

historia me fue contada como verdaderaUna irlandesa que acababa dconfesarse se encontró en las escalerade la capilla con otra mujer, su mayo



enemiga en la aldea. Ésta lanzó uorrente de improperios contra aquélla

«¿No es vergonzoso, replicó Biddy, quusted, cobarde, me trate de este modahora que me encuentro en Gracia dDios y no puedo responderle? Per

espere un momento. No estaré en gracide Dios por más tiempo». Esta otra eun excelente ejemplo tragicómico de l

ast Chronicle de Trollope. Uarcediano estaba enojado con su hijmayor. Eso le llevó a adoptar de mod

nmediato ciertas disposiciones legaleen perjuicio suyo. Todas ellas spodrían haber tomado algunos días máarde. Trollope explica, empero, por qu



el arcediano no podía esperar. Antes dque llegara el siguiente día deberípronunciar las oraciones matinales, sabía que sería incapaz de llevaadelante sus planes sin ningún obstáculdespués de decir «perdona nuestra

ofensas como nosotros perdonamos a loque nos ofenden». Así pues, los realizen seguida, y decidió obsequiar a Dio

con un fait accompli. Éste es un casextremo de la precaución de questamos hablando. El hombre no s

aventurará en el dominio de lo eternantes de haber puesto a salvo las cosaemporales.

Ésta es mi permanente y continu



entación: descender a ese mar (creo quSan Juan de la Cruz empleaba la palabr«mar» para calificar a Dios) y nsumergirme, nadar o flotar en él, sinsolamente salpicar y chapotear, tomandprecauciones para no descender a la

profundidades y sujetar el salvavidaque me une con las cosas temporales.

Se trata de una tentación diferente d

a que nos asalta al comienzo de la vidcristiana. En ese momento luchamos (amenos yo) para no admitir de ningú

modo las exigencias de lo eterno. Ycuando habíamos luchado, habíamosido vencidos y nos habíamos rendidosuponíamos que todo sería coser



cantar. Esta tentación se producdespués. Concierne a aquellos que yhan admitido la exigencia y estáhaciendo incluso esfuerzos parsatisfacerla, y consiste en buscaanhelantemente que la exigencia sea l

menor posible. Somos realmente musemejantes a los contribuyentes honestopero mal dispuestos. En principio damo

por bueno el impuesto sobre la rentaHacemos nuestra declaracióverazmente. Pero tememos la subida de

mpuesto. Tenemos mucho cuidado en npagar más de lo necesario. Y esperamomuy ardientemente que después de habepagado nos quede todavía lo suficient



para seguir viviendo.Observen que todas esta

advertencias que el tentador nos susurral oído son plausibles. No creo quntente engañarnos realmente mucha

veces (sobre todo después de la primer

uventud) con una abierta mentira. Eeso consiste su plausibilidad. Eposible, ciertamente, ser llevado por l

emoción religiosa —por el entusiasmocomo lo llamaban nuestros antepasado— a adoptar resoluciones y actitude

que después debamos lamentar. Y ellno pecaminosamente, sinracionalmente. No cuando somos mámundanos, sino cuando somos má



sabios. Podemos llegar a seescrupulosos o fanáticos. Con un celaparente que en realidad es presunciónpodemos acometer tareas no destinadapara nosotros. En esto consistverdaderamente la tentación. La mentir

reside en la sugerencia de que nuestrmejor protección es una prudente estimpor la seguridad de nuestro bolsillo

nuestras gratificaciones habituales nuestras ambiciones. Todo ello es, siembargo, completamente falso. Nuestr

verdadera protección se debe buscar eotra parte: en las ocupaciones cristianahabituales, en la teología moral, en epensamiento racional juicioso, en e



consejo de buenos amigos y buenoibros, y, si fuera necesario, en u

director espiritual experto. Laecciones de natación son mejor para l

playa que el salvavidas.La razón está en que el salvavidas e

realmente un salvamuertes. No esemejante a pagar los impuestos y vivide lo que quede. Dios no quier

propiamente nuestro tiempo o nuestratención —ni siquiera todo nuestriempo y toda nuestra atención— No

quiere a nosotros. Para todos soverdaderas las palabras del bautista: Edebe aumentar y disminuir.

Será infinitamente misericordios



con nuestras reiteradas faltas. Nconozco promesa alguna de que aceptarun compromiso premeditado, pues, a lpostre, no tiene nada que darnos excepta Sí Mismo. Pero sólo podrá hacerlo seliminamos la presuntuosa afirmación d

nosotros mismos y le hacemos un lugar El en nuestras almas. Preparemonuestra mente para ello. No deber

haber nada propio de lo que vivir, nexistirá vida «ordinaria». No quierdecir que todos nosotros estemo

lamados a ser mártires o santos. Perambién pudiera ocurrir así. Paralgunos (nadie sabe quiénes) la vidcristiana incluirá mucho ocio, mucha



ocupaciones que nos agradanaturalmente. Pero todas ellas serárecibidas de la mano de Dios. En uperfecto cristiano deberán formar partanto de su «religión», de su «servicio»

como de sus más duros deberes. Su

fiestas deberán ser tan cristianas comsus ayunos. Lo que no se puede admiti—lo que debe existir exclusivament

como un enemigo invencible al que sofrece resistencia diariamente— es ldea de que hay algo «propiament

nuestro», alguna zona en la que estamo«fuera de toda norma» y sobre la quDios no tiene derecho alguno.

El lo merece todo, pues es amor



quiere favorecernos. Pero no podrhacerlo a menos que nos tenga. Cuandratamos de reservarnos una zona com

área exclusivamente nuestra, estamoacotando un área de muerte. De ahí quEl, enamorado, lo reclame todo. Con E

no es posible ningún pacto.Este es, a mi juicio, el significado d

odos esos dichos que tanto me alarman

Tomás Moro decía: «Si hacéis contratcon Dios sobre cuánto debéis servirledescubriréis que los habéis firmad

ambos vosotros mismos». La voz diccon su terrible y fría voz: «Muchoserán rechazados el último día no por nhaber dedicado tiempo o esfuerzo a s



salvación, sino por no haber dedicado esuficiente». Después, en su más fértiperíodo de Behmenite: «Si no habéielegido el Reino de Dios, carece dmportancia en el fondo lo que hayái

elegido en su lugar». Son palabra

difíciles de aceptar. ¿No existdiferencia realmente entre haber elegidas mujeres o el patriotismo, la cocaín

o el arte, el whisky o un escaño en egabinete, el dinero o la cienciaSeguramente no exista una diferenci

que importe verdaderamente. Cocualquiera de ellas habremos malogradel fin para el que hemos sido creados rechazado la única cosa capaz d



satisfacerlo. ¿Qué importa a un hombrque muere en el desierto la elección druta que lo alejó de la única correcta?

Es un hecho notable que el cielo y enfierno hablen sobre este asunto co

una sola voz. El tentador me dice: «te

cuidado, piensa en la utilidad de esbien, en lo que va a costar la aceptacióde esta gracia». Nuestro Señor nos dic

gualmente que tengamos en cuenta locostes. Incluso en los asuntos humanose concede gran importancia al acuerd

entre aquellos cuyo testimonio resultdifícil de armonizar. Pues aquí todavímás. En estos asuntos debería sebastante claro que el chapotear apena



iene consecuencias. Lo que importa, lque el cielo desea y el infierno teme eprecisamente el paso ulterior, estacubierto por el agua, perder el control.

Y, sin embargo, no estoy en situaciódesesperada. En este punto m

ransformo en lo que algunos podríalamar un personaje muy evangélico, e

cualquier caso no pelagiano en absoluto

Yo no creo que los esfuerzos por mparte terminarán un día y que sólo Diopuede hacer algo por este deseo d

responsabilidades ilimitadas, por estreserva fatal. Tengo gran fe y espero eEl. No pretendo decir que yo puedacomo se suele decir, «sentarm



ranquilamente». Lo que Dios hace ponosotros lo hace en nosotros. El procesconsiste, a mi juicio (y creo que no estoequivocado), en el ejercicio diario, dcada hora, de mi propia voluntad parrenunciar a esta actitud, especialment

por las mañanas, pues esa disposiciócrece a mi alrededor cada noche comun nuevo caparazón. Los fracasos debe

ser olvidados. Lo fatal es econsentimiento, la presencia tolerada regularizada de una zona en nosotros qu

seguimos reclamando para nosotromismos. No podremos expulsar nunca anvasor —esa zona de muerte— d

nuestro territorio, pero debemos estar e



a resistencia, no en el gobierno dVichy. Y ello debe comenzar, tal como lo veo, de nuevo cada día. Nuestr

oración matinal deberá ser la de lmitatio: Da hodie perfecte incipere

Concédeme tener hoy un comienz

ntachable, pues todavía no he hechnada.



Notas



1] III parte, capítulo 9. <<



2] Por eros entiende Lewis «ese estad

que llamamos “estar enamorado”; o, sse prefiere, la clase de amor en que “loenamorados están”». Sobre esa nocióncfr. C. S. Lewis, Los cuatro amores

Rialp, Madrid 1991, pp. 103-128. (N

del t.). <<



3] No quiero decir que los científico

dedicados a la actividad científica creaen ella como un todo. El deliciosnombre «Wellsianismo» (propuestdurante la discusión por otro miembrohubiera sido más apropiado que el d«perspectiva científica». <<



4] En alemán en el original. (N. del t.)

<<



5] Principles of Literary Criticism, cap

XI. <<



6] Al considerar el carácter mítico d

esta cosmología, resulta interesantreparar en que sus dos grandeexpresiones imaginativas son anteriorea toda evidencia. El Hyperion y e

ibelung's Ring , de Keats, son obrapredarwinianas. <<



7] Citado en Science and the B.B.C

ineteenth Century, abril 1943. <<



8] Por eros entiende Lewis «ese estad

que llamamos “estar enamorado”; o, sse prefiere, la clase de amor en que “loenamorados están”». Sobre esa nocióncfr. C. S. Lewis, Los cuatro amores

Rialp, Madrid 1991, pp. 103-128. (N

del t.). <<

El Diablo Propone Un Brindis y - C. S. Lewis

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