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El árbol de la vida en el convento de Meztitlán Nelly Sigaut El Colegio de Michoacán No desprecie nadie a estos pobres indios, no los desvíen, que cojos y mancos, pobres y humildes convida Dios a sus bodas, y El solo sabe, quién trae vestiduras de gracia. Juan de Grijalva Una de las manifestaciones plásticas que más ha reclamado la atención de los estudiosos de la historia del arte mexicano ha sido la pintura mural del siglo xvi. Desde los muros de las iglesias y los conventos, estas imágenes se han convertido en una clave para la comprensión del proceso conocido como conquista espiritual, así como de la mentalidad de los frailes que la protagonizaron. En efecto, las órdenes religiosas establecidas en la Nueva España, utilizaron la pintura para establecer programas iconográficos para los recién evangelizados pero también para los frailes que ocupa- ban los conventos en situación de extremo aislamiento y reducido número. De este modo, se han querido ver programas iconográficos de tono moralizante en las áreas de acceso exclusivas a los frailes y otros volcados hacia los principios y figuras básicos de la nueva religión, en áreas concurridas por los indígenas. Tal es el caso de las

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El árbol de la vida en el convento de Meztitlán

Nelly Sigaut El Colegio de Michoacán

No desprecie nadie a estos pobres indios, no los desvíen, que cojos y mancos, pobres y humildes convida Dios a sus bodas, y El solo sabe, quién trae vestiduras de gracia.

Juan de Grijalva

Una de las manifestaciones plásticas que más ha reclamado la atención de los estudiosos de la historia del arte mexicano ha sido la pintura mural del siglo xvi. Desde los muros de las iglesias y los conventos, estas imágenes se han convertido en una clave para la comprensión del proceso conocido como conquista espiritual, así como de la mentalidad de los frailes que la protagonizaron. En efecto, las órdenes religiosas establecidas en la Nueva España, utilizaron la pintura para establecer programas iconográficos para los recién evangelizados pero también para los frailes que ocupa­ban los conventos en situación de extremo aislamiento y reducido número.

De este modo, se han querido ver programas iconográficos de tono moralizante en las áreas de acceso exclusivas a los frailes y otros volcados hacia los principios y figuras básicos de la nueva religión, en áreas concurridas por los indígenas. Tal es el caso de las

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porterías: “ porque como los fieles eran tantos y tan bien enseña­dos en la Fe, el espíritu nuevo y valiente, no se vaciaban las porterías en todo el día de gente...”}

Un ejemplo importante de este modelo es el de la portería del convento agustino de Meztitlán, ubicado en la Sierra Alta de Hidalgo. El tema de la Inmaculada Concepción, que se encuentra en el muro oriente y el sacramental del Árbol de la redención de la pintura del muro sur, son óptimos para ser utilizados en función didáctica. Sin embargo, uno y otro tema son más que eso. En la portería de Meztitlán hay una declaración de principios y creen­cias de la orden agustina (fig.l).

En este trabajo me propongo analizar la pintura del muro sur, así como algunas (las de los medallones sacramentales del lado derecho han desaparecido) de sus inscripciones latinas e intentar una interpretación acerca de ella.

El convento de Meztitlán

Según algunos mapas que se conservan en el Museo Nacional del Virreinato, la Sierra Alta coincide justamente con la región delimi­tada por el investigador Claude Nigel Davies, en su trabajo sobre Los señoríos independientes del Imperio Azteca, como el antiguo señorío de Meztitlán.2 De la observación de otro mapa elaborado en 1569, se desprende que la mayor parte de los pueblos que dependían de Meztitlán se localizaban en la Sierra Alta y eran administrados por religiosos agustinos. Estos, que llegaron a la Nueva España en 1533, comenzaron la evangelización de la Sierra Alta en 1536, con la designación de fray Juan de Sevilla y fray Antonio de Roa para ocuparse de esta inmensa región.

La dificultad del proceso la explica con claras imágenes el cronista agustino:

hallaban gran dificultad en ellos [en los indios], porque antes que entraran nuestros religiosos, les había hecho el Demonio muchas pláticas, representándoles la obligación que tenían a conservarse en

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Fig. 1 Convento agustino de Meztitlán. Pintura del muro sur de la portería representando a Cristo como Arbol de la Vida.

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su religión antigua, que viesen los grandes trabajos que padecían ya los de los llanos, después que habían mudado de religión, que ya ni el cielo les daba sus lluvias, ni el sol los miraba alegre, ni los podía sufrir la tierra. De estas mentiras, les dijo a osadas: y como si fueran verdades, estaban tan persuadidos los indios y tan acobardados, que aún oir no los querían. Escondíanseles por aquellas breñas huyendo de la vida que les ofrecían.3

Aunque todavía no hay fechas claras con respecto a la construc­ción del convento de Los Santos Reyes, como y donde hoy se encuentra ubicado, es posible seguir la opinión de George Kubler, quien señala como el momento de mayor actividad constructiva en Meztitlán el comprendido entre 1540 y 1560.4 Además, la pintura que originó este trabajo está fechada en noviembre de 1577 y por lo tanto es factible suponer que para iniciar los trabajos de pintura el proceso constructivo ya debía estar totalmente terminado (fig.2).

El programa iconográfico

Los ocho medios puntos del claustro bajo albergan a cuatro doctores de la Iglesia: san Agustín, san Ambrosio, san Jerónimo y san Gregorio, así como a los cuatro evangelistas: Marcos, Mateo, LucasyJuan. En el claustro alto algunos medios puntos conservan temas vetero y neotestamentarios: el sacrificio de Isaac, la serpien­te de bronce, el Prendimiento, el camino hacia el Calvario, la muerte de Jesús en la Cruz y la Resurrección.

En el cubo de la escalera están representados los triunfos cristianos de la Castidad y la Paciencia. Los otros dos, que comple­taban el programa, ya no existen, aunque Erwin Walter Palm supuso que podrían haber sido los triunfos de Job y de David.5

El modelo fue una serie de grabados de Martin de Heemskerck, concebidos en 1559 y grabados en 1562. Es el resultado de la reunión de los Triunfos de Petrarca con las virtudes cristianas, uno de los temas favoritos de la Contrarreforma, que sirvió de progra­ma común para los murales de Meztitlán y la Casa del Deán en Puebla.6

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Fig. 2 Cristo como Árbol de la Vida. Detalle de la pintura mural con la fecha "novemberum 1577 años”.

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La portería aloja en el muro este a la Inmaculada Concepción y en el muro sur el árbol de la redención, “de carácter vitiforme y con seis ramificaciones con medallones sacramentales, [que] crece de la Fuente de la Vida, junto a la cual tiene lugar el bautismo”.7

Es necesario destacar que todas estas pinturas están rodeadas por elementos decorativos que, al decir de Elena Estrada de Gerlero, tienen también un contenido simbólico. Tal es el caso de la bóveda del refectorio, donde las anchas nervaduras están deco­radas con la cardina y los plementos están cubiertos con diseño serliano. En cuanto a los grutescos, el que integra la composición total del guardapolvo del claustro y del cubo de la escalera, parece un pretil esculpido, donde “el registro central es un grutesco blanco y negro con mascarones zoomorfos, lagartijas (castidad) y garzas (vigilancia) que engullen lombrices, moscas y flores que se mueven entre el follaje”.8

Los modelos

Se ha identificado a la pintura del muro sur de la portería del convento agustino de Meztitlán, representando,« Cristo como árbol de la vida, que sigue el modelo propuesto por san Buenaven­tura y también asimilado a la Vid mística, i Cuáles son los antece­dentes de estas dos ideas?

El árbol de la vida

En el Génesis (Gn. 2,9) se ve aparecer el árbol de la vida en el Jardín de Edén creado por Dios :

Yahvéh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.

El primer nombre alude a la inmortalidad que confería con sus frutos y el segundo es una definición, por anticipación literaria, de

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su papel en la caída de los primeros padres. En la literatura cuneiforme se habla del árbol de la vida y del árbol de la verdad, que están a la puerta del cielo. El héroe sumerio Gilgamesh andaba buscando la planta de la juventud que le preservase de la muerte. En la literatura griega se habla de las manzanas de oro del jardín de Hespérides, guardadas por un dragón, que también daban vida.

Otros autores los consideran tomados de los libros mazdeístas del Irán y algunos los relacionan con tradiciones babilónicas, conservadas oralmente durante siglos en la memoria de los judíos.

Según una versión, el árbol central del paraíso era el árbol de la vida, según otra, era el árbol de la ciencia del bien y del mal. El autor sagrado toma el partido de ponerlos a los dos en el medio; en la continuación del relato, ambos árboles se distinguen y se confunden continuamente.9

El parentesco entre las tradiciones iraní y babilónica con el relato del Génesis es innegable, pues no solamente los monumen­tos asirio-babilónicos y los libros mazdeístas representan o cono­cen un árbol sagrado que da la vida sino que todas las otras tradiciones paradisíacas lo mencionan. Los Vedas de los hindúes hablan de un árbol de donde fluye la savia de la vida, el soma y cuya madera sirve de sostén al cielo y la tierra. En el paraíso terrestre de los chinos, crecen árboles encantados y ese jardín florido produce la vida. Es el camino del cielo y la conservación de la vida depende del fruto del árbol. Un antiguo relato llama a este árbol, de la vida.

Conservado en todos los pueblos, los judíos pudieron apren­derlo de los caldeos: Abraham pudo conocerlo en su patria, donde formaba parte de las creencias populares.

Independientemente de su realidad histórica, el árbol de la vida recibió de las mismas Escrituras y de los Padres de la Iglesia, una significación simbólica. Plantado sobre el río de agua de vida, que brota del trono de Dios y del Cordero, los árboles de la vida dan fruto 12 veces, una vez por mes, y sus hojas sirven de medicina (Ap.

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22,1-2). Los Padres desarrollaron esta explicación anagógica y a menudo comparan al árbol de la vida con el árbol de la cruz, que nos devolvió la vida perdida por falta de Adán; Jesucristo, en la cruz, es el verdadero fruto de la vida.

Al lado del árbol de los mundos, en la mitología germánica, del fresno Yggdrasil, se encuentra el árbol de la vida en la Mesopotamia, los de la inmortalidad en Asia, de la juventud en la India y en Irán, y del conocimiento en el Antiguo Testamento. El árbol que hunde sus raíces en las profundidades misteriosas y cuyos brazos se elevan hacia la amplitud del cielo, que protege a los hombres y a las bestias de las tempestades y los nutre con sus frutos, expresa la vida misma para los pueblos. El arquetipo del árbol, sin embargo, no ha encontrado su complemento en la revelación de Cristo, sino en el árbol de la Cruz.10

La vid mística

La viña fue empleada en un sentido funerario, por derivación del simbolismo del martirio, que se encuentra en la liturgia romana, en la comunión de los mártires en la época de Pascua. Es posible que la única referencia escrita antes del siglo ix, de la viña considera­da como símbolo eucarístico, sea la del Deuteronomio: “y por bebida, la roja sangre de la uva ” (Deut. 32,14). San Bernardo dirá en uno de sus sermones: et vere fnictus vitis, sanguis est maityiis.

En los primeros siglos cristianos, la viña era empleada como emblema de la vida cristiana; más tarde pasa de las tumbas a los altares, donde tomará el carácter eucarístico que no le dieron los primeros artistas que los asociaron a los santos cuerpos y reliquias.

En el árbol de Auriol, del siglo v, un borde en relieve está ornamentado con ramas de vid y racimos. Muchos de los elemen­tos de estas tempranas representaciones, guardan analogía con los del mosaico absidial de la Basílica de San Clemente de Roma. La decoración del ábside de la basílica superior es del tiempo de Inocencio II (1130-43); según algunos autores, de 1112.11 Sobre el arco, aparece el busto del Salvador en un disco de cielo rodeado de una zona estrellada (fig.3). Bendice a la manera latina y lleva el

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Fig. 3 Mosaico del ábside de la iglesia de San Clemente de Roma. Siglos XII-XIII.

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nimbo cruciforme. El tetramorfo lo acompaña: ángel y águila con coronas gemadas, el león y el buey con los libros como en Santa María en Trastévere. Un poco más abajo, se distribuyen dos grupos, uno a la izquierda formado por san Lorenzo y san Pablo a la sombra de palmeras que figuran la tierra prometida y más abajo, el profeta Isaías. El otro grupo, a la derecha, se forma con san Pedro y san Clemente y abajo, el profeta Jeremías.

Debajo de cada uno de los profetas, aparecen la ciudad de Jerusalén y Bethleem de donde salen 12 ovejas que se dirigen hacia el Cordero Divino ubicado en el centro con nimbo.

La cruz del centro de la composición es la única conocida hasta ahora en la serie de mosaicos absidiales romanos. El Cristo está clavado con cuatro clavos, la cabeza cae sobre el hombro y es evidente que remite a un modelo más arcaico y seguramente de inspiración bizantina.12 La Virgen y san Juan a los pies de Cristo y 12 palomas, símbolo de los apóstoles y de todos los fieles regene­rados por la sangre de Cristo, están dispuestas a lo largo de la cruz. Al río, de la parte inferior, alimentado por cuatro fuentes, van a tomar los animales. El matorral al pie del cual salen las fuentes divinas y apagan la sed los animales, cubre el pie de la cruz y parece la raíz fecunda, fantástica, que se extiende en cinco órdenes de roleos y desarrolla toda la riqueza de esa lujuriosa vegetación. Se ven uvas, frutos diversos, flores, animales: la intención simbólica del tema es representar, en ese floríferum nemus paradisi, la viña mística, la Iglesia reverdeciendo y fecunda por la virtud de la cruz.

Los modelos formales

En cuanto al aspecto formal, son varios los antecedentes conoci­dos que podrían enumerarse; entre ellos el sarcófago de Constan­cia (la hija del emperador Constantino) del siglo iv, el mosaico absidial de la capilla de los santos Cipriano diácono y Justina virgen, de fines del siglo iv y principios del v.

Quizás más interesantes sean dos de los lunetos que sostienen la cúpula del Mausoleo de Gala Placidia (siglo v), en los cuales, dos

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de los apóstoles se encuentran ubicados en el centro de la compo­sición rodeados de un follaje como el descrito en san Clemente, pero de cuyas ramas solamente se desprenden, en tamaño conside­rable, grandes racimos de vid.

Cabría preguntarse si en el mosaico romano está presente la idea del árbol de la vida, así como también cuándo se produjo la asociación de la cruz con el árbol de la vida. Diversos autores señalan a los Padres de la Iglesia y en especial a san Ambrosio y el lignun vitae.

Es necesario destacar la enorme relación que guarda la descrip­ción del manuscrito del opúsculo de san Buenaventura, que se guarda en la Biblioteca Municipal de Perusa, con el mosaico de san Clemente. El dibujo del siglo xm es una miniatura que representa el árbol de la Pasión, es decir, Cristo en la Cruz, sobre un fondo azul que figura el cielo estrellado, con los símbolos de los evange­listas en los cuatro ángulos del dibujo. El árbol está formado por un conjunto de filacterias que llevan inscripciones referentes a la Pasión y a las palabras de Cristo en la cruz y además a una serie de medallones que llevan inscritos, en rojo, otros textos; todo ello tomado de los versículos correspondientes a las distintas partes en que se divide la obra.

El original, del cual dependen los manuscritos, fue delineado por san Buenaventura. En sus tres cuerpos, se hace referencia al origen y vida de Cristo, a su Pasión y Glorificación, sucesivamente.

Quizás Bartolomeo Lulmo y Lucca Bertelli, autores del graba­do que sirvió de modelo para la pintura de la portería de Meztitlán, podrían haber tenido como modelo formal algunas de las obras romanas mencionadas anteriormente, además del árbol de san Buenaventura. En el grabado italiano, fechado en 1569, las inscripciones sobre la Vida, Pasión y Glorificación de Jesucristo han sido reemplazadas por citas bíblicas, encerradas en círculos que crean las ramas que salen de la base de la cruz que surge de la Fuente de la vida. En cada uno de los seis medallones, pequeñas escenas hacen referencia a un sacramento: eucaristía, confirma­ción, orden, matrimonio, unción de los enfermos y penitencia. El

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sacramento restante -el bautismo- se encuentra a los pies de la cruz. Frente a los personajes que se ubican en dichas escenas, la figura de Cristo toma dimensiones gigantescas, es decir que se ha utilizado el arcaico recurso de la escala jerárquica para los perso­najes sagrados.

Este grabado fue reproducido fielmente en el convento agusti­no. En otro convento de la misma orden, en la portería de Acol- man, se descubrió hace unos años una filacteria pintada con la leyenda Misil verbum suum, que aparece en el grabado, pero no se reprodujo en Meztitlán, por lo cual Elena Estrada de Gerlero supone que el mismo tema se pintó en Acolman. Y en la capilla del pueblo de San Francisco Mazapa los franciscanos utilizaron el mismo modelo para pintar el Árbol de la vida.13.

Las inscripciones

En Meztitlán, los medallones sacramentales del lado derecho han desaparecido totalmente, así como la parte superior de la cruz. El esquema de la distribución de las inscripciones es el siguiente:

I9-----

5

2 1 3

1. Lo que aún puede leerse de esta inscripción es: et...pe

..ndam et

..dabimini ab oibus in quinamentis

8764

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Ezequiel 36,25: et effundam super vos aquam mundam, et mundabimini ab ómnibus in quinamentis (vestris, et ab universis idolis vostris mundabo vos)

Ez.,36,25: “os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras manchas y de todos vuestros ídolos os purificaré”.

Al reintegrar al pueblo israelita, Yahvéh quiso que constituyera una nueva comunidad totalmente distinta a la anterior del destie­rro en cuanto a sus sentimientos religiosos internos. Los vicios tradicionales de idolatría e injusticias sociales no deben prevalecer en el nuevo Israel y de ahí que Y ahvéh los someta a la purificación interna. Esta purificación no sólo hará desaparecer los pecados tradicionales pasados, sino que transformará interiormente a los nuevos ciudadanos de Israel: os daré un corazón nuevo, os atranca - ré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. El profeta entrevé la nueva etapa mesiánica, en que los imperativos del espíritu serán los móviles de una nueva generación: el cristianis­mo. Es interesante señalar que en los versículos siguientes (33-38) el profeta idealiza la situación de la tierra de promisión: Palestina se convertirá en un nuevo Edén.

2. vade et lavare septies in hordaneat q mundaberi...

3. ...recipiet sanitate caro tua.IlII.rec.c.V

LiberIVRegum 5,10: misitque ad eum Eliseus nuntium dicens: vade et lavare septies in Iordane, et recipiet sanitatem caro tua, at que mundaberis

2o.Rey.5,10: “Elíseo envió un mensajero a decirle: vete y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te volverá limpia”.

Naamán, jefe del ejército del Rey de Siria, hombre robusto y valiente, era leproso. Tuvo conocimiento de Elíseo a través de la

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sirvienta de su mujer y se puso en contacto con él. Como la lepra era considerada una enfermedad impura, no fue admitido a la presencia de Eliseo. Naamán creía que Eliseo lo podía todo, pero el profeta quiso demostrarle que sólo Dios puede obrar milagros. La respuesta fue que se bañara en las aguas del Jordán siete veces consecutivas. El siete es un número simbólico y sagrado; los ritos de purificación asirio-babilónicos incluían permanentemente sie­te aspersiones o inmersiones en aguas del Eufrates. Por insinua­ción de los criados, el general depuso su actitud altiva y desdeñosa, se humilló, tuvo la fe necesaria en la palabra del profeta y quedó limpio de la lepra.

4. salva nos domine

Ps. 105,47: salva nos, fac, domine, deus noster, et congrega nos de natiionibus ut confiteamur nomini sancto tuo er gloriemur in laude tua

Sal.106 Confesión nacional: “sálvanos Yahvéh, Dios nuestro, reúnenos de entre las naciones, para dar gracias a tu nombre santo y gloriarnos en tu alabanza”.

Este salmo es una actualización de la Historia Sagrada. La evocación tiene un propósito concreto: tiende particularmente a recordar los pecados de los padres. Si el pueblo del presente es culpable como sus antepasados y se une con ellos en la penitente confesión, la misericordia también le alcanzará a él. La confesión de los pecados es el principio del perdón.

Dice san Agustín:

a todos estos, tanto a los procedentes de Israel como a los de la gentilidad, el diablo los había cautivado. Roto el yugo de la domina­ción del diablo, ante la presencia de los espíritus malignos que los habían cautivado, gritan para salvarse y perfeccionarse eternamente con esta voz profètica: Sálvanos, Señor, Dios Nuestro y congréganos de entre las naciones.14

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5. miserere nostii domine

Ps. 122,3-4: miserere nostri, Domine, miserere nostri, e quia multum repleti sumus despectione quia multum repleta est anima nostra opprobrium abundantibus et despectio superbis

Sal.123,3-4 Oración de los afligidos: “Tenpiedad de nosotros, oh Yahvéh, ten piedad de nosotros, que estamos saturados de desprecio. Nuestra alma está por demás saturada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos”.

Súplica colectiva de los siervos de Dios por la liberación de las afrentas y de las burlas de la sociedad adversa. Algunos encuentran el ambiente adecuado para el salmo en la época de Nehmías (Neh 4,lss) cuando la pequeña comunidad de repatriados, concentrada en Jerusalén y sus alrededores, sufre persecución de sus enemigos. Su lenguaje es adaptable a cualquier circunstancia en que haya un grupo de humildes y piadosos que sufren la vejación de los liberti­nos y mundanos. Igual puede entenderse de un sector determina­do en el seno de su pueblo, como del pueblo entero en medio de las naciones.

6. ...net supereum+ungnte+eum deo+in+nomine domin...+et ora tio fidei+salvabit+in... rmum+iaco+V

Santiago 5,14-15: infirmatur quis in vobis? inducat presbyteros ecclesiae, et orent super eum ungentes eum oleo in nomine domini etoratio fídei salvabitinfirmum, et alleviabit eum dominus, et si in peccatis sit, remittentur ei

Santiago 5,14-15: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Lla­me a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en nombre del Señor y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor hará que se levante y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados”.

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El autor sagrado introduce la instrucción acerca de la unción de los enfermos que constituye uno de los siete sacramentos institui­dos por Cristo y promulgado por Santiago aquí. Pero Santiago da un consejo, no una orden perentoria o un precepto formal. Por eso el Concilio de Trento afirma que el Sacramento de la unción de los enfermos fue recomendado y promulgado por Santiago: pero no dice que haya sido impuesto. El efecto principal de la unción es el conferir al enfermo la salud eterna; es el alivio que Dios le dará al enfermo y por último, es el perdón de los pecados.

7. accipite et mandúcate+hoc est+corpus+meum+mat...XXVILVXX (...II) marcXIIM

Mr. 14,22: et manducantibus illis, accepit iesus panen et benedi- cens fregit et dedit eis et ait: sumite hoc est corpus meum

Mr. 14,22 Institución de la eucaristía: “mientras estaban co­miendo, tomó pan y pronunciada la bendición, lo partió, se lo dio y dijo: tomad, éste es mi cueipo.

Mt. 26,26: cenantibus autemeis, accepit iesus panem et benedi- xit ac fregit deditque discipulis suis et ait: accipite et comedite: hoc est corpus meum

Mt. 26,26: “Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y pronunciada la bendición, lo partió y dándoselo a sus discípulos, dijo: tomad y comed, éste es mi cueipo.

Según el rito delpateifamilias en la Cena Pascual, Cristo partió el pan y lo distribuyó entre los Apóstoles. Ese rito fue a dar luego nombre a la celebración eucarística: la fractiopañis. Posiblemente porque en ello se vio como un signo del cuerpo destrozado -inmolado- de Cristo en la Pasión y en la cruz.

Lo que continúa es la consagración de su sangre en el vino. Esta es la sangre de la Nueva Alianza. Se la contrapone a la escena del Sinaí (Ex. 24,3-8) en donde se hizo la Alianza entre Yahvéh y el pueblo mediante el sacrificio y la aspersión de la sangre. La sangre

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de Cristo establece la Nueva Alianza. Por eso la idea de alianza está puesta en relación con la sangre y no con la fórmula de la consagración del pueblo. El fruto definitivo por el que se derrama esta sangre es la remisión de los pecados de todos los hombres.

8. petro+et+io+imponebant manus+supillos+et acci piebat+spiritum sanctum et VIII

Actus Apostolorum 8,17: Petra et ¿oannes imponebant manus super illos et accipiebant spiritum sanctum

Hch. 8,17: “entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”.

Hay aquí una clara separación entre el Bautismo y la Imposi­ción de manos para conferir el Espíritu Santo, que realizan los apóstoles. En un principio, cuando los apóstoles comienzan a predicar y bautizar, ese rito va unido al del bautismo, aunque parece que no tardó en separarse, debido quizás al hecho de que la misión y poder bautizar se hizo más general, mientras que la de “imponer las manos” debió ser bastante más restringida (fig.4).

La exegética cristiana ha visto en esta imposición de manos los primeros vestigios de la existencia de un sacramento que, por entonces, no tenía aún nombre propio con que ser designado, pero que desde el siglo v sería llamado universalmente sacramento de confirmación.

9. hic+sanguis federis+quod+p epigit+dnus vobiscu+sup cu tis+senibus his

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^ U r a i o como Árbol de la Vida. Detalle de la pintura mural.sacramentales con inscripciones.

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Ex. 24,8: ille vero sumptum sanguienm respersit ¡n populum et ait: hic est sanguis foederis, quod pepigit dominas vobiscum super cunctis sennonibus his

Ex. 24,8: “Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: esta es la sangre de la Alianza que Yahvéh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras.

Es el momento más solemne de la Historia de Israel, el acto de la Alianza. En el caso del Sinaí, se trata de un contrato en el cual Dios e Israel se obligan mutuamente: Dios a cumplir sus promesas e Israel a observar las leyes que Moisés le presenta de nuevo. Tales leyes significan las estipulaciones del pacto. Los profetas expresa­rán el sentido de este pacto con las palabras: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. Con esto viene a nacer Israel como pueblo de Dios. Para llenar las formalidades, Moisés hace ungir el altar, ordena levantar doce piedras por las doce tribus, sacrifican vícti­mas y recogen la sangre con la que Moisés -mediador del pacto- rocía al pueblo, las piedras y el resto de la sangre la derrama sobre el altar, quedando con esto sancionado el pacto entre Yahvéh e Israel.

La sangre es lo más sagrado para el hombre y pertenece a la divinidad, porque es el vehículo de la vida. Las alianzas familiares y entre las tribus se sellaban con sangre, ordinariamente de anima­les. La sangre debía sellar la unión de Yahvéh con su pueblo. Jesucristo, en la última cena, parafraseando las palabras de Moisés sobre el pueblo, dijo solemnemente a sus discípulos: “esta es mi sangre de la Alianza, que será derramada por muchos ” (Me. 14,24; Mt. 26,28; Le. 22,20; Heb. 9,11-14; I Cor. 2,25).

Un acercamiento iconológico

Quienes se han ocupado de las pinturas murales del convento agustino de Meztitlán han coincidido en ver dos programas icono- lógicos diferentes: uno dedicado a los frailes formado por las pinturas del cubo de la escalera y el claustro alto y otro dedicado a

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los indígenas, formado por las pinturas de la portería y el claustro bajo.15 Sin embargo la complejidad del discurso teológico que hay detrás de esta pintura en especial, hace necesario reconsiderar algunos puntos.

Con respecto al concepto de sacramento, durante el lapso comprendido entre san Agustín hasta el siglo xn, “ no se llegó a una comprensión más precisa de la esencia del sacramento”.1* En la escolástica primitiva, es Hugo de San Víctor quien contribuyó directamente para elaborar el concepto de sacramento. Empleó la imagen del recipiente: los sacramentos contienen la gracia igual que los vasos contienen la medicina para el enfermo. Estas ideas de Hugo de San Víctor influyeron sobre los máximos pensadores de la alta escolástica.17

Luego de profundas polémicas, en el siglo xn triunfó la idea del número siete de los sacramentos. En el siglo xm san Buenaventu­ra y santo Tomás de Aquino, plantearon la discusión sobre el modo de obrar de los sacramentos. Para san Buenaventura, Dios infunde directamente la gracia en el corazón del hombre con ocasión de la administración de un sacramento. Para santo Tomás de Aquino, los sacramentos son los instrumentos que contienen en sí directa­mente la gracia. La selección del diseño dependiente de las refle­xiones de san Buenaventura sobre el árbol de la vida, así como la imagen de la Inmaculada Concepción de María, no son casuales. Son una declaración de creencias y principios de la orden de san Agustín. Su actitud frente a la administración de los sacramentos era compartida por los franciscanos:

Aquellos grandes primeros ministros y apostólicos varones de la Orden de Nuestro Padre San Francisco viendo que la multitud que venía al Bautismo era tan grande y los ministros tan pocos, adminis­traron los primeros años el Sacramento del Bautismo sólo en agua, con las palabras esenciales del Sacramento, de la manera que se hace en la extrema necesidad de la muerte, juzgando que ésta lo era y porlo menos tan urgente, que se podía dispensar en las ceremonias, exorcismos y unciones, que la Iglesia usa: y así fue tan grande el

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número de los bautizados que dice su historia [Torquemada, libro 16, cap.9] que en el año de 40, eran seis millones.18

Quizás esta sea la explicación que permita entender que en conventos franciscanos y agustinos, como San Francisco Mazapa, Acolman y Meztitlán, aparezca la misma representación en el mismo espacio del convento. La Bula de Paulo III de 1537 intentó frenar la administración masiva del sacramento del Bautismo. Sin embargo, en la pintura mural de Meztitlán hay, en 1577, una insistencia en la primitiva actitud:

aunque fue Cristo nuestra salud, el que instituyó los sacramentos, dejó el uso y disposición a su iglesia, para que mirando a los tiempos, y a las personas, disponga, y mude, no la substancia, sino el uso.19

NOTAS

1. Juan de Grijalva. Crónica de la Orden de N.P.S. Agustín en las Provincias de la NuevaEspaña, México, Imprenta Victoria, 1924, cap. XXVII, p. 147.

2. Estas observaciones, así como otras más detalladas sobre la región y sus antecedentesprehispánicos, son largamente estudiadas por José Guadalupe Victoria. Arte y arqui­tectura en la Sierra Alta. Siglo XVI, México, UNAM, 1985, pp. 33-43.

3. Juan de Grijalva, op. cit., cap. XIX, p. 110.4. George Kubler. La arquitectura mexicana del siglo XVI, México, FCE, 1982, p. 69.5. Erwin Walter Palm. “Los murales del convento agustino de Meztitlán” en Comunicacio­

nes. Proyecto Puebla-Tlaxcala. Fundación Alemana para la Investigación Científica, 1976, No. 13, pp. 1-2.

6. Ibídem.7. Elena I.E.de Gerlero.“La pintura mural durante el Virreinato” en El arte mexicano,

México, Sep-Salvat, 1986, 2a. ed., Vol. VII, p. 1019.8. Elena I.E. de Gerlero en op. cit., p.1016 y 1025 y en Forma y alegoría en la pintura mural

novohispana del siglo XVI. Manuscrito inédito citado por José Guadalupe Victoria. Op.cit., p. 128.

9. M. Hoppenot. Le Crucifix, Societé Saint Agustín, Desclée, de Brouwer et Cié., Lille, París,Bruxelles, Bruges, Rome, 1921, p. 227.

10. Charles Brütsc. La clarté de VApocalypse, Ginebra, Ed. Labor et fides, 1966, cap. XXII,p. 382.

11. Cabrol y Leclerq. Dictionnaire d'archéologie chretienne et de liturgie, París, Librairie Letouzey et ané, 1953,15 vols. Véase “Vid”.

12. Ibídem. Véase “San Clemente de Roma”.13. Elena I.E. de Gerlero, “La pintura mural durante el Virreinato” en op.cit., vid. supra.

nota 7, pp. 1018-19.

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14. San Agustín. Enanaciones sobre los salmos, Madrid, B.A.C., 1966, p. 870.15. Elena I.E. de Gerlero, op.cit. y José Guadalupe Victoria, op.cit.16. Heinrich Fríes (editor), Conceptos fundamentales de la teología, Madrid, Ed. Cristian­

dad, 1967, tomo IV, “Sacramento”, p. 166.17. Ibídetn.18. Grijalva, op.cit., cap. XXVI, p.143.19. Ibidem, cap. XXVIII, p. 152.