El secreto de las hadas -...
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ELSECRETODELASHADAS
ELCANTODELASBRUJASIII
MIREILLECALMEN
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AcercadelaAutora
Mireille Calmel (1964) empezó a escribir con tansolo ocho años. Como muchos autores, comienzadiscretamentesucarreraconcanciones,poemas,piezasdeteatro,juegos…Enelaño2002aparecesuprimeranovela,LabodadeLeonor,delaquehavendidomásdeunmillónde ejemplares en Europa y que la consagróinmediatamentecomounadelasnovelistasmásadmiradasy leídas del panorama literario actual.Con sus siguientesnovelas,ElbailedelaslobasyLahijadelmar,consiguió
superar elmillón ymedio de ventas y la crítica francesa la calificó como «lanuevareinadelanovelahistórica».
Susnovelashansidotraducidasaquinceidiomas.Enlaactualidad,MireilleviveenAquitaniaconsumaridoysusdoshijos.
http://mireillecalmel.com/(enfrancés)
https://fr.wikipedia.org/wiki/Mireille_Calmel(enfrancés)
EnmemoriadeAnneDenis,pintoraexcepcional.
NellyCaiazzo,lamadredemivaliente...
Resumen
1484.LaprofecíaquesehabíaanunciadoenlalegendariaisladeÁvalonseacerca a su término, y las criaturas maléficas que acechan a Algonde y a lapequeñaredoblansusesfuerzosparaganarlapartida.Elpeligroesmuygrande,perolaesperanzanohamuertotodavía,porqueharevividoenElora,lahijadeMathieuydeAlgonde,elfrutodelamorverdadero.
A
Capítulo1
quellamañanadel3dejuniode1484,ytrasel tiempodesapacibledelosúltimosdías,laprimaveradiopasoalverano.APhilippinedeSassenagela
sorprendióladeslumbranteclaridaddeunsolespléndidoquelemolestóenlosojosbajolospárpadoscerrados.
—Vamos,enpie,señoritaHélène.Yahananunciadoelcortejo—lahiriólavoznasaldelacriadaqueacababadedescorrerlascortinassincontemplaciones—.Eldesayunoestáservido.Siremoloneanoverápasaralpríncipe—insistiólajovenzuela.
Presa de juvenil excitación, su timbre ascendía en los agudos, cosa quehacía aúnmásdetestable su falta de gracia y su torpeza.Aquella a la que suspadres tuvieron la ocurrencia de llamar Bonnemine [1] catorce años antes, alentrarenlahabitaciónhabíatropezadoconlaalfombraycasihabíavolcadolabandejadeplatacargadadevajilla,conuncaldo,unhuevopasadoporaguayunascerezas.Philippinehabríatenidoquesersordaparaqueaquelestruendonoladespertaradeldulcesueñodelquelecostabasalir.
Sin embargo, sedespertó.La realidadaún seríamás luminosaunashorasmás tarde, justo allí, bajo aquel balcón sobre la plazamayor de Romans-sur-Isère.
Philippine se recostó contra su almohada, con los ojos entrecerradosparaevitar el rayo ambarino en el que bailaban diminutas partículas de polvo.Bonnemine acababa de disponer la mesa para el desayuno frente al amplioventanal.
—¡Menudamentecata!—selamentóensilencioPhilippinealverlaaplastarelhuevoconunacucharillaconlaesperanzadedescascarillado.
La yema reventada ymezclada con trocitos de cáscara se derramó en la
huevera de porcelana y se escurrió, espesa, por las paredes de lamisma y lamitadseechóaperder.Lajovenzuelaniseinmutó.Orgullosadesuhazaña,sevolvió, inconsciente de su incompetencia y, peor aún, de la necedad que laacompañaba desde su nacimiento. No, decididamente Philippine no lograbaacostumbrarseaellayechabaenfaltaaAlgonde.
—Por doquier se escucha el clamor. Dicen que el príncipe Cem esexcepcionalmente bello y refinado. ¿Iréis a visitarlo? Se alojará en casa deBertondeBocsozel,nuestrogobernadorque,parasudesgracia,sehallaenParísduranteestasfiestasdePentecostésy...
—Todoesoyalosé—lainterrumpióPhilippine,acompañandolasequedaddesutonoconungestodelamuñeca.
Lasirvientahizounmohíndeenfadoperoservil.—Mimanto—exigiólaseñoritadeSassenagesininquietarse.LasirvientaselotendióvolviendolavistamientrasPhilippineapartabalas
sábanasparalevantarsedelacama.—Déjameahora.Yatellamarécuandodecidavestirme.—Notardéis...—¡Bastaya!—exclamóPhilippineenuntonoquenoadmitíaréplica.Agachando la cabeza, Bonnemine se esfumó al trote y cerró la pesada
puertaclaveteada.Por fin sola,Philippine sedesperezógraciosamenteantesde sentarsea la
mesa.Conungestodeascoanteelhuevomasacrado,loapartóymojóelpanenel caldo de gallina. Mientras lo masticaba sin placer, su mirada se dirigió alventanal. La ventana frente a la suya al otro lado de la plaza mayor estabacerradaconpostigos.ComoleinformaralavísperaBonneminealponerseasuservicio,pertenecíaalacasadePierreCoste,eloficialdelTesorodelaciudad.Unhombrelibidinosoqueocultabatrassuspersianascerradasunavidadisoluta.Curiosa por naturaleza, Philippine se preguntó qué aspecto tendría y si podríaverla.
Actoseguido,contagiadaporlaactividadquereinabaabajo,sedejóllevarpor los últimos preparativos de las festividades. En todas partes había ajetreosobreelsueloalisado.Unosarrastrabanbalasdepajaparasepararelespaciodelas justasdel de losvallados, otros clavabanbarrerasypicaso,más lejos, los
estandartes con los colores de la ciudad. Contra la abadía, a la derecha, yaprovechandoelfrescordelosmuros,acababandeadosarunasgradascubiertascontelasdecolores,comoerahabitualcuandoRomans,porsucéntricasituaciónen el Delfinado, organizaba un festejo. Varias veces al año, en aquel terrenocerrado en el centro de la ciudad se representaban dramas religiosos o secelebrabantorneos.
Philippine recordaba haber asistido a algunos, de niña, en tiempos de sudifuntamadre, Jeanne deCommiers. El lugar al que había regresado tras unalarga ausencia no había cambiado. Tampoco aquella casa que les prestaba unamigodesupadre.Y,sinembargo,laviviendaleparecióvacíaytristecuandolanocheanteriorseinstalóenaquellahabitaciónquesumadrehabíaocupado.
Suatenciónsedirigiósúbitamentealasescalerasdeaccesoalacolegiata.Con el sayo atado por una cuerda anudada a su tripa prominente, un clérigogesticulaba,visiblementefuriosoporquehubierancerradoelpasoalpórticocontablas y herramientas a la espera de subirlas a los andamios. Tras una de lasbarandillas de seguridad, furibundo y con el rostro enrojecido, el maestro deobraslerespondióconunafrasequeaPhilippinelehubieragustadooír,puestoquelasgentesquepasabanporallíylosobrerosreaccionaronconunasonrisa.Si no hubiera tenido que apartar la mesa para abrir el ventanal y acceder albalcón,lohabríahechosintitubear.Lástima.
Apartó la mirada y observó el imponente espacio que se extendía sobretrescientospiesdelargoyciendeancho,flanqueadoenlosotrosdosextremospor palacetes y casas. Pronto, al dirigirse con su escolta a la vivienda que lehabía sidoatribuida,Cemcruzaría laplazadepuntaapuntayalzaría losojoshacia cada fachada para saludar a las buenas gentes de Romans que loaclamarían.PeroPhilippinesabíaqueseríaaellaysóloaellaaquienbuscaríaentre lamasa.Cerró un instante los ojos, presa del vértigo que su ausencia leprovocaba.Hacíacincodías,sólocincodías,quelohabíadejadoyyasemoríapor ello.Lo amaba.Con locura. Irreflexivamente.Tanto, sin duda, como él laamabaaella.
Llamaronalapuerta.Apartólaimagendesuúltimobesoenelbosque,cuandoellafueadecirle
que en Sassenage, adonde iba a dirigirse, Algonde pediría ayuda a la bruja.PrivadodelelixirqueconteníaladamajuanapiramidaldecristalazulquelerobóMunia,Cemsesentíavulnerable.AsíqueAlgondesehabíamarchado,apenas
unashorasdespuésdesudiscretabodaconMathieu,paraasistiroficialmentealosesponsalesdesumadreydemaeseJanisse.
Para no seguir pensando en el ausente, Philippine se ocupó de suguardarropía para el torneo, sumándose así a la excitación de sus hermanaspequeñasydeSidonie,quetraselregresodelbarónJacqueshabíarecuperadolasonrisa.Aqueltorbellinodealegríalaarrastróyaúnerapresadelmismo.
Volvieronallamaralapuerta.—Entrad —se resignó Philippine, segura de ver aparecer de nuevo a
Bonnemine.Enlugardeésta,avanzóunlacayosecocomounpalo,portandounanota
selladaenunapequeñabandejadeplata.Sorprendida, la abrió sin mayor dilación. La escritura era fina, airosa.
Elegante.Femenina,juzgóPhilippineantesdecomenzaraleerla.
Soydesdeayervuestravecina,yaguardoenlaantecámarafrenteavuestrapuertadesdeestamañana.Debohablaros
urgentemente.
Lafirma,«MariedeDreux»,noleevocónada.Ellacayo,vestidoconlibrea,permanecíainmóvil.—¿Dóndeestáladamaqueoshaentregadolanota?—Alpiedelaescalera,dondedoñaSidonie lahaautorizadoaesperar—
respondióelhombre,entonoamanerado.Philippinesemordióellabio.¿Disponíadetiempopararecibirla?¿Vestida
de aquella manera? Hurgó de nuevo en sus recuerdos. No, decididamente, elnombredeMariedeDreuxnoledespertabarecuerdoalguno.«Urgentemente»,releyó. ¿Antes de la llegada de Cem? Se echó a temblar. ¿Sabía alguna cosaaquella mujer? ¿Acerca de ellos? ¿Acerca de un eventual complot contra él?Teníaqueaveriguarlo.Sindemora,enefecto.
—Hacedquesuba—decidióapartandolamesa.
Rubia,conojosdeunazultranslúcidoytezdeimpolutoalabastro,Mariede
Dreux poseía esa gracia angelical de las estatuas de iglesia que evocó aPhilippineuna imagenfamiliar, sinquealcanzaraa recordarel lugarenelqueevidentementesehabíanconocido.
—Disculpadme por molestaros a esta hora de la mañana, señoritaPhilippine, pero al saber que erais mi vecina no podía dejar de hablaros enprivado.
—Sentaos —la invitó cortésmente Philippine, ofreciéndose así unossegundossuplementariosdereflexiónparanoherirla.
Marieeligióeltaburetecubiertodedriladamascadoyledejóaellalasilladetijeratapizadadeterciopeloazulmarino.
—No voy vestida adecuadamente y os pido que me disculpéis. Vuestraimpaciencia...
LapalmadelamanodeMariesealzóenungestoaéreo.—Nadadecumplidosentrenosotras.TodasesasmañanasenSaint-Justen
lapenumbradeldormitoriodelasmonjasvistiéndonosunasdelantedelasotrasmeenseñaronanopreocuparmeporesasfutilidades.
Saint-Just-de-Claix.SorMarie.EranoviciacuandoPhilippineabandonólaabadía.UnasonrisafrancailuminólasrasgoshastaaquelmomentoinquietosdelaseñoritadeSassenage.
—Oscreíadestinadaaingresarenlaordenyaquíestáis,tancambiadaque,lamentoconfesarlo,mehacostadoreconoceros.
UnarisaclarafranqueólabarreradeloslabiosfinamentecontorneadosdeMarie.
—Parasersincera,melotemía.Ahoraaflorabandenuevolosrecuerdos.Unpocomásjovenqueella.Marie
entró en Saint-Just seismeses antes de lamarcha de Philippine. Si por aquelentonces parecíamustia entre losmuros del convento que recorría arrastrandolospies,ahoraestabaresplandeciente.Philippineseagachóparatomarladelasmanos,presadeunimpulsodesimpatía.
—Vamos,explicadmeesoqueexigetantaceleridad.—¿RecordáisaLaurentdeBeaumont,señordeSaint-Quentin,quesebatió
porvosfrentealosmurosdelaabadía?—Perfectamente.Aúnme escribe de vez en cuando con un ardor que no
comparto.Lamirada deMarie se enturbió dolorosamente. Visiblemente Laurent de
Beaumontnoleeraindiferente.Philippinesearrepintiódehaberhablado.—Osheherido,osruegoquemedisculpéis.Irguiendo el busto, que se había encogido el instante precedente, Marie
suspiró.—Nosoisresponsabledeello.Vosmismalohabéisdicho.Élosamayvos
no lo amáis. Tras vuestra precipitada marcha de Saint-Just fui yo quien, alreemplazaros para ayudar a sor Albrante, me ocupé de él y del señor deMontoisonenelhospicio.
—Loentiendo—afirmóPhilippine,soltándolelosdedosqueeducadamentesellevóalaalturadelasrodillas,sobreeltafetánsedosodeunatelaperladadefloresmulticolores.
—LeamédesdeelprimerdíaquecruzólapuertadeSaint-Just.Perofueavos aquienvio laprimera.Fueavos aquienacompañóbajo lashojasde losárbolesdelhuerto,persuadidodequecorrespondíaisasupasión.
—Fuicastigadapormiperdición,y aún lo soy,Marie,peroentiendoqueestéisenojadaconmigo.
—¡Oh,perosinoestoyenfadadaconvos!—exclamó la joven, sonrojadadevergüenzaporhaberdadoesaimpresión.
Philippine no dudó de su sinceridad. Ahora lo recordaba todo acerca deaquella damisela discreta y prudente, caritativa y empática, que le dirigía unamiradadecontrición.
—Necesitovuestraayuda,Philippine—suspiró,sonrojándoseaúnmás.Philippineasintió,conunasonrisa.—Osescucho.—¿Puedohablarosconabsolutafranquezaysintemoraquemejuzguéis?
—seinquietóMarie.
—No temáis. Pero os pido queme llaméisHélène, comohacen ya todosmisallegados.
—Seréfelizdecomplaceros—afirmóMarieruborizándosedeplacerantesdeproseguir—.Comooshedicho,hastaquesemarchócuidédeél,esperandoque se fijara en mí y se consolara de vuestro rechazo. Lo hizo, pero pordesgracianocomoyoesperaba.Me...
Tragósalivay,temiendolopeorcomoellamismahabíatenidoquesufrir,Philippinelamiróconsimpatía.
—Proseguid,Marie...Estabapálida.—SielseñordeMontoisonnosehubieradespertadoenaquelmomento...
mivirtud...Seechóatemblarperoalzóelmentóncomoesdebidocuandounoexpíaa
diariocondignidadelpesodesuspecados.—Sor Albrante comprendió el tormento de la carne al que me había
aproximado y el fuego que aún me consumía. La verdad es que no era enabsolutosagrado.Sólomispadresdeseabanquefueramonja.Comovos,queridaHélène,soñabaconelamor,ycomovosardíenél.SorAlbrantesecomportódemaravilla. Me bastó repetir los argumentos que me dio para convencer a lamadre superiorayamispadresdemi faltadevocaciónpara lavida religiosa.Asíqueregreséacasa,aquí,enRomans.Mipadreespañero.
—¿YLaurentdeBeaumont?—Éseesmicastigo.Nohepodidoolvidarlo.Hubieradebido,puestoqueen
cuantoledijequesorAlbranteexigíaquesemarchara,nomeocultóelamorqueporvossentía,supronunciadarivalidadconelseñordeMontoisonnielhechodequenuncarenunciaríaavos.
—¿Trashaberosforzado?—seatragantóPhilippine.Marieagachólacabeza,avergonzada.—¿Sefuerzannuestras inclinacionescuandoseestá tan turbada?Alverle
tanpresuroso,locreícuradoydispuestoacasarseconmigo.—¡Menudo sinvergüenza! ¡No puedo creer que fuera capaz de tamaña
crueldad!—espetóPhilippinealzándosedesuasiento.
Caminódeun ladoaotrode lahabitacióndeseosadeestrangularaaquelcanalla.¡YpensarquehabíacreídoqueeramejorqueMontoison!
—¡Podéis contar conmigo para darle una buena lección! —afirmóplantándosefrentealadesventurada,lívida.
Marieseestrujabalasmanos,conlosojosentelados.—Paraserossincera,Hélène,noesesoexactamenteloquedesearía.Philippinesequedóestupefactaantesuaspectodenodado.—¿No?—No.—Nomedigáisqueaúnloamáis...—Contratodarazón.Philippinesedejócaerensusilla,espeluznadaporaquellaconfesión.—¡Sinoosmerece!Marieseencogiódehombros.Unasonrisa triste lehizoaparecerunbello
hoyueloenlamejilladerecha.—Eso ya lo sé. Pero no puedo evitarlo. Me hizo una promesa en el
momentodepartir.Medijoquevolveríaconmigosipudieradeshacersedevos.—Pero sería una locura entregaros a ese hombre como el premio de
consolaciónqueespera—protestóPhilippine.Los ojos deMarie centellearon. Philippine la había herido de nuevo. Se
serenó.—Nocreáisquemeregodeoenello,Marie,alcontrario,quisierasalvaros.
Yomismasoyvíctimadesucontrincante,quemefuerzaacasarmeconélconunodiosochantaje.
—¿PhilibertdeMontoison?—Elmismo.Mariesepusoenpie,súbitamentetanatormentadaquesehiriólapalmade
lasmanosconlasuñas.—Laurentsólosehainscritoenlasjustasparahacerlemorderelpolvoy,lo
he adivinado, matarlo so pretexto de un accidente. Desde hace un año sólopiensaensurevancha,melohaconfesadoenlascartasquelehearrancadoen
respuestaalasmías.Trastornada,Mariesollozó.—Metemolopeor,Hélène.Quemueraporvosydelantedemí.Esaidea
me tortura tanto que ya ni siquiera duermo. Por eso he venido a veros.Os loruego,ayudadmeaevitarlo.
Conunimpulsoespontáneo,Philippinelaabrazóparatranquilizarla.—Notembléismás,amigamía.LaurentdeBeaumontserávuestroesposo,
osloaseguro—afirmó,apesardequeparasusadentrossedijoquelaempresanoseríafácil.
_______________________________
1. Literalmente,«buenacara»o«buenaspecto».(N.delT.)↑
C
Capítulo2
emhervíadeimpacienciabajounsoldejusticia.TrasdejarPizançonasusespaldas,acababande llegaralpuentedepiedraqueunía laaldeacon la
ciudad de Romans. Se alzó sobre los estribos para otear el panorama. Unamuchedumbrecompactaseapretujabajuntoalpeaje,frentealatorrefortificada,pegándose contra los muros húmedos de la casa del pontonero para no serempujadospor aquellos, en sumayoríamercaderesopañeros, quepasaban ensentidocontrarioapie,enliteraoencarretadebueyes.EnelIsère,alfondodeltalud, unos chiquillos desnudos se salpicaban unos a otros entre risas,indiferentesa lasamenazasde lospescadoresqueaguardaban impacientesquejaputas,alburesobrecaspicaransuanzuelo.
—No temáis, también esta vez los villanos nos cederán el paso —letranquilizóelgranpriordeAuvernia,GuydeBlanchefort,quecabalgabajuntoaél.
Cem inclinó la cabeza.Desdeque tomaronel caminodelDelfinado, a supasolasgentesseapartabanparacontemplaraquellaabigarradaprocesiónquealamagnificenciadelosturcosoponíaelrigordeloshábitosdeloshospitalariosdelaOrdendeSanJuandeJerusalén.
Golpeada por el martillo del autómata de hierro, y apenas cubriendo laalgarabía, la campanade la torre Jacquemartdio las campanadasdemediodía.Ya hacía casi una hora que habían franqueado la puerta abierta de la segundamuralla.A pesar de lo que dijeraBlanchefort, avanzaban a duras penas. Cemtuvoquereprimirseparanoespolearsucaballoyabrirsepaso.
—RomansesunadelasciudadesmásbonitasdelDelfinado,talvezinclusosu propio corazón. Os gustará, Cem. Desde hace quince años, sus paños hanganado en notoriedad. No me sorprendería que pronto se exporten incluso
allende nuestras fronteras —añadió Blanchefort mientras delante de ellos,asustadaya lavez intrigadapor lascimitarrasquecolgabande lascinturasdelos acanguis y por su tez morena bajo los turbantes, la multitud se apartabaprudentemente.
Cemnorespondió.Sumentecaracoleabamásalládeaquelvado,haciaella,laseñoritadeSassenagealaquecadadíaamabamás.
—¿Ossentísmal,amigomío?OsencuentrosorprendentementesilenciosodesdequeabandonamosRochechinard.
Enesaocasión,Cemsevolvióhaciaelrostro—preocupadobajosubarbanegra discretamente veteada de blanco— del gran prior de Auvernia. No legustabatenerquementirle,pero¿acasoteníaotraalternativa?
—Nadaquedebainquietaros,Guy.Mirad...—dijoabriendosumanohaciaelfrente—.Laideadeestetorneoalegraatodos,desdeelmásallegadodemiscompañeroshastaelmásservildemisesclavos.Atodos.Peroaquélaquienmáslehubieraexcitadoyanosehallaamilado.
—Yaveo.Perdonadquenopensaraenello—seexcusó,contrito,elgranprior.
UnasonrisagallardailuminóelrostrodeCem.—El corazón de los turcos es así, amigo mío, no lo olvidéis nunca.
ConcededmelanostalgiadeHuchangcomounaodaensumemoria.Dentrodeunas horas, cautivado por el entusiasmo de esta ciudad y de sus notables queacudiránasaludarme,podéisestarsegurodeello,mesentirémásaliviado.
—Entalcaso,serámejorquenosapresuremos...Alejandosucaballodeldesuprisionero,GuydeBlanchefortadelantóalos
acanguisyfueadecirleunaspalabrasaPhilibertdeMontoisonque,juntoasushombres,ibaalacabezadelcortejo.
Hirviendoconparejaimpacienciaaladelpríncipeotomano,elcaballerode
Montoisonobedeciódeinmediatolosdeseosdelgranprior.Abandonandoalossuyos,espoleósucaballoparaponerloaltroteyprovocóunsobresaltodeterrorentre la muchedumbre. Se oyeron imprecaciones y también algunos insultosaislados.Ensumayoría, impresionadospor laordenmonástica, losviajerosse
contentaron apartándose raudamente para no obstruir el paso de uno de susrepresentantes.Forzandoelcamino,PhilibertdeMontoisonllegóalpeaje.
Adosadoalatorredeaccesobajolaproteccióndeunpuñadodesoldadosconloscoloresdelaciudad,conlapicaenlasmanos,elrecaudadordeltributoestaba ocupado contando la calderilla de un hombrecillo mofletudo y tripón,cuyoshábitosdenotabanmáslaburguesíaquesusmodaleslanobleza.
—¡Esta vez está justo! —concedió este último, provocando suspiros dealivioasuespalda.
Visiblemente, había retrasado el acceso de los demás. Mientras otroocupaba su lugar para pagar el tributo, se dio la vuelta para llamar a susporteadores y, al noverlos, los buscó con lamiradahasta que, al descubrirlosjuntoalmurete,conriesgodecaeralIsère,losabroncóconaltivez.
—¡Vamos,haraganes!¿Nooshedichoqueospongáisenmarcha?—Yyoqueosapartéis—ledijoPhilibertdeMontoison,conambasmanos
apoyadasenelpomodesusilla.Elhombresacópecho,pusolosbrazosenjarrasysellevólosdedosaunoy
otroladodelacadera,paraasícompensarenvolumensuinferioridadenaltura,yalzóelmentónconairedesafiante.
—¿Yconquéderecho,señor?Enelpuenteseescucharoncarcajadas.Philibert,sinembargo,noestabade
humor.Yaseacercabanlosguardiasparaponerorden.Sinoloresolvíaélmismo,
el incidente podía degenerar y comportar una pérdida de tiempo en lugar deganarlo,comodeseaba.
—¿Esossonlosmodalesdeunclérigo?—exclamóelhombre,ultrajado.—Un caballero —rectificó Philibert—, que te ordena que dejes paso,
deprisa,antesdequemicorceltepateeloscalzones.El hombre se puso colorado. Haciendo aspavientos con los brazos cual
molinodevientoenundíadetormenta,ysinmoversedellugar,dijo:—¿Acasonosabéisquiénsoy?Aquelindividuonecesitabaunalección.PhilibertdeMontoisonsealzóen
susillaysedirigióalgentíoquesehabíareunidoensemicírculoasualrededor
paranoperderseelespectáculo.—¿Sabéisquiénes?Seoyóunamayoríade«noes»,hechoquedesesperóalquese lamentaba,
antes de que se alzara una voz.La de unamujer que a codazos se abría pasohasta llegar a primera fila. Cargada con una cesta vacía colgada del cododoblado, con los ojos casi en blanco, tenía una edad incalculable, vestía unosharaposremendadosyseguiabaconlaayudadeunbastónlargo.
—Yoteconozco,ConandeDreux.—¡Ah!¡Ah!—seenorgullecióélymiródenuevoaPhilibertdeMontoison,
retándole.—Eres uno de esos pañeros que se enriquecen a costa del trabajo de las
pobres trabajadoras como yo y las deja en la miseria cuando su vista estácansada—exclamólavozresentidadelavieja.
Montoisonsoltóunacarcajada.—Yaves,ConandeDreux,¡yaséquiéneres!Unabuenaalhaja,afemía.
Apártatedemicamino,yvosotrostambién.Unpríncipeestáalaspuertasdelaciudadyloesperanparalasfiestas.
Enelcorrilloseoyóunmurmulloy,abandonadoelinterésporelaltercado,lasmiradassevolvieronhaciaatrás.Sinocuparseyadelmercadercuyorencorestallaba en su rostrode cuervo,Philibert deMontoison avanzóhasta lamesatraslacualelrecaudadordeltributohabíaseguidolaescenaconindiferencia.Sesacódelcintounabolsarepletaylalanzósobrelamesa.
—Aquí tienes tu tributo. Cuéntalo, si lo deseas, pero puedes creer enmipalabra,esmásgenerosodeloquepedirías.
—Podéispasar—aseguró el hombre calvoydesdentado, conuna sonrisaquedenotabasurespeto.
Montoisonsevolvióendirecciónalaentradadelpuente.Laordencirculódebocaaorejayseabriópasoalcortejomientraslagenteseapretujabacontralosparapetosdepiedra.Conelpulgaryeldedocorazónsilbódosveceslaseñalconvenidaparaemprenderlamarcha.
—¿Aún está ahí?—vociferó al señor deDreux que, presa del rencor, sehabía quedado petrificadomientras los demás, una vez satisfecho el peaje, seapresurabanacruzarlapuertaantesdeversebloqueados.
—¡Nopiensoentrarapie!—exclamó.Montoisonhizounaseñalalosporteadoresparaqueseacercaran.—Evitavolveracruzarteenmicaminoo,portodoslossantosdelparaíso,
juroqueteatarécontuspropiassábanasytepatearéelculo,porpudientequeseas—prometióMontoisonmientraselhombresemetíaenlalitera.
Nooyó loque le respondieron.Yahabíadadomediavueltapara reunirseconsushombres.
Tomando carrerilla, y tanto como el peso del coche les permitía, los doscriadosseapresuraronallevarseaConandeDreux.
Irritado por el incidente del que se sentía la víctima ultrajada, el pañero
ConandeDreuxnodejódereprendera losporteadoresdesde laventanade lalitera hasta que ésta se detuvo en el patio interior de su residencia. Aqueledificio, uno de los más bellos de la ciudad después de la residencia delgobernador,eraelorgullodelcomercianteydemostrabasuricacondicióndesdeque exportaba sus mercancías a Oriente. Incluso había logrado la proeza devenderles a los turcos a través de un emporio genovés en la isla deLesbos, acostadeunviajequeexplicabacomosihubiera sidohoméricoyque lehabíagranjeado el respeto de sus pares y en su propia casa. Por supuesto, habíaaderezado el relato con no pocas fantasías, consciente del prestigio que recaíasobreunaventurero.Unabordajedeunospiratasalosquemandaronapique,elataque de unmonstruomarino que había tratado de desviarlos de su ruta, sincontar las tormentasquealparecersesucedieronparaamenazarelcargamentodepaños,perotambiéndeespeciasalregreso.
Laverdaderaotra.ConandeDreuxhabía tenidosuerte.Unaoportunidadinsolentequelellevóabuenpuertoconlasbodegasdelbarcotancargadascomoa la ida,yconsiguióasí aumentar susbeneficiosypermitirseaquellaviviendatanlujosacomounpalacio.
Ademásdelampliopatiointerior,lacasaestabaconstruidaenvoladizoendosplantasycontabaconcatorcehabitaciones.Lasmásbonitasdisponíandeunbalcón labradoquedaba al patio o a la plazamayor hacia la que se dirigía elcortejoprincipesco.
Encuanto lodepositaronante lapuerta,ConandeDreuxseprecipitóa la
casa, con la garganta seca, con la tez colorada por el calor y la cólera. Teníabuenas razonesparaestarenfurecido.Nosólohabíasido ridiculizadosinoquehabíatenidoelpeorencontronazoposibleconunodeaquelloshospitalariosalosquedeberíaseducirsiqueríaacercarsealpríncipeCem.
—Estáissinaliento,padre—dijolavozcristalinadesuhija.Conlofelizqueeraensusnegocios,ConandeDreuxteníamalasuerteen
su linaje. Envió a Marie al convento de Saint-Just-de-Claix por deseo de sumadremientraselprimogénito,Baptiste,partíaaNizaparanegociarlaventadepaños.Alllegarallí,contrajolapestenegraysólotuvotiempodeescribirlesunanotaparaanunciárseloantesdefallecerconsólodiecisieteaños.Desdeentonces,elpañerosehabíaencerradoenunaaltivezyunacodiciasinparparacrecerenpoder y riqueza, como si únicamente su desmesurada ambición pudieracompensarsudesgracia.CuandoMarieregresódeSaint-Just,sudolorsehabíaserenado.Sonrienteysiemprecanturreando,suhijaeraunrayodesolenlacasa.Incluso sumadre, tan desconsolada como él por lamuerte de Baptiste, habíarecuperadociertaalegría.
Asiéndoladelbrazo,Conancruzóelvestíbulodeentradaquedabaaunadobleescalinatademármolysedirigióhaciaelsalónderecepcionesenelqueseenorgullecíadeacogeralanoblezadelacomarca.
—¿Nohayunsolocriadoentodalacasa?Memuerodesed—gruñó.—Sentaos padre, voy a llamar a un lacayo. Esta mañana han cogido las
primerashojasdeverbenaylatisanasehadejadoeninfusiónenelsótanoparaconservarlafresca.¿Deseáisqueossirvanunvasoparaaliviarvuestrased?
Tantasolicitudemocionóalpañero,queseabandonóenelsillónalquesuhijalohabíaacompañado.Quiensecasaraconellaseríarealmenteafortunado,pensómientraslamirabadereojo.
—Ve,hija,ve...—aceptócongratitud.Marie sentía verdadero afecto por su padre, y más aún puesto que al
contrarioquesumadre,nohabíapuestoobjeciónalgunaenqueregresaraacasacuandolaabadesadeSaint-Justleshizosaberque,alnotenersuhijavocaciónmonacal,senegabaaobligarlaaquedarseallí.
AMarieleparecióquesucaráctersehabíaagriadocontodosexceptoconella. Y así, liberándose de su propia tristeza por lamuerte de su hermano, lajoventratabaadiariodedespertarensupadrelacordialidadquehabíaperdido.
Deseosa de contentarlo, con el alma más liviana tras su complicidad conPhilippine de Sassenage, se apresuró a dirigirse a la cocina donde sabía quehallaríaalaintendentadelacasa.
Soloenlaampliaestanciacontresventanales,ConandeDreuxsellevólamano al cinto, cogió la bolsa y la sopesó al igual que hizo cuando se laentregaron,unashorasantes.Losescudossonaronalentrechocarsobresupalmaabierta.
¡Al diablo los remordimientos! Con toda seguridad, ahí tenía una buenarenta. Le bastaba con olvidar sus principios caducos. Ni uno solo de suscompetidoressehubiesepreocupadoporello.Sinosehubieraproducidoaquelincidenteenelpuente,inclusohabríasidofácil.Muyfácil.
Suspiró y apoyó la nuca contra la acolchada tapicería del respaldo.Teníaquepensarunaestratagemayevitarhallarsedenuevo frenteaaquelcaballeroparaquenosospecharandeél,puestoquesifracasaba...
Un escalofrío le recorrió el espinazo al recordar el rostro tallado con unpodóndelgenovésconelquesehabíareunidoalalbaenunasolitariacapilladelacomarca,unindividuoderasgospálidosydescarnados,cuyosojossaltonesdepestañaslargasyespesasleparecieronaConanlosdeunamoscagigantesca.Ytandispuestosagirardeizquierdaaderechaqueelpañerosesintióindispuesto.
—No estoy acostumbrado a hablar de negocios más que en mi casa—balbucióanteaquelinquietantepersonaje.
—Enesecaso,¿porquéhabéisvenidohastaaquí,señorConan?—leespetóeldesconocidoaislándoseambosenladesiertasacristía.
Conannorespondió.Visiblemente,suinterlocutorconocíasusdebilidades.La nota que le hizo llegar la víspera había despertado su codicia.Elmensaje,delicadamente escrito, le prometía una cifra astronómica si aceptaba, con lamayordiscreción,eltratodelquesuremitentehabíarecibidoencargo.Conannodurmióentodalanoche.Labolsaquelefueentregadanolodecepcionó.Volvióaserpresadelosescrúpuloscuandoenlaotramanoledepositaronunpequeñofrascoambarino,coneltapónselladoconcera.
—¿Quées?—Venenodeescorpión.ConandeDreuxapuntoestuvodesoltarlo.Con losojosdesorbitados, se
serenóynodevolviólasarcásticasonrisadesuvisitante.
—¿Quéqueréisquehagaconél?—Aquelloporloquehabéissidopagado.—Pero,bueno,setratadevenenoyyo...Sepuso lívido,alcomprendersúbitamente loquedeélseesperabayque
tan alejado estaba de su profesión. Negándose a oír el nombre de la víctima,sacudiólacabeza.
—Nosoyunasesino.—Pero sois comerciante, ¿noes así?—sedivirtióelgenovésapoyándose
contralapuertacerrada,comosiquisieraimpedirleelpaso.Conan sintió que el corazón le latía conmás fuerza en el pecho.No era
cobarde por naturaleza, pero contra aquel hombre tan aterrador a pesar de sucortesía,todosucorajelehabíaabandonado.Tragósaliva.
—¿Quéqueréisdecirconeso?—QueelsultánBeyazidcompraabuenpreciolospañosquelevendéisa
través de nuestro intermediario. Pero cualquier comercio tiene sus riesgos. Siabriéramosesecomercioalacompetencia,tanimportanteenestaciudad...
—¡Esoeschantaje!—sepusoenpieConan,sobresaltado.—Llamadlo como gustéis, señor Conan. Pero pensad en las ventajas que
obtendréis de nuestro acuerdo.Además de la fortuna que os he entregado, oshabréis ganado el reconocimiento del sultán y no dudo ni por un instante queantesdefindeañodoblarávuestrospedidos.
LosojosdeConancentellearonantesdebajarlamirada,avergonzadoporsupropiadebilidad.
—¿YporquéelsultánBeyazidestaríataninteresadoenesteasunto?—Porqueesasuhermano,elpríncipeCem,aquiendebéisasesinar.ConandeDreuxseestremeció.—¿Suhermano?Pero¿dóndevoyaencontrarlo?—Nomuylejos.IráaRomansparaeltorneo,¿Veis,señorConan?Sólovos
podéishacerleese favoralsultángraciasavuestraposiciónentre losnotables.¿Quédecidís?—lepreguntóunavezmáselgenovésllevándoseostensiblementelapalmadelamanoalaempuñaduradelpuñalquellevabaalcinto.
Conannodudóniuninstantequesinoaceptabarecibiríaunapuñaladaenelcorazón.Aquelgénerodetransacciónnoadmitíatestigos.
Asintióconlacabeza.Suvidadependíadeello.Aliviadadenuevosuconciencia tras tamañaconstatación,seabandonóal
sueñoqueseapoderabadeél.CuandoMarie regresó de la cocina, con un vaso de verbena, halló a su
padreadormilado,conlabolsadeescudosdeoroentresusbrazoscruzados.
U
Capítulo3
navezcruzadoelpuenteytrasdejaratráslaiglesiadeSaint-Barnard,suentrada en la ciudad fue triunfal; él, el desterrado, el desposeído, el
prisionerode loshospitalarios.Pareció la liberacióndeuna ciudad cuando, enplenaguerra, losaliados lleganparaacabarconun largoasedio.Cemsesintióaureolado por un nuevo vigor al oír aquellos hurras vociferados desde losbalcones,alveraaquellasdamasqueagitabansuspañuelosconundestellodedeseo en su mirada. Se sabía apuesto. A sus veinticinco años aún lo eraprobablemente,apesardelafaltadeejercicioquelehabíahechoechartripa,apesardesuexcesivavellosidadqueconteníaabotonándoseelcuellomásaltoy,más abajo, las mangas. Sus hombros, bien formados bajo el largo chaquetónbordado con hilo de oro y decorado con pedrería, se alzaron con el orgullolargamente reprimido de un conquistador. En la cintura, enroscado sobre elpantalón bombacho, un ancho cinturón de tela rojo sostenía su cimitarra. Laempuñaduradeéstaestabaincrustadaderubíesydediamantesquerecordabanlas otras joyas que lucía al cuello, en las orejas, las ropas y el sombrero conplumas.Llevabasubarbacortadaenformadepuntade lanza,ocultandoasí laarista sobresaliente de su mentón. Pero más que todo lo demás, lo queimpresionabadesuaspectoeraelcolorpocousualdesusojos,deunazul tanprofundoyluminosoqueelpropioazurparecíapálidoalreflejarseenellos.
Si a lo largo de las callejuelas estrechas fue aclamado, lomismo sucediócon su séquito. Sus compañeros avanzaban tras él: Nasuh el chelebi junto aAnuar, suhermanode leche,y luego,enordendeaparición, sucadilecher, losacanguis y los jenízaros, en un número escaso tras lamemorable batalla que,debidoalatraicióndeMunia,diezmósuguardia.Seguíandoceesclavosyporfin sus esposas en una litera decorada con velos, ocultas tras los postigoscuidadosamentecerrados.Elpasodeéstasprovocóciertomisterio.
Sí,fueunhermosodesfile.Cemmanteníalavistaalzadahacialasfachadasy su corazón se sobresaltaba cada vez que creía reconocer la silueta dePhilippine.
—AhíavuestraderechaestánnuestrosamigosdeSassenage—dijoporfinGuydeBlanchefort,quecabalgabajuntoaélyfueelprimeroenverlos.
SindudaporquePhilibertdeMontoisonhabíaalzadounamanoenguantadaen cuero para responder al saludo que le había dirigido Louis, en pie en elbalcón.
Cemsiguiólalíneadelabalaustrada.HizounsaludoconunmovimientodelacabezaalbarónJacquesyasuesposaSidonie,otroaLouisyaFrançois,antesdecasideshacerseantelabellezadePhilippine,quehabíadepositadosusfinasmanossobrelamaderaparamejoracercarsealbordeyverlomejor.Elnodebíaentretenerse contemplándola ni ella contemplándole a él. Así se lo habíanprometidoparanodesvelarsumutuoafecto,peronoconseguíaapartarlamiradadeaquellosojosenlosqueseleíalaausenciaqueesospocosdíasdeseparaciónhabíacausadoenellos.
—Philibert de Montoison ha hecho una buena elección. ¿No esmaravillosa? —exclamó Guy de Blanchefort, tan embelesado que ni habíaobservadoelhechizodesuvecino.
—Porsupuesto,amigomío.Porsupuesto.—Aunqueavos,queosgustanmorenasdepielyde cabello,osdebede
parecerpueril,tendréisqueadmitirquesugracianotieneparangón.—Osloconfieso.—Miradasushermanas,asulado.Todasseleparecenperolabellezaseha
concentradoenella.—Lasveo.YalashabíandejadoatrásyCemsesintiómáshuérfanoqueenlosmeses
precedentes.Luchandoparanovolversehaciaatrás, siguiódesfilandoconunasonrisaenloslabiosperoconelcorazóndesgarrado.
Philippine permaneció aún un buen rato en el balcón,mientras alcanzó a
distinguir lasplumasdesusombrero. Juntoaella, reunidasenelbalcóndesu
habitaciónpuestoquelasuyanotenía,sushermanasnodejabandecomentarlaescenaqueacababandepresenciar.
—Meloimaginabamásalto—sesorprendióIsabelle,quefuelaprimeraenagitarsupañuelo.
—SabíaqueeraaltocomoLouis,melodijoFrançois,peronoesperabaquefueratanguapo.¿Aqueesguapo,Hélène?
—Loes,porsupuesto.—Enesecochequepasaahora,¿vansusesposas?—Sí,sí...No tenía lamente para chismes. Las abandonó y entró en su habitación.
Cem estaba allí, muy cerca. ¿Por qué entonces sentía aquella opresión en elcorazón?¿Eratalvezelpesodeloprohibidoloqueteñíadeduelosuamor?¿Osólolaausencia?Esaausenciaqueleatenazabalasentrañasdenocheydedíayquecrecíatrascadaencuentro.Yanoleapetecíanada.Nicomer,nilasfiestas.Sólo vivía para aquellos minutos en su compañía, sólo respiraba su alientoperfumado.Jamáshubierapodidoimaginaramarcontantafuerza.
Pretextandounamigraña,hizosalirasushermanasdelahabitaciónnosinantespedirquenolamolestaran.Echóellamismalascortinasdesucamayseacostó en la semipenumbra mientras un viento cálido seguía invadiendo lahabitaciónporelventanalabierto.AlolejosseoíaelclamoravivadoalpasodeCem.
Como no quería que se le hincharan los ojos, Philippine aprisionó laslágrimas que llegaban hasta sus párpados cerrados. «Idiota —se fustigó—.Duranteochodíasestarásasulado,sentadaenlatribuna,conlamiradavueltahacia las justas. El viento te traerá su perfume de almizcle y sufrirás másvértigos por su presencia que por las justas. No deberás por ello contener laemoción, a todos les parecerá legítima, puesto que también tus compañerasestaránemocionadas.Yluegoestaránlasnoches.Ofreceráunarecepciónenesacasaqueelgobernadorhapuestoasudisposición.Túaparecerásytalvezelazaroslleveaestarsoloslosdos,¿tresminutosparaintercambiarunbeso?»Sellevólas manos a la boca. Le habían gustado los de Algonde. Los de Cem latransportaban.Suspies levitabandel suelo. ¡Quédulce locuraseapoderabadeella!Sisólotuvieraaalguienallíenquienconfiara...
Enaquelinstante,lavozdeSidonieseoyótraslacortina.
—Dicenqueteencuentrasmal,¿esesocierto?Philippineabriólosojos.Lacortinasedescorrióysuprimasesentósobre
elcubrecama,conlainquietudreflejadaensurostro.AntesdequePhilippinelahubierapodidotranquilizar,Sidonielepalpólafrente.
—Estásardiendodefiebre.Sindudaesunainsolación.Apesardelacofia,¡quécurioso!
Labaronesasuspiróyañadió:—Metemoquenopodrásacompañarnosluegoarendirnuestrohomenaje
alpríncipeCem.Philippineseincorporócomosilahubieranazotado.—Yameencuentromejor,prima,osloaseguro.Sidonie conocía demasiado bien los tormentos del corazón comopara no
saberreconocerunapenadeamor.Preocupadaporlossuyos,sehabíaolvidadodelajovendama.AhoraqueJacqueslahabíaperdonadoyqueinclusolehabíaaseguradoquelasalvaríadelasgarrasdeMarthe,ahoraqueambosengañabanaéstaconsureconciliación,debíadesempeñardenuevosupapeldemadrastra.
—Deacuerdo—concedióa la joven,cuyamiradaparecíasuplicarle—,túmisma decidirás. Bonnemine te servirá algo de comer en tu habitación. Asítendrásunratoparadescansar.SeríaunalástimaquenopudierasvolveraveralpríncipeCem.
Consóloevocarsunombre,Philippinebajólamirada.Asíquenosehabíaequivocado, pensó Sidonie. ¿Cómo había podido olvidar la confidencia de ladamisela cuando le explicó la violencia que el señor deMontoison le infligióbajoelhaya?
Comprensiva,lealzóelmentónconundedo.—Misconsejosnohanservidodenada.Nohaspodidocurartedelamorpor
él,¿verdad?Las lágrimas contenidas de Philippine cruzaron el borde de sus largas
pestañas.SelanzóenbrazosdeSidonieycomenzóasollozar.—Vamos, vamos, no es grave, querida. Lo sería si ese amor no fuera
correspondido,peroadecirporsurostrofebrilcuandohaalzadolamiradahacianuestrasventanas,ahoraveoquetebuscabaatiynoelcalordenuestraamistad.
Philippinesesorbiólosmocos.—Peroesmusulmánydijisteis...—... que es de una raza con la que una cristiana no puede casarse. Lo
recuerdo.Leacaricióloshombrosconternura.—Sitequiere,seconvertirá.Tranquilizada por la voz serena de Sidonie, Philippine se deshizo de su
abrazoyunapálidasonrisasedibujódenuevoensurostro.—Olvidáisqueestáprisionero—objetóaún.Sidoniesearreglóunmechónquesehabíasoltadodesucofiatrasellóbulo
delaoreja.—Noolvidonada,Hélène.YsobretodolosardidesdelseñordeMontoison
ydetuhermano.Tupadretambiénestáalcorrienteyvelaparaevitarlos.Philippinebajódenuevolamirada,conundejedeculpabilidadporhaber
calladolaverdadaquienespodíanayudarla.—Ospidoperdón.Esacargaeramuypesada,peroteníatantomiedodeque
Louisloadivinara...—Nadieteloreprocha.—¿Nisiquieramipadre?Sidonielabesóenlafrente.—Sólodeseatufelicidad,Hélène.YtienealpríncipeCemengranestima.
Déjamequehableconél.Siloshospitalariosseopusieranaesehimeneo,talvezpodría intervenir ante nuestro rey. Carlos no ha olvidado a quien fuerachambelándesupadre.Estoyseguradequefavoreceríaeseproyecto.
Radiante,Philippineselanzódenuevoensusbrazos.—Noquierootroesposo,Sidonie.Decídseloamipadre.Sólolequieroaél.—Selodiré,perohastaqueesosepuedacontemplar,mantenedambos la
mayordiscreción.Ytú,hermosamía,conservalavirtud—subrayóSidonie.
Al llegar la tarde, con los ojos humedecidos con melisa, divina con suvestidoverdepálidobordadocon floresdeoro,Philippine searrodillócon lossuyosanteelpríncipecuyacortesereuníaenlasuntuosasaladerecepcionesdela residencia del gobernador. Cuantas gentes de calidad había en la ciudad, ytoda la nobleza del Delfinado, insistieron en asistir. Louise de Clermont yAntoinedeMontchenu,conmotivodelabodadeloscualessehabíaorganizadoeltorneo,ocupabanunlugardehonor.
Lafiesta,alegre,sealargóhastaelalba,animadaconlascancionesdelostrovadores, las acrobacias de los saltimbanquis y lamúsica que las violas, losoboes y los laúdes hacían sonar en el aire tibio. La última vez que Cem fueobjetodeunabienvenidasemejantefueenRodas,cuandoacudióapedirayudaalos hospitalarios. Suorgullo se glorificó, y su felicidad se colmó al sentir quePhilippine, sentada a la mesa no lejos de él, la compartía. La señorita deSassenagesólopudoacercarseaélenunaparteduranteunossegundos,tiemposuficienteparaturbarseporlacariciadesuperfumealmizclado.
Philippine se durmió en sus efluvios soñando en el día aquel en el que,trotando uno junto al otro, libres y sonrientes, gozarían por fin de aquel amorinmensoquecompartíanensecreto.
Sihubierasabidoqueelpadredesunuevaamiga,MariedeDreux,sehabíavistoobligadoaaplazarsussiniestrosplanespuestoquealpríncipelehabíasidoasignadouncatador,sindudasufelicidadhubierasidomenor.
M
Capítulo4
athieu se sobresaltó al oír cerca de ellos un crujir de hojas. El albadespuntaba tras la sierra de las montañas del Vercors. Empuñando el
braquemarte,atentoacualquiereventualidad,recorrióconunmovimientodelacabeza la loma ligeramente apartada del camino en la que se habían instaladoparapasarlanoche.Estabadesierta.Seríaunroedor,sinduda.Y,sinembargo,estaba en alerta. Los bandidos que le acogieron unos meses antes tenían sucuartelgeneralporaquellosparajes.Noteníaningunasganasdeverseobligadoaenfrentarseconellos.
Alcaerlatarde,cuandoelejedesucarretaserompióenunsurcoprofundo,estabanyasóloaunaveintenadeleguasdeSassenage.Algondepropusoseguirapie, pero aquello hubiera sido una locura. Sobre todo con Elora. Así que,acompañadodeJanisse,queestabadeacuerdoconél,Mathieubuscóunrefugioen las inmediaciones. No tardaron mucho en poder acomodar a Algonde, aGersende y a la chiquilla al abrigo de unas grandes rocas que formaban unabóveda y dominaban el camino y el bosque.Al buey, una vez desatado de lacarreta,loinstalaronjuntoaellos.
Encender el fuego habría permitido ahuyentar a los lobos, pero por elcontrario habría atraído a los malandrines. Así pues, acordaron no hacerlo.Janissehizoelprimerturnodeguardia.Mathieuacababaelsegundo.Sehabíanemboscado de tal manera que nadie podía sospechar de su presencia, peroduranteeltiempoquepertenecióalabandahabíatendidoalgunastrampasalosviajerosyaqueldesafortunadosurconoerafrutodelacasualidad.Enlosúltimostiemposnohabíallovidotantocomoparaquesecrearaynorecordabahaberlovistoalaida.
Otro crujido. Más cerca, le pareció. Su corazón latió más deprisa. Unvistazohaciaatrás.Janisse,conlabocaabierta,roncabaruidosamentecercadel
buey que mascaba una hierba corta y seca. Dormidas, Algonde y su madre,frenteafrente,ofrecíanrefugioaElora,quebalbucía.
Sefrotólasmanoshúmedasantesdeempuñardenuevolaespadacorta.Sunerviosismonosehabíacalmado.Enmenosdeunahora,encuantoamaneciera,podrían reemprender la marcha seguros. Claro está que seguiría existiendo elriesgo de ser atacados, pero por el aspecto humilde de la expedición lo másprobableeraquelespermitieranseguirsucamino.
Mathieuaguzóeloído.¿Erasupropioalientoounmurmulloenemigo loqueelvientollevabahastaél?Esavezsepusoenpie,armadoconsucorajemásque con el filo de aquella espada que sabía que poco podría hacer contra unabanda armada. Abandonando a los suyos al abrigo de las rocas, avanzó unospasos, en línea recta hacia el lugar de donde procedía el ruido. Queríaasegurarse.Recordólaseñalquesehacíanlosmalandrinesquefrecuentóysilbó.Dossilbidosestridentes.Luegootro,queimitabaelgritodelpardillo,seguidodeotros tres, entrecortados. Si se trataba de ellos, estaba salvado. En casocontrario... Esperó, atento almenor ruido.Dos trinos le respondieron.Bajó laguardiayactoseguido,conunmazoalhombro,suantiguocompañerodejuegosen Sassenage, el bandido Villon, surgió de la sombra de unas rocas, a pocadistancia de él. Para no exponer a los suyos, Mathieu avanzó hacia las seissiluetasqueserecortabancontraelmantodeestrellas.Estabasegurodequelohabíanreconocido.
—Unos minutos más y nos habríamos lanzado sobre ti —le dijo unapelirrojadesvergonzadadeaspectovaronilabriéndolelosbrazos.
Sedejóabrazarcalurosamente.—Estoy contento de volver a verte Celma... Tudama... Cascarrabias...
Quebrantahuesos...Marrullero...—lossaludóunoaunoconunabrazo.LediounfuerteabrazoaVillon,debrazosmacizosynudosos.—Estoycontentodevolveraverte,hermano—ledijoelbandido.Mathieuseapartóydiounpasoatrásparareviviratravésdeellosaquella
vida que lo había obsesionado los últimosmeses.La de los caminos fríos, lasemboscadasapenashabíacaídoelrocío, lashuidasy lasangrederramada.Lassonrisas desportilladas eran las mismas que en su recuerdo. Los motes deaquellos hombres y mujeres en medio de la vida salvaje en las montañasevocaban en su corazón el lamento solitario de su alma herida. Junto a ellos
recuperó el aliento cuando estaba herido por el dolor de haber perdido aAlgonde.Al calor de la hoguera de su campamento, se dejó acariciar por lasmanosexpertasdeCelmaysehartódecarneycrímenesparacatarlaebriedadde losmismosy curarse del deseode venganza.Hubiera podido abandonarse.Convertirse en uno de ellos. Fueron las risas de los huérfanos persiguiéndosecomo su padre antes que ellos, con un armademadera en lamano, lo que lerecordólahorca.Yelsaborenharinadodelbuenpanqueyanohorneaba.
—¿Esadeahíestucarreta?—preguntóQuebrantahuesos.Era un colosoque se había ganado esemote partiéndoles el cráneo a sus
víctimasdeunsolomazazo.Mathieuasintióconlacabeza.—Seharotoeleje.Acausadeunodetussurcos,¿verdad?Marrullero,haciaquiensehabíavuelto,seechóareír.—¿Buentrabajo,nocrees?—¿Solooconsoldados?Conlamiradagraveantetaleventualidad,Villonaguardabaunarespuesta.—Bajalaguardia.Tengopalabrayteladi.Serelajaron.Enérgica,vestidadehombre,Celmalerodeóelcuelloconsus
brazos.—¿Asíquemeechabasenfalta?—Asífuedurantemuchotiempo.Ella hurgó en sumiradagracias a la luzde la luna, antes dedar unpaso
haciaatrás,conunasonrisadedespecho.—Novuelvesconnosotros,¿verdad?Todos le miraron, con el convencimiento de que ya no cumpliría su
promesadeunirsea labanda.Mathieuplantósumiradaesmeraldaen losojosdecepcionadosdeVillon.
—RegresodeLaBâtiecondoñaGersendeymaeseJanisse.Laevocacióndeaquellugar,asociadoalcadalso,loshizoestremecer.—¿El barón Jacques?—preguntó Cascarrabias, que tenía fama de ser el
másrencorosodelabanda.
Elpaneteromeneólacabeza.¿Cómoexplicárseloaél,aquientantasveceslehabíaaseguradoquesevengaría,conuna jarradevinoen lamano,durantetantasnoches?
—Algondemehadadounachavalilla.Duermenlasdosalasombradeunasrocas.
Celma acusó el golpe. Cascarrabias meneó la cabeza. Villon sacudió lasuya.Paraellos,estabaperdido.
—¿Tehascasadoconella?—preguntóMarrullero,máspragmático.—Noseastonto.¡Puesclaroquesehacasadoconella!¡Ysecagademiedo
enloscalzonesantelaideadequelospodamosensartar!Aquesí,Mathieu,¿aquetecagasenloscalzones?—seburlóagriamenteTudama,quehastaentonceshabíaguardadosilencio.
Tambiénconésteseconocíandesdequenacieron.Susmadreseranprimas.Ambos las perdieron a la vez, a los cinco años de edad. Tudama tuvomenossuerte que él. Su padre carretero cayó en una emboscada. A Tudama se lollevarony locriaronenel campamento.Lohabíaolvidado todoacercade susorígenes,incluidosunombredepila,ynoconservabamásqueelrecuerdodelasfaldas de sumadre adoptiva, una puta a la que todos llamaban laDama paraburlarsedeella.
Haciendocasoomisodeladecepciónqueocultabaaquellapulla,MathieupusounamanosobreelhombrodeVillon.
—Algonde no sabe nada. ¿Dejarás que sigamos nuestro camino?Si debopagarteuntributo,quédateconelbueyylacarreta.Quierorecobrarlapaz.
—Necesitohombres,nocarretas...—Yyolanecesitoaella.Losabesmejorquenadie.—Tubraquemarte—decidióVillon.Mathieudiounpasoatrás.—Notendrénadaconquedefendernossiotrosnosatacan.Laexpresióndelcabecillaseendureció.—Eseestuproblema.Elnuestroesmatarporloscaminosylahojadetu
espadanos irábien.Siundía laquieres recuperar, teaguardarácolgadademicinto.Dámela.
Mathieutragósaliva.Frenteaél,elgruposeapiñabaalrededordesujefe.Niamenazantesnicómplices, simplemente solidariosdeunamismaopcióndevida.
Obedeció. Un haz de luna dio en la hoja de la espada y espejeó unosinstantes. Los dedos deVillon se unieron a los deMathieu en la empuñaduraparatomarelrelevo.Casilahabíaasidocuandolaluzsehizomásintensaenlahoja,sorprendiéndolosaambos.
—¿Quéeseso...?Villonnoacabólafrase.AligualqueMathieu,conlamanorepentinamente
quemada por aquel resplandor azul que desprendía la espada entera, la soltó.Antesusmiradasasombradas,elbraquemarteaureoladodeluz,enlugardecaeralsuelo,quedósuspendidoenelairealaalturadesucintura.Villondiounsaltohacia un lado, supersticioso. Mathieu, petrificado, miraba el arma que, ahoraanimada,sealzóhastasufrente,conlapuntahaciaelsuelo.
Detrás de Villon, los demás habían retrocedió prudentemente. Mathieureconocióaquellaluz,peronocreíaqueElorapudieragenerarladesdetanlejos.Era demasiado chiquitina para poseer tal poder. ¿Presina? Fuera lo que fuese,trasperderbruscamenteelcontrol,lahojaseclavóenlaanfractuosidaddeunarocaquesobresalíadelsuelo.Villontragósaliva.
—¿Quiénteprotege,MathieudeSassenage?¿Diosoeldiablo?MathieunosupoquéresponderyVilloncedió.—Recogetuespada.Enesascondiciones,teladejo.Inclinado sobre la roca, Mathieu trató de arrancarla pero no lo logró.
Tironeóconmásfuerza,peronosemovió.Eracomosielconjuntoyaformaraunúnicobloque.Seapartóasuvez,conunasonrisadedespecho.
—Parecequenoquierenquenospeleemosporella.—Llegaráundía,Mathieu,enelquetúyVillonjuntoslaarrancaréisdela
piedra. Ese día lloverá sangre a tu alrededor —predijo Celma con vozmonocorde.
Losdemássesantiguaronde inmediato.Aunqueestabanacostumbradosalasvisionesdesucompañera,herederadelossecretosdelabrujeríadesumadre,siempresentíanelmismotemoralverlaposeída.Mathieuhabíaasistidomásdeunavezasustrances.Eranéstoslosquedecidíansidebíaasaltarseonoungran
convoy. Si Celma los declaraba victoriosos tras tirar las runas, se lanzaban alataque convalor. Si se echaba a llorar, abandonaban, pues estaban seguros deque perderían a uno de ellos. Villon asintió con la cabeza, respetuoso ante elpoderdeCelma.
—Loquedebaser,será.Vuelveatucasa,Mathieu.—Pasarédenuevoporaquíensentidoinversodentrodeunosdías.—Enesecaso,quetevayabien—ledijoaguisadedespedidaaldarsela
vuelta.Losotrossiguieronsuspasos,silenciososygraves.SóloCelma,quehabía
vuelto a la realidad, se volvió una última vez de camino hacia el bosque. Susonrisaparecíatristey,sinembargo,losaludóconlamano.
Mathieu los contempló adentrarse en el bosque, trató una vez más derecuperarsuespada,renuncióaello,yregresóasupuestodeguardia.
Ya en la frondosidad del bosque, Villon se detuvo. Su amistad haciaMathieu era sincera. Comprendía su elección, y la respetaba, pero habíaapreciado su presencia.Mientras permaneció en el campamento, la carga quesuponíaaquellacomunidaddecienhombres,mujeresyniñoslepareciómenospesada.Elbandidonosabíaporquérazón.Celma lepusoafectuosamenteunamanosobreelhombro.
—Tenpaciencia,Villon.Loquehoylehacefelizserásudesgraciamañana.Nosnecesitará.Desesperadamente.
El bandido cubrió aquellos dedos de uñas sucias con los suyos, medioroídos,ylosapretó.
—Ahíestaremos—afirmó—.Sí.Túyyoestaremosahí.«Osdeclarounidosporlossagradoslazosdelmatrimonio...»Esa frase llenaba los sueños deAlgonde con un eco aúnmayor pues era
amplificadapor lasbóvedasde lapequeñacapilla.ElpadreMancieraceptódebuen grado la discreción del himeneo y la intempestiva hora de la ceremonia.Aún dormían en el castillo cuando Algonde abandonó sigilosamente suhabitación,consumadreyPhilippinetrasella.MathieuyelbarónJacquesyasehallabanallí,atareadosjuntoalcura,cuandoellacruzólapuerta.Escogiódesu
guardarropía un vestido tornasolado bordado de rojo, y lo utilizó sin reparoalgunoparalaceremonia.Noeramomentoparaflorituras.EngañaraMarthelebastaba. Lo decidieron todos juntos.No decir nada a nadie.No hacer gala denada para evitar que pudieran recaer represalias sobreMathieu. Era la mejorsolución.Y además, así no había que darles explicaciones a los cortesanos dePhilippine, a los cuales les bastaba la viudedad oficial de Algonde. Todo elmundoquedabacontento.
Gersende no pudo reprimir unas lágrimas de emoción y Janisse, menosdiscreto, enjugó las suyasal sonarse sonoramente.Philippine se sintióazoradadurante el intercambio de votos, al imaginar los suyos con Cem. El barón,satisfechoalpoder repararaquelloquehabía separado, seapresuróa firmarelregistroensucalidaddetestigo.Fueunactobreve,sobriamenteiluminadoporunoscandelabrosyunramodezarzarrosas,perosuficienteparaloscorazonesdelosreciéncasadosqueesperabandesdesiemprequesuamorfueraconsagrado.
Cuandosalierondelacapilla, todosvolvieronasushabitaciones.MathieunopodíadormirconAlgondesiqueríanmantenerelsecreto.
Aldía siguiente, alvisitar aClaude, suhermanopequeño, alqueSidoniemimaba,PhilippinesesintiódesoladaalverqueAlgonderechazabaaMathieu.HabíaanunciadoquecontabaenviarlaaSassenageparalabodadesumadre,conlaesperanzadequeasíledespertaríaeldeseo.Marthe,allípresente,nisiquierapestañeó. ¿Imaginaba que aquellos humanos eran demasiado estúpidos paraengañarla?
Algondenoacababadecreérselo,perohastaquesedemostraralocontrario,dabaporbuenaaquellaposibilidad.
MásaúnpuestoquemantuvounalargaconversaciónconelbarónJacques,una vez todos se dispersaron y la capilla quedó desierta. Para garantizar laconfidencialidaddesuspalabras,elpadreMandercerrólaspesadaspuertasdelaestancia.
—Necesitosaber loquesabes,Algonde—ledijoserenamenteJacquesdeSassenagetomándoladelasmanos.
Ellasedecidióahacerlotrasoírdesuslabioslosucedido.Laresurrecciónde Jeanne, el altercadoconMartheen sudespachoy la alianzaconAymardeGrolée.JacquesdeSassenagehabíadecididoconfiarenellaynopodíanegarseaofrecerlesuconfianza,asíqueselocontótodo.ComoaMathieu.Amedidaquehablaba,sobreloshombrosdelbarónrecayóelpesodeaquellasrevelacionesde
lasque,sinembargo,eraincapazdemedirelalcancereal.Cuando hubo terminado, él permaneció varios minutos pensando en
silencio, envuelto en el olor a incienso, antes de volverse hacia ella conexpresióndedeterminación.
—Magia o no, venceremos juntos. Puesto que tal debe ser su destino,favoreceré losencuentrosdemihijaconesepríncipe.Ydesapareceréanteesabruja hasta que llegue elmomento.Mayores serán entoncesmi venganza y latuya,Algonde.
Conunamanoenelcorazón,searrodillóanteella.—Estoyavuestrasórdenes,doncella.—¿Amisórdenes?—seatragantóAlgondeantetamañaincongruencia.—Nohayreyenelmundoquenohicieralomismoanteunhada.—Unhada...—repitióAlgonde,antesdeadmitirquesehabíaconvertidoen
unhadaporcompletograciasalelixirdelosAntiguos.Letendiólamanoparaquesepusieraenpie.Dos días después, ante la mirada indiferente de Marthe, Algonde se
acomodabaen lacarreta juntoa los suyosy,mientrasPhilippine sedisponíaaabandonarLaBâtieparaviajaraRomans,ellatomóelcaminodeSassenageconlamisióndetraeraquelfiltroparaCem.Noseríaposible,Algondelosabía,perohabíallegadoparaellalahoradeveraPresinayhablarconella.
Aquellamañanadel5dejuniodespertóconunsentimientodelibertadenel
corazón.MartheestabalejosyMathieusehallabajuntoaella.—Nome atrevía amoverme—le dijo sumadre, con la cabeza apoyada
sobresucododoblado,apocosdedosdeella.Algonde le sonrió con ternura. Janisse aún roncaba con un desesperante
ruidodelaglotis.Eloraagitólosbrazosentreellas,conlosojosbienabiertosyunasonrisadeorejaaoreja.
—Estachiquitinaesdebuenaconstitución.Nopuedodecirlomismodeti,quebramabasencuantoseacercabalahoradetomarelpecho.
Algondesonrióaloíraquellaevocaciónantesdeincorporarseparaponerse
a la criatura sobre las rodillas. En cuanto retiró la tela de su corsé, Elora seabalanzósobresuseno.Gersendesesentóasuvezyapoyólaespaldacontralaroca,cercadesuhija.Anteellasamanecíayelcieloseincendiabaconvaporessangrientos. Algonde buscó a Mathieu con la mirada y vio que estabaadormilado, acurrucado sobre sí mismo. Visiblemente, la noche habíatranscurridoapaciblemente.
Aún amodorradas, ambas se abandonaron ante el espectáculo del sol queascendíaenelhorizonteyGersendesuspiró.
Algondevolviólacabezahaciaella.—PiensoenesapobreFanette—leconfesósumadre.UnvelodetristezacubrióelcorazóndeAlgonde.Alatardecerllegaríanal
castillo. Entonces habría que decirle la verdad. Algonde sabía que no losperdonaría.FanetteamabaaMathieualmenostantocomoella.Leromperíanelcorazón.
Gersendenoqueríaperdermástiempoyseapoyóenlarocaparaponerseenpie.
—Vamos—dijo—,nohayqueapenarseantesdetiempo.Yotambiéntengohambre.
ConpasodecididofuehastaJanisseylesacudióelhombro.—Enpie,prometidomío.Eshoradedesayunar.Mientras Janisse se levantaba, chascando la lengua con su legendaria
glotonería,ellarebuscóenlabolsadelaquenoseseparabaunahogazadepanyelpedazodetocinoahumadoqueconstituíansurefrigerio.
L
Capítulo5
aurent de Beaumont, señor de Saint-Quentin, llegó a la plaza mayor deRomansorgullosodesutítulodepajedeljovenreyCarlosdeFrancia,enel
momentoenquePhilippinepaseabaporallíacompañandoalcortejodelpríncipeCem. Como todos, lo vio avanzar por la explanada reservada, ignorando lasbarreras.Él ibaacaballoyellosapie.MariedeDreux,a laquegustosamentehabíaaceptadoasulado,apuntoestuvodedesvanecersealverledesmontardesucorcel.PhilibertdeMontoison,porsuparte,arrugólanarizysedejóarrastrarporlosnotableshastapegarseaPhilippine.
Porunavez,pensóésta,eraunabuenaidea.MientrasCemllegabaalatribuna,acompañadoporelbaróndeClermont,
Jacques de Sassenage y los señores de Chaste y de Uriage, todos jueces enaquellaslides,Philippine,apremiadaporMarie,sequedóatrásparaqueLaurentdeBeaumontpudieraverlas.
Unavezhuboentregadosumonturaaunguardia,contemplóelespaciodelasjustasconunamiradadeconquistador.TrasuninstantedefelicidadalveraPhilippine,quemirabaensudirección,surostrosevolvióadustoaldescubrirasuescolta.MariedeDreux.PhilibertdeMontoison.Nodudóniporunmomentoqueunahabíaconfesadosucorrespondenciayquelaotraestabaalcorriente.Sinembargo,avanzóhaciaellas.Antetodohombredehonor,seconsagraríaaaqueltorneo para ganarse el corazón de Philippine.De no ser así, se casaría con labellaMarietrasabatirasurival.
—Qué alegría volver a veros por fin, gentiles damiselas—exclamó condeferencia.
Seinclinóysaludóconsusombrerotocadoconunaplumablanca.—Nopuedodecir lomismo, señor. ¿Qué osadía os lleva a entrar en este
campoqueaúnestáprohibidoaloscaballeros?Laurent deBeaumontmiró de arriba abajo aPhilibert deMontoison, que
acababadefustigarlo,congrandesprecio.—Elamorseríedelasbarreras.Yloscentinelasseinclinananteelsellodel
rey.—¡Menudocaradura!¡Osaureoláisdeunresplandorusurpado,señor!—se
burlóPhilibertquien,sihubiesepodido,enaquelmismoinstantese lehubieralanzadoalcuello.
No,decididamentenohabíaechadoenfaltasucaritadeniñoysusínfulasdegallito.
Philippineserió.—¡Vamos, veo que sigue habiendo un buen entendimiento entre vosotros
dos!Bastaya,queridoPhilibert.Ellarespondióalsaludodelpaje.—Vuestras cartas afirmaban que gozabais de buena salud y constato con
placerqueademáshabéisrecobradotambiénvuestraimpertinencia.—Indomableantetantabelleza.MariedeDreuxbajólavista,herida.Hartaya,Philippinedecidiódarleuna
lección.Cuantoantessedijeranlascosas,antesaquelloslobosdejaríandetratardedegollarse.
—NoospresentoaMarie,séhastaquéextremolaqueréis...ElseñordeMontoison,queloignoraba,sedivirtió.—¿Así,pues,luciréissupañueloenelbrazo?Laurent deBeaumont no respondió. Sólo quería combatir por Philippine,
peroconfesarlohubierasidounazafiedad.Lesofrecióunareverencia.—Permitid que me retire, señoritas. Es hora de dirigirse a los establos.
¿Permitísqueosinviteaseguirme,señor?Anoserquehayáisdecididorendirosporrazonesdevuestraavanzadaedad.
Dehecho,sellevabanveinteaños.—Id delante, ya sabré dónde encontraros —refunfuñó Philibert de
Montoisonapretandolospuños.Conunasonrisaenloslabios,LaurentdeBeaumontsediolavuelta.Marie
estabalívida.Uniólasmanosenseñaldeoraciónanteelhospitalario.—Nome lo hiráis, caballero.Veo en vuestros ojos que os hace hervir la
sangre,pero...—Serenaos,Marie—leordenósecamentePhilippine—.Sientreelloshay
algunadiferencia, cosade laquedudo, se resolveráenestecampoante todos,¿noesasí,Philibert?
ElseñordeMontoisonseinclinóanteMarie.—Notemáis.Nodesearíaprivarosdeunhombrecomoél.Secuidómuchodeañadirqueelpadredeladamisela,quehabíatenidola
desagradable sorpresa de identificar como al pañero del peaje, tendría así elyernoquesemerecía,altivoycondescendiente.
Ytrasdejarquesereunieranconlos jueces,queyasehabíanacomodadocongranrevuelodetrompetas,sedirigiórápidamentehaciaelvallado.
Un redoble de tambor que respondía a las notas alegres les dio tiempo a
instalarse.PhilippineentresupadreySidonie,MariedeDreuxentresuspadres,alosquehabíainvitadoelbaróndeClermont.Elpañero,ataviadoridículamenteconsusropajessobrecargadosdebordados,parecíaquehubieracaídoenunbotede pintura dorada. De verbo poderoso, molestó al oído de Philippine alreprocharleasuhijaquehubierapreferidoaquelvestidosobrioalmásvistosoquelehabíadestinado.Felizmente,CemestabaahíparadistraeralaseñoritadeSassenage de tan grosero personaje, delante de ella, un escalón más abajo,ocupadoenunaconversaciónconelseñordeClermont.Sucorazóndejódelatirun instante, un largo escalofrío le recorrió la columna vertebral y tuvo queapartarlamiradaparanoponersecoloradadelacabezaalospies.
Precedidopornuevostoquesdetrompeta,unheraldodearmasproclamabasumensajeyotros,aciertadistancia,lorepetíanparaquetodoelmundopudieraoírlo.
—¡Gentilesdamasybelloscaballeros!Sehacesaberaloscaballerosqueeneste día de junio, tercero antes de Pentecostés, el príncipe Cem ofrecerá un
presentedevalorincalculablealvencedordeestetorneo.ElvencedorrecibiráelobsequiodemanosdelaamableHélènedeSassenage.
Philippine soltó un gritito de sorpresa. Cem se había vuelto al oírse elanuncioyledirigióunelegantesaludoconlacabezaalqueellarespondióporreflejo.Un acangui subió las escalerashasta llegar frente a ella, la saludó conunainclinaciónyantelasmiradasdelosSassenageabrióuncofrelabrado.Denuevo, se quedó sin aliento. Al lado de pequeños diamantes de inigualablepureza, había otros dos de un azul translúcido y admirablemente tallados queapenaslecabríanenlapalmadelamano.
—Reconozcolagenerosidaddelpríncipe.Esunregaloreal—dijoJacquesdeSassenage,turbado.
De aquí y de allá las gentes se inclinaban para tratar de verlo, peroPhilippinecerrólacaja.
—Dile a tu señor que seré garante de la belleza de estas piedras, tanresplandecientecomolademihijaaquienselashaconfiado—declaróJacquesdeSassenagealturcoquelashabíallevadohastaallí.
Encuantoéstesehubomarchado,Jacquesseinclinóhaciaella.—Nohaydudadeque te tieneengranestima,hijamía...Ysoyfelizpor
ello—ledijoenunaparte.Philippine no lo dejó traslucir, pero su corazón latió aceleradamente. A
todasluces,Sidonieselohabíaexplicadotodo.Unnuevoredobledetambor.Lascabezassevolvieronhaciaelvallado.Los
caballerosaparecieronunotrasotro,vestidosconarmaduraypenacho,llamadospor orden alfabético. Ochenta y cuatro en total, entre los cuales, además dePhilibertdeMontoisonydeLaurentdeBeaumont,figurabanAymardeGrolée,unodelosdemayoredad,peroimbatidoenlaúltimajusta;Louis,elhermanodePhilippine; Philippe de La Tour-Sassenage, padre de Sidonie; Guillaume deViennois, señordeAmbeloPierreCoste, oficial delTesorodeRomans cuyasventanassehallabanfrentealadePhilippine.CuriosaalpensarenelretratoquedeéllehabíahechoBonnemine,locontemplómientrasdeteníasucaballofrentea la tribuna, con el yelmo alzado. A pesar de algunas patas de gallo quetraicionabansutreintena,teníaunrostroagradableyunamiradavivayglotona.La miró con deseo. En lugar de responderle, ella apartó la mirada al juzgar,finalmente,quenoeratanapuesto.Todosdesfilaronsinqueellavieraaalguno
cuyoportepudieracompetirconeldeCem.NisiquieraJacquesdeMontbel,elcual quedó tan impresionado por su belleza que los ojos se le salían de susórbitasyquehizodeciraSidonie:
—Te apuesto a que éste se sumará esta noche a nuestra fiesta y no seapartarádetulado...
JacquesdeSassenageañadió,divertido:—ElcondedeEntremontesunbuenpartido,deunafidelidadyunarectitud
sintachay,¡pardiez!,ademásahoraestáperdidamenteenamoradodeti.Lástimaqueestésprometida,hijamía...
Dehecho,tansubyugadoestabaquenosemovíadellugar,hastaelpuntode que tuvieron que intervenir los heraldos para indicarle que prosiguiera sucamino.
Al lado de Sidonie, las hermanas Sassenage trataban de permanecererguidasyserenastalcomoéstaleshabíaaconsejadoysiguiendoelejemplodelamayor,peroavecesselesescapabaunaexclamación,moduladadeinmediatoconsusdedoscubiertosporlosguantesquesellevabanasusbocassonrosadas.
Una vez todos los caballeros estuvieron alineados frente a los jueces, uncaballeroconloscoloresdelbaróndeClermontlespresentóunsombrerobocaarribaparaqueelazardesignaraquiénesseríanatacantesyquiénesdefensores.LesllegóelturnoaPhilibertdeMontoisonyLaurentdeBeaumont.Cuandoelheraldoanuncióqueseenfrentaríanunoalotro,MariedeDreuxresbalóensusilla,exangüe.
Agotados, rendidos. Janisseyano tenía salivaymenosaúnpalabraspara
lamentarsecuandofranquearonelcuerpodeguardiadelcastillodeSassenageyaentradalanoche.Nolesesperabanpero,enunosminutosymuchoantesdequellegaran al patio interior, circuló el anuncio de su retorno y sobre todo de lapresenciadeAlgonde.Todossalierondesuscasas,Jeanelpaneteroelprimerode todos ellos, inquieto por el rumor según el cual habían llegado a pie. Encuanto vio a su buey y oyó que su carreta estaba en el camino y que sólonecesitabaserreparada,seabandonóalaalegríadelreencuentro.Algondefuedeabrazo en abrazo. Janisse sacó fuerzas de flaqueza y pudo pedir a susmarmitones,alosqueabrazócomosifuerasupadre,quelesdierandebebery
decomer.Lasrisasresonabancomountorrentedeaguasvivasy,apesardelahora tardía, alguien propuso que se organizara una velada para festejar elacontecimiento.
Mathieu,porsuparte,nosesumómuchoratoaaquellaefusividad.Aligualquesuspadres,Fanettesehallabafrentealapuerta.Lohabíavisto,elprimerosin duda. Sus miradas se cruzaron. La presencia de Elora no necesitabacomentarios, pero no quiso esconderse. Con pasos pesados pero decididos,renunciando a los honores, se abrió camino entre las gentes del castillo parallegaralacasadelherrero.
Fanettehabíaentrado.—Buenasnoches,muchacho—ledijoJeannotsinrencor.A pesar de la pena de su hija, había frecuentado tanto a Algonde y a
Mathieuquenopodíadejardealegrarseporsureencuentro.—Yanotengoelbraquemarte,melorobaronenLaBâtie—leanuncióel
joven.Jeannotseencogiódehombros.—¿Tehascasado?Mathieuasintióconlacabeza.—Enesecasonohasperdidonadaquemeperteneciera.—¿PuedoveraFanette?—Siellaloconsiente...El jovenzuelo cruzó el umbral. Allí estaba la madre, que le dirigió una
miradasombría,sincomentarios,ylegritó:—Muéstrate,hijamía,quevealadesdichaqueteprovoca.Mathieusequedóenpieenlaestanciademueblesperfumadosporlacera
conlaqueacababandelustrarlos.Aúnquedabaunpocoeneltrapotrashaberloutilizadoparaelespléndidomobiliariode los señores.Sidonienunca leshabíareprochadoqueacabarandeaprovecharlo.Esperóunos largosminutos.Conelfin de que advirtiera su desprecio, Cunégonde se había puesto de nuevo atrabajar.Mathieuyasedisponíaamarcharsecuandoseabriólacortina.Fanettehabía aprovechado para enjugarse los ojos. Con ojeras y aún enrojecidos,brillabanperohallaronlafuerzaparamirarlesinpestañear.
—Estoycontentadequehayasregresadosanoysalvo,Mathieu.—Quierohablarcontigo.¿Meconcederásunmomento?—¿Puedosalir,madre?—Decídelotú—respondióéstasinalzarlavista.Fanettefuehacialapuertaylaabrió.Elpatioestabadesierto,perodelotro
lado del torreón, junto a la panetería, llegaban risas.Un caramillo desgranabaunas notas en el aire fresco de la noche.Condecisión se dirigió hacia el otrolado, hacia la halconería, como aquella noche en la queMathieu la persiguió,cuandodiscutieron.Ellasiguióadistancia.Frentealafragua,niJeannotnisushijosleimpidieronquesemarchara.
Fanette se apoyó contra el muro y aguardó a que llegara. Su dolor erainnombrable pero, valiente, no era de las que ceden ante la adversidad. El seplantófrenteaella,incapazdehablar.
—Eleperdonado...Porlachiquilla—alcanzóadecir,olvidandoeldiscursoquehabíapreparado.
—¿Losabías?¿Sabíasqueestabaembarazadadetuhija?—Meenteréallí.Tepidoperdón,Fanette.Ellaseencogiódehombros.—¿Porqué?Nomehasmentido.Enelmomentoenquetemarchaste,supe
queteperdía.¿Recuerdasloquetedijelaotranoche?Quepreferíavertecolgardelahorcaquejuntoaella...
Elnosupoquéresponder.—Era verdad. Y lo es aún. Te deseo que seas feliz, Mathieu, mientras
puedas.Porque teconozco,quizámejorque túmismo,yhaceunratohevistoahí a tu ruiseñor...EnLaBâtie se lehanpegadoairesdegran señora.Túaúntieneslasmanosembarradas.Llegaráeldíaenquetendrémirevancha...
Élretrocedió,asustadoantelahielqueellaescupía.Antesulucidez.—Cállate.Conlosojosachicadosporeldolor,ellasecarcajeó.—Yesperaré,Mathieu,créeme.Enelúnicolugaralqueséqueregresarás.Sesobresaltó.¿Osaríaabandonarellaaquellavida?¿Unirsealosbandidos?
PuestoquesabíaqueeradesurefugiodeloquehablabaFanette.Muchasveceslehabíapedidoqueleexplicarasuestanciaallí.SearrepentíadehaberevocadoaVillon,suantiguocamarada.
—Nocometas esa locura, Fanette, o te perderás.Yonomerezco la pena,créeme.
—Tecreo—lerespondióellafríamente—.Peroparamidesgraciateamo.Yalrevésquetú,noteperdono.Correareunirteconella,mibelloMathieu.Yaprovéchala.Lapróximavezquemeveastalveztendréunpuñalenlamanoyestaréencimadeti.Oencimadeella,sitúnoestásallí.
Entre los suyos, rodeada de los perfumes recobrados del castillo de su
infancia,Algondealzósucopaantelamesaquesehabíaimprovisadobajolasestrellasfrentealapanetería.LosdependientescorrieronalacocinayllenaroncestasdeembutidosyJeansacósuúltimahornada.
—QueDiososguardetalcomooshehallado—brindóAlgonde.¿Porquélosdíashabíanperdidoaquelsabor?¿Aquelcolor?¿Porquéhabía
crecido? ¿Por qué cayó en el Furon? ¿Por qué había seguido su destino?Québiensesentíasúbitamenteensucasa,lejosdeMarthe.¿Recobraríaalgúndíaladespreocupación de los banquetes, la ligereza de los caramillos? Mathieuapareció,conaspectotriste.TodoslohabíanvistodirigirseacasadeFanetteytodossabíanloquesehabíandicho.Algondeseprometióiraveralajovenzuelaal día siguiente, no porque tuviera el poder de aliviar su pena sino porquedeseabaquesupierahastaquépuntolacomprendía.
Aquellanocheestabasedientadevida.Teníaganasdesaborearlafelicidadabocados.Mathieusesentóenelbancoentresupadreysuhermanoybrindóasu vez por la pequeña Elora, que dormía en casa del panetero, justo al lado.EsperabaquealamañanasiguienteFanettehubieracambiadodeidea.
La fiesta se prolongó hasta el alba en Sassenage y también en Romans.Cuando todos se hubieron dormido, una joven abandonó a su familia con unpequeñohatilloalhombro,agotadaslaslágrimas,yunhombrevertióvenenoenunajarradehidromiel.
Ambos habían nacido bajo el signo del escorpión. Tenían en común elmismo destino, pero en el momento en que los gallos cantaron saludando su
huida,loignoraban.
S
Capítulo6
i a algo se había aficionado Cem era a ese vaso de hidromielmaravillosamenteespeciadoqueelgranpriorteníalagentilezadeenviarle
y que bebía antes de caer en brazos de Morfeo. Protegido por la lengua delcatador,acualquierhoraenqueseacostaraenaquellaciudaddeRomansdondesefestejabasupresencia,Cemhabíaperdidoelmiedoalpeligro.NosoñabamásqueconregalarselavistaconlosojosdePhilippine,conlasactuacionesdelosacróbatas,bailarinesolosmalabaristasdemazas;yelpaladarconlosmanjaresmásrefinadosservidoshastalasaciedad.
En aquella suntuosa residencia, situada a la salida de la ciudad, donderecibíaasusinvitadoscomosifueraeldueñodelacasa,Cemhabíarecobradoelgustoporlavida,conlosfielesNasuhyAnuarjuntoaél.
Esteúltimoprecisamenteacababadeacompañarlealacama.UnamanecerpúrpurabailabaenlacelosíadelventanalyCem,encantadoconaquellasfiestasquedabanbrillodenuevoasutristeexistencia,habíaabusadounpocodelvinodeespecias.Noestababorracho,perolacabezaledabavueltas.
—Menudamigraña tendré mañana, hermano—se rió mientras se dejabacaerpesadamenteenelbordedelacama.
—¡Bah!LacompañíadeHélènete lacurará—profetizóAnuaraquien,asuvez,labellezadeIsabelle,lahermanapequeñadeésta,lehabíaconquistadoelcorazón.
Cem se abandonó con los brazos en cruz sobre el edredón bordado concuadrosyflores.
—Quisieraqueestosdíasnoacabarannunca.VolveraRochechinardseráuncalvario.
Anuar se instaló a su lado, con la espalda apoyada en los voluminososalmohadonesyunasonrisaenloslabios.
—¡Vamos, no digas eso! Jacques de Sassenage te lo ha dado a entender.Ahoraestualiado.EstoysegurodequeabogaráportianteelreydeFrancia.Sielmonarca arrastra aOccidente tras él en una nueva cruzada, en ese caso laspuertasdeEstambultemblarán,comoantañoConstantinopla.
Cemsuspiró.NasuhyAnuaraúnsentíannostalgia.Niunoniotrohabíanrenunciadoaverloreinar.
—¿Quéseríaparamíunreinosinella,hermano?—¿Quiénhabladedejarla?Tumadreescristiana.Convenceatuamadade
que te acompañe. Quien ve arder el azur sobre el macizo de los Dardanelosqueda prendado para siempre de ese país, Zizim. Los ropajes orientales leparecerán suntuosos y los perfumes almizclados. Se quedará pasmada ante elCuernodeOroyfrenteaTopkapiaúnmás.Hazlatuya,hermano,peronoaquí.Aquí,apartedeella,nohaynadadignodeloqueeres.
Cemcerróuninstantelosojos.—Diceslaverdad,losé,pero¿consentirásupadrequemelalleve?—Seinclinaanteelpríncipequeaúneres,¿porquéibaarechazaralsultán
queserás?—Nolosé,Anuar,nolosé.Sedesperezó,conunbostezo.—Mástardepensaremosenello.Demomento,nohaynadadecidido.Los
hospitalariosnorenunciaránsinpeleaalrescatequelespagaBeyazid.AntesdereconquistarEstambul,miguerracomenzaráaquí,contraelgranprior.
—Y se ha convertido en tu amigo, es cierto —dijo Anuar—. ¿SeguiríasiéndolosisupieraquequieresarrebatarleaHélèneasuprotegido?
—Noquieronadaqueellanoconsienta.Elamorno tienedueño.GuydeBlanchefortesunhombrejustoybueno.Nodudodeque,llegadoelmomento,estarádeacuerdoconmisproyectos.
Anuarmeneólacabeza,escéptico.—Noquieroamargarte laesperanza,Zizim,nimenoscabarlealgranprior
lascualidadesqueleatribuyes,peroyoentulugardesconfiaría...
Cemvolvióhaciaélsurostroalteradoporlafatiga.—Asíhasidosiempre.Yasíserásiempre,hermano.Susantebrazosseentrelazaron,comoenlostiemposenque,dejóvenes,se
quedaban hasta tarde por la noche juntos, cómplices,mientras sus respectivasmadreslosbuscaban.Amamantadosporelmismopecho,nosehabíanseparadonunca.Aquelgestoteníaalgodesuinfanciaydelossecretoscompartidos.
—¿Quieres tu hidromiel? —preguntó Anuar antes de abandonar lahabitación,vencidoéltambiénporelsueño.
Cemdudóuninstanteyluegosacudiólacabeza.—Sientonáuseas.Seríamalgastarlo.Anuarsepusoenpieydiounospasoshacialapuerta,antesderetroceder
hastalamesitadenocheenlaquehabíandepositadolajarra.Lagarganta,queunacorrientedeairelehabíairritadodesdeeliniciodelasfestividades,leardía.MientrasunligeroronquidosellevabaaCemhacialosdulceslimbos,sesirvióun vaso y se lo llevó a los labios, feliz al contemplar al príncipe en aquelabandono como si aún se hallaran allí, enBrousse, tras una bacanal de lobosjóvenes.
Alsentirunaopresiónenelcorazón,tuvotiempodesorprenderseperonoalcanzóacomprender.DespertósobresaltadoaCemyseabalanzósobreél,conlosojosdesorbitados.Fulminado.
—Fanettehadesaparecido.Algonde saltó de la cama de inmediato. Mathieu aún dormía, con una
respiración regular. Se frotó los ojos con los puños y miró a su madre, quehabiéndole dado las llaves de la habitación maldita para que pudiera por findisfrutardesunochedebodas,acababadeaparecerenelumbralde lapuerta,asustada.
—¿Cómoquehadesaparecido?—Pueseso,quehadesaparecido.Sehamarchadodelcastillo.Sumadreha
venidoadecírmelo.LehiervelasangreyestáconvencidadequeMathieueselresponsable.
—¿QuédiceJeannot?—Hapartidoensubusca,ayudadoporsushijosyalgunosvoluntarios.—Ahorabajo—decidióAlgonde.Antes incluso de que sumadre hubiera salido para dejar que se vistiera,
sacudióa suesposocon fuerzapor loshombros.Mathieusepusobocaarriba,consuvergaenerecciónylaagarródelacintura.
—Miruiseñor—canturreó,conlosojosyloslabiosaúnpresadelsueño.Algondeseirguió.—Fanettesehamarchado.—¡Ah!—exclamó,torciendolaboca.Dejócaerlosbrazos.Algondeteníaelcorazónenunpuño.—¿Sabesdóndeestá,verdad?Él se rascó la barba, que había descuidado desde su partida deLaBâtie.
ConfesarlosupondríaexplicarleaAlgondesupactoconlosbandidos.Nohabíapodidohacerloapesardeloqueellamismalehabíaconfesado.Habíacrímenescuyasangrenopodíalavarse,ydadoquenadiesehabíapercatadodequeporlamañana él se había puesto de nuevo en camino sin el braquemarte, no se vioobligadoamentir.
—Contéstame,Mathieu—insistióAlgonde.Lafrialdadconminatoriadesumiradalohirió.—Aunque te lo dijera, nada podrías hacer, Algonde. Está perdida para
todos,yyotambiénsisuspadresdieranconella.UnadudaenlamentedeAlgonde.Unescalofríoalolargodesuespalda.
Seconcentróen la jovenzuela.El rostroennegrecidoporelpolvopegadoa supielporlaslágrimas,despeinada.Fanettesehabíaatadoelhatilloalacinturaytrepabaporunrepechorocosoagarrándosealasraíces.
—Los bosques altos de Sassenage. Se dirige a los bosques altos deSassenage—murmuróAlgonde.
Mathieupalideció.—Co...co...cómo...—tartamudeó.
Clavándolesusojosdesolados,ellanolodejóacabar.—SedirigealcampamentodeVillon,¿verdad?De la impresión,Mathieu se quedó con la boca abierta. Aquello bastó a
Algonde.Saltódelacama.—Sí,vaaunirseaellos.Conlaideadequeundíatúharáslomismo.No
puedodejarquecreaeso,Mathieu.Nopuedoconsentirqueseconviertaensuputa.
Mientrasellasevestíaapresuradamente,élresopló.—Losabías.Siemprelohassabido...Yapesardeello...Ella seplantó frente a él, enternecidapor suvergüenzay a la vezpor su
impotencia.—Mispoderes sonmayoresde loque imaginas,perono tengo tiempode
explicártelocondetalle.Vístete.Tenemosquealcanzarla.—Nosllevamuchaventaja—objetóél.Antelaevidencia,Algondedejócaer losbrazos.Sequedópensativaunos
segundosyluegosecalzó.—PorelFuron.Melusinameayudará.—¡No!—gritóél—.¡No!Conunospasos, seplantó frenteaellay laasióde losbrazos.La sangre
había desaparecido de su cara debido al miedo que le inspiraba aquellaperspectiva.
—Cojamos los caballos—suplicó—.No quiero que regreses allí.Nunca.Prométemelo,Algonde.¡Prométemelo!
Sus miradas se enfrentaron un instante, azorados ambos ante la idea deverseseparadosdenuevo.Algondecedió.
—Te lo prometo. Vístete. Yo partiré antes. Únete al grupo que comandaJeannot.Esotedisculpará.Notepreocupes.Latraerédevuelta.
Éllaabrazóconfuerza.—Ensucorazónsólohaydeseodevenganza.Notefíesdeella.
Bonnemine sollozaba al entrar en la habitación de Philippine, que estabaagotadatrasunanochedemasiadocortayenextremofestiva.
—¡Levantaos, señorita, ha ocurrido una gran desgracia, sí, una grandesgracia!
—¡A ti sí que te va a suceder una gran desgracia como no dejes deinmediatodegraznar!
La camarera se apartó de inmediato,más por la necesidad de sonarse sunarizmoradaqueporverdaderotemor.Undetestablesonidodetrompetaresonóenlapenumbra,seguidodeuntroteendirecciónalventanal.Philippinesuspiróalrecibirlosrayosdelsolenplenacara.No,decididamente,nopodríavolveradormirse.
—Unagrandesgracia.¡Oh,sí!Eratanguapo,tanagradable...Philippine se apoyó en los almohadones.Teníamigraña a causa de haber
dormidopocoy la letaníadeaquellaboba la incitabaalasesinato.Refrenandoesedeseoantetamañodesconsuelo,Philippinelamirócondurezaylogróhallarenellaunposodecompasión.
—¿Quésucede?—Amí,nada,señorita.¡Oh,no!Esaesepobrepríncipe.APhilippinese leheló lasangre.Súbitamentepreocupada,aguardóaque
Bonnemineacabaradesonarsedenuevo.—¿Cem?¿TerefieresalpríncipeCem?—¿Yacuálotro?—Lodejéalalbayreíacomoyo—aseguróladamisela.—Al alba, tal vez —dijo Bonnemine sorbiéndose los mocos y
santiguándose—,peroestamañana...Lacerada por la inquietud, Philippine se levantó de la cama y la agarró
desconsideradamenteporloscodos.—¿Qué ha pasado esta mañana? ¿Me vas a decir lo que ha sucedido o
tendréquepegarte?Sorprendida por la súbita vehemencia, el llanto de Bonnemine devino
incontenible.—Lo han envenenado, eso es. Envenenado, os digo, ¡a un príncipe tan
noblecomoél!Noesdejusti...Su frase se perdió entre los cabellos de Philippine que, vencida por su
desesperación,sehabíadesmayado.Cem también estaba desesperado junto al lecho de su hermano de leche.
Nasuh, a su lado, llevaba con discreción su dolor. Sólo un temblor en el ojoizquierdotraicionabalaviolenciainteriordesudesgarro.
Anunciado por un lacayo en la estancia de Cem, convertida en cámaramortuoria,GuydeBlanchefortseaproximóalacamaenlaquehabíaquedadotendidoAnuar.La jarraenvenenadahabíadesaparecidode lamesitadenoche.Se la había llevadounode los boticarios de la ciudad al quehabíanmandadollamardeinmediato,yquesólopudoconfirmarlamuerteporenvenenamiento.El catador, obligado a explicarse, confesó que se había ausentado para ir adefecar.Elpríncipeaúnestabadisfrutandode la fiestacon suscompañeros, elseñor de Montoison y Louis de Sassenage. No cabía duda de que habíanaprovechadoaquellaausenciaparaactuar.Pero¿quién?Aquéllaeralacuestión.El preboste, al que también habían despertado, acababa de abrir unainvestigación, pero nadie había visto nada.Cuando vio subir al príncipe a susaposentos,suesclavosedirigióalacocina.Lajarrapreparadaporelescanciadorsehallaba sobreunabandeja.Estabacerradaconun tapón.Alnoencontrar alcatador,elhombreseapresuróa subir lasescalerasparanohaceresperara suamo.BlanchefortobtuvodeCem,cuyaprimerareacciónhabíasidodegollarlo,queaguardara,dadoquenecesitaríansutestimonioyeldetalledesusrecuerdospara atrapar al asesino.Cem se tragó sus ansias de venganza.No quiso ver anadie,yseenclaustróentrelasparedesdesuhabitacióndondesehallabaAnuar.Con la puerta cerrada y debido a la ausencia del príncipe en el desayuno, sepropagóelrumordandoecoaunainformaciónerróneaqueelprebostesecuidódenorectificar,ofreciendoasíalculpablelasatisfacciónporsuéxito.Asíseríamásfácilatraparlo,leafirmóaGuydeBlanchefort.
Enaquelmomento,elgranpriorseacercóalpríncipe,sentadoalasombradelascortinasquehabíanechadofrentealaventana.Conlosojoscerradosporlapenaquesentía,orabaamediavozensulengua.
—Disculpadmesiosmolesto,Zizim...Cemalzólacabeza.Latezgris,losojosveteadosderojo,losrasgostensos:
eralasombradesímismo.Abatidoporlafatigayladesolación.—No me molestáis, gran prior. Ningún amigo enturbia el reposo de las
almaspuras.Hablad.—Elrumorsehaextendidopor laciudad.JacquesdeSassenageestáante
vuestrapuerta,deshecho.Aúnno lohevistoperonocreoque secuenteentrevuestrosenemigos.¿Debodecirlelaverdadacercadevos?
Cem frunció el ceño. Ignorante de las intenciones del preboste, nocomprendióladeferenciadeGuydeBlanchefort.
—¿Dequémeestáishablando?ElgranpriorseloexplicóenpocaspalabrasyCempalidecióaúnmás.Siel
barónlecreíamuerto,Philippinetambiéndebíadecreerlo.Nopodíadejarlapormástiempoenelerroryladesesperación.Apoyándoseenlosreposabrazosdelsillón,sepusoenpiecontodalaenergíaquelequedaba.
—Quiero verlo a solas —exigió con tal autoridad desesperada queBlanchefort,aunquesesorprendiera,nopudoobjetarlenada.
Algonde avanzaba tan deprisa como la vegetación le permitía, con los
muslos apretados contra su yegua, como un hombre, paramejor acompasarsecon los desniveles del terreno y la estrechez de los pasos que le ofrecía elbosque. Mathieu le había indicado someramente el camino para llegar alcampamentodelosbandidos.SabíaqueFanetteavanzaríaaciegas,dandovocescuandoseaproximaraalascañadasenlasquesuvozresonaría.Algondequeríadarlealcanceantesdeeseextremosinretorno.
Sentía que se acercaba a ella. Un trozo de cinta enganchado a una ramabaja,otrodetelaenunaszarzas.Necesitóaúnunahoraparaverlaenelclarodeungrupoderoblespeleándoseconloshelechosparaabrirsepasoyavanzar.
—¡Fanette!Lajovenzuelasevolvió,sorprendida.Trasunosinstantesdeazoramientoal
verapareceraAlgonde,seserenódeinmediato.¿Comprendióquequeríanllevarladevuelta?¿Otemióalgunamaldad?Dio
unbrincoporencimadelashierbasyseechóacorrer.Algondedesmontóysinhacersepreguntaalgunaselanzóenposdeella.
Con el rostro azotado por las hojas de las ramas bajas y las pantorrillasarañadas,laseguíadecerca,cadavezconelalientomásentrecortado.Algonde
notardóenreducirladistanciaquelasseparabay,cuandounárbolmuertocortóelpasoaFanette,obligándolaadetenerseparasaltarporencimadelobstáculo,Algondeseabalanzósobrelajovencomounabestiasobresupresa.Rodaronporlossuelos,conlacofiarozandoeltronco.
—¿Novasadejarmenuncaenpaz?—balbucióFanette,conelculoenelsuelo,antesdeenjugarsefuriosamenteconelpuñoellabioheridoaldarcontraunarama.
—Noseabandonaaunaamiga—respondióAlgondesentándoseasuvez.Hirsutas y afeadas por la sangre que perlaba sus arañazos, una y otra
ofrecíanunlamentableaspecto.LamiradadeFanettelafulminaba.—Hablaporti.Yoteodio.LoslatidosdelcorazóndeAlgondesecalmaban.—Nosconocemosdesde la infancia.Nadapuedohacer siMathieumeha
amadoamí.—¡Notendríaquehabervuelto!¡Nometendríaquehaberdadoesperanzas!Algondeseencogiódehombros.—Loscelosteocultanlaverdad,Fanette.Túvistequesussentimientosno
habíancambiado.Anteslosrespetabas.—Entonceserainocente.Nohabíaprobadosusbesos.Algondesepusoenpieyletendiólamano.—Volvamos. El pueblo entero te está buscando, y tus padres están
desconsolados.No puedes desaparecer de esamanera y acabar en la cama deesosbandidos,pasandodemanosdeunoalotrocomounaramera.Noespropiodeti.
Fanetteseechóareír.—Creesquemeconocesperonosabesnadademí,ruiseñor.No,nadade
nada.Confundida por el recuerdo de la jovenzuela reservada que había sido,
Algondeno laviovenir.Nivioelpuñalquehabíacaídoensumano.CuandoFanettesaltósobreella,Algondeapenastuvotiempodereaccionar.Cayóhaciaatrás, con la pelirroja sobre ella. Cuando logró apartarla, la hoja se hundió
profundamenteentresuscostillas.Algondelanzóungritodesorpresaydedolor.—Muérete,muérete,ruiseñor,muereymehabrévengado—seechóareír
Fanette,retirandoladagaparaapuñalarladenuevo,enplenocorazón.Elsegundosiguiente,sinembargo,suhilaridaddementecallóenseco.De
laherida surgióun torbellinode luz azuladaque la empujó conviolenciay lahizodescabalgardeencimadesupresa.EnlugardequelaParcaselallevara,Algondesesentósobreelsueloencharcadodesangre,presadeunatosviolenta.Con los ojos desorbitados. Expectoró el coágulo de sangre que le impedíarespirar,conscientedequeelpoderdelosAntiguosquemorabaenellalahabíasalvado.
Fanettesesantiguóanteaquelmilagro.¿Eraunespíritudivinoodiabólico?Nolosabía,peroestabaseguradequeAlgondenoleperdonaríahabertratadodematarla. Aterrorizada ante la idea de las posibles represalias, retrocedió hastafundirse entre los helechos más altos. A algunos pasos de allí, el caballo deAlgonderelinchó.Fanettecorrióhaciaél.Aunquenuncahubieramontado,tuvofuerzasparasubirseaélytumbarsesobreellomoantesdeespolearlo.
Alllegaralacañada,sedejócaeralsuelo,molidayaterrorizadaaúnporlosucedido.Susmanos,surostroysucuerpoenteroapestabanasangrecoagulada.Seechóatemblardelospiesalacabeza.
Fue así como la halló Villon, al regresar de cazar, sentada junto alprecipicio con las piernas colgando al vacío, dispuesta a arrojarse si Algondereaparecíadenuevo.
-¡A
Capítulo7
hí,mirad!—seoyóalaizquierdadelasgradas.
De inmediato y todos a la vez, los rostros se volvieron hacia aqueldedo de niño que señalaba.Los cuarenta caballeros entraban en la plaza
mayordeRomansporlascallesquedabanalamismayformandounhermosoconjunto: los defensores, guiados por el hijo del barón de Clermont, con elyelmorematadoporplumasblancas,ybandayescudoazulescontresfloresdeororepresentandoalreydeFrancia,ylosatacantes,conAntoinedeMontchenualacabeza,conloscoloresdeCem,plumasyescudoabigarrados.
Aquel homenaje decidido antes de que se iniciaran las justas estabadedicadoalamemoriadeAnuar,enterradolavíspera.Alcallarlostambores,unlargosilencioacompañóelmartilleodeloscascosdeloscaballosalpasosobrela explanada.Los estandartes restallaban con el aire cálidode aquellamañanadel 6 de junio de 1484. En pie, frente a aquellos simulados combatientes quebajabansu lanzafrenteaél,Cemsintióunaopresiónenelcorazón.Talerasurabia, tan inconsolable su pena, que los hubiera podido vencer a todos. Sí, atodos.Aquelsimulacrodecombateque lehabíaagradadopresidir le imprimíaenel corazóneldeseodeunabatalladeverdad, sangrientayencarnizada.Sinembargo, alzó el brazo para dar la señal de inicio de las justas. Sonaron lastrompetas y a la vez alzaron el vuelo cien palomas que, soltadas de una vez,surcaronelazurconsusblancasalas.Cemsintió juntoaéleldolordeNasuh.Ahorayasóloerandosparapreservarlamemoriadesutristeepopeya.Dejócaerel brazo. Los caballeros se retiraron. La vida volvió a las tribunas. Cem seacomodóensuasiento.Estabaenunespectáculo.Éleraelespectáculo.Conunasonrisagallardapegadaasusmandíbulastanparalizadasporelesfuerzoqueledolían, miró frente a él cómo se abrían las barreras y dos grupos de seishombres,frenteafrente,seenfrentaronconsuslanzas.
SihubierapodidohacerlosinconellodarleeseplaceralasesinodeAnuar,ocultoentrelamultitud,Cemhabríagritado.
APhilippineleeradifícilconcentrarseenaquelloshombresque,algalope,
tratabandederribardelcaballoalcontrincante.Asulado,Isabellehacíagaladeuna mórbida apatía. Había bastado una velada para que su hermana pequeñaquedara prendada deAnuar como ella deCem.Desaparecida su alegría, nadaparecía poder distraerla. A Philippine tampoco le apetecía. Además de ladesesperaciónenlaqueveíasumidoaCem,temíalaamenaza,conmayorrazónaúnpuestoqueelasesinohabíafalladoconsuvíctima.Elmenorruidoinhabitualoelmenorpersonajedemiradaesquivaleparecíanpeligrosos.
HubierapreferidoqueCemseencerraraensuhabitación,abuenrecaudo.Peroéstenohabíaqueridocambiarnadadecuantoestaba instauradodesde sullegada. En su residencia se seguían dando fiestas. Su mesa mantenía elrenombre. Si ella no hubiera sabido la importancia que para él había tenidoAnuar,habríapodidocreersequelamuertedesucompañerolohabíadejadofríocomo elmármol, puesto que desde lamisma tarde anterior se habíamostradograciosoyligero.
—Meniegoadarlealculpablelaalegríademidesazón—explicóalgranprioralhacerquevolvieranaabrirlaspuertas.
Nasuhloaprobó.Plantaríancara.Dehecho,eradiestroenello.Pero Philippine, dominándolo desde un peldaño por encima de él, sentía
que se le clavaba una espina en el corazón cada vez que, a pesar de él, loshombrosdeCemsehundíanligeramente.
Las mangas se sucedieron, y unas veces eran los defensores quienes
mordíanelpolvoyotras losatacantes.AloírelgritodeMariedeDreuxenlatribuna vecina, Philippine comprendió que entre los nuevos adversarios queentrabanenlizasehallabanPhilibertdeMontoisonyLaurentdeBeaumont.
Cuandoesteúltimo,lanochedesullegadaaRomans,fueapedirleunbaile
enelcursodelarecepciónofrecidaporCem,ellalerespondióquedebíaobtenerel permiso de su prometido, el señor de Montoison. Laurent de Beaumont apuntoestuvodecaersedeespaldas.
—¿Cómohabéisdicho?Perosivosmehabíaisasegurado...—Asíes,amigomío.Tendréisquehacerosalaidea.Philibert de Montoison, que con su autoridad se había apropiado de la
compañíadeladoncella,estuvocomplacidodeverqueellasemanteníafielasupromesa.Sacandopecho,miró torvamenteydearribaabajoal señordeSaint-Quentin.
—Lehe jurado a la señoritaHélènequeno tocaría ni unpelodevuestrapersonilla. No me deis argumentos para que deba romper mi juramento.Desapareced.
Furiosoperovencido,Laurentseeclipsó.LarisadeMarieiluminóelrestode la velada, pues el joven paje se mostró muy atento hacia ella. ¿Lo habíaentendido?Philippine lo puso en duda en cuanto lo vio bajarse el yelmo paralanzarsealgalope,conlalanzaplacadabajolaaxilaysosteniéndolafirmementeconlamano,másbajadeloqueindicabanlasreglas.Teníaintencióndeperforarlaarmaduradesuadversario.Porsuparte,sindudaprevenidoporsuaspecto,elseñor de Montoison hizo lo mismo. Con el aliento entrecortado, aguardó elchoque.Loshizotambalearse.Ambaslanzasserompieronconlaviolenciadelimpactoperoniunoniotrocayerondesusrespectivasmonturas.Regresaronalas barreras rodeados por una nube de polvo, y cogieron dosmás del armero.Indiferentesalosdemásque,bienayudadosporsusescuderosaponerseenpieoaúnensussillas,abandonabanellugar,losdoscontrincantesseadentraronenelterrenode las justasa laparparaenfrentarsedenuevo.Derepentesehallaronsolosenmitaddelaexplanada,galopandoconlasbridassueltasenunsilencioroto únicamente por los cascos de susmonturas.De nuevo se golpearon, conmayorviolenciaaún.Enlasgradastodoelpúblicosepusoenpie,súbitamenteconscientesdequeallíseajustabancuentasdeunadiferenciahartoalejadadelasreglasdeljuego.Unmurmullodeinquietudrecorriólasfilas.
Alcanzados esta vez por igual por el impacto, los caballeros salieronpropulsados por los aires y, empujados por el peso de sus armaduras, sehundieronentreunestruendodechatarra.Loscaballosprosiguieronsucarrera.Los hombres permanecieron en el suelo. Un estremecimiento recorrió a losasistentes.Algunas doncellas se desmayaron, víctimas de un soponcio.Marie,
esta vez, permaneció de pie, con las puntas de sus dedos sobre sus labiosdemudados.
Con el ceño fruncido,Cemobservaba los dos cuerpos inmóviles. Si sóloPhilibertdeMontoisonnopudieraponerseenpie,pensóalvercorrerhaciaellosa los escuderos. Junto a las barreras, sosteniendo las bridas, los otrosparticipantesseimpacientaban.
Con la visera del yelmo alzada,Laurent deBeaumont logró levantarse elprimero, con ayuda. Alzó un brazo para tranquilizar al gentío. Hubo queaguardar a que el señor deMontoison hiciera lomismo para que se oyera unaplausoentusiasmadoysefelicitaralatemeridaddeloscaballeroscongritosde«¡Viva!».Suhipotéticadisputahabíaquedadoolvidadatraselestremecimientoprovocado.
Sinembargo,noestaban indemnes.MariedeDreux loadivinóalverqueLaurent de Beaumont se llevaba una mano a las costillas y que Philibert deMontoisoncojeaba.
Sintitubear,quisomarcharsedeallí,perosupadreseinterpuso.—¿Adóndevas con esas prisas? ¿No te basta el espectáculoquehadado
esejovenzuelo?Teprohíboquehagaslomismo.Marie asintió. Nada más conocerse la noticia de la muerte del turco, su
padrehabía empezado a comportarsedeunamanera curiosa.Miraba sin cesarpor encima del hombro en cuanto salían de casa, y la víspera le anunció que,contrariamenteasusaspiraciones,habíadecididocasarlaconelhijodeunodesuscompetidores.
—Noesporqueseaamigomío,puestoqueenlosnegociosnadieesamigode otro, pero su moralidad no tiene tacha y sólo un pañero podrá sucedermellegadoelmomento.
Marie se indignó. Se negaba a casarse con aquel soso granujiento ypretencioso. Deseaba a Laurent de Beaumont quien, en cuanto acabara, eltorneo, iría a pedir sumano. Conan deDreux no quiso escucharla. Entonces,paraasustarlo,suhijaleafirmóquesilacasabanalafuerzasearrojaríaalIsère,aunqueporelloardieraenelinfiernoparatodalaeternidad.Impresionadoporsudeterminación, Conan de Dreux pareció vencido antes de desmoronarse ymirarlacontristeza.
—Unpañero.Hará falta un pañero.Y además, pronto.Noquiero quemi
negociomueraconmigo.Desdeentonces,apesardeloquedijera,hicieraoselamentara,nodabasu
brazoatorcer.—¡Siéntate!—leordenóentrelaalgarabíadelamasaque,excitadaporel
combateprecedente,aclamabaahoraaloscaballerosconrenovadoardor.Ardiente de inquietud y rebosante de audacia, Marie lo miró de arriba
abajo.—¡Puesimpídemeelpaso!Renegando internamentedel respetoyelamorquesentíaporsupadre, le
pisóconfuerzaconeltalónelcalloqueteníaeneldedogordodelpieizquierdo.Sorprendidoporeldolor,ConandeDreuxhinchósusmejillas,ahorarojascomounpimiento,alzóinstintivamentelarodillaentresusmanosentrelazadasycayósobresusillajuntoasuesposa,quenosehabíainmutado.
Mientras Marie se abría paso entre los espectadores, sin volver la vistaatrás, sumadre se acercó al oídodel pañero, a quien los lancesno lodejabanreaccionar.
—Déjalaquesecaseconquienquiera,ConandeDreux,o teentregaréalpreboste.
El miedo le subió hasta aquel lóbulo que su esposa le acababa deestremecerconvozacusadora,yelpañerodeshinchólasmejillasysequedóconelalientoentrecortado.Bruscamentesevolvióhaciaellaylamiródespavorido.
—¿Qué?¿Cómo?—balbucióalverlasatisfechadesugolpedeteatro.Con lasmanos entrelazadas sobre su sobrio vestido, en contraste con los
ropajesdesuesposocubiertodebordadosyjoyas,ellalesonrió.—Hablasensueños,ConandeDreux,yesonoesbuenoparatusnegocios.Sonrojándosedenuevo,estavezdevergüenza,elpañerosehundióensu
asientoe,indiferenteyaalespectáculoyalcallodesudedogordo,tratódepasarinadvertido.
Verter el veneno fue más fácil de lo que había creído. Aprovechar laausencia del catador al que había visto abandonar la habitación, deslizarsediscretamente en la cocina, desierta a aquella hora, alzar el tapón de vidrioverdoso y verter la ponzoña. Un juego de niños. Bastaba con no pensar en aquién estaba destinado el brebaje sinomás bien en el genovés y susmodales.
Porque la verdad era que Conan de Dreux se había dejado seducir por lagenerosidaddelhombrealquedebíaabatir.Cemlecautivóporsuporteyporlagentilezapara con él.Cuando le hablóde sus paños, el príncipe se ofreciódeinmediatoacomprarlealgunos.
—Estoy seguro,maese pañero, que la finura de sus puntadas sólo tendráparangónconlasuavidaddelapieldemismujeres.
—Esunexcelsohonor,príncipeCem—lerespondióruborizado.—No,enabsoluto.ElbaróndeClermontmelohaaseguradoyséquetiene
ungustoexquisito.¿Nosoisvosquienhatejidoelajuardelosfuturosesposos?—Sí,asíes,supropiahijaLouisemelohaagradecido.—En ese caso no pequéis de modesto, amigo mío, eso es impropio de
alguien como vos, y dado que vuestros colores combinan bien con los míos,venidasentarosamilado—loinvitóCemriendo.
Desdeaquelmomentonosehabíaseparadodeél,atizandoloscelosdesusparesylafrialdaddelseñordeMontoison,quelehabíahumilladoenelpuente.
ConandeDreuxsabíaquehabíasentidoremordimientosdurantesusueño.Perobastóqueelgenovésaparecieraunosinstantesenlafiestaaquellanochey,mirándolo torvamentedesde lejos, sepasara, comoquiennoquiere la cosa, eldedoíndiceporelcuello,paraquecobraraelvalorparaolvidarsedeellos.
Cuandoelrumordelamuertedelpríncipellegóalapuertadesucasanosintió alivio alguno, sólo una profunda tristeza. El desmentido lo dejó sinpalabras. No sólo había fracasado, sino que además había muerto Anuar. Enaquel momento estaba triplemente perseguido, por el genovés que querríacobrarse sudeuda,por elprebostequequeríacolgarloyporCemque, enunaconfidencia,lehabíaconfesadoqueencuantodetuvieranalasesinolosustraeríaalajusticiafranca.
—¿Yparaqué?¿Noconfiáiseneljuicio?—tuvoelcorajedepreguntar.—Quieroquesufracomoyomismosufro.Quieroarrancarlelosmiembros
unoaunopuestoquemesientoamputado.Sufrirámilmuertesporuna.Unasolaperoquevalíamásqueunejército.
Apesardesudeterminacióndecomportarsecomosinadasucediera,ConandeDreuxtragósaliva,lívido.
Tratandodeolvidarsupena,Cemseechóareírasiéndolodeloshombros.
—Los turcos tenemos venganzas sutiles, amigomío. Alcanzo a concebirqueossorprenda.Vamos, recuperadvuestrocolory festejemosenmemoriademihermano.
ConandeDreuxalzósuvaso,procurandonobebermuchoparanohablarmásdelacuenta.Perodesdeaquelmomentosabíaqueteníalosdíascontados.
—Unpañero, sí, unpañero sería lomejor para enriquecermi negocio—repitióentreeltumulto.
Loscaballeroshabíanabandonado laplazay elheraldoanuncióqueparadesempatar a quienes no habían caído, el día siguiente se enfrentarían encombatessingularesconespadasembotadas.
Seencogiódehombrosalponerseenpie,puestoquehabíallegadolahoradeirse.Detodasmaneras,sisellegaraasaberlaverdadperderíaasuclientela.Enesecaso,afindecuentas,parasalvarsunombredeldeshonor,elpajedeunrey...
Sumiradasecruzóconladelpríncipeque,asuvez,sehabíapuestoenpie.Elturcolosaludóconunainclinacióndelacabeza.Élledevolvióelsaludo,conun gélido escalofrío recorriéndole la espalda, preguntándose cuánto tiempo lequedabaantesdemorirtorturado.
A
Capítulo8
bandonaron la búsqueda tras hallar la bolsa de Fanette en la orilla delpequeñoestanquequeformabalasCubasdelFuron.Paradesesperaciónde
suspadres,lasbuenasgentesdeSassenageconcluyeronqueselahabíallevadoel torrente. ¿Suicidio? ¿Accidente? El cura del pueblo optó por la segundahipótesisparaquepudieradecirseunamisaensurecuerdo.
Aquellamañanadel7dejunio,AlgondeyMathieuasistieronalamisma,cabizbajosyconelcorazónenunpuño.
Elherrerofueaverlosaldíasiguientedeltristedescubrimiento.—Huyócomohicistetú,Mathieu,apenadaydesolada.Sindudanecesitaba
reflexionar para poder perdonaros y, al querer lavarse los párpados, habráresbaladoenlaorilla.Lariberaesmuytraidoraenestaestación.
Meneósucabezamaciza,mientrasconlasmanosestrujabasusombrerodefieltroquesehabíaquitadoparahablar.SoltóunadelasmanosylaposósobreelhombrodeMathieu,deshechoysilencioso.AligualqueAlgonde,enaquellacocinavacíaa laqueamboshabíanbajadoparadesayunar,nosabíaquédecir,puestoquelaverdadleestabavedada.
—Tequiero,pequeñajo.Túyelruiseñorestáishechoselunoparaelotro,eso son cosas que se sienten.No tengonada contra vosotros.Mimujer ymishijos,sinembargo...
—Esnormal,Jeannot.Esnormal.El herrero ascendió la mano para palmearle la mejilla. Pestañeando para
retenerlabrumadesusojos,losmiróaambosconunamiradaafectuosa.—Siqueréisunconsejo,notardéisenmarcharos.Vuestrolugaryanoestá
aquí.
—EncuantomimadreyJanissesehayancasado.Labodaserádiscretaenrazóndeestadesgracia—aseguróAlgonde,conunsollozoatragantado.
Jeannotsemarchóarrastrandolospies,yeldesayunodelosreciéncasadossequedóenlasescudillas.Algondesereprochabahabersedejadosorprenderporla violencia de Fanette y a la vez por no haber podido retenerla. Su únicoconsuelo era haber descubierto la fuerza de vida del elixir de losAntiguos enella.¿Sehabíavueltoinmortal?Alavistadelasangreperdidaantesdequesuherida se cerrara espontáneamente, podía creerlo. No le había dicho nada aMathieu.Nomuylejosdeallíhabíaunpequeñomanantialdondelavósusropas.Había quedado algún rastro que justificó conuna caída del caballo.El animalhabíahuido.Regresóapie,conlasmanosvacías.Esoeracuantodebíasaberse.Incluido Mathieu. ¿De qué serviría culpabilizarlo aún más? El mismo ya seocupabadehacerlodemasiado.
AlnohallarseelcuerpodeFanette, lamisaensumemoriafuesobria.Laoración fue repetida más allá de las puertas de la iglesia. Al salir todos sedispersaronpararegresarasus tareas.AlgondeyMathieusealejabanasuvezcuando,alverlos,elprimogénitodelherreroperdióporcompletoelcontroldesímismo.Antesdequesupadrepudierahaceralgoparaimpedirlo,selanzósobreelpaneteroy loasaltópor laespalda. Juntos, llevadosporel impulso, rodaronporlossuelos.Elherrero,conlosbrazoscolgando,noosabaintervenir.Teníanqueresolversusdiferenciasentreambos.Entrehombres.Secontentóconreteneralpequeñoquequeríasumarsealapelea.
—Tevoyadejarsinsangre—balbucióBertrand,quelesacabaunacabezaaMathieu.
Eljovenzuelonoteníamásremedioquedefenderse.Al haber aprendido entre los bandidos cómo compensar su brazo tullido,
Mathieu agarró a su agresor por el cuello, alzó una rodilla y, utilizándola depalanca,sedioimpulsoparaempujarlohaciaatrás.Actoseguidosepusoenpierápidamente, con el rostro tumefacto. Con los puños delante, aguardó a queBertrandvolvieraalacarga.
—Nosoyelresponsable.Mehubieracasadocontuhermanadenoserporlaniña,¡losabes!—dijo.
Verdadomentira,aAlgondeaquelargumentoseleclavóenelcorazón.—No me vengas con cuentos. Lo vas a pagar —gruñó Bertrand
abalanzándoseconlacabezagachaylospuñoscerrados.Reprimiendosudeseodeimpedirlapelea,Algonderetrocedióparadejarles
espacio para que la emprendieran de nuevo a golpes y rodar por el polvo.Laagilidad de Mathieu compensaba la fuerza brutal de Bertrand, y siguieronzurrándose durante un buen rato hasta que este último, poniéndose sobre él,comenzaraaestrangularalpanetero.
Aplastadoporsuadversario,Mathieuhipó,ahogándose.EsavezAlgondeno podía permanecer estoica. Iba a lanzarse entre ellos cuando la madre deFanetteseinterpuso.Alzandosubastón,Cunégondeledioconélenelculoasuhijo.
—¡Bastaya,granuja!¡Conunmuertoenlacasaessuficiente!Comonoobedecía,learreóenloshombros.—¡Suéltalo,tehedicho!Aregañadientes,Bertrandobedeció.—Lárgate de Sassenage lo antes posible y no vuelvas nunca más —
amenazóaMathieu,querecuperabaelaliento.De nuevo en pie, despeinado, arañado, hinchado y amoratado por los
golpes,BertrandsevolvióluegohaciaAlgondeexhibiendounamiradamaligna.—Encuantoati,putitadelbarón,noteacerquesamicasao...Algonde palideció ante aquel insulto más que por la amenaza que los
mirones,atraídospor lapelea,nopodíanhaberdejadodeoír.Mathieutratódeponerseenpiepero,alhabertenidolaglotisaplastadatantotiempo,lecostabarespirarycayópesadamentedeculo.FueCunégonde,coloradaderepenteporelsofoco, quien intervino de nuevo. Su bastón fue a dar con fuerza contra losriñonesdesuhijo.
—¿...o qué? No hay venganza que valga ese precio. ¡Ándate con ojo deforzarlaotecortarélapollaylacolgarédelapuerta!
Bertrandsellevóunamanoconlasfalangesensangrentadasalascostillas.Sumiradadurasedoblegóantelamiradasinconcesionesdesumadre.
—Bastaya,chicos.ElhonordeFanetteyaestálavado.Noquierovolveraoír hablar de ello —decretó Cunégonde mientras saludaba a Mathieu y aAlgondeconungestodelacabeza.
Denuevoencorvadaporlapena,Cunégondesediolavueltay,atravesandoelgrupodemironesqueseapartóasupaso,regresóasucasaseguidaalcabodepocoporlossuyos.
—Voyapreguntarle al cura—declaróGersendeal reunirseconAlgonde,
quesehabíaadelantadoparajuzgarelestadodeMathieu.Laverdaderaquedabagrimaveraljovenzuelo.—¿Tanmalestoy?—tuvoaúnfuerzasparabromear.Gersendeleofrecióunamanocaritativaparaayudarloaponerseenpie.—¡PorDios,quéocurrencias!Noesmásqueunrevolcón,ybienmerecido,
además. Pero no tendría que haber ninguno más. Cuanto antes nos casemosJanisseyyo,antesospodréismarchar.Encuantoati,Algonde,veteaveralabrujaparapedirleunungüento.A tuesposo le sangra lacejayestanochememancharálassábanas.
MariedeDreuxsebalanceabasobreunoyotropieantelatiendacuadrada
atribuida a Laurent de Beaumont, guiada hasta allí por sus colores querestallabanalviento.Frotándoselasmanos,titubeaba.Sucorazónlegritabaquecruzara la puerta y el decoro que se marchara de allí lo antes posible. A sualrededor, indiferentes a su tormento pero no a su belleza, los caballeros queregresaban al campo para desvestirse de su armadura se detenían más de lonecesarioacontemplarsugrácilsilueta.Conlamiradaclavadaenlapuertadetelabajadaycoronadaconladivisaimpavidumferientruinae,nosediocuentadeello.Tampocosepercatódeliryvenirdelosescuderoscargadoscontrozosdecoraza,cubosdeaguayjabóndeceniza,dispuestosaasearasusseñores.Nolejosdeallí,losmozosdeestablocepillabanaloscaballosenelalegrejolgoriotraslostorneos.Supadrellevabarazón.Noeralugarparaunadamisela,pensóMarie, presa súbitamente de una carcajada. Su mirada, brevemente desviada,descubrió el rostro lunar de un joven escudero que la devoraba con los ojos.Cuando iba a darse la vuelta, dio un paso adelante sobre la tierra húmedaescarbadaporloszuecosy,sinanunciarse,alzólacortina.
Sentadosobreuntaburete,LaurentdeBeaumont leofreciósusomoplatosheridosporlasabolladurasdelaarmadura.Suescuderoleestabauntandoárnicasobrelascostillas.
—Estabapreocupada...—creyónecesario justificarseellaantes inclusodequeelseñordeSaint-Quentinhubieraadvertidosupresencia.
Alreconocersuvoz,sevolvióhaciaella.Ellugarapestabaaseboysudor,ademásdelagrioolormedicinal.EllanosedejóincomodarporelloyrespondiócalurosamentealasonrisadeLaurentdeBeaumont.
—Esta atenciónme llega a lomás hondo, señoritaMarie.Me encuentrobien... Dejadnos —dijo dirigiéndose a su criado. El jovenzuelo de narizpuntiaguda como una lanza se eclipsó sin más. Laurent se puso en pie, concalzonesyeltorsodesnudo.
«Apartalamirada»,martilleóensuinteriorlavozdelaconcienciamientrassucorazónseaceleraba.Enelpechodelhombrealqueamaba,MariereconociólacicatrizinfligidaunosmesesantesporPhilibertdeMontoison.Selehizounnudoenlagarganta.
—Lina vez más, habéis querido matar por ella —murmuró a modo dereproche para contener la emoción que sintió en el bajo vientre a la vista delsuyoquesehinchababajolatela.
Presa de un deseo salvaje e irreprimible exacerbado por la violencia delcombate,Laurentnorespondió,franqueóladistanciaquelosseparabaylabesóardientemente.
Ellechoeraestrechoyaustero,unsimplejergónocultotrasunacortina.Esa vez no había ninguna monja que pudiera refrenar el ardor de sus
sentidos,pensóMarieentreelremordimientoyelalivio,ysedejótumbarsobreel colchón, con el aliento entrecortado, los dedos entremezclados con aquellacabelleracortadarectasobreloshombrosenrojecidosporelrocedelmetal.
—Seacabó,Marie,yanolaquiero—leasegurólevantándolelasfaldas.Ella se estremeció al sentir los dedos de él ascender por susmuslos con
impaciencia.—Noes...—quisodefendersepresadeunsobresaltodelaconcienciaantes
dearquearsecuandollegaronalafuente.Semordió el labio inferior para ahogar ungemido.Laurent intensificó la
caricia y se incorporó ligeramente para deleitarse en el abandono de ella. Erabella, pensó.No tanto comoPhilippine, pero aquella franjadepestañas caídasporpudorsobresuslágrimasdeplacervalíanmásquelaaltivasuficienciadesudamadelcorazón.Laolvidaría.Unsobresaltosacudióa ladoncella,queabriólosojosconplacentera sorpresa.Elnoesperómás.Dejándolaa suvezquesedesnudara,lecolocólaotramanosobrelabocaylapenetródeunaembestida.LosojosdeMarieseinundarondedoloryplacerentremezclados.ConelvientrepegadoaldeLaurentdeBeaumont,acompasósucuerpoaliryvenirdeélensuinterior,excitadaporaquellapalmamacizaque le impedíagritarysinverqueunamanoapartabalacortina.
Llevadohastaallíporladecisióndehacerentrardefinitivamenteenrazónasu rival, Philibert de Montoison se complació ante aquella comprometedorasituación. Una sonrisa perversa estiró sus labios finos. Se vengaría de aquelpresuntuoso.Claroquesí.Poniéndoleloscuernosaldíasiguientemismodesuboda,decidióenelmomentoenquelosamantesgozabanconparejoardor.Conesa convicción, se marchó discretamente tras colocarse en el pantalón sumiembroencabritadoanteaquelespectáculo.
Encuantolapuertasehubocerradotrasella,Algondeselanzóalosbrazos
abiertosdelapretendidabruja.—Abuela—murmuró,conelrostroiluminadoporlaternura,yabrazando
alhadacontrasucorazón.Más emocionada de lo que ella misma esperaba por aquel acto de pura
espontaneidad, Presina la abrazó y a continuación le pellizcó las mejillasafectuosamente.
—¿Asíhayqueincordiaralosnietosparaganarseeseapelativo?Algondearrugólanariz.—Laverdadesquepuedesprescindirdeello.Tuluzmebasta.—Abuenahora.Nuncamehesentidocómodaconesascuriosasprácticas.Serieronjuntas,unidasporsucomplicidadqueelalejamientoylosúltimos
acontecimientoshabíanreforzado.Desdequelajovencayeraporprimeraveza
las aguas del Furon, Presina estaba a su lado en pensamiento. Nada se leescapabayAlgondelosabía.
—Además de la alegría de verte y todo lo que te tengo que contar,necesitaréunungüentoparaMathieu.SehazurradoconelhermanodeFanette,queseniegaaaceptarladesaparicióndesuhermana.
Elrostrodelhadasevolviógrave.—Esunatristehistoria,peronosaclaralaincidenciaentidelpoderdelos
Antiguos.Algondesemordióelinteriordelamejilla.—LamentonohabercomprendidohastaquépuntosufríaFanette.Metemo
queaúnlahumillémásalplantarmeanteella.Presina la asió de los hombros para llevarla a un banco cubierto de dril
adamascado,aunospasosdesucama.—Noeresresponsabledelaviolenciaquehabitaenella,Algonde.Nadala
justifica.Piensaqueotraentulugarhubieramuertoenesebosque.Algondesesentóasulado.—Deniña,siempreestabaalegreyeramuybromista.Mathieu,Enguerrand,
ellayyoéramosinseparables.¿Cómosepuedecambiartanto,Presina?¿Cómosepuedellegaramentirtanto?Siemprehabíacreídoqueeramiamigacuandoenverdadmeodiaba.
Elhadaseencogiódehombros.—Cadaunodenosotrostenemosnuestroladooscuro.Losabesmejorque
nadie.Fanettehaelegidosudestinoytardeotempranovolveráacruzarseconeltuyo.Esedía,prevenida,estarásenmejordisposiciónparaactuary,quiénsabe,tal vez de devolverle su propia luz.Demomento, debes olvidar. Tu boda conMathieutambiéntendráconsecuenciasenLaBâtie,puedesestarseguradeello.IgnorocómoreaccionaráPiantinacuandolelleguelanoticia.
—Cree que Elora y yo estamos bajo su autoridad, y no haré nada paradesmentirlohastaquehayanacidoelniñodelaprofecía.
—Bien. Eso debería bastar para proteger a Mathieu, pero no bajes laguardia. No retrocederá ante nada si, gracias a su poder de introspección,descubre que le mientes. Te enseñaré algunos trucos para evitarlo. ¿Me hastraídoladamajuanapiramidal?
Algondelasacódelabolsaquellevabacolgadaalacintura.—¿LeconfiasteunadelastresalpríncipeCem?Presinafruncióelceño.—¿Cómolosabes?Mientras se alzaba para guardar la damajuana y preparar lo que la
jovenzuelalehabíapedido,AlgondelerelatóelrobodelquehabíasidovíctimaCem.
El rostro de Presina se tornó circunspecto y Algonde comprendió deinmediatolagravedaddelacto.
—¿CreesqueesaMuniasabelaverdad?—Unas joyas hubieran servido mejor a sus intereses. Si Huchang, que
partióensubusca,nodaconella,yomismairétrasella.—Tambiénsédóndeestálaterceradamajuana—confesóAlgonde.Presinameneólacabeza,visiblementeinquieta.—Sidemíhubieradependido,noselahabríaconfiadoasorAlbrante,pero
no tuveelección.No te lohecontado todo,Algonde.Martheposeeotropodermuypeligroso,eldedesposeeralaspersonasdesumemoria.
Algondeseestremeció.—¿Cómo?—Deunamaneramuy simple.Le basta clavar una de sus uñas entre los
ojos de la víctima para dejarla vacía de su sustancia, de sus recuerdos y amenudoinclusodesuvida.JeannedeCommierslosufrióensuspropiascarnes.
—Melohaexplicadoelbarón.—Pordesgracia,notodo.Jeannesiempretuvovisiones.Comprendícuando
yaerademasiadotardequehabíatenidounaacercadelniñodelaprofecía.NopudeevitarqueMarthelaatacara.LedielelixirasorAlbranteconlaesperanzade que Jeanne sobreviviera, pero no recuperó la memoria. Así que decidíemplearotrosmedios,unmedioterrible.JeanneledioelnombredePhilippineaHélène para protegerla. Convencí a Albrante de devolverle ese nombre a lajoven en cuanto tuviera edad de procrear, asegurándole que tal era el mayordeseodeJeanne.
—¿Porqué?—dijoAlgonde,conunnudoenlagarganta.
—ParaponeraJeanneanteelpeligro,despertarsuinstintomaternal.Creoqueellasabecómodesbaratarlosplanesdemishijas.Sinofueraasí,¿porquéMarthesehabríaencarnizadoconella?
—Esomismocreetambiénelbarón.ElrostrodePresinaseserenó.—Vamos, aún tenemos tiempo y la curación de Jeanne está en marcha.
Contentémonosconelladobuenodelascosas.—¿Cuál?—sesorprendióAlgonde.—Temíaqueelmapadecristalsehubieraperdidoparasiemprey,atodas
luces,estáocultoenEgipto.AllíadondesindudaharegresadoesaMunia.Tras manifestar esa certeza, le tendió el ungüento destinado a curar a
Mathieu.—Ahoravete.Voyaprepararalgoparaelpríncipe.Notendrálasvirtudes
del elixir de los Antiguos, pero si se trata de un veneno común, tendráposibilidadesdesalvarse.
CuandoAlgondeladejóunosminutosdespuésconlapromesaderegresarmuypronto,estavezconElora,susremordimientosacercadeFanettesehabíancalmado.Ensucorazónyasóloteníaeltenazsentimientodequeundíafuturodeberíapagarporeldañoquelehabíacausado.
-S
Capítulo9
iempreoshetenidoengranestimayosherespetado,avosyaJanisse.Lamuerteesunacosaylavidaotra,ymidesconsuelonodebeevitarqueéstacontinúe.Celebradlo,Gersende,oslopidoymealegrarédeello.AntelasmanosdeCunégondequehabíanapretadoconfuerzalassuyasal
día siguientede lamisa, la intendentadel castillodeSassenage aceptóque suboda con el cocinero tuviera la alegría que habían deseado.Claro está que yateníanciertaedadparadargranpompaalaceremonia,peroapesardeellonopodíaevitarseeltradicionalbanquete.
Ocupadoscon renovadaalegríaen lacocina,ymientras lapequeñaElorabalbucía enbrazosdeunade las sirvientas,AlgondeyMathieuobedecían losconsejos de los marmitones. Como Sidonie, además de la bendición de suesposo, había obsequiado a Gersende un retal de seda, las costureras cosíanapresuradamente su vestido de novia y retenían a la intendenta junto a ellas.Maese Janisse sacó el traje de su padre. Gordo como estaba, sin embargo, nisiquierasepudoabotonarloscalzonesytuvoquereunirsusahorrosparahacersecortarybordarunanuevatúnicalarga.ConlaexcepcióndeCunégondeydesushijos, todo elmundo en el castillo participaba en los preparativos, y reían engrupillosaunquerecobrabanlagravedaddellutoalaproximarsealaherrería.
Lavísperade la ceremonia, Jeannot sepresentó anteGersendey lepidióautorizaciónparaausentarseconlossuyosduranteunosdías.TeníaunhermanoenGrenoblealquenohabíavistodesdehacíamuchotiempoyestimabaqueeramuyapropiado ir avisitarlo.MathieuyAlgonde losvieronhuirdel lugar conidénticosentimientodeculpabilidad.Sinembargo,encuantohubieroncruzadoelcuerpodeguardiayenfilaronelcamino,elambientesetornómásligero.Elsondeuncaramillodeelevóenelairehúmedodeaquelndejunio,yllegóalasalturas como si fuera una invitación a la fiesta, y la alegría de aquellos
esponsalessecontagióatodosloscorazonesdelacomarca.—¿Qué aspecto tengo? —preguntó Gersende a su hija con una mueca
escéptica ante su reflejo en el espejo de pie que habían trasladado desde losapartamentosdesusseñoríasaltorreón.
Algondeinclinólacabezaaunladoyluegoalotroparaexaminarladesdetodoslosángulosyatizarasílainquietuddesumadreenlaespera.
—EstoyseguradequeJanissediráqueestásparacomerte.Gersendefrunciólanariz.—Deesonotengolamenorduda.¡Laverdadesqueparezcounamanzana
decaramelo!Dehecho, las formasunpocogenerosasde sumadrequedaban realzadas
porlatelaescarlata.Algondeseechóareír.—Nohabíacaídoenello...Gersendelamiróconunosojoscomoplatos.—¿Quierescallarte,hijamala?—¿Noqueríasmiopinión?—¡Paradesmentirlamía,pardiez!AlgonderióconmásfuerzayGersendesedejócontagiar.Conunalágrima
enlosojos,soltóunprofundosuspiro.Sutensiónsehabíaaliviadodegolpe.—Venga,hazmeunatrenzabonita,ruiseñormío,ydémonosprisa,queya
oigolascampanasquedoblanennuestrohonor.—¿Cuánto?—preguntó Cem al hombre que, frente a él, con las manos
atadasa laespalda,estabavigiladopordosguardias—.¿Cuántotehaofrecidomihermanoportusuciotrabajo?
Elgenovés,detenidoaquellamismamañanaalaspuertasdelaciudad,norespondió.Secontentóconunaaltivasonrisa.LarabiaseapoderódeCem.Supuñosaliódisparadoylepartióelpómulo.Sinolohubieransostenidoporloscodos, el hombre habría caído de espaldas. Sin embargo, moviendo lasmandíbulasconunrechinardelosdientes,nobajólamirada.
—Encarceladlo, mañana será más locuaz —ordenó el preboste a sussoldados antes de volverse hacia el príncipe—. La pregunta lo sacará de sumutismo,podéisestarsegurodeello.
—¿Estáis seguro de que es el culpable? —aventuró Cem al volver asentarse en una de las sillas que decoraban con elegancia la pequeña estanciadonde,unosminutosantes,jugabaalajedrezconGuydeBlanchefort.
Elgrantorneohabíaacabadotresdíasantessinmásincidentesysinqueseproclamaravencedor,puessedecidióque todoshabíancombatidoenhonordelosesponsalesdeAntoinedeMontchenuydeLouisedeClermont.Trashacerentregadelcofredepiedraspreciosascomoregalodebodasennombrede losparticipantes,PhilippineylossuyosregresaronaLaBâtie.Cemobtuvodelgranprior el permiso de quedarse aún unos días enRomans.El preboste tenía unapista y quería ver cómo concluía la investigación. Este último asintió con ungestodesumentón.
—Como os he dicho, el criado que nos dio su descripción lo haidentificado.Dehecho,vosmismo lohabéispodido juzgar, un rostro comoelsuyonopasainadvertido.Seintrodujoenellugaraquellanoche,noeraunodevuestrosinvitadosynosesumóaningunaconversación.Encuantoasusilencio,yaunqueensímismonoconstituyeunaconfesión,tampocoledisculpa.
Cemseacaricióelpuñodolorido.—Puesquesehagajusticia.Elprebostelehizounareverencia.—Seharájusticia,príncipe.Enlostérminosqueacordamos.SemarchóyCemsequedósolouninstanteantesdequelapuertaquehabía
cerradoseabrierayentraraPhilibertdeMontoison.Cemdetestabaverlo.VeraPhilippinemostrarseasuladohastaelpuntoquedabaaentenderqueenbreveseprometeríanleminabaeltemperamento,yainconsolableporlapérdidadesuhermanodeleche.
—El genovés no es culpable —le anunció fríamente Philibert deMontoison,quetampocoloteníaengranaprecio.
Aunque el caballero, engañado por la aparente docilidad de Philippine,estuviera a cien leguas de imaginar su mutua complicidad, sentía suficienterencorhaciaCemparanoconcederlenada.
Aquellaafirmacióntuvoelefectodeunjarrodeaguafríasobreelpríncipe.Separalizóensuasientoymirótorvamenteasurival.
—¿Acaso,miqueridoamigo,soismejorsabuesoqueelpreboste?PhilibertdeMontoisonlomiródearribaabajoconunaexpresiónirónica.—Tal vez... Si hubiera llevado su investigación hasta la cocina, habría
descubierto que el genovés hacía ya tiempo que había abandonado el lugarcuandoprepararonvuestrohidromiel.
Cemfruncióelceño.—Vosyyonosentimosamistadalgunaelunohaciaelotro.¿Qué interés
tenéisenresolverestecrimen?—Lahostilidadquesientohaciaunodevuestrosprotegidos.Cemsepusoenpie.AunqueelseñordeMontoisonfueraalto,lesacabauna
cabeza.—Nomehagáislaafrentadeacusaraunodemisallegadossinpruebas.—Lejosdemíesa idea,príncipe—leconcedióPhilibertdeMontoison—.
Para deciros la verdad, pensaba en ese pañero con el que entablasteis amistaddemasiadorápidamenteparamigusto.
LasorpresasereflejóenlaexpresióndeCem.—¿MaeseConan?—Elmismo.Aúltimahoradelanochemepareciónervioso.Cemseechóareír.—Yesojustificavuestraclarividencia...LosojosdePhilibertdeMontoisonseachicarondeira.Enaquelinstantele
hubiera gustado haber sido él mismo quien vertió el veneno. Se dominó, sinembargo.
—¿Sabéis que ese señor comercia con vuestro hermano a través deemporiosgenoveses?
LarisadeCemseahogóensugarganta.Alverquehabíaconseguidocaptarsuatención,PhilibertdeMontoisonsedioimportancia.
—Osaseguroqueobtendrésuconfesiónmientraselprebosteseencarnizaconsuprisionero.Envano,además.Conozcoaesetipodeindividuo.Acusara
otroserviráparaestablecersucomplicidadycondenarlo.Nohablará.Dejandodeladosurencor,Cemlediolarazón.—¿Quépensáishacer?—MaeseConanamaasuhijasobre todas lascosas.Estamismanochela
haréraptarylaconduciréfueradelaciudad.Bastaráconquesupadrerecibaunmensajealalbaparaquecreaqueestáenmanosdelgenovés.
—¿Quétipodemensaje?—Dreuxfracasóensumisiónalequivocarsedevíctima.Eldineroacambio
deMariemepareceunargumentoplausible.—Yaveo.—El gran prior, a quien he confiado mis conclusiones, me otorga su
confianzayplenosderechos.Sólofaltavuestroacuerdoparaactuar.—¿Ysiosequivocáis?—MaeseConanvendráapedirvuestraayudaantesqueacudirsoloallugar
queseleindique.Cem se volvió y se dirigió a la ventana. Con las manos cruzadas a la
espalda,dejóquesumiradaseperdieraen lacalle.Aaquellahoradeldía, lasgenteslarecorríanconversandoparadirigirseamisaysaludandoalostenderosquecerrabansuscomercios.
Contra su voluntad, y en demérito del pañero, tuvo que reconocer que eldiscursodePhilibertdeMontoisoneracabal.Teníaelcorazónenunpuño.Lehabía tomado afecto a la exuberancia del hombrecillo. Palabrería. Apretó lasmandíbulasconrabia.
—Deacuerdo,peroconunacondición.—¿Cuál?—Meuniréavosparaconfundirlo.—Sea —le concedió Philibert de Montoison con delectación antes de
retirarse,doblementesatisfecho.Ademásdelplacerqueobtendríaalecharporlossueloselorgullodemaese
Conan,esperabaotrodesuhija.Alnopoderpermanecerpormástiempolejosdel servicio del rey, Laurent deBeaumont se habíamarchado la víspera justodespués de que se anunciara su pedida de la mano de Marie. No, pensó, no
esperaríaaquesehubierancasadoparavengarse.En la pequeña capilla del castillo de Sassenage, doñaGersende ymaese
Janisse, de pie frente al cura, emocionado, se dieron un «Sí» unánime a susmandamientos.Lanaveestaballenayun«¡Hurra!»sealzócuandosedieronunbeso, más tímido de lo que su temperamento deseaba. Ya estaba, a partir deentoncesyaeranmaridoymujer,para lobuenoypara lomaloquesuvidayaavanzada les reservara. Mathieu y Algonde, con un nudo en la garganta,aguardaban a que el cura les llamara a su vez. El hombre que los había vistonacer insistióenbendecir tambiénél susanillos,yafirmóquenoseríapecadoconsagrardenuevoallíaquelmatrimoniodelquetodossealegraban.
MientrasGersendeyJanisseseapartaban,avanzaronpues,consusropasdedomingo,más azorados de lo que estuvieron enLaBâtie.Con idéntico gesto,tendieronsusdedosentrelazadosantelamiradabenevolentedelpadreVincent.
—LoqueDioshaunido, hijosmíos, nada en elmundo lopuede separar.Sedparasiempreelunoparalaotraylaotraparaeluno,talcomolohabéissidohasta este día y desde vuestra infancia. Tal como el Señor al daros la fe y lafuerzaparavencerlaspruebasoshaacompañadoyaenlaadversidad.
—Soy tuya para siempre —repitió Algonde mirando emocionada a suesposo.
—Hastaquelamuertenossepare—leprometióMathieu.ElpadreVincentlosbendijoconelsignodelacruzsobresusanillosycon
unasonrisafrancaenloslabiosantesdeextenderlosbrazosycomenzaracantar.Una noche sin luna aprisionaba la noble villa de Romans y animaba las
peregrinacionesde los ladronespor sus callejuelas estrechasy, en las sórdidastabernas,laslascivasdanzasdelasprostitutas.
Ensucama,conlafrentesudorosadebidoalafiebre,maeseConansufríaunanuevapesadilla.Sumujerhabíaabandonadolacama.Negándoseadormirconunasesino,sehabíainstaladoenlahabitacióndesuhijodifuntoydisfrutabadeunsueñoprofundo,comonodormíadesdelamuertedeéste.
Unalechuzaquesehabíainstaladoenlabuhardillabatiólasalasantesdedetenerse,inmóvilyalerta,sobreunaviga.Marienooyóquealguientrepabaa
su balcón y empujaba la ventana que había dejado entreabierta. Su habitacióndabaalpatio interior, cerradoporunapesadapuertacochera,yno tenía razónparainquietarse.SoñabaconLaurent.
Cuandosintiólamanosobresuboca,imaginóqueeralasuyaqueahogabalos gemidos de placer y no tuvo conciencia de la realidad. Aunque hubieraabiertolosojosdenadahabríaservido.Unolorfuerteleinvadiólanariz.Cayóenunsueñomásprofundoenelquesedesvanecierontodaslascosas,buenasymalas.
En Sassenage, bajo el viejo roble, la mesa dispuesta hizo honor a la
glotonería de los recién casados. Chupándose los dedos del jugo de carne,Janisse y Gersende rieron a mandíbula batiente, aturdidos por el amor y laebriedad. Con la autorización del barón, se abrieron dos toneles de vinoespeciadoysematóunlechón.Sóloquedabanloshuesosqueserviríanparalasopadeldíasiguiente.Lasaltasllamasdeunfuegorodeadodepiedrasdanzabanbajoelmantodelasestrellasalritmodelosinstrumentosydelospasosdelosinvitadosquebailabanlafarándula.
Elcastilloestabadefiesta.Cogidos de la mano, Mathieu y Algonde, agotados por el baile y la
emoción,seperdieronentrelassombrascomoantañocuando,aburridosporlosjuegosdelosmayores,ibanenbuscadeunrincóntranquiloparaobservarlosdelejos y reírse de sus excesos. Aquel día, se habían sumado a su mundo. Ladespreocupaciónhabíadesaparecido,peronosucomplicidad.Seapoyaronunocontraelotroalamuralla,conelreflejodelasllamasenlosojos,mecidosporlamúsicayconlamenteenblancoporelhidromiel.
Conlamiradafijaenelfuegorodeadoporlosdanzantes,Mathieulaabrazóyapoyósumentónenelcuellodeella.
—Teamo—murmuróasuoído.Enaquelinstante,unafelicidadsinmáculainvadióaAlgonde,yleprodujo
elilusoriosentimientodequenuncaacabaría.
Unrayode luz interrumpiósusueñoyMariesedio lavueltaensu lechoantesdedarsecuentadelaincongruentesituación.Elsoltardabaenfranquearelmuro de la residencia familiar, y a su habitación no llegaba su luz hasta bienavanzada lamañana.Ante el temordehaber dormidomásde lo razonable, seincorporódeunsalto,conlosojosdesorbitados,ylanzóungritodeterroralversentado enun taburete, en elmarcodesconocidodeunahabitación austera, alseñordeMontoison,quelaobservaba.
—Tranquilizaos,dulceMarie.Noseosharádañoalguno.Ellanoseconvencióysecubriómásaúnconlasábana.—¿Dónde estoy? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué hacéis aquí? —farfulló ella
recorriendoconunamiradaasustadalasaltasparedesdelaestanciaabovedada.Norecordabanada.PhilibertdeMontoisonsepusoenpieyseestiró.—Lanochehasidolargavelandovuestrosueño,amigamía.Sinembargo,
no podía correr el riesgo de que me dejarais plantado al despertaros. Haydemasiadosinteresesenjuego.
—¿Dequéestáishablando?Seacercóalacama.Ellasedesplazóalotroextremo.—¿CreéisqueLaurentdeBeaumontaúnosquerrácuandosepaquevuestro
padreesunasesino?Marielofulminóconunamiradadeespanto.—¿Mipadre?¿Unasesino?¿Oshabéisvueltoloco,caballero?—¡Por desgracia, no, querida! En este mismo instante cabalga hacia la
trampa que vuestro rapto le ha tendido. Cabalga para entregarse él mismo alpríncipe Cem, quien no le perdonará que envenenara a su hermano de leche.Dentrodeunashoras,lohabráncondenado.
Asustada, Marie dejó que se sentara junto a ella y le tomara la mano.PhilibertdeMontoisonselallevóaloslabiosalverquedesuspestañascaíanunaslágrimas.
—Pronto seréis libre. El príncipe Cem me ha asegurado que apoyaríavuestromatrimonio,dadoqueelcrimendevuestropadrenodebemancillarosavosoavuestramadre.Ysifueranecesario,osdefenderéanteelseñordeSaint-
Quentin.—Perofuevuestrorival—sollozóMarie,sumidapocoapocoenelhorror
deaquellasacusacionesqueaúnsenegabaaadmitir.—Ycomotalsecasaráconvos,querida,oslogarantizo.Yacambiodeseo
vuestroagradecimientoaquíyahora.Ellalomirósincomprenderlo.Sumundosederruíaasualrededor.Philibert
deMontoisonsaboreósuvulnerabilidad.—¿Creesquesoyunhombrequesecontentacontanpoco?Al comprender súbitamenteque también ella iba a ser víctimade aquella
trampa,tratódedefenderse.—Marchaos,dejadme—suplicó.Laatenazóconfuerza.—Vamos,nomevengasconremilgos,vasagozarmásqueconBeaumont,
créeme.Enunmovimientoreflejo,ellabalanceósumanolibreparaabofetearlo.Él
ladetuvoyseabalanzósobreella.
E
Capítulo10
nlugardeguiarla,lasrisitasahogadasdesusdamasdecompañíairritabanaPhilippine.Detestabatenerlosojosvendadoscuandojugabaalagallinita
ciega.Depequeña,sediodebrucescontraeltroncodeunfresnoaltropezarconunadesusprotuberantes raícesy tuvo lacaramagulladadurantedossemanas.Avanzaba paso a paso, con las manos extendidas, entre las burlas maldisimuladasdeaquellasocasquenodejabandegraznarychismorrear.Sevolviósobre sí misma. El jardín adyacente al pabellón de verano donde serepresentabancomediasteníaunosbosquecillosenlosquepodíanesconderseyengañarla con el ruidode lashojas.Por aquí, por allá, susurrabanparaque seperdiera.Unosminutosmásyseleagotaríalapaciencia.Searrancaríalavendadelosojosymaldeciríalapajitacortaquehabíadesignadoqueletocabaparar.Sequitaría lamáscaraparacastigaraaquellas idiotas,mostraríael rostro tristequeocultaba trasaquellos juegosydiversionesdesenfrenadas.Acudirían todasapresuradamente a preguntarle y confesaría lo mucho que echaba en falta aAlgondeyalpríncipeCem.Lovacíosqueestabansusdíasmientraslosesperabaa una y a otro. Eso era lo que se decía, aunque sabía pertinentemente que nopodíaliberarsucorazónyqueloscuchicheoslaguiabaninvariablementehaciael parterre de rosas. El suave perfume de éstas se amplificaba y en breve susespinasledesgarraríansubonitovestidoescarlata.
Qué se le iba a hacer.Aquel día sufriría de nuevo la victoria de aquellasimpertinentes.Derepentesequedóinmóvil.Llevadoporunairetibio,llegóasunarizelolordelmusgodelbosque.Deslizóelpieenaquelladirección,conelcorazón palpitante, rebuscando en sus recuerdos del jardín si alguna de lascomposicionesfloralespodíahallarseenelorigendelmismo.Algomáslejos,ala izquierda, se hallaba aquel banco de piedra con palomas esculpidas. Eljardinero rascaba a menudo su contorno húmedo. ¿Acaso había olvidado
limpiarlo?Amenosquesetrataradelaavenidademalvarrosasquebordeabalosmatorralesdeboj.Dudó,husmeóelaireasualrededorysesobresaltóalsentiruna respiración próxima. Avanzó un zapato, luego el otro, y sus dedosextendidosrozaronunapielsuave.Sucorazónseaceleró.Conocíalatexturaylafirmeza.Setomóeltiempo,sinembargo,dereseguirelóvalodelrostro,elperfildelanariz,lalíneadelaspestañascaídas,yluego,comounagolosina,segurayadehaberlareconocido,laformacarnosadeloslabios.
—Mealegraenormementeverosdenuevoentrenosotras,señoritaAlgonde—exclamó.
Losaplausosdesusdamasdecompañíaacompañaronlarisacristalinadelajovenzuela.LadespojarondelavendayAlgonde,resplandecienteporsupropiafelicidadalvolveraverla,seinclinógraciosamenteanteella.
Unos minutos más tarde, tras dejar a aquellas damas que iniciaban una
nueva partida, ambas amigas pasaron bajo una glorieta de parras rojas hastallegaraunroquedalenelquehabíamatasdevalerianasyvioletas.Unestanquedeaguaclaraalimentadoporunafuentevestíadegranitoel lugar.Sesentaronsobre el poyete a la altura de sus rodillas, aisladas de las miradas por lavegetación y de los oídos indiscretos por el gorgoteo del agua. Ante lainsistenciadePhilippine,Algondetuvoqueexplicarlesuviaje.
Trasapartarlarocaensilenciograciasaunmecanismosecreto,Marthese
detuvoensecoalaspuertasdelpasadizoqueacababadeutilizarpararegresaralcastillodeLaBâtiesinquesushabitantesseapercibierandeello.Adospasosdeella tras la cortina de vegetación, el timbre apenas ensordecido deAlgonde leimpidióavanzar.Porlogeneral,aquellugarestabadesierto,unpocoapartadodelosjardinesydelhuertocultivadocelosamenteporelpadreMancier.
Olvidadoporlasgentesdelacasa,aquelsubterráneocontabacondiversasgaleríasquedesdehacíasigloshabíanpermitidoaMartheiryveniryvigilarasuspresas.Inclusoatalefectosehabíaacondicionadounaverdaderaguaridaenunadelascavidadesdelaroca.Lasmazmorrasdelaantiguafortaleza,ocultadasdurante la transformación del edificio, habían servido más de una vez para
satisfacer sus deseos o sus experiencias, encerrando entre sus paredes a aquelcriadooaaquelniñode losquesecreyóquesehabíanperdidoyhabíansidodevorados por los lobos. En la oscuridad de aquellos pozos era imposibledeterminar cuántos de los esqueletos que en ellos había eran resultado de suempecinamiento en vencer la maldición que sobre ella pesaba. Conindependenciadelaprofecíaqueconstituíasuúltimorecurso,sucrueldadteníaun nombre: el espanto. Su enemigo tenía rostro: el tiempo que la consumía yacentuaba su fealdad. Hasta el punto de queMarthe olvidaba que había sidoPiantina, pervertida incluso en sus uñas curvadas y negras por los poderesrobados a la harpía enclaustrada en su lugar en tierras deAragón. Cuando elhadadeantañoresurgíaensualmacorrompida,comounachispasinfuego,elascoseapoderabadeellaantelamagnituddesusvicios,elhorrordesusactosyla monstruosidad de sus rasgos. Cornamentas, polvos, hojas, licores,maceraciones y excrementos llenaban sus calderos, y hervían y destilaban enchimeneascerradasqueensombrecíanlasgaleríasconunhumoespeso.Mientrassobre ella y más lejos en los alrededores, las gentes de toda condición sevolcabanensusexistenciasdemasiadobreves,Marthegritabahastaquedarsesinaliento, escupía, silbaba, jadeabay lloraba enmediode aquella pantalla opacaque empañaba todos los espejos. Éstos sólo reflejaban su determinación paraexpulsardeellalanegruraylaabominación.Sinembargo,defracasoenfracaso,dejóderebelarse,yaceptósutransmutacióncomounmalnecesario.Unmalquellegado el momento le proporcionaría el ascendente necesario para matar aMelusina. Marthe lo sabía. Su hermana había sufrido idéntico tormento.Hubieran podido aliarse para acabar con la maldición que sumadre, Presina,había lanzado sobre ellas, peroMelusina siempre la había considerado a ella,Piantina,responsabledeloqueleshabíasucedido.Dehecho,fueellalaprimeraquienaldescubrirlaverdadacercadesunacimiento,elrechazodelpadre,ElinasdeEscocia,que lashabíaprivadoa las tresdelpoderyde las riquezas,sí, fueella quien alzó el estandarte de la injusticia y las convenció para vengar suorgullo ultrajado.Si entonces hubiera alcanzado a imaginar las consecuencias,no habría actuado así. No, jamás. Desde entonces había sido inútil argüir elarrepentimiento.Melusina había sido incapaz de perdonárselo. El trono de lasTierrasAltasno sepodría compartir.YMarthe lodeseaba.Másque cualquierotra cosa en elmundo. Igual que su hermana.El combate sería sin cuartel encuantoAlgondellevaraa términoaquellopara loqueestabadestinada.Martheno tenía otra elección. Era una cuestión de supervivencia. En verdad, sóloesperaba que en cuanto recuperara sus rasgos originales no perdiera aquella
frialdadcrueldemodoqueningúnremordimientomancillaraelreinadosobreelreinodelashadasquelecorrespondería.
Deslizándose sobre el musgo húmedo que tapizaba el suelo regado porfinosriachuelosdeaguaquefluíandelafuente,Martheavanzósilenciosamentehasta descubrir el tenor de la conversación entre las dos jovenzuelas que ledabanlaespalda.AhoraqueAlgondehabíaregresado,tendríaqueocuparsedeinmediatodelapequeñaElorasiqueríainclinarladesuladoparasiempre.
Invisibletraslacortinadehiedra,ensurostroodiososedibujóunasonrisacínica.PhilippinehablabadelpríncipeCem.Laprofecíaparecía irporelbuencamino.
—¿Cuándoregresa?—preguntóAlgonde,preocupadatrashaberescuchado
asuvezelrelatodelgrantorneoylascircunstanciasdelamuertedeAnuar.—Lo ignoro —suspiró Philippine agitando la mano ante su nariz, pues
algunos insectos la molestaban al respirar—. Louis se ha quedado con él yPhilibertenRomans.Esmiúnicoconsuelo.Pero temolopeor,Algonde.Cadajinete que llega al castillo me hace estremecer. Si baja la mirada al cruzarseconmigo, me siento desfallecer, segura de que me anunciará la muerte delhombrealqueamo.
Algonderebuscóenlabolsaquellevabaalacintura.—Todoesoesinquietante,estoydeacuerdo.Asíqueesurgenteentregarle
elelixirquemepediste.ElrostrodePhilippineseiluminóyvolvióaensombrecerseanteelfrasco
anodinoqueellalepresentó.—¿Eselmismo?¿Dóndeestáladamajuanapiramidalqueloconteníaantes
dequetúloabsorbierasparacurarte?—Labrujalaconsideródemasiadollamativayreconocible.Quienlarobó
unavezpodríavolverahacerlo.Enesterecipiente,lapociónpasaráinadvertida.ExplícaseloalpríncipeCem.
Philippinequedósatisfechaconesaexplicaciónyseguardóelfrascoantesdeadoptarunaactitudapurada.
—¿Tehadichoalgomás?
—¿Algocomoqué?—Respectoamiboda,porejemplo...Algonde no tuvo tiempo de responderle. Un ruido de hojas atrajo su
atenciónhaciaeljardínquehabíanabandonadohacíaunrato.Entrecerrólosojosyviomoverseunmechóncobrizo.AbandonandoaPhilippine,sepusoenpiedeunsalto,seguradequeunadesuscompañeraslashabíaestadoespiando.
Aquella persecución encantó a Marthe. Alertada por la evocación de la
damajuanapiramidalcapazdesanaraAlgonde,abandonócualquierreserva.Lebastaronunospasosparasurgir tras ladamisela,conuncantoentresus labios.Inmovilizadaporelhechizo,PhilippinenomostrómásreacciónquesumiradaasustadacuandoMartheseagachófrenteaella.
—¿Ysimecontarasmásacercadeesadamajuanapiramidal,guapa?—oyóPhilippinealolejostrassustímpanos.
Incapazdesustraerseasudominio,contóenunmurmullocuantosabía.CatherinedeValmont.Encuantolareconocióporsuvestimenta,Algonde
aceleró el paso, con los pensamientos entrechocando entre ellos bajo su cofiasacudida por la carrera. ¿Una simple indiscreción por parte de la damisela?Algondelosupusoantesdeverladirigirsehaciaelgrupodedamasdecompañíaalasqueeljuegohabíaalejadohaciaotroextremodelparque.Visiblemente,nose había dado cuenta de que Algonde la perseguía. Aprovechando aquellaventaja,lajovendecidióatraparladesdedelante.Envalentonadaporelpoderdelos Antiguos que corría por sus venas, no tardó en cortarle el paso. Apenasfatigada,tuvoaúntiempodearreglarselacofiaantesdeverlaaparecerentredosmatorrales. Apoyada contra el tronco sinuoso de un membrillo, Algonde ledirigióunasonrisaamable.
—Estáismuylejosdevuestrasamigas,miqueridaCatherine.Esta se sobresaltó, dudando por un instante de ellamisma y de quien la
habíasorprendido.Dehecho,eraimposiblequeAlgondeestuvieraallí.—Unanecesidad.Urgente—sejustificósindetenerse,conlasmejillasaún
sonrojadasporelsofocodesuhuida.Adospasosdeallí,anteellas,unaglorietadeochopiesdeanchocubierta
de parras rojas y de rosas entremezcladas conducía hacia la explanada delcastillo.Eracostumbrequelosenamoradosfueranallíabesarsediscretamente,protegidos por la sombra y el frescor reinantes. En aquel momento estabadesiertay,amenosquequisieraestropear suvestidoen losmacizosespinososquelarodeaban,Catherinenoteníamásremedioquecruzarla.
Algondepercibiósutemor.Teníalosdedoscrispadosagarrandola teladesufaldaylaalzabaparanoarrastrarlaporelsuelo.Teníalafrenteligeramentefruncida,lasmandíbulascontraídas.Noeraelcomportamientodeunainocente.Algonde estuvo segura de ello en aquel instante. Catherine deValmont habíadisimuladohábilmentesunaturaleza intrigante.Quedabaporaveriguaraquiénservía.
Impulsándose con las palmas de lasmanos apoyadas contra el troncodelárbol,Algondesepropulsóhaciadelanteyleatajóelpaso.
Llevándoselamanoalcorazón,Catherinesoltóungritodesorpresa.—¡PorDios,señoritaAlgonde!¿Queréisquememueraconesosmodales?Algonde no se dejó engañar por su expresión de espanto, y se mostró
adusta.—No diré que no —le respondió a la par que la asía del brazo y la
arrastrabahacialaglorieta.—¿Tenéislabondaddesoltarme?Mehacéisdaño—sedefendióCatherine
forcejeandoparaliberarse.Algonde la agarró conmás fuerza.Vencidapor su sorprendente ímpetuy
porsusordadeterminación,CatherinedeValmontsehallóalcabodeunospasosaisladadelasmiradasbajoelmantopúrpuradelashojasdeparra.
—Pero,vamos...¿quéossucede?Algondeseplantófrenteaella,conunamiradamaligna.—¡Basta, Catherine! Esta vez no me haréis doblegar ni conseguiréis
engañarme.¿Aquiénibaisacontarlenuestraspalabras?—Nosédequé...Supobredefensaacabóconungritodedolor.Retorciéndoleelantebrazo,
Algondelaobligóaarrodillarsesobrelaslosasdelsuelo.—¿Aquién?—insistiósinlamenorpiedad.Unaslágrimasrecorrieronlasmejillasmaquilladasdelajovenzuela.—Mevaisaromperelhueso...—¡Habla!Catherinesollozó.Aquellatenazalahizotambalearseyconlaotramanose
agarróalafaldadesuverdugo.—ALouisdeSassenage...—confesósinaliento.Algondelaempujósincontemplaciones.Catherinecayóalsuelo.Sentaday
abatida, se miró el brazo amoratado antes de alzar una mirada torva haciaAlgonde. Alterada por el rencor y su verdadera naturaleza, su rostro habíaperdidotodaexpresiónangelical.Lamiródearribaabajo.
—¡Entulugar,yomeapresuraríaaabandonarelcastillo!ElfastidiofruncióelceñodeAlgonde.Súbitamentecomprendíahastaqué
punto ella y Philippine se habían dejado ofuscar por la belleza y la simuladadelicadezadeCatherine,hastaelextremodehaberlecedidoelmejorlugarensuentornoparaespiarlas.Ladamiselateníaqueprocederconsumahabilidadparaque en ningún momento ellas hubieran descubierto su doble juego. ¡Menudovicio le había cogido Louis a espiar! Serenada con su silencio que debió deinterpretarcomotemor,Catherinesepusoenpie,reprimiósudolorapretandolasmandíbulas y se enfrentó a ella, segura de haber recuperado el control de lasituación.
—Una no le levanta impunemente la mano a la nobleza y menos aúncuando es hija del arroyo. Ahora mismo iré a quejarme a Louis y mañanasoltaránlosperrostrasturastroymoriráscomonaciste.
—Nolocreo—dijoAlgondealzandolapalmadesumanohacialafrentedeCatherine.
Instintivamente,éstaretrocedió.—Apártatedemicamino.Sehaacabado,Algonde.Yavienenhaciaaquí.Seaproximabanvocesyrisas,repercutidasporelecodelaglorietaque,en
elotroextremo,formabaunrecodo.Algondeteníaeltiempojusto.Enlugardeinquietarse,movidaporaquelinstintodesupervivenciaqueahoraformabaparte
de ella y la controlaba,miró fijamente aCatherine a los ojos. Louis no debíasaber nada acerca de la relación entrePhilippine yCem.El futuro delmundodependíadeello.Elsuyotambién.
—Adiós señorita de Valmont—dijo ella en el momento en que un rayoresplandecientede luzatravesaba labarrerade lapalmade sumanoy ledabaentrelascejas.
Catherineabriólabocacomounpezfueradelaguaycayórecogidasobresímisma.
Sin el menor remordimiento, Algonde pasó por encima de ella ydesapareciósilenciosamenteantesdequeelgrupovolvieralaesquina.
A
Capítulo11
horaonunca.Sentadaalbordedelacama,JeannedeCommiersaguzóeloído.ElantiguotorreónqueenlaactualidadalbergabalaabadíadeNuestra
SeñoradelosÁngelesenSaint-Just-de-Claixsóloseestremecíaconloscrujidosprovocados por las variaciones de temperatura entre el día y la noche. Todosdormíanenelcastillosecular.Seincorporó,hollóconlaplantadelpieelsuelodemaderaconsumodestopeso,setranquilizópensandoqueseconfundiríaconlasdemásysequitóelcamisónparavestirseconsusropasdediario.Esperandoprotegersedelfríointenso,secubrióconunapellizaporencimadelvestido.Notendría frío, se convenció para engañar aquel detestable escalofrío que, aintervalos regulares, le recorríaelespinazo.La ideadehuirasídeaquel lugar,que, durante tanto tiempo, había sido para ella una tierra de asilo, le tenía elcorazón en un puño. Y, sin embargo, no tenía otra elección. A pesar de lasnumerosas cartas dirigidas a Jacques para mantenerlo informado de lasorprendente recuperacióndesumemoriaydesus facultades, suesposonosehabía dignado a responder ni a visitarla. Sor Albrante creyó convenienterevelarle a Jeanne que, confortado en su viudedad por su mentira, se habíacasado con Sidonie y ésta acababa de darle un hijo. ¿Era ésa la razón de susilencio? ¿El olvido? ¿La culpabilidad? Jeanne se negaba a creer que Jacqueshubieradejadodeamarla.E igualmente,queSidonie,a laque leprofesabaunamorsincero,fueraresponsabledeello.Laverdaderaotra,estabaconvencidadeelloaunqueaúnnolahubieraaveriguado.
Lavíspera,pocoantesdequeseacostara,mientrastratabadeconciliarunhipotético sueño, la sorprendió una visión, como antaño. Se despertó con elaliento entrecortado, helada hasta lamédula, aterrorizada. En aquelmomento,losrecuerdosquelefaltabanlacubrieroncomounaolagigantescaquehubierahechonaufragar a toda la tripulación.Suprimera reacción fueaovillarse en la
cama,aprisionandosualmohadaentre loscodosparaocultarsurostro.Novermáselrostroinmundodeldiabloinclinadosobreella,novolverarespirarelolordelasangreydelacarroña.Trasencendersuvela,secalentólasmanosalcalortrémulo de la llama, tranquilizada por la luz que desprendía. Sanarcompletamentesignificabarevivirloquehabíaprecedidoasuagonía.Apoyadacontra el cabezal de la camabajo el crucifijo que la protegía desde hacía seisaños,conlasrodillasaprisionadasentresusmanosylamantacubriéndolehastaelmentón,sedispusoaponerordenensucabeza.
Mil cuatrocientos setenta y ocho. Noche del solsticio de primavera.Acababa de besar a sus hijos, las niñas por un lado y los niños por otro. Unfuegovivodabacalorasusrespectivashabitaciones.Vencidosyaporelsueño,apenas respondieron a su beso. Cerró la puerta y se dirigió hacia losapartamentosdondelapequeñaClaudine,nacidacuatromesesantes,dormíaenla cuna al pie de su cama. Jacques no tardaría en reunirse con ellas. Plantadafrente a la celosía de la ventana iluminada por el claro de luna, se entretuvocontemplandouna lechuza a contraluz.Antes de que sumirada se fijara en elparque,unasiluetaacababadematerializarseallí.Conelrostroinundadoporlapálida claridad, alzó la mirada hacia la ventana de sus hijas. Marthe. La fielcompañeradeSidonie.AJeanneselehelólasangre.Hastaaquellanoche,habíacreído que su instinto la engañaba, que aquella mujer cuya presencia lainquietaba no tenía en común con la partera que la ayudara a dar a luz aPhilippinemásquesufealdad.Aunqueelparecidofueranítido,nadapermitíaaJeanne relacionarlas a una y a otra. Además, reservada y discreta,Marthe seapartaba para dejarlas a ella y a Sidonie a solas, y hacía gala de una loableafabilidad.Hastaelpuntodeque,comobuenacristiana,enmásdeunaocasiónJeannesehabía reprochadosentir tantaantipatíahaciaella.Sinembargo,nadahabía cambiado. En presencia de aquella mujer se sentía en peligro. Aquellanoche en La Bâtie, ignorando que la observaban, Marthe se dirigió hacia lamurallaydesaparecióalpiedelamisma.Jeannenoesperómás.Deinmediatocogió el puñal de Jacques de un cajón y atravesó corriendo el pasillo hasta lahabitaciónde sushijas.Noquisodespertarlasparanoasustarlasenvano,y seocultótrasunacortinajuntoalacamadePhilippine,empuñandoelarma.Bajosucofia,suspensamientoshervían.Alolargodelembarazodesuprimogénitalahabíanasaltadohorriblesvisiones.Sehabíavistoasímismadandoaluzuncríomonstruoso,vellosode lospies a la cabeza,queunadesconocida le arrancabaparaponerloasalvo.Unosinstantesdespués,mientrasaúnjadeabatraselparto,aparecíalahorribleparteraylaforzabaviolentamenteadecirledóndesehallaba
elreciénnacido,amenazándolaconelinfiernoylacondenaeternaparasulinajesinorespondía.FuecuandolallamóHélènecuandocomprendióqueenelsueñono era ella sino otra que se le parecía como una gemela. Las imágenes sesucedieronsindarleunrespiro.Lamuertedesuesposo,edificiosenllamas,sutierradevastada.Eltriunfodelmal.
Unos díasmás tarde, Jeanne dio a luz a una niña a la que Jacques quisollamarHélène.Gritó porque no quería que se cumpliera aquel funesto destinocomotantasotrasvisionesquehabíatenido.HélèneseconvirtióenPhilippine,ylaparterafueexpulsada.Jeannesecalmó.Elpoderdelmalpodíaserdoblegadogracias a la fe, ¡y Jeanne rezó tanto!Durante diez años estuvo convencida dehaberganado,hastalanochedel21demarzode1478.
CuandolachimeneapivotósobresímismayMarthesurgiódeaquelhuecoabierto de par en par y que olía a humedad, Jeanne se quedó sin aliento.Chorreandosudoranimal,conlosdedoscrispadosenlaempuñaduradelpuñal,esperóaqueMartheseacercaraalacunayenaquelmomentoseinterpusoconenormecoraje.
—¡Nodeisniunpasomás,Marthe!Sorprendidaporsuaudacia,Marthesequedóinmóvil.—Soismásfieradeloqueimaginaba,Jeanne,peroes inútil.Nadapodéis
contramí.—Osequivocáis,séquiénsois.Llevandosuotramanoa laalturadelcuello,asió lacadenitaymostró la
cruzquellevabacolgandodeella.—¡Vaderetro,Satanás!—clamóenvozaltayfuerte.Martheseechóareír.—¡Pobre idiota! Hasta tu diablo huiría de mí. Vamos, apártate. Sólo he
venidoaasegurarmedequetuhijaesaquellaalaqueespero.Noleharédañoyatitampoco.
—Mentís.Queréiselniño.Elniñovelloso.Perosécómoimpedíroslo.Marthesesobresaltó.—Cómo...SepellizcólanarizyderepenteJeanneperdióelcontrol.Sumanosoltóel
arma.ElruidohizoquePhilippineabrieralosojos.—¿Mamá?—seasustóalversusiluetaacontraluz.Jeanne quiso responder pero sus labios no pudieron articular palabra.
Philippinegritó.Marthe retrocedióhacia el pasadizoy lapuertadelmismo secerróasupasocuandoelresplandordeunavelaperforabalaoscuridad.Jeanneserecuperóantelasirvientaqueacababadeentrar.SenegóamolestaraJacques.No teníapruebas:apesardesusesfuerzos, lachimeneanodesvelósusecreto.LoúnicoquetratófuedeaislaraPhilippineenelúltimopisodeunatorrecillanosinantesasegurarsedequelasparedesnoestuvieranhuecas.Philippinenotuvonadaqueobjetar, al contrario.Tenía yadiez añosy aspiraba a disponer deunapartamento para ella y su camarera. Tranquilizada por la presencia de estaúltima, que cadanoche cerraba la puerta a cal y canto, Jeannehubierapodidovolver a dormir, pero no fue así. Seguían asaltándola aterradoras visiones depesadilla,hastaquetuvounadiferentedelasdemás.Unsueñoenelqueenesaocasión,ella,JeannedeCommiers,podíadesempeñarunpapelparasalvaralossuyos.Fueporesa razónpor loquealdíasiguientesedirigiósindemoraa laabadíadeSaint-Just, apesarde sucertezadequeMartheacechaba laprimeraocasiónqueselepresentara.Confiabaenelaguabenditaquesehabíacolgadodelcuelloyensuescoltaparaprotegerla.Niunaniotrapudieronimpedirloe,inesperadamente, sor Albrante le había devuelto el nombre de Hélène aPhilippine.Jeannenotenía,pues,otraelección.
Aqueldía,16dejuniode1484,debíareaparecerparasalvaralossuyos.«Vamos—sedijoasiendoconfirmezaelasadelapalmatoria—.Segúnlas
confidenciasdesorAlbrante respectoaPhilippine,aúnnoesdemasiado tarde.HallegadolahoradeinformaraJacquesyaSidoniedeloquesabes.Hallegadoelmomentodeverificarsilavisióndeantañoeracierta.»
Sinmás dilación, tiró hacia ella la pesada puerta claveteada que la habíaaislado delmundo exterior durante todos aquellos años y se deslizó al oscurorellano.Determinada,secubrióelrostroconelcapuchóndelmantoydescendiósilenciosamentelaescalera.
Marthe estaba febril. Las revelaciones de Philippine acerca de los
sorprendentespoderesdelasdamajuanaspiramidaleslehabíanllevadoapensar
deinmediatoenlahistoriadelasTierraAltas.AligualqueMelusina,sabíaquelasdamajuanasylamesadecristalhabíansidorobadasyquesólolapuertadeÁvalon permitía aún llegar a la ciudad blanca. Le fastidiaba que su madre,Presina, hubiera hallado las primeras y las hubiese utilizado para salvar aAlgonde. Por un lado dado que el elixir de vida a buen seguro habíacontrarrestado los efectos maléficos de la poción que la había obligado aingurgitar, y como consecuencia Algonde resistiría a su influencia; por otro,porque conocía lo suficiente a sumadre como para comprender que para ellaaquellas reliquias revestían una importancia capital. Quedaba por averiguar elporqué.Marthenodudabadequelodescubriría.Elhechodesaberquesumadrese ocultaba bajo la apariencia de la bruja de Sassenage era también unainformaciónmuy valiosa.Amenudo, aquello que tenemos ante los ojos es loúltimoqueacabamosporver.Eneso teníaque reconocerleunagranhabilidadpuesto que la verdad era que Marthe se había dejado engañar. En ningunaocasión percibió su aura de hada, prueba evidente de que también su madrehabíamejoradosuspoderesmágicos.Era,pues,máspeligrosay taimadade loque había pensado. ¡Qué más daba! Marthe contaba ahora con una ventaja:estabaprevenidadelaresistenciaquehallaría.Philippinelehabíaaseguradoqueuna de las damajuanas piramidales se hallaba en Saint-Just-de-Claix, en laestancia de sorAlbrante. AhoraMarthe comprendíamejor por qué Jeanne deCommiers había sobrevivido, y a tenor de lo que contaba el correo queinterceptaba, desdehacíapocohabía recuperado lamemoria.A todas luces, lamonjalehabíaadministradoelelixirdelosAntiguos.
—Pobresmortales—suspirómientras accionaba elmecanismo que hacíapivotarel fondode lachimeneadesuhabitación, laqueantañofuera lade lashijasdeJeanne.
¿Nosepodíanquedarensulugar?¿Engreídoseinsignificantes?Seadentróenlaescaleraqueapestabaaputrefacción.No.Alfinycaboasíestababien.Queserebelaran,seencolerizaran,sealzaranyladesafiaran.Eralaúnicadistracciónqueaquelmundodetestableleofrecía.
Bañada por la sombra del imponente torreón cuadrado, Jeanne pasó
arrimándosecontralaparedjuntoalafachadadeledificiorectangularparallegarhasta la capilla. Durante mucho tiempo, en 1478, la noche precedente a su
agresión,trasverensueñoscómoseabríalaimagenyacientedeunadamaconlafrenteceñidaporunacoronayconlasmanosdepiedraentrelazadassobreelpecho,sepreguntódóndelahabíavisto.PorlamañanalarespuestalellegóenlaabadíadeNuestraSeñoradelosÁngelesenSaint-Just-de-Claix.LareinaBeatrizde Hungría. Según rezaba una leyenda, numerosos subterráneos partían de laantigua fortaleza realypermitían llegara loscastillosdeRochechinard,deLaBâtieydeSaint-Laurent-en-Royans.Muchosloshabíanbuscadoperonadieloshabía encontrado. Dado que la región ya no temía las invasiones, aquellospasajes subterráneos habían caído en el olvido hasta desaparecer. Cuando serenovó La Bâtie, Jacques dio con algunos de ellos, pero no se aventuró poraquellasgaleríasquejuzgabapocoestablesoinclusoenruinas.Sinnecesidad,elhombrepierdelatemeridad,concluyóencogiéndosedehombros.Antelapuertadescubierta, hizo colgar un tapiz de Aubusson. Una dama con unicornio.Suntuosadecoracióndeunasalademúsica.
Jeannenodudóniuninstantequesabríaorientarse.Susueñopremonitoriobailabaantesusojoscomolaestrellapolar.Sesentíacapazdevencercualquierpeligro.Pasaríabajolamontañayregresaríaasustierras.AhíseencontraríaconJacques.SindudaacostadojuntoaSidonie,pensómientrasrodeabaelcoro.Unapunzada en el pecho. Lo olvidó al iluminar con el candelabro la tumbadisimuladabajounadelaslosasdelsuelo.Buscóeltizónquepermitíadesplazarlatrampilla.Lohundiópensandoenquehabíacosasmásimportantesquetenercelos de su prima, y descendió el tramo de peldaños que, en lugar del ataúd,aparecióenelnicho.
Marthe no necesitaba antorcha para guiarse. Su visión nocturna era
perfecta. En cuanto a las diversas galerías que surcaban el subsuelo, habíadispuesto de más tiempo del necesario para visitarlas todas, descubrir lastrampasylassalidas.Ningunodeloscastillosdelosalrededoresteníasecretospara ella. Avanzó con paso seguro. En la primera intersección, bajo aquellabóvedadegranitoquerezumabafinasgotasalolargodelasfranjasesculpidasporel tiempo,giróaladerechaendirecciónaSaint-Just-de-Claixylediounapatadaaunaratagordamuertaenmediodelestrechoeirregularpasadizo.
Amedidaqueavanzaba,concentradaensuspasos,Jeanneacabóporperderlanocióndelpasodeltiempo.UnaleguaymediaseparabalaabadíadelcastillodeLaBâtie.UnavezabandonólapequeñacriptadondereposabalareinaBeatrizen su ataúd de piedra, el subterráneo se volvió estrecho, apenasmás alto queella,avecessinuoso,pútridohastaelpuntoquetuvoquecubrirselanarizconunpañueloparafiltrarelaireviciado,perosinningunaintersección.Paradistraersede la angustiaque, apesarde su resolución, leprovocabael aislamientoenelquesehallaba,tarareabacánticosaltiempoquevigilabaalavezquelamechade su candela no se le ahogara en la cera fundida. Puntuando a veces laregularidadde lasparedes, la llama iluminabaunnicho llenodehuesosounaexcrecenciadepiedracubiertaporlassombrasquelahacíatragarsaliva,aguzareloídoyacelerarelpasoparadejarlasatrásantesdereírsedesímisma.Estabasola. Sola. Y no debía temer nada. Poco a poco se serenó y, a pesar de lacreciente fatiga, ganó en temeridad. ¿Acasono iba avolver aver a sushijos?¿Rozar sus rostros adormecidos con el suyo ávido de descubrirlos después detantosaños?Unasonrisadecalmailuminósuexpresión.Hastaqueoyóuneco,alo lejos,delantedeella.Porun instantepensóqueelcansancio legastabaunajugarretaasuimaginación.Avanzóaúnantesdedetenerseydeaguzareloído.Su corazón se aceleró dentro de su pecho. No. No estaba soñando. Alguienavanzaba en su dirección, para dirigirse a todas luces al lugar del que ellaprocedía. ¿Con qué intención? Se mordió la mejilla, para ahogar un grito deangustia. Marthe. Sólo podía tratarse de ella. Para matarla. Una fracción desegundo,quisodarlavueltayecharacorrerhastaperderelaliento.Alvolverse,sinembargo,descubriólasombradeunaagujaderocaqueocultabaunodelosnichosantelosqueacababadepasar.Lospasosseaproximabany,sinembargo,no se alcanzaba a ver ninguna luz en la oscuridad. Instintivamente, Jeanne sedirigió a la roca, apagó su candela y se ocultó en el hueco, con el aliento tanentrecortadoquecreyóquemoriríaallí,asfixiada.
Concentrada en su avance solitario y rápido, Marthe pasó frente al
escondrijosindescubrirla.Porlomenosasílofingió,puesdesdehacíaalgunospasos, su olfato la había alertado de una incongruencia en aquel lugardesprovisto de toda actividad.Un relente de sebo llenaba la bóveda y apenasenmascarabaeldelacarnehumana,reconocibleentretodos.
Jeanne aguardó a que los pasos se ahogaran para descalzarse
delicadamente.Setanteólacinturaporreflejo,paraverificarquellevabaaúnensubolsaunyesqueroydoscandelasderecambio.Máslejos,sedijoalabandonarsurefugio.Laencenderíamáslejos.Siguiendolaparedconlapalmadelamano,se alejó lo más rápido posible, corriendo incluso a pesar de que la roca ledesgarrabalosdedos.Conunaúnicaideaenlacabeza.Reunirseconlossuyos.
Inmóvil en el subterráneo, con los sentidos aguzados,Marthe dudó unos
segundosantesdeproseguir sucamino.Fueraquien fueseélo laquehuía,noteníanadaquetemeryhubierapodidoencontrarlorápidamente.Noestabamuylejosdesuobjetivo.Selanzóaunacarreraqueningúnhumanohubierapodidoseguir. Unos minutos más tarde llegó a la cripta subterránea, accionó elmecanismo,salióporlalosa,atravesólacapillayluegoelpatiodelaabadíayforzólaentradadelhospiciosinquenadielaimportunara.
SorAlbrantenohabríapodidodecirquéfue loque ladespertó.Comono
habíaningunaenfermaalojadaallí,debidoasuavanzadaedadaprovechabaparadormirtantocomopodíaentrelosdiversosoficios.Incorporadaensucamaporuna súbita angustia, inhabitual en ella, aguzó el oído hasta asegurarse de quealguienestabatocandosusalambiquesyprobetasenlaestanciacontigua.
—¡Esosíqueno!—refunfuñómientrasseponíaenpieprecipitadamente.Secalzó,encendiósucandelaysecubrióelcamisónconunchal.¿Quiénse
creíaallítanlistacomoparaprescindirdesusservicios?¿Nosabíanqueloquecura también puede matar? Resuelta a regañar a la imprudente, se dirigió alestrechocorredorydeallíhacialaentradaentreabierta.
—Megustaríaver...—comenzóadecirempujandoelbatienteconhumor.Laspalabrasseleatragantaron.Alaluzdelallamadanzante,laharpíase
dio lavueltaalentrarella.Asustadaysorprendida,Albrantediounpasoatrásante aquella fealdad diabólica. Prisionera de sus uñas curvadas y negras, ladamajuana piramidal queMarthe acababa de robar del cofre forzado atrajo lamiradadelosojosdesorbitadosdesorAlbrante.
—Apartaos de mi camino, madre—le dijo Marthe con desdén mientras
guardabasuhallazgo.LasangredeAlbrantelatíaensussienes.Noentendíaloquesucedía,pero
enunarranquedecorajeexigióqueledevolvieraaquelelixirtanpreciosoparaella, Philippine y Jeanne. Santiguándose rápidamente sobre el pecho paraponersebajoproteccióndivina,meneólacabeza,conunamiradatantorvacomoladelaintrusa.
—Noantesdequemehayáisdevueltoeso.—No tengo tiempo que perder con palabrería —gruñó Marthe
abalanzándosesobreella.Aunqueaterrorizada,sorAlbranteseaferróconlamanolibrealmontante
delapuertaparaimpedirleelpaso.—Nopasaréis—seempecinó.UndestellodefuriacentelleóenlamiradadesalmadadeMartheyeldorso
desumanosurgióenlatímidaluz.El último pensamiento de Albrante fue para Philippine, antes de que su
corazónaúnpalpitante, arrancadode supecho, salpicarade sangre losbocalesquesehallabansobrelamesa,aunospasosdeella.
Jeanneyanosentíalaspiernas.Agotada,conelalientoentrecortado,acabó
porapoyarseenlaparedtrasunacarreraextenuante.Lacandelaencendida,denuevoen lapalmatoria,derramabaunaclaridad tranquilizadoraa sualrededor.Elsilenciolarodeaba.Estabafueradealcancey,sinembargo,¿estabaasalvo?Frenteaellaseabríantresgalerías.¿CuáldeellasconducíaaLaBâtie?¿Nosehabía hallado ya en un lugar semejante sin darse cuenta cuando huía? En suestómagonacióunsollozoquepudorefrenar.
«Vamos, Jeanne, rastrea en tus recuerdos. Ten confianza en tu visión deantaño.»Cerrólosojosuninstanteysedejóguiarporlasimágenesantesdedarunpaso.Recto.ParairaLaBâtieteníaqueirrecto.Avanzóaúnduranteunbuenrato,tratandodenodesanimarseapesardenuevasintersecciones,apesardelaslágrimasquelebrotabandecansancioydesumanodoloridaenlaquelasangrehabíaformadocoágulos.Yluego,súbitamente,frenteaella,trasunoscincuentapeldaños,unmuro.Sólounmuroquelecortabaelpaso.Seprecipitóhaciaallí
riendonerviosamente.Conunmovimiento lentode lamuñeca, recorriócon lallamalasasperidades.Teníaquedarconelmecanismo.Hacerpivotarelmuro.Regresarasucasa.
—¡Buenas noches, Jeanne! —pronunció como una sentencia la voz deMarthetrasella,justoenelinstanteenquedioconelmecanismo.
-¿Y
Capítulo12
a es la hora? —bostezó Mathieu con voz pastosa al abrir un párpadopesado.
Leparecíanohaberdormidomásqueunosminutos,puessusabrazossehabíanprolongadohastamuyavanzadalanoche.Ávidosunodelotrocomosituvieran el tiempo contado cada vez que se hallaban a solas, se entregaban aunas justas amatorias que los dejaban jadeantes. Al no responderAlgonde, eljoven esposo trató demantener un ojo abierto. La penumbra aún inundaba lahabitación.Sumiradasedetuvoenlalunaquecerrabasuúltimoterciomásalládelacelosíadelaventana,asíquedecidióquenodebíandesermásdelasdosde lamadrugada. ¿Qué hacía, pues, su esposa fuera de la cama, con la orejapegadacontraelmurocercadelmantodelachimenea?
—¿Algonde?—insistióél.—¡Chitón!Mathieu se dejó caer de nuevo sobre la almohada. Desde su infancia, se
habíaacostumbradoadejarsedespertarporlasprimiciasdeldía.Lahoradelospaneteros.Al regresar lavíspera aLaBâtie, fue aver al panaderodel castillopara comprobar que aún estuviera interesado en sus servicios. El hombre, deaspecto tosco temperado por unos impresionantesmofletes, lo invitó a que sepresentaraalalbaparasacarlaprimerahornada.Mathieuseveíaobligadoaestara laalturadel trabajo,compensandoconelardoren la faenasumanoderechaherida por el gavilán y aún incapaz de agarrar cualquier objeto. Nodecepcionaría a maese Baillot, salvo si se dormía en el obrador. Se volvió atumbarenlacamaconlaesperanzaderecobrarelsueñoabortado,peroestabademasiadointrigadoporlaactituddeAlgonde.Sinembargo,trasgolpearcontrael tabiqueenvarios lugares, la jovenzuelavolvióaacostarse.Esavezno tuvo
queinterrogarla.—¿Tútambiénlohasoído?—lepreguntótapándoseconlassábanas.—¿Qué?—Elgrito.—No.Lohabrássoñado—dijoélarrimándoseaella.Legustabadormirseolisqueandoelperfumedemusgodesupiel.—Alguien ha gritado, Mathieu, tras ese muro que suena hueco. Estoy
seguradeello—dijoconvozapagada.Algondeestabahelada.Comosiesegritosurgidodelasprofundidadesdela
piedra fuera el último de un ser desesperado. Un grito ahogado que aún leparecíaescuchar.Entróencalor,empero,conelcontactodesuesposoydesusdedosqueleacariciabansuavementeunsenobajoellinodelcamisón.
—Olvídalo y duérmete, ruiseñor —susurró Mathieu a su oído antes deapoyarallísumentónconunabarbanacientequeraspaba.
Algondeserelajó.Sindudaélllevabarazón.Aunospasosdeellos,sinqueelincidentelahubieraperturbado,lapequeñaEloradormíaapaciblementeensucuna, con el extremode supulgar rozando los labios.Suhija teníamuybuenoído.Yun instintopredominante.Y,sinembargo,nosehabíamovido.Pocoapoco,lamanodeMathieusehizopesadasobresupecho.Algondeevitómoverseparanovolveradespertarlo.Aqueltrabajoenlapaneteríaeraimportanteparaél.Mathieu no admitía que la generosidad de Philippine constituyera su únicoingreso.Suorgullonopodíaadmitirlo.Yaerabastantedifícilparaél tenerqueocultarse de todo el mundo, reunirse con su mujer tras el toque de queda yabandonarsucamaantesdequelosdemásdespertaran.Paralanobleza,Algondeseguía siendo una damisela. Una damisela cuyo esposo, un barón de bajaalcurnia arruinado, tuvo elmal gusto demorirse a lamañana siguiente de sunochedebodas,dejándolaembarazadadeEloray,aúnhoy,incapazapesardelnacimiento de la criatura de volver a casarse.Algonde hubiera desmentido debuengradoaquellafalacia,peroademásdequePhilippinesenegaraaelloparanodesacreditarseante susparesyque los sirvientesdelcastillo laodiaranporsus privilegios, Algonde ofrecía a Philippine la compañía ideal para citarsediscretamenteconCem.¿AcasonohabíamatadoaCatherinedeValmontaquellamismatarde,ysinremordimientos,paragarantizarsusamoresimposibles?
Algondefueapresadaporeserecuerdo.Aquelgrito,allídetrás,¿acasoera
eldelfantasmadeCatherinefuriosoporlaimpunidaddesuasesina?Aunqueelpreboste había examinado largamente el cuerpo difunto de la doncella, nadahabíahechopensarenalgoquenofueraunamuertenaturalynadiehabíavistoaAlgonde en el lugar del crimen. Al reunirse con Philippine junto al pequeñoestanque,Algondelahallódesvanecida.Temióquesuseñoralahubieraseguido,peroalrecobrarelconocimiento,Philippinefueincapazdeexplicarlequéhabíasucedido. No recordaba nada. Algonde, por su parte, le aseguró que habíaseguidounasombraquesúbitamentesehabíavolatilizado,detalmaneraquealenterarsedelamuertedeCatherineunosminutosmástarde,Philippinellegóalaconclusióndequesudamadecompañíatuvoladesgraciadecruzarseconaqueldiabloymorirdemiedo.Algondenolodesmintió.Undesagradableescalofríolerecorrió lacolumnavertebral. ¿Estabadesprovistade sentimientos?¿Nosentíacompasión? ¿No tenía moral? ¿Se había convertido en una de esas criaturasmonstruosas a las que tanto quería combatir?Observado en detalle, allí, en elolvido de aquella habitación, su crimen se le aparecía súbitamente en toda suabyección. Catherine de Valmont la había amenazado. Eso era cierto. Queríaevitarqueprovocaraproblemas,pero¿eraésarazónsuficienteparaasesinarla?¿Ycontantasangrefría?Unsollozoseatoróensugarganta.¿Cuáleralafuerzaenellaquesehabíaimpuestocomoverdad?¿LadelosAntiguosolaotra?¿Ladiabólica, la inhumana? ¿Quién era a día de hoy en realidad Algonde deSassenage?
«Actúasegúntualmayconciencia.Dejaquehabletuinstinto.Sóloélportusorígenessabráguiarte.Creeenti,Algonde,ynoteperderás»,leaseguróelhadaPresinacuando,antesdeabandonarSassenage,fueasaludarlaconElorayMathieu. ¿Y si su abuela se había equivocado? ¿Y si Marthe la hubierapervertidomásdeloqueambashabíanimaginado...?
MathieusevolvióylasgarrasdelfríoinvernalhicieronqueelcorazóndeAlgonde se oprimiera aúnmás si cabe. Tenía que saber. Su cuarentena habíaterminado.Debía ir al palomarpara reducir el huevonegro enpolvo e ingerirparte del mismo. ¿Qué le sucedería a continuación? ¿Habría acabado sumetamorfosis? ¿Qué nuevo poder correría por sus venas? ¿Para qué fin loutilizaría? ¿Para el de la profecía? ¿Para el suyo propio? ¿El mal? De nuevoapartó las sábanas, con precaución esta vez. Si aquel grito no la hubieradespertado,sindudahabríaesperadoalanochesiguienteparairallí,pero¿paraquéretroceder?Soportabasobresí lapesadacargadeunamaldición,elmediopara poner fin a lamisma y de salvar almundo.Amenos que no fuera para
alienarlo... Fuera como fuese, el ruiseñor demaese Janisse ya no pertenecía aMathieuniaElora.Yanisiquierasepertenecíaasímisma.Secubrióelcamisónconunacapa,abrióelpestillodelapuertasinhacerruidoy,alcerrarlatrasella,se deslizó por el oscuro corredor. En elmomento de tomar la doble escalera,pensóenqueeraabsolutamenteincapazdedecircuálseríasudestino.
Doshorasmástarde,mientraslanguidecíaenunsueñodelicioso,Mathieu
abandonósuladodelacamaparaabrazarasuesposa.Tanteó,hizounamuecadedisgusto,perturbadoensusueño,antesdedespertarsesobresaltadoysuspirarcon fastidio.Estabasoloen lacama.Allí, en lahabitación, lapenumbrahabíacambiado.Elalbaseaproximaba.Sesentó.Algondesehabíaausentado.Conungesto torpe, se restregósucabelleramorenaaplastadaporelgorroquepor lasmañanasnuncaencontrabasobresucráneo.ErademasiadoprontoparaquesuruiseñorsehallarayaalserviciodePhilippine,perodelanoblezacabíaesperarcualquiercosa.Fueracomofuese,selevantódelacamaaregañadientes.Eloraaún dormía. No le gustaba que se quedara sola y tal vez a merced de lasmalvadas intencionesdeMarthe.Dejópasarunosminutoscon laesperanzadequeAlgonderegresarayluego,paranollegartardeensuprimerdíadetrabajo,comenzó a vestirse discretamente. Antes de marcharse, abrió la puerta decomunicaciónentrelosdosapartamentos,paraqueAlgonde,oenelpeordeloscasos Philippine, oyeran a la chiquilla si lloraba y salió de la habitación a supesar.A pesar de todo, pensó con humor, ¡hubiera podido prevenirlo antes demarcharse!Asumentevinoel recuerdodel incidentede lanochey fruncióelceñoalacercarseal rellano.No,se tranquilizó.Algondenohabríacometido laimprudenciaderesolveraquelenigmasindecírselo.
El silencioera aúnmáspesadoen lavasta residencia.Lanoblezadormíahasta tardemientras en la cocina y en los espacios comunes los sirvientes seponíanyamanosalaobra.Mathieudescendióeltramodeescalerasysedetuvoenelrellanodelprimero,sorprendidoaltoparsedebrucesconMarthe.
Ambossemirarondearribaabajoconrecelo.—¿Acasomeespías,palurdo?—leespetóella.Mathieu iba avanzado a su horario. En el fondo, pensó, aquel encuentro
fortuito ibacomoanilloaldedoa ladecisiónquehabía tomadounas semanasantes.
—¡Diosmelibre!Peroyaqueosveo,quisierahablaros.—¿Hablarme...? ¿En serio? ¿O te escuece la verga? —se burló ella
agarrándolelaentrepierna.Mathieutragósaliva.Hubierapreferidomilvecesolvidarlosucedidoenel
campodeSassenage,cuandoaquelladiablesaloforzóconsumagiaapesardelasco que le inspiraba. Esa vez también... Ella se relamió los labios con unalengua glotona, con los ojos achicados de perversidad en sus órbitas saltonas.ParadesesperodeMathieu,lateladelpantalónsehinchóbajosusgarras.¿Cómoeraposible?¡Antesmorirquevolveraviviraquello!Tragósaliva.
—Noesculpamía,bruja.Sabesquenolodeseo.Ellasoltóunacarcajadamalignaantesderetirarsumano.—Sígueme—ledijoella.—Sóloparahablar...—sedefendiósiguiéndolaporelpasilloquellevabaa
lashabitacionesdelaprimeraplanta.Un instante después, Marthe abrió una puerta baja en un hueco. En el
interiorde aquel reducto laoscuridad era absoluta.Marthe lo empujó conunapalmadaenelhombro.
—Entra,palurdo.Aquínadienosoirá.AMathieulellegóunfuerteoloracera.Ellugarservíadealmacéndelas
velasdeaquelcuerpodeledificio.Exiguoypocoaireado,apestaba.Resistiendoalaangustiaqueseapoderabadeélalverlapuertacerrarsetrasaquellacriatura,aislándolosaambosenunanochedetinta,eljovenalzóelmentón.
—Algondemelohaexplicadotodo.Todalahistoria.—¿Yhasdescubiertoquetienesalmadehéroe?—serióellaarrimándose
contraél.De nuevo aquel irreprimible empinamiento en su bajo vientre. Trató de
dominarlo.Cuantoantesnegociara,antessaldríadeaquelmalpaso.—Estoydispuestoaentregarosalniñodelaprofecía—dijoélvolviendola
cabezaparaevitarlacontaminacióndelalientodelaharpía.Sorprendida,Martheretrocediótantocomolepermitíaelestrechocubículo.—¿Tú?¿Estásdispuestoatraicionaraturuiseñor?—Nolatraiciono,sinoquelasalvo—sedefendióél—.Vosqueréisaese
niñoyyoquierovivirenpazconmihijayconAlgonde.—Tu esposa sería más apropiado. ¿Acaso no te has casado con ella en
secreto?Mathieu no trató de negarlo.Marthe debía de haberlo averiguado por la
indiscrecióndeuncriado.—ConvenceréaAlgondeparaquesequedeconPhilippinetraselparto.Yo
me llevaré al niñoyos lo entregaréy luegodesapareceréis.MelusinaquedaráprisioneraenelFuron.Vosregresaréisavuestromundoytodohabráacabado.
Marthe asintió con el mentón en la oscuridad. Aquel mozo era valiente,pensó.Susinceridadestabafueradeduday,alfinyalcabo,susargumentossesostenían. ¿Por quénecesitabaqueMelusinamuriera, en el fondo? ¿O tener aElora dominada si obtenía lo que deseaba? El trono de las Tierras Altas lebastaba.
—¿Quésabesacercadelasdamajuanaspiramidales?—preguntóella.—ElpasodeÁvalonestácerrado.Lasnecesitaréisaligualquelamesade
cristalpararegresaralasTierrasAltas.Peroignoro, ignoramos,elparaderodeestaúltima.Siloaveriguo,osloindicaré.
—Desabotónateloscalzones—ordenóMarthe.Aaquelladistancia,sumagianosurtíaefecto.—Me perteneces, Mathieu de Sassenage. Tú y los tuyos. Hasta el
nacimientodelniñovelloso.¿Quierespaz?Acambio,quierotusumisión.—No—repitió—.PertenezcoaAlgonde.Sóloaella.Ella se aproximó.Arrinconado contra unas estanterías llenas develas, no
podíahuir.—¿Hassentidomayorplacerqueeldeaqueldía?Lodudo,puestoquetu
vientreaún lo recuerda.Vamos,dame loquequieroy tuAlgondevivirá, te loprometo.
—¿Jamásvolveréisatocarla?—Dejade tergiversar las cosasydisfrutademí.Contrariamente a loque
crees,tehagoungranregalo.Mathieu sintió el roce de las uñas negras contra su bajo vientre. De
inmediato se excitó y sumiembro se tensó como si fuera a partirse. Soltó un
gemido de dolor y a la par de deseo salvaje. ¿Qué veneno le había inoculadoaquellacriaturaenSassenageparaprovocartamañoincendio?Abrumadoporlavergüenzayelascoperoincapazderesistirpormástiempoalafuerzadeldeseo,se lanzó sobre ella y la arrimó contra la puerta. Al instante siguiente, laavasallabaaembatescomounlobosedientodesangredevoraríaauncorderillo.
Aquel16dejunio,Algonderegresóatormentadadesuexpediciónnocturna.
ParacumplirconloqueMelusinalehabíapedidorelativoalhuevonegro,habíaidoalpalomarenruinassituadoalnortedelprimerpatioexterior,auncuartodeleguadelcastillo.Elcofresehallabaenelmismolugarenelqueellalohabíaocultadounosmesesantesperoalguien,sindudaMarthe,sehabíaocupadodelhuevo en su lugar. En la caja escondida en el hueco del muro circular habíaahoraunfrascodecristalrectangularquesóloconteníaunacucharadadepolvonegroynauseabundo.Traspasardelaperplejidadalareflexión,Algondellegóalaconclusióndequeelrestodebiódesermezcladoconlapociónqueleprovocóelparto.Marthedebiódequererasegurarsedequeloabsorbía.Sibienaquelloexplicabamuchascosas,noporelloAlgondedejabadeestarfuriosaporhabersedejado engañar. Comprendía mejor por qué Melusina había cambiado delenguajeapropósitodelhuevo.
«Deberásdejarlosecardurantetreslunasmásantesdeconvertirloenpolvo.Deberás ingerirlo para que los efectos del veneno sean permanentes en ti sincondenarte, pero procura conservar una medida como una uña que deberásponerleenlabocaalniñoantesdedarleelpecho.Esesencialparaprotegerlo.»Aquél fue su primer discurso. La vez siguiente, añadió que Algonde deberíadejar transcurrir su convalecencia, o sea cuarenta días más, antes de actuar.¡Menudoengaño!Lajovenzuelasefelicitóporhaberlogradoreducirlosefectosnefastos ymalignos del huevo bañándolo, en cuanto lo hubo expulsado, en elelixirdelosAntiguosqueledioPresina.Quedabaporsabersidenuevoposeíael poder de respirar bajo el agua. Algonde debería verificarlo a la primeraocasión.Porquenoeraboba.SabíaperfectamentequépapeldeseabaMelusinaverladesempeñar.MantenerlaprisioneraensulugarenlasaguasdelFuronparaconjurarlamaldiciónquepesabasobreella.¡Peronohabíaniquepensareneso!
Se apresuró a regresar a su habitación para amamantar a Elora, ascendióágilmentelaescalerahastalaprimeraplantaeinstintivamenteseescondiótrasel
pedestal de una estatua situada en la intersección de dos tramos de peldaños.Alguien se acercaba y no deseaba ser vista. La casa estaba a oscuras. El solapenas emergíadeuna franjadenubesbajas sobre el horizonte, aureolandoelbroncedeuncieloconundegradadoderosas.Unrayodesolpolvorientocaíaendiagonaldesdeunaventanaalta.No lobastanteparadescubrirla.Reconoció lasiluetadeMarthequeabandonabaelpasilloqueconducíaalassalasdemúsica.¿Quéhacíaallíaaquellashoras?AlgondedecidióesperaraquehubieravueltoasuapartamentocontiguoaldelbarónJacquesySidonieantesdeseguirla.Hizobienpues,enelinstanteenquesedisponíaasubir,Marthecambiódeopiniónyvolviólacabezahaciaelpasillo.Algondesesobresaltó.¿NoeraMathieuquienibatrasella?Ellatitubeó.Conlamiradaperdidayelrostrodevastadoysombrío,Mathieusetambaleabamientrasseordenabalavestimentayelaspecto.
—Venga,apresúrate,palurdo,¡ollegarástardealtrabajo!—¿Ydequiénseráculpa?—refunfuñóeljoven,parcoenpalabras.Se arrepentía de haberse dejado domeñar. Se detuvo junto a ella, en
silencio.—Así,nuestroacuerdoestásellado...—Sí,perosidecidesengañarme,Algondemorirá.—Tengopalabra.Tendréisalniño—dijo,antesdebajarlasescaleras.En la sombra, Algonde se mordió el puño para ahogar el alarido de
desamparo que crecía en su vientre. Mathieu acababa de traicionarla. Con laesperanzadesalvarla.Peroalhacerlo,habíacavadoentreellosunfosoqueellayanopodríacruzarjamás.
L
Capítulo13
amanogruesa,manchadaporlosprimerossignosdelaedad,hacíacrujirelpergamino siguiendo el trazo de la pluma. La caligrafía de Jacques de
Sassenage,porlogeneralmuyregularyfirme,seturbabadeemociónalredactaraquellacarta.IbadirigidaaJeannedeCommiers.Unamásalaquesuesposanorespondería,pensó.DesdequelaviodenuevoenlaabadíadeSaint-Just,cadadíaledecíalaternuraqueporellasentíaylaesperanzaqueteníaensuprontacuración, a la vez que insistía en el hecho de que iría a visitarla en cuanto lefueraposible.Nosellevabaaengaño.Alnohaberrecibidoningunacartadelaabadíanoleeradifícilimaginarque,apesardelcuidadoyladiscreciónconquellevabaacabolosenvíos,Martheinterceptabalosmensajesenambossentidos.Hubiera podido interrumpir aquella correspondencia estéril, pero además delhechodequelepermitíatomarleelpeloalaharpía,sucorazónsecomplacíaenello.Ahoraqueya sehabíacelebradoelgran torneo,AymardeGroléepodríaocuparsediscretamentedesumisiónyraptaraJeannedelconventoparallevarlaaun lugar seguro.«El18», lehabía susurrado suviejoamigoantesdeque sesepararanenRomans.JacquespararegresaraLaBâtie,yAymarasucastillodeBressieux.El18.Habíallegadoeldía.PorelloaquellajornadaJacquesnodebíaalterarsuscostumbresnidelatarloqueibaasucederenSaint-Just.
Conunampliomovimientodelamuñecafirmósucarta,ladobló,calentóunbastóndeceraylasellóconsuescudodearmas.Unosminutosmástardeselaentregóasucriadorecomendándole,comocadadía,quetuvierasumocuidadoenlaexpedicióndelamisma.Actoseguido,seapresuróadirigirsealasaladejusticiaenotraaladeledificiooctogonal.Unalamentablequerellaentrevecinosrequeríasujuicio.Unavezporsemana,siervosonoblessepresentabananteélpara resolver sus diferencias. Al cruzar el umbral de la estancia sobriamentedecorada, pensó en cuánto le hubiera gustado que sus problemas fueran tan
simplescomoaquéllos.Pausadamente,fueasentarseenunestrado,enuntronodemaderatallada.Trasél,untapizdeAubussonmostrabaunaJusticiaalegóricabajo la forma de una balanza que se inclinaba por el peso de unos angelotesmientrasunosdiabloscornudossaltabansobreelplatoopuesto.Elbienvencía.Siempre.
Lamañanallegabaasufincuandouncriadoseanunció,enplenaaudiencia
deunceramistaalquesuvecinohabíazurradofrenteasucasapuespretendíaqueelbarrodelcallejón,colindante,frenteaambasviviendas,sepegabaa loszapatosylosestropeaba.Aquellosdos,primosporpartematerna,nosehablabandesdehacíaañosysiempreandabanalagreñaporcualquiersimpleza.Jacquesestaba harto de verlos. Con un gesto, le indicó al criado que se aproximara.¡CuántolamentabaquesuhijoLouisaúnnohubieraregresadodeRomansparatraspasarlelasquejasdeloslitigantes!
El criado se acercó a su oído. Los dedos de Jacques se crisparon en losreposabrazosdeltrono.Sinesperar,sepusoenpie.
—Tú—dijofríamentemirandoalceramista—,procuralimpiarlacalledelbarroquetutrabajoprovoca.Yporloqueatirespecta—añadiófulminandoalvecino con una mirada terrible—, ya van tres veces en cuatro meses quecomparecesaquíparaquejarte.Alapróxima,sielcasonojustificaeltiempoqueme haces perder, ordenaré que te apaleen en mitad de la plaza. Visto parasentencia¡Marchaos!
Unmurmullodeespantosesucedióentrelosasistentes,curiososporsabercómose resolvería el caso.Sin inquietarsepor lasmiradasde asombroque losiguieron,JacquesdeSassenagesedirigióconpaso firmehaciael fondode lasala.
Conelrostroadusto,sedirigióalosdoscentinelasarmadosconalabardasquemontabanguardiaaunoyotroladodelapuerta.
—Desalojenlasala.Laaudienciahaterminado.Indiferentea losgruñidosdereprobacióndequienesaguardabansuturno,
JacquesdeSassenagesaliósinvolverse,oprimidoporlaangustiaantelavisitaqueacababandeanunciarle.
Aymar de Grolée, barón de Bressieux, no era hombre acostumbrado a
retroceder ante el peligro. Lo había demostrado en numerosas ocasiones aldestacar junto a su amigo Jacques deSassenage en los tiempos enque ambosservían al difunto reyLuisXI.Y de nuevo últimamente, en el gran torneo deRomansdondesalióvictorioso tantocon la lanzacomocon laespada frenteanumerosos fanfarronesqueseburlabandesuavanzadaedad.Asuscuarentaysieteaños,aúnestabalejosdeestaracabadoyadecirverdad,desdequeJacquesde Sassenage le confió su tormento, en aquella vieja ermita del bosque deCoulmes, un renovado vigor había disipado la apatía de un retiro exento depeligros. En el curso de aquellos últimos meses, con frecuencia se habíapreguntadosielprofundoapegoquesentíaporPhilippineeraelresurgirdelquehabíasentidoporJeannedeCommiersosedebíaúnicamenteasujuventud,subellezaysuvivacidad.¡Philippineseparecíatantoasumadre!Yanodudaba.Aldescubrirse que Jeanne estaba viva, recluida en aquella abadía, se sintió mástrastornadodeloquesuánimodejótraslucir.Estabadispuestoamorirporella,comoantaño.Sinuncasehabíacasadoeraporqueningunaotralehabíagustadotanto,nilehabíaemocionadonihabíacausadoenéltanhondaimpresión.Sienelpasado,encualquiermomento,JeannelehubiesedejadoentreversiquieraquesentíalomismoporélyhubieralamentadosumatrimonioconJacques,nocabíadudadequehabríaasediadoLaBâtiepararobársela.Nofueelcaso.Jeannenoleestabadestinada.Sehabíaresignadoaellodesdehacíamuchosaños,inclusoantes de que su fallecimiento le partiera el corazón. Y, sin embargo, seguíasiéndolefiel.Yabnegado.
Poresarazónestabatanimpacienteporcruzarlarejadelaantiguafortalezarealque,apocadistanciaya,sealzabasobrelacolina.Forzóelpaso.Cruzadalapuerta, Aymar de Grolée descabalgó frente a los establos, dejando su caballofatigado por la carrera al cuidado del palafrenero.No tuvo siquiera tiempo depreguntar por la abadesa cuando se le acercóunmonje de aspecto austero.Elhombrevestíaunhábitotanblancocomosuescapulariobajounacapuchanegra.Elhábitodelosdominicos.LacomunidadmáspróximaresidíaenunmonasteriositoenRomans-sur-Isère.¿Quéhacíaallí?
Seinclinaronunoanteelotro.—He venido de lejos para solicitar audiencia a la superiora, padre.
¿Podríaisanunciarme?
—Creoqueseráimposible,hijomío.El tono era seco. Con su mirada inquisitiva bajo unas espesas cejas, a
AymardeGroléeledesagradóaqueldesconocido.NohabíahechoelviajedesdeBressieux, agotando sus monturas tras cada posta para contentarse con laimposibilidaddeveralasuperiora.Insistió.
—Seguidme—ledijoelmonjetrasunalargareflexión.Trasdeslizarambasmanosensusanchasmangas,martilleóconpasorápido
laavenidapavimentadadelaabadía.AymardeGroléelosiguió,curiosoalavezpor lapresenciadelmonjeyporel toquea rebatoqueacababadesonarenelcampanario.
Alpiedeltorreónnopudoevitaralzarlavistahaciaelúltimopiso.Presadeundesagradableescalofrío,sedejóengullirporlosmurosespesos,segurodequelapresenciaallídelaSantaInquisición,queaquelhombrehacíaevidente,estabarelacionadaconlasextrañasvisionesdeJeannedeCommiers.
Muylejosdeallí,enCerdeña,sentadaenelsuelo,conlaespaldaapoyada
contraunbloquederocanegrasobreelnuragayel llano,Munia trenzabaconextraordinaria habilidad elmimbre queCatarina le había dado.A unos pasos,mientras sacudía el polvo de lasmantas frente a lapinnettu, Lina canturreabacon los labios cerrados, con aquel timbregutural que avecesprovocaba en laegipciaunestremecimiento.Debajodeellas,enelamontonamientoderocas,losdoscríosdemenoredadjugabanconunperroalquehabíanencontradoerrandounosdíasantesyalquehabíanadoptado.Arremangada,Muniasonrió.Sesentíabien.Infinitamentealegre,apesardequeechabaenfaltaaEnguerrand.Cuatrodías antes, éste se había marchado a la ciudad acompañado de Catarina, lacabrera. Era su tercer viaje. Cada vez se llevaban un barrilete de especias,disimulado dentro de las cestas que Munia y los mayores confeccionabandurantesuausencia.Encadaocasiónhabíanvendidolamercancíaabuenpreciosinatraerlaatencióndelossoldadosdelvirreynidelosbandidos.Muniaestabaserena.Sabíaquenadalessucederíaenaquellatierradelosgigantes.ProntolaabandonaríanparadirigirseaElCairo.Alzólavistahaciaelazur.Nohabíaniunanube.
—¿Enquépiensas?—preguntóLina,interrumpiendosucantoysulabor.
—Enesesolquemedora.Enlapazhalladaenestelugar.Eneseniñoquecrece en mi vientre y que un día traeré de vuelta aquí para que descubra elmilagrodesuconcepción...
Linaseechóareír.—¡Hoytienesalmadepoeta,queridaamiga!Muniaseencogiódehombros.Linadoblólamantaqueteníaenlasmanos,
laabandonóenunade lascestasy fueasentarseasu lado.Permanecieronunratoensilencio.
—¿Tequedarásaquícuandonosmarchemosdelaisla?—¿A qué otro sitio podría ir? —respondió Lina mientras recogía unas
piedrecillasoscurasentresuspiesseparados,unas formas irregulares,veteadasdemarrón,violetaorosa,quetapizabanloshuecos.
—Hacetiempoquenomehashechounajoya—recordóMunia—.Podríashacerlaconestaspiedras.
—Laverdadesqueestabapensandoenello,peroaquímeheconvertidoenunaharagana.Mira.
Lasardaextendióelbrazocomosiquisierasembrarelllanoasuspies.—¿Acasono tengocuantonecesito?Coneldineroqueda laventade las
especias,mishijostambiénpodríanpasarsetodalavidasintrabajar.—Teaburrirías—ledijoMunia,retomandoentresusdedoselmimbre.Linasuspiró.—Sin duda, pero aún no.He luchado contra viento ymarea y he sufrido
mucho.Unpocodequietudmecomplace.Muniaasintióconunmovimientodecabeza.Trasaquellanochefantástica
enelnuraga,losespíritusdelosgiganteshabíandejadodeaparecerseenelvalle.El abrazo de la egipcia y de Enguerrand sobre el pozo sagrado les habíaconcedido paz. Sin embargo,Catarina creyó oportuno no decir nada de ello anadie.Eltemorhaciaelnuragaysusfantasmasleasegurabaunatranquilidadyunosprivilegiosalosquetalvezseveríaobligadaarenunciar.Parafelicidaddetodos, eramejor que nadie supiera nunca lo sucedido.Munia aún estabamásconvencidadeelloporquesentíagranapegoporaquellasmujeresyaquellugar.Saboreabalatranquilidadcomosifueraundondivino,puestoqueensuinteriorsabíaque aquella épocadedespreocupaciónyde libertad llegaría a su fin.En
cuantoabandonaranlaisla,larapacidadpropiadeloshombreslosatraparía.Porellodeberíaconservarensucorazónunpocodeaquellatierradeasilodedondeextraer la fuerza suficienteparaproseguir lamisiónque losgigantes lehabíanconfiado.
JacquesdeSassenageseinclinócondeferenciaantelaabadesadeNuestra
SeñoradelosÁngeles.Alversufrentefruncidaysusojerascomprendióquesustemores estaban fundados. Isabelle de Baternay jamás hubiera abandonadoSaint-Just-de-Claix sin una razón de peso. La invitó a tomar asiento, con lagargantasecadeangustia.
Ellarechazólainvitaciónconungestocansinodelamano.—Dispongodepocotiempo,hijomío.Ynovoyaperderloencumplidos.
Unadesgracia,unaterribledesgracia,sehaabatidosobrelaabadía.Jacques de Sassenage sintió un sudor fríomientras la abadesa proseguía,
conlosojosvidriosos.—Jeannehadesaparecido.Jacques suspiró aliviado. Aquello significaba que Bressieux lo había
logrado.Antesdeloconvenidoysinimplicaranadie.ElbaróndeSassenagenodejó traslucir su satisfacción.Al contrario,meneó la cabezay fruncióel ceño,receloso.
—¿CómopuedehaberdesaparecidodeunconventocomoeldeSaint-Just?—Eldiablo,hijomío.Eseldiabloquienselahallevado.—¡Quécosasdecís,madre!—atemperóJacques,mientrasabríaunmueble
delquesacóunabotelladelicor.Laabadesa,vencidaporelrecuerdodelashorashorriblesqueacababade
vivir,sedejócaerfinalmenteenelsillón.—Yesonoestodo,hijo.SorAlbrantehasidoasesinadadelamaneramás
horriblequepuedaconcebirse.Alresbalardeentresusdedosrepentinamentehelados,labotellaserompió
con un ruido apagado a los pies de Jacques. Titubeó, víctima de nuevo delespanto.AymardeGrolée jamáshubierahechodañoauna religiosa.Además,
sorAlbranteestabademasiadounidaaJeannecomoparaoponerseasusplanes.Cabíapuesconcluir...Endospasos,seplantófrentealaabadesaylaasióporlosantebrazos.
—¡Explicadmelosucedido,madre!¡Todo!—exigióconunaviolenciaquesorprendióporigualalaabadesayaélmismo.
Aymar de Grolée no dio su brazo a torcer con la excusa que había
improvisado en cuestión de segundos. Deseaba confiar una pariente suya aaquellacomunidadyeraporesemotivoyúnicamenteporesemotivoporloquedeseaba entrevistarse con la abadesa. Sentado frente a los tres dominicos quedesdehacíamediahoratratabandedarconalgunaincongruenciaensudiscursoconpreguntasinocentes,permanecíafríocomoelmármol.Laverdaderaque,ensuinterior,ardía.
Enúltimoextremo,losmonjessereunieronenunrincóndeldespachodelareverendamadre, conversaronunmomentoen silencioy se separaron.Dosdeellos abandonaron la estancia conpaso sigiloso; el tercero, aquel conquien seencontróenelpatio,volvióhaciaél,conelrostromásamable.
—Soy el padre Gabriel. Disculpad el interrogatorio, hijo mío, pero elMalignoadoptaaveceselrostrodeunángelparaengañarnosmejor.
Aymar de Grolée asintió. Detestaba los preámbulos. Al igual que losmodalesde esaspersonasque llevabana lahoguera aquienno lesgustara.YencimateníaqueestarcontentopornohallarseenEspaña.
—¿Me diréis qué significan tantas precauciones? ¿Por qué la reverendamadrenopuederecibirmesinmás?
El hombre meneó la cabeza pero sus ojos mantenían una hipócritavivacidad.
—Sitenéislabondaddeacompañarme...Aymar deGrolée se halló así en el interior del hospicio, cuyas aberturas
estaban cerradas. Provistos de faroles, los otros dos dominicos los habíanprecedido. Le sorprendió el olor a sangre reinante. Visiblemente, pretendíandesestabilizarlo.¿Conquéobjeto?¿HabíatenidoJeannelavisióndesullegada?¿Trataban de confundirle utilizando a sor Albrante? ¿Por qué no abrían los
postigos?Aelloseañadíaotrohechopreocupante.Hastaelmomento,elseñordeBressieuxnosehabíacruzadoconningunamonja.Comosialacomunidadenterase lahubiera tragado la tierra.Confiándoleun farol,elpadreGabriel locondujohastaelextremodelpasillo.
Habíaunapuertaabierta.AAymardeGroléelebastódarunpasomásparacomprender de dónde procedía la pestilencia. Su corazón se aceleró. ¿Quérepresentabaaquellapuestaenescena?¿Porquémotivoqueríanimplicarloaél?Enelsuelo,unamanchadesangrecoaguladaespesaynegruzcasobrelaslosasdearcillaseextendíadesdeelumbralhaciaelinterior.
SevolvióhaciaelpadreGabriel.—¿Quéhasucedido?—Echadunvistazoalahabitación,hijomío.AymardeGroléeavanzó,procurandonopisarlacostranauseabunda.Alzó
el farol extendiendo el brazo y se le removió el estómago al contemplar elespectáculo que se ofrecía ante sus ojos. Esparcidos entre los bocales,alambiques y calderos por el suelo, había pedazos de carne, de ropa y demiembrosenlosquezumbabanlasmoscasyotrosparásitos.Elcuerpodeunamonjahabíasidodesmembrado.Perolopeorsehallabaeneltecho,colgadodeuno de los aros suspendidos provistos de ganchos utilizados para secar losmanojosdehierbas.Enmediodelamenta,separadodelrestodesucuerpo,elrostro mortificado de sor Albrante lo miraba inexpresivamente. Le habíanarrancadolosojos.
Jamáshabíavistosemejantecarnicería.Anteaquellaabominación,elseñordeBressieuxretrocedióytopóconelpadreGabriel.Lavozdeéstellegósinuosahastasuoído.
—Creoque entenderéis que tratemosde verificar que el diablo noquierahacerdelassuyas...
Al acompañar a la reverenda, Jacques de Sassenage había llegado a una
conclusión. Sólo Marthe podía ser responsable de aquel crimen. Aunque noalcanzaba a comprender cómo se había enterado de su plan. Quedaba poraveriguarsihabíahechoqueJeannecorrieralamismasuertequesorAlbrante.Seestremecíasólodepensarenello.
—Vuestradiscreción...—...esevidente—concluyóJacquesantelaportezueladelcoche.La abadesa había expresado su deseo de partir cuanto antes, pues no
deseabadejarasucomunidadenmanosdelosdominicos.Aceptólamanodelbarónparasubiralestribo.Saludandoconunmovimientodelacabezaaalgunosde los cortesanos que deambulaban entre la residencia y el jardín, Jacques seapresuróa irenbuscadeMarthe.Afortunadamente,Philippinehabía tenido lafeliz idea de dar un paseo a caballo con Algonde. A su regreso deberíaanunciarle, al igual que a sus hijasmenores, lamuerte de sorAlbrante en lostérminos convenidos con la abadesa. Una fiebre perniciosa. Aquello bastaríaparaexplicarsufallecimiento.Decidió,sinembargo,noahorrarledetallealgunoa Sidonie. Desde que le prometió salvarla de las garras deMarthe, ambos seaferraban el uno al otro, ya no con el ardor que los llevó a unirse, pues laresurreccióndeJeanneseloimpedía,sinoconunamutuaconfianzaqueyanadaenturbiaba. Estaban obligados a ser solidarios y mantenerse alerta. Más aúnpuestoquelapresenciadelosdominicosnofacilitaríalascosas.¡Quéestupidezhaberlos avisado! La propia abadesa se sentía embarazada. De hecho, ante elmacabro descubrimiento, su primer reflejo fue avisar al preboste. Frente a loinconcebible y a la configuración de la fortaleza que imposibilitaba cualquierintrusiónenelrecinto,elhombresedirigiórápidamenteaRomans.Advertidadela llegada del padreGabriel, la abadesa juzgó conveniente ir a La Bâtie parapreveniraJacques.SuprimeraideafuequeJeannehabíapresenciadolamasacreysehabíaescondidoenalgúnpasillo,traumatizada.Laabadesaaguardóaquesehubieraregistradolaabadíaantesdeadmitirsudesaparición.
Jacques halló a Sidonie ocupada en sus labores de bordar junto a otrasdamas bajo una pérgola de madreselva. Al verlo aparecer, Marthe levantó lavistade supropia laboryuna leve sonrisaestiró sus rasgoshorribles.A todasluces,losabía.
A
Capítulo14
ymar deGrolée obtuvo autorización para aislarse a rezar por el alma deaquelladesventurada.Necesitabareflexionar.Nadiehabíapodidopenetrar
enelrecintodelafortalezasinservisto,puescadanochesebajabalarejaysecerrabanlaspuertas.Unodelosconversosdormíaallí,enunaexiguatorrecilla,enelcasopocoprobabledequeunvisitanteinesperadosolicitaraasilo.ElpadreGabrieltuvolagenerosidadderevelárselo,yañadióquenoleseríadifícilhacerhablaraaquelhombreenelsupuestodequelainvestigaciónleshicierasuponerquementía.Sindudaeratambiénconesaesperanzaporloquelospresentó.Eljovenconversonoloreconoció.Aymarsehabíaretiradoalacapilla.Solo.AhorayanoteníadudaalgunadequeMartheeralaresponsabledelcrimen.Elhechode que sólo se hubiera hallado un cadáver lo tranquilizaba, aunque lo dejaracircunspecto.NoteníanoticiasdeJeanneynopodíapreguntaranadie.Mientrasaquellos hombres se hallaran en el lugar, nada podría hacer por ella. Estabafurioso consigomismo por haber tardado tanto en actuar. Sin embargo, habíasido idea de Jacques. Dejar transcurrir cierto tiempo para que Jeanne serecuperara y para que Marthe no sospechara nada. Además, al conocer lospoderes de aquella bruja, Aymar había preferido hallar un lugar seguro. Sustierrasno loeran,puesMarthehabríapodido recordarelafectoquesentíaporJeanne.PorellohabíadecididoconducirlaalPiamonte,acasadelmarquésLouisIIdeSaluces,hombredeextraordinariarectitud.Lohabíaprevistotodo.AymardeGroléeocultósurostroentrelasmanos.Todo.Salvoaquelgranodearena.
¡Quéhubieradadoenaquelmomentoporverlaafaltadepoderhablarconella!
—Señor—murmuró—,entugrandeza,protege...—¡Chiit...!—oyóasuizquierda.
Alzólacabezayexaminólacapillaconlamirada.Estabasoloalaluzdébildeunahileradecandelabros.Sedisponíaaproseguirsuplegariacuandovolvióaoírruido.Esavezpercibióenlasombraundiscretosignoconlamano.¿Jeanne?Conelalmaenviloytemiendoquepudieranverlodesdelapuerta,seconcedióaúnunossegundos,sesantiguóysedirigiótranquilamentehaciaunaVirgendetallahumana.Searrodillófrentealamismay,conairesdecircunstancias,unióde nuevo sus manos. De lejos, podría dar el pego. Sintió un ligerodesplazamientoensudirección.Aunqueardieradeimpaciencia,nosemovió.Lasombraocultabalaidentidaddelapersonaqueseaproximaba.
—¿Vos estabais en el entierro de Jeanne de Commiers, verdad? —lesusurraronaunospasos.
Decepcionado,noreconociólavoz.Simulandounataquedetos,articulóun«sí»conelpuñocerrado.
—Nohabléis,escuchadme.SoysorAymonette.Unade lasmásveteranasdelconventojuntoconlareverendamadreyladifuntaAlbrante.
Lavozsequebróuninstanteyprosiguió.—Oshereconocidoencuantohabéisllegado.Comoconozcomejorellugar
que esos hombres, he conseguido reunirme con vos. No deben saber lo deJeanne.Desapareciólanochedelasesinato.
ElcorazóndeAymardeGroléesesobresaltó.Marthe...legritódenuevolaevidencia. Sor Aymonette, inconsciente de su desesperación, prosiguió sinpausa:
—No creo que sea obra del diablo, señor.El diablo no viste de seda.Encuantomehayaido,acercaosalaterceralosadelsuelopartiendodesiniestra.LaquecubrelatumbadeBeatriz...
Lavozcalló.SorAymonettedesaparecióporunapuertaocultaenelmuro.En su condición de prechantresa de la comunidad, tomaba a menudo aquelcamino para ir de la residencia a la capilla donde daba lecciones de cantolitúrgico a las monjas. Aymar de Grolée aguardó aún unos segundos y actoseguido hizo lo que le habían indicado. En el instante en que unos pasosresonaban en la nave, advirtiéndole de la llegada del padre Gabriel, arrancódiscretamenteunpedazodetelaaprisionadoporlalosadepiedra.
Disculpadmiausencia,midulceHélène,peromi corazón dolido clamaba justicia. Y justicia sehahecho.Estaréahíel18.Osañoro.
LanotanoestabafirmadaperoPhilippinesabíaquiénlaenviaba.Cem.El
dieciocho.Erahoy.ZarandeandoaAlgonde,ladamiselainsistióparaquefueranacabalgarjuntas.Desdeaquelpromontorio,PhilippinepodríaseguirelcaminoqueserpenteabahaciaelIsère.Noimportabasiteníaquepasarallíeldíaentero,pues deseaba aguardar el retorno del príncipe. Saborear la espera, arder deimpacienciabajoelsoldejunio.Y,encuantotrasélsecerraranlaspuertasdelafortaleza,vivirsólodelpensamientoeneldíasiguiente.
Instalada bajo un fresno de ramas doblegadas, Philippine oteaba elhorizonte mientras Algonde pensaba, con el corazón en un puño, en losacontecimientos de la noche. Comprendía qué había empujado a Mathieu aaquellasórdidaalianza,peronopodíadisculparlo.Encuantoahablarconél...nosabíasieraunabuenaidea.
—¿Noesél,aquél?—dijoPhilippineponiéndoseenpiedeunsaltosobrelamantaquehabíanextendidoenelsuelo.
Formando una visera con las manos, la jovenzuela siguió el trazado delcamino.Dos caballeros.Sevolvió a sentar suspirando.La escolta deCemeramuchomásnumerosa.
—Estoynerviosa.¿Esnormal?—Elamoravecesprovocasudorfrío—respondióAlgondelacónicamente.Cortóunabriznadehierba, se la llevóa labocayactoseguidose tumbó
conlosbrazosdobladosbajolanuca.Philippineseinquietó.—¿AlgúnproblemaconMathieu?Algondesonrió.—Yaestáolvidado.Philippineasintió.—¿Teparezcopueril?Algondeno respondió.Ella también lohabíasido.Despreocupada, ligera,
arrastradaporelamordeMathieu.QuélejosquedabanaquellostiemposenqueseperseguíanhastaelFuron,seabrazabanenelaguadulceysesalpicabanconpromesas.Tanlejosyaqueavecesinclusosepreguntabasiverdaderamentelohabía vivido. Le parecía que habían transcurrido siglos desde que cayó altorrente,desdesuprimerencuentroconMelusina.Y,sinembargo,apenashacíaunaño.
—Creoqueyanopodrévivir sinél—susurróPhilippine—.Yani tupielmeatrae.
Hizounapausa.—Noesqueyanotequiera,Algonde,pero...—...lodeseasaél.—Tanto que por las noches tiemblo en la cama. Ignoraba que se pudiera
sentirunaemocióntanpoderosa,tancompleta.Justamentelocontrariodeloqueme inspira el señor de Montoison. Pensar en que de nuevo tendré quesoportarlos, a él y a Louis, para poder estar cerca de Cem... No sé si podrécontentarmemucho tiempo con esos breves instantes. Louis siempre hallará aalguien que me espíe. Y eso sin contar con que Philibert ahora estará másansiosoquenunca.
—Cemesconscientedeello.Philippinepermanecióunosmomentosensilencioyprosiguió:—¿Cuánto tiempo crees que necesita la Iglesia para convertir a un
musulmánalcristianismo?—EltiempoqueCemtardeendecidirse.Eldeaprenderelcatecismo,eldel
bautismo... No puedo darte una respuesta, Hélène. Es una decisión que debetomarCemenprimer lugar y luego el gran prior deAuvernia.Dudoque esteúltimoapruebeesaconversión.Haydemasiadosinteresesenjuego.
Philippinesintióelcorazónenunpuño.—Puesdeberáhacersesiqueremoscasarnos.—Nocreoque ese argumento le seade ayuda aCem.Déjame recordarte
queestásprometidaconelseñordeMontoison.—¡Obligadayforzada!—seindignóPhilippine.—Esonoquita...
Algondesepusoenpie.NoqueríaestropearlesufelicidadaPhilippineenaqueldía.Yasumiradasehabíaentristecido.Laasióde loshombrosyseñalóconeldedoendireccióndelcaminoasuspies.
—Olvidatodoesoymiraaquellacolumnadepolvoalolejos.Philippine aplaudió, revigorizada por el latido amoroso que nutría sus
venas.—Esél,sí,esél.—Habla con tu padre, esta misma noche. Él sabrá dar con el modo de
facilitarlascosas—sugirióAlgonde.Ellatampocosoportabayaaquellaespera,aquellaangustia,aquellasdudas.
Elniñodelaprofecíadebíaserconcebido.Ypronto.Fueraloquefueseloqueluegosucediera,ellasehabríaliberado.
Marthelosmirabaalunoya laotraconaquellafríacrueldadensusojos
queSidonietanbienconocía.—¿Esverdad,Marthe?—preguntóésta,heladatrasloqueJacquesacababa
de contar, después de haberlas invitado amablemente a acompañarlo a sudespacho.
—¿Yporquétesorprendería,boba?—leespetólaharpía.Sidonieseestremeció.Congestoprotector,Jacques,queestabajuntoaella
despuésdehaberacusadoaMarthedelacarnicería,lepasóunbrazoporencimadeloshombrosylaatrajohaciaél.
—¿QuélehabéishechoaJeanne?—Nadaqueteimpidagozardeellaeldíaenqueteladevuelva.—Eres un ser innoble —dijo Sidonie, tragando saliva—. ¿Por qué te
encarnizasconella?¿Porqué?Martheseencogiódehombros.—Meaburro.AJacques,porsuparte,noleapetecíasumarseaaqueljuegoperverso.—¡Soltadla!Osdimipalabradenomolestarosacambiodesuseguridad.
Marthelomiródearribaabajoaúnconmásdesprecio.—En ese caso, todo está en orden. Jeanne está a buen recaudo y nada
necesita.Noosinquietéis.Simeobedecéis,noseleharádañoalguno.—¿Quiénmelopuedeprobar?Marthepasóunadesuspunzantesuñasbajosumentón,dibujandounfino
collardesangreensucuello.—Si hubiera decidido aniquilarla como a esa estúpida monja, podéis
creerme,queridos,quelaabadesaseacordaría.Jacques de Sassenage tensó las mandíbulas. No obtendría nada más de
aquella bruja y debería contentarse con aquella evidencia. ¡Al menos, demomento!Esperaba,sinembargo,poderdescubrirdeunamanerauotraellugardondeMartheteníasecuestradaaJeanne.Nopodíaserlejosdeallí.Evitandosumirada,fingióresignarse.
—Sea.¿Quéesperáisdemí?—QueinvitéisaCemaresidirdurantealgúntiempoenLaBâtie.SidonieyJacquesclavaronenellasusojosdesorbitados.¿Porquéelfuturo
deJeanneestabaligadoasuamistadconelturco?—QuieroqueelpríncipepreñeavuestraestúpidaHélène,ypronto.Jacques palideció mientras Sidonie se tambaleaba contra él ante tamaño
dislate. Sin darle tiempo a que se interrogara acerca de sus motivos, Martheañadió:
—En cuanto esos dos hayan copulado, entregaréis a Philippine enmatrimonioaPhilibertdeMontoison.Einsistoenesepunto.Delocontrario,nosóloperderéisaJeannedeCommiers,osloaseguro...
J
Capítulo15
ulioseteñíadeOrienteenelcastillodeLaBâtie.ElgranpriordeAuverniahabía consentido que Jacques de Sassenage acogiera a Cem durante unas
semanas. De hecho, esperaba aquella invitación desde hacía tiempo parafavorecerelacercamientodePhilippineydePhilibertdeMontoison.ÉlmismohabíaaceptadolahospitalidaddesuvecinoysealegrabasinceramentealveraCem reír a carcajadas entre aquel areópago ávido de su presencia. Más aúnpuestoquehabíarecibidounacartaalarmantedesdeRodas.Pierred’Aubusson,gran maestre de la Orden de los Hospitalarios, le hacía saber que el sultánBeyazid se había hartado de pagarles el tributo destinado a mantener a suhermano.Reclamabaquelefueraentregadoacambiodeunimponenterescate.Aquella noticia, sumada al atentado del que el príncipe había sido objeto enRomans,reafirmabaaGuydeBlanchefortensuideadequeCemhabíadejadodeestarseguroenRochechinard.
No estabamás seguro enLaBâtie.Al contrario. Pero la desaparición deAnuarydeHuchanghabíaminado tanto lamoraldelpríncipequeprivarledeaquelladistracciónhabríasidosuicida.Blanchefortnohabíapodidohacerlo.Elgranmaestrehabíasidotaxativo.Másquenunca,Cemdebíasermantenidoencautividad.Cabía interpretar la inquietudcrecientedeBeyazidcomounaseñaldequelaamenazadelaalianzadeEstadossoberanoscontraélaumentabayquecirculabanrumoresdequeCemprontoseríaliberado.Algunospretendíanqueelrey de Francia, Carlos VIII, coronado en Reims aquel 30 de mayo, habíadecidido socorrerlo y otros que su evasión se tramaba desde Hungría; otroshablaban de Venecia; y algunos de Saboya. Aunque fueran desmentidas deinmediato, esas informaciones circulaban sin cesar y ponían muy nervioso aBeyazid,conscientedelaposibilidaddequeOccidentesealzaracontraél.
Laverdaderaquenohabíasoberanoenelmundoquenosoñaraconretener
aCem,yPierred’Aubussonnoestabadispuestoaperderasuprisionero.Aúnmenos a entregarlo a su hermano. La última parte de su carta a Guy deBlancheforteramuyclara.HabíaquedesplazardenuevoaCemparaprevenircualquier atentado y tantas veces como fuera necesario.El gran prior sabía loque aquello significaba para el príncipe. Vagabundeo, soledad, desocupación.Aúnnolehabíadichonada,permitiéndoleasíquedisfrutaradeaqueltiempodeevidentefelicidadenLaBâtie,mientrasultimabasumarcha.
Aunque finalmentehubiera recibido la autorizacióndelgranmaestreparaabandonarlaorden,PhilibertdeMontoisonnoestabaprecisamenteexultante.Sibiendisfrutabadeun lugardeprivilegio juntoaPhilippine,no teníasuficienteexperiencia de la vida en la corte para bailar, una actividad en la que Cemsobresalía.Philippine,porasídecirlo,nosesoltabadelbrazodelpríncipe.Esta,además, se reía de las agudezas de éste cuando se burlaba de los suyos. Sinmencionar las miradas. Ardientes para seguir el verbo elevado y colorista deCem,sevolvíanhaciaotroladoencuantoPhilibertsesumabaalaconversación.
ElcastillodeLaBâtienoeramásqueunreflejodeaquelOrientedelqueCem cantaba la magnificencia con su bella voz grave en versos hábilmenterecitados.Paracomplacerasu invitado,ya lavezaPhilippinequese reponíadolorosamente de la muerte de sor Albrante, Jacques de Sassenage pasó unasemana transformando su residencia en palacio de un cuento oriental antes deacogerlo.Así,trasquincedíasdeestanciadeCem,yanoquedabamesaquenoexhalara los sabores deAnatolia, ni vino que especiado de coriandro, clavo ycanela no recordara al príncipe el que bebía en su país. Por doquier habíamagníficasalfombrascubiertasdealmohadonesespesosdecoloresllamativosyde narguilés.Hasta tal extremo que aCem casi se le saltaron las lágrimas deemociónasullegada.Derepente,alsentirsecasiensucasa,sepavoneabacomoungalloylasdoncellas,delavirgenalaviuda,quedabanpasmadasanteél.Elseñor de Montoison estaba harto. Louis, el hermano mayor de Philippine, senegaba a ver lo que ahora le saltaba a los ojos a Philibert.Cemdeseaba a suprometida.¿Porespíritudevenganza?Alprincipioasí locreyó,peroyanosellevabaaengaño.Aquellosdosestabanenamorados.Sinembargo,enlaactituddeambosnohabíanadaquejustificaraqueélseinterpusiera.
Por el momento, se hallaban todos a su alrededor. Philippine y sushermanas,Algonde,Cem,Nasuh, doña Sidonie, Louis y su hermano pequeñoFrançois, el barón Jacques y tambiénAymar deGrolée, que se había unido aelloslanocheanterior.Jugabanapelotaeneljardín,devolviéndoseconlamano
desnuda, o enguantada en el caso de las damas, una pelota de vísceras secasrecubiertadepelode animal.Hacíaya cuatro añosqueeldifunto reyLuisXIhabía reglamentado la fabricación de las mismas tras numerosos accidentesdebidos al relleno de cal o de arena. Philibert lamentó aquella medida.Gustosamente le habría partido la muñeca a Cem devolviéndole un proyectilpesadamente cargado. Se hubieran acabado así las albadas acompañándose allaúd,losversosobsequiadossobrepergamino,lascariciasfurtivasenelinteriordelamuñecadePhilippine.Philibertestabarabioso.
Labolafuehaciaély,fastidiado,falló.—¿Quésucede,señor?¿Acasooshabéisquedadomancoalcambiarvuestra
espadaporlapuntilla?—seburlóPhilippine,queselahabíaenviado.Una vez más lo ridiculizaba. ¡Aquella furcia se las pagaría! Volvió la
cabezaydirigiólamiradaalosmatorralesbajolosquehabíaidoadarlapelota.Unlacayoyacorríahaciaallí.Conpasovengativo,Philibertaprovechóparairabeber un vaso de horchata a la tabla dispuesta en la que, además de bebidasfrescas, había repostería y frutas confitadas hasta la saciedad. Allí al lado,Marthe,instaladaalasombra,lefusilóconunamiradadedespecho.
—Dejaddedarelespectáculoyreunirosconmigoenlaglorieta.Tengoquehablaros.
Sorprendido,nosupoquéresponderyvolvióasumarsealjuego.LepasólapelotaaLouis,queagitabalosbrazoshaciéndolebarreraasuhermano,aquienlecorrespondíaaquelpase.Tratódosvecesaúnderecuperarvigorosamentesuspuntos y luego, intrigado por lo que pudiera querer decirle aquella bruja,abandonólapartida.Hacíacaloraquellatardedel5dejulio.Losotrosjugadoresnotardaríanenabandonarlapartidaigualmente.YalashermanasmásjóvenesdePhilippine se habían rendido. Philibert se dirigió raudo a la glorieta. Allí eradonde Catherine de Valmont fue hallada muerta, le había explicado Louis,abatido.ElprimogénitodelosSassenagesehabíaprendadodeaquelladoncellaa la que tenía intención de pedir en matrimonio. Pérfida, Philippine la habíaarropadoconsuafectoy,porello,desdeentonces,Louisnoadmirabatantosusmaneras. Sin mencionar las de Cem, ¡que le fascinaban! ¿Qué importaba?Aquella misma noche, él, Philibert deMontoison, le exigiría al barón que sepublicaranlasamonestaciones.
Marthe aguardaba tiesa bajo las frondosas cepas rojas. Detestaba que lahicieranesperar.
—¿Quédeseas,bruja?—preguntóél,malhumorado.—¿RecuerdasaquellanocheenSassenagefrentealahacienda?Élseencogiódehombros.—Enesaocasiónentrevistemispoderes...—Meesindiferente.Dimequéquieres...Marthe osó dibujar una sonrisa en su rostro adusto. «¡Ah, mortales,
mortales!—pensó—,¡tanpretenciososytanprevisibles!¡Cómoosodio!»Seaproximóaély,sintocarlo,conunsimplegesto,loalzóatresdedosdel
suelo. Philibert batió los brazos, dobló las rodillas, tan sorprendido comodesequilibrado,antesdevolveraponerlospiesenelsuelo.Retrocedióunpasoysealisósusropasconunamanohúmeda.Estabalívido.
—Basta ya—refunfuñó—. Conmigo no tienes por qué usar esos trucos.Habla.
—Tienesunadeudaconmigo.Philibertsesobresaltó.¡Aquellabrujaelucubraba!—Noqueyosepa—osódecir,apesardelaamenazaquerepresentaba.—¿Notedijequeteníasunhijo?—¿Enguerrand?Vayacosa.Nadaheobtenidodeello.—Esoestuproblema,noelmío.Hoyesperoquemelapagues.Enotrascircunstancias,Philibertsehubieraechadoareírantesdedarlela
espalda a semejante chantaje.En aquelmomento, suspiró.Resistirse a aquellacriaturaeraunamuertesegura.
—¿Quéesperasdemíexactamente?—QuetecasesconPhilippine...UnasonrisaaparecióenelrostrodePhilibert.—Esaesmiintención.—...queluegoasesinesalpríncipeCem...—¡Nadamecomplaceríamás!
—...luegoaljovenMathieu...—¿AesedeAlgonde?Siesooscomplace...—leconcediótambién.—...yqueactoseguidomeentreguesatadadepiesymanosaesaAlgonde.—¿Esoestodo?Martheseacercóaélyleclavóunamiradadesalmada.—No.Lomásimportanteestáporllegar.ConAlgonde,metraerásalhijo.—¿Elsuyo?Marthesecarcajeó.—EldePhilippine.Montoisonmudódecolorysetornóvioleta.—Reponte,idiota.ElniñoquequieroeselhijodeCem,noeltuyo.Loque
significaqueahoratemarcharásdeaquíparaquetuprometidapuedarevolcarsecuantoquieraenlacamadelpríncipe.
Silehubieranclavadounadagaenelcorazónhabríapodidorespirarmejor.Seapartódeaqueldemonioquesecarcajeaba,orgullosadelefectoproducido,aspiróaireunossegundos,enrojecióyestalló.
—¿Élyella?¡Jamás!Marthecruzósusdedossobresupechoasexuado.—No te doy elección, Philibert deMontoison. Te casarás con Philippine
preñadadeCemoharéeltratoconotro.Estaba acorralado. Bastaba un gesto de ella para hacerle desaparecer
definitivamente del paisaje. ¿Como a Catherine de Valmont? Era allí dondehabía caído la doncella. No correría la misma suerte, ni hablar. Cargaría conaquel fardoporqueno teníaotro remedio,peroPhilippine tambiénpagaríaporello.Sí,pagaríaporsutraición,palabradecaballero.RetrocedióyalzóundedoamenazadoranteMarthe.
—Tendrásloquedeseas,bruja.Peronomeiré.Quierovercopularaesoscerdos,¿meentiendes?¡YelrostrodesoladodeHélènecuandotengaempaladoasupríncipeenlapuntademiespada!
A
Capítulo16
mitaddelaascensiónalascolinasdeMoqattam,EnguerranddeSassenagedetuvo su camello en medio de los sarracenos que circulaban
apresuradamenteporelsendero.Apartandoligeramentelatelaquelecubríatrescuartaspartesdelrostro,abarcóconunamiradalacrimosalaciudaddelosmilperfumes, a sus pies. Además de la intensa luminosidad, la brisa fresca quelevantaba finas volutas de arena le escocía los ojos. Sin embargo, no podíaapartar lavistadeaquel suntuosopaisaje. Juntoaél,cubiertaconunveloqueocultaba su rostro y sus hombros, y caía sobre su vestido,Munia extendió eldedoíndiceendireccióndeGiza.
—Jnum-Jufu —dijo ella—, nuestra pirámide más grande. ¿Alcanzas adistinguirla allá al fondo, en el llano, junto a sus dos hermanas, Jafra yMenkaura?
Enguerrandasintióconlacabeza.Sí,lasveía.ElNiloenplenacrecidaque,desdesudeltaramificadocomoungigantescoárbol,loshabíallevadohastamuycercadeElCairo,a lasviviendasypalaciosdeterioradosdeFostat,construidasobrelasruinasdelaprimeraciudad,ylanuevaciudadrodeadaporunmurodepiedrapuntuadopormillaresdeminaretesycúpulas.
—Desdeloaltodelaciudadelaaúnesmásimpresionante.SevenmuchaspirámidesmáspequeñasqueformanpartedelaantiguanecrópolisdeMenfis.Yate llevaréallí.Laresidenciademipadreestásituadamuycercadelpuntomásalto,entreelpalacioQasrAl-Ablaq,desdedondeserigenlosasuntosdeEstado,ylasaladejusticia.
Por el tono de su voz, Enguerrand adivinó la impaciencia de Munia.También él deseaba ya llegar a su destino, El-Qalaa, aquella ciudadela cuyamurallarodeaban.
Conun ligeromovimientodel talón,ordenóavanzarasucamello.Conelturbantequeleocultabaelcabello,subarbanegraesculpidaenformadepuntade lanza, la tez morena del sol que los había acompañado en su travesía delMediterráneo y la gandura que caía sobre sus babuchas, nada diferenciaba aEnguerranddeunsarraceno.
—En El Cairo los cristianos viven en paz. Son sobre todo mercaderes,establecidosenunbarriollamadoMuski.Peroprefieronollamarlaatención—declaróMunia—.Esunacuestióndeseguridad.
Dehecho,hastaelmomentotodosehabíadesarrolladosintropiezos.TrasdejaraLina,Catarinaylosniños,sedirigieronalpuertodeCagliarillevandoensu equipaje lo suficiente para subsistir hasta concluir su búsqueda. Ya fueragracias a las ardientes plegarias de las dos sardas o a la protección de losAntiguos, su barco se libró oportunamente de los berberiscos y llegó a puertodos días antes de lo previsto. Animados por esa providencia, abandonando laciudad nueva, se pusieron en camino sin más dilación hacia la fortaleza quealbergabaelpalacioreal.
Munia, con el ánimo alegre por poder ver de nuevo a sus padres;Enguerrand,porsuparte,inexplicablementenervioso.
Elestrechocaminoexcavadoenlaladeradelacolinabarridoporlaarenalos condujo hasta las torres redondas y gemelas. Ante la imponente puertaesculpidaprotegidaporBurgAl-HaddadyBurgar-Ramlabhabíaunalargacolade gente que entraba y salía, cuyo ir y venir controlaban los centinelas.EnguerrandyMuniaseconfundieronconlamultitud.
Huchang,elfielamigodeCemquehabíapartidoensecretounassemanas
antes de Rochechinard, desperezó su maciza corpulencia abotargada por laguardia y se ocultó de nuevo en el hueco del muro blanqueado con cal.Disfrazadodemendigoandrajoso,lehabíaseguidolospasosaAzizbenSalek,elpadredeMunia,desdequellegaraaElCairohacíayaochodías.Suprimerreflejo fue dirigirse al palacio del sultánKeïtBey donde aún residían los doshijosylaprimeraesposadeCem.Sinembargo,cambiódeopiniónpuestemióquealrevelarsupresenciaincitaríaaMuniaaocultarse.Noselopodíapermitir.La vida deCem estaba en juego. Se había informado discretamente acerca deAziz ben Salek. Era un alto dignatario y pasaba el día en palacio, y sólo
regresabaasucasapor lanoche.Protegidoporsunuevaapariencia,Huchang,queconocíaalhombrepuestoqueasistióalasnegociacionesdelmatrimoniodeCemconMunia,losiguióhastasusuntuosacasaconlaesperanzadeapercibirlasilueta de la traidora. Aquel día, empero, comenzaba a desesperarse. O bienMunianoabandonabajamáslaresidenciafamiliar,obiendeberíaadmitirquesehabíaequivocadoalimaginarqueregresaríajuntoalossuyos.
Elsolestabaensucénity,apesardelligerovientofrescoquecaracterizabaaquellugar,elcalorseabatíasobrelacolinayllenabasunarizdeunfuerteolora orina. Aunque los saqqa, esos porteadores de odres que recorríanincansablemente los tres recintos interiores desde el pozo de José, regaranregularmentelatierra,hombresyanimaleshacíansusnecesidadesencualquierlugar y la ciudadela apestaba. Huchang se sacó una bolsita de especias de subolsayselaacercóa lanariz.Dosdíasmás,seconcedió.LuegosedirigiríaaRodas y desde allí hallaría la manera de reconstruir el itinerario que hubieraseguidoMunia.
Aaquellahoradel día,AzizbenSalek sehallaba aún al serviciodeKeït
Bey. A pesar de su deseo de volver a verlo, Munia era feliz de presentar aEnguerrandasumadre.TeníamuchaspreguntasquehacerleysabíaqueFátimanoresponderíadeigualmaneraenpresenciadesuesposo.
—Es allí—dijoMunia señalando la imponente fachada blanca ornada amediaalturaconunacelosíadebuenamaderafinamentecalada.
Lacasaerasindudalamásbelladelacalle.Unapuertaconunamedialunatalladacerrabaelacceso.Aunoyotrolado,unastorrecillascuadradaspermitíanque los soldados de guardia pudieran vigilar el paso a través de una rejarectangular de hierro forjada a la altura de los ojos. Munia descendió de sumonturayEnguerrandlaimitó.Lebastaronunaspalabrasparapoderpasar,unosinstantesdespués,bajolabóvedacimbradayaccederalexuberantejardín.
Cuandollegaronalapuertadelacocinayseanunciaron,Fátimarebozabadátiles en pimienta roja, como le gustaba hacer a pesar de disponer deservidumbre.Alreconocerasuhija,nisiquierasecubrióconelveloniselimpiólasmanos rojas de la especia. Se precipitó hacia ella con un grito de alegría.Ambas mujeres se abrazaron con fuerza, emocionadas. Enguerrand,discretamente al margen, no pudo evitar observar la belleza aún altiva de la
egipciay suparecido conMunia.Lamismanariz rectay fina, lamismabocadelicada,lamismamiradavivayocredelaqueelmaquillajeresaltabael tonodorado y los mismos pómulos salientes y altos. Si Fátima no hubiera tenidoalgunasarrugas juntoa losojosyenlacomisurade los labios,habríanpodidopasarporgemelas.
AltomareltéqueFátimaleshizoservirenlasaladerecepciónsituadaenla primera planta de la casa, Enguerrand descubrió igualmente que su esposahabíaheredadodesumadrelaeleganciadesusgestos.
En aquel momento, cuando Munia concluyó el relato de su periplo conabundanciadedetalles,elrostrodeFátimadenotópreocupación.Rompiendoelsilencioquesehabíainstaladoentreellos, losruidosprocedentesdelacallesefiltrabanjuntoconunaluzrasanteatravésdelosintersticiosdelacelosía.Unasgrandes alfombras suntuosamente decoradas con arabescos y motivospiramidales, sobrecargadas de cojines cuadrados, rodeaban dos mesas bajasredondas de cobre martillado. En las paredes, los mosaicos respondían alescarlatadominantedelostejidos.Unperfumedecítricosydecanelaflotabaenel aire pesado. Sentado con las piernas cruzadas comoMunia y sumadre enmedio de aquel cálido decorado, Enguerrand sonriómientras bebía su brebajecalienteyamargo.Sesentíabien.
—Te doy las gracias, yerno—le dijo súbitamente en su propia lengua lavozgraveycálidadesuanfitriona.
SesobresaltóyFátimarióvolviéndosehaciaMunia.—¿Nolehasdichoatumaridoquehablocincolenguas?—Loolvidé—confesóMuniamordiéndoseellabio.—No tiene importancia —dijo su madre, antes de volver a centrar su
atenciónenEnguerrandydeproseguirenlenguafrancaconmarcadoacento—:Lo que has hecho por mi hija merece mi confianza y mi reconocimiento.Absolutos.
—Sóloelamorhaguiadomisactos,señora.Fátima surcó el aire con un grácil gesto de muñeca e hizo tintinear la
decenadebrazaletesdeoroyesmaltesquelucíaenella.—Elamornobastaparagarantizarlapurezadelcorazón.Seacomosea,te
esperabadesdehacemuchotiempo.
Muniaseechóatemblar.Elmomentodelasrespuestashabíallegado.—Jamásteinmiscuisteenlasconversacionesconmipadre—dijolajoven
—.Nunca te preocupaste por elmapao las damajuanas, tan semejantes en suapariencia a las pirámides de este país. Y, sin embargo, en Cerdeña, pudecomunicarme con los espíritus de los gigantes gracias a la lengua de tusantepasados...
—¿Quéhubieraaprendidoquenosupieraya?—sonrióFátima—.Pormisvenascorresangredereyesyconellalamemoriaintactadeesosgigantesdelosque acabas de hablarme. Aportaron el conocimiento de los astros, de lanavegación, del cultivo, una sabiduría antediluviana, pero en pequeñas dosis,paradartiempoaloshumanosdeasumirlacomosuyapuestoque,segúndecían,desdequeelmundoesmundolacivilizaciónmuereyrenacegraciasalospasosqueconducenalasTierrasAltas.Pocoapoco,sinembargo,sedejarondominarporlosfaraoneshastadegenerarydesaparecer.ElúltimodeellostrabajabaparaImhotep.AyudóenlaconstruccióndelapirámidedeZoser.
—¿Y...nosotras?—preguntóMunia.—Apenasteníaonceañoscuandomimadremetransmitiólaleyendadelas
TierrasAltas.Unosdíasmástarde,cuandoyoyaguardabaesesecretocomountesoro,meabordóunmensajerodeldestino.
—¿Unmensajerodeldestino?—sesorprendióEnguerrand.—Era un anciano del que no podía decirse qué edad tenía, vestido
modestamenteycuyabarba,convariosnudos,lellegabaalostobillos.Metomólamano, abrió la palma y dejó caer arena sobre ella. «Tendrás una hija»,meanuncióconvozmonocorde.«Deellanaceráaquelquesalvaráalrey.»Muniasesintióenfebrecida.
—¿Elrey?¿Dequéreyhablaba?—DelreydelasTierrasAltas.—Habéis dicho antes que me esperabais. ¿Por qué? ¿Os lo dijo el
mensajerodeldestino?—preguntóEnguerrand.—Sí.«Elpadredelniñoseráuncristiano»,dijo...UnvelodetristezacubriólosojosdeFátimamientrassuvozsequebraba...—«Llegaráytúmorirás»,añadióantesdedesapareceralolejos.Duranteunos instantes,aquellapredicciónseabatiósobre loshombrosde
FátimayelcorazóndeMunia,peronopormuchotiempo.Unasonrisanaciódenuevoenloslabiosdesuanfitriona.
—Vamos, no esmomento de funerales sino de celebrar este reencuentro.Losdiosesqueoshanguiadohastaaquínopodránenturbiarlo.Estanocheestacasaestarádefiesta,comodicenlosfrancos.
—Una última pregunta, madre. ¿Mi padre sabe cuanto acabas deconfiarme?
Fátimaalzóelmentónconorgullo.—Secasóconmigoconconocimientodecausa.Nuestrosdestinosestaban
entrelazados.ComoosexplicóvuestraamigaCatarina,Morlat,unodelossabiosde las Tierras Altas, ávido de conquistas y de poder, robó el mapa y lasdamajuanasmágicas.Desconocedordelasconsecuenciasdesugesto,aguardóaque la ciudadmuriera para regresar a ella como amo y señor. Para su propiadesgracia,losríosencantadossehabíansecadoysevioobligadoahacersealamarparadarconlaislaqueeraelúltimopasoentreambosmundos,elsuyoyelnuestro.
—Gracias al mapa que indicaba el último emplazamiento de la isla —añadióMunia.
—Sí. Unos piratas lo abordaron pero, al contrario de lo que os explicóCatarina, convencióa la tripulaciónparaque lo siguieranhasta sudestino.Unhombreseopusoaello.Elcapitánde laembarcación.Fueencadenado.Aldíasiguiente, frente a la suerte que le reservaban, fingió cambiar de opinión pararecuperar supuestoyexaminarconmásdetalleaquelmapaqueelgigante leshabíamostrado.Unosdíasmástarde,elbarco,sacudidoporlaviolenciadeunatormenta, se resquebrajóporunodesuscostados.Elgigantedesaparecióentrelasolasconelmapay lasdamajuanas.Sólohubounsuperviviente,elcapitán,quelogróllegaraunaisladelarchipiélagodelasAzoresagarradoauntrozodemástil.Comenzóentoncesparaélunalargamisión.Reconstruirdememorialoquehabía leídoenelmapaydarcon lasdamajuanasque imaginóque tardeotemprano serían devueltas a la orilla por la marea. Transmitió esosconocimientos a su hijo nacido de una indígena, y así, de generación engeneración.
—Asípues...—AzizbenSalek,mimarido,esdescendientedelcapitán.
Munia comprendiómejor entonces la excitación de su padre cuando éstedescubrió la damajuana piramidal entre los efectos personales de Cem.Enguerrandaúndeseabahacerunaúltimapreguntaqueleexcitabasucuriosidad.
—¿Puedopreguntaroscómoesposiblequehabléistanbienmilengua?ElrostrodeFátimaseiluminóconpicardía.—No.Haysecretosque,aveces,elcorazóndeunamujernodesearevelar.Como cada noche, Huchang abatió la capucha para cubrirse el rostro y,
fingiendo el aspecto encorvado de un viejo miserable, siguió discretamente aAziz ben Salek a la salida de éste del palacio real. Tenía hambre pese a losnumerosos dátiles y olivas que había comido a lo largo del día y se habíaprometidounfestínencuantolaviviendasehallaraaoscuras.LaverdaderaquehabíaperdidolaesperanzadedarconMunia,peroelrecuerdodesupríncipeyamigo le obligaba en su búsqueda. Jamás abandonaría a Cem a aquellosescorpiones.Jamás.Comocadanoche,Azizcruzóelumbraldesucasa.Apesarde su avanzada edad, aún era un hombre lozano. Su mirada limpia, noble yorgullosa sabía teñirse de picardía para conseguir sus fines. Hábil estratega yconsejero virtuoso, Keït Bey tenía absoluta confianza en él. Sin embargo,Huchang hubiera podido jurar que tras aquella máscara se ocultaba otro, unhombre que, en tres ocasiones, abandonando su puesto, había ido cerca deHeliópolis, al nordeste de las murallas de El Cairo, a un antiguo palacioabandonado. Al seguirlo de lejos para no ser descubierto, Huchang no habíapodido descubrir qué hacía allí. Aziz salió horasmás tarde, cerró la puerta yretomóelcaminodelaciudadelacomosinosucedieranada.
Una noche, Huchang forzó la entrada, en el convencimiento de queatribuirían aquella intrusión a algún ladrón. Fatigada por la erosión de losvientos de arena, la cerradura cedió con una simple patada en la puerta. Elpalacio rodeaba un patio tristemente deteriorado cuya fuente decorada conmosaicosparecíahabersesecadohacíayamuchotiempo.Barridasalaluzdeunfarol, las diversas salas revelaronbajo la cúpula de sus techosunos suntuososbajorrelieves y unas columnatas cubiertas de jeroglíficos. En el suelo, unasgrandes losas de alabastro pulido denotaban aún la riqueza pretérita del lugar.Aquel palacio debió de ser espléndido y, sin embargo, en él reinaba ladesolación. No había un solo mueble, ni cerámica, ni una alfombra. Las
estancias estaban vacías. Olvidadas por los hombres excepto Aziz ben Salek,cosaqueaúnhacíamáscuriososel interésyel tiempoqueelpadredeMuniaconsagrabaaaquellugar.
Huchangsemarchódeallí sin respuestas, segurosinembargodequeallídebíadeexistiralgúnpasosecretohacialosverdaderosmotivosdeldignatario.Desdeentonces,vigilabaaúnconmayoratención.
Comocadanoche,losruidosparasitariosdelaciudadelasehabíanapagadoal tiempo que la actividad, y se colocó bajo la celosía de la casa de Aziz.Huchangaguzóeloído.Sorprendido,pudooírrisasenvueltasenmúsica.Captóalgunas palabras. En franco. Su corazón latió aceleradamente. Y por fin unnombre.UnaexclamacióndealegríaenbocadeAziz:
—¡Munia!¡Miqueridahija!Tan feliz como las gentes de aquella casa, Huchang se apartó del muro
frotándose susmanos robustas.Subúsquedahabía terminado,yelhambre,unhambrecanina,loatenazaba.
G
Capítulo17
uydeBlanchefort recibió con inquietud la peticióndeCem.El príncipe,que lo había convocado a últimahora de aquella tarde del 6 de julio, se
hallaba frenteaélenunade las salasdecoradasalestiloorientalqueelbarónJacques de Sassenage había puesto a su disposición. A juzgar por el inusualnerviosismoquelehacíatemblarelpárpadodemaneraintermitente,Cemhabíareflexionadomuchoacercadeaquellacuestión.
—¿Puedosaberquémotivaesaelección,queridoamigo?—lepreguntóasuvezelgranpriordeAuverniauniendosusmanosantesumentónparaocultarsusúbitahumedad.
Cemlediolaespaldayseplantófrentealaventana.Enlosjardinesasuspies,Philippinejugabaalagallinitaciegaconsusdamasdecompañía.Hablardeella,sedijo,explicaraquel impulsoqueloempujabahaciael terciopelodesuslabios, aquel ardor que lo calentaba por dentro y se convertía en cenizas encuantoella se alejaba, cantar subellezay sugracia, eldestello conelque susojosseiluminabancuandolamiraba,sentirestremecerselaspuntasdesusdedoscuando, a merced de un gesto discreto, sus pieles se rozaban. Nutrirse delparpadeodesuspestañasdegacela,delresplandordelasjoyasquerealzabansutezdealabastro,saberenlomáshondodesímismoqueleperteneceríahastasuúltimoalientoynodeseabavivirniunahoramássinsurisa.Yqueaquelamorlo consumía hasta el extremo de haber perdido noción de todo lo demás, elrecuerdodesubúsquedaanterior,lasluchasintestinas,laslegítimasambiciones,todoaquelloeraloquehabríadeseadoexplicarlealgranprior,arrojándoseasuspiescomounmiserableperroquemendigaraparasobrevivirunhuesoqueroer.Peronopodíahacerlo.AquellaverdadseríainaceptableparaGuydeBlanchefortquien,eldíaanteriorsin irmás lejos, lehabíareiteradosualegríaalvercómoPhilibert de Montoison, que tal vez era su propio hijo, iba a casarse con
Philippine.Cemmiróa suamadaquedabavueltas sobresímisma,perdidaporunos
instanteseneltiempoyelespacioacausadelavendaquelecubríalosojos.Asíestabaéltambién.Perdido.Aferrándosealoimprobableparanomorirdebidoaloimposible.
—Estoyhastiadodeestacarrerasinfin,granprior.Hastiadodevercaeramis amigos, de ver cómo la traición sigue mis pasos y emponzoña mi vino.Hastiadodenosermásqueunobjetodecodicia,unpandeespeciasdesmigadoporcadaunode losmonarcasdeestemundoyamercedde lasavesdepresa.Estoy hastiado de los momentos estériles, de los días sin brillo. Alá me haabandonado.Heperdidolafeenelmañana.¿CómopodríaconservarasípuraenmílafeenmiDios?
Sevolvió haciaGuydeBlanchefort.El sufrimiento que retorcía el rostrodelpríncipenoerafingido.Cemsevolviódenuevo.Noerahombrequebuscaraqueseapiadarandeél.Sualiento,suluzysufuerzaprocedíandePhilippine,allíabajo.La necesitaba en aquelmomento,más que nunca. Se crispó al oír a sucarcelero,queconelpasodelosmesessehabíaconvertidoensuamigo,tragarsalivacondificultad.
—Nopuedo,Cem.Suvozseapagó.ElcorazóndeCemtambién.—Lodesearía,sí,enlomáshondodemí,puestoqueconvertiraunhombre
comovos,másalládeloquemedecísyqueheoídocondolor,seríasindudaelmejor acto que habría llevado a cabo en mi vida. Lo desearía, Cem, debéiscreerme,peronuestrogranmaestrenoloautorizará.
—¿Qué razón invocará para impedirlo? Sabéis como yo que la lucha depoderentreOrienteyOccidenteestambiénunaluchareligiosa.Beyazidquiereextenderelislamaligualquevosotroselcristianismo.Convertidme,pongamosenpiedeguerraunejércitoyEstambulserávuestragraciasamí.
Guy de Blanchefort se puso en pie dolorosamente. Aún no le habíaanunciado a Cem su intención demarcharse de Rochechinard. Si lo hacía enaquelmomento,allímismo,nopodríaasegurarqueelpríncipenoabriríaaquellaventanaencuantoélsehubieramarchadoparaarrojarsealvacíodesdeuncuartopiso.Seacercóaél,ypusolamanosobresuhombrorobusto.Éstaseestremeciólevementeasucontacto.
—Lascosassonmáscomplejasdeloqueparece.Cem apretó las mandíbulas. Los intereses financieros. Eso era lo que
predominaba.—Informad al gran maestre que si pudiera recuperar mi trono podría
multiplicarpordiezeltributoquerecibeanualmentedemihermano.Blanchefortsuspirópesadamente.—Sea.Mañanamismo leescribiréparasometerlevuestrapropuesta.Pero
osequivocáis,Cem.Nosetratadedinero,sinodepaz.Pierred’Aubussonansiamás que cualquier otra cosa en elmundo preservarla en elMediterráneo y, loqueráisono,éstadependedevuestrocautiverio.
CemsevolvióhaciaGuydeBlanchefort.Ensurostrohabíaaparecidounatisbodecolor.
—Podría acomodarmemejor almismo simis plegarias se acomodaran alritmodelasvuestras.
Lapresiónde lamano seconvirtióenafectuosa tenaza sobreel jubóndeCem.
—Megustaoírqueasílosuponéis.Acambio,permitidmeunconsejo.LarespuestadeRodasnollegarápronto,asíqueospidoquedisfrutéisdelaquíyelahora.Es unmomentomuypreciado...Másde lo que creéis—añadió el granpriorantesderetirarse.
Cemestabaconvencidodeello.Dirigiódenuevosuatenciónaljardínalpiedelcastillo.Eljuegohabíallevadoasuamadaunpocomáslejos.Unárbolselaocultaba.Estabasolo.ApesardelaconfianzaqueteníaenGuydeBlanchefort,sabíaqueAubussonnocederíajamás.
VioaPhilibertdeMontoisonque,furtivamente,comoelpredadorqueera,se deslizaba dematorral enmatorral para acercarse al terreno de juego de lasdoncellas. ¿Acaso el caballero tenía dudas sobre ellos para espiar así aPhilippine? Cem sintió el corazón en un puño. Habían sido la prudenciapersonificadaynuncasehabíanhalladoasolasnienelcastillonidurantesuspaseosporelbosque.Y,alcaerlanoche,doshombresdeguardiaantesupuerta,destinadosagarantizarsuseguridadsiguiendolasórdenesconjuntasdeJacquesdeSassenageydeGuydeBlanchefort,leimpedíanreunirseconella.
Se apartó de la ventana, con sabor a sangre en la boca. Sucediera lo que
sucediese, de una cosa estaba seguro. Philippine jamás se casaría con aquelchacal.
AymardeGroléedesatósumonturadeltroncodelrobleenelquelahabía
abandonado aquella mañana. Con un movimiento ágil, montó y se puso enmarcha. No tardaría en caer la noche y no quería dejarse sorprender.ZigzagueandoatravésdelbosquedeCoulmessobresupropiorastroyalertaalosdeclivesdel terreno, acabópor llegaral camino,conel corazóndesbocadotrassudescubrimiento.Desdehacíaunasemanainspeccionabalasviejaspiedrasyacabópordescubrirsusecreto.ErasuúnicaesperanzaparaengañaraMartheyliberaraJeanne.Siéstaaúnseguíavivatrasdocedíasdecautiverio.EspoleóasumonturahastaelcastillodeSaint-André-en-Royans.Laermitaestabaensujurisdicción.YAymardeGroléeeraamigodelseñordel lugar.Aymarhubierapodidosolicitarlesinreservaspermisopararecorrer lospasadizossubterráneosbajoelcastillo,peroignorabasiBernardindeClermontconocíaaúnlosaccesosalosmismos.Yademás,teniendoencuentaelsalvajeasesinatodesorAlbranteen la abadía de Saint-Just-de-Claix, cuyas tierras eran colindantes con las deSaint-André-en-Royans,noqueríallamarlaatenciónsobresusintenciones.Losdominicosyasehabíanmarchado,perolamadresuperioraeraincapazdepegarojo.Aúnpeor,había llegadoa laconviccióndequeaquel lugar,malditodesdequeellacelebraraelfalsoentierrodeJeanne,liberabaahorasusdemoniosparacastigarlas. Pasaba los días, al igual que las demás religiosas, rezando yayunando. Y negándose a recibir a cualquier visitante. Negándose, incluso, aevocarelnombredeJeannedeCommiers.Laabadesaestabaconvencida.Delastresmonjasqueblasfemaron seis años antes, ellayAymonette eran lasúnicassupervivientes.Cuandoeldiablofueraaporellas,estaríadispuestaasacrificarsuvidaysualmapararomperlamaldicióndelaabadíaysalvarasuhermanadefe.
Aymar había estudiado a fondo todas las opciones antes de transmitir suinquietudaJacquesdeSassenageydecelebrarconsejoconél,alabrigodelasmiradas y de los oídos indiscretos en el claro que fue escenario del primerencuentrodePhilippineyCem.Elaislamientodelaviejaermitalespareciólomás discreto. Jacques no podía arriesgarse a despertar la ira de Marthe si élmismoabríalossubterráneosdeLaBâtie.Oficialmente,AymardeGroléehabíaregresadoaBressieuxparaocuparsedesusasuntos.Marthenosospechabadeél
y Jacques evitaba con sumo cuidado hallarse a solas con ella, mientraspermanecíavisibleparaque, llegadoelmomento,nopudiera sospecharsealgode él. La idea era dar con Jeanne y dejar que Marthe creyera que se habíaevadidosinningunaayudaexterior.
Porlodemás,Aymarestabalisto.JacquesdeSassenagelehabíaprometidoaPhilibertdeMontoisonpublicarlasamonestacionesalcabodeochodíasylehabía ofrecido una escolta hasta sus tierras situadasmás al sur deValence encuanto se hubiera celebrado la boda. Pero estaba previsto que aquel innobleindividuocaeríaenunaemboscadaapocasleguasdesucasaymoriríaenella.Una vez Jeanne estuviera segura, Aymar renovó su juramento: se casaría conPhilippine,convertidaenviuda,paraprotegerladenuevascodiciasydeseos.AmenosqueparaentonceselpríncipeCemnohubieraobtenidoloquedeseabadelaOrden.
Lasaltastorresdelcastillofeudalaparecieronfrenteaél.Elsolseponía.Alolejosaullóunlobo.Elprimero.Prontoseresponderíanunosaotros,haciendoestremecerseaovejasypastores.Aldíasiguiente,alalba,AymardeGroléeseconvertiríaenunodeellos.Ocultoenlasprofundidadesdelatierra,armadodeamorydepacienciayporsupuestodesulargaespada,buscaríaalamujeralaquesiemprehabíaamado.
Ya hacía dos días que Huchang aguardaba la ocasión. Munia no había
salido. No podía entrar a las bravas en la residencia de un alto dignatario,asesinar a sangre fría a suhijay recuperar el antídotode labruja sin funestasconsecuencias para él mismo e incluso para su príncipe. Al ponerse en pie,pisoteóelsueloparasacudirselapicazónprovocadaporlainmovilidad.Ungatodegrandesorejasseleacercóysefrotóronroneandocontrasuspantorrillas,enbusca de la caricia que le había ofrecido en diversas ocasiones.Con un gestoamplio, Huchang lo cogió con su manaza y, apoyándose en el muro, lo alzófrenteasusojos.
—Parecequeaambosnoshaabandonadolasuerte—murmurósuspirando.En aquelmomento, confundiéndolo con uno de los numerososmendigos
que frecuentaban lasmurallas de la ciudadela, un viejo de tez surcada por lasarrugasyconunaganduraarayasseleacercóylediounabolsitadeolivas.
—No tengo nada para tu animal, pero eso es para ti, amigo.QueAlá teproteja.
Comonodeseabadistinguirsede losotrosmiserables,Huchangaceptóelobsequiocongratitud. Inclinóvariasveceselmentónparabendeciralancianoporsugenerosidad.Soltóalgatoquese revolvíacontrasupechoyobservó lacalleconunrápidovistazo.Agrupados,otrostresmendigossehallabanacuatropuertasde allí, en laotra acera, sentadosenel suelo con laspiernas cruzadas,comoélunosminutosantes.Susrostrosseperdíanenlasombradelmuro.Conlamanooelplatillotendidos,delejos,ofrecíanunaspectoaúnmáslamentableque el suyo.Huchang tomó nota de ello.Debía cuidar su disfraz. El, a quientantolegustabalauntuosidaddelosungüentossobresupieltrasunbaño,desdesullegadaapenasselavabaparaconservarasíelolordelacallealqueapestabanlos verdaderosmiserables. Incluso en lasmontañas deAnatolia siempre habíavelado por su higiene. ¡La vida del príncipe bien merecía aquellas pequeñasincomodidades!,pensóalvolverasentarse.
El sol descendía en el horizonte y lo cubría de vapores polvorientos. Laciudadela abandonaba su actividad. El gato que se había alejado regresó paraacurrucarse entre sus piernas cruzadas ondulando el lomo. Tras patalear parahacerseunhueco,acabóenroscándosesobresímismoysedurmióapoyadoenelpliegue de una rodilla. Huchang apoyó su espalda contra el muro y pasó susgruesos dedos por el pelaje gris del animal. Qué lejos le parecían ahora losfavoresyladulzuradesupropiajuventud,cuandocabalgabaalgalopeconCem,celebrabanfiestasdurantetodalanocheysoñabanconconquistasoardíanantela injusticia y el combate enplenaguerra contraBeyazid.El exilio. Inspiró elairecargadodeoloraespecias.
«¡Cuánto desearía, oh, mi príncipe, que estuvieras aquí, a mi lado estanoche!», pensómirando incrédulo a la doble puerta claveteada que por fin seabríaalotroladodelacalle.
Sucorazónlatiómásdeprisa.Bajólacabeza,mirandoasusbabuchas,parano ser reconocido,mientras uno a uno,montados por jinetes, cuatro camellossalíandelpatiodelaviviendadeAziz.Elpájarodejabaelnido.Y,ajuzgarporlas siluetas, Huchang hubiera podido jurar que era la casa entera la queemprendía el vuelo. Aguardó a que el grupo se alejara para ponerse en pie,olvidándosedelgato,quesoltóunmaullidodeindignación.
—¡Noesmomentoparacaricias!—murmuró.
AHuchangsuinstintolotraicionabapocasveces.Enundestelloadivinósudestinoydecidióprecederlos.Bajóapresuradamenteporlacalleenpendienteypasó frente al grupo demendigos para volver la esquina de inmediato y, a lacarrera,volveradoblarotraesquinaparaenfilarunacalleparalela.
Trasponerseenpie,unode losmendigossedisponíaaseguiraHuchang
cuandoelmásaltodeellosloretuvodelbrazo.—Deja que se marche. Que haga su trabajo. Llegado el momento,
intervendremos.Allí.EnlasruinasdeHeliópolis.Trasdejarde ladoaHuchang, aquienhabían localizado sindificultaden
cuantodesembarcaronunosdíasantes,HuguesdeLuirieux,lasombranegradePhilibertdeMontoison,seguíaconlamiradalacaravanaquelejos,delantedeél,semecíaalpasodelosanimales.
—¡Lahoradelavenganzahallegado!—exclamó.En aquel instante, como reflejando el odio que le devoraba el corazón al
recordar la huida deEnguerrandyMunia deRodas, lasmurallas de la ciudadquedaronensombrascontraelhorizontepúrpura.Elsolseocultaba.
L
Capítulo18
acariciasedetuvoenelsenoizquierdodeAlgonde.—¿Quétesucede?—preguntóMathieu,quetratabasinéxitodedespertar
lossentidosdesuesposa.Al igualque losúltimosdías,unavezacostadosAlgondesequedaba fría
comoelmármolasulado.—Nada,estoycansada.—Cansada...¡Puesvaya!¿Yquédeberíadeciryo,queestoyenpiedesdeel
albayalcalordelhorno?Volviendosurostrohaciaél,Algondetratódesonreír.—¡Igual,sinduda!Yaúnpeor.Noteenfades,Mathieu,perohetenidoun
díamuyduro.Mathieu torció labocayse tumbóbocaarriba.Eldeseo lodevorabayse
pusocínico.—Es verdad que con darle el pecho dos veces a Elora, bailar, jugar,
escuchar a los juglares y burlarte de tus pretendientes hay con qué agotar tuardor...
Tratando de olvidar el dolor que le ensombrecía el corazón desde quesorprendieralaconversaciónentreMathieuyMarthe,Algondesegiródeladoy,apoyándoseenelcodo,recostósuorejasobrelamano.Debajodeella,Mathieuestabaenfurruñado.NoeralaintencióndeAlgondequeseinstalaraentreellosunverdaderomalestar.Alfinyalcaboyapesardetodo,élsólohabíaactuadocon la esperanzade salvarla.Elladebía aferrarse a aquellaverdad.Su cuerpo,empero,larechazaba.Algosehabíarotoensuinterior.
—Hélèneharecibidoestamañanaunacarta.UnacartadeMariedeDreux,sabes,lahijadelhombrequetratódeenvenenaraCem.
—¿Y?¿Enquénosconcierne?—musitóMathieu.Tratandodereinventareldeseotraselespectrodelatraición,losdedosde
Algondeseperdieronsobreeltorsorobustodesuesposo.Élnodejódeapretarlosdientes.
—Marie está prometida con el señor de Saint-Quentin, que ha aceptadorenovar su compromiso a pesar de los últimos acontecimientos que tuvieronlugar en Romans. Sólo que, dado que es paje del rey se niega a casarse conMarieantesdequesehayaolvidadolaejecuciónpúblicadesupadreenlaplaza.
LacariciadesusdedosentresuvellomorenocomenzabaaserenarelrostrodeMathieu.Conlarespiraciónacelerada,murmuró:
—Sisupierascómomeríoyodeeso...—Pues Hélène no. Marie le ha pedido que la acoja en La Bâtie hasta
entonces.Uncompetidordesupadresehaofrecidoacomprarleselnegociodepañeríayencuantosehayacerradolaventa,sumadreentraráenunconvento.Obligadaenesemomentoamudarse,Marietemequeaúncaigamayoroprobiosobreella.Enresumen,Hélènehaestadoinsoportable todoeldíadebidoaesapetición.
—Noveorazón.—EstáresentidaconMarieporlatraicióndesupadre.Mathieusesobresaltó.Elrostroquevolvióhaciaellasehabíavueltoadusto
enunafraccióndesegundo.—Hélèneesunaestúpida—refunfuñó—.¿Puedehacerseresponsableauno
deaquellodeloquehasidovíctima?Algondetragósaliva.Porsupuesto,pensabaenélmismo.Laevidenciase
le apareció de repente: bajo aquella actitud de indiferencia, utilizando la vidacotidianacomorefugio,Mathieulamentabasupacto.Ellaapoyólacabezasobresucorazón,quelatíadesbocado.
—No, tienes razón. Es injusto. Hélène es injusta. Eso es lo que me hehartado de repetirle, agotándome en discusiones estériles —afirmó ellaacariciándoleelhombro.
Elsilencioloscubrió,puntuadoporsusalientosrespectivos.Conunnudo
en la garganta, Algonde trataba de dar con las palabras adecuadas. Si no lashallabaallíyenaquelinstante,condenaríasuamorparasiempre.Eldeseodesupiel.Elcompartir.
—Teamo,Mathieu—murmuróella.El timbre deMathieu se convirtió en lamento. Desesperado.—Y en ese
caso¿porquéyanomequieres?UnaslágrimasaparecieronenlosojosdeAlgonde.Dilo.Dilo.Dilo,gritósu
alma.Dilooloperderásunavezmás.—Marthe—dijoella.Élsepusomuyrígido.LavozdeAlgondeseestranguló.—Elotrodíaporlamañana...osoí.Instintivamente,comosituvieramiedodequeellaseescapara,Mathieule
rodeóloshombrosparaabrazarlaconmásfuerza.Sucorazón,bajo laorejadeAlgonde,noeramásqueunrugidoirregularengullidoporlossobresaltosdesupecho.
—Nopuedo,Mathieu...Nopuedodejarquehagaseso...Sollozó.EnlaorillaestedeunadelasramasdeNiloiluminadaporlaluzdelaluna,
la ciudad antigua de Iunu, rebautizada Heliópolis por los griegos, alzaba losmuros semiderruidos de su doble muralla. Algunas ruinas delataban lamajestuosidad de aquel importante lugar de culto durante el reinado de losfaraones,peroenlaactualidad,sustemplosypalacios,expoliados,caídosenelolvido, ya sólo albergaban a algunos miserables. Munia conocía de siempreaquellosvestigios.Endiversasocasiones,supadreseloshabíamostradodesdeellugarmásaltodelaciudadela.
—Undía—ledecía—,terevelarésusecreto.—¿Cuándo?—preguntabaellainvariablemente.—Cuandollegueelmomento.Elmomentohabíallegado.Indudablemente.
—Porallí.Azizazuzócon labridaalcamelloenelcuelloparaponerlodenuevoen
movimientoysepusoalfrentedelacaravana,quesehabíadetenidouninstanteante la furtiva sensación de que un peligro los acechaba. Unos minutos mástarde, Aziz, Fátima, Enguerrand y Munia entraron en el recinto amurallado.Pasaronjuntoaalgunostúmulosdearena,ruinasdebocasnegraspobladasporfelahs curiosos y finalmente dejaron sus monturas a la sombra maciza ycuadradadeunobelisco,juntoaunporcheconlapuertadesballestada.
—Ladrones—comentóAziz,quienalolargodelosañoshabíavistocómodespojabanaquellugarhastadelmenorobjeto.
Trascruzarelpatioabiertoalaluminosidaddelfirmamento,penetróenelpalacioqueestabasumidoenlaoscuridad.
—Una lámpara de aceite nos habría sidomuy útil—observóEnguerrandmientrasseaproximabaaMunia.
Enelmórbidosilenciodeaquellugar,suvozresonócomounacampanada.—La luz se halla en el corazón. Aquí puedo ver como a la luz del día,
yerno,ynohayobstáculoalgunoennuestrocamino.Confiadenmí,seguíoslosunosalosotrosyosconduciréadestino—respondióeltimbrenasaldeAziz.
Enguerrand aceptó confiado. Desde su encuentro con el suegro, habíaquedado impresionado por la vivacidad que emanaba del personaje. Aziz, alvolverareunirseconsuhija,nosesorprendiódenadayseentregóalaalegríade abrazarla. Un profundo afecto los unía a ambos. Palpable incluso en lasmiradas que se cruzaban sin cesar, su complicidad era tan evidente queEnguerrandalcanzabaahoraacomprendermejorloqueMunialehabíacontadoacercadeaquelhombre.
CapturadofrentealascostasdelasAzorescuandounospiratasabordaronelbarcodesupadre,Azizfuevendidoalaedaddediezañosalosmamelucos,queloeducaronparaconvertirloenguerrero.CuandosuamigoKeïtBeyllegóaser sultán,Aziz accedió a altos cargos, convencido de que el destino lo habíallevadohastaallíparatardeotempranoserviralacausadesusantepasados.Sucuriosidad por las primeras dinastías que hubiesen podido ver el reino de losgigantesllevóaAzizarecorrerEgiptoenbuscadevestigiosdelapresenciadelosmismos.LellególahoradeestudiarMenfisySaqqarah,sunecrópolis.Paraello,buscóunalojamientodignodesucondición.Lohallósindificultadencasa
de una de las familias más antiguas de Egipto que contra toda lógica seempecinaba en permanecer en un edificio reconstruido varias veces sobre losvestigios del palacio del faraón Zoser. Nada más conocerla, se enamoró deFátima, la primogénita de la casa. La cortejó largamente, hasta confesarle elobjetodesubúsqueda.Fátima,asuvez, lecontóquelaleyendadelasTierrasAltassehabía transmitidoentre lossuyosdegeneraciónengeneraciónbajo laformadeunbarcoque,envueltoenunhaloluminosomáspotentequeeldelsol,apareciósúbitamentesobrelasaguasdelNilo.Delmismodescendióungigantebarbudo.Fuesuprimerreyysuprimerdios:Ra.Ellaeradesusangre.
LosdestinosdeFátimaydeAzizconformabanunosolo.LossellaronconunabodasuntuosaqueelsultánKeïtBeyhonróconsupresenciaysubendición.Lanochedebodas,sinembargo,cuandoacababandeacostarseenlaciudaddeMenfis, la tierra de Egipto tembló con tal virulencia que creyeron que habíallegadosuhora.Cuandovolviólacalma,Azizdescubrióunpasadizoenelsuelodesucámaranupcial.Yentró.
Desdeentonces,ytrashaberseinstaladoenlacapitalconsuesposaparaunmejor desempeño en sus funciones de dignatario, no había dejado de enviar ahombres de confianza en busca de las damajuanas piramidales. Uno de esosemisariosvioaunabrujaentregarunadelasdamajuanasaCementiemposdesu guerra contra Beyazid. Cuando, herido gravemente, el príncipe perdió labatalla,AzizconvencióaKeïtBeyparaqueofrecierasuhospitalidadalvencido,con la certeza de que así podría robarle el objeto. No lo consiguió. Losapartamentosdelpríncipeenlaciudadelaestabanvigiladosdíaynoche.Nadie,nisiquieraelpropioAziz,podíaacercarseaellos.CuandoCemdecidióreclamarla ayuda de Rodas para reconquistar su trono, Aziz comprendió que habíallegadoelmomentodequeMuniaseenfrentaraasudestino.LesugirióaKeïtBeyofrecérselaenmatrimonioaCem.
Aquel díamás que nunca, Aziz deseaba hallar elmundo de los gigantespuestoque,alhilodelaleyenda,elmensajerodeldestinolohabíaanunciado.Sunieto estaba predestinado a proteger al rey de las Tierras Altas. Aziz habríapodido satisfacerse con su condición altamente envidiable aojosde suspares,peroalgoseloimpedía:loquehabíadescubiertoenlaciudaddeMenfisyluegoenHeliópolisyqueporfinsehabíadecididoamostrarles.
MathieudejóqueAlgondevaciara sus lágrimas. Inmóvilyen silencio, lareteníacontraélconlaesperanzadenohaberlaperdidoparasiempreporculpadeaquellalocuraytemiendoperderlairremediablementesitraicionabaaMarthe.Destrozadotambiénél,semordíalamejillaconviolenciaparanosollozarcomoun chiquillo. Se arrepentía. No de la decisión que había tomado, puesto queestabaconvencidodeella,sinodenohaberactuadoconmásdiscreciónaquellamañana. Sin embargo, no podía utilizarlo como argumento para calmarla. Nopodíahacernada,exceptoaguardarlaspalabrasdeAlgondequelocondenarían.
Fue la pequeña Elora quien lo salvó momentáneamente. Despertada sindudapor sumutuo azoramiento, empezó a gemir y luegomezcló sus sollozosconlosdesumadre.Algondeahogódeinmediatolossuyos.Obedeciendoasuinstinto,seliberócasibrutalmentedelabrazodesuesposoparacorrerjuntoalacuna.
—¡Chitón,chitón,todovabien!Eloranoquisoescucharla.AntesinclusodequeAlgondehubieraalzadoa
lapequeñadeentre lassábanas,Mathieu tambiénsaltóde lacamayseunióaellas.Lasabrazóaambasydirigiósumiradaperdidaasuesposa.Eloracalló.Mathieutragósaliva.
—Somosunosolo,Algonde.Unosolo los tres.¿Loentiendes?Noquieroperderos.
—Paraesonohasescogidoelmejorbando.—Nopodrásvencerlas.—¿Y tú qué sabes?—lo desafió Algonde, sin abandonar por ello aquel
asiloenelqueElorarecobrabapocoapocolacalmachupándoseelpulgar.—Suspoderesvanmásalláde la razón.Frentea losdeMartheno tengo
defensa, y tú tampoco,Algonde. ¿Crees que esa pequeña criatura, ésta, puedamásquetúyqueyo?
EnaquelinstantelamagiadeEloraactuóenlaestancia,comosiconelloquisiera tranquilizar a supadre.La luzqueemanódeella losengarzócon susreflejos de azur y los alzó del suelo.Las certezas deMathieu se tambalearon.Pocoapoco,Algondeseserenóconaquella fuerzaqueeraunecode la suya,irradiándola con un estallido mágico. Desligados por algún sortilegio, suscabelloshastaaquelmomentorecogidosenunatrenzacomenzaronarevolotear,finosyvaporosos,alrededordeellos.
—Erestanbella—seturbóMathieu.Enlazados como un único ser, comenzaron a danzar lentamente sobre el
vacío y Mathieu habría jurado que el aire se había transformado en música.Percibía aquellos acordes atemporales. Su dulzura benefactora. La melopeaembriagadora.Jamáshabíasentidomayorplenitud.SesumergióenlosojosdeAlgonde.HabíadesaparecidoelcolordelFuron.Sehabíanvueltodeunverdecasi translúcido, un cristal coloreado con lasmásbellas gemasde la creación.Claroqueellalehabíadichotodoaquelloyclaroquelohabíaaceptado,perosincreerloverdaderamente.
—Perdóname—murmurómaravillado—.Nolosabía.—Sólo tú eres vulnerable, Mathieu. Elora y yo somos capaces de
protegernos, debes confiar en nosotras. No nos abandones, te lo ruego. Norenieguesdeloquesomos—suplicólavozcamarinadeAlgonde.
Nolareconoció.AtrapadodenuevoporlasamenazasdeMarthe,meneólacabeza.Llegadoelmomento,¿quédecidiríaporfinsucorazón?¿Seríafuerteodébil?Sólohabíaunacosasegura.
—Nadienosseparará—murmurómientrasaquellamanodeluzlostendíaalostressobrelacama.
E
Capítulo19
nguerrand había perdido la noción del tiempo en aquel largo túnel en elqueresonabansuspasos.Enlaoscuridaderadifícilsaberenquéestancia
del palacio había accionado Aziz el mecanismo secreto. El caballero deSassenagesólohabíaoídoelruidodeundeslizamientoantesdequesusuegrolos previniera del número de peldaños —trescientos setenta y dos— quedeberíandescender.Azizlosguiódeunoenunohastaelprimerpeldañoyluegosereunióconellosabajoparaponersedenuevoalacabezadelgrupo.
Desde entonces no habían dicho palabra, como si sólo el silencio seacomodara a aquel lugar que Enguerrand adivinaba que se adentrabaprofundamentebajotierra.Atodasluces,eramásantiguoqueelpalacio.¿Quiénlo había construido? ¿Por qué? ¿Cómo lo había descubierto Aziz? ¿Adóndeconducía? Enguerrand se guardaba para sí sus preguntas. Visiblemente Azizdeseabamantenerelmisterioysuyernonoqueríadisgustarloconmuestrasdeunaexcesivacuriosidad.
Se contentaba con seguir a Munia a su mismo paso, molesto por undesagradableolor,imposibledeidentificar,quedemaneraintermitenteunalevecorrientede aire llevabahasta ellos.Quien fueraquehubiera construido aquelsubterráneohabíaquereconocerlesuaguzadoingenioalhaberhalladolamaneradeimpedirquelaarenaobstruyeralosconductosdeventilación.
EnellopensabaEnguerrandcuandoalfinaldeltúnelsurgióunresplandor.Alargandoelcuello,alcanzóporfinadistinguirel techocuadrado, lasparedesestrechas con vetas oscuras pero sin trazas demoho.La piedra estaba intacta,como si aquellos bloques hubieran sido ensamblados el día anterior.Sorprendido,accedióaunasalacircularyaúnsemaravillómás.AnteMuniayélsealzabalaréplicaexactadelnuragadeGoniquedejaronenCerdeña.
Deuna altura deunos tresmetros, la estelamonumental, conuna ampliaoquedadenformapiramidala laalturadelosojos,parecíasostenerelcorazóndelabóvedadelaquecaíanvaharadasdeaire tibio.Excavadasenlasparedescircundantes como otros tantos tentáculos, unas galeríasmostraban sus faucesabiertas.
—Fascinante—dijoMuniamientrasseaproximabanoalaestelasinoaunadelassietelámparasque,suspendidasporlargascadenas,bañabanlasalaconlaluzdesusllamas.
Enuninstante,supadreseunióaella.—¿A que sí?—se alegró él—. Desde hace veinte años no he dejado de
preguntarmeporsucombustible.—¿Quésignifica?—sesobresaltóEnguerrand.Muniasehabíaalzadodepuntillasanteunasuspensióndemetal.Apesar
delriesgodequemarse,sumergiósudedoíndiceenlacopela.—Estas lámparas son perpetuas. Acércate, hijo—lo invitó el mameluco
mientrasMuniaolisqueabasudedocubiertodeunaceitenegro.TambiénEnguerrandconstatóelfenómeno.Reconocióelolorqueloshabía
acompañadoporelcaminohastaallí.Leadmiróaquellasustanciapegajosadelaquesurgíaunamechaencendida.
—¿Sepuedenapagar?—Derramé una para observarlo —respondió Aziz señalando un rincón
sombrío—.Vedelresultado.Se aproximaron. El suelo granítico estaba surcado por trazas negras y
polvorientas.—Lallamacorrióporelsuelohastaqueelaceiteardióporcompleto.Pero
lomássorprendenteesquelacopelavolvióallenarseporsísolaenunosmeses.Acabépordescubrirelorigendelmilagro.Deltechocae,regularmente,unagotacadahora,encadaunade lascopelasymantieneelnivel.Yesodesdequeseconstruyólamastaba.
ElrostrosurcadodearrugasdeAzizseiluminócomoeldeunniñoávidodegolosinas.Sushombrossesacudieroncomosiestuvierariendopordentroytendió la mano a su esposa. Fátima se acercó sin titubear y entrelazaron susdedos.Muniaapartóuninstantelavista,incómoda.Jamáshabíaimaginadotanta
complicidad entre sus padres. Hasta aquel momento no la habían dejadotraslucir.
—Comoteheexplicadoenmásdeunaocasión,Munia—prosiguióAziz,febril—, el terremoto de nuestra noche de bodas reveló una bibliotecasubterránea.Misuegrosemostrótansorprendidocomoyoporlaexistenciadelamisma bajo su vivienda y aceptó sin reservas que le consagrara tanto tiempocomo deseara. Allí descubrí una gran cantidad de estuches cilíndricos de orodecoradosconjeroglíficos.Cadaunodeellospreservabavariosrollosdepapirosfirmados por Imhotep, escriba, arquitecto y gran visir del faraón Zoser de ladinastíaIII.
—También yome convencí, al igual quemimadre, de la importancia deaquel descubrimiento. Los dioses querían ayudar a nuestro linaje —añadióFátima,radiante.
—Hubo uno que despertó mi curiosidad —prosiguió Aziz—, Unmanuscrito de veintiséis pulgadas por cincuenta y cuatro, recubierto de unacaligrafía diferente.Visiblementemuchomás antiguo, estaba firmado con trespirámidesdecoradasconcifrasyglifos.
—Lasigladelasdamajuanaspiramidales—exclamóMunia.—Exacto—corroboróAzizconentusiasmo—.Yaves,hija,desdeentonces,
incapaz de descifrar la caligrafía delmanuscrito a pesar de ser hierática, peroconvencido de poseer una prueba del paso de los gigantes por Egipto, decidíbuscar otras trazas de esos signos.Acabé por descubrirlas de nuevo dibujadasentre otras, disimuladas, en los planos de un palacio, sin indicación de lugar,fechanidestinatario.Busquéesepalaciodurantedoceañosyhabíaperdidoyatodaesperanzadehallarlocuandounacasualidad...
—...olavoluntaddivina—lointerrumpióFátima.Azizlediounaspalmaditassobrelamanoqueaúnlesosteníaconternuray
fervor.—Sí, sí. Sin duda. Sea lo que sea, tuve la oportunidad de examinar los
planos de la necrópolis de los califas, conservados en la biblioteca de laciudadela, para elegir el emplazamientomás conveniente donde construir unanuevamezquita.Keït Bey conocemi afición por la astrología y desea que sufuturatumbaestécoronadaporunfirmamentoadaptadoasutemperamento.
Azizagitólosdedosdesumanolibrecomosiquisieraolvidaresadigresión
conaquelsimplegesto.—Enel planogeneral de la necrópolis figuraba comoanejo, por error, el
censodelostemplosdeHeliópolisbajoelreinadodeAlejandroMagno.Elrey,antes de desmembrar aquellas construcciones antiguas para dar prestigio a laciudad que estaba haciendo construir, deseó conservar algunos restos. Elgeómetraqueredactóeseinventariodeloslugaresautorizóelpillajeyconsignóescrupulosamente los antiguos trazados de los templos y el contenido de losmismos.Unúnicopalacio quedó intacto, del que trazó los planos sin darmásdetallequeunsímboloegipcio,minúsculo,enunadesusestancias.
—¿Sokar?—exclamóMunia.UnvelodeorgullocubriólamiradadeAziz.—Sí,sí,lohasadivinado.—¿QuéesSokar?—preguntóEnguerrand.—UndiosdelamitologíaaquienseconfiabalafuncióndesepararelBa
delKa—explicóFátima.Ante la mueca de incomprensión de su esposo, Munia se afanó en
traducírselo.—En lenguaje cristiano equivaldría a separar el alma del cuerpo tras la
muertefísica.Representadoporuncuerpomomificadoconcabezadehalcónydepielverde,parasimbolizarlaresurrección,Sokareraeldiosdelasnecrópolis.
—Al saber que Heliópolis fue renovada bajo el reinado de Zoser porImhotep,deinmediatocomparéeseplanoconelquehabíahalladoenMenfisyque llevaba su firma.Laconfiguracióndeambospalacios era idéntica.Enesaocasión,nohabíadudaposible.Ahíestabalallavedelenigma.Trasdesalojarlodelosmiserablesqueloocupaban,ordenéconstruirunmuroalrededor,cerradopor una puerta y así, seguro de que estaría tranquilo, emprendí misinvestigaciones.Ésteeselresultado.
—¿Porquénuncamehablastedeello?—lereprochóMuniaconunmohínde enfado, añorando de repente las horas y horas de exploración y decomplicidad.
—Yosoylaúnicaresponsable—seexcusóFátima—.Lasimplevisióndelmapadetupadreteemocionaba.Meneguéaquetetrastornaraoteinfluenciaraaúnmás.Queríaquetudestinotedieraalcanceynoqueteanticiparasaél.Una
búsquedaalocadaconduceamenudoaerroresdejuicio.Sihubierassabidoquetu hijo debía nacer de un cristiano, ¿no te habrías casado con ese señor deLuirieuxcomounmalnecesarioenlugardedejarquetucorazóntellevarahaciaEnguerrand?
Muniaasintió.Sumadredecíalaverdad.Aziz condujo a su esposa hacia un corredor de dimensiones cuadradas,
situadoamediaalturadelmuroyapenassuficienteparapermitirelpasodeunapersonaacuatropatas.
—Venid—dijoconunaampliasonrisa.Alfinaldeaqueltúneloscuroyexcavadoenformadeembudoquepronto
losobligóatrepar,Azizaccionóunmecanismoinvisible.Hallarloloobligóensu momento a numerosas y breves apneas puesto que el aire se rarificabarápidamente en el conducto. Si, en algún momento en el pasado, se hubieradejadovencerporlaimpaciencia,habríamuertoasfixiadoenlagaleríaantesdepoder retroceder. Como en todas sus visitas precedentes, atravesó aliviado laexiguaaberturaqueaparecióen la roca; luegoayudóasuesposayasuhijaadeslizarse por la misma. Con la frente perlada de sudor y a pesar de susobrecogimiento, Munia tuvo que apoyarse en el muro para recuperarse delvahídomomentáneomientrasaparecíaEnguerrand.
—Inspiradlentamente—aconsejóAzizantelapalidezdesusrostros—.Eltiemposuficienteparaabrirlosojosymaravillaros.
Iluminadaigualmenteconlámparasperpetuas,lacriptarectangularformadapormegalitoshastasutechonoposeíaaprimeravistamássalidaquelagaleríaatravésdelaqueacababandeprofanarla.Teníaunosdocemetrosdealtura,treintadelongitudydieciochodeancho.Cercadelosmuroshabíacopelasdecristalderocas;unosjarronesaltosdecuelloestrechohechosdediorita;otros,redondos,con las asas y el vientre excavados en un solo bloque de basalto; objetos detodoslostamañosenformaderuedaodepirámidetalladosenesquisto,tanfinosque eran translúcidos a la luz de las velas. Una estela acogía un inmensoescarabajo pectoral con las alas desplegadas, símbolo del renacimiento. Otrasdos,unajuntoalaotra,estatuasdeOsirisydeIsis.Pordoquierhabíacanastasde junco trenzado en las que aún se adivinaban los alimentos que habíancontenido. No fueron sin embargo esas riquezas destinadas a acompañar aldifuntoalmásalláloquecolmaronlasexpectativasdeEnguerrandydeMunia,sinoelsarcófagodemásdecincometrosdelongitudquereposabaenelcentro
de lasala.Eradedioritaesculpidaensuperímetroconpequeñaspirámidesdepandeoro,ynopodíacontenermásqueaunode losgigantes llegadosde lasTierrasAltasatravésdelosríosencantados.
H
Capítulo20
uchang accedió al palacio abandonadounosminutos antes de su llegada,impacientepordescubrirpor finquéocultabaAzizbenSalek,y a lavez
por ajustarle las cuentas aMunia. Sorprendido ante el hecho de que el grupoguiadoporAzizevolucionaraaoscuras,losdejórecorrerlassalasylossiguiódecerca,descalzoparanoalertarlos.
«Así también yo me deslizaré en el pasadizo secreto y los cazaré porsorpresa.»
Parasudesgracia,noalcanzóaverquémecanismoaccionabaAziz.Enellapsodetiempoquetardóenllegara laalturadelaescalerapor laquehabíandescendido los cuatro, la losa estaba de nuevo en su lugar original. Habríapodidoocultarseenlasombrayatraparloscuandovolvieranasubir,perotemíaque la oscuridad echara a perder sus planes. Si uno de ellos le hacía unajugarreta,severíaobligadoacortarleelpasoconsucimitarra.
Huchangnoeraunasesino.Matarsóloleprocurabaplacersisetratabadeunenemigo.Y,aunquehubieraprometidoaCemcastigaralatraidora,noteníarazones para matar a los otros. Una vez hubiera averiguado la verdad,recuperado el antídoto de la bruja y degollado aMunia, los encerraría en undesván, cerraría la puerta a cal y canto y se daría a la fuga. Los prisionerosacabaríanporliberarsedeunamanerauotra,peroparaentoncesHuchangyalesllevaríasuficienteventajaparallegaralpuertoyembarcarseenelprimerbarcoquelargaraamarras.
Volvióalpatiointerior.SilaluzdelalunaerasuficienteparaidentificaraMuniaentreelreducidogrupo,lasarcadascimbradasquecomponíanelclaustrodel palacio estaban a oscuras debido a la sombra que proyectaba el voladizo.Armado con un puñal curvado, se arrimó al muro adyacente a la puerta de
entraday,confiandoensuplan,aguardóasupresa.Tuvoqueponerapruebasupacienciadurantemuchashoras.Sinembargo,
pensarenCemlellevóanodesfallecer.Cuandohastaélllegóporfinunruidodepasosrepercutidoporelvolumen
delasestanciasvacías,estabalisto.Consusmentesaúnenturbiadasporcuantoacababandecompartir,Azizno
observóquelapuertadedoblebatientequedabaalexteriorquehabíacerradoalllegarestabaahoraentreabierta.CruzóelumbralsinrecelardeelloyFátimalosiguió.
Muniaibaacontinuación.Sólohabíadadounpasocuando lanzóungritode sorpresa.Agarrada sin
contemplacionesporlamanolibredeHuchang,sehallóderepentedeespaldascontraeltorsorobustodelturco,conelfilodelpuñalalcuello.Antesinclusodeque sus padres se hubieranvuelto hacia ella, temiendoquehubiera tropezado,Enguerrandsalióydescubriólatrampa.
Laprimeraimpresiónquetodossellevaronfuequeestabansiendovíctimasdel ataque de unos de losmiserables que habitaban las ruinas.Aunque fuerannumerosos,raravezmatabansipodíanrobaralgoconloquealimentarse.NoeralaprimeravezqueAzizselasveíaconellosenHeliópolis.
—Estacasaestávacía,amigo,perotedaremossindiscutircuantollevamosenlosbolsillos.Suéltala—ledijoAzizconcalma.
—Nocreoqueesoseaposible.Tuhijayyotenemosunacuentapendiente.Lanzalejostuespada,caballerodeSassenage,olerebanaréelcuello.
Muniatragósaliva,aterrorizada.—Huchang—murmuróconvozapagadaalreconocerderepenteeltimbre
roncoquetantohabíaoídojuntoaCem.Enguerrandpalideció.Sinoseobrabaunmilagro,Muniaestabaperdida.Obedecióyextendiólosbrazosenseñaldesumisión.—¿Eres de la guardia del príncipe Cem, verdad?—preguntó para ganar
tiempo,tiempoparapensar,paraqueseleocurrieraunaidea.Fátimasellevólospuñosfrentealabocaparaahogarungritodeangustia.
Incluso Aziz perdió su serenidad. Empujando a Munia frente a él, el turco
avanzóunpasoparasalirdelassombras.—Estásbien informado.Asíque tambiéndebes saber las razonesqueme
han llevado a abandonar a mi príncipe. Estoy aquí para recuperar lo que fuerobado.
—¿Yluego?—insistióEnguerrand.—Memarcharé.—Enlafalda—dijoMuniacasisinalientopueselfilodelpuñallecortaba
levementebajoelmentónalzado—.Ladamajuanaquebuscasestáenunabolsaquellevocolgadaalacintura.Apártateyteladaré.
Huchangserió.—¿Para que desaparezcas ahí adentro?No,Munia, he pasado demasiado
tiempopersiguiéndote.Tú—dijo,señalandoaFátimaconunmovimientodesumandíbulaangulosa—,acércate.
Paralizadaporlaangustia,éstaascendiólostrespeldañosparaponersealaalturadeHuchang.
—Cógelaymuéstralabienalta,quepuedaversisetratadelamisma.Fátimaobedeció.Unossegundosmástarde,ladamajuanapiramidalgiraba
entre sus dedos a la luz de la luna. Huchang asintió con la cabeza, aliviado.Aquellapécoranoselahabíavendidonilahabíaconsumido.
Lacogió con sumano librey, aflojando ligeramente la tenazade suhojacurvada,selametióbajolacamisa,alaalturadelcorazón.
—Munia ya no es la esposa de Cem sino la mía. Suéltala —exigióEnguerrand.
Huchangnoloescuchaba.—¿Porquélarobaste?—preguntó—.¿Noerasuficientequevendierasatu
marido a los hospitalarios, que además tenías que condenarlo robándole esteantídoto?¿Dequérazaeres,ramera?
—Noesloquecrees,Huchang.Noteníaelección—sedefendióella.—Uno siempre tiene elección. Venga, los demás id avanzando. Ahí a la
izquierdadelpatiohayunabodega.Osquedaréisahíalfrescoparaqueyopuedahuir—exigió.
Al comprender que no tenía más remedio que obedecer, Aziz se volvió
haciaellugarindicado.Elturcoconocíaelterreno.Seguramentefueseélquienrompieralacerraduradelapuertadeentrada.
Mientras Enguerrand y Fátima se reunían con él cerca del anejo, unapequeñaedificaciónbajaqueantañodebiódeserutilizadacomocisternaparaelaceite,Muniasusurró:
—Ignoraba la importancia que ese elixir tenía para Cem, tienes quecreerme.Sólomeinteresabaladamajuana.Esunaespeciedellavedestinadaaunmapaantiguo.
—Avanza—exigióHuchangempujándolaporelbustohacialaescalera.—Esemapallevaaunatierraolvidadaporloshombres.Cempodríareinar
allísimedierastiempoparaencontrarla—insistióMuniaenvozquedamientrasbajabanlaescalera.
—Esemapadelquehablas,¿tienerelaciónconelsecretodeestepalacio?Munianisiquierasesorprendió.Sabíaquelequedabapocotiempo.Frente
aella,alotroladodeunestanqueseco,supadreabríalapuertadelabodegay,seguido por Fátima, entraba con la esperanza de que su hija se uniera a ellosporquesuverdugoleconcedierasugracia.Enguerrand,lívidopuesnadapodíahacer sin condenar a su esposa, los observaba avanzar, ambos estrechamenteligados.
—Mipadreteloconfiarásinosperdonaslavida,amíyalniñoquellevo.Huchang seestremeció.Condenaraun inocentenoera su temperamento.
¿Cemnodesearíaaprovecharlaocasióndeconquistarunreinosifueraposible?Desgarradoporladuda,llevóasuprisioneraaunospasosdeEnguerrand,
quenosehabíamovido.—Entra—exigió.—Tedigo laverdad,Huchang.ÚneteanosotrosyCemnuncamásestará
prisionero —insistió Munia, con los ojos llenos de lágrimas ante ladesesperacióndesuesposo.
—Entra,caballero,ycierralapuerta—repitióHuchangconcalma.—No—loretóEnguerrand—.Sielladebemorirenesecasoyo...Suvozseestranguló.Huchangbajóelarma.
—Enciérralos, Munia, y vuelve conmigo. Si el secreto del subterráneoconfirmatuspalabras,teperdonarélavida.Tedoymipalabra.
Munianodudóniuninstante.Liberadadelatenazaquelaaprisionaba,selanzóhaciasuesposo.
Huchang sintió los tres impactos entre sus robustos omoplatos en elmomento en que, al volver a Munia hacia la pared en un reflejo protector,Enguerrandlaabrazó.Apesardesucorpulencia,Huchangsetambaleóalavezqueunaquemazónleatravesabaelabdomen.Guerrerohastaenlomásprofundode su alma, comprendió de inmediato que había sido alcanzado por variasflechas.
«Unaescolta,eseperrodeAzizcuentaconunaescoltaquesóloaguardabaelmomentooportunoparainterceptarme»,pensóenunafraccióndesegundo.
Había caído en una trampa. ¡Quémás daba!No era un hombre capaz demorirsindemostrarsuvalor.
Sesacósucimitarradedebajodelaganduraysediomediavueltaconelinstintodesupervivenciaanimándoleaentrarencombate.Desdelasarcadas,auncentenardepasosdeallí,tresflechassurcaronlanoche.
Laprimeraseclavóensugarganta;lasegundaensucorazón,debajodeladamajuanapiramidal;y la terceraMunia ladescubriócuandoEnguerrandcayóensusbrazos,sorprendidoporlaviolenciadelimpactoensuespalda.
Por encima de su hombro, Munia vio a Huchang caer de rodillas en sudesesperada carrera contra la muerte, y a unos individuos disfrazados demendigosquevolvíana tensarsusarcos.Enunactoreflejoactuóa lavezqueEnguerrand y ambos se lanzaron a la bodega. Apenas habían girado la llavecuando tres puntas de flecha se clavaron profundamente en el exterior delbatientecerrado.
—¡PorDios!¿Quiénessonésos?—exclamóAzizencolerizado—.¿Vienenennuestraayudaparamatarnosasuvez?Noentiendonada.
Conelalientoentrecortadoylatezverdosa,Enguerrandsesentóenelsuelode tierra en la oscuridad de la pequeña construcción, desprovista desde hacíatiempodevasijas.Undoloragudoledesgarrabaelpechoyelmenormovimientose convertía en un suplicio. A su lado, Munia lo sostenía hacia delante paraaliviarsudolor.
—Si no le hubiera dado la damajuana a Huchang —se lamentó ella,
pensandoenelpoderregenerativodelelixir.—Lacogeremosencuantosehayanmarchado—latranquilizóEnguerrand
conunavozdébilinterrumpidaporunatosviolentaquelehizoescupirsangre.Azizno sabíade laexistenciadeningúnmiserableenaquellaciudadque
fueratanbuenarquero.Losautoresdelosdisparossólopodíanformarpartedela milicia real. Convencido de ello, se precipitó a la puerta contra la quegolpeabanconloshombrosparaforzarla.
—SoyAzizbenSalek,dignatariodenuestrobienhadado sultánKeïtBey.¡Osordenoqueosretiréis!
—YyosoyelseñordeLuirieuxynadameimpediráentrar—tronóunarisasardónicaenelmomentoenquelapuertacedía,empujandoconviolenciaaAzizaunlado.
«Esunapesadilla»,pensóMunia,incrédula.Cerrólosojosunafraccióndesegundoconlaesperanzadequesedesvaneciera.Cuandovolvióaabrirlos,tressiluetasapestosasserecortabanalaluzdeunfarolqueportabaunadeellas.
Aunquetratóderetenerlocontraella,Enguerrandquisoponerseenpieparaenfrentarseasurival,sintióvértigo,perdióelconocimientoycayópesadamenteenbrazosdesuamada.Enelrincónalquehabíaidoadar,Aziztambiéntratabadeponerseenpie,heridoporlascontusionesyensuorgullo.
—¿Con qué derecho? ¿Con qué derecho?—exclamó airado ante uno deellosarmadoconunaespada,blandiendouníndiceamenazador.
Fátimagritó.Demasiadotardeparaevitarlo.LahojaleentróaAzizporelbajo vientre y lo atravesó. Alzado del suelo por la violencia del golpe, aúnsacudióeldedo,sorprendidoporelgorgoteoquebrotabadesugarganta,antesdemorirenelacto.ElhombreextrajolaespadayAzizsedesplomóasuspies.Desconcertadaporlamuerterepentina,Muniaviocómosumadreseprecipitabaentresollozosparainclinarsesobreelhombrealqueamaba.
—¡Apártatedemivista,mujer!—vociferóelasesino,ylearreóunapatadaenelabdomen.
Flanqueado por el portador del farol, Hugues de Luirieux se acercó aMunia.
—MetemoqueestaveztuamadoEnguerrandnopodrásalvarte,querida—susurróelbrazoderechodePhilibertdeMontoison,ylaasióviolentamentedela
trenza.Tiró de ella hacia delante para arrancarla de su esposo, que seguía
inconsciente,yarrastrarlahastalapuertaporlaqueyahabíasalidoelasesinodeAziz.
Decidida a proteger a su madre y a Enguerrand, al que ésta tal vezconseguiríacurar,Munianoopusoresistencia.Cruzólapuerta,tironeadaporsucuero cabelludo, arrastrando las rodillas por el suelo a pesar de la tela de sugandura,conelportadordelalinternatrasella,cuandotrasésteseoyóungritosordodevenganza.
—¡Muere,chacal!Elfaroloscilóenlamanodelhombremientraséstebramaba.—¡Suélta...!La palabra se ahogó en su garganta, cortada limpiamente por el puñal de
AzizqueFátimaacababaderecuperarantesdeabalanzarsesobresushombros.Unchorrode sangre salpicó la faldadeMuniaa laqueLuirieux,deespaldas,arrastrabaaúnhaciaelpatio.
Elhombresedesplomóylecayóelfarolquealdarenelsuelohizoqueseapagaralallamaenelinteriordesuscristales.Velozcomoelrayoymaculadadepúrpurabajoelpálidoresplandordelaluna,Fátimasaltóporencimadeélyselanzóhaciadelante.Aprovechandoelefectosorpresadesuimprobablerebelión,cortó la cabellera de su hija para liberarla de su yugo y se abalanzó sobreLuirieux,queacababadedarselavuelta.
Luirieuxevitóelgolpemortal,peronoFátima.Desequilibradaalesquivarlasucontrincante, cayóhaciadelante sobre lapuntade laespadaque,volviendosobresuspasos,elprimerhombreledestinaba.
Esta vez el desamparo hizo mella en Munia. Estallando en sollozos, searrastróhastaelcuerpoqueseestremecía,aunospasosdelcadáveracribilladodeflechasdeHuchang.
—El...mensajero...del...destino...—fueronlasúltimaspalabrasdeFátimaenbrazosdesuhija,comounaexcusaasuabsurdogesto.
Elpreciodelafatalidad.
M
Capítulo21
ásalláde lasmurallasdelcastillodeSaint-André-de-Royansdondefueacogidocalurosamente,amanecíasobreelvalledelIsèrecubiertoporla
niebla.Con los primeros rayosdel sol, daría paso a la canícula, comoendíasprecedentes. Aymar de Grolée había aguardado aquel instante durante toda lanoche.Elsueñotanesperadolavísperatrasunaalegrecenaseesfumóencuantopusolacabezasobreelcojín.
Alconstatarquenopodríadormirse,se levantóde lacama,sevistióysedejó caer en un sillón a la luz de un rayo de luna, dejando vagar suspensamientos.Seadormecióvariasvecesperovolvíaadespertarseconelmismosentimientodeurgencia.Deangustia.¿Noibaallegardemasiadotarde?
Con la frente pegada contra elmontante de piedra que dividía en dos laventana,abierta,desuhabitación,elseñordeBressieuxinspiróelairecargadodehumedadydelperfumetibiodelpanalsalirdelhorno.Hacíamuchoratoquelapanetería,queadivinabaquesehallabaasuderechacuatroplantasmásabajo,bullíadeanimación.Hastaélascendíanconversacionesyrisasqueprefigurabanuna alegre jornada. Su tripa hizo ruido. No tenía tiempo para desayunar. Lospaneterosnolenegaríanunarebanadadepan.
Apartándosedelventanal,cogiódeunasillasutalabarteyseloabrochóala cintura, enfundó su espada, tan a menudo enrojecida con la sangre de losenemigosdeldifuntoreyLuisXI,ycontemplósureflejoenunespejocolgadodelapared.
Ofrecíaunaspectoaltivo,conelbustoenelqueapenashabíaseñalesdesuedad,lospárpadoscaídossobresusojosgrisessubrayadosporprofundasojeras,suespesacabelleracanosaquecaíasobresushombrosmacizosybarríaconunflequillocortolafrentesurcadaporarrugasmarcadasporlasbatallasyloslabios
firmesporsudeterminación.—Enmarcha—dijoenvozaltallevandosupuñoalarma—,hallegadola
hora.Porfin.Menos de media hora más tarde, provisto de un bastón con la punta
carbonizadaytresantorchasfijadasenlaprolongacióndesusilla,conunsacoqueconteníaunyesquero,ramitassecasyunbotellenodepezparaencenderlas,una alforja conmedia hogaza de pan fresco y una cantimplora llena, cruzó elpuentelevadizosindespedirsedesusanfitriones,queaúndormían,yalosquelanocheanteshabíasaludadoyprevenidodesusintenciones.
CuandoAymardeGroléepenetróenelsubterráneoenplenocorazóndelasruinasdelbosquedeCoulmes,consuprimeraantorchaencendidaenlamanoylasotrascolgandodesucintura,estabadispuestoamorirantesquepermitirqueJeannedeCommierssufrieradañoalguno.
Ellahabíaperdidolanocióndeldíaydelanoche.Conlasmuñecasatadas
conunacuerdadecáñamoligadaasuvezaunaanilladehierroquecolgabadelapared,JeannedeCommiersapenaspodíadarunospasosparasentarse,dormirsobre un jergón apestoso y mantenerse alejada de sus propios excrementos.Marthe le llevaba regularmente una escudilla de gachas y otra de agua, yúnicamente en esas ocasiones le desataba las manos para comer y hacer susnecesidades.
Unanimalenjauladohubierarecibidomejortrato.Enlagrutaqueservíadeguaridaalaharpía,unalámparaperpetuaenuna
copela colgada del techo rocoso por una cadena daba luz, pero no calor. Lahumedadyelfríohabíancomenzadoahacermellaenlosdedosdelospiesdelaprisionera,queseveíaobligadaarestregarlossobreelsuelorugosohastasangrarparacalmarelescozor.
—Acabemos de una vez, mátame —suplicó en la última aparición deMarthe,unosminutosantes.
Laharpíaledirigióunamiradatorvayseencogiódehombros.
—Le he dado mi palabra a tu marido de que te mantendría con vida,querida.¿Porquénoibaacumplirla?
Demacrada en extremo, Jeanne ya no tenía fuerzas para rebelarse. Losprimeros días lo había intentado. En cuanto semarchaba la harpía, trataba deroer sus ataduras, se retorcía en todos los sentidos para tratar de aflojarlas, ogritaba pidiendo ayuda. Pero no había logrado nada. Sólo había conseguidohacerse profundos cortes en su carne que, al no poder ser curados, se habíanvueltopurulentos.Todaellaestabaherida.Físicaymoralmente.Yamerceddeloscaprichosdesucarcelera.
Sin embargo,Marthe no abusaba de ello, contrariamente a lo que Jeannetemiócuandolaatrapótraselmuro,enelmomentoenqueporfinsedisponíaaentrarenlaBâtie.Martheleretorciólosantebrazoscontralosriñones,conunafuerzademencial.Jeanneaullódedolor.Ydedesesperación.Ysedejóarrastrar,con lamirada clavada en aquella paredmóvil que nadie había hecho deslizarparasalvarla.
Yanoesperabaningúnmilagrodesdehacíamuchotiempo.Tiempo.Aquellapalabrayanoteníasentidoniconsistencia.Habíallevado
uncalendarioefímero,sumandolosperíodoscomprendidosentreelmomentoenquesedespertabaycuandoconseguíadormirse.Alcabodediez,debilitada,sedio cuenta de que sin duda dormía más de lo necesario para conservar lacoherenciaconlarealidad.Sucedíalomismoconsuscomidas.Noteníaningunareferencia.LeparecíaqueMartheselasllevabaaltuntún,puesavecessemoríade hambre hasta el extremo de abalanzarse sobre la infecta comida como unperrosobreunhuesopodrido.
Variasveceslepreguntó:—¿Quédíaeshoy?—Quémásda—lerespondiócruelmenteMarthe.Tampocohabíaaceptadohablarledelossuyos.Laúnicarevelaciónquela
harpíahabíaconsentido,eldetalledelamuertedeClaudineelinviernoanterior,sólosirvióparadesmoralizarlaaúnmás.
—Nolarecuerdo—mintióJeanneserenandosuvoz,negándoseadesvelarloquesentía.
—Peorparati.Tuhijaeraunrayodesolenlacasa—leespetóMarthe,abuensegurodecepcionadapornohaberobtenidoelresultadoesperado.
Encuantosemarchó,liberandoensupenaelpesodesucautiverio,Jeannesetumbóensujergónconlacertezaque,apesardesusvisionesdeantaño,yanolaabandonaba:jamásvolveríaaverasusseresqueridos.
Aunquenodispusieradeunplanoqueloguiara,AymardeGroléepensaba
al igual que Jacques de Sassenage que el subterráneo que partía de Coulmesllegaba a la abadía real pasando por Saint-André-en-Royans. Las cuatrofortalezas, Rochechinard, Saint-André, La Bâtie y Saint-Just estaban unidasentre sí. Cuando se halló frente a la primera intersección, dudó durante unossegundos. ¿Debía girar a la izquierda en dirección a La Bâtie o proseguir enlínearectahastalaabadíapararetomarelitinerarioseguidoporJeannealhuirdelamisma?SiMarthe lamanteníacautivabajo tierra,hipótesisqueconsiderabamás verosímil, era muy probable que fuera cerca del castillo para su propiacomodidad.Asiendoelbastóntiznado,trazóunacruzenelmuroderechodelagaleríade salidaparahallar sindificultadel caminoa su regresoydirigió suspasoshaciaLaBâtie.Siempreestaríaatiempo,sinohallabaaJeanne,devolverhaciaatrás.
—Buenos días tengáis, amiga mía —exclamó Philibert de Montoison
forzandosinanunciarselapuertadelahabitacióndePhilippine.Despreciando lasmínimas reglas de urbanidad, el caballero se sentó a la
mesa frentea la jovenzuelaanteeldesayunoqueAlgondeacababadeserviryquesedisponíaacompartirconella.
—Déjanosasolas—ordenóalacamareraconsuficiencia.—Quédate—objetóPhilippine,conelceñofruncidoporlacólera.Philibertmiródesvergonzadamenteelbustodesuprometida,tensoalotro
ladodelamesabajosucamisón.—Nonecesitounadamadecompañía.—¡Niyouncerdo!Philippineselevantótanbruscamentequelamesasetambaleó.Elcaldode
gallinahumeantebailóensuescudilla.Algonde, inmóvilcercadelacamaque
acababadeairear,laadivinódispuestaaarrojárseloaPhilibert.—¿Quién os habéis creído que sois para aparecer de estamanera a estas
horas?Philibert no se sintió interpelado por la indignación de Philippine. Cogió
despreocupadamenteunasbayasdesaúcodeunacopela,selasllevóalabocaylasmordióparainundarsupaladardeljugonegroantesdetragárselas.
—Vuestrofuturoesposo.Sentaos,Hélène.Tenemosquehablar.—Cuandoamímeplazca—exclamóPhilippinecruzandolosbrazossobre
supecho.Philibertadoptóuntonoguasón.—Sentaos, os digo. Tengo ante mí el espectáculo de vuestras piernas a
contraluzynodesearíaquevuestrasirvientaseescandalizara.Al darse cuenta de que daba la espalda al ventanal inundado por el sol,
Philippinesedejócaerenlasilla,ruborizada.—Osodio—gruñóella,conunamiradatorva.—Mejor.Meaburriríasiamiladoosvolvieraisremilgada.VolvióelmentónhaciaAlgonde.—Vuestraseñoranotienequetemerporsuvirtud.Salid.—Notengoqueobedecervuestrasórdenes,señor.—Aún no, eso es cierto. Pero sería una lástima queme contradijerais si
esperáisconservarvuestropuestoaldíasiguientedelaboda.Marchaos.Pocoimpresionadaporsusamenazas,Algondenosemovió.—¿Medaisvuestrapalabra,señor?—lofulminóPhilippine.—Siesoostranquiliza...—Vete—ledijoaAlgonde—.Peronotealejes.Algondecruzólahabitaciónhacialapuertaqueuníasuapartamentoconel
dePhilippineylacruzóperoenlugardecerrarla,ladejóabiertadeparenpar.SielseñordeMontoisonosaratocarla,Philippinegritaría.
ElamadecríaqueseocupabadeEloracuandoAlgondeteníaquetrabajarocomparecía en sociedad estaba bañando a la criatura en el pequeño aseo. Unplacer del que Algonde se veía por lo general privada. Tumbada de espaldassobre un cañizo extendido sobre la cubeta que su madre utilizaba para susabluciones,Elorabalbucíaygesticulababajolaesponja,visiblementesatisfechaconelaguaperfumadaquesedeslizabasobresupiel.Coneloídoatentoaloquesucedíaenlahabitacióncontigua,Algondelediounsonorobesoenelombligo,debajode lapequeñamanchaovoideyoscuraquesuhija teníaenelesternón,como un discreto recordatorio del veneno de la serpiente en el que se habíadesarrollado. Una risa ligera resonó en sus oídos. A Elora, muy mimosa, leencantaba.
—Dejad eso, Bernaude, ya acabo yo—dijo al ama de cría rechoncha yjovialalzandolacabeza.
Erasindudalaúnicaenpalacioque,porapegoespontáneoa lachiquilla,nomanifestabaanimosidadantelosprivilegiosdelosqueAlgondedisfrutaba.
—Porsupuesto—seinclinócediéndoleelrelevo.Algondeaclarólaesponjaenelcubodeaguaysintióunpocodetibiezaen
susdedos.—Brrrrrrrr—cantaban los pucheros deElora, cuyos ojos verdes como el
aguamirabanávidosasumadre.—Siqueréismiparecer,Algonde,deberíaisocuparosdeellamásamenudo.
Osechaenfalta—afirmóBernaudedirigiéndosealhogarparalimpiarlo.Philippine se almidonó con su frialdad y ni siquiera tocó la comida que,
indiferente ante su cólera, Philibert había comenzado a catar cortándoledefinitivamenteelapetito.
—Osescucho.—La fecha de nuestra boda se ha fijado a finales de este mes. El
veinticinco,paraserprecisos.Philippinetragósaliva.¿Acasosupadrenolehabíaprometidodemorarla
bodatantotiempocomofueraposible?—Habráqueversiamímeconviene,puestoquenohesidoconsultada—
sedefendióconaltivez.Philibertseencogiódehombros.—Seráporquenoeranecesario.Eseldíademianiversarioymepareció
muy indicado.Y no vengáis con excusas, puesto que ya se han publicado lasamonestaciones.
Philippinepalideció.—Nome creo quemi padre haya tomado esa decisión sin hablar de ello
conmigo.—Creoquenohatenidootraelección,querida.UnarisacortaysecarasgóloslabiosapretadosdeiradePhilippine.—Los Sassenage no son de una estirpe a la que intimiden las amenazas.
¿Nooshedadoyapruebadeello?Philibertlamiróconinsistencia,regocijándoseenelpoderqueleotorgaban
lasrevelacionesdeMarthe.Entreambos,desprendiendosuolorcillo,elcaldoseenfriabaenelbol,sinqueningunoloprobara.
—Os lo concedo. Sin embargo, hay un hecho que ignoráis, el cual, situvieraisconocimiento,cambiaríavuestramanerademirarme.
Visiblementeairada,Philippinesepusoenpiedeunsalto.Con lospuñosapretados,seapartólobastantedelaventanaydeélparavociferar.
—Vuestrosmodales,vuestroaspecto,inclusovuestroaliento,¡todoenvosme repugna! ¡Al diablo las amonestaciones, vuestras presiones, vuestrasuficiencia!Noosquiero,nihoyninunca, ¡ymecortaré lasvenas lamañanamismadenuestrabodaantesquetenerquesoportarostodalavida!
Philibert permaneció frío como elmármol.Desde que supo el afecto quePhilippinesentíaporCem,esperabaaquelgirodelasituación.¿Acasonohabíaidoaquellamañanamismaaprovocarlo?
También él se puso en pie. Temerosa de que se abalanzara sobre ella,PhilippineretrocedióendirecciónalosapartamentosdeAlgonde.Contraloquecabía imaginar, empero, Philibert de Montoison se enjugó los labios,ennegrecidosporeljugodelasbayasquehabíapicoteadodespreocupadamentedurantesudiscusión,yseinclinóparadespedirse.
Alllegaralapuertaquedabaalpasillo,sevolvióhaciaella,desconcertada.
—Oscasaréisconmigodentrodepocomásdetressemanas,Hélène,ymesoportaréistantotiempocomoyoviva.Silodudáis,pedidleavuestropadrequeoshabledeJeannedeCommiers,vuestramadresupuestamentedifunta.
—¿Quénuevamentira innobleoshabéis sacadode lamanga?—exclamóellaconmásdesprecioaún.
—Noesningunamentira, sino laverdad.Deeso se trata,Hélène...De laverdad.
Conlosbrazoscolgandotrassurebeliónabortada,Philippinesequedóallípasmadamirandohacialapuertaquesecerraba.
AymardeGroléecaminabadesdehacíamásdeunahora,oasílepareció,
cuando el túnel principal que había recorrido a paso rápido se dividió en tresgaleríasmásestrechas.Atodasluces,cadaunadeellasconducíaalcastillodeLaBâtieajuzgarporlasnumerosassalidasqueJacquesdeSassenagecontócuandoseampliólafortaleza.
—¿Cuáldeellastomaste,Jeanne?—murmuróparasímismobarriendolasentradasconlaantorcha.
Ningúnsignodeella,enningunaparte,hastaentonces.Cerró losojos, searmódelógicayoptóporladelmedio,lamásancha.Unosminutosmástarde,halló ante sí una nueva intersección.Marcó con una cruz la galería de la queprocedíaygiróaladerecha.Alllegaralfinal,retrocedió,repitiólamarcaenlapared,estavezuntriángulo,ytomóelotropasadizoigualmentesinéxito.
Apartirdeaquelmomentosuexploraciónsevolvíamáscompleja.Sinembargo,estabapreparadoparaello.Retrocedióhastalaprimerabifurcaciónyserascólacabeza.Quedabandos
galerías de granito por explorar. ¿También se dividirían? ¿Cuántas salidastendrían?
PuestoqueJeannenohabíatomadoladelmedio,urgíaafrontarlasituaciónde otra manera. Volver hacia atrás. Marthe y ella debieron de cruzarse.Forzosamente,aquellanoche,enlaqueunasedirigíahacialaabadíaylaotralaabandonabaalaúnicaluzde...¿unacandela?¿Unavela?¿Uncirio?Aymarnorecordabahabersepercatadodeladesaparicióndeunaantorchaenelmurodela
cripta.Asípues,debíadetratarsedealgoquefuerafácildeapagaraloírpasos.¿JeannehabíaintentadohuirdeMarthe?Sitalfueraelcaso,debiódeavanzaraoscurasrozandolasparedesparamantenerunpuntodereferencia.Aladerecha.Forzosamente. Decidido, enfiló resueltamente el pasadizo que, a un lado,prolongabaelmurodelprecedente.
Recuperada de su estupor, Philippine se precipitó a la habitación de
Algonde.Inclinadasobrelacama,éstaacababadevestiraEloraquebalbucíadefelicidad.
Enpocaspalabras,PhilippineleresumiólasituaciónylasinsinuacionesdePhilibertacercadesumadre.
—No puedo creerlo y, sin embargo, mi padre tendrá que explicarme lasrazonesquelehanllevadoaceder.
—Hoyserádifícil...El rostro dePhilippine se ensombreció aúnmás, a pesar de que se había
despertadomuy alegre ante la perspectiva de acompañar a Cem al pueblo deAuberives-en-Royans. Tras alabar insistentemente los extraordinarios caballosdeuncriadordel lugar,Louishabíaacabadoporconvenceralpríncipede ir ajuzgarlosobreelterreno.JacquesdeSassenagepropusounacomidacampestreaorillas del río y todos en el castillo, incluida Marthe, se hallaban en aquelmomentoocupadospreparándoseparalaocasión.
—Quémásda,por el caminohallaré laocasióndehablar a solas conmipadreunosminutos—decidióPhilippinemordiéndoselauñadelpulgar.
Sintióunescalofrío.La víspera, como cada día al acabar los festejos, Cem y Philippine se
cruzaronunatiernacartaatravésdeNasuhyAlgonde.Tras cubrirla de cumplidos y reafirmar su amor, el príncipe le explicó su
conversaciónconGuydeBlanchefortylasconclusionesalasquehabíallegado:«Conservadlaesperanza,amadamía.Ahoramitierrayaesvuestra.Noquierocreerquenuestrosdioses,llamadosaunirse,rechacenloquenuestroscorazonesaguardanensecreto»,concluyóantesdesellarla.
Tres semanas era muy poco tiempo para esperar una respuesta del gran
maestredelaOrdendelosHospitalarios.—Ven—dijo,mientrasAlgondeconfiabadenuevoaEloraalamadecría
—,tengoquevestirme.SiesaratadeMontoisonseimaginaqueserésuesposaafinal de mes, ya puede esperar sentado. Nadie me forzará a ello, ¿me oyes,Algonde?¡Nadie!Yaúnmenosunfantasmadelpasado.
El corazón de Aymar dio un brinco cuando, al pie de la cincuentena de
peldaños al final de la galería, las llamas de su antorcha iluminaron unapalmatoria caída en el suelo. Se precipitó a recogerla.Había acertado. Jeannehabía pasado por allí. ¿La abandonó antes de salir? Por un instante tuvo latentacióndeaccionarelmecanismoparaverificarellugardondesehallaba,perolo juzgó demasiado arriesgado. ¿Y si tuviera lamala suerte de ir a parar a lahabitacióndeMarthe?¿ComoJeanneaquellanoche?Unescalofríolerecorriólaespina dorsal. «Tan cerca del objetivo», pensó. Se hallaba tan cerca delobjetivo...Sobreponiéndoseaaquelabsurdo,searrodillóparailuminarelsueloconeltrémuloresplandordesuantorcha.Habíahuellasenelpolvo.
Recuperandoporinstintosusaptitudesguerreras,prontodedujolosucedidoyretrocedió.Estavez,sindudar.Rascandoelsueloconelextremodeunavelaparadejarunrastrobrillantemientraslaarrastraban,JeannedeCommiershabíatejidounhilodeAriadnaconlaesperanzadequealguienlosiguiera.
F
Capítulo22
uelapestilenciaenúltimoextremoloqueguiósuspasos.Delocontrario,jamáshubieradescubiertoaquellaaberturaa laalturade las rodillasenel
muro diestro del subterráneo. Un poco más adelante, los restos de cera sedetuvieronsobre lasangre... lasangre,verosímilmente,de losdedosdeJeannerascandoelúltimoextremode lavela.Aymarhallóun fragmentode lamismaenrojecido.
Searrodillóantelaexcavación,olisqueandocomounabestiasalvaje.Sentíaelardor,elcorajeylarabiadeésta.
«Lamadriguerade algún animalquehabrámuerto», pensó al iluminar laentradaalaluzdesuantorcha.
Estuvo tentado de ponerse en pie y proseguir su camino, pero algo lodetuvo. El instinto, sin duda, del cazador avezado, del guerrero. O aquelresplandor,apenasesbozado,quedespuntabaenloaltodelaparedsiniestradeaquelcallejónsinsalida.
—Unrecodo.Setratadeunrecodo—sealegró,antesdecallarenseco.Descartado el efecto óptico, la evidencia se mostró ante él en todo su
horror.Enelotroextremo,invisible,deaquellagalería,juntoaunaextrañaluz,sedescomponíauncadáver.
Abandonólaantorchaparanoquemarse,recorrióacuatropataslaporciónrectadeltúnely,aldejaratráslabifurcación,sepusoenpie.Frenteaél,asólounospasos,unapuertaabiertacolgabadelosgoznesoxidados.Másallá,enunasala excavadaen lapropia roca,una llamadanzabaenunacopela suspendida,sobreunamesamacizacubiertadealambiques,bocales,hierbassecasypieles.Sin duda el olor procedía de estas últimas. Aymar se serenó. Era una hábilestratagema para alejar visitas inoportunas. Por lo que podía juzgar desde allí
dondesehallaba,enelfondodelagujerohabíaunatanor.Ellaboratoriosecretodeunalquimista,concluyóllevándoselamanoa laespada.Ladesenvainóconautoridad.Fueraquienfuesequienseñorearaenaquelloslugares,loobligaríaaentregareltesoroqueguardaba.
Contaldeterminaciónfranqueóelumbral,barriólaestanciaconlamiradaydescubrió la forma lamentableperovivaque, atada, estaba sentadacontra lapared,conlafrenteinclinadasobresusrodillasdobladas.
—Jeanne... —dijo, y su voz se estranguló en su garganta mientras seprecipitabahaciaella.
JeannedeCommiersalzólosojosyseleiluminaron.—Jacques, mi Jacques, me has encontrado —sollozó, al límite de sus
fuerzasydesucoraje,contraeljubóndecuero.Aymaroptópornosacarladeerror.Laestanciaestabaaoscuras,sesentíala
amenazapresente.Menospreciandolasrecomendacionesqueélmismosehabíarepetido, cortó limpiamente la cuerda por encima de las muñecas. Jeanne lasdejócaeralrededordelcuellodesusalvador.
—Sed...—gimió—,tengosed...Él no tuvo tiempode reaccionar ni de esquivarla, y JeannedeCommiers
aplastósuslabiossecoscontralossuyosparabeberdesubocatodalaesperanzaquelehabíadevuelto.
«Estábesandoasuesposo»,pensóAymar.Su corazón acalló sus escrúpulos. Sin duda sería la única ocasión en que
podríahacerlo.Abrazándolacontodassusfuerzas,ledevolvióelbeso.JacquesdeSassenageyasehallabaacaballoconPhilibertdeMontoison,
sus hijosLouis yFrançois,GuydeBlanchefort,CemyNasuh en el patio delcastillocuandoPhilippineyAlgondellegaronalosestablos.
Loscortesanosquesehabíansumadoaaquella salidahabíanmontadoyasuscaballosenjaezadosconsuscolores,quepataleaban.Algunosdeentreellos,cediendoalassúplicasdelasdamasqueibanenlitera,aguardabanaúnfrenteala escalera de la entrada antes de reunirse con los demás. Los diálogos setintabandecloqueosdesdelasportezuelasomundanidadesalpiedelaescalera,
mientras en un ininterrumpido ir y venir los criados, cargados de platos y deodres,guarnecíandeabundanciaelcarrocargadoconlacomida.
Elcénitsinnubesanunciabaundíaperfecto,apropiadoparadesnudar lostobillosdelasjovenzuelasenelaguafrescadelrío,mientraslosmúsicosylostrovadores,inspiradosporlasmusasbajoelramajefrondoso,acallaríanelcantodelospájarosenbeneficiodelarisadelasviolasylascarracas.
Cubriéndoseelrostroconlamáscaraalegredesuscongéneres,PhilippineyAlgonde, a lomos cada una de susmonturas favoritas, se unieron al grupo decabeza.
—Yasólofaltabastú,hijamía—lediolabienvenidaalegrementeJacquesdeSassenage,conambasmanossobreelpomodelasilla.
—Disculpadme, padre... Un ligero contratiempo —le dijo ella con unasonrisaantesdesaludaralosdemásconungrácilmovimientodecabeza.
—Los vapores son privilegio de las damas, querida —le respondióamablementeelgranpriordeAuvernia—.Ysonmuynaturalescuandosesabelaemociónqueprovocalafechadeunaboda.
Cemsesobresaltó,yPhilibertdeMontoisonseregodeóenelloyaproximósucaballoalsuyo.
—Contamosconvos,porsupuesto,príncipeCem...Éste,anonadado,asintióconlacabeza.—¿Cuándo?—preguntóenuntonofalsamentedesenfadado.—El veinticinco del mes en curso—afirmó Philibert de Montoison con
crueldadantesdemiraraPhilippinealosojosparaleerenlosmismoselreflejodesudolor.
Enlugardedarleeseplacer,ellaalzóelbustoyensuslabiossedibujóunamuecamaliciosa.
—Conlapestellamandoanuestraspuertas,quienaseguraqueestaráaquímañanapecadepresuntuoso.
—¡Diantre,hermana!¡Nomentéisladesgracia!—Nadamáslejosdemivoluntad,Louis,alcontrario,haceundíaradiante.
Ymásquenuncadeseovivirelpresente.¿Nosoisdelamismaopinión,padre?—A buen seguro, hija —le respondió Jacques de Sassenage cuyo
pensamientosehallabadesdeelalbajuntoaAymardeGrolée—.Vamos,demosla señal de partir si queremos disfrutar plenamente de los placeres de estaexcursión.
ConungestodelamanolediolaseñalasireDumasquien,consuescolta,estabaacargodelaseguridad.Actoseguidosonóuncuernoyloscaballerossereunieronalrededordelasliteras.
Cem se acercó a la altura del caballo de Philippine, que Philibert deMontoisonsosteníaporlabrida.
—Elfrancoesuna lenguamaravillosade laquecadadíaapreciomás losmatices,miqueridaHélène.
—¿Quéqueréisdecir?—lesonrióellaconuncentelleoensumiradaquereflejabasuirrenunciablepromesadeamarloparasiempre.
—Porejemplolapalabra«presente»...Seacualseaelsentidoqueseledé,siguesiendosiempreunobsequioquemehacevuestra«presencia»,detodos—recalcóalsaludaraPhilibertdeMontoisonconsubarbaenformadepuntadelanza.
Philippine se echó a reír. Tres semanas. Era poco, seguramente, perosuficienteparahallarelmododeliberarse.
—No podemos demorarnos, Jeanne, ¿Tendréis fuerzas para caminar?—
preguntóAymarrecuperandoelaliento.Retrasarsemás,apesardeladulzuradelinstante,significaríaconseguridad
condenarlos.—Lassacarédedondeseanecesario.Llevadme.Lejos,muylejos.Seapartódeellaylaayudóaponerseenpie.Trasecharunrápidovistazo
haciaatrás,desatólosnudosque,aunqueliberadadelaroclavadoenlapared,lemanteníanaúnlasmanosjuntas.Mientrasellaselasfrotabaparaquelasangrecircularaporsusdedoshelados,rebuscóporlaestanciayacabóporencontrarunpedazodejarradebarrorota.Lorecogióyfrotóloshilosdelacuerdacortadademasiadolimpiamenteporlahojadesuespadaylosdeshilachó.Actoseguidotiró aquel trozo al suelo, sostuvoa Jeannehasta la puertaybarrió suspisadasparaquesólolasdeJeannefueranmuyvisiblesenelpolvodelsuelo.
—Yoirédelante—dijoélcuandollegaronalrecodoqueformabalagalería.Enelmomentoenquesedisponíaaponerseacuatropatas,Jeanne,conel
rostroocultoporlapenumbra,loretuvoporelbrazo.—Sedprudente,AymardeGrolée.Sucorazóndiounbrinco.—Losabíais...—Heolvidadomuchascosasalolargodeestosaños,peronoelsaborde
losbesosdeJacques.Yalverosmásdecercaospuedoasegurarqueridoamigoque,aligualquevuestravoz,nohabéiscambiadodemasiado.
Elagachólacabeza,avergonzadoporhaberabusadodeella.—¿Porqué...—...nooshe rechazado?Soisvosquienestáisaquí,ynoél.Yahora,en
marcha.Noquieropermaneceraquíniunsegundomás.«Mástarde»,sedijoéltrepandohastalasalidadelagalería,guiadoporla
llama de la antorcha que había dejado en el subterráneo. «Más tarde, se loexplicaré.» De momento, y aunque mantuviera los sentidos alerta, Aymar deGroléedeseabaconservarensucorazónaquelinesperadopresente.
Haciamediodía,enelmismoinstanteenqueMarthedescendíadelalitera
parareunirseconlasdamasdecompañíadeSidonieenunahermosariberadelrío,AymardeGroléesentabaaJeannedeCommiersdelantedeélensusillaylanzabaasucorcelalgalope,conelcorazónlatiendocomoeldeunjovenzueloalabrazarladenuevocontraél.
El Piamonte estaba a unos diez días a caballo. Tendría tiempo deexplicárselotodo.
AunqueMuniamantuvieralosojosbienabiertosmirandoalalíneaoscura
delhorizonte,laveíaensangrentada.Inspiróaireyodado.Unavezmás.Yotra.Reprimióeldeseodelanzarsepor
laborda.Muertos.Estabantodosmuertos.Enguerrand,suamor.Aziz,supadre.Fátima,sumadre.¿Porquéellano?
Habíarecobradoelconocimientounashorasantes;sintióelbalanceobajosuspies,lellegóolorasardinayoyóelcrujirdelaarboladuraylosgraznidosdelasgaviotas.Lahabíanembarcado,inconsciente.Solaenlaoscuridaddelpañoldonde la habían encerrado, sintió quedenuevo la desolación se apoderabadeellacomounamarejadainfernal.Contuvosussollozosalverabrirsesúbitamenteuncuadradodeluzdeldíaeneltechoyoírpasosenlaescala.Munianoeradelas que admiten que su debilidad las condene. Un farol barrió la estancia eiluminóatreshombres.
—Ha llegado la hora de ajustar cuentas, Munia —anunció Hugues deLuirieux.
Suverdugoseríadespiadado,estabaseguradeello.Nodijonada.Sedejósuspenderdelasmuñecasaunaviga,apretandolasmandíbulas.Fueracualfueseel castigo que le reservara, no podría torturarla más que durante los últimosmomentosenEgipto.El látigorestallócontrasuespaldadesnuda,hastaquesedesvaneció de nuevo. Hasta que el agua salada arrojada sobre sus heridas lareanimóconunalaridodedolor.
Luego, perdió la noción de las cosas. Los tres se burlaron de ella, lahumillaronylaultrajaron.AunqueMuniayanosintiónada,puessehallabamásallá del dolor desde que la expresión en el rostro de sumadre se heló.Hastaentonces,siempresehabíapreguntadoquésignificabaaquellanocióndesangrefría de la que Enguerrand le había hablado enmás de una ocasión. Ahora lohabía comprendido. Era un desapego total de la realidad unido al instinto desupervivencia. Más fuerte que el sufrimiento, más intenso que el miedo. Uncuerpoheladoqueaguardaeldeshielocon lacertezade tenerqueatravesarelinvierno.
Aguardó,vacíadeemocionesypercepciones.Ysedetuvo.Luirieuxsequedóasolasconellayseapoyóenunacolumna,acontraluzy
bailandoalritmodelaluzdelfarolcolgadodeungancho.—Metemoquetehesubestimado.Apesardetusumisión,visiblementeno
eresdelarazadelasvencidas.Vístete.Subió de nuevo a cubierta y dejó la trampilla abierta. AMunia le llevó
tiemporecabarlasfuerzasnecesariasparasubiralpuente.Pasólamañanaentera
tratando de limpiar su cuerpo con el agua que quedaba en el fondo del cubo,ahogando el escozor de la sal apretando los dientes. Temía perder al hijo quellevabacomohabíaperdidoasupadre.Nohabíansospechadonada.Eramejorasí.Dehecho,teníalossenosmásfirmesperosuvientrenohabíacrecidoynohabíasentidodolores.Desembrollóconlosdedossuscabellosmorenosyselosrecogióenunatrenzaqueanudóconunpedazodetelaquearrancódesufalda.Serestrególacaraconlasenaguas.Afirmósumandíbula,sumiradaydecidiómostrar indiferencia en lugar de odio, pero conservar en su corazón, comountesoro, laseddevenganza.Tardeotempranoloconseguiría.Sinolamataban,aunquesepreguntaraporquénoibanahacerlo.
El barco enarbolaba bandera griega pero, en cuanto ascendió la escala,Munia comprendió que eranberberiscos.Noquiso ni pensar cómoHugues deLuirieux y sus hombres podían ser cómplices de unos piratas, pero por lasmiradaslibidinosasqueledirigieroncomprendióqueseríasujuguetedurantelatravesía.Optópornohacersemáspreguntas.
Teníaqueelegir.Enaquelinstante.Sufrirloosaltarporlaborda.Vivirtalvezomorirabuenseguro.Seagarróalaborda.Inspiródenuevo.—Noloharás.Luirieux.Ella no se volvió. Ni preguntas, ni respuestas. En realidad, le resultaba
indiferenteloquequisieraaquelhombre.Elsearrimóasuespaldaylainclinóligeramentesobrelaborda.Ellaseresistió.Elmetiósunarizentreloscabellosrizadosdeellaeinspiróelperfumedesudorysangrequesehabíaimpregnadoenellos.
—Hasta ahora había creído que te odiaba,Munia.Un odio que iba de lapuntademivergaalomáshondodemialma,comounaespadaquemehubieraempaladodesdetumarchadeRodas.Peroaúnespeor.
Aprisionósusmanosaferradasalabordaconlassuyasysearrimóconmásfuerzacontrasuespalda.
—Laverdadesquemehasenvenenadoelcorazónyquecadadíaquepasa
mepudromásporti.Lamordióenlanuca.Suavementeprimero,luegodemanerasalvaje.Con
lamiradaclavadaenelhorizonte,Munianosemovió.—No saltarás, lo sé. Somos iguales. Tenemos la misma aptitud para la
venganza.Telaheinoculadoenlasvenascomounveneno.Ynosuneatiyamí.Parasiempre.
Soltósusdedosdoloridosporlapresiónyseapartó.—Tevoyavender,Munia.ABeyazid.Correelrumordequetequierepara
suharényestádispuestoapagarunafortuna,peroyonomequedarénada.Todoseráparaelcapitándeestebarco.Todo.Exceptotú.Apartirdeahorayhastaquearribemos,eresmía.Sólomía.
La sangre fría.Ni emociones ni percepciones.Aún la sentía en ella.Unaburbujade aguaheladaen laque sólo semanteníana flote sus recuerdos.Eracuantolequedaba.
—Unacosamás.Estávivo.Unafisura.Brutal.Tragósaliva.Setambaleóuninstanteantesdeserenarse
denuevo.Mentía.—Enguerrandestávivo,Munia.Estáabordo.Durante una fracción de segundo, el deseo de arrojarse sobre él para
arrancarlelosojosladominó,peropudodominarlo.Élseechóareíralvientodeloesteque,hinchandosúbitamente lasvelas,
dioimpulsoalbarco.—Ves,sécómoconseguirte,cómorompertucoraza.Éseesmipodersobre
ti,Munia.Mivenganzaytuprisión.Elamorqueporélsientesytuodiohaciamí.
Nodecirnada.Nodejarquenadalatraicionara.Esavezeramuydifícil.Élhabíavencido.Ellasevolvióhaciaél.
—¿Quéharásconél?—¿Quiénsabe?—secarcajeó.Surostroyadeporsítorturadoporelvicioloestabatambiénesavezporla
crueldadyeldolor.Desde el castillo de popa, el capitán de los piratas, tuerto, la miraba
fijamente con su único ojo. Desgarrada a pesar de su determinación, Muniavolvióasulugar,frentealsolponiente.Teníaganasdegritar,allíyahora,hastaquedarsesinaliento.Secontentóllorandoensilenciohastaserenarsedenuevo.Enguerrandestabavivo.Ella también.Elmundono era lobastantevastoparaimpedirquevolvieranareunirseallídondesudestinolosllevara.LosAntiguosvelaríanporqueasífuera.
Extendiólosbrazos,echólacabezahaciaatrásy,reconfortadadegolpeporaquellacerteza,seechóareír.Comounaposesa.
Algunoshombres,espantados,sesantiguaron.En cuanto aHugues de Luirieux, que ascendía los peldaños de la escala
parareunirseconelcapitán,sedetuvoamirarla,comounmascaróndeproaquedesafiaraelabismo.
Losabía.Esoeralobuenodelasmentiras.Ellanoibaasaltar.
L
Capítulo23
oscaballoserandepuraraza,depelajeentreleonadoynegro,miradavivaycrin brillante. Bajo su aparente serenidad se adivinaba un temperamento
fiero.Unsimplegestoporencimadelavalladelcercadoenlugardeatraerlosloshacíaerguirlasorejasylosollaresconelorgullodeunajovenzuelaalaquehubieraquedomar.
—¿Puedo?—preguntóCemalcriador,unhombredeunostreintaaños,tanvivazcomosusanimales.
—Esunhonor,príncipe...Antes de que pudieran disuadirlo, Cem puso un pie en el travesañomás
bajo y saltó por encima del segundo con unmovimiento ágil.Cayó sobre suspies dentro del cercado. Sólo uno de los caballos retrocedió, sorprendido.Losotros se contentaron conmirarlo con lamisma actitud orgullosa.Cem avanzóhaciaelcaballoque,entre todos, lehabíacautivadoasu llegada.Decruzmásaltaquelosdemásydeproporcionesperfectas,semanteníaapartado,alaorilladelriachuelo,altivoydesdeñoso.
Majestuoso.Alversedespreciados,losotrosbajaronlatestuzyescarbaronlahierbaque
suscascosaúnnohabíanpateado.Prisionera a unos pasos de allí, entre su hermano Louis y Philibert de
Montoison, Philippine se contenía para no lanzarse a su vez. Jacques deSassenage mostró menos reservas. Y menos temeridad. Abandonando a losdemás,sereunióconCemaccediendoporlaentradaqueleabrióunpalafrenero.
Él también había elegido. Miró al animal más próximo del que Cemacariciaba entre los ojos y marchó con determinación. Cem volvió la cabeza
haciaél.—Solostúyyo—ledijoJacques—,Ahora.Cemnosehizopreguntas.Sorprendiendoalanimalqueinstintivamentelohabíareconocidocomosu
dueño, agarró la crin a la manera sarracena. Jacques también, como habíaaprendidoahacerloenaquellosúltimostiempos.Conunmismoimpulso,ambossaltaron a lomos de los animales, a pelo, y éstos comenzaron a patear deimpaciencia.
—Ahoraoslodevuelvo—gritóJacquesporencimadesuhombro.Antes incluso de que el gran prior de Auvernia, Philibert deMontoison,
Philippine y sus hermanos hubieran comprendido lo que sucedía, los caballosaguijoneados en los flancos cruzaron el curso de agua alzando una cortina degotas, saltaron la barrera que cerraba el cercadopor el otro ladoypartieron agalopetendidoendirecciónalbosque.
Jacques y Cem los detuvieron tirándoles de la crin, en un armoniosoconjunto,encuantollegaronacubiertodelosárboles.
—Tenemos poco tiempo, Cem. Blanchefort se dispone a trasladaros deRochechinard—leanuncióJacques,aquienlacarrerahabíadespeinado.
Cempalideció.—¿Cuándo?—Encuantosehayacelebradolaboda.—¿Porquélahabéisautorizado?Jacquesseencogiódehombros.—No he tenido otro remedio. De momento. Nada está decidido, Cem.
Hélène os ama. Lo único que quiero saber es hasta dónde estáis dispuesto allegarparasalvarla.
Unosminutosmás tarde, regresaron al galope y desmontaron frente a un
enfurruñadoGuydeBlanchefort.—Vamos,amigo,alegradesacara—bromeóCem—,Auncaballohayque
probarloantes,alcontrarioqueunaesposa.JacquesdeSassenageseechóareírysacóunaabultadabolsadesucintura
paralanzárselaalcriador.—Tratohecho,amigo.Porlosdos.Con la mano derecha en el corazón, Cem inclinó la cabeza en señal de
agradecimiento.—Vuestragenerosidadmeemociona,unavezmás.—Noesgenerosidad,sinoamistad.Pasándoleunbrazoporencimade loshombros, Jacques locondujohacia
Philippine que, arrastrada por sus hermanos y bajo la mirada vigilante dePhilibert,sedivertíaconlospasostorpesdeunpotrilloenunvalladoadyacente.
—¿Qué os parecen los caballos de Royan, príncipe Cem?—le preguntóella,desinteresándoseinmediatamentedelreciénnacido.
—Son el vivo retrato de su pueblo, señoritaHélène, con tan buen pelajecomocarácter.
—Entalcaso—sesonrojóPhilippine—,osdejoensucompañía.Padre,silopermitís,megustaríacabalgarconvos.
—¡Porsupuesto!DentrodepocotubodaharáquedejesLaBâtieparairalcastillodeMontoisonynosveremosprivadosdeello.
Apesardeestarfuriosaalverlotandeterminadoanteaquellaidea,aceptóelbrazoqueleofrecía.
Dejando que los demás caracolearan a la cabeza, guiados por la nuevamontura de Cem, Jacques de Sassenage cogió el portante a su lado por elcaminillosombreadoentreavellanossiguiendoelmeandrodelrío.
A distancia, delante, Philibert de Montoison y Guy de Blanchefortmantenían una conversación teológica de la que el viento les llevó algunosretazos.
«Meestádistrayendoparadarmeocasióndecomprobar loquehadicho»,pensóPhilippineencolerizada.
Sevolvióairadahaciasupadre.—Mehabéistraicionado.¿Porquémeobligáisacasarme?
—¿Tancruelcreesquesoy?—objetóJacquesconunasonrisatriste.Surabiaamainó.Bajólamirada.—¿Yquésucede?Estamañanahavenidoaanunciarmelaterriblenoticiay
ahablarmede...mimadre.Jacques movió la cabeza, molesto por la confirmación de lo que temía
desdehacíatiempo.Martheyaquelperroestabanenconnivencia.Suspiró.—Hubiera preferido decírtelo yo personalmente en el momento más
adecuado.Ellaseechóatemblarensusilla.—Pretendíaque...¡Oh,Diosmío!¿Esposible,padre?—Estáviva,sí.—Pero¿ylatumba,sorAlbranteylamadresuperiora?—Mentiras.Duranteestosseisañostodohansidomentiras.Hacemuypoco
quehesabidolaverdad.Philippine guardó silencio, consternada. Todo aquello no tenía pies ni
cabeza.SorAlbrantelasamabaaambas.Cómopudoella...Ysobretodo...—¿Porqué?—gimió frente aquel sentimientode traiciónqueocultaba la
realidad.Tomándose su tiempo pero ahorrándole detalles, Jacques de Sassenage le
explicó cuanto sabía. Sumadre amnésica, la recuperación de la memoria, lasdiabólicasarguciasdeMarthe,aquellasbenéficasdeAlgondeparaprotegerlay,finalmente,elodiosochantaje.
—Tu madre nos será devuelta sana y salva al día siguiente de tu boda,Hélène.
Laslágrimasbrotarondesusojos.—En ese caso, estoy perdida —murmuró, desgarrada por tanta
manipulaciónyporlafatalidad.Ajuzgarporlasrisasylamúsicaquellegabanhastaellos,seaproximaban
al lugar donde estaba previsto que comieran. Jacques de Sassenage atrapó labrida de lamontura de su hija y la obligó a detenerse. En sus ojos había unaprofundadeterminaciónmuydiferentedelabatimientoquehundíaaPhilippine.
—No,noloestás,Hélène.Peronopuedodecirtenadamássinponerosenpeligroatiyatumadre.Tepidoquetesometasyquemantengaslaconfianzahastaelúltimomomento,¿lohasoído?Hastaelúltimomomento.
Aquelrostroaltivotransmitíaunaenormecerteza.Supadrenuncalehabíamentido.Philippinesearmódevalor.
—Hastaelúltimomomento,loprometo.Élasintióconungestodelacabeza.—Otracosa.Guardabienesesecreto.Paratisola.Silascosasnosalieran
bien,nodeseoquetushermanosyhermanasllorenasumadreunasegundavez.¿Fuelaideadeperderlaantesdehaberlarecuperadoloqueporfinlehizo
sentirlaverdad?ElcorazóndePhilippinebrincoensupecho.Sumadreestabaviva.Cautivaperoviva.
—Laheechadodemenostantasveces—murmuróella.—Yotambién,¿sabes?Seecharona reír.Lina risa ligerade complicidad, esperanzay confianza.
Unarisaqueexpulsabadesuscorazoneslossufrimientospasados.—Yahora,vámonos.Tenemosqueseguirfingiendoanteesosmonstruos.—¿Puedo tranquilizar a Cem respecto a mi boda? No quiero que se
atormente.—Noesnecesario.Losabe.Philippine comprendió entonces elmotivode su cabalgaday recuperóde
golpesualegría.DadoquesupadreyelhombrealqueamabasehabíanaliadocontraPhilibertdeMontoisonycontraaquellaharpía,yanoteníamotivosparadudar.
«De todasmaneras,Algonde tendrá que explicarme todas esas cosas quemehaocultado»,sedijocuandosupadresealejaba.
Unos instantes después abandonaron el camino y se adentraron entre losárbolesdelbosque.Alaproximarsealrío,laescenaqueaparecióantelosojosdePhilippinefueunbálsamoparasucorazón.
Desfilando a lomos de su caballo que los otros deseaban admirar, Cemmanteníaerguido lacabeza,cubiertaconun turbante,mientrasmásalláde losmanteles extendidos sobre la hierba cubiertos de abundantes manjares, los
trovadores en pie sobre pequeños islotes de guijarros respondían con susinstrumentosalaolademurmullos.
Enmediodeellos,Algondecantabaconvozpurayhechizante.El día se alargó apaciblemente a la sombra de los árboles. El vino y la
cerveza refrescados en la corriente del río hicieron que las nucas descansaransobre los brazos doblados tan pronto acabó el festín.Losmúsicos, arrastradospor algunosvalientes enuna farandolahacia lo altodelmonte, dieronpaso algorgoteodeunacascada.
Abatidos por el calor sofocante de aquel 7 de julio, doncellas y doncelespermanecíancallados,ydisfrutabandeintercambiosdeparpadeosafaltadelosabrazosqueotros,demásedad,consumabandesvergonzadamentemáslejos,enelbosque.GuydeBlanchefort sehabía retiradosoloa rezar trasunahileradeboj.PhilibertdeMontoisonsehabíaadormecidobajounolmopequeño.Sidoniey sus amigas chapoteaban en la orilla, intercambiando chismes y comadreos,bajolamiradasiemprealertadeMarthe,sentadaconlasmanosjuntas,recostadacontraunaraízprominente.
EncuantoaCemyNasuh,trashaberhecholasdeliciasdesuauditorioconrecuerdos adornados con los perfumes de su país, acompañaron a Jacques deSassenageyasushijosalsotobosque,atraídosporelrastrofrescodeuncorzoqueloslebrelesdeLouishabíandescubierto.
Aprovechando aquel permisivo desorden, Philippine se llevó a Algondelejosdeoídosindiscretos,enmitaddelrío,pocoprofundoenaquellaépocadelaño,conelpretextodeobservaralastruchassaltandoentrelaspiedraslisas.
—Allí—dijo—,¿hasvistoquégordasson?Nomesorprenderíaqueesosgranujaspesquenunaantesdequenosmarchemos.
Bajo la estrecha vigilancia de unas criadas, una decena de chiquillos queformabanpartedelaexcursiónseinclinabanenelaguahastaloshombrosparatratardeconseguir,conlamano,unapescamilagrosa.
—¿TezambullíastúconMathieucomoellosenelFuron?LanostalgiahizomellaenAlgondeque,indiferentealaguaquemojabasus
pies desnudos y su falda de lino, estaba encaramada sobre una piedra queaflorabasobrelasuperficiedelrío.
—Creo que a su edad lo probamos todo, pero esas diablillas son tanescurridizasquesolíamosregresarconlasmanosvacíasantesquellenas.
—¿NofueporculpadeunatruchaquefuisteaparardebajodelamontañaconMelusina?—añadióPhilippine,sentándoseasulado.
Algondedioconlosdedosdesuspiesenelaguaylanzóunassalpicadurasmáslejos.Norecordabahabérselodicho.Instintivamente,sepusoaladefensiva.
—Todoesoquedayamuylejos.—Notanto.LamiradadePhilippinesedetuvouninstanteenMartheque,formandouna
viseraconlamano,mirabaendirecciónaella,antesdeperdersedenuevoenlosreflejosespejeantes.
—Mipadremelohaexplicadotodo,Algonde.—¿Quéquieredecirtodo?—Tú.Melusina.Marthe.Todocuantohascreídooportunoconfiarle.Todo
cuanto has preferido no contarme para protegerme. Una ínfima parte de tuverdad,supongo.
Ensuvoznohabíarencor.Simplementeunaconstatación.—Unaínfimaparte,enefecto—confesóAlgonde.—¿Sabíaslodemimadre?—Desdehacepoco.UnprofundosuspirohizoquePhilippinealzaraloshombros.—Siemprehepensadoquenoerascomolasdemás,perodeahíaimaginar
queerasunhada...YMathieu,¿quépintaentodoesto?¿Tambiénéltienealgúnpoder?
Algondeledirigióunamiradamaliciosa.—Eldehacermefeliz.Únicamente.PeroésenoeselcasodeElora.—Laluzazul...—¿Lahasvisto?—sesorprendióAlgonde.—Cuandonació.Ydenuevocuandotúestabaenferma.Oselevóaambas,
por encima de las sábanas.Acto seguido, ya no tenías fiebre. Lo atribuí a unmilagro.
—Lamagiatambiénesunmilagro.Laqueellaposeeesmuypoderosa.
Callaronuninstante.Eltiempoparaquesusdedosseentrelazaransobrelaroca.Cómplices.
—¿Por qué tengo tanta importancia paraMarthe? ¿Ypara ti?—preguntóPhilippineinclinandolacabeza.
—Esunalargahistoria.—Tenemostodalatardepordelante.Algondealzólavistaalcielo.Unaspocasnubescorríanimpulsadasporuna
brisatibia.Lahoradelasconfesiones.Eramejorasí,sinduda,Y,sinembargo,¿aceptaríaPhilippineloqueeldestinodepararíaasuhijo?
«Tendréqueconvencerla»,sedijoAlgondeinspirandoprofundamente.—Éraseunavez—comenzó—,entrelasnieblasdeÁvalon,treshermanas
ligadasporunamaldición...
E
Capítulo24
l coraje del que Jeanne de Commiers había hecho gala para llegar a lasalidadelsubterráneolaabandonóapenassesentóenlasillaalomosdel
caballo. Si Aymar de Grolée no hubiera deslizado su brazo alrededor de sucintura,habríacaídodesumonturaencuantoéstasehubieselanzadoalgalope.En realidad, no recordaba el paisaje que desfilaba ante sus ojos, cosa que lareconfortabaen la ideadequedebíadehaberpermanecido inconscientebuenapartedeltrayecto.
PasadoelpuertodelmonteNegro,Aymarsedirigióalnorteporcaminosdecabra, luegosiguieron juntoa losbarrancosdelNanpara, finalmente, llegaralIsère.
Setratabadeunlugarapacible,bordeadoporgrácilesolmosytapizadodebrezales.Dosislotesrocososinvadidosporpatossalvajesinterrumpíanelcursodel río. Al margen y un poco más arriba, enclavada sobre una loma paraprotegersedelacrecidadelasaguas,peroalabrigodeunroblecentenario,unacabaña de troncos completaba el panorama. De allí salió un hombre. Unpescadorqueunosdíasanteshabíaaceptadollevarloabordoenlatravesíayquelesdiolabienvenidaconunacortareverencia.
Mientras conducía su montura a un pequeño anexo, Aymar metió en unsacoropadehombreyleindicóaJeannequesevistieraconella,enlugardesusropassucias.
Condolordecabezayvencidaporsudebilidad,Jeannesedejócaersobreelbancoadosadoalamodestaedificación.
—¿Para qué? A pesar de nuestras precauciones, Marthe pronto medescubrirá.
Obligándolaalevantarse,Aymarlasacudióporloshombros.
—Niellaninadie.Miradme,Jeanne.¿Algunavezosmentíenelpasado?—Jamás,escierto.—Yhoymenos.Poneosenmarcha.Unavezcambiada,consuscabellosgrisesrecogidosbajounsombreropara
ocultarsulongitud,Aymarlacondujoalarenaldondeunhombrelosaguardabaabordodeunesquife.
Sinmásdemora,embarcaron.Jeanneocultósusuñasnegrasdentrodesusmangas,súbitamenteincómoda
porlasuciedaddebajodesuropalimpia.Sideellahubieradependidosehabríalavado,perosabíaquedisponíandemuypocotiempo.Secontentóinclinándoseporlabordaparalimpiarlas.
Aymarsacódesubolsaunahogazadepanyselaofreció.Conlamiradapuesta en los zapatos que la martirizaban, se esforzó en masticar cuando,despertado, su estomago le ordenaba que se lo zampara. El vino la animó unpoco,yalllegaralaotraorillasesentíamejor.
Aymar le entregó al hombre una bolsa abultada en cuanto éste puso denuevo labarcaenel agua,dejándolaa laderivacon lavieja ropade Jeanneamerceddelacorrienteparasimularquesehabíaahogado.
—Así,amigo,estamosdeacuerdo.Abandonarásdeinmediatolaregión.—Ynovolverénunca.Actoseguido,desapareció.—¿Yelcaballo?—preguntóJeanne,inquieta.—Estáalabrigodeloslobosperonodeloshombres.Envariasocasiones
los ladrones le han robado la leña al pescador durante la noche. Harán buennegocio,estavez,ytambiénnosotros.
AcompañóaJeannea lo largode laorilla,sosteniéndolapor loshombrosparaayudarlaacaminar.Mientrascabalgaban,habíavistoelestadodesuspiescubiertosdeparásitos.Ytambiénhabíaprevistosusufrimiento.
Ellugarestabadesierto.Otrorío,máspequeño,desembocabaenelIsèreenel lugar donde desembarcaron, formando un pantano con abundante cazaacuática. Una frondosa franja de juncos drenaba las olas. Aymar emitió dossilbidoscortosyunomáslargo.Surgidodeningunaparte,uncoloso,vestidoala
maneradeloshortelanos,aparecióentrelostallososcurosyleshizounaseñal.Concentrada en el dolor que le provocaba cada paso, Jeanne se dejó conducirhastaélsinpreguntarnada.
—Vigilaadiestra—dijoAymaraBarbe,suhombredeconfianza.Encuantosehuboalejado,Jeannedescubrióelpequeñoestanquedeagua
prisionera de los juncos, una bañera natural oculta de cualquier mirada. Unatoalla limpia y jabón aguardaban en una canasta. Otra estaba llena de frutas,quesoypan.Finalmente,sobrelahierba,alsol,habíaunacamisa,unoscalzonesyropainteriorperfumadaconelolordelverano.
De losojosde Jeannebrotaronunas lágrimasmientras sevolvíahacia susalvador.
—A partir de ahora ya no debemos temer nada. Tomaos el tiempo quedeseéis.
Nisiquieratuvotiempodedarlelasgraciaspuestambiénélseocupódesusmenesteres.
Dos horasmás tarde, era unamujer nueva y lo llamó para que acudierajuntoaella.Élaúnleuntólosdedosdelospiesconungüentosyselosvendóporprecaución,sindecirpalabra,felizdehallarlaigualqueenelpasado,apesardesuaspectomasculino,apesardesusrasgosdesabridosydealgunaspatasdegallo.Ellatendióunamanoparaacariciarlelabarbanacienteenlamejillayélsonrió.
—¿Ossentísconfuerzaspararetomarelcamino?—preguntósolícitamente.—¿Adondemelleváis?—¿RecordáisaLouisIIdeSaluces?Ellarebuscóensumemoria.—CreoqueeraparientedeJacques...TienesustierrasenelPiamonte.Sellevólamanoasuslabios,súbitamenteasustada.—¡Oh,Diosmío,tanlejos!—Esnecesario,Jeanne.Unaslágrimasbrotarondesusojos.—Mehubieragustadotantoveramishijos...
Bajólavistayañadió:—...yaél.Aymarsesacóunacartadeljubónyselatendió.—Tambiénaél,Jeanne—respondió—,tambiénaél.Ahoraquelanochecaíalentamentetrasellos,denuevoarrimadaaAymar
deGrolée,Jeannesabíacuántolahabíalloradosumaridoduranteañosantesdevolver a casarse. Lo orgulloso que estaba de sus hijos. Con qué ilusiónaguardabasuretorno.Cuántosufría,finalmente,pornohaberpodidoirélmismoensubusca.
Sabíatodoaquello,peroalaparquesealegraba,loslatidosdesbocadosdelcorazóndeAymar deGrolée contra ella activaron la sangre en sus venas y laobligaron a cerrar los ojos, avergonzada. No debería, no, era imposible. Nodeberíasentirtantaalegríaporaquellapromiscuidad.
Martheechópestesporhabersidoengañada.Conungestodeirabarriósin
nisiquieratocarloslosbotesdevidrioquecubríanlamesa.Serompieronalospies del atanor, que ya hacía tiempo que estaba apagado. Con paso rápido sedirigióhaciaelfondodelagruta,metiólamanoenunaoquedadbañadaporlasombra y tomó la damajuana piramidal entre sus uñas curvadas. Al menosJeannenosehabíahechoconella.AMarthenoselepasóporlacabezaniuninstantequeJeannehubierapodidoliberarsesola.Volvióadejarladamajuanaensuescondrijoy,sintomarsesiquieralamolestiadeseguirelrastrodelaevadida,volviódeinmediatoalcastillodeLaBâtie.
Jacquesdormía juntoaSidoniecuandoella irrumpióensuhabitación.Sedespertóalsentirqueloalzabanconfuerzadelacama.Actoseguido,comolosbotesenlacueva,fueacaersobreunpequeñoarcónbajoySidoniegritó.
—¡Silencio!—amenazóMartheconsuiraaltiva.—¡Decididamente,quémaníatenéis!—refunfuñóJacques,conlasmejillas
coloradas de rabia, tratando de deshacerse del mueble que se había roto enpedazosporelimpacto.
Marthechasqueólosdedosunavez,yunaantorchaseencendióenlapared.Chasqueó una segunda vez, y las cenizas de la chimenea se transformaron enbrasas.
Mirómalignamente los pedazos demadera que rodeaban a Jacques y enellos prendió el fuego. Tuvo el tiempo justo de echarse a un lado para noquemarse.
—¿Pretendesquemarelcastilloentero?—dijoSidonie,asustada.—Siesnecesario,yhastalacomarcaentera.¡Tehabíaprevenido,Jacques
deSassenage!—¿Prevenirme de qué? ¿De vuestros infectos modales? ¿De vuestros
maleficios? ¿De vuestros sortilegios? ¡No era necesario recordármelos, losrecuerdomuybien,gracias!—dijoél,furibundo,mientrasapagabaelconatodeincendioconelaguadeunajarraquehabíasobreunamesita.
Actoseguido,yaunqueestabadoloridoporlascontusiones,seplantóanteella,conlosbrazosenjarras.
—¿Vais a decirme qué justifica que convirtáis mi habitación en unahoguera?Porloquerecuerdo,¡vuestrasórdenessehancumplido!
Marthesepellizcó lanarizy lemiró fijamentea losojosparasondear sualma.
—¡Comosinolosupierais!Pero dicho esto, retrocedió sorprendida. Jacques de Sassenage ignoraba
dóndesehallabaJeanne.—Nolosabéis.Jacquessecruzódebrazos,fruncióelceñoysacópecho.—Lo sé, no lo sé... ¿Qué os molesta tanto como para tratarme de esta
manera?Marthelosmiróaambosdearribaabajo.—Era un cambio de humor y tenía que desahogarme —dijo ella
dirigiéndosehacialapuerta.Jacqueslacogiódelbrazo,conunamiradatanterribleyrecelosacomoella
misma.—Unmomento.NolehabrásucedidonadaaJeanne,¿verdad?
—Nada.Comoosdije, sehallaenun lugar seguro.Loquenoesvuestrocasopuesasílohedecidido.Volvedalacama.
Sesoltóconunmovimientodelhombro.—Yniseosocurravolveratocarme—amenazóellaseparandocadasílaba
comosilanzaraunpuñal.Encuantohubofranqueadolapuerta,laantorchaylascenizasvolvierona
quedartanfríascomoantesdesuirrupción.JacquesvolvióaacostarseeinstintivamenteSidonieseacurrucócontraél.—Loca,seestávolviendoloca—selamentóella.—Chitón...yahapasado—susurróélacariciándoleelcabello,conelalma
enpaz.Al día siguiente confirmaría a Algonde que sus consejos habían dado
resultado.«Alcontrarioqueyo,Marthenopuede leerespontáneamenteen lamente
delagente—leexplicóéstaasolas—.Esunactomágicocompletoqueleexigelaplenasumisióndelavíctimayuncontactofísico.Hastaahoraesoerasencillopara ella, pues el miedo que despierta creaba por sí mismo una situación devulnerabilidad. Pero algunas cosas bastan para impedir su introspección. Enprimer lugar, el sueño, sobrecargado de ensoñaciones para que le sea difícildistinguirloverdaderodelofalso.Lacólera,igualmente,puescreauncampodefuerza que le impide acceder. Y por fin la inquietud por un ser querido. NoimportaqueAymardeGroléelibereaJeannemientrasvos,señorbarón,ignoréisdóndesehalla.Mientrasvososinquietéisporella,mientrasconsideréisaMartheresponsabledesusituación,crearéisunabarreraantelaverdad.»
Jacques de Sassenage acababa de verificarlo. Marthe se había dejadoengañar,yelloprobabaquesuomnipotenciapodíaservencida.Suspiróaliviado.Suviejoamigolohabíalogrado,yanoteníadudadeello.
—¿Qué será de nosotros?—tembló Sidonie, que no sabía nada de aquelplanyseguíacreyendoquenadapodríasalvarlos.
—Loqueellaquiera.Demomento,solamente.Éllealzóelmentón.—Tehiceunapromesa:arrancartedesusgarras.Llegaráundía,yyaestá
muypróximo,enquepodrécumplirla.
Sidonieseapartóparaverlomejor.Surostroserenolarelajódeinmediato.—Tienesalgoqueverconesacólerarepentina,¿noesasí?Jacquesseechóareír.—No,enabsoluto,peroalavistadesureacciónsemeocurreunaideade
quéhapodidoprovocarla.—¿Y qué es eso que te alegra así cuando deberías estar temblando?—
preguntóella,inquieta.—Jeanneselehaescapado.Sidonie sintió que su corazón se henchía de alegría para, súbitamente,
encogersedenuevo.—Si tal es el caso, hay que temer lo peor, Jacques.Marthe lamatará en
cuantolaencuentre.—Aúnno lohahecho,querida.No,aúnno lahaencontrado—afirmóél,
alegre,ysetumbósobreella.—Jacques...—sedefendióSidonie.No la había tocado desde que descubrió la verdad acerca de su mujer,
satisfaciéndose con las sirvientas la mayor parte del tiempo, aunque por lasnochesdurmieraa su lado.Y laverdaderaqueaquella situación lemolestabacadavezmás.ElrecuerdodeJeanneleperseguíacruelmente.PeroconelpasodelosañoshabíaaprendidoaamaraSidonieyaúnlaamaba.Y,asupesar, ladeseaba.
—Noestá...bien...—lorechazóSidonievolviendolacabeza.LabocadeJacquesseposósobrelacurvadesucuello.—Elbien,elmal,elamor,elodio...hoynosonmásqueuno,Sidonie.Nos
necesitamoselunoalotro.Unaslágrimasbrotaronenlosojosdeellayloscerró.—Nopuedo,Jacques.Sentiríaquelatraiciono.Yesoesloqueharías.—¿Hasdejadodeamarme?—No,sabesqueno.Élleacaricióelcontornodesurostro,ylarozóconsuslabios.—Teechodemenos,Sidonie.Tupiel, tualiento.Esasnochesquenoson
talesmehacen arder por lamañana.Yanomebasta la ternura cuandohemoscompartidotantascosas.
—Debespensarenella.Yyanoenmí—objetóellacontraloqueledecíaelcorazón,contraloquesucuerpolegritaba.
Jacquessetumbódeladosuspirando.—Piensoenella.Cadadía.Yéseesmidilema.Éllecogiólamanoylabesó.Temblaba.—Esperosuretornoigualquelotemo.Avecestengolaimpresióndeque
fueayerquelallevabadelbrazo,yavecesesalainversa.Suausenciatieneunperfumedeeternidad.El anunciode sumuerteconsumió tantomi sufrimientoquemeconsumíamímismo.Túmereconstruiste,túremendasteloshilosdemivida, volviste a darle sentido. Tú no has ocupado su lugar, Sidonie, tú te hasganadoeltuyo.
Ellatragósaliva,turbada.—Sinembargo,aúnlaamas.Loleíentusojosenlaabadía.Aúnlaamas,
Jacques.Comoantes.Norespondió.LaangustialohabíareconcomidoantelaideadequeMarthe
pudieratocarleunsolocabelloaJeanne,antelaideadeperderladenuevo,esoera verdad. Pero no conseguía imaginarla entre sus brazos, cuando tantonecesitabasentirentreellosaSidonie.
—Tal vez las cosas ya no sean como deberían —murmuró para susadentros.
UnacorrientedefelicidadinundóelcorazóndeSidonie,áridodesdehacíamuchassemanas.
Sinembargo,evitóalegrarse.JeannedeCommiersmerecíalafelicidadqueMarthelehabíarobado.
Sidonie haría lo que había decidido.Desaparecer.Y para convencerse deello,resueltamente,sevolvióhaciaelotrolado.
Martherecorriólossubterráneosdeunextremoaotrosinhallarrastrodesu
cautiva. Tuvo que reconocer la inteligencia de Jeanne de Commiers. No sólo
habíalogradoliberarsedelasataduras,fabricarunaantorchaconlascosasviejasquehabíaenlaestanciayencenderla,sinoque,sobretodo,habíaapiladotodoslosobjetosinflamablesparallenardehumolastresgaleríasprincipalesyocultarasísuolor.
Acabópor salir al aire libre, con la garganta ardiendo, furiosa.Apie, sinayuda y en el estado en que se hallaba, Jeanne no había podido irmuy lejos.Prontoledaríaalcance.
Marthe recorrió el campo durante toda la noche y al alba no tuvo másremedioquerendirseantelaevidenciadequesuprisionerasehabíavolatilizado.
Esaveznohabíaduda.Alguienlahabíaayudado.SinoeraJacquesdeSassenage,¿quiénpodíatenerinterésenayudarla?«Presina—pensóMarthe—.Sólopuedeshabersidotú,madre.Sí,sólotú
puedesosardesafiarme.»Apretólospuñosderabiayaullóalaluna.Sintióensubocalanecesidaddesangrefresca.Corriendoporlossenderos
comounanimal,selanzóenbuscadeunavirgenalaquepudieramasacrar.
P
Capítulo25
orvoluntadpropia.ÉsaeralacondiciónqueHuguesdeLuirieuxhabíaexigidoparadecidirla
suerte de Enguerrand. Por ello Munia se metía cada noche en su cama, sinplacer, sinculpabilidad.Uncuerposinalmaqueseofrecía, sedoblegabaa lasfantasíasdesutorturador.Alaviolenciasucedíanlascaricias,yalascariciaslaternura.
Ellanohablaba.Nopensaba.Norespiraba.Aguardaba.Comounaramera.Parasalvaralhombrealqueamaba.Porlamañana,volvíaalaproadelbarco,inspirabaelairedemarabiertoy
hacíaoídossordosaloscomentariosindecorososdelosmarineros.Sequedabaasí,mirandoalfrenteduranteeldíaentero.Desgarradaporlainquietud,porlasdudas.
¿Dóndeloteníanencerrado?¿Enlacala?¿Enelcomedordelatripulación?¿En qué estado se hallaba? Lo dejó inanimado, moribundo. Era muy pocoprobablequehubierapodidosobreviviraunviajeencamello.Y,sinofueraasí,¿elbalanceodelbarconoloremataría?Encuantoaparecíaunafranjadenubessobreelazurdelcieloyelmarseagitaba,ellasemoríadeangustia.
—Quieroverlo—exigióalamañanadelsegundodíadetravesía.—No—le respondió sobriamente Luirieux mientras se vestía al pie del
jergónqueteníanasudisposiciónenelpañol,trasunahileradetonelesdeaguapotable.
—¿Porqué...?Seabrochóelcinturónsobreloscalzonessinresponder.Conlossenosyel
vientredesnudos,ellasearrodillósobrelamanta.Einsistió.
—Has tenido lo que querías... Y lo tendrás hasta saciarte. Pero déjameverlo.Sóloverlo.
Élcontempló la siluetadeellabarridapor la luzdanzantedeun farol, sucabelleranegra,abundante,quecaíaencascadahastasusriñonesmarcadosporlos latigazos.Sumirada, primerogolosa, sevolviódolorosay luegodenuevocruel.
—Tehesuavizadoelcastigo,Munia,peronoteheabsuelto.—¿Quépruebaquenomemientes?—seindignóella.LosojososcurosdeLuirieuxseachicaron.Unrictusamargosedibujóenla
comisuradesuslabios.—Nada.Nadaloprueba.Peroesodeberábastarte.Yparaasegurarsedequenohuiríapara registrarelbarcoencuantoél se
durmiera,lanochesiguiente,trasgozardeella,leatólasmuñecas.Aquellatardedel17dejuliode1484seavistabalacostaenelhorizonte.Al
día siguiente, a lamisma hora, desembarcarían.Munia ya había comprendidoque no averiguaría nadamás. Hugues de Luirieux podía vanagloriarse. Si losgolpesy lashumillaciones leeran indiferentes, ladudaquehabíasembradoenella la había demolido. Abandonar aquel barco sin ni siquiera haber podidocomprobar que Enguerrand se hallaba allí prisionero sería un desgarro que lamataría.Setambaleó.Nopodíaser.Nodebíaabdicar.Supubisgolpeócontraelcascoy le recordó lapromesaque llevabaensu interior.Almenosaquelniñoimpediríaquetuvieraquesufrireldeotro.Debíaaferrarseaél.
—¡Pieles azules a babor! —gritó súbitamente uno de los piratas,encaramadoalmástil,comohabíagritado«¡Tierra!»unosminutosantes.
Los marineros comenzaron a gritar, apostrofándose unos a otros. Muniavolviólacabeza.Alavelocidaddelrayo,sehabíanprecipitadoparatirardelared de arrastre, mientras otros se armaban de ballestas. Como estos últimos,Muniaoteólasolasensombrecidasporelsolponiente.Acabóporapercibirlas.Tresenormesaletasquesurcabanlasuperficie.
Sobreellascayóunalluviadeflechasquesehundíanenelagua.¿Por qué los tiburones atacaban el barco?, se sorprendió Munia. Por lo
general, sólo la sangre los atraía. Abandonó su puesto y bordeó la crujía.Manteniéndosealmargenparanomolestar,viounospecessobreelpuentequecoleabansobreuncharcodeaguasalada.Lamayoríaestabandespedazados.
Seismarinosquetirabandelapesadaredpidieronayuda.Visiblemente,unadesuscapturashabíaprovocadoaquellacarniceríayatraídoalospielesazules.Elaguaburbujeóconmayorviolenciaaúncontraelcasco,yunade lasaletas,alcanzada por una flecha, se hundió bajo la superficie. En una fracción desegundo, los otros dos tiburones lo atacaron. Si Munia se horrorizó ante laviolenciade la lucha, losmarinos aprovecharonpara acelerar la cadencia, conlospiesfirmesylosmúsculostensosporelesfuerzo.Laredpesabamucho.Lospecesseguíancayendodelamismaamedidaquelasubían.Aligualqueelsolqueseponía,elaguaseaureolabadepúrpura.Eltiburónheridosedebatíaensuúltimo aliento contra los suyos, mientras a su alrededor seguían lloviendoflechas.
—¡Unamorena!—exclamó uno de los hombres a voz en grito al ver elfondo de la red.Dudaron unos instantes.Había que remontarla o perderían lapieza.
—¡Vamos!¡Vamos!—gritóunodelospiratasaferrándoseconmásfuerzaalared.
Eso decidió a los demás.Unosminutosmás de combate contra la bestiavoraz y gigantesca que se agitaba, prisionera de la red, antes de caerruidosamentesobreelpuente,yhacerquetodosretrocedieranantesuamenaza.
En aquel movimiento,Munia topo contra Luirieux, quien hasta hacía unmomentoestabaencaramadoenelcastillodepopa.Elcapitán,queseguíaallí,diolasórdenes.
Encuestióndesegundosseorganizóunaarrebatiña.Lamorenaoscilósobreel agua residual, tratando de buscar refugio en lugar de atacar. Las primerasflechas la clavaron contra el suelo.Uno de los piratas, elmás sanguinario detodos,alqueMuniapudoverenacciónduranteelabordajedeunmercante,sepusoahorcajadassobreelpezyalzósusable.Enelinstanteenquelecortólacabeza,MuniavolviólasuyacontraeljubóndeLuirieux,quelasosteníaporloshombros.
—Ven—ledijo—,estapequeñadistracciónmehaabiertoelapetito.Muniaseestremeció.
Laúltimavez.Laúltimanoche.Luirieuxnoleahorraríanada.Como aquellos peces privados de aire que agonizaban lentamente, se
resignóylosiguióalpañol.Ya hacía diez días que Aymar y Jeanne, escoltados por Barbe, habían
abandonado el bosque de Coulmes. Los tres habían cruzado llanos, ríos ybosques antes de alcanzar las primeras cimas. Allí, tuvieron que bordearbarrancosescarpados,seguirprofundascañadas,ascenderunacresta,luegootray otra más aún, para descender cada vez a valles encantadores floridos derododendrosyorquídeasvainilla.Sedeleitaronenlapurezadelosmanantiales,sebañaronenunapequeñacascadaoserefrescaronconelaguadeuntorrente.
El primer guía que hallaron los condujo a un pueblo encaramado en unacolina.Allípasaronlanoche,calurosamenteacogidosporloshabitantes.Aldíasiguiente, otro tomó el relevo para guiarlos. Cada noche se repetía el mismoritual.Sóloaquelloshombresnacidosentrelasrocasconocíanlossenderosquehabía que seguir sin riesgo, las tormentas que amenazaban o las plantas quepodían cocinarse. Estaban orgullosos de aquella responsabilidad, así como depodercompartirla.
Poco a poco, Jeanne y Aymar relajaron su vigilancia, disfrutando de lossuntuosospaisajesqueaparecíananteellos,delosperfumesdelashierbasydelamentasalvajequeelcalordelveranorevigorizaba.Señalandoconeldedo,suguíalesindicabaunrebañodeovejasquefloreabademanchasblancaslaladerade una montaña, y más lejos eran vacas, gamuzas o más en lo alto cabrasmontesasquedescendíancomounacascadaentrelasrocas.
Jeannedisfrutabadelavida.Recobrabaelgustoporlalibertad.Encuantoestuvorecuperada,Aymarleconsiguióuncaballoparaquepudieraavanzarasuritmo. Así lo aconsejaba el decoro, pero uno y otro, sin decírselo, añorabanaquellosprimerosdíasdepromiscuidad.
Durante los altos en el camino, solos los dos, hablaban largo y tendido.Jeannequeríasaberlotodoacercadesushijos,deJacques,deSidonie.Aymarleexplicaba aquellos seis años durante los cuales la vida en La Bâtie se habíareorganizadosinella.Tristezaypequeñasalegríasseapoderabandeelladíatras
díaamedidaquesereapropiabalahistoriadelossuyos.Descubrirquesushijashabían sido educadas en Saint-Just, justo debajo de su ventana, sin que fueraconsciente de ello, le causó una honda conmoción, al igual que se alegró desaberlomuchoquesorAlbrantelashabíamimado.OírhablardePhilippineleevocaba a Marthe, la cruel muerte de la religiosa, sus visiones de antaño.Entoncesvolvíaeldolorysusojosgrisessellenabandelágrimas.Olvidandosusresoluciones, Aymar se aproximaba a ella, la apoyaba contra su hombro y lamecíaconternura.
—Todosearreglará—afirmabaél,conelcorazónlatiendoaceleradamente.Pocoapoco, Jeanneacabópor creerlo.Por recuperar la fe en loqueella
era.Sinpudor,ellaleexplicóasuvezsusvisiones,lacertezadequellegadoelmomento podría engañar a la harpía, sólo conservando en secreto el medioimprobablequehabíavistoensueños.
Aymar era feliz. Por verla con la confianza recobrada, por la risa quedibujabaunasarrugasprecocesylahacíaaúnmásbella.Aúnmásdeseable.Nohabíanvueltoahablardelbesoquesedieronenlagruta.JacquesdeSassenageestaba entre ellos, pero veía que Jeanne ya no lomiraba como antes y, sobretodo,quebajabalavistarápidamenteencuantoéllamiraba.
Lehabíaexplicadosusintenciones.CasarseconPhilippineparaprotegerlasielpríncipeCemnopodíahacerlo.
—¿Laamáis?—preguntóJeanne.—Sabéisbienqueno—respondióél.Ellasesonrojóysonrióligeramente.Tambiénél.¿Porquéhabríaquedecir
más? Él no le había ocultado sus sentimientos años antes... antes de que secasaraconJacques.Loqueantañohabíasidoimposibletampocoeraposibleenaquel momento. El día de mañana, cuando recuperara su puesto y su rango,Jeannevolveríaamarcardistancias.Porello,disfrutabadesupresenciacomodeunregalo,negándoseaaceptarqueel tiempotranscurríayqueseacercabanalPiamonte.
Aquel17dejuliode1484,AymardeGroléedescabalgófrenteaunacasabaja que a la entrada del pueblo le habían indicado que pertenecía alburgomaestre.Sintitubeargolpeólaaldaba.Trasél,enlacalleyantelamiradaintrigadadeloshabitantes,BarbeayudabaaJeannedeCommiersadescabalgar.
Unamujerbajitayrechonchaconaspectodecriadafueaabrirlesalcabode
unosminutos.Aymarseinclinóanteellaaguisadesaludo.—Soy el señor de Bressieux, ¿tendríais la amabilidad de anunciarme a
vuestroseñor?Divertida,inclinólacabezaparaecharunvistazoasusacompañantesyse
apartóparadejarlepasar.—Sitienelabondaddeesperarunmomento...—dijo,yenfilóunpequeño
pasillo.Aunque modesta en sus dimensiones, la vivienda del burgomaestre era
coqueta, propia de alguien de categoría. Aymar siguió de reojo los pasos deJeanneantelaescaleradeentrada.Disfrazadadehombreconsucamisaancha,sujubón,suscalzonesysusbotas,teníaaspectodehidalgorural,queunamiradamás observadora hubiera desmentido al constatar el volumen de su pecho.Estirando los brazos con molinetes de los hombros frente a un parterre demargaritas,respondíaamablementealaspreguntasdeloschiquillosque,menosdistantesque losmayores,habíanseguidoasuscaballosencuantocruzaronelvado.
—Sedbienvenidobajomitecho,señor...AymardeGroléeapartólamiradadelaventana.Deunoscuarentaaños,el
hombrequeavanzabahaciaéleramuybajito.ComparadoconAymar,parecíaunenano.Sucalvicieresaltabalapicardíadesusojososcurosylacuriosidaddesusorejas ligeramentepuntiagudas.Susropasdebuenaconfeccióneransobrias, lasonrisa franca, y le tendió la mano. AAymar de Grolée le pareció simpáticoinstantáneamente.
—MedirijoalcastillodeRevel,acasademiamigoelmarquésdeSaluces—dijo estrechándole apenas los dedos infantiles en su palma maciza,preocupadopornomachacárselos.
Acambiorecibióunsinceroapretóndemanos.—Y con la noche que se avecina, teméis a los lobos en el camino —
comprendiódeinmediatoelburgomaestre.AymardeGroléeasintió.—¿Estamoslejos?—Acabáisdeentrarensustierras,peroRevelaúnestáaundíadecamino.
Fionamehadichoqueosacompañabaunadama...Avososcabedecidircuántas
habitacionesnecesitáis.Aymarsesorprendióantetalperspicacia.—¡Pardiez, señor, vuestra sirvienta tiene buen ojo! Y vos sois muy
generoso.Elburgomaestreseechóareír,volviéndosehacialadamitaque,tanjovial
deaspectocomoél,regresabafrotándoselasmanoseneldelantal.—Venaquí,Fiona,quetepresentaréanuestroinvitado.Antes incluso de que Aymar de Grolée hubiera comprendido que había
metidolapata,elanfitriónlatomódelamanoydeclaró,conorgulloensuvoz:—No hay sirvienta alguna, sino un tesoro delicadamente guardado. Mi
esposa,midulcemiel,señor.Conlamanoenelcorazón,AymardeGroléese inclinóavergonzadoante
ella.—Disculpadme,doñaFiona.—¿Yporquéhabríaisdedisculparos?Sidesearaqueme tratarancomoa
unaprincesamevestiríacomotal,peromisconfiturasnotendríanelsaborqueelpueblo entero les reconoce. Id a buscar a vuestra dama. He puesto agua acalentar para que pueda darse un baño. A tenor de su aspecto, apuesto a queestaráencantadadepoderbañarse.
Definitivamente conquistado por aquella pareja, unos instantes despuésAymar lespresentóaJeanneyaBarbe.Fionaafirmóestarencantadadepoderofrecerlessuhospitalidad.Encuantoasuesposo,casiseinclinóhastaelsueloensureverencia.Cuandoseincorporó,susojoscentelleaban.
—Alnacer,mellamaronGranPierre,doñaJeanne.Unerror,comopodéiscomprobar, que los habitantes del lugar, a pesar demis funciones, tuvieron abien rectificar.Mientras os halléis bajo mi techo, llamadme por favor Canijocomohacenmisamigos.
IgualmenteencantadaanteaquellaspersonasquehablabanconelacentodelPiamonte, Jeanne deCommiers se lo concedió de inmediato antes de suspiraraliviadaalentrarenlahermosahabitaciónqueolíaafloressecasquelehabíanreservado.
Cuando reapareció para la cena, fresca y descansada como no lo había
estado desde hacía tiempo,Aymar y Canijo discutían animada y alegremente,confortablementeinstaladosenlacocinaperfumadaporuncalderodeconfituradearándanosyotrodesopadetocino.LacopadelicorqueAymarsedisponíaabeber se le quedó al borde de los labios ante el carisma de Jeanne. Habíacambiadosudisfrazporunodelosvestidosquedosdíasanteshabíacompradoparaaparecervestidadignamenteencasadelmarqués,yconelcabellorecogidoen una trenza que caía sobre el ligero escote, estaba tan radiante como en elpasado.
—DoñaJeanne,vuestrabellezaesunobsequioparaestacasa—exclamóelburgomaestre,robándoleelcumplido.
—Queríahonrarla,señorCanijo,paradaroslasgracias.AymardeGroléebebiósulicor.Susmiradassecruzaronyseturbaron.Las
apartarondeinmediato,peronolosuficienteparaescaparalavigilanciadesusanfitriones.
—¿Tenéishambre,doñaJeanne?—preguntóFiona,quesehallabafrentealfuegorevolviendolaconfitura.
—Sioshedesersincera, tengomuchohambre—confesóenelmomentoenqueBarbeentrabaporunapequeñapuertalateral.
—Los caballos ya están cepillados, señor—anunció el coloso frotándoselas manos, olisqueando con la nariz bien erguida la sopa que hervía y losarándanosquegorgoteaban.
Fionahinchósutorsoenclenque.—Papá—dijo ella volviéndose hacia su esposo—, llévate a sus señorías
paraquepuedaacabardecocinar.Jeanneseinterpuso.Ladulzuradeaquelhogarlereconfortabaelalmacon
susencillez.—Permitidmequeosayude.Nosoymuybuenacocinera,pero...Fionameneólacabeza.—¿Acasoqueréismancharos?¡Diosmelibre!Perosiosapetececompañía
de gentes sencillas, pardiez, será un honor —añadió ante su aparenteincomodidad.
EncuantosuespososehubomarchadoconAymardeGroléeyBarbe,sehallaron solas ante los fogones.Fiona abrióun arcónyde él sacóunapila deplatos.NodudóniunsegundoyselosentregóaJeanne.Atodasluces,aquellosnobles eran muy diferentes de los que conocía. Y Fiona no tenía igual paraapaciguarelcorazóndequiensufriera.
El rostro de Jeanne se iluminó mientras sostenía la pila de manos de laesposa del burgomaestre. Ambas se pusieron a trabajar, una disponiendo losplatos y la otra en la cocina, en silencio. Unos minutos. Luego, al no podersoportarmásaquelmutismo,FionasevolvióhaciaJeanne.
—Siqueréis,podéisexplicármelo.Lasgentesdepocosrecursosnotenemoslamaliciadelosricospararegodearnosenladesgracia.Ysobretodosabemosguardarunsecreto...
Jeannelamirófijamente.Allísesentíabien.Seinstalóenelbanco,frenteaunode losplatos.Aldía siguienteelviaje llegaríaa su término.Fiabíacreídoquealabandonarelsubterráneoseliberaría,yaquellanochesentíaelcorazónenunpuño,apesardelabellasorpresadeaquelalbergue.
Surostrodebiódedelatarlapuestoque,abandonandoespontáneamentesusmarmitasycondecoro,Fionalepasósubrazocortoporencimadeloshombros.
—Nodigáisnada.Creohaberloadivinado—dijoellaamediavoz.—Lodudo...Fionasuspiró.—Loscorazoneslatendeigualmanera,doñaJeanne,seacualseaellugar
donde nacemos. Lo he visto en cuanto habéis entrado los dos. No es vuestroesposo,peroosamáis...
Jeanne quiso negarlo, pero fue incapaz y se fustigó por ello. Eraincomprensible,imposible.HabíaechadotantodemenosaJacques.
—Jamásimaginéquepudierasuceder—dijoconvozapagada.Contra loquecabíaesperar,y fuerancuales fuesen las razones, teníaque
reconocerlo.SehabíaenamoradodeAymardeGrolée.
Muniadespertósobresaltada.AlguiensacudíaenérgicamenteaHuguesdeLuirieux,quedormíaasuladoeneljergón.Volviéndoseenelinstanteenquesuverdugoabríaunojo,reconocióaunodesushombres,inclinadosobreél.
—¿Hemosllegadoapuerto?—sesorprendióLuirieuxincorporándose.Munia apoyó de nuevo la oreja sobre su brazo doblado. Estaba agotada,
teníatodoelcuerpodolorido,ysólodeseabavolveradormirhastaelmomentodedesembarcar.
—Senoshaescapado—dijoelhombrebajandolavoz.Instantáneamente,Muniasepusotensabajolamanta,enalerta.Luirieuxse
alzódelacamadeunsalto.—¿Cómo?¿Sehaescapado?—Hasaltadoalagua.ElcorazóndeMunialatióaceleradamenteensupecho.—¿Aquédistanciaestamosdelacosta?—Aunastresmillasporlomenos.Hubounsilencio.—Ensuestado,nollegaráalacosta—dijoLuirieuxconcerteza.—Yademásestasaguasestáninfestadasdetiburones,comohemospodido
comprobar.Muniaahogóungritoensugarganta,antesdeincorporarse,despavorida.—Enguerrand...—murmuró,conunsollozo.Elhombrebajó lamiradaysedio lavuelta.Luirieuxledirigióaellauna
miradatorva.—No soy responsable de su estupidez —remachó con humor antes de
ponerseloscalzones.Uninstantedespués,ellasehabíaquedadosolaenlaoscuridad,oscilando
entreladudaylaesperanza,entrelaconsternaciónylarebelión.Trastornada.HuguesdeLuirieuxseacercóa labordapara reunirseconsucompañero,
queoteabalasolasnegrasconmiradavacía.—¿Hesidoconvincente?—preguntóesteúltimo.
—Lonecesario—afirmóLuirieuxinstalándosejuntoaél.Elhombresoltóunarisita.—Noserecuperarádeésta.—Mejor.Esapécoraharecibidoloquesemerecía.—¿Ysisobrevivió,allí?—lepreguntó.HuguesdeLuirieuxseencogiódehombros.—Apenasrespirabacuandolodejamos.Ysiundíasecruzaradenuevoen
micamino,leinfligiríaelmismocastigoqueaella.Lediríaqueestámuerta...—¿Yluego?HuguesdeLuirieuxsoltóunacarcajada,satisfechodesuengañoparatener
aMuniaasumerceddurantelatravesía.—Luego...lomataría.
S
Capítulo26
entíacomosituvieraunpuñadodelentejasenlaboca.Lalengua,pesada,ledaba vueltas y más vueltas sin cesar con la esperanza de tragarlas sin
conseguirlo.Tampocolograbaabrir losojos,comosi tuvieraunpesosobrelospárpados.Encuantoasucuerpo,depiesacabeza,sehundíatantoenlamateriaqueparecíamuerto.Nosentíadolor,sólocuandoinspiraba.Entoncesunaflechade fuego le atravesaba el pecho, por lo que por reflejo trataba de respirar lamenorcantidaddeaireposible.
Nopodíamoverseytampocoteníamemoria,atolondradoporlassustanciasque le obligaban a beber a intervalos regulares. A veces, sin embargo, veíaalgunasimágenes,desangre,deviolencia,deungigantemomificadoymapas,muchos mapas en estuches cilíndricos de oro. También las imágenes de dosrostros, uno que ocultaba al otro, cuyos nombres algo le decían: Munia,Algonde.Ambosdespertabanenéldulzura,ternurayluegosufrimientohastaelextremodeapartarlosapresuradamentedesucabeza.
Aquel18dejuliode1484,lavidadeEnguerranddeSassenagependíaaúnde un hilo en la antigua ciudad de Heliópolis. Una mujer lo velaba. Unamujercitadeapenascatorceaños,quenosabíanadadeél,sóloquesupadreysushermanoslohabíantraídounanochedelvecinopalacioabandonado.
Enelmomentoenqueibanalanzarlo,inconsciente,conlosotroscadáveresdespojadosaunagujerocavadoatodaprisa,Enguerrandpronunciótresveceselnombre de Osiris. Aquella pobre familia de felabs tuvo el buen corazón desalvarlo.
De todo eso,Enguerrandno sabía nada.Al igual que ignoraba que aquelmismodíaMuniaacababadearrodillarsefrenteaBeyazid,conlacabezagacha,denuevoindiferenteacuantopudierasucederle.
En el palacio de Topkapi, situado en la cima del serrallo, sentado sobre
espesoscojines tapizados,dispuestosa suvezsobreunaalfombradesedaquerepresentabala tomadeConstantinoplaporsudifuntopadre,elsultánBeyazidescuchabaconinterésalseñordeLuirieux,asintiendoavecesconlacabezaparaseñalarsusatisfacción.
Susespíasyahacíatiempoquelehabíaninformadoacercadelatraicióndeaquella mujer a su hermano Cem. Los partidarios de éste la buscaban desdehacía meses para castigarla. El mismo había enviado a los suyos tras ella acambiodeunabuenarecompensa,convencidodequetalencarnizamientoeralaprueba de que poseía información valiosa. Debía, pues, alegrarse por haberlarecuperado finalmente, aunque tuviera que pagar una recompensa, unamás, aaquellos perros francos. Para no lamentarlo, debía verificar que no pretendíanengañarlo.
—Bastayadepalabrería—decidióbruscamente,poniéndoseenpieconlaagilidaddeunfelino.
LafraseapenaspronunciadaporHuguesdeLuirieuxmurióensus labios.Losabía.Beyazidnohabíacreídonimediapalabradeloquelehabíaexplicado.Todo estaría en manos de lo que Munia dijera. Aunque ésta ya hubieracomprendido supropio interés desdehacía tiempo,Luirieuxdesconfiabade lajoven,desuvisibleapatíadesdequeatracaron.Disimulósuinquietudmientraselsultándescendíaágilmenteloscuatropeldañosdemármolrosa.Llegadoasualtura, aún le sacabaunacabezaaLuirieux. Indiferentea lapresenciadeéste,BeyazidseplantóanteMunia.
—Ponteenpie,mujer—ordenó.Muniaobedeció.Sielniñoquellevabaensuinteriornohubieragritadosu
deseo de vivir, habría muerto en la estela de Enguerrand, devorada por lostiburones.Ydadoquehabíarenunciadoaello,¿paraquérebelarse?
Beyazid apartó con delicadeza el velo con el que le habían cubierto elrostro. Pintados, sus ojos como almendras parecían aún más grandes, de unaprofundidaddolorosa que daba al óvalo unos rasgos de una belleza de animalsalvajecautivo.Inclusolabocapintadaderojoevocabaladeundepredador.
«A pesar de su docilidad, esta mujer lleva en su seno el deseo de
venganza»,pensóBeyazid,inmediatamenteseducido.Cruzandolasmanosasuespalda,diovueltasasualrededor,deteniéndose
enelbustoalto, lacaídadelaespaldabajolasdiversascapasdevelosconlasque lahabíanvestido.Finoconocedor, tuvoquereconocerelbuengustodesuhermanoencuestióndemujeres.
—Como podéis juzgar, ha sido bien tratada —prosiguió Hugues deLuirieux,aguijoneadoporloscelosasupesar.
Conungestodesudiestradededoscubiertosdepesadosanillosdepiedraspreciosas,Beyazidlerepitiódenuevolaordendequecallara.
—¿Eresquienpretendequeeres?—preguntóaMuniadeteniéndosefrenteaella.
—Sí,poderososultán.—¿Porquétraicionasteamihermano?—Senegabaatocarme—respondiómirándolefijamentealosojos.—¿Tehatocadoalgúnotro?Vivir o morir. En esa ocasión también el hijo que portaba en su vientre
eligióensulugar.—No,nadieapartedemiesposo,elpríncipeCem.Paracastigarme.Elsultánasintiósatisfecho.—CuentanqueunhombreteayudóahuirdeRodas,elmismoquetesalvó
delosesbirrosdemihermano.¿Esverdad?—Sí—respondióellasinpestañear.RepetirloquehabíadichoLuirieux.Nadamás.Enrealidadnoeramentir,
simplemente escamotear algunos meses de felicidad. Sólo cerrar una tumba.Aquellatumbaenlaquesucorazónsehabíaenterrado.
—MurióamanosdelseñordeLuirieuxcuandodioconnosotros,unosdíasmástarde.
Beyazidsevolvióhaciaelcaballero.—¿Porquélahasmantenidocautivatantotiemposisabíasquelaquería?—Para borrar su rastro,mi sultán. Philibert deMontoison, a quien como
sabéisrepresento,nodeseabacorrerriesgoalguno.Siloshospitalarioshubieran
averiguadoquelareteníamos,habríasidodescubiertoynohubierapodidoseguirsirviéndoosentierrasdeFrancia.
Elargumentoeraconvincenteperoelsultánnosedejóembaucar.Lomiródearribaabajocondesprecio.
—¡Di mejor que se trataba de incrementar el rescate que yo habíaprometido!Noconfíoeneseperro.Ytampocoenti,porotraparte.¿Quépruebatengodequenoeresunavulgarramera?—fustigóasuvezaMunia.
Sintitubear,alzandolacabezaanteeldesafío,ellaagarrósusvelosyselosarrancódegolpe,mostrandoaldesnudo las finas cicatricesdel látigo sobre suespalda.
—¿Sefustigaalasramerasantesdevenderlas?Luirieuxsesobresaltó.Beyazidsequedómudo.—Vosotros, apartad lamirada—dijo a voz en grito a su chambelán y al
granvisirquesehallabanaunospasos.Satisfecha por el efecto causado, Munia volvió a cubrirse. Acababa de
ocurrírsele una idea, una idea que podría ayudarla a vivir, mejor de lo queLuirieuxesperaba.Volviéndosehaciaél,acariciandolatelasobresusmuslos,serióacarcajadas.
—Laverdad,mi sultán, si vuestro hermano se casó conmigono fue paraaumentar su harén sino porque, instruida por mi padre, poseo secretosmilenarios.
Luirieuxpalidecióaúnmás.¿Quéestabainventandoparavengarse?Alnopoderintervenirsinaumentarelinterésdespertadoapretólospuños,furibundo.Si, a causa de aquellos tejemanejes, Beyazid se negara a comprarla, habíadecidido que la estrangularía lentamente. De hecho, el sultán esbozaba unasonrisa.Seacercóaella.
—¿Secretosmilenarios?¿Tú,unamujer?—Sí,poderososultán.Beyazid la abofeteó, y le cortó el labio inferior con sus anillos. Munia
aguantóelgolpesinmoverse.Antelareaccióndelsultán,Luirieuxseprecipitó.
—Ha perdido el juicio,mi sultán. Intentó escapar e hice que la azotaranparaqueselepasaranlasganasdeintentarlodenuevo.
Beyazid sí dio crédito a esa explicación. Sin embargo, y a pesar de susmodales,aquellapécoralegustaba.
—Bajalavista—leordenó.Alcontrario,Muniaalzóaúnmáselmentón.Furiosoalverqueloretaban
antesusconsejeros,laagarródelcuelloylaalzósobrelaspuntasdelospies.—¿Vasasometerte,perra,otendréqueestrangularteparaquetepostresa
mispies?—Soydescendientedefaraónynotemomorir—sollozóellacondignidad
sinsoltarlatelaquelacubría.Beyazid frunció el ceño mientras analizaba aquella mirada de
determinación.Aquellamujer imponía.Más quemuchos de sus guerreros.Enaquel momento, supo que decía la verdad. Sin embargo, no podía dejarlaimpune.
Alargó el brazo y la proyectó con violencia a un lado. Munia dio deespaldas contra el suelo pero tuvo fuerzas para cubrirse y alzar de nuevo lacabeza,unavezmás.
—Cadaunosuturno,vuestrohermano,loshospitalarios...Sí,acadaunosuturno,mehantorturado.Ynohedichonada.Enlugardepegarmecomoyahanhechoellos,¡preguntaosporquéacabodehablar!
DesconcertadoalaparporsufríaseguridadyporlaactituddefastidiodeHuguesdeLuirieux,elsultánBeyazidpermitióquesepusieraenpie.
—IbacaminodeEstambulcuandoesoshombresmecapturaron.Conseguíconvencerlosdequesehabíanequivocado.Todos.Paraquemecondujeranallíadondequeríair—añadióella.
Sonrióybajólamiradaenseñaldesumisiónantesdealzarladenuevoparafulminarasuverdugocontodosuodio.
—Pagadle,misultán.Valgocienmilvecesmásdeloqueledaréispormí.Sihabíaconseguidoquedudara,ahoralosabe.
AlverelrostrodesengañadodeLuirieux,Beyazidseconvenció.Conunaseñaldesucabeza,ordenóalgranvisirquepagaraloquedebía.
Incapaz de pronunciar palabra, él a quien tan difícil era hacerle callar,Hugues de Luirieux saludó al monarca y siguió a aquel hombre de vientreprominente.Muniateníarazón.Apesardequeaqueldíahubieraobtenidoloquedeseaba, una suma cuantiosa, su venganza había perdido todo su encanto.Acababade sopesar loque lecostabahabervendidoa laúnicamujera laquehabíaamado.
EnelcastillodeRevel,Jeannehabíarecuperadodesdehacíacuatrodíassu
rango. Louis II de Saluces y su esposa Jeanne de Montferrat la acogieronafectuosamente, laabrazarony la invitaronaentrar,presentándolaa lasgentesdesucasaysusamigoscomounaparientalejanaqueibaallíarecuperarsedesurecienteviudedad.Evidentemente,paraellolapresentaronbajoelnombrefalsode Adélaïde d’Assincourt. Era una identidad completamente inventada y quepresentaba la ventaja de que, al no conocerla nadie, evitaría lasmeteduras depata.
AlabrigosegurodeaquelcastillocuyasaltastorresdominabanelvalledelPo,Jeannehubieradebidosentirsefeliz,perodenuevoestabaatormentada.
Aquellanoche,unaveztodosacabarondecenaralegrementeycuandoelladejó caer bajo lamesa un hueso para unode los lebreles delmarqués,Aymaranunciósudecisióndepartir,alalba.
—¿Tanpronto, señor?—exclamó ella antes demorderse el labio inferiorantelasmiradasquesehabíanvueltohaciaella.
LouisIIdeSaluces,queconocíaelafectodeJeanneporsuesposoysugranpiedad,novioenellomásquelainquietudnormaldeunserperturbadoaraízdeloquehabíavivido.Aélmismolohabíanapenadolasnoticias.
—Seríamos felices de poder contar aún con vos,mi querido amigo—losalvó,alzandolacopahaciasuinvitado.
—Podéisestarsegurodequemeharíamuyfelizsifueraposible,perodebocumplirunapromesaydebohacerlosinmayordilación.
Jeannebajó lavistahaciasu tajadero.Noignorabadequése tratabaynopodíaoponerseaello.Jacquesdebíadeestarimpacienteporconfirmarqueellasehallabaenlugarseguro.
—Los hombres de honor son cada vez más raros en nuestros tiempos yestoyorgullosodecontarconvosentremisamigos,miqueridoAymar.¡Queseapor ello esta última noche una hermosa fiesta que os reconforte el corazónmientrascabalguéis! ¡Escanciador!—llamóelmarquésalzandosucopaconelbrazo extendido—, ¡servidnos ese hidromiel que guardo en la bodegapara lasgrandesocasiones!
Comotodos,Jeannebrindóycantóainvitacióndelseñordelacasaque,enpie,presidiendo lamesa,había tomadoen susmanos lavioladeun juglar.Lalenguapiamontesaerabella,suave,redonda.Frescayligeracomounbuenvino.Jeanneaprendiólaestrofayluegoelestribillo,ydiopalmasalritmoparadisiparsutristeza,sinmirardenuevoniunasolavezaAymardeGrolée.
Se hallaba sola en su habitación en lo alto de una de las torres. En esas
tierrasreinabauncalorbochornoso.Amenazabatormenta.Y,sinembargo,ensualtacamatemblaba.Conlasmantasalzadashastasusrodillasdobladas,sentíasucorazónenunpuñoperosinderramarunalágrima.Apesardesuamabilidadyde sus deferencias, aquellas gentes que antaño habían sido su parentela se leantojaban extraños.Temía sentirse sola tras todo lo que había compartido conAymaralolargodeaquellosdíascabalgandojuntos.Solaentretantagente.Solaen la multitud. ¿No había abandonado una prisión por otra? ¿No sería mejorlucharqueesconderse?Aquellaspreguntasleremovíanelestómago.
Cuandollamaronasupuerta,discretamente,notuvovalorparaabandonarlacamaypronuncióunmortecino«¡Adelante!»,sinimaginarniporasomoquequienabriríalapuertaseríaAymardeGrolée.
Alhallarlaencama,permanecióadistancia.Allí,enaquellugar,denuevo
debíanvivirsometidosalimperiodelasreglasdeurbanidadysucomplicidaddefugitivosyanoteníarazóndeser.Seinclinó,llevándoseunamanoalcorazón.
—Disculpadmitardíaintrusión,doñaJeanne,perooshabéislevantadotanprontodelamesaquenopodíaausentarmesin...
—Acercaos, amigo mío —lo interrumpió Jeanne tendiéndole una manotemblorosa.
Él,incomodado,avanzódospasos.—HepensadoquetalvezdeseéisconfiarmeunmensajeparaJacques.Jeannesuspiró.—Nomehabéisdejadodemasiadotiempoparapensarenello.¿Nopodéis
retrasarvuestramarchaundíaporlomenos?Eltiempodeescribirlo...—Losimpulsosdelcorazónsólollevanunosminutos...Ellanolopudonegar.—Daoslavuelta.Élsedirigióhacialaventanaabiertaycontemplólanocheconunamirada
triste,atentoalarrastrardelatelaasuespalda.Traslevantarse,Jeannesedirigióalescritorio,alotroladodelaestancia.Oyólasbisagrasyelcajónaldeslizarse,la fricción del papel, el tintineo del capuchón del tintero al abrirlo y luego elrechinardelapluma.Erabuenoqueescribiera...erabueno,paranoconfesarsequesólohabíahalladoesepretextoparairasaludarla.Unosrayosfulgurantes,aúnsilenciosos,rasgabanpormomentoseltechodetinta.Nohabíaluna,niunaestrella,sóloaquellasflechasdeluzenlanocheardiente.Yelvientoqueaullabaa ráfagas la lúgubremelopea de las piedras desyuntadas. Inspiró varias veces,conunnudoenlagargantaporabandonarsutierra.Lasolayúnicatierradelaquesualmasenutríadesdehacíacasitreintaaños.Jeanne.
El sello aplastó el pergamino. Un puñado de segundos más y habríaacabado.Élseinclinaría,ledesearíabuenasnochesycruzaríalapuerta.Erasudeber.Lohabíacumplido.
Lospasosmenudosseaproximaronaél.Sevolvió.Sóloelmentón.Decoro.Ellaestabaencamisón.
Tomó el pliego que le tendía y se detuvo en sus rasgos a contraluz.Aureolado por la luz de la vela, el rostro de Jeanne parecía temblar como lapropiallamamecidaporelviento.
—Sólounaspalabras...Tengotantoqueexplicar—sedisculpócasipornohaberhalladolaspalabrasquebuscaba.
—Leharáfeliz.Banalidades.Sesentíaestúpido.Estúpido,verdaderamente.—¿Yvos,Aymar,seréisfeliz?—murmuróellaconvozapenasaudible.
Éltragósaliva.—Vuestrafelicidadsiempremehasatisfecho,bienlosabéis.—¿Y si ya no se hallara en esta carta?—aventuró ella, con el corazón
latiéndoletanfuertequeparecíaqueibaasaltarledelpecho.Aélledolióelsuyo.Denuevovolviólacabeza.—Callad, os lo suplico... Es vuestro esposo... y mi amigo...—murmuró,
trastornado.Unaráfagadevientomásfuerteledioenlacara,hizobailarlallamayla
apagó.Sehallaronencompletaoscuridad.«Manténlasdistancias»,gritólarazóndelseñordeBressieux.«Apártate»,
suplicóladeJeanne.Ebriosdeturbación,serozaron.—Nodebemos—murmuraronalunísonoantesdearrojarseenbrazosuno
delotroydealimentarsussufrimientosconunbeso.Alalba,losabían,todohabríaacabado.Philippine de Sassenage se retorcía las manos desesperadamente
recorriendolaestanciaarribayabajo.Situadaenlaprimeraplantadeunadelastorres del ala oeste, no lejos de los aposentos de Cem, la pequeña capillaalbergabaasanFranciscodeAsísensuretablo.Sincesar,alaluzdelosciriosque había encendido, Philippine dirigía una mirada ansiosa a la escultura demadera policromada.Una plegaria silenciosa en pos de unmilagro. Tres días.SólofaltabantresdíasparaqueelobispodeGrenoble,queyasehallabaenelcastillo,bendijerasuuniónconPhilibertdeMontoison.TresdíasparaqueellaperdieraaCemparasiempre.Laautorizacióndelgranmaestreparapermitirlaconversióndelpríncipealareligióncatólicanollegaría.Yanocabíaesperarlo.Y,aunqueasífuera,seríademasiadotardeparaanularsuboda.Suvestidoyasehabía cosido, se habían almacenado las provisiones y los invitados ya habíanempezadoallegardesdetodoslosrinconesdelDelfinado.
Conservar laesperanzahastaelúltimomomento, lehabíadichosupadre.Lointentaba,peroyanoeracapazdeconseguirlo.Devoradaporlaangustia,yasólodormíamuydevezencuandoybrevemente,ypicoteabaenlugardecomer.
Enunasemana,habíasidonecesarioretocardosveceslascosturasdesuvestidodebidoalarapidezconqueadelgazaba.
Sin contar que Philibert nunca se separaba de ella, impidiendo cualquiercontactoconCem.Parecíaqueaquelsiniestroindividuoseolierasurelaciónytrataradeevitarlaacualquierprecio.PhilippineyanosabíaaquéDiosinvocar.Aquellanoche,alnosoportarlomás,lehabíahechollegarunanotaaCempormediacióndeAlgondeyNasuh.
##Libraosdelavigilanciadevuestroscentinelas.Ayererademasiadopronto,
mañanaserádemasiadotarde.Un resto de decoro la había llevado a elegir el asilo de una iglesia para
aquel encuentro, previendo así cualquier peligro de caricia que los hubieraperdido.Sólodeseabaverlo,acurrucarseunavezmáscontraél,saborear lasalde sus labios, recuperar el olor de su piel y de las embriagadorasmezclas deespeciasensucuello.Sóloeso.Nadamás.
Había pensado mucho en ello desde que Algonde le explicara todo. LamaldicióndePresinaasushijas, laprofecía.Philippinenoqueríadara luzunhijovelloso.Noqueríadaraluzunhijoquelearrancaríandeentresusbrazos.NoqueríaperderaAlgondeniaCem.Yestimabaqueelúnicomediodeevitarloeranocaerenlatentaciónconelhombrealqueamabasinopodíacasarseconél.DadoquedebíasometerseaPhilibertparasalvarasumadre,loharía,peronoofrecería nada más a Marthe. Nada más a aquel cerdo. Ya daría con algúnveneno que administrarle para librarse de él. En ésas estaba, pensando en susresolucionescomosi fueransuúltimo refugio,cuando lapuertade lapequeñacapillarechinósobresusgoznes.Sucorazónsedesbocó.
Acto seguido, Cem apareció en la puerta y ella corrió a lanzarse en susbrazos.
—Esunalocura—susurrócubriendosucabelleradepequeñosbesos—.Esunalocura,miamor...miluz...albademisnoches...
Ella se apartó sólo para poder mirarlo a los ojos, iluminados por unafelicidadbrillantecomolasestrellas.
—Nopodíamás,Cem.Nopodíamás...
Él no permitió que se excusara. Tampoco él vivía desde hacía días. Laesperaloconsumía.Ytambiénlaangustia.Besósuslabiosconelímpetudeunpurasangre ávido de prados por descubrir, de montes por escalar. Basta delenguajeflorido,debanalidadesconvenidas,defalsasapariencias.Yanoteníantiempoparaello.
—Os quiero tanto —murmuró ella retomando aliento entre dos besosfogosos.
—Yotambiénosamo,Hélène,mivida,almamía.Se aferraron uno al otro con la fuerza de los náufragos, largamente,
ferozmente, sin decir más palabras, conscientes de que aquéllas contenían laesenciamismadetodaslasdemás.Impronunciables.
YCemlaapartó,delicadamente,desgarradopordeberhacerlotanpronto.—No puedo quedarme más sin comprometeros. He sobornado a los
centinelasperonopuedoarriesgarmeaquemevendantambiénasuseñor.Ellaloabrazóconfuerza,conlosojosllenosdelágrimas.—Noosmarchéis.No,aúnno.Estanpoco.Tanpoco,Cem.Volvióaabrazarlayacarició suscabellosalisadosaun lado,extraviósus
labiosensuperfumederosaybuscóelhuecodelaoreja.—Es necesario, Hélène. Mantened la confianza, os lo ruego. Sólo os
abandonoparareunirmedenuevoconvos.Ellaseapartó,trastornada.—¿Cuándo?Dentrodetresdíasestarécasada.Élmoviólacabeza.Susurró,mirándolafijamentealosojos,ardientespor
elreflejodeloscirios.—Nopuedodecirosnada.Aúnno.Todoirábien,osloprometo.Se apartó y retrocedió hasta la puertamanteniéndola alejada de él con la
fuerzadesusbrazosextendidos.Soltósusmuñecasparaabrirelpestilloyhuyóatravésdelaoscuridaddelpasillocomoelhombreperseguidoqueera.
Philippine se sintió desfallecer. Titubeando, llegó hasta el altar y searrodilló,conlasmanosjuntasy lasmejillascubiertasde lágrimasysepusoarezar.
Tresdías.
Rezócontodasupiedad.
A
Capítulo27
quel25dejuliodelañodegraciade1484,elserenopasóbajolaventanaabierta de la habitación de Philippine, con su farol en lamano y su voz
monocorde.—¡Dormid,gentesdepazydeorden,dormidconlamentedespierta!—y
sealejóapasolento.Sentada con las piernas cruzadas sobre la cama, con grandes ojeras,
Philippinesabíaqueaquellanoche,aligualquelasprecedentes,tampocopodríadormir.Sehabíaterminado.Susesperanzasmantenidasafuerzadeplegariassehabían esfumado. Todo estaba dispuesto para la boda. No quedaba un solorincóndelcastillodondenohubieragentealaquesupadrehubieraalojado.Lamesadelbanqueteestabadispuestaparamásdeseiscientosinvitados.Sindudalosmarmitones aún trabajarían toda la noche, al igual que los paneteros, peronadielovería.Losartistasqueanimaríanlacelebraciónsehabíaninstaladoenlagran sala de fiestas. A buen seguro ya dormían, tumbados en el suelo sobremantas,paraentretenerlosaldíasiguiente.
Colgado de los hombros de una percha demadera, cerca de su cama, elvestidoescarlatadelanoviaresplandecíaalaluzdelasvelasconelbrillodelapedrería encastada en los bordados. Philippine consintió la última pruebadespuésdelacena.
Desdeentoncesestabasola.Algondehabíaacompañadoalacostureraynohabía regresado a pesar de haberla llamado con la campanilla. Si la pequeñaEloranohubieraestadoenlacunaensuhabitaciónalcuidadodelamadecría,Philippine habría creído que Algonde la había abandonado. Sin embargo, suausencialaintranquilizaba.Dehecho,todoleprovocabainquietud.Erapresadela angustia y debía contenerse para no lanzarse sobre el vestido de novia y
desgarrarlo.Loúnicoquelareteníaeraeltemordelasrepresaliasquesumadrepudierasufrir.
Estabaagotada.Supadre,aquienhabíaidoadarleunbesoalcaerlanoche,laconminóareposar.
—Mañanatodoirámejor,créeme—leafirmódándoleunaspalmaditasenlamejilla.
—Meprometiste...—comenzóella.Conunaseveramiradahizoquesuhijacallara.—Ysiemprecumplomispromesas.Ve,hijamía, con la frente altayuna
sonrisaenloslabios.Notengootroconsejoquedarte.Ydichoestosedespidió.¿Acasoseburlabadeella?Sinoloconocieratan
bien,lohabríapensado.¿Quéestabapasando?¿PretendíaengañaraMartheconaquellos preparativos? ¿Acaso tenía alguna baza oculta quemostraría ante lasnarices del obispo?Enverdad, ya no sabía quépensar, a quién creer ni a quésantoencomendarse.Sóloveíaunacosa.Elpéndulodesgranaba lashorasysutictacjuntoaellalahelaba.
Se le hizo un nudo en la garganta. Hubiera deseado expulsarlo con untorrentedelágrimas,peronosucediónadadeesosinoquellamaronalapuerta.
—¿Quiénes?—preguntó,aclarandolavoz.—Philibert.¿Puedoentrar?Le dieron náuseas y tuvo que agarrarse al montante de la cama para
controlarelmareo.—No,iros...Traedesgraciaverelvestidodelanoviaantesdelaboda—
dijoparadesembarazarsedeél.Unacarcajadalerespondiódesdedetrásdelapuertamaciza.—Sea.Nodesearíaprovocarla.Únicamentequeríadesearosbuenasnoches
ydeciroscómomealegro.Yaestá,osdejo.Unsilencio.Unastoses.—Otracosamás,amigamía.Paragarantizarquedurmáisbien,heordenado
quehayauncentinelaantevuestrapuerta,esperoquemeloagradezcáis.Por toda respuesta, enunarranquede rebeldía, arrojó lapalmatoriade su
mesitacontralapuerta.Serompióalchocarcontraésta.Lospasossealejaron.
Estaba prisionera.Aquel ser era lamaldad personificada.No tenía piedad.Enabsoluto.Enesemomentolossollozosseapoderarondeella.Nuevecampanadasdioelreloj.Habíapasadounahoramás.
Aún pasaron otras tres. A través de la ventana se veía la noche negra.
Enroscada sobre símismaen sumanta,Philippine sehabíamutilado tanto susbellas uñas pintadas, royéndoselas, que las sábanas se habían manchado desangre. Con las puntas de los dedos en carne viva, seguía sin embargomordiéndoselas,comounanimalatrapadoenunlazoque,apesardeldolor,sedevoraraunapataconlaesperanzadeliberarse.
Media hora después de medianoche, la puerta que comunicaba con lahabitacióndeAlgondeseabriódiscretamente.Absorbidaporsuincurabledolorfísicoymoral,Philippinenooyóacercarseasucamarera.Sesobresaltóalsentirunamanosobresuhombro.
—Levántate—leordenóAlgonde.—¿Es lahora?¿Ya?—Sepusoa temblarmordiéndoseconmás fuerzael
dedoíndice,seguradehaberperdidolanocióndel tiempo.Dehaberloperdidotodo.
Algondeapartó lassábanas, lesacó losdedosde labocayaldescubrir lacarnicería,selosbesó.
—Perdonaquetedejaraconsumirteasí,peronoteníaelección.Vamos,enpie, tienesquevestirte.Ensilencioparanoalertaralguardiaalotroladodelapuerta.
Philippine obedeció por reflejo y con paso resignado se dirigió hacia suvestidodenovia.
Algondelaretuvoporelcodo,conunasonrisaenloslabios.—Mejorpruébateesto,esmásapropiado.Philippine frunció el ceño ante las ropas de lacayo que le tendían y al
mismo tiempo se dio cuenta de que también Algonde vestía una librea dehombre.Laincongruenciadelasituaciónlellevóapensarqueestabasoñando.Algondelaasiódeloshombrosylehizoverqueerareal.
—Notecasas,¿noloentiendes?—lesusurróaloído.
Philippinelamiródehitoenhito,boquiabierta.—¿No?—No.Perotenemosquedarnosprisa.Philippineasintióconungestodelacabeza.Sisetratabadeunsueño,¡no
podíahaberotromejor!Unosminutosmás tarde, suespejodepie ledevolvióuna imagen que no reconoció.Nada la distinguía de uno de los criados de lacasa.
Se había serenado, tranquilizada por la tierna mirada de Algonde. Unamiradarepletadeesperanzas.Lamentóhaberdudadodelossuyosperodejóparamástardeexcusasyreproches.
—¿Yelcentinela?—preguntó.Algondesedirigióhacialaventanaabiertaymiróhaciaabajo.—Poraquíestádespejado.Philippinesintióvértigo.—Nopensarásqueyo...—Cemyalohahecho.LaobjecióndePhilippine se ahogó en sus labios.De repente lo entendía
todo. Ibanahuir losdos.Juntos.Aquellaevidencia le insuflónuevasenergías.Algondeseagachóbajolacamayrecuperóunacuerdaquehabíaocultadoallíduranteeldía.Laatósólidamentealbastidoryseencaramóalaventana.
—Déjatedeslizaralolargodelacuerda.Teesperoabajo.Philippine lamiró descender y luego vio que le hacía una señal desde el
sueloantesdeocultarseentrelassombras.A su vez, se puso unos guantes para protegerse las manos, respiró
profundamente, seagarróa lacuerda,pasóporencimadelalféizarycerró losojos.
Encuantosuspiestocaronlahierba,Algondeechólacuerdahacialapared.—Deprisa—susurróllevándoladelamano.Arrimadas contra lamuralla, doblaron la esquinadel edificioy echarona
correrparaponerseacubiertobajolosárbolesdelparque.Algondelacondujosindetenersehastaelantiguopalomarabandonadoen
elqueocultaraelhuevonegro.Nolejosdeallíhabíaunapoternaenlamurallaexterior.Aquellapequeñapuerta,habitualmentecerradacondostravesañosparaimpedirelpasoalosintrusos,estabaabiertacuandollegaronanteella.
Unavezcruzada,PhilippineseencontróconNasuhyaacaballoyconCemquepiafabadeimpaciencia,másinclusoquelosdoscaballosquesosteníadelabrida. Philippine los reconoció de inmediato: eran los que su padre y élcompraronenAuberives-en-Royans.Selanzóalosbrazosdesuamado.
—Luego—ordenóAlgonde—.Debéispartir.—¿Ytú?—seespantórepentinamentePhilippinealejándosedeellacontra
suvoluntad.—Sé dónde encontraros. Y él sabe adónde debe llevarte. No os retraséis
más.Aunqueyopuedadisimularesterastro,elseñordeMontoisonnotardaráenlanzarsetrasvuestrapista.
Philippine lediounbesoen lamejillaantesdemontar.Unúltimosaludoconlamanoyseadentraronacaballoenlanocheestrellada.
Algondesecambióenelpalomary, trasrecobrarsuapariencia,sedirigió
rápidamentealosedificioscomunesdelcastilloquebullíandeactividad.Bajoelcobertizo,Mathieusudabalagotagordafrentealhorno,cargandoydescargandolas placas al ritmo de las hogazas preparadas por los paneteros. Le daba laespaldayellaaprovechóunosminutosparaverletrabajar,conelrecuerdodelosdías felicesen losque,aldespuntarelalbasobreelcastillodeSassenage,ellavigilaba con él la cocción de los bollos.Ahora, privado del uso normal de sumano diestra, si bien ya no tenía la excepcional destreza de antaño, nodesmerecíaentrelosotroscuatro.
Sonrió,olióelperfumecalientede las costrasdoradasalpuntoydejódeladolanostalgia.Mathieu,concentradoensulabor,nosehabíapercatadodesupresencia.Erainútilmolestarlohastanohaberhabladoconsupatrón.Semetióbajoelporcheyentróeneledificio,cubiertodelsueloaltechodepolvofinodeharina.
Consuvientreredondocubiertoporundelantalcontrasumesadetrabajo,el maestro panetero, un hombre calvo de rostro bonachón, amasaba con susmanos grandes y expertas. Se acercó a él cuando introducía una en un saco
abiertoparaenharinarlahogazaqueselepegabaalosdedos.—¿Qué sucede? —preguntó al reconocer a Algonde, con un deje de
inquietudensutono.Lanocheavanzabay,comotodosloscelosossirvientesdelcastillo,teníala
sensacióndequenolograríatenerlotodoapuntoparaelbanquetenupcial.—DeborobarosaMathieuunahora.Surostrosevolvióadusto.Unomenosenelhornonoibaaayudarle.—¿Yquiénloreclama?—DoñaHélène—mintióAlgonde.Ni una explicación más. El hombre estaba acostumbrado desde hacía
tiempoaloscaprichosdesusseñores.—Una hora nomás. Si se demora, ya no respondo de nada.Decídselo a
nuestraseñora.Algondeseloaseguróysemarchó,conuncosquilleoenlanarizprovocado
por las proyecciones de harina, y puso lamano sobre el hombro deMathieu,tambiénblanqueadoporlaharina.Elrostrodesuespososeiluminóalverla.
—Dejalapala.Tenecesito.Elabrióunosojoscomoplatos.—¿Ahora?—Yaloheconvenidocontupatrón.Mathieunoquiso saber nadamás.Deslizó la placa en la bocadel horno,
cerrólapuertaconunganchoprovistodeunaempuñadurademadera,dejósusútilescontralapared,sedesatóeldelantaly,mientrasselimpiabaelrostroconuntrapo,seexcusóconunodesuscolegas.
Algondelocondujoactoseguidoalcastillo,haciaeldepósitodeleñaquesesecababajountechodetejassostenidoporcuatrocolumnas.Allínohabíanadie,apartedeunaardillaqueseescabullóyseencaramóauntroncodeárbolvecino.Algonde rodeó la pila oculta en la oscuridad y, apoyándose en una de lascolumnas,cruzólosbrazossobresupecho.
—Hallegadoelmomentodeelegir,Mathieu—dijoellaentonograve.Élsequedóboquiabiertouninstante.
—¿Elegirqué?—Tubando.Definitivamente.Se sentó con desgana sobre una pequeña pila de troncos sólidamente
amontonadosformandounapirámide.—Creía que ese asunto ya estaba claro. Te lo dije. Elora y tú me
convencisteislaotranoche.Dehecho,desdeque suhija losbañócon su luz,Algondeyél sehabían
vuelto a sentir como antes. Por lo menos, eso había creído él. Comenzó adudarlo y trató de descifrar en la oscuridad la expresión de Algonde, a unospasosdeél.Nolologróysesintióincómodoensuprolongadosilencio.
—Siesoescuantotienesquedecirme,hubieraspodidoesperar—refunfuñóél.
Algondeseapartódelacolumna,fueasentarseasuladoypusosumanoenladeélmutiladaporelgavilán.
—No,peroesoesloesencial.Laconfianza.¿Confíaslobastanteenmí?Éllepasóelbrazosobreloshombrosylaatrajohaciasí.Ellaacurrucósu
orejaenelhuecodesucuello.—¿Quédebohacerparademostrártelo?—Marthenodebeadivinarquehascambiadodeopinión,y tengoocasión
depersuadirladetuconstancia.Mathieufruncióelceño.—Noestoysegurodepoderengañarla.—¿Quiénhadichoeso?—objetóAlgonde—.No,quieroquevayasaverla
yledigaslaverdad,puestoqueesoesloquetevoyarevelar.—¿Aestahora?—gruñóMathieu,desazonadoanteaquellaperspectiva.Algondesellevósusdedosrígidosaloslabiosylosbesó.—Séloquetehará,peroesonocuenta.Hoynuestrofuturodependedeti.—Enesecaso—decidió—,noperdamosmástiempo.Teescucho.
MientrasMathieu se hallaba conMarthe,Algonde regresó serenamente asus apartamentos por el subterráneo que finalmente había descubierto en suchimenea,desdeotraentradasituadatraseltapizdelasalademúsica.CuandoJacquesdeSassenageleconfesólaverdadacercadesuesposaJeanne,Algonderecordó el grito que oyó una noche tras la pared. La fecha coincidía con lamuertedesorAlbrante.Selodijoinmediatamentealbarón.Fuesutestimonio,estaba segura de ello, lo que había permitido la evasión de Jeanne. Algondehubiera emprendido la búsqueda ella misma, pero temió que la harpíareconociera su olor en las galerías y desplazara a su prisionera. Era mejorutilizarlaparaotrosfines.Yteníauno.Enfrentaraunocontralaotra,aPhilibertdeMontoisonyaMarthe,yasíprotegerse.
AlasochoenpuntoentróenlahabitacióndePhilippine,abriólapuertaquedabaalpasilloyseencontrófrenteafrenteconelcentinela.
—¿Adónde ha ido doña Hélène? —preguntó ella con toda la inocenciaposible.
Elguardiasequedóhelado.—Puesaningúnsitio...Algondelomiródelospiesalacabeza.—¿Cómoqueaningúnsitio?Noestáensuhabitación,asíesquehasalido.Eldesventurado sevolvióhacia el otro centinelaque, unpocomás lejos,
montaba guardia frente a la puerta de Algonde. Aquél meneó la cabeza conincomprensión.Niunoniotrohabíanvistonada.
Algondehizounmohínqueaúnlosincomodómás.—Osaseguroquenonoshavencidoelsueño,doñaAlgonde—sejustificó
elprimero.—Guardaosesoparavuestrosuperior.Yo,creoenloqueveo.Ydichoesto,lescerrólapuertaenlasnaricesycomenzóaprepararelbaño
de Philippine como si no sucediera nada.Acababa justo de llevar un cubo deagua caliente cuando la puerta se abrió de par en par y entró Philibert deMontoison,lívido.
—¿Dóndeestá?—gruñóabalanzándosesobreella.Algondeseencogiódehombros.
—¿Yqué séyo?Cuandoheentrado lahabitaciónestabavacíay la camadeshecha.
Susmiradasseenfrentaron.Algondenobajólavista.—Nohatomadoeldesayunoabajo,ahoravuelvodeallí.Algondeechóunvistazoalrelojdepéndulo.Eranpocomásdelasocho.—Lohapedidoalasnueveaquí.Sindudahabrátenidoganasdetomarel
fresco.—Noessucostumbre.—Tampocoloescasarse—seburlóAlgonde.Furioso,elcaballerosemarchótalcomohabíallegado.Algondeahogóunarisaalegre.Habíaganadolaprimerapartidayconfiaba
regocijarseigualmenteenlassiguientes.Marthenohabíadichonada,talcomoesperaba,felizabuenseguroantelaideadequeCemyPhilippineconsumaransuamor finalmente lejosde lamiradadesuprotegido.Todo ibabien.Bastabaesperar.Ydivertirse.
Alasnueveenpunto,labandejadeldesayunollegóalmismotiempoque
Philibert.Esavezhalló aAlgonde,quemirabapor laventanade laquehabíadesaparecido ya la cuerda. Se volvió hacia él con el rostro consumido por laduda.
—Estoy preocupada —dijo simplemente, y eso lo convenció de que loestabarealmente.
Semarchódenuevocorriendo.«Estoestáganado»,sedijoAlgondedirigiendodenuevosumiradahacia
losjardinesquecomenzabanaanimarse.Duranteunafraccióndesegundoseleapareció el rostro de Philippine, luminoso a pesar de las marcas de la fatiga.Algonde extendió los brazos y se desperezó. Cabalgando hasta quedarse sinaliento,elobjetodelabúsquedadePhilibertconocíaporfinlafelicidad.
Asaltado por una duda detestable, este último atravesó los largos einterminables pasillos hasta el ala oeste y se dirigió a los hospitalarios quemontabanguardiafrentealapuertadelosapartamentosdelpríncipe.
—Aúnnohasalido—lerespondieron.Preso de angustia, Philibert abrió la puerta. En la habitación reinaba la
penumbra.Agrandeszancadassedirigióa laventana,apartó lascortinas,y laclaridadpermitióverquelacamaestabavacíaeintacta.Maldijo.Pasóalasalacontigua,provocandolosgritospudorososdelasesposasdelpríncipeocupadasensuaseo,mediodesnudasensuharén.
SeabalanzósobreAlmeiday,traspermitirquelasotrasseocultarantraslosbiombosjuntoalasbañeras,lesacudióviolentamenteelbrazo.
—¿Dóndeestáelpríncipe?—Loignoro,señor.Anocherechazómicompañía.Ladejóallíplantada,entróenlosapartamentosdeNasuhysaliódeallícon
lospuños apretados.Comoenel casodePhilippine,nadiehabíavistonioídonada,perolostressehabíanvolatilizado.
—Que registren el castillo y los jardines que lo rodean con la mayordiscreción.Quiero ser informadodentrodeunahora comomáximo—ordenó,descartandoalertaroacusaraquienfueramientraspersistiera laduda.Pudieraser que aún estuvieran enlazados en algún lugar y que el chelebi montaraguardia.Enesecaso,elridículorecaeríasobreél.
Mientrasel soldadosalíacorriendo,Philibert fueavera laúnicapersonaque conocía lo bastante los subterráneospara haber guiado a los fugitivos.Laúnica que tenía interés en ello y era lo bastante diabólica como para haberloorganizado.
M
Capítulo28
arthelorecibiósinsorpresaantelapuertadelosapartamentosdelbarónJacquesydeSidonie,queseestabanpreparandoparalacelebración.
—¿Quéhashecho,bruja?—exclamóPhilibert,airado,desdeelpasilloenelqueellalodejóplantado.
—Deja de dar voces —lo amenazó antes de darle con la puerta en lasnarices.
Encolerizadoaúnmássicabeanteeserecibimiento,PhilibertdeMontoisonse dirigió por el otro lado y forzó su aposento.Allí lo esperaba ya ella en lasobriedadglacialdesuhabitación,conlosbrazoscruzados.
Élpaseóundedoamenazadorfrenteasufeísimorostro.—¿Dóndeestán?—¡Allídondedeberíanestardesdehaceyavariassemanas!¡Poniéndotelos
cuernos!Philibertsequedólívido.Así,nosehabíaequivocado.Sufugaeraobrade
aquelladiablesa.Retrocedió.—¿Acasonoqueríasestaboda?Marthe llevaba buenas cartas y se lo debía a Mathieu, quien la había
informadodeque, cuandosehabíaalejadodelhornoparadefecar,habíavistohuiraNasuhyalosdostortolitosalfondodelparque.Aquelmozoeramásdefiar que el individuo sin escrúpulos que tenía frente a ella. Se relamió conglotoneríaloslabiosalrecordarlarecompensaquelehabíadadoyextendiólamanohaciael señordeMontoison, lacerró lentamentey ladescendióhastaelsuelo. Siguiendo elmovimiento y sin que ella lo tocara, Philibert se halló derodillas,asfixiándosecomosiloagarrarandelcuello.
—Creorecordarquehabíamoshechountrato.¿Nodijequequeríaunhijodeesosdos?¿Lodije,síono,PhilibertdeMontoison?
—Sí...lodijisteis...—asintió,convozestrangulada.—Tuorgullotepierde,peroyopuedoperderteparasiempre.Unarotación
másymorirásamispies.Unasolamás.Seagachóyesbozóelmovimiento,satisfechaalverelpánicoensusojos,
surostroadquiriendounatonalidadazul.—Nomegustaquemeengañenynomegustanadaquemeamenacen.Uncuartodevueltamás.Lavistaselenublóylalengualequedócolgando.Mantuvo la presión una fracción de segundo y apartó los dedos
bruscamente, liberándolo. Philibert deMontoison se desplomó sobre el suelo.Con lapuntadelpie, lohizo rodary lodejó tumbadobocaarriba, sinaliento,despavorido.
—Estánenelviejopalomar,enelextremonoroestedelamurallaexterior.Tengo palabra. Puesto que he obtenido lo que deseaba, dentro de dos horasestaráscasado.
Sediolavuelta,seguradesusactos,yvolviójuntoaSidonie,aquienteníaquepeinar.
Philiberttardóunbuenratoenrecuperarlasfuerzasparadirigirsehaciaallí.
Seríamejorqueresolvierasoloaquelasunto.Fuealestablo.Unodesushombressalíadeallí,conaspectoserio.
—Faltantrescaballos.Losmejores—ledijoéste.—Hazqueensillenlosnuestros—ordenóPhilibertconvozaúnronca.En cuanto hubieron montado, los espolearon a la par en la dirección
indicada.Diezminutosmástarde,inspeccionaronellugaryhallaronunasropasdelacayoabandonadasperoniunalmavivienteconexcepcióndeunalechuzadormida.
Alexplorarlosalrededores,descubrieronlapoternayhuellasdecascosdecaballoalotroladoquehabíantratadodeborrarapresuradamente.
Sinohubieratenidotantarabiaenelcorazón,Philibertsehabríacarcajeado
desatisfacciónalpensarquetambiénhabíanengañadoaMarthe.Sevolvióhaciaelhombrequeloacompañaba.—Regresaalcastillo.AvisaaGuydeBlanchefortyalbarón.Queseden
prisaenseguirmeconunafuerzaarmadayqueanuncienqueseatrasalaboda.—¿Enquédireccióndeboindicarlesquevayan?PhilibertdeMontoisonhusmeóelairepesadodeaquellamañana,con los
ojosachicados,frunciendoelceñoparapensar,antesdedecidirse.—Piamonte. Aunque estos últimos meses el duque de Saboya se haya
comportado con discreción, Cem sabe que puede contar con su apoyo. Sólopuedenrefugiarseencasadeéste,enTurín.
Acto seguido, se separaron. Eran las diez de la mañana y Philibert deMontoison, al cabalgar sobre su montura, se preguntó cuánta delantera lellevabanaquellosperros.
Depieenlaterrazademosaicoenloaltodelatorreestedelpalacioreal,
Munia dominaba los tejados de Estambul. Apoyada con ambas manos en labalaustradademármolblanco,cubiertaconunveloverdeoscurodelacabezaalos pies, siguió el vuelo de unas ocas que se dirigían al Bósforo, una largaserpienteespejeantebordeadadebosque,sobrelaquesedeslizabanjabequesyfalúas. A su espalda, tras la puerta cimbrada cubierta por unas cortinas demuselinapúrpura,enlahabitación,tresesclavasseocupabanenhacerlacama.ElperfumedelospétalosderosaesparcidosflotabahastaMuniaysemezclabaconlosdelpalacio,creandounamezclasutildefloresyespecias.
Indiferentea la laborde las sirvientasya labellezadeaquel lugar tantasvecescodiciadoyasediado,laegipciareflexionabaconlafrialdadquelehabíalegadolamasacredelossuyos.
Afindecuentas, fue fácilconvenceral sultánBeyazid.Lacodiciade loshombresymás aúnde los reyes, fuera cual fuese su raza, hacíade ellosunosseresforzosamenteconquistadores.
Lahistoriade lasTierrasAltas, ladesupadre,en laquehabía soslayadotoda referencia al niño que crecía dentro de ella y al descubrimiento de lamastaba, aunque pareciera un cuento de Sherezade, tenía suficientes visos de
verdad para imponerse como tal. Beyazid la escuchó largamente una vez semarchóHuguesdeLuirieux,trasconducirlaaunjardínenelqueseoíaelsuavemurmullodeseisfuentes.¿FueelodioqueleinspirabaelcaballeroolamiradadeBeyazid?Muniaignorabaquélahabíadecididoahablar.Sólohabíaelegidouna vezmás. Dejarsemorir de pena en el harén aterciopelado o imponerse ytomarselarevancha.Asentarlaherenciadesupadrecomoobjetivoúltimo.Selodebíaalossuyosyselodebíaasuhijo.
Se ofreció al sultán en aquellamisma habitación donde, desde hacía unasemana, la guardaba para él. Aunque para Beyazid aún fuera oficialmente laesposadesuhermanoCem,Muniasabíaquesesentíaatraídoporella.Sindudadesdeelprimermomento.Sólo tuvoquegozarde él, opor lomenos fingirlo,puestoque sucuerpoyano sentíanada.LoqueEnguerrandhabía revelado sehabíaapagadoconél,yMunianoimaginabaqueaquellopudieracambiaralgúndía. Así estaba bien, garantizaba su lucidez. Su objetivo. Afirmaba sudeterminaciónantelastrampasqueabuenseguroletenderíalaprimeraesposadelsultánencuantosevieraamenazada.Hastaelmomento,Beyazidaúnnolahabíapresentado.
Sehabíamarchadoalalba,besándolaapasionadamenteenelumbraldelapuertayprometiósorprenderlaasuregreso.«Unajoyamás»,sedijoMuniaalcerrar lapuerta.Lacubríaderegalos.Oro,diamantes,sedas,preciadosobjetosdecorativos e incluso una caja de música que había cogido del tesoro de supadre.UnapruebadefinitivadequeMuniahabíahallado su lugar.Aunquenoeraconelquehabíasoñado.Gustosamentehubieracambiadoaquellosfastosporunanoche,unasola,en lapinnettudeCatarina. Jamásolvidaría,perono teníaelección.Debíapasaresapáginadesuvida.
El ligero ruido de la puerta a sus espaldas le indicó que las esclavas sehabíanmarchado.Muniamirófijamenteelazurimpoluto,sinunasolanube.Acausa de la rapidez de los acontecimientos y la posterior angustia porEnguerrandenelbarco,nohabíatenidotiempodepensarensudescubrimientoenelinteriordelasepulturadelgigante.Erademasiadoincreíbleparaserciertoy eso fue sin duda lo que los perdió, pues aún bajo el impacto de aquellarevelación no tuvieron la mente lo bastante clara para anticipar el ataque.Expulsó aquella idea apretando con fuerza lasmandíbulas.Noqueríavolver averaquellaescena.Suspesadillasnocturnasyaseocupabandeellodemasiadoamenudo.
¿Cuánto tiempoharía falta para queBeyazid la dejara regresar aEgipto?
Tras registrar discretamente el equipaje de Luirieux encontró la damajuanapiramidal, sin duda recuperada de Huchangmientras ella estaba inconsciente.Aguardó al último momento, cuando él conversaba con el capitán, paradescenderalpañolycogerla.¿SospechabaHuguesdeLuirieuxquetuvieramásimportancia que la de ser un fabuloso antídoto? Fuera como fuese, aquelindividuo ya nada podía contra ella. Beyazid se lo había confirmado: habíaabandonadoelpaís.
Hubiera deseado poder hacer lomismo, escapar de aquella jaula dorada.Beyazid la había autorizado a circular libremente por el palacio y su recintoamurallado,yMunia seapresuróa comprobarloelprimerdía.Ladejaron iryvenirasuantojo,delosbañosdevaporalosexuberantesjardines,sinsentirsevigilada. Para acabar, se aproximó a uno de los portales. Como por arte demagia,salióasupasouneunucoarmadoconunaespadacurvadaa lacintura,inclinándoseanteellacondeferenciaperoalavezconfirmeza.Erapreferiblenovolveraintentarloyapañárselasconaquellanuevasituación.
Deslizólamanobajolosvelos,cogióladamajuanaylasituófrentealsol.El azul profundo del vidrio filtraba tanto su resplandor que la pirámide casiparecía negra en el azur del cielo. ¿Cómo su padre, tan apasionado por laastrología, no lo había relacionado antes?Fue necesario abrir el sarcófago delgigante, descubrir el estuche de diorita entre sus manos momificadas ymaravillarse ante el pergamino que contenía para comprender que las tresgrandespirámideshacíamuchosmásañosquesehallabanenlamesetadeGizadeloquelahistoriapretendía.
PrevenidaporelembriagadorperfumedeBeyazidmuchoantesdequeésteaparecieradetrásdeella,Muniavolvióaocultardiscretamenteladamajuana.SehabíaabstenidodehablardeellapormiedoaqueBeyazidselaquitara.
Con un fingido centelleo en sumirada, se volvió para recibir al sultán yarrojarseensusbrazos.Nunca,nuncadeberíaimaginarquefingíasiqueríaqueeducaraasuhijocomoelsuyo.Sideseabalograrsusfines.
Beyazid la abrazó calurosamente, conquistado por su belleza y por sufortalezadecarácter.
—Desearía que me acompañaras —dijo tras besarla voluptuosamente—.Fueradeloslímitesdeestosmuros.
LosojosdeMuniaresplandecierondesatisfacción.
—Vuestraconfianzamehonra,misultán.MenosatractivoquesuhermanoCem,Beyazidposeíasinembargoungran
encanto y un cuerpo atlético. Su sonrisa, además de dejar ver una dentaduraperfecta, se alargaba un poco a la derecha y le provocaba un hoyuelo en lamejilla.Ningunamujerhastaentoncessehabíaresistido.¿Cómohubierapodidodudarenconsecuenciadeaquellamiradaquelodevoraba?
—Deseo creer queme amas tanto como yo te amo. Y también darte lasgracias.
—¿Darmelasgracias,poderososultán?—seechóareírMunia—.¿Yporquédeberíaisdarmelasgracias?
—Por la leyendaquemecontaste.Hoy,graciasa loquevoyamostrarte,tengoesperanzasdequeseacierta.
ElcorazóndeMuniasedesbocódentrodesupecho.¿Eraposibleque,delamanera más improbable que pudiera imaginarse, su destino le hubiera dadoalcance?
—¿Nopodemosdescansarunpoco?Estoyagotada—insistióPhilippine.El sol se hallaba en su cénit. Cabalgaban desde hacía casi doce horas,
habían cambiado tres veces demontura y dos de vestimenta, y sólo se habíandetenidoparabeberocomerlosalimentosquellevabanconsigo.Aúnvestidadehombre,aunqueyasinlibrea,Philippineyanosentíalaespalda,nilosriñones,nilaspiernasnilosbrazos.Laverdaderaqueyanohabíaningunapartedesucuerpoquenoledoliera.
CemladeólacabezaycruzóunamiradaconNasuh.Si todoibatalcomoAlgonde había previsto, debían de llevar nueve o diez horas de ventaja, perotantounocomoelotroconocíanlatenacidadylaresistenciadeloshospitalarios.Sireducíanelmargen,lesdaríanalcanceantesdellegaraTurín.Nasuhinclinóelmentón.Philippinenoaguantaríamás.Cemtiródelbocadoy,abandonandoelcamino,sedirigióaladerechahaciaunriachueloquecorríamásabajo.
—Aquí estaremos bien—decidió, arrancando un suspiro de alivio de ladamisela.
Descabalgóy la ayudóadesmontar sobre los cantos rodadosquecubrían
lasorillasdelcursodeagua.CemdejóqueNasuhseocuparadelosanimalesencuantoéstossehubieranabrevadoydiounospasosjuntoaPhilippine,aquienleurgíaestirarsuspiernasentumecidas.
—Lamentovermeobligadoaimponerosestacadencia,querida,pero...—Silencio—lointerrumpióellaponiéndoleundedosobreloslabios.Loretiródeinmediatoavergonzadadesusuñasmutiladas,devoradashasta
lamismacarne.Seenvolvióenunatiernasonrisa.—Sinvuestrocoraje,aestahorayaestaríacasada.Noosreprochéisnada,
amormío.No,noosreprochéisnada.Él la atrajohacia sí y la apartó acto seguido.Por el caminopasabagente
quepodíasorprenderloseindignarseanteelabrazodedoshombres.Philippinepensólomismo.Vestidadeaquellaguisanopodíapermitirseningunafrivolidad.Unoyotra,sinconcertarseperoigualmentedeseososdeunpocodeintimidad,abarcaronconlamiradaelpaisajedepequeñosvalles.
—Vayamos hacia allí —dijo Philippine señalando, algo más arriba, unbosquecilloespesorodeadodeárbolesporunladoyrocasporotro.
Cem le hizo una señal a Nasuh, que acababa de atar los caballos a unpequeñoolmo,alasombradeunbloquedegranito,ycaminójuntoasuamada.
—¿No hubiera sido más prudente partir hacia el oeste? Nadie habríapensadoenello—dijoPhilippine;noenvano,aquellacuestión laatormentabadesdequeCemlehabíaafirmadoquelosperseguiríanhastalacasadelduque.
—Sin duda hubiéramos tenido algún respiro, pero habría sido aún másarriesgado. Ya os habréis fijado en la mirada de las gentes con las que noscruzamos.Elcolordemipielmedistingueaunquevistaestasropasanodinas.Ytambiénmi acento. Hay espías de Beyazid por toda la comarca, ymi cabezatieneunprecio.Dondefuéramos,siemprehabríaalguiendispuestoavendernos.Creedme,Hélène,vuestropadreyyosopesamoslargamentelasposibilidadesdelograrlo.Dependendeunúnicofactor.Lavelocidad.
Laasiódelamanoparaayudarlaasubirentrelasrocas.Detrásseabríaunclaro de hierba entre avellanos y olmos jóvenes. Se sentaron allí uno junto alotro,mirándosealosojos.Elalzóunamanocuidada,largayfina,yconundedoacaricióelóvalodesurostroyledibujóloslabios.
—Hesoñadotantoconestemomento—murmuróélantesdeatraerlahacia
suslabiosytenderladebajodeélenaquelmaravillosoentornoquelavegetaciónlesofrecía.
Cuando por fin se apartó para dejar que recuperara el aliento, ardían conigualdeseo.Sinembargo,él secontentócon recogerleunmechóndecabellosquealrodarjuntoaelloseltocadodePhilippinehabíaarrancadodelmoño.
—Duerme, amormío,yovelaré—murmuró,dejandoqueella apoyara suorejaenlapalmadesumano.
Agotadaporlacabalgadayporlaangustiaquelahabíadevoradohastasuhuida,bastóquecerraralospárpadosparaquedarsedormida.
LaextrañapresenciadeunamujerenlaantiguabibliotecadeEstambulhizo
que en el rostro del guardián, a pesar de sus esfuerzos, se leyera su sorpresa.Evitandomirar aMunia, se frotaba las palmas de lasmanos al responder a lapreguntade sumonarca acercadelorigendel libro abierto ante ellos sobreunatrilyde losotrosdosdesimilar facturadepositadossobre lamacizamesadetrabajo.
—Numerosostextosomapasantiguosarchivadosaquíprocedendelagranbiblioteca de Alejandría. Comprados a precio de oro tras el incendio que ladestruyó,lasobrassalvadasdelasllamasfueronobjetodeunimportantetráfico.Otrosfueroncopiadosentiemposdesuesplendor.Esteesmuyvalioso.Queyosepa,nohayningúnotroentodoelmundo.
—Bien,yahoradéjanossolos—leagradecióBeyazid.Elhombre,menudo,de tezgris,seretiró trotandocomounratoncilloque
hubieraexcavadosunidoenelgrosordelaspáginas.Laverdaderaqueenaquellugar,iluminadoporventanasbajasparaevitarlosrayosdelsol,lasparedesylospasillosestabancubiertosdeestanterías.Muniajamáshabíavistoalgosemejanteysesentíainsignificanteenaquelsantuariotansilenciosocomounatumba.
—Mi padre, Mehmed II, amaba este lugar. Lo primero que hizo trasconquistar laciudadfueverificarqueaquínosehubieradestruidooexpoliadonada. Mustafá nació entre estas paredes y conoce hasta el último rincón.Además,meesabsolutamente fiel como loeraamipadre.Estamañana lehepreguntado si en algún lugar había rastro de una civilización egipciapredinástica.Despuésdepensarenello,mehamostradoestostreslibros.Nohe
podido,pordesgracia,ytampocoél,logrardescifrarlos.Talveztúseascapaz...—esperó Beyazid invitando a Munia con un gesto a inclinarse ante aquellacaligrafíaencursiva.
Elrostrodeéstaseiluminódeinmediatomientrassudedoíndicereseguíaeltrazodelapluma.
—Esgriego.EslahistoriadetalladadeEgipto,escritaporuntalManetónque vivió en Heliópolis en el siglo ni antes de nuestra era —dijo ella conemociónalzandolavista.
Beyazidseinclinóysellevólamanoalcorazón.SuerudiciónconfirmabaporsímismalaspalabrasdeMunia.Lesonrióconbenevolencia.
—Misquehaceresmereclaman.Mustafáestaráatudisposición.Tómateeltiempoquenecesiteseneste lugar.Por loqueamírespecta, teesperaréenmicamaalcaerlanoche.Sinovienes...
—Iré—leinterrumpióella,asiéndolelamanoparabesársela.Paraellayanoeracuestióndehuir.Beyazidhabíacomprendidoque,conel
conocimiento, le ofrecía la libertad. Lo miró alejarse por el pasillo central,súbitamenteenternecidaporsugenerosidad,yseserenó.
«Noteequivoques—seflageló—.Eseindividuonodudaríaencortarlelacabezaasuhermanosiaparecieradenuevoylatuyasilotraicionaras.»
Conesacerteza,sacóuntaburetededebajodelamesaycomenzóaleerloque,atodasluces,constituíauntestimoniodelosprimerostiempos.
L
Capítulo29
a noche se cernía ante ellos tan implacablemente como los párpados dePhilippine, recostada en el cuello de su montura. Si no se detenían de
inmediato, se caería de la silla. Sin embargo, se negaba a quejarse y hacía loposible para seguir el galope de Cem, dejando a Nasuh tras ella, en laretaguardia.AlabandonarLaBâtienohabía imaginadoqueibaaser tanduro,tan difícil, y añoraba amargamente aquellas noches de insomnio que habíanagotado sus fuerzas hasta las últimas reservas. Por su culpa, los altos en elcaminoerancadavezmáslargosysuventajasereducía.Cemnohablabadeellopero, por su expresión grave, ella adivinaba que dudaba de poder llegar a sudestino antes de que los hospitalarios los alcanzaran. Ella aún quería creer enello,contodassusfuerzas,ysenegabaaaceptarhabercabalgadohastatanlejos,haberaguardadotantoparacaerfinalmenteenlasgarrasdelseñordeMontoison.SincontarlasconsecuenciasqueelloacarrearíaaCem.
—Guy de Blanchefort se disponía a desplazarme mañana mismo —leconfesómientrasdabancuentadeunacenafrugalcompuestadeunalonchadetocinoasadayfrutabajouncieloestrellado.
Sin duda alguna, si los atrapaban, a él y a Nasuh los encerrarían en uncalabozo.GuydeBlanchefortnoleperdonaríahaberlotraicionadodoblemente.
Philippine irguió el busto. No pensar en ello. Seguro que Cem sepreocupabasinrazón.¡Susperseguidorestambiéntendríanquedormir!¡Alfinyalcabo,loshospitalarioseranhombres,quédiantre!
Cemralentizóelpasoprogresivamentehastaapartarsedelcaminoprincipaly tomó un sendero que conducía a una granja.Un chiquillo corría aún por elpatioylesechabamondasaloscerdos.Alzóhaciaellosunamiradainquieta.
—Buenas noches tengas, chiquillo —dijo Philippine, animada ante la
perspectivadeunasopacaliente.Enlapuertaaparecióunamujerquelosmiróconrecelo.—¿Quédeseáis?—Nadamalo.Somosmercaderes.¿Podríaisofrecernosunpocodesopay
unrincóndelestablo?Ospagaremosbien.Sesacóunabolsadelacinturaylalanzóalchiquillo,quesemanteníaen
guardiaylaatrapóalvuelo.Aloíreltintineodelosescudosdentrodelabolsa,serelajóysevolvióhaciasumadre.
—Estábien.Lamujerasintió.—Instálense,pues—dijoella,yvolvióalinteriordelacasa.MientrasPhilippine,trasdescabalgar,entrabatambiénporlapuertabajaa
la casa y el chiquillo llevaba los animales al establo, Cem se llevó a Nasuhaparte.
—Las verdaderas dificultades vendrán ahora —dijo señalando con lacabeza las crestas alpinas bañadas por el sol poniente—. Hélène necesita unverdaderoreposo,porquedelocontrarionolograremoscruzarlospuertos.
—Tenemosyapocaventaja,príncipeCem...Muypoca.Cemloasióporelhombroparaconducirlohacialacasa.—Losé,amigomío.Losé.QuedabaaúnmuchocaminohastaTurín.Beyazid no ocultó su satisfacción al ver reaparecer a Munia en su
habitación unos minutos después del toque de queda. Recostado en unalmohadón,lacontemplóquitarselosveloscongracia.
—¿Has podido descifrar lo que te interesaba?—preguntó resiguiendo elcontornodesuscaderasligeramentecebadas.
Munianosepreocupó.Deconstituciónsorprendentementedelgada,era laúnicaquepodíaatribuirasuembarazolaligerahinchazónqueésteleprovocaba.Subiéndosealacama,searrodillóimpúdicamentesobrelassábanas.
—EsostreslibroscomponenunconjuntoqueexplicaelreinodelosdiosesyluegodelossemidiosesduranteloquellamamosZeptepi,elprimertiempo—dijoellasoltándosesulargocabello—.Hablantambiéndelperíodointermedio,eldel espíritude losmuertos, y acaban finalmente con los reyesmortalesquegobernaronEgipto.
—¿Y menciona a esos gigantes de los que hablaste? ¿En qué períodoexistieron?—preguntóatrayéndolahaciaél.
Muniasedeslizócontrasupieldesnuda.—En el primero, la edad de oro. Se les llama neteru, y eran seres tan
poderososcomobellos;suspoderesmágicoslespermitíanadoptarlaaparienciade un vegetal, un mineral o un animal. Eso explica que los egipcios losdeificaranylosrepresentarancomomitadhombreymitadanimal.AtravesaronlapuertadelasTierrasAltasabordodesuntuososbarcosyaparecieronaorillasdelNilotraseldiluvio.RaAtumfueelprimerrey.DeélnacieronChuyTefnut,quelesucedieron,yéstosengendraronaGeb,diosdelaTierra,yaNut,diosadel Cielo. De ellos nacerían luego Isis, diosa de la magia, Osiris, el gransoberano civilizador al quemi pueblodebe la enseñanzade la escritura, de laganadería...
Sedetuvoysearqueótrasunacariciaparasatisfacerelorgullodelsultán.En realidad, no había obtenido más que una respuesta en aquellas primeraspáginas, una respuesta que se reservaría para ella. Manetón hablaba deHeliópolis Innu, el pilar que sostenía el benben, un objeto sagrado de formapiramidalyconpoderesfabulosos.Segúnaquelpoetaquelohabíacontemplado,habríacaídodelcielo.Muniasabíaquenoeracierto.RalollevóconsigodelasTierrasAltasyaúnestabaenestemundocuandoOsirisloutilizóparalevantarlosbloquesmegalíticosquecomponeneltemplodelvalle,lagranpirámideoelOsireiondeAbydos.Loutilizópara tallar laesfingeenGiza,enelaño10450a.C.ElañodelaconstelacióndelLeón.
Munia cerró los ojos mientras Beyazid se tumbaba sobre ella parapenetrarla.Fingiendounplacerquenoexperimentaba,viodenuevolasepulturadescubierta por su padre, sintió la excitación que compartieron al descubrir lamomia, luego el estuche de diorita y finalmente los planos de aquellasgigantescasconstrucciones,conelsellodequienselosllevóensuúltimosueñodegigante.Suconstructor.Osiris.Osirisque,unavezcumplidasutarea,confióEgipto a su hermana y esposa Isis antes de abandonarla para llevar a otros
lugareslosbeneficiosdelossabiosdelasTierrasAltas.Fueél—Munialosabíaahora tras haber leído a Manetón— quien construyó el primer nuraga enCerdeña, fueélquienenseñó laagriculturay laganaderíaa losetíopes, él fuequien fundó numerosas ciudades en la India, Arabia, China y Occidente. Él,también,quiendioaloshombresapenasevolucionadoslasprimerasnocionesdecivilización antesde regresar a supaís, donde sería asesinadopor suhermanoSeth y se convertiría, según la leyenda, en una estrella de la constelación deOrión.
Beyazidgozódentrodeellay sevolvióde lado.Muniapermanecióbocaarriba,conlacabezaenlasestrellas.ElcinturóndeOrión.LastrespirámidesdeGiza eran su reproducción terrestre. El propioOsiris lomostraba en el papirohallado en su tumba. Las hizo construir a imagen de la alineación de las tresdamajuanas piramidales sobre la mesa de cristal de las Tierras Altas. Tresdamajuanaspiramidalesque,alconcentrarlaenergíaestelardeOriónatravésdesu vidrio azul, conferían poder de vida a la decocción que contenían. Trespirámides de piedra gigantescas erigidas hacia el cielo para que los gigantesrecordarandedóndeprocedíanyporqué sehallabanallí, paraquecesarandematarseentresíenguerrasporelpoder.Nosirviódenada.Surazaseextinguió,elbenbendesapareció,HeliópolisInnufueclausuradosinquenadiesupieraqueOsiris dormía allí al lado; y los faraonesmortales, al perder el sentido de lasobrasdelosdioses,selasapropiaroncomoKeopsolascopiarontorpementealolargo de su historia como Zoser. Si Imhotep no hubiese descubierto aquelimprobableplanoyhubieraconstruidounpalaciosobreeltemploparaprotegerlatumbadeOsirisy,bajoAlejandro,nohubiesehabidoungeómetraqueevitaraquefueraderribado,nadiehabríasabidonadadetodoello, jamás.Enrealidad,sólo la predicción delmensajero del destino permitía creer aún aMunia en laexistencia de unpaso en estemundoque lo unía al de lasTierrasAltas. ¿LasTierrasAltasolasdeOrión?
Muniasedurmióconaquellapregunta,porinconcebiblequefuera,rogandoque el alma de su padre, la de su madre y la de Enguerrand, sobre todo suEnguerrand,velaranporelniñoquedebíaver la luzy lepermitieranhallar sucamino.
La campesina que les había ofrecido su mesa se llamaba Faustine. Ya
confiadagraciasalasmonedasquehabíarecibidoyquehabíamordidoconsuboca desdentada para comprobar que fueran auténticas, explicó a Philippine,CemyNasuh, ocupados en esemomento en apurar sus escudillas demadera,quesuespososehabíaausentadoparairavendercorderosalaferiadeganadodeSaint-Jean-de-Maurienne.
—Disculpadnuestraacogida,buenasgentes—seexcusódenuevomientraslesservíamáscaldodemasiadoclaro,enelqueflotabanalgunasverdurasyunpedazodetocinorancio.
Enelrincóndelachimenea,derrengadaenunasilladeenea,conlacabezaapoyada contra la pared y lasmanos cruzadas sobre las rodillas cubiertas conunamanta, una anciana dormitaba desde que llegaron. Faustine se la presentócomo su suegra, ciega y sorda.Una carga visible para aquel hogar.La abuelachascólasmandíbulas,arrancóunasflemasyexpectoróenunpañuelo,ypidióqueledierandecomer.
—No estamos a salvo de los bandidos —prosiguió el pequeño Jeanmientraslamadreayudabaalaviejaacerrarlosdedosparasostenerunboldelíquido.
Philippine,quelahabíaseguidoconlamirada,apartólavista,incomodadaanteaquelladecrepitud.Lapitanzaeraescasayteníahambre,perohubierasidoindecentepediraaquellasgentesmásde loqueposeían.DirigiósuatenciónaCem,quesonreíaalchiquillo.
—Es normal que desconfiéis, pero esta noche no debéis temer nada,estamosarmadosysiosamenazaran,intervendríamos—afirmóelpríncipeconnaturalidad.
LosojosdeJeancentellearon.—Yotambiénsédefenderme.Padremeenseñó.Soybuenluchador,ycon
unahondanotemoanadie.—Notejactesdeelloyrezaparaquenonecesitesdemostrarlo—leregañó
sumadre.La abuela acabó de beber con un gorgoteo en la glotis.Mientras su hijo
respondía un penoso «Sí,mamá» y hundía de nuevo la nariz en su escudilla,Faustineretiróelboldemanosdesusuegra.Diounospasosquelaalejarondelamesa,dejólavajillasobreunmuebleyalzólosbrazosparaabrirunapuertaaltadeclaraboyaen lapared, justosobreella.Deallísacóun jamónqueseestaba
curando, colgado de una viga que atravesaba el armario, lo depositó sobre lamesaysacóuncuchillolargodeuncajón.
—Noesasuntomío,peroparasercomerciantestenéisunosmodalesyunaspectomuy curiosos—dijo ella en el silencio creadomientras cortaba lonjasgruesas.
Philippine, que observaba ávidamente la carne tierna y rosada, seestremecióysesonrojó.CemyNasuhsecruzaronunamirada rápidaantesdevolverlavistahacialacampesinaquehabíadetenidosugesto,conlapuntadelcuchillohaciaarriba,losdedosaferradosalmangoydenuevorecelosa.
—Nuestro corazón es tan puro comonuestras intenciones, doñaFaustine.Escuantodebéissaber—leaseguróelpríncipe.
Ella asintió, pero de nuevo su rostro se había teñido de gravedad tras susonrisarecuperada.
—Quien quiera que seáis, no deseomás problemas de los que ya tengo.Dormiréisenlagranjayosmarcharéisalalba.Simepreguntanporustedes,diréquenohevistonada.
—Os estaremos reconocidos —le agradeció Philippine, a la par queaceptabadebuenagana la lonjade jamóny la hogazadepanqueFaustine letendía.
Lamujeratrancólapuertatrasellosycerróconcienzudamentelospostigos
en cuanto acabaron de comer, no sin antes prometer servirles leche fresca yhuevosfritoscuandoselevantaran,conelprimercantodelgallo.Philippinesedesperezóenmediodelpatio.Elaireeraagradableylanocheestrellada.Teníaelestómagollenoylaperspectivadeunaverdaderanochedesueñolacolmaba.
—Yo me quedaré de guardia —anunció Nasuh a la puerta del edificio,abandonándolosparainstalarseunpocomáslejos,enunángulodelaparedqueleofrecíaunavisióndeconjuntodelpatio.
Así era cada vez que se detenían. Apenas cuatro horas las nochesprecedentes,delasquecadaunomontabaguardiadoshoras.Sabedordequeelchelebi lo despertaría para que lo sustituyera, Cem fue tras Philippine, quebostezaba.
Elestabloestabaenpenumbraexceptoporunhazdelunaqueunaaberturaenel fondode laconstruccióndibujaba frenteaellos.Aun ladoyaotro,dosvacasyunmulocompartíanelespacio.
—Porallí—indicóCemasiendodelicadamenteaPhilippineporelcodo.Tal vez fuera aquel lugar apacible en el que sólo se oía el rumiar de los
animales,aquelrectángulodeestrellasquecentelleabanolacertidumbredequeal día siguiente su huida acabaría de unamanera o de otra, no habrían sabidodecirlo,peroenaquelmomentoambosteníanunnudoenlagarganta.
Cemviovarios jergones sobreunaplataformaque sinduda losgranjerosutilizabaneninviernoparacalentarsejuntoalosanimales.Enaquelinstante,lesofrecíanunnidoperfecto.
Ascendió él primero y le tendió la mano conteniendo la respiración.Olvidadassusresolucionesparaburlarlaprofecía;olvidadaMartheysusnegrosaugurios;olvidadoPhilibertdeMontoison.Uninstanteantessemoríadesueño,pero ahora Philippine era toda ella fuego ardiente. Se reunió con Cem y setumbóbocaarribajuntoaél,conunbrazodobladobajolanuca.Sucorazónlatíacomosifueraaestallarcuandoélseacercóasuslabiosparabesarlos.
Cuando Nasuh fue a buscar a Cem a medianoche, lo halló sentado
contemplandoaúnmaravilladoelcuerpodesnudodePhilippine.Cemhizounaseñalasuamigoparaqueladejaradormir,lacubrióhastalarabadillaconunamanta,cogiósuropaysaltóalsueloparavestirse.
Discreto,Nasuhyasehabíaalejado.Cemlohallóalapuertadelagranja.—¿Noquieresdormir?—¿Ytú?—lochinchóelchelebi.—Nuncahesabidoserrazonable.—Losé.Unarisadiscretalosunió.—Lanocheestátranquila.Aprovechemosparadescansarunojuntoalotro,
comosolíamos.¿Lorecuerdas?—preguntóNasuh.Sí, Cem lo recordaba, pero allá en las montañas de Anatolia, en sus
expedicionesnocturnasmás intensas, erancuatrocompañeros.Dosdeellosyanoestaban.
—Anuareraelmássensatodetodos.Sehubieraalegradodeburlarseasídeloshospitalarios.
—Yo también lo añoro, al igual que a Huchang —afirmó Nasuhpalmeándoleelhombro.
Llegaron al lugar donde hasta entonces se había instalado el chelebi y sesentaronenelsuelo,conlaespaldaapoyadaenlapareddelacasa.
—¿Qué posibilidades crees que tenemos? —preguntó aún este últimorecogiendounpuñadodeguijarros.
—Muypocas.—¿Ellalosabe?Ceminclinólacabeza.—¿Dequéserviría?Nohanhabladonuestroscuerpos,Nasuh,sonnuestras
almas que se han entremezclado. Jamás había conocido tal plenitud ni unacomplicidadtanevidente.Comosiellayyofuéramosunamismapiel,unmismoaliento,unmismocorazón.
El chelebi suspiró. La fatiga lo vencía. A mayor altitud, aún sería másacusada.Másdelonecesario.Echólacabezahaciaatrásycerrólosojos.
—Duerme,Cem—leaconsejó—.Pelearemoshastaelfinalparaquepuedasquedarteconella.
D
Capítulo30
espertados al alba por el canto de tres gallos, Cem, Nasuh y Philippinedesayunaron rápidamenteyabandonaron lagranja.Desdeentoncesnose
habían detenido. Además del hambre que los atenazaba, el agotamientoempezaba a hacer mella en ellos, al igual que a sus monturas, debido a losconstantesdesnivelesdelsenderodemontañayelcalorbochornoso.
Eran lascuatrode la tardecuando tuvieronquedetenerseen laposadaElbosquehermoso.
Unavezcruzadalapuertamacizadedoblebatiente,alotroladodelvastopatiointeriordesuelorastrillado,eledificiocontabaconunacocinaycomedoren la planta baja en toda Su longitud, y habitaciones en la planta.Perpendicularesalaconstrucciónprincipalsehallabanelestablo,queacogíaunaveintena de caballos, y la granja. Había también una era, un huerto y uncementeriocondoscrucesjuntoaunapequeñacapilla.
Mientras el palafrenero, un jovenzuelo de unos diez años de rostrogranujiento, almohazaba a sus caballos agotados y preparaba unas nuevasmonturas,lostressesentaronalamesadelagransaladeledificiocubiertodehiedra. Estaba desierta, pues raros eran los viajeros que se detenían en lasposadasfueradelashorasdelascomidasoparapernoctar.
Pidieron al posadero, un hombre cordial, un plato de quesos y leche decabra,ypreguntaronladistanciaqueaúnlosseparabadeTurín.
—Menosdedosdíasacaballo—los tranquilizóelposadero,yañadió—:Esuna lástimaquenocoincidieranconnuestroduque.AquíenBardonecchia,siempreesunhonorverlopasar.
Loscorazonesdelostresdejarondelatirtodosauna.
—¿El duque de Saboya no está en Turín? —se inquietó Philippine,forzandosuvozparaquesonaramásmasculina.
El hombre se rascó el cráneo abundantemente cabelludo y con ese gestorevelóque era tanpiojoso comoaquella estancia, infestadaporunadecenadegatos.
—Estaráallímañana...¿Deseantambiénpatédeconejo?Se quedó con la pregunta en los labios y con los brazos colgando,
boquiabierto.Llevadosporelmismísimodiablo,sustresclienteshabíansaltadodesusbanquetasysehabíanprecipitadohacialapuerta.
—¿Yeso?—lesgritóantesdequelacruzaran.—¡Notenemostiempo!—ledijoPhilippine,angustiada.Teníanquedar alcance a cualquier precio a la caravanadel duque, que a
todasluceslesllevabaexiguaventaja.Sin decirse ni media palabra, se hallaron en el patio interior y Nasuh
alcanzóaver,alotroladodelapuerta,enelcamino,lasiluetadeuncaballeroque se aproximaba a galope tendido. Parecía llevar tanta prisa como ellos porllegaraTurín.Dosotresminutoscomomáximoyllegaríaalaplaza.NasuhlovioavanzarunossegundosantesderetenerconpulsoinquietoelcododeCem,que acababa de empuñar las riendas del caballo que le tendía el palafrenero.Mientrasladoncellamontabaensusillafrentealafachadadelaposada,Cemvolviólavistahaciaelporche.AligualqueNasuh,fruncióelceño,resignado.
Hubierareconocidoaaquelhombreentremil.PhilibertdeMontoisonleshabíadadoalcance.Cementregóalanimalalmozodeestablo,quesealejósindiscutir.—LlévateaHélène—dijofríamenteCemaNasuhantesdeavanzarhastael
centrodelpatio.Elchelebinopudocumplirsuorden.Philippine,alertadaporlareaccióndeCem,sehabíapercatadotambiéndel
peligro.Descabalgóyseprecipitóhaciasuamanteque,firmesobresuspiernasalgoabiertas,habíadecididoenfrentarseasurival.
—Juntos,hastaelfinal—decretóellaconcorajeydeterminación.Ella también quería aguantarle la mirada a Philibert de Montoison,
legitimarporfinloquehabíaocultadodurantetantotiempo.Cem asintió con la cabeza. No sólo lo entendía, sino que tampoco tenía
tiempoparaconvencerla.Sedesabrochólacapaligeraydesenvainólacimitarradesucinturaantelos
ojosdesorbitadosdelmozodeestablo,quesedisponíaaocuparsede losotrosdos caballos. Aterrorizado, el jovenzuelo abandonó a los animales que por símismossefueronasuabrigo,ycorrióaledificioparapreveniralposadero,supadre.
Empuñandosuarma,NasuhsesituójuntoaPhilippine.Lostresestabandispuestos.Devorado por la rabia, Philibert de Montoison tiró del bocado para
inmovilizarsumonturaentreunanubedepolvo.Llenodebarrodebidoalviaje,su vestido de boda que no se había tomado lamolestia de cambiarse tenía unaspectotandesastradocomoélmismo.
Philippineseestremeció.Pornadaenelmundopermitiríaqueaquelperrovolvieraaposeerla.Elabrazodeaquellanocheaúnestabapresenteensucuerpoyensucorazón.Laspromesasylosjuramentosquesehabíanintercambiadolepermitíancualquieraudacia.
Se acercó a Cem hasta casi tocarlo y alzó el mentón desafiante ante elcaballoquepataleabaconojosenloquecidos.Conespumaenlosollares,aligualquesudueño,cuyasarrugastiznadasacusabanaúnmássucrueldad,sehallabavisiblementeagotado.
—Seacabó,príncipe.Envainadvuestrasarmas—espetóelcaballero.Cemnosedejóconvencerportanperegrinoargumentoysecontentócon
apretarconmásfuerza laempuñaduradesuarma.Philippine también lohabíacomprendido.Noseveíapolvaredaenelhorizonte.SielseñordeMontoisoneralaavanzadilla,loshospitalariosaúnestabanlejos.
—¡Anteslamuerte!—vociferóellaconunamiradatorva.Philibertnodudóuninstante.Desenvainósuespada,saltódelcaballoylediounapalmadaenlagrupaal
animal,queseencabritó,forzándolosaretroceder,antesdeecharacorrerhaciaelestablo,atraídoporsuscongéneres.
Se hallaron cara a cara. Tres contra uno. Empujando a Philippine hacia
atrás,Cemdiounpasoalfrente.—Estoesunasuntoentretúyyo,Montoison.Resolvámoslolealmente—
declaróCemalzandolapuntadesucimitarra.—Nadamecomplaceríamás...Nasuh asió vigorosamente a Philippine del brazo y ella se dejó conducir
hacialapuertadelaposada,conlamiradafijaenaquellosdoshombresqueibanabatirse endueloamuerteporella.PhilibertdeMontoison,por segundavez.Estabalívida.
Con las espadas ya firmes en las manos y resplandecientes al sol,recorrieron el espacio cerrado midiendo sus pasos. Ambos se sopesaban,mirándosefijamentealosojos.
—Quedaosdentro—ordenóNasuhaPhilippinedesdeelumbral.Ella sepusodepuntillasparaverporencimadeélycontuvoungritode
angustia.Cemse abalanzó sobrePhiliberty lashojasde las espadas entrechocaron
estrepitosamente.Philippine se sobresaltó.Nasuh la asiópor loshombrosparatranquilizarla.
—Nolepasaránada.Yovigilo.Yparaevitarqueellavolvieraasalir,seplantóantelapuertaconlosbrazos
enjarras.Frenteaél,Cemysuadversarioseenfrentabanconelmismoodio.El posadero y su hijo se habían situado cada uno frente a una de las
ventanasdelasalarectangular.—Pero¿estoquées?—preguntóelpadre.Sumamente angustiada, Philippine no lo oyó y abrió de par en par el
ventanalmáspróximoalapuertaparanoperdersenadadelaescena,ydejóalhombreocupadoensuspropiascavilaciones.
Afuera los rivales se golpeaban con violencia.Cem comprendió desde elprimer asalto que Philibert pretendía ganar tiempo. Dedujo así que dentro demuypocoellugarestaríarodeado.Aquellomultiplicósusfuerzasysurabia,siello fuera aún necesario. La fatiga se había desvanecido, y con los músculostensadosporelplacerque ledabaaquelcombateypor lanecesidaddeacabar
cuantoantes,hizogaladetodasuhabilidadguerrera.Philibert de Montoison lo había visto combatir en Poët-Laval, aquella
noche épica de la traición de Munia, y sabía que solo no tenía la menorposibilidaddevencer.Hubierasidomásatinadoaguardara losdemás,quesindudasehallabanaunasleguasdedistancia.Peroadecirverdad,habíaactuadoirreflexivamente,apremiadoporeldeseodecambiardemonturayganarlesaúnalgodetiempo.Perotrasreconocerlosenelpatio,yaerademasiadotardepararetroceder.
Cuantopodíahacerparavengarse erahacerque se retrasaran tanto comopudieraantesdemorir.
YesoeraexactamenteloqueCemtratabadeevitar.Tantopinchóasuadversarioquelehizouncorteenelhombroyloobligóa
apartarseligeramente.Sinsaberlo,PhilibertdeMontoisonacababadeofrecerlelaoberturaquebuscaba.Utilizandoel espacio liberadopor aquelmovimiento,Cem se acuclilló sobre las rodillas y empezó a girar sobre símismo cada vezmás rápido a la manera de los derviches, con el sable en posición horizontalsobresucabeza.
Philibert deMontoison saltó aun ladoparadefenderse, pero el filo de lahojalehizouncorteprofundoenlascostillasyelbícepsyloempujóhaciaatrás.Suespadamordióelpolvo.Sin aliento, titubeó,mientrasqueCem, impulsadoporlafuerzadesuspiernasensumovimientogiratorio,barríaaúnlosairesconsuespada.
Philibert de Montoison sólo tuvo tiempo de dirigir una mirada fatalistahacia la fachada. La última imagen que vio fue la sonrisa vengativa dePhilippine.
Aquel29dejuliode1484,lacabezadePhilibertdeMontoisonseparadadelrestodesucuerporodóporlossuelosalospiesdelpríncipeCem,yPhilippinedeSassenage,aquientantohabíatorturado,horrorizóalasgentesdelacasaalsoltarungritodealegría.
EncuantoPhilippineseprecipitótrasNasuhalpatioparaecharseenbrazos
desuamado,elposaderocerrólapuerta.Enmenosdeunminuto,laspuertasylospostigoscerradosfueronatrancadosdesdeelinterior.Pasadaladistracción,a
aquellasgentesnolesquedabamásqueelmiedoasermasacradasasuvez.Philippinenosediocuentadeello.Enunafraccióndesegundo,entrelosbrazosdeCemquelaapretabacontra
él, ante aquel cuerpo decapitado que aún se estremecía, junto al rostroensangrentado con los ojos abiertos como platos, acababa de entender que,contrariamente a loque sugerían las apariencias,Philibert deMontoisonhabíaganado.
—Hayquepartir.Rápido—murmuróCemasuoídocasisinaliento.Philippine seapartóy lomiró fijamentecon la angustiaquehabíaen sus
ojos.—Tútevas.Osvais.Yomequedo.Élseestremeció.—Osharía irmás lentos,bien lo sabes.Yel tiempoesmáspreciadoque
nunca y te quiero libre, Cem, te quiero libre para poder reunirme de nuevocontigo.
—Tienerazón—intervinoNasuh.Cem lo sabía, pero se negaba a abandonar a aquella mujer que se
sacrificaba.Philippinealzóunamanoparaacariciarel rostrodevastadodelhombreal
queamaba,paraimpregnarseunavezmásdesupiel.Susojos,porlogeneraldeun azul intenso salpicado de oro, parecían unmar embravecido.El pelo de labarba,descuidadaaquellosúltimosdías, secomía lapartealtadesuspómuloshundidosporelagotamiento.
Algondehabíadicho la verdad, pensó ella.Suhijonaceríavelloso, comodecíalaprofecía.ElvelloexcesivodeCembajosusdedoslanocheanteriorlocorroboraba. Sí. Su hijo nacería. Y necesitaría un padre para protegerlo deaquella maldición de la que Philibert de Montoison había sido uno de losinstrumentos.
Animadaporesacerteza,asióaCemporloshombrosypusosubocaenlacomisuradesuslabios.
—Vete,telosuplico.Sálvate,amormío.Cemahogósusúplicaconunlargobeso.
¿Quiénpodíadecircuándovolveríanaencontrarse?Se oyó el ruido de los cascos de los caballos. Nasuh había elegido dos
monturas frescas.PhilippineyCemsesoltarondesuabrazodesesperado.Conlasmandíbulasapretadas,Cemasiólariendadelamanodelchelebiya laparmontaronensuscaballosapelo,avanzaronunospasossobrelagravilladelpatioypasaronjuntoaPhilippineendirecciónalportal.
Cemvolviólacabezahaciaatrás.Nolograbasepararsedeella.Ella sintió un dolor fulgurante, y también determinación. Se lanzó a los
cuartos traserosde sucaballoy, conviolencia, logolpeóen lagrupaparaqueechara a correr con Cem. Pasaron bajo el porche, giraron a la izquierda ydesaparecierondesuvista.
Philippinepermanecióunmomento inmóvil en el recobrado silencio, conunamanosobresucorazónenllamas,conlamiradaclavadaenelcamino.
Setambaleó.Enelmomentoenquelapuertadelaposadaseabríaysalíasudueño,ella
cayó de rodillas sobre el suelo pegajoso de sangre, con la cabeza entre lasmanos.
Elhombresedetuvoenelumbralysesantiguó.Fueraloquefueseaquelser,aunquesearrepintiera,elgritoqueproferíano
eraenabsolutohumano,esohubierapodidojurarlo.
C
Capítulo31
uando Guy de Blanchefort y Jacques de Sassenage, escoltados por unatropadetreintahombres,lamitaddeloscualeseranhospitalarios,llegaron
allugarcuatrohorasmástarde,hallaronaPhilippinesentadaenunbancoantelafachadadelaposadaquealahoradelacenasehabíallenadodeviajeros.
Excepto algunas piedras que sobresalían del suelo y que aún estabanligeramenteenrojecidas,nadadelatabaeldramaqueallíhabíatenidolugar.
Inquietoporlareputacióndesuestablecimiento,elpropietarionotardóen
reaccionar.Alquedarsesoloeldesconocido,llorandoallíensupatio,yalnotenerun
aspectopeligroso,sunaturalsimplicidadseimpusodenuevo.Mientras ordenaba a su hijo que cerrara la doble puerta de entrada para
evitar que alguien entrara en el patio, se precipitó y levantó a Philippine, ysosteniéndolaporelhombro,lacondujoalinteriordelaposada.Duranteelcortotrayecto, descubrió bajo sus dedos el nacimiento de un seno aplastado por elchalecodecuero.Conelsentidocomúndelasgentesdelamontaña,comprendiódeinmediatoquéhabíasucedido.
Philippineseloconfirmócasisinvoz.—Ayudadme,ayudadnos—suplicóellaporfin.Yélaceptó.Dejó a suhijoocupado extrayendo aguadel pozoque sehallaba junto al
huerto y precedió a la doncella hasta la primera planta. Allí, en una de las
habitaciones,abrióelbaúldondeguardabalosvestidosdesuesposafallecidaelinviernoanterioracausadeunasfiebres,ylainvitóaqueescogieraelquemáslegustara.
Cuando Philippine descendió una hora más tarde, lavada, peinada ycambiada,apesardesudesazón,lacerante,eradenuevoellamisma,dispuestaaafrontaraloshospitalarios.
Saliódelacasa.El cadáverdePhilibertdeMontoisonhabíadesaparecidoyelpalafrenero
acababa de barrer el patio que habían cubierto abundantemente de paja paraabsorberlasangrederramada.
—¿Dóndeestáelcuerpo?—preguntó.Impresionadoporsubellezaataviadaconaquelvestidosobrioquerevelaba
ahorasufeminidad,eljovenzueloseñalóconundedohaciaelcementerio,detrásdelmurodelagranja.Philippinesedirigióhaciaallísindemorayseencontróconelposaderoqueclavabaunacruzsobreunnuevotúmulodetierra.
—Miesposahubierasidofelizviéndoosconesevestido.Ossientabien—comentóantesdevolversehaciaunadelastumbas.
Aligualqueél,Philippinehabíaunidosusmanosantelassepulturas.—Laterceraesladenuestrahija.Teníaseisaños.Sébienloqueesperdera
lagentealaqueamas—leconfióaúnelposaderoantesdecomenzararezar.Philippinecomprendió.NadiehallaríaaPhilibertdeMontoison,yaCem,si
lograrancapturarlo,nopodríanacusarlodehaberloasesinado.Siellamismanolodesvelaba,PhilibertdeMontoisonpodríadescansarenpaz.
Al reconocer a su hija apoyada contra elmuro cubierto de hiedras de lacasa, entre dos ventanas entreabiertas por las que salían las conversaciones delos viajeros y el olor de los asados, Jacques de Sassenage desmontó de sucaballo.Philippinesepusoenpieyseechóensusbrazosamediocamino.
—¿YPhilibert?—susurróélasuoído,inquietoalsaberqueelcaballerolosprecedía.
Ellaapoyólacabezaensujubón.—Enterrado —respondió con voz queda, más aún puesto que Guy de
Blanchefortseaproximabaaellos,conexpresióngraveyencolerizada.
Porelaspectoqueofrecían,tampocoelloshabíandormidomuchoaquellosúltimosdías.Satisfechoporaquellarespuesta,perosindejarlotraslucir,JacquesdeSassenageapartóaPhilippinepararegañarla.Teníaquehacerlo.
—Mialegríaalhallarossanaysalvanoapacigualacóleraquemecorroe,hija mía. Vuestra incalificable conducta recibirá en su debido momento elcastigoquemerece.Ahora,eltiempoapremia.
—¿Dóndeestá?—lointerrumpiósecamenteGuydeBlanchefortmirándolaconseveridad.
Trasél,lossoldadosdescabalgaban.Ganartiempo,éseeraahorasucometido,pensóPhilippinecubriéndosecon
unvelodealtivadignidad.—Notengonadaquedeciros.Un bofetón le cruzó el rostro. Lo recibió plenamente consciente de los
remordimientosquehabíaprovocadoasupadre,depieanteellaexhibiendotodasuautoridad.
—¡Habla!—leordenó.Ella losfulminóconunamiradaglacialaunoyaotroyseencerróensu
silencio.—Nolesacaremosnada—dijoelbarón,desolado—,ynopuedoazotarla
enestaplaza.—Encerradlaenalgúnlugar.Quenopuedaentrometersecuandodemoscon
el príncipe—decretó fríamente Guy de Blanchefort antes de desplegar a sushombresconungestoydedirigirsehacialaposada.
Dejándose llevar del brazo, Philippine se alegraba en su interior.Guy deBlanchefort imaginaba que si ella se hallaba allí, Cem y Nasuh también. Notardaríanendescubrirlocontrario,perohabríaganadoalgodetiempo.
En la sala, ayudado como cada noche por dos sirvientas venidas de unpueblo vecino, el posadero iba de aquí para allá atendiendo a los comensales,conlasmanosylosantebrazoscargadosdeplatos.Uncochinillo,delqueyasehabíaservidobuenaparte,seguíagirandoenlaampliachimeneaalritmolentoimprimido al espetón por unmozuelo enrojecido por el calor. Su piel doradallenabalaestanciadeunaromadelicioso.ApesardelaintrusióndelossoldadosdelaOrdendelosHospitalarios,seguíanoyéndoserisas,sealzabanlascopasy
semasticaba.JacquesdeSassenageliberóaPhilippine.—¿Yelpájaro?—preguntó,aprovechandolaalgarabíareinante.—Havolado—dijoellaabriéndosepasohacialaescalera.Sehallabaamediaalturacuandolavozdelposadero,aunospasosdeella,
se oyó más fuerte, sin duda para que ella pudiera oírle y comprendiera quecumplíasuacuerdo.
—¿Loscompañerosdeesachica,ahíarriba,enlaescalera?Sólohabíauno,quevestíauntrajedenoviodesastrado.
Ella no pudo oír la siguiente pregunta de Guy de Blanchefort, sin dudaestupefacto,perosealegróporadelantadodelarespuestamientrassubía.
—¿Unturco?¡Pormisbarbas,señor,sihubieravistounolorecordaría!No,sóloestabasuesposo,yqueporciertonoeramuyhablador.Llegaronayeryadenoche.Yestamañana,cuandoellasehalevantado,yaestabasola.Creoquehaestadoesperándolotodoeldía.Simepermitísqueosdémiopinión,esecanallasehalargadoyellanotienedineroparapagarme.
Convencido ante esos argumentos, Guy de Blanchefort los siguió por laescalera.Encerradaenlahabitaciónqueelposaderolehabíaprestadoparahacercreíblesudiscurso,Philippinesedejócaersobrelacama,conlaspalmasdelasmanossobresusfaldas,yelrostroinexpresivo.Mientraselbarónseapoyabaenla puerta, con los brazos cruzados, y Guy de Blanchefort, tras acribillarla apreguntas, la sermoneaba acerca de las consecuencias del silencio en el quepermanecía enclaustrada, la doncella sólo pensaba enCemy en su cabalgada,conscientedequecadaminutoqueellapudieraganartambiénloganabaél.
Transcurrióuncuartodehora.Conlamejillaenrojecidapordosbofetonessuplementariosquesupadrelepropinó,semanteníatestarudacuandollamaronala puerta. JacquesdeSassenage, quien se hallaba junto a lamisma, la abrió yentróunodelossoldados.
—Hemosregistradolaposadadearribaabajoynohemoshalladoanadie.Elpalafreneroconfirmalaversióndelposadero.Estamañana,cuandohaidoacepillarlos,faltabauncaballo.
Philippine comprendió que si no los retenía con algún cuento, loshospitalariosselanzaríandeinmediatotrasCem.
La ideadequepudierancapturarlo la reconcomía tantoque leofreció lasarmas necesarias para su mentira. En cuanto se hubo cerrado la puerta,avanzándoseacualquiercomentarioodecisión,estallóensollozos.
—Mehaviolado...Esaeslaverdad.PhilibertdeMontoisonmeviolóantesdehuirenplenanoche.¡Malditosea!¡Esperoquelohayandevoradoloslobos!
Fingiendo consternación, Jacques de Sassenage se admiró para sí deltalentomistificador de su hija. Lívido, Guy de Blanchefort tosió en su puño.Aquella revelación justificaba la terquedad de la doncella para callar hastaentonces. Sin embargo, no estaba dispuesto a concederle la parte del león,conscientedelaafrentasufridaporsuprotegidoalverlahuirconotro.
Enternecidoemperoporlaconfesión,elgranpriordeAuverniaseagachófrenteaellayleapartódelicadamentelasmanosdedelantedelosojos.
—Esunactograve,nodigolocontrario,ysintratardedisculparlopensadqueseríavuestroesposoanteDiossinohubieraisacompañadoalpríncipeensuhuida.
Philippinelofulminóconunaferozmiradaderencor.—¡Huí por culpa de la crueldad de ese monstruo! En dos ocasiones ya
habíatratadodeforzarmeconviolencia,ymeprometíamilsupliciosdelacarneunavezmehubieracasadoconél.Por loquerespectaaCem,eseDiosalqueinvocáisestestigodequesehacomportadodemaneramuydiferenteconmigo.¡Notengoquehacermeperdonarnada!
Con las manos cruzadas a su espalda, cerca de la puerta, Jacques deSassenagecontuvounasonrisa.Suhijadecididamenteteníaeldondementirsincometerperjurio.
GuydeBlanchefortsuspiró.ConocíalobastanteaPhilibertparadarcréditoalaspalabrasdePhilippineymásaúnpuestoqueeltestimoniodelasgentesdelacasaconcordaba.Seestrujólosdedosconfuerza.
—Unavezresueltoestefeoasuntodelaevasión,osprometoqueelseñordeMontoisondeberáresponderdevuestrasacusaciones,queridaniña.
—Yquesehagajusticia—añadióelbaróndeSassenage.—¿Nomeobligaréisacasarmeconél?—temblóPhilippinedirigiendoasu
padreunosojazosllorosos.Ganartiempo,aún,decíanentrelíneas.—Oslojuro—corroboróJacquesdeSassenage.
—En ese caso, hijamía, todo está en vuestrasmanos. Los enemigos delpríncipesonmásnumerososdeloquepareceysomoslosúnicosquepodemosprotegerlo. Os lo suplico, decidnos ahora cuanto sabéis—la apremió Guy deBlanchefort.
Ellaasintió.Ensusmejillasmarcadasdeescarlata,suslágrimasmentirosashabían trazado unos surcos salados que daban a su rostro un aspecto aúnmáspatéticoquejugabaasufavor.
—Ayer hacia mediodía, agotados por una noche a caballo, los tres nosdetuvimos en una cañada, a unas leguas de aquí. Cem y Nasuh me dejarondescansar, abajodel camino,bajoun troncohueco,mientras iban a cazar algopara comer. Ambos, pude constatarlo los días precedentes, son maravillososarqueros,¿losabíais?
—Aloshechos,idaloshechos—seimpacientóelgranpriorsacudiendolacabeza.
Ellasuspiróruidosamente,dejandoquesushombrossehundierancomosilecostararecordarlo.
—La verdad es que me desperté sobresaltada, sacudida por Philibert deMontoison inclinado sobre mí. Me pegó y me insultó antes de preguntarmedóndeestabaelpríncipe.Yoeraincapazdedecírselo.Habíabosquesportodaslas laderasde lasmontañasquenos rodeaban.CemyNasuhno reaparecieron.Sindudalovieronllegardelejosyprefirieronabandonarmeaélparaconseguirhuirellos.Siendolahoraquees,debendehaberalcanzadosudestinoymetemoqueestánfueradelalcancedevuestrasrepresaliasodelassuyas.
GuydeBlanchefortsepusoenpiedeunsalto.Fueracomofuese,nohabíamástiempoqueperderylamentóprofundamentequePhilibertdeMontoisonsehubiera entretenido con ella en lugar de precipitarse a Turín como exigía elsentido común. «¡El orgullo, siempre el orgullo!», rugió para sus adentrosvolviéndosehaciaJacquesdeSassenage.
—¿Meacompañáis?—Porsupuesto.—Hayquepagarlacuentaalposadero...—dijoPhilippine,yaenpie.—Vuestra presencia a nuestro lado no tiene sentido, señorita. Esperaréis
nuestroregreso.Conunabuenaguardia,porsupuesto...
GuydeBlanchefortledirigióunasonrisaantesdeproseguir.—...enelcaso,evidentemente,dequePhilibertdeMontoisonvolvierapara
atormentaros.Philippinesevolvióhaciaelbarón,quesedisponíaasalir.—Padre...—Llevarazón.Nosretrasarías.InsistirmásenellohabríadespertadodudasenGuydeBlanchefortacerca
de su sinceridad. Volvió a sentarse en la cama y miró desconsolada cómo secerraba la puerta. Había hecho cuanto estaba en sus manos. Ahora sólo lequedaba esperar queCem lograra reunirse con el duque de Saboya.Y, en esecaso,queesteúltimonofueratancobardecomoparaentregarlo.
-E
Capítulo32
sperounhijo.
Beyazidapartósu rostrode laventanabajay lovolvióhaciaMunia,inclinadahastaentoncessobreungigantescomapadepielextendidosobre
lamesadeestudiodelagranbibliotecadeEstambul.Selimitóaalzarlafrenteparahaceraquelanuncio,sinpremeditación.Elsultánmeneólacabeza.
—¿Esmío?—Esotemo—aseguróellaconunasonrisa.Élfruncióelceño.—¿Porqué?Locontrariohubierasidoterribleparati.—Para mí, sin duda, pero no para él. Conozco la suerte que los
pretendientesaltronodeparanasushermanos.LaalusiónaCemeraclara.Beyazidfueasulado.Estabansolosenlavasta
estanciatapizadadelibrosydecilindrosdesdeelsueloaltecho.Enalgúnlugar,al otro extremo de una de las galerías, el martilleo regular de los pasos delguardiánresonóenelsilencio.Conungestoágil,BeyazidatrajoaMuniahaciaél.
—Así son las costumbres de mi país. Por crueles que puedan parecerte,debenserrespetadas.
—Cámbialas... —sugirió ella con una mueca encantadora, enlazando sucuellorobustoconsusmuñecas.
Élseechóareír.—¿Ydarasíplenalegitimidadalasreivindicacionesdemihermano?Serías
laprimeraenlamentarlo.
—Esverdad—concedióMunia.Labesó.Cadadíaquepasabaestabamásprendadodeella.Muniaeraúnica
y como tal la trataba. Contraviniendo todas las costumbres, ella aún no habíapuestolospiesenelharén.InclusolamadredeBeyazid,quelogobernaba,habíaido a quejarse del rumor creciente acerca de aquella situación. Beyazid ladespachó afirmándole que la esposa de su hermano Cem recibía el trato quemerecía.NocabíadudadequeconeseembarazoMuniaseconvertiríaendianade aquellas mujeres expoliadas y abandonadas. Sin embargo, ya no podíadisimular su estado pormás tiempo. Plantó sus ojos dorados en los suyos, deébano.
—¿DaríaslasTierrasAltasanuestrohijosialcanzoadescubrirlas?Parpadeóantesdereírdenuevo.—Esoesloquemásmegustadeti,Munia.Nodudasdenada.Nunca.Ellaseasióconmásfuerzaasunuca.—Nomehasrespondido.¿Tecomprometeríasporescritoadejarloreinar?Sudeterminaciónloazoró.Sepusoserio.—Siloquemedasesunhijo,loharé.Se apartó de él y le dio la espalda para reseguir con el dedo índice el
trazadodeaquelmapadeenormesproporciones,comolosotrostres,igualmenteimprobables,queMustafáhabíaextraídodesuscilindros,halladosenunbaúldecerradurasoxidadas.
Tras quince días estudiándolos uno a uno, Munia había llegado a unaconclusión.Todosrepresentabanelmundoensuglobalidadyredondez,ytodosindicabanunvasto continente al oeste,más allá del océano.Aquíy allá habíadibujadas criaturas monstruosas. Monstruos marinos o terrestres y pájaros depico dentado. Todos hablaban lamisma lengua, la indescifrable lengua de losgigantes. Todos habían sido estudiados a lo largo de los siglos por otros quehabían dejado sus anotaciones.Lamayoría en latín y griego, pero también enchino.Todos separecíanaldeAzizbenSalek, elpadredeMunia, exceptoendosdetallesimportantes.
Enelmapadesupadre,elcontinentealoesteestabaunidoaOccidenteporelnorte.Eraenesafranjadetierra—quelosotrosnorepresentaban—dondesehallaba el emplazamiento de las damajuanas piramidales. Hecho que, para
Munia,probabaqueelmapadesupadreeramuchomásantiguoqueaquéllos.Sindudafuerondibujadostraselrobodelamesadecristalydelasdamajuanaspiramidalespor losdescendientesde losgigantesprivadosde laposibilidadderegresar que, como Osiris, habían recorrido el mundo con la esperanza decambiarlo.
Beyazidseaproximópordetrásdeellaylaabrazóporlacintura.—¿Esapreguntanoeraanodina,verdad?—lesusurróasuoído.Munia fijó su mirada en aquel gran vacío en el océano, entre los dos
continentes. La tierra mencionada en el mapa de su padre, ¿se había hechopedazos antes de desaparecer engullida por las olas, o se había desplazado?Irlanda, Escocia o Inglaterra apuntaban la primera hipótesis. La actualconfiguraciónmásmacizade los territoriosdelGranNorte, lasegunda.Muniaprefirió reservarse aquellas reflexiones para ella misma, pues no confiaba enBeyazid,ydetuvosuíndicesobrelalíneadetierrasquecortabaelpasoaloeste.
Inclinadoporencimadesuhombro,Beyazidabriólosojos.—¡EsonopareceAsia!—murmuró.Munialemostróelestedelmapa.—Asiaestáaquí.La presión contra su vientre se acentuó, fugazmente. Beyazid había
comprendido.—Hasdadoconellas—temblódecodicia—.LasTierrasAltas...—Delasquenuestrohijoserárey...Beyazidnorespondió.Apartándosebruscamentedeella,abandonólasalaa
grandeszancadas.Munianosevolvió.Habíajugadosubazasintraicionaralossuyos.Habría
queesperar, enel sufrimiento, aún igualmentedoloroso,de suausencia, aqueBeyazidmostrarasuscartas.
Aquel 12 de septiembre del año de gracia de 1484, Enguerrand de
Sassenage descubrió por vez primera la mirada sombría de su cuidadora enaquellaciudaddeHeliópolisqueaúnnohabíaabandonado.Unavezsanadasu
herida, aquella misma mañana dejó de administrarle la decocción que lomanteníaenunprofundoestadodesomnolencia.Antesurostrocubiertoporunveloabrióunosojosgrandesysorprendidos.
—Munia...—reclamó.Su lengua hinchada por el tratamiento se le pegaba al paladar y le
provocabaunatosseca.Lamuchachasacudiólacabezaparadecirlequenoyseñalósupechoconel
pulgarizquierdo.—Malika—sepresentó.Enguerrand lesonrió.Conhabilidad, lealzó lacabezaconunamanoy le
diodebeberconlaotra.El agua, tibia, hizo desaparecer aquella desagradable sensación. Se sintió
mejor. Ella lo acostó de nuevo y se apartó. Enguerrand volvió la cabeza paraseguir susdesplazamientosen laoscuraestancia.Apenasun rectángulode luzsurgíadeunaaberturabajaalexterior.Unpedazodecielo lacompartíaconelrubiotinteocredelaarenadeldesierto.¿Dóndeestaba?
Malikaregresóconunacanastadejuncotrenzadollenadedátiles.Susojos,inmensos,eranpicaros.«Atenordeladelicadezadesusrasgosbajoelvelo,esmuy joven», sedijoEnguerrandaceptando lamanoqueella le tendíaantesdesorprendersealhallarsesentadoconlaspiernascruzadas,comosiaquelgestonofueramásquelaréplicacondicionadadeotros,repetidosdurantemuchotiempo.
Apoyándose en la pared a su espalda, se detuvo un instante en sus piesdesnudos, sorprendentemente limpios, que sobresalían de los bajos de sugandura,eintrodujounamanoblandaenlacanastadepositadaentresusrodillas.
Encuantomordiólacarneazucaradarecordósusabordulcementepastosoen la boca. Lo habían alimentado a base de dátiles. ¿Durante cuánto tiempo?¿Quéhabíasucedidoparaquesehallaraallí,solo,sinella?
Munia.Ensumemoriahabíaunvacíoenorme.Seveíaconelladescendiendoporel
Nilodurantelacrecida.PorfindebíanencontrarseconAzizbenSalek,elpadredeMunia.¿Lohabíanvisto?Nolorecordaba.
LagrácilsiluetadeMalikaletapóuninstantelaluzdeldía.Desaparecióenel exterior. Enguerrand dejó el cuenco a un lado sobre el lecho de hojas
trenzadasyquisoponerseenpie.Sedescubriómásdébilde loqueimaginaba.Sus brazos y sus piernas se habían derretido y la piel le tironeaba entre losomoplatos.Secontorsionópararascarseynotóunbultodecarnebajosusdedos.
Unacicatriz,lesusurrósuinstinto.Cada vezmás perplejo, se desperezó, vaciló un instante, se apoyó con la
manoenelmurodepiedrayavanzósobreel suelode losas recubiertodeunapelículadearena.Hacialaluz.Silaestanciaerasilenciosa,enelexteriorseoíanrisasinfantilesyretazosdeconversaciones.
Cruzóelumbral.Entrecerró losojosbajoel sol inclementey se llevó lasmanosalafrenteaguisadevisera,cegado.
Frenteaél,ocultándoleelhorizonte,másalládelosnumerososmontículosde arena que intuyó que ocultaban ruinas, se dibujaba una larga muralla. Undestello, furtivo, le indicó que ya la había visto en el pasado. Pero ¿en quépasado?Undesagradablesentimientodetristezahizomellaenélsinquepudieramaterializarlo.
Unaexclamación.Volviólacabeza.Dosfelahs,unojovenyelotrodemásedad pero ambos bronceados por el sol, avanzaban hacia él. Malika losacompañaba.Enguerrandnocomprendiónadadecuantoledijeron,peroporsussonrisasdesdentadasysusamistosaspalmadasenelhombro,dedujoqueestabancontentosalverloyatenerseenpie.
—¿Munia? —aventuró de nuevo ante la persistencia de aquelladesesperaciónensuinterior.
Ambos hombres movieron la cabeza negativamente. A todas luces,ignorabanaquiénserefería.
Yafatigado,Enguerrandaceptósuayudapararegresarasulecho.Setumbóenélconplacer.Antetodo,debíarecuperarseparatratardecomprenderloquelehabíasucedido.Loqueleshabíasucedido.
Cuando trató de cruzar el porche que conducía a los apartamentos delsultán, justo antes del toque de queda,Munia lo halló vigilado por un eunucoque, armado de una cimitarra al cinto, la aguardaba, con los brazos cruzadossobresuvientreprominente.Loconocía.EraMusa,elcastradoalqueBeyazidhabíaordenadoseguirdiscretamentesuspasos.
—Apártate—leordenó—,meesperan.
—Estanocheno—ledijoél,inclinándoserespetuosamente.ElcorazóndeMuniadejódelatir.Insistió.—Deboveratuseñor,esurgente.—Lo lamento.No desea tu presencia yme ha ordenado que te conduzca
antesumadre,queteespera.Laegipciasintióqueelsuelosehundíabajosuspies.¿Habíasidoelanunciodesuembarazo,suinsistenciaenquelareconociera
o simplemente la pretendida localización de las Tierras Altas lo que le habíavalidoaMuniacaerendesgraciasúbitamente?Eradifícildecirlo.Fueraloquefuese,sólopodíasometerseymanifestar,anteaquellaqueregentabaelharéndesuhijo,lamáximaservidumbre.
Musa la invitó con un gesto a adentrarse en el largo corredor bajo lasarcadas.Alfinaldelmismo,másalládelostressuntuosospatiosalineadosydesusestanquesdemosaicos,sehallabaellargoedificiodedosplantasdelharénOmayún.Unacelosíablancacubríalafachadadelmismohastamediaaltura,ypermitíaasushuéspedescontemplarlaexuberantevegetacióndeljardíninteriordelpalaciosinquenadielosospechara.¿Cuántasdeellashabíanobservadoconenvidia aMuniadeambular conBeyazidpor lospaseosbordeadosde rosales?¿Cuántasdeseabansumuerteporhaberlesrobadoelcorazóndelsultán?Muniaseestremeció.Tendríaquemoversuspiezasconenormehabilidadsiqueríasalirconvidadeaquellaarena.
Sedetuvoanteunapuertavigiladapordoseunucos,tanagradablescomoelquelaescoltaba.
—Descálzate,nodebesmancillarestelugardeningunamanera—leordenóMusa.
Unavezhuboabandonadosucalzadoenunacanastareservadaatalefecto,su carcelero deslizó en la cerradura una llave que llevaba colgada del cuello.Inmóvilesinclusoensusojosdemiradafija,comoimponentesestatuas,ambosguardiasnisiquierapestañearon.
Lapuertaseabrió.MusaseapartóparadejarqueentraraMunia.Febril, cruzó el umbral de un patio elegante descubierto, decorado en el
centroconunestanquecuadradopocoprofundo.
—Debesatravesarlo—ledijoeleunucoantesderetroceder.Cerrólosdosbatientestrasél.Muniasesobresaltóaloírquelacerradurase
cerraba.Unamirada,furtiva,haciaatrás.—Esinútil.Desdeesteladonohaypomoparaabrir.Nohabíaanimosidadenaquellavozteñidadeciertanobleza.Muniavolvió
la cabeza.Aparecidaallí comopor artedemagia,unamujerdeextraordinariabelleza aunque tuviera ya los signos de su edad se hallaba, con el rostrodescubierto, al otro lado del estanque: la madre de Beyazid, antaño primeraesposadeMehmedII,eclipsadaporlamadredelpríncipeCemyhoyendíadenuevolajanum.
Lamujermáspoderosadelharén.Sindudaalguna.Contraloquecabíaesperar,lesonrióyletendiólamano.Alerta,empero,Muniacruzóelaguaquecorríayqueunpequeñomanantial
renovabasincesar,ysearrodillóanteella.—Esunhonor—dijo.—¿Esverdadloquedicen?¿Quetraicionasteatuesposo,elpríncipeCem,
parareunirteconmihijoalqueamabasensecreto?Muniaalzóhaciaellasusojosmaquillados.—Sí—respondiósindudarlo.La janumdesabrochódel ladoderechodel rostroelveloqueocultaba los
rasgosdeMunia.—Ponte en pie—la invitó, con el rostro iluminadopor la satisfacción—.
Los enemigos demis enemigos sonmis aliados. Estás bajomi protección. Sébienvenidaenestepalacio.
La mala suerte sorprendió a Cem a sólo veinte leguas de la posada El
bosquehermoso.Sucaballotropezóenunarodadaysi,enunprimermomento,parecióquenosequejaba,alcabodeunosminutosempezóacojearyacabóporclaudicardetalmaneraqueCemdescabalgó.Elesguinceeragraveyelanimaltranspiraba abundantemente.Cemamabademasiado, a los caballos comoparadejarqueaquélsufrierainútilmente.Lehablóunbuenratoaloído,comosabía
hacerdesdesuinfancia,yluegodesenvainósucimitarraparaponerfinasuvida.Negándose aperder la esperanzahabida cuentadel enorme sacrificioque
habíahechoPhilippineparaqueélsesalvara,comenzóacantara lagloriadelanimal abandonado a los carroñeros y dejó queNasuh regulara el paso de supropiamontura,soportandoelpesodelosdosjinetes.
Pocoantesdemedianoche,cuandoobligadosadarundescansoalanimalsedetuvieron en un margen del camino, el ruido de un galope los alertó. Seaproximaba una tropa. Se apresuraron a ponerse a cubierto tras unas rocas.Apesardelalunallena,susperseguidorespasarondelargosindescubrirlos.BastóunamiradaparaqueCemyNasuhsepusierandeacuerdo.Ahorayaera inútilproseguir hacia delante. El cadáver del caballo de Cem había dado a loshospitalarios toda la información necesaria para calcular la ventaja que lesllevaban.
Cempodíaapostarporello.Enmenosdeuna legua, loshospitalariosseescindiríanendosgrupos.El
primero daría alcance a la caravana del duque de Saboya para recordarle losacuerdos que habían concluido. El segundo volvería sobre sus pasos paracapturarlo.
—Vamos—ledijoaNasuh.Noeracuestióndequesedejaranatrapar.Llevandoalcaballodelabrida
paranocansarloaúnmás,Cemsedejóguiarporlasestrellasparahundirseenelsecretodelasmontañas.
—Como en Anatolia—sonrió Nasuh escalando la escarpada ladera a sulado,enelbosque.
—Allíregresaremos,hermano—leprometióCem.Yamboscreyeronenello.Cuatrodías.Al quinto día, tras haber abandonado el caballo desde hacía ya tiempo,
seguidospor los rastreadoresde losquesehabíaprovistoGuydeBlanchefort,ambos se hallaban rodeados bajo un cielo plomizo a la salida de un pequeñodesfiladero.Arrimándoseespaldacontraespaldaenunúltimointentodedefensa,desenvainaronsuscimitarras.Amododerespuesta,GuydeBlanchefortordenóasusarquerosquearmaransusarcos.Yactoseguido,solo,avanzóhaciaellos.
—Apuntarán a vuestras piernas, Cem. Y al corazón de Nasuh paradoblegaros.Arrojadlasarmas.Seacabó.
JacquesdeSassenage,conelrostrodescompuesto,sereunióconél.—Ennombredenuestraamistad,príncipe—insistió.Porella,decíasumirada,deverdad.Porella.Cembajósubrazo.Nasuhelsuyo.—Philippinenoslocontótodo,sucapturaporPhilibertdeMontoisonpoco
antes en laposadamientrasvos cazabais, lamarchadeéste tras caer lanochedespuésdeabandonarla—dijoJacquesdeSassenagemientrasdoshombreslosataban—. Es sorprendente que no os hayáis encontrado con el caballero —añadió,anticipándose,loadivinaba,alapreguntadeGuydeBlanchefort,queseinquietabaporlasuertedesuprotegido.
Noeranecesariodecirmás.Cemlohabíacomprendido.Aunque ignoraracómo,atodasluces,Philippinehabíalogradolaproezadeocultareldueloysusconsecuenciasysuversiónlosamparaba.
—No—afirmó—,nonoshemosencontradoconél.Aquel 12 de septiembre del año de gracia de 1484, encerrado en su
habitación del castillo deRochechinardmientras ultimaban su traslado, con elcorazóndesgarrado,CemmanteníalafrentepegadaalcristalendirecciónaLaBâtie.Al día siguiente, sin duda por última vez, y gracias a la insistencia delbarónJacquessumadaasupromesadenointentardenuevonada,volveríaavera Philippine de Sassenage y la obsequiaría con el más bello diamante de sucolección.
Unapiezaexcepcionalparaundíaexcepcional.Philippinesecasaba.
P
Capítulo33
hilippine dibujó una sonrisa en su rostro cansado y se esforzó para nomoverseniundedodemodoquelacosturerapudieraajustar,atodaprisa,
unplieguedesuvestidodenoviaque,transcurridaspocomásdedossemanas,lehabíaquedadodemasiadoholgado.
Lamodistaladeólacabezaaunoyotroladoparajuzgarlacaídayclavósuagujaenunovillodetelacogidoasucintura.
—Podéisbajarlosbrazos,señoritaHélène—ledijo,yluegoañadió—:Mismejoresdeseosdefelicidad.Ysonsinceros.
Philippinenolodudó.De igualmaneraqueenelcastillo todoelmundodetestabaaPhilibertde
Montoison,sunuevoprometidocontabaconunaampliaunanimidad.—Gracias,Coratine.Ahorapodéisretiraros.JacquesdeSassenage,queaguardabaensilencio,confortablementesentado
enunsillón,sepusoenpieencuantolapuertasecerró.—Estásespléndida—leconfirmó.Conunnudoenlagarganta,Philippinesecontentóconinclinarlacabeza.
JacquesdeSassenagesesituódetrásdeellaylaasiódeloshombros.Comolasuya,sumiradaeratristeyresignada.
—Situvieraotraelección...Philippinepusosumano,quetemblaba,sobreladesupadre.—Noospreocupéis,padre.Todoirábien.—Me las ingeniaré para que puedas pasar unos minutos a solas con él,
después.
UnalágrimaseescapódelpárpadodePhilippine.Conungestovoluntario,laenjugóconelreversodelamanoantesdequelellegaraalamejilla.
Lascampanasdoblaronalegremente.JacquesdeSassenageretrocedióyleofreciósucodo.—Yaeslahora.Philippine asió su brazo con sus dedos enguantados. En el marco de la
puertaqueacababadeabrirse,Algondelosesperaba.Desde que se separaron ante el cadáver decapitado de Philibert de
Montoison, Philippine no había vuelto a ver a Cem. A lo largo de ocho díasesperó en la posada, en casa de sus nuevos amigos que, al igual que ella, sealegrabandelpasodel tiempoqueofrecíaaCemlaoportunidadde llegarasudestino. Y luego reapareció su padre, solo con sus hombres. La esperanza sedesvanecióyellasehundió.LedijoqueGuydeBlancheforthabíaseguidouncaminomásdirectopararegresaraRochechinard.Trasdesmoronarsesusueño,abandonócontristezaElbosquehermoso.Novolviólavistaatrás.NiellanisupadredirigieronsusmiradashacialatumbadePhilibertdeMontoison.Aquellaratanolomerecía.
Fueenelcursodelosaltosenelcaminocuando,trasconfesarlePhilippinesuabandonoenbrazosdeCem,JacquesdeSassenagelapusoalcorrientedesuestrategia para vencer a Marthe, decidida con Aymar de Grolée y su jovenhermanoFrançoisunosmesesantes.
SeguradeestarembarazadadeCemydehaberperdidoaésteparasiempre,Philippineaceptólasoluciónpropuesta.
En La Bâtie, saciados por orden de Sidonie con las vituallas preparadasparaelbanquetenupcialyquehubierasidounalástimaqueseestropearan,losinvitadossefueroneclipsando.Quedabasólolaalegrepandilladecortesanosydamasdecompañíaquevivíanbajoeltechodesusseñorías.
Entreellos,ytrasregresarsinproblemasdePiamonte,sehallabaAymardeGrolée.
Philippine lo saludó como a los demás y luego, tras dejar que su padreexplicara que Philibert deMontoison ya no era digno de ella pero que, comodeseabacasarse,escucharíatodaslaspeticionesqueselehicieran,seretiróasuhabitaciónparallorarenbrazosdeAlgonde.
Marthenotardóenaparecer.Sindecirpalabra,conelrostroinexpresivo,lacogió por lamuñeca con sumano ganchuda y pasó la otra por su vientre. Lasatisfacciónsuavizóuninstantesusrasgos.
—¿Y Montoison? —preguntó, sin siquiera tomarse la molestia de unanuevaintrospección.
—Muerto—confesóPhilippine—.Despuésdequemeviolara.Martheseencogiódehombros.Philippinesólopodíaestarembarazadade
Cem.Encuantoaaquelestúpido,habersecuidadomás.Porlodemás,yaselasapañaría.
SemarchómirandodearribaabajoaAlgondeconojosmalignos.Dosdíasdespuéssepublicaron lasamonestaciones,peroesaveznohubo
fiesta.Lafiestayasehabíacelebrado.Philippineentróenlaiglesiadelcastilloconlafrentealta.Eltemploestaba
lleno.DesuspretendientesdescartadosporJacquesdeSassenageyqueaúnsepreguntabanelporqué;desusdamasdecompañía,excitadasanteaquelgirodelasituación;desushermanosyhermanasque,conexcepcióndeLouis,alquesupadrehabíahabladoenprivadoponiéndolealcorrientedelcomportamientodePhilibert,sealegraban.DeCemyNasuhfinalmente,desarmadosyvigiladosensubanco,cercadeltransepto,porGuydeBlanchefortysushombres.
Cem,quemirabaalcoroparanomirarlaaella.Dolorosamenteconscientedesupresencia,Philippineavanzóalolargode
lanavehastaaquelhombrequehabíaaceptadocasarseconellaaunasabiendasdequellevabaelhijodeotroyquenuncalepondríaunamanoencima.Aquelhombrequelesonreíacongenerosidadyalqueconocíadesdesuinfancia.
AymardeGrolée,baróndeBressieux.Anteelaltar,aceptólamanoqueéste leofrecía,sevolvióhaciaelcuray
esperóaquelacasaran.Encuantosepronunciaronlosvotosyseintercambiaronlosanillos,Aymar
deGroléelediounbesoenlafrenteyledijoaloído:—Confiadenmí.
Ella entrelazó sus dedos con los suyos. Los apretó. Para aguantar. Sevolvieronhacialamultitud,quesehabíapuestoenpieparaaclamarlos.
La mirada de ella se cruzó con la de Cem, herido por un dolorindescriptible.Losabía.Sabía larazóndeaquellaboda.Sabíaquéhijo llevabaellaensuvientre.Jacquesselorevelóenunavisita.Sabíaqueeralomejorquepodíahacerse.Paraella.Paraellos.HastaqueJacquesdeSassenagehallaraelmedio y el apoyo del rey de Francia para que se aceptara su conversión.Liberado.
Losabían.Ambos.Ylesdolíaenlomáshondodesuser.LapalidezdePhilippinea raízde losúltimosacontecimientosde losque
nadie sabía la razón pareció normal. El brazo de Aymar de Groléesubrepticiamente deslizado sobre sus hombros para que no cayera también lopareció.
Philippine de Sassenage abandonó así la iglesia, entre vítores, y Cem,haciendodetripascorazón,sevolvióhaciaelgranpriordeAuverniayledijoenunaparte:
—El señor de Montoison debe de sentirse muy culpable para no habertenidoelcorajedeoponerseaestematrimonio.
—¿Yvos, príncipe?—lepreguntóGuydeBlanchefort, distanciadode suprisionerotraslahuida.
—¿Yo?Cemtuvofuerzasparasonreír.—Soyfelizporquenolohahecho.ElharénOmayúneradeextraordinariabelleza,conbañosdevapor,salasde
masaje, fuentesyestanquesengastadosenpequeños jardinesdemilperfumes.Lavidaallíeradulceyserena,ysushuéspedesvivíanesperandolaaperturadeaquellapuertaporlaquehabíallegadoMunia.
Curiosas,lasesposasdeBeyazidseprecipitaronalrededordeellaparaverlade cerca. Todas excepto una. Su primera esposa, Ihda, que aguardó a que lajanum la presentara. De una belleza fulgurante, la griega contempló aMunialentamenteylediolaespaldacomounareinadespechada.
—Seacostumbrará,comoyotuvequeacostumbrarmealamadredeCem.Perodebessaberqueteodia,comoyolaodié—ledijolajanumtrasdarunaspalmadasparadispersaralasdemás.
Muniasedejóconduciraotropatio,demurosblancoscubiertosdejazmín.Habíaunamesadispuestaycubiertademanjaresdeliciosos, juntoauncírculodemetalsuspendidodeunascadenas.
—Loseunucosseocupandequenonosfaltenadayyodequehaganbiensutrabajo,perositienesalgúndeseo,hazsonaresegong.
—¿CuándovolveréaveraBeyazid?—preguntóMunia,quesóloteníaesedeseo.
Lajanumadoptóunairegrave.—¿Acasohasolvidadoqueereslamujerdesuhermano?—Esonolehapreocupadohastaahora.Lajanummeneólacabeza,molesta.—Segúnnuestras leyes, el hijoque llevasdentrode ti sigue siendode tu
esposo.Beyazidlosabe.Notetocaráhastaquehayasdadoaluz.Muniaseechóatemblar.—¿Esoquieredecirquenosaldrédeaquíhastaquehayanacido?—Asísonnuestrascostumbres,Munia.Hayqueaceptarlas.—Tengootrasambicionesquepermanecerenclaustrada—exclamóairada.La janum se sacó un pequeño frasco de debajo de sus velos. Asiendo la
manodeMunia,selodepositóenlapalma.—Poresotedaaelegir.Conservartuhijo...otusprivilegios.Aquel12deseptiembredelañodegraciade1484,conelhombroapoyado
en la celosíaquedominaba los jardines,Muniaobservaba al sultándeambularcon su consejero a lo largo de las avenidas bordeadas de rosales floridos. Enalgunas ocasiones, como si sospechara su presencia,Beyazid alzaba la cabezahacia ella.Ahora comprendía su súbita reacción en la biblioteca. Prendado deellaconlocura,habíaacabadoporolvidarqueoficialmenteellaera,paratodos,laesposadeCem.Porunosinstantes,inclusohabíaconcedidoalhijoquecreíasuyounprivilegioprohibido.Ellalocomprendíaysabíaquéesperabaél.
Cerró losojosdolorosamente.Lanochehabíasido largaenel silenciode
aquella comunidad. En el silencio de su corazón. Pero su decisión estabatomada,apesardelprecioinhumanoquedeberíapagar.
Alpiedelosochopeldañosqueconducíanaaquellaclaraboya,enlasalainmensadondesedistraíanduranteeldía,lasmujeresreían,sesalpicabanunasaotras con aguay jugabancomochiquillas.Algunas aún lo eran.Muy jóvenes.Vírgenesqueesperabanaccederundíaal lecho realyporesose reíandeunavidaencautiverio.
—Túnoerescomolasdemás.Era lavozde laprimeraesposadeBeyazidqueya lehabíadadounhijo,
Ahmed.Muniasevolvióhaciaella.—¿Qué quieres decir con eso?—preguntó para iniciar una conversación
quenoleapetecía.Ihda se apoyó contra la celosía y lamiró de frente.Unamirada de reojo
haciaeljardín.Unasonrisatriste.—Nohacemuchotiempo,eraamíaquienesperabatrasesemuro.Acabé
contodas.Contodaslasquepensaronquepodríanocuparmipuesto.Todas.Conosinelapoyodelajanum.
Munialamirófijamente.—Conmigonopodrás.—Losé,ynomearriesgaría.Siosaracualquiercosacontratimecortarían
lacabezadeinmediato.Muniasesobresaltó.—No. Por supuesto que no. Eres la madre de su primogénito. Beyazid
jamástecondenaría.Ihdarió,desengañada.—Tú no lo conoces como lo conozco yo. Su crueldad no tiene límites,
ninguno,cuandosesientetraicionado.—Cemesdelamismanaturaleza.Yosufrílasconsecuencias.—Asísedice.Ynodudoqueseaverdad.Seapartógraciosamentedelacelosía.—Tú y yo deberemos convivir. Pero no mucho tiempo. Te ofrece la
libertad,unbienquejamásmehaconsentido.Hazmeelfavordenoregocijartedeellocuandoabandonesestelugar.Misprivilegiosnuncaseránlostuyos,perolostengoenaltaestima.
Muniadejóquedescendieralospeldaños.—Teequivocasconmigo—dijo.Ihdasevolvió,sorprendida.—Mequedoconelniño.Unvelodeterrorcubrióelrostrodelagriega,sustituidocasialinstantepor
unasonrisadesatisfacción.—Estásentuderecho...Ymealegro,porquenoteloperdonarájamás.ApenasJacquesdeSassenagelosdejósolosensudespacho,Philippinese
lanzóenbrazosdeCem.Éllaapretócontrasupecho,conlosojoscerradosylanarizentresuscabellosperfumados.
—Amormío,vidamía,almamía...—murmurócubriéndoladebesoshastadarconsuslabiosycallarse.
Conelalientoentrecortado,nopodíansinembargosepararseunodelaotra,pues estaban sedientos. Sedientos y desesperados. Unos minutos. Guy deBlanchefortnohabíaconcedidomás.Ysihabíaaceptadoeraenrecuerdodelaamistad que sentía por Cem a pesar de la decepción y la tristeza que leembargaba. Pese a que Cem le había asegurado que nada sabía acerca de ladesaparicióndePhilibertdeMontoison,aGuydeBlanchefortlecostabacreerlo.Montoisonnoerahombrecapazderenunciar.Sinohabíareaparecidoeraporqueestaba muerto. «Sorprendido por los lobos, numerosos en estas montañas»,sugirió su último guía. Guy de Blanchefort decidió por fin aceptar aquellaposibilidad.Máscómoda.Aunqueensucorazóndesgarradosiguierapalpitandoladuda.
Cem no había tratado de trastocar el destino que le aguardaba enBourganeuf, en aquella torre que los hospitalarios habían hecho restaurar ensecretopara acogerlo.Unacárcel.Sólidamentevigilada.Noqueríadecírselo aPhilippine.¿Dequéserviría?Aquelmomentoerasóloparaaquelloquequeríallevarseconélallí,entreaquelloscuatromurosdemasiadoaltosparaquepudiera
escapar.Todoaquelloquenecesitaríaparasobrevivir.Sinella.—Nosabennada.DeMont...—quisodecirleella.Élseloimpidió.—Calla... No tiene importancia. Ya nada tiene importancia. Te amo. Te
amo... Te amo... Quiero que lo recuerdes, cada día, cada hora, cada minuto.Quieroquesientasmipresenciaatulado.Enelcantodeunpájaro,enelsoplodelviento,enelcalordelverano.Quieroquealcerrarlosojos,porlanocheentucama,recuerdeselperfumedenuestrosabrazosydéatussueñoselcolordemisbesos.
Ellalloraba,conelrostroaprisionadoentresusmanos,susojosmirandoalos suyos, del azul del océano durante la marea alta. Él seguía hablando,bebiendotrascadapalabraunagotadeaquellalluviaquemanaba.
—Quieroqueeseniñonazca.Quieroquecrezcaparaque tealimentesdemí.
—Loamaré,Cem.Loamarécomoteamoati.—Loamarás,sí,loamarásyyotambién.Yotambién.Volvióaabrazarlacontraél.Casihastaahogarla.—AymardeGroléeesunbuenhombre—añadió.—Nuncahabránadiemásquetú.Losabe.—Sí.Sí—repitió,locodedolor.Yallamabanalapuerta.Ambos corazones torturados gimieron al unísono, y se abrazaron y se
besarondenuevo.Tres golpes suplementarios en la puerta.Cem sacóunabolsa quedormía
sobresucorazónylapusosobreelsuyo.—Parati...Porqueeseterno.Lapuertaseentreabríatrasél.Sealejódeella.—Adiós,Hélène.Jacques de Sassenage lo asió afectuosamente de los hombros. Desolada,
PhilippinepermanecióinmóvilmientrasCemdejabaqueselollevaran.
Una semana más tarde, Cem se trasladó a Bourganeuf y Philippine,
acompañadadeAlgondeydeMathieu,aBressieux.Una semana más tarde, Beyazid llamó a su lecho a su primera esposa,
dandoaentenderasíaMuniaquelacondenabaalolvido.Una semanamás tarde, arrodilladoenelpatiodeunpalacioabandonado,
trasrecuperarlamemoriayconelcorazónconvertidoencenizas,EnguerranddeSassenage acariciaba con sus lágrimas el lugar donde sus salvadores habíanenterradoatodaprisacuatrocuerpos.Doshombresydosdamas,dibujaronconelíndicesobrelaarena.
Sihubierasabidoqueaquellanoche,enelmomentode llevarseaMunia,HuguesdeLuirieuxhabíaapuñaladoaunaviejaatraídaporeljaleocuandoéstasedisponíaadar laalerta,sindudasehabría lanzadoenbuscadeaquéllaa laqueamaba.
Enlugardeeso,convencidodequesuseddevenganzalellevaríatardeotempranotraselrastrodesurival,sehizounapromesa.HallarlasTierrasAltas,puesaquéllahabríasidosuúltimavoluntad.
L
Capítulo34
acartadeLouisII,marquésdeSaluces,llegóaquel16deoctubrealcastillodeLaBâtie.
Queridoprimo:AbuenseguroconocéislasdiferenciasquedesdelamuertedemipadremeenfrentanalduquedeSaboya.AlconsiderarquemitierrasehallabajovasallajedelreydeFranciaynosuyocomoasífueenelpasado,persisto en negarme a rendirle homenaje. Nuestro soberano, el buenCarlosVIII,mehahechosabersuapoyo.Este,sinembargo,seretrasaymásaúnpuestoqueestosúltimosdíaselduquedeSaboyaacabade declararme la guerra.Temo que el castillo deRevel, desde donde osescriboyquemiesposaseniegaaabandonar,seaelprimeroenserasediadoenprimavera.Aligualqueotros,AymardeGroléemehaconfirmadosu ayuda pero, desafortunadamente, estimo ésta insuficiente para hacerfrentealavindictadelduque.En consecuencia, querido primo, conociendo vuestro afecto, mepermitopedirossocorroenestaluchalegítima...
Jacquesalzólavistadeaquelpliegoquehabíaleídoenvozalta,conelceño
fruncido.Sentadafrenteaél,cercadelachimeneaenlaquecrepitabaelfuego,Sidonieinterrumpiósulabordecostura.Trasellos,Marthehabíaproseguidolasuya.
—¿Quévaisahacer?—preguntóSidonie.—Lonecesario.Unavez rechazados los ataques del duquedeSaboya, el
ejército que habré reclutado podrá apoyar a las huestes de Francia contraBretaña.Misrefuerzosseránbienvenidos.Enamboscasos.
—¿Esrazonable?Avuestra...Sidonie no terminó su frase y bajó lamirada, sonrojada. Jacques suspiró.
Habíaentendidoperfectamentelaalusión.—Laedad sóloha alcanzadomi rostro, amigamía.Nimi corazón,nimi
gallardíayaúnmenosmicorajesufrensenilidad.Sepusoenpie.—Voy a prepararmi viaje al Piamonte.Antes de que el invierno llame a
nuestraspuertas,urgeprepararconelmarquésunplandedefensaquepodamossometeralrey.¿Tenéisalgoqueobjetaraello?
Marthe,alaqueseacababadedirigir,consintiódirigirlesumiradaincisiva.—Nada.Corredasocorreravuestroprimo,querido.Ypuestoqueélmismo
seha ofrecido, llevaos al señor deBressieux.Memolestaría que, al igual quevos,seentrometieraenmicaminoenelmomentodelpartodeHélène.
—¿Acaso su palabra de no hacerlo no os basta ya? Sin embargo, esmásvaliosaquelavuestra—dijoJacquesconunamiradatorva.
Martheseencogiódehombros.—¿Qué puedo hacer yo si vuestra Jeanne halló el modo de cortarse las
venas en lugar de esperar sensatamente a que yo la liberara? Estámuerta.AligualqueSidonie,porelcontrariodeberíaisfelicitaros.
Jacques le dio la espalda. Sólo el sollozo ahogado de Sidonie, que habíaretomado la aguja con pulso tembloroso, le dolió. Hubiera querido poderdecírselo,perosuponíaunriesgoenorme.AsíquefingióaceptarlamentiradelsuicidiodeJeannecuandoMartheselodijo,traslabodadePhilippine.Sidonienoserecuperaba.Nocabíadudadequetemíalamismasentenciademuerteparaél, para ella, para su hijo Claude de corta edad y para Philippine una vez laharpíahubieraobtenidoloquequería.
En el castillo de Bressieux, de elegante arquitectura con sus torrecillas
circulares, Philippinemataba el tiempo a pesar de su pena escribiendo aCemlargascartasquenoleenviabaportemoraquefueraninterceptadas.
A propuesta de Algonde, que trataba de distraerla por todos los medios,finalmente había aceptado recibir a Marie de Dreux, con la que Laurent deBeaumonttardabaencontraermatrimonio.
Debíallegaraqueldía.Algondesealegrabadeello.Rechazando cualquier compañía que no fuera la suya, Philippine se
reconcomía de desesperación. Se negaba a salir y pasear, comía como unpajarillo y, a pesar de los esfuerzos de Aymar de Grolée, se abstenía deconversar. Era un milagro que Algonde finalmente hubiera conseguido queaceptara y, aún más, aquella tarde del 17 de octubre se vistiera para acogerdignamentealavisitante.
Al ver que así, ataviada como una princesa, volvía a ser un poco ellamisma,Algondesacóuntablerodedamasylodispusoconautoridadsobreunamesabaja.Cuandoestabanjugandosucuartapartiday,absorbidaporeljuego,Philippinehabíacomenzadoadespejar sumente, seabrió lapuertayentróuncriado.
—Lapersonaalaqueesperáishallegado.ElrostrodePhilippineseensombreció.—Hacedquepasedentrodediezminutos—decidióAlgondeensu lugar,
antesdeestallardecólera,apartandoeltableroconungestoindignado.—Bastaya,Hélène.Yaestoyharta.Philippine se sobresaltó. Hasta entonces, Algonde había hecho gala de
verdaderacompasión.—¡Sí,estoyharta!—repitióAlgondeponiéndoseenpiebruscamente.—¿Yquépuedohacersisoydesgraciada?—¡Todo!—se indignóAlgondemartilleandoel sueloyendodeun ladoa
otro—.¿HasolvidadoloquesufríyoalestarseparadadeMathieu?
—Eradiferente.Sabíasquevolveríasaverlo.—¿Crees que la esperanza basta para curar las heridas? ¿La ausencia?
Desengáñate. Aún es más perniciosa. Te roe como una rata hasta en el máspequeño rincón de tus entrañas. Alimenta el fervor sin darle los medios deexistir.Y,sinembargo,¡nodejédevivir!
—Esinútilqueteenfades—mascullóPhilippine.—Sí,me enfado, porque este lugar se ha vuelto siniestro, porque tumal
humorloaplasta,porqueesasgentesdispuestasacomplacertesevenobligadasadiscutirsinrazón,yporqueAymardeGrolée,porelmerohechodesusacrificio,¡se merece algo más que esa cara de pocos amigos que le haces...! ¡Y yotambién!—añadióconhumor,cruzandolosbrazossobresupecho.
Philippinesollozó.—Tambiénestoyhartadeesaslágrimas—añadióAlgondesinpiedad—.De
vosotros dos, de quien más hay que compadecerse es de Cem. No le rindeshomenaje,teentierrasensurecuerdocomosifueraundifuntoalquenosedejade velar. ¡No está muerto, por todos los diablos! ¿Cautivo? Ya lo estaba.¿Olvidadoportodos?Menosqueantes,puestoquetupadreyLouismantienencorrespondenciaconelreyacercadeél.Estoyseguradequesealimentadetuamorcomodeuncielodeverano.Ytú,¿quéhaces?Temueres.¿Yporqué,portodos los dioses? Pues porque te sientes culpable de ser libremientras que élvivepreso.
Los lloros de Philippine se detuvieron en seco. Alzó hacia Algonde unamiradaasombrada.
—¿Esocrees?—Sí,esocreo—repitióAlgonde,mordiéndoseel labio—.Teregodeasen
ladesgracia,Hélène,ymeniegoaseguircompadeciéndotepormástiempo.Sehizoelsilencio.Susmiradasseenfrentaronunmomento.Philippinefue
laprimeraenromperlo,sesacóuncuadradodeteladelamangaysesonó.La puerta se abrió en aquel instante y apareció la señorita de Dreux.
Abandonando sin remordimientos aPhilippineque, de espaldas, se frotaba losojos,Algondeavanzóhaciaellaconlamanotendidayhabiendorecuperadosusonrisaysubuenhumor.
—Sed bienvenida al castillo de Bressieux, Marie, soy Algonde —se
presentó.—Lo imaginaba. Hélène me habló de vos en Romans y me satisface
enormementeconoceros.—Y a mí me alegra volver a veros —dijo Philippine con voz nasal
poniéndoseenpie.Aunque su rostro sonrojado sorprendió a Marie de Dreux, ésta tuvo la
eleganciadenoaparentarlo.Philippineseexcusó.—Osbesaría,perotengounfuerteresfriadoynoquisieracontagiároslo.LosojosdeMariebrillaronyunasonrisadistendiósusrasgos.—¡Oh, no tiene importancia! ¡Tenía tanto miedo de que jamás me
perdonarais!Y,sindemora,abrazóaPhilippinecontodoelcalordelafectoqueporella
sentía. Algonde se alegró de ver que Philippine la besaba a su vez en ambasmejillas.
Suduelohabíaterminado.Hugues de Luirieux descubrió la desaparición de la damajuana piramidal
frente a la costa de Nápoles, cuando el barco mercante en el que se habíaembarcado navegaba rumbo a Aigues-Mortes. Hasta entonces, con la menteembotada por el recuerdo hiriente deMunia, se había replegado en símismohasta el punto de que sus hombres se inquietaron. Era demasiado tarde paravolveratrás.DebíareconocerdenuevoqueMuniaeramásinteligenteytaimadadeloqueaparentaba.
Allibrarsedesutorpezaserió,burlándosedesímismoydesuexageradasensiblería antes de reunirse de nuevo con sus hombres y jugar con ellos unapartida de dados, como antaño. Jamás una doncella lo había dominado.Habíahechobiendeshaciéndosedeella.
Dudaba, sin embargo, de la decisión que había tomado de regresar aRochechinard para rendir cuentas de sumisión a Philibert deMontoison. Sinllevar con él a Enguerrand, aMunia o el objeto queCem confiaba recuperar,¿paraquévolver?
AlíbenCheikh,elpiratasarracenoqueloshabíallevadoabordoalaidalehabíapropuestounirseaélyponersutemperamentoalserviciodelarapiña.Apesardelhábitoquevestían,HuguesdeLuirieuxysusacólitoserandelarazadelosoportunistase intrigantes.LadronesyasesinosqueseacomodaríanmejoraunavidadeaventuraylibertadquealserviciodelaOrdendelosHospitalarios.HuguesdeLuirieuxestabaconvencidodeello,perorechazólaoferta.Sinodabaunherederoasustierrasantesdemorirsunombreseperdería,yaúnlequedabasuficiente orgullo como para negarse a ello.A su regreso, y dado que el granmaestre lohabíaautorizado,abandonaría laOrdenybuscaríaunadamacon laquecasarse.Sindudano leharíaolvidaraMunia,peroqué importaba,noeraesoloquelepediría.Unavezsuhijohubierapasadolaedadcríticadelosreciénnacidos,pardiez,siseaburríayahallaríamediodeguerrear.
Aquel día casi se arrepentía de no haber aceptado el ofrecimiento. En elcastillodeBourganeuf,alquesehabíadirigido,GuydeBlanchefortacababadeconfiarleunaúltimamisiónantesderetirarse:aclararladesaparicióndePhilibertdeMontoison,aunquetuvieraquededicaraellovariosaños.
Marie de Dreux era una compañía muy agradable. Su natural reserva,
sumada sin duda al sentimiento de culpabilidad que tenía por los actos de supadre, la mantenía al abrigo de aquella exuberancia propia de las antiguasamigasdePhilippineenLaBâtie.AlgondesealegrabadeellomientrasMariecontabaaAymardeGrolée,que sehabía reunidoconellas junto al fuego, lascircunstanciasdesuencuentroconLaurentdeBeaumontenlaabadíadeSaint-Just.
—MiqueridaHélène—dijosonrojándose—,¿sabéisqueoslodebotodo?Sieseduelonohubieratenidolugar,jamáshabríatenidolafelicidaddecuidaralseñordeSaint-Quentin.
Philippinerió.—Hubiesepreferidoquehubierasucedidodeotramanera,podéiscreerme.En aquel instante se abrió la puerta y un lacayo anunció una visita para
AymardeGrolée.Estesepusoenpieyseinclinóantelainvitada.—Simedisculpáis,señoritaMarie.Estáisaquíenvuestracasatantotiempo
comogustéis.—Os estoymuy agradecida, señor. Lo tendré presente—le dijo con una
sonrisa.Esperó a que hubiera salido para volverse hacia Philippine, súbitamente
azorada.—Avostambién,Hélène.Vuestroperdónesmuyvaliosoparamí.Philippineseinclinóhaciaellaparaestrecharlelasmanosafectuosamente.—Olvidadlo,Marie.¿Quéculpatenéisvosdequevuestropadretraicionara
aCem?Ninguna,ésaeslaverdad.Yquierocreerquesilohubieraisdescubiertomehabríasadvertido.
—Inmediatamente—exclamóladoncella.Sepusoatemblar.—Fue terrible, ¿sabéis? Amaba a mi padre. Antes de la muerte de mi
hermano era un hombre de gran delicadeza, siempre dispuesto a ayudar alprójimo,haciendogaladeunasinceragenerosidadapesardesudurezaen losnegocios.Fuelapenaloquelocambió.Pocoapoco,díatrasdía.Aligualqueamimadre.Unoyotro,tanunidos,sedesgarraron.Apartirdeentoncesaélsóloleinteresósuoficio.Losbeneficioscadavezmayores,surenombre.
PhilippineyAlgondenoosabaninterrumpirla,conscientesdesuprofundadesventura.Llevabaademás losestigmasde lamisma,enel rostroyelcuerpodemasiadocarnosos,alamaneradeesosseresqueseabalanzansobrelacomidaparareconfortarse.
Marietomóaliento.—Es gracias al afecto que me profesáis, Hélène, que el príncipe me
autorizóahablarconélunashorasantesdequelomolieranapalosenlaplazapública.Mi padre le pidió perdón, no con la esperanza de ser indultado sinoporque sinceramente lamentaba lo que había hecho. El genovés amenazó conmatarnosatodossisenegabaaverterelveneno.Tomóunadecisión.Lossuyososuamistadporelpríncipe.
—Cemmeloexplicó—intervinoPhilippineconunnudoenlagarganta—.Loabsolvió,losé.
—¿Por qué entonces no haberlo liberado? ¿Acaso el genovés no bastabaparahacerjusticia?—preguntóAlgonde,quesólosabíadeesesucesoporloque
Philippinelehabíaexplicado.Estameneólacabeza,afligida.—¿Ydarmuestra de debilidad ante sus enemigos?A causa de la fortuna
prometidaporBeyazidaquienlomate,haymuchagentequeesperasumáslevedesfallecimiento. Si Cem no se hubiera mostrado implacable, los ataques sehabríanmultiplicado.
Marielediolarazón.—Elpríncipehizoloquedebíahacer.Mipadresehabíaresignadoamorir.
Esa sentencia aliviaba su conciencia, me dijo. Y el príncipe, en lugar detorturarlo,hizoquelesirvieranunbrebajemortalpocoantesdelcastigo.
Seestremecióalrecordarlaimagen,antesdeproseguir,comosihablardeellolepermitieraexorcizarloporfin.
—Estabaconscientecuandoelverdugoleatólosmiembrosalaruedaenlaplazamayor,allídondesecelebróeltorneo.Aúnmepareceoírelredobledelostamboresylosinsultosdelamultitud,amontonadaaambosladosdelasbarrerasquelacerraban.Mimadreestabaamilado,cercadelpríncipeydeNasuh,quehabíanautorizadonuestrapresencia.FueenesemomentocuandoCemseacercóamioídoparatranquilizarme...
LavozdeMariesequebró.Sinembargo,seobligóasímismaaseguir.—...Mipadrenosufrió.Cuandoelverdugohizorestallarellátigoyaestaba
muerto.Philippine,quesehabíaagachadoasulado,laabrazó.—Yapasó,Marie.Yanodebespensarenello.Mariesedeshizodelabrazo.Apesardesucoraje,susojosestabanrojosde
lágrimasquereteníaenunarrebatodeorgullo.—No,aúnnosehaacabado—dijo—.LaurentdeBeaumontnodanoticias
suyas.Sébienqueensucalidaddepajedel reyse inquietaporsureputación.¡Casarseconlahijadeunasesino!¡Yademásembarazada!
Rióamargamenteantelaexpresióndepasmodesuscompañeras.—¡Pordesgracia!¿Noloveis?Philippine enmudeció. Marie se recostó contra el respaldo del sillón,
cruzandosusmanossobreelvientrepararevelarlaredondezbajosuvestidode
corteancho.—Podríaechárseloencarasituvieralacertezadequeeshijosuyo,perola
verdad,queridasamigas,esquenolosé.Yéseesmitormento.Laurentcreeserelpadreynopuedodesengañarlosinaumentarmidesgracia.
—¿Vos,Marie, lo traicionasteis amándolo como lo amáis?Eso os parecetanpocacosaquemecuestacreerlo—afirmóPhilippinevolviendoa sentarse,conlasrodillasfatigadasporaquellapostura.
—Traicionarlo,no.No.Jamáslohubierahecho,lleváisrazón.Fuiviolada.—¡El señor de Montoison! —exclamó Algonde, que se había levantado
para atizar el fuego de la chimenea; detuvo su gesto y se volvió hacia ellasbruscamente.
Marievolvióhaciaellasurostroasustado.—¿Cómo...?Encogiéndosedehombros,Algondesiguióatizandoelfuego.—Sóloconozcoaunpuercocomoésecapazdevengarseasídeunrival—
dijoagitandolasbrasasparareavivarelardordelasmismasenlaleñahúmeda.LaexpresióndePhilippinesevolviógrave.—¿Fueél,Marie?Asintiendoconlacabeza,MariedeDreuxsollozó.—Sisupierais...Sisupieraismialivioalsaberqueyanooscasabaisconél.
¡Sisupieraiscómoloodio!Philippine le tendió su pañuelo. En lugar de utilizarlo,Marie lo arrebujó
febrilmente.—Diosmeperdone,peronohaydíaenquenoesperesumuertecomouna
liberación.PhilippineyAlgondesecruzaronunamiradacómplicequeladoncellano
percibió.—Quedaos tranquila, amigamía.Aquínadieosatormentaráyosaseguro
que haré que vuestro prometido cumpla con su responsabilidad —le dijoPhilippine,queenellohallabaunsentidoasuexistencia:repararlasdesgraciascausadasporaquelsiniestroindividuo.
—¿YsielseñordeMontoisonllegaraacontarlelaverdad?—seatemorizóMariedeDreux.
LamiradadePhilippinecentelleó.—Olvidadlo,osdigo.Vuestrodeseosehacumplido.Anteel aire incrédulodeMarie,Algonde,quehabíadejadoen su sitioel
tizón, sepasó el índicehorizontalmentepor el cuello.Philippine se rió.Marietembló.
—Tratáisdedecirme...—Decapitado,porelsabledeCem,peroesunsecreto—ledijoPhilippine.Cuandounosminutosmás tarde JacquesdeSassenage franqueó lapuerta
conAymardeGroléeparaabrazarasuhija,lashallóalastrescompartiendounfelizmomentodecomplicidadconsaboravenganza.
J
Capítulo35
eanne de Commiers apenas salía de su habitación. Acostumbrada a lareclusión,yafueraenelconventodeSaint-Just-de-Claixoenlaguaridade
Marthe, sentía dolor de cabeza si habíamucho ruido. La única compañía queaceptabamásporplacerquepordeberhaciasusanfitrioneseraladeJeannedeMontferrat,esposadeLouisIIdeSaluces.Denaturalezadiscreta,comoella,lainvitabacada tardeaconversar juntoal fuego,ameditarsobreunpasajede laBiblia o a coser. Mientras se distraían serenamente en un otoño tan lluviosocomo ventoso, en la gran sala del castillo reconvertida por las necesidades encampamento militar, Louis II recibía a sus vasallos. El apoyo de éstos, sinembargo,eratanmodestoenhombresylogísticaqueenlascomidassuaspectoerasombrío.
Aquélla,sinembargo,noeralaúnicarazóndesucontrariedad.JeannedeCommierslonotaba,aunqueélnosehubierapermitidoninguna
observación desagradable. Louis II de Saluces juzgaba por lomenos fuera delugarelestadoenelqueellasehallaba.Porsuparte,ellanosentíavergüenzaalguna,peropreferíapermanecerenclaustradaparanoincomodarlo.
—Heescritoavuestroesposoe igualmenteaAymardeGrolée.Esperolallegadadeambos—leanuncióconciertatirantezsuanfitrión,tresdíasantes.
—Mealegromuchodeello,primo—exclamósonsinceridadsosteniéndolelamirada.
Elbajólavistaparaocuparsedenuevodesusasuntos,ysuesposa,JeannedeMontferrat,llevadaporunexcesivofervorcristianoparajuzgaraquienfuera,loexcusó.
—No se lo tengáis en cuenta, querida. Es como todos los hombres,puntillosoenelhonorycargadodeprincipios.Seinquietamásporsureputación
queporlavuestra,laverdadseadicha.—Sureputaciónnopeligraenabsoluto,osloaseguro—respondióJeanne
acariciandosuvientreabombado.EmbarazadadeAymardeGrolée,sabíaquédeberíaresponderasuesposo
cuandolovieraytambiénasuamante,alquenohabíainformado.Aquel 2 de noviembre de 1484, Jacques de Sassenage y el señor de
BressieuxllegaronalcastillodeRevelescoltadosporunaveintenadesoldados.Extenuados por el mal tiempo que había jalonado su camino, desempolvaroncuidadosamentesusabrigosdepielvueltayabrazaronaLouisdeSaluces.
—¡Qué alegría volver a veros! El fuego os aguarda, ¡venid! —exclamóacompañándolosaamboscogidosdeloshombros.
Sincumplimientos,mientrassushombresseprecipitabana lacocinaparaque lessirvieranun tazóndecaldo,fueronacalentarse lasmanosentumecidaspor el frío ante el hogar de la amplia sala decorada con piezas de armería yblasones.
—¡Pormisbarbas,queridoprimo,nosabescuánto teagradezcoese túnelperforado bajo el puerto de Traversette! Nos ha sorprendido una borrasca denieve cuando iniciábamos la ascensión. Sin ese túnel jamás hubiéramosalcanzadolacima—ledijoJacquesdeSassenagedebuenhumor.
LouisIIdeSalucesseechóareírylepalmeóelhombroconsimpatía.—Vamos... ¡La última vez que nos vimos, hace ya seis años, pasaste el
puertobajounatempestadysinquejarte!Unamuecaderesignaciónaparecióbajolabarbadelbarón,pegajosaporla
lluviayelhielo.—Seisaños,ya.Seguroqueentoncesresistíamás.—Y yo —lo consoló Aymar de Grolée—. También estoy rendido. Y
contentodehaberllegado.El marqués de Saluces dio unas palmadas con sus manos de venas
exageradamenteaparentes.Unlacayoapareciódeinmediato.—Tráenosvinocaliente—ordenóelseñordellugar.
Revigorizadoporlasaltasllamas,Jacquessintióquesucorazónpalpitabaaligual que aquellos troncos casi enteros que se cabalgaban en la monumentalchimenea.
—¿Cómoestáella?—preguntóabocajarro.Louis,preparadoparalopeordesdequerecibióelmensajequeanunciaba
lallegadadeambos,dibujóunaampliasonrisa.—Tanbiencomoesposible,tranquilízate.Jacques se sintió reconfortado y tendió de nuevo sus palmas hacia las
llamas.—Porseguridad, ignorabahastahacebienpocosdíasqueJeannesehabía
refugiadoentucasa.Quieroquesepasquenoesporellaporquienacudoenturescatecontraelduque,sinoporafecto.
LouismiróaAymardeGrolée.¿Eraélelpadredelacriaturaqueesperabaella? Tan nervioso como Jacques, se había instalado en una de las sillas quealbergaba la chimenea en las oquedades de sus patas de piedra y mirabafijamente la lasciva danza de las lenguas de fuego. En el fondo, se dijo derepenteelmarquésalverlosaambostanpróximosytancómplices,nadasabíaacercadelaverdadyquizásehabíaequivocadoensujuicio.
—Poco importan las razones que han exigidomi ayuda, Jacques.Nomeconciernen.Me sentí feliz al saberque Jeanneestabavivacuando la creíamosdifunta,ymásaúnporpoderayudaros.
—Teloexplicarétodo,teloprometo,encuantohayapasadoelpeligro.Elcriadoregresóconunabandejadeplata.Ladepositósobreunamesay
sirvióelbrebajeenunascopasbellamentetrabajadas,acompañadodemazapán.Unfuertearomaacanelamezcladaconotrasespeciasllegóhastaellos.
Louis II de Saluces señaló con un gesto amplio aquella mesa redondarodeadadesillones.
—Tomaos tiempo para recuperaros y cambiaros. Jeanne ya ha sidoinformada de vuestra llegada. Te espera en su habitación, Jacques, para quevuestroreencuentrodispongadelaintimidadquedeseaba.
Aunqueestuvierapreparadoparaello,AymardeGrolée sintió sucorazónenunpuñoanteaquellaidea.
Algondeerafeliz.Eloracrecíaylacolmabadeunaalegríapermanentecon
sus mejillas regordetas y rosadas, con sus ojos verdes como el agua quecentelleaban, su sorprendente vivacidad. Con seis meses, desprendía tantaarmoníaasualrededorqueloscorazonessesentíanmástranquilos.InclusoeldePhilippine, a la que la ausencia de Cem seguía trastornando en algunosmomentos. Mathieu, empleado en la panetería del castillo, aprovechaba susmomentos de libertad para jugar con su hija. Aquellos dos se entendían demaravilla. Mathieu, fingiendo que era un monstruo que quería agarrarla, setumbaba en el suelo, se arrastrabahasta ella yprovocaba la risa deEloray laternura de las damas, e incluso, antes de que se marchara al Piamonte, laconsternacióndeAymardeGrolée.Segúnsuspropioscánonesdeeducación,loshombresdebíanemplearseenlaguerraylasmujeresenjugarconlosniños.Apesardeesa firmeopinión, tambiénélhabía tenidoque reconocerqueaquellapersonillaquebalbucíayreíatodoeldíaasuladoaportabaunsoplodealegríaasucasa.
Algondeerafeliz,sí.A pesar de la epidemia de peste que afectaba a la región de Grenoble,
Sassenagesehabíalibradodelamisma.LascartasdeGersendehablabandeunotoñofrío,perodeunagradablecalorenelsenodesuhogarconmaeseJanisse.Noescatimabaelogiosacercadeéste.Seprofesabanunamortierno,alejadodelosarrebatoscoléricosdelajuventud,yaquellolesconveníaperfectamente.
Algondeinclusolocomprendíamejoraún,puesdesdequeseinstalaronenBressieuxgozabaenplenitudconMathieu.
LejosdeMarthe.Evitarqueéstalossiguieranofuetareafácil.FuenecesarioqueAymarde
Grolée asegurara que ni él ni Philippine se opondrían a ello, y que Mathieujurara que iría a buscarla en cuanto se iniciara el parto, y que Algonde leprometiera que le entregaría al recién nacido. De lo contrario, los amenazó,arrasaría la comarca. Algonde aún ignoraba cómo desbarataría sus innoblesplanesya lavezprotegera laspersonasqueamaba.Noqueríapensarenello,convencidadequellegadoelmomentotodoseorquestaríaparadarsentidoalaprofecía.
Por ello disfrutaba del momento presente. De la risa de Elora, de lascariciasdeMathieu,delasnoticiasdeCemquehabíanllegadoytranquilizadoa
Philippine.De la creciente complicidaddeestaúltimayMariedeDreux.Unacomplicidadqueledejabasuespacioylaaligeraba,comohabíaesperado.
Sí,Algondeerafeliz.Felizportodoypornada,comounopuedeserlocuandosabequeesosólo
duraráuntiempo.—¿Estáissoñando,Algonde?Devuelta a la realidad por la voz dulce deMarie de Dreux, Algonde se
apartódelaventanaantelaquesehabíaplantado.—Empiezaanevar—dijo—.Muypronto,esteaño.—Perobenditasea.Elfríollevaráunatreguaalospueblosafectadosporla
muerte negra —le recordó Marie frotando el vidrio empañado con unmovimientocircularparapegarellalanarizasuvez.
Sintióunescalofrío.—Cuando lapeste llegóaRomansfuehorrible.Hubobarriosenterosque
quedaron diezmados, con los muertos apilados en carretas, arrojados a fosascomunesycubiertosdecal, y las casas incendiadas.Porunmomentocreímosquearderíalaciudadenteraapesardeloscortafuegos.Elcielofuedecolorrojodurante noches enteras. Y luego, una mañana, llovieron cenizas. Se habíaacabado.Secelebróunainmensaprocesión.Yfueelanunciodeltorneoloquetrajodenuevolaalegríaalaciudad.
Mientras la escuchaba, Algonde se dirigió hacia Elora que, hambrienta,lanzabaunosgrititosestridentesdesdesucuna.
—Imagino que eso debió de ser terrible para vuestros padres, quedescubrieronsúbitamenteelcalvariovividoporvuestrohermano—dijoellaconcompasiónalzandoalapequeñaenbrazos.
—Sí. Y además estaban asustados por la posibilidad de perderme a mítambién.Yoacababadellegarcuandosevotólacuarentena.
Mariesealejódelaventanaylaobservócómoseinstalabaenunsillónconlacriaturita.Elorahurgabayaimpacienteconsusmanosenelcorsédesumadre.
Algondeaúnteníalossenoshinchadosyseguíadándoleelpechoasuhija.
Habíaintentadodarlaaunamadecría,comolehabíanaconsejado,peroElorano había querido más leche que la suya. Por su parte, Algonde no veíainconvenienteenello, sinounadobleventaja.Laprimeraerael fuertevínculoque las unía a ambas, y la segunda su esterilidad. Aún no le había vuelto lamenstruación.Algondenocorríaningúnriesgodequedarembarazadadenuevoenunmomentoenelquenecesitaría todasuenergíaysucorajeparavenceraMarthe.
MarieseinstalóasuladoconlavistafijaenlabocadeElora,quesehabíaabalanzadosobreelpezónturgentedesumadre.
—¿Esdoloroso?—preguntó.Emocionada,Algondeacaricióloscabellosdeorodelachiquilla,apartando
losrizossuavesdelafrente.Alzólafrente.—Un poco desde hace unos días. Creo que se debe a que empiezan a
crecerlelosprimerosdientes.Mariehizounamueca.—Yonopodré—dijo.—Claroquesí,yaveréis.Enelfondoesunactomuynatural...Marieseturbó.—No, no me entendéis. No podré amar al niño que llevo dentro de mí,
Algonde.Yparaserossincera,loodio.Por un instante, su rostro lo expresóde tal formaqueperdió todagracia.
Mariedebiódedarsecuentadeello,puestoquesevolvióhacialaventana.—Soycomoesoscristalesahíafuera,alimentadaporunfríotanespantoso
queningunaluzpenetraenmí—dijo,suspirandoruidosamente—.Elotrodíaosmentí.Porvergüenza,sinduda.ElpadreesPhilibertdeMontoison,losé.
—Locomprendo—aseguróAlgonde.Tranquilizadaporlaempatíadesuvoz,Marieregresójuntoaella.—Traté de deshacerme de él por medio de una poción que me dio una
bruja,¿sabéis?Estuveenfermaochodías,vaciándomeporarribayporabajo.Alvertodalasangrequehabíaperdidocreíquelohabíaconseguido,peronofueasí.Aúnsemuevedentrodemíymeasusta.Es terribledecirloyelSeñorme
castigará,sinduda,peronoloquiero,Algonde,ynoséquéhacerparalibrarmedeél.
Algondeasintióyadoptóunaexpresióngraveantetamañadeterminación.—Sobretodonohagáisnadaqueospongaenpeligro.Nadadeagujas.¿Me
loprometéis?Marieseencogiódehombros,desconcertada.—Soydemasiadocobardeparamutilarme.Sólomepreocupacuálserámi
reacción cuando nazca. Aunque crea ser el padre, Laurent no lo reconocerá,estoyseguradeello.
UnaimagenpasóantelosojosdeAlgonde.Unaimagentantranquilizadoracomo aterrorizadora. Sintió un escalofrío y miró fijamente a Marie con unaexpresiónendurecidaporsuvisión.
—Leescribiréisdiciendoquehabéisperdidoelhijoyque loconmináisacumplirsupromesadecasarseconvos.Encuantolleguelaprimavera.Hélènetambiénfirmarálacarta.
Sorprendida por el tono impersonal de su voz, más incluso que por surostro,lívido,Mariesesobresaltó.
—Esonotienepiesnicabeza.Algonde.Veráque...—Noveránada.Daréisaluzyabandonaréisalacriaturaalcuidadodeun
amadecría,aquí,enBressieux.CrecerájuntoaElora.Sialgúndíaelamorseapodera de vos, sabréis dónde hallarlo. De lo contrario, crecerá sin conocervuestroslazosdeparentesco.
Marie tembló, consciente de que algo sobrenatural se desprendía de laexpresióndeladoncella.Algoque,sinembargo,noperturbabaaEloramientrasmamaba.
Expresósustemores.—¿YHélène?¿Ysuesposo?¿Quévanapensar?Recuperandobruscamentesucolor,Algondelesonrióconbenevolencia.—Seamoldaránamisdeseos,notemáis.Unlargosilenciolasenvolvióalastres,rotoúnicamenteporelcrepitardel
fuegoenlachimenea.Algondelointerrumpió.—Pensadlo,Marie,¿quétenéisqueperder?
LaseñoritadeDreuxserelajó.Laesperanzasemanifestabadenuevoensuexpresión.Elora,saciada,balbucíaamasandoelsenodeAlgondeconsumanita.
—Nada,tenéisrazón.Peroyvos,¿quéganáisconello?Conlamiradapuestaenelrostrorechonchodesuhija,Algonderespondió
convozemocionada:—Undía,esteniñoquerechazáisredimirálasculpasdesupadrealsalvar
loquemásquieroenestemundo.Esporesaúnica razónpor loque lo lleváisdentrodevos...
ContemplóelrostrodeMarie,quesehabíavueltolívido.—...Esporesaúnicarazónporloquelohabéisconservado.
C
Capítulo36
uandoJacquesdeSassenageentróenlahabitación,lospostigosinterioresestabancerradosantelablancuraníveadeldía.Solamenteuntímidofuego
ardía en la chimenea. Tras cerrar la puerta, Jacques frunció el ceño parahabituarsealapenumbraydistinguiólasiluetadeJeannedeCommiersjuntoalaventana.
—Acercaos,esposomío...Lavozerafirme,comoaldecirlequeentrara.Alainversa,elnerviosismo
deélibaenaumento.—Lamentorecibirosasí...Lamigraña—seexcusó.Jeannesiemprehabíapadecidomigrañas,formabanpartedesusrecuerdos
máslejanos.Suinquietudsealivió.Enelfondo,sedijoél,aquellaoscuridadleerafavorable.Ocultabalasmarcasdelpasodeltiempoensurostro,einclusosussentimientos,desportilladosporlapresenciadeSidonieasulado.
Adivinó unamano tendida hacia él y la asió sin titubear. La llevó a suslabios y apoyó en ella sumejilla, y en el olor de su piel halló de nuevo unafragancia rara, nunca igualada. Sólo sustituida. Sí, sólo sustituida, trató deconvencerse.
—Hetenidomuchomiedo.Sí,Jeanne,miedodequeoshubieranherido—afirmó.
Norespondió.Sentíaensugargantaelnudodeaquelamorinmensoquesehabíavolatilizado,desusdestinosseparados.Éllaatrajohaciasí,mirósurostroparareconocerlosrasgos.PensóenSidonieyseloreprochó.
—Bésame—suplicó ella acariciando con los dedos su cabellera espesa yrizada—.Bésame,Jacques,comoayer.Comoantes.
Loatrajohaciaella.Susalientosseentremezclaron.El de Jacques tratando de engañar a sus emociones. Y el de Jeanne
intentandohallarlasdenuevo.Paraconfesarsepor fin lamismaconstatacióndesesperada.Yanoeran lo
quefueronelunoparaelotro.Sin embargo, se abrazaron largamente, recreando un sueño roto. Luego,
JeannebajólosbrazosyJacquesseapartó.Incómodo.—Disculpadme...—dijoellaconvozapagada—.Hanpasadotantascosas...
Yanosoyaquellaqueconocisteis,niaquéllaalaqueamasteis.Estabaclaro.Enlugardealegrarse,elcorazóndeJacquesseencogió.Tosió
ensupuñocerrado.Aclarósuvoz.—Seguíssiendomiesposa,Jeanne.Sóloesodebeimportar.Ella sonrió en la oscuridad. Lo había comprendido, ella también. Pero al
contrarioqueél,súbitamente,sesintióenpaz.Seaproximóysearrimóaél,conlamejillacontrasucamisa,lasmanosplanassobresutorsorobustoquesubíaybajabarápidamente.Ellaabrazóylamecióconternura.
Debían lograr que la realidad se convirtiera en su aliada, para noestropearlo.
LavozdeJeannesonócomprensiva,comounacaricia.—Sidonie merecía el amor que le habéis dado. No os reprocho haber
sobrevividoamí.Alcontrario.Elbesosuscabellosperfumados,aliviado.—Aúnosamo.—Peroyanocomodeberíaser.Noloneguéis.Losientoylosé.—Ysinembargo,oscolmaré.Borrarédevuestramemoriaesos...Apartándoseligeramenteconlaspalmasdelasmanos,ellaalzólacabeza.—No,Jacques.Elpasadonopuededeshacerse.Elfuturo,porelcontrario,
debemoscambiarlo.¿Recordáiseldíaenquetodosetambaleó?¿CuándomefuiaSaint-Just-de-Claix?
—¿Cómoolvidarlo?—respondiódolorosamente.
—Lanocheanteriortuveunavisión,taninconcebibleentoncesque,apesardelaamenazadeMarthe,quiseirapedirayudaalareverenda.
Eltragósaliva.—Asíquesabéiscómovencerla...Ellasedeshizodesuabrazoyretrocedióunospasos,repentinamentefebril.—Losé,sí.Abridesepostigo,porfavor.Eshoradequenosmostremosel
unoalotrotalcomosomoshoyynocomofuimos.Jacques se acercó a la ventana. Oyó la voz de Jeanne cuando alzaba el
pestillo.—Antes de daros la vuelta y de juzgarme, quiero que sepáis que os he
amado.Osheamadoconlocurayhastaestasúltimassemanas,muchomásdeloquepuedeamarse.
Elcorazóndelbarónpalpitóensupecho.Entrecerrólosojos.Laluzdeldía,pálida,inundólahabitaciónydescubriólaverdad.Aymar de Grolée trataba de vencer su fatiga tomando el baño que su
anfitriónhabíamandadopreparar.Aligualquelaúltimavez,unpisoseparabasuhabitación de la de Jeanne de Commiers en la torre redonda. Al igual que laúltimavezantesdesepararsedeellay,desdeentonces,nolograbaapartarladesuspensamientos.Porsupuesto,sehabíacasadoconPhilippinetalcomohabíaprometido, pero el parecido de ésta con Jeanne, ese parecido que lo habíaseducidounosmesesantes,ahoraloperturbaba.Porsiesofuerapoco,sesentíaculpable. Si por él hubiese sido, si el honor de Jeanne no hubiera sufrido porello,habríaaprovechadoelviajeaRevelparaconfesaraJacquessutraición.Sindudasehubieranbatido,comoesobligadoparalavarunhonorultrajado.Luego,con la ayuda de su amistad, se habrían reconciliado. Así, Aymar de Groléehubieratenidolaconcienciaenpazyaquenopodíatenerenpazelcorazón.
En lugar de ello, sufría unaverdadera tortura al imaginarlos abrazados, apesardedecirsequeélhabíacontribuidoenbuenamedidaaesereencuentroynoteníaderechoaestropearlo.
Acabó por salir del agua, ya helada, se secó vigorosamente y se vistióflagelándoseporsudejadez.YadeberíahabersereunidoconLouisIIdeSaluces,
quedebíadeimpacientarse.Conunpiealzado,enequilibrio inestable,conambasmanosagarradasal
cuerorecalcitrante,Aymartratabadecalzarseunadesusbotasensupantorrillaaúnhúmedacuandoseabrió lapuerta.Sorprendidoporelhechodequenoseanunciara, volvió la cabeza y vio a Jacques de Sassenage, tan sereno comolívido,abalanzarsesobreél.
Nohubotiempoparapreguntasyrecibióunpuñetazoconlaizquierdaqueloenviódeculoalaampliabañeraqueacababadeabandonar,ysalpicóelsuelodemadera.
—Hubiera preferido queme dejaras explicártelo—comentó simplementeAymar,frotándoselamandíbulatumefacta.
—Si hubiera sido otro, lo habríamatado—le dijo Jacques de Sassenageantesdetenderleunamanoparaayudarloaincorporarse.
Aymar la asió con mayor agradecimiento si cabe, pues estaba atrapado.Pataleóymoviólosbrazosantesdeconseguirsalirdelabañeraprovocandounanuevainundación.Sepusoenpie,chorreandoyaúntambaleándose.
—Hubieraspodidoapuntarmejor—dijoconunamuecadedesolaciónanteelaspectotantodelasropasdeamboscomodelahabitación.
Lo cómico de la situación devolvió un poco de color a Jacques deSassenage.Aymarvacilódebidoasubotamalcalzada.Instintivamente,Jacqueslosostuvoporelhombro.Aloírbajosusdedoselgorgoteode la telamojada,sonrió.
Su gran amistad no estaba comprometida, comprendió Aymar de Groléeconalivio.Sedejócaerenunasillapróximaysequitólabota.
Cayóalsueloconunruidoapagado.Mientras, ya en pie, se desvestía para cambiarse, Jacques le tendió una
toallaseca.—Sealoquesealoquetehayaexplicado,soyelúnicoresponsable—dijo
Aymarasiendolatoalla.Jacquesalzóloshombros,cubiertodenuevoporunvelodetristeza.—LallevaremosaBressieux—anunció.Aymardetuvosusdedosenlabraguetaylomiróconlosojosdesorbitados.
—¡ConMartheacechandoaHélèneseríaunalocura!—También lo sería dejarla aquí con la guerra que se avecina —objetó
JacquesdeSassenage.—Sihubieraqueelegir...Jacquesbarrióelaireconungestodefastidio.—Ellanonosdejaesaelección.Regresaconnosotros.Contigo...Aymarbajólavista.—Hazvalertuautoridad.Túeressuesposo.—Elpoderhacambiadodemanos,amigomío,hayqueaceptarlo.Jeanne
debehallarseallícuandoHélènedéaluz.Aymarsesobresaltó.—¿Porqué,Diosmío?¿Nohaarriesgadobastantesuvidaenlaguaridadel
diablocomoparaquedeseevolveraenfrentarseaél?Jacquessesintióderepentefatigadoporelpesodelacargaquesoportaba
Jeanne.PorelqueprontosoportaríaAymardeGrolée.Porunmomento,lamentóhaberlogolpeado.Lohizosinunhumorparticular,sincólera,sóloporelgesto.El castigo, elverdadero, llegaríamás tardeperono lodeseaba.Niunoniotromerecíanaquello.
Lomiróintensamenteysediolavuelta.—La respuesta no me pertenece, amigo mío. Es ella quien te la dará.
Apresúrate.Teesperamásdeloquemeesperabaamí.AbandonaronelcastillodeRevelcuatrodíasmás tarde,unavezresueltas
sus cuestiones con Saluces. Jeanne abrazó a su homónima y agradeció suhospitalidad al marqués. En el rostro de éste ya no había restos de suanimosidad. Al ver que la amistad entre los dos hombres no se había vistoalterada,habíaaceptadoquealgunascosasnoalcanzabaaentenderlas.Además,Jacques de Sassenage le aseguró que en cuanto hubiera pasado el inviernoregresaríaconlashuestesrealesparahacerentrarenrazónalduquedeSaboya.Hastaentonces,yesolosabíanlostres,nadasucedería.
Jeannepartióasíalomosdeunmulo,cubiertadelacabezaalospiesporun
gruesoabrigodepielvueltadeoveja,entreaquellosdoshombresalosqueaúnquería,mássicabe,puesdenuevosehabíanaliadoparaprotegerla.Lanievesehabía fundido, pero la nieblahabía cubiertode escarchablanca las ramasy lahierbayloenvolvíatodoconunaguatasatinada.
El frío,queaquelañohabía llegadoantesde tiempo,dificultaba suviaje,peronoteníanotroremedioqueintentarlo.
DejandoasuderechalaciudaddeSaluces,JacquesdeSassenage,queibaalacabezadelacaravana,alzólavistahacialasmontañas.Elhorizontecubiertoera un mal augurio para cruzar los numerosos puertos que los aguardaban.ConsiderandoelestadodeJeanneyelde los senderos, sindudayasepultadosbajo la nieve, nopodía calcular el tiempoque les llevaría llegar a destino.Yahabíantomadoprecauciones.Losseguíancuatromuloscargadosdeprovisionesparaunlargoperíodoysabíaquepodríacontarconlasnumerosascabañasdelospastores para calentarse al caer la noche e incluso durante el día, si el tiempoempeoraba.
OptimistapornaturalezaytranquilizadoporlasorprendenteresistenciadeJeanne,bajólafrenteanteunaráfagadevientoydejóquesucaballoavanzaraalpasoqueleconviniera.
Atrás,a lacabezadesuescoltadeunaveintenadehombres,elánimodeAymardeGroléeoscilabaentre laalegríay la tristeza.LaalegríadesaberqueJacquesdeSassenage, lejosdeoponerse a su amornaciente, lobendecía, y latristeza del futuro de aquel niño que Jeanne llevaba en su vientre. HabíaconvencidoasuamadadeinstalarseenlafortalezaqueposeíaenSaint-Pierre-de-Bressieux. Un subterráneo unía ésta con su castillo y llegado el momentopermitiríaevitar las inclemenciasdel tiempo.Hastaentonces,yaunqueJeanneardieraendeseosdeabrazaraPhilippine,eramásconvenientequeseabstuvierademostrarseenpúblico.Marthenodebíasospecharnada.
Jeannehabíaaceptadounavezmássureclusiónysumartirio.Porqueeralaúnica que ya no dudaba. Las cosas sucederían tal como su visión lo habíaanunciado.
Seguraensufe,enaquelotoñogélido,avanzabacanturreando.
M
Capítulo37
unia había tenido tiempo suficiente para reflexionar después demesescompartiendo la vida cotidiana de las huéspedes del harén Omayún.
Daríaaluztresmesesantesdesalirdecuentasynopodríaengañaraningunadeesasmujeres,lamayoríadelascualeseranmadres.LajanumimaginaríaqueelpadreeraCem.Beyazid,porelcontrario,creeríaqueeraelseñordeLuirieux.Fueracomofuese,unayotrosesentiríanengañadosyMuniatemíaporsuvidayladelreciénnacido.Discretamente,examinótodaslasposibilidadesdeevasiónyllegóalaconclusióndequesucárcelestabademasiadobienvigilada.Amenosque lograraelevarsepor losaires,era imposible.Yniquedispusierademagiaque la ayudara a volar, los arqueros acabarían con su temeridad. Por ello, sehabía ganado a la janum contándole la leyenda de las Tierras Altas, con laesperanza de descubrir lo que tramaba Beyazid, de quien no tenía noticias, yparaconvencerlade la importanciaquerevestía.La janumlamimaba,peronohallaba en ella lo que esperaba. Súbitamente, tras su aparente docilidad yresignación,aMunialehervíalasangre.Aunquetodassehubieranhabituadoasu presencia, la egipcia podía sentir cómo la odiaban. Un odio espoleadocuidadosamente por Ihda, la primera esposa de Beyazid, que temía volver aperder su posición en cuanto hubiera nacido la criatura. Allá donde fuera ehicieraloquehiciese,Muniasentíacómolaseguíanlasmiradas,veíacómosemovíanloslabiosyoíarisasapagadasquelacriticaban.Poresemotivodejódeactuar y se encerró en símisma para que la olvidaran, diciéndose que tal vezhubierasidomássensatoabortartalcomodeseabaBeyazid.
Fueafuerzadepensar,comosurgiólaidea.Aquel26defebrerodelañodegraciade1485,amediatarde,unasemana
despuésdesuinconfesableprevisióndesalirdecuentas,Muniarompióaguasenuna de las vastas piscinas del harén, rodeada de sus compañeras que, al
marginarladesusjuegosyconversaciones,nosedieroncuentadeello.Saliódelagua,seenvolvióensusvelosyfueaveralajanumque,ensus
apartamentosprivados,laaguardabaparatomarelté,comocadadía.Esavez,sinembargo,dijoquenoqueríabeber.—¿Quétesucede?—seinquietólaanciana.—No lo sé.Desde estamañana tengoel estómago revueltoy ademásme
mareo.Laverdad,nomeencuentromuybien.La janum frunció el ceño.Munia era de constitución robusta y desde su
llegadanohabíaenfermadonunca.Alamadredelsultánnolegustólamuecadedolorqueaparecióensuexpresión.
—¿Teduele?Muniase llevó lamanoa suvientrehinchado, satisfechapor lopocoque
habíaengordadoyque,hastaentonces,habíasidoútilparasumentira.Enaquelmomentoyanohabíamotivoparaengañarantelacontracciónquelaatenazaba.
—Temoqueseaelniño—dijoconvozapagada.Lajanumsepusoenpiedeunsaltoy,obligándolaaapartarlospies,rodeó
lamesaysearrodillóanteella.SusdedosreemplazaronlosdeMuniaalaalturadelpubis.
—Yaestáaquí—dijoella—.¿Semovíaestosúltimosdías?—Regularmente,aunque...Callóuninstante,comosilevolvieraalamenteunrecuerdo.Rectificó.—Nodesdeelalmuerzo.Hevomitadojustodespués.Lajanumpestañeó.—Muéstramelalengua.Munia obedeció, segura del efecto que en la misma había producido la
pociónabortivaqueledieraBeyazidyconlaquehabíahechogárgaras.—¿Hasnotadounsaborparticularaloquehascomido?Muniafingióangustia.—¿Quéqueréisdecirme,madre?Elrostrodelajanumsetornógravemientraslaasíadelasmanos.
—Es un aborto. Sin duda provocado por alguna sustancia que te habránadministrado.
EldolordeunanuevacontracciónhizoqueMuniapalideciera.—¿Voyaperderalbebé?—Cabeesperarqueasísea.UnaslágrimasperlaronlosojosdeMunia.—Pero ¿por qué? ¿Quién?—se rebeló con tal angustia en la voz que la
janumnodudóniuninstantedesusinceridad.Tomándoladelamano,laayudóaponerseenpie.—Más tarde.Luegoveremos las repuestas.Demomento,debes tumbarte.
Tequedarás aquí, bajomiprotección—dijo conduciéndolahaciaunadelicadacortina. Al otro lado de la misma, el lecho era tan bajo como amplio, conabundantestejidospreciososdecoloresbrillanteseirisados.Muniasetumbóenelmismoantesderetorcersedenuevodedolor.
La janum no perdía el tiempo. Abandonó a la egipcia y se dirigió a laestanciacontigua,descorrióuntapizy,conunallavequesacódelacadenaquellevabaalcuello,abriólapuertecillabajaqueocultaba.Traslamisma,habíauneunucodeguardia.
—Rápido,veaavisaramihijo—dijo—.HanenvenenadoaMunia.Enelmismomomento,enelcastillodeBressieuxyasustandoaPhilippine,
MariedeDreuxgritabaensucama,desgarradaporelempuje.Elniñoveníaalmundo. Antes de tiempo. Por desgracia, al estar los caminos cortados por latormentadenievequecaíaconfuriadesdehacíatresdías,nohabíaallíningunaparteraquepudieraayudarla.PoresarazónunaviejacriadaayudabaaAlgonde,quepor elmomento seveía impotentepara ayudar a ladesventurada.Sucedíaalgoanormalyambasteníanpocaexperienciaparaintervenir.
—¡Mevoyamorir! ¡Mevoyamorir!—exclamabaMarieavozengritoconlosojosdesorbitados.
Transpiraba abundantementebajo su camisón arremangadohasta lamitaddelosmuslos,conambasmanosaferradasalcabezaldelacama.
Unanuevacontracciónhizoquesetensaradelacabezaalospies.Sepusorojaysoltóunalaridoquehizotemblarlasparedes.
—Tenemosquehaceralgo—seinquietóPhilippine,santiguándose.Marieconsumíasusesfuerzosdesdehacíayadocehoras.Estabaagotaday
elniñonosalía.Algondesumergióunatoallaenelbarreñoquehabíantraídodelacocinay
luego,inclinándosesobreella,lacolocóentresuspiernasabiertas.Soltandounadesusmanos,Marielaagarródelhombroenungestodesesperado:
—¡Piedad!—imploró.Algondetragósaliva.Suspoderes,porgrandesquefueran,leeraninútiles
enaquel instante.Sinembargo,eseniñodebíanacer.Teníaquenacer.Eraunaevidencia. ¿Por qué no venía al mundo? Se echó a temblar. Arrancó aquellamanoque,crispadaensucarne,anunciabaunnuevocombate,yvolviólacabezahacialasirvientaquesehabíaaproximado.
—¿Queréisquevayaabuscaralcura?—preguntóenvozqueda.—No—respondióAlgonde—.Aélno.TraedmeaElora.Laancianasequedópasmada.Algondeinsistióconbrusquedad.—Ahoramismo...Nodiscutáis.MientrasAlgonde, inclinadadenuevo sobreMarie, jadeante, enjugaba su
frenteperladadesudor,lasirvientadesaparecióconlentospasitospuessufríadereumatismoenlarodillaizquierda.
Aún no había cruzado el umbral de la puerta cuando un nuevo alaridoinvadiólahabitación.Sealargó,quebrandoelsilencioconsuespantosatortura,y luego se aplacó,dejandoaMarie agotada, tanblancade tezyde labiosqueparecíaunadifunta.
—¿Qué tratasdehacer trayendoaElora?—preguntóPhilippine, asustadaantelaideadepadecerunsufrimientosemejantealcabodeunassemanas.
Algondesonrió.—Unmilagro...Al recordar otros partos a los que había asistido, Philippine se serenó a
pesardelasangrequepocoapocoteñíalassábanas.Algondetambiénlahabíavisto.Debíaasegurarse.
—Nomires—aconsejóaPhilippine,quenosehizoderogar.Sin titubear,Algondehundió losdedosen lascarnes tumefactasy tocó la
protuberanciadeunhuesoenelfondodelacavidad.—Lonoto,Marie—dijo—.Tienesqueempujar,empujarmás.—Nopuedo.Nopuedomás—gimióladesgraciadaaceptandolamanode
Philippineenlasuya,comoúltimoconsuelo.Algondeselimpióconunatoallamojada.LasirvientavolvíaconElora,que
balbucíaenlaestanciacontigua.Seapresuróareunirseconella.—Id a descansar un rato —le ordenó al tiempo que cogía a su hija en
brazos.Laanciananodiscutió, seguracomoestabadequeelniñoy lamadreno
sobrevivirían.—Dulinaalibelciéfilsilipalicoléna—canturreólavozdeEloraaloídode
sumadreencuantolasirvientasalió.LapresióndeAlgondeserelajó.Habíatomadoladecisiónacertada.Volvió
juntoaMarie, tendióa suhijaalargando losbrazosysesumergióenaquellosojosque,virandoalesmeralda,habíanadquiridounaextrañaprofundidad.
—¿Sabesquéesperodeti,verdad?—Ouïmaonainémaïchoï—respondióEloraseñalandoconelíndiceelpubis
sanguinolentodeMarie.—¿Quédice?—seatragantóPhilippine,sorprendida.—Loignoro,peroesalenguahablaenmiinterior.EsladelosAntiguos.Confiada,PhilippineleapretólamanoaMarie.—Ten valor aún—le dijomientrasAlgonde depositaba a Elora sobre su
vientre.Apesardeunanuevacontracción,Mariesóloemitióunquejido.Sielniño
nosalíaahora, todohabría terminado.LasmiradasansiosasdePhilippineydeAlgondeseconcentraronenElora.
Lachiquitinaaplicóambasmanossobrelahinchazónycanturreódenuevo.Una letanía de palabras sin sentido alguno para Philippine pero que pareciócalmarlarespiraciónentrecortadadeMariemásquelascariciasdeAlgondeensufrente.Pocoapoco,unaluzazulemanódeEloraylasbañóalastresconun
caloragradable.ElrostrodeMarierecobróelcolor.Se arqueó con una nueva contracción, pero en su rostro ya no se leía el
dolor.Unossegundosmásysuspiróaliviada,comosisehubieraliberadodeuninmensofardo.Lacriaturasedeslizóconunchorrodesangreentresuspiernasabiertas.
Algonde se apresuró a cogerla. La criatura tenía el hombro dislocado alhaberobstruidodurantemuchoratolaexpulsión.Conlanucahaciaatrás,tratabade respirar sin lograrlo. Sin embargo, agitó lentamente los brazos, como unpajarilloprestoaalzarelvuelo.
—Ouïmaonainémaïchoï—imploróEloraseñalándolo.—Sí,losé,debevivir—comprendióestavezAlgonde.Seapresuróacortarelcordónycolocóalagonizanteantesuhija,sentada
ahoracon laspiernascruzadassobreelvientredeMarie,adormecida.Eloraseinclinóhaciadelanteparaacariciarelpequeñorostrovioláceoyluego,al igualqueAlgondehicieracuandolatrajoalmundo,expiróensubocaabierta.
Maravilladaporlospoderesdeaquellaniñadelashadasquedescubríaporsegundavez,Philippineahogóunsollozo.
Laluzsedesvaneciócomohabíaaparecidoylacriaturillatosió.—Gu... —dijo Elora con toda la naturalidad del mundo tendiendo los
brazoshaciasumadrina.Lamagiahabíaacabado.Ya más tranquila, Algonde suspendió al recién nacido por los pies y le
palmeólasnalgasvigorosamente.Aloírllorarasuhijo,Marieabriólosojos.Nosesorprendióantenada.Ni
siquieraanteElora,quebalbucíaenbrazosdePhilippine.—Esunniño—leanuncióAlgonde,alegre,queriendomostrárselo.Marievolviódeinmediatolacabeza.Susojossellenarondelágrimasysusrasgosseendurecieron.Encuantoa
suvoz,trastornandoaúnmásasusamigasqueloqueacababandepresenciar,sevolviótancortantecomoelfilodeunaespada.
—Que desaparezca. No quiero saber nada de él. Nunca —lo condenó
inapelablementeysinremordimientos.Rodeada por cuatromujeres que trataban de aliviarle el dolor con sabios
masajes,Muniacontemplabapasarlashorasconconfianza.Encuclillassobreunbarreñodeaguaderosas,conambasmanosagarradasaunoyotro ladodeunpórtico instalado apresuradamente, respiraba siguiendo la cadencia de lascontracciones.Demaneraintermitente,ledabanabeberunbrebajedeespecias.Para disolver el veneno, le había advertido su protectora. Beyazid había dadoórdenes.Munianodebíamorir.Sentadaenun rincónde la estancia iluminadaporcientosdevelas,lajanumvelabaporello.Devezencuandoseponíaenpie,colocabaunamanoexpertaentrelaspiernasdeMunia,juzgabalaprogresióndelpartoyregresabaasusillóntapizadodepieldelince.
Esavezsequedóagachadajuntoaella.—Debesprepararteparaelduelo.Novaatardarmucho—ledijo.Muniameneólacabezayconellasulargatrenzadecabellosnegros.—Vivirá.La janum acarició el óvalo de su rostro y se detuvo en aquella mirada
empecinada, impresionada por la fuerza que de ella emanaba y que hasta elmomentohabíavencidoaldolordelparto.
—Sinoestuvieramuertonoloperderías.Acéptalo,desdeahoramismo.—No—repitióMunia—.Mihijovivirá,perotenecesito.Lajanumsuspiró.—Contraesonadapuedohacer.SedisponíaaponerseenpiecuandoMunia,soltandolabarradelpórtico,la
agarródelbrazo.Sudeterminaciónseconvirtióenunmurmullo.—He escondido algo debajo demi cama. Una damajuana azul de forma
piramidal.Tráemela.Soltó losdedos.La janumse frotó supielmagullada, sorprendidaante la
fuerzadesumano.—Tráemela.Sóloconfíoenti—insistióMuniaantesdevolverajadear.
Lajanumasintióconlacabeza,desconcertada,yseeclipsórodeadaporelvuelodesusvelos.
Muniaahogóungritoapretandolosdientes.«Aúnno—decidió—.Aúnnodebes salir. »Ypara aguantar hasta el regreso de la janum, se concentró en elrostrodeEnguerrand,másvivoquenuncaensuinterior.
Aquellanochesoñóconellahastaelpuntodeincorporarsebrutalmenteen
sulechomurmurandosunombre.Munia.ElmenordeloshermanosdeMalika,quecompartíacamaconél,lemanifestósuenfadodándoleunafuertepalmadaenelhombroygruñéndole.
—¡Pesadilla!Duérmeteya.Pero Enguerrand de Sassenage se puso en pie y se dirigió a la cortina
echadaantelaentradadelviejoedificiosemienterradobajolaarena.Apesardelfrescodelanoche,deambulóporaquellaciudaddeHeliópolisquedesdehacíatiempo ya no era una ciudad. Había luna llena. Sobre su cabeza llovían lasestrellas.Sincruzarseconunalmaviviente,siguiólaantiguamurallaqueantañodividíalaciudadendospartesdesiguales.Aunladoladelosdiosesyalotroladeloshombres.Ycomoentodaslasocasionesenquesentíasucorazónenunpuño e ideas sombrías, se halló cerca del obelisco. Para rezar ante la tumbainvisible deMunia y de sus padres.Exhausto por aquel dolor que el paso deltiemponocalmaba,acabópordormirsesobreelsuelodelpatiodelpalacio.
Porlamañana,conelestómagovacío,regresóacasadeaquellasgentesqueseguíanhospedándolosinhacerleunasolapregunta.Habíaaprendidosulengua,compartía su vida cotidiana y colaboraba en la supervivencia de todos ellostrabajandoporlascallesdeElCairoomendigando.Yanadalodistinguíadeunsarraceno.Nideunmiserable.Conuncortedecabelloyvestidoalausanzadeellos,latezmorenadelsol,ysuspropiosojosnegros,suaparienciacontribuíaamezclarloconlosdemásenaquelpaísquenoosabaabandonar.
Una noche, al abrigo de la oscuridad, regresó a la ciudadela y forzódiscretamentelapuertacondenadadelacasadeAziz.EsperabarecuperarallíeldineroobtenidoconlaventadelasespeciasenCerdeña,perocuantoteníavalorhabíasidoconfiscadoporKeïtBey,exceptoelmapadeAzizdelquenohabíandescubierto el escondite detrás del mármol de una columna de la entrada.
Enguerrandseapoderódeél.Nadie lovio.EnElCairosedecíaqueAzizbenSalek era un hombre extravagante y que había abandonado la región con suesposa,causandoconelloungranenojoalsultán.KeïtBeyordenóbuscarloparaquerecibierasucastigo,envano.AzizsupoconservarelsecretodeHeliópolis.Nadie turbaría sudescanso.Enguerrandhabríadeseado rehabilitar sumemoriapara que tuviera una sepultura decente, pero ¿cómo confesar los hechos sinconvertirseensospechosodeasesinato?Renuncióaello,tratandodeolvidareneltemplodelbenben.
A la luz de las lámparas perpetuas, pasaba días enteros estudiando losmapas deOsiris, tal comoAziz propuso hacer aquella trágica noche antes debostezar y de juzgar que tendrían mucho tiempo para hacerlo. «Si hubierasabido...»,sedecíaamenudoEnguerrandapretandolosdientes,encolerizado.Lacóleranoloabandonaba.Habíasucedidoalabatimientoyavivabalapenaylainjusticia, porque no alcanzaba a comprender.Munia no debería habermuertoaquella noche. «Dos hombres, dosmujeres», dijo el padre deMalika. Habíanenterradoadosmujeres.Enguerrandnohabíatenidoelvalordehablardeellodenuevo. ¿De qué serviría? Sus nuevos amigos no tenían razón alguna paramentirle.Peronoera justo. ¿Porqué losAntiguosno lahabíanprotegido?¿Ymenos aún al hijo que esperaba? El mensajero del destino no se habíaequivocado al anunciar a Fátima que moriría poco después de conocer a suyerno.«Uncristiano»,dijo.ElpadredeaquelqueprotegeríaalreydelasTierrasAltas.Noeraposibleentendernada.
A veces, tenía la sensación de estar volviéndose loco y se agarraba lacabezaconlasmanoscondeseosdegritar.
Aqueldía,másaúnquedecostumbre.Había soñado con Munia en un inmenso palacio. Sobre ella volaban
palomasyelolor a rosas se infiltrabapor todos los intersticiosdeunacelosíainmensa. La vio agarrarse el vientre y luego ponerse en cuclillas. Se despertóantelacertezadequeibaadara luz.Hicieraloquehiciese,nopodíaquitarseesaideadelacabeza.Elparaísoblancoenelqueellasehallabaveíaaqueldíanaceraunniñoalqueélnuncaconocería.
La janumlo recibióentresusmanos.Ambasestabansolasen laestancia,
comolehabíapedidolaegipciaalsentirquellegabaelmomentodelparto.
Inmediatamente, Munia soltó las barras del pórtico y se lo arrancó y loarrebujóentresusbrazos.
—La damajuana, rápido—exigió con tanta autoridad que la janum, quehubierapodidoofuscarse,obedecióyselatendiósindecirpalabra.
Munia hizo caer una gota del elixir de los Antiguos entre los labios delreciénnacido,queapartabadelavistadesuprotectoraenelplieguedesucodo.Detezrosadaaunqueenclenque,noteníaenabsolutoelaspectodeunacriaturaque fuera amorir.Mientrasno llorara, sin embargo,podía fingirlo,perodebíaprocederconrapidez.Enseguida.Otragota.Lacriaturaenrojecióyagitópiesymanos,arrancandoungritodesorpresadelajanum.Cuandolloró,Muniasonrióalverlasentarsealiviada.
La egipcia sepuso ahorcajadas sobre el barreñode aguade rosas, cogióunas tijeras doradas con oro fino de un taburete y, tras deshacerse de ladamajuana,cortóelcordónellamismaante losojosdesorbitadosde la janum,quenolograbarecuperarseanteloqueacababadepresenciar.
«Apenas cinco libras», se dijo para sus adentros tras sopesar a su hijo.Podríapasarporprematuro.Lacausadeambosestabaganada.Yconésta,ladelincreíble elixir de las Tierras Altas. A Munia le quedaba por delante aúnrecuperarsulugarjuntoaBeyazid.
Con paso seguro, fue a arrodillarse ante la janum y le presentó al reciénnacido,conlosojosbrillantesdealegría.
—Elsultántieneunnuevohijo,madre.Queledéelnombrequeleplazca.Acambiosólopidoqueloame,tantocomoyo.
J
Capítulo38
eannedeCommiersysucomitivatardarontressemanasenllegaraLans-en-Vercors,cuandounosmesesantesleshabíanbastadodossemanasparacubrir
eltrayecto.Tal como Jacques había temido, tuvieron que soportar una tormenta de
nievealascenderhaciaTraversette.Sólolossalvólasuerteylaexperienciadesu guía. Se hallaban a menos de un cuarto de hora de camino del túnel dedoscientos treintapies,deunaanchuradedieciochopiesyalturade seispies,cuandocomenzó.Sesentaronsobrelamismarocay,alalargarselatarde,yanoreemprendieronelcaminohastaelalba,apie,sobreunanieveenpolvoespesaypegajosaquefustigabalaspatasdelasmulas.Elcielosedespejóy,conlosojosdoloridos ante la intensa luminosidad que sucedió a la niebla, tuvieron queproseguirporsenderosescamoteadosporlanieveysúbitamenteahogándosedecalorbajosuspellizasforradas.
Requirieron doce días para llegar a la ciudad fortificada de Briançonubicadasobresuescarpadopromontorio.
Hasta entonces sehabíancobijadopor lasnochesen los fríos refugiosdepastores, se habían alimentado de pan y de manzanas y se habían refrescadojuntoalosriachuelos.
Jeanne no se quejó ni una sola vez, y se ganó el respeto de Jacques deSassenageylaadmiracióndeAymardeGrolée.
Amoldándoseasuritmo,amboshombressehabíanrelevadopara llevarlacuando las bestias no podían hacerlo y, cuando exigía ir al lado de ellos, lacubrían tanto como era posible para evitar que diera pasos en falso. Aunquetuvieran tantascosasquedecirse,apenashablaron,concentradoscomoestabanen su avance y tratando de evitar ser víctimas del agotamiento en aquellas
montañasenlasquehabíaescasezdeoxígenoyhacíamuchofrío.Conlasmejillascoloradasylosojosbrillantesporlasdolorosaslágrimas,
Jeanne se había maravillado ante los picos blanqueados que relucían comodiamantes bajo el sol y en ningún momento temió a los osos y los lobos,invisibles, cuya peligrosa presencia traicionaban, empero, sus huellas sobre lanieve. Sabía que su escolta vigilaba y, a pesar de su vientre que le tironeaba,disfrutabadeladiscretacompañíadeaquellosdosseresydescansabaenelamordeambos.
LuegooyócontaraJacquesdesuspropioslabiossuvidayladesushijosalolargodeaquelloscruelesseisaños.JeannepudoentoncesapreciarensujustamedidaelafectoquesentíaporSidonie.Esolahizofeliz,puesestabaseguradequeotraensu tesiturahubieraveladomenosporsumemoriaysushijosde loquelohabíahechosuprima.
A trancas y barrancas, siguieron su camino en aquellos postreros días denoviembre, bajo unas temperaturas que se fueron moderando a medida quepasabanlosdías.
AlllegaralascañadasdeEngins,enelmomentodesepararse,JacquesdeSassenage,unavezdesmontadodelcaballo,lahizodescabalgarparaalejarladelgrupo.
—Novolveremosavernosantesdeque todohaya terminado,amigamía,pues esmejor, para engañar aMarthe, que por esta vez yo ignore el lugar devuestroretiro.
Jeanneasintióconlacabeza,súbitamentetristeportenerquesepararsedeél. Sumano desnuda se alzó para acariciarle la barba descuidada tras el largoviaje.Elbesóaquellapalmadesurcosmarcados,secaporelfrío.
—Paseloquepase,jamáisolvidéisqueosamo,Jeanne.Lobastantecomoparadesearqueseáisfelizyparaprotegeros.Infinitamenteporvuestrocorajeyabnegacióneneldíadehoy.
Ellalohizocallarconunlevebesoenloslabios.—No soy más que una madre acosada, dispuesta a cualquier cosa para
salvarasucamada.Nadamás.Deseoquesólorecordéiseso.Marchaos,ahora.Yaeshora,maridomío.
Éllaabrazó.
—SeguiréhastaSassenageyallímequedaréunoodosdías.Nuncasesabe.Vuestra compañía ha sido tan dulce para mí que podría traicionarme anteMarthe.Esmejorqueyaoshalléisenlugarsegurocuandolavea.
—Cuidaos,Jacques.—Vostambién.Sedespidieronconunamiradacómplice.Felicesunoyotraporaquelloque
suamortangrandeleshabíalegadoporfin.Jacques y su escolta se dirigieron hacia las cañadas, y Aymar y ella se
separarondeellosparaencaminarsealbosquedeClaret.Desdeallí,atravesaronelIsèreenSaint-Quentin.Cincohorasmástarde,Jeannesehallabaseguraenlafortaleza de Saint-Pierre-de-Bressieux, compuesta de un edificio principalrectangular dedosplantasyuna torre redonda.Una intendentayun criado seocupabandelamismaenmediodeunbosqueconabundantecaza.Jeanneeligióla habitación circular en la última planta cuya hermosa ventana de bastidoresdabaalrío.
Aymarsequedóconellahastaeldíasiguiente,disfrutandounavezmásdelafelicidaddeabrazarsucuerpo,máspesadoporelembarazo.
Desde entonces, y aunque hubiera regresado a Bressieux, cada nochetomabaelpasadizosecretoqueuníaambasedificacioneseibaareunirseconellaenabrazoscabalesperotancálidosensusrespectivoscorazonesqueunoyotraquedabansaciados.
Aquel23demarzode1485,Jeannecenóunestofadodeconejoconelque
se chupó los dedos para mayor satisfacción de Berthe, antes de remataralegremente la comida con una porción de tarta. Instalada en su cama yrecostada sobre tresgrandes almohadones comocadanoche, leía elRoman deRenart que había hallado en la biblioteca, a la luz de una vela, aguardando alhombrealqueamaba.
Laprimeracontracciónfuetanbreveytansuavequeapenasalzólavistadesu libro. La segunda, por el contrario, nació en lo más hondo de su vientrecuandolospasosdeAymardeGroléeresonabanenlaescalera.
Cuandocruzólapuerta,Jeanneestabadepie,vistiéndose.
—El parto ya ha comenzado—le dijo ella a modo de bienvenida antesinclusodequeélhubieratenidotiempodesorprenderse.
Munia bostezó con insistencia. Con el cuerpo molido, aquella noche se
sentíairresistiblementeatraídaporelsueño.Sinembargo,eraaúntempranopuesseoíaalosmuecinesvoceardesdelosminaretesdeEstambul.
BeyazidlahabíadejadolavísperapararesolverunasuntoenAnatolia,bajolaestrechavigilanciadelajanumduranteeldíaydedoseunucosporlanoche.Unoestabaantesupuertayelotroenlaterrazahastaqueellasedormía.Munianoseagobiabaporello.YanoteníarazonesparahuiryveíaenlainquietuddeBeyazidunapruebadesucrecienteapego.
Unamirada de reojo a su hijo, que tomaba el pecho, le confirmó que sehabíadormidocontraella.
—Halil,mipequeño.Tambiénatumadrelehallegadolahoradedormir—dijo con un bostezo, arrancándose a duras penas de entre los cojines queamueblabanconvivoscoloresaquelrincóndelahabitación.
El recién nacido refunfuñó. Como a ella, le gustaba aquel contacto.Meciéndolo con un balanceo del codo, Munia descendió la pequeña escaleraparallegaralaaberturacirculardelaterraza.
Laoraciónhabíaterminado,devolviendoelsilencioalpalaciodeTopkapi.Pasóbajolosvelosanaranjadosquelabrisafrescaalzabaysehallóenel
exteriorconlasestrellasportechoylaciudadantiguaasuspies.ElCuernodeOroespejeababajolaluna.
Musaseapartódelmurocontraelquevigilabayfueainclinarseanteella,conlosbrazoscruzadossobresupechovoluminoso.
—¿Deseáisalgunacosa,señora?Ellalesonrióamablemente.—Sólo un poco de aire antes de ir a dormir. Hace una noche agradable,
¿verdad?—Sí.Llevasrazónalaprovecharla.Lasaludódenuevoantesdedesaparecerenlasombra.Muniainspiróelaire
cargadodeoloresaespecias.Sesentíalibre.Habíaganado.Aldíasiguientedelparto,Beyazidfueavisitarlaenlosapartamentosdesu
madre, utilizando la puerta oculta.Ninguna de susmujeres lo supo, de eso seocupólajanum.Munia,quedabaelpechoasuhijo,nosepusoenpieparadarlelabienvenidaysecontentóconsaludarloesbozandounasonrisajuguetona.Elseaproximó,comounfelino,yapartóconundedoprecavidolatelaquecubríaelrostrodelniño.
—Halil—dijo—.Eseserásunombre.—Megusta—aseguróMunia.Beyazidlabesóenlafrente.—Eres una persona singular, Munia. Muy singular. Pero eso me gusta.
Mañana,yhastaquehayadescubiertoquiéntratódeenvenenarte,teinstalarásenmisapartamentos.
—¿Ysinolodescubrísnunca?Elseechóareírylamiróconternura.—Aláeselúnicojuez.Abandonóelharéncon la frentealtabajo lamirada furiosade laprimera
esposadeBeyazid,repudiadadenuevo.Sinembargo,Munianoeraingenua.Beyazid, ocupado por sus asuntos, la dejó recuperarse una semana. A
diario,sinembargo,visitabaasuhijosinabordarlacuestiónqueloatormentaba.AcabóporpreguntaryMunialeexplicólafábulaquehabíapreparadoacercadela damajuanapiramidal.Estaba enposesiónde su familia desdehacíamuchasgeneraciones. Cem descubrió su sorprendente poder como antídoto para losvenenosyésaprecisamenteeraunadelasrazonesporlasquesehabíacasadoconella.Eratambiénelmotivodesuafánporrecuperarlacuandosediocuentade que ella se la había llevado. No había mentido al afirmar que se la habíarobadoaHuguesdeLuirieux.
—Conozco otros secretos, mi sultán —añadió—, muchos otrosrelacionados con las Tierras Altas. Sinmí, sin ellos, nunca las encontrarás, a
pesardeesosmapasquehemosvisto.SusojossehabíanachicadoperoMunianopestañeó.—Quieroconquistarlasjuntoati.Élsesobresaltó.—Noeslugarparaunamujer.—Éseserámilugaryeldenuestrohijo.Beyazid se marchó dando un portazo, reprimiendo su deseo de hacerla
azotar por insolente. Pero lo que le gustaba era su determinación yMunia losabía.
Nohabíanvueltoahablaracercadeello.Halil era demasiado pequeño aún para contemplar otra solución que no
fuera la de esperar. Munia estaba dispuesta a ello. Beyazid también, tarde otemprano. Su comportamiento hacia ella así lo probaba. Sus consejeros,incluyendoasugranvisir,nocesabanderepetirlequeellugarparaunaesposaera el harén,pero a eso les respondíaquecomonoera la suyano tenía razónpara doblegarse ante dicha costumbre. Para obligarlos a callar, cada nochecambiabadeesposa.Muniasedivertíaconello.Trascumplirlacuarentena,lassuplantaríaatodas.Sí,atodas.Porsuhijo.
Dirigiendosutiernamiradaaaquélquedormíaensusbrazos,setambaleó
defatiga.—¿Osencontráisbien,señora?—seinquietóeleunuco.Muniasacudiólacabeza.—Ser madre es más agotador de lo que creía. Voy a acostarme. Buenas
noches,Musa.—Buenasnoches,señora.Apenastuvotiempodetaparasuhijoenlacamatrasbesarloytumbarsey
yadormíacomountronco,sinimaginarniporunsegundoquehabíanvertidounsomníferoeneltéquenohabíaacabadodebeber.
Musaaúnaguardóunosminutosantesdeaproximarsealabalaustradaydar
tres silbidos cortos.Alguien le respondió en la planta inferior.Retrocedió.Unganchosurcólosairesyseaferróentrelascolumnasdepiedra.Musaentróenlahabitación,vaciólacestadefrutaylacubrióconunasábana.Unamiradahaciala cama.Munia dormía profundamente. Cogió delicadamente a Halil con susgruesasmanosylodepositóensunuevacunadeinfortuniosinquegimieraenabsoluto.
Ágilmente,unhombresaltóalbalcón.Musaletendiólacesta.—Estamosdeacuerdo—dijo—.Nuncamás.Elhombre,ungitanoalqueelgranvisirhabíaconcedidosuhospitalidad,
asintió.—Partiremosalalbaynovolveremosnunca.Notemas.Elgitanomordióelasaconsussólidosdientesydescendióconlafacilidad
de uno de losmonos con los que trabajaba.Acto seguido,Musa abandonó deinmediatoellugar.
No le gustaba esamujer a cuyo servicio lo habían destinado.Menos aúnpuestoqueservíaaotradesdehacíamuchosaños.
AIhda,alaqueacababadevengar.ElsueñodePhilippineeratandulcequenisiquierareaccionóalacariciaen
su frente. Sin embargo, sonrió en sueños, segura de notar la mano de Cemresiguiendo el contorno de su rostro. Cada noche acudía junto a ella y lesusurrabapalabrasdeamorydeesperanzaque,alamanecer,ladejabanjadeanteyavecesdesesperadaporsuausenciayotrasalimentadadeconfianza.
Lavíspera llegarondoscartas.Enuna,LaurentdeBeaumontanunciabaaMariedeDreuxlafechadel12demayoparacelebrarsusesponsales.Laotra,procedente deLaBâtie, estaba firmada porCem.Con el fin de engañar a suscarceleros,elpríncipemanteníaconJacquesdeSassenageunacorrespondenciaregularqueocultabalascartasqueescribíaasuamada.Aligualquelasotras,lacartapretendíasertranquilizadora,peromásaúnquelasdemás.
«Imaginaos lomuchoquepiensoenvosyeneseniñoquenacerá.Dadleamor, más aún puesto que yo estoy privado de él», suspiraba Cem comoconclusión.AquellaspalabrasresonabanenelinteriordePhilippinedesdequese
habíaacostado.¿BastaríaelamorparasalvarasuhijodelasgarrasdeMartheydeMelusina?
«Sí», lehabía susurradoCemaloído.De repente, enternecida,gozabadeaquellacariciasinserconscientedequeerareal.
Jeanne de Commiers, inclinada sobre ella, se llenaba de aquel rostro
relajadoque suvela depositada cercade la cama revelaba finalmente comoelespejodeellamisma.Conlágrimasenlosojosacausadesuinmensafelicidad,mientras suvientre se retorcía, retrasaba elmomentode arrancar a suhija delsueñoparasumergirlaenlanegrarealidad.
Y,sinembargo,debíahacerlo.Lediounbesoenlamejilla.—Hélène,mipequeña—murmuró.Philippinegruñóensusueñoroto.Aquellavozquelerecordabalainfancia
provocaba el alejamiento del príncipe. Quiso tumbarse de lado, pero algo laretuvoconfirmeza.Abriólosojos.Jeannelasoltódeinmediatoyretrocedióalasombradelacortinadelacama,súbitamenteintimidadaporesereencuentrotanesperado.
—¿Qué sucede?—se inquietó Philippine, incorporándose en su lecho yoteandoasualrededorconlamirada.
Jeanneseechóatemblardeemoción.Diounpasoadelante,conunatímidasonrisaenloslabios.Incapazdehablar.
Philippinefrunciólospárpados.¿Acasoestabaaúnsoñando?Verseaunospasosdesímismaconaquelgranvientreyelcabellorecogidoeraenverdadunacuriosasensación.Entreatemorizadaysorprendida,sedejócaerdenuevosobrelaalmohada.
—Loca—dijo—,meestoyvolviendoloca.—No.Aúnno,hijamía.Philippine se incorporó de nuevo, se frotó los párpados y vio cómo se
sentabaensucama,alalcancedesumano,aquéllaaquiendurantetantotiempocreyó perdida y sintió nacer en su interior un impulso tan imperioso que la
sumergiódecuerpoentero.—¡Por fin te encuentro! —murmuró Jeanne asiéndola de la mano, tan
azoradacomoella.Philippinesearrojóensusbrazos.
L
Capítulo39
asagujasgirabanenelreloj.Algonde,sinembargo,yanolasobservabaconaprensión desde que Jeanne de Commiers, entre dos contracciones, se lo
habíacontadotodoaambas.MientrasestaúltimasacabaaPhilippinedesucama,AymardeGroléefue
quien despertó a Algonde. Con un murmullo, le pidió que se vistierarápidamenteyloacompañaraasudespacho.Obedeciendoasuinstinto,Algondesalió de la habitación sin hacer ruido y dejó allí a Mathieu profundamentedormido.
A esa hora, la cuarta del 24 de marzo de 1485, acostadas ambas enhabitaciones colindantes, Philippine y sumadre sufrían de igualmanera en lacasaaúnensilencio.
No fuenecesarioprovocarelpartodePhilippine.Apenas sumadrehabíaconcluidosurelatoeneldespacho,laseñoradeBressieuxlanzóundébilgritodesorpresaalnotarcómoseinundabasuropainterior.Elimpactodelreencuentro,asociadoaaquelplandeactuación,provocólarupturadelsacoamniótico.
Yasólocabíaesperar.AlgondesabíaquepodíacontarconEloraencasonecesario.Demomento,
lapequeñadormía,velandoasumaneraporMayeul,elhijodeMarie,acostadoasulado.Duranteeldía,unamadecríaseencargabadelreciénnacidoenlosedificios comunes, para evitar así que sumadre se indispusiera al verle.Másdecididaquenuncaanegar suexistenciapuestoquehabíaafirmadoaLaurentque lohabíaperdidoduranteelembarazo,Marie,decididaaser feliz,desde lavísperasóloseocupabadesupróximaboda.Dormíaplácidamenteenlaplantasuperiory,aligualqueaMathieu,selahabíamantenidoalmargendelsecreto,nofueraqueMarthetrataraenunmomentodadodeleerenellos.
Sinohubieratemidodespertarlosaambos,Philippine,recostadasobredos
voluminososalmohadones,habríagritadogustosamente.—Meduele—refunfuñóapretandolasmandíbulas.Algonde se sentó junto a ella en la cama y le refrescó la frente con una
toallahúmeda.—Tenvalor.PiensaenelsacrificiodetumadreydeAymar.Philippineleasiólamano.Jadeante,laestrujóconfuerzaygimióentresus
dientesapretados.—Esonomealivia...¡Huuuummmm!Algonde le apartó de delante de los ojos un mechón húmedo por la
transpiración.—Ahorahacesietehoras.Lascontraccionessoncadavezmásseguidas.Ya
novaadurarmuchomás.Philippineresoplólargamenterelajandosusdedosysuexpresión.Lamiró
conojosdeperroapaleado.—DoceestuvoMarie...Noaguantarétantotiempo,Algonde.Veabuscara
Elora.Algondeserió.—Naceráantesdelalba,telodigoyo.Sinmagiaysingritos.Philippinelamiróenojada.—¿Tantotegustavermesufrir?Algondevolvióaasirlelamanoyselapalmeócariñosamente.—Ya sabes que no. Pero la verdad es que ignoro los efectos que pueden
producirlospoderesdeElora.FigúratequeMarthe,enbuscadetuhijo,pudieracaptar la luzazulde laque sehubieraalimentadoparavenir almundo.Yanoestaríaseguroenningunaparte.
Philippinebajólacabezaconunsuspiro.Sehabíaresignadoaperderasuhijo temporalmente para confiarlo al hadaPresina, que era la única que podíasalvarlo. Pero la mera idea de que Marthe pudiera acercarse a él, tocarlo y
pervertirlo le revolvía el estómago. Su rostro se tensó. Sentía una nuevacontracción. Algonde llevaba razón. No tenía más remedio que callarse. Yesperar.
Losoportaría.Al otro lado de la pared, en su propia habitación, Aymar estaba junto al
lecho de Jeanne, que al igual que su hija estaba recostada contra unosalmohadones,conlasrodillasseparadasyalzadasbajolasábana.
Nipartera,nisirvienta.Nadieenelcastillodebíadescubrirsupresencia.Aesepreciotalveztodospudieransalvarse.
Apesardeello,Jeanneteníaconfianza.Habíatraídoseishijosalmundoantesdeéstey,aunquesuscuarentaaños
hubieran hecho mella en su aspecto, no sentía inquietud alguna. Hasta elmomento todosucedíaconnormalidad.Yasólo transcurríandosminutosentreuna contracción y otra. Sabía por experiencia cuándo llegaría el momento deempujar.
Aún faltaba un cuarto de hora, no más, y se preparaba para ello conserenidad.
Aymar,porelcontrario,muchomásincómodoenesepapelqueenelfragordelabatalla,estabaazoradoalversusrasgosmarcados,lasprofundasojeras,esamáscara que el dolor le confería. Se sentía imbécil y totalmente inútil. Y, sinembargo,noqueríadejarla.TendríapocotiempoparadisfrutardesuhijoantesdequeMartheselollevara.Porellosufríajuntoalamujeralaqueamaba.
Poranticipaciónyporempatía.—¿Queréisunpocodeagua?—preguntócuandoellarecuperabaelaliento.—Gracias...Se puso en pie para ir a llenar un vaso de la jarra depositada sobre una
mesa.Volvíasobresuspasoscuandovioqueaellaselealterabalaexpresión.Sedetuvo.
—¿Algonovabien?Sinresponderle,ellaprecipitósusmanoshaciaelbajovientre,lopalpóylo
apretó.Devorado por la angustia, con la mirada clavada en lo que ella estaba
haciendo y olvidando que el agua iba destinada a Jeanne, Aymar vació elrecipientedeuntrago.UnvelodepánicocubriólosojosdeJeanneyesoacabóde asustarlo. En su precipitación por llegar a su lado, el vaso que acababa desoltarcayóalsueloytintineósobrelaslosas.
—Nomediréis...Ellaloagarródelbrazoconviolencia,súbitamentefríaalserconscientede
laurgencia.—CorredabuscaraAlgonde.Elpartosehadetenido.Al abrir la puerta,Aymar pudo constatar que Philippine, la tez escarlata,
con ambas manos aferradas a las rodillas, empujaba a su vez. Desgarrándoladebidoaunacontracciónmásviolenta,elniñoyasepresentaba.Algonde,alospiesdelacama,vigilabalaentrepierna,yconvozserenaypausadaexhortabaaPhilippineaquehicieraunesfuerzo.
Eraunmalmomento.Aymarmiróhaciaatrás.Jeanne,porsuparte,habíaadoptadoinstintivamentelamismaposiciónque
suprimogénita,decididaaforzarlanaturaleza.Indeciso,oscilóentreambasestanciashastaqueAlgondealzólacabezay
lovio.Unamiradabastóalajovenparacomprenderquelanecesitabaenlaotrahabitación.
—Sigue empujando. No te detengas —ordenó a Philippine antes deprecipitarsehaciaAymar.
—Quedaosconella.—Peroyo...—¡Quedaos con ella!—repitióAlgonde empujándolo para abrirse pasoy
cerrandoanteéllapuertaconautoridad.«¡Por Dios, qué pasmados son los hombres!», pensó al llegar junto a la
camadeJeanne,quesehabíatendidohaciaatráspararetomarfuerzas.—¿Quésucede?Jeanneestabalívida.
—Todo se ha detenido. Creo que está muerto —dijo simplementemeneandolacabeza.
UnescalofríogélidorecorrióelespinazodeAlgonde.—¿Mepermitís?—preguntóapartandolasábana.Jeanne asintió y no pestañeó cuando Algonde le introdujo la mano ni
cuandolaretiró.—Lacabezanoasomay,sinembargo,estáismuyabierta.Noloentiendo
—dijoAlgonde,recordandosuexperienciaconMarie.Jeannehizounamuecadepreocupación.—Siaúnestávivo,debedeserdemasiadograndeparasalir.Algondesintióquelaangustiaseapoderabadeella.—Esdecirque...—Sinololiberamosmoriremosélyyo.Empujandoconsuspies,Jeanneserecostócontralosalmohadones.Volvía
a tomarel control.Tendió lamanoaAlgondey se la apretóencuantoésta laasió,ydijoenvozqueda:
—Debéisayudarme,Algonde.Estévivoomuerto,eseniñodebenacer,losabéistanbiencomoyo.
—NocreoqueElorapuedaintervenir,perovoyairabuscarla.—No—la retuvo Jeanne—. No tenemos tiempo para probarlo. Hay que
actuarahora.Ahoramismo,Algonde.Lajovenasintióconlacabeza.EnaquelinstanteseabriólapuertayentróAymardeGrolée,queatrajola
atencióndeambas.—Ha nacido —dijo con la voz tomada por la emoción—. Creo que
deberíaisir,Algonde...Lellegabaunsollozo.Philippinelloraba.—Yome ocupo de Aymar. Explicadle a mi hija lo que sucede y volved
aquí.Rápido—leordenóJeanne.Mientras Algonde se marchaba, Jeanne sonrió con tristeza al señor de
Bressieux,quesehabíaaproximadoaella.
—Amigomío—dijo—,voyapediroslomásdifícildelmundo.—Cuantodeseéis—lerespondióasiéndolelamano,tantrastornadoporlo
queacababadevercomoporsuestado,quenohabíaexperimentadocambios.—¿Lleváis aún al cinto ese puñal con el que tan bellamente trazamos
nuestrasinicialesenlamaderadelacamadelafortalezadeSaint-Pierre?Élasintióconlacabeza,inquieto.—Avivadelfuegoyponedloalrojovivo,osloruego.Éltragósaliva.—¿Yluego?LaslágrimasbrotaroncomoperlasdelosojosdeJeanne.—Luego...Retomóelaliento.—...luegomediréisadiós,amormío...ysaldréisdelahabitación.Tumbada de lado, Philippine sollozaba sobre su codo doblado. Sin
preocuparseporello,Algondese inclinósobre lacanastacubiertaconsábanasque había preparado para acoger al recién nacido. Aunque ella ya estuvieraprevenida por el contenido de la profecía, dio un paso atrás. Oyó la voz dePhilippinedesdelacama,quecontagiabasuespanto.
—Unmonstruo.¡Hedadoaluzaunmonstruo!Algondecorrióaabrazarla.—Unniñorey.Esoesloqueserá.Philippineprorrumpióenunllantoinconsolable.Noselopodíacreer.Sólo
veíaaesebebétanvellosodelacabezaalospiesalqueúnicamentesusojos,deunazulcian,leconferíanunatisbodehumanidad.
—¿Quévoyahacer?¡Oh,Diosmío,Algonde!¿Quévoyahacer?—Lo que dijimos. Mírame —dijo alzándole el mentón con el índice
doblado—.Mírame,Hélène.Esteniñoesesperado,deseado,desdehacesiglos.Noescomolosdemásyhayqueamarlocomoes.
—Diríase el diablo en persona —se estremeció Philippine, presa de ladesesperación.
—Míraloconelcorazón.Sóloconelcorazónyloverástalcomoes.Algondeenjugóconbesossusmejillascubiertasdelágrimas.—Ahoratengoqueiralaotrahabitación.—¡No!—suplicóPhilippine.Algondeseliberódesutenazay,cogiéndolaporloscodos,sesumergióen
aquellamiradaperdida.—Sinohagoalgotumadremorirá.Ynoesesoloquequieres,¿verdad?Philippine se hundió entre sus manos. Algonde la sacudió, casi con
violencia,paraobligarlaareaccionar.—Debesserenarte,sola.Yconfiarenmí...Erescapazdehacerlo,Hélène...
Debessercapazdehacerlo.Philippinebajó lamirada.Sinmayor dilación,Algonde se apartó de ella.
Estaba ya casi en la puerta cuando le llegó la voz de Philippine, apenas unsusurro:
—¿CreesqueConstantin...paraunfuturorey?Algondesevolvióhaciaellaylesonrió.—Nopuedehaberunnombremásbonito—afirmóantesdeabrirlapuerta.Jeanneestabasolaenlahabitación.—¿Yelbarón?—Noshubieraincomodado...Algondeno insistió.Enaquel rostrodevastado,ahoraardientedefiebrey
deunapalidezdiáfana,seleíaunafríadeterminaciónqueimponíarespeto.—Tendréis que hacer una incisión en mi vientre, de abajo arriba. Si es
demasiado profunda, os arriesgáis a matar a la criatura, si es demasiadosuperficial,nopodréisextraerla.Noquierosabersiossentíscapazdehacerlo,Algonde.Simplementequieroquelohagáissinpreocuparosdemí.
—Lohecomprendido—asegurólajovenzuelareafirmandosuvoluntad.—¡Bien!Traedaguacalienteenunbarreño,ysábanas.Luegocogeréisel
puñaldelasbrasas.Ahorayadebedeestaralrojo—dijoaúnJeanne,arrojandolosalmohadonesalsueloparapoderestirarsecompletamente.
AAlgondelebastaronunosminutosparatenerlotododispuesto.Seinclinósobreelvientreabombadoeinmóvil.Sumano,armada,comenzóatemblaraunasupesar.Jeannealzólacabeza.Sumiradadesprendíaunafuerzaserena.
—Nodudéis,hijamía.Sidurantemuchotiempohabéisbuscadolarazóndevuestraabnegación,lahallaréisaquíyahora.Adelante.
Se dejó caer sobre la sábana y, conteniendo la respiración, Algondecomenzólaincisión.
Enelmismoinstante,elgallocantó.Mathieu despertó con su quiquiriquí. La hora de los paneteros, allí o en
cualquierotrolugar,siempreeralamisma.Sumano,mimosa,buscólaredondezdeuna cadera pero cayó en el vacío.Suspiró.Algondeya se había levantado.«Lástima», pensó antes de apartar las sábanas. Aquella mañana la hubieramontadogustosamenteantesdeiraltrabajo.Conunbostezoqueapuntoestuvode descoyuntarle las mandíbulas, descorrió las cortinas y, a la luz del díanaciente,sevistióloscalzonesylacamisa.
DiounbesoenlafrentedeElora,quesechupabaelpulgaryotroaMayeul,al cual, a pesar de la joroba en su espalda,Mathieu le había cogido afecto, ysalióalisándosesuscabellosnegrosyrebeldes.Lacasaaúnestabaensilencio.Descendiólaescaleraraudo,gozandodelafelicidaddequedisfrutabadesdequeseinstalaranallí,ysedirigióalacocina.Teníahambre.Cogióunagolosinadeunacopaylamordiómientrascontemplabasureflejoenelfondodeunacazueladecobre.Actoseguido,comocadamañana,sumergiósusmanosenuncubodeagua,semojólacarayelcabello,sefrotóconunjabóndeceniza,seenjuagóysesecóconunatoalla.
—¡Mira tú,menudodesperdiciode agua!—refunfuñó laviejaMalisinde,queseñoreabaenaquelterritorio.
Acababa de entrar. Mathieu se encogió de hombros. A Malisinde le
encantabachincharlo.Erasunaturaleza.Naciógruñona.Éldejólatoallaylediounsonorobesoenlamejilla.
Ellaloamenazóconelíndice,fingiendoestarenojada.—¡Serásgarrulo!Noséquémeretiene...Mathieusalióriéndose.Sabía perfectamente que ella sólo se levantaba al alba para recibir aquel
beso.
A
Capítulo40
lnoverllegaraMunia,conlaqueteníacostumbrededesayunar,lajanumfueallamarasupuerta.—¿Hasalidoestamañana?—preguntóalosguardiassituadosaunoyotro
ladodelmarcodelapuerta.Ambosnegaronconlacabeza.Inquieta,lajanumentró.Un día radiante penetraba a través de la transparencia de los velos. La
janumsedeslizóhastalacamaysacudióelhombrodelaegipcia.Muniaabrióunojo,entrecerrólospárpadosantelaclaridadqueentrabaen
laestanciablanca,yconvozpastosapreguntó:—¿Erestú,madre?¿Quésucede?—Esoteibaapreguntaryo,hijamía.Estarde.Munia tenía el cerebro demasiado embotado para asustarse. Mientras la
janumibahacialacuna,sedesperezó.—Hedormidocomo...Un grito de sorpresa interrumpió el final de su frase.Alertada,Munia se
incorporóapoyándoseen lospuñosparadescubrirqué lohabíaprovocado.Lajanumestabalívida.
—Noestáenlacuna—dijo.Impulsada por una descarga de adrenalina, Munia se puso en pie de un
salto.Halilhabíadesaparecido.Y,sihabíaalgodeloqueseacordaba,eraquelanocheanterior lohabíaacostado.Le faltabaaire.Se tambaleóypor fortuna lamanodelajanumevitóquesedesvaneciera.
—Musa—gimió—.¿DóndeestáMusa?Seguroqueélhavistoalgo.La janum la ayudó a llegar hasta la cama, con el rostro devastado por la
angustia.—Quédateaquí—leordenó—.Yomeocupodetodo.El vértigo que Munia sentía en las sienes era tan grande que le fue
imposibleluchar.Apenassehubosentado,cayópesadamentehaciaatrásconlosbrazosencruz.
Lajanumentreabriólapuerta.—¡TraedaMusayamimédicopersonal!¡Rápido!En cuanto los guardias se marcharon, inspeccionó la habitación con una
mirada circular.Vio una tetera junto a un vaso de color, sobre unamesamuybajadehierroforjado.Subióloscuatropeldañosquellevabanaloscojinessobreel suelo, y olió el brebaje que aún contenía. Maldijo entre dientes. Vioconfirmadossustemores.BajabalaescaleraqueabarcabatodalalongituddelaalcobacuandoMusaaparecióenelumbraldelapuerta.
—¿Mehabéishechollamar,señora?La janum le clavó unamirada escamada.A ella no le había gustado que
pusieranaaqueleunucoalserviciodeMunia,peroBeyazidnoquisoescucharla.Teníaplenaconfianzaenél.Ellano.
—¿Dóndeestáelniño?—Nosénada,señora.Aúnnoestoydeservicio.Lajanumlofulminóconunamiradaamenazadora.—Si le ha ocurrido alguna desgracia, juro que haré que te despedacen
miembroamiembro.Eleunucosemantuvoimperturbable.—Cuandomemarché,todoestabaencalma.Jamásabandonomipuestoen
laterrazahastaqueestándurmiendo.—La terraza...—repitió la janumque, concentrada en el «quién» aún no
habíapensadoenel«cómo».Se precipitó a la terraza. Descubrió el gancho entre las columnas de la
balaustrada y volvió de inmediato sobre sus pasos, atraída por la voz de sumédicoaquienMusaacababadeabrirlelapuerta.
—Lehanadministradounsomnífero.Ocupaosdeella—ordenóseñalandoaMunia, inconsciente, antes de volverse hacia el eunuco que, con los brazoscruzadossobresuvientre,aguardabanuevasórdenes.
Lajanumseplantóanteél,gélida.—Halil ha sido raptado. Si no se le encuentra sano y salvo antes de esta
noche,lopagaráscontuvida,culpableono.Un destello de inquietud brilló en sus ojos bovinos, y lo reprimió de
inmediato.Bastó,sinembargo,paraquelajanumtemieralopeor.—Sé a quién sirves —le dijo—. Su estatuto de primera esposa no la
ayudarácuandoelpríncipesepalaverdad.Morirácontigo.Estavezelargumentodioenelblanco.Mástemerosoporellaqueporél,
Musabajólavista.—Ihdanotienenadaquever,señora.Esamísoloaquienhayquecastigar.Lajanumnocreyóniunapalabraperoevitómostrarlo.Cogiéndolodelos
brazos, bajo los gruesos brazaletes de cobre martillado que, a ambos lados,adornabansupieldesnuda,losacudióviolentamente.
—¿Dóndeestá?¿Quéhashechoconél?Eleunucolamirófijamentealosojos.—Loahoguémientrasdormíayloarrojéporlabarandilla.Ellatragósaliva,bañadaenunsudorfrío.—Yenesecaso¿paraquéeralacuerda?—Paraquelassospechasnorecayeransobremí.—Mientes—le espetó la janum con el rostro enrojecido por la rabia—.
Hubieranhalladosucuerpoporlamañana.Haycentinelasquepatrullanbajolasventanas.
UnasonrisamalignailuminóelrostroredondodeMusa.—Trasabandonarmipuesto, lo recuperéentre losmatorrales.Aunqueno
sea lahorade sucomida, los tigres se lozamparondeunbocado,puedeestarseguradeello.
Lajanumdejócaersusbrazos,conelcorazónapuntodesalirleporlaboca.Retrocedió.
—Unonopuede tener todos losderechos—añadiódirigiendounamiradatorvaaMunia,a laqueelmédicono lograbasacardesuapatíaapesarde lassalesqueacercabaasunariz.
—¡Guardias!—gritólajanum,doblegadabajoelpesodelacólera.Lapuertaseabrió.—MetedaMusaenelcalabozo.Siosdatrabajo,dadleunapalizahastaque
sangre,peronolomatéis...Quieroquesufra...Durantemuchotiempo.Eleunucodejóquese lo llevaransinoponer resistencia.Estabacontento.
Noporrecibirelcastigo,aunqueesonoloatemorizara,sinoporhabervengadotanbienasuseñorademodoqueMuniaprobablementemoriríadepena.
Mejor así, se regocijaba, puesto que verdaderamente no le gustaba esamujer,enabsoluto.
Enesemismomomento,enlapaneteríadelcastillo,Mathieuadmirabatres
hogazas redondas que su colega había amasado la víspera. La masa habíafermentado tan bien que la superficie estaba resquebrajada y Mathieu, comobuenconocedordelaprofesión,alabólahabilidaddelmismoantesdemeterlosenelhorno.Estabasoloen lapequeñaedificaciónadosadaa la residencia.EnBressieux quedaba poca gente dado que Aymar de Grolée había alejadoprudentemente a su corte mediante algún subterfugio, y, de común acuerdo,amboshombresserelevaban.
—Nohaynadaqueobjetar,sonperfectas—aprecióconenvidia.Agachadoantelamesasobrelaquesehallabalaplaca,tratódebuscarun
defectosinhallarloyse regocijabayapensandoenpartir laprimeraencuantoestuvieradorada.
—Mathieu...Tanalegrecomosepuedeestaraliniciodeundíaespléndido,sealegróaún
másaloíraquellavozasusespaldas.Aunqueaqueldíafueramañanera,lavisitadiaria todas lasmañanasdeAlgonde trasdarleelpechoaElora locolmabadesatisfacción. Como antaño en Sassenage, el primer bollo salido del horno eraparaella.
—Vienesdemasiadopronto.Aúnnohaynadacocido...—ledijo.
Sepusoenpiesindejardecontemplarlashogazas.—Perfectas... realmenteperfectas...—repitió antesdevolversehacia ella,
conunasonrisadeorejaaoreja.Susonrisasedesvanecióenelacto.Con las manos juntas sobre su vestido arrugado, Algonde mostraba tal
caritaenelmarcodelapuertaquedeinmediatopensóquehabíaocurridounadesgracia.
—¿Elora?—seinquietóacercándoseaella.—Hélène.Élseserenó.—¿Quéselehaocurridoahoraparaatormentarte?—suspiróantesdedarle
unfugazbesoenelcuello,denuevodemuybuenhumor.Algondepermanecióinmóvil.—Haempezado,Mathieu.Cruzando las manos a su espalda para no mancharla, le mordisqueó el
lóbulodelaoreja.—Ajá...¿Quéhaempezado?—Elparto.—¿Quépar...?Seapartódeella,azorado,negándoseaentender.—Elniño...¿Elniño?Algondelepellizcólamejilla,comosolíahacerleantaño.Sinembargo,en
sumiradanohabíanipizcadepicardía,sinosólounprofundocansancioporloqueacababadevivir.
—¿Quéibaaser,sino?Loshombrosdeljovenzuelosederrengaron.Refunfuñó.—Erademasiadobuenoparaquedurara,detodasmaneras.—Aúnseremosfelices,Mathieu.Extrañamente,nocreyóquefueraposible.Olvidandosusresoluciones,laatrajohaciaélylemanchólosomoplatosde
harina. Se abrazaron en silencio, con tanta fuerza que sus cuerpos quedaronmolidos.Élsuspiróasuoído.
—Supongoquenohascambiadodeopinión.—No.Cerródolorosamenteelojosano.¿Cuántasoracioneshabíadirigidoalcielo
conlaesperanzadelocontrario?—Siloheentendidobien,notengotiempodecoceresasdeliciosashogazas
depan...Algonde lo había oído alabar la obra del panetero y aquellos últimos
tiemposellasehabíaalegradomuchodeverleretomarelgustoporsu trabajo.Accedió.
—Marthepuedeesperarunahoramás.—Deacuerdo,yaesalgo.¿Yluego?—Luegotododependerádeti,Mathieu.Ydeella.—¿Niunpoquitodeti?—dijoél,apartándola.Llenarse de su rostro.Alejar la duda, la angustia, en la serenidad de sus
rasgos.Algonde le sonrió con ternura. Ella eludió la pregunta.—Conténtate con
traeraMartheaquí.—¿Yquédebodecirle?—SóloquePhilippineyaestádeparto.Elabriólosojos.—¿Esoestodo?—Cuantomenossepas,mejor.NoteinquietespormíniporElora.Ambas
estaremosasalvocuandoregreses.—¿Meloprometes?—Telojuro,Mathieu.Ellavolvióaabrazarseaél.—Teamo.Piensasóloeneso.Ennadamás.Ellebesóelcabello.
—¿Cuándovolveremosavernos?—Pronto.Suspiró.Avanzóunapiernaentresusmuslosylaforzóaretroceder.—¿Quéhaces?—Quierosentirte,ahí,míaunavezmás.Ellaseechóareír.—Tendremostodoeltiempodelmundo,mástarde.Laarrinconócontraelmurodepiedraa lasombrade lapuertaabiertade
parenpar.—¿Ysino lo tuviéramos?¿Siyanovolviéramosa tener tiempo?¿Nunca
más?—Te prohíbo que digas eso—refunfuñó antes de agarrarlo de la nuca y
besarloparaconjuraraquelmiedoquetampocoellapodíaevitarsentir.Dos horas más tarde, desde la ventana de la habitación de Philippine,
Algondeloviocruzarlabarbacanadelcastilloacaballo.Apesardelnudoensugarganta,seesforzóparaacabarseelbollocalientequelehabíallevado,yenélreconocióelsabordesuúltimobeso,fogoso,enelpasillo.Dejándolasinaliento,Mathieudiomediavueltaybajólaescalera.Eraloqueselehabíaocurridoparanodarlaimpresióndeunadiósaaquelloquedemomentoeraunhastapronto.
Se tomó el tiempo de saborear el último bocado antes de despegarse delcristal. En su cama, de la que no se había levantado, Philippine tenía aConstantinentresusbrazos.Unavez leafeitaronel rostrodelicadamenteen lahabitación de Jeanne, su aspecto eramenos atemorizador y todo el amor quesentía por Cem había renacido en el corazón de la doncella. Suspiró cuandoAlgondesesentóenlacama.
—¿EstásseguradequePresinacuidarábiendeél?—No tengo la menor duda de ello. Vamos, querida Hélène. No puedo
retrasarmemás.Philippinebesólafrentedesuhijoyselotendióaregañadientes.
—YsiMarthe...Algondelecolocóeldedoíndicesobrelaboca.—Chitón.Niunapalabramás.Todoirábien.Conelniñoenbrazos, entróen lahabitacióncontigua.AymardeGrolée,
juntoallechodeJeanne,sepusoenpiecuandoseacercó.—¿Cómoseencuentra?—preguntóAlgonde.—Lehabajadolafiebre.Vivirá.SumiradasefijódolorosamentesobreConstantinysuspiró.—Cumplidconvuestrodeber,Algonde.Ynoospreocupéisdenadamás.—Mathieu tardaráunas tres horas en llegar aSassenage, omás aún si se
entretieneporelcamino.Esperadparatrasladarla.Hehechocuantohepodido,peronoestoyseguradequelospuntosquelehedadoseanmuyresistentes.
AymardeGroléelesonrióconbenevolencia.—Noseáismodesta,Algonde.Loquehabéislogradosinayudadelamagia
estavezesunmilagro.—Hubierapreferidoquefueracompleto...Bajando losojos,élcogióalniñode laprofecíaensusbrazos.Aymarde
Groléeerahombredecombate,nodelágrimas.—Necesitaréunosminutosabajo—dijo.Algondeloretuvo.—Tengoquepedirosunfavor.Sipordesgracia...Éllepalmeólamanoqueellahabíallevadoasubrazo.—...Me ocuparé de Elora.A ella y aMathieu no les faltará nada, os lo
juro...Peroesonovaasuceder,¿verdad?Susmiradassecruzaron.Presasdetemores.—No...nosucederá—afirmóAlgonde.Actoseguido,alzabacontraellaelcuerposinvidadelpequeñoseralque,a
pesardesusesfuerzos,nohabíapodidosalvar,yenunsilenciodeduelopasóa
laotrahabitación.AhoratodoibaadependerdeMariedeDreux.Esta vez, Munia estaba vencida. Despertada con una mezcla de café y
especias,acababadeoírdelabiosdelajanumlatrágicaverdad.Tuvounaúnicareacción.Selevantódesucama,anduvohastalaterrazaysecurvóporencimadelabalaustrada.Yanadateníasentido,nicolor,niluz.Lohabíaperdidotodo.Sehabíaacabado.
La janum, que instintivamente había anticipado su gesto, la retuvo en elúltimoinstante.
—¡Amílaguardia!—gritó,tirandodeellacontodassusfuerzasparaquenocayera.
—Dejadmemorir—le pidióMunia con extraordinaria frialdad, inclinadasobre la piedra, con los tobillos ya separadosdel sueloy lamirada fija en losmacizosderosalestreintaysietepiesmásabajo.
Losdoseunucosque sehallabandeguardiaante supuertaatravesaron lahabitacióncorriendo.
—Te lo suplico, Munia. Tendrás otros hijos de mi hijo. Tantos como teplazca—gimiólaancianaextenuada.
—Noeraelhijodetuhijo—dijoMuniaexasperadaextendiendosusbrazosenelvacío,imaginandooírlallorardesdeabajo.
La janum la soltó.Munia sintió cómo se hallaba de nuevo en la terrazasostenida por dos puños potentes. Se halló de pie ante aquella mujer que lamirabacontristeza,flanqueadaporlosdoscolosos.
—Aún estás bajo los efectos de la impresión, pero ya verás cómo se tepasará.
EldoloraflorófinalmenteenlaexpresióndeMunia.Acabardeunavezportodas.Yasólodeseabaeso.Alcomprenderqueseloimpedirían,clavólamiradadesusojos,apagados,enlosdelajanum.
—Hementido.Desdeelprincipio.Estehijoeradelhombrealqueamaba.Uncristiano.ElseñordeLuirieuxloasesinóaélyamispadresenEgiptoantes
detraermeaquí...La duda se instaló en los rasgos de la janum. ¿Tan desesperada estaba
Muniacomoparaproclamartalesacusacionesensupropiacontra?—...Creedme,madre—prosiguióMunia—.Nohaytalelixirmilagroso.Os
he engañado.A todos. Para salvar al único ser que aúnme importaba en estemundo.
La janum acusó el golpe y titubeó. Los ojos deMunia, ardientes por suinconmensurabledesamparo,nopodíanmentir.
—Teloruego,madre—estallóMuniaensollozos—.Nopuedovivirsinél.Otravezno.¡Compréndeme!¡Nopuedo!
—Lleváosla—decidiólajanum,emocionada.Noporlatraiciónsinoporelsufrimiento.HastaelregresodeBeyazid,eramejorqueMuniaestuvieraprotegidadesí
mismaentrelosmurosdeuncalabozo.
A
Capítulo41
unque había podido comprobar la fidelidad de Mathieu, Marthe estabaenfebrecida a su llegada al castillo de Bressieux, menos de seis horas
despuésdelapartidadelpanetero.—Meloprometisteis,prometisteisquenosdejaríaisenpaz—insistióéste
aldesmontardelcaballofrentealestablo.Marthe,queyahabíadescabalgado,nosedignóresponder.Laimpaciencia
la corroía. Y también la duda. No tenía confianza alguna en aquella perra deAlgonde.
Élseplantóanteellacuandoavanzaba.—¿Tengovuestrapalabra?Ellaloapartóconungestoexasperadoylearañóelrostro.—Siquieresquetodosucedacomoesdebido,apártatedemicamino—lo
amenazó,conlamiradaclavadaenlafachadadeledificioenelotroextremodelpatio.
AligualqueelbarónJacquesalqueMarthehabíaprohibidoacompañarlos,Mathieuno insistió.Laobservó arrancar a correr hacia la puerta, se enjugó lasangrequesurcabasumejillaylasiguió.
Teníaquecomprobarquelossuyosestuvieranasalvo.Sentado a bordo de la falúa que se deslizaba sobre las oscuras aguas del
Nilo, Enguerrand de Sassenage vio alejarse las murallas de Heliópolis. Sinañoranza.Allí nohabíahallado lapaz.Sólounos amigos, de losque sehabía
despedidoeldíaanterior.Aunqueleshubieraprometidolocontrario,sabíaquenovolveríaaverlos.
Conpulsofirme,acomodósumodestohatilloalhombro.Sellevabaconsigocuantolehabíalegadoaquellatierra.Elmapaenrollado
alrededordesucinturaentre lasdoscapasdesucinturóndetelayelpuñaldeAzizqueelpadredeMalikalehabíarestituidoacambiodesuespada.Nohabíaquerido conservar esta última, demasiado llamativa. Injustificada.En cuanto alosotrosdescubrimientosdeimportancia,loshabíaestudiadotantoqueelmenordetalleestabafijadoensumemoria.Osiris,eldiosgigantellegadodelasTierrasAltashabíasabidoconservarsutesoromejordeloqueélpodríahacerlo.Selodejó.
Partía,pues,esevigésimocuartodíademarzo.No estaba listo, pero había comprendido que nunca lo estaría. Munia lo
perseguía. Enguerrand de Sassenage sabía que no podría llevar el duelo enaquellatierra.Entreelaguaylaarena.Entrelaexuberanciayeldesierto.
Partía.Enbuscadeunnuevomundo.Seguiría el itinerario que el padre de Aziz había trazado sobre el mapa,
poco antes demorir.El itinerario que el propioAziz habría emprendido si unterremotoensunochedebodasnohubiera trastocadosusplanes.SiMunianohubieranacido.
Alejandría,Trípoli,Túnez,Argel,TángeryluegoEspaña,pasadoGibraltar.Allí buscaría a un armador lo bastante loco comopara creer en él y cruzar elAtlánticopasandoporlasAzores,dondesehabíainiciadoellinajedeAziz.
Apie,elcaminoseríalargoperonoteníaelección.Enguerrandacababadegastar sus últimas piastras para descender el río y a partir de allí deberíaimprovisar para subsistir. Ésa era la razón por la que había decidido seguir elcaminojuntoalacosta.Lospuertosofrecíanmúltiplesposibilidades,inclusolasratasquepodríacomer.
Rebuscó en su cinturón, desplegóun retal y de él extrajo undátil que sepuso a chupar antes de guardar los otros.Un regalo deMalika. Sonrió. En elúltimomomento, poniéndose de puntillas, con unas lágrimas silenciosas sobresusmejillasardientes,ellalediounbesoenlaboca.
Habíatenidoquepartirparadarsecuentadequeloamaba.«Lástima», se dijo. Lástima que su corazón se hubiera secado a base de
llorar.Ellahubieraestadoorgullosadequedarsejuntoaél.Suvecinodetravesía,unviejodesdentadoapenasmenosandrajosoqueél,
lepalmeóelbrazo.—Mira...Enguerrandsiguióladireccióndesudedoextendido.Unajovencillacorría
juntoalaorilla,agitandolosbrazos.Lareconociódeinmediato.Malikadebíadeesperarlodesdeeldíaanterior.Ávidadeungestoenformadepromesa.
El desconocido, a su lado, le respondió con grandes aspavientos.Enguerrand se negó a hacerlo. «¿Para qué?», pensó. ¿Para qué mantener laesperanzasitodohabíaterminadoya?Sabíaporpropiaexperienciaeldolorqueesocausaba.
Escupió el hueso del dátil al agua y luego volvió la cabeza hacia la otraorilla.InmóvilcomolaesfingequevigilabaGiza,dirigiólamiradahacialastrespirámides que se recortaban a lo lejos, casi en hilera. Utilizando el planodibujadoporsuconstructorvisitólamayordeellas,queKeopsseapropió.
«¿Para qué?», se repitió una vez más. Ya no tenía a nadie con quiencompartiresossecretos.
Resueltamenteestavez,clavósumiradaenelaguaverde.Unavidaerranteloesperaba.
Seperdieraenellaono,estabadispuesto.—Telorepito.¿Dóndeestáelbarón?—Nolosé.—¿YAlgonde?—Nolosé.—Dameuna sola razónparaperdonarte lavida sino sabesnada—gruñó
Marthe agarrando el cuello de la intendenta de la casa que le había dado labienvenidaencuantocruzóelumbraldelagransaladerecepción.
Alapobremujerseledesorbitaronlosojos.Desdelamañananadasucedíacomodecostumbreysesentíaperdidaanteaquellaespantosamujerqueexigíaverasusseñores.
—Soltadla, os conduciré ante doña Hélène —intervino Mathieu a suespalda.
Marthe apartó los dedos. La intendenta se desplomó en el suelo, tantrastornadaqueinclusoperdióelconocimiento.
Marthesepusojuntoaél.—Ya la encontraré sin ti—decretó ella, y prosiguió su camino hacia la
escalera.—Comogustéis.Elcastillodisponedeoncehabitaciones...Marthesedetuvoysevolvióbruscamente.—Tehasvueltomuyservil,palurdo.Mathieurodeóelcuerpoinmóvildelaintendentayseacercóhastaella,con
expresiónadusta.—Noconfíoenvosenabsoluto.Martheseechóareír.—Es por allí —la precedió Mathieu, dejando la escalera a diestra para
dirigirsealfondodelahabitación.Untramodeescalerasarrancabaenunadelas torrecillasenelángulodel
edificio rectangular.Mathieu ascendió por allí y llegó a un estrecho corredor,delantedelapuertadePhilippine,enelmomentoenqueMariedeDreuxsalíadeallí.
—Ah,estáisaquíporfin.Oshehechobuscarportodaspartes.¿Dóndeoshabíaismetido?—exclamódeinmediato.
—¿Quésucede?Parecéisconmocionada.Marthepermanecíaenunaparte.Reconocióaaquellapollitaysepreguntó
quéhacíaenBressieux.Ymásaún,quéocultaba.Conojosvidriosos,Marie,quenosehabíaapercibidodesupresencia,emocionadacomoestaba,serestregabalasmanos.
—¡Loestoy,Diosmío!¡Claroqueloestoy!EsAlgonde...
Mathieupalideció.—¿Quéhapasado?—Hahechoalgoterrible.Verdaderamenteterrible.—¿Qué?—exclamóélasiéndolaviolentamentedelbrazo.—Ha envenenado al hijo de doña Hélène —dijo Marie ahogando un
sollozo.Marthe, tanaturdidaante lanoticiacomoel jovenzuelo,fuelaprimeraen
reaccionar. En el instante en que éste quiso zarandear aMarie para averiguarmás,laharpíaseinterpusoentreambos.Mathieunotuvotiempodeinterveniryla doncella se halló pegada contra la pared, con los pies zarandeándose en elvacío,comosilaretuvieraunamanoinvisible.Asustada,comenzóagritar.
—Tú—ordenó Marthe mirando al panetero fijamente—, quédate quietoahí.
Dejando a Mathieu como una estatua y a Marie al borde de lasconvulsiones,abrió lapuertadelahabitaciónaoscuras.Conpasorápidofueadescorrerlascortinasyluegoinspeccionólahabitaciónconlamirada.
A pesar de la intensa luz, Philippine parecía dormir.Marthe se abalanzósobre la cuna situada contra la pared. Había un crucifijo sobre la sábana querecubríalapequeñaformaallí tendida.Febril,Marthearrancóunoyotra,soltóunrugidodecólerayfueasacudiraPhilippineensucama.
A pesar de abofetearla, Philippine no reaccionó. Visiblemente, la habíandrogado.Marthesaliódenuevohechaunafuria.ConungestodescolgóaMariedesupercheroinvisibleylaproyectóhaciaelpasillo.
—¿Dónde están? —bramó abalanzándose sobre la desgraciada queretrocedíaarrastrándosemiserablemente,aterrorizada.
Abandonándola a las garras de Marthe, Mathieu entró a su vez en lahabitación. Quería entender qué había sucedido. Tenía que comprenderlo.Algondenopodíahaberhechoalgosemejante.Asuvez,sequedópasmadoanteelpequeñosersinvida.
—Velloso.Noesvelloso...Entonces...EntoncesAlgondehabíahuido.Porquenoteníaotraescapatoria.Mariechillóenelpasillo.
Seprecipitóallí.Marthelasosteníaporelcuelloconelbrazoextendido,ylahumillabacon
violencia, por placer, por venganza. No tenía necesidad de preguntar, a él lebastabacon leerloenella.Elmiedodeaquellaperra lavolvía tan transparentecomoelcristal.Martheentróencomunicaciónconsumemoriayseapropiódesusrecuerdosinmediatos.
LosgritosdePhilippinequehicieronqueMarieabrieralapuerta,inquieta.Luegolasacusaciones,elgriterío,lacólera,eldesamparodeaquellamadrequeacababa de descubrir que su hijo estaba muerto. Muerto ante sus ojos en elinstanteenqueAlgonde,quelososteníaenbrazos,leacaricióloslabiosconunpolvo oscuro, que se suponía debía darle vigor. A todas luces, el del huevonegro.«¿Creíaquenosobreviviría?»,sepreguntóMarthe.
Volvió a hurgar en el interior de Marie. Algonde, que con los brazoscolgando,nosedefendía.AlgondeexpulsadaconElora.Yparaacabar,Marie,sola junto al lecho de Philippine, administrándole a ésta un somnífero paracalmarla.
Nohabíamentiras.Marierealmentehabíavividotodoaquello.—¡Basta!—exclamóMathieuagarrandoconfirmezaelhombrodeMarthe.Sinobedecerle,éstavolviósurostrohaciaél.Yanoeraunrostrohumano.—Aunque nosmatéis a todos no podréis cambiar nada.No es el hijo de
Cem,¿acasonoloveis?Una fracción de segundo. Un recuerdo vino a la mente de Marthe. El
regresodePhilippinetrassuhuidaconelpríncipe.«¿YMontoison?»,preguntóella.«Muerto,trasviolarme»,lerespondiólajovenzuela.
LiberóaMariedeDreux.Aquelcaballeroimbécillohabíafastidiadotodo.Durante unos segundos,Marthe permaneció inmóvil con la sensación de
haberse equivocado. Luego una sospecha le vino a la cabeza. Inspeccionó elrostro deMathieu.Mathieu tan servil y, sin embargo, capaz de plantarle cara.MathieudispuestoacualquiercosaporAlgonde.Nosabíanada.Marthelohabíaverificado y volvía a verificarlo. Sin embargo..., pestañeó y lo pegó contra lapared.
—¿Sehamarchadosinti?Nolocreo...El fétidoalientode laharpíabarrió sucara.Volvió lacabeza, rechazando
estavezcontodassusfuerzaslosefectosperversosdesuspoderes.PeroMartheno deseaba jugar, en absoluto. Con una uña acerada, resiguió la línea de sucicatrizenelojoderecho,abriéndolasuperficialmente.
—¿Acasonolahabríaismatadosisehubieraquedado?El argumento la convenció. Marthe se apartó de él. Y, empero, aquella
sensaciónsubsistía.Elinstinto.SevolvióhaciaMarie,hechaunovillocontralapuertavecinaaladePhilippine.
—¿YAymardeGrolée?—Semarchó ayer para atender unos asuntos. Ignoro cuáles—sollozó la
doncella, protegiéndose el rostro con los brazos ante el temor de un nuevoataque.
Noseprodujo.—Marchaos, Marthe. Se ha acabado. No es culpa nuestra —ordenó
Mathieu,conlamejillacubiertadesangre.Martheestuvoapuntodehacerlo.Yanadateníaquehacerallí.Sinofuera
poraquellasensación...SumiradasedetuvoenlamaderadetrásdeMarie,quelamirabaconojossuplicantes.Martheseaproximó.Ladoncellagritóaterrorizada,encogiéndoseaúnmássobresímisma.
Porpuramaldad,Marthelediounapatadaenlatibia.—¡Yamehehartadodeverte!¡Lárgate!Marie,llorando,semarchóarrastrándoseacuatropatas,comounratoncillo
grisdetrapo.Martheabriólapuertayasomólacabeza.—Espera.Mariesedetuvo,mirandoelrellanocomounperroansiosoporserlibre.—¿Dequiénesesahabitación?—Delbarón...Martheentróenella.La luz del sol bañaba la estancia, había fuego en la chimenea y la cama
estabahecha.Sinembargo,captóunintensoolorasangre.Inspeccionólamismasindescubrirnadaanormal.
Abrió la puerta de comunicación, apenas distraída por el galope en las
escaleras. Marie se había escapado corriendo. En su cama, Philippine seguíadurmiendoprofundamente.
Marthecerrólapuerta.El olor a sangre era más intenso en aquella habitación que en la de la
parturienta.¿Porqué?¿Acaso habían dejado la puerta abierta entre ambas habitaciones y luego
habíancerradoparaventilarunaylaotrano?Undetalle.Mathieu se había apoyado en el marco de la puerta. Con los brazos
cruzados,laobservabairyvenirconlafrentealta.Sedetuvojuntoalacama.Aunqueolieraajabón,eraallídondeelrelente
eramásfuerte.Sesentóyacariciólaalmohadaconeldedo,comosituvieraunaensoñación.Observóaljovenzueloqueleclavabalamirada,conrostroadustoylamejillamanchadadesangre.Elolorerademasiadofuerteparaqueprocedierade su herida en la mejilla. Para impregnar de aquel modo las paredes eranecesarioquesehubieraderramadomuchasangre.
Sedirigióaélentrecarcajadas.—¿Quéesperasahícomounpasmarote?¿Turecompensa?—Sí,laqueprometisteis.Marchaos—insistióconvozsorda.PeroMarthe ya no tenía intención demarcharse. Acababa de ocurrírsele
unaidea,queloexplicaríatodo.—¿Quién,ademásdeHélène,estabaembarazaenestacasa?—MariedeDreux.Dioa luzelmespasado...Unniño jorobado—añadió
Mathieu,hastiado.—¿Nadiemás?—No.Nadie...¿Notenéismásplacerqueatormentarnos?Marthe se inclinó hacia delante y escarbó en el intersticio entre dos
planchas del suelo de madera. Halló un olor familiar enmascarado hastaentonces.
—¿Québuscáisfinalmente?—leespetóMathieu.—Yanobusco,loheencontrado—gruñóMartheapretandolospuños.
Mathieupalideció.—¿Qué?DeunsaltoMartheseplantóanteélylotomódelamano.Depositóenlamismaalgoinfinitamenteligeroquelecosquilleólapalmay
luego,trascerrarlelosdedos,loempujóparaabrirsepaso.—YapuedesdespedirtedetuAlgonde,palurdo—dijoellaantesdelanzarse
atodavelocidadporlaescalera.Desconcertado,Mathieubajólamiradayseechóatemblaranteaquelpelo
negroylargomanchadodesangreseca.
A
Capítulo42
lomos del caballo,montada comoun hombre, con la falda y las enaguasarrebujadas entre susmuslos, Algonde hubiera deseado forzar lamarcha
peroconConstantinenbrazosapenaspodíasuperarun trote ligero.Encuantotratabadeacelerarelpaso, el reciénnacido regurgitabaydebíadetenerseparacalmarlo.Renuncióyconfióenlaventajaquellevaba.
Elniñoeramásvaliosoquecualquierotracosa.Por supuesto, habían tomado todas las precauciones y lo habían previsto
todohastaelmenordetalle.AymardeGroléeeraexpertoentácticasyposeíaunrigor guerrero. No dejaría nada al azar y se llevaría a Elora con Jeanne deCommiersalsubterráneoqueuníaBressieuxySaint-Pierre.Desdehacíatiempo,ese pasadizo ya no disponía de salida al exterior pues había sido tapiada. Erapoco probable que Marthe lo conociera y menos aún que perdiera tiempotratandodedarconelaccesoalmismo.
No.Enelpeordeloscasos,siMarthetuvieraalgunaduda,seprecipitaríatrasella.
Algondeseesforzabaencreerqueasísería.Pero,sinembargo,noestabaseguradeello.Alaalturadelaantiguatorredelostemplarios,lavozdePresinaresonóen
sucabeza:«BalmedeGlos...»El lugar de encuentro. El ánimo de Algonde se ensombreció. Habría
preferidonotenerqueseguirhastaelpueblodeFontaine,sinodepositaralreciénnacidoensucabañadeSassenage.Presinadebíadetenersusrazones.SindudatemíaqueMarthehubieradescubiertosuesconditeyseprecipitaraallíenprimer
lugarsilascosassetorcían.Unescalofrío,gélido,lerecorrióelespinazo.¿Habíaqueridoanunciárseloconello?Apretandoconmásfuerzaalacriaturacontrasupecho,agarrólasriendas
consumanolibreyespoleóasumontura.—Nopodemosretrasarnosmás—sedisculpóaloírlollorar.Eramejorqueenfermaraquecondenarlo.Presinayahallaríalamanerade
curarlo.Cuandolosdoseunucos,irreconociblesbajosuscaftanes,fueronabuscarla
asuceldaoscura,Muniadiograciasalcielo,fueracualfueseeldiosquehabíaescuchadosusplegarias.
Ibaamorir.Colocándoseporencimadeloslabioselmodestosayoconelquelehabían
pedidoquesecubrieradelacabezaalospies,sedejóconducirsindecirpalabra,con la vista puesta en el suelo, a lo largo del húmedo corredor iluminado porantorchas.Aquellugarapestabaperonosintiónada.Lasacarondelaprisiónporunapequeñapuerta.Anteella,lanocheoscuracubríaelpasilloderoca.Amboshombresnoparecían incomodados.Unodelantey el otrodetrás, la forzaron aavanzar. Munia ignoraba adonde la conducían, pero eso no le preocupaba.Algunas ejecuciones, bien lo sabía, eran tan discretas como aquellos que lashabíanjustificado.
Cuando salieron a la luz, Munia abrió los ojos sorprendida. Se hallabaallendelamuralladelpalacio.Frenteaella,elCuernodeOroespejeaba.
Asiéndolaporloscodoscadaunodeunlado,amboshombreslacondujeronhaciaelpuertodeBucoleón,quebullíadeanimaciónalpiedelasmurallasdelaciudadantigua.Confundidosentreunamultitudabigarrada,lacondujeronantelafachadadeunviejoedificioabandonadoincrustadoentredostabernasdenuevaconstrucción.Unode loseunucos introdujo la llaveen lacerraduray lapuertacarcomidaseabrióconunlúgubrechirrido.
—Entra—leordenaron.
Perpleja,Munia obedeció. El lugar estaba poblado de ratas que huyeronentresuspies,ylasalaeraestrechaybaja.Alquedaraoscurasunavezsecerrólapuerta,laegipcianopudodistinguirnadamás.
Laempujaronhaciadelante,sinmiramientos.Sintió una punzada en el corazón, de angustia y satisfacción
entremezcladas.Eraellugaridealparaunfinaldiscreto.Aguardóelgolpe.Nohubotal.Alcontrario,laparedsituadafrentealapuertaseabriósinruido.Muniafue
empujada a un estrecho pasillo transversal, iluminado por pequeñas aspillerasquedejabanentrarperfumesmezcladosdesalitreyespecias.
Eltiempodedarselavuelta,yestabaemparedada.—No soy un palurdo—repetíaMathieu una y otra vez, taloneando a su
caballoapatadas.CogióunarmadelasaladeguardiayselanzótraselrastrodeMarthe,que
se habíamarchado a pie y tan deprisa como un viento de tormenta. Incluso agalope tendido no lograba darle alcance. Y eso no hacía sino acrecentar sucólera.Suangustia.Surencor.
¿DóndeestabanJacquesdeSassenageyAymardeGrolée?Esosnoblesquecarecíandelcorajequeteníaél,unsimplepanetero.¡Hablar!¡Paraesoservíanesasgentes! ¡Para llenarse labocadepromesas!Y, llegadoelmomento,mirarhacia otro lado. Ésa era la verdad. Elora y Mayeul habían desaparecido yAlgondeestabasolaanteelpeligro.Ningunodeelloshabíasalidoensuayuda.¡Ah, así era la nobleza! ¿Caballeros? ¡Caballeros de tres al cuarto, eso eran!¡Quélejosquedabayaeltiempoenquefueronvalientes!¡Aqueltiempoenqueluchaban contra brujas y dragones! Hoy en día, se escondían como las ratascuandonoviolabanalasdoncellas,comoMontoison.¡Menudoejemplo!
Él,MathieudeSassenage,lesdaríaunalección.¡Ibaaenseñarlesquéeslalealtad!
—¡No soy un palurdo! —gritó al viento poniéndose en pie sobre losestribos,ysólolamentabaunacosa.
Nodisponerdesuotramanopara,sinsoltarlasriendas,amenazaralcielo
conlaespadacortaquellevabaalcinto.Algondesuspiróaliviadacuandoalcanzóaver laabertura triangularde la
grutadelaBalmedeGlos,excavadaenelpequeñoacantiladotraselpueblodeFontaine. Constantin seguía llorando contra ella, señal de que susregurgitacionesnolohabíanahogado.Tiródelabridadelcaballo,desmontóycomenzóatreparporunrepechoderocaqueconducíahastalaentrada.Sesentíaconfiada,ypasóbajoelporchedeunaalturadeveinticincopiesyexploróconlavistalacavidaddeunossesentapiesdeprofundidad.
Novioanadie.—¡Presina!—gritó.Ningunarespuesta.LadudaseapoderódeAlgonde.¿YsielhadasehabíacruzadoconMarthe
enelcamino?¿YsiMarthehabíaacabadoconella?Seestremeció.Ydeinmediatoseserenó.Eraimposible.Martheignorabalapresenciadesumadreenlacomarca.No
debíadejarsedevorarporladudaniporlaangustia.Reaccionar.Actuar.Hacerloquesehabíadecidido.Se adentró hasta lomás profundode la gruta, evitó los huesos quehabía
esparcidosporelsuelo,tendiósobreelsuelograníticosucapadeviajey,sobrelamisma,alabrigodeunaroca,alacriaturaahorayamáscalmada.Enelpeordeloscasos,siningunadelasdosllegabaallí,alguienacabaríaporoírlollorar,seconsolóasímisma,conelcorazónenunpuñoportenerqueabandonarlo.
Sin embargo, no tenía elección. Algonde estaba persuadida de ello. SiMarthesehabíalanzadotrasella,seríapordespecho.Únicamentepordespecho.Nopodíahaberdescubiertolaverdad.
Saliódeallí.Paraque la criaturapudiera salvarse,debíaolvidar enaquelmismoinstantequeelniñoexistía.Montóacaballoyespoleóasumontura.
Melusinalaaguardaba.Arrimadaalapared,anteaquelsoplodevidaquebarríasurostro,Muniase
habíadejadodeslizarlentamentehastasentarse.Elespacioeratanestrechoquese vio obligada a mantener las rodillas dobladas. Parecía una crujía,probablemente en pleno corazónde lasmurallas de la antiguaConstantinopla.Esperabaotrofin,másrápido,peroalcabodeunashorasconcluyóque,sinaguanialimentos,suagoníaduraríapocotiempo.Apenasunosdías.Aunquequizásaqueldolorqueleoprimíaelpechoylecortabalarespiraciónhicieraestallarsucorazónantes.
Echó la cabeza hacia atrás. Ya no le quedaban lágrimas que verter. Yaestabadelotrolado.Muerta.Asediadaporlosrecuerdos,surazónsetambaleabapor momentos. Veía a su hijo amamantado por una mujer desconocida,bamboleándose en una carreta abigarrada. A Enguerrand vestido de haraposbebiendodeunafuentejuntoauncamello.
«Dormir —murmuró para sus adentros—. Dormir y no despertar nuncamás.»Serindió.Estabaexhaustadetantoluchar.
Atajandoatravésdelbosque,AlgondeprontollegóalasCubas.Nocorrer
riesgos,leaconsejóPresinalaúltimavezquesevieron.Algonde ató su caballo a la rama de un árbol y fue hasta la orilla del
remanso,allídondeel torrentedesaparecíabajolamontaña.Cuandoelagualelamió la punta de los zapatos, se arrodilló, se inclinó hacia delante y, con lasmanosenlasrodillas,sumergiósurostroenlacorriente.
—¡Melusina!—lallamódosveces,seguradequelaondadesuvozllegaríahastaella.
Yasólocabíaesperar.Sacabalanarizdelaguacuandounafuerzabrutallaobligóasumergirlacabezadenuevo.Sorprendida,Algondealzósusmanosporencima de la cabeza para liberarse pero no encontró más que el vacío.Comprendió de inmediato. Marthe la había atrapado. Con magia. Se calmóinstantáneamente.
—¡Socorro,Melusina!—gritóantesdecomenzararespirar.Martheladejóunosminutosasumerced,eltiempodellegarhastalaorilla.
Había acertado al dirigirse directamente hacia allí. Estaba segura de queencontraríaaaquellaperraeneselugar.Yconella,lasrespuestasqueesperaba.
Se instaló tranquilamente sobre una piedra lisa y la liberó del sortilegio.Unavezaflojadalapresión,Algondeemergiódelaguaincólumeyseenjugósurostrochorreanteconelreversodelamanga.
—¿Elexperimentoesconcluyente?—preguntóvolviéndosehacialaharpía.UnamuecadivertidaestiróloslabiosdeMarthe.Habíaquereconocerque
lajovenzuelateníafortalezadecarácter.—Mihermanayyotesubestimamos.Tepresentomisexcusas.—¿Mepedísexcusas,vos...?—fanfarroneóAlgondeincorporándose.Estabachorreando.—Melusina pensaba que sería fácil engañarte y confieso que entonces
también lo creí.No erasmás que criada sin nervio, que sólo sabía lloriquear,acuérdate...
Algondenosedejócautivarporsutonomeloso.Cruzólosbrazossobreelpecho.
—Bastadecháchara.Queréisalniñodelaprofecíaynolotengo.YsivenísdeBressieuxcomoimagino,yasabéisquéhasucedido.
ElrostrodeMartheseensombreció.—Solanohubieraspodidocontranosotras.Nuestramadretehaayudado.Algondeno traslució su congoja y, encogiéndose de hombros, lamiró de
arribaabajocondesprecio.—Esonocambialascosas.Hayqueempezarlotododenuevo.Porculpade
eseseñordeMontoisonalqueestúpidamenteprotegisteis.Marthedescendiódelaroca.—Nomeprovoques,pollita.Algondesintióquelasangrelatíaensussienes.Lacóleraseapoderabade
ella.Yaestabahartadejugaralgatoyelratón.—¡Matadme,pues!
Marthelaenvióaestrellarsecontralaparedcubiertadebarroysecortóenun brazo con una piedra que sobresalía.A pesar del dolor,Algonde soltó unacarcajadamaligna.Sabíaquesóloelenfrentamientoalzaríaunabarreraantesuspensamientos.
—¿Eseestodovuestropoder?Esperabamás.Marthealzólamano,enfurecida.—¡Basta,Piantina!Melusina.Algonde se alegró al descubrirla a medio salir del agua, en el sifón que
taponaba.LacóleradeMartheseapaciguó.Sevolvióhaciaella.—Mi querida hermana. Llegas en el preciso instante para amargarme la
fiesta,comosiempre.Melusinanolerespondió.—¿Quéhasucedido,Algonde?—Hélènehadadoaluzunniño,peronoeravelloso.Aunasí,heintentado
administrarleelpolvocomomepedisteis,perohamuertoymehevistoobligadaahuir.
SevolvióhaciaMarthe,quepermanecíaensilencio.—Se lo he dicho a vuestra madre y os lo repito. La encontraréis en la
cabañadelabruja.Apañaosconella,yo...yaestoyharta.Hubounsilencioqueseprolongódurantevariossegundos.Losrasgossin
escamas deMelusina se marcaron. Marthe suspiró ruidosamente y movió lasuñas.Algonde sevioadiezpulgadas sobreel agua, con lacabezaabajoy losbrazosylaspiernaspegadosalcuerpo.
—¿Nopodéisaceptarladerrotaporunavez,niqueseaporunavez?—seindignó,conlatrenzaquebatíalacorriente.
—Olvidaste un detalle,mi pobreAlgonde. El olor. El olor delmiedo.Elolordelasangre.Elolordelosseres.Losconozco.Losreconozco.Esefuetuerror.
Algondeseempecinóensucólera.—Sólo he cometido uno, en verdad: haber venido aquí para contároslo
todo.
—¿InclusoelpartodeJeannedeCommiersenlahabitacióndeallado?Enesemomento,Algondesesintióatrapada.Apesardesusesfuerzos,se
habíasobresaltado.—¿Algonde?EralavozdeMelusina,comoelrugidodeunacascadadeaguahirviente.—EraelhijodeAymardeGrolée,supongo.Curiosamente,nosospechéde
élcuandoJeanneseescapó.Demasiadodiscreto.AlcontrarioqueJacques.Losabía,¿verdad?
Algondenorespondió.—Basta ya de juegos—decidióMarthe atrayendo hacia ella a Algonde,
suspendidaenelaire.LosojosdeAlgondehabíanrecobradoelcolordelFuron.Elcolordelodio.
Peromásaúneldelmiedo.UnmiedoqueahoraleabríaaMarthelaspuertasdesumentesinqueellapudieraevitarlo.Laharpíasepinzólanarizyhurgóensuspensamientos.Por vez primera, una sonrisa de júbilo iluminó su rostro.Clavóunauñaentrelosojosdelajovenzuela.AlgondecomprendiódeinmediatoqueibaasufrirelmismodestinoqueledeparóaJeannedeCommiers.Gritódedolorydeterrorentremezclados,conelsentimientodequeleaspirabanelalmahastalosmás recónditos rincones de su voluntad.Antes de entrar en una noche sinfondo.
—Tuya es, hermana —escupió Marthe antes de lanzarla, inerte, endireccióndeMelusina.
—¿Yelniño?¿Dóndeestá?—exigióésta.—Nosepuedetenertodo—lellegóconunarisamaléfica.En el instante en queAlgonde se hundía, inconsciente, en el sifón de las
CubasdelFuron,Martheyahabíadesaparecido.
M
Capítulo43
elusinadisponíadepoco tiempo.AgarróaAlgondecontra suvientreynadó tan rápido como pudo hasta el lago subterráneo, cerca de la
Rochette.DepositóaAlgondeenlaorillaysesumergióenelaguaperforadaporun rayo de luz que caía del techo. Reapareció unos segundos después con unfrasco, arrancó el tapón de concha y lo vació en la boca de la jovenzuela.Arqueándose de dolor, Algonde gritó. Las imágenes reaparecieron, de golpe.LuegotodosecalmóylajovensevolvióhaciaMelusina,visiblementeinquiera,conelrostrodemudadoporlasorpresa.
—¿Cómoestátumemoria?—lepreguntóayudándolaaincorporarse.—Intacta.Melusinasedistendió.—¿Porquémelahaqueridorobar?Melusinalatomódelasmanosylamiróconsusojosverdes.—Paraimpedirmequeteutilizara.Séquépiensasdemí,yloquemimadre
piensademí,peroosequivocáis, ambas.Quiero regresar a lasTierrasAltasyrecuperarmiinmortalidad,noloniego,perodebescreerme,Algonde,notengonadaencomúnconMarthe.Jamáshesembradoelterror,nuncahematadoniheforzadoanadie.Noquieroelreinodelmal.
Algondesuspiró.—Yapesardetodo,esdemasiadotarde.SiPresinanohapuestoasalvoal
niño,caeráenmanosdeMarthe.Notengopoderparaimpedirlo.—Yosílotengo,Algonde.Lotengo,tejuroquelotengo.Algondesondeóaquelrostrodevastadoporlossiglos,porelagua.Parecía
muysincera.—Sola,mimadrenopodrávencer.Tardeotemprano,Marthelaencontrará.
Desdehacesiglos,extraigovenenodelaserpiente.AhoradispongodecantidadsuficienteparaqueMarthemuerasimplementearrojándolocontraella.
Leapretólasmanos.—Te lo ruego,Algonde. La has oído como yo, sólo desea venganza.No
perdonaráanadie...Anadie.Los rostros de Elora, de Mathieu y de Philippine pasaron ante los ojos
turbiosdeAlgonde.—Mimadremeperdonarásileprueboquesoydignadeello.Ymeliberará
delamaldición.Seremoslibres,túyyo.Todosseremoslibres.LaslágrimassedeslizabanporlasmejillasdeAlgonde.Losabía.Losabía
desdeelprimerdía.Aquellodebíaacabarasí.Bajólosojos.—Adospasosdeaquí.Enlagrutadelapirámide,alpiedelosacantilados
de Fontaine. Me pidió que llevara allí al niño, y creo que para que tú loencontraras.
Melusinalaabrazó.—Volveremosabuscarte.Ellayyo.Teloprometo.Algondeasintióconlacabeza,resignada.Aceptó lamano tendidadeMelusina, sedesnudóy entró en el agua a su
lado.Unaporlaotra.Unaenlaotra.Unaenlugardelaotra.Laquesaliódelaguaporsupropiopie,paravestirse,habíarecuperadosu
bellezaysujuventud.SeparecíaaAlgondehastaenelmenorrasgo.Cuandoabandonó lagrutade laRochette, sin embargo, a laquedejóallí
temblequeandofuealacriaditadeSassenage,desnuda,conlacinturarematadaconunacoladeserpiente.
AMunialadespertóunamanoquelesacudíaelhombro.Unadesconocida
estabainclinadasobreella.—Ven—ledijoésta.Anquilosada por la postura, Munia aceptó la ayuda de sus brazos para
ponerseenpie.Enturbiadaporelsueñosinensoñacionesquelahabíaabatido,lasiguió, dócilmente, sin acabar de entender dónde se hallaba ni cómo habíallegado hasta allí. El fondo de la crujía se abrió. De allí arrancaba otra, másamplia,quelacondujoaunapuerta,entreabierta.
—Teesperan—ledijolasirvientainclinándoseparadejarlaentrar.Conunnudoenlagargantaporelrecuerdoqueafluíaasumente,Munia
entró en una estancia de grandes dimensiones tallada en lamuralla.No habíaabertura alguna, pero Munia observó que, al igual que en la anterior, habíaestrechas aspilleras. El ambiente era cálido, de colores azul, rojo y naranja, yhabíacojinesporelsuelocubiertodebuenasalfombras,candelabrosdemosaicoy tapices con escenas galantes y de cacería. Con excepción de uno, todosrepresentabanalmismohombre,deporteyaspectofascinantes.Lapropiacama,depiesesculpidosconguepardosyconundoseldeestrellas,eraunamaravilla.
Lajanumlaaguardabaconlosbrazosabiertos,cercadeunadelasmesasque desbordaban de pastelillos, dátiles rellenos de pasta de almendra y frutafresca.Muniaseechóensusbrazos.
—¿Aúndeseasmorir?—lepreguntóacariciándoleelcabello.Muniaseapartódeella.—¿Nolocomprendes?—Sí,peronopuedopermitirlo.LamandíbuladeMuniacomenzóatemblar.—¿Apesardemitraición?Lajanumsuspiró.—QuienofendeaAláescastigadoporAlá.Muniavolviólacabeza,sintiendoqueunvelodeodiocubríasucorazón.—Noesélquienhamatadoamihijo.
—No,llevasrazón.La janumcogióunrahat lokum deunabandejadeplatay lomordiócon
glotonería.—Nohasmentidoentodo,Munia.Heprobadoelpoderdetuelixir.—¿Conquién?—ConIhda.Musaactuóensunombre.Munianorespondió.Denuevolapenala invadíacomounamareaquelo
destruyeratodoasupaso.Sedejócaersobreloscojinesyabrazómaquinalmenteunodeellos.Lajanumseinstalójuntoaella.
—La invité a tomar el té en mis apartamentos. Estaba asquerosamenteradiantedealegría.Desdeelprimer sorbo, sin embargo, se ledesorbitaron losojosyseleentrecortólarespiración.
LaideadelamuertedesurivalatrajolaatencióndeMunia.Lajanumsealegródeelloyprosiguió:
—Dadoqueconozcolosefectosdelveneno,metoméel tiemponecesarioparaquesintieramiedoycomprendiera.Yluegoledituelixir.
—Hubierasdebidodejarlamorir—gruñóMunia.Lajanumlesonrió.—Esavenganzatepertenece.Noteloimpediré.—Noentiendo...—Vivirás,Munia.Contra tuvoluntad.Eneste lugarque,oficialmente,no
existe. El tiempo necesario para que olvides, para que recobres ese deseo deconquistaquetrastornaamihijoyenelquecreo.
—Teequivocas.Aquíoencualquierotrositio,nosobreviviré.Lajanumsepusoenpie.—Se dice que el primero que utilizó este lugar fue el basileosManuel I
Comneno en tiempos de la segunda cruzada.Aquí recibía a turcos en secretoparaengañaralossuyos.Esélaquienpuedeverseenesostapices.Laleyendadicequeaquíencarcelóaunamujer,unafranca.Esadeahí...
Muniaalzólavistahaciaelretratodeunapelirrojaradiante,deojosdeunverdeesmeraldayconlanarizpecosa.
—¿Porquémeexplicastodoesto?—Dicenquenoeracomolasdemásyqueescapógraciasalamagia.Muniaobservóaquellamiradavoluntariacapturadaporelartista.—Túeresdesumismaraza,Munia.Comnenotuvomuchasmujeres,pero
eslaúnicacuyoretratofiguraaquí.Laamaba,sindudatantocomoBeyazidteamaati.Nopodrádevolverteloquehasperdidopero,conelpasodeltiempo,curarátusheridas.
Munianoquisollevarlelacontraria.¿Dequéserviría?—Llegaráundíaypocoimportacuándo,enelquemepedirásunpuñalyte
loentregaré.LamiradadeMuniaseiluminóconeldeseodecortarselasvenas.Perola
janummeneólacabeza.—Esedíanoloutilizaráscontrati,sinocontraIhda.Esedía,alquitarlela
vida,sanarás.Ytambiénseráslibre.Seinclinóanteella,conlosojosinundadosdeternura.—Vendré cada día con la esperanza de que sea ese día. Buenas noches,
Munia.Los lobos se habían adueñado del lugar. Ocho en total, mostrando los
colmillos, se disputaban una carroña bajo el porche piramidal de la gruta, enmitad del paso. Aunque su presencia cerca de las viviendas la sorprendió,Martheno seemocionóanteello.Lasbestias separecíana loshombres.Pocobastaba para abatirlas.Al llegar ante la entrada, los apartó con un soplido. Sefueronhaciaelfondoysetumbarongimiendo.Martherecorrióelespacioconlamirada. Ni rastro de Presina. Debía de haberse llevado a la criatura. Furiosa,volvió sobre sus pasos y dirigió una mirada indiferente a la pequeña formacubiertaqueyacíaallíysedetuvo,presadeestupor.
Aúnpodíaadivinarseunpiececitovelloso.Susangreseaceleróensusfríasvenas.Seprecipitóhaciaallíydescubrióloquequedabadelcadáver.
—Imposible. No, imposible—repetía volviendo en un sentido y en otroentresusdedosunpedazodecarneaúnpegadoalapequeñatibia.
Losoltó,lívidayhorrorizada.—Idiota,idiota,idiota—seflageló.Ahoralocomprendíatodo.Sí,todo.InclusoelpapelinocentedeAlgonde,
manipuladahastaelfinalporPresina.Sumadrenuncahabíaqueridoarrebataralniño para ella. Sólo deseaba que muriera. Que muriera para castigarlas porsegundavez.Evitarquesecumplieralaprofecía,ésaerasuúnicavoluntad.
—Idiota—repitiódenuevoarrancándoseloscabellos.Había esperado aquel momento durante siglos, ¿y para qué? Para nada.
Nada.Había perdido el tiempo junto a aquellos insípidos humanos cuando lohubieraempleadomejortratandoderegresaralasTierrasAltas.Perosumadretambiénhabíaprevistoaquello.MientrasellayMelusinasepudríanallí,elpasodeÁvalonsecerraba.
Trasarrojar los restosa los lobos,Marthedescendiócorriendoel senderopedregoso.
«Quéselevaahacer—sedijoparasí—.Nonecesitoaunniñorey.Ahoralomásurgenteeshallarlamaneraderegresarallí.»
Llegóalpiedelacantiladoysequedóinmóvil,sorprendida.—¿Algonde?¿Oerestú,queridahermana?—¿Quécrees?—secarcajeóMelusina,quelaesperaba.Sindarletiempopararecuperarse,lelanzóalrostroelfrascosintapónque
conteníaelvenenodelaserpiente.Martheloesquivó.Aunqueserompiócontrauna roca, le salpicaron unas gotas y penetraron en su carne como un ácidopotente.Enelrostroyenelbrazo,yledescarnaronelhuesodelanarizylapartesuperiorde losdedos.Enloquecidapor la rabiayeldolor,Martheseabalanzósobresuhermana.
—¡Falicaíl!—gritóMelusina,yenelactosearmóconunescudoinvisibledeprotección.
—Sicreesqueconesomevasadetener—gruñóMarthe,corroídaporelvenenoque,devorandosucarne,penetrabaprofundamenteenella.Sinembargo,encantidadnosuficienteparadestruirla.
Conunsimplegesto,hizoestallar ladébilcorazadeenergía,yelazursellenódeunestruendodetruenosyunaolaazulada.
Melusinaretrocedió.—Madre—llamó pidiendo socorro, provocando una sonora carcajada en
loslabiosquemadosdeMarthe.—Desgañítate, si quieres. Le importasmuy poco. Tanto tú como yo. Ha
matadoalniñoparaquenolotengamos.¿Acasocreesquetesalvará?MelusinapensóenAlgonde,prisioneraenaguasdelFuron.—Perdóname—murmuró, con la certeza de que la jovenzuela la habría
seguidoatravésdelpensamiento,pasoapaso.Desesperada,selanzóhaciadelantearmadaconunpuñaldeplataocultoen
sumanga.Suúltimabaza.Silaalcanzabaenelcorazón...Marthelerompióelbrazoantesinclusodequehubieraacabadodepensarenello.
Elpuñalcayósobreelsuelopedregoso.Locaderabia,sufrimientoydeseodevenganza,Marthesedesahogótanto
contra su hermana como contra Algonde, cuyo rostro, exasperante, le hacíapensarenelniñoreyalquehabíaabandonadoallí.
Alzóaquel cuerpoexecradoaochopiesdealturay lohizogirar sobre símismo cada vez más rápido, cada vez con más fuerza y lo arrojó contra elacantilado.SabíaqueMelusinanomoriríaasí.Losseresdesufustenomuerenporsemejantesnimiedades.Saltandoderocaenroca, llegóhastaella.Cubiertadesangredelacabezaalospies,rotahastaelcráneo,Melusinaaúnvivía.
—Hacesiglosqueesperoesto—seregocijóMarthe.Alpiedelacantilado,alertadosporloslobosqueaullabanalamuertedesde
lagruta,loshabitantesdeFontaineseacercabanarmadosdehorcasyhoces.Marthenoperdiómástiempo.HundiósumanoenelpechodeMelusinay
le arrancó el corazón con sus poderosas garras,mientras el cuerpo se debatíaagitadamente,yalzándoloanteaquelloshombresqueveíanaldiabloenaquellacriatura, le dio unmordisco como si fuera unamanzana y los hizo retrocederaterrorizados.
Llevándoseconsigolavidadesuhermana,Martheescalólaabruptaparedatalvelocidadqueaquellasmujeresyhombressólopudieronsantiguarse.
D
Epilogo
icen que cuandoMathieu halló el cadáver de aquella que creyó que eraAlgonde,fuepresadetalraptodelocuraquemaldijoalacomarcaentera,
peromásaúnaAymardeGroléeyaJacquesdeSassenage,aquienespredijounamuertetanespantosacomoladesuamada.Luego,antelamiradaestupefactadeloshabitantesdeFontaine,huyócorriendo,conlágrimasdesangredeslizándoseporsusmejillas.
Novolvieronaverlo.AlgunosdijeronquesehabíaarrojadoalFuron,otrosquesehabíaunidoa
labandademalandrinesque, almandodeuna jovenzuela,pillabay asesinabapordoquier.
Fueracomofuese,enlosmesessiguientes,sinnoticiasdeélymenosaúnde Marthe que había desaparecido, Philippine, devastada por la tristeza,reconocióaEloracomohijasuyaylacriócontodoelamordelqueellaseveíaprivada,cumpliendoasílapalabraqueAymardeGroléedieraaAlgonde.
Jeanne de Commiers sobrevivió al parto. No tuvo más visiones y vivióapaciblementeenSaint-Pierre-de-Bressieux,amadaporsuamante,protegidaporsuesposoymimadaporsushijosconlosquefinalmentesehabíareencontrado.
Nadie, aparte de ellos, supo que había vuelto de entre los muertos ySidonie, liberada del yugo, mantuvo su puesto en La Bâtie y su lugar en elcorazóndeJacques.
Recuperada de sus terrores, Marie de Dreux se casó con Laurent deBeaumont.Aunque se instaló en las tierrasde éste, nopasabauna semana sinvisitaraPhilippine.Sinembargo,niunasolavezreclamóaMayeul,quesehabíaconvertido en compañero de juegos deElora que, contra lo que cabía esperar,actuabacomosiAlgondeaúnestuvieraallí.
Enguerrand de Sassenage prosiguió su búsqueda del olvido, al igual que
Munialasuya.PorloquerespectaaCem,amenudomirabaporlaventanadesuprisiónde
Bourganeuf. Sin esperanza de recuperar algún día a su amada y la libertad.Finalmente fuepuestobajovigilanciadeHuguesdeLuirieuxque, alnohallarlos restos deMontoison, concluyó al igual queGuy deBlanchefort que habíasidodevoradoenlosbosques.
Perolaverdaddormíabajotierra,enlasaguasdelFuron.ApesardeldolorquetorturabaaMathieu,yquecontodasualmahubiera
deseadocalmar,Algondelohabíaaceptado.Presina,abandonandosuaparienciadeloba,fueaarrodillarseaorillasdel
lago, cerca de la Rochette, para presentarle sano y salvo al niño rey. Sin suslargos pelos, que le había arrancado y colocado gracias a la magia sobre elcuerpodeunniñonacidomuertolavíspera,parecíaunreciénnacidonormalycorriente.
Y,sinembargo,noloera.Tomándoladelamano,Presinalehabíadicho:—Desearíapoderliberarte,Algonde.Detodocorazón.Peronopuedo.Sila
maldición acabara, también Marthe sería libre. Y sabría que estoy escondidaaquí.Volvería y todos, sí, todos, sufriríamos su venganza.Dejaría desgracia ymuerteasupaso.
—Enesecaso,mequedaréaquí.—Sí.Aligualqueyo.AligualqueConstantin.Eltiempoqueseanecesario.Eltiempoquefueranecesario.ParaqueConstantinsehicieraunhombre.
ParaquesehallaraelantiguopasoalasTierrasAltas.Algondenoestabatriste.Habíahecholoquedebíayamenudoobservabaa
los suyosgraciasaaquelmaravillosopoderquehabíaconservado,ymanteníaconEloraunarelaciónprivilegiada.
—Eldíaenqueunhombredecorazónpuroteveatalcomoereshoyyteamelobastantecomoparabesarteenelrío,esedía,porsísola,desaparecerátumaldición—ledijoPresina.
Algondeteníaconfianza.Esedíallegaría.Yentoncessereuniríadenuevoconaquellosalosqueamaba.Noestabatriste,no.Aunque el canto de las brujas tuviera un acorde quebrado, la historia no
habíaterminado.Volveríaaempezar.ConMathieuquelaliberaría.Conunniñoreyysureinadeluz.Mañana.
Al llegar al final de este primer ciclo de la leyenda de las TierrasAltas,podría ofreceros la lista de las numerosas obras que han permitido escribirElcantode lasbrujas. Prefiero reservarlo para el verdadero final, el que podréisleer,asíloespero,próximamente.
Mecontentaré,pues,conexpresarmiagradecimientoamiquerida,mimuyqueridaRégineque,graciasasumeticulosotrabajodedocumentalistaconstituyeel pedestal sobre el que descansa la verdad histórica. Estas líneas le deben loesencial.
Un besomuy tierno igualmente a todo el equipo de la editorial XO. EnparticularaCarolineLépéeque,al igualqueRégine,afinamispáginasconsutrabajocríticoyaBernardFixotporsuconfianza, inalterableyalimentadasincesarporsuatenciónpaternal.
Graciasavosotros,mishijosdeunarelaciónanterior,AnaëlyMaëva;alosquemehadadoelamordeunhombre,Antoine,Daniel,Sabine,JadeyNoa;ytambién a vosotros, mis adoptados por las circunstancias que os habéisconvertidoenmicarneafaltademisangre,RichardyCorinne.
E igualmente a Titou, Céline, Stéphane, Cindy, Evan, Evolène, Claire,Kevin...
Ati,madrecita.Ati,Gérard,amormío,mivida.A vosotras y vosotros, finalmente, que día tras día, libro tras libro, me
escribísotraspáginasrepletasdecalorydeluz.Afalta,pues,delabibliografíaymientrasquedáisalaesperadelamisma,
os invito a descubrir una obra cuyo autor, sin saberlo, enlaza con sus audaceshipótesiselmitodelasTierrasAltasylaleyendadelastreshermanas.SetratadeLashuellasdelosdiosesdeGrahamHancock.
Sea lo que sea lo que penséis, retened sólo una cosa, que para mí es
esencial:laesperanzadeestemundosólonacerádelahumildaddeloshombres.Asíqueimaginadelcaminoquenosquedaporrecorrer...
Fin
Escaneoycorreccióndeldocoriginal:
MaquetaciónePub:Elratónlibrero(tereftalico)
ADVERTENCIA
Estearchivoesunacorrección,apartirdeotroencontradoenlared,paracompartirloconungruporeducidodeamigos,pormediosprivados.SillegaatusmanosDEBESSABERqueNODEBERÁSCOLGARLOENWEBSOREDESPÚBLICAS,NIHACERUSOCOMERCIALDELMISMO.Queunavezleídoseconsideracaducadoelpréstamodelmismoydeberáserdestruido.
Encasodeincumplimientodedichaadvertencia,derivamoscualquierresponsabilidadoacciónlegalaquieneslaincumplieran.
Queremosdejarbienclaroquenuestraintenciónesfavoreceraaquellaspersonas,deentrenuestroscompañeros,quepordiversosmotivos:económicos,desituacióngeográficaodiscapacidadesfísicas,notienenaccesoalaliteratura,oabibliotecaspúblicas.Pagamosreligiosamentetodosloscánonesimpuestosporderechosdeautordediferentessoportes.Noobtenemosningúnbeneficioeconómiconidirectaniindirectamente(atravésdepublicidad).Porello,no
consideramosquenuestroactoseadepiratería,nilaapoyamosenningúncaso.Además,realizamoslasiguiente...
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