El Séptimo Niño - Valeur Erik

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Novela negra danesa

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  • Personajes principales de la novela

    Ole Almind-Enevold: Ministro nacional y candidato al puesto de primer ministro.Orla Berntsen: Licenciado en Derecho, en la actualidad es el jefe de Gabinete del Ministerio Nacional.Asger Christof fersen: Aficionado a la cosmologa desde nio, trabaja como astrnomo.Comisario de polica: Investig en su momento el caso de la mujer encontrada muerta en la playa.El Curandero: Jefe de prensa del Ministerio Nacional.El Hombre de Grauballe: Apodo del subsecretario del Ministerio Nacional.Susanne Ingemann: Actual directora del orfanato de Kongslund.Gerda Jensen: Ayudante de Magna Ladegaard.Nils Jensen: Fotgrafo de Fri W eekend.Inger Marie Ladegaard: Llamada Marie, hija acogida por la anterior directora de Kongslund, Magna Ladegaard.Magna Ladegaard: Histrica directora de Kongslund, ahora jubilada.Carl Malle: Jefe de seguridad del ministro nacional y anterior subdirector de la Polica.Bjrn Meliassen: Apodado el Catedrtico, es el presidente del consejo de administracin de Channel DK.Sren Severin Nielsen: Abogado especializado en casos de asilo para inmigrantes y vecino de Orla durante la infancia.Knud Tsing: Periodista de Fri W eekend.Peter Trst: Periodista estrella de Channel DK.Ane Marie Magdalene Rasmussen: Conocida como Magdalene, es nieta del hombre que construy Kongslund y vecina del orfanato.

  • Prefacio del autor

    LA CASA DE MARIE

    El modo en que di con la nueva informacin, hasta entonces desconocida, en torno a lo que se conoci como caso Kongslund es algo que debe permanecer en secreto.Esa promesa la he hecho con gran solemnidad, aunque lo considero innecesario, porque la verdad nunca puede ocultarse cuando el Destino tiene planes distintos. Y siempre los tiene.De todos modos, tratar de reproducir de forma tan simple y precisa como pueda los acontecimientos de los que fue testigo el pas durante un breve perodo. Prefiero no tomar partido por ninguno de los bandos

    en unos sucesos que solo un Dios indulgente ser capaz de observar con mirada comprensiva; casi estoy oyendo a la famosa directora de Kongslund mascullar ante tales observaciones: Qu diantre tiene quever Dios en la cuestin! .

    En el mundo de ella, habitado durante cincuenta aos por decenas de miles de hurfanos, no haba ningn Dios compasivo; y todava menos uno con aspecto de anciano distrado, de cabellos plateados ydeseoso de perdonar a la gente.

    All solo exista la indomable voluntad de las cuidadoras de reparar las consecuencias del egosmo de las generaciones precedentes, y aquel proyecto estuvo sometido desde el principio a un oscuro destinoque funcionaba al margen de toda religin y racionalidad: poner zancadillas era su ocupacin favorita; los empujones y las cadas bruscas, su especialidad.

    El Destino es la nica fuerza que importa, y se lleva a los hijos de los hombres cuando le place , sola decir la directora con el entusiasmo que la haba hecho famosa, para despus cacarear: En esta casanunca hemos necesitado ni a Dios ni al Diablo! .

    An recuerdo cmo los nios contenamos la respiracin, hechizados y espantados, ante tales declaraciones; y tal da como hoy me siento inclinado a darle la razn.A modo de presentacin, basta decir que, al igual que los personajes principales de este libro, pas mis primeros aos en el orfanato de Kongslund, y que he regresado all varias veces, impulsado por una fuerza

    que nunca he terminado de entender. Debi de ser as como Marie me encontr al final.He basado el desarrollo del caso en sus minuciosas descripciones, junto con mis propias investigaciones de los hechos, cuyos detalles ella no poda conocer. Eso se refiere sobre todo a los retratos de los seis

    nios con quienes comparti los primeros meses de su vida en Kongslund, y que terminaron convirtindose en una obsesin para ella.El juego enigmtico acerca del sptimo nio es tambin, en mi opinin, el relato de esa aoranza, y creo que hasta los psiclogos de Kongslund se habran mostrado de acuerdo con esa interpretacin si la

    hubieran conocido mientras observaban a aquellas criaturas rotas a travs de los cristales de sus gafas y del humo de sus pipas.Solo queda una esperanza: que, a pesar de todo, Marie y el Destino lleguen a ponerse de acuerdo para escribir un eplogo amistoso en el momento en que caiga el teln.Si ese deseo llega a cumplirse, su viaje no habr sido en vano. Entonces Marie estar en algn lugar a la sombra, en lo alto de las hayas que en otro tiempo cobijaron al ltimo rey absolutista de Dinamarca,

    mientras entona la cancin de los elefantes azules que sola cantar de nia. Noche tras noche.Y esta vez no creo que pare hasta llegar al ltimo verso.

    30 de abril de 2011

  • Si encuentras a un amigo, tienes una oportunidad,Si no encuentras a nadie, te vienes abajo.

    MAGDALENE, 1969

  • Prlogo

    LA MUJER DE LA PLAYA

    Septiembre de 2001

    Encontraron a la mujer en la arena, a mitad de camino entre el hotel Skodsborg y el parque de Bellevue, temprano, la maana del 11 de septiembre de 2001.Faltaban unas horas para que el mundo se transformase de modo decisivo, cosa que casi todos los habitantes del globo, de muchos pases diferentes, vivieron. Aquella extraordinaria coincidencia tuvo una

    importancia determinante para el desarrollo posterior del extrao caso, y solo puede entenderse como si al Destino le pareciera una broma situar en el mismo da dos sucesos tan inusuales.El ms insignificante de los hechos el dans pas al olvido ms o menos enseguida, pese a que durante las primeras horas la Polica lo consider con la mayor seriedad, y en los primeros informes se

    describi con todo detalle.Dieron la alarma a las 6.32. La fallecida yaca casi junto a la orilla, con el rostro apretado contra la arena gris sucia, como si hubiera tratado de devorar la playa favorita de los habitantes de Copenhague de un

    nico mordisco voraz. Tena los brazos doblados hacia atrs y las manos abiertas, y en sus palmas se vean pequeos dibujos de arena, lo que por un momento hizo pensar a los investigadores del homicidio en unasesinato ritual por algn motivo perverso. Pero tambin podra deberse, como sostuvo alguien, a que el viento del este hubiera levantado un torbellino y la hubiera depositado sobre el cadver antes de que elsol saliera por el estrecho de resund.

    Fue alguien de los elegantes palacetes del cercano barrio de Trbk, que haba sacado el perro a pasear, quien dio la voz de alarma, espantado. Para los investigadores de la Polica no caba la menor duda deque la mujer de la playa haba muerto en el mismo segundo en que cay hacia delante. Tena en la frente un crter con forma de cono, y el agujero continuaba un buen trecho en el crneo, y despus en el cerebro.Desde all, la sangre haba resbalado por su cabello, mojando la arena junto a ambas sienes.

    La Polica Cientfica encontr cabellos grises en la piedra afilada contra la que se haba golpeado, pero el agua salada del estrecho haba limpiado la mayor parte de la sangre mucho antes de que encontrasen elcadver. La muerta no llevaba encima ninguna documentacin, aunque su ropa y su reloj de pulsera llevaron despus a la Polica a la teora de que haba llegado al pas desde Australia, o tal vez Nueva Zelanda;para cuando los investigadores llegaron a esa conclusin era demasiado tarde, porque en ese momento nadie prestaba ya la menor atencin a la mujer.

    Era de suponer que alguien profundizara en el caso, de no haber sido porque todo el mundo se puso patas arriba justo en aquellas horas, y era una coincidencia que nadie de los presentes en el lugar de loshechos pudo tener en cuenta. A la vez que los peritos peinaban la arena que haba debajo y en torno a la mujer en busca de pistas decisivas, dos aviones de pasajeros secuestrados volaban hacia el centro de NuevaYork, y cualquier otra actividad en este planeta verde perdi importancia. En los das que siguieron, hubo una nica imagen que se fij en el flujo de noticias y en la conciencia de los daneses: la imagen de losrascacielos humeantes contra la silueta de Nueva York y los cuerpos negros que caan, caan y caan sobre la Zona Cero.

    Si el caso de la mujer muerta haba tenido alguna posibilidad de ocupar titulares en los peridicos daneses, el momento oportuno pas. La mayor parte de los medios de comunicacin nunca lo mencion. Dosdiarios de pequea tirada escribieron algunas lneas, y uno de ellos, pasadas ya unas semanas, inform de la decisin policial de cerrar el caso y considerarlo un incidente fortuito .

    Despus, la muerta cay en el olvido.No logr establecerse su identidad, y los del Departamento de Homicidios de la Jefatura de Polica de Copenhague concluyeron que, de todas formas, no haba nadie que la echase de menos, porque nadie se

    haba dirigido a ellos para preguntar sobre ella ni sobre otras personas desaparecidas que se le parecieran; asimismo, los sucesivos requerimientos a nivel internacional nunca dieron resultado alguno. Nadiereconoci la imagen algo macabra del rostro de la mujer muerta que hicieron circular. Nadie reaccion, y la Polica no tena ninguna pista que seguir, ni una sola buena idea o simplemente una teora ms o menosrazonable con un mnimo de fundamento. Los registros y las bases de datos no valieron de nada en aquella situacin de bloqueo.

    As fue como el Destino se impuso ante los esfuerzos de los mortales, por pura diversin, podra pensarse; pero, a decir verdad, los policas no tuvieron inconveniente en dejar que el caso se olvidara.Al fin y al cabo, estaban ocurriendo cosas mucho ms importantes en el mundo.

    Claro que...Porque unos aos ms tarde, al comisario de Homicidios que se haba encargado de la investigacin del caso de la mujer de la playa le hicieron una entrevista para una serie de artculos sobre homicidios sin

    resolver.En un momento de la conversacin, de pronto mencion el caso de la mujer de la orilla de la playa entre Skodsborg y Bellevue, que por aquel entonces estaba olvidado del todo. Haba algunas cosas de aquella

    maana que siempre lo haban extraado, detalles pequeos, pero singulares, y en aquel momento el polica, que estaba a punto de jubilarse, expres de forma espontnea su malestar:Si realmente fue un asesinato, me temo que fue obra de una persona muy enferma declar. De hecho, los primeros das temimos que quiz se tratase de los primeros asesinatos en serie de la historia del pas.Lo dijo con voz tenebrosa, algo que, por otra parte, repugnaba al comisario entrado en aos, porque le pareca que ese tono no era nada profesional.El periodista que tena delante aguz el odo; no recordaba haber odo jams nada acerca de un posible asesinato en Bellevue.Al otro lado de la mesa, el comisario de polica cerr los ojos, como si en su mundo interior estuviera an contemplando la conocida playa, mientras recordaba los efectos que los peritos haban sealado y

    fotografiado en la arena. Despus, con el mismo tono sombro de antes, dijo:Al principio nos pareci algo extrao que la mujer, al caer, diera contra la nica piedra de cierto tamao que haba en aquel trecho de playa. La nica. Fue una extraordinaria mala suerte. Pero era posible, por

    supuesto..., y tampoco podamos probar nada.El periodista asinti en silencio y sac su grabadora.El polica hizo como si no hubiera visto el aparato.Por supuesto, tambin nos extra que uno de sus ojos estuviera tan destrozado..., mientras que el otro estaba cerrado e intacto, como en un sueo apacible. El primero estaba daado de tal forma que casi se

    sala de la cuenca, y no entendamos cmo la piedra poda haberle producido aquel dao, al menos, no de forma inmediata, ni aunque se hubiera cado dos veces seguidas. Claro que..., por supuesto que era posible,y por supuesto que poda haberse hecho la lesin en otro lugar, justo antes.

    El comisario volvi a abrir los ojos.Es probable que la mujer se cayera antes..., aquella noche...Present su hiptesis con una mirada tan insegura que el periodista solo se atrevi a asentir dbilmente, por miedo a desviar el avance invisible de aquella sospecha macabra.El polica lleg a los singulares objetos encontrados, y su voz se hundi un piso ms en las sombras.Puede que no tuvieran que ver con el hecho en s explic. Pero en una reducida superficie en torno a la muerta sealamos cuatro objetos que, francamente, nos parecan que estaban... Vamos, que no tenan la

    menor relacin lgica con tomar el sol y relajarse en una playa danesa normal. No obstante, formaban una especie de crculo alrededor del cadver, y estaban tan cerca de ella que podra haber alguna relacin, yaquello nos puso nerviosos de verdad.

    El periodista encendi su pequea grabadora digital para registrar todo lo que vino a continuacin.A su derecha, es decir, hacia el sur, haba un pequeo libro. A solo un par de metros. Puede que no tuviera que ver con ella. Por otra parte, no se trataba de ningn libro ordinario que se suele relacionar con

    gente que va a esa playa. El libro estaba escrito por un viejo astrnomo del siglo pasado... Fred Hoyle... La niebla negra, de 1958. Era una vieja novela de ciencia ficcin que solo puede despertar el inters de unastrofsico. Yo la le... Sacudi la cabeza, casi como pidiendo perdn.

    El periodista nunca haba odo hablar del autor ni de la novela.Pero haba otra cosa dijo el viejo polica. Al oeste del cadver, algo ms arriba en la playa, haba una rama de tilo. Lo que pasa es que no hay ningn tilo en las cercanas. As que por qu estaba aquella

    rama all?Sacudi de nuevo la cabeza, como para negar un milagro de historia natural, y volvi a asumir la reserva, como debera hacer un polica responsable.Pero claro..., algn chaval poda haber recogido la rama y despus haberla tirado all. Lo que pasa es que pareca tan... artificial...Volvi a quedarse inmvil un instante, atrapado en el pasado, antes de continuar.Pero lo que ms nos extra de todo fue que la haban cortado con una motosierra, la rama, y luego, claro... El jefe de Homicidios jubilado volvi a callar y cerr los ojos mientras estudiaba el paisaje interior,

    donde el cadver yaca boca abajo y los peritos andaban a cuatro patas sobre la arena de alrededor. Haba vuelto a atascarse.El periodista le acerc la grabadora con un empujn discreto, pero call por consideracin, como para mostrar que comprenda su malestar. Las ramas de ese grosor no se transportan como una ramita en el pico

    de una paloma.Era muy vieja dijo al final el comisario, y el toque sombro de su voz son con ms claridad que nunca. Cuando la analizamos, result tener muchsimos aos.Sacudi la cabeza por tercera vez.Aquella rama no la haban encontrado en el suelo de algn bosque cercano, haba pasado muchos aos en algn lugar cerrado, y quin diablos se lleva una rama cortada aos antes para dejarla en una playa?

    Por qu iba a hacer nadie tal cosa?El periodista no tena respuesta para ninguna de las preguntas, y qued a la espera.Y al este..., hacia la orilla, a unos metros de su cabeza, encontramos un trozo de cuerda, pero no era un trozo de cuerda normal. Pareca un lazo de ahorcado, y estaba hecho con una cuerda bastante gruesa.

    Aquello nos puso nerviosos de verdad, porque estando como estaba junto a la cabeza de la muerta, podra simbolizar una escena de ahorcamiento...El periodista no se atrevi a meterle prisa. Durante un rato volvi a reinar el silencio.Pero lo peor... La voz volvi, pero el polica segua dudando, aunque estaba claro que haba esperado varios aos para formular su temor y pareca aliviado, a su manera, por haberlo hecho. Lo peor fue el

    pjaro, por supuesto.El pjaro?S. Haba un pajarito algo ms all en la playa, al norte del cadver, junto a su mano izquierda. Estaba boca abajo. Tena roto el cuello... Aquel pjaro nos dio miedo de verdad. Haba muerto aquella misma

    noche. Aquello hizo que enviramos una descripcin de nuestro hallazgo a los peritos del FBI, en Washington..., los cazadores de asesinos en serie... Pero transcurri mucho tiempo hasta que pudieron responder,debido al ataque terrorista a las Torres Gemelas. Bastante trabajo tenan con aquello. Cuando por fin enviaron los resultados de sus anlisis, intentaron tranquilizarnos. No crean que fuese un asesino en seriesuelto. Pero por otra parte, si lo fuese, la relacin entre nuestros hallazgos de la playa era tan extraa y tan desquiciada que eluda cualquier explicacin. La gente del FBI nunca haba visto unas pautas querecordaran a lo que encontramos aquella maana en Bellevue. Si es que all haba una pauta.

    El polica volvi a callar.As que les dijeron que debi de ser una coincidencia? La pregunta del periodista tena un ligero deje de contrariedad.S, en efecto. Segn todos los indicios, solo eran coincidencias. Coincidencias extraas, pero coincidencias. Dont worry, aconsejaron. Pero estbamos preocupados. Al menos yo. Y sigo estndolo. No me

    quito aquel pajarito de la cabeza.El periodista apret con el dedo el botn de stop y dijo:Pero no hay nada extrao en un pjaro muerto junto a la orilla de la playa... Un gato pudo cazarlo y llevarlo all, no? La voz se volvi algo ms desafiante.El comisario observ un buen rato a su joven interrogador.S, por supuesto reconoci. Todo es... muy posible. Pero no se trataba de una cra de gaviota, ni de un mirlo perdido, ni tan siquiera de un maldito gorrin... En su mirada asom un comienzo de irritacin.

  • Era un pjaro al que jams se le ocurrira ir a morir en plena noche a una puetera playa danesa, y all estaba el problema.Aquella maana, el polica volvi a dirigir la mirada a la orilla de la playa y examin los detalles que solo l poda ver. El periodista levant la grabadora de la mesa para captar sus ltimas palabras.Luego, en la redaccin, se oan con tanta nitidez como si se hubiera hablado a pocos centmetros del micrfono incorporado de la grabadora, y fueron esas mismas palabras las que hicieron que el redactor-jefe

    rechazara la historia con un sorbido de mocos irritado y un veredicto indiscutible:No vamos a publicar esa chorrada! Los lectores van a creer que estamos locos de atar.Era un pequeo canario dorado. Es lo que haba dicho el comisario al micrfono, y en el altavoz se oy un silencio tras dar la descripcin. Lo comprendes?El periodista no respondi.El comisario jefe se qued un rato atrapado en su extraeza, hasta que volvi a sonar su voz:All estaba el problema. Cundo se ha odo que un canario vuele en la negrura de la noche hasta la orilla de una playa para despus partirse el cuello? Es imposible de cojones.Luego se oy un crujido en el pequeo altavoz, cuando el comisario de polica se levant.A esa mujer la asesinaron. Estoy convencido. Y es el acto ms nauseabundo que he visto en mi vida.Pero, como sabemos, su afirmacin nunca se hizo pblica. Y la redaccin olvid, como suelen hacerlo las redacciones, todo lo relativo a aquella historia, que a nadie pareci lo bastante verosmil como para

    publicarla en el peridico del da siguiente.

    PRIMERA PARTE

  • PRIMERA PARTE

  • El principio

  • 1EL NIO ABANDONADO

    Mayo de 1961

    Cuando me inclino hacia delante, veo abajo el jardn del hogar infantil, y si me pongo de puntillas y dejo la ventana entreabierta, todava vislumbro, como en una visin, a las decididas seoritas vestidasde blanco que, durante generaciones, reinaron sobre Kongslund y sobre todos los seres que llegaban all. As solan estar entonces, a principios de los sesenta, sentadas en la hermosa terraza con vistas alestrecho; e incluso tantos aos despus flota sobre su Bondad de Corazn compartida un olor a lona recin planchada y a pan salido del horno, que llega sin dificultad hasta donde estoy, en la buhardilla,y me hace sentir mareo, as que debo apoyar mi hombro torcido contra el alfizar de la ventana para no caer redonda.

    Ah est la seorita Ladegaard; ah estn las seoritas Nielsen y Jensen, y algo ms all estoy yo, junto a la orilla del mar, con mi elefante con ruedas japons y su cadena oxidada, observando la siluetalejana de la isla de Hven, donde el cientfico y aventurero Tycho Brahe siglos antes construy su observatorio Stjerneborg. El aspecto cientfico, claro est, no me deca nada en aquella poca, a aquellaedad y con mi elefante con ruedas como nico amigo; pero la banda de tierra azulada represent, hasta donde me llega la memoria, el destino secreto de mis ansias de huida, cada vez ms frenticas.

    Por aquellos aos ingres en Kongslund un flujo casi interminable de nios que haban nacido de la vergenza, hijos de madres solteras, y por ello deban ser entregados en adopcin. Les daban labienvenida las seoritas, fuertes y tiesas, en las salas de techos altos, con la promesa de encontrarles un nuevo hogar y una nueva familia tan pronto como fuera posible.

    A m me sacaron de la estancia que llamaban la Sala de los Elefantes en mi segundo ao, y como la seorita Ladegaard se convirti en mi madre de acogida, me instal con cuidado pero con decisin enla habitacin que a ella le pareca la ms bonita de Villa Kongslund. Mira alrededor, Marie, dijo. Porque este espacio est diseado y organizado por un rey del pueblo.

    Obediente, gir sobre mis talones hasta tres veces y luego volvieron a dejarme sola.Me puse junto a la ventana y dirig la mirada hacia el estrecho y la islita que se divisaba a lo lejos. Por lo menos una vez al da ahuecaba las manos y me las llevaba a los ojos, as pareca realmente

    como si observara el destino de mis sueos por un catalejo largo y de gran potencia.

    El grito pareci rebotar de una pared a otra en su viaje casi interminable por los largos pasillos del Hospital Central, y haba en l tanta furia contra la oscuridad y la perdicin que ninguno de los que lo oyeronlo ha olvidado. Tras un tiempo que pareci varios minutos, fue extinguindose, hasta dejar un zumbido bajo en la mente de quienes aquel da estaban all.

    Lo extrao fue que el grito lleg muchas horas despus del parto en s el momento de la vida, durante el que la joven madre mantuvo un silencio sorprendente y nada natural. El beb lleg al mundo encircunstancias tan fuera de lo comn que cada uno de los presentes aquella noche en la seccin B de Maternidad recordaba detalles del parto, y de lo que ocurri justo antes, pasado casi medio siglo.

    Varios se acordaban de los preliminares y de la misteriosa desaparicin de la jovencsima madre tres das despus del parto. Una persona recordaba incluso el alumbramiento, pero sus palabras solo podancorroborarse mediante unas notas manuscritas que llevaban dcadas acumulando polvo y que no respondan a las dos cuestiones centrales: quin era ella y de dnde vena.

    Nadie tena la menor idea de adnde haba ido tras el parto y nadie poda aportar informacin alguna sobre el beb, ni siquiera cul era su sexo, ya que se lo llevaron rpido de Maternidad, como sola sercostumbre en el Hospital Central durante los aos en los que en Dinamarca vinieron al mundo miles de nios ilegtimos.

    Las tres personas que podran haber arrojado algo de luz sobre los misterios de aquella noche de 1961 estaban muertas. Se trataba de la jefa de comadronas, que asisti a la mujer en el parto, y la enfermera quecuid al beb las primeras horas. Y tambin del jefe de servicio, que orden un silencio absoluto sobre el suceso. Una comadrona presente en la seccin entonces era una joven estudiante cont a un periodista,muchos aos ms tarde, que fueron a por el beb al tercer da, tal como haba anunciado el jefe de servicio, y que con toda probabilidad tendra su primera cuna en el famoso hogar para nios abandonados yhurfanos de Kongslund, en Skodsborg.

    La comadrona, ahora jubilada, cont de buena gana su historia a aquel atento oyente, ya que siempre le haban dado pena las jvenes solteras que en las dcadas posteriores a la guerra pasaron por el HospitalCentral para dar a luz a nios y nias que deban entregar en adopcin.

    El primer suceso extrao fue la llamada del jefe de servicio, que se produjo mientras daban las noticias por radio del estado del mar, apenas una hora antes del nacimiento de la nia.Fue una conversacin breve y de tono oficial la que oy sin querer la joven estudiante para comadrona, que estaba frente a la enfermera jefe de guardia tomando t, y luego pudo volver a contar en detalle lo que

    se orden. El jefe de servicio recalc expresamente que se trataba de un ingreso muy especial, de una entrega especial , como la llam con un humor seco (y quiz un leve tono de desaprobacin).Llegar en coche a la seccin B de Maternidad. Dar a luz sola. No habr ningn allegado con ella fue lo que dijo el jefe de servicio. Si quiere ver al beb mientras est ingresada, no hay que dejarle, porque

    el beb hay que entregarlo en adopcin pase lo que pase.Hizo hincapi en que era irrevocable, cosa que tampoco era normal. De vez en cuando, las jvenes madres se arrepentan de la decisin ms dura de su vida y se les permita detener el proceso de adopcin; pero

    en aquel caso, no.Recogern a la mujer a los tres das, a la misma hora. Vendr a por el beb la directora de Kongslund, la seorita Ladegaard.Esto ltimo era el modo de proceder habitual. Pero el corto preaviso y la interferencia del jefe de servicio no lo eran.La segunda diferencia extraa fue la llegada de la mujer. Lleg al hospital en un coche privado, lo que en aquella poca era de lo ms inslito.Al menos tres de las personas presentes recordaron ms tarde que el coche era oscuro y bastante grande, que lleg a la entrada de Maternidad y se detuvo, con el motor en marcha, tras lo que un chofer vestido de

    negro ayud a salir a la joven del asiento trasero.Dos estudiantes para comadrona que haban observado la escena con curiosidad detrs de las persianas medio bajadas bromearon entre ellas:Ah llega Cruella de Vil dijo la mayor.La persona recin llegada iba, en efecto, con un largo vestido negro, y tocada de un sombrero tambin negro de ala ancha. Pero ah terminaba el parecido. En la escalinata de entrada haba una chica muy joven

    de pelo corto rubio y ojos oscuros y entornados, como si llevara mucho tiempo sin dormir. Tena ms o menos la edad de la ms joven de las estudiantes para comadrona.En circunstancias normales, la parturienta habra llevado consigo una tarjeta de Asistencia a la Maternidad con la informacin necesaria, y en la seccin de Maternidad habra un expediente preparado, que

    Asistencia a la Maternidad haba enviado a la asistenta social del hospital. En la tapa del expediente la asistente social habra escrito una gran A , y aquella letra significara que la mujer parturienta deseabaentregar su beb en Adopcin .

    Despus se habra llevado a cabo el parto tal como se haca entonces, de forma discreta, en un silencio casi embarazoso, con generosas dosis de gas hilarante, y en el momento del parto se habra seguido unprotocolo que pareca muy extrao a las mujeres, mucho ms liberadas, de pocas posteriores, porque recordaba a la invocacin de una maldicin muy especial.

    La comadrona cubra con un paal de gasa doblado el rostro de la madre, para as evitar que viera al nio que estaba viniendo al mundo en aquel instante. Era una prctica bien ensayada, que debera facilitar laseparacin del cuerpo que justo antes haba sido parte de la parturienta. La madre no vea cmo cortaban el cordn umbilical del beb, no lo vea extender sus bracitos tras el cuerpo que haba abandonado. Lacomadrona sacaba al recin nacido inmediatamente del paritorio y lo llevaba a la cuna que le corresponda.

    Cuando la estudiante de ms edad avanz vacilante hacia la chica y le pidi su expediente, la enfermera jefe tuvo que reconocer con cierto rubor que no haba tal.La estudiante ms joven extendi la mano tras haber observado con curiosidad a la futura madre y pregunt:Cmo te llamas?Pero la chica no respondi. Se limit a colocar su abrigo sobre una silla y se apoy con pesadez en ella; su pecho emiti un ronroneo persistente, como si sus pulmones lucharan por reprimir una tos o un

    temblor en el cuerpo delgado.Tras ms de cuarenta y cinco aos, dos de las personas presentes recordaban justo aquel detalle: el sonido de algo que entonces atribuyeron al miedo, pero que la comadrona jubilada reconoci despus que

    poda haber sido alguna otra cosa.Las fuertes contracciones empezaron solo media hora ms tarde, como si la chica supiera que todo tena que terminar lo antes posible, y que no haba forma de evitar la vergenza. En cierto modo, la adopcin era

    un acto ms hertico que el aborto ilegal, porque dejaba que el recin nacido emprendiera su vida en la mayor soledad; y la comadrona jubilada recordaba an el silencio que sola rodear a las madres jvenescadas en desgracia.

    La joven estudiante volvi a la habitacin con un pequeo bote de metal lleno de tampones esterilizados, y cuando le pareci que haba una pausa en las contracciones, se acerc al lecho de la parturienta,donde por segunda vez trat de establecer contacto.

    Lo ests haciendo muy bien la anim.Deseaba mostrar empata, preguntar a la chica por las contracciones e incluso tal vez tomarla de la mano; al fin y al cabo, eran de una edad parecida. La estudiante se llamaba Carla, y durante los primeros meses

    en la seccin se esforz por ofrecer a las chicas que sufran algo ms que la amabilidad profesional de su oficio.Carla est muy atenta a las necesidades de los pacientes coment la comadrona jefe; pero antes de que Carla pudiera acercarse a la joven parturienta, esta se volvi de pronto, abri los ojos y le dirigi una

    mirada que Carla no olvid jams.Sus ojos eran muy verdes y cambiantes, primero brillantes de dolor y miedo, luego, de pronto, claros y fros, como si mirasen desde un pozo de las entraas de la Tierra. Justo despus se encendieron de furia,

    cosa que la estudiante para comadrona no entendi y nunca haba visto antes. Fue aquella terrible reaccin la que hizo que recordara precisamente a aquella chica y aquel parto cuando, media vida ms tarde, lepreguntaron sobre los hechos.

    El parto fue rpido, y tambin extrao. Al cabo de solo una hora, el rostro de la chica se puso blanco como la sbana sobre la que descansaba su cuerpo sudoroso y, pese a ello, reprimi sus gritos de dolor.Cerr los ojos y volvi a abrirlos, y pareci que la sangre de su cuerpo dejaba de circular, mientras de su piel brotaba el sudor y la ropa de cama se arrugaba y empapaba por completo. Y aun as no se oy un grito.Los frgiles hombros blancos se estremecieron al llegar las contracciones; la estudiante ms joven recordaba el calor y la humedad de la estancia, el pelo rubio, pegado a la almohada, y el olor a vergenza yhumillacin que siempre rodeaba a las mujeres en cuyo expediente haba una gran A .

    Carla no se dio cuenta hasta mucho ms tarde, cuando se hizo mujer y madre y tuvo una larga vida que repasar, de que con su trabajo y con toda su compasin haba contribuido a aquella ignominia. Paraella fue una conmocin que no comparti con nadie hasta que, ya jubilada, habl del extrao parto. Siempre haba considerado la Compasin la mayor virtud en la vida de una persona, pero aquella noche, en laseccin B de Maternidad, aquel sentimiento tuvo una hermana gemela, cuyo rostro permaneca invisible para Carla, pero que la joven madre reconoci enseguida: la Desaprobacin.

    El jefe de servicio se present unos minutos antes del parto y pidi a la estudiante que saliera del paritorio. Pero Carla ya saba lo que iba a ocurrir. Para consumar la maldicin as lo pensaba hoy en da, lachica con el paal de gasa doblado tapndole el rostro dio a luz, segn la comadrona jefe, sin soltar un solo grito. En los minutos que siguieron se llevaron al recin nacido y todo termin en un santiamn.

    Llevaron a la mujer a la seccin de neonatos, donde acostaran al beb en una habitacin lo ms lejos posible de su madre, para que esta no pudiera or sus lloros; porque los nios abandonados despertabanms a menudo, y por eso lloraban ms que aquellos cuyas madres dorman cerca; las enfermeras lo saban, y no poda aceptarse que una madre, en un estado de depresin y sentimiento de culpa, se levantara de lacama y se pusiera a buscar a su pequeo.

    Al tercer da, pocas horas antes de que le dieran el alta, la joven madre desconocida alz la cabeza de la almohada y pidi que llamaran a la comadrona jefe. Quera aprovechar la oportunidad para volverse atrsen su decisin de entregar el beb en adopcin. Quera ver a su beb.

    La comadrona jefe habl con una enfermera, que telefone a la enfermera jefe, quien a su vez se puso en contacto con un mdico, que alarm al jefe de servicio, quien confirm la orden que ya haba dado: la chicano deba ver al nio bajo ninguna circunstancia .

    No haba la menor posibilidad de hacer una excepcin con aquel extrao parto.

  • Cuando, al cabo de una hora, la orden lleg de vuelta a la comadrona jefe, esta fue directa a la cama de la chica y rechaz en voz baja su peticin. Pens que el rechazo, por supuesto, deba de basarse en que eralo mejor para el beb.

    Lo siento, es demasiado tarde. Ya se lo han llevado le comunic.En los segundos que siguieron pudieron orse los gritos de la joven incluso desde el otro extremo del edificio; haba en ellos una mezcla de dolor, miedo y furia desenfrenada que golpeaba las paredes igual

    que una tromba atravesando un tnel cerrado.Todos se agacharon y cerraron los ojos con fuerza, como si solo la compacta oscuridad pudiera alejar las visiones que desencadenaba el gritero.Cuando por fin el silencio volvi a permitir el movimiento por los pasillos del hospital, la comadrona jefe hizo llamar a la joven estudiante y la invit a una taza de t de jazmn.Ya s que debi ser duro para ti ver a la chica que vino a parir... el martes dijo, ponindole una mano tranquilizadora en el brazo.Carla escuch con la cabeza agachada a su superior, de quien saba que no tena hijos y viva sola.Ya s que es violento para una mujer ver a otra mujer repudiar as a su hijo, pero tambin es violento para el nio... La comadrona jefe baj la voz hasta convertirla en un suspiro. Se siente con toda claridad

    que necesita un regazo, que tiene las mismas necesidades que todos nosotros, puede que incluso ms. El calor corporal...Dej la ltima palabra flotando en el aire, sin ms explicacin, y Carla todava recuerda el leve temblor de los dedos de la comadrona jefe en su antebrazo.Luego aquellos dedos apretaron con ms fuerza, como si quisiera expulsar el mal que acababa de pasar por el mundo, por lo dems tan lleno de vida, de las comadronas.Pero no podemos hacer nada, Carla. Cuando el Destino lo ha decidido as, lo mejor es que la madre no vea nunca al nio. Por eso lo hacemos.Carla asinti con la cabeza sin decir nada.Al trmino de la jornada del da siguiente subi a la planta de Maternidad, donde unas madres que estaban amamantando le dijeron cul era la habitacin.Pero la cama estaba vaca, la chica se haba ido. Era casi como si todo hubiera sido un sueo.Luego oy unos pasos rpidos detrs, y una voz grave dijo: Hola .Era el ltimo de los detalles que pudo reproducir con claridad muchos aos ms tarde. En medio de la estancia haba una mujer alta con un beb en brazos. Carla solo le llegaba a la barbilla.La salud, confusa, inclinando la cabeza.A ti no te haba visto nunca anunci la mujer alta. Cmo te llamas?Carla divis una carita con los ojos cerrados en los brazos de la mujer.No dijo. Solo soy una estudiante para comadrona de la seccin B...Nada de solo, querida. No hay ninguna mujer que sea solo... Y menos an las comadronas. Si sois el comit de bienvenida a la vida!La mujer se ech a rer y se estremeci, lo que hizo que el beb temblara en sus brazos como si hubiera habido un pequeo terremoto.Carla se ruboriz.No, solo quera... El resto de la respuesta lo haba olvidado.Queras ver si el nio que ayudaste a traer al mundo an estaba aqu explic la mujer alta, volviendo a ponerse seria. S que est. Ahora tenemos que encontrarle un buen hogar. El mejor posible, te lo

    prometo. Soy la seorita Ladegaard, la directora de Kongslund, el hogar de Asistencia a la Maternidad de Skodsborg.La presentacin fue as de breve. Despus, la mujer alta aadi, como si estuviera hablando al pequeo:Los nios me llaman Magna.Carla record que haba un leve olor dulzn a flores en el aire, mezclado con un tufo algo ms fuerte de algo que le pareci humo de cigarro o de purito.La directora sonri y se volvi hacia la puerta.El beb yaca confiado en sus brazos, con los labios fruncidos. Una pequea hendidura casi invisible de color rosa en un rostro blanco dormido. Luego se fueron.

    Una semana ms tarde, un par de kilmetros al norte, la ciudad est despertando. La mujer ha encendido una lmpara de su piso, pero no basta para iluminar la habitacin. Es algo mayor que la chica del HospitalCentral y su nio ha nacido en el mismo lugar, solo que unos das antes.

    Ha pedido a la visitante que se siente en el sof y espere a que haya despertado al nio de la cuna, pero la visitante ha seguido de pie junto a la ventana, como si observar la calle que discurre entre la casa y laestacin de Svanemllen fuera el verdadero objeto de su visita.

    An no hay tranvas por la calle, es demasiado temprano.Entonces la visitante se vuelve.He trado ropa nueva anuncia, y la voz firme no deja resquicio para la discusin. Es espigada, y su delgado rostro plido no deja entrever ninguna emocin ante lo que va a ocurrir.Deposita una bolsa blanca de papel en la mesa.La mujer hace un gesto afirmativo. En realidad le importa un bledo. El acuerdo est cerrado, y conseguir lo que buscaba. No quedar rastro de su traspi; la vida puede continuar, y nadie va a saber nunca nada.Es lo nico que desea de verdad.Vaya dice, mostrando cierto escepticismo con su tono apagado. Al fin y al cabo hablan de su hijo, al menos durante unos minutos ms, pero an est agotada tras los das ms duros de su vida.La visitante se acerca y le da un gorrito y unos peleles de color rojo intenso. No son muy gruesos, y aunque la primavera ha suavizado el aire exterior, parece extrao dejar de lado la ropa de lana; no la llevar.

    En su lugar, la mujer ayuda a la visitante a meter los brazos del beb en las mangas de una chaqueta corta; no cruzan palabra mientras lo hacen.La mujer vuelve a repasar su decisin por ltima vez. Han transcurrido dos semanas desde el primer contacto, y ha sopesado una y otra vez el singular procedimiento y el riesgo, si lo hay. Ha pensado en ello al

    menos diez veces al da, porque se da cuenta de que hay algo que no va bien, algo tcito que no acierta a identificar; pero por mucho que lo sopesa todo, no logra sealar nada concreto.Adems, ya no es su responsabilidad. Es lo que piensa, porque ha decidido que sea as.Finalmente, deposita al beb en un pequeo capazo azul, mete bien el edredn por los lados y pone encima una manta rosa, todo ello sin mirar a la criatura.La visitante lleva el capazo al recibidor.Me voy.Abre la puerta con la mano libre.La mujer asiente con la cabeza.Pues muchas gracias dice, como si le hubieran hecho un favor personal, lo que es absurdo. Siempre ha tenido la impresin de que es justo lo contrario.Se ha quedado un rato observando la estacin, para ver si aparece su visitante con el capazo azul. Pero no ve ningn movimiento. Es como si la tierra se los hubiera tragado a los dos.

    Unos kilmetros hacia el norte, en las casas del barrio de Strandvejen, los mayoristas y directores generales, jefes de servicio y jueces del Tribunal Supremo siguen disfrutando su merecido descanso en camas tansuaves que solo un terremoto o tal vez un guisante, como en el cuento podra atravesar los colchones y perturbar su sueo.

    No hay nadie por la calle, solo la mujer con el capazo azul en su mano derecha. Caminando con solemnidad, desciende la cuesta de la colina de Skodsborg; apenas ha amanecido, y la tapan los matorrales y laprofunda oscuridad bajo los altos rboles. Llega a una gran villa parda que se extiende hasta la orilla.

    En la parte baja de la cuesta la maleza se espacia y se convierte en hierba, por donde la mujer pasa encorvada, dando pasitos rpidos sin hacer el menor ruido. Al final cruza el sendero de entrada, donde la gruesacapa de gravilla rechina un poco bajo sus zapatos con cordones, pero nadie lo oye; despus se desliza con cuidado a lo largo de la pared con el capazo a cierta distancia del cuerpo.

    Aunque es delgada, est claro que tiene fuerza, y su mano no tiembla, a pesar de la carga del capazo. Avanza hasta la casa, se agacha y deposita el capazo en la escalera de entrada del extremo sur. Despus sepone de pie y no se mueve durante casi un minuto. Sin prisa, va girando trescientos sesenta grados, inspeccionndolo todo, antes de retirarse sin hacer ruido y desaparecer en las sombras, bajo las hayas.

    No ha durado ni tres minutos.Si la luz del este hubiera sido algo ms intensa, la mujer del capazo habra visto tal vez el rastro de un viejo sendero en la hierba, entre matorrales de retama, a los pies de la cuesta, y quiz se le habra ocurrido

    subir entre las hayas a la casa vecina de fachada blanca que daba al noroeste.Pero no se habra inquietado demasiado, porque la casa pareca estar rodeada de maleza espesa, matorrales, ortigas y ramas bajas; e incluso si alguien hubiera podido observar su llegada, estaba a ms de

    cincuenta metros, demasiada distancia para distinguir detalles o rasgos faciales.Solo a un iluso se le ocurrira que el Destino pudiera camuflar tan bien su presencia y abandonar su lecho celeste tan temprano para registrar un suceso tan insignificante.Por un segundo la mujer parece advertir una sombra entre los troncos de los rboles. Pero tal vez se trata solo de un pjaro escondindose en la maleza. Justo despus, la cuesta recupera su aspecto como si nada

    se hubiera movido durante siglos.

  • SEGUNDA PARTE

  • SEGUNDA PARTE

  • La bsqueda

  • 2LA CARTA

    5 de mayo de 2008

    En el mundo de mi madre de acogida solo haba una ocupacin importante de verdad: proteger a los seres vulnerables que llegaban a Kongslund, hasta que el comit de adopcin del barrio de Vesterbro,formado por diez personas, encontrara para ellos otra familia adecuada.

    Kongslund es su hogar, Marie comunic, para despus aadir, como si fuera un conjuro especial, casi sobrenatural: Y no lo olvides nunca, el mejor hogar est junto al mar.Cuando los nios se acostaban, ella les cantaba la antigua cancin de versos interminables que nunca pareca acabar: un elefante se balanceaba..., dos elefantes se balanceaban..., despus tres, luego

    cuatro, luego cinco, luego seis... Y al final me dorma, mientras los elefantes seguan balancendose sobre la fina tela de araa.Despus el silencio reinaba en la sala, hasta que se vea sustituido por un leve sonido que volva a convertirse en silencio; as cambiaban las estaciones, y todos los nios que me rodeaban se iban, uno a

    uno, hasta que un da me di cuenta de que era la nica que iba a quedarse all.

    El primer ministro dans tosi. En solo unos meses, su rostro se haba hecho ms anguloso y estaba ms plido de lo que nadie habra credo posible.Pronto se quedara como una hoja blanca de papel ondeando al viento que pareca proceder de los labios algo fruncidos de la Muerte. Se qued un momento inclinado hacia delante; pareca el famoso

    protagonista de Hamlet, una persona golpeada por una epidemia mortal que podra haber sido la tuberculosis, si no fuera porque haca mucho tiempo que se consideraba erradicada del pas que llevaba quinceaos gobernando.

    La otra persona presente en el despacho ms poderoso de Dinamarca se aclar la garganta, tal vez para borrar la gravedad del ataque de tos que haca encorvarse a su jefe.El primer ministro levant por fin la mirada y trat de sonrer al nico ministro en quien ms o menos confiaba de todos los que formaban su gabinete. No era una confianza incondicional, o ingenua pues no

    haba lugar para la ingenuidad en unas esferas en las que ilusiones, ideales y principios podan echar por tierra una carrera en el tiempo que tarda en enviarse un artculo, sino ms bien porque saba que lo queirritaba su garganta eran los Dedos de la Muerte, que ya no iban a soltarlo nunca. El jefe de Gobierno se haba cubierto la boca con un pauelo azul cielo, y el ministro que estaba frente a l esperaba casi quechupara la sangre como un papel secante, pero no se vio ningn color en los pliegues visibles.

    El ladrido continuado fue remitiendo, y la conversacin pudo reanudarse.Creen que aguantar al menos un ao hizo saber el dirigente del pas con voz asombrosamente potente.El escritorio en el que estaba sentado no impresionaba por su tamao, pero era una joya del hogar familiar del padre de la patria, realizado en madera de roble albar alemn y decorado hasta el exceso con oscuros

    motivos grabados. Tena delante un ejemplar de Fri W eekend, y el primer ministro acababa de leer en voz alta un artculo en primera plana con una voz seca y rasposa. Fuentes cercanas al primer ministro prevn que el jefe de Gobierno se retire antes de un ao. Podra comunicarse de manera oficial en la prxima asamblea nacional del partido, en otoo. Una vez ms, es su

    salud la que hace que el primer ministro y sus asesores sopesen un relevo rpido.El dirigente acept la noticia de su muerte casi inminente sin pestaear, incluso trat de rer, y su tos resurgi, haciendo que se derrumbara hacia un costado en su silla tapizada, que el invitado crey que iba a

    volcar.Por fin remiti el ataque de tos, y continu leyendo: No se espera que haya ninguna lucha por el poder en la asamblea nacional, pues parece que han encontrado ya el relevo. Pese a su edad, ser sin duda el experimentado ministro nacional y fiel escudero Ole

    Almind-Enevold, que goza de extraordinaria popularidad no solo dentro del partido, sino tambin entre la poblacin.Mir a su amigo y colega de tantos aos.Te han elegido ya afirm.El otro hombre no supo cmo interpretar aquel tono de voz. Todos saban que el primer ministro era un jefe muy, muy duro, que no admita el menor fallo de sus colegas polticos. Muchos haban interpretado

    mal la sonrisa amable y la aparente confianza, para, en un momento de pavor, darse cuenta de que las apariencias podan ser muy engaosas. An era capaz de demostrarlo, pese a su fragilidad apergaminada.La nica posibilidad de que no salga bien es que cometas un fallo. Transcurri una pausa. Pero t no cometes fallos, verdad?Era como preguntar: Tienes algn secreto que yo desconozca? .El primer ministro detestara entregar el bastn de mando a un hombre que lo deshonrase. Era algo que perturbara su sueo eterno en el Ms All, de eso no caba duda.Una sonrisa tranquilizadora debera bastar como respuesta, de momento.No has tenido hijos...? Formul la pregunta como una constatacin, pero ya se la haba hecho antes con el mismo tono sobreentendido. Quera decir: Hay algn escndalo? Amantes? Nidos de

    amor? .Solo la sonrisa.Es que no quisisteis adoptar, aunque muchos lo hacen... El primer ministro ya saba la explicacin de aquella decisin, pero continu: S, tengo entendido que a tu mujer no le gustaba la idea, de modo que

    tuvo que ser as.La conclusin era claramente absurda. El dirigente nunca habra cedido ante una mujer, y en su Gobierno, de hecho, haba solo cuatro mujeres. Los periodistas bromeaban con que su nombramiento era un mal

    menor, que solo se deba a la consideracin para con los electores.Luego arroj el peridico al escritorio y reprimi otro ataque de tos.En mi puesto, y a tu edad, eso es una ventaja... Su voz se convirti en un susurro. Vas a tener que maniobrar para colocar al verdadero relevo: la prxima generacin. Ese va a ser tu trabajo. Llevar el partido

    a nuevas cotas de poder.No haba ms que decir.Los dos hombres se dieron la mano. Fue un apretn que ambos saban que era vinculante hasta la muerte. La del primer ministro, claro.

    Aquella misma maana, a no muchos metros del despacho del agonizante primer ministro, empez el proceso que se conocera en Dinamarca como el caso Kongslund , aunque en los medios de comunicacintuvo mucho ms que ver con personas estaban implicados polticos conocidos, altos funcionarios y gente de los medios que con la casa que fue sealada como foco del escndalo.

    La carta que desencaden todo se recibi la maana del 5 de mayo de 2008, en el 63. aniversario de la Liberacin.Lleg por correo ordinario al Ministerio Nacional, que, al igual que la Presidencia del Gobierno, empezaba a desperezarse. El sobre azul y de forma apaisada fue depositado en el montn del correo de la enorme

    sala de recepcin, que desde antiguo desde los tiempos en que el Ministerio Nacional se denominaba Ministerio del Interior llamaban el Palacio , y all estaba an a las siete y media, cuando la secretaria deljefe de Gabinete entr a trabajar y lo mir con escepticismo.

    No tena mucho tiempo para evaluar su aspecto claramente extrao, porque el jefe ya haba llegado, algo despeinado, y estaba encendiendo los aparatos de su despacho.Justo despus de la inesperada y legendaria victoria electoral de 2001, el recin nombrado estratega de relaciones pblicas a quien los funcionarios haban puesto el apodo de El Curandero quit la

    insulsa denominacin de Secretariado del Ministerio y la sustituy por Jefatura de Gabinete, mucho ms contundente y agresiva. El jefe de Gabinete, Orla Berntsen, sola sentarse un momento para absorber la pazdel ministerio recin despertado, tal vez recuperara el aliento perdido en el trayecto en bicicleta por el trfico de Copenhague, o tal vez pensara por un breve instante en su esposa y sus dos hijas, a quienes no veadesde haca casi dos meses; pero nadie poda saberlo con certeza, pues nunca hablaba de s mismo.

    Ya en el puesto de entrada le comunicaron que el ministro nacional estaba reunido en la Presidencia del Gobierno, pero que, como siempre, aparecera en la reunin matinal y se sentara a la cabecera de la mesaa las nueve en punto. Como todos los das, el jefe de Gabinete haba dejado las pinzas de andar en bici en el cenicero redondo con el monograma del ministerio, y acentu el pliegue del pantaln mojando losdedos con saliva y agachndose con discrecin.

    En realidad no era ni madrugador ni deportista; la aficin por la bicicleta era resultado del programa gubernamental de respeto hacia el medio ambiente con objeto de mejorar la imagen, programa que ElCurandero haba diseado hasta el menor detalle. Debemos demostrar en la prctica nuestra preocupacin por el clima global y el medio ambiente de este pas! , fue lo que dijo, y la fiebre medioambiental llegen unos pocos meses a todos los polticos conocidos y a sus altos funcionarios, lo quisieran o no. En la primavera de 2008 flotaba sobre todo el Gobierno un tenue olor a sudor y desodorante, principalmente porla maana; y, en cuanto al jefe de Gabinete, con mayor intensidad en torno a axilas y cuello.

    De hecho, cuando una de las pocas veces que apareci en los medios aborreca aquello con toda su alma, sali como si fuera un bloque gris: de constitucin cuadrada, vestido con traje gris y corbata gris acuadros, no pareca gran cosa cuando se sentaba encogido tras su colosal escritorio de palosanto. Desde su ventana haba vistas a un jardn diseado con gusto, donde el jardinero del ministerio haba instaladoun pequeo surtidor, y del estanque surga un cuerpo de serpiente finamente tallado, en forma de enorme S , proyectando una nube azul de agua a lo alto, bajo la bveda celeste. Cuando no soplaba nada deviento, la columna de agua poda alzarse a tal altura que atrapaba los rayos de sol y los condensaba en un arcoris que iba de un tejado a otro y pareca unir las diversas alas del ministerio con un puente areomulticolor.

    El jefe de Gabinete desvi la mirada. El espectculo le recordaba los das en que no deseaba pensar, bajo los rboles empapados de su barrio infantil, que haba odiado ms que ninguna otra cosa.Gir hacia la bandeja del correo e hizo crujir los dedos; se oyeron una serie de chasquidos breves mientras expulsaba de su cuerpo toda la energa no deseada, antes de extender la mano hacia las cartas.En lo alto del montn haba un sobre apaisado azul que iba a ser la causa de mucho mal, y en el instante en que sus dedos chocaron con l se sorbi la nariz sin querer, como si previera acontecimientos

    imposibles de prever.Tras los aos de miedo generalizado y acciones terroristas de Nueva York, Madrid y Londres, la carta debera haber pasado un control de seguridad; por otro lado, parte de la imagen, muy importante y eficaz,

    del ministerio consista en su postura decidida en la lucha de la nacin contra las fuerzas terroristas y fundamentalistas que amenazaban a Dinamarca.El Ministerio Nacional llevaba siete aos administrando con eficacia las reas de refugiados e integracin, a la vez que deba cuidar y fortalecer las particularidades nacionales y la identidad danesa de la

    sociedad en general.La secretaria del jefe de Gabinete, con ese mismo espritu, contempl un rato el sobre, lo puso a contraluz y descart cualquier sospecha de que pudiera contener explosivos o quiz el cuerpo sin vida de una

    rata aplastada, como le ocurri a un ministro anterior (la simbologa era evidente). Pero al final decidi colocar el sobre que sin duda iba a provocar el primer enfado del da encima del montn del correo del jefede Gabinete, para superar cuanto antes una posible crisis.

    El sobre no llevaba pegatinas ni consignas como las que les gustaban a los crticos con el ministerio. Tena un matasellos del 2 de mayo de 2008, de la oficina de correos del barrio de sterbro, y estaba algoabultado en el centro, como si hubieran metido algo de tela o una pelota pequea desinflada. Orla dio la vuelta al sobre con el cortapapeles ningn remite y volvi a girarlo.

    Apret la zona abultada con cuidado. Era blanda y ceda.Despus se sirvi caf en la taza alta que sus hijas le regalaron al cumplir cuarenta y seis aos, y aquella fue tambin la ltima vez que haban celebrado algo. El fabricante haba impreso a la derecha del asa El

    mejor PADRE del mundo en cursiva azul; Orla solo usaba aquella taza cuando estaba solo.

  • Lo ms probable era que el sobre contuviera el mensaje furioso de algn ciudadano preocupado por las numerosas culturas extraas llegadas al pas, y que el Ministerio Nacional haba jurado controlar comocontraprestacin por las sorprendentes victorias del partido en 2001 y 2005.

    Podra haber sido una de aquellas cartas. Y es lo que habra credo, de no haber sido por un pequeo detalle: la direccin.No estaba escrita con rotulador ni impresa. En su lugar, el remitente se haba tomado el fatigoso trabajo de recortar de una revista o de un peridico antiguo todas las letras de la direccin, una a una, de

    diferentes tamaos, pero impresas en el mismo papel barato, blanco grisceo; despus las haba pegado al sobre, tambin una a una, sin ensuciar nada con el pegamento. Observ un buen rato el impresionantemontaje. Luego apret un botn y mand llamar a la Mosca, que se haba ganado el apodo por una opereta, porque siempre estaba revoloteando alrededor y nunca dejaba las cosas sin hacer. Como secretariapersonal no haba otra igual.

    Al poco sinti una brisa, cuando ella se sent en una silla de respaldo alto. Le extendi el sobre azul. Los labios de la secretaria se movieron, y se dio cuenta de que estaba contando las letras. l ya lo habahecho. Haba sesenta en total, algunas rojas, pero la mayora negras, algunas de las ltimas con un borde blanco, entre otras la L de Orla y la I y la L de P il.

    Orla Pil Berntsen,Slotsholmen,Christiansborg Slotplads,Copenhague KCuatro lneas. Muy melodramticas por su montaje multicolor.No s qu hay en... empez a decir, vacilante. El mero uso de su segundo nombre lo haba inquietado. Llevaba muchos aos sin usarlo de manera oficial.La Mosca sacudi con cuidado el sobre, como para ahuyentar los peores augurios.A lo mejor no es ms que un ratn muerto observ, casi en un susurro.Un ratn muerto? Orla se detuvo, asustado.O excrementos... de algn animal.La nariz afilada de la Mosca se estremeci, como queriendo captar el olor a podredumbre del misterioso envo.Su jefe estaba sudado, desprenda un olor dulzn; la Mosca fue volando a la ventana y la abri de par en par.Si no fuera por el aura de misterio que rodeaba la carta, lo habra tomado por una broma. Pero not una especie de cosquilleo en la nariz, un temor que conoca del mundo en que haba crecido. Saba que a los

    pocos minutos hara su irrupcin el dolor de cabeza.Quiz debiramos, despus de todo, dejar que lo abran en Seguridad dijo la Mosca, hablando de nuevo en voz baja, casi susurrando.Orla imagin enseguida el titular de Fri W eekend: Alto funcionario deja que agentes inocentes carguen con el mochuelo . Asi el cortapapeles y respondi:No creo que sea peligroso.La Mosca emiti un gritito y aterriz algo ms lejos.Lo ms seguro es que quieran darnos un susto, y, sea quien sea el remitente, ha conseguido un montn de publicidad gratis.Volvi a sorberse la nariz con fuerza.Despus us el elegante cortapapeles curvo de La Habana, que fue su regalo de boda por parte de Lucilla cuando por fin se casaron en 2001; vacil, pero solo un segundo, antes de sacudir el sobre para que el

    contenido cayera sobre el escritorio. No tena la menor idea de quin haba enviado la carta ni de qu dedos haban plegado con cuidado los dos pedazos de papel y los haban colocado para cubrir lo que alprincipio crey que parecan dos pequeos retazos de tejido blanco. Gui los ojos, confuso, como si estuviera bajo una intensa luz solar; despus tom una de las bolas de tejido y la examin con curiosidad.

    Pero... qu es esto?La Mosca repiti la pregunta, aunque sin sonido, detrs de l, para que viera lo leal que era. Orla casi percibi el temeroso aliento de su secretaria contra la piel cuando se acerc.Se trataba, para su gran sorpresa, de un calcetn de beb, hecho a ganchillo, de la talla del pie de un beb pequeo; se vea con claridad.Orla estuvo un rato largo mirando sin comprender el extrao objeto, y volvi a sorberse la nariz, una vez ms demasiado alto. Tanto su madre como su exmujer habran entendido enseguida qu le ocurra al

    hombre que se haba convertido en jefe de Gabinete del ministerio ms poderoso del pas.Dio media vuelta y observ, para su alivio, que la Mosca estaba al menos a un metro de distancia, y que no poda ver los detalles del contenido del sobre. Un par de calcetines de beb? Por un instante su

    mente se detuvo, luego registr el resto del contenido. Con los dedos temblorosos, para su gran irritacin, como si tuviera fro, tom con un gesto rpido el folio del escritorio y lo apart de la mirada fija de laMosca, mientras lo examinaba.

    Pareca una fotocopia de una doble pgina de revista; en la pgina de la izquierda haban dibujado un crculo que recordaba un marco antiguo. Dentro del marco se vea una vieja villa de paredes marrnrojizo envuelta en una bruma gris, era lo que pareca, y la bruma ocultaba el cielo, y tambin los cimientos, como si la casa nunca hubiera estado unida de verdad a la tierra.

    Por encima de la hiedra de la pared, sobre el empinado tejado oscuro, haba no menos de siete chimeneas blancas tres en cada extremo y una en el centro, recalcando lo fabuloso de la imagen. Las vigas deltejado brillaban, como si la foto estuviera hecha nada ms amanecer, antes de que los rayos del sol evaporasen el roco.

    El desconocido remitente haba colocado en la hoja de la derecha otra imagen, que pareca una vieja fotografa de aficionado, reproducida en blanco y negro: bajo un rbol de Navidad que llegaba hasta eltecho, un grupo de nios posaban sentados en una alfombra mirando al fotgrafo. Todos llevaban gorros de gnomos, y un par de ellos parecan sonrer, mientras que los dems estaban serios y se los veaasustados, quiz debido a la atencin concentrada del fotgrafo.

    Encima de la imagen haban escrito tres palabras: Los siete enanitos .Bajo la vieja foto se poda leer el nico texto impreso de las dos pginas: Los siete enanitos cinco nios y dos nias viven en la Sala de los Elefantes, dispuestos a encontrar un buen hogar con el ao

    nuevo .El jefe de Gabinete arrug involuntariamente el entrecejo sin que la Mosca lo viera y continu leyendo: La posibilidad de ocultar la identidad de la familia biolgica contribuye a que se elija la adopcin

    y no el aborto ilegal. Se dice que tambin algunos daneses conocidos, cuyo nombre y fama sufriran un dao irreparable si fueran objeto de la curiosidad pblica, disponen as de la discreta efectividad de laAsistencia a la Maternidad. En tales casos, es fundamental la ocultacin de los nombres de los padres biolgicos .

    Percibi la curiosidad de la Mosca tras su hombro derecho.No es nada respondi a una pregunta no formulada, y tap ambas fotos con la mano. Ya me ocupo yo.Not la desilusin de la Mosca, que se desliz junto a los paneles hacia la puerta, pero se detuvo una vez ms, obstinada, como tena por costumbre.No es nada repiti l en voz algo ms alta. Ya me ocupo yo.La Mosca o Fanny, que es como se llamaba se qued un rato en el vano de la puerta, tozuda y encorvada, pero luego se apart de mala gana del umbral, dejando en la estancia una dbil brisa al cerrar la puerta.El jefe de Gabinete aspir hondo y volvi a mirar la carta. De haber estado all Lucilla, lo habra prevenido contra el miedo que estaba a punto de apoderarse de l.Aunque las imgenes no revelaban nada, aparte de lo que poda leerse en el breve texto, supo de inmediato cul era su origen. Saba lo que representaban, y tambin conoca el nombre del lugar donde se haban

    tomado. Reconoci sin ninguna dificultad la gran villa marrn.Solt otro poco de aire por la nariz y se volvi hacia el papel, que era ms resistente, blanco y ms rgido, y que cruji cuando lo despleg. Casi haba esperado otra fotografa (tal vez hasta suya), pero lo que

    tena en la mano era la fotocopia de un formulario o una hoja de registro como los que han empleado las autoridades pblicas desde los tiempos de Gutenberg.Vio las marcas de las perforaciones para las anillas en la parte izquierda de la hoja, y supuso que el original lo haban sacado de un cuaderno de anillas antes de fotocopiarlo.Se inclin sobre el papel y ley. En la esquina superior izquierda pona el ao, 1961, nada ms, pero hizo que su respiracin casi se detuviera.Su mirada se desliz por media docena de columnas estrechas cuyo objetivo era establecer la identidad de una persona: Nombre. Fecha de nacimiento. Lugar de nacimiento. Direccin.Lo segua una serie de campos para indicar otras informaciones no tan tradicionales: Madre biolgica. Nombre. Direccin. Y debajo otra vez: Padre biolgico. Nombre. Direccin.En la parte inferior del formulario, las autoridades haban dispuesto una casilla extensa con las palabras: Nombre y direccin de los padres adoptivos.Era un formulario de adopcin pensado para familias sin hijos que solicitaban hacerse cargo de alguno de esos nios no deseados. Los haba visto antes. Por supuesto.En el impreso original solo se haba rellenado uno de los campos, el primero. A lpiz o a bolgrafo, alguien, lo ms seguro que haca mucho tiempo, haba escrito un solo nombre con cuidada caligrafa inglesa.

    Estaba tan claro que, pese al tiempo transcurrido, poda leerse sin dificultad: John Bjergstrand .Aquel nombre no deca nada en absoluto a Orla Berntsen, jefe de Gabinete del Ministerio Nacional. Le pareci que sonaba algo extico. Haba un pequeo espacio entre nombre y apellido y, tal vez debido a

    un impulso repentino, la misma pluma haba aadido unas palabras que sonaban raro: Sala de Recin Nacidos .Not otro par de gotas de sudor en el caballete de la nariz, justo debajo del borde de las gafas, pero dio la vuelta al papel y mir la parte posterior: nada.Despus volvi a sorberse la nariz y achic los ojos tras las gafas. Qu poda hacer un funcionario de cuarenta y seis aos a punto de divorciarse con un viejo formulario de registro rellenado a medias? Tema

    que deba saber la respuesta, pero no era as.No era el nombre lo que sonaba tan inquietante, podra haberlo dejado pensativo unos das, para despus olvidarlo otra vez; no, era otra cosa, y una gota de sudor cay desde la punta de la nariz al nombre

    escrito a mano en la parte superior del formulario. Se esmer en secarla con una servilleta de papel, como si hubiera olvidado que no era un original, en el que la tinta podra haberse corrido.Luego se levant de la silla y volvi a contemplar el arcoris que brillaba en el chorro de agua que brotaba de la boca de la serpiente. Sinti, ms que oy, el borboteante sonido de pnico de su pecho, como si

    algn ser primigenio hubiera buscado refugio en su interior, al igual que l mismo, haca mucho tiempo, se haba acurrucado entre la maleza del pantano cuando sus perseguidores lanzaron sus intensos conos deluz en la oscuridad para buscarlo.

    Si alguien hubiera podido leerle el pensamiento, habra reparado en que el asustado jefe de Gabinete no formulaba la pregunta ms simple, la que cualquier receptor de una misiva tan extraa habra tenido queformular...

    Por qu me la han enviado a m?

    Tras la victoria electoral de 2005, el despacho del ministro nacional se ampli al doble de su tamao, porque el segundo hombre ms poderoso del Gobierno prcticamente exigi una sala de audiencias comopago por su inestimable contribucin a la febril campaa electoral.

    Al despacho llegaba solo el crculo exclusivo escogido por el ministro nacional. Todos eran miembros de la asociacin ANV, que l mismo haba fundado al principio de su carrera, pero que no se haba dado aconocer a la opinin pblica hasta entonces.

    Las siglas correspondan a Acceso de los Nios a la Vida.En las elecciones de 2005, la asociacin fue un autntico xito, ya que apoyaba el derecho ilimitado a vivir de los nios daneses sin nacer, reciclando as la idea de que el aborto solo deba ser la solucin en

    los pocos casos en que hubiera peligro real para la vida de la madre, o en los que hubiera plena seguridad de que el nio iba a morir de todas formas al poco tiempo de nacer. La natalidad llevaba mucho tiempodescendiendo, lo que causaba excedentes de personas mayores y una disminucin inquietante del nmero de nios; y el pas necesitaba nios daneses sanos. En el mercado laboral tendran que ser sustituidoscada vez ms por gente de lugares remotos del globo, y por eso aumentaba el apoyo entre la ciudadana danesa a esa combinacin lgica de lo prctico-econmico con lo cristiano-moral. Sobre todo porque creanque el crecimiento poblacional de los daneses reforzara la nacin frente al nmero creciente de inmigrantes. Los daneses corran el peligro de convertirse en minora en su propio pas, tanto el partido como laoposicin lo haban presentado como escenario ominoso durante la ltima campaa electoral. Pero el partido tena una carta escondida en la figura del ministro nacional.

    Ole Almind-Enevold se preparaba, contra su costumbre, para una reunin relajada: Sentaos, y feliz aniversario de la Liberacin! .En aquel instante apareci en la puerta el Curandero, algo sofocado, y se desliz junto a la pared hasta una silla libre. El retraso y el sofoco eran parte integrante de la imagen del jefe de relaciones pblicas.Qu pasa con este chico tamil? pregunt el ministro, agitando una carpeta verde de un centmetro de espesor. La arroj con irritante precisin delante del subsecretario, a quien los funcionarios del

    ministerio haban apodado el Hombre de Grauballe, debido al parecido de su piel verde-azulada con la del famoso descubrimiento milenario en un pantano en las inmediaciones de Silkeborg. Sobre qu se metiene que informar?

  • Orla Berntsen se alegraba de no haber presentado el caso en persona y habrselo dado al jefe supremo del departamento, que a su vez no se atrevi a quedarse a verlas venir en caso de que explotara de prontoen forma de problema imprevisto. El ministro nacional detestaba los casos complicados, y sus recomendaciones haban sido siempre de una simpleza enternecedora: quitarlos del medio o enterrarlos bien hondopara que nadie los encuentre.

    Algunos periodistas (y funcionarios) lo llamaban Rey Absoluto*, a lo que se prestaba su nombre, y todos pensaban que su eficacia sistemtica era estremecedora.El Hombre de Grauballe dej caer los brazos, apenado.Es solo para tu conocimiento. Solo si te encuentras con algn periodista de Fri W eekend. Solo ellos se interesan por el caso. De momento.Orla se fij en que haba empleado tres veces la palabra solo.No irs a decirme que un chico tamil de once aos puede convertirse en un caso serio, verdad? pregunt el Rey del Ministerio Nacional.

    Quiz repuso el subsecretario, con cuidado. Puede sentar jurisprudencia en la decisin del ministerio sobre la expulsin de menores no acompaados que buscan asilo. Por eso, en este momento seencuentra solo en una celda del centro de acogida de la regin Norte...

    Se detuvo, cosa poco habitual en l.Ole Almind-Enevold sacudi con fuerza la cabeza.Tengo mis dudas.El caso estaba an por debatir. Orla Berntsen mir la foto que el guardia del centro de acogida haba enviado al ministerio, donde apareca un nio de rostro inocente, tupido pelo negro y un par de

    inquisitivos ojos castaos; no era ms que una mota de polvo en el universo. Hizo un gesto afirmativo al Hombre de Grauballe. Estaban de acuerdo. Aquel caso poda explotar en cualquier momento. Todavaquedaban muchos daneses que se sentan incmodos al ver a nios llorando. Hablaran sobre eso despus.

    Es el 5 de mayo.La voz volvi a sonar alegre, pues la Liberacin era el punto de partida natural del relato en el que Ole Almind-Enevold era el protagonista: el relato de la necesidad actual del Ministerio Nacional y de su

    propia contribucin desinteresada a favor de la patria durante la Segunda Guerra Mundial.Era una historia que segua sin perder fuerza con el paso de los aos, y ninguno de sus enemigos polticos se haba atrevido a abordarla. Segn el mito, el ministro se lanz a la guerra en 1943, cuando no era

    ms que un chico y apenas poda levantar las bolsas con explosivos que sola transportar para los luchadores por la libertad de mayor edad. El enorme campo que cubra y su fantstica energa en bicicleta ocorriendo lo haban hecho acreedor del nombre de guerra el Corredor , y, por lo que cuenta la historia, con solo trece aos particip en la liquidacin de un chivato en los terrenos de la estacin de Svanemllen.El chivato haba amenazado con una pistola a un miembro mayor de la resistencia, pero el pequeo ayudante se abalanz sobre l y asi con fuerza el can del arma. Se revolcaron por el suelo, la pistola se dispary el traidor muri con un balazo entre los ojos.

    Result ser una historia con gran atractivo para la gente. Contina haciendo misiones al servicio de la nacin , deca el efectivo eslogan del Curandero en peridicos y carteles durante la emocionantecampaa electoral de noviembre de 2001, justo despus del atentado terrorista de Estados Unidos, y en 2005 el propio Curandero lo transform en el exitoso eslogan: Recados para la democracia .

    En el universo del funcionario Orla Berntsen, el patriotismo no era ninguna virtud especial; todos los enemigos de su vida haban sido daneses de pura cepa, y su madre no perda oportunidad de hablarle de lahabitual hipocresa danesa, que haba atormentado su infancia y la vida de ambos en el barrio de casas adosadas junto al pantano, all por los aos sesenta. Por aquellos aos, miles de jvenes madres solterasabandonaban a sus hijos recin nacidos y los entregaban a familias desconocidas, solo para evitar la vergenza personal y la condena, y a las pocas que rechazaban la adopcin ofrecida apenas las toleraban en susentornos. Un chico como Orla, sin padre, era un nio ilegtimo, un bastardo; y virtudes nacionales como la comunidad y la unin ( solidaridad , como rezaba an con cierta presuncin en el programa delpartido) no influan para nada. Por la misma razn, consideraba la tendencia a la hipocresa el nico rasgo mental verdadero del carcter nacional dans; pero nunca se lo deca a nadie, y menos an en el ministerioque gestionaba en nombre del exitoso ministro.

    En pblico y de puertas para fuera, Berntsen sola argumentar en tono objetivo contra la invasin de falsos buscadores de asilo y refugiados econmicos. Personalmente, no vea diferencias entre las personas,blancas o negras, de una u otra cultura o religin; estaba ms all de tales distinciones, y tal vez fuera eso lo que a veces haca que los gestores del ministerio se estremecieran y le pusieran un apodo que solo seatrevan a cuchichear entre ellos.

    Orla Berntsen casi haba olvidado el sobre azul, pero el extraordinario envo segua todava sobre el escritorio, donde lo haba dejado bajo la taza que le recordaba a su mujer y a sus hijas.Volvi a observar la fotografa de los siete nios ante el rbol de Navidad, bajo el titular Los siete enanitos . Todos llevaban un gorro de gnomo. Luego examin el motivo envuelto en un crculo: la

    majestuosa villa de tejado oscuro, brillante. No solo conoca la casa, tambin saba por qu en la reproduccin de la revista estaba enmarcada en un crculo de borde dorado. Su madre tena una imagen con elmismo motivo colgada de la pared de la sala. Muy pocas personas lo sabran. Oy en su cabeza la voz de su madre como un leve zumbido, pero no distingua las palabras. Tras su muerte, haba adquirido lacostumbre de hablarle en susurros, pero los mensajes casi nunca tenan sentido, y la mayora no eran sino retazos de conversaciones que haban mantenido en el pasado.

    Estir los dedos y los movi un poco, como si tratara de enviar una seal discreta a un invitado invisible que estuviera en el despacho. Despus percibi la presencia de la Mosca tras l.Han llamado tres veces de Fri W eekend mientras estabas fuera susurr.Por un instante Orla no supo de dnde proceda la voz. Despus la secretaria dio la vuelta al escritorio, repiti el mensaje en voz ms alta y aadi algo espantoso:Era ese periodista..., Knud Tsing.Estaba claro que saba el efecto que iba a producir el nombre en su jefe.Orla percibi con claridad su propio sudor mezclado con el aroma optimista del Gobierno.Dile que estoy reunido.Ha dicho que era importante... Algo relativo a un annimo. La Mosca susurr la ltima palabra entre sus labios delgados.Como respuesta a su informacin, recibi una dbil sorbida de nariz.Bien. Bueno, pues psamelo si vuelve a llamar. Sera ms peligroso tratar de evitarlo.Orla Berntsen observ el formulario por cuarta vez. John Bjergstrand. El nombre no le deca nada, pero alguien deba de pensar que era tan importante como para haber enviado por si acaso una copia al ms

    antiguo enemigo del ministerio, el periodista de Fri W eekend, publicacin que se llamaba as porque no poda permitirse salir a la calle el resto de la semana. Era la nica explicacin posible. Como obedeciendouna orden, el telfono volvi a zumbar.

    Se oy un clic en el altavoz.Te lo paso.No necesitaba repetir el nombre.Orla se qued un rato callado, not la presencia de su interlocutor al otro lado de la lnea y dijo en voz alta:Soy Orla Berntsen.Tsing. La voz era grave y nasal. No haba cambiado desde su primer encuentro. Debi de ser haca diez aos, tal vez ms.S...?La voz denotaba la misma tranquilidad persuasiva que aquella maana en que su enemistad toc techo. Aquella vez el telfono era del Ministerio de Justicia, y el viejo peridico del Gobierno (entonces en sus

    tiempos de grandeza) haba puesto al descubierto un escndalo que poda hundir al ministro y a sus apoyos ms cercanos. El periodista no le pregunt nada, solo le comunic que el diario iba a publicar elartculo demoledor al da siguiente, con o sin comentario del ministro.

    Orla lo mand a frer esprragos.Lo publicaron.Aquello a punto estuvo de echar por tierra su carrera. Pero al poco tiempo Knud Tsing cay en desgracia por un error fatal que creci hasta dimensiones catastrficas, y todo el renombre del periodista qued

    pulverizado en menos de veinticuatro horas. En el ministerio brindaron por aquel fantstico planchazo en numerosas ocasiones; era incomprensible que el periodista siguiera en activo.El ministro tiene otro nmero explic Orla. Busc por instinto una va de escape.No es con el Rey con quien tengo que hablar. Todava no. La voz tena un deje burln. Pero saldalo de mi parte aadi, sarcstico. De momento quiero hablar contigo.Orla Berntsen cubri con la mano la palabra PADRE de la taza vaca.Hemos recibido una carta aqu, en el peridico. Es una carta, cmo te dira yo..., enigmtica inform el periodista.El jefe de Gabinete pens, contra toda lgica, en sus hijas, a las que tuvo que abandonar cuando volvi a su hogar de la niez, en Sborg.Tengo aqu la carta. De hecho, no es ms que un artculo, creo, fotocopiado, con una foto de una casa y varios nios, y un texto bastante crptico. Pero abajo del todo pone algo que no entiendo: Copia

    enviada a Orla Berntsen, jefe de Gabinete del ministro nacional, Ole Almind-Enevold, Ministerio Nacional . Esos solo podis ser t y tu honorable jefe. Y, bueno, me preguntaba si habais recibido la mismacarta. Un sobre azul. Apaisado. Letras rojas y negras. Todas recortadas de una vieja revista, por lo que parece.

    Hizo una breve pausa.Muy melodramtico. Como en una vieja novela policaca de Agatha Christie.Orla no dijo nada.Ests ah, Berntsen?Qu pone? quiso saber. Aquello era un cuarto, casi media confirmacin.Es un texto corto sobre nios adoptados por otras familias. Creo que las fotos se han utilizado para ilustrar un artculo sobre la adopcin. El texto de la foto sugiere algo encubierto. Que algunos nios de

    aquella poca eran secretamente entregados en adopcin para as proteger a los padres biolgicos. Pero hay tambin dos objetos... El periodista vacil un momento: una especie de formulario, con un nombre, yun par de pequeos calcetines blancos de lana. Parecen de beb. Es lo ms misterioso de todo.

    Se dijera lo que se dijese de Tsing, sus descripciones eran breves y precisas. El todopoderoso jefe de Gabinete oy un dbil crujido de papel al otro lado de la lnea.T qu opinas? pregunt su incordiador.Te lo han enviado a ti...? se oy responder Orla. Mentir era peligroso, y el contenido de la carta era an demasiado singular e inexplicable como para constituir una amenaza inmediata. Nadie poda deducir

    nada de aquello. Todo haba pasado haca tanto tiempo que no poda guardar la menor relacin con su carrera o vida actuales.De hecho, nos lo han enviado a... Orla Berntsen oy al periodista vacilar y buscar entre papeles, a m y a Nils Viggo Jensen. Nils es mi fotgrafo habitual para grandes reportajes.Era increble que a Knud Tsing todava se le permitiera escribir reportajes en un peridico de cobertura nacional, por pequeo que fuera, pens Orla. Por otra parte, haca aos que abordaba temas

    superficiales, triviales e inocuos. Si su pasado no hubiera sido tan glorioso, habra escrito su ltimo artculo el da que su fama se cuarte, y haca casi diez aos de aquello.S, Berntsen... La voz del otro lado son con algo de guasa. Tienes razn... Este viejo caballo de circo se huele, si no una gran historia, s al menos serrn de cierta calidad en la pista. Eso debo reconocerlo,

    aqu, entre nosotros. Y ahora te toca a ti. Creo que tambin t has recibido la misma carta misteriosa.S admiti Orla. Sera mejor reconocerlo.Hubo un silencio. El periodista esper.Pero aadi el jefe de gabinete no tengo ni idea de lo que significa.A ti tambin te han enviado... un par de calcetines... y el extrao formulario?S repiti.John Bjergstrand?

  • S.Quin es?Pequea sorbida de nariz.Ni idea.Tambin te han enviado las fotos de los nios? Y el extrao texto?S.No puedo preguntarte quines son?No.O lo que significa todo esto?No. No tengo la menor idea al respecto. Ahora estaba mintiendo, pero bueno.No tienes ni idea de cul puede ser la intencin?No. No tengo ni idea de cul puede ser la intencin. Nunca he conocido a nadie que se llamara John Bjergstrand. Bscalo en la gua telefnica.Ja, ja.Orla oa la respiracin del periodista al otro lado de la lnea.En una de las fotos aparece una casa rodeada por un crculo coment Knud Tsing, cambiando de tema. Qu casa es esa?Desde luego, ma no es. Y otra sorbida de nariz reveladora.Eso ya lo s.Tsing era uno de los pocos periodistas que haba visitado alguna vez a Orla Berntsen cuando no hubo otro remedio, pero esta vez la vida privada del jefe de Gabinete estaba igual de oculta que sus

    sentimientos, quiz ms. De fuentes oficiales solo se saba que estaba casado, tena dos hijas y viva en la zona donde residan los ricos, en Gentofte. Entre los periodistas corra la voz de que su mujer era cubana,y los ms crticos se divertan ante el curioso hecho de que el jefe del entonces denominado Departamento de Extranjeros, que haba denegado casi todas las peticiones de permiso de residencia por razoneshumanitarias hechas por refugiados, se hubiera casado con una extranjera. Adems, sbdita de uno de los ltimos pases socialistas del mundo.

    Tal vez se debiera a eso que, segn los rumores, fuera a divorciarse.Por qu recalca el autor del annimo que te la ha enviado a ti, como jefe de Gabinete del Ministerio Nacional, y hasta pone el nombre del ministro? pregunt el periodista.No tengo ni idea.Esto tiene que ver con el Rey Absoluto?No puedes tomarte en serio esa carta, Tsing dijo con algo ms de fuerza en la voz. El ministro no la ha visto para nada.Qu casa es esa? Otra vez el tono cortante.Orla Berntsen vacil. El asunto no deba aparecer ms misterioso de lo que era, y la verdad solucionara aquel problema. Por otra parte, no poda andar cambalacheando con el secreto de su vida, del que ni

    siquiera sus dos hijas saban nada, delante de un periodista. Menos an de Knud Tsing.Vers... Lo que yo piense, o sienta..., o sepa acerca de mi correo privado, no concierne a nadie ms.Son arrogante.S, a la opinin pblica, P il Berntsen. No lo olvides. Tambin se lo han enviado a la opinin pblica.Ahora el periodista amenazaba con dar publicidad al asunto.Pero si la ha enviado un chiflado...! Oy cmo soltaba el aire al decir la ltima palabra. Nada elegante. Hundi los hombros y puso las manos sobre el escritorio. Escucha, Tsing, estoy bastante ocupado.

    Tengo una recepcin con el primer ministro por lo de la Liberacin.S. Es lo que me ha dicho tu secretaria. Pero has de saber que si no me dices algo de esa villa, o al menos me das una direccin, voy a tener que hacer pblicas tanto la foto como la carta, as como una

    transcripcin de nuestra conversacin, y si no ofrecemos una recompensa a cambio de ms informacin, al menos habremos cursado una gran invitacin al gran detective de la opinin pblica para que resuelva lacuestin por nosotros. Y entonces s que llegaremos a una explicacin.

    Orla Berntsen no estaba seguro de que el periodista deshonrado fuera a hacer efectiva su amenaza. Despus percibi una corriente de aire y sinti, ms que oy, la voz de su madre desde el Ms All: Qu msda, Orla? La nica solucin posible: deja que se sepa la verdad .

    Tom la decisin de la forma ms breve posible:La casa est en Skodsborg. Es un hogar infantil. Y ahora debo dejarte. Y cort la comunicacin.Se levant y se dirigi a la ventana. La serpiente segua escupiendo agua a la bveda celeste. Estornud.Mierda, se dijo.Cerr los ojos y se hundi en el sof color mostaza de jefe de Gabinete, donde de vez en cuando se echaba una cabezada. Nunca ms de cinco o seis minutos, y siempre con los pies fuera.All, medio en sueos, sola identificar los mayores problemas de su carrera, sealar nuevos rumbos, encontrar soluciones, lo que le haba granjeado la fama de solucionador de problemas que lo convirti en un

    asesor muy solicitado en las crisis de Gobierno. Siempre tena preparado un plan de salvamento que funcionaba, porque, al fin y al cabo, era un estratega tremendo. Cuando aflojaba un poco su cota de malla mental,no encontraba una capa ms blanda de estructura ms porosa, como la mayora de la gente; al contrario. En los primeros quince aos de su vida soport las burlas de los otros chicos, mientras l giraba en torno alcrculo irrompible que formaban, como un pequeo insecto entrometido que se mantena en circulacin solo porque estaba alerta y por su capacidad de sacudirse de encima todas las humillaciones. Se rea como undescosido, sorba su pecosa nariz cuadrada con obstinacin, mientras la boca segua riendo y los ojos azul claro medan la direccin de los golpes y el lugar donde esperaba el impacto. Siempre haba sido unafachada, y el olfato del chico para rapidsimas maniobras evasivas sigui vivo en el hombre, tambin despus de que su rostro creciera y ya no revelara sus pensamientos ni echara a rer con la risa tonta de la niez.

    Si alguno de los chicos del barrio lo hubiera visto hoy, solo habra reconocido la mirada vigilante, las frecuentes sorbidas de mocos y el leve temblor de las pupilas tras los cristales de sus gafas.Por una vez, Orla Berntsen no saba qu hacer. Se levant del sof. La carta segua sobre la mesa. La habra visto el ministro nacional? Se resista a creerlo, porque la Mosca se lo habra comunicado con aire

    triunfal.Su cuerpo se hundi en la silla. Los grandes cristales de sus gafas se empaaron un poco, los prpados semicerrados estaban hinchados, tensos, las pestaas eran cortas y rubias. Debera pasrsela a su jefe

    inmediato? Haba una buena razn. Pero aun as dudaba. No existe objetivo inalcanzable , le dijo una vez el ministro, haca tiempo. Solo para el que vacila (las palabras escandalizaron a su amigo de la juventud Severin, claro que tampoco lleg a nada en el

    mundo de la abogaca).A Orla le encantaban las mximas que Ole Almind-Enevold le inculc desde las primeras reuniones tras su nombramiento. Todas ellas trataban de la eleccin correcta en la situacin correcta y la capacidad de

    decisin que ambos apreciaban. De la voluntad de encontrar el camino ms eficaz cuando era necesario. Quien desee dominar el mundo debe reaccionar cuando este se transforma.Orla Berntsen sonri cuando lo oy. Por supuesto. Quien elige la compasin frente a la firmeza, pierde su capacidad de decisin.El ministro jams la perdi. Quien elige la clemencia frente a ser consecuente, se queda solo, rezagado.Era quiz lo ms importante, incluso el secreto. La posibilidad de dar rienda suelta a la rabia sin arrepentirse. Quien no se atreve a matar se derrumba en el momento decisivo , fue lo que dijo el jefe de Orla Berntsen sobre su contribucin a la resistencia. Y todo el pas aplaudi.El jefe de Gabinete apart la taza. Los calcetines de ganchillo blancos estaban en la mesa, ante l, y estuvo un rato en silencio absoluto. Luego tecle un nmero en su lnea privada, esper un momento y oy

    por el auricular una cautelosa voz de mujer:Bufete de abogados.Quiero hablar con Sren Severin Nielsen anunci.Llevaban ms de diez aos sin hablarse. La ruptura se produjo por un rechazo a la peticin de asilo humanitario a una refugiada siria que haba ocupado las primeras planas. Severin, que era su abogado, estaba

    que se suba por las paredes. Orla mantuvo la negativa al permiso de residencia a pesar de la amistad que una vez los haba unido. Un par de das ms tarde la llevaron al aeropuerto, y no se supo ms de ella.Esta vez su antiguo amigo era defensor del chico tamil de once aos que estaba en peligro de expulsin, y eso era un problema, claro, pero no era ese el problema del que deseaba hablar el jefe de Gabinete.Sren Nielsen est en el juzgado.Dej su nmero directo y un mensaje, breve, pero claro. Severin, llmame, es urgente.

    A menos de un kilmetro de all, el periodista dio media vuelta en la silla giratoria de su escritorio y arroj el telfono mvil sobre la mesa.Skodsborg dijo, triunfante. En Skodsborg solo hay un hogar infantil conocido; claro que tambin es un hogar bastante especial... Ni ms ni menos que Kongslund, el orgullo de la nacin!La alegra de la voz de Knud Tsing no dejaba lugar a dudas. Atrajo hacia s el ordenador porttil.Durante muchos aos Kongslund ha recibido un trato especial por parte del Gobierno, y asignaciones especiales, y quin crees que ha sido su protector y benefactor desde la guerra?No haca falta que dijera el nombre ni que su invitado respondiera. De todas formas, el fotgrafo Nils Jensen era hombre de pocas palabras.Y quin crees que particip en la lucha junto con las seoritas de Kongslund que trabajaban en secreto para el grupo ms famoso de la resistencia durante la guerra?Knud Tsing encendi el ordenador y al final dijo el nombre.En ambos casos, la respuesta es Ole Almind-Enevold, ministro nacional de Dinamarca y futuro primer ministro, si es que la muerte cumple con su deber y se lleva a nuestro padre de la patria de este valle de

    lgrimas dentro de pocos meses. Como ha prometido.El fotgrafo sigui callado.El periodista tecle nueve letras en el campo de bsqueda de la pantalla. Cay parte del relleno de la silla desvencijada, y unos pedacitos de gomaespuma de color naranja se le quedaron pegados al pantaln.Kongslund repiti, casi abstrado, solo vuelto a medias hacia la figura delgada que se sentaba en la nica otra silla del despacho. El Hogar Infantil de Kongslund. Debe de haber alguna razn para que

    hayamos recibido esta carta.O tal vez no. Fueron las primeras palabras del fotgrafo.Knud Tsing mir con cierta clemencia al hombre que de alguna forma se haba convertido en su amigo; el nico que le quedaba tras ocho largos aos en el humillante carril lento de su carrera de periodista.Nils Jensen haba puesto cuatro pilas en un flash casi tan grande como la cmara que tena en el regazo.Un hogar infantil? solt, dando un toque de escepticismo a la inocente palabra.S. Pero no es un hogar cualquiera... Ni ms ni menos que Kongslund.El periodista sacudi con tal violencia el sobre azul que podra haberse temido que las letras de colores que componan el nombre y la direccin se despegaran y cayeran al suelo.Aqu hay una historia que, en mi opinin, est bastante clara: un nio llamado John Bjergstrand fue entregado en adopcin a unos padres desconocidos; ese nio era uno