El viejo tempestad

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El viejo tempestad. Cuando el cielo se llena de pronto de grises y el viento empieza a azotar con sus manos heladas, es que se prepara un fuerte aguacero. Y al caer los goterones que revientan como balazos y rebotan contra el suelo y sacuden las hojas de los árboles, también se escucha el estrépito de los truenos seguidos de una chispa gigantesca que centellea en la atmósfera y produce temor a los hombres y a los animales. La lluvia arrecia y fulguran los rayos. Y retumban los truenos y nadie sabe que la voz del trueno es la voz de un anciano llamado Palayg, que vive en las altas nubes y empieza a brincar de unas a otras cuando ellas se desbaratan convertidas en aguacero. Un viejo con una voz colosal que sale de lo alto, de la nube donde él se encuentra y corre y baja para ser oída por los mortales en un inmenso territorio. El viejo Palayg es el mismísimo trueno y, como además en su mano derecha tiene una larga vara de oro, cuando da un brinco de una a otra nube se ve en el cielo el resplandor de la vara, que no es otra cosa que el relámpago. El viejo Tempestad, este viejo llamado Palayg, es al mismo tiempo trueno y rayo; es estrépito y es luminosidad; es el anciano que se molesta cuando su cama de nubes se enfria para convertirse en lluvia, de modo que su inquietud y su fastidio lo llevan a saltar buscando el calor de otras nubes mientras grita con su poderosa voz y hace que el brillo de su vara de oro ponga en los cielos formidables resplandores. En: Solarte Lindo, Fernando. “El hombre con cola de León”. Carlos Valencia Editores. Julio de 1980. P.59.

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El viejo tempestad.

Cuando el cielo se llena de pronto de grises y el viento empieza a azotar con sus manos heladas, es que se prepara un fuerte aguacero. Y al caer los goterones que revientan como balazos y rebotan contra el suelo y sacuden las hojas de los árboles, también se escucha el estrépito de los truenos seguidos de una chispa gigantesca que centellea en la atmósfera y produce temor a los hombres y a los animales.

La lluvia arrecia y fulguran los rayos. Y retumban los truenos y nadie sabe que la voz del trueno es la voz de un anciano llamado Palayg, que vive en las altas nubes y empieza a brincar de unas a otras cuando ellas se desbaratan convertidas en aguacero. Un viejo con una voz colosal que sale de lo alto, de la nube donde él se encuentra y corre y baja para ser oída por los mortales en un inmenso territorio.

El viejo Palayg es el mismísimo trueno y, como además en su mano derecha tiene una larga vara de oro, cuando da un brinco de una a otra nube se ve en el cielo el resplandor de la vara, que no es otra cosa que el relámpago.

El viejo Tempestad, este viejo llamado Palayg, es al mismo tiempo trueno y rayo; es estrépito y es luminosidad; es el anciano que se molesta cuando su cama de nubes se enfria para convertirse en lluvia, de modo que su inquietud y su fastidio lo llevan a saltar buscando el calor de otras nubes mientras grita con su poderosa voz y hace que el brillo de su vara de oro ponga en los cielos formidables resplandores.

En: Solarte Lindo, Fernando. “El hombre con cola de León”. Carlos Valencia Editores. Julio de 1980. P.59.