Elogio de la democracia - Sin Permiso

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Elogio de la democracia No tengo tiempo. Geografías de la precariedad Jorge Moruno Akal 2018 En la mitología griega, en el principio del mundo sólo existía el Vacío, al que los griegos llamaron Caos. Esto es, una gran inmensidad vacua y oscura, en la que nada podía aparece. Posteriormente, surgieron de forma sucesiva la Tierra (Gea) y el Cielo (Urano), ya que éste fue un producto de aquélla. La única actividad original de Urano era la sexual, penetrando permanentemente a Gea y engendrando nuevas criaturas, que no podían vivir y desarrollarse porque no había ningún espacio entre ellos, entre el plano de la tierra y el del cielo. Una de esas criaturas fue el Tiempo (Cronos), quien, no por casualidad, trazó una alianza con Gea, su madre, para castrar a Urano, su padre; separando así la tierra del cielo y abriendo un nuevo espacio para la sucesión de las generaciones en el devenir de los días y las noches. Cronos, el más joven y audaz de los hijos de Gea y Urano, conseguirá convertirse en el rey de los dioses y el mundo, entre otras cosas, devorando a sus propios hijos con el objetivo de evitar correr el mismo destino que su padre. Finalmente, lo inevitable tuvo lugar: una nueva alianza maternofilial, esta vez, entre Rea y Zeus permitió a través de una estratagema y una larga guerra desbancar a Cronos, el Tiempo, de su soberanía temporal y establecer un nuevo orden, justo y sustentado por sus iguales (el resto de los dioses). Rodrigo Amírola 07/04/2018

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Elogio de la democracia

No tengo tiempo. Geografías de la precariedad

Jorge Moruno

Akal 2018

En la mitología griega, en el principio del mundo sólo existía el Vacío, al que los griegos llamaron

Caos. Esto es, una gran inmensidad vacua y oscura, en la que nada podía aparece. Posteriormente,

surgieron de forma sucesiva la Tierra (Gea) y el Cielo (Urano), ya que éste fue un producto de

aquélla. La única actividad original de Urano era la sexual, penetrando permanentemente a Gea y

engendrando nuevas criaturas, que no podían vivir y desarrollarse porque no había ningún espacio

entre ellos, entre el plano de la tierra y el del cielo. Una de esas criaturas fue el Tiempo (Cronos),

quien, no por casualidad, trazó una alianza con Gea, su madre, para castrar a Urano, su padre;

separando así la tierra del cielo y abriendo un nuevo espacio para la sucesión de las generaciones

en el devenir de los días y las noches. Cronos, el más joven y audaz de los hijos de Gea y Urano,

conseguirá convertirse en el rey de los dioses y el mundo, entre otras cosas, devorando a sus

propios hijos con el objetivo de evitar correr el mismo destino que su padre. Finalmente, lo inevitable

tuvo lugar: una nueva alianza maternofilial, esta vez, entre Rea y Zeus permitió a través de una

estratagema y una larga guerra desbancar a Cronos, el Tiempo, de su soberanía temporal y

establecer un nuevo orden, justo y sustentado por sus iguales (el resto de los dioses).

Rodrigo Amírola 07/04/2018

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No tengo tiempo, el último artefacto político e intelectual de Jorge Moruno Danzi, parte de dos

lecciones, que aún podemos aprender de los griegos: la primera lección consiste en que el tiempo es

una de las cuestiones políticas por antonomasia (baste recordar que Cronos es el primer político de

la “historia” griega) y la segunda es que las diferentes sociedades históricas lo experimentan de

forma particular. El autor se vale de la experiencia del tiempo en nuestras sociedades actuales como

hilo conductor para una serie de “reflexiones pensadas a la carrera”, que abarcan desde el

capitalismo contemporáneo en su fase neoliberal hasta la reivindicación de una política del común,

que no puede siquiera plantearse sin la emancipación económica, pasando por la necesidad del

feminismo y del ecologismo como paradigmas, desde los cuales plantear una crítica radical a la

economía política de la precariedad. Como decíamos anteriormente, el tiempo ha sido

experimentado de forma diferente en diferentes sociedades históricas, pues su uso y disfrute

dependen fundamentalmente del modo de organizar política y económicamente una sociedad. Así

como el célebre historiador de la Edad Media, Jacques Le Goff, mostró las transformaciones

económicas, sociales, técnicas e institucionales que propiciaron una transición desde el tiempo

eclesiástico al tiempo empresarial, que comenzó con la introducción de ese sistema de medición y

división del tiempo en las ciudades flamencas del siglo XIV; Moruno trata en su ensayo de iluminar

las “novedades” del capitalismo financiarizado y que lleva ya adelante su colonización de las

distintas esferas de la vida incluso a través de la simulación: la extensión de la precariedad como

condición existencial y la aparición de condiciones de servidumbre y de formas de explotación ya

olvidadas, la economía de plataformas y sus armazones ideológicos como el coaching, el

mindfullness o el discurso del emprendedor, que conquistan incluso el propio yo de los sujetos. En

definitiva, nos muestra cómo el neoliberalismo no es solo un sistema de dominación, sino una

auténtica forma de vida, que moldea a los individuos, que sufren, son heridos y se resisten a él, y las

paradojas existenciales y políticas que todo ello implica.

Así este ensayo, como otros publicados recientemente en España de forma sintomática por autores

de su misma generación como Remedios Zafra (El entusiasmo) o Alberto Santamaría (En los límites

de lo posible), tiene una doble virtud en su análisis del capitalismo en su actual fase neoliberal: de un

lado, lo observan y analizan no de manera meramente negativa, es decir, como un sistema de

dominación externo a sujetos previamente constituidos, sino que se hacen cargo de los efectos que

esa conexión entre el sujeto y el modelo económico y político tiene y, de otro, tratan de enfrentarlo

políticamente de maneras productivas, conectándose con la mejor tradición del panfleto político y

llamando a la acción transformadora.

En ese sentido, Moruno insiste en tres ideas políticas que me parecen decisivas: en primer lugar, la

necesidad de aprender del enemigo y analizar las formas en las que éste ha cooptado y reelaborado

ideológicamente en su favor creencias, deseos, facultades y energías humanas profundas como, por

ejemplo, ocurre con el emprendimiento, esto es, la libertad de emprender proyectos en solitario o de

manera común con autonomía y suficiencia. De manera indiscutible, bajo las condiciones

económicas y sociales actuales el discurso del emprendedor es una ideología justificativa del orden

existente y resulta radicalmente falsa por la imposibilidad de emprender proyectos viables para la

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mayoría de la gente, pero es políticamente efectivo porque ha conseguido de manera exitosa

capturar esos deseos y aspiraciones básicas.

En segundo lugar, y derivado de lo anterior, aunque el pleno empleo fuese un objetivo ambicioso y

radical políticamente durante buena parte del siglo XX; hoy, en la época de la precariedad

generalizada y la demolición del empleo como organizador de la vida individual y colectiva de

nuestras sociedades, y la automatización y la digitalización de las economías avanzadas es un

horizonte irrealista y poco efectivo a la hora de movilizar y canalizar las energías sociales presentes.

De este modo, recupera la sencilla y aún provocadora propuesta de una renta básica universal, que

garantice la existencia material a toda la población y, entonces sí, le permita desarrollar sus

proyectos de vida. No hay que olvidar que cada vez desde más ideologías y lugares insospechados

se está defendiendo la radical idea de una renta básica para todos los individuos,

independientemente de su situación laboral – recuérdense las polémicas declaraciones del fundador

de Facebook, Mark Zuckerberg. Lo importante - destaca el autor - , no es la medida de política

económica en sí, sino el sentido de la misma y la cantidad de efectos políticos y económicos, que

podrían desprenderse de ella. La emancipación económica no se puede desvincular del cambio

político. Hay ya una batalla por el sentido de la renta básica: si ésta será la clave de bóveda de un

nuevo Estado social y democrático, o si supondrá un paso más en el desmantelamiento de los

derechos sociales y la atomización de nuestras sociedades.

En tercer lugar, la reivindicación de la antigua y potente idea de democracia, esto es, una política de

la mayoría, de la gente común, que es capaz de organizar la sociedad y establecer un nuevo orden,

lejos de la excepcionalidad neoliberal en la que nunca hay tiempo, en el que los tiempos de trabajo,

de disfrute y de ocio sean distribuidos de forma más justa, razonable y vivible. Esto solo es posible si

se mejoran las condiciones de vida de la mayoría de la población y ésta puede hacerse cargo de su

destino.

Lejos de nuestros antepasados griegos, en lo que respecta a la creencia en dioses como Zeus o

héroes prometeicos, que vayan a solucionarnos la papeleta, la gente común solamente puede

confiar en sí misma y en la acción política transformadora para cambiar el injusto e irracional estado

de cosas existente. Por ello, “No tengo tiempo” es, además de una inteligente y sugerente critica de

la ideología del neoliberalismo, un elogio de la democracia.

licenciado en Filosofía por la UCM, cursó el posgrado de Análisis económico y político del

capitalismo contemporáneo de la UB y fue coordinador de la Secretaría Política de

Podemos hasta comienzos de 2017

Rodrigo Amírola

Fuente: www.sinpermiso.info, 8-4-18 URL de origen (modified on 08/04/2018 - 22:05): https://www.sinpermiso.info/textos/elogio-de-la-

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