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    ESTUDIOSDE CULTURA

    OTOPAME

    Universidad Nacional Autnoma de MxicoInstituto de Investigaciones Antropolgicas

    Mxico 2002

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    Primera edicin: 2002 2002, Universidad Nacional Autnoma de MxicoInstituto de Investigaciones AntropolgicasCiudad Universitaria, 04510, Mxico, D. F.

    ISSN: En trmite

    D.R. Derechos reservados conforme a la leyImpreso y hecho en MxicoPrinted in Mexico

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    EN BUSCA DE LOS DUEOS DEL SILENCIO: COSMOVISINY ADN ANTIGUO DE LAS POBLACIONES OTOMES

    EPICLSICAS DE LA REGIN DE TULA

    PATRICIAFOURNIERROCOVARGAS SANDERS

    Introduccin

    Una temtica de difcil resolucin en las investigaciones arqueolgicas esla interpretacin, con base en la cultura material, de qu grupos tnicos ha-bitaron en determinadas regiones en el pasado; sobre todo cuando las pocasde estudio rebasan por su profundidad temporal a aquellos periodos paralos cuales se cuenta con datos etnohistricos, que proporcionan indiciosrespecto a las caractersticas generales o particulares de los grupos huma-nos que se asentaron en zonas especficas. Las mismas definiciones de ques un grupo tnico derivadas de enfoques antropolgicos (Barth 1976;Bate 1984; Bromley 1986; Daz Polanco 1984) que se fundamentan en elestudio de sociedades contemporneas y que hacen nfasis en elementoslingsticos o formas organizativas sociales, a menudo resultan ser pocoadecuadas para abordar el anlisis de unidades sociales pretritas, aun cuan-do existen propuestas recientes de utilidad derivadas de anlisis arqueol-gicos (Fournier 1992; Jones 1997; Navarrete Snchez 1990; Ortiz Ceballos1990; Sugiura 1991) en las que la lengua que hablaban los individuos, seconsidera una entre muchas variables para la identificacin fundamenta-

    da en la evidencia material de los elementos que caracterizaron a gruposespecficos en el pasado.

    Desde nuestra perspectiva, la etnicidad refiere a la vida social de laspersonas, a las dimensiones que son la base de las diferencias entre gruposy que se reflejan en la cultura material de la vida cotidiana a travs decomplejos artefactuales, en el modo de vida, en las formas de comporta-miento y de pensamiento. Los grupos tnicos presentan unidad en fun-cin de tradiciones particulares que incluyen un territorio, lengua,

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    especializaciones econmicas y adaptaciones al entorno fsico-ambientalcomunes, adems de que comparten categoras cognitivas como la reli-gin, sistemas de valores y cosmovisin; los integrantes de esta clase degrupos tienen un origen comn, sea histrico, biolgico y/o mtico, ade-ms de que participan en actividades compartidas en las que la descen-dencia comn y la cultura son significativas (De Vos 1982; Fournier 1992;Kochin 1983; Yinger 1983).

    En este artculo, aislaremos la cosmovisin y aspectos biolgicos de entrelas variables definitorias citadas propias de las entidades tnicas, ademsde que haremos referencia a aspectos lingsticos para sustentar hipte-sis que contribuyan a la identificacin del grupo otom, uno de los menoscomprendidos a pesar de ser multicitados por su probable importancia en

    los procesos de desarrollo sociocultural precolombino en los valles centra-les de Mesoamrica (Fournier 2001a; Wright; 1994; Sanders 2002).

    Desde hace ms de cinco dcadas, Carrasco (1987: 311-312), en sudetallado anlisis de las fuentes etnohistricas acerca de los otomes, plan-te la necesidad de recurrir a estudios arqueolgicos en las zonas otomianasregistradas documentalmente para el Posclsico tardo y el periodo Colo-nial temprano para entender el desarrollo cultural de esa clase de pobla-ciones humanas; adems, consider de gran relevancia realizar anlisis delingstica comparada para lograr un mejor entendimiento de la historia

    de la familia otopame. Si bien a la fecha hay un cmulo considerable deinvestigaciones arqueolgicas en los valles centrales mesoamericanos y enla periferia norte de Mesoamrica, asiento de grupos otopames en el siglo

    XVI; segn las fuentes, adems de que hay avances sustanciales derivadosde la glotocronologa respecto a la amplia profundidad temporal del tron-co lingstico otomangue y la diversificacin de las distintas lenguas queforman parte de ste en el Mxico antiguo (Fournier 2001a), an restahacer frente al reto de identificar a esos grupos arqueolgicamente.

    En esta presentacin, nos fundamentaremos en informacin arqueol-gica recientemente recabada en un asentamiento ubicado en la regin de

    Tula que data del Epiclsico, cuya ocupacin abarca de aproximadamente600 a 900 d.C. con base en fechamientos de radiocarbono (Fournier yCervantes en prensa).

    Segn las evidencias documentales, la regin de Tula ha sido hogar delos hh o los otomes, los dueos del silencio como propone lla-marlos Galinier (1998), que parecen evadir a los arquelogos en el altipla-no central mexicano aunque no a historiadores y etnlogos. Ms all delas especulaciones que se derivan de los registros escritos recabados en el

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    periodo Colonial, resulta difcil comprender cul fue su cultura material yen qu pocas remotas o recientes del pasado precolombino contribuye-ron o fueron copartcipes del desarrollo de la civilizacin mesoamericana.

    Las confusiones derivadas de la interpretacin de las fuentes etnohist-ricas hacen difcil diferenciar a unos y otros otomes, pues poblaron ampliosterritorios en extremo distintos en cuanto a las caractersticas del entornofsico-ambiental; es decir, que sus modos de vida siguieron dinmicas di-versas a travs del tiempo. No obstante, su cosmovisin es susceptible deanlisis con base en analogas etnogrficas para darle sentido al registromaterial a travs de interpretaciones simblicas y, as, proceder a la lecturade textos ocultos en el afn de rastrear a los otomes arqueolgicos.

    La bsqueda de los dueos del silencio que nos lleva ahora a estudiar

    el ritualismo funerario y el ADN antiguo de los habitantes precolombinosde la regin de Tula, ineludiblemente refiere en trminos simblicos a lascaractersticas de su cosmovisin y al culto a divinidades particulares, ascomo a la aplicacin de tcnicas derivadas de la biologa molecular. Sibien para el Posclsico tardo y el periodo Colonial en las fuentes se regis-tra que los otomes estaban asentados en la regin de Tula y que rendanpleitesa a Muye, seor de la lluvia, smil de Tlaloc, ofrendando en loscerros vasijas con que llamaban al agua, o bien se hace referencia a Eday,dios de los vientos con atributos correspondientes a los de Ehecatl (Acua

    1987; Carrasco 1987; Sahagn 1989), estos cultos remiten ms que aidentificatorios exclusivos de los hh a generalidades del sistema ri-tual de la Triple Alianza Mexica que sojuzg a la regin.

    Para el caso particular de la regin de Tula, esta es la primera investiga-cin en la que se hace uso de los resultados derivados de anlisis simbli-cos de la ritualidad funeraria y del ADNantiguo de los materiales seos,para evaluar hiptesis acerca de la filiacin tnica de sus habitantes. A suvez, stos, sirven de va de contraste de modelos que buscan entender losdesarrollos sociales como endgenos (Fournier y Bolaos en prensa; To-rres et al. 1999) en contraposicin con los que abogan por procesos

    migratorios, con el objetivo de comprender la dinmica poblacional y losmecanismos de interaccin prehispnicos.

    La regin de Tula

    La regin de Tula cubre ms de 1 000 km2segn nuestra delimitacin conbase en patrones culturales, los cuales se originan desde aproximadamenteel 200 dC durante la fase Tlamimilolpa definida para Teotihuacan. Si bien

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    hay evidencias de asentamientos que datan del Preclsico tardo son esca-sos los sitios de esa poca y, al parecer, sus poblaciones mantenan nexos conlas de la Cuenca de Mxico, que se adscriben a las fases Ticomn yPatlachique (Fournier 1995). A partir de la fase Tzacualli, la regin seintegr al sistema sociopoltico y econmico teotihuacano para alcanzaruna densidad poblacional relativamente alta durante la fase Tlamimilolpa,en comparacin con pocas previas (Daz 1980; Torres et al. 1999). Algu-nos investigadores han considerado que para las fases Xolalpan y Metepechay un decremento poblacional y la llegada de migrantes procedentes dereas septentrionales (Mastache y Cobean 1989), hiptesis que no ha sidocontrastadaempricamente. Desde nuestra perspectiva, existen indicadoresarqueolgicos de que hubo tendencias a la regionalizacin hacia fines del

    periodo Clsico con la consecuente fundacin de nuevos asentamientospor parte de la poblacin local. Hemos interpretado estos procesos comoun resultado de la retraccin del control teotihuacano en zonas perifricasdel imperio teotihuacano (Torres et al. 1999), lo cual provoc que laspoblaciones autctonas de la regin de Tula dejaran de participar en elsistema econmico y poltico de la Ciudad de los Dioses y se iniciara unaserie de transformaciones estructurales, base de la conformacin de nue-vas unidades sociopolticas en el Epiclsico (Torres et al. 1999).

    Durante el Epiclsico (600-900 dC), se agudizan los procesos de

    regionalizacin, que no necesariamente se explican por la llegada de nue-vos migrantes a la regin. Surgen as una serie de asentamientos relativa-mente prximos a los del periodo Clsico, observndose tendencias a lanucleacin en zonas adecuadas para la agricultura y con fuentes perma-nentes de agua (figura 1). Existen dos tipos de sitios segn su ubicacinen la geoforma, cuya contemporaneidad an no se ha dilucidado por com-pleto: asentamientos en la cima de cerros, por ejemplo mesas, o bien loca-lizados sea en lomas de pendiente suave o valles (Mastache y Cobean 1989;Fournier y Bolaos en prensa). En estos asentamientos son similares loselementos de cultura material caractersticos de la tradicin epiclsica, sea

    la cermica, figurillas, ltica tallada, prcticas mortuorias, elementos ar-quitectnicos o tcnicas constructivas (Bonfil 1998; Cervantes y Fournier1994; Fournier 2001b; Fournier y Cervantes 1997; Fournier y Bolaos enprensa; Mastache y Cobean 1989; Jackson 1990a, 1990b; Gmez et al.1994; Patio 1994).

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    Figura 1. Ubicacin de los principales asentamientos epiclsicos en la regin de Tula.

    Chapantongo, unidad sociopoltica epiclsica de la regin de Tula

    Chapantongo es una de las unidades sociopolticas independientes delEpiclsico de la regin de Tula, cuya poblacin fue copartcipe de pautasanlogas a las de la poca en el Valle de Toluca y la Cuenca de Mxico dela llamada cultura coyotlatelco. El sitio arqueolgico se ubica en la cabe-

    Oxtotipac

    Chapantongo

    Tlaunilolpan

    El XithiTenango

    Sayula

    Tepetitln

    San GabrielNextlalpan

    Macua Endho

    Alpuyeca

    Tula

    Huitel

    Tlahuelilpan

    La Mesa

    Tezontepec

    El guila

    Tezoquipa

    Bomintzha

    Principales unidades sociopolticas

    Sitios semidispersos y dispersos

    0 1 2 3 4 5 10 km

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    cera del municipio de Chapantongo y se localiza en un valle de dimensio-nes reducidas a menos de 25 km al noroeste de Tula. Las evidencias ar-queolgicas en superficie cubren un rea aproximada de 2.5 km2, dondese observan dos conjuntos con arquitectura monumental: 1) Los Cerritos,ubicado en el lmite noroeste del asentamiento sobre una loma tepetatosay sus inmediaciones donde existen modificaciones artificiales que consis-ten en sistemas de plataformas, abarcando ms de 1 km2, donde se observala mayor densidad constructiva (figura 2); 2) Los Mogotes, que se encuentra

    2

    1

    3ab

    c

    0 10 20 30 40 m

    N

    Figura 2. Reconstruccin hipottica de los principales recintos en el sector de Los Cerritosde Chapantongo. 1. Plaza hundida. 2. Recinto ceremonial. 3. Recinto cvico-residencial: a.

    basamento piramidal construido sobre un conjunto residencial. b. edificio con espacioporticado, denominado Estructura de la Luna. c. recinto del Altar de los Crneos.

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    sobre la planicie aluvial de un arroyo en el extremo sureste del sitio, y quecubre aproximadamente 0.5 km2. Adems, hay evidencias de posibles uni-dades habitacionales y extensas terrazas agrcolas-residenciales entre am-bos sectores.

    Destaca la regularidad de la traza del asentamiento con orientacionesde naturaleza astronmica solsticial (Iwaniszewski y Fournier 1999) y elnmero de conjuntos arquitectnicos, incluyendo una plaza hundida yuna calzada, as como su extensin. En la regin de Tula, al parecer, Cha-pantongo nicamente es superado por Tula Chico en cuanto a su comple-jidad entre los si tios nucleados de la poca hasta ahora reportadosAtitalaquia, Tula Chico, La Mesa, El Aguila-Los Chimalli, San Gabriel-Vinolas, El Xithi, Batha y Chapantongo (cf. Fournier y Bolaos en pren-

    sa; Mastache y Cobean 1989), sedes al parecer de unidades sociopolticasindependientes que, aunque contaban con territorios excluyentes, inter-actuaron dentro del marco de procesos intraregionales y supraregionales(Fournier y Bolaos en prensa).

    Las intervenciones en Chapantongo se han centrado en dos sectoresdel sitio. El primero corresponde a un recinto cvico-ceremonial y residen-cial de elite conocido en la localidad como Los Cerritos, nombre que hacereferencia a la abundante presencia de arquitectura monumental, dondese excav un rea de ms de 600 m2en la porcin septentrional y occidental

    del asentamiento (Fournier et al.1996; Fournier y Cervantes 1997, 1998;Fournier y Bolaos 1999, 2000). Una de las estructuras descubiertas estperfectamente orientada hacia la posicin de la luna en el solsticio de ve-rano, segn los marcadores de horizonte de la localidad, especficamentela sierra que se localiza al este del asentamiento (Iwaniszewski y Fournier1999), misma que hemos denominado la Estructura de la Luna (figura 3).El segundo sector, donde se han realizado intervenciones, denominado Ca-rretera (figura 4) y descubierto a raz de un rescate arqueolgico dadoque las evidencias estaban soterradas, se ubica al este del primero, a me-nos de 250 metros de distancia, en los mrgenes de la carretera actual que

    conduce de Tula a Alfajayucan; las excavaciones cubrieron un rea de cer-ca de 100 m2(Fournier y Cervantes 1998; Fournier y Bolaos 1999).

    En el sector de Los Cerritos (figura 2), donde se concentra la arquitec-tura monumental, se observan claramente en superficie ocho basamentoshasta de 5 m de altura organizados en funcin de cuatro espacios abiertos,en la parte central resalta un conjunto con tres estructuras y una platafor-ma baja, que se distribuyen alrededor de una plaza hundida a la que seaccede por una calzada y que al parecer corresponde al eje de la traza del

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    asentamiento. En las unidades de excavacin se identifican diferentes cla-ses de conjuntos residenciales por su distribucin y su posible funcin,aun cuando se vinculan con el rea nuclear del recinto cvico-ceremonial

    del asentamiento. En tres casos se observa la asociacin de estructuras deplanta rectangular con edificios circulares con espacio interno, estos lti-mos poco comunes en Mesoamrica aunque existen en el sitio epiclsicode La Mesa, localizado tambin en la regin de Tula (Bonfil 1998; Mastachey Cobean 1989; Patio 1994); as como en asentamientos de la llamadaCultura de las Mesas en la zona de Huichapan, Hidalgo (Cedeo 1998).Destacan dos estructuras con talud-tablero, una de probable naturalezaresidencial (figura 5) y otra correspondiente a un altar, que son las prime-

    Figura 3. La Estructura de la Luna, caracterizada por su acceso porticado con dospilastras, mostrando la disposicin de los enterramientos humanos

    en la porcin este del edificio.

    0 1 m

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    ras reportadas con este estilo reminiscente del teotihuacano para la reginde Tula y que datan del Epiclsico. Uno de los edificios de planta rectan-gular tiene un espacio porticado mediante el uso de pilastras, que se ase-meja tambin a la arquitectura del sitio de La Mesa, adems de que en ungrupo de casas tambin hay un prtico con pilastras por medio del cual seaccede a cuartos, uno de ellos con pintura mural en las jambas.

    Los tipos diagnsticos del complejo Coyotlatelco de la regin (figura6), de la fase Prado-Corral, incluyen Coyotlatelco Rojo/Caf, Ana MaraRojo/Caf, Clara Luz Negro Esgrafiado (los cuales aparecen asociados enofrendas funerarias), Chapantongo Rojo y Caones Rojo/Caf, ademsde distintos tipos de ollas y cntaros (Los Mogotes Caf Pulido, XithRojo/Caf, El Pino Rojo/Caf y El ashmi Rojo/Caf, entre otros) que

    no slo se emplearon para la preparacin de alimentos al fuego sino tam-bin para el transporte y almacenamiento de agua y, tal vez, de la saviafresca de maguey requerida para preparar pulque. En trminos generales,los materiales arqueolgicos indican una economa agrcola basada en elcultivo del maz y el frijol, complementada con la recoleccin de ama-rantceas y chaenopodium, la explotacin intensiva del agave, la cra de

    Carretera

    reanoexcavada

    reanoexcavada

    reanoexcavada

    Cepa

    0 1 m

    XIII

    N

    Figura 4. Sector Carretera de Chapantongo, mostrando la disposicin de losenterramientos en una plataforma de planta rectangular.

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    perros domsticos, la caza de fauna silvestre, la produccin de cermica yla factura de artefactos en basalto, abundante en la localidad, entre losque predominan cepillos (figura 6). Los materiales de intercambio proce-den de San Luis Potos dada la presencia de materiales cermicos del tipoAmoladeras Fino de la zona de Ro Verde (Michelet 1996) y de la regin

    de San Juan del Ro-Huichapan con cermica del tipo Rojo EsgrafiadoXajay, relativamente cercana y con la que hubo mayor interaccin pues enlos sitios de esa zona son comunes los materiales que se produjeron en laregin de Tula. El acceso a obsidiana gris, aparentemente ya trabajada ennavajas (figura 6) de yacimientos ubicados en Michoacn (Ucareo) y Quer-taro (Fuentezuelas) identificada con base en anlisis de activacin neutr-nica, es evidencia de mecanismos comerciales de interaccin en los queparticiparon las poblaciones epiclsicas de nuestra regin de estudio con

    rea noexcavada

    rea noexcavada

    reano

    excavada

    rea noexcavada

    rea noexcavada

    rea noexcavada

    rea noexcavada

    Piso 10Piso 2Piso 3

    Piso 4Piso 2a

    Capa VIIICapa XIIIntrusinCapaConcreto

    Capa XVICapa XIII

    N

    P.D.A. 97 -98Sitio 2 ChapantongoSector Los CerritosU.E.3 Planta General

    de Distribucin de ElementosEscala 1:20

    Figura 5. Recinto del Altar de los Crneos, mostrando la disposicin general deledificio con talud-tablero, la disposicin de enterramientos humanos y el altar.

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    las que vivan en zonas ms lejanas (Fournier y Pastrana 1999). Por otraparte, la presencia de cuentas de caracoles marinos y de placas de micaindica redes de intercambio a larga distancia con zonas costeras y conOaxaca.

    En las diferentes unidades de excavacin se han recuperado ms de trestoneladas de tiestos, fragmentos de figurillas (figura 6), de artefactos lticosy de concha de agua dulce, as como muestras paleobotnicas, arqueo-zoolgicas y de carbn, destacando ms de 30 enterramientos humanos.

    Los enterramientos se clasifican en dos tipos, primarios y secundarios.En su mayora corresponden a adultos jvenes de ambos sexos, aunqueespordicamente hay infantes o ancianos; un nmero considerable de in-dividuos adultos muestran patologas, como periostitis, osteoartritis, osteo-

    porosis y atricin dental.Los entierros se encuentran bajo los pisos de unidades residenciales, tal

    vez de elite, o de plataformas, sea de nivelacin o sobre las cuales al pare-cer se desplantaban unidades habitacionales construidas con materialesperecederos; asimismo hay individuos aislados. Se han detectado enterra-mientos mixtos que constan desde 5 hasta 17 individuos depositados bajo

    Figura 6. Vasijas recuperadas en ofrendas funerarias (Coyotlatelco Rojo/Caf, Ana MaraRojo/Caf y Clara Luz Negro Esgrafiado), figurillas Coyotlatelco de estilo

    teotihuacanoide, puntas hechas sobre navajas en obsidiana de Ucareo y cepillo de basalto.

    0 1 2 3cm

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    una misma estructura, espordicamente uno sobre otro, evidencia del usorecurrente de un mismo espacio para la disposicin de los cadveres.

    Respecto a los enterramientos primarios, comnmente colocados enfosas rodeadas de guijarros y cantos para demarcarlas, un patrn constan-te es la posicin de los individuos en decbito lateral flexionado, derechoo izquierdo, la direccin de las rbitas de los crneos se encuentra aproxi-madamente hacia el este (figura 7) o el oeste, predominando la primeraorientacin en la muestra estudiada. En todos los entierros donde se de-positaron ofrendas stas consisten en vasijas y/o figurillas, y las piezas seubican frente al crneo o torso del individuo; cabe sealar que en doscasos los individuos se enterraron con ornamentos personales, como pectora-les de cuentas de univalvos. En cuanto a los entierros secundarios, suelen

    estar compuestos por materiales seos de uno a diez individuos, sin que sedetecten pautas generales en su disposicin espacial.

    Patrones funerarios y cosmovisin en Chapantongo

    Segn las fuentes etnohistricas, es en el culto lunar donde se encuentranaspectos cosmovisionales especficos de los otomes dada la preeminenciaque revisti el astro nocturno y creador: la madre vieja, Sinana, deidadtelrica creadora de la humanidad, frente a su pareja divina: el sol, el pa-

    dre viejo, Sidada, dios del fuego u Otontecuhtli, seor de los otomes, dela muerte y asociado con los guerreros (Acua 1987; Carrasco 1987, 1998;Garibay 1996). La luna era diosa no slo de la tierra y del agua, sino elprincipio activador de los ciclos naturales y de la fertilidad misma (Acua1987; Soustelle 1993).

    En el registro etnogrfico encontramos referencias adicionales de la diosaselenita. Khwa, el conejo representado en las manchas del astro nocturno,constitua una divinidad lunar asociada con la fertilidad, con la acepcinde Yo Khwa o Dos Conejo, dios del pulque. Incluso entre los otomesserranos a la luna llena se le denomina taskhwa zana, luna del gran conejo

    podrido, nombre genrico de las divinidades ancestrales; adems de queexiste semejanza con kwa, el fin del ciclo lunar con el cuarto menguante,mismo que hace referencia al trmino y al pie de la luna, que segn Galiniercorresponde al miembro viril o gran pie podrido, taskwa(Carrasco 1987;Galinier 1990).

    Definir, a partir del tratamiento mortuorio, los nexos potenciales conla cosmovisin otom en la regin de Tula representa un reto al remontarnosa tiempos que en los registros escritos alcanzan pocas mticas, como es el

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    caso del relato del Cdice Chimalpopocaacerca del surgimiento del culto aXipe Ttec, cuando Yaotl desoll a una mujer otom cuya piel visti eltolteca Xiuhczcatl; o bien la tragedia de la embriaguez y derrota de Quetzal-coatl ante Huitzilopochtli y Tezcatlipoca con su consecuente huda de lalegendaria Tollan (Cdice Chimalpopoca1975). nicamente dependemosdel dato arqueolgico al tratar con pocas anteriores a la del legendarioQuetzalcoatl hace ms de mil aos, es decir, durante el periodo Epiclsico.Las prcticas funerarias pueden servir de base para la interpretacin de laslgicas simblicas plasmadas en la cultura material y sus nexos con la filia-cin tnica de los habitantes precolombinos del rin otom, parte de laprovincia denominada Teotlalpan durante el Posclsico tardo y corres-pondiente en su territorio a extensas zonas de la regin de Tula.

    En Chapantongo, un entierro secundario merece particular atencin paraaproximarnos al conocimiento de las pautas religiosas y las formas de pen-samiento de los habitantes epiclsicos del sitio. Dicho enterramiento lo he-mos denominado el Altar de los Crneos, los cuales guardan una disposicinespecial, que evidencia prcticas rituales complejas vinculadas con aspectoscosmovisionales de quienes vivieron entre 600 y 900 dC en el lugar.

    En el sector norte del sitio se excav un conjunto arquitectnico co-rrespondiente a parte de un recinto, muy probablemente residencial deelite, donde se ubica una estructura con talud-tablero (figura 5). Cerca

    de 3 m al oriente de sta se encontr un altar, cuya construccin se rela-ciona con una etapa tarda de la estructura de planta relativamente irregu-lar, elaborado apilando sillares y rocas amorfas de toba, basalto y tezontlehasta una altura de cerca de 0.70 m. En el altar fueron depositados loscrneos de doce individuos siguiendo un orden espacial especfico queindica una clara intencionalidad, ya que a partir de un lugar central,que constituye la parte ms alta de la estructura en donde se coloc lacabeza de una mujer, se ubicaron en cuatro rumbos otros crneos de varo-nes, todos adultos jvenes.

    Hacia el oriente hay un grupo formado por tres crneos; con los dos

    superiores, que fueron los ltimos en colocarse en el altar bajo una granlaja de basalto lasqueada en sus bordes y, a su vez, tapada con un bloquede toba, se encontr un nmero considerable de falanges desarticuladas demanos, algunas dentro de los crneos e inclusive incrustadas en las rbitasde los individuos; el tercer crneo conserva la mandbula articulada y fuecolocado sobre dos pies desmembrados articulados. En cada una de lasotras tres esquinas se ubica un crneo colocado igualmente sobre un parde pies articulados sin que se hayan identificado materiales seos de otras

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    partes del cuerpo; estos tres crneos se colocaron en la ofrenda, contempo-rneos al anteriormente citado. Aproximadamente bajo la seccin centraldel altar y del crneo femenino, aunque con una ligera desviacin hacia eloeste, se detect un tercer nivel de crneos que corresponde al primerevento de deposicin en la secuencia estratigrfica; tres se orientaron ha-cia el occidente y se observa una disposicin peculiar de la mayora de lasmandbulas, dado que los cndilos fueron colocados hacia arriba, situa-cin compartida con el crneo central femenino.

    Se infiere que este altar representa un contexto ceremonial vinculadocon el sacrificio ritual de doce individuos en tres momentos distintos,aunque es imposible definir cul fue la diferencia temporal entre los even-tos. En los materiales seos no hay evidencias claras de cmo les dieron

    muerte dada la ausencia de huellas de corte, aunque resalta el hecho deque en la mayora de los casos se hayan encontrado vrtebras cervicalesasociadas con los crneos. Debido a las condiciones de relativa aridez en lalocalidad, las cuales segn los anlisis de macrorrestos vegetales no hansufrido transformaciones drsticas del Epiclsico a la actualidad, todo pa-rece indicar que, poco tiempo antes de celebrar el ritual, los cadveresdebieron depositarse en el interior de alguna estructura con techumbrepara prevenir la accin de depredadores que modificaran la disposicinde las partes corporales, hasta entrar stas en estado de descomposicin.

    De esta manera se posibilit que se mantuvieran tejidos blandos evitandoque los huesos de las extremidades inferiores se desarticularan. Ya logradala putrefaccin, se procedi a colocar crneos, manos y pies en el altar unavez que fueron desmembrados. Es obvio que los pies se depositaron conpartes blandas dado que los tarsianos, metatarsianos, falanges, falanginasy falangetas conservan relacin anatmica.

    Los enterramientos primarios recuperados en Chapantongo muestran,de manera constante, la intencin de orientar el rostro de los individuos apro-ximadamente hacia el este (figura 7) o el oeste salvo contadas excepciones,patrn detectado tambin en el asentamiento contemporneo de La Mesa

    (Bonfil 1998) y en algunos entierros de la fase Corral de Tula, que incluyenen las ofrendas vasijas del tipo Coyotlatelco Rojo sobre Caf (Gmez et al.1994). Las afinidades ms fuertes se dan entre Chapantongo y La Mesa,dado que los enterramientos se encuentran bajo pisos de estructuras de plantarectangular (figura 3) o circular, comnmente en la mitad oriental de lasestructuras; cabe sealar que con la informacin disponible, es poco clara laasociacin de entierros con elementos arquitectnicos y espacios definidosde las unidades residenciales en el caso de Tula (Gmez et al. 1994).

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    5 1EN BUSCA DE LOS DUEOS DEL SILENCIO

    Las regularidades permiten suponer que las poblaciones epiclsicas deChapantongo y La Mesa compartan en gran medida las mismas pautas or-ganizativas y cosmovisionales, as como elementos anlogos de culturamaterial, es decir, componentes tipolgicos del complejo Coyotlatelco; esteltimo aspecto tambin patente en Tula para la temporalidad de inters.

    En Chapantongo, la orientacin astronmica de alineamientos visiblesen superficie o detectados a travs de las excavaciones, permite suponer

    que los rumbos solsticiales eran de importancia en el sistema religioso(Iwaniszewski y Fournier 1999), lo cual se refleja parcialmente en la colo-cacin de los enterramientos primarios, dado que las rbitas se encuen-tran dirigidas al oriente y al occidente. No obstante, el Altar de los Crneospermite interpretar aspectos especficos del culto epiclsico en la regin ysus potenciales nexos con la cosmovisin otom.

    En el altar citado, el rumbo de direccin del crneo central de la mujeradulta joven marca la posicin de la luna en el solsticio de verano, mien-

    Figura 7. Entierro 7 de un adulto joven de sexo masculino,encontrado en la Estructura de la Luna.

    N

    0 10 20 cm

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    5 2 PATRICIA FOURNIER Y ROCO VARGAS SANDERS

    tras que los crneos de ocho varones se ubican en direccin al sol y, por lotanto, dan la espalda al astro nocturno (Iwaniszewski y Fournier 1999).Respecto a los crneos restantes del altar, dos correspondientes al tercernivel se encontraron en mal estado de conservacin, aunque todo pareceindicar que uno estaba posicionado hacia el suroeste y el otro hacia elnoreste; el tercero es parte del conjunto de tres crneos y mira tambinhacia el noreste. Adicionalmente, los anlisis arqueoastronmicos indicanque el crneo femenino del altar marca una serie de eclipses lunares, ocu-rridos aproximadamente entre finales del siglo VII y principios del VIII(Iwaniszewski y Fournier 1999). De esta manera, la interpretacin genri-ca del ritual tiene connotaciones tanto solsticiales como selenitas.

    La ritualidad asociada con la decapitacin metafrica de individuos y

    la presencia de pies podridos, conduce hacia anlisis simblicos funda-mentados en diversas lneas de evidencia. Entre diversos gruposmesoamericanos existe la concepcin de que la muerte de la deidad lunar,vinculada con las orientaciones solsticiales, tiene relacin con la conti-nuacin del movimiento solar (Durn 1984; Fournier et al. 1998;Tezozomoc 1980; Torquemada 1975). Por otra parte, en trminos genera-les, la decapitacin ritual en Mesoamrica parece estar vinculada con ideasde fertilidad agrcola, el cambio estacional, la lluvia y el culto a la diosamadre tierra-luna (Baquedano y Graulich 1993; Graulich 1983, 1989; Klein

    1988; Milbrath 1995; Reyes y Odena 1995). Adems, la muerte por deca-pitacin ritual de una deidad vinculada con la tierra y la luna se asociacon la produccin del pulque (Klein 1988; Rivas Castro1997; Sahagn1989; Taube 1993; Wilkerson 1991), bebida ritual vinculada especialmentecon la simbologa selenita para los pueblos otomes (Galinier 1990).

    Los elementos de mayor peso para llegar a una interpretacin del Altarde los Crneos en trminos de la cosmovisin otom parten de analogaslingsticas y etnogrficas. Como sealramos previamente, en otom elvocablo kwasugiere tres significados a travs de cuasihomnimos, en par-ticular relevantes para fundamentar su simbolismo, no slo acerca del rito

    representado en este entierro-ofrenda sino tambin respecto a la filiacinotom de los habitantes epiclsicos de Chapantongo.

    Los cuasihomnimos de kwa, khw, khwase traducen como pie, dios yconejo, animal que simboliza proliferacin, el deseo sexual y es deidad delpulque (Carrasco 1987). En la cosmovisin otom, al igual que en la mexica,el conejo se asocia con la luna y con el maguey, planta lunar; de hecho,segn datos etnogrficos, el cultivo y la explotacin del agave para fer-mentar su savia y elaborar pulque atraviesa por etapas ligadas con el ciclo

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    del astro nocturno (Guerrero 1983; Galinier 1990; Salinas Pedraza 1984;Tranfo 1974), especficamente su castracin al cortar el quiote para quemane el lquido se realiza durante la luna llena, o sea taskwa sana, la lunadel gran pie podrido o del gran conejo podrido.

    Esta asociacin nica en Mesoamrica de crneos y pies podridos,remite a aspectos vinculados con el modo de vida otom de la regin deTula, centrado en la explotacin del agave y la ingesta de la savia fermen-tada de la planta desde el siglo XVIhasta la actualidad (Fournier 1995,1996), as como al significado lunar de esta ofrenda propiciatoria quemarca el fin de un ciclo, dada la orientacin solsticial veraniega del crneofemenino, advocacin de Sinana, la madre vieja. El par astral sol-luna,indicativo de la oposicin masculino-femenino con el astro selenita como

    principal deidad, refiere en la ofrenda a la muerte, la renovacin y la ferti-lidad, manifiesta en el crneo central ubicado en la parte ms alta del altarde la mujer decapitada metafricamente, smil de la divinidad selenitarelacionada con el agua (Fournier et al. 1998; Galinier 1987).

    Por lo tanto, es posible interpretar que entre el siglo VIIy VIIIde nuestraera, el culto a la Madre Vieja, Sinana, se manifest a travs de smbolos decultura material en Chapantongo, mediante prcticas de enterramiento yofrendas de profusa connotacin religiosa como la que discursivamente seplasma en el Altar de los Crneos. De esta manera, a travs de interpreta-

    ciones simblicas, los dueos del silencio rompen su mutismo de centu-rias y se cuenta, as, con evidencias que rebasan los argumentos tautolgicosderivados de interpretaciones acrticas de las fuentes etnohistricas, parainferir la presencia de grupos de filiacin otom en la regin de Tula du-rante el periodo Epiclsico. Estas poblaciones muy probablemente erandescendientes de las que habitaron amplias zonas del centro de Mxico, ytal vez de la porcin austral del Bajo, al menos desde el periodo Clsico oinclusive desde tiempos ancestrales (Wright 1994).

    ADNantiguo en los materiales seos de Chapantongo

    Las transformaciones en el patrn de asentamiento en los valles centralesque ocurren despus de la cada de Teotihuacan, el abandono o despobla-miento de los sitios del periodo Clsico, la nucleacin en nuevos centros(Sanders et al. 1979), la balcanizacin o fragmentacin poltica (Sugiura1996), as como la amplia distribucin espacial del estilo cermico coyo-tlatelco en un rea de ms de 10 000 km2(Sanders 1989), han servido debase para plantear hiptesis de naturaleza difusionista en las que se consi-

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    dera que el origen de la cultura epiclsica coyotlatelco se localiza en zonasdel Bajo como Guanajuato, e inclusive en reas tan lejanas como Zacatecasy Durango, de donde procederan emigrantes portadores de esa tradicincermica (Braniff 1972, 1975, 1992, 1995, 1999; Cobean 1990; Mastache1996; Rattray 1996), as como de otros elementos de cultura material,especficamente tcnicas constructivas, estructuras circulares, espaciosporticados con columnas e industrias lticas (Mastache 1996); los emi-grantes podran haber incidido en el decline de la Ciudad de los Dioses.Una hiptesis alternativa es que la tradicin coyotlatelco fue el resultadode desarrollos locales en Teotihuacan y el norte de la cuenca de Mxicoque impactaron en el Valle de Toluca (Sanders 1989: 215; Sugiura 1996),planteamiento que no descarta la posibilidad de la integracin de elemen-

    tos norteos en la tradicin; Sugiura (1996, 1998) propone que este estilocermico se vinculara con grupos otomianos asentados en la zonanorcentral de la Cuenca de Mxico que mantenan contacto con pobla-ciones de la periferia, tambin otopames.

    Adems de los anlisis simblicos ya expuestos, que proporcionan unava interpretativa para fundamentar la presencia de elementos cosmovi-sionales otomes en la regin de Tula, la caracterizacin en trminos deestudios de gentica poblacional, basada en la biologa molecular de laspoblaciones de Chapantongo, puede brindar elementos adicionales para

    definir si en la regin de Tula habitaron grupos que genticamente pudie-ran considerarse como otomes, lo cual sustentara en parte los plantea-mientos citados de Sugiura (1996, 1998) y otros de la misma clase queabogan por desarrollos endgenos (Fournier y Bolaos en prensa; Torreset al. 1999). De contrastarse estas hiptesis, sera necesario reconsiderar lavalidez de los modelos de interaccin social de naturaleza difusionista, enlos que se da prioridad a la inmigracin e inclusive a la casi total sustitu-cin poblacional como el principal motor de los desarrollos epiclsicos enla regin de Tula.

    En los ltimos aos, el planteamiento de los estudios de ADN en las

    poblaciones prehispnicas tales como la identificacin de material genticoen restos seos antiguos (Vargas-Sanders 1989), la presencia de polimor-fismo de genes nucleares como la globina y el factor de elongacin 1del sitio arqueolgico de Tula (Vargas-Sanders 1993; Vargas-Sanders et al.1996), los anlisis de huellas digitales (Vargas-Sanders y Enrquez 1996) yel enfoque de los desplazamientos de algunas poblaciones prehispnicasdesde el punto de vista gentico (Vargas-Sanders y Salazar 1998), hanpermitido no slo purificar el ADN a partir de material seo prehispnico,

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    5 5EN BUSCA DE LOS DUEOS DEL SILENCIO

    sino tambin conocer sus caractersticas fisicoqumicas e identificar algu-nas de las caractersticas genticas de grupos antiguos. Desde esta pers-pectiva, el conocimiento de las poblaciones mexicanas del pasado se abreante la posibilidad de contestar preguntas que no haba sido posible res-ponder con los anlisis de la antropologa clsica, como las semejanzas odiferencias del acervo gentico de algunos habitantes del centro de Mxi-co (Genis 1999; Salazar 1995; Vargas-Sanders 1989, 1993, Vargas-Sanderset al. 1996).

    En el caso particular de los enterramientos humanos de Chapantongo,las muestras seas corresponden a individuos inhumados en dos sectoresdiferentes del sitio arqueolgico, Carretera y Los Cerritos, separadas entres por menos de 250 m. Las muestras fueron clasificadas con respecto a su

    origen arqueolgico y sus caractersticas antropofsicas como edad, sexo,as como patologas seas y dentales (cuadros 1 y 2). Para los anlisis (figu-ra 8) se seleccionaron distintas piezas anatmicas en diferentes estados depreservacin de cada uno de los entierros, en particular vrtebras y fragmen-tos de costillas, y se tomaron todas las precauciones requeridas para evitarsu contaminacin con ADN, como el uso de guantes, tapabocas, pinzasestriles, as como la radiacin de las reas de trabajo con luz UV, ademsde que fue eliminado con bistur el exceso de remanentes del depsitolimo-arcilloso donde se encontraban los materiales seos.

    Las muestras de 0.5 a 1.0 g fueron trituradas en un mortero y la extrac-cin del ADN se efectu de acuerdo con estndares que hemos utilizadocon anterioridad (Vargas-Sanders 1993; Vargas- Sanders et al. 1996). Lapresencia del ADNantiguo en cada muestra fue verificada en gel de agarosateido con bromuro de etidio. El ADN obtenido de las muestras prehis-pnicas fue purificado con el mtodo de purificacin de Glas-Max Iso-lation Spin Cartridge (Gibco BRL products) siguiendo las instruccionesdel fabricante.

    El ADN actual fue usado en todos los casos como control para probarque la metodologa no interfiere en el proceso de la reaccin en cadena de

    la polimerasa. Tambin se usaron controles negativos que son aquellos enlos que se agregan todos los reactivos excepto el hueso o la sangre perifrica,para demostrar que no existe contaminacin durante los procesos de ex-traccin y purificacin.

    Las amplificaciones enzimticas fueron realizadas en una mezcla de re-accin que contiene 20 l del Amplitype primer set y 20 l de PCRreaction mix contenido en el juego de Amplytipe PCR Amplificationand Typing ; 10 ng de ADNantiguo. La reaccin se realiz en presencia

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    Cuadro 2. Esqueletos del sector Los Cerritos, Chapantongo

    Entierro Sexo Edad Patologas Muestra ADN Glass-max PCR(nmero) seo/dental sea

    4 M AM (+) (+) Vrtebra (+) (+) ( -)

    5 M AJ (+) (+) Falange (+) (+) (+)

    6 M SA (+) ( -) Costilla (+) (+) ( -)

    7 M AJ (+) (+) Vrtebra (+) (+) (+)10(a) F AJ (+) (+) Costilla (+) (+) (+)

    10(b) NI (+) (+) ( -)

    10(c) NI (+) (+) ( -)

    11 NI (+) (+) ( -)

    12 M AJ ( -) ( -) Costilla (+) (+) (+)

    13c IN 1a Inf. (+) ( -) Costilla (+) (+) (+)

    14 M AJ ( -) (+) Costilla (+) (+) ( -)

    15(7) M AJ ( -) (+) Crneo (+) (+) (+)

    15(9) M AJ ( -) (+) Crneo (+) (+) (+)15(10) M AJ ( -) (+) Crneo (+) (+) (+)

    15(11) M AJ ( -) (+) Crneo (+) (+) (+)

    16 F AJ (+) (+) Costilla (+) (+) (+)

    17 F AJ (+) (+) Cbito (+) (+) (+)

    18 M AJ ( -) ( -) Vrtebra (+) (+) (+)

    21a M AJ ( -) ( -) Falange (+) (+) (+)

    NI No Identificado SA -Subadulto

    Cuadro 1. Esqueletos del sector Carretera, Chapantongo

    Entierro Sexo Edad Patologas Muestra ADN Glass-max PCR

    (nmero) seo/dental sea

    1 M AJ (+) (-) Costilla (+) (+) (+)

    2 M AJ (+) -) Falange (+) (+) (+)

    3 ND ADOL (-) (-) Vrtebra (+) (+) (+)

    4 M AM (+) (+) Costilla (+) (+) (+)

    5 M AM (-) (-) Costilla (+) (+) (+)

    6 M AJ (-) (-) Falange (+) (+) (+)

    7 M AJ (-) (-) Crneo (+) (+) (+)

    AJ Adulto joven ADOL Adolescente AM Adulto medio

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    Material seo

    Extraccin de fenol

    Fenol, cloroformo, alcohol isoamlico

    Precipitacin de etanol

    ADN

    Purificacin

    PCR

    Hibridizacin Frecuencias allicas

    Figura 8. Purificacin de ADN de los entierros de Chapantongo (Vargas-Sanders, R.1993; Vargas-Sanders, R. et al. 1996; Vargas-Sanders, R. et al. 2000).

    de Albmina Bovina Srica (BSA) 160 g/ml como describen Hagelberg yClegg (1991). La amplificacin se hizo en un termociclador Mastercycler

    personal de Ependorff en 40 ciclos con las siguientes indicaciones:desnaturalizacin 95C por 1 min., reasociacin 57C por min. y exten-sin a 72C por 1 min. Despus de los 40 ciclos las muestras se incuba-ron 7 min. adicionales a 72C. La presencia y tamao de los productos deamplificacin fue verificada en geles de poliacrilamida. Las amplificacio-nes positivas se hibridizaron con las tiras de nylon que contienen las se-cuencias inmovilizadas de los oligonucletidos especficos y la uninespecfica con elADNse observ por la conversin de un sustrato sin color

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    a un sustrato con color azul. Los resultados fueron interpretados por lalectura de los patrones del Amplytype PM y el HLA DQA1 que determi-nan qu alelos estn presentes para cada locus en las muestras de ADNantiguo.

    En los esqueletos de los sectores Los Cerritos y Carretera se purific elADNpor medio de los criterios descritos por Vargas-Sanders (1993) as comoVargas-Sanders y Snchez (1995). En todas las muestras fue posible iden-tificar ADN. Sin embargo, al realizar la PCR, no todas las muestras se ampli-ficaron (cuadros 1 y 2).Inclusive, en algunos casos slo se observan 4 locide los cinco que deben ser identificados. Esto puede ser explicado porqueel ADNantiguo se encuentra degradado y por este motivo existe una rela-cin inversa entre el producto de la amplificacin y el tamao del ADN

    prehispnico. Esta dificultad de amplificar algunas veces productos mayo-res de 125 pb ha sido reportada por otros autores (Hagelberg et al. 1989).

    Por lo que respecta a la PCRe hibridacin, las reacciones fueron positi-vas para toda la poblacin de Los Cerritos, pero fueron negativas para losentierros 4, 6, 10(b), 10(c), 11 y 14 del sector Carretera, que correspondeal 32% de la poblacin total; el remanente fue positivo para ambas prue-bas (cuadros 3 y 4).Adems, las frecuencias allicas de las muestras deenterramientos de Los Cerritos y Carretera (cuadros 3 y 4) fueron compa-radas para analizar las semejanzas o diferencias entre estas poblaciones

    (cuadro 5).Los resultados de ADN muestran que en cada unidad residencial los en-tierros son de miembros del mismo grupo, es decir, muy probablementese trata de los integrantes de familias extensas o grupos de linaje dadas susfuertes afinidades genticas, estructura organizativa que perdura hasta la

    Cuadro 3. Productos de hibridacin del sector Los Cerritos, Chapantongo

    Entierro Periodo LDLR GYPA HBGG D7S8 GC

    (nmero)

    1 Epiclsico AA AB BB AA AC

    2 Epiclsico AA AB BB AA AC

    3 Epiclsico (-) (-) AB AA AC

    4 Epiclsico (-) (-) AB AA AC

    5 Epiclsico (-) AB AB AA AC

    6 Epiclsico AB AB BB AA AC

    7 Epiclsico (-) (-) BB AA AC

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    Cuadro 4. Productos de hibridacin del sector Carretera, Chapantongo

    Entierro Periodo LDLR GYPA HBGG D7S8 GC

    (nmero)4 Epiclsico (-) (-) (-) (-) (-)

    5 Epiclsico (-) AB AB AA AC

    6 Epiclsico (-) (-) (-) (-) (-)

    7 Epiclsico (-) AB BB AA AC

    10(a) Epiclsico AB AB BB AA AC

    10(b) Epiclsico (-) (-) (-) (-) (-)

    10(c) Epiclsico (-) (-) (-) (-) (-)

    11 Epiclsico (-) (-) (-) (-) (-)

    12 Epiclsico AB AB BB AB AC13c Epiclsico (-) AB AB AA AC

    14 Epiclsico (-) (-) (-) (-) (-)

    15(7) Epiclsico AB AB AB AA AC

    15(9) Epiclsico AB AB AB AB AC

    15(10) Epiclsico AB AB AB AB AC

    15(11) Epiclsico (-) AB AB AA AC

    16 Epiclsico (-) AB AB AB AC

    17 Epiclsico AB AB AB AB AC

    18 Epiclsico (-) AB AB AB AC

    21a Epiclsico (-) AB AB AB AC

    actualidad en regiones relativamente cercanas a la de Tula y habitadas porpoblaciones otomes (Abramo 1999). Respecto a los individuos que fue-ron enterrados en los sectores de Los Cerritos y de la Carretera, hay seme-janzas genticas y sus afinidades evidencian que una misma poblacinbiolgica se asent en el sitio coyotlatelco de Chapantongo. Asimismo,los estudios de ADNapuntan a una relacin gentica entre las poblaciones

    de Chapantongo y de Tula en el Epiclsico. Por otra parte, si se comparanestos resultados con los derivados de anlisis deADNde muestras de sangrede otomes contemporneos que habitan al norte de Tula (Buentello et al.2001), se infiere que existe una continuidad gentica desde el periodoEpiclsico hasta la actualidad (cuadro 5).

    Cabe sealar que no hay evidencias de afinidades genticas cuando secomparan los resultados de una pequea muestra de entierros del Clsicoy del Epiclsico de Teotihuacan (Vargas-Sanders en prensa) con el grupo

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    de individuos considerablemente ms amplio hasta ahora analizado parala regin de Tula, de los sitios de Tula y Chapantongo. La investigacin

    enfocada a un mayor nmero de entierros de Teotihuacan as como delClsico tardo de la regin de Tula, podra ser usada para dar un mayorsustento a las hiptesis acerca de desarrollos endgenos en la regin deTula o bien las que refieren a movimientos poblacionales de norte a cen-tro, para lo cual se requerira definir las caractersticas genticas de pobla-ciones asentadas tanto en el Bajo como en Zacatecas y Durango.

    Consideraciones finales

    Con base en los anlisis simblicos y del ADN antiguo que hemos expues-

    to, se cuenta con nuevas evidencias que permiten sustentar hiptesis acer-ca de la presencia de poblaciones otomes en la regin de Tula, que pudieronincluir tanto a los remanentes de los grupos afiliados con Teotihuacan du-rante el periodo Clsico como a individuos que mantenan nexos con ellosdesde esa poca, pero que habitaban en zonas perifricas de la porcin surdel Bajo. Si las poblaciones humanas que se asentaron desde el Clsico, einclusive con anterioridad, en reas de la periferia norte de Mesoamrica,como Zacatecas y Durango que conformaron la cultura chalchihuites, fue-

    Cuadro 5. Distribucin de las frecuencias allicas de cinco marcadoresmoleculares

    Marcador Alelos Los Cerritos Carretera OtomesGentico contemporneos a

    LDLR A 0.8333 0.5 0.51

    B 0.1666 0.5 0.49

    GYPA A 0.5 0.5 0.74

    B 0.5 0.5 0.26

    HBGG A 0.2143 0.3846 0.35

    B 0.7857 0.6154 0.64

    C 0.0 0.0 0.01

    D7S8 A 1.0 0.7308 0.63B 0.0 0.2694 0.38

    GC A 0.5 0.5 0.21

    B 0.0 0 0.24

    C 0.5 0.5 0.55

    aFuente Buentello et al. 2000.

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    ron los ancestros de grupos yuto-aztecas como los huicholes, tal comoplantean algunos investigadores (Ben Nelson comunicacin personal2000), en trminos cosmovisionales y genticos no deberan presentar nexosdirectos con las poblaciones otomes de los valles centrales.

    El modelo tradicional propuesto y en boga de migracin-invasin-con-quista que, inclusive, hace pensar en sustituciones poblacionales, compli-ca an ms las interpretaciones acerca de los procesos sociales ocurridosen la regin de Tula durante el Epiclsico, sin que se tome en considera-cin la posibilidad de que las poblaciones otomes de los valles centraleshayan sido las responsables de las dinmicas asociadas con el surgimientode unidades sociopolticas como la que tuvo su sede en Chapantongo;que, a pesar de la inestabilidad provocada por el decline de Teotihuacan,

    lograron amplios desarrollos, muy probablemente de naturaleza endgenadentro del marco general de la amplia rea donde se distribuye la culturamaterial representativa de lo coyotlatelco, lo cual debi ser el resultado demecanismos de interaccin que no necesariamente implican la inmigra-cin de grupos del septentrin.

    Se ha planteado que extensas zonas del Bajo, as como otras ubicadasms al norte, fueron pobladas por grupos procedentes del occidente y/odel Valle de Mxico durante el Preclsico, tomando dinmicas de desarro-llo propias para el Clsico; hacia 900 dC, parte de estas sociedades seden-

    tarias abandonan los territorios que ocupaban cediendo el paso a gruposcazadores-recolectores (Brambila 1993). Por otra parte, varios investiga-dores han propuesto que la cultura chalchihuites, supuesto foco de disper-sin de lo coyotlatelco, se origina mediante oleadas migratorias desdeZacatenco-Chupcuaro (Gmez Gastlum 1999) y que Alta Vista surge enlas proximidades del Trpico de Cncer hacia 450/470 dC, con la llegadade mercaderes y astrnomos teotihuacanos (Hers 1989), alcanzado su apo-geo durante el Epiclsico gracias a la migracin de grupos de elite proce-dentes de Teotihuacan a resultas de su abatimiento (Jimmez Betts 1989).As, el florecimiento de la cultura chalchihuites podra asociarse con la

    expansin de Teotihuacan hacia fines del Clsico, aun cuando esta hipte-sis parece ser poco sustentable ante la falta de evidencias claras.

    Lo anterior podra interpretarse como mltiples movimientos migratoriosen donde, para el Preclsico y el Clsico, poblaciones del centro de Mesoa-mrica de probable filiacin otopame segn interpretaciones glotocrono-lgicas (Fournier 2001a), ocuparon zonas extensas del occidente y elseptentrin para, posteriormente, comenzar a desplazarse hacia el centrode Mxico antes del ocaso de Teotihuacan. La dispersin del estilo cermico

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    coyotlatelco durante el Epiclsico sera, entonces, la consecuencia de estasmigraciones.

    No obstante, si continuamos con las lneas argumentativas del paradig-ma tradicional difusionista, resultara que tendramos grupos posiblementevinculados con Chupcuaro y Teotihuacan que se establecen en el norte;parte de ellos, probablemente por segmentacin o pugnas entre linajes,abandonara las fundaciones septentrionales que se encontraban en fran-co florecimiento, por lo que debera haber evidencias de decrementos po-blacionales en el norte y el Bajo a finales del periodo Clsico, lo cual porcierto es insostenible; retornaran hacia algunas de las zonas de dondeprocedan sus ancestros para, tal vez, ser aceptados por sus parientes leja-nos, si se considera la posibilidad de que se tratara de hablantes de lenguas

    pertenecientes al mismo tronco, por ejemplo el otomangue; eventualmentelos dominaran, absorbindolos y sustituyendo los principales elementosde cultura material que les eran propios por aquellos que introducen; y,finalmente, desarrollaran nuevas tradiciones reminiscentes de las origi-nales que, a final de cuentas, en parte remitiran a sus orgenes en el cen-tro de Mxico y a todo aquello que se derivaba de sus logros en territoriosnorteos.

    Por lo tanto, la lectura que Hers (1989) hace de Sahagn acerca de losdesplazamientos de los tolteca-chichimeca desde el septentrin, tomara

    un nuevo cariz si se pretendiera interpretar ya no procesos del Posclsico,sino del Epiclsico, lo que en nuestra opinin rayara en el absurdo.La ruptura en el patrn de enterramientos a nivel regional (Camargo

    1999; Gmez et al. 1994) y en las orientaciones de la traza de la ciudad deTula durante las fases Corral terminal de fines del Epiclsico y la Tollan delPosclsico temprano (Mastache y Crespo 1982), permite suponer que ocu-rrieron cambios drsticos en los sistemas cosmovisionales y rituales con unprobable nfasis al culto a Quetzalcatl (Ringle et al. 1999) e, incluso, quelas poblaciones otomes de la regin fueron sojuzgadas por grupos intrusivos(Hers 1989), muy probablemente en su mayora nahuas, responsables del

    surgimiento y apogeo de la gran Tollan. De cualquier manera, algunos delos elementos asociados con el culto lunar perduraron entre las poblacio-nes otomes del centro de Mxico, aun cuando la importancia de Sinana,la Madre Vieja, en la regin de Tula qued opacada ante otras prcticasrituales, al parecer venusinas, en Tollan. Por ltimo, cabe sealar que losanlisis de ADNde materiales seos de enterramientos humanos que datandel Posclsico temprano, evidencian que en Tula habitaban individuos defiliacin gentica distinta a la otopame (Vargas-Sanders et al. 1998), justi-

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    6 3EN BUSCA DE LOS DUEOS DEL SILENCIO

    ficacin de modelos acerca de que la sociedad tolteca se caracteriz por sermultitnica. Es probable que ante la centralizacin de los poderes en Tula,los dueos del silencio quedaran marginados y no participaran de mane-ra directa en los desarrollos ocurridos en la urbe, establecindose en seriesde asentamientos perifricos al rea inmediata de accin del Estado toltecaen el mbito rural. Los resultados de anlisis de ADNen proceso de mues-tras seas recuperadas en uno de los sitios rurales prximos a Tula, posibi-litarn contrastar esta hiptesis.

    Agradecimientos

    Esta investigacin fue realizada en el marco del Proyecto Distrito Alfare-

    ro del Valle del Mezquital (La regin de Tula: del Clsico al Posclsico),con financiamiento aportado por el CONACyTy el Instituto Nacional deAntropologa e Historia. Reciban un muy especia l agradecimientoStanislaw Iwaniszewski por los estudios arqueoastronmicos, as comoAlfonso Torres, por las mltiples ideas acerca del numen selenita; la par-ticipacin continua de todos los ayudantes de investigacin que intervi-nieron en los trabajos de campo y las aventuras del PDA ha sido clavepara la consecucin de los estudios en tierras otomianas desde 1995, enparticular Juan Cervantes, Vctor H. Bolaos, Tobas Garca Vilchis y

    Laura E. Chvez. Agradecemos tambin a Javier Urcid as como a VctorGarca y Luca Plaza el haber realizado los anlisis osteolgicos prelimi-nares, al igual que a la Direccin de Antropologa Fsica del InstitutoNacional de Antropologa e Historia a travs de Enrique Serrano yJosefina Mansilla por su apoyo en dichos anlisis. Las autoridades mu-nicipales de Chapantongo, as como la familia Ziga Tavera, posibili-taron que se realizaran las excavaciones arqueolgicas en Los Cerritos yel sector Carretera: muchas gracias en particular a don Marco, don Oscar,doa Soledad, don Adolfo y doa Gude por la confianza y hospitalidadbrindadas. Los dibujos fueron realizados por Vctor H. Bolaos, Juan

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