En La Zona (Eugene O_neill)

34
“En la zona” (Eugene O’Neill) Escenario: La proa de los marineros. A la derecha, por encima de las literas, tres o cuatro ojos de buey cubiertos de paño negro. En el piso, cerca de la puerta, un balde con un cucharón de latón. Una linterna colocada en el suelo, en el centro de la proa, y muy atenuada, proyecta una vaga luz sobre el recinto. Cinco hombres, Scotty, Ivan, Swanson, Smitt y y Paul, están en sus literas, aparentem ente dormidos. Son, poco más o menos, las doce menos diez de una noche del otoño de 1915.Smitty se vuelve lentamente en su litera y, asomándose, pasea la mirada por todos los marineros como para cerciorarse de que están dormidos. Luego baja cuidadosamente de la litera y se para en medio de la proa, vestido de pies a cabeza, pero descalzo y mirando a su alrededor con aire receloso. Tranquiliz ado, saca cautelosamente una maleta de debajo de las literas. En ese momento aparece Davis en el vano de la puerta, trayend o una gran cafetera humeante. Se detiene bruscamente al ver a Smitty. Su semblante denota perplejidad y luego sospecha, y retrocede al pasadizo, desde donde puede observar a Smitty sin ser visto. Todos los movimientos de Smitty revelan su temor de ser descubierto. Saca un pequeño llavero y abre

description

zona

Transcript of En La Zona (Eugene O_neill)

Page 1: En La Zona (Eugene O_neill)

“En la zona”

(Eugene O’Neill)

Escenario: La proa de los marineros. A la derecha, por encima de las literas, tres o

cuatro ojos de buey cubiertos de paño negro. En el piso, cerca de la puerta, un

balde con un cucharón de latón. Una linterna colocada en el suelo, en el centro de

la proa, y muy atenuada, proyecta una vaga luz sobre el recinto. Cinco hombres,

Scotty, Ivan, Swanson, Smitty y Paul, están en sus literas, aparentemente

dormidos. Son, poco más o menos, las doce menos diez de una noche del otoño

de 1915.Smitty se vuelve lentamente en su litera y, asomándose, pasea la

mirada por todos los marineros como para cerciorarse de que están dormidos. Luego baja

cuidadosamente de la litera y se para en medio de la proa, vestido de pies a cabeza, pero

descalzo y mirando a su alrededor con aire receloso. Tranquilizado, saca

cautelosamente una maleta de debajo de las literas. En ese momento aparece

Davis en el vano de la puerta, trayendo una gran cafetera humeante. Se detiene

bruscamente al ver a Smitty. Su semblante denota perplejidad y luego sospecha, y retrocede al

pasadizo, desde donde puede observar a Smitty sin ser visto. Todos los movimientos

de Smitty revelan su temor de ser descubierto. Saca un pequeño llavero y abre la

maleta, con leve ruido. Scotty despierta y lo atisba desde el borde de su litera.

Smitty abre la maleta y saca una pequeña caja negra de latón, la pone

cuidadosamente debajo de su colchón, vuelve a dejar la maleta donde estaba,

trepa a su lecho, cierra los ojos y empieza a roncar sonoramente. Davis entra en la

proa, pone la cajetera junto a la linterna, recorre a los durmientes y los zamarrea

vigorosamente, diciéndole a cada uno en voz baja: "Se acercan las ocho

campanadas, Scotty. Levántate y lúcete, Swanson, Ocho campanadas, Ivan."

Smitty bosteza sonoramente, con grandes alharacas de haber estado

profundamente dormido. Todos los demás bajan tambaleándose de sus literas,

Page 2: En La Zona (Eugene O_neill)

desperezándose y bostezando, y comienzan a calzarse los zapatos. Van uno tras

otro al armario próximo a la puerta abierta, sacan sus tazas y cucharas y se

sientan juntos sobre los bancos. La cafetera circula de mano en mano. Los

marineros mastican sus bizcochos y beben su café, en triste silencio.

DAVIS (levantándose bruscamente de un salto, dice con nerviosidad). — ¿De

dónde viene ese aire?

(Todos se sobresaltan y lo miran con asombro.)

SWANSON (un sueco rechoncho y de aspecto rudo, con tono gruñón). — ¿Qué

aire? No siento nada.

DAVIS (con excitación). — Lo siento... Es una corriente de aire. (Se para sobre el

banco, mira a su alrededor y se desahoga repentinamente.) ¡Maldito estúpido! (Se

inclina por sobre la litera alta en que duerme Paul y cierra de un golpe el ojo de

buey.) Ganas me dan de denunciarlo. ¡Y bien merecido selo tendría! ¿De qué

sirve oscurecer los tragaluces si ese imbécil los deja abiertos?

SWANSON (bostezando, harto soñoliento para que lo excite nada, con

negligencia). — Esa poca claridad que sale por un solo tragaluz no se ve.

SCOTTY (protestando). — ¡No seas tonto, Swanson! ¿No adviertes el peligro que

significa una luz con esa manada de submarinos que nos rodea?

IVAN (meneando su hirsuta cabeza bovina, con enfática afirmación). — Tienes

razón, Scotty. ¡No me gustaría volar por los aires hecho pedazos!

SMITTY (con aire ligeramente desdeñoso). —No creo que haya mucho peligro de

encontrarse con alguno de sus submarinos, al menos hasta que lleguemos a la

zona de guerra.

DAVIS (que, como Scotty, mira con aire de sospecha a Smitty, con voz ronca).

— Conque no... ¿eh? Bueno. Pues si quieres saberlo, en este preciso momento

estamos en la zona de guerra.

Page 3: En La Zona (Eugene O_neill)

(El efecto de estas palabras es instantáneo. Todos se sientan, muy erectos, sobre

sus bancos y contemplan absortos a Davis.) 

SMITTY. — ¿Cómo lo sabes, Davis?

DAVIS (con irritación). — Porque Drisc oyó que el piloto primero enviaba al tercero

abajo a despertar al capitán cuando llegamos a la zona. . . Fueron unas cinco

campanadas. Y ahora. . . ¿qué tienes que decir?

SMITTY (con tono conciliador). — ¡Oh...! Yo no dudaba de tu palabra, Davis; pero,

como sabes, no pegan boletines para comunicarle a la tripulación en qué

momento se llega a la zona. . . sobre todo cuando se trata de barcos cargados de

municiones como éste.

IVAN (categóricamente). — Este viaje. . . no me gusta. ¡La vez próxima me

contrataré en un barco que haga la travesía de Boston al Río de la Plata, y

cargado de madera, solamente!

SWANSON (con irritación). — ¡Confío en que la flota inglesa haga volar al infierno

a esos submarinos con sus bombas!

SCOTTY (mirando a Smitty, que contempla fijamente el vano de la puerta con aire

soñador, el mentón apoyado sobre las manos, dice con tono significativo). —Creo

que no sólo tememos a los submarinos.

DAVIS (asintiendo, con vehemencia). —Esa es la pura verdad, Scotty.

SWANSON. — ¿Te refieres a las minas?

SCOTTY. — Tampoco pensaba en las minas.

DAVIS. —Muchos buenos barcos han sido volados y se hallan en el fondo del mar

sin haber sido víctimas de una mina ni de un torpedo.

SCOTTY. — ¿Nunca oíste hablar de los espías alemanes y del sucio trabajo que

están haciendo durante la guerra?

Page 4: En La Zona (Eugene O_neill)

(Él y Davis miran rápidamente a Smitty, abismado en sus cavilaciones y que no

escucha la conversación.)

DAVIS. — ¡Y la astucia con que lo engañan a uno!

SWANSON. —Por cierto que sí. Lo he leído muchas veces en los periódicos.

DAVIS. — Bueno. (Va a hablar, pero vacila y concluye, débilmente.)Hay que tener

cuidado, eso es todo lo que digo.

IVAN (bebiendo el resto de su café y descargando el puño sobre el banco

explosivamente). — ¡Les digo que este horrible café me causa dolor de estómago!

¡Eso es! (Todos lo miran, con divertida repulsión.)

SCOTTY (sardónicamente). — No te preocupes por eso, Ivan. Si volamos, note

importará el dolor de estómago. (Entra Jack. Es un joven norteamericano de rostro

tosco y jovial. Viste pantalón de dril y una gruesa camiseta.)

 JACK. — Ocho campanadas, compañeros.

IVAN (estúpidamente). —No oigo sonar a la campana. 

JACK. —No, ni la oirás, imbécil... (bajando involuntariamente la voz) . . .ahora que

estamos en la zona de guerra.

SWANSON (con ansiedad). — ¿Están listos los botes? 

JACK. — Claro. Podemos bajarlos en un momento.

DAVIS. — ¡De mucho nos servirían los botes, si estamos cargados hasta el tope

de toda clase de dinamita y cosas parecidas! Si un torpedo hace impacto en este

barco, iremos a parar al infierno en un abrir y cerrar de ojos. 

JACK. —No podrán alcanzarnos... ¿comprendes? Te lo pronostico. ¿A quién le

toca ir al timón?

IVAN (hoscamente). — A mí. (Sale, con pesados pasos.)

Page 5: En La Zona (Eugene O_neill)

 JACK. — ¿Ya quién le toca ser vigía?

SWANSON. — A mí, me parece. (Sigue a Ivan.)

 JACK (desdeñosamente). — ¡Para lo que sirve tener un vigía! No podríamos huir

ni combatir si quisiéramos nacerlo. (A Scotty y Smitty.) Más vale que tengan

cuidado con el contramaestre o el cuarto piloto y que ellos los vean despiertos.

(Scotty va hacia la puerta y se vuelve Para esperar a Smitty, que sigue en la

misma postura, con la cabeza apoyada sobre las manos, sin notar nada

aparentemente. Jack le da una ruda palmada en el hombro y Smitty vuelve en sí,

sobresaltado.)

¡A popa y preséntate, Duque! ¿Qué te pasa? ¿Has fumado opio? (Smitty sale en

pos de Scotty, sin contestar, Jack lo sigue con la mirada, frunciendo el ceño.)

Es un individuo raro. No lo entiendo.

DAVIS. — Ni tú ni nadie. (Baja la voz, con tono significativo.) Y puede resultar más

peligroso que cualquiera de nosotros si no nos andamos con cuidado. 

JACK (recelosamente). — ¿Qué quieres decir? (Los interrumpe la entrada de

Driscoll y Cocky.)

COCKY (protestando). — Que me condenen si no prefiero la guardia en la

cubierta.

(Él y Driscoll aferran sus tazas.)No quiero que me atrapen en este agujero si nos

alcanzan con un torpedo. (Se sirve café.)

DRISCOLL (sirviéndose). — ¡Para lo que importaría el sitio donde estás! Volarías

despedazado antes de que pudieras decir tu nombre.

(Se sienta y hace caer entonces la taza de café no tocada que Smitty ha olvidado

sobre el banco. Todos se levantan nerviosamente de un salto cuando la taza de

latón golpea el suelo, con metálica estridencia. Driscoll monta en cólera,

irrazonablemente.)

Page 6: En La Zona (Eugene O_neill)

¿Quién es el sucio bribón que ha dejado esta taza en el lugar donde debe

sentarse un hombre?

DAVIS. — Es la de Smitty.

DRISCOLL (asestándole un puntapié a la taza y arrojándola al otro extremo de la

proa). — ¿Creerá Smitty que es demasiado caballero para poner su taza donde

están las nuestras? Si es así, le quitaré esa idea de la cabeza.

COCKY. — A juzgar por sus ínfulas, podría creerse que es el príncipe de Gales.

¿Qué está haciendo a bordo, quieren decirme? ¡No sirve para nada como

marinero! ¿No les parece? ¡Sólo se pasea por la cubierta, haraganeando como un

pollo degollado! 

JACK  (jovialmente). — ¡Oh, el Duque es un muchacho muy correcto! Y si ha

olvidado su taza. . . ¿qué? Este asunto de la zona de guerra te ha puesto los

nervios de punta, Drisc. . . y también a ti, Cocky. . . y tampoco me alegra mucho a

mí.

COCKY (con un suspiro). — ¡Vamos! ¡No es cosa de broma saber que, en el

primer viaje de uno, el barco está cargado de explosivos y puede volar en

cualquier momento bajo nuestros propios pies, digámoslo así, si nos encontramos

con un torpedo o una mina! (En repentino arranque salvaje.)

¡Y ésos dicen que son seres humanos! ¡Malditos hunos!

DRISCOLL (sombrío). — Es mi último viaje por esta condenada Zona, Dios me

ayude. ¡Que el diablo se lleve el veinticinco por ciento de prima que me ofrecen...!

Para que me ahogue como una rata en la trampa, por añadidura, quizá.

DAVIS. — El asunto no sería tan grave si el barco no llevara municiones. Esuna

de esas naves que acechan los submarinos.

DRISCOLL (con irritación). — ¡No hables de eso, por amor de Dios! Estoy

cansado de pensar en ese asunto y de sobresaltarme a cada ruido que oigo.(Hay

una pausa, durante la cual todos fijan sombríamente la mirada en el suelo.)

Page 7: En La Zona (Eugene O_neill)

 JACK. — ¡Oye, Davis! ¿Qué decías sobre Smitty cuando ellos entraron?

DAVIS (con aire muy misterioso). —Te lo diré dentro de un momento. Quiero

esperar para ver si vuelve. (Con tono solemne.) No dirás que Smitty es un

muchacho muy correcto cuando oigas lo que he visto con mis propios ojos.

(Agrega, con aire satisfecho.) Y tampoco te sentirás tan a salvo.

(Todos lo miran con aire intrigado y vaga aprensión.)

DRISCOLL. — ¡Que se vaya al cuerno! (Carga su pipa y la enciende. Los demás,

con el aire de quien recuerda algo olvidado, lo imitan. Entra Scotty.)

SCOTTY (con temor). — ¡En la cubierta hay mucha claridad! Parece de día.

DAVIS (en voz baja). — ¿Dónde está Smitty, Scotty?

SCOTTY. — Sobre la escotilla, contemplando absorto la luna como un chiflado.

DAVIS. — ¿Puedes verlo desde la puerta?

SCOTTY (va hacia el vano y se asoma cuidadosamente). — Sí. Todavía está ahí.

DAVIS. — Vigílalo durante unos instantes. Quiero decirles algo a los muchachos

sin correr el peligro de que entre Smitty en ese momento. Grítanos si viene para

aquí.

SCOTTY (con reprimida excitación). — Sí, lo vigilaré. Y también yo tengo algo que

decir sobre Su Señoría.

DRISCOLL (con impaciencia). — ¡Vamos, habla! Charlas más que un par de

viejas que se han parado en el camino y no llegan más lejos.

DAVIS. — ¡Escuchen! ¿Recuerdas el momento en que fui en busca del café,

Jack? 

JACK. — Claro que sí.

Page 8: En La Zona (Eugene O_neill)

DAVIS. — Pues bien... Lo traje aquí como de costumbre y había llegado hasta esa

puerta cuando lo vi. 

JACK. — ¿A Smitty?

DAVIS. — ¡Sí, a Smitty! Estaba parado en el centro de la proa. Ahí. (Señala.) Miró

furtivamente a Ivan y a Swanson y a los demás, como si quisiera cerciorarse de

que estaban dormidos.

(Hace una pausa con aire significativo, paseando la mirada por sus oyentes.

Scotty divide nerviosamente su atención entre Smitty, sentado sobre la escotilla, y

el relato de Davis, ansioso de divulgar sus propias revelaciones.)

 JACK (con impaciencia).— ¿Y qué?

DAVIS. — ¡Escuchen! Estaba parado ahí... (vuelve a señalar)... descalzo.

¡sin zapatos, fíjense bien, para no hacer ruido! 

JACK (escupiendo, con fastidio). — ¡Oh!

DAVIS (haciendo caso omiso de la interrupción). — Inmediatamente adiviné que

se avecinaba algo raro, de modo que me escurrí de nuevo al pasadizo, desde

donde podía verlo sin que él me viera. Cuando se convenció de que todos

dormían, Smitty se inclinó debajo de las literas... — ¡cuidando de no hacer ruido,

fíjense bien!— y sacó esa maleta. (A esta altura todos, inclusive Jack, escuchan el

relato sin aliento.)

Luego sacó del bolsillo un llavero y se arrodilló junto a la maleta y la abrió.

SCOTTY (sin poder contenerse por más tiempo). — Pues yo le vi hacer lo mismo

con estos dos ojos. En ese momento, precisamente, me había despertado y lo

espié.

DAVIS (sorprendido y algo picado al verse obligado a compartir su relato con

alguien). — ¡Ah! ¿También tú lo viste? (A los demás.) Entonces Scotty podrá

decirles si les miento o no.

Page 9: En La Zona (Eugene O_neill)

DRISCOLL. — ¿Y qué hizo Smitty cuando abrió la maleta?

DAVIS. —Se inclinó y tendió la mano con temor, al parecer, como si buscara algo

peligroso, y tanteó —aquello estaba oculto bajo sus trapos y envuelto en ellos—,

¡y sacó una caja negra de hierro!

COCKY (mirando a su alrededor, con aire asustado). — ¡Dios me ampare! (Los

demás, asimismo, denotan su inquietud, moviendo nerviosamente los pies.)

DAVIS. — ¿Verdad que es así, Scotty?

SCOTTY. — ¡La pura verdad, les digo!

DAVIS (a los demás, con aire de satisfacción). — ¡Ya lo ven! (Bajando la voz.)¿Y

qué creen que hizo Smitty luego? Se deslizó cautelosamente hacia sulitera y metió

la caja negra bajo el colchón... ¡bajo el colchón, fíjense! 

JACK. — ¿Y está ahí ahora?

DAVIS. — ¡Claro! (Jack se abalanza hacia la litera de Smitty; Driscoll lo aferra del

brazo.)

DRISCOLL. — ¡No la toques, Jack! 

JACK. — No tienes por qué inquietarte. (Levanta el colchón de Smitty y mira

debajo de él. Los demás lo observan fijamente, conteniendo el aliento. Jack se

vuelve hacia ellos, esforzándose en adoptar un tono negligente.) Está ahí,

efectivamente.

COCKY (afligido). — Voy a tirarlo sobre la cubierta. (Se levanta, pero Driscoll lo

obliga a sentarse. Cocky protesta.) Me causa escalofríos seguir sentado aquí.

DRISCOLL (desdeñosamente). — ¿Tienes miedo, escuerzo? Es una vergüenza

que un hombre maduro tiemble como un niño por una pequeña caja negra.

(Rascándose la cabeza, con inquieta perplejidad.) Con todo, el asunto parece muy

extraño.

Page 10: En La Zona (Eugene O_neill)

DAVIS (sarcásticamente). —Una pequeña caja negra... ¿eh? ¿Y cómo tienen que

ser esas (vacila) cosas, a tu entender? ¿Grandes como esta proa? 

JACK (con voz que quiere ser tranquilizadora). — ¡Oh, qué diablos! Apostaría a

que ahí no hay nada, solamente algún dinero que Smitty ha ahorrado.

DAVIS (desdeñosamente). — Te parece probable... ¿Verdad? Entonces... ¿por

qué obra de una manera tan sospechosa? Está a bordo desde hace cerca de dos

años... ¿no es así? Sabe perfectamente que en esta proa no hay ladrones...

¿verdad? Y ustedes saben tan bien como yo que no tenía dinero cuando se

embarcó y que no ahorró un solo centavo desde entonces. ¿No es así? (Jack no

contesta.) ¡Escuchen! ¿Saben qué hizo después de ocultar eso debajo del

colchón?... Y Scotty les dirá si miento. Miró a su alrededor para

ver si alguien se había despertado...

SCOTTY. — Yo cerré los ojos cuando se dio vuelta.

DAVIS. — ¡Y luego subió a su litera y cerró los ojos y empezó a roncar, fingiendo

que dormía, fíjense bien!

SCOTTY. — Sí, lo oí.

DAVIS. —Y cuando me acerqué a llamarlo, ni siquiera lo zamarreé. Sólo dije:

"Ocho campanadas, Smitty", casi en un murmullo, y él se levantó bostezando y

desperezándose de tal modo que se habría matado si hubiese estado

profundamente dormido.

COCKY. — ¡Dios me ampare!

DRISCOLL (meneando la cabeza). —El asunto se presenta feo, no cabe duda.

DAVIS (con excitación). —Y ahora que lo pienso, tenemos el tragaluz. ¿Cómo se

explica que esté abierto? Sé muy bien que Paul nunca lo abría. ¿Acaso no gruñe

sin cesar que hace frío?

Page 11: En La Zona (Eugene O_neill)

SCOTTY. — El hombre que lo abrió, sea quien fuere, no le deseaba buena suerte

al barco. 

JACK (con acritud). — ¿Qué tragaluz? ¿De qué están hablando?

DAVIS (señalando por sobre la litera de Paul). — Ahí lo ves. Estaba abierto

cuando entré. Sentí frío en el cuello. Habría proyectado tanta luz como un faro

para cualquier submarino al acecho... ¡y nosotros creíamos tener oscurecidas

todas las aberturas! ¿Quién nos haría una jugada tan sucia? No

fué ninguno de nosotros, ni Scotty, ni Swanson, ni Ivan. ¿Quién podría ser, pues?

COCKY (enojado). — Debió ser Su Señoría, ese maldito Smitty.

DAVIS. — Que sepamos, puede haber hecho señales por el tragaluz. Lo hacen

guiñando con una luz. ¿No han leído cómo los sorprenden haciéndolo en Londres

y en la costa?

COCKY (completamente convencido ahora). — ¿Y qué hará Smitty a solas sobre

la escotilla. . . apartándose de nosotros como si tuviera miedo?

DRISCOLL. —No lo pierdas de vista, Scotty.

SCOTTY. — No se mueve. 

JACK (con irritada perplejidad). —Pero. .. ¡qué diablos! ¿Acaso no es Smitty un

inglés? ¿Por qué querría…?

DAVIS. — ¿Un inglés? ¿Cómo sabemos que lo es? ¿Porque habla el inglés? ¿No

han leído ustedes en los periódicos que todos esos espías alemanes capturados

en Inglaterra han vivido allí durante diez y a menudo veinte años y hablan el inglés

tan bien como cualquiera? Y, a propósito. . . ¿No han notado que Smitty no habla

el inglés con naturalidad? Lo habla demasiado bien. Eso es lo que quiero decir.

No habla precisamente como uno de esos distinguidos. . . ¿verdad, Cocky?

COCKY. — No. No como lo hablaría cualquiera de los distinguidos a quienes he

conocido.

Page 12: En La Zona (Eugene O_neill)

DAVIS— No; tampoco como nosotros, es indudable. Y no parece un inglés. ¿Qué

sabemos de él, si bien se piensa? ¡Nada! Ni siquiera dijo nunca de dónde venía o

por qué. Sólo sabemos que se embarcó en Londres, un año poco más o menos

antes de que estallara la guerra, que era licenciado en artes —lo más probable es

que haya robado sus documentos— y que nisiquiera sabía cuartear, puede

decirse. ¿No resulta raro todo eso? ¿Y acaso fue franco alguna vez con

nosotros, como un buen camarada? No, siempre le notamos ese aire

taimado, como si ocultara algo.

DRISCOLL (dándose una palmada en el muslo, irritado). — ¡Que me lleve el

diablo si no has adivinado la verdad, Davis!

COCKY (desdeñosamente). — ¡Se da unas ínfulas tan estúpidas que se lo podría

creer hijo de un conde o algo así!

DAVIS. — ¡Y dice que se llama Smith! ¡Me jugaría la mitad de mi próxima paga a

que su verdadero apellido es Schmidt! 

JACK (luchando evidentemente con su convicción). — ¡Oh, vamos! ¡Lo que

ustedes me dicen me disgusta, muchachos! ¿Para qué iban a embarcar a un

espía en este viejo cascajo?

DAVIS (meneando sabiamente la cabeza). — Son gente sagaz, y un marinero ve

en los puertos cosas que deben de ser útiles para ellos. Y si les hace una señal y

nos torpedean, es un barco menos. . . ¿verdad? (Bajando la voz y señalando la

litera de Smitty.) O él mismo nos vuela.

SCOTTY (con tono de alarma). — ¡Cállense! ¡Ahí viene! (Va precipitadamente

hacia un banco y se sienta, Un denso silencio se enseñorea de la proa. Los

marineros se miran, con malestar. Smitty entra y se sienta junto a su litera. No

parece advertir las sombrías miradas de sospecha que le dirigen desde todas

partes. Desliza furtivamente la mano sobre su colchón, y sus dedos se mueven

tanteando, a todas luces para cerciorarse de que la caja está aún allí. Los demás

observan cuidadosamente ese movimiento con rápidas miradas, a hurtadillas. Sus

Page 13: En La Zona (Eugene O_neill)

actitudes se tornan más tensas, como si se dispusieran a saltar sobre él.

Convencido de que la caja está a salvo, Smitty aparta lentamente la mano y deja

escapar un suspiro de alivio.)

SMITTY (con un tono displicente que les parece siniestro a los demás). — Una

noche hermosa y clara para los submarinos, si hay alguno cerca. (Durante un

momento se queda sentado, absorto, contemplando el vacío. Finalmente parece

advertir la atmósfera hostil de la proa y pasea la mirada por los semblantes de sus

camaradas, con sorpresa. Todos rehuyen sus ojos. Smitty suspira, con aire

perplejo, y se levanta y sale. Durante unos instantes reina el silencio y luego

estalla una tormenta de excitadas conversaciones.)

DAVIS. — ¿Vieron cómo se aseguró de que eso estaba ahí?

COCKY. — ¡No es muy hábil con su charla sobre los submarinos, que Dios lo

ciegue!

SCOTTY. — ¿Vieron cómo nos miraba a hurtadillas?

DRISCOLL. — ¡Si alguna vez vi vergüenza en la cara de un hombre, fue en la

suya cuando estaba sentado allí! 

JACK (totalmente convencido, por fin). — Me causó mala impresión. Es un bribón,

realmente.

DAVIS (con excitación). — ¿Qué hacemos? Tenemos que hacer algo pronto...

(Lo interrumpe el ruido de algo que golpea sorda y pesadamente contra el lado de

babor de la proa. Los marineros se levantan de un salto sobresaltados, con ojos

frenéticos de terror, se vuelven como prontos a huir a la cubierta y se quedan

parados ahí durante un momento de tensión, respirando apenas y escuchando

atentamente.)

 JACK (con sonrisa forzada). — ¡Qué diablos! Sólo es un pedazo de madera a la

deriva, un leño flotante. (Vuelve a sentarse.)

Page 14: En La Zona (Eugene O_neill)

DAVIS (sarcásticamente). —O una mina que no estalló. . . esta vez. . . o un resto

de algún buque que enviaron a las profundidades del mar.

COCKY (secándose el sudor de la frente, con mano trémula). — ¡Dios me ampare!

(Se deja caer débilmente sobre un banco.)

DRISCOLL (furiosamente). — ¡Maldita sea! No se le puede pedir a nadie que

soporte una situación como ésta... y yo no temo a nada ni a ningún hombre que

me afronte cara a cara; pero esta endiablada traición en las tinieblas. . .(Va hacia

la litera de Smitty.) ¡Arrojaré eso por el tragaluz y acabemos! (Tiende la mano

hacia el colchón.)

SCOTTY (asiéndole la mano, desatinadamente). — ¿Estás loco?

DAVIS. — No juegues con eso, Drisc. Sé qué debemos hacer. Trae aquí el balde

del agua, Jack. . . ¿quieres? (Jack lo trae y se lo entrega a Davis.) Y tú, Scotty,

fíjate si él está aún sobre la escotilla.

SCOTTY (asomándose cautelosamente) .— Sí, está sentado ahí.

DAVIS. —Avísanos si se mueve. Alza el colchón, Drisc... ¡Cuidado! (Driscoll así lo

hace, con infinita cautela.) Sácalo, Jack... cuidado... ¡no lo sacudas ahora, por

amor de Dios! Eso es... ¡Ponlo en el agua... despacio! ¡Eso es asunto arreglado!

(Todos se sientan, con un gran suspiro de alivio.)El agua la impregnará y

estropeará.

DRISCOLL (dándole una palmada en la espalda a Davis). — ¡Buen trabajo, Davis,

viejo bribón! (Se escupe agresivamente en las manos.) Y ahora... ¿qué hacemos

con ese desalmado traidor?

COCKY (belicosamente). — ¡Hay que darle un golpe en el hocico y arrojarlo por la

borda! 

JACK. — ¡Oh, vamos!... Démosle una oportunidad. Ustedes no pueden probar

nada mientras no miren qué hay ahí dentro.

Page 15: En La Zona (Eugene O_neill)

DRISCOLL (acaloradamente). — Necesitas más pruebas después de lo que

hemos visto y oído? Entonces escúchame. Y habla Driscoll. Si hay alguna brujería

en esa caja y vemos con claridad que Smitty proyectaba asesinar a sus propios

camaradas, que se han portado lealmente con él... (alza el puño) le arrancaré ese

podrido corazón con mis propias manos y lo arrojaré por la borda y por la mañana

habrá un hombre menos en el barco.

DAVIS. —Y nadie se enterará. Smitty es uno de esos individuos tranquilos que se

suicidan.

COCKY. — En tierra ahorcan a los espías. 

JACK (con resentimiento). — Si Smitty ha hecho lo que ustedes creen, lo mataré

yo mismo. ¿Basta con eso?

DRISCOLL. — ¿Cómo abriremos eso, digo yo?

SCOTTY (desde la puerta, con tono de advertencia). — Smitty se ha levantado.

DAVIS. — Le quitaremos las llaves cuando entre. ¡Pronto, Drisc! Ponte con Jack

junto a la puerta y agárrenlo. (Jack y Driscoll se ubican a ambos lados de la

puerta. Davis aferra un rollo de cuerda de una de las literas superiores.) Esto

bastará para que Scotty y yo lo amarremos.

SCOTTY. — Se vuelve hacia aquí... ¡Viene! (Se aparta de la puerta.)

DAVIS. — Quédate cerca para ayudarnos, Cocky.

COCKY. — De acuerdo.

(Cuando Smitty entra en la proa, lo aferran violentamente desde ambos lados y le

sujetan los brazos a la espalda. En el primer momento forcejea de un modo

salvaje, pero al advertir que esto es inútil, se queda parado tranquilamente y deja

que Davis y Scotty le aten los brazos.)

SMITTY (cuando han terminado, con frío desdén). — Si esto es una broma,

confieso que soy demasiado torpe para que me divierta.

Page 16: En La Zona (Eugene O_neill)

COCKY (enojado). — ¡Cierra el pico! ¿Oyes?

DRISCOLL (con rudeza). —Ya verás que no bromeamos cuando hayamos

terminado contigo. (A Scotty.) Alerta, Scotty, y avisa si alguien se acerca. (Scotty

retoma su lugar en la puerta.)

SMITTY (con el mismo glacial desdén). — Si quieren tener la bondad de

explicarme...

DRISCOLL (furiosamente). — ¿Explicártelo? Eres tú quien debe explicarlo. . . y

muy pronto, o sabremos la razón. (A Jack y Davis.) Tráiganlo aquí ahora.

(Empujan a Smitty hacia el balde.) Mira, friega cubiertas asesino. ¿Ves esto?

(Smitty mira el contenido del balde con asombro, y su asombro se trueca

rápidamente en angustia.)

DAVIS (con sarcasmo). — ¡Mírenlo! Te sorprende. . . ¿eh? ¡Si quieres hacernos

tus sucias tretas de espía, debes madrugar más!

COCKY. —Te creías muy listo... ¿eh?

SMITTY (tratando de reprimir su creciente ira). — ¿Qué... qué quieren decir

ustedes? Eso sólo es... ¿Cómo se han atrevido?... ¿Qué están haciendo con mis

cosas privadas?

COCKY (con sarcasmo). — ¡Oh, sí! ¡Sus cosas privadas!

DRISCOLL (gritando). — ¿Qué es eso, cerdo? ¿Nos lo dirás en la cara? ¿Qué hay

aquí dentro?

SMITTY (mordiéndose los labios y conteniéndose con gran esfuerzo). — Nada

más que... Eso es cosa mía. Hagan el favor de no meterse en mis asuntos.

DRISCOLL. — ¡Ah! ¿De veras? (Blandiéndole el puño junto a la cara.) Habla

con menos insolencia si no quieres pasarlo mal. ¡Tus asuntos! ¡Hay que ver!

Pues haremos que esos asuntos sean nuestros, me parece. (A Jack y Davis.)

Quítenle sus llaves y veremos si alguna sirve para abrir eso.

Page 17: En La Zona (Eugene O_neill)

(Empiezan a registrar a Smitty que intenta resistir y le asesta puntapiés al balde.

Driscoll salta hacia él y les ayuda a apartarlo.) ¡Ah! Estás tratando

devolcarlo, ¿eh? ¿Lo vieron? ¡El bribón quería matarnos a todos! Aparta ese

balde, Cocky.

(Smitty lucha con todas sus fuerzas y los mantiene

ocupados durante unos instantes. Cuando Cocky aferra el balde Smitty hace un

esfuerzo final y lanzándose hacia adelante vuelve a asestarle un puntapié al balde,

pero sólo consigue golpear a Cocky en la pierna. Inmediatamente Cocky deja en

el suelo el balde con estridencia

metálica y aferrándose la rodilla con ambas manos empieza a saltar por la proa,

gimiendo y blasfemando.)

COCKY. — ¡Ohhhhhh! ¡Que me parta un rayo! ¡Me ha dado un puntapié! ¡Maldito,

maldito cerdo holandés! (Acercándose a Smitty, que ha renunciad oa la lucha y ha

sido empujado contra la pared, cerca de la puerta, donde Jack  y Davis lo sujetan

por ambos lados. le grita con ira, a voz en cuello.) ¡Dame otro puntapié! ¿Quieres?

¡Ya verás lo que es bueno, maldito cobarde! (Alza el puño, Driscoll lo aparta.)

DRISCOLL. — ¡Cállate! ¿Quieres despertar a todo el barco? (Cocky gruñe y se

retira a un banco, acariciándose la dolorida pierna.)

JACK (sacando un pequeño manojo de llaves del bolsillo de Smitty). — Toma,

Drisc.

DRISCOLL. — Pronto lo sabremos. (Aferra el balde y se sienta, poniéndolo en el

suelo entre sus pies. De nuevo Smitty intenta zafarse, pero está

demasiado cansado y los demás lo retienen fácilmente contra la pared.)

SMITTY (con la respiración jadeante, muy pálido). — ¡Cobardes! 

JACK (con un gruñido). — ¡Nada de insultos, eh! Eso no te llevará a nada.

Page 18: En La Zona (Eugene O_neill)

DRISCOLL (mirando la cerradura de la caja que está en el agua y escudriñando

las llaves que tiene en la mano.) Debe de ser ésta. (Elige una y mete

cautelosamente la mano en el agua.)

SMITTY (lívido, con voz estrangulada). — No abras esa caja, Driscoll. Si lo haces,

Dios me perdone, pero te mataré aunque me ahorquen por eso.

DRISCOLL (deteniéndose, con la mano en el agua). — ¡Cuando yo abra esa caja,

no será a mí a quien matarán, hijo mío! No soy un cochino espía.

SMITTY (cuya voz tiembla de ira, mientras sus ojos están fijos en la mano de

Driscoll). — ¿Espía? ¿De qué me estás hablando? Solamente puse esa caja

ahí para poder agarrarla pronto en el caso de que nos torpedearan. ¿Se han

vuelto locos todos ustedes? ¿Creen que soy...? (Con voz estrangulada.) ¡Perros

estúpidos! ¡Imbéciles cobardes! (Davis le pone la mano sobre la boca.)

DAVIS. — ¡Basta ya! (Driscoll saca del agua la caja chorreante y mete la llave en

la cerradura. Smitty salta adelante furiosamente, zafándose casi de las manos que

lo sujetan y arrastra a los que lo detienen casi hasta el centro de la proa.)

DRISCOLL. — ¡Sujétenlo, demonios! (Deja caer la caja en el agua y salta a

ayudarlos. Cocky ronda en los alrededores de la batalla, cauteloso al recordar el

puntapié recibido.)

SMITTY (furioso). — ¡Cobardes! ¡Malditos sean! ¡Perros viles! (Lo arrojan al suelo

y sujetan ahí.) ¡Cobardes! ¡Cobardes!

DRISCOLL. — Te cerraré esa sucia boca. (Va hacia la litera y saca un gran

montón de residuos y vuelve Smitty.)

SMITTY. — ¡Cobardes! ¡Cobardes!

DRISCOLL (con rudeza, le mete los residuos en la boca). — Esto te enseñará a

denigrar a un hombre, traidor. ¿Tienes un pañuelo, Jack? (Jack se lo tiende

y Driscoll lo ata fuertemente sobre la boca de Smitty encima de los residuos.)

Page 19: En La Zona (Eugene O_neill)

Eso te hará callar. Levántenlo ahora y átenle los pies también, para que no se

mueva (Los demás así lo hacen y lo dejan de espaldas contra la pared, cerca de

Scotty. Luego todos se sientan junto a Driscoll, que vuelve a sacar la caja del agua

y la deposita cuidadosamente sobre sus rodillas. Escoge la llave vacila y mira con

indecisión a los demás.) ¿No les parece que sería preferible llevarle esto al

capitán? 

JACK (con irritación). — Al diablo con El Viejo. Esta partida es nuestra y podemos

jugarla sin ayuda de nadie

COCKY. — ¡No quiero saber nada con esos malditos oficiales!

DRISCOLL (audazmente). — ¡Allá va, entonces! (Hace girar con lentitud la llave

en la cerradura. De inmediato los demás se apartan. Driscoll vuelve a dejar

cuidadosamente la tapa sobre sus goznes y mira el contenido de la caja con

perplejo asombro. Los demás se agolpan cerca de él. Hasta Scotty deja su puesto

para mirar.

¿Qué hay ahí, Davis?

DAVIS (intrigado). — Parece extraño... ¿verdad? Algo cuadrado, metido en una

bolsita de goma. Quizá sea dinamita... o algo así. Nunca se sabe.

 JACK. — ¡Oh!, no tiene mecanismo, de modo que apuesto a que no es una

bomba.

DAVIS (con aire de duda). — Las hacen de todas clases. 

JACK. — Ábrelo, Drisc.

DAVIS. — ¡Cuidado ahora! (Driscoll saca de la caja una bolsita negra de goma

que parece de tabaco y desata la cuerdecilla que la cierra ajustadamente. Abre la

bolsita y saca un manojo de cartas, atado también con una cuerdecilla. Las da

vuelta en sus manos y contempla a los demás con aire de interrogación.)

Page 20: En La Zona (Eugene O_neill)

 JACK (con amplia sonrisa). — ¡Sólo cartas! (Palmeando en la espalda a Davis.)

¡Eres todo un Sherlock Holmes! ¿Eh? Y apostaría a que son cartas de su

muchacha. Soltemos al Duque... ¿no les parece? (Va a levantarse.)

DAVIS (fijando en él una mirada aniquiladora). — No seas ingenuo, Jack. ¡Cartas,

dices! ¡Como si unas cartas no pudieran causar daño! ¿Cómo crees que reciben

sus órdenes los espías y revelan lo que han descubierto sino mediante cartas y

otras cosas así? Hay muchas cartas peores que una bomba.

COCKY. — ¡Tienes razón! No son tan inocentes como parecen. ¡Lo juraría!

(Señalando a Smitty.) ¡No son tan inocentes las cartas de Su Señoría! ¡De ningún

modo! 

JACK (volviéndose a sentar). — Bueno, leámoslas y sepamos de qué se trata.

(Driscoll comienza a desatar el manojo. Smitty profiere un ahogado gemido de ira

y protesta.)

DAVIS (triunfalmente). — ¡Ya lo ven! ¡Mírenlo, tratando de soltarse! ¿No es

prueba suficiente? Bien sabe que vamos a descubrirlo. ¡Escúchenme! ¡Cartas de

amor, dices, Jack, como si las cartas no pudieran causar daño!

¡Escúchenme! Hace dos semanas, sin ir más lejos, leí en una revista deNueva

York que un espía alemán de París le escribía cartas de amor a una espía

de Suiza, y ésta las reenviaba a Berlín. Al leerlas, uno no hubiera sospechado

nada... Meras tonterías sentimentales. (Con tono solemne.) Pero leían esas cartas

de una manera especial. Tenían un fragmento de papel recortado a propósito, y al

ponerlo sobre la carta sólo veían las palabras que les decían lo que querían

saber. Y los franceses fueron derrotados en una batalla a causa de esa carta.

COCKY (aterrado). — ¡Dios me ampare! ¡Qué gente astuta!

DAVIS (al ver que su auditorio vuelve a tomar partido por él). —Y aun en el caso

de que esa carta pareciera corriente, puede tener lo que llaman una

clave. Nunca se sabe. (A Driscoll, que ha terminado de desatar el manojo.) Léenos

una de ellas, Drisc. Tengo mala vista.

Page 21: En La Zona (Eugene O_neill)

DRISCOLL (saca la primera carta de su sobre y se inclina hacia la linterna con

ella. Levanta la mecha para que le dé mejor luz). — No soy muy hábil para leer,

pero lo intentaré. (Smitty vuelve a proferir un grito ahogado, mientras intenta

liberarse de sus ataduras.)

DAVIS (con deleite). — ¡Escúchenlo! Lo sabe. ¡Adelante, Drisc!

DRISCOLL (con arrugas de tensión en la frente). — Empieza así: "Querido mío. .

(Sus ojos viajan por la página.) Y luego habla mucho de cómo lo echa de menos

ahora que se ha ido a la escuela de canto... y de que confía

en que él se dedicará a trabajar de veras y no a vagabundear por ahí ahora que el

a está lejos, como solía hacerlo antes de conocerla... y concluye así: "Te

quiero más que a nada. Tú lo sabes... ¿verdad, querido? Pero

para que acepte vivir siempre contigo debes probarme que la negra sombra — no

mencionaré su odioso nombre, pero tú sabes a qué me refiero — que podría

estropear nuestras vidas no existe para ti. Puedes hacerlo... ¿verdad, querido?

¿No comprendes que debes hacerlo por mí? (Hace una pausa y añade, a

regañadientes) La firma dice: Edith.

(Al oír el nombre, Smitty, que ha estado en tensión con los ojos cerrados como si

sufriera un tormento durante la lectura, deja escapar un sonido ahogado

que parece un sollozo y vuelve a medias su rostro contra la pared.)

 JACK (apiadado). — ¡Al diablo! ¿De qué sirve leer eso aunque...?

DAVIS (interrumpiéndolo, con aspereza). — ¡Espera! ¿Dónde está fechada esa

carta, Drisc?

DRISCOLL. — El encabezamiento no dice nada. 

DAVIS (significativamente). — ¿Qué les dije? Fíjate en el matasellos, Drisc... el

matasellos del sobre.

DRISCOLL. — El nombre que está escrito es Sidney Davidson, ciento. . .

DAVIS. — No te fijes en eso. Naturalmente, el nombre es falso. Mira el matasellos.

Page 22: En La Zona (Eugene O_neill)

DRISCOLL. — Aparentemente, se trata de una estampilla extranjera. El

matasellos está borroso y cuesta leerlo. (Deletrea laboriosamente).

B-e-r...La letra siguiente parece una l... luego una i... y la otra una n.

DAVIS (con excitación). — ¡Berlín! ¿Qué les dije? Ya sabía yo que esas cartas

provenían de Alemania.

COCKY (blandiendo el puño hacia Smitty). — ¡Perro maldito!

(Los demás miran a Smitty de tal modo como si este último hecho lo hubiese

condenado por completo ante sus ojos.)

DAVIS. — Dame la carta, Drisc. Puede ser que yo saque algo en limpio. (Driscoll

le tiende la carta.) Examina las otras, Drisc, y dinos si encuentras algo extraño.

(Se inclina sobre la primera carta, resuelto

al parecer a descubrir su sentido secreto. Jack, Cocky y Scotty miran por sobre su

hombro, con ávida curiosidad. Driscoll saca algunas de las demás cartas, y pasea

rápidamente la mirada por las páginas. Por momentos mira con curiosidad a

Smitty y suspira a menudo, con aire perplejo.)

DAVIS (decepcionado). — Tengo que renunciar. Esto es demasiado difícil para mí,

pero le entregaremos las cartas a la policía cuando atraquemos en Liverpool, para

que las estudie. Esta que tengo fue escrita un año antes de laguerra, de todos

modos. ¿Has encontrado algo en la tuya, Drisc?

DRISCOLL. — Hay lo mismo que en la primera... charla amorosa, y ella habla de

los progresos de su canto y de los elogios que le hace a su voz el maestro

holandés y de cómo se alegra ella de que su muchacho Sidney esté trabajando

fuerte y haciéndose hombre por ella. (Smitty vuelve completamente el rostro hacia

la pared.)

DAVIS (con disgusto). — ¡Si tuviéramos la clave!

Page 23: En La Zona (Eugene O_neill)

DRISCOLL (sacando la carta que está más abajo). — ¡Hola! Aquí hay una dirigida

a este barco: "A bordo del Glencairn", dice; cuando estábamos en la Ciudad del

Cabo hace siete meses... (Mira el matasellos) Proviene de Londres.

DAVIS (ávidamente). — Léela. (Smitty profiere otro gemido ahogado.)

DRISCOLL (lee lentamente y baja cada vez más la voz a medida que avanza la

lectura). — Comienza, simplemente, con el nombre Sidney Davidson... En ésta no

dice nada de querido ni de tesoro. "Sólo tu encuentro casual con Harry —cuando

estabas borracho— me permitió saber dónde te hallabas. De modo que huiste al

mar como el cobarde que eres porque sabías que yo había descubierto la

verdad... la verdad que me habías ocultado siempre con tus mezquinas mentiras,

mientras yo estaba en Berlín y confiaba en ti. Perfectamente: tú lo has querido. Me

has probado que tus borracheras valían más para ti que un amor o una fe como

los míos. Lo siento... porque yo te quería, Sidney Davidson... pero esto se acabó.

Te dejo... los recuerdos y si el saberlo te satisface un poco, te dejo la comprensión

de que has destruido mi vida y la tuya propia. La única esperanza que me queda

es que nunca, nunca, volveré a verte la cara. Adiós. Edith."

(Cuando Driscoll concluye reina un profundo silencio, que sólo interrumpen los

ahogados sollozos de Smitty. Los marineros no se atreven a mirarse.Driscoll

aferra, laxamente la bolsita de goma y unos pequeños objetos blancos caen de

ella silenciosamente al suelo. Con gesto mecánico, se inclina y los recoge,

contemplándolos con asombro.) 

DAVIS (con voz apagada). — ¿Qué es eso?

DRISCOLL (lentamente). — Los restos de una flor seca... una rosa, quizá.(Vuelve

a arrojar los pétalos en la bolsita y reuniendo las cartas las repone en su lugar.

Coloca la bolsita en la caja y la cierra con llave y la pone bajo el colchón de Smitty.

Los demás siguen con la mirada sus movimientos. Driscoll se acerca

silenciosamente a Smitty y corta con su cuchillo las cuerdas que le sujetan los

brazos y tobillos y desata el pañuelo que le cubre la mordaza. Smitty no se vuelve,

sino que se cubre la cara con las

Page 24: En La Zona (Eugene O_neill)

manos y apoya la cabeza contra la pared. Sus hombros se siguen estremeciendo

convulsivamente, pero de sus labios no se escapa ya el menor sonido).

DRISCOLL (vuelve con furtivo andar al lado de los demás. Durante un momento

reina el silencio y todos los hombres en agonía en la desesperanza de encontrar

una palabra que poder decir – luego Driscoll explota) ¿Es que nunca vamos a

despertarnos de este sueño? (todos empiezan a despertarse como de una

pesadilla y agradecidos se arrastran a sus literas, zapatos y todo, volteando sus

rostros a la pared, y jalando sus frazadas por encima de sus hombros. Scotty en

puntillas pasa por el costado de Smitty en la oscuridad. Driscoll apaga la luz y se

arrastra a su litera mientras el telón cae).