Encuentro Juvenil Mártires Claretianos de Barbastro

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“Busquen mi rostro” (Salmo 27, 8) El martirio nos invita a contemplar el rostro de quienes amamos. Ellos, los mártires, han descubierto el Jesús liberador incluso en los rostros de sus verdugos. Nuestro rostro es importante… y también el rostro de los otros. ¿Te has fijado alguna vez en qué es lo que transmite el rostro de aquellos que tenemos a nuestro lado? Porque, en ocasiones, la mira- da, la forma que tiene nuestra cara, cómo mordemos o no nuestros labios, hacia dónde dirigimos nuestros ojos cuando hablamos, hablan más de nosotros mismos y de lo que tenemos dentro de lo que pensamos. Nos vamos a colocar en parejas, y vamos a, en un momento de silencio, fijarnos en el ros- tro del otro. Tal vez al principio nos cueste: surgirán risas, nos costará mirar a los ojos del otro, los más tímidos o tímidas escurrirán la mirada. Pero de eso se trata… de descubrir qué se encuentra en el rostro del otro y qué nos dice de él. Tendrán además, un pequeño papel donde apuntar qué nos trasmite su mi- rada y podrán anotar las características que descubras en ella (anexo 1). Al principio les costará bastante. Se trata de centrar la atención en aquellos que se encuen- tra detrás de nosotros mismos, de nuestra mi- rada, y descubrir las cualidades que a simple vista no se ven. El rostro refleja quiénes so- mos muchas veces y también, cuando trata- mos de ocultar ese rostro, poniéndonos una máscara, quiénes queremos ser ante los de- más. Se les invita, después, a compartir con su compañero/a aquello que han descubierto en su rostro y su mirada, las cualidades. Tras esto se puede hacer la siguiente oración: Este salmo es el grito de todo un pueblo que trata de encontrar respuesta a sus propias di- ficultades. Y cree que, descubriendo el rostro de Dios, las cuestas se harán menos cuestas, los caminos más fáciles. Pero el rostro de Dios es inseparable del rostro de aquellos que comparten con nosotros el camino de la vida, en esta tierra nuestra. Es el rostro de los otros el que nos cuestiona, el que nos golpea y nos mueve de nuestros asientos. “Buscar el ros- tro” de Dios es buscar el rostro de aquellos para los que Dios vive y entrega su vida: los que, en ocasiones, son silenciados, pasan desapercibidos, o a los que hemos quitado, consciente o inconscientemente, la dignidad de ser amados. Un rostro auténtico no puede no dejar de reflejar también el rostro de todos ellos. Salmo 27,1 El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré? 27,2 Si me acosan los malvados para devorar mi carne, ellos, mis enemigos y adversarios, tropiezan y caen. 27,3 Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no teme; aunque me asalten las tropas, continuaré confiando. 27,4 Una cosa pido al Señor, es lo que busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida; admirando la belleza del Señor, ENCUENTRO COMUNITARIO PARA CELEBRAR EL 76 ANIVERARIO DE LOS MÁRTIRES CLARETIANOS DE BARBASTRO Un servicio del Teologado Clareano de Centroamérica. Agosto de 2012.

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Tema juvenil para comentar y conocer sobre los Mártires Claretianos de Barbastro

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“Busquen mi rostro” (Salmo 27, 8) El martirio nos invita a contemplar el rostro de quienes amamos. Ellos, los mártires, han descubierto el Jesús liberador incluso en los rostros de sus verdugos. Nuestro rostro es importante… y también el rostro de los otros. ¿Te has fijado alguna vez en qué es lo que transmite el rostro de aquellos que tenemos a nuestro lado? Porque, en ocasiones, la mira-da, la forma que tiene nuestra cara, cómo mordemos o no nuestros labios, hacia dónde dirigimos nuestros ojos cuando hablamos, hablan más de nosotros mismos y de lo que tenemos dentro de lo que pensamos. Nos vamos a colocar en parejas, y vamos a, en un momento de silencio, fijarnos en el ros-tro del otro. Tal vez al principio nos cueste: surgirán risas, nos costará mirar a los ojos del otro, los más tímidos o tímidas escurrirán la mirada. Pero de eso se trata… de descubrir qué se encuentra en el rostro del otro y qué nos dice de él. Tendrán además, un pequeño papel donde apuntar qué nos trasmite su mi-rada y podrán anotar las características que descubras en ella (anexo 1). Al principio les costará bastante. Se trata de centrar la atención en aquellos que se encuen-tra detrás de nosotros mismos, de nuestra mi-rada, y descubrir las cualidades que a simple vista no se ven. El rostro refleja quiénes so-mos muchas veces y también, cuando trata-mos de ocultar ese rostro, poniéndonos una máscara, quiénes queremos ser ante los de-más. Se les invita, después, a compartir con su compañero/a aquello que han descubierto en su rostro y su mirada, las cualidades.

Tras esto se puede hacer la siguiente oración: Este salmo es el grito de todo un pueblo que trata de encontrar respuesta a sus propias di-ficultades. Y cree que, descubriendo el rostro de Dios, las cuestas se harán menos cuestas, los caminos más fáciles. Pero el rostro de Dios es inseparable del rostro de aquellos que comparten con nosotros el camino de la vida, en esta tierra nuestra. Es el rostro de los otros el que nos cuestiona, el que nos golpea y nos mueve de nuestros asientos. “Buscar el ros-tro” de Dios es buscar el rostro de aquellos para los que Dios vive y entrega su vida: los que, en ocasiones, son silenciados, pasan desapercibidos, o a los que hemos quitado, consciente o inconscientemente, la dignidad de ser amados. Un rostro auténtico no puede no dejar de reflejar también el rostro de todos ellos.

Salmo

27,1 El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré?

El Señor es el baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré?

27,2 Si me acosan los malvados

para devorar mi carne, ellos, mis enemigos y adversarios,

tropiezan y caen.

27,3 Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no teme;

aunque me asalten las tropas, continuaré confiando.

27,4 Una cosa pido al Señor, es lo que busco:

habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida;

admirando la belleza del Señor,

ENCUENTRO COMUNITARIO PARA CELEBRAR EL 76 ANIVERARIO DE LOS

MÁRTIRES CLARETIANOS DE BARBASTRO

Un servicio del Teologado Claretiano de Centroamérica. Agosto de 2012.

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y contemplando su templo.

27,5 Él me cobijará en su cabaña en el momento del peligro;

me ocultará en lo oculto de su tienda, me pondrá sobre una roca.

27,6 Entonces levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca. En su tienda ofreceré sacrificios

entre aclamaciones,

Anexo 1

El rostro del otro

cantando y tocando para el Señor.

27,7 Escucha, Señor, mi voz que te llama, ten piedad de mí, respóndeme.

27,8 —Busquen mi rostro.

—Mi corazón dice: Tu rostro buscaré, Señor.

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1934. La Revolución de Asturias alcanzó un elevado grado

de violencia anticlerical (33 religiosos y sacerdotes ejecu-

tados). La idea revolucionaria estaba ligada a la desapari-

ción de la Iglesia por sus vínculos históricos con la monar-

quía.

1936. El 16 de febrero gana las elecciones el Frente

Popular. La euforia tras la victoria se tradujo en

huelgas, alteraciones del orden público, incendios y

provocaciones de todo tipo. Se creó un clima de

terror en el que la Iglesia fue el objetivo principal.

1936. El 18 de julio un grupo de militares se subleva-

ron y para reprimirlos se inició una persecución con-

tra los adversarios del nuevo Gobierno de la Repúbli-

ca, lo que reanimó una persecución hacia la Iglesia,

promovida por los partidos de izquierda.

1936. El lunes 20 de julio, a las 5:30 p.m. se inicia la revisión de la casa de

formación de los Misioneros Claretianos en Barbastro. Tras acusar de que

en la casa había armas, pusieron en prisión a los tres sacerdotes encarga-

dos; al resto de los estudiantes, sacerdotes y hermanos los llevaron, entre

insultos y amenazas, al Colegio de los Padres Escolapios .

1931. La Segunda República fue un proceso político contrario a la monar-

quía que provocó grandes cambios en España, uno de los cuales fue la

aprobación de la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas (2 de

junio de 1933), en la que se presenta a estas como unas instituciones pe-

ligrosas para la seguridad del Estado.

MÁRTIRES CLARETIANOS DE BARBASTRO Pequeña reseña histórica

Anexo 1

El rostro del otro

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1936. El 2 de agosto fueron asesinados los tres superiores junto a

otros clérigos y laicos. Los claretianos llevados al martirio en Barbastro

fueron 9 sacerdotes, 5 hermanos y 37 estudiantes. A los mártires les

repetían: "No odiamos vuestras personas. Odiamos vuestra profesión,

vuestro hábito negro, vuestra sotana".

¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroi-

cos se están mostrando tus hijos, Congregación

querida!. Pasamos el día animándonos para el mar-

tirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro

querido Instituto (Faustino Pérez)

Herederos del espíritu de san Antonio Mª Claret, es-

tuvieron atentos a los desafíos misioneros de su

tiempo, sensibles a los más desfavorecidos de su

época, los obreros, y preparándose con ilusión y mi-

rada universal para un ya próximo ministerio.

1992. Fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II el 25 de octubre de

1992, quien afirmó de los mártires: “estos Claretianos murieron por ser

discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos religio-

sos. Por eso, con su sangre derramada nos animan a todos a vivir y morir

por la Palabra de Dios que hemos sido llamados a anunciar”.

1936. Los misioneros seguían recibiendo a escondidas

la Comunión y se animaban con la oración, en medio

de burlas, tentaciones y condiciones deplorables. Entre

el 11 y 18 de agosto tuvieron lugar las ejecuciones de

los misioneros. Uno de los mártires escribe:

Fuentes: ESTA ES NUESTRA SANGRE, de Gabriel Campo Villegas, cmf; CRÓNICA MARTIRIAL, de Pedro García, cmf; www.martiresdebarbastro.org.

“Sí, yo los maté a todos... Pero le digo para su satisfacción que todos los Misioneros fueron muy valientes. Murieron gritando ¡Viva Cristo

Rey! ¡Viva el Corazón de María! Cuando los llevábamos a fusilar, iban tranquilos, contentos, incluso alegres y hasta cantando con entu-

siasmo durante casi todo el camino. Alguna vez tuvimos que hacer callar a fuerza de culatazos de fusil... Morían por el ideal en que

ellos creían y del que nadie les pudo hacer desviar.” (Declaración jurada de uno de los asesinos)