Ensayo Desarrollo Afectivo
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Gabriela Piguave Iperty
DESARROLLO AFECTIVO Y MOTIVACIONAL EN LA SEGUNDA INFANCIA
INTRODUCCIÓN
La segunda infancia marca un gran giro en el desarrollo afectivo y motivacional
del niño. Comienza a aparecer el pensamiento lógico, que le va a dar poder
sobre la realidad y lo va a liberar del egocentrismo. Es la época de dar,
esperar, cooperar, donde aparece el sentido de la competencia y de la
solidaridad con el grupo; es cuando se perfilan las conductas futuras de la
comunidad y los temperamentos hacen sus primeras apariciones. En el
presente ensayo hablare un poco sobre el desarrollo afectivo y como influye en
los niños en la segunda infancia.
DESARROLLO
En la segunda infancia ocurren cambios físicos como el estiramiento del
cuerpo, aparece una nueva dentición, además de aumentar la vitalidad. Estos
cambios se vuelven más lentos hasta la edad de 12-13 años en los niños y 10-
11 años en las niñas; pero además de estos cambios se desarrolla la
afectividad del niño. Esta etapa se caracteriza por el paso del egocentrismo de
la primera infancia al altruismo; el niño mejora las relaciones con los demás,
perfeccionando el equilibrio entre sí mismo y el resto, por medio de la obtención
de conciencia de sus posibilidades y limitaciones, siendo más objetivos y así
poder ir consolidando su identidad. En esta edad los niños y niñas adquieren
una nueva visión de sí mismos y de sus compañeros, además se nota un
creciente sentido del humor y una alegre sociabilidad.
Los niños y su relación con el adulto a cargo (pueden ser los padres también)
establecen una fuente de transmisión no sólo educativas, lingüísticas o
culturales, sino también una fuente de sentimientos morales desde el punto de
vista afectivo. Teniendo como resultado generar sentimientos morales de
obligación y de conciencia.
El sentimiento de obligación está subordinado a la intervención de consignas
del exterior y a la aceptación de tales consignas lo que supone la existencia de
un sentimiento propio de quien la recibe por quien la da. Este sentimiento es el
de respeto, compuesto por afecto y temor, ya que el afecto por si solo no es
suficiente para implantar la obligación y el temor solo provoca sumisión
interesada.
Hay que señalar que el poder de las consignas está ligado a la presencia
material de quien las da y en su ausencia, la ley pierde su acción y el malestar
sólo es momentáneo, luego ese poder se hace duradero y se produce un juego
de asimilaciones sistemáticas de identificaciones con la imagen de autoridad.
La actitud con la que se dirige a sí mismo, la generaliza también a sus padres,
produciéndose un progresivo debilitamiento de los lazos afectivos. Esta frialdad
afectiva se ve reflejada en niños entre 9 y 10 años cuando cuentan historias sin
conmoverse o escuchan con interés narraciones sobre acciones crueles,
observan fríamente a personas con algún defecto físico y llegan al punto de
burlarse de ella; esta actitud fría se debe a su dificultad para percibir el dolor y
la pena de los demás o simplemente por el afán de conocimiento.
Existe una fase de equilibrio emocional caracterizada por la serenidad
emocional que favorece un notorio desarrollo intelectual; el niño se dota de
elementos psíquicos que le permiten controlar sus emociones, el niño desea
ser considerado importante, buscando su superioridad en la fuerza; la niñas en
cambio desean hacerse valer y sentirse estimada a través de su aspecto físico,
cuidando el peinado, los vestidos, los adornos entre otras cosas.
Los trastornos de afectividad en el niño de 7 a 11 años pueden ser originados
por diversas situaciones que el niño vive tanto en la familia como en la escuela.
Dichas perturbaciones suelen ocultarse detrás de los problemas de
aprendizaje. En las situaciones conflictivas que ocurren en la escuela; el
rechazo de los compañeros provoca, además de trastornos emocionales,
sentimientos de ansiedad o baja autoestima, conductas desordenadas y
sentimientos de hostilidad. Pero la mayor parte de los trastornos que se
producen en esta etapa tienen su origen en la ruptura del núcleo familiar, en los
enfrentamientos entre la pareja.
Bolwby con su teoría del apego explica por qué los seres humanos tienden a
construir lazos fuertes, selectivos, duraderos y cómo los conflictos o amenazas
de rupturas de dichos lazos pueden ocasionar dolorosas emociones, más tarde
psicopatológicas. El apego en la relación madre-hijo supone que la madre está
capacitada para proporcionarle a su hijo la posibilidad de desarrollar seguridad
con respecto a ella, el niño tendrá certeza que puede explorar el mundo
sabiendo que tiene en su madre (o adulto a cargo) un lugar seguro y de
contención emocional al cual volver si se siente amenazado. Existen 3 tipos de
apego que se ven influidos por el modo en que los padres o adultos a cargo
tratan al niño; tenemos el Apego seguro que es aquel en el que el niño confía
en que sus padres serán accesibles, sensibles y colaboradores con él si se
encuentra en una situación atemorizante. Teniendo esta seguridad el niño se
atreve a hacer sus exploraciones del mundo. El Apego ansioso resistente es
aquella conducta que expresa un niño inseguro de si su madre o adulto a cargo
lo ayudará cuando lo necesite. Esto se da cuando el adulto se muestra
accesible en algunas ocasiones y en otras no, también se da por las
separaciones y por las amenazas de abandono utilizadas como control. En
Apego ansioso elusivo el niño no confía en que cuando busque cuidados
recibirá respuesta, por lo contrario espera ser desairado, así intenta volverse
emocionalmente autosuficiente. Esto se da como resultado del constante
rechazo de la madre o adulto a cargo cuando el niño se acerca a ella en busca
de consuelo y protección.
La separación de los padres suele provocar angustia y sentimiento de
culpabilidad que pueden desembocar en síndromes depresivos. Suele
conllevar también estados de irritabilidad en el niño que en algunos casos
desemboca en violencia o en relaciones afectivas escasas y tensas; cuando el
niño se siente relegado a un segundo lugar, cuando se producen ausencias
prolongadas del padre o cuando éstos son muy severos o demasiado
tolerantes, lo más probable es que se desencadene un conjunto de conductas
inadecuadas y contradictorias con las que el niño reclame el afecto.
Los trastornos emocionales relacionados con la inestabilidad tales como la
tensión nerviosa, la falta de concentración, la irritabilidad o los cambios
frecuentes de humor afectan el proceso de aprendizaje, volviendo a éste
tedioso y difícil de sobrellevar para el niño. Así, también cualquier trastorno de
tipo afectivo puede influir en el aprendizaje lingüístico del niño impidiéndole un
desarrollo normal.
CONCLUSIÓN
En conclusión, en esta etapa los niños se muestran amistosos, expresivos,
dispuestos a colaborar y deseosos de agradar, son positivos y entusiastas;
menos volubles, más controlados y tienen mejor sentido de la autocrítica.
La relación con los padres o el adulto a cargo es elemental en esta etapa, ya
que si no hay un buen apego hacia ellos puede ocasionar una serie de
trastornos psicológicos y cuyas consecuencias se manifestarán en problemas
de aprendizaje, trastornos de personalidad y dificultades para lograr una
socialización normal.
“Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus
demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta
a valorar y continuar la relación” (John Bowlby).
BIBLIOGRAFÍA
- Desarrollo en la segunda infancia. Desarrollo cognitivo, social, moral y
afectivo – Eugenio González González.
- Psicología del Desarrollo de la infancia a la adolescencia – Diane E. Papalia
- Los Ciclos vitales del ser humano – Hernando Duque
- Terapia Cognitiva , teoría de los apegos – Walter Riso
- www.wikipedia.com