Entre el campo y el mar: Cosechando la orilla.

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Entre el campo y el mar: Cosechando la orilla. El tránsito histórico de los trabajadores itinerantes de Bucalemu en el siglo XX. Equipo de investigación:Daniel M. Carvajal S.Rodrigo Jofré C. Nicolás Girón Z.Marianela Leiva E.Jorge Navarro L.Victor Quilaqueo G.Analía Silberman S. Investigación y publicación financiada por el Fondo de la Cultura y las Artes de la Región de O’Higgins (Proyecto FONDART Regional 3401-0), de la línea de Patrimonio Inmaterial. Primera edición 2010. TLAHC. Taller Latinoamericano de Historia Colectiva

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ENTRE EL CAMPO Y EL MAR: COSECHANDO LA ORILLA

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Primera edición, 2010.

Edición Independiente-TLAHCSantiago, Chile, noviembre 2010.

Diseño y edición /Tania Calderón [email protected]

Impreso en Santiago de Chile

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Equipo de investigación:Daniel M. Carvajal S.

Rodrigo Jofré C.Nicolás Girón Z.

Marianela Leiva E.Jorge Navarro L.

Victor Quilaqueo G.Analía Silberman S.

El tránsito histórico de los trabajadores itinerantes de Bucalemu en el siglo XX

ENTRE EL CAMPO Y EL MAR: COSECHANDO LA ORILLA

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Prólogo

LA SUTIL FORTALEZA DE LA HISTORIA LLANA Y LLENA.

La disciplina histórica es un emplazamiento sin duda contradictorio, de luchas no siempre admitidas y claramente desplegadas en un escenario que se encuentra del todo abierto. De un lado, las potentes miradas po-sitivas de estructuras y personajes que inculcan el ánimo novelesco de nuestro pasado; del otro flanco, el historiador percibe un ambiente inten-so, apasionado, ríspido, movedizo. Entiendo que dicha afirmación pue-da ser insostenible en la regular y consistente producción de la disciplina que nos ha provisto, sin pedírselo, de innumeras y efímeras centellas de héroes, personalidades, instituciones y procesos que no dejan ver en su fogonazo fútil y despiadado las escasas y fundantes certezas con que nos asombra esta investigación.

El debate historiográfico en Chile no es nuevo. Atenea, Mapocho, la Re-vista de Historia y Geografía, por no nombrar la decena de publicaciones institucionales de universidades, repositorios gubernamentales, partidas institucionales ocasionales de antes, tal cual fueron Aurora, Principios, etc. También los financiamientos productivos actuales como Fondart y otros, y los recursos editoriales que siembran el siglo XX y el presente siglo cibernético, dan cuenta de un campo de discusión, en que parte de los interesados se han hecho fuertes y desde donde despliegan una argu-mentación que desbroza de muchos modos –o lo que es lo mismo, por medio de distintos dispositivos metodológicos- la abundante maleza que confunde la apreciación del transeúnte por las Ciencias Sociales.

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Pareciera tratarse de una necesidad de constitución desde donde se des-pliega la irredarguible veracidad que demuestre consistencia sobre lo que se investiga. Entonces dicho debate se emociona y no descansa en la búsqueda de sujetos, de procesos, de relaciones, de conceptos.

La historia disciplinar en Chile, que duda cabe, renuncia con decisión en este estudio a su propia declinación inaugural instalándose en nuevos si-tios, ocupando otros miradores, descubriendo nuevos asuntos. En un es-cenario donde la palabra que captura el relato de lo acontecido pareciera destinada al rincón oscuro, convertida en nada, en una competencia in-verosímil con la imagen que pareciera ser el único posible mecanismo de contar y relatar, la historia vuelve a reclamar su lugar.

Bucalemu es en la conciencia del observador desatento, un balneario. En el acontecimiento telúrico reciente de febrero de 2010, es un balnea-rio arrasado por una ola imprevista y desconcertante de destrozo. Sin embargo, Bucalemu siempre me pareció una sociedad (sus casas apenas concentradas, sus gentes parsimoniosas sin querer conteniendo su inten-sidad, sus laderas orientadas a los cuatro vientos, sus tierras empobreci-das del ácido del pino radiata insigne) abrazada a su río del revés, que va hacia la cordillera, como reguero regalo de un mar incógnito e inmenso, lo que las gentes conocen como Laguna de Bucalemu. Bucalemu atrapa y reclama por su excentricidad.

Estos investigadores noveles y natos, expertos en su seguridad argumen-tativa, nos invitan a un recorrido pocas veces realizado con tal pulcritud. Invitan a los fundamentos antropológicos, insinúan acercamientos a la sociología y no lo dicen, pero es un importante fiel de su relato, durante toda su búsqueda nos muestran la espacialidad como un resorte indis-pensable de historicidad.

Se trata no menos que una búsqueda conceptual radicada en las perso-nas, que finalmente son la síntesis de sus representaciones de cualquier índole. Y en este texto que tienen en sus manos, dicho empeño revelado no es cosa casual. Quizás sea por eso que recorremos sus páginas de notable estatura ética, pues se trata de un texto comprometido, como un derrotero deseado y alumbrador.

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El labrador del mar (sujeto consistente de una práctica antigua y pre-sente, que desarrolla su arte con plena conciencia de las condiciones que le llevaron desde la ruralidad agraria a la marina, concientes que su propia genealogía familiar y social, cultural y laboral, mutó en el tiempo, llevando consigo toda su capacidad de imbricarse con el espacio geográfico) ha preservado su modo, su ser, su saber, sin perder de vista el contexto de pertenencia, la perspectiva de los procesos históricos, y sobre todo, conteniendo y desplegando en sus relatos una fuerte y con-tundente conciencia de sí mismo.

Esta historia de pueblo llano, va tejiendo con sutileza una urdimbre po-tente que atrapa los elementos sustantivos de los procesos de un lugar y sus gentes, con la cual llena los inmensos vacíos que existen sobre ellos, evidencia la explotación, la segregación, los entramados económicos (y sus necesarios correlatos políticos y sociales) que ha vivido la región y el país. Expone con singular orden una convincente batería de aprecia-ciones multidisciplinares, convirtiéndose en una propuesta significativa para los trabajos investigativos de la historia, de modo tal que todo lec-tor pueda convencerse que estamos, de la mano de estas proposiciones, en un camino completamente productivo para conocernos lo necesario, entendernos como sujetos más que meros resultados. Si a ello contribu-yese este estudio, y no tengo duda alguna que así será, el camino para las gentes sencillas y diversas de este país se hará mucho, mucho más claro.

Benjamín Larenas M.Historiador

Académico Universidad ARCIS

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Introdución

Una de las características del tránsito histórico de nuestro país ha sido un continuo centralismo que se ha expresado en todas las esferas de la sociedad. Este centralismo ha producido un desarrollo inequitativo en las diferentes zonas a lo largo del país, que solamente la explotación de los recursos naturales ha modificado de cierta manera. Pero, a pesar de ello, no todo sucede exclusivamente en la capital ni en las elites que en ella se desenvuelven, ya que la población de las demás regiones ha sabido forjar sus historias particulares, que por mucho rebasan el lugar de comparsa de las decisiones tomadas en Santiago que la historiografía tradicional les ha asignado.

Sin embargo, desde hace un par de décadas, una parte de los estudios históricos ha intentado resituar a las regiones en el lugar que le corres-ponde, y por ello, los estudios locales han significado un importante avance para la investigación y divulgación de la historia de aquellos lugares subordinados a la capital, histórica e historiográficamente.

Por otro lado, la antropología social ha afianzado en el último tiempo sus fines descentralizadores al promover –de acuerdo a los intereses que promueve esta disciplina- los estudios locales, sostenidos principalmen-te en la etnografía, técnica investigativa que permite articular el tránsito sociohistórico de las comunidades, al conocer los testimonios de los sujetos vivenciales no visibilizados por el centro académico.

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La vinculación que la disciplina histórica promovió con la antropolo-gía, permitió que la etnografía enriqueciera el análisis historiográfico y que desde ahí se implementara la “historia oral”, principalmente en los estudios de comunidades locales, rescatando los testimonios que los integrantes de esas mismas comunidades aún recordaban. Así, “historia oral” e “historia local”, han constituido los mejores intentos por conocer la historia regional, uniendo antropología e historia en esta tentativa.

Es por esto que al intentar adentrarnos de manera profunda a Bucalemu, la “historia oral” (como subconjunto de técnicas y como marco de in-terpretación de la memoria) nos proporcionó las mejores armas para investigar la vida de esta comunidad, no solamente de sus hitos y genea-logías, sino también como un elemento que dinamizara e hiciera visible lo que los mismos sujetos consideraban su memoria y, ciertamente, su patrimonio; fuera éste material o inmaterial.

Ya en el pueblo comprendimos las peculiaridades que dirigirían la inves-tigación. Pues si bien se trata de una comunidad costera, la presencia de la agricultura sigue latente en la memoria de los bucaleminos. Además, la extensión –histórica- de la recolección de productos marinos de ori-lla contrasta con la intensiva –y reciente- pesca artesanal. En el ámbito social, la preponderancia de la organización familiar nuclear, propiciada por la producción doméstica, otorga al pueblo de una fisonomía espacial de baja densidad. Todas estas especificidades hacían necesaria un mayor grado de profundidad de análisis.

Ya a primera vista, Bucalemu se nos presentaba como una comunidad que contenía ciertas particularidades en su historia que eran necesarias darlas a conocer, lo que nos permitía transformar el análisis local en un nuevo “centro”, integrando así la historia de este pueblo en el universo nacional. Con estos intereses buscábamos: a) desplazar la “calidad his-tórica” desde la historia de las instituciones hacia otros ejes sociales, ampliando el espectro de los estudios sociales hacia un enfoque integra-dor más que centralista, lo que nos permitía estudiar grupos sociales que de otra manera no aparecerían, y en especial, potenciar su historia local; y, b) establecer a los propios actores –los integrantes de la comunidad bucalemina- como sujetos válidos para reconstruir, a partir de sus testi-monios, su historia.

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Por ello, esta investigación se centra en los sujetos vivenciales de la “historia bucalemina”; a partir de sus relatos intentamos reconstruir el pasado de este pueblo que integra la costa con el campo. Siguiendo sus relatos, conocimos las principales aristas que concurren en el desarro-llo histórico de este pueblo, y también, de la zona sur-occidental de la Región de O’Higgins. Fueron los habitantes de Bucalemu quienes nos proporcionaron la hoja de ruta para profundizar el conocimiento sobre los pueblos del secano costero. A esas directrices, el equipo de inves-tigación aportó los conocimientos que intentaron integrar las historias dispersas y el estado actual del pueblo. Campesinos, mareros, turismo, pescadores, entre otros, aparecen aquí una y otra vez como componentes esenciales de una historia, hasta ahora, desconocida para la mayoría del país.

¿Por qué acudir a los habitantes del pueblo como fuentes principales? Por una parte, está un componente ético, que nos obligaba a recurrir a la comunidad misma como un recurso válido para intentar reconstruir la historia y además hacerlos partícipes de ese proceso. Pero también, por-que son ellos los principales depositarios de una historia que ha estado alejada de la institucionalidad, subordinada a las decisiones del poder central y desintegrada de aquel “todo nacional” anhelado por los gran-des próceres.

Con este libro, se cierra un proceso investigativo de más de un año, que no sin dificultad –terremoto por medio-, nos permitió conocer el pasado de este pueblo, pero también la vitalidad de su presente que busca pro-yectarse en un futuro más promisorio y con expectativas de integrarse a los nuevos tiempos.

Es este el momento para agradecer a todos quienes permitieron que nuestro proyecto llegase a su orilla. En primer lugar, agradecemos a toda la comunidad bucalemina que colaboró activamente durante el proceso de investigación, respondiendo nuestras incansables –y muchas veces inabarcables- preguntas, relatándonos sus historias y anécdotas que es-tán en la base de la historia del pueblo.

Gran parte de nuestra investigación se desarrolló en torno a los mareros. De éstos, Pachango, Charly y Choquita, que con orgullo ostentan el títu-

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lo de los más antiguos en su oficio, fueron fundamentales para lograr el recorrido por este siglo de modernizaciones e itinerancia.

Agradecemos también a Emiliano, Guayo, Bambi y sus respectivas fa-milias, quienes nos acogieron largas tardes en torno a un rico té y pan amasado, facilitándonos así el acercamiento a la comunidad, gracias a su capacidad de gestión y liderazgo.

A Victoria, que con su calor materno nos brindó un hogar en Bucalemu que trascenderá en el tiempo.

Gracias a Camila, María José, Alex, Sara y Magdalena, que con gran interés y cariño ayudaron durante este proceso y también en la actividad de la Escuela, compartiendo así la experiencia en la orilla. Igualmente agradecemos a los niños, que con entusiasmo se hicieron también parte de esta investigación.

Sin los aportes fiscales esta investigación aún formaría parte de nuestras experiencias, así que agradecemos al Fondo de la Cultura y las Artes de la Región de O’Higgins (Proyecto FONDART Regional 3401-0), que nos propició un financiamiento que nos resultó vital.

Finalmente, agradecemos a Bucalemu entero, personas y espacio, en donde aprendimos más de lo que este libro alcanzó a plasmar.

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I.- CARACTERIZACIÓN SOCIO-HISTÓRICA DE LA

Región de O’Higgins

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I.1. AGRICULTURA, CAMPESINADO Y MARGINALIDAD DEL SECANO COSTERO.

La zona central del país se ha caracterizado -por lo menos desde fines del siglo XVI- por el predominio de la agricultura como actividad pro-ductiva. Es en esta región donde la actividad agrícola se desarrolló con mayor auge y donde se establecieron amplias haciendas que tuvieron al trigo como principal producto de explotación (siglo XVIII). De esta forma, la zona central (desde el valle de Aconcagua por el norte, hasta la región del Maule hacia el sur, aproximadamente) se transformó en el foco agrícola nacional, situación que se extendió hasta la ampliación del control del Estado chileno hacia la Araucanía, a fines del siglo XIX1.

A esta tendencia nacional no ha escapado la región de O’Higgins, la cual se ha destacado como el espacio de mayor inserción del régimen laboral típico de la hacienda chilena: el inquilinaje2. El antropólogo José Ben-goa, destaca que en esta zona se desarrolló durante el siglo XIX y gran parte del XX, una especie de “feudalismo agrario” caracterizándose por el amplio poder de los terratenientes de la zona, tanto así que esta sería «la región más señorial de Chile y, también, aquella donde se desarro-lló un fuerte paternalismo como base de las relaciones entre patrones e inquilinos»3.

1 José Bengoa, Haciendas y campesinos. Historia social de la Agricultura Chilena. Tomo II, Ediciones SUR, Santiago, 1990. Para una caracterización histórica del fenómeno del “inquilina-je”, ineludible es la obra de Mario Góngora, Origen de los inquilinos de Chile Central, ICIRA, Santiago, 1972.2 Bengoa, op. cit., p. 87.3 Ibíd., p. 90.

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La principal característica de este sistema laboral se encuentra en el arraigo –muchas veces forzado- de los inquilinos en tierras que no per-tenecían a su propiedad. Así, en este régimen laboral, el hacendado (propietario de la tierra) imponía la fijación espacial del campesino a la hacienda (en calidad de trabajador de la misma), con “derecho” a una pequeña porción de tierra cultivable a cambio de prestaciones en las distintas labores que el dueño de la gran propiedad establecía. De esta manera, el campesino y su familia habitaban en el mismo lugar del tra-bajo, lo que llevaba a que la familia del inquilino quedara también atada a la hacienda.

Según el mismo autor, las condiciones laborales de los trabajadores campesinos al interior de las haciendas del territorio que ahora com-prende la región de O’Higgins, se mantuvieron casi inalteradas hasta la puesta en marcha de la Reforma Agraria, a fines de la década 1960. Esta reforma tenía por intención principal contrarrestar « […] la tendencia [de] inquilinizar a la población y [de esta forma] asegurar la mano de obra con personal interno al predio»4.

4 Ibíd., p. 98.

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Sin embargo, el inquilinaje no fue la única relación laboral que se esta-bleció entre grandes propietarios y campesinos pobres, ya que también existieron otros tipos de trabajo: uno, donde no se dio una fijación de los labradores al interior de la hacienda, y otro, en donde la sujeción de los trabajadores a la tierra era parcial. En la primera de éstas, a los trabaja-dores sin relación permanente a la hacienda, se los ha denominado como “peones-gañanes”, teniendo por característica principal una importante movilidad espacial, derivada de la inexistencia de contratos laborales, ya fueran escritos o consuetudinarios5. El segundo tipo de trato labo-ral, hace referencia a una relación contractual no rígida entre campesi-nos y terratenientes, establecida principalmente por la necesidad de los grandes propietarios de absorber la producción agrícola de los pequeños terrenos en manos de campesinos libres o “cosecheros”6. Esta última ca-racterística se afianzó en el período 1700-1850, donde la alta demanda de trigo llevó a los terratenientes a convertirse en “compradores” más que en “productores” agrícolas7.

Es éste el marco que configuró –según el historiador Gabriel Salazar- el derrotero de los campesinos pobres de la región, sumiéndose cada vez más en las presiones comerciales de los terratenientes y aumentando su carácter dependiente respecto a los propietarios. Éstos últimos fueron sumándole a la amplitud de sus propiedades la dependencia económica de los “cosecheros”, de manera que con el transcurso de los años «el so-cio mercantil se había transformado en un mero patrón»8. Esta situación llevó a los labradores de territorios de menor extensión a establecer una relación jerárquica frente al comprador-terrateniente, que contaba con mejores condiciones económicas para imponer sus términos.

De esta forma, en la configuración productiva de la región se encuentran dos tendencias históricas: por una parte, la concentración de trabajado-res al interior de los predios, en condición dependiente del “patrón”; y, por otra, la producción “autónoma” desarrollada por pequeños campe-

5 Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios, LOM, Santiago, 2000, p. 34. A los campe-sinos “libres” o “cosecheros” de Salazar, Bengoa los denomina “chacareros”; Bengoa, op. cit., p. 96.6 Salazar, op. cit., p. 40.7 Ídem.8 Ibíd., p. 42.

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19sinos, caracterizada por la pérdida de esta autonomía propiciada por los terratenientes9. Si bien el fenómeno del inquilinaje es el que llama más la atención por su carácter “semi-esclavista”, la producción autónoma también penetró fuertemente en la región. A principios del siglo XX, las relaciones productivas excedían el crítico marco del inquilinaje y permitían que los trabajadores establecieran “semi-medieras” con los fundos de la región, produciéndose así «una extraña combinación de mediería, inquilinaje y trabajo asalariado»10. Así, a la par del proceso de inquilinaje –y tal vez, en mayor medida- los “chacareros”, o pequeños productores, fueron desarrollando sus propias iniciativas agrícolas. Eso sí, el gran poder de los terratenientes siempre estuvo sobre sus hombros imponiéndoles desfavorables condiciones que mermaban sus posibili-dades de mejorar la producción. Un ejemplo de esto, lo encontramos a comienzos del siglo XIX en la zona norte de la región (Rapel): ante el asentamiento costero de pescadores contiguo a los grandes fundos, los grandes fundos, los terratenientes de la zona insistían ante la autoridad para que procediera a su desalojo. Como método de subsistencia, estos pescadores, combinaban la agricultura con actividades pesqueras11, de-mostrando así la existencia de formas de producción distintas al inqui-linaje. Como decíamos anteriormente, el establecimiento de las relaciones propias del inquilinaje tuvo una gran amplitud en la región, pero este proceso se produjo principalmente en las zonas donde las grandes pro-piedades o haciendas lograron un mayor desarrollo productivo. Este es el caso de la zona central del territorio que hoy comprende la región de O’Higgins, es decir, el Valle de Colchagua.

Fueron en estos lugares donde históricamente las propiedades crecie-ron de forma extraordinaria. En esta zona encontramos los fundos de El Huique, Yáquil (cercanos a Santa Cruz), Larmahue y Calleuque (Col-chagua), que expresaban las características propias de las grandes haci-

9 En este punto, no incluimos a los “peones-gañanes” por presentar una movilidad que abarcó las distintas regiones del país. Esta característica los llevó, en el siglo XIX, a desplazarse hacia los focos de producción más importantes en el país: el Norte minero y Santiago. Para conocer cabalmente el derrotero histórico de este grupo de trabajadores, ver la obra citada anteriormente de Gabriel Salazar.10 Bengoa, op. cit., p. 96.11 Salazar, op. cit., p. 65.

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endas agrícolas chilenas, es decir, un fuerte paternalismo católico hacia los inquilinos, que fueron la fuerza de trabajo dominante al interior de las propiedades. Esta situación se extendió longitudinalmente desde la zona central (San Fernando y Santa Cruz) hasta la costa (Pichilemu), ya que fue en esta zona donde se encontraban las mejores condiciones para la producción agrícola del tipo hacendal12.

12 Bengoa, op. cit., pp. 85-99.

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I.2. BUCALEMU.

Bucalemu es un pueblo costero ubicado en el extremo sur de la Región del Libertador General Bernardo O’Higgins, que tiene una superficie de 16.310,9 Km2, equivalente al 2,2% del territorio nacional (sin conside-rar a la Antártica chilena). Administrativamente, Bucalemu pertenece a la comuna de Paredones, la cual –de acuerdo al último Censo (2002)- posee un total de 6.695 habitantes, de las cuales 1516 personas habitan en el primero13. El territorio que comprende la comuna de Paredones, además de las comunas de Navidad, Pichilemu, Litueche, Marchihue y La Estrella, depende político-administrativamente de la Provincia de Cardenal Caro, que agrupa las áreas rurales costeras de la Región de O’Higgins.

La costa regional, desde Pichilemu hasta Bucalemu, es de baja altitud, lo que permite el desarrollo de dunas y de extensas playas. La relación de la costa con el interior se efectúa a través de relieves de colinas suaves interrumpidos por los cursos de agua que corren en dirección oriente-poniente. La composición del territorio costero de la región está mar-cada por innumerables quebradas que se adentran en la Cordillera de la Costa, esta característica permite, por ejemplo, que en Bucalemu las mareas ingresen hacia el territorio formando una laguna que flanquea el límite norte del pueblo. Esta condición geomorfológica hace que en en localidades como Cahuil o Lo Valdivia se desarrollen actividades econó-

13 Instituto Nacional de Estadísticas, Censo de Población y Vivienda 2002. Disponible en Inter-net: http://www.ine.cl (revisado en septiembre, 2010).

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micas basadas en la recolección y producción de sal, gracias a la irriga-ción de aguas marinas14.

El clima presente en la región es de tipo templado cálido con estación seca prolongada, con inviernos fríos y lluviosos y veranos cálidos y se-cos. Estas condiciones climáticas hacen que el panorama vegetal nativo sea dominado por matorrales y bosques esclerófilos (siempre verde), especies que han cedido espacio al dominante pino radiata.

Los territorios costeros de la Región de O’Higgins, a diferencia de lo que sucede en el área central de la región, poseen suelos de bajo rendi-miento agrícola, los que se denominan como “suelos de secano costero”. La comuna de Paredones se caracteriza por tener una superficie acoli-nada y montañosa debido a su localización inserta en la Cordillera de la Costa. Esta característica lleva a que un 70% de los suelos comunales tengan limitaciones de uso, por efecto de pendientes y riesgo de erosión visible, que impiden en forma permanente su cultivo15.

En los 15 km de costa que integran la comuna de Paredones se repro-ducen una alta cantidad de especies vegetales y animales, que propor-cionan una importante fuente de recursos, en especial para Bucalemu. En distintos tramos costeros se extraen algas (cochayuyo, huiro, luga y chasca), mariscos (picoroco, jaiva, choro, cholga, almeja y otros) y pe-ces (merluza, congrios, lenguado y blanquillo). Es esta última actividad la más dinámica en Bucalemu, ya que desde la constitución de la caleta de pescadores en la década de los noventa, la pesca artesanal ha tenido un fuerte auge productivo.

Hacia la primera década del siglo XX, el territorio que comprende los poblados de Bucalemu y Paredones estaba circunscrita al departamento de Vichuquén, perteneciente a la provincia de Curicó. Llama la atención que la división política-administrativa de inicios del siglo pasado, a di-ferencia de lo que ocurre actualmente, estableciera al sector de nuestro estudio (territorio Bucalemu-Paredones) en el Departamento de Vichu-quén, en una extensión transversal del territorio –en su mayoría costero-

14 Alfredo Sánchez y Roberto Morales, Las regiones de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 2004, pp. 125-130.15 Plan de Desarrollo Comunal de Paredones, PLADECO. Actualización para el periodo 2009-2013, p. 18.

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que va desde las comunas de Pumanque, por el noreste, hasta Vichu-quén, por el suroeste. Además de la actual comuna de Paredones, este Departamento estaba integrado por las comunas de Llico, Lolol y La Huerta. De esta forma, este Departamento quedaba, de cierta manera, desplazado de la zona de Santa Cruz (Departamento de Curicó), que era la que tenía conexión directa con la zona más rica de esta parte del territorio (Departamentos de San Fernando y Caupolicán).

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Esta situación se produjo debido a que el sector sur-oeste de la región –a diferencia del espacio geográfico que se extiende desde San Fernan-do hasta Pichilemu- no presentaba las mismas condiciones productivas. Esto produjo una diversificación de las actividades productivas en la zona, lo cual implicó que las grandes propiedades o haciendas no logra-ran establecer las condiciones propicias para concentrar en su interior a los trabajadores necesarios para sus faenas. Es por esto que el régimen laboral que se desarrolló en el secano costero al sur de Pichilemu, no presenta las mismas características que la zona central de la región. Este es el caso de los territorios marginales tanto de la costa –Bucalemu- como del interior –Paredones-, que históricamente quedaron fuera del radio agrícola hegemónico, constituido por las haciendas de la zona San Fernando-Pichilemu. Debido a lo anterior, en esta zona no se aprecia una alta concentración en la propiedad de la tierra, encontrándose en el territorio que comprende desde Paredones hacia la costa (Bucalemu), una gran cantidad de familias propietarias. En la primera década del siglo XX, en esta zona se encuentran inscritos nueve fundos (Panilongo, El Carmen, Paredones, Población, La Palma, San Miguel, Cardal, Qui-llay y Boyenca), compartiendo la propiedad de éstos setenta y cuatro dueños distintos y en uno de ellos (El Carmen), la propiedad se compar-te con la Iglesia católica16.

Como vemos, la división de la tierra –a diferencia de lo que ocurría en otros sectores de la región- era extendida y no mostraba los índices de concentración de otras zonas, lo que refleja un menor interés de los grandes terratenientes por estas tierras.

La actividad agropecuaria de estos territorios estaba centrada en la pro-ducción de cereales, granos y hortalizas, presentando –según la informa-ción estatal recogida a principios del siglo XX- buenas condiciones para la agricultura de riego y, debido a la escasez de pasto, malas expectati-vas para la crianza de animales17.

16 Oficina de Estadística e Informaciones Agrícolas, Índice de propietarios rurales i valor de la propiedad rural, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1908, pp. 329-332.17 ”Informaciones sobre las siembras i ganadería de los Departamentos que se indican. – Octubre de 1903”, en Ministerio de Industria i Obras Públicas, Boletín mensual de la Oficina de Estadís-tica. Publicaciones, año I, nº 1, octubre de 1903, Santiago, p. 7.

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A pesar de las “buenas condiciones”, la magnitud de la producción de la zona Bucalemu-Paredones era marginal respecto a las cantidades que producían las grandes haciendas de la zona central de la región. Por ejemplo, la producción de cebada del año 1904 del Departamento de Vi-chuquén alcanzaba las 30.902 fanegas cosechadas, notablemente infe-rior a las 108.479 fanegas cosechadas del Departamento de Caupolicán, perteneciente a la provincia de Colchagua (Cuadro nº 1). A su vez, la cantidad de trigo cosechado en esta zona era una cuarta parte de la que se producía en San Fernando para el mismo año (Cuadro nº 2).

CUADRO Nº 1PRODUCCIÓN DE CEBADA DE LA COSECHA DE 1904.

FUENTE: Boletín mensual de la Oficina de Estadística. Publicaciones.

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Esta baja producción en relación a otras zonas aledañas, también se pue-de explicar por el bajo número de territorio sembrado, ya que en el De-partamento de Vichuquén se sembraban un 70% menos tierras que en el Departamento de San Fernando18.

El carácter marginal de esta parte del territorio regional es observa-ble también en el valor de las propiedades. Las propiedades rurales de esta zona presentan un valor visiblemente inferior a las de la zona San Fernando-Pichilemu. En 1908, el valor de todos los fundos de la zona Bucalemu-Paredones llegaba a la cifra de $776.33919, lo que equivalía a dos tercios del valor de la hacienda Larmahue, correspondiente al sector San Fernando-Pichilemu, avaluado una década antes20. Ese mismo año, de todas las comunas que componen el antiguo Departamento de Vi-chuquén, Paredones es la que presenta un menor avalúo de la propiedad rural ($1.019.982).

Si extendemos la comparación a nivel regional, también queda de mani-fiesto su bajo valor, ya que el avalúo de las propiedades en esta comuna es un cuarto del total de propiedades rurales de la comuna de San Vi-cente de Tagua-Tagua ($4.966.972), correspondiente al Departamento de Caupolicán, y un 12% del valor de las propiedades de Chimbarongo ($8.001.615), comuna del Departamento de San Fernando21.

CUADRO Nº 2PRODUCCIÓN DE TRIGO DE LA COSECHA DE 1904.

FUENTE: Boletín mensual de la Oficina de Estadística. Publicaciones.

18 “Cuadro de la producción de trigo en el año de 1904”, en Ministerio de Industria i Obras Pú-blicas, Boletín mensual de la Oficina de Estadística. Publicaciones, año I, nº 10, julio de 1904, Santiago, p. 2.19 Oficina de Estadística e Informaciones Agrícolas, op. cit.20 Bengoa, op. cit., p. 86.21 Oficina de Estadística e Informaciones Agrícolas, op. cit.

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Otro aspecto que denota el carácter marginal de estos territorios se en-cuentra en la falta de vías de comunicación directas con otras zonas productivas. Esta característica queda de manifiesto al observar la ubi-cación de las líneas férreas construidas, ya que en la zona Bucalemu-Paredones no se encuentran estaciones, siendo los ramales más cercanos los de Santa Cruz-Pichilemu, por el norte, y Vichuquén, por el sur. La falta de estaciones de ferrocarriles refleja un fenómeno de aislamiento propio de las zonas que se caracterizaban por no poseer una actividad económica llamativa para los intereses comerciales, tanto para los priva-dos como para el Estado, ya que la construcciones de líneas férreas está estrechamente relacionada con la posibilidad de salida de los productos, ya sea para los grandes centros urbanos (para su consumo) o hacia los puertos (para su exportación). Esta condición continúo bien entrado el siglo XX, ya que hacia la década del sesenta, en los mapas oficiales se observa sólo una estación de ferrocarriles cercana a Bucalemu: Estación Larraín Alcalde22.

De esta forma, el actual emplazamiento de Bucalemu va a expresar un poblamiento distinto a otros pueblos de la zona que traen consigo el nombre de las haciendas que les dieron origen (por ejemplo, San Fran-cisco de la Palma, Población o Quillay). En Bucalemu, la particularidad que presenta la falta de grandes predios también da cuenta de la debili-dad del proceso de inquilinaje en esta zona. Es por esto que los relatos de sus habitantes se refieren más a relaciones laborales estacionarias respecto de las actividades productivas de los fundos del sector, que a relaciones “serviles” de tipo inquilina:

22 Esta estación de ferrocarril corresponde al ramal San Fernando-Pichilemu, cuya construcción tuvo lugar entre los años 1900 y 1926. La Estación Larraín Alcalde era una de las más cercanas a Pichilemu y comenzó a funcionar en el año 1916. Inicialmente fue conocida como El Puesto, debido a que se encontraba ubicada dentro del territorio que comprendía el fundo del mismo nombre, la denominación con la que fue reconocida posteriormente fue puesta en honor a la dueña del fundo, doña Mercedes Larraín Alcalde, quien donó los terrenos para la construcción de la estación. El ramal Pichilemu-San Fernando operó con absoluta normalidad hasta el año 1986, quedando luego sólo con servicio de carga hasta mediados del año 1995. Para mayor información sobre la historia de los ferrocarriles de Colchagua, ver el trabajo de Víctor León Vargas, Cultura Ferroviaria de San Fernando y sus Ramales. Pichilemu y Las Cabras-El Car-men. Geoblack Editores, Obra financiada con el aporte del Consejo de la Cultura y las Artes, Fondart. Santiago, 2008.

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Para los campesinos pobres, la movilidad laboral va a ser la forma de desenvolverse en la economía de la región24, más allá de los límites de su propia zona. Por ello, la itinerancia es un factor común a los bucale-minos de más edad. Fueron ellos los que movieron los pies y desgarra-ron sus manos en distintas labores agrícolas:

Una temporada podía ser por ejemplo aquí en Las Cruces, otra por allá cerca de Iloca. […] Entonces llegaba el tiempo de la cosecha y la vendimia, y emi-grábamos para los fundos afuera, a la uva. Entonces todo eso, se hizo como una costumbre, y esos años se hacía una costumbre porque llevaban “engan-chado” acá a la gente, se agrupaba un poco, y había un contacto y ese era el contacto allá y nos llevaba.23

Yo, de aquí a los fundos [...] A esta hora todavía no bajábamos del cerro. Se iba perdiendo “la pepa” [el sol] en el mar, “ya, vamos por los caballos”, para bajar, oscuro. Y oscuro en la mañana había que estar aperando, si eso es lo que han extrañado los ricos ahora. Porque cuando salió la ley de las ocho horas, claro! No pue’, usted cuántas horas trabajaba! De sol a sol, pue’. Clavado con ojotitas, con unas gomas y unas correas, a uno de repente en el corral con el barro metido hasta aquí para ir a mirar los animales, era terrible.25

23 Guillermo Cordero, antiguo marero y buzo.24 Los movimientos laborales al interior de las regiones fueron de vital importancia para los campesinos pobres. No todos emigraron hacia los grandes centros urbanos, muchos recurrieron, una y otra vez, a las “huellas” ya conocidas. Para examinar la importancia de la movilidad en la búsqueda de los campesinos pobres por un lugar donde vivir, ver el trabajo de Jorge Navarro L. y Rodrigo Jofré C., “Procesos de construcción identitaria en el Sistema Pehuenche: Malargüe, El Melado y Armerillo”, Grupo de Historiadores Caminantes, Huellas cordilleranas. Ensayos sobre memoria social en el valle superior del Maule y el sur cuyano, Edición Independiente-UMCE, Santiago, 2008, pp. 81-107; para conocer de qué manera los espacios se construyen his-tóricamente a partir de tensiones y relaciones sociales, en este caso para el territorio cordillerano de la región del Maule y del territorio argentino, ver el trabajo de Nicolás Girón Z., “Espacio, poder y relaciones sociales. La producción del espacio social de frontera y autonomía en la Re-gión Pehuenche”, en Ibíd., pp. 15-78.25Luis A. Chávez, maestro constructor.

La falta de trabajo en el sector era evidente, más aún cuando la tierra y las condiciones productivas no eran las mejores. Así, los trabajadores campesinos tuvieron que darle curso a la vieja costumbre del peonaje chileno y buscar fuera de los límites de sus tierras el sustento.

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Nosotros antes íbamos a cortar uva para afuera. Nos íbamos en carreta a cortar uva de ahí de Nancagua adentro, a un fundo que se llamaba el Agua Blanca. Cuando después salieron los tractores, nos venían a buscar en tractor […]26

Todavía en 1960, los salarios que pagaban los fundos de la región no superaban los 150 pesos por jornada, menos del 50% legal por día traba-jado en el campo (320 pesos)27, lo que hacía que las labores campesinas no presentaran un gran atractivo para los trabajadores agrícolas. Aún así, la actividad agrícola era la que mayor contingente laboral movilizaba en Bucalemu. Frecuentes eran los “enganches” que movilizaban a los tra-bajadores por distintas zonas del país, reubicándolos en diferentes labo-res según las necesidades de mano de obra. El “enganchador” (especie de subcontratista contemporáneo) se dedicaba a reunir un contingente de trabajadores para trasladarlos hacia alguna faena productiva de la re-gión. Entre el “enganchador” y el “enganchado” (trabajador) existía un compromiso contractual de palabra, que aseguraba un puesto de trabajo

26 Gladys Ahumada, marera del asentamiento Las Cruces.27 Bengoa, op. cit., p. 98.

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y una paga por esa labor. Este fenómeno tuvo una fuerte extensión en Bucalemu debido a la falta de puestos de trabajo permanentes, pero tam-bién se debió a la alta demanda de mano de obra de los fundos de la región en los tiempos de cosecha. Esta situación se relaciona con la baja capacidad de los grandes propietarios de absorber trabajadores por un tiempo prolongado y en buenas condiciones salariales28.

Otro aspecto que da cuenta de la escasa capacidad laboral de los fundos de esta zona –y por ende, de la extensión del sistema de “enganche”-, es el bajo número de peones y afuerinos que trabajaban en las propiedades correspondientes a la comuna de Paredones. En 1955, en los fundos de esta comuna existían 97 trabajadores (96 hombres y 1 mujer) que no estaban “atados” a la propiedad, una cifra sumamente inferior si se le compara con los grandes centros agrícolas de la región, como San Fer-nando (1.648 trabajadores) o Santa Cruz (1.327 trabajadores)29. A partir de estas cifras, podemos inferir que los centros de atracción en materia laboral estacionaria estaban fuera de la zona Bucalemu-Paredones, pro-duciéndose de esta forma una alta movilidad espacial de los trabajadores campesinos de esta parte de la región.

Para combatir la permanente movilidad y la incesante sensación de des-arraigo, una parte de los trabajadores campesinos propiciaron su trans-formación en pequeños productores agrícolas. Buscaban con esto hacer frente a la falta de trabajo estable y asalariado en la zona y, de cierta manera, asentar su independencia económica. Para muchos, la compra de un trozo de tierra implicó salir nuevamente en la búsqueda de un trabajo que les permitiera volver con dinero para lograr convertirse en trabajadores independientes: p28 De acuerdo al “Censo Agrícola-Ganadero” de 1955, sólo un 1% de la superficie agrícola (422,3 hectáreas) de la comuna de Paredones era explotada por inquilinos o empleados de las propiedades, repartiéndose esa superficie entre 347 trabajadores, de los cuales el 76% corres-pondía a inquilinos o inquilinos-medieros. Servicio Nacional de Estadísticas y Censos, III Censo Agrícola-Ganadero (abril de 1955), Santiago, 1959, p. 218.29 Ibíd., p. 221.

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A partir de este escenario, los bucaleminos desarrollaron una actividad productiva donde se mezclaba la condición de trabajador y productor. Las circunstancias económicas de la zona, principalmente la ausencia de grandes terratenientes, permitió que la división de la tierra fuera ma-yor31, generándose condiciones favorables para los pequeños propieta-rios que se desempeñaban como productores de sus propias tierras. Es-tamos hablando de pequeñas tierras de explotación familiar, donde las cosechas no eran grandes:

30 Hipólito Pastene, agricultor.31De acuerdo al “III Censo Agrícola-Ganadero”, a mediados del siglo XX, el 76,5% de las explo-taciones de la comuna de Paredones, correspondían a tierras “propias” de quienes la trabajaban. El resto correspondía a tierras “arrendadas” (23,7%), “cedidas” (0,5%) y “ocupadas” (0,3%). Servicio Nacional de Estadísticas y Censos, op. cit., p. 218.32Isabel López, comerciante.

Él [su padre] se fue pa’l norte, a trabajar en el salitre […]. Volvió y le compró [una propiedad] a una tía de él, […] después otro viaje y compró otro pedacito de tierra. Con eso él se hizo de unos pedacitos de tierra.30

Mi papá cosechaba los sacos de arvejas y las vendía […]. Nosotros cooperá-bamos, todos cooperábamos, tenía chanchos y nosotros íbamos a los terrenos a sacar pasto para los chanchos. Era salvaje. O sea, nosotros nos criamos con mucha responsabilidad.32

CUADRO Nº 3NÚMERO DE EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS EN LA COMUNA DE

PAREDONES SEGÚN TAMAÑO, AÑO 1955.

FUENTE: III Censo Agrícola-Ganadero.

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La explotación de pequeños predios agrícolas y la marginalidad de las comunicaciones que presentaba Bucalemu en la primera mitad del siglo XX, hacían necesario el intercambio entre pequeños productores. Así, en aquellos tiempos, algunos sembraban «arvejas, trigo o papas, lo que dejaba para comer, […] lo otro se cambiaba. Sembraban para comer y dejaban semilla o se cambiaba; uno sembraba tal cosa, el otro sembraba otra»33.

Ciertamente, el intercambio entre campesinos denota uno los aspectos positivos de la relación comunitaria frente a los recursos disponibles, pero al mismo tiempo la precariedad económica de los pequeños propie-tarios se agudiza cuando la composición familiar aumenta en su número de integrantes y la extensión de los terrenos no lo hace. En este escena-rio, la pequeña propiedad llega a su límite y la empresa familiar –alguna vez “exitosa”- entra en crisis, y frente a la imposibilidad de adquirir más tierras, la solución es la búsqueda de un trabajo remunerado externo. De esta manera, los niños se convierten en la más próxima posibilidad de entrada de recursos, son ellos los que tienen que reemplazar los juegos por el trabajo:

33 Patricio Cordero, dueño de restaurante.34 Hipólito Pastene, agricultor.

Mi papá trabajaba en la agricultura, y yo, desde que fui capaz, empecé a ayudar a trabajar. Y los otros hermanos salían a trabajar por allá, don-de habían fundos iban a trabajar.34

El asentamiento en el rancho propio cede lugar, nuevamente, a la itine-rancia permanente. El campesino se ve forzado a la movilidad para poder sobrevivir. Pero el movimiento no significa desidia en cuanto a la realiza-ción de proyectos. Entonces, ¿de qué manera llegar a establecerse en un lugar de una vez por todas? ¿Si las meras labores campesinas no otorgan la posibilidad de “arrancharse” hacía adónde mirar? ¿Qué olor sienten en la piel los campesinos pobres de Bucalemu? Es la sal, el aire salado, la brisa, el repique permanente de las olas… es el mar. La gran masa de agua situada al oeste, donde se esconde “la pepa”, es el lugar que va a transformarse en el complemento necesario de la actividad campesina, una dualidad laboral que hará posible un mayor grado de independencia en la vida de los bucaleminos.

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Estas condiciones históricas van a hacer que Bucalemu se constituya lentamente como pueblo, cuyos habitantes se definen a partir de sus ca-racterísticas laborales móviles, que poco a poco van avanzando desde el interior para terminar poblando la orilla del mar. De aquí que la locali-zación del pueblo no esté situada en el interior –como otros poblados de la zona-, configurando un pueblo costero con ascendencias campesinas. El carácter costero de Bucalemu va a tener también una alta importancia en el desarrollo de nuevas actividades económicas, como el turismo y el comercio, las que permiten una mayor participación en la economía regional.

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II. EL TRABAJO EN LA

Orilla del mar

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II.1.- ORIGEN Y CONSOLIDACIÓN DEL OFICIO DEL MARERO: LA CONQUISTA DEL MAR.

El proceso que llevó al hombre a alcanzar los recursos marinos forma parte de una escalada paulatina de adaptaciones que le permitió agregar nuevos alimentos y proteínas a su dieta. Este proceso –según explica el arqueólogo Agustín Llagostera en función de las sociedades costeras del Norte Grande del país-, habría sucedido gradualmente en tres etapas diferenciadas, principalmente, por las innovaciones tecnológicas aso-ciadas a las actividades de extracción o captura35. La primera de estas etapas se extiende desde el año 8.000 hasta el 6.500 a. C. y corresponde al tiempo de los denominados “recolectores marítimos”, hombres que habrían conquistado la orilla del mar, y con esto, el acceso a las algas y mariscos que allí se encontraban. Posterior a este periodo (6.500 a. C. –200 d. C.), emergen los “pescadores tempranos”, quienes dominarán las profundidades a través del uso de distintos tipos de anzuelos, desa-rrollando la pesca desde la orilla. Finalmente, con la utilización de em-barcaciones a partir del año 200 d. C., los “pescadores tardíos” lograron adentrarse en la dimensión latitudinal del mar, hecho que les permitió desarrollar actividades de captura desde la orilla hacia el interior.

35« […] primero consiguieron acceso a las orillas del mar, luego a sus profundidades y más tarde a su extensión». Citado en Museo Chileno de Arte Precolombino (et. al.), Pescadores de la Nie-bla. Los Changos y sus ancestros, Santiago, 2008, p. 13.

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[…] de aquí en adelante, la pesca y la caza marinas ya no estarían más limi-tadas al fortuito acercamiento de las especies a la línea de la playa, sino que incorporarían una vasta fracción del océano hasta ese momento inexplotada.36

36 Ibíd., p. 27.

La historia de la “conquista del mar” presentada en estos tres niveles tiene relación con las tres actividades económicas principales que tie-nen lugar en Bucalemu: recolección de algas, extracción-marisquería y captura-pesca. La especialización productiva en cada una de estas acti-vidades forma parte del proceso de adaptación al que se han visto some-tidos históricamente los hombres y mujeres del lugar. Remitiéndonos a una cronología temporal, son la recolección de algas y la extracción de mariscos los oficios que presentan un origen más temprano en la zona. Tanto así, que la población originaria de la zona costera ya utilizaba los productos marinos como parte importante de su dieta alimenticia. Un ejemplo de ello, lo encontramos en el sitio arqueológico Paso Las Conchas, ubicado en el sector de “La Capilla”, contiguo a la Laguna de Bucalemu (a 4,5 km de la actual línea de costa). Los trabajos de datación de los restos materiales encontrados en este sitio, han permitido estable-cer la fecha de ocupación de esta zona en aproximadamente 8.600 años antes de nuestra era.

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Los restos materiales que dan cuenta de esta ocupación corresponden a distintas especies de moluscos y mamíferos asociados al ecosistema marino (cholgas, locos, ostiones, lapas, caracoles y restos de lobos ma-rinos)38.

Si bien la recolección de productos marinos se remonta hasta los pri-meros asentamientos humanos en la costa de la región, el oficio del ma-rero comenzará a configurarse como tal, sólo milenios después de que estos hombres y mujeres del Paso Las Conchas migraran en búsqueda de nuevas tierras. Uno de los factores que incidió en este proceso lo encontramos a inicios del período republicano, cuando el campesina-do pobre sufre la coacción por parte de los agentes estatales y de los grandes propietarios39, este proceso llevó a muchos a “echar camino” en busca de un mejor pasar económico. En este contexto, la actividad de los mareros (centrada en la recolección de algas y mariscos por períodos estacionarios en la orilla costera y libre de relaciones contractuales con algún patrón) comienza a tomar fuerza, adquiriendo un carácter autóno-mo e instalándose de manera gradual en la vida económica y cultural de los habitantes de este pedazo de costa.

37 Rodolfo Weisner y Blanca Tagle, Paso de Las Conchas. Nuevas evidencias acerca del po-blamiento arcaico de la VI Región, Actas del XII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Antofagasta, 1994, p. 338.38 Sin lugar a dudas, las algas también deben haber estado en la dieta alimenticia de este grupo humano, pero su rápida descomposición no permite que estos restos se preserven en el tiempo.39 Salazar, op. cit.

«una complementación entre dos medios productivos de importancia, con el consiguiente ahorro energético que significaba evitar grandes desplazamien-tos humanos tras recursos complementarios»37.

Es probable que estos antiguos grupos humanos hayan llegado a la zona en busca de nuevas fuentes alimenticias, encontrándose con recursos su-ficientes para complementar su dieta principal, la cual hasta ese momen-to se basaba en alimentos obtenidos a través de las actividades de caza y recolección. Son las condiciones geográficas que presenta Bucalemu, y particularmente, la coexistencia del mar con lagunas cercanas a la costa, la característica principal que explica la riqueza del entorno y la perma-nencia de estos hombres y mujeres por más de 5.000 años en el lugar.

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40 Guillermo Cordero, antiguo marero y buzo.41 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.

El contraste de la libertad en el trabajo de los mareros es el escenario impositivo que vivían los inquilinos de las grandes propiedades de la zona. En el surgimiento de este oficio se encuentra la búsqueda por la independencia económica que ha caracterizado a un importante número de trabajadores rurales. Es por ello que estos trabajadores, a través de esta “nueva” fuente de recursos que el mar representó en su momento, intentaron escapar de la precariedad y de las pocas posibilidades pro-ductivas que existían para los campesinos del sector:

Nos fuimos al agua de chiquititos, tenía como nueve o diez años cuando [en-tramos al mar]. Todos esos ajetreos, pero en el fondo éramos felices, […] ya no vivíamos pendientes de patrones. Nos independizamos.40

A mí me encanta esta vida, a mí me gusta mucho […] Es que es relajada po! No la tienen que obligar, porque si uno está trabajando en un restauran hay que avisar una semana antes si se quiere viajar y aquí no. En la orilla se trabaja a la ‘pinta’ de uno, y si quiere ir, va, si no quiere, no va, y nadie le dice nada.41

Esta independencia y autonomía es actualmente el elemento más valo-rado por los mareros, lo que se expresa también en una visión de mundo más libre y menos arraigada, libertad que es asumida como una forma de vida y que se plasma en la sensación generalizada de que es posible disponer del tiempo como ellos crean necesario. Trabajar “a su pinta”, según sus necesidades, con un régimen laboral más “relajado” e incluso disponer de un itinerario laboral que les permite viajar por temporadas hacia distintas playas en busca de mayores recursos, son los aspectos valorativos que están en el centro del oficio del marero.

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Al interior de estos trabajadores, la autonomía e independencia de esta actividad son consideradas como los principales atributos que permiten su consolidación. Así también, consideran el desarrollo de este oficio como un acto de voluntad a partir de las necesidades que vivieron los antiguos campesinos, ahora mareros. Son los mismos sujetos afectados los que deciden acercarse al mar, cansados de la sumisión histórica de los campesinos respecto de los terratenientes y de las dificultades para acceder a un trozo de tierra. En la recolección orillera no hay patrones aparentes, sólo la naturaleza se presenta como el agente rector de la actividad de los mareros. Como una manera de comprender la relación que los hombres establecen con la naturaleza, la antropóloga Florence Kluckhohn establece un modelo con tres orientaciones valóricas fun-damentales: la primera de ellas se refiere a una relación de dominación con la naturaleza, la segunda de armonía y la última de sometimiento a ésta. Dentro de las categorías mencionadas, a los hombres y mujeres de Bucalemu podemos situarlos dentro de la segunda dimensión, ya que es-tablecen una relación de armonía con el entorno ecológico, «una orien-tación de convivencia, de armonía con el mar, hay una dependencia que no es de temor ni de miedo, sino de responsabilidad»42. En este sentido, el mar es visto como un patrón noble y bondadoso, como un jefe que no hostiga, ni somete:

[…] él [el mar] es el patrón, él es el que manda, él es el patrón. Eso sí que es muy buen patrón porque no se queja, no pelea, ni una cosa, es muy tranquilo, ahí no más, pacífico, es el mejor patrón que tenemos aquí porque jamás se queja. Él es el patrón de nosotros.43

Sin embargo, no fue sólo la voluntad de los bucaleminos lo que conso-lidó la iniciativa autonomista de los mareros. Es posible encontrar a lo menos cuatro factores históricos de importancia que asisten a la confi-guración de la actividad recolectora de orilla.

En primer lugar, como lo vimos más atrás, existe en la zona costera de la región una larga tradición de explotación de los recursos marinos y,

42 Andrés Recasens, “Cultura y biodiversidad marina”, en Eugenio Figueroa (ed.), Biodiversi-dad Marina: Valoración, Usos y Perspectivas. ¿Hacia dónde va Chile?, Editorial Universitaria, Santiago, 2005, p. 174.43 Ídem.

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Primero en Bucalemu, donde termina la playa venía a sacar luche, porque el luche se come como papa para las comidas. Yo digo las algas… antes se saca-ba el cochayuyo y el luche, lo que era comestible no más, eso lo compraban.44

En aquellos tiempos (mediados del siglo XX), y al igual que contempo-ráneamente, muchos vieron en las algas del borde costero rocoso, tanto una fuente alimenticia como un recurso de posible explotación comer-cial o de intercambio. Por ello, muchos campesinos acudían a las costas para extraer este recurso, para luego venderlo o intercambiarlo por otras especies. Pero, su bajo valor comercial no lo hacía una actividad del todo atractiva.

El segundo factor de importancia tiene relación con el auge de la chasca y la luga, que comenzaron a tomar fuerza en el mercado internacional.

en este caso, de las especies orilleras: cochayuyo, luche y mariscos de roca. Así, para los bucaleminos, estos recursos marinos de la orilla han constituido una importante –y de muy bajo costo- fuente alimenticia.

44 Nibaldo Ahumada, marero de Las Cruces.

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Esta situación se inicia aproximadamente en la década de 1960, cuan-do la exportación de algas adquiere mayor importancia en la economía regional. Es en estos momentos cuando se diversifica la actividad reco-lectora de la orilla, lo que llevó a muchos a optar por esta actividad de forma estable durante los cinco a siete meses (primavera y verano) que dura la temporada de extracción, compatibilizándolo con otras alternati-vas laborales durante el resto del año.

Hacían agricultura y en el tiempo del verano, cochayuyo, y después se empe-zó a, como el año, antes de Frei padre, ahí llegaron las compras de algas, y nunca había sido explotado, y ahí hubo un boom y gente de la agricultura se fue al mar, porque era bueno, la alga estaba pero, botada. Y ahí empezaron los asentamientos a la orilla del mar, de los algueros, pero primero fueron, habían otros pero no tan masivamente como, como los algueros, porque los algueros se iban con toda la familia.45

Fue en este tiempo que surge también la figura del “intermediario”46, especie de comerciante mediador entre los recolectores orilleros y el mercado exportador. Estos comerciantes comienzan a comprar a los ma-reros los diferentes tipos de algas que eran requeridos por el mercado (chasca y luga, principalmente).

En tercer lugar, en la zona costera ha existido un conflicto histórico entre los fundos y los trabajadores de la orilla. Por la fisonomía del secano costero, los predios agrícolas ocupan un territorio que avanza hasta el borde costero mismo, lo que ha producido una gran ambigüedad en los derechos de tenencia y ocupación de la orilla. Esta condición geográfica determina, inclusive hasta hoy en día, la conflictiva relación que han desarrollado los dueños de los fundos con los mareros que trabajan en los límites de esas propiedades. La persistencia de los propios mareros y de sus ocupaciones estacionarias, ha influenciado en que esta situación se regule a través de medios legales.

45 Patricio Cordero, dueño de restaurante.46 Dentro de los “intermediarios” de Bucalemu destaca Celedonio Pastene, del cual se toma el nombre para la calle principal del pueblo.

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Finalmente, existe un cuarto factor que ha contribuido a la consolida-ción de los mareros bucaleminos: el cambio en el uso del suelo de las tierras de la zona.

El desplazamiento de la agricultura en favor de las plantaciones fores-tales47, significó una disminución de la necesidad de mano de obra de los fundos circundantes a Bucalemu. Es por ello que los trabajadores rurales, ya fueran estos descendientes de los “obligados” (inquilinos) o de los peones itinerantes, se vieron en la necesidad de buscar otras alternativas laborales más allá de las que históricamente habían desa-rrollado en los fundos de la zona. Esta situación se hizo más patente en las tres últimas décadas del siglo XX, ya que todavía hacía 1955 las plantaciones forestales en la comuna de Paredones ocupaban sólo un 1,8% del total de la superficie agrícola48. De todas formas, la irrupción y consecuencias de las explotaciones forestales para el conjunto de la zona, hacen necesario detenerse en sus implicancias.

Los relatos de los habitantes de Bucalemu sitúan el proceso de cambio en el uso del suelo hacía fines de la década del setenta, tal vez como consecuencia del viraje neoliberal del modelo económico chileno lle-vado a cabo por la dictadura militar (es decir, un cambio desde un mo-delo centrado en la producción de mercancías para el consumo interno, hacia otro, basado en la exportación de materias primas) y mantenido posteriormente por los gobiernos de la Concertación. Más contemporá-neamente, la consolidación de las explotaciones forestales en la comuna se verifica a partir de los datos recogidos por el Estado el año 2007, momento en donde la superficie agrícola ocupada por las forestales co-rrespondía a un 36,8%, mientras que los suelos de cultivos solamente alcanzaban un 6,5%49.

47 Para conocer con mayor acercamiento los alcances del proceso de cambio de uso de suelo desde la explotación agrícola hacia la forestal, un buen y conciso trabajo es Mauricio Aguayo et al., “Cambio del uso del suelo en el centro sur de Chile a fines del siglo XX: Entendiendo la dinámica espacial y temporal del paisaje”, Revista chilena de Historia Natural, Santiago, v. 82, nº 3, 2009, pp. 361-374. Disponible en Internet:http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-078X2009000300004&lng=es&nrm=iso (revisado en septiembre, 2010).48 Servicio Nacional de Estadísticas y Censos, op. cit., p. 216.49 Instituto Nacional de Estadísticas, Censo agropecuario 2007. Disponible en Internet: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/censos_agropecuarios/censo_agropecuario_07_comunas.php (revisado en septiembre, 2010)

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CUADRO Nº 4VARIACIÓN DE LA PARTICIPACIÓN DE LAS PLANTACIONES

FORESTALES EN LA SUPERFICIE AGRÍCOLA DE PAREDONES.

FUENTES: II Censo Agrícola-Ganadero (1955); Censo Agropecuario (2007).

Este proceso marca profundamente a los bucaleminos, ya sean estos mareros o agricultores, afectando tanto las oportunidades laborales de la zona como el carácter central de la cultura campesina: la tierra como principal recurso productivo.

El trigo, el maíz, la lenteja, la arveja, la quínoa, todas esas cosas. […] Ahora aquí estas partes es casi puro bosque. Bosque [de] pino. Ahora los dueños de bosque trabajan con tres o cuatro personas. […] En este pueblo, si no fuera por la pesca y el mar, no se podría vivir.50

Estas tierras de acá, hacen como quince años que ya empezó a taparse de bos-ques. Esta forestal tiene como quince años. Aquí, eso era antes puro barbecho y animales, ovejas, sobre todo.51

Y además que ahora hay tanta maquinaria. Lo que antes hacía un hombre en un mes, ahora lo hace en una hora la máquina. Para cargar, para cortar, para trozar, para pelar, para todo tienen máquina. Y además que tú plantas el pino y no le trabajas hasta 12 años después… lo dejas ahí. En cambio la agricultura, todos los años te genera por lo menos alimento.52

Sumado al aspecto laboral, la explotación forestal también genera crisis en la forma de habitar el territorio y de relacionarse con el ecosiste-ma. Se establece una mercantilización de la tierra. Más bien, la arista mercantil de las labores campesinas es llevada al extremo de que los trabajadores rurales se vean afectados en su constitución como sujetos relacionados con su territorio.

50 Luis A. Chávez, maestro constructor.51 Hipólito Pastene, agricultor.52 Patricio Cordero, dueño de restaurante.

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Antes usted en este fundo de doña Clementina Urzúa sacaba mil o dos mil sacos de trigo. ¿Ahora cuántos saca? Ni uno. Puro bosque no más. Puro pino. [Las forestales] mataron la tierra. Claro, entonces al rico como ya ellos tienen como pasarlo bien, qué les importaba… ¡vamos plantando pinos no más! ¡No se interesan por los demás!53

Los fundos que estaban en decadencia, los compraban y los plantaban. Ade-más el gobierno los subvenciona. Está bien, hay tierras que no sirven, ¡pero no tierras fértiles! Y el bosque nativo se fue. Entonces, hacen puro daño no más, puro daño al ecosistema, a todos. Si había partes que te corría el agua todo el año y ahora ves que ha llovido hace poco, y no, ya no corre el agua.54

53 Luis A. Chávez, maestro constructor.54 Patricio Cordero, dueño de restaurante.

Si bien la preponderancia forestal no es la causa fundante de la activi-dad marera en la zona, sí significa un fuerte aliciente para buscar otras actividades de sustento debido a la escasez de perspectivas laborales en otros ámbitos productivos.

En resumen, en la formación del oficio de los mareros se entretejen cua-tro fenómenos más o menos claros: primeramente, la constante presen-cia del mar en las vidas de los habitantes de las tierras contiguas a la costa, abre la posibilidad –frente a la falta de recursos- de adentrarse a su explotación, ya que aquél se encuentra “abierto” a quién quiera tra-bajarlo; en segundo lugar, una tradición regional de movilidad laboral continua, donde la búsqueda por un desarrollo familiar autónomo, inde-pendiente del trabajo inquilino u “obligado”, ocupa un importante lugar en las aspiraciones de los trabajadores rurales; más contemporáneamen-te y en tercer lugar, el auge comercial que adquieren las algas debido a las necesidades de la industria; y por último, un proceso contemporáneo como el cambio de uso del suelo agrícola por explotaciones forestales, aporta un nuevo estímulo para los trabajadores rurales a buscar el sus-tento en la orilla del mar.

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A partir de lo que hemos analizado hasta aquí, el mar se muestra como la alternativa productiva más atractiva, debido al carácter autónomo que presentan las faenas de extracción orillera, además de la “gratuidad” que poseen los recursos marinos. Esta característica va a llevar a más de una posibilidad de explotación: por un lado, encontramos un fenómeno de mayor tradición y antigüedad, como los mareros; y por otro lado, tenemos a los pescadores artesanales, que desde la década de 1990 han comenzado con la explotación del mar ya no sólo de la orilla, constitu-yéndose en una importante actividad productiva a nivel regional. Tanto la situación de los mareros como de los pescadores artesanales va cris-talizarse en la década de los noventa, con la promulgación de la “Ley de Pesca”. Esta legislación va propender un auge estatal hacia la pesca artesanal, mediante incentivos y subvenciones. Además, ratifica legal-mente la actividad de los orilleros, permitiendo así el establecimiento de los “rucos” en un sector protegido y especialmente delimitado para la actividad productiva. Esto permite que los mareros regularicen su con-flictiva relación con los fundos colindantes con la orilla.

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II.2.- EL TRABAJO EN LA ORILLA.

Las familias de Bucalemu que decidieron volcarse a la orilla hace más de cien años, debieron aprehender las artes de la extracción y recolec-ción de especies marinas, para luego transmitir y reproducir el conjunto de técnicas y saberes a las nuevas generaciones de mareros. Una vez más, parte importante de esta comunidad iba en busca de nuevos recur-sos que les permitieran dar sustento a sus extendidas familias, cambian-do las “ataduras” de la tierra (condiciones de pobreza y sumisión) por la “libertad” que les ofrecía el mar. Estos campesinos podrían transformar-se si eran capaces de aprender, esta vez, a labrar el mar.

El modo de vida trashumante que caracteriza a los mareros de Buca-lemu, encuentra sus raíces históricas a principios del siglo XX. Si bien no podemos acceder de forma directa a los testimonios de los primeros mareros de la zona, sí podemos recoger los testimonios de sus descen-dientes que nos permiten reconstruir, en parte, el camino de las huellas orilleras trazadas por sus ancestros. Los recuerdos albergados en la me-moria de los herederos de esta tradición costera nos hablan de profun-dos procesos de intercambio económico y mestizaje cultural. En este constante devenir histórico, la estela dejada por los hombres y mujeres de mar que habitaron esta zona siglos atrás, se nos presenta hoy un tanto difusa: los mareros del Bucalemu contemporáneo, y en general, todas las comunidades costeras de la zona central, no presentan rasgos cultu-rales o materiales que den cuenta de una descendencia directa con los grupos étnicos originarios. Esta ausencia de herencia indígena encuentra su explicación en el hecho de que los Promaucaes (denominación dada a los indígenas de esta zona) comenzaron a abandonar sus tierras producto del asedio al que se vieron sometidos durante los primeros años de la

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conquista española, replegándose tempranamente hacia los territorios del sur del país. Durante el transcurso histórico posterior, el profundo proceso de mestizaje cultural y consanguíneo terminará por difuminar las costumbres, ritos y materialidad producida por estas comunidades.

Este desvanecido legado indígena es una característica que también en-contramos en las poblaciones orilleras del norte del país. El antropólogo Manuel Escobar ha identificado este mismo patrón en las comunida-des recolectoras de Cobija (Región de Antofagasta), grupos familiares que a pesar de no presentar un vínculo cultural directo con los changos (habitantes originarios de ese territorio), sí configuran un proceso de re-apropiación de las antiguas tradiciones costeras una vez que han logrado adaptarse al entorno marino. En palabras del autor:

Éste se refiere a la apropiación por parte de personas que no tienen una ascen-dencia indígena (en este caso proveniente de poblaciones que se han forjado en un constante proceso de migración y mestizaje), de tradiciones creadas por pueblos originarios y que han perdurado a pesar de la extinción de esos pueblos. Cuando hablo de tradición, coincido en que no se trata de “un con-junto estático de saberes y representaciones ancestrales” […], por tanto, estas poblaciones “allegadas” dejarían de ser ajenas a la tradición, una vez que la adoptan, reelaboran y le dan continuidad.55

También, los mareros de Bucalemu en sus intermitentes desplazamien-tos hacia el mar y constantes procesos de adaptación, han resignificado tanto material como simbólicamente las tradiciones inherentes al modo de vida costero. Por tanto, es el trabajo en el mar el vínculo genealógi-co que une a los mareros actuales con las comunidades ancestrales de estas tierras, y el conocimiento aprehendido en la orilla ha constituido también la herencia más importante que estos hombres y mujeres de mar han podido entregar a sus descendientes. En las comunidades orilleras de Bucalemu, la organización social está determinada por los fuertes lazos de parentesco que se han reproducido desde la conformación del poblado, a fines del siglo XIX.

55Manuel Escobar, Orillero en Cobija. Cazador recolector contemporáneo del desierto costero, Tesis para optar al título de Antropología Social, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Universidad de Chile, 2007, p. 17.

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No han sido más que cinco grupos familiares los que dieron inicio a la vida costera de esta zona, y son estas mismas familias quienes han ge-nerado una reproducción directa de la labor del marero. De esta manera, la mayoría de los algueros contemporáneos que hoy día se encuentran distribuidos por la orilla que va desde Bucalemu a Las Ánimas han na-cido en el poblado, y en muchos casos, sus padres y/o abuelos también nacieron ahí. Por tanto, el entramado histórico de relaciones de paren-tesco ha generado fuertes lazos entre la comunidad que trascienden el ámbito productivo, este hecho tiene como consecuencia la creación de un importante arraigo emocional con el pueblo mismo y con los luga-res de asentamiento. A diferencia de lo que en Bucalemu sucede, las comunidades orilleras de Cobija presentan un patrón de asentamiento bastante más efímero. Escobar reconoce en ellas un escaso apego gene-racional con los lugares que sirven de albergue durante la temporada de recolección de algas, destacando también la condición de transitoriedad que caracteriza sus relaciones sociales:

no hay actividades, aparte de las extractivas, que los aglutinen y generen en ellos un sentido de pertenencia e identidad que les haga establecer relaciones sociales que vayan más allá de lo económico y los impulsen a constituir una colectividad.56

Por último, tanto en los mareros de Bucalemu como en los de Cobija en-contramos un aspecto que los emparenta: la movilidad familiar organi-zada de acuerdo a las estaciones del año y al modo particular del trabajo de los algueros. Los grupos familiares permanecen en sus pueblos de origen durante la temporada fría, es decir, desde abril hasta septiembre, comenzando el traslado hacia los asentamientos de la orilla en primave-ra y permaneciendo ahí hasta comienzos del otoño. Esto es así, ya que la temporada de las algas se inicia en la temporada seca, determinada por tres factores ecológicos importantes: en primer lugar, esta fecha es idónea para empezar con la recolección, dado que la aparición del sol impulsa el crecimiento de las algas y por tanto, incrementan su tamaño; por otro lado, el modo de trabajo estacionario que lleva a los algueros a la orilla durante las temporadas más cálidas del año permite a las algas crecer lo suficiente durante el resto del año, lo que se transforma en un aspecto de suma importancia para mantener el equilibrio ecológico del

56 Ibíd., p. 19.

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entorno marino; por último, las condiciones climáticas más cálidas in-ciden de manera positiva en la habitabilidad en los asentamientos, per-mitiendo, además, el secado de las algas, ya que es sólo durante esta temporada seca en donde las algas pueden adquirir la textura adecuada para poder ser comercializadas.

Los asentamientos de Bucalemu se encuentran distribuidos hacia el nor-te por la orilla de la costa que lleva a Cahuil. Los tres asentamientos (Las Cruces, La Lancha y Las Ánimas) observados están organizados según las distintas unidades familiares que los habitan, estas conforman unidades económicas independientes, y por tanto, la forma de distri-buir los frutos del trabajo es decisión interna de cada grupo familiar. Las viviendas que habita cada familia son denominadas ‘rucos’, y se encuentran divididos según la funcionalidad que les asignen, así encon-tramos rucos de dormitorio, trabajo y almacenamiento. De esta manera, se van conformando los hogares y comunidades semi-permanentes que se distancian temporalmente de Bucalemu, generándose un cambio en la forma y condiciones de vida de los mareros.

Con llegada de la primavera se abre entonces una nueva temporada de trabajo en la orilla, son los hombres los primeros en acceder a la tan ansiada tranquilidad de los asentamientos y a la libertad laboral que esta actividad económica les ofrece.

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Las actividades que aquí se realizan son principalmente la recolección de algas y la extracción de mariscos. La primera de éstas es la que cons-tituye un mayor ingreso de recursos para el grupo familiar. La extrac-ción de mariscos, en cambio, es una actividad que se desarrolla durante el “tiempo libre” y los productos son generalmente para el consumo familiar, aunque en algunas ocasiones y dependiendo de la especie, tam-bién pueden ser comercializadas, lo que implica entradas adicionales para el presupuesto familiar.

Otra diferencia fundamental entre estas actividades tiene que ver con las categorías de género implicadas en ellas, ya que a diferencia de la ex-tracción de mariscos -que es realizada exclusivamente por los hombres de la comunidad-, la recolección de algas es un trabajo desempeñado por la totalidad del grupo familiar: padre, madre e hijos intervienen dealguna manera en ella, participando de manera diferenciada en las dis-tintas partes del proceso productivo. La división familiar del trabajo está determinada por los patrones culturales que la sociedad ha impuesto en cuanto a las ‘supuestas’ capacidades físicas que diferencian a hombres y mujeres. Así por ejemplo, la cortada del cochayuyo -primera etapa del proceso productivo de esta alga- es una actividad realizada exclu-sivamente por los hombres, esto, porque la profundidad a la crece y el elevado tamaño que puede llegar a alcanzar (hasta 15 m de longitud) implican mayores niveles de dificultad y peligrosidad en su extracción, la cual debe realizarse por medio del buceo apnea. Esta técnica es de-sarrollada sólo por los hombres adultos de los asentamientos y consiste en la inmersión ‘a pulmón’ en el mar, sin la ayuda de equipos especiales que permitan la respiración autónoma en las profundidades marinas. El equipamiento de trabajo necesario para esta práctica, está constituido hoy en día por un traje termo aislante que mantiene el cuerpo alejado de las bajas temperaturas del agua. Esta valiosísima herramienta de trabajo tiene un costo aproximado de $100.000, y dependiendo de la cantidad de uso y el cuidado que se le dé puede llegar a durar hasta tres tempora-das. Otros componentes del material del buceo son las máscaras, aletas y plomos. Éstos últimos, son elementos esenciales ya que permiten al buzo aumentar su peso para facilitar la inmersión en el mar. Como su nombre lo indica, estas pastillas están elaboradas en material de plomo tradicional con distintos pesos y tamaños (1 kg, 2 kg, 2,5 kg), y para las faenas de extracción que se dan en los asentamientos las más utilizadas son las de 1 kg. Cada una de estas tabletas se distribuyen en un cinturón

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que se adhiere al traje y la cantidad de plomos necesaria dependerá de la masa corporal del buzo.

Tu cachai que la hondura. […] es muy pesá la pega del alga, porque hay que cortarlo abajo con la red. Son árboles grandes, 2 metros, 2 metros y medio, que están pegados a la roca.57

Claro, siempre andaban con una persona, el “arrenquín” que le dicen, él los esperaba con el fueguito listo. Y también había otro tipo de buzo, ese es más antiguo: el de “coliyegua”. Ese buscaba una vara grande con una cola de caba-llo y la metía donde habían hoyos con erizos, y salían los erizos. Se quedaban pegados en los pelos […] Los indios deben haber sacado así los erizos.59

Esta ‘innovación’ en el equipo utilizado para el buceo de mariscos nos es relatada por los mareros de los asentamientos. En principio no exis-tían trajes, ni para la extracción de mariscos ni de algas, los hombres ingresaban al mar casi desnudos, solamente con su “quiñemo”58 atado a la cintura. Una de las figuras del pasado que ayudaba a los buzos a capear el frío de las gélidas aguas del Pacífico Sur era el “arrenquín”. El rol desempeñado por estos trabajadores consistía en juntar la madera disponible de los alrededores, preparar el fuego y mantenerlo avivado para cuando los buzos salieran del mar.

A medida que fueron llegando los trajes y equipos de buceo a la orilla, el fuego del arrenquín se fue extinguiendo, sin embargo, su imagen está muy presente en la memoria de los lugareños. Posiblemente, esta re-membranza provenga de la nostalgia por todo aquel contexto social que el fuego albergaba: la fogata, el vino, los locos, erizos y lapas asadas, junto con las conversaciones entre familiares y compañeros de trabajo, pueden haber constituido el rito de finalización de una jornada laboral exitosa.

57 Juan González, pescador artesanal.58 El quiñemo es ‘un bolso de red un poco más grande que un chinguillo hecho de perlón, nylon o cáñamo tejido artesanalmente. El buzo lo ubica amarrado a la cintura y le sirve para ir juntan-do el marisco o algas mientras bucea’. En Tadeo Vilches Ramírez, Savia Chilena. Paredones y sus tradiciones, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, FONDART, Rancagua 1997, p. 35.59 Aroldo Marín, marero de Las Ánimas.

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El cochayuyo es el que tiene más proceso y más trabajo porque si llueve hay que recogerlo y después hay que tenderlo y este año que ha estado mala la cosa, se nubla y llueve, que nosotros vemos nublado y empezamos a tiritar. Este año ha estado malísimo, malísimo, malísimo. El cochayuyo se nos ha llovido dos veces ya, a veces los recogimos, la otra vez nos salvamos de dos aguas y ya a la tercera se mojó.60

Si bien, se pueden apreciar ciertos cambios e introducciones tecnoló-gicas en el modo de extraer el cochayuyo, en lo que respecta a los pro-cesos posteriores de secado y amarre, éstos no han tenido variaciones importantes en los últimos cien años. Este modo de trabajo sigue desa-rrollándose de manera absolutamente artesanal, hasta ahora sin la entra-da de ninguna innovación que haya cambiado las antiguas condiciones laborales. Con la sola asistencia de un cuchillo afilado para estas lides, el marero extrae el cochayuyo y deja que el mar haga el trabajo de lanzarlo a la orilla, donde será recogido, para luego ser ubicado en los lugares dispuestos para su secado. Los mejores espacios para que estas algas sean alcanzadas por el sol son los sectores más altos de la playa (donde la marea no llega), las dunas, los cerros y las laderas de los mismos. Acá deberán permanecer entre dos y cuatro semanas, lo que variará depen-diendo de la temperatura y las condiciones de humedad del aire. Durante este periodo, el cochayuyo será cuidadosamente volteado por ambas ca-ras hasta que alcance el nivel de humedad esperado, el buen tiempo es el mejor aliado en este proceso, ya que el material no puede verse afectado por lluvias o fuertes neblinas. Cuando esto sucede, el cochayuyo reco-lectado simplemente se pierde, o bien, puede volver a introducirse en el agua y esperar nuevamente el que sol lo seque hasta alcanzar la textura y el color adecuado.

Dentro de los procesos que siguen a la extracción, todos los componen-tes del grupo familiar tienen cabida. Si bien la extracción no es realizada más que por los hombres de los asentamientos, en el secado, el amarre e incluso en las actividades asociadas a la venta, todos tienen algún tipo de participación.

El proceso completo es descrito por Samuel Ahumada, un alguero per-teneciente al asentamiento de Las Cruces:

60 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.

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Yo yendo para allá me estoy levantando a las 5 de la mañana todos los días, es que el alga, por ejemplo, el cochayuyo tiene que recogerse húmedo para poderlo trabajar, si lo deja que le dé el sol, se seca y se quiebra todo. Así que nosotros trabajamos a la orilla y en la mañana temprano uno se levanta a lo que tiene que hacer. Ya, yo digo voy a ir a buscar un cochayuyo a tal parte y uno va viendo donde tiene sus cosas y sabe cuando está bueno y cuando no está en condiciones de recoger. Vamos cambiando de donde tenemos el ruco, de más arriba, de más abajo, todos lados, vamos recolectando, se tiende ahí en el pasto, para que se seque la arena. Ahí se pone amarillo, se demora unos quince días en ponerse amarillo el cochayuyo. Estando amarillito ahí lo em-pieza a trabajar, en la mañana lo recoge y lo guarda en un ruquito que tenemos especial para trabajar, así que ahí vamos trabajando y se van haciendo las maletitas [paquetes].De tres carajitas sale una maletita, se le pone tres tapitas que se llama, vainitas, de la misma largura que la maleta, así que ahí la vamos trabajando.61

Como señala Don Samuel, el cochayuyo una vez recogido es desplazado hacia los rucos de trabajo dispuestos para el proceso de ‘amarre’. Cada unidad familiar cuenta con uno o dos espacios de este tipo, en general uno destinado para cada integrante del matrimonio. El alga va siendo atada hasta llegar a un producto que los mareros denominan ‘maleta’, veinticinco maletas conforman una rodela, la cual constituye el formato de comercialización del cochayuyo. La rodela habría sufrido algunas modificaciones a lo largo del tiempo:

61 Samuel Ahumada, marero de Las Cruces.

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55Antes no se hacia la maletita que se hace ahora, antes se amarraba aquí a lo largo del brazo, el cochayuyo, se hacían farditos de a cien, larguitos así, y quedaban como de a cien ataditos.62

Si me pongo a hacer eso todo el día, que trabajara solamente en esto puro me haría siete a ocho “rodelas” diarias, cuando me pongo a amarrar todo el día. Pero como ya fui a las algas, fui a recoger cochayuyo, hay otras peguitas de por medio. Ahora me hago dos o tres “rodelas”, que son $15.000. Porque ya nos ganamos el día con lo que trabajamos firme que es alga, la chasca, la chasca ya sacamos unos 20 ó 25 kg, qué se yo, 30 kg, temprano antes de las 9 de la mañana.63

Bueno no mucho, no mucho porque uno se sienta a amarra y hace sus dos o tres “rodelas” en poco rato, su par de horas. Ayer amarramos más de cuatro nosotros, así po’ relativo. Ahí los chiquillos a veces amarran hasta diez, doce o trece, ahí son más.64

El proceso de amarre implica grandes cuotas de paciencia y destreza, estas virtudes son claves a la hora de pensar en los niveles de producción de cada alguero. La cantidad de rodelas atadas durante un día de trabajo dependerá exclusivamente de las habilidades que cada uno haya adqui-rido, de las condiciones físicas en que se encuentre para trabajar y del tiempo que tenga disponible para esta actividad. Por todo esto, es muy difícil determinar un promedio de amarre por cada recolector.

Actualmente, cada rodela tiene un valor aproximado de $5.500, este pre-cio es arbitrariamente puesto por cada comprador, lo que produce una subvaloración del trabajo, ya que el esfuerzo que cada hombre y mujer invierte en estas actividades no se condice con los ingresos percibidos por ella. Según un diagnóstico realizado sobre algas pardas de la V y VI región, el ingreso promedio de cada recolector cosechador de cocha-yuyo, va de los $180.000 hasta los $600.000 por temporada. Es decir, si una temporada tiene una duración de cinco a siete meses, el valor promedio mensual oscila entre un máximo de $100.000 y un mínimo de $30.000 pesos en los casos de menor ingreso65.62 Ídem.63 Emiliano Guerrero, marero de La Lancha.64 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.65 Fondo de Investigación Pesquera, Diagnóstico biológico pesquero del recurso de algas pardas en la V y VI región. Bases para la formulación de un plan de administración, Valparaíso, 2008, p. 54.

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A diferencia de lo que sucede hoy en día con el gran número de com-pradores que frecuentan los asentamientos, durante la primera mitad del siglo XX, el mercado local existente para la distribución de estas algas era mucho menor que el actual, por tanto, los grupos familiares que se dedicaban a esta actividad eran también escasos. Tampoco se daba aún el proceso de consolidación de los asentamientos, por lo que las fami-lias tenían un modo de trabajo mucho más trashumante, moviéndose de playa en playa, de acuerdo con la disponibilidad de riqueza que cada una poseyera. Otra modalidad que se acostumbraba por esta época era la de las jornadas de trabajo diario. Algunas familias con residencia en Bucalemu, se dedicaban a la recolección de algas en roqueríos cercanos volviendo al hogar cada tarde, “[…] Claro, trabajaban por el día. Iban a La Quebradilla a buscar luche, era lo más que vendían y cochayuyo.”66

Tanto las algas (luche, cochayuyo), como los mariscos (erizos, locos, etc.) extraídos en aquellos tiempos eran destinados al consumo alimen-tario humano y su distribución hacia los puntos urbanos de comercia-lización estaba a cargo del “intermediario” de turno. Esta figura -que hasta el día de hoy tiene una fuerte presencia en la zona-, se encuentra representada por un comerciante que generalmente reside en el mismo poblado y que es quién establece el vínculo entre la producción de los mareros y los mercados centrales.

66 Mercedes Cordero, marera de Las Ánimas.67 Aroldo Marín, marero de Las Ánimas.68 Mercedes Cordero, marera de Las Ánimas

Iban a venderlas lejos, ¿Conocen Uds. Llico? pa’l Aquelarre para allá, pasaban Vichuquén.67

Y los cochayuyos los sacaban [los intermediarios] en carreta me acuerdo, no sé donde los llevarían, los llevarían a Licantén, Vichuquén. ¿A dónde era dón-de había tren?68

En términos históricos, el cochayuyo (Durvillea Antartica) junto con el luche (Porphyra Columbina) son las algas que más tempranamente co-mienzan a ser extraídas en esta orilla. Actualmente el luche sólo se saca de manera marginal, sin embargo, el cochayuyo sigue siendo el alga más trabajada por los mareros de Bucalemu. Los relatos señalan que hace ya

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más de cien años que esta alga se encontraba entre el recurso más traba-jado por algueros y mariscadores de la zona, debido a la existencia de una demanda local que facilitaba su comercialización. Adicionalmente, la extracción de luche y de mariscos, como erizos y locos, complemen-taban la dieta de recursos marinos destinados al consumo familiar.

Más allá de esta incipiente demanda y posibilidad de comercialización del luche y el cochayuyo, no hay que olvidar la importancia que estas algas tienen como alimento de autoconsumo para los grupos familiares que históricamente las han trabajado. Ambos productos se han constitui-do en alimentos imprescindibles dentro de la dieta básica de estas comu-nidades, siendo hasta la actualidad, muy común su preparación y consu-mo. El uso masivo y popular de estas algas, no es un fenómeno reciente, ni en esta zona, ni en otros territorios de nuestro país (el cochayuyo se encuentra desde la costa norte del Perú hasta la isla de Chiloé). Tanto es así, que es posible rastrear las huellas de su utilización en sitios ar-queológicos y documentos históricos, que nos hablan de la importancia simbólica que estos alimentos tenían hace ya siglos atrás. La antropólo-ga Sonia Montecinos, entrega algunos casos relativos a como algunos pueblos originarios utilizaban el cochayuyo como ofrendas funerarias y/o artículos ceremoniales: en los entierros del norte, por ejemplo, se han hallado tumbas con restos humanos y materiales, entre las ofrendas «a veces se encuentra también alguna comida, como ser pescado seco (una corvina o pejerreyes enteros), mariscos (Mytilus) o cochayuyo»69. Otro ejemplo de este consumo de tipo ceremonial lo encontramos en el pueblo mapuche, quienes usaban el alga «ligada al chamanismo, a los machis hombres que trocados en mujeres utilizaban el alga como ca-bellera que actualizaba su feminidad»70. El hecho de que el cochayuyo haya sido utilizado en ceremonias que vinculaban a los indígenas con su mundo mágico y espiritual, nos hace pensar en lo valioso que fue para estas comunidades el poder acceder a ellas.

67 Aroldo Marín, marero de Las Ánimas.68 Mercedes Cordero, marera de Las Ánimas.69 Max Ulhe, Los aborígenes de Arica. Publicaciones del Museo Etnología y Antropología de Chile. Tomo I, Imprenta Universitaria, Santiago, 1917, pp. 166-167, citado en Montecinos, op. cit., p. 195.70 Ídem.

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71 Ibíd., p. 196.72 Ídem.73 Ibíd., p. 198.

Siguiendo el recorrido que realiza Montecinos, encontramos luego una referencia al cochayuyo y su uso medicinal, «especialmente empleada para curar heridas y afecciones cutáneas»71. Luego en la Conquista, se-rán los españoles recién llegados a Chile quienes dejarán plasmada su visión sobre el consumo de luche y cochayuyo por parte de los indíge-nas, un documento del siglo XVII escrito por Alonso de Ovalle nos da cuenta de esto:

[…] y así por no tener palabras ni símiles con qué darme a entender, me con-tentaré con decir algo de lo más común y inteligible. Criase, lo primero, en toda la costa, una yerba a manera de escarolas, que llaman luche, la cual se arranca en las peñas donde crece como la yerba ordinaria de la tierra, y se coge en la primavera, cuando está más crecida, y, puesta a secar al sol (…) al pié de ellas se crían unas raíces de donde nace un tronco como la muñeca, que llaman ulteu: éste se corta y estando un poco al fuego se monda como un troncho de lechuga o como el de una alcachofa, aunque tiene muy diferente sabor. De estos troncos nacen unas vainas muy largas, de más de tres y cuatro varas y algunas anchas de cuatro, seis y ocho dedos; éstas llaman cochayuyo y son de dos suertes o especies, y aunque son casi de una mesma figura y color, hacen los indios muy gran diferencia de las unas a las otras, porque las buenas las cortan y las secan, y hacen provisión de ellas para Cuaresma y las malas las dejan en el mar.72

Según Montecinos, ya durante el período republicano, el consumo de algas se había hecho extensivo para toda la población mestiza y españo-la. El cochayuyo y el luche, antaño identificadas con el mundo indígena, pasaban ahora a formar parte de la configuración del nuevo país, «ya habían sido plenamente incorporadas por los chilenos (as), en consumos rituales y cotidianos»73. Es así como estas algas habrían llegado a formar parte esencial de la dieta de gran parte de la población nacional. Si bien, actualmente estas algas ya no son utilizadas ni como ofrendas funera-rias, ni como pelucas rituales, sí su consumo alimenticio ha persistido fuertemente en el tiempo. En los asentamientos de mareros existentes hoy en día en la orilla bucalemina, el ulte o huilte (tallo del cochayuyo) está presente cotidianamente en las comidas familiares, ya sea a la hora de almuerzo, once o cena, siempre cocido, servido frío y aliñado con cebolla, limón, sal y aceite.

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El segundo grupo importante de algas extraídas en estos asentamientos, está compuesto por la chasca (Gelidium rex) y la luga (Mazzaella lami-narioides), las cuales comienzan a ser trabajadas más tardíamente. No será sino hasta la década del sesenta cuando emerge la demanda mundial por estos productos.

Y en ese auge de las algas en el ‘64 […] empezaron con la chasca y la luga, y ahora sacan prácticamente todo lo que hay. Huiro, calabacilla, luche, en ese tiempo tienen que haberlas cortado también.74

El proceso de la luga, se saca del mar y se tiende al sol, se le da secado dos días y después se recoge. Se mete en sacos no más.75

La recolección de la luga es una actividad realizada básicamente por las mujeres y niños de los asentamientos, ya que al ser un alga que crece en las rocas de la orilla, acceder a ella es más simple y menos riesgoso. En estos roqueríos es común ver a las mujeres con un canasto rascando las piedras de la orilla, el cual una vez llenado es vaciado en la arena para esperar que el sol haga su trabajo.

A diferencia de la luga, la chasca crece a mayores profundidades, por lo que durante los últimos años también ha comenzado a ser trabajada por los hombres a través del buceo apnea.

74 Patricio Cordero, dueño de restaurante.75 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.

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77 Emiliano Guerrero, marero de La Lancha.

Hoy en día el cochayuyo, además de ser consumido como alimento de-bido a la alta concentración de vitaminas y principios activos de im-portancia, es utilizado al igual que la chasca y la luga para la elabora-ción de productos industriales. Este grupo de algas contienen extractos denominados hidrocoloides, entre las aplicaciones del alginato (uno de los hidrocoloides principales) se encuentra la elaboración de alimen-tos, productos farmacéuticos, impresión textil, productos cosméticos, alimentos para mascota, elaboración de papel, fertilizantes y productos químicos agrícolas, etc.

La chasca la sacamos, le damos un secado, unos dos días depende cómo esté y ahí se saca, se vende con el sereno de la noche, media húmeda. Vienen los compradores, tal día voy, se humedece con el sereno, se recoge y se vende en sacos de harina. Se humedece por el peso, conviene más, los tipos también la sacan para la exportación húmeda, nunca seca, y ellos lo amarran igual que fardos de pasto, igual que un fardo de pasto para los animales.76

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77 Emiliano Guerrero, marero de La Lancha.

Y hay lugares que la hacen igual que la harina, como polvo. De vuelta los extranjeros sacan el famoso agar agar, no han llevado productos sustitutos para eso. Y las cremitas para las mujeres, todo eso es el agar agar, que le da la consistencia a los yogures, la jalea, todo eso. Imagínate, y los japoneses que lo compran. Acá en Chile no tenemos la capacidad técnica para producir el producto, nada más. El agar agar es un producto blanco, es lo que le da la consistencia gelatinosa. Ese el principal uso que da la chasca. La luga no, la usan para pastillas para adelgazar, cremas. Las mujeres hartas pastillas usan de esas, el cochayuyo es llenador y todo y no engorda.77

La cadena productiva de este tipo de algas presenta tres niveles diferen-ciados, hasta el momento hemos descrito, en parte, el proceso producti-vo que está constituido por las etapas de extracción, secado y almacena-miento. La segunda instancia, está representada por la comercialización de la producción, es decir, cuando recolectores y compradores locales entran al juego del intercambio económico. Los intermediarios pro-vienen principalmente de los poblados de Bucalemu y Pichilemu, y en general, compran todos los productos trabajados en la orilla (rodelas, chasca y luga). Una vez que las algas están secas y listas para la venta, los comerciantes llegan hasta los asentamientos y cargan sus camiones o camionetas con los sacos de algas que irán a parar a las plantas proce-sadoras o comercializadoras. Éstas constituyen el último eslabón en la cadena, ya que su función es recibir el material y distribuirlo hacia sus destinos finales: mercado nacional e internacional.

En el acto de intercambio entre algueros y compradores locales, son éstos últimos quienes hacen uso de su poder económico y simbólico, determinando arbitrariamente los precios de los productos. Si el cocha-yuyo es entregado en el formato de rodela, la unidad de medida tanto para la chasca como para la luga, son los sacos con su peso expresado en kilos, para la luga el valor aproximado es de $200 el kg., mientras que la chasca adquiere un valor mayor oscilando entre los $500-$800 por kg.

Esta relación histórica ha estado marcada por la desigualdad en el pro-ceso de decisión de los valores de las algas, ya que los productores no tienen, ni nunca han tenido ningún tipo de influencia en el precio de sus productos. Entre los testimonios de los trabajadores de la orilla, encon-

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tramos historias recurrentes que dan cuenta de prácticas abusivas por parte de los comerciantes, quienes aprovechándose de la ignorancia e ingenuidad de los mareros (muchos de los algueros antiguos apenas cur-saron algunos niveles de educación básica) realizaban cobros injustos, manteniéndolos endeudados sistemáticamente en cada temporada. Esta situación era posible dado que los mismos compradores locales eran quienes proveían los alimentos de consumo básico para la temporada de algas y también para el resto de año, es decir, el trueque consistía en el intercambio de trabajo, por una canasta de alimentos que no alcanzaba más que para cubrir las necesidades elementales de los mareros y sus familias. La posibilidad de acceder a los alimentos mediante este siste-ma crediticio, sumado al hecho de que las medidas eran calculadas de modo aproximado y sin instrumentos de medición exactos que permi-tieran especificar el peso de la producción, mantuvo a muchos grupos familiares en una situación de dependencia absoluta con sus comprado-res. Este sistema de pulperías itinerantes se extendió durante décadas en los asentamientos orilleros, hecho que provocó la exclusión del sistema monetario de una gran cantidad de familias, ya que muchos de los mare-ros antiguos sólo pudieron salir de sus deudas y tener dinero real en sus manos hace poco más de 20 años.

Si bien esta situación, antiguamente se expresaba de manera mucho más dramática, hoy en día sigue constituyendo uno de los problemas más importantes para estas comunidades, debido a que en la base de estas relaciones comerciales, se encuentran enraizados principios de lealtad y dependencia derivados de los múltiples lazos de parentesco existentes entre los habitantes del poblado. Por otro lado, los bajísimos niveles de asociatividad que se dan entre estos trabajadores, la debilidad política de las escasas organizaciones existentes y los conflictos familiares in-ternos, han dificultado la puesta en marcha de acciones emprendedoras por parte de los propios recolectores que los incentiven a implementar estrategias grupales de comercialización y a liberarse, esta vez, de las ‘ataduras’ de estos empleadores simbólicos.

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II.3. ASENTAMIENTOS COSTEROS: LA INSTITUCIONALIZA-CIÓN DE LOS RUCOS.

Los asentamientos de habitación y trabajo estacionario se encuentran distribuidos en la orilla costera que se extiende desde el poblado de Bu-calemu hasta Punta Sirena. Más al norte, llegando a Cahuil y extendien-do la ruta hasta la costa más septentrional de Pichilemu, aún es posible encontrar grupos familiares dedicados a la recolección y comercializa-ción de algas, sin embargo, éstos ya no son ocupados ni frecuentados por orilleros originarios de Bucalemu. Los mareros de Bucalemu habi-tan durante la temporada de recolección uno de los tres principales asen-tamientos que se ubican entre Bucalemu y Cahuil: Las Cruces, La Lan-cha y Las Ánimas. Las Trancas y la Quebradilla son también espacios de la orilla explotados por los mareros, pero a diferencia de los anteriores, éstos no conforman campamentos semi-permanentes. Dado que se en-cuentran muy cerca del pueblo son visitados en jornadas de trabajo dia-rias, los mareros de estos asentamientos acuden a la orilla a recolectar algas y mariscos, regresando a pernoctar a sus viviendas en Bucalemu. Viniendo por la orilla desde Bucalemu hacia Cahuil, pasando Las Tran-cas y la Quebradilla, nos encontramos con Las Cruces ubicado a 12 km de Bucalemu, encontrándose los siguientes asentamientos distanciados por alrededor de 2 km entre sí. Las playas y terrenos escogidos poseen, además de un abundante recurso en la misma playa del asentamiento y en los sectores aledaños, condiciones de acceso y habitabilidad, como un tranque, napa o vertiente de agua cercana que permite su ocupación durante periodos prolongados de tiempo.

Cada uno de estos asentamientos es ocupado por un grupo familiar espe-

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cífico, que habita de forma mayoritaria el espacio, respetando la heren-cia familiar y la ocupación histórica de la orilla. De esta forma, Las Cru-ces es el campamento de la familia Ahumada, mientras que los asenta-mientos de La Lancha y Las Ánimas son habitados principalmente por las familias Gómez, Cordero y Marín, respectivamente. Estos grupos parentales son los descendientes de los primeros habitantes de la orilla, y corresponde a la familia extendida, que reúne a varias generaciones con sus parejas y descendencia, generando el crecimiento progresivo de los asentamientos. De esta forma, son excepcionales los casos en donde personas ajenas a estas familias habitan cada campamento, y en estos casos existe, aunque lejano, algún lazo de parentesco.

Si bien todos los asentamientos reúnen características similares en su funcionalidad, materialidad y disposición de las viviendas, cada uno posee particularidades en función de su ubicación y tamaño, junto con anécdotas o fenómenos que configuran la nomenclatura utilizada popu-larmente para referirse a ellos.

Las Cruces: Este asentamiento recibe el nombre del fundo en cuyo lí-mite se ubica, el cual pertenece actualmente al empresario Francisco Javier Errázuriz (popularmente conocido como “Fra-Fra”). Estas tierras forman parte de su patrimonio hace aproximadamente veinte años, em-plazada en la orilla del cerro es posible observar una gran casa patronal, una pista de aterrizaje privada y una vasta extensión de plantaciones de pino. Este campamento de mareros está compuesto por ocho rucos, con un total de 24 recolectores, según se contabiliza en el Censo Pesquero los cuales están autorizados por el propietario del fundo. Las familias de mareros, se ubican de forma dispersa por la orilla del Fundo las Cruces, concentrando ocho familias en pequeños asentamientos distanciados por 100 metros de distancia aproximadamente.

Son ocho rucos, ahí donde estaban ustedes [playa de Las Nueces], al ladito abajo tenemos ruco nosotros. Donde hay un ruquito ahí, después está Cholo más arriba, después Nico, después mi Tío Turco, después Don Alberto, des-pués Chamaco, otro caballero que ya no se viene, y mi tío Charly, son ocho ruquitos los que hay. Son ocho familias las que él [Francisco Javier Errázuriz] tiene en consideración.78

78 Samuel Ahumada, marero de Las Cruces.

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La Lancha: Nos cuentan sus habitantes que el nombre de La Lancha nace a partir de una historia contada por los antiguos mareros del lugar, quienes le habrían dado esta denominación luego de haber presenciado la llegada de una pequeña embarcación. En la Lancha se ubican actual-mente once rucos habitados que se disponen en torno a la desembo-cadura de un pequeño riachuelo que surte de agua a sus habitantes. El número total de mareros que aquí residen actualmente, incluidas todas las familias con sus hijos es, según cuentan los propios mareros del lu-gar, de 32 personas aproximadamente. En virtud de sus dimensiones y antigüedad, La Lancha, a diferencia del resto de los asentamientos se constituye como una comunidad donde la vida de las distintas familias nucleares transcurre de forma más cercana y comunitaria, desde el mo-mento de la recolección, la organización para la venta, los juegos entre los niños y su cuidado. De esta manera, como lo expresa Araos, La Lan-cha –y la orilla en general- se constituye como un «espacio vivenciado en la experiencia familiar y comunitaria de trabajo en el bordemar»79.

Las Ánimas: Entre las personas que habitan los tres asentamientos ob-servados, notamos como se mencionan indistintamente dos denomina-ciones para este lugar, algunos hacen referencia al nombre de La Mona y otros a Las Ánimas. Sin embargo, es en este último lugar donde efec-tivamente se encuentra ubicado el asentamiento. Según se cuenta, el origen y significado del nombre La Mona deriva de la asociación con un ‘monolito’ existente en la orilla del cerro que circunda esta playa, el cual habría sido construido hace algunos años para señalar la existencia de una mina de fierro, la cual nunca se habría trabajado debido al bajo precio del mineral y los altos costos que implicaba su explotación. Por otro lado, el origen de Las Ánimas deriva de la presencia de una animita ubicada en la ladera del cerro, la que según nos cuentan sus habitantes, se habría construido en conmemoración a un hombre que fue asesina-do en esta zona («Hace muchos años que mataron a una persona por allá arriba y la trajeron para acá»)80. El campamento de Las Ánimas es bastante más pequeño que los dos anteriores, conformándose sólo por cuatro familias.

79Francisco Araos, Irse a la orilla. Una aproximación etnográfica a los mareros de Cardenal Caro, Memoria para optar al título de Antropólogo Social, Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología Social, Santiago, 2006, p.125.80 Aroldo Marín, marero de Las Ánimas

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Estos son los asentamientos que habitan los mareros durante la tempo-rada de recolección y que articulan el modo de vida estacional particular de estos trabajadores bucaleminos. Es así como la vida de los hombres, mujeres y niños de la localidad transcurre en función de los ciclos ecoló-gicos que dan forma a las actividades productivas del sector. Durante los meses que ofrecen fríos días otoñales y la húmeda temporada invernal (abril a septiembre), la localización residencial de las familias recolec-toras de algas se encuentra situada en la localidad de Bucalemu. En general, cada familia posee en el poblado una vivienda independiente de su grupo parental, aunque esta situación puede variar según la capacidad económica de cada una de ellas. En los casos donde el dinero aún no ha alcanzado para comprar un terreno y construir la vivienda, las amplia-ciones en las casas de los padres de uno de los integrantes del matrimo-nio se constituyen como los hogares “transitorios” de la familia. Sin em-bargo, esta situación es la excepción a la regla y sólo ocurre en las etapas más incipientes del matrimonio, ya que la casa propia constituye el bien material más importante, sobretodo si ya la familia ha aumentado.

Mientras las familias habitan estas viviendas más sólidas y permanentes que las de los asentamientos, el trabajo en el pueblo escasea, y por tanto, la vida se hace posible gracias al excedente económico que ha dejado el trabajo en la orilla. Los frutos entregados por la “cosecha” marina de la temporada, se configuran como la principal fuente de ingresos que permite a estas familias satisfacer sus necesidades básicas, el dinero es empleado principalmente en la compra de alimentos para la temporada y en el pago de los servicios básicos. Como una manera de añadir ingresos a los dejados por el trabajo estival, parte de los hombres y mujeres que componen las familias de algueros, buscan en otras actividades econó-micas nuevas fuentes de ingresos. De esta manera, mientras el mar cie-rra temporalmente sus puertas, el turismo, el comercio y la construcción se constituyen en alternativas laborales, lo que reproduce el carácter iti-nerante de estos trabajadores.

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Yo en el invierno trabajo en restaurante. Sí, siempre estoy trabajando. Y cuan-do no trabajamos en los restaurantes, vamos para allá, para La Esperanza a trabajar en los fundos, al otro fundo del “Fra-Fra”, para Marchihue.81

Lo que pasa que aquí antes el invierno era invierno cachai, tenias seis meses que no se hacía nada, no se podía trabajar en la mar. En cambio allá, en la III región, es como verano todo el año. Así que optó [su padre] por quedarse allá con un tío y nos fuimos nosotros todos pa.’ allá. Yo me lo llevo para allá, para acá, para allá, para acá.82

Una vez que las lluvias se han detenido y el sol nuevamente se asoma estable y persistente, los mareros empiezan a preparar su tan ansiado traslado a la orilla. La fecha exacta de esta migración dependerá de las condiciones climáticas del año en cuestión: si la temporada de lluvias acaba tempranamente, entonces el hito que marcará los comienzos de la marcha será la celebración de Fiestas Patrias; si, en cambio, la tempora-da estuvo marcada por fuertes y extensas lluvias la partida podría retra-sarse hasta mediados de octubre. Hoy en día, son los hombres de cada grupo familiar los primeros en migrar a los asentamientos, mientras las madres se quedan con los niños en el poblado esperando que el año es-colar llegue a su fin. Así, en diciembre, vuelven a reencontrarse en los asentamientos, lugar donde madres e hijos permanecerán hasta marzo, para luego volver al poblado a retomar las actividades escolares. Los hombres en cambio, extienden su estadía hasta el mes de abril, cuando los tímidos rayos de sol colorearán los últimos cochayuyos, siempre y cuando la lluvia no vuelva nuevamente a mojar la arena.

Este modo de organización familiar que caracteriza la migración hacia la orilla, ha sufrido variaciones importantes a partir de las últimas déca-das del siglo XX. Esto se ha producido a causa de los cambios culturales que la sociedad chilena ha experimentado en cuanto al acceso y masifi-cación de la educación. Si bien hoy, la norma general es que las migra-ciones estacionales respeten los ciclos escolares de la escuela dejando que la gran mayoría de los niños bucaleminos concurran regularmente a clases, hace algún par de décadas atrás, la escuela sólo contaba con alumnos durante la temporada invernal, debido a que el trabajo de las algas comenzaba y terminaba con el grupo familiar completo.

81 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces. 82 Juan González, pescador.

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Nos sacaban po’. Íbamos al colegio su par de meses no más, porque de aquí nos íbamos en febrero, de aquí íbamos a la uva, volvíamos por allá en mayo y estábamos junio y julio en la escuela no más. Después cuando estábamos más grandes nos mandaban de aquí todos los días, nos íbamos en la mañana temprano y volvíamos caminando. Y por eso le digo que uno no aprendió a leer, muy poco porque nos sacaban no más po’.83

Antes hacíamos el camino caminando, ahora tenemos vehículo. […] antes ha-bía que ir por la orilla, a pata, cargado. Caminando de aquí se demora tres ho-ras. Ahora vamos en vehículo, el camino esta pavimentado, lindo. Conectaron el camino con Cahuil. Antes el camino era malo, mucho accidente. Hicieron todo el camino, cortaron cerros. Ahora esta pavimentado para todos lados, hasta para arriba.84

La educación formal es asumida con su carácter obligatorio para los niños y niñas de Bucalemu, y es valorada por los mareros como la prin-cipal herramienta para que los niños y jóvenes puedan desarrollarse y desenvolverse mejor en su vida asumiendo menos sacrificio que el que tuvieron que realizar sus padres para la sobrevivencia. En ese sentido, la educación se asume como prioridad frente al trabajo familiar, lo que ha cambiado la configuración de la vida en los asentamientos durante los primeros meses de la temporada de recolección.

En cuanto a las transformaciones que ha experimentado el proceso de traslado hacia la orilla, dos han sido los factores que más han influen-ciado las particularidades de esta trayectoria. En primer lugar, la moder-nización de los caminos ha simplificado la vida de los mareros permi-tiéndoles acceder a la orilla de una manera más rápida y con un menor costo energético. La creación de caminos y la posterior adquisición de vehículos por parte de estas familias han hecho que el recorrido por la orilla sea hoy más expedito.

Como vimos anteriormente, un segundo elemento que ha determinado las formas de acceso a la orilla tiene que ver con las relaciones que his-tóricamente se han establecido entre las comunidades de algueros y los dueños de los fundos costeros. Comprender esta dinámica social es fun-damental debido a que no sólo se relaciona con las particularidades de la

83 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.84 Samuel Ahumada, marero de Las Cruces.

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migración, sino que también ha determinado las limitantes que dificul-taron el asentamiento definitivo, hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XX.

La relación entre los dueños de los fundos y los trabajadores indepen-dientes del mar ha estado marcada por un conflicto, que si bien ha tenido fluctuaciones en sus niveles de intensidad, no ha cesado durante los úl-timos cien años de historia. El establecimiento de los asentamientos y la mejora en las condiciones de habitabilidad, son dimensiones que se han visto afectadas por el constante hostigamiento que los dueños de estos fundos han ejercido contra los mareros. Estos propietarios (que hoy han cambiado las labores agrícolas por la actividad forestal), han persistido en acciones abusivas –que van desde la prohibición de la entrada a la orilla hasta la quema de las viviendas semi permanentes- amparados en la informalidad legislativa del territorio “ocupado” por los recolectores. Es por esto, que la precariedad de los lugares de habitación construidos para la temporada ha sido una constante, lo que viene a modificarse re-cién en la década del sesenta, cuando las condiciones de habitabilidad mejoraron, haciendo más sólidos y estables los asentamientos costeros.

No se hacían rucos […] como ahora, porque ahora uno hace su ruco y aquí los deja, antes no po’ uno hacía su ruquito y antes de irse tenía que botar todo, quemar todo, no dejar ni demostraciones que había habido ruco.85

El constante asedio de los “ministros”86 y dueños de los fundos, llevó a los mareros a construir cobijos temporales en base a coirón, pieles y sá-banas. Estos primeros “rucos” eran utilizados sólo para pasar la noche, realizando el resto de las actividades cotidianas a la intemperie. Debido a las precarias condiciones de habitabilidad, el tiempo de instalación en estos improvisados campamentos de trabajo no solían superar la semana de duración.

85 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.86 Nombre que los mareros dan al capataz o administrador del fundo.

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87 Olivia Godoy, marera de La Lancha.88 Guillermo Cordero, antiguo marero y buzo.89 Gladys Ahumada, marera de Las Cruces.90 Manuel Cordero, antiguo marero.

Mi esposo venía de chico con su mamá, aquí al mar. Y según contaba mi sue-gra, ahí abajo, ellos traían un cubre de cama y ponían cuero de ovejas, y ahí mismo vivían, porque el caballero [Isaías Urzúa] no los dejaba.87

Claro, al principio había un pasto que salía a la orilla del mar. Coirón, se lla-maba. Y eso es como la totora y hacíamos un ruco para pernoctar ahí [para] cuidarnos de los resfríos y todas esas cosas.88

Anterior no se hacían estos rucos, se hacían unos ruquitos de ramas por ahí afirmados en las piedras, o en las cuevas, porque ahí hay una cueva grande que se llama la “Cueva de los Pitidos”. Ahí también hubo mucha gente por años y ahora también se cayó.89

No nos dejaban entrar a los fundos, imagínate que para entrar a Las Cruces de allá son como tres horas a pata. De allá tenían que traer el cochayuyo al hom-bro, por la orilla porque no te dejaban entrar con caballo para que entraras tus cosas y de repente te decían ‘ustedes no entran’ y no entran nomás.90

La precaria situación de habitabilidad llevaba a los mareros a encontrar en la misma naturaleza los lugares de descanso que los dueños de los fundos pretendían negarles. Por ello, las cuevas y aleros ubicados en los roqueríos se transformaron en otra posibilidad de habitación temporal. Estos lugares se constituyeron en verdaderas residencias que podían lle-gar a albergar a varios grupos familiares. Actualmente, la mayoría ha sido cubierta por los embancamientos sucesivos de arena, se han caído por efecto de las mareas o por la acción intencionada de los propietarios de los fundos.

Junto con las dificultades para que los mareros se instalaran en la orilla y realizaran sus labores de recolección, los patrones o “ministros” de los fundos colindantes impedían, para entorpecer y hacer más tediosa la lle-gada a los rucos, el acceso por el fundo. Cuando esto sucedía, el camino debía hacerse a pie por la orilla desde Bucalemu, cargando al hombro, de ida, las mercancías para la temporada, y de vuelta, la producción recolectada.

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71Existieron también algunos propietarios que no permitían que la madera sobrante al interior de los fundos fuera utilizada como leña por los ori-lleros. Otros violentaban a los mareros, “correteándolos a caballo” para que abandonaran la propiedad. Este tipo de actitudes son desarrolladas por Araos al hablar de Las Quiscas, al norte de Pichilemu, dando cuenta de un conflicto generalizado en todos los rucos de la orilla de esta zona:

Aquí también sufrieron la tiranía del patrón, el que encarcelaba a los mareros encerrándolos frente a un león que evitaba cualquier fuga. Eran tiempos don-de las reglas las ponían los dueños de la tierra, por lo que el mar era la única salida, imponiendo un límite a la hegemonía del patrón.91

A veces no estaba con su esposa y quería que le fuéramos a hacer pan, y yo de-jaba a mis chiquillos, quería que le amasáramos, no tenía nana, entonces como un favor. […] Pero yo digo, lo mejor es llevarse bien con Isaías [Urzúa].92

Cuando había que ir a arrancar arvejas, encerrar corderos, ayudar a sacarles la lana, ya vamos sin nada porque no pagaban nada y yo iba porque sabía que si no lo hacía, no me iban a dar pasada y como sacaba mi material, se pagaba el favor, entonces eso es así y todavía se hace así, todavía no aprueban ninguna ley que pueda ayudar a eso, “usted pasa, pero a cambio de esto”.93

La relación asimétrica que existía entre mareros y dueños de fundo, se expresaba también a la manera del inquilinaje. Muchas veces, los patro-nes solicitaban “favores” y “ayuda” para determinadas labores a cambio de facilitar el acceso a los rucos. Las mujeres, cocinaban o amasaban; los hombres, realizaban labores campesinas o de carga.

91 Araos, op. cit., p. 93.92 Olivia Godoy, marera de La Lancha.93 Manuel Cordero, antiguo marero.

A pesar de todo, la ocupación de la orilla y la vida en los rucos fue pro-gresivamente estabilizándose, gracias a la persistencia de los mareros por preservar su oficio. La estabilización de los rucos es vista a manera de victoria, por los mismos mareros. Este proceso constituye una par-te importante de la construcción identitaria de los bucaleminos que se dedican a estas labores. Además, grafica el constante conflicto por el sustento que caracteriza al campesinado pobre de nuestro país.

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Fue tanto lo que nosotros luchamos que él [dueño del fundo] se cansó, porfian-do, que no lo molestamos. Y a veces nos molesta un poco, cuando pasamos por sus terrenos hay que pedirle permiso.94

Y en la orilla, a mí cuando era chico me atajaron en la orilla, porque ellos cer-caron hasta la orilla del mar, ahora por lo menos de la alta marea por lo menos tienes ocho metros, que esos nadie te los puede cerrar y después de ahí hay

94 Olivia Godoy, marera de La Lancha.95 Construcción de cabañas, sacar a tierra las barcas y utensilios y el producto de la pesca, sa-cando sus redes.

Gracias a su porfía, los precarios asentamientos se fueron transforman-do en rucos más firmes, de materiales sólidos como la piedra y el barro (La Lancha), o de la madera de cajones que traía el mar y que se acumu-laba, transformándose en material de construcción.

Pero en este proceso de estabilización, influyeron también factores ex-ternos como la promulgación de la Ley de Pesca y Acuicultura en el año 1991. Dentro de esta nueva normativa, se da reconocimiento legal a la figura del ‘alguero’ y con la modificación del Código Civil se esclare-cen los límites de la propiedad privada en las tierras de la costa. Esta modificación, permite a los pescadores o mareros utilizar la playa para los “menesteres de pesca”95, «guardándose empero de hacer uso alguno de los edificios o construcciones que allí hubiere, sin permiso de sus dueños, o de embarazar el uso legítimo de los demás pescadores». De la misma forma, el artículo 613 del Código Civil permite el uso para estos menesteres de «las tierras contiguas hasta la distancia de ocho metros de la playa», insistiendo pero no tocarán a los edificios o construcciones que dentro de esa distancia hubiere, ni atravesarán las cercas, ni se intro-ducirán en las arboledas, plantíos o siembras. Por último, el artículo 614 impide a los propietarios de las tierras contiguas a la playa la colocación de cercas, edificios, construcción o cultivos en estos 8 mts., debiendo dejar «suficientes y cómodos espacios para los menesteres de la pesca. En caso contrario ocurrirán los pescadores a las autoridades locales para que pongan el conveniente remedio».

El reconocimiento legal ha significado un importante cambio en las la-bores orilleras, lo que es percibido y valorado como un avance por los mareros.

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como ochenta metros más que son para la certidumbre que es la pesca, pero antes no po’, te cerraban y ¿cómo pasabas?96

Te vas decepcionando de las mismas leyes, porque las leyes dicen una cosa y en el fondo no tienes nada que hacer. Como el que hay libre acceso a la playa, no existe.97

En la medida que la ocupación tiende a ser mayor y el arraigo más profundo, situación en la cual, a la estructura básica de los rucos se le agregan chacras, dormitorios familiares, asemejando el ruco a la casa familiar ubicada en el pueblo de origen.99

Pero, a pesar de la formalización legal de la actividad de la recolección y de la ocupación de la orilla, los conflictos no cesan. La realidad que viven los mareros no está ajena a las dificultades que intentan poner los propietarios de los fundos, la aplicabilidad de la ley pareciera no exce-der más que los estrechos marcos de los volúmenes legislativos.

A pesar de estas limitantes, actualmente los rucos han mejorado en lo que se refiere a su calidad e infraestructura. Todas las viviendas que conforman actualmente los asentamientos son de madera o lampazo98, la mayoría de piso de tierra (las viviendas que han construido el piso de madera son la excepción a la regla). Los techos son de zinc, gracias a un subsidio del gobierno que reemplazó los techos de fonola hace aproximadamente cinco años. Este programa también facilitó madera para mejorar la infraestructura de las viviendas. Estos mejorados rucos se dividen en tres habitaciones: cocina, dormitorio y la habitación desti-nada para la bodega y el amarre del cochayuyo, la que mayoritariamente se encuentra separada del espacio puramente habitacional. Aunque la disposición de las viviendas no ha variado excepcionalmente desde la década del sesenta, sí se ha complejizado su estructura:

96 Manuel Cordero, antiguo marero.97 Patricio Cordero, dueño restaurante.98 Corte de madera de menor valor debido a que el material no se encuentra procesado y contie-ne aún la corteza del árbol. En este lugar lo más común es el lampazo de pino.99 Araos, op. cit., p 132.

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En los últimos años, los mareros han podido mejorar la infraestructura de las viviendas, así como los servicios y las comodidades en los asen-tamientos. Todos tienen agua canalizada hacia llaves y lavaderos, la cual no es siempre potable como ocurre en La Lancha, que deben proveerse en el pueblo. En los tres asentamientos se han introducido además nue-vas innovaciones tecnológicas como las cocinas a gas que son utilizadas de forma complementaria a las tradicionales cocinas a leña. En La Lan-cha, se construyeron cocinas ecológicas a leña a través de la organiza-ción colectiva y los fondos obtenidos por medio de una consultoría. De esta forma, y a partir del trabajo colectivo e individual, la Lancha se ha constituido como el asentamiento con mayor cantidad de comodidades. Construyeron también baño de pozo, e inclusive una ducha. También, algunas familias poseen generadores que además de proveer de luz, les permiten tener en la orilla las comodidades de su residencia en Buca-lemu: televisión, refrigerador y lavadoras, las que comparten de forma comunitaria con todas las familias.

Todas estas mejoras e innovaciones en la infraestructura de los asenta-mientos han contribuido al proceso de institucionalización de una prác-tica económica y cultural que mantiene vivos sus cimientos. La activi-dad de recolección de algas y mariscos, la vida en la orilla, las relaciones de intercambio y los resabios de aquellas relaciones patronales que han caracterizado la corta vida de nuestra republica, constituyen el reflejo de un siglo marcado por profundas desigualdades sociales y por el esfuerzo de miles de hombres y mujeres, que labrando la tierra desde la costa a la cordillera, no han cesado en la búsqueda de la libertad espiritual y el sustento material que proveé la naturaleza.

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El fenómeno de la trashumancia laboral siguió siendo el principal ele-mento característico de los bucaleminos durante las últimas décadas del siglo XX. La irrupción de la pesca artesanal viene nuevamente a dar cuenta de este proceso, introduciendo en el pueblo nuevos modos de tra-bajo y técnicas asociadas a la captura de peces. Los cambios históricos experimentados en las formas de extracción han tenido lugar durante los últimos 30 años, transformándose paulatinamente en la medida que la tecnología se ha hecho presente en la orilla.

Las artes de pesca en Bucalemu presentan un recorrido histórico que co-incide con el modelo expuesto por Llagostera, ya que según los relatos de los habitantes, durante la primera etapa de captura existía solamente la pesca de orilla. La mayoría de los trabajadores de mar que comien-zan a constituirse como “pescadores tempranos”, conocen ya estas lides, muchos han sido mareros o pertenecen a familias que se han dedicado al buceo y la recolección de algas, heredando de ellos el conocimiento y la técnica que estas artes requieren. Una vez más, la necesidad hace salir a la luz el ingenio y la capacidad innovadora de estos hombres, quienes constantemente logran adaptarse a la naturaleza, beneficiándose de los recursos que este generoso mar pone a disposición de la comunidad que lo habita.

II.4. PESCA ARTESANAL

[…] Porque en ese tiempo no había embarcaciones acá, no había botes. Pero sí se pescaba desde la orilla, se colocaban las redes cerca de la barra no más,

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en los pozos, pero había muchos pescadores y en ese tiempo había mucha corvina. Sacabas cualquier cantidad de corvina, miles de kilos, y no tenías venta.100

Es que lo que pasa, por ejemplo, acá buceaba y pescaba [su padre], pero no ha-bía bote, pescaba, por ejemplo, por la orilla con cámara. Lo que pasa que antes había mucha corvina, jalabas un paño, dos paños y sacabas cien, doscientos kilos de corvina diarios.101

La captura de corvina es una actividad que emerge con fuerza en el po-blado a partir de la década del setenta, es durante estos convulsionados años cuando los “pescadores tempranos” comienzan a perfeccionarse no sólo el oficio de pescador, sino también a cultivar las bondades de la organización y el trabajo comunitario. La imposibilidad de comer-cializar los frutos del trabajo y los desencuentros producidos entre los pescadores por la inexistencia de una estandarización de precios de venta, fueron algunas de las motivaciones que impulsaron la creación de una cooperativa de pescadores artesanales. Esta cooperativa tenía por objetivo distribuir en partes iguales tanto el trabajo como las ganancias de los productos, además de evitar la competencia y las peleas surgidas de la comercialización individual.

El Golpe Militar terminó abruptamente con esta forma de organización económica y social, tal como sucedió con tantas otras organizaciones de este tipo a lo largo de todo el territorio nacional. La implementación de estrategias de persecución que impedían a los trabajadores mejorar sus condiciones de vida a través de la organización política, derivó en un escenario de atomización e individualismo creciente, que ha dejado pro-

Éramos como cuarenta, hicimos una cooperativa y llegamos, dijimos “ya, se van a colocar cinco paños, y van a ir dos personas solamente a buscar el pes-cado”. Y el pescado va a llegar acá y una sola persona lo va a vender, él verá los precios y todo. Después se saca la cuenta por todos los pescadores y se va a dividir en partes iguales. Estábamos funcionando pero a la pinta. Si nos or-ganizábamos, pagábamos todos los derechos que teníamos que pagar […] Nos trajeron las redes por un proyecto, nos trajeron a mitad de precio, baratísimo, y después teníamos un proyecto para un camión. Ese no alcanzó a llegar y eso que estaba listo.102

100 Manuel Cordero, antiguo marero.102 Juan González, pescador artesanal.103 Manuel Cordero, antiguo marero.

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El sindicato se formó en el 90, se dio la idea de trabajar un poco más. ¡Es que si uno no está organizado! Los pescadores en realidad somos desordenados, y acá cada cual tira para su lado, y como acá no había ninguna organización, nosotros formamos una cooperativa de pescadores, pero fue en el tiempo de Allende, y después del golpe adiós todo, adiós cooperativa. Incluso yo era presidente.105

105 IDEM.106 Luis A. Chávez, maestro constructor.

fundas huellas en los trabajadores chilenos. Durante las décadas poste-riores al golpe, la voz de los trabajadores bucaleminos también fue aca-llada, disolviéndose totalmente el incipiente cooperativismo que había emergido con los “pescadores tempranos”.

No será hasta la década del noventa cuando un grupo de trabajadores costeros tome la iniciativa de crear una nueva organización laboral, for-mándose de esta manera el “Sindicato Independiente de Buzos Marisca-dores, Pescadores Artesanales y Algueros de Bucalemu”.

Junto con la llegada de los nuevos aires democráticos al país, Bucalemu da un giro en su actividad pesquera, iniciándose con ello un ciclo que trae mayores niveles de tecnificación y productividad. Esta nueva etapa está caracterizada por el uso de embarcaciones (lo que en las categorías de Llagostera corresponde al periodo de los “pescadores tardíos”), que permiten adentrarse hacia la dimensión latitudinal del mar, o dicho de otra manera, hacia el interior de la línea de costa.

La llegada de las embarcaciones a la orilla bucalemina es posible divi-dirla en función de la materialidad de los botes. Durante la década del ‘80, los primeros botes en encallar estas negras arenas fueron de made-ra. Hoy en día ya no quedan rastros de esta tecnología, ya que durante la década posterior, los pocos boteros existentes siguieron la tendencia nacional y comenzaron a invertir en botes de fibra de vidrio.

No po, no habían botes aquí. La caleta tendrá unos veinte años ya, más o menos. El primer bote que llegó fue “El Rancagüino” aquí, que trabajaba mi hijo el Carlos.106

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Con la conformación de Bucalemu como caleta pesquera, el mar abre nuevamente sus puertas a un gran número de hombres que ven en esta actividad, una posibilidad de conseguir una fuente de empleo relativa-mente estable y bien remunerada. Si bien la mayoría de los pescadores actuales poseen una herencia familiar asociada al mar, también se en-cuentra una fracción importante de trabajadores procedentes de zonas del interior y de actividades económicas alejadas del mar. De esta for-ma, la pesca artesanal se ha constituido como la actividad que más ha reactivado la economía local generando una multiplicidad de empleos asociados a la labor misma de la captura: tripulantes, cargadores, ven-dedores, etc. Además de la creación de nuevos puestos de trabajo, la pesca artesanal ha potenciado el desarrollo de la actividad turística en la localidad, ampliando la oferta gastronómica, impulsando el comercio interno y entregando estos hombres con sus embarcaciones un alegre cromatismo al grisáceo de sus arenas.

Cuando no hay pesca no se ve nadie en la playa, ¡muerto! y mal que mal, tra-bajan cincuenta o más personas, qué los cargadores, qué compran, qué cuando sacan huevos trabajan las señoras. Se ve mucho más plata habiendo pesca.107

Así es la gente, en los botes se trabaja harto personal. Cada bote trabaja con tres personas. Póngale diez botes, son treinta personas. . Y eso es lo que le ha ido dando vida a la gente, a los boteros […] Tienen sus buenas casas, vehícu-los.108

107 Juan González, pescador artesanal.108 Luis A. Chávez, maestro constructor.

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Mira, en todo caso desde que llegó la pesca aquí ha sido bien pal pueblo, por-que los negocios tienen donde vender. […] Porque antiguamente la gente aquí vivía de recolectar algas, y no existía tanto la pesca. Entonces antes existía el dueño del fundo y había que vivir de eso. Entonces antes existía el dueño del fundo y había que vivir de eso. Es como las comedias que a veces uno ve en televisión “este es el dueño del fundo y hay que respetar al patrón” y el patrón hacía lo que quería, entonces no era justa la vida en ese caso109.

Según los datos disponibles en Servicio Nacional de Pesca (SER-NAPESCA)110, la caleta de Bucalemu cuenta con un total de 68 trabaja-dores inscritos como pescadores artesanales. A nivel regional11, esta can-tidad sólo es superada por la caleta de Pichilemu que presenta un total de 114 trabajadores. Sin embargo, en cuanto al número de embarcaciones, Bucalemu presenta el número más alto de botes de fibras (27), seguido por Pichilemu (17) y Boca de Rapel (10). Llama la atención el alto nú-mero de pescadores artesanales que presenta Pichilemu en relación a la baja cantidad de embarcaciones existentes, sobretodo si se considera que cada embarcación emplea un promedio de tres trabajadores. Tal si-tuación puede significar que la pesca en esta caleta se constituya como una actividad más inestable laboralmente, es decir, que los pescadores no se empleen diariamente en jornadas de captura.

En Bucalemu, los hombres que han decidido adentrarse en la dimensión latitudinal del mar, se han volcado totalmente a esta actividad. A dife-rencia de la recolección de algas y la extracción de mariscos, la pesca artesanal es una actividad continua a lo largo del año. Tanto en verano como en invierno los botes entran al mar, quedando relegados en la are-na sólo aquellos días en que las condiciones climáticas no permiten el zarpe (en caso de mal tiempo o presencia de marejadas es el Alcalde de Mar el encargado de impedir la salida).

109 Juan Andrés Pastene, pescador artesanal. 110 Servicio Nacional de Pesca (SERNAPESCA), Información disponible en Internet: http://www.sernapesca.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=825&Itemid=838 (revisa-do en septiembre, 2010).111 La región de O’Higgins posee en su territorio costero un total de 8 caletas de pescadores artesanales: Boca de Rapel, Matanzas, Chorrillos, Puertecillo, Topocalma, Pichilemu, Cahuil y Bucalemu.

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Nosotros pescamos todo el año […] Por ejemplo pa’l norte no te pescan con luna, dicen que no sale pescado con luna, se pierde. Nosotros pescamos, mien-tras haya merluza, todos los días. De repente sacai dos ó tres cajas, casi no te conviene ir a pesca. Lo demás estamos casi todos los días yendo, al menos yo me gusta más estar allá que estar aquí en tierra.112

Eso es relativo, depende de la cantidad de peces que traes. A veces traemos 40 ó 50, lo más que hemos sacado han sido 80 cajas de merluza […] Allá adentro estuve como hasta las 4 de la tarde más o menos, pero llegar acá afuera a po-nerte a hacer cajas ¡son 80 cajas!113

Eso depende de la captura que tengas tú en las redes, porque de repente no hay nada, echas arribas y no te demoras nada. O de repente hay pesca, o hay mucha mugre, o cuando hay luna que anda más jaiba, más camarón o corrien-tes se te enreda. Pero tipo cuatro, tres, dos, una, once, yo no le doy más de las cuatro de la tarde, tres y media me vengo.114

Por otro lado, la jornada laboral cotidiana es demandante y exigente, tanto en términos físicos como en inversión de tiempo, por lo que las actividades complementarias como la extracción de mariscos o la reco-lección de algas, sólo son realizadas durante los meses en que la captura ha sido deficiente. El trabajo es diario, de lunes a domingo si las condi-ciones lo permiten, y comienza a las 7 de la mañana. La duración de la jornada dependerá de los niveles de productividad conseguidos durante el día:

La creciente estabilidad laboral (en términos de continuidad del trabajo, no de ingresos) que los pescadores han ido adquiriendo con el tiempo, se relaciona directamente con la riqueza del medio acuático y la intro-ducción de mejoras tecnológicas en los medios de producción. El pri-mer factor de producción está constituido principalmente por la captura de la especie denominada merluza común, la cual para el año de 1999 presenta un nivel de desembarque regional de 459 toneladas de un total nacional de 103.789115.

112 Juan González, pescador artesanal. 113 Juan Andrés Pastene, pescador artesanal.114 Juan González, pescador artesanal.115 Servicio Nacional de Pesca (SERNAPESCA), Informe desembarque total especie por región (1999). Disponible en http://www.sernapesca.cl/index.php?option=com_remository&Itemid=246&func=fileinfo&id=1468 (revisado en septiembre, 2010).

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Ahora yo estoy calao como en 4 millas, que son como 6 kilómetros, 7 kilóme-tros. Eso varía, por ejemplo, en este tiempo se viene más a la orilla el pescado, en invierno se viene más a lo hondo. Por ejemplo, agosto, septiembre también se acerca a la orilla harto porque desova la merluza, así que se viene pa’ la orilla.116

La extracción de esta especie está delimitada por dos factores: uno de orden ecológico y otro de carácter normativo. El primero de ellos tiene relación los ciclos reproductivos particulares de esta especie, hecho que determina que su ubicación se encuentre más cercana o alejada de la orilla, o en dimensiones más profundas o cercanas a la superficie.

El modo de extracción de esta especie adquiere distintas dimensiones según la disposición de peces existentes. Según los niveles de producti-vidad existen dos modalidades de captura, una de ella consiste en calar las redes un día determinado, dejarlas en altamar durante toda la noche, para luego volver a buscar la producción al día siguiente. Otra forma consiste en calar las redes de forma diaria, para esto deben calarse du-rante el día y esperar un par de horas hasta que las redes logren capturar el nivel de producción esperado.

116 Juan González, pescador artesanal.

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Por ejemplo ahora calamos el día domingo, por decirte algo, el lunes revisa-mos sacamos todo lo que hay en la pesca, en las redes y las volvemos a calar. No las traemos, al otro día vamos y hacemos lo mismo y hay otras veces que llevamos las redes en el día, las calamos, le damos dos o tres horas, las le-vantamos y volvimos a calarlas sus dos o tres veces, porque hay veces que la pesca se pilla en el día.117

El winche es el motor que uno usa arriba para levantar las redes y el plomo es…esas son las boyas que van arriba ahí levanta uno y la parte de abajo es el plomo. El cordel va con plomo para que la red quede parada así como una malla de tenis, como una reja y se usa otro cordel por encima que es el que levanta con el reductor, que es el winche. Una persona trabaja en la boya y la otra persona trabaja en el plomo. Así que yo trabajo donde falta uno, soy el comodín, y soy el que ando con el bote.118

Es que depende, hay temporada, por ejemplo, ahora estamos en la merluza, en verano trabajamos la reineta. Ahora mismo, por ejemplo, estaban trabajando en la raya algunos compañeros estaban yendo como a 15 kilómetros, 8 millas más o menos. 119

El trabajo dentro del bote es dividido en tres labores distintas, una fun-ción para cada tripulante: winche (reductor), plomo y boya son los ele-mentos que constituyen la división del trabajo al interior de la embarca-ción. Todas estas funciones están relacionadas con extraer las especies capturadas de la red y la especialización en cada una de estas funciones está asociada a las capacidades físicas y técnicas que posea cada tripu-lante.

Otras especies trabajadas son la reineta y la mantarraya. El proceso de captura de la primera de ellas tiene lugar en verano y constituye una de las jornadas más largas de extracción, para la captura de esta especie los pescadores deben permanecer durante toda la noche en altamar. La mantarraya, en cambio, corresponde a una especie que comenzó a ser extraída recientemente en esta zona debido a que la demanda internacio-nal ha abierto posibilidades para su comercialización.

117 Ídem. 118 Ídem.119 Ídem.

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Hace tres o cuatro años atrás, teníamos una cuota como de 1000 toneladas. No se alcanzaba a hacer, no se sacaban 1000 toneladas para el año. Pero ahora, este último tiempo, se sacan mayores cantidades de pescado, y antes como no la sacábamos nos bajaron la cuota a 400 toneladas. Se termina en junio, o julio se termina la cuota del año. Entonces después es ilegal, si tú te metes a pillar merluza es ilegal. Entonces ¿qué es lo que hace?, ya dos años que el sindicato de pescadores tiene que encabezar, hablar con la federación, hablar con polí-ticos, se ha ido a conversar con el subsecretario de pesca, y nos han dado un aumento de cuota. Y ya se fue, entonces nos dieron 200 toneladas, y quedaron que iban a conseguir 100 toneladas más. Y resulta que ya se nos terminaron las 200 toneladas, y todavía no ha llegado el permiso para sacar las otras 100, y ¿qué hacemos hasta fin de año? 120

No completábamos las cuotas, nos fueron quitando, quitando. Y ahora llegó y no nos está dando cuotas. Hay que hacer todo un cuento, que diga de la quinta, o de la cuarta, que tienen más, te la traspasan para acá, pero eso es un trabajo como de un mes, veinte días.121

120 Manuel Cordero, antiguo marero. 121 Juan González, pescador artesanal.

Con respecto al factor normativo, hacemos referencia a las cuotas de extracción regionales que la nueva Ley de Pesca (promulgada en el año 1991) impuso a la actividad pesquera. Las grandes cantidades asigna-das a regiones con alta presencia de extracción industrial, han tenido un impacto negativo en la pesca artesanal, limitando la captura y poniendo trabas burocráticas para el aumento de la misma. Por otro lado, la ex-tracción indiscriminada por parte de los industriales han mermado en pocos años las especies originarias de la costa chilena.

La nueva Ley de Pesca ha venido a regular también la tenencia de los medios de producción, en este caso, son los armadores (o dueños de botes) junto con las autoridades y las organizaciones de pescadores, quienes deben concurrir a solicitar el aumento de cuota. Es en estas ins-tancias donde la organización de los trabajadores vuelve a tomar sentido político, ya que estas negociaciones suelen ser más exitosas cuando se negocia colectivamente. Sin embargo, en Bucalemu se presenta como una manifestación de la realidad nacional en cuanto a la participación en organizaciones de trabajadores costeros, ya que la gran mayoría de

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los trabajadores de esta comunidad no forma parte de ningún sindicato. Según los datos obtenidos por el Primer Censo Nacional Pesquero y Acuicultor, sólo el 51, 44% de los pescadores artesanales del país está inscrito en una organización. Entre las razones más mencionadas por el otro 48,56% que no participa en organizaciones productivas, se encuen-tra la ausencia de beneficios esperados y la falta de representatividad122.

Esta misma fuente nos entrega datos relativos a la forma de comercia-lización de los productos extraídos, a nivel nacional un 67, 49% de los pescadores artesanales comercializa individualmente las especies cap-turadas. Siguiendo nuevamente la tendencia nacional, la totalidad de los pescadores artesanales de Bucalemu comercializa sus productos bajo esta modalidad.

122 Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Primer Censo Nacional Pesquero y Acuicultor, Año Censal 2008 y 2009). Disponible en Internet: http://www.censopesquero.cl/ (revisado en sep-tiembre, 2010).123 Ibíd., p. 39.124 Juan Andrés Pastene, pescador artesanal.

Este sistema de remuneración mantiene también una ideología. A primera vis-ta representa una justa distribución según el esfuerzo colectivo aportado. El pescador tiene así la ilusión de participar de las ganancias en función de su esfuerzo colectivo.123

No es que sabes que a mí no me va mal, a mi me ha ido bien siempre. No pue-do decir que nunca hay pescados, siempre me salvo con dos o tres gambitas, sus cuatro de repente, y cuando es demasiado bueno, sus quinientas luquitas, y así po, en el mes. Pero de repente pasan un par de días más y me gano sus dos millones, es relativo, súper relativo, yo creo que es más bueno que malo. No me quejo, es que si me quejara sería un mal agradecido.124

Al igual que en las actividades de recolección de algas, los ingresos de los pescadores variarán en función de las particularidades físicas y eco-lógicas de la costa, (profundidad de las corrientes, vegetación marina, de factores climáticos, etc.,) las cuales son determinantes en cuanto a la cantidad de especies disponibles. A pesar de la variabilidad de los ingre-sos que caracteriza tanto a la recolección como a la pesca artesanal, en ésta última las ganancias suelen ser bastante mayores.

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125 Juan González, pescador artesanal.126 Ídem.

Te puedes ganar hasta tres gambas de repente, algunos meses muy malos. O te puedes ganar como cinco palos. Yo la semana pasada me gané un palo cien (del martes de la semana pasada a ayer domingo) y hoy día hice cerca de 400 lucas. Le descontai el 15% te quedan como dos gambas y tanto. 125

Es que depende hay varios compradores, te puedo decir diez o quince, pero hay algunos que compran cinco cajas, diez cajas, tres cajas. Pero compradores fuertes hay como cuatro que llegan aquí, tres. Ellos lo llevan a Santiago, a Rancagua. Pero hay como siete, ocho que compran como diez cajitas, de a seis cajitas, cinco cajitas que salen a vender a los alrededores, los arrieros […] Pero el Víctor, el Chunga, el Huaja (que es de Pichilemu), ellos se llevan todo. 126

Es en relación a la comercialización de las especies donde se producen las problemáticas más importantes, debido a que los precios de las pro-ductos son establecidos principalmente por los intermediarios (al igual como sucede con los frutos de la recolección de algas pardas). A medida que la caleta se fue tornando más productiva, fue aumentando también el número de pequeños compradores en el poblado, estos ‘arrieros’ de la costa distribuyen los productos hacia localidades cercanas a Bucalemu, siendo sólo un par de compradores quienes cuentan con camiones fri-goríficos para trasladar la producción hacia los grandes centros urbanos como Rancagua o Santiago.

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Te podría decir yo cinco lucas, diez lucas es variable. Por eso te digo cuando está bajo, tres lucas, cuatro lucas, no trabajamos. Pero por ejemplo, la semana que pasó trece, doce, quince. Hoy día estuvo a quince. 128

Depende de la cantidad de pescao que llega a Santiago. Depende de los barcos en el fondo, de lo que pillen los barcos, o lo que salga en otras caletas. Todo depende de las otras caletas, si hay poco sube más […] Entre menos compra-dores hay aquí más se ponen de acuerdo, ellos dicen pagamos cinco lucas y van a vender igual, aunque ellos estén vendiendo a veinte. 129

Según los propios pescadores, esta variación de los precios está influen-ciada tanto por la ley económica de la oferta y la demanda, como por los acuerdos internos que establecen los compradores para determinar el costo que le asignarán a la caja en cada jornada.

Los pescadores artesanales de esta caleta si bien se encuentran física-mente alejados del ruido de las grandes ciudades, del sistema financiero, y de las imágenes del consumo desplegadas en centros comerciales y otros templos arquitectónicos que rinden culto a la modernización, es a

Depende, a veces podemos soltarla en veinte o veinticinco lucas, cuando saca-mos poco. Si salen dos cajas tratamos de vender a sesenta mil las dos cajas y así. […] A veces negociamos nosotros, a veces hacemos subir el precio, pero más ellos son los que ponen el precio. Ellos llegan y me dicen voy a pagar quince por el pescado y corren quince, o a veces pagan diecioocho. La idea es que siempre esté de cinco pa arriba, de cinco pa abajo no vendemos, cuando nos pagan cuatro lucas nosotros nos enojamos, sacamos las redes y al otro día no entramos.127

Tanto ‘arrieros’ como grandes intermediarios, compran a los pescadores artesanales la captura diaria contenida en cajas de 28 a 30 kg de merlu-za, y debido a que los valores están sujetos a la voluntad de los comer-ciantes, éstos pueden llegar a fluctuar hasta en $20.000 por cada caja. Los pescadores, que no tienen casi ninguna influencia en el valor que adquiere diariamente esta unidad de venta, sólo han podido consensuar un piso mínimo para el intercambio.

127 Juan Andrés Pastene, pescador artesanal. 128 Juan González, pescador artesanal.129 Ídem.

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Si lo subis y lo bajai es porque hay cierta confianza. Aparte que tenis que hacerte la idea de que los vas a ver todo el año, así que tiene que haber una confianza de por medio. Hasta decirle “oye y cómo está tu señora?”, si po, todos son así aquí.130

través del acto de comercialización donde se vinculan directamente con los principios de la economía de mercado. Antes que los productos traspasen las fronteras del poblado, la relación entre pescadores y com-pradores locales oscila entre distintos estados de ánimo, tensándose en ocasiones donde el oportunismo de los intermediarios intenta mermar el esfuerzo de un día laboral extenuante, y relajándose en otras jornadas donde lo que prima son los años de camaradería, la confianza y la lealtad mantenidas en el tiempo.

Finalmente entre pescadores artesanales y compradores locales se es-tablece una relación de lealtad e interdependencia económica, debido a que el armador le vende su producción siempre al mismo comprador. Una vez más, el esqueleto de este cuerpo son los lazos de parentesco profundos que vienen estableciéndose entre las familias bucaleminas, durante todo el siglo recorrido en este libro y más allá de él.

130 Juan Andrés Pastene.

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III. BUCALEMUmás allá de la orilla.

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III.1. BUCALEMU EN VERANO.

Año a año, la costa se presenta como el espacio más llamativo para la mayoría de los chilenos. En el contexto específico de la Región de O’Higgins, Bucalemu se ha posicionado como un centro turístico de importancia, en parte, producto del impulso que esta actividad econó-mica ha recibido desde que la Municipalidad de Paredones y la Cáma-ra de Turismo de Bucalemu, entidades que durante las últimas décadas han desarrollado políticas de fomento para esta actividad. Sin duda, este auge se explica por las condiciones propias de Bucalemu (paisajes que combinan mar y cerros verdes, tranquilidad, ambiente familiar, entre otras), que lo hacen sobresalir frente a los demás poblados de la región. También, en el alto número de visitantes se reflejan los adelantos in-fraestructurales (caminos, puentes, estacionamientos, etc.) que permiten que la llegada de los turistas sea cada día más rápida y expedita.

Los hitos turísticos de Bucalemu los constituyen las celebraciones de las “Fiestas Patrias” en septiembre, con la organización de la “Paila Mari-na Gigante” (19 de septiembre), y, fundamentalmente, los meses de la época estival (enero y febrero). Es en verano cuando el pueblo aumenta en actividad y afluencia de visitantes, cuando las negras arenas bucale-minas se transforman con los colores que traen los visitantes y el mo-vimiento de la calle principal no cesa gracias a las diversas alternativas que presenta el comercio local.

Si bien el reconocimiento turístico que actualmente tiene Bucalemu al interior del espacio regional tiene sus raíces en los diversos adelantos

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infraestructurales, la calidad de lugar de esparcimiento costero no es un fenómeno meramente contemporáneo. Ya desde principios del siglo XX, este pueblo constituía una alternativa turística para los grupos que si bien contaban con recursos económicos, no lograban calificar dentro del estrecho círculo de grandes terratenientes de la zona. El periódico local El Cometa, publicaba las incipientes comodidades que el balneario presentaba para sus veraneantes:

Balneario BucalemuSe nos encarga comunicar al público que en la próxima temporada de vaca-ciones, el balneario de Bucalemu contará con especiales comodidades, que no ha tenido otros años. Se nos asegura que habrá coche para el servicio desde la estación de Peralillo […].131

Bucalemu se erigía como un lugar recreacional para los sectores que no lograban acceder a otros centros turísticos de mayor alcurnia, como Pi-chilemu, fundado a fines del siglo XIX por Agustín Ross Edwards, uno de los hombres más ricos del país. El carácter exclusivo que alcanza en aquella época Pichilemu, queda de manifiesto al construirse allí el pri-mer Casino de Juegos del país en 1906, señal de la fastuosidad de aquel balneario de la oligarquía chilena. Este proyecto se vino a sumar a los ya famosos Hotel y Parque Ross. En cambio, lo ofertado por Bucalemu era más modesto y ante la precariedad de los servicios, desde El Cometa se exaltaban las pequeñas comodidades existentes en el pueblo hacia la primera década de 1900:

131 El Cometa, Paredones, 27 de noviembre de 1907.

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¡VERANEANTES, A BUCALEMU!En la próxima temporada de vacaciones, pondré en Bucalemu un estableci-miento de hotel para recibir pensionistas por precios equitativos.TRÁNSITO LEIVA.133

CANTINAEn la temporada de vacaciones pondré en Bucalemu una cantina surtida de toda clase de licores y bebidas gaseosas.ROSALINO VIDAL.134

Y, ante la falta de Casino de Juegos, las cantinas que ofrecía Bucalemu brindaban la cuota de distendimiento que buscaban los visitantes en sus vacaciones:

Así, ambos poblados costeros separaban su “historia balnearia” al estar enfocados a dos clases sociales distintas. El “bosque chico” (Pichilemu) se transformaba en el estrecho espacio de los más ricos de la región y el “bosque grande” (Bucalemu), con su humilde ramaje, serviría de abrigo para dos diferentes tipos de veraneantes:

132 Ibíd., 12 de diciembre de 1907. 133 Ídem. 134 Ibíd., 1º de enero de 1908.

Se han levantado las casas que sirven a los huéspedes, los cuales desde la al-tura pueden dominar los contornos y vivificarse con la brisa marina que llega fuerte y refrescante hasta los hogares mismos, que están sólo a dos cuadras de la ola.132

Los lujos del “Hotel Ross” de Pichilemu, en Bucalemu se trasformaban en casas particulares acondicionadas como pensiones de «precios equi-tativos»:

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[…] se hace necesario un hotel en forma que pueda atender con esmero a las familias y personas que vayan a Bucalemu. Un bote, por lo menos, es otro ele-mento de vida y de entretenimiento que no puede faltar en Bucalemu. Ya algu-nos caballeros nos han dicho, “si este año hay bote en Bucalemu, para navegar en la extensa laguna, vamos allá, si no nos resignamos a ir a otra parte”.136

Terminado el acto literario y el lunch, se tocaron algunos trozos de música, lucieron su hermosa voz algunas señoritas y se siguió un baile que terminó a las 7 P. M., habiendo comenzado la manifestación a las 3 P.M.137

A pesar de no pertenecer al sector más acomodado de la región y aun-que sus fines fueran más modestos, estos potenciales veraneantes aún demostraban ciertos ademanes refinados, como si de alguna manera qui-sieran emparentarse con el exclusivo Pichilemu del 1900. Aunque estas familias no fueran de las más privilegiadas de la sociedad chilena, sí les interesaba exaltar lo poco de exclusivo que lograban consumir.

Los asistentes a estos lunch –que transcurrían durante las tardes entre brindis, discursos, poemas y música-, eran presentados por la prensa local como «distinguidas personas», la mayoría de ellos profesionales, abogados, médicos o curas católicos, los cuales dedicaban la mayor par-

135 José Pedro Fuentes, poeta. 136 El Cometa, Paredones, 12 de diciembre de 1907.137 Ibíd., 12 de marzo de 1908.

Miré, acá ha venido de todo. Han venido “chicos” y “grandes”, porque han venido personas de plata y personas de poca plata.135

Debido a las precarias condiciones económicas de buena parte de la po-blación del país hacia la primera década de 1900, no todos lograban pro-veerse de los recursos necesarios para vacacionar. Los que trabajaban de sol a sol y de año nuevo a año nuevo, eran la mayoría, y los menos, po-dían dedicar algunos días para el descanso a orillas del mar. En cambio, otros sectores que habitaban en las cercanías de Bucalemu (Paredones, principalmente), lograban tener ciertas comodidades económicas, lo que les permitía proyectar una temporada de vacaciones en la costa cercana. Por ello, llamaban la atención de la falta de servicios que presentaba este balneario en vísperas de las fiestas de fin de año de aquel 1907:

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Antes eran paseos, la gente venía en carreta desde Santa Cruz, Lolol, Pare-dones [...] O en un puro camión, llegaban a la playa estos camiones llenos de gente. Un bus que llegaba [...] Qué bus! Una góndola!139

Aquí llegaban los huasos el día sábado a la playa, se ponían sábado y domin-go. Bailaban cuecas allá, traían las chichas en las carretas, en cuero de cabro, traían los bichos colgando para comer asados. Todas esas cosas. Era lindo. A las carretas le ponían un toldo: amarraban cuatro puntitas y ahí empezaban.140

Dadas las difíciles condiciones de acceso a Bucalemu, que se traducían en varias horas de viaje desde los pueblos cercanos y, también, desde sectores más alejados (Santa Cruz y Lolol, por ejemplo), los campesinos pobres disponían sus carpas e implementos y la fiesta rápidamente se armaba.

La infaltable ramada coronaba los sombreros de los huasos y los moños de las mujeres, a la vez que protegía del fuerte sol veraniego. Ante la fal-ta de un lugar establecido, los campesinos instalaban sus propios lunch lo más cerca del mar que invitaba al descanso. Desafiando las buenas costumbres y el recato de otras clases, «ponían la ramada en la playa […] con tablitas, ramitas y totora»141.

te del tiempo a «dar expansión al espíritu, estrechar las relaciones de amistad, y llevar a todos los hogares vientos de paz y dulce armonía»138. Y en este afán de estatus, el periódico no dejaba de destacar los nombres y –de mayor importancia aún- apellidos de los concurrentes a estas ve-ladas estivales.

Pero, poco a poco, a la expansión del espíritu y dulce armonía de la clase acomodada se fue sumando el jolgorio de los que disfrutaban las esca-sas instancias de esparcimiento que la sociedad chilena de principios del siglo XX dejaba a los más pobres. Como la diversión nunca ha sido exclusiva de unos pocos, los campesinos pobres de la región también se abalanzaban hacia la costa en busca de entretención y relajo.

138 Ídem. 139 Guillermo Cordero, antiguo marero y buzo.140 Ídem.141 Luis A. Chávez, maestro constructor.

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Claro, los huasos son medios diablos. Diablazos pa’ formar boche ligerito. Sacan la huasca, la penca que llaman, y déle huascazos. Ponían una vara larga y se ponían unos pocos caballos de allá pa’ acá, y otros de acá pa’ allá, y déle huascazo. A topear, que se llama. A topear la vara. Era bonito.142

En la medida que el tiempo y el alcohol se iban agotando, la fiesta subía de tono y las manifestaciones de hombría entre los campesinos apare-cían como el espectáculo gratuito para la gran cantidad de gente aposta-da en las arenas bucaleminas:

De esta manera, quedan en contraste dos formas de vivir el verano en Bucalemu. Dos modos que deben haber coexistido en el espacio esti-val bucalemino –como pasaba también en el campo-, demostrando cada uno, las características especiales de los sujetos que le otorgaban fiso-nomía. Sin duda, los unos se diferenciaban de los otros. En uno de los espacios, el apellido y el prestigio eran la forma de enaltecer frente a los “iguales” los logros de la familia. En el otro, la multitud y el desenfreno eran la manera de dar rienda suelta a ese descanso que tanto se ansia cuando se trabaja de sol a sol.

142 Ídem.

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A medida que avanzaba el siglo, el ímpetu de los comerciantes se fue orientado hacia el turismo, esto se explica por la baja densidad poblacio-nal que poseía Bucalemu, lo que hacía necesario explorar distintas for-mas de conseguir recursos. Sin duda, gracias al emplazamiento costero del pueblo, el verano entregaba una importante posibilidad para generar recursos que alivianaran la carga para el resto del año. En esta dirección, la implementación de servicios turísticos acompañó a Bucalemu duran-te la segunda mitad del siglo XX. La construcción del “Hotel Rocha” marca un hito en cuanto a los servicios que aquí se ofrecían, también de alguna manera, se hacía eco a lo que los turistas más acomodados solicitaban cuarenta años antes. Fue este lugar donde se hospedaban los visitantes con más recursos, aquellos que lograban acceder a las como-didades que no entregaban las carpas en la playa.

A pesar del mejoramiento en infraestructura hotelera la orientación po-pular del balneario seguía su curso (especialmente si aumentaba la po-blación, que en su mayoría pertenecían al campesinado pobre), sobre todo en verano donde se sumaban a los nativos, los visitantes. El lugar preferido para desarrollar toda la actividad festiva seguía siendo la pla-ya:

[…] los quioscos eran en la playa. En la playa habían también juegos de taca-taca, además, la gente se ponía en los quioscos a freír pescados. ¡Era espec-tacular!143

Yo, por ejemplo, nunca anduve a las tres de la mañana. A las ocho acostada y cuando salíamos, bailábamos de día nosotros, ponte tú los bailes funcionaban de día. A las dos de la tarde nos veníamos a la playa y nos íbamos a bailar, pero había que llegar a la casa antes de que se entrara el sol.144

También los jóvenes continuaban reproduciendo la preferencia popular de ocupar la playa, la arena y el repique de las olas para condimentar las fiestas. Eso sí, las limitaciones las ponían los padres, pero también el sol:

143 Isabel López, comerciante.144 Ídem.

Hasta la década del sesenta, Bucalemu todavía recibía a ambos tipos de visitantes que habían dado forma a su calidad de balneario (sectores acomodados y campesinos de la región). Es a partir de los años setenta

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En el setenta, ahí se vio llegar gente obrera a comprarse su sitio. Aunque edi-ficaban luego de dos o tres años. Y ahí empezó a poblarse más acá, y los rica-chones que empezaron con el turismo, se empezaron a ir.145

cuando la población estival gira drásticamente hacia los sujetos popu-lares. Será esta parte de la población la que con mayor entusiasmo se integre al pueblo, ya no sólo ocupando el borde costero con sus carpas y carretas, sino comprando terrenos:

Le voy a decir que llegó mucha gente de afuera, compró sitios y fueron ha-ciendo casas. Mire usted mismo, esa población de arriba, llegan las casa hasta allá. El cambio que hubo fue tremendo.146

El aumento repentino de la población estival que experimentó Bucalemu, se produce en momentos en que la infraestructura caminera comienza a mejorar. La construcción de un camino que conectó en un menor tiempo la costa con los pueblos del interior, funcionó como un aliciente para que los visitantes aumentaran año tras año («antes la mayoría de la gente venía por varios días, por el hecho de que tenían que quedarse, para no estar viniendo»)147. Con el incremento de visitantes, una parte importan-te del pueblo gira hacía los servicios turísticos (restaurantes, centros de diversión, hosterías, comercio detallista, etc.), viendo en esas activida-des, una entrada de recursos que permite solventar la quietud del pueblo durante el resto del año.

145 Patricio Cordero, dueño de restaurante.146 José Pedro Fuentes, poeta.147 Ídem.

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Con las lucas del verano, si no trabajara en el verano, no! Con eso alcanza para todo el año, cubriendo deudas, impuestos, todo.148

148 Isabel López, comerciante.149 Según el Plan de Desarrollo Comunal de Paredones, los restaurantes de la comuna tienen una disponibilidad de 286 sillas, concentrándose la mayoría en Bucalemu. Municipalidad de Pare-dones, PLADECO Paredones, Paredones, 2009, p. 54.150 INE, Censo de Población y Vivienda 2002, op. cit.

De esta forma, los habitantes de Bucalemu se vuelcan crecientemente al turismo, siendo estos meses de enorme productividad para los co-merciantes. Éstos, junto a la realización de otras actividades, pueden mantenerse con estos ingresos durante el resto del año. Las antiguas ramadas de la playa, se han convertido actualmente en restaurantes bien equipados149, que funcionan todo el año, pero es en verano donde tienen mayor actividad, ya que la población urbana del pueblo no supera los 800 habitantes150 produciéndose una baja demanda durante el resto del año.

El otro sector productivo que se ve beneficiado con la llegada del ve-rano, lo constituyen los pescadores artesanales, ya que en este periodo aumentan las venta al por menor, lo que les permite obtener mejores precios.

Como vemos, la historia de Bucalemu también integra el aspecto re-creacional que presenta el mar en todo el país. Si en un momento las vacaciones fueron un gusto de unos pocos, las modernizaciones de la estructura laboral que tomó el país en el curso del siglo XX otorgaron la posibilidad para que los trabajadores de esta región comenzaran a seguir las rutas trazados por los primeros privilegiados veraneantes. Así, si el primer momento de constitución de Bucalemu como balneario estuvo caracterizado por unos visitantes con mayores recursos, el segundo mo-mento (y el que de alguna manera persiste hasta ahora) se caracteriza por la popularización de los visitantes. Unos y otros han contribuido a la formación y consolidación de Bucalemu como uno de los balnearios más importantes de la Región de O’Higgins.

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BucaleminaIII COMUNIDAD

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Bucalemu no se puede entender sino es a partir de los sujetos que la ha-bitan y que a través de una historia compartida y una convivencia diaria dan forma a los fenómenos que acontecen en el pueblo. El aislamiento temprano de Bucalemu y las pequeñas dimensiones que lo caracterizan hasta hoy producen una interacción cotidiana y un conocimiento mutuo entre todos sus habitantes, favoreciendo las relaciones comunitarias.

La parte fundamental de esta solidez comunitaria reside mayoritaria-mente en la familia nuclear, la que además de ser el nicho principal de la vida privada es también la base del trabajo. De esta manera, a la cotidianeidad hogareña se le suma el trabajo diario. Este fenómeno se expresa en mayor medida en el carácter familiar del oficio del marero, y en algunos casos también, de los pescadores. A diferencia de la produc-ción familiar aislada que se da muchas veces en el trabajo campesino, el espacio local bucalemino otorga la posibilidad de compartir con otras familias que desarrollan una situación similar.

Sin embargo, estas relaciones, fundamentales para el sentimiento de comunidad asociada, han ido cambiando con el pasar del tiempo, im-bricándose con los procesos nacionales y globales de modernización económica, afectando así la unidad comunitaria. Ineludible hito en este sentido –tanto en el espacio nacional como local-, representó la impo-sición de la dictadura militar en 1973, la cual reconfigura las relaciones comunitarias de manera negativa, sobreponiendo lo individual a lo so-cial, distorsionando (incluso en zonas desplazadas como Bucalemu) la vida en comunidad. Los alcances del arañazo profundo que significó la dictadura no dejaron de lado al pueblo, manifestándose allí las paradojas de una modernización que en lo económico significó la adopción del modelo neoliberal, y en lo cultural, propuso una fragmentación social que propendió hacia un individualismo antes desconocido.

Teníamos otra mentalidad. La verdad de las cosas que éramos más unidos. Después que pasó lo del Golpe, a la gente –y en todas partes pasó lo mismo- nos desunió, porque en el momento de todos los años de dictadura cada cual se rascaba con sus uñas y ya no querían ni meterse [en organizaciones sociales] porque también había desconfianza, y meterse en algo, decían, nos va a traer Entonces decían: “yo, mejor me las arreglo solo”.151

151 Manuel Cordero, marero.

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Divididos, pero no tanto políticamente, sino que económicamente, […] eso es lo que pasa. Quieren tener, de algún forma tener.152

No, es general. Si usted lo ve en todos lados igual. Y entró el tema también de la competencia, porque si uno compra una camioneta del año ’95, el otro compra una del ’97.153

Frente a la experiencia de la desintegración de la comunidad, las aspi-raciones de consumo fueron mermando la unión pretérita del pueblo, evidenciando así una corriente nacional favorecida por el modelo eco-nómico neoliberal.

La globalización no se entiende sólo como un fenómeno cultural o de acceso a una diversidad innúmera de información, sino que también se trata de una compulsión económica que ha afectado la unión del pueblo. No obstante, este proceso no se explica meramente por la apertura eco-nómica del país hacia el exterior, sino también que la puesta en marcha de las modernizaciones ha afectado –para bien o para mal- el antiguo y aislado modo de vida bucalemino. Sin duda, la conexión caminera y la llegada de los servicios básicos promovieron una intensificación en el movimiento de la población y una accesibilidad que en el pueblo no se conoció sino hasta las dos últimas décadas.

A fines del siglo XX, la familia –y la familia de familias que constituye al pueblo- comienza a sufrir la desintegración que arrastran las moder-nizaciones, experimentándose con esto un importante cambio valórico que ha provocado un relajamiento de los lazos entre sus habitantes, po-niendo en tensión la dualidad de participar en un mundo cada vez más conectado y globalizado, sin perder del todo la pertenencia e identifica-ción a una comunidad basada en los lazos afectivos entre sus integran-tes. En Bucalemu se experimenta fuertemente esta dualidad, donde las novedosas comunicaciones viales, la creciente importancia de la educa-ción formal y el mejoramiento de las condiciones laborales y económi-cas, han generado un impulso modernizador que de forma progresiva ha mostrado un cambio en las costumbres, en la forma de pensar y, en definitiva, en los valores que guían la vida cotidiana y las relaciones interpersonales.

152 Guillermo Cordero,antiguo marero y buzo.153 Patricio Cordero, dueño de restaurante.

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La gente era más solidaria, nosotros tenemos el ejemplo de mi papá, mi papa es muy buena gente, daba hasta la camisa. Yo una vez lo vi darle la chomba a un amigo. Pero es de pelusa también, porque una vez también lo vi quitarle toda la ropa […]154

La gente era más solidaria, nosotros tenemos el ejemplo de mi papá, mi papa es muy buena gente, daba hasta la camisa. Yo una vez lo vi darle la chomba a un amigo. Pero es de pelusa también, porque una vez también lo vi quitarle toda la ropa […]155

Mi abuela contaba que era tan escaso aquí, que la carne, antes mataba un ani-mal, y se comían, hacían charqui o también lo salaban, los chanchos y todo, y después quedaba el hueso, y ese hueso se lo prestaban, para darle sabor a la sopa después, el hueso de la pata.156

Otras veces, ante las dificultades para el aprovisionamiento –anterior al mejoramiento de los caminos y medios de transporte- se generaba una red comunitaria de apoyo que se fundamentaba en el intercambio y la generosidad con los vecinos. En la memoria de los bucaleminos se recuerda con nostalgia la solidaridad y reciprocidad existente entre las familias, la que facilitaba y permitía la subsistencia diaria frente a las condiciones de aislamiento y escasez que padecía el pueblo hacia me-diados del siglo XX.

A pesar de todo, los cambios que ha experimentado la comunidad buca-lemina no siempre son evaluados de manera negativa. El alcohol, cuyo abuso aumenta el riesgo de caer en la pobreza y la marginalidad, es sim-bolizado como uno de los rasgos que no permitieron a las generaciones anteriores mejorar social y económicamente.

154 Patricio Cordero, dueño de restaurante.

155 Guillermo Cordero, antiguo marero y buzo.156 Patricio Cordero, dueño de restaurante.

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La gente de antes a ahora ha cambiado el ciento por ciento. Aquí mismo antes había mucha pelea. Peleaban más que nada por el trago. Ahora la gente no toma mucho trago. Ahora usted ve a uno o dos curaitos, hay muy poco borra-cho.157

Cada cual hace su vida. Antes no, antes se jugaba mucho la brisca, la rayuela, el domino, se vivía en eso. Ahora no… hoy día mismo, pasan sus diez, doce que no se juega su brisca… rayuela ya no.159

Nosotros nos dimos cuenta de los errores que los viejos cometieron y tratamos de no caer en lo mismo, porque el copete desordena. Entonces yo, si ahora pongo el negocio […] me va mejor. Los pescadores no siguen los pasos de los papas, les va mejor también. Eso ha producido una mejora económica que ha servido para vivir mejor, una mejor calidad de vida, aspirar a que los chiquillos vayan a la universidad, que no se queden aquí. Entonces ahí se va produciendo el cambio. Porque antes se derrochaba mucho.158

Con todo, al interior de Bucalemu las condiciones propias de las mo-dernizaciones han roído el tronco comunitario. El impulso a retrotraerse hacia la vida doméstica y al trabajo individual se han impuesto por sobre las tradiciones que daban sentido a la vida de pueblo, a las relaciones cotidianas y al esparcimiento necesario.

En este mismo sentido, el fútbol jugó un papel importante en la vincula-ción con los demás espacios territoriales de la región. Los clubes depor-tivos, además de constituirse como importantes centros de articulación comunitaria en Bucalemu, servían de integración y socialización con las localidades cercanas, con las cuales organizaban partidos amistosos de ida y vuelta que tenían una corta duración, debido a la complejidad que implicaban unos medios de transportes casi inexistentes para realizar campeonatos de mayor duración. Este tipo de torneos tienen una larga tradición regional que se remonta hasta la masificación del fútbol en nuestro país, hacia las décadas del siglo XX.

157 José Pedro Fuentes, poeta y comerciante.158 Patricio Cordero, dueño de restaurante.159 José Pedro Fuentes, poeta y comerciante.

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Torneo futbolístico.El domingo 9 del próximo mes habrá una gran concentración de los dirigentes de los Clubs de Foot-ball de Querelema, San Francisco de la Palma, Alto Ni-lahue, Bucalemu y Paredones a fin de discutir las bases del torneo futbolístico que se finalizará el 18 de Septiembre en disputa de una hermosa Copa y once medallas de plata que el entusiasta y activo diputado de esta región don Eduar-do Moore Montero, donó para dicho fin.160

El fútbol logró fundir las comunicaciones y la integración con otros sec-tores de la región, a la vez que fomentaba la entretención y el deporte. Por ello se transformó en una iniciativa que rápidamente se vio en au-mento.

En un principio, los jugadores tenían que transportarse a caballo o en ca-rretas hacia la localidad donde tenía lugar el partido, allí se hacían reci-bimientos que se prolongaban por varios días, alojándose los visitantes en las casas de los locales. Con la aparición de los medios de transportes modernos, los clubes empiezan a ir a más pueblos, incorporándose aho-ra también las esposas y familia de los jugadores. Este cambio permitió que los encuentros se convirtieran en actos de sociabilidad y esparci-miento de toda la comunidad local, movilizándose a todo el pueblo en la iniciativa futbolística.

160 El Heraldo, San Fernando, 13 de julio de 1936.

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Para jugar se mandaban cartas de invitación, donde especificaban si incluía el asado, el almuerzo. Eran más ordenados. Nadie peleaba, era pura amistad, en la cancha solamente no querían perder.161

Como antes no había televisión, se juntaban más, a conversar, existían las pi-changas, los malones, la gente mataba chanchos y se iban todos adonde mata-ban el chancho, compartían, y después, ir a ver el fútbol, entrenaban todos los días aquí […] Y después de que llegó la televisión […] no iba nadie a entrenar y nadie se juntaba.162

Una vez al año se jugaban partidos de ida y vuelta con los equipos de LLico, San Francisco y Cahuil, pero, como ocurre también ahora, el partido contra Paredones era el más importante (“el clásico”) y por esto, se organizaba con mayor frecuencia. La interacción y sociabilidad con las localidades cercanas se materializaba a partir de las invitaciones rea-lizadas por parte del equipo anfitrión:

Es tal la profundidad de este tipo de prácticas en la memoria del pueblo, que frente al desplazamiento que las modernizaciones (tecnológicas, principalmente) han efectuado por sobre estas tradiciones, se reacciona de manera melancólica:

A pesar de todo, lo que nadie en el pueblo niega es que el envión mo-dernizador en que se ha visto involucrado el país en general ha sido beneficioso para la comunidad. La masificación de la educación en las nuevas generaciones y un mayor acceso a la salud, han permitido que la vida bucalemina exceda los límites mismos del pueblo, aumentando las posibilidades de un mejor desarrollo social. Asimismo, el auge co-mercial de los productos marinos de orilla y el impulso productivo de la pesca artesanal, evidencian, de cierta manera, la integración económica del pueblo hacia el ámbito nacional e internacional.

Como toda comunidad rural, Bucalemu observa con cierta suspicacia los desplazamientos a los que los compelen las modernizaciones tecno-lógicas y de las comunicaciones. La encrucijada de insertarse profunda-mente en este nuevo tipo de relaciones comunitarias (de mercado, más

161 Manuel Cordero, antiguo marero.162 Patricio Cordero, dueño de restaurante.

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bien) o de mantenerse firme en las tradiciones que ligan a los hombres y mujeres entre ellos mismos y con su historia, se encuentra en el centro de las preguntas sociales que mueven al pueblo.

Bucalemu no es la primera comunidad en afrontar este desafío. Muchas de estas comunidades perecieron ante la fuerza de la modernidad y de sus armas de fuego, otras tantas se anquilosaron en recuerdos estáticos que sólo le reportaron la exótica etiqueta de “reliquia”.

Al parecer, este desafío debe afrontarse con una mezcla que contenga lo mejor de ambas alternativas. Por una parte, reconocer los nuevos bríos y recoger lo mejor de ellos. Y por otra, reconocerse a sí mismos como una comunidad con una historia particular, propia, local, pero inmersa en los logros y desgracias de la mayoría de los chilenos, de esos que han dejado las manos en la tierra y en el mar, proveyéndose de las mejores posibilidades de desarrollo. En conclusión, buscando vivir mejor.

Según lo que hemos observado en el decurso de este libro, Bucalemu pasa la prueba.

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POST SCRIPTUM

El último sábado del verano del año 2010, Bucalemu se preparaba para despedir la época estival. Se reunía carne, se apilaban las botellas, se congregaban los amigos, otros mantenían el movimiento veraniego del pueblo, desplazándose desde sus casas hacía la playa, se sentaban en la plaza, oteaban la quinta. Se pudo celebrar. Pero la fiesta fue más corta de lo esperado. Hacia las cuatro de la madrugada la Tierra dijo otra cosa: comenzaba el terremoto. De manera trágica, la naturaleza daba por fi-nalizado el verano, estocándole un ramillete sombrío a las fiestas de los bucaleminos y sus visitantes.

El mar también mostró su fuerza recogiéndose para luego abalanzarse sobre el espacio antes ocupado. La laguna le abrió las puertas a las aguas occidentales, demostrando su condición de “río al revés”. Incluso ante el desconcierto, las personas recordaron la tradición ancestral y se dirigie-ron hacia los cerros Xeg-Xeg tratando de escapar de la furia de Kay-Kay, como si el relato mapuche les repicara en los oídos y les otorgara una respuesta en aquel preciso momento. El mar no vaciló y sin invitación –a la manera de la naturaleza- rebasó la laguna hasta llegar al puente límite del pueblo. Los años de esfuerzos se humedecieron con la salobre agua marina, muchas casas se rindieron ante la demostración de fuerza del océano y los botes ocuparon irrespetuosamente la parte de acá de la orilla, fundiendo de manera trágica la historia del pueblo en un par de minutos. Mar y campo se volvían a encontrar.

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Una situación similar afectó a los mareros, testigos directos de la ruidosa recogida del mar, el cual desnudaba rocas que poco antes había arropado con su velo espumante. La sabiduría ancestral y popular llevó a que los mareros aplicarán una rápida lectura de la situación y buscaran cobijo en las tierras altas. Esto permitió que no se contaran vidas entre las pér-didas. Aún así, el tributo que pidió el mar fue bastante alto: destrucción de los rucos, y con ellos también, la producción que se encontraba en proceso de secado.

Las sacudidas de la Tierra y el mar ponen a prueba la capacidad de reconversión del pueblo y sus habitantes. Será de ahora en adelante un nuevo comienzo, un nuevo desafío, una nueva oportunidad para poner en marcha la itinerancia y fortaleza de las personas que entrelazan el campo y el mar.

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ANEXOS

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ANEXOS IBucaleminos entrevistados

Gladys Ahumada, marera Las Cruces, 60 años. Joselo Ahumada, marero Las Cruces, 40 años.Nibaldo Ahumada, marero Las Cruces, 45 años.Samuel Ahumada, marero Las Cruces, 77 años.Luis Enrique Cordero Godoy, marero La Lancha, 37 años.Patricia Cordero Godoy, marera La Lancha, 40 años.Emiliano Guerrero, marero La Lancha, 43 años.Olivia Godoy Abarca, marera La Lancha, 68 años.Mercedes Cordero, marera Las Ánimas, 79 años.Guillermo Cordero, antiguo marero y buzo, 80 años.Manuel Cordero, antiguo marero, 62 años.Orsinia López, antigua marera, 51 años.Ema Guerrero, antigua marera, 85 años.Graciela Díaz, 82 años.Mónica Gaete, dueña de Hotel Rocha, 60 años.Patricio Cordero, dueño de restaurante, 51 años.Victoriano del Carmen Gómez Gómez, dueño de quinta de recreo, 72 años.Isabel López, comerciante, 55 años.José Pedro Fuentes, poeta y comerciante, 70 años.Luis A. Chávez, maestro constructor, 75 años.Rafael Guerrero, Pdte. Junta de Vecinos, 55 años.Juan González, pescador artesanal, 39 años.Juan Andrés Pastene, pescador artesanal, 29 años.Juan Pastene, agricultor y comerciante, 80 años.Hipólito Pastene, agricultor, 76 años.

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ANEXOS IIReferencias de las imagenes en orden de aparición

Foto 1: “Hacienda de Chomedague (Santa Cruz) donde Medina pasó parte de su infancia, cerca de 1900”, Archivo Fotográfico y Digital, Bi-blioteca Nacional

Foto 2: Foto extraída del libro “Puesta en valor de fotografías en placas de vidrio. Colchagua”Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes. Fon-dart. Región O´Higgins.

Foto 3: Hartmann “Campesinos esperan a los patrones al costado del camino de entrada a la Hacienda el Huique, ca. 1930”, Archivo Fotográ-fico, Museo Histórico

Imagen 4: Imagen extraída del “Plano Topográfico y geológico Repú-blica de Chile, levantado por orden del gobierno bajo la dirección de A.PISSIS”. Grabado por N. Desmadryl. 1873. Escala 1: 250.000

Foto 5: “Campesinos participando en una trilla con yeguas”, ca. 1900, Archivo Fotográfico, Biblioteca Nacional

Foto 6: Chamudez Marcos, “Recolectores de uva hacia 1940” en La Cultura del vino en Chile. Santiago : Museo Histórico Nacional ; Viñas de Chile, 2003. 14 p.

Foto 7: “Pecadores de Bucalemu” Elaboración propia, Tania Calderon. Bucalemu 2009

Imagen 8: Imagen extraída del mapa “Bucalemu 3430-7206 Levanta-miento aerofotogramétrico”, 1965

Foto 9: “Panorámica Bucalemu” Elaboración propia, Victor Quilaqueo, Bucalemu 2009

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Foto 10: “La Lancha”, Elaboración propia, Analía Silberman, Bucalemu 2010

Foto 11: “Secuencia Cochayuyo”, Elaboración propia, Analía Silber-man, Bucalemu 2010

Foto 12: “Secuencia Chasca”,Elaboración propia, Analía Silberman, Bucalemu 2010

Foto 13: “Mareros”, Elaboración propia, Marianela Leiva, Bucalemu 2010.

Foto 14: “Bote Genesis”, Elaboración propia, Marianela Leiva, Buca-lemu 2010.

Foto 15: “Hombre a la orilla del mar” Elaboración propia, Tania Calde-rón, Bucalemu 2010.

Foto 16: “Caleta de pescadores”, Elaboración propia, Tania Calderón, Bucalemu 2010.

Foto 17: Fotomontaje playa antigua y actual, Elaboración propia, Tania Calderón.

Foto 18: “San Pedro”, Elaboración propia, Tania Calderón, Bucalemu 2010.

Foto 19: “Hombre en el camino”, Elaboración propia, Tania Calderón, Bucalemu 2010.

Foto 20: Hartmann, “Familia se transporta en una carreta tirada por bue-yes, en la Hacienda el Huique, ca. 1930”, Archivo Fotográfico, Museo Histórico.

Foto 21: Bus antiguo de pasajeros, fotofrafía facilitada por Jesus Enri-que.

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Foto 22: Avenida Celedonio Pastenes, fotografía facilitada por Luis Ca-talán.

Foto 23: “Vista aérea de Bucalemu”, fotografía facilitada por Luis Ca-lalán.

Foto 24: “Estadio Bucalemu”, Elaboración propia, Tania Calderón, Bu-calemu 2010.

Foto 25: “Rogelio Leiva”, fotografía facilitada y editada por Tania Cal-derón, Bucalemu 1982.

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115ANEXOS IIIGanadores del concurso creativo

Recreando Bucalemu: mi pueblo en mis manos

“GANADOR CATEGORÍA 1° Y 2° BÁSICO”Emilio, segundo básico.

“GANADOR CATEGORÍA 3° Y 4° BÁSICO”Robinson Marin, cuarto básico.

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“GANADOR CATEGORÍA 5° Y 6° BÁSICO”Bernardo Pérez, sexto básico B

“GANADOR CATEGORÍA 7° Y 8° BÁSICO”Luis Ordenes Gonzalez, septimo básico.

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[Geraldine Gómez P.][Carolina Cornejo L.]

[Alonso Pérez G.] [Damaris Pastene]

[Francisco Godoy P.] [Sebastián Muñoz]

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[Alexis]

[Josué Guerrero]

[María José Leiva L.]

[Matías Gómez L.]

[Matías Gómez L.]

[Rosa Muñoz G.]

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[Matías Gómez L.]

[Matías Gómez L.]

[Rosa Muñoz G.]

ÍndicePRÓLOGOINTRODUCCIÓN

I. CARACTERIZACIÓN SOCIO-HISTÓRICA DE LA REGIÓN DE O’HIGGINSI.1. AGRICULTURA, CAMPESINADO Y MARGINALIDAD DEL SE-CANO COSTEROI.2. BUCALEMU

II. EL TRABAJO EN LA ORILLA DEL MARII.1. ORIGEN Y CONSOLIDACIÓN DEL OFICIO DEL MARERO: LA CONQUISTA DEL MARII.2. EL TRABAJO EN LA ORILLAII.3. ASENTAMIENTOS COSTEROS: LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS RUCOSII.4. EL TRABAJO MÁS ALLÁ DE LA ORILLA: LA PESCA ARTESA-NAL

III. BUCALEMU MÁS ACÁ DE LA ORILLAIII.1. BUCALEMU EN VERANOIII.2. COTIDIANEIDAD BUCALEMINA

POST SCRIPTUM

ANEXOS

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