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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA CENTRO DE ESTUDIOS SIMÓN BOLÍVAR AÑO 1 - N° 1 - 2020 LIBERTADOR Ocho Estrellas PENSAMIENTO - HISTORIA - POLÍTICA - MEMORIA - FILOSOFÍA * * * * * * * * El Decreto de Guerra a Muerte Juan Antonio Calzadilla Arreaza 6 El triunfo diplomático de Bolívar en el camino a la independencia Manuel E. Carrero Murillo 22 Memorias del General O’leary. Narración sobre los acuerdos de Santa Ana 44

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República bolivaRiana de venezuela centRo de estudios simón bolívaR año 1 - n° 1 - 2020

LIBERTADOROcho Estrellas

pensamiento - historia - política - memoria - filosofía

* * * * * * * *

El Decreto de Guerra a Muerte Juan Antonio Calzadilla Arreaza 6El triunfo diplomático de Bolívar en el camino a la independencia Manuel E. Carrero Murillo 22

Memorias del General O’leary. Narración sobre los acuerdos de Santa Ana 44

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República bolivaRiana de venezuela

pRoducción y edición: Centro de Estudios Simón Bolívarequipo de tRabajo: Pedro Calzadilla Pérez, Rosario Soto, Alejandro López, Simón Sánchez, Carlos Ortiz, Rossana Álvarez y Mauricio Vilasdiseño: Alejo / poRtada: » Les Bolivar et les Morillos. Caricatura de sainete presentado en París, 1820. Biblioteca Nacional de FranciacaRacas, venezuela, diciembRe de 2020

© todos los deRechos ReseRvados

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—3

Editorial 5

El Decreto de a Guerra Muerte Juan Antonio Calzadilla Arreaza 6

Bolívar defendió la unión como garantía de la libertad suramericana Jonathan Montilla 13

T e m a c e n t r a l

El triunfo diplomático de Bolívar en el camino a la independencia Manuel E. Carrero Murillo 22

Bolívar y Morillo firmaron un tratado de paz en Trujillo que auguraba el reconocimiento de la república Sergio Rodríguez Gelfenstein 28

Paz por Independencia Alejandro M. López R. 32

Memorias del General O’leary. Narración sobre los acuerdos de Santa Ana 44

Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra Documentos 50

El Libertador en libros Publicaciones del Centro de Estudios Simón Bolívar 63

República bolivaRiana de venezuela centRo de estudios simón bolívaR año 1 - númeRo 1 - 2020

LIBERTADOROcho Estrellas

pensamiento - historia - política - memoria - filosofía

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—4

«poR tanto, nosotRos no debemos ofReceR más que la paz en Recompensa de la independencia. esta paRa nosotRos nos tRae todas las bendiciones del cielo, y aquélla paRa los españoles es una fuente de inmensas pRospeRidades futuRas.»el libeRtadoR simón bolívaR al geneRal caRlos soublette. 19 de junio de 1820

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—5

En ocasión de los doscientos años de los Tratados de Ar-misticio y Regularización de la Guerra, suscritos entre la República de Colombia y el reino de España los días 25 y 26 de noviembre de 1820, el Centro de Estudios Simón Bo-lívar (CESB) presenta esta nueva edición de Libertador 8 estrellas.

Abrimos este número con dos temas que resultan esencia-les para la comprensión de los antecedentes históricos y políticos de este acontecimiento bicentenario. El Decreto de Guerra a Muerte, emitido por el Libertador Simón Bo-lívar el 15 de junio de 1813, es analizado por el filósofo Juan Antonio Calzadilla Arreaza, quien invita a estudiar esta pro-clama, tomando en consideración la retaliación impuesta por Domingo Monteverde, tras la firma de la capitulación en San Mateo, el 25 de julio de 1812, y la participación de criollos en la causa realista. El segundo punto, relacionado con la República de Colombia creada en 1819, es abordado por el historiador Jonathan Montilla A., en el trabajo titula-do Bolívar defendió la unión como garantía de la liber-tad suramericana, donde evalúa a la nación colombiana como la expresión de una nueva formación sociopolítica, merecedora del respeto y el reconocimiento internacional.

En cuanto al inicio, desarrollo y culminación del proceso de negociación que derivó en la firma de los acuerdos de paz en Trujillo, presentamos una serie de artículos que in-vitan a la reflexión sobre esta decisiva victoria política de las fuerzas patriotas colombianas. En el primero, titulado El triunfo diplomático de Bolívar en el camino a la in-dependencia, el historiador Manuel E. Carrero Murillo aborda la convulsa situación generada por el movimiento liberal en España y señala el valor del planteamiento estra-

E d i t o r i a l

BOLívAR, LíDER DE pAz* * * * * * * *

tégico y militar del Libertador. Le sigue el ensayo Bolívar y Morillo firmaron un tratado de paz en Trujillo que auguraba el reconocimiento de la república, del inter-nacionalista Sergio Rodríguez Gelfenstein, quien destaca la importancia de los Tratados, considerados pioneros del Derecho Internacional en América y determinantes en el proceso de humanización de un conflicto armado carac-terizado por su extrema violencia. En Paz por Indepen-dencia, el historiador Alejandro M. López R. reúne una selección de documentos y comentarios que nos acercan a las ideas, análisis y decisiones del Libertador durante un período crucial, comprendido entre marzo y noviembre de 1820. Ese texto se complementa con la Narración del general Daniel Florencio O’Leary, quien fue testigo de los hechos y aporta datos inestimables para el entendimiento de esta gesta, única en el contexto de la Revolución Inde-pendentista de las colonias españolas en América. Para dar cierre a esta sección se incluyen las versiones transcritas y actualizadas de los Tratados, que se reafirman con el en-cuentro entre el Libertador y Pablo Morillo en la ciudad de Santa Ana, el 27 de noviembre de 1820.

Finalmente, invitamos a las lectoras y lectores a descargar y compartir las novedades editoriales del CESB, que han sido destacas en el apartado El Libertador en li-bros. La divulgación universal del pensamiento de Bolívar y la contribución al estudio de su tiempo histórico cobran una significativa pertinencia actual, en momentos cuando Venezuela lucha por mantener vigentes los principios de soberanía y libertad. Hace dos siglos fundamentaron nues-tra identidad como Nación y hoy marcan el camino hacia la mayor suma de felicidad posible.

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—6

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—7

El Decreto de Guerra a Muerte* * * * * * * *

“ameRicanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”

Juan antonio calzadilla arreaza*

la gueRRa a mueRte eRa la Respuesta a la feRocidad de la RepResión española. el méRito del bRigadieR simón bolívaR,

pRocedente de cúcuta con tRopas gRanadinas, consistió en daRle un

planteamiento estRatégico, militaR y político, en su lucha poR la libeRación de venezuela.

la gueRRa a mueRte fue la munición psicológica de la campaña admiRable.

» Batalla de Araure (Detalle). Tito Salas (1927). Óleo sobre tela

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—8

Las atrocidades ejecutadas o propiciadas por el Capitán de Navío de origen canario Domingo

de Monteverde, al encabezar la contrarrevolución en Venezuela en 1812, han resultado quizás mini-mizadas a lo largo de la memoria por las de José Tomás Boves.

Monteverde no sólo defraudó la capitulación aceptada por Miranda, violando todas las garan-tías ofrecidas y aun usándola como argumento para nuevas persecuciones (se persiguió a patrio-tas o sospechosos de serlo bajo el cargo de irres-petar los términos de dicha capitulación). Monte-verde llamó “monstruos” a los revolucionarios y, al momento de ser reconocido por las autoridades superiores como Capitán General y Gobernador de Venezuela, antepuso a la liberal Constitución de Cádiz, recién promulgada en la Península, la “ley de la conquista” en el trato con los america-nos insurrectos.

Son célebres las “listas de sospechosos” con que se rastrillaron las ciudades patriotas y se atibo-rraron los calabozos donde miles murieron por hacinamiento. Estaban bajo sus órdenes y conta-ban con su licencia hombres sanguinarios como Antoñanzas, Zuazola, Cervériz, Martínez y Rose-te, cuyas crueldades aún son recordadas. Monte-verde, aunque no obrara por instrucciones direc-tas del poder español –en situación de ambiguo suspenso a causa de la ocupación napoleónica–, encarnó, con la ferocidad y arbitrariedad de los antiguos conquistadores, la represión de España contra la independencia americana.

Esa represión fue sangrienta y traicionera, y pudo haber sembrado la ira en el espíritu de comba-tientes patriotas como Antonio Nicolás Briceño (llamado por los españoles “El Diablo”), Juan Bautista Arismendi, Santiago Mariño y Simón Bo-lívar. No se puede, pues, entender la proclama de Trujillo, mejor conocida como el Decreto de Gue-rra a Muerte –emitida por el brigadier de la Unión neogranadina, Simón Bolívar, el 15 de junio de 1813–, fuera del contexto de la salvaje represión monárquica, o contrarrevolucionaria, que inten-tó extirpar un proceso de independencia marcado por un notorio espíritu civilista y legalista. Tam-poco es comprensible este decreto –que ha sido calificado como violento e incendiario por varios historiadores– al margen del inquietante fenó-meno del apoyo nativo a la causa realista.

Los mestizos venezolanos, y hasta los esclavos, abrazaban la causa de sus opresores históricos, arrastrados por el frenesí de la revuelta reaccio-naria. La guerra a muerte no era, pues, una idea sólo de Bolívar. Briceño, Mariño, Arismendi y otros, la sentaron como divisa en su lucha de re-sistencia y sus esfuerzos de contraofensiva frente a los realistas. La guerra a muerte era la respuesta a la ferocidad de la represión española. El mérito del brigadier Simón Bolívar, procedente de Cú-cuta con tropas granadinas, consistió en darle un planteamiento estratégico, militar y político, en su lucha por la liberación de Venezuela. La guerra a muerte fue la munición psicológica de la Cam-paña Admirable.

*Filósofo, historiador y escritor. Es miembro fundador del Centro Nacional de Estudios Históricos y de la revista Memorias de Venezuela. Ha sido reconocido como Maestro Honorario por la Universidad Nacional Experimental de las Artes en el año 2015. Sus estudios sobre el pensamiento y vida de Simón Rodríguez, son referencia dentro y fuera de Venezuela. Una de sus obras fundamentales es El Libro de Robinson, reconocido con el premio del Centro Nacional del Libro en el año 2006.

1 Este artículo fue publicado por primera vez en la revista Memorias de Venezuela N°10, editada por la Fundación Centro Nacional de Historia, en agosto del año 2009.

E l D e c r e t o d e Guerra a Muerte

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e l d e c R e t o d e g u e R R a a m u e R t e

» Firma del Decreto de Guerra a Muerte. Iván Blesky (1960). Casa Museo Cristóbal Mendoza, Trujillo.

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—10

Bolívar define con perfecta claridad al enemigo de la Patria instaurando tanto una polarización de los orígenes como una de los partidos. El origen garantiza la vida de los americanos o venezolanos a pesar del partido (realista); el origen condena por sí solo a muerte a los españoles y canarios. Por su parte, el partido no condena a muerte a los americanos, absolutamente inocentes a pesar de sus culpas. Pero el partido (patriota) es capaz de garantizar la vida de los españoles y canarios a pe-sar del origen. Hispanos y americanos, realistas y patriotas, se articulan y permutan en la balanza de la vida y la muerte. Los americanos poseen una inocencia absoluta por el solo origen.

Los hispanos gozan de una inocencia relativa, o condicionada, por el partido adoptado. Las dife-rencias polares se anulan en la unidad de la Patria y los españoles y canarios se hacen compatriotas para ser “reputados y tratados como americanos”. Un español que abraza la causa de América no sólo salva la vida sino que se vuelve americano, adquiriendo una “igualdad ficticia o política”,

para usar palabras del Discurso de Angostura. Lo que diferencia radicalmente el Decreto de Guerra a Muerte de un llamado a la “limpieza étnica” es el complejo juego de atenuación y conversión que propone, trocando la idea de la guerra a muerte en un sistema lógico-político de diferenciación e identidad nacional.

La proclama de Trujillo, más que una condena a muerte, es una amnistía general a todos los miembros, por origen o por elección, de la patria americana. Si tuvo éxito pragmático o no, co-rresponde a otro análisis, pero como documento político-militar nos revela la sutileza y la nobleza del pensamiento estratégico del Libertador. En 1816, pasado el momento que, a su criterio, la justificaba, Bolívar suspenderá unilateralmente la guerra a muerte, proclamando el 6 de julio: “La guerra a muerte que nos han hecho nuestros ene-migos, cesará por nuestra parte; perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles […] ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla”.

DECRETO DE GUERRA A MUERTE

15 de junio de 1813

Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, general en Jefe de loS eJércitoS del norte, liBertador de venezUela

A sus conciudadanos.

Venezolanos:

Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo.

Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y a establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los estados que cubren nuestras armas,

no hemos podido veR con indifeRencia las aflicciones que os hacían expeRimentaR los báRbaRos españoles, que os han aniquilado con la Rapiña y os han destRuido con la mueRte; que han violado los deRechos sagRados de las gentes.

E l D e c r e t o d e Guerra a Muerte

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están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizamos.

Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experi-mentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin, han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de la América.

A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aun, a abrirles por la última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela.

Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nues-tro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y magistrados civiles que proclamen al gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una pala-bra, los españoles que hagan señalados servicios al estado serán reputados y tratados como americanos.

Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vues-tros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ello. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos.

Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para exci-tar nuestra animadversión.

Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.

Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813.

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* Historiador y profesor de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Se desempeñó como Secretario Ejecutivo del Centro Internacional Miranda, adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria y como Director del Despacho del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Ocupó la Dirección General de los Museos Bolivarianos y actualmente es investigador del Centro de Estudios Simón Bolívar.

La Ley Fundamental de la República de Co-lombia, promulgada el 17 de diciembre de

1819, fue el instrumento jurídico con el cual se crea la histórica Gran Colombia. Este proyecto político mantuvo unido el territorio que com-prende actualmente a cuatro naciones latinoa-mericanas. Fue decretado por el segundo Con-greso Constituyente de Venezuela y representó el más firme esfuerzo por crear una gran nación y una identidad común en el marco de los proce-sos independentistas del siglo XIX. El propósito de su máximo artífice, el Libertador, fue combi-nar la fortaleza que da la unidad para sustentar la libertad de los pueblos que en ese momento aún buscaban consolidar su emancipación.

Una visión, un proyecto políticoBuena parte de la historiografía ubica el origen del sueño de la unión de naciones hispanoame-ricanas en el pensamiento y compromiso revo-lucionario de Francisco de Miranda. También se ha intentado posicionar la idea de la dimensión indígena de una entidad común del continente, el Abya Yala.

Bolívar defendió la unión como garantía de la libertad suramericana* * * * * * * *

Donde este pensamiento se halla formulado con más precisión y de modo más consecuente es en la reflexión y la acción política del Libertador: “La reunión de la Nueva Granada y Venezuela es el objeto único que me he propuesto desde mis primeras armas”. Esas palabras fueron pu-blicadas por el Correo del Orinoco el sábado 18 de diciembre de 1819. Bolívar continúa así su argumento: “Es el voto de los ciudadanos de ambos países, y es la garantía de la libertad de la América del Sur... El tiempo de dar una base fija y eterna a nuestra república ha llegado”.

Bolívar llamó Colombia a esa nueva República que nacía con la Ley Fundamental. Esta nueva nación se concretaría con las victorias patriotas de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada. Este punto es fundamental, ya que el ejército pa-triota estaba integrado por un disímil grupo de hombres con orígenes e identidades culturales distintas. Como sostiene Miguel Acosta Saignes, incluía indígenas, mestizos, antillanos, caraque-ños y hasta legionarios británicos, entre muchos y muchas otras integrantes. Este ejército de ejér-citos tenía también un variopinto componente

Jonathan montilla a.*

» Simón Bolívar, 1825. Grabado por C. G. Childs. Colección Museo Bolivariano

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B o l í v a r d e f e n d i ó l a u n i ó n c o m o garantía de la libertad suramericana

de líderes y jefes militares, quienes habían ga-nado su jefatura gracias a su carisma y valor en la lucha revolucionaria.

He allí la empresa más importante por la que lu-chó el Libertador: lograr una identidad común entre los distintos componentes del ejército, sus líderes, y dotarlo de un proyecto de unidad. Por lo regular se resalta que Bolívar expresó su idea visionaria de la unión de naciones en la Carta de Jamaica (1815), pero está presente en do-cumentos anteriores. En el Decreto de guerra a muerte, de junio de 1813, Bolívar ya se dirigía a los venezolanos, colombianos y americanos con sentido de unidad. Para él la lucha por la libera-ción distinguía dos bandos en pugna, el patriota, americano y colombiano, y un único enemigo, el español y canario; pero no cualquier español, sino aquel que no se uniera a la justa causa de la liberación americana.

Este sueño de unidad está planteado de manera más concreta en la Carta de Jamaica. En ella el Libertador distingue la necesidad de la unión de naciones americanas: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande na-ción del mundo, menos por su extensión y rique-zas que por su libertad y gloria”. Aquella nación ya vislumbraba la confederación entre los terri-torios de Venezuela y la Nueva Granada.

Despertar la conciencia de unidadResalta la que quizás es la esencia de su proyecto político republicano más importante: despertar la consciencia del sentido de unidad de los ciu-dadanos y las ciudadanas libres de esta región del mundo, de los americanos o hispanoame-ricanos. “Nosotros somos un pequeño género humano, poseemos un mundo aparte…”, agrega.

La clave de la lucha y pensamiento de Bolívar se sustentaba en una doctrina que permitiera la au-

toafirmación identitaria del americano del sur, del hispanoamericano, como un género nuevo. A pesar de lo obvio que resulta este aspecto, dada la magnitud del proyecto político que significó la lucha por la independencia de cinco naciones, las reflexiones de Bolívar se centraron con fre-cuencia en el reto que representaba la lucha por una nueva identidad.

Habitualmente se centra el análisis de su obra y pensamiento en torno a la idea de la libertad, pero su proyecto político se proyectaba más allá, conciliando la justicia e igualdad. Bolívar, siguiendo a Simón Rodríguez, creía en un mun-do nuevo después de la liberación. Habría que dotarlo con instituciones nuevas, adaptadas a la realidad americana y con el reto de formar nue-vos ciudadanos.

De ahí que su proyecto político identitario y por la unidad de los pueblos americanos esté aún pendiente. “Es más difícil, decía Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre que subyugar a uno libre”, nos recuerda Bolívar. Según esto, y de acuerdo con lo planteado en el Discurso ante el Congreso de Angostura (1819), la educación, concebida en un nuevo poder moral, debía ser el pilar fundamental de la República.

Nace una nueva identidadCon la idea de la República de Colombia se inau-guraba así una entidad geopolítica nueva, pero también una identidad. El sueño de unidad se concretaría no solo con la declaración de una nueva nación, sino con la creación de aquellos ciudadanos que la defendieran. La idea de la gran nación por la que se luchaba y legislaba ase-guraría que una vez ganada la lucha habría una patria grande que construir.

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b o l í v a R d e f e n d i ó l a u n i ó n c o m o g a R a n t í a d e l a l i b e R t a d s u R a m e R i c a n a

Un decreto constituyente para un proyecto de liberaciónLo de antes conduce a discutir la naturaleza jurídica del decreto la Ley Fundamental de Co-lombia. Fue un decreto legislativo, pero reque-ría la aclamación popular. Precisamente en eso se empeñó el Libertador, tanto en el principio de la sanción por el Congreso Constituyente de Angostura como por el hecho de llevarlo como bandera de la liberación del ejército colombia-no, que en adelante formalmente juntaría a ve-nezolanos y neogranadinos.

Así lo expresó en su discurso ante el Congreso de Angostura el 12 de diciembre: “la unánime determinación de morir libres y de no vivir es-clavos ha dado a la Nueva Granada un derecho a nuestra admiración y respeto”, entonces agrega la idea de la reunión de los dos pueblos:

“...Su anhelo por la reunión de sus Provincias a las Provincias de Venezuela es también unáni-me. Los Granadinos están íntimamente pene-trados de la inmensa ventaja que resulta a uno y otro Pueblo de la creación de una nueva Repúbli-ca, compuesta de estas dos Naciones”.

Seguidamente se formó una comisión legislati-va cuya responsabilidad era establecer las bases jurídicas de la naciente República, que cinco días después, el 17 de diciembre, sancionó el Congreso de forma unánime como Ley Funda-mental de la República de Colombia. Con ella se legitimaba la visión política del Libertador y de muchos hombres y mujeres que luchaban por la independencia.

Donde quizás es más explícito este propósito de vincular pública, popular y patrióticamente el nacimiento de esta gran nación es en la carta que el Libertador escribió en Angostura a Francisco de Paula Santander el 20 de diciembre de ese año diecinueve.

En ella asegura el carácter provisional de la Ley, que será luego sancionada tanto por los pueblos como por el Congreso de la nueva gran Nación, el Congreso de Villa del Rosario de Cúcuta, en 1821: “Aunque este acto provisorio no está inves-tido de todas las formalidades, y aunque todas las provincias libres de Cundinamarca no han concurrido a él…”. Más adelante agrega que a Santander le toca ser el ejecutor del decreto que llama a su país natal a una grandeza y dignidad que casi no puede percibir la imaginación más brillante, y hacer que los pueblos, ejércitos, corporaciones y municipalidades, la cumplan y ejecuten. Luego que el Congreso dé el reglamen-to para la convocatoria de los representantes de Colombia en la Villa de Cúcuta, lo ejecutaré.

En estas palabras Bolívar sintetiza lo que será el sentido táctico de la creación de la República de Colombia, cuyos fundamentos, aunque aún por consolidar, se hallan en la dignidad de quienes luchan por la independencia. Para Bolívar esta unión aseguraba la grandeza en tanto dejaba atrás la perspectiva provincial de la lucha inde-pendentista.

La perspectiva geopolítica del LibertadorLa Ley Fundamental de Colombia fue la cumbre de la estrategia del Libertador para sentar las bases políticas de la campaña de liberación. En un extremo debe ubicarse la nueva etapa que co-menzó en Angostura en 1817. En el otro está la Campaña del Sur, que culminaría en Ayacucho en 1824 y en la máxima expresión de la integra-ción regional en el Congreso Anfictiónico de Pa-namá en 1826.

Como ya se ha visto, la estrategia del Liberta-dor consentía la unión de todos los ciudadanos bajo una nación cuya identidad los hermanaba. Permitiría la organización de un ejército para la

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B o l í v a r d e f e n d i ó l a u n i ó n c o m o garantía de la libertad suramericana

que demandaban en uno y otro extremo la pre-sencia de su autoridad. Para este autor, luego de triunfar en Boyacá y tomada Bogotá, a Bolívar le preocupaba “...la crisis que sufría el gobierno ci-vil establecido en Angostura, la actitud de Páez y la marcha de las operaciones militares”. A eso se suman la “…distancia que lo separaba de la capi-tal provisional de Venezuela, la estación lluviosa, que borraba todos los caminos, y la inseguridad de las comunicaciones a causa de la misma gue-rra”. Todo esto, escribe Mijares, mantenía a Bolí-var “…prácticamente aislado: dar órdenes sobre noticias recibidas con tres meses de retardo y cuando aquellas órdenes tardarían a su vez otro tanto en llegar a su destino, resultaba irrisorio”.

Apasionado por la unión de las naciones, Bolívar insistía permanentemente en Colombia como hecho fundamental para vencer la anarquía. De allí que cada victoria se configuraría como resul-tado de la hazaña de la gran nación. De hecho, la campaña militar llevada a cabo sobre Venezuela en 1821 y ratificada con la segunda batalla de Carabobo se confirmaba “…con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia”1. Así lo escribió el propio Bolívar en el parte de guerra.

De allí en más el sueño concretado de Colombia permitiría la incorporación de nuevos territorios, como el de Quito, y su ejército, el colombiano, lo-graría las victorias en las Campañas del Sur.

Colombia nace en VenezuelaLa República de Colombia nace en Angostura, entonces liberada por las fuerzas patriotas. A diferencia de las campaña anteriores se había alcanzado ya una perspectiva de guerra popular. Esas dos características, más el hecho de que la República fue decretada primero por el Congreso Constituyente de Angostura y luego fue ratificada

liberación definitiva y avizoraba la necesidad del reconocimiento internacional. Este ámbito de acción, el internacional, fue una constante en su desempeño de dar entidad a las nacientes nacio-nes en proceso de emacipación, y de dotarlas de una identidad semejante a la de otras naciones libres del planeta.

La Ley Fundamental es consecuencia del poder acumulado que se concreta con la Campaña de Guayana, y de la maniobra de Bolívar de tomar a Angostura y Guayana como epicentros de la es-trategia liberadora (una como ciudad-estado y la otra como región histórica y estratégica, ambas con el río Orinoco como epicentro).

Las victorias de la Campaña de Los Llanos, con las batallas de Las Queseras del Medio, y la Cam-paña Libertadora de la Nueva Granada, con las victorias de Pantano de Vargas y Boyacá, con-solidarían un corredor liberado que permitiría conectar el sur de Venezuela con el sur de la Nueva Granada. Las fuerzas realistas quedaban arrinconadas al extremo norte del continente y al sur de Quito.

A esta altura resulta clave entender la grandeza del proyecto político bolivariano. Tuvo que en-frentar dificultades tanto internas como exter-nas, medioambientales, de moral y de conspira-ciones, y se sobrepuso a todas con grandeza. En poco menos de un año Bolívar debió enfrentar las conspiraciones estadounidenses en las que John Baptist Irvine sirvió de agente, las insubor-dinaciones de algunos jefes militares y las pro-pias dificultades de la unidad de su ejército, que se enfrentaba a las inclemencias de un territorio completamente agreste y al que no estaban acos-tumbrados, entre otras adversidades logísticas.

Augusto Mijares resume estas dificultades al explicar la fragilidad de las nacientes repúblicas

» Ley Fundamental de Colombia, 1819. Archivo General de La Nación

1 Parte de la Batalla de Carabobo, escrito por el Libertador Simón Bolívar y dirigido al Vicepresidente de Colombia, fechado en Valencia el 25 de junio de 1821. En Conciencia Campaña de Carabobo: la estrategia que liberó a Venezuela. Caracas, Centro Nacional de Historia, 2012, p. 41.

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por el Congreso de Villa del Rosario de Cúcuta, la dotan de un profundo sentido revolucionario.

La naciente República se crea progresivamente y se reafirma a medida que se liberan los terri-torios que la componen. “La soberanía popular y nacional se construye desde el poder revolucio-nario”2. La República de Colombia, quizás la an-tecesora más concreta de la Patria Grande, nace a partir de la disolución de la República de Vene-zuela y la creación de Cundinamarca. Con estos hechos instituyentes de renuncia y creación se erige una nación compuesta por tres grandes de-partamentos: Venezuela, Quito y Cundinamarca (que comprendía el Virreinato de la Nueva Gra-

nada), y cuyas capitales serán Caracas, Quito y Bogotá, respectivamente

Uno de los principales intereses del Libertador al crearse la República de Colombia era demos-trar al mundo libre la firmeza de la causa revo-lucionaria. “Nuestro crédito y reputación se aumentará considerablemente con este acto”, escribe Bolívar al presidente de Cundinamarca. De allí se justifica que la República se decretara como medida imperiosa para asegurar su pro-gresiva estabilidad.

En la carta a Santander sostenía que “…las incal-culables ventajas que produce y, sobre todo, la imperiosa necesidad de aprovechar la disposición

B o l í v a r d e f e n d i ó l a u n i ó n c o m o garantía de la libertad suramericana

2 Néstor Kohan (2013) Simón Bolívar y nuestra independencia, una lectura latinoamericana. Barcelona, Editorial Yulca, pp. 225 – 227.

» República de Colombia, 1841. Agustín Codazzi. Biblioteca Nacional de Venezuela

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b o l í v a R d e f e n d i ó l a u n i ó n c o m o g a R a n t í a d e l a l i b e R t a d s u R a m e R i c a n a

de las potencias extranjeras, han obligado a los re-presentantes de Venezuela y de la Nueva Granada a dar un paso en que creen vinculada la estabili-dad, permanencia y prosperidad de Colombia”.

Como presidente de la nueva nación despachó inmediatamente a los representantes de Co-lombia a Europa. La legación estaba integrada por el vicepresidente Francisco Antonio Zea, en calidad de Enviado Extraordinario, y el general José María Vergara. Su objetivo era lograr el in-mediato reconocimiento de la inmensa nación y la posibilidad de recurrir a préstamos que per-mitieran el financiamiento de la lucha.

Bolívar pone en la naciente República sus más firmes anhelos de justicia, libertad y estabilidad política. La República de Colombia nace como estrategia de consolidar una poderosa república americana cuyas bases desde su promulgación tendrán un principio federal, aunque más ade-lante se ajustarán al criterio centralista.

Libertad para los esclavizadosEsta Gran República albergó en su seno un rasgo de justicia poco común, la voluntad de la liberación de los esclavizados. Bolívar solicitó en su discurso ante la instalación del Congreso de Angostura la preservación de un único decreto preexistente: la liberación de los esclavos decretada en 1816.

También solicitó al Congreso Constituyente de Villa del Rosario de Cúcuta, en 1821, la promul-gación de la libertad de vientre como recurso

* * RefeRencias:F. O’Leary (2013) Memorias del General O’Leary (Tomo Segundo - Narraciones).Miguel Acosta Saignes (2009) Bolívar: Acción y Utopía del hombre de las dificultades, Caracas, Fundacion Editorial El perro y la rana.Obras Completas del Libertador. En http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.phpAugusto Mijares (1987) El Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, pp. 369.Néstor Kohan (2013) Simón Bolívar y nuestra independencia, una lectura latinoamericana. Barcelona, Editorial Yulca, pp. 225 – 227.

fundamental para asegurar la igualdad y la justi-cia. Aunque no prevaleció el espíritu de justicia de Bolívar en este aspecto, sí se afirmó la hete-rogénea composición social de la República de Colombia, manifiesta en su ejército libertador.

La Ley Fundamental de la República de Colombia representa un punto de inflexión. Debe mucho a los acontecimientos anteriores y define a su vez lo que será el futuro inmediato y estructural de la concreción del proyecto unitario del Libertador.

Permite comprender la estrategia de organiza-ción del Estado y la República que diseña Bolí-var. Articulada mediante una estructura unita-ria, pero que debe además superar el duro reto de empapar a los ciudadanos de un sentido de identidad nacional que pasará, además, por el vértigo de dejar de ser súbditos a convertirse en ciudadanos libres.

Hoy, a 200 años de aquella Ley por la que se creaba una de las más extensas repúblicas exis-tentes en ese momento, resulta más importante que nunca comprender la importancia de la uni-dad de los pueblos de Latinoamérica. Una jugada del destino quiso que justo un 17 de diciembre, pero 11 años después, falleciera el Libertador y con él la República de Colombia, la nacida en Angostura. Quedan muchas fechas por venir, y aun existen duras batallas por librar. América Latina se encuentra en una disputa centenaria por su dignidad.

* * *

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» Bolívar en traje de Campaña, 1895. Arturo Michelena.

Gobernación del Estado Carabobo

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—21Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—21

T e m a C e n t r a l

paRa compRendeR el pRoceso que Resultó en la fiRma de los tRatados de aRmisticio y RegulaRización de la gueRRa en tRujillo, en esta sección pResentamos tRabajos Relacionados con el contexto español de la época, el planteamiento estRatégico del libeRtadoR simón bolívaR y la significación geopolítica de estos acueRdos. se incluye una selección de documentos y testimonios que apoRtan al análisis y Reflexión sobRe esta Relevante victoRia diplomática de las fueRzas patRiotas de la República de colombia.

A doscientos Años de los Acuerdos de pAz

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La tragedia padecida por el reino de España desde la llegada de Carlos IV

al trono, tuvo en Trafalgar un fatal anun-cio del calvario que la llevaría a ser tinta y papel en los armarios de la Historia. Todo en adelante fue: la vergüenza del torpe Manuel de Godoy como capitoste en el tabernáculo fundado por Carlos I, la in-capacidad de Fernando VII y el desenfre-no y locuras voluptuosas de María Luisa de Borbón-Parma, porque 1808 solo fue el epílogo de ese largo drama.

Cuando Fernando VII regresó a España en 1814 la encontró muy distinta. De inme-diato derogó la Constitución liberal que anuló sus arbitrios absolutistas, eliminó las Cortes y prohibió la libertad de pren-sa. La guerra por la independencia contra la Francia napoleónica había concluido victoriosa con los arrestos del pueblo es-pañol, cuyo nervio y credo penetró en la conciencia nacional. Entonces se animó a reclamar los avances que en Francia e

* Historiador y profesor universitario, jubilado de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Ha sido docente en el Instituto de Altos Estudios Diplomáticos “Pedro Gual” del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, Coordinador de Investigación en la Escuela Nacional de Admi-nistración y Hacienda Pública y Coordinador de Formación y Docencia en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Actualmente forma parte del Consejo Directivo de la Fundación Centro Nacional de Estudios Históricos.

Manuel e. caRReRo MuRillo*

El triunfo diplomático de Bolívar en el camino a la independencia* * * * * * * *

Inglaterra habían logrado los gobiernos parlamentarios –aunque sin renegar de la monarquía–, y las libertades comercia-les. También aspiró a la eliminación de la institución de manos muertas, que legiti-maba el latifundio junto con otros bienes divinizados por la iglesia, escudada tras el argumento de ser propiedad de Dios.

Cuando el “Deseado” impuso su talante absolutista el pueblo español se fue a la guerra, que enfrentó a liberales-masones contra realistas fieles –llamados serviles. La península se convirtió en campo de incontrolada ira hasta los días de Riego, Quiroga y el trienio liberal. Entretanto, las potencias europeas reunidas en el Congreso de Viena dibujaban nuevos mapas políticos sin tomar en cuenta a la antigua potencia española.

La guerra de Independencia y la guerra civil que sobrevinieron hicieron crujir las finanzas. Los puertos españoles no recibieron más remesas de oro, plata ni

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» Fernando VII. Grabado.

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alimentos. América no enviaba mercan-cías y brotaron los planes de reconquista; a esos fines zarpó don Pablo Morillo con la expedición pacificadora: “…fui obli-gado –escribe en sus memorias– a partir de Cádiz a la cabeza de mi división, com-puesta de 12 mil hombres, de los cuales 10 mil de infantería. El resto lo compo-nían tropas de artillería, defensores de plazas fuertes y de caballería” (1).

De Cádiz salieron dieciocho buques de guerra y cuarenta y dos de transporte “…habilitados superabundantemente de la artillería y demás efectivos correspon-dientes”. Partieron a reconciliar a aque-llos vasallos con el rey –dice la Gaceta de Madrid en mayo de 1815–, pero en “…la Costa Firme la guerra se hacía sin cuartel y con salvaje ferocidad” (2).

Morillo restauró fugazmente el Virreina-to de Nueva Granada y la Capitanía Gene-ral de Venezuela, que poco aportaron al tesoro del reino. Los “revoltosos” –como llamó “el Pacificador” a los patriotas– es-taban tan decididos a romper la domina-ción, que ignoraron la paz ofrecida a ve-nezolanos, cartageneros y santafereños, y no acataron la amnistía propuesta en 1817 en Caracas con anuencia de S. M: “El Rey, guiado por los sentimientos de su corazón, no ha dejado jamás de miraros como a sus hijos; siempre bueno y cle-mente, quiere conduciros hacia la paz y la felicidad (…). Ha visto los males que pa-decen sus hijos de América, y desea a la vez devolverles la felicidad y ligarlos por nuevos lazos de amor a su Madre Patria, a la Grande Monarquía Española” (3).

algunos libeRales sensatos en las coRtes pensaRon salvaR lo salvable en améRica: planteaRon incoRpoRaR diputados ameRicanos a sus asambleas y daR la calidad y condición de peninsulaRes a aquellos pueblos, paRa seR tRatados como una sola nación en dos continentes.

e l t R i u n f o d i p l o m á t i c o d e b o l í v a R e n e l c a m i n o a l a i n d e p e n d e n c i a

(1) MORILLO Y MORILLO, Pablo: Memorias de Pablo Morillo (1815-1821), edición digital. Disponible en: https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=7333, Fundación El Libro Total, pp. 28-29. Consultado en: 15/10/2020.

(2) RODRÍGUEZ VILLA, Antonio: El Teniente General don Pablo Morillo, primer Conde de Cartagena y Marqués de a Puerta (1778-1837), Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, tomo IV, 1908, p. 121

(3) MORILLO Y MORILLO, Pablo. Op. cit., pp. 157-158.

» La promulgación de la Constitución de 1812. Salvador Viniegra. Circa 1914. Museo de las Cortes de Cádiz, España

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La resistencia patriota se tornó tan ruda y tenaz que Morillo reconoció la dificultad para dominarla. El ideal de la indepen-dencia estaba en la carne y la sangre de los patriotas, que se habían formado para pelear fieramente hasta ganar la libertad. En su memoria estaba la batalla de Las Mucuritas, peleada en la estepa venezo-lana en enero de 1817:

…Un cuerpo de 3 mil hombres de a caballo, comandados por Páez, uno de los generales disidentes, atacó al general La Torre dos días antes de mi incorporación en Las Mucuritas, al paso del Apure, y su impetuoso ata-que fue una de las primeras noticias. Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron ver que no eran una gavilla de cobar-des poca numerosa, como me habían informado... (4).

Muy mal informaron al general Morillo. No era una gavilla de cobardes ni guerri-lleros, sino tropa patriota con ideología: un ejército constituido que tenía la mira puesta en la independencia.

A finales de 1818 España lidiaba en varios frentes: la guerra interna, la penetración del liberalismo, la reconquista de Amé-rica, los negocios con Estados Unidos sobre las dos Floridas y Oregón, para sal-var Texas, y el Congreso de Aquisgrán. En este último el Reino Unido, Rusia, Aus-tria y Prusia defendían el absolutismo, pero relegaban a España, mostrando que todas las potencias aspiraban a hacerse con retazos de sus colonias y que nada debía esperar de aquellos congresos.

Fernando VII estaba agobiado. Ni tenía la inteligencia de su abuelo ni ministros para resolver la crisis. En el sexenio abso-

lutista (1814-1820), la España profunda “enguerrillada” reclamó la restauración de la Constitución liberal. Se sumó a las luchas populares de bravos jefes guerri-lleros como Luis de Lacy, Juan Martín Díaz “El Empecinado”, Francisco Espoz y Mina, Jaime Milans del Bosch y “Agustina de Aragón”.

En esos años Pablo Morillo había reco-nocido el coraje del pueblo patriota de Tierra Firme para ser libre. Ni rey, ni clemencia, ni perdón, absolución o re-(4) RODRÍGUEZ VILLA, Antonio. Op. cit., p. 116.

t e m a c e n t r a l : a d o s c i e n t o s a ñ o s d e l o s a c u e R d o s d e p a z

» Fernando VII. Francisco de Goya, 1814. Museo del Prado

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e l t R i u n f o d i p l o m á t i c o d e b o l í v a R e n e l c a m i n o a l a i n d e p e n d e n c i a

jamás, excmo. sR., ha sido mi situación y la de este ejéRcito más cRítica que en los momentos actuales, en que (…) es menesteR volveR á la gueRRa contRa un enemigo doblemente podeRoso en opinión y en fueRza,

conquista. Algunos liberales sensatos en las Cortes pensaron salvar lo salvable en América: plantearon incorporar dipu-tados americanos a sus Asambleas y dar la calidad y condición de peninsulares a aquellos pueblos, para ser tratados como una sola nación en dos continentes. Con ese propósito acordaron enviar comisio-nados a Buenos Aires, Perú, Nueva Gra-nada, Costa Firme y Nueva España, que aún consideraban colonias del reino –porque no les reconocían la independen-cia. Pero advirtieron que esas misiones requerían una tregua de paz que permi-tiera notificar y acordar la invitación a los “rebeldes” de América. Esto no podía ser de otra manera sino mediante una sus-pensión de hostilidades, es decir: acor-dando un armisticio con los patriotas.

Fernando VII escribió en abril de 1820 una proclama que hablaba de “las Es-pañas”, de “la tierna voz de vuestro rey Padre” y del juramento hecho a la Consti-tución “que se formó por vosotros y para vuestra felicidad”. Pero un abatido Mori-llo hacía saber al Ministro de la Goberna-ción de Ultramar que no podía combatir con éxito:

“Jamás, Excmo. Sr., ha sido mi situa-ción y la de este Ejército más crítica que en los momentos actuales, en que (…) es menester volver á la gue-rra contra un enemigo doblemente poderoso en opinión y en fuerza, desde el punto que ha concebido no tiene nada que temer del Gobierno nacional ni de la voluntad del pueblo español, que juzga no se presentará á prodigar sus hijos y sus tesoros por sostener sus leyes y gobiernos en este continente (…). Los restos del Ejérci-to expedicionario que conduje á estas provincias, además de sufrir tan dura suerte, no pueden oponer ya más que

una débil resistencia, aunque com-batan hasta perecer todos contra un enemigo tan desigual en fuerzas, en opinión y en recursos que les prodi-gan los ingleses, los americanos del Norte y todas las Antillas extranjeras (…), y sea cual fuere el partido que se adopte, espero quiera V. E. dispen-sarme la singular gracia de solicitar del Rey mi relevo, que he pedido por novena o décima vez…” (5).

Morillo envió al coronel León Ortega a la Corte para informar de primera voz al rey sobre la cruel situación. Era impera-tivo obtener 8 mil hombres y buques de guerra. También se advirtió al monarca que si se perdía la Costa Firme, “que es la América militar, no la volverá a recu-perar jamás el rey” aunque envíe 30 mil hombres.

Los triunfos patriotas de Chacabuco, en 1817, y Maipú, en 1818, en Chile; El Tamo y Cerro de Barrabás en 1818, en México, y Pantano de Vargas y Boyacá, 1819, en Nueva Granada, coincidieron en corto tiempo y momentos difíciles para una Es-paña empeñada en enviar tropas a ultra-mar, abrumada por las luchas intestinas que la crispaban frente al absolutismo, las presiones de la Iglesia y las potencias que la apartaban de las grandes decisio-nes políticas.

El 12 abril de 1820 Bolívar se encontraba en San Cristóbal y Morillo en San Carlos de Austria. El Libertador pasó en mayo a

(5) Ibídem, p. 206

» El Valle de San Cristóbal. Anton Goering. En: Venezuela: el más bello país tropical

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El Rosario de Cúcuta, donde recibió el 6 de julio una misiva enviada por el general Morillo a través del general La Torre. Le proponía en ella cesar hostilidades du-rante un mes para negociar un armisti-cio. Bolívar retornó a San Cristóbal y des-de allí inició un raudo periplo que lo llevó a Ocaña, El Rosario, San Cayetano, San Salazar de las Palmas, Gallinazo, Ocaña, Mompox, San Antonio, Barranquilla, Turbaco, Mahates, El Plato, Mompox, El Banco, San Pedro, Ocaña, Cúcuta. Regre-só a San Cristóbal el 21 de septiembre. ¿Cuál era el objeto de este recorrido? ¡Fi-jar control territorial!

Un armisticio reconoce a cada parte do-minio sobre el territorio sometido; Bolí-

var lo sabía, y aunque informó a Morillo que su cuartel general estaría en San Fer-nando de Apure, partió a Mérida el 1º de octubre con la misma táctica y el 7 llegó a Trujillo. Avanzó a Carache y pronto retor-nó a Trujillo, seguramente para no irritar el ánimo de Morillo, pero así le confirmó la debilidad que este había advertido a su ministro de Ultramar. Esos giros veloces dieron a Bolívar mayor control territorial que a Morillo, quien se movió desde San Carlos a Carache, donde instaló su cuar-tel general. Esto lo vio Bolívar como un avance audaz encubierto, y le escribió con humor: “Si V. E. piensa venir a dictar las condiciones del armisticio, yo asegu-ro a V.E. que no las aceptaré jamás…” (6).

(6) LARRAZÁBAL, Felipe: Vida y Escritos del Libertador, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, Tomo II, 1999, pp. 224

t e m a c e n t r a l : a d o s c i e n t o s a ñ o s d e l o s a c u e R d o s d e p a z

» Escuque. Ferdinand Bellermann

» Vuelvan caras. Arturo Michelena (1863 - 1898). Escuela de Formación de Oficiales Guardia Nacional de Venezuela, Caracas.

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bolívaR hizo sabeR a moRillo el 21 de septiembRe que acoRdaR el aRmisticio sin ReconoceR el gobieRno eRa peRjudicaR la República: “sin embaRgo, el gobieRno de colombia quieRe manifestaR a v.e. y a toda la nación española que pRefieRe la paz a la gueRRa, aun a su pRopia costa, y pRopone en consecuencia entRaR en comunicaciones con v. e…”

e l t R i u n f o d i p l o m á t i c o d e b o l í v a R e n e l c a m i n o a l a i n d e p e n d e n c i a

(7) Ibídem, p. 223.

(8) BOLÍVAR, Simón: Obras Completas, Caracas, Ediciones Cibema, Volumen I, s/a/e., p. 486.

(9) Ibídem., p. 504.

Morillo envió la misma invitación de tre-gua a Páez, Santander, Mariño y al Con-greso de Angostura ¿Con cuáles fines? ¡Pulsar la disciplina patriota, generar roces a la jefatura de Bolívar y verificar hasta dónde era jefe de todos!

Bolívar hizo saber a Morillo el 21 de sep-tiembre que acordar el armisticio sin reconocer el gobierno era perjudicar la República: “Sin embargo, el Gobierno de Colombia quiere manifestar a V.E. y a toda la nación española que prefiere la paz a la guerra, aun a su propia costa, y propone en consecuencia entrar en co-municaciones con V. E…” (7). Un poco antes, el 1º de agosto, había escrito con júbilo a Mariano Montilla: “Puede Ud. asegurar que Morillo me ha escrito tra-tándome de presidente, y que el parla-mentario Herrera me ha asegurado que Morillo tiene orden de hacer la paz con nosotros de todos modos y de reconocer la república…” (8).

El 26 de octubre, en Trujillo, envió a Mo-rillo su propuesta de bases para un armis-ticio de cuatro o seis meses en siete pun-tos. Ocho días después, en Carache, le pidió que autorizara a sus comisionados

“…plenamente, para que concluyan con el gobierno de la república un tratado

verdaderamente santo, que regularice la guerra de horrores y crímenes que hasta ahora ha inundado de lágrimas y sangre a Colombia, y que sea un monumento entre las naciones más cultas, de civiliza-ción, liberalidad y filantropía” (9).

Terminados los diálogos llevados a cabo por Ramón Correa, Juan Toro y Francis-co González de Linares, por los realistas, y Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez, y José Gabriel Pérez, por los pa-triotas, se firmó el Tratado de Armisticio, que fue perfeccionado con el Tratado de Regularización de la Guerra, cuyo primer artículo acordaba hacer la guerra “como la hacen los pueblos civilizados”. Ambos documentos fueron aprobados y refren-dados por Bolívar y Morillo.

Los documentos existentes permiten concluir que en este acontecimiento la estatura de los dos jefes no se midió en centímetros, sino en el tino para negociar los tratados. El talento de Bolívar arrancó a España, mediante la pluma de Morillo, un extraordinario triunfo diplomático y político que refrendó el año siguiente en el campo de Carabobo: la independencia de Venezuela, donde España quedó heri-da de muerte hasta Ayacucho.

* * *

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Hace 200 años, en medio del fragor de la lucha por la independencia,

el Libertador Simón Bolívar y el más im-portante jefe militar español para Nueva Granada y Venezuela, el general Pablo Morillo, iniciaron gestiones para acordar un armisticio. Se buscaba entablar un diálogo que llevara a una conclusión ne-gociada del conflicto.

En el transcurso del intenso intercam-bio epistolar entre patriotas y realistas, iniciado en junio de 1820, Bolívar agre-gó otra idea a la posibilidad del tratado de armisticio. Su proposición consistía en regularizar la guerra en caso de que feneciera la suspensión de las acciones bélicas o se rompieran nuevamente las hostilidades por cualquier razón.

Las dos partes acudían a la mesa de ne-gociaciones por motivos distintos. En el caso de los españoles, el 1° de enero de ese año se había producido el levanta-miento del general Rafael del Riego en las Cabezas de San Juan (Andalucía). Su

* Internacionalista, analista y consultor. Ha sido embajador de Venezuela en Nicaragua, Director de Relaciones Internaciones de la Presidencia de la Repú-blica Bolivariana de Venezuela y del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Ha publicado en revistas especializadas de México, Argentina, Puerto Rico, Perú, Bolivia, Brasil y España, entre otros países. Actualmente es investigador invitado del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Shangái, China.

seRgio RodRíguez gelfenstein*

Bolívar y Morillo firmaron un tratado de paz en Trujillo que auguraba el reconocimiento de la república* * * * * * * *

insurrección reconocía la legitimidad de la Constitución liberal de Cádiz, que res-tableció a las autoridades constituciona-les, lo que evitó el traslado a América del ejército con el que Fernando VII buscaba someter a los patriotas que luchaban por la independencia.

En este contexto, el 11 de abril las auto-ridades del nuevo gobierno de Madrid expidieron instrucciones para abrir ne-gociaciones en pos de la reconciliación con los insurgentes en América. Morillo recibió estas pautas el 6 de junio, y se dis-puso a escuchar a las autoridades, a los representantes del clero y a los más des-tacados vecinos de Caracas para conocer sus opiniones y pulsar el estado de ánimo de la sociedad en relación con ellas.

De estas reuniones resultó la publicación de la Constitución al día siguiente, el 7 de junio. A continuación informó a sus generales que tenía órdenes de las Cortes de comunicarse con los insurrectos, con el gobierno de Colombia y con Bolívar

en el tRanscuRso del intenso inteRcambio epistolaR entRe patRiotas y Realistas, iniciado en junio de 1820, bolívaR agRegó otRa idea a la posibilidad del tRatado de aRmisticio. su pRoposición consistía en RegulaRizaR la gueRRa en caso de que fenecieRa la suspensión de las acciones bélicas o se RompieRan nuevamente las hostilidades poR cualquieR Razón.

t e m a c e n t r a l : a d o s c i e n t o s a ñ o s d e l o s a c u e R d o s d e p a z

» Monumento a la tregua de Trujillo de 1820.

Plaza del Armisticio en Santa Ana de Trujillo.

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para restablecer la paz y solucionar por la vía del diálogo la situación de Venezuela y Nueva Granada.

Bolívar, por su parte, después del Con-greso de Angostura, en febrero de 1819, y tras un pormenorizado estudio de las variables operativas, analizadas en pers-pectiva táctica y estratégica, entendió que era necesario iniciar la campaña de liberación de Nueva Granada, antes que la de Venezuela, para producir la derrota total del ejército español.

de Colombia. El 24 emprendió el regreso a Bogotá, donde entró los primeros días de marzo de 1820, permaneciendo allí menos de un mes para volver a Venezuela en la segunda semana de abril. Se dispu-so entonces a enfrentar el escenario béli-co, que tenía en la toma de Maracaibo su principal objetivo, y a la búsqueda de una paz negociada. Ambas actividades se de-sarrollaron de forma simultánea.

Para el Libertador la paz significaba la posibilidad de lograr la independencia

un “tRatado veRdadeRamente santo” que RegulaRice la gueRRa de los hoRRoRes y cRímenes que hasta ahoRa se habían cometido. tal acueRdo seRviRía como “un monumento entRe las naciones más cultas, de civilización, de libeRalidad y filantRopía”.

A partir de una extraordinaria planifi-cación de las operaciones, que incluyó evitar el choque frontal con el enemigo en esa etapa, así como la elaboración de un plan secreto de desinformación que ocultara sus verdaderas intenciones, Bo-lívar sorprendió a los realistas al entrar a Nueva Granada por los llanos en plena temporada de lluvias. Atravesó la cor-dillera por el Páramo de Pisba, a casi 4 mil metros de altura. Era el lugar menos esperado por sus adversarios, que fueron derrotados sucesivamente en Paya, el río Gameza, Pantano de Vargas y el puente de Boyacá.

Estas victorias abrieron el camino a Bo-gotá y a la derrota total de los españoles en Nueva Granada. Ahora el ejército pa-triota contaba con los inmensos recursos financieros, de armamento, humanos, logísticos y de vituallas que podía aportar el gigantesco y rico territorio liberado.

De inmediato Bolívar regresó a Venezue-la, hizo su entrada en Angostura el 11 de diciembre, y el 17, en sesión solemne del Congreso, fue proclamada la República

evitando la pérdida de mayor cantidad de vidas humanas y calamidades al pueblo. La primera vez que mencionó la posibili-dad de crear un escenario de negociación con el enemigo fue en una carta que le di-rigió al vicepresidente Carlos Soublette, firmada en Cúcuta el 19 de junio.

Sobre la base de estos preceptos, Bolívar comenzó a preparar y prepararse para establecer conversaciones con Morillo; con este objetivo impartió órdenes a sus generales para evitar falsas tentaciones que condujeran a conductas equivocadas que pudieran poner en riesgo u ocasionar problemas al proceso de negociación.

A partir de julio y hasta noviembre fue necesario superar una gran cantidad de diferencias, incomprensiones y dificul-tades para llegar a los puntos comunes que permitieran la firma del armisticio, que era lo que se discutía en un primer momento. En medio del intercambio epistolar preparatorio de las negociacio-nes, en una carta a Morillo fechada el día 3 de noviembre, el Libertador presenta una propuesta sorprendente.

t e m a c e n t r a l : a d o s c i e n t o s a ñ o s d e l o s a c u e R d o s d e p a z

» Pablo Morillo (1775-1837). Conde de Cartagena, Marqués de la Puerta, Teniente General del Real Ejército y sargento de Infantería de Marina. Anónimo. Museo Naval, Ministerio de Marina, Madrid, España.

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paRa el libeRtadoR la paz significaba la posibilidad de logRaR la independencia evitando la péRdida de mayoR cantidad de vidas humanas y calamidades al pueblo. la pRimeRa vez que mencionó la posibilidad de cReaR un escenaRio de negociación con el enemigo fue en una caRta que le diRigió al vicepResidente caRlos soublette, fiRmada en cúcuta el 19 de junio. sobRe la base de estos pReceptos, bolívaR comenzó a pRepaRaR y pRepaRaRse paRa estableceR conveRsaciones con moRillo; con este objetivo impaRtió óRdenes a sus geneRales paRa evitaR falsas tentaciones que condujeRan a conductas equivocadas que pudieRan poneR en Riesgo u ocasionaR pRoblemas al pRoceso de negociación.

Le dice al jefe español que apela a sus buenos oficios en favor del sentido huma-nitario, para que gire instrucciones a sus comisionados a fin de que se concluya un “tratado verdaderamente santo” que re-gularice la guerra de los horrores y críme-nes que hasta ahora se habían cometido. Tal acuerdo serviría como “un monumen-to entre las naciones más cultas, de civili-zación, de liberalidad y filantropía”.

Con esta propuesta, “de manera magis-tral”, según el historiador peruano Gon-zalo Quintero Saravia, Bolívar le arrebató la iniciativa a Morillo al agregar al ar-misticio un tratado de regularización de la guerra. Quintero califica la propuesta como un “golpe de efecto maestro”, toda vez que quien antes había decretado la guerra a muerte ahora era quien abogaba por la humanización del conflicto.

Este proyecto del Libertador ampliaba el marco de la negociación y transformaba un simple acuerdo transitorio de suspen-sión de hostilidades en un tratado entre Estados soberanos en el marco del dere-cho internacional, lo cual, en caso de fir-marse, le daría reconocimiento formal y efectivo a Colombia como sujeto de dere-cho. He ahí el verdadero objetivo de Bolí-var: mientras le concedía carácter táctico al armisticio, entendía la dimensión es-tratégica que podría alcanzar la firma del tratado de regularización de la guerra. Con ello los comisionados colombianos tendrían una extraordinaria herramienta de negociación, ya que podían ceder mu-cho de lo que los españoles seguramente pedirían en el armisticio, para mantener incólume lo referido al segundo docu-mento que se habría de discutir.

Las negociaciones en directo se produ-jeron en Trujillo a partir del 22 de no-viembre. Los días 25 y 26 ambos tratados fueron firmados por los comisionados

de las dos partes; la de Colombia estaba formada por el general Antonio José de Sucre, el coronel Pedro Briceño Méndez y el teniente coronel José Gabriel Pérez, y la de España por Ramón Correa y Gue-vara, Juan Rodríguez del Toro y Francisco González de Linares.

Al día siguiente, el 27 de noviembre, am-bos jefes se encontraron en la pequeña población de Santa Ana. En un ambiente de gran efusividad y alegría dieron rienda suelta a la conversación. Ambos habla-ban la misma lengua, no solo porque por-que conversaban en español, sino –sobre todo– porque se daba una identidad de guerreros que amaban a sus patrias y habían consagrado sus vidas a servirlas. Los dramas horribles que toda guerra genera pasaron a segundo plano y se sucedieron los brindis a favor de la paz. En ese contexto, Bolívar propuso que si algún incidente amenazara con generar hostilidades se resolviera por vía de una junta de arbitraje, idea que fue aprobada por Morillo.

Los dos soldados hablaron de sus campa-ñas, de los avatares de la política, e inter-cambiaron pareceres sobre la situación de Europa y América. Ambos se explayaron con viva emoción al exponer sus ideas. Bolívar era un gran conversador y poseía gran facilidad de palabra; Morillo no se quedaba atrás haciendo gala de una nota-ble expresividad y amplitud, pero el Liber-tador le ganaba en agudeza y frontal expo-sición de sus puntos de vista sin titubeos.

Al finalizar el día ambos generales se retiraron a descansar en el mismo cuar-to y bajo el mismo techo. Aquellos dos hombres, que se habían sometido mu-tuamente a largas noches de insomnio, durmieron de manera apacible, tal vez por primera vez en muchos años.

* * *

b o l í v a R y m o R i l l o f i R m a R o n u n t R a t a d o d e p a z e n t R u j i l l o q u e a u g u R a b a e l R e c o n o c i m i e n t o d e l a R e p ú b l i c a

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Libertador 8 Estrellas Año 1 - Nº 1 p—32

Entre los meses de marzo y noviembre de 1820, el Libertador Simón Bolívar,

Presidente de la República de Colombia, y Pablo Morillo, comandante de las fuer-zas militares del rey Fernando VII en el antiguo virreinato de la Nueva Granada, encabezan un intenso e inédito proceso de negociación diplomática, que llega a su fin con los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, suscritos los días 25 y 26 de noviembre de 1820. Estos acuerdos, que actualmente son pioneros del Derecho Público Americano y refe-rentes del Derecho Internacional Huma-nitario, son el resultado del esfuerzo con-junto de las fuerzas patriotas, nucleadas alrededor del liderazgo de Bolívar.

Esta victoria estratégica da un impulso considerable al avance de la causa pa-triota en América. Por un lado, significa el reconocimiento de Colombia como na-ción Independiente, y por otro, posibilita

*Historiador y profesor de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Es parte del equipo fundador del Centro Nacional de Estudios Históricos y fue Director Ejecutivo de esta institución. Ocupó la dirección del Museo Nacional de Historia y actualmente se desempeña como Viceministro de Identidad y Diversidad Cultural del Ministerio del Poder Popular para la Cultura.

alejandRo Miguel lópez R.*

Paz por Independencia.Cuatro documentos de la estrategia diplomática de Bolívar en 1820

* * * * * * * *

el inicio de la Campaña de Carabobo, que libera a Venezuela entre enero y junio de 1821. Además, permite emprender la Campaña en el Sur, que hace inde-pendiente a Ecuador, tras las batallas de Bomboná y Pichincha en 1822, y luego a Perú, con la derrota final de la corona es-pañola en Junín y Ayacucho en 1824.

Para contribuir a la comprensión de este episodio crucial para el desarrollo de la emancipación definitiva de las colonias españolas en Nuestramérica, presenta-mos una selección de cuatro textos del Libertador: la proclama a los colombia-nos del 8 de marzo; la carta escrita a José Rafael Revenga del 25 de mayo; el oficio dirigido a Carlos Soublette el 19 de junio y la comunicación remitida a Morillo el 3 de noviembre de 1820.

Un análisis de estos documentos y del contexto geopolítico de la época, nos ha permitido encontrar los principios de

deseo que nada se haga sin mi conocimiento en esta mateRia. nada es más fácil que dilataR las cosas, ofReceRles mi llegada poR instantes y espeRaRme. hace mucho al caso el peRsonal en todas mateRias, muy paRticulaRmente en las diplomáticas.

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p a z p o R i n d e p e n d e n c i a

» Bolívar Diplomático, circa 1860. Rita Matilde de la Peñuela. Colección Banco Central de Venezuela

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identidad, conciencia, dignidad y hu-manidad, reflejados en las propuestas y decisiones que toma el Libertador, du-rante las conversaciones que garantizan la paz con España y aseguran el triunfo de la Libertad y la Soberanía de los pueblos americanos.

El honor de no ser españolesA comienzos de 1820 la monarquía es-pañola atraviesa una profunda crisis po-lítica y social, que inicia el 1° de enero de ese año con el levantamiento militar de los generales Rafael del Riego y An-tonio Quiroga. De esta forma comienza un movimiento liberal que desde Sevilla se extiende hasta Extremadura y Galicia, hasta llegar a Madrid en el mes de marzo.

En Venezuela las fuerzas patriotas que comanda el Libertador Simón Bolívar ocupan posiciones ventajosas en los An-des tachirenses, en los llanos apureños y al sur en los territorios de Guayana. La región norte costera desde Maracaibo, pasando por Caracas, hasta Cumaná, aún permanece bajo el dominio del ejérci-to español que encabeza Pablo Morillo, enviado por Fernando VII a “pacificar” a América en 1815. En el momento, la Re-pública de Colombia, fortalecida tras la liberación de la Nueva Granada en 1819, cuenta con dos enclaves estratégicos: Bo-gotá, donde se organiza la producción y se administran las rentas, y Angostura, que es la sede del poder político y el centro de las relaciones con el exterior. De ambas ciudades depende el funcionamiento de esta nueva Nación que, en la lucha por la libertad, ha reunido a hombres y mujeres de distintos países, culturas y etnias.

En la proclama del 8 de marzo de 1820, Bolívar le habla ese pueblo de negros, indios, pardos, blancos, cundinamar-queses y venezolanos, quienes como co-

lombianos han adquirido una identidad propia y una Patria llamada a ser recono-cida por España y las potencias europeas. Sin conocer aún los acontecimientos su-cedidos en la península, el Libertador se refiere a una España agotada en recur-sos, y en paciencia, a la vez que anuncia un cambio de suerte para Colombia. Al día siguiente Fernando VII, forzado por las circunstancias, jura fidelidad a la Constitución de 1812 y posteriormente en la capital del reino se instala una Jun-ta Provisional de gobierno. Así comienza un período de profunda inestabilidad institucional, que da una oportunidad estratégica a la causa independentista americana, fortalecida tras las contun-dentes victorias militares que alcanza durante 1819.

D o c u m e n t o ISIMÓN BOLÍVARLIBERTADOR Y PRESIDENTE DE COLOMBIA, GENERAL EN JEFE DE SUS EJÉRCITOS, ETC. ETC.

Colombianos!

La República de Colombia, proclamada por el Congreso General, y sancionada por los pueblos libres de Cundinamarca y Venezuela, es el sello de vuestra independencia, de vuestra prosperidad, de vuestra gloria nacional!

Las potencias extranjeras al presentaros constituidos sobre bases sólidas y perma-nentes de extensión, populación y riqueza, os reconocerán como Nación, y os respe-tarán por vuestras armas vencedoras: os estimarán por la justicia de vuestra causa, y os admirarán por vuestra consagración a la patria. España misma al veros montados sobre las inmensas ruinas que ella ha aglomerado en el ámbito de Colombia, conocerá que sois hombres capaces de gozar de vuestros derechos, y de la eminente dignidad a que son destinados todos los mortales por la intención de la naturaleza. Sí, la España agotada en recursos, y en paciencia, abandonará nuestra patria al curso de su destino, recobrará la paz de que ha menester para no sucumbir, y nosotros recobraremos el honor de no ser españoles.

Colombianos! Los crepúsculos del día de paz, iluminan ya la esfera de Colombia. Yo contemplo con un gozo inefable este glorioso período en que van a separarse las som-bras de la opresión de los resplandores de la libertad. Tan majestuoso espectáculo me asombra y encanta: con anticipación me lisonjeo de vuestra colocación política en la faz del Universo, de la igualdad de la naturaleza, de los honores de la virtud, de los pre-

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p a z p o R i n d e p e n d e n c i a

mios del mérito, de la fortuna, del saber, y de la gloria de ser hombres. Vuestra suerte va a cambiar; a las cadenas, a las tinieblas, a la ignorancia, a las miserias, van a suceder los sublimes dones de la Providencia Divina, la libertad, la luz, el honor y la dicha.

Colombianos! Yo os lo prometo en nombre del Congreso: seréis regenerados: vues-tras instituciones alcanzarán la perfección social, vuestros tributos abolidos, ro-tas vuestras trabas; vuestras virtudes serán vuestro patrimonio, y sólo el talento, el valor y la virtud serán coronados.

Cundinamarqueses! Quise ratificarme si deseabais aún ser colombianos: me respon-dísteis que sí, y os llamo colombianos!

Venezolanos! Siempre habéis mostrado el vivo interés de pertenecer a la gran Repú-blica de Colombia, y ya vuestros votos se han cumplido. La intención de mi vida ha sido una: la formación de la República libre, e independiente de Colombia entre dos pueblos hermanos. Lo he alcanzado: i i i Viva el Dios de Colombia! ! !

Cuartel General en la ciudad de Bogotá, 8 de marzo de 1820. 10°

SIMÓN BOLÍVAR

* Entre julio y octubre de 1818 Bolívar sostuvo un intenso intercambio epistolar con el estado-unidense Juan Bautista Irvine, encargado por su gobierno para negociar la entrega de las goletas Tigre y Libertad, incautadas por los patriotas venezolanos, mientras violaban el bloqueo sobre el río Orinoco y comerciaban libremente con el bando español.

No nos dejemos alucinar con apariencias vanasEl 11 de abril de 1820, Fernando VII diri-ge una proclama a los americanos donde anuncia que, luego de escuchar el cla-mor del pueblo en ambos hemisferios, ha decidido reconocer los principios de la Constitución liberal promulgada ocho años atrás. En su discurso, el rey pide a sus “hijos” que depongan las armas en América y envíen diputados a las Cortes españolas, para así conformar un gobier-no donde renazcan las relaciones que, durante tres siglos, había mantenido la Metrópoli con sus colonias.

Agotados sus recursos y endeudado con otros monarcas europeos, el rey busca restablecer la fuente histórica de sus ingresos. En este sentido, da un primer paso con el Tratado de Amistad, Con-ciliación y Límites, que suscribe con los Estados Unidos de Norteamérica en 1819. Este documento establece las bases de la venta de La Florida; una transacción que el presidente James Monroe y Fernando

VII ratifican en 1821. Mientras España ne-gocia con EE. UU., la venta de uno de sus puertos estratégicos en el norte de Amé-rica, el Libertador Simón Bolívar designa a Manuel Torres, español y patriota ameri-cano, como agente diplomático encargado de solicitar el reconocimiento de la Inde-pendencia de la República de Colombia, ante la administración de Monroe.

En la carta que el Libertador Simón Bolí-var escribe a José Rafael Revenga, Secre-tario de las Relaciones Exteriores de Co-lombia, el 25 de mayo de 1820, le advierte sobre la conducta infame de los norte-americanos y su anti-neutralidad con respecto a la revolución independentista contra el Imperio español*. Bolívar no olvida los antiguos agravios y pide poner a prueba las aparentes buenas intencio-nes mostradas por los EE. UU. También señala el verdadero interés geopolítico de Inglaterra y destaca el apoyo que los británicos han dado a los patriotas. En la fecha en que le escribe a Revenga, el Li-bertador ya maneja datos precisos sobre la revolución en España y se ha comunica-

su gobieRno se olvida de la causa de esta gueRRa, cuando se atReve a pRoponeR la sumisión de colombia a un pueblo enemigo y vencido poR nuestRas aRmas.

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do con las autoridades patriotas en Chile y en el Río de la Plata, para informarles sobre la situación en la península y po-ner a sus órdenes el Ejército Libertador. Igualmente ha instruido establecer un sistema especial de correspondencias, en espera de una oferta de paz. Bolívar fina-

la paz es nuestRo más aRdiente voto, como la unión con la españa nuestRo más cRuel suplicio; poRque sin la independencia la gueRRa y aún la mueRte misma nos es más dulce que la amistad con nuestRos destRuctoRes.

D o c u m e n t o I ISan Cristóbal, mayo 25 de 1820Mi querido Revenga:

Anoche recibí la comunicación de Vds. en que va el extracto de nuestras relaciones en América, mandado por nuestro agente. El aspecto de la cosa es admirable; sin son francos los sentimientos del presidente, nada es más ventajoso; el temor de los in-gleses es pueril. Las razones que presenta Torres son verdaderamente muy leves o verdaderamente absurdas. Que los ingleses no quieran la ratificación del tratado de cesión prueba lo contrario a su aserto y el espíritu de sus verdaderos intereses, que no deben permitir jamás las llaves del golfo mejicano en mano de los americanos y deben desear que la independencia de América se logre por medio de sacrificios ajenos, y sobre todo de sus enemigos. Los ingleses han podido, como Júpiter de una ojeada, hacernos entrar en el polvo: ellos, con su neutralidad efectiva, nos han protegido y nos han dejado tomar tal consistencia que ya ninguna fuerza europea puede destruirnos. El presidente Monroe debe reírse al ver la sencillez con que nuestro agente cree la posibilidad de una conducta insensata por parte de Inglaterra, pero será útil si se per-suade que nosotros podamos dar asenso a semejante insensatez, pues entonces con sus pequeños servicios creerá engañarnos y atraernos a sus miras egoísticas y real-mente tortuosas. Jamás conducta ha sido más infame que la de los americanos con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quien sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y hacerlos entrar en sus intereses. El secreto del presidente es admirable. Es un chisme contra los ingleses que lo reviste con los velos del misterio para hacernos valer como servicio lo que en efecto fue un buscapié para la España; no ignorando los americanos que con respecto a ellos los intereses de Inglaterra y España están ligados. No nos dejemos alucinar con apariencias vanas; sepamos bien lo que debemos hacer y lo que debemos parecer. Ha-gamos como aquel que se fingió muerto para que el lobo no se lo comiese. Creo que el señor Torres está haciendo de buena fe lo que otro haría por política; por lo menos así lo he concebido del estilo de su memoria; si no es así, obra y escribe como yo quiero y como si hubiera aprendido en la escuela de Maquiavelo. Pero este hombre me parece de mucha candidez para tener tanta malicia.

Sin embargo de todo lo dicho, puede ser que sea mejor que sus antecesores y suceso-res; por lo menos tiene ideas de lo que debe hacer, si no tiene el espíritu de su encargo.

Yo no sé qué deba pensar de esta extraordinaria franqueza con que ahora se muestran los americanos; por una parte dudo, por otra me afirmo en la confianza de que habien-

liza este escrito con una gran expectativa sobre los alcances del movimiento liberal español en el resto de Europa, las ventajas que este daría a la causa independentista americana y la posibilidad de desplegar las campañas militares que tiene proyec-tadas para Venezuela y Quito.

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p a z p o R i n d e p e n d e n c i a

do llegado nuestra causa a su máximo, ya es tiempo de reparar los antiguos agravios. Si el primer caso sucede, quiero decir, si se nos pretende engañar, descubrámosles sus designios por medio de exorbitantes demandas; si están de buena fe, nos concederán una gran parte de ellas, si de mala, no concederán nada, y habremos conseguido la verdad, que en política como en guerra es de un valor inestimable. Ya que por su anti-neutralidad la América nos ha vejado tanto, exijámosle servicios que nos compensen sus humillaciones y fratricidios. Pidamos mucho y mostrémonos circunspectos para valer más, o hacernos valer.

Temo mucho la revolución de España, es decir, temo que no logre todo su efecto, no porque sea improbable enteramente sino porque lo deseo con exceso. A primera vista parece que las tropas leales no pueden batirse con las nacionales, siendo el motivo común a entrambas su sacrificio en América. Pero una mala disposición o un acaso inesperado burla las más sabias combinaciones y los resultados más infalibles. Lo-grada la revolución de España, la revolución de América es la causa eficiente en la reacción de Europa. La revolución pasará los Pirineos, los Borbones serán el objeto de la animadversión general del mediodía. Los ingleses tomarán su partido; todos los Es-tados se conmoverán, porque todos están en una situación ambigua, y la Rusia puede aprovechar esta crisis. En trastorno tan universal nadie puede asignar qué tocará a la América en este complicado orden de cosas. Es muy verosímil que en medio de esta confusión rompamos nuestros grillos y burlemos a nuestros custodios, pero también es posible que un interés mayor, quiero decir que un interés vital obligue a la Inglate-rra a perseguirnos para sacar recursos de las provincias realistas de América en favor de sus cómites los Borbones. Yo no sé lo que será; mas deseo que todo se ponga en movimiento para extender por lo menos el teatro de las hostilidades y echar nuevas suertes en el cántaro. Todo está bueno, pero aún se puede mejorar todo.

Adiós, mi querido amigo: allá va esa carta diplomática que debe V. romper y no olvidar.

BOLÍVAR

P.D.: Mande V. al abate Pradt dos de mis discursos y dos ejemplares de la constitución, en una carta muy cortés y elegante, llamándolo el Arzobispo de la política y el abate de la América y otras herejías más.

sí, la españa agotada en RecuRsos, y en paciencia, abandonaRá nuestRa patRia al cuRso de su destino, RecobRaRá la paz de que ha menesteR paRa no sucumbiR, y nosotRos RecobRaRemos el honoR de no seR españoles.

La paz en recompensa de la independenciaEl 17 de junio de 1820, Pablo Morillo diri-ge una comunicación a los principales je-fes militares del ejército patriota. Les in-forma que el rey se había desprendido del poder legado por sus ancestros durante tres siglos y que el reino había adoptado un gobierno constitucional.

En esta misiva que destina, entre otros, a José Francisco Bermúdez, José Tadeo Mo-nagas, Mariano Montilla y Pedro Zaraza, el comandante español también señala

que ha recibido la orden de entrar en conversaciones con el gobierno disidente para lograr un entendimiento y que, para tal fin, ha instruido al ejército bajo su mando, que suspendan las hostilidades durante un mes. Ese mismo día Morillo también le escribe al Congreso de Co-lombia y señala la intención que tiene la monarquía de plantear la paz y la recon-ciliación bajo los principios constitucio-nales de España. Además reporta que ha comisionado al Brigadier Tomás de Cires

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» Carlos Soublette, 1874. Martín Tovar y Tovar. Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo. Caracas

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y al Gobernador de la Provincia de Cu-maná, José Domingo Duarte, como res-ponsables de presentar la propuesta de Fernando VII ante el parlamento, con la esperanza de celebrar el triunfo mutuo conseguido contra nuestras pasiones.

Dos días después, y sin haber recibido comunicaciones de Morillo o su segundo, el general Miguel de la Torre, el Liber-tador Simón Bolívar le escribe a Carlos Soublette, quien es el Vicepresidente del Departamento de Venezuela de la Repú-blica de Colombia, para plantearle sus ideas sobre las posibles conversaciones con España. En esta carta Bolívar analiza la situación política española y destaca

D o c u m e n t o I I IRosario de Cúcuta, 19 de junio de 1820 Señor General Carlos SoubletteMi querido general y amigo:

Ayer he recibido una comunicación muy interesante interceptada por el coronel Car-mona en Chiriguaná, fechada en Cartagena el 20 de mayo, por la cual hemos sabido noticias positivas de la España hasta el mes de abril. Fernando VII el 7 de marzo ha jurado la constitución y las cortes, por un decreto, forzado por la voluntad del pueblo, y a instancias del general Ballesteros. Parece que la revolución era general en la Pe-nínsula y que el Rey estaba en la última extremidad cuando juró la constitución. Su situación, pues, es violentísima y tendrán que complacer al pueblo y al ejército que desean la paz por salir de los sacrificios y de la muerte.

Aun los liberales mismos tendrán que halagar al ejército con la paz, porque la cues-tión no es otra que la no venida a América; y el modo de calmar hasta la sospecha de este mal, es concluir la guerra, en lo que parece pronunciada ya toda la Península. Por otra parte, no habiendo podido subyugarnos la España con sus expediciones, ahora lo alcanzarán menos sin ellas: no teniendo otro interés que el del comercio exclusivo en América, y teniendo nosotros innumerables corsarios que se multiplicarán en razón inversa de nuestras desventajas militares, o mejor diré, que se aumentarán cuanto menos territorio tengamos, su comercio, por consiguiente, se anula. Siendo el interés

la existencia de dos partidos: liberales y serviles, ambos unidos por la necesidad de garantizar la paz, tanto en la península como en América. Igualmente considera que es un deber proporcionarle a los ene-migos los medios y las ocasiones de tratar, y en este sentido plantea que, a través de los representantes de Colombia en Lon-dres y Washington, puede contactarse al gobierno español. El Libertador concluye sus reflexiones señalando que la Decla-ratoria de la República de Venezuela* contiene las bases de toda negociación y que la paz vendrá con el reconocimiento de nuestra Independencia.

seRéis RegeneRados: vuestRas instituciones alcanzaRán la peRfección social, vuestRos tRibutos abolidos, Rotas vuestRas tRabas; vuestRas viRtudes seRán vuestRo patRimonio, y sólo el talento, el valoR y la viRtud seRán coRonados.

p a z p o R i n d e p e n d e n c i a

* El 20 de noviembre de 1818 el Libertador Simón Bolívar emite una proclama que da respuesta a las solicitudes de apoyo hechas por el reino de España ante la Santa Alianza, integrada por Rusia, Prusia y Austria, para enfrentar a los ejércitos insurgentes en América. La declaración contiene siete puntos y cierra de la siguiente manera: «Últimamente declara la República de Venezuela que desde el 19 de abril de 1810 está combatiendo por sus derechos, que ha derra-mado la mayor parte de la sangre de sus hijos, que ha sacrificado todos sus bienes, todos sus goces, y cuanto es caro y sagrado entre los hombres por recobrar sus Derechos Soberanos, y que por mantenerlos ilesos, como la Divina Providencia se los ha concedido, está resuelto el Pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de sus ruinas, si la España, la Europa, y el Mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español».

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de los liberales la prolongación de los principios liberales contra los cuales encon-trarán en España y en toda Europa muchos contrarios, es indispensable que las cor-tes se decidan a nuestro favor, tanto porque ya no se trata de una simple cuestión de economía política, sino de una preponderancia intestina, como porque habiendo en América gobiernos libres, ellas encontrarán siempre entre nosotros puntos de apoyo y aun medios para combatir a los serviles, porque la afinidad de principios produce siempre la atracción recíproca en materias políticas.

Los serviles, por otra parte, y sobre todo Fernando, tienen, más que los otros, nece-sidad de hacer la paz para acallar al ejército, que no tiene otro clamor, ni lo puede lisonjear de otro modo; porque los hombres no se contentan con que les curen el mal de que padecen, sino que desean acabar con el mal mismo por la aprehensión que imprime y la amenaza que deja de volver a afligir. Así las tropas españolas no esta-rán satisfechas mientras no hayan visto cesar las hostilidades con nosotros, sabien-do, por experiencia, que todos los géneros de sistemas que han regido a la España las han enviado a América. Si alguna cosa retarda nuestras negociaciones con España no será ciertamente ni su voluntad ni los embarazos que se opongan a esta consecución. Yo pienso que solamente los inminentes peligros que ambos partidos van a correr, y la ocupación urgente de sus intereses inmediatos, no más, los harán descuidar mo-mentáneamente esta medida. Por lo mismo es de nuestro deber proporcionarles a los enemigos los medios y las ocasiones de tratar con nosotros. Estos medios pueden ser iniciados por nuestros enviados en Londres y en los Estados Unidos directamente con los enviados españoles, e indirectamente con los otros enviados extranjeros que más interés muestren por nuestra causa. Estos mismos pasos admiten infinidad de mo-dificaciones, más o menos eficaces, más o menos directas, por vías públicas, por vías privadas, por la imprenta, por la conversación, por los amigos y aun por los enemigos.

Jamás será degradante ofrecer la paz bajo los principios consignados en la Declarato-ria de la República de Venezuela, que debe ser la base de toda negociación, primero porque así está ordenado como Ley de la República, y segundo, porque así lo prescribe la naturaleza y la salvación de Colombia. Ofrecerles así la paz a los españoles es pedir-les la corona del triunfo, pues no siendo otro el objeto de la contienda, obtenerlo es vencer. A los españoles estando altamente convencidos de su impotencia con respec-to a nosotros, y sufriendo en la guerra cuantas calamidades pueden afligirles, a los es-pañoles, digo, concederles la paz es decretarles un triunfo, no menos importante y no menos deseable. Ellos están en el caso del rico de Platón: ellos tienen todo que perder y nada que adquirir: y nosotros no teniendo nada que perder aspiramos a cuanto ellos poseen. La lucha no nos ha dejado más que la vida, y ésta es de ningún precio para hombres desesperados. Esta cuestión, bien desenvuelta, es inmensa y presenta todas las consideraciones que pueden halagar a nuestros contrarios y a nosotros mismos. Por tanto, nosotros no debemos ofrecer más que la paz en recompensa de la indepen-dencia. Esta para nosotros nos trae todas las bendiciones del cielo, y aquélla para los españoles es una fuente de inmensas prosperidades futuras.

He aquí mis ideas, las que deseo que Ud., el Vicepresidente de Colombia y el secre-tario de estado mediten profundamente y las empleen en la ocasión, sin esperarla, sino buscándola y proporcionándola de todos modos, porque los momentos presentes tienen un valor infinito, y no sólo Séneca debe saber apreciar el mérito del tiempo.

jamás conducta ha sido más infame que la de los ameRicanos con nosotRos: ya ven decidida la sueRte de las cosas y con pRotestas y ofeRtas, quien sabe si falsas, nos quieRen lisonjeaR paRa intimidaR a los españoles y haceRlos entRaR en sus inteReses.

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Si por accidente se supiese o se recibiesen noticias de alguna negociación diplomá-tica, que se ponga alas al correo, se ofrezcan premios exorbitantes para que volando me lleguen oportunamente. Deseo que nada se haga sin mi conocimiento en esta materia. Nada es más fácil que dilatar las cosas, ofrecerles mi llegada por ins-tantes y esperarme. Hace mucho al caso el personal en todas materias, muy par-ticularmente en las diplomáticas. En los negocios pacíficos como en los militares es muy importante ser veterano.

Los correos me matan con sus dilaciones. Al fin tendré que mandar pagar los postas españoles, pues que nos sirven mejor que los de Colombia. Hace más de dos meses que han llegado los fusiles a Angostura, y todavía no lo sé de oficio y los estoy espe-rando por momentos, de Guasdualito, si es que han sabido hacer esto siquiera. ¡Qué bello gobierno para la posma! Mi desesperación en esta parte sólo compite con mi indignación por esos señores. Hágame Ud. el favor de decírselo así.

Por la Secretaría de Guerra sabrá Ud. nuestro estado militar, que es tan brillante como se puede desear, aunque sin victorias decisivas aún. El ejército tiene todo: víveres, dinero, salud y mucho espíritu. No nos falta más que diez mil fusiles: mándelos Ud. en revancha de tan buenas noticias. No se deje poseer del aire endémico que corre en Angostura, y en caso que sea necesario adoptar algún extremo, más bien que sea el del furor y no el imperio de la apatía, que es el que ha reinado allí hasta ahora soberana-mente, y después ¡¡querrán gobernar, y después intrigarán! y después mandarán! y después harán morir, como a Milcíades, a los libertadores de la Patria! ! ! !

Adiós, mi querido General, soy de Ud. de corazón.

BOLÍVAR

Un tratado verdaderamente santoEl 1° de julio de 1820, el Libertador Si-món Bolívar dirige una contundente pro-clama al ejército español y a los criollos realistas, donde les recuerda que, al igual que los americanos, son víctimas de una tiranía que los ha llevado a la horrorosa alternativa de ser sacrificados, o de ser verdugos de vuestros inocentes herma-nos. En este mensaje habla de la libertad que se vive en la península, e indica la disposición que tiene la República de Co-lombia, para ofrecer todas las garantías a

quienes deseen sumarse a la causa inde-pendentista.

Bolívar ya ha recibido las propuestas del reino de España y decide asumir perso-nalmente toda negociación con el enemi-go. El 21 de julio inicia comunicaciones directas con el jefe del ejército español, Pablo Morillo, y señala que, tras diez años de guerra, el pueblo colombiano está resuelto a combatir perpetuamente contra el dominio exterior y de no re-conciliarse sino con la Independencia. Esta postura categórica rige la dinámica

yo no sé qué deba pensaR de esta extRaoRdinaRia fRanqueza con que ahoRa se muestRan los ameRicanos; poR una paRte dudo, poR otRa me afiRmo en la confianza de que habiendo llegado nuestRa causa a su máximo, ya es tiempo de RepaRaR los antiguos agRavios.

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de las conversaciones entre agosto y no-viembre de ese año, y fundamenta la es-trategia política y militar del Libertador, que podemos resumir en cinco puntos: 1) Propiciar acercamientos y conversa-ciones con el enemigo, especialmente con los neogranadinos y venezolanos que se mantienen fieles a Fernando VII; 2) Unir bajo una sola voz la respuesta de los comandantes militares y a los repre-sentantes políticos de Colombia, ante los ofrecimientos de España, 3) Informar

como la postura unánime que existe en-tre los patriotas en favor de la Indepen-dencia. Como punto final Bolívar insta a concluir un Tratado verdaderamente santo, a fin de humanizar un conflicto en extremo violento y sentar las bases de una verdadera convivencia pacífica entre ambas naciones.

En los días que siguen, Bolívar y Morillo, así como sus respectivos comisionados, mantienen una estrecha comunicación; definen detalles de los acuerdos, rela-

D o c u m e n t o I VCarache, 3 de noviembre 1820Al Excmo. Señor Don Pablo Morillo

Me es bien sensible verme obligado a responder a V. E. sus notas de 20 y 29 del próxi-mo pasado. Yo había procurado desentenderme de las pretensiones que por el órgano de V. E. manifiesta aún el Gobierno español; pero es al fin indispensable contestar

jamás seRá degRadante ofReceR la paz bajo los pRincipios consignados en la declaRatoRia de la República de venezuela, que debe seR la base de toda negociación, pRimeRo poRque así está oRdenado como ley de la República, y segundo, poRque así lo pRescRibe la natuRaleza y la salvación de colombia.

constante y oportunamente a la opinión pública, a través del Correo del Orino-co en Venezuela y la Gaceta de Bogotá en la Nueva Granada; 4) Fortalecer las posiciones del Ejército Libertador en el noroccidente neogranadino, así como en los Andes y el oriente venezolano y 5) Desplegar una campaña militar al sur del continente, con miras a la liberación de Quito y el apoyo a los patriotas en Lima.

En la comunicación del 3 de noviembre de 1820, Bolívar se ve obligado a contes-tar a Morillo y reiterar una vez más que Colombia nunca reconocerá a la Cons-titución española, ni se someterá a una nación que está derrotada militarmente. El Libertador deja clara la existencia de la división de poderes en la República, así

tivos a la demarcación de territorios de ambas partes, disposiciones sobre el tra-to a prisioneros y desertores, los plazos estipulados para el cese de hostilidades y las acciones a tomar para hacer valer los puntos comunes. Tras días de intensa actividad, el 25 y 26 de noviembre, la Re-pública de Colombia y el reino de España suscriben los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra. Finalmen-te, el Libertador y el Jefe del ejército de ocupación español se conocen el 27 de noviembre y tiene lugar el conocido abra-zo en Santa Ana de Trujillo; un gesto que simboliza el gran logro diplomático de los patriotas americanos y consagra a Bolívar como líder y estratega de la paz.

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los asertos ultrajantes del reconocimiento de la ley fundamental de la Monarquía es-pañola, que V. E. pronuncia todavía, a pesar de nuestras repetidas declaraciones y de diez años de encarnizados combates. Parece que V. E. o su Gobierno se olvida de la causa de esta guerra, cuando se atreve a proponer la sumisión de Colombia a un pue-blo enemigo y vencido por nuestras armas.

Sin duda V. E. padece un error en suponerme Presidente del Congreso de Guayana. Si V. E. tiene que dirigirse al Presidente del Congreso, puede hacerlo a Angostura al Honorable señor Fernando Peñalver. Yo soy el Presidente de Colombia, Encargado del Poder Ejecutivo de la República.

V. E. asegura que algunas de mis proposiciones no pueden convenir a los intereses de la Nación española, ni se considera autorizado para admitirlas. Debo declarar a V. E. que si alguna de mis proposiciones, hechas únicamente por armonizar la paz, no con-viene a la Nación española, menos conviene ninguna de ellas a la Nación colombiana, puesto que su único anhelo es expulsar de su territorio a sus enemigos.

En cuanto a la paz y unión que tanto desea el Gobierno Constitucional de la Monar-quía, responderé: que la paz es nuestro más ardiente voto, como la unión con la Espa-ña nuestro más cruel suplicio; porque sin la independencia la guerra y aún la muerte misma nos es más dulce que la amistad con nuestros destructores.

“Necesitamos (dice V. E.) suspender las armas para entendernos”. Nada es más justo; pero nada veo tan distante cuando V. E. opone reparos a mis demandas equitativas y sobradamente moderadas. Por lo mismo, yo conceptúo que el armisticio no tendrá lugar, porque lo que se supone contrario a la Nación española es lo que conviene a la colombiana.

Y ya que esos señores Diputados de V. E. son tan dignos de emplear sus buenos oficios en favor de la humanidad, suplico se sirva dirigirlos a mi Cuartel General, autorizados plenamente por V. E. para que concluyan con el Gobierno de la República un trata-do, verdaderamente santo, que regularice la guerra de horrores y crímenes que hasta ahora ha inundado de lágrimas y de sangre a Colombia, y que sea un monumento en-tre las naciones más cultas, de civilización, liberalidad y filantropía.

Desearía poder acompañar a V. E. en el sentimiento que le han producido los grandes perjuicios que se han seguido ya a la causa de su Nación, desde que empezaron las negociaciones: perjuicios (añade V. E.) de mucha trascendencia que pesan sobre su responsabilidad. V. E. lo ha dicho y yo no me atreveré a contradecirlo.

Me da V. E. la mayor satisfacción en continuar sus operaciones, porque es el medio más eficaz de terminar la guerra.

Tengo el honor de comunicar a V. E. el recibo de sus notas oficiales de 20 y 29 del próximo pasado.

SIMÓN BOLÍVAR* * *

paRece que la Revolución eRa geneRal en la península y que el Rey estaba en la última extRemidad cuando juRó la constitución. su situación, pues, es violentísima y tendRán que complaceR al pueblo y al ejéRcito que desean la paz poR saliR de los sacRificios y de la mueRte.

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Daniel Florencio O’Leary es uno de los principales protagonistas de la gesta

de emancipación de las colonias españo-las en América. Comienza su carrera mi-litar como Guardia de Honor del Liberta-dor Simón Bolívar y, durante más de 10 años, forma parte de su equipo de trabajo más cercano y leal. El patriota irlandés asume importantes responsabilidades como edecán del Libertador, diplomático y comandante militar. Nunca abandona la tarea a la que dedicó su vida: resguar-dar y organizar los papeles relacionados con la guerra de liberación en la América del sur, así como con la vida, obra y pen-samiento del Libertador. Esta obra, ti-tulada Memorias del General O’Leary, reúne en 32 tomos un acervo documental que es parte del patrimonio histórico ve-nezolano y nuestroamericano.

En las Memorias encontramos un testi-monio de gran valor para la compresión del momento histórico, las acciones y las decisiones que caracterizaron el proceso de negociación de la firma de los Tratados de Armisticio y Regularización de la Gue-

*Este testimonio corresponde al capítulo XXVIII del tomo XXVIII, de las Memorias del General O’Leary.

Memorias del General O’leary *Narración sobre los acuerdos de Santa Ana

* * * * * * * *

rra, entre la República de Colombia y el Reino español, en 1820. A continuación presentamos una selección de fragmen-tos de esta narración 1, enfocándonos en los momentos previos a la suscripción de los acuerdos, los movimientos de las fuer-zas independientes entre Mérida y Truji-llo y el encuentro final entre el Libertador y el Jefe español Pablo Morillo, en Santa Ana, el 27 de noviembre de ese año:

«Conociendo el Libertador los buenos efectos producidos por la comunicación establecida con los españoles, de que re-sultó la deserción de los americanos que servían en las filas realistas, pues era natu-ral que se inclinasen a hacer causa común con sus paisanos, resolvió reanudar su correspondencia con el general Morillo. Muchas consideraciones sin embargo, le hacían temer la adopción de tal medida; y era la principal de éstas la repugnancia de los jefes republicanos y de los ciudadanos de influjo a toda negociación con los rea-listas, a menos que la precediese el reco-nocimiento explícito de la independencia de Colombia. Gustosamente habrían ellos

el libeRtadoR, una vez peRsuadido de las miRas pacíficas del geneRal moRillo y de su ansiedad de obteneR una tRegua, dio instRucciones a los difeRentes cueRpos del ejéRcito de avanzaR con cuanta celeRidad lo peRmitiese la pRudencia, a fin de ocupaR la mayoR extensión de teRRitoRio y las mejoRes posiciones paRa cuando se les notificaRa el aRmisticio.

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consentido en abandonar sus derechos al sur de Colombia y al Istmo de Panamá, o a cambiar esas porciones del territorio por las provincias de Venezuela y Nueva Gra-nada que estaban todavía bajo el dominio español, antes que comprometer la digni-dad de la república con proposiciones que no estuviesen acompañadas de aquella condición. Mientras que Bolívar no con-venía en ceder un palmo del territorio y sí estaba pronto a sacrificar las formas, con tal de obtener una ventaja por pequeña que fuese.

Imbuido en estas ideas, a su llegada a San Cristóbal el 21 de Setiembre, escribió al general en jefe realista, anunciándole sus deseos de admitir el armisticio pro-puesto, con tal que se diesen a Colombia suficientes garantías. En su carta designó

a San Fernando de Apure, como el punto más a propósito para las conferencias; pues él, decía, que pensaba establecer allí su cuartel general hacia fines de Oc-tubre. Morillo, que deseaba cordialmen-te la suspensión de hostilidades, no per-dió tiempo en dar su consentimiento y en nombrar como comisionado al general Correa, gobernador político de Venezue-la, a don Juan Rodríguez de Toro, alcalde de Caracas y a don Francisco González Linares, con instrucciones y orden de trasladarse a San Fernando.

El Libertador, entre tanto, continuó su marcha para ponerse al frente del ejérci-to, que se había movido hacia Mérida al recibir sus órdenes. Alcanzólo el 29 en el puente de Chama, fuerte posición que el enemigo abandonó después de intentar

» Memorias del General Daniel Florencio O’Leary, Tomo Segundo. Imprenta Nacional, Caracas 1952

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en vano destruir el puente. A la mañana siguiente cruzó el rio toda la división, y el Libertador en persona persiguió al enemigo, a la cabeza de dos batallones de infantería ligera. El 1º de Octubre en-tró en Mérida con sólo su estado mayor; el enemigo había evacuado la ciudad el día anterior, y apenas llegó La Guardia se continuó activamente la persecución. Los realistas en su rápida retirada sufrie-ron mucho, y no pararon hasta no verse fuera de los límites de las provincias de Mérida y Trujillo. Los independientes, después de reposar un tanto en la capital, siguieron avanzando. El Libertador, que iba a la vanguardia encontró a dos leguas de Trujillo una comitiva de reverendos

“bien”, dijo moRillo, “muy pequeña cReía yo mi guaRdia paRa aventuRaRme hasta aquí; peRo mi antiguo enemigo me ha vencido en geneRosidad; voy a daR oRden a los húsaRes paRa que se RetiRen”.

pocas venias, consintieron en desmon-tarse, y el Libertador con su séquito pudo hacer el viaje con toda comodidad.»

(…)

«Entre tanto seguían su curso las ope-raciones militares, y las pérdidas a que Morillo había aludido en una de las cartas que he insertado, no eran exageradas. En-tre otros oficiales americanos, el coronel Reyes Vargas, cuyo nombre he mencio-nado en las primeras páginas de estas Memorias, desertó de las banderas espa-ñolas, e hizo teatro de una traición menos deshonrosa el territorio qué antes había presenciado sus infamias. En esta oca-sión, como en la anterior, llevó al partido

monjes que venían a felicitarle. Estos piadosos patriotas, sin hacer caso de la fuerte lluvia que caía, apenas divisaron a S. E. se desmontaron de sus gordas y briosas mulas, y al acercárseles el Liber-tador, un miembro de la comunidad le dirigió un discurso, al que ni la misma inclemencia del tiempo hubiera puesto fin, si Bolívar, con su genial viveza no le hubiese cortado la palabra al oírle decir, “no habrá sacrificio que la comunidad no esté dispuesta a hacer por Colombia y su Libertador.” “El más grato servicio que podéis hacernos ahora, reverendos padres,” dijo al orador, “es someteros a la privación temporal de esas buenas mulas en que habéis venido; hemos hecho una larga jornada y nuestros caballos están tan cansados como nosotros; no os mo-lestéis, os lo suplico en acompañarnos al paso de vuestras mulas.” Los mojes, confundidos, con muchos suspiros y no

en que se afiliaba, algo más positivo que la fe dudosa del desertor. Su influencia, a pesar de lo oscuro de su origen, era grande en el territorio occidental de Venezuela, y su natural sagacidad y conocimiento del país hacían muy valiosa su adquisición. Cuando Morillo se movió de Barquisi-meto con 2.500 hombres de sus mejores tropas, Reyes con su guerrilla, acosaba sus flancos y retaguardia, manteniéndolo en constante alarma y ni en Carache, donde el general realista estableció su cuartel general, se vio libre de sus asechanzas. Morillo en persona tuvo que perseguirle con unos cuantos húsares, exasperado con la osadía del audaz guerrillero.

En Carache, que había sido el puesto avanzado del ejército independiente, se hallaba el escuadrón Dragones mandado por el comandante Mellao, a órdenes del coronel Juan Gómez, cuando Morillo se acercó al poblado.

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La heroica resistencia de este puñado de valientes contribuyó a dar a la guerra, que hasta entonces se había señalado por rasgos de barbarie y crueldad, un nuevo carácter. Urdaneta refiere el episodio a que aludo, en estos términos:

“No tardó Morillo en moverse sobre Cara-che con su ejército, compuesto de las divi-siones La Torre y Tello, de infantería, y el regimiento de Húsares de Fernando VII, y aunque lo ocupó, como era natural, la re-tirada que hizo el coronel Juan Gómez le dio a conocer a Morillo con qué especie de gente tenía que combatir. Juan Gómez, al ver bajar por la cuesta de Carache al ejér-cito español, separó de su fuerza todos los hombres que por enfermos, estropeados, o mal montados no convenían a su objeto, y los mandó retirarse seis leguas atrás al pueblo de Santa Ana, quedándose él con unos 30 hombres mandados por Mellao, con los cuales se adelantó a reconocer a Morillo, antes que llegase al pueblo. Ob-servado por Morillo, destacó sobre él una compañía de Húsares, la que no habien-do podido intimidarle, fue reforzada con otra. Empezó Gómez a replegar ordena-damente, y cuando los españoles le estre-chaban, volvía sobre ellos, los lanceaba, los hacia replegar y continuaba retirán-dose. Morillo tomó empeño en destruirlo y se puso en persona a la cabeza de todo el regimiento de Húsares; unas veces intentaba cortarle, lo que no consiguió, porque la vega del rio Carache es angos-ta de un lado y otro; pero siempre repitió sus cargas, a las que Gómez correspondía haciendo frente, matando españoles y volviéndose a retirar. Así lo hizo por es-pacio de tres leguas, hasta que llegado al pié de la cuesta que llaman del Higuerote, donde concluyen las vegas de Carache, cansados los españoles de perseguirle sin poderle destruir y recibiendo ellos da-ños, le dejaron seguir. Gómez tuvo poca

pérdida, y la que tuvo sirvió para dar una alta idea del ejército, porque habiendo perdido uno de los dragones su caballo, muerto en una de las cargas y retirándose Gómez, quedó este hombre solo y a pie, y apoyándose sobre el cadáver de su caba-llo enristró su lanza e hizo frente a toda la caballería española y aun mató a dos, fue cercado y herido, teniendo ya rota el asta de la lanza, y así se defendía. Hubiera muerto, si Morillo que lo observó, no hu-biera gritado que salvaran aquel valiente. Fue conducido con varias heridas al hos-pital de Carache, y cuando algunos días después se entablaron las negociaciones que produjeron el armisticio, habiendo ido con pliegos del Libertador a Morillo el edecán de aquel, O’Leary, Morillo le habló de aquel hombre con entusiasmo y se lo entregó para que lo condujese al Libertador, sin exigir canje, y hasta le re-galó dinero. El Libertador devolvió por él ocho hombres de Barbastro.”»

(…)

«Los comisionados llegaron al fin a Tru-jillo, donde fueron recibidos por el ge-neral A. J. de Sucre y los coroneles Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez, nombrados por Bolívar para tratar con ellos. El ejército patriota se había retira-do á Sabana Larga, llanura situada a siete leguas hacia el sur de Carache. Durante las negociaciones suspendieron los dos jefes las hostilidades por consentimien-to tácito; pero en el resto de la república continuó la guerra con vigor. El Liberta-dor, una vez persuadido de las miras pací-ficas del general Morillo y de su ansiedad de obtener una tregua, dio instrucciones a los diferentes cuerpos del ejército de avanzar con cuanta celeridad lo permi-tiese la prudencia, a fin de ocupar la ma-yor extensión de territorio y las mejores posiciones para cuando se les notificara

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» Modelo del monumento a la tregua de Trujillo de 1820. Boceto del Monumento erigido en la Plaza del Armisticio en Santa Ana de Trujillo (Venezuela).

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el armisticio. Estas órdenes fueron cum-plidas en los más de los puestos militares, y en consecuencia se obtuvieron ventajas de mucha importancia; más no se logró la ocupación de las costas del lago de Mara-caibo desde Moporo hasta Gibraltar, que tanto deseaba Bolívar, para tentar la ocu-pación de Maracaibo antes del armisticio.

Aunque impulsados por causas diferen-tes, como ambos partidos deseaban con igual ahínco llegar al mismo resultado, no se prolongaron las conferencias con inútiles debates, y el 25 de Noviembre se concluyeron dos tratados igualmente favorables para la causa de la humani-dad, pero más que todo para la de la in-dependencia de América. En el primero se ajustó un armisticio por el término de seis meses; cada uno de sus artículos favorecía a los colombianos. El segundo, que se tituló “Tratado para la regulariza-ción de la guerra” hace tanto honor a los sentimientos humanitarios de Bolívar, que fue quien lo propuso y redactó, como á Morillo que lo aceptó y ratificó.»

(…)

«Concluido tan importante negociado, manifestó el general Morillo vivos deseos de conocer personalmente a Bolívar, y solicitó una entrevista por medio de sus comisionados, a la que de buen grado se accedió. Escogióse para verificarla la mi-serable aldea de Santa Ana, por hallarse a igual distancia de ambos campamen-tos. En la mañana del 27 de Noviembre se presentó el general Morillo en el lugar señalado, con una escolta compuesta de un escuadrón de Húsares y acompañado por cosa de cincuenta oficiales de rango, entre los cuales se hallaba el general La Torre. A poco rato llegué yo a anunciarle al general Morillo que el Libertador estaba en camino y no tardaría en llegar. El gene-ral me preguntó qué escolta traía el jefe de

la república, contestéle que sólo venían en su séquito diez o doce, oficiales y los comisionados realistas, y que no traía es-colta. “Bien”, dijo Morillo, “muy pequeña creía yo mi guardia para aventurarme has-ta aquí; pero mi antiguo enemigo me ha vencido en generosidad; voy a dar orden a los Húsares para que se retiren”. Así lo hizo inmediatamente. Preguntóme luego quiénes eran los oficiales españoles par-ticularmente odiosos al presidente; y ha-biendo satisfecho yo la pregunta, observó que ninguno de ellos estaba presente.

Poco después se divisó la comitiva del Libertador, en la colina que domina el pueblo de Santa Ana. Morillo, La Torre y los principales oficiales se adelantaron

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» Daniel Florencio O’Leary, 1874. Martín Tovar y Tovar. Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo. Caracas

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a encontrarle. El general español iba de riguroso uniforme, llevando las órdenes militares y demás insignias recibidas del soberano por sus servicios. Al aproximar-se las dos comitivas, quiso Morillo saber cuál era Bolívar. Al señalárselo exclamó: “¿Cómo, aquel hombre pequeño de levita azul, con gorra de campaña y montado en una mula?”. No bien había acabado de ha-blar cuando el hombre pequeño estaba a su lado, y al reconocerse los dos generales, echaron ambos en el acto pié a tierra y se dieron un estrecho y cordial abrazo. Des-pués de este saludo se dirigieron a la mejor casa del pueblo, donde el general Morillo había hecho preparar un sencillo banque-te en honor de su Ilustre huésped.

En el curso del día y durante la comida, se habló alegremente sobre los sucesos de la guerra. Sentimientos de noble ge-nerosidad fueron el tema de las conver-saciones de aquel día que vino a ser tan memorable en los anales de Colombia. Los principales personajes dieron ejem-plo de mutua tolerancia; Bolívar parecía perdonar la equivocada fidelidad que había privado a la patria de tantos de sus más distinguidos hijos; y Morillo, con igual tacto, respetó la política rigorosa adoptada por su rival para asegurar la independencia de Colombia. Cada cual admiró la constancia de su adversario en vencer los obstáculos que se le opu-sieron, pues parecía que los hombres y la naturaleza se hubiesen esforzado en contrariar sus designios. De ambos lados se concibieron esperanzas de que nin-gún incidente desgraciado les obligaría a renovar las hostilidades. Bolívar quiso que en caso de duda sobre algún punto del tratado, se sometiera y decidiera por un arbitramento de comisionados nom-brados al efecto, y por su parte dijo que escogía desde luego al general Correa, español de nacimiento, hombre de ho-

nor y justiciero. El general Morillo pro-puso la erección de un monumento en el sitio en que había abrazado a su rival, para recordar a las generaciones futuras la sinceridad con que los beligerantes, representados por sus jefes respectivos, en el primer momento de calma, habían relegado al olvido sus rencores persona-les y la nacional antipatía. Esta idea gene-rosa fue acogida por Bolívar con placer, e inmediatamente pusieron manos a la obra los oficiales patriotas y realistas allí presentes y uniendo sus esfuerzos arras-traron una gran piedra cuadrada hasta el sitio indicado, para que sirviera de base a la columna propuesta. Sobre esa piedra, los jefes que por tan largos años habían combatido como adversarios con tanta saña, renovaron sus ardientes votos de concordia y humanidad. La noche puso fin a los regocijos del día, pero no sepa-ró a los generales rivales. Bajo un mismo techo y en un mismo cuarto durmieron profundamente Bolívar y Morillo; des-quitándose tal vez de las muchas noches de vela que mutuamente se habían dado.

Al día siguiente Morillo acompañó al Libertador hasta el sitio mismo en que se habían encontrado por primera vez, como amigos. Allí se despidieron y se-pararon para siempre. Todavía existe, en memoria de esta interesante entrevista, la tosca piedra que ellos y sus oficiales co-locaron en aquel lugar.

Coincidencia singular: el filantrópico tra-tado que hizo desaparecer el sanguinario carácter de la guerra y estableció un código más suave y conforme a la civilización que el que rige en las naciones más adelanta-das de Europa, se firmó y ratificó por Bo-lívar, en la misma casa en Trujillo en que siete años y medio antes había firmado el terrible decreto de la guerra a muerte».

* * *

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al apRoximaRse las dos comitivas, quiso moRillo sabeR cuál eRa bolívaR. al señaláRselo exclamó: “¿cómo, aquel hombRe pequeño de levita azul, con goRRa de campaña y montado en una mula?”. no bien había acabado de hablaR cuando el hombRe pequeño estaba a su lado, y al ReconoceRse los dos geneRales, echaRon ambos en el acto pié a tieRRa y se dieRon un estRecho y coRdial abRazo.

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Deseando los Gobiernos de España y de Colombia manifestar al mundo el horror con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos territo-

rios, convirtiéndolos en un teatro de sangre; y deseando aprovechar el primer mo-mento de calma que se presenta para regularizar la guerra que existe entre ambos Gobiernos, conforme a las leyes de las naciones cultas, y a los principios más liberales y filantrópicos, han convenido en nombrar Comisionados que estipulen y fijen un tratado de regularización de la guerra; y en efecto, han nombrado el Excmo. señor General en Jefe del Ejército expedicionario de Costa Firme, Don Pablo Morillo, Conde de Cartagena, de parte del Gobierno español, a los señores Jefe Superior Político de Venezuela, el Brigadier Don Ramón Correa, Alcalde primero constitucional de Cara-cas, Don Juan Rodríguez Toro, y Don Francisco González de Linares; y el Excmo. Señor Presidente de la República de Colombia Simón Bolívar, como Jefe de la República, de parte de ella, a los señores General de Brigada Antonio José de Sucre, Coronel Pedro Briceño Méndez, y Teniente Coronel José Gabriel Pérez, los cuales autorizados com-petentemente han convenido y convienen en los siguientes artículos.

Art. 1° La guerra entre España y Colombia se hará como la hacen los pueblos civili-zados, siempre que no se opongan las prácticas de ellos a alguno de los artículos del presente Tratado que debe ser la primera y más inviolable regla de ambos Gobiernos.

Art. 2° Todo militar o dependiente de un ejército tomado en el campo de batalla aun antes de decidirse ésta, se conservará y guardará como prisionero de guerra, y será tratado y respetado conforme a su grado hasta lograr su canje.

Art. 3° Serán igualmente prisioneros de guerra y tratados de la misma manera que éstos, los que se tomen en marchas, destacamentos, partidas, plazas, guarniciones y puestos fortificados, aunque éstos sean tomados al asalto, y en la marina los que lo sean aun al abordaje.

* Archivo General de la Nación, Subfondo Archivo del Libertador, Colección Daniel Florencio O’Leary, Tomo XVII, Parte Segunda, Volumen 28, folio 393 frente al 396 frente, documento 5175.

Tratado de Regularización de la GuerraFirmado entre el Reino de España y la República Colombia en Trujillo, Venezuela, el 26 de noviembre de 1820** * * * * * * *

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» Tratado de Regularización de la Guerra (manuscrito), 1820. AGN. Archivo del Libertador. Sección Memorias del Gral. O’ Leary

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t R a t a d o d e R e g u l a R i z a c i ó n d e l a g u e R R a f i R m a d o e n t R e e l R e i n o d e e s p a ñ a y l a R e p ú b l i c a c o l o m b i a

Art. 4° Los militares o dependientes de un ejército que se aprehendan heridos o en-fermos en los hospitales, o fuera de ellos, no serán prisioneros de guerra, y tendrán libertad para restituirse a las banderas a que pertenezcan luego que se hayan restable-cido. Interesándose tan vivamente la humanidad en favor de estos desgraciados, que se han sacrificado a su patria y a su gobierno, deberán ser tratados con doble conside-ración y respeto que los prisioneros de guerra, y se les prestará por lo menos la misma asistencia, cuidado y alivio que a los heridos y enfermos del ejército que los tenga en su poder.

Art. 5° Los prisioneros de guerra se canjearán clase por clase y grado por grado, o dando por superiores el número de subalternos que es de costumbre entre las naciones cultas.

Art. 6° Se comprenderán también en el canje, y serán tratados como prisioneros de guerra, aquellos militares o paisanos que individualmente o en partidas hagan el ser-vicio de reconocer u observar, o tomar noticia de un ejército para darlas al Jefe de otro.

Art. 7° Originándose esta guerra de la diferencia de opiniones: hallándose con víncu-los y relaciones muy estrechas los individuos que han combatido encarnizadamente por las dos causas; y deseando economizar la sangre cuanto sea posible, se establece que los militares o empleados que habiendo antes servido a cualquiera de los dos Go-biernos hayan desertado de sus banderas y se aprehendan bajo las del otro, no puedan ser castigados con pena capital. Lo mismo se entenderá con respecto a los conspirado-res y desafectos de una y otra parte.

» Firma del Armisticio. Iván Blesky (1960). Casa Museo Cristóbal Mendoza, Trujillo

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t e m a c e n t r a l : a d o s c i e n t o s a ñ o s d e l o s a c u e R d o s d e p a z

Art. 8° El canje de prisioneros será obligatorio, y se hará a la más posible brevedad. Deberán, pues, conservarse siempre los prisioneros dentro del territorio de Colom-bia, cualquiera que sea su grado y dignidad; y por ningún motivo ni pretexto se aleja-rán del país llevándolos a sufrir males mayores que la misma muerte.

Art. 9° Los Jefes de los ejércitos exigirán que los prisioneros sean asistidos confor-me quiera el Gobierno a quien éstos correspondan, haciéndose abonar mutuamente los costos que causaren. Los mismos Jefes tendrán derecho de nombrar comisarios, que trasladados a los depósitos de los prisioneros respectivos, examinen su situación, procuren mejorarla, y hacer menos penosa su existencia.

Art. 10° Los prisioneros existentes actualmente gozarán de los beneficios de este Tratado.

Art. 11° Los habitantes de los pueblos que alternativamente se ocuparen por las armas de ambos Gobiernos, serán altamente respetados, y gozarán de una extensa y absoluta libertad y seguridad, sean cuales fueren o hayan sido sus opiniones, destinos, servi-cios y conducta con respecto a las partes beligerantes.

Art. 12° Los cadáveres de los que gloriosamente terminen su carrera en los campos de batalla, o en cualquier combate, choque o encuentro entre las armas de los dos Go-biernos, recibirán los últimos honores de la sepultura, o se quemarán cuando por su

» Algunos de los firmantes del Tratado: Ramón Correa, Juan Rodríguez de Toro, Francisco González de Linares, Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez.

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número, o por la premura del tiempo, no puede hacerse lo primero. El ejército o cuer-po vencedor, será el obligado a cumplir con este sagrado deber, del cual, sólo por una circunstancia muy grave y singular podrá descargarse, avisándolo inmediatamente a las autoridades del territorio en que se hallan para que lo hagan. Los cadáveres que de una y otra parte se reclamen por el Gobierno o por los particulares, no podrán negar-se, y se concederá la comunicación necesaria para trasportarlos.

Art. 13° Los Generales de los ejércitos, los Jefes de las divisiones y todas las autorida-des estarán obligados a guardar fiel y estrictamente este Tratado, y sujetos a las más severas penas por su infracción, constituyéndose ambos Gobiernos responsables a su exacto y religioso cumplimiento, bajo la garantía de la buena fe y del honor nacional.

Art. 14° El presente Tratado será ratificado y canjeado dentro de sesenta horas y empe-zará a cumplirse desde el momento de ratificación y canje; y en fe de que así lo conve-nimos y acordamos nosotros los Comisionados de España y de Colombia, firmamos dos de un tenor, en la ciudad de Trujillo a las diez de la noche del 26 de noviembre de 1820.

Ramón Correa. Juan Rodríguez de Toro. Francisco González de Linares. Antonio José de Sucre. Pedro Briceño Méndez. José Gabriel Pérez.

Simón Bolívar, Libertador Presidente de la República de Colombia, etc., etc., etc.

Por cuanto los señores General de Brigada Antonio José de Sucre, Coronel Pedro Bri-ceño Méndez y Teniente Coronel José Gabriel Pérez, mis Comisionados para ajustar y concluir un Tratado que regularice la guerra entre España y Colombia con los Comi-sionados del Excmo. señor General en Jefe del Ejército expedicionario de Costa Fir-me, Don Pablo Morillo, Conde de Cartagena, de parte del Gobierno español, señores Jefe Superior Político de Venezuela, Brigadier Don Ramón Correa, Alcalde primero constitucional de Caracas, Don Juan Rodríguez Toro y Don Francisco González de Li-nares, han acordado y convenido el precedente Tratado de regularización de la gue-rra entre España y Colombia, el cual, constante de 14 artículos, ha sido firmado por ambas partes en esta ciudad de Trujillo, el 26 de Noviembre corriente a las diez de la noche. Por tanto, y hallándolo conforme a los poderes e instrucciones que comuniqué a mis dichos Comisionados, he venido en aprobarlo, confirmado y ratificarlo, como lo apruebo, confirmo y ratifico en todas y cada una de sus partes. Dado, firmado, sellado con el sello provisional del Estado, y refrendado por el Ministro de la Guerra en mi Cuartel General de la ciudad de Trujillo a 27 de Noviembre de 1820.

SIMÓN BOLÍVARPor mandato de S. E., PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ

(Lugar del sello)* * *

t R a t a d o d e R e g u l a R i z a c i ó n d e l a g u e R R a f i R m a d o e n t R e e l R e i n o d e e s p a ñ a y l a R e p ú b l i c a c o l o m b i a

» Tratado de Regularización de la Guerra (manuscrito), 1820. AGN. Archivo del Libertador. Sección Memorias del Gral. O’ Leary

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p u b l i c a c i o n e s d e l c e n t R o d e e s t u d i o s s i m ó n b o l í v a R

El Centro de Estudios Simón Bolívar (CESB) tiene como propósito fomentar y desarrollar actividades de investigación,

docencia y difusión del legado histórico y patrimonial del Libertador Simón Bolívar, así como propiciar la reflexión crítica

sobre el proceso de Independencia de Nuestra América. Como parte de estos objetivos, el CESB ha iniciado una colección

editorial, presentada a continuación y disponible en el portal www.memoriasdeoleary.com

bolívar y el poder moral

proyecto para una República popularManuel E. Carrero Murillo

El Poder Moral propuesto por el Liber-tador en el proyecto de Constitución de 1819 planteaba la fragua de una Repúbli-ca cuyos ciudadanos se caracterizarían por ser virtuosos, respetuosos de las leyes escritas y de las normas que la con-ciencia indica sobre el bien actuar de la persona. Se proponía el Libertador crear una República constituida por habitan-tes que coexistieran atentos al respeto a lo ajeno y las reglas de la decencia, aunque algunas de esas normas no estu-vieran escritas en los códigos legales ni establecieran sanciones jurídicas.

Este poder dispondría de total autono-mía respecto a los otros poderes públi-cos. No castigaría con prisión, multas

EL LIBERTADOR EN LIBROS

carta de Jamaica

Simón Bolívar

El Centro de Estudios Simón Bolívar conmemora los 205 años de la Carta de Jamaica con esta primera publicación, que presenta una versión revisada y actualizada de este texto, clave para com-prender la dimensión continental del pensamiento bolivariano. Se incluye un ensayo en el que la filósofa e historiadora Carmen Bohórquez aborda uno de los te-

o penas físicas, sino con el descrédito y la deshonra. No respondería reclamos ni daba explicaciones a nadie; solo el tiempo y el crédito de la gente podrían reivindicar cualquier señalamiento de indignidad a una persona, salvándole así del desprecio o el estigma. Ninguna persona escaparía a su juicio: desde el presidente de la República a su más hu-milde ciudadano, todos estarían sujetos a las evaluaciones de este poder público, que igualmente ofrecía la posibilidad de la educación a todos, y el premio y gratitud por su buen comportamiento. No fue aprobado por los congresistas de Angostura. Unos lo consideraron “la idea más feliz”, otros la vieron como una “inquisición moral”, pero todos coincidieron en que era de “muy difícil establecimiento”. Apenas fue agregado como Apéndice a la Constitución.

mas centrales planteados por el Liberta-dor Simón Bolívar en su escrito del 6 de septiembre de 1815: la necesaria unidad geopolítica de los pueblos americanos; un principio doctrinal que caracteriza la lucha independentista venezolana y que fundamenta el proyecto descolonizador del Libertador.

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el poder moral: una reinterpretación a doscientos años de angostura Ian Carlos Torres Parra

El Poder Moral: una reinterpretación a doscientos años de Angostura es una investigación compuesta por dos partes. Primero se estudia el Poder Moral en el Discurso de Angostura y luego su impac-to en la realidad actual venezolana. El autor desarrolló un modelo hermenéu-tico para el estudio integral de este tipo de documentos históricos y políticos, en el cual se concibe el texto como una realidad viva para la comunidad que constantemente lo lee y lo actualiza.

La primera parte, titulada El “Poder Moral” en el Discurso de Angostura, está dedicada a la exégesis del texto bajo los más estrictos cánones lingüísticos,

bolívar y flora: tras la huella de una descendencia Estudio indagatorio para la sustentación de una hipótesisValmore E. Carrero Murillo

Sobre la descendencia y la vida amorosa del Libertador se ha producido buena cantidad de literatura. Sin embargo, al acercarnos a estas románticas historias en la que se ha envuelto la vida del más ilustre de los americanos, y con el debido rigor que exigen los hechos, se aprecia que la mayoría de ellas no cuentan con la sustentación historiográ-fica, documental ni testimonial que las avalen. No obstante, el Libertador pudo haber dejado una descendencia propia en la Europa de su juventud. Esto podría explicar la tan trajinada frase recogida por el diarista de Bucaramanga en 1828,

cuando, recostado en su hamaca, el Libertador le confesó lo siguiente: “que no se crean que soy estéril, porque tengo pruebas de lo contrario…”.

Los pormenores del tema son abordados en este trabajo con rigor histórico, a partir de la reinterpretación de una carta que el Libertador escribiera en 1804 a una incógnita dama. Durante más de cien años se creyó erróneamente que se trataba de Fanny Derveux. Dilucidarlo ha resultado ser la clave para descifrar el controversial tema de la supuesta esteri-lidad del Libertador, y revelar el nombre de quien pudiera ser el verdadero progenitor de la afamada líder socialista y escritora Flora Tristán.

históricos y filosóficos-ideológicos. En la segunda parte, denominada La “re-es-critura” del Poder Moral en Venezuela, el autor adelanta una re-lectura del Poder Moral, a partir de la recepción y novedad de la propuesta bolivariana contenida en el espíritu Constituyente de 1999, en su Constitución Bolivariana de 1999 y hoy presente en la Asamblea Nacional Constituyente de 2017 como desafío. El libro concluye con una propuesta de re-escritura constitucional, al insertarse un apartado relacionado con la función docente del actual Poder Ciudadano venezolano.

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un monumento entre las naciones más cultas

Los tratados de Trujillo y el encuentro entre Bolívar y Morillo en Santa Ana Sergio Rodríguez Gelfenstein

Este libro conmemora el bicentenario de la firma de los tratados de armisticio y regularización de la guerra celebrados en Trujillo, Venezuela, los días 25 y 26 de noviembre de 1820 entre las autoridades de España y Colombia. El contexto de ese acontecimiento fue la conflagración entre el esfuerzo independentista de las colonias hispanoamericanas y la resistencia que ofrecía una monarquía en franco retroceso.

bolivarianismo versus monroísmo

Contrapunteo entre la dignidad y el injerencismoJosé Gregorio Linares

Nuevamente el gobierno de Estados Uni-dos amenaza a Venezuela y pretende so-meternos. Ignora que somos un pueblo digno y rebelde. La base fundamental de nuestra dignidad y la fuente de inspira-ción de nuestra rebeldía la constituye el legado del Libertador, quien se ha erigido en símbolo de emancipación continental. Enfrentado al bolivarianis-mo surgió el monroísmo como doctrina injerencista e imperial, preconizada por la élite gobernante de Estados Unidos

y por las oligarquías que gobiernan sus protectorados en Latinoamérica.

A lo largo de la historia republicana ha habido un contrapunteo entre el bolivarianismo y el monroísmo. El boli-varianismo defiende la independencia, la soberanía nacional, la autodetermi-nación de los pueblos, la integración suramericana y los proyectos de justicia social. El monroísmo, por el contrario, promueve la dependencia, el injeren-cismo, la desigualdad, la injusticia. Son dos proyectos opuestos en permanente pugna.

Tal hecho es revelador de ciertas circunstancias que de alguna manera –doscientos años después– reviven el escenario y los móviles del enfrenta-miento, aunque ya no en la misma situa-ción colonial, sino en una de carácter neocolonial, en tiempos de hegemonía estadounidense. En ese escenario, y en un esfuerzo por buscar caminos para la resolución de los conflictos y diferencias que habían llevado a la confrontación armada, la firma de estos tratados es expresión de la racionalidad propia de la condición humana para resolver lo que la irracionalidad de la guerra no ha podido.

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EL LIBERTADOR EN LIBROS

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» Batalla de Araure (Detalle). Tito Salas (1927). Óleo sobre tela

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LIBERTADOROcho Estrellas

pensamiento - historia - política - memoria - filosofía

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