Erik Erikson

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Erik Erikson Desarrollo psicosocial

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Erik Erikson

Desarrollo psicosocial

Biografía Erik Erikson (1902-1994)

Erikson nació en Frankfurt (Alemania). Su madre era danesa y pertenecía a una acaudalada familia judía.

Cuando se casó, el marido desapareció horas después del matrimonio y ella se embarazó de otro hombre, cuyo nombre jamás se reveló.

Su familia la envió a Alemania para que diera a luz y evitar así el escándalo social que provocaría un hijo nacido fuera del matrimonio.

Después del nacimiento, se quedó en Alemania y se casó con el pediatra Theodore Homburger.

Por algún tiempo, Erik no supo que el Dr. Homburger no era su padre biológico, por lo cual afirmaba que creció sin estar seguro de su nombre ni de su identidad psicológica.

Conservó el apellido Homburger hasta los 37 años, cuando se hizo ciudadano estadounidense y adoptó el nombre de Erik Homburger Erikson.

Erikson tuvo otra crisis de identidad cuando entró a la escuela.

Él se consideraba alemán, pero sus compañeros alemanes lo rechazaban porque su madre y padrastro eran judíos.

Sus compañeros judíos lo rechazaban a su vez porque era alto y rubio, además de que tenía rasgos faciales nórdicos.

Siempre obtuvo calificaciones mediocres en la escuela, pero tenía cierto talento artístico.

Se alejó de la sociedad convencional y recorrió Alemania e Italia; leía mucho, anotando sus ideas en una cuaderno, y observaba todo a su alrededor.

Muchos años después, una de sus hijas escribiría:

Mi padre sufría terriblemente porque su padre lo había abandonado y nunca mostró interés en conocerle… toda su vida luchó contra su tendencia a la depresión. La experiencia del abandono y rechazo de su niñez lo atormentaría siempre con la duda de quien era… Se sentía muy inseguro y no podía hacer nada para evitarlos. Siempre estaba deseando que otros lo apoyaran, lo guiaran y le dieran seguridad en sí mismo. (Boland, 2005)

Erikson renunció a la formación artística para poder viajar en busca de una identidad. Más adelante, refiriéndose a su concepto de la crisis de identidad, escribiría:

“Estoy seguro de que mis mejores amigos insistirán en que tenía que llamar por su nombre a esta crisis, y que debo verla en todos los demás para realmente poder aceptarme como soy” (Erikson, 1975)

Cuando tenía 25 años, Erikson recibió una oferta para dar clases en una pequeña escuela de Viena que había sido creada para los hijos de los Px y amigos de Sigmund Freud.

Como eran ricos, durante el Tx se establecían en Viena con todo y familia.

Más adelante, Erikson confesaría que en parte se había sentido atraído por Freud en razón de que buscaba un padre.

Logra codearse con Anna Freud, Henry Murray y Kurt Lewin así como con la antropóloga Margaret Mead que sin duda alguna, serían gran influencia en la obra de Erikson.

Anna Freud lo formó en el psicoanálisis y lo analizó.

Cuando terminó su programa de estudios se afilió al Instituto Psicoanalítico de Viena.

En 1929, conoció a Joan Serson, una pintora y bailarina nacida en Canadá que había sido analizada por un discípulo de Freud.

Se enamoraron, pero cuando se embarazó, se negó a casarse con ella.

Más adelante explicaría que tenía miedo de establecer un compromiso permanente y que creía que su madre y su padrastro no aceptarían una nuera que no fuera judía.

La intervención de amigos fue lo único que lo convenció de que, si no se casaba con Joan, estaría repitiendo el patrón de conducta del hombre que había engendrado y condenando al estigma de ilegitimidad que tanto lo había atormentado.

Joan hizo a un lado sus intereses profesionales y toda su vida fue la compañera intelectual y la editora de su marido.

Le brindó una estable base social y emocional a su vida lo ayudó a formular la teoría de la personalidad.

En 1933, dándose cuenta de la creciente amenaza nazi, los Erikson emigraron a Dinamarca y después a Estados Unidos, para establecerse en Boston.

A diferencia de muchos otros psicoanalistas, él quería tener una experiencia clínica tan vasta como fuera posible.

Por lo mismo, buscaba a Px que provenían de distintas culturas y atendía tanto a personas que consideraba normales, como a víctimas de algún problema psicológico.

En sus observaciones de los pueblos indios de Dakota del Sur y California, Erikson observó algunos síntomas psicológicos que la teoría freudiana ortodoxa no explicaban.

Al parecer, estaban relacionados con un sentimiento de enajenación de las tradiciones culturales, que daba por resultado la ausencia de una imagen clara del yo o de una identidad propia.

Este fenómeno, que al principio llamó confusión de la identidad, se parecía al que había observado en el caso de los excombatientes con alteraciones emocionales después de la SGM.

Sugirió que esos hombres no sufrían a causa de conflictos reprimidos, sino más bien debido a una confusión ocasionada por las experiencias traumáticas y por haber sido desarraigados temporalmente de su cultura.

Describió la situación de los excombatientes como una confusión de identidad en cuanto a quienes eran y que eran.

Sin embargo, al final de toda una vida de logros, honores y homenajes, en opinión de su hija, él se sentía decepcionado de lo que había logrado: “Este hombre tan famoso seguía sintiendo vergüenza por el hecho de ser hijo ilegítimo” (Bloland, 2005)

Conceptos principales de la Teoría Eriksoniana

Etapas del desarrollo psicosocial de la personalidad:

- Confianza vs desconfianza

- Autonomía vs duda y vergüenza

- Iniciativa vs culpa

- Laboriosidad vs inferioridad

- Cohesión de identidad vs confusión de roles: la crisis de identidad

- Intimidad vs aislamiento

- Generatividad vs estancamiento

- Integridad del yo vs desesperación

Debilidades básicas Preguntas acerca de la naturaleza humana La evaluación en la teoría de Erikson:

- Pruebas psicológicas

- Análisis psicohistórico

Investigación sobre la teoría de Erikson:- Construcciones de juego- Confianza y seguridad- Las etapas psicosociales- Desarrollo del adolescente- Identidad virtual- Género e identidad del yo- La crisis de identidad- Generatividad- Madurez- Identidad étnica- Identidad y preferencia de género

Etapas del desarrollo psicosocial de la personalidad

Según Erikson, lo que él llamaba principio epigenético de maduración rige el proceso de desarrollo.

Así pues, los factores biológicos y sociales, o las variables personales y situacionales, inciden en el desarrollo de la personalidad.

En la teoría de Erikson, el desarrollo humano implica una serie de conflictos personales.

Cada confrontación con nuestro entorno es una crisis.

Ésta implica un cambio de perspectiva que nos obliga a redirigir la energía de los instintos en razón de las necesidades de cada etapa del ciclo vital.

Podemos responder a la crisis de dos maneras: con inadaptación (negativa) o con adaptación (positiva).

Mientras no hayamos resuelto el conflicto, la personalidad no podrá proseguir con las secuencia normal del desarrollo ni adquirir la fuerza necesaria para encarar la crisis de la etapa siguiente.

En un plano ideal, en cada etapa del desarrollo el yo consistirá primordialmente de una actitud positiva o de adaptación, pero siempre estará equilibrada por una fracción de la actitud negativa.

Sólo así se puede considerar que la crisis ha sido resuelta satisfactoriamente.

Erikson también planteó que cada una de las ocho etapas psicosociales ofrece la posibilidad de desarrollar nuestras fortalezas básicas (o virtudes), las cuales surgen cuando se ha superado la crisis de modo satisfactorio.

Etapa Edades Formas adaptadas o

inadaptadas de manejar la crisis

Fortaleza básica

Oral-sensorial Nacimiento a 1 año Confianza frente a desconfianza

Esperanza

Muscular- anal 1 a 3 años Autonomía frente a duda y vergüenza

Voluntad

Locomotora- genital

3 a 5 años Iniciativa frente a culpa

Propósito

Latencia 6 a 11 años Laboriosidad frente a inferioridad

Competencia

Adolescencia 12 a 18 años Cohesión de identidad frente a confusión de roles

Fidelidad

Adultez temprana 18 a 35 años Intimidad frente a aislamiento

Amor

Adultez 35 a 55 años Generatividad frente a estancamiento

Afecto

Madurez- senectud 55 años en adelante

Integridad del yo frente a desesperación

Sabiduría

Confianza frente a desconfianza

La etapa oral-sensorial del desarrollo psicosocial, paralela a la etapa oral propuesta por Freud, se presenta en el primer año de vida, tiempo de la máxima indefensión del ser humano.

Erikson escribió que el lactante “vive y ama por medio de la boca” (1959).

Sin embargo, la relación entre el infante y su mundo no es exclusivamente biológica. También es social.

La interacción con la madre determina si incorporará a su personalidad una actitud de confianza o desconfianza para sus intercambios futuros con el entorno.

Si la madre reacciona adecuadamente a las necesidades físicas del bebé y le brinda mucho afecto, amor y seguridad, el pequeño adquirirá un sentimiento de confianza, actitud que caracterizará la idea creciente de sí mismo y de los demás.

Así, aprendemos a esperar que otras personas y situaciones del entorno sean “congruentes, continuas e iguales” (Erikson, 1950)

De otra parte, si la madre rechaza al niño, no lo atiende y observa una conducta incongruente, el infante desarrollará una actitud de desconfianza y será suspicaz, miedoso y ansioso.

Argumentaba que la madre actual, que reanuda su trabajo fuera de casa y deja a su infante al cuidado de parientes o en una guardería, corre el riesgo de fomentar la desconfianza en él.

La desconfianza infantil se modifica más adelante en la vida gracias a la compañía de un maestro o un amigo afectuoso y paciente.

La esperanza es una fortaleza básica asociada con una resolución adecuada de la crisis registrada durante la etapa oral-sensorial.

Erikson la describió como la creencia de que nuestros deseos se verán satisfechos.

La esperanza implica un sentimiento persistente de confianza, sentimiento que conservaremos a pesar de los reveses y fracasos temporales.

Autonomía frente a duda y vergüenza

En la etapa muscular-anal, que se presenta durante el segundo y tercer año de vida, y que corresponde a la etapa anal de Freud, el niño desarrolla velozmente varias habilidades físicas y mentales, y es capaz de hacer muchas cosas sin ayuda.

Para Erikson, la acción de retener se puede manifestar de modo afectuoso u hostil. La acción de soltar se puede convertir en la ventilación de una ira destructiva o en una pasividad relajada.

A pesar de que todavía depende de sus padres, empieza a verse como una persona, o una fuerza por derecho propio, y quiere poner en práctica las fortalezas recién descubiertas.

En esta etapa, la principal crisis entre padre e hijo se suele centrar en el control de esfínteres, visto como la primera situación en la que la sociedad intenta regular una necesidad instintiva.

Se enseña al niño a contenerse y a evacuar tan sólo en determinados momentos y lugares.

Los padres pueden dejar que aprenda el control de esfínteres a su propio ritmo o pueden enojarse con él.

En este caso, estarían negando su autonomía al imponerle el aprendizaje y mostrando impaciencia e ira cuando no se comporta correctamente.

Si cortan y frustran así el intento del niño por ejercer su independencia, éste aprenderá a dudar de sí mismo y experimentará vergüenza al tratar con otros.

La región anal es el centro de esta etapa debido a la crisis provocada por el control de esfínteres, pero salta a la vista que la expresión del conflicto es más de índole psicosocial que biológica.

La fortaleza básica que se obtiene con la autonomía es la voluntad, que implica la decisión de ejercer el libre albedrío y la autorrestricción frente a las exigencias de la sociedad.

Iniciativa frente a culpa

La etapa locomotora-genital, que se presenta entre los tres y cinco años, se parece a la etapa fálica del sistema de Freud.

Las capacidades motoras y mentales siguen desarrollándose, y el niño hace más cosas él solo.

Expresa un fuerte deseo de tomar la iniciativa en muchas actividades.

Si lo castigan o inhiben, estas manifestaciones de iniciativa, el niño desarrollará sentimientos de culpa persistentes que influirán en sus actividades autodirigidas a los largo de toda su vida.

Puede canalizar su iniciativa hacia metas realistas y aceptadas por la sociedad como preparación para desarrollar su responsabilidad y moralidad de adulto.

En términos freudianos, diríamos que se trata del superyó.

La iniciativa da origen al propósito, fuerza básica que implica imaginar y perseguir metas.

Laboriosidad frente a inferioridad

La etapa de latencia del desarrollo psicosocial de Erikson, que se presenta entre los seis y once años, corresponde al periodo de latencia de Freud.

El niño ingresa a la escuela, aprende buenos hábitos de trabajo y estudio (que Erikson llama laboriosidad), primordialmente como un medio para conseguir el elogio y la satisfacción que se deriva de realizar una tarea con éxito

En palabras de Erikson: “El niño aprende las destrezas básicas de la tecnología a medida que su madurez le va permitiendo manejar los utensilios, las herramientas y las armas que usa la gente grande” (1959)

Si los adultos regañan, ridiculizan o rechazan al niño, es probable que desarrolle sentimientos de inferioridad y falta de adecuación.

En cambio, el elogio y el reforzamiento favorecen el sentimiento de competencia y estimulan el esfuerzo constante.

A pesar de que el niño se va volviendo más independiente, desde que nace hasta los 11 años, su desarrollo psicosocial está sujeto, en gran medida, a la influencia de los padres y maestros, que casi siempre son las personas más importantes de su vida en este período.

Escogemos conciente y deliberadamente a nuestros amigos, colegas, carreras, cónyuge y actividades de tiempo libre.

No obstante, es evidente que las características de personalidad que hayamos desarrollado en las fases que van del nacimiento a la adolescencia influirán en estas elecciones deliberadas

Cohesión de identidad frente a confusión de roles:

la crisis de identidad La adolescencia, entre los 12 y los 18 años,

es la etapa en la que tenemos que encarar y resolver la crisis básica de la identidad del yo.

Es cuando formamos nuestra autoimagen, o sea, que integramos lo que pensamos de nosotros mismos y lo que la gente piensa de nosotros. Si este proceso se resuelve de forma satisfactoria, el resultado será una imagen congruente y constante.

Erikson sugirió que la adolescencia es una especie de paréntesis entre la niñez y la edad adulta, una pausa psicológica necesaria que proporciona tiempo y energía suficientes para desempeñar varios roles y encarnar diversas autoimágenes.

Las personas que pasan esta etapa con un sólido sentido de identidad personal están preparadas para iniciar la edad adulta con certeza y confianza.

Las que no consiguen una identidad congruente –que sufren una crisis de identidad- mostrarán confusión de roles.

Al parecer, no saben quienes son, a donde pertenecen ni a donde quieren ir.

Se alejan de la secuencia de una vida normal (educación, empleo y matrimonio), como le sucedió a Erikson por algún tiempo, o buscan una identidad negativa en el crimen o las drogas.

Incluso una identidad negativa –tal como la define la sociedad- es preferible a ninguna identidad, aun cuando no sea tan satisfactoria como una identidad positiva.

Erikson señaló que la afiliación a grupos y cultos fanáticos o la identificación obsesiva con íconos de la cultura popular pueden limitar el desarrollo del yo.

La fidelidad es la fortaleza básica que se debe desarrollar en la adolescencia y surge de una identidad cohesionada del yo.

Abarca la sinceridad, la autenticidad y un sentido del deber de las relaciones con otros.

Intimidad frente a aislamiento

Erikson pensaba que la adultez joven era una etapa más larga que las anteriores y que iba desde el final de la adolescencia hasta los 35 años, aproximadamente.

En ella nos independizamos de nuestros padres e instituciones cuasi paternas, como la universidad, y empezamos a funcionar con mayor autonomía como adultos maduros y responsables.

Emprendemos algún tipo de trabajo productivo y establecemos relaciones íntimas: amistades estrechas y uniones sexuales.

Según Erikson, la intimidad no se limita a las relaciones sexuales, sino que comprende el cariño y el compromiso.

Son emociones que se pueden manifestar abiertamente, sin recurrir a los mecanismos de autoprotección ni de defensa y sin temor a perder el sentido de la identidad personal.

Podemos fusionar nuestra identidad con la de otra persona sin sumergirnos ni desaparecer al hacerlo.

Quienes no logran establecer esta clase de intimidad en la adultez temprana evitarán el contacto social y rechazaran a la gente, incluso volviéndose agresivos.

Prefieren estar solos porque tienen miedo de la intimidad como una amenaza para su identidad del yo.

El amor es la fortaleza básica que surge de la intimidad durante los años de la adultez temprana y Erikson consideraba que era la mayor virtud humana.

Lo definió como una entrega mutua en una identidad compartida, la fusión de uno con otra persona.

Generatividad frente a estancamiento La edad adulta, entre los 35 y los 55 años

aproximadamente, según Erikson, es en donde nuestro interés se extiende y amplía.

Este interés abarca a las generaciones futuras y el tipo de sociedad en el que vivirán.

No se requiere ser padre o madre para manifestar la generatividad; tampoco el mero hecho de tener hijos satisface este impulso.

Cuando un individuo maduro no puede o no quiere buscar un cauce para la generatividad, se sentirá abrumado por “el estancamiento, el aburrimiento y el empobrecimiento de sus relaciones interpersonales” (Erkson, 1968)

A veces se observa una regresión a una etapa de seudointimidad, complaciéndose el individuo en actividades de tipo infantil.

La solidaridad es la fortaleza básica que surge de la generatividad de la adultez.

Erikson la definió como un gran interés por otros, y pensaba que se manifiesta en la necesidad de enseñar no sólo para ayudar a otros, sino también para realizar la propia identidad.

Integridad del yo frente a desesperación Recorremos nuestra existencia, pensamos en

ella y hacemos un balance final. Si al volver la vista atrás nos sentimos

realizados y satisfechos, convencidos de que hemos vivido con serenidad los triunfos y los fracasos, cabe decir que poseemos la integridad de yo.

En pocas palabras, la integridad implica aceptar el presente y el pasado.

Por el contrario, si cuando repasamos nuestra existencia nos sentimos frustrados, enojados por las oportunidades pérdidas y arrepentidos de errores que es imposible enmendar, nos invadirá la desesperación.

Nos enfadaremos con nosotros mismos, despreciaremos a la gente y nos amargaremos por lo que pudo haber sido y no fue.

Los adultos mayores no se deben contentar con reflexionar sobre el pasado.

Deben seguir participando activamente en la vida, buscando retos y estimulación del entorno.

También deben realizar actividades propias de los abuelos, como regresar a la escuela o cultivar nuevas habilidades e intereses.

La sabiduría es la fortaleza básica que acompaña esta etapa final del desarrollo.

Ésta, derivada de la integridad del yo, se expresa como un interés independiente de la existencia en general.

Se transmite a las siguientes generaciones integrando las experiencias, como tan bien describe el término legado.

Debilidades básicas

En un desarrollo desequilibrado, el yo sólo tiene una actitud, sea la de adaptación o la de inadaptación.

Erikson llamó desarrollo inadecuado a esta condición.

Cuando en el yo sólo está presente la tendencia positiva a la adaptación, se dice que la condición es de “inadaptación”.

Cuando sólo está presente la tendencia negativa, se dice que la condición es “maligna”.

Las inadaptaciones pueden llevar a neurosis y las malignidades a la psicosis.

Tendencias del desarrollo inadecuado

Etapa Forma de manejar la crisis Desarrollo inadecuado Oral-sensorial Confianza

Desconfianza Desarrollo sensorial inadecuado Alejamiento

Muscular-anal Autonomía Duda, vergüenza

Obstinación insolente Compulsión

Locomotora-genital Iniciativa Culpa

Crueldad Inhibición

Latencia Laboriosidad Inferioridad

Virtud estrecha Inercia

Adolescencia Cohesión de la identidad Confusión de roles

Fanatismo Repudio

Adultez temprana Intimidad Aislamiento

Promiscuidad Exclusividad

Edad adulta Generatividad Estancamiento

Sobreextensión Rechazo

Edad madura y vejez Integridad del yo Desesperación

Presuntuosidad Desdén

La naturaleza humana

Erikson estaba convencido de que no todo el mundo logra alcanzar la esperanza, el propósito, la sabiduría y otras virtudes, pero que todos tienen el potencial para lograrlo.

La naturaleza humana no tiene nada que lo impida.

Tampoco es inevitable que suframos conflictos, ansiedad y neurosis debido a las fuerzas biológicas instintivas.

A pesar del escaso control que ejercemos durante las primeras cuatro etapas del desarrollo, vamos obteniendo mayor independencia con el tiempo, y la capacidad de decidir cómo enfrentar la crisis y las exigencias de la sociedad.

Las influencias de la niñez son importantes, pero lo que sucede en etapas posteriores puede contrarrestar las experiencias tempranas desafortunadas.

La evaluación en la teoría de Erikson Para Erikson, el famoso diván producía

impersonalidad y distanciamiento excesivos por parte del terapeuta.

Como Erikson quería facilitar una relación más personal con el Px y asegurarse de que las dos partes se trataran como iguales, prefería que los dos estuvieran sentados en sillas cómodas para poder conversar.

Estaba convencido de que las técnicas de evaluación se debían seleccionar y adaptar a las necesidades del Px.

Prefería la terapia de juego cuando atendía a menores con problemas emocionales y al realizar investigaciones sobre niños y adolescentes normales.

A los jóvenes les ofrecía varios tipos de juguetes y luego observaba como interactuaban con ellos.

El tipo e intensidad del juego revelaba aspectos de la personalidad que tal vez no se manifestarían verbalmente debido a una expresión verbal limitada.

Análisis psicohistórico

Es la original técnica de evaluación utilizada por Erikson.

Las psicohistorias se concentraban casi siempre en una crisis importante, un episodio que representa un hito de la vida que une las actividades, actuales, pasadas y futuras.

Utilizando lo que llamó “subjetividad disciplinada”, adoptaba el punto de vista del sujeto como propio para evaluar los hechos de su vida con esa mirada.

Fuente bibliográfica:

Teorías de la personalidad. Autor: Schultz D. (2010) Edit. Cengage Learning