Espumante en El Sótano 2ºaño

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Página 1 Espumante en el sótano Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929 -1994) Aníbal se detuvo un momento ante la fachada del Ministerio de Educación y contempló, conmovido, los veintidós pisos de ese edificio de concreto y vidrio. Los ómnibus que pasaban rugiendo por la avenida Abancay le impidieron hacer la menos invocación nostálgica y, limitándose a emitir un suspiro, penetró rápidamente por la puerta principal. A pesar de ser las nueve y media de la mañana, el gran hall de la entrada estaba atestado de gente que hacía cola delante de los ascensores. Aníbal cruzó el tumulto, tomó un pasadizo lateral, y en lugar de coger alguna de las escaleras que daban a las luminosas oficinas de los altos, desapareció por una especie de escotilla que comunicaba al sótano. —¡Ya llegó el hombre! – exclamó, entrando en una habitación cuadrangular, donde tres empleados se dedicaban a clasificar documentos. Pero ni Rojas ni Pinilla ni Calmet levantaron la cara. —¿Sabes lo que es el occipucio? – Preguntaba Rojas. —¿Occipucio? Tu madre, por si acaso – Respondió Calmet. —Gentuza – dijo Aníbal —. No saben ni saludar. Solo en ese momento sus tres colegas se percataron que Aníbal Hernández llevaba un termo azul cruzado, un paquete en la mano derecha y dos botellas envueltas en papel celofán, apretadas contra el corazón.

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Pgina1Espumante en el stanoJulio Ramn Ribeyro (Lima, 1929 -1994)

Anbal se detuvo un momento ante la fachada del Ministerio de Educacin y contempl, conmovido, los veintids pisos de ese edificio de concreto y vidrio. Los mnibus que pasaban rugiendo por la avenida Abancay le impidieron hacer la menos invocacin nostlgica y, limitndose a emitir un suspiro, penetr rpidamente por la puerta principal. A pesar de ser las nueve y media de la maana, el gran hall de la entrada estaba atestado de gente que haca cola delante de los ascensores. Anbal cruz el tumulto, tom un pasadizo lateral, y en lugar de coger alguna de las escaleras que daban a las luminosas oficinas de los altos, desapareci por una especie de escotilla que comunicaba al stano. Ya lleg el hombre! exclam, entrando en una habitacin cuadrangular, donde tres empleados se dedicaban a clasificar documentos. Pero ni Rojas ni Pinilla ni Calmet levantaron la cara. Sabes lo que es el occipucio? Preguntaba Rojas. Occipucio? Tu madre, por si acaso Respondi Calmet. Gentuza dijo Anbal . No saben ni saludar. Solo en ese momento sus tres colegas se percataron que Anbal Hernndez llevaba un termo azul cruzado, un paquete en la mano derecha y dos botellas envueltas en papel celofn, apretadas contra el corazn. Mira, se nos vuelve a casar el viejo dijo Pinilla. Yo dira que es su santo agreg Rojas. Nada de eso protest Anbal . iganlo bien: hoy, primero de abril, cumplo veinticinco aos en el Ministerio. Veinticinco aos? Ya debes ir pensando en jubilarte dijo Calmet . Pero la jubilacin completa. La del cajn con cuatro cintas. Ms respeto dijo Anbal .Mi padre me ense a entrar en palacio y en choza. Tengo boca para todo gentuza. La puerta se abri en ese momento y por las escaleras descendi un hombre canoso, con anteojos. Estn listas las copias? El secretario del Ministerio las necesita para las diez. Buenos das, seor Gmez dijeron los empleados . All se las hemos dejado al seor Hernndez para que las empareje. Anbal se acerc al recin llegado, hacindole una reverencia. Seor Gmez, sera para m un honor que usted se dignase hacerse presente... Y las copias? Justamente, las copias, pero sucede que hoy hace exactamente veinticinco aos que... Vea, Hernndez, hgame antes esas copias y despus hablaremos. Sin decir ms, se retir. Anbal qued mirando la puerta mientras sus tres compaeros se echaban a rer.Es verdad entonces? pregunt Calmet. Es un trabajo urgente, viejo intervino Pinilla.Y cundo le he corrido yo al trabajo? se quej Anbal . Si hoy me he retrasado es por ir a comprar las empanadas y el champn. Todo para invitar a los amigos. Y no sigas hablando que te pongo la pata de chalina. Empujando una puerta con el pie, penetr en la habitacin contigua, minsculo reducto donde apenas cabia una mesa en la cual dej sus paquetes, junto a la guillotina para cortar papel. La luz penetraba por una alta ventana que daba a la avenida Abancay. Por ella se vean durante el da, zapatos, bastas de pantaln, de vez en cuando algn perro que se detena ante el tragaluz como para espiar el interior y terminaba por levantar una pata para mear con dignidad. Siempre lo he dicho rezong . En palacio y en choza. Pero eso s, el que me busca me encuentra. Quitndose el saco, lo colg cuidadosamente en un gancho y se puso un mandil negro. En la mesa haba ya un alto de copias fotostticas. Acecndose a la guillotina, empez su trabajo de verdugo. Al poco rato Pinilla asom. Dame las cincuenta primeras para llevrselas al jefe. Yo se las voy a llevar dijo Anbal . Y oye bien lo que te voy a decir: cuando t y los otros eran nios de teta, yo trabajaba ya en el Ministerio. Pero no en este edificio, era una casa vieja del centro. En esa poca... Ya s, ya s, las copias. No sabes. Y si lo sabes. Es bueno que te lo repita. En esa poca yo era jefe del servicio de Almacenamiento. Han odo? pregunt Pinilla volvindose hacia sus dos colegas. Si contest Calmet . Era jefe del Servicio de Almacenamiento. Pero cambi el gobierno y tuvo que cambiar de piso. De arriba a abajo. Mira, aqu hay cien papeles ms para cortar, en el orden en el que estn. Oye t, Calmet, hijo de la gran... bretaa. T tienes slo dos aos aqu. Estudiaste para abogado, verdad? Para aboasto no seria. Pues te voy a decir algo ms: Gmez, nuestro jefe, entr junto conmigo. Claro, ahora ha trepado. Ahora es un seor, no?. Las copias y menos labia. Anbal cogi las copias emparejadas y se dirigi hacia la escalera. Y todava hay una cosa: el Director de Educacin Secundaria, don Pal Escobedo, lo conocen? Seguramente ni le han visto el peinado. Don Pal Escobedo vendr a tomar una copa conmigo. Ahora lo voy a invitar, lo mismo que a Gmez. Y porqu no al ministro? pregunt Rojas pero ya Anbal se lanzaba por las escaleras para llevar las copias a su jefe. Gmez lo recibi serio: Esas copias me urgen, Anbal. No quise decrtelo delante de tus compaeros pero tengo la impresin que hoy llegaste con bastante retraso. Seor Gmez, he trado unas botellitas para festejar mis veinticinco aos de servicio. Espero que no me va a desairar. All las he dejado en el stano. Ya tenemos veinticinco aos aqu! Es verdad dijo Gmez. Irn todos los muchachos del servicio de fotografas, los miembros de la Asociacin de Empleados y don Pal Escobedo. Escobedo? pregunt Gmez . El director?Hace diez aos trabajamos juntos en la Mesa de Partes. Despus l ascendi. T estabas en provincia en esa poca. Est bien, ir. A qu hora? A golpe de doce, para no interrumpir el servicio. En lugar de bajar a su oficina, Anbal aprovech que un ascensor se detena para colarse. Al veintavo, Garca dijo al ascensorista y acercndose a su odo agreg : Vente a la oficina de copias fotostticas a medioda. Cumplo veinticinco aos de servicio. Habr champn. En la puerta del despacho del director Escobedo, un ujier lo detuvo. Tiene cita? No me ve con mandil? Es por un asunto de servicio.Pero salvado este primer escollo, tropez con una secretaria que se limit a sealarle la sala de espera atestada. Hay once personas antes que usted.Anbal vacilaba entre irse o esperar, cuando la puerta del director se abri y don Pal Escobedo asom conversando con un seor, al que acompa hasta el pasillo. Por supuesto, seor diputado dijo, retornando a su despacho. Anbal lo intercept. .Pal un asinti. Pero bueno, Hernndez, qu se te ofrece? Fjate, Pal, una cosita de nada. Espera, ven por ac. El director lo condujo hasta el pasillo. T sabes. Mis obligaciones... Anbal le repiti el discurso que haba repetido ante el seor Gmez. En los los que me metes, caramba! No me dejes plantado, Pal, acurdate de las viejas pocas. Ir, pero eso s, slo un minuto. Tenemos una reunin de directores, luego un almuerzo. Anbal agradeci y sali disparado hacia su oficina. All sus tres colegas lo esperaban colricos. As que en la esquina, tomndose un cordial? Sabes que han mandado tres veces por las copias? Toquen esta mano dijo Anbal . Hulanla, denle una lamidita, zambos. Me la ha apretado en director. Ah, pobres diablos! No saben ustedes con quin trabajan. Poco antes del medio da, despus de haber emparejado quinientas copias, Anbal se dio cuenta que no tena copas. Cambiando su mandil por su saco cruzado, corri a la calle. En la chingana de la esquina se tom una leche con coac y le explic su problema al patrn. Tranquilo, don Anbal. Un amigo es un amigo. Cuntas necesita? Con veinticuatro copas en una caja de cartn, volvi a la oficina. All encontr al ascensorista y a tres empleados de la Asociacin. Sus colegas, despus de poner un poco de orden, haban retirado de una mesa todos los implementos de trabajo para que sirviera de buffet.Anbal dispuso encima de ella las empanadas, las copas y las botellas de champn, mientras por las escaleras seguan llegando invitados. Pronto la habitacin estuvo repleta de gente. Como no haba suficientes ceniceros echaban la ceniza al suelo. Anbal not que los presentes miraban con insistencia las botellas.Hace calor deca alguien. Como las alusiones se hacan cada vez ms clamorosas, no le qued ms remedio que descorchar su primera botella, sin esperar la llegada de sus superiores. Anbal se ha rajado con su champn deca Pinilla. Ojal que todos los das cumpla bordas de plata. Anbal pas las empanadas en un portapapeles, pero a mitad de su recorrido las empanadas se acabaron. Excusas dijo . Uno siempre se queda corto. Por atrs alguien murmur: Deben ser de la semana pasada. Ya me revent el hgado. Temiendo que su segunda botella de champn se terminara, Anbal sirvi apenas un dedo en cada copa. stas no alzanzaban. Tomaremos por turnos dijo Anbal . Democrticamente. Nadie tiene miedo al contagio? Para eso me han hecho venir? volvi a escucharse al fondo. Anbal trat de identificar al bromista, pero slo vio un centenar de rostros amables que sonrean. Qu esperamos para hacer el primer bindris? pregunt Calmet . Esto se me va a evaporar. Pero en ese momento el grupo se hendi para dejar paso al seor Gmez. Anbal se precipit hacia l para recibirlo y ofrecerle una copa ms generosa. No ha venido el director Escobedo? le pregunt en voz baja. Ya no tarda dijo Anbal . De todos modos haremos el primer brindis. Despus de carraspear varias veces logr imponer un poco de silencio a su alrededor. Seores dijo . Les agradezco que hayan venido, que se hayan dignado realzar su presencia en este modesto agap. Levanto esta copa y les digo a todos los presentes: prosperidad y salud. Los salud que respondieron en coro ahogaron el comentario del bromista: Y con qu brindo? Quieren que me chupe el dedo? Anbal se apresur a llenar las copas vacas que se acumulaban en la mesa y las reparti entre sus invitados. Al hacerlo, not que estos se hallaban un poco cohibidos por la presencia del seor Gmez; no se atrevan a entablar una conversacin general y preferan hacerlo por parejas, de modo que su reunin corra el riesgo de convertirse en una yuxtaposicin de dilogos privados, sin armona ni comunicacin entre s. Para relajar la atmsfera, empez a relatar una historia graciosa que le haba ocurrido haca quince aos, cuando el seor Gmez y l trabajaban juntos en el servicio de mensajeros. Pero para asombro suyo Gmez le interrumpi: Debe de ser un error, seor Hernndez, en esa poca yo era secretario de la biblioteca. Algunos de los presentes rieron y otros, defraudados por la pobreza del trago, se aprestaron a retirarse con disimulo, cuando por las escaleras apareci el director Pa Escobedo.Pero esto parece una asamblea de conspiradores! exclam, al encontrarse en el estrecho reducto . Se dira que estn tramando echar abajo el ministerio. Qu tal, Anbal? Vamos durando viejo. Es increble que haya pasado, cunto dijiste?, casi un cuarto de siglo desde que entramos a trabajar. Ustedes saben que el seor Hernndez y yo fuimos colegas en la Mesa de Partes?. Anbal destap de inmediato su segunda botella, mientras el seor Gmez, rectificando un desfallecimiento de su memoria deca: Ahora que me acuerdo, es cierto lo que deca antes, Anbal, cuando estuvimos en el servicio de mensajeros... Anbal llen las copas de sus dos superiores, se sirvi para s una hasta el borde y abandon la botella al resto de los presentes. Ha servirse muchachos! Como en su casa. Los empleados se acercaron rpidamente a la mesa, formando un tumulto, y se repartieron el champn que quedaba entre bromas y disputas. Mientras Anbal avanzaba hacia sus dos jefes con su copa en la mano se dio cuenta que al fin la reunin cuajaba. El director Escobedo se diriga familiarmente a sus subalternos, tutendolos, dndoles palmaditas en la espalda, mientras Gmez pugnaba por entablar con su jefe una conversacin elevada. Sin duda esto es un poco estrecho deca . Yo he elevado un memorndum al seor ministro en el que hablo del espacio vital. Lo que sucede es que falt previsin respondi Escobedo . Una participacin como la nuestra necesita duplicar su presupuesto. Veremos si este ao podemos hacer algo. Viva el seor director! Exclam Anbal, sin poderse contener. Despus de un momento de vacilacin, los empleados respondieron en coro: Viva! Viva nuestro ministro! Los vivas se repitieron. Viva la Asociacin de Empleados y su justa lucha por sus mejoras materiales! grit alguien a quien, por suerte, le haba tocado tres ruedas de champn. Pero su arenga no encontr eco y las pocas respuestas que se articularon quedaron coaguladas en una mueca en la boca de sus gestores. Me permiten unas breves palabras? dijo Anbal, sorbiendo el corcho de su champn . No se trata de un discurso. Yo he sido siempre un mal orador. Slo unas palabras emocionadas de un hombre humilde. En el silencio que se hizo, alguien deca en el fondo de la pieza: Champn? Esto es un infame espumante! Anbal no oy esto, pero s al director Escobedo, que se apresur a intervenir. Nos agradara mucho, Anbal. Pero esto no es una ceremonia oficial. Estamos reunidos entre amigos slo para beber una copa de champn en tu honor. Solo dos palabras insisti Anbal . Con el permiso de ustedes, quiero decirles algo que llevo aqu en el corazn; quiero decirles que tengo el orgullo, la honra, mejor dicho, el honor imperecedero, de haber trabajado veinticinco aos aqu... Mi querida esposa, en paz descanse, quiero decir la primera, pues mis colegas saben que enviud y contraje segundas nupcias, mi querida esposa siempre me dijo: Anbal, lo ms seguro es el ministerio. De all no te muevas. Pase lo que pase. Con terremoto, con revolucin. No ganars mucho, pero al fin de mes tendrs tu paga fija, con que, con que...Con que hacer un sancochado. dijo alguien. Eso convino Anbal . Un sancochado. Yo le hice caso y me qued, para felicidad ma. Mi trabajo lo he hecho siempre con toda voluntad, con todo cario. Yo he servido a mi patria desde aqu. Yo no he tenido luces para ser un ingeniero, un ministro, un seorn de negocios, pero en mi oficina he tratado de dejar bien el nombre del pas. Bravo! grit Calmet. Es cierto que en una poca estuve mejor. Fue durante el gobierno de nuestro ilustre presidente Jos Luis Bustamante, cuando era jefe del servicio del almacenamiento. Pero no e puedo quejar. Perd mi rango, pero no perd mi puesto. Adems, qu mayor recompensa para m que contar ahora con la presencia del director don Pal Escobedo y de nuestro jefe, seor Gmez? Algunos empleados aplaudieron. No es para tanto intervino el seor Escobedo, y como Anbal haba quedado un momento callado, aadi: -Te agradecemos mucho, Anbal, tus amables palabras . En mi calidad no solo de amigo, sino de jefe de un departamento, permteme felicitarte por tu abnegada labor y agradecerte por el celo con que siemprePerdone, seor director lo interrumpi Anbal. An no he terminado. Yo deca, qu mayor orgullo para m que contar con la presencia de tan notorios caballeros? Pero no quiero tampoco dejar pasar la ocasin de recordar en estos momentos de emocin a tan buenos compaeros aqu presentes, como Aquilino Calmet, Juan Rojas y Eusebio Pinilla, y a tantos otros que cambiaron de trabajo o pasaron a mejor vida. A todos ellos va mi humilde, mi amistosa palabra.Fjate, Anbal intervino nuevamente Escobedo mirando su reloj . Me vas a disculpar... Ahora termino prosigui Anbal . A todos va mi humilde, mi amistosa palabra. Por eso es que, emocionado, levanto mi copa y digo: se ha sido uno de los ms bello das de mi vida. Anbal Hernndez, un hombre honrado, padre de seis hijos, se lo dice con toda sinceridad. Si tuviera que trabajar veinte aos ms ac, lo hara con gusto. Si volviera a nacer, tambin. Si Cristo recibiera en el Paraso a un pobre pecador como yo y le preguntara, qu quieres hacer?, yo le dira: trabajar en el servicio de copias del Ministerio de Educacin. Salud, compaeros!Anbal levant su copa entre los aplausos de los concurrentes. Fatalmente, a nadie le quedaba champn y todos se limitaron a hacer un brindis simblico. El director Escobedo se acerc para abrazarlo.Muy bien, Anbal; mis felicitaciones otra vez. Pero ahora me disculpas. Como te dije, tengo una serie de cosas por hacer. Saludando en bloque al resto de los empleados, se retir deprisa, seguido de cerca por el seor Gmez. El resto fue desfilando ante Anbal para estrecharle la mano y despedirse. En pocos segundos el stano qued vaco. Anbal mir su reloj, comprob que eran las doce y media y se precipit a su reducto para pasarse por los zapatos una franela que guardaba en su armario. Su mujer le haba dicho que no se demorara, pues le iba a preparar un buen almuerzo. Sera conveniente pasar por una bodega para llevar una botella de vino. Cuando se lanzaba por las escaleras, se detuvo en seco. En lo alto de ellas estaba el seor Gmez, inmvil, con las manos en los bolsillos. Todo est muy bien, Anbal, pero esto no puede quedar as. Estars de acuerdo en que la oficina parece un chiquero. Me haces el favor? Sacando una mano del bolsillo, hizo un gesto circular, como quien pasa un estropajo, y dando media vuelta desapareci. Anbal, nuevamente solo, observ con atencin su contorno: el suelo estaba lleno de colillas, de pedazos de empanada, de manchas de champn, de palitos de fsforos quemados, de fragmentos de una copa rota. Nada estaba en su sitio. No era solamente un stano miserable y oscuro, sino ahora lo notaba una especie de celda, un lugar de expiacin. Pero mi mujer me espera con el almuerzo! se quej en alta voz, mirando a lo alto de las escaleras. El seor Gmez haba desaparecido. Quitndose el saco, se levant las mangas de la camisa, se puso en cuatro pies y con una hoja de peridico comenz a recoger la basura, gateando por debajo las mesas, sudando, dicindose que si no fuera una caballero les pondra a todos la pata de chalina.

FIN(Escrito en Pars, 1967)