Existencialismo Enajenacion Postmodernismo Heller-Agnes

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La cultura de clase en el siglo xix era mucho ms que una mera figura de lenguaje. En su famosa mxima, Disraeli mencion dos naciones que no estaban ni siquiera en comunicacin entre s. Los primeros movimientos de la clase obrera, los sindicatos y ms tarde los partidos, tanto si explcitamente abogaban o no por la creacin de una cultura especial de la clase obrera, contribuyeron todos ellos, sin embargo, al nacimiento de dicha cultura. Las culturas de clase, por regla general, estaban hermticamente cerradas y slo unos pocos individuos podan ocasionalmente cruzar las fronteras que las separaban. Este cruce de fronteras culturales era extremadamente difcil, y no slo para los que estaban en la base y aspiraban a ir hacia arriba. Henry James, por ejemplo, fue un gran cronista de las inmensas dificultades que encontraban incluso personas de gran riqueza cuando se aventuraban a cruzar las barreras culturales que les separaban de las antiguas familias. La moderna divisin del trabajo, con su capacidad de estratificar la sociedad segn unas lneas funcionales, empez a destruir la estricta segregacin de las culturas de clase al final del siglo xix. Los intelectuales independientes y los artistas en particular fueron los primeros en asumir esta segregacin. Estos artistas crearon la bohemia con un aroma cultural especfico, una forma de vida propia que no era ni aristocrtica ni burguesa ni tampoco de la clase obrera, sino sencillamente distinta. La cultura de la bohemia rompi gradualmente la cerrazn hermtica de diversas culturas a una escala global en virtud del hecho de que los bohemios de un pas tomaban prestado material artstico, elementos, temas y motivos de los llamados extraos de otros pases. Los isleos de Gauguin no se parecen en nada al noble salvaje; son como nosotros con una diferencia. Sin embargo, fue slo despus de la Segunda Guerra Mundial cuando se hizo visible la erosin de la red de las culturas de clase y el relativismo cultural adquiri verdadero impulso. En aquel momento podan elegirse libremente formas de vida y pautas culturales, en particular por la generacin ms joven, y los hbitos culturales que anteriormente haban estado ligados en exclusiva a una clase fueron puestos a disposicin de todos. Adems, en esta poca, tambin vemos que otras culturas empiezan a tomar prestadas pautas de comportamiento, hbitos, etc., de las formas occi-

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dentales. Como es natural, un desarrollo paralelo tan obvio y conspicuo necesita una explicacin multicausal. Ya he mencionado que el nacimiento de la divisin funcional del trabajo es uno de los factores de este desarrollo. Podemos mencionar tambin factores tales como el nacimiento de la produccin en masa, el aumento de los medios de comunicacin, la descolonizacin y la reduccin del horario laboral en los centros de la Europa occidental y del norte. Ms que centrarnos en las causas, sin embargo, me gustara discutir brevemente lo que pueden ser denominadas instituciones de significacin imaginarias (tomando la frase de Cornelius Castoriadis). En mi opinin, han existido, desde la Segunda Guerra Mundial, tres oleadas distintas en las que se han creado nuevas significaciones imaginarias de formas de vida. Voy a pasar por alto deliberadamente esas tendencias tericas (por ejemplo, el estructuralismo) que han influido profundamente en nuestra visin del mundo. Me voy a centrar, en cambio, en esas visiones del mundo y filosofas que han promulgado los movimientos culturales. Porque fue en los propios movimientos que cambiaron las pautas de vida y que empez a crearse lentamente un nuevo grupo de culturas en la vida cotidiana. Es innecesario decir que no estamos al final de esta corriente, sino suficientemente en medio de ella para poder observar las principales tendencias de su desarrollo. Por regla general, cada nueva generacin de hombres y mujeres jvenes ha tomado la iniciativa de la generacin previa, desde la poca de la Revolucin Francesa. Sin embargo, las distintas pautas de accin, aspiracin e imaginacin entre la juventud posterior a la Segunda Guerra Mundial han sido profundamente diferentes de las de generaciones anteriores. Para ser ms precisos, las pautas se han vuelto cada vez ms distintas de generacin en generacin. Aunque los intelectuales, filsofos, socilogos, escritores y artistas han tenido su participacin en el lanzamiento de esos movimientos y en la articulacin de sus aspiraciones, la juventud a la que se dirigen y las aspiraciones y autopercepciones a las que dan voz son totalmente diferentes de las de ese primer grupo burgus, la bohemia. Los movimiento posteriores a la Segunda Guerra Mundial no recalentaron los viejos clichs sobre la vida esttica; sus obras no eran estticas sino existenciales. Hasta un grado incluso menor

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se considera a s mismo como la cohorte de una nueva lite poltica. Tanto si esos movimientos tenan o no una orientacin poltica, no estaban implicados en intentos de cambiar las lites. En una sociedad cada vez ms caracterizada por una divisin funcional del trabajo, el trmino joven se convierte en equivalente de prefuncional. En otras palabras, es joven todo el que an no est absorbido por una funcin en el seno de la divisin del trabajo. Los movimientos juveniles empezaron a atraer y abarv car a jvenes de medios sociales extremadamente distintos, independientemente de si su funcin ms tarde sera la de ser un acadmico o un asistente social, un trabajador autnomo o un obrero industrial, etc. La tendencia del poder de absorcin social de los movimientos est muy clara, la tendencia cultural punk es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, la existencia prefuncional es al mismo tiempo una existencia de preestratificacin. Como tal, permite que se desarrollen formas de vida que ya no tienen las caractersticas de las culturas de clase. La realizacin de una funcin institucionalizada ya no basta para preformar formas de vida, como ocurra antes con ser un burgus o ser un obrero. Es por ello que las personas no pueden despojarse de los vestigios de una cultura juvenil una vez estn ya instaladas en una funcin social. Ciertos elementos de su cultura juvenil seguirn dando forma a sus estilos de vida como adultos. Resulta fcil cerciorarse de que ste es el caso. La transicin desde las tradicionales culturas de clase a la cultura moderna estaba destinada a dar lugar al ms violento conflicto generacional que haya existido jams, y este espectacular proceso se repite en los lugares donde an existen culturas de clase tradicionales. Sin embargo, una vez los padres y las madres hayan sido conformados por un movimiento moderno, el conflicto generacional entre ellos y sus hijos ser relativamente suave, incluso si desaprueban los valores y las formas de vida de stos y viceversa. Esta suavizacin del conflicto generacional no es ms que una seal, entre muchas otras, de los cambios estructurales en los que estn insertados los nuevos movimientos culturales. Tres generaciones consecutivas han aparecido desde la Segunda Guerra Mundial: la generacin existencialista, la generacin de la alienacin y la generacin postmodernista, para emplear los tr-

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minos con los que ellas mismas se denominan. Los movimientos culturales modernos aparecieron en oleadas y esto ocurri por la sencilla razn de que cada nueva generacin tena que llegar a la mayora de edad, en el sentido de crear una nueva institucin imaginaria, antes de poder tomar el relevo de la generacin anterior. La primera generacin empez su avance inmediatamente despus de la Segunda Guerra Mundial y alcanz su cnit al principio de la dcada de los aos cincuenta. La segunda oleada se inici con los acontecimientos de la mitad de la dcada de los aos sesenta y alcanz su cima en 1968, pero continu expandindose hasta mediados los setenta. El tercer movimiento surgi en los aos ochenta y an no ha llegado a su cspide. El segundo movimiento surgi a raz del primero y el tercero del segundo, tanto en el sentido de continuacin como en el sentido de invertir los signos del movimiento anterior. Al responderse entre s, cada oleada contina la pluralizaran del universo cultural en la modernidad, as como la destruccin de las culturas de clase. Adems, cada oleada otorga un nuevo estmulo al cambio estructural en las relaciones intergeneracionales. Esto ltimo no es del todo independiente de lo primero porque el cambio estructural en la relacin intergeneracional es an otra pauta de la vida cotidiana que apunta hacia el relativismo cultural. Oleadas y generaciones son trminos ms precisos que movimientos. Aunque las oleadas estn formadas por movimientos culturales y sociales, ciertos movimientos continan a travs de las generaciones en una lnea directa en vez de aparecer en forma de oleadas; el feminismo es el ejemplo ms importante. En la cresta de las olas, los movimientos que son compaeros de viaje de la corriente principal tienden, por norma general, a fusionarse con el primero, slo para desconectarse de l en una detencin intermedia. Adems, una oleada es ms amplia que la suma total de movimientos que surgen con ella y con los que se fusiona en su momento ms lgido. Como regla general, los movimientos encuentran resistencia, provocan contramovimientos, pero incluso los contramovimientos muestran las caractersticas de las oleadas que les han llevado a la superficie. Y lo que tal vez sea ms interesante, incluso esas personas, esas formas de accin social y esas instituciones que aparentemente no tienen nada que ver con las olea-

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das, tienen algo en comn con ellas porque tambin participan en los cambios en la institucin imaginaria social de la que la oleada es una expresin. Tal vez parezca forzado relacionar la guerra de las Malvinas y su modus operandi con el postmodernismo. Y sin embargo la guerra, el comportamiento de los marinos, los reporteros de la prensa, etc., pareca una cita deliberada de la Primera Guerra Mundial. Era como si los participantes estuvieran citando a propsito la famosa pelcula de Renoir La gran ilusin, del modo en que imitaban a los valientes y caballerosos oficiales enfrentndose en duelos de honor en la era de la tecnologa moderna. La generacin existencialista fue la primera y la ms limitada. La rapidez con que el mensaje de Sartre, aunque no necesariamente su filosofa, lleg a las mentes de los jvenes de la Europa occidental, y hasta cierto punto a los de la Europa central y meridional, no era en s misma completamente inaudita. El movimiento romntico se haba extendido con la misma rapidez un siglo antes. Lo que era inaudito, sin embargo, era el carcter del movimiento, es decir, la circunstancia, comprendida slo retrospectivamente, de que la oleada existencialista era la primera de una serie de los fenmenos ms sorprendentes de la historia occidental de la segunda mitad de este siglo. El carcter sin precedentes del movimiento se deba a su escenario histrico. Este movimiento, al igual que el romanticismo, apareci inicialmente como una rebelin de la subjetividad en contra de la osificacin de las formas de vida burguesas, contra la normativa y las limitaciones ceremoniales enraizadas en esa forma de vida. La rebelin de la subjetividad tena una implicacin poltica, pero no ms explcita que la de los anteriores movimientos romnticos. Pero antes de su nacimiento se haba vivido la experiencia cataclsmica del totalitarismo, que haba convertido la experiencia vital de la contingencia, tan tpica de la modernidad, en una experiencia de libertad personal. Sin embargo, la libertad de la persona existente y contingente ya no bastaba en su calidad de la nocin de la libertad. La libertad tena que politizarse. A ello debemos aadir el sentimiento de culpa de la colonizacin y la experiencia de la descolonizacin. En esta experiencia se combinaron la politizacin de la libertad y la relativizacin de la cultura (occidental y burguesa). Todo esto recorri Euro-

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pa en forma de prcticas culturales. Chocar al burgus es precisamente el gesto que hace precisamente a esos hombres y mujeres en rebelin dependientes de la burguesa. Pero en la oleada existencialista este famoso pater ya no estaba presente. Lo que importaba era hacer las cosas a nuestra manera, practicar nuestra propia libertad. Los jvenes, intoxicados por la atmsfera de posibilidades ilimitadas, empezaron a danzar existencialmente, a amar existencialmente, a hablar existencialmente, etc. En otras palabras, pretendan desatarse. La generacin de la alienacin, que alcanz su cnit en 1968, fue a la vez una continuacin y una inversin de la primera oleada. Su experiencia formativa no fue la guerra, sino el boom econmico de la postguerra y la consiguiente ampliacin de posibilidades sociales. Su experiencia, adems, no era el amanecer sino el ocaso de la subjetividad y la libertad. Mientras que la generacin existencialista, a pesar de su descubrimiento de la alienacin, la falta de vida de las instituciones modernas y el absurdo de la contingencia fue, no obstante, una casta ms bien optimista, la generacin de la alienacin, en cambio, parti de la desesperanza. Debido precisamente a que esta generacin se tom seriamente la ideologa de la abundancia, se rebel contra la complacencia del progreso industrial y la opulencia, a la vez que exiga para s el sentido y el significado de la vida. La libertad sigui siendo, con todo, el valor principal y, a diferencia de la generacin existencialista, la generacin de la alienacin ha estado comprometida con el colectivismo. La bsqueda de la libertad era el objetivo, comn. A pesar de la consecuencia de la desesperacin, la generacin de la alienacin se convirti en positiva en virtud del proceso por el cual distintos movimientos se fundieron en la cima de esta oleada. En esta fusin, literalmente no se dej nada de lado, como haba ocurrido anteriormente. Un movimiento exigi la extensin de la experiencia humana en reas tabes (y promovi el culto radical a las drogas, que caus daos incalculables); otro movimiento exigi la expansin de las familias; otro movimiento abogaba por el regreso a la sencillez de la vida rural mientras que otros apoyaban la liberacin sexual o gay. Algunos movimientos formularon objetivos polticos concretos mientras otros se dedicaban al teatro experimental, los happenings, la educacin permisiva

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o a defender el lema lo pequeo es lo hermoso. Resulta imposible consignar todos los temas y prcticas a travs.de los cuales la segunda oleada del movimiento cultural hizo incursiones en la percepcin y autopercepcin de la moderna civilizacin occidental. Como teora social, el postmodernismo naci en 1968. Para decirlo de alguna manera, el postmodernismo fue la creacin de la generacin de la alienacin desilusionada con su propia percepcin del mundo. Puede discutirse si la derrota de 1968 fue la razn de esta desilusin (si es que hubo tal derrota, cosa que an est por dilucidarse). Sin embargo, puede afirmarse tambin que el postmodernismo haba ya aparecido en los inicios de los movimientos de 1968, especialmente en Francia, y que simplemente ha de considerarse como una continuacin del movimiento anterior. Pero ocurriera lo que ocurriese en la escena terica, los propios movimientos parecieron desaparecer. Los mismos tericos que continuaban transmitiendo mensajes de la generacin de la alienacin hablaron sobre la derrota final de los movimientos sociales. Mientras tanto, ocurra algo ms. Al tiempo que desaparecan los signos externos del movimiento, segua existiendo el movimiento; o ms bien, existan varios movimientos pero eran invisibles debido a que eran psicolgicos e interpersonales. Estos movimientos saturaron hasta tal punto cada vez ms las relaciones humanas con su mensaje que alteraron el tejido social del que haban surgido. El postmodernismo como movimiento cultural (no como ideologa, teora, o programa) tena un mensaje lo suficientemente sencillo: todo vale. ste no era un lema de rebelin, ni tampoco es el postmodernismo algo rebelde. En cuanto a la vida cotidiana se refiere, hay muchas y diversas pautas de vida contra las que los hombres y mujeres modernos pueden o deben rebelarse; y, de hecho, el postmodernismo permite todo tipo de rebelin. Sin embargo, no hay un gran objetivo nico para una rebelin integrada y colectiva. Todo vale puede ser interpretado como sigue: t puedes rebelarte contra lo que quieras rebelarte, pero deja que yo me rebele contra esa cosa concreta contra la que quiero rebelarme. O dicho de otra forma, djame que no me rebele contra nada en absoluto porque me siento completamente tranquilo. Para muchos, este ilimitado pluralismo es seal de conservadurismo: no son cruciales los temas centrales que exigen rebe-

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lin? Y, sin embargo, la verdad es que el postmodernismo no es conservador, ni revolucionario ni progresista. No es una oleada de esperanza en aumento ni una resaca de profunda desesperacin. Es un movimiento cultural que hace irrelevantes las distinciones de este tipo. Porque tanto si son conservadores, rebeldes, revolucionarios o progresistas, todos pueden formar parte de ese movimiento. Esto es as no porque el postmodernismo sea apoltico o antipoltico, sino porque no representa ningn tipo de poltica. El relativismo cultural, que empez su rebelin contra la fosilizacin de las culturas de clase, as como en contra de la celebracin etnocntrica del slo-correcto-y-verdadero, lo que equivale a decir el legado occidental, ha triunfado. De hecho, ha triunfado de un modo tan completo que se halla ahora en la posicin de poder atrincherarse a s mismo. Los que se encuentran en el proceso de atrincherarse a s mismos son los miembros de la generacin ms joven, los cuales han aprendido sus lecciones y han sacado sus propias conclusiones. El postmodernismo es una oleada en el seno de la cual son posibles todos los tipos de movimientos artsticos, polticos y culturales. Hemos tenido ya varios movimientos recin nacidos. Han sido movimientos centrados en la salud, en contra del tabaco, en el body building, la medicina alternativa, las maratones y el jogging. Se ha desarrollado tambin una contrarrevolucin sexual. Todava tenemos movimientos pacifistas o antinucleares. Los movimientos ecologistas estn en plena expansin. Somos testigos del aumento de movimientos feministas, de movimientos para la reforma educativa y muchos otros. Las revistas de modas son quizs el mejor indicativo del carcter pluralista del postmodernismo. La moda como tal ya no existe, o para decirlo de un modo ms preciso, muchas cosas o todas pueden estar de moda al mismo tiempo. Ya no tenemos buen gusto o mal gusto. (Naturalmente, uno puede an referirse a tener gusto o no en el sentido de distinguir entre lo mejor y lo peor dentro del mismo gnero.) Si el postmodernismo, pues, va a ser absorbido por nuestra cultura como totalidad, alcanzaremos por fin el final de la transformacin que empez con la generacin existencialista despus de la Segunda Guerra Mundial. Esto no es una profeca sobre el fin de los movimientos, sino todo lo contrario. Lo que pronostica esta

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afirmacin es una situacin en la que tendrn lugar transformaciones culturales concretas en tanto que esas transformaciones sean llevadas a cabo por uno u otro movimiento; sin embargo, los movimientos en s mismos no se darn en oleadas generacionales. Estos movimientos no sern, finalmente, los movimientos juveniles; no slo sern movimientos en los que estn implicados todas las clases sino tambin todas las generaciones. A modo de introduccin a la breve historia de las tres generaciones que han creado nuestras instituciones de significacin imaginarias culturales, he mencionado dos evoluciones decisivas. He afirmado que cada oleada contina la pluralizacin del universo cultural en la modernidad, as como la destruccin de las culturas relacionadas con las clases. He aadido que cada oleada ha dado lugar a nuevos estmulos para el cambio estructural en las relaciones intergeneracionales. Voy a retomar ahora estas cuestiones ms detalladamente. Vamos a discutir al mismo tiempo lo que estas tres oleadas de movimientos culturales han logrado hasta ahora y lo que podemos esperar que ocurra en un futuro prximo. La transformacin es irregular porque el presente de un pas es el futuro de otro. No se puede tener en cuenta ningn factor en cuanto a las diferencias de velocidad y al carcter de estas transformaciones se refiere. En cuestiones de transformacin cultural, las tradiciones de distinta procedencia pueden acelerar o aminorar la marcha del proceso. Por ejemplo, las formas de vida burguesas tradicionales estn ms enraizadas en Alemania que en Escandinavia. Incluso donde las transformaciones son ms espectaculares estn lejos de llegar a su consumacin. Las culturas de clase an son muy evidentes. El sentimiento de superioridad europeo an no ha desaparecido y todava existen graves formas de conflictos generacionales. La lnea bsica es por tanto una tendencia ms que un fait accompli. Una tendencia es una posibilidad, y esta ltima puede considerarse menos que una realidad. Pero se puede estar de acuerdo con Aristteles cuando afirma que la posibilidad est por encima de la realidad, que la poesa es ms verdadera que la historia. La posibilidad aqu mencionada comporta una pequea dosis de poesa, pero est basada en la extrapolacin de los rasgos socio-econmicos contemporneos que han sido descubiertos, discutidos y corroborados

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mediante datos empricos por socilogos como Touraine, Offe y Dahrendorff. La desaparicin de las culturas de clase puede explicarse en trminos del aumento de consumismo. Antes, tanto las formas de vida de la burguesa como de la clase obrera estaban centradas en la realizacin del trabajo. Sin embargo, en la denominada sociedad postindustrial actual, el centro de las actividades.cruciales de la vida es el tiempo libre. Tal como ha sealado recientemente Dahrendorff, no ms del veinticinco por ciento de la poblacin de los pases de la Europa Comunitaria realiza un trabajo socialmente necesario, lo cual significa tener un empleo o llevar un negocio. Adems, la ejecucin de la funcin ya no proporciona la suficiente materia con la cual se puede constituir una forma de vida. En relacin con la actividad vital como totalidad, la ejecucin de la funcin puede ser justamente considerada como contingente, y as apenas puede convertirse en el punto central de la identificacin cultural. En cambio, es el nivel de consumo (el dinero gastado en consumo) lo que se convierte en la fuente de identificacin cultura). La identificacin cultural es, por lo tanto, una cuestin ms cuantitativa que cualitativa. La generacin de la alienacin tena la profunda conviccin de que el tipo de consumo preferido haba sido socialmente generalizado por los medios de comunicacin de masas. En trminos de esta concepcin, todo el mundo estaba manipulado en cuanto a divertirse, sentirse a gusto con algo, y tena la necesidad de lo mismo independientemente de que lo mismo fueran objetos, productos, formas de arte, prcticas o cualquier otra cosa. Pese a que el crecimiento del consumismo lleg a una brusca detencin con la llegada de la crisis econmica y las depresiones, y pese a que la sociedad opulenta result ser mucho menos opulenta de lo que haba previamente asumido la generacin de la alienacin, las pautas que dieron lugar al paradigma de manipulacin no han desaparecido. Pero el resultado de la manipulacin general no asume ya una profeca tan lgubre como lo haban sido las anteriores predicciones. Como ocurre tan a menudo, la propia prediccin ha cambiado el curso de lo que se haba profetizado. Parece una exageracin, pero en realidad no lo es, el que la oleada de la generacin de la alienacin fue, en este sentido,,la precur-.

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sora de la generacin postmoderna. El fantasma de la sociedad de masas donde todo el mundo quiere lo mismo, lee lo mismo, practica lo mismo, fue un corto intermedio en Europa y en Norteamrica. Lo que ha surgido no ha sido la unificacin y homogeneizacin del consumo, sino ms bien la enorme pluralizacin de gustos, prcticas, diversiones y necesidades. La cantidad de dinero disponible para gastar contina dividiendo a las personas, pero tambin lo hacen los tipos y clases de diversin, placeres y prcticas que persiguen. En vez de convertirse en el Gran Manipulador, los medios de comunicacin de masas se han convertido, en cambio, en un catlogo de gustos extremadamente individualizados. Y lo que es ms importante, las diferentes pautas de consumo se han visto insertadas en una diversidad de estilos de vida, a cada uno segn sus preferencias; y, por supuesto, los medios disponibles para satisfacer esas preferencias. Llegado este punto, tengo que volver al problema general del relativismo cultural. Las pautas culturales no occidentales fueron descubiertas por la, bohemia; los gustos de los bohemios eran literalmente exticos, ttoy, las culturas ajenas estn presentes en todos y cada uno de los niveles de la vida cotidiana. Se han incrustado en nuestras prcticas culturales; han sido asimiladas y se han convertido en trivialidades; desde los restaurantes chinos a los vestidos hindes, los peinados afro y las novelas latinoamericanas. Por nas extrao que parezca relacionar la cocina china, los peinados africanos, los ts de hierbas y las pelculas pornogrficas con la generacin de, la alienacin, sigue siendo un hecho el que esta generacin introdujo la parafernalia de las novelas exticas en el men de la vida cotidiana, en la que cada gusto puede encontrar su satisfactor adecuado. Sin embargo, un men variado no tiene sentido en un estilo de vida. Al contrario, ciertas prcticas, gustos y preferencias constituyen pautas. Uno puede fcilmente identificar algunas de dichas pautas en las que esto va con eso pero no con otra cosa. Sin embargo, se presenta un problema con respecto a esta infinita variedad, a esta pluralizacin de modos de vida, a esta desaparicin de/culturas de clase etnocntrics y autocomplacientes. HannaK rendt y otros j^an subrayado que las clases sociales son necesarias para la gestin d l poltica racional. Las clases pueden

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dar lugar a instituciones (organizaciones polticas que representen sus intereses). Los gobiernos representativos surgen de la sociedad de clases. Si las clases estn en decadencia, si las culturas se estn pluralizando hasta el grado de una total particularizacin, es todava posible el proceso de tomar decisiones de un modo racional y significativo? Slo las corporaciones organizadas segn las funciones, y las corporaciones no representan los intereses de las formas de vida de un modo global, sino los intereses de las funciones concretas. As, las sociedades basadas en las corporaciones que toman las decisiones pueden describirse fcilmente como sociedades de masas, a pesar de la pluralizacin cultural. La generacin de la alienacin exiga una poltica rural, una clase de poltica insertada en las comunidades y en las formas de vida de todos los niveles de la estratificacin social. En este punto sigue sin quedar claro si la relativizacin cultural y la pluralizacin llevarn a la desaparicin de la manera racional de hacer poltica o si, en cambio, sern el preludio de una forma, o formas, ms democrticas y racionales de accin poltica, una combinacin del sistema parlamentario con un tipo de democracia directa. Llegado este punto, no poseemos datos suficientes para la extrapolacin. Permtanme ahora volver al cambio en las relaciones intergeneracionales. Las tres oleadas de movimientos fueron llevadas a cabo por las generaciones ms jvenes. Sin embargo, el trmino joven precisa una clarificacin. En una sociedad funcional, los jvenes son esos hombres y mujeres (no slo los chicos y chicas) que no realizan una funcin que los incluya en uno u otro estrato de la divisin social del trabajo. As, los estudiantes son jvenes aunque tengan treinta aos, lo que significaba media edad en la generacin de nuestros abuelos. Debido precisamente a esta connotacin funcional, de ahora en adelante voy a evitar la distincin entre joven y viejo. (En cualquier caso, la gente mayor o ciudadanos adultos en la actualidad no tienen trabajo. Son, en otras palabras, los postfuncionales.) ' Los cambios actuales en la relacin de las generaciones prefuncionales y funcionales son tan obvios que pueden verse completamente en los signos externos. En las culturas de clase los hombres jvenes intentaban con todas sus fuerzas parecer ms mayores de lo que eran. Sin embargo, despus de la Segunda Guerra Mundial,

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la pauta se transform hasta el punto en quefinalmentela situacin se invirti. Los que han crecido por completo mental y fsicamente hacen esfuerzos por parecer jvenes y se comportan como tales. El aspecto tiene diferentes significados sociales. Parecer ms viejo de la edad que se tiene expresa la aspiracin de ser tratado como un adulto responsable, como alguien que ya est establecido o a punto de establecerse. Tener un aspecto ms joven de la edad que se tiene expresa la aspiracin de ser tratado como alguien que an est abierto a todas las opciones, que todava no es un burcrata y que todava no est fosilizado por su funcin. En las cimas de las oleadas generacionales, se ha convertido en una prctica comn que los miembros de la generacin funcional busquen el aprecio de sus hijos a fin de ser considerados como jvenes honorarios. El trmino y las prcticas de la crisis de la mediana edad se inventaron en este mundo de la divisin funcional del trabajo; es la creacin exclusiva de la sociedad funcional. En una cultura de clase, sea burguesa, obrera o noble, tener la mediana edad confiere una dignidad que es la cualidad representativa del adulto. Es como adulto, como alguien que todava puede valerse de su cuerpo y de su mente pero que ya es el depositario de una gran cantidad de experiencia, cuando uno se convierte en una persona, en una cultura dada. Los hombres que sufren la crisis de la mediana edad desearan ser inmaduros y no haberse establecido todava, adolescentes calvos en busca de una nueva identidad. La divisin funcional del trabajo est asistida por una combinacin muy compleja y ambivalente..La realizacin.de una funcin requiere identificacin,.especialmente en los negocios y en las instituciones pblicas. Cuanto ms fuerte sea la identificacin con la funcin realizada, ms grande es-para la persona la tentacin de convertirse en un aburrido autocomplaciente o en un arrogante burcrata. El que realiza la funcin se siente inevitablemente atrado a observar a los jvenes porque ellos son la competencia. A menudo, la autocomplacencia relacionada con la funcin no es ms que una forma psicolgica de. ocultar el miedo a la competencia. De esto se deduce que los padres de este tipo no tienen conflictos de importancia con sus hijos, tal como haba ocurrido en el perodo del espectacular conflicto generacional, sino que tienen problemas con los hijos de los dems, Parecer joven tiene pues una doble fun-

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cin: ayuda a los adultos a ser aceptados por los jvenes en su propio medio y les confiere fuerza en su competicin con los hijos de los dems. Es precisamente este conflicto el que se resuelve en la crisis de la mediana edad, cuando la persona de mediana edad renuncia a la competicin y adopta las vestimentas de los jvenes. Despus de la Segunda Guerra Mundial el mundo ya no es edpico. Los otros tipos de neurosis que haya desarrollado son otra cuestin. La tesis de Lasch sobre el narcisismo es un importante intento en la exploracin de nuestras nuevas enfermedades. Hagamos una observacin final sobre las tres oleadas de movimientos culturales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En todos los altibajos de sus continuidades y discontinuidades, hay un rasgo que se ha mantenido estable. Los movimientos feministas han constituido una importante tendencia en los tres, y sta es la tendencia que, pese a algunas derrotas menores, ha cambiado por completo la cultura moderna. El feminismo fue, y ha seguido siendo, la mayor y ms decisiva revolucin social de la modernidad. A diferencia de una revolucin poltica, una revolucin social no estalla: tiene lugar. Adems, una revolucin social es siempre una revolucin cultural. La relativizacin de las culturas y las incursiones hechas por las culturas ajenas en la cultura occidental han sido repetidamente mencionadas ms arriba. La revolucin feminista no es slo una contribucin a est enorme cambio, sino la ms importante. Porque la cultura femenina, hasta la fecha marginada y ao reconocida, se encuentra ahora en camino de articular una declaracin final en su propio nombre, para exigir su mitad de la cultura tradicional de la humanidad. La revolucin feminista no es un fenmeno nuevo de la cultura occidental, es una vertiente en todas las culturas existentes hasta la fecha. La revolucin feminista no habra podido surgir slo con una nueva forma en la divisin del trabajo. Las instituciones democrticas, las ideas-valores de libertad, igualdad y derechos, tuvieron que estar presentes en las instituciones de significacin imaginarias globales, sas portadoras de revolucin, para que pudieran surgir los movimientos feministas. Porque previamente las mujeres, al igual que los hombres, pudieron ser incorporadas a la divisin funcional del trabajo y, sin embargo, las mujeres siguieron bajo la opresin de los hombres. Pero sin una divisin funcional del tra-

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bajo, el objetivo de la revolucin feminista hubiera resultado inalcanzable por la ms sencilla de las razones: las mujeres no hubieran podido ganarse la vida por s mismas, no hubieran podido adquirir la mnima condicin previa para una vida independiente. Por qu est tan difundida la creencia de que los movimientos han desaparecido, de que los ltimos cuarenta aos han sido un perodo en el que no ha sucedido nada? Tal vez porque estamos demasiado acostumbrados a considerar la historia como historia poltica. Y, sin embargo, la historia es, primero y por encima de todo, social y cultural; es la historia de la vida diaria de les hombres y las mujeres. Si la situamos bajo una mirada minuciosa, esta historia revelar cambios que incluyen una revolucin social. Estas tres oleadas de movimientos culturales analizadas ms arriba fueron los principales capitanes de esta transformacin. No alteraron la nave, sino que cambiaron el ocano por donde esta nave navegaba.