EXPEDICIONES NAVALES ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVIII · El siglo xvIII español, que tantas...

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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL XLVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA EXPEDICIONES NAVALES ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVIII CICLO DE CONFERENCIAS - MARZO 2014 CUADERNO MONOGRÁFICO N.º 69 MADRID, 2014 MINISTERIO DE DEFENSA

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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVALXLVIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA

EXPEDICIONES NAVALESESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVIII

CICLO DE CONFERENCIAS - MARZO 2014CUADERNO MONOGRÁFICO N.º 69

MADRID, 2014

MINISTERIO DE DEFENSA

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

XLVIII JORNADASDE HISTORIA MARÍTIMA

CICLO DE CONFERENCIAS - MARZO 2014CUADERNO MONOGRÁFICO NÚM. 69

MADRID, 2014

EXPEDICIONES NAVALESESPAÑOLAS EN EL SIGLO XVIII

CubIErta: Combate del navío Glorioso con el navío británico Darmouth (19 de octu-bre de 1747). Ángel Cortellini Sánchez (1858-1912). Óleo sobre lienzo, 42 x 72 cm.Museo Naval de Madrid

DIrECCIóN y aDmINIstraCIóN:Instituto de Historia y Cultura Naval.Juan de mena, 1, 1.a planta.28071 madrid (España).teléfono: 91 379 50 50 / 91 312 44 27Fax: 91 379 59 45.C/e: [email protected]/[email protected]

CATÁLOGO GENERAL DE PUBLICACIONES OFICIALEShttp://publicacionesoficiales.boe.es/

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© autores y editor, 2014.NIPO: 083-14-237-0 (edición en papel)ISBN: 978-84-9091-008-5 (edición en papel) Depósito legal: M. 3348-2014Imprime: Imprenta del Cuartel General de la ArmadaTirada: 300 ejemplaresFecha de edición: diciembre 2014

Las opiniones emitidas en esta publicación son de la exclusiva responsabilidad del autor de las mismas.Los derechos de explotación de esta obra están amparados por la Ley de la Propiedad Intelec-tual. Ninguna de las partes de la misma puede ser reproducida, almacenada ni transmitida enninguna forma ni por medio alguno, electrónico, mecánico o de grabación, incluido fotoco-pias, o por cualquier otra forma, sin permiso previo, expreso y por escrito de los titulares del© Copyright.

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En esta edición se ha utilizado papel 100% reciclado libre de cloro.

El siglo xvIII español, que tantas situaciones controvertidas comporta, essin lugar a dudas un siglo naval en el que las expediciones marítimas alcanzanesencial protagonismo. De aquí que esta revisión histórica que el Instituto deHistoria y Cultura Naval propone en sus Jornadas tenga muy en cuenta estedenodado y a veces desconocido esfuerzo y voluntad de proyección exterior.

Distintos escenarios se contemplan en este planteamiento y diversas conse-cuencias o deducciones podrán extraerse de estas conferencias que, fieles a sunormativa, tratan de ilustrar y de ser un fiel reflejo de la realidad históricaespañola, así como abrir un amplio campo de análisis y debate.

José antonio GONzáLEz CarrIóNContralmirante-Director

del Instituto de Historia y Cultura Naval

La rEvIsta DE HIstOrIa NavaL es una publicación periódica trimes-tral del ministerio de Defensa, publicada por el Instituto de Historia yCultura Naval, centro radicado en el Cuartel General de la armada enmadrid, cuyo primer número salió en el mes de julio de 1983. recogey difunde principalmente los trabajos promovidos por el Instituto yrealizados para él, procediendo a su difusión por círculos concéntricos,que abarcan todo el ámbito de la armada, de otras armadas extranjeras,de la universidad y de otras instituciones culturales y científicas,nacionales y extranjeras. Los autores provienen de la misma armada,de las cátedras de especialidades técnicas y de las ciencias más hetero-géneas.

La rEvIsta DE HIstOrIa NavaL nació pues de una necesidad quejustificaba de algún modo la misión del Instituto. y con unos objetivosmuy claros, ser «el instrumento para, en el seno de la armada, fomen-tar la conciencia marítima nacional y el culto a nuestras tradiciones».Por ello, el Instituto tiene el doble carácter de centro de estudios docu-mentales y de investigación histórica y de servicio de difusión cultural.

El Instituto pretende cuidar con el mayor empeño la difusión denuestra historia militar, especialmente la naval —marítima si se quieredar mayor amplitud al término—, en los aspectos que convenga para elmejor conocimiento de la armada y de cuantas disciplinas teóricas yprácticas conforman el arte militar.

Consecuentemente la rEvIsta acoge no solamente a todo el perso-nal de la armada española, militar y civil, sino también al de las otrasmarinas, mercante, pesquera y deportiva. asimismo recoge trabajos deestudiosos militares y civiles, nacionales y extranjeros.

Con este propósito se invita a colaborar a cuantos escritores, espa-ñoles y extranjeros, civiles y militares, gusten, por profesión o afición,tratar sobre temas de historia militar, en la seguridad de que serán muygustosamente recibidos siempre que reúnan unos requisitos mínimos decorrección literaria, erudición y originalidad fundamentados en recono-cidas fuentes documentales o bibliográficas.

SUMARIO

Apertura, por el director del órgano de Historia y Cultura Naval,Ca José antonio González Carrión ..............................................

La Marina a la conquista de Italia (1734-1735), por agustínGonzález Enciso ..........................................................................

Política naval y movilización de recursos para la defensa colonialal inicio de la Guerra de la Oreja de Jenkins (1739-1740), pormaría baudot monroy ..................................................................

La expedición del conde de Argelejos a Fernando Poo, primerapresencia española en el golfo de Guinea, por José CerveraPery ..............................................................................................

Logística y abastecimiento en la conquista naval de Menorca(1781-1782), por rafael torres sánchez .....................................

La Armada en Filipinas (1765-1784), por Carlos martínez shaw ....

Págs.

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CUADERNOS MONOGRÁFICOS DEL INSTITUTODE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

1.—I JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma (agotado)ESPAÑA Y EL ULTRAMAR HISPÁNICO HASTA LA ILUS-TRACIÓN

2.—II JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma (agotado)LA MARINA DE LA ILUSTRACIÓN

3.—sImPOsIO HIsPaNO-brItáNICO (agotado)LA GRAN ARMADA

4.—III JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma (agotado)LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (I)

5.—Iv JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma (agotado)LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (II)

6.—FERNÁNDEZ DURO (agotado)7.—ANTEQUERA Y BOBADILLA (agotado)8.—v JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma

LA MARINA ANTE EL 98.–ANTECEDENTES DE UNCONFLICTO

9.—I JOrNaDas DE POLÍtICa marÍtIma LA POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA Y SUS PROBLEMASACTUALES

10.—LA REVISTA GENERAL DE MARINA Y SU PROYECCIÓNHISTÓRICA

11.—vI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma LA MARINA ANTE EL 98.–GÉNESIS Y DESARROLLO DELCONFLICTO

12.—MAQUINISTAS DE LA ARMADA (1850-1990)13.—I JOrNaDas DE HIstOrIOGraFÍa

CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONESDE LA ARMADA (I)

14.—II JOrNaDas DE HIstOrIOGraFÍaCASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONESDE LA ARMADA (II)

15.—vII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma POLÍTICA ESPAÑOLA Y POLÍTICA NAVAL TRASEL DESASTRE (1900-1914)

16.—EL BRIGADIER GONZÁLEZ HONTORIA17.—vIII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma

EL ALMIRANTE LOBO. DIMENSIÓN HUMANA Y PROYECCIÓN HISTÓRICA

18.—EL MUSEO NAVAL EN SU BICENTENARIO, 1992(agotado)

19.—EL CASTILLO DE SAN LORENZO DEL PUNTAL.–LA MARI-NA EN LA HISTORIA DE CÁDIZ

20.—Ix JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma DESPUÉS DE LA GRAN ARMADA.–LA HISTORIA DESCO-NOCIDA (1588-16...)

21.—CICLO DE CONFErENCIas (agotado)LA ESCUELA NAVAL MILITAR EN EL CINCUENTENARIODE SU TRASLADO

22.—CICLO DE CONFErENCIas (agotado)MÉNDEZ NÚÑEZ Y SU PROYECCIÓN HISTÓRICA

23.—CICLO DE CONFErENCIasLA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA ARMADAESPAÑOLA

24.—xI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtImaMARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, EL MARINOHISTORIADOR (1765-1844)

25.—xII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma DON ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y CIEN-TÍFICO

26.—xIII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma ÁLVARO DEMENDAÑA: EL PACÍFICO Y SU DIMENSIÓN HISTÓRICA

27.—CursOs DE vEraNO DE La uNIvErsIDaDCOmPLutENsE DE maDrID (agotado)MEDIDAS DE LOS NAVÍOS DE LA JORNADA DE INGLA-TERRA

28.—xIv JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma D. JUAN JOSÉ NAVARRO, MARQUÉS DE LA VICTORIA, ENLA ESPAÑA DE SU TIEMPO

29.—xv JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma FERROL EN LA ESTRATEGIA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX

30.—xvI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma ASPECTOS NAVALES EN RELACIÓN CON LA CRISIS DECUBA (1895-1898)

31.—CICLO DE CONFErENCIas.–mayO 1998LA CRISIS ESPAÑOLA DEL 98: ASPECTOS NAVALES YSOCIOLÓGICOS

32.—CICLO DE CONFErENCIas.–OCtubrE 1998VISIONES DE ULTRAMAR: EL FRACASO DEL 98

33.—LA CARPINTERÍA Y LA INDUSTRIA NAVAL EN EL SIGLOXVIII

34.—xIx JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma (agotado)HOMBRES Y ARMADAS EN EL REINADO DE CARLOS I

35.—xx JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma (agotado)JUAN DE LA COSA

36.—LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR ALEJANDRO I AFERNANDO VII EN 1817

37.— LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA AR-MADA38.—TRAFALGAR 39.—LA CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA. APROXIMA-

CIÓN A UN CENTENARIO (1503–2003)40.—LOS VIRREYES MARINOS DE LA AMÉRICA HISPANA41.—ARSENALES Y CONSTRUCCIÓN NAVAL EN EL SIGLO DE

LAS ILUSTRACIONES42.—xxvII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA INSTITU-

CIÓN DEL ALMIRANTAZGO EN ESPAÑA43.—xxvIII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma

LA ÚLTIMA PROGRESIÓN DE LAS FRONTERAS HISPANASEN ULTRAMAR Y SU DEFENSA

44.—La GuErra DE La OrEJa DE JENKINs (1739-1748)45.—HIstOrIa DE La armaDa EsPañOLa EN EL

PrImEr tErCIO DEL s. xIx: ImPOrtaCIóN vErsusFOmENtO (1814-1835)

46.—xxIx JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtImaPIRATERÍA Y CORSO EN LA EDAD MODERNA

47.—xxx JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtImaANTECEDENTES BÉLICOS NAVALES DE TRAFALGAR

48.—xxxI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtImaEL COMBATE DE TRAFALGAR

49.—CRUCEROS DE COMBATE EN ACCIÓN50.—V CENTENARIO DEL FALLECIMIENTO DE CRISTÓBAL

COLÓN51.—xxxII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. DESPUÉS DE

TRAFALGAR52.—xxxIII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. EL COMER-

CIO MARÍTIMO ULTRAMARINO53.—VICENTE YAÑEZ PINZÓN Y LA CARABELA SAN BENITO

(EN PRENSA)54.—xxxv JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA ARMADA

Y SUS HOMBRES EN UN MOMENTO DE TRANSICIÓN55.—xxxvI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA MARINA EN

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (II)56.—III JOrNaDas DE HIstOrIOGraFÍa NavaL

LA HISTORIOGRAFÍA DE LA MARINA ESPAÑOLA57.—xxxvII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. PLAN

FERRANDIZ: PODER NAVAL Y PODER MARÍTIMO58.—xxxvII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. V CENTE-

NARIO DEL NACIMIENTO DE ANDRÉS DE URDANETA59.—xxxvI y xxvIII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA

MARINA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA II Y III60.—xxxIx JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. JOSÉ DE

MAZARREDO Y SALAZAR61.—xLI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA EXPULSIÓN

DE LOS MORISCOS Y LA ACTIVIDAD DE LOS CORSARIOSNORTEAFRICANOS.

62.—xL JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA PROTECCIÓNDEL PATRIMONIO SUMERGIDO.

63.—xLII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA ORDEN DEMALTA, LA MAR Y LA ARMADA (III).

64.—xLIII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA EMANCI-PACIÓN DE AMÉRICA.

65.—xLIv JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. LA INDEPEN-DENCIA DE AMÉRICA ESPAÑOLA 1812-1828.

66.—xLv JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. ESPAÑA ENFILIPINAS.

67.—xLvI JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. V CENTENA-RIO DEL DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR PORNÚÑEZ DE BALBOA.

68.—xLvII JOrNaDas DE HIstOrIa marÍtIma. JORGE JUANY LA CIENCIA ILUSTRADA EN ESPAÑA.

SUSCRIPCIONES:Para petición de la tarjeta de suscripción:INstItutO DE HIstOrIa y CuLtura NavaLJuan de mena, 1, 1.º - 28071 maDrIDteléf.: 91 312 44 27Fax: 91 379 59 45C/e: [email protected]

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aPErtura

La historia política exterior de España presenta diferentes referencias en laacción terrestre desde coordenadas europeas, así como marítimas de baseultramarina. España, como otros países de la periferia de Europa, debe a ultra-mar una buena parte de su presencia en el panorama internacional y de sudesarrollo histórico.

En este contexto, el mar, los barcos y los marinos han desempeñado tradi-cionalmente un importante papel y, en el caso de España, la marina ha sidofundamental no solo para la formación y consolidación de su imperio ultrama-rino, sino también para su influencia en Europa.

Las expediciones navales españolas durante el siglo xvIII, tanto las mera-mente programadas como las efectivamente ejecutadas, constituyen un puntode inflexión en la historiografía naval. Ciertamente no hay claros rasgosdistintivos entre las expediciones de colonización y asentamiento —máspropias de los siglos anteriores—, las científicas y cartográficas —la épocaque nos ocupa fue prolífica en ellas— y las bélicas derivadas de pactos yalianzas cuyo contexto contemplan las diversas ponencias de estas Jornadas.En cualquier caso, la marina se convierte entonces en instrumento de la políti-ca exterior de la monarquía, y tanto las funciones bélicas como las colonialeso de prestigio se hallan todas ellas en íntima correlación.

En lo que al componente naval se refiere, la herencia dejada por Carlos IIera objeto de preocupación más que de regocijo. Desde el punto de vista béli-co, la segunda mitad del siglo xvIII había sido poco favorable para España,poseedora de muchas armadas nominales pero de muy pocos barcos efectivos.Frente a ellos, Francia e Inglaterra podían aportar flotas de grandes navíos delínea, de modo que en un enfrentamiento directo las posibilidades de éxito dela escuadra española eran mínimas.

Cierto es que el papel de la marina consiste en crear las condiciones parala obtención del triunfo en tierra y no en producirlo ella directamente, pero lascaracterísticas del Estado español impedían renunciar a una marina, por másque se hubiese perdido toda esperanza de hacer de ella un arma decisiva. Deahí que los anales de la historia marítima del siglo xvIII no presenten ningúngran hecho de armas que pueda cimentar sólidamente su gloria, y que lasrealizaciones notables, con el advenimiento de la nueva dinastía, haya quebuscarlas más en los terrenos de la exploración, la técnica, la ciencia y losavances cartográficos que en los estrictamente bélicos. sin embargo, en esteseminario se exponen acertadas puntualizaciones a esta aseveración, que seña-

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José antonio GONzáLEz CarrIóNContralmirante-Director

del Instituto de Historia y Cultura Naval

lan cómo la armada estuvo movilizada para la guerra durante todo el siglo,con actividades desarrolladas en el marco de distintos tipos de expediciones.

Durante el largo reinado de Felipe v se suceden multitud de guerras,muchas de ellas «emparentadas» —valga la palabra— entre sí y libradas enpro de los intereses de la dinastía, pero también se cuentan períodos de paz,pues tampoco se obvió la vía de los pactos y negociaciones, lo que se tradujoen tratados firmados con todas las potencias de Europa que apaciguabantemporalmente la agitación de la política exterior, que consumía fuertes sumasmonetarias y desangraba al país por su coste en vidas humanas.

La conferencia que oirán seguidamente, «la marina a la conquista deItalia», responde a la firmeza de Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipev, en su aspiración de ver a su hijo el infante don Carlos gobernando los duca-dos de Parma, toscana y Plasencia. Las negociaciones fueron laboriosas, perola posesión de esos ducados dio lugar a una nueva contienda y a la malqueren-cia de los pueblos de Italia hacia austriacos y alemanes, a los que queríanexpulsar del país. Carlos sería reconocido después como rey de Nápoles ysicilia por todas las potencias extranjeras, pero eso no será óbice para queEspaña se comprometa otra vez en una lucha por Parma, toscana y Plasencia,que ahora pasan al infante Felipe. La marina representará un papel preemi-nente en todo ello.

En las guerras que mantiene España con Inglaterra, como la de la Oreja deJenkins (1739-1748), se dirime la hegemonía en el mar Caribe. El principalobjetivo de los ingleses en el área es apoderarse de alguna colonia española ymantener su tráfico privilegiado. Por eso Gran bretaña desplazará a la cuencacaribeña a sus principales almirantes, vernon y anson, cuyas correrías yataques, no obstante, no tienen siempre el efecto deseado. La movilizaciónnaval española para la defensa colonial es una exigencia impostergable. y así,el almirantazgo, creado en 1737 a imagen y semejanza de la instituciónhomónima inglesa, en sus once años de vida fue un útil instrumento en manosdel marqués de la Ensenada para las continuadas transformaciones de la mari-na, y desde él se dictaron normas e instrucciones orgánicas para la indispensa-ble cobertura naval que exigía la posición española, tanto en el atlántico y elCaribe como en el Pacífico.

En 1778, la espinosa cuestión de los límites entre las colonias españolas ylas portuguesas en la zona del río de la Plata parece haber entrado en vías desolución. La isla de santa Catalina y la de río Grande pasan de manos espa-ñolas a la soberanía portuguesa, y las de Fernando Poo y annobón, de manosportuguesas a la soberanía de España, que asimismo ve reconocido su derechoa comerciar y establecerse en las costas guineanas comprendidas entre ladesembocadura de los ríos Níger y Gabón. testimonialmente son ocupadas enese año por el brigadier conde de argelejo, a bordo de las fragatas santa Cata-lina y soledad, y aunque no se ocuparían efectivamente hasta bien entrado elsiglo siguiente, cuando la colonización de áfrica ya interesaba a las principa-les potencias europeas, merece la pena analizar esta voluntad de expansión, enla que la marina va a desempeñar un papel esencial.

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Con el primer rey de la nueva dinastía borbónica, Felipe v, España habíaperdido Gibraltar y menorca. Habrá que esperar al reinado de Carlos III paraque recupere la soberanía sobre la isla balear. La ocupación de menorca habíasido largamente planeada por el monarca y el conde de Floridablanca, quie-nes, tras asegurarse de que las tropas españolas serían bien acogidas por losmenorquines, organizan en Cádiz una gran expedición naval de 50 navíos con9.000 hombres a bordo, a los que se unirían también 16.000 soldados. Pordeferencia hacia Francia, país aliado de España en virtud de los Pactos deFamilia, Carlos III concede al duque de Crillón el mando de las tropas. Losingleses se hacen fuertes en el castillo de san Felipe, pero no soportan laspenalidades del sitio y se rinden. Las capitulaciones están sujetas a discusión,pero no cabe duda de que se trató de una expedición de alto rango.

Las peculiaridades de la colonización española en Filipinas, condicionadapor la lejanía del archipiélago respecto de la Península, determinaron que enella no existiese más plaza fuerte que manila con su puerto y, más tarde, elarsenal de Cavite. sin embargo, es fácil comprender los peligros y asechanzasque las islas padecieron desde los primeros tiempos de la ocupación española,expuestas como estuvieron a los celos portugueses, la ambición inglesa, lacodicia holandesa y la temible vecindad de los piratas chinos, así como a losrobos, saqueos y depredaciones de los no menos temibles de borneo y Joló.La carencia de armada, suplida por unas someras armadillas —las «fuerzassutiles»— concebidas exclusivamente para combatir a los musulmanes sure-ños, dejaba a las islas en un estado de indefensión casi total ante un ataqueexterior, como habría de constatarse en su momento con la ocupación demanila por los ingleses, verificada casi al mismo tiempo en que se aposenta-ban también en La Habana.

Las expediciones navales españolas en el siglo xvIII tuvieron consecuen-cias tanto en el orden político como en el económico, donde habrían de refle-jarse los esfuerzos del Estado. así se cumplieron los objetivos propuestos y sitodo el esfuerzo de la política naval para poner en marcha la maquinaria esta-tal, con el objetivo de movilizar barcos, hombres y finanzas, tuvo sus compen-saciones darán seguro cumplida respuesta los ponentes de este ciclo de confe-rencias que en pocos minutos comienza, y que tendrá continuación durante losdos próximos días.

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INtErvIENEN EN Estas JOrNaDas

Agustín GONZÁLEZ ENCISO es, desde 1987, catedrático de Historia moderna y profesorordinario de Historia Económica en la universidad de Navarra. Profesor ayudante en la univer-sidad de valladolid (1972-1980), profesor adjunto por oposición en la universidad autónomade madrid (1980-1982), profesor agregado de la universidad de murcia (1982-84) y catedráticoen la misma universidad (1984-1987), ha sido investigador asociado en las universidades deHarvard y yale (1977-1979) y profesor invitado en la universidad de Florida (1984), en laCatólica de buenos aires (1990) y, desde 2011, en la de Piura (Lima). Ha sido director delDepartamento de Historia moderna, Contemporánea y de américa de la universidad de murciay vicedecano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la universidad deNavarra (1988-1991), centro de enseñanza superior en el también ejerció de vicerrector entre1991 y 1997. En esta última universidad —en la que dirigió, entre 1996 y 2002, el Departamen-to de Historia y presidió el Instituto de Ciencias para la Familia (1997-2005)— ocupa en laactualidad la subdirección del Instituto Empresa y Humanismo. Es académico correspondientede la real de la Historia española, correspondiente también de la comisión científica del Centrode História além-mar (CHam), de la universidade Nova de Lisboa, y miembro del comitécientífico de Nemetria y de varias asociaciones profesionales. Gómez Enciso es asimismo espe-cialista en historia económica de la época moderna, materia sobre la que ha publicado numero-sas monografías en revistas especializadas y libros colectivos, relativas en particular a la histo-ria industrial de España en el siglo xvIII. Director de numerosos proyectos de investigaciónsubvencionados por entidades públicas y privadas, así como de 15 tesis doctorales, sus líneaspreferentes de investigación en la actualidad son la historia financiera y comercial de España ylas relaciones entre guerra, economía y desarrollo, ambas dentro del marco cronológico de laépoca moderna. Entre sus publicaciones cabe señalar los siguientes libros: España y USA en elsiglo XVIII: crecimiento industrial comparado y relaciones comerciales (universidad de valla-dolid, valladolid, 1979), Estado e industria en el siglo XVIII: la fábrica de Guadalajara (Funda-ción universitaria Española, madrid, 1980), Los Borbones del siglo XVIII, vol. x de la Historiade España de Gredos (madrid, 1991, codirector con L.m. Enciso y otros), Historia económicade la España moderna (actas, madrid, 1992, director y coautor), Historia de la vías de comuni-cación terrestres en Navarra (auDENasa, Pamplona, 1993, codirector con v. vázquez dePrada y coautor), La Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, 125 años de historia (CamP,Pamplona, 1998, director y coautor), Imagen del rey, imagen de los reinos. Las ceremoniaspúblicas en la España moderna (1500-1814) (EuNsa, Pamplona, 1999, codirector con J.m.usunáriz Garayoa), Tabaco y economía en el siglo XVIII (EuNsa, Pamplona, 1999, codirectorcon r. torres sánchez), El negocio de la lana en España (1650-1830) (EuNsa, Pamplona,2001, director y coautor), Felipe V: la renovación de España. Sociedad y economía en el reina-do del primer Borbón (EuNsa, Pamplona, 2003), Historia económica de España (ariel,barcelona, 2006, coordinador con J.m. matés y coautor), El nacimiento del capitalismo enEuropa (Eunate, Pamplona, 2011), Un Estado militar: España, 1650-1820 (actas, madrid,2012, director y coautor).

María BAUDOT MONROY es doctora en Historia moderna por la uNED —en cuyo departa-mento homónimo ejerce actualmente de investigadora— y máster universitario en Historia dela américa Colonial. Investigadora centrada en la armada y en la política naval del siglo xvIII,actualmente participa en los proyectos I+D «La movilización de recursos para la guerra y laconstrucción del Estado en el Edad moderna», de la universidad de Navarra, dirigido por elprofesor González Enciso, y «una ruta global: análisis histórico con base de datos y geovisuali-zación espacio-temporal del comercio marítimo internacional (1717-1850)», del CsIC, dirigidopor la profesora Crespo solana. recientemente ha publicado: «La espada y el escudo. El éxitodel modelo de gestión de la marina maltesa y su relación con la real armada española del sigloxvIII», en GONzáLEz ENCIsO, a. (dir.): Un Estado militar. España, 1650-1820 (actas, madrid,2012), «barcos para el rey. Julián de arriaga, la madera y la construcción naval (1752-1754)»,en GarCÍa HurtaDO, manuel-reyes (dir.): Vivir en las Luces. La Armada española en el siglo

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XVIII. Ciencia, hombres y barcos (sílex, madrid, 2012), «Julián de arriaga y las Indias: defensadel Imperio y política colonial, (1700-1754)», en sáNCHEz baENa J.J.; CHaÍN NavarrO, C., ymartÍNEz sOLÍs, L. (coords.): Estudios de Historia Naval. Actitudes y medios en la Real Arma-da del s. XVIII (Cátedra de Historia Naval 1, ministerio de Defensa y universidad de murcia,madrid, 2012), «Cubrir la nueva ruta del Galeón: la conquista de las islas batanes en 1782», enbErNabéu aLbErt, s., y martÍNEz sHaw, C. (dirs.): Un océano de seda y plata. El universoeconómico del Galeón de Manila (CsIC, madrid, 2013), «asientos y política naval. El suminis-tro de víveres a la armada al inicio de la guerra contra Gran bretaña, 1739-1741», en StudiaHistorica (2013, en prensa), «El golpe de timón a la política naval de Ensenada: o cómo lapolítica de wall debilitó la defensa de las Indias», en GuImErá, agustín, y CHaLINE, Olivier(dirs.): La Marine espagnole dans le XVIIIème siècle (université de La sorbonne, París, en prensa)y La defensa del Imperio. Julián de Arriaga en la Armada, 1700-1754 (Cátedra de HistoriaNaval de la universidad de murcia-ministerio de Defensa, 2013).

José CERVERA PERY es licenciado en Derecho por la universidad de madrid y en Historiapor la de Cádiz. Periodista de titulación oficial, diplomado en tecnología de la Información yaltos Estudios Internacionales y en Derecho Internacional y Derecho marítimo por las Fuerzasarmadas. General auditor del Cuerpo Jurídico militar en situación de retiro, ingresó por oposi-ción en 1953 en la Escala técnica del ministerio de Información y turismo, y en 1956, en elCuerpo Jurídico de la armada, en el que ha transcurrido toda su vida profesional, conjugadacon el ejercicio activo del periodismo. Historiador naval con más de 28 libros publicados, arti-culista y conferenciante en numerosos foros españoles, europeos e hispanoamericanos, profe-sionalmente ha dirigido el diario Ébano, de santa Isabel de Fernando Poo, y las publicacionesperiódicas Proa a la mar, de la Liga Naval Española, y Revista de Historia Naval, del Institutode Historia y Cultura Naval. Ha sido jefe de los gabinetes de prensa de la subsecretaría de lamarina mercante y del ministerio de marina, consejero legal del Estado mayor de la armada yprofesor de la Escuela de Guerra Naval. su último destino jurídico fue el de auditor de la Flota.Fue igualmente miembro de la delegación española en la III Conferencia de Naciones unidassobre el Derecho del mar (Caracas, Nueva york, Ginebra y montego bay [Jamaica]) y miem-bro de los comités jurídicos de la Organización marítima Internacional (Londres) y de DerechoInternacional (bruselas). tras su pase a la reserva desempeñó los destinos de jefe del servicioHistórico de la armada y del Departamento de Cultura del Instituto de Historia y CulturaNaval, cuya Revista de Historia Naval dirigió, como se señaló anteriormente, y en el que en laactualidad participa como asesor de la dirección. Es miembro numerario de las reales acade-mias del mar y san romualdo de Ciencias, artes y Letras, y correspondiente de la real de laHistoria, la academia de buenas Letras de Córdoba, la academia argentina de la Historia, ladel mar de Chile y la academia marítima y Fluvial de uruguay. miembro igualmente del Insti-tuto de Estudios Históricos marítimos de Perú, del Instituto de Historia marítima del Ecuador ydel Naval History Center de washington, es numerario de la sociedad de Heráldica Española ycolegiado de honor del Colegio Heráldico de España e Indias. Cervera Pery ha publicadotambién dos novelas históricas y cinco libros de poemas, faceta que le ha reportado la obten-ción de importantes premios.

RAFAEL TORRES SÁNCHEZ es profesor titular de Historia moderna en la universidad deNavarra y miembro del Contractor state Group, que coordina la investigación de 17 universida-des internacionales. En la actualidad, su línea de investigación preferente es la historia financie-ra y comercial de España, así como las relaciones entre guerra, economía y desarrollo del Esta-do en la época moderna. Entre sus publicaciones recientes destacaremos: El precio de laguerra. El Estado fiscal-militar de Carlos III (1779-1783), marcial Pons, madrid, 2013; Lallave de todos los tesoros. La Tesorería General de Carlos III (dir. y coautor), sílex, madrid,2012; The Spending of the States. Military Expenditure during the Long Eighteenth Century:Patterns, Organisation and Consequences, 1650-1815 (dir. y coautor), vDm, saarbrücken(alemania), 2011; War, State and Development. Fiscal-Military States in the EighteenthCentury, Eunsa, Pamplona.

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CARLOS MARTÍNEZ SHAW es catedrático de Historia moderna de la uNED y miembro denúmero de la real academia de la Historia. Ha sido y es investigador principal de variosProyectos de Investigación I+D, y comisario, junto con marina alfonso mola, de variasexposicio nes: *«schittering van spanje, 1598-1648. van Cervantes tot velaz quez » (ámsterdam,1998), «arte y saber. La cultura en tiempos de Felipe III y Felipe Iv» (valladolid, 1999),«Esplen dores de Espanha. De El Greco a velázquez» (río de Janeiro, 2000), «El Galeón demanila» (sevi lla, 2000-méxico DF, 2001), «Oriente en Palacio. tesoros de arte asiático en lascolecciones reales españolas» (madrid, 2003); «La fascinaciò de l’Orient. tresors asiàtics de lescoleccions reials espanyoles» (barcelona, 2003) y «Europa en papel» (madrid, 2010). Entre suspublicaciones cabe destacar las siguientes obras: Cataluña en la Carrera de Indias (barcelona,1981), La emigración española a América, 1492-1824 (Oviedo, 1993), La historia moderna deAsia (madrid, 1996), El Siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo (madrid,1996), Historia de España (madrid, 1998), Europa y los Nuevos Mundos (madrid, 1999), LaIlustración (madrid, 2001), Felipe V (madrid, 2001), Europa en papel. Catálogo (madrid,2010). Ha editado numerosos libros y catálogos y dirigido más de cuarenta tesis doctorales yapresentadas. martínez shaw es miembro del consejo científico de numerosas revistas, así comode diversas academias españolas y extranjeras.

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La marINa a La CONQuIsta DE ItaLIa

(1733-1735) (1)

La conferencia que ahora arranca se refiere a lo que indica su título, peroen ella no vamos a hablar del hecho de la conquista en sí, sino de un aspectodel asunto por lo usual menos atendido: la preparación de los bajeles partici-pantes en dicha conquista, bien como transportes, bien como navíos o fraga-tas de combate. La conquista se refiere a la que finalmente se llevó a cabode los reinos de Nápoles y sicilia a lo largo de 1734 y 1735, si bien lasacciones más importantes tuvieron lugar en menos de un año, de abril de1734 a febrero de 1735 (2).

Los hechos tuvieron lugar en el contexto de la Guerra de sucesión dePolonia, desencadenada, finalmente, a finales de 1733. El conflicto interna-cional generalizado fue una ocasión para que los infantes españoles pudie-ran entronizarse en algunos ducados italianos cuyo orden de sucesión altrono no estaba taxativamente regulado. todo ello encajaba dentro de losobjetivos revisionistas, en relación con Italia, de la política de Felipe v, queluego resumiremos (3). El resultado —inicialmente no planeado, pero desdeun determinado momento buscado— fue la entronización del infante donCarlos (futuro Carlos III de España) como rey de Nápoles, donde fue procla-mado ya en mayo de 1734. Las tropas españolas conquistaron el territorio alas tropas austriacas que lo ocupaban desde las resoluciones del tratado deutrecht de 1713.

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agustín GONzáLEz ENCIsOCatedrático de Historia moderna

universidad de Navarra

(1) El texto corresponde a la conferencia dictada el 25 de marzo de 2014 en el Instituto deHistoria y Cultura Naval, en el ámbito del ciclo «Expediciones navales en el siglo xvIII». agra-dezco a las autoridades del Instituto su invitación a participar en dicho ciclo. La investigaciónque da lugar a este texto está financiada por el Proyecto Har2011-23570, del a la sazón minis-terio de Ciencia e Innovación, cuyas competencias a día de hoy ha asumido el ministerio deEconomía y Competitividad.

(2) baCaLLar y saNNa, v.: Comentarios de la guerra de España e historia de su reyFelipe V, El Animoso (ed. y est. preliminar, Carlos seco serrano). madrid, atlas, 1957, años de1734 y 1735.

(3) La revisión más amplia y actualizada de la política revisionista filipina se puede veren bétHENCOurt massIEu, a. de: Relaciones de España bajo Felipe V. aEHm, alicante, 1998.En el caso de esta obra básica, haremos alguna referencia más detallada sobre la cuestión.

Los hechos políticos generales ymilitares son bien conocidos (4), sibien se debe destacar que la biblio-grafía no ha solido resaltar la partici-pación de la marina, al igual quetampoco existe ninguna monografíamoderna que estudie con detalle estasguerras en su conjunto desde la pers-pectiva española.

Dicho esto, me centraré en doscuestiones, que bien pueden ser dospartes de la conferencia, si bien condiferente amplitud e intención. Laprimera de ellas tiene que ver con elrecuerdo de los acontecimientos polí-ticos y militares. y digo recuerdoporque solo eso pretendo hacer, pormás que ese recuerdo sea necesariopara encuadrar bien el contexto de lospreparativos de las escuadras, de losque hablaremos después. tiene estaparte, a su vez, dos apartados: uno,los antecedentes de la Guerra desucesión de Polonia y las razones de

la participación de España en ella, y otro, una breve referencia a los hechos dearmas hasta la proclamación de Carlos como rey en Nápoles.

La segunda cuestión, más amplia y más original, se refiere a la preparaciónde las escuadras que tomaron parte en la guerra y a su abastecimiento. setrata, precisamente, de los aspectos centrales que se estudian en este ciclo deconferencias sobre la preparación de expediciones navales. En nuestro caso,cabe señalar que los barcos que acabaron luchando en las costas italianastuvieron que ser antes pertrechados, abastecidos, armados, tripulados, etc.todo esto es bien lógico, pero ¿cómo se hizo? Por otra parte, si sabemos quela escuadra que llevó tropas a Italia salió de barcelona a finales de 1733, cabepreguntarse si los barcos allí reunidos habían estado siempre en dicho puerto osi provenían de otros lugares. sabemos, aunque adelantemos algo, que esosbarcos salieron tanto de Ferrol como de Cádiz o de la misma barcelona,donde habían estado antes estacionados. además, los barcos que salieron deFerrol y de Cádiz pasaron antes por málaga, avistaron Cartagena, se detuvie-ron en alicante y, finalmente, pasaron a barcelona o a pequeños puertoscercanos, para luego recalar por último en Italia, aunque no de una vez, sinoen momentos y lugares diferentes, como veremos.

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Carlos III de borbón, duque de Parma.

(4) sobre el ejército, una actualización en bOrrEGuErO bELtráN, C.: «the spanish armyin Italy in 1734», en War in History v, núm. 4, 1998, pp. 401-426.

Por su parte, el mecanismo de aprovisionamiento puso en juego la activi-dad política y económica de ministros e intendentes y los recursos de todas lasregiones del litoral peninsular, gracias a todo lo cual los barcos pudieron ejer-cer su misión, primero como transportes de tropas y caballos, y más tarde, sinabandonar su cometido de transportes, también apoyando desde el agua lasacciones militares de tierra.

La políticaLa Guerra de sucesión de Polonia fue el primero de los grandes conflictos

internacionales del siglo xvIII que rompió el equilibrio salido de utrecht. Losaños anteriores fueron un tiempo en que había prevalecido la paz, alterada a losumo por algún conflicto menor, aunque esa paz nunca estuvo exenta de fuertestensiones y de una actividad diplomática compleja y no siempre satisfactoria.

La muerte del rey polaco, en febrero de 1733, desencadenó una tensiónque no por esperada dejó de sorprender. Polonia empezaba a mostrar la debili-dad política interna que la llevaría andando el siglo a ser repartida entre susvecinos y desaparecer temporalmente del mapa como reino independiente. Lapugna por ella empezó a cobrar fuerza ya en febrero de 1733. La cuestiónenlaza con las tensiones ocultas en los territorios ribereños del báltico quehabían quedado pendientes en la paz de Nystadt. Esta paz, firmada en 1720,trataba de cerrar el conflicto de comienzos de siglo en la zona, que habíadiscurrido más o menos en paralelo con la Guerra de sucesión española.

Las razones de la participación española en la guerra

Pero los asuntos de Polonia trascendían de la región báltica y afectaban atodos. Por ejemplo a austria. austria soportaba la presión de Prusia, que en1713 había obtenido la categoría de reino y, con vitalidad renovada, aspiraba ala hegemonía en el espacio alemán. La debilidad de Polonia podía ser aprove-chada por Prusia en detrimento de austria.

si dirigimos nuestra atención a Francia, hallaremos en ella la tradicionalanimadversión hacia austria, herencia de la vieja pugna entre los Habsburgo ylos valois. Desde hacía mucho tiempo, el territorio francés se veía encerradopor tierras de dominio austriaco, situación que se mantuvo tras utrecht cuandolos Países bajos españoles pasaron a dominio de austria. todo posibleengrandecimiento de austria a costa de Polonia redundaría de uno u otromodo en perjuicio de Francia; por ello, esta se apresuraría a apoyar a uno delos candidatos al trono polaco en pugna, para poder ganar influencia en el estede Europa, a espaldas de austria.

La circunstancia afectaba a España en la medida en que austria, una de laspotencias más comprometidas en el lance, como hemos visto tenía interesesen Italia desde utrecht, pues merced a este tratado habían pasado a su dominio

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territorios antes bajo soberanía de la monarquía española, sobre todo Nápoles,sicilia y milán. recuperarlos era uno de los objetivos de la política revisionis-ta de España respecto a utrecht, pues Felipe v quería hacer valer el testamen-to de Carlos II, cuya intención era que todos los dominios de la monarquía semantuvieran unidos (5). Esa fue precisamente una de las razones principalesde que el último de los Habsburgo hispanos hubiese legado la corona a Felipede anjou: la posibilidad de que aquella fuera defendida por los ejércitos deLuis xIv (6). Por otra parte, en España operaban también los intereses de lareina, Isabel de Farnesio, quien quería asegurar la presencia de su familia enItalia, a la vez que la herencia de sus hijos. se daba la añadida circunstanciade que estos presumiblemente no heredarían la corona de España, pues estapasaría a los de la anterior mujer de Felipe v, la también italiana Gabriela desaboya. Precisamente saboya, por su parte, había luchado contra España en laGuerra de sucesión y se había visto beneficiada en utrecht con el título dereino —como Prusia— y la concesión de la isla de sicilia —más tarde inter-cambiada con austria por la de Cerdeña.

así pues, el engrandecimiento de austria también hacía peligrar los planesde España sobre Italia. Esos planes no eran nuevos. De hecho, y comorespuesta a las cláusulas de utrecht, España ya había intentado recuperarCerdeña y sicilia en 1717 (7), pretensión que terminó en fracaso tras la batallade Cabo Passaro en 1719, una vez que todas la potencias, incluida Francia, seopusieron a la intentona anexionista española. Esta aventura demuestra quelos posibles intereses de la Farnesio sobre los territorios italianos de toscana yPlasencia no estaban alejados de los del propio rey Felipe.

Hay una interesante coincidencia entre la aventura de 1717 y la de 1733: lapersona de Patiño. En 1717 fue, como intendente, el encargado de organizarlas escuadras que zarparían hacia Cerdeña y sicilia, y en 1733, como secreta-rio de marina, supo coordinar muy bien los esfuerzos de diferentes intenden-tes de casi todas las regiones costeras de España, actividad que él conocíamuy bien.

Pero volvamos a la situación política de 1733. ahora los intereses de Fran-cia y de España parecían coincidir, tanto en relación con el enemigo comorespecto de uno de los teatros de operaciones, pues a Francia también le inte-resaba atacar a los austriacos en el norte de Italia, tradicional punto de conflic-to entre ambas coronas. La unión de intereses llevaría al primer Pacto deFamilia, sustanciado en agosto pero que no acabó de formalizarse hastanoviembre de 1733. Por todo ello, España entraría en el conflicto general

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(5) JOvEr zamOra, J.m.: España en la política internacional, siglos XVIII-XX. marcialPons, madrid, 1999.

(6) rIbOt GarCÍa, L.a.: Orígenes políticos del testamento de Carlos II: la gestación delcambio dinástico en España. Discurso leído el día 17 de octubre de 2010 en la recepción públi-ca del Excmo. Sr. D. Luis Antonio Ribot García y contestación por el Excmo. Sr. D. LuisMiguel Enciso Recio. real academia de la Historia, madrid, 2010.

(7) aLONsO aGuILEra, m.a.: La conquista y el dominio español de Cerdeña (1717-1720). universidad de valladolid, 1977.

provocado por el pleito por la suce-sión de Polonia.

¿Obedecía España a interesesfranceses o a los de la reina Isabel deFarnesio? La bibliografía tradicionalhabía hecho depender en exceso lapolítica de Felipe v de esos dos polosde atracción. En efecto, los dos exis-ten, pero la deriva de los aconteci-mientos demuestra que España siguiósu propia política dinástica, aprove-chándose de los intereses de losFarnesio para poner el pie en la Italiadel norte. De hecho, fueron esos inte-reses los que guiaron la acción diplo-mática española, que culminaría en elCongreso de sevilla de 1729, mercedal cual el infante don Carlos se hizocon los ducados de Parma y Plasenciay adquirió opciones al de toscana.Como consecuencia de ello, donCarlos viajó a Italia en 1731 (8), y allí se encontraba cuando surgió el conflic-to polaco.

No obstante, en el momento adecuado don Carlos se olvidó de sus ducadosy, siguiendo órdenes de Felipe v, se orientó a Nápoles. también se aprovechóde la alianza con Francia para entretener a austria en una guerra en el norte deItalia; pero, cuando este acuerdo pareció no traducirse en las acciones bélicasadecuadas, España volvió los ojos hacia su verdadero objetivo: Nápoles.

Pero, al comienzo de la guerra, ¿se centraba verdaderamente en Nápolesel interés de España? Es bastante probable que sí, en la medida en que lascircunstancias diplomáticas lo hacían posible, pues Nápoles también habíasido contemplado en acuerdos diplomáticos anteriores; por supuesto, esono excluye la existencia de otros intereses conexos, pero parecen secunda-rios respecto del mencionado. Cuando las tropas españolas desembarcabanen Italia en diciembre de 1733, lo hacían seguramente con un doble desig-nio. Por una parte, ofrecer ayuda a Francia y saboya en la lucha por laconquista de Lombardía —lo que también ayudaba a fortalecer la presenciade don Carlos en los ducados— y por otra, ocupar Nápoles. tales desig-nios, sin embargo, se mostraban como alternativos. El problema pareciópresentarse cuando Francia puso demasiado empeño en ocupar el milanesa-do, destinado en los acuerdos a saboya, a la vez que se olvidaba de losintereses del infante español. béthencourt escribe que «lo que verdadera-

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José Patiño.

(8) bauDOt, m.: La defensa del Imperio. Julián de Arriaga en la Armada (1700-1754).ministerio de Defensa-universidad de murcia, 2012, pp. 117-20.

mente decidió a los soberanos españoles a ordenar a sus tropas la conquistade Nápoles y sicilia» fue una carta de villars de diciembre de 1733, por laque se podía deducir que Francia se había olvidado de los intereses delinfante español. En consecuencia, Felipe v habría escrito a su hijo enfebrero de 1734 para que se uniera al ejército español y marchara hacia elsur (9).

todo esto, muy cierto, se complementa con otro hecho, aparentementemenor, pero quizá significativo. y es que, antes de la conocida salida de losbarcos españoles de barcelona a finales de noviembre, se había ordenado lapartida de una escuadra menor, con tropas y menos transportes, hacia Livor-no. Esto ocurría ya a finales de octubre de 1733. se trata de una salida nomencionada en la bibliografía, pero que entendemos es expresiva de losobjetivos españoles ya que, podríamos preguntarnos, ¿por qué no desembar-car más al norte si las acciones militares iban a ser en Lombardía? ¿Es posi-ble que el desembarco en Livorno esté apuntando ya a un objetivo más haciael sur, es decir que esté preparando la marcha hacia Nápoles cuando aparez-ca el momento oportuno? Desde esta perspectiva, lo de Nápoles no fue unasorpresa para los políticos españoles, aunque quizá sí lo fuese para otros, enparticular para los austriacos, que no subvinieron convenientemente a sudefensa.

El momento propicio para dirigir la atención hacia Nápoles llegó en febre-ro. seguramente coincidió con la llegada de la carta dirigida por el rey a donCarlos y con el hecho de que la conquista de Lombardía avanzaba en mediodel olvido por parte de los mandos franceses de los intereses españoles en losducados. Como señala Campo-raso, «el mismo día que se rindió tortona —hacia el 15 de febrero—, salió el serenísimo infante don Carlos desde Parmapara Florencia, en [de] donde después de haberse mantenido algún tiempo,pasó a siena y de allí a arezzo, para revistar las tropas españolas» (10). Estoquiere decir que, prácticamente al tiempo que don Carlos dejaba Parma, elejército español de Livorno avanzaba hacia el sur y, tras él, el grueso de lasfuerzas españolas que, con montemar al frente, abandonaron a villars y susacciones en Lombardía.

La conquista de Nápoles

Nos hemos detenido algo en relatar los principales acontecimientos políti-cos para mostrar que la conquista de Nápoles no fue una casualidad, ni unhecho aislado, sino que formaba parte del revisionismo español, una políticaque buscaba manifiestamente recuperar la posición de España en Italia, enespecial en la parte de la península que había sido española.

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(9) bétHENCOurt massIEu: op. cit., pp. 256-57.(10) baCaLLar y saNNa: op. cit., año de 1734. Quien escribió esta parte de la obra fue

realmente Campo- raso, que continuaba la de bacallar.

En poco más de dos meses, el ejército de don Carlos y de montemar consi-guió atravesar los Estados Pontificios —de acuerdo con el Papa, gracias a lasgestiones de belluga— y se plantó en las fronteras del reino de Nápoles. Enuna primera fase de este nuevo frente apenas hubo encuentros, tanto por laescasa entidad de la fuerza militar austriaca como por el entusiasmo de lapoblación, que en su mayoría mostró su apoyo a los españoles. De hecho, el10 de mayo don Carlos entraba en la capital, donde sería inmediatamenteentronizado. La marcha militar había discurrido por el interior, por lo que losaustriacos, además de guarecerse en los castillos de Nápoles capital, tuvierontiempo de hacerse fuertes en algunos lugares de la costa, como Gaeta, o cerca-nos a ella, como Capua, no lejos del mar.

En todo caso, la llegada a Nápoles fue favorecida por el apoyo de la escua-dra de Clavijo, que con un nuevo transporte —además de los realizados haciaLivorno y La spezia— había sometido las islas de la bahía de Nápoles, Proci-da, Ischia y Pozuelo. La entrada quedaba así asegurada, y las posicionesaustriacas, aisladas de los castillos de la capital.

tras esta acción, y con don Carlos entronizado, los objetivos se dirigieron alas principales poblaciones de la costa donde se habían fortalecido los austria-cos, al oeste, en el mar tirreno. se trataba fundamentalmente de Gaeta y supuerto, que fueron tomados por el mismo rey. Inmediatamente después, lasacciones se trasladaron al adriático. Por ese mar, el ejército de los Habsburgohabía recibido un refuerzo de 6.000 hombres. además, el virrey austriaco deci-dió trasladar allí sus fuerzas, para resistir mejor con los refuerzos recibidos.

La acción española se compuso de dos movimientos. uno por tierra, persi-guiendo a los austriacos que se dirigían al adriático, y otro por mar, donde laescuadra de alderete esta vez sí llegó a tiempo para impedir el desembarco denuevos refuerzos; además, capturó algunas naves enemigas y apoyó con suscañones, cuando fue preciso, la acción de tierra. La concentración de lastropas austriacas se hizo en bari, y la batalla decisiva se dio en el cercanolugar de bitonto.

El resto de los lugares, con menor importancia estratégica en este caso,como Pescara, brindisi y otros, se rindieron con facilidad a causa del poderíodel ejército de montemar y del control del mar por parte de las escuadras espa-ñolas. se trataba, en todo caso, de pequeñas fortalezas costeras mal defendidas.

En el oeste, la acción final tuvo por escenario Capua, que había quedadopendiente al privilegiar la acción sobre Gaeta.

mientras tanto, la escuadra de alderete había efectuado varios convoyescon tropas, municiones y dinero, para finalmente regresar a alicante, su puer-to asimismo de partida.

aún no terminada la conquista de Nápoles, se comenzó la de sicilia.Desde barcelona se enviaron más tropas para preparar el asalto, que sepresumía difícil, aunque luego no lo fue tanto. Nuevamente la armada fuefundamental, ahora sobre todo para apoyar las acciones de mesina y Paler-mo, que apenas resistieron. a finales de noviembre no quedaban austriacosen la isla.

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La preparación de las escuadrasuna vez visto el contexto de la Guerra de sucesión de Polonia, los intere-

ses de España en ella y la resolución de los objetivos, volvamos hacia atrás.Esa armada que brillantemente contribuyó a la conquista de Nápoles y sicilia,¿cómo se había formado, de qué manera se había pertrechado, qué pasos fuepreciso dar para que pudiera llegar a Italia? Los manuales y obras generales aluso, al afirmar que la escuadra partió de barcelona, parecen sugerir que allí seconcentraban todos los elementos de la expedición: barcos, marineros, solda-dos, armas, pertrechos y víveres. «Juntose todo lo necesario para la decretadaexpedición en barcelona, [a]donde llegó el conde de montemar el 1.º denoviembre del año de 1733» (11). así resume el asunto el marqués de lamina, en cuya estela la bibliografía posterior nos ha dejado una imagen virtual—digo «virtual» porque parece fruto más bien de la imaginación, al no habersido explicada con detalle— de unas autoridades (Patiño en 1717, por ejem-plo; Cornejo en alicante, en 1732) ubicadas en un puerto determinado, desdedonde se afanan por hacer llegar todo tipo de elementos humanos y materialesnecesarios para llenar los barcos allí estacionados y partir en el momentooportuno. una vez reunido todo, la escuadra zarpa… y punto.

Pero, realmente, ¿fueron las cosas así de simples? Como veremos, la reali-dad dista de esa imagen simplificada y resulta mucho más compleja, por loque es necesario detallar cuántos recursos se concentraban de hecho, en quépuntos lo hacían y de dónde procedían. En nuestro caso podríamos resumirloasí: desde Pasajes hasta Nápoles, pasando por varios puertos de las costaspeninsulares. y es que la procedencia de los barcos— con sus tripulaciones ypertrechos— era dispar, al igual que la de los soldados y los caballos embar-cados. No todo se colocaba en un sitio, sino que se elegían diferentes puntos yse diversificaba la acción, aunque algún lugar llevara un peso mayor en elapresto. Conseguir colocarlo todo, en un momento dado, en el destino finalelegido en cada caso implica una acción logística que va de lo más amplio a lomás concreto, que recoge recursos de diferentes lugares —porque no todos seconcentran en el mismo lugar— y que se apoya en diferentes puntos neurálgi-cos intermedios en los cuales la armada va tomando forma y se va completan-do en todas sus necesidades.

toda la acción semeja un río que va recogiendo el agua de sus afluentespara ir aumentando de caudal antes de la desembocadura, pero en este caso nila desembocadura es única, ni esas aguas afluyen por sí solas o en virtud delas sencillas fuerzas de la naturaleza dispuestas por la Providencia, sino quevan de la mano de la dirección política, de la organización y de las personasque la coordinan, que consiguen dirigir la acción hacia los objetivos pretendi-dos. En esta extensa labor entran en juego muchas personas: capitanes genera-les e intendentes de los diferentes departamentos, quienes, ayudados por

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(11) mINa, marqués de la: Memorias militares y políticas, vol. II. Imprenta Fortanet,madrid, 1898, p. 223.

comisarios de guerra y otros agentes, procuraron la llegada de los diferentespertrechos a los puntos de reunión seleccionados. Detrás de ellos están lospolíticos y, además, los marineros, soldados, etc. que son objeto del traslado,los cuales se ubicaban en diferentes lugares y fueron sumándose oportuna-mente a esta armada de tamaño creciente. Es toda la Península —más lo quepudiera haber llegado antes de américa con este objeto— y todas las fuerzaspolíticas y económicas del país las que estuvieron en juego, durante todo elaño 1733, para conseguir el desembarco final en los puertos italianos.

Los barcos: cuáles, cuántos; orígenes y destinos

una vez más hay que hacer referencia a los manuales y obras generales,los cuales, cuando mencionan el hecho, repiten que el conde de Clavijo sehizo a la vela en barcelona, a mediados de noviembre de 1733, con «16 naví-os de línea y varias fragatas» (12) y transportes. En esencia, todos ellos selimitan a repetir lo ya escrito en la Historia general de España de mariana,pero la información que se ofrece es incompleta y ahora podemos explicar loshechos con más detalle.

La movilización empezó, por lo menos, en los primeros días de enero de1733. Fue entonces cuando en el arsenal de Cádiz se recibió la orden depreparar cinco embarcaciones. sabemos que pocos días después, es decir, amediados de enero, en Ferrol se preparaban también cinco o seis embarcacio-nes cuyo destino sería Cádiz, a fin de juntarse con la escuadra que allí se esta-ba formando, al mando de serrano, para dirigirse al mediterráneo (13).

una vez reunidos los barcos llegados de Ferrol con los de Cádiz, uno delos navíos pasaría a Ceuta para recoger al regimiento Navarra. Luego, todosjuntos pasarían frente a málaga, donde se les uniría la escuadra de Justiniani—integrada por otras seis embarcaciones— y, sin entrar en Cartagena, puestoque no se juzgó estrictamente necesario, se dirigieron a alicante.

alicante se convertirá, como ya había ocurrido un año antes con la expedi-ción a Orán (14), en centro principal de reunión, lugar de avituallamiento yposición de espera para seguir el destino fijado. La elección del puerto levan-tino tenía sentido estratégicamente hablando. Cuando la escuadra llegó allí enagosto, el objetivo final italiano no se había desvelado y la guerra de Poloniaaún no había estallado. De esta manera, España pudo jugar la baza de lasorpresa —intentarla, al menos— haciendo ver la posibilidad de que sus

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(12) marIaNa, J. de: Historia general de España, vol. v. madrid, 1867, p. 168.(13) Lo referente a estas órdenes y a los movimientos de los barcos en aGs, sm 430.

Este legajo es la fuente documental de que proceden todos los datos originales de investigaciónque aparecen en el texto.

(14) Para Orán puede verse FE CaNtO, Luis: «Oran (1732-1745). Les horizons maghré-bins de la monarchie hispanique», en L’Atelier du Centre de recherches historiques (publica-ción en línea), 2011. urL http://acrh.revues.org/4592; DOI: 10.4000/acrh.4592. Consultado el2 de julio de 2014.

barcos se dirigieran a argel para bombardear la ciudad, objetivo que probable-mente se consideró en serio en algún momento anterior, pero que más tardefue cambiado por el objetivo italiano.

Los tiempos del movimiento de las escuadras hasta su llegada a alicantefueron los siguientes:

— enero de 1733: comienzo de las preparaciones en Ferrol y Cádiz;— 14 de junio: la escuadra sale de Ferrol (cuatro navíos, una fragata y un

paquebote); — 30 de junio: la escuadra llega a Cádiz;— 15 de agosto: la escuadra sale de Cádiz;— 22 de agosto: la escuadra llega a alicante.En alicante había en agosto 10 navíos, cuatro de ellos llegados de Ferrol.

No podemos precisar el origen de las seis embarcaciones restantes pero, si nollegaron de Ferrol, deberían estar en Cádiz o en málaga —cuatro en aquelpuerto y dos en este, seguramente—. Como se puede observar en la siguientetabla, las tripulaciones de todos ellos estaban prácticamente completas:

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(15) aGs, sm, 430, «Estado de las tripulaciones y guarniciones efectivas en los bajelesque componen la armada del mando del teniente General D. antonio serrano según revistapasada a sus bordos en 23 del presente mes, con expresión de las plazas que faltan para elcompleto de sus equipajes y de las que estos se deben componer». El cuadro ofrece otra infor-mación, más detallada, del número de oficiales por barco, información que no hemos recogidoaquí.

tabla 1. barCOs EN aLICaNtE EN aGOstO DE 1733, CON sus trIPuLaCIONEs (15)

Príncipe 16 717 717Reyna 15 657 657

Santa Ana 12 637 637San Isidro 13 586 586Santiago 12 572 572San Felipe 12 677 677León 10 484 66 550Galicia 10 382 168 550Constante 11 463 87 550Real Familia 12 403 117 520Conquistador 10 434 106 520

Fuerte 9 365 155 520Paloma 9 275 275Vulcano 4 86 86

barcoNúm.

de oficialesmayores

tripulaciónexistente

Debenreemplazar

en tierratotal quetiene que

haber

Por el número de sus tripulaciones, son 10 navíos —desde el Príncipehasta el Real Familia—, guarnecidos por dos galeones —Conquistador yFuerte—, una fragata —la Paloma— y varias bombardas (16). sabemos, porotra parte, que la fragata Hermiona, uno de los componentes de la escuadra deFerrol, debería estar en esta lista aunque no figure en ella. La razón de estaausencia debe de ser que se hallaba rumbo a barcelona para convoyar algunostransportes que se movían entre esa ciudad y alicante.

Como se puede observar, las dotaciones de seis de los navíos estaban lige-ramente incompletas; las de los demás, en cambio, se hallaban cubiertas porentero.

Los meses de agosto a octubre fueron muy intensos en cuanto a preparati-vos, acopio de víveres, pipería y, sobre todo, construcción de caballerizas,pues ya se preveía que habrían de transportarse muchos caballos. Durante eltiempo de espera en alicante murió el teniente general antonio serrano, quefue sustituido por Clavijo.

¿Hasta cuándo permaneció la armada en alicante? La partida de este puertose organizó en dos tandas, ambas con destinos diferentes. Nada se movió hastael 25 de octubre. La razón era, obviamente, política, porque la logística ya esta-ba culminada. El 25 de octubre adquiría firmeza el Pacto de Familia suscritocon Francia, aunque el acuerdo no se firmaría oficialmente hasta noviembre.Pues bien, es en ese día cuando se cursan órdenes para que, como hemos seña-lado, la armada se divida en dos escuadras con objetivos distintos. Por unaparte, alderete debería partir hacia Livorno con cuatro navíos de guerra, ochobatallones y los menos transportes posible. Esto, como ya se ha dicho más arri-ba, puede ser indicativo de la opción por Nápoles. Por cuestiones meteorológi-cas, la salida de alderete no se produciría hasta el 9 de noviembre.

Por otra parte, se ordenaba a Clavijo pasar a barcelona con los restantesnavíos —que serían solamente seis— y con todos los transportes. Lo reseña-ble aquí es que se le ordenaba no detenerse en su destino más de lo necesario.Lo necesario, se entiende, es lo preciso para juntarse con los barcos de barce-lona —seguramente 10 navíos, si las cifras que manejamos son correctas—(17), en los cuales se habría embarcado la tropa allí reunida. Por lo tanto,habría de esperar en alicante hasta que la tropa estuviera ya embarcada enbarcelona. Esto se produjo el 15 de noviembre, y en ese día se dio a Clavijoorden de poner rumbo a la ciudad condal.

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(16) La lista de simancas citada en la nota anterior no identifica individualmente losbarcos. Estos se han identificado con apoyo de dos listas, una de 1731 y otra de 1737, recogidaspor FErNáNDEz DurO, C.: Armada española, vol. vI. madrid, museo Naval, 1973, pp. 198 y224-225, respectivamente.

(17) son los 16 navíos que se señalan en mariana —si es que eran todos navíos y no dife-rentes tipos de barcos—, descontados los seis que conducía Clavijo desde alicante.

Relámpago 1 28 28Trueno 1 29 29

tOtaL trIPuLaCIONEs 161 6.882 699 7.581

La salida de barcelona no se produciría, en todo caso, hasta final de mes.Desde aquí, la expedición de Clavijo se subdividiría en dos flotas. una parte delos barcos, se supone que con los soldados, se dirigirían a La spezia y Livorno,donde ya esperaba alderete, mientras que los restantes irían a antibes a reco-ger la caballería que habría llegado hasta allí por tierra con montemar, paraluego partir hacia Génova o a La spezia a tenor de los vientos reinantes. Contodo, en diciembre las tropas ya estaban en su totalidad en Italia.

Objetivos y misión

No sabemos bien qué rondaba por la cabeza de Patiño en enero de 1733,pero lo primero que se filtra a la opinión pública es que la escuadra en prepa-ración en Cádiz tiene como destino el mediterráneo. Poco después se dice queva a bombardear argel. ¿tenía el gobierno verdadera intención de hacerlo? Esdifícil saberlo, pero es lo cierto que, después de la conquista de Orán, losargelinos andaban muy revueltos; que la opinión pública española se quejó deque la acción contra Orán no se hubiera continuado para atacar también argely que, de cualquiera de las maneras, los años de 1732 y 1733 los barcos espa-ñoles se dedicaron a una intensa actividad de patrullaje por todo el litoral deláfrica mediterránea. un castigo a argel era, desde luego, una opción perfecta-mente posible y, para algunos, deseable.

La opción de argel será la que manejen los mandos de la armada de serra-no durante gran parte de este tiempo. Cuando a finales de agosto, según infor-mes del 26 de ese mes, el intendente de valencia, Campoflorido, converse conserrano y con zenón de somodevilla —comisario de guerra encargado de laadministración de las escuadras— para ver las necesidades que entonces teníala armada, postulará como comandante de esta al teniente general serrano, unexperto en las costas de áfrica que, como antiguo cautivo, se suponía queconocía argel. serrano lo acepta. El hecho de que las escuadras se estuvieranpreparando ya en enero de 1733, cuando aún no había muerto el rey de Polo-nia, abona la idea de que hubiera una intención real de atacar argel; a ello seañade lo ya dicho sobre la tensión en el mediterráneo norteafricano.

sea como fuere, la opción italiana tuvo que estar presente, aunque tardaraen concretarse, desde el momento de la muerte del rey de Polonia, porqueEspaña, como también ha quedado dicho, sabía lo que se jugaba en caso deque tal muerte derivara en conflicto armado. una operación en la penínsulaitálica junto a Francia parece clara ya en mayo, cuando Patiño comunicaba alos franceses que tenía tres escuadras dispuestas para operar en el mediterrá-neo y que abogaba por un plan flexible. En ese momento la de Ferrol aún nohabía llegado a Cádiz, pero justo en ese mes se empieza a apremiar a las auto-ridades ferrolanas para que ultimen los preparativos de esa escuadra (18).

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(18) véase mi trabajo «La escuadra de Ferrol, 1733», en bauDOt, m. (dir.): El Estado enguerra. Expediciones navales españolas en el siglo XVIII. Polifemo, madrid, 2014, pp. 23-59.

Patiño contaba, además, con los barcos de Cádiz, málaga —la pequeñaescuadra de Justiniani, entonces en ese puerto— y barcelona. seguramenteen esos meses se maduró la acción en Italia, en la medida en que Francia seofrecía a saboya como valedor de sus intereses y el nuevo reino acariciaba laposibilidad de arrebatar milán a los austriacos. En las conversaciones franco-españolas se habló, por supuesto, de los ducados que deberían quedarse defi-nitivamente en manos del infante don Carlos, pero también de Nápoles,aunque no sabemos bien en qué medida, ni con qué garantías de apoyo porparte de Francia.

Los movimientos logísticos en orden a conseguir los abastecimientos nece-sarios para la armada nos ofrecen una indicación del posible momento en quela opción italiana desplazó decididamente a la africana. Parece que fue enagosto. En la documentación correspondiente a ese mes se advierte un cambiode ritmo y de temática. Hasta agosto, el tempo es lento. aunque la armada deFerrol había sido acuciada para que saliese ya en mayo, la verdad es que luegola de serrano había esperado otros dos meses en Cádiz, pasado por delante demálaga y de Cartagena y se había estacionado en alicante. Los únicos proble-mas que se desprenden de la documentación son de abastecimiento y se refie-ren a la pipería y a cuestiones de víveres, para suplir los susceptibles dehallarse en mal estado o para demandar una provisión adicional en caso deque la espera en puerto se prolongue.

Otra referencia constante en esos momentos son las «mudas» o cambios deguarnición en Orán, que condicionan la presencia de transportes, así como ladisponibilidad de pipería y, a veces, de soldados para completar las dotacio-nes. La documentación recoge, en la práctica, la correspondencia ente Patiñoy Campoflorido, intendente de valencia, por cuanto este era el coordinadorcentral de la operación, con apoyo en alicante y Cartagena, básicamente. Porlo tanto, hasta ese momento, las gestiones se centralizaban en la persona deCampoflorido, cuya área de influencia era el este-sureste de la Península. Endefinitiva, el ambiente que la documentación refleja nos sitúa en el mediterrá-neo sur y nos hace pensar en áfrica. Podemos suponer que era un objetivofirme que seguramente se habría ejecutado de no haberse abierto con nitidezla opción italiana, que hasta ese momento estaba en la mente de los gobernan-tes, sí, pero cuya ejecución dependía de alcanzar un acuerdo satisfactorio conFrancia y de garantizarse la neutralidad de Gran bretaña.

No obstante, desde mediados de agosto esa misma documentación empiezaa cambiar de temática y de corresponsales, muestra de que la situación es otra.Es entonces cuando se empieza a tratar el problema de las caballerizas o pese-breras en que trasladar los caballos, para lo cual habría que acondicionar losbarcos de transporte. si las referencias a ellas son punto menos que inexisten-tes hasta agosto, después representan casi un monotema, por la obsesivaurgencia con que se piden. además, es ahora cuando emerge la figura desartine, intendente de Cataluña, hasta entonces ausente de la documentación yque ahora aparece como encargado de la provisión de las caballerizas necesa-rias. todo esto ya no apunta a un hipotético bombardeo de argel, para lo cual

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no se habrían necesitado caballos, ni siquiera tropas, pareciendo como parecíatratarse de una acción de mero castigo y, en consecuencia, no acompañada dedesembarco alguno. tal acción parece claramente ausente de la mente de losgobernantes, quienes ahora planean una empresa militar en toda regla queexige una gran provisión de caballos; además, entra en escena Cataluña. Esdecir, el horizonte se ha trasladado, diríase que de golpe, al mediterráneonorte, y el escenario al que se apunta es Italia, la Italia, también, del norte.

La opinión pública, sin embargo, no se enterará de inmediato de que sehabía optado por Italia. ¡todavía a finales de agosto se trasladan algunastropas de barcelona a alicante! ¿Qué sentido tenía ese traslado? a comienzosde septiembre llegan de Génova noticias de que ha comenzado la guerra y deque las primeras tropas francesas han entrado en Italia. La opción italiana estáclara. ya solo quedaba por resolver la cuestión subsidiaria de si apoyar lapresencia del infante en los ducados o bien dirigirse hacia Nápoles. Como yadijimos, eso dependerá de la marcha de las acciones militares. La decisiónserá importante, no obstante, para la marina porque, de haberse circunscrito laguerra a toscana y Lombardía, la acción de aquella prácticamente habríaterminado con los primeros transportes, como de hecho ocurrirá diez años mástarde en la Guerra de sucesión austriaca, librada en escenarios similares. sinembargo, la decisión de marchar ensanchó el margen de actuación de la arma-da, pues no solo el transporte de tropas se extendió hasta Nápoles y sicilia envarias ocasiones a lo largo de 1734, sino que diferentes escuadras tuvieronque participar en unas cuantas acciones bélicas. y si bien es cierto que nohubo lugar a ninguna batalla especialmente comprometida o, digamos, heroi-ca, no lo es menos que la labor de la marina fue clave para que los objetivospolíticos pudieran cumplirse íntegramente.

Hombres, víveres, pertrechos y demás

vamos, finalmente, a considerar algunos aspectos relativos al modo deaprontar marineros, soldados, víveres y toda clase de pertrechos, así como losproblemas que planteó esta necesidad. En cuanto a los marineros, tenemosinformación detallada para los de la escuadra de Ferrol (19). sabemos que losallí enrolados provenían de la misma Galicia, así como de Cantabria, vizcayay, presumiblemente, Guipúzcoa, aunque estos últimos no es seguro que llega-ran. Para conseguir estos marineros, el capitán general de Ferrol, Cornejo, setuvo que poner en contacto con agentes del rey radicados en diferentes provin-cias de su región. solo hubo problemas en el caso de Guipúzcoa, porque elenrolamiento debía ser aprobado por la Junta General de la provincia, queestaba reunida en los momentos en los que se cursó la petición, y no constaque diera tiempo a que emitiera una resolución favorable antes de que laescuadra zarpase de Ferrol. En los demás casos, el problema era más bien de

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(19) Ibidem.

disponibilidad y transporte, pues el Cantábrico, en invierno, es un mar proble-mático. En todo caso, la escuadra de Ferrol zarpó en junio con sus dotacionescompletas, que encuadraban un total de 2.850 hombres (20).

No tenemos noticias concretas sobre el resto de los barcos que zarparon deCádiz y málaga. suponemos que, si la escuadra de Ferrol se había abastecidode marineros del norte, los barcos del sur lo harían en andalucía. Esto almargen, sí sabemos, como se refleja en la tabla 1, que para completar las dota-ciones faltaban al menos 699 hombres o quizá más, porque serrano pidió a sullegada 900 hombres a Campoflorido para cubrir las vacantes —posiblementeestaba exagerando su petición, para asegurarse de que en las dotaciones noquedase hueco por cubrir—. Como quiera que fuese, cuando los barcos zarpa-ron de alicante hacia Livorno o barcelona, según los casos, parece que lohicieron con sus dotaciones al completo.

todos esos hombres tenían que ir debidamente vestidos, entre otros moti-vos, «para evitar las enfermedades que ha causado la desnudez esta últimacampaña, especialmente en la gente de este reino» (21). Ello planteó a Corne-jo el problema de conseguir camisas, chamarretas, calzones, zapatos…, locual entrañaba algún problema, pues en eso se notaba la dificultad de abaste-cimiento que había en Ferrol y la dificultad de comprar a corto plazo lienzopara las camisas y paño para las chamarretas y demás aderezos que estabanpor confeccionar. Como solución, primero se pensó en anticipar la paga a losmarineros, obligarles a que comprasen por sí mismos su propia ropa antes desu presentación y que se embarcasen con ella. Como se decía, la gente de estereino «siempre se ha embarcado con la ropa que acostumbra». al final, tantopor falta de dinero como por que la «gente fuese con alguna mayor limpieza»,el asunto resultaría algo diferente: se decidió dar solamente dos pagas antici-padas, y a la gente de Galicia y asturias, entregarle dos camisas por barba delas disponibles en los almacenes, lo que hizo un total de 4.000 camisas que seles entregarían una vez embarcados. De esta manera se prevenía también quelas olvidaran en casa.

En cuanto a los víveres, no tenemos detalles concretos sobre este aspectoacerca de la escuadra de Ferrol. suponemos que el arsenal contaba con los queel asentista general era capaz de proveer. En todo caso, sí sabemos que laescuadra zarpó con la cantidad necesaria, al menos para llegar a Cádiz. En elresto del viaje, y para el conjunto de la armada, la documentación refiere cier-tos problemas que los víveres plantearon, particularmente su caducidad, razónpor la que, al llegar a alicante, serrano pidió a las autoridades locales queproveyesen lo necesario para sustituir los víveres en mal estado y poder sopor-tar así un período de estancia más largo caso de que este se prologara indefini-damente.

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(20) Ibidem, p. 41.(21) Freyre, intendente de Galicia, a Patiño. La Graña, 5 de mayo de 1733. Por «última

campaña» puede referirse a la de Orán, donde también estuvieron Cornejo y somodevilla, y a laque por ello Freyre tendría muy presente.

La cuestión general que se plantea aquí es la capacidad de los mercadoslocales para abastecer de los alimentos necesarios a una armada de más de7.500 hombres, sin contar con que, al mismo tiempo, empezaban a llegar losbatallones de soldados para su embarque. Es decir, en Ferrol había en esemomento una población flotante que suponía un considerable aumento respec-to de la residente en la zona. En esas circunstancias, no bastaba con lo queproveía el asentista general, quien además tampoco podía atender los proble-mas sobrevenidos en puerto, para cuya resolución no quedaba más remedioque recurrir a asentistas secundarios, o bien a contratistas locales capaces deallegar en poco tiempo lo que se necesitase. Eso planteaba un problemaadicional: el del pago, pues el abastecimiento general estaba pagado porcontrata con el asentista, pero las adquisiciones in situ no, de manera que elintendente debía pedir más dinero al tesorero general para abonar su importe.El dinero acababa llegando, pero estos trámites suponían dificultades añadidaspara la gestión de aquel.

Otro problema añadido fue el de las pipas de agua. Da la impresión de queno había suficientes o que estaban estropeadas. Desde alicante se pidieroncantidades importantes a Cartagena, donde se suponía que había existencias.Cartagena, sin embargo, planteaba otros problemas, pues en ese momentodesde ese centro se atendía el cambio de guarnición de Orán, lo que compro-metía el uso de barcos, de pequeños transportes, así como la disponibilidad devíveres y pipas de agua. una vez más, resolver la cuestión exigía cartas delintendente a Cartagena, cambios en la práctica que se estaba llevando conOrán, búsqueda de artesanos que arreglaran o fabricaran las pipas necesa-rias… todo acabaría arreglándose, pero a expensas de consumir tiempo yesfuerzos extra.

Con todo, a pesar de la importancia de los víveres y de la pipería, la cues-tión que más resalta en la documentación es, como ha quedado indicado, larelativa a las caballerizas. Los asuntos anteriores eran importantes, pero poresa misma razón en líneas generales estaban en su mayoría resueltos con ante-rioridad y en el lugar de reunión solamente era necesario proveer a faltascircunstanciales provocadas, como se ha dicho, por retrasos, dilaciones en laestancia, víveres en mal estado, etc., pero el grueso de hombres, víveres, pipe-ría, etc., estaba solucionado de antemano.

En cambio, la cuestión de las caballerizas fue una auténtica sorpresa tantopara Campoflorido como para sartine. La sorpresa de ambos intendentesrefleja, una vez más, la reserva en que se había mantenido el auténtico destinode la armada y el hecho de que inicialmente se hubiera pensado en un dobleobjetivo, o más bien, en dos objetivos posibles, uno de los cuales habría actua-do como tapadera del segundo. Es muy probable que si la opción italiana nose hubiera mostrado con claridad o a su tiempo, se habría actuado sobre elprimero, argel. Como hemos dicho, no eran objetivos incompatibles, sino másbien alternativos: todo lo hecho hasta alicante permitía tomar cualquier deci-sión al respecto. De ahí también que la armada tuviera como primer destinoalicante y no se hubiera dirigido desde el principio a barcelona.

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En todo caso, mantener la sorpresa obligó a trabajar con cierta improvisa-ción en el caso de las caballerizas. se pidieron, por lo menos, 2.000, unacantidad nada despreciable. Eso suponía no solo encontrar los transportesnecesarios, sino recibirlos con la antelación suficiente para hacer en ellos laobra de carpintería necesaria antes de zarpar, lo cual, como es lógico, requirióla búsqueda sobre el terreno de los carpinteros pertinentes, sobre todo enalicante, donde se fabricaron la mayoría de las pesebreras. Desde allí losbarcos, convenientemente acondicionados, pasarían a barcelona, dondetambién se estaba llevando a cabo una transformación similar.

El seguimiento del asunto por parte de Patiño fue exhaustivo. El secretarioexigía información puntual para asegurarse de que se cumplían los plazos, quedesde fines de agosto empezaban a correr más deprisa. En consecuencia, laadministración del intendente Campoflorido enviaba puntualmente a Patiñoinformación sobre el número de barcos que salían rumbo a barcelona con lascaballerizas preparadas. Ello nos permite tener noticia de las características deestas naves. se trataba de tartanas, saetías y otras embarcaciones similares. suprocedencia era muy variada: española, por supuesto, pero también francesa,inglesa, o de cualquier zona de Italia. El desplazamiento de estas embarcacio-nes oscilaba entre las 70 toneladas de las más pequeñas y las 200 que podíanalcanzar las mayores, si bien lo más frecuente era que pesaran en torno a las100/120 toneladas. Lo más interesante para nosotros es, quizá, el número decaballos que cada embarcación podía transportar, que era reducido, entre 20 y30, según cada barco. Eso quiere decir que las 2.000 caballerizas que sepedían exigían cerca de 100 barcos de transporte.

Los barcos, con sus caballerizas instaladas, se dirigían a barcelona tantopara su control como para poder abastecerse de otros pertrechos perentorios,singularmente cinchas. Pero los caballos no se cargaron aquí. Dada la delica-deza de este animal, se buscó acortar el trayecto por mar todo lo posible. Deahí que primero la caballería fuera por tierra hasta antibes, donde, para evitarlos alpes, ya sí se embarcó a los caballos rumbo a La spezia o Livorno.

La necesidad de los transportes, cualquiera que sea su objeto, lleva consigoel pago de los fletes. todos los asuntos de las caballerizas, por ejemplo, alretener los barcos mientras se hacían los arreglos, incrementaba los costes. Escierto que los barcos eran forzados a hacer ese servicio al rey, esto es que eranrequisados, por así decirlo, pero ello no quitaba que hubiera que pagar losfletes según los precios establecidos. así pues, todo el asunto de los transpor-tes más o menos de sorpresa que supuso el asunto de las caballerías llevóconsigo un considerable aumento de costes en materia de fletes, sobre lo quetenemos una información solamente parcial.

El dinero

Por último, unas observaciones sobre el dinero. No pretendemos resolverun problema tan intrincado como el de determinar el coste de la operación,

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asunto que escapa por completo de nuestras posibilidades por la insuficienciade la documentación consultada, pero sí podemos aportar algunas considera-ciones sobre el origen del dinero y sus destinos. Para ello nos vamos a centraren el ejemplo de la escuadra de Ferrol, que conocemos bien. Las preguntasque podemos hacernos son, por ejemplo, cuánto le costó al capitán generalferrolano organizar la escuadra, de dónde sacó el dinero y qué pagó con él. Larespuesta a estas preguntas no va a ser tampoco completa, pero sí muy aproxi-mada y en algunos casos exacta (22).

En el arsenal de Ferrol hubo que atender gastos ordinarios, es decir que sehacían habitualmente en el arsenal, como los derivados del mantenimiento delos barcos (carenado, etc.) y las correspondientes pagas a la maestranza; perotambién hubo que subvenir a los gastos extraordinarios generados específica-mente por el aprestamiento de la escuadra. Para algunos de estos gastos, elintendente Freyre recibió del tesorero general una consignación extraordinariaque ascendió a 510.000 reales de vellón. Ciertos costes se abonaron en origen,por ejemplo la paga de algunos marineros que no provenían de Galicia, o losvíveres, cuyo importe se había satisfecho en el asiento general de este ramo, oel transporte de algunos hombres y pertrechos provenientes de santander oPasajes, etc.

vamos a fijarnos de momento en la asignación extraordinaria. Esta se habíadestinado, en realidad, únicamente a los sueldos de oficiales y marineros,aunque luego también se pagaron con cargo a ella algunos fletes del transportede estos. De hecho, no fue suficiente, como se muestra en la siguiente tabla:

Como se ve, la cantidad asignada ni siquiera fue suficiente para cubrir losgastos previstos. La cantidad restante, los 18.173 reales, la dejó Freyre paraque se pagara en Cádiz.

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(22) me remito a los datos e información sobre fuentes recogidos en mi trabajo ya citado«La escuadra de Ferrol, 1733», pp. 45ss.

tabla 2. GastO DE PaGOs POr suELDOs y aLGuNOs FLEtEs (EN rEaLEs DE vELLóN)

Pagas a la marinería, incluidas 4.000 camisas 310.279Pagos a los marineros vizcaínos y montañeses 14.559Flete de las embarcaciones que transportaron a la marinería 24.000Para socorrer al batallón 30.000Para la brigada de artilleros 6.000Pagos a oficiales mayores 70.913Pagos a oficiales de mar 58.360Pagos oficiales de batallón 14.061tOtaLEs 528.173 510.000DIFErENCIa 18.173

Concepto Gasto Asignación

No obstante, como se ha señalado, los gastos devengados en Ferrol fueronmucho mayores. En algunos casos, tales gastos son incalculables e incluso esimposible definir con exactitud su naturaleza, pero en otros sí podemos almenos identificarlos y esclarecer cómo se financiaron. En la tabla 3 se hace unresumen de los pagos, sus conceptos, el origen del dinero y las deudaspendientes.

Por lo tanto, como queda dicho (tabla 2), con la asignación específica sepagaron los conocidos 528.173 reales destinados a sueldos y fletes, cantidadque superaba lo asignado en 18.173 reales. Por su parte, la tabla 3 recoge tantola información anterior como el resto de los pagos, y sitúa el origen del dinero.Con la consignación ordinaria se pagó el apresto de los navíos. a cargo de estaconsignación debería ir más tarde el déficit señalado, más 120.000 reales quefueron avalados personalmente por Freyre para salir al paso de unos pagosinesperados a contratistas locales. Por otra parte, dado que a los oficiales solose les habían abonado cuatro pagas, se les adeudaban 84.957 reales, que se lesentregarían en el futuro, seguramente a su llegada a Cádiz.

Por otra parte, existen otros gastos que, por su naturaleza, debieron desatisfacerse en origen. Por ejemplo, la artillería de la Hermiona (24), al par

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(23) Por consignación ordinaria se entiende la del arsenal. muchos de los trabajos realiza-dos eran los ordinarios en aquel lugar para el mantenimiento de los navíos, si bien en casoscomo este el trabajo era más intenso. Por asignación específica nos referimos a los 510.000reales que se asignaron específicamente para la preparación de esta escuadra.

(24) La Hermiona es la fragata que iba con la escuadra de Ferrol. Era nueva y todavía nohabía sido artillada. Precisamente una de las cuestiones que causaron algún retraso en la salidade esta escuadra fue tener que esperar la llegada, desde santander, de la artillería para laHermiona. más detalles en mi trabajo «La escuadra de Ferrol, 1733», pp. 41-42.

tabla 3. PaGOs, su CONCEPtO y OrIGEN DEL DINErO (EN rEaLEs DE vELLóN)

-

Conceptoapresto de los navíos

CantidadDesconocidaDesconocidavíveres

Consignación ordinariaIncluida en asiento general

120.000Géneros suplementarios Pagado a crédito por Freyre24.000Fletes asignación específica

adelanto de 10 pesosvizcaínos Pagados en su lugar de origen14.559montañeses asignación específica

260.279Gallegos y asturianos asignación específica50.000más las camisas Existencias de almacén

batallones de marina6.000artilleros asignación específica

143.334asignación específica(solo 4 pagas y gajes) asignación específica

Origen (23)

mari

ne-

ría (d

osPa

gas)

que la balería y la pólvora que se cargó en los navíos ya estaba pagada en loslugares de su fábrica, pues correspondían a trabajos hechos por asiento.Ocurre lo mismo en el caso de los fusiles, cuyo embarque se señala en ocasio-nes. No sabemos cómo se pagaron los fletes de la artillería de la Hermiona ypensamos que los de la balería están incluidos en los que trasladaron a lamarinería vizcaína y montañesa, únicos fletes que se señalan, pero no tenemoscerteza de ello.

En definitiva, el coste de la escuadra es mucho mayor de lo que indican lospapeles del intendente de Galicia. Por ellos conocemos los pagos realizadosen Ferrol con su asignación específica, pero carecemos de detalles en relacióncon los demás costes de la escuadra. Para hacer un cálculo total tendríamosque saber otras cosas, por ejemplo, entre las cuestiones más relevantes, cuálfue la repercusión en los gastos del arsenal del aumento de actividad quesupuso la preparación de la escuadra, más allá de la consignación ordinaria.Por otro lado, hemos dado por sentado que los víveres embarcados lo fueron acosta del asiento general que tenía el asentista arizcun. En ese caso tambiéndeberíamos saber qué cantidad exacta de víveres se embarcó y cuál fue larepercusión de ello en el total del asiento general. Pero, además, es posibleque existiesen otros víveres no comprendidos en el asiento general, pues sabe-mos por otros ejemplos que a veces, excepcionalmente, se adquirían abastosen el territorio del arsenal, además de lo que correspondía a los víveres delasiento general. Eso ocurriría más tarde con la armada de serrano en alicante,como hemos mencionado. En ese sentido, no se nos dice si todo lo embarcadoen Ferrol se hizo con cargo al asiento general o fue necesario allegar algunapartida extra a última hora. Quizá los géneros correspondientes a los 120.000reales a crédito que avaló Freyre, que obviamente no estaban incluidos en elasiento, tengan esta naturaleza. tampoco sabemos el precio exacto, imputablea esta expedición, de los cañones de la Hermiona, ni el de su traslado. Igual-mente ignoramos cuánta munición y pólvora se cargó, al igual que su importe.Por lo tanto, estamos lejos de poder hacer un estudio de costes ajustado.

respecto al dinero, además de indicar los costes, es interesante precisartambién qué instancias concurren, tanto para conseguir financiación comopara realizar el gasto. En este sentido, el propio arsenal con sus instalaciones ymedios es centro fundamental de gasto y de financiación, sobre la base de suconsignación ordinaria. Los lugares de origen, tanto de la marinería como delos diferentes aprestos, son igualmente centros de gasto y de financiación concargo a sus propias consignaciones o asientos, según los casos. y así, porejemplo, encontramos al asentista general de víveres, las entidades locales,como las intendencias o los comisionados de matrícula, que buscan la marine-ría; las fábricas de armas y municiones, etc., todos ellos imputan en susdemarcaciones y lugares. los gastos que producen el servicio realizado o elgénero fabricado La tesorería General y sus dependencias canalizan la asig-nación específica, además de la ordinaria. En este caso cabe destacar la parti-cipación de la tesorería de la renta del tabaco en Galicia. Por otra parte, elpropio intendente tiene que avalar personalmente un crédito que los proveedo-

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res están dispuestos a dar. Por último, es necesario resaltar el papel central yde coordinación de la secretaría de marina, que no solo organizaba sino que,suponemos, tendría que hacerse cargo de los pagos a los oficiales (25).

ConclusionesEn definitiva, lo que hemos podido ver es el complemento del cuadro

general de la política internacional, ámbito en el que la marina actúa comoprotagonista, con los detalles de la preparación de las escuadras que aparece-rán en escena. Para poder participar en la batalla había que prepararse, y talpreparación lo era a largo plazo. Desde el punto de vista técnico, las operacio-nes son siempre las mismas: preparar los barcos, aprestarlos, dotarlos de tripu-lación, etc., pero llegado el siglo xvIII lo que se destaca es que el tamaño de laactividad y el ámbito de actuación exigen una participación total de los recur-sos del Estado: hombres, barcos, víveres, armas, dinero…, recursos que noprovenían de un único lugar, sino de todo el territorio español. a veces labibliografía ha podido dar la impresión de que, dado que estas expediciones aItalia salían de barcelona, todos los recursos provenían de la zona. Pero, comohemos visto, no era así, sino que, con independencia de cuál fuera el punto dereunión, y de que este lugar —en nuestro caso, sobre todo alicante y barcelo-na— también aportase su cuota, la realidad es que los recursos llegaban detodos los territorios de la monarquía, y no solo de la España peninsular, sinotambién de américa —cabe pensar en si alguno de los barcos que participanhabía sido construido en La Habana, por ejemplo, o en que parte del dineroasignado a la marina provenía de la renta del tabaco, producto americano—.Podríamos seguir haciendo consideraciones de este estilo para ver cómo en elesfuerzo participaron todos. Por supuesto, lo que destaca por encima de todoes la capacidad de coordinación que la gestión política —en este caso, Patiñoy sus inmediatos colaboradores— para movilizar con diligencia los recursos,premisa fundamental para poder tener éxito en la empresa.

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(25) sobre los mecanismos de pago de la tesorería General y las relaciones con los dine-ros de la armada, véase tOrrEs sáNCHEz: La llave de todos los tesoros. La Tesorería Generalde Carlos III. sílex, madrid, 2012, pp. 199ss.

ÍNDICEsDE La rEvIsta DE HIstOrIa NavaL

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• Currículos de autores.• Índices de los números 76 al 100.• artículos clasificados por

orden alfabéticos.• Índice de materias.• Índices de autores.• Índice de la sección La histo-ria vivida.

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INstItutO DE HIstOrIa y CuLtura NavaL

POLÍtICa NavaL y mOvILIzaCIóN DE rECursOs

Para La DEFENsa COLONIaLaL INICIO DE La GuErraDE La OrEJa DE JENKINs

(1739-1740) (1)

Para una nación con un imperio lejano que defender, un comerciotrasatlántico y transpacífico que proteger, del que en buena parte dependía sufinanciación, la capacidad de poder ejercer su poder marítimo y su podernaval era una cuestión prioritaria. sin embargo, durante el reinado de Felipe vesta obviedad quedó algo desdibujada al entrar en conflicto con otros interesesa los que la monarquía dio prioridad.

El objetivo de este artículo es analizar la capacidad de respuesta de lamonarquía y de la armada ante la situación de máxima tensión que supuso elinicio del enfrentamiento contra Gran bretaña, conocido como la Guerra de laOreja de Jenkins, en 1739, cuyo primer escenario fue el Caribe. Desde estaperspectiva analizaremos en función de qué intereses y cómo se fue definiendola política naval para la defensa de la metrópoli y de las colonias; cómo semovilizaron los recursos en una situación especialmente difícil por la quiebrafinanciera del Estado que se había decretado ese mismo año, y cómo se proce-dió a su transporte al lejano escenario de la guerra, comparando el esfuerzoespañol con el británico.

¿Cómo se llegó a la guerra?Después de la firma del tratado de utrecht en 1713, Gran bretaña, ampa-

rándose en las principales imposiciones obtenidas del tratado en forma de

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(1) Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto de investigación «movilización derecursos para la guerra y la construcción del Estado en el siglo xvIII: España y su contexto euro-peo» (referencia Har 2011-23570), financiado por el Gobierno de España (ministerio de Cienciae Innovación, cuyas competencias a día de hoy ha asumido el ministerio de Economía y Competi-tividad) y coordinado por agustín rodríguez Enciso. se encuadra en el Programa Nacional deProyectos de Investigación Fundamental, en el marco del vI Plan Nacional de I+D+I 2012-2014.

maría bauDOt mONrOyDepartamento de Historia moderna uNED

privilegios comerciales —el navío de permiso y el asiento de negros—, empe-zó a fomentar un creciente contrabando con las colonias españolas del Caribey del seno mejicano, que se vio reforzado por la actividad de corsarios británi-cos y de sus propias colonias norteamericanas (2). Esta soterrada y progresivacampaña de acoso comercial a las colonias americanas españolas se vio favo-recida por los éxitos de los diplomáticos británicos en las posteriores negocia-ciones mantenidas con alberoni, en las que consiguieron incrementar lasprerrogativas comerciales obtenidas en utrecht (3), lo que suponía un primeraamenaza de quebrar el equilibrio político que las potencias europeas acababande pactar. La respuesta del gobierno español estuvo completamente condicio-nada por la decisión de Felipe v de concentrar el poder marítimo y naval en larecuperación del control del mediterráneo, perdido por la cesión a austria delos territorios italianos que históricamente habían pertenecido a la Corona ypor la presencia británica en menorca y en Gibraltar, la cual potenció unincremento de la actividad corsaria berberisca en las aguas del mediterráneooccidental. todo el poder naval que alberoni pudo movilizar entre 1713 y1717 para fomentar la recuperación material de la armada se concentró en lasexpediciones que se llevaron a cabo para reconquistar mallorca (1715),Cerdeña (1717), sicilia (1718) y Ceuta (1720) (4). En la batalla de CaboPassaro (sicilia), en 1718, prácticamente se perdió todo este esfuerzo.

Como el fruto de la recuperación naval de estos años se concentró en lasexpediciones en el mediterráneo, para la defensa de las Indias, primero albe-roni y después Patiño se vieron obligados a autorizar a los gobernadores colo-niales la concesión de patentes a corsarios hispanoamericanos para que actua-

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(2) bétHENCOurt massIEu, a.: Relaciones de España bajo Felipe V, aEHm, universi-dad de valladolid, universidad de La Laguna, universidad de Las Palmas, uNED, Las Palmas,1998, pp. 183-188; rODGEr, N.a.m.: The Command of the Ocean, w.w. Norton & Co.,Londres, Nueva york, 2006, p. 228.

(3) En agosto de 1716, Julio alberoni consiguió un fugaz y poco consistente apoyo britá-nico al proyecto revisionista de Felipe v, quien, para recuperar los territorios italianos, ofrecíaampliar las concesiones comerciales a Inglaterra contenidas en el tratado de utrecht. sobre estacuestión, véase waLKEr, G.J.: Política española y comercio colonial, 1700-1789, barcelona,1979, pp. 103, 115-119; sobre alberoni, marCHEsI, J.m.: El cardenal Alberoni y la políticainternacional de España (tesis doctoral), uCm, madrid, 1944-1945; taxONEra, L.: El carde-nal Alberoni, forjador de una nueva España en el siglo XVIII, Editora Nacional, 1954; aLabrúsIGLEsIas, r.m.: «La trayectoria política del cardenal Giulio alberoni, (1708-1720)», en Revistade Historia Moderna, núm. 29, 2011, pp. 171-183; martÍNEz Navas, I.: «alberoni y el gobier-no de la monarquía española», en Redur, núm. 8, 2012, pp. 63-110. sobre la escalada deviolencia entre los corsarios británicos en el Caribe y su persecución por los guardacostashispanos, escalada que desembocó en la Guerra de la Oreja de Jenkins en 1739, véanse ParEs,r.: War and Trade in the West Indies, 1739-1763, Frank Cass Publishers, 1963, pp. 1-28;HarDING, r.: The Emergence of Britain’s Global Naval Supremacy, the boydell Press, wood-bridge, 2010, pp. 15-28. sobre la política revisionista de Felipe v, OzaNam, D.: «La políticaexterior de España en tiempo de Felipe v y de Fernando vI», en mENéNDEz PIDaL, r. (dir.):Historia de España, t. xxIx, Espasa Calpe, madrid, 1985, pp. 573-640; bétHENCOurt massIEu,a.: Relaciones de España…, pp. 179-218, 453-517.

(4) sobre estas expediciones, véase aGuILEra, m.a.: La conquista y el dominio deCerdeña, (1717-1720). valladolid, 1977

ran como guardacostas persiguiendo el creciente contrabando en el Caribe (5).No fue hasta 1725 cuando Patiño estableció en La Habana la Escuadra Guar-dacostas, formada inicialmente por dos navíos de línea, en respuesta a lasnumerosas quejas por la progresiva pérdida de mercados que recibía delcomercio gaditano, que se avino a contribuir a su mantenimiento con unaaportación del 6 por 100 sobre la plata y oro que llegaran de Indias (6).

Los corsarios-guardacostas, apoyados por los buques guardacostas de laarmada, fueron incrementando su violencia en la persecución y captura depresas, a medida que también aumentaba la presencia de naves mercantesbritánicas y de corsarios ingleses y norteamericanos en las aguas de las IndiasOccidentales, gracias al apoyo de las autoridades coloniales británicas deJamaica y de los buques de la marina inglesa. Los enfrentamientos y laspresas efectuadas, inevitablemente, dieron lugar a un estado de guerra latentey continuado entre ambas naciones que se mantuvo durante gran parte delsiglo xvIII. Los choques se desarrollaron básicamente, además de bajo laforma señalada de un agresivo corso en el Caribe y el atlántico, medianteexpediciones de bloqueo de puertos y rutas de navegación por buques deguerra y corsarios, o a través de intermitentes momentos de tensión armadacuando hubo ruptura de paces o, finalmente, guerras declaradas, como la de laCuádruple alianza (1717-1721), la anglo-española (1727 y 1729), o la de laOreja de Jenkins (1739-1748) (7), que le tocó gestionar y coordinar almarqués de la Ensenada (8), primero desde su cargo de secretario del almi-

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(5) sobre la recuperación naval después de la Guerra de sucesión, PérEz-maLLaINabuENO, P.E.: La política naval en el Atlántico, 1700-1715, sevilla, 1982, pp. 408-412;marCHENa FErNáNDEz, J.: «De las “reliquias” de Felipe v a la gran armada oceánica de 1750:guerra y marina durante la primera mitad del siglo xvIII», en saNCHEz baENa, J.J.; CHaÍN-NavarrO, C., y martÍNEz-sOLÍs, L.: Estudios de Historia Naval. Actitudes y medios en la RealArmada del siglo XVIII, madrid, 2012, pp. 49-90. sobre la política de alberoni, vaLsECCHI, F.«La política italiana de alberoni. aspectos y problemas», en Cuadernos de InvestigaciónHistórica, núm. 2, 1978, pp. 479-499; KuEtHE, a.J.: «La política colonial de Felipe v y elproyecto de 1720», en NavarrO aNtOLÍN, F. (coord.): Orbis incognitus. Avisos y legajos delnuevo mundo, vol. I, Huelva, 2007, pp. 233-242

(6) waLKEr, G.J.: Política española…, p. 190. La cifra se redujo al 4% a partir de 1732,según un acuerdo de la Junta del Consulado. aGI, Consulados 15. «servicios hechos al estadoy a algunos cuerpos particulares de la nación por el comercio de Cádiz, 1555-1803».

(7) sobre las causas y el desarrollo de la guerra existe una extensa bibliografía, FErNáN-DEz DurO, C.: Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, t. vI, museoNaval, madrid, 1973, caps. xvI-xvIII; HILtON, s-L.: «El conflicto anglo-español sobre derechosde navegación en mares americanos (1729-1750)», en Revista de Indias, núm. 153-154, 1978,pp. 671-713; ÍDEm: Las Indias en la diplomacia española, 1739-1759, universidad Compluten-se, 1980, madrid; ÍDEm: «El conflicto anglo-español en Florida: utopía y realismo en la políticaespañola, 1732-1739», en Quinto Centenario, núm. 5, 1983, pp. 97-130; DONOsO aNEs, E.: «LaCompañía del asiento y la Guerra de la Oreja: sus causas económicas y algunos aspectoscontables relacionados», en RC-SAR xI, núm. 1, 2008, pp. 9-40; HarDING, r.: The Emergen-ce…, pp. 9-28; CErDá CrEsPO, J.: Conflictos coloniales. La Guerra de los Nueve Años, 1739-1748, universidad de alicante, 2010.

(8) rODrÍGuEz vILLa, a.: Don Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada. Ensayobiográfico, madrid, 1878; saLvá rIEra, J.: El marqués de la Ensenada, madrid, 1942; abaD

rantazgo español y, a partir de 1743, como secretario de Hacienda, Guerra,marina e Indias. La mayor o menor intensidad de esa tensión la determinaronlas negociaciones diplomáticas mantenidas entre las potencias europeas (Ingla-terra, austria, Francia y Holanda) para conservar el equilibrio europeo pactadoen utrecht, que había estado siempre muy condicionado por los intereses revi-sionistas de Felipe v con respecto a la pérdida de los territorios en Italia, por laconsecuente prioridad que dio a la recuperación del control del mediterráneo ypor el permanente acoso de franceses, holandeses y, sobre todo, británicos paraconseguir un mayor acceso a los mercados coloniales hispanos. En las negocia-ciones diplomáticas, España utilizó tres armas de presión para conseguir elapoyo de las demás potencias a sus objetivos mediterráneos: la concesión deprivilegios comerciales en Indias, la política represiva del contrabando enaguas caribeñas y el incremento de tasas al comercio lícito.

En julio de 1739, Gran bretaña, tomando la iniciativa, había empezado lashostilidades, aunque hasta octubre de ese año no declaró oficialmente la guerraa España. El foco inicial de las operaciones se localizó en el Caribe, ya que elobjetivo británico era hacerse con alguna de las principales plazas comercialesespañolas, lo que supondría una importante baza para obtener más concesionescomerciales en unas posteriores negociaciones de paz. un año después, elconflicto adquirió carácter mundial al encadenarse con la Guerra de sucesiónaustriaca y extenderse los enfrentamientos al atlántico, el Pacífico, asia, elmediterráneo y a suelo europeo. Las campañas de Italia durante 1743 y 1748,que tuvieron como objetivo prioritario consolidar en el trono de Nápoles ysicilia al infante don Carlos y, en los ducados de Parma, Plasencia y toscana,al infante don Felipe, hay que inscribirlas en el contexto de la conexión de laGuerra de la Oreja de Jenkins con la de sucesión austriaca (9).

La situación de la Armada en 1739Desde 1737 había dos instituciones al frente de los asuntos de la armada:

la secretaría de marina e Indias, cuyo titular era José de la Quintana, y elalmirantazgo, una institución creada en 1737 por Felipe v para proveer deingresos al infante don Felipe (10). Este último se regía por una juntacompuesta por tres marinos prestigiosos con el grado de teniente general: el

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LEóN, F.: El marqués de la Ensenada. Su vida y su obra, 2 vols., madrid, 1985; GómEz-urDá-ñEz, J.L.: El proyecto reformista de Ensenada, milenio, Lleida, 1996.

(9) mELENDrEras GImENO, m.C.: Las campañas de Italia durante 1743-1748. Editum,murcia, 1987.

(10) sobre el almirantazgo español, véanse GuIraO DE vIErNa, a.: «Notas para un estudiodel almirantazgo», en Revista de Historia Naval, núm. 4, 1984, pp. 83-100; PérEz FErNáNDEz-turéGaNO, C.: «El almirantazgo del infante don Felipe (1737-1748). Conflictos competencia-les con la secretaría de Estado y del Despacho de marina», en Anuario de Historia del DerechoEspañol LxxIv, madrid, 2004, pp. 409-473; CEbaLLOs-EsCaLEra y GILa, a. de: El Almiran-tazgo general de España e Indias en la Edad Moderna, real academia de la mar, madrid,2012.

marqués de mari, Francisco Cornejoy rodrigo torres morales. Elmarqués de la Ensenada era el secre-tario de este órgano y como tal coor-dinaba toda la gestión y mantenía lasrelaciones institucionales del almi-rantazgo con la secretaría de marina,los intendentes de los departamentosmarítimos y el resto de los secretariosdel despacho. sebastián de la Cuadra,marqués de villarias, secretario deEstado, y el duque de montemar, titu-lar de la secretaría de Guerra, eranlos únicos que despachaban directa-mente con el rey y que gozaban de suconfianza. Los dos estaban muycondicionados en el ejercicio de susresponsabilidades por la prioridadque los monarcas dieron a sus intere-ses revisionistas de lo pactado en utrecht, lo que les obligaba a posponer laprotección efectiva del imperio colonial a las cuestiones relacionadas con elmediterráneo. La real Hacienda estaba a cargo de Juan bautista de Iturralde,cuyas primeras medidas de gobierno, en marzo de 1739, fueron decretar lasuspensión de pagos y adoptar una política económica muy restrictiva delgasto militar y naval precisamente cuando empezaron las movilizaciones delEjército y de la armada, por lo que la falta de financiación fue un condicio-nante decisivo (11).

Las siguientes palabras de Ensenada dan buena cuenta de la gravedad de lasituación financiera a la que el almirantazgo y la secretaría de marina seenfrentaron para poner en marcha la maquinaria de la guerra naval: «… queen la guerra con ingleses ha entrado nuestra marina sin providencia paradefenderse, cuanto más para ofender al enemigo, porque no pudiendo prepa-rarse ni para lo uno, ni para lo otro sin caudales, jamás ha carecido más deellos la marina (…) = marqués de la Ensenada, 1740» (12).

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(11) FErNáNDEz aLbaLaDEJO, P.: «El decreto de suspensión de pagos de 1739: análisis eimplicaciones», en Moneda y Crédito, núm. 142, 1977, pp. 51-85; JuraDO sáNCHEz, J.:«Proyectos para reducir el gasto de la Hacienda española en el siglo xvIII», en Cuadernos deEstudios Empresariales, núm. 14, 2004, pp. 105-129. sobre las medidas de ahorro para lamarina, aGs, secretaría superintendencia de Hacienda (ssH), leg. 409. memorial de Juanbautista de Iturralde de 22 de abril de 1739. Iturralde a Quintana, 1 de mayo de 1739, cit. enPErONa tOmás, D.: Los orígenes del Ministerio de Marina, ministerio de Defensa, Instituto deHistoria y Cultura Naval, madrid, 1998, pp. 126 y 183 (n. 299 y 300). sobre Iturralde, véaseCruz muNDEt, J.r.: «Juan bautista de Iturralde y Gamio, un asentista navarro en la corte deFelipe v», en Príncipe de Viana, núm. 255, 2012, pp. 205-259.

(12) archivo General de simancas (aGs), secretaría de marina (sm), leg. 397-2, doc.1020. marqués de la Ensenada al marqués de villarias. aranjuez, 14 de mayo de 1740.

una de las medidas restrictivas del gasto del Estado impuestas por Iturral-de a la armada para tratar de rebajar la enorme deuda acumulada fue reduciren un tercio la consignación ordinaria anual (13), y para controlar el dinero«superfluo y vicioso» que gastaba, según su opinión, notificó al secretario demarina, José de la Quintana, que el almirantazgo debía presentar ante la Juntade Hacienda presupuestos detallados de todos los gastos que previera hacer,para que dicha junta los fiscalizara antes de que él los aprobara o no (14). Estapolítica restrictiva de Iturralde, junto con la irregularidad (15) con que selibraban los pagos de las consignaciones anuales, provocaron mucha precarie-dad, de modo que los intendentes de marina presentaron numerosas quejas yreclamaciones al verse incapaces de conseguir tanto los materiales y pertre-chos necesarios para el mantenimiento de los bajeles como el numerario parapagar los sueldos a las personas adscritas a sus respectivos departamentos. sedebían muchas mensualidades a las maestranzas, a la marinería («en descu-bierto de mucha parte de sus sueldos, cobrando con mucho atraso la mitad quese les da»), a la tropa de los batallones («en carnes vivas») y a los oficiales(«en la última miseria»), quienes acumulaban tres años de retrasos. Endiciembre de 1739 aún se adeudaban a la armada 6.959.000 de reales delmontante asignado para ese año (16).

La desoladora penuria que arrastraba la marina ya desde los años anterio-res la dejó bien reseñada el embajador británico benjamin Keene en un infor-me a su superior de 1737:

«… tienen unos 50 barcos, de los cuales creo que pueden seleccionar 30grandes y bien construidos, pero sus almacenes están desprovistos y tendránque invertir sumas muy importantes para alcanzar una situación aceptable, yla situación de la economía es muy mala como para que sea posible mejorar lacondición de la marina» (17).

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(13) En 1738 la armada recibió una consignación ordinaria de 18.528.697 reales devellón, que supusieron un 25,7% del gasto total del Estado. En 1739 la consignación se redujo a12.734.992 reales, un 17,7% del gasto total. véase NavarrO mErINO, J.P.: La Armada españo-la en el siglo XVIII, Fundación universitaria Española, madrid, 1981, pp. 155, 162 y 169;amNm (archivo museo Naval madrid), ms. 471, f. 11.

(14) aGs, ssH, leg. 409. Juan bautista de Iturralde a José de la Quintana, 1 de mayode 1739.

(15) amNm, ms. 471, f. 11. Resumen de las consignaciones señaladas a la Marinadesde 1728 a 1807 con otras noticias interesantes que ilustran el expediente: «… en 1739siguió la marina en el mismo estado de miseria, atenida a cortos socorros que de tiempo entiempo recibía».

(16) mErINO NavarrO, J.P.: La Armada…, p. 155, cuadro III, «Consignaciones de mari-na». En 1738 la armada recibió 18.525.697 reales de vellón, y en 1739, 12.734.992. aGs, sm,leg. 397-2, doc. 1020; amNm, ms. 417, 1740, «Nota sobre el atraso de pagas de la oficialidadde la real armada, Cuerpo de ministerio, maestranza en el Departamento de Cádiz».

(17) Public record Office (PrO), spain Papers (sP), 94/127. Keene a Newcastle, 25 demarzo de1737, cit. en LyNCH, J.: El siglo XVIII, Crítica, barcelona, 1991, p. 118.

Durante 1739 esta penuria se agravó porque Iturralde, en su afán derestringir el gasto, fue incapaz de organizar un presupuesto extraordinario parafinanciar las campañas que se avecinaban. a lo largo de todo 1739 el almiran-tazgo, por mano del marqués de la Ensenada, en repetidas ocasiones trasladó aFelipe v —sin obtener respuesta— advertencias sobre la crítica situación:«En medio de haber sido incesantes las representaciones de s.a. para que seacudiese a esta importancia siquiera con alguna distinción».

a la falta total de financiación como primer condicionante para la movili-zación hay que sumar otros factores de carácter político que determinaron lapolítica de Estado e influyeron decisivamente en la estrategia que se trazó yen el ritmo en aplicarla. Por un lado, la política exterior, irreal y utópica (18);por otro, la necesidad de dejar la defensa colonial en manos de corsarios guar-dacostas en sustitución de las escuadras de la armada, por la concentracióndel poder naval en el mediterráneo debido a la actitud irrendentista y belicistade Felipe v y sus ministros, a la intransigencia frente a Inglaterra durante laslargas negociaciones mantenidas durante estos años, y a la convicción dealgunos consejeros —como el conde de montijo, presidente del Consejo deIndias, y el marqués de La mina—, aún más ilusoria, de ser capaces de defen-der los amplios y lejanos territorios de la monarquía sin «grandes escuadras»y prescindiendo del apoyo de Francia. tal convicción, sin duda, nacía de lavisión distante y poco realista que tenían los monarcas, sus ministros y susasesores de esos años sobre las Indias y de la escasa importancia que daban aluso del poder marítimo y naval de la monarquía para su defensa frente alexpansionismo mercantil británico (19). De modo que, desde la firma deutrecht en 1713, el principal objetivo de la política exterior de Felipe v fuerecuperar los territorios italianos, propósito al que dio absoluta prioridad,mezclando en ello sus ambiciones personales con la política de Estado (20).

No fue menos condicionante —aunque su trascendencia fuera menor— labicefalia institucional en la cúpula de la armada, porque los problemascompetenciales que generó derivaron en un enfrentamiento abierto por elpoder entre José de la Quintana y los marinos de la Junta. Esta contiendaentorpeció y enlenteció mucho la circulación de informes y órdenes, al noaceptar Quintana que la secretaría de marina hubiera quedado relegada afuncionar como una correa de transmisión entre el almirantazgo y el rey, yentre el almirantazgo y el resto de secretarías e instituciones (21). Finalmente,

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(18) GómEz mOLLEDa, m.D.: «España en Europa. utopía y realismo de una política», enArbor, núm. 110, 1955, pp. 7-13; HILtON, s.L.: «El conflicto anglo-español sobre derechos…»,pp. 671-713.

(19) aHN, Estado, leg. 7632. En una carta de 28 de septiembre de 1739 a villarias, elmarqués de La mina afirmaba: «Nosotros solos bastamos a defendernos y destruir su poder conarmadas y sin el empeño de grandes flotas», cit. en HILtON: op. cit., pp. 97-130; bétHENCOurtmassIEu, a.: Relaciones de España…, pp. 42, 136-137, 453-478. OzaNam, D.: «La políticaexterior…», p.625.

(20) bétHENCOurt massIEu, a.: op. cit., pp. 42, 136-137; OzaNam, D.: op. cit., pp. 625.(21) PérEz FErNáNDEz-turéGaNO, C.: «El almirantazgo…», pp. 454ss.

el concepto del rey y sus ministros del ejercicio del poder naval, nada desa-fiante con respecto al enemigo y excesivamente protector con los navíos, limi-tó la actuación de los comandantes de los buques. a todos los que se despachóal Caribe durante 1738 para hacer frente a la escuadra inglesa al mando debrown, enviada en apoyo de los mercantes y corsarios británicos, se les orde-nó no provocar ni disparar primero, tratar de resolver los conflictos mediantenegociaciones y evitar a todo trance, no ya perder los navíos, sino incluso quesufriesen el menor daño, pues en otro caso responderían ante un consejo deguerra. En otras ocasiones también se les recomendó tratar de ganar el barlo-vento para escabullirse de sus enemigos (22). órdenes muy parecidas se repi-tieron en 1739, por lo que esta actitud, que contrastaba con la británica, desa-fiante y ofensiva, condicionó decisivamente el uso del poder naval de lamonarquía durante todo el reinado de Felipe v.

La lenta reacción del rey y sus ministros a pesar del estado latente de guerra, y de las presiones de la Compañía del

mar del sur en el Parlamento británico para encaminar al país hacia elconflicto bélico, la firma de la convención de El Pardo e1 14 de enero de 1739hizo que el rey y sus asesores albergaran grandes esperanzas de que la guerrase había evitado. Prueba de su falta de visión política fue que el monarca, enfebrero, ordenó desarmar los navíos destacados en los departamentos de Cádizy Cartagena y devolver los marineros matriculados a sus lugares de origen,dejando para el resguardo de los puertos un navío y una fragata (23).

Entre marzo y abril se hizo evidente que la Compañía del mar del sur noiba a satisfacer a Felipe v las 68.000 libras que le correspondían como accio-nista, cuyo pago había sido pactado en enero durante la convención de ElPardo (24). a pesar de ello, el rey y sus asesores aún creían posible mantenerla paz, y en marzo el monarca ordenó que se habilitara para el verano siguien-te la flota de la Carrera de Indias, que debía haber zarpado el verano anterior.

En cambio, Ensenada, adelantándose a los acontecimientos y previendosin asomo de duda el inevitable enfrentamiento, trató de organizar la movili-zación, empezando por pedir a los intendentes de marina estados de losbuques en disposición de navegar en sus respectivos departamentos (25) y

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(22) aGs, sm, leg. 394, ff. 465-505; leg. 395, ff. 1-40; rODrÍGuEz CasaDO, v.: «El Ejér-cito y la marina en el reinado de Carlos III», en Boletín del Instituto Riva Agüero, núm. 3,1956-1957, pp. 129-156; bétHENCOurt massIEu, a.: Relaciones de España…, p. 472.

(23) amNm, ms. 74, doc. 124. «Instrucción que han de observar y practicar el coman-dante general y el intendente general del departamento de Cádiz, cada uno en lo que a suinspección toca en el desarmamento de los bajeles que se hallan en aquel puerto y los que arma-dos han de subsistir en él y dirigirse a Ferrol y a Cartagena, todo en ejecución de órdenes delrey comunicadas al sr. Infante almirante, de las cuales se expiden estas».

(24) Ibidem, p. 606.(25) aGs, sm, leg. 434, «Noticia de los bajeles que presentemente están armados en

Cádiz, de los ya carenados y se están carenando para armarse». según este documento, enviado

ordenándoles hacer recuentos de víveres con los factores del asentista. Elalmirantazgo intentó también reforzar la defensa de las plazas del Caribeproponiendo al rey el despacho urgente a esas aguas de una escuadra de seisnavíos, a lo que el monarca se negó. En lugar de ello autorizó que se despa-charan dos avisos, uno hacia La Habana, para prevenir a José Pizarro —queestaba al mando de una flota de azogues con los que debía llevar una grancantidad de caudales a la metrópoli— de la presencia de navíos ingleses a laaltura del cabo de san vicente, que le aguardaban para apresarle. El segundoaviso debía llevar a Cartagena de Indias —en manos de blas de Lezo, quienhabía llegado al mando de la Flota de Galeones— las órdenes del rey de evitarque se celebrara la feria en Portobelo y de poner a buen recaudo tanto la plataperuana cuando llegara a Panamá desde Lima como los caudales de los galeo-nes que esperaban en Cartagena, desde finales de 1737, la llegada a Portobelode los comerciantes limeños para concurrir a la feria. Para reforzar la defensade tierra Firme, y atajar el notable incremento del contrabando de los holan-deses desde su colonia de Curazao (26), se restauró el virreinato de NuevaGranada, cuya capital se fijó en santa Fe (27). Para el cargo de virrey, Feli-pe v nombró al teniente general del Ejército sebastián de Eslava (28), a quiense ordenó trasladarse a Cartagena de Indias durante el verano (29), para lo quese pidió al intendente de Ferrol que despachara en agosto dos navíos en losque el nuevo virrey debía llevar consigo tropas, pertrechos y armamento de

45

por Francisco de varas a Ensenada, estaban armados 8 navíos de 60 cañones, 1 de 54 y 3 fraga-tas de 18 y 16 cañones; carenados, 1 de 80 cañones, 1 de 60, 2 fragatas de 46 y 30 cañonesrespectivamente y 4 bombardas de 8; carenándose, 1 de 114 cañones, 1 de 64, 2 de 54 y 4bombardas. Para poder armar los que estaban carenados y carenándose hacían falta pertrechos,marinería y materiales para las carenas. amNm, ms. 472. Ensenada al Infante almirante,«Plan o reglamento del todo del que deberá constar la real armada». buen retiro, 22 dediciembre de 1737. según este documento de Ensenada, la armada tenía los siguientes buques:navíos, 1 de 114 cañones, 2 de 80, 12 de 70, 17 de 60 y 10 de 50; fragatas, 4 de 40, 2 de 30 y 4de 20; paquebotes, 4 de 16 a 20 cañones, y 4 bombardas de 6 a 8 cañones, lo que hacía un totalde 60 buques.

(26) sobre el contrabando, véanse arauz mONFOrtE, C.: El contrabando holandés en elCaribe durante la primera mitad del siglo, XVIII, 2 vols., Caracas, 1984; LóPEz CaNtOs, a.:«Contrabando, corso y situado en el siglo xvIII: una economía subterránea», en Anales de Cien-cias Sociales II, universidad Interamericana de Puerto rico, 1985; CrEsPO sOLaNa, a.: Merca-deres atlánticos. Redes del comercio flamenco y holandés entre Europa y el Caribe, universi-dad de Córdoba, 2009, pp. 263-279; rEICHErt, r.: «Navegación, comercio y guerra. rivalidadpor el dominio colonial en la región del golfo de Honduras, 1713-1763», en Península vII,núm. 1, 2012, pp. 13-37.

(27) aGI, santa Fe 265. El rey al conde de montijo. aranjuez, 24 de abril de 1739.CLEmENtE bataLLa, I.: «El virreinato de Nueva Granada y las relaciones internacionales en elCaribe (I)», en Huellas, núm. 44, barranquilla, 1995, pp. 18-27; mCFarLaNE, a.: Colombiabefore Independence: Economy, Society and Politics under Bourbon Rule, Cambridge univer-sity Press, 1993, pp. 187-197.

(28) aGI, santa Fe 541, L. 1, ff. 26r-44v, 8 de agosto de 1739, nombramiento de sebas-tián de Eslava como virrey y presidente de la audiencia e instrucciones para su gobierno;ibidem, 572, correspondencia sobre el establecimiento del virreinato.

(29) aGI, santa Fe 572. a don sebastián de Eslava. buen retiro, 11 y 13 de julio de1739.

refuerzo. Los elegidos fueron el Galicia, de 70 cañones, y el San Carlos, de60. sin embargo, por falta de caudales para habilitarlos, estos navíos no zarpa-ron hasta finales de octubre y, debido a una accidentada travesía, durante laque fallecieron más de 150 hombres y que obligó a los barcos a detenerse enPuerto rico, dichos barcos no llegaron a Cartagena hasta finales de marzo de1740 (30). más afortunado fue José Pizarro, quien, al conocer que una escua-dra inglesa le acechaba en el atlántico, decidió cambiar de derrota y consiguióentrar en santander en agosto con sus tres navíos cargados con mercancías yun tesoro de cinco millones de pesos en oro y plata (31).

La rápida iniciativa de Gran Bretaña en 1739La situación en Gran bretaña era muy distinta. Para empezar disponía de

fondos. El almirantazgo británico contó con financiación gracias a que,además de las consignaciones anuales ordinarias y extraordinarias que laroyal Navy recibía regularmente, el Parlamento aprobó una emisión de deudaen bonos a largo plazo de 500.000 libras esterlinas, bonos que se colocaronsin dificultad en el mercado y de cuya recaudación se destinaron a la marina300.000 libras (32).a la ventaja de tener un sistema financiero fuerte y conso-lidado que respaldaba los gastos de la guerra, los británicos sumaron el dispo-ner de la mayor flota existente y el contar con el apoyo de los financieros y delos ricos y poderosos comerciantes atlánticos, cuya presión, exigiendo en elParlamento el derecho a la libre navegación en aguas americanas, consiguióforzar la declaración de guerra y fomentar el entusiasmo popular medianteuna hábil campaña publicitaria antiespañola que alimentó el patriotismo y laconvicción de la superioridad naval británica frente a los depredadores espa-ñoles (33). Por último, también contaban con una administración naval de

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(30) aGs, sm, leg. 396-1, docs. 61-64. Lo relativo al apresto de los buques San Carlos yGalicia con tropas, armas, pertrechos y víveres para Cartagena y Portobelo, en aGs, sm, leg.395, docs. 372-500.

(31) aGs, sm, leg. 395, docs. 160ss. (32) bauGH, D.a.: British Naval Administration in the Age of Walpole, Princeton univer-

sity Press, Nueva Jersey, 1965, pp. 454-457, 467; HarDING, r.: The Emergence…, pp. 52-54.(33) sobre las dimensiones de la flota inglesa, véase HarDING, r.: The Emergence…, pp.

37-40. al primero y segundo rango correspondían los de tres cubiertas, que montaban 100 y 90cañones. De estos dos rangos Gran bretaña tenía 7 y 15 unidades, respectivamente, y losmantenía en reserva, en dique seco. al tercer rango correspondían los de doble cubierta, quemontaban 80 y 70 cañones. De ellos tenía 13 y 24 unidades, respectivamente, que formaban lacolumna vertebral de la royal Navy. al cuarto rango pertenecían los que montaban 60 y 50cañones. De este rango los ingleses tenían 29 y 28, respectivamente. al quinto rango pertenecíanlas 19 fragatas de 40 cañones, y al sexto, las embarcaciones de 20 cañones o menos, de las quela royal Navy disponía de 19 y 29, respectivamente. En el verano de 1739, unos 50 barcosestaban armados, actuando en las cuatro escuadras principales: la del mediterráneo, a cargo delalmirante Haddock; la de las Indias Occidentales, a cargo del comodoro brown; la norteameri-cana, dividida en varias unidades pequeñas, y los escuadrones destinados a patrullar el Canal,las aguas atlánticas y las metropolitanas. sobre las campañas para fomentar el patriotismo y el

larga tradición, regulada por ordenanzas y presidida por una junta gestora, elNavy board, que respondía ante el almirantazgo, integrado por el primer lordalmirante y seis miembros más que no debían ser necesariamente marinospero sí pertenecer al Parlamento (34).

aunque Gran bretaña no declaró oficialmente la guerra hasta octubre de1739, puso en marcha su maquinaria bélica durante la primavera, cuandoconstató que Felipe v, en represalia del impago por la Compañía del mar delsur de los dividendos que le correspondían como accionista, no había pagadola cantidad acordada en la convención de El Pardo en concepto de indemni-zaciones por las presas efectuadas por los guardacostas en el Caribe en losúltimos años. así, el 6 de junio se ordenó al almirante John Norris, coman-dante en jefe de la Flota inglesa, iniciar la movilización naval contra España(35), lo que en la práctica significó que a lo largo de ese verano se procedió aarmar 50 buques en los arsenales ingleses, así como a adquirir al comercio ya los armadores embarcaciones menores, para utilizarlas como avisos, trans-portes y hospitales. también se encargó la construcción de otros 10 barcos,armados con 20-24 cañones, a los astilleros privados emplazados a orillas deltámesis. al no disponer del sistema de matrícula de mar, a diferencia deEspaña, para tripular semejante flota Gran bretaña hubo de recurrir, ademásde a la recluta de marinería voluntaria, a la tan denostada leva forzosa, eincluso se vio precisada a prohibir que zarpase ningún buque de los puertosnacionales hasta poder completar el número de marineros necesarios paratripular las naves de guerra. Conseguir marinería era precisamente el talón deaquiles de la royal Navy, y esta coyuntura no fue una excepción en eseaspecto. El problema se hizo tan acuciante que en febrero de 1740 se presen-tó en el Parlamento un proyecto de ley para crear la matrícula de mar. Fuerechazado con el cínico argumento de que era el método utilizado por lasmonarquías absolutistas y, por lo tanto, no podía aplicarse en un país dondelos hombres nacían libres, aunque paradójicamente estos hombres que nacíanlibres sí podían ser capturados violentamente y obligados a enrolarse contrasu voluntad (36).

47

apoyo a la guerra, véanse wILsON, K. The Sense of the People: Politics, Culture and Imperia-lism in England, 1715-1785, Cambridge university Press, 1998, pp. 140-205; FaJarDO, L.E.:«La Guerra de la Oreja de Jenkins. Prensa y conflicto», en Noticiero de Ideas, núm. 26, 2006,pp. 64-71.

(34) bauGH, D.a.: British Naval…, pp. 29-92.(35) HarDING, r.: The Emergence…, p.37.(36) sobre el sistema de reclutamiento en Inglaterra, véanse bauGH, D.a.: British

Naval…, pp. 147-240; rODGEr N.a.m.: The Wooden…, pp. 145-204. sobre las reclutas forzo-sas, bruNsmaN, D. «the Knowles atlantic Impressments riots of the 1740s», en Early Ameri-can Studies, Fall, 2007, pp. 324-366. sobre la matrícula de mar española, FErNáNDEz DÍaz, r.,y martÍNEz sHaw, C.: «Las revistas de inspección de la matrícula de mar en el siglo xvIII», enmartÍNEz sHaw, C. (dir.): El Derecho y el mar en la España Moderna, Granada, 1995, pp.243-271; vázQuEz LIJó, J.m.: La matrícula de mar en la España del siglo XVIII, ministerio deDefensa, 2007, madrid, pp. 45-53. sobre las dificultades para reclutar en Inglaterra en 1739 y1740, HarDING, r.: The Emergence…, pp. 29-30, 48-49, 74-75.

Por el contrario, tanto el avituallamiento como la adquisición y distribu-ción de la artillería, el armamento y los pertrechos para los buques estabanbien organizados por distintas secciones especializadas del Navy board. Elavituallamiento solo fue problemático en algún momento esporádico, como enoctubre de 1740, cuando la demanda inusual para proveer de víveres a la enor-me escuadra del almirante Ogle destinada a las Indias, agravada por una malacosecha, desbordó todas las previsiones y la capacidad de las fuentes de apro-visionamiento (37).

también durante los primeros días de junio de 1739 se expidieron órdenesal almirante Haddock y al comodoro brown, comandantes respectivos de lasescuadras desplazadas al mediterráneo y al Caribe, para comenzar las hostili-dades contra cualquier objetivo español. En julio zarpó con destino a Jamaicaotra escuadra de seis navíos. La mandaba el vicealmirante vernon, quien teníaórdenes de hacer el mayor daño posible a los intereses españoles y apoderarsede alguna plaza significativa con la que poder presionar en una futura nego-ciación de paz. Ese mismo mes, el almirante Ogle fue enviado al cabo de sanvicente, al mando de una escuadra de ocho navíos, para patrullar las rutas aIndias provenientes de Cádiz e interceptar cualquier navío español que surcaraesas aguas, prioritariamente los que regresaran de américa o los de la flota dela Carrera, próxima a zarpar de Cádiz hacia veracruz (38).

mientras se habilitaban más navíos, el gabinete siguió reuniéndose, ante laduda sobre la estrategia a seguir. En noviembre la resolución parlamentaria depermitir el levantamiento de seis regimientos para formar batallones de mari-na y la autorización para reclutar marinería y tropas adicionales en las colo-nias norteamericanas fueron decisivas para que el gobierno determinara que elescenario principal de la guerra fuese el Caribe y que La Habana, o en sudefecto Cartagena de Indias, debían ser ocupadas, y los puertos atlánticos deFrancia y España, bloqueados para evitar el envío de refuerzos a las Indias.Para tan ambicioso objetivo se aumentaría el potencial de la escuadra devernon con más buques y tropas, se destacaría una nueva escuadra para patru-llar el atlántico y se enviarían al Caribe un total de 8.000 soldados. Otro obje-tivo fue el estrangulamiento del comercio y de la llegada de caudales al tesoroespañol en la metrópoli, para lo que se decidió intentar capturar las naves dela armada del mar del sur en su derrota desde El Callao hasta Panamá. Conesa intención se destinó una expedición al Pacífico al mando del comodoroGeorge anson. La puesta en marcha de esta segunda etapa de la movilizaciónestaba prevista para la primavera de 1740 (39).

Los ataques a Portobelo y Chagres en noviembre de 1739 son el resultadode esa rápida iniciativa, que se paralizó cuando al gabinete británico empeza-ron a llegar informes contradictorios de sus espías sobre una alianza entre

48

(37) bauGH, D.a.: British Naval…, pp. 386-390, 454-481; HarDING, r.: The Emergen-ce…, pp. 81, 88.

(38) Ibidem, pp. 28, 54, 60, 65.(39) Ibidem, pp. 60-65.

España y Francia, fruto de las negociaciones que ambos gobiernos llevaban acabo. Gran bretaña perdió definitivamente la iniciativa cuando supo de lahabilitación en brest de una gran escuadra y de la concentración de tropas enGalicia para reforzar su defensa, lo que llevó a los ingleses a temer una inva-sión por el canal de la mancha. El desconcierto del gobierno británicoaumentó al constatar que también se había efectuado un importante movi-miento de tropas hacia barcelona, tropas que imaginó destinadas a un ataquea menorca, cuando su destino último era Italia. En cualquier caso, la incerti-dumbre británica ante las verdaderas intenciones de Francia y España fueprovidencial para los intereses españoles, como veremos, ya que aplazó hastaoctubre de 1740 la partida de la escuadra de Ogle, que debía reforzar a la devernon (40).

¡Por fin! En España se pone en marcha la maquinaria de guerra La retirada de la corte española del plenipotenciario benjamin Keene a

finales de agosto de 1739, cumpliendo órdenes del ministro Newcastle, fue el

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(40) Ibidem, pp. 65-78.

Estrategia inglesa en 1739.

hecho decisivo que dio impulso a la movilización naval (41). En septiembrese impartieron varias órdenes a los comandantes de los departamentos maríti-mos. todos los buques armados debían estar «prontos para salir repentina-mente a obrar», durmiendo todo el equipaje a bordo. Había que fletar y armarembarcaciones menores, unas para que oficiales de marina patrullaran las inme-diaciones de los puertos y pudieran espiar los movimientos de los navíos ingle-ses frente a las costas de sus departamentos, y otras para que se armaran comobrulotes de defensa de los puertos. al comandante del departamento de Ferrol sele pidió además que promoviese la construcción de baterías en las entradas delos puertos de Corcubión y Camariñas, para proteger a los navíos de línea en suspatrullas por la costa (42). a los cabezas de los demás departamentos marítimosse les impartieron instrucciones para que hostilizasen al enemigo y trataran decortar su comercio y la llegada de refuerzos a Gibraltar y a menorca, así comopara que, siempre que vieran la posibilidad, salieran con sus escuadras a patru-llar e intentaran apresar navíos ingleses que navegaran en solitario por haberseseparado de sus escuadrones, pero «sin aventurar que alguno de los nuestrospueda ser por ellos atacado y tomado», haciéndoles personalmente responsablesde las consecuencias. Estas órdenes causaron extrañeza en Francisco de Liaño yel marqués de torreblanca, respectivos comandantes de los departamentos deFerrol y Cádiz, de manera que torreblanca comunicó al almirantazgo sus«muchas dudas para llegar a su ejecución» (43). La nula confianza de los gober-nantes en la utilización del poder naval no solo condicionó la actuación de losmarinos, como hemos mencionado, sino también la toma de decisiones de losministros sobre la estrategia a seguir y la forma de llevarla a cabo, e imprimió ala contienda un carácter puramente defensivo, de elusión de todo riesgo, si bienla superioridad naval británica sin duda influyó también en esta actitud.

No deja de ser sorprendente que hasta la recepción, a principios denoviembre, de la declaración oficial de ruptura de hostilidades no empezaraa reunirse la Junta de Guerra, presidida por el secretario del ramo, el duquede montemar, para determinar la estrategia a seguir; que hasta el 1 dediciembre Felipe v no declarase la guerra a Inglaterra, y que los marinos delalmirantazgo no fuesen convocados a la reuniones (44). No obstante, estosredactaron unas primeras propuestas de actuación, que enviaron a Quintanapara que a su vez se las hiciera llegar a villarias, con la intención de que seanalizaran en la Junta de Guerra y fueran presentadas al rey (45). Los mari-

50

(41) Ibidem, p. 34.(42) aGs, sm, leg. 434. Ensenada a Francisco Liaño, al conde de bena y maserano y al

marqués de torreblanca, respectivos comandantes de los departamentos de Ferrol, Cartagena yCádiz. san Ildefonso, 14 y 19 de septiembre de 1739.

(43) aGs, sm, leg. 434, Ensenada al marqués de torreblanca, san Ildefonso, 13 deseptiembre de 1739; ibidem al conde de bena y maserano y a Francisco de Liaño; ibidem, almarqués de torreblanca, Cádiz, 22 de septiembre de 1739.

(44) aGs, sm, leg. 525.(45) Ibidem, doc. 89. José de la Quintana a villarias. buen retiro, 18 de noviembre

de 1739.

nos sugerían al monarca que se suspendiese la salida de la flota y que laalmiranta y la capitana, junto con el patache destinado a escoltarla, navega-sen en derechura hacia La Habana con todo el azogue posible, suficientespertrechos y marineros para completar la habilitación de los dos navíosnuevos de 70 cañones construidos en La Habana (el Invencible y el Glorio-so), así como con repuestos para los bajeles al mando de De Lezo en Carta-gena: el Conquistador [64], el Dragón [60], el África [64], el San Felipe[80] y algunas balandras. además proponían que con los dos navíos que seenviarían desde Cádiz, junto con los dos nuevos de La Habana y otros dosmás que debían despacharse desde Ferrol lo antes posible conduciendotropa, marinería, armas y pertrechos, se formara una nueva escuadra consede en La Habana para reforzar las actuaciones de la que estaba destacadaen ese puerto al mando de benito spínola, formada por el Europa [64], elSantiago [64], la Astrea [30] y la Concepción [22]. La intención era fortale-cer la presencia de la armada en aguas caribeñas incrementando el númerode navíos. Felipe v aprobó la propuesta, pero pidió que se ordenase a losvirreyes del Perú, Nueva España y santa Fe hacerse cargo de todos losgastos de la defensa y mantenimiento de los navíos en Indias, valiéndosepara ello, si fuera necesario, de los ramos remisibles (46).

a principios de diciembre llegaron al almirantazgo dos cartas del comisa-rio de marina de La Habana, en las que informaba de la presencia de la escua-dra de brown, que patrullaba constantemente el seno mejicano, y de la devernon en Jamaica. Pocos días después se recibieron nuevas noticias, ahoraremitidas por el gobernador de La Habana, Juan Francisco de Güemes yHorcasitas. La escuadra de brown había comenzado las hostilidades, persi-guiendo y apresando embarcaciones mercantes españolas, cañoneando losfuertes de Cojimar y bucaranao, al este de La Habana, y desembarcando enbahía Honda, de donde un destacamento de dragones los había expulsado;también notificaba la llegada a Panamá de la armada de Lima, compuesta porseis navíos que transportaban 11.600.490 de pesos registrados para la feria, asícomo 150.000 pesos para la escuadra de De Lezo, 50.000 para el situado dePanamá y 687.000 para el rey. Esta escuadra quedaba esperando la llegada delos mercantes para hacer la feria en Portobelo (47).

Esto significaba que Inglaterra había conseguido imponer su poder navalno solo en el atlántico, donde bloqueaba el puerto gaditano y las principalesrutas a Indias, sino también en el Caribe, el escenario elegido para la guerra.

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(46) Ibidem, leg. 400. villarias a Quintana y Quintana a Ensenada. buen retiro, 21 y23 de noviembre de 1739. sobre la organización de la real Hacienda, véase GONzáLEzENCIsO, a.: «La Hacienda castellana y la economía del siglo xvIII», en Estudis, núm. 29,2003, pp. 21-41.

(47) aGs, sm, leg. 434, Ensenada a Quintana, Quintana a villarias, Quintana a Ensena-da, buen retiro, 4 y 6 de diciembre de 1739; ibidem, leg. 397-1, doc. 90, Quintana a Ensenada,buen retiro, 6 de diciembre de 1739; ibidem, leg. 396-1, doc. 189, villarias a Ensenada, buenretiro, 9 de diciembre de 1739; ibidem, leg. 396-1, doc. 183, «Noticia de lo acaecido enLa Habana con las embarcaciones inglesas que se mantuvieron sobre aquel puerto».

La noticia motivó una nueva ronda de propuestas estratégicas del almirantaz-go al rey. Para agilizar la toma de decisiones, los tres miembros de la Junta demarina pidieron participar en las deliberaciones de la de Guerra, a lo que elrey accedió tras haber sido informado del cariz que estaba tomando la situa-ción en el Caribe.

En la reunión de la Junta de Guerra, el duque de montemar expuso el planaprobado por Felipe v (48), que consistía en concentrar el grueso de las fuer-zas navales entre Ferrol y Cartagena, lo que obligaría a los ingleses, queverían en ello los prolegómenos de un plan de invasión de las Islas y demenorca, a mantener la mayor parte de su flota en Europa. Para poder trans-portar con facilidad los 125.000 hombres del ejército que se iban a movilizarpara el caso de una más que probable campaña en Italia y en el mediterráneo,puesto que en octubre había fallecido el emperador austriaco Carlos vI, yFelipe v reivindicaba la consolidación del infante don Carlos en el reino deNápoles y sicilia y el establecimiento de don Felipe en los ducados de Parmay Plasencia (49). Para las Indias, montemar, basándose en la memoria históri-ca reciente (50), y dando por sentado que la marina no podría defender conéxito los puertos y las costas americanas, por su extensión y por la superiori-dad naval inglesa, apostó por la «protección natural». El secretario de Guerraesperaba que, como había ocurrido anteriormente en varias ocasiones, laadversa climatología (el calor, las plagas de insectos y las enfermedades tropi-cales) diezmara las tripulaciones y las tropas inglesas; que la lejanía respectode la metrópoli dificultara la permanencia prolongada de la escuadra en aguascaribeñas por los problemas para reparar los buques, reemplazar las tripula-ciones y conseguir el avituallamiento; y que las cálidas aguas caribeñas dete-rioraran la madera de los cascos y obligaran a reemplazar los navíos frecuen-temente. Es decir, montemar propuso formalmente abandonar las Indias a susuerte para, una vez finalizada la guerra, recuperarlas en las subsiguientesnegociaciones de paz, pues se mostró convencido de que ni Francia ni Holan-da ni Portugal permitirían a Inglaterra conservar los territorios conquistados.Con semejante propuesta fue imposible un acuerdo con los marinos, y Quinta-

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(48) sobre este monarca, véanse vOLtEs bOu, P.: Felipe V: fundador de la Españacontemporánea, Espasa-Calpe, 1991, madrid; martÍNEz sHaw, C., y aLFONsO mOLa, m.: Feli-pe V, arlanza, 2001, madrid; GONzáLEz ENCIsO, a.: Felipe V, la renovación de España: socie-dad y economía en el reinado del primer Borbón, EuNsa, 2003, Pamplona.

(49) OzaNam, D.: «La política…», pp. 625-628.(50) Por ejemplo, lo ocurrido a la escuadra de 15 buques destinada al Caribe en 1726, al

mando del vicealmirante Francis Hosier, para bloquear la flota de galeones de Portobelo. acausa de las dificultades a la hora de bastimentar y carenar los buques y de conseguir reempla-zos para las tripulaciones, tuvo que levantar el bloqueo en repetidas ocasiones; y como conse-cuencia de las enfermedades tropicales fallecieron Hosier, la mayoría de los mandos y más de3.000 tripulantes, resultando así la campaña un fracaso. véanse satsuma, s.: Britain and colo-nial maritime war in the early eighteenth century, the boydell Press, woodbridge, 2013, pp.229-230; marLEy, D.E.: Wars of the Americas, California, 1998, p. 247; rODGEr, N.a.m.: TheCommand of the Ocean. A Naval History of Britain, 1649-1815, w.w. Norton&Company,Nueva york, 2006, pp. 232.

na, que los secundaba, envió a Felipe v un informe donde desmontaba losargumentos de montemar y apoyaba decididamente el envío a Indias de naví-os, tropas y armas (51).

Los marinos hicieron llegar al rey un nuevo proyecto. se ratificaban en lapropuesta de remitir urgentemente el azogue, así como pertrechos y víverespara la subsistencia de los navíos americanos, y recomendaban despachardesde Ferrol hacia Cartagena de Indias una escuadra con seis de los nuevenavíos del departamento, para unirlos a los dos que habían llevado al virreyEslava y a los cuatro de la escuadra de De Lezo. Estos 12 navíos de 60 y 70cañones debían atacar con resolución al escuadrón inglés de vernon, queacechaba las costas de tierra Firme para hacerse con el botín de los galeones ycon la plata de la armada del Perú. solventado esto, seis navíos debían pasar aLa Habana, donde con los pertrechos que transportaban se armarían los dosnuevos navíos, para continuar todos juntos el ataque a las fuerzas inglesas debrown. mientras se habilitaban estos seis navíos en Ferrol, había que enviar aDe Lezo instrucciones para que tuviera su escuadra preparada. Los marinosañadieron que, siempre que la escuadra española encontrara en su navegaciónnavíos ingleses, debía atacarlos. Como refuerzo de los tres navíos que queda-ban en Ferrol, debían pasar allí seis de los doce que había en Cádiz (52).

Detrás de la propuesta del almirantazgo de trasladar parte de la escuadrade Cádiz a Ferrol estaba la idea de concentrar y tener preparados el mayornúmero posible de buques en un puerto que, a diferencia del gaditano, todavíano se hallase bloqueado directamente, y ello con la doble intención de intran-quilizar a Inglaterra con la amenaza de una invasión de las Islas y, sobre todo,de enviarlos en un momento dado a Indias (53).

Como el dictamen de los marinos no tenía nada que ver con las intencionesdel rey y de montemar, aquel lo envió al Consejo de Indias. sus miembros sealinearon con la postura del soberano y recomendaron no enviar a Indias laescuadra, por lo que Felipe v, sintiéndose respaldado, ordenó parar todos lospreparativos al respecto, autorizando solo el despacho de unas tartanas fletadascon los azogues y de las naves de aviso portadoras de los víveres y de lasinstrucciones para De Lezo, las cuales no le autorizaban a enfrentarse a losingleses, sino que se limitaban a ordenarle poner el tesoro a buen recaudo yavisar a la armada del Perú para que regresara a Lima haciendo lo propio (54).

mientras se discutía la estrategia en los despachos, Ensenada no perdió eltiempo y preparó estados actualizados de las unidades con que contaba la

53

(51) aGs, sm, leg. 397-1, doc. 109. Quintana a Felipe v. buen retiro, 26 de diciembrede 1739.

(52) Ibidem, doc. 100, madrid, 12 de diciembre de 1739, «Dictamen del marqués de mari,Francisco Cornejo y rodrigo torres»; ibidem, leg. 396-1, doc. 190.

(53) aGs, sm, leg. 434, s.f., marqués de uztáriz a Quintana: «… con que en este supues-to (que salgan de Cádiz los más navíos que se puedan para unirse a la escuadra de Ferrol) soydel mismo dictamen (…) para ejecutar lo que se idea (…) y si se logra, aquella armada darámucho que pensar a los ingleses».

(54) Ibidem, leg. 396-1, doc. 190. villarias a Quintana. El Pardo, 6 de enero de 1740.

armada y presupuestos del coste de armar la escuadra seis navíos y comprartodos los pertrechos que debía transportar a Indias. también requirió insisten-temente a Quintana que pidiera al rey la autorización para el paso de los seisnavíos de Cádiz a Ferrol, cosa que se consiguió, y que le informara de la faltade financiación: «… continuando el abandono que experimenta la marina noobstante la determinación del rey para que sea preferida a las demás urgenciasde la monarquía, no es dable poder poner en práctica este proyecto ni los detierra» (55). La queja de Ensenada sobre la falta de dinero se sumaba a otrasmuchas que ya había presentado el duque de montemar, quien tampoco podíamovilizar al ejército como había previsto. El rey decidió relevar a Iturralde, enfebrero de 1740, por Fernando verdes montenegro. Esta decisión fue trascen-dental para la movilización del caudal que permitió dar el impulso decisivo alos preparativos logísticos.

Coincidiendo con una investigación del Consejo de Indias sobre las cuen-tas del consulado gaditano debida a un fraude detectado, verdes puso enmarcha oportunamente la petición de un crédito de un millón de pesos (56),petición nada excepcional, como ha demostrado allan Kuethe, ya que Patiñoaprovechó las buenas relaciones que mantenía con el consulado desde sunombramiento como intendente de marina y presidente de la Casa de Contra-tación en 1717 para obtener regularmente «donativos» y créditos con queatender las necesidades de financiación de la Corona, práctica que continua-ron los sucesivos secretarios de Hacienda y marina (57). también se recurrióa la Compañía Guipuzcoana, para que adelantara pertrechos y harinas con quebastimentar las escuadras que se iban a armar. El valor de estas sumas adelan-tadas, a finales de 1742, ascendía a 4.400.000 reales de vellón, que llegaronhasta los seis millones cuando se empezó a armar la escuadra de Juan JoséNavarro para actuar en el mediterráneo (58). En ocasiones de señalada urgen-cia, los gobernantes también pidieron préstamos a particulares o echaronmano de los depósitos de las contadurías, lo que les obligó posteriormente ahacer malabarismos contables para que al final cuadraran las cuentas (59).

En mayo de 1740 el marqués de villarias pidió a Ensenada su opiniónsobre la estrategia defensiva que se estaba adoptando, y este aprovechó la

54

(55) Ibidem, leg. 434. Ensenada a Quintana. buen retiro, 19 de enero de 1740.(56) amNm, ms. 471, f. 12.(57) KuEtHE, a.J.: «El fin del monopolio. Los borbones y el Consulado andaluz», en

vILa vILar, E., y KuEtHE a.J. (dirs.): Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas pers-pectivas. sevilla, 1999, pp. 35-82.

(58) aGs, sm, leg. 398-3, docs. 1005, 1006; aGI, santa Fe, 572. Como compensación,en 1742 se otorgó a la Compañía Guipuzcoana la exclusiva del comercio con venezuela.véase GáratE OJaNGurEN, m.: La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. san sebastián,1990, p. 346.

(59) un buen ejemplo nos lo aporta el intendente general de marina y presidente de laCasa de Contratación Francisco de varas, quien, al no recibir las consignaciones de marinadurante 1740, cogió prestados 286.112 reales de vellón a cuenta del crédito del consulado yrecurrió a otros de particulares. aGs, sm, leg. 398-1, doc. 144. varas a Quintana. Cádiz, 24 deenero de 1741.

ocasión para exponerle una queja formal, en la que detallaba las desastrosasconsecuencias —pérdida de Portobelo y escasa presencia de la armada en elCaribe— de la política financiera de Iturralde y la triste situación en que habíaquedado la marina:

«… Que de la absoluta falta de ellos [caudales], ha procedido que lejos detener preparadas nuestras escuadras para obrar en la américa, ni aun en Euro-pa lo pueden practicar en el todo (…) Faltan víveres, pertrechos y materiales.Hay muchos enfermos entre la gente de mar, estando la tropa de marina encarnes vivas y los oficiales en la última miseria porque a todos se les debenlos sueldos» (60).

Durante los primeros seis meses de 1740 la tensión bélica del primermomento se relajó como consecuencia de que Inglaterra perdió el ímpetuinicial, al paralizar el gabinete inglés la estrategia mientras no estuviesenclaras las intenciones de franceses y españoles, sobre las que solo recibía noti-cias contradictorias (61). Los gobernantes españoles, por su parte, centraronsu atención en las complicadas negociaciones con Francia sobre su apoyo a laguerra y el tratado comercial que tanto interesaba a Fleury (62).

La noticia de la toma de Portobelo llegó a madrid en marzo de 1740, lo queaceleró el paso de la escuadra gaditana a Ferrol, en cuyo puerto entró a finalesde abril. La navegación, que tantos recelos había provocado por el temor a quefuera atacada por la escuadra inglesa que bloqueaba el puerto gaditano, no solose efectuó sin contratiempos —Ogle se había visto obligado a levantar elbloqueo del puerto de Cádiz, para entrar en el mediterráneo y reforzar con susbuques la escuadra de Haddock en la defensa de mahón, plaza que creyeronseriamente amenazada por la concentración de tropas que se estaba llevando acabo en barcelona—, sino que fue fructífera, porque la escuadra apresó tresmercantes ingleses en su derrota hacia Gibraltar con pertrechos y víveres paralas escuadras británicas, mercantes que fueron declarados buena presa y ofreci-dos al asentista de víveres para su compra (63).

Cuando se supo en Inglaterra de la concentración de barcos en Ferrol (64)y de un elevado número de tropas en La Coruña, así como de que se estaban

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(60) aGs, sm, leg. 397-2, doc. 1020. Ensenada a villarias. aranjuez, 14 de mayo de 1740. (61) HarDING, r.: The Emergence…, pp. 65-78.(62) bétHENCOurt massIEu, a.: Relaciones de España…, pp. 559-577.(63) HarDING, r.: The Emergence…, pp. 66-68; aGs, sm, leg. 600, miguel de arizcun a

Ensenada, madrid, 29 de abril de 1740; ibidem, Ensenada a bernardino Freyre, aranjuez, 2 demayo de 1740; bauDOt mONrOy, m.: «asientos y política naval. El suministro de víveres a laarmada al inicio de la guerra contra Gran bretaña, 1739-1741», en Studia Historica, núm. 35,2013, pp. 127-158.

(64) aGs, s, leg. 396-1, doc. 412. Los navíos en disposición de navegar, existentes enFerrol en julio de 1740, eran: el Reina, el Santa Ana y el Príncipe, de 70 cañones; el San Isidro,el Santiago, la Andalucía, el Fuerte, el San Antonio, el Asia, el Nueva España y el San Luis, de60, y la Galga, de 50. recibiendo carena estaban el San Felipe, de 80; el León, de 70, y elCastilla, de 60. además había 4 fragatas muy deterioradas y 2 brulotes.

armando 18 navíos en brest, se avivó el temor a una alianza entre las dospotencias borbónicas para invadir las Islas. así las cosas, el gabinete urgió alalmirantazgo el despacho de la escuadra de 25 navíos mandada por Norris,que se preparaba con el múltiple objetivo de actuar divida en varios escuadro-nes que bloquearan los puertos de Ferrol y brest y trasladaran a Jamaica unos8.000 hombres. también se ordenó a Ogle incorporar su escuadra a la deNorris, y se decidió armar una escuadra más de seis navíos para que, al mandode anson, se dirigiese al Pacífico (65).

El 6 de junio el marqués de villarias recibió la noticia de esta imponentemovilización y de que entre sus objetivos estaba hacerse con alguna plazaimportante en Indias, presumiblemente Cartagena, por hallarse allí los galeo-nes y porque su ocupación requeriría menos hombres que la de La Habana(66). Esta noticia fue el aldabonazo que finalmente obligó al rey a enviar dosexpediciones navales, una al Caribe, al mando del teniente general rodrigotorres, y otra al Pacífico, comandada por José Pizarro.

En una nueva reunión de la Junta de Guerra, en la que también partici-paron los marinos del almirantazgo, finalmente se impuso el criterio deestos últimos y se decidió unánimemente enviar con toda urgencia (antesdel 30 de julio) una escuadra de 12 navíos de Ferrol a Cartagena de Indias,para «batir e inutilizar la escuadra de vernon antes de que se le puedaincorporar el nuevo armamento». En ella se embarcarían 2.000 soldadosdestinados a reforzar las plazas peor defendidas. Para financiar el aprestode los buques, los miembros de la junta apremiaban a s.m. a que, a cuentadel crédito del millón de pesos obtenido del consulado gaditano, ordenasela libranza de 200.000 pesos, así como de otros 90.000 para saldar la deudacon la Compañía Guipuzcoana de Caracas, y de 300.000 más para hacer lopropio con la contraída con el asentista de víveres, al que se le habíanencargado medio millón de raciones extraordinarias para avituallar laescuadra. también insistieron vehementemente en que torres debía zarparcuanto antes, a ser posible en julio, mientras que Pizarro, con los seis navíosa su mando, desde santander debía hacerse a la vela en agosto rumbo abuenos aires, y de ahí pasar al Pacífico por el cabo de Hornos para hacerfrente a anson (67).

rodrigo torres no asistió a la reunión porque el mismo día en que llegó lanoticia de Londres había partido hacia Ferrol para asumir el mando de laescuadra destinada al Caribe y supervisar y acelerar su apresto «dentro delmás religioso secreto» (68). Para el armamento de esta escuadra se destina-ron 400.000 pesos del crédito del millón, y mientras llegaba el dinero Quinta-na autorizó a torres a tomar préstamos de particulares contra las sumas que,

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(65) HarDING, r.: The Emergence…, pp. 69, 82-84.(66) aGs, sm, leg. 396-1, doc. 229. Londres, 13 de junio de 1740.(67) Ibidem, leg. 396-1, doc. 349. El conde de montijo, José de la Quintana, marqués de

mari, Francisco Cornejo. buen retiro, 9 de julio de 1740.(68) Ibidem, leg. 8, doc. 210. torres a Ensenada, acusando recibo de la orden de ir a

Ferrol y avisando de que saldría al día siguiente. madrid, 19 de junio de 1739.

con correos extraordinarios, esperaba poder enviar al intendente Freyredurante los días siguientes, para poder comprar todos los pertrechos quepudiera llevar consigo (69). sin embargo, a mediados de julio en la secreta-ría de marina aún no habían entrado los caudales solicitados y aprobados porel rey (70), y dada la urgencia Quintana consiguió 278.000 reales de vellónen préstamos de personajes de la corte «para una muy grave urgencia del realservicio», cantidad que remitió «en especie de oro» a Ferrol, de forma esca-lonada, en varios correos (71). aunque mal pertrechada y escasa de víveres,porque no dio tiempo a que el asentista los transportara desde Cádiz, final-mente el 31 de julio la escuadra en su conjunto se hizo a la vela en derechurahacia Puerto rico. Desde allí, si las fuerzas de vernon estaban frente a Carta-gena y eran iguales o inferiores, debía atacarlas; de lo contrario tenía quedirigirse a La Habana, a fin de armar los dos navíos nuevos e incorporarlos asu escuadra para ir en busca de vernon (72). Ensenada se comprometió aremitirle todos los enseres y víveres necesarios para el mantenimiento de laflota que no había podido embarcar. En cambio, la escuadra de Pizarro, cuyasalida se había previsto en agosto, no pudo zarpar hasta principios de octubrea causa de los retrasos en la habilitación de los navíos, por la demora en elenvío del dinero.

Las dificultades para el mantenimiento de las escuadras en Indiasantes de zarpar, torres había advertido de que la operatividad de sus navíos

dependía del esfuerzo logístico de las instituciones metropolitanas en enviarlos suministros necesarios para el mantenimiento de los buques y el suminis-tro de víveres a las tripulaciones, ya que, por mucho que los virreyes fueran acontribuir al sustento económico de las fuerzas destinadas para la defensacaribeña (73), la mayoría de los enseres navales —excepto la madera— no seencontraban en Indias y las principales plazas no estaban preparadas paraatender el incremento en la demanda de víveres para la escuadra. Con el agra-vante de que la guerra había distorsionado los mercados locales e impedía lanavegación. Ensenada, durante julio, solicitó y obtuvo la autorización del reypara establecer desde Cádiz y Ferrol el despacho continuado de mercantesfletados a neutrales de porte no superior a las 200 toneladas (para evitar su

57

(69) Ibidem, leg. 396-2, doc. 485.(70) aGs, sm, leg. 396-1, doc. 345, Quintana a villarias, buen retiro, 13 de julio de

1740; ibidem, doc. 346, villarias a Quintana, buen retiro, 14 de julio de 1740. (71) Ibidem, doc. 414, a bordo del San Felipe, al ancla en el puerto de Ferrol, 25 de julio

de 1740; ibidem, doc. 332, Quintana a villarias, buen retiro, 22 de julio de 1740; ibidem,doc. 363.

(72) Ibidem, leg. 396-1, doc. 396, san Ildefonso, 21 de julio de 1739, «Instrucciones queha de observar D. rodrigo torres»; ibidem, leg, 396-2, doc. 672, Ensenada a torres, san Ilde-fonso, 29 de julio de 1739.

(73) Ibidem, leg. 396, doc. 481. «a los virreyes de méxico, duque de la Conquista; deNueva Granada, sebastián de Eslava, y a D. blas de Lezo». madrid, 21 de julio de 1740,

apresamiento por buques ingleses), con cargo a los fondos que «vaya produ-ciendo el millón del Consulado» (74).

ya el 13 de septiembre el intendente de marina de Cádiz, Francisco devaras, le confirmaba el despacho desde Cádiz de tres barcos franceses —yestaba negociando el flete de otros dos— con los víveres que el asentista teníapreparados para la escuadra de torres y otros enseres (75). Para evitar quefueran interceptados por los buques ingleses que patrullaban la zona, el inten-dente varas ofreció una gratificación de 300 pesos a los comandantes debuques de guerra franceses y holandeses que protegían a los mercantes de susnaciones, a fin de que los convoyaran hasta los cabos de san vicente y santamaría (76). Igualmente, Ensenada autorizó al intendente de Ferrol, bernardinoFreyre, a que habilitara para transportar pertrechos las cuatro fragatas deterio-radas que estaban en el astillero —las cuales disponía que fueran vendidasluego en La Habana— y a que comprara las presas que fueran llevando loscorsarios gallegos después de que la maestranza de Ferrol analizara su esta-do. Durante septiembre y octubre entraron dos, una de 90 toneladas, por laque se pagaron 1.680 pesos, y otra de 150, que costó 3.000 (77). a lo largodel otoño, Freyre consiguió despachar hasta seis transportes desde Ferrol, yvaras, desde Cádiz, cuatro. ante las dificultades para conseguir más bajelesen Ferrol, Ensenada los buscó en san sebastián. El comisario de marinaguipuzcoano, manuel de las Casas, le remitió una lista con las característi-cas de las cuatro embarcaciones disponibles en san sebastián y rochefort—puertos de mucha actividad corsaria—, con sus precios de flete o compra.Ensenada decidió comprarlas y pidió a De las Casas que negociara unadelanto del pago con los directores de la Compañía Guipuzcoana, advir-tiéndole de que «próximamente» se le remitiría el caudal necesario, bien enespecie, bien en créditos contra la compañía, a lo que los directores seavinieron. Para tener siempre buques disponibles que garantizaran la comu-nicación con las Indias, también le ordenó que en adelante embargara todaslas presas que entraran en puerto, comprándolas a sus apresadores (78).Gracias a estas medidas se consolidó un sistema logístico que aseguró laprovisión de víveres y enseres navales para las escuadras destinadas en elCaribe.

58

(74) aGs, leg, 396-2, doc. 485, Ensenada a Quintana, san Ildefonso, 4 de agosto de1740; ibidem, buen retiro, 5 de agosto de 1740, Quintana a Ensenada; ibidem, doc. 503, varasa Quintana, Cádiz, 12 de agosto.

(75) Ibidem, doc. 563. varas a Ensenada. Cádiz, 13 de septiembre de 1740. (76) Ibidem, leg. 396-2, docs. 697, 734, 735, Ensenada a varas, san Lorenzo, 3 y 29 de

noviembre de 1740, y Cádiz, 21 de noviembre de 1740; ibidem, leg. 398-1, doc. 216, varas aEnsenada, Cádiz, 28 de marzo de 1741; ibidem, doc. 240, varas a Ensenada, Cádiz, 13 de abrilde 1741.

(77) Ibidem, leg. 396-2, docs. 577, 610. Freyre a Ensenada. La Graña, 11 de septiembrede 1740.

(78) Ibidem, doc. 743, Ensenada a Casas, san Lorenzo, 6 de diciembre de 1740; doc. 828,José de murrieta a Ensenada, san sebastián, 26 de diciembre de 1740.

El aporte logístico americano para la defensa colonialtorres llegó a Puerto rico el 15 de septiembre, con sus navíos en pésimo

estado a causa de un huracán. La isla había quedado arrasada, sin caminos,frutos, ni ganado. Las tripulaciones llegaron exhaustas, diezmadas por losfallecimientos y con muchos enfermos (79). un mes después torres fondeó enPlaya Grande, frente a Cartagena. al día siguiente, bajo la presidencia delvirrey Eslava, se reunió la Junta de Guerra, en la que participaron los tenientesgenerales De Lezo y torres y los oficiales mayores de los bajeles. Hubounanimidad en que lo prioritario era mantener todos los buques en estado denavegar, de manera que todas las maestranzas disponibles se dedicaron a repa-rar las naves. El gran problema que se presentó fue el de cómo se iban aalimentar 8.000 bocas extra en una ciudad que, desde la llegada de la flota deDe Lezo y de las tropas del virrey Eslava, ya arrastraba una gran carestía,agravada por el paso del huracán. Por suerte, los vecinos acogieron en suscasas a los enfermos que no cupieron en el hospital, a los que alimentaronhasta su restablecimiento. Eslava pidió a santa Fe y a Quito la remisión detodo el trigo que se pudiera encontrar en el virreinato y que se confiscasen100.000 pesos del comercio del Perú (80). El ministro de la escuadra ordenóque en la totalidad de los hornos de Cartagena, además de en otros seis quemandó construir, se cociera bizcocho sin pausa hasta que en cada navío hubie-ra provisión suficiente para tres meses —lo que equivalía a unos 2.000 quinta-les—. En el ínterin se consumiría pan fresco y, por suerte, a los pocos díasfondeó el primer mercante francés que había zarpado de Cádiz con víveres.En una segunda reunión, la Junta de Guerra constató la imposibilidad decompletar el avituallamiento de los navíos para que pudieran hacerse a la vela,y determinó pedir víveres al gobernador de saint Domingue y que torres sedirigiera a La Habana con sus 12 buques. a fines de noviembre, junto con lasvituallas francesas llegó la propuesta del almirante D’antain de unir su escua-dra de 13 navíos a la de torres para atacar juntos a vernon, que se había refu-giado en Jamaica esperando la llegada de la escuadra de Ogle. Los generalesespañoles accedieron porque vieron en esa propuesta la única posibilidad realde enfrentarse en igualdad de condiciones a los ingleses, y torres, como habíaacordado con D’antain, mantuvo sus navíos al ancla desde el 20 de enero de1741, esperando el aviso francés para acudir al punto de encuentro pactado.sin embargo, lo que recibió, el 2 de febrero, fue una carta de D’antain en laque este le informaba de que había zarpado de Port Louis en dirección a Fran-cia tres días antes, y que la escuadra de Ogle, con unas 150 velas, acababa defondear en Puerto Príncipe.

59

(79) Ibidem, leg. 396-1, doc. 459. «a bordo del Nueva España, al ancla en la aguada desan Francisco de la isla de Puerto rico, 22 de septiembre de 1740».

(80) rámOs GómEz, L.: «Los intentos del virrey Eslava y del presidente araujo en 1740para obtener préstamos del Comercio del Perú desplazado a Quito y la requisa de 100.000pesos en 1741», en Revista de Indias LxIII, núm. 229, 2003, pp. 649-674.

tras el soberano plantón de los franceses sin que mediara ninguna explica-ción, torres, temiendo lo peor, decidió dirigirse a La Habana, donde fondeó el24 de febrero. Gracias a los avisos que había intercambiado con el gobernadorGüemes, este había reunido cuantos pertrechos y maderas pudo conseguirpara reparar los navíos. también había tomado prestados 200.000 pesos perte-necientes a comerciantes caraqueños, que se hallaban depositados en laContaduría de La Habana, y pedido un crédito a los comerciantes habaneros.En abril llegó un primer envío para el sustento de la escuadra, compuesto demaderas, palos de arboladura, provisiones y 236.730 pesos, remitido por elnuevo virrey de méxico, el duque de la Conquista, desde veracruz, al quesiguió otro de 300.000. Para conseguir esas sumas, el virrey aseguró no haber«perdonado arbitrio, ni esfuerzo, ni dejado ramo privilegiado a quien no hayasacado jugo, contrayendo muchos empeños» (81). Las remisiones continua-ron, y en enero de 1743 el tesorero de la escuadra certificaba haber recibido7.048.356 pesos (140.967.120 reales de vellón) (82). Este esfuerzo del virrei-nato llegó a un momento crítico a fines de 1743, cuando el duque de laConquista anunció a torres el cese de las remesas de caudales. Enterado elmonarca, llamó a capítulo a su virrey, a quien recordó que entre sus obligacio-nes estaba la de mirar por el mantenimiento de las escuadras destacadas en sujurisdicción y, en definitiva, la de defender esta (83).

a pesar de la distancia y de los riesgos, también la metrópoli mantuvo suesfuerzo logístico. Los intendentes de marina siguieron despachando trans-portes cargados con suministros y enseres desde Cádiz, Ferrol y san sebas-tián. Hasta agosto de 1741 zarparon 21 transportes, que llevaron 32.386 quin-tales de harina, 3.474 de carne, 4.278 de tocino, 2.996 de menestra, 3.053arrobas de aceite y 3.937 de vinagre. Lamentablemente no todos llegaron: unofue apresado y, en el momento en que se confeccionó la lista, aún se ignorabael paradero de otros cinco (84).

El Navy board también tuvo que fletar muchos mercantes, en proporciónal número de buques de sus escuadras y al de las tropas conducidas a Jamaica.Entre febrero de 1739 y mayo de 1741 cruzaron el atlántico 77 transportesque, a diferencia de los fletados por España, también fueron utilizados en lasexpediciones anfibias. Las comprensibles reticencias de sus dueños se solven-taron pagándoles 13 chelines por tonelada al mes, más el valor del barco encaso de pérdida y una indemnización por el desgaste (85), lo que fue posibleporque, como en el caso español, se trataba una prioridad estratégica.

60

(81) aGs, sm, leg. 398-2, doc. 594. Duque de la Conquista a Ensenada. méxico, 27 defebrero de 1741.

(82) Ibidem, leg. 399-1, doc. 109. José masedal. La Habana, 1 de enero de 1743. (83) Ibidem, doc. 269. Ensenada a torres. madrid, 24 de enero de 1744.(84) aGs, sm, leg. 398-1, doc. 331. san Ildefonso, 9 de agosto de 1741. «Estado en que

se manifiestan los nombres de las embarcaciones que han salido de los puertos de Cádiz, Ferroly san sebastián para las escuadras de D. rodrigo torres y D. blas de Lezo, con distinción delas cantidades y especies y de las que se ha tenido noticia arribaron…»

(85) syrEtt D.: «the Navy board and transports for Cartagena, 1740», en War inHistory, núm. 9, 2002, pp. 127-141.

La situación de dependencia de la remisión de caudales que padecieron losmandos españoles responsables de la defensa de las plazas coloniales contras-ta con las facilidades dadas a los británicos, a quienes se autorizó a firmarletras de cambio contra los comisarios a cargo de los suministros, paracomprar in situ lo que necesitasen y así mantener la operatividad de las escua-dras y tropas a su cargo (86).

ConclusionesPoner en marcha la maquinaria de guerra y mantenerla en funcionamiento

fue un encomiable esfuerzo colectivo de las instituciones, los dirigentes, loscomerciantes y la sociedad. El apoyo de todos los implicados en la moviliza-ción de la armada, con su ingenio, sus renuncias, su dedicación y su patriotis-mo, contribuyó al esfuerzo de la contienda naval, y pese a la inferioridadeconómica y numérica se consiguió el objetivo de no perder las plazas amena-zadas, aunque no sin pagar un alto precio personal que resumen estas palabrasdel intendente gaditano, Francisco de varas: «… pues ya me faltan las fuerzaspara sostener esta máquina de marina como lo he hecho hasta aquí, empeñán-dome cada día más y más con el quebranto y desazón que no me es fácilexplicar» (87).

La guerra se prolongó hasta 1748, y la remisión de todo lo que necesitabala escuadra continuó desde la metrópoli y méxico durante todos estos años.En este plausible esfuerzo de todos los implicados en la logística, se destacó laenergía y el decidido impulso de Ensenada, sobre todo desde que, en mayo de1743, asumió las secretarías de Guerra, Hacienda, marina e Indias y pudodisponer del caudal necesario con mayor libertad. De la utilización del podernaval y de la gestión de la movilización de recursos durante la etapa inicial dela guerra, Ensenada sacó muchas enseñanzas y conclusiones para el futuro dela armada, que recogió, a modo de plan de gobierno de su proyecto de rearmenaval para consolidar el poder de la monarquía, en varias memorias dirigidasa Fernando vI. En relación con este trabajo, las siguientes palabras sobre susproyectos para la defensa de las Indias son muy elocuentes: «… enviar yremudar guardacostas en la américa y tener preparados bajeles, tropa, artille-ría y municiones para socorrerla en una urgencia, como las que han ocurridocon frecuencia en tiempos pasados, aplicándose tarde y mal el remedio» (88).

Para Gran bretaña, la experiencia fue un ensayo general con vistas a soste-ner escuadras y tropas en américa en futuras expediciones. también le permi-

61

(86) bauGH: British Naval…, pp. 391ss.; HarDING, r.: The Emergence…, pp. 1-20.(87) aGs, sm, leg. 396-2, doc. 585. Francisco de varas a Ensenada. Cádiz, septiembre

de1740.(88) FErNáNDEz DurO, C.: Armada española…, pp. 370-382. recoge las «Exposicio-

nes» de Ensenada a Fernando vI de 1746, 1747, 1748, 1749, 1751, 1752, más otra sin fecha.Cit. en p. 380, «Plano de las obligaciones ordinarias de la monarquía…». aranjuez, 18 demayo de 1752.

tió establecer los procedimientos administrativos precisos para explotar losrecursos económicos norteamericanos, gracias a los que pudo mantener unconsiderable número de fuerzas militares y navales en las Indias Occidentales.Este primer paso para consolidar su poder naval más allá de sus dominios fuela base de su expansión imperial en futuras expediciones (89).

Felipe v y sus ministros, tratando de evitar la guerra, tardaron demasiadoen reaccionar una vez rotas las hostilidades. su estrategia inicial priorizaba lapolítica mediterránea y dejaba a su suerte a las Indias, al desconfiar del podernaval de su armada para defenderlas; sin embargo, la utilización decidida porInglaterra de sus fuerzas navales les obligó a reaccionar, lo que permitió a laarmada plantear una defensa, muy condicionada, eso sí, por la situaciónfinanciera. Con retraso y mucho esfuerzo, se movilizaron bastantes recursos(el dinero, la inteligencia, los suministros, los enseres, los víveres, los fletes ylos hombres) a ambos lados del atlántico. y no deja de ser sorprendente que,no obstante haberse convertido en el escenario inicial de la guerra y pese aque su defensa hubiese quedado relegada a un segundo plano, fuera precisa-mente el mundo colonial, a través de las aportaciones de los virreinatos suma-das a las del comercio, el que aportara la financiación necesaria para poner enmarcha la movilización naval y el mantenimiento de la defensa en las colo-nias. aunque no se pudieron evitar las desgracias de Portobelo y Cartagena deIndias, ni los ataques a la Florida, La Guaira y Puerto Cabello o el desembarcoen Guantánamo, los ingleses fueron rechazados y no consiguieron su objetivode hacerse con alguna plaza hispana. El intento se cobró un alto precio envidas humanas y términos económicos, pero también les sirvió de experienciapara futuras tentativas (90).

62

(89) HarDING, r.: «america, the war of 1739-48 and the development of british globalpower», en Journal for Maritime Research vI, núm. 1, 2004, pp.1-20.

(90) ÍDEm: The Emergence…, pp. 336-348.

La ExPEDICIóN DEL CONDE DE arGELEJOs

a FErNaNDO POO,PrImEra PrEsENCIa EsPañOLa

EN EL GOLFO DE GuINEa

Un marco evidentemente históricoáfrica no interesaba a Europa, y este sentir no declinó en muchas cancille-

rías europeas —España estaba al margen— hasta muy avanzado el siglo xIx.antes, solo Portugal había llegado al ecuador africano, donde incluso llegó acrear un reino cristiano en el Congo, fijando así los principios de una penetra-ción soberana en angola. años más tarde, en 1472, un navegante luso, enplena ruta de las operaciones, encuentra dentro de la bahía de biafra una islade sorprendente belleza a la que, impresionado por su hermosura y exuberan-cia, bautiza como «Fermosa», nombre que la historia cambiará por el de sudescubridor, Fernando Poo. veinte años más tarde, Pedro Escobar y Joao desantarem descubren la isla de annobón. Estas dos islas, junto a las de santotomé y Príncipe, integrarán el distrito portugués del Golfo de Guinea, creadoa varios siglos vista de cualquier penetración española en la zona.

Casi trescientos años durará esa hegemonía portuguesa en las islas africa-nas, mientras España sigue otros rumbos colombinos porque, como se haescrito, ningún otro país como Castilla podía a principios del siglo xvI hacerfrente a la enorme tarea de incorporar a su corona un nuevo mundo. Después,con España y Portugal en guerra, los piratas holandeses no perdieron la opor-tunidad de apoderarse de aquellas islas y desarrollar en ellas el lucrativo tráfi-co de esclavos, hasta que años más tarde vuelvan al dominio lusitano.

El 6 de octubre de 1777, España y Portugal suscriben el tratado de sanIldefonso, en el que de forma reservada se incluía un anexo referente a áfrica.Este tratado es ratificado y ampliado por el suscrito el 24 de marzo de 1778entre Carlos III y maría de Portugal, cuyo principal objeto era zanjar los liti-gios sobre límites existentes entre los dos países. Por dicho tratado, y conColonia de sacramento como moneda de cambio, Portugal cede a la corona deEspaña la isla de annobón, en la costa de áfrica, «con todos los derechos,

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José CErvEra PEryGeneral auditor

del Cuerpo Jurídico militar

posesión y acciones que tiene en ella, para que desde luego pertenezca a losdominios españoles, del mismo modo que hasta ahora ha pertenecido a la coro-na de Portugal. Igualmente cede s.m. Fidelísima (la reina de Portugal), en supropio nombre y en el de sus herederos, todo el derecho y acción que tienen opuedan tener a la isla de Fernando Poo, en el golfo de Guinea, para que losvasallos de la corona de España se puedan establecer en ella y negociar en lospuestos del río Gabón, los Camarones, santo Domingo, Cabo Formoso y otrosde aquel distrito». Es decir, toda una amplia zona del áfrica ecuatorial,comprendida entre Cabo Formoso —hoy territorio de la república de Nigeria—y Cabo López —hoy en la república de Gabón—, lo que implicaba que Españaostentaba un pleno derecho de soberanía desde las caudalosas bocas del Nígerhasta la espléndida desembocadura del Ogogue. todo ello un siglo antes de queInglaterra y Francia hicieran su aparición en esas latitudes.

Formalizadas las negociaciones, España se preparó para tomar posesión deaquellas desconocidas pero atrayentes islas del golfo de Guinea, misión quefue encomendada a una expedición que tuvo la particularidad de ser preparaday organizada en el río de la Plata. además, debía partir de montevideo, sededel apostadero naval de la real armada, con la evidente intención de resaltarla posición geoestratégica de Fernando Poo dentro del vasto espacio oceánicoasignado al apostadero, y de estrechar la vinculación de dichas islas con elvirreinato del río de la Plata. su activo virrey, don Pedro de Cevallos, fuequien asumió la responsabilidad de cumplir con las tareas de preparar y orga-nizar la mencionada expedición, para lo que utilizó tropas y recursos quepertenecían a santa Catalina y Colonia de sacramento, tierras que bajo sumandato se habían arrebatado a los portugueses en 1777. Para el mando de laempresa designó al brigadier de Infantería de los reales Ejércitos don Felipede los santos, conde de argelejos, quien además debía ocuparse de ejercer elcargo de gobernador y jefe militar de las islas de Fernando Poo y annobón. Elconde se encontraba en montevideo después de haber participado en las cita-das campañas de Cevallos contra los portugueses, y era hombre de la enteraconfianza de este. Como segundo jefe de la expedición se nombró al tenientecoronel de artillería don Joaquín Primo de rivera, que antes de la llegada dedon Pedro Cevallos se encontraba prestando servicios en el río de la Plata.Los efectivos de las tropas procedían de los regimientos veteranos de infante-ría de sevilla, saboya, Galicia, zamora, Córdoba, toledo y Guadalajara, yhasta del fijo de buenos aires. también se incorporó personal del Cuerpo deartillería.

Pero la expedición tiene, por la índole de sus objetivos, un amplio compo-nente naval, y a tal efecto, la real armada envió desde España a montevideolas fragatas Santa Catalina y Nuestra Señora de la Soledad. La primera habíazarpado de Cádiz al mando del capitán de fragata don José varela ulloa, pres-tigioso oficial de la real armada y notable geógrafo y naturalista (1). Por su

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(1) Nacido en villaredo (Galicia), había sentado plaza de guardiamarina en Cádiz en1759, para desempeñar en sus primeros años actividades de corso contra los piratas argelinos.

parte, la Nuestra Señora de la Soledad zarpó de Ferrol con don ramón topetecomo comandante, capitán de fragata también de brillante trayectoria en lareal armada, en la que alcanzó el grado de brigadier en 1802 (2).

una vez llegadas a montevideo las fragatas, se les incorporó el paquebotede la real armada Nuestro Señor Santiago, al mando del teniente de navíodon José de Grandallana. Con estos tres buques quedó constituida la escuadri-lla expedicionaria, bajo el mando del capitán de fragata varela ulloa, condede argelejos, quien izó su insignia en la Santa Catalina.

La expedición al golfo de Guineaterminados los aprestos de la expedición, el conde de argelejos partió

desde montevideo hacia el golfo de Guinea el 17 de abril de 1778, para llegara su destino a fines de junio. La travesía no fue fácil, pues durante ella muriódon vicente de recarte, ministro de la real Hacienda y contador de la expedi-ción. mientras se aguardaba la llegada del comisario portugués que debíaformalizar la entrega de las islas, los tres buques españoles permanecieronfondeados en santo tomé y Príncipe. La espera no resultó cómoda, ya que deinmediato surgieron roces con las autoridades portuguesas a cuenta de lademora en la entrega de las islas a España, y hubo también fricciones entre lapoblación y las tropas españolas, lo que motivó no pocas quejas del goberna-dor luso. Por fin, el 14 de octubre de 1778 llegó al golfo de Guinea el comisa-rio portugués, capitán de mar y tierra don Luis de Castro, y el 24 quedabadefinitivamente concertada la transferencia de las islas de Fernando Poo yannobón a España.

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al ascender a alférez de navío fue designado tercer maestro de la real Compañía deGuardias marinas de Cádiz, y posteriormente, como teniente de navío embarcó en lafragata Rosalía, para situar la isla de trinidad. siendo ya capitán de fragata realizanumerosos levantamientos hidrográficos y cartográficos en las costas africanas. Entre1778 y 1779 se encuentra en el golfo de Guinea como jefe naval de la expedición quenos ocupa. En 1782 vuelve a américa del sur como integrante de la comisión demarca-dora de límites que había de cumplir lo establecido en el tratado de san Ildefonso, ydurante el transcurso de esta importante tarea situó astronómicamente las ciudades debuenos aires y montevideo.

(2) Era oriundo de morón (sevilla) y había ingresado como guardiamarina en Cádiz en1759. Luego prestó servicios en distintos navíos efectuando transportes de tropas a Canariasy baleares y cruceros de protección en la recalada de buques procedentes del Nuevo mundo.Después de la expedición a Guinea estuvo presente en el bloqueo de Gibraltar, donde logróapresar cuatro embarcaciones enemigas, y participó, como comandante de la fragata Carmen,en el bombardeo de argel. ascendido a capitán de navío, y en calidad de comandante delMagnánimo, tomó parte en la guerra contra la Convención, y como jefe del arsenal de Ferroldefendió en 1800 la ciudad de los ataques ingleses. a fines de 1803 fue nombrado coman-dante general del arsenal de La Carraca, cargo que ejerció durante seis años siendo jefe deescuadra. En 1810 defendió la isla gaditana de los ataques de las fuerzas napoleónicas delmariscal soult, y fue inspector y comandante general de los regimientos de Infantería realde marina.

Pero las dificultades seguían haciéndose presentes. El 14 de diciembre, abordo de la fragata Santa Catalina, falleció de «enfermedad natural» el condede argelejos, que fue sustituido en el mando de la expedición y en el gobiernomilitar de las islas por el teniente coronel de artillería don Joaquín Primo derivera.

La ocupación de Fernando Poo y annobón fue una tarea sumamente dura ysacrificada que exigió enormes esfuerzos a los sufridos expedicionarios, incon-venientes que fueron evidentes desde el instante mismo de efectuarse la cesiónde las islas. así lo comenta el virrey del río de la Plata, don Juan José devértiz:

«saltaron a tierra los comisarios intentando el portugués persuadir al jefede los negros y demás habitantes de annobón a que reconociesen y rindiesenvasallaje al rey católico, jurándolo por su legítimo soberano respecto a lacesión que de ellas había hecho su majestad Fidelísima. No cabe en la expre-sión que causó al capitán mor y sacristán, principales caudillos de la isla y asu imitación todos los negros y chusma esta proposición, cuando asegurabanignorar existiesen tales soberanos en el mundo, y no alcanzaban la razón quepudiesen alegar los portugueses para ceder aquellas islas a las que no teníanderecho de propiedad ni el de posesión, y así negando su obediencia y amena-zando proceder hostilmente si continuaban en su pretensión se retiraron aaquellos espesos montes».

No obstante quedar advertidos de la hostilidad de los aborígenes de aquellasdesconocidas islas, los expedicionarios españoles procedieron a dar inicio a laocupación de Fernando Poo, en tanto los portugueses colaboraban haciendo lomismo en annobón. Para afirmar la presencia de España, los expedicionariosfundaron el poblado de «La Pura y Limpia Concepción» e inmediatamente comen-zaron a construir casas, un hospital y una fortaleza. Carpinteros, albañiles, herreros,aserradores y peones se volcaban en un denodado esfuerzo constructor, protegidospor soldados de infantería y artillería, cuyo número no obstante era escaso.

En cuanto a la defensa naval de Fernando Poo —isla a la que se restringíala presencia efectiva de los españoles— y annobón, estuvo representada porlos tres buques que integraban la escuadrilla expedicionaria. Las dos fragataspermanecieron allí destacadas dos años, en tanto que el tercer buque, elSantiago, del teniente de navío Grandallana, siguió prestando servicios enaquella región hasta que el establecimiento de La Pura y Limpia Concepciónfue abandonado por los españoles.

El carácter eminentemente insular de los nuevos asentamientos exigía quelas comunicaciones con el exterior y el abastecimiento se efectuaran necesa-riamente por vía marítima, por lo que se eligieron como bases logísticas elpuerto de Cádiz, las Canarias y la isla portuguesa de santo tomé. así seexpresaba al respecto el virrey vértiz: «... que lo respectivo a víveres y otrosauxilios, precaviendo los inconvenientes de la guerra que subsistía contraInglaterra, se daban las correspondientes órdenes a las islas Canarias para que

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allí se surtiesen aquellos establecimientos de lo que necesitasen para suconservación y fomento» (3).

a pesar de los apoyos logísticos recibidos de distintos transportes, losexpedicionarios del teniente coronel Primo de rivera, durante su permanenciaen el golfo de Guinea, debieron afrontar graves adversidades, complicacionesy penurias tales como enfermedades, numerosas muertes y la relativamenterápida disminución de las comunicaciones marítimas con el exterior, así comoproblemas de abastecimiento y de enfrentamiento con las tribus negras nati-vas, todo ello agravado con la sublevación del sargento Jerónimo martín, quedesposeyó del mando y encarceló a Primo de rivera. Los auxilios del navíoSantiago, que arribó desde tenerife convoyado por la polacra Santa Engracia,al mando del capitán de navío don Juan Nepomuceno morales, tampocofueron suficientes para alcanzar el fin propuesto, y martín quedó durante unmes al mando del establecimiento de Fernando Poo. Las razones que elsargento adujo para su rebeldía fueron la insostenible situación que se vivía enla isla, la deficiente alimentación y mal estado de los víveres, y la inadecuadaatención de los enfermos. también vertía graves imputaciones contra Primode rivera, al que acusaba de no preocuparse por la salud de sus subordinadosy de infligirles malos tratos. Pero, para justificar su sedición, el sargentoaducía sobre todo el deseo de abandonar Fernando Poo.

El fin de una expedición merecedora de mejor suerteNeutralizado Primo de rivera y sus mandos inmediatos, el sargento martín

ordenó a los expedicionarios, en los últimos días de octubre de 1780, embar-car en el Santiago para abandonar el poblado de La Pura y Limpia Concep-ción de Fernando Poo. El virrey vértiz comenta duramente este hecho:«Finalmente la isla se abandonó con toda la artillería, útiles y obras construi-das en aquel establecimiento, las que por posteriores noticias se sabe, fueronarruinadas y entregadas al fuego por aquellos naturales que nunca quisierontratar con los nuestros, conservándose retirados y escondidos en los bosques ymalezas de que está circundada la isla, siendo impenetrable a hombres yanimales desde la misma orilla del agua».

El contingente expedicionario, ahora bajo las órdenes del sargento martín,alcanzó santo tomé el 17 de noviembre de 1780; pero, una vez desembarcadoy liberado de su encierro, el teniente coronel Primo de rivera puso inmediata-mente en conocimiento de las autoridades portuguesas de la isla y de losoficiales españoles que allí se encontraban —entre ellos, el teniente de navío

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(3) La situación de conflicto con Gran bretaña que menciona el virrey estaba motivada porla intervención de España y Francia en la guerra de independencia estadounidense (1776-1783)en apoyo a los rebeldes de las trece Colonias, que trascendía del escenario meramente nortea-mericano y ponía en evidente peligro la ruta marítima entre Cádiz, Canarias, santo tomé yFernando Poo

Grandallana— lo sucedido en Fernando Poo y los detalles del acto subversivoque allí había tenido lugar, por lo que Grandallana dispuso encarcelar a martíny a sus principales cómplices. Los correspondientes sumarios y declaraciones,que se sustancian en los primeros meses de 1781, fueron enviados a España abordo de la zumaca Nuestra Señora de la Concepción, circunstancialmentepresente en esos momentos en santo tomé y cuyo mando se encomendóprecisamente al teniente de navío Grandallana, que murió durante el viaje.

Durante su permanencia en la isla portuguesa, y una vez restablecida untanto la situación, Primo de rivera planeó y buscó regresar a Fernando Poo,pero la mala disposición del gobernador portugués a continuar ayudando a losexpedicionarios y la indudable disconformidad de estos últimos en repetir unaempresa tan arriesgada y peligrosa le hicieron desistir de sus propósitos, porlo que junto con sus hombres permaneció en santo tomé hasta 1781. Cuandopudieron por fin salir, lo hicieron a bordo de la fragata portuguesa NuestraSeñora del Carmen, comprada exprofeso, y del bergantín Santiago, pertene-ciente al comercio canario. La ruta elegida no discurrió directo hacia España,sino que la fragata y el bergantín pusieron proa a bahía de todos los santos,en razón de la mayor cercanía de la costa brasileña respecto del golfo deGuinea. Esta decisión se tomó por tres motivos: 1, por el riesgo de toparse conbuques británicos que entrañaba una navegación más larga; 2, en prevenciónde no entrar en aguas metropolitanas, ya que en ellas se estaban produciendoalgunas acciones navales entre británicos y españoles, como el nuevo sitio deGibraltar, y 3, porque el brasileño, siendo un puerto relativamente neutral,ofrecía más garantías para fondear y reponer fuerzas.

Por la correspondencia que el teniente coronel Primo de rivera dirigiódesde san salvador de bahía al virrey del río de la Plata, Juan José vertiz, sesabe que los expedicionarios permanecieron en bahía de todos los santos porlo menos entre febrero de 1782 y enero del año siguiente. Dicha correspon-dencia es rica en datos e informes que muestran los vaivenes padecidos duran-te la estancia brasileña. El escrito de Primo de rivera resumía todo el drama-tismo de la empresa:

«... el mísero estado de toda la gente por el mal clima, quebranto con elque vienen las embarcaciones, más muchedumbre de accidentes acumulados,así como por el estrago que ocasionó la intemperie del seno de Guinea contrala salud de los individuos de la expedición de mi cargo, me han puesto en ladura situación, después de haber apurado cuantos medios y recursos me dictala prudencia, de salir de aquel golfo sin gente, sin dinero, y desesperanzado denuevos refuerzos con dirección a esas provincias para repararme y esperarórdenes de la Corte. un caso que ha impedido emprender la navegación aellas me ha obligado nuevamente a arribar a esa bahía [d]e todos los santosen la que se hace precisa alguna demora para la reparación de las dos fragatasque nos conducen y no teniendo fondos con que subvenir a los gastos queoriginen, he solicitado se me franqueasen caudales de la tesorería real y avién-doseme (sic) negado con pretexto de no haberse practicado jamás semejante

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suplemento con las naciones extranjeras, me ha quedado el solo arbitrio demendigar el favor de un comerciante con el tanto por ciento de premio queeste quisiese. solo la necesidad pudo conducirme a un exilio tan irregularcomo despreciable, y así, procuraré no más atender a las urgencias previstas eindispensables».

La pesadilla parecía terminar en febrero de 1783, cuando la Nuestra Seño-ra del Carmen y el Santiago fondeaban en montevideo con los maltrechosrestos de la expedición a bordo. En montevideo quedaron los pocos supervi-vientes, esperando órdenes e instrucciones, mientras que el teniente coronelPrimo de rivera emprendía el regreso a España para poner en conocimientode las autoridades metropolitanas todas las noticias y avatares de aquelladramática empresa (4). y es de resaltar que, pese al fracaso de la expedición,no se descartase retornar al golfo de Guinea y ocupar Fernando Poo y anno-bón, tomando otra vez montevideo como centro de operaciones. El virreyvertiz hace referencia a ello en su memoria: «... para que cuando llegue elcaso de mejorar la suerte haya de volverse a emprender un nuevo intento deasentamiento en Fernando Poo, conforme a las reales intenciones de s.m.»

Pero habrían de pasar bastantes años y producirse muchas circunstanciasde diferente signo para que volviera a intentarse crear un asentamiento enunas islas, tras lo acordado en san Ildefonso, de pertenencia española.

Aquellos marinos adelantadosLa expedición al golfo de Guinea tuvo un acusado perfil marítimo y naval.

Estratégicamente, aquellas islas eran útiles para España porque permitían elasentamiento en el sector oriental del atlántico sur, lo que, agregado al dilata-do litoral del virreinato del río de la Plata en el sector opuesto, suponía domi-nar un extenso espacio oceánico. además, con la posesión de Fernando Poo yannobón quedaba construido el triángulo defensivo español del atlánticomeridional —cuyo núcleo y centro operativo principal sería el apostaderonaval de montevideo— y se ampliaba la jurisdicción del río de la Plata hastauna amplia zona del áfrica ecuatorial, tierra idónea para fomentar la coloniza-ción, la explotación económica y el intercambio comercial.

todo ello comporta una exigencia de reconocimiento a la abnegada laborde aquellos hombres del botón de ancla, adelantados en el golfo de Guinea yque de modo tan evidente honraron sus hojas de servicios. Destaquemos sobretodo a varela ulloa, al que se debe, a través de una interesantísima comunica-ción dirigida al ministro Gálvez, el conocimiento exacto y minucioso de todolo sucedido en Guinea a partir del 27 de setiembre de 1778. En este documen-

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(4) El sargento Jerónimo martín, promotor de la rebelión, quedó preso en el virreinato;luego, se le destinaría a trabajar en diversas obras públicas de la ciudad, para ser por últimoindultado.

to explica la anomalía del retraso de la llegada de la fragata portuguesa Nues-tra Señora de Gracia y describe de forma objetiva y concisa la solemne tomade posesión de Fernando Poo, cuya acta firmaron como testigos, junto a vare-la, los tenientes de fragata baltasar mexía de la Cerda y José Ezquerra Egui-rior y el alférez de navío Luis de agreda. El teniente de fragata Ezquerra fueel primer oficial español que desembarcó en santo tomé, para cumplimentaral gobernador y hacerle saber la paz firmada entre Portugal y España, circuns-tancia que este ignoraba y que Ezquerra acreditó con unos pliegos de la reinaFidelísima.

tras el fallecimiento de argelejos, varela ulloa no permaneció mucho enGuinea, ya que al año siguiente fue requerida su presencia en la Penínsulapara informar. Pero este tiempo no por escaso dejó de estar bien aprovechado,pues durante él redacta el libro Descripción de la isla de Fernando Poo,pionero en su género; levanta las primeras cartas marítimas del lugar; bautizalos picos de santa Catalina y soledad, y da el nombre de Punta argelejos aunos de los salientes orientales de la isla. también hizo una amplia reseña deannobón, especificando científicamente cuanto vio en ella, y aún tuvo tiempode situar geográficamente las islas de santo tomé y Príncipe. Numerosísimadocumentación procedente de su mano enriquece los legajos del archivoGeneral de simancas, del sevillano de Indias y del General de marina en Elviso del marqués.

Junto a varela ulloa son de destacar Guillermo Carbonell y José de Gran-dallana, otros dos adelantados de la aportación marinera en Guinea. El prime-ro, comandante de la zumaca Nuestra Señora de la Concepción, practica en1779 el primer reconocimiento minucioso de la isla de Fernando Poo, sobrecuya base debía proponer el pasaje más a propósito donde establecer el primerdestacamento español. Carbonell cumplió satisfactoriamente su cometido,recalando en los pasajes más difíciles, poniendo nombre a la bahía de laConcepción y a las ensenadas del Canal, La Luz y los Pájaros, y reconociendocuidadosamente la bahía de san Carlos. terminada su misión, regresó a santotomé para dar cuenta de su resultado al comandante del paquebote Santiago,en aquellos momentos la más significada autoridad naval expedicionaria,quien a su vez, con todo rigor y diligencia, entregó su informe a Primo derivera.

y es precisamente el teniente de navío Grandallana, comandante del citadopaquebote y uno de los primeros muertos de la armada en Fernando Poo,quien con asentadas razones informa de la conveniencia de establecer unprimer emplazamiento español en la ensenada de la Concepción; y con eseasentamiento en agraz culminará este primer ensayo de la presencia españolaen Guinea, en el que, a pesar de lo infructuoso e ineficaz de sus resultados yconsecuencias, la marina aporta lo mejor y más sano, evidenciando con ellouna capacidad de sacrificio y disciplina que anticipa la de los días que aúnhabrían de venir.

mucho antes que ningún misionero, finquero, comerciante o colonizadorasentasen su huella en Fernando Poo, ya habían ofrecido el tributo de sus

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vidas al servicio de España los primeros marinos de la real armada, quienesantes que nadie avistaron Guinea. Entre ellos figuran los citados Grandallanay Carbonell, junto al médico cirujano sebastián de montes, primer adelantadode la medicina tropical. Junto a ellos fenecieron 37 humildes marineros, de losque dieciocho yacen enterrados en Concepción, quince en santo tomé y sieteen la inmensidad oceánica. Ninguno de ellos acudió con ansias de riqueza ni alograr o acaparar hectáreas. Ninguno tuvo nunca la mente enfebrecida por elcacao, el café o la madera. En aquella gente que, enferma y abandonada, seconsumía en un lugar del este de la isla sin esperanzas de relevo, sin privile-gios, ayudas ni subvenciones, solo alentaba una razón de vida, un ideal señe-ro, mentor de la presencia hispana con intangible voluntad de permanencia adespecho del propio olvido, el abandono, la incomprensión o la desesperanza.

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a PrOPósItO DE Las COLabOraCIONEs

LOGÍstICa y abastECImIENtOEN La CONQuIsta NavaL

DE mENOrCa (1781-1782)

La reconquista de la isla de menorca por las fuerzas armadas es un episo-dio bien conocido. tanto las memorias como la prensa y la propaganda oficialde la época ofrecieron una narrativa detallada, que en buena medida ha sidorecogida por la historiografía posterior. En esa narrativa, el protagonismo seconcedía a la estrategia y a la táctica militar empleadas, con especial preocu-pación por las operaciones de asedio del mahonés castillo de san Felipe porlas fuerzas terrestres aliadas, dirigidas por el duque de Crillón. El papel de laarmada era relegado a un segundo plano, y su participación, limitada a lasfunciones de transporte de la expedición. Por el contrario, la documentaciónhistórica nos indica que el protagonismo de esta fue mucho mayor de lo quetradicionalmente se ha considerado, de modo que, se puede afirmar, laconquista de menorca fue también «una conquista naval».

Como nos viene insistiendo la historiografía actual, uno de los principaleslogros de la marinas de guerra del siglo xvIII fue precisamente la capacidadque adquirieron entonces de ejecutar expediciones anfibias importantes. suéxito se apoyó en una extraordinaria habilidad para movilizar los recursosnecesarios, lograr el dominio temporal y mantener abierta la colaboración conlas fuerzas desplegadas. En concreto en la expedición a menorca, la armadatuvo que desplegar una parte importante de su potencial disuasorio paraconseguir bloquear temporalmente la entrada inglesa en el mediterráneo yretener a los corsarios berberiscos y menorquines. Este dominio le permitióhacer efectiva una compleja operación logística que implicó a prácticamentetodo el mediterráneo occidental. Las tripulaciones y los buques fueron some-tidos a un extraordinario esfuerzo de navegación y coordinación con autorida-des civiles y militares. todo parece indicar que el protagonismo adquirido porla marina y su éxito no fueron acontecimientos aislados, sino que más bien sefundamentaron en la continua movilización y en las experiencias acumuladaspor la real armada en operaciones similares precedentes, de forma destacadadesde 1774.

una amplia historiografía naval se ha dedicado a valorar y medir el «podernaval», esto es, la capacidad de un Estado de aplicar una política a partir de sufuerza naval. El número de buques y cañones y el resultado de una batalla

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rafael tOrrEs sáNCHEzDepartamento de Historia moderna

universidad de Navarra

naval han sido los indicadores prefe-ridos por los historiadores para esta-blecer el poder naval de una nación.No obstante, estos factores ofrecenserias limitaciones. Con frecuencia,los intentos de cuantificar la fuerzanaval chocan con la realidad históricade que, siendo el número de buques ycañones una parte esencial de ladiplomacia de un Estado, los gobier-nos estaban interesados en dar unainformación errónea o confusa de lasituación y fuerza de su marina. Delmismo modo, las batallas navales nosiempre ofrecían ese testimonio irre-futable que han buscado los historia-dores para medir el poder naval de loscontendientes. De hecho, la mayoríade ellas no resultaron lo bastantedecisivas para modificar la políticaexterior de un Estado. Hasta finalesdel siglo xvIII, todas las grandespotencias mantuvieron una elevadacapacidad de recuperar las pérdidasnavales y, en consecuencia, de mante-

ner su línea política exterior. Incluso en el caso de una de las batallas másdecisivas, trafalgar, lo importante no fue la aplastante victoria británica, sinola incapacidad económica de España de reponer las pérdidas. Los buques y lasbatallas son el fundamento de poder naval, pero no necesariamente explican laeficacia de ese poder, como viene demostrando la nueva historiografía sobrela armada inglesa (1).

En este contexto de revisión, algunos autores llaman la atención sobre laguerra anfibia como otra vía de comprender el poder naval (2). En el sigloxvIII, la operación anfibia tenía como objetivo expreso acabar con la autoridadpolítica del territorio enemigo. La guerra por tierra y por mar ofrecía un usomás eficiente de la fuerza naval porque buscaba destruir el poder político delenemigo. y así, mientras que la batalla naval no podía asegurar el éxito en losobjetivos políticos, la guerra anfibia suponía una directa y destructiva aplica-

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(1) KNIGHt, roger: «Changing the agenda: the “new” naval history of the british sailingnavy», en The Mariner’s Mirror IIIC, núm. 1, febrero de 2011, pp. 225-242.

(2) HarDING, richard (1999): Seapower and naval warfare, 1650-1830, Naval InstitutePress, annápolis (maryland), 1999, p. 212; HarDING, r: «amphibious Operations» en J.Hattendorf (ed.), The Oxford Encyclopaedia of Maritime History, Oxford university Press,Nueva york, 2007.

ción de la fuerza naval en este aspecto. El éxito en una operación anfibiaprovocaba una inmediata alteración en la autoridad de un gobierno y en supolítica diplomática, de tal manera que tal operación era la mejor manera deconvertir poder naval en poder diplomático.

Los estudios sobre la armada inglesa muestran cómo la guerra anfibia fueaumentando en eficacia a lo largo del siglo xvIII. Los ingleses fueron apren-diendo de sus numerosos errores durante la primera mitad de siglo (Cádiz,1702; antillas, 1742; Canadá, 1746), hasta conseguir un notable grado deeficacia en esta clase de operaciones durante la Guerra de los siete años(Caribe, La Habana, manila). sus éxitos en la captura de plazas enemigas,más que las victorias en batallas navales, atrajeron el interés de los políticos yles persuadieron de la rentabilidad de sostener financieramente una infraes-tructura naval y administrativa permanente. Precisamente fue el constanteaprendizaje, la mejora en los procedimientos y el apoyo financiero los factoresque finalmente confirieron al gobierno inglés la capacidad de movilizar conrapidez y emplear con eficacia un ejército anfibio (3).

Los escasos estudios disponibles para el caso español no permiten precisarel papel desempeñado por las operaciones anfibias frente a otras opciones depoder naval, ni siquiera si hubo algún tipo de evolución o mejora en el nivelde eficacia en su utilización. Por ello, nuestro interés se centra en explicarcómo la marina española desarrolló una guerra anfibia concreta para lograrimponer el poder político. El objetivo era la conquista de menorca y el desalo-jo de los ingleses de la isla. Para lograrlo, la real armada tuvo que desplegaruna serie de acciones estratégicas, tácticas y de capacidad operativa con lasque conseguir ocupar el mar, mantener el dominio de las brown waters ysostener el ejército anfibio que ocupó la isla.

Las lecciones de ArgelEn conjunto, en toda la operación anfibia para la conquista de menorca,

desarrollada entre marzo de 1781 y abril de 1782, se advierte con claridad unaevolución fruto del aprendizaje acumulado en operaciones anfibias anteriores.En concreto, del fracaso de la operación anfibia en argel (1775) (4), los mili-tares y el gobierno español extrajeron una serie de consecuencias y leccionesque sirvieron para organizar y ejecutar la guerra anfibia de menorca.

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(3) HarDING, r. (ed) (2008): «Operaciones anfibias británicas, 1700-1815», en GuImEráravINa, a., y NúñEz, J.m.ª (dirs.): Guerra naval en el Revolución y el Imperio: bloqueos yoperaciones anfibias, 1793-1815, marcial Pons (Historia), 2008, pp. 39-58, cit. en p.41

(4) sobre esta expedición, véanse sabatEr GaLINDO, Javier: «La expedición militar deargel de 1775», en Revista de Historia Militar xxvIII, núm. 56, 1984, pp. 75-90; LóPEzDELGaDO, Juan antonio: La expedición militar española contra Argel de 1775. Según el diariode un testigo ocular, murcia, 2011, y vILLaLba PérEz, Enrique: «O’reilly y la expedición deargel (1775). sátiras para un fracaso», en El equilibrio de los Imperios: de Utrecht a Trafal-gar, t. II, pp. 565-586.

una primera gran lección aprendida en la operación anfibia de argel fue lanecesidad de mantener el secreto. En 1775, toda Europa conocía la expediciónque se estaba proyectando contra argel. al propio gobierno español no ledisgustaba que fuera un asunto público, pues lo que buscaba con la operaciónera precisamente eso: hacer una demostración de fuerza que evidenciara antelos Estados europeos la capacidad militar alcanzada por España. Esta ideacambió radicalmente en la operación anfibia de menorca. Entonces lo que sebuscó fue lo contrario, es decir, el secreto. El más estricto de los sigilos en lapreparación podía ser esencial para lograr el dominio del mar y causar ciertasorpresa en las fuerzas británicas en la isla. Para conseguir ocultar la organiza-ción y el destino de la operación anfibia se adoptaron varias medidas. así, porejemplo, contra todo pronóstico, la fuerza expedicionaria no salió de los puer-tos mediterráneos, como había ocurrido en 1738.

Empecemos por el secreto de la expedición a menorca, probablemente elrecurso más caro de conseguir. Para lograr el engaño con que el Estadopretendía confundir a las autoridades inglesas era imprescindible gestionarcon sumo cuidado la información pública. El problema esencial estaba encómo controlar en este aspecto a la multitud de autoridades y particulares queestarían encargadas de la movilización de recursos. El sistema utilizado por elgobierno de Carlos III fue dar información falsa a las autoridades responsa-bles de la movilización de los suministros y fuerzas armadas, empezando porla máxima autoridad militar de la zona. al capitán general de andalucía,conde de O’reilly, se le avisó «con la mayor reserva» de que se había ordena-do organizar con la mayor brevedad posible «una expedición secreta paraamérica» (5). Con esta fórmula, el gobierno sumaba al secreto un destinofalso. menos información incluso se suministró al comandante de las fuerzasdel Campo de san roque, martín álvarez de sotomayor, conde de Colomera,a quien la primera orden que se le dio fue iniciar la construcción de «porciónconsiderable de salchichones, gaviones, fajinas y piquetes», y que «probable-mente se necesitaría sacar ocho batallones de infantería del Campo de Gibral-tar», para lo que se le pedía un plan que identificase a qué fuerzas podría afec-tar, pero sin darle más explicaciones y pidiendo que todo ello se hiciese con«el mayor sigilo» (6). El gobierno dejó suponer al comandante del Campo desan roque que el objetivo de tales preparativos era compaginar la supuestaexpedición hacia américa con la intensificación del sitio a Gibraltar. El enga-ño debió de funcionar, porque el comandante exigió cambios importantes enel Campo. así, pidió trasladar al intendente de andalucía de sevilla a Gibral-tar para que estuviese «aquí», con lo que ese traslado significaba de mayor ymás rápido acceso al dinero de la tesorería de Ejército de andalucía, algoimprescindible si, como creía el comandante, se iba a reactivar el sitio.

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(5) aGs, sG, leg. 3758. Gobierno a conde de O’reilly, con copia al intendente de anda-lucía. aranjuez, 4 de mayo de 1781.

(6) aGs, sG, leg. 3758. Instrucción a álvarez de sotomayor. aranjuez, 4 de mayode 1781.

además, el comandante solicitó al gobierno que la producción de algunossuministros que se fabricaban en sevilla «se trasladen también los talleres alCampo (…) siempre que sea la intención de sm atacar vigorosamente estaPlaza» (7). Para martín álvarez de sotomayor lo importante era la nuevaetapa en que se iba a entrar en la guerra contra Gibraltar. Pero, si él lo creía,probablemente lo compartiría con sus mandos, y finalmente la idea llegaría aLondres.

alejandro O’reilly, que por su experiencia en el mando de la expedición aargel sabía el valor de mantener el secreto dado por el gobierno, se mostróespecialmente celoso y estricto en el control de esta información. Hasta talpunto fue así que llegó a tener un fuerte enfrentamiento con el intendente deEjército de andalucía, Francisco antonio Domezain, la otra autoridad a la queel gobierno había comunicado la organización de la expedición secreta paraamérica, y tercera en rango en la zona tras O’reilly y álvarez de sotomayor.Para cumplir con el encargo de reunir los suministros necesarios, Domezainordenó a José Datoli, comandante de artillería y responsable de los almacenesde pertrechos militares en sevilla, hacer un inventario a fin de saber qué esta-ba disponible para «una expedición a américa». O’reilly interpretó estainiciativa como una grave falta al secreto pedido por el gobierno, y pidió aeste que interviniese rápida y directamente contra Domezain pues, a su juicio,nadie podía tomar ninguna iniciativa «sin orden directa del rey o mía» (8). Enrealidad, la infracción no parece que fuese tan grave teniendo presentes laspersonas implicadas, pero el gobierno dio la razón a O’reilly y actuó contraDomezain, quien en adelante se cuidó mucho de actuar sin el control directodel capitán general de andalucía. El propio intendente pidió excusas, concopia al gobierno, por el fallo cometido: «No ignoro ni pierdo jamás de vistaque reside en vE la primera autoridad en su Departamento (…) sé muy bienque D. José Datoli no puede remover la artillería ni los montajes, municioneso cualesquiera otra efectos existentes en la maestranza y almacenes sin quepreceda resolución del rey o de vE» (9). sin duda, se trata de un hecho espo-rádico que debería contemplarse también dentro de las pugnas por competen-cias y honores habituales en la época, pero no cabe duda de que ilustra elesfuerzo por mantener el máximo control sobre la información. En adelante,Domezain se refirió siempre a las operaciones relacionadas con la expediciónde Crillón, en su correspondencia con el gobierno y con sus subalternos, como«a la expedición secreta a américa» (10). Que el gobierno lograse que las tresprincipales autoridades encargadas en la zona de la movilización de recursospara la expedición se creyesen y actuasen como si el engaño fuese cierto, noshabla de un rotundo éxito. Fuera de la zona, la otra autoridad era el tesorerogeneral, en ese año de 1781 el marqués de zambrano, pero a él bastaba con

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(7) Ibidem, álvarez de sotomayor a miguel múzquiz. san roque, 10 de mayo de 1781. (8) Ibidem, conde de O’reilly a miguel múzquiz. Cádiz, 11 de mayo de 1781. (9) Ibidem, Domezain a O’reilly. sevilla, 12 de mayo de 1781.

(10) Ibidem, Domezain a múzquiz. sevilla, 26 de mayo de 1781.

darle orden de hacer efectivo algún pago y que lo contabilizase como la«expedición que se prepara en Cádiz para américa» (11).

mantener en el engaño a las autoridades resultó complicado. El gobiernotuvo que sopesar en todo momento cómo daba las órdenes. valga el siguienteejemplo. El gobierno consideró conveniente, de acuerdo con el plan de opera-ciones del comandante de la expedición, que el convoy a menorca debíallevar unos cientos de uniformes ingleses, probablemente para emplearlos enalgún tipo de engaño o distracción en las operaciones de asedio al mahonéscastillo de san Felipe. En concreto, se estimó necesaria la adquisición de «200uniformes encarnados, de las tres diferentes medidas o tallas, con que regular-mente se viste el ejército, y 100 birretinas inglesas». El problema que plantea-ba esta adquisición es que, si se encargaba al asentista de vestuario, como eralo habitual, el gobierno se exponía a que se difundiesen sus intenciones. Paraevitarlo se optó por ordenar a O’reilly comprarlos «con precaución y disimu-lo» de los efectos capturados por Córdova al gran convoy inglés el año ante-rior (12). Pese a la advertencia, el gobierno consideró conveniente aumentaraún más la reserva. y así, en la orden al capitán general se incluía en primerainstancia copia al intendente de andalucía, pero al final se decidió no extenderla noticia y se añadió «no quiso el Jefe que fuese la orden al intendente, y nofue» (13). Este ejemplo nos habla de que, para mantener el secreto, el gobier-no debía emplearse a fondo a la hora de coordinar la información. Cabe añadirque este principio imponía una mayor presencia gubernamental en las tareasde movilización de recursos. No bastaba con que el general tomase medidas;ahora estas debían ser dirigidas directamente desde madrid.

si el gobierno era el que daba de forma efectiva las órdenes y ya nosimplemente las delegaba en las autoridades locales, esto podía influir en elcómo y en el dónde se hacía la movilización de recursos, siempre con el obje-tivo de mantener el secreto como trasfondo. a la hora de encargar unosganchos de hierro, en lugar de pedirlos a sevilla, como hubiera sido lo lógicoal tener allí los talleres de artillería y fundiciones, el propio conde de Florida-blanca indicó que se hiciese a Cádiz, para así facilitar el mantenimiento delsecreto: «El sr. conde comprende que será mejor y dará menos que hablar elhacer estas cosillas en Cádiz» (14). Es decir, no se trataba de dónde se podíaconseguir un suministro militar al precio más barato, sino de hacerlo en el

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(11) Por ejemplo, la orden de pago del secretario de Hacienda, miguel múzquiz, al teso-rero general, marqués de zambrano, para que se le libren al comandante de la expedición,duque de Crillón, 12.000 pesos fuertes que se le habían concedido como gratificación «por unavez[,] a fin de que pueda equiparse como corresponde», aGs, ssH, leg. 747. madrid, 15 dejunio de 1781.

(12) aLFONsO mOLa, marina: «Corso y flota de Indias: Los convoyes ingleses apresadosen 1780 y 1795», en tOrrEs martÍNEz, bibiano (coord.): Andalucía América y el mar. Actasde las IX Jornadas de Andalucía y América (Universidad de Santa María de la Rábida, octubre1989), 1991, pp. 196-224.

(13) aGs, sG, leg. 3758. Gobierno a O’reilly. aranjuez, 8 de mayo de 1781. (14) Ibidem, Campo a múzquiz. madrid, 25 de mayo de 1781.

sitio que ofreciese más seguridad para la expedición. El recurso militar delsecreto tenía un valor que no era fácil de medir económicamente.

son muchos los ejemplos de que el secreto, con su gestión desde madrid,se convirtió en un auténtico eje a la hora de movilizar los recursos para laexpedición. Por ejemplo, el secretario de marina, marqués González de Caste-jón, tuvo que modificar el plan de movilización de buques de guerra queescoltarían al convoy de Crillón cuando se percató de que podía afectar alsecreto sobre el destino. según el secretario de marina, podía ser muy conve-niente para la seguridad del convoy contar con la flotilla de jabeques de Carta-gena, especialmente por las ventajas que ofrecía este tipo de buque a la horade afrontar los avatares de la navegación o el acoso de corsarios inherentes ala travesía por el Estrecho, pero concluía que «los jabeques no conviene quevayan a Cádiz, porque sería lo mismo que declarar que la expedición no espara américa» (15). y, efectivamente, el convoy salió sin esos jabeques (16),que tan útiles resultarían luego para el reabastecimiento de la fuerza expedi-cionaria en menorca (17).

En la gestión de la información pública sobre el destino de la expediciónhabía varios niveles. El primero, el de las autoridades, ya hemos visto que sepudo controlar mediante el establecimiento de una férrea cadena de informa-ción que, además, manejaba datos confusos y falsos. El último eslabón de estacadena de secretos entre las autoridades lo puso la armada, cuyo comandante,el brigadier buenaventura moreno, tampoco conoció el verdadero destinohasta que todo el convoy hubo salido de la bahía de Cádiz. Las instruccionesque el gobierno dio a Crillón sobre cuándo debía comunicar el destino amoreno fueron claras: «El comandante de mar sabrá el verdadero objeto de laexpedición luego que haya embocado el estrecho entre los cabos de Espartel ytrafalgar, donde tendrá orden de abrir sus despachos e instrucciones» (18).

El segundo nivel era el más complicado de gestionar desde madrid, puestoque para contratar suministros en proporción suficiente era preciso conocerdel destino de la expedición. El tesorero de esta, Pedro de montenegro, sequejó reiteradamente al gobierno de las dificultades que tenía para organizarlos preparativos por esta razón. Problemas aparentemente menores, como eltipo de embalaje o los repuestos, podían ser muy complicados de resolver si se

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(15) aHN, Estado, leg. 4230. marqués González de Castejón a conde de Floridablanca.aranjuez, 20 de abril de 1781.

(16) GELLa IturrIaGa, José: «El convoy y el desembarco de 1781 en menorca», enRevista de Historia Naval, núm. 1, 1983, pp. 9-30.

(17) tOrrEs sáNCHEz, rafael: «seapower and amphibious warfare. the spanish brown-water Navy in minorca, 1781-1782», en DE PréNEuFt, Jean: The military occupation of mariti-me and coastal spaces in Europe, Lille, service historique de la défense (en prensa); tOrrEssáNCHEz, r.: «monopoly or the Free market. two ways of tackling the expenditure. the expe-dition to minorca (1781-1782)», en CONway, s., y tOrrEs, r. (dirs.): The spending of theStates. Military expenditure during the long Eighteenth Century: patterns, organisation andconsequences, 1650-1815. vDm verlang, saarbrücken (alemania), 2011, pp. 313-338.

(18) aHN, Estado, leg. 4230. Conde de Floridablanca a miguel muzquiz. madrid, 19 dejunio de1781.

desconocía cuánto iba a durar exactamente la navegación. así, el tesoreromontenegro decía que necesitaba esa información para establecer, por ejem-plo, la proporción de raciones que debía embarcar para los efectivos de laarmada o los de tierra (19). Como él mismo concluía, «camino a oscuras, porignorar aún el destino a que se dirige la empresa, que debía ser el norte de misoperaciones en los aprestos de los vastos ramos que abraza mi comisión» (20).Pero el gobierno sabía perfectamente que la menor indicación sobre el volu-men de consumo de cualquier suministro podía dar a los seguros observadoresuna pista sobre el destino. Para resolver este nivel tomó una decisión coheren-te, aunque muy cara: utilizó la adquisición de los suministros necesarios parala expedición como un eficaz medio de reforzar la confusión y el secreto. Lasaltas instancias políticas siguieron el principio de que cualquier suministrodebía adquirirse en cantidad, precio y calidad equivalentes a los de la prece-dente expedición de solano para américa. así se lo confirmó el secretario deIndias al presidente de la Casa de Contratación, Francisco manjón: «… bajolas mismas circunstancias (…) que en el convoy de José solano» (21).

utilizar la movilización de recursos en clave estratégica fue una medidaeficaz, pero cara. De entrada, todos los suministros debían adquirirse paracuatro meses, ya fuesen víveres, agua, vino o sábanas para el hospital (22). Elcoste de la expedición, por tanto, iba a ser mayor de lo estrictamente necesariopara una navegación mucho más corta y que podía ser reabastecida desde lascercanas costas mediterráneas. No obstante, hasta el mismo momento de lapartida el gobierno se atuvo a este principio del sigilo, claramente político, endetrimento de las consideraciones puramente económicas. El coste de estapolítica fue muy elevado en algunos capítulos, como los fletes. al presidentede la Casa de Contratación, encargado de contratar los buques mercantes delconvoy de Crillón, se le ordenó que lo hiciese teniendo en cuenta las capaci-dades y las cantidades habituales de transporte de una expedición a américa,esto es, «una tonelada de américa por hombre», lo que obligaba a contratarbuques con 8.000 toneladas de capacidad (23). y, además, esto encareció losfletes. La diferencia entre el precio de un flete para navegar por el mediterrá-neo y otro para hacerlo por el atlántico era considerable. Como meses mástarde el propio montenegro informó al gobierno, había que reducir «el preciode sus fletes a la práctica del mediterráneo, que es una mitad menos del preciode américa» (24). Lo que motivaba este comentario del tesorero de la expedi-

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(19) Pedro montenegro, comisario ordenador del Ejército, tesorero de Ejército de Extre-madura, fue nombrado intendente de ejército y ministro de hacienda de la expedición «que seapresta en Cádiz». aGs, sG, leg. 3758. aranjuez, 6 de junio de 1781.

(20) aGs, ssH, leg. 747. Pedro montenegro a miguel múzquiz. Cádiz, 29 de juniode 1781.

(21) Ibidem, Gálvez a múzquiz, 28 de mayo de 1781. (22) aGs, ssH, leg. 747. montenegro a múzquiz, informa sobre la provisión y subsisten-

cias del hospital «para los cuatro meses». Cádiz, 29 de junio de 1781. (23) Ibidem, Crillón a Francisco manjón. Cádiz, 2 de julio de 1781.(24) Ibidem, 15 de septiembre de 1781.

ción es que, al llegar a menorca, se hizo evidente que el precio pagado poresos buques era desproporcionado, así que montenegro decidió despedirlos«porque han ganado inmensas sumas sin más mérito que el que les ha dado larazón de Estado, dirigida a ocultar el destino de esta expedición» (25). Parahacernos una idea del coste de estos fletes «americanos», el tesorero montene-gro debía pagar cada mes unos 3,3 millones de reales de vellón, mientras queel dinero que llevaba cuando la expedición salió de Cádiz ascendía a cuatromillones (26). todo ello motivó un grave problema entre autoridades, en elque debió intervenir el propio secretario de Indias, como superior del presi-dente de la Casa de Contratación, y alegar que debía respetarse lo pactadoporque se había hecho «para ocultar el verdadero destino de la expedición demahón se fletaron en Cádiz los transportes al precio de las toneladas deIndias» (27). sin duda, el secreto del destino de la expedición resultó uno delos recursos más complicados y caros de movilizar, pero Cádiz ofrecía laoportunidad de organizar un gran engaño, y el gobierno no dudó en gestionar-lo de forma directa y consecuente.

El secreto fue un factor clave en el éxito de esta expedición naval, peroCádiz ofrecía otros factores propicios para ella. Como demostró richardHarding para las expediciones inglesas en la guerra hispano-británica de1739-1744, uno de los factores que más condicionaba una expedición maríti-ma era la distancia que debían recorrer los buques para operar, puesto que taldistancia determinaba el número, composición y disposición de estos y de loshombres y recursos (28). si la distancia podía ser un factor determinante, lológico era intentar reducirla lo más posible, para aumentar las posibilidades desorpresa y conseguir una ventaja notable en la posterior fase de abastecimien-to. al tratarse la empresa a menorca de una expedición anfibia, también sedebía tener presente que la distancia facilitaría el reabastecimiento de la tropadesplegada. Cuanto más corto fuera el recorrido hasta las fuentes de suminis-tro, más rápido sería el reabastecimiento y más reducida la extensión marítimasobre la que habría que asegurar un dominio, aunque fuese temporal (29). atodo esto debemos sumar la dramática evidencia de que la distancia repercutíainmediatamente en el deterioro de la salud de los marinos y tropa transportaday, consecuentemente, en su eficacia, por el incremento en el riesgo de que sepropagase el escorbuto, pero también por las malas condiciones higiénicas delos buques empleados —muchos de los cuales eran embarcaciones de trans-porte alquiladas a particulares—. Las consecuencias podían resultar catastrófi-

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(25) Ibidem.(26) Ibidem.(27) aGs, ssH, leg. 748. Jose Gálvez a conde de Gausa. san Ildefonso, 22 de agosto

de 1783, (28) HarDING, richard: Seapower and naval warfare..., p. 212; HarDING, r (dir.):

«amphibious Operations», en HattENDOrF, J. (dir.): The Oxford Encyclopaedia of MaritimeHistory, Oxford university Press, Nueva york, 2007.

(29) tOrrEs sáNCHEz: 2013.

cas, como había ocurrido en muchas ocasiones precedentes, pero de formaseñalada en la expedición francesa a Nueva Escocia, al mando del duqueD’Enville, en 1746, donde murieron 8.000 de los 11.000 hombres embarcados(30). La distancia que debían recorrer los buques de transporte, así pues, eraun factor esencial para la eficacia de la empresa y el coste de su preparación,ejecución, defensa y reabastecimiento.

sin duda, barcelona ofrecía la ventaja de su menor distancia respecto demenorca y de disponer de una elevada concentración de tropa y artillería,mientras que Cartagena, por su base naval y su arsenal, era más adecuada parasostener la operación anfibia. sin embargo, se prefirió organizar toda la expe-dición en Cádiz (31). El puerto gaditano ofrecía excelentes condiciones paraorganizar la expedición y mantener oculto el verdadero destino del ejércitoanfibio. Por un lado, la enorme concentración de buques en la bahía facilitabala afluencia de todo tipo de pertrechos y suministros para la expedición sinsuscitar recelo en los observadores. Cualquier movimiento extraordinario derecursos militares hacia otro puerto español habría causado una inmediataalarma en la activa red de espías ingleses desplegada en aquellos puertos,como de hecho ocurrió en la gestación de la operación anfibia contra argel.Por otro lado, Cádiz contaba con la ventaja de la proximidad de una elevadaconcentración de tropa: la inmersa en el asedio de Gibraltar, de la que elgobierno juzgó que podría retirar un número considerable de efectivos sin quelos sitiados lo percibiesen. Del mismo modo, la cercanía de esta tropa permitíaun rápido embarco de hombres sin necesidad de movilizaciones extraordina-rias que también habrían alarmado a los observadores. Cádiz, además, ofrecíauna considerable ventaja respecto a cualquier otro puerto: la posibilidad decontratar un número suficiente de buques mercantes, dada la abundante oferta.De hecho, en menos de dos meses se logró fletar 73 embarcaciones particula-res para transportar al ejército y a los numerosos suministros y artillería cone-xos. Este corto espacio de tiempo en la movilización de transportes marcó unauténtico récord en comparación con los retrasos acumulados en anterioresexpediciones anfibias, lo que también nos habla de un aprendizaje y unamejora en los sistemas empleados. En cualquier caso, fuera de la bahía deCádiz habría sido imposible lograrlo.

El puerto andaluz ofrecía otra ventaja igualmente decisiva: la abundanciade fuentes de financiación. toda la actividad naval desplegada desde elcomienzo de la guerra contra Gran bretaña, con la interrupción en el comercioamericano, al propiciar la reorientación de los comerciantes hacia los suminis-tros militares había aumentado el número de negocios relacionados con dichoabastecimiento, incremento que también se había registrado en el sector de lostransportes. En Cádiz residía la mayor colonia de comerciantes y financieros

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(30) PrItCHarD: 1995.(31) tOrrEs sáNCHEz, r.: «Geoestrategia y recursos. El punto de partida en la expedi-

ción marítima del duque de Crillón a menorca en 1781», en bauDOt mONrOy, m.ª (dir.): ElEstado en guerra. Expediciones navales españolas en el siglo XVIII. Polifemo, madrid, 2014,pp. 261-292.

de España, que podían ofrecer al Estado una amplia variedad de servicios paraatender las innumerables necesidades de una operación anfibia. sin duda, laempresa menorquina era una oportunidad para esa colonia comercial, perotambién la mejor posibilidad para la operación anfibia. En cualquier caso, nohabía ninguna otra ciudad en España que pudiera haber atendido en unaproporción similar las demandas de suministros de la expedición. además, elEstado contaba en la baja andalucía con las más importantes tesorerías mili-tares del reino: la del Ejército de andalucía, en sevilla, y la Depositaría deIndias, en Cádiz, que atraían y gestionaban la mayor parte de los recursos delconjunto de la real Hacienda española.

De tal manera que Cádiz aparecía como el mejor lugar para organizar laexpedición. allí se podían encontrar en cantidad suficiente buques, transpor-tes, tropas, suministros y dinero, todo ello sin levantar ningún tipo de recelo.La última ventaja que ofrecía el emporio gaditano era la verosimilitud quedaba al simulacro del gobierno que, recordemos, fingía estar preparando unaexpedición a américa. Consecuentemente, en todas las comunicacionesoficiales, y hasta que la flota entró en el Estrecho, siguió simulándose estedestino falso.

De argel se extrajo una última pero importante lección: la necesidad deuna estrecha colaboración entre las fuerzas de tierra y la marina. En el asalto ala plaza africana, la duplicidad de mandos había provocado numerosos proble-mas de coordinación e imposibilitado una actuación conjunta. Consciente elgobierno de la necesidad de evitar este problema, estableció un mando supre-mo único y responsable de toda la operación anfibia, mando que puso enmanos del francés duque de Crillón. al mismo tiempo, los responsables políti-cos concedieron una extraordinaria importancia al clima de armonía entre losjefes implicados en la operación. así, en el plan de campaña, el gobierno fijóla obligación de respetar escrupulosamente esa coordinación entre mandos,orden que reiteró durante toda la operación, a veces de forma casi obsesiva.Incluso las decisiones gubernamentales llegaron a estar mediatizadas por esamáxima de contribuir a ese clima de cooperación y buen entendimiento.

Para asegurar esa coordinación entre mandos, el gobierno organizó unsistema de comunicaciones en el que todas las órdenes se emitían por duplica-do y eran entregadas a todos los responsables de la operación. El resultado fueun extraordinario y constante flujo de información entre las secretarías deEstado, Guerra y marina y los principales responsables y subordinadosrespectivos. Las órdenes llegaban por canales administrativos y ejecutivos deforma reiterada, pero con ello se aseguró que la información fuera ampliamen-te compartida. sin duda, desde este punto de vista, la operación anfibia demenorca supuso el momento de la guerra contra Gran bretaña en que elgobierno logró disponer de mayor, mejor y más actualizada información,superior incluso a la manejada en el asedio a Gibraltar.

además, para contribuir al éxito de la buena armonía y coordinación entrelos mandos, el ejecutivo respaldó en todo momento las decisiones del generaldel ejército anfibio y estableció una clara supeditación del resto de las autori-

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dades militares y civiles al mando de Crillón. Con estos principios de autori-dad y coordinación, el gobierno logró implicar a todas las fuerzas y que estasactuaran con un nivel similar de información.

a la armada, esta necesidad de coordinación la afectaba doblemente,porque debía coordinarse con el Ejército, pero también con el resto de lasfuerzas navales, algo que también faltó en argel. Había que neutralizar el ries-go de que la fuerza expedicionaria actuara de forma independiente y autóno-ma. En menorca, la estrategia fue completamente diferente. En primer lugar,la escuadra encargada de transportar y sostener al ejército anfibio se apoyó entodo momento en otra escuadra, mucho más alejada. Como un perfecto ejem-plo de que el éxito de una escuadra de brown waters requiere una conexiónfija con escuadras en blue waters, la armada de la operación anfibia demenorca tuvo su principal defensa en el atlántico. Desde el primer momento,y durante todo el tiempo que duró dicha operación, se confió en la misiónencargada a la flota de Córdoba de bloquear la entrada del Estrecho y patrullarel atlántico entre las azores y Canarias. Es decir, en que actuara como unauténtico western squadron español. a la armada de Córdoba, que tenía subase en Cádiz y estaba formada por 44 navíos, se le sumó la escuadra francesade Guichen y la de motte-Picquet, con otros 22 navíos. ambas escuadrasactuaron en sucesivas salidas como auténticas flotas de bloqueo y lograronevitar la entrada de buques ingleses en el mediterráneo. Con esta medida, elresto de la armada española consiguió lo que se buscaba: el dominio temporaldel mar en el mediterráneo occidental. Precisamente este dominio del mar fueesencial para asegurar que la marina militar pudiese transportar y sostener alejército anfibio.

La conquista naval de MenorcaEl esfuerzo de la armada en sostener y hacer operativa la expedición fue

notable. La flota de invasión que llegó a menorca estaba compuesta por 105buques, de los cuales veintisiete eran de guerra y el resto, mercantes fletadospara el transporte de tropa (32). El ejército que desembarcó en la isla estabacompuesto por 8.048 hombres, y en los meses siguientes se fueron sumandomás tropas hasta llegar a los 10.610 soldados españoles, a los que reforzabanotros 3.901 franceses, de suerte que en el momento de la rendición de losingleses, el 5 de febrero de 1782, la fuerza armada aliada presente en la islaascendía a 14.511 soldados (33).

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(32) La relación de buques en aGs, Guerra, leg. 3760. sobre la navegación del convoy,véase GELLa IturrIaGa, J.: «El convoy y el desembarco...».

(33) Estado de fuerzas mandadas por Crillón en menorca, firmada por Juan roca. mahón1 de enero de 1782. archivo Histórico Nacional (aHN), Estado, leg. 4230. La relación de losregimientos franceses es de 1 de febrero de 1782. sobre los pormenores de la incorporación defuerzas españolas y francesas al ejército expedicionario, y una buena síntesis de la reconquista

si atendemos a la junta de ministros que siguió el desplazamiento de laexpedición, la armada debía garantizar que esta estuviese cumplidamenteabastecida, objetivo que los dirigentes políticos entendían prevalente y que,aunque en apariencia no era estrictamente naval, asignaban la armada. separtía de la información reunida por el gobierno sobre los niveles de abasteci-miento, posibilidades y mercados que tenía ya la isla de menorca. Determinareso era esencial puesto que, si no hubiese posibilidades de abastecimiento, laexpedición anfibia debía partir con más mercantes, además de incluir másbuques destinados a las tareas de apoyo logístico que requería el ejército esta-cionado. a diferencia de lo ocurrido en las anteriores expediciones a argel osacramento, el ejército expedicionario se dirigía hacia un territorio bien abas-tecido. La Junta de Estado estaba perfectamente informada del potencial desuministros que podía proporcionar la isla balear.

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de menorca, véanse los trabajos de tErróN PONCE, J.L.: La reconquista de Menorca por elduque de Crillón (1781-82), aspectos militares y políticos, Editorial menorca, mahón, 1981, yLa toma de Menorca (1781-82) en los escritos autobiográficos y epistolario del duque deCrillón, Institut menorquí d’Estudis, mahón, 1999.

varias causas habían contribuido a hacer de menorca un enclave bien abaste-cido. En primer lugar, los menorquines habían conseguido superar mediante unanotable actividad comercial el déficit crónico de las islas baleares en la produc-ción de cereales (34). Comerciantes isleños habían conseguido interrelacionaruna amplia área de zonas productoras y consumidoras de cereal que abarcababuena parte del mediterráneo occidental (berbería, Cerdeña, sicilia, España eItalia) (35). El comercio de grano se convirtió en la principal actividad de estoscomerciantes, al tiempo que en una eficaz vía para asegurar el abastecimientode la isla. su éxito en este aspecto fue tan rotundo que incluso llegaron a contro-lar el suministro de cereal a mallorca y a tener una destacada participación en elabastecimiento a la costa mediterránea española, de forma especial a Cataluña.En la década de 1770, por tanto, la isla de menorca era el mercado más activo ymejor abastecido de cereales del mediterráneo occidental (36).

En segundo lugar, la Junta de Estado estaba perfectamente informada deque el nivel de abastecimiento de la isla había incluso mejorado durante losprimeros años de la guerra contra Gran bretaña. La red de espionaje organiza-da desde finales de 1779 en menorca por el mallorquín marqués de sollerichmantenía puntualmente informado a Floridablanca de la fuerte concentraciónen mahón de víveres y suministros de todo tipo. El secretario de Estado espa-ñol sabía que, además de los dos convoyes de auxilio recibidos en menorcadesde Gran bretaña (37), los ingleses estaban haciendo compras en todo el

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(34) El contraste con la situación de escasez y constante carestía en que vivía mallorcaera evidente. Las condiciones edafológicas, con suelos escasos, pedregosos y áridos, unidas aun mercado de tierras y una estructura de la propiedad rígidos, habían impedido a los mallor-quines superar el máximo de producción alcanzado a comienzos del siglo xvIII y les habíanabocado a una sucesión de crisis de subsistencias durante todo el siglo. vIDaL, J.J.: «Las crisisagrarias y la sociedad en mallorca durante la Edad moderna», en Mayurqa, núm. 16, 1976, pp.87-113. Para remediar esta carencia se fomentó por las autoridades la concesión de premios ysubvenciones a los comerciantes que introdujesen cereales. véase vIDaL, J.J.: «Crisis desubsistències i aprovisionament blader de mallorca durant el segle xvIII», en Randa, núm. 26,1990, pp. 103-132.

(35) No obstante la tradición mercantil menorquina, Joan Hernández andreu sitúa elorigen de la verdadera pujanza comercial en la creación del arsenal de mahón por los inglesesen 1724. HErNáNDEz aNDréu, J.: «trets de l’economia menorquina des de l’època britànicafins a mitjan el segle xIx», en Randa, núm. 45, 2000, pp. 7-29. Entre los factores que impulsa-ron esta actividad comercial cabría añadir la protección otorgada por los ingleses a este comer-cio, las buenas relaciones mantenidas por Gran bretaña con las regencias norteafricanas y elestatuto de puerto franco concedido a mahón. DONaLDsON, D.w.: Britain and Menorca in theEighteenth Century, vol. III. Ph.D. Open university, 1994, p. 428.

(36) marI PuIG, a.: «El comerç del blat al port de maó», en Estudis d’Història Econòmi-ca, núm. 2, 1989, pp. 133-157.

(37) El primer convoy de abastecimiento tuvo lugar a finales de febrero de 1780, dirigidopor el almirante rodney, quien, una vez auxiliado Gibraltar, remitió 17 transportes a menorca.El segundo convoy llegó a la isla en abril de 1781, con 13 transportes de víveres y suministrosmilitares. mCGuFFIE, t.H., The Siege of Gibraltar. Londres, 1965, p. 105. según GregoryDesmond, el primer convoy fue de siete buques y no transportaba víveres, sino únicamentemunición. GrEGOry, D.: Minorca, the illusory Prize. A history of the British occupations ofMinorca between 1708 and 1802. auP, Londres, 1990, p. 183.

mediterráneo con el fin de asegurar la capacidad de resistencia de menorcaante un eventual bloqueo de la isla y, además, que el gobierno británico habíaconfiado una parte del auxilio de Gibraltar al abastecimiento desde menorca.El teniente general James murray, gobernador de la isla, compraba estasprovisiones con cargo al victualling board a través de los cónsules británicosen Génova y Leghorn (38), o recurriendo a comerciantes menorquines que lasadquirían en berbería, especialmente en lo tocante a ganado y trigo (39). Conel fin de asegurar la continuidad de estas compras, los ingleses montaron unaoperación de suministro regular de caudales desde puertos italianos y median-te buques neutrales. según los espías españoles, «las tropas [en menorca]están bien pagadas y asistidas, recibiendo los caudales por Genova y Liorna,como los pliegos de Londres, y que pocos días ha fondeo en aquel puerto unaFragata rusa que se dijo llevo dinero» (40).

Parece fuera de duda que el destino final de buena parte de estas comprasfue Gibraltar. testigos ingleses sugieren que un número notable de pequeñasembarcaciones menorquinas consiguieron superar el bloqueo naval español yllegar hasta el Peñón. En algunas ocasiones estos auxilios llegaron a ser muyimportantes, como el convoy de 24 buques con suministros de víveres, envia-do por el gobernador murray, que llegó a Gibraltar el 27 de abril de 1781 (41).Por su parte, los espías que trabajaban para los españoles ratificaban lafunción de menorca como almacén de auxilio a la plaza bloqueada: «sonfrecuentes los cargos de caldos y comestibles que se hacen en mahón conJabeques y embarcaciones ligeras, los encaminan por la costa de áfrica paraintroducirlos en Gibraltar, en que aseguran se han hecho negocios bárbaroscon los exorbitantes precios que allí tienen» (42). De tal manera que, entre

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(38) DONaLDsON, D.w.: Britain and Menorca..., p. 349. El board of Ordnance triplicódurante los años de la guerra el presupuesto asignado a la guarnición de menorca (op. cit., p.268). según richard Harding, en realidad las compras para mahón hechas por los británicos enItalia y berbería no eran una novedad, pues formaban parte de las zonas regulares de abasteci-miento por ellos establecidas. véase HarDING, r.: «Gibraltar: a tale of two sieges, 1726-1727 and 1779-1783». agradezco al autor haberme facilitado la consulta del manuscrito.

(39) Como reconoció posteriormente el propio Crillón a miguel múzquiz. aGs, ssH,leg. 748. mahón, 1 de diciembre de 1781. Estas compras masivas en berbería de los comercian-tes menorquines originaron incluso protestas del bey de argelia ante las autoridades británicasporque, alegaba, no eran para abastecer a menorca, sino para ser vendidas a su enemigo espa-ñol. GrEGOry, D.: Minorca, the illusory Prize..., p.145.

(40) aHN, Estado, leg 4205-1. miguel bañuelos a Floridablanca. Palma, 1 de febrero de1781, con cartas sin fecha de sollerich y otros. Las relaciones entre Gran bretaña y rusia enmenorca se habían intensificado desde la guerra entre el imperio de los zares y turquía de 1768-1774, cuando el gobierno inglés facilitó mahón como base para la flota rusa, y como una manerade compensar el deterioro de sus relaciones comerciales con turquía. GrEGOry: op. cit., p. 141.

(41) DrINKwatEr, J.: A History of the Late Siege of Gibraltar. valencia 1989 (ed. orig.,Londres, 1844), p. 158. muchas más referencias a estos auxilios desde menorca a lo largo de laobra. una manera de medir el éxito de estos envíos es que las peticiones de murray a Londreseran principalmente de soldados, no de víveres. Incluso las expediciones de rodney y la siguien-te, de 1781, se centraron en Gibraltar y no llevaron a la plaza suministros, sino solo municiones.

(42) aHN, Estado, leg. 4205-1. solleric a Floridablanca. Palma, 16 de junio de 1780.

1779 y 1781, mahón se convirtió en un enorme almacén bien abastecido, consuministros suficientes para hacer frente a un asedio de unos tres meses y concapacidad para auxiliar de forma constante a Gibraltar.

a que la isla de menorca estuviese bien abastecida contribuyó de formadestacada la fuerte actividad corsaria desplegada en los años inmediatos a lallegada del ejército de Crillón. Durante este período, el gobernador inglésconcedió patentes de corso a 55 embarcaciones menorquinas, que empleabana más de 3.000 hombres y montaban unos 535 cañones, una auténtica flota deguerra a la que se sumaron corsarios griegos, italianos, berberiscos e ingleses(43). El corso menorquín se convirtió en una fuente inagotable de negocio enesos años, pero también en la vía de mantenimiento de un activo mercado decompraventa de productos capturados que terminó atrayendo a comerciantesextranjeros —principalmente de Génova y Livorno—, quienes iban a partici-par en las subastas de presas capturadas que se realizaban en mahón (44). Laactividad corsaria y el mercado que mantenía esta fueron, además, utilizadospor el gobernador murray para aumentar el volumen de abastecimientoreunido en menorca. Con motivo de la mala cosecha registrada en mallorcadurante 1779, aumentó el número de mercantes que se dirigían con cereales aesa isla y a la costa española, lo que dio al gobernador oportunidad de decre-tar que todo buque capturado por los corsarios, cualquiera que fuese sunacionalidad, que condujera trigo o cebada fuera llevado obligatoriamente amahón (45).

Las conexiones entre el corso y el nivel de abastecimiento de menorca noescapaban a los espías españoles, quienes informaban a las autoridades delritmo frenético de entrada de buques capturados y de la amplia aceptación desu legalidad por parte de las autoridades inglesas: «… que son sin número laspresas que se han dado por legítimas y cinco las embarcaciones neutralesdetenidas» (46). Otro informante dijo: «La isla [menorca] está bien abastecidade víveres. Cada día entran presas cargadas de trigo para España, otras deaceite y de vino, de manera que desde poco se ha publicado que han entrado

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(43) HErNáNDEz saNz, F.: «un corsario menorquín (1779-1781)» en Cultura i societat aMenorca, núm. 1, 1987, pp. 54-110. La flota corsaria que operaba en menorca llegó a hacer262 presas en esos años (p. 56).

(44) La diferencia en relación con el corso de guerras anteriores radicó no solo en la esca-la alcanzada, sino en que ahora aparecía como una actividad mejor organizada y ampliamenteapoyada por la sociedad y la economía menorquina. véase marI PuIG, a.: «Cors i comerç amenorca. La comercialització de les preses (1778-1781)», en Jornades d’estudis historicslocals El comerç alterniu vIII, 1989, pp. 201-216, en especial p. 214.

(45) Ibidem, p. 203.(46) aHN, Estado, leg. 4205. miguel bañuelos a Floridablanca. Palma, 29 de enero de

1781. «Los corsarios son muy abundantes, habiendo día en que han conducido 20 presas, vspuede pensar que diariamente aumentan los corsarios en esta ysla, a vista del crecido númerode presas que traen en los puertos (…) y así salvo el parece[r] de vs sería mejor tener a menor-ca antes que a Gibraltar, porque cada día se remiten provisiones frescas de esta ysla a aquellaPlaza». Ibidem, miguel Cuadrado y sanes al marqués de sollerich (en Palma). Ciutadella, 30de mayo de 1781.

más de 15.000 cuarteras de trigo, además de haber entrado 100 bueyes y 100carneros que han llegado de berbería por recomendación del Gobernador,esperándose otros 200 más de cada especie» (47). Es significativo que algunosde los buques fletados con trigo para las tropas españolas en el Campo deGibraltar fueran finalmente apresados por mahoneses, que terminaban envián-dolos a las tropas inglesas acantonadas en el Peñón (48).

Por tanto, para la Junta de Estado española menorca se había convertido enuna isla bien abastecida, que podía funcionar como un mercado y almacénmuy activo y que, consecuentemente, ponía en peligro el comercio en la zonae impedía el aislamiento de Gibraltar. Como el conde de Floridablanca explicóa la Junta, era imprescindible «quitar a Gibraltar el recurso de mahón, que hasido su almacén, de muchos tiempos a esta parte. De modo que sin lasmuchas embarcaciones y auxilios que desde mahón han pasado a Gibraltar,era imposible que esta Plaza hubiese resistido el bloqueo» (49). Para las auto-ridades españolas, además, una isla así de abastecida ofrecía la posibilidad deutilizar estos recursos en beneficio del ejército expedicionario. Esta ventajaera tan importante que una parte sustancial de la estrategia de ataque se enca-minó precisamente a evitar que los ingleses pudiesen destruir o retirar al casti-llo de san Felipe los numerosos víveres y suministros que, se suponía, exis-tían en mahón. El propio duque de Crillón explicó a ventura moreno,responsable de la flota que convoyaba a su ejército, que su plan de un desem-barco simultáneo en dos frentes ofrecía la extraordinaria y valiosa oportunidadde que los ingleses abandonasen a «discreción [española] una cierta cantidadde tropa, almacenes y efectos» que no podrían «quitar de mahón con la rapi-dez de nuestra marcha» (50). La Junta de Estado, meses antes de la invasión,incluso llegó a contar con una propuesta en firme de un «negociante de Ciuta-della» para «comprar las Presas y demás proporciones que hubiere en menor-ca de todos los granos y víveres posibles para que haya estos repuestos para elejército», oferta que fue muy valorada por este órgano (51).

Los acontecimientos posteriores demostraron lo bien fundado de las previ-siones de la junta española sobre las posibilidades de abastecimiento de laisla. La precipitada huida de los ingleses hacia el fuerte de san Felipe dejó enmanos hispanas importantes suministros, circunstancia que un testigo descri-bió así: «Los enemigos nos han abandonado grandes almacenes llenos demucha y varias riquezas y no hay duda en que la perdida de los Ingleses enesta ocasión equivale a aquella que los Holandeses experimentaron en sanEustaquio» (52). según inventario, el valor de los géneros dejados por los

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(47) Ibidem, sollerich a múzquiz. Palma, 28 de mayo de 1781. (48) Fue el caso de algunas compras, realizadas en marsella por los Cinco Gremios

mayores a través de la casa bellón e Hijos, expedidas para algeciras. aGs, ssH, leg. 646.(49) aHN, Estado, leg. 4230. Papel de Floridablanca a la Junta de Estado. madrid, 20 de

abril de 1781. (50) Ibidem, Crillón a ventura, a bordo del San Pascual, 6 de agosto de 1781. (51) Ibidem, papel de Floridablanca a la Junta de Estado. madrid, 20 de abril de 1781.(52) Ibidem, papel anónimo a Floridablanca. mahón, 22 de agosto de 1781.

británicos, incluidos los de las presas capturadas y lo almacenado en el casti-llo de san Felipe, superó los cinco millones de reales (53). Estas riquezasmotivaron la visita de algunos comerciantes, dispuestos a adquirir esos sumi-nistros, incluso a comprarlos en su totalidad: «tanto más habiendo llegado aesta plaza un sujeto enviado por una Compañía rica y sólida, quien ofrece decomprarlo todo por junto» (54). Para el secretario de Hacienda, miguelmúzquiz, los suministros conseguidos en la toma de la isla fueron un referentecontinuo durante los meses siguientes y una manera de frenar las peticiones denuevos envíos. En concreto, ante las peticiones de Crillón de que se compraramás carne, múzquiz respondió que, en diversos almacenes de los ingleses, sehabían inventariado 2.450 barriles de carne salada, lo que suponía 19.600arrobas, de manera que, concluía el secretario de Hacienda, «una cantidad tangrande no puede haberse consumido» (55).

Las expectativas de la Junta de Estado de que el abastecimiento al ejércitoexpedicionario no fuese un problema —primero, por lo bien abastecida queestaba la isla de menorca, y segundo, por las oportunidades que podría crear

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(53) Los inventarios del valor de las presas, almacenes y fuerte de san Felipe en aGs,Guerra, leg. 478. según micaela mata se tomaron 53 almacenes ingleses con víveres y armas.mata, m.: Conquistas y reconquistas de Menorca. Imp. Juvenil, barcelona, 1984, p. 205.

(54) aHN, Estado, leg. 4230. Crillón a Floridablanca. mahón, 23 de octubre de 1781.(55) aGs, ssH, leg. 748. múzquiz a Floridablanca. madrid 16 de diciembre de 1781.

en las costas españolas— se vieron frustradas en los meses siguientes. Lasuperposición de un sistema de abastecimiento rígido, que apenas dejabamargen a la iniciativa de los comerciantes particulares, terminó ahogandotodas estas halagüeñas perspectivas y convirtiendo el suministro de víveres alejército de Crillón en una fuente de problemas. La armada tuvo que emplear-se a fondo para asegurar la conquista de menorca.

al tiempo que la armada lograba obtener y mantenía el dominio del martuvo también que sostener al ejército desembarco, militar y logísticamente.Por un lado, los buques de la marina española ayudaron directamente alasedio con su capacidad artillera, aparte de proporcionar cañones y artilleros.además, desde los barcos hubo una colaboración muy importante y regularcon el ataque directo. Entre los buques de guerra enviados a menorca se inclu-yeron varias lanchas cañoneras y una bombardera. Estos buques pudieroncompletar el ataque artillero al castillo de san Felipe batiendo zonas no alcan-zadas por las baterías de tierra. En este empeño, en el que se emplearon ince-santemente, lograron algunos éxitos, como provocar incendios en almacenesdel interior de la fortaleza o atraer la atención de las baterías inglesas.

Por otro lado, la armada tuvo que sostener el abastecimiento del ejércitoanfibio. Esta tarea resultó más complicada de lo que cabría pensar. En primerlugar, por el fuerte aumento de la demanda de suministros prevista para elconsumo del mencionado ejército. El plan inicial de campaña se había diseña-do a partir del objetivo político de capturar solo la isla, y no el castillo de sanFelipe. La ocupación de aquella se consideraba hacedera pero, en cuanto alsegundo objetivo, se presumía muy complicado expulsar a los ingleses de lafortaleza en la que, con toda seguridad, se defenderían. Con el sitio de Gibral-tar abierto, el gobierno español no consideró conveniente abrir otro frente deasedio que habría consumido considerables recursos con un resultado bastanteincierto, especialmente por la imposibilidad de mantener de forma prolongadael dominio del mar. Es decir, el objetivo político de la expedición no erainicialmente derrotar a los ingleses, sino disponer de una baza diplomática enlas negociaciones que se preveían. No obstante estos objetivos iniciales, eléxito inmediato obtenido por el ejército anfibio de Crillón, con la captura detodas las ciudades de la isla y del arsenal de mahón, unido a la rapidez conque se inició un asedio formal del castillo, animaron al gobierno a pensar en laposibilidad de una derrota inglesa total. Consecuentemente, el plan de campa-ña se modificó, a fin de adecuarlo a un asedio activo e intenso; pero, paraatender este cambio estratégico, hubo que incrementar notablemente el núme-ro y la variedad de los suministros militares enviados al ejército anfibio.

En segundo lugar, la armada tuvo que desempeñar un trabajo más activopor el tipo de los suministros requeridos. La nueva estrategia de campañaobligó al gobierno a enviar muchos más suministros militares de los previstos,para poner en marcha un asedio activo. El principal esfuerzo logístico seconcentró en el envío de artillería, bombas y pólvora. su adquisición resultóespecialmente ardua porque no estaba prevista su producción. La respuestadel gobierno fue intentar conseguirlos en cualquier punto del mediterráneo

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occidental. Consiguientemente, la armada tuvo que extender su área decontrol y proteger expresamente transportes y convoyes en destinos a vecesmuy alejados de menorca. Con frecuencia, buques de la armada fueron inclu-so los encargados de realizar las compras y transporte de esos suministrosmilitares.

así pues, las tareas de sostenimiento del ejército anfibio de menorca secomplicaron para la armada con el aumento de los efectivos militares y lamodificación estratégica. El resultado de todas estas tareas fue el empleomasivo de buques de guerra medianos y pequeños, bien adaptados al medite-rráneo. Jabeques, saetías o balandras mantuvieron una inusual actividad portodo el mediterráneo occidental. su labor fue esencial para asegurar el domi-nio del mar en aquella zona. Lograron mantener alejado el peligro de losataques corsarios menorquines y argelinos, y evitaron varias operaciones deauxilio a los sitiados; permitieron al gobierno responder con flexibilidad a lademanda de suministros militares, conseguidos en una zona mucho másamplia que la costa española; contribuyeron con sus lanchas cañoneras ybombarderas a completar el ataque artillero, y por último, toda esta actividadnaval ofreció al gobierno la posibilidad de estar informado y de transmitir susórdenes. De una forma desconocida en toda la guerra contra Gran bretaña, elgobierno de madrid dispuso de información actualizada y pudo ayudar a lagestión del ejército anfibio. El general al mando de la expedición, duque deCrillón, no habría logrado rendir el fuerte de san Felipe sin el constante apoyode un gobierno bien informado en madrid, de la escuadra de bloqueo deCórdoba y, sobre todo, de la actividad y coordinación con la escuadra de«aguas marrones» en el mediterráneo occidental. El éxito de menorca reflejaque, si el poder naval logró imponerse con una guerra anfibia, fue porque selogró una correcta conexión entre aquel y la gestión política, entre las bluewaters y las brown waters.

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La armaDa EN FILIPINas (1765-1784) (*)

Los primeros barcos integrados en la armada real no llegaron a Filipinashasta 1765. y, además, lo hicieron uno tras otro, por lo que en puridad debehablarse de una presencia discontinua entre 1765 y 1784. más tarde, la guerracon Inglaterra, declarada en octubre de 1796 e iniciada en febrero de 1797 conla batalla del cabo de san vicente, motivó el envío de una escuadra, mandadapor Ignacio maría de álava, que sí permaneció de una manera estable durantevarios años con el fin primordial de proteger el archipiélago de posiblesataques ingleses. Después, los barcos de la armada desaparecieron del hori-zonte y no volvieron a asomar por él durante el resto del período que llama-mos del antiguo régimen.

ahora bien, si no hubo una sección de la armada real o una armada espe-cífica para la defensa de Filipinas o, más propiamente, para la defensa delcomercio filipino (en el sentido en que hablamos de una armada de la Guardade la Carrera de Indias, de una armada de barlovento o de una armada de lamar del sur), podemos considerar que los galeones de manila se constituye-ron a sí mismos en armadas, puesto que eran buques pertenecientes al rey (yno a particulares) que, si bien tenían funciones primordialmente comerciales,también debían atender a su propia preservación, por lo cual fueron armadosmás o menos profusamente de cañones y en más de una ocasión hubieron dehacer frente a buques de guerra o corsarios de otras potencias, singularmenteingleses y holandeses. En este sentido, a los galeones de manila —ya navega-ra una sola nave, como fue la regla, ya navegaran dos juntas, a las que se solíallamar capitana y almiranta respectivamente, como fue la excepción— se lespodía aplicar el dictamen de José de veitia y Linaje en su Norte de la Contra-tación de las Indias: «Hay armada de Flota de Nueva España, que son laCapitana y la almiranta». aquí, estas armadas de un solo barco o a lo sumo dedos no custodiaban naos mercantes como en el caso de las que iban a vera-cruz, sino que en sí mismas eran a un tiempo barcos de guerra y mercantesque garantizaban su autodefensa.

Del mismo modo, sin que pueda hablarse propiamente de la armada, hayque aludir a las armadillas o flotillas que se formaron para hacer frente a los

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Carlos martÍNEz sHawCatedrático de Historia moderna uNED

(*) Este artículo se enmarca dentro del Proyecto de Excelencia de la Junta de andalucía«El Pacífico hispano. Imágenes, conocimiento y poder» (PO9-Hum-5392).

ataques de los enemigos europeos (de nuevo ingleses y holandeses) y a los delos enemigos regionales, es decir, a los piratas japoneses, chinos y, sobre todo,musulmanes (los «moros» de mindanao y de Joló o «sulú»), que constante-mente hostigaban las costas del archipiélago en una guerrilla en todo similar alcorso berberisco del mediterráneo, de tal modo que en algunos momentos setuvo la ilusión de poder disponer de una armada de galeras permanentementepertrechada para acudir a todos los puntos donde se hiciese sentir la amenazadel corso musulmán. algunas de estas flotillas asumieron misiones ofensivas,es decir, fueron organizadas para atacar plazas enemigas, hecho que ocurriócon más frecuencia durante el período de la unión de las dos coronas ibéricas,tanto por la oportunidad que brindó a las autoridades filipinas de expandirse enterritorios de influencia portuguesa como por la ayuda prestada, a veces tras lademanda de los interesados, a las bases de Portugal en el Pacífico.

Por tanto, nuestra exposición se limitará a dar cuenta de la actuación de laarmada durante los años de 1765 a 1784, dejando fuera la vertiente militar delGaleón, las flotillas de galeras destinadas a combatir el corso musulmán, lasescuadras organizadas para hacer frente a los holandeses en el espacio maríti-mo comprendido entre la isla de Formosa, al norte, y los archipiélagos de lasmolucas y las sulawesi, al sur y, finalmente, la presencia de la Escuadra deasia entre 1796 y 1803 (1).

Los gobiernos del reformismo borbónico empezaron muy pronto a pensaren una ruta directa para alcanzar Filipinas desde la metrópoli, al margen de laruta transpacífica del galeón de manila, que desde acapulco unía Nueva Espa-ña con la capital del archipiélago. Estos sucesivos proyectos, de interés funda-mentalmente comercial, promovidos desde las altas instancias gubernamenta-les y secundados por los particulares, han sido objeto de diversos análisis yaun de estudios completos. Por una parte, se trata, entre otros, de los memo-riales del marqués de santa Cruz de marcenado (de 1732), bernardo de ulloa(de 1740), Jerónimo de uztáriz (de 1742), José de Carvajal (de 1745), JoséCalvo (de 1753), el marqués de Ovando (de 1754), Nicolas Norton Nicols (de1758), Francisco Leandro de viana (de 1765), Juan bautista muñoz (de 1779)y bernardo de Iriarte (de 1784) (2).

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(1) un estudio sobre todas estas modalidades de la defensa marítima de las Filipinas y delgaleón de manila, en aLFONsO mOLa, marina, y martÍNEz sHaw, Carlos: «La armada en Fili-pinas durante los tiempos modernos», en bauDOt mONrOy, maría (dir.): El Estado en guerra.Expediciones navales españolas en el siglo XVIII. Polifemo, madrid, 2014, pp. 331-371.

(2) si dejamos de lado la reciente revelación de que ya a principios del siglo xvII hubopropuestas en el mismo sentido de un comercio directo entre sevilla y manila, los primerosproyectos del siglo xvIII se pueden seguir a través de los trabajos de DÍaz-trECHuELO sPÍNOLa,m.ª Lourdes: La Real Compañía de Filipinas, sevilla, 1965; martÍNEz sHaw, Carlos: El siste-ma comercial español del Pacífico (1765-1820), madrid, 2007; aLFONsO mOLa, marina, ymartÍNEz sHaw, Carlos: «La reorientación de la economía filipina en el proyectismo del sigloxvIII», en JIméNEz EstrELLa, antonio; LOzaNO NavarrO, Julián J.; sáNCHEz-mONtEs GONzá-LEz, Francisco, y bIrrIEL saLCEDO, margarita m.ª (dirs.): Construyendo historia. Estudios entorno a Juan Luis Castellano, Granada, 2013, pp. 539-557, y «España y el comercio de asia en

mientras se están redactando estos proyectos, la Corona acuerda poner enfuncionamiento un nuevo método para iniciar el comercio directo entre Cádizy manila. se trata de abrir la ruta con el concurso de la armada, un experimen-to que se iniciará en 1765 y que durará veinte años. así defendía Carlos III susobjetivos en 1785, justamente cuando acababa de clausurarse: «y deseoso yodesde los principios de mi reinado a estimular a mis amados vasallos a queemprendiesen el tráfico directo a Filipinas y que se acostumbrasen a la nave-gación de aquellos mares, mandé hacer con bajeles de la real armada diver-sas expediciones a manila, como pruebas que les animasen» (3).

Hoy, después de muchas aproximaciones incompletas, podemos recons-truir la totalidad de las 14 expediciones llevadas a cabo por la armada entre1765 y 1784, que son las que figuran en el siguiente cuadro:

(*) trajo en conserva a la fragata Santa Rosa, incorporada en manila y comandada porJuan de Lángara.

(**) La urca Santa Inés, con el piloto Fernando reinoso, salió acompañando a la fragata el17 de diciembre de 1777. se separó de la Astrea para entrar el 29 de diciembre en santa Cruzde tenerife, a fin de ser sometida a reparación, y volvió a zarpar el 2 enero de 1778 sin quellegase a alcanzar a la fragata. Los dos barcos salieron de manila el 13 enero de 1779, pero laurca, después de haber reconocido la isla de annobón, fue apresada por los ingleses en unaacción que dejó 33 muertos por parte española. sabemos su destino desde su apresamientohasta su llegada con los supervivientes a Kinsale, en Irlanda.

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barCOs DE La armaDa EN ruta a maNILa, 1765-17841. Navío Buen Consejo (1), Juan de Casens, 1765-17672. Navío Buen Consejo (2), Juan de Casens, 1768-1770 (*)3. Fragata Venus (1), manuel González de Guiral. 1769-17704. Fragata Astrea (1), José de Córdoba. 1770-17715. Fragata Palas (1), Ignacio mendizábal. 1771-17726. Fragata Venus (2), Juan de Lángara. 1771-17737. Fragata Palas (2), Gabriel de alderete. 1773-17748. Fragata Juno (1), Juan de araoz. 1774-17759. Fragata Astrea (2), antonio de albornoz. 1775-1776

10. Fragata Venus (3), Gabriel Guerra. 1775-177611. Fragata Juno (2), Pablo de Lasaña. 1776-177712. Fragata Astrea (3), antonio messía de la Cerda, 1777-1779 (**)13. Fragata Juno (3), benito de Lira. 1778-178014. Fragata Asunción (1), Juan José ruiz de apodaca (1783-1784) (4)

el siglo xvIII. Comercio directo frente a comercio transpacífico», en LObatO, I., y OLIva, J.m.(dirs.): El sistema comercial español en la economía mundial (siglos XVII-XVIII). Homenaje aJesús Aguado de los Reyes, Huelva, 2013, pp. 325-380.

(3) se trata del preámbulo a la real Cédula de Erección de la Compañía de Filipinas, 10de marzo de 1785.

(4) aunque han sido diversos los autores que han dado cuenta de estas expediciones,hasta ahora no habían sido establecidas con seguridad. En completar y estudiar pormenorizada-mente todas ellas trabajan en la actualidad, además de los firmantes de este trabajo, las investi-gadoras maría baudot monroy y susana Jurado Cerón.

Naturalmente, en todo este proceso las fechas no son arbitrarias, sino quedefinen la oportunidad de las políticas mercantiles de la Corona. En efecto, laocupación de la ciudad de manila por los ingleses durante la Guerra de lossiete años (1762-1764), y la demora con que se había llevado a cabo su devo-lución a España tras de la paz de París (firmada el 10 de febrero de 1763),condicionarían los plazos y las modalidades de la apertura comercial en elámbito del Pacífico. ahora, los intereses económicos que se habían venido insi-nuando durante las últimas tres décadas se verían considerablemente reforzadospor las urgentes e inmediatas necesidades militares, es decir, por la exigencia demejorar de modo sensible la defensa de las islas y de garantizar una ruta directapara enviar desde la Península los socorros que fueren menester en caso derepetirse las amenazas de potencias extranjeras, en particular de Inglaterra (5).

Este es, pues, el contexto en que se diseña el plan estratégico de inauguraruna ruta directa entre Cádiz y manila, servida de momento por buques de laarmada, con el fin de romper al mismo tiempo, por un lado, con el monopoliodel comercio transpacífico entre méxico y las Filipinas y, por otro, con laslimitaciones impuestas por el viejo tratado de tordesillas, que supuestamentehabían sido revalidadas en acuerdos posteriores —singularmente, en los trata-dos de münster y utrecht— y que parecían impedir a los barcos de la monar-quía hispánica doblar el cabo de buena Esperanza (6).

así lo vieron los contemporáneos, para lo cual es oportuno citar un docu-mento detectado hace casi medio siglo por José Cepeda y retomado de nuevohace casi treinta años por José Cosano. En una carta enviada desde san Ilde-fonso por el marqués de san Leonardo a su hermano el duque de berwick, a lasazón en París, el remitente da noticia a este de la arribada a Cádiz, proceden-te de manila, del navío Buen Consejo tras su primera expedición:

«Este es un navío de guerra de 60 cañones que fue desde Cádiz en dere-chura por el Cabo de buena Esperanza a la misma isla [Luzón] para hacer verera posible a los españoles hacer esta navegación sin tratado ninguno ni otracosa nos lo impida; es una de las mayores cosas que ha hecho nuestro granmonarca [Carlos III] pues ha abierto [la ruta] para que sus vasallos de las Fili-pinas con los de Europa comercien y se comuniquen sin los trabajos y emba-razos que tenían antes».

aquí está todo lo esencial: el barco es de guerra —por el doble motivo desus funciones militares de reglamento y de su misión coyuntural de evitar elmayor riesgo de un ataque enemigo a una nave mercante—, navega por la rutasupuestamente prohibida del cabo de buena Esperanza, denuncia sin citarlo el

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(5) sobre el plan de emergencia tras las pérdidas de La Habana y manila, véase FErNáN-DEz DurO, Cesáreo: Armada española, t. vII. madrid, 1901, pp. 83-99.

(6) aLFONsO mOLa, marina, y martÍNEz sHaw, Carlos: «La ruta del Cabo y el comer-cio español con Filipinas», en bErNabéu aLbErt, salvador, y martÍNEz sHaw, Carlos(dirs.): Un océano de seda y plata. El universo económico del Galeón de Manila. madrid,2013, pp. 307-340.

tratado de tordesillas y todas las posteriores referencias al mismo y confiesauna finalidad fundamentalmente comercial, señalando la nueva ruta comoalternativa a la monopolista del galeón de manila. No se puede decir másclaro con menos palabras (7).

siguiendo con la cronología, aunque solo sea someramente, podemos seña-lar que la flota inglesa del vicealmirante samuel Cornish se presentó antemanila el 22 de septiembre de 1762; la ocupación de la ciudad por el coronelwilliam Draper tuvo lugar el 5 de octubre del mismo año; las noticias de lospreliminares de paz llegaron a la ciudad el 23 de julio de 1763; la firma de lapaz de París se conoció el 2 de marzo de 1764 (más de un año después de laconclusión del tratado, el 10 de febrero de 1763); los ingleses hicieron entregade la fortaleza de san antonio abad el 26 de marzo de 1764, y los españolesrecuperaron oficialmente manila el 31 de marzo, mientras que la flota inglesase hacía a la vela el 10 de abril del mismo año. ahora bien, como enseguidaveremos con detalle, el primer comunicado para organizar la expedición inicialde la armada en la ruta de manila, remitido desde san Lorenzo de El Escorialpor Julián de arriaga, secretario de marina, por orden del rey, y dirigido por lavía reservada a Juan Gerbaut, intendente de marina de Cádiz, lleva por fecha el13 de noviembre de 1764, es decir, se expide solo seis meses después del aban-dono por parte de la escuadra inglesa de las aguas filipinas (8).

ahora bien, con esta travesía, la secretaría de marina no se propuso cumplirfines primordialmente militares. ya la primera expedición —y naturalmente, y demanera más intensa, también las demás— tuvo una vertiente mercantil, puesto quese llevaron a cabo registros de mercancías embarcadas tanto por la real Haciendacomo por los miembros de las tripulación y el comercio de Cádiz (9). además, entercer lugar, las expediciones de la armada fueron también expediciones científi-cas. Para este fin, en el Buen Consejo se embarcó el teniente de fragata Juan deLángara, oficial nacido en La Coruña que, tras ingresar en la academia de Guar-dias marinas en 1750, había sido enviado a París para ampliar de sus estudios dematemáticas hasta 1755. su presencia en la expedición —y en alguna de las sucesi-vas— abona la idea de sumar también este propósito científico a los objetivos mili-tares y comerciales que habían movilizado a la secretaría de marina (10).

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(7) CEPEDa aDáN, José: «La política americana vista por un cortesano de Carlos III», enAnuario de Estudios Americanos xxI, 1964, pp. 437-487, cit. en p. 442.

(8) Para las fechas de la ocupación inglesa, mOLINa, antonio m.: Historia de Filipinas,t. I, madrid, 1984, pp.158-172, y traCy, Nicholas: Manila Ransomed. The British Assault onManila in the Seven Years War, Exeter, 1995.

(9) Para una aproximación al comercio realizado mediante los barcos de la armada entre1765 y 1784, resultan imprescindibles los excelentes trabajos de COsaNO mOyaNO, José: «Elcomercio directo Cádiz-manila en navíos de la real armada (1765-1784)», en Boletín de la RealAcademia de Córdoba, núm. 102, 1981, pp. 183-220, e ÍDEm: «Hombres, mercancías y precios enel tráfico comercial directo entre España y Filipinas en la segunda mitad del siglo xvIII», en ActasII Coloquios de Historia de Andalucía. Andalucía Moderna, t. I, Córdoba, 1983, pp. 553-569.

(10) En este apartado es clave el magnífico trabajo de bErNabéu aLbErt, salvador: «Cien-cia ilustrada y nuevas rutas. Las expediciones de Juan de Lángara al Pacífico, 1765-1773», enRevista de Indias, núm. 180, 1987, pp. 447-467.

Descartada sin excesivas prevenciones la cuestión previa de los derechosespañoles a la navegación por el cabo de buena Esperanza, hubo que ocupar-se de las exigencias concretas de la organización de la primera expedición dela armada. En el oficio ya citado de 13 de noviembre de 1764, el secretarioarriaga hacía ya algunas preguntas precisas. Primero, naturalmente, quéfragata se hallaba dispuesta para ser enviada directamente de Cádiz a Filipi-nas. segundo, y muy significativo, cuántos oficiales y soldados podríanembarcarse en ella, lo cual quería decir que se trataba de enviar un cuerpo detropas de tierra que contribuyera a aumentar y fortalecer la guarnición deFilipinas. tercero, planteaba algunas cuestiones que denotaban el desconoci-miento de la secretaría de marina acerca de una navegación de este tipo,completamente inaugural dentro de la historia marítima española: la estaciónapropiada para emprender la travesía, los víveres precisos, las escalas necesa-rias y la existencia (o no) de pilotos que fuesen expertos en la ruta. Por últi-mo, e igualmente significativo, el barco debía salir lo antes posible, recla-mando «reserva y brevedad» desde las primeras palabras y, sobre todo,cerrando el escrito con una frase final de apremio: «y si vs. concilia la posi-bilidad de este pensamiento ponga mano inmediatamente al apronto de lafragata, sin aguardar para esto a la respuesta de los informes que vs. medebe dar sin retardo» (11).

La respuesta de Gerbaut daba satisfacción a algunas de las inquietudes dearriaga, pero no a todas. El intendente de Cádiz proponía la fragata Industria,pero señalaba que su capacidad de transporte era reducida, pues admitía solounas 250 personas entre tripulación y efectivos militares. La salida debíahacerse entre febrero y mayo —de acuerdo con la práctica de los barcos de lacompañía sueca de las Indias Orientales, que salían con aquel rumbo trashaber conseguido en Cádiz la plata necesaria para su negociación enCantón—, y los víveres debían calcularse para unos seis meses. La dificultadmás grave era la falta de pilotos, toda vez que se necesitarían dos o tres, y lossuecos y los franceses los traían ya contratados desde sus respectivos países.Los mejores eran los franceses de la Compañía de las Indias Orientales. sobrela reserva, Gerbaut se mostraba pesimista ante la posibilidad de mantener elsigilo en Cádiz (12).

mientras arriaga renunciaba a la Industria por su poca capacidad, Gerbautse movía diligentemente, cambiaba de barco y añadía alguna información

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(11) Las páginas que siguen son una nueva versión del anterior trabajo de martÍNEzsHaw, Carlos, y aLFONsO mOLa, marina: «La armada en el cabo de buena Esperanza. Laprimera expedición del navío Buen Consejo, 1765-1767», en Anuario de Estudios Atlánticos.Homenaje a Antonio Ruméu de Armas, núm. 59, 2013, pp. 431-477.

(12) La documentación de la primera expedición a Filipinas por el cabo de buena Espe-ranza, en archivo General de simancas (aGs), secretaría de marina (sm), leg. 408. Juan deLángara escribió un diario de navegación conservado en amN, ms. 272, ff. 68-217. Pordesgracia, en lo que hace al viaje de ida, este documento termina poco después de la arribadadel navío a Île-de-France, el 20 de noviembre de 1765, pero prosigue para dar cuenta del viajede vuelta desde el 11 de febrero de 1767.

nueva, tomada ahora del capitán de fragata Juan de Casens. El barco podía serel navío Buen Consejo, cuyo porte era igual al de los buques de la compañíafrancesa de las Indias Orientales y podía embarcar unos 250 tripulantes y 250militares, es decir, alrededor de 500 personas en total, ya que una poblaciónmayor a bordo aumentaba el peligro de escorbuto y de «otras epidemias».siguiendo a Casens, podía confirmarse como fecha ideal para zarpar la demediados de febrero a mediados de marzo, pero la dificultad mayor, la delpiloto, persistía. Había que buscar un experto inglés, holandés, sueco o fran-cés, lo que comprometía la exigencia de sigilo, y en su defecto podía contra-tarse a cualquier piloto español capaz de doblar el cabo de buena Esperanza yllegar a las islas francesas del océano Índico (bourbon o Île-de-France), parauna vez allí contratar un piloto francés experimentado para la segunda partede la travesía.

En enero de 1765 ya se había llegado a un acuerdo entre arriaga enmadrid y Gerbaut y Casens en Cádiz. El Buen Consejo sería el barco designa-do, una vez asegurado de su primera quilla y aforrado de nuevo. se trataba deun navío de 60 cañones y dos cubiertas, botado en 1761, adquirido en Génovapor 60.000 pesos y que ya había navegado a veracruz en 1763, al mando delcapitán de fragata Joaquín de Olivares. El navío haría dos viajes completosentre Cádiz y manila entre 1765 y 1770. Después, en 1772, volvería a la rutade veracruz pero, separado de la flota, se perdería en los bajos de la anguilla,la más septentrional de las islas de sotavento (13).

La tripulación se fijaba en 250 hombres, se establecía un arreglo de víveresy se redactaba (4 de enero) un «método proporcionado» para el viaje de Cádiza Filipinas, en el cual se insertaba una previsión farmacéutica muy elaborada:doble caja de medicinas —porque no había «reemplazo bueno» en las Filipi-nas— y varios medicamentos para combatir el escorbuto o «mal de Luanda»(botes o frascos con polvos y jaleas, frasqueras de agua de limón, espíritu decoclearia), más dos barriles de tintilla de rota contra las diarreas de sangre —siguiendo a los franceses—. Igualmente se daban indicaciones y recomenda-ciones sobre la travesía: la salida debía ser entre mediados de febrero y media-dos de marzo, a fin de llegar al puerto de Cavite a principios de agosto(«porque hasta este tiempo no han tomado los vendavales su mayor fuerza»);debía hacerse escala en las islas de «borbón» o mauricio —nombres usualespara la isla bourbon—, y desde allí seguir la derrota hasta «uno de los dosestrechos de malaca o de banca [bangka] y sonda», para finalmente aproar ala isla de Luzón y la bahía de manila. La invernada en el puerto de Caviteduraría hasta enero, para aprovechar «la nueva monzón» y llegar a España en

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(13) amN, ms. 727, aprobación de la compra del navío, que aquí figura artillado con 62cañones (véase vaLDEz-bubNOv, Iván: Poder naval y modernización del Estado: política deconstrucción naval española [siglos XVI-XVIII], méxico D.F., 2011, p. 311). El viaje del BuenConsejo a veracruz en 1763 —al mando de Joaquín de Olivares— se puede consultar en aGs,sm, leg. 406 (244-265), donde se incluyen también referencias a las obras realizadas en elnavío en 1762 (545-555), mientras que el viaje de vuelta en 1764 (veracruz-La Habana-Cádiz)se encuentra en aGs, sm, leg. 407 (204-514).

junio o julio sin hacer escala a la vuelta, «a menos que alguna avería o atrasode viaje no obligue a ello para el remedio o refresco de víveres». así pues,solo quedaban algunas dudas por resolver: la artillería de los entrepuentes¿debía ir en la bodega? ¿Había de remitirse otra artillería u otros génerospesados para sustituir como lastre al enjunque de fierro, de poco valor en lasFilipinas?

Finalmente, en otro documento se daba orden al capitán general marquésde la victoria para proceder a la designación de una compañía entera de losbatallones de marina, con su capitán y subalternos, y al nombramiento de losoficiales mayores. Juan de Casens, capitán de fragata, sería el comandante, ylos oficiales subalternos, los tenientes de navío Luis de Lortia y manuel(González) Guiral, y los tenientes de fragata Juan de Lángara y manuel debalbás. todo lo cual quedaba ultimado a fines de enero de 1765.

Quedaba pendiente, al margen de las provisiones para la travesía, la cues-tión de los intereses comerciales. Gerbaut señalaba al efecto el escaso interésexistente en Filipinas por los productos europeos, con exclusiva excepción dela plata. Pese a todo, proponía el embarque, por cuenta de la real Hacienda,de 300 o 400 quintales de fierro en bruto, más 586 arrobas de vino y 368 deaceite, que deberían venderse en Filipinas para adquirir «géneros o frutos dela tierra o de la China», según el buen criterio de Casens como único respon-sable de la operación. Del mismo modo, se jugaba con el pago de 40 pesospara compensar la media ración de vino no dispensada a la tripulación, lamitad de cuyo abono se haría efectivo al final del viaje de ida —suponemosque detrás de ello latiría la idea de que la tripulación pudiera invertir tambiénesos pocos miles de pesos en productos asiáticos—. al mismo tiempo, dadoque se desembarcarían 250 soldados —una apreciación del intendente quepronto se vería desmentida por la realidad, ya que el contingente «de transpor-te» o personal destinado al archipiélago se reduciría a ocho oficiales y ciensoldados—, el espacio libre debía ser ofrecido al comercio de Filipinas paraque enviase sus géneros a España, como así se hizo. En conjunto, el registrode ida se repartía entre la real Hacienda y la tripulación, agentes a los que seañadirían, en expediciones posteriores, los comerciantes gaditanos o de otraprocedencia. La propuesta del intendente sería aceptada el 1 de febrero porarriaga, quien únicamente impondría que la operación fuese efectuada decomún acuerdo con el gobernador de Filipinas, además de señalar que se leentregarían al comandante de 50.000 a 60.000 pesos en especie «para elmismo fin», cantidad que, veremos, será empleada con provecho.

La espera, debida a la demora, por un lado, de los soldados y, por otro, delos dos pilotos franceses, daba ocasión para las lucubraciones de los interesa-dos. así, el marqués de la victoria aprovecharía para emitir un informe demo-ledor sobre las condiciones del Buen Consejo y una propuesta a favor de lafragata Industria —cuya candidatura resucitaba inesperadamente— o bien dela Astrea, cuyo nombre aparece por primera vez antes de que, efectivamente,llegase a realizar hasta tres viajes por esta misma ruta. Gerbaut, de mala gana,hubo de recurrir al informe pericial de Ciprián autrán, el constructor de La

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Carraca, quien lo emitió el 12 de febrero. a tenor de de este informe, el navíoreunía muy buenas condiciones —como había demostrado en su viaje redondoa veracruz—, había sido objeto de una excelente refacción —a pesar dehaberse proyectado como mercante—, la batería y el entrepuentes eranproporcionados, combinaba a la perfección el pino coral con el roble, y estabamás adaptado para la navegación y la defensa, es decir, según decía el cons-tructor, «para los fines de que estoy enterado».

El 24 de enero, el conde de Fuentes, embajador español en París, habíainformado al marqués de Grimaldi, primer secretario de Estado, de que elduque de Choiseul, primer ministro de Luis xv, ofrecía todas las garantíassobre «maville» y «marcaille» —así aparecen denominados en la mayor partede la documentación, pero en realidad firmarían como Joseph-marie mabilley Jean marquay—, los dos pilotos que serían enviados a Cádiz para conducirla expedición, los cuales procedían de Lorient y eran expertos en la navega-ción por China. así, mientras proseguía la espera, se producían asimismoalgunas sustituciones en la oficialidad —Luis de Lortia y manuel de balbáseran relevados por el teniente de navío Joaquín Daoiz y el alférez de fragataJavier antonio muñoz—. Del mismo modo, no había alternativa para acelerarla salida del barco, ya que Gerbaut insistía en la imposibilidad de obtener enCádiz pilotos expertos en la navegación por el cabo de buena Esperanza: «Nose ha encontrado piloto extranjero de satisfacción que por práctico de la nave-gación por los mares de la India Oriental pudiera servir de tal en el viaje deeste navío». De cualquier forma, el gobierno estaba resuelto a ejecutar lo deci-dido, y una orden del rey de 11 de febrero disponía retrasar la partida hasta lallegada de los pilotos franceses.

sin embargo, los responsables españoles en la plaza gaditana no descansa-ban. El 21 de febrero, Gerbaut se hacía eco del dictamen de los pilotos france-ses de que la navegación debía hacerse en derechura, sin escalas en las islasfrancesas del Índico —cosa que, según veremos, luego se revelaría irrealiza-ble—, y aumentaba la ración de víveres hasta completar la de vino para ochomeses y la de agua hasta siete. Por su parte, el 26 del mismo mes, el coman-dante del Buen Consejo dirigía a arriaga un razonado informe que recogía lasconclusiones de sus conversaciones con monsieur boubet, el comandante delas fragatas de la compañía de Lorient (que tenía ya 12 viajes redondos a susespaldas), el cual le había confirmado que marzo era el «tiempo oportuno» enque zarpar de Cádiz incluso para él, que debía recalar para un mes en las islasfrancesas y navegar a Cantón por el estrecho de malaca, mientras que Casensno pensaba hacer escalas y además tomaría la ruta del estrecho de la sonda(«por más corto y a barlovento»). Por ello, Casens reforzaba su opinión deesperar a los pilotos franceses, en la seguridad de que «de este modo no seaventura nada y del otro pudiera no bastar el desvelo y cuidado por la falta depráctica en aquellos estrechos, donde gobierna la sonda, anclas y mareas, porfondos de cuatro y cinco brazas de agua con sus flujos y reflujos muy desigua-les y extraordinarios, como antes de ahora hice comprender a v.E. en esaCorte».

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a primeros de marzo, el marqués de la victoria les comunicaba que elBuen Consejo estaba fondeado y pertrechado en la bahía y que ya se habíaefectuado la última operación —el embarque de pólvora y de pan— en Punta-les, aunque sabía que no habían llegado los pilotos franceses y que el destaca-mento de tropas del ejército, procedente de Ceuta, estaba detenido en algeci-ras —no obstante, él tenía preparada una compañía suplente de marina—.Por cierto, al cuerpo de tropa previsto de ocho oficiales y cien soldados se lehabían añadido, por orden emanada de arriaga y recibida por Gerbaut (12 defebrero), dos condestables de brigadas y cuatro sargentos de batallones demarina —que también debían quedarse en Filipinas—, además de una remesade 2.000 fusiles nuevos de la fábrica de Plasencia, que efectivamente seembarcaron.

Por fin, el 5 de marzo se presentaron en Cádiz los esperados pilotos france-ses, Joseph-marie mabille —aunque se le cite aquí como «marville»— y Jeanmarquay —aunque aquí se le dice «marcaille»—, con lo cual tres díasdespués se pudo dar la orden de zarpar. El estado presentado a la salida deCádiz —firmado por Casens a bordo del navío, dada ya la vela, el 8 de marzode 1765— contabilizaba un total de 467 personas embarcadas. La tripulaciónestaba integrada por 292 individuos, y la guarnición, por 175 efectivos. aque-lla se componía a su vez de 60 artilleros de mar, 60 marineros, 30 grumetes,10 pajes y 18 criados, a los que se sumaban, por una parte, 2 condestables, 4sargentos y 93 soldados, y por otra, 15 religiosos de pasaje. La guarniciónincluía 11 oficiales mayores, 2 guardiamarinas, 26 oficiales de mar, 8 oficialesde artillería, 6 sargentos de guarnición, 3 tambores, 12 cabos de escuadra y 98soldados, más dos oficiales sueltos de transporte y otros siete oficiales detropa de transporte.

Hay que señalar una ligera anomalía: la diferencia entre este estado (delcual hay dos copias en el mismo legajo, f. 72 y f. 80) y un «extracto quecomprende tripulación, guarnición, gente de mar y transporte con que sale anavegar el navío del rey el Buen Consejo», fechado el mismo día, firmado porFrancisco Pascual y sedano y que contabiliza un total de 485 personas embar-cadas. Figuran primero los 11 oficiales mayores y los dos guardiamarinas, latropa de infantería de marina (3 oficiales, más los 6 sargentos, los 12 cabos,los 3 tambores y los 98 soldados). a continuación se mencionan los oficialesde mar, los de artillería y la gente de mar: los dos pilotos franceses, 24 oficia-les de mar, ocho oficiales de artillería, los 60 artilleros, los 60 marineros, los31 grumetes (no treinta), los 10 pajes, los 18 criados y cuatro dependientes dela provisión de víveres, más Cristóbal ros, sargento mayor de manila, y elsubteniente de Ingenieros Feliciano márquez, la infantería del ejército trans-portada (compuesta por 1 teniente coronel, 1 capitán, 3 tenientes, 3 subtenien-tes y 100 soldados, es decir, los que se había previsto desde un principio), máslos dos condestables de brigadas y los cuatro sargentos de batallones de mari-na ya señalados —destinados igualmente a reforzar las defensas de manila—.Finalmente, la lista se cierra con 17 misioneros: antonio maría xellao, CasioJosé tay y los 15 religiosos previstos, todos ellos de la orden agustina. Por

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tanto, una diferencia de 18 personas más, en todo caso un desacuerdo sinmayor relevancia numérica.

Los oficiales mayores fueron finalmente el capitán de fragata Juan deCasens, los tenientes de navío Joaquín Daoiz y manuel González Guiral y elteniente de fragata Juan de Lángara, mientras que los guardiamarinas tambiénrespondían a nombres destinados a la celebridad: antonio messía de la Cerday Gabriel aristizábal. El teniente de navío José de Córdoba mandaba la infan-tería de marina, auxiliado por el alférez de navío Fernando angulo y el defragata alonso antúnez. Los oficiales mayores fueron el contador Patricio delvillar, el maestre de jarcia antonio miguel visorio, los capellanes Juanbautista vila y José Gandulfo y los cirujanos agustín de Lacomba, antoniomartínez y Juan de Dios Cano. El teniente coronel José Fajardo mandaba latropa destinada a quedarse en Filipinas. Los pilotos españoles que acompaña-ban a los dos franceses eran tomás Chevers —alguna vez citado como«Chevest»— y valentín Cierto.

La partida no fue acompañada de buenos augurios, puesto que diversospercances —un accidente en rota el día 11 que impone un primer regreso apuerto; un temporal al día siguiente que implica un segundo retorno— obliga-ron a efectuar hasta tres salidas, la definitiva el 15 de marzo de 1765, pese a lapersistente inestabilidad del tiempo que, como comenta de paso el comandan-te, había disuadido de zarpar a dos navíos de la compañía sueca de las IndiasOrientales que viajaban a Cantón y que ya estaban «con el dinero dentro» yprontos a hacerse a la vela.

La siguiente información de que disponemos proviene de una carta envia-da el 11 de junio del mismo año desde río de Janeiro, donde se da cuenta dela arribada a dicho puerto el 23 de mayo anterior. Por ella sabemos que talarribada se hizo «tras 66 días de feliz navegación», contados seguramentehasta el día 21 de mayo, en que el barco fondeó a tres leguas del puerto brasi-leño. El navío había viajado hasta las Canarias en conserva del San Pedro ySan Pablo, buque de la misma clase perteneciente a la Compañía Guipuzcoa-na, que iba a Caracas, y del paquebote Nuestra Señora de la Merced, quenavegaba a Cartagena de Indias, y llegó a la vista de las islas de Gran Canariay tenerife el 25 de marzo. sin embargo, tras cruzar el archipiélago de Caboverde, una vía de agua cuyo origen no fue posible averiguar obligó el 2 demayo a convocar una junta de oficiales en la que participaron también lospilotos franceses y españoles. En ella se tomó la decisión de aproar hacia ríode Janeiro con objeto de encontrar la avería y de carenar la nave, en vista de labuena acogida que venía dispensando a otros navegantes el virrey del lugar,conde de acuña, cosa que también ocurrió en esta ocasión. La vía de agua nose localizó hasta el 4 de julio, fecha a partir de la cual se realizaron las repara-ciones necesarias mientras se hacían planes de futuro: previsión de llegar alcabo de buena Esperanza en octubre y estudio de las mejores derrotassiguiendo las opiniones de los dos pilotos franceses y de otros dos portugue-ses. Igualmente, se señalaba la intranquilizadora noticia del paso por río deJaneiro de cuatro navíos ingleses de guerra, que habían tocado en bahía de

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todos los santos y se dirigían a manila. al margen de lo dicho, la única inci-dencia notable reseñada fue la entrada en el puerto, el 2 de junio, del navío dela armada llamado el Gallardo, mandado por Carlos de la villa. Procedentede buenos aires, se refugió en río de Janeiro tras haber sufrido serios desper-fectos a causa del mal tiempo, y tanto las autoridades portuguesas como elpropio Casens le brindaron todo el socorro que les fue posible.

además de proceder a la carena del barco, Casens, significativamente,aprovechó su tiempo para informarse sobre la situación exacta del puerto derío de Janeiro, no sin antes lamentarse de las insuficiencias tecnológicas de laexpedición: «… el no haber traido yo aguja acimutal con que indispensable-mente debían navegar todos, me ha causado muchos cuidados para el aterra-mento y que es muy precisa a todos los que corten la línea para cualesquieraparaje que navegue» Pese a ello, pudo estudiar a fondo los diarios de navega-ción y las cartas de que venía provisto, para extraer sus propias conclusiones:«Nunca vi más concordancia ni igualdad como en la longitud de veinte diariosbien trabajados como he traído en este navío y las diferencias de situacionesde las cartas: la que mejor ha concordado es la antigua holandesa de PiterGost [Pieter Goos, 1616-1675], porque pone toda esta costa 6 grados más alEste que todos los demás» (14).

Finalmente, el 4 de octubre, el comandante del buque hubo de dar cuenta delas bajas producidas durante la estadía brasileña: dos muertos (un artilleroirlandés y un soldado) y 32 desertores: otros seis artilleros (uno de sevilla, otrode ragusa y cuatro venecianos), 16 marineros y diez de los soldados destina-dos a la protección de manila. también debió dar cuenta de los gastos de lacarena: 12.273 pesos y dos reales de plata españoles (a razón de un peso por780 reis portugueses). Cumplimentados estos requisitos, el Buen Consejo pudozarpar el 12 del mismo mes en demanda del cabo de buena Esperanza (15).

La siguiente comunicación viene fechada el 10 de enero de 1766 en PortLouis, Île-de-France (Isla mauritius o mauricio entre 1638 y 1721 y desde

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(14) La misma queja sobre la carencia de la aguja acimutal aparece en Lángara, despuésde comprobar que la situación del navío no se correspondía con la posición establecida para ríode Janeiro por Louis Godin y el abate Nicolas Louis de la Caille: «[Era necesario] tener en lospuertos agujas maestras con las cuales se debe comparar las que saquen a la mar para talesnavegaciones si se han de hacer con acierto». y más tarde: «Cada día notamos más la necesidadde una aguja acimutal con que poder a toda hora del día averiguar la variación de la aguja yaunque en todas las navegaciones es útil en esta es indispensable». Diario de navegación, ff.90v y 92v), cit. en bErNabéu aLbErt: «Ciencia ilustrada…», p. 454.

(15) El elevado número de desertores no es ninguna anomalía, sino que está a la altura delos porcentajes habituales. En un caso, se trata de un grupo nacional y profesional (cinco de losseis artilleros, naturales todos ellos de venecia o de la vecina ragusa), mientras que las demásdeserciones responderían en su mayoría a otra motivación común: la búsqueda de mejoresoportunidades en américa. Como dice para el siglo xvI Pérez-mallaina: «No cabe duda [de]que el fenómeno de las deserciones de marineros, tanto de buques mercantes como de guerra,alcanzó unas proporciones importantísimas, al menos si lo medimos por las continuas quejas delos generales de las armadas y los maestres de las naos mercantes de la flota». PérEz-maLLaINabuENO, Pablo Emilio: Los hombres del Océano. Vida cotidiana de los tripulantes de las flotasde Indias. Siglo XVI. sevilla 1992, pp. 220-222, cit. en p. 221.

1810 hasta hoy), ya en la costa oriental africana. En ella se da cuenta de laderrota seguida: salida de río de Janeiro el 12 de octubre de 1765, rumbo alsudeste para superar el cabo Frío, y continuación rumbo al banco del cabo delas agujas por el norte de las islas de «tristán de acuña» (hoy tristán daCunha). avistada tierra entre el cabo Falso y el de las agujas, la derrota prosi-guió, por el norte del banco del Holandés (a 36º s), hacia la isla de rodrigues(«rodríguez» en nuestra documentación) y, finalmente, a Île-de-France, a 105leguas de la anterior. El navío tomó la cabeza del norte de la isla y pasó entreesta y la isla redonda antes de fondear en Port Louis (puerto de «Fort Louis»en nuestra documentación) el 21 de diciembre de 1765, después de sesenta ynueve días de travesía.

tras quedar anclado en el puerto, siguió el largo período de varios mesesde inacción a que obligaba la espera del monzón, cuyos vientos permitían elpaso en dirección a oriente. En ese tiempo, el gobernador puso a disposiciónde Casens una casa acondicionada a orillas de un río y con capacidad paraunos 1.500 hombres, con el fin de que la gente del navío pudiera «tomar losaires de tierra y los baños de agua dulce para preservarla del escorbuto». sinembargo, la preocupación inmediata de Casens fue procurarse el avitualla-miento para el momento en que hubiera de zarpar de nuevo rumbo a Filipinas,aproximadamente a primeros de mayo.

Por una parte, la isla no ofrecía suministros, los cuales había que buscarlosen la vecina bourbon:

«El establecimiento de esta isla [Île-de-France] es formado de treinta añosa esta parte, y aunque muy floreciente por la aplicación con que se dedican asu cultivo, este es abundante [suficiente] para sus habitantes, pero para laprovisión de los navíos de la compañía [de Lorient] y de guerra que aportanaquí se hacen en la isla de borbón donde indispensablemente sea para laIndia, China o Europa van a tomarlos, teniendo en lo general regulada ladistancia de 30 leguas, y que haciéndose de aquí a la vela sobre el mediodíacon viento que cuentan seguro del sudeste todos los meses del año, al otro díaa las diez u once de él toman el surgidero de borbón y en 24 o 48 horas tomancuanto necesitan para el equipaje y mesas, tanto por la prevención que se anti-cipa de aquí como por la abundancia que allí hay de todo cuanto puede necesi-tarse; para cuyo efecto va la providencia en esta misma fragata que va a tomarlos suyos y parte de su carga para Europa, habiendo regulado 420 quintales depan, 135 de menestras y dietas vivas para tres meses hasta manila [un cálculoexacto, como después veremos], reservando la carne y tocino que me haquedado del que saqué de Cádiz para lo que me resta y regreso a Europa, porestar tan buenos como si se hubieran acabado de embarcar con el cuidado dehaberle refrescado en salmuera en Janeiro, cuya diligencia practicaré aquí, sialguna barrica lo necesitare».

sin embargo, no fue tan fácil atender las necesidades de la tripulación yel pasaje durante los meses de la estadía, por la falta de colaboración de las

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autoridades y los abusivos precios que pretendieron imponer los proveedo-res, detrás de lo cual Casens entrevió un conflicto entre los vecinos de laisla y los directivos de la Compañía de Lorient. El comandante del BuenConsejo salió del paso por la doble vía de dirigirse al gobernador Deforges,a quien intimó más de una vez a que el navío español «no perdiera losprivilegios de los de su majestad Cristianísima», y de ajustar por su cuentacon un particular (un «habitante») el suministro de 45 bueyes (de 350-400libras) a 30 pesos de plata la pieza. De esta forma se fueron capeando lasnecesidades durante la estadía en la isla bourbon, y finalmente el aprovi-sionamiento para la derrota a Cavite se pudo sustanciar en el últimomomento.

a principios de marzo, el comandante del Buen Consejo enviaba a Cádiz—por intermedio de la fragata Duc de Choiseul, de la compañía francesa delas Indias Orientales— unas noticias que le habían llegado a través de unjesuita, también francés, sobre la situación en Filipinas. tales novedadestenían un doble interés, militar y comercial. así, por un lado, se referían alas obras de reparación de las murallas de manila emprendidas por el tenien-te de rey y, por el otro, a una práctica que no por conocida dejaba de serinteresante constatar una vez más. En efecto, el piloto del galeón de manila,que había partido para acapulco en la muy tardía fecha del 29 de septiem-bre, había pretendido hacer la derrota para Cabo bojeador como ruta másrápida —permitía ahorrar un mes y medio y hasta dos de navegación—.Pero los mercaderes se habían opuesto con uñas y dientes, en razón de lohabitual de la práctica del contrabando durante la travesía del estrecho desan bernardino, en cuyo transcurso el Galeón «va recibiendo otra tantacarga de los champanes que tienen apostados, lo cual no podrían si hiciesendesde la bahía su derrota para bojeador». Es decir, los mercaderes se oponíanporque utilizar la ruta acostumbrada era el medio de seguir ejercitando elfraude, como habría de denunciar más tarde el gobernador José de basco yvargas, que impondría la ruta del norte, aunque solo fuera durante el estrictoperiodo de su mandato (16).

también en este mes, el gobernador Deforges tuvo la deferencia («deseosode acreditar su celo en servicio del rey mi amo») de comunicar a Casens queen septiembre de 1762 había enviado desde batavia un barco a manila paraavisar a la capital filipina de la declaración de guerra y de la salida de barcosingleses con intenciones hostiles contra el archipiélago. todo ello como frutode su voluntad de «dar a tiempo la noticia a manila y de contribuir a la defen-sa con las fuerzas que a su mando tenía», aludiendo a las obligaciones contraí-das por Francia con la firma del tercer Pacto de Familia. Desgraciadamente, laembarcación se perdió en la isla de borneo, un penoso accidente que «privó ala plaza la anticipación de tan importante aviso».

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(16) bauDOt mONrOy, m.ª: «Cubrir la nueva ruta del Galeón: la conquista de las islasbatanes en 1782», en bErNabéu aLbErt y martÍNEz sHaw: Un océano de seda y plata, pp.341-379.

La rutina, sin embargo, había quedado rota en ese mismo mes de marzocuando el Buen Consejo quedó varado, a causa de un violento huracán desata-do sobre Port Louis, en la madrugada del 18 al 19. Las obras de rescate termi-naron el día 25, aunque naturalmente hubo que proceder a efectuar algunasreparaciones, según queda reflejado en el dictamen solicitado al calafatemayor. Pero por fortuna los daños no fueron excesivos y el barco estuvo encondiciones de darse a la vela el 2 de mayo de 1766. Como ya vimos, antes dela salida de Port Louis era necesario pasar a la vecina isla bourbon (desde1793 y hasta hoy, isla de la reunión), a menos de un día de navegación, queera utilizada por todos los navegantes para proveerse de víveres. Finalmente,el 9 de mayo, tras un último acopio de vituallas efectuado en la rada de sanPablo de la isla en cuestión —se embarcaron comestibles para tres meses,agua para cuatro y carne salada en cantidad suficiente para que pudieratambién aprovecharse en el viaje de vuelta—, el Buen Consejo zarpó condestino a manila, con una previsión —demasiado optimista, como veremos—de sesenta y cinco a setenta días de travesía.

El primero de junio de 1767 llegó a Cádiz la siguiente carta de Juan deCasens, fechada ya en Cavite el 22 de agosto de 1766, en la que daba cuentade las singladuras entre la isla bourbon y la bahía de manila. tras darse a lavela, como quedó dicho, el 9 de mayo, el navío, tras más de tres semanas denavegación, tomó tierra el 2 de julio en la isla de Java, cuyas costas recorrióde este a oeste antes de entrar el día 7 en el estrecho de la sonda, donde hubode fondear hasta el 14 por falta de viento. El 17 se situó a cuatro leguas de laisla de Lucipara, que forma la boca del estrecho de bangka, de donde salió el21. De allí partió en demanda de las islas de Pulo taya, Pulo aor y PuloCóndor («en cuyo tránsito son las más fuertes corrientes que salen del golfode siam»), para llegar a la isla de Pulo zapata tras una prudente travesía, eneste caso no por temor a las corrientes, sino por los muchos bajos existentestanto a babor como a estribor. ya muy cerca de su destino, trató de reconocerla isla de Lubán —es decir, la mayor de las islas Lubang—. Pero, a causa deun furioso temporal («violentos vientos con fuertes turbonadas»), hasta el día8 —y ello pese a la persistencia de «tan cruel tiempo»— no pudo reconocer lapunta norte de la isla, desde donde ya a la mañana siguiente embocó «por laboca chica de la Isla del Corregidor y [la isla de] la monja», hasta dar fondo alas cuatro de la tarde del día 9 en Cavite, es decir, después de tres meses justosde navegación, mucho más tarde de lo previsto.

De allí despachó a Juan de Lángara para manila con un pliego del rey quele había sido entregado en Cádiz. termina su carta resumiendo sus propósitospara el futuro inmediato: «yo quedo desarmado para recorrer y aprontarmepara emprender mi viaje de vuelta por principios de diciembre, haciendo laobra que reconozca indispensable, que sólo será si encuentro pieza a propósitometerle la primera pieza de roda que se partió en la varada de mauricio, y elcodaste, que una y otra será obra de 8 días, pues para este fin he traído toma-das las formas, que en lo demás del cuerpo del navío sólo tiene necesidad derecorrer las costuras altas».

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sin embargo, pese a la falta de inconvenientes de parte de la embarcación,el Buen Consejo no zarpó de manila hasta la tarde del 11 de febrero de 1767,tal como se da cuenta en la detallada derrota de Casens fechada «a la vista deCádiz el 15 de julio de 1767». El estado presentado a la salida de manila dabaun total de 342 personas embarcadas: la tripulación estaba compuesta por 223individuos, la guarnición incluía un total de 108 efectivos y, finalmente, elpasaje se componía de don simón de anda y salazar, tres particulares (uno deellos don tomás, el hijo del futuro gobernador, más don manuel montoya ydon José de bustos), un religioso franciscano (fray antonio de la Concepción)y seis criados al servicio de los anteriores sin mayores especificaciones. Entotal, 342 personas, que significan 125 o 143 menos que a la ida, según seelija uno u otro de los dos documentos discordantes escritos a la salida deCádiz (17).

tras una semana de feliz travesía, el 18 de febrero el navío avistó Pulozapata, cuyo paso calificó como uno «de los más escabrosos que en la mar sepueden presentar, así por la multitud de bajos, bancos y arrecifes dudosamentesituados aun en las mejores cartas» —significativa alusión—. Pudo cruzarlo elmismo día, «verificando el acierto, la utilidad de la determinación astronómi-ca de manila por el académico de París, monsieur de Gentil [Guillaume LeGentil]» —segunda alusión a retener—. De allí se pasó a Pulo Cóndor («ocul-to por su frecuente cerrazón») y después a Pulo timón —único islote nomencionado a la ida—, paraje en el cual «son tan rápidas las corrientes delgolfo de siam que sin el conocimiento del fondo es inútil la aguja y evidenteel riesgo» —nuevo aviso para futuros navegantes—. tras rebasar la isla el día23, el navío siguió costeando las islas de Pulo aor y Pulo taya hasta llegar alestrecho de bangka. aquí Casens se detiene un momento para obsequiarnoscon una nueva reflexión geográfica: «La fuerza y variedad de corrientes, lamultitud de islotes, lo bajo de la costa de sumatra, sus bajos, lo oscuro deltiempo, todo hace respetable este corto tránsito, y dudosa la suerte del queestá obligado a emprenderle con malos aturbonados tiempos y de noche». El 2de marzo, tras rebasar «el estrecho paso de Lucipara», el navío fondeó en laisla del norte, para embocar en buenas condiciones el estrecho de la sonda eldía 4, fondear en la isla «Cracata» (Krakatoa) y salir el 7, arrumbando ya parael cabo de buena Esperanza.

El día 10 de abril, tras más de un mes de navegación —en cuyo transcursose encontró con una fragata holandesa, con la que no quiso comunicarse«porque sus noticias en la mar según mi experiencia son poco creíbles»—, elbarco se hallaba en la boca norte del canal de mozambique, donde hubo de

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(17) sin embargo, la revista pasada por Casens en alta mar desveló algunas desviacionesrespecto de este estadillo oficial. El comandante informó de haber hallado 23 polizones («indi-viduos guachinangos y indios»), a los que aplicó inmediatamente al trabajo en el navío, pero encontrapartida se encontraron a faltar 24 desertores de entre la guarnición y la tripulación. Porúltimo, dio cuenta de los que habían quedado impedidos en el hospital —que imagino no conta-bilizados en el total de 342—: tres integrantes de la guarnición y otros tres de la tripulación. Elestadillo se firmó también en Cádiz el 15 de julio de 1767.

soportar una serie de furiosos vientos, hasta que el 30, tras cruzar el canal,consiguió doblar la punta sur africana, por lo que Casens dispuso el 3 de mayocelebrar el canto de un tedeum. a renglón seguido puso proa a la isla de laascensión, donde, en busca de remedio para el escorbuto, fondeó el 21 paradedicarse durante tres o cuatro días a la pesca de la tortuga («como las demásnaciones lo practican»). Pero las adversas condiciones de la mar le obligaron aseguir su derrota, hasta «cortar la línea», el 27 de mayo. sin mayores noveda-des, salvo el encuentro con una fragata mercante inglesa que le dio noticia dela presencia de otras dedicadas a la pesca de la ballena, el navío avistó el 5 dejulio la isla del Cuervo —«Corvo», la más occidental de las azores—, desdela cual, aunque amargado por los estragos del escorbuto en la tripulación,puso rumbo al cabo de san vicente, que avistó el día 13 y de donde siguióhasta Cádiz, puerto en el que fondeó dos días más tarde, el 15 de julio,después de poco más de cinco meses de navegación (18).

Fue el momento de rendir cuentas. Por una parte, se dio razón del gastoefectuado; por otra, se consignaron las bajas producidas en los cuatro meses ypico que había durado la navegación. treinta y cinco hombres habían muertopor escorbuto, el estado de 43 era grave, 133 se hallaban más levemente afec-tados —«picados» de la enfermedad, según la expresión del comandante—, ylos restantes, «tan débiles que con quince días más no hubiera de su progresolibertado alguno». No obstante, entre los que arribaron sin novedad figuró elque sería próximo gobernador de las Filipinas, don simón de anda, quetambién venía embarcado y que no mucho después, tras su nombramiento,volvería a surcar los mismos mares, en sentido contrario, a bordo de la fragataAstrea, mandada por José de Córdoba, el teniente de navío al mando de lainfantería de marina que había navegado en el Buen Consejo. Finalmente, secerró el contrato con los dos pilotos franceses, quienes, manifestando su deseode regresar a su tierra, cobraron puntualmente todo lo pactado y recibieron losmás cálidos elogios de parte de Casens, tal como transcribía en una carta de28 de julio el intendente de Cádiz. Los pilotos habían servido «con tan espe-cial conocimiento de la navegación como conducta, celo y aplicación, segúninforman el comandante y la oficialidad, franqueando cuantas noticias hansido necesarias a la utilidad del viaje e instrucción de nuestros pilotos». susservicios, por tanto, habían posibilitado el éxito de la expedición y puesto almismo tiempo los cimientos para la futura independencia técnica de los mari-nos españoles en la ruta a Filipinas por el cabo de buena Esperanza.

Como prueba de sus actividades científicas, Juan de Casens entregó,además de la detallada derrota, otros documentos, entre ellos el que contenía

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(18) El informe de Casens terminaba con una súplica al rey remitida a través de arriaga:«Los muchos y diversos accidentes de mi viaje, la fatiga incesante y el ardiente celo de cuantosbajo mis órdenes le han hecho, les hacen tan acreedores a la piedad de s.m. que no puedomenos de suplicar a v.E. se lo haga presente, pues esto y la aprobación de mi conducta es todoa lo que aspira mi deseo. Dios guarde a v.E. muchos años. a bordo del Navío Buen Consejo ala vista de Cádiz en demanda del Puerto a 15 de julio de 1767».

las circunstancias de su difícil arribada a Cavite. En dicho informe da cuentadel fuerte temporal —uno de los que son frecuentes desde julio— al que hubode hacer frente a partir del primero de agosto de 1766, agravada su situaciónpor «las dudas de la verdadera longitud o situación de manila», en cuya bahía,«por igual motivo», unos días antes había naufragado una fragata «con valorde 300 mil pesos», de la cual solo habían conseguido salvarse tres personas.Para prevenir estas dramáticas situaciones, Casens había pedido al gobernadoruna embarcación real anclada en Cavite, a fin de que Lángara («por su conoci-da exactitud y habilidad») pudiese levantar un plano de algún puerto situadoal norte de manila susceptible de servir de alternativa en casos de temporalesviolentos y duraderos. sin embargo, otro hecho, también significativo de lasamenazas que se cernían sobre la capital, lo impidió: la bahía estaba «inunda-da de moros». De ahí que Casens, para obtener la información deseada, sedecidiese a realizar la exploración por tierra ayudado por el primer piloto,valentín Cierto: «El puerto se llama suby [subic], es utilísimo y de un recursoabsoluto y necesario para el que busque a manila en tiempo cerrado. v.E.[arriaga] tendrá gran gusto de saber que el rey tiene allí semejante puerto,donde además de su bondad, está circundado de montes vírgenes y copiosísi-mos hasta las playas para fabricar centenares de navíos, no sólo de las made-ras conocidas para construcción, sino de tíndalos (que son caoba), ébanosgruesísimos, cedros, pinos y otras muchas que ni tienen nombres ni estánconocidas». Como complemento, Casens anunciaba el envío del plano delpuerto de subic, así como de otros planos de «la costa sur de la isla de Javadonde aterré, bien arrumbada desde su medianía para el Oeste», más «toda lanavegación desde el estrecho de sonda hasta manila cuidadosamente demar-cada, arrumbada y observada, como corregidos de algunos errores que tienenlos planos modernos de aquella navegación examinados por mí». y, paraterminar, adjuntaba otras informaciones procedentes de ingleses y holandesesy de un navegante de manila, don tomás de León, con más de treinta y cincoaños de experiencia.

mucho más extenso es el inventario de las memorias científicas redactadaspor Juan de Lángara, descritas minuciosamente por salvador bernabéu. Parael viaje de ida, abarcan unas «Notas concernientes a la navegación de estacosta, buscar el puerto de río de Janeiro y entrar en él», dos mapas (un planode río de Janeiro y otro de su bahía) y un dibujo de la isla de rodrigues; encuanto al de vuelta, comprenden una «Descripción del estrecho de sondasacado del derrotero de monsieur d’après [Jean-baptiste après de mannevi-llette] con algunas enmiendas hechas por las observaciones ejecutadas sobreel navío de s.m.C. nombrado el Buen Consejo el año de 1766 y 1767», una«Descripción del estrecho de banca [bangka]», dos cartas planas de dichoestrecho —una de ellas «con la isla de su nombre y parte de la isla de suma-tra»— y una descripción de la isla de la ascensión. al margen, hay que subra-yar la ya citada discrepancia encontrada respecto de la posición dada para ríode Janeiro por Louis Godin y el abate Nicolas Louis de la Caille, y la medi-ción de la longitud de manila en colaboración con Guillaume Le Gentil,

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destacado miembro de la academia de Ciencias de París. Hay que advertir, sinembargo, que nos hallamos ante una información orientada en una sola direc-ción: se trata de una serie de descripciones geográficas, con especial énfasisen el establecimiento de la posición de los accidentes que se van encontrandoo de los puertos que se van visitando —incluyendo río de Janeiro y mani-la—. su propósito es el de su utilización inmediata como instrumentos paraperfeccionar el conocimiento de una ruta nunca frecuentada —que los oficia-les a cargo del navío habían establecido a través de planos ajenos o de los 20libros de navegación que Casens declara tener en su poder como guía durantetodo el crucero—. Este tipo de resultados constituyeron otra de las grandesaportaciones de la expedición, especialmente si tenemos en cuenta que era laprimera vez que un buque español navegaba por aquellas aguas, aunque losrestrictivos objetivos planteados todavía no sitúan esta travesía del BuenConsejo a la altura de las grandes expediciones científicas de la España ilus-trada de la segunda mitad del siglo xvIII (19).

sus funciones militares también quedaron cumplidas. basta para ellocomparar los estados relativos a guarnición, tripulación y pasaje entre la ida yla vuelta. El 11 de febrero de 1767, como ya vimos, se habían embarcado enmanila tan solo 342 personas —y quizá una menos, pues los 23 polizones noalcanzan a los 24 desertores registrados por Casens—, es decir, entre unos 125y 143 menos que a la ida. Importa saber que esta diferencia está sin dudavinculada con las fuerzas militares que se quedaron para la defensa del archi-piélago pues, aunque también ha disminuido en siete efectivos el número delos infantes de marina embarcados en Cádiz, habría que tener también encuenta los desertores y el número menor de pasajeros (once a la vuelta porquince o diecisiete a la ida). En todo caso no cabe duda de que, tal como esta-ba previsto, al menos se quedaron en el archipiélago noventa y tres de los 100soldados transportados para este efecto, sin que la documentación manejadanos permita mayores precisiones sobre el particular.

ahora bien, si alguien tiene duda de la prioridad de los intereses comercialesen el programa de las expediciones de la armada, la actitud de los mercaderes demanila, interesados en perpetuar su exclusiva del comercio transpacífico, contri-buye a disiparlos de manera inmediata. En efecto, es conocido el paso a laacción directa del colectivo, que llegó a impedir el aprovisionamiento de trigopara el viaje de vuelta del navío —al que habían rebautizado como «el MalConsejo»—, sin que el gobernador, José raón, hiciera nada para evitarlo, lo quetrajo como consecuencia que se embarcasen algunas vituallas en mal estado, quemuy probablemente fueron la causa de la anormal extensión del escorbuto entrela tripulación. simón de anda, oidor de la audiencia de manila y más tardetambién gobernador de Filipinas, ofrece de todas estas acciones un valioso testi-monio de primera mano: «Oí a muchos regulares y a aquel gobernador preguntara los oficiales de él [el barco] ¿Para qué vienen vuestras mercedes aquí? ¿Paraqué envía el rey este navío? aquí nada se necesita sino dinero». más tarde, y

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(19) bErNabéu aLbErt: «Ciencia ilustrada…», pp. 454-456.

siempre siguiendo las palabras de simón de anda, los mercaderes llegaronincluso a hacer a la embarcación objeto de un sabotaje, abriéndole, cuando esta-ba fondeada en Cavite, una vía de agua que pudo haber causado su naufragio enplena travesía: «si D. Francisco salgado no hubiese hecho traer trigo de China,no se hubiera hecho el viaje, o nos hubiéramos quedado en él, y aun faltó pocopor los víveres corrompidos, en que según voz pública hubo inteligencia comolo habría sin duda en el barreno (…) que supe se había dado en Cavite» (20).

No sabemos el valor de la carga transportada hasta Cádiz por el BuenConsejo. En este apartado solo podríamos intentar calcular quizá algunosramos, pues disponemos de la expresión numérica de ciertos registros, comopor ejemplo el de José Herrera Iglesias, «vecino y del comercio de manila»,que embarca, junto a 24 arrobas (y 9 libras y 2 onzas) de té y dos quintales decafé, una remesa de ocho churlos con 1.048 libras netas más 10 picos, 77cates y 20 onzas (lo que en total haría unos 1.120 kg) de canela fina de China.En cualquier caso, conocemos por José Cosano que los géneros pagaron untotal de 6.278 pesos al real Proyecto, y que solo tres de los barcos que siguie-ron su ruta pagaron más —el mismo Buen Consejo, en su segunda travesía,casi el doble, y la Astrea en 1771 y la Palas en 1772, algo más de lo abonadoen el primer viaje—, pero luego las cifras empezaron a descender notablemen-te. si nos atenemos por tanto a los efectos producidos sobre los años inmedia-tos, la experiencia debió de ser remuneradora también desde el punto de vistaeconómico. y, siempre manejando los mismos datos fiscales, si los génerosimportados contribuían con un 5 por 100 —salvo las especias, que se subíanal 8 por 100—, el valor del cargamento puesto a bordo del Buen Consejodebió de aproximarse a los 100.000 pesos de plata, cifra que justificaba lasexpectativas despertadas por la segunda expedición.

En definitiva, la expedición del navío Buen Consejo constituyó por variosmotivos un verdadero hito: 1, fue el primer barco español en doblar el cabo debuena Esperanza, después de su descubrimiento por bartolomeu Dias en1487, lo que contribuyó poderosamente a desactivar las reclamaciones de laspotencias rivales; 2, guiado por sus pilotos franceses, puso los cimientos parauna futura independencia técnica de los marinos españoles en la ruta a Filipi-nas por el cabo en cuestión; 3, fue una iniciativa militar que inauguraba unnuevo modo de protección armada para las islas Filipinas, después de la

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(20) El testimonio de simón de anda, en un informe dirigido a Carlos III, en aGI, Filipinas,leg. 940. Para una reconstrucción de los hechos, DÍaz-trECHuELO sPÍNOLa, m.ª Lourdes: Philippi-ne Economy in the second half of the XVIIIth Century, manila, 1966, pp. 222-224; martÍN PaLma,m.ª teresa: El Consulado de Manila, Granada, 1981, pp. 12 y 120-121. sobre el mal estado de lasvituallas y su relación con el escorbuto, COsaNO mOyaNO: «El comercio directo…», p. 187: «Efec-tivamente, las malas condiciones de conservación de los alimentos fueron causa de que perdiesenla vida 37 hombres desde el tramo comprendido entre la isla de ascención y Cádiz». La figura deFrancisco salgado, el funcionario y empresario ilustrado de Calavang, que sería amigo de Juan deCuéllar y acogería a los naturalistas de la expedición malaspina, se estudia en el magnífico artículode EsCOtO, salvador P.: «Francisco xavier salgado, Civil servant and Pioneer Industrialist inEighteeenth Century Philippines», en Southeast Asian Studies xxxvI, núm. 3, 1998, pp. 273-292.

lección aprendida a causa de la ocupación inglesa de manila entre 1762 y1764; 4, abrió una ruta comercial hasta entonces inexplotada, pese a la plétorade memoriales, proyectos y propuestas que se habían ido sucediendo a lolargo del siglo xvIII, consiguiendo resultados económicos satisfactorios, supe-rando las resistencias de los interesados en el monopolio del comercio trans-pacífico y sirviendo de experiencia y dotando de valiosas informaciones a lasiniciativas posteriores, que habrían de culminar en la creación de la realCompañía de Filipinas; 5, se constituyó asimismo en expedición científicaque, aunque dotada de una impronta muy utilitarista, llevada del objetivoprimordial de precisar la ruta para las proyectadas empresas comerciales,prefiguraba las siguientes que tomarían al archipiélago como espacio para lasexploraciones hidrográficas, etnográficas y de historia natural. En conclusión,el viaje del Buen Consejo marcó un profundo giro en la relación de la monar-quía española con el archipiélago, el más alejado de los dominios puestos bajosu soberanía, por medio de la acción de la armada, que por primera vez tuvouna presencia regular, mantenida durante veinte años, en las islas Filipinas,ámbito siempre descuidado hasta entonces desde el punto de vista naval.

Los restantes viajes aún no poseen estudios detallados sobre las cuestionesreferidas a su navegación, aunque sí, como ya hemos indicado, sobre losaspectos científicos y, sobre todo, los comerciales, que no son los que más nosinteresan en este caso. El Buen Consejo hizo un segundo viaje redondo entre1768 y 1770, cuya vuelta realizó en conserva de la fragata de la armadallamada Venus. En la travesía se tropezó con algún contratiempo, como laobligada arribada a la plaza holandesa de batavia, donde para continuar hubode contratar los servicios de un piloto francés, a semejanza de lo que yaocurriera en la primera expedición. El cuarto viaje corrió a cargo de la fragataAstrea, que llevó a las Filipinas al gobernador simón de anda y que decidióromper la prohibición de entrar en la bahía de la tabla, donde, aunque pudofondear, volvió a tropezarse con la negativa holandesa a reconocer sus dere-chos a seguir la ruta del cabo de buena de Esperanza, condenados, en opiniónde los neerlandeses, por las cláusulas del tratado de tordesillas. siguieron elquinto viaje, emprendido por la fragata Palas, y el sexto, que corrió a cargo dela Venus y que ha sido analizado detalladamente desde el punto de vista cien-tífico por el protagonismo que en él tuvo Juan de Lángara (21). apenas tene-mos noticias de las siguientes travesías, que tuvieron lugar entre 1773 y 1777:Palas (por segunda vez), Juno, Astrea (por segunda vez), Venus (por terceravez) y Juno (por segunda vez). La travesía de la Astrea —que hizo la mismaderrota por tercera vez entre 1777 y 1789— está vinculada con el primerintento de iniciar la trata de negros en la isla de annobón, recientemente cedi-da por Portugal (a lo que obedece la carga de doscientos fardos de géneros dealgodón para servir a los intercambios), y con la posterior pérdida de la urcaSanta Inés, que había navegado en su conserva. La fragata Juno (también portercera vez en la misma ruta) salió de Cádiz en 1778 para un decimotercer

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(21) bErNabéu aLbErt, salvador: «Ciencia ilustrada», pp. 458-465.

viaje, regresando al puerto de partida en 1780, cuando ya se había declaradola guerra de las trece Colonias, razón por la que quedaron interrumpidas lasexpediciones de la armada a las Filipinas. Hubieron de transcurrir tres añospara que la fragata Asunción reanudase la navegación entre Cádiz y manila(1783-1784), siendo realmente la última en cubrir la ruta, aunque sus propósi-tos fueran muy diferentes a la ida —y no tanto a la vuelta, donde volvió ainteresarse por participar de la vertiente mercantil de estas expediciones—,pues sus instrucciones contemplaban tan solo la comunicación del fin de laguerra con Inglaterra y la firma del tratado de versalles. De este modo, elciclo de la presencia de la armada en Filipinas se ha considerado cerrado bienen 1780, bien en 1784, según el valor que se conceda a esta travesía, queposee en cierto modo el carácter de un epílogo (22).

Cuando el último de los barcos de guerra que siguieron la estela del BuenConsejo abandonó las islas, el archipiélago volvió a la situación anterior a laocupación de manila por los ingleses. De hecho, como acabamos de ver, lafragata Asunción desempeñó un cometido diferente del de sus antecesoras: latransmisión a las autoridades filipinas de la noticia del fin de la guerra de lastrece Colonias. El período de paz se prolongó durante una década, hasta ladeclaración de guerra a la república Francesa, cuyos ecos apenas se hicieronsentir en aquellas lejanas latitudes. sin embargo, la firma consecutiva conFrancia de la paz de basilea (julio de 1795) y del tratado de san Ildefonso(agosto de 1796) hacía prever lo inevitable: la inminente guerra con Inglate-rra, que efectivamente se declaró en octubre del mismo año y cuya primeraacción relevante fue la derrota de la flota española de José de Córdoba ante lainglesa de John Jervis a la altura del cabo de san vicente (14 de febrero de1797). Es este el contexto en el que se constituye la llamada Escuadra de asia,que bajo el mando de Ignacio maría de álava iba a permanecer en aguas delPacífico durante toda la contienda hasta más allá de la firma de la paz deamiens (23).

En cualquier caso, las primeras medidas de De álava se orientaron a lapuesta de Cavite y manila en estado de defensa, ante el riesgo de un ataquenaval por parte de Inglaterra. En este sentido, el comandante de la Escuadra

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(22) Nuestros conocimientos sobre los aspectos navales de estas expediciones se debensobre todo a la generosidad de susana Jurado Cerón, que actualmente realiza su tesis doctoral,«Los barcos de la armada en Filipinas (1765-1784)».

(23) Para una narración lineal de la actuación de la Escuadra, LabOrDa, antonio: Viajealrededor del globo realizado por la Escuadra al mando de Don Ignacio María de Álava, conanotaciones sobre las operaciones de dicha Escuadra en los mares de Filipinas, madrid, 2005.ahora bien, el más completo estudio sobre la actuación en Filipinas de Ignacio maría de álavaes el de LastrEs ParDO, rafael: La Escuadra de Asia, 1795-1803 (tesis de licenciatura inédi-ta), madrid, 2007, que el autor puso a nuestra disposición con extrema generosidad. al respec-to, hay que citar también los artículos de DÍaz-trECHuELO sPÍNOLa , m.ª Lourdes:«La defensade Filipinas en el último cuarto del siglo xvIII», en Anuario de Estudios Americanos xxI, 1964,pp. 145-209, y de HErrErO GIL, m.ª Dolores: «El comercio en tiempos de guerra: Cavite duran-te el gobierno de rafael maría aguilar (1793-1806)», en bErNabéu aLbErt y martÍNEzsHaw: Un océano de seda y plata, pp. 381-408.

de asia se pronunció por hacer pivotar la defensa torno a Cavite, frente a laopinión del gobernador de manila, que daba preferencia a la protección de lacapital. además del diseño de un plan general de defensa, las acciones de laEscuadra de asia fueron de dos tipos: de escolta armada del galeón de manila,en toda su travesía o en parte de ella —un fenómeno este, el de la protecciónde la armada al comercio, que aunque habitual en la Carrera de Indias, erarigurosamente nuevo en la de acapulco—, y las operaciones propiamentebélicas.

Las acciones de guerra se limitaron a la vigilancia de macao y de la costade Cantón, con objeto de entorpecer los movimientos de los barcos británicos,tanto mercantes como de guerra. La primera se produjo en enero de 1799,cuando, enterado de la presencia de un convoy inglés, Ignacio maría de álavase adentró con cuatro buques españoles (el Europa y el Montañés, más laSanta Lucía y la Fama) y dos franceses en el delta del río de Cantón y, trascontratar como guías a dos prácticos chinos, consiguió poner en fuga a los tresnavíos enemigos, para retornar a Cavite al mes siguiente. Como consecuenciade este encuentro, en abril del mismo año, en la segunda misión de guerra dela Escuadra de asia, el navío Europa y la fragata Fama patrullaron las aguasfrente a macao, sospechando una posible presencia de barcos británicos en laregión («un crucero en la costa de China con el fin de interceptar los buquesingleses que hacen aquel comercio y empiezan a llegar de la India a principiosde mayo»), pero esta vez tales previsiones no llegaron a confirmarse. Por últi-mo, en 1802, conocedor de la firma de la paz de amiens, envió con una fragataa ventura de barcáiztegui para anunciar en macao el fin de las hostilidades yfrenar de este modo una más que previsible conquista británica de la plaza portu-guesa, que sin exageración puede decirse fue salvada una segunda vez —tras lafamosa defensa de 1622— por una intervención española. además, aunque solose tratase de una acción ocasional, hay que mencionar un contacto más conChina, que se produjo cuando los comerciantes españoles instalados en Cantónhubieron de ayudarle al rescate de los efectos de la urca Ferroleña, la cual,comisionada para adquirir trigo, naufragaría en aquellas costas en 1802, pocoantes de que la escuadra emprendiera el regreso a España (24).

Con el regreso de la Escuadra de asia, que zarpó rumbo a España el 11 deenero de 1803, las cosas quedaron como antes. Los galeones de manilavolvieron a constituirse en su propia armada, y las escuadras defensivassiguieron sin tener la continuidad deseada, con lo que quedó siempre para másadelante el sueño de la armada de Galeras, que nunca existió en el sentidopleno de la expresión. En cualquier caso, en ese momento todo el océanoPacífico había dejado de disponer de armadas específicas —la armada delmar del sur se había extinguido, en una fecha imprecisa, a mediados del sigloxvIII—, para dejar paso al auxilio eventual de unidades de la armada expresa-

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(24) LabOrDa: Viaje alrededor del globo…, extractos del «Diario de Ocurrencias, 1797 a1802» y del «Diario de Navegación de manila a Cádiz», pp. 80-90 y 39-64, respectivamente,con el episodio de la Ferroleña en pp. 40-41.

mente destacadas a aquel ámbito en ocasiones concretas (25). En tales condi-ciones, como había sido la regla durante dos siglos (1565-1765), el comerciotranspacífico supo protegerse a sí mismo hasta 1820, cuando los movimientosindependentistas impidieron la llegada a los puertos americanos de las navessalidas de las Filipinas.

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(25) PérEz-maLLaINa, Pablo Emilio, y tOrrEs ramÍrEz, bibiano: La Armada del Mardel Sur. sevilla, 1987.