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  • N. 268

    Extremeos

    Jos Antonio Gonzlez Salgado Miguel ngel Pic PascualDomingo de Silos Represa Fernndez

  • Se prepara una edicin integral de la obra grabadade Agapito Marazuela. Marazuela consigui ese admira-ble estado, reservado a una escassima minora, en el quevida y oficio se mezclan y confunden en armona, contri-buyendo a perfilar o completar la integridad de una per-sona. Agapito fue un hombre ntegro a quien se oblig,ms a menudo de lo necesario, a mostrar y demostrar quesu vida estaba firmemente asentada sobre unos principiosticos en cuyas esencias basaba la seriedad de su carctery la fuerza de su comportamiento. Adems de eso, que yalo hubiese convertido en un ser especial, Agapito era unhombre enamorado de su oficio y convencido de la im-portancia social y humana que la defensa de ese oficiopodra tener en la sociedad de su tiempo y en la prolonga-cin natural de sus resultados. Con un orgullo inusitado,Marazuela pregonaba la dignidad del msico en el mun-do rural y la necesidad de prepararse ms y mejor pararesponder con propiedad a la llamada del Arte. Slo deese modo se explica su defensa casi en solitario de la tra-dicin y de su patrimonio, frente a una sociedad preocu-pada por otros temas mucho ms banales y prosaicos. Lapostura personal y profesional de Agapito, sin fisuras nivacilaciones, salv muchas formas antiguas del olvido in-justo y prepar el natural advenimiento de otras genera-ciones que no vieron ya en lo patrimonial el aparente cas-tigo de la historia, sino el mejor premio a la fidelidad dela sangre. Entonces como ahora Agapito Marazuela fueun ejemplo impagable, un bastin inaccesible a los capri-chosos ejrcitos de la novedad, una figura heroica en cu-yo espejo siempre limpio puede mirarse quien crea en elreflejo de la identidad y en la cualidad del conocimiento.

  • S U M A R I OPg.

    EDITA: Obra Social y Cultural de Caja Espaa.Plaza Fuente Dorada, 6 y 7 - Valladolid, 2003.

    DIRIGE la revista de Folklore: Joaqun Daz.DEPOSITO LEGAL: VA. 338 - 1980 - ISSN 0211-1810.IMPRIME: Imprenta Casares, S. A. - Vzquez de Menchaca, 64 - 47008 Valladolid

    La Fiesta de Los Jefes

    de Sto. Domingo de Silos ....................................109

    Domingo de Silos Represa Fernndez

    El Horno de Carbn: Una industria popular

    casi desaparecida en Extremadura ........................137

    Jos Antonio Gonzlez Salgado

    Una seguidilla espaola transcrita por el P. Jos Anto-nio Eximeno patrn de la musicologa espaola fe-minista? Algunas puntualizaciones en torno a unasafirmaciones vertidas en el V Congreso de la Socie-dad Espaola de Musicologa ..............................141

    Miguel ngel Pic Pascual

  • LA FIESTA DE LOS JEFES DE STO. DOMINGO DE SILOS

    Captulo I

    LA LEYENDA

    Todas las fuentes consultadas, documentales yverbales, coinciden en sealar el origen de la fiestade Los Jefes en un remoto e incierto ayer de un nomenos histricamente imposible e indeterminadoSilos.

    Corra, pues, ese tiempo desconocido y quim-rico cuando ocurre el episodio del cual brota nues-tra fiesta. La amenaza musulmana que durante si-glos acech las dispersas y poco pobladas aldeascastellanas, se cerni fatalmente sobre la igual-mente ilusoria Ciudad de Silas. El enemigo, nume-roso, diestramente aleccionado en el ejercicio de laguerra, sobrado de armas y pletrico de odio hacialos habitantes que adoraban la Cruz, puso cerco alpoblado. En pocos minutos hubiera arrasado vidas,haciendas y edificios, pero decidi esperar y ellofue la causa de su escarnio y del engao que hubode padecer. Pero la base de la salvacin del pobla-do fue otra: el valor y la astucia de uno de sus habi-tantes.

    Efectivamente, la tradicin nos cuenta que antetan apurado momento un vecino, cabal y dotado denatural inteligencia, encontr raudo la nica y plau-sible solucin: fingir que el pueblo era presa de undescomunal incendio que echara por tierra todaslas ambiciones del enemigo. Presto, el pueblo obe-deci las rdenes de aquel improvisado capitn dealdeanos. Los unos se afanaron en recoger alia-gas, espileos y todo ramaje que se hallara inme-

    diato al poblado. Con ello formaron anillo enrede-dor del villorrio y dejaron listas igualmente hogue-ras por la trama de sus calles y plazas. Los otros,jvenes y nios en su mayor parte, cargaron sobresus cuerpos decenas de piquetes, zumbos, campa-nillas y changarros. La misin de todos ellos, senci-lla: al atardecer se declarara el fuego desolador ytodos deberan cumplir fielmente su cometido. Losencargados de las hogueras prenderan sucesiva-mente las candeladas siguiendo una lgica suce-sin. Al unsono, los hombres/ganados atronarancon su estampida las vaguadas y los roquedalesdel pequeo valle de Tabladillo. Las mujeres se de-vanaran en lamentos e imploraciones a la divini-dad. Eso era todo cuanto poda hacer un puadode labriegos desarmados e ignorantes en el arte dela guerra. Y no fue poco. Segn la leyenda, el moroobserv atnito el enorme espectculo que se pro-duca en su inmediata presa y, vido de prontosbotines, dio por intil cualquier esfuerzo en aquelloque presuma amasijo de ruinas humeantes y ri-quezas destrozadas. Silos se haba salvado. La va-lerosa decisin de los hombres y el seguro amparode sus principales abogados, Jess y su MadreMara, supusieron la combinacin efectiva que dioal David la victoria.

    Hasta aqu, la leyenda. Tiempo habr posterior-mente de enmendarla con las aportaciones surgi-das del trabajo de investigacin llevado a cabo du-rante los dos ltimos aos. Ahora veamos, para co-nocer mejor la realidad, contenido y misterio deLos Jefes, cmo se celebraba la fiesta hasta su de-saparicin en 1963 (1).

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    Domingo de Silos Represa Fernndez

  • Captulo II

    LA FIESTA DE LOS JEFES: EL DESARROLLODE UN COMPLEJO RITUAL

    La eleccin de los Jefes

    El da de Reyes, tras la misa mayor, tiene lugarla designacin de los vecinos que habrn de osten-tar la dignidad de Jefes en el presente ao. El nom-bramiento se realiza mediante sorteo y en l entranaquellos vecinos varones casados en el ao ante-rior. En dicho sorteo rige una serie de normas queel Boletn de Silos describe con acertada precisin:

    La designacin de los Jefes. Todos los veci-nos casados de esta Villa pueden pretender elhonor de figurar entre los jefes, pero solo unavez en la vida, pues los nombres de los que hansido ya jefes no entrarn ms en el sorteo.

    En el da de Reyes, despues de la misa ma-yor y en la casa del Concejo, se reune con elAyuntamiento gran parte del vecindario, sorte-andose los nombres de los tres vecinos que ha-brn de ser los jefes la proxima funcin; y seasegura que siempre ha presidido en la eleccinla ms perfecta lealtad.

    Para el caso, el pueblo se halla dividido entres barrios: el de arriba, el del medio y el deabajo. Cada barrio da todos los aos uno de losjefes, pero los tres titulos de capitn, alferez ysargento pasan sucesivamente a los tres ba-rrios, segn un orden establecido.

    Este ao los tres jefes eran: Capitn, D. Juandel Alamo, del barrio de Abajo; alferez, D. Ma-riano Gil, del barrio del Medio; sargento, D. Ja-cinto Hebrero, del barrio de Arriba.

    Despues del sorteo, el mayordomo delAyuntamiento entrega a los Jefes los trajes quedebern lucir en la funcin, y ciertas insigniasde su grado, a saber: para el sargento el enor-me cuchilln o alabarda de los antiguos tiem-pos, para el alferez la bandera, y para el capitnla espada (2).

    De 1928 tenemos otro completo retrato del sor-teo de los Jefes debido al benedictino Justo Prezde Urbel:

    El pueblo entero se reuni en la casa deconcejo. Despus del natural barullo y algazara,se hizo el mayor silencio. Me pareca asistir a unacto religioso. En el centro haba tres nforas.

    Una de ellas tena los nombres de los vecinosdel barrio alto, otra los del bajo y la tercera losdel barrio central. Junto a las nforas estaba unhombre, un hombre de crespa melena y narizencorvada. Supe luego que se llamaba el Gra-jo. Era el alguacil.

    Este hombre meti la mano en una de lasnforas, sac una papeleta y grit:

    - Barrio alto: Martn Ruiz.

    A continuacin, el Alcalde sac otra papeletade una caja y pronunci esta sola palabra:

    - Sargento.

    Un murmullo general se extendi por la sala.

    - Este lo har bien - decan unos.

    - Es algo patizambo agregaban otros, y to-dos comentaban las cualidades o los defectosdel que haba de ser este ao Sargento en lafiesta de los jefes. El Alcalde agit la campanilla,y los rumores cesaron inmediatamente. El Gra-jo meti otra vez la mano en otra de las nforasy cant:

    - Barrio bajo: Nicols de la Fuente.

    - Abanderado deca la papeleta del Alcal-de.

    Otra vez estall el barullo de la muchedum-bre. Era una verdadera algaraba: los chillidosde los muchachos se mezclaban con las vocesfrescas de los jvenes y las graves de los viejos.Son la campanilla, se hizo el silencio y en me-dio de la mayor ansiedad se oy la voz del al-guacil, que deca:

    - Barrio del centro: Ricardo Alonso.

    No era necesario sacar ms papeletas. To-dos saban que el que faltaba por nombrar erael Capitn (...).

    La ceremonia no se haba terminado todava.El alguacil abri una vieja arca de nogal y de suprofundo seno sac los uniformes de los jefes.Cada cual recibi el suyo, y adems el Capitnse posesion del bastn, el Abanderado de labandera y el soldado, de la pica. Despus laasamblea se disolvi. Los hombres se fueron ala taberna o al caf, los nios a sus juegos, losjvenes al baile, y las mujeres sentronse a lassolanas a echar un julepe o a comentar los ca-prichos del sorteo y otras muchas cosas (3).

    Contextualizado este primer acto de la fiesta, esbuen momento para sealar algunas peculiarida-des etnogrficas del perodo en que se enmarca elsorteo. En principio ello habr de servirnos para

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  • testimoniar el valioso patrimonio cultural que pose-a Silos en estas fechas navideas, aunque su im-portancia trasciende esta mera riqueza y, posterior-mente, quiz pueda servirnos como clave en la in-terpretacin global de los Jefes.

    Ciertamente, la Navidad en Silos, como en todala comarca y aun en la totalidad de la provincia deBurgos, disfrut de unos peculiares rituales festivosasociados generalmente a los mozos del municipio.Sabemos por distintos documentos que durante lasNavidades era costumbre tanto en Silos como enHortezuelos, Peacoba e Hinojar que los mozoseligieran al Alcalde de Mozos, figura burlesca ensus orgenes (4) y asociada indudablemente a lainstitucin del Reinado: junta de mozos que organi-zaba todo el acontecer festivo del pueblo desde elda de Nochebuena hasta el de Reyes (5). Encon-tramos la existencia de esta junta en 1862 en el do-cumento denominado Cuentas del Casco (6). Enl, el depositario municipal Lorenzo Molero anotaen el apartado Data el siguiente concepto: Lo pri-mero, 11 reales, 10 maravedies los mozos el dade Reyes. Y ya en el siglo XX, los libros de Conta-bilidad Municipal de 1901, 1902 y 1906 (7) sealanrespectivamente las siguientes partidas destinadasa los mozos:

    - Entregado ---, Alcalde de Mozos por loque de costumbre se d los mismos de gratifi-cacion en las Navidades, 2,59 pesetas.

    - Satisfecho los mozos de Navidades se-gun costumbre de propina como aguinaldos,130 pesetas.

    - Satisfecho Eustaquio Martinez, Alcaldede Mozos, por importe de los que se les d los mozos de navidades para una cantara de vi-no, 4,80 pesetas.

    Los expedientes de Juicios de Faltas mencio-nan igualmente la existencia de esta sociedad, pro-porcionando ms detalles sobre el cometido del Al-calde de Mozos y las actividades que desplegabanlos jvenes no casados durante las Navidades yotras festividades de renombre. As, gracias a unjuicio de 1897 en el cual se dictamina la culpabili-dad de cierto nmero de mozos de Hortezuelos porcausar lesiones al Alcalde de Mozos (8), se nos di-ce que durante las fiestas de esta aldea los mozosya estaban haciendo disparos de arma de fuego,por lo que el declarante se fue en busca de ellospara prohibirselo toda vez que era Alcalde de mo-zos. Y en otro, correspondiente a 1903 y que juz-ga la acusacin de un vecino de Peacoba contralos mozos por considerar que fueron stos quienesrompieron la noche del da de los Inocentes los

    cristales de sus ventanas, observamos que ese dala junta organiz baile y, tras l, se dedicaron a ron-dar por el pueblo con la gaita (9). Por ltimo, uncomplicado caso de desacato a la autoridad de1876 que no afecta directamente a los mozos, nosprocura abundante informacin sobre algunos ri-tuales propios del da de Reyes (10). En l, un acu-sado seala que el seis de Enero ultimo desde launa y media hasta las cuatro de la tarde estuvo enla plaza viendo rifar el ramo los mozos como escostumbre en el pueblo el da de los reyes. Estemismo vecino menciona que estuvo presente en elbaile que organizan los mozos y otro acusado se-ala que mientras los mozos permanecieron ron-dando pidiendo el aguinaldo por las casas no hoyoque se insultara nadie en las canciones ni se fal-tara en modo alguno al respeto la autoridad enellas.

    Caro Baroja, en su obra ya citada El Carnaval,dedica un apartado del captulo V al Mazarrn, an-tepasado directo del alcalde de mozos que veni-mos estudiando. Para el antroplogo e historiadorvasco, la palabra mazarrn es una metstasis dezamarrn y la figura del mismo junto al reinado queen torno a l se organiza, segn testimonios reco-gidos en las provincias de Burgos y Segovia, pre-sentaba rasgos grotescos aunque tambin otrosmenos irrisorios como la peticin de aguinaldos,presidir y mantener el orden de las fiestas, organi-zar juegos entre casados y solteros, rifar banderas,pauelos y ramos, etc.

    Como vemos, todos estos perfiles son propiosdel Alcalde y junta de mozos de Silos. Pero hayms. En la villa, el 2 de julio, durante las fiestas deNuestra Seora del Mercado, patrona de Silos, tie-nen lugar unas vistosas danzas que antao eranrealizadas exclusivamente por los mozos. Puesbien, en ellas es maestro de ceremonias la figuradel llamado en Silos zarragn, igualmente metsta-sis de zamarrn, y fiel testimonio de la existenciade este estrafalario personaje en el folklore silense.Gracias a una foto de primeros de siglo, pertene-ciente al archivo del monasterio benedictino de Si-los y publicada en la obra del padre C. del AlamoMartnez, Silos, cien aos de historia (1880-1980),podemos apreciar la apariencia de este personajeantes de su mudanza definitiva en 1959. Como ob-servamos, el zarragn es un mozo de buena edad,comparativamente mayor que los danzantes, vesti-do de la siguiente guisa: alpargatas, medias de co-lores y dibujos geomtricos, polainas hasta las ro-dillas, faja, chaleco y camisa blanca, chaqueta decolores invertidos en sus dos mitades y pauelocolorido en la cabeza. En la mano sujeta un grancrtalo con el que marca los pasos y rdenes alresto de su compaa. Esta figura, tosca y cmica,adquiere en 1959, tras el incendio ya mencionadodel ayuntamiento, una nueva traza. Jos Mara

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  • Gonzlez Marrn la describe y dibuja de la siguien-te forma: (el zarragn) lleva un gorro redondo rojoy amarillo, haciendo juego con la chaqueta y panta-ln de la misma composicin colorista, su corbatay su crtalo de sonido sordo y seorial (11).

    Cundo se transforma la figura burlona y car-navalesca del zarragn silense en el amable perso-naje actual? Cundo se traslada su protagonismode unas festividades puramente inscritas en el lla-mado ciclo de invierno a la veraniega festividad pa-tronal? De momento no tenemos respuestas a es-tas preguntas, pero baste saber por ahora que Si-los particip de lleno en el ritual navideo protago-nizado por estas asociaciones juveniles y que, entiempos desgraciadamente no datados, el zarragnfue figura principal del mismo. Con ello quiz arro-jemos la luz que nos har falta ms adelante pararastrear, si quiera conjenturalmente, los componen-tes ms antiguos de nuestra fiesta.

    La vspera: Silos en llamas

    El tercer domingo despus de Epifana, muyprobablemente de forma equivocada o inducida, Si-los celebra la festividad del Dulce Nombre de Je-ss (12). Sin embargo, ya en su vspera, podemosafirmar que la fiesta de Los Jefes adquiere su totalesplendor, al menos desde el punto de vista de laespectacularidad, en sus episodios menos marca-damente religiosos. Efectivamente, el sbado, lascampanas de la iglesia de San Pedro tocan al An-gelus y su volteo marca el comienzo del prodigiosoritual que habr de desarrollarse durante cuatro d-as.

    Ataviado de soldado de finales del XVIII, y cu-bierto con gorro cuartelero redondo sobre el paue-lo, el tamborilero, figura omnipresente en todos loseventos de la fiesta, marca con sus redobles secosy prolongados el primero de los actos de la funcinde Los Jefes: la recogida de los Jefes por parte delpueblo. Cmo se verificaba sta a finales de lacenturia decimonnica nos es descrito por el Bole-tn de Silos:

    El sabado, vispera del Dulce Nombre de Je-ss, a eso de las once de la maana, resuena eltambor de la Villa; y al oirlo, acuden presurososlos nios del pueblo, armados todos de uno odos cencerros, a cual mas ruidoso. Es hora de ira buscar a los Jefes.

    Van primero a casa del sargento, el cual, lle-vando el cuchilln y siguiendo al tambor, se diri-gen al barrio y casa del alferez. Tomando estesu bandera, sigue al sargento al barrio y casa

    del capitn que, espada en mano, marcha enpos del alferez. Asi ordenados, van a dar lavuelta al pueblo recorriendo ciertas calles deter-minadas, para presentarse al publico y anunciarla funcin (13).

    El recorrido mencionado es aproximadamenteel siguiente: desde la plaza, en direccin hacia lacasa del to Catapucho, se toma la calle que llevaal Arrabal y desde sta, por la calle de la Herrera,se llega al corraln del convento (14).

    En cuanto a la chiquillera que menciona el Bo-letn, otros testimonios son menos moderados ynos la presentan como una autntica algaraba deruido y caos. Entre ellos, es elocuente el de Prezde Urbel:

    - Aqu falta una cosa. Hay jefes, pero elejrcito, dnde est?

    As pensaba yo, cuando de repente oigo unruido ensordecedor, que me dej aturdido. Erael ejrcito que yo estaba echando de menos:una nube incontable de muchachos, que venaa colocarse al lado de los jefes, saltando, gritan-do y levantando un ruido infernal de esquilas,cencerros, cascabeles y campanillas. Habaarrapiezo que llevaba cien esquilas sobre elcuerpo. Unos las haban colgado al cuello, otroslas haban cruzado sobre el pecho y espalda,otros las llevaban en las manos, otros habanhecho de ellas una especie de cinturn, y algu-nos haba que ostentaban esquilas en la cabeza,en el cuello, en el pecho, en la cintura, en laspiernas y en las manos (15).

    Como el del tamborilero, el uniforme de los Je-fes, guardado celosamente durante todo el ao enun arca de nogal en el ayuntamiento, es el tpico demilitar de finales del siglo XVIII, a saber: rojo conbandas azules, botones dorados y una banda decolor atravesando el pecho de izquierda a derecha.El Capitn se cubre con bicornio, se adorna conestrellas y fajn de autoridad, blande espada y por-ta bastn de mando con empuadura de oro y bor-las de seda. El Abanderado y el Cuchilln llevanchistera engalanada con cintas y flores. El primeroenarbola una brillante bandera rectangular de trin-gulos rojos, blancos y morados. El segundo portauna pica colocada sobre un asta larga y fuerte de-corada con una cinta roja. Comn a todos ellos esel siguiente y curiossimo detalle: bajo sus respecti-vos sombreros, los Jefes llevan un pauelo anuda-do al estilo bandolero y/o guerrillero.

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  • La comitiva rinde visita a la comunidad benedic-tina del monasterio de Santo Domingo. En el patiollamado de San Jos, los monjes reciben a los Je-fes y su squito de nios alborotadores y vecinos.En este patio, los Jefes darn una vuelta ritual y elAbanderado se ejercitar por vez primera en sudiestra tarea de hacer tremolar la bandera. Delconvento, nuevamente hacia la plaza. Los niosbordeando (16) incansablemente alrededor de losJefes; los varones adultos envueltos en sus gravescapas castellanas, escoltando a las autoridadesfestivas; las mujeres, en fin, aclamando al desfile.Ya en la plaza, los Jefes giraban alrededor del rolloen diversas ocasiones, finalizando este primer alar-de con el que ser el viva ms entonado a lo largode la fiesta: Viva nuestra devocin al Dulce Nom-bre de Jess! (17) Concluido este primer acto, ca-rrera en el contexto de la fiesta, los Jefes son con-ducidos a sus casas en sentido inverso a comofueron recogidos. Se abre ahora un tiempo de es-pera ante lo que ser sin duda uno de los momen-tos ms emotivos y grandiosos de la fiesta. Urbeldescribe este intermedio con las siguientes pala-bras:

    Aquella tarde la gente menuda se disperspor el monte cercano. Fue una tarde de mu-cho trajn y de mucha alegra. A las cinco, sevean a las puertas de las casas grandes mon-tones de ramos de enebro, esqueno, chopo ylentisco (18).

    Y el varias veces mencionado Boletn precisa:

    Todo el camino que van a seguir (los Jefes)est iluminado con hogueras encendidas de tre-cho en trecho y en todas las bocacalles del tra-yecto; a cuyo fin, un bando del Sr. Alcalde man-da a todos los vecinos aportar lea o aliagas pa-ra la luminaria (19).

    En la plaza se levanta una pira formidable y entorno a ella se renen nuevamente los Jefes, la chi-quillera envuelta en sus cencerros y todos aque-llos vecinos que desean participar en la procesinde las antorchas o luminaria. Llegada la noche, elalguacil da fuego a la hoguera central e inmediata-mente hacen lo propio los vecinos en sus calles yplazuelas. Los Jefes, ahora montados a caballo,otorgan la licencia para que se inicie la marcha.Abre la comitiva el escandaloso bullicio de nuestrosnios/ganado (20). Tras ellos, a suave trote, los Je-fes y, custodindoles, los portadores de antorchas.Antorchas formadas por pellejos embreados atadosen el extremo de las varas de apalear los nogales(21). Cuando la procesin alcanza una hoguera, se

    detiene e intercambia con los vecinos all presenteslos consabidos vivas. Contina la marcha entre gri-tos de socorro, lamentos por la prdida del puebloy rdenes del Capitn. Hasta llegar a la plaza nue-vamente. El recorrido retoma su curso y, as, portres veces. Finalizada la representacin, tena lu-gar el baile.

    Domingo: Funcin del Dulce Nombre de Jess yCorrida de Crestas

    La vispera del Domingo 2 desps. de la Epi-fana, no se toca las doce del dia fiesta prin-cipal ni en la Parroqa. ni en San Pedro, n lanoche. El Domingo cosa de las 8 _ 9 se tie-ne en la Parroqa. la misa parroql. cantada: y lahora qe. el cura ha sealado el Sbado al Judi-cial, que vino pedirle la Misa, se toca estasolo en S. Pedro. La misa es tambien cantada yla paga la Villa (22), y vienen buscar al Cura yle acompaan los Jefes: la misa hay Ofertorio,y desps. de ella Responsos rezados en las se-pulturas, y en acabando estos, se dicen Salveso la Antifona Alma Redemptoris delante de NS del Mercado = Desps. de la Misa vienenacompaando al Cura pr. lo menos alguno deJusta. (este ao de 47 vino el Procurador LinoZorrilla con el Regidor herrero de Peacoba, yse le dio una copa de aguardte.) y los Gefes (estos no se dio nada).

    El Rosario se reza este Domingo la una yquarto en la Parroquia (23).

    El texto es el mejor documento posible paradescribir los actos religiosos del domingo. Adems,hasta el momento, es el testimonio ms antiguoque he podido encontrar en el que se mencione di-rectamente el nombre y la presencia de los Jefesen la celebracin de la festividad del Dulce Nombrede Jess. Tendremos ocasin de ilustrar otros mo-mentos de la fiesta a travs de las palabras de estetestigo de excepcin cuando abordemos los actospiadosos del lunes y martes. Adems, observare-mos en las palabras del prroco y a la vez Abad deSilos los difciles momentos por los que atravesa-ban las relaciones entre parte del pueblo de Silos yla exigua representacin monstica que qued enSilos tras el decreto de expulsin de las rdenesreligiosas dictado por Mendizbal el 23 de octubrede 1835 (24).

    Si en la maana de este domingo los oficios re-ligiosos cobraron el protagonismo absoluto de lafiesta, durante la tarde entrarn en escena de nue-vo el ritmo y los ecos de antiguos y paganos ritos.

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  • La Corrida de gallos o de crestas tena lugar aprimeras horas de la tarde (25). Atados a una sogaque une los edificios que forman la bocacalle iz-quierda de la calle de los Cuatro Cantones (26),colgaban gallos y gallinas vivos, chorizos y morci-llas y paquetes diversos cedidos por los vecinos(27). La cuerda, situada a una altura suficientemen-te alta, era manejada a voluntad por el llamado ma-yordomo o Corregidor (28), que habra de procurardificultar el xito de los participantes en la carrerasubiendo o bajando la soga a su conveniencia.Presidida por el Alcalde, se inicia la ceremonia altoque marcial del tambor, que no cesar en sus re-dobles mientras dure la corrida. Montados en caba-llos y mulos, los Jefes principian el concurso. Lan-zan sus caballeras a regular galope y al llegar a laaltura de la soga estiran su brazo con la intencinde arrancar el cuello de las aves u obtener algunode los otros trofeos. Si se lograba el xito en la em-presa, el Jefe clavaba su botn en la espada y ren-da una vuelta triunfal a la plaza entre los vtores dela concurrencia. Tras ellos, el resto de los vecinoscapacitados para la empresa realizaban idnticoesfuerzo. Cuando se cobraba un trofeo era obliga-torio realizar un donativo, recogido por el alguacil,destinado al culto de las animas (29). El Boletn esrico en este tipo de informacin.

    A pesar de un tiempo algo nevoso, todo severific como de costumbre; y las Animas delPurgatorio se beneficiaron de las limosnas, pagadas por los que habian podido coger cres-

    tas en la corrida del gallo, recogidas despuespor los encargados (30).

    El lunes los Jefes realizaron la postulacinpara las nimas, hecha de puerta en puerta(31)

    De la limosna recogida por los Jefes se hapodido hacer celebrar 16 misas por los difuntos,lo que es bastante para un pueblo pequeo ypobre (32).

    Finalizada la corrida de crestas, tena lugar ladenominada Carrera de San Antn, competicinecuestre en la que participaban todos aquellos ve-cinos capacitados para lanzar sus caballeras enun frentico galope por las heladas y pedregosascalles del pueblo. El recorrido de esta carrera era elsiguiente: saliendo de los Cuatro Cantones, los ji-netes tomaban la calle de la Cabreriza, atravesa-ban la calle de San Pedro y desde la Cadena por lacalle de Santo Domingo regresaban a la Plaza ypunto de partida.

    El escenario de la fiesta cambia de lugar. Nostrasladamos ahora al saln de la Casa Consistorialdonde el Ayuntamiento agasajaba a los Jefes conun especial convite. En las dependencias munici-pales aguardaba el pueblo la llegada de los Jefes,convenientemente vestidos de gala para la oca-sin, y de las principales autoridades del pueblo, esdecir, el Alcalde y el Juez municipal. Estos, junto alas esposas de los Jefes, realizaban el obligado tri-buto al Dulce Nombre de Jess. Tocados con el go-rro del Capitn, cada uno de los citados participan-tes daba una vuelta alrededor de la concurrencia alson del redoble marcado por el tamborilero, dete-nindose cuatro veces para pronunciar la consabi-da aclamacin de Viva nuestra devocin al DulceNombre de Jess y de Mara, correspondida conentusiasmo por la audiencia. Tras este ritual, co-menzaba el refrigerio en honor de los Jefes. Des-conocemos el tipo de alimentos que se consumanen esta colacin, si bien las cuentas municipalesaclaran el gasto que en ella se realizaba y mencio-nan algunos de los ingredientes de la misma. La si-guiente es una escueta relacin de este dispendiomunicipal en diferentes aos:

    - Ao 1862. Gastos de letanias y Dulce Nombre,42 reales (33).

    - Ao 1902. Entregado Nicolas Gil por el gastoque hizo el Ayuntamiento segun costumbre eldia de la fiesta del Dulce Nombre de Jesus conlos Jefes, 6,17 ptas. (34)

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  • - Ao 1906. Satisfecho Teodomiro Martinezpor el importe del gasto hecho de este estable-cimiento en la cena del Ayuntamiento Jefes,Comisarios y demas en la noche del dulceNombre de Jesus, 21,60 ptas. (35)

    - Ao 1934. A Benito Cruces por festejos delDulce Nombre de Jess, 20,20 ptas. A Florenti-no Cruces por festejos del Dulce Nombre deJess 20 ptas. y Palomero por identico motivo,2,70 ptas.

    - Ao 1938. A Angel Martnez, Florentino Crucesy Modesto Cruces, gasto del Dulce Nombre deJess con los Jefes, 15,90 ptas. (36)

    - Ao de 1951 (37).

    - A Domingo Martnez Garca por gasto el dade los Jefes de pasas, 195 ptas.

    - A Luis Vargas Solorzano por gasto en lafiesta de los Jefes y otras, 485,20 ptas.

    - Media cntara, 28 ptas.

    - Aceitunas, 12 ptas.

    - Media cntara, 28 ptas.

    - Sardinas arenques, 6,50 ptas.

    - Vino, una cntara, 56 ptas.

    - Florentino Cruces Garca por gasto en lafiesta de los Jefes, 73,80 ptas.

    - Vino, 36 cuartillos a 1,80 ptas., 54, 80ptas.

    - Un litro de ans, 19 ptas.

    - Gregorio Palomero por gasto en la fiesta delos Jefes, 276 ptas.

    - Gastos de la Villa, 96 ptas.

    - Por vino, 180 ptas.

    No menos llamativo es el sueldo que reciban eltamborilero y los encargados de amenizar los fes-tejos durante los das de la funcin del Dulce Nom-bre de Jess. He aqu una breve muestra del gastomunicipal por este concepto:

    Ao 1933.

    - A Placido Martinez y otro por tocar en lafiesta del Dulce Nombre de Jess como dul-zaineros, 5 ptas.

    - A Felix Septiem por pago al pastor queguard su rebao durante los dias del DulceNombre de Jess por estar tocando, 3,50ptas.

    - A Marcelino del Alamo por guardar el gana-do del redoblante durante las fiestas del Dul-ce Nombre de Jess, 9 ptas.

    Copia del recibo.

    He recibido del Depositario de fondos delpueblo la cantidad de 9 ptas. en conceptode garantes del ao 1931 y 1932 por guardarel ganado del redoblante Felix Septiem conmotivo de la fiesta del Dulce Nombre de Je-ss pagado segun costumbre mitad deltiempo que guardo el ganado que son tresdias pagando la mitad los Jefes y mitad elAyuntamiento siendo por tanto verificado dedia y medio el ao 1931 y dia y medio el 32que son razn de 3 ptas. diarias hacen 9ptas. los tres dias.

    Ao 1934. A Felix Septiem por tocar el tamborcomo viene de costumbre, 4 ptas.

    Ao 1941. A Florentino Cruces por gastos en lafiesta del Dulce Nombre de Jess y tocar el or-ganillo en la plaza, 70 ptas.(38)

    Ao 1946. Satisfecho a Moises Septiem por to-car el tambor el dia de la fiesta de los Jefes., 10ptas.

    Ao 1949. A Moises Septiem por tocar el tam-bor en los Jefes, 35 ptas. (39)

    Durante el convite que centra nuestra atencin,los Jefes gozaban de un peculiar derecho. La noti-cia me fue proporcionada hace ms de 15 aos porel ya fallecido seor Domitilo Martn Martnez y co-rroborada por la lectura de las actas municipales.Dicho privilegio, segn Domitilo, era el siguiente:slo los Jefes podan beber vino en unas copas deplata especiales para la ocasin. Aos ms tardequise conocer la realidad de esta informacin sibien lamentablemente no logr testimonio algunoentre los vecinos que verificara la certeza de lamisma. Sin embargo, al profundizar en la investiga-cin que nos ocupa pude constatar la existencia detales copas en un acta de sesiones de 30 de juliode 1984 que reza lo siguiente: Se comenta la po-sibilidad de que el anterior depositario tenga toda-va en su custodia unas copas de plata (usadas enla Fiesta de los Jefes) que pertenecan al ayunta-miento, recomendndole que en plazo inmediatosean devueltas (40). Y poco despus, en una car-peta titulada Varios, hall un recibo fechado en 20de septiembre de 1985 en el cual el depositario sa-liente haca entrega de dos copas de plata al depo-sitario entrante. Dichas copas, segn la descripcindel recibo, llevan grabadas en su parte superior la

    115

  • siguiente inscripcin: Villa de Santo Domingo deSilos, 1886, y, en su centro, las iniciales JHS (Jesu-cristo Hombre Salvador) (41). Para mayor fortuna,un nuevo documento, titulado Imbentarios de losefectos y moviliario de este Distrito municipal deSanto Domingo de Silos con espresion de los quecorresponden esta Villa. Ao de 1869, da cuen-ta detallada de gran parte de la indumentaria ydems brtulos correspondientes a las figuras delos Jefes. La importancia de los objetos y vesti-mentas incluidos en esta relacin no se reduce almero valor etnogrfico que stos poseen sino a laantigedad de las inscripciones que figuran enlas tres tazas de plata varias veces menciona-das: 1683 (42).

    Este dato, tremendamente sencillo en su expre-sin y presentacin, al fin y al cabo no es ms queuna simple fecha en una copa algo lujosa, constitu-ye sin embargo una verdadera, genuina y decisivaclave para reafirmar la exgesis que defender enel captulo dedicado a la interpretacin del comple-jo ritual de Los Jefes.

    Veamos, antes de pasar a las jornadas del lu-nes y martes, la composicin del inventario corres-pondiente al mencionado ao de 1869.

    Inventario verificado en 9 de Julio de 1869 (43)

    Lo primero tres tazas de plata de cavida de uncuartillo cada una rotuladas con el ao de 1683.

    Un vestido para el Zarragn compuesto de cal-zon, chaqueta y gorro.

    Dos cantarillas blancas con su tapa para lossorteos.

    La caja de laton de pregones.

    Efectos correspondientes la Villa

    Dos casacas buenas con galones dorados.

    Un par de charreteras buenas doradas (44).

    Otro par de id medianas id.

    Un sombrero tricornio bueno con su caja de ma-dera.

    Tres pares guantes.

    Tres casacas, tres chalecos y tres calzones bie-jos.

    Una bandera.

    Una alabarda.

    Una espada.

    Un baston de palo

    Lunes y martes: el culto a las benditas nimasdel Purgatorio

    El lunes piden al Cura los qe. llaman Comi-sarios el Rosario pa. ese mismo da, y la misapa. el martes: y desps. de las once vienen elProcurador y los Gefes buscar al Cura. Se re-za el Rosario N S del Mercado; la Letana escantada y acaba esta en el mismo Altar (el Curacon pelliz y Capa) y cantada la Salve en caste-llano y dicha la oracin se dicen se dicen lasSalves que pidan los devotos: y acabadas dejael Cura la capa, y con estola negra canta en eltumulo 4 Resps. solemnes, y desps. dice los re-zados que se paguen: y acabado todo vuelbencon el Cura los mismos que le acompaaron, yles despide la puerta en la Yglesia Parroql. simira pr. ella, la Portera. En S. Pedro se toca difuntos hoy medio da, y vuelben (a) tocar pr.la noche como el da y noche de animas.

    El martes se toca en S. Pedro cerca de las8 misa y una hora desps. vienen buscar alCura, que la canta de Requiem (si cabe), desps.4 Resps. cantados en el tumo.: rezados si lospidieran, y desps. Salves N S acabando lafuncin la puerta con un Respo. rezado pr. lasAnimas.

    Los Comisarios pagan al Cura los derechosdel Rosario y misa qe. son 20 rs. y dejan de la li-mosna qe. han recogido las misas 4 rs. qe.quieran darle. Este ao dejaron 10: y fueron Co-misr. Domo. Alamo, Marcelino Palomero y JosCarazo.

    Si cayese S. Sebastian (que en esta Yglesiaes titular, y de 1 clase) en el martes, se tiene (lo menos asi se hizo ha dos aos) el Rosario elDomingo la noche y la misa de difuntos el Lu-nes, lo que se trata antes con el Procurador pa.que todos los sepan.

    He querido detallar pr. nuevas estas funcio-nes pa. que se sepa lo que se hace en ellas, yquitar la ocasin de dudas y altercados quepuedan ocurrir qdo. las cosas no estan escritasminucisamte. El martes se da una ofrenda alCura mo. pan y 1 qllo. de vino (45).

    El contenido del ltimo prrafo muestra meridia-namente las dificultades que hubo de afrontarEchevarra durante su abadiato en un tiempo hist-rico marcado por las convulsiones polticoreligio-

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  • sas. Sin embargo, en Silos, el contencioso intermi-tente entre la abada y parte del pueblo, con losclrigos de San Pedro a la cabeza, hunde sus ra-ces en los albores del siglo XIII (46).

    En la primera mitad del siglo XIX, los episodiosms destacables de este enfrentamiento giraron entorno a dos ejes principales: con la comunidad be-nedictina an no-exclaustrada y el P. Domingo Mo-reno a su frente, la principal causa de discordia sonlos intentos del prroco de San Pedro, DomingoLpez, por cobrar los diezmos y primicias. Expulsa-dos los monjes y convertido Echevarra en abad yprroco, los conflictos surgirn por las exigenciasque los sampedristas (47) presentan a Echevarraen materia de culto, violando en la mayora de lasocasiones los derechos de la parroquia matriz enun intento por restituir la parroquia de San Pedro.En este contexto deben ser interpretados los co-mentarios que Echevarra realiza en torno a las ce-lebraciones del Dulce Nombre de Jess y otrasfestividades. Valgan como ejemplo los siguientestestimonios del propio P. Echevarra:

    Era de creer que suprimida la parroquia sehubiese calmado en el pueblo aquel ardor quele decoraba por ella, y que la gente hubiese he-cho de la necesidad virtud; pero nada menos;jamas la nombran sin la cognominacin de pa-rroquia de arriba, parroquia de San Pedro, pa-rroquia de la Villa, etc. (...).

    Desde que se suprimio la parroquia secular,los abades mis predecesores, cuidaron en cali-dad de curas propios de la parroquia monaste-rial, el que suprimida ya la de San Pedro, no secelebrasen en ella mas funciones eclesiasticasque las sealadas por el Seor arzobispo, a sa-ber: la del dulcisimo nombre de Jess, la de laVisitacin de Nuestra Seora y la de San Pedroapostol, con mas los aniversarios y misas funda-das de antiguo en ella, reducidas las primeras auna misa cantada, pero sin procesin, ni ser-mn. As estaban las cosas quando yo entre deabad el ao 1832 (...).

    Ya no se contentaron con el sermn deNuestra Seora de la Visitacin, Geronimo Mar-tinez ofreci pagar la limosna de las animas aldia siguiente del nombre de Jess, y despuesse hizo esta carga concejal, obligandose a pa-gar la limosna al postor de la taberna, o de lacarniceria, con menosprecio de lo que previe-nen las leyes sobre el particular de ramos deconsumo (48).

    El ao de 1849 no vino el Judicial pedir lamisa: tocaron fiesta los 12 del dia contra la

    costumbre: el lunes tocaron muerto mo. diacontra la costumbre: la noche antes desps.del Roso. dijeron no s qs. que en S. Po. no ha-bia mas cura qe. el Alcde. El Domingo la no-che estuvo desatinado Marceliano Martz. Are-nal, tabernero, sobre que no habia sermon (qe.no le hubo pr. qe. el Alcde. no se acordo de en-cargarle tpo. y se dispuso lo hubiese otro diaaadiendo una misa solemne pr. las Animas), ysobre si habian de tocar las camps. con licen-cia no del Cura, me aseguraron dijo los mayo-res disparates: de mana. que al ver la gente entan mala predisposicn. no quise decirles nada,pues ya antes de Reyes, y el mismo dia de Re-yes, y en que el Alcde. y tente. me confirmaronde que habia orden pa. registrar todas las ca-sas, les hable sobre el particular, qe. pr. qe.no pudieron, no quisieron, lo que creomas pr. que no atrevieron, no se puso remedioalguno.

    En los aos sigtes. pidieron la hora de lasmisas segun costumbre, po. han continuadocon el toque de campanas, y ya seria arriesgadode contradecirles atendiendo el entusiasmo conqe. . en esto pretenden (49).

    Volviendo a la cita que abre este apartado, ob-servamos nuevamente una pulcra y completa des-cripcin de los actos religiosos que ocupan estosdos ltimos das festivos. En realidad, salvo la cenacon la cual los Jefes despiden el ritual, ambos dasestn plenamente consagrados al culto de los di-funtos. Sin embargo, el retrato de Echevarra esdemasiado fro y oficial, alejado de cualquier emo-cin y sentimiento (50), siendo la realidad de estosoficios muy diferente a la que nos presenta el abadde Silos. Los testimonios siguientes expresan conmayor emotividad el carcter de estas ceremonias.

    El lunes al anochecer, Rosario por las ani-mas con la letania cantada en procesin, alter-nando los cantares con el sonido lugubre deltambor enlutado y de las campanas mediavuelta. Esta ceremonia produce un efecto sor-prendente que impresiona la muchedumbreque llena el templo (51) .

    Haba una bandera multicolor y los jefes lle-van unos trajes, as..., como de Napolen, sa-bes?, con levitas y trajes de pingino, con mu-chos colorines en la espalda. Y otra cosa queimpresionaba mucho era el toque seco del tam-bor en la procesin por la iglesia, el da de lasAnimas. Tan en silencio y slo aquel tan-tan-tan... (52).

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  • El lunes, da de nimas, haba rosario en laIglesia de San Pedro; los jefes para esta ocasinse vestan de luto, y la bandera en esta oportu-nidad la lleva el capitn y cada uno de los otrosdos la toma de una cinta negra que pende decada lado de la bandera mientras el tamborsuena llevando el comps de las letanas en la-tn (53) .

    Un ao tras otro y siempre me ocurra lomismo. Es como cuando cantamos la Peregri-na, sabes? Comenzaban las letanas y el tam-bor, y entonces te corra algo por el cuerpo quete emocionaba. Eso hay que sentirlo (54) .

    (El lunes) en San Pedro, a la noche, el Ro-sario. Letania, procesin, Salve y cuatro respon-sos junto a la tumba cantados por todo el pue-blo y por los Dominguitos, cuyas voces de so-prano siempre llaman la atencin. Luego el to-que de animas, durante la noche, como el diade los difuntos, y por fin la misa de Requiem,con cinco responsos (55) .

    Yo era muy pequeo, no s, a lo mejor cin-co o seis aos. Entonces, claro, lo que a m nose me olvidar nunca es la oscuridad de la igle-sia y aquel sonido del tambor y el susurro de lagente rezando las letanas... Yo creo que me da-ba algo de miedo aquello y, sin embargo, fjate,no quitaba la vista de encima (56) .

    El dieciocho por la tarde acudia el pueblo arezar el Rosario en la mencionada ermita de SanPedro, y despues hicieron alrededor de ella latipica, lugubre e imponente procesin que tantoimpresiona al presenciarla (57) .

    Con la cuestacin efectuada por los Jefes elmartes por la tarde por las casas del pueblo y lacena que reuna en casa del Capitn al Cuchilln,Abanderado, tamborilero y sus respectivas muje-res, concluye la fiesta de Los Jefes y con ella ladescripcin densa de todos y cada uno de los ritua-les, oficios religiosos y civiles, que componen estemosaico festivo, abigarrado y heterogneo. Tiempoes, por tanto, de arriesgarnos a ofrecer una expli-cacin del complejo, confuso y sorprendente elen-co de elementos que configuran la fiesta.

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  • Captulo III

    LOS JEFES: UNA SOLA FIESTA O VARIAS CE-LEBRACIONES?

    El hbito de atribuir toda costumbre de aire raroal tiempo de los moros es y ha sido comn en todaEspaa.

    Julio Caro Baroja, El Carnaval.

    El burgo de Silos es el resultado del privilegioreal otorgado por Alfonso VI en 1096/1098 al abadFortunio. Por l, el propio abad y los monjes del ce-nobio benedictino obtienen la potestad para esta-blecer colonos junto al monasterio, en el lugar quedeseen (58).

    La muerte de Santo Domingo de Silos en 1073va a suponer para la futura villa una autntica edadde oro durante los siglos XII y XIII. En efecto, latumba del Santo de Caas se convierte en el prin-cipal punto de peregrinaje de la pennsula habidacuenta de la fama de taumaturgo y redentor decautivos del abad silense. Silos crece demogrficay fsicamente. Junto a los vecinos castellanos habi-tan sus tres barrios principales pobladores venidosde Francia, gascones y normandos, y otros oriun-dos de tierras hispanas, singularmente navarros ycatalanes. Las minoras tnicas judeo-mudjarestambin contribuyeron a dibujar el perfil humanodel burgo.

    En lo material, Silos se dota de murallas y uncastillo, erige diversas iglesias y ermitas (San Pe-dro, San Pelayo, Santa Luca y San Juan) y cons-truye dos hospitales (Doa Constanza y La Magda-lena) y una leprosera (San Lzaro).

    La actividad econmica se diversifica. As, juntoa las labores tpicamente rurales (ganadera, agri-cultura, explotaciones montaraces y apicultura) ad-vertimos una larga serie de oficios y ocupacionesespecficas de un ncleo humano importante y conrasgos urbanos. Silos fue centro comercial de enti-dad tal como atestiguan dos clusulas del segundofuero, concedido en 1135 a Silos por Alfonso VII,especialmente consagradas a la proteccin de losmercaderes locales y forneos (59). Diversos tex-tos nos hablan de paeros, cuchilleros, herreros,pelligeros, alfayates, ballesteros, curtidores queocupan un barrio extramuros denominado Las Te-neras, monederos, carniceros, zapateros, moline-ros, etc. (60)

    El sector servicios est tambin ampliamenterepresentado en Silos. Como uno de los centros re-ceptores de peregrinos de mayor importancia de la

    pennsula, Silos hubo de proveerse de una vastared de albergues y hospederas capaz de acoger alos miles de romeros, devotos y penitentes queacudan al sepulcro de Santo Domingo. El denomi-nado barrio Castellano, y posteriormente su pro-longacin hacia el norte del burgo, situado a lo lar-go de los muros de la abada, constituy el princi-pal foco donde se ubicaron las posadas y meso-nes que atendan la numerosa demanda. La au-tntica medida que refleja el alcance de la activi-dad hotelera de Silos nos la proporcionan docu-mentos como las siguientes ordenanzas municipa-les de 1536 (61):

    Ytem, que de tres en tres meses, la justicia yregimiento bisite por su persona los mesonesque vbiere en la dicha Villa e les haga tener ca-mas limpias e con las ropas e otras cosas quesean menester para que los huespedes que alos dichos mesones binieren sean bien resedi-dos e ospedados e los establos con sus puertase cerraduras e los pesebres tan altos e bien en-derezados que no puedan subir puercos enellos ni derramarse la cebada e paja que en elloestubiere e los arnelos no muy ralos e las medi-das concertadas y afinadas e, ansimismo, leshagan tener tabla de lo que vbieren de llebar alos dichos huespedes por la posada e por lasotras cosas que les dieren en parte donde sepueda ber y leer, sopena de 200 mrs., la mitadpara la camara de su sennoria y la otra mitadpara los propios de la dicha Villa y que ansi mis-mo probean que en los dichos mesones no ten-gan gallinas.

    La preeminencia de Silos en lo demogrfico yeconmico dentro del contexto de la Castilla del si-glo XIII propicia su nombramiento como cabeza deuna de las recin creadas merindades reales (62).Y, en fin, un reconocimiento ms a su ilustre carc-ter es la adquisicin del ttulo de Villa, con su Alfozy aldeas sufragneas (63).

    Queda claro, pues, que no es hasta bien entra-do el siglo XII cuando Silos puede considerarseuna poblacin propiamente dicha, no existiendo an-tes villa de importancia alguna en el lugar donde seerige actualmente el pueblo.

    Sabemos, no obstante, que en tiempos de Fer-nn Gonzlez el coto del monasterio de San Se-bastin de Silos inclua dos pequeas villas, SanJusto de Silos y Santiago de Silos, y que en vidade Santo Domingo se form una pequea pueblaalrededor del cenobio que ira paulatinamente cre-ciendo, especialmente a raz de la muerte del abadrestaurador, conforme la abada incrementaba sucondicin de centro de peregrinacin. Conocemostambin cmo las dos pequeas aldeas de SanJusto y Santiago y el cenobio de San Sebastin de

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  • Silos hubieron de padecer los terribles efectos delas razzias que sobre aquella zona del norte delDuero llev a cabo el lugarteniente de Almanzor,Orduan. Precisamente, una de las razones que ins-piran al monarca castellano Fernando I a enviar aSanto Domingo a Silos estriba en el estado de rui-na en que se hallaba el convento de San Sebastincomo consecuencia de los ataques musulmanes.Todo ello nos conduce a pensar que en la leyendaque explica la fiesta de Los Jefes existe un substra-to histrico innegable relacionado con los ataquesmorunos que hubieron de padecer las poblacionescercanas al viejo cenobio de San Sebastin. Perotambin nos autoriza para afirmar que Silos, comovilla, es decir, como entidad demogrfica y legal-mente constituida, no exista cuando acontecieronaquellos sucesos y que para cuando alcanz elrango de tal, los ejrcitos moros ya haban sido ex-pulsados de la frontera del Duero.

    A partir de este reconocimiento, la fiesta de LosJefes se presenta, a la luz de la investigacin reali-zada en el archivo municipal de Silos y en la biblio-teca de la abada de Santo Domingo, como uncomplejo mosaico de rituales de muy variado ori-gen, naturaleza y significado. Lo cual quiere decirque junto a elementos de una considerable anti-gedad y de una confusa procedencia (el sacrificiode animales, el fuego ritual, la representacin delcaos) actan componentes claramente identifica-bles, algunos de ellos con poco menos de 200aos de existencia (indumentaria de los Jefes, divi-sin poltico-administrativa de la villa).

    Se hace necesario, pues, identificar y analizarcada uno de estos rituales y cada uno de los ingre-dientes a ellos asociados para, a continuacin, ha-llar una explicacin plausible a la forma y al porqu de su vinculacin a la fiesta. Lo cual, lgica-mente, nos obliga a reconocer un principio, una ba-se. O lo que es lo mismo, una primera fiesta o rituala partir del cual se produce el sumatorio que en-gendra a Los Jefes.

    Fiestas de Invierno

    La villa de Silos, al igual que sus aldeas, conthasta mediados del siglo XX con numerosas fiestasy rituales pertenecientes al denominado ciclo de in-vierno. Este ciclo, en expresin de numerosos fol-kloristas, historiadores, etngrafos y antroplogos,abarca mltiples celebraciones que tienen carac-tersticas comunes muy notables, y asociacionessimblicas muy claras, que nos hacen pensar enun substrato comn para las mismas (64).

    El substrato comn al que aluden los autores dela cita no es otro que el conformado por las anti-

    guas formas rituales anteriores al cristianismo quecelebraban el cambio estacional ligado al decreci-miento de la actividad solar y a su nuevo renacer.Efectivamente, agrupadas en torno a los das mscortos y fros del ao, en una poca en la cual lanaturaleza parece dormitar y los hombres se reco-gen, las fiestas de este ciclo estn cargadas de unmarcado simbolismo cuyo sentido parece ser el dela regeneracin y preparacin para el ao recinnacido, propiciando con ello el nuevo comienzodel ritmo vital que culminar con el renacimiento dela Naturaleza en Primavera (65). El cristianismo,con su fabulosa capacidad de sincretismo, lograrcristianizar durante los siglos III al VII la mayor par-te de estas festividades, asocindolas bien a deter-minados santos bien a la dos principales celebra-ciones del ciclo, la Navidad y el Carnaval (66). Sinembargo, esta labor de apropiacin por parte delcristianismo no logr ser completa, permaneciendoen numerosos rituales posos de su antiguo origen,elementos que sorprenden por su escasa vincula-cin con la simbologa cristiana y que no son sinoel substrato comn al que nos referamos al princi-piar esta seccin.

    Caro Baroja en su seminal obra El Carnaval y,recientemente, los autores del libro Espaa: fiesta yrito. Fiestas de invierno, nos presentan en ordena-da sucesin los principales rituales y smbolos deeste ciclo que, como tendremos ocasin de apre-ciar, tambin figuran entre los elementos caracte-rsticos de la fiesta silense de Los Jefes. Menciona-dos componentes seran los que a continuacin secitan:

    1- Representacin del caos, ruptura con el ritmode vida cotidiano.

    2- Carreras de gallos.

    3- Ruido, gritos.

    4- Ritos funerarios, evocacin de los muertos.

    5- Fuego, hogueras, pellejos encendidos.

    6- Hombres disfrazados de animales, otros dis-fraces.

    7- Eleccin de autoridades burlescas, persona-jes estrafalarios.

    8- Danzas.

    En Silos, de todos los rituales invernales queexistieron nos interesa centrarnos en los corres-pondientes a la Navidad y, ms concretamente, enlos protagonizados por el mocero y sus asociacio-nes. Como ya apuntaba en el captulo II, con moti-vo de las fiestas navideas los mozos del pueblo,con su alcalde a la cabeza, corran con la respon-

    120

  • sabilidad de organizar las principales diversionesde esas fechas. Pues bien, en la figura del alcaldeo rey de mozos encontramos, al decir de algunoseminentes etnlogos, con Julio Baroja a la cabeza,al descendiente directo de estrafalario zamarrn(tambin mazarrn, zarragn o zagarrn). Quiz se-an las localidades de la montaa leonesa dondemejor se expresa esta idea (67).

    El padre Csar Morn, que fue un folklo-rista competente, describi las zanfarronadasde la montaa de Len propias del Carnaval(...). Comnmente los das de Carnaval enaquella zona los chicos y mozos de los seisa los veinte aos eligen un zafarrn que esel que manda durante ellos. Va vestido conpieles, la cara la tapa con una piel de cabri-to con agujeros para la boca y los ojos, secalza de abarcas para correr ligero, se colo-ca una pretina alrededor de la cintura parameter mucho ruido...

    Ello quiere decir que con anterioridad a la cele-bracin cristiana de la Navidad, probablementeexistieron otros rituales propios de la estacin in-vernal que contaban entre sus protagonistas con lapresencia de este personaje burlesco e irreverente(68), el cual con la cristianizacin de estas celebra-ciones paganas fue suavizando su primitiva perso-nalidad y esencia (69). En el caso de Silos, ya seha dicho, fue tal la transformacin que no slo se lepriv de todo antiguo significado sino que inclusose traslad su marco de actuacin, pasando de serun actor invernal a un protagonista de las estivalesfiestas en honor de Nuestra Seora del Mercado,patrona de Silos.

    Mi hiptesis, para comenzar a dar cuerpo a laexplicacin que aqu se quiere dar de la fiesta deLos Jefes, es que en Silos, como en muchos otrospueblos del mismo entorno cultural, existi una pri-mitiva fiesta pagana en torno a las actuales fiestasnavideas que encerraba en su desarrollo muchosde los elementos que contemplamos actualmenteen Los Jefes, tales como el ruido, el fuego, el cultoa los muertos, etc., si bien stos se expresaban deforma harto distinta en origen y posean un signifi-cado igualmente bien diferenciado al actual. En di-cha fiesta participaba un personaje crucial, en Silosdenominado zarragn, que encarnaba el espritu dela inversin y el estilo antiesttico propio de estascelebraciones de invierno. Por su similitud con pa-rientes tales como los bobos de San Leonardo yCasarejos, el mazarrn de Villanueva de Carazo, yotras variantes del zamarrn existentes en puebloscomo La Revilla, Hontoria del Pinar, El Burgo, etc.,podemos establecer que el zarragn de Silos y lasdanzas que en la actualidad se interpretan el 2 de

    julio en honor de la patrona del pueblo pertenecie-ron inicialmente a la fiesta invernal con la que veni-mos especulando.

    Verdaderamente, tanto la indumentaria del za-rragn como las danzas que ejecutan hoy en dalos nios de Silos guardan un paralelismo asom-broso con los tipos de mazarrones que conocemosy las danzas que tienen lugar en los pueblos antescitados. As, bobos, mazarrones y toda suerte deencarnaciones de este personaje visten de formasimilar: llamativa vestimenta arlequinada de colo-res chillones, gorro de militar de campaa y alpar-gatas; mientras que las danzas, especialmente lasde San Leonardo y Casarejos (San Blas, San Ilde-fonso), presentan los siguientes parecidos con lasde Silos:

    1.- Son, como stas, danzas de paloteo y de casta-uelas y tambin cuentan con las denominadas delCordn y de La Rueda.

    2.- Se ejecutan al son de la dulzaina y el tamboril ysiguiendo los versos de las mismas canciocillasque se conocen en Silos. En Casarejos, por ejem-plo, entonan La Via y El Fraile:

    Tengo una via

    en Cantalapiedra,

    tengo la mala,

    tengo la buena,

    pa podar,

    pellizcar y andar.

    Aquel fraile, aqul,

    el de las mangas anchas

    no quiere dormir,

    si no es con las damas

    de Valladolid.

    Mientras que en San Leonardo de Yage sonvarias las estrofas que coinciden con la de Silos.

    121

  • La Fuentecita, La Via y El Fraile son tres buenasmuestras que corroboran esta afirmacin.

    Fuentecita, mana y mana

    y coger,

    que me est esperando mi amor

    y tardar.

    Tengo una via

    en Cantalapiedra;

    tengo la mala,

    tengo la buena

    por podar

    Policarpo andar.

    Aquel fraile, aqul,

    el de las mangas anchas,

    no quiere comer.

    Que coma o que no coma,

    Palo y soga con l. (70)

    3.- Participan todas ellas, al margen de lo acertadoo incorrecto de la tesis, de un origen comn que lasasocia con antiguas danzas guerreras celtibricasy/o con rituales encaminados a estimular la fertili-dad de la Naturaleza (71).

    El culto a las Animas se halla ntimamente vin-culado a las fiestas de invierno. La geografa espa-ola se encuentra inundada de celebraciones que,principiando en Navidad y terminando con los Car-navales, incluyen en su desarrollo algunos actosdedicados a la comunidad de los difuntos del pue-blo. La tnica ms comn es ver a las distintas Co-fradas o Hermandades de Animas solicitando li-mosnas por todas los hogares del lugar. Estas li-mosnas tendrn como objetivo sufragar los gastosque ocasionan las misas ofrecidas por la salvacinde las Benditas Animas del Purgatorio.

    Los rituales funerarios, reducidos con el cristia-nismo a los actos litrgicos, constituyeron una afir-macin colectiva de la vida frente a la muerte, desuerte que la mayora de ellos fueron asociados afiestas y actos ldicos que resaltaban la indiferen-cia hacia la muerte y reafirmaban la voluntad deseguir viviendo. El ser humano, adems, asume la

    realidad mortuoria a travs de ceremonias y smbo-los al tiempo que tambin procura regular la rela-cin entre los vivos y los muertos mediante los ri-tuales adecuados. Ello le permitir vivir en paz. Lamuerte, como principal rito de paso, tiene asociadaa s el concepto de trnsito al igual que ocurre conel ciclo invernal que nos ocupa. En ambos casosestamos en presencia de la profunda confianzaque el hombre tiene depositada en las ideas de re-nacer y de cambio: tras el ocaso de la vida (en to-das sus manifestaciones) surge con resplandor ybro el nacimiento de la nueva vida. El hombre, aje-no a esta mecnica, debe sin embargo estimularlaa travs de sus correspondientes ritos. Uno deellos es el ritual asociado al mundo de los muertos.

    En Silos, el papel que juegan en la fiesta de LosJefes los actos dedicados a la Animas es de unaconsiderable magnitud. Ya vimos, al tratar el desa-rrollo de la misma, como prcticamente tanto el lu-nes como el martes estaban consagrados a lasAnimas, bien a travs de las cuestaciones que ha-can los Jefes por ellas como por medio del rosario,la misa de difuntos y el toque de campanas.

    Como procurar hacer con cada uno de los ele-mentos propios de nuestra fiesta, voy a presentar acontinuacin una celebracin profundamente rela-cionada con el culto a las nimas y que tiene espe-ciales puntos de coincidencia con Los Jefes. Setrata de la Fiesta de las Animas de Cadalso de losVidrios, en Madrid. Coincidente con las principalesfechas del Carnaval, es decir, desde el sbado an-terior a la Cuaresma hasta el Mircoles de Ceniza,en la maana del domingo el Tamboril va a buscara los tres Capitanes, cada uno de los cuales poseeuna insignia caracterstica (bandera, bastn y cor-dones). Tras la misa, la comitiva formada por estastres autoridades y el acompaamiento se dirige decasa en casa solicitando un donativo para las Ani-mas del Purgatorio. Por la tarde tiene lugar el re-voloteo de la bandera de Animas en el cual puedeparticipar todo aquel que lo desee tras entregaruna limosna para la causa (en Silos este acto loocupa la carrera ecuestre bajo las viandas quecuelgan de la soga que sirvi para colgar los ga-llos). La fiesta prosigue el lunes y el martes con fu-nerales por los difuntos y ya el Mircoles de Cenizatienen lugar las corridas de gallos y la meriendade las tortillas a la que acuden los Capitanes y elsacerdote.

    Ciertas similitudes podemos observar tambinen Villafranca de los Caballeros, en la provincia deToledo. Durante los Carnavales, los Mayordomosde Animas, Capitn y Abanderado, recorren las er-mitas del contorno acompaados del tambor y ha-ciendo bailar la Bandera de Animas. Con lo recau-dado se sufragan las correspondientes misas porlas Animas.

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  • Sin abandonar definitivamente el culto a las Ani-mas, voy a presentar un nuevo elemento propio delas fiestas de invierno que en Silos tiene igualmen-te un marcado protagonismo. En realidad, como sever, son dos componentes encarnados en un solovehculo, por lo que su separacin se har tan slocon fines exclusivamente analticos y explicativos.Me estoy refiriendo al ruido que provocan los niosde Silos cuando, disfrazados como corderos y ove-jas y cargados de multitud de cencerros, recorrenen estampida una y otra vez las calles del pueblodurante la representacin del incendio que asol alcasero.

    He dicho que no abandonamos del todo el cultoa la Animas puesto que algunos especialistas se-alan que el ruido est ligado con el sentido fune-rario de estas fechas, o al menos con el propio delos perodos de trnsito (72).

    Como en Silos, el ruido adquiere una expresinrtmica en ciertas famosas cencerradas. Concre-tamente, durante la fiesta del Zangarrn de Sanzo-les del Vino (Zamora) los quintos tocan sin cesarlas esquilas y cencerros atados a la cintura o sim-plemente en las manos... (73).

    En Navarra, la vspera de Reyes se tocaban to-do tipo de instrumentos y objetos para alcanzar elmximo ruido y alboroto (...). Inmediatamente des-pus de comer, salen los nios con sus campani-llas, esquilas y cencerros atados a la espalda (...).Despus de cenar, saldrn los mozos vistiendo suardilaru (piel de oveja), sobre la que armarn suscencerros (74).

    Como se aprecia en el caso de Silos y en losejemplos propuestos, la ejecucin de ruido se rela-ciona intensamente con otro de los rituales tpicosde las fiestas de invierno: la inversin. En este ca-so se trata de aquel tipo de inversin mediante lacual los hombres adquieren forma animal, concre-tamente de ganado lanar (75). Sin embargo, no esarriesgado pensar que tales ovejas tuviesen en untiempo anterior a la cristianizacin de la fiesta unaapariencia diferente y, sobre todo, otro cometidobien distinto al actual. Podemos especular que stefuera esencialmente petitorio como ocurra la vs-pera de Reyes en el municipio de Santesteban(Navarra) donde los nios, vestidos con pieles decordero y cargados de cencerros, recorran las ca-sas del pueblo pidiendo los aguinaldos, lo mismoque en Asturias, donde adems de los guirrios,nombre que reciben estos zamarrones, tambinacompaaban al grupo el tambor y el Capitn, stecon traje militar, plumero y galones en el gorro (76).Puede ocurrir, sin embargo, que tuvieran una finali-dad muy propia del tiempo de Carnaval, cual esmolestar y causar fastidio, y entonces nos recorda-rn a los pastores que por tierras de Santander ce-lebran la fiesta llamada de la Vijanera o Viejanera

    (Viejo Ao). El da 31 de diciembre, ataviados conpieles de ovejas y cencerros, los pastores de algu-nas aldeas santanderinas corren, saltan y se agi-tan como posedos de furiosa locura, produciendoa su paso un ruido atronador e insoportable duran-te todo el da (77). O como en el caso de los mo-zos de Poza de la Sal, en Burgos, quienes el Jue-ves de Todos, ataviados como venimos refiriendo,golpean las puertas de las casas del vecindariocon las trallas que todos ellos portan (78). Por lti-mo, no debemos descartar la finalidad amorosa deestos personajes, tal como sucede en el maragatopueblo de Rabanal del Camino (Len), donde loszamarrones, vestidos con pieles de oveja y acom-paados de la dama, salen a rondar la noche deNochevieja (79).

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    Prosiguiendo por este muestrario de elementoscomunes a los ritos de invierno, nos encontramoscon el fuego. Su presencia, en las ms variadasformas, es prcticamente universal y sus connota-ciones, tanto paganas como cristianas, fcilmentededucibles. En el primero de los casos representasobre todo la magia propiciatoria de la nueva luz, lainvocacin de un sol que muere y nace en estasfechas aunque tambin apunta connotaciones re-generadoras y purificadoras, mientras que en elcontexto cristiano encarna la figura de Cristo comola luz redentora del mundo (80).

    En Silos, el fuego se nos presenta tanto enforma de hoguera como de antorchas formadaspor pellejos. De esta guisa tambin aparece enalgunos pueblos navarros, en los cuales los mo-zos, portando estas luminarias, recorren el pue-blo gritando: Erre pui erre; qumale el culo al aoviejo (81).

    Por su parte, los vecinos de Navalvillar de la Pe-la (Badajoz) tambin levantan hogueras en las ca-lles de su pueblo durante la celebracin de su pe-culiar fiesta: La Encamis. Dicha fiesta tiene, comoen Silos, uno de sus momentos ms emocionantesla noche vspera de San Antn, cuando las hogue-ras establecidas por todas las calles del pueblo seencienden al unsono y entre el repique de campa-nas y el estruendo de los cohetes, el abanderado,el tambor y multitud de jinetes recorren ceremonial-mente por tres veces las calles del pueblo. Cuandola comitiva llega a una hoguera se detiene y entonalos gritos de Viva San Antn y Viva San Fulgencio,siendo contestada fervorosamente por el grupo devecinos congregados en ese fuego. La Encamisse celebra, al decir de los vecinos, para conmemo-rar la victoria de los cristianos sobre lo moros parael control del pueblo, pues en aquella ocasin los

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  • vecinos se disfrazaron y galoparon por las callesdando vueltas al pueblo para dar la impresin deser superiores en nmero (82).

    La festividad de San Antn es propicia para lacelebracin de carreras de animales. El insigne fol-klorista Casas Gaspar ha querido ver en estas ca-rreras rplicas de las que tenan lugar en el mundoantiguo. En su obra Ritos agrarios. Folklore campe-sino espaol (1950), seala que stas tenan comoobjetivo propiciar las fuerzas de la Naturaleza dadoque desde sus orgenes habran estado vincula-das a ritos en honor de las divinidades agrarias, ycon ellas se pretenda favorecer mgicamente elcrecimiento de los cereales, regenerando la fertili-dad natural. Esta relacin entre el cereal y los ca-ballos se muestra muy bien en la mitologa griega;la Diosa de la cebada, Demter, deseada por Po-seidn, huye en figura de yegua, y es en esta ima-gen como el Dios la posee (83).

    Con indiferencia de lo acertado de esta interpre-tacin, lo cierto es que dicho ritual, conocido preci-samente como Carrera de San Antn, es una piezams del complejo e intrincado mosaico que es lafiesta de Los Jefes. Una fiesta que no deja de sor-prendernos por la acumulacin de componentespropios de ese substrato comn con el que inici-bamos nuestro anlisis pues, en efecto, hasta aho-ra van encontrando acomodo en ella todos aque-llos elementos que, de uno en uno, aparecen enotras fiestas y son su marca de identidad. De modoque Los Jefes se nos presenta, al igual que el Car-naval, como una compilacin de todos los rasgostpicos de las fiestas de invierno. Efectivamente, elmismo diagnstico que Caro Baroja otorga a lafiesta de Carnestolendas o Carnaval (84), podemosaplicrselo nosotros tambin a nuestra fiesta. Y esen esta concentracin de ceremonias y ritualesdonde reside el gran valor etnogrfico y culturalde Los Jefes al que me he referido en otras ocasio-nes (85).

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    La tesis expuesta en el prrafo anterior se ve re-frendada si tenemos en cuenta otro nuevo rito pro-pio de las fiestas de invierno que habr que sumaral rico patrimonio ritual de Los Jefes. Me refiero,obviamente, a la Corrida de Gallos.

    Para Baroja, esta ceremonia puede relacionarsecon una de las siguientes interpretaciones simbli-cas del gallo: la indogermnica, que encuentra eneste ave la representacin de la vida y la expulsinde la muerte y otros males; o la cristiana, que pro-cura ver en el gallo y su muerte el castigo de la gu-la y de la lujuria. Por la primera, los participantes

    en su sacrificio se imbuiran de las cualidades delanimal; por la segunda, se estara en condicionesde entrar puro y limpio en una decisiva etapa delcalendario cristiano: la Cuaresma.

    Algo similar opinan los autores de Espaa. Fies-ta y rito, aadiendo adems el valor clsico del ga-llo como smbolo solar, con lo cual el ritual podravalorarse como la muerte del ao viejo (el sol vie-jo) para propiciar el nuevo (86).

    Luis Daz Viana, por ltimo, es quiz el autorque ms con detenimiento haya estudiado las fies-tas de gallos en Castilla y Len y tambin el quems imgenes simblicas ha extrado de la figurade los mismos, sumando a las ya mencionadas lavisin del gallo como encarnacin de la autoridadmasculina y paterna, por lo cual el rito no sera sinouna inversin autorizada del orden establecido alser generalmente mozos y mujeres quienes danmuerte a estos animales (87).

    Condes, franciscanos, turcos y franceses

    Aceptada la idea de la existencia de una primiti-va fiesta perteneciente al denominado por los etn-grafos Ciclo de Invierno o de Carnaval y mostrn-donos de acuerdo con la hiptesis de que tal fiestatuviese en sus orgenes un marcado carcter paga-no que slo la tenacidad de la iglesia catlica con-sigui modificar con el paso del tiempo, es momen-to para interrogarnos acerca del tipo de mudanzaque experiment aquel complejo ceremonial reple-to de rituales paganos. Es decir, conviene conocercon precisin, para la comprensin aproximada delcarcter que adquiri Los Jefes, qu ocurri paraque aquella primigenia fiesta adoptara la leyendamora para justificarse, qu realidades constatablesacontecieron para que a ella se incorporara unadevocin como es la del Dulce Nombre de Jess yqu explicacin encontramos para responder de laindumentaria militar moderna de los Jefes y su intri-gante pauelo guerrillero.

    Contestar a estos y otros interrogantes no es ta-rea fcil. O mejor dicho, es hasta cierto punto ase-quible presentar una serie de hechos histricos,perfectamente datados y documentados, que pro-bablemente guarden relacin con nuestra fiesta.Sin embargo, lo realmente difcil es hacerlos enca-jar sin resistencias y artificialidad en el todo que re-presenta la fiesta de Los Jefes. Pues ciertamente,los acontecimientos y datos que a continuacin pa-so a describir mantienen entre s una nula o escasarelacin, tanto por su distancia en el tiempo comopor su desigual naturaleza. En unos casos hablare-mos de guerras o batallas, en otros de religiosidady, en fin, en otros ms de administracin municipal.

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  • Cada uno de ellos, separadamente, parece explicarun fragmento, una porcin de la fiesta y, sin embar-go, todos juntos son incapaces de dar cuenta glo-bal de la misma.

    Como quiera que la aclaracin definitiva de estedilema no est a mi alcance, propongo una va dis-tinta de acercamiento al problema. En definitiva,sugiero describir individualmente cada uno de loshitos histricos relacionados con la fiesta, demos-trando al tiempo cmo explican un parcial aspectode la misma.

    De acuerdo con este plan, procedamos cronol-gicamente.

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    El historiador Miguel Vivancos recoge en una desus obras el siguiente documento (88).

    26 de junio de 1306. N 308 (307). Privile-gio por el cual Fernando IV acuerda eximir ala villa de Silos del pago de impuestos, sal-vo moneda forera e martiniega.

    ........................................... por que losmoradores de Santo Domingo fueron corri-dos e robados en la guerra que passo; eotrosy, por que ercaron la villa a su costa ea su mission; e por el dao que reibieron eneste alboroo que se agora fizo de don Die-go e de sus fijos e de don Johan Martinez(89); e por la gran cabea que tenian de losmios pechos que non podian complir, e sehermava la villa; e por que es mi serviio quela villa se pueble e vaya cabo adelante, eque se non yerme nin despueble, que seriamio desseviio, etc.

    dada en Burgos, veynte e seys dias de ju-ni, era de mill e treszientos e quarenta e qua-tro aos.

    Otros dos benedictinos, el historiador francsFrotin y el espaol Agustn Ruiz, mencionan ensus obras respectivas el episodio citado por Vivan-cos, es decir, el asedio que sufri la villa de Silos ysu monasterio a principios del siglo XIV por partede la nobleza de Haro y Lara. Conozcamos primeroel texto de Frotin (90).

    Les troubles qui, malgr lenergie de la r-gente Mara de Molina, avaient signal lespremires annes du rgne de D. Ferdinand,se firent particulirement sentir Silos etdans les environs. Parmi les puissantes fami-

    lles alors en pleine rvolte contre leur souve-rain, se signalait celle des Lara, dont les ch-teaux forts dominaient la contre et que sonunion avec Diego de Haro, seigneur des pro-vinces basques, rendait encore plus redouta-ble.

    Malgr un si dangeroux voisinage, la villede Silos demeura fidle la cause du roi et,pour se mettre labri dun coup de amin, sehta de restaurer ses vielles murailles. Maisla partie tait trop ingale, et elle dut payerpar de durs sacrifices sa rsistance aux fau-teurs de la guerre civile. Bien que nous neconnaissions pas dans leurs dtails les con-squences de cette fire et gnreuse attitu-de, les privilges accords par D. Ferdinand Silos, titre de compensation, nous ap-prennnet que le bourg fut plusieurs fois sac-cag. Bon nombre dhabitants, chasss parla misre, durent mme abandonner leur fo-yer.

    Finalmente, ste es el testimonio de AgustnRuiz (91).

    Diz que andando los primeros lustros dela decimocuarta centuria esta villa, de ciertaimportancia comercial, mantuvo enhiesta labandera por la causa de Mara de Molina, laRegenta de Castilla, contra los condes deHaro y de Lara. Por aquellas calendas escierto que andaban vivaqueando en los con-tornos del pueblo los soldados del turbulentoconde D. Diego de Haro. Se oan sus trom-petas y el viento ondeaba las banderas enlas cimas de los montes. Campaban sus mili-tes en las posiciones acotadas de la villa ydel abad, sin respeto ni cumplimiento de lasfranquicias que les concedieron los reyes.

    Temase que los seores se adueasendel pueblo y de las tierras agregndolas asus estados. Pero gobernaba entonces elmonasterio un abad feudal, que hizo uso delos derechos levantando levas de gente ar-mada para oponerse a los desmanes y peli-gros que amenazaban al vecindario. Con loshombres ms valientes, animosos y ufanosde las franquicias otorgadas por los ltimosmonarcas, organiz emboscadas e incursio-nes a los campamentos de los condes rebel-des, y simulando repetidamente la existenciade un ejrcito disciplinado en la villa, sali ahacer guerrillas hasta los campamentos con-dales, y mand construir torres y puentes fle-cheros que pudiesen resistir a ejrcitos bienagrupados.

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  • D. Fernando Ibez fue este abad bata-llador (1301-1324). Se opuso tambin a li-cencias que permitieran en las posesionesde la abada los frailes franciscanos deNuestra Seora del Paraso, un antiguo con-vento de monjas benedictinas que sus ante-cesores codiciaron a los frailes menores, conla carga de ejercer el apostolado en la feli-gresa. Queran stos, y empezaron a edifi-car, un convento dentro del pueblo; los favo-recan los cannigos de San Pedro, adminis-tradores de un hospital de Silos; mas a todassus pretensiones atac aquel prelado, el se-or de Mamolar, como se llamaba en los do-cumentos, viniendo este ttulo de los abadesque le precedieron. La villa de Silos todavarememora cada ao, el tercer domingo deenero estos simulacros de luchas y de-fensas armadas del pueblo, celebrando lafiesta de los Jefes. Unos vecinos, sacadospor suerte, pasean marcialmente por las ca-lles vestidos de soldados a la antigua usan-za, dando vivas a los dulces nombres de Je-ss y de Mara. Coralos, enfervorizada, lavecindad. Los frailes franciscanos convirtie-ron esta fiesta cvica en otra religiosa y esta-blecieron adems la Cofrada encargada depropagar la devocin a los Dulces Nombres.Recuerda tambin el pueblo y conmemoraen esta ocasin las invasiones que sufricon la entrada de las tropas napolenicas ylas luchas en Salas de los Infantes y Retuer-ta, dos batallas libradas en las inmediacio-nes de la villa por nacionales, carlistas e isa-belinos.

    Como podemos comprobar por los tres textos,la batalla acontecida al principiar el siglo XIV entrelos vecinos y la abada de Silos y los nobles de Ha-ro y Lara aun siendo una realidad histrica innega-ble, tambin es cierto que nos es desconocida ensus principales detalles. No sabemos, por lo tanto,cmo se desarroll la misma ni quin fue el verda-dero triunfador, por lo que las palabras de AgustnRuiz suscitan el siguiente interrogante: adapta elhistoriador los acontecimientos de aquel episodioblico a la fiesta de Los Jefes o realmente existie-ron los simulacros con los que sali victorioso elvecindario de Silos?

    De ser cierta la segunda de las hiptesis, es de-cir, la resistencia silense basada en una inteligentey astuta maniobra de sus habitantes concebida porel abad Fernando Ibez, el corolario con que ter-mina Agustn Ruiz su texto sera perfectamente ve-rosmil. Efectivamente, en principio y ante la inexis-tencia de ningn tipo de intercesin divina en la ba-talla, la celebracin que conmemora la salvacinde la villa adquiri un exclusivo carcter civil. Solo

    dos largos siglos despus y debido a la actuacinde los franciscanos de Silos, la fiesta tomar el ca-riz religioso que presenta en la actualidad. Este fe-nmeno es de trascendental importancia, pues nose limita exclusivamente a explicarnos la presenciadel componente piadoso encarnado en la devocinal Dulce Nombre de Jess sino que tambin puedeconstituir el detonante de la cristianizacin definiti-va de todos los ritos paganos que se celebraran enSilos durante la Edad Media al incorporar ntegra-mente en una sola festividad aquellos rituales jun-tamente con la conmemoracin de la victoria sobrela ambicin de la nobleza o, como veremos a conti-nuacin, sobre el enemigo de la cristiandad por an-tonomasia durante los siglos XIV y XV: los turcosdel poderoso Imperio Otomano. Ahora bien, fue-ron tambin los franciscanos quienes introdujeronla leyenda mora como justificacin de la nacientefiesta?

    Antes de aventurar cualquier respuesta a seme-jante interrogante, conozcamos con algn mayordetalle la actuacin franciscana

    En la Iglesia parroquial de S. Pedro exis-ti desde 1569 la Sociedad o Cofrada delNombre de Jess al objeto de reprimir lablasfemia de cuyas reglas o Estatutos con-srvase copia en el Archivo Parroquial. Esten latn. Procedentes de S. Francisco hayahora a los lados del altar de S. Martn dosbuenas tablas o pinturas sobre tela de losdos grandes apstoles franciscanos de ladevocin al nombre de Jess en el siglo XV:San Bernardino de Siena (+ 20 de mayo de1444) que renunci varios obispados queEnrique IV le ofreci (mitra por distintivo le-ma : In nomine Jesu omnia verba locutussum). Fue canonizado por Nicols V, seisaos despus de su muerte (1450).

    La otra tabla recubierta de tela, pintura defines del s. XV o principios del XVI, es deJuan Capistrano, de origen italiano, que consu predicacin en Moravia, Turingia, Baviera,etc., excit a los pueblos a pelear contra losTurcos, consiguiendo por sus oraciones laprodigiosa victoria de Belgrado, contra Ma-homez II (1456); muriendo a las pocas se-manas. Lleva por insignia una Cruz Alta, encuyo derredor cuelga el lema: Apprehenditedisciplinam nequando iras catur Dominus.

    Tragronse estas tablas de la iglesia deS. Pedro a la de S. Sebastin para que estu-viesen ms seguras en Julio de 1927. Silos,14 de enero de 1928. Mateo del Alamo.

    Las dichas dos tablas flamencas se ha-llan hoy a los lados del altar de S. Martn. En

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  • octubre de 1928 se las colocaron unos mar-cos (92).

    Dos elementos de este texto nos conducen acontestar positivamente a la pregunta formuladaanteriormente a la par que refuerzan la tesis turcacomo posible interpretacin de Los Jefes. En pri-mer lugar, el cometido principal de la Cofrada:combatir la blasfemia. Si nos detenemos a reflexio-nar qu personajes se muestran en el imaginariopopular de aquellos tiempos como mximos expo-nentes de la blasfemia, como ms proclives a la in-juria y la ofensa contra Jesucristo, su Madre y losSantos, sin duda alguna convendramos que talessacrlegos no son otros que los moros. Pero ade-ms, en segundo lugar, si nos centramos en las fi-guras de los ilustres franciscanos retratados y pre-sentes en San Pedro, hallaremos en ambos dos in-teresantes rasgos de su personalidad: la devocinque profesan al Dulce Nombre de Jess y su activaparticipacin en la lucha contra los musulmanesturcos. Estas circunstancias encajan perfectamentecon la proposicin ya referida que otorga a los fran-ciscanos la autora de la nueva fisionoma de lafiesta, cristianizndola definitivamente al consa-grarla al Dulce Nombre de Jess y dotarla de unaexplicacin convincente a la par que atractiva paralos sentimientos populares de los silenses del mo-mento. Y es aqu donde entran en juego las cle-bres tazas de plata y su trascendental inscripcin.Efectivamente, si tenemos presente tanto la fechade la fundacin de la Cofrada del Dulce Nombrede Jess como la correspondiente a la grabacinde las tazas, advertimos una diferencia entre am-bos guarismos de tan solo algo ms de un siglo,tiempo no demasiado excesivo para el completoproceso de sincretismo, asimilacin y consolida-cin del naciente ritual. Hablar de un siglo al tratarde la tradicin, repito, no es sinnimo de eternidadsino, muy al contrario, ms bien refleja un tiempoprudencial y necesario para que un hbito, en estecaso festivo y fruto de tradiciones anteriores, cobreentidad en torno a un nuevo acontecimiento dignode recuerdo y celebracin y capaz de aglutinar lavariedad y disparidad de aejas festividades.

    La referencia que en el texto anterior se hacede la batalla de Belgrado, un hito histrico y reli-gioso de singular relevancia para la cristiandadeuropea de la Alta Edad Media, abre el caminopara esta nueva, arriesgada y ms totalizadora hi-ptesis: pueden ser Los Jefes una celebracin,impulsada por los franciscanos de Silos, que con-memora tan sealada victoria? Partidarios existende esta tesis (93).

    Aceptada, o al menos tenida en cuenta, estaconjetura, estaramos en presencia de un plantea-miento similar al expuesto cuando argumentamos

    en torno a las luchas abada-nobleza como epicen-tro de unas celebraciones que, procedentes de tra-diciones culturales distintas y distantes en el tiem-po, supieron apiarse en torno a un concreto leitmotiv.

    De modo que en el curso de un siglo, dos episo-dios blicos, el local del primer tercio del siglo XIVy el internacional de mediados del XV, nos ofrecentanto su condicin de explicacin de la fiesta comosu capacidad aglutinante de dispares e inconexosrituales festivos.

    Y tras ellos, la siempre eficiente labor de la reli-gin catlica en pos de la cristianizacin de cuantoresquicio de paganismo sobreviviese en el universoldico, sandunguero y gozoso de las gentes y pue-blos espaoles.

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    El largo perodo que transcurre desde la funda-cin de la Cofrada del Dulce Nombre hasta la fe-cha de las primeras fotografas que conservamosde la fiesta (sobre 1920) es muy parco en noticiassobre Los Jefes. Salvo las conocidas referenciasque hace Rodrigo Echevarra, nada sabemos de lasuerte que corre nuestra festividad: si sta dej decelebrarse o decay en alguna fase de su existen-cia; si sufri algn tipo de transformacin o conocicualquier forma de prohibicin o censura de todoso alguno de sus elementos; o, en fin, si concurrien ella alguna clase de acontecimiento digno de re-saltarse.

    Sea como fuere, lo cierto es que de dicha fechason las fotos conservadas en el monasterio bene-dictino de Silos, algunas publicadas en la obra dedel Alamo citada varias veces, que nos presentan,por un lado, la indumentaria militar de tipo decimo-nnico de los Jefes y, por otro, las imgenes demoros que tan buen argumento han supuesto paralos defensores de la leyenda mora de la fiesta.

    Gracias a la colaboracin del padre bibliotecariode la abada silense, Lorenzo Mat, se ha podidodescifrar el misterio de estas segundas fotos. Alconstituir sus negativos placas de cristal con la re-ferencia grabada en su parte posterior, se ha logra-do constatar que se trata de dos fotografas perte-necientes a la fiesta del Judas de Lerma que en laSemana Santa de 1920 fue representada en Silos(94).

    La cuestin de la indumentaria es, sin embargo,tan real como curiosa. A qu se debi el cambiode las originales prendas de los Jefes y dems par-tcipes de la fiesta por los uniformes militares, lospauelos de resonancias guerrilleras y las capas y

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  • chisteras de los llamados comisarios? La combina-cin de este rasgo peculiar de la fiesta con la expli-cacin mora de sus orgenes no es exclusiva deLos Jefes. Un repaso por la geografa festiva deEspaa nos proporciona un amplio mosaico defiestas y rituales que presentan idnticos atributos.Tomemos del mismo algunos ejemplos caractersti-cos.

    Los moros se vestan a lo africano y loscristianos con el traje del da, con un ramode flores en el sombrero. El alfrez y el sar-gento iban con casaca y sombrero de tres pi-cos con bandas de seda cruzando el pecho yel capitn llevaba un traje magnfico a la anti-gua usanza espaola. (Fiesta de moros ycristianos de Biar, Alicante) (95).

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    Se celebra el 20 de agosto en honor de laVirgen de la Cabeza. La soldadesca se ca-racteriza por la vistosidad de los uniformes,armas y estandartes multicolores que lucenambos bandos: moros y cristianos, sea en suseccin de caballera o de infantera, stacon trajes de gala al estilo napolenico.

    Pero ms que de soldadesca, podramoshablar de alarde (primitivamente, recuento

    de gente armada) que se acometa previa-mente a la batalla. Tal se deduce de la exhi-bicin en el ondear de las banderas ajedre-zadas. (La soldadesca de Iruecha, Soria)(96).

    Un joven, a quien eligen capitn esquien, junto a su compaera la capitana,preside todos los actos festivos del pueblo.Viste un uniforme militar del siglo XVIII, concasaca y galones y sombrero bicornio.

    Un da al ao, justamente el 23 de junio,se rene el Ayuntamiento y elige capitnentre los mozos... Inmediatamente el elegidose pone en sus manos la bandera..., unapercalina blanca cruzada por franjas oscu-ras. Y se le viste de uniforme, probablemen-te procedente de la francesada: levita depao con hombreras, pantaln blanco y som-brero bicorne de jefe de 1830. (Ambos tex-tos relativos al Capitn de Fras, Burgos)(97).

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    Mi amigo el entonces secretario del ayun-tamiento de Torralba (Navarra) me comunicverbalmente el da 16 de agosto de 1942 losdetalles que siguen acerca de esta festividad(San Juan). Existe en el pueblo una cofradade San Juan y, el da del santo, siete de loscofrades con viejos arcabuces salen al cam-po donde se supone que en otro tiempo seasent el vecindario. Aparece all entoncesotro cofrade, vestido a manera de moro, alque denominan Juan Lobo. Lo persiguendurante un trecho hasta darlo alcance: en-tonces lo atan y sobre un caballo lo llevan ala plaza en medio de las pullas y del escarniogeneral. All lo juzgan y le leen la sentenciade muerte, y fingen cumplirla a lanzadas. Se-gn mi comunicante, aseguran en Torralbaque con esta funcin se recuerda la derrota,prisin y muerte infringidas a un caudillo mo-ro que en una poca asolaba la regin (...)(98).

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    Haba en Pina (de Ebro, Zaragoza), al pa-recer, una cofrada que era la que organiza-ba la fiesta (El Alarde de San Juan). A lastres de la tarde del da anterior se celebra-ban vsperas, a las que asistan el clero, elmayordomo y los sargentos y abanderadosde la cofrada de riguroso uniforme, esto es,

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  • con casaca de la poca de Carlos III, calznajustado, zapato, sombrero apuntado, espa-dn y alabarda los sargentos que son cuatro,llevando en el centro al de la bandera.

    La explicacin de la costumbre, segn laque el alarde y dems prcticas, se celebranen Pina de Ebro, en conmemoracin de ha-ber expulsado a los moros del barrio de laparroquia mediante cierta estratagema enque usaron de un toro de lidia para atraer laatencin de aqullos, no pasa de ser una le-yenda localizadora (99).

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    En varios pueblos de la provincia de Se-govia, como Valseca, Prdino, Zamarramala,etc., practican un festejo semejante al de Si-los al objeto de recaudar la ofrenda paraalumbrar al Santsimo durante el ao. La es-cuadra o compaa es doble, una de casa-dos y otra de mozos; la fiesta la celebran elda del Rosario (Nuestra Seora). Los doscapitanes, los abanderados y los dos cabos,vestidos con sus mejores trajes van a reco-ger en casa del Sr. Cura las insignias queconsisten en dos bastones de mando queusan los capitanes, dos banderas y seis ala-bardas de distintas formas, cuya antigedades acaso de tres cuatro siglos.

    A presenciar la entrega asisten las autori-dades del pueblo. Los abanderados, empe-zando por el casado, hacen ondear el pen-dn o bandera con gran fuerza y rapidez so-bre las cabezas de los asistentes. Custodianlas banderas los de las alabardas; y despusde esta ceremonia el tamboril bate marcha yla procesin cvica entra en el