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FONDOS DOCUMENTALES ALFONSO CASOInstituto de Investigaciones Antropológicas / UNAM

Archivo histórico, legado vivo

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Con el uso de distintos soportes como son los muros de cuevas, rocas, papiro, códices o libros, el ser humano ha plasmado, a través de la historia, ideas, emociones y acontecimientos para mantener el saber y, muchas veces, legitimar su existencia. Sin embargo, en la actualidad una gran variedad de documentos, como los ya mencionados códices, legado de las civilizaciones mesoamericanas, apenas han “sobrevivido” al acecho de los hongos y al inexorable paso del tiempo. Sea en museos, bóvedas o fondos, dicho acervo se ha preservado.

De tal modo, la salvaguarda de documentos es importante no sólo porque mantiene los materiales, sino también porque permite que el conocimiento trascienda, la memoria que allí reside lo lleva a la posteridad mediante su cuidado. Así, se puede acceder a fuentes primigenias, testimonios e interpretaciones.

En la actualidad, abundan archivos de todo tipo, desde el antropológico hasta el institucional, los cuales tienen una labor fundamental en el resguardo de los principales documentos que contribuyeron en descubrimientos o

eventos trascendentales en la historia. Entre otros, se puede mencionar el hallazgo de la tumba siete de Monte Albán, en Oaxaca, el 9 de enero de 1932, realizado por el doctor Alfonso Caso.

Por tal motivo, para los profesionales de la archivonomía, la biblioteconomía, la historia y para los investigadores en general, pertenecientes a los principales centros de estudio, el manejo de documentos se ha vuelto ineludible. Particularmente, la UNAM cuenta con una amplia gama de ellos, pero en el rubro de las ciencias y las humanidades resulta de gran relevancia, el que preserva el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), que lleva por nombre Archivo Histórico Alfonso Caso.

Así, el Fondo Documental del IIA, alberga los archivos personales de científicos sobresalientes en las distintas ramas de la ciencia antropológica. Entre otros están, el del ya nombrado Alfonso Caso y los de Pedro Bosch-Gimpera, Juan Comas, José Luis Lorenzo Bautista y Eduardo Noguera Auza, por citar algunos. El legado de cada uno varía según sus estudios y líneas de

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investigación, pero abarca desde diarios de campo, mapas, facsimilares de códices, fotografías, negativos, hemerografía, dibujos, sobretiros, cartas, hasta placas de vidrio.

La historia del Fondo Caso se remonta al año de 1989, cuando la familia del reconocido abogado y arqueólogo donó su archivo al Instituto de Investigaciones Antropológicas, durante la gestión de la directora, la Dra. Maricarmen Serra Puche. No obstante, el proceso para que se exhibiera implicó un minucioso trabajo que, además, involucró un escrutinio de los demás Fondos ya existentes.

En entrevista con los encargados del Archivo Histórico del Instituto, la Lic. Alicia Ascención Reyes Sánchez y el Lic. José Luis de la Rosa Ramírez, relataron cómo surgió el Fondo Caso; cuáles son las labores que realizan para mantener el material; el incalculable valor que éste posee; y qué representa trabajar en dicho lugar.

De acuerdo con la historiadora y el archivónomo, este surgió tras la donación del fondo documental de Alfonso Caso, en 1989. Tales “documentos representaron el primer donativo al IIA; aunque ya se contaba con más Fondos, específicamente de los fundadores del Instituto como Bosch Gimpera, Juan Comas y Eduardo Noguera, pero no se tenía un lugar exclusivo para su disposición”.

“Esos fondos estaban en las bodegas de arqueología, pero dado que la familia de don Alfonso puso la condición de tener el legado en un sitio especial, el Dr. Jaime Litvak King, encargado de la biblioteca en ese momento, decidió que había que traer todos los

archivos de la bodega al área actual, y que se empezaran a trabajar. Al principio estaban todos revueltos, en cajas de archivo muerto, en las bodegas, entre los tepalcates”, narran Alicia y José Luis.

El sitio destinado, que desde el 27 de agosto de 2009 cuenta con el certificado del Archivo General de la Nación como un archivo histórico, se encuentra junto a la Biblioteca Juan Comas, en el llamado “piso amarillo”. El área del Fondo Caso se conforma por tres cuartos, los cuales se encuentran “distribuidos de una forma para que el clima sea lo más benigno posible”.

La primera estancia es amplia, contiene dos escritorios de trabajo, uno para cada encargado, con su respectiva computadora, un ordenador para uso de los usuarios, mesas en las que se pueden consultar los documentos que, en esta sección principal, se encuentran acomodados sobre anaqueles y dentro de cajas de polipropileno. Es aquí donde se muestran los Fondos y colecciones de cada investigador.

En la segunda sala, ubicada lateralmente, hay varios anaqueles y estantes donde se encuentran las fotografías, los mapas y el Archivo de Indias. Contiguamente está otro aposento, el de limpieza, sólo que allí aguardan decenas de cajas de cartón, sobre estantes, con los Fondos que a diario se trabajan para su próxima exhibición. Así, todos los rincones del sitio destacan por su pulcritud y orden.

La consulta del material, entonces, se vuelve más factible, aunque dicha operación, en la que quedan listos los documentos, es el culmen de un minucioso trabajo, derivado de todo un proceso que, como señala Reyes Sánchez, “va desde lo físico hasta lo

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intelectual”. En ese mismo sentido, de la Rosa Ramírez detalla que “para organizar un fondo debes empaparte del personaje, saber qué hizo, su historia, para saber qué documentación vas a encontrar y cómo la vas a organizar”.

Alicia refiere que “es como un rompecabezas porque cuando un personaje, desafortunadamente muere, la familia, cuando dona sus documentos, no tiene un orden, todo lo revuelven en cajas. Aquí se arma el rompecabezas, a veces se encuentran documentos de un estudio que se hizo en los 50, en una caja, y cinco cajas después se vencuentra el otro, hay que empezar a unir la información, a armar los expedientes”.

Además, “debemos identificar los datos precisos. Por ejemplo, hay fotos que no traen ninguna nota, entonces hay que buscar en internet, en los documentos de trabajo personal y, a veces, pedirle ayuda a los investigadores”.

Entonces, la labor comienza con la donación del acervo y su aprobación. Así, el procedimiento de admisión implica una valoración, es decir, se debe cumplir con el requisito de que la temática sea de índole antropológica, “para que sea de utilidad en dicho campo del conocimiento”.

De tal modo, la siguiente etapa lleva a la bodega del

Archivo Histórico, la cual se sitúa en la parte inferior de la biblioteca. Tras la valoración antropológica, en la bodega se hace una segunda revisión documental. Explica José Luis que “hay que identificar lo que tenemos, qué hay en esas cajas, qué viene, sean informes, cartas, recibos, notas, cuadernos, fotografías, periódicos, revistas o libros”. Resulta sustancial destacar que desde la bodega, se busca preservar los documentos, para ello se cuenta con un termohidrómetro, un purificador, un extractor y un deshumificador.

Cuando ya se tiene la identificación, posteriormente se hace una estabilización del material, “porque ha estado por años con polvo, eso ayuda a que no haya insectos nocivos”, continúa el archivónomo. “Ya que se ubican cuántas cajas hay del personaje, se sube al cuarto y se hace otra limpieza, una limpieza más profunda. Se estabiliza nuevamente. Todo se limpia con aspiradora, se tienen un extractor y un purificador”.

De ahí prosigue una clasificación que consiste en separar y empezar a armar expedientes de fotografías, periódicos, revistas o sobretiros. Le sigue una clasificación por años, por área de conocimiento, por institución, y otra ordenación de los expedientes. “Armas tus series, el epistolario, tus informes y las colecciones para, finalmente, hacer un inventario y poner los documentos a la disposición de los usuarios”.

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La labor que realizan en el Archivo Histórico es ardua, por eso resulta indispensable la coordinación entre Alicia y José Luis, quienes a diario eligen un Fondo, cada uno, y lo trabajan para el armado constante de expedientes. Recientemente trabajaron con mayor ahínco en la reunión del tomo II del libro de Historia de Oriente, versión 1970, de Pedro Bosch-Gimpera, el cual está en proceso de publicación para que salga el siguiente año, en el marco del 40 aniversario luctuoso del investigador.

Asimismo, retomando el proceso de salvaguarda de los archivos, los técnicos académicos matizaron que “la protección va por niveles: el primero, se trata de los fólders; el segundo, de las cajas de polipropileno y el tercero, le corresponde a la estantería”.

El financiamiento para comprar el material se consigue, esencialmente, de forma externa, es decir, gracias al soporte de asociaciones con las cuales se han gestionado diversos proyectos, debido al reducido presupuesto de la Universidad. Se trata de la asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México (ADABI) y a la española Apoyo al Desarrollo de los Archivos Iberoamericanos (ADAI).

Esto se debe a que “el material de archivo es bastante caro”. Por ejemplo, “las cajas de polipropileno, especiales para conservar textos y fotografías, valen 133.00 pesos cada una, aproximadamente, pero es lo mejor que puede haber”, indica el archivónomo.

El objetivo principal de los Fondos Documentales del IIA, de acuerdo con José Luis, es “conservar los documentos, hacer el tratamiento de organización, preservarlos y ponerlos a la consulta”. Eso “ayuda a la divulgación y se va creando conciencia para que los investigadores

vean este trabajo y, en un futuro, cuando se tengan que retirar o jubilar, cedan su acervo. Además, hay que mencionar que todo instituto, centro o facultad genera su propio archivo”.El valor que el Archivo Histórico posee va más allá de los miles de documentos resguardados, su valía se basa en la trascendencia, en la posibilidad que ofrece de trabajar con los archivos de insignes científicos que contribuyeron, con sus estudios e interpretaciones, en el estudio antropológico.

En consecuencia, Alicia Reyes acentúa lo siguiente: “a la vez que se preserva la Historia, por medio de los documentos se revive, renace cuando es conocida, cada vez que es consultada”.

No obstante, aunque todo parezca solemne y de naturaleza científica, el lado sentimental persiste porque, dice Reyes Sánchez, “te encuentras cada historia, cosas íntimas que casi nadie sabe, vas conociendo a los personajes, te vas involucrando con su archivo y, por medio de sus documentos, te vas encariñando con ellos”.

Un caso que a la historiadora le impresionó mucho es el de unas cartas que se “colaron” del Dr. Alfonso

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Caso, dirigidas a su esposa, doña María Lombardo. Del autor de El Pueblo del Sol “se tiene la imagen de un arqueólogo, científico, muy parco, berrinchudo y hasta cortante, pero al leer esas cartas tan amorosas, te da otra dimensión del personaje, te da la dimensión humana”.

El archivónomo de la Rosa comenta que es “muy interesante el vínculo que se puede hacer entre los fondos, la conexión entre personajes; hay mucha correspondencia de Caso con Bosh, con Comas o con Noguera. De allí empiezas a enlazar, entre fondo y fondo, las correspondencias, para enterarte de sus informes, investigaciones, descubrimientos o comentarios de ciertas teorías”.

Los encargados del Archivo coinciden en que la mejor recompensa que tienen es ver reflejado lo que realizan en los trabajos de los usuarios, por ejemplo, en una tesis, un artículo o una nota donde mencionen que

emplearon información de los diferentes fondos. “Eso es lo importante, que la información fluya, que no se quede en una caja de cartón por 40 o 50 años”.

Finalmente, los técnicos académicos establecieron lo que significa para cada uno trabajar en el Archivo Histórico del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Para Alicia Reyes, “es una delicia”. “Para mí, como historiadora, es un agasajo trabajar con los documentos, porque son las fuentes de primera mano y te das cuenta de muchas cosas que no están en las historias oficiales. Además, el hecho de rescatar documentos y dejarlos para siguientes generaciones, para la posteridad, es muy gratificante”.

Asimismo, para José Luis, “es un gusto enorme”. “Es lo que me gusta hacer, es para lo que estudié, mi profesión, no me visualizo en otra cosa. Lo mejor es cuando viene algún usuario y utiliza una foto o un documento, es una gran satisfacción, es lo que le da sentido a mi trabajo”.

RealizóHugo Enrique Aguilar Ángeles