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FACTORES CONDICIONANTES DEL COMPORTAMIENTO ELECTORAL EN LAS ELECCIONES REGIONALES Y MUNICIPALES 2014 EN LOS DISTRITOS DE ANDAHUAYLAS, SAN JERONIMO, TALAVERA, PACUCHA Y SANTA MARIA DE CHICMO – PROVINCIA DE ANDAHUAYLAS.

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FACTORES CONDICIONANTES DEL COMPORTAMIENTO ELECTORAL EN LAS ELECCIONES REGIONALES Y

MUNICIPALES 2014 EN LOS DISTRITOS DE ANDAHUAYLAS, SAN JERONIMO, TALAVERA, PACUCHA Y SANTA MARIA DE

CHICMO – PROVINCIA DE ANDAHUAYLAS.

I. EL PROBLEMA

1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Al crecer la población crecen la necesidades y tipos de necesidades, el trabajo de los partidos y movimientos l regionales y locales se vuelve mas arduo, muchos entran en la desesperación de recurrir a las estrategias electorales que se les ocurra, pero ¿causaran los efectos esperados en la población? ¿los candidatos actuales son lo que espera o idealiza la población? en este caso de los distritos en estudio de la provincia de Andahuaylas, esto nos lleva a preguntarnos ¿qué factores llevó a la población de estos distritos a votar por uno u otro candidato?. Para poder así comprender el comportamiento electoral de la población en estudio. Hemos visto el grado de desigualdad social, con independencia del tamaño de la participación electoral, tiende a expresarse en ella a través de un mayor desequilibrio de la participación en detrimento de las clases bajas. Asimismo que en situaciones de alta pobreza y desigualdad, como en el caso de Andahuaylas, gran parte del electorado percibe las elecciones no tanto como un acto a través del cual se transmite un mandato político, sino como un intercambio de productos y favores, fenómeno que se conceptualiza con el término de clientelismo o incluso en muchos casos con resignación política.

Quizás las campañas electorales conociendo estos factores puedan tener campañas electorales mas eficaces y eficientes.

2. PROBLEMA

¿Cuáles son los factores condicionantes del comportamiento Electoral de las elecciones regionales y municipales 2014 en los distritos de: Andahuaylas, Santa María de Chicmo, San Jerónimo, Talavera y Pacucha - Provincia de Andahuaylas?

3. OBJETIVO GENERAL:

Identificar qué factores condicionan el comportamiento electoral de las elecciones regionales y municipales 2014 en los distritos de: Andahuaylas, Santa María de Chicmo, san Jerónimo, Talavera y Pacucha - provincia de Andahuaylas.

4. OBJETIVOS ESPECIFICOS:

Verificar si las estrategias electorales clientelistas utilizadas por políticos y brókeres de los partidos y movimientos regionales condicionaron el voto.

Definir la influencia que ejerce el liderazgo carismático del candidato sobre el voto del elector Andahuaylino.

Verificar si las características predominantes de organizaciones políticas influyen en el voto del elector.

Comprobar como el nivel de instrucción influye al momento de emitir el voto.

II. MARCO TEORICO

1. ANTECEDENTES

Para esta investigación se procedió a tomar diferentes libros que comprenden nuestras dimensiones: clientelismo político, liderazgo carismático, organizaciones políticas y nivel de instrucción, entre nuestros antecedentes hemos tenido en consideración tesis, artículos y libros de diferentes autores que nos hablan sobre los temas ya mencionados.

En primero lugar para el caso de liderazgo carismático, Jose Carlos Rojas Medrano con su documento de investigación “Construyendo estabilidad y éxito en una democracia sin partidos: el caso de Chim Pum Callao” publicada en junio del 2015; en este libro nos habla aparte de la decadencia de los partidos nacionales y el nacimiento y crecimiento geométrico de los movimientos regionales y locales, también no habla sobre la interacción entre clientelismo y liderazgo carismático. Si bien el clientelismo puede darse en partidos que no cuentan con este tipo de liderazgos, éste facilita en gran medida la agregación de las preferencias de dirigentes y grupos con intereses diversos, unidos por la creencia en sus cualidades extraordinarias así como por la necesidad de maximizar sus beneficios electorales. Teorías del comportamiento electoral y algunas de sus aplicaciones escrita por Murilo Kuschick Ramos, en el presente artículo tiene por objeto demostrar, a partir del análisis de resultados de diferentes encuestas de opinión y de diferentes elecciones llevadas a cabo en México, que al existir en el país procedimientos democráticos que ofrecen a los votantes varias posibilidades de elección, es posible utilizar hipótesis y teorías que se construyeron sobre las modalidades de decisión del elector estadounidense para explicar la conducta electoral de los mexicanos.

Nos llaman y entramos: Los modos de participación en el espacio rural: Cusco y Apurímac, escrita por Ladislao Landa Vásquez que se publicó el año 2014 en la cual nos habla que uno de los obstáculos de participación en este caso en zona rural, es el clientelismo político, donde a la vez el criterio es tratar de comprender el clientelismo como un fenómeno de intercambio entre los dirigentes y la población.

La tesis de diego Alonzo Salazar Morales con su tesis “FUNCIONA EN CAMPAÑA, FUNCIONA EN EL GOBIERNO” ESTRATEGIAS ELECTORALES CLIENTELISTAS Y DISTRIBUCIÓN DE RECURSOS PÚBLICOS EN PUNO Y AYACUCHO 2010-2014. Publicada en el año 2014; en esta tesis el autor estudia las diferentes estrategias clientelistas utilizadas por estos dos gobiernos en mension tanto en campaña electoral como en gestión, y como los brókeres compiten en campaña para así tener poder en gestión y pues efectivamente eso es lo que se ve en la realidad.

Mauricio Zavaleta en su libro Coaliciones Independientes: reglas no escritas de la Política Electoral, publicada el 2014; nos habla del comportamiento de los políticos en la participación de movimientos regionales y no en partidos políticos y por qué optan inclinarse a los movimientos regionales que los movimientos políticos y porque la decadencia de los partidos nacionales y el auge de los movimientos regionales y locales, esta investigación es de mucha importancia para la investigación ya que estamos tomando como dimensión partidos y movimientos regionales y locales.En la misma línea el libro “Colapso de los Partidos Nacionales y auge de los partidos regionales. Las elecciones regionales y municipales 2002-2010, escrita por Manuel Seifert Bonifaz publicada el año 2014. Que nos habla de cómo en las elecciones regionales y municipales del 2010 el escenario cambio drásticamente y quienes dominaron en la escena política fueron los movimientos regionales, mientras los partidos en ámbito local pierden escena.

Conger, J. A. (1989). The charismatic leader: Behind the mystique of exceptional leadership. California: Jossey-Bass Publishers.

2. BASES TEORICAS

 El comportamiento electoral es uno de los aspectos centrales que se investigan de la cultura política en la presente investigación. Por ello, lo siguiente es abordar las teorías del comportamiento electoral, para así tener una base teórica a partir de la cual se analiza el comportamiento electoral de los ciudadanos de los distritos de: Andahuaylas, Santa María de Chicmo, san Jerónimo, Talavera y Pacucha - provincia de Andahuaylas.

2.1 Teoría sociológica, Columbia ó Cleavages. 

Esta teoría corresponde históricamente con la primera línea de estudios basados por encuestar por muestreo en los estados unidos en la década de 1949, que se identifica con los planteamientos de la Escuela de Columbia", por su origen en la universidad norteamericana del mismo nombre. El iniciador de esta corriente es el científico social Paul Lazasfeld.

la idea principal de este enfoque teórico e que el elector es un ser social, cuyas opiniones y opciones políticas se forman a partir de las relaciones sociales (contactos y conversaciones interpersonales) que establece con los demás miembros de los grupos a los cuales pertenece o está adscrito de manera más o menos permanente. De esta manera la estructura social condiciona la formación de y pertenencia a grupos y comunidades sociales (de clase religión o grupo étnico), los cuales a partir del proceso de socialización y de la convivencia cotidiana, ejercen una influencia directa en la configuración de las orientaciones políticas de las personas.

Esta teoría, según Roche (2008), resalta la importancia de la integración social como elemento motivador de la participación política. Sus propuestas se construyeron sobre las investigaciones realizadas en materia de:

Influencia de los medios, principalmente de prensa y radio. En la toma de decisión de los electores, concluyendo que el mayor peso

para la decisión está motivado por su sentido de pertenencia hacia un grupo en particular: familia, trabajo, religión y lugar de residencia.

           

Otra teoría parecida es la que Valles (1990) denomina como modelo de determinación socio histórica, donde “el voto es más un acto colectivo que una preferencia individual, donde esta preferencia individual es resultado de la pertenencia a un grupo definido por determinadas características socio históricas: clase, religión, etnia, lengua, etc.” (p. 197).         

Sáez (1998) habla de las teorías del voto determinado por la estructura social, la cual enfatiza la importancia de los factores socio estructurales como variables explicativas del comportamiento electoral. Los grupos sociales pueden diferenciarse en base a variables tales como el género, la pertenencia a un determinado colectivo social, diferencias étnicas, edad, religión...; y éstos, a su vez, permiten identificar a los votantes con determinados partidos (p. 143).          

2.2 Teoría socio-psicológico, Michigan

          Para esta teoría, según Roche (2008), el voto es considerado como un mecanismo de afirmación, pero no de pertenencia a una clase social, sino que es un proceso de largo plazo que ha llevado al individuo a identificarse con un partido en particular.

          Este teoría considera que el elector de Estados Unidos toma en cuenta los siguientes elementos al momento de tomar la decisión electoral: identidad político partidaria, imagen de los candidatos, los temas de interés en las campañas políticas, preferencia partidista, identificación partidista, movilidad poblacional, políticas públicas (Roche, 2008).

          A partir de esta teoría surge el concepto de voto por ideología y se habla de las etiquetas ideológicas como atajo informativo (Fraile, 2007).          Por otra parte, Campbell et al (1980),  dice que en el enfoque psicológico se otorga mayor importancia a variables de naturaleza subjetiva, para acceder al denominado campo de construcción de sentido que los sujetos otorgan a sus acciones sociales; en otras palabras, a todos aquellos factores externos que son seleccionados y valorados como importantes en el acto de votar. En las conclusiones de Campbell se encuentra que las identificaciones partidarias de los votantes tienen su origen en los valores familiares a una edad temprana y en sentido inmediato de las orientaciones evaluativas que éstos manifiesten. De tal modo que son el conjunto de representaciones subjetivas o valorativas, las que inducen a la identificación partidista y ésta determina la orientación del voto.

2.3  La teoría de ‘decisión racional’, racionalista ó costo-beneficio 

En la década de 1970, la aplicación del enfoque de Columbia y el de Michigan empezaron a quedar desfasados a la hora de interpretar la participación del electorado. Surge a partir de ello este modelo, inspirado en los trabajos del economista Anthony Downs, quien considera, según dice Roche (2008), que el votante se comporta de forma racional, votando a partir de una sentencia de beneficio-costo particular.

 Downs, en 1957, formula la hipótesis de la ignorancia racional que dice: “como la probabilidad de que el voto de un votante sea decisivo en una elección con muchos votantes es muy pequeña, y como adquirir información o incluso entender información gratuita es costoso, los votantes preferirán permanecer desinformados en materia política, salvo que adquieran esa información por razones diferentes de las elecciones, por ejemplo en el curso de sus actividades profesionales” (Martinelli, 2006:229). Esto tiene una alta similaridad con la llamada paradoja de la participación electoral que dice: “si votar es costoso y no tiene ningún beneficio directo, votar no puede ser una decisión óptima para muchos votantes al mismo tiempo, y sin embargo comúnmente muchísimos votantes acuden a las urnas incluso en las democracias en las que no existen sanciones a la abstención” (Martinelli, 2006:215).          Gramacho (2004) habla de la teoría del voto económico, que puede ser definida como “una función de castigo-recompensa usada por los individuos

para evaluar el desempeño de sus gobiernos basándose en la percepción que tienen sobre el comportamiento pasado y futuro de la economía nacional” (p. 2). Dentro de esta misma perspectiva se considera el voto de castigo, llamado también voto por resultados o retrospectivo, donde es necesario identificar los argumentos que utiliza el elector para dictaminar su sentencia de premio-castigo.           En relación al voto de castigo Maravall y Przeworski (2001) argumentan que la influencia de ese tipo de voto tiene una relación inversa con el arraigo de los partidos políticos. Lo cual quiere decir que el voto económico será más fuerte en sistemas políticos donde los partidos no tengan raíces profundas. Al respecto Valles (1990) dice que “cuando el elector vota lo hace a partir de una predisposición adquirida que se actualiza periódicamente y, al mismo tiempo, refuerza su identidad” (p. 197). “No es que los ciudadanos no castiguen a sus partidos por las malas condiciones económicas, sino que (si existen malas condiciones) los individuos no le dan tanta importancia o exculpan al gobierno por esos resultados, puesto que su marco interpretativo se deriva de las informaciones y juicios emitidos por líderes partidistas” (Gramacho, 2004:4). Debido a que si se simpatiza con un partido y se tiene que emitir una opinión respecto a un tema, es menos costoso repetir la posición del partido al que se pertenece (si se conoce) que recabar información necesaria para formar la propia opinión. En términos generales quiere decir que el desempeño del gobierno lo aprueban los que son partidarios, aunque haya resultados muy malos. Los contrarios lo desaprueban aunque haya condiciones muy buenas (Gramacho, 2004).

          Por su parte, Fraile (2007) dice que para aplicar un voto de castigo los ciudadanos deben de contar con un nivel mínimo de conocimiento y entendimiento de lo político, para juzgar a los gobiernos y partidos en función de su ideología o de los resultados de sus acciones.          El modelo explica la decisión de votar sobre tres parámetros:

 Los beneficios derivados de que el partido preferido por el votante sea

elegido, los cuales pueden ser materiales, como la reducción de

impuestos, o inmateriales, como la gratificación psicológica de que tu

candidato sea el elegido.

 Un elector racional debería tener en cuenta para tomar su decisión es la

probabilidad de que su voto determine el resultado de la elección. Esta

probabilidad es minúscula incluso en elecciones muy competidas.

 Los costos de votar, dentro de estos costos se incluiría, por ejemplo, el

tiempo y el dinero invertido en trasladarse hasta el recinto electoral, y los

costos de oportunidad.

Nuevas teorías del comportamiento electoral 

Las primeras tres teorías analizadas son las que históricamente han tenido mayor atención, la cuarta, la teoría ecléctica es la que es el centro de atención actual, ya que permite hacer un análisis más real de la votación; sin embargo, existen muchos otros desarrollos teóricos recientes, útiles para comprender el comportamiento electoral. A continuación se abordaran los más importantes. teoría ecléctica o La teoría espacial y direccional del voto en donde los votantes no eligen finalmente a aquellos partidos y/o candidatos más próximos, sino que optan por quienes defienden con mayor intensidad sus preferencias (Sáez, 1998:139). También está La teoría del votante dual: según esta teoría, “el votante dual se define como aquel ciudadano que no es fiel a un determinado partido, sino que cambia sistemáticamente el sentido de su voto en función del tipo de elección en la que participa” (Riba, 2000:61). Teoría normativa: son el conjunto de leyes y normas las que regulan los procesos electorales y la participación de la sociedad en los mismos. Una teoría muy similar a ésta es la que señala Peña (2007) llamada análisis ecológico o de geografía electoral en la cual se explica que las características demográficas, económicas y sociales por regiones condicionan el voto de los electores (Peña, 2007:7). Y entre otras teorías que para el objeto de estudio y sus objetivos específicos no lo tomaremos en cuenta. Dejando claro que solo desarrollaremos el estudio con las tres primeras teorías, siendo esta investigación multi-enfoque.

         

3. MARCO CONCEPTUAL

2.1 Liderazgo Carismático En el quehacer diario se observan líderes persuasivos, inteligentes, vendedores de ideas que pueden convencer a las personas que les rodean. Este tipo de líder se conoce como líder carismático. El origen del concepto carisma se le atribuye a Max Weber y su uso fue limitado a las Ciencias Sociales por los desacuerdos surgidos acerca de su definición y aplicación (Dow, 1969). Según Weber, la autoridad carismática existe cuando un individuo reclama poderes excepcionales, sobrenaturales o sobrehumanos y es reconocido por los demás como una razón válida para su participación en un programa de acción en el que se busca remediar problemas extraordinarios o garantizar el éxito de medidas extraordinarias.

Marcus (citado por Dow, 1969) afirma que la esencia del líder carismático descansa en la creencia que éste alimenta en los demás de poder controlar las fuerzas de la historia y realizar todos sus objetivos trascendentales. Siguiendo este patrón, Hitler, Churchill y De Gaulle fueron capaces de inspirar en sus seguidores la convicción de que ellos eran los maestros de la historia y que ésta seguiría su rumbo mientras ellos continuaran como protagonistas.

Machan (1989) define carisma como un magnetismo intenso que alcanza a las personas a un nivel emocional no racional, inspirándolos a esforzarse lo cual va más allá de las normas de la vida ordinaria. Según Greeves (1988), el carisma es la preconcepción que las personas tienen sobre otra persona fundamentada solamente en su apariencia física o en su fama. Por otro lado, Conger (1989) percibe al líder carismático como el responsable del proceso de mover una organización del estado existente a un estado futuro a través de cuatro etapas:

Primera etapa - Detección de oportunidad y formulación de una visión. Los líderes son sensitivos a las necesidades de los miembros de la organización, ven las diferencias de la situación existente y formulan una visión estratégica individualizada.

Segunda etapa - Articulación de la visión (comunican su visión). Tercera etapa - Construcción de confianza en la visión. Se logra a través de la

toma de riesgos, peritaje y autosacrificio por parte del líder. Cuarta etapa - Realización de la visión. Los líderes carismáticos generalmente

difieren de otros a causa del uso del ejemplo personal, modelaje, utilización de tácticas poco convencionales y el uso de las prácticas de motivación para demostrar que la visión puede realizarse.

Debido a su creatividad, inspiración, poca convencionalidad y visión, los líderes carismáticos son un recurso potencial de enorme transformación para la organización. Para que ocurra esa transformación es necesario que éste posea las destrezas de persuasión e inspiración esenciales para motivar el cambio en una organización. Es por esto que los líderes carismáticos son predicadores capaces de atraer discípulos hacia su visión.

El líder carismático ejerce el poder a través de la persuasión verbal, excitación emocional y experiencia vicaria. Si estos líderes se manejan bien, pueden ser de gran ayuda para las organizaciones que buscan adaptarse a ambientes cambiantes porque retan las fuerzas que impulsan las revisiones de visión estratégica y pueden ser una inspiradora fuerza de trabajo. Esto es sumamente importante para el líder carismático ya que el éxito es lo que valida su carisma de líder y afirma sus habilidades extraordinarias.

Kouzes y Posner (1989) describen al líder carismático como más animado que los demás líderes, sonríen más, hablan más rápido, pronuncian las palabras con más claridad y mueven su cabeza y cuerpo frecuentemente al hablar. Además, están más dispuestos a tocar a los demás al saludarlos.

Perfil del líder carismático

Cuando se desea explicar por qué un líder en particular tiene un efecto magnético en las personas, usualmente lo describimos como carismático. El

líder carismático posee unas características que lo diferencian de los demás líderes: Creativo, Inspirado, Visionario, Arriesgado, Impaciente, Buen comunicador, Decidido, Persuasivo, Oportunista y Egocéntrico.

Perfil de los seguidores del líder carismático

Además de desarrollar el perfil del líder carismático, Conger desarrolló el siguiente perfil para los seguidores de los líderes carismáticos:

- Son fácilmente moldeables y persuadidos por un líder fuerte porque son de carácter débil y dependiente.- Son “absorbidos” por el líder porque éste posee lo que a ellos les falta; autoconfianza y convicción.- Trabajan arduamente para ganar la aprobación y respeto del líder.- Son más seguros que los seguidores de líderes no carismáticos.- Trabajan mayor número de horas.- Encuentran su trabajo más significativo.- Tienen más confianza en sus líderes.- Su ejecución es mayor que la de los seguidores de los líderes no carismáticos

Con el propósito de explicar estas conductas de los seguidores del líder carismático se han desarrollado dos hipótesis. La primera se fundamenta en la teoría de Freud sobre el ego. De acuerdo con esta teoría, los seguidores están deseosos por resolver el conflicto entre ¿quiénes son? y ¿qué les gustaría llegar a ser? Tratan de resolver este conflicto sustituyendo al líder por el ideal y convirtiéndolo en el ideal de su ego. La segunda está fundamentada en la psicología social y en las investigaciones organizacionales. Se explica que los seguidores son atraídos hacia el líder por su identificación con sus habilidades. Según Conger, las cualidades del líder, su visión estratégica, su poca convencionalidad, su dinamismo y su habilidad para motivar aparentan ser tan extraordinarias que los seguidores son naturalmente atraídos hacia ellos.

Conclusiones e implicaciones relacionadas con el líder carismático

No existe un solo tipo de temperamento o personalidad carismática. No

obstante, existe un fenómeno carismático que puede ser teorizado y empíricamente se puede aislar como una forma independiente de autoridad. Básicamente involucra una relación social entre el líder y el seguidor.

Entre los problemas con que se puede confrontar el líder carismático se encuentra el que, dada su habilidad para persuadir, puede estar más expuesto a asegurar un compromiso con metas dirigidas al fracaso que el líder promedio. Otro problema, muy común, es que el líder carismático confunda sus metas personales con las metas de la organización y construya una visión organizacional que termine siendo un monumento para sí mismo

Algunas limitaciones del líder carismático son:

- Maneja pobremente los canales de comunicación, especialmente con los superiores.- Su conducta es poco convencional, lo cual se convierte en un factor alienante- Crea rivalidades entre grupos, lo cual afecta la organización.- Adopta un estilo administrativo autocrático, impulsivo y disfuncional.- Idealiza y devalúa a otros, especialmente a sus seguidores- Crea una dependencia excesiva.- Maneja los detalles con poca efectividad.- Se obsesiona por lo superficial.- No desarrolla líderes entre sus seguidores.

La adopción de un liderazgo carismático tiene diversas implicaciones, tanto para el administrador como para la organización. En primer lugar, se pueden enseñar muchas de las conductas carismáticas, pero eso no asegura que se obtendrá como resultado un líder carismático. Con el propósito de que emerja un líder carismático se requiere de mucho tiempo, destrezas y valores especiales. La percepción de un líder como carismático depende de la cantidad de conductas carismáticas que éste exhiba, la intensidad de la misma y la pertinencia de la conducta a la situación presente. En segundo lugar, los líderes carismáticos tienden a convertirse en promotores y conceptualizadores, por lo que es necesario que se rodeen de personas de acción que puedan llevar a cabo sus ideas. Esto puede conllevar el que surjan otros problemas, por lo tanto, los líderes carismáticos no son siempre los líderes más apropiados para las organizaciones.

En conclusión, la efectividad del liderazgo carismático es situacional. En otras palabras, la habilidad del líder se evaluará en la medida en que éste pueda

identificar eficazmente las situaciones en su organización que ameriten este tipo de liderazgo.

2.2 Clientelismo político

Clientelismo político tradicional y clientelismo moderno.

¿Qué es el clientelismo político?, ¿cómo reconocerlo?, ¿cuáles son sus características?, son algunas preguntas que han rondado en la academia mundial por largo tiempo (Archer, 1990; Auyero, 1999; Graziano, 1976; Landé, 1987; Muñoz, 2010). Los enfoques que varios de los estudios de las ciencias sociales tienen sobre el clientelismo político no han podido escapar de lo oscuro y difuso del término (Landé, 1987). Y aunque no hay un consenso claro sobre su definición, en la actualidad, hay una serie de elementos teóricos que han evolucionado de la mano de los procesos de democratización que han facilitado su identificación y estudio.

Dichos enfoques teóricos han sido dos: (i) uno que considera al clientelismo político como parte de procesos truncos de modernización, cuya característica primordial son las relaciones diádicas patrón-cliente. Y, (ii) un segundo enfoque, que lo concibe como un fenómeno transversal a todo tipo de sistema político, percibiéndolo como un problema común e independiente del régimen político en que se encuentre un país. A la primera tradición se le denomina clientelismo tradicional, o enfoque desarrollista del clientelismo; mientras que a la segunda, clientelismo político moderno, o enfoque político del clientelismo (Archer, 1990).

Cada una de estas tradiciones tiene detrás a disciplinas distintas: mientras que la primera es estudiada desde la Antropología, la segunda es más común en los estudios de Ciencia Política (Weingrod, 1968, p. 379). Desde la Antropología, el clientelismo político es visto como un comportamiento derivado de la desigualdad y del patrimonialismo, visión que se acomoda pertinentemente a un enfoque tradicional. Es más, ha sido considerado como una práctica proveniente de un sistema feudal y que permite la diferenciación de dos actores clave: un patrón, quien usualmente cuenta con poder político y económico, y un cliente, que usualmente se encuentra en relación de

desventaja con el patrón, pero que trabaja conjuntamente con él, con la expectativa de recibir algún favor a cambio. Cada una de las tradiciones pone especial énfasis en la importancia que la estructura de una relación clientelista tiene. Así, por un lado, desde la perspectiva desarrollista (Eisenstadt & Roninger, 1984; Graziano, 1976; Landé, 1987) las relaciones clientelistas enfatizan la desigualdad entre los actores y la naturaleza más personal de los intercambios. Por otro lado, visiones más vinculadas a la democracia (Kitschelt & Wilkinson, 2007) conciben al clientelismo no sólo como relaciones estáticas y desiguales, fundamentadas en la diferenciación de un patrón y un cliente, sino como parte de un práctica destinada a la distribución de recursos públicos en orden de retribuir a algún tipo de apoyo brindado en elecciones (Weingrod, 1968).

El enfoque moderno sobre el clientelismo toma en consideración contextos más recíprocos (Muno, 2010), con ciudadanos empoderados y con patrones débiles8. Además, toma en cuenta un actor muy particular: el bróker. Las investigaciones desarrolladas por Archer (1990) sobre la transición del clientelismo tradicional hacia el moderno en Colombia, clarifican la naturaleza de este nuevo actor. Archer señala que el clientelismo político, pasa de un sistema jerárquico basado en relaciones de dependencia del patrón hacia el cliente, hacia uno centrado en intermediarios, es decir: brókeres. De esta manera, define una serie de cambios en la simetría, en los tipos de bienes en transacción9, en los lazos afectivos que se forman y en la durabilidad de las relaciones clientelistas.

Así, el camino hacia el clientelismo de brókeres pasa por el acortamiento de las distancias entre patrones y clientes, y por la movilidad de una sociedad tradicional, predominantemente rural hacia una urbana. En todo caso, pasa también, por una serie de reformas políticas en orden de modificar las relaciones instituciones pre-existentes en la sociedad (Archer, 1990).

En suma, para el enfoque desarrollista, el clientelismo aparece como un rezago y comportamiento peligroso para la democracia. En cambio, en su versión “moderna”, el clientelismo político –inclusive– contribuye a integrar sectores de la población en la cadena de redes de política pública (Stokes et al., 2013); a pesar de que la relación entre patrón y cliente sea aún

Con el paso de los años y el boom de los estudios sobre las relaciones diádicas, los investigadores llegaron a la conclusión de que el clientelismo es un fenómeno universal (Landé, 1987), y que nace frente a una necesidad específica. La necesidad formada por los vacíos institucionales de Estados

débiles y con un rule of law precario, las cuales son condiciones que alimentarían el surgimiento de actores políticos con estrategias clientelistas. De esta manera, el clientelismo político se configuraría como un sustituto institucional (Levitsky & Helmke, 2003) de las reglas formales de un sistema político poco funcional.

Aunque en el clientelismo moderno las relaciones sean menos jerárquicas, las diadas clientelistas aún se basan en la reciprocidad de las acciones entre patrones y clientes; es decir, no hay obligatoriedad para efectuar los intercambios simbólicos, sino que estas se convierten en relaciones que se asemejan a las del mercado pero que, políticamente, permanecen el tiempo que dura la transacción del bien, o la dación de la prebenda. Se trata de relaciones que no guardan afinidad ideológica, ni mucho menos identidad política, sino puros intercambios cuya duración depende de la duración de prebenda (Hopkin, 2006).

Diferencias y similitudes entre el clientelismo político tradicional y el moderno.

Tratándose de un fenómeno ampliamente estudiado y omnipresente (Landé, 1987), las dinámicas clientelistas han sido identificadas en base a una estructura común: actores claramente identificables (patrón y cliente), una estructura de relaciones más o menos similar (diádicas, recíprocas, jerárquicas), y un marcado énfasis en el intercambio de bienes tanto materiales como simbólicos. Siguiendo esta tradición, la división y enumeración de los elementos de una relación clientelista ha sido identificada por Muno (2010) en cinco (5) características:

a. Las relaciones clientelistas son diádicas. Se basan en dos personas: un patrón y un cliente (Landé, 1987 Paula Muno, 2010). La diferencia y el poder que cada uno de estos actores ostenta, define si estamos frente a un tipo de clientelismo tradicional o si estamos frente a uno moderno. No obstante, la presencia de un intermediario entre ambos, es decir, un bróker, es un indicador de que nos encontramos frente a una relación clientelista moderna. b. Las relaciones clientelistas son asimétricas. Tanto patrón como cliente se encuentran en dos posiciones distintas de poder.

En palabras de Kitschelt y Wilkinson, estas relaciones se asemejan a la clásica fórmula principal–agente detallando en el texto de Downs (1957); no obstante, la diferencia está en que los ciudadanos (principales) y los políticos (agentes) se enmarcan en una relación donde los segundos se caracterizan por un mejor acceso a la información y el ejercicio de un poder “vertical” hacia los primeros. Todo ello dentro de una relación clientelista tradicional; en cambio, en una relación clientelista moderna, el ejercicio del poder ya no es vertical, sino horizontal, y la información con la que los ciudadanos cuentan es mucho más variada y proviene de múltiples fuentes. c. Las relaciones clientelistas son personales y permanentes. En la vena tradicional, Eisenstadadt y Roninger (1984) concibieron a las relaciones clientelistas en un plano socialmente más amplio: para estos autores, las diadas se configuran en relaciones de confianza interpersonal, amistad y otras que implican el intercambio de bienes simbólicos. Para ellos, el clientelismo político no sería más que un conjunto de relaciones interpersonales con obligaciones mutuas de carácter moral y emocional donde se fortalecen los lazos de confianza y empatía y, muchas veces, la promoción de un conjunto de valores compartidos (Eisenstadt & Roninger, 1984). En cambio, para la vena moderna, el clientelismo político está conformado por intercambios contingentes de prebendas. Al respecto, Grzymala-Busse (2008) señala que las relaciones clientelistas, en países de América Latina, Japón e Italia, son el espacio donde los “políticos permiten la competencia y distribuyen a sus seguidores, bienes comerciables a cambio de votos, o apoyo electoral”, se trataría de un tipo de relación que se fundamenta en la contingencia, mas no en la perdurabilidad. d. Las relaciones clientelistas son recíprocas. Tradicionalmente estas relaciones fueron de dependencia, donde el patrón ejercía un control monopólico de recursos.

En el clientelismo moderno se estructura en base al intercambio y la reciprocidad; de no darse el intercambio, el soporte o apoyo político no se da. Respecto al intercambio, hay autores que señalan que este no necesariamente se da de inmediato (Lauth, 2004: 209 apud Muno, 2010), puede haber un tiempo en demora en la materialización de la prebenda ya que no se trata únicamente de recursos del político distribuidos en orden de recibir apoyo electoral, sino también de accesos a recursos públicos (de parte de los clientes) y cargos de confianza (de parte de los brókeres y otros políticos aliados) los cuales están sujetos a una expectativa que toma tiempo en concretarse. e. Las relaciones clientelistas son voluntarias. El ingreso o no a una red clientelista, o la posibilidad de la realización de intercambio clientelista

fue comprendido, dentro del enfoque tradicional, como una cuestión de obligación, poder y fuerza. En cambio, en enfoque moderno, el clientelismo político se caracteriza por la voluntad de sus miembros para entrar a este tipo de intercambio; sin embargo, ello no significa que no existan costos de entrada y salida en la relación. Tal como Muno lo señala, al dejar una relación clientelista o romper el intercambio por incumplimiento, el bróker o patrón perderá credibilidad y no podrá ser parte del intercambio clientelista. Dicha expectativa mantiene funcional el lazo clientelista y hace que los compromisos se mantengan en el tiempo.

Revisadas las características del clientelismo tradicional y su paso al moderno quedan en claro dos elementos del análisis. El primero que el clientelismo político no necesariamente se refiere al clásico, jerárquico y estático clientelismo estudiado inicialmente por la antropología; por el contrario, su estudio en la actualidad, apunta a identificar comportamientos clientelistas como parte de dinámicas políticas complejas en contextos democráticos, con patrones, ahora representados por políticos, con urgencias en la construcción de reputaciones; con clientes con la urgencia de políticas públicas y acceso a servicios públicos.

Segundo, el clientelismo político es un sustituto institucional (Helmke & Levistky, 2003), es decir, funciona como una estrategia política a la que se recurre en contextos donde el Estado, los partidos políticos, y los ciudadanos no cuentan con canales institucionalizados para agregar sus preferencias y convertirlas en políticas públicas. En dicho contexto, la disponibilidad para que políticos y ciudadanos opten por construir diadas clientelistas proviene de ambas partes existiendo un lado de la oferta política (desde los políticos) y un lado de la demanda (desde los ciudadanos). Esta situación hace que el clientelismo político, al igual que otras estrategias de agregación de preferencias y otras opciones partidarias, sea un medio de representación política.

¿Por qué usar el clientelismo como estrategia?

Kitschelt y Wikilson (2008) señalan que gran parte de las relaciones establecidas y los favores pagados en elecciones tienen como colofón políticos poco representativos que tienen la necesidad de crear reputaciones. Para crear una reputación, los políticos deben recurrir a estrategias que garanticen el menor costo posible y la mayor amplitud de adherentes. Al respecto, Keefer & Vlaicu (2006) mencionan que existen dos caminos para la creación de reputaciones. La primera es a través de estrategias vinculadas al rent seeking, en otras palabras la distribución de recursos públicos cuyos resultados sólo son visibles al mediano o largo plazo. Y como segunda estrategia, el clientelismo político, que a través del reparto directo de bienes o favores contribuye a la acumulación de apoyos políticos en el corto plazo –pero que cuya duración también es pasajera–. En ambos casos, para que los políticos apuesten por una u otra estrategia, hay de por medio una serie de variables tanto desde los políticos (la oferta), como desde los ciudadanos (la demanda).

Sobre dicho punto, Simona Piattoni (2001), en su libro Clientelism, Interest and Democratic Representation, señala que el factor de la oferta política clientelista (al que denomina “suply side”) está presente en países caracterizados por: (i) la ausencia de una burocracia independiente y resistente a las presiones partidarias, (ii) políticos que actúan motivados por motivos diferentes al poder o al control del puestos públicos, es decir, no necesariamente motivos político-partidarios, y (iii) las ideas que la ciudadanía y los políticos tienen respecto del origen del poder político; es decir, aquellos que piensan que este proviene tradicionalmente de las élites y no de los procesos de movilización social. En todo caso, cada uno de estos comportamientos, hace a una sociedad más propensa a comportamientos clientelistas. Desde el lado de la demanda, Piattoni, también menciona una serie de elementos que facilitarían este tipo de relaciones diádicas, dentro de ellas tenemos: (i) el bajo nivel de empoderamiento de los ciudadanos, (ii) el bajo nivel educativo o, en su defecto, un bajo nivel de acceso a la información y (iii) su escaza capacidad organizativa; en otras palabras, la capacidad de los ciudadanos en formar asociaciones secundarias o de asociarse a ellas en orden de iniciar actividades que impliquen acción colectiva. Todas estas variables juegan a favor de la aparición de comportamientos clientelistas.

Tan importante como la reputación, la seguridad con que cuenta un político para hacer una apuesta por el clientelismo como estrategia electoral, requiere de un sistema que genere confianza y rentabilidad. Por tal motivo, la utilización de sistemas de monitoreo y refuerzo permite: (i) primero que los clientes guarden algún tipo de lealtad y no tomen acciones únicamente oportunistas; y (ii) segundo, que los clientes respondan positivamente a los incentivos brindados por el político.

Debido al grado de autonomía y el comportamiento estratégico de parte de los ciudadanos (y de los brókeres), para el político, el uso de estrategias clientelistas resulta costoso. Los políticos necesitan de un sistema de monitoreo que vigile el cumplimiento efectivo de los votos y los intercambios de prebendas.

Tal es el caso descrito por Stokes (2005) en su texto Perverse accountability: a formal model of political accountability with evidence from Argentina, donde señala que las sanciones por parte de los partidos políticos hacia los ciudadanos debido a no obedecer a un comportamiento electoral esperado, se denomina accountability perverso. Stokes señala que, si bien el concepto de accountability significa que los ciudadanos están atentos al desempeño del partido político en el cargo y, conforme a este desempeño, ellos pueden brindar su voto o denegarlo, en el accountability perverso se da un proceso inverso; es decir, partidos monitoreando el voto de los ciudadanos (o en su defecto) la organización que prometió apoyo al partido político.

Etapas del clientelismo político en el Perú

En las ciencias sociales peruanas han sido muy pocas las veces que se trabajó teorizó el clientelismo político como estrategia electoral, o como relación diádica tradicional. De hecho, desde Clases, Estado y Nación (2005 [1978]), no han existido esfuerzos estructurados por identificar este fenómeno tanto teórica, como empíricamente. Aunque, el libro publicado por el antropólogo peruano Ladislao Landa (2004), Nos llaman y entramos: los modos de participación en el espacio rural, es pionero en el estudio del clientelismo político bajo un enfoque moderno, este se enfoca en ámbito rural sin tocar las relaciones político-partidarias urbanas. No obstante, no existe un esfuerzo integrado para explicar la evolución del clientelismo político en el Perú, aunque

dicho tema esté asociado con el nacimiento de los partidos políticos y la conformación del Estado nacional.

Para comprender la evolución del clientelismo político en el Perú no basta desarrollar una visión estática en etapas históricas independientes. De hecho, el clientelismo político ha estado presente desde la formación de la república: (i) ya sea en su forma de partidos políticos elitistas buscando insertarse en el Estado para controlar rutas económicas (Belaúnde, 1963), (ii) en su forma más tradicional, manifiesta en la explotación gamonal y de control político-económicos sobre los indígenas (Cotler, 2005 [1978]), o actualmente, (iii) como estrategias para comprar votos en época electoral.

Hace falta explorar los canales históricos bajo los cuales las prácticas políticas clientelistas se han desarrollado a través del tiempo y han evolucionado hasta convertirse hasta lo que son: relaciones diádicas inmediatas, estratégicas, horizontales, coyunturales y ubicadas en un contexto democrático.

Para iniciar el recorrido histórico de las relaciones clientelistas en el Perú, definiré cuatro etapas: (i) una primera, la etapa de formación republicana que inicia con la conformación del partido civilista y su férrea oposición a los militarismos de la época. Esta etapa está constituida por la socialización de las relaciones clientelistas a través de un partido surgido “internamente” (Duverger, 1976) desde los grupos que –desde ya– controlan el poder político. La segunda etapa es (ii) referida al inicio de procesos de movilización nacional con la conformación del APRA y del partido socialista. Ambas organizaciones funcionarían como agentes canalizadores de las demandas políticas de diversos sectores que habían sido desfavorecidos por el Estado. La tercera etapa, (iii) establecida a raíz de la Constitución de 1979, amplía los derechos políticos a todos los varones y mujeres analfabetos del país, así como también la base de los votantes a nivel nacional. Esta etapa está marcada por la competencia multipartidaria (Tuesta, 1995) con relativa capacidad de representación política y la maduración de actores políticos regionales que se habían consolidado durante el gobierno militar. Finalmente, la cuarta etapa (iv) está constituida por el predominio de independientes que compiten regionalmente por cargos públicos, mientras que en el plano estatal, se tienen políticas públicas centradas en grupos específicos (focalizadas), que favorecen

el clientelismo político. Esta es la etapa donde se ubica el estudio de esta tesis.

3.3 Organizaciones políticas

Tanaka & Guibert (2011) agregan que si bien los partidos políticos nacionales tienen problemas para competir en arenas más regionales y locales, lo propio sucede con los movimientos regionales, que no encuentran espacio de articulación con las provincias ni distritos de sus regiones.

3.4 Nivel de instrucción

Hemos visto a lo largo y ancho del pais el grado de desigualdad social, con independencia del tamaño de la participación electoral, tiende a expresarse en ella a través de un mayor desequilibrio de la participación en detrimento de las clases bajas. Asimismo que en situaciones de alta pobreza y desigualdad, como en el caso de Andahuaylas, gran parte del electorado percibe las elecciones no tanto como un acto a través del cual se transmite un mandato político, sino como un intercambio de productos y favores, fenómeno que se conceptualiza con el término de clientelismo o incluso en muchos casos con resignación política.

Lo que queremos con esta dimensión de la investigación es comprobar como el nivel de instrucción influye al momento de emitir el voto. Es decir si una persona sin instrucción alguna vota por diferentes factores que una persona con instrucción, se está teniendo en cuenta el nivel de instrucción ya que la zona en estudio es mayoritariamente rural.

BIBLIOGRAFIA

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Roche Aguirre María Laura. (2008, agosto 26). Modelos de comportamiento electoral y político. Recuperado de http://www.gestiopolis.com/modelos-de-comportamiento-electoral-y-politico/

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Kitschelt, H., & Wilkinson, S. (2007). Patrons, Clients and Policies Patterns of Democratic Accountability and Political Competition. London: Cambridge University Press.

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Cotler, J. (2005). Clases, estado y nación en el Perú. Lima: Instituto de Estudios peruanos

Landa, L. (2004). Nos llaman y entramos: los modos de participación en el espacio rural : Cusco y Apruímac. Lima: Instituto de Estudios peruanos

Bonifaz, M. (2014). Colapso de los partidos nacionales y auge de los partidos regionales. Las elecciones regionales y municipales 2002-2010.