Fracaso Educativo

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¿Qué es el fracaso escolar? Lo que comúnmente se llama “fracaso escolar” es perfectamente evitable. Un detalle: No existe el “fracaso escolar del niño”. El niño no tiene fracaso escolar. El niño sufre a consecuencia del “fracaso escolar”, pero ni lo crea ni lo difunde, ni lo provoca. El niño se limita a sufrir las consecuencias del fracaso escolar… que no es sino el fracaso de alguna acción educativa. El niño tendrá, muy posiblemente, una dificultad para algún tema escolar. Por ejemplo: le costará fijar la atención, o le resultará especialmente difícil el aprendizaje del cálculo. Si en su escuela o en su casa, se dan cuenta a tiempo de que el niño tiene dificultades, podrán estudiar esas dificultades y poner en marcha las acciones necesarias para superarlas: una mayor atención sobre el niño, unas clases especiales, una adaptación de los objetivos educativos, etc. Si nadie repara en las dificultades del niño, o si no se les da la necesaria importancia, el niño tendrá trastornos en sus aprendizajes, que, en el peor de los casos, se irán acumulando a cada curso que el niño haga. Muchas veces se habla de “fracaso escolar acumulativo”. Pero no es correcto hablar de “niños con fracaso escolar”. Lo único real es que hay niños con dificultades, las cuales pueden ser muy variadas. Más adelante las repasaremos. El fracaso escolar se produce cuando algo falla en algún punto del sistema educativo, y el niño con dificultades no es ayudado para superarlas. En según qué casos, la ayuda pasará por rehacer los objetivos educativos señalados para el niño. La culpa no es del niño. El niño es el eslabón más débil de la cadena. Primero porque es niño. Segundo porque ya hemos

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¿Qué es el fracaso escolar?

Lo que comúnmente se llama “fracaso escolar” es perfectamente evitable. Un detalle: No existe el “fracaso escolar del niño”. El niño no tiene fracaso escolar. El niño sufre a consecuencia del “fracaso escolar”, pero ni lo crea ni lo difunde, ni lo provoca. El niño se limita a sufrir las consecuencias del fracaso escolar… que no es sino el fracaso de alguna acción educativa.

El niño tendrá, muy posiblemente, una dificultad para algún tema escolar. Por ejemplo: le costará fijar la atención, o le resultará especialmente difícil el aprendizaje del cálculo.

Si en su escuela o en su casa, se dan cuenta a tiempo de que el niño tiene dificultades, podrán estudiar esas dificultades y poner en marcha las acciones necesarias para superarlas: una mayor atención sobre el niño, unas clases especiales, una adaptación de los objetivos educativos, etc.

Si nadie repara en las dificultades del niño, o si no se les da la necesaria importancia, el niño tendrá trastornos en sus aprendizajes, que, en el peor de los casos, se irán acumulando a cada curso que el niño haga. Muchas veces se habla de “fracaso escolar acumulativo”.

Pero no es correcto hablar de “niños con fracaso escolar”. Lo único real es que hay niños con dificultades, las cuales pueden ser muy variadas. Más adelante las repasaremos. El fracaso escolar se produce cuando algo falla en algún punto del sistema educativo, y el niño con dificultades no es ayudado para superarlas. En según qué casos, la ayuda pasará por rehacer los objetivos educativos señalados para el niño.

La culpa no es del niño. El niño es el eslabón más débil de la cadena. Primero porque es niño. Segundo porque ya hemos quedado en que es un niño que tiene dificultades. Tercero porque el niño no es un técnico ni en pedagogía, ni en psicología, ni es maestro, ni ninguno de los profesionales que, se supone, son quienes trabajan para enseñarle y conducir sus aprendizajes.

El fracaso es de alguna acción educativa que no ha orientado correctamente las dificultades del niño, ni las ha tratado con el necesario acierto.

No estamos culpando a los docentes ni a todo el sistema educativo. El fracaso escolar exige

a) niños con dificultades y

b) acciones educativas poco acertadas.

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La incompetencia o el bajo acierto pueden estar en cualquier punto del sistema educativo. Desde quienes planifican la política educativa, hasta quienes se ocupan de vigilar a los niños en el patio, pasando por ministros de educación, directores generales, inspectores escolares, directores de colegio, maestros, profesores de educación especial, psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras infantiles, equipos multiprofesionales, padres, y conserjes de los colegios.

Los docentes son la segunda pieza más débil del sistema. Están colocados en la línea de fuego y, a veces, ni se les prepara ni se les ayuda a la hora de programar los aprendizajes de sus alumnos. Es lógico que, en ocasiones, se mantengan a la defensiva cuando se sienten atacados. Vaya nuestro mayor respeto para aquellos profesionales sensatos y competentes que actúan de forma oportuna, y que solventan con acierto los problemas de sus alumnos. Siéntanse aludidos solamente los incompetentes cuando citamos erróneas organizaciones educativas.

Lo que resulta pecado mortal es cargar el mochuelo a los niños. Los niños con dificultades son la primera pieza más débil del sistema. En su infancia tienen que padecer por sus dificultades, en tanto que, cuando sean adultos, tendrán que apechugar con las consecuencias de sus malos aprendizajes.

Los niños con dificultades lo pasan mal. Especialmente si, a causa de sus dificultades, son zaheridos, humillados, castigados, reconvenidos, censurados y reñidos. Pero los niños con dificultades existen y, además no son el problema. El problema es que si no resolvemos sus dificultades les condenamos al fracaso.

Una dificultad no es problema si sabemos cómo darle solución. Un hombre perdido en un inmenso laberinto, del tamaño del desierto del Sahara pongamos por caso, puede pensar que el laberinto es un gran problema. Pero este mismo hombre, con un detallado plano del laberinto en sus manos, podrá salir de allí con relativa facilidad; el laberinto deja de ser un problema cuando tenemos el plano.

El problema no es el laberinto en sí; el problema aparece cuando no tenemos la solución adecuada. Si el hombre sin plano, enloquecido, intentara abrirse paso dando cabezazos a las sólidas paredes del laberinto, todavía tendría más problemas. Porque los problemas aumentan tanto como queramos, si, además de no tener soluciones buenas, nos empeñamos en aplicar las malas soluciones que se nos puedan ocurrir.

Volvamos al fracaso escolar. El problema no son los niños con dificultades. El problema es que alguien, en algún punto del sistema educativo, no halla la manera correcta de trabajar con dichos niños. El problema se hace inmenso cuando ese u otro alguien, en ese u otro punto del sistema educativo, imagina y pone en práctica malas “soluciones”.

Si el niño no funciona, es que las soluciones que se están aplicando son malas y que quienes están trabajando con él no saben por donde van. Es probable que, con la idea de sacar al niño del laberinto, le estén lanzando de cabeza contra las paredes.

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La solución buena consiste en ver qué dificultad concreta plantea un niño con trastornos de aprendizaje. Después, detectar todos los factores que intervienen en su dificultad. Y, sabiendo las implicaciones del caso, construir un programa de objetivos para ese niño, y ponerlo en práctica.

Las dificultades más frecuentes son las siguientes:

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El niño que no se concentra

El niño distraído, que se distrae, que no se concentra, y que, además, es movido, viene a ser el más frecuente “sufridor” de fracaso escolar. El trastorno que da lugar a este problema es el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

El niño que no tiene motivaciones

Trastornos específicos de aprendizaje

El niño deprimido

El niño que repite curso

Dificultades perceptivas perifericas

El niño inseguro

El niño manipulador

El niño que no llega

Niños con signos del espectro autista

¿Quienes detectan y tratan tales dificultades?

1. Los propios centros escolares son los que pueden detectar la existencia de dificultades y orientar su resolución encaminando al niño a alguno de los servicios (psicológicos, psicopedagógicos, psiquiátricos…) especializados en esas dificultades de los niños.

2. Los equipos multiprofesionales de asistencia psicopedagógica dentro de los mismos colegios, o coordinados con ellos. Por ejemplo, los EAP en las escuelas públicas, dotados con psicólogos, maestros de educación especial, logopedas y asistentes sociales. Deberían estar constituidos por personas con los conocimientos, las habilidades y las motivaciones necesarias para profundizar en las dificultades de los niños y “desmenuzarlas” en sus componentes.

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También en este apartado podemos ubicar a los centros, públicos o privados, de asistencia psiquiátrica infantil, en los que también debe coordinarse la acción de diversos profesionales que sepan abarcar, entre todos, las múltiples facetas que puede tener una dificultad de aprendizaje.

3. Los docentes deben efectuar la programación concreta de los niños con dificultades, decidiendo el grado de integración en el aula normal, en el aula de educación especial y, si conviene, en el centro de educación especial que sea más pertinente.

4. Todos los que intervienen deben efectuar una constante evaluación del proceso, comprobando si se consiguen o no los objetivos concretos para cada niño, y corrigiendo los errores que se produzcan.

Cuando nos encontramos ante un niño, cualquier niño, que presenta algún trastorno de aprendizaje, cualquier trastorno, se nos tiene que encender una luz de alarma.

A veces hay trastornos transitorios de aprendizaje, bien sea porque el niño está pasando una mala época, o porque la están pasando sus profesores, o porque hay ambiente tenso en casa. Pero ante un trastorno de aprendizaje de más de 1 mes de evolución, ya debemos plantearnos la necesidad de estudiar el caso.

Recordemos nuestra definición básica:

fracaso escolar (problema a tratar) = niño con dificultades + estructuras educativas que no permiten superar las dificultades.

En otras palabras: el problema no es la dificultad; el problema es la solución.

Se deben determinar las causas de la dificultad. Evaluar la dificultad del niño pasa por ver a fondo los diferentes aspectos que, al alterarse, hacen que el niño no pueda rendir en una programación normal. Hay una serie de pasos a dar por cada una de las personas que intervienen en la acción educativa del niño. Los pasos a dar son los siguientes:

1. El docente y/o los padres, deberían ser los primeros en darse cuenta de la dificultad del niño. El docente debe evaluar el nivel escolar del niño, tanto en cuanto a habilidades instrumentales (lectura, cálculo, etc.) como a desarrollo de procesos lógicos y conocimientos propios de su nivel. Recordemos que eso es la dificultad, no el problema.

En el caso de que tal nivel esté alterado, la dificultad del niño debe ser analizada desde un punto de vista multiprofesional:

2. El médico pediatra debe explorar el estado físico del niño, y solicitar ayuda al médico neurólogo o al psiquiatra infantil si detecta algún trastorno. Lo que dichos profesionales encuentren alterado es un componente de la dificultad; no es el problema.

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3. El psicólogo del colegio debe determinar el nivel de inteligencia y los factores que lo componen. Hay que hacer pruebas amplias, en exploración individual, para ver qué mecanismos el niño es capaz de poner en marcha y cuáles no. Los tests de inteligencia para aplicación individual permiten evaluar el lenguaje, aspectos psicomotrices, formación de conceptos y capacidad de concentración, así como las pautas de trabajo del niño. Las alteraciones que aquí se detecten son dificultades; no son el problema.

4. El psicólogo debe también explorar y describir la personalidad del niño, a partir de las entrevistas con los padres, cuestionarios de evaluación a padres y maestros, entrevistas con el niño, pruebas de personalidad, con especial atención a las áreas donde se detecte algún conflicto. Si lo hay, sigue sin ser el problema; es una dificultad más.

5. El equipo pedagógico, o su responsable, debe considerar todas las dificultades que se han hallado para cada caso, y ver de qué forma actúan, cada una de ellas y todas entre sí. Tendremos así bien definidas todas las dificultades. Ahora es cuando empieza la solución del problema.

¿Cuáles son los errores más frecuentes que debemos evitar? Recordemos: el problema no es la dificultad. El problema es la solución. Si la solución es mala, esto es el problema.

Se produce un error si el docente y/o los padres consideran que el niño no se esfuerza lo suficiente, porque no quiere. Sin preguntarse seriamente qué le pasa al niño, le están responsabilizando de sus malos rendimientos y le hacen sentir culpable. El niño es reconvenido a causa de sus trastornos de aprendizaje. Se le somete a mayor presión. Se le castiga si no trabaja. Se le compara con otros niños. Se le razona que si no trabaja es porque no se esfuerza. En otras palabras, no se detecta la dificultad real del niño y se pone en marcha una mala solución: presionar al niño. Esto sí que es el problema.

Se produce otro error si el médico pediatra minimiza el asunto. “Esto es evolutivo”, “Ya cambiará”, “Es la edad” o “Daremos unas vitaminas” son algunas de las frases que definen esta actitud. No digamos si el médico pediatra se añade al carro de las inculpaciones: “Es que este niño es muy vago, ya se sabe” o “No todos son lumbreras” son ejemplos de algunas actuaciones que no corregirán los trastornos del niño. En otras palabras, una mala solución: frivolizar el trastorno. Esto sí que es el problema.

El psiquiatra infantil puede contribuir a complicar el proceso si carga el acento en unos problemas equivocados. Si, en lugar de detectar y tratar una dislexia, por ejemplo, le organiza al niño sesiones de psicoterapia en nº de 3 por semana. Es probable que el niño quede muy psiquiátricamente tratado, pero nada nos garantiza que vaya a mejorar su eficacia lectora. En otras palabras: se puede montar un tratamiento psiquiátrico erróneo. Esto sí que es el problema.

Lo mismo que si el psicólogo yerra al diagnosticar las capacidades mentales del niño, pasando por alto un retraso de lenguaje, o un trastorno de concentración, o diagnosticando una falsa subnormalidad. El diagnóstico psicológico erróneo es un grave problema.

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En otras palabras, el problema no es el niño con dificultades. Pero si algún elemento del proceso educativo (sea docente, padre, médico o psicólogo) no sabe interpretar los diferentes resultados para llegar a saber cuál es la dificultad (con lo que se confunde el enfoque a dar en cada caso), esto sí que es el problema.

Hasta ahora no hemos hecho sino definir cuáles son las dificultades del niño. Pero nuestro objetivo es que el niño aprenda a superarlas. Para eso estamos todos los que giramos alrededor del niño: para hallar una solución que corrija el resultado de sus dificultades. Porque si el niño está constituyendo un problema es que alguien, aunque sea con la mejor de las intenciones, está aplicando malas soluciones. Si las dificultades están bien definidas, si, en otras palabras, sabemos las causas del trastorno de aprendizaje que presenta el niño, de una forma casi automática tendremos la buena solución. A partir de aquí lo importante es que la planificación educativa sea lo más correcta posible.

Bibliografías

www/fluvium.org/textos/fam201.htm

www/abc.es/abci-fracaso-escolar-clases.2012.html

www.academia.edu/2625785/los_devates_sobre_el_fracaso_educativo_internacionales_educativa.html

http://www.psicopedagogia.com/articulos/?articulo=454

Fracaso Escolar

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Vamos a hablar del fracaso escolar, pero… ¿A qué se le llama fracaso escolar?, ¿Cuáles son las causas?, ¿Y las consecuencias?, ¿Cómo afecta al alumno y a su familia y en general a toda la sociedad?, ¿Es un problema que se escapa de las manos de los pedagogos y especialistas…?

Muchas preguntas, muchos interrogantes a los que vamos a tratar de dar respuesta.

Vamos por tanto a tratar de definir elfracaso escolar, y cuando lo hacemos estamos hablando de un problema que se vive, se ha vivido o se vivirá en la mayoría de los hogares españoles…

Los últimos sondeos hablan de un 29% de fracaso escolar, que es muy superior a la media europea, en concreto, sólo nos supera Portugal. Quedamos muy lejos del 7% que existe en Suecia por ejemplo. Esta media ha ido subiendo e incrementándose a pesar de que debido al descenso demográfico cada vez son menos los estudiantes. Las cifras son ahora mismo alarmantes. En la enseñanza media un 32% de los alumnos repiten curso, un 35% no terminan con éxito 2º de ESO. El 48% no superan el bachiller y en la universidad el abandono de los estudios ronda el 50%

DEFINICIÓN DE FRACASO ESCOLAR

¿Pero, cuando hablamos realmente de fracaso? Hablamos de fracaso cuando un niño no es capaz de alcanzar el nivel de rendimiento medio esperado para su edad y nivel pedagógico.

Dado que el único criterio para evaluar el éxito o el fracaso de los niños, son las calificaciones, el fracaso se traduce en suspensos ,que por supuesto suelen ser masivos y hacer que los padres ya no sepan que hacer con ese niño o ese joven. No vamos a hablar de uno o dos suspensos en alguna evaluación, que pueden ser absolutamente normales y superables, sino de esos otros niños cuyas calificaciones son negativas al finalizar el curso escolar. Para delimitar aún más el campo del que estamos hablando, podríamos referirnos a aquellos alumnos que hayan acabado el curso con más de dos asignaturas pendientes, que es cuando en principio repetirán curso, lo que evidentemente sería una medida del fracaso escolar, aunque en niveles prácticos y hasta la ley de calidad, debido a la coordinación entre los padres y los profesores, a veces se iba pasando a los niños de curso, y así se aplazaban los conceptos de fracaso escolar hasta la finalización de cada ciclo de primaria o secundaria que no pudieran superar, situación que en la actualidad, se ha reformado.

CAUSAS DEL FRACASO ESCOLAR

Muchas son las causas que pueden originar un fracaso escolar. Las más reseñables son los trastornos de aprendizaje y los trastornos emocionales. Las cifras varían según los diferentes estudios, pero son aproximadamente las siguientes: Sólo un 2% se debe a factores intelectuales. Alrededor de un 29% de fracaso se debe tanto a trastornos de aprendizajes, entre los que destaca por su importancia la dislexia. Aproximadamente la misma proporción se debe a factores emocionales de todo tipo y un preocupante 10 % lo ocupa en este momento, el trastorno más estudiado en España en psicología infantil en los últimos años: TDAH, o trastorno de déficit de atención con hiperactividad.

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· Esfera Orgánica:Aquí englobaremos todas aquellas deficiencias que tienen que ver con trastornos que impliquen disminución física, alteraciones sensoriales, de psicomotricidad, etc…. Serían entre otras, enfermedades crónicas como la diabetes , o la epilepsia, alteraciones cardíacas, enfermedades genéticas, etc, que pueden constituir un impedimento para el aprendizaje normal del niño.También otras características físicas , como tartamudez, estrabismo, cojera, incluso obesidad, etc., que hacen que el niño pueda ser objeto de burla o de sentimientos de inferioridad y que harán que existan problemas de socialización y afectivos que luego como veremos más adelante influirán también en su rendimiento y aprendizaje.Es importante incidir en detectar los defectos de visión o audición que necesitan pautas de educación distintas.A veces no es tan sencillo. Hemos comprobado que esto sucede en el caso de los “hipoacúsicos”. No se trata de una deficiencia total, no es una sordera. Pero en algunos de los fracasos escolares en los que el niño presenta dificultades desde el principio, a veces en una exploración otorrina, se puede descubrir una “ hipoacusia”, es decir una pérdida de audición que muy normalmente hace que el niño llegue a la edad escolar sin que sus padres se hayan dado cuenta puesto que a veces no es muy acusada, pero que evidentemente perjudica el aprendizaje sobretodo lectoescritor, y que condiciona todo su rendimiento. A veces son remisibles con tratamiento, como por ejemplo las otitis serosas, que al no ser dolorosas, pueden pasar desapercibidas y sin embargo provocan una verdadera hipoacusia.Por la etiología que es claramente neurológica, podemos englobar dentro de este apartado dos importantes trastornos por su prevalencia que inciden notablemente en la definición de fracaso escolar. Ambos son considerados como trastornos de aprendizaje, aunque realmente tienen una clara base orgánica.Hablamos de La dislexia, que puede en los primeros años, convertirse en predictor de un futuro fracaso escolar si no es detectada y tratada, puesto que todo el aprendizaje está basado en un adecuado aprendizaje lectoescritor. En los últimos estudios se detecta un 10% y hasta un 25% de dislexias en el aula, lo que nos previene sobre la frecuencia de esta alteración. Trataré de dar unas nociones básicas de lo que significa esta alteración que es la causa de muchos de los fracasos escolares en la actualidad.Se puede hablar de dislexia cuando un niño con unnivel mental normal o superior, aprendizaje adecuado y sin problemas emocionales graves, no es capaz de establecer el mecanismo de la lectura y lleva un retraso de unos dos años con respecto a su edad mental y cronológica.La sintomatología es quizás, el capítulo más importante y por ello procuraré utilizar los términos más asequibles y huir de conceptos excesivamente profesionales.· La lectura es muy lenta y siempre por debajo de la media del grupo de su clase. Se producen en ella continuos tartamudeos. No hacen puntuaciones. Es muy fácil que se cambien de línea, y se salten alguna porque su orientación espacial también es deficiente.Además existen inversiones especialmente en las trabadas, puede leer pardo por prado, persa por presa, etc. Las rotaciones también son frecuentes, confunden la d - p, o la p -q, d y b, n y v, etc., con giros en la percepción de la letra de derecha - izquierda o arriba y abajo.Confusión de letras parecidas por su sonido, p y c, c y t. O confundir las letras por el punto de articulación. Suele ser muy frecuente la ll y la ñ, l y r, Las omisiones son constantes, los padres dicen que " come muchas palabras y letras," o que " lee muchas mentiras ".

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· La escriturapresenta las mismas dificultades que en lectura y yo diría que es uno de los síntomas más fáciles de detectar por lo " evidente" A la dificultad especial de la ortografía se le llama “disortografía”y es característica de la dislexia.La disortografía se diagnostica por:Inversiones en las sílabas, escribir por - pro, etc., rotaciones, darle la vuelta a las letras arriba o abajo, p y b, derecha o izquierda, d y q, etc. … Unir o separar palabras inadecuadamente, omisiones de palabras enteras, plurales, repetir varias veces la misma palabra, confusión de fonemas, r y l, o ll y ñ.A veces existe una auténtica escritura en espejo con niños que llegan a escribir totalmente al revés, aunque esto suele pasar en los primeros estadios,Bien, estos son los síntomas más claros de un síndrome disléxico, que podemos resumir con las siguientes frases:Su hijo es disléxico si:· La aparición del lenguaje ha sido tardía, presenta dificultades motrices siendo desde siempre muy torpe en juegos, deportes y habilidades manuales.· Si tiene más de siete años, y no sabe leer o lo hace invirtiendo las palabras o confundiendo las letras, silabea y le cuesta un enorme esfuerzo por lo que en general suele rechazar la lectura sistemáticamente.· Si su escritura presenta faltas especiales, como “ comerse letras al final o en el medio de una palabra, invertir en las sílabas trabadas como tra por tar, bra por bar,, o bien rotar las letras, tanto en espejo como confundir la p - d, p - q, d y b, n y s, ll y ñ, r -l, etc...· Confunde los conceptos temporales, hoy y mañana, antes y después, días de la semana, meses, estaciones, el reloj.· No sabe distinguir derecha e izquierda, le cuesta orientarse en la hoja de papel, lo que hace que la apariencia de su escritura sea desastrosa, y confundía conceptos como delante y detrás, arriba y abajo, etc.· Si utiliza la mano derecha, a veces hace cosas con la izquierda o bien mano derecha y saca fotos con ojo izquierdo, o mano izquierda con pié derecho, etc., es decir no esta lateralizado mano, pié, ojo y oído, del mismo lado.Otra causa importante de fracaso escolar, que en la actualidad está siendo objeto de muchos estudios en nuestro pais, es la de niños que presenten:-Trastorno de déficit de atención con hiperactividad.La prevalencia de este trastorno oscila alrededor del 10%. Estos niños presentan habitualmente un fracaso escolar que se asocia con trastornos como el de dislexia que hemos descrito, disgrafía, discalculia, problemas todos ellos asociados a la falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad que les caracterizan. Esto hace que el 42 % de ellos repitan curso, con lo que configuran una parte importantísima de la población que configura el fracaso escolar.En este momento ambos trastornos, son causa de más del 25% del fracaso escolar, aunque el baile de cifras sigue siendo importante. Mi experiencia en cambio, habla de este nivel de porcentajes y aún mayor.Continuando con las causas, existe otro porcentaje aunque menor, de causa de fracaso escolar, pero que siempre debemos descartar .· Factores intelectuales:En primer lugar es básico saber su capacidad intelectual. La capacidad intelectual de una persona se mide por su cociente intelectual que es una valoración hecha a través de unas pruebas psicológicas y cuya normalidad se establece dentro de un intervalo de puntuaciones.En el caso de que el cociente intelectual se encuentre por debajo de la media esperada estaríamos en el caso de debilidades mentales que si son ligeras que no son fácilmente detectables o bien

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superdotaciones, es decir niños con un nivel intelectual muy superior al normal, que suelen presentar paradójicamente fracaso escolar.Los primeros, con un bajo nivel intelectual, coeficiente menor de 85, van pasando de curso sin haber asimilado lo anterior hasta que el fracaso es tan estrepitoso que cualquier técnica de diagnóstico intelectual nos indica que existe una inmadurez mental, que justifica la no-adecuación a las exigencias escolares de su entorno.Los segundos, los superdotados, con coeficiente intelectual superior a 130 pueden presentar alteraciones en su rendimiento hasta llegar con los años a un verdadero fracaso escolar. La explicación en este caso es sencilla, se trata de niños para los que no está diseñado el aprendizaje, puesto que la escuela presenta ciertas limitaciones porque está orientada a niños normales. De esta forma los superdotados encuentran un desfase importante entre su inteligencia y las tareas que se le piden con lo que comienza un aburrimiento que hace que vayan perdiendo todo interés…Otra de las causas de los fracasos estaría en los problemas emocionales de los niños y alteraciones de la esfera afectiva:· Factores afectivos- emocionales:Algunas investigaciones han demostrado que entre un 30 y un 50% de los fracasos escolares se deben a causas emocionales.

http://www.educapeques.com/escuela-de-padres/escuela-de-padres-fracaso-escolar-como-evitarlo-el-portal-de-educapeques.html

http://ampadebelmez.wordpress.com/importancia-de-la-motivacion-ante-el-fracaso-escolar/

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http://lafamilia.info/index.php?option=com_content&view=article&id=923:el-fracaso-escolar-y-el-papel-de-la-familia&catid=60:padres-e-hijos&Itemid=130

http://www.serpadres.es/familia/vida-en-familia/Ninos-con-fracaso-escolar-consejos-para-empezar-el-curso-con-buen-pie.html

Escuela de padres: Fracaso escolar, cómo evitarloLa falta de motivación y el desarrollo personal en las relaciones con su entorno pueden causar la presencia del fracaso escolar, un fenómeno amplio que representa la causa de frustración del alumno, retrasos en su desempeño escolar y dolores de cabeza en sus padres.

No obstante el término encierra un concepto relativamente difuso, dado que éste se puede referir tanto a un problema generalizado en cada una de las competencias de las que el alumno debe responsabilizarse, como a una sola materia en la que su desempeño se presenta como inferior a lo esperado mientras que en las otras sus calificaciones resultan correctas.

El fracaso escolar no es una circunstancia que pueda dejarse a la deriva dado que en su variante más extrema puede desencadenar la imposibilidad de culminar el ciclo lectivo e incluso la deserción escolar del estudiante afectado, y con ello el corte abrupto del desarrollo académico del estudiante.

Entonces, ¿cómo afrontar una situación tan compleja desde su definición y caracterización? Aunque en estos casos no existe una receta exacta los especialistas están de acuerdo en una serie de puntos que deben ser tenidos en cuenta para aminorar el problema y permitir al alumno una resolución más adecuada de sus necesidades de aprendizaje.

Los desencadenantes del fracaso escolar

La poca motivación: Se genera con la percepción del estudiante de que los esfuerzos invertidos en la labor de aprendizaje no le permitirán alcanzar mejores condiciones de vida en el futuro, en el ámbito profesional o laboral.

El método de estudio: Un método de estudio poco adecuado en el que prime la memorización a la comprensión puede llevar a que las calificaciones no reflejen el esfuerzo y el tiempo invertido en estudiar.

El centro educativo: En ocasiones el sistema empleado por el centro educativo no resulta ser el idóneo para que se dé el avance esperado y que por el contrario se presenten casos de fracaso escolar. Asimismo unas instalaciones deficientes en el colegio, materiales de apoyo educativo escasos e incluso la manera consciente o inconsciente en la que el docente trata a sus alumnos pueden ser factores desencadenantes.

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El apoyo de los padres: Las figuras paternas ausentes o distanciadas de los hijos terminan delegándole la labor de educar a sus hijos al centro educativo, ignorando de esta manera la corresponsabilidad que tienen en el proceso. Esto también impide que en el ambiente doméstico se cuente con un ambiente rico en estímulos que permita darle solidez a lo aprendido en la escuela.

Evadiendo el fracaso en los exámenes

Parte fundamental en este propósito es lograr buenas calificaciones en los exámenes para evitar situaciones comprometedoras, como el Suspenso en España o el Reprobado en Latinoamérica; para lograrlo es recomendable tener en cuenta algunos puntos, como evitar la memorización sin comprensión, dado que este método no permite tener una visión amplia del asunto a aprender; aspirar a notas altas para motivarse a realizar el mejor trabajo; emplear técnicas de estudio mnemotécnicas, subrayados, resúmenes, esquemas, gráficos y auto cuestionarios.

De esta manera se potencian las capacidades y se evade el fracaso escolar incluso en las materias que no gustan. Es cuestión de disciplina y de hallar la mejor forma de hacerle frente a estas obligaciones.

Importancia de la motivación ante el fracaso escolar

¿Por qué sólo se habla de rendimiento escolar del alumnado y no se tiene en cuenta el rendimiento del centro y del profesorado, o la actitud de las familias? ¿Porque no interesa, quizás?

¿Cuáles son las soluciones prácticas para el alumnado que se dedica a mirar a las ventanas, a incordiar en clase y a esperar a que llegue la hora de salir? la respuesta es doble: 1. dotar de mayor autoridad y prestigio al profesor, 2. “apartarlos del sistema” o derivarlos a otras líneas de aprendizaje que les “motiven” más.

Esa es la palabra clave: la motivación, en este caso la desmotivación. Pero ¿cómo un niño o una niña comienza a desmotivarse por el aprendizaje?

El fracaso escolar se produce cuando algo falla en algún punto del sistema educativo, y el niño o la niña con dificultades no es ayudado/a para superarlas.

Si los docentes no están profesionalmente preparados para programar el aprendizaje de sus alumnos y alumnas con la didáctica adecuada o no utilizan la dialógica, o no están motivados y se ponen a la defensiva culpando al alumnado y a sus familias de las dificultades del aprendizaje de sus alumnos/as, el fracaso está asegurado, y “siempre” la culpa será del alumno/a.

Sin embargo, hay profesionales que sí actúan adecuadamente y su nivel de éxito y su grado de motivación están por encima de la media. Son los profesores/as que no necesitan mayor

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autoridad otorgada por una norma, pues ésta les viene dada por su comportamiento y profesionalidad.

Este profesorado es el que fomenta la implicación del alumnado en su propio proceso educativo, estimulando la motivación adecuada para la realización de sus estudios; establece y define la relación entre metas, capacidad de esfuerzo y resultados, y enseña a desarrollar ideas positivas sobre sus aptitudes; establece y enseña a dirigir el pensamiento hacia sus propias metas; y, conoce técnicas y componentes del estudio, modos de adquisición, entrenamiento, mejora y consolidación.

En cuanto a las familias, las hacen conscientes de los numerosos elementos familiares que influyen en el rendimiento escolar de los alumnos y alumnas, entre ellos la necesidad de potenciar su motivación e impedir su desaliento ante notas desfavorables, cómo influyen las propias actitudes y expectativas que tenemos acerca de nuestros hijos e hijas, unido a nuestro estilo comunicativo, muchas veces de un modo no explícito pero no por ello menos importante en su rendimiento.

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Cuando un hijo tiene dificultades en el estudio, lo primero a evaluar es la causa que genera este comportamiento. Por tanto, habrá que analizar diferentes variables, en donde la familia se convierte en un importante objeto de análisis.

¿Qué lo causa?

Según los estudios, las causas que determinan el fracaso escolar son variadas, no obstante, hay dos factores principales: los trastornos del aprendizaje (dislexia, ADHD, enfermedades físicas, etc.) y los trastornos afectivos-emocionales (ámbito familiar, pedagógico, social). En esta oportunidad nos detendremos en este último grupo, principalmente en el apartado familiar.

Para la gran mayoría de expertos, la familia ejerce un papel determinante, pues estipula unas características que pueden limitar o favorecer el desarrollo educativo de los hijos; asimismo, influye de forma directa en la estabilidad emocional de los mismos.

Hay circunstancias que se viven en el clima familiar que pueden alterar el equilibrio afectivo y perjudicar el rendimiento escolar, como son:

Un cambio significativo en el modo de vida, por ejemplo la muerte de algún familiar o enfermedad grave, traslado de vivienda o escuela, separación del matrimonio, conflictos constantes entre los progenitores, nacimiento de un nuevo hermano, etc.

Estilos educativos paternos: se pueden presentar las diferentes posiciones extremas. Aquella que se caracteriza por una excesiva disciplina y perfección, la cual exige a los hijos “ser los mejores” y se castiga drásticamente las fallas. O contrario a esto, un estilo educativo laxo sin lineamientos ni normas, donde los padres están ausentes en la vida académica de los hijos y los dejan a su libre albedrío. Como también, unos padres sobreprotectores quienes, sin intención, forman un niño demasiado consentido que pierde su seguridad y presenta menos tolerancia al fracaso.

Otra causa que ha tomado bastante importancia en los últimos años, es la relacionada a las nuevas adicciones de los niños y jóvenes, como son las actividades de entretenimiento que comprenden los videojuegos, la navegación en internet, el chat, la televisión, la música, etc., las cuales requieren ejercer control en su uso para no perjudicar el rendimiento escolar.

De igual forma, hay que considerar la etapa de la adolescencia, puesto que la sola entrada de ésta, trae consigo tantos cambios en las dimensiones del joven (física, emocional e intelectual) que en algunos incide en un notorio bajón académico, que de no saberlo manejar con la debida atención, puede desembocar en un fracaso escolar.

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Igualmente, cuando un hijo no recibió una formación previa adecuada y suministrada por la familia -educadora por excelencia-, puede desencadenar complicaciones más delicadas como alcoholismo o drogadicción, las cuales están vinculadas al bajo rendimiento académico. 

Niños con fracaso escolar: consejos para un buen curso

Los niños que sacan malas notas suelen enfrentarse a una carga añadida: la actitud de sus padres, que no siempre es la más constructiva. La psicóloga infantil Claudia Quiroz, del Grupo Crece, nos explica qué podemos hacer los padres para motivar a nuestros hijos y transformar su actitud hacia los estudios.

Al hablar de niños con fracaso escolar se nos vienen a la mente adultos angustiados (sus padres), que a medida que empieza el curso comienzan a mostrarse más huraños y a hacer comentarios como “a ver si este año es diferente”, “este curso tienes que llevarlo todo al día…”, etc. El mensaje que llega solapado es “¡Uf….qué difícil será y cuantos malos ratos vamos a pasar”. Esto no es comenzar con buen pie.

Comenzar con buen pie es buscar la ilusión y mirar con confianza a los niños, con el fin de transmitirles esa confianza en ellos mismos de que harán las actividades lo mejor posible, con el esfuerzo, interés y preocupación adecuados, por lo que nos harán sentir orgullosos de ellos, ya que les suponemos inteligentes y capaces.

Tu hijo cree que lo que piensas de él es verdad

El niño va construyendo su autoconcepto académico, es decir, la percepción que tiene de sí mismo para lograr sus objetivos en el colegio.

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Si le señalamos lo mal que lo ha hecho, lo “vago ” que ha sido o que es, etc., nos centramos en el lado oscuro del niño más que en la luz, y lo que promovemos en él es una sensación de incomprensión, incompetencia, soledad y vacío. No sentirá que haya posibilidad de cambio, ni solución.

Los hijos tienden a respirar y hacer como suyos muchos mensajes que directa o indirectamente emanan de los padres. La actitud de los padres frente a las actividades escolares es vital para la motivación hacia el aprendizaje que los niños van formando poco a poco.

Si los adultos enviamos mensajes de pereza, aburrimiento, angustia, crítica excesiva, incompetencia…, éstos serán digeridos fácilmente, creando los cimientos de la disposición hacia el colegio; sin embargo, si nos centramos en los cambios de clase, amigos con nuevos juegos por aprender, nuevas historias que conocerán, ayuda que van a tener…, la disposición de los niños hacia el colegio será más positiva.

Pautas para los padres con niños con fracaso escolar

1.- Hablar con el niño de sus miedos. Es muy importante hablar con los niños de lo que les angustia y acompañarlos en sus sentimientos, transmitiéndoles apoyo y cariño sinceros, porque muchas veces no sabemos cómo se solucionará la situación, pero si los padres transmitimos a nuestro hijo la confianza en que estaremos juntos para solucionarlo, esto basta para que los niños hablen de sus miedos con los padres y poder frenarlos a tiempo.

2.- Padre y madre deben hacer equipo. Ambos padres deben estar unidos en las pautas que se van a seguir en casa respecto a los estudios, para que llegado el momento de hablar con los hijos se fomente una imagen fuerte y estable, que facilitará la solución del conflicto y el comportamiento adecuado de los niños.

3.- Hablar del pasado de forma constructiva. Es bueno hablar de las dificultades escolares con los hijos de manera que se puedan detectar e identificar los puntos que fueron de desencuentro y conflictivos del año anterior o que están surgiendo en el momento actual, sin culpabilizar, sino buscando sugerencias de cómo podrían haberlo hecho mejor todos y así buscar una solución en conjunto.

4.- Buscar soluciones realistas y hacer un seguimiento semanal. Hay que establecer pautas de solución realistas, para que se mantengan en el tiempo. A veces sugiero que entre todos coloquéis un mural con lo acordado, para evitar repeticiones innecesarias cuando los hijos ya comprenden imágenes o saben leer. Colocando por escrito lo acordado se hace realidad y se fomenta la autonomía en los niños, ya que se tienen que responsabilizar de buscar en él lo que toca hacer. Se sugiere que semanalmente se dé un espacio para la familia en donde estos puntos sean abordados y negociados, así los problemas se pueden solventar a tiempo y no cuando ya sea demasiado tarde.

Cómo organizar los deberes y el tiempo de estudio en casa

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Si queremos que nuestros hijos superen el curso fácilmente y con ilusión, además de cambiar de actitud puede ser necesario replantearse el tiempo, el espacio y la importancia que dedicamos "de verdad" a los estudios fuera del colegio.