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N.º 22 • 1 er y 2º trimestre Año 2011 Caballeros de Yuste Revista Cultural de la Asociación y Fundación “Caballeros de Yuste” En esta catedral fue coronado Carlos V Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Fundación Caballeros de Yuste Catedral de Aquisgrán

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N.º 22 • 1er y 2º trimestre Año 2011

Caballeros de YusteRevista Cultural de la Asociación y Fundación

“Caballeros de Yuste”

En esta catedral fue coronado Carlos V Emperadordel Sacro Imperio Romano Germánico.

Fundación Caballeros de Yuste

Catedral de Aquisgrán

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SumarioPag.

3.- ............................................ La Revolución científico-técnica y las nuevas tecnologías.

5.- ............................................................................................ Joseph Ratzinger: Jesús de Nazaret(desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección).

14.- ............................................................................................ La última residencia del Emperador.

20.- ...................................................................................................................La encuesta del Hambre.

25.- .................................................................................. La Seguridad Vial y la Educación Cívica.

27.- .................................................................................................................... Investidura en Málaga.

31.- ......................................................................................................................... Mercados Derivados.

33.- ...................... Glosa Histórica del Imperio Español de Carlos V según Hugh Thomas.

42.- ............................................................................................... Golpe de Estado en el Principado.

46.- ........................................................................Armoriales de la Orden de María de Hungría.

48.- ......................................... Sobre la Fuente de los Genoveses o de Carlos V en Málagay de la lealtad de esta ciudad al Emperador.

53.- ..................................................................................................... Los Arquitectos del Emperador.

58.- ................................. Erasmo de Rotterdam: Consejero áulico del Emperador Carlos V.

Caballeros de Yuste • n.º 22.1.er y 2.º trimestre • Año 2011.Depósito Legal: CC-30-2001.Edita: Asociación y Fundación Caballeros de Yuste.Dirige: Junta Directiva y Patronato.Diseño y producción: Gráficas Romero - Jaraíz de la Vera

La dirección de la revista pone en conocimiento de todos los Caballeros de Yuste de la Real Asociación que deseen escribir algún artículo o información en ella, deberán dirigirlo a la secretaría:

Avda. de la Constitución 3310430 - CUACOS DE YUSTE (Cáceres)email: [email protected]

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La Revolución científico-técnica y las nuevas tecnologías

MonseñorClemente Martín Muñoz.

Presidente de la Real AsociaciónCaballeros de Yuste.

El progreso científico

Del progreso científico se ha ocupado am-pliamente el Magisterio de la Iglesia. Ciencia y técnica son dos caras de una misma moneda. La ciencia se refiere al saber, la técnica al hacer. La ciencia es la teoría y la técnica la práctica.

La Iglesia ha valorado a la ciencia de ma-nera inequívocamente positiva. Es una riqueza de las naciones industrializadas. Y, puesto que las verdades del orden natural no se oponen a las verdades de la fe, la ciencia debe estimular-se. Pero no se deben divinizar sus conquistas, pues éstas deben estar siempre al servicio del hombre. El progreso científico puede ser un instrumento para unir a los hombres, sacar de la miseria a los pueblos pobres y descubrir el orden establecido por Dios, para dominarlo y ponerlo al servicio del hombre.

Pero existen múltiples interrogantes sobre el progreso científico: produce el fenomenismo y el agnosticismo cuando el método de inves-tigación se convierte en ley suprema de la verdad o provoca el olvido de la propia digni-dad humana; suscita además contradicciones y desequilibrios en el pensamiento, en la familia y en las instituciones internacionales, resultando inmoral cuando su sobrevaloración se impone a los países pobres; por último, es condenable cuando el progreso científico se utiliza para la guerra o la marginación. El progreso científi-co es insuficiente para solucionar la crisis de la humanidad, que principalmente es moral y religiosa.

En la Octagésima adveniens se recono-ce que las ciencias del hombre tienen una función positiva, porque pueden ampliar la libertad humana, ayudar a la moral cristiana y contribuir a la creencia en Dios. Pero, a su vez, conllevan ciertos peligros: cada ciencia por separado fragmenta el sentido de la tota-lidad del hombre y el sentido de la vida. Pero su gran peligro es reducir “científicamente” al hombre imponiéndole modelos de conducta, limitándolo a una pieza del sistema o a una definición científica.

El progreso tecnológico

«La segunda revolución industrial, carac-terizada por la búsqueda del bienestar y los objetivos de productividad, racionalización de la producción y del trabajo e incremento y expansión del consumo» genera una for-ma de vida donde predominan los intereses industriales. El cristianismo ve en la técnica un instrumento de liberación del hombre y de desarrollo completo de la humanidad. Ésta de-be servir al hombre como factor de progreso económico y de bienestar humano, y debe fa-cilitar el descubrimiento del orden establecido por Dios. Pero la técnica, cuando sobrepasa su posibilidad real o niega la prioridad de la ética sobre ella, se convierte en un grave peligro.

La técnica resulta insuficiente para res-ponder a los graves interrogantes humanos o para solucionar los problemas de convivencia, sobre todo cuando la tecnología se convier-te en ideología del tener o en instrumento de poder. También es adversaria del hombre cuando le priva de su derecho al trabajo o cuando, como fuerza de opresión, sirve para impedir el desarrollo económico y social de pueblos enteros. Para la Iglesia, si la técnica se desconecta de lo trascendente, convierte al hombre en prisionero de sí mismo, por lo que ésta debe conjugarse entonces con los valores del espíritu.

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LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICO-TÉCNICA Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

El “espíritu técnico” aparece en los textos pontificios como una concepción equívoca de la vida y del mundo, ya que pone en la técnica el fin último del hombre y de la vida. Es una nueva idolatría.

El progreso técnico ha adquirido una dimen-sión impresionante y favorece las relaciones sociales. Es un don de Dios, pero debe estar subordinado al bien común, favoreciendo la in-terdependencia, la solidaridad internacional y el espíritu de colaboración humana, para que un abuso del desarrollo tecnológico no se con-vierta en un arma contra la humanidad.

La industrialización tiene para el Magiste-rio sus ventajas cuando promueve la cultura de masas y es necesaria para el crecimiento económico y el progreso humano. Pero se exige una cierta cautela ante sus efectos no deseados o descontrolados que provocan situaciones de extrema pobreza en innume-rables trabajadores, por el paro, la movilidad social, la adaptación profesional, la compe-tencia desmedida, la creación de necesidades superfluas, la desorientación de las familias, etc. Corresponde, pues, a la moral orientar la industrialización para impedir el desorden y los graves daños sociales.

Las nuevas tecnologías

Las nuevas tecnologías suponen grandes transformaciones sociales y, por lo tanto, in-teresan a la Doctrina social de la Iglesia. Los textos pontificios atienden a las nuevas tec-nologías desde el proceso de producción económica de bienes y servicios y por su pos-terior aplicación al campo de la comunicación y la cultura. En la Laborem exercens las nuevas tecnologías gozan, además, de la posibilidad de abrir un nuevo futuro para el hombre, cuan-do éste se dedique a funciones culturales más altas, una vez superadas las dificultades eco-nómicas. Pero entonces será necesario que las nuevas tecnologías sean compartidas por to-dos los hombres y se usen adecuadamente.

Con la automación la técnica actual no solo sustituye la fuerza muscular del hombre sino también su cerebro. Es una forma avanzada de técnica y de racionalización que compagina el maquinismo, la división del trabajo, la elec-trónica y la cibernética. Como otros procesos, es un fenómeno ambivalente: contribuye al progreso humano, pero puede subordinar al

hombre a las exigencias de la técnica. Pío XII la trató de manera primordial señalando que es una actividad elogiosa, aunque no es la so-lución definitiva de los problemas del hombre. El progreso de la automación no puede preva-lecer contra la economía o la vida social. No puede convertir al hombre en un demiurgo, y el orden social requiere más conocimientos que los puramente técnicos.

Con la generalización de la informática se ha ocasionado una forma de vida nueva. Las po-sibilidades que ofrece la informática provocan un primer interrogante en torno a su manipula-ción y su uso fraudulento. Por eso es necesario reafirmar que el hombre y el bien común están por encima de todas las posibilidades informá-ticas. La Doctrina social ofrece todavía escasos textos sobre este tema. La Laborem exercens trata el asunto dentro de la concepción cristia-na del trabajo. Las nuevas tecnologías están incardinadas en el trabajo del hombre; son fru-to e interactúan entre el sujeto y el objeto del trabajo

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Joseph Ratzinger: Jesús de Nazaret (desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección).

Él (Jesús) era mucho más que “uno de los profetas”, alguien diferente. Que era más que uno de los profetas lo reconocie-ron a partir del Sermón de la Montaña y a la vista de sus acciones portentosas, de su potestad para perdonar los pecados, de la autoridad de su menaje y de su modo de tratar las tradiciones de la Ley. Era ese “profeta” que, al igual que Moisés, hablaba de Dios como con un amigo, cara a cara; era el Mesías, pero no en el sentido de un simple encargado de Dios. La actualidad de Jesús, desde entonces, jamás ha cesa-do; libros, conferencias, tesis doctorales; todo al máximo nivel: Jesús no es en modo alguno, indiferente para los intelectuales, hermeneutas, políticos o educadores sea cual fuere el área, de la aceptación o ne-gación, en la que se encuentren instalados; así, por ejemplo, el milagro naciente del inicio de la Primavera del 2011, ha consis-tido en la aparición editorial conjunta de dos obras esenciales: “Jesús de Nazaret (Volumen II), de Joseph Ratzinger y la vo-luminosa obra “Jesús”, de la que es autor el teólogo protestante Joachim Ringleben; en ambos libros se pone de manifiesto, con las naturales diferencias de posicio-nes ideológicas, la profundad unidad en la comprensión esencial de la persona de Jesús y de su Mensaje.

Joseph Ratzinger analiza en este segun-do volumen lo que podríamos considerar como los “momentos estelares” de la exis-tencia pública de Jesús: la entrada triunfal en Jerusalén; el acto del lavatorio de los pies a sus discípulos; el significado de la Última Cena; la subida al monte de los Oli-vos, el Proceso judicial de Jesús, su crucifixión, muerte y resurrección. El pro-tagonismo absoluto de este segundo volumen, lo desempeña sin fisura alguna la figura de Jesús; hay en esta segunda entre-ga, naturalmente, menos juego para las “figuras de la Pasión” que podemos

observar en el primer volumen: en el am-biente está, desde el primer momento, el drama de Jesús, su soledad, su tristeza y su infinito dolor. Situaciones todas que son minuciosamente estudiadas, bien a través de las Escrituras, bien a través de los Evan-gelios o bien considerando algunas citas de egregios pensadores por Joseph Ratzinger: la anécdota deja paso a la realidad de las cosas; son las propias palabras, gestos y signos de Jesús los que el autor somete a riguroso análisis. El autor no hace literatu-ra alguna, no fabula ninguna situación, no dramatiza: cualquier pequeño detalle, aún por insignificante que pueda parecernos, es sometido a una profunda reflexión teológi-co-filosófica. La vida pública de Jesús está cargada de referencias; nada es irrelevante. El misterio preside cada paso de Jesús; to-do episodio tiene un sentido inmensamente

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profundo que es menester captar. Así, por ejemplo, no pasas desapercibida, para el Pontífice reinante, la extraña elección rea-lizada por Jesús del dulce borriquillo que solicita a sus discípulos para entrar, como Rey, en la triunfal jornada de Jerusalén.

¿Cabe trono más humilde para un triun-fador? ¿Cuál es el Poder de Jesús?. Jesús no es un líder político, condición que costó du-rante muchísimo tiempo y a mucha gente lograr “entender”, y, por lo tanto, su Poder es de carácter diferente: reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él conside-ra el único poder salvador. Por eso mismo, las palabras entusiastas que recibe por las calles de Jerusalén el Domingo de Ramos -palabras nunca jamás dedicadas hasta ese día a persona alguna- tienen un senti-do especial de esperanza. La palabra había probablemente asumido también, nos di-ce Joseph Ratzinger, un sentido mesiánico. Así, podemos reconocer en la exclamación “¡Hosanna!” una expresión de múltiples sentimientos, tanto de los peregrinos que venían con Jesús como de sus discípulos: una alabanza jubilosa a Dios en el momento de aquella entrada; la esperanza de que hu-biera llegado la hora del Mesías, y al mismo tiempo la petición de que fuera instaurado de nuevo el reino de David y, con ello, el rei-nado de Dios sobre Israel. El entusiasmo de aquel glorioso día quedó para siempre, su-braya el autor, incluido en la liturgia: para la Iglesia naciente el “Domingo de Ramos” no era una cosa del pasado. Así como entonces el Señor entró en la Ciudad Santa a lomos del asno, así también la Iglesia lo veía llegar siempre nuevamente bajo la humilde apa-riencia del pan y el vino.

Los hechos de la “Entrada en Jerusalén” contradicen a todos aquellos hermeneutas que han querido ver en la figura de Cris-to, incluso en época no muy alejada de nosotros, a un mero político: Ni Jesús ni el Evangelio corresponden a esta constan-te. Con el tiempo se ha calmado la oleada de las teologías de la revolución que -es-cribe Joseph Ratzinger-, basándose en un Jesús interpretado como zelote, trataron de legitimar la violencia como medio para establecer un mundo mejor, el “Reino”. Los terribles resultados de una violencia motiva-da religiosamente están a la vista de todos nosotros de manera más que sobradamente

rotunda. La violencia no instaura el Reino de Dios, el reino del humanismo. Por el contra-rio, por más que invoque motivos religiosos e idealista, es un instrumento preferido por el anticristo. No sirve a la humanidad, sino a la inhumanidad. El único matiz violento de la vida de Jesús -la purificación del Tem-plo- está perfectamente justificado. El autor nos recuerda que Jeremías se bate apasio-nadamente por la unidad entre culto y vida en la justicia delante de Dios; lucha contra una politización de la fe, según la cual Dios debería defender en cualquier caso su tem-plo para no perder el culto. Sin embargo, un templo que se ha convertido en una “cueva de bandidos” no tiene la protección de Dios.

Jesús de Nazareth Vol I

El lector avisado comprenderá perfec-tamente que, en un simple comentario editorial, aún por generoso que sea el es-pacio disponible, no se puede reflejar cumplidamente la riqueza teológica, filo-sófica y literaria que podemos apreciar en estas páginas: se impone la síntesis. Y hay

JOSEPH RATZINGER: JESÚS DE NAZARET

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JOSEPH RATZINGER: JESÚS DE NAZARET

que comenzar por especificar los momentos culminantes del libro ; mejor aún; concretan-do las horas decisivas de la vida de Jesús. Es obvio que existen varios momentos “decisi-vos”. El primero de ellos, a nuestro entender, es el que hace referencia al lavatorio de los pies de los discípulos. Momento crucial en la valoración de la humildad y humanidad de Jesús. Presta, efectivamente, un servicio propio de esclavos; se despoja de su ran-go de rey y, en consecuencia, desciende a lo máximo de su humanidad y divinidad; se hace hombre y cumplimenta su obediencia a todo un programa de dolores que le lleva-rán a la Cruz; Jesús podría haber realizado un mero acto simbólico; sin embargo como de forma luminosa nos dice Joseph Ratzin-ger, se despoja de su esplendor divino, se arrodilla, por decirlo así, ante nosotros, lava y enjuga nuestros pies sucios para hacernos dignos de participar en el banquete nupcial de Dios. El gesto de lavar los pies expre-sa precisamente esto: el amor servicial de Jesús es lo que nos saca de nuestra sober-bia y nos hace capaces de Dios, nos hace “puros”. La pureza es algo que, de una u otra forma, siempre han buscado las diver-sas religiones que campean por el mundo. Efectivamente, en las prescripciones cul-turales de todas las religiones los ritos de purificación tienen un importante papel: dan al hombre una idea de la santidad de Dios, y también de la propia oscuridad, dela cual ha de ser liberado para poder acercar-se a Él. En el judaísmo observante de los tiempos de Jesús, el sistema de las purifi-caciones humanas dominaba toda la vida. Vivir limpios, en consecuencia, equivale a vivir en la verdad. La verdad, pues, en es-ta hora transcendental de la vida de Jesús, es ahora el “lavatorio” que hace a los hom-bres dignos de Dios. Esto, subraya Joseph Ratzinger, nos permite comprender aquí a Jesús. El hombre debe estar inmerso en la verdad para que sea liberado de la suciedad que lo separa de Dios. A este respecto no podemos olvidar que Juan no toma en con-sideración un concepto abstracto de verdad; él sabe que Jesús es la verdad en persona.

Nos encontramos así ante el gran don que sólo Dios puede otorgar: “Vosotros estáis limpios”, dice Jesús a sus discípulos. El don de la pureza es un acto de Dios. El hombre por sí mismo no puede hacerse digno de Dios, por más que se someta a cualquier

proceso de purificación. “Vosotros estáis limpios”. En esta palabra maravillosamente simple de Jesús se expresa de manera prác-ticamente sintética lo sublime del misterio de Cristo: el Dios que desciende hacia no-sotros nos hace puros. No obstante la suma importancia, como hemos visto, que en-traña el acto del lavatorio de los pies a los discípulos la hora de la cruz es la hora de la verdadera gloria de Dios Padre y de Jesús.

la Cruz es el camino que conduce a la vida auténtica; lo mismo que el morir de cada hombre. La expresión “vida eterna” no significa la vida que viene después de la muerte -como tal vez piensa de inmedia-to el lector moderno-, en contraposición a la vida actual, que es ciertamente pasa-jera y no una vida eterna. “Vi da eterna”, afirma Joseph Ratzinger, significa la vida misma, la vida verdadera, que puede ser vi-da también en este tiempo y que después

Jesús de Nazareth Vol II

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ya no puede ser rebatida por la muerte fí-sica. Esto es lo que realmente interesa; abrazar ya desde ahora “la vida”, la vida verdadera, que ya nada ni nadie puede des-truir. Los grandes pensadores de todos los tiempos, comenzando por Platón, se han ocupado y preocupado por desvelar este misterio. ¿Cuál es el camino que conduce a la vida eterna? Lo que durante siglos se ha buscado a tientas, incluido nuestro propio tiempo, aparece con espléndida claridad en las palabras de Jesús. El hombre ha encon-trado el camino de la vida eterna cuando se sustenta en las palabras de Jesús, que es la vida misma.

En Jesús, Dios entra totalmente en el mundo de los hombre: quien ve a Jesús, ve al Padre. La fe, es por lo tanto, más que una palabra, más que una idea: significa entrar en comunión con Jesucristo y, a través de Él, con el Padre. Él es el verdadero fundamento de la comunidad de los discípulos, la base para la unidad de la Iglesia. En su núcleo -dice Joseph Ratzinger-, esta fe es “invisible”. Pero, puesto que los discípulos se unen al único Cristo, la fe se convierte en “carne” e incorpora a cada uno en un verdadero “cuer-po”. La Encarnación del Logos continúa hasta la plenitud de Cristo. Esta es, en oposición a muchas concepciones filosóficas y teoló-gicas de nuestro tiempo -especialmente la marxista-. La gran misión de Jesús: llevar al “mundo” fuera de la alineación del hombre respecto de Dios y de sí mismo, para que el mundo vuelva a ser de Dios y el hombre, al hacerse una sola cosa con Dios, torne a ser totalmente él mismo. Esta transforma-ción, nos dice el autor, tiene el precio de la Cruz y, para los testigos de Cristo, el de la disponibilidad al martirio. La Iglesia nace de la oración de Jesús. Pero esta oración no es solamente palabra: es el acto en el que Él se “consagra” así mismo, es decir, “se sacrifi-ca” por la vida del mundo.

Refiriéndose a la Pascua o Última Cena, se nos indica en estas páginas, que para Jesús no se trató de cumplimentar un rito judío más: fue un acto de despedida a sus discí-pulos en el cual les entregó -nos entregó a todos- algo nuevo: se entregaba así mismo como el verdadero Cordero, instituyendo así su Pascua. Podemos entender con todo esto cómo la Última Cena de Jesús, conjunta-mente con los dones eucarísticos, se incluía

también una anticipación de la Cruz y de la Resurrección.

Aún reconociendo, la extremada impor-tancia que entraña el acto de la Última Cena y la Resurrección, para Joseph Ratzinger la Crucifixión es el acto supremo del amor de Jesús a los hombres: acto de radicalización del amor incondicional de Dios. Si bien, pre-viamente, en la Última Cena Jesús, al partir el pan, realiza otro de sus gestos inolvidables; es el gesto de hospitalidad con la que se hace partícipe de lo propio al extraño, aco-giéndolo en la comunión de la mesa. Partir y compartir: precisamente el compartir crea comunión. La bondad de Dios, que se mani-fiesta en el repartir, se convierte de manera totalmente radical en el momento en que el Hijo se comunica y se reparte asimismo en el pan. Llegados a este punto, nos parece aconsejable el recomendar al futuro lector de este libro, la lectura de la bellísima glo-sa filosófica que el pensador español, don Eugenio D'ors, dedicó al sublime momento de referencia: ¿De qué forma maravillosa partiría Jesús el pan cuando en una de sus primeras apariciones, después de su muer-te, fue inmediatamente reconocido por su forma de partir el pan por sus discípulos? El gesto de Jesús se ha transformado así en el símbolo de todo el misterio de la Eucaris-tía: en los Hechos de los Apóstoles y en el cristianismo primitivo en general, “partir el pan” designa la Eucaristía. En ella nos be-neficiamos de la hospitalidad de Dios, que se nos da en Jesucristo crucificado y resu-citado. La fracción del pan y el repartir -el acto de atención amorosa por aquel que necesita de mí- es por tanto una dimensión intrínseca de la Eucaristía misma. Cierto es, concluye Joseph Ratzinger, que la Eucaristía es el acontecimiento visible de reunión que -en un lugar y más allá de todos los luga-res- es un entrar en comunión con el Dios vivo, que acerca desde dentro a los hombres unos a otros. La Iglesia nace de la Eucaris-tía. De ella recibe su unidad y su misión. La Iglesia proviene de la Última Cena, pero pre-cisamente por eso se deriva de la Muerte y Resurrección de Cristo, anticipadas por Él en el don de su cuerpo y su sangre.

Otro de los misterios de la vida de Jesús lo constituye lo acontecido en el Huerto de Getsemani y que para Joseph Ratzinger entraña una importancia suma para com-

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prender en toda su extensión la inmensa soledad que padeció Jesús. Los que hemos tenido la inmensa suerte de visitar el lugar, con las naturales alteraciones introducidas por el paso del tiempo, hemos podido com-probar que aún quedan vigentes atisbos de su primitiva belleza. No nos sorpren-de en absoluto que Beethoven, una de las más altas cúspides de la música sinfónica, compusiese su inmortal Oratorio “Jesús en el Monte de los Olivos” profundamente inspirados por los sublimes acontecimien-tos que en dicho lugar tuvieron una divina realización. El Pontífice reinante considera que, sin duda alguna, Getsemaní, es uno de los lugares más venerados del cristianis-mo. Ciertamente -nos dice-, los árboles no se remontan a la época de Jesús; durante el asedio de Jerusalén, Tito hizo talar todos los árboles en los vastos alrededores de la ciudad. El Monte de los Olivos, sin embargo, es el mismo de entonces. Quien se detiene en él, se encuentra aquí ante un dramático punto culminante del misterio de nuestro Redentor; Jesús ha experimentado aquí la última soledad, toda la tribulación del ser hombre. Aquí, el abismo del pecado y del mal le ha llegado hasta el fondo del alma. Aquí se estremeció ante la muerte inminen-te. Aquí le besó el traidor. Aquí todos los discípulos lo abandonaron. Aquí Él ha lu-chado también por mí. En el Huerto Jesús ha aceptado hasta el fondo la voluntad del Padre, la ha hecho suya, y así ha dado un vuelco a la Historia. Al comienzo de la noche en el Monte de los Olivos aparece la palabra sombría del golpear y del dispersar, pero también la promesa de que, precisamente así, Jesús se manifestará como el verdade-ro Pastor, reunirá a los dispersos y guiará hacia Dios, introduciéndolos en la vida. Tan sólo de forma literaria podríamos decir que la “sombra del mal” cae sobre Getsema-ní. La somnolencia de los discípulos sigue siendo, en opinión del esclarecido autor de estas páginas, una ocasión favorable para el poder del mal. Esta somnolencia es un em-botamiento del alma, que se deja inquietar por el poder del mal en el mundo, por toda la injusticia y el sufrimiento que devastan la tierra. Es una insensibilidad que prefiere ignorar todo eso; se tranquiliza pensando que, en fondo, no es tan grave, para poder permanecer así en la autocomplacencia de la propia existencia satisfecha. Pero esta fal-ta de sensibilidad de las almas, esta falta de

vigilancia, tanto por lo que se refiere a la cercanía de Dios como al poder amenazador del mal, otorga un poder en el mundo ma-ligno. Ante los discípulos adormecidos y no dispuestos a inquietarse, el Señor dice de sí mismo: “Me muero de tristeza”...

En Getsemaní el Señor siente, efectiva-mente, toda la aflicción humana: la marea sucia del mal, todo el poder de la mentira y la soberbia, toda la astucia y la atrocidad del mal, que se enmascara de vida pero que está continuamente al servicio de la destrucción del ser, de la desfiguración y la aniquila-ción de la vida. Precisamente porque es el Hijo, siente profundamente el horror, toda la suciedad y la perfidia que debe beber en aquel “cáliz” destinado a Él: todo el poder del pecado y de la muerte. Todo esto lo de-be acoger dentro de sí, para que en Él quede superado y privado de poder.

El drama del Monte de los Olivos consiste en que Jesús restaura la voluntad natural del hombre de la oposición a la sinergia, y res-tablece así al hombre en su grandeza. En la voluntad natural humana de Jesús está, por decirlo así, toda la resistencia de la natu-raleza humana contra Dios. La obstinación

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de todos nosotros, toda la oposición con-tra Dios está presente, y Jesús, luchando, arrastra a la naturaleza recalcitrante hacia su verdadera esencia. En cualquier caso, en la oración del Monte de los Olivos, hay algo más: se trata, quisiérase o no, del inevitable encuentro de Jesús con el Poder de la Muer-te; cuyo abismo, en toda su profundidad y terror, percibe. Maravillosamente lo descri-be Joseph Ratzinger al decirnos, en su libro, que, en ese momento, Cristo -angustiado- da la impresión de efectuar un inequívoco “for-cejeo” entre su naturaleza divina y humana: su grandeza radica, precisamente, en que su oración, sus gritos de angustia y su dolor espiritual -aún no ha comenzado el vituperio de la Pasión- los eleva, como Hombre a lo más alto: a su Padre, a Dios. En Getsemaní tiene Jesús la visión más nítida, más clara y directa de lo que significa el sacrificio de la Cruz: la transformación de la muerte en vida. Desde la Cruz adviene a los hombres una vida nueva. En la Cruz, concluye este episodio el autor, Jesús se convierte en fuen-te de vida para sí y para todos. En la Cruz, la muerte queda vencida.

Analizando el Proceso Judicial de Jesús -surto, como es bien sabido, de toda clase de ilegalidades-, Joseph Ratzinger considera que alberga, profundizando en las premisas judiciales, una inmensa duda: ¿Fue un pro-ceso de índole política o, por el contrario, fue un proceso de exclusivo matiz religioso? El dilema es grande según se adopte una u otra perspectiva: si se elige el camino de la política para justificar el dramático aconte-cimiento -posible miedo de los jefes de los sacerdotes y fariseos a Roma- se corre al in-menso peligro de afirmar que todo lo que hasta entonces había realizado Jesús, desde el punto de vista religioso, no tenía valor al-guno. Jesús vendría a ser, como acontece en todas las épocas, un líder de índole social, un disidente, un simple descontento. Por eso, nos subraya muy inteligente mente el Pontífice reinante, es preciso examinar con todo cuidado este excepcional momento de la vida y del Evangelio de Jesús: sus palabras imponen una radical separación entre la dimensión religiosa y la política; una separa-ción que ha cambiado el mundo y pertenece realmente a la esencia de su nuevo camino.

Hay, no obstante, que seguir insistiendo en este punto: Es la Cruz la definidora obje-

tiva de esta cuestión: Jesús había inaugurado un reino no político del Mesías y comenzado a deslindar los dos ámbitos hasta entonces inseparables. Pero esta separación entre po-lítica y fe, entre pueblo de Dios y política, que forma parte esencial de su mensaje, só-lo era posible en última instancia a través de la Cruz: sólo mediante la pérdida verda-deramente absoluta de todo poder externo, del ser despojado radicalmente en la Cruz, la novedad se hacía realidad. Sólo mediante la fe en el Crucificado, en Aquel que es des-poseído de todo poder terrenal, y por eso enaltecido, aparece también la nueva comu-nidad, el modo nuevo en que Dios domina en el mundo.

La decisión fundamental tomada en la reunión del Sanedrín de proceder en contra de Jesús se llevó a cabo con su arresto en la noche entre el jueves y el viernes en el Mon-te de los Olivos. Jesús fue llevado al palacio del sumo sacerdote siendo aún de noche, donde el Sanedrín, con sus tres fracciones -sacerdotes, ancianos, escribas- estaba ob-viamente ya reunido. En el caso del juicio contra Jesús ante el Sanedrín no se hizo otra cosa que interrogar, más o menos a fondo, al “presunto” reo y pasarlo inmediatamen-te a la competencia judicial del gobernador romano con la recomendación de su inme-diata “condena”: los delitos cometidos por Jesús no estaban nada claros en cuanto a “pruebas” se refiere; todo lo aportado por los testigos de la ocasión era muy “endeble”. El gobernador se las vio y se las deseó pa-ra montar un aceptable “auto procesal”; de ahí el lavatorio subsiguiente de sus manos y, finalmente, la oferta de cambiar a Jesús por un “indeseable”. Ninguno de sus “jueces” debían conocer la doctrina de Jesús puesto que, efectivamente, burlándose de él, gol-peándole y crucificándolo no hicieron otra cosa, como muy acertadamente glosa este pasaje Joseph Ratzinger, que hacer cumplir de modo misterioso el destino del siervo de Dios. La confesión de Jesús ante Pilatos po-ne a éste ante una sorprendente situación. El acusado reivindica realeza y reino. Pilatos se pregunta: ¿Dónde está su fuerza militar? ¿Dónde está su poder? ¿Dónde están sus ma-sas seguidoras? El romano está obnubilado.

Y, sin embargo, la respuesta a las inte-rrogantes que anteceden no estaba lejada: instaurar el Reino de la Verdad. Cuestión

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esencial para Joseph Ratzinger es el matizar la expresión que tan hondamente torturó la mente del pretor romano: ¿Qué es la verdad? Cristo es la Verdad y, consiguientemente, dar testimonio de la Verdad significa dar valor a Dios y su voluntad frente a los intereses del mudo y sus poderes. Dios es la medida del ser. En este sentido, la Verdad es el verda-dero “Rey” que da a todas las cosas su luz y su grandeza. Podemos decir también que dar testimonio de la Verdad a partir de Dios, de la Razón creadora, para que dicha verdad pueda ser la medida y el criterio de orienta-ción en el mundo del hombre; y que se haga presente también a los grandes y poderosos el poder de la verdad, el derecho común, el derecho de la verdad. ¿Qué es la verdad...? La interrogante, como hemos visto fue muy molesta para Pilatos. Pero, en el sentir de Joseph Ratzinger, en nuestro tiempo sigue siendo incomoda para no pocos pensado-res: incomoda en la contienda política y en la discusión sobre la formación del Derecho. Pero sin la verdad el hombre pierde en de-finitiva el sentido de su vida para dejar el campo libre a los más fuertes. “Redención”, en el pleno sentido de la palabra, sólo puede consistir en que la Verdad sea reconocible. Y llega a ser reconocible, concluye el Pontífice reinante, si Dios es reconocible. El se da a conocer en Jesucristo. En Cristo, ha entrado en el mundo y, con ello, ha plantado el cri-terio de la Verdad en medio de la Historia. Externamente, la Verdad resulta impotente en el Mundo, del mismo modo que Cristo es-tá sin poder según los criterios del Mundo; no tiene legiones. Es crucificado. Pero preci-samente así, en la falta total de Poder, Él es poderoso y sólo así la Verdad se convierte siempre de nuevo en Poder.

Llegamos, pues, a tres claras conclusio-nes: a) Después del interrogatorio, Pilato no dudó más: Jesús no es un revolucionario político, su mensaje y su comportamiento no representa una amenaza para la do-minación romana. Si tal vez ha violado la Torá, a él, que es romano, no le interesa. b) Los seguidores de Jesús, en el sucederse de estas dramáticas jornadas, huyen des-pavoridos; la soledad de Jesús traspasa el corazón. c) Entre el ir y el venir de Jesús de uno a otro juez es evidente que se le “otorga” el más bello y profundo de sus tí-tulos “Ecce honmo”. Expresión, manifiesta Joseph Ratzinger, que adquiere espontá-

neamente una profundidad que va más allá del dramático momento: Ciertamente, en Jesús aparece lo que es propiamente el hombre. En Él se manifiesta la miseria de todos los golpeados y abatidos. En su mi-seria se refleja la inhumanidad del poder humano, que aplasta de esta manera al im-potente. En Él se refleja lo que llamamos “pecado”; en lo que se convierte el hombre cuando da la espalda a Dios y toma en sus manos por cuenta propia el gobierno del mundo. No sabemos explicarlo, añadimos nosotros (meros transcriptores del pen-samiento de Joseph Ratzinger), pero esta última conclusión a la que llega el autor de este libro, nos trae todo el aroma, toda la belleza y emoción que se encierra en la pá-gina evangélica del Sermón de la Montaña.

Las últimas reflexiones del libro ver-san, naturalmente, sobre la Crucifixión y la Resurrección de Jesús; acontecimientos misteriosamente anticipados en “Isaías 53”: El camino de Jesús estaba anunciado paso a paso. El profeta, ciertamente, pa-rece hablar como si fuera un evangelista. Jesús no muere solo; le acompañan dos singulares personajes de extraña calaña; no quieren ahorrarle ni el consuelo de la soledad personal; hasta en ese mismo mo-mento es insultado por sus acompañantes que le retan, entre otras cosas, a “demos-trar su poder de Rey”; bien es verdad que, uno de ellos, depone pronto su actitud; la condena para los tres reos no es muy expresiva: culpables del mismo crimen de resistencia contra el poder romano... El más atroz dolor impregna toda la narra-ción de la Pasión: la humillación pública, el escarnio y los golpes en la cabeza de los que se mofan, la sed terrible, el traspasarle las manos y los pies, el echar a suertes sus vestidos. Joseph Ratzinger se detiene pro-fundamente en la meditación del auténtico sentido del lamento de Jesús en la Cruz. Y nos dice: así como el canto de Isaías mani-fiesta el sufrimiento de Dios por su pueblo, más allá de su momento histórico, así tam-bién la escena de la Cruz sobrepasa la hora de la muerte de Jesús. No sólo Israel, sino también la Iglesia, nosotros, respondemos una y otra vez al amor solicito de Dios con vinagre, con un corazón agrio que no quie-re hacer caso del amor de Dios. “Tengo sed”: este grito de Jesús se dirige a cada uno de nosotros.

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JOSEPH RATZINGER: JESÚS DE NAZARET

Es curioso, advierte Joseph Ratzinger, que después del drama del proceso, en el cual to-do parecía una conjura contra Jesús y ninguna voz parecía levantarse en su favor, venimos ahora a saber del otro Israel; de las personas que están a la espera, de las personas que confían en las promesas de Jesús y van en busca de su cumplimiento. Personas que, en la palabra y en la obra de Jesús, reconocen la irrupción del Reino de Dios, el inicio del cum-plimiento de las promesas. Desde entonces el misterio de la Cruz no está simplemente ante nosotros, sino que nos afecta y da a nuestra vida un nuevo valor.

La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resu-citado de entre los muertos. Si se prescinde de esto, para el autor de estas páginas, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cris-tiana ciertas ideas interesantes sobre Dios y el hombre, sobre su ser hombre y su deber ser -una especie de concepción religiosa del mundo-, pero la fe cristiana queda muerta. En este caso, Jesús es una personalidad religio-sa fallida; una personalidad que, a pesar de su fracaso, sigue siendo grande y puede dar

lugar a nuestra reflexión, pero permanece en una dimensión puramente humana, y su au-toridad sólo es válida en la medida en que su mensaje nos convence. Ya no es el criterio de medida; el criterio es entonces únicamente nuestra valoración personal que elige de su patrimonio particular aquello que le parece útil. Y eso significa que estamos abandona-dos a nosotros mismos. La última instancia es nuestra valoración personal. Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, aho-ra, Dios se ha manifestado verdaderamente. Sus propios discípulos tardaron mucho tiempo en darse cuenta de esta realidad. San Marcos nos dice -escribe Joseph Ratzinger- que los discípulos cuando bajaban del Monte de la Transfiguración, reflexionaban preocupados sobre aquellas palabras de Jesús, según las cuales el Hijo del Hombre resucitaría “de en-tre los muertos”. Y se preguntaban entre ellos lo que querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”. Y, de hecho, ¿En qué con-siste eso? Los discípulos no lo sabían y debían aprenderlo sólo por el encuentro con la reali-dad.

¿Qué supone la Resurrección de Jesús? La respuesta para Joseph Ratzinger es muy sim-ple: La Resurrección de Jesús ha consistido en un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muer-te, sino que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre. Por eso, la Resurrección no es un acontecimiento aislado que podríamos pasar por alto y que pertenecería únicamente al pa-sado, sino que es una especie de “mutación decisiva”. Lo mismo, en lógica consecuencia, se puede pensar de su muerte: no es una ca-sualidad. Entra en el contexto de la Historia de Dios con su pueblo; de ella recibe su lógica y su significado. En un acontecimiento en el que se cumplen las palabras de la Escritura, un acontecimiento que comporta un logos, una lógica; es un acontecimiento que proviene de la Palabra y retorna a la Palabra, la confirma y la cumple. Por eso mismo, el sepulcro con el cadáver sería la prueba de que no habría habido resurrección; estaba claro que, al no encontrar las mujeres y sus discípulos el Cuer-po de Jesús, la Resurrección se había llevado a efecto: Jesús no se había dormido en brazos

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de la Muerte; Él había vencido efectivamente a la muerte.

No se olvida Joseph Ratzinger de descri-bir el extraño ambiente, la sensación como de “desconfianza”, con la que sus discípulos acogen esa “resurrección”, es decir, sus “apari-ciones”. Las apariciones de las que nos hablan los evangelistas son ostensiblemente de un género diferente a lo que podríamos conside-rar como una situación “normal”. Por un lado, el Señor aparece como un hombre, como los otros hombres: camina con los discípulos de Emaús; deja que Tomás toque sus heridas; según Lucas, acepta incluso un trozo de pez asado para comer, para demostrar su verda-dera corporeidad. Y, sin embargo, también según estos relatos, no es un hombre que sim-plemente ha vuelto a ser como era antes de la muerte. Llama la atención, ante todo, que los discípulos no lo reconozcan en un primer mo-mento. Esto no sucede solamente con los dos de Emaús, sino también con María Magdalena y luego de nuevo junto al lago Tiberíades: “Es-taba y amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús”. Solamente después de que el Señor les hubo mandado salir de nuevo a pescar, el discípulo tan amado lo reconoció: “Y aquel dis-

cípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: “Es el Señor”. ¿Qué es lo que había provocado aquella situación...? Para Joseph Ratzinger es un “reconocimiento” que queda envuelto en el misterio. En efecto, después de la pesca, cuan-do Jesús los invita a comer, sigue imperando una cierta sensación de extraña timidez. “Nin-guno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor”. Lo sabían desde dentro, pero no por el aspecto de lo que veían y presenciaban. Consecuente-mente, concluye el autor, si se hubiera tenido que inventar la “Resurrección”, se hubiera con-centrado toda la insistencia demostrativa del singular hecho en la plena corporeidad de Jesús; en la posibilidad de reconocerlo inme-diatamente y, además, se habría ideado tal vez un poder particular como signo distintivo del Resucitado. Jesús, en consecuencia, no viene del mundo de los muertos -ese mundo que Él ha dejado ya definitivamente atrás-, sino al re-vés, viene precisamente del mudo de la pura vida, viene realmente de Dios, Él mismo como el Viviente que es, fuente de vida.

Cabe preguntarse -y así lo hace Joseph Ratzinger-: ¿Cuál es el auténtico significado histórico de la Resurrección: a) Jesús no es al-guien que haya regresado a la vida biológica normal y que después, según las leyes de la biología, deba morir nuevamente cualquier otro día; b) Jesús no es un fantasma, una fanta-sía creada por los hombres y c) Jesús tampoco es una creación onírica de determinadas mís-ticas. El hombre Jesús, con su mismo cuerpo, pertenece totalmente a la esfera de lo divino y eterno. No cabe, por lo tanto, confundirse; Jesús no es un líder político, un agitador de masas, un mero idealista o una fulgurante es-trella de cualquier music-hall; quedarán, por lo tanto, profundamente defraudados todos aquellos que se acerquen a estas páginas esgrimiendo los conceptos anteriormente in-dicados. El autor analiza, expone y reflexiona únicamente sobre las palabras y las acciones esenciales de la vida de Jesús guiado, natural-mente, por lo que el propio autor denomina la hermenéutica de la fe. Discretamente se distancia de toda licencia literaria, filosófica o teológica que suscite la confusión en la men-te del lector. Sigue el camino que hace años señaló el sutil pensador Xavier Zubiri -en su libro “Naturaleza, Historia y Dios”- en el que afirma que al plantearse la idea de Dios, Dios es primariamente objeto de creencia y no de intelección

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Gonzalo de Federico y Pérez.Vicepresidente de la Real Asociación

Caballeros de Yuste.

Cansado y enfermo, tras de treinta y dos años de reinado, el Emperador Carlos V sor-prendió a toda Europa al abdicar de sus títulos y decidir retirarse a un desconocido Monas-terio de Extremadura. Hasta el Papa Paulo IV exclama. “Verdaderamente el Emperador se ha vuelto loco”, ignorando la realidad de su situa-ción personal.

Su delicado estado físico y anímico, padecía fuertes depresiones que hacían sospechar que existían vestigios de la enfermedad de su ma-dre, la Reina Juana de Castilla, todavía viva en Tordesillas, le forzaron a plantearse la transmi-sión de poderes a su hijo Felipe. Si él se había hecho cargo de un Imperio con 18 años, ¿qué podía impedir que el Príncipe lo hiciera al cum-plir los 20?.

A todo esto los príncipes alemanes habían comenzado a intrigar con el hijo y sucesor de Francisco I, el rey Enrique II de Francia, para oponerse al Emperador y tratar de liberarse del yugo español. Hasta el Duque Mauricio de Sa-jonia, antiguo aliado de Carlos, intrigaba en su contra. En Mayo de 1552, Mauricio había toma-do el Tirol y avanzaba hacia Innsbruck, la ciudad imperial. Carlos, con un pequeño séquito se ve obligado a huir por los Alpes en medio de una fuerte tormenta de nieve. En Villach recupera energías y recibe refuerzos, preparándose para retomar las plazas ocupadas por Enrique II, al imponerse sobre los príncipes alemanes y rom-per la alianza entre estos y el Rey francés. El Duque Mauricio cede ante la presión imperial, y firma los acuerdos de Pagsan. Carlos cansado y enfermo, decide dejar las cosas del Imperio en manos de su hermano Fernando. Con esta deci-sión Carlos V pasó a la Historia como el último Emperador coronado del Sacro Imperio Romano Germánico que recuerda a Carlomagno, Empe-

rador de Occidente y continuador de su ideario de la “Universitas Cristiana”. La paz religiosa de Augsburgo de 1555, había de ratificar el fin del Imperio y la escisión del cristianismo.

Pero la labor de Carlos como líder de la cris-tiandad y de la Europa unida, había dado sus frutos, impidiendo que el catolicismo fuera bo-rrado de Alemania y de los Países Bajos.

La escenificación del acto oficial de abdica-ción del emperador fue grandiosa. Tuvo lugar en el mismo marco en el que cuarenta años atrás se había producido su nombramiento co-mo soberano de los Países Bajos, a las cuatro de la tarde en el Aula Magna del Palacio de Cou-denberg, en Bruselas.

Carlos, vestido de negro y luciendo sobre su pecho solamente el Toisón de Oro, avanzó pesadamente hasta el Trono, apoyado sobre el joven Guillermo de Orange, el noble flamenco que encabezaría años después la rebelión per-manente contra Felipe II. Al sentarse, tomó la palabra el presidente del Consejo de Flandes, que expuso las razones que llevaban al Empera-dor a la abdicación. Cuando Filiberto de Saboya concluyó su discurso, Carlos se puso en pie y siguiendo un guión, hizo resumen de su vida desde que fuera nombrado Rey de España, ha-ciendo el recuento de sus viajes: Había estado nueve veces en Alemania, seis en España, siete en Italia, diez en Flandes, dos en África, culmi-nando una de ellas con la conquista de Túnez, y había navegado cuatro veces por el Atlántico y ocho por el Mediterráneo; designando como su-cesores a su hijo Felipe, al frente de sus Reinos, y a su hermano Fernando en el Imperio. Conclu-yó el discurso solicitando el perdón de aquellos a los que involuntariamente pudo hacer daño. Acabó emocionado y con lágrimas en los ojos, emoción que se contagió a todos los presentes en aquel acto.

En aquel emotivo ambiente, el Síndico de Amberes se alzó para aceptar, en nombre de las ciudades y villas de los estados, la voluntad del Emperador, y le rogó que permaneciera en Flan-des hasta que finalizara la amenaza francesa.

La úLtima residencia deL emperadorSignificación del Real sitio de Yuste en el pasado y el Presente de Europa

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LA ÚLTIMA RESIDENCIA DEL EMPERADOR

Un año después, Carlos abandona los Países Bajos, partiendo de Gante en la nave capitana de una flota de 56 navíos, “la Bertendona”. Le acompañaron sus hermanas María, Reina viu-da de Hungría y Leonor, y una comitiva de 150 personalidades. Una vez en ruta, salió a su en-cuentro una escuadra inglesa, enviada por su nuera María Tudor, esposa de Felipe II y prima de Carlos, (Era hija de Enrique VIII y de la Infanta Catalina de Aragón, hermana de su madre, la Reina Doña Juana), para rendirle honores.

El 28 de septiembre la flota llegó a Laredo, puerto donde ya había desembarcado a los 17 años cuando llegó a España para hacerse cargo de la herencia de sus abuelos maternos, los Re-yes Católicos. La comitiva recorre Castilla, y tras flanquear la sierra de Gredos por Garganta de la Olla, entre Tornavacas y Jarandilla, a la dere-cha del Pico Almanzor, llegó a Jarandilla, donde recibió entre otras muchas personalidades, a su amigo Francisco de Borja, que todavía Duque de Gandía ya había profesado en los Jesuitas. Es probable, que ya en Yuste le fuera presentado su hijo natural D. Juan de Austria, a la sazón llamado “Jeromín” que se hallaba en Cuacos al cuidado de su hombre de confianza, D. Luis Qui-jada, al cual veía jugar en la huerta, mientras D. Luis despachaba con el Emperador (D. Juan era hijo ilegítimo, pero no bastardo, debido a que al ser viudo el Emperador y soltera Bárbara Blom-berg, habrían podido contraer matrimonio si lo hubieran deseado).

En el paso de la sierra surgió un hecho que ha dado lugar a un apodo en la zona. El carruaje en el que viajaba Carlos se atascó, y unos paisa-nos del vecino pueblo de Aldeanueva ayudaron a desatascarlo. El secretario les dio las gracias, y al preguntarles que querían como recom-pensa le contestaron que “un penco de vino”. Desde entonces se conoce a los naturales de Aldeanueva como “pencones”, en toda la Vera.

Para acortar el trayecto, el agotado y goto-so Carlos fue transportado en una improvisada silla de manos hecha con un arcón, que lleva-ron a hombros fornidos lugareños, a lo largo de tres leguas de intrincados senderos de mon-taña. Hoy se puede ver su réplica en la visita al Palacio.

Una vez llegado a Jarandilla, aún no pudo recluirse en Yuste durante unos meses, por no estar todavía concluidas las dependencias de la servidumbre, alojándose en el palacio que allí

tenían los Condes de Oropesa, hoy Parador Na-cional.

La elección de Yuste no fue fortuita, pues desde 1552 ya formaba parte de sus preocupa-ciones el buscar un lugar donde retirarse. Poco se sabe de las otras opciones, pero parece ser que le indujeron a la decisión la benignidad del clima, el silencio y el hallarse alejado de cual-quier lugar habitado.

A dos kilómetros del pueblo de Cuacos, en el corazón de la Vera, se levanta el Monaste-rio Jerónimo de Yuste. Su origen se remonta a los primeros años del siglo XV, cuando unos ermitaños procedentes del Monasterio de Lupiana (Guadalajara), al mando de los her-manos Pecha, se trasladan allí a vivir tras la donación de los terrenos a la comunidad por un vecino de Cuacos llamado Sancho Martín. En 1414 los eremitas reclaman la protección del Monasterio Jerónimo de Guadalupe, y se acogen a la orden de San Jerónimo. Es a partir de ese momento cuando comienzan las gran-des obras, en el monasterio, siendo del siglo XV la iglesia y el claustro gótico. En el siglo XVI los condes de Oropesa toman al cenobio bajo su protección, y emprenden costosas construcciones y ampliaciones de la casa; las obras del claustro nuevo, renacentista-plateresco, finalizan en 1554, coincidiendo

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LA ÚLTIMA RESIDENCIA DEL EMPERADOR

prácticamente con la visita de Felipe II a Yuste, con objeto de cumplir el deseo de su padre de reconocer el monasterio para estudiar las posibilidades de retirarse allí para pasar sus últimos días.

El conjunto arquitectónico, se compone de dos partes claramente diferenciadas: Por un lado, el convento y por otro, la residencia del Emperador.

El convento, a su vez lo forman la Iglesia, ubi-cada en el centro, y dos claustros, uno gótico y el llamado claustro nuevo, plateresco-renacentista. La planta de la Iglesia es de una sola nave, y la cabecera poligonal. El templo se comunica con el claustro gótico, el cual se dispone sobre planta rectangular, con un alzado de dos pisos cubrién-dose las galerías del claustro con techumbre de madera. La organización del claustro nuevo es si-milar al gótico.

Por lo que respecta al Palacio se trata de una edificación sencilla en la que predomina el ladrillo, la mampostería y la sillería como materiales más utilizados sin apenas elementos decorativos. Su distribución recordaba al palacio de Gante donde había nacido.

La planta principal, era sencilla, estructurándo-se en un pasillo central con dos estancias a cada lado.

En el ala izquierda se encontraba la antecá-mara y la alcoba de Carlos V, estancia que se comunica con el coro de la iglesia, para que el Emperador pudiera asistir a las misas desde su lecho, (esta idea fue copiada por Felipe II para sus aposentos en El Escorial). A la derecha se si-tuaban dos estancias más con sendos miradores que dan a la huerta que completaba el conjunto. Una de dichas habitaciones era comedor y sala de audiencias.

El dormitorio estaba tapizado en negro, co-mo negro era también el dosel de su cama, en memoria de la Emperatriz Isabel, cuyo retrato, pintado por Tiziano era el único elemento deco-rativo de la misma.

En la planta baja, de similar distribución se hallaban las dependencias del séquito. La servi-dumbre tenía casa aparte, y la Guardia sus lugares de ocio como la llamada casa de las muñecas “en Garganta de la Olla, todavía hoy conservada”.

Cuando por fin la litera que traslada al Empe-rador llega a Yuste, le recibe toda la Comunidad de 38 monjes, y el Prior emocionado le llama: “Vuestra Paternidad”, siendo corregido por un fraile que le dice: “Querréis decir Vuestra Majes-tad”. Y efectivamente el Emperador no deja de serlo ni un solo instante. Vive con los monjes, pero no como un monje. Las comidas de los pri-meros días en el refectorio no le satisfacen en absoluto, y deja en breve de hacerlas.

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Los primeros días de Yuste fueron melancóli-cos, obsesionado sobre todo por el sentimiento de haber “debilitado su prestigio” al no haber abdicado inmediatamente después de su victo-ria sobre el ejército de los príncipes luteranos en Mühlberg, reprochándose de haber conservado su poder llegados los cincuenta. A menudo de-cía: “La Fortuna solo ama a los jóvenes”.

Se levanta al amanecer, reza con su confesor, se entretiene después con el maestro relojero, rodeado de lentes, relojes e instrumentos de fí-sica. Hacia las diez llega el barbero y los ayudas de cámara y a continuación empieza la jornada oficial, cuatro misas (una por su padre, otra por su madre, otra por la Emperatriz y otra por él mismo), una meditación piadosa la asistencia a algún ensayo de la escolanía del monasterio y tras el despacho de algunos documentos, llega la hora más esperada, la de la comida.

Las horas de la tarde, tras la siesta, las dedica a su voluminosa correspondencia: su secretario lee las cartas recibidas y Carlos dicta un número considerable de respuestas e instrucciones. Esa correspondencia demuestra que hasta el último momento fue el jefe indiscutible de la familia hispano-austriaca.

Se ha hablado mucho de la voracidad insacia-ble de Carlos por la comida y la cerveza. Todos los grandes y señores de su entorno rivalizaban en enviarle los mas suculentos manjares, hasta ostras de Galicia, llevadas a diario, con las difi-cultades que entrañaba el transporte de la época.

Como buen flamenco era muy amante de la cerveza. Aunque esta bebida era conocida en Es-paña desde la época romana con el nombre de “serevicia”, no era aquí muy apreciada. El cerve-

cero de Flandes que Carlos mandó instalar en Madrid ya en 1537, comenzó a fabricarla sin gran aceptación al principio, siendo consumida so-lamente por extranjeros, el Emperador y todos los flamencos y alemanes de su entorno corte-sano. Hasta tal punto el Emperador era incapaz de prescindir de su dorada bebida, que incluso en su retiro, en sus últimos meses contrató un cervecero personal, Enrique van der Trehen, que llegó con todos los instrumentos necesarios para su fabricación. Se cuenta que en cierta ocasión llegó a Yuste en consulta, desde Milán, el famoso galeno Giovanni Andrea Mola, quien prescribió al Emperador que acortase su dieta y renunciase a la cerveza. El emperador respondió diciendo que para un flamenco eso era casi un insulto. Por supuesto no le hizo ningún caso comentan-do que “aún no había profesado en religión”.

Al cabo de quince meses de estancia, la salud del ilustre ermitaño había declinado, siendo pre-caria. Además de los frecuentes ataques de gota que venía presentando tenía cefaleas, temblores y fiebres altas, probablemente a causa de unas fiebres palúdicas tercianas adquiridas por la pi-cadura de algún mosquito Anopheles procedente del estanque próximo a sus habitaciones, donde había un vivero de tencas para su distracción.

Una de las crisis mejor documentadas de gota, que además reflejan el temperamento espartano del Emperador, le aconteció en 1546, en plena batalla de Mühlberg, donde, a pesar de fuertes dolores en un pie, el monarca cabalgó durante largas horas, hasta ver la victoria.

No deja de ser curioso que durante toda su vida los ataques de gota afectaran a grandes articulaciones, entre las que se encuentran hom-bros, rodillas, codos y manos, lo cual unido a la precoz edad del comienzo de la enfermedad hacen pensar en una patología articular llama-da artritis reumatoide atípica, por entonces no diagnosticable, ya que el cuadro clínico no es el característico de la gota.

En Yuste las hemorroides comienzan a ori-ginarle graves problemas, con sangrados continuos. El doctor Mola, desde Milán le en-vía en la primavera de 1557 una hierba llamada “caliopsis”. El Emperador la examina con curio-sidad y la manda plantar en la huerta, pero los resultados son nulos.

Es por esta época cuando muestra su deseo de asistir a sus exequias en vida, por supuesto

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sin la teatralidad que autores posteriores nos han narrado, (Él vestido con hábito jerónimo dentro de un féretro, rodeado de hachones mientras la escolanía cantaba el “De profun-dis”... Parece ser que solamente asistió a una Misa de Réquiem, en la que se cantó el “De profundis”), y manifiesta su voluntad de ser enterrado en la Iglesia, bajo el altar mayor, pa-ra que así el sacerdote al oficiar le estuviera pisando la cabeza y el pecho.

El 31 de agosto de 1558, a las cuatro de la tarde, mientras Carlos V come al aire libre, su-fre una fuerte cefalea, seguida de un cuadro febril que genera sed intensa. El doctor Matis-sio prescribe sangrías regulares, pero en vista que cuatro días después el monarca no ha me-jorado, persiste la fiebre y se añaden vómitos y sudores, decide llamar al doctor Cornelio, quien tras una valoración inicial insiste en las sangrías añadiendo infusiones purgantes. Durante los días 17 y 18 de septiembre, el mo-narca permanece inconsciente durante más de 22 horas. Luego se recupera, pero con una ca-lentura monumental.

El 21 de septiembre, a las dos y media de la madrugada, pide el crucifijo que tuvo la Empe-ratriz en su lecho de muerte, y abrazado a él y tras exclamar ¡Ay, Jesús¡, expiró el más grande hombre de su época.

En sus exequias se dijeron 3.000 misas, muchas de ellas en las capillas laterales de la Iglesia, por lo que no se cumplió del todo su voluntad, aunque sí fue enterrado a los pies del Altar Mayor, hasta que su hijo Felipe II man-dó trasladar su cuerpo al Panteón de Reyes de El Escorial, una vez estuvo terminado. Por cier-to su cuerpo está incorrupto, o al menos se conserva embalsamado.

Muerto el Emperador y trasladado su cadá-ver, el monasterio de Yuste comienza un lento declinar, debido a la falta de vocaciones y la pérdida de prestigio, a favor de su hermano, el monasterio de Guadalupe, por su proyección hispano americana. No cabe duda de la influen-cia beneficiosa para la Vera de la presencia del Emperador en Cuacos, pero fue efímera, debi-do a la corta duración de su estancia.

En 1809 sufre el Monasterio un pavoro-so incendio a manos de las tropas francesas, quedando reducido prácticamente al claus-tro gótico. Con las leyes desamortizadoras de

principios de siglo XIX, el monasterio es expro-piado, siendo comprado por el señor Tarrius, quien lo sacó a pública subasta y apunto estu-vo de ser vendido a Napoleón III, si no hubiera sido por el celo patriótico del Marqués de Mira-bel, que lo adquirió con el objeto de evitar que la casa cayera en manos francesas. A pesar de las pequeñas obras de conservación y manteni-miento emprendidas por el nuevo propietario, el Monasterio estaba abocado a su total des-trucción por el paso del tiempo y la incuria provocada por la exclaustración, de no haber sido porque en 1941 la casa de Mirabel cedió la propiedad de Yuste al Estado, encargándose el trabajo de una ambiciosa restauración al arqui-tecto D. Manuel González Valcárcel, que llevó a cabo una total reconstrucción de la casa que resucitó a Yuste de sus cenizas.

El día cuatro de Mayo de 1957 se constituyó en Cuacos de Yuste la Asociación de Caballeros del Monasterio de Yuste, cuyos fines, sin ánimo de lucro, eran colaborar en la restauración, lle-var de nuevo a la Orden Jerónima, y fomentar lo que fue y represento la estancia del Emperador en el Monasterio. En tanto duró la presencia de los monjes, contaron con la ayuda moral y eco-nómica de los Caballeros de Yuste. Cuando se produjo su marcha, el importe de esa ayuda se ha hecho patente a través de la “Fundación Ca-balleros de Yuste”, con la dotación de diversos

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premios a la investigación sobre temas relacio-nados con el Emperador, el último bajo nuestros auspicios, con la colaboración de la Universi-dad de Graz (Austria).

En 1958, concluida la restauración, se llegó a un acuerdo con la Orden de San Jerónimo para que la comunidad recuperara el monas-terio, dándole nueva vida. Con objeto de hacer más interesante la visita de la casa, se procu-ró llenar las estancias del Palacio. Para ello se estudió el inventario de objetos realizado a la muerte de Carlos V y se procuró recuperar las piezas originales que allí figuraban. Se vistió también la iglesia, la sacristía y el coro con ob-jetos procedentes del propio Yuste, que habían sido repartidos por los pueblos de la zona tras la exclaustración.

En el Monasterio de Yuste coinciden varios hechos relacionados con su vocación europea. En primer lugar la figura de Carlos V que sir-ve de referencia para entender nuestra historia común y el sentimiento de espiritualidad que va aparejado a una forma de ver el mundo. Después de cuatrocientos cincuenta años esa esencia sigue en Yuste intacta, y se han logrado una serie de avances como la CECA, el Trata-do de Roma, la Comunidad Económica Europea y la Unión Europea. Toda una cascada de res-puestas que viene a realizar el sueño de Europa que tuvo Carlos V antes de abdicar.

En segundo lugar la memoria de la Orden Je-rónima, que tuvo su Curia Generalicia en Yuste. Aunque por diversas circunstancias, falta de vocaciones, avanzada edad de sus miembros..., los Jerónimos se han visto recientemente forza-dos a abandonar Yuste y reunificarse con sus hermanos del Monasterio del Parral de Segovia, ha quedado la impronta de la vida cartujana, trapense y benedictina de los monjes, concep-tos enraizados en la cultura Europea desde la Edad Media.

En tercer lugar, la ubicación de la Academia Europea de Yuste que ha determinado un re-lanzamiento de la Europa cultural, de la Europa social, de la identidad y diversidad de la Europa contemporánea.

En un acto celebrado en el Monasterio de Yuste el 13 de abril de 2007 con la presencia de la entonces ministra de Cultura, Dª. Carmen Calvo, y el entonces presidente de la Junta de Extremadura, D. Juan Carlos Rodríguez Ibarra, representantes autonómicos y de los países de la Unión Europea, se hizo entrega al mismo de la distinción de “Patrimonio Europeo”.

Como colofón, puede decirse que Yuste y el Emperador Carlos son hoy símbolos que resu-men perfectamente los avatares de la historia continental. “La Europa de los ciudadanos”, frente a “la Europa de los mercaderes”

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La encuesta deL Hambre

Francisco Ansón OliartVocal de la Junta Directiva

de la Real Asociación Caballeros de Yuste.

“Este domingo se celebra el Día Internacio-nal de Erradicación de la pobreza. En 2005, según señala Manos Unidas, había más de 1.200 millones de pobres y uno 850 millones de hambrientos. Ahora, cinco años después y a muy poco de que se cumpla el plazo estableci-do por los Objetivos de Desarrollo del Milenio para erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo, esas cifras, lejos de disminuir, aumentan. Hoy hay 925 millones de perso-nas que padecen de hambre crónica y 1.400 millones de personas pobres que viven con menos de 1,25 dólares al día.

”(ht tp://noticias.la informacion.com/interes-humano/sociedad/pequenos-proyec-tos-con-un-gran-objetivo-erradicacion-de-la-pobreza-en-el-mundo_JPpbxqjuv4dDEjfqO-DU1O4/).

El Imparcial confirma y matiza:

“Para muchos, el día mundial de la Alimen-tación pasará como otras muchas jornadas de concienciación social. Pero, lejos de ser un día más, este sábado pone de manifiesto las tremendas dificultades que tienen casi 1.000 millones de personas para acceder a lo más básico: el alimento para subsistir”.

“A pesar de que 2010 ha sido el primer año en el que los datos de Naciones Unidas muestran un retroceso en el número de ham-brientos, en parte por las buenas cosechas que ha habido, lo cierto es que todavía hay 925 mi-llones de personas que pasan hambre a diario y 5,2 millones pierden la vida anualmente por este motivo. Estos datos no son sino fiel refle-jo de una tragedia diaria: cada seis segundos muere una persona en el mundo por hambre”.

(http://www.elimparcial.es/sociedad/una-de-cada-seis-personas-sigue-pasando-hambre-en-pleno-siglo-xxi-72338.html).

A la vista de los anteriores datos, tal vez, pueda interesar a los Caballeros y Damas de Yuste los resultados de una pregunta relacio-nada con el tema. Para ello, se ha llevado a cabo un muestreo aleatorio simple sin reposi-ción de la Guía Telefónica de Madrid capital. Se ha muestreado aleatoriamente la página, den-tro de la página el número del abonado y una vez llamado por teléfono el abonado y haber contestado éste cuál es el número de personas mayores de 18 años que componen su fami-lia, viviendo en la casa, y citadas cada una de esas personas, se ha cruzado el número de familiares, por el orden en que se han citado, en una tabla de números aleatorios para de-terminar el miembro de la familia que debe ser encuestado. De esta forma se ha consegui-do la aleatoriedad hasta las unidades últimas. En consecuencia, la muestra es representati-va de todos los abonados que figuran en la Guía Telefónica de Madrid capital (aunque en el comentario de la encuesta se les llamará los madrileños, es claro que sólo representan a las personas de 18 y más años que figuran co-mo abonados en la Guía Telefónica de Madrid capital).

La encuesta se ha realizado únicamente por teléfono y el tamaño de la muestra es de 208 encuestados de 18 y más años, lo que supone, con un nivel de confianza del 95 por ciento, que, para el peor de los casos, p=q=50%, el margen de error es de +/- 6,9. El trabajo de campo, incluido el “pre-test” o encuesta pilo-to, se ha efectuado entre el 4 de Octubre de 2010 y el 4 de Febrero de 2011, ambos días inclusive (la encuesta piloto ha obligado a mo-dificar la redacción primera de la pregunta: ¿Está usted de acuerdo en que somos la pri-mera generación en la Historia con recursos suficientes para acabar con el hambre en el mundo?, debido a que la expresión primera generación se entendía de manera diferente por los encuestados, por lo que la cuestión quedó planteada tal y como se transcribe más abajo).

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LA ENCUESTA DEL HAMBRE

La pregunta y los resultados han sido los siguientes:

¿ESTÁ USTED DE ACUERDO DE QUE EN LA ACTUALIDAD EXISTEN RECURSOS SUFI-CIENTES PARA ACABAR CON EL HAMBRE EN EL MUNDO?

SÍ .......................................................... 59,9 %

NO ....................................................... 37,1 %

NS/NC ................................................ 3,0 %

Total ................................................... 100,0 %

La mayoría de los encuestados parece ha-ber contestado con acierto, por cuanto, según Jean Ziegler, Relator Especial de la ONU para el Derecho de la Alimentación, con los recursos actuales, se pueden alimentar más de doce mil millones de personas, esto es, aproxima-damente el doble de la población mundial que existe en la actualidad.

(http://vodpod.com/watch/1380990-los-motivos-del-hambre-en-el-mundo).

En todo caso, llama la atención el interés que despierta el tema, por cuanto sólo el 3 por ciento de los encuestados ha respondido que “no sabe” o no ha contestado a esta cuestión.

El Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, se adelantó a la situación presente al escribir en Marzo de 2008, en The Washing-ton Post: “Los precios de los alimentos se han disparado. La amenaza del hambre y de la malnutrición es cada vez mayor. Millones de personas, las más vulnerables, están en peligro. Se necesita una respuesta urgente y eficaz…. El precio de los productos de primera necesidad, como el trigo, el maíz y el arroz, ha aumentado en un 50% en los últimos seis meses, hasta alcanzar cotas sin precedentes…. En diversos países, desde el África occidental hasta el Asia meridional, han estallado distur-bios provocados por la escasez de alimentos.”

En efecto, el vaticinio se ha cumplido y la noticia la destacaron todos los Medios de Co-municación, con motivo del Informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO): “El número de personas que pasan hambre en el mundo se incrementará un nueve por ciento

en 2009, llegando a los 1.020 millones, el peor dato desde 1970”

(ht tp://www.elimparcial.es/sociedad/mas-de-mil-millones-de-personas-pasan-ham-bre-49690.html).

Concreta más otro Informe que establece el Índice Global de Hambre de 2009, publicado por el Instituto de Investigación Internacional de la Política Alimentaria, que concluye que 29 países se enfrentan a una extremada hambruna. Según este Informe, el Congo (K) es el país más casti-gado por la hambruna en el mundo. Le siguen Burundi, Eritrea, Sierra Leona, Chad y Etiopía

( h t t p : / / s p a n i s h . p e o p l e . c o m .cn/31614/6784397.html).

Igualmente concretos son los siguientes da-tos, referidos a 2009: superan los mil millones de personas en el mundo los que viven con me-nos de un euro al día. De ellas, casi el 70% son mujeres y más de la mitad niños. El 90% pade-ce hambre crónica y morirán de desnutrición o enfermedades producidas por esa desnutrición.

Sin embargo, si se exceptúa el dato negativo de 2009, sobre todo, desde 1990, las acciones de los Gobiernos, de las Iglesias cristianas y de las ONG, van reduciendo de manera considera-ble la proporción del número de hambrientos en el mundo. Así, en 1981, el 40% de la pobla-ción mundial estaba por debajo del umbral de la pobreza, mientras que hoy este porcentaje se ha reducido a la mitad (MISIÓN, Nº 10, pág. 29).

¿Cuáles son las causas del hambre en el mundo?

Ya el 25 de Octubre de 1998, Ricardo Corro-chano, escribía: “Sierra Leona, Liberia, Sudán, Somalia, Afganistán, la Amazonia, Níger, Co-rea del Norte, Myanmar (antigua Birmania) e Iraq son los lugares elegidos por Acción Contra el Hambre para hacer una inquietante denun-cia: el hambre en los países subdesarrollados es utilizada como arma política y económica. Son, en muchas ocasiones, hambrunas creadas para el beneficio o la satisfacción de unos ob-jetivos concretos, calculados, y son los propios dirigentes de estos países los causantes de las mismas. La denuncia se hace a través de un informe titulado Geopolítica del Hambre, en el que se recogen el análisis y la reflexión para hacer eficaz la ayuda humanitaria en los paí-ses más necesitados del mundo. Se trata de

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LA ENCUESTA DEL HAMBRE

un informe basado en la experiencia adquirida durante 20 años de trabajo. Los más de 400 voluntarios (médicos, abogados, ingenieros, etc.), que trabajan a diario en la aplicación “so-bre el terreno” de los programas de ayuda, son los testigos directos que avalan el informe. Se-gún ellos, la superpoblación, las dificultades estructurales y del transporte, la excesiva bu-rocracia, la incompetencia de las autoridades locales o, incluso, la violencia, no explican las hambrunas: “El problema no es logístico”. No dudan en afirmar que asistimos al “negocio de la caridad”; la solidaridad internacional se ha convertido en una sustanciosa fuente de ingre-sos, pero sin catástrofe no hay ayudas.”

Y añade en otro párrafo: “Geopolítica del Hambre llega incluso a establecer una tipología de las hambru-nas, con el elemento unificador de que casi todas ellas son provocadas. Aparte de las destinadas a suscitar la compasión internacional, en las que se recurre a la “exaltación del tremendo espectáculo de un pueblo que padece hambre”, también se crea hambre para eliminar a los pueblos “molestos”. El caso más significativo es el de Sudán, donde el régimen, de carácter islámico, manipula a determinadas poblaciones para provocar tre-mendas oleadas de refugiados. Hay mujeres y niños que llevan 16 años vagando de un sitio a otro. Quizá las más absurdas son las hambrunas creadas por los gobiernos cegados por las ideologías, como en Afganistán, donde el fundamentalismo islámico ha dejado sin ingresos a miles de hogares sólo porque el cabeza de familia es una mujer.”

(http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemero-teca/madrid/abc/1998/10/25.html).

En sentido parecido abunda Raquel Ibáñez en el número 10 de MISIÓN: “Las guerras son la principal causa del hambre en el mundo. En los años noventa, casi la mitad de los países menos desarrollados estuvo inmersa en un conflicto armado. De hecho, de los 25 países con un índice de desarrollo humano más bajo, 18 se encuentran en estado de guerra o han salido de él recientemente….

La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) destaca que los conflictos armados causaron más del 35 por ciento de las emergencias alimentarias en las últimas décadas” Y añade: “La paradoja es que esta guerras son realmente un nego-cio muy lucrativo tanto para los países ricos como para los países pobres. La habilidad para financiar los conflictos armados con los

recursos naturales gracias a la globalización los ha hecho poco costosos y muy rentables…Mientras los países se tambalean, los líderes militares, las mafias y los señores de la guerra se las arreglan para privatizar los beneficios y, especialmente, para amasar grandes fortu-nas.” (Se ha insistido en esta causa porque la mayoría de los que han comentado nuestra pregunta, ha dicho algo similar a lo siguiente: “Sí, existen suficientes recursos para acabar con el hambre en el mundo, pero no se podrá hacer por la corrupción de los gobiernos”).

Se consideran otras causas de la pobreza: El incremento demográfico que justifica el aborto y la esterilización, aunque los datos empíricos desmienten esta causa; la pobre-za que engendra pobreza; las deficiencias de educación, de formación, de preparación; la consideración de la inferioridad de la mujer; las políticas agrarias, de pesca y de comercio; etc.

¿Cuáles son los remedios?

En primer lugar, es preciso dejar constancia de que los recursos, al parecer, existían, como lo ha manifestado la actual crisis financiera en la que los Gobiernos pusieron en su día sobre la mesa miles de millones en unas horas. Y, en segundo lugar, los remedios están muy es-tudiados y son conocidos desde hace mucho tiempo.

En El Estado de la Inseguridad Alimenticia en el Mundo, la FAO proporciona una serie de soluciones: “…las inversiones en agricultura, la armonía política, las estructuras rurales, la investigación agrícola, una enseñanza de calidad para los niños en las zonas agrarias, la mejora de la posición de la mujer, la dis-tribución,…” Existen, por ejemplo, dentro de la investigación agraria, posibles soluciones, pero discutidas, como la de los alimentos transgénicos.

El actual Papa es una de las personas me-jor informadas del mundo. Concretamente el tema del hambre en el mundo lo conoce espe-cialmente bien.

Por ello afirma en su última Encíclica, co-mentando la Populorum progressio, que los anteriores medios, siendo válidos, no lo son completamente sin la aplicación de los si-guientes valores:

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LA ENCUESTA DEL HAMBRE

“Además de la libertad, el desarrollo huma-no integral como vocación exige también que se respete la verdad. La vocación al progreso im-pulsa a los hombres a «hacer, conocer y tener más para ser más». Pero la cuestión es: ¿qué significa «ser más»? A esta pregunta, Pablo VI responde indicando lo que comporta esen-cialmente el «auténtico desarrollo»: «debe ser integral, es decir, promover a todos los hom-bres y a todo el hombre.

En muchos países pobres persiste, y amena-za con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el ham-bre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentar-se a la mesa del rico Epulón, como en cambio Pablo VI deseaba. Dar de comer a los ham-brientos (cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucio-nal. Es decir, falta un sistema de instituciones económicas capaces, tanto de asegurar que se tenga acceso al agua y a la comida de mane-ra regular y adecuada desde el punto de vista nutricional, como de afrontar las exigencias re-lacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por la irres-ponsabilidad política nacional e internacional.

“El problema de la inseguridad alimentaria debe ser planteado en una perspectiva de lar-go plazo, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, siste-mas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técni-cas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, na-turales y socio-económicos, que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar, para asegurar así también su sostenibilidad a largo plazo. Todo eso ha de llevarse a ca-bo implicando a las comunidades locales en las opciones y decisiones referentes a la tierra de cultivo. En esta perspectiva, podría

ser útil tener en cuenta las nuevas fronteras que se han abierto en el empleo correcto de las técnicas de producción agrícola tradi-cional, así como las más innovadoras, en el caso de que éstas hayan sido reconocidas, tras una adecuada verificación, convenien-tes, respetuosas del ambiente y atentas a las poblaciones más desfavorecidas. Al mismo tiempo, no se debería descuidar la cues-tión de una reforma agraria ecuánime en los países en desarrollo. El derecho a la alimenta-ción y al agua tiene un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el derecho primario a la vida. Por tanto, es necesario que madure una concien-cia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones.

“Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internaciona-les. Apoyando a los países económicamente pobres mediante planes de financiación ins-pirados en la solidaridad, con el fin de que ellos mismos puedan satisfacer las necesida-des de bienes de consumo y desarrollo de los propios ciudadanos, no sólo se puede produ-cir un verdadero crecimiento económico, sino que se puede contribuir también a sostener la capacidad productiva de los países ricos, que corre peligro de quedar comprometida por la crisis.”

(http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_ca-ritas-in-veritate_sp.html).

Recordando la situación que existía en tiempos del Emperador, hay que decir que fue una época de prosperi-dad en España, pero la inmensa mayoría de la población mundial vivía, como en España, del campo, de la gana-dería y en parte de la pesca, afectados por las plagas, las sequías, etc, y en consecuencia y con frecuencia, por la inevitable hambre, dado que, si un país tenía excedentes alimenticios, los medios de transporte y comunicación dificultaban enormemente, e incluso impedían, que los alimentos llegaran al continente que los necesitaba. Por ello, en la época del Emperador, resultaba impensable acabar con las hambrunas. Sin embargo, hoy en día, la mayoría de los madrileños, el 59,9 por ciento, considera evitable en la actualidad el hambre en el mundo.

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ASISTENCIA PRECIOS ESPECIALES PARA MIEMBROS DE LA REAL ASOCIACIÓN CABALLEROS DE YUSTE

ADA, Ayuda del Auotomovilista, S.A. - 902 999 024 - [email protected]

ADA, Ajuda Automobilistica, S.A. - 21 352 51 22 - [email protected]

En la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, bajo la Presidencia del Director General de Trá� co y de la Subdi-rectora de Investigación de dicha Escuela, se celebró la XV Jornada Monográ� ca de la Cátedra ADA, dedicada, en esta ocasión a la VE-LOCIDAD DE CIRCULACIÓN Y SU INFLUENCIA EN LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO, con la in-tervención de muy cuali� cados ponentes e investigadores, del Instituto de Investigación del Automóvil de la Comunidad de Madrid (INSIA), encabezados por el Director del Instituto, profesor Aparicio, Catedrá-tico de Transportes de la Escuela que acogió la Jornada. Intervinieron también, por parte de la DGT, la Subdirectora General Dª Ana Ferrer,

que, a su vez, preside el Observatorio Nacional de Seguridad Vial, una investigadora del mismo y el Director General de Trá� co. La Fundación ADA, siempre en la vanguardia de los temas relativos a la Seguridad Vial, entregó, a través de la Cátedra ADA, los premios correspondientes a los Proyectos Fin de Carrera más destacados, entre alumnos de todas las Universidades Politécnicas de España.

XV Jornada Monográ� ca de la Cátedra Ada

En la foto de izda. a drcha.: Francisco Aparicio Izquierdo, Director del INISA-ETSII-UPM, Clara Martín Rodríguez, 2º Premio Cátedra ADA, Angélica Amieva Zapico, Vicepresidente de ADA, Antonio Espejo Tama-jón, 2º Premio Cátedra ADA, Víctor Montes Argüelles, Presidente de ADA.

El Ada de Oro, David Villa, ya tiene � guraen el Museo de Cera de MadridEl jugador asturiano del Barcelona y de la Selección Española de fútbol, ya ha sido inmortalizado en el Museo de Cera de Madrid. La � gura de David Villa, vistiendo la camiseta con el número 7, de La Roja, ha sido situada en la misma sala que otros grandes del deporte español, como Miguel Indura-in, Raúl González o Arantxa Sánchez Vicario. David Villa recibió el ADA de Oro en 2007, máximo galardón que ofrece la Fundación ADA a aquellas personas o instituciones que destacan en el ámbito de la cultura, la ciencia, el deporte, o cualquier actividad que redunde en bene� cio de la sociedad.

Más información en: www.ada.es - 902 999 024De izda. a dcha.: David Villa y

Víctor MontesArgüelles, Presidente de ADA

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Víctor Manuel Montes AmievaVocal de la Junta Directiva de la

Real Asociación Caballeros de Yuste.Dtor. Gral. Relaciones Externas

e Institucionales ADA.

La Seguridad Vial depende en gran medi-da del nivel de civismo que tenga una nación, puesto que la conducción es una actividad social, en la que se interpenetran los compor-tamientos individuales de los conductores.

Del mayor o menor nivel cívico de las socie-dades depende una mayor o menor Seguridad Vial, y en suma, un menor o mayor número de víctimas en la circulación.

Difícil empeño es definir la Seguridad Vial. De una manera intuitiva y seguramente la más clara, puede decirse que “la Seguridad Vial equivale a no producción de accidentes de tráfico”.

Aunque la causalidad de los accidentes de tráfico es amplia y variada y no caben simpli-ficaciones, pues muchos son los factores que intervienen en el complejo sistema de vehícu-lo-vía-hombre, puede afirmarse rotundamente una neta supremacía del factor humano.

La Seguridad Vial ha de contemplar, por tan-to, la manera de incidir sobre todos y cada uno de los múltiples factores causales de los acci-dentes y ha de desarrollar una programación que incluya una acción concertada y eficaz por parte de quienes, de una u otra forma, han de ser los protagonistas.

Los ingleses, sin duda los primeros estudio-sos de la la Seguridad Vial, han desarrollado la denominada FÓRMULA DE LAS CUATRO “E”: EDUCATION, ENGINEERING, ESFORCEMENT, EMERGENCY, las cuales brevemente desarrolla-das, significan lo siguiente:

• EDUCACIÓN.-Conjuntodeaccioneseducativas,formativasydivulgativasquedebenalcanzar,debidamentedosificadasyaceptadassegúnloscasos,aquienesutilizanlasvíaspúblicas,ensusmásva-riadosaspectos.

• INGENIERIA.-Medidastécnicasade-cuadasyreferidasalvehículoyalavía.

• POLICIA.-Enelsentidomásampliodeplanificación,reglamentación,controlyvigilanciadetráfico.

• AUXILIO.-Esencialmente,laasistenciasanitariaadecuadatrasunaccidentedetráfico.

Estas son, pues las grandes líneas de ac-tuación de la Seguridad Vial. Estas acciones, debidamente programadas y coordinadas, producen un resultado más eficaz que si se encaran aisladamente. Es la idea básica que preside todos los planes de Seguridad Vial.

En suma, a un sistema complicado, donde el hombre, el vehículo, la vía y su entorno se integran en la que podría denominarse opera-ción de transporte, operación condicionada por múltiples variables y factores adicionales al riesgo han de responder los planes de Se-guridad Vial con un conjunto de acciones que hagan tender a esa operación hacia un máximo de Seguridad Vial.

Sin duda, como antes se ha señalado, en este sistema la primacía la tiene el factor huma-no, de ahí que la Dirección General de Tráfico, mantuviera desde su fundación, la máxima de: “conducir es conducirse”. Con esta expresión se quería y se quiere significar que las socieda-des, cuanto mayor nivel cívico tienen, mayores niveles de Seguridad Vial alcanzan y que estos niveles adecuados a la Seguridad Vial solamen-te son sostenibles si la sociedad tiene asumido un comportamiento solidario y de respeto a los demás, y que, se impregne en todas las ac-tividades colectivas.

La Seguridad Vial y la Educación Cívica

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LA SEGURIDAD VIAL Y LA EDUCACIÓN CÍVICA

Todo depende de un largo proceso de forma-ción social del niño, en la escuela, en la familia y en la sociedad que culmine en un adulto ciu-dadano solidario y con unos comportamientos cívicos en todas las actividades y momentos de su vida. En todo ello nos va la consecución de una mayor Seguridad Vial porque, a la postre, las sociedades tienen la Seguridad Vial que se merecen.

Alguna vez nos hemos preguntado todos, y nos hemos planteado, una reflexión interna, o incluso externa, que las autoridades com-petentes nos informaran sobre cuales son los datos económicos de los costes para la socie-dad de los accidentes. Es un tema complejo y difícil de determinar con exactitud, si tuviéra-mos que evaluarlos, ya que influyen muchos parámetros de medida dependiendo de cual sea la finalidad, el uso y el menester que se le quiera dar a esta información. Según diver-sas fuentes consultadas sobre este particular, nos mencionan que entre estos factores a te-ner en cuenta, destacan: los años del fallecido, la localidad que vivía, el sexo, los estudios cursados, sus contribuciones a la Seguridad Social durante su vida laboral y profesional, la situación familiar que deja, el cargo y respon-sabilidad profesional que ejercía, el vehículo, la compañía de seguros, etc.

Otro aspecto a considerar en estos temas de Seguridad Vial, y que se comenta, es si el Car-net por Puntos ha contribuido en la reducción de los accidentes de tráfico. En este sentido,

señalar y como opinión personal, que el Car-net por Puntos ha influido en esta disminución, pero no solo ha sido su implantación y puesta en marcha, ya que no debemos olvidar muchos otros factores, tales como: Campañas publici-tarias por parte de la DGT y el Ministerio del Interior, mayor implantación de radares (mó-viles y estáticos), mayor presencia de efectivos de control (Guardia Civil) en la red nacional de carreteras, tanto nacionales como secunda-rias, más conciencia ciudadana, nuevas leyes y normas relativas a la Seguridad Vial, nuevas instituciones/organismos (Fiscal de Seguridad Vial), etc.

Todas ellas influyen y están influyendo día a día en nuestra sociedad, y es evidente, que produce una disminución de los accidentes mortales de nuestras carreteras. Cada vez se trabaja más y mejor para mejorar, pero no po-demos decir de forma categórica que “el carnet por puntos haya sido la salvación y haya provo-cado la disminución los accidentes de tráfico”. En mi opinión, han sido todos los factores in-dicados anteriormente que también debemos tener en consideración, pues este es un pro-blema que nos afecta y nos preocupa a todos.

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Investidura en Málaga

Jose Obrador I Castro .Caballero de Yuste.

1. Presentación:

Excmo. Monseñor Doctor Clemente Martín, Presidente de la Real Asociación de Caballe-ros del Monasterio de Yuste.

Señores miembros de la Junta Directiva de nuestra Real Asociación.

Ilustrísimas e Ilustrísimos Damas y Caba-lleros que pertenecen a la Real Asociación de Caballeros de Yuste, que han venido desde distintos lugares de España, desplazándose muchos kilómetros y haciendo un hueco en su agenda laboral, profesional y familiar.

Especialmente agradecemos la excelente dedicación, acogida y trabajo realizado para hacer posible esta investidura a los Caballe-ros y Damas de Málaga, al coordinador D. Pablo Franco, a D. Gonzalo Rojo, a D. José Luis Gabaldón, a la Fundación Centro de Cultura Andaluza, y a la Peña Juan Breva, muestra de lo mejor de esta tierra malague-ña y andaluza.

Querido compañero y amigo D. Enrique Ro-dríguez, Caballero de Yuste que concelebra.

Señoras y Señores que van a ser investidos como Damas y Caballeros de la Real Asocia-ción de Caballeros de Yuste.

2. La investidura en Málaga:

Nos encontramos en Málaga, en esta im-presionante y bella Catedral renacentista del siglo XVI, donde estas paredes y piedras guardan el eco de millones de personas que han estado aquí, ocupando este espacio, diri-giendo desde sus corazones sus oraciones y conversaciones íntimas con Dios.

En esta investidura extraordinaria, que se realiza cada dos años fuera del Monasterio de Yuste.

Que manifiesta el carácter universal que tie-ne nuestra asociación. Como universal y plural era la visión de si mismo, y del mundo que te-nía nuestro Emperador.

Hoy celebramos una investidura muy nume-rosa, 67 personas, 54 Caballeros y 13 Damas, de distintos lugares de España van a ser inves-tidas como Damas y Caballeros de Yuste.

La Real Asociación de Caballeros del Mo-nasterio de Yuste tiene un gran número de miembros en España, pero también en el cen-tro de Europa, Alemania y Austria, que es el otro pulmón del Imperio de Carlos V. España como camino para llegar a América. Europa y América los dos ejes de la cultura y civilización nueva, que recogen el espíritu griego, roma-no, árabe, germánico, y mediterráneo. Con la mirada puesta en Asia y África. Y con el ideal de unir en unos valores humanos universales a todos los hombres y culturas. Como hiciera el Emperador en su tiempo, en el mundo que a él le tocó vivir.

Nuestra Real Asociación es portadora y co-municadora de unos valores y un mensaje que no son suyos propios. Custodiamos, vivimos, portamos, comunicamos y nos compromete-mos en ser continuadores de un estilo de ser, vivir y de ver el mundo; un estilo y una forma imperial, el estilo, la forma y la idea del Empe-rador Carlos.

3. Desde Extremadura al mundo, historia de la Asociación:

El mensaje, ideario y valores que trasmite la Real Asociación de Caballeros del Monaste-rio de Yuste, que son los principios de vida y estilo del Emperador Carlos, han nacido y se han desarrollado fuertemente desde la noble y fuerte tierra de Extremadura, lugar que eligió el propio Emperador, y desde el Monasterio de Yuste, desde Cuacos de Yuste, se han proyec-tado al mundo.

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INVESTIDURA EN MÁLAGA

Mujeres y hombres de todo el planeta se han comprometido con ese mismo mensaje.

De tal modo que la Asociación hoy en día está formada por alrededor de 3000 Caba-lleros y Damas, de los Cinco Continentes -Europa, América del Norte, América del Sur, Oceanía (Australia), Asia (China) y África (Egipto)-, de 24 países. Mujeres y hombres de su tiempo, del siglo XXI, de profundidad de mente y espíritu, que no se conforman con deambular por la existencia o dejarse arras-trar por la historia.

Unos hombres y mujeres que se com-prenden y se determinan a ser actores de la historia, de su propia historia, y que se sienten continuadores del ideario, de los principios del Emperador, en un mundo tanto entonces como ahora compulso y cambiante.

Los fundadores de la Asociación fueron unos visionarios, hombres pragmáticos y a la vez idealistas, que se dieron cuenta de la fuerza de la personalidad y de los principios de vida del Emperador.

Continuadores de ellos fueron los que les siguieron en ese ideario, muchos aquí pre-sentes hoy, hombres de la tierra extremeña, que han llevado a la Real Asociación al mun-do.

La Real Asociación de Caballeros del Monasterio de Yuste fue fundada en el ani-versario de la muerte del Emperador, el 22 de septiembre de 1956. El 398 aniversario de su muerte, ocurrida el 21 de Septiembre de 1556

En el Libro de Actas de Sesiones del Ayuntamiento de Cuacos de Yuste, en la provincia de Cáceres, figura la celebración de un Pleno Municipal con carácter ex-traordinario, el 22 de septiembre de 1956. Con motivo del “aniversario de la muerte del Emperador Carlos I de España y V de Alemania”. Al que concurren:

- el Alcalde de Cuacos de Yuste, D. Nicolás Mateos García,

- 5 Concejales,

- y el Secretario.

El Acta dice así: “a instancia del Ilustrísi-mo Señor D. Francisco Fernández Serrano, canónigo de los Santos Templos Metropo-litanos de La Seo y el Pilar de Zaragoza, se congregaron distintas personalidades de la Comarca (sacerdotes y seglares), en nú-mero de trece, todos ellos muy amantes de Yuste, para celebrar una comida de amistad y en ella tratar temas relacionados con el IV centenario de la muerte del Emperador Carlos”.

Ese día se celebró en la Parroquia de la Villa de Cuacos una Misa de Réquiem en su-fragio del alma del Emperador.

Finalizaron los actos en el Monasterio de Yuste “con el vivo deseo de constituirse en asociación, que se denominará ‘Caballeros del Monasterio de Yuste’”.

El fundador es el Ilustrísimo Señor Don Francisco Fernández Serrano, canónigo de La Seo y del Pilar en Zaragoza.

Y se nombra el primer Presidente D. Nicolás Mateos García, alcalde de Cuacos de Yuste. Con 21 primeros asociados.

Se redactan y aprueban los Estatutos el 18 de abril de 1957.

El 18 de Enero de 1996, Su Majestad el Rey D. Juan Carlos I, concedió el título de Real a la Asociación. El Secretario General de la Casa de S. M. el Rey envía un escri-to en el que dice: “He despachado el tema con su Majestad el Rey y como quiera que ha tenido a bien conceder el citado título, tengo mucho gusto en adjuntarle la corres-pondiente Credencial”.

Posteriormente los Estatutos son apro-bados por el Ministerio del Interior puesto que son de ámbito internacional.

4. Ideario del Emperador Carlos:

La Real Asociación tiene como fin espe-cífico el estudio, la defensa y difusión de todo lo que atañe a la protección, auge e historia del Monasterio de Yuste, y lo que fue y representó la estancia del Emperador Carlos en él. Y en general favorecer y difun-dir la figura histórica del Emperador Carlos.

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INVESTIDURA EN MÁLAGA

Los Caballeros del Monasterio de Yuste son los herederos y sucesores de aquellos caballeros que iban acompañando al Empe-rador en su tarea de gobierno.

Con un ideario: “la universitas cristiana”.

Idea que nace en Carlomagno y que here-da el Emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano-Germánico.

El Emperador Carlos es un visionario, cuan-do no existía la idea ni se usaba la palabra Europa, el ya tuvo la voluntad de aglutinar el Imperio como lo hizo Carlomagno, bajo un único ideal que uniera a los hombres, los poderes, los intereses, la política y la econo-mía: “la universitas cristiana”. Se encontró con grandes obstáculos que llevaban a la desunión, los intereses del poder político y económico del momento que apoyaron y alentaron la ruptura religiosa como instru-mento contra ese ideal universal.

El Emperador Carlos abdica en su hijo Felipe II en España, y con su muerte se di-suelve el Sacro Imperio Romano-Germánico.

El Emperador es un hombre con voluntad de cambiar las cosas, con la voluntad de di-rigir los acontecimientos y el rumbo de la historia, asumiendo compromisos, implicán-dose, y aprovechando la posición en la que le colocaba la historia o desde el punto de vista religioso, la Providencia de Dios.

Ese compromiso es buscado por el Emperador. No se conforma con vivir cómo-damente con su posición o sus rentas. Busca, elige y se esfuerza en tomar el timón de los acontecimientos históricos.

El Emperador Carlos no lo es por ser hijo de Reyes. En aquellos tiempos la Corona Im-perial se adquiría por elección. El Emperador pone los medios necesarios y los busca para conseguir ser elegido. Procura el apoyo de los electores, con compensaciones econó-micas si es necesario –aquí Galicia juega un papel importante-.

Es consciente del papel que puede jugar en la Historia y de la responsabilidad dinás-tica recibida y de su responsabilidad ante el creador.

Es un hombre realista, con los pies en el suelo y con la mirada en el horizonte. Como dice Hegel: “en el ir y venir de la vida, hay que reconciliarse con la realidad, y si no va-mos por delante de ella vamos por detrás”. El Emperador elige ir por delante de la vida, escribir su historia.

El Emperador planea una reforma que inaugurara un orden nuevo, un orden ba-sado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sostenido por la caridad entendida como preocupación por el bien del prójimo, y realizado bajo los auspicios de la libertad, para favorecer el progreso para todos.

Si todos somos administradores de nuestra vida, nuestro tiempo, nuestras ca-pacidades y talentos, el Emperador muestra una especial sensibilidad y responsabilidad ante el papel que le plantea la Historia en la posición en la que se encuentra.

Goethe lo dice con cuatro palabras: “no basta con querer, hay que saber; no basta con saber, hay que hacer”.

5. Lecturas del Domingo:

Decíamos que el Emperador planea una reforma que inaugurara un orden nuevo, un orden basado en la verdad.

En este tiempo de Cuaresma que estamos viviendo el Santo Padre, Benedicto XVI, en la segunda parte del libro “Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resu-rrección.” En el Capítulo 7 sobre “El proceso a Jesús”, hablando del momento en el que Jesús está ante Pilato, en la página 225, el Pontífi-ce Josef Ratzinger hace un agudo análisis del concepto de verdad y sus consecuencias:

“Verdad y opinión errónea, verdad y men-tira, están continuamente mezcladas en el mundo de manera casi inseparable. La verdad, en toda su grandeza y pureza, no aparece. El mundo es “verdadero” en la medida en que re-fleja a Dios, el sentido de la creación, la Razón eterna de la cual ha surgido. Y se hace tanto más verdadero cuanto más se acerca a Dios. El hombre se hace verdadero, se convierte a sí mismo, si llega a ser conforme a Dios. Enton-ces alcanza su verdadera naturaleza. Dios es la realidad que da el ser y el sentido (…).

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INVESTIDURA EN MÁLAGA

¿Qué es la verdad? Pilato no ha sido el único que ha dejado al margen esta cuestión como insoluble y, para sus propósitos, impracti-cable. También hoy se la considera molesta, tanto en la contienda política como en la dis-cusión sobre la formación del derecho. Pero sin la verdad el hombre pierde en definitiva el sentido de su vida para dejar el campo libre a los más fuertes.

‘Redención’, en el pleno sentido de la pa-labra, sólo puede consistir en que la verdad sea reconocible. Y llega a ser reconocible si Dios es reconocible.”

En este sentido como dice la primera lec-tura de la Misa no sólo existe un agua que sacia la sed en el desierto y evita la muer-te. El evangelio nos lo indica, existe también un agua que da la vida eterna. La vida que nos viene de Dios desde la fe, los sacramen-tos y nuestra amistad con nuestro Creador, Redentor y Santificador, el Dios Uno y Trino. Estamos creados a imagen de Él, para ser re-flejo de Él en medio del mundo, reflejo de la luz de Dios, en un mundo que en el fondo la anhela.

Como decía nuestro Presidente en su artí-culo de nuestra última revista: “la esperanza cristiana es una virtud activa, no teme los riesgos de encarnarse en la historia, cree en el éxito positivo del esfuerzo humano, lo hace suyo y se compromete con él. (…) De-bemos de hacer de la esperanza una virtud crítica que iluminada por la fe, sea capaz de discernir aquello que es o no es válido, siempre con la mirada puesta en Dios y en la vida real de nuestra sociedad, para que desde nuestro ejemplo y apoyo a las obras dignas del hombre busquemos al mismo tiempo los bienes del cielo, y los de la tierra”.

La mujer del evangelio llegó sin saber na-da, encontró a Jesús, y él se puso a hablar con ella. Los samaritanos no tenían nada que ver con los judíos; no eran el pueblo elegido. Los judíos no querían ni siquiera usar sus va-sijas. Aquella mujer se asombró de que un judío le pidiera de beber. Pero aquel que le pedía de beber tenía sed, en realidad, de la fe de aquella mujer: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, le

pedirías tú, y él te daría agua viva”. Le pide de beber, y es el mismo quien quiere darle agua. Le pide como quien espera algo, y le promete abundancia, como quien esta dispuesto a dar hasta la saciedad.

“Si conocieras el don de Dios”. El “don de Dios” es el Espíritu Santo. Y poco a poco ese Espíritu Santo va entrando en su corazón.

Ya dice la Sagrada Escritura: “en ti está la fuente viva”.Pero como es lógico, ella no acaba de entender todo aquello y le contes-ta: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla”.

Ojalá aquella mujer pudiera escuchar aquello de: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Pa-labras que nos dirige Nuestro Señor Jesús a cada uno de nosotros.

El agua es signo de vida. Y la vida plena nos viene de Dios. Dios está con su pueblo y lo acompaña, nos acompaña.

Jesús esta cansado y tiene sed. Tiene sed de nuestra fe, de la de cada uno de nosotros. Jesús no tiene barreras.

La vida de fe supone un camino, un camino de crecimiento interior donde el protagonista es Dios que nos da la vida y se hace presente en nuestro existir. Así podemos decir: “Creo Señor, pero aumenta mi fe”.

La fe es personal, mi relación con Dios también. La fe me convierte, nos convierte, en instrumentos de la Providencia de Dios, en el lugar y en la situación en que nos encontre-mos, para impulsar, humanizar y transformar el mundo. Para hacer que la justicia, el bien común, la caridad, la libertad y el progreso estén al alcance de todos. Ese orden nuevo que planeó nuestro Emperador Carlos.

Que Nuestra Señora, la Virgen María, pri-mera creyente, modelo de fe, primera criatura humana ante Dios Nuestro Señor, principal intercesora nuestra, ejemplo de fortaleza y humildad, ilumine nuestras vidas, y nos pro-teja en nuestros caminos

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Mercados Derivados

Fererico Sáenz de SantamaríaCaballero de Yuste

La mayoría de los inversores asimilan operaciones bursátiles solamente a los merca-dos de CONTADO consistentes en la simple COMPRA-VENTA de acciones cotizadas en los diferentes índices financieros, pero los merca-dos ofrecen en la actualidad INSTRUMENTOS algunos muy SOFISTICADOS a los inversores para efectuar múltiples operaciones que tengo que reconocerles que exigen un conocimiento profundo de dichos instrumentos, porque el APALANCAMIENTO y otra serie de factores, los hace muy PELIGROSOS si el inversor no tiene en todo momento un control exhausti-vo de los diferentes factores que afectan a los respectivos SUBYACENTES.

Los conocidos como mercados DERIVA-DOS a los que el famoso inversor americano W.BUFFET los ha calificado de:

ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

No comparto la opinión del inversor ameri-cano, teniendo en cuenta que en la actualidad es IMPOSIBLE a nivel de grandes CORPO-RACIONES estar en el mundo financiero sin tomar posiciones en dichos mercados, el mis-mo BUFFET en su propia CORPORACIÓN utiliza estas figuras inversoras, en lo que si comparto sus opiniones es que estos mer-cados deben ser utilizados únicamente y exclusivamente por los inversores conocedo-res de dichas operaciones financieras, porque son de una peligrosidad-complejidad extrema que pueden producir altísimas MINUSVALÍAS.

A nivel personal la ultima vez que partici-pe en el mercado de contado prácticamente ni me acuerdo, por el contrario participo a dia-rio en los mercados derivados, soy conocedor de los mismos, pero aun así he de reconocer-les que tengo el cuerpo lleno de CORNADAS,

que con mas frecuencia de la que deseara me infringen las operaciones en los mercados es-peculativos.

Estos mercados deben estar fuera para inversores sin suficientes conocimientos, si algunos de Vds. se decidieran a participar en los mismos, mi consejo es que antes de ha-cerlo, lo consulten con su asesor financiero, si quieren evitar disgustos que no solo les puede suponer pérdidas económicas, sino también de salud.

En este artículo voy hacer una breve referen-cia sobre algunos instrumentos que utilizamos en los derivados, cualquier duda tanto CON-CEPTUALMENTE COMO DE APLICACIÓN, les recomiendo consultar con su asesor, nunca ac-tuar por cuenta propia.

¿Qué son los FUTUROS de acciones?:

Son operaciones a plazo con un compromi-so de compra-venta a una fecha futura que se corresponde con los terceros viernes de los meses de marzo-junio-septiembre-diciembre en el IBEX, el desembolso total del precio de compra (compra de futuros), o la entrega de las acciones (venta de futuros), solo se produce si la posición se lleva a vencimiento. Los futuros sobre el IBEX tiene vencimiento mensual.

Si bien son operaciones a plazo, se pueden cerrar la posición en cualquier momento del vencimiento, normalmente cuando entro en este tipo de operaciones me fijo un margen de plusvalía-minusvalía, cuando la acción toca ese punto cancelo la operación, con el resulta-do correspondiente.

Este tipo de operaciones permiten al in-versor posicionarse a la baja, en este caso permite al inversor VENDER lo que no se tie-ne sin tener que acudir al préstamo de valores para vender a crédito, esta ultima operación corresponde a la COMPRA-VENTA a crédito.

Con los futuros se cobra o se paga diaria-mente, abonándose o cargándose en la cuenta del inversor tiene abierta con su bróker, es una instrumento utilizado por los gestores de

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MERCADOS DERIVADOS

fondos de inversión para INDEXAR al IBEX 35 carteras sin restricciones de concentración de mas del 10% de patrimonio de una sola acción.

Operar con futuros es más barato que en el mercado de contado ya que solo es necesario depositar un porcentaje sobre el coste total de la operación, no es necesario pagar en el mo-mento de la compra, solo un porcentaje que suele ser de un 10-15% del valor de la acción, eso si el inversor se compromete a pagar la totalidad en el futuro si mantiene su posición a vencimiento, para lo cual tiene que tener de-positada una GARANTÍA en su bróker.

Una ventaja a través de este instrumento es que se pueden realizar COBERTURAS de las carteras de contado, esta operación es muy interesante, les recomiendo contactar con sus asesor si prevén una caída de los mercados bursátiles, y quieren proteger su cartera de ac-ciones de contado.

Los futuros como lo he manifestado antes y no me cansaré de repetirlo al igual que todos los productos derivados solo son aptos para inversores experimentados, en los mercados de futuros- opciones-warrants existen 3 me-canismos de gestión de una posición abierta:

1º COBERTURA-pretende proteger posicio-nes en el mercado de contado.

2º ESPECULACIÓN-obtener una plus-valía por el riesgo en que incurren.

3º ARBITRAJE-no asumen riesgos, lo que hacen es beneficiarse de las imperfecciones de los mercados.

Otra posibilidad es la utilización de acudir al CRÉDITO AL MERCADO, las ventajas las voy a resumir de forma muy breve en las si-guientes características:

1º Posibilidad de obtener plus-valías con movimientos alcistas-bajistas del mercado.

2º A través del apalancamiento se pueden multiplicar beneficios-pérdidas.

3º Permite aprovechar movimientos a corto plazo de la volatilidad del mercado.

4º Permiten ser utilizadas como inversión de cobertura.

5º El gran inconveniente si no se conoce la operativa del crédito al mercado se puede in-currir en grandes minusvalías.

Si se quieren tomar posiciones en la COM-PRA-VENTA a CRÉDITO es necesario ponerse en contacto con las Entidades financieras que se dedican a la OPERATIVA de préstamos de acciones, para leer con detenimiento las con-diciones de toda índole que implica el contrato de crédito.

Un producto que esta teniendo mucho éxi-to entre los inversores de los últimos años son los WARRANTS, en este producto como en las opciones hay que tener muy presente el comportamiento de lo que se conoce en el mercado como las 5 griegas, personalmente no es producto que utilice al no permitirme VENDER ,solo COMPRAR CALL-PUT.

Como resumen en el mundo financiero ac-tual donde existe un SUBYACENTE existe un instrumento financiero, pero les tengo que re-conocer que algunos son de una COMPLEJIDAD de tal naturaleza, que obligan a estudiarlos en profundidad para evitar una vez firmados conse-cuencias desagradables.

El objeto del presente artículo es que los in-versores se familiaricen con esta nomenclatura, pero me ratifico, prefiero que me consideren que soy muy pesado de tanto repetirme, NUNCA deben ser utilizados sin el asesoramiento del ex-perto financiero, si se quieren evitar INFARTOS DE MIOCARDIO

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Glosa Histórica del Imperio Español de Carlos V según el

pensador inglés Hugh Thomas José María Nin de Cardona.

De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

Caballero de Yuste.

Hugh Thomas (Windsor, 1931) es, sin lugar a dudas, uno de los más destacados hispanistas de la actualidad que cuenta con una abundante obra impresa, conocidísima en los cenáculos intelectua-les de la vieja Europa y que, además, entraña un indudable prestigio por su objetividad, la riguro-sidad de la sistemática empleada y, naturalmente, por el absoluto desapasionamiento de las tesis de-fendidas. Es un historiador de las características de Mommsen, Braudel o Toynbee: sabe distanciar-se lo más posible de toda fabulación, simpatía o apasionamiento por los “personajes”, los “hechos” o el atractivo “papel” desarrollado por determi-nadas naciones. La verdad es que el historiador inglés ha consagrado lo mejor de su extensa obra al estudio de los grandes temas patrios: “La guerra civil de 1936”, “La conquista de México”, “Beaumar-chais en Sevilla”, “Goya: el tres de mayo de 1808” y, por supuesto, esta naciente historia del Imperio de Carlos V (1) que, evidentemente, constituye la aportación más importante al mundo intelectual llevada a cabo por el insigne miembro de la Cáma-ra de los Lores de Londres.

Se trata de un libro difícil, no por su sistemáti-ca exposición de índole académica -el autor nos concede la gracia de poder leer los capítulos de forma independiente sin necesidad de seguir al pie de la letra la continuidad cronológica de cada apartado-, sino por el hecho de que, a lo largo y a lo ancho de estas setecientas cuarentas y ocho páginas, nos vamos a encontrar con un “censo in-audito de personajes”, con un cúmulo de “hechos históricos”, con un “balance técnico” de atributos materiales que, ciertamente, resulta escasamen-te fiable el mantenerlos en la memoria. Veamos,

por las páginas de este libro transitan navegantes, barcos, pilotos, conquistadores, frailes, indios, gentes de color, aventureros, prestamistas, arte-sanos, aguaciles, divisiones territoriales, países diferentes (Guatemala, Yucatán, Colombia, Ve-nezuela, Perú, Chile, Río de la Plata...), múltiples divisiones territoriales, audiencias, cancillerías, jueces, escribanos y otras muchas figuras que no es del caso al enumerar, aquí y ahora, y todo este inmenso “casting” humano y material es estudiado con puntual orden por el historiador Thomas con suprema autoridad.

Portada del Libro “El Imperio Español”

Lo primero que tenemos que colegir es el he-cho, como ha señalado muy acertadamente el gran escritor venezolano Uslar Pietri (2), de que el

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Descubrimiento y Conquista de América -llámese como se quiera- supuso prácticamente el trasplan-tar un Mundo (España) a otro Mundo (América). Y dice muy agudamente el escritor citado: Al día siguiente del Descubrimiento las cosas empeza-ron a ser distintas para España y para América; se había “trasplantado un Mundo a otro”, los inte-lectuales del momento se dieron cuenta de que, principalmente, en las tierras americanas era po-sible cumplimentar la “sugestiva utopía” que había vislumbrado Tomás Moro: la de crear un mundo feliz. El año de 1492 suponía, como más de un poeta ha escrito, “la conquista del Paraíso” -quiero recordar que existe un film cinematográfico que recreó las imágenes de esa utopía (3). No es cier-to, en consecuencia, que el Emperador Carlos V se desentendiera de América. La América Latina, como a no pocos les gusta definir a la América Hispana, fue concebida como un proyecto. Todo lo que dicen los documentos oficiales más anti-guos se refiere a lo mucho que se pudo hacer en Hispanoamérica: desde las primitivas cartas de Colón hasta los discursos de Bolívar. El Continente al que, en verdad se le ha arrebatado, como nos indica Uslar Pietri, el “nombre”: Nuevo Mundo, In-dias, América han sido denominaciones tomadas al azar. Bien es verdad, igualmente, que al abrir de par en par las “puertas del mundo de Latinoa-mérica” al resto de las naciones se cayó en el gran mito -el mito que, como muy bien afirma Thomas, en el libro de referencia- dio lugar a mucho dolor, a mucha sangre, a muchas incomprensiones. No todo fue tan fácil como cabe suponer y como ma-nifestaron un importante grupo de intelectuales de finales del siglo XV y comienzo del XVI: Améri-ca la imagen de la felicidad: “Esa imagen del buen salvaje”, de la igualdad, la libertad y la felicidad de los seres que viven cerca del estado de naturale-za, es el concepto más importante que surge del hallazgo del Nuevo Mundo. Es el mito americano por excelencia, así como la patata fue su don a la economía. Lo habían lanzado Colón y Vespucci. Lo van a recoger y a reelaborar los pensadores, los poetas y los políticos. Se puede trazar una larga genealogía del concepto. Erasmo lo recoge en un fragmento del Elogio de la Locura en 1511. Tomás Moro le da la forma definitiva y el nombre en la Utopía, cinco años más tarde. De allí en adelante se va a encontrar su eco en muchas cumbres litera-rias, en Montaigne, en Shakespeare, en rousseau, en Chateaubriad... Desde entonces los viajes de la ilusión por la paz, la esperanza y los sueños son continuos entre las dos orillas del Atlántico. El en-cuentro de los españoles y de los indígenas en el escenario inmenso del continente nuevo engendró una nueva sociedad, nuevos valores, cambiadas

posibilidades y unas condiciones que ya no pudie-ron ser más ni las de la tierra antes del encuentro, ni las de los conquistadores antes de la llegada. El hecho de que surgieran nuevos nombres revela innegablemente que habían surgido nuevas rea-lidades. Surgió el indiano, el criollo, el mestizo...

Portada “La Utopía en América”

De todo cuanto antecede se habla, naturalmen-te, en este volumen que nos ofrece Thomas; es un historiador bastante alejado de los sistemas clá-sicos; a menudo emplea la “intuición” antes que la exposición documentada densa de tesoros que guardan, para los investigadores normales, los muchos archivos existentes en el planeta. Ante un determinado hecho histórico considera que la realidad pudo ser bien distinta de lo expuesto por un viejo cronista del lugar; esto le otorga la gra-cia de “agilizar” el hecho analizado: la Historia no siempre es como se nos narra. El pensamiento del Emperador Carlos V, asistido del parecer de tantas recias personalidades, es susceptible de varias in-terpretaciones por lo que resulta inútil pretender oponer, o tratar de conciliar, o rechazar unas en nombre de otras. Todas pueden ser verdaderas o falsas sucesivamente, o incluso simultáneamente.

GLOSA HISTÓRICA DEL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V SEGÚN EL PENSADOR INGLÉS HUGH THOMAS

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Y máxime, como nos recuerda el profesor Braudel (4), cuando se trata de un Emperador que, justa-mente, tenía la obligación y la plena conciencia de actuar siempre de la forma más conveniente para sus muchos Estados. No son escasos los autores, y en este extremo radica la necesidad de efectuar una correcta interpretación de la política imperial, que consideran que a Carlos V le importó y mu-cho el desarrollo de la administración, régimen político y desarrollo religioso del Nuevo Mundo. Hay que partir de una base para “comprender” la política imperial: Cuando el César Carlos recibió los reinos de España esa inmensa América de los conquistadores españoles, de California a Chile y al Río de la Plata, no existían como entidades au-tónomas al estilo de los reinos de la vieja Europa. Era el momento, más o menos -y eso es lo que se analiza en este libro por parte del prestigioso hispanista inglés-, en el que estaban acontecien-do “las tempestades, los remolinos y la locura incontrolada” de los primeros momentos de la Conquista, la Colonización y Pacificación de las tierras de América. La Conquista no fue fácil, rá-pida e inmediatamente provechosa y, además, no fue la gran panacea para solucionar los gravísimos problemas económicos que tenían planteados el Emperador. Pero no fue así -aunque el advenimien-to de los galeones aliviaran un tanto la situación-: Escuchemos, un momento, al profesor Manuel Fernández Álvarez (5): “Señor de tantos reinos y tan poderoso debería ser el que más tesoros tu-viera; eso cabía pensar de quien dominaba los riquísimos Países Bajos, la activa Alemania, las piezas más importantes de Italia, todas las Es-pañas y las Indias occidentales. Sin embargo los hechos, de forma sorprendente, nos demuestran lo contrario. Desde los principios de su reinado, Carlos V tiene que acudir a Enrique VIII, para que le haga fuertes préstamos. Sus relaciones con el rey portugués -otro de los príncipes más ricos de la cristiandad-, incluido su propio matrimo-nio con Isabel, están frecuentemente en función de obtener importantes ayudas económicas, que nivelen sus presupuestos. La afortunada prisión de Francisco I le sirve para obtener un formidable rescate. Pese a ello, todo le resulta insuficiente. Su situación económica es, muy distinta a la del otro emperador, a la de Solimán el Magnífico, cuyos tesoros parecían inagotables”. La llegada de los galeones americanos tardaron mucho tiempo, co-mo ya lo hemos indicado anteriormente, en llegar a España para resolver los problemas de Carlos V; fue el reino de Castilla quien proporcionó el alivio económico de Carlos V en cuanto al Imperio Espa-ñol se refiere puesto que, el importante resto de los países al mando de Carlos V gozaban de cierto

grado de “autonomía”, a base de los muchos privi-legios que el propio Carlos V les otorgaba. Prueba este aserto el hecho, particularmente subrayado por el egregio historiador de la Universidad de Salamanca ( M. F. Álvarez), de que nuestro Empe-rador tuvo en la “nómina imperial2 a gentes que, prácticamente, representaban a todas las tierras sujetas a su mandato. En efecto, a su lado se vie-ron borgoñones como Chiévres, Lannoy, Granvela (padre e hijo); españoles, como Tavera, Cobos, Alba; italianos, como Gattinara, Pescara, Doria; y alemanes, como el conde del Palatinado, Mauri-cio de Sajonia o los Fugger. Es obvio que Carlos V no pretendió nunca saquear a las Indias. Todo el dinero era poco para mantener la dignidad de su status gubernamental y las infinitas empresas militares, políticas, religiosas y culturales que em-prendió. Empresas que, en cierto modo, también agobiaron a su hijo y sucesor Felipe II. El monarca de El Escorial, si hemos de creer en la veracidad y buena voluntad del historiador Geoffrey Parker (6), sí esperaba con ansiedad la llegada de los galeo-nes de Indias; por eso se sintió elegido por Dios para verificar lo que, acaso con cierto matiz de iro-nía, se ha denominado como la “domestificación del Nuevo Mundo”. El ideal religioso del Empera-dor, naturalmente, también se hizo extensivo a las Indias: lo prueba el número de religiosos que cruzaron a la otra orilla del Atlántico para cum-plimentar, en lo posible, el sueño imperial “ser el mayor príncipe de los cristianos” que tiene el de-ber de ser el Monarca del Mundo -tal y cual afirmó, públicamente, uno de sus más conspicuos conse-jeros (Gattinara)-. Digamos, para que la cosa no resulte por dulce excesivamente empalagosa, que el Emperador Carlos V tuvo mejores “consejeros” humanistas que los de estricta condición econó-mica. De todas formas, y aquí dejamos este punto que también preocupa y mucho a Hugs Thomas, que poner orden en aquel “maremagnum”: Que era metafísicamente imposible; y no olvidemos que, la generalidad de las gentes distinguidas -capitanes, virreyes, jueces, escribanos mayores y frailes de distinguida condición teologal-, camina-ron pos las sendas del Nuevo Mundo esgrimiendo, sin temor de Dios alguno, la anárquica bandera del “pro domo mea”; a unos les perdió la avaricia, a otros cierta frustración peninsular y a otros, los más, el desencanto de comprobar que, como ya anteriormente hemos indicado, América no era, en verdad, el paraíso.

Este volumen, segundo de su magna Historia del Imperio Español, nos permite leerlo de for-ma muy pausada, a saltos, a intermedios más o menos breves y, en cualquier caso, de forma

GLOSA HISTÓRICA DEL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V SEGÚN EL PENSADOR INGLÉS HUGH THOMAS

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GLOSA HISTÓRICA DEL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V SEGÚN EL PENSADOR INGLÉS HUGH THOMAS

simultánea con otros libros de parecidísimas ca-racterísticas técnicas o sistemáticas. Esta gracia que nos otorga Hugs Thomas, lo afirmamos con todo respeto, perjudica bastante a su propia obra y facilita la absoluta impunidad de los que, has-ta el momento, habida cuenta de los comentarios críticos aparecidos en algunas publicaciones pe-riódicas o revistas especializadas, se evaden de la “responsabilidad” que conlleva el titularse críticos literarios; los comentarios a los que hemos teni-do ocasión de llegar -no es menester citar casos concretos (sostenemos la creencia de que las po-lémicas no conducen a ninguna parte)-, no reflejan la verdad del contenido del libro en cuestión: casi ochocientas páginas de impresión; despachadas, cuando la generosidad editorial es más amplia, en poco menos de treinta líneas. Para disfrutar del libro del historiador inglés se necesita algo más que un simple apresuramiento de gacetilla perio-dística. Este es un libro muy serio en el que se nos habla de un tema grave, profundo y esencial pa-ra los españoles y también para los intelectuales nacidos en la actualmente denominada América Latina: el Imperio Español. Para comprender ca-da una de las tesis glosadas por Hugs Thomas es necesario contar con unas cuantas cosas, a saber: tener una adecuada visión de la Historia de España y de América en los siglos XV y XVI; conocer, a pie de obra, el mayor número posible de las ciudades hispánicas, su forma de vida, sus instituciones, sus monumentos y sus hombres más significati-vos; se necesita, además, del divino beneficio de la “jubilación”, del tiempo libre ilimitado; de una chimenea castellana de crujientes leños encendi-dos y, si es posible, de un perro lobo que dormite a nuestros pies -para que con su sueño plácido nos contagie la más absoluta serenidad espiritual-. Y, finalmente, largas y tibias tardes invernales pa-ra ir avanzando en la lectura. Esta lectura, mucho más apasionante que la que nos pueda ofrecer el último invento cibernático, debe ser realizada con una manta de lana sobre las rodillas, acomo-dados en una mecedora de mimbre y dos o tres lapiceros bicolor para subrayar. No hay exagera-ción alguna: el libro del historiador inglés exige un “clima” apropiado, desengancharse de las cosas del mundo y,si tenemos la nacionalidad hispánica -en ambos mundos-, penetrar respetuosamente en la dialéctica de este hermoso libro en el que el recuerdo de la muerte, del sacrificio y de la incom-prensión vital de la vida de otros hombres está vigente en cada una de sus páginas. Libro de infi-nitas grandezas y miserias como, al fin y al cabo, es la vida de todo ser humano. Por todo cuanto antecede se comprenderá inmediatamente que no es fácil el verificar un comentario panorámico del

libro; resulta aconsejable, como anhelaba el pen-sador Stefan Zeiwg, ante las grandes creaciones de la humanidad, fijarnos brevemente en unos cuantos “momentos estelares”: diseños, esquemas y apuntes sobre los hombres, las instituciones y las cosas del Nuevo Mundo; también sobre los errores y los aciertos del Emperador que, durante bastante tiempo -dada la esperanza de vida vigen-te en su época-, rigió los destinos de una época bastante conflictiva.

Tratándose de un libro de historia parece obvio el afirmar que, a la larga, algunas manifestaciones del autor suscitarán la polémica con algunos de sus colegas. Aunque, en estricto rigor, Hugs Thomas no haya tenido voluntad alguna de suscitar la “pro-vocación”. Para comprender al Emperador Carlos V es preciso analizar sus personalidad desde una triple dimensión: el caballero cristiano, el estadista y, por supuesto, el guerrero. Si se nos apura po-dríamos añadir una cuarta características: la de su activismo maquiavelista; conocía perfectamente a los hombres, sus intrigas, sus ambiciones e infide-lidades. Como se ha dicho tantas veces lo que más le entusiasmaba era el ser jefe político de la cris-tiandad y, en todo caso, ser un espíritu puramente “independientemente”; tan libre que consideró absolutamente “normal” el invertirse la armadura, subirse a un corcel, allegar la lanza e irse al campo del torneo para solventar su honor ante su propio primo Francisco I de Francia. Si se pierde de vis-ta este matiz de su personalidad difícilmente se podrá comprender su propia “figura” y, al mismo tiempo, el peculiar colorido del llamado Imperio Español. Como de él supo decir Menéndez Pidal -cosa que nos recuerda el profesor M. F. Álvarez-, es el primero y el último emperador del Viejo y del Nuevo Mundo. Es también el que, después de tenerlo todo, sabe renunciar a todo. Pues no olvi-demos que el estadista de Europa, el soldado de las jornadas de Viena, de Túnez y de Mühlberg es también el de las horas silenciosas de Yuste.

Para Hugs Thomas existe, en la vida de Carlos V, un enigma todavía no descifrado del todo: el cúmulo de “influencias” que se ejercen sobre su regia personalidad; la más diáfana, nos dice, es la ejercida por Erasmo de Rotterdam. Una influencia, cierto es, a “distancia” puesto que el humanista flamenco había declinado muchas veces el venir a España aunque, eso sí, sus “ideas” llegaron perfec-tamente suscitando la más sutil atención de todos los centros docentes e instituciones teológicas y filosóficas. Erasmo es, en cierta manera, uno de los “consejeros aúlicos” más eficientes de Carlos V. Erasmo es uno de los primeros pensadores que

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manifiesta su preocupación por cuanto, desde la perspectiva esencialmente religiosa, debe de realizarse en los nuevos reinos americanos. En su libro de los Coloquios, puntualiza Hugs Thomas (obra parecida en 1526), se reflexiona de forma profunda sobre esta cuestión: “¿No has visto (La-nio) todas aquellas playas australes y el enjambre de islas señaladas por banderas cristianas?”. Y aquél contesta: “Sí, las he visto; y he sabido que de allá se ha traído botín. No he oído decir que se haya introducido allí el cristianismo”. Tal vez la consideración del humanista holandés era un tan-to exagerada; la apetencia por el “botín” era normal -y así lo ha subrayado otro notable histo-riador en un importante libro (nos referimos a Pierre Chaunu (7)-, América seducía, en los años de 1540 a 1555, por el crecimiento impresionante de las llegadas de metal. Pero no olvidemos, al mismo tiempo -tal y como nos indica el pensador galo que acabamos de citar- que ese oro que era

Portada “Un Hombre para Europa”

la gran “ilusión” de los políticos españoles, con el Emperador a la cabeza, era fruto de un costo es-pantoso; dolores, conflictos, muertes y nacimiento de “leyendas negras” que aún perviven en la me-moria histórica. Hugs Thomas, naturalmente, nos

habla de otros muchos hombres que estuvieron muy cerca del Emperador como, por ejemplo, el propio Adriano, antes de su elevación al Pontifica-do; Glapion, su confesor; Gattinara, posiblemente el más incisivo de sus consejeros y el que confor-mó el carácter y política del Emperador y le incitó a “dominar el mundo”.

Hugs Thomas, en este segundo volumen de su Historia del Imperio Español, siguiendo la misma sistemática que nos muestra en el primer volumen, en donde nos habla de Cristóbal Colón, Bvadilla y Ovando, de Diego Colón, de Balboa y Pedrarias, de Cisneros y de la España que se encuentra Carlos V al llegar por ver primera a tierras de Castilla, y un detenido análisis de lo que podríamos considerar como las “primeras horas” del Nuevo Mundo; para concluir con una visión de la heroica gesta de Ma-gallanes y Elcano, elucida, uno por uno los hechos de armas que llevan a cabo los “conquistadores”, como anteriormente hemos señalado, en la em-presa de la conquista de Guatemala, de Yucatán, de Colombia, Venezuela, Perú, Chile y el Río de la Plata. Existe un “denominador común” en la mente de los capitanes que llevan a efecto la empresa de la conquista: la idea de la ilusión, del temple heroico y del saber lo que se quiere sin una sola duda. No hay ningún “milagro” en la gesta del Des-cubrimiento y de la Conquista; lo ha dicho nuestro egregio pensador -citado muy oportunamente por el propio Hugs Thomas- Américo Castro: “para llevar a cabo la conquista de tantos países, cru-zar tantos mares, tantos ríos, valles, bosques y montañas; para seguir el curso del Amazonas, desde su nacimiento, en Perú, hasta el Atlántico, como hizo el asombroso Orellana; para desafiar a Moctezuma y Atahualpa en su propia tierra, co-mo hicieron Cortés y Pizarro; para sobrevivir a las marchas a lo largo del cauce del maravilloso río Magdalena, era preciso atesorar una gran idea, además de la voluntad humana; se precisaba algo que centrase la mente, al igual que también era precisa alguna idea para sostener a los españo-les durante los setecientos años que duró su lucha contra el islam (8)”. Los españoles, lo mismo que el Emperador Carlos V, estaban -aunque a más de un historiador no le agrade esta consideración- pre-destinados a la grandeza. Y así lo reconoce, con las debidas matizaciones el sutil hispanista al que nos venimos refiriendo, para quien el César Car-los es un personaje asombroso. Ninguno de sus antecesores -escribe- tuvo ambiciones. Su abuelo Maximiliano era un príncipe del Renacimiento que se enorgullecía de sus ancestros borgoñones. Pe-ro no era un estadista intelectual, sino un político alemán. Carlos era un rey de varias naciones al

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que servían borgoñones como Gattinara. Fue el principal estadista de su época y daba por des-contada su propia grandeza. El Nuevo Mundo le parecía algo que merecía y necesitaba, pero no le sorprendía. Nueva España se le antojaba una evo-lución natural.

Los oídos de Carlos V no estaban acostumbra-dos a la lisonja, sino, por el contrario, a la crítica atroz, a la vehemencia espiritual y a los dolores. Por eso mismo no se le puede aplicar el apotegma que Erasmo, en su popular libro “Manual del Caba-llero Cristiano”, aplica a los príncipes gobernantes: El pueblo mucho os debe, pero todo le debéis vos al pueblo. Aunque vuestros oídos deban escuchar los orgullosos títulos de “invencible”, “invulnerable” y “majestad”... no los reconozcáis como vuestros y consideradlos propios de la Iglesia, puesto que sólo a ella pertenecen” (9). En la aventura del Des-cubrimiento y Colonización de América, desde el primer momento, estuvo presente la Iglesia; la cruz era indudablemente símbolo de la heroica gesta; eso no fue obvice para que el Emperador, ante las constantes peticiones de los conquista-dores solicitando el envío de “religiosos”, a través de las instituciones eclesiásticas ad hoc, dejara de interesarse por la clase de personas que, para el cumplimiento de tan alta misión espiritual, se des-tinasen al Nuevo Mundo. Dominicos, franciscanos y jerónimos formaron parte de las expediciones hacia América. Independientemente del Padre Las Casas, el más célebre de los defensores de los habitantes del mundo descubierto por Colón, han dejado un esclarecido nombre eclesiásticos como Fray Toribio de Benavente, Fray Bernardino de Sahagún o Fray Pedro de Gante. Otros, como Fray Tomás de Ortiz, primer dominico en llegar a Nueva España, no tuvieron, como muy bien estu-dia Hugs Thomas, la “sensibilidad” suficiente para comprender a los hombres que se encontraron en las tierras americanas y no vacilaron en manifes-tar su asombro: Los hombres de tierra firme de las Indias son como asnos, no tienen arte ni maña de hombres, no quieren mudar de costumbres ni dioses, cuanta más crecen se hacen peores; has-ta diez o doce años parece que han de salir con alguna crianza y virtud; de allí adelante se tornan como brutos animales. Nunca creó Dios tan cocida gente en vicios”. Los Pontífices del momento, ni Adriano ni Clemente, en opinión de Thomas, llega-ron a tener un inusitado interés por las cosas del Nuevo Mundo. Al Emperador Carlos V no le hacían demasiada gracia los nombramientos de obispos, por parte de los Pontífices, con destino al Nuevo Mundo: vislumbraba en los mismos una excesiva “politización” en las respectivas designaciones. De

todas formas, cosa harto evidente, la fe católica, cual correspondía al Imperio Español, estuvo muy presente en la acción política desarrollada en las Indias.

Hugh Thomas

Otro tema que singularmente analiza Hugs Tho-mas es el referente a la predilección que Carlos V tuvo por contar con los burócratas flamencos o borgoñones (Gattinara, Gorrevod, Plaine, Lannoy, Enrique de Nassau y Carlos de Popet); se trataba de una lógica “imposición” por parte del Emperador; es lo que, actualmente acontece con la formación de las estructuras administrativas de los Estados contemporáneos, la imposición de los colaborado-res de libre designación. Algunos de los llamados por Carlos V han dejado tras de sí una huella de profunda honestidad, de laborosidad y de buen hacer. Hugs Thomas se entusiasma con la figura de un inteligente borgoñón: Jean Lallemand, señor de Bouclans, que servía al Emperador en la llevan-za de la contabilidad del reino de Aragón y el de Nápoles. Lallemand, un hombre encantador y fino de espíritu, sacaba adelante tal cúmulo de trabajo, con tanta celeridad y perfección, que se hizo pieza indispensable para el Emperador y para el celoso Gattinara; era uno de los hombres que de forma

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más clara veía y solucionaba los problemas del Consejo de Castilla; sabido es que, esta clase de funcionarios -los indispensables-, no suelen llegar mucho más alto. Gattinara se ocupó de abortar mejores destinos; quede aquí, no obstante, para ejemplo de “navegantes” burocráticos, su esclare-cido nombre en unión del de los escribanos Vargas -con los Reyes Católicos- y Cobos, con el Consejo de Estado de Castilla, de los hombres que más y mejor trabajaron durante la evolución del Imperio Español. De ellos se podrá decir, como han escrito no pocos historiadores pretendiendo alabar la me-moria de los buenos “servidores de Palacio”, que “creo que no se hallará hombres mejores que ellos ni para los oficios que desempeñaron”.

El tema de las Indias no preocupó solamen-te al Emperador y a los altos funcionarios del Imperio; sabido es, y el autor inglés nos ofrece muy sentidas páginas sobre este tema, que los humanistas patrios, como los hermanos Valdés y muchos otros, fijaron preferentemente su aten-ción sobre las cosas que “sucedían” en el Nuevo Mundo; tenemos el esclarecido ejemplo de la fi-gura de Pedro Mártir de Anglería -acaso el más notable intelectual de la época- que, con radical emoción, “entrevistaba” a todos aquellos que, por una u otra razón, retornaban de las Indias en “demanda” de noticias actuales; conquistadores, funcionarios, pilotos; toda información era buena para satisfacer la sed de conocimientos del emi-nente humanista español; a su despacho llegaron Vespucio, Cavoto y un ingente número de reli-giosos y funcionarios que “estaban de regreso”. Era difícil no encontrar un hombre -español- que nos estuviera interesado por el Nuevo Mundo; y, sin embargo, parece ser, si aceptamos la tesis de Hugs Thomas, que si existió uno y de muy mar-cado relieve, que se desinteresó por completo por el tema indicado: “Francisco de los Cobos, Se-cretario General del Consejo de Indias desde sus inicios. Igual de preocupado por su propia pros-peridad monetaria que el arzobispo Rodríguez de Fonseca, parece que apenas mostró interés en el Nuevo Mundo”, en cuyo destino, habida cuen-ta del importantísimo cargo desempeñado, tanta influencia tuvo; como factotum, en doble vertien-te, de la Casa Imperial y del Consejo de Indias -mano derecha del Emperador-. Se advierte que, al igual que a otros notables castellanos, no les había llegado el perfume lírico de los bellísimos versos de Jorge Manrique. Las indias, digámoslo en plan poético -cosa que no desagrada al au-tor inglés-, era un lugar bellísimo puesto que , efectivamente, no en vano había manifestado en una de sus crónicas, Bernal Díaz del Castillo, que

“otras tierras en el mundo no se habían descu-bierto mejores”. Y poetas existieron, entre los indígenas, como nos recuerda Fray Bernardino de Sahagún -oportunamente citado por Hugs Tho-mas-, que se expresaron, en pequeños poemas -en náhualtl, lenguaje de los mesicas-, de forma deliciosa. Y aquí tenemos de nuevo la sombra lí-rica de Jorge Manrique evocando el hecho de que la belleza muere, la juventud se va y los guerre-ros pierden la fuerza:

“Pasaré como una flor marchita,

mi fama no será nada,

mi fama desaparecerá en la tierra”.

El proceso de la Conquista de cada uno de los pueblos integrantes de las indias es muy pa-recido, lo mismo que una batalla militar de las sustentadas por Carlos V, no difiere de otra: do-lor, angustia, sacrificio y sangre hay en Colombia, Venezuela o Perú; lo que importa, para todos, es el resultado final de tanto dolor. Y, la verdad es que, con estos “hechos”, el Mundo entero alcanzó una extraordinaria dimensión que, negada o re-conocida por los historiadores, dio otro sentido a la Humanidad. Así, para un estudioso tan poco sospechoso de “partidismo”, como lo es el Pro-fesor Pierre Vilar (10), “los resultados materiales de la obra en las Indias y lo que esto supuso en la metrópoli española fue agente decisivo para la transformación económica de la que nace el Mun-do Moderno”. Es cierto que la hazaña expansiva de la España Imperial está, como ahora se dice con harta frecuencia, tamizada por las “luces y las sombras”; pero el “progreso” del Mundo a par-tir del Descubrimiento y subsiguiente Conquista ha sido asombroso; hay que reconocer que, efec-tivamente, “los nombres de los descubridores y conquistadores no han sido aureolados por un romanticismo fácil. Sus expediciones apasiona-das, sus sorpresas brillantes, su sed de oro y de evangelización, constituyen “la más extraor-dinaria epopeya de la historia humana”. Lo más positivo para el Imperio de Carlos V radica, no só-lo en la grandeza de la gesta americana, sino en el hecho de que España contribuyó como ningún otro pueblo la ha hecho a la sublime “evolución” del Universo. En este sentido, existe todavía pen-diente, el pago de la deuda de gratitud a quienes contribuyeron a la gesta: navegantes, soldados, clero y, posteriormente, los “emigrantes” hacia tierras del Nuevo Mundo. Y queda, también pen-diente, el reconocimiento de la “fatiga” que tantos problemas y tantas luchas supuso para nuestro Emperador y para sus colaboradores inmediatos:

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los que estuvieron con él en Pavía o Mühlberg; los que le animaron ante la Reforma eclesiástica y, finalmente, los que le acompañaron ante las puertas del Monasterio de Yuste.

Algunos de los espíritus críticos de la magna gesta de la Conquista de América tuvieron la oportunidad de pedir perdón por sus “apasio-nadas impertinencias”, como es el caso de Fray Bartolomé de las Casas -en carta al Emperador, en 1519-: “Viendo todo esto yo me moví, no porque fuese mejor cristiano que otro, sino por una compasión natural”. Cabe el evocar, y así lo hace Hugs Thomas, que muchísimo más acer-tado que el contribuir a la puesta en marcha de la “leyenda negra”, fue la acción -andando el tiempo (sobre 1523)-, de sustentar las bases del Derecho de Gentes. Vitoria fue el mentor del nuevo renacimiento tomista; sin necesidad de dar voces o cometer ex abrupto alguno con-tribuyó a poner las cosas en su sitio; la recia personalidad de este otro dominico se expan-de desde la vieja Universidad de Salamanca al mundo entero. La tesis del reconocimiento de los Derechos del Hombre subyace en las viejas notas del catedrático de la ciudad de las piedras de oro, como la cantó don Miguel de Unamu-no y en la voz de sus innumerables alumnos; fruto, a la larga, del Imperio Español. Afirma Hugs Thomas, en las páginas casi finales del libro de referencia -y exponemos este juicio pa-ra no caer en chovinismo alguno-, que nuestro Emperador tenía un desorbitado interés por el dinero y una absoluta incapacidad para mane-jarlo. Carlos, espejo de la caballería y heredero de las grandes tradiciones borgoñas, dedicada horas y horas a descifrar las cantidades que le llegaban de las Indias. Cuesta trabajo imagi-narse al propio Emperador “haciendo cuentas” cuando, como es bien sabido, tenía a su alrede-dor la mejor institucionalización administrativa de su época. El gran esfuerzo, las incontables horas de estudio y de trabajo cumplimentadas por Hugs Thomas nos aconsejan la “cortesía” de no entrar en polémicas gratuitas. Si él lo di-ce... Que el tener que contar con el dinero era esencia -y no por ambición de la persona del Emperador- nos lo demuestra el hecho de que el Imperio de Carlos V, a diferencia del Imperio de Felipe II, era un imperio itinerante, sin lugar fi-jo de residencia. El proceso de construcción del Estado moderno, como afirma Pierre Chaunu (11), pasa esencialmente por el establecimien-to de los órganos administrativos centrales en una ciudad determinada -en un capital-; este simple hecho cuesta muchísimo dinero. Y esto

mismo, aunque en menor cuantía, le aconteció al propio Felipe II con el traslado de su Corte. Por eso ha dicho muy certeramente nuestro his-toriador Ramón Carande (12) ), uno de sus más importantes libros, que sin los préstamos de los financieros de la familia Fugger y, por supues-to, sin la llegada de los galeones de América, el Imperio de Carlos V no hubiera sobrevivido más allá, en el mejor de los casos, de la liga de Esmalcalda. La gran aventura imperial, la de Europa y la de América, constituyó una autén-tica “utopía” que se hizo realidad a base, ya lo hemos indicado en las líneas precedentes, de mucho dolor y esfuerzo. Especialmente, como escribió en un bellísimo (y a la par triste) libro, Vasco de Quiroga (13), “muchos de los proble-mas de América dan mucha lástima”. No menos cierto es, como ha manifestado el profesor Laín Entralgo (14), que comenzó España siendo “una sed, la inmensa, descomunal sed de horizontes nuevos y realidades plenarias que van constitu-yendo sus nunca logradas empresas: la unidad política de sus tierras, la Conquista y la Colo-nización cristiana del Nuevo Mundo, la mística aventura interior de sus santos, la unidad ca-tólica de Europa, el quijotesco sueño de una humanidad trabada por la fraternidad y regida por la justicia”. Cabe preguntarse -un conspicuo crítico ya lo ha hecho recientemente (15)-: ¿Está adecuadamente reflejado cuanto fue y significó el Imperio Español de Carlos V en este libro? La respuesta es afirmativa a condición de que, los futuros lectores de estas páginas, se adentren en la obra total de Hugs Thomas -los volúmenes que lleva consagrados al tema que nos ocupa (16)-. En éste se mira, preferentemente, más a las cosas de las Indias que a las de Europa...

De todas formas, como punto final, nos gustaría señalar por nuestra cuenta, asumien-do naturalmente el riesgo que comporta esta afirmación, que jurídica, social y políticamente considerada, la labor llevada a cabo por Espa-ña en el Nuevo Mundo fue insuperable; ningún otro Estado ha elaborado unas leyes tan pro-fundamente humanitarias para su empresa de colonización. Convendría efectuar una deter-minada lectura de las denominadas “Leyes de Indias” y de las “Leyes Nuevas”. En las primeras, independientemente del gran trato de favor que se otorga a los indios y gentes de color, se ha-bla de la absoluta equiparación, en todos los aspectos, de las tierras de Castilla e Indias; en las segundas, con un profundo tecnicismo, se determina la forma de gobierno, administración y evangelización de los hombres ubicados en el

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Continente descubierto por Colón. La benevo-lencia de esas normas esencialmente jurídicas, como han subrayado diversos autores, fueron el manantial de infinitos conflictos interpretativos; creemos que nadie dudará de que, al fin y a la postre, España -Castilla- estaba por encima de los pueblos del Nuevo Mundo; “civilizar” siempre es difícil. Ningún “conquistador” era xenófono. Por eso mismo, nuestras “leyes”, a tenor de la época en la que se aprobaron y aplicaron, han estado siempre muy por encima, por ejemplo, de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Cons-tituyente del 26 de agosto de 1789, por Francia, e, igualmente, a gran distancia de la Declara-ción de los Derechos del Hombre; Resolución fundamental que fue aprobada por la Asamblea General de la ONU en Diciembre de 1948; aún algo más: ni siquiera los buenos propósitos de la organización humanitaria de “Amnistía Inter-nacional”, Londres, 1961, han logrado superar la “asepsia” que caracterizó a la lejana legislación española. Cierto es, y no lo vamos a negar, que se escuchó muy nítidamente la voz tenoril del Padre Las Casas y otros “partiquinos” por en-cima de la bondad de nuestra legislación. Pero quien, aún en estos días, quiera acercarse a la verdad le será suficiente con una pausada lectu-ra del texto de las Leyes de Indias, de las Leyes Nuevas y de algunos escritos y recopilaciones llevadas a cabo por doctos juristas (17) contem-poráneos.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Hugs Thomas: EL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V. Editorial Planeta, S.A., Barcelona, 2010, 748 páginas.

(2) Arturo Uslar Pietri: LA OTRA AMÉRICA. Alianza Editorial, Madrid, 1974, 238 páginas.

(3) Ridley Scott: 1492: LA CONQUISTA DEL PARAISO. (Un Film interpretado por Gerard Depardieu, promocionado por “El Cine de El Mundo”, DVD número 21 de la colección.

(4) Fernand Braudel: ESCRITOS SOBRE HIS-TORIA. Editorial Altaya, Madrid, 1997, 315 páginas.

(5) Manuel Fernández Álvarez: CARLOS V: UN HOMBRE PARA EUROPA. Colección Austral, Madrid, 2010, Núm. 459, 342 páginas.

(6) Geoffrey Parker: FELIPE II. Alianza Edito-rial, 2008, Núm 4. 155, 315 páginas.

(7) Pierre Chaunu: LA ESPAÑA DE CARLOS V. Biblioteca Historia de España, RBA, Madrid, 2005, 446 páginas.

(8) Américo Castro: ESPAÑA EN SU HISTO-RIA: CRISTIANOS, MOROS Y JUDÍOS. Buenos Aires, 1948, 709 páginas.

(9) Erasmo de rotterdam: ENQURIDIO O MANUAL DE CABALLEROS CRISTIANOS. Edición Facsímil, Editorial Maxtor, Valladolid, 2008, 186 páginas.

(10) Pierre Vilar: HISTORIA DE ESPAÑA. Biblio-teca Historia de España, Editorial RBA, Madrid, 2004, 184 páginas.

(11) Pierre Chaunu: OBRA CITADA.

(12) Ramón Carande: CARLOS V Y SUS BAN-QUEROS. 1965, 320 páginas.

(13) Vasco de Quiroga: LA UTOPÍA EN AMÉ-RICA. Editorial Dastin, S.L., 2008, 300 páginas.

(14) Pedro Laín Entralgo: A QUE LLAMAMOS ESPAÑA. Colección Grandes Pensadores, Edito-rial Planeta Dagostini, S.A., Barcelona, 2011, 157 páginas.

(15) Luis Ribot: ENSAYO CRÍTICO SOBRE “EL IMPERIO ESPAÑOL DE CARLOS V”. Publicado en el núm. 7-13 de El Cultural de “El Mundo”, 2011, página 20.

(16) Hugh Thomas: EL IMPERIO ESPAÑOL. Biblioteca Historia de España, Editorial RBA, Bar-celona, 2004, 840 páginas.

(17) Edición especial de LAS LEYES DE IN-DIAS. Instituto de Cultura Hispánica (Ministerio de Asuntos Exteriores), Madrid, 1970, cuatro vo-lúmenes.

Voz LEYES NUEVAS. Diccionario de Historia. Editorial Revista de Occidente, Madrid, 1964.

Manuel José de Ayala: DICCIONARIO DE LEGISLACIÓN Y GOBIERNO DE LAS INDIAS. Insti-tuto de Cultura Hispánica (Ministerio de Asuntos Exteriores), Madrid, 1970, XI volúmenes

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José Mª Cosculluela Carrasco.Caballero de Yuste.

En el curso del tiempo hay ocasiones en que los hechos asemejan fantasías, o por el contrario situaciones fantásticas que se manifiestan como realidades adornadas y esta es una de ellas, que constituiría el tema idóneo para construir el libreto apropiado de una opereta ambientada en los años en que se desarrollan los acontecimientos históri-cos de este país fronterizo.

Aunque los hechos acaecieron en el minúsculo y peculiar país europeo, con 468 Km2, tuvieron el suficiente interés para nuestro país, por su estra-tégica situación, limítrofe con Cataluña, en el que también se habla catalán y por el desarrollo de un golpe institucional totalmente incruento, en el gobierno de este pequeño territorio.

Es evidente el interés de España por este terri-torio, que proviene de antiguo por los resultados de una larga negociación entre nuestro rey D. Fernando II y el francés Luis XII con la firma del tratado de Blois. Fernando II viudo con 53 años, contrajo matrimonio en 1505 con Germana de Foix, bastante más joven que el y sobrina del rey de Francia. Este matrimonio le confirió, derechos sobre el reino de Navarra, el señorío de Andorra y los territorios catalanes del Condado de Foix.

En 1513, Fernando II le hizo donación de Andorra, en dote vitalicio, que a su vez sería trans-formado en perpetuo por el Emperador Carlos I, a Germana de Foix. La inestabilidad en estos te-rritorios fronterizos catalanes estuvo a punto de determinar en el ánimo del Emperador Carlos I, el que proyectara una ocupación militar del Señorío, con su ejército.

En el transcurso del tiempo, el territorio recibió las influencias de los avatares en los estados ve-cinos, como fueron la Revolución Francesa o bien el Imperio Napoleónico, que en su reestructuración administrativa nueva, fusionó los territorios de An-dorra con Cataluña.

Pasaron los años con influencias de otros vaivenes, como pudieron ser las guerras carlis-tas, hasta alcanzar la década de los años 30 del Siglo XX. Hay que tener presente que para esta época, Andorra era un Coprincipado agrario, aislado y feudal, sin ejército ni moneda propia y con una legislación anacrónica, dependiente tanto de la Seu d´Urgell como de Francia.

Ejerciendo una mirada sinóptica sobre el tema, podemos visualizar los hitos que nos muestran la realidad de estos valles: En 1914 se construyó la única carretera del país que le une con España; será en 1933 cuando se construya la que le unirá con Francia a través del Pas de la Casa. También será en 1914 cuando declare la guerra a los Imperios Centrales, declaración que por descuido no se anuló hasta los años 57.

En 1928 se instituye el Servicio Postal con Es-paña y será tres años después, Francia quien lo hará.

En 1929 y en el Comú de las Escaldes, se instala la Central de Fuerzas Eléctricas de les Escaldes, la única del Principado y que aun per-dura en el día de hoy.

En 1935 se instauró la famosa radio Andorra que difundió un tanto de vitalidad en los Valles.

En 1943 se produjo la última ejecución con ceremonial del siglo XVII, tan cruento que de-terminó el que se aboliera la pena de muerte.

Como caído del cielo, como un extrate-rrestre de envergadura, políglota y con tres ojos, siempre llevaba monóculo en el ojo de-recho, el noble ruso exilado, Boris Skossyrev, se presentó en 1934 ante el pueblo Andorrano prometiéndole, que bajo su cetro, un bastón con empuñadura de plata del que nunca se se-paraba, un futuro brillante, quería ser su rey y lo fue, aunque las ínfulas duraron poco, no alcanzaron la quincena de días.

Con el mismo desconcierto que causa-ron otras apariciones, así cayó la aparición de este militar noble, entre los escasos 4.000 habitantes que en los años 30 poblaban el Co-principado de Andorra.

Golpe de estado en el principado

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GOLPE DE ESTADO EN EL PRINCIPADO

Boris Mijailovich Skossyrev Maurusov, ha-bía nacido un 12 de Enero de 1896 en Vilnius que es la actual capital de Lituania y que en-tonces formaba parte del imperio ruso.” Era un hombre de unos cuarenta años, muy bien vestido tipo sport, con una cara agradable, labios finos, era una persona con porte, con clase.”El retrato nos lo hace Antoni Morell, un escritor andorrano.

Boris pertenecía a una familia de la peque-ña nobleza rusa, que se había distinguido en los ejércitos del Zar, él mismo sirvió un par de años en la flota del Báltico.

Al estallar la revolución rusa de 1917, bus-có asilo político en el Reino Unido en donde se enroló durante dos años en la Armada bri-tánica, pasando luego a prestar sus servicios en el Foreing Office, en diversas misiones en Siberia, Japón y Estados Unidos tanto por su facilidad de idiomas como por su empatía que le hacían ganar personas, cual si fuera un agente 007.

En 1925 renunció a estas actividades y provisto de un pasaporte Nansen, que se entregaba a los apátridas, se trasladó a los Países Bajos donde permaneció unos años. Lo cual le sirvió para afirmar que había trabajado para la Casa Real y que había sido recompen-sado por la Reina Guillermina con el título de Conde de Orange, cosa que no es posible, ya que el título de Orange es exclusivo de la fa-milia real holandesa.

Más tarde procedió a casarse con una mar-sellesa acaudalada, María Luisa Parat, el 21 de Marzo de 1931. En su acta de matrimo-nio modificó la ortografía de sus apellidos, declarándose hijo de Michel Skosyrew y de Elisabeth Mawrusow.

La novia era divorciada de un sastre y diez años mayor que el, lo cual le hizo alejarse de ella y enamorarse de una bella adolescente inglesa con la que hizo su primera entrada en Andorra.

Como primera providencia se estableció en la localidad de Santa Coloma en una ca-sa que todavía subsiste y es conocida como la “casa de los rusos”, por él y por otro ruso que también estaba allí y que se comenta que fue el que introdujo el cultivo del tabaco en Andorra.

Boris comenzó a desarrollar su plan, manteniendo largas conversaciones con cam-pesinos, artesanos y personas de la política andorrana. Tomó nota de que la revuelta juvenil producida unos meses antes de su llegada, podía serle favorable por sus ideas progresistas.

El 17 de Mayo de 1934, Boris presentó un documento al Síndico y otros Consellers de Andorra, donde exponía sus intenciones, aunque la respuesta no fue favorable: <<que no se inmiscuya en asuntos políticos de los Valles, que en caso de reincidencia éste se reserva el derecho de elevar quejas a la Au-toridad competente para que le apliquen las sanciones que será merecedor el citado recu-rrente>>. Consell General.

El 22de Mayo, recibió la orden fulminante de expulsión del territorio andorrano, dictada por el administrador de justicia francés y fir-mada también por su homólogo de la Mitra.

Es probable que el tal Boris no llegara a calibrar la magnitud y gravedad de los hechos que había desencadenado, engendrando un conflicto internacional, implicando a tres na-ciones soberanas y un territorio administrado. Las naciones eran La República Francesa, La República Española (recién estrenada) y el Es-tado Vaticano, hay que tener presente que el Obispo de la Diócesis de la Seu d´Urgell es de nacionalidad española pero funcionario del Estado Vaticano.

Temporalmente, el pretendiente se exilió en la vecina ciudad de la Seu d´Urgell, aloján-dose en el Hotel Mundial, donde empezó a comportarse como un auténtico Rey, desarro-llando una amplia campaña publicitaria para atraer a la prensa, concediendo numerosas entrevistas a los medios e incluso algunas en-trevistas telefónicas al The Times y The Daily Herald.

Del 29 de Mayo al 5 de Julio se tras-ladó a Torredembarra, donde planificó una nueva oleada. En una entrevista concedida al diario madrileño Ahora, confesaba que “no tengo ningún derecho histórico para mi pre-tensión. Lo hago únicamente como caballero por entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la República vecina”.

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GOLPE DE ESTADO EN EL PRINCIPADO

Revalida el Lema del Pais, que reza: “T Ó C A M E S I T E A T R E V E S.”

Boris se puso en contacto con diversas agrupaciones legitimistas del sur de Francia. En Perpiñán consiguió hacer llegar sus planes al representante del duque de Guisa, Juan de Orleans, pretendiente al Trono de Francia. Su argumentación se basaba en que los Jefes del Estado Francés, continuaban asumiendo los derechos y funciones de los copríncipes de Andorra, dominio privado de la Casa de Or-leans, como heredera legítima de la dinastía de Foix.

Bandera monárquica de Andorra

Los legitimistas franceses se hicieron eco de la pretensión en sus boletines. Mientras tanto, el duque de Guisa, expectante, no se pronunció, esperando el desarrollo de los acontecimientos. Pero Boris ya se proclamaba sin ninguna vacilación, lugarteniente del rey de Francia. El pretendiente concedió visitas, organizó recepciones oficiales y numerosos actos como una misa para el President de la Generalitat, Francesc Macià, fallecido el in-vierno anterior, o sesiones fotográficas para hacer postales monárquicas y escribió los bo-rradores para el Boletín Oficial del renovado Principado. Hizo imprimir unos folletos que decían: Su Alteza Real el duque de Guisa, pi-de a los tribunales que le sean restituidos los bienes y derechos situados fuera de Francia que le fueron legados por sus antecesores. Como herederos de los condes de Foix y de Bearn, príncipes de Andorra. Los andorranos se sienten administrados contra su voluntad por el señor Lebrun, presidente de la Repú-blica Francesa, que se hace decir copríncipe y no es el heredero. Instaura la bandera monár-quica. Adopta el título de “Defensor de la Fe”,

copiado de la Monarquía Inglesa que tanto en los documentos oficiales como en su moneda actual figura el lema “defensor fidei”.

Redacta una innovadora Carta Constitu-cional que modificaba sustancialmente el sistema político andorrano vigente. El Coprin-cipado tendría libertades, modernización, inversiones extranjeras y el reconocimien-to de paraíso fiscal. Boris imprimió 10.000 ejemplares de su constitución y los transmi-tió a personalidades españolas y francesas. Uno de estos fue a parar a manos del Obis-po monseñor Justí Guitart i Vilardebó que desencadenó sus Hostilidades y desautorizó tajantemente al Pretendiente declarando que los únicos copríncipes de Andorra eran el y el presidente de la República Francesa.

Fue el Domingo el día 7 de Julio de 1934, cuando el Sindico General de los Valles de An-dorra convocó al Consejo General en la Casa de la Vall. El Sindic abrió la sesión y pasó a exponer el asunto: Un noble ruso exilado que visitaba Andorra, que decía estar en posesión de varios títulos nobiliarios internacionales y relacionado con varias casas reales, le había visitado exponiéndole y proponiéndole un cambio manifiesto en las estructuras políti-cas y económicas del Principado.

Copiando lo que había sucedido en Móna-co, Liechtenstein, San Marino o Luxemburgo, los restantes principados europeos, además de paraísos fiscales el príncipe forastero se comprometía a convertir Andorra en un cen-tro empresarial de los más importantes del mundo. donde las compañías internaciona-les no tardarían en poner sus sedes sociales aprovechando el régimen fiscal. Como re-compensa el Consejo General lo proclamaría Príncipe de Andorra.

Con un solo Consejero en contra de los veinticuatro que formaban el Consejo, la Mo-narquía quedó instituida.

Acompañado de un grupo de colaborado-res incluyendo a su joven amante inglesa y la millonaria norteamericana Florence Mazmon y el Consejero Pere Torras Ribas, el Candida-to se estableció en la Fonda Calons de San Juliá de Loria.

El día 8 de Julio de 1934 el Consejero opo-sitor al nombramiento, informó al Obispo de

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GOLPE DE ESTADO EN EL PRINCIPADO

la Seu de toda la trama con detalle. Al propio tiempo, ese mismo día, Francia comunicó que no intervendría en Andorra, dejando todas las decisiones al Consejo General y considerando válida la Monarquía de Boris I si se aprobaba.

El Consejo de Ministros Español debatió el tema para aclarar el asunto Andorrano. El 10 de Julio en una nueva votación del Consell, la adhesión monárquica se repetía con idéntico resultado: 23 a 1, y el 17 de Julio se publicó en el Boletín del Gobier-no provisional de Andorra, la Constitución del Estado Libre de Andorra, decretándose la absoluta libertad política, religiosa y de imprenta. Al mismo tiempo, mediante de-creto, disolvió el Consell General, otorgó una amnistía y convocó elecciones para el 1 de Agosto. Skosyrev informó que tenía preparada la lista de su gobierno provisio-nal y desde la residencia en el hotel Valira de las Escaldas en ese día, comenta el plan que debía impulsar su nuevo reino, aparte de haber roto sus relaciones con el Episco-pado de la Seu.

DESENLACE FINAL : ¡Majestad que os expulsan!,¡Majestad que os expulsan!....El reinado de Boris se acercaba a su fin, el Obispo de la Seu d´Urgell no había tardado en desplegar su autoridad de Copríncipe y el 21 de Julio obtiene del Gobierno de la República la cesión de un destacamento de cuatro guardias civiles con un sargento al mando ,para conducir detenido y esposa-do al Príncipe Boris a España, y ponerlo a disposición del juez especial señor Bellón, encargado de los casos relacionados con la Ley de Vagos y Maleantes. Sus súbditos no hicieron nada viéndolo marchar hacia la Seu d´Urgell detenido y esposado. A la ma-ñana siguiente fue recogido por un coche enviado por la policía y después de haber tomado el desayuno, es trasladado a Bar-celona.

El 23 de Julio fue trasladado en tren hacia Madrid custodiado por dos agentes que lo vigilaban en un vagón de tercera. Su llegada a la Capital había levantado enorme expectación entre los periodistas para obtener declaraciones y entrevistas, ingresando finalmente en la Cárcel Mode-lo, si bien continuó adoptando la actitud de Monarca en el exilio. Al poco tiempo y sin

haber cometido delito alguno fue expulsa-do a Portugal, deambulando durante cuatro años por Lisboa, Tánger y Gibraltar.

En 1938 las autoridades francesas le permitieron volver a Aix en Provence, don-de se reunió con su primera esposa y en febrero de 1939, Boris Skósyrev fue reclui-do en un campo de internamiento francés junto con antifranquistas españoles, anti-fascistas italianos y centroeuropeos de las regiones ocupadas por el III Reich antes de la Segunda Guerra Mundial, aunque se desconoce la razón y cargos que se le im-putan. En el campo de concentración de Rieucros se le pierde la pista.

Nuestro Príncipe Boris no falleció en el Monasterio de Poblet, donde supuesta-mente lo había descubierto oculto tras la persona de hermano portero, el escritor Antonio Morell ,pero la realidad parece ser mas prosaica según expone el historiador Alexander Kaffka que ha hecho un segui-miento minucioso por archivos de Europa y America. El importante Boris moriría de viejo en la ciudad alemana de Boppard próxima a Coblenza en 1989.

Esta es la fecha que figura en la sepultura del cementerio de esta localidad, en donde vivió normalmente desde que fue liberado en 1956 por los soviéticos, desde un campo de concentración siberiano, donde estaría internado por una supuesta colaboración con los nazis. Gran parte de los datos están obtenidos de los dossiers recopilados por el historiador Kaffka. Algunas fuentes han querido añadir mas azañas al Príncipe Boris situándolo como interprete del ejercito ale-mán en el frente oriental.

En fin, a este cúmulo de anécdotas, sucesos, realidades e historias podrían in-crementársele un número de supuestos , pero lo más idóneo será cerrarlo con la clási-ca frase de : <<Sic transit gloria mundi>> .

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Armoriales de la orden de María de Hungría

Rafael García Herranz.Caballero de Yuste.

Recientemente, gracias a los desvelos y buen hacer de nuestro querido Presidente, Monseñor Clemente Martín, los Caballeros de Yuste he-mos pasado a formar parte de la Orden belga de María de Hungría y, a estos efectos, en la última revista de nuestra Asociación se nos ha adjuntado el diploma, con el nombramiento co-rrespondiente.

En ese diploma figuran varios escudos; algu-no de ellos nos resulta familiar, cual el de Carlos V y, lógicamente, el de nuestra Real Asociación. Sin embargo, en líneas generales, no podemos predicar lo mismo de los restantes blasones y de ahí que algún miembro de la Asociación se haya cuestionado a quien representan y la ra-zón de su inclusión en el diploma en cuestión.

A este respecto, y con la finalidad de des-pejar dudas, se puede decir que en la parte superior del nombramiento hay un bonito bla-són que, desde la óptica heráldica, se puede describir como: “En campo de azur(azul) hay un castillo de oro, mazonado(se ven las jun-tas entre las piedras) de sable(negro) y saliente una chimenea de oro(amarilla),que lleva suma-da una cigüeña del mismo color, en actitud de vuelo. Acompañado a la diestra por un escude-te cuartelado en cruz, en el que, en el primer y cuarto cuartel, de oro hay un león rampante de sable, lampasado(lengua de distinto color al cuerpo) y armado ( uñas de distinto color ) de gules y, en el segundo y tercero, de oro un león rampante de gules (rojo) y, a la siniestra, otro escudete en el que en campo de plata(blanco) y, en plenitud, hay un león rampante de sable, lampasado y armado de gules”.

Este armorial es el institucional de la Comu-na de Binche, en el que se representa una de las señas históricas de la localidad, a saber, el castillo que Carlos V donó a su hermana María, en 1545,y que, posteriormente, seria destruido por las huestes del rey francés Enrique II. El escudete que acompaña al castillo en la diestra es el blasón de la provincia de Henao( Hinault, en francés),a la que pertenece Binche y en el escudete de la siniestra se ha representado la bandera de la propia ciudad.

La representación del castillo rompe con los moldes heráldicos al uso y de ahí que por al-gunos se considere que se está en presencia de una fortaleza acastillada, cuya silueta se ha plasmado en el armorial.

Escudo de Luis II de Hungría

En la parte inferior del diploma del nombra-miento hay otro escudo en forma de rombo, siendo de resaltar que este tipo de blasones son utilizados por las doncellas o por las viu-das. Se trata de “un escudo partido, en el que, en el primer cuartel, de gules hay una faja de plata y, en el segundo, a su vez partido, en el primer campo, de gules hay un monte de sinople(verde) en la punta, sumada una corona de oro en el centro y,a su vez sumada a ésta

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una cruz patriarcal de plata y, en el segundo, de gules cuatro fajas de plata. Timbrado con la corona real húngara”.

Escudo de la Comuna de Binche

Este armónico blasón es el de la reina viu-da María de Hungría; en el primer cuartel se ha representado el antiguo escudo de Austria, país del que María era Archiduquesa por naci-miento; en el segundo cuartel se ha plasmado el escudo de su marido, Luis II Jagellón, rey de Hungría y Bohemia, al que María tenía derecho, en su calidad de Reina consorte.

En consecuencia, el armorial descrito es el personal de María, en su etapa de viudedad.

En la parte inferior del diploma hay otro es-cudo. En el que, en plenitud, es decir, ocupando todo el campo del mismo, nos encontramos con un armorial en el que “en campo de oro hay un león rampante de sable, lampasado y armado de gules”. Este escudo es el de Flan-des, territorio al que pertenecía Binche en la época de María de Hungría; no así ahora, que está en tierras valonas.

Por último, también en la parte inferior del diploma, hay una M de brazos articulados. Con esta representación, no heráldica, desconozco que se ha querido representar, aunque intuyo que sea una seña identificativa de la Orden de María de Hungría.

María era el quinto vástago del matrimonio formado por Felipe el Hermoso y Juana, la Lo-ca: nació en Bruselas, el 18 de julio de 1505, y, el13 de enero de 1521, contrajo núpcias en Buda (hoy uno de los barrios de Budapest) con

el rey de Hungría y Bohemia, Luis II, hijo de Vladislao II y Ana de Foix Candale.

El 29 de agosto de 1526, Luis II sufrió una fuerte derrota en Mohacs (Hungría), frente a los jerízaros de Solimán, el Magnífico y, entre los fallecidos en esta batalla, se hallaba el pro-pio monarca húngaro. María, reina consorte viuda, retornó a los dominios de sus hermanos y, habida cuenta que no había tenido descen-dencia, los territorios de Hungría no ocupados por los otomanos y Bohemia pasaron a manos de Fernando I, hermano de María, que estaba casado con Ana Jagellón, hermana del rey fa-llecido.

María, reina viuda, sustituyó a su tía Mar-garita de Austria en el cargo de Gobernadora de los Países Bajos, el que desempeñó de 1531 a 1545.A lo largo de este dilatado tiempo, Ma-ría dio palpables muestras de sus habilidades políticas, llevando la paz y prosperidad a esos convulsos territorios; no en vano, en su círculo familiar estaba considerada como la más inteli-gente de los hermanos.

En 1545,al abdicar el Emperador en su hijo Felipe II, María decidió regresar a España, en contra de los deseos de su sobrino, que quería que continuase en el cargo de Gobernadora. No obstante, ante las continuas súplicas de Felipe II, accedió a hacerse cargo, de nuevo, de la gobernación de los Países Bajos, si bien, cuando iba hacia los mismos falleció en Ciga-les (Valladolid),el 10 de octubre de 1558, año fatídico para los intereses de la familia, ya que, el 18 de febrero falleció su hermana Leonor y, el 21 de septiembre, tendría lugar el deceso de su hermano, el Emperador Carlos V.

Escudo de Flandes

ARMORIALES DE LA ORDEN DE MARÍA DE HUNGRÍA

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Sobre la Fuente de los Genoveses o de Carlos V, en Málaga y de la lealtad

de esta ciudad al Emperador.

Pablo Franco CejasCaballero de Yuste

En el año 1961 se publica en Madrid, por el Consejo Superior de Investigaciones Cien-tíficas, el Catálogo de los documentos del reinado de los Reyes Católicos existentes en el Archivo Municipal de Málaga. En el año 1994, el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Málaga edita un nuevo catálogo de Francisco Bejarano, quien años antes de su fallecimien-to, había encargado a María Pepa Lara García, la elaboración de los índices del Catálogo de documentos del reinado de Carlos I, años 1516.1556, que se conservan en el Archivo Mu-nicipal de Málaga. Dicho catálogo editado con la dirección y colaboración de Rafael Bejarano Pérez, hijo del anterior archivero, y de Maria Pepa Lara García, constituyen una verdadera fuente para los investigadores e historiadores.

El Catalogo recopila un total de 893 do-cumentos relativos a cartas, ejecutorias, diligencias, etc., que son fiel reflejo de las re-laciones del Emperador con el Ayuntamiento o Consejo de la Ciudad de Málaga.

Conquistada Málaga, el día 14 de Agosto del año 1487, los estandartes de Castilla y Aragón ondearon las torres de Gibralfaro, y de inme-diato hubo que organizar el reparto de los bienes raíces, nombrando los Reyes Católicos el día 7 de Septiembre de 1487, a Cristóbal Mosquera y a Francisco de Alcaráz continuo de su casa real, comisionándose posteriormen-te, por algunas divergencias suscitadas ente los vecinos, para hacer los repartimientos a Alonso de Arévalo y al bachiller Juan Alonso Serrano que había ejercido la misma comisión en varios otros pueblos de la provincia.1

1 Guillén Robles, F. Historia de Málaga y su Provincia. El Bachiller Serrano ascendiente de los Ortegas Monroy de Málaga, fue contador y repartidor

En los años que siguen a la reconquista de Málaga, se produjo una adaptación paulatina de la estructura urbana de la ciudad musul-mana a la nueva situación. Se levantaron buen número de conventos, ermitas y santuarios y también edificios públicos civiles tales como los hospitales de San Juan de Dios, San Julián y Santo Tomás, la Alhóndiga y la Casa de Ca-bildo.

Málaga se convirtió en una ciudad florecien-te, rodeada por un recinto amurallado provisto de cinco grandes puertas y con gran cantidad de arrabales y barrios asimismo amurallados.

Catedral Málaga

de Ronda, Marbella y su Serranía, de Gaucín y Casares, de la Serranía de Bentomiz, de la Hoya, Axarquía y Garbia malagueña, corregidor de Málaga desde 1481, llegando hasta a contador y consejero real de Aragón y Castilla.

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SOBRE LA FUENTE DE LOS GENOVESES O DE CARLOS V, EN MÁLAGA Y DE LA LEALTAD DE ESTA CIUDAD AL EMPERADOR

A lo largo del siglo XVI va perfilándose un nuevo marco de relaciones entre monarquía y ciudad. En los Ayuntamientos convergen dos componentes básicos: el Consejo o común de los vecinos y el Regimiento o minoría dirigente, los regidores. A estos se va a sumar la Justicia, personificada en el corregidor y sus oficia-les que asumen la representación del Rey en el seno del Ayuntamiento. Por consiguiente, Justicia, Regimiento y representantes del a co-munidad o Consejo constituyen los tres niveles en los que se articula la organización munici-pal de las ciudades de este tiempo.2

La figura del Corregidor o representante del Rey en el Municipio, se generaliza con los Reyes Católicos a todo reino. Provisto de am-plias atribuciones reforzó la autoridad Real y por tanto, limitó la autonomía municipal. Con su puesta en escena tanto las ordenanzas que la ciudad dictaba, los impuestos que estable-cía o los gastos que generaban la construcción o reparación de las murallas, debían ser auto-rizado por su persona. Presidía los Cabildos con voz y voto y era asistido pro su alcalde mayor auténtico alter ego que le representaba en sus ausencias3. El orden y la paz de la nue-va comunidad quedaban garantizados por el corregidor, su alcalde mayor, su alguacil mayor

2 AAVV. Aguilar Simón, Agustina, Barrionuevo Serrano María Rosario, Blanco López, Juan Luis. “ Libro de las Condenaciones de Cámara y Gastos de Justicia del Cabildo de Málaga (1559-1581).

3 Ibdem. Pag. 19. Cita 1. Moreno de Guerra, J. Los Corregidores de Málaga ( 1487-1835). Excmo. Ayuntamiento de Málaga. Archivo Histórico Municipal. Málaga, 1997. Pág. 119.

y una serie de oficiales, fijos o eventuales, a veces por el Cabildo4.

Las relaciones y mandatos del Rey a su re-presentante en el Municipio o Consejo, en el período de reinado del Emperador (1516-1556) en Málaga, figuran en el Catálogo de docu-mentos al que se hace referencia al principio del presente trabajo. En los documentos que han sido objeto de recopilación, con un núme-ro de ochocientos noventa y tres, sirven no sólo para analizar las relaciones entre el Rey con su representante - el Corregidor - y el Ayuntamiento, sino para estudiar y compren-der las necesidades, prioridades e inquietudes de la primera mitad del siglo XVI. Una de ellas fue el abastecimiento de agua.

Málaga en el siglo XVI era una ciudad – co-mo todas las ciudades de esta época y sobre todo las afectadas por la contienda bélica – sucia.5, ni más que otras y con problemas de abastecimiento de agua como casi todas. Para las fiestas se solían limpiar al menos los luga-res de regocijo, como la Plaza o las calles de la procesión. Otras veces se limpiaban ante las noticias de epidemia de peste6.

El agua potable procedía de pozos y manan-tiales como el de la Puerta del Mar al que se le hizo un brocal prohibiendo echar en él basura ni vescosydad7. Otros manantiales servían pa-ra el abastecimiento de la ciudad, por lo que este problema, que era de todos, reunió en la sala del Sínodo de la Iglesia Mayor a ambos cabildos, y vecinos honrados de las collacio-nes para lo del agua que se quieren sacar del Gadalquivirejo8 ... y decidieron escribirles a los maestros del agua para que pongan el agua.

También se documentan nuevas traídas de agua en los años 15329 y 1554 10 y se pro-

4 Pereiro Barbero, P, “ Los oficiales de justicia y orden público a mediados del siglo XVI: Teoría y práctica de su función. “ Baética, nº 10. Universidad de Málaga. Málaga 1987.

5 Zapata, L. “ Memorial Histórico Español “. Miscelánea Vol. Madrid. 1859. cita. 261. Aguilar García, M.Dolores. Málaga: ( 1487-1550. Arquitectura y Ciudad ).

6 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. 6. Folio 256 V. 7.XII.1523. cita. 263. ibdem.

7 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. 6. Folio 98. V. 11.VIII.1522.

8 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. 4. Folio 232. V. 2.VIII.1521.

9 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. 8. Folio 145 V. 26 VIII. 1532.

10 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. 11. Folio 82 y ss. 15.VI. 1554.

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SOBRE LA FUENTE DE LOS GENOVESES O DE CARLOS V, EN MÁLAGA Y DE LA LEALTAD DE ESTA CIUDAD AL EMPERADOR

cura aprovechar al máximo el agua existente como es el caso del remanente de la Puerta de Buenaventura que mandan no se tire la cava11.

Consta en el Archivo Municipal de Málaga12, que el día 16 de Octubre de 1532, le fue conce-dida por el Consejo del Emperador, la licencia y facultad a la Ciudad para restablecer por sisa sobre los mantenimientos y otras cosas, con se causare el menor perjuicio posible, la can-tidad de 2.000 ducados destinados a la traída de agua a Málaga y a su puerto de una fuen-te distante un cuarto de legua de la misma, a propuesta del Lcdo. Pérez, su Juez de resi-dencia, que informó sobre las dolencias que padecían por beber agua de pozos, y por no abastecer debidamente las armadas y navíos que acudían a su puerto.

Hacia la mitad del siglo XVI el Municipio malagueño consigue la construcción de una red de abastecimiento de agua para la pobla-ción, utilizando las aguas del manantial del Almendral.

En 1551, siendo corregidor Rodrigo de Sa-avedra, se instala en la Plaza Mayor, una fuente para surtir de agua a los vecinos, y como or-namento del centro de la ciudad, donde se hallaban las Casas Consistoriales y la residen-cia del Corregidor, representante del Rey en el Municipio.

La Plaza Mayor, ha sido y es, centro y co-razón de la ciudad, y desde la reconquista ha venido ostentando diversos nombres: Mayor, o de las Cuatro Calles, Real, de Isabel II, de la Constitución, del 14 de Abril, de José Antonio Primo de Rivera, y actualmente nuevamente Plaza de la Constitución. La historia de esta plaza es, en síntesis, la historia de Málaga. La vida política, administrativa y judicial de la ca-pital tuvo en ella sus organismos directores; y las actividades mercantiles sus entidades representativas. En ella se han desarrollado los más importantes sucesos histórico locales, siendo lugar de concentración en los momen-tos trágicos y solemnes, como también en las ocasiones en que de fiestas religiosas se tra-taba.13

11 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. 11. Folio 35. 12.III.1554.

12 Doc. 509. Catálogo de Documentos del reinado de Carlos I años 1516-1556.

13 Bejarano, Francisco. Las calles de Málaga. De su historia y Ambiente. Pag. 258.

En la instalación de la fuente se utilizó par-te de una columna con relieves que, según la tradición local, había sido depositada en el puerto, procedente de Génova. A esta pieza se le añadió un nuevo pilón, y la fuente, según se aprecia en un dibujo de 1564 se ubica próxi-ma a la fachada del actual pasaje de Chinitas, y no en su centro, que quedaba reservado a la celebración de actos públicos, como las corri-das de toros y las procesiones religiosas.

Durante el reinado del Emperador Carlos V, el puerto de Málaga fue habitualmente lugar de aprovisionamiento de la flota castellana para las campañas de Túnez (1534) a los ejér-citos de Italia, una política marítima heredera de la Corona de Aragón en la que jugaban un gran papel los puertos de Levante y del Medi-terráneo. Estas continuas relaciones explican la presencia de esta fuente llamada de Génova, por su procedencia, que se encargó para el abastecimiento de la ciudad y para embellecer su Plaza Mayor.

La fuente llegó en 1554, pues en junio de ese año se hace la traída de aguas desde la Puerta de Buenaventura a la plaza para la obra de la fuente que viene a la Plaza14 , siendo una de las obras hidráulicas que se realizaron en aquellas fechas por el Consejo, como la de la Plaza de la Alcazaba, en los Caños de Buena-ventura o de Beatas15.

A finales del año 1554, la fuente quedo ins-talada en la plaza y se decide hacer alrededor

14 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. XI , fol 80.v . 8-VI-1554. Cit. 3. Dolores Aguilar, M. “ Mar y mito en la Fuente de Génova ( Málaga) Cuadernos de Arte e Inocografía. Tomo II. 3.1989.

15 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. XI, 89V. 20.VI.1554 –V, fol. 166, 3.XIII.1554. Las obras estaban a cargo de Illán Sánchez Maestro del Agua. Cita. 4. Aguilar, M.L. ibdem.

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del pilar un borde de piedra do pase el agua pa-ra que se baya a recoger a la madre por el cabo de dentro16 para evitar el lodazar alrededor, ya que el agua se derramaba por la Plaza.

Esta fuente se ha venido llamando tradicio-nalmente con el nombre de Fuente de Génova o de Carlos V. Es una pieza de estilo renacentista italiano y se piensa que procede de la ciudad italiana de Génova, aunque no hay documentos que corroboren su origen. Se encontraba ubi-cada en el parque de la ciudad, en la Alameda, habiendo sido trasladada a su original emplaza-miento a la Plaza de la Constitución en el año 2002, tras su rehabilitación, sustituyendo a la Fuente de las Tres Gitanillas que era de mayor tamaño y que fue reubicada en la Avenida de Andalucía.

Aunque en los documentos citados no se deja constancia alguna que la referida fuente vi-niese de Génova, la tradición desde hace siglos indica esta procedencia. En el siglo XIX, se con-firma por los relatos de los viajeros románticos, por tradición oral sobre su posible origen. Ro-ber Semple (1766-1816) en su segundo viaje por España, en la primavera de 1809, en su visita a Málaga, dijo “ La Alameda, o paseo público, es ancha, con árboles y bien ordenada. A uno de sus extremos hay una fuente de mármol, que, según se dice, fue regalada por Carlos V a la re-pública de Venecia, arrebatada por el mar por el famoso corsario Barbarroja, recuperada por las galeras españolas al mando de Don Bernardo de Mendoza y desembarcada por éste en Málaga, en donde se permitió que se quedara17”.

16 Archivo Municipal de Málaga. Actas Capitulares. Vol. XI. Fol. 159. v, 14.XI.1554.

17 Majada Neila, J. Viajeros Románticos en Málaga. Librería Cervantes. Pag. 27.

El barón de Davillier ( 1823-1883), historia-dor francés, que publicó su Viaje por España (1874), sita en su viaje a Málaga, la Alameda y la fuente : “ Nos dirigimos primeramente a la Alameda que se llama, no sabemos por qué, Salón de Bilbao. Es una gran avenida conquistada antiguamente al mar y plantada condos filas de árboles magníficos. En uno de sus extremos divisamos una gran fuente de mármol blanco adornada con numerosas es-tatuas de un bello efecto decorativo. Se dice que esta fuente fue donada a Carlos V por la República de Génova18”.

La descripción más ajustada que se hace de la Alameda y de la fuente es su contempo-ráneo Willian Jacob. Dice así :

“ La Alameyda ( sic) es lo único bonito que tiene la ciudad y resulta magnífica. Dispone un paseo central de ochenta pies de anchura, con naranjos y adelfas plantados a cada lado; a continuación, una calle apta para carruajes corre por ambos laterales y, limitándola, una hilera de casas suntuosas y elegantes. Cuando los árboles crezcan hasta una altura que les permita proporcionar sombra, será un lugar encantador, pero, de momento, no son más

18 Ibdem. Pag. 152.

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SOBRE LA FUENTE DE LOS GENOVESES O DE CARLOS V, EN MÁLAGA Y DE LA LEALTAD DE ESTA CIUDAD AL EMPERADOR

que los arbustos. Al final de este paseo hay una hermosa fuente de mármol que consta de tres tazas, colocadas una encima de otra y que disminuye de tamaño gradualmen-te. De la taza inferior se alza una columna sostenida por hermosas figuras femeninas sobre las cuales descansa la segunda taza; la tercera se apoya en una columna similar también sostenida por figuras y la totalidad del conjunto está magníficamente realizado. Cuentan de ésta que fue un regalo de la re-pública de Génova al emperador Carlos V. Camino de España fue robada en la travesía por un corsario argelino y recuperada des-pués por don Bernardino de Mendoza, que la desembarcó en esta ciudad19”.

La tradición o leyenda sigue viva en la ac-tualidad, y la fuente, ubicada en la Plaza de la Constitución, se conoce por la Fuente de Génova o de Carlos V, siendo Málaga leal a esta tradición, como lo fue al Emperador. La lealtad del Consejo de Málaga, de su Co-rregidor y de sus vecinos, quedó patente en las “ revueltas y alteraciones y comunida-des ocasionadas en estos reinos por haber S.M. dejado nombrado por su visorrey, pa-ra que entendiese en su gobernación ínterin su ausencia, al M.Rdo. Cardenal de Tortosa 20”. Son numerosos los documentos que constan en la Colección de Originales del Archivo Municipal de Málaga (1487-1773)21 en este sentido.

En fecha 20 de julio de 1520, se remitió al Consejo una Real Cédula del Sr. Emperador Carlos V, dirigida al Consejo, Justicia y Regi-miento de la ciudad, en la que se había tenido por cartas del M. Rdo. Cardenal de Tortosa, su gobernador en estos reinos, de la paz y quietud en que la ciudad de Málaga, había estado desde la ausencia del Emperador, y como habían obedecido sus mandatos, y de las demás justicias, lo que agradecía mucho como lo esperaba de su lealtad, asegurán-dole le tendría en memoria para honrarla en la cosas que se le ofreciesen, como sus muchos y buenos servicios lo merecían, ase-gurándose que presto daría la vuelta a estos

19 Cit. Krauel, Blanca. Viajero Británicos en Málaga. ( 1760-1875)- pag. 25. Servicio de Publicaciones de la Diputación de Málaga.

Jaxob, William, Esp Travels in the South of Spain in letters written. A.D. 1809 by… London. J.Johnson and Co. W . Miller, 1811.

20 1520/303. Colección de Originales del Archivo Municipal de Málaga.21 Bejarano Pérez, R, Lara García, M.P.. Índice de la Colección de

Originales del Archivo Municipal de Málaga ( 1-487-1773), Málaga 1.996.

reinos, encargándole de nueve cumpliese las órdenes del citado Rdo. Cardenal, y las que se diesen por el Real Consejo y Chanci-llería22.

En igual sentido, las Reales Cédulas que figuran identificadas en la referida co-lección de documentos, bajo el número 1520/300 de fecha 31 de Octubre de 1520; 1521/311; 20 de febrero de 1521, entre otras. Como muestra de esta máxima lealtad, y del agradecimiento del Emperador, citamos la Real Cédula de fecha 17 de mayo de 1520, remitida por el Emperador de la que se cita textualmente el siguiente párrafo: “ S.M. le agradece lo que le había manifestado de su parte como regidor de esta ciudad Martín de Anuncibay, asegurándole que, como leales vasallos, siempre atendería a las cosas de su real servicio, y que tuviese por cierta esta Ciudad que lo que a ella tocase, lo mandaría mirar, y en justicia favorecer, como su leal-tad y servicios merecían. “

Esta lealtad que la ciudad de Málaga manifestó en todo momento al Emperador Carlos V, ha seguido fiel en la denominación de esta fuente que finalmente ha vuelto a ser instalada en su original ubicación, en la Plaza Mayor, hoy de la Constitución, y que con el águila imperial que remata la mis-ma, como reina de las aves, evoca aquellas fechas en la que, bajo el reinado del Em-perador, en los dominios de España no se ponía el sol

22 1520/303. ibdem.

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Los arquitectos del Emperador

Antonio Mérida Ramos.Caballero de Yuste.

Mucho y de calidad se vino a construir en España durante los años de vida del Empera-dor. Con las nuevas tendencias renovadoras en el mundo del arte que trajo el cambio de siglo llamado por los historiadores el Renacimiento, junto a la, pintura y la escultura se desarrolló una nueva arquitectura inspirada en las gran-des edificaciones del mundo clásico, griego y romano.

Esta nueva técnica constructiva que se inicio en Italia, pronto llegó adquiriendo renovadas energías a España, encontrando el terreno pro-picio para su crecimiento y desarrollo. Venían a coincidir dos circunstancias importantes y fa-vorables, una necesidad de mostrar al mundo la grandeza del Imperio, junto a los recursos que en remesas periódicas de oro y plata co-menzaban a afluir desde las Indias en grandes cantidades.

No obstante, ello poco hubiese supuesto si no hubiesen existido las personas adecuadas para aprovechar con creatividad propia tan fa-vorable situación.

Fueron muchos los españoles que en estos años viajaron a Italia impregnándose de las nuevas tendencias artísticas y por supuesto como no podía ser de otro modo absorbiendo las novedosas técnicas constructivas y de dise-ño artístico que dieron luego mas tarde lugar a obras ya mas específicamente nuestras.

Arquitectos y artistas que destacaron en estos años de la primera mitad del siglo XVI fueron muchos, pero los que realmente brilla-ron con luz propia no fueron tantos.

A Bartolomé Ordóñez, Diego de Siloé, Pedro Machuca, Hernán Ruiz Jiménez, Alonso de Co-varrubias y Andrés de Vandelvira, les cabe el honor de ser algunos de las “águilas del renaci-miento en España” como así les vino a llamar el pintor flamenco Francisco de Holanda.

Todos ellos destacaron en la construcción de espléndidos y suntuosos edificios civiles y religiosos, pero como auténticos artistas rena-centistas fueron también grandes y notables pintores y escultores de la piedra y la madera.

Catedral de Granada

Bartolomé Ordóñez el primero de todos ellos nació en Burgos en 1480 falleciendo en Carrara en 1520, y si bien a temprana edad marchó a Italia, su primera formación la reci-bió en su propia tierra de la mano de otro gran arquitecto y escultor español, el maestro An-drés de Nájera.

En 1515 se estableció en Barcelona siendo contratado por el Cabildo catedralicio en 1517

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LOS ARQUITECTOS DEL EMPERADOR

donde trabaja en el trascoro de la Catedral y en el Hospital de la Santa Cruz con Juan Petit Monet.

Escalera Dorada, Catedral de Burgos.

La convocatoria del capítulo de la Orden de Toisón de Oro que debía presidir el por enton-ces todavía Rey Carlos, en marzo de 1519 se decidió celebrar en la Catedral de Barcelona, lo que propicia que se le encargue la ejecución de la extraordinaria sillería del coro donde de-bían reunirse y en la que al parecer también colaboró junto a Monet el por entonces joven promesa de Diego de Siloé al que ya había co-nocido este en Italia colaborando juntos en diversos trabajos en la capilla Caracciolo di Vi-co, en San Giovanni a Carbonara en Nápoles.

Otros extraordinarios trabajos que se le co-nocen a Ordóñez en España se encuentran en la Catedral de Valencia, así como los sepulcros de los padres del Emperador don Felipe y doña Juana de Castilla en la Capilla Real de Grana-da, como también los sepulcros del cardenal Cisneros en Alcalá de Henares y de algunos miembros importantes de la ilustre familia de los Fonseca en Coca (Segovia).

Burgalés también Diego de Siloé (1495-1563), es el arquitecto y escultor a juicio del que suscribe mas interesante de los cinco se-

ñalados, combinando el estilo renacentista italiano que pudo estudiar a fondo en los dos años que vivió en Nápoles, con influencias del gótico español en que se inició de la mano de su padre, otro gran artista Gil de Siloé, así co-mo del arte árabe hispánico.

Su primer gran trabajo lo realiza en su ciudad natal a su regreso de Italia después de haber trabajado como ya hemos comentado algunos meses en la Catedral de Barcelona. La llamada escalera dorada de la Catedral de Burgos es sin duda su mejor trabajo de estos primeros años, realizada en 1519 con elementos arqui-tectónicos clásicos de clara inspiración italiana (Donato Bramante, Filippo Brunelleschi). Esta escalera monumental y proporcionada lleva esculturas de ángeles, ornamentación vegetal y escudos heráldicos bifurcada en dos tramos que ocupan en su totalidad uno de los muros de la catedral.

Fruto de los nueve años que permaneció en Burgos podemos señalar la ejecución del sepul-cro y del retablo de piedra para la capilla del arzobispo Acuña, así como la conclusión que ya inició su padre de la capilla del Condestable, cuyo retablo mayor esta considerado la mejor obra del renacimiento burgalés. Trabajador infatigable Siloé colaboró en la iglesia de San-tiago de la Puebla (Salamanca), en Barbadillo de Herreros y en Aneñas (Palencia), así como en San Benito de Valladolid y en el convento de Santa Úrsula de Salamanca. Junto al vasco Juan de Álava diseñó la extraordinaria porta-da del colegio de los irlandeses así mismo en Salamanca en el que llegó a trazar su patio con-siderado este de un clasicismo inigualable.

Pero fue Granada la ciudad a la que le toco en gracia ser la depositaria de la mayor parte de la obra monumental de tan insigne arquitecto. Contratado en 1528 por la familia Fernández de Córdoba, duques de Sesa y Terranova, pa-ra finalizar la decoración de la iglesia de San Jerónimo obra esta de Jacobo Florentino, para servir de panteón del Gran Capitán, acabó al cabo de poco tiempo asumiendo la dirección de las obras de la mismísima Catedral de Gra-nada.

Concibió este proyecto como un enorme es-pacio central cubierto con una gran cúpula al modo de los edificios funerarios de los Empera-dores romanos, proyecto este que supervisó y aprobó con agrado el mismo Emperador Carlos.

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LOS ARQUITECTOS DEL EMPERADOR

Otra gran y original manifestación artística fue el diseño de la llamada Puerta del Perdón como un gran arco triunfal. Siloé lleva a cabo la definitiva consagración en nuestro país de la corriente romanista dentro de la arquitec-tura renacentista.

Pese a llevar tan grandioso proyecto, es-te incansable arquitecto saco tiempo para diseñar junto a sus discípulos otros extraor-dinarios trabajos como la Sagrada Capilla de el Salvador de Úbeda realizada para dar enterramiento a la notable familia del muy apreciado secretario del Emperador don Francisco de los Cobos, y las iglesias de la Encarnación de Íllora, notable muestra de la transición del gótico al renacimiento, así co-mo el trazado de las iglesias parroquiales de Montefrío e Iznalloz.

Palacio de Carlos V, en la Alambra

Siendo Andalucía la principal depositaria del genio de sus creaciones artísticas pocas son las comunidades que no poseen algunas obras de este singular burgalés o el traza-do de alguna fascinante construcción como el mausoleo de la Capilla de la Piedad de la Iglesia de San Miguel Arcángel en Oñate (Gui-púzcoa) del que fuera uno de los primeros presidentes de la Chancillería de Granada, el obispo don Rodrigo Mercado de Zuazola mo-numental edificio este de arquitectura civil del que también Siloé llegó a trazar su espec-tacular patio interior.

La proyección de su talento arquitectónico no solo se puede observar en las catedrales de Almería, Málaga y Guadix, sino que cru-zó el Atlántico sirviendo de inspiración en las Catedrales de Guadalajara (México), y las de Lima y Cuzco (Perú).

Otro gran arquitecto que trabajo sobre to-do en arquitectura civil, fue el toledano Pedro Machuca.

Al igual que los anteriores, aunque nació en Toledo en 1490 se formó en Italia llegándose a creer que podría tratarse del Pedro Spagnuolo que fue discípulo de Miguel Ángel. Ya en Es-paña en 1520 trabajó como tantos otros en Granada, ciudad esta que recibía fuertes inver-siones en esta época para la cristianización de su islámica arquitectura.

Pedro Machuca además de un gran arqui-tecto, fue un notable pintor llegando a conocer probablemente en Italia a Rafael Sanzio y a Jacobo Florentino además como ya hemos di-cho de ser probablemente alumno del maestro Buonarrotti.

Trabajó como pintor en la Capilla Real de Granada como tantos otros artistas así como en Jaén, Uclés y en su Toledo natal. En Granada recibió el importante encargo del Emperador de levantar un palacio para él en uno de los extre-mos del patio de los Arrayanes en el mismísimo corazón de la Alhambra y a ello se empleo con entusiasmo comenzándose las obras entre 1527 y 1528 y dedicando toda su energía creati-va junto a su yerno Juan de Orea, consiguiendo crear uno de los edificios civiles renacentistas mas genuinamente italiano manierista de Es-paña y ello sin haber conocido previamente la arquitectura de los famosos manieristas italia-nos Giulio Romano, Vitrubio o Peruzzi.

Sin lugar duda el Emperador debió de que-dar gratamente servido con la construcción de tan singular palacio, donde con seguridad hu-biese deseado residir con cierta permanencia junto a su querida esposa Isabel de Portugal, rememorando aquellos meses felices que vi-vieron de viaje de novios en la Alhambra nazarí tras su feliz enlace en Sevilla en 1526.

Casi todos estos genios de la arquitectura fueron a su vez hijos de otros grandes artistas que supieron traspasar sus conocimientos de padres a hijos durante varias generaciones.

Un ejemplo lo tenemos en Hernán Ruiz Jiménez “ el mozo”, nacido en Córdoba en 1514 hijo de Hernán Ruiz “el viejo” y padre a su vez del también arquitecto Hernán Ruiz Díaz, dándose el caso de llegar a trabajar las tres generaciones juntas en diversas obras.

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LOS ARQUITECTOS DEL EMPERADOR

Trabajó fundamentalmente en Andalucía, y aunque no se conoce que viajase a Italia, si se detectan en su obra influencias de Parmigiano, Sebastiano Serlio y Vesalio.

Fue maestro mayor del Ayuntamiento de Se-villa y del Hospital de la Sangre, trabajando en la sala capitular de la catedral y en el campana-rio de la Giralda. Es esta una obra excepcional que combina de forma admirable la piedra, el ladrillo y la azulejería, y que con gran acierto logra adaptarse al cuerpo de la torre almohade de manera absolutamente natural.

En Jerez de la Frontera, trabajo en la Cole-giata de El Salvador hoy catedral de la ciudad y, en Córdoba realizó extraordinarias obras en la capilla mayor de la Mezquita-Catedral, en la portada de la Iglesia de San Pedro y en la re-paración del puente sobre el río Guadalquivir.

En Sevilla también podemos destacar junto a decenas de construcciones en las que co-laboró, el Hospital de las Cinco Llagas en la actualidad edificio destinado a ser el Parlamen-to de Andalucía.

Puerta del Perdón en Granada

Otro arquitecto insigne fue Alonso de Cova-rrubias, hijo así mismo de artistas y casado a su vez con María Gutiérrez de Egas familia es-ta de los también arquitectos Antón y Enrique Egas.

Nació en Torrijos (1488-1570), no cono-ciéndose si visito en alguna ocasión Italia. Su trabajo fue numerosísimo en su rica y prolon-gada vida, construyendo sobre todo en Toledo, donde parece ser fue nombrado por el Empera-dor, arquitecto de los Reales Alcázares, cargo que compartió durante algún tiempo con el

también insigne arquitecto Luis de Vega. Inter-vino en el urbanismo de Toledo diseñando el ensanche de la Plaza del Ayuntamiento y en la remodelación de la sinagoga de Santa María la Blanca. Se puede apreciar su magnífico trabajo en el claustro del Monasterio de Santo Domin-go en Ocaña así como en la remodelación de la Puerta Nueva de la Bisagra, entrada principal esta entonces en la ciudad de Toledo.

Sus trabajos no solo se circunscribieron a la ciudad del Tajo, trabajó en Sigüenza en los sepulcros de don Alonso y doña Mariana de Rojas, y en Salamanca para el arzobispo don Alonso de Fonseca diseñó el Colegio Mayor de Santiago de Zebedeo así como en la ciudad del Apóstol el también Colegio Mayor de Santiago Alfeo.

Por último, no podemos dejar de hablar de Andrés de Vandelvira, arquitecto trabajador y vanguardista que construyó sobre todo en la provincia de Jaén de la mano de uno de los linajes mas sobresalientes de la época el de los Cobos.

Andrés de Vandelvira como ya hemos co-mentado anteriormente, era también hijo de artistas de la piedra de la zona entre Albacete y Jaén y a su vez fue padre de otro conocido arquitecto Alonso de Vandelvira.

Nació en la ciudad de Alcaraz en 1505, ini-ciándose en tan señalado arte de la cantería de manos de otro gran cantero Francisco de Luna.

Se sabe que trabajó para los santiaguistas en Uclés (Cuenca) pero a diferencia de otros arquitectos coetáneos trabajó fundamental-mente en la zona de Jaén para la noble y rica familia de los Cobos.

Un paso determinante en su carrera de ar-quitecto fue el hacerse cargo de las obras de la Iglesia de el Salvador de Úbeda siguiendo el trazado inicial de Andrés de Siloé.

D. Francisco de los Cobos secretario del Emperador así como su sobrino el también secretario de Carlos V, D. Juan Vázquez de Molina, le protegieron desde temprana edad encargándole importantes trabajos en Úbeda y Baeza.

Palacios como el de Las Cadenas, propiedad de este último, de fachada de tipo romano de

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LOS ARQUITECTOS DEL EMPERADOR

tres plantas y patio central porticado o el de otro componente del mismo linaje, el palacio de Vela de los Cobos fueron levantados por Vandelvira.

También trabajó para otro importante per-sonaje de la época D. Fernando de Ortega confesor que fue de Carlos V y Dean de la Ca-tedral de Málaga.

Una de sus mejores obras es el Hospital de Santiago de Úbeda, desgraciadamente uno de sus últimos trabajos. También para la comarca de Úbeda diseño Vandevira una gran obra de ingeniería civil el puente de Ariza sobre el río Guadalimar.

En la cercana ciudad de Baeza trabajó en numerosos proyectos, uno de ellos la Iglesia del Convento de San Francisco destinado a ser panteón familiar de otra aristocrática familia la de Don Diego Valencia Benavides y su esposa doña Leonor de Guzmán y Mendoza.

En cualquier caso con independencia de to-das estas grandes construcciones, su trabajo

mas importante y emblemático fue el que rea-lizó para la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Jaén.

El obispo de la Diócesis don Esteban Gabriel Merino, tras varios fracasos de levantar una ca-tedral gótica encargó los trabajos a Vandelvira tras descartar a otros grandes arquitectos.

Tan colosal obra no le impidió seguir traba-jando para la familia de los Cobos en Úbeda y Baeza, obteniendo además merced a la impor-tancia de su condición de Maestro Mayor de la catedral, numerosos encargos en la Diócesis.

Para el profesor Camón Aznar las obras de Vándelvira “producen una impresión de calma grandeza”.

Este insigne albaceteño aunque casi con seguridad no visitó Italia si siguió el estilo ita-lianizante de Diego de Siloé, quedando con este encuadrado dentro del denominado cla-sicismo romanista, pasando a la posteridad como uno de los mejores arquitectos renacen-tista de España

Puerta Nueva de la Bisagra, Toledo.

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José María Nin de Cardona.De la Real Academia de

Jurisprudencia y Legislación.Caballero de Yuste.

La permanencia del gran humanista holan-dés en los anaqueles de las librerías de los centros intelectuales de la vieja Europa es in-negable; cierto es que, por una razón u otra, su nombre viene acompañado del de tres figu-ras más Maquiavelo, Moro y Vives. Síntesis de una época espléndida en cuanto a la cultura se refiere y, en lógica consecuencia, no tendría que llamarnos la atención el crepitar de esa llama espiritual que, todavía, en un incipiente siglo XXI les hace seguir estando presentes en cuanto a la política, la religión y la pedago-gía se refiere. Cuatro pensadores que, a su manera, nos redimen de las atrocidades del hombre contemporáneo: si profundizamos en sus respectivas biografías, tan distantes una de la otras, advertiremos en los mismos la presencia de un común denominador: la in-teligencia nata. Diríase que sus vidas fueron guiadas por la mano de la Divina Providen-cia; es el Creador quien está detrás de ellos, inspirándoles, guiando sus pasos y protegién-dolos. Son intelectuales natos: florecen de la misma manera que, en ocasiones podemos contemplar, esos árboles que surgen entre los más agresivos riscos de los montes; nadie los ha plantado, nadie los cuida y ni las tem-pestades pueden con ellos; pero, ciertamente, siguen aferrados a la roca. Pocas biografías pueden resultar más penosas que las de Ma-quiavelo, Moro, Vives y, por supuesto, la del propio Eramos: recorriendo los adversos ca-minos de una Europa perversa o una Corte inglesa en la que la vida del intelectual no te-nía valor alguno, siempre timoratos al cambio de la luz de las estrellas y, por tanto, guar-dando silencio, soledades e incomprensiones.

No obstante los diversos caminos políticos, sociales y religiosos por los que transitan las mencionadas figuras citadas hay un nexo que les une: el terrible desconsuelo, el desencanto y la desilusión, como en memorable ocasión manifestara Fray Tomás de Kempis, que les producen los hombres: “Siempre que estuve entre los hombres volví menos hombre”. Pero una vez instalados en la soledad de la humilde casa solariega, de la pobre y fría biblioteca personal o, simplemente, en la celda domés-tica, saben escribir, pensar y crear páginas luminosas para elevar la condición espiritual de sus hermanos los hombres. Aún no ha fini-quitado el influjo del magisterio de las cuatro figuras indicadas y prueba de ello lo cons-tituye el que cada día, en las estaciones de radiotelevisión, en los grandes rotativos, en las asambleas políticas internacionales y en la multitud de libros que se publican resulte muy difícil no encontrarnos con los nombres de Maquiavelo, Moro, Erasmo o Vives (1).

Erasmo de Roterdam Hans Holbein

Erasmo de Rotterdam: Consejero áulico

del emperador Carlos V.

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Aquí y ahora, como sugiere el título de nues-tro ensayo, tan sólo nos vamos a ocupar de la

Elogio de la Locura

figura de Erasmo de Rotterdam que, en cierto modo -tan sólo en cierto modo- es el más des-valido de los humanistas citados y también, digámoslo de paso, el que más incisiva actuali-dad mantiene; Maquiavelo ha pasado a ser una simple expresión literaria (inexcusable recurso periodístico cuando no se es capaz de ir un poco más lejos de la intimidad del personaje), citado millones de veces, venga o no a cuento; Moro es la figura de u mártir católico por defender con toda dignidad sus ideas y Vives es un viejo pen-sador cuyo recuerdo emociona a los “turistas” al contemplar su estancia de Brujas. En consecuen-cia, y lo afirmamos sin ningún interés bastardo, tan sólo Erasmo -lo subrayamos de forma gro-sera- sigue “vendiendo libros”; es decir, desde la mera perspectiva mercantil, sigue siendo un per-manente “best seller”; el tiempo parece no pasar por el “Elogio de la locura”, “Coloquios”, “Adagios de la guerra”, “Enquiridio; manual del caballero

cristiano” y tantas otras aportaciones del maes-tro holandés (2).

Sigue atrayendo la atención de los más cons-picuos intelectuales europeos como Marcel Bataillon, John Lynch, Agustín Renadeut, Johan Huzinga, y los profesores españoles José Luis Abe-llán, Manuel Fernández Álvarez, Jorge Uscatescu y José Antonio Maravall, entre otros muchos. La figura del holandés sigue de moda y es impres-cindible cuando, por ejemplo, se quiere saber qué es lo que aconteció en Trento y que supuso la contrareforma española ante las tesis de Lute-ro. No sería exagerado el afirmar que, incluso, es un escritor, un hombre público y un ser espiritual que puede perfectamente suscitar la atención de psiquiatras, psicólogos y sociólogos puesto que, como afirman la generalidad de sus biógrafos, se pasó la vida entera huyendo de sí mismo; todo lo contrario de la campechanía social de Martín Lutero. Y, sin embargo, este hombre huidizo, te-meroso, inquieto y receloso gozó del favor de los más importantes gobernantes europeos: sabida es la controversia surgida entre el rey Francisco I, de Francia, y el Emperador Carlos V por hacerse con sus buenos servicios diplomáticos y eclesiás-ticos; y la dulzura, a pesar de todo, con la que el propio Lutero le distinguía y el resto de los príncipes luteranos. Este hombre que, como es bien sabido, gozó de un inmenso poder -mejor sería decir influencia- espiritual apoyó todo su programa ideológico en tres normas fundamen-tales que conservó hasta el final de sus día: ser fraile y clérigo a medias; no estar sometido a nin-guna norma que no fuese dictada por su propia conciencia y a procurar huir inmediatamente de aquellos lugares en los que detectaba la presen-cia de algún enemigo de su pensamiento; dicho con otras palabras: se sentía morir dentro de cua-lesquiera ambiente polémico. Hombre inquieto, como ha escrito su gran biógrafo Stefan Zweig, no acabó nunca de encontrar el lugar adecua-do en el que “beatus ille”, cara a cara, pudiera disfrutar de la paz, la calma y el sosiego. Esto nos explica sus constantes saltos predatorios por las cortes francesa, inglesa e italiana y, al final, no estar cómodo en ninguna parte; siempre em-pobrecido, vagabundeando por los caminos de Europa, enfermizo y triste. Vida milagrosa a la espera de un golpe de azar y descontento y, al mismo tiempo inmensamente feliz, cuando un editor amigo le pedía un libro o le encargaba al-gún trabajo de socorrida traducción bíblica; este es el único momento en el que el gran Erasmo era feliz: entre sus libros. Tuvo la inmensa suerte en el hecho de que, en sus días, se produce el

ERASMO DE ROTTERDAM: CONSEJERO ÁULICO DEL EMPERADOR CARLOS V

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sublime milagro Gütenberg: el milagro que ha su-blimado tantas conductas melancólicas en la vida de los hombres y, por supuesto, eleva a niveles máximos la felicidad del maestro Erasmo: la vida, su vida, son los libros. Libros que, ahora, con la técnica Gütenberg se convierte además en arte; esto salva al pensador holandés (3).

Pero, por lo demás, sigue siendo insociable: su desconfianza del mundo de los hombres -y especialmente de los dedicados a la actividad política- es cada vez más profunda. Él conoce, según pasa el tiempo, su enorme valía: avanza vertiginosamente en sus estudios humanísticos, en sus idiomas (especialmente el latín), en sus conocimientos bíblicos y, naturalmente, refrena, a pesar de todo, sus “apetencias terrenales”: no cambia ideas por dinero. Él se sabe enfermizo, frágil y pulcro. Y plasma, como ha dicho uno de sus más ilustres biógrafos, estas tres condicio-nes o matices en sus obras; tiene otra singular condición -que es la que exaspera a sus oponen-tes- (4): la paciencia. Erasmo observa, jamás tiene prisa y, en consecuencia, cincela su obra poniéndola al amparo de toda vanidad, de toda pedantería, de todo dogmatismo. He aquí

Portada “Un Hombre para Europa”

la clave de su prestigio: sabe que, en la exposi-ción de alguno de sus juicios, se puede equivocar. Es hombre que jamás violenta el cotidiano suce-derse de los días. Y, por otra parte, le atemoriza profundamente el hecho de adscribirse a una determinada tendencia sera religiosa, políti-ca o literaria. Su temor es obsesivo cuando se enfrenta a una determinada cuestión matizada de color político; llegados a este punto Erasmo se descompone y casi enloquece; Maquiavelo amaba la dignidad y, a pesar de ello, sabía que cada hombre tiene un precio -es menester vivir-; Moro prefirió el martirio a la ignominia y Luis Vives opta por la austeridad más rigurosa. Pero Erasmo anhela “vivir dignamente” pero dando a cambio muy poco. Uno de sus biógrafos más competentes, el profesor Huizinga, nos recuer-da en el libro más bello que se ha escrito sobre el pensador holandés, que toda su existencia fue un perfecto equilibrio entre “el puedo y no quiero”. Erasmo sabía de sobra que el Poder -así con mayúscula- corrompe y siempre tuvo la certeza, y la desgracia mayor, de tener que vivir en los aledaños del mismo haciendo un mágico equilibrio espiritual para no caer en la bajeza, la adulación y el compromiso ineludible que, a la larga, supone el tomar partido por los hombres, por las cosas y por las situaciones so-ciales. Servir, pues, al Poder afirma el profesor citado, es tanto como comprometerse con unos de los otros partidos; es como cegar la certe-za de detestar, la existencia de otras “verdades” que conduzcan a la concordia y al progreso del auténtico cristianismo. Así, por ejemplo, el “no ir a Worms ni a Ausburgo es algo más que el miedo a tomar partido”. Cuando no ve “claro” Erasmo huye como un cobarde: cargado de eru-dición, conocimientos, escrúpulos y dudas se escurre y huy materialmente de las tinieblas. Él no es, ya lo hemos indicado, un “guerrero” co-mo, por ejemplo, lo es Maquiavelo o San Ignacio de Loyola o muchos otros arquetipos contem-poráneos suyos. Él no cree como el autor de “El Príncipe” en la diosa fortuna: ama únicamente la “sensatez”. Dice muy bien Huizinga que si Eras-mo no hubiese existido no tendríamos, como tenemos, tan alto ejemplo de lo que es la fe ver-dadera, la duda, la independencia y la grandeza de dar a cada hombre, a cada situación política y a cada cosa su auténtico valor. Por todo ello nos queda de Erasmo un bello recuerdo: su vo-cación pedagógica, su voluntad pacificadora y su inrredenta condición de servir a la comuni-dad universal y, especialmente, su inclinación a vivir siempre, aún atenazado por la miseria, dentro de la Verdad -también con mayúscula-.

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Un prestigio internacional como el su-yo, evidentemente, no se alcanza por obra del azar o la intervención de los dioses -es una forma de hablar-, sino, por el contrario a través de infinitas vigilias consagradas al estudio, a la reflexión y a la lectura de infini-tos libros escritos en lenguas diversas que el pensador holandés domina a la perfección: especialmente, arameo, latín y griego. Esta predisposición de estudioso aparece desde la primera hora de su existencia terrenal. Hora presidida por su pasión por la belleza de las letras clásicas; sus lecturas poéticas, religiosas y filosóficas. Surge en él, también muy pronto, el fervor a la escritura -en forma epistolar-. Y escribe tantas y tan sugestivas cartas, desde el Convento de San Agustín holandés, que, efectivamente, por su conte-nido, por su ritmo literario y por la sentida exposición de sus preocupaciones humanís-ticas, bien pudiera decirse que estas líneas íntimas están a la misma altura de su produc-ción editorial: hace de la epístola un ejemplar género literario. Grandeza que han

Martín Lutero

reconocido con el propio Huizinga otros in-signes glosadores del holandés, como, por ejemplo, Bataillon, Renaudet y Abellán. Pare-ce poroportuno el señalar que, precisamente por su carácter moderado, por su afán de

soledad y su miedo personal a todo aquello que pudiera ser considerado como “polémi-ca”, Erasmo, con una obra monumental sobre sus espaldas, ha lucido muchísimo menos que otros intelectuales europeos mucho más aguerridos que él, que los que con absolu-ta destemplaza y muy dudoso dogmatismo cultural han gritado impenitentemente en las grandes cátedras, instituciones y foros de la vieja Europea. Erasmo (5) es el rey de la so-ledad, del silencio y del rigor: nunca quiso confrontar sus ideas con los oponentes vio-lentos; él conocía perfectamente los caminos por los que transitaba y rehuía de los gritos desaforados. Alguien ha dicho de él que era un pensador de “suaves maneras”, “de conta-giosa delicadeza” y “de pulcras costumbres”. Consumió toda su existencia en la empresa de encontrar un lugar adecuado, entre pá-jaros y flores, para verificar sus estudios y reflexiones.

Si queremos decir la verdad, como es ló-gico, no nos queda obra posibilidad que afirmar que fue, y en este sentido coinciden todos sus notables biógrafos, un “espíritu” radicalmente inquieto. Desconfiemos del sugestivo retrato que verifica Quentin Met-sys; desconfiemos, igualmente, de la bella obra pictórica que de Erasmo realiza Alberto Durero e, incluso, del melancólico grabado que, próximo a su muerte, verifica Philip-pe Galle. La verdad es que la parsimonia, la moderación y la serenidad del maestro ho-landés invitaba a la más plena “confianza”. Digámoslo de forma un tanto grosera: el gran humanista daba, prima facie, la impre-sión de no haber roto un plato en su vida. Sin embargo, no encontraba lugar alguno en la Europa de su tiempo, para practicar aquel sabio consejo que nuestro Rey Felipe II da-ba, viniese o no a cuento, a todo aquel que penetraba en la cámara regia: “¡Sosegaos…!”. Erasmo atravesó, especialmente, toda Ho-landa, Francia, Italia e Inglaterra tratando de cumplimentar sus ideales escatológicos: fue fraile, clérigo regular y hombre, a pesar de todo, de “mundo”; no quería reglas, ya que-da dicho en renglones anteriores; no quería disciplinas extrañas; no quería servidum-bres; no se entusiasmaba con lo puramente ascético; no anhelaba la fenomenología que produce la investidura de la mística; y el pro-fesorado tutelar activo de los príncipes no le atraía en absoluto; aunque, por los rigores que impone la existencia, tuvo que aceptar

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alguna “tutoría” de persona regia en Bergen, Bruselas y Malinas.

Hay en Erasmo un permanente descon-tento sobre su propia personalidad y sobre el mundo de los hombres. En cualesquiera de las obras pictóricas que hemos reseñado Erasmo aparece translúcido, obnubilado, dis-tante: ensimismado en la idea de que, habida cuenta de la brevedad de la existencia huma-na, pocas cosas “merecen la pena”; incluso, en alguna ocasión, llega a considerar que el escribir tantos libros tampoco proporciona la felicidad; cada día hay que comenzar de nuevo, hay que buscar la originalidad y hay que evitar el “cansancio del espíritu” antes de que la suprema realidad llegue: la muer-te. Pero, al estilo de nuestro don Miguel de Unamuno, sabe que vivir sin esperanzas, sin ilusiones y sin inquietudes equivale a la muerte de verdad. Erasmo comienza una y otra vez: de aquí la lozanía de sus obras (6). Cree que conocer nuevas naciones, nuevos hombres y horizontes le pueden rejuvenecer su avejentado espíritu. Alguien ha dicho, y es verdad, que Erasmo fue viejo antes de tiem-po: de aquí su pasmosa seriedad de toda su obra si exceptuamos la fina ironía, la media sonrisa y el desenfado con la que escribe su obra más popular: Elogio de la locura. Todos, efectivamente, somos un poco locos. Para Erasmo la guerra, circunstancia tan pródiga en su época (y en la nuestra), es la mayor locura que puede cometer un hombre. Toda su vida trató de disuadir a los príncipes de su época de lo inadmisible de las contiendas bélicas. Cuando en repetidas ocasiones se le pedía su “consejo” y no se le hacía caso salía huyendo del país agresor. En su hermoso li-bro sobre “Adagios del poder y de la guerra” afirma, acaso de forma ingenua y romántica, que la guerra no sirve para salvar al hombre.

Parece conveniente explicar cuanto antes que Erasmo, sin renunciar a ningún principio moral, se sentía incómodo con todas las co-sas. Era, como en alguna ocasión explicó el maestro Ortega y Gasset, un pensador in partibus ifidelium; así, por ejemplo, volva-mos al tema de su vocación sacerdotal quería y no quería ser clérigo; nunca pensó a dife-rencia de Fray Tomás de Kempis, en verificar apología alguna del estado monástico; el dul-ce yugo”, la “senda angosta” o la “esclavitud sagrada” de la que nos habla constantemente el gran místico de Colonia. Erasmo quería ser

clérigo, y en esta condición perseveró hasta el final de sus días, pero, eso sí, sin nadie por encima: priores, obispos, cardenales -y tuvo sus más y sus menos con soportar al propio Pontífice romano-. Y esto mismo le acontecía en el campo de la filosofía, de la teología y de la política: no quería “servidumbres” de clase alguna; no quería seguir el pensamien-to de “escuela” alguna; odiaba el dogmatismo y la vanidad de los intelectuales; tampoco se consideraba un “iluminado”, un portavoz de la verdad, un esclarecedor de espíritus. Tenía unas dotes maravillosas para encontrar la so-lución de los problemas y sabía reconocer que, en no pocas ocasiones, él era el primero que se equivocaba: sabía rectificar a tiempo y, en consecuencia, juzgaba como “anormal” al hombre que, sabiendo la radical falsedad de sus asertos ideológicos, entablaba feroz polémica para salirse con la suya. El mundo, nos dice con su fina ironía, está lleno de lo-cos, puesto que locura es querer implantar una opinión haciendo alarde de la fuerza, de la violencia y del desatino. Erasmo lo dice de muy buenas formas en el más popular de sus libros -Elogio de la locura-: “nada más insen-sato que una sabiduría a destiempo, ni nada más imprudente que una prudencia fuera de lugar. Obra mal el que no toma las cosas co-mo vienen, el que no baja a andar por la calle, el que no quiere acordarse, al menos, de aquella sabia norma de los banquetes: “O bebes, o te vas”; o el que pretende que la comedia no sea comedia. Es, por el contra-rio, signo del hombre prudente, como mortal que es, no querer una sabiduría superior a su condición humana común, estar dispuesto a hacer la vista gorda, y a reírse de sus des-aciertos con todos los demás”. Erasmo no coleccionaba “enemigos”: ya lo hemos repeti-do hasta la saciedad: cuando no entendía una cosa, en virtud del libre albedrío (que siempre profesó), prefería salir huyendo ha-cia la frialdad de su “estudio doméstico”. Él sabía perfectamente, como nos muestra el cuadro existente en el Museo del Prado -La extracción de la piedra de la locura (El Bos-co)-, que, efectivamente, salvo muy cualificadas excepciones, cada ser humano lleva consigo su “piedra”. “Sin mí, declara la Locura, el mundo no puede vivir ni un solo instante. Es muy difícil que suceda algo en el mundo que no sea radical necedad”; “Sin mí no existiría ningún tipo de sociedad, ni rela-ción humana agradable y sólida; la prueba es que el pueblo no aguantaría por mucho

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Erasmo de Rotterdam

tiempo a su príncipe, ni el amo al criado, ni la criada a la señora, ni el maestro al discípulo, ni el amigo al amigo, ni la mujer al marido, ni el casero al inquilino, ni el camarada al ca-marada, ni el anfitrión al invitado, si no se engañaran mutuamente, adulándose unas veces, condescendiendo otras, y finalmente, digámoslo así, untándose con la miel de la estulticia”. La locura es, como ha dicho el pro-fesor Huizinga, sabiduría de vida, resignación y juicio benévolo para el ser humano. Por lo demás, ya se sabe, aquel que arranca las más-caras de la comedia de la vida es expulsado de ella. Erasmo, gran conocedor de esta ver-dad -con su inquieto trasiego por los ámbitos geográficos de la Europa de su tiempo-, no permitía a sus oponentes ideológicos este pla-cer. Los “escotistas”, como él calificaba a los vanidosos de turno, no pudieron nunca con su autoridad “académica”. Vivió del puro mi-lagro puesto que, al contrario de los filósofos helenos, no aplicó nunca el consabido princi-pio de primun vivere, deinde philosopaheri, sino al revés; en consecuencia se encontró siempre con el problema de la subsistencia. Y, como ha escrito uno de sus más egregios biógrafos, en su tiempo, la situación de los que pretendían vivir de su trabajo intelectual

no era en absoluto fácil y no siempre resulta-ba digna. Estaban obligados a vivir o bien de prebendas eclesiásticas, o bien del apoyo de algún protector influyente, o preferentemen-te de ambas cosas. Pero las prebendas no se conseguían fácilmente, y en cuanto a los pro-tectores, eran caprichosos y muchas veces resultaban decepcionantes. La publicación de libros, ayer como hoy -salvo las mentiras y fa-bulaciones habituales-, tampoco daban para poder “vivir” a un determinado nivel.

Quedaban dos soluciones para el gran Erasmo: ejercer de profesor “visitante” de las universidades europeas y, por supuesto, decidirse a sacar réditos, a modo de “conse-jero”, de los numerosos hombres públicos del momento: príncipes, personalidades regias y tutor de los llamados a la política estatal. Pe-ro era preciso, previamente, “hacer amigos” y no “comprometerse” excesivamente con los mismos. Justamente, penetrando en la vida de Erasmo -como han escrito Huizinga y S. Zeiwg-, se advierte el alto sentido de la digni-dad que tenía de su propia persona: desdeñó siempre aprovechar su talento y su envidia-ble erudición a cambio de la consabida “sopa boba” y un pequeño montón de insignifican-tes monedas; su heroicidad sube de grado cuando advertimos que jamás se postuló para empleo público fino y que no apeteció cargo institucional alguno; en todo lugar por el que transitó se consideró a sí mismo como un me-ro “exiliado” de la existencia. Y, sin embargo, está siempre presente en los cenáculos inte-lectuales de Europa y es huésped esclarecido de los más importantes monarcas y dignata-rios de las cortes de su tiempo, al tiempo que trabaja, mano a mano, con los más prestigio-sos intelectuales del momento. Es profesor sin cátedra en París, Roma y Londres y tiene multitud de alumnos que, en cierto modo, le compensan de su atrabiliaria soledad; al mis-mo tiempo, hecho harto probado los artistas más destacados de su tiempo le retratan de forma impecable: son retratos esencialmente psicológicos; diríase que, en los mismos, se trasluce su alma: Alberto Durero, Hans Hol-bein y Quentin Metsys, entre otros. Cada una de estas obras, naturalmente -habida cuenta del momento en que se realizan (fenómeno que igualmente nos acontece con los retratos que de Carlos V verifica El Tiziano)-, nos per-miten captar la esencia espiritual del holandés y especialmente la de su mirada ensimisma-da en las cosas, acaso, de otro mundo. La

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pose es análoga en los tres retratos citados: en la soledad de su despacho, con la mirada perdida, Erasmo es, en verdad; un príncipe de la inteligencia. No piensa en glorias pasa-das, en sueños de gloriosos triunfos y en el advenimiento de singulares laureles que coro-nen su cabeza. No han existido muchos días triunfales en su vida, no ha sido un hombre legendario y esencial para cualesquiera de las naciones que, impulsado por la necesidad anímica y biológica, se vio copelido a visitar como simple intelectual aureo. Esos cuadros, sin embargo, nos hablan de la esencia cultu-ral de un hombre que tuvo en su palabra una fuerza emotiva indescriptible tan poderosa como el más esclarecido de los monarcas de su tiempo.

Hemos visto como Erasmo recorre los prin-cipales caminos de Europa y, sin embargo, no llega en su alto peregrinar a España; no obs-tante, por esas cosas de la vida muy difíciles de explicar su figura y su obra ha tenido, en-tre nosotros, un predicamiento especial y no sólo por la recíproca admiración que el Em-perador y el humanista holandés se tenían. El erasmismo arrasó en España; todavía se está elucidando si gracias a su influencia se convocó el Concilio de Trento y, si algunas de las premisas teológicas triunfantes, se debe a la mano de Erasmo; que de forma tan astu-ta, silenciosa y callada actuó en el menester encomendado por Carlos V. Se ha llegado a decir que la Corte del César Carlos era radi-calmente erasmiana. En cualquier caso, como vamos a ver, una cosa es cierta: la corriente de indisimulable simpatía que los hombres más preclaros de nuestra nación tuvieron por el humanista holandés; incluso en nuestros días esa corriente pervive y se han publicado libros de bellísima factura filosófica, teológi-ca y religiosa sobre el gran humanista en los que nítidamente, se subraya la gran influen-cia intelectual que ejerció entre nuestros más preclaros hombre como, por ejemplo, Arias Montano, Melchor Cano, Diego de Covarru-bias, Alfonso y Juan de Valdés. En nuestros días se han pronunciado con indisimulable ad-miración sobre el sereno clérigo de Rotterdam los profesores Abellán, Dámaso Alonso, José Antonio Marina, José Antonio Maravall, Ramón Menéndez Pidal y Jorge Uscatescu. Únicamen-te, por cuanto a la intelectualidad española se refiere, parece ser que el ilustre profesor Manuel Fernández Álvarez guarda algunas reticencias sobre la influencia erasmiana; por

los demás, no es necesario citar nombres, los más esclarecidos profesores europeos, como Bertrand Russell, Bataillon y Renaudet no du-dan en proclamar su simpatía sobre la obra de Erasmo. Hay una excepción de matiz ecléptico, la sustentada por el profesor español Ferra-ter Mora (riguroso historiador de la filosofía pura), que, en su popularísimo Diccionario de Filosofía (7), le niega la condición de filósofo (únicamente acepta sus reflexiones sobre el libre albedrío como auténtica aportación fi-losófica, pero, eso sí, reconoce el gran nivel humanístico de la obra de Erasmo.

Cuanto antecede nos autoriza, sin la más mínima duda, para reconocer la absoluta legi-timidad del título que el César Carlos le otorgó en el curso del año 1515: Consejero aúlico del soberano. Bien es verdad, y conviene glosar detenidamente las razones y el contenido de esta “prebenda”, para evitar equívocos mayo-res. El título recayó sobre la figura de Erasmo por dos razones: su inmenso prestigio intelec-tual y los buenos servicios de recomendación

El Príncipe. Maquiavelo

cumplimentados por Jean le Sauvage, Canci-ller de Brabante -en esos momentos- y sincero protector del holandés (8). Conviene matizar,

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para evitar falsas tergiversaciones que el “tí-tulo” no suponía nada más que trabajo -no estaba subvencionado ni por un florín-; prue-ba de ello es que Erasmo, a cambio de tal honor, se comprometió -cosa que cumplió al pie de la letra- a escribir algún libro que “jus-tificase” la honorabilidad del “nombramiento institucional”; así nació su muy apreciada obra intitulada Instituto Principis Christiani. Es texto que dista muchísimo, no en calidad, sino en serenidad moral de la forma en que debe educarse a un príncipe cristiano. El li-bro tuvo cierto predicamento en la Europa de su tiempo y vino a justificar, una vez más, que la estrella de Erasmo, desde la perspec-tiva mercantil, no era muy sólida: hubo de continuar con sus clases universitarias, sus traducciones, sus escritos “ocasionales” y la vida errabunda de siempre. Que, a la larga, el ser consejero aúlico le sirvió para algo, es cosa evidente: por lo tanto, para brillar en muchísimos lugares -incluso sin la necesi-dad de tener que estar presente; la sombra de su solo nombre era alargada. La figura de Erasmo sintonizaba perfectamente, co-mo ha escrito José Antonio Marina, con la del propio Emperador; ambos querían paci-ficar y reformar las estructuras de la Europa de su tiempo; trazaron programas políticos, religiosos, sociales y económicos muy ilusio-nantes. Y, sobre todo, giraron la vista a los bellos días en que dimanaba la auténtica fe cristiana; en esto se parecen, pero nada más; Carlos V amaba la guerra, Erasmo anhelaba la serenidad espiritual; el Emperador salía personalmente al campo de batalla, el hu-manista de Rotterdam sentía frío nada más oír un redoble de tambor. Y, sin embargo, la arrogancia y el miedo se complementaban hasta extremos increíbles; ninguno traicionó al otro. Erasmo a pesar de tantas evasivas, duda y expresiones aprehendidas en las te-las de araña de su indecisión personal, ante Martín Lutero, se inclinó por el Emperador y la auténtica doctrina de Cristo. Cierto es que, a continuación, se condenó personalmente al más hermético de los silencios. Eramos mue-re a una edad prudente -en 1536-, pero, en rigor, llevaba muerto mucho tiempo: cuando perdió la “gracia” de provocar a unos y a otros; cuando empezaron a no servir las “evasivas” ante los innumerables problemas políticos y religiosos de la “nueva” Europa. Hasta en este sentido se asemejan las figuras de Carlos V y de Eramos: el primero elige la paz idílica de Yuste -tierras que parecen creadas para reci-

tar una y mil veces los poemas de Boscán y de Garcilaso, y recrearse en la música de Juan del Enzina y de Salinas-; Erasmo, igualmente desencantado del mundo y de los hombres se refugia en los anaqueles de su bibliote-ca privada: esos anaqueles que, atestados de libros, dibuja de mano maestra el pintor Quentin Metsys, retratos conservados en la Galería Nacional de Roma en los que, elegan-temente vestido, con una especie de toga, y la mirada perdida parece vislumbrar el adve-nimiento de un mundo en el que él no tendrá cabida. Espíritu timorato pero siempre lucien-do con luz propia, con autoridad en cualquier cenáculo, del ayer lejano y del hoy actual (9).

Parece conveniente, antes de poner pun-to final a nuestro ensayo, el espigar en unos cuantos juicios filosóficos que se han dedi-cado a su persona. En un seductor trabajo, obra que debemos al profesor Abellán, se nos dice, entre otras muchas cosas; que aunque Erasmo de Rotterdam es uno de los huma-nistas más preclaros del Renacimiento y una especie de monarca intelectual en la Europa de su época, en ningún país gozará de tanta fama como en España. Un hombre cuya amis-tad se disputaban los reyes, los papas y los grandes personajes de la política o de la inte-ligencia, gozará de mayor crédito intelectual entre los españoles que en ningún otro pue-blo europeo. Eramos, incluso gusta a nuestros grandes ascetas y místicos por el simple he-cho, como subraya Abellán, de que el mensaje erasmiano se resume en un predominio de la sencillez, de la intimidad, de la humildad, de la caridad y del amor, es decir, una vuelta al auténtico espíritu evangélico (10).

Para otro de nuestros intelectuales patrios (que profundamente estudió el pensamien-to del humanista holandés), nos estamos refiriendo al profesor Jorge Uscatescu, Eras-mo nos ofrece la perspectiva más moderna y actual de la significación del humanismo renacentista. Su independencia intelectual y moral, su espíritu crítico, su libertad crea-dora, su fe serena en las posibilidades y el destino del hombre hacen de él una figura plena de actualidad; su obra, leída y meditada pausadamente, contribuye, sin duda alguna, a destruir el mito actual de la muerte del humanismo renacentista. Su obra es una moderna arqueología del saber del universo clásico, animado por un espiritualismo crítico y por la fascinación modernista de la cultura

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de las bellas letras (11). para otros autores, como Bertrand Russell, Erasmo era, antes que nada un auténtico literato exposición de una formación cultural excepcional: lo que le per-mitió ofrecer sublimes “consejos” a todos los hombres de su tiempo. Hay que agradecerle, muy especialmente, el hecho de que ensañara a leer la Biblia a unas cuantas generaciones, y, por supuesto, no olvidar a Platón, Aristóteles, San Jerónimo y San Agustín. Ayudó, de forma magistral, a que los hombres de su tiempo se interesaran por las “cosas del mundo”. Tuvo, dice el autor citado, mala suerte al estallar en el momento álgido de su obra la rebelión del monje lutero; tuvo que sufrir muchísimo habida cuenta de que Erasmo, independiente-mente de sus profundos saberes, profesaba una ortodoxia católica perfecta; la teología y la religión están en deuda, todavía, con él; la filosofía le debe menos (12). En cualquier caso, como alguien ha escrito. Erasmo estuvo toda su vida obsesionado por salvar la digni-dad, el valor del hombre y su plena libertad.

Concilio de Trento. Tiziano

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

Erasmo de Rotterdam: ELOGIO DE LA LO-CURA. Alianza Editorial, Madrid, 1984, 196 páginas.

Niccoló Machiavelli: EL PRÍNCIPE. Comentado por Napoleón Bonaparte. Clásicos Universales, Madrid, 2009, octava edición, 150 páginas.

Quentin Skinner: MAQUIAVELO. Alianza Edi-torial, Madrid, 2008, 140 páginas.

Toms Moro: UTOPIA. Prólogo de Fernando Savater, Madrid, 2009, Colección Austral, 163 páginas.

Luis Vives: COLOQUIOS: Colección Austral, 1983, 144 páginas.

Erasmo de Rotterdam: ADAGIOS DEL PODER Y DE LA GUERRA. Alianza Editorial, Madrid, 2000, 436 páginas.

Erasmo de Rotterdam: ENQUIRIO O MA-NUAL DE CABALLEROS CRISTIANOS. Edición facsímil, Editorial Maxtor, Valladolid, 2008, 156 páginas.

Jophan Huizinga: ERASMO. Biblioteca Salvat de Grandes Biografías, Barcelona, 1987, dos volúmenes de 186 y 359 páginas respectiva-mente.

Stefan Zweig: NUEVOS MOMENTOS ESTE-LARES. Colección Austral, Madrid, 1964, núm. 1.172, 144 páginas.

José Luis Abellán: EL ERASMISMO ESPAÑOL. Colección Austral, Madrid, 1.982, núm. 1.642, 285 páginas.

Diccionario de Historia de España. Editorial Revista de Occidente, Madrid, 1988, Segunda Edicción, dirigida por Germán Bleiberger, Volu-men I, página 1.277 y siguientes.

José Ferrater Mora: DICCIONARIO DE FILOSO-FÍA. Grandes Obras de la Cultura, RBA, Madrid, 2010, Tomo II, página 1045 y siguientes.

Manuel Fernández Álvarez: CARLOS V: UN HOMBRE PARA EUROPA: Colección Austral, Ma-drid, 2010, 341 páginas.

NUEVO ESPASA ILUSTRADO; Madrid, 203, (Voz Erasmo), 1.799 páginas.

Erasmo de Rotterdam: ELOGIO DE LA LOCU-RA O ENCOMIO DE LA ESTULTICIA. Introducción de José Antonio Marina. Colección Austral, Ma-drid, 199, número 444, 11 y siguientes.

Jorge Uscatescu. FILOSOFÍA. Edelvives, Ma-drid, (Zaragoza), 1978, 222 páginas.

Bertrand Russell: HISTORIA DE LA FILOSO-FÍA. Grandes Obras de la Cultura, Madrid, RBA, 205, página 540 y siguientes

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Actos de la Real Asociación Caballeros del Monasterio de Yuste

previstos para el viernes día 30 de septiembrey sábado día 01 de octubre

Viernes 30 de septiembre 2011:

19:00 horas: Conferencia.

20:30 horas: Concierto.

Sábado 01 de Octubre:

11:00 horas: Asamblea General.

19:00 horas: Investidura de nuevas Damas y Caballeros.

22:00 horas: Cena de Gala en el Parador

de Jarandilla de la Vera.

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Real Asociación “Caballeros del Monasterio de Yuste”Fundación “Caballeros de Yuste”

Avda. de la Constitución, 3310430 CUACOS DE YUSTE Cáceres

Tfno. 927 172 311e-mail: [email protected]

http://www.caballerosdeyuste.es

Ruta del Emperador, partiendo desde el Parador de Jarandilla con destino a Yuste.

Fotografía Ángel María Romero