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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DEPARTAMENTO DE LETRAS LA COSMOVISIÓN DE LA MUJER EN LA SEÑORA MACBETH Y LA PERSISTENCIA, DE GRISELDA GAMBARO Por: Melanie Belén Cruz Registro Nº 23127

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

DEPARTAMENTO DE LETRAS

LA COSMOVISIÓN DE LA MUJER EN LA SEÑORA MACBETH Y LA PERSISTENCIA, DE

GRISELDA GAMBARO

Por:

Melanie Belén Cruz

Registro Nº 23127

Seminario de Introducción a la Investigación. Orientación: Literaturas Modernas. Tema: Teatro argentino contemporáneo.

Profesora responsable del Seminario: Dra. Susana Tarantuviez.

Mendoza, 08 de agosto de 2015.

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La cosmovisión de la mujer en La Señora Macbeth y La persistencia, de Griselda Gambaro

1. Introducción

En el presente trabajo se pretende ampliar la cosmovisión de la mujer en la

dramaturgia de Griselda Gambaro, tomando como corpus dos de sus obras más

recientes: La Señora Macbeth (2002) y La persistencia (2004). Profundizando en

cuanto al papel que ocupan los personajes femeninos dentro de un periodo de su

dramaturgia determinado. A lo largo de la historia de la literatura argentina ha primado

una preponderancia de protagonistas masculinos. Pero las obras de Griselda Gambaro

son singulares debido a la elección de complejos personajes protagónicos femeninos.

Por tanto, esta autora es portadora de un estilo propio. Un estilo en el que puede

percibirse vestigios de la obra de Samuel Beckett, Eugène Ionesco, el absurdo europeo y

Armando Discépolo. Un estilo que con los años se fue haciendo paulatinamente menos

abstruso y tornándose más "realista". Gambaro, una escritora inteligente y sagaz ha sido

capaz como pocos de desentrañar las zonas más ocultas de la historia argentina, ha sido

un ejemplo de coherencia, de rigor y de compromiso tanto ético como estético en el

tratamiento de ciertos temas recurrentes: los cambios en las relaciones entre víctimas y

victimarios, el miedo, la fragilidad de la vida, la asunción de la responsabilidad, el

abuso arbitrario del poder, la incomunicación que no se da por un ‘no poder` sino que

está a travesado por otro poder y, por ello, no le interesa comunicarse con el otro. Y, por

último, el tema sobre el que se enfocará este trabajo: la mujer.

En cuanto a los personajes femeninos de sus obras de teatro, en las primeras que

pertenecen a los `60, las víctimas se presentaban como seres pasivos, que se negaban a

aceptar su situación y a luchar contra ella: su falta de lucidez y su silenciosa

complicidad con el verdugo, las llevará, en casi todos los casos, a la muerte. En cambio,

en sus piezas posteriores (Real envido (1980), La malasangre (1981), Del sol naciente

(1983) y Antígona furiosa (1986)), los personajes femeninos se tornaban más activos,

más conscientes y rebeldes, los cuales, si bien no consiguen acabar con su opresor, sí

tratan de rebelarse, incluso si con ello se ven abocados a la muerte o al silencio. Si bien

su dramaturgia gira alrededor de un motivo fundamental: las relaciones entre Víctima y

Victimario, en sus obras más recientes se han producido algunas variaciones. Así lo

afirma también la propia autora:

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Considero que no se han producido grandes cambios temáticos en mi teatro ([hay] cambios más evidentes en mi narrativa), quizás debido a que en teatro los desencadenantes de una obra han sido casi siempre situaciones parecidas de tipo político social. Lo que ha cambiado es la mirada, el punto de mira o de ataque para tratar los mismos temas (el poder, el autoritarismo, la sumisión, la injusticia) y el entramado que los liga, donde hay una evidente valorización de temas que aparecían más esporádicamente en mi primera producción: la rebeldía, la dignidad, la ternura, la solidaridad.1

Ya en una tercera etapa se produce una superación del binarismo que las

cataloga como “víctimas pasivas” o “heroínas”, en sus textos más recientes que abarcan

las décadas del `90 y 2000 la mujer tiene la posibilidad de elegir su destino, lo que la

diferencia de la “victima degradada” y estas mujeres finalmente no siempre toman el

camino correcto y no eligen rebelarse en contra de los cánones preestablecidos para el

rol que debe desempeñar la mujer tanto en el ámbito familiar como en el social, eso las

contrasta con la mujer “heroína”. En su dramaturgia más reciente los personajes

femeninos son, tal como los denomina Susana Tarantuviez en su libro La escena del

poder, “seres en construcción de su propia subjetividad”. Estos personajes representan

una visión menos idealizada y más realista de la mujer con todos los conflictos y las

contradicciones propias del género. A esta tercera etapa pertenecen las obras de

Griselda Gambaro sobre las que se trabajará a continuación: La Señora Macbeth y La

persistencia.

2. La Señora Macbeth (2002)2

Macbeth fue una obra de William Shakespeare compuesta probablemente hacia

1606. La obra narra la historia de Macbeth, un valeroso militar que lucha defendiendo

los derechos del rey de Escocia. Macbeth es informado por tres brujas de que pronto

recibirá un título de nobleza y que también será rey. La primera premonición se cumple

poco después del encuentro mágico, lo que alimenta su seguridad de que se cumplirá la

1 Elba Andrade, Hilde F. Cramsie. Dramaturgas latinoamericanas contemporáneas: “Respuestas al cuestionario” p. 155. 2 GAMBARO, Griselda. La Señora Macbeth. En: GAMBARO, Griselda. Teatro reunido, Tomo IV: Es necesario entender un poco. En la columna. Pisar el palito. Para llevarle a Rosita. Cinco ejercicios para un actor. Falta de modestia. De profesión maternal. Lo que va dictando el sueño. Almas. Mi querida. Pedir demasiado. La señora Macbeth. La persistencia. El misterio de dar. Casi un feliz encuentro. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2011.

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segunda. Su esposa, Lady Macbeth, ansiosa de verlo coronado, planea

inescrupulosamente el asesinato del rey, crimen que su marido ejecuta. Y aunque él se

siente cada tanto turbado por el peso de este acto, ella lo obliga a no reparar en su

significado. Tras este, seguirán otros crímenes para eliminar a posibles oponentes. Pero,

desde el exilio comenzará a gestarse la rebelión.

En un segundo encuentro con las brujas, Macbeth se entera de que ningún

hombre nacido de una mujer podrá vencerlo, y aunque también le anuncian que debe

cuidarse de un tal Macduff, no escucha esta advertencia, deslumbrado por el primer

augurio. Poco después su esposa, que se sentía culpable, se encontraba cada vez más

enferma y sufría terribles pesadillas, por lo que esto desemboca en su suicidio.

Por su parte, La Señora Macbeth de Griselda Gambaro se centra en la trama

femenina de la historia shakesperiana, pero el personaje de Lady Macbeth no es como

en el texto clásico la coprotagonista y un personaje lateral, sino que se vuelve en la

protagonista de la historia, La Señora Macbeth sigue la línea argumental del texto

shakesperiano, pero desvía la mirada hacia la verdadera protagonista de la historia, que,

en este caso, se trata de lady Macbeth quien es el personaje central y asume la totalidad

de la articulación de la obra y encarna la tragedia.

Lady Macbeth junto con las brujas, suerte de criadas e interlocutoras, llevan

adelante el relato. Las brujas constituyen una formación coral, que por un lado sostienen

a fantasía en la que vive la protagonista, y, por el otro, mediante el recurso de la ironía,

la confrontan con verdades que Lady Macbeth se esfuerza por negar. A diferencia de la

Lady Macbeth de Shakespeare, en este caso, el personaje de Lady Macbeth es menos

siniestro y mucho más débil, dominado por espíritus irracionales y por la necesidad de

ser escuchada aunque sea a través de la voz de su esposo. La voz femenina solo es

interrumpida por el espectro de Banquo. Esta lady Macbeth es realmente una “señora

de”, una esposa que se comporta de acuerdo a los deseos de Macbeth hasta el punto de

convertirse en cómplice de sus crímenes. El personaje creado por la dramaturga es un

ser complejo, atravesado por diversos aspectos: una palabra que no es propia, su

verdadera voz que se filtra en el discurso caracterizada como su “yo misma”, que lucha

desde su interior para ser escuchada, el cuestionamiento de su lugar en el poder, su

esterilidad, la culpa por los crímenes, su “yo reina”, mujer que desea pero no es

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deseada; es decir una mujer atrapada en las redes tejidas por otros (Macbeth, Las

Brujas, la sociedad misma).

En la obra de Gambaro este personaje puede dividirse en tres etapas:

Deseo de bondad/capricho, desprendimiento del pensamiento propio

Negación y justificación

Culpa (toma de conciencia) que desemboca en locura

En La señora Macbeth el crimen, aparece fuertemente asociado con el deseo, se

trata del deseo de poder que Lady Macbeth cree que obtendrá a través de la coronación

de su marido. Es por eso, que la primera etapa se presenta al inicio de la obra y

muestra el deseo y las ansias de Lady Macbeth de ser vista como una mujer bondadosa

y extremadamente sensible, que busca el reconocimiento y la aprobación de las brujas

por sus buenas acciones. Para demostrar ser una dama muy loable invita a los niños

pobres y a los asesinos a su casa para que compartan la mesa con ella, su esposo

Macbeth y su invitado, el rey Duncan. Como si esto fuera poco para aumentar la

admiración de las brujas Lady Macbeth les relata como salvó a un pajarito herido, lo

curó y lo mantuvo bajo su cuidado hasta que sanara, esto la diferencia de la figura

clásica de Lady Macbeth, agresiva y desprovista de ternura. Las brujas al oír esto

reaccionan con una falsa admiración y adulación hacia Lady Macbeth que solo esconde

las verdaderas intenciones de estas. Las brujas adulan con ironía su bondad. Pero ella

rompe su candidez bruscamente con el gesto de trepar al tobogán. Desde allí obliga a las

brujas a ser más aduladoras. Las brujas: “(se desatan en reverencias, alzan las manos al

cielo, se arrodillan)”3. La adulación dicha y gesticulada funciona en dos sentidos. Los

gestos comunican a la reina que es admirada, pero las brujas ironizan en el aparte:

“Bruja I: Si nuestra lengua calla, ¡nuestra sangre hablará! (Aparte) ¡Que no lo tome en

serio!”4

En cuanto a la idea de Lady Macbeth de traer mendigos al banquete, las brujas

se niegan, pero finalmente aceptan. En ese momento Lady Macbeth enuncia entonces el

lugar que ocupa en su esquema de lo humano, la pareja asesino-víctima y la culpa.

Además, Lady Macbeth justifica que su deseo no es pensamiento, sino capricho:

3 Ibídem, p. 330.4 Ibídem.

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Lady Macbeth: no querían el crimen pero eran carne blanda […].Se ofrecen, putas del dolor. […] (Ríe) Yo no pienso nada, se lo dejo a Macbeth que lo hace por los dos. Pero un capricho, un impulso del corazón no es pensamiento.5

Una vez que Lady Macbeth se retira a descansar para calmar sus nervios por la

llegada de su esposo los diálogos de las brujas mostrarán la opinión que tienen de ella:

Bruja I: ¡Uf! ¡Por fin se fue! ¡Qué manera de alborotar por nada!

Bruja III: Es una mujer sensible.

Bruja II: Un travesti

Bruja I: (le pega un golpe) Hermana, cuidá tu lengua.

Bruja II: ¿Por qué? ¿Qué es un travesti sino una criatura que no esconde su alma, como todos? La lleva fuera. Prueba de lo que se es en la carne como prueba el vuelo que se es pájaro. 6

Las brujas aquí evidencian los modos en que Lady Macbeth se apropia de la

realidad de las acciones propias y ajenas. A veces justifica las acciones de su esposo,

otras veces las reprueba, otras las ignora. Lady Macbeth presenta un discurso que a

veces es racional y otros delirio, un discurso fragmentado.7 Por ende, las brujas son

aliadas de esta mujer enferma y ambiciosa, pero también son sus dueñas, la favorecen y

la destruyen, pero no dejan nunca de acompañarla y adularla. Acompañan su delirio y lo

alimentan con el afán de poseerla tanto a ella como a sus pensamientos.

En la segunda etapa se presenta la negación y justificación de Lady Macbeth

hacia el comportamiento de su esposo, se encuentra convencida de que ella podrá

gobernar junto con Macbeth y no solo se limitará a obedecer sus órdenes y, para lograr

que su marido sea rey es capaz de encubrir y negar todas las acusaciones en contra de él,

se vuelve su cómplice aún sin ser si quiera consciente de ello. En este sentido la

concretización temporal toma un lugar fundamental en la indagación que se hace en el

conjuro, respecto del papel que desempeña la figura femenina en el nuevo orden que se

anuncia:

5 Ibídem, pp. 330, 331. 6 Ibídem, p. 333.7 Cfr. JEREZ GARCÉS, Gabriela. La escena interna en La señora Macbeth de Griselda Gambaro. Universidad de Concepción, p. 7.

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Lady Macbeth: ¿Y de mí? ¿Qué dijeron de mí?

Bruja I: De vos, mujer, no dijimos nada.

Lady Macbeth: ¿Qué determinó el conjuro para mí?

(Las brujas se miran incómodas)

Bruja I: ¡Hum!

Bruja II: Yo no miento. Si el conjuro fuera un caballo, habría salido huyendo, negándose a tu peso en la silla. Y sólo si el conjuro…idiota, te habría abrazado. Perdón. Sólo decimos la verdad.

Lady Macbeth: (las mira, furiosa. Luego, vengándose) Macbeth me escribió, me llamó su compañera de grandeza!

Bruja I: La de él.

Lady Macbeth: ¿Acaso no es la mía?

Bruja I: Si te conforma…

Lady Macbeth: ¿Quién dice que me conforma? Sus dulces palabras…sus dulces palabras… (ríe, como a pesar de ella: ) me saben a hiel. ¿Quién tiene la grandeza? ¿Quién la disfruta? (Explota) ¡Su compañera de lecho! Su compañero zapato, su compañero manto que se pone y se quita, su corona menor… Yo le daré hijos a Macbeth porque los hijos de Macbeth serán reyes y no los de Banquo. ¡No! ¡Sin hijos! ¡Que se mueran mis hijos si los tengo! ¡Yo seré la hija de Macbeth! ¡Tampoco! Me engendraré a mí misma ¡Yo seré reina con poder de rey!8

El discurso anterior funciona como síntesis del poder que se está cuestionando,

mediante el cual la figura femenina (Lady Macbeth) queda subordinada al poder

masculino que triunfa (Macbeth). La metáfora del caballo que utiliza la bruja II llena de

violencia al augurio y lo transforma en un elemento que organiza el desplazamiento al

que la mujer ha sido sometida históricamente, en donde se niega el peso que poseen su

cuerpo y su discurso. Los puntos suspensivos del parlamento de la bruja II: “Si te

conforma…”9 proyectan la conformidad a la que el género femenino estaba sometido,

conformidad para elegir esposo, conformidad ante el poder ejercido por los hombres,

conformidad hacia solo ser un instrumento para el hombre que solo se limita a

complacerlo sin cuestionar ni una de sus palabras. Frente a esto Lady Macbeth se 8 Gambaro (2002), ob. cit., pp. 334-335. 9 Ibídem, p. 335.

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muestra en un estado de suma comprensión y sumisión ante lo que ocurre a su

alrededor. Su presencia en planos superficiales se convierte en una suerte de adorno del

rey, título que ella se niega a admitir refiriéndose a sí misma como su “compañera de

grandeza”. Ella se muestra consciente frente a su negación y ausencia en el conjuro.

Una conciencia que progresa pero que no trasciende. Defiende el papel de la mujer

como encargada de la labor materna y el cuidado del marido, pero a su vez lo rechaza.

Expresa su deseo de igualdad de condiciones en el poder, pero frente a la legitimidad de

ese poder se detiene y no profundiza en el análisis. Realiza un intento de liberación pero

retrocede inmediatamente, podría decirse que es la propia Lady Macbeth la que se

mantiene prisionera de las convenciones sociales y en su locura divaga entre lo que debe

y lo que quiere hacer. Ella tiene en este punto de las acciones una oportunidad de

reescribir su historia, posibilidad que vislumbra pero no concretiza.

Lady Macbeth expone su ambición por el amor de su marido y se origina en ese

amor, que la mueve a callar su opinión y a justificar sus acciones, esto de evidencia en

el siguiente fragmento:

Lady Macbeth: […] Dijo Macbeth: no seguiremos adelante con esto, y me miró como si yo fuera su cómplice. Pero yo no había pronunciado palabra.

Bruja I: No importa estar muda, señora. Es conveniente. Él te dirá a su hora las palabras que quiere escuchar. Y aumentará su amor por vos porque tu lengua será un espejo de su lengua.10

El personaje de Lady Macbeth no tiene ambiciones propias porque ha asumido

las del marido, ansia el poder que tendrá Macbeth. Ella se transforma en incitadora de

Macbeth en el plan para asesinar a Duncan porque ella ha cedido ante su voluntad, y se

ha sometido a la decisión de su marido y de todos los que la rodean. Ella es incapaz de

decir “no” a su marido, la idea de asesinato de Duncan es de él, ella solamente la hace

palabra. Todas sus palabras se conciben de acuerdo a las intenciones de quien ha

tomado el control de su voluntad, y le ha prometido grandeza y amor. La transferencia

de la voluntad de Lady Macbeth, entonces, no es consciente, sino que depende del

control ejercido por las convenciones sociales a las que se encuentra sometida. Todo lo

10 Ibídem, p. 337.

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que la representa a ella es una proyección inconsciente de esa transferencia de su

voluntad para ejercer la de su esposo:

Bruja I: Ya lo aceptaste, señora mía. No tendrás más remedio que pronunciarlas. Harás tuyas sus intenciones. ¿Acaso no vivís para él? ¿Acaso… no deseas ya la muerte del rey Duncan por él?

(Lady Macbeth la mira fijamente. Sin dejar de mirarla, retrocede.)11

La tercera etapa en la que surge la culpa de Lady Macbeth, ella toma de

consciencia frente a la gravedad de los crímenes cometidos por su esposo bajo su

complicidad. La protagonista comienza a experimentar un estado de locura debido a la

culpa que siente por los crímenes provocados contra Duncan, Banquo y, por último,

contra los Macduff. Esta etapa se inicia con la entrada del fantasma de Banquo. El

fantasma, que en la tragedia de Shakespeare se le aparece a Macbeth, pero, en este caso

a quien se le enfrenta es a Lady Macbeth. La figura del fantasma es una figura

grotesca, porque a pesar de ser un fantasma y tener aspecto sobrenatural, golpea la

puerta, a veces ronca y carraspea o tiene un ahogo desagradable. Lo grotesco del

fantasma sirve para evidenciar que el cadáver de Banquo no ha sido sepultado:

Banquo: No me tragará el mar ni un precipicio. Resido en una zanja, la cabeza hendida por veinte profundas puñaladas, la menor de las cuales bastaba para darme muerte.12

Lady Macbeth desarrolla a partir de esta situación la actitud de una intensa

negación ante los hechos pasados y aquellos que Macbeth le ha predicho que sucederán:

Lady Macbeth: ¡Yo te enterraré con mis propias manos! (Afloja el tono) Si de verdad estás muerto, si lo necesitás para tu descanso13

Su desequilibrio se intensifica aún más con el asesinato de los Macduff, Lady

Macbeth entra en un estado de desequilibrio y negación por completo de la realidad de

los hechos. A tal punto que las brujas comienzan a actuar una escena para explicarle lo

que su esposo hizo y de lo que ella fue cómplice, pero, también podría decirse que lo

11 Ibídem, p. 338.12 Cfr. JEREZ GARCÉS, Gabriela. La escena interna en La señora Macbeth de Griselda Gambaro. Universidad de Concepción, p. 12.13 GAMBARO (2002), ob. cit., p. 344.

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hacen para atormentarla y hacer que su final predestinado llegue más rápido. Las

brujas actúan la escena en el castillo de Macduff, toman los roles de Lady Macduff, de

Ross, del hijo de Macduff, del mensajero y del asesino. Lady Macbeth intensifica su

negación de lo que se pone frente a sus ojos, y su argumento es que se trata de una

representación de baja calidad, no es capaz de aceptar todo hecho que vincule a

Macbeth con los crímenes que se le adjudican, salvo hacia el final:

Lady Macbeth: (se incorpora violentamente) ¡Asesino!

Bruja I: ¡No interfieras! ¡Sentate, señora!

Niño.: ¡Muero, madre! ¡Huí, por favor! ¡A salvo, a salvo…! (Muere)

Lady Macduff.: ¡Asesino, asesino! (Trata de huir) ¡Al asesino!

(El asesino la persigue, la toma de los cabellos y le da muerte)

Bruja II: ¡Fin!

(Todas saludan hacia Lady Macbeth)14

Pero insiste en la evasión de los hechos como una suerte de escape de la realidad

que insisten en mostrarle las brujas, comienza a tomar conciencia, pero no del todo e

intenta convencerse a sí misma de que todo es un invento de las brujas para ponerla en

contra de su esposo y sustraerle el poder y la gloria que cree (o finge creer) que

Macbeth se ha ganado justamente. Ella sabe que todo es verdad pero se engaña a sí

misma porque es incapaz de asumir sus hechos por temor a las consecuencias de los

mismos:

Bruja I: ¿Qué te ha parecido, señora? ¡Hablá!

Bruja III: (resentida) No ha aplaudido.

Lady Macbeth: (sonríe indecisa) Lo inventaron. 15

Finalmente, Lady Macbeth comprende que ya no puede seguir mintiéndose a sí

misma y a los demás y que tiene las manos llenas de sangre debido a sus ansias de poder

y a su sumisión que camuflaba como si fuera comprensión ante los crímenes de su 14 Ibídem, pp. 352-353.15 Ibídem, p. 353.

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marido, pero que ella al callar y negar ante los demás ayudó sin saberlo o sin querer

saberlo a ejecutarlos.

Bruja I: Si no nos creés, dejá que el tiempo ponga las cosas en su sitio.

Lady Macbeth: ¿Cuál?

(Largo silencio)

Bruja I: Mirate las manos, señora.16

En la última escena de la obra Lady Macbeth llega al punto culmine de su

locura, la que comienza a hacerse más evidente la disgregación de su personalidad. El

progresivo alejamiento de Macbeth la deja desamparada, ya no puede esconder su

discurso a través de la palabra de Macbeth. Esta separación la obliga a reconocer que no

posee discurso propio, que sus pensamientos individuales se han convertido en delirios.

Lady Macbeth: Arduo es no dormir si el sueño no da respiro a la conciencia Por suerte la mía está detrás de una puerta de hierro, mil cerrojos y mi amor por Macbeth no dejará que la atraviese. ¿Qué no haría yo por él? (toma un espejo pero no se mira). 17

En su monologo la protagonista representa su verdadero ser refiriéndose a él

como su “yo misma” que durante las acciones ha reprimido sus deseos y desplazado su

discurso propio, reemplazándolo con irracionalidad: “Esa yo misma sólo vive si reniega

de Macbeth”18. Ella reconoce la culpa de los hechos, pero finalmente no puede asumir

que para desarrollar su individualidad debe romper el orden de poder instituido.

Lady Macbeth opta por su dependencia, ya que es más fácil que revelarse en

contra de lo establecido. La mancha visible en su mano derecha simboliza su culpa y al

no poder quitársela se evidencia que ella no es capaz de abandonar su posición

complementaria del rol del monarca y de estar obligada a obedecer las decisiones de

Macbeth, no es capaz de desestabilizar el orden impuesto. Ha optado por secundar la

figura del rey.

16 Ibídem 17 Ibídem, p. 354.18 Ibídem, p. 355.

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El final de la obra se vuelve fiel a la obra shakesperiana, puesto que después de

que Macbeth muere y Lady Macbeth se entera, las brujas le explican las pequeños

detalles, pero importantes, que existían en su profecía y que provocaron la muerte de su

esposo en manos de Macduff. Frente a esto, Lady Macbeth comienza a exclamar gritos

fúnebres y las brujas para aliviar su dolor le ofrecen un antídoto que, finalmente, le

provoca la muerte:

Bruja I: Señora, como no es grato verte así, grato será, con tu colaboración y nuestros medios, aligerarte de tus pesadillas. (Saca un frasquito) ¿Querías un dulce antídoto de olvido? En esta pócima reside.

Lady Macbeth: ¿Y se me quitarán las manchas de las manos?

Bruja I: Enteramente.

Lady Macbeth: ¡Mirá, mirá! No es una mancha común. ¡Se hunde en la carne, hiere al hueso!19

La pócima es en realidad un veneno suicida. El beber la pócima refleja su

incapacidad de decisión propia. Las brujas expresan esa incapacidad de decisión pero

proyectan un futuro en que existirán otras figuras femeninas que podrán situarse

después de esa disgregación de su personalidad, en la que sacrificó su “yo misma” que

representaba su liberación como mujer y la expresión de su verdadera personalidad,

para colocarse el rótulo de “yo reina” como acompañante de las decisiones y del

discurso de otro (Macbeth), finalmente elige ser la “Señora de…”.

En el análisis de su personalidad fragmentada, se puede decir que la culpa está

determinada por el rol impuesto. La culpabilidad evidencia que el origen de esta se

encuentra como una característica del rol social de la reina, papel que la obliga a ceder

su discurso y a estar subordinada al poder absoluto del rey.

3. La persistencia (2004)20

19 Ibídem, pp. 358-359.20 GAMBARO, Griselda. La persistencia. En: GAMBARO, Griselda. Teatro reunido, Tomo IV: Es necesario entender un poco. En la columna. Pisar el palito. Para llevarle a Rosita. Cinco ejercicios para un actor. Falta de modestia. De profesión maternal. Lo que va dictando el sueño. Almas. Mi querida. Pedir demasiado. La señora Macbeth. La persistencia. El misterio de dar. Casi un feliz encuentro. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2011.

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La persistencia es una obra escrita en 2004, cuya inspiración fue la masacre de

niños que se produjo en un ataque perpetrado a una escuela rusa por un comando

checheno. La trama gira alrededor de la muerte de un niño en la guerra un año antes.

Zaida, su madre, aparece acuclillada junto a una choza, su rostro está oculto. Se puede

decir que sufre un dolor mudo. Boris, su hermano, conserva una cajita de madera, lo

único que queda de su sobrino y de la cual no se quiere deshacer como si lo quiere

Zaida. El marido de Zaida, Enzo, intenta arrancar a su mujer de ese duelo constante

diciéndole que la única manera de aliviar el dolor es con el odio y la venganza. La escena

se completa con la presencia de un personaje misterioso, El Silencioso, de rostro blanco

e inexpresivo que se mueve con una “curiosa lentitud” y se convierte en un fiel

espectador de los hechos.

El personaje de Zaida es también en esta obra el personaje central y protagonista

de la pieza teatral. Ella junto a su marido planean participar en el ataque a una escuela

como venganza por la muerte de los niños de la aldea, pero principalmente por la

muerte de su hijo. Boris el hermano de Zaida debe guiarlos, ya que él conoce mejor los

caminos, pero se resiste aunque finalmente lo hace. Zaida mediante esta masacre busca

una salida para su odio, se envuelve la cabeza en un embozo oscuro y parte decidida a

vengarse junto a su marido que la incentiva a participar de la masacre para que una vez

así pueda librarse del odio y volver a ser la de antes. Cuando producen el ataque en la

escuela Zaida desata su ira y mata a los niños y a los adultos con total ferocidad. En el

ataque a la aldea busca brazos de niños que sustituyan el brazo perdido de su hijo bajo

los escombros. A medida que avanza la pieza, se nos revela como la más maternal de las

mujeres se ha vuelto las más frívola y perversa. Hacia el final de la obra Zaida cuando

se entera que su hermano va a huir porque ya no soporta más la crueldad de los ataques

en los que participa su hermana y su cuñado, apuñala a Boris por considerarlo un

cobarde provocándole la muerte. Finalmente, anuncia que pronto ha de parir otro niño,

pero esta vez lo ha engendrado con el único fin de ofrecerlo para la guerra.

El motivo de Zaida es reparar una ausencia, quiere encontrar el brazo de otro

niño que complete el cuerpo mutilado de su hijo. Al igual que Lady Macbeth en La

Señora Macbeth las víctimas buscan satisfacer el deseo de sus victimarios. El crimen y

deseo se enlazan entre sí.

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La persistencia está organizada en una suerte de triángulo conformado por

Zaida, Enzo y Boris. Existe también una ausencia, el hijo muerto que opera como

desencadenante de la trama. Lo particular de la obra radica en que a una pieza

aparentemente realista se le incluye un personaje de un orden distinto, que traspasa la

realidad objetiva que atraviesan los otros tres personajes, El Silencioso, introduce un

orden supra-humano. Este personaje misterioso pareciera una especie de Dios

omnipresente, que se comporta como un testigo pasivo del horror que ocurre ante sus

ojos. La persistencia es del odio. En la obra hay dos líneas de personajes: los que son

capaces de hacerle frente al dolor sin necesidad de vengarse (Boris, el hijo muerto de

Zaida y el Silencioso) y los que buscan refugio en el odio y la venganza para poder

terminar con el dolor que los carcome (Zaida y Enzo).

En esta pieza, al igual que en La Señora Macbeth, el personaje principal, Zaida,

puede caracterizarse en tres facetas como:

“La esposa”

“La hermana”

“La madre”

3.1 “La esposa”

En el transcurrir de la obra el cuerpo y la mente de Zaida van desarrollando una

metamorfosis. Al comienzo de la obra ella es un ser desolado, se encierra en sí misma,

no habla, casi no come y abandona prácticamente toda vida activa, conlleva su

sufrimiento de manera silenciosa, se muestra sumamente obediente ante las órdenes de

su esposo:

(Se saca el capote, lo sostiene en el extremo del brazo) Zaida. ¡Zaida! […] ¡Eh, Zaida!, ¿estás dormida? (Ella se incorpora y recoge el capote. Lo cuelga de un clavo y, desinteresada va a volver a su rincón […] Quiero comer algo caliente. […] (Zaida llena una escudilla de la olla sobre el fuego, la coloca en el banco. Enzo se sienta y come)

Pero, Zaida, durante el drama da un vuelco. A través de un gesto animal se

convierte en “Otra” de lo que era. Ese gesto es la mordida al brazo de Enzo, su marido,

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lo que hizo crecer en ella la obsesión por el odio y la venganza. El odio y el dolor la

animalizan:

(Ella obedece. Como un animal, sin soltar el puño, arrastrándolo con los dientes clavados, en el puño de su marido, como un animal, mueve la cabeza de un lado al otro. Luego abre la boca, se la limpia. Enzo se pasa la mano por la mordedura).21

Su metamorfosis la convierte en una bestia despiadada. La mordida en la mano

de Enzo le inyecta ese odio que él tenía a Zaida, que está sufriendo como mujer el dolor

de una madre huérfana de su hijo. Ese acto le quita su feminidad y la masculiniza al

igual que la Lady Macbeth de La señora Macbeth, cuando enceguecida por la sed de

poder y por ayudar a su esposo, asesina a niños. De allí en más, Zaida decide enfrentar a

sus enemigos con la misma dureza con que ella ha sido tratada. Mutilará, asesinará a

los hijos de sus enemigos porque sabe que es la mejor manera de socavar la moral de los

contrarios. La mujer que pretende el poder pierde sus atributos femeninos, igual que a

Lady Macbeth, a Zaida se le niega o se le arrebata la maternidad.

Zaida ya no muestra cariño hacia su esposo solo busca complacerlo por temor a

su ira e incluso está dispuesta a tener otro hijo por dos razones: para complacer a Enzo y

porque cuando crezca servirá para asesinar enemigos.

Se observa un personaje que ya no tiene interés por las cosas triviales de la vida

como ser esposa, hermana o madre, todos se han convertido en objetos manipulables

para llevar a cabo su venganza y en la búsqueda para satisfacer esa sed de venganza es

capaz de todo toda su bondad y dulzura fue arrasada con la muerte de su hijo, siente que

ya no le queda nada:

[…] la desesperación. No existe. ¡Ni yo la tengo! Si la hubiera tenido no habría permitido que Enzo viniera a mi cuerpo como solaz del suyo. Aún ahora me abro a su deseo y dejo que deposite su semilla en mí […] ¡yo! espero que mi cuerpo no la rechace para evitar su ira […] mi vientre es el mejor cómplice […] No conoce la desesperación y sí la hipocresía.22

3.2 “La hermana"

21 Ibídem, pp. 376-377.22 Ibídem, pp.383-384.

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Boris lucha, cuida y conduce a los suyos y duda cuando de matar se trata, e

incluso, se niega a matar niños. Al principio de la obra pareciera que Zaida comprende

la decisión de su hermano e incluso la imita, pero luego de que ella decide acompañar a

Enzo al ataque se comienza a ver que Zaida reprueba la pasividad de su hermano, su

compasión hacia el enemigo, “su debilidad” y su falta de carácter para con Enzo. Pero

hasta el momento decide ser paciente con su hermano y defenderlo cuando sea

necesario para que los demás no le hagan daño: “Zaida: Te cuidé antes. No dije que

temblabas. Y cuando algunos te acusaron te defendí”23.

La autora a través de los personajes de Zaida y de Boris se muestra como desde

la educación que se recibe desde los padres, a las mujeres se les enseña a ser madres, a

cuidar la vida, a ser generosas y que ser madres hace buenas a las mujeres, y por

consecuencia, la privación de la maternidad las hace odiar, a esos parámetros del odio se

los define como masculinos y perversos, de lo humano. Esos parámetros también son

enseñados a los varones; por lo tanto, ellos pueden aprender, contrariamente a lo que su

educación indicaría por su sexo, las virtudes femeninas. De allí que las mujeres puedan,

también, contradecir su naturaleza, pueden ser madres desnaturalizadas y matar niños,

como Zaida; pueden tener ambición de poder y negarse al cuidado de la vida, como en

el caso de Lady Macbeth a quien se le negó la posibilidad. Desde esta perspectiva puede

decirse que el personaje de Boris se ha feminizado es decir que ha optado por “actitudes

femeninas” como el amor por los niños, la compasión, la sensibilidad. Boris lucha,

conduce, pero no mata niños, no odia. Por eso, Zaida, transformada, lo asesina, la

“Otra” es quien clava el puñal una y otra vez en el pecho de su hermano, mientras grita

desesperada que tiene sed. Él prevé su intención, pero la deja actuar sin poner

resistencia.

3.3 “La madre”

El tópico de los niños como víctimas de la violencia, que está apenas tratado en

La Señora Macbeth, se convierte en un tema central en La persistencia. Enzo impulsa a

su mujer Zaida a vengar la muerte de su hijo con la vida de otros niños. ÉL argumenta

que es necesario: “Matar la semilla en el surco, el primer brote de la cizaña. De crecer

hubieran sido nuestros enemigos”24

23 Ibídem., p. 387.24 Ibídem, p. 380.

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La autora interioriza en la relación madre-hijo y cómo la mujer es capaz de

ejercer la violencia. Zaida, señala la hipocresía que se genera en la niñez, pone de

manifiesto, el descuido y el maltrato que se esconde detrás de un discurso falsamente

virtuoso:

No tengo piedad […] los odio para evitarme la hipocresía de amarlos. Porque… ¿qué clase de amor tenemos por los niños? […] ¿Por qué esta simulación de que nos importan tanto cuando nacen, cuando están en el vientre? Ah, sobre todo ahí nos importan ¡Después que se arreglen!25

El cuerpo mutilado de su niño, el brazo perdido que a Zaida le quita el sueño se

multiplicará en los cuerpos de los niños que ella matará. De la manera más despiadada

cortará brazos y los desparramará sobre la tierra para que su hijo elija uno. Ella ya no

los considera niños sino enemigos, objetos que ella puede desarticular y sacarle partes

para compensar la pérdida de su hijo, es decir, que el límite que no se atreve a cruzar

Lady Macbeth, llevar a cabo la muerte de un niño, lo traspasa Zaida como modo de

vengar a su hijo. Ante el horror de Boris al escuchar a su hermana relatar como asesinó

a un niño que avanzó confiadamente hacia ella, pensando encontrar refugio: “El primer

niño que cayó estaba asustado, no vio el arma, corrió hacia mí con alivio, alegre, ¡una

mujer que lo alzaría en brazos! ¡Cuánta ternura!”26 A través de esta anécdota se deja a

entrever que aquella mujer dulce, cariñosa, la mejor madre de toda la aldea ya no existe

más, ha sido consumida por el odio.

El final de la obra es crudo y desesperanzador, ya que concluye con Zaida,

abriéndose al deseo de su marido, trayendo otros niños al mundo para continuar

perpetrando ataques: “Tendré más niños para Enzo”27 Y, más adelante, Zaida confiesa

que lo verá nacer y se alegrará cuando crezca porque podrá suprimir al enemigo, es

decir, apenas su hijo tenga la fuerza suficiente para sostener un fusil. Para Zaida su

vientre será el mejor cómplice de una violencia sin fin. En este sentido la vida y la

muerte se conjugan, nacerán niños para dar muerte a otros niños. Las madres se

convertirán en víctimas y verdugos, la expresión más devastadora del mal.

25 Ibídem., pp. 383-384.26 Ibídem., p. 382.27 Ibídem., p. 384.

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4. Conclusión

En definitiva, Griselda Gambaro inaugura un ciclo regido por mujeres que tejen

su propia historia, es decir, que son dueñas de su destino, pero también de las

consecuencias que sus decisiones y acciones les pueden traer a sus vidas. Desde su

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condición de hilos semánticos que fundan la trama, los ejes del poder / locura y

venganza / muerte construyen un mensaje desesperanzador para el lector o espectador.

En estas obras las protagonistas creen ser dueñas de un discurso propio que, en realidad,

siempre está mediado por las circunstancias, en el caso de Lady Macbeth su discurso se

presenta a través de su esposo Macbeth y en el caso de Zaida su discurso está

enceguecido e impulsado por el odio hacia los responsables de la muerte de su hijo. Por

su parte, Rosana López Rodriguez realiza una breve explicación del comportamiento

femenino en su artículo Maternidad y pacifismo: Acerca de La persistencia, de Griselda

Gambaro:

Según Gambaro, las mujeres tenemos una tarea cultural que no podemos desestimar: sostener la vida, cuidar de los hijos (o negarnos a tenerlos, como una forma de política de la resistencia, de treta del débil), mantener la paz. En consecuencia, parece llamarnos a no hacer nada, no luchar o resistir con acciones perfectamente incapaces de modificar un ápice la realidad. (La persistencia es). Un retroceso en relación a la Lady Macbeth del 2002, a quien otras mujeres cuyos hijos ella mató, amenazan al final de la obra con destronarla y hacer justicia.28

En este sentido, la producción gambariana aparece teñida por un existencialismo

que propone una reflexión sobre la condición humana en esta sociedad que nos toca

vivir. Donde el ejercicio de la libertad implica ciertas consecuencias y está

estrechamente vinculado a la responsabilidad del individuo.

5. Bibliografía

5.1 Fuentes

GAMBARO, Griselda. La Señora Macbeth. En: GAMBARO, Griselda. Teatro reunido, Tomo IV: Es necesario entender un poco. En la columna. Pisar el palito. Para llevarle a Rosita. Cinco ejercicios para un actor. Falta de modestia. De profesión maternal. Lo

28 Cfr. LÓPEZ RODRIGUEZ, Rosana. Maternidad y pacifismo: Acerca de La persistencia, de Griselda Gambaro. En: El Aromo, Sep/Oct; 2007, p. 20. El realzado en negrita es mío.

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que va dictando el sueño. Almas. Mi querida. Pedir demasiado. La señora Macbeth. La persistencia. El misterio de dar. Casi un feliz encuentro. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2011.

GAMBARO, Griselda. La persistencia. En: GAMBARO, Griselda. Teatro reunido, Tomo IV: Es necesario entender un poco. En la columna. Pisar el palito. Para llevarle a Rosita. Cinco ejercicios para un actor. Falta de modestia. De profesión maternal. Lo que va dictando el sueño. Almas. Mi querida. Pedir demasiado. La señora Macbeth. La persistencia. El misterio de dar. Casi un feliz encuentro. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2011.

5.2 Bibliografía general

ANDRADE, Elba; CRAMSIE, Hilde F. Dramaturgas latinoamericanas contemporáneas: “Respuestas al cuestionario”. Verbum Editorial, 2002, p. 155. Digitalizado en <https://books.google.com.ar/books?isbn=8479626240> (Consultado: 4 agos. 2015).

GONORAZKY, Sonia. “La Señora Macbeth”. En: Luciérnaga-clap, feb, 2005. Digitalizado en<http://www.luciernaga-clap.com.ar/articulosrevistas/22_macbeth.htm> (Consultado: 7 agos. 2015).

JEREZ GARCÉS, Gabriela. La escena interna en La señora Macbeth de Griselda Gambaro. Universidad de Concepción, pp. 7-12-14. Digitalizado en <http://postgradoliteratura.udec.cl/wp-content/uploads/2013/05/Macbeth.pdf> (Consultado: 7 agos. 2015).

LÓPEZ RODRIGUEZ, Rosana. “Maternidad y pacifismo: Acerca de La persistencia, de Griselda Gambaro”. En: Razón y Revolución, El Aromo, Sep. /Oct; 2007, p. 20. Digitalizado en <http://www.razonyrevolucion.org/textos/elaromo/secciones/Cine_Y_Teatropdf/aromo38rosana.pdf> (Consultado: 7 agos. 2015).

Índice

1. Introducción………………………………………………………………………...1

2. La Señora Macbeth (2002)……………………………………………………….....3

3 La Persistencia (2004)…………………………………………………………........12

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3.1“Laesposa”………………………………………………………………......14

3.2 “La hermana”……………………………………………………………….16

3.3” La madre”…………………………………………………………………16

4 Conclusión…………………………………………………………………………. 19

5 Bibliografía………………….………………………………………………………20

5.1 Fuentes……………………………………………………………………….20

5.2 Bibliografía general…...……………………………………………………..20