Guerra en Tucuman Gral AcdHel Vilas

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Tucumán, Enero a Diciembre de 1975 por Adel Edgardo Vilas Nota del Editor: El material que aquí se publica, es la digitalización de una fotocopia del original que correspondería al libro que habría escrito el general Adel Edgardo Vilas sobre sus experiencias en la lucha contra la subversión, como comandante del Operativo Independencia en la provincia de Tucumán, y posteriormente, como Jefe de la subzona 51, cuando asume como 2° Comandante y Jefe de Estado Mayor del V Cuerpo de Ejército (Bahía Blanca). Se han eliminado agregados y correcciones manuscritas por desconocer quién las realizó. En su gran mayoría corresponden a una aparente corrección de estilo que no modifican el espíritu del original, ni los conceptos vertidos en el mismo. En función de esto, se han respetado los errores ortográficos presentes en el original. 1

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Historia Argentina

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  • Tucumn, Enero a Diciembre de 1975por Adel Edgardo Vilas

    Nota del Editor:

    El material que aqu se publica, es la digitalizacin de una fotocopia del original que correspondera al libro que habra escrito el general Adel Edgardo Vilas sobre sus experiencias en la lucha contra la subversin, como comandante del Operativo Independencia en la provincia de Tucumn, y posteriormente, como Jefe de la subzona 51, cuando asume como 2 Comandante y Jefe de Estado Mayor del V Cuerpo de Ejrcito (Baha Blanca).

    Se han eliminado agregados y correcciones manuscritas por desconocer quin las realiz. En su gran mayora corresponden a una aparente correccin de estilo que no modifican el espritu del original, ni los conceptos vertidos en el mismo. En funcin de esto, se han respetado los errores ortogrficos presentes en el original.

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  • Indice

    Dedicatoria

    I Parte. Dios lo quisoZona de Emergencia o Zona de OperacionesAntecedentes subversivosReunin en el ms alto nivelPrimera visin de TucumnEl escollo judicialAcondicionamiento cultural y psicopoltico de la guerra modernaMi relacin con el Ministerio de Bienestar SocialNi una sola huelgaLa polica tucumanaEl Ejrcito del NorteAniversario de la muerte del capitn ViolaEl da D

    II Parte. El Ejrcito Revolucionario del Pueblo y 7 AnexosComenz en Crdoba...Capacidades del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)Organizacin de frentes y clulasLas actividades y la especializacinCrculo de ingresoConformacin de frentesLa Compaa de "Monte Ramn Rosa Jimnez"De Acheral a CatamarcaLa Vida en los CampamentosActividades y lecturasMovilizacin y sanidadLa entrega de grados en la "Compaa de Monte" (diciembre de 1974)Anexo 1. El aparato de comunicaciones del ERP.Anexo 2. Los equipos de distribucinAnexo 3

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  • Anexo 4. Clula de agitacin y propaganda (en el Frente Gremial)Anexo 5. Clula de Finanzas, propaganda y sanidadAnexo 6. Curso de instruccin del ERPAnexo 7. El sistema de claves del ERP

    III Parte. El Desarrollo de las OperacionesPlan Tctico Nro. 1 (Desde el 24 de enero al 24 de febrero)Plan Tctico Nro. 2Plan Tctico Nro. 3Plan Tctico Nro. 4 (Del 4 de junio al 15 de agosto)Plan Tctico Nro. 5Plan Tctico Nro. 6 (Del 1 de octubre hasta el 20 de diciembre)

    Colofn

    Baha Blanca - El Hecho HistricoI. De Tucumn a Baha BlancaII. La guerrilla derrotadaIII. La guerra culturalIV. Baha Blanca: la universidad de la subversinV. Los hechosConclusiones

    Anexo 1

    Anexo 2

    Anexo 3

    Anexo 4Ambito Nacional Pblico externo - Objetivo N 1No. Orden 2. Ambito Nacional Pblico externo - Objetivo No. 2Objetivo No. 3: Ambito Regional Pblico externoNo. Orden 4 Dentro del Ambito Regional - dentro del PblicoNo. Orden 5 - Ambito Regional - Pblico externo

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  • No. Orden 6 - Ambito Regional - Pblico externoNo Orden No. 7 - Ambito Regional - Pblico externo - Oponente No.5Orden No. 8: Ambito de la Fuerza - Pblico interno No. 6Orden No. 9: Ambito de la fuerza - Pblico Interno No. 7.No. de Orden 10 - Ambito de la Fuerza - Pblico InternoNo. de Orden 11 - Ambito de la Familia Militar - Pblico ParainstitucionalHermano soldado

    Estructura Compaa de Monte - Agosto 74 a Dic. 75Desde Agosto del 74 hasta Diciembre del 74Desde Enero del 75 hasta Mayo del 75Desde Julio a Diciembre de 1975 - Despus de Manchal

    Listado de Enfrentamientos

    Listado de Bajas ERP

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  • Dedicatoria:

    A Hctor Cceres, Carlos Mara Casagrande, Gustavo Pablo Lpez, Dardo Desiderio Prez, Ral Ernesto Garca, Jos Conrado Mundini, Miguel Dardo Juarez, Rodolfo Hernn Berdina, Ignacio Maldonado, Jos Ramirez, Pio Ramn Fernandez, Rogelio Rene Espinoza, Juan Carlos Castillo, Ernesto Guastoni, Fredy Ordoez, Diego Barcelo, Osvaldo Moya, Carlos Vizcarra, W. Napolen Mendez, Ernesto Prez y Miguel A. Moya, cados todos por Dios y la Patria en los montes tucumanos.

    He comenzado por nombrar a los patriotas tucumanos ... han cado en el cumplimiento del deber, pero sus almas las recibe el Altsimo para que sigan velando por la existencia de lo que fue su ms grande amor: la Patria.

    Angeles custodios, nos indican, soldados! el nico camino recto hacia la Gloria.

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  • I Parte. Dios lo quiso

    Decir que mi historia militar comienza el 5 de enero de 1975 supondra, por razones obvias -en ese momento ya haba sido ascendido a General de Brigada, desempendome como Director de Enseanza Superior de Institutos Militares- olvidar, e incluso desconocer, los largos y esforzados aos que transcurren desde mi ingreso, nio an, al Colegio Militar de la Nacin, hasta la esa fecha antes mencionada. Pero ese da, inolvidable por muchas razones, comenz a ser realidad, a cobrar constancia, algo que al recibir el llamado telefnico ms abajo referido, no era sino una simple expresin de deseo: Comandar el Ejrcito Argentino en operaciones.

    Pues bien, aquel 5 de enero, cuando promediaba la tarde, recib en mi casa de Olivos el llamado de un periodista conocido, el cual, no exento de preocupacin, me avisaba que en el norte del pas -no precisaba el lugar- haba desaparecido un avin del arma donde viajaban dos Oficiales Superiores en actividad. De las averiguaciones practicadas de inmediato en el Comando en Jefe, tom conocimiento que, efectivamente, el aparato en el cual recorran la futura zona de operaciones los generales Salgado y Muoz, Comandantes del III Cuerpo y de la Vta. Brigada, respectivamente, junto a los integrantes del Estado Mayor del primero de los nombrados -el Coronel Eduardo

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  • Wilfredo Cano; los Tenientes Coroneles Oscar Ruben Berione; Pedro Santiago Petreca y Pompillo Schilardi; los Mayores Roberto Dante Biscardi, Hctor Abel Sanchez y Pedro Antonio Zeloya; el Capitn Roberto Carlos Aguilera; el Tte. 1 Carlos Eduardo Correa y el Sgto. 1 Aldo Ramn Linares-, estaba perdido.

    Un da despus, el mismo periodista, pero esta vez con cierto lujo de detalles, me dijo que la mquina, salida del aeropuerto Benjamn Matienzo hacia la zona de Taf del Valle, se haba estrellado en la Quebrada del Aconquija. El suceso, trgico como era, se prest a los ms dispares y disparatados comentarios, pues no solo se especul con la posibilidad de un atentado, sin que el ERP, a travs de su secretara de propaganda, dej deslizar una versin diferente. Segn sta, el avin haba sido blanco de las dos ametralladoras antiareas que los irregulares marxistas, tras el copamiento del Bat. Com. de Comando 141, llevaron consigo.

    Hoy, la especie puede parecer descabellada, pero en esos das, recludo el Ejrcito en cuarteles de invierno por efecto de una poltica suicida, el mito de la invulnerabilidad subversiva creca conforme se sucedan, sin contraofensiva ninguna, sus actos delictivos. Nada tena de extrao, entonces, que se derribase un avin militar en Tucumn.

    La realidad respecto del desastre fue muy otra. El Comando General haba planeado la iniciacin de las operaciones desde meses atrs, correspondindole al General Salgado, como Jefe del III Cuerpo, y al General Muoz, como titular de la Vta. Brigada, la puesta a punto del dispositivo militar con el cual comenzara el "OPERATIVO INDEPENDENCIA". Siendo as el 5 de enero por la maana despeg de Crdoba el Tween Auter, arribando a la ciudad de Tucumn sobre las 10.15 horas. Luego del saludo de rigor, Muoz y distintos auxiliares de su Brigada esperaron las rdenes del Cte. Fue entonces cuando Salgado le hizo saber a Muoz que deseaba reconocer la zona de operaciones, y ste le inform que en jornadas anteriores l, personalmente, haba inspeccionado, desde un helicptero facilitado por la Gobernacin, dicho sector selvtico sin encontrar nada de inters, pues, lisa y llanamente, resultaba imposible divisar algo dada la tupida vegetacin all existente. Por eso mismo, el Comandante de la Brigada crey conveniente adelantarle a su superior que la nica forma posible de cumplir con el objetivo era adentrndose en el monte, lo cual,

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  • existiendo enclaves guerrilleros, resultaba peligroso si no se lo haca con la debida seguridad.

    El General Salgado quiso salir de cualquier manera, partiendo nuevamente el Tween Auter a las 11 horas. Pasan Acheral y tomando la Quebrada del Aconquija, llegan hasta Taf siguiendo el camino de la Ruta 236. Segn testigos presenciales, la mquina cruza sin novedad la Quebrada, circunvala Taf y decide regresar a Acheral a travs del Aconquija. De all en ms, no se vuelven a tener noticias, de donde en el Aeropuerto Benjamn Matienzo comienza la preocupacin, ya que se saba el plazo previsto para el viaje de ida y vuelta, y no slo el avin no apareca sin que ni siquiera daba seales de vida.

    Encontrndome ya en Tucumn, la gente del lugar me refiri que era inconveniente volar sobre la Quebrada despus de las 10.30 horas de la maana debido a las espesas nubes que cubren sus picos. Si se tiene en cuenta que las alturas oscilan entre los 4.000 y 4.500 metros y que, adems, la visibilidad es buena sobrepasando los 5.000 metros, la conclusin es una: o se decide volar desde el amanecer hasta las 09.30 horas, o, para no correr riesgos, hay que volar alto, volvindose imposible cualquier tarea de reconocimiento. Por circunstancias antes explicadas, el Tween Auter despeg pasada la hora lmite y si de ida no tuvo inconvenientes, ya que no baj, en el viaje de vuelta, con la intencin de detectar campamentos del enemigo, tuvo necesariamente que descender, encontrndose all con la fatal ladera del uorco chico.

    Puestos a rastrear los restos de la mquina, los hombres al mando del General Cnepa topronse con el mismo inconveniente del avin. El da del accidente no pudo detectarse nada, considerando Cnepa que se debera esperar a la maana siguiente para aprovechar las horas en que la Quebrada no estuviese tapada por las nubes. Y as fue. En un reconocimiento areo efectuado entre las 6 y las 9.30 del da siguiente, se alcanz a reconocer, por los reflejos, un ala del Tween Auter. Sin perder un minuto, se organiza una patrulla que, guiada por un Sargento Ayudante retirado de la Polica de la Provincia, el General Cnepa y varios efectivos, recorre la ruta 236, llegando, en su periplo, a las proximidades del uorco Chico -en indio seno chico de la mujer-. Por el camino hacen unos 2.000 metros y luego deben escalar otros mil, hasta arribar al lugar del accidente. De acuerdo a la pesquisa efectuada, el avin haba chocado contra una de las laderas del

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  • mencionado cerro, perdiendo un ala y estrellndose, poco despus, a unos 2.000 metros ms adelante. Al clavarse, se incendi, muriendo, carbonizados, todos sus pasajeros.

    Tamaas circunstancias obligaron a reemplazar a los dos Jefes fallecidos en el accidente. Fue entonces cuando Carlos Delia Larroca, hoy Embajador, se hizo cargo del IIIer. Cuerpo, y yo, merced a una orden que ya intua, pas a comandar la Vta. Brigada. Digo intua, pues recuerdo que estando en Olivos les coment a unos amigos que siendo yo el nico General recin ascendido sin mando de tropa, me pareca lgico el nombramiento. El primer da hbil despus de la festividad de Reyes, es decir el mircoles 7, fu llamado al Edificio Libertador donde se me impuso de mi nueva designacin. Pregunt si poda viajar hacia mi destino de inmediato y se me contest que recin pasado el sbado se tendra firmado el Decreto del Poder Ejecutivo nacional. Mientras esperaba la substanciacin del trmite, visit, en el Estado Mayor, la Jefatura II -Inteligencia- y la Jefatura III -Operaciones-, a los efectos de tomar conocimiento, en detalle, de la escalada subversiva en el pas. Entre el jueves y el sbado trat de sacar mis conclusiones del caso, sabiendo que deba llegar a Tucumn con un plan general que me orientase respecto de las medidas a tomar.

    Para m el problema subversivo no era nuevo. No slo me haba interesado su estudio -intent hacerlo hasta donde me lo permitiesen mis obligaciones castrenses- sin que el jueves 6 de Set. de 1973, siendo Jefe de Operaciones del 1er. Cuerpo de Ejrcito, haba podido comprobar la indolencia de distintos oficiales superiores y la complicidad del Gobierno con las bandas marxistas. En efecto, ........................... ................................................................

    Esta experiencia, pasajera pero fructfera, qued grabada para siempre en mi conciencia. Tal es as que, cuando en el Comando me informaron la novedad acerca de mi reciente nombramiento, la imagen de aquella noche y el heroico sacrificio del Coronel Duarte Ardoy me acompaaron durante el resto del da. Antes, durante y despus del 25 de mayo, los argentinos -salvo honrossimas excepciones- absorbidos como estaban por los problemas anehosal comit y la partidocracia, pero siempre ajenos al inters nacional, dieron en la fcil y suicida poltica de soslayar el brote subversivo, o bien optaron por la cmoda e infantil teora de la "violencia de arriba y abajo", tan de moda en vsperas de la irrupcin

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  • peronista al poder. En plena euforia electoral, convencidos los polticos y -por qu negarlo?- ciertos militares, que la subversin era, en el peor de los casos, un epifenmeno de la miseria -al fin y al cabo no era otra cosa sostuvo el General Carcagno en Caracas- unos y otros, polticos y militares, sostuvieron que el ERP y Montoneros se desintegraran, casi por arte de birle birloque, de la misma forma en que haban surgido. Esto es, ni bien el pas retornase al cauce democrtico. Ni que decir tiene que sucedi exactamente lo contrario pues mientras Cmpora y sus aclitos cerraban filas en torno a las banderas marxistas, sus taifas haban tomado las Universidades y desde all, despus de muchos aos de concientizacin, comenz a irradiarse a lo largo y a lo ancho de la Repblica un mensaje sobre cuyas caractersticas principales no es necesario volver.

    Una conspiracin internacional, planeada desde centros de poder, estaba en marcha y contra ella nada podan las remanidas pcimas que centraban su estrategia en el dilogo con los delincuentes o en la bondad de unas urnas incapaces de solucionar -chatas y cuadradas como son- ninguno de los grandes y trascendentes problemas nacionales. De hecho, ni la miseria era causa -cuando mucho poda ser- ni la subversin engrosaba sus filas con obreros. Eso resultaba materia propagandstica, til desde el punto de vista tctico. La subversin decase proletaria para consumo de bienpensantes e idiotas tiles, deseosos de explicar sociolgica, psicolgica o psicoanalticamente las razones por las cuales, en determinadas circunstancias, las masas subyugadas de los pases coloniales encuentran en los "movimientos de liberacin nacional" el instrumento para sacudirse de encima la dominacin imperialista...

    Esta era la cruda realidad, ante la cual el Congreso de la Nacin, los partidos polticos, los comits electorales y el aparato regiminoso en general aparecan empachados de frases sonoras, actitudes grandielocuentes e intereses equvocos, contrarios, todos, a la Patria. Pero nada hubiese sido si esta miopa o complicidad -como prefiera llamrsela- hubiese anidado, tan solo, en las fuerzas democrticas; lo verdaderamente grave fue que las fuerzas armadas resultaron incapaces de preservarse del derrotismo que las gan en los ltimos meses del gobierno de Lanusse. Merced a distintas circunstancias, entre las que deben mencionarse los desaciertos del presidente, unidos a la impudicia y grosera de determinados funcionarios de su gobierno

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  • y, claro es, la apostasa de muchos jefes, credos que de nada vala montar una contraofensiva pues la guerrilla desaparecera en el momento que el ltimo entorchado desapareciese del mbito oficial; el Ejrcito, la Armada y la Aeronutica permitieron, improvidas, la toma del poder por parte de la subversin.

    Mi principal preocupacin resida, pues en saber que debera enfrentarme al poder poltico que slo a regaadientes haba aceptado dejar en el camino la tesis de Pern conforme a la cual la guerra de guerrillas resultaba un problema policial, y al poder judicial, siempre celoso de preservar su independencia, aunque incapaz, la ms de las veces de tomar el rbano por las hojas y condenar como corresponda a los asesinos ideolgicos. Claro que, en todo caso, la culpa no era de los jueces sino de un sistema donde la intimidacin manejada por el marxismo resultaba ms poderosa que cualquier juramento hecho al momento de recibirse.

    Durante los das jueves y viernes mi vida transcurri entre informes de inteligencia, clsicos de la guerrilla y las reflexiones de orden personal expuestas ms arriba. El sbado, en Punta Mogotes, donde estaba pasando breves das de descanso -an cuando, segn las informaciones ambientes, pudo descansar bien poco- la Presidente Mara Estela Martnez de Pern, firm el decreto nombrndome Comandante de la Vta. Brigada de Infantera en Tucumn.

    PODER EJECUTIVO NACIONAL - Decreto 265 - Buenos Aires.

    Visto que las actividades que elementos subversivos desarrollan en la Provincia de Tucumn y las necesidades de adoptar medidas adecuadas para la erradicacin: la Presidente de la Nacin Argentina en acuerdo general de Ministros, DECRETA:

    Artculo 1o.) El Comando General del Ejrcito proceder a ejecutar las operaciones Militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos Subversivos que actan en la Provincia de Tucumn.-

    Artculo 2o.) El Ministerio del Interior pondr a disposicin y bajo control

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  • operacional del Comando General del Ejrcito los efectivos y medios de la Polica Federal que le sean requeridos a travs del Ministerio de Defensa, para su empleo en las Operaciones a que se hace referencia en el artculo 1o.

    Artculo 3o.) El Ministerio del Interior requerir al Poder Ejecutivo de la Provincia de Tucumn que proporcione y coloque bajo Control Operacional el personal y los medios Policiales que le sean solicitados por el Ministerio de Defensa (Comando General del Ejrcito), para su empleo en las Operaciones pre-citadas.-

    Artculo 4o.) El Ministerio de Defensa adoptar las medidas pertinentes a efectos de que los Comandos Generales de la Armada y la Fuerza Area presten al requerimiento del Comando general del Ejrcito el apoyo necesario de empleo de medios para las Operaciones.-

    Artculo 5o.) El Ministerio de Bienestar Social desarrollar en coordinacin con el Ministerio de Defensa (Comando general del Ejrcito), las operaciones y la accin cvica que sean necesarias sobre la poblacin afectada por las Operaciones Militares.-

    Artculo 6o.) La Secretara de Prensa y Difusin de la Presidencia de la Nacin desarrollar a indicacin del Ministerio de Defensa (Comando general del Ejrcito), las Operaciones de accin Psicolgicas concurrentes que le sean requeridas.-

    Artculo 7o.) El gasto que demande el cumplimiento de la misin encomendada por el presente Decreto hasta la suma de pesos Cuarenta Millones ($ 40.000.000), ser incorporado a la Jurisdiccin 46, Comando General del Ejrcito, correspondiente al presupuesto del ao 1975.-

    Artculo 8o.) La disposicin del presente Decreto rige a partir de la fecha.-

    Artculo 9o.) Comunquese, dse a la Direccin Nacional del Registro Oficial y archivese.-

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  • El Decreto es Nmero Secreto (261) del 5 de Febrero de 1975.--El lunes 12, tomaba un avin de Austral, cuyo destino, sin escalas, era el jardn de la Repblica. En Buenos Aires quedaban mi mujer y mis dos hijos a la espera de noticias.

    Mientras volaba, acercndome, cada vez ms, al que sera por espacio de casi un ao mi trinchera de combate, repensaba las palabras que un especialista del glorioso ejrcito francs en Argelia escribi en su libro -que lo fue de cabecera durante mi andatura tucumana- que era, "Subversin y Revolucin": "Esclavo de sus tradiciones y de su formacin, el Ejrcito se adapta mal a una guerra que las escuelas militares se niegan a ensearle. Contra un adversario fludo, inatrapable, que se obstina, por lo general, en montar sus operativos segn esquemas clsicos. Como una masa gigantesca que quisiera aplastar a una mosca, golpea, casi siempre, en el vaco, derrochando medios considerables. Un acrecentamiento, incluso considerable, de sus recursos no tendra ningn efecto si antes no adaptara su organizacin y su tctica a la guerra revolucionaria. El Ejrcito deber abordar los problemas complejos que plantea la guerra revolucionaria con un espritu nuevo, desprendido de todo prejuicio y con la firme voluntad de resolverlo".

    En las medulosas consideraciones del oficial galo se encontraban resumidas mis propias ideas y preocupaciones respecto de las operaciones que a corto plazo, y luego de un siglo de paz, iniciara la brigada contra el ms peligroso y mortal de los enemigos del pas: el marxismo. Cien aos de preparar juegos de guerra en las mesas del Estado Mayor, de prepararlas con arreglo o formas clsicas, donde bien podra decirse que despus de un buen amigo lo mejor era un buen enemigo, no era precisamente la mejor preparacin para enfrentar a mercenarios fanatizados que no reparaban en medio alguno con tal de conseguir sus propsitos.

    El desafo estaba all, esperando que alguien lo tomara. Dios quiso que fuera yo quien tuviera la responsabilidad de llevar a las armas argentinas al triunfo...o al fracaso.

    I Parte. Dios lo quisoZona de Emergencia o Zona de Operaciones

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  • Olvid referir la distincin capital hallable entre zona de emergencia y zona de operaciones, por cuanto en el Decreto firmado por el Poder Ejecutivo Nacional se me nombraba comandante de una zona de operaciones restringida a un sector de la provincia de Tucumn. Esto entorpeca sobremanera mi labor -como la de cualquier jefe militar al cual le hubiese correspondido asumir el mando de la Vta. Brigada- por cuanto el poder poltico quedaba en manos del partido gobernante y sujeto, como se comprender, al cumplimiento de su plataforma demaggica. Si el justicialismo hubiese deseado verdaderamente la extirpacin del cncer marxista y los mandos del Ejrcito, en vez de perderse en vanas disquisiciones sobre el "profesionalismo integrado", hubiesen intervenido ante la Presidencia exigiendo se declarase a Tucumn zona de emergencia, como lo exigan los graves sucesos que se haban sucedido desde un ao atrs, otra habra sido la historia del "Operativo Independencia". Pero el Peronismo tema que las Fuerzas Armadas se les escaparan de las manos, y el Ejrcito, de su lado, no se atreva a dar un paso que lo hubiese situado en caso de no acceder Isabel Pern y su entorno a las demandas planteadas, al filo del golpe de estado.Aunque resulte fatigoso es necesario puntualizar la diferencia predicha. En la Ley de Defensa Nacional -Ley 16.970- se establece que "en caso de conmocin interior -y vaya si exista- originada por personas, podr recurrirse al empleo de las Fuerzas Armadas para restablecer el orden". Para ello aquellas zonas o lugares especialmente afectados podrn declararse zonas de emergencia a rdenes de autoridad militar, a los efectos de lograr la imprescindible coordinacin de todos los esfuerzos. La ley entiende por "conmocin interior originada por la accin de personas", una situacin de hecho, de carcter interno, provocada por el empleo de la violencia, que ponga en peligro la vida y bienes de la poblacin, afectando, tambin, el orden, el ejercicio de las autoridades normales de una zona del pas y la seguridad nacional, siendo de una magnitud tal que, las fuerzas provinciales, efectivos de la polica y distintos medios sanitarios, educacionales, jurdicos, etc., que en su conjunto constituyen en el poder provincial, resulten impotentes para dominarla. Si la circunstancia se presenta as, entonces la ley contempla la intervencin de las autoridades y los medios nacionales para devolver a esa zona su perdido quicio. En el artculo 39 de la referida ley se lee: "La zona de emergencia se declara por decreto, el cual contendr: 1) los lmites de la zona. 2) La autoridad militar superior de la zona. 3) las fuerzas asignadas y 4) si la gravedad de la situacin

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  • lo aconsejara, la atribucin de dictar bandos". Finalmente, en el artculo 40, afrmase que la autoridad militar de la zona de emergencia depender siempre del Presidente de la Nacin, a travs de la Junta de Comandantes en Jefes. Por su parte, el Reglamento Reservado RC-2-3 en su No. 1006 define que la zona de emergencia es la parte del territorio nacional que el Presidente de la Repblica coloca, en caso de conmocin interior, a rdenes de una autoridad castrense para el ejercicio del gobierno militar. En sus caractersticas bsicas puede ser considerado, por analoga, con un teatro de operaciones. La zona de emergencia tendr por misin el rpido restablecimiento de la normalidad en un rea determinada, eliminando, mediante un eficiente gobierno militar, las causas y/o efectos que la alteraron.Las dimensiones de la citada zona, segn los manuales y cdigos militares, puede oscilar desde una fraccin pequea del territorio nacional hasta un par de provincias, o ms, si las circunstancias lo exigiesen y la gravedad de los acontecimientos -que no tienen porqu ser de ndole subversivo, como se comprender- lo hiciesen imprescindible. Por regla general, la zona referida deber coincidir con divisiones polticas o administrativas, a fin de facilitar la tarea del Jefe militar, el cual tendr a su cargo los efectivos que requiera la misin. Teniendo en cuenta que las fuerzas dependeran del grado de conmocin, de su magnitud y, asimismo, de las caractersticas geogrficas, el nmero exacto de tropas es imposible de eliminar a priori. Lo que queda claro es la transitoriedad de toda zona de emergencia, pues an cuando el decreto pertinente no establezca un lmite de tiempo -hacerlo sera imposible- se sobreentiende que deber prolongarse el tiempo estrictamente necesario como para resolver la anomala que haya motivado su vigencia.De lo antes citado se sigue que la instauracin de semejante medida no podr ser nunca contemplada cual preventiva, sino como una respuesta a un peligro inminente o a una situacin de hecho. Pero se sigue tambin, sin necesidad de forzar la realidad ni los reglamentos pertinentes, que todo lo prescripto encuadraba perfectamente en la situacin del norte argentino. Se impona, pues, declarar a Tucumn y determinados territorios de las provincias lindantes zonas de emergencia. Sin embargo, los compromisos polticos de los partidos y el temor a un ejrcito que dispusiese del control absoluto del territorio, pudieron ms que el inters nacional. Si se hubiera procedido as, dejando en manos del comandante de la zona todos lo poderes, y no como se hizo, el "Operativo Independencia" habra concludo mucho

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  • antes. Encarado en la forma que fue, militarmente yo deba restringirme a un estrecho sector del sur tucumano, debiendo, adems, compatibilizar mis funciones con las del gobernador.La subversin se hallaba enquistada en todos los organismos del pas y, no obstante, se me ordenaba combatir a su brazo armado -la guerrilla- en una franja territorial que iba desde el Ro Colorado en el norte hasta el Ro Pueblo Viejo en el sur, y cuya profundidad, de casi 35 kilmetros, estaba dada por la distancia que media entre el Mollar y Taf del Valle. Pareca una broma pesada o una traicin, pero lo cierto era que el territorio operativo no trascenda los lmites arriba expuestos.Mi intencin, de all en ms, fue la de suplantar, an utilizando mtodos que me estuvieron vedados, la autoridad poltica de la provincia de Tucumn, tratando de superar, aunando los esfuerzos civiles y militares, el brote guerrillero marxista que tena en vilo a los tucumanos y amenazaba expandirse a otras provincias. Si bien mi tarea no era reemplazar a las autoridades, pronto me d cuenta que, de atenerme al reglamento mantenindome en el mismo plano que el gobernador, el operativo concluira en un desastre. La naturaleza de la guerra subversiva, que abarca todos los sectores de la sociedad, exiga un mando nico y coherente, posibilidad que era remota dada la diferente formacin y opuesto criterio de las Fuerzas Armadas y los partidos polticos.Si yo me limitaba a ordenar, entrenar y comandar mis tropas, descuidando esferas que en el papel no me corresponda atender (en anexos 1, 2, 3 y 4 al final del captulo) -la esfera gremial, empresaria, universitaria, social, etc.- el enemigo seguira teniendo los "santuarios de que dispona hasta el momento. Limitarme a la resolucin de los problemas estrictamente castrenses, sin aspirar, siquiera en forma indirecta, a resolver materias crticas que no se hallasen estrechamente vinculadas a la esfera militar, hubiese constitudo un sinsentido, ya que, a los efectos de establecer y asegurar la continuidad y permanencia en los planos ejecutivos del "Operativo Independencia", se haca imprescindible invadir campos de accin reservados al gobierno provincial e incluso, el nacional.

    I Parte. Dios lo quisoAntecedentes subversivos

    Con las limitaciones apuntadas comenc a trabajar dentro de mi marco territorial interno. Lo primero a tener en cuenta, ya que de alguna manera resultaba un antecedente importante, era la actuacin del

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  • Ejrcito y la Polica en la misma zona durante distintos meses del ao 1974. El 3 de Mayo de ese ao, la polica de la provincia recoge una versin la cual a unos 20 Kms. al Oeste de la localidad de Famaill, exista un campamento guerrillero. El informante -signo de hasta dnde el hombre de campo era ajeno a las lucubraciones extremistas- no fue otro que un pen de la finca del gobernador Amado Juri. Dicho pen no slo daba fe sobre la existencia de irregulares armados y uniformados, sino que aseguraba haber visto al hermano del guerrillero Ramn Rosa Gimnez, del cual el ERP tom el nombre para su compaa de monte. En antecedentes del asunto, el Destacamento de Inteligencia 142, sugiere a la Polica la necesidad de enviar una comisin para reconocer y explorar el lugar. As, se seleccionan dos agentes contratndose, adems, los servicios de un baqueano, quienes bajo el encubrimiento de "arrieros" se trasladan al paraje.Creyendo oportuno reconocer el rea con apoyo areo, el Destacamento de Inteligencia toma contacto con la Federal y el SIDE sin llegar a nada positivo pues en ese momento carecan de los medios. Los agentes y el gua se internan en el monte, convenientemente camuflados, y al llegar al paraje conocido como "Sauce Huacho" le sorprenden 10 guerrilleros con uniformes similares a los del Ejrcito, correajes y distintas armas, principalmente FAL, pistolas ametralladoras y pistolas 11,25, los cuales inmediatamente les someten a interrogatorio. Quiso el destino que no los palparan de armas entonces y de esta manera y luego de algunos minutos, les dejan seguir, pero con tal mala suerte que a unos cien metros del lugar, el agente que marcha al frente cae de su caballo debido a la enmaraada vegetacin. Los miembros de la compaa de monte "Ramn Rosa Gimnez" les dan la voz de alto de nuevo, sea porque les parece extrao que un baqueano caiga de su montura o por resultarles sospechosos.Cuando todo pareca perdido, los tres aprovechan la distancia existente entre ellos y la guerrilla para ocultar en la maleza tres pistolas y un par de binoculares.Con las manos en alto y asegurando no tener nada que ver con la Poltica, los policas y el pen son conducidos ante Roberto Eduardo Coppo uno de los jefes de la banda, quien se encarga ahora de palparlos de armas y someterlos a un nuevo interrogatorio. Considerndoles inofensivos, se les libera no sin antes aclararles que si algo de todo lo que haban visto lo referan a la polica seran hombres muertos. Vueltos a Tucumn, los integrantes de la patrulla informan lo actuado y visto a sus mandos naturales, quienes hacen lo propio pero

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  • esta vez en reunin con el gobernador y sus ministros de gobierno, decidindose enviar de inmediato a Buenos Aires a un oficial superior de polica a fin de que recabase instrucciones al respecto en el Ministerio del Interior.El da 11 de mayo, la Delegacin de la Federal en Tucumn recibe la orden de actuar, solicitando, para hacerlo, los medios indispensables, ya que merced a las diligencias posteriores efectuadas, se pudo determinar que la patrulla haba estado con la plana mayor de la subversin trotzkista. Los agentes y el baqueano reconocieron, a travs de fotografas, a los siguientes miembros del ERP: Jorge Francisco Villa -de las FAR- y Carlos Emilio Figueroa, Juan Manuel Carrizo, el mencionado Coppo y un tal "Misculichi" -incorporado en el RI con la clase 1948- del ERP. Mientras tanto, el 15 del mismo mes se toma conocimiento que al recibir la Delegacin de la Polica Federal la orden de intervenir en el caso, se consult al Juez Federal Dr. Jess Santos, que manifest reticencia a tomar intervencin, alegando que era una informacin muy antigua y que los guerrilleros se iban a ir solos. En resumidas cuentas: que no convena traer fuerzas federales por razones polticas.De todos modos, entre los das 13 y 18 la Jefatura de la Polica Federal toma en sus manos la prosecucin del hecho y organiza una Fuerza de Tarea al mando de un Superintendente de Seguridad Federal, que queda constituda de esta manera: 500 hombres de la guardia de infantera y la polica montada; 2 patrulleros -1 con ametralladoras y el otro con lanzacohetes-; 1 tanqueta; 12 motocicletas; 20 mulas; algunos tractores; 13 helicpteros -4 del Ejrcito, 4 de la Fuerza Area, 2 de la Polica Federal, 1 de la Armada y 2 del Ministerio de Bienestar Social-, adems de varios camiones del Ejrcito y la reserva de 2 aviones Mentor artillados y con bombas, a disposicin en el aeropuerto de Santiago del Estero.El operativo consistira en una "represin policial", empleando en el ataque el procedimiento de "Yunque y Martillo", que requiere un elemento de bloqueo para mantener a la fuerza guerrillera en posicin (yunque) y otro para presionar (martillo) ofensivamente. En este caso particular, el elemento bloqueo consista en un amplio semicrculo que cubra el escape hacia el oeste -ruta nacional 38- y hacia el sur -ruta provincial 333- entre las localidades de Santa Luca y Famaill. El martillo, por su parte, lo constituiran dos elementos helitransportados que operaran desde el Co. Alto del Matadero, en direccin SSE y SE respectivamente. En forma simultnea, la operacin sera completada

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  • con una serie de procedimientos policiales en la ciudad capital y localidades vecinas, tratando de desarticular el apoyo logstico del enemigo.El da D sera el domingo 19, y la hora H con las primeras luces del alba. Los helicpteros operaran desde el helipuerto instalado en las cercanas de Famaill en una accin que se calculaba durara 7 horas aproximadamente. Como el 19 amaneci nublado y lluvioso, las condiciones meteorolgicas hicieron imposible el despegue de los helicpteros en la zona de montaa. De consiguiente se abandon la idea de alcanzar los dos puntos elegidos en la zona del Co. Alto del Matadero para iniciar la accin del "martillo", quedando tambin descartado la constitucin del elemento de bloqueo.Abandonando el plan original, se decidi realizar operaciones parciales mediante el empleo de helicpteros que llegaron hasta Taf del Valle, Ingenio Fronterita y Sauce Huacho, combinando estos movimientos con acciones terrestres sobre el oeste, a partir de la ruta nacional 38. Asimismo se dispuso un riguroso control de rutas y en San Miguel de Tucumn, tal como estaba establecido, se realizaron diversos procedimientos.Durante los dos primeros das no se registraron acciones armadas. Se tomaron, s, en distintos operativos, varios prisioneros, algunos de los cuales tenan antecedentes. Quizs la accin ms espectacular fue la que realizaron efectivos policiales en el Barrio Modelo, al norte del centro de la capital, donde irrumpieron en el domicilio de la calle Bulnes 824, descubriendo una "crcel del pueblo" secuestrando abundante material bibliogrfico perteneciente al ERP. Hasta el da 25 las fuerzas continuaron su labor, sin que se registraran enfrentamientos con el enemigo, ni en la ciudad ni en el monte. Pero un da antes de terminar, es decir, el 24, durante la sesin celebrada por la Honorable Cmara de Diputados de la Provincia, hubo de fustigarse enrgicamente al "operativo antiguerrillero" realizado por la Fuerza de Tarea de la Polica Federal. Al respecto, el diputado Pedro Moya calific a la Federal como una "fuerza de ocupacin" y de haber "agraviado al Poder Legislativo".La existencia de un enclave guerrillero marxista en la zona de Famaill haba quedado, por si faltasen pruebas, fehacientemente demostrada por los hechos antedichos, a ms del operativo que el 30, o sea, cinco das despus de finalizadas las acciones antisubversivas, realiz un contingente trotzquista, ocupando la localidad de Acheral, distante slo 40 Kms. de Tucumn. Fueron 50 los guerrilleros que, uniformados y portando armas largas, bazookas, ametralladoras pesadas y equipos de

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  • radio porttiles, tomaron la ciudad, pintando en las paredes "Compaa de Monte Ramn Rosa Gimnez". Sin embargo, en la Cmara de Diputados, los representantes del pueblo haban puesto el grito en el cielo.Analizando minuciosamente este primer operativo y los dos que siguieron, pronto advert que al margen de la factura tctica-estratgica, acertada o equivocada, se insista en sostener que el meollo del problema estaba en el monte y que, consecuentemente, adoptando los medios necesarios para la lucha contra la guerrilla en la selva, el brote subversivo sera aniquilado. Siguiendo esta concepcin, el General de Brigada Luciano Benjamn Menndez se introdujo en dos oportunidades -agosto y noviembre del 74- en la selva sin encontrar a un solo irregular. Es que stos, convenientemente avisados desde la ciudad capital, haban abandonado la zona, haciendo caer a las fuerzas del Ejrcito en un vaco. Cuando las tropas se retiraron, la compaa del monte marxista volvi por las suyas, permitindose, en seal de impunidad, tomar Acheral, desfilar con bandera desplegada y a tambor batiente, para finalmente retirarse, no sin antes haber ejercido sobre baqueanos que habanse ofrecido como guas, represalias criminales. El ERP haba jugado a las escondidas eludiendo todo enfrentamiento con las tropas que comandaba el General Menndez. Dejando desolada la zona hacia donde se internaron los efectivos -ver mapa 1-, el grueso de la compaa de monte march a Orcomollo, 20 kilmetros al oeste noreste de San Miguel de Tucumn, sin que el Ejrcito pudiese encontrar a uno solo de sus miembros. En realidad, como comprobamos ms tarde en interrogatorios, los guerrilleros saban los movimientos de tropas por el movimiento en determinadas estaciones de servicio. Cuando se cargaban varios miles de litros, el comando logstico del ERP se enteraba si estaban destinados para el Ejrcito y saba a que atenerse.

    I Parte. Dios lo quisoReunin en el ms alto nivel

    El 30 de diciembre del 74, en Metn (Pcia. Salta) llevse a cabo una reunin de la que participaron representantes de todas las organizaciones subversivas del pas. La misma hubo de realizarse en la finca de Risso Patrn, previa concentracin de los participantes -para el traslado hacia dicha finca- en la estacin de servicio de Metn, que se encuentra sobre ruta nro. 9, se trataron los siguientes temas:a) Operativo a realizarse en Tucumn mediante ocupacin de algunas localidades (Famaill, Lules y Acheral) con el objetivo de distraer las fuerzas de seguridad del Ejrcito

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  • y desguarnecer el R . I . 19, el Departamento Central de Polica y la Crcel Penitenciaria.

    b) Concretada la ocupacin del Departamento Central y Crcel, proceder a la liberacin de los detenidos pertenecientes al ERP, FAR y Montoneros.

    c) La fecha y seal de reconocimiento, como as los planos para el operativo seran indicados prximamente.

    d) Asimismo, se dispuso que antes del 20 de enero del 75 deban ser "ajusticiados" el Jefe de la Br. de Investigaciones y el Oficial Bulacio.

    e) Por otra parte, se tratara de ubicar a un "TTe. Cnel." alto y delgado, que fuera visto en los procedimientos antisubversivos.

    f) Se hizo escuchar un saludo del Ex-Presidente Cmpora "instando a proseguir la lucha armada"(?) este discurso fue trado desde Mxico.

    El 4 de enero del 75, un grupo calculado en aproximadamente 30 personas, incursion en la localidad de Len Rouges, (prximo al ingenio Santa Rosa, a 60 Kms. al sud de la (...) dedicndose a vender literatura de ndole extremista a los pobladores del lugar. Al intervenir la Polica, si bien confirm la existencia del operativo, no fue dable obtener el material subversivo por cuanto este haba sido destruido por los adquirentes.Posteriores averiguaciones permitieron determinar que el grupo incursionaba desde el lugar denominado "YACUCHINA", en donde se encontraban instalados, presuntamente en la finca denominada "HERNANDEZ", en las cercanas del Dique "Pueblo Viejo". Desde all se trasladaban en vehculos hasta las mrgenes del Ro Pueblo Viejo, el que por su escaso caudal puede ser vadeado y llegar a Ibatin, transitado de oeste a este hasta topar con Len Rouges. A los efectos de verificar lo procedentemente consignado, el titular de la comisara de Len Rouges, con colaboracin de un vecino que facilit su automvil, se constituy en las inmediaciones del Ro Las Vacas a la altura de Finca "LACHULCA" y en circunstancias que marchaban en el vehculo a escasa velocidad, por lo accidentado del terreno, en forma imprevista les fue interceptado el paso por tres individuos jvenes, de regular estatura, que vestan uniforme de fagina, color verde, usaban barba y cabello largo, armados con ametralladoras. Se aproximaron por el costado del vehculo y los interrogaron sobre los motivos de la

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  • presencia en el lugar. Al responderles que se deba a la prctica de la pesca, uno de ellos, con tonada "rosarina", les orden no continuar ms adelante por cuanto el lugar estaba ocupado por los "Montoneros".Finalmente, una semana ms tarde el ERP tom Potrero de las Tablas, incendi la subcomisara all existente, procedi a asesinar a Eliseo Pascual Cardozo, que haba servido de baqueano en operativos del Ejrcito y antes de retirarse areng a la poblacin instndola a plegarse al movimiento.

    I Parte. Dios lo quisoPrimera visin de Tucumn

    Habindome interiorizado de los operativos anteriores, me dispuse a cumplir los trabajos ms difciles:

    1) cambiar la mentalidad de los cuadros, preparndolos para una guerra donde se actuara sobre causas y efectos, empleando mtodos no convencionales de lucha

    2) formar a una minora civil selecta, consubstanciada con las ideas directrices del "operativo", para que, a su vez, ella actuase en la ciudad apoyando al Ejrcito.Ningn Ejrcito, por efectivo que sea, puede erigirse airoso en una guerra de esta naturaleza si carece del apoyo de la poblacin. La minora cvica antedicha tendra, pues, la responsabilidad de captar a la masa de la provincia para que colaborase con mis tropas.En apariencia, el desafo que se me presentaba no era del todo difcil de sortear si nos atenemos al vuelco que han dado los acontecimientos y las ideas respecto del fenmeno subversivo desde entonces hasta ahora; pero en 1975 no se trataba de realizar una redada o una accin represiva. Se trataba de un operativo militar como el pas jams haba visto, frente a un enemigo, perfectamente entrenado y concientizado, que trabajaba sobre el terreno desde haca, aproximadamente, seis o siete aos.Por tanto, deba yo reunir al cuerpo en jefes, oficiales e, incluso, en determinadas oportunidades, de suboficiales, para plantearles el panorama de la guerra subversiva tal cual se me apareca. Reconozco, y lo digo con orgullo, que desde antiguo vena prestando atencin a los trabajos sobre el particular editados en Francia -y traducidos en la Argentina o Espaa- debidos a oficiales de la OAS y el ejrcito francs que luch en Indochina y Argelia. En base a la experiencia recogida a travs de estos clsicos del tema y el anlisis de la situacin Argentina,

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  • comenc a impartir rdenes, tratando, siempre, de preparar a mis subordinados. Porque, claro, muchas veces, las rdenes recibidas no se correspondan con lo que durante aos habamos aprendido en el Colegio Militar y la Escuela Superior de Guerra. Dems est decir que no crea en la posibilidad de los traumas psquicos o los trastornos emocionales, pero determinadas misiones ms siendo la primera vez que deban cumplirlas resultaban difciles de asumir y llevar a cabo. Por eso se haca imprescindible reflexionar en voz alta acerca de la gnesis y fin de la empresa marxista en la Argentina.Producto de un connubio entre polticos, intelectuales y guerrilleros, cuyas ideas adolecen de un trasfondo falaz, trasnochado y disolvente, la subversin hubo de enancarse sobre el caballo tanto de los gobiernos civiles como de los gobiernos militares, buscando repetir en las tierras del Plata la "gesta" cubana o vietnamita. Pretextando defender a la nacin, pero solapadamente socavando sus traiciones, tradiciones el marxismo aprovech la ceguera o la traicin, segn los casos para poner a punto un aparato que se materializaba en dos frentes: la accin psicolgica y el terrorismo. Dentro del primero coparon la Universidad, solventaron innmeras casas editoriales, se aduearon de los centros culturales y lanzaron al mercado toda clase de revistas -no slo polticas sino cmicas, artsticas, femeninas, etc.- con las que lograron influir sobre la poblacin de una forma asombrosa. Si a eso le agregamos la complicidad de los partidos polticos, slo interesados en mantener el sistema an a costa del pas y del partido gobernante, podr comprenderse la dimensin del problema.Tucumn, como trat de explicarles a mis hombres, era slo uno de los objetivos de la subversin. La eleccin, dems est decirlo, no fue caprichosa. Toda la zona de montaas que recorre la frontera oeste de la provincia presenta caractersticas geogrficas apropiadas para operaciones de guerrilla. Se trata de un rea cubierta por tupidos montes, prcticamente imposible de transitar transversalmente. En el otoo, las frecuentes nieblas, lloviznas y lluvias dificultan la visibilidad para todo tipo de operaciones. En la parte Este de las montaas y a lo largo de la ruta Nro. 38, se alinean una cantidad de ciudades y localidades menores, surgidas en torno a la industria azucarera, que constituyen, en conjunto, una zona potencialmente conflictiva y proclive, por tanto, a cualquier tipo de exteriorizaciones violentas. Donde termina el monte comienzan los caaverales, sin solucin de continuidad. Adems, la parte boscosa-montaosa contina hacia el norte y se conecta con el monte salteo donde operara en 1963 el Ejrcito

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  • Guerrillero del Pueblo, comandado por el periodista Jorge Ricardo Massetti.A diferencia de los llamados comandantes Massetti y Hermes, del "Uturunco" y del foco localizado en Taco Ralo, el ERP no hubo de lanzarse a una accin suicida. Realiz un plan pormenorizado en donde los tres elementos fundamentales -territorio, medios y hombres- fueron cuidadosamente seleccionados. La guerra subversiva consiste esencialmente en un conflicto -no slo ni necesariamente armado, que fue lo ms difcil de comprender por muchos mandos del Ejrcito- cuya finalidad es la conquista del Estado. Siendo el objetivo ltimo de carcter poltico, el marxismo intenta consolidarse a travs de la coincidencia de sus aspiraciones con las del pueblo. De aqu la necesidad de revertir esta estrategia con una estrategia contraria, que centrase su prdica en una mancomunin del pueblo y el Ejrcito sin demagogias ni dobleces de ningn tipo. Resultando sta una guerra sucia, de desgaste, una guerra tenebrosa y solapada, sin lmites de tiempo, que se gana con decisin y clculo, la ayuda de la poblacin civil es imprescindible. Todo intento de querer prescindir de ella, tratando de encasillarse en la autonoma militar, est condenada al fracaso.Yo haba visto jugarse, en distintas publicaciones, en las aulas universitarias, en locales pblicos y hasta en la solemnidad de los templos, a hombres que, sin custodia ni mayor defensa personal, enfrentaron en condiciones desiguales a los detractores del ser Argentino. Esta cabal demostracin de coraje deseaba aunarla al coraje militar para que, fusionados y trabajando en aras de los mismos ideales y objetivos, alcanzsemos el triunfo en el norte. Como dije antes, y an sabiendo que sobre mi cabeza lloveran crticas de toda ndole, entre las cuales la primera sera la de mi "peronismo", me entregu de lleno a establecer un acabado contacto entre la brigada y el pueblo tucumano. Este contacto no resida tan solo en acortar distancias mediante reuniones con las diferentes fuerzas comunitarias, sino, tambin, de ordenar la vida societaria, devolvindole su perdido orden.A tal grado haba llegado la confusin y el prejuicio poltico que el ejrcito, incapaz hasta el momento de diferenciar a la guerrilla de la subversin, y, a su vez, incapaz de separar a los guerrilleros del pueblo, deba aislarse, con las consecuencias fatales que ello supona. Merced a un encaprichamiento ideolgico, ajeno, por supuesto, a la realidad de las cosas, los responsables del poder poltico se empecinaban en negar la existencia subversiva en gremios, universidades, partidos polticos,

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  • colegios, iglesias y -seamos justos- en las Fuerzas Armadas.Llegar y darme cuenta que la inteligencia del marco interno era absolutamente equivocada, fue todo uno. Lo principio porque ni se tena cabal conciencia de la antinomia amigo-enemigo -clave de toda guerra e, incluso, de toda poltica-, ni se acertaba a establecer cul era el enemigo principal y el aspecto principal del enemigo. Se pensaba que la subversin -a la cual, como qued dicho, nadie pareca distinguirla de la guerrilla- se hallaba anidada en las clases ms humildes, con lo cual se vea reforzada la dialctica comunista de la lucha de clases. Efectivamente, algunos de los reclutados por la "Compaa de Monte Ramn Rosa Gimnez" eran caeros, pero lo que no se deca era que en trminos generales, de entre ellos, los ms haban abrazado la causa marxista debido a su desesperante estado econmico. Con todo, el elemento proletario eran cuadros del ERP, siendo sus integrantes, jefes y combatientes, principalmente de clase media y media alta.La pobreza era slo una de las condiciones; la ideologa concientizadora, en cambio, era la verdadera causa. All estaban los colegios y las universidades, los sindicatos y las parroquias trabajadas, desde antiguo, por la accin psicolgica del marxismo y sus agentes. A mi llegada, Tucumn estaba pintado de cabo a rabo por leyendas donde se proclamaban las banderas del marxismo leninismo, oponindolo a un ejrcito calificado de "torturador", "asesino" y "fascista". Pero no slo eso. El sacerdocio tercermundista predicaba a voz en cuello la necesidad de una revolucin socialista, que segn sus propugnadores era acorde con el mensaje evanglico de Nuestro Seor Jesucristo, mientras la corrupcin de la "ortodoxia" gremial aherrojaba al hombre de trabajo dando pie as al surgimiento de los gremios "combativos". De los claustros mejor ni hablar. All, precisamente, resida la plana mayor de la subversin, pero no se poda entrar so pena de vulnerar la fementida "autonoma", que, en la prctica, slo serva para encubrir actividades contrarias a la soberana nacional. Finalmente, la justicia, intimada, haca ojos ciegos, limitndose a repetir, dos mil aos despus, el lavado de manos que hiciera famoso a Poncio Pilatos.

    I Parte. Dios lo quisoEl escollo judicial

    A diferencia de los dems sectores -que enfrent con cordura pero sin contemplaciones a la hora de hacer justicia-, el poder judicial result un problema de difcil trato y elucidacin. En Tucumn, a semejanza de lo que haba sucedido en el resto del pas, los jueces fueron removidos a

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  • gusto y gana por el camporismo. La remocin, muchas veces violenta e inmisericorde, pues se amenazaba a los magistrados con dejarlos en la calle, concluy en un vaciamiento y viciamiento de los juzgados, que desde entonces quedaron supeditados a las rdenes del partido gobernante. Claro es que hubieron ilustres excepciones, pero en general el panorama resultaba desolador.La actividad judicial es por esencia una actividad imparcial, vale decir, que quien la presta es un tercero con relacin a las partes en litigio; l cual-tercero, en principio, no est predispuesto en favor o en contra de ninguna de ellas. Si advierte que tiene alguna suerte de disposicin, o se lo advierten, debe apartarse del conocimiento del asunto y pasarlo a otro magistrado imparcial. En materia criminal, mediante una abstraccin de tipo ideal, una de las partes en litigio es el Estado como organizacin jurdico-personal de la sociedad toda, que se supone afectada por una conducta disfuncional descripta con anterioridad en ley sancionada por el mismo Estado; la otra parte es el delincuente. El juez no resulta, como suele sostenerse, un defensor de la sociedad, sino simplemente un magistrado imparcial que debe aplicar la ley del estado sin estar facultado para analizar la justicia o injusticia de la misma. El defensor de la sociedad es el fiscal.Como se ve, el juez civil difiere sustancialmente del juez militar. En la institucin militar no se respeta el principio fundamental de la separacin entre juez y parte, ya que el juez militar es parte importante de la propia fuerza. La Justicia Militar tiene una funcin muy diversa de la civil pues su nica finalidad es la de preservar el orden y la disciplina, que son consustanciales a su empresa con determinadas garantas para el presunto infractor, de modo que pueda compatibilizarse aquel principio de orden con el del respeto al individuo. En caso de colisin se privilegia siempre al primero.Ahora bien, con relacin a la lucha antisubversiva, deba atenderse -y no se entenda- que la actividad subversiva no era una vulgar actividad de carcter delictivo. Hablar de delincuentes subversivos supone, desde un comienzo, favorecer la subversin, pues la actividad de sta tiene por finalidad primordial destruir un orden jurdico-social dado y reemplazarlo por otro de fundamento marxista. De ah su denominacin, porque subvierte, justamente, los fundamentos del orden social, no solo en la faz militar sino en todas las manifestaciones de la vida social (cultural, instruccin pblica, justicia, administracin, economa). La actividad delincuencial, en cambio, integra el orden social, sin poder destruirlo, ya que est prevista y controlada por ste,

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  • implicando, s, una suerte de disfuncin dentro de la propia sociedad. Por esta razn (unida a los principios liberales decimonnicos hoy en franca retirada) la ley dota al delincuente "comn" (no hay otro) de toda suerte de garantas, pues, sera definitiva, esas garantas jams van a ser perjudiciales para la sociedad. Aplicar el mismo rgimen a los subversivos significaba suicidarse. Era como querer curar una pulmona con aspirinas...Los guerrilleros, ni bien eran entregados a la justicia hacan valer las garantas que sta les ofreca. En prieta sntesis, las siguientes: cuerpo del delito (constatacin fehaciente de los elementos materiales que prueban la perpetracin del hecho delictuoso. En materia de armas, por ejemplo, la ley exige que se haga descripcin detallada y pormenorizada de ellas, que dicha descripcin se haga en acta, que esa acta sea suscripta por el propio imputado y por testigos y que previamente se exhiban las armas al imputado y de ello se deje constancia en acta); insuficiencia de la confesin para fundar una condena de no estar corroborada por el cuerpo del delito y alguna prueba indiciarla; principio de inocencia (la negativa a declarar no puede ser tomada como presuncin en contra del procesado y la confesin no puede dividirse en perjuicio de ste sino cuando se constata mendacidad) y el sistema tarifado de apreciacin de las pruebas (lo que significa que el juez debe valorar las pruebas segn tablas que la ley le dicta, sin poder apartarse de las mismas, aunque su conciencia le indique lo contrario de lo que sentencia, es decir, aunque est convencido en su fuero ntimo de la culpabilidad del reo debe absolverlo si no estn dados los extremos probatorios que la ley regula. Si a esto se une que, en caso de duda objetiva, (la duda subjetiva no est contemplada por la ley) el juez deba absolver y no condenar, se concluir que es ms fcil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja, parafraseando el Evangelio, que condenar en sede judicial a un subversivo, quien por lo general saba de leyes y conoca perfectamente su derecho a guardar silencio sin perjuicio de mentir impunemente. Como si fuera poco, los subversivos tenan aprendido de memoria lo que deban declarar, acusando a los funcionarios que intervinieron en el sumario de apremios ilegales, errores de procedimiento, etc. Los testigos de cargo, son pobres ciudadanos desprovistos de toda proteccin y de toda consideracin por las autoridades, los que en consecuencia, al ser llamados por el juez a ratificar las actas que firmaron, "no saben nada", "no vieron nada", "firmaron sin leer", etctera.

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  • Tropezamos, adems, con otro inconveniente que solo el tiempo solucion. Mientras el interrogatorio tomado por la Polica Federal de Provincia era vlido, el interrogatorio de un oficial del ejrcito, an cuando pudiese parecer mentira, careca de validez. Esta anomala, o mejor, incongruencia de la justicia, tuvo que ser modificada a posteriori, pero en el plazo transcurrido desde mi arribo a la Vta. brigada y el momento de legitimarse los interrogatorios efectuados por oficiales de las Fuerzas Armadas, el trabajo fue penoso.Por un lado, entonces, mi cuerpo de oficiales se vea impedido de tomar declaraciones; por el otro, los abogados, ni bien un guerrillero era hecho prisionero, presentaban un recurso de habeas corpus, recibiendo el apoyo del Colegio de Abogados de la ciudad, que hubo de solidarizarse con los "presos polticos". Sin demasiadas contemplaciones, pues, y pensando que las leyes se haban hecho para la Nacin y no la Nacin para las leyes, ni mucho menos, para los hombres de toga, ped la remocin de la Cmara de Apelaciones, del juez federal -que siendo uno no alcanzaba a juzgar a todos los detenidos- y del fiscal, tratando que los nuevos nombramientos recayesen sobre personas de inequvoca ortodoxia.De todo lo visto y actuado pude concluir que no tena sentido combatir a la subversin con un Cdigo de Procedimientos en lo criminal, copia poco modificada de la ley de Enjuiciamiento Criminal Espaola de 1857, previsto e instruido por la legislacin liberal decimonnica para ser utilizado con los delincuentes comunes que figuran en los manuales lombrosianos. Tampoco tena sentido la aplicacin de una ley penal que se rigiese por los cnones del Derecho Penal occidental, si antes no se eliminaban los tipos, irretroactividad y las tarifas penales: Pero lo ms importante de todo era que no poda cargarse sobre las espaldas de la justicia Federal el peso ya que la misma se hallaba ahita de trabajo, careca de infraestructura al verse obligada a depender de la polica y sus magistrados no tenan otra proteccin que la de establecer la pena de muerte para quien los asesinase. As, no tenan otro remedio que navegar a dos aguas entre las fuerzas militares, naturalmente interesados en ver cristalizados sus esfuerzos operativos en los expedientes judiciales, y las subversivas, que sentenciaban a quien osara castigarlas. Esto, claro, no justifica la cobarda de muchos jueces; slo la explica.Cuando los sumarios llegaban al juzgado, el juez trataba por lo general de evadir su responsabilidad, sabiendo que si condenaba a un miembro del ERP, tarde o temprano sera hombre muerto. De tal forma, por cada

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  • condena que se lograba de un subversivo, haba cien sobreseimientos definitivos, doscientos provisorios y quinientas faltas de mrito. Y si a esto le sumamos los kilos de papel borroneados, las horas de trabajo perdidas por el personal del juzgado, por el juez, y las mismas fuerzas Operacionales que vean como un subversivo, capturado con riesgo de muerte, sala a los pocos das, el panorama resultaba catastrfico. Impedido, apenas era yo un comandante de brigada de instaurar una Justicia Revolucionaria a cargo de tribunales especiales que funcionasen segn el esquema de la justicia militar sus caractersticas deban ser: onmediacin de la actuacin de la autoridad militar; suficiencia probatoria de la prueba de confesin; apreciacin de la prueba sin otro cartabn que la libre conviccin de los jueces; rgimen de informalismo en los procedimientos que evite nulidad por violaciones formales, y sistema de responsabilidad personal de los funcionarios militares que intervengan en la instruccin de los sumarios -decid prescindir de la justicia, no sin declarar una guerra a muerte a abogados y jueces complacientes o cmplices de la subversin. Qu haca tabla rasa con la justicia? En rigor, la justicia o quien deba ejercerla la haban traicionado previamente. El derecho est al servicio de la sociedad y no a la inversa. Por eso es que el derecho positivo es una aplicacin concreta del derecho natural en un tiempo y lugar determinado. Y si el derecho positivo, salindose de sus cauces, violentaba y violaba al natural, yo no tena por qu apegarme al dictamen de unos cuantos togados, siendo que el principio natural de la conservacin me impona inexcusables obligaciones para con mi Patria.Desde que comprob la realidad de la justicia y la burla que significaba para mis soldados, decid cambiar de estrategia, para la cual di expresas rdenes de clasificar a los prisioneros del ERP, segn su importancia y peligrosidad de forma tal que slo llegaran al juez los inofensivos, vale decir, aquellos que carecan de entidad dentro de los cuadros del enemigo. Pero de este tema me ocupar ms adelante. Junto a la Justicia estaba la Universidad en grado de importancia.

    I Parte. Dios lo quisoAcondicionamiento cultural y psicopoltico de la guerra moderna

    La Universidad del Noroeste, con sede en San Miguel de Tucumn, es la ms importante de cuantas se hallan al Norte de Crdoba, girando en torno a ella la vida cultural que existe en la zona. Esta realidad no escap por supuesto a la subversin que desde el ao 1955 se instal en los claustros tucumanos para preparar la insurreccin. A quien se le

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  • escape la esencia de la guerra de guerrillas, el juicio anterior podra parecerle exagerado; pero lo cierto es que con la entrega de la Universidad a una catlico "bienpensante", la "Revolucin libertadora" incentivara, de manera asombrosa, la infiltracin que se vena gestando desde la nefasta "Reforma".Transcurridos los tres aos de Frondizi y el bienio radical, cuyas taras en materia de educacin no necesitaban apuntarse aqu, en 1966 las Fuerzas Armadas retoman el poder para dejarlo de ejercer en el campo de la cultura. As, desde la "noche de los bastones largos", que slo sirvi como argumento de peso para la propaganda bolchevique, hasta el 25 de mayo de 1973, las altas casas de estudio fueron, como nunca, las principales centrales ideolgicas de la guerrilla en ciernes. Es tambin a partir de 1966 que hace su aparicin en los claustros del tercermundismo, luego proyectado hacia la Universidad del Salvador, donde los jesuitas, ya de vuelta de la ortodoxia que los haba hecho clebres custodios de la catolicidad, le dieron inmejorable acogida.En Tucumn, en Crdoba o en la Universidad del Sur, que al fin y al cabo, en forma ms o menos virulenta, siguen los pasos de Buenos Aires, el proceso de infiltracin es igual. A las aulas del noroeste viajaba a dar clases, conferencias y cursillos especiales lo ms granado de la intelectualidad marxista argentina y, ocasionalmente, extranjera, supuesto que se encontrase en el pas. De esta forma se concientizaba las mentes a los efectos de desenvolver, en el transcurso de los aos, una estrategia subversiva que recin hacia 1973, con el triunfo del peronismo, dara sus frutos. Mientras en las facultades de ciencias sociales -sociologa, economa, psicologa- el marxismo desenvolva con plena libertad su mentalizacin contraria a las tradiciones de la Nacin, en la facultad de antropologa, por ejemplo, que tena un presupuesto para el relevamiento topogrfico de la zona, en vez de investigar el terreno en busca de material cientfico, se realizaban viajes a los parajes selvticos con la intencin de hacer mapas para la guerrilla.Era claro, pues, que la guerra desarrollada por el comunismo consista en una verdadera "guerra de almas" con psicotcnicas para el dominio de los cerebros; una guerra llevada a cabo de manera arrtmica, polifactica, flexible y con movilidad excepcional. La psicopoltica constituye la expresin ms refinada para el logro de su objetivo en el dominio de la poblacin, es decir, para la conquista de las mentes de estudiantes, obreros, amas de casa, profesionales y, an, militares. Bien vista, la psicopoltica exceda en Tucumn el desarrollo de las

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  • tcnicas constructivas -intimidacin, desmoralizacin- y de las destructivas -control de la poblacin, organizacin del aparato subversivo, etc.- a travs de otras medidas especiales en las que se combina la ideologa con las psicotcnicas, revelando, as, una nueva faceta en esta lucha.Cuando en Tucumn nos pusimos a investigar las causas y efectos de la subversin llegamos a dos conclusiones ineludibles: 1) que entre otras causas, la cultura es verdaderamente motriz. La guerra a la cual nos veamos enfrentados era una guerra eminentemente cultural. 2) que exista una perfecta continuidad entre la ideologa marxista y la prctica subversiva, sea en su faceta militar armada, sea en la religiosa, institucional, educacional o econmica.

    Por eso a la subversin haba que herirla de muerte en lo ms profundo, en su esencia, en su estructura, o sea, en su fundamento ideolgico. Como esa tarea me resultaba imposible, ya que, no slo careca de poder poltico, sino que, adems, semejante tarea era del todo impensable cuando el gobierno insista en contraponer a la cosmovisin marxista las veinte verdades del General Pern, decid dar el nico paso a mi alcance, una vez comprendida la naturaleza del asunto: limpiar las distintas facultades. No pudiendo reemplazar como hubiese deseado al elenco de profesores y los planes de estudio, me tocaba iniciar una operacin quirrgica que, al menos, le permitira a un futuro gobierno revolucionario trabajar sobre bases seguras.Si no despertbamos a tiempo, si aceptbamos que todos los resortes pblicos y privados fuesen dominados progresivamente por la estructura que el marxismo montaba en los claustros, si tolerbamos que el mbito gremial, religioso, educacional, econmico y poltico estuviesen regidos, sino por hombres, por ideas emanadas del veneno marxista, si seguamos permitiendo que los medios de difusin masivos resultasen voceros conscientes o inconscientes del proceso de marxistizacin de la sociedad y al propio tiempo, permitamos la proliferacin de elementos disolventes -psicoanalistas, psiquiatras, freudianos, etc. soliviantando las conciencias y poniendo en tela de juicio las races familiares, estbamos vencidos. De nada vala comandar tropas en la selva, mientras no tuviramos claro el problema psicopoltico.Aunque las fuerzas a mi mando obtuviesen relevantes victorias en el campo armado, la guerra permanecera en un eterno empate -empate favorable al enemigo- si al ERP no lo enfrentbamos y neutralizbamos en sus verdaderas causas. Siendo la guerra revolucionaria un arte en donde todo est en ejecucin y donde es necesario prestar atencin al

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  • tiempo disponible, no basta con ejecutar las operaciones conforme a los planos elaborados previamente, si no se lo realiza a tiempo. La reflexin que caba hacer en Tucumn, al momento de llegar, era que ningn xito haba coronado las acciones de las fuerzas legales y que, como agravante, el enemigo llevaba gran ventaja en el campo psicopoltico.De aqu que la Universidad, o era devuelta a su quicio o continuara siendo la principal punta de lanza de la estrategia del ERP. El problema fundamental, pues, habiendo desestimado, por las razones antes expuestas, el recambio de profesores y planes, era la destruccin fsica de quienes utilizasen los claustros para encubrir acciones subversivas. De ah en ms, todo profesor o alumno que demostrase estar enrolado en la causa marxista fue considerado subversivo, y, cual no poda ser de manera distinta, sobre l cayeron las sanciones militares de rigor. Hice jugar hasta sus ltimas consecuencias la dialctica del amigo-enemigo tratando a unos y a otros segn su disposicin. Por eso, mientras apoy fervientemente al clero ortodoxo -recib del mismo, adhesin incondicional-, que hizo extensivo a la Universidad Catlica "Santo Toms de Aquino", me opuse y combat a todos aquellos que se sirvieron de sus sotanas, cargos o apellidos para apoyar al ERP.Haciendo caso omiso a rdenes conforme a las cuales mi accin deba estar encaminada a combatir el brote guerrillero en la zona selvtica, cre conveniente darle a la accin militar su importancia y a la poltica la suya. Esto no quiere decir que yo hiciese poltica en el sentido convencional que al trmino se le ha dado en la Argentina. Todo lo contrario. Significaba, tan solo, que si la ofensiva del enemigo se encontraba favorecida por el anacronismo o la complicidad de distintos dirigentes partidarios, gremiales y universitarios -sin olvidar a la plutocracia, por cierto- yo no iba a confundir la guerra con el ruido de las armas. Los conductores -y perdneseme que trate de explicarlo en este tono- deben tener muy en cuenta que el lado dbil de la resistencia a la guerra subversiva est en el frente poltico-cultural, y que ste, con sus electoraleros profesionales y sus profesionales de la concientizacin, pueden entregar el triunfo al enemigo sin siquiera percibirlo. Paralizados por intereses bastardos, hbitos viciosos, temores, prejuicios o mitos ideolgicos que obnubilan sus mentes y anulan sus voluntades, los artfices de la democracia haban estampado su firma en la desincriminacin masiva del da 25 de mayo.El ejemplo, que no admite dudas ni disculpas, lo he trado a los efectos de no caer en el olvido ni absolver a los culpables de su responsabilidad: la partidocracia, sin distingos ni menciones que valgan

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  • la pena, fue una de las culpables del auge subversivo en la Argentina. Bien es verdad que la orden para dar inicio al "Operativo Independencia" debise al Poder Ejecutivo Nacional, pero esto, siendo as, en nada atempera su culpa. Cuando la subversin puso en peligro al partido gobernante y al sistema, recin entonces, rebasados los esfuerzos por circunscribir la subversin armada al campo policial, el peronismo se decidi a dar el visto bueno. Digo esto, porque es hora de acabar con los mitos y aclarar verdades. No slo Campora y sus montoneros fueron culpables del crecimiento marxista, luego de la incalificable puesta en libertad de los asesinos el da 25. Previamente, Juan Domingo Pern haba alentado las formaciones especiales -que desde entonces nunca ms controlara- y, con posterioridad, ya en el silln de Rivadavia, haba hecho a un lado el problema afirmando: "Son delincuentes comunes, es trabajo de la polica". Bien saba Pern -en cuyas frmulas, alguna vez cre- al igual que Cmpora, Isabel Martnez y los partidos, que el ERP y Montoneros, crecan a la sombra de ellos. Sin embargo, al negarle importancia y reducir la subversin a un epifenmeno de la miseria, cohonestraron sus planes. El silencio o adhesin de Balbn, Manrique, Alsogaray, Sueldo, Allende, Perette, Len, Alende, Abelardo Ramos, Lastiri, Robledo, Luder y tantos otros frente a los crmenes marxistas y la tristemente clebre "liberacin" del 25, estaba revelando que en el pas los partidos polticos haban sido ganados para la subversin.Pero si eso era cierto, pareja culpabilidad les caba a los generales con mando de tropa firmantes de los cinco puntos, quienes observaron, impertrritos, cmo las bandas descamisadas a que haban jurado exterminar, liberaban en sus propias narices a los asesinos de sus camaradas. Por duro que parezca, los hechos no me dejan mentir, las responsabilidades, responsabilidades eran, y pocos en aquel entonces, aun conociendo los efectos de su defeccin, las asumieron como corresponda. Que ste era el pensamiento de mi brigada lo revela una carta escrita a los pocos meses de haber comenzado el "Operativo" por un capitn (2), la cual, remitida desde el monte, caus en el Estado Mayor y en los mbitos polticos una verdadera conmocin.

    (2) Carta de un oficial:"Nosotros nos hemos hecho adultos sin la ayuda de nuestros jefes tradicionales. Nos hemos visto envueltos en campaas de las que ellos nada queran saber, y luchamos en los caaverales donde nadie ha podido acompaarnos. Hemos sufrido mucho, y esto nos ha enseado a reflexionar. Hemos matado, visto morir a nuestro alrededor y corrido

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  • peligro de muerte, y esto nos ha llevado a buscar las causas de esta lucha y hacer la crtica correspondiente. Algunos jefes no han cado en la cuenta de que la guerra anti-guerrillera no es sino la poltica que se implanta a nivel del jefe de grupo o del soldado conscripto. Nos entristecemos de que nuestro pueblo nos haya tenido largo tiempo en el olvido y que an nos tenga, porque no sabe que la guerrilla ha incrementado sus efectivos en la zona de contacto a 200 hombres, en el campamento intermedio a 70 guerrilleros y en la zona base a 30 guerrilleros. No sabe que la guerrilla posee dos helicpteros que operan de noche y con niebla y que cumplen misiones de abastecimiento y de relevo de personal. No sabe que prepara la insurreccin local con particular nfasis en la guerrilla urbana, la que ser desatada durante un verano"."La opinin pblica no sabe que desde el 1 de julio de 1974 las bajas de las fuerzas de seguridad, en todo el pas, aumentaron en 836%, y en 125% las bajas de las fuerzas armadas. No sabe que se produce un secuestro cada cuatro o cinco das, que cada 17 horas hay una muerte de la propia fuerza (de las fuerzas armadas o de las de seguridad) y que cada 6 horas se perpetra un atentado"."Hemos tropezado con todas las vallas, hemos cado en todas las trampas, y la cosa no ha terminado porque an no llegamos a atacar el aparato poltico-administrativo, cuyas ramificaciones se avistan hasta en escalones del propio gobierno"."No nos explicamos cmo ocurren ciertas cosas. Leo, por ejemplo, que das atrs un cronista consult al ministro Robledo y a su socio Vottero sobre cul era la opinin de ambos en cuanto a la intervencin obligada de soldados conscriptos en la lucha antisubversiva. El doctor Robledo se lav las manos respondiendo que se trataba de un problema complejo y que no exista una teora precisa sobre la cuestin."Por su parte, el improvisado Vottero consider que no se hallaba bien determinado si corresponda o no esa intervencin de conscriptos, pero que de todos modos la actuacin de soldados en el frente de lucha contra la guerrilla era escasa. La cscara tal vez haba cambiado de color, pero no el interior del fruto. Los Oficiales del Ejrcito no olvidamos quines son los que alentaron la guerrilla; no nos olvidamos de los que armaron a los Uturuncos, de los que utilizaron a los Montos, al FAP, al COR, y entonces nos sorprende que un ministro de Defensa y el actual desconozcan a los soldados conscriptos muertos en accin y a los hroes de Manchal, donde 8 soldados y 2 suboficiales derrotaron a una columna de 60 guerrilleros y les infligieron 14 bajas."Nuestras fuerzas no pueden tener como ministro de Defensa a improvisados, a viejos de otro tiempo o a elementos caverncolas, incapaces de comprender las nuevas faces de la guerra antisubversiva."El nuevo Ministro, al que habrn elegido entre elementos refractarios al Ejrcito, tratar de interferir estrechamente, y entregado a la poltica partidista de abandono, terminar ayudando directa o indirectamente a sus antiguos aliados, poniendo, por ejemplo, en libertad a los inocentes entre comillas. Uno se reconforta slo mirando a su alrededor y viendo cul es el desprecio de los camaradas por todo lo que toca de cerca o de lejos al rgimen. El partido gobernante se aferra sobre todo a la apariencia del poder ms que al poder mismo, y as va perdiendo de a pedazos su reputacin. No sufrimos por

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  • eso. Sufrimos porque la Argentina teme todo lo que podra sacarla de su sueo, porque este chaparrn de violencia y de sangre no logra hacerle abrir los ojos".

    As termin su carta el joven Oficial. No se puede agregar sino que esta historia parece hecha ms que de equivocaciones, de situaciones confusas, de indecisin en los fuertes, de audacia en los tmidos. As quedar seguramente hasta el da en que lleguen los historiadores y pongan todo en orden.

    I Parte. Dios lo quisoMi relacin con el Ministerio de Bienestar Social

    Porqu en este relato del contacto que mantuve con los diferentes sectores comunitarios introduzco el tema de Bienestar Social, se preguntarn muchos. Sencillamente, porque Jos Lpez Rega no poda ser ajeno a lo que estaba a punto de iniciarse en Tucumn, y, como buen vlido, decidi tomar parte en el asunto, de forma tal que si el xito coronaba la empresa su nombre no estuviese ausente de la gesta. La suya era una de esas maniobras polticas que, entre bambalinas, son dados a tejer todos los hombres con alguna ambicin.La realidad socioeconmica de la provincia dejaba bastante que desear y eso, claro est, entorpeca nuestros planes de paz social, beneficiando al propio tiempo los planes tcticos del enemigo. Bienestar Social se decidi, pues, a apoyar a la provincia, para la cual el ministro decidi que el representante de su cartera en Tucumn se me presentase con el fin de escuchar los reclamos y necesidades de la brigada. Ni bien le resalt cuales eran las prioridades, de acuerdo al anlisis que haba efectuado el cuerpo encargado de asuntos civiles, este seor dijo que tena rdenes precisas de atender y resolver cualquier inconveniente relacionado con Bienestar Social de la Nacin.An cuando la crisis era mayscula y semejante ayuda me resultaba vital, no quise entablar relacin directa, soslayando la relacin de comando directa que me una al Tercer Cuerpo y al Comando General. Entend que las decisiones deban ser tomadas en la Capital, entre el Comandante en Jefe del Arma y el Ministerio de Defensa Nacional, pues yo, como Comandante de una zona de operaciones, no estaba facultado para tomar ese tipo de decisiones ni ninguna que se le pareciera. Mas cuando involucraban a un ministro cuyo titular sobrellevaba el peso de acusaciones gravsimas, aparte, entre el representante de Lpez Rega y la delegacin de la provincia exista una de esas pujas tan corrientes dentro del peronismo.Si bien el Comando del Tercer Cuerpo no entendi la importancia de los

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  • envos que a partir del mes de febrero comenz a hacer peridicamente Bienestar Social, pues supuso errneamente, que eso y cohonestar las acciones de Jos Lpez Rega era lo mismo, desde Buenos Aires al Comandante en Jefe del Ejrcito dio su visto bueno al proyecto. Hubo de organizar, entonces, dentro de la propia brigada, un lugar para depositar, previo inventario, las mercancas y elementos varios que llegaban de Buenos Aires. Los encargados del inventario -indispensable tratndose de entregas multimillonarias- fueron oficiales y suboficiales de intendencia, a quienes les di expresas rdenes de informarme cualquier anormalidad en los envos o cualquier duda que surgiese respecto de su relacin con los miembros del ministerio en cuestin.Al Ministerio se le hacan conocer las necesidades y, de acuerdo a stas, la Vta. Brigada y no Bienestar Social, reparta los alimentos, tiles escolares, frazadas y otros artculos en la zona de operaciones. La fiscalizacin de las entregas, que eran hechas, segn las circunstancias, en escuelas, sanatorios, hospitales, pueblos de campaa y villas de emergencia, correspondan a los oficiales de Intendencia previamente designados, razn por la cual ellos eran directamente responsables ante m de su trabajo. Al cabo de cuatro o cinco meses, logr que las dos partes encontradas -delegacin provincial de Bienestar Social y representantes del Ministerio- acortaran distancias y llegaran a un acuerdo. Pero ni bien solucion este entuerto, pronto surgi otro, de ms difcil resolucin. Para colmo de males, siendo una versin canallesca, no estaba en m deshacerla. En resumidas cuentas suceda esto: como nunca se canalizaron las entregas a travs del rgimen funcional logstico Ministerio de Bienestar Social al Comando General, en el Comando a la Jefatura 4, Logstica, de ah al Tercer Cuerpo con asiento en Crdoba y recin despus de tamao recorrido a la quinta brigada de Infantera corri cual reguero de plvora que el general Vilas andaba en tratos poco claros con el ministro y favorito de la Presidencia.Desmontar semejante calumnia sera fcil si las calumnias hubiesen de desaparecer al no existir pruebas fundadas sobre el delito que se le achaca a una persona; pero no siendo as, de poco vale repetir que a Lpez Rega, lo vi en mi vida un par de veces. Y si lo hice, fue cumpliendo rdenes estrictas de la superioridad que me ordenaba, para facilitar el expediente, tomar contacto con el mismsimo Ministro de Bienestar Social. Nadie se acuerda en cambio, el celo que puse respecto de la contabilidad y la responsabilidad de las entregas efectuadas durante el "Operativo Independencia", pues nada me

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  • hubiese costado admitir la injerencia del representante de Lpez Rega, all donde no corresponda. Sin embargo, sabiendo que la imagen del Ejrcito y el xito de las armas nacionales estaba de por medio, en ningn momento y bajo ningn aspecto permit que la propaganda poltica del peronismo aprovechase la pobreza tucumana para ganar votos o especular con los bienes que se entregaban en forma gratuita.

    I Parte. Dios lo quisoNi una sola huelga

    Cuando todo pareca indicar que la Argentina marchaba aceleradamente, y sin advertir los riesgos del proceso, hacia un estado sindical, haber soslayado a los gremios, es decir, haberlos desatendido, hubiese sido demencial. Y no slo en razn de la predicha realidad, sino por la sencilla razn que el ERP trabajaba activamente en la CGT, en las comisiones internas de los principales ingenios y, de manera especial, en la FOTIA.Deba evitarse, sin por eso ceder un pice en la autoridad, que los trabajadores tucumanos cayesen en las redes dialcticas del marxismo, el cual presentaba al ejrcito Argentino como un ejrcito opresor extranjero, llegado para matar, torturar y anegar en sangre cualquier reivindicacin. El trabajo era delicado ya que enfrente de los sindicatos "clasistas" que respondan a la rbita trotzquista, maosta, guevarista o montonera, slo exista la estructura de la llamada "burocracia", cuyos dirigentes, amparados tras los consabidos matones de turno y el Ministerio de Trabajo, eran verdaderos strapas intocables. El derroche que hacan en pblico de bienes malhabidos, su prepotencia, el carcter fraudulento de sus candidaturas y, sobre todo, la asombrosa obsecuencia, los descalificaba moralmente, aunque, claro, seguan detectando el poder.Conociendo sus falencias y sus virtudes porque no todos eran corruptos, los cit un sbado en la Casa de Gobierno y all, frente a los representantes de 124 gremios les habl claro. En principio les hice ver mis limitaciones como Comandante de una zona de operaciones, pero enseguida demand de ellos su colaboracin, dejando en claro que, cualesquiera fuesen mis lmites, no permitira ningn tipo de insubordinacin ni huelga que pusiese en peligro la armona entre el capital y el trabajo. Mientras hablaba, serena, pausadamente, como es costumbre en m, vea que esos hombres me comprendan y comprendan el sentido que pretenda darle al "Operativo". Ellos seguramente esperaban una alocucin de tipo militar que les precisase

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  • cules seran las relaciones sindicatos-ejrcito; en cambio, escucharon palabras cargadas de respeto para con los obreros tucumanos, a los cuales saba deseosos de colaborar, sin que ello significase ceder a la demagogia populista ambiente.A tal punto asumieron su responsabilidad, que firmaron un documento en el que establecan su deseo de participar junto a las armas argentinas en tan trascendental accin, comprometindose, en su totalidad, a no perder una sola hora de trabajo mientras durase el "Operativo". Adems, se pusieron de acuerdo entre ellos, dejando por un momento de lado las desavenencias que separaban a la CGT de las 62 Organizaciones, para colaborar con la jefatura de Inteligencia de la Brigada. Debo dejar constancia que las mltiples informaciones que recib de los dirigentes y obreros me resultaron de capital importancia, pues el ERP se hallaba infiltrado en dichos sectores, aunque no haba logrado contar con la participacin masiva de stos.Asimismo y haciendo a un lado los modos arrabaleros caractersticos del peronismo, les asegur que hasta donde me lo permitiese la investidura y funcin, no seran ajenos al inters de la Brigada los abusos o incumplimientos de los convenios firmados con los empresarios. Como la reunin se llev a cabo un da antes de comenzar las operaciones, al despedirlos uno a uno, personalmente, cerr la charla recordndoles que desde ese momento me atendra a los hechos. Afortunadamente, la imagen real de orden que exista en Tucumn y el compromiso contrado hicieron que en todo momento los sindicatos apoyaran mi gestin. Incluso, cuando el favorito Lpez Rega cay, merced al empuje de la Central Obrera y a su propia ineficiencia, la CGT, regional Tucumn, desconociendo una orden de Buenos Aires, no se pleg a la huelga general que decretaron Casildo Herreras y Lorenzo Miguel. Como "nobleza obliga", le detenidamente la Ley Azucarera y los convenios con el objeto de proyectar para el ao 1975, una "zafra feliz" sin muertes, sin huelgas y sin injusticias sociales. Comprendiendo que las operaciones, por distintos motivos, podan ocasionar una merma de zafreros, me val de los sindicatos para organizar viajes de trabajadores catamarqueos y santiagueos a la zona de recoleccin, asegurndoles plenas garantas. Previa seleccin de los mismos, lo cual era indispensable si se pretenda eliminar a los agentes subversivos infiltrados, Tucumn fue recibiendo y dando trabajo, a una masa que en todo momento estuvo a la altura de las circunstancias. Tal es as que la zafra de 1975, al margen del logro operacional, fue una de las ms abultadas de la historia del azcar. Me

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  • sera imposible negar que tom contacto con la Aduana de Buenos Aires y, personalmente, me interes por todos y cada uno de los problemas atinentes a maquinarias y medios que deban importarse y sin los cuales el xito sera dificultoso. De no haberlo hecho hubiese pagado caro tributo a un prejuicio absurdo en esos momentos, y por no ayudar con el peso de mi uniforme a industriales honestos, la zafra hubiese resultado un verdadero fracaso.Ahora bien, si la parte sindical cumpli, tambin lo hizo la empresaria, demostrndose que cuando existe un poder arbitral fuerte, equidistante de unos y de otros, pero interesado en mancomunar los intereses de ambos, la armona entre el capital y el trabajo es posible. Hasta el momento de hacerme cargo de la Brigada, Tucumn era uno de los centros subversivos de mayor importancia en el pas. A la referida actividad que desplegaban los centros universitarios, donde las facciones dominantes respondan a las directivas de la guerrilla, se le agregaban los conflictos sociales, producto, por una parte, de las diferencias interperonistas, y, por la otra, de la estrategia sindical del ERP y Montoneros, interesados en reivindicar como lucha de los oprimidos contra los opresores a todos los paros, parciales o totales, habidos en la ciudad capital de la provincia y su zona de influencia. Nadie acertaba a ponerse de acuerdo pues el gobierno, como suceda en casi toda la Repblica, ligado por mltiples compromisos a las partes en pugna, era siempre sobrepasado. De Amado Juri, adems, con el que tuve el peor de los tratos, nada poda esperarse. En mayo de 1973 haba procedido a nombrar en altos cargos de su gobierno a conocidos miembros del peronismo montonero. En 1975, pasada la euforia camporista, Juri, sin soltar las amarras de izquierda, trataba de quedar bien con Dios y con el diablo. Opt, entonces, por ignorarlo, desoyendo las crticas que haca llegar al Ministerio del Interior y a la Presidencia referentes a mis extralimitaciones. Porque, efectivamente, me extralimit una y otra vez, interviniendo ENTEL -de modo que pudiese controlar las comunicaciones- el Correo, la crcel General Urquiza, dependiente de institutos Penales de la Nacin, sin contar con la proteccin y control que mand ejercer sobre los principales objetivos de la provincia: Agua y Energa, Obras Sanitarias, Telfonos, diques. As, el poder en Tucumn comenz a ser cada da ms bicfalo, realidad que no se le escapaba al Seor Gobernador, el cual iba con sus quejas a los respectivos ministros del interior que se sucedieron entre febrero y diciembre de 1975.A nadie se le escapaba la existencia de un gobierno paralelo sito en la

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  • Vta. Brigada; de donde muchos de los principales problemas de la provincia se trataban, formalmente en la Casa de Gobierno, y realmente ante mi presencia. La cerrada oposicin de Juri se vera ms tarde reforzada por una actitud similar del Gobernador de Santiago del Estero, quien, a cambio de una "paz social" ficticia y suicida, permitan el reabastecimiento del ERP en su provincia.

    I Parte. Dios lo quisoLa polica tucumana

    Como refer anteriormente, el lunes 13 de enero de 1975, me hice cargo de la Vta. Brigada de Infantera. Supo