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hacia la Pascua MANUEL DIEGO SÁNCHEZ Teresianum (Roma) Una adecuada comprenSlon de este tiempo litúrgico que facilite la conexión espiritual y la experiencia del Misterio de Cristo, no puede quedar limitada a un solo aspecto típico de su observancia -la penitencia- que, por cierto, acompaña también otros tiempos. Una organización, como la de la cuares- ma, que ha sufrido tanto a lo largo de la historia, se resiste a semejante absolutización *. Nuestra exposición quiere ceñirse al «dato litúrgico» tal y como lo usamos desde la reforma litúr- gica del Vaticano n, que, como tendremos ocasión de demos- trar, en buena medida ha tratado de recuperar la estructura más genuina de la cuaresma gracias a una serie de estudios históricos realizados anteriormente sobre la misma 1. Con todo * Para facilitar las citas litúrgicas usaremos estas siglas: - Libros litúrgicos: LH = Liturgia de las Horas; MR = Misal Ro- mano. Edición típica latina (Roma, 1970). - Para los textos litúrgicos: col = colecta; so = oración sobre las ofrendas; pc = oración después de lacomuni6n; pf = prefacio. - Para los días de la semana, en orden sucesivo: Dom, Ln, Mt, Me, Jv, Vn, Sb. - Para las horas de la LH: OL = Oficio de lecturas; Ld = Laudes; Vp = Visperas. Ordinariamente citaremos la edición litúrgica española; a veces aña- dimos el texto latino si la traducción no refleja bien el mensaje original latino. I Nos referimos sobre todo a los estudios de A. CHAVASSE, entre los cuales destacamos: Le caréme romain et les scrutins prébaptimaux avant REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 45 (1986), 53-74_

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MANUEL DIEGO SÁNCHEZ

Teresianum (Roma)

Una adecuada comprenSlon de este tiempo litúrgico que facilite la conexión espiritual y la experiencia del Misterio de Cristo, no puede quedar limitada a un solo aspecto típico de su observancia -la penitencia- que, por cierto, acompaña también otros tiempos. Una organización, como la de la cuares­ma, que ha sufrido tanto a lo largo de la historia, se resiste a semejante absolutización *. Nuestra exposición quiere ceñirse al «dato litúrgico» tal y como lo usamos desde la reforma litúr­gica del Vaticano n, que, como tendremos ocasión de demos­trar, en buena medida ha tratado de recuperar la estructura más genuina de la cuaresma gracias a una serie de estudios históricos realizados anteriormente sobre la misma 1. Con todo

* Para facilitar las citas litúrgicas usaremos estas siglas: - Libros litúrgicos: LH = Liturgia de las Horas; MR = Misal Ro­

mano. Edición típica latina (Roma, 1970). - Para los textos litúrgicos: col = colecta; so = oración sobre las

ofrendas; pc = oración después de lacomuni6n; pf = prefacio. - Para los días de la semana, en orden sucesivo: Dom, Ln, Mt, Me,

Jv, Vn, Sb. - Para las horas de la LH: OL = Oficio de lecturas; Ld = Laudes;

Vp = Visperas. Ordinariamente citaremos la edición litúrgica española; a veces aña­

dimos el texto latino si la traducción no refleja bien el mensaje original latino.

I Nos referimos sobre todo a los estudios de A. CHAVASSE, entre los cuales destacamos: Le caréme romain et les scrutins prébaptimaux avant

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 45 (1986), 53-74_

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ello contamos en esta presentación. Por eso, nos limitaremos a dejar hablar a todos aquellos elementos -lectura de la Pa­labra, textos eucarísticos, ritos cuaresmales, Liturgia de las Horas-, que vienen a ser como el soporte de esta organización litúrgica que la Iglesia se ha dado a sí misma 2.

CLAVES DE COMPRENSION

1. Su mismo nombre (Quadragesima-cuaresma = 40) nos da ya la pista etimológica para encauzar este tiempo en una pers­pectiva bíblica, simbólica y espiritual: es un tiempo de cuaren­ta días, duración cargada de resonancias bíblicas que quiere asimilar la experiencia de salvación vivida por el Pueblo de Dios y por sus miembros más representativos dentro de un espacio parecido de tiempo:

• Diluvio de cuarenta días (Gén 6,5-8,22), que sirvió de purificación y extinción de la maldad de la tierra y fue límite de una nueva etapa en la alianza con Dios.

e Israel, peregrino durante cuarenta años por el de­sierto, puesto a prueba antes de entrar en la tierra.

e Moisés, en el Sinaí, durante cuarenta días, para reci­bir la Ley de Dios.

e Elías de camino hacia el Horeb, durante cuarenta días, para encontrarse con Dios en el Monte (1 Re 19,1-18).

le IXe si(xle: Recherches de Sciences Religieuses, 35 (1948), 325-381; Les messes quadragesimales du Sacramentaire Gélasien (Vat. Reg. 316): Ephemerides Liturgicae, 63 (1949), 257-275; La structure du Caréme et les lectures des messes quadragesimales dans la liturgie ramaine: La Mai­son-Dieu (1952), n. 31, 76-119; Le Sacramentaire Gélasien (Vat. Reg. 316) sacramenfaire presbyteral en usage dans les titres romains au VIle siecle = Bibliotheque de Théologie, IV /1 (Tournai, 1958).

2 Como presentaciones de la cuaresma, en el marco de todo el año litúrgico, recordamos: J. LÓPEZ MARTíN, El Año Litúrgico = BAC popu­lar 62 (Madrid, 1984); J. M. BERNAL, Iniciación al Año Litúrgico = Aca­demia cristiana (Madrid, 1984). Una presentación teológico-espiritual de cada celebración, sobre todo la dominical, se encuentra en A. NOCENT, Celebrar a Jesucristo, 2." ed., vol. 3 (Santander, 1980).

Por último, recordamos que el leccionario patrístico de la LH es el mejor comentario a este tiempo que refleje todas sus líneas.

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• Jesús de Nazaret, retirado al desierto de Judá du­rante cuarenta días, probado y tentado para repetir y asumir la historia y el éxodo del Pueblo de Dios.

Toda esta experiencia de «cuarentena» da forma y conteni­do a nuestra cuaresma mucho más allá de la simple coinciden­cia numérica, convirtiéndola en una realidad «sacramental» 3,

un tiempo de salvación en el cual queremos seguir estos pasos que son paradigma de todo grupo o individuo en la búsqueda del Dios vivo.

En estos antecedentes de la historia salvífica hallamos tam­bién un ambiente y una actividad común: desierto y camino,' ambos aspectos nosotros los conservamos como básicos para la espiritualidad cuaresmal. Y aquí conviene recordar la matiza­ción bíblica y patrística del desierto, que no es lugar de tran­quilidad, soledad, retiro, abandono, sino lugar activo, de lucha, de tentación y puesta a prueba, de verificación de la autentici­dad de la alianza con Dios y de nuestra fe 4. Sobre este signifi­cado de la cuaresma, como un tiempo-síntesis de la historia de salvación, se mueve el prefacio del domingo primero de cua­resma, Cristo como AUTOR e inspirador de la cuaresma de la Iglesia: El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, INAUGURO la práctica de nuestra penitencia cua­resmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado.

2. Una adecuada metodología y, por tanto, también una adecuada experiencia litúrgica, pide no separar el ciclo cuares­ma-Pascua si se quiere dar con el verdadero sentido del tiempo cuaresmal, que es tiempo relativo; relativo porque mira y se encamina a la Pascua; en una palabra, tiempo de preparación pascual. Esto nos obliga a ajustar la mentalidad -cuanto se dice y cuanto se hace- considerando que el centro de interés,

3 Así ve la Cuaresma la col Dom 1, que en la antigüedad era el día de apertura: ... per annua QUADRAGESlMALlS exercitia! SACRAMENTI, et ad intellegendum Christi proficiamus arcanum, et effectus eius digna conver­satione sectemur: MR 184. La versión española traduciendo: Al celebrar un año más la santa cuaresma ... , ha desvaído notablemente la fuerza del original.

4 En el monaquismo primitivo el desierto se consideraba lugar de per­manencia habitual del diablo y se va a este sitio para enfrentarle batalla cara a cara. Ver la Vida de Antonio, escrita por San Atanasio.

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aun dentro de la cuaresma, está en la fiesta pascual, hacia la .cuarse camina quitando y removiendo obstáculos.

Si la Iglesia nace y marcha hacia la Pascua en su peregrina­ción terrena, este movimiento constante e ininterrumpido la li­turgia lo trata de concretar en el año litúrgico dentro de una lógica más profunda y real que la de una simple representación teatral de la vida de Cristo; una verificación que es más explí­cita dentro de la cuaresma. Sería preferible tomar un punto de partida distinto al habitual: está la Pascua de Jesús, centro cualitativo más importante de nuestras miradas y de nuestras vivencias (centro del año litúrgico porque 10 es de la vida cris­tiana) hacia el que nos encaminamos intensamente durante cua­renta días (= cuaresma) y después del cual seguiremos aún 'caminando durante cincuenta días (tiempo pascual) prolongan­do la fiesta y la alegría pascual.

No se piense que esta visual no va acompañada de la con­siguiente señalación litúrgica en la estructura y en los textos propios de este tiempo. Existe una forma finísima de establecer la conexión cuaresma-Pascua: lectura del evangelio de Juan en la eucaristía desde la cuarta semana de cuaresma en adelante hasta el final del tiempo pascual 5; es un modo rebuscado por el que se indica esa unidad, construida sobre el ejemplo de la misma vida de Cristo caminando siempre hacia la Pascua de Jerusalén, año tras año, y esperando la Hora suprema de la glorificación. En este mismo sentido se ha de advertir el papel diferenciador que tienen los domingos cuaresmales: sobre ellos descansa prácticamente todo el peso de este tiempo y siempre .conservan el carácter pascual que tienen durante el año; no en 'Vano, en Laudes, se lee un texto que quiere preservar el carácter festivo del día -no penitencial- y preludia la alegría final: Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis :tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza (Neh S,ga. 10), o la lectura dispuesta para el domingo 5 relativa ya a la fiesta pascual judía (Lev 23,4-7). Se piense además en el ca-

5 Se comienza leyendo desde Juan 4,41-54; se saltan el cap. 6 (discur­!So del Pan de vida), trasladado a las semanas 2 y 3 de Pascua, y el cap. 10, trasladado a la semana 4 del mismo tiempo.

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rácter de anticipación de la Fiesta que tienen los domingos 2 (Transfiguración) y de Ramos (entrada en Jerusalén) 6.

Hace falta estar sensibilizados para captar esos continuos reclamos que se hacen en las oraciones eucarísticas en la misma inauguración, semana tras semana, con un deseo ininterrumpi­do: poder celebrar dignamente las fiestas pascuales 7, y que ha­cia la mitad de la cuaresma busca el consuelo del camino hecho y de lo que queda por andar: ... (J¡ medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra en­trega para poder celebrar dignamente el Misterio Pascual 8, o que se convierte en aspiración futura cuando ya es inminente la Pas­cua anual, en la petición de las preces de Laudes del domingo de Pasión a Jueves Santo: conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Lo dicho sirva para afirmar de nuevo que no existe rotura entre cuaresma y Pascua, aunque sí distinto matiz de celebra­ción y observancia cristiana. Celebración de la cuaresma sin contorno y perspectiva pascual es perder el horizonte de la vida de la Iglesia y caer en identificaciones que pueden vaciar de contenido salvífico el año litúrgico en favor de una celebración moralizante.

I. TIEMPO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

De entre todos los elementos que han concurrido más a la formación de este tiempo litúrgico tal y como lo conocemos, destaca sobre todo la última etapa del catecumenado antes de la celebración de la iniciación cristiana (bautismo + confirmación + eucaristía) en la noche de Pascua. Ahora no entramos aquí en la descripción histórica y ritual de las fases de la iniciación, su decadencia posterior y la recuperación actual que hemos 'Conocido; hacemos notar sencillamente que la cuaresma actual,

6 De «principio», exordium venerabilis sacramenti, se habla en la so Dom 1 (MR 184).

7 ••• que fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar con el co­raz6n limpio a la celebraci6n del Misterio Pascual de tu Hijo: Oraci6n 1 de bendición de la ceniza.

8 MR col Jv 3. Referencias a la Pascua se pueden encontrar también en so Mc ceniza; so Dom 1; pi Dom 1; col Vn 1; so Dom 2; Pf Dom 2; Col Vn 2; Col Sb 3; col Dom 4; Col Mt 4; Col Jv 4; so Vn 4.

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igual que la cuaresma clásica antigua, se estructura según esta ordenación catecumenal, exista o no la presencia de cate­cúmenos en la comunidad celebrante, con una evidente trans­posición bautismal que toca de cerca a todos los creyentes y no sólo a esa categoría. Para todos los bautizados se trata también de recordar-actualizar las propias raíces sacramentales, rehacer la propia iniciación refrescando aquellas opciones básicas o pro­mesas bautismales que marcan la existencia cristiana y sobre las que se han elevado o construido otras tantas elecciones vitales, como puede ser, entre otras, la de la vida religiosa. No se trata de hacer arqueología por el gusto de 10 antiguo y primitivo: ¿cómo se podrá participar en la celebración-culmen del año litúrgico, la Vigilia o noche santa de Pascua, toda ella bautis­mal, si no se ha caminado a lo largo de la cuaresma en esta dirección? La correspondencia litúrgica con la Pascua (lecturas A T + bendición del agua bautismal + renovación de las pro­mesas bautismales + aspersión del agua lustral) exige el haber preparado y rememorado el propio nacimiento a la fe, cuyo momento anamnético más fuerte 10 va a constituir precisamente la celebración anual de la Fiesta.

Es significativo que de cuando en cuanto la liturgia se haga eco no sólo de la presencia de bautizandos, sino aun de toda la comunidad, fieles y catecúmenos, que reconoce el plan de la economía divina en los sacramentos y se dispone a la acción salvífica del agua siempre operante, aunque en estos días apa­rezca más conforme al Misterio Pascual: Señor, Tú que reali­zas sin cesar la salvación de los hombres y concedes a tu pue­blo, en los días de cuaresma, gracias más abundantes, dígnate mirar con amor a tus elegidos y concede tu auxilio protector a los Catecúmenos y a los Bautizados (Col Sb 5).

1. El Evangelio de los signos sacramentales

La liturgia de este tiempo, compartida por catecúmenos y fieles, preveía ritos especiales (exorcismos, entrega del Credo y del Padrenuestro) previos al bautismo que se realizaban en el marco de la Eucaristía dominical. Se trata de una organización iniciática ligada en sus diversos momentos a la lectura de la Palabra.

El ciclo A de los domingos, en la lectura del Evangelio, se

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inscribe claramente en esta liturgia catecumenal: en los do­mingos 3, 4 Y 5 tenemos el leccionario clásico de la cuaresma basado en tres relatos del IV Evangelio: La samaritana On 4, 5-42), el ciego de nacimiento On 9,1-41) y la resurrección de Lázaro On 11,1-45). Estos textos bíblicos no pueden pasar sin más desapercibidos en una cuaresma atípica, ligada al sucederse normal de tres años de lecturas, como puede ocurrir en el tiem­po ordinario 9.

Estamos ante un caso evidente en el que la situación litúrgi­co-sacramental de la comunidad reinterpreta sapiencialmente la Escritura y la lee desde el hoy que se realiza entre sus miem­bros. Estos tres milagros-signos tienen una dimensión profética del misterio del bautismo, que es baño de purificación a través del agua (samaritana), iluminación de la ceguera humana con los ojos de la Fe (ciego de nacimiento) y, finalmente, misterio de muerte y resurrección a una vida diversa o distinta. Lo im­portante de estas tres perícopas es el lugar indiscutible de Cristo como respuesta de salvación integral: ante la sed de feli­cidad él es la fuente de agua viva; ante la ceguera y tiniebla que se padece, individual y socialmente, él es la luz del mundo; ante la muerte física y espiritual que acompaña la existencia del hombre, él es la resutrección y la vida. Resuena en estos tres signos el YO SOY del Misterio de Cristo que viene en ayuda de la fragilidad humana, la enfermedad y la vejez terrena en que se halla sumergido el hombre 10. La comunicación y el paso se da precisamente por medio del sacramento, en el misterio y en la fe, pero de acuerdo a la catequesis patrística, como un milagro mucho más excelente de los narrados en el evangelio.

Estas tres lecturas del evangelio sacramental por excelencia no se pierden en ningún ciclo cuaresmal 11, son la confirmación bíblica de 10 que se cumple en la iniciación cristiana y, combi­nados con los textos del apóstol que se leen en la segunda lec-

9 Las lecturas patrísticas de estos domingos son comentarios a estas perícopas de Juan. En los ciclos B y C se deben trasladar a las ferias y allí colocar lecturas adecuadas.

!O De fragilitas, vetustas, infirmitas hablan bastantes oraciones euca­rísticas. El tema del envejecimiento del mundo se encuentra en el pensa­miento patrístico, ver S. CIPRIANO DE CARTAGO, Ad Demetrianum.

11 En los ciclos B-C pasan a cualquier día de las semanas 3-5 en que se deben inserir conforme lo indica el leccionario ferial.

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tura dominical 12, ofrecen una evidente proyección bautismal. En algunos de éstos nos hallamos ante la teología bautismal más primitiva. Es cuestión de acompañar estos domingos del ade­cuado marco litúrgico, sin traicionar su dirección por otras so­luciones más fáciles. No menos importante será superar la in­diferencia con la que se presenta y vive la cuaresma, como un tiempo todo marcado por una sola orientación; el análisis de­muestra lo contrario, hay tres domingos, o días feriales en los ciclos B y C, que se dedican a una especial catequesis bautismal guiados de la mano de Juan.

2. El sacrificio cuaresmal

No hablamos de la penitencia, sino de la eucaristía, en torno a la cual discurre todo el proceso cuaresmal, principalmente en el domingo; aunque el hecho de tener los días de la semana lecturas y eucología propias habla de unas ferias de cuaresma de cierta importancia. Así, la eucaristía, a la par de encuentro cotidiano con la Palabra y el Cuerpo de Cristo, asume además en sí las diversas realidades, todos los ejercicios y prácticas con los que acompaña este tiempo el Pueblo cristiano, y por enci­ma de todo esto, ella es el «Sacrificio de la Cuaresma» 13, que por guiar a la comunidad en la memoria continua del Misterio de la Pasión, su frecuencia celebrativa se convierte en Ilacrifi­cium placationis et laudis 14, un valor doble que acentúan prin­cipalmente las oraciones so y pc de este tiempo.

Existe todo un vocabulario eucarístico en el que se puede constatar el fruto espiritual que procura el sacramento para una comunidad que se presenta a Dios en situación penitencial acompañada de gestos concretos. Entre todos aquellos efectos eucarísticos que se piden para que se sientan en la Iglesia, des­taca naturalmente el perdón de los pecados, aspecto que parece repugna a la piedad eucarística y, sin embargo, aquí es bien

12 En el ciclo A sólo tenemos Efesios 5,8-14; textos bautismales im­portantes como 1 Pedro 3,18-22 y 1 Corintios 10,1-12 han pasado a do­mingos de los ciclos B y e, quizá para no dejarlos a éstos desprovistos del tema bautismal.

13 MR so 180 182. 14 MR so 183; cfr. 219.

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claro y tradicional 15; la insistencia psicológica con que se bus­can las propiedades del sacramento se basa naturalmente en la proyección soteriológica sobre el hombre, pero ésta sobre todo en clave medicinal: para quienes se mueven bajo el peso del pecado y las heridas de su influjo, la celebración eucarística procura reparación, es medicina y remedio de inmortalidad; es salud del cuerpo y del espíritu, indulgencia, auxilio, etc. 16.

En este sentido, la función curativa y purificatoria de la eucaristía, al lado de los ejercicios penitenciales, no hace más que preparar en los creyentes los frutos que confirmará la cele­bración pascual. Podemos pensar que la ascesis cristiana, como participación en el misterio del aniquilamiento de Cristo, con~

duce necesariamente a aquellos lugares de encuentro donde se comunica una gracia más abundante.

Aquí habría que resaltar la obra del Espíritu y su permanen­cia en el hombre, una curiosa e inédita nota cuaresmal que recuerdan a menudo las preces de Laudes y Vísperas: ... Dios, nuestro Padre, que por la acción de su Espíritu purifica nues­tros corazones y los llena de sto amor. Una acción múltiple y va­riada 17.

3. Otros motivos catequético-bautismales

El análisis no se puede limitar únicamente a esos tres domin­gos de los escrutinios bautismales que anteriormente hemos re­cordado. La mentalidad bautismal circula a través de textos eucológicos eucarísticos, lecturas bíblicas, lecturas patrísticas de la LH, preces de Laudes y Vísperas, etc., y todo esto incluso fuera del marco dominical. A veces son pequeños detalles o mo­tivos sugestivos que recrean un clima evocativo para la comuni­dad celebrante; a veces discretas insinuaciones a ritos del anti­guo catecumenado; estos acentos dispersos allá y acá no pueden pasarse por alto.

15 Un estudio que puede consultarse sobre el particular es: P. SORCI, L'Eucaristia per la remissione dei peccati. Ricerca nel Sacramentario Ve­ronese (Palermo, 1979).

16 Indulgentia: col 212; so 181 186; pc 181.-Subsidium mentis et corporis: pc 186.-Remedium: so 211 (cfr. so 188 208).

17 Referencias al Espíritu Santo no son tan frecuentes en MR: col 197; antiphona ad communionem 210.

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T

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Volvemos de nuevo al leccionario dominical por razones diversas a las anteriores. Su compaginación interna entre las tres lecturas (AT + Apóstol + Evangelio) difiere de la que conoce- ~ mos normalmente; no existe esa vinculación entre AT y Evan- 1 gelio a que nos tiene tan acostumbrados la liturgia actual. En este caso concreto de los domingos de cuaresma hay que decir que cada uno, AT Y Evangelio, por sí solo tiene su propia ley de conexión, que podríamos llamar de tematización vertical diversa de la horizontal, que es la más conocida y usada. E~ claro que la conexión no se ha de buscar entre AT y Evangelio, sino optar por ver el cuadro general del ATen los cinco domin-gos de cuaresma por aislado, igual que habrá que hacer con el

Evangelio. Quedándonos con el AT, se descubre que la tematización

está en su misma ordenación sucesiva, domingo tras domingo: se ha buscado, independientemente de otras relaciones laterales, una presentación de los momentos más decisivos de la Historia de la salvación, recreándose incluso en ciertas constantes que se repiten invariablemente en los tres ciclos:

Dom.

1

II

UI

IV

V

Libros

Génesis Deuteron.

Génesis

Exodo

Históric.

Proféticos

A

Histor.

Adán

Abrah.

Desier.

David

Espíritu Mesías

B C Coinc.

Fe-Tierra Alianza

Noé Israelita Génesis

Abrah. Abrah. Abrah.

Moisés Moisés Moisés

Exilio Tierra

Alianza Nuevo Futuro nueva Exodo

Lo que tiene apariencia de ser un juego de coincidencia po­see, sin embargo, una unidad temática fundamental. Sobre la base de un lema orientador para cada ciclo (Historia-Alianza­Fe y Tierra), se ordena una catequesis de la historia salvífica que responde a sU mismo orden lógico: Adán-Paraíso, Abraham,

I I

I I

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Exodo, Situaciones históricas diferentes, Profecía y promesa. Es la anual memoria de las maravillas de Dios, válida para el que comienza el camino de salvación que 10 conducirá al sa­cramento de la fe, pero no menos válida para quien ya goza de ella porque esta anámnesis conduce necesariamente a la conver­sión, a la alabanza y a la acción de gracias 18. Esta curiosa orde­nación bíblica de la liturgia dominical a esto debe conducir y no degenerar en enseñanza de Historia de Israel.

Rebuscando con atención en el leccionario ferial de 1::t euca­ristía no es difícil encontrar, entre un abanico más an~plio de temas, alusiones implícitas al catecumenado y a algunos de sus ritos. Podemos considerar como referidas al bautismo las lectu­ras de la curación de Naamán (Ln 3: 2 Re 5,1-15 + Lc 4,24-30), el paralítico de la piscina (Mt 4: Ez 47,1-12 + Jn 5,1-16), dos tipos que usarán siempre los Padres en su programa cate­quético 19. Y hasta se puede presumir una referencia al rito de la entrega de la oración dominical (M t 1: ls 55,10-11 + Mt 6,7-15), al del Credo o símbolo de la fe (Vn 3: Os 14,2-10 + Mc 12,28-34), ambos bien atestiguados por la literatura patrís­tica 20,

Todo cuanto hemos recordado del clásico vínculo entre cua­resma e iniciación cristiana puede resultar arcaizante, incluso en la reforma actual que camina con dificultad para reculturi­zar aspectos perdidos desde hace siglos, como éste. No obstante, se trata de una modulación cuaresmal bien apoyada en la Pala­bra, reflejada en cuanto ora la Iglesia y, sobre todo, abocada siempre a prolongarse desde otro punto de vista por todo el tiempo pascual.

18 Las catequesis prebautismales se basaban en este recorrido por la historia salvífica, cfr. J. DANIELOU, La catequesis en los primeros siglos (Madrid, 1975); M. DIEGO SÁNCHEZ, La catequesis y la espiritualidad de los Padres en su expresión simbólica: REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 44 (1985), pp. 60-65.

19 Cfr. M. DIEGO SÁNCHEZ, La catequesis ... , 1. c., p. 63. 20 lb., pp. 57-58. Sobre la entrega del padrenuestro ver S. SABUGAL,

El padrenuestro en la interpretación catequética antigua y moderna (Sala­manca, 1982); M. DIEGO SÁNCHEZ, Los Padres de la Iglesia, maestros de oración: Comunidades, 10 (1982), pp. 193-198. Sobre la entrega del credo o símbolo, ver S. AMBROSIO, Explicación del Simbolo y el De Sacramen­tis, V.

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II. CUARESMA DE RECONCILIACIÓN Y DE PERDÓN

Aquí cuenta mucho la experiencia secular de la Iglesia; la liturgia que es tradicional y conservadora, ha mantenido este tono cuaresmal sobre los demás, incluso basándose en dos ritos que desde hace bastantes siglos perdieron la funcionalidad pri­mera:

• Miércoles de ceniza: Rito penitencial de la imposición de la ceniza, sólo destinado a los pecadores públicos como signo de que entraban a formal' parte de este orden y comenzaban a cumplir la penitencia. Hoy se ha aceptado el trasvase de este rito a toda la comunidad, fenómeno también antiguo, interpre­tado como signo de la actitud penitencial eclesial y como de­marcación del tiempo cuaresmal que se abre este día .

• Jueves Santo: Misa de reconciliación de pecadores; es decir: después de haber cumplido el tiempo penitencial estable­cido, éstos vienen reintegrados totalmente a la vida eclesial, par­ticipando así en toda la celebración eucarística. Esta celebración eucarística ya no existe después de la reforma del Vaticano 11, pero se aconseja una celebración sacramental de la penitencia.

Este doble marco penitencial que abre y cierra la cuaresma nos pone en sintonía con un sentimiento eclesial que se vive día tras día y que convierte este espacio del año litúrgico en «tiempo penitencial» bien definido. Nunca se trata de creerse o imaginarse pecadores durante una temporada, sino de vivir como un don este tiempo aceptable (sacramental si se prefiere) o tiempo de salvación para conformarse seriamente a la renova­ción pascual en criterios, en mentalidad, en forma de vida, y así reflejar mejor esa realidad místico-sacramental de ser una «nue­va creatura».

1. Tiempo de la misericordia divina

Esto es 10 que afirma positivamente la liturgia llamando a la conversión y describiendo la disposición salvífica divina.

"Si nos atenemos únicamente al mensaje de la Palabra, que es en la cuaresma el lugar más importante para confrontarse la

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Iglesia con el proyecto divino y encontrar su propio rostro como «sacramento universal de salvación» 21, hablaríamos de dos oca­siones como representativas de cuanto busca en el camino cua­resmal.

a) Llamada eclesial a la penitencia que tiene lugar el miér­coles de ceniza con la presentación de una comunidad que pre­tende ser auténtica en su respuesta y en sus signos de arrepen­timiento. Las lecturas bíblicas (loel 2,2-18 + Salmo 50 +2 Co­rintios 5,20-6,2 + Mateo 6,1-6.16-18) que ambientan la liturgia penitencial de la ceniza y de la eucaristía, se mueven precisa­mente en esa comprensión comunitaria: búsqueda de la conver­sión interior por encima de todo (<<rasgad los corazones, no las vestiduras»); autenticidad y discreción en esos tres ejercicios o prácticas cuaresmales (limosna + oración + ayuno) que se presentan como un todo en el texto seleccionado de Mateo y cuya pretensión es que se mantengan evangélicas, según la enseñanza y ejemplo de Jesús, no según otros parámetros religiosos.

Desde el primer momento, en esta celebración-síntesis o pro­gramática del tiempo, se quiere alejar el clima penitencial del formalismo religioso y encauzarlo dentro del mensaje profético y de la predicación de Jesús.

b) Cuaresma de la misericordia podemos considerar como bien marcada la del ciclo e en el leccionario dominical, siempre a causa del evangelio leído en los domingos 3 al 5. No es casual la elección de Lucas para este ciclo (Lucas 13,1-9 + 15,1-3.11-32 + Juan 8,1-11) con preferencia a los otros sinópticos; se distingue especialmente por esa insistencia en la misericordia divina (el hijo pródigo); ni tampoco lo es, añadirle el paso de la adúltera, que parece no formaba parte primitivamente del IV evangelio 22.

21 La disposición de escuchar la Palabra, a juzgar por la insistencia de las preces de Ld y Vp de la LH, forma parte de una espiritualidad cuaresmal bien fundada. Significativa es también la pc Dom 1, inspirada en el evangelio de la tentación de Jesús: ... que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de toda palabra que sale de tu boca. Véase también col Mc 3.

22 La Biblia de Jerusalén pone esta nota exegética: «Esta perícopa, inspirada y canónica, no formaba primitivamente parte de Jn. Tal vez sea de Le.»

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¿ Qué pretende la Iglesia? Parece como si quisiera proclamar la necesidad de la metanoia-conversión apoyándose en estos tres datos que fundamentan su posición de intermediaria en el perdón:

• Sobre el anuncio-evangelio (= buena noticia) de Cris­to: «si no os convertís, todos pereceréis» (dom. 3), porque el Padre corta todo árbol que ocupa la tierra sin dar fruto.

• Sobre la revelación de Cristo acerca de la misericor­dia divina: cómo se comporta el Padre con los hijos (muertos si están fuera de la casa paterna) cuando vuelven a El (dom. 4).

• Sobre la actuación de Cristo con los pecadores (la adúltera), que pone delante de nosotros los modos y las maneras de Dios con el pecador (dom. 5).

En este año, sobre la Palabra del mismo Cristo, de sus mis­mos labios, se nos introduce en ese misterio de la iniciación divina que a través del don de la cuaresma sigue saliendo en busca del pecador.

Pero no se agota la temática penitencial en este ciclo domini­cal. El mismo leccionario ferial, sobre todo en las tres prime­ras semanas, ofrece una rica gama de ejemplos y actitudes pe­nitenciales. Se pueden considerar fundamentales para la cuares­ma eclesial textos de la literatura profética como éstos:

• [sedas 58,9b-14: el ayuno buscado por Dios (Sb ce­niza).

• Ezequiel 18,21-28: no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Vn 1).

·e Oseas 6,1-6: quiero misericordia y no sacrificios (Sb 3).

Desde el evangelio de Cristo se leen textos del A T que son como modelos de la historia sobre los cuales podemos colocar nuestra esperanza en la propia conversión y en la fidelidad de Dios: los ninivitas (Jonás 3,1-10 + Lucas 11,29-32: Mc 1) que se convierten de su mal camino por la predicación de J onás, o las confesiones colectivas, hoy diríamos liturgia penitencial, de Da-

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niel (9,4-10: Ln 2) y de AzaTÍas (Daniel 3,25.34-43: Mt 3). En perspectiva de NT son más l3ignificativos el ejemplo de Leví, pecador, que recibe en su casa a Jesús (Lucas 5,27-32: Sb ce­niza), la hipocresía de los fariseos (Mateo 23,1-12: Mt 2), la oración humilde del publicano que se reconoce pecador (Lucas 18,9-14: Sb 3), la vuelta a casa del hijo pródigo (Lucas 15,1-3. 11-32: Sb 2) o el perdón concedido a la adúltera (Juan 8,1-11 + Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62: Ln 5) leído junto a la falsa acusación de adulterio de Susana, otra mujer de Israel.

y no menos frecuentes son las llamadas de Jesús al amor del prójimo (Mateo 25,31-46: Ln 1), al perdón fraterno como paso anterior al propio perdón (Lucas 6,36-38: Ln 2) y a la ofrenda litúrgica (Mateo 5,20-26: Vn 1), o a la concesión de un perdón sin límites, 70 veces 7 (Mateo 18,21-25: Mt 3).

Podemos notar el enorme realismo de la cuaresma, que no se queda restringida a prácticas y usos, cuanto a lograr cambiar al hombre en todas esas actitudes que impiden una convivencia más justa, un entendimiento mutuo. No se puede hacer una vi­vencia intimista, cerrada en el individuo, de lo que constituye una marcha, participando en los dolores y sufrimientos de to­dos los hombres, hacia la Pascua de liberación. Es la ocasión oportuna que Dios en Cristo, Pastor y médico, nos brinda de tomar ese camino que lleva hasta él dejando a un lado nuestros propios senderos.

2. El ejercicio cuaresmal

Es verdad que la oración constante de la Iglesia se mueve en tomo a la purificación y renovación de cada uno de sus miembros. Lo considera iniciativa divina y don, por eso lo pide una y otra vez: Conviértenos a ti, Dios, Salvador nuestro (col Ln 1), pero entiende este tiempo como un empeño positivo (exercitatio-observantia) 23 de libre respuesta a la inspiración divina, concretado incluso con actos positivos y bien determinados que hablen de una disposición sincera y auténtica. Sería el opus quadragesima1 24 o las opera penitentiae 25 que la predicación

23 Ouadragesimalis exercitatio: MR 179 197 211.-0uadragesimalis ob­servan tia: MR 178 179 182 183 185 197204207285.

24 MR 186: col Ln 1. 25 MR 182: col Sb ceniza.

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cuaresmal patrística y los mismos textos litúrgicos hacen consis­tir en el ayuno, la oración y la limosna u obras de caridad 26.

Aquí entramos en un campo donde la tradición puede ahogar lo que una apertura moderna podría convertir en medio de com­batir el propio yo y, además, los males que azotan nuestra civi­lización actual: el hambre, la violencia, el paro. No podemos sentirnos libres del deber de actualizar en cada cuaresma las obras de la penitencia y hacer sensible esa privación para re­partir y compartir con los demás. Un elemento éste que la litur­gia no tiene por qué hacerlo ni sustituirlo, a lo más recordarlo como en el prefacio 3 de este tiempo: Porque con nuestras pri­vaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus do­nes, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados, imitando así tu generosidad.

No cabe duda que cuanto la liturgia sugiere para la obser­vancia cuaresmal, aun con mentalidad bastante negativa sobre las realidades terrenas: la mitigación 27 de los deseos terrenos, la moderación 28 a la que se somete el cuerpo, inclusive el cas­tigo corporal 29

, ha de incidir en el creyente de acuerdo con la sensibilidad y las exigencias que siente alrededor y como so­lución (también como respuesta adecuada) a cuanto necesita de su intervención. Inclinar y someter nuestra conciencia ante Dios en esos signos y necesidades que no se resuelven con la indife­rencia: lograr una experiencia de cuaresma integral y tal es la consecuencia de una liturgia participada y comprometida.

Por no dejar esta ascesis cuaresmal sin salida, me parece interesante recordar una modulación espiritual que recuerdan algunos textos: el fruto de un ejercicio prolongado, de una constante actuación, donde se obliga a cambiar de modo de pensar y de hacer, ha de ser la erudición 30 en el bien obrar, es decir, el estar bien pertrechados, espiritualmente eruditos, por cuanto ha significado acumular ciencia y experiencia en el aco-

26 Véanse las lecturas de San León Magno: Jv ceniza, y San Pedro Crisólogo: Mt 3.-MR 200: Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el AYUNO, la ORACIÓN y la LIMOSNA como remedio de nuestros pecados ... (col Dom 3).

27 MR 187: pe Mt 1. 18 MR 187: col Mt 1. 2. MR 187 190 194: col Mt 1, Vn 1, Ln 2. 30 MR 196 213: col Me 2, Jv 4.

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meter todas aquellas acciones que han cambiado al hombre; sólo así se llega dispuesto, preparado en todos los niveles de la condición humana no sólo para el encuentro final, sino para el encuentro con el Resucitado que es preludio de su aparición definitiva.

111. LA HORA DE JESÚS Y LA HORA DE LA IGLESIA

Aunque en la dinámica interna de este tiempo el aspecto más relevante de la Pasión de Cristo se concentra idealmente en la semana 6, llamada precisamente «semana de Pasión» por abrirse con el domingo de Ramos y el Evangelio de la Pasión, este misterio viene anticipado en cierta manera durante la cua­resma con la aparición del Cristo doliente; sería el núcleo cris­tológico cuaresmal en el que se recuerda y toma conciencia de su aniquilamiento y del testimonio de paciencia-sufrimiento que ofrece a la Iglesia 31. Nos hallamos ante esa línea de memoria­celebración-imitación en la que todo el Misterio de Cristo se anuncia y se nos hace presente sacramentalmente.

El punto de arranque de la concentración litúrgica sobre la Cruz lo marca el domingo de Ramos, aunque la LH teológica­mente lo adelante con la lectura de la Carta a los Hebreos desde la semana 5; esta reflexión en clave cultual-sacrificial de la entrega final de Jesús la mantiene hasta el Viernes Santo. En esta semana de Pasión, en vísperas del Triduo Pascual, se le confía a Isaías (Cantos del Siervo de Yahvé) el descubrimiento de la disposición con que Jesús vive sus últimos momentos. No se debe olvidar que estos textos del profeta leídos en la euca­ristía junto con un grupo de salmos (21, 26, 30, 70) son los lugares bíblicos donde la comunidad primitiva ya encontraba el anuncio de cuanto padeció Jesús.

No obstante, entre el domingo 2, de la Transfiguración, y el 6, de Pasión, hallamos otros motivos que obligan a creer que la Cruz se sitúa desde la misma cuaresma en el misterio total de Cristo, es decir, dentro ya de la Pascua.

31 '" concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testi­monio ... (patientiae ipsius habere documenta): MR 234: col Dm Ramos.

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1. Subir con Cristo a Jerusalén a celebrar su inmolación es la invitación anual que recibe la Iglesia a través del tiempo litúrgico. Como si fuese evocada la peregrinación anual del pueblo a la ciudad santa, que el mismo Cristo cumplió tantas veces en su vida hasta que celebró su última Pascua.

El tono lo da el IV Evangelio; pero curiosamente antes que comience su lectura en la liturgia cuaresmal tenemos ya dos anuncios de la Pasión (Lucas 9,22-25: Jv ceniza + Mateo 20, 17-28: Mc 2) que solicitan del cristiano seguir a Cristo, cargar con su cruz y hasta beber su mismo cáliz. Es la ley del segui­miento y del discipulado: secuela en doctrina, forma de vida e incluso en la muerte. Asi, el caminar tras de Cristo, el Cristo de la Pasión, se entiende como un modo de asumir este itinera­rio cuaresmal hasta culminado en el Gólgota, una participación activa en la que con razón seguiremos afirmando: j Vamos nos­otros también a Jerusalén, a celebrar la Pascua del Cordero inmolado! 32.

2. La hora de la glorificación: En ese grupo de domingos (3-5) que reflejan la tonalidad evangélica propia de cada cua­resma, la teología de Juan sigue siendo la más representativa: la «hora» de Jesús, hora suprema y última, atravesando la cual en ese doble momento de muerte-vida, se convertirá en la hora de glorificación del Padre. Quien esté habituado a la forma men­tal joanea, comprenderá que el frecuente «no ha llegado mi hora» corresponde exactamente a la hora de la Cruz, que es donde comienza la gloria del Hijo.

Es en el ciclo dominical B donde hallamos la cuaresma más «cristológica» de los tres, y esto a través de tres signos que pro­claman la necesidad de la Cruz: a) el signo del TEMPLO, el propio cuerpo de Cristo destruido y levantado en tres días, que de ahora en adelante será el lugar donde se debe dar a Dios el culto en espíritu y en verdad (Juan 2,13-25: Dom 3 B); b) el signo del ESTANDARTE levantado por Moisés en el desierto, porque sólo levantado sobre la cruz el Hijo podrá atraer a todos hacia sí (Juan 3,14-21: Dom 4 B); c) el signo del GRANO DE

32 Existen algunas lecturas patrísticas en la LH, como las Cartas pas­cuales de S. Atanasia (Vn 4 y Dm 5), que quieren animar el sentido de participación en la Fiesta. Véase también la lectura de Gregario Nacian­ceno (Sb 5).

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TRIGO, cuyo proceso reproductivo -morir para dar fruto­ha de consumar Jesús si quiere dar fruto abundante (Juan 12, 20-33: Dom 5 B).

Los tres relatos tipológico s que Cristo da al misterio de su propia muerte forman un todo teológico-espiritual que permite establecer el doble paso: desde Cristo, causa de salvación en tanto que asume la hora irreversible de humillación, se ha de pasar necesariamente a quien mira su cuerpo, roto y glorioso, como lugar donde se revela la gloria de Dios, puesto que es también la «Hora» de la Iglesia en medio del tiempo, y de cada bautizado para sumergirse en semejante misterio que asegura la salvación. Es una nota espiritual que, como hemos dicho en otros lugares, proporciona Juan a la cuaresma colocándola en dirección místico-comunicativa, como si estuviera orientada a repetir la personal experiencia del evangelista: «Lo atestigua el que 10 vio y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad,. para que también vosotros creáis» (Juan 19,35).

3. Jesús sufriente y muerto en la historia de Israel: Nos apoyamos en ese texto insigne, la homilía pascual de Melitón de Sardes leída el Jueves Santo, para justificar esa antiquísima costumbre eclesial de buscar en el A T prefiguraciones de la Pasión: «Este es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de pies y manos en Isaac, el mismo que peregrinó en Jacob y fue ven­dido en José, expuesto en Moisés y sacrificado en el Cordero,. perseguido en David y deshonrado en los Profetas».

Es una pequeña antología que recoge la mayor parte de los personajes bíblicos considerados tradicionalmente figuras de Cris­to y que posiblemente entrarían también en el elenco de aquella explicación del AT que Cristo dio a los discípulos camino de Emaús: «y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó 10 que había sobre él en todas las Es­crituras» (Lucas 24,27; cf.24,46).

Pues igualmente ante la comunidad eucarística de los días feriales pasarán los prototipos de la Pasión: José vendido por sus hermanos (Génesis 37,3-4.12-13a.17b-28 + Mateo 21,33-43. 45-46: Vn 2); Jonás en el vientre del cetáceo (Jonás 3,1-10 + Lucas 11,29-32: Mc 1); el profeta Jeremías injustamente perse-

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guido (Jeremías 18,18-20: Mc 2 + 11,18-20: Sb 4 + 20,10-13: Vn 5). En esta lista deben entrar otros personajes ideales, como el justo sometido a una muerte infame (Sabiduría 2,la.12.22: Vn 4) o el heredero de la viña, hijo único, leído junto a la histo­tia de José (Vn 2). Adviértase que algunos de estos textos se sitúan en viernes, una ligera insinuación a la memoria semanal de la muerte de Cristo, o que acompañan relatos evangélicos en los que se insiste sobre el rechazo sufrido por Jesús de parte de los jefes religiosos de Israel, un dato importante en perspec­tiva de la próxima muerte.

Así, pues, no sólo tenemos una cuaresma bien esmaltada de acentos cristológicos desde el A T Y NT, sino que el camino litúrgico prevé una especie de gradación introducida y llevada adelante por la profecía, el anuncio del mismo Cristo y los sucesos inmediatos a su muerte violenta. Será el domingo de Pasión el que elevará esta atmósfera de preparación con el Mar­tirio del Siervo que posibilitará cualquier otro gesto de los dis­cípulos que reciba ese mismo nombre. Y dado que no se puede siempre llegar a ese extremo, se busca estar animados de aquella caridad perfecta: que vivamos siempre de aquel mismo amor (caritas) que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo (Col Dom 5).

CONCLUSION: POR UNA ESPIRITUALIDAD CUARESMAL

Pienso que es lícito hablar así, una vez que se habla tam­bién de «espiritualidad litúrgica», como del «ejercicio perfecto de la vida cristiana (en cuanto sea posible) con el cual el hom­bre, regenerado en el bautismo, lleno del Espíritu Santo por la confirmación, participando en la eucaristía, impronta toda su vida de estos tres sacramentos con el fin de crecer, dentro del marco del año litúrgico, con una oración continua y las activi­dades de la vida cotidiana, en la santificación mediante el con­figurarse a Cristo muerto y resucitado, en la esperanza del futu­ro escatológico, en alabanza de la gloria de Dios» 33.

De todo cuanto hemos ido desarrollando, de esas líneas di-

33 La definición es de B. NEUNHEUSER: Nuovo Dizionario di Liturgia (Roma, 1984), p. 1420.

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versas que se cruzan para formar una cuaresma como tiempo litúrgico bien definido, se hacen eco las «Normas universales sobre el año litúrgico» con palabras concisas:

«El tiempo de cuaresma está ordenado a la Prepa­ración de la celebración de la Pascua: La liturgia cua­resmal prepara para la celebración del Misterio Pas­cual tanto a los Catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los Fieles que recuerdan el Bautismo y hacen Peniten­cia» (n. 27).

Creemos haber ido tejiendo sobre esas mismas notas esta reflexión a modo de introducción litúrgico-espiritual dando pri­macía siempre a la Palabra, que, además de ser la atención a ésta una exigencia cuaresmal a menudo recordada 34, pensa­mos que se trata del elemento más determinante de su organi­zación, hasta el punto de que sufrió variantes con los avatares históricos de este tiempo. El punto fuerte que toca la dinámica de la espiritualidad cristiana nutrida en la liturgia se halla en la experiencia que el cristiano, ahora penitente y orante, consigue de este mundo simbólico y sacramental, preparado para un hom­bre llamado a la participación y comunión con el Misterio. Una leve sospecha sobre la dificultad del encuentro la tiene hasta la misma liturgia con lenguaje que pretende celebrar a Dios y educar al hombre.

Sabemos ya sobre qué constantes la comunidad cristiana quiere preparar la fiesta pascual. La preocupación «pastoral» y espiritual de la liturgia se pone en la tensión Misterio litúrgi­co-existencia cristiana, que se debe resolver en la total implica­ción humana: que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en este sacramento (Pe Dom 3). Las oraciones a nues­tra disposición son sensibles a este punto de encuentro que nosotros organizamos en varios niveles:

., Inspiración humana: Ilumina nuestro espíritu para que nuestros pensamientos sean dignos de ti (Pe Dom 4).

34 Ver nota 21.

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Concédenos, Señor, la gracia de conocer y prac­ticar siempre el bien (Col Jv 1).

~ El fruto de este santo sacrificio persevere en nosotros y se manifieste siempre en nuestras almas (Pe Jv 2).

~ Promesa de futura salvación: Que lleguemos un día a la plena posesión dr! lo que ahora recibimos en la eucaristía (Pe Vn 3).

La coneXlOn eucaristía-vida la hace siempre en la liturgia romana la oración después de la comunión con ese acento de prolongación del Misterio litúrgico 35. Aunque la versión españo­la no llegue a dar frecuentemente toda la fuerza del original latino, conserva siempre esa preocupación que viene a ser el camino necesario a recorrer en la espiritualidad de este tiempo: se participa en la Fiesta de la Pascua, se asimila, se manifiesta, se vive y se obra desde ella.

35 Es una preocupación también presente en la LH, en las preces de Ld y Vp, como en Ld Mt 2 Y 4: Concédenos vivir más perfectamente el misterio de Cristo, para que podamos dar testimonio de él con más fuer­za y claridad.

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