Hallin Daniel C y Paolo Mancini_Sistemas Mediaticos Comparado

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BIBLIOTECA DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Directores de la colección: Salvador Aguilar y María T. Bretones «No todo es predecible. Dentro de límites estrechos, los hom- bres son agentes libres. Los límites existen, pero dentro de ellos hay espacio para elegir. A menos que haya elección no hay acción hu- mana. Todo es conducta.» (Isaiah Berlin)

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Politic

Transcript of Hallin Daniel C y Paolo Mancini_Sistemas Mediaticos Comparado

B I B L I O T E C A D E F I L O S O F Í A Y C I E N C I A S S O C I A L E S

Directores de la colección:S a l v a do r A g u i l a r y M a r í a T. B r e t on e s

«No todo es predecible. Dentro de límites estrechos, los hom­bres son agentes libres. Los límites existen, pero dentro de ellos hay espacio para elegir. A menos que haya elección no hay acción hu­mana. Todo es conducta.» (Isaiah Berlin)

D A N IE L C. H A L L IN y PAOLO M A N C IN I

Sistemas mediáticos comparados

Tres modelos de relación entre los medios de comunicación y la polít ica

Con un Prólogo de M aría T. Bretones y Carlos Zeller

B hacerE D I T O R I A L

Título original: Comparing Media Systems. Three Models o f Media and Politics (publicado en inglés por Cambridge University Press, Nueva York 2004)

Traducción castellana: Sheila Waldeck Diseño de cubierta: Equipo Editorial

© 2004, Syndicate o f the Press University o f Cambridge © 2004, Daniel C . Hallin y Paolo Mancini© 2007, Amies i autors de les divulgacions culturals d ’Editorial Hacer, S. L.

Director: Josep Ricou C l. Marques de Barberà, 18 08001 Barcelona Tel. y Fax: (93) 443 06 87 [email protected] www.hacereditorial.es

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Primera edición: enero de 2008

ISBN : 978-84-96913-12-7 Depósito legal: B-5.935-2008

Fotocomposición: agp-disseny.net Impresión: Romanya Valls, S.A.

índice

Lista de figuras y tablas.................................................................................................. IXAcrónimos y siglas............................................................................................................ XIPrólogo a la edición española (María. T. Bretones y Carlos Zeller).................... XIIIPrefacio a la edición española ...................................................................................... XVIIPrefacio................................................................................................................................ XIX

1. In troducción ................................................................................................................ 1¿Por qué un análisis comparativo? .............................................................................. 2El alcance del estudio ..................................................................................................... 5El legado de Cuatro teorías sobre la p ren sa ................................................................ 7Modelos de sistemas de medios de comunicación ................................................. 10¿Son necesarias unas teorías normativas de los medios de comunicación? ...... 12Las limitaciones de los datos ....................................................................................... 14La organización del libro ............................................................................................... 15

PARTE I. C O N C E P T O S Y M O D E LO S

2. Sistem as mediáticos com parad os.......................................................................... 19La estructura de los mercados de los medios de comunicación: el desarrollo.. 20

de una prensa de gran tira d a .................................................................................El paralelismo político .................................................................................................. 24El paralelismo político en la gestión y regulación de la radiotelevisión ............. 27La profesionalización ..................................................................................................... 30El papel del Estado ........................................................................................................ 38Conclusión ....................................................................................................................... 40

2Sistemas mediáticos

comparados

En ESTE CAPÍTULO PROPONEMOS UN MARCO PARA LA COMPARACIÓN DE Sis­temas de medios de comunicación. Concretamente, proponemos cuatro grandes dimensiones que puedan servir para llevar a cabo una comparación de los sistemas de medios de comunicación de la Europa occidental y Norteamérica: (1) el desarrollo de los mercados de los medios de comunicación, con una especial atención en la fuer­za o la debilidad del desarrollo de la prensa de gran tirada; (2) el paralelismo políti­co, es decir, el grado y la naturaleza de los vínculos entre los medios de comunica­ción y los partidos políticos, o, de forma más general, hasta qué punto el sistema de medios de comunicación refleja las principales divisiones políticas de la sociedad; (3) el desarrollo de la profesionalidad de los periodistas; y (4) el grado y la naturaleza de la intervención estatal en el sistema de medios de comunicación. Hasta cierto punto, cada uno de estos aspectos podría verse como una simple dimensión cuantitativa. Por ejemplo, podríamos hablar de niveles altos o bajos de tiradas, de paralelismo políti­co, de autonomía profesional de los periodistas o de intervención estatal. Pero vere­mos que cada una de estas dimensiones es compleja y que muchas otras diferencias cualitativas y sutiles adquieren importancia a medida que analizamos sistemas con­cretos de medios de comunicación. En muchos casos, propondremos otras dimensio­nes menores pero relacionadas, que puedan explicar las diferencias entre sistemas de medios de comunicación. Desde luego, nuestro intento de presentar un marco de este tipo no es el primero. Hemos tratado de construirlo sobre la base de trabajos ya realizados y refinado de acuerdo con nuestro objetivo de comprender las pautas de diferencia y similitud que hemos encontrado entre los países aquí examinados, y hemos relacionado estas pautas con el contexto social y político en el cual han evo­lucionado. Una versión especialmente cercana a la nuestra es la de Blumler y Gure- vitch (1995 [1975]). Estos autores propusieron, ya en 1975, cuatro dimensiones para un análisis comparativo: (1) el grado de control estatal sobre las organizaciones de los medios de comunicación de masas; (2) el grado de partidismo de los medios de comunicación de masas; (3) el grado de integración entre los medios de comunica­ción y la élite política; y (4) la naturaleza del credo legitimador de las instituciones

de los medios de comunicación. Su primera dimensión coincide con la que propo­nemos en cuarto lugar; en cuanto a sus dimensiones segunda y tercera, nosotros las tratamos como componentes relacionados del paralelismo político; y su cuarta dimensión coincide, en esencia, con la que nosotros definimos como la dimensión de la profesionalidad.

Lo que intentaremos hacer en este capítulo es definir estas cuatro dimensiones junto con otros conceptos con los que guardan relación, aclarar algunos de los con­ceptos más problemáticos, y ejemplificar algunas de las diferencias que se encuentran entre los sistemas de medios de comunicación. Muchos de estos ejemplos surgen de nuestro análisis de los diferentes sistemas de medios de comunicación y naturalmen­te no los desarrollaremos aquí sino en la parte II, donde los explicaremos con mucho más detalle.

LA E S T R U C T U R A D E L O S M E R C A D O S D E L O S M E D I O S D E C O M U N I C A C I Ó N :

E L D E S A R R O L L O D E U N A P R E N S A D E G R A N T I R A D A

Una de las diferencias más evidentes entre los sistemas de medios de comunica­ción tiene que ver con el desarrollo de una prensa de gran tirada. En algunos países los periódicos de gran tirada se desarrollaron a finales del siglo X IX y a principios del X X . En otros, en cambio, no fue así. Esta distinción histórica se refleja hoy en día en las grandes diferencias que existen entre los índices de tiradas, desde un máximo de 720 por cada 1.000 adultos en Noruega, hasta un mínimo de 78%o en Grecia. Com o muestra la tabla 2.1, los altos índices de tiradas son característicos de Escandinavia y otras regiones del norte de Europa, mientras que los índices más bajos se observan en el sur de Europa.

Esta distinción no es únicamente una cuestión de cantidad. También entran en juego la naturaleza del periódico, la relación con sus lectores y el papel que desempe­ña en el proceso más amplio de la comunicación social y política. Los periódicos del sur de Europa están dirigidos a una pequeña élite, principalmente urbana, culta y políticamente activa. Sus contenidos son a la vez sofisticados y politizados, y se puede decir que estos periódicos están implicados e n \in proceso horizontal de debate y negociación entre las diferentes facciones de la élite. Los periódicos del norte de Europa y de Norteamérica, por otra parte, suelen dirigirse a un público de masas que no está necesariamente comprometido con el mundo político. Por lo tanto, estos periódicos están implicados en un proceso vertical de comunicación, de mediación entre las elites políticas y el ciudadano de a pie, aunque aLmismo tiempo puedan des­empeñar un papel en el proceso horizontal de comunicación entre élites.

Históricamente los periódicos del sur de Europa, con sus tiradas relativamente cortas, no han sido empresas rentables; con frecuencia fueron subvencionados por actores políticos. Evidentemente esta circunstancia tiene implicaciones importantes sobre el grado de paralelismo político y de autonomía profesional de los periodistas que analizamos en este trabajo. Por otro lado, los mercados de la prensa de gran tira­da en el norte de Europa han sostenido sólidas empresas de medios de comunicación

T a b l a 2 . 1 V e n t a s de p e r i ó d i c o s p o r mi l a d u l t o s ( 2 0 0 0 )

N oruega 719 ,7Finlandia 545,2Suecia 541,1Suiza 453 ,7Gran Bretaña 408,5Alem ania 375 ,2Austria 374 ,3D inam arca 347,1Países Bajos 345 ,9Estados U nidos 263 ,6Canadá 205 ,7Irlanda 191,0Francia 190,0Bélgica 186,5España 129,4Italia 121,4Portugal 82 ,7Grecia 77,5

Fuente: Tendencias de la prensa mundial, A sociación M undial de Periódicos.

comerciales, aunque, como veremos, en muchos países con grandes tiradas los medios de comunicación comerciales han coexistido con unos medios más arraiga­dos en el mundo de la política: el desarrollo de una prensa de gran tirada no es, de ninguna manera, sinónimo de comercialización.

Un aspecto interesante de esta diferenciación entre las pautas de desarrollo de la prensa se manifiesta en el hecho de que existen grandes diferencias de género entre los lectores de periódicos en el sur de Europa, mientras que estas diferencias son pequeñas o inexistentes en otras regiones que examinamos aquí. Esta pauta se ve en la tabla 2.2, que muestra unas diferencias de género entre los lectores que van desde un 35% en Portugal hasta sólo un 1% en Suecia. Esto refleja las diferencias históri­cas entre las tasas de alfabetización, además de las diferencias en la función de los medios de comunicación. En el sur de Europa, los medios de comunicación estaban estrechamente vinculados al mundo político y, dado que históricamente las mujeres estaban excluidas de esa esfera, no se desarrolló entre ellas la costumbre de leer la prensa.

En las diferencias en el desarrollo de los periódicos de gran tirada también influ­yen las distintas funciones de los medios de comunicación impresos y los electróni­cos. En los países donde los periódicos de gran tirada no existen, el público general cuenta principalmente con los medios de comunicación electrónicos para informar­se sobre los asuntos políticos. La tabla 2.3 muestra la importancia relativa de los periódicos y la televisión como fuentes de información (cabe señalar que la audien­cia de la televisión varía mucho menos que el número de lectores de los periódicos).

T a b l a 2 . 2 D i f e r e n c i a s de g é n e r o ent re l o s l e c t o r e s de p e r i ó d i c o s ( 2 0 0 0 )

H om bres M ujeres H om bres/M ujeres

Portugal 58,3 24,1 2,41España 47,0 26,2 1,79Italia** 50,2 29,8 1,68Grecia 22,5 17,2 1,31Bélgica 57,9 47,5 1,21C anadá 64,6 54,9 1,17Países Bajos 70,8 60 ,7 1,16Estados Unidos 59,0 52,0 1,13Suiza 78,0 72,0 1,08Austria 78,4 73 ,2 1,07Francia 34,3 32,0 1,07G ran Bretaña* 84,0 79,0 1,06D inam arca 76,1 72,1 1,06Irlanda 59,0 56,0 1,05Finlandia 87,0 84,0 1,04N oruega 87,0 85,0 1,02Suecia 89,0 88,0 1,01

* Ú nicam ente periódicos nacionales.* * 1999.

Fuente: Tendencias de la prensa mundial, A sociación M undial de Periódicos.

O tr o s a sp e c to s de la e s t r u c tu r a de los m e rc a do s de los m e di os de co m u n i ca c ió n

En este trabajo ponemos un énfasis especial en las grandes diferencias que existen entre las tiradas de la prensa. Estas diferencias tienen raíces históricas muy profun­das. Que nosotros sepamos, ningún país que no haya desarrollado periódicos de gran tirada entre finales del siglo X I X y principios del X X los ha desarrollado posteriormen­te, ni siquiera en el caso de que sus niveles de alfabetización y pautas de desarrollo político y económico hayan igualado a los de los países con grandes tiradas. Argu­mentaremos, además, que la presencia o ausencia de una prensa de gran tirada tiene importantes implicaciones para el desarrollo de los medios de comunicación como instituciones políticas.

No obstante, hay otros aspectos de la estructura de los mercados de los medios de comunicación que también se considerarán en nuestro análisis. Uno de ellos, estre­chamente relacionado con el desarrollo de la prensa de gran tirada, es la distinción entre los sistemas de medios de comunicación caracterizados por una clara separación entre una prensa sensacionalista y los periódicos de «calidad» dirigidos a unos lecto­res de élite (el mejor ejemplo es Gran Bretaña), y los que carecen de semejante estra-

T a b l a 2 . 3 P r o p o r c i ó n del p ú b l i c o q ue lee o m i r a l a s n o t i c i a s a d i a r i o , y r e l a c i ó n ent re el

c o n s u m o de t e l e v i s i ó n y el de p r e n s a . P a í s e s de la U n i ó n E u r o p e a ( 2 0 0 1 )

Televisión Prensa TV /P ren sa

Grecia 65 13 5,00Portugal 64 20 3 ,20España 72 24 3 ,00Italia 83 30 2 ,77Francia 62 -v 26 2 ,38Bélgica 60 30 2,00Reino U nido 71 47 1,51Irlanda 67 46 1,46D inam arca 70 51 1,37Países Bajos 77 60 1,28Finlandia 79 67 1,17Alem ania 68 59 1,15Austria 61 55 1,11Suecia 69 70 0 ,99

Fuente: Eurobarometro: La opinión pública en la Unión Europea. Informe N o. 55, C om isión Euro­pea, Bruselas, octubre de 2001 .

tificación del mercado de la prensa (o donde existe de forma limitada), bien sea por­que carecen por completo de una prensa de gran tirada, o porque predominan los periódicos que sirven simultáneamente a las élites y al público general. Los mercados de la prensa también varían en cuanto al equilibrio entre la prensa local, la prensa regional y la prensa nacional. En algunos casos (Gran Bretaña, Austria, Italia y Espa­ña) predomina la prensa nacional o supraregional; en otros, la prensa local (Estados Unidos, Canadá y Suiza) y algunos países (Alemania, Francia y los países escandina­vos) tienen una combinación de ambas. Com o veremos, los mercados de prensa nacional suelen caracterizarse por una prensa políticamente más diferenciada. Algu­nos mercados de medios de comunicación son, simplemente, mayores que otros, lo cual puede tener importantes implicaciones con respecto a la difusión de los medios y, como consecuencia, con respecto a la regulación estatal de los medios de comuni­cación y la relación entre su difusión y los actores políticos. Los factores lingüísticos pueden influir considerablemente al segmentar los mercados de los medios de comu­nicación (por ejemplo, en Suiza o Bélgica) o aumentar la importancia de la compe­tencia desde fuera de un mercado nacional específico (como en Irlanda, Canadá, Austria y Bélgica).

E L P A R A L E L I S M O P O L Í T I C O

El periodismo ha desempeñado desde siempre múltiples funciones: proporciona información a los actores económicos acerca de precios y acontecimientos tales como naufragios, guerras o innovaciones tecnológicas que puedan afectar a sus intereses, y proporciona diversión en forma de historias de interés humano o el equivalente impreso del chismorreo. Desde los principios de la era de la letra impresa, sobre todo desde la época de la Reforma, la defensa de las ideas políticas fue también una fun­ción fundamental de los medios de comunicación impresos, y a finales del siglo X V 1I1 y principios del X IX , cuando la prensa comenzó a despuntar como una fuerza en la vida política, aquella se convirtió en su función principal en todos los países estudia­dos en este trabajo. El periodista político era un publicista que entendía que su tra­bajo consistía en influir en la opinión pública en nombre de alguna facción o causa política, y en muchos casos los periódicos fueron fundados por iniciativa de los par­tidos u otros actores políticos, o fueron subvencionados por ellos. En cambio, a fina­les del siglo X IX empezaba a aparecer un modelo distinto de periodismo político, en el cual el periodista se veía como un árbitro neutral de la comunicación política, que se mantenía aparte de intereses y causas específicos y proporcionaba información y análisis no contaminados por el partidismo. A menudo, este proceso estaba relacio­nado con el desarrollo de una prensa comercial, cuyo objetivo era ganar dinero antes que servir a alguna causa política y que se financiaba con la publicidad antes que con subvenciones de actores políticos. Asimismo, a menudo estaba relacionado también con el desarrollo de la autonomía profesional de los periodistas, algo que analizamos más adelante.

Ningún analista serio de los medios de comunicación defendería la existencia de un periodismo literalmente neutral en algún lugar del mundo. Una ingente canti­dad de investigaciones se han ocupado de desenmascarar esta noción y han dem os­trado que, incluso allí donde los periodistas están sinceramente comprometidos con una ideología profesional de «objetividad», las noticias incorporan valores políticos que surgen de una serie de influencias, desde las rutinas de recopilación de la infor­mación hasta los métodos de reclutamiento de los periodistas y los supuestos ideo­lógicos compartidos por la sociedad en general. Tampoco sería correcto considerar una dicotomía demasiado marcada entre la prensa comercial y la prensa politizada. Veremos cómo los medios de comunicación comerciales pueden ser políticamente partidistas, y los no comerciales, incluso los qué están apoyados por partidos políti­cos, pueden adoptar normas de equilibrio político. N o obstante, han persistido importantes diferencias entre los sistemas de medios de comunicación con respecto a la solidez de las relaciones entre los medios y los actores políticos, y con respecto al equilibrio entre las tradiciones partidistas y de información neutral en el periodis­mo político.

Una de las diferencias más obvias entre los sistemas de medios de comunicación se aprecia en el hecho de que en algunos países los medios tienen orientaciones polí­ticas muy específicas, mientras que en otros países esto no sucede. Pida a cualquier persona habituada a seguir los acontecimientos políticos de cerca que le describa la prensa del lugar y rápidamente procederá a identificar los periódicos por su orienta­

ción política: en Alemania, el Frankfurter Allgemeine es de centroderecha, el Süddeuts- che Zeitung de centroizquierda, D ie Welt tiende más hacia la derecha y el Frankfurter Rundschau, más hacia la izquierda. A pesar de que la verdadera prensa de partidos haya desaparecido casi por completo, y aunque las tendencias políticas de los perió­dicos europeos estén menos definidas hoy en día que hace una generación, todavía existen tendencias políticas claramente determinadas, más en algunos países que en otros (y no únicamente entre los periódicos, sino en muchos casos también entre los medios de comunicación electrónicos). En Estados Unidos sería imposible realizar una descripción coherente de las tendencias políticas de los medios de comunicación de esta manera: quienes se encuentran a la izquierda del espectro probablemente le dirán que todos los medios tienden hacia la derecha, y quienes se sitúan a la derecha, que todos tienden hacia la izquierda.

Para expresar esta distinción, en algunos de los primeros trabajos de análisis com ­parativo de los sistemas de medios de comunicación (Seymour-Ure, 1974; Blunder y Gurevitch, 1995 [1975]) se propuso el concepto de paralelismo partido-prensa, que nosotros adaptaremos al referirnos al concepto más amplio del paralelismo político. Para Seymour-Ure y otros autores que trabajaron en el análisis comparativo, el con­cepto de paralelismo partido-prensa significa el grado de paralelismo que hay entre la estructura del sistema de medios de comunicación y el sistema político. Este exis­te en su forma más completa cuando cada organización informativa está en sintonía con un partido en particular, cuyas opiniones representa en la esfera pública, como, por ejemplo, en la Dinamarca de principios del siglo X X , cuando cada ciudad tenía cuatro periódicos que representaban a los cuatro partidos políticos más importantes. Este tipo de correspondencia exacta entre los medios de comunicación y los partidos políticos es cada vez menos frecuente hoy en día, y donde todavía existe una diferen­ciación política entre los medios de comunicación es más frecuente que estos estén asociados no con partidos específicos sino con tendencias políticas más generales: el Frankfitrter Allgemeine es un periódico de centroderecha, pero no específicamente del partido Demócrata Cristiano; el Siiddentsche Zeitung es de centroizquierda, pero no específicamente de los socialdemócratas, etc. En los Países Bajos, Van der Eijk (2000: 320) describe D ie Volkskrant como «orientado hacia valores posmateriales como la educación, el multiculturalismo y la igualdad socioeconómica». Por lo tanto, utiliza­remos el término más general de paralelismo político, admitiendo a la vez que el para­lelismo partido-prensa en el sentido más estricto sigue existiendo en algunos casos.

El paralelismo político tiene varios componentes. H ay una serie de indicadores que nos pueden servir para evaluar hasta qué punto está presente en un sistema de medios de comunicación.' Se podría decir que se refiere básicamente al contenido de los medios de comunicación: hasta qué punto los diferentes medios reflejan determina­das orientaciones políticas en su manera de presentar las noticias de actualidad, y, en algunas ocasiones, sus contenidos de entretenimiento.

Históricamente, otro componente principal del paralelismo político han sido las relaciones organizativas entre los medios de comunicación y los partidos políticos u

I. El trabajo de Patterson y D onsbach (1993) es un intenro de m edir el paralelism o político a través de los sistem as de medios de com unicación.

otros tipos de organizaciones, tales como los sindicatos, las cooperativas, las iglesias y entidades semejantes, las cuales están frecuentemente relacionadas con los partidos políticos. Durante gran parte del siglo X X , muchas organizaciones de medios de comunicación estuvieron relacionadas con instituciones de este tipo que las financia­ban y ayudaban en su distribución, y a cuyos fines los medios contribuían de diver­sas maneras. En gran parte las relaciones organizativas de este tipo han desaparecido, aunque argumentaremos que todavía se puede apreciar su influencia en las institu­ciones de los medios de comunicación de países donde en otra época estuvieron muy arraigadas. Otro componente estrechamente vinculado al anterior, es que en muchos casos quienes trabajaban en los medios de comunicación eran además individuos políti­camente activos, y desempeñaban papeles de importancia, en la vida pública o en algún partido. H oy en día, esta circunstancia tampoco se da con la misma frecuen­cia. Lo que sí se aprecia es que en algunos sistemas las filiaciones políticas de los perio­distas y de otros trabajadores de los medios de comunicación tienden a determinar sus carreras, en el sentido de que trabajan para organizaciones de los medios de comuni­cación cuya línea política coincide con la suya, o consiguen sus puestos de trabajo en parte porque sus organizaciones quieren equilibrar la representación de las diferentes tendencias políticas, o reciben ciertos encargos porque sus filiaciones políticas les abren algunas puertas.

El paralelismo político también se manifiesta con frecuencia en el partidismo de las audiencias de los medios de comunicación, cuando los seguidores de diferentes par­tidos o tendencias compran distintos periódicos o miran diferentes canales de televi­sión.

Finalmente, el paralelismo político se manifiesta en las orientaciones y prácticas de los periodistas. En algunos sistemas y en algunas épocas, los periodistas actúan como «publicistas», un papel que en algún momento prevaleció en el periodismo político, es decir, que actúan con la intención de influir en la opinión pública. En otros siste­mas u otras épocas, sin embargo, los periodistas tienden a ser considerados proveedo­res de una información o entretenimiento neutrales, siendo esta una orientación aso­ciada a un bajo nivel de paralelismo político. Estas diferencias tienen que ver con distintos énfasis relativos al comentario o análisis y la obtención de noticias. Es difí­cil imaginar a los contemporáneos alemanes, italianos o franceses de Joseph y Stuart Alsop (1958: 5) — dos de los columnistas norteamericanos más destacados de la déca­da de 1950, y por tanto de los pocos periodistas de su época que tuvieron el privile­gio de escribir artículos de opinión— respaldando su afirmación de que «para un periodista, los pies son una parte del cuerpo mucho más importante que la cabeza». Para la mayoría de los periodistas de la Europa continental de aquella época, el análi­sis y el comentario eran una parte absolutamente esencial de la función del periodis­ta. Estas diferencias entre culturas periodísticas se asocian con diferencias entre estilos de redacción y otras prácticas periodísticas, con una mayor presencia del comentario enérgico o erudito en algunos sistemas, mientras un estilo informativo telegráfico es preferido en otros; con una rígida separación entre artículos de opinión y noticias en algunos países, mientras en otros se mezclan libremente. Estas diferencias también se manifiestan en la organización del trabajo periodístico: mientras los periodistas en algunos sistemas se mueven libremente entre los papeles de reportero y comentarista,

si es que la distinción tiene algún significado para ellos, en otros estos papeles suelen estar segregados. Sostendremos que la fuerza que pueda tener la tradición de una prensa de opinión tiene que ver con la historia de las relaciones entre los medios de comunicación y el sistema de partidos y grupos sociales organizados, y que estas carac­terísticas de la cultura periodística son a la vez indicadores de un paralelismo político. En los sistemas donde existe un fuerte paralelismo político, la cultura y el estilo dis­cursivo del periodismo están estrechamente relacionados con los de la política.

Asimismo, hay una estrecha relación entre el concepto de paralelismo político y la diferencia entre las dos formas en que operan los medios de comunicación al abor­dar la diversidad de lealtades y orientaciones políticas. En los estudios sobre el tema estos dos modos de actuar se designan como pluralismo interno y externo. El plura­lismo externo puede definirse como un pluralismo conseguido en el ámbito del siste­ma de medios de comunicación en su conjunto, a través de toda una gama de pro­ductos u organizaciones que reflejan los puntos de vista de diferentes grupos o tendencias de la sociedad. Evidentemente, los sistemas que tienen como característi­ca el pluralismo externo pueden considerarse representantes de un alto nivel de para­lelismo político. El termino contrario, el pluralismo interno, se define como un plu­ralismo conseguido dentro de cada producto u organización particular de los medios de comunicación. En realidad, el término se emplea de dos maneras diferentes en los estudios de los medios de comunicación. En general, nosotros lo emplearemos para referirnos a casos en los que las organizaciones de los medios de comunicación rehu­yen las relaciones institucionales con los gtupos políticos y procuran mantener una neutralidad y un «equilibrio» en sus contenidos. Un sistema caracterizado por el plu­ralismo interno, en este sentido, tendrá un bajo grado de paralelismo político. A veces el término pluralismo interno se utiliza en relación con las organizaciones de los medios de comunicación — normalmente organizaciones de radiotelevisión— que formalmente representan, dentro de la estructura y contenido de una única organi­zación, a varias fuerzas políticas (Hoffmann-Riem, 1996). Esta situación podría interpretarse como un grado intermedio de paralelismo político, ya que las divisio­nes políticas están reflejadas en la estructura de la organización y a menudo en el con­tenido, en el sentido de que, por ejemplo, algún programa de actualidad puede estar dirigido por periodistas de una cierta orientación política y otro por periodistas de orientación distinta.

E L P A R A L E L I S M O P O L Í T I C O EN LA G E S T I Ó N Y R E G U L A C I Ó N D E LA R A D I O T E L E V I S I Ó N

Es evidente que, dado su carácter de entidades públicas, los sistemas de radiote­levisión públicos y las agencias responsables de la supervisión de las emisoras priva­das tienen una relación importante con el sistema político. No obstante, estas rela­ciones varían de manera significativa, y se podría decir que reflejan diferentes grados y formas de paralelismo político. Es posible distinguir cuatro modelos básicos de ges­tión de la radiotelevisión pública (Humphreys, 1996: 155-158), y en la mayoría de los países las autoridades reguladoras suelen seguir unas pautas bastante similares:

1. El modelo gubernamental, en el cual la radiotelevisión pública — que, en este caso, casi podría llamarse estatal— está controlada directamente por el Gobier­no o por la mayoría política. El caso clásico de este modelo es la radiotelevisión francesa bajo De Gaulle, que fue controlada formalmente por el Ministerio de Información hasta 1964, y en la práctica desde 1964 hasta la década de 1980 por medio del control gubernamental de los nombramientos de los miembros del consejo de la Office de Radiodiffusion-Télévision Française (O RTF), supuestamente independiente. Muchos países europeos se aproximaron a este modelo en una primera fase de la historia de la radiotelevisión, pero, con el tiempo, la mayor parte desarrolló formas institucionales alternativas que aisla­rían considerablemente a los servicios de la radiotelevisión pública del control de la mayoría política. No obstante, este modelo todavía existe, con más o menos modificaciones, en las democracias más recientes de Europa occidental, es decir, en Grecia, Portugal y España. En este último caso, los directores de la radiotele­visión pública son nombrados por el Parlamento, no por el Gobierno directa­mente, pero el resultado es que el partido mayoritario tiene el control efectivo.

2. El modelo profesional está representado sobre todo por la British Broadcasting Corporation (BBC) británica, donde se desarrolló una sólida tradición de independencia de la radiotelevisión respecto del sistema político, así como de control por parte de los profesionales del medio. Com o veremos, este mode­lo es también característico de la Canadian Broadcasting Corporation (C BC ), de la radiotelevisión pública de Irlanda, de algunos países escandinavos y de Estados Unidos.

3. En el modelo parlamentario o de representación proporcional ó control sobre la radiotelevisión pública está repartido entre los partidos políticos por medio de la representación proporcional, un sistema conocido en Italia como lottizza- zione o en países de habla germánica como proporz. El ejemplo clásico, en este caso, sería el de la Radiotelevisione Italiana (RAI) en la década de 1980, cuan­do no sólo la junta directiva se nombraba por representación proporcional, sino que los tres canales estaban repartidos entre los diferentes partidos: RAI 1 bajo el control de los democristianos, RAI 2 bajo el control de los partidos «seglares», y RAI 3 bajo el control del Partido Comunista. Los nombramien­tos de menor nivel dentro de la RAI también solían seguir el principio de la representación proporcional. En la realidad, el modelo parlamentario sólo difiere del modelo gubernamental en los sistemas que se caracterizan por los gobiernos de coalición y el reparto del poder, una diferencia que luego expli­caremos con mayor detalle. En un sistema político de mayoría, a pesar de que la radiotelevisión esté sujeta a la autoridad del Parlamento y no esté supervi­sada directamente por el Gobierno, el nombramiento de la junta directiva por representación proporcional significa que el control queda en manos de la mayoría política, como en el caso de España.2

2. D e hecho, com o veremos, los partidos gubernam entales en Italia también ocupaban la posi­ción predominante; en este sentido, Italia, com o otros países del sur de Europa, tendía hacia el m odelo gubernamental.

4. El modelo cívico o corporativo se asemeja al modelo parlamentario en el senti­do de que el control de la radiotelevisión pública se distribuye entre varios grupos sociales y políticos, pero difiere de este en el hecho de que la represen­tación se extiende, más allá de los partidos políticos, a otros «grupos social­mente relevantes»: sindicatos, asociaciones empresariales, organizaciones reli­giosas y asociaciones étnicas, entre otros. El más puro ejemplo de este modelo es el sistema «pilarizado» holandés, en el cual controlaban directamente la radiotelevisión diversas asociaciones arraigadas en diferentes subgrupos reli­giosos e ideológicos. También se observa este modelo en ciertas formas de radio comunitaria en Europa, y en los consejos de radiotelevisión alemanes que representan a los «grupos socialmente relevantes» junto con los partidos políticos.

Kelly (1983) propone una diferenciación en tres grupos. Esta autora distingue entre los que denomina sistemas con «la política por encima de la radiotelevisión», sistemas «formalmente autónomos» y sistemas con «la política dentro de la radiote­levisión». Lo que nosotros hemos llamado el modelo profesional es evidentemente un sistema «formalmente autónomo»; el modelo gubernamental es un sistema con «la política por encima de la radiotelevisión»; y los modelos parlamentarios y cívicos son típicamente sistemas con «la política dentro de la radiotelevisión», aunque algunos sistemas de equilibrio de poder ocupan una posición en el espectro más cercana a los sistemas con «la política por encima de la radiotelevisión» donde los partidos insis­ten más vigorosamente en mantener el control. Hay que tener en cuenta, además, que el modelo cívico puede desaparecer y convertirse en un modelo parlamentario cuando los «grupos socialmente relevantes» están estrechamente vinculados con los partidos políticos. La distinción que hace Kelly refleja una importante diferencia de filosofía. Los modelos profesional, parlamentario y cívico o corporativo son, todos ellos en algún sentido, soluciones al problema de cómo impedir que la radiotelevi­sión pública, o una autoridad reguladora, caiga bajo el control de la fuerza política más poderosa y deje de servir a una sociedad políticamente diversa. El modelo pro­fesional resuelve el problema intentando aislar la radiotelevisión de intereses políti­cos, a fin de que los partidos y otros grupos de interés organizados se mantengan fuera del proceso de producción de la radiotelevisión. Los modelos parlamentario y cívico o corporativo, los cuales, como veremos, son típicos de sistemas políticos de equilibrio de poder o de «consenso», intentan resolver el problema asegurándose de que los principales grupos de la sociedad estén incluidos dentro del proceso. En tér­minos de paralelismo político, el modelo profesional se encuentra, evidentemente, en el extremo más bajo del espectro; el modelo gubernamental en el extremo más alto, y los dos modelos restantes, los sistemas de «la política dentro de la radiotelevisión», se sitúan en medio.

Estos modelos no son mutuamente excluyentes, y en el mundo real suelen apare­cer combinados. Por ejemplo, muchos sistemas combinan la representación propor­cional en los nombramientos a las juntas directivas de la radiotelevisión pública con una cultura profesional y, en muchos casos, con normas legales que otorgan una importante autonomía a los profesionales de la radiotelevisión. La mayoría de los sis-

temas del norte de Europa pueden entenderse como combinaciones entre el modelo parlamentario o cívico/corporativo y el modelo profesional. Todos los sistemas modernos de radiotelevisión requieren la intervención de profesionales y ningún sis­tema puede funcionar satisfactoriamente si dichos profesionales no disfrutan de un cierto grado de independencia. Asimismo, todos los sistemas modernos están sujetos a presiones políticas por parte del Gobierno, y en los sistemas políticos pluralistas todos los sistemas de radiotelevisión deben disponer de mecanismos para responder a las exigencias de los diferentes grupos sociales y políticos. Sin embargo, la forma en que se combinan los distintos modelos difiere de forma significativa entre un siste­ma y otro.

Es importante señalar que para poder distinguir entre estos modelos es preciso mirar más allá de las estructuras formales y tener en cuenta las normas y prácticas que en la realidad rigen su funcionamiento como instituciones. La BBC es un buen ejem­plo de ello. Al director general lo nombra el primer ministro. En su estructura for­mal, la BB C no se distingue en nada de una radiotelevisión controlada por el Esta­do. Su carácter peculiar radica en las expectativas sobre las normas informales que rigen la selección del director general, la relación de este con el gobierno, y con la oposición y el papel de los periodistas y otros profesionales de la radiotelevisión den­tro de la organización.

Com o hemos apuntado anteriormente, existen diferencias similares en el control que ejercen las autoridades reguladoras que supervisan la radiotelevisión privada. Es posible distinguir, especialmente, entre las autoridades que están más vinculadas a los partidos políticos, en cuyo caso es primordial el papel de estos, y aquellas organiza­das como agencias públicas independientes (algo parecido a un banco central) que están principalmente bajo el control de expertos jurídicos y técnicos.

LA P R O F E S I O N A L I Z A C I Ó N

Los conceptos de «profesionalidad» y «profesionalización», como muchos otros conceptos de las ciencias sociales, siempre han sido objeto de un fuerte debate. Sus fronteras son ambiguas y las definiciones de su esencia han sufrido repetidas reinter­pretaciones. El tipo ideal de profesionalización en el cual se ha basado gran parte del debate proviene de la historia de las clásicas profesiones «liberales», sobre todo de la medicina y el derecho. El periodismo se aparta considerablemente de este tipo ideal. Uno de los criterios centrales de este modelo es que la práctica de una profesión «se basa en un sistema de conocimientos o doctrina que sólo se adquiere a través de una preparación prescrita a lo largo de muchísimo tiempo» (Wilensky, 1964: 138). En el periodismo no existe ningún sistema de conocimientos o doctrina de este tipo. La formación «profesional» formal es cada vez más habitual, la cual, por cierto, desem­peña un papel con frecuencia importante en la definición del periodismo como ocu­pación y como institución social. Pero está claro que esto no es esencial para la prác­tica del periodismo; no existe una fuerte correlación entre la autonomía profesional, tal como la definimos aquí, y una preparación formal. En Estados Unidos, las licen­ciaturas en Periodismo cuentan menos en las organizaciones de medios de comuni­

cación más prestigiosas — cuyos periodistas, en otros aspectos, encajan más en el con­cepto de profesionalización— que en las empresas de menor prestigio. Es mucho más probable que los periodistas tengan una licenciatura en Periodismo en España que en Alemania, pero esto no significa de ninguna manera que el periodismo español se caracterice por un nivel de profesionalización más alto que el periodismo alemán. Por otra parte, ya que no es necesaria una preparación formal, la entrada en la profesión de periodismo no está formalmente regulada. Irónicamente, la única excepción en Europa occidental o Norteamérica es Italia, donde ser miembro de la Orden de Periodistas depende de un examen obligatorio para el ejercicio de la profesión. Según otros criterios, sin embargo, y como veremos más adelante, el periodismo italiano tiene un nivel de profesionalización especialmente bajo.

En esta sección nos centramos específicamente en la profesionalidad de los perio­distas. Es más frecuente que se plantee el tema de la profesionalización en relación con el periodismo antes que con otras ocupaciones en el campo de los medios de comunicación. No obstante, hay que señalar que pueden plantearse cuestiones simi­lares acerca de otros profesionales del campo. En los sistemas de radiotelevisiones públicas, donde se considera que toda la programación es, en un sentido u otro, un servicio público, es especialmente relevante plantear cuestiones semejantes en rela­ción con el grado de autonomía profesional de los productores de televisión.

Las d im e n s i o n e s de la p r o fe s io n a l i za c ió n

A pesar de apartarse considerablemente del ideal de las profesiones liberales, el periodismo ha llegado a compartir con ellas importantes características. De hecho, puede ser de gran utilidad una comparación de los sistemas de medios de comunica­ción en términos del grado y de la forma de profesionalización del periodismo. Nos centraremos principalmente en tres dimensiones de la profesionalización, estrecha­mente relacionadas entre sí.

1. La autonomía. La autonomía profesional ha estado siempre en el centro de la definición de profesionalidad. Es una de las razones clave del interés de muchas ocupaciones por «profesionalizarse», para así justificar su mayor con­trol sobre el proceso de trabajo. El caso clásico es el de la medicina: incluso cuando la burocratización ha limitado la autonomía de que los médicos dis­frutaban en una época en que prácticamente todos eran profesionales «libres» (al menos en los casos clásicos de Estados Unidos y de Gran Bretaña),3 existe todavía la presunción de que ciertas decisiones sólo las pueden tomar los pro­fesionales médicos y que una interferencia desde el exterior sería inapropiada. El periodismo no ha alcanzado nunca un grado de autonomía comparable. La autonomía de médicos o abogados, por una parte, está basada en el carácter

3. En la Europa conrinental, algunos profesionales han sido más bien funcionarios que parti­cipantes en un m ercado de servicios (M cClelland, 1990). Pero esto no significa necesariam ente que estuvieran m enos «profesionalizados», según los criterios que aquí desarrollamos.

«esotérico» del saber médico o jurídico. Los periodistas carecen de un saber esotérico, aunque su posición estratégica en la circulación de la información a menudo proporciona un sustituto parcial. Además, a diferencia de médicos y abogados que prestan servicios personales, los periodistas trabajan en una industria donde la norma es la producción en serie. En general no son dueños de sus propios medios de producción, sino empleados asalariados de grandes empresas. Se puede decir que la profesionalización del periodismo comienza cuando aparecen los primeros reporteros contratados, y así se empieza a dife­renciar entre el periodista y el impresor o político/propietario. Aparte de unos pocos casos especiales y en contados momentos históricos que analizaremos aquí, los periodistas casi nunca han invocado, y rara vez han llegado a ejercer, un derecho a controlar totalmente alguna organización de medios de comu­nicación. Sin embargo, a menudo han logrado una autonomía relativamente significativa dentro de esas organizaciones. En otras palabras, el control sobre el proceso de trabajo en el periodismo es en gran parte colegiado, en el senti­do de que la autoridad sobre los periodistas la ejercen principalmente los demás periodistas. (Hay que señalar que la autonomía a que nos referimos aquí no es necesariamente la de ciertos periodistas individuales, sino la del cuerpo de periodistas en su conjunto.)

El grado de autonomía periodística varía considerablemente con el paso del tiempo, entre diferentes sistemas de medios de comunicación (y a menu­do dentro de los mismos sistemas) o entre uno u otro tipo de organización informativa (por ejemplo, entre la prensa de «calidad» y la prensa «popular», o entre la prensa y la radiotelevisión). Por lo tanto, cuando Donsbach y Pat­terson (1992) preguntaron a periodistas de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña e Italia acerca de la importancia de «las presiones recibidas desde la dirección» sobre «el trabajo que uno hace», constataron que un 27% de los periodistas italianos consideraba que dichas presiones eran «muy» o «bastan­te» importantes, mientas que únicamente un 7% de los periodistas alemanes tenía esta opinión.

2. Las normas profesionales específicas. Las profesiones, como dice Collins (1990), «son ocupaciones que se organizan de forma “horizontal”, con un cierto esti­lo de vida y código ético, y valoran su especificidad y crean barreras contra intrusos». Una parte importante de esta .organización «horizontal» consiste en la existencia de unas normas compartidas específicas de la profesión. En el caso del periodismo, estas normas pueden incluir principios éticos tales como la obligación de proteger las fuentes de información confidenciales, o de man­tener la separación entre contenidos publicitarios y editoriales, además de rutinas de la práctica profesional (por ejemplo, establecer niveles de interés periodístico) y criterios de excelencia para el ejercicio de la práctica profesio­nal y para conferir prestigio profesional. Por lo tanto, es más probable que la profesionalización en el periodismo se manifieste a través de los criterios que comparten los periodistas sobre el interés periodístico de las noticias, indepen­dientemente de sus orientaciones políticas, así como en el hecho de que los periodistas tienden a definir su posición en el terreno según las opiniones de

sus compañeros periodistas y 110 de las de gente de fuera, como por ejemplo los líderes de los partidos políticos o accionistas. Es evidente que la existencia de normas profesionales específicas está relacionada con la autonomía, en el sentido de que dichas normas no podrían regir la práctica del periodismo si esta práctica estuviera controlada por actores externos. Veremos que existen importantes diferencias en el grado de evolución de unas normas periodísti­cas específicas, el grado de consenso existente entre periodistas y su influencia relativa sobre la forma de confeccionar las noticias.

3. La orientación como servicio público. Otro elemento importante del concepto de profesionalidad es la ¡dea de que las profesiones deben estar orientadas hacia una ética de servicio público. En la sociología de las profesiones esta idea ha sido especialmente polémica. Parsons (1939), como parte de su crítica a la afirmación marxista de que el desarrollo del capitalismo desplaza cualquier otra motivación que no sea la del «cálculo frío», insistió en la idea de la pro­fesionalidad orientada como un servicio público. La teoría de la responsabili­dad social de la prensa de Siebert, Peterson y Schramm pertenece a esa era de los estudios sobre la profesionalidad periodística. Una ola de estudios revisio­nistas iniciada en la década de 1960 argumentó, en contra de Parsons, que el «altruismo» de las profesiones debía interpretarse como una ideología que con frecuencia ocultaba otros fines y que servía, especialmente, para justificar el monopolio económico y el poder social de los profesionales. Gran parte de la so­ciología clásica del periodismo de esa época hacía una crítica parecida de la ideología de la profesionalidad periodística, y desde luego sería extremada­mente ingenuo dar crédito, sin más, a las afirmaciones de los periodistas de que están al servicio del público.

No obstante, la adopción de una ideología del periodismo como «depositario de la confianza pública» es un hito histórico importante y no debería ser descartada como una «mera ideología», así como tampoco debería ser aceptada como puro altruismo. Es un concepto históricamente específico del papel del periodista en la sociedad, con importantes consecuencias para la práctica del periodismo y para la relación de los medios de comunicación con otras instituciones sociales. Por lo tanto, es necesario explicar su desarrollo diferencial en distintas sociedades. La ética del ser­vicio público puede revestir una importancia especial en el caso del periodismo, en comparación con otras ocupaciones que reclaman un estatus profesional: ya que el periodismo carece de un saber esotérico, los periodistas, para reivindicar su autono­mía y su autoridad, deben basarse en gran parte en su afirmación de que sirven al interés público. Una de las manifestaciones más claras del desarrollo de una ética de servicio público es la existencia de los mecanismos de autoregulación periodística que en algunos sistemas están organizados formalmente (por ejemplo, los «consejos de prensa» o, a veces, en los medios de comunicación electrónicos, los «consejos audio­visuales») y en otros operan de manera informal. Estos mecanismos, formales e infor­males, varían considerablemente en cuanto a su fuerza.

L a in s t ru m e n t a l i z a c i ó n

Es necesario contrastar la profesionalización de los medios de comunicación con su instrumentalización. Utilizamos el término instrumentalización en el sentido del control de los medios de comunicación que realizan actores externos — como parti­dos, políticos, grupos o movimientos sociales, o actores económicos— y utilizan para intervenir en el mundo de la política. El periódico de un partido político es, en cier­to modo, un instrumento para la intervención del partido en el mundo político, aun­que, como veremos, muchos periódicos vinculados a partidos políticos se apartaron, con el tiempo, de una concepción puramente instrumental de su función social. También veremos cómo algunos periódicos de propiedad privada fueron fundados, principal o parcialmente, con el fin de servir de vehículos para la intervención polí­tica. Evidentemente, según la medida en que las organizaciones de los medios de comunicación estén instrumentalizadas, el nivel de profesionalización, tal como la hemos definido, será bajo: los periodistas carecerán de autonomía; los criterios polí­ticos, y no los específicamente periodísticos, guiarán la práctica del periodismo, y los medios de comunicación servirán a intereses particulares antes que funcionar como «depositarios de la confianza pública».

Utilizaremos el término instrumentalización en las páginas siguientes para referir­nos específicamente a la instrumentalización política. Está claro que los medios de comunicación pueden ser objeto de una instrumentalización con fines comerciales: la publicidad es en esencia esto, y pueden darse formas más amplias de una instru­mentalización comercial, desde ejemplos muy obvios, como la exhibición de produc­tos en la programación de cine y televisión y las exigencias por parte de los anuncian­tes para ejercer influencia sobre los contenidos editoriales, hasta presiones mucho más sutiles. Com o veremos, existe un importante debate acerca de la relación entre la comercialización de los medios de comunicación y la profesionalización. Algunos autores opinan que ambas conviven esencialmente en armonía, y argumentan que la comercialización socava la instrumentalización política. En general, defenderemos el punto de vista de que la profesionalización puede verse amenazada tanto por la ins- tumentalización política como por la comercialización de los medios, y en muchos casos por ambas a la vez.

Profesionalización y paralelismo político

Una pregunta que se nos podría hacer aquí es por qué hemos tratado el nivel de profesionalización y el paralelismo político como dos dimensiones separadas. Com o comentamos en el capítulo 1, se suele tomar el modelo «angloamericano» o liberal como la norma para medir otros sistemas de medios de comunicación, y es un coro­lario de aquel marco conceptual la idea de que la profesionalización es esencialmen­te un sinónimo de «objetividad» y neutralidad política. Según este punto de vista, un sistema en el cual los medios de comunicación sostienen vínculos con grupos socia­les o políticos organizados, y en el cual los periodistas mantienen elementos de una concepción publicista de su papel, es, por definición, un sistema en el cual la profe-

sionalización está poco desarrollada. Esta interpretación afirma que si los periodistas han de servir a intereses públicos antes que a intereses particulares, si han de actuar de acuerdo con normas específicas de la práctica periodística en vez de adoptar agen­das impuestas desde fuera, están obligados a ser suministradores neutrales de infor­mación y a evitar identificarse con puntos de vista particulares.

Está claro que las dos dimensiones de paralelismo político y profesionalización, de hecho, están relacionadas. U na manera de reflexionar sobre la profesionalización es hacerlo a través de la teoría de la diferenciación: un alto grado de profesionaliza­ción del periodismo significa que este está diferenciado como institución y práctica de otras instituciones y prácticas, incluida la política. O, para expresarlo en términos de la sociología de Bourdieu, la profesiónalización existe cuando el periodismo se ha desarrollado como un campo claramente definido, con una importante autonomía en relación con otros campos sociales," incluido el terreno político. (En el capítulo 4 analizaremos con más profundidad tanto la teoría de la diferenciación como la del campo de Bourdieu.) Cuando el nivel de paralelismo político es muy elevado, cuan­do las organizaciones de los medios de comunicación están fuertemente vinculadas a las organizaciones políticas y los periodistas muy implicados en la política de los par­tidos, es, desde luego, muy probable que el nivel de profesionalización sea bajo. Es probable que los periodistas carezcan de autonomía, excepto en el caso de que dis­fruten de ella gracias a que ocupan importantes posiciones políticas, y es probable que el periodismo carezca de una cultura común y de fines sociales diferenciados de los propósitos de los actores políticos con los cuales los medios de comunicación se hayan alineado. Dicho de otro modo, está claro que históricamente el desarrollo de la profesionalización periodística erosionó el paralelismo político en aspectos impor­tantes al disminuir el control de los partidos y de otras organizaciones políticas sobre los medios de comunicación y crear prácticas comunes que desdibujaban las dife­rencias políticas entre las organizaciones de medios de comunicación. Sin embargo, creemos que la relación empírica entre estas dos dimensiones no es más que aproxi­mada, y que no hay ninguna justificación convincente para tratarlas como concep­tualmente sinónimas.

Ya que esta cuestión ayuda a aclarar las distinciones que existen en ambas dimen­siones, vale la pena extendernos en una ilustración. Consideraremos dos ejemplos que proceden de fuera de la región que hemos tomado como objeto principal de este libro.

Uno de los análisis más interesantes de la naturaleza de la profesionalidad de los periodistas es el que hace Curry (1990) acerca de los periodistas en la Polonia comu­nista, interesante en parte porque las condiciones estructurales de los medios de comunicación en Polonia no eran las que normalmente asociamos con la profesiona­lización. Curry sostiene que a pesar de la existencia de una ideología oficial que con­cebía los medios de comunicación como instrumentos del partido, los periodistas polacos desarrollaron una fuerte cultura profesional. Se trataba, naturalmente, de alguna suerte de profesionalidad fallida: a causa de las condiciones externas — el pre­dominio de la censura, la propiedad estatal de los medios de comunicación y la repre­sión política— los periodistas se sentían habitualmente frustrados cuando intentaban actuar de acuerdo con una concepción profesional de su papel. No obstante, tenían

sin duda alguna esta concepción: demostraban un gran sentido de identidad diferen­ciada y de un papel social muy definido, y resistían a los intrusos en el trabajo perio­dístico que incluían a los «corresponsales obreros y campesinos» de los primeros años estalinistas, a figuras políticas de alto nivel que escribían comentarios políticos pero no fueron admitidos en el sindicato de los periodistas, y a los dirigentes del sindica­to Solidaridad que ansiaban el control cuando emergieron los periódicos disidentes. Estos periodistas daban un gran valor a la autonomía, tenían un fuerte sentido de solidaridad profesional que persistió incluso en épocas de fuerte conflicto político y una jerarquía de prestigio basada en los juicios de los compañeros periodistas que predominaban sobre las diferencias políticas.

Al mismo tiempo, los periodistas polacos concebían el periodismo como una «profesión política», en palabras de M ax Weber. Consideraban que dar forma a la política y resolver problemas sociales era una parte de su papel. En su opinión, la mera narración de hechos no era el auténtico trabajo profesional y por lo tanto prac­ticaban un estilo de redacción que ponía mucho énfasis en el comentario. Esta visión del periodismo parece haber continuado en los medios de comunicación indepen­dientes de la era poscomunista. Adam Michnik, director de la Gazeta Wyborcza, un periódico que en sus principios estuvo vinculado al sindicato Solidaridad y hoy en día es el principal diario polaco, insistía a la vez en que su periódico buscaba evitar un partidismo estrecho de miras y procuraba dar lugar a un alto nivel de pluralismo interno. En 1995 escribió: «Mi intención siempre fue que la Gazeta tuviera una línea bien definida. Se originó en la identidad de la oposición democrática de Solidaridad y en la ética social de los trabajadores [...]» (76). Y citó las palabras del legendario periodista polaco Ksawery Pruszynski: «La tarea del periodista [ ...] consiste en dar voz a lo que ha alcanzado en sus razonamientos» (78).

Otro ejemplo interesante viene de Israel (cuyo periodismo, en parte, tiene sus raí­ces históricas en la Europa central). En 1989, la editorial canadiense Hollinger Inc. compró The Jerusalem Post y rápidamente se movió para establecer su control sobre la línea política de este periódico publicado en lengua inglesa. Durante muchos años, The Jerusalem Post perteneció a instituciones económicas vinculadas al Partido Labo­rista (un modelo común en Europa). El entonces propietario de Hollinger, Conrad Black, es políticamente conservador. El director, Erwin Frenkel, se opuso a los inten­tos del nuevo editor de interferir en las decisiones periodísticas y pronto dimitió, junto con treinta periodistas más.4 En una columna del The Jerusalem Post explicó su dimisión de la siguiente manera:

El period ism o es una carea de ju ic io social. El ob jeto de este ju ic io es el presente históri­co, el torrente d e sucesos d iarios. El period ism o arranca de este torrente in fin ito aquellossucesos con siderados m erecedores de! interés pú b lico , e in form a de ellos com o testigo

4. El caso terminó con un veredicto interesante en el Tribunal Laboral: que los periodistas reci­bieran una indemnización por despido. El juez dictam inó que la libertad de prensa requiere que los directores y redactores tengan libertad de expresión y lim ita el derecho de los propietarios de los medios de com unicación a interferir en su trabajo. Veremos cóm o este punto de vista es com ún en muchos países del norte y centro de Europa en los que a veces se habla de «libertad interna de la prensa».

h on esto . E sto es lo que llam a noticias. A sign a a d ichas noticias n iveles de im p ortan cia e interés. Y procura, po r m ed io de u n ju ic io in terpretativo adicion al, ayudar a situar aq u e ­llos sucesos en un con tex to m ás exp lícito de com pren sión narrativa.

T o d o esto lo hace en n om bre d e la soc iedad de la cual form a parte , con ven cido de que las n oticias q u e se p rodu cen d e este m o d o con stituyen una in form ación esencial p ara ay u ­d ar a aquella sociedad a en cam in arse lo m ejor posible . E n este sen tid o , el p erio d ism o es el guard ián de la con fian za pública.

En un periód ico , este proceso de en ju ic iam ien to representa un esfuerzo colectivo. E s o b je to de con tro les y equ ilib rios. Pero sigu e sien d o un a o p in ión . Por esta razón, cada p e rió d ico tiene su p ro p io carácter y narra el presente ral co m o lo percibe.

Para dar coherencia a esta o p in ió n colectiva y para protegerla de las in fluen cias que la desviarían hacia o tros fines, está el d irector y su au to rid ad . E n el ú ltim o análisis, es su voz, su ju ic io respecto a lo qu e m erece publicarse, lo que salvaría este p roceso colectivo del caos o de la corru pción . S iem pre que su ju ic io respecto a lo que m erece publicarse no esté so m etid o aJ m ied o o al favor.

A h ora b ien , este p roceso de e n ju ic iam ien to p eriod ístico quizá n o con stitu y a un a d es­cripción precisa de u n a profesión . Pero sí describe un co m p ro m iso . U n co m p ro m iso con su p ropia in tegridad .

Los elementos clave de la profesionalización periodística están claramente presen­tes en la exposición de Frenkel: la idea del periodismo como «guardián de la confian­za pública», la existencia de criterios compartidos de práctica profesional (los «con­troles y equilibrios» de Frenkel) y el énfasis puesto en la autonomía periodística. Si la versión de Frenkel es correcta, este último aspecto estaba especialmente desarrollado en The Jerusalem Post, donde, dice, las funciones de director y editor no se separaban jamás, y la independencia del director era «absoluta», y garantizaba de esta forma «la preeminencia del interés periodístico en las operaciones y políticas del periódico y de la empresa». Al mismo tiempo, Frenkel pone énfasis en la importancia del «enjuicia­miento interpretativo» y cree que «cada periódico tiene su propio carácter y narra el presente tal como lo percibe». Está claro que no concibe la expresión de punto de vista diferenciado como algo contrario a la noción de la independencia periodística y del periodismo como guardián de la confianza pública, sino como algo estrecha­mente relacionado con ello: esto es lo que significa ser un «testigo honesto», «narrar el presente» tal como lo percibe el periodista. Es así como el periodismo sirve al público, y es por esta razón que la autonomía periodística importa, no para preser­var la neutralidad sino la integridad de este proceso de «enjuiciamiento social».

Esta concepción dista mucho de la norteamericana, según la cual la profesionali- dad significa neutralidad política u «objetividad». Sin embargo, este es un punto de vista compartido por muchos periodistas en la Europa continental y parece ser una visión esencialmente coherente del papel social del periodista. Es, además, un punto de vista que pone en duda la idea de que la profesionalidad periodística y el parale­lismo político no pueden coexistir. Argumentaremos que en gran parte del norte y centro de Europa, en particular, un nivel relativamente alto de paralelismo político sí coexistió durante la mayor parte del siglo X X con un alto nivel de profesionalidad periodística, y, de hecho, hasta cierto punto ambos siguen coexistiendo.

T a b l a 2 . 4 S i s t e m a s de r a d i o t e l e v i s i ó n p ú b l i c a

Ingresos per cápita Ingresos com o Ingresos com erciales C u ota de(en E C U ) % del PIB (% ) audiencia

(1997)- (1 9 9 7 )1 (1998)' (2 0 0 0 )J

D inam arca 104,5 0 ,37 34 ,8 69G ran Bretaña 103,7 0,30 15,8 39Suiza 99 ,7 0 ,36 26,2

francesa 32alem ana 32italiana 25

Austria 88,6 0,39 49 ,9 57Alem ania 85,5 0,38 17,2 42Noruega 72,0 0,23 0,0 41Irlanda 69,8 0,36 66 ,0 48Finlandia 68,8 0,34 25 ,4 43Suecia 67,4 0 ,30 7,3 44Bélgica 56,3

flam enca 33,4 32valona 27,6 25

Francia 55,8 0,21 45,5 44Italia 49 ,2 0 ,20 43,0 48Países Bajos 45,0 0,22 22,5 37España 33 ,9 0,28 77 ,6 33Canadá 23,8 0 ,13 32,0 9Grecia 17,9 0 ,18 43,1 12Portugal 12,5 0,15 55,5 34Estados Unidos 5,8 0,02 13,0 2

a Fuente: Teodosi y Albani (2000 : 193); la cifra para Bélgica es del Anuario estadístico para el Obser­vatorio Audiovisual Europeo 2002 y se refiere al año 2000. b Fuente: Teodosi y Albani (2000: 193).c Fuente: para Europa, Schulz (2002); para E stados U nidos y Canadá, Teodosi y A lbani (2000: 192); las cifras para Estados U nidos y C an adá se refieren al año 1997.d Fuente: para Europa, Schulz (2002); para Canadá, Lorim er y Gasher (2001: 141); para Estados U nidos, H oynes (1994 : 17).

E L PA PEL D E L E S T A D O

El Estado desempeña, en cualquier sociedad, un papel significativo en el desarro­llo del sistema de medios de comunicación. Pero existen diferencias considerables tanto en el grado de intervención estatal como en la forma que esta adopta. La forma más importante de intervención estatal es, con toda seguridad, la que se ejerce través de la radiotelevisión pública, que ha estado presente en todos los países de la Europa occidental (excepto en los más pequeños, como por ejemplo Luxemburgo) y en N or­teamérica, y que en la mayoría de los países ha sido, hasta hace poco, el único o el

principal modelo de radiotelevisión. Naturalmente, se ha producido un fuerte cam­bio a favor de la radiotelevisión privada en los últimos años, pero la pública sigue teniendo importancia en la mayoría de los países considerados en este estudio. La tabla 2.4 muestra los ingresos recaudados por los sistemas de radiotelevisión pública, tanto per cápita como por porcentaje del PIB, el porcentaje de aquellos ingresos que proviene de la publicidad y de otras fuentes comerciales, y el de la audiencia televisi­va captada por los servicios de,radiotelevisión públicos en el año 2000. Sólo en uno de los países analizados aquí, la cuota de audiencia de la radiotelevisión pública cae por debajo del 20% , y en la mayoría de los casos está entre el 30 y el 50% , en claro contraste con el 9% de Canadá y el 2% de Estados Unidos. Asimismo, los niveles de financiación son mucho más altos en Europa que en Estados Unidos. Por otra parte, la pureza de los sistemas de radiotelevisión pública, según el grado de dependencia de los ingresos comerciales, varía considerablemente entre los distintos países europeos.

La radiotelevisión pública ha sido la forma más importante de propiedad estatal de los medios de comunicación, aunque el Estado también ha sido hasta hace poco el responsable de la infraestructura de las telecomunicaciones en la mayoría de los países. En muchos de ellos, además, el Estado ha sido el propietario de agencias de noticias, periódicos u otras empresas relacionadas con los medios de comunicación, bien fuera directamente, o bien a través de empresas estatales. Han existido subven­ciones para la prensa en la mayoría de los países analizados y en muchos de ellos estas ayudas han desempeñado un papel importante. Dichas subvenciones pueden ser directas o indirectas (por ejemplo, una reducción en las tasas postales, de telecomu­nicaciones o del IVA) y pueden tener como objeto tanto las organizaciones informa­tivas como los mismos periodistas (por ejemplo, en forma de una reducción de impuestos o de tarifas de transporte público).5 El Estado, y en muchos casos las empresas estatales, son también anunciantes, y con frecuencia, muy importantes. Las subvenciones para la industria cinematográfica también son frecuentes.

Otras formas de intervención estatal incluyen:

— Leyes que abordan la difamación, la privacidad, y el derecho de réplica;— Leyes que abordan la incitación al odio;— Leyes que abordan el secreto profesional de los periodistas (protección de

fuentes confidenciales) y leyes acerca de la «conciencia» (protección de los periodistas cuando cambia la línea política del periódico);

— Leyes que regulan el acceso a la información gubernamental;— Leyes que regulan la concentración, la propiedad y la competencia de los

medios de comunicación;— Leyes que regulan la comunicación política, especialmente durante las cam­

pañas electorales;

5. Picard (1984) resume las form as básicas de la intervención financiera estatal en la industria periodística. Intenta establecer un orden de países en términos de esta intervención, aunque sin lograrlo del todo, ya que su orden sólo tiene en cuenta la presencia o ausencia de un tipo de ayuda estatal en particular y no contem pla su m agnitud ni la política que rige su asignación (que, por ejemplo, podría o no permitir a las autoridades recom pensar o castigar a discreción a los periódi­cos que dem uestren apoyo u oposición política).

— Leyes que abordan la concesión de licencias para emitir y que regulan los con­tenidos de la radiotelevisión, incluidas las que se ocupan del pluralismo polí­tico, el lenguaje y la programación de producción nacional.

En términos muy generales, se puede diferenciar entre los sistemas de medios de comunicación relativamente liberales, en los cuales la intervención estatal es limita­da y los medios están básicamente condicionados por las fuerzas del mercado, por un lado, y por el otro los sistemas en los cuales las tradiciones socialdemócratas, o diri­gisteis, se manifiestan en una mayor intervención estatal en la propiedad, financiación y regulación de los medios de comunicación. El ejemplo extremo de un sistema libe­ral está representado, naturalmente, por Estados Unidos, donde la especial prioridad jurídica de la Primera Enmienda limita muchas de las formas de regulación de los medios de comunicación que son frecuentes en Europa, aunque veremos cómo el papel del Estado también tiene en Estados Unidos su propia importancia. Existen, además, diferencias más sutiles en las distintas combinaciones de políticas de comu­nicación que han ido evolucionando en los distintos sistemas, normalmente muy vinculadas a las relaciones más generales entre el Estado y la sociedad, un tema que presentaremos en el siguiente capítulo. Los sistemas también demuestran diferencias en cuanto a la efectividad de las regulaciones de los sistemas de medios: una interven­ción estatal más tímida puede ser consecuencia tanto de una política que tenga como objetivo favorecer a las fuerzas del mercado, como del fallo del sistema político para establecer y hacer cumplir sus políticas de comunicación. Este fenómeno es, como veremos, especialmente corriente en la historia reciente de la radiotelevisión del sur de Europa; Traquina (1995) se refiere a ello como una «desregulación salvaje».

Aparte de las cuestiones de propiedad, financiación y regulación de los medios de comunicación, el Estado desempeña siempre un papel importante como fuente de información o «definidor primario» de noticias (Hall y otros, 1978), con una enor­me influencia sobre la agenda y la formulación de los asuntos públicos. Ambos fac­tores no están necesariamente relacionados, es decir, no está claro que el Estado tenga menor importancia como «definidor primario» en los sistemas en los que rige una política liberal de los medios de comunicación que en los sistemas donde hay una ma­yor intervención estatal en la propiedad, la financiación y la regulación de los medios de comunicación.

C O N C L U S I Ó N

Las cuatro dimensiones que hemos esbozado aquí cubren la mayor parte de las principales variables significativas para el estudio comparado de los sistemas de medios de comunicación en Europa occidental y Norteamérica, al menos desde el punto de vista de las relaciones entre los medios de comunicación y la política. Con­cebimos estas dimensiones como conjuntos de características de los sistemas de medios de comunicación que tienden a variar conjuntamente — como por ejemplo, los diversos componentes de la profesionalidad periodística o del paralelismo políti­co— aunque, ciertamente, veremos que no lo hacen de manera completamente igual

o predecible. En algunos sistemas, es posible que ciertos componentes de la profesio- nalización periodística se desarrollen más que otros, o que el Estado desempeñe un papel determinante en algunos aspectos y no en otros. Probablemente, cada una de estas dimensiones tendrá otros aspectos correlativos (por ejemplo, con las caracterís­ticas del contenido informativo), muchos de los cuales solamente podrán ser identi­ficados mediante una investigación más extensa. También consideramos que, en un último análisis, cada una de estas cuatro dimensiones es irreducible. Hemos desarro­llado este punto explícitamente en el caso de la profesionalidad periodística y el para­lelismo político, donde ambas dimensiones influyen entre sí en aspectos importan­tes, pero varían de forma independiente. Sospechamos que probablemente se podría decir lo mismo de cualquier par de dimensiones que se considere. Esperamos que el análisis que presentaremos establezca la plausibilidad de este marco, aunque somos conscientes de que es preciso investigar mucho más para ajustarlo y evaluarlo de forma definitiva.

En el siguiente capítulo se identifica la principal dimensión del sistema político que consideramos esencial para un análisis comparativo de las relaciones entre los medios de comunicación y la política, y se esboza una serie de hipótesis acerca de las relaciones entre estas variables y las dimensiones de los sistemas de medios de comu­nicación que aquí hemos expuesto.

3El contexto político de los sistemas mediáticos

E n el caeItulo I EXPUSIMOS que los sistemas de medios de comuni-cación están modelados por el contexto más amplio de la historia, la estructura y la cultura políticas. En esta sección analizaremos algunas de las principales característi­cas de los sistemas políticos que pueden influir en la estructura de las instituciones de los medios de comunicación. Hemos extraído de los estudios de política compa­rada y de sociología política algunos conceptos que nos parecen útiles para una com­prensión de la evolución de los sistemas mediáticos. Resumiremos brevemente estos conceptos, no sin antes ofrecer nuestras disculpas a los especialistas en estos campos por lo que podrá parecer una presentación demasiado elemental, así como a los estu­diosos del campo de los medios de comunicación no familiarizados con dichos con­ceptos, para quienes esta podrá parecer una visión de conjunto demasiado rápida. Esperamos que, para unos y otros, podamos profundizar estos conceptos y aclararlos a medida que los apliquemos al análisis de casos concretos. También esbozamos en este capítulo una serie de hipótesis que han surgido de nuestra investigación acerca de cómo estas variables de los sistemas políticos están relacionadas con las de los sis­temas de medios de comunicación que presentamos en el capítulo anterior. En la última sección de este capítulo, sostenemos que existen raíces históricas comunes que influyen en el desarrollo, tanto de los sistemas de medios de comunicación como de los sistemas políticos, y que son cruciales para entender la relación entre ambos. Todos los argumentos aquí expuestos serán desarrollados más extensamente cuando analicemos la evolución de ciertos sistemas en particular.

Los conceptos que hemos extraído de la sociología política y de la política com­parada fueron desarrollados, en la mayoría de los casos, sin tomar en consideración su posible aplicación a los estudios de los medios de comunicación, y quizá nuestra manera de seleccionarlos o adaptarlos pueda parecer un poco extraña a los estudio­sos de aquellos campos. N o obstante, esperamos poder demostrar, en el análisis sub­siguiente, que nuestras adaptaciones están justificadas. Uno de los retos para el estu­dio comparativo de los sistemas de medios de comunicación, estudio que sólo podemos esbozar mínimamente en este libro, consiste en seleccionar los elementos de los esquemas utilizados en la política comparada que sean relevantes para la com ­

prensión de los medios de comunicación y decidir cómo adaptarlos conceptualmen­te para este propósito.

En cierto sentido, las variables de los sistemas políticos que analizamos aquí podrían denominarse «variables independientes» en nuestro análisis de la relación entre los sistemas mediáticos y los sistemas políticos, ya que muchas de ellas corres­ponden a aspectos más generales de la estructura social y la cultura, y más profunda­mente arraigados que las características de los sistemas mediáticos que hemos esbo­zado anteriormente. Com o señalamos en el capítulo 1, sin embargo, entendemos la relación entre los sistemas de medios de comunicación y los sistemas políticos más en términos de una co-evolución que como un orden estrictamente causal. De hecho, la influencia relativa del sistema de medios de comunicación en las institucio­nes políticas y viceversa puede variar históricamente, con algunos períodos de domi­nio de las fuerzas políticas sobre el sistema de medios de comunicación, mientras en otros el sistema de comunicación es más independiente (o está más determinado por las fuerzas económicas), y tiene la posibilidad de ejercer una mayor influencia autó­noma en el mundo político. Trataremos esta cuestión con mayor detalle en el capí­tulo 8.

LA I N T E R A C C I Ó N C O N V A R I A B L E S E C O N Ó M I C A S

En este capítulo presentamos una serie de hipótesis acerca de cómo se relacionan las variables políticas con las variables de los sistemas de medios de comunicación. Es importante tener presente, sin embargo, que las relaciones son aproximadas y que no proponemos ningún tipo de correspondencia exacta entre las características de los sis­temas políticos y las de los sistemas de medios de comunicación. Esto es debido, por un lado, a que los sistemas políticos reales son muy complejos y, por el otro, a que las variables políticas interactúan junto a un buen número de otras influencias en los sistemas mediáticos. Los medios de comunicación son, en un sentido muy importan­te, una institución política, pero también son (y cada vez con mayor frecuencia) empresas que están determinadas por factores económicos.1 En el capítulo anterior ya hemos mencionado algunas características importantes de la estructura del merca­do de los medios de comunicación que desempeñarán un papel en nuestro análisis: señalamos, por ejemplo, que es más ptobabje que los mercados de prensa nacional sean compatibles con el pluralismo externo en la prensa que los mercados locales. Pocos estudios han desarrollado marcos conceptuales para la comprensión de esros factores desde una perspectiva comparativa. N o vamos a intentar llenar aquí este vacío, pero convendrá dar un par de ejemplos de los tipos de factores que pueden ser relevantes.

1. Los medios de com unicación son, adem ás, instituciones culturales. Ya que en este libro nos centramos principalmente en los m edios de prensa y la relación entre estos y el sistem a político, es la cultura política, íntim amente relacionada con el tipo de factores estructurales tratados en este capírulo, lo que es específicamente relevante en nuestro análisis. Sí hiciéramos un análisis com pa­rativo más enfocado en las industrias culturales, tendríam os que tener en cuenta tam bién otros tipos de factores culturales.

Un factor muy importante es, evidentemente, el desarrollo de la industria de la publicidad, el cual, a su vez, está relacionado con las pautas históricas de la sociolo­gía del consumo y de los negocios. Pilati (1990: 47), por ejemplo, comenta de la siguiente manera las diferencias entre Europa y Estados Unidos, donde el uso de los medios de comunicación para el marketing se desarrolló pronto y con fuerza:

E n E u ro p a los m ercados tienen d im en sion es n acion ales (a d iferencia de las con tin en ta les), que son , por lo tan to , m u ch o m ás pequ eñ as que las de E stad os U n id o s: esto sign ifica un a m ay or h o m o gen e id ad cultural y, p o r con sigu ien te, m en os m otivación para estandarizar h ábitos colectivos p o r m ed io d e la com u n icación . A sim ism o , en m u ch os casos este hecho con fin a a las em presas d en tro d e unas d im en sion es m od estas qu e só lo perm iten un os in gresos por p u b lic id ad m u ch o m en ores d e los que obtienen las o rgan izacion es em p re sa­riales de m ay or tam año. El branding (la m arca) p osib ilita un a reducción o neutralización de riesgos o d eb ilid ad es que p u ed an resultar del gran tam añ o de las em presas n orteam eri­canas: altos costes de coord in ación , un m en or nivel de ven ta ja local, altos costes de la in vestigación en nuevos produ cto s. [ . . . ] La gam a d e p rod u ctos que trad ic ion alm en te q u e ­dan exclu idos de la p rodu cción in du stria l (desd e la p asta fresca al helado, d esd e el pan hasta las cenas en restaurantes) es m u ch o m ás am p lia en E u ropa. A d em ás, los p ro d u c to ­res locales m antienen un firm e potencial de operativ idad gracias a la explotación de facto­res com erciales (las redes capilares d e d istribu ción , el precio) y porqu e se ven favorecidos por la m en o r cobertura d e las redes de d istribu ción a gran escala.

Pilari quiere remarcar así que varios factores culturales y económicos han hecho que la marca y, por lo tanto, la publicidad, ocupen un lugar menos central en la empresa europea, y que este hecho ha afectado al desarrollo de los medios de comu­nicación de varias maneras. Incluso puede atribuirse a ello el predominio de la radio­televisión pública en la Europa occidental.

Otro factor que sospechamos puede ser relevante es el nivel de concentración de capital, tanto en la industria de los medios de comunicación en particular como en la economía en general. Parece probable que allí donde exista una alta concentración de capital habrá un nivel relativamente elevado de interrelación entre el Estado y los propietarios de los medios de comunicación, bien sea a través de subvenciones y regulaciones, o bien en forma de vínculos clientelistas y alianzas partidistas, y, ade­más, en un contexto similar, los medios de comunicación tenderán a acusar una mayor influencia de intereses empresariales externos. En el capítulo 5, se verá, por ejemplo, cómo en España un número relativamente pequeño de bancos que contro­lan gran parte del capital del país ha ejercido una importante influencia en los medios de comunicación.

En el resto de este capítulo nos centraremos específicamente en el contexto polí­tico de los sistemas mediáticos.

EL P A P EL D E L E S T A D O

Los diferentes papeles que el Estado puede desempeñar como propietario, regu­lador y fundador de los medios de comunicación están claramente arraigados en diferencias más generales relativas al papel del Estado en la sociedad. En un nivel

más básico, se puede diferenciar entre las democracias liberales — con Estados Uni­dos como el ejemplo más obvio— y las democracias del bienestar que predominan en Europa, especialmente en el continente. Evidentemente, la diferencia no es absolu­ta, ya que el Estado desempeña un papel significativo aunque también limitado en todas las democracias capitalistas. Tam poco es una dicotomía: hay muchos matices en las diferencias que existen dentro de Europa, donde, por ejemplo, Suiza se incli­na considerablemente hacia el modelo liberal, en comparación con Suecia, N orue­ga o su vecina, Austria. Es evidente que existe una importante diferencia entre el papel del Estado relativamente restringido en Estados Unidos y las tradiciones euro­peas de una intervención estatal más activa, y esta distinción tiene un claro reflejo en la relación del Estado con el sistema de medios de comunicación. De la misma manera que el Estado en Europa se responsabiliza de la financiación de la salud pública, de la enseñanza superior, de instituciones culturales como orquestas sinfó­nicas y óperas, y frecuentemente de partidos políticos e iglesias, también se respon­sabiliza de la financiación de la televisión y, en un grado muy importante, de la prensa. Durante gran parte del siglo XX en Europa, se ha visto los medios de com u­nicación en primer lugar como instituciones sociales y solamente después, y quizá ni eso, como empresas privadas. D e la misma manera que se espera que el Estado en Europa desempeñe un papel activo en la mediación en disputas entre el capital y los trabajadores o en el mantenimiento de la salud de las industrias nacionales, se espera que intervenga también en los mercados de los medios de comunicación para alcanzar una serie de metas colectivas, desde el pluralismo político y la mejora de la calidad de la vida democrática (Dahl y Lindblom, 1976; Gustafsson, 1980) hasta la armonía racial y el mantenimiento de la lengua y las cultura nacionales. La dife­rencia entre Estados Unidos y Europa en cuanto al grado de intervención estatal puede ser, de hecho, más marcada en el caso de los medios de comunicación que en otras áreas de la vida social, ya que la tradición jurídica norteamericana concede a la libertad de prensa — en el sentido de que los actores particulares estén libres de la intervención estatal— una primacía excepcional sobre otros valores sociales. Una clara manifestación de esta diferencia se ve en el hecho de que, en general, los paí­ses europeos regulan la comunicación política: muchos prohíben la publicidad pagada, algunos limitan la extensión de los períodos de campañas electorales, otros regulan el tiempo cedido a los políticos en la televisión pública o comercial. En Estados Unidos, regulaciones de este tipo están consideradas por los tribunales vio­laciones de la Primera Enmienda.

La tradición europea de un Estado activo tiene raíces históricas complejas. Surge tanto de una tradición preliberal de dominio de los aristócratas como de la tradición más moderna de la democracia social. En la esfera de los medios de comunicación, como en otras, implica una combinación de elementos más autoritarios o paternalis­tas con otros de tipo más participativo y pluralista. C om o ejemplos del primer tipo podtíamos citar la Ley de Secretos Oficiales británica o las intervenciones por parte de varios gobiernos españoles para influir en la propiedad de los medios de comuni­cación. En cuanto al segundo, podríamos tomar como ejemplos el «ombudsman» (mediador) de la prensa sueca o los reglamentos alemanes acerca de la representación de grupos sociales en los consejos de la radiotelevisión. Sin embargo, muchas estruc­

turas y prácticas institucionales, como las leyes francesas que regulan los contenidos en lenguas extranjeras podrían servir de ejemplo, combinan los dos tipos.

Más allá de la distinción entre el Estado del bienestar y la democracia liberal, se pueden hacer muchas otras distinciones entre los diferentes papeles del Estado en la sociedad. Katzenstein (1985), por ejemplo, establece una triple distinción entre el liberalismo de Estados Unidos y Gran Bretaña, el estatismo de Japón y Francia, y el corporativismo de los Estados europeos pequeños y en menor grado de Alemania. Volveremos a esta distinción cuando hablemos del modelo Democrático Corporati­vo. Hay que señalar que tres de los países de nuestro estudio, Grecia, España y Por­tugal, pasaron en tiempos relativamente recientes de un siscema autoritario a un sis­tema democrático. Se han caracterizado'durante gran parte de su historia por un estatismo sin democracia social, es decir, con un papel estatal fuerte en la economía y en la sociedad en general, pero sin tenér un Estado del bienestar fuerte. Esta histo­ria, combinada con la tradición de clientelismo, de la que hablaremos a continua­ción, hace que estos países del sur de Europa sean históricamente diferentes en algu­nos aspectos importantes.

EL C O N S E N S O V E R S U S LA D E M O C R A C I A M A Y O R I T A R I A

La distinción que establece Lijphart (1984, 1999) entre el sistema de consenso y el sistema de mayoría se emplea ampliamente en la política comparada y es, con toda probabilidad, muy útil para entender las relaciones que hay entre los sistemas mediá­ticos y los sistemas políticos, sobre todo con respecto a lo que Lijphart, en sus últi­mas formulaciones, denomina la dimensión ejecutivo-partidos. Los modelos contras­tados de Lijphart se resumen en la tabla 3.1.

El sistema de mayoría, como intentaremos demostrar en el capítulo 7 cuando hablemos de los sistemas liberales en los que predomina este modelo, suele asociarse con la idea del periodista como un servidor neutral del público en su conjunto, y no como un portavoz de alguna tendencia política o grupo social en particular, y con el pluralismo interno antes que con el pluralismo externo, aunque veremos que la pren-

T a b l a 3 . 1 El s i s t e m a de c o n s e n s o versus el s i s t e m a de m a y o r í a

Sistem a de m ayoría Siscem a de consenso

1. El partido ganador concentra el poder Reparco del poder2. Predom inio del G abinete Separación del poder entre los cuerpos

legislativo y ejecutivo3. Sistem a bipartidista Siscema multiparcidista4. Sistem a uninominal mayoritario Representación proporcional5. Una clara distinción entre el gobierno y la oposición Consenso y cooperación entre

los adversarios políticos

sa británica se desvía de forma significativa de este modelo. Forma parte de la cultu­ra política de un sistema de mayoría — al menos de una democracia mayoritaria de muchos años de existencia— que los partidos compitan 110 para ganar una mayor cuota de poder para su particular segmento de la sociedad, sino para alcanzar el dere­cho a representar a la nación en su conjunto, y en este sentido puede ser que la noción de la profesionalidad neutral sea más natural en un sistema de mayoría. Es también probable que el sistema de mayoría suela estar asociado con el desarrollo de partidos políticos oportunistas, partidos con identidades ideológicas poco definidas que atraen a un amplio público de todas las clases sociales, aunque este fenómeno se da más en el sistema presidencial de Estados Unidos que en el sistema del Parlamen­to británico de Westminster. Donde predominan los partidos de este tipo es lógico que se desarrollen unos medios de comunicación también de tipo oportunista. Por otro lado, los sistemas de consenso son típicamente sistemas multipartidistas y es más probable que se encuentre el pluralismo externo (tal como ha quedado definido en el capítulo anterior) en el sistema de medios de comunicación de los Estados multi­partidistas, junto con otras características del paralelismo político.

Hay una relación especialmente clara y directa entre los modelos de gobierno de mayoría o de consenso y los sistemas de control y regulación de la radiotelevisión, los cuales suelen seguir pautas similares a las que predominan en otras esferas de la polí­tica pública. La característica básica de la política en los sistemas de consenso es la del reparto de poder, y los mejores ejemplos del reparto de poder en el control de la radiotelevisión se encuentran en los sistemas que tienden hacia el modelo de consen­so, en forma o bien del modelo parlamentario (Italia y Bélgica) o bien del modelo cívico/corporativo (Países Bajos y Alemania).

En cuanto a los sistemas de mayoría, Humphreys (1996: 11) señala que «sería de esperar que los medios de comunicación de propiedad pública fueran más vulnera­bles a la influencia de la tendencia política dominante». Y en efecto, lo que nosotros hemos denominado el «modelo gubernamental» de regulación de la radiotelevisión se encuentra típicamente en los sistemas de mayoría: en la Francia anterior a la déca­da de 1980 y en España, Portugal y Grecia hoy en día. Frecuentemente, las mismas medidas institucionales para el gobierno de la radiotelevisión producen diferentes resultados políticos en los sistemas de mayoría y en los de consenso: un consejo de dirección nombrado por el Parlamento de acuerdo con la representación proporcio­nal tendrá como resultado un reparto de poder en un sistema de consenso como el de Italia, por ejemplo, pero en un sistema de mayoría como el de España el resulta­do será un control efectivo por parte del Gobierno. N o obstante, como también señala Humphreys, el sistema británico del Parlamento de Westminster, la quintae­sencia de los sistemas de mayoría, se caracteriza no por la influencia de la mayoría en la radiotelevisión pública sino por su separación del control político, una desviación de la pauta prevista que este autor atribuye a la tradición liberal de gobierno limita­do, algo relativamente fuerte en Gran Bretaña.

En realidad, parece probable que el modelo profesional de gestión de la radiote­levisión se asocie en muchos casos con los sistemas de mayoría. En un sistema polí­tico pluralista es difícil que la mayoría política sostenga el control directo de la radio­televisión. Casi siempre crea un intenso conflicto político y daña la credibilidad del

sistema de los medios de comunicación. La mayoría de los países europeos comenza­ron, en la primera época de la radiotelevisión, con algo parecido al modelo guberna­mental, pero con el tiempo se vieron obligados a idear otras alternativas. Una de ellas podría ser el reparto de poder, pero esto entra en conflicto con la estructura y cultu­ra políticas fundamentales de los sistemas de mayoría; la solución lógica para siste­mas de este tipo parece ser el modelo profesional. Canadá e Irlanda se ajustan a esta solución. Suecia podría ser otro ejemplo. Este país, sin embargo, es un caso mixto en términos de la distinción sistema de mayoría/sistema de consenso, pero se ha carac­terizado durante gran parte de los últimos años del siglo X X por gobiernos monopar- tidistas y, del mismo m odo que Gran Bretaña, por un alto grado de separación entre la radiotelevisión y la política. Argumentamos, pues, que donde un sistema de mayo­ría comienza con un modelo gubernamental de gobierno y regulación de la radiote­levisión, es muy probable que con el tiempo adopte el modelo profesional, ya que se producen tantas alternancias en el poder que los principales partidos aceptan su inevitabilidad y están dispuestos a perder la esperanza de controlar la radiotelevisión cuando estén en el poder, a sabiendas de que algún día se encontrarán en la oposi­ción y preferirían no tener que pasar el control a sus rivales.

P L U R A L I S M O I N D I V I D U A L V E R S U S P L U R A L I S M O O R G A N I Z A D O ;

L I B E R A L I S M O V E R S U S C O R P O R A T I V I S M O

Una de las dimensiones de la distinción que hace Lijphart entre el gobierno de mayoría y el de consenso tiene que ver con el papel político de los grupos de interés especial. «El típico sistema de grupos de interés especial de la democracia mayorita- ria», señala, «es un pluralismo competitivo y sin coordinación de grupos indepen­dientes que contrasta con el sistema coordinado y negociador del corporativismo típico del modelo de consenso» (1999: 171). Esta distinción tiene que ver con un contraste más amplio entre dos tipos de sistema: aquellos en los que se concibe y se organiza la representación política en términos de la relación entre las instituciones que gobiernan y los ciudadanos individuales, junto con una diversidad de «intereses especiales» que compiten (que llamaremos sistemas de pluralismo individualizado) y los sistemas en los que los grupos sociales organizados son más centrales en el proce­so político, y que llamaremos sistemas de pluralismo organizado. Los sistemas de plu­ralismo organizado se caracterizan por grupos sociales fuertemente institucionaliza­dos que representan a diferentes segmentos de la población y que a menudo desempeñan un papel importante en la mediación de las relaciones de sus miembros con la sociedad en general. Estos grupos incluso pueden estar integrados formalmen­te en el proceso de formulación de la política pública. Un ejemplo clásico del plura­lismo organizado sería el sistema «pilarizado» que predominaba en los Países Bajos durante la primera mitad del siglo X X , en el cual las diferentes subcomunidades — protestante, católica, socialista y liberal— desarrollaron sus propias instituciones educativas, culturales, sociales y políticas, que abarcaban desde clubes deportivos hasta sindicatos y partidos políticos. D e la misma manera, las subculturas católica y

comunista italianas desarrollaron densas redes de estructuras organizativas, de las cuales dependía, en gran medida, la vida de las personas en lo que atañía a las activi­dades culturales y de ocio o incluso al trabajo y a los servicios gubernamentales. En los casos en que estas subcomunidades organizadas estructuran la mayoría de los aspectos de la vida social, y las instituciones sociales están separadas en subcomuni­dades, como era el caso en los Países Bajos antes de la década de 1960, en la biblio­grafía de la política comparada se habla de un pluralismo segmentado.

La integración formal de los grupos sociales en el proceso político recibe el nom­bre de corporativismo. Com o afirma Katzenstein (1985: 32), los Estados europeos más pequeños, especialmente los países escandinavos, Bélgica, Luxemburgo, los Paí­ses Bajos y Suiza, desarrollaron, a principios del siglo XX, una forma particular de hacer política que «se distinguía por tres características: una ideología de concerta- ción social expresada en el ámbito nacional; un sistema relativamente centralizado y concentrado de grupos de interés especial; y una coordinación voluntaria e informal de objetivos contrapuestos mediante una negociación política continua entre los gru­pos de interés especial, las burocracias estatales y los partidos políticos». Katzenstein contrasta esta form a de corporativismo democrático, también adoptado en gran parte por Alemania y Austria después de la Segunda Guerra Mundial, con el liberalismo. En el capítulo 6 sostendremos que el concepto de corporativismo democrático es enormemente útil para comprender los sistemas mediáticos del norte y de la parte occidental del centro de Europa. Las estructuras de grupo asociadas con el pluralis­mo segmentado y el corporativismo se han deshecho en gran medida en la Europa occidental, y han abierto paso a unas pautas de pertenencia social más individualiza­das. N o obstante, desempeñaron un papel de gran importancia en el desarrollo de los sistemas tanto políticos como de medios de comunicación en gran parte de Europa, y existen todavía importantes diferencias respecto a la manera en que siguen influ­yendo en la vida política.

Vale la pena añadir que los sistemas también difieren en cuanto a la importancia del papel dominante de los partidos políticos en relación con otros tipos de grupos sociales organizados. Un importante dominio de los partidos políticos suele ser carac­terístico de los sistemas que se inclinan hacia un pluralismo polarizado, un concepto que explicaremos más adelante. Normalmente, la historia de estos sistemas tiene un desarrollo de la sociedad civil más débil y, como regla general, han sido los partidos los que han llenado el vacío organizativo.

Donde existía un pluralismo organizado muy desarrollado, los medios de com u­nicación estaban siempre muy integrados en las instituciones representativas de los grupos. Los «pilares» holandeses, por ejemplo, tenían sus propios periódicos, y en la radiotelevisión holandesa existía un sistema parecido en el cual diferentes organiza­ciones representaban las diferentes subculturas. Por lo tanto, es evidente que el plu­ralismo organizado está asociado con el pluralismo externo y el paralelismo político: los medios de comunicación vinculados a los partidos políticos, a los sindicatos y a las iglesias, y la noción del periodismo como vehículo para la representación de gru­pos e ideologías son fenómenos que se desarrollan con más fuerza en las sociedades caracterizadas por un pluralismo organizado. Además, estas sociedades suelen tener alguna versión del sistema de «la política dentro de la radiotelevisión» — o bien el

modelo parlamentario o bien el modelo cívico/corporativista— porque la democra­cia se concibe como necesitada de una representación directa de los intereses socia­les. Una manifestación interesante de la manera en que esta diferencia entre culturas políticas influye en la política de la radiotelevisión se encuentra en los diferentes reglamentos introducidos en Gran Bretaña y en los países escandinavos para la con­cesión de licencias para la radio comunitaria: Gran Bretaña prohibió la concesión de licencias a iglesias y partidos políticos, mientras que los países escandinavos las inclu­yeron expresamente (De Bens y Petersen, 1992). Hay que señalar, finalmente, que en las sociedades que tienen organizaciones centralizadas fuertes que representan a gru­pos sociales, los periodistas también tendrán una organización parecida. Com o vere­mos, las sociedades corporativistas democráticas del norte de Europa se caracterizan por una organización formal de la profesión de periodismo particularmente fuerte.

LA AUTORIDAD RACIONAL-LEGAL Y EL CLIENTELISM O

M ax Weber definió la autoridad racional-legal como una forma de gobierno basa­da en la adhesión a unas reglas de procedimiento formales y generalizadas. Para Weber, la institución característica del sistema racional-legal era la burocracia, es decir, un aparato administrativo independiente de cualquier partido, individuo o grupo social, que actúa de acuerdo con procedimientos establecidos y cuyo papel se concibe como el de servir a la sociedad en su conjunto. Entre las características clave de una administración autónoma están el reclutamiento del funcionariado basado en méritos, la adhesión a las reglas formales de procedimiento y la «coherencia corpora­tiva» dentro del cuerpo del funcionariado, que impone la adhesión a procedimientos establecidos y protege el proceso administrativo de interferencias externas que no están conformes con ello.2 El elemento institucional clave en el desarrollo de una administración pública autónoma es el establecimiento de un sistema de funcionaria­do que controle la contratación, promoción y ocupación del personal administrati­vo, y proteja este proceso de una posible monopolización por parte de grupos influ­yentes y del patrocinio de los partidos políticos. Según Shefter (1977), dos circunstancias históricas originaron la autonomía burocrática en Estados Unidos y en Europa. En algunos países empezó a desarrollarse en los siglos XYII y XVIII, cuando los monarcas sentían la necesidad de disponer de ejércitos y aparatos reguladores de mayor escala e intentaron crear «un Estado moderno, centralizado y burocrático para reemplazar el standestaat descentralizado [que conllevaba la monopolización de las posiciones administrativas por parte de la clase terrateniente tradicional]» (417). En

2. A pesar de su im portancia en el trabajo seminal de Weber, la noción de la autoridad racio­nal-legal no parece estar m uy desarrollada en la literatura contem poránea sobre la política en la Europa occidenral. Un trabajo reciente e im portante que hem os consultado es el de Evans (1997). Sin em bargo, a Evans le interesa principalm ente el desarrollo del «estado weberiano» en países en vías de desarrollo y no analiza a fondo las diferentes pautas de su desarrollo en la Europa occiden­tal o en Norteam érica.

otros países fue implantada en el siglo X IX por una «racionalización burguesa», que intentaba instaurar un tipo de sistema regulador flexible que funcionaría según reglas establecidas, y dentro de cuyo marco podría desarrollarse el dinámico capitalismo moderno. Además de la burocracia, la otra institución principal de un orden racio­nal-legal es un sistema jurídico independiente. La autoridad racional-legal tiene tam­bién importantes componentes culturales que se manifiestan, por ejemplo, en el grado de buena disposición de los ciudadanos, las empresas u otros actores para cum­plir las reglas, o, en cambio, en sus intentos de evadirlas. Otra cuestión es que los empleados públicos, los expertos técnicos y demás autoridades estén considerados realmente servidores de un «interés público» general que trascienda cualquier interés particular.

La implicación más obvia y directa del desarrollo de la autoridad racional-legal para el sistema de comunicación se encuentra, como es el caso de otros elementos de estructura política, en los sistemas de radiotelevisión pública y en las agencias que regulan la radiotelevisión privada, asignan las subvenciones a la prensa, etc. Allí donde la autoridad racional-legal está muy desarrollada es probable que estas institu­ciones, y otras agencias públicas, estén relativamente libres del control del Gobierno, de los partidos o de políticos en particular y que estén gobernadas por reglas y pro­cedimientos claros. Esto no significa necesariamente que el gobierno de la radiotele­visión siga el modelo profesional formalmente autónomo. Com o veremos, muchos de los países democráticos cotporativistas del norte y centro de Europa tienen una autoridad racional-legal fuerte, pero siguen modelos de regulación de los medios de comunicación del tipo «radiotelevisión dentro de la política». Naturalmente, la intención no es que las burocracias sean totalmente autónomas sino que respondan al liderazgo político elegido; las connotaciones negativas del término «burocracia» tienen su origen en las quejas sobre la disminución de la responsabilidad de los apa­ratos administrativos. Por lo tanto, todas las burocracias experimentan algún grado de control y penetración políticos, sobre todo en los niveles superiores (Suleiman, 1984). Pero donde la autoridad racional-legal es fuerte, ese control será más o menos compensado por la autonomía profesional de los funcionarios, incluidos, en el caso de la radiotelevisión pública, los periodistas. En los países en los que la autoridad racional-legal está menos desarrollada — principalmente, como veremos, en el sur de Europa— el control y la penetración de la radiotelevisión pública y de las institucio­nes reguladoras por parte de los partidos suelep ser más fuertes y profundos.

El desarrollo de la autoridad racional-legal también afecta a los sistemas de medios de comunicación de forma muy general aunque más indirecta. Los sistemas de autoridad racional-legal requieren, por ejemplo, la codificación formal de proce­dimientos e información y que estos sean accesibles al público. Por consiguiente, pro­porcionan un terreno fértil para el desarrollo del periodismo. Habermas, en su des­cripción de los orígenes de la esfera pública, señala que la institución de la administración pública formalizada, junto con la necesidad de hacer partícipes de ordenanzas y avisos a una multitud de ciudadanos, desempeñó un importante papel en el origen de la prensa (1989: 21-22).

Es menos probable que ocurra una instrumentalización de los medios de comu­nicación, tal como la definimos en el capítulo anterior, en sistemas con una fuerte

autoridad racional-legal; es menos probable que los propietarios de los medios de comunicación tengan alianzas fuertes y estables con algunos partidos políticos y, asi­mismo, es menos probable que utilicen sus propiedades como instrumentos para intervenir en asuntos políticos. La independencia de las instituciones administrativas y judiciales, y el hecho de que la política pública esté sujeta a reglamentos significa que, donde existe una autoridad racional-legal fuerte, las empresas no dependen excesivamente de las decisiones arbitrarias de ciertos funcionarios, que podrían estar favoreciendo a alguna empresa políticamente aliada. Tampoco sufrirán de forma drástica las consecuencias de un cambio de poder político. Pero esto no significa que la influencia de las empresas en la política pública sea reducida en un sistema con una autoridad racional-legal fuerte, ni que sus intereses se encuentren desfavorecidos; al contrario, a menudo un sistema de autoridad racional-legal institucionalizará esta influencia, aunque, según el equilibrio de las fuerzas políticas en la sociedad, puede que también dé acceso a otros intereses al proceso de la formulación de la política. Pero lo que sí significa es que los propietarios de las empresas tendrán menos necesi­dad de alianzas políticas particularistas y esto implica que a los propietarios de los medios de comunicación les será más fácil guardar las distancias de la política parti­dista.

También la profesionalización del periodismo es más común donde existe una fuerte autoridad racional-legal. D e hecho, en gran medida el desarrollo de la profe- sionalidad periodística tiene sus orígenes en las mismas fuerzas históricas que produ­jeron los sistemas administrativos y jurídicos autónomos — sobre todo en la fase de la «racionalización burguesa»— y estas tendencias influyeron históricamente la una en la otra de muchas maneras. La profesionalidad periodística comenzó a desarrollar­se en Europa y Norteamérica en la segunda mitad del siglo X IX , en el momento en que hubo un movimiento general hacia la profesionalidad como modelo de organi­zación en muchas esferas de la vida social, incluida la administración pública. La pro­fesionalidad periodística y la profesionalidad administrativa implican visiones uni­versales parecidas, incluidas la noción de una institución independiente que sirva al bien general, y un énfasis en un discurso racional y centrado en hechos. «La burocra­cia es de carácter “racional”», escribió Weber, «reglamentos, medios, objetivos y una actitud práctica dominan su conducta» (Gerth y Mills, 1946: 244). Está claro que puede decirse lo mismo de las nuevas formas de periodismo informativo. En muchos casos los periodistas, que frecuentemente procedían de la clase media progresista, estaban muy comprometidos en los movimientos reformistas que establecieron los sistemas administrativos modernos. A su vez, esos sistemas proporcionaron las fuen­tes de información políticamente «neutrales» que constituirían la base de nuevas for­mas de periodismo fundamentadas en la información, las cuales contaban en gran medida con los documentos y actas accesibles al público y que servirían de material para gran parte de sus noticias.

En claro contraste con esa forma organizativa está el clientelismopolítico, que per­manecía fuerte en el sur de Europa durante gran parte del siglo X X y cuyo legado sigue siendo, en nuestra opinión, importante para una comprensión de los sistemas mediá­ticos en aquella región. El término clientelismo se refiere a un modelo de organización social en el cual el acceso a los recursos sociales está controlado por patrocinadores y

permitido a los clientes a cambio de deferencia y varias formas de apoyo (Mouzelis, 1980; Eisenstadt y Lemarchand, 1981; Roniger y Günes-Ayata, 1994; Piattoni, 2001; Hailin y Papathanassopoulos, 2002). Es una forma particularista de organización social en la cual las reglas formales tienen menos importancia que las relaciones per­sonales, o, en formas posteriores de clientelismo, que las relaciones que cuentan con intermediarios tales como los partidos políticos, la Iglesia u otras organizaciones. Mientras que la autoridad racional-legal suele estar asociada a una cultura política que exalta la noción del «bien común» o el «interés público» (y aquí dejaremos de lado la cuestión de si las políticas que se siguen en nombre del «bien común» realmente sir­ven a los intereses del conjunto de la sociedad), en un sistema clientelista el compro­miso con intereses particulares es más fuerte y la noción del «bien común», más débil. En todas las sociedades se ha visto un auge del clientelismo en un momento u otro de su historia, y las relaciones clientelistas siguen existiendo en cierta medida por todas partes (Legg, 1975). Estas relaciones, sin embargo, fueron el blanco de los movimien­tos reformistas que buscaban reforzar la autoridad racional-legal, y donde dichos movimientos tuvieron éxito el clientelismo retrocedió.

El clientelismo suele estar asociado con la instrumentalización, tanto de los medios de comunicación públicos como de los privados. En el caso de los medios de comunicación públicos, los nombramientos suelen hacerse a base de lealtades políti­cas antes que siguiendo criterios puramente profesionales. En muchos casos, los pro­pietarios de empresas privadas tendrán conexiones políticas, que son esenciales para conseguir contratos o concesiones gubernamentales (incluidas licencias para la radio­televisión) y necesarias en muchos aspectos para que una empresa tenga éxito. Con frecuencia, estos empresarios utilizarán sus propiedades entre los medios de comuni­cación como vehículos para negociar con otras élites y para intervenir en el mundo político; de hecho, en muchos casos este será el objetivo principal del empresario al hacerse con la propiedad de algún medio de comunicación. Por todas estas razones, el nivel de paralelismo político suele ser alto donde exista una fuerte tradición de clientelismo.

En general, donde se da un fuerte clientelismo, la adhesión a las normas jurídicas es más débil; los actores darán por supuesto que podrán utilizar sus relaciones para evitar unos reglamentos incómodos. Este hecho contribuye al fenómeno de la «des­regulación salvaje» mencionada en el capítulo 2, ya que en muchos casos las autori­dades reguladoras no logran imponer los reglamentos relacionados con la radiotele­visión. Asimismo, es un fenómeno que contribuye a la instrumentalización. El hecho de que a menudo se incumplan algunas leyes mientras que se insiste en el cumpli­miento de otras crea una situación que ofrece muchas oportunidades e incentivos para ejercer presiones particularistas. Los políticos pueden ejercer presión sobre los propietarios de los medios de comunicación al hacerles cumplir con las leyes que tra­tan la radiotelevisión o los impuestos. Los propietarios de los medios de comunica­ción, y en algunos casos periodistas destacados, pueden ejercer presiones, a su vez, al amenazar con exponer ciertos comportamientos reprobables por parte de algunos funcionarios.

El clientelismo está también asociado con niveles más bajos de profesionalidad en el periodismo. Los periodistas suelen estar integrados en redes clientelistas, y sus

vínculos con los partidos, los propietarios u otros patrocinadores debilitan la solida­ridad profesional. Se señala frecuentemente en la literatura sobre el clientelismo que este tiende a derribar las formas «horizontales» de la organización social, y la profe- sionalidad es una de estas formas. Debido a que la cultura política no enfatiza la sepa­ración entre el bien público y los intereses particulares, ni el respeto hacia normas abstractas, la base cultural para la profesionalización se debilita. En este sentido, exis­te una relación entre el hecho de que los italianos no se pongan el cinturón de segu­ridad, a pesar de estar requerido por ley, y el hecho de que los periodistas italianos no sigan códigos éticos periodísticos, a pesar de que su sindicato haya creado uno recien­temente.

Finalmente, el clientelismo está asociado con modelos de comunicación privados antes que con los modelos públicos. La necesidad que tienen los ciudadanos de a pie de información acerca de asuntos públicos es limitada; como dice Piattoni (2001; 202): «El clientelismo es [ ...] sencillo: un voto a cambio de un beneficio». Mientras tanto, en la cumbre, el proceso de comunicación política suele estar cerrado: los pro­cedimientos y documentos públicos tienen menos importancia para el proceso polí­tico que las negociaciones privadas entre las élites. Por consiguiente, el acceso que tie­nen los periodistas a la información política relevante depende más de sus vínculos políticos, y es más probable que la comunicación política tienda a servir el proceso de negociación entre élites que a proporcionar información al público en su conjunto.

P L U R A L I S M O M O D E R A D O V E R S U S P L U R A L I S M O P O L A R I Z A D O

Otra diferenciación básica en el campo de la política comparada es la que se hace entre el pluralismo moderado y el pluralismo polarizado. En este último, según Sarto- ri (1976: 135), «[•••] es probable que las divisiones sean muy profundas [...] el con­senso, mínimo, y [ ...] la legitimidad del sistema político, ampliamente cuestionada. En pocas palabras, tenemos una polarización cuando tenemos una distancia ideoló­gica [...]» . El pluralismo polarizado se caracteriza por la existencia de importantes partidos políticos antisistema. En Italia, por ejemplo, tanto el partido fascista como el comunista han sido importantes durante todo el período democrático, siendo el voto procomunista de un 25 a un 30 % del total. El espectro político es amplio, y los partidos suelen tener ideologías muy diferenciadas y opuestas. En el pluralismo moderado hay una tendencia general hacia el centro más acentuada, las diferencias ideológicas entre los partidos son menores y a menudo menos claras, y existe una mayor aceptación de la forma fundamental del orden político.

El modelo clásico de pluralismo polarizado al cual se refería Sartori no ha existi­do más que en un número limitado de casos: en Italia (en el período en el que este autor desarrolló el concepto), en la Cuarta República en Francia, en la Alemania de la República de Weimar, por nombrar algunos. Pero la distinción fundamental entre sistemas en los cuales la polarización y la diversidad ideológicas son más acentuadas o más limitadas es mucho más útil para comprender el desarrollo de los sistemas mediáticos. La tabla 3.2 muestra las diferencias entre los países europeos en términos

de polarización ideológica (información presentada por Lañe y Ersson en 1991 y recopilada mediante análisis de los manifiestos de los partidos) y el número de par­tidos políticos. El grado de polarización ideológica está relacionado con diferencias históricas, resumidas en parte en la última sección de este capítulo. El pluralismo polarizado se desarrolló allí donde existía una fuerte oposición conservadora al libe­ralismo, y donde la transición al liberalismo fue larga y conflictiva. M ás adelante en nuestro análisis emplearemos el término pluralismo polarizado para referirnos a este desarrollo político más amplio y así aplicarlo a países como España y Portugal, que tuvieron una forma de pluralismo polarizado únicamente durante cortos períodos de democracia en la primera parte del siglo XX (después de los cuales el pluralismo fue reprimido durante medio siglo por la dictadura), pero que comparten muchos aspec­tos del modelo de desarrollo histórico de la Italia de Sartori.

El pluralismo polarizado suele asociarse con un alto nivel de paralelismo político: en general, los periódicos se identifican con tendencias ideológicas, y a menudo exis­ten fuertes tradiciones de periodismo de opinión y comentario. La noción de un periodismo políticamente neutral es menos plausible donde compiten una amplia gama de visiones del mundo. D e la misma manera que el clientelismo, con el cual comparte raíces históricas, el pluralismo polarizado tiende a socavar la concepción de un «bien común» que trasciende compromisos ideológicos particulares. Sartori afir­ma que los sistemas de pluralismo polarizado suelen tener culturas políticas que ponen el énfasis en «la ideología entendida como una manera de percibir y de con-

T a b l a 3 . 2 N ú m e r o e f e c t i v o de p a r t i d o s p o l í t i c o s e í n d i c e de p o l a r i z a c i ó n . P r o m e d i o s de 1 9 4 5 a 1 9 8 9

Polarización Partidos

Francia 5,1 4,8Portugal* 4,7 3 ,6Finlandia 3,9 5,5Italia 3,7 4 ,0Grecia* 3,7 3,2Países Bajos 3,6 4 ,9Alemania 3,6 2 ,9España* 3,4 4 ,0Gran Bretaña 3,3 2,7Noruega 3,2 3,9Suecia 3,2 3,4Austria 2,4 - 2,5Dinam arca 2,4 4,8Bélgica 2,1 5,0Suiza 1,6 5,6Irlanda

* Unicam ente en democracia.

0,9 3,1

Fuente: Lañe y Ersson 1991: 184-185.

cebir la política, y definida, por tanto, como una manera de enfocar las cuestiones políticas basada en principios, claramente doctrinaria y pomposa. (137)».3 En una cultura de esta índole no es sorprendente que exista una fuerte tradición de periodis­m o de opinión o comentario. Las sociedades donde existe un pluralismo polarizado se caracterizan históricamente por violentos conflictos políticos que frecuentemente implican un cambio de régimen. Los medios de comunicación han sido utilizados como instrumentos en estas luchas, a veces por dictaduras o por los movimientos que se oponían a ellas, pero también por partidos en conflicto en períodos de política democrática. Una historia de estas características evidentemente empuja los medios de comunicación hacia la politización. El pluralismo moderado, en cambio, es más propicio al desarrollo de unos medios de comunicación comercializados o profesio­nalizados, con menos paralelismo político e instrumentalización.

LAS R A I C E S H I S T Ó R I C A S

Las instituciones políticas europeas se desarrollaron a partir de una serie de con­flictos que surgieron de importantes transformaciones sociales: la Reforma Protestan­te, la Revolución Industrial, la revolución democrática y la formación del Estado- nación. Los sistemas de medios de comunicación también se desarrollaron a partir de estas transformaciones y de los conflictos y divisiones que resultaron de ellas. Los pri­meros medios de comunicación de masas — periódicos, libros, panfletos y octavi­llas— estaban profundamente implicados en estos conflictos, y los medios modernos están en gran parte asociados con algunos de los polos que se crearon. Sobre todo, el carácter del periódico moderno es el de una institución de orden social seglar, urba­no, nacional, democrático y capitalista. Por consiguiente, las pautas que siguieron estas transformaciones y los conflictos asociados tienen una importancia crucial a la hora de comprender las relaciones entre los sistemas de medios de comunicación y los sistemas políticos.

En los siguientes capítulos analizaremos con mucho más detalle el desarrollo his­tórico interrelacionado de ciertos sistemas de medios de comunicación y sistemas políticos en sus contextos sociales. Aquí quisiéramos señalar una distinción muy general entre los países donde las instituciones liberales y burguesas triunfaron con relativa rapidez sobre el feudalismo y el sistema patrimonialista, y aquellos en los que el conflicto entre las fuerzas del liberalismo y del conservadurismo tradicional perma­neció sin resolver hasta bien entrado el siglo XX. Esta diferencia histórica explica en gran medida las claramente distintas pautas de desarrollo de los sistemas mediáticos que predominan en el norte y el sur de Europa. En gran parte del norte de Europa, los terratenientes que constituían la base social del viejo orden europeo eran bastan­te débiles, y las fuerzas liberales consolidaron con relativa rapidez su hegemonía.

3. Sartori relaciona este estilo ideológico con «una m entalidad de racionalism o en com para­ción con una m entalidad empírica y pragm ática (137)», aunque no explora las raíces históricas de esta diferencia cultural. C om o veremos en el capítulo 5, Putnam (1973) la atribuye al sim ple hecho de la polarización, al hecho de que la vida política sea altamente conflictiva.

Donde predominó esta pauta, se encuentran, generalmente, el pluralismo moderado y un fuerte desarrollo de la autoridad racional-legal en la esfera política, combinados con un fuerte desarrollo de periódicos de gran tirada y de la profesionalidad perio­dística. C om o señaló Tocqueville, Estados Unidos siempre fue desde el principio una sociedad liberal y los conflictos políticos posteriores, los que tuvieron lugar entre la clase obrera y el capital, y acerca de la esclavitud y la situación racial, se desenvol­vían sobre un fondo de hegemonía liberal; en este sentido, Estados Unidos también encaja en este modelo.

En el sur de Europa, los terratenientes y la Iglesia Católica eran mucho más pode­rosos; el industrialismo y el mercado se desarrollaron más tarde, y el agudo conflicto político acerca de la forma básica del sistema político continuó durante mucho más tiempo. En el terreno político el resultado fue el pluralismo polarizado, el dientelis- mo y el estatismo. En el sistema de los medios de comunicación, frenado por la tra­dición cultural de la Contrarreforma, por el autoritarismo político y por un desarro­llo más débil del mercado y del Estado-nación, los periódicos de gran tirada nunca se desarrollaron y la profesionalidad periodística fue restringida por el clientelismo. Lo que sí apareció, una vez arraigada la democracia, fue un amplio espectro de medios de comunicación estrechamente vinculados a las diferentes facciones políti­cas que competían por el poder, un sistema que se caracterizaba por un alto nivel de paralelismo político.

Una buena ilustración de la importancia de la historia para una comprensión de los sistemas de medios de comunicación contemporáneos es el hecho de que las tira­das de los periódicos todavía reflejan unas pautas establecidas a finales del siglo X IX ,

cuando el periódico de gran tirada comenzó a desarrollarse. La figura 3.1 muestra la correlación entre las tasas de alfabetización en 1890 y las tiradas de los periódicos en el año 2000, para trece países cuyos datos conocemos. Mediante una transformación logarítmica de las tiradas, la correlación resulta ser de 0,8 en la región. Con estas cifras, la división entre el norte y el sur de Europa queda clara, y las tiradas en el sur de Europa reflejan sus tasas de alfabetización en 1890. Lo importante aquí no es que las tasas de alfabetización sean la causa del desarrollo de los periódicos de gran tira­da; hasta cierto punto, la causalidad podría incluso funcionar en sentido contrario. Com o dice Cipolla (1969: 18), « [ ...] de hecho, la alfabetización no es más que un aspecto de una realidad sociocultural compleja»; el desarrollo de una prensa de gran tirada es otro aspecto de aquella realidad.

Naturalmente, como veremos más adelante, existen muchas diferencias entre los distintos países, que complican la sencilla división que hemos utilizado aquí entre los países en los que se consolidaron más rápidamente las instituciones liberales y aquellos donde la transición fue más prolongada. Alemania y Francia, en particular, son casos realmente mezclados en términos de esta distinción histórica. Y aunque los países liberales del Atlántico Norte (Gran Bretaña, Irlanda, Estados Unidos y Cana­dá) compartan muchas características con los países del norte de Europa donde las instituciones liberales también se desarrollaron relativamente pronto, también difie­ren de ellos en aspectos importantes de su historia posterior en cuanto a política y medios de comunicación. En la parte II de este libro intentaremos dar una visión más matizada de! contexto histórico de los sistemas de medios de comunicación.

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Figura 3-1 Relac ión entre las tasas de al fabet ización en 1 8 9 0 y las t i r a d a s de la p r e n s a en 2 0 0 0

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C O N C L U S I Ó N

En este capítulo, hemos identificado una serie de variables de los sistemas políti­cos que nos parecen relevantes para un análisis comparativo de los sistemas de medios de comunicación. Estas variables, derivadas y a veces adaptadas de los documentos de política comparada y de sociología política, pueden resumirse en términos de cinco dimensiones principales: la relación entre el Estado y la sociedad, y especial­mente la distinción entre la democracia liberal y la democracia del Estado del bienes­tar; la distinción entre el gobierno de consenso y el gobierno de sistema de mayoría; la distinción, relacionada con los sistemas de gobierno de consenso o de mayo­ría, entre el pluralismo organizado o corporativismo y el pluralismo liberal; el desa­rrollo de la autoridad racional-legal; y la distinción entre el pluralismo moderado y el pluralismo polarizado. En nuestra opinión, estas dimensiones y las características de estructura y cultura políticas relacionadas con ellas y resumidas aquí tienen pau­tas habituales de asociación con importantes características del sistema de medios de comunicación, y hemos resumido las pautas de asociación que han surgido en nues­tra investigación. Las relaciones que aquí proponemos deben considerarse hipótesis, dada la naturaleza preliminar de esta investigación. N o obstante, presentaremos a su favor los mejores argumentos que podamos, cuando analicemos el desarrollo de los diferentes sistemas de medios de comunicación en la parte II. Hemos afirmado, ade­más, que estas relaciones se remontan en gran parte a raíces históricas comunes que se hallan en la base del desarrollo, tanto de los sistemas de medios de comunicación como de los sistemas políticos, y que incluyen, esencialmente, el desarrollo tempra­no o tardío de las instituciones burguesas de la democracia política y de mercado.

En el capítulo siguiente, presentamos los tres modelos de sistemas de medios de comunicación que formarán el marco para nuestro análisis del desarrollo de sistemas en particular, y trataremos unas cuestiones teóricas amplias que sirven de base para el análisis de estos rres sistemas.

4Sistemas mediáticos

y sistemas políticos: la cuestión de la diferenciación

E n los capítulos 2 y 3 presentamos un marco para la comparaciónde sistemas de medios de comunicación y una serie de conceptos adaptados de los estudios de la política comparada y de la sociología política, los cuales, en nuestra opinión, tienen gran relación con el sistema de medios de comunicación. En el capí­tulo 3 presentamos, además, algunas hipótesis acerca de la manera en que ciertas variables de los sistemas políticos estaban relacionadas con otras variables de los sis­temas de medios de comunicación. En el resto del libro intentaremos analizar estas relaciones de una manera más sintética e histórica, exploraremos las pautas de rela­ción más amplias que se han desarrollado en Norteamérica y la Europa occidental, y también las razones por las cuales ciertos conjuntos de características han demostra­do una tendencia a coincidir, y por qué estas pautas se producen en el lugar y en el momento en que lo hacen. Este capítulo dará comienzo al proceso de análisis, en pri­mer lugar, con la presentación de tres modelos de relación entre los sistemas mediá­ticos y los sistemas políticos que constituirán el marco de nuestra discusión empíri­ca sobre los sistemas de medios de comunicación de ciertos países en particular, y, en segundo lugar, al plantear la cuestión de si los modelos observados pueden entender­se en términos de la teoría de la diferenciación. La discusión sobre la teoría de la dife­renciación nos llevará a profundizar más en la cuestión planteada en la introducción de este libro, el uso del modelo Liberal como norma para medir los sistemas de medios de comunicación. Asimismo, nos hará avanzar hacia una discusión, en el capítulo 8, acerca de la convergencia u homogeneización de los sistemas de medios de comunicación, y si dicha convergencia puede entenderse como un proceso de «modernización».

P R E S E N T A C I Ó N D E L O S T R E S M O D E L O S

Nuestro análisis de las pautas de interrelación entre las características de los siste­mas mediáticos y los sistemas políticos se organizará en el marco de tres modelos, que resumimos en las tablas 4.1 y 4.2. Describimos aquí las características básicas de estos

T a b l a 4 . 1 L o s t res m o d e l o s : c a r a c t e r í s t i c a s de l o s s i s t e m a s de m e d i o s de c o m u n i c a c i ó n

m odelo M editerráneo o Pluralista Polarizado

m odelo del Norte de Europa o D em ocrático

Corporativo

m odelo del Atlántico N orte o Liberal

Francia, Grecia, Italia Portugal y España

Austria, Bélgica, D inam arca, Finlandia,

AJem ania, Países Bajos, N oruega,

Suecia y Suiza

G ran Bretaña, E stados U nidos, Canadá e Irlanda

Industria de la prensa

Tiradas pequeñas; prensa de élite orien­tada políticam ente

Tiradas grandes; apari­ción tem prana de una prensa de masas

T iradas m edias; aparición temprana de la prensa com ercial de masas

Paralelismopolítico

A lto nivel de paralelis­m o político; pluralis­m o externo, prensa orientada hacia el com entario; m odelo parlam entario o gu­bernam ental de con­trol de la radiotelevi­sión: sistem as de «la política por encim a de la radiotelevisión»

Pluralism o externo, especialm ente en la prensa nacional; históri­cam ente una prensa par­tidista im portante; cam ­bio hacia una prensa com ercial neutral; siste­m a de «la política den ­tro de la radiotelevisión» con una considerable autonom ía

Prensa com ercial neutral; periodism o orientado hacia la inform ación; plu­ralism o interno (pluralis­m o externo en G ran Bre­taña); m odelo profesional de control de la radiotele­visión: sistem a form al­m ente autónom o

Profesional ización Profesionalización menor; instrum entali- zación

AJto nivel de profesio­nalización; autoregula- ción institucionalizada

Alto nivel de profesionali­zación; autoregulación no institucionalizada

Papel del Estado en el sistem a de m edios de com unicación

Fuerte intervención estatal; prensa subven­cionada en Francia e Italia; períodos de censura; «desregula­ción salvaje» (excepto en Francia)

Fuerte intervención estatal pero con protec­ción para la libertad de prensa; prensa subven­cionada, especialmente en Escandinavía; fuerte radiotelevisión com o servicio público

D om inio del mercado (excepto radiotelevisión pública fuerte en G ran Bretaña e lrianda)

modelos. En la parte II de este libro, exploraremos cada uno con detalle para expo­ner su lógica interna y su evolución histórica. Hemos identificado los tres modelos por la región geográfica en la cual predominan y por un elemento clave del sistema político que consideramos esencial para una comprensión de las diferentes caracterís­ticas que marcan la relación medios-política en cada modelo: el modelo Mediterrá­neo o modelo Pluralista Polarizado, el modelo del Norte y Centro de Europa o modelo Democrático Corporativo y el modelo del Atlántico Norte o modelo Libe­ral. La tabla 4.1 muestra las características de los sistemas de medios de comunica-

T a b l a 4 . 2 L o s t res m o d e l o s : c a r a c t e r í s t i c a s de l o s s i s t e m a s p o l í t i c o s

modelo M editerráneo o Pluralista Polarizado

m odelo del N orte y Centro de Europa o

D em ocrático Corporativo

m odelo del Atlántico N orte o Liberal

Francia, Grecia, Italia Portugal y España

Austria, Bélgica, D inam arca, Finlandia,

Alem ania, Noruega, Países Bajos,

Suecia y Suiza

Gran Bretaña, Estados Unidos, C anadá e Irlanda

Historia política: pautas de conflic­to y consenso

D em ocratización tardía; pluralismo polarizado

D em ocratización tem ­prana; pluralism o m oderado (excepto Alem ania y Austria antes de 1945)

Dem ocratización temprana; pluralismo m oderado

Gobierno de consenso o de mayoría

A m bos Predominantem ente de consenso

Predominantemente de mayoría

PluraJismo individual versus organizado

Pluralism o organiza­do; im portante papel de los partidos polí­ticos

Pluralism o organizado; históricam ente pluralis­mo segm entado; corpo- rativismo democrático

Representación individua­lizada más que pluralism o organizado (especialmen­te en Estados Unidos)

Papel del Estado D irigism o, fuerte im plicación del Estado y de los partidos en la econo­mía; períodos de autoritarism o, Estado del bienestar fuerte en Francia e Italia

Estado del bienestar fuerte; im plicación considerable del Estado en la econom ía

Liberalism o; Estado del bienestar más débil, especialmente en Estados Unidos

Autoridadracional-legal

M enor desarrollo de la autoridad racional-legal (excepto en Francia); clientelismo

Fuerte desarrollo de la autoridad racional- legal

Fuerte desarrollo de la autoridad racional- legal

ción y la tabla 4.2 resume las características relevantes de los sistemas políticos y la historia política.

Sostendremos que estos modelos identifican unas pautas de desarrollo que son a la vez coherentes y distintas, y que los conjuntos de países que hemos agrupado en cada modelo comparten muchas características importantes. Sin embargo, es impor­tante tener presente que estos modelos son «tipos ideales». Confiamos en que resul­

ten útiles como mecanismos conceptuales para la organización de una discusión de los sistemas de medios de comunicación y los sistemas políticos desde una perspec­tiva comparativa, pero están lejos de captar toda la complejidad, tanto de los siste­mas de medios de comunicación de los diferentes países como de las pautas de rela­ción entre las principales variables que hemos identificado.

Concretamente, las tablas son simplificaciones en grado sumo, en parte debido a la simple necesidad de hacer caber la información relevante en una página. Espera­mos que sean útiles al lector para tener una visión de conjunto del marco que pro­ponemos. Al mismo tiempo, esperamos que se interpreten teniendo en cuenta la dis­cusión más matizada de los tres modelos y de los distintos países que presentaremos en los siguientes capítulos. Quisiéramos repetir aquí unas cuantas reservas que comentamos en el capítulo 1. En primer lugar, los países que analizamos dentro de cada modelo son, en muchos aspectos, heterogéneos, y no es nuestra intención mini­mizar las diferencias entre ellos. En ciertos casos, de hecho, estas diferencias ocupa­rán un lugar protagonista en nuestros argumentos. Aunque a menudo, y de forma justificada hasta cierto punto, se mete a Estados Unidos y a Gran Bretaña en un mismo saco como sistemas Liberales, intentaremos demostrar que son muy distintos en ciertos aspectos importantes y que la idea corriente de un modelo de periodismo «angloamericano» es, en parte, un mito. En realidad, podríamos considerar que la posición de Gran Bretaña queda entre el tipo ideal del modelo Liberal y el modelo Democrático Corporativo que predomina en el norte de la Europa continental. Fran­cia es, también, un caso mixto, posicionada entre el modelo Pluralista Polarizado y el modelo Democrático Corporativo. En términos de tiradas de prensa, por ejemplo, tiene una tasa más elevada que los demás países «mediterráneos», pero más baja que el resto de Europa, una diferencia que refleja una historia especialmente contradicto­ria de los medios de comunicación, marcada por espectaculares altibajos en el desa­rrollo de la prensa de gran tirada. Se puede decir que Bélgica tiene importantes sim i­litudes con los países mediterráneos en ciertas dimensiones: por ejemplo, una implicación relativamente importante de los partidos políticos en la radiotelevisión pública. En el caso de Suecia, se puede decir que se parece en ciertos aspectos a los sistemas Liberales — por ejemplo, en la manera de aislar la radiotelevisión pública del control de los partidos políticos— , pero tambiéi}_ difiere de ellos de una manera espe­cialmente marcada en otros aspectos. Alemania, que tuvo un sistema realmente plu­ralista polarizado hasta la Stunde nuil de 1945 (cuando tanto los sistemas de medios de comunicación como los políticos fueron reconstruidos a partir de las ruinas del nazismo), difiere en aspectos importantes del modelo democrático corporativo de los Estados pequeños del norte de Europa. Hay que diferenciar España y Portugal, que tuvieron dictaduras consolidadas durante la mitad del 'Siglo XX, de Italia y Francia, que tienen una historia de política democrática mucho más larga. En los capítulos siguientes trataremos algunas de estas diferencias entre países individuales — aunque no todas ellas— e intentaremos demostrar cómo se pueden entender, en muchos casos, en términos de las variables presentadas en los capítulos anteriores.

La figura 4.1 representa gráficamente estas diferencias, y muestra los tres mode­los como los tres ángulos de un triángulo y los diferentes países como puntos en el espacio definido por el triángulo. La colocación de los países representa nuestras con-

D em ocrático C orporativo Liberal

F i g u r a 4 . 1 R e l a c i ó n e n t r e lo s c a s o s i n d i v i d u a l e s y l o s t r e s m o d e l o s

dusiones provisionales acerca de los grados de similitud o diferencia con relación a los tipos ideales representados por los tres modelos. Alemania, por ejemplo, compar­te muchas caracter/sticas con otros países que hemos clasificado como de tipo D em o­crático Corporativo, como grandes tiradas de los periódicos y una fuerte implicación de los grupos sociales organizados en la formulación de políticas, incluida la política de los medios de comunicación. Pero por varias razones lo hemos colocado más hacia el centro del triángulo, donde se acerca más tanto al modelo Pluralista Polarizado como al modelo Democrático Corporativo. Comparte con los países del modelo Plu­ralista Polarizado una historia de fuerte conflicto ideológico; tiene, además, un esti­lo político de confrontación más marcado que en los Estados del modelo Dem ocrá­tico Corporativo y, como en los países del modelo Pluralista Polarizado, los partidos políticos desempeñan un papel especialmente importante tanto en la vida social como en los medios de comunicación. Asimismo, de una manera parecida a la de los sistemas Liberales, carece de subvenciones para la prensa y suele poner un énfasis especial en los privilegios de la propiedad privada en gran parte de la política de comunicación. España y Portugal aparecen más lejos del modelo Democrático C or­porativo y más cerca del modelo Liberal que Italia, porque tienen Estados del bienes­tar más débiles, lo cual se manifiesta en menos ayuda estatal para la prensa y la radio­televisión pública. En principio, sería posible colocar los países en un espacio de este tipo a base de alguna serie de índices cuantitativos, pero las limitaciones de los daros

indicadas en el capítulo 1 y, más especialmente, los problemas conceptuales acerca de cómo calibrar los distintos criterios que podrían utilizarse para crear dichos índices hacen que ese método parezca más engañoso que instructivo. Naturalmente, estos mismos problemas conceptuales hacen que la colocación de ciertos países sea clara­mente objeto de debate. La representación de estos sistemas de medios de comuni­cación en un espacio bidimensional es, evidentemente, una generalización abstraída de una tremenda complejidad y no tiene como fin sustituir la discusión más detalla­da que aparece en la parte II.

Es importante tener presente, además, que los sistemas mediáticos de países indi­viduales no son homogéneos. En realidad, tampoco son homogéneos los países en sí. Muchos de ellos se caracterizan, por ejemplo, por diferencias regionales, tanto en sus sistemas de medios de comunicación como en sus sistemas políticos: los medios de Quebec o de Cataluña difieren en varios aspectos de los medios del resto de Canadá o de España, y la historia, la economía y la cultura política actuales y los mercados de los medios de comunicación en el norte de Italia difieren considerablemente de los del sur. Nuestra unidad de análisis de base es el Estado-nación — y en gran medi­da los sistemas de medios de comunicación se han organizado en este ámbito duran­te los últimos dos siglos— , pero es importante tener presente que esto puede ser, de algún modo, engañoso. También es importante recordar que no todos los elementos de un sistema de medios de comunicación operan de acuerdo con la misma lógica, con los mismos tipos de relación con el mundo político (es uno de los puntos débi­les de Cuatro teorías sobre la prensa, que tiende a dar por supuesto que cada sociedad tiene una cierta visión mundial que se expresará en cada elemento de su sistema de medios de comunicación). En la mayoría de los sistemas, la prensa y la radiotelevi­sión operan según lógicas distintas: con frecuencia la prensa se caracterizará por un pluralismo externo, por ejemplo, y la radiotelevisión, por un pluralismo interno. En muchos casos la radiotelevisión fue organizada deliberadamente para que no siguiera el modelo que predominaba en la prensa. Asimismo, diferentes sectores de la prensa con frecuencia operan según distintas lógicas: por ejemplo, la prensa nacional está a menudo más politizada, mientras que la prensa regional es más estrictamente comer­cial y no se decanta políticamente.

Finalmente, es importante recordar que los sistemas de medios de comunicación no son estáticos sino que están sujetos a cambios históricos considerables. N o es fácil representar estos cambios históricos en las tablas presentadas aquí, pero serán un punto central de discusión en los capítulos siguientes. Muchos especialistas argumen­tan que el principal cambio histórico que se está produciendo hoy en día es una con­vergencia de los sistemas de medios de comunicación europeos con el modelo Libe­ral, un cambio que probablemente lleva tiempo en curso pero que se ha acelerado enormemente desde que la radiotelevisión europea empezara a privatizarse en la década de 1980. Está claro que la diferencia entre los sistemas de medios de comu­nicación de los tres grupos de países que han sido objeto de esta discusión era mucho más espectacular en 1970 que en la actualidad. Nos concentraremos en la cuestión de la convergencia en la parte III. Hasta cierto punto, en la parte II pondremos más énfasis en las diferencias entre los sistemas de medios de comunicación, tanto histó­ricas como presentes, en un intento de demostrar las distintas lógicas de las pautas

que se han desarrollado en los sistemas democráticos liberales, pautas que, como señalamos en el capítulo 1, nunca han sido totalmente conceptualizadas por los estu­diosos de los medios de comunicación.

Algunos lectores pueden preguntarse por qué los modelos que proponemos aso­cian países geográficamente contiguos. Ciertamente, no hay ninguna razón a priori para que esto sea así. ¿Es únicamente una extraña coincidencia histórica? En las pri­meras fases del análisis, esta cyestión nos desconcertaba: la diferenciación entre los sistemas de medios de comunicación realmente parecía seguir líneas geográficas, pero no estábamos seguros de poder explicar el porqué. Al terminar el análisis en sí, vimos con claridad que existían razones profundas que explicaban este fenómeno. En pri­mer lugar, en el desarrollo histórico europeo existían pautas geográficas que explica­ban las similitudes entre los grupos de países: por ejemplo, el protestantismo y la industrialización que se produjeron juntos en el norte antes que en el sur. En segun­do lugar, existían importantes corrientes de influencia entre diferentes grupos de paí­ses: las instituciones políticas, económicas y de los medios de comunicación británi­cas fueron exportadas a Irlanda, Canadá y Estados Unidos; Francia tuvo una enorme influencia en Italia y en la península Ibérica gracias a la invasión napoleónica, que introdujo el periodismo en esta región; y una densa red de interacciones conectaba los países del norte y el centro de Europa. Si los dieciocho países analizados aquí hubieran sido dieciocho «casos» independientes, habría sido estadísticamente impro­bable que hubiéramos observado las pautas de similitud geográfica; pero, evidente­mente, no son en realidad casos independientes ya que su desarrollo ha sido entrela­zado y ciertamente las relaciones entre ellos han seguido, con claridad, pautas geográficas.

Con estas reservas, presentamos los resúmenes de las principales características de los tres modelos, concentrándonos en primer lugar en las características de los sistemas mediáticos y en segundo lugar en el contexto político en el cual se desarro­llaron.

El modelo Mediterráneo o Pluralista Polarizado se caracteriza por una prensa orientada hacia una élite con tiradas relativamente cortas y una correspondiente importancia de los medios electrónicos. La libertad de la prensa y el desarrollo de las industrias de los medios de comunicación privados tardaron en aparecer. Los perió­dicos han sido con frecuencia económicamente marginales y necesitados de subven­ciones. El nivel de paralelismo político suele ser alto; la prensa se caracteriza por tener un interés primordial por temas de la vida política; el pluralismo externo y una tra­dición de periodismo de comentario y opinión son más persistentes que en otras par­tes de Europa. Es habitual la instrumentalización de los medios de comunicación por parte del Gobierno, por los partidos políticos y por los empresarios industriales vin­culados a la política. La radiotelevisión pública suele seguir los modelos gubernamen­tales o parlamentarios esbozados en el capírulo 3. La profesionalización del periodis­mo no está tan desarrollada como en los otros modelos: el periodismo no está tan diferenciado del activismo político y la autonomía del periodismo a menudo se encuentra limitada, aunque, tal como veremos, los países mediterráneos se caracteri­zan por unos conflictos particularmente explícitos en relación con la autonomía de los periodistas: en los sistemas del modelo Pluralista Polarizado se ha disputado más

abiertamente el poder y la autoridad dentro de las organizaciones informativas. El Estado desempeña un papel importante como propietario, regulador y fuente de financiación de los medios de comunicación, aunque su capacidad para regular de ma­nera efectiva es a menudo limitada. Muchos países mediterráneos se caracterizan por una transición especialmente rápida y descontrolada desde una radiotelevisión con­trolada por el Estado a una radiotelevisión privada. O como dice Traquina, se carac­terizan por una «desregulación salvaje».

Hemos optado por denominar este modelo «modelo Pluralista Polarizado», por­que creemos que estas pautas tienen sus raíces en gran medida en el alto grado de diversidad y conflicto ideológico que caracteriza a estos países del sur de Europa, el cual, a su vez, está arraigado en el desarrollo tardío de las instituciones liberales. Dicho desarrollo tardío del liberalismo está relacionado con un papel destacado del Estado en la sociedad (muchas veces de carácter autoritario), un papel importante de los partidos políticos una vez efectuada la transición a la democracia, una importan­cia continuada del clientelismo y un desarrollo más débil de la autoridad racional- legal. Dentro de este modelo, analizaremos los casos de Francia, Grecia, Italia, Por­tugal y España. En ciertos aspectos importantes, Francia es una excepción: se caracteriza, ciertamente, por el pluralismo polarizado, por un papel importante del Estado y por una historia de fuerte paralelismo político en los medios de comunica­ción, pero también por una industrialización más pujante y un desarrollo más vigo­roso de la prensa de gran tirada y de la autoridad racional-legal.

El modelo del Norte y Centro de Europa o modelo Dem ocrático Corporativo se caracteriza por un desarrollo temprano de la libertad de prensa y de la industria de los periódicos, con grandes tiradas. Asimismo, se caracteriza por una historia de periódicos fuertemente partidistas y de otros medios de comunicación relacionados con grupos sociales organizados. Esta prensa política coexistió con la prensa comer­cial durante gran parte del siglo X X , si bien antes de la década de 1970 ya había empe­zado a decaer. Históricamente, el nivel de paralelismo político es alto, y a pesar de su disminución, persiste un grado moderado de pluralismo externo y un legado de periodismo de comentario, todo ello mezclado con un creciente énfasis en una pro- fesionalidad neutral y un periodismo orientado hacia la información. El nivel de pro- fesionalidad periodística es alto y está marcado por una gran organización formal. Los medios de comunicación están ampliamente concebidos como instituciones sociales, por los cuales el Estado asume la responsabilidad, y la libertad de prensa coe­xiste con un apoyo y una regulación relativamente fuertes de los medios de comuni­cación por parte del Estado. Los sistemas de radiotelevisión pública suelen seguir el modelo parlamentario o cívico/corporativo, con presencia de los partidos y grupos sociales organizados en el gobierno de la radiotelevisión-, pero la autonomía profesio­nal en estos medios es normalmente considerable. Es importante señalar que algunos conjuntos de características de los sistemas mediáticos que con frecuencia se conside­ran incompatibles han coexistido históricamente en los países del modelo Democrá­tico Corporativo. Importantes industrias de medios de comunicación privados han coexistido con medios vinculados con la política y con un alto nivel de paralelismo político; un alto nivel de paralelismo político también ha coexistido con un alto grado de profesionalización periodística; y una fuerte tradición liberal de libertad de

prensa y libertad informativa ha coexistido con una importante intervención estatal, tanto en el sector de los medios de comunicación como en otros sectores de la socie­dad.

En general, las instituciones liberales se desarrollaron pronto en los países del modelo Democrático Corporativo. En estos países también solían existir grupos socia­les altamente organizados, y algunos tienen historias de un importante pluralismo seg­mentado. En la primera mitad del siglo XX, fue el corporativismo democrático el sis­tema que emergió e integró a estos grupos en el proceso político (excepto en Austria y Alemania donde este fenómeno ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial). Los países de este modelo se caracterizan hoy en día por el pluralismo moderado (aun­que con una mayor diversidad ideológica que en los países del modelo Liberal) y por un sistema político de consenso. El Estado del bienestar es fuerte aunque existen dife­rencias significativas en cuanto a su alcance. La autoridad racional-legal está, asimis­mo, muy desarrollada. Según este modelo analizaremos Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Alemania, los Países Bajos, Noruega, Suecia y Suiza.

El modelo del Atlántico Norte o Liberal se caracteriza, de manera parecida al modelo Democrático Corporativo, por un desarrollo temprano de la libertad de prensa y por una prensa de gran tirada, a pesar de que las tiradas de los periódicos hoy en día son más reducidas que en las sociedades del modelo Democrático C orpo­rativo. En el modelo Liberal domina la prensa comercial, el nivel de paralelismo polí­tico es bajo y predomina el pluralismo interno, con la importante excepción de la prensa británica, altamente partidista. La profesionalización del periodismo es relati­vamente importante aunque sin la organización formal que predomina en los países del modelo Democrático Corporativo. Es más probable que la autonomía periodís­tica se encuentre limitada por presiones comerciales que por una instrumentalización política, aunque esta es más común en Gran Bretaña. Predomina un periodismo orientado hacia la información, con una tradición de prensa de opinión algo más fuerte en Gran Bretaña. El papel del Estado es limitado, aunque más en Estados Uni­dos que en Irlanda y Canadá, donde preocupaciones en cuanto a las culturas nacio­nales han dado al Estado un papel importante, y en Gran Bretaña, donde la radiote­levisión pública y la regulación de la radiotelevisión privada han sido muy importantes. La radiotelevisión pública y la regulación de la radiotelevisión están organizadas según el modelo profesional, con un aislamiento importante de un posi­ble control político.

Naturalmente, las instituciones liberales se desarrollaron con relativa prontitud en estas sociedades, en las que el papel del mercado es tradicionalmente fuerte y el del Estado, en cierto modo limitado, aunque de forma más marcada en Estados Unidos que en los demás países de este modelo. Todos estos países se caracterizan por el plu­ralismo moderado y tienden hacia sistemas de mayoría. Ninguno de ellos tiene los grupos sociales altamente organizados que, con frecuencia, revisten importancia en la Europa continental, aunque en Gran Bretaña existen en mayor medida que en Estados Unidos. En todos los países del modelo Liberal la autoridad racional-legal está muy desarrollada.

D I F E R E N C I A C I Ó N Y D E S D I F E R E N C I A C I Ó N

De una forma muy general, podríamos resumir las diferencias entre estos sistemas de la siguiente manera: en los países del modelo Liberal los medios de comunicación se encuentran más próximos al mundo empresarial y más lejos del mundo de la polí­tica; en los sistemas del modelo Pluralista Polarizado los medios se encuentran rela­tivamente integrados en el mundo político; y en los países del modelo Democrático Corporativo los medios han tenido relaciones importantes, tanto con el mundo polí­tico como con el empresarial, aunque más recientemente han disminuido de forma significativa sus vínculos con la política. Com o veremos con detalle en el capítulo 8, existe una tendencia en todos los países hacia la comercialización de los medios de comunicación y la profesionalización del periodismo y de otras ocupaciones relacio­nadas con los medios, y por tanto, hacia la correspondiente desaparición de los vín­culos que, con anterioridad, relacionaban los medios de comunicación con el mundo de la política, en especial con los partidos políticos y otros grupos sociales organiza­dos. En este sentido, existe una convergencia hacia el modelo Liberal.

Una perspectiva teórica que tiene una evidente relevancia para el análisis de esta pauta de diferencias entre los sistemas y su convergencia posterior es la tradición de la teoría de la diferenciación, que se originó con Durkheim y pasa por la teoría de los sistemas de Talcott Parsons. N o es frecuente que se utilice la teoría de la diferencia­ción explícitamente en los estudios contemporáneos de los medios de comunicación, aunque este no fue el caso en una época anterior. Gran parte del trabajo que se hizo en la década de 1960 para formular una comparación de los sistemas mediáticos esta­ba relacionada con el marco de la «modernización», que a su vez estaba estrechamen­te relacionada con la teoría de la diferenciación (por ejemplo, Pye, 1963). En los conocimientos convencionales sobre los sistemas de medios de comunicación se encuentran muchos supuestos procedentes de la teoría de la diferenciación, especial­mente relacionados con la idea de que el modelo Liberal es el más «moderno» y que la convergencia hacia ese modelo debe entenderse como una «modernización». En esta sección ampliaremos los supuestos de la teoría de la diferenciación de forma más explícita, y la contrastaremos con otros marcos alternativos para lograr una compren­sión de los sistemas mediáticos y del cambio de dichos sistemas en el ámbito macro- sociológico, y situaremos nuestro análisis en relación con estas perspectivas. En el capítulo 8, donde analizamos la convergencia de los sistemas de medios de comuni­cación, volveremos sobre esta discusión para sacar más conclusiones acerca de la apli- cabilidad de la teoría de la diferenciación al estudio de los sistemas de medios de comunicación.

La pe r sp e c t iv a de la t eor ía de la d i f e renc ia c ió n

Durkheim, en La división del trabajo social (1893), describía la separación de las profesiones como un tipo de diferenciación horizontal de la sociedad. Argumentó que las sociedades modernas se hacen cada vez más complejas a medida que las fun­ciones se reparten entre los grupos sociales que se especializan en sus respectivas áreas

de actividad. Esta idea de Durkheim, de que una mayor complejidad de la sociedad requiere una diferenciación funcional de los papeles e instituciones sociales, es un tema central en la teoría evolucionista de Parsons. Este autor (1971: 26) define la diferenciación como «la división de una unidad o una estructura de un sistema social en dos o más unidades o estructuras que difieren en sus características y significado funcional para el sistema», y describe un proceso de cambio social desde las socieda­des primitivas hasta las modernas como un proceso en el cual se dividen las funcio­nes sociales que fueron en un principio fusionadas: por ejemplo la política se diferen­cia de la religión y de la economía.

Hay por lo menos tres ideas en el pensamiento de Parsons que sus seguidores han aplicado al análisis de los medios de comunicación. En primer lugar, Parsons señala la importancia del proceso evolucionista: desde la unidad original de las funciones, las sociedades progresan hacia una condición de especialización. En segundo lugar, el aumento de la especialización de funciones hace necesarios unos mecanismos inte- gradores para crear una interconexión entre los diferentes subsistemas, y los sistemas de medios de comunicación desempeñan este papel integrador. En tercer lugar, la diferenciación aumenta la capacidad de adaptación de cada subsistema, y, por consi­guiente, de toda la sociedad. Evidentemente, esta visión evolucionista implica la necesidad y superioridad de la modernidad y es aquí donde se concentra gran parte de la crítica del pensamiento de Parsons y del funcionalismo estructural como con­servador y etnocentrico, y, esencialmente, como una apología del orden social actual.

Otra versión influyente de la teoría de la diferenciación es la de Niklas Luhmann. La versión de Luhmann es más estrictamente funcionalista que la visión evolucionis­ta de Parsons, y se podría decir que es más cínica.1 Luhmann afirma que la diferen­cia entre los conocimientos sociales proporcionados por un sistema especializado de medios de comunicación y aquellos proporcionados por «los sabios, los sacerdotes, la nobleza, la ciudad, la religión o por estilos de vida distinguidos política o éticamen­te [ ...] es tan profunda que no se puede hablar ni de decaimiento ni de progreso» (2000: 85). En este sentido, Luhmann diferencia su visión de la de Parsons al negar­se a aceptar que la modernidad sea superior. En muchos otros aspectos, sin embargo, sus puntos de vista son bastante parecidos.

La opinión pública — como argumenta Luhmann en un conocido trabajo que lleva este título— debe concebirse funcionalmente como un medio que sirve para seleccionar los temas que centrarán la discusión pública. Dichos temas se entienden como conjuntos de significados acerca de los cuales «se puede discutir, tener opinio­nes idénticas o diferentes» (Luhmann, 1978: 94). Luhmann argumenta, por consi­guiente, que la opinión pública en el sentido más tradicional de una opinión común «puede que no exista». En el ámbito de los microgrupos, los temas permiten un diá­logo entre distintos sujetos y, en una perspectiva sistèmica más amplia, organizan y posibilitan una discusión pública. Para Luhmann, un tema de opinión debe tener ciertas características. En primer lugar, debe ser general, para simplificar la discusión

1. C ínica, en el sentido de que Luhm ann rechaza cualquier idea de una opinión pública ilus­trada; según Luhm ann, los medios de com unicación no proporcionan ilustración (ni siquiera como objetivo ideal), sino «irritación».

pública sin que esta se deshaga en varias corrientes contrastadas, y en segundo lugar, debe haber una distinción precisa entre el tema (la información sobre un cierto asun­to) y la opinión (el enjuiciamiento y la evaluación de ese asunto). Si no se mantie­nen separados, no será posible una discusión correcta entre los distintos sujetos: no podrán dialogar desde la igualdad y serán objeto de la manipulación.

Luhmann hace hincapié (2000: 37) en lo que él llama «el carácter autoreferen- cial» del proceso de la comunicación pública y argumenta que los medios de comu­nicación «son autónomos en la regulación de su propia selectividad» (2000: 23-24). La generación de temas de comunicación tiene un lugar específico en la distribución funcional de tareas entre los varios subsistemas sociales. Luhmann distingue, en par­ticular, entre reglas de atención [atterttion rules] y reglas de decisión [decisión rules], establece las primeras como propias del campo de la comunicación y las segundas, de las instituciones políticas. A través de los medios de comunicación de masas, los temas de comunicación se traen a la luz, se analizan y se proponen al sistema políti­co. Es la función de la opinión pública, organizada por el sistema de medios de comunicación, llamar la atención sobre problemas importantes, pero es el Gobierno, o, más ampliamente, el sistema político, el que tiene la responsabilidad de tomar decisiones al respecto: los medios de comunicación y el público debaten, pero no deciden. La organización de la discusión pública en torno a temas simplifica la com­plejidad social, la cual sería, si no, imposible de manejar. Para cumplir con esta fun­ción, los medios de comunicación deben ser independientes de los demás sistemas, especialmente del sistema político para el cual desarrollan una agenda temática.

Otro discurso, más explícitamente comparativo, acerca de los medios de comu­nicación desde la perspectiva de la teoría de la diferenciación es el de Alexander (1981). Para este autor, una sociedad se define como «moderna» si su sistema de información periodística es independiente de otros sistemas sociales:

En una socied ad que está en un proceso de m odern ización y d iferen ciación , los m ed io s de com un icación sustituyen fu n cion alm en te el con tacto con creto entre gru p o s, el encuen tro , ahora im posib le, de tod o el co n ju n to . D e hecho [ . . . ] los m ed ios de co m u n icación sólo em ergen con la diferenciación social, y cu an to m ás «m od ern a» sea la soc ied ad , tan to m ás im portantes son sus m ed io s de co m u n icación . [ . . . ] La posib ilid ad m ism a de un a p ro d u c­ción norm ativa flexible depen d e de la au to n o m ía de los m ed ios in form ativos de un con ­trol por parte de grupos e in stitu cion es en otros su bsistem as sociales. S i la in form ación está con trolada por las au toridades po líticas, será in capaz de evaluar o d istin gu ir los a co n ­tecim ientos políticos en relación con las perspectivas po líticas y n orm ativas enfrentadas. L o s m edios in form ativos d eben , adem ás, ser, n aturalm en te en un sen tid o relativo, in d e­pendientes de las in stituciones q u e generan valores m ás generales tales co m o la Iglesia, la U n iversidad o el partido. F in alm en te , debe existir un a d iferen ciación respecto a las estru c­turas de la d im en sión econ óm ica, especialm en te de las clases sociales.

Alexander analiza el desarrollo de los medios informativos en la sociedad occiden­tal y presta especial atención a Estados Unidos y Francia, como un proceso de dife­renciación progresiva respecto a otros cuerpos sociales, tales como los grupos políti­cos, el Estado o la religión. En «las sociedades racional-legales» (según sus palabras) el periodismo sigue un camino paralelo al del Estado: los dos luchan por su libertad

de movimiento en relación con otras instituciones sociales. La progresiva diferencia­ción de los medios informativos es, según Alexander, la consecuencia de tres fuerzas principales: la demanda de una información más universalista que emana de los nue­vos grupos sociales en contra de las formas de periodismo de opinión vinculadas al orden social preexistente; el aumento de normas profesionales y de autoregulación que contribuyen al desarrollo de la autonomía periodística; y «el grado de universa­lismo en las culturas civiles nacionales» (intentaremos demostrar más adelante cómo esto está relacionado con la autoridad racional-legal, con el pluralismo moderado y, hasta cierto punto, con los sistemas de mayoría). Alexander es, además, muy explíci­to al señalar que el modelo Liberal, sobre todo en la forma en la cual se encuentra en Estados Unidos, se acerca mucho al ideal de un sistema de medios de comunicación diferenciado. (Observen cómo Luhmann, a su vez, al enfatizar la separación de infor­mación y opinión, parece respaldar el modelo Liberal.)

El concepto de la diferenciación es, sin duda alguna, de gran utilidad para com ­prender las diferencias entre los sistemas mediáticos, y podemos relacionar con ello muchos de los conceptos que hemos utilizado. La profesionalización es un concepto fundamental en la teoría de la diferenciación y puede entenderse en términos del grado de diferenciación del periodismo respecto a otras ocupaciones y formas de práctica social. Muchos elementos del paralelismo político, los más obvios de los cua­les son los vínculos entre los partidos y los medios de comunicación, pueden enten­derse en términos del grado de diferenciación o la falta de diferenciación que existe entre los medios de comunicación y el sistema político. Sin embargo, no está claro que ctialquier forma de paralelismo político indique una falta de diferenciación del sistema de medios de comunicación. N o está claro, por ejemplo, que algún grado de pluralismo externo sea incompatible con una diferenciación del sistema de medios de comunicación. El hecho de que los medios de comunicación opinen de forma inde­pendiente no significa necesariamente que todos estén obligados a expresar la misma opinión y que no puedan tener distintas orientaciones ideológicas. Asimismo, nues­tro análisis del papel del Estado puede entenderse en parte en términos de la diferen­ciación o falta de diferenciación entre los medios de comunicación y el Estado. El hecho de si el Estado está o no diferenciado estructuralmente de otras instituciones sociales y el grado de actividad que tiene en relación con las mismas, son cuestiones distintas; un Estado muy diferenciado es a menudo muy activo, y el hecho de que sea activo no es necesariamente una amenaza para la diferenciación de otros subsis­temas sociales, de la misma manera que un sistema de medios de comunicación acti­vo no amenaza necesariamente la diferenciación. Por ejemplo, las subvenciones a la prensa podrían representar una amenaza para la autonomía de los medios de com u­nicación en relación con el Estado, pero en las sociedades en las que existe una auto­ridad racional-legal fuerte, donde la asignación de subvenciones obedece a unos cri­terios claramente marcados, generalmente ese no es el caso.

En términos de los tres modelos, el modelo Liberal se caracteriza por un alto grado de diferenciación de los medios de comunicación en relación con los «otros cuerpos sociales», en particular, los que históricamente han sido activos en la esfera política: los partidos, los grupos de interés especial y en algunos casos los grupos reli­giosos. Por otra parte, los sistemas del modelo Pluralista Polarizado y del modelo

Democrático Corporativo se caracterizan por niveles más bajos de diferenciación de los medios de comunicación respecto a esos grupos sociales y políticos organizados, pero con una tendencia más reciente a la diferenciación, sobre todo en los países del modelo Democrático Corporativo. Esta tendencia hacia la diferenciación respecto al sistema político, como veremos en el capítulo 8, está presente, en diversos grados, en todos los países incluidos en nuestro estudio, y está ciertamente relacionada con las tres fuerzas identificadas por Alexander: la demanda de una información más univer­salista que proceda de los nuevos grupos sociales, el aumento de la autonomía y de las normas profesionales, y el desarrollo de culturas políticas universalistas.

Al mismo tiempo, existen muchos problemas con la teoría de la diferenciación, sobre todo con la noción de que la historia de los medios de comunicación puede entenderse como un movimiento lineal y ascendente hacia una mayor diferenciación. Aquí será útil presentar dos perspectivas contrastadas acerca del papel de los medios de comunicación en el sistema social, las de la Teoría Crítica, en particular la de Habermas, y la de Bourdieu y los sociólogos franceses del campo de la comunicación que se han basado en sus teorías. En cada caso presentaremos brevemente estas pers­pectivas y volveremos a ellas en el capítulo 8 para evaluarlas más sistemáticamente en relación con la teoría de la diferenciación.

C r í t i c a s de la teor ía de la di f e renc ia c ió n : H a b e r m a s y Bo u rd ie u

Para Habermas, la historia de la esfera pública se caracteriza no por la diferencia­ción sino por la «desdiferenciación». La naciente esfera de la «formación de voluntad colectiva», en la cual podrían debatirse asuntos públicos y formarse una opinión pública autónoma, emergió en los primeros tiempos del desarrollo de las institucio­nes liberales, y más tarde se deshizo en el mercado con el desarrollo de los medios de comunicación privados y en el sistema de poder político cuando los partidos políti­cos, el Estado y otras organizaciones grandes y poderosas utilizaron su control de los recursos sociales y del poder político, además de las técnicas de relaciones públicas, para dominar el proceso de comunicación pública. La «desdiferenciación» de la esfe­ra pública forma parte de lo que Habermas denomina la «colonización del mundo de la vida» por parte de los sistemas de poder político y económico. Desde este punto de vista, no queda del todo claro que el modelo Liberal — en el que la comercializa­ción de los medios de comunicación está mucho más avanzada, igual que el uso de relaciones públicas sistemáticas— represente un nivel de diferenciación o de «moder­nidad» más alto que los otros modelos.

Com o Habermas, Bourdieu comparte con la teoría de los sistemas de Parsons los elementos esenciales de la problemática de la teoría de la diferenciación, derivada de Weber y Durkheim. En la teoría de los campos de Bourdieu, un «campo» es una esfe­ra de acción social con sus propias «reglas del juego», normas de práctica y criterios de evaluación. Decir que el periodismo o los medios de comunicación han emergi­do como «campo» es decir que se han diferenciado de los otros campos, en cuanto a esfera de acción. Bourdieu expresa claramente una preferencia normativa por la auto­

nomía de los campos. Distribuye el campo entre dos polos que él denomina «hete- rónomo» y «autónomo», y en el primero sitúa las partes del campo que están más fuertemente influenciados por otros campos.

E n el m odelo de B ou rd ieu la d o m in ac ió n total existe cuando un cam p o d o m in a a todos los d em ás y existe una única «defin ic ión de la realización hu m ana» aceptable para toda la socied ad. La au to n o m ía de un cam p o tiene un valor incuestion able, ya que propo rcion a unas precon dicion es para el p ro te so co m p leto d e creatividad prop io d e cada cam p o y, en un ú ltim o análisis, una resistencia frente a la «violencia sim b ólica» ejercida p o r el sistem a d om in an te de jerarqu ización (B en son , 1 998 : 4 6 5 ).

Sin embargo, Bourdieu no da por súpYiestó un proceso de desarrollo evolutivo hacia una mayor diferenciación: los campos cambian mediante un proceso de lucha entre los agentes que se mueven dentro de ellos, y la dirección del cambio no está pre­determinada. Lo que en realidad ha ocurrido en la Francia contemporánea, según los investigadores de los medios de comunicación que han aplicado la teoría de Bour­dieu, es que el campo de los medios en este país se ha distanciado del campo de la po­lítica pero, en cambio, se ha acercado más al campo cada vez más dominante de la economía.2 (Com o veremos con más detalle en el capítulo 8, los teóricos de la dife­renciación suelen decir poco acerca de la comercialización, y por consiguiente este aspecto es uno de los más ambiguos en la aplicación de la teoría de la diferenciación a los medios de comunicación.) Además, el polo autónomo dentro del campo de los medios de comunicación, representado por la prensa impresa de élite, ha perdido terreno frente al polo heterónomo, representado sobre todo por la televisión comer­cial. Finalmente, tal como argumentaron Luhmann, Alexander y otros, los medios de comunicación han ganado importancia en la sociedad, pero la consecuencia ha sido, según Bourdieu, que otros campos culturales han perdido autonomía a medida que ha aumentado en ellos la influencia de los medios de comunicación. (Bourdieu argu­menta, en particular, que el creciente prestigio de los medios de comunicación ha dis­torsionado el campo académico, cada vez más dominado por intelectuales «heteróno- mos» cuyo prestigio proviene de fuera del mundo académico.) Así pues, Bourdieu y otros estudiosos franceses que trabajan en esta tradición pintan un cuadro complejo en el cual el cambio mediático implica un importante grado de «desdiferenciación».

La c u e s t ió n del poder

Una de las críticas más frecuentes de la teoría de la diferenciación es que no pres­ta ninguna atención a la cuestión del poder. En general, la teoría de la diferenciación trata las relaciones entre las instituciones sociales y no entre agentes o intereses socia­

2. Se encuentran resúmenes de la teoría de los cam pos de Bourdieu y de su aplicación a los estudios de los m edios de com unicación en Benson (1998), M arliére (1998), Benson (2000) y N eveu (2001). Bourdieu nunca escribió m uy directam ente sobre los m edios de com unicación, salvo en el trabajo relativamente breve, Sobre la televisión (1998). Pero existe un grupo im portante de investigadores de la com unicación, en gran m edida del cam po de la sociología, que aplican sus ideas.

les, y suele dar a entender que, con el proceso de diferenciación, el poder se debilita hasta desaparecer, o se difunde hasta tal punto que ya no es una cuestión social sig­nificativa. Por lo que se desprende de su aplicación a los estudios de los medios de comunicación, la teoría de la diferenciación sugiere que el poder debe ser más difu­so y menos concentrado — y por tanto menos significativo— en el sistema Liberal, altamente diferenciado. ¿Encontramos, de hecho, diferencias importantes en la dis­tribución del poder en los tres sistemas que hemos esbozado? ¿Existen diferencias importantes a través de los sistemas en cuanto al grado de desigualdad respecto al acceso a los medios de comunicación y a la representación de intereses y puntos de vista?

Existen trabajos que tratan la relación de los medios de comunicación con las estructuras de poder sociales y políticas en varias tradiciones nacionales, pero no se ha visto ningún intento de estudiar esta cuestión de una forma sistemáticamente comparativa, así que, desafortunadamente, es difícil contestar a estas preguntas con certeza.5 Todos los sistemas tratados en este libro son pluralistas y democráticos: en cada uno de ellos, una amplia variedad de partidos políticos, grupos y movimientos sociales (organizados o no), individuos e instituciones compiten para conseguir voz y poder, y los sistemas de medios de comunicación reflejan, incorporan y dan forma a este pluralismo de varias maneras. Al mismo tiempo, todos esos sistemas son siste­mas de poder. En cada uno de ellos existen desigualdades estructuradas en las rela­ciones entre estos actores; algunos tienen un mayor acceso a los recursos o están en una posición mejor que otros para ejercer su influencia. Los medios de comunicación no sólo forman parte de un proceso de competencia democrática sino también de esta estructura de poder. Paralelamente al juicio convencional acerca de la superiori­dad del modelo Liberal, existe una tendencia por parte de los críticos de los medios de comunicación en cada sistema a creer que lo ajeno siempre es mejor. Por consi­guiente, en los países del modelo Liberal, los críticos miran hacia el sistema D em o­crático Corporativo, y especialmente a Escandinavia con su tradición de medios vin­culados a los grupos sociales organizados, como una alternativa más democrática a los medios de comunicación privados que dominan su sistema. Pero lo que los bri­tánicos o norteamericanos quizá consideren una forma maravillosa de pluralismo, según los investigadores escandinavos será una forma de control de los medios de comunicación por patte de las élites de los intereses establecidos en la sociedad. Los críticos provinentes de los países del modelo Pluralista Polarizado, mientras tanto, opinarán que la prensa «vigilante» del sistema Liberal es más democrática, mientras que en los países del modelo Liberal los estudiosos ven las mismas fuerzas comercia­les y rutinas profesionales como restricciones que encierran el tratamiento informa-

3. Es interesante constatar que los estudios sobte los medios de com unicación parecen haber producido más bibliografía sobre la cuestión del poder en los países del m odelo Liberal que en otros. Pot ejemplo, los estudiosos británicos o estadounidenses probablem ente serían m ás propen­sos a utilizar a Gram sci que los italianos. Irónicam ente, esto se debe a que la tradición «angloam e­ricana» de investigación empírica cuantitativa, que generalm ente rehuye cuestiones de poder, pro­bablemente predomina en gran parte de la Europa continental, m ás que en los países de habla inglesa, donde la tradición «crítica» ha ejercido una gran influencia desde la década de 1970.

tivo dentro de unos límites ideológicos relativamente reducidos. Sin duda existen complejas pautas de diferencia en cuanto a los tipos de grupos o ideas que tendrán acceso o que dominarán, y bajo qué condiciones lo harán. Sería importante llevar a cabo un estudio al respecto, dado el limitado alcance de la investigación realizada en relación con este tema; sin embargo, sólo podremos abordar estas diferencias some­ramente en las siguientes páginas. D e todas formas, somos muy escépticos con res­pecto a la posibilidad de organizar los tres modelos en alguna suerte de jerarquía de apertura de la esfera pública. También somos escépticos ante la idea de que una con­vergencia hacia el modelo Liberal pueda verse como una separación entre los medios de comunicación y los sistemas de poder. Com o veremos en el capítulo 8, es posible que la ruptura de los viejos vínculos entre los medios de comunicación y los grupos sociales organizados que caracterizaban gran parte de Europa creara un mayor des­equilibrio en la representación de intereses sociales, en lugar de una mayor apertura y diversidad.

Aunque es muy difícil saber si el poder se distribuye más o menos de la misma forma en los diferentes sistemas de medios de comunicación, podemos decir algo más sobre cómo funciona el poder en los diferentes sistemas. En los países del modelo Democrático Corporativo, por ejemplo, la relación entre los medios de comunica­ción y los grupos sociales organizados ha sido históricamente de gran importancia, mientras que en los países del modelo Liberal tanto las fuerzas del mercado (es decir, lo que hace que los medios de comunicación respondan más a algunos segmentos de la audiencia que a otros) como las rutinas que rigen la interacción entre periodistas y actores políticos individuales han ocupado un lugar de mayor relevancia. Aquí debemos mencionar una distinción general importante. En la década de 1970, en el marco de la teoría del Estado neomarxista, se introdujo una distinción entre dos teo­rías del Estado, la «estructuralista» y la «instrumentalista» (por ejemplo, Jessop, 1982; Block, 1987).4 Las teorías instrumentalistas eran las que se centraban en el poder ejercido por actores individuales, generalmente de forma consciente y directa, mediante amenazas, incentivos, vínculos personales etc. Las teorías estructuralistas eran las que se centraban en mecanismos o estructuras impersonales que influían en el proceso político, y daban un acceso desigual a los diferentes actores o forzaban el resultado del proceso político sin la necesidad de intervención por parte de ningún actor individual.4 Las teorías estructuralistas del Estado tendían, además, a poner énfasis en la «relativa autonomía» del Estado en relación con las clases sociales y otros actores, e insistían en que el Estado solía operar en gran medida de acuerdo con una lógica propia y no estaba gobernado simplemente por las lógicas de otras esferas sociales, sobre todo, por la lógica económica de las relaciones entre las clases sociales. En genera], estas publicaciones consideraban las teorías estructuralistas más sofistica-

4. Estos trabajos describen el llam ado debate Poulantzas-M iliband, que tuvo lugar en la déca­da de 1970. M iliband (1969) incluyó un análisis m arxista — que no por ser de los prim eros care­cía de sofisticación— del papel de los m edios de com unicación en el sistem a de poder político.

5. Esta distinción está relacionada con la que hace Lukes (1974) entre las tres «caras» del poder: el poder ejercido pot los actores con un mayor acceso a los recursos, el que resulta de las ten­dencias en la estructura institucional, y el que es consecuencia del efecto de la cultura dom inante.

das que las instrumentalistas, las cuales eran tratadas como simples «teorías de la conspiración». No obstante, gran parte de esta bibliografía se centraba en la experien­cia de los sistemas de Norteamérica y del norte de Europa; en otros contextos, las teo­rías instrumentalistas podrían ser perfectamente apropiadas.

Probablemente, una distinción similar podría ser útil en un estudio de los medios de comunicación. C om o hemos visto, los países del modelo Pluralista Polarizado sue­len caracterizarse por un nivel relativamente alto de instrumentalización de los me­dios de comunicación. Ciertamente, la instrumentalización no está ausente de los sistemas Liberal y Democrático Corporativo; el papel político de Rupert Murdoch en Gran Bretaña, de Conrad Black en Canadá o de Axel Springer en Alemania puede interpretarse en gran medida en términos de la teoría instrumentalista. Y formas de poder claramente «estructuralistas» existen también en el sistema Pluralista Polariza­do.6 Pero en general, los mecanismos estructurales tienen probablemente más impor­tancia en los países de los modelos Liberal y Democrático Corporativo, donde la rela­tiva autonomía de los medios de comunicación es mayor. Entre estos mecanismos tienen especial relevancia las rutinas profesionales del periodismo, las cuales, según el importante conjunto de trabajos realizados sobre todo en Estados Unidos, Gran Bre­taña y Canadá, parecen actuar mediante la incrustación en el proceso de la produc­ción de noticias tanto de las relaciones diferenciales de los medios de comunicación con las distintas fuentes de información como de los criterios culturales e ideológi­cos referentes al interés periodístico y a la interpretación.

C O N C L U S I O N E S

En este capítulo hemos presentado los tres modelos que configurarán la estructu­ra de nuestra discusión de los dieciocho países cuyos sistemas de medios de comuni­cación constituyen la base empírica de este libro. En la parte II analizaremos con detalle la lógica y la evolución histórica de los tres modelos, las conexiones entre las variables de los sistemas de medios de comunicación y de los sistemas políticos que se pueden observar en estas pautas de desarrollo, y la manera en que ciertos países encajan o no en los tres modelos.

Hemos presentado, además, el debate acerca de la teoría de la diferenciación como marco para una comprensión de las diferencias que existen entre estos mode­los y sus desarrollos históricos. Hemos argumentado que la teoría de la diferenciación nos ayuda a comprender, hasta cierto punto, las diferencias generales entre los siste­mas de medios de comunicación, especialmente en lo que concierne a la fusión his­tórica de los sistemas de medios de comunicación con el sistema de partidos políti­cos y de los grupos sociales basados en la clase social, la religión, el origen étnico u otros factores similares, y los diferentes grados en que esos medios de comunicación se han alejado de esas relaciones. Asimismo, existen razones para dudar de que se pueda interpretar la historia de los medios de comunicación en la Europa occidental

6. Por ejem plo, Sam pedro (1997) analiza la cobertura del m ovim iento en contra del servicio militar obligatorio en España, esencialm ente en térm inos institucionales o estructuralistas.

y en Norteamérica como un movimiento lineal y ascendente hacia la diferenciación, o que los tres modelos puedan ordenarse en una clara jerarquía en términos de esa diferenciación. Trataremos este punto con más detalle después de analizar los tres modelos y sus historias en la parte II, y después de profundizar más, en la parte III, en la tendencia de los sistemas de medios de comunicación hacia la convergencia. De momento, vale la pena señalar que el hecho de que hayamos empleado el esquema de un triángulo en la figura 4. Upara representar los tres modelos sugiere una impor­tante discrepancia con la teoría de la diferenciación. Si creyéramos que los sistemas de medios de comunicación deberían desarrollarse de forma lineal y ascendente hacia la diferenciación, convertiríamos nuestro triángulo en una sola línea con los países del modelo Pluralista Polarizado en un extremo, los del modelo Liberal en el otro y los países del modelo Democrático Corporativo en el cento. D e hecho, creemos que el lector verá más adelante que las diferencias entre los sistemas no justifican una representación de este tipo.