HDG 2038 XVII ORDINARIO 26 de julio 2020 online · la carne y la vida eterna. R/. Amén. Dios está...

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Dios está dispuesto a conceder a Salomón cualquier cosa que le pida. Al Señor le agrada mucho la petición del joven rey y le concede mucho más de lo que le ha pedido. Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5-13 En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salo- món, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”. Salomón le respondió: “Señor, tú tratas- te con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratan- do con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un mucha- cho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposi- ble contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”. Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te conce- do lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”. Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor. R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos. A mí, Señor, lo que me toca es cumplir tus preceptos. Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos. Señor, que tu amor me consuele, conforme a las promesas que me has hecho. Muéstrame tu ternura y viviré, porque en tu ley he puesto mi contento. R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos. Amo, Señor, tus mandamientos más que el oro purísimo; por eso tus preceptos son mi guía y odio toda mentira. R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos. Tus preceptos, Señor, son admirables, por eso yo los sigo. La explicación de tu Palabra da luz y entendimiento a los sencillos. R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos. La parábola o comparación era un método muy conocido en la época de Jesús. En esta ocasión, para hablar del Reino de los Cielos, Jesús nos ofrece las comparaciones del tesoro escondi- do en el campo, del mercader que busca perlas finas y de la red que los pescadores echan al mar. El tesoro en el campo es encontrado por casualidad o de una manera impre- vista, pero para que le pertenezca debe comprar el campo. La parábola del mercader, en cambio, se centra no tanto en la perla preciosa, sino en la actividad o en el esfuerzo sin descanso hasta encontrarla. En los dos casos, lo común es lo “pre- Semanario Litúrgico Nº 2038 NuestraIglesia Arquidiócesis de Guayaquil XVII DOMINGO ORDINARIO • CICLO A • JULIO 26, 2020 Oración colecta 1 LITURGIA DE LA PALABRA Primera Lectura 2 Salmo responsorial 3 [Salmo 118] Gratuidad y esfuerzo cioso”: el tesoro y la perla, como tam- bién el encuentro y la venta de todo para comprarlas. Pero la primera sucede por casualidad y la segunda como fruto del esfuerzo. El Reino de los Cielos, según estas dos parábolas, es un don que hay que acogerlo; y también fruto de una búsqueda. La red echada en el mar pesca de todo: cosas buenas y menos buenas; sólo cuando está fuera, se puede saber qué sirve y qué no. Así será al final de mundo: “Habrá una separa- ción entre buenos y malos”. Con esta parábola, Jesús nos enseña a discer- nir y a saber elegir. El Reino de Cielos, de ese modo, es don, tarea y discerni- miento. Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo, multiplica sobre nosotros tu misericordia, para que, instruidos y guiados por ti, de tal modo nos sirvamos ahora de los bienes pasaje- ros que alcancemos con mayor plenitud los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. R/. Amén

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Oremos a Dios, nuestro Padre, para que su Reino crezca en nosotros y en todos los hom-bres. Respondemos: Venga a nosotros tu Reino, Señor.

1. Por la Iglesia, para que Dios le conceda la paz, la libertad y la unidad, aumente el número de sus hijos y la firmeza de su fe hasta el día glorioso del retorno de Jesucris-to. Oremos.

2. Por el Papa y por todos los Obispos, que proclaman al mundo la palabra de Dios: para-que gobiernen la Iglesia con sabiduría y prudencia. Oremos.

3. Por todos los que participan en el gobierno: para que el Espíritu Santo los asista con su luz y justicia. Oremos.

4. Por nuestros jóvenes, para que en el torbellino tecnológico de hoy haya siempre un oasis de paz en el conocimiento de las Escrituras. Oremos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Escucha, Dios de misericordia, las oraciones que te hemos presentado con humildad y confianza, y haz que deseemos siempre cuanto te agrada. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R/. Amén.

(sólo la reza el sacerdote)

encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los Cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?”. Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los Cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Creo en DIOS PADRE, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resu-citó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.

R/. Amén.

Dios está dispuesto a conceder a Salomón cualquier cosa que le pida. Al Señor le agrada mucho la petición del joven rey y le concede mucho más de lo que le ha pedido.

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5-13

En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salo-món, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”.

Salomón le respondió: “Señor, tú tratas-te con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratan-do con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un mucha-cho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposi-ble contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”.

Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te conce-

do lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”.

Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

A mí, Señor, lo que me tocaes cumplir tus preceptos.Para mí valen más tus enseñanzasque miles de monedas de oro y plata.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

Señor, que tu amor me consuele,conforme a las promesas que me has hecho.Muéstrame tu ternura y viviré,porque en tu ley he puesto mi contento.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

Amo, Señor, tus mandamientosmás que el oro purísimo;por eso tus preceptos son mi guíay odio toda mentira.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

Tus preceptos, Señor, son admirables,por eso yo los sigo.La explicación de tu Palabrada luz y entendimiento a los sencillos.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

San Pablo nos recuerda que todo contribuye para el bien de los que aman a Dios. De este plan de salvación, nada ni nadie podrá apar-tar a los que busquen asemejarse a su Hijo Jesucristo.

Lectura de la Carta del apóstol san Pablo a los romanos 8, 28 - 30

Hermanos: Ya sabemos que todo contri-buye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por él, según su designio salvador.

En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor.

[Cf. Mt 11, 25]

R/. Aleluya, aleluya.Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los miste-rios del Reino a la gente sencilla.

R/. Aleluya, aleluya.

Jesús nos sigue hablando de aquello por lo que vale la pena luchar con una entrega incondicional, de esta forma estaremos optando por una vida plena.

Proclamación del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44 - 52

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multi-tud: “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo

La parábola o comparación era un método muy conocido en la época de Jesús. En esta ocasión, para hablar del Reino de los Cielos, Jesús nos ofrece las comparaciones del tesoro escondi-do en el campo, del mercader que busca perlas finas y de la red que los pescadores echan al mar.

El tesoro en el campo es encontrado por casualidad o de una manera impre-vista, pero para que le pertenezca debe comprar el campo. La parábola del mercader, en cambio, se centra no tanto en la perla preciosa, sino en la actividad o en el esfuerzo sin descanso hasta encontrarla.

En los dos casos, lo común es lo “pre-

Semanario Litúrgico Nº 2038

NuestraIglesiaArquidiócesis de Guayaquil

X V I I D O M I N G O O R D I N A R I O • C I C LO A • J U L I O 2 6 , 2 0 2 0

Oración colecta1

LITURGIA DE LA PALABRA

Primera Lectura2

Salmo responsorial3 [Salmo 118]Gratuidad y esfuerzo

cioso”: el tesoro y la perla, como tam-bién el encuentro y la venta de todo para comprarlas. Pero la primera sucede por casualidad y la segunda como fruto del esfuerzo. El Reino de los Cielos, según estas dos parábolas, es un don que hay que acogerlo; y también fruto de una búsqueda.

La red echada en el mar pesca de todo: cosas buenas y menos buenas; sólo cuando está fuera, se puede saber qué sirve y qué no. Así será al final de mundo: “Habrá una separa-ción entre buenos y malos”. Con esta parábola, Jesús nos enseña a discer-nir y a saber elegir. El Reino de Cielos, de ese modo, es don, tarea y discerni-miento.

Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo, multiplica sobre nosotros tu misericordia, para que, instruidos y guiados por ti, de tal modo nos sirvamos ahora de los bienes pasaje-ros que alcancemos con mayor plenitud los

eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. R/. Amén

Recibe, Señor, los dones que, por tu generosidad, te ofrecemos; y concédenos que estos santos misterios, con el poder de tu gracia, santifiquen toda nuestra vida y nos conduzcan a la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

Señor, luego de haber recibido el sacra-mento divino, memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo, concédenos que nos apro-veche para nuestra salvación este don que su amor inefable nos dio. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén

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Oremos a Dios, nuestro Padre, para que su Reino crezca en nosotros y en todos los hom-bres. Respondemos: Venga a nosotros tu Reino, Señor.

1. Por la Iglesia, para que Dios le conceda la paz, la libertad y la unidad, aumente el número de sus hijos y la firmeza de su fe hasta el día glorioso del retorno de Jesucris-to. Oremos.

2. Por el Papa y por todos los Obispos, que proclaman al mundo la palabra de Dios: para-que gobiernen la Iglesia con sabiduría y prudencia. Oremos.

3. Por todos los que participan en el gobierno: para que el Espíritu Santo los asista con su luz y justicia. Oremos.

4. Por nuestros jóvenes, para que en el torbellino tecnológico de hoy haya siempre un oasis de paz en el conocimiento de las Escrituras. Oremos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Escucha, Dios de misericordia, las oraciones que te hemos presentado con humildad y confianza, y haz que deseemos siempre cuanto te agrada. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R/. Amén.

(sólo la reza el sacerdote)

encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los Cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?”. Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los Cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Creo en DIOS PADRE, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resu-citó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.

R/. Amén.

Dios está dispuesto a conceder a Salomón cualquier cosa que le pida. Al Señor le agrada mucho la petición del joven rey y le concede mucho más de lo que le ha pedido.

Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5-13

En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salo-món, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”.

Salomón le respondió: “Señor, tú tratas-te con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratan-do con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un mucha-cho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposi-ble contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”.

Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te conce-

do lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”.

Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

A mí, Señor, lo que me tocaes cumplir tus preceptos.Para mí valen más tus enseñanzasque miles de monedas de oro y plata.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

Señor, que tu amor me consuele,conforme a las promesas que me has hecho.Muéstrame tu ternura y viviré,porque en tu ley he puesto mi contento.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

Amo, Señor, tus mandamientosmás que el oro purísimo;por eso tus preceptos son mi guíay odio toda mentira.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

Tus preceptos, Señor, son admirables,por eso yo los sigo.La explicación de tu Palabrada luz y entendimiento a los sencillos.

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

San Pablo nos recuerda que todo contribuye para el bien de los que aman a Dios. De este plan de salvación, nada ni nadie podrá apar-tar a los que busquen asemejarse a su Hijo Jesucristo.

Lectura de la Carta del apóstol san Pablo a los romanos 8, 28 - 30

Hermanos: Ya sabemos que todo contri-buye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por él, según su designio salvador.

En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor.

[Cf. Mt 11, 25]

R/. Aleluya, aleluya.Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los miste-rios del Reino a la gente sencilla.

R/. Aleluya, aleluya.

Jesús nos sigue hablando de aquello por lo que vale la pena luchar con una entrega incondicional, de esta forma estaremos optando por una vida plena.

Proclamación del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44 - 52

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multi-tud: “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo

XVII DOMINGO ORDINARIO • CICLO A • JULIO 26, 2020 • Pág. 2Segunda Lectura4

Profesión de fe7

Oración de los fieles8

SANTO EVANGELIO6

Aclamación antes del Evangelio5Oración sobre las ofrendas9 Oración para después de la Comunión10

L 27M 28M 29

J 30V 31S 01D 02

Santoral y Lecturas diarias | 27 de Julio - 02 de Agosto / 2020B. MARÍA MAGDALENA MARTIENGO, Virgen • Jer 13,1-11/ Sal : Deut 32,18-21/ Mt 13,31-35B. JUAN SORETH, Presbítero • Jer 14,17-22/ Sal 78/ Mt 13,36-43S. MARTA, Memoria • Jer 15,10.16-21/ Sal 58/ Mt 13,44-46S. PEDRO CRISÓLOGO, Obispo y Dr. de la Iglesia • Jer 18,1-6/ Sal 145/ Mt 13,47-53S. IGNACIO DE LOYOLA, Presbítero • Jer 26,1-9/ Sal 68/ Mt 13,54-58S. ALFONSO MA. DE LIGORIO, Obispo y Dr. de la Iglesia • Jer 26,11-16.24/ Sal 68/ Mt 14,1-12S. MARÍA DE LOS ÁNGELES DE LA PORCIÚNCULA • Is 55,1-3/ Sal 144/ Rom 8,35.37-39/ Mt 14,13-21

Semanario Litúrgico Nº 2038 - Tiraje: ON-LINE. Director: P. César Piechestein

LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

Recibe, Señor, los dones que, por tu generosidad, te ofrecemos; y concédenos que estos santos misterios, con el poder de tu gracia, santifiquen toda nuestra vida y nos conduzcan a la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

Señor, luego de haber recibido el sacra-mento divino, memorial perpetuo de la pasión de tu Hijo, concédenos que nos apro-veche para nuestra salvación este don que su amor inefable nos dio. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén