Hegel, Marx y La Historia - J. Mora Rubio

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ASPECTOS DEL PENSAMIENTO DE HEGEL Y MARX EN RELACIÓN CON LA CIENCIA DE LA HISTORIA Juan Mora Rubio 1. La fuente en donde se genera el pensamiento de la historia de Hegel Cierta tradición filosófica consideró la obra de Hegel como la culminación de un desenvolvimiento gradual de la filosofía clási- ca alemana. El propio esquema que Hegel elabora del desarrollo de la Idea en sus Lecciones sobre historia de la filosofía y su acti- tu de colocarse como discípulo de su amigo Schelling dieron lugar a esta interpretación. Así, Kant abrió el camino para el moralis- mo subjetivo de Fichte, quien partió de la oposición no resuelta del Yo y del No-Yo que se expresa a lo largo de una Tesis que es negada por su respectiva Antítesis. En esta forma se fue crean- do pacientemente el idealismo subjetivo que se proyecta en filo- sofía de la acción moral. Schelling, por su parte, superando a Fichte, más bien inter- pretó el absoluto como una filosofía de la naturaleza cuyo punto más alto está marcado por la identidad del Yo y el No-Yo, dando lugar a un idealismo objetivo expresado en la contemplación es- tética. Y a Hegel le corresponde el idealismo absoluto, igualmente objetivo, que retiene en su seno la dialéctica de la reflexión pro- pia de Fichte pero que se resuelve en una síntesis concreta entre razón y naturaleza. 1 El encuentro de los trabajos juveniles de Hegel escritos duran- te los penosos años en que trabajó como preceptor en Tubinga 1 Jean Hippolite, Introducción a la filosofía de la historia de Hegel, Ediciones Calden, Buenos Aires, 1970, pp. 9. 125

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Continuidades y negaciones entre el pensamiento del maestro y su pricipal discípulo.

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ASPECTOS DEL PENSAMIENTO DE HEGEL Y MARX EN RELACIÓN CON LA CIENCIA DE LA HISTORIA

Juan Mora Rubio

1. La fuente en donde se genera el pensamiento de la historia de Hegel

Cierta tradición filosófica consideró la obra de Hegel como la culminación de un desenvolvimiento gradual de la filosofía clási­ca alemana. El propio esquema que Hegel elabora del desarrollo de la Idea en sus Lecciones sobre historia de la filosofía y su acti-tu de colocarse como discípulo de su amigo Schelling dieron lugar a esta interpretación. Así, Kant abrió el camino para el moralis-mo subjetivo de Fichte, quien partió de la oposición no resuelta del Yo y del No-Yo que se expresa a lo largo de una Tesis que es negada por su respectiva Antítesis. En esta forma se fue crean­do pacientemente el idealismo subjetivo que se proyecta en filo­sofía de la acción moral.

Schelling, por su parte, superando a Fichte, más bien inter­pretó el absoluto como una filosofía de la naturaleza cuyo punto más alto está marcado por la identidad del Yo y el No-Yo, dando lugar a un idealismo objetivo expresado en la contemplación es­tética. Y a Hegel le corresponde el idealismo absoluto, igualmente objetivo, que retiene en su seno la dialéctica de la reflexión pro­pia de Fichte pero que se resuelve en una síntesis concreta entre razón y naturaleza.1

El encuentro de los trabajos juveniles de Hegel escritos duran­te los penosos años en que trabajó como preceptor en Tubinga

1 Jean Hippolite, Introducción a la filosofía de la historia de Hegel, Ediciones Calden, Buenos Aires, 1970, pp. 9.

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(1738-1793), Berna (1793-1796) y finalmente Francfort (1797-1800) y que fueron publicados por Nohl en 1907, cambiaron esta interpretación. Estudios efectuados por Dilthey de estos ma­nuscritos antes de la publicación de Nohl nos revelaron un Hegel profundamente preocupado' por desentrañar lo concreto que hay en 3a vida de los pueblos y no por cuestiones estrictamente filo­sóficas. Así, buscaba el espíritu del judaismo y cristianismo primi­tivos. El núcleo central de donde parte la filosofía de la historia de Hegel corresponde a la búsqueda del espíritu de los pueblos; el bello sentido de los griegos que les permitió encontrar su iden­tidad y proyectar su cultura en el tiempo. Más tarde, durante los años de Jena, (1801-1807) estas reflexiones eminentemente religiosas e históricas desebocaron en el ejercicio de una gran filosofía como la expuesta en la Fenomenología del espíritu. Así, Hegel, al decir de Dilthey, no parte de una superación crítica de la filosofía clásica alemana sino más bien de sus íntimos pro­blemas e inquietudes personales. El centro de la especulación del gran pensador alemán tiene un carácter histórico que culmina luego en una gran metafísica que se constituye en una teodisea muy completa. No sorprende, por consiguiente, que la historia de la filosofía de Hegel sea en sí misma una exposición amplia de su filosofía.

Cremos que tanto la hipótesis de un desarrollo dialéctico de la filosofía clásica alemana que critica, supera y retiene los funda­mentos del pensamiento que va de Kant a Hegel es válida; pero igualmente consideramos justificada la tesis de Dilthey cuando establece un núcleo propio y muy personal que le sirve a Hegel como surtidor para el desarrollo de los elementos que finalmente se constituyen en su sistema filosófico. Dé'esta suerte la Fenome-logía del espíritu y todo el conjunto de la obra de Hegel es una culminación de la filosofía clásica alemana, que obviamente par­tió de una inquietud muy personal del autor que no podía ser ajena a la ideología de su tiempo. La filosofía de Hegel, como toda gran filosofía, es un producto social que se alimenta de su presente pero que igualmente recoge la tradición de la cultura del pasado. Hegel mismo era consciente de que su filosofía per­tenecía a la reflexión de su tiempo y que su labor, por importante que fuese en el terreno individual, no era sino la mediación a lo largo de la cual el espíritu se reencontraba a sí mismo.

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2. Grandeza y miseria del pensamiento de Hegel en la historia

El despliegue dialéctico de la historia en Hegel representa un avance extraordinario pues encuentra su movimiento propio y su desarrollo a partir de sus propias negaciones y superaciones.2

Pero Hegel nos entrega solamente una bella historia que es la historia del pasado. El pretérito está hermosamente revivido en las páginas de Hegel. El mundo de la antigüedad provoca la nostalgia del filosofo que hubiera querido vivir sus hazañas. Pero la filosofa de Hegel no puede desbordar los límites de su tiempo. No es posible predecir ni menos imaginar el futuro. De ahí que la filosofía sea como "el ave de Minerva" que levanta el vuelo al caer la tarde. Esta interpretación es fundamental en el pensamiento hegeliano y desdice de las afirmaciones de Karl Popper cuando se refiere al historicismo de Hegel.8 La des­ventura y limitación de Hegel radican en el cerco que le tiende el pasado y que le impide vislumbrar el futuro. Es bella la inter­pretación de un ser que resurge de sus propias cenizas y que se desarrolla a partir de sus contradicciones inherentes para supe­rarse en una espiral de progreso sin términos, pero se encuentra lastimosamente ensombrecida porque solamente aplica su esquema al pasado. Al decir de Ernst Bloch: "El Hegel pensador dialéc­tico es otro que el Hegel investigador del pasado; éste, al ver las cosas cubiertas y embellecidas por la pátina del tiempo, estatuye que lo alcanzado es también lo logrado. Como pensador dialéctico, en cambio, Hegel no descarta el porvenir, que va implícito en el concepto mismo del río, el cual no sería concebible sin la nota de lo abierto hacia adelante. Pero el Hegel investigador de lo antiguo y también el Hegel contemporáneo de los románticos, entregados tan profunda y nostálgicamente ai pasado, supone siempre que el saber se limita al silencioso pasado y éste, a su vez, se coordina y adecúa a la no menos silenciosa contempla­ción".4 Conmueve ver al Hegel dialéctico y desplegado cuando mira hacia el terreno del ser, convertirse, al observar la historia, en un arqueólogo incapaz de deleitarse con la totalidad de la historia.

2 Cornu, . . . 3 Korl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, Ed. Paidós, Bar­

celona, España. * Ernst Bloch, El pensamiento de Hegel, FCE, México, p. 206.

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3. Las limitaciones de Hegel son las limitaciones de la Alemania de su tiempo

El grandioso espectáculo de la Ilustración alemana tenía que arrastrar a sus más destacados exponentes a un pensamiento de compromiso, precisamente por haberse desarrollado en una na­ción atrasada económica;, política y socialmente. Alemania a fina­les del siglo XVIII y comienzos del XIX, era un gran territorio feudal repartido en más de 300 ducados, donde las relaciones de producción de libre concurrencia no comenzaban a despuntar, con excepción de las regiones del sur, donde se sintió la influencia de la dominación napoleónica. De ahí que Hegel no pueda contem­plar el desarrollo real de los procesos sino solamente su contenido lógico. La desenajenación del espíritu ocurre solamente en el mundo enrarecido del pensamiento, encontrándose a sí mismo, pero nunca en el mundo verdadero de lo existente. Era el precio de contemplar una historia que tenía que mirar por encima de hom­bro de Alemania para observar el desenvolvimiento de Francia e Inglaterra. El Hegel grandioso del movimiento y el desarrollo de superación, por razón de las limitaciones de su sociedad, hace que el revolucionario de los años mozos se convierta en el "evo­lucionista" contemplador del crecimiento de la historia; y que el Hegel inventivo de la interpretación del desenvolvimiento de la vida de los pueblos se torne en el arqueólogo de la historia.

4. La verdad de Hegel es Marx

El gran fundamentador del desarrollo dialéctico "hubiera sido tra­tado como perro muerto" si la obra de Garlos Marx no hubiera llenado de contenido su filosofía y permitido contemplar el desa­rrollo y desenvolvimiento de lo verdaderamente real: el hombre en su crecimiento histórico dentro de la naturaleza. Este, a partir de aquélla, que no es sino su "cuerpo inorgánico", ejerce una acción sobre la misma "en la que ambos polos— la humanidad por una parte y naturaleza por la otra— se encuentran recíproca­mente mediatizadas, sin ser absorbidas por esta mediatízación.5

Esta acción es producto del trabajo, por medio del cual el hombre

5 Helmut Reichelt, "La concepción materialista de la historia", Ideo-logia, teoría y política en el pensamiento de Marx, UAP, Pue., p. 82.

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no solamente se apropia y transforma al mundo sino que cons­truye su propia humanidad, elabora su auténtica condición his­tórica. Debemos recordar, no obstante, con Helmut Reichelt, que "dado que la apropiación activa de la naturaleza, hecha por el hombre, se realiza solamente en forma extrañada, la unidad de sujeto y objeto, siempre cambiante, se convierte, en el in­terior del conjunto de la naturaleza, en una identidad disocia­da e invertida del hombre con la naturaleza, y, en cuanto tal,-solamente es reconocible en su culminación, es decir, en una forma insuperable de inversión".6

Marx tuvo la suerte de encontrar trabajadas las categorías de la filosofía hegeliana y a partir de ellas superó a su maestro, como en el pasado lo hizo Aristóteles con Platón. Pero Hegel, por contraparte, tuvo la suerte de no entrar en el olvido puesto que Marx ascendió del mundo del pensamiento al terreno siempre verdadero y cambiante de la realidad objetiva^ abriendo nuevas perspectivas al discurso iniciado por Hegel. Sustituyó la atmós­fera brumosa del desvarío metafísico por el materialismo social, donde las cosas encuentran su auténtica realidad en ellas mismas y no en el espíritu que las utiliza como medio para sus propios fines. No podemos concebir el discurso de Marx sin los antece­dentes que le brinda Hegel, pero la filosofía especulativa de este último hubiera caído en el vacío sin la nueva interpretación mandana.

El pensamiento de Marx brota de la historia de su tiempo, pero a su tumo se convierte en la esencia de la historia. La antropología filosófica de Marx se diferencia de todas las que la preceden en que el hombre es producto de la acción, de la praxis que no solo transforma al mundo sino que desarrolla y determina la propia condición humana. Se ha roto con la esencia que fija la existencia. Ahora hay una existencia que ela­bora la esencia humana. El trabajo no solamente crea cosas úti­les en el mundo sino que construye y le da valor a la existencia. El hombre es autor y actor de su propio drama vital. Pero este autohacerse lo torna un objeto esencialmente histórico que a su paso por el mundo crea la historia y se confunde con ella.

« Ibid., p. 84.

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